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¿Que significa análisis funcional de la conducta?

Gerardo Primero
Resumen
El texto a continuación intenta clarificar este importante término, y se basa
en el artículo Functional analysis in behavior therapy de Haynes y O´Brien.
Consta de cinco secciones:
A. Una definición general
B. Una definición específica
C. Qué son el abordaje estructural y el DSM-IV
D. Dificultades para establecer relaciones causales
E. Construcción de modelos funcionales de conducta
A. Una definición general

En un sentido amplio, el AF consiste en establecer relaciones funcionales


entre variables. Vamos a explicar estos términos. Variable es todo aquello
que varía en algún parámetro (cantidad, frecuencia, tipo, etc.). Esta
variación puede constar de dos (presencia-ausencia) o más valores (por Ej.,
frecuencia de una conducta, edad, cantidad de glucosa en sangre).

Para evitar las dificultades del concepto de "causa", se suele utilizar el de


relación funcional (RF), que incluye y excede al primero. Una relación
funcional implica sólo covariación entre variables, implica que algún
parámetro (frecuencia, magnitud, duración, etc.) de una variable está
asociado con algún parámetro de otra variable. Otra forma de decirlo es
que las variables están funcionalmente relacionadas cuando tienen una
relación matemática. La relación funcional no implica causalidad. Por
ejemplo, en la ecuación E=mc2 se establece una RF entre la energía y la
velocidad de la luz, sin implicar que una cause a la otra. Además, las
relaciones temporales y direccionales no precisan ser especificadas en las
relaciones funcionales, pero sí en las relaciones causales.

Hay muchos tipos de RF. Algunas variables funcionales son causales, otras
son correlacionales pero no causales. Algunas son controlables (por Ej.,
habilidades sociales), otras no (por Ej., género). Algunas relaciones
funcionales son importantes (explican una importante proporción de
variancia) y otras son triviales. Las RF son probabilísticas más que
deterministas, ya que suelen haber variables funcionales no medidas y
errores de medición. Las RF no son exclusivas: puede haber otras variables
que afecten una variable. Las RF son transitorias: pueden variar con el
tiempo. Las RF tienen dominios de operación: ocurren dadas ciertas
condiciones.

B. Una definición específica

En un sentido estricto, el AFC consiste en identificar un subconjunto de las


variables funcionales (aquellas que sean importantes, controlables y
causales) cuya manipulación resulte en un cambio clínicamente significativo
de una determinada conducta (o conjunto de conductas) en una persona (o
conjunto de personas) particular.

1. En muchos casos, el AFC ha recibido definiciones confusas e


inconsistentes y no se ha diferenciado adecuadamente de otros términos.
En otros casos se ha restringido su uso a ciertos métodos (por Ej.,
manipulación de VI), o a clases de variable (por Ej., consecuencias
contingentes a la conducta), lo cual limita la posibilidad de usar otros
métodos y otras clases de variables en un AFC. Conviene diferenciar el AFC
de la evaluación conductual. El AFC es sólo uno de los muchos objetivos de
la evaluación conductual (identificar las conductas relevantes, diseñar el
programa de intervención, etc.). La evaluación conductual incluye diversos
métodos (observación directa, auto-registro, entrevista, etc.). El AFC no es
un método más, es un producto de esos métodos de evaluación conductual.

2. Sólo algunas de las variables funcionalmente relacionadas con la


conducta especificada serán importantes, controlables y causales. El AFC en
sentido estricto deja afuera variables causales importantes para la
explicación de una conducta que no son controlables. Por ejemplo, un
trauma infantil por abuso sexual puede ser una variable importante y
causal, pero no es controlable. Sólo podrán ser foco de intervención las
variables que cumplan las 3 condiciones: ser importantes (dar cuenta de
una importante proporción de la variación de la VD), ser controlables
(poder ser manipuladas por el terapeuta o por el paciente), y ser causales
(su variación conduciría a un cambio en la VD). El AFC no descarta en
principio ningún "tipo" de variable controladora (ya sea fisiológica, social o
ambiental), con tal que cumpla esas condiciones.

3. El AFC puede realizarse con una conducta-problema o con una conducta-


objetivo. Usualmente el AFC identifica las RF de la conducta-problema, pero
a veces la estrategia de intervención se focaliza en promover alternativas
positivas (conducta-objetivo). En tal caso el tratamiento no se basa en la
manipulación de las variables que actualmente mantienen la conducta-
problema sino en un AF de la conducta-objetivo, en base al cual el
terapeuta presume que la manipulación de ciertas variables resultará en
ciertos cambios conductuales. Por ejemplo, un AFC puede dar cuenta de un
déficit de habilidades o focalizar en la adquisición de habilidades nuevas.
Ambos AFC pueden identificar diferentes variables.

4. Un AFC puede analizar también los efectos asociados con los cambios en
la conducta-problema que ocurrirán en el tratamiento. La conducta-
problema se considera VD, pero puede a su vez ser variable causal para
otras conductas (por ejemplo mejorar la relación de pareja de un paciente
puede influir en su depresión y en su consumo de alcohol).

5. Es importante determinar la fuerza y la dirección de las relaciones


causales, así como las relaciones entre distintas variables causales, porque
de ello depende las variables que serán foco de intervención. Por ejemplo,
las conductas depresivas de un paciente pueden ser función de
interacciones de pareja aversivas y de una baja confianza en sí mismo, y a
la vez las interacciones de pareja pueden funcionar como variables causales
para la baja autoconfianza en sí mismo.

6. También es importante tener en cuenta que las RF pueden establecerse


en distintos niveles. Respecto al nivel conductual, existen niveles micro
(factores fisiológicos, farmacológicos) y macro (factores sociales, culturales,
históricos). Los distintos niveles son válidos y útiles según la intención: el
nivel más adecuado depende de su uso. Por ejemplo los problemas de
pareja pueden relacionarse con variables de nivel social (Ej., pautas
culturales y étnicas) que pueden ser útiles para el sociólogo, y con variables
de nivel conductual (Ej., número de interrupciones en un ejercicio de
comunicación) que pueden ser útiles para el terapeuta. A su vez, la
descripción a nivel conductual puede hacerse con categorías más globales
("interacción de pareja aversiva") o analizarse en variables más detalladas
("hacer comentarios sarcásticos", "criticar a la pareja en público").

7. El AFC surge a partir de dos cuestiones: a) las críticas al abordaje


estructural como forma de entender los problemas de conducta, y b)
dificultades propias del concepto de causalidad. A continuación se detallan
ambos temas.

C. ¿Qué son el abordaje estructural y el DSM-IV?

El abordaje estructural proviene del modelo médico de la psiquiatría, que


consideraba a las conductas como síntomas de una enfermedad mental
subyacente. En la actualidad, este abordaje está representado por el DSM 4
(Diagnostic and Stadistical Manual), que es una taxonomía de trastornos
(disorders). Los síntomas se evalúan agrupados en clusters según su
covariación topográfica ("topográfica" significa que se categoriza a la
conducta por su apariencia, se opone a "funcional" que implica analizar qué
variables controlan esa conducta). Se interpreta esa covariación como
evidencia de que existe una variable subyacente que no se mide en forma
directa.
En oposición a esto, el abordaje funcional se focaliza en la covariación entre
la topografía y las posibles variables controladoras (causales). La
covariación topográfica sólo es significativa cuando se identifican sus
variables controladoras.
Podemos verlo con un ejemplo. Desde el abordaje estructural, se
consideraría que la conducta de un paciente al cual se diagnostica fobia
social es provocada por cierto modo de funcionamiento cerebral que le
impide desarrollar una función adaptativa (tener ciertas relaciones
interpersonales). Desde el abordaje funcional diríamos que esta persona
tiene conductas fóbicas en situaciones sociales, pero nunca diríamos que
"tiene fobia social". Podríamos encontrar que dos pacientes tienen la misma
topografía, uno de ellos porque aprendió pocas habilidades sociales y el
otro porque teme que le critiquen: el tratamiento será totalmente distinto
(en el primer caso se buscará entrenar habilidades, y en el segundo se
buscará desensibilizar a las críticas).

El AFC es idiográfico (crear un modelo de las relaciones causales de ciertas


conductas de un individuo determinado) más que nomotético (crear un
modelo general de las relaciones causales de ciertas conductas a partir de
los datos obtenidos con distintos individuos). Los análisis nomotéticos se
construyen para un número de casos individuales o ejemplos del modelo,
cada uno de los cuales tiene vías causales únicas. Por ejemplo, un modelo
causal nomotético de la actitud juvenil agresiva puede establecer que la
escasa disciplina de los padres es una variable causal importante, pero no
siempre se aplicará a los casos individuales donde otros factores pueden
ser operativos.

Lo más probable es que los AF de las mismas conductas en distintas


personas tengan muchas diferencias en las variables causales identificadas.
Los modelos nomotéticos se basan en medidas múltiples y en muestreos de
muchos sujetos. Sólo aportan al terapeuta un conjunto de posibles
variables causales, que pueden ser operativas o no en un sujeto particular.
La utilidad de tales modelos es sugerir qué foco de evaluación tiene más
probabilidad de generar un AF válido para un paciente una conducta
particular, pero no puede eliminar la necesidad de un AF individualizado
previo a la intervención.

La función del AFC consiste en establecer las posibles relaciones causales


para luego elegir la intervención adecuada al caso particular. Un
tratamiento está basado en un AFC si la decisión de qué variables e
intervenciones se aplicarán se basa en los datos recolectados previamente,
los cuales sugerían que esas variables tenían un rol causal. En caso
contrario, si la decisión sobre qué intervención hacer se basa en una
relación funcional hipotetizada, pero no testeada, entre ciertas VI y la
conducta-problema, entonces el tratamiento se basa en un modelo
nomotético de la conducta-problema. Haynes y O´Brien encuentran (en un
muestreo de casos publicados entre 1985 y 1988) que sólo un 20% de
tratamientos se basa en un AFC, y que esto implica una menor sensibilidad
a las diferencias individuales, en perjuicio de la efectividad del tratamiento.

D. Las dificultades para establecer una relación causal

Una hipótesis plantea cierta relación funcional entre variables. Tal relación
puede ser causal (una variable tiene efecto sobre otra) o correlacional (las
variaciones de una se relacionan con las variaciones de otra). Cuando no se
logra establecer una relación causal, la RF es correlacional. En una hipótesis
que afirma una relación causal, la variable que se supone causa y que el
investigador manipula se denomina variable independiente, y la que se
supone efecto, se denomina variable dependiente.
Una variable causal es una variable funcional cuya modificación conduce (o
conduciría) a un cambio en un parámetro (probabilidad, magnitud,
frecuencia) de determinada variable dependiente. Las variables causales
pueden ser iniciadoras o mantenedoras de una conducta. No precisan ser
necesarias, suficientes, exclusivas ni modificables. Toda variable causal es
variable funcional, pero no toda variable funcional es causal.

Cuando queremos identificar si el cambio de una variable causa cambios en


otra variable, debemos modificar los valores de la primera y registrar si los
valores de la segunda se modifican en consecuencia. A la segunda se la
llama variable dependiente (VD, pues su variación depende del cambio de
la otra variable), y a la primera se la llama variable independiente (VI, pues
su cambio no depende de la segunda variable, sino que es manipulada por
el investigador).

La hipótesis causal se resume como: VI -> VD ("la manipulación de la VI


causa la variación de la VD").

A la vez, existen otras variables que podrían explicar el cambio de la VD y


que podrían generar hipótesis rivales ("la variación de VD no se debe a VI
sino a la variable X"). Las variables que compiten con la VI en la explicación
de la variación de la VD se denominan variables extrañas (VE). Para
establecer que es la VI la que causa la variación registrada, es necesario
eliminar la influencia de las VE como factor explicativo. Esto se denomina
"controlar las VE", y se logra manteniendo constante el valor de la VE (por
lo cual si la VD varía, no se debe a esa VE), o por asignación al azar (se
reparte de manera equivalente la influencia de la VE).
A pesar de las dificultades con el concepto de causalidad, las RF más
relevantes en el AFC son las que responden a la definición más restringida
de relaciones causales.
La relación causal tiene 3 requisitos: probabilidad condicional, precedencia
de la variable causal, exclusión de explicaciones alternativas. Si no se
satisface alguna de estas 3 condiciones, no se puede discriminar si la
relación es causal o simplemente
correlacional.

Probabilidad condicional: si Y está causalmente relacionada con X, la


probabilidad de cambio en Y dado un cambio en X (probabilidad
condicional) debe ser diferente que su probabilidad de base (probabilidad
incondicional. Esto subyace a métodos de evaluación como el auto-registro,
cuestionarios y entrevistas (cuando se busca la probabilidad de distintas
conductas en diferentes condiciones).

Precedencia: es más difícil de establecer, se debe probar que el cambio en


la causa precede al cambio en la VD. Esto requiere o bien manipular la VI
(diseños ABAB), o hacer múltiples medidas en largos períodos de tiempo.

Exclusión de explicaciones alternativas: consiste en el control de VE para


eliminar su influencia como factor explicativo. Los métodos de evaluación
más comunes (cuestionarios, observación, auto-registro) sólo permiten
realizar inferencias causales tentativas, porque es difícil establecer la
precedencia temporal. Los métodos más efectivos para establecer
relaciones causales son aquellos que incluyen manipulación de VI y control
de VE (por ejemplo, diseños ABAB), pero suelen ser costosos y a veces
inaplicables por cuestiones éticas. Existe una relación inversa entre estos
dos aspectos: los métodos de mayor rigor experimental pueden ser
prohibitivos por su costo en tiempo y por factores éticos, mientras que los
métodos de evaluación más rápidos y económicos no permiten diferenciar
relaciones causales y correlacionales.
Los reportes subjetivos en las entrevistas y los tests (por ejemplo,
preguntar a los padres por la conducta de sus hijos, o a un paciente por su
conducta habitual en diferentes contextos) pueden resultar más o menos
fiables como indicadores de la conducta referida (es importante tener
presente que los reportes subjetivos registran la conducta verbal, que
puede relacionarse de diversas maneras con la conducta referida). Se
obtiene una mayor precisión mediante la observación conductual directa
(ya sea en situaciones provocadas por el terapeuta, o con registros de
conducta entre
sesiones). Los llamados "tests proyectivos" responden ya desde su base
teórica a un abordaje nomotético, contrario a los objetivos idiográficos del
AFC.

E. Construcción de modelos funcionales de conducta

Un recurso para clarificar el AFC es construir modelos funcionales de la


conducta. Estos modelos permiten graficar los resultados del AFC, y enlazar
esos resultados con el diseño de intervenciones. Consisten en representar
gráficamente las distintas variables con sus relaciones: causal fuerte o débil
(esto es su importancia, el grado en que explica la variancia), causal
bidireccional, correlacional. Permiten representar fenómenos como las
causas múltiples, la causalidad circular, las vías causales múltiples (por
ejemplo, hay varias vías por las cuales la relajación puede reducir el
reporte de dolor crónico), las condiciones (por ejemplo, ciertas variables
sólo afectan en caso de estar dadas ciertas condiciones, o afectan en
determinado momento), nivel crítico (por ejemplo, los estresores pueden
afectar al sobrepasar cierto nivel, que depende del individuo), relaciones
causales mediadas (por ejemplo, las peleas de pareja desencadenan
pensamientos rumiatorios que a su vez mantienen un insomnio). En un
modelo funcional, se grafican las variables en juego, se enlazan con
vectores indicando el tipo de relación (causal fuerte o débil, causal
bidireccional, correlacional), se identifican cuáles son manipulables (VI) y
cuáles son VD. El diseño de intervención debe ser congruente con el
modelo: salvo que haya razón contraria, las conductas-problema y las
variables causales seleccionadas para intervención serán las que den
cuenta de la mayor proporción de variancia.
Es esperable que los modelos cambien en el proceso de evaluación e
intervención, por un lado porque se adquiere nueva información sobre
problemas, objetivos y relaciones causales, por otro porque las hipótesis
pueden no ser validadas por los resultados de la intervención, y además
porque las relaciones causales y su fuerza varían en la intervención y eso
implica redefinir las intervenciones.

Por último, también es preciso adecuar el nivel de análisis del modelo


funcional, usando clases de variable más generales o más detalladas según
sea necesario para cada propósito.

Para concluir: realizar el AFC no es la única tarea del psicólogo, pero sí


ocupa un lugar central en su práctica, ya que le permite decidir qué
variables se manipularán para tratar ciertas conductas de un sujeto
particular, basando tal decisión en los datos previamente recolectados en
ese sujeto particular (datos de los cuales se infiere que esas variables y no
otras son las que tienen un rol causal para la conducta en cuestión) y en los
conocimientos científicos disponibles y relevantes, y a su vez permite
modificar las hipótesis que guían la intervención psicológica en función de
sus resultados o de los cambios ocurridos por el paso del tiempo. El AFC es
central para fundamentar racionalmente la toma de decisiones clínicas, y
actúa como un constante nexo entre la evaluación y la intervención,
durante todo el tratamiento.

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