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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA

Preparatoria Comandante Víctor Manuel Tirado López

Nombre del alumno: Carlos Gustavo Beltràn Ramirez


Nombre del docente: Matilde Bernal
Grupo: 2-04
Materia: Ética y Desarrollo Humano
II

ACTIVIDAD 1 DE LA UNIDAD 3

El Rosario, Sinaloa, a 31 de marzo de 2022


¿Cómo son las relaciones que ¿Cuáles son las relaciones que
establecemos con el otro? establecemos en el otro?
La relación con el otro establece ya el El razonamiento que subyace a esta forma de
mutuo reconocimiento de de las reconocimiento es muy sencillo: al reconocer a
autoconciencias humanas, pero como los otros me reconozco a mí mismo, es por ello
necesariamente enfrentadas, se da aquí un reconocimiento en y desde el otro,
un reconocimiento de lo humano, pero se considerado como un igual en una relación de
trata exclusivamente de un horizontalidad.
reconocimiento del otro. Reconocimiento El reconocimiento en el otro nace de un
del otro de arriba abajo. egoísmo plenamente lúdico y consecuente.
Entre mayor sea el radio de relación de Como ejemplo de ello podemos decir que mis
reciprocidad y de igualación que amigos, padres maestros etc., son seres
establezcamos con los otros, mayor será dignos de respeto y consideración porque
el nivel de reconocimiento del otro. reconozco en ellos estos derechos como
inalienables en su persona, y al reconocerlos a
través de mis actos, estoy al mismo tiempo
exigiendo el reconocimiento reciproco.
Las lecturas del libro hablan sobre la relación que tenemos con el otro y en el otro, en
nuestra vida cotidiana hablamos del otro, lo otro y los otros, entre otras expresiones, para
referirnos casi siempre a lo que no soy yo mismo, es decir, aquello que me interpela que
está afuera de mi propio yo. Desde este horizonte, se plantea siempre un abismo en la
relación entre un yo y algo exterior que se nos representa como extremadamente
diferente. En este sentido, el otro, lo otro n este sentido, el otro, lo otro y los otros,
constituyen siempre la diferencia que se opone a toda forma de identidad. Los otros casi
siempre aparecen como una simple presencia física, que generalmente no tiene ninguna
trascendencia, pero detrás de dicha presencia subyacen rasgos psicosociales que inciden
regularmente entre nosotros y condicionan, en mayor o menor medida, nuestra propia
conducta. Sin embargo, la existencia misma de los otros requiere del reconocimiento
recíproco de los sujetos implicados en toda relación intersubjetiva, esto es, demandan la
aceptación tácita o explícita del otro por el otro. No obstante, los otros pueden
manifestarse como algo negativo, pero también positivo, es decir, como algo amenazante
para nuestras vidas, o bien, como la confirmación de nuestra propia libertad, protección y
solidaridad. Los diversos tipos de relación con el (o con lo) otro pueden graduarse según
una creciente reciprocidad y una mayor igualación de los sujetos relacionados. En primer
término, puede considerarse la relación con lo absolutamente otro: con el dios, con la
tempestad o con la fiera, con lo inhumano, un segundo plano de la relación con el otro
establece ya el mutuo reconocimiento de las autoconciencias humanas, pero como
necesariamente enfrentada. Se da aquí un reconocimiento de lo humano, pero se trata
exclusivamente de un reconocimiento del otro, no en el otro. Reconocimiento del otro se
da arriba abajo, reconocimiento de la sumisión del otro. En un tercer plano, se da un
reconocimiento en el otro, no solamente del otro, mediante el cual cada yo constata fuera
de él y frente a sí su propia autodeterminación. No reconozco al otro como algo acotado,
clasificado, dado de una vez por todas y apto solamente para determinados usos o
servicios, sino como disponibilidad sin límites, como capacidad creadora que transgrede y
metamorfosea toda forma.
La tercera forma de relación con el otro atañe a la relación estrictamente ética. En ella
pasamos del mero reconocimiento del otro al reconocimiento en el otro. La relación con el
otro que implica un reconocimiento en el otro no acepta aquí la interdependencia negativa,
caracterizada por las relaciones tanto verticales (arriba-abajo), como de sumisión y
dependencia de unos con respectos a los otros (abajo-arriba). El razonamiento que
subyace a esta forma de reconocimiento es muy sencillo: al reconocer a los otros me
reconozco a mí mismo, es por ello un reconocimiento en y desde el otro, considerado
como un igual en una relación de horizontalidad. Este tipo de “egoísmo plenamente lúdico
y consecuente”, obviamente que no refiere a un reconocimiento superficial del y en el otro
respecto a lo que compone su humanidad (derecho de libertad y de autorrealización), sino
que indica que soy capaz de disfrutar y de vivir dicha forma de reconocimiento en mis
relaciones cotidianas acompañando a su vez este proceso con actos consecuentes. Como
ejemplo de ello podemos decir que mis amigos, padres, maestros, etc., son seres dignos
de respeto y consideración porque reconozco en ellos estos derechos como inalienables
en su persona, y al reconocérselos a través de mis actos, estoy al mismo tiempo
exigiendo el reconocimiento recíproco. Se trata, por consiguiente, de un egoísmo lúdico y
consecuente que hace posible la relación ética con el otro.

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