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Psicología clínica

Bibliografía
 El Mundo se detuvo y quedamos pedaleando en el aire – Alejandra Kohan
 El virus del miedo – Alfredo Ygel
 Intervenciones en crisis después de grandes desastres – Daniel Benveniste
 Salud mental y desastres. Nuevos desafíos – Mordechai Benyakar
 Aproximación a una definición de Psicología Clínica – Juan Garbero
 Al maestro con cariño – Sergio Rodríguez
 El método clínico, según Gabriel Lombardi
 Efectos analíticos y diagnostico en la primera fase del tratamiento – Gabriel Lombardi
 Aproximaciones más profundas a la clínica psicoanalítica – Susana Díaz Puertas ( ficha de catedra)
 “ De la crueldad , sus linajes y coartadas” – Ana M Fernández
 Los diagnósticos y el lastre médico del psicoanálisis – S. Campbell
 La iniciación del tratamiento – Sigmund Freud
 Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico – Sigmund Freud
 Las Entrevistas Preliminares -Sinatra (Cap. 1)
  Del Diagnostico en Psicoanálisis - Colette Soler

Intervención En Crisis después De Grandes Desastres -Daniel Benveniste


El autor presenta una breve descripción del desorden post-traumático agudo y describe algunas
estrategias de intervención temprana para el trabajo con adultos y niños traumatizados después de un
desastre mayor.
Una crisis psicológica ocurre cuando un evento traumático desborda excesivamente la capacidad de una
persona de manejarse en su modo usual. No podemos predecir crisis psicológicas de manera confiable basándonos
en los eventos que las preceden, ya que un evento que precipita una crisis en una persona no necesariamente lo
hará en otra. No obstante, algunos eventos precipitan normalmente reacciones de crisis psicológicas. Éstos eventos
incluyen ataques físicos, tortura, violaciones, accidentes, intensas pérdidas personales y las catástrofes naturales
como terremotos, incendios y diluvio. Tales eventos inducirán a menudo a un desorden psiquiátrico que nosotros
llamamos DESORDEN DE ESTRÉS que está caracterizado por sentimientos de intenso miedo, impotencia y horror.
Puede haber también ausencia total de emociones, de sensibilidad emocional, sentimiento de desconexión,
reducción del reconocimiento de ambientes, sentido de irrealidad o amnesia. Las personas que sufren un desorden
de estrés agudo pueden sentirse ansiosas, excitables, agitadas, desesperadas, irritables o desesperanzadas. Estas
personas pueden re-experimentar el evento repitiéndolo en sueños recurrentes, en escenas repetitivas y recuerdos
persistentes del trauma. También pueden evitar a otras personas, lugares y objetos que pudieran evocar recuerdos
del evento traumático. Pueden presentar dificultades para concentrarse y funcionar a su manera habitual en el
hogar y el trabajo. Es muy común que padezcan de sentimientos de culpa por haber sobrevivido o por sentir que no
han proporcionado suficiente ayuda a otros. Algunas personas pueden ponerse agresivas o autodestructivos,
descuidándose a si mismos, sintiéndose confusos o comportándose de modo extraño.
Cuando el paciente es tratado rápidamente, los síntomas de estrés agudo en general disminuyen o
desaparecen completamente en los siguientes 30 días. En algunos casos, particularmente cuando no hay
tratamiento, este desorden puede persistir.
Si su duración es de:
● uno a tres meses, lo llamamos DESORDEN DE ESTRÉS POST TRAUMATICO
● duran más de tres meses, lo llamamos DESORDEN DE STRESS POST TRAUMATICO CRÓNICO

TRABAJANDO CON PACIENTES CON DESORDEN POST TRAUMATICO AGUDO:


Los consejeros que trabajan con este problema pueden ayudar a manejar la vida de estos pacientes luego
del evento traumático (informando a otros, haciendo llamadas, reprogramando la rutina diaria de la persona). En el
inicio, a veces es terriblemente doloroso hablar sobre el evento traumático, sin embargo, las personas informan a
menudo un sentido de alivio y una reducción de los síntomas después de haber podido hablar sobre ello. Ellos

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pueden ver la situación más claramente después de sacar a la luz su experiencia, observar los aspectos del problema
y considerarlos todos juntos con un consejero.
Mientras los adultos pueden hablar con un terapeuta, es probable que un niño que sufre una reacción de
tensión aguda lo exprese en lenguaje lúdico no-verbal, así como en metáforas verbalmente habladas acerca de las
historias que nos cuentan sobre lo que imaginan.
Un evento traumático es aquel en el que una persona está agobiada por la intensidad de la situación, la
cual sobrepasa su nivel de tolerancia, siendo sus mecanismos defensivos insuficientes para lidiar con dicha situación.
Para tratar con este desorden, tratamos de rememorar el evento, analizarlo en pequeñas partes, comprenderlo,
dominarlo y hacerlo más inteligible. Hay, sin embargo, algunas circunstancias en que las personas son indiferentes o
incapaces de hablar del evento traumático específico. En este caso, es animada a hablar sobre cualquier cosa que
esté presente en su mente y aún de esta manera, muchas veces los síntomas disminuyen.

CONSEJEROS QUE TRABAJAN CON VICTIMAS DE DESASTRES NATURALES


Hay varios principios útiles para tener presente:

1) LOS CONSEJEROS NECESITAN CUIDAR DE SÍ MISMOS – FÍSICA Y EMOCIONALMENTE.


Ellos son considerados víctimas secundarias del desastre, por lo cual necesitan tomarse en cuenta a si
mismos seriamente, alimentarse apropiadamente, y descansar cuando es necesario. Obviamente un terapeuta
traumatizado y agobiado no puede ser útil a las personas que lo necesitan.

2) LOS CONSEJEROS NECESITAN PENSAR CLARAMENTE.


Es fácil perder la perspectiva y confundirse en una crisis. Los consejeros deben intentar calmarse, hacer
una lista de prioridades para manejarse en cada caso, y deben discutir decisiones clínicas con sus colegas.

3) LOS CONSEJEROS NECESITAN ESTABLECER PRIORIDADES.


En situaciones de crisis, a menudo las personas pierden su habilidad para evaluar lo que es importante y lo
que no lo es. Con cada caso será útil para el consejero tener una lista como guía para facilitar su trabajo. Esta lista
podría incluir información como: Nombre del paciente, edad, dirección (del lugar donde vivía antes de la catástrofe y
del posible lugar adonde irá), teléfono (donde sea posible contactarlo), miembros de la familia, enfermedad física o
lesión, horario de última comida, etc.
Muchas personas pueden presentar ansiedad o depresión debido a sus problemas médicos. Otros pueden
presentar agitación debido a la falta de sueño. Si una persona no ha comido durante algún tiempo, puede presentar
depresión, agitación o dificultad para pensar. Es peligroso tratar estos tipos de problemas como problemas
estrictamente psicológicos.

4) LOS CONSEJEROS NECESITAN TRABAJAR EN COLABORACIÓN Y BUSCAR SUPERVISIÓN ENTRE SÍ


Semejante ambiente da la oportunidad para la supervisión mutua y consulta con médicos, enfermeras,
psiquiatras, psicólogos, asistentes sociales y otros.

5) TRABAJAR CON PACIENTES EN CRISIS NO ES IGUAL QUE VER A LOS PACIENTES EN UNA PRACTICA PRIVADA O EN
UNA CLINICA.
La confidencialidad no funciona de igual manera, las horas de consultorio no tienen nada que ver con el
reloj. El consejero trabaja con las personas cuando éstas están en necesidad de ser atendidos.
Las sesiones duran de acuerdo a las necesidades y a los recursos.

6) LOS CONSEJEROS QUE TRABAJAN EN UNA INTERVENCIÓN DE CRISIS DEBEN SER FLEXIBLES.
Ellos necesitan dejar atrás el modelo de la práctica privada e incluso el modelo clínico.
Necesitan ver la situación con claridad y tratar de ser tan creativos e innovadores como les sea posible.
Necesitarán improvisar con su espacio, tiempo, materiales y recursos.
Deberán evaluar su tarea y escoger metas en función de la situación. Necesitarán ser perdonados por
otros y por ellos mismos si perdieran su calma. Y, si fuera posible, que pudieran mantener su sentido de humor.

INTERVENCION EN CRISIS

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El encuadre en la intervención en crisis es diferente del de un encuadre clínico. El consejero puede estar
en una escuela o en una iglesia, en un campo o bajo un árbol. También son diferentes los problemas con los que el
consejero de crisis debe tratar.
La meta de intervención en crisis es:
1. ayudar a que el paciente LIDIE con su trauma.
2. ayudar al paciente a AJUSTARSE a su nueva situación.
3. DEVOLVER AL PACIENTE SU NIVEL ANTERIOR DE FUNCIONAMIENTO.
Estas metas se logran invitando al paciente a hablar sobre su experiencia, para que pueda observar el
evento desde cierta perspectiva, tomando cierta distancia; ayudarle para que logre ordenar y reconocer sus
sentimientos asociados, así como asistirle en la resolución de los problemas inicialmente prácticos e inmediatos.

PRIMER CONTACTO
En el primer contacto será útil conseguir cierta información como el nombre de la persona, condición
médica, sistema de apoyo social, etc., pero el paciente en crisis no debe someterse a una evaluación prolongada. El
consejero debe intentar que el paciente esté confortable, clarificar la tarea e invitarlo a hablar. El consejero de crisis
clarifica, tranquiliza, educa, ofrece consejos sobre aspectos prácticos que atiendan a las necesidades de los
pacientes; busca consultar acerca de la medicación con médicos y psiquiatras y refiere a los pacientes a donde fuese
necesario. El consejero necesita estar muy atento a la condición médica de los pacientes y realizar consultas médicas
si la ansiedad, depresión, agitación o insomnio están presentes en niveles que dañan severamente el
funcionamiento del paciente o hacen imposible la intervención de la crisis.

METAS A CORTO Y A LARGO PLAZO


En medio de una crisis las personas pierden las perspectivas. Se ven inundadas de pensamientos y
sentimientos que les dificultan el establecimiento de prioridades y tienden a preocuparse mucho por las cosas que
no pueden resolver y a evitar o ignorar las preocupaciones más inmediatas del momento que sí sería posible para
ellos resolver. Por esta razón es útil ayudar al paciente a que organice sus pensamientos en dos grupos de metas .
Las metas a corto plazo: incluyen tranquilizar al paciente, intentar manejar su intenso miedo, hablar
acerca de lo que le ha sucedido, conseguirle resguardo durante la noche, y asegurarse de que tiene algo que comer,
etc.,
Las metas a largo plazo: incluyen ayudarle al paciente en su búsqueda de trabajo, de una terapia mas larga
si es necesario, albergue permanente, etc., El consejero de crisis necesita ser muy ACTIVO y DIRECTIVO ayudando al
paciente a definir estos dos tipos de meta y así asistiendo, de una manera muy práctica, a lograr las metas cortas y a
planificar las metas a largo plazo.

HACIENDO UN PLAN
Es a menudo útil para el terapeuta tomar apuntes mientras habla con el paciente, lo que le permitirá
guardar las huellas de toda la información y, además, tener una lista de aspectos a recordar para ser cubiertos
durante la entrevista. Al final de la sesión es a menudo muy útil escribir un plan para que el paciente pueda seguir y
despedirlo con el plan en su mano. El plan puede contemplar aspectos tan simples como los siguientes:
1) Si me siento perturbado, hablaré con un consejero.
2) Llamaré a mi tío para ver si puede ayudarme durante las próximas dos semanas.
3) Hablaré con mi doctor sobre reemplazar mi medicación usual para mi asma.
4) Anotaré mi nombre en la lista para alojarme en determinado albergue.
5) Iré a la agencia para buscar trabajo

CONTANDO LA HISTORIA
Los síntomas sirven para cubrir o esconder el agobio y las experiencias sin metabolizar. Cuando el
paciente cuenta la historia de su experiencia traumática puede llorar, reírse, gritar, susurrar, quedarse callado
durante algún tiempo, evocar un recuerdo que traiga a su mente otra pérdida anterior (aunque pudiera no estar
aparentemente relacionada), o mostrarse preocupado con algún aspecto de su historia que pudiera parecer
insignificante. El terapeuta debe escuchar pacientemente y ayudar al paciente a retornar a su historia.

TEMAS COMUNES EN LAS HISTORIAS DE TRAUMAS

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En el proceso de expresar las experiencias del trauma con palabras encontramos varios cuadros que se
repiten:

1) Aquellos que son agobiados por la emoción y tienen dificultad para expresarse.
Sentarse con el paciente en silencio o permitirle su lamento es muy útil (ayudarles a tranquilizarse
conduciéndolos a un lugar callado, ofreciendo una taza de agua) durante algún tiempo, pero posteriormente
será importante ayudarles a intentar hablar sobre lo indecible.

2) Aquellos que sin ninguna emoción en absoluto cuentan una historia de horror.
es importante recordar que si una persona reacciona de esta manera, aislando por completo la emoción, esto le
es útil para protegerse de una emoción agobiante. Por lo tanto, es importante que el consejero respete las
defensas del paciente y le dé tiempo para permitir que los sentimientos sobre la experiencia afloren. Consejeros
de crisis han reconocido durante muchos años la manera en que algunas víctimas de trauma pueden parecer
estar bien en los primeros días que siguen a la crisis pero se desmoronan luego de una semana o dos, cuando ya
se encuentran bajo condiciones seguras en otro contexto.

3) Aquellos que se sienten culpables por sobrevivir al desastre mientras otros murieron o resultaron heridos. El
consejero de crisis debe supervisar el riesgo suicida en estos pacientes y ayudarles en el duelo por sus pérdidas
invitándolos a hablar sobre las personas y cosas que han perdido. También es útil a veces preguntarle a la
persona si su fallecido ser amado habría deseado que el paciente sufra la culpa por sobrevivir o, si por el
contrario, hubiese deseado que él continúe viviendo de una mejor manera. Esto tiende a cambiar el enfoque de
la culpa por sobrevivir al luto.

4) Aquellos que sienten que ellos causaron la calamidad de alguna manera o que debieron haber hecho algo
diferente para salvar a alguien.
Es importante ayudarles a reconocer el poder que el desastre natural tiene en si mismo, a diferencia del ínfimo
poder que tiene el ser humano en esos casos. También a reconocer el miedo y la confusión propios de ese
momento, y, nuevamente, al duelo por sus pérdidas. Después de que la persona ha contado su historia, es a
menudo útil volver a relatarla una y otra vez. No es necesario sugerirles que lo hagan, pero es conveniente
invitarles a que se sientan libres para contar su historia repetidamente sin sentir que son personas aburridas por
el hecho de ser repetitivos. El consejero puede esperar que cada vez que se repite la historia, aparezcan mas
detalles que favorezcan alguna elaboración y faciliten la descarga de los afectos.

FINALIZACION
La intervención en crisis es, por su naturaleza, muy corta. Muchas intervenciones tienen lugar únicamente
en UNA sesión. Es importante conducir la sesión como un tratamiento de una sola sesión. La intervención de crisis
debe concluir con un plan concreto a seguir para el paciente. El plan debe escribirse y dársele al paciente. Si el
paciente es un niño, el plan debe entregarse al adulto a su cargo o debe archivarse como parte de su tratamiento
para el cuidado continuo del niño. Asimismo, es muy importante no olvidar referir al paciente, de ser necesario, a
cualquier otro especialista que pudiera requerir en diversos campos y finalmente, paciente y terapeuta necesitarán
despedirse. El terapeuta no debe preocuparse por ser demasiado neutral. No es problemático que en una situación
de crisis el consejero exprese tristeza y rabia con relación a la tragedia del paciente, ofrezca consejo y desee suerte a
su paciente. Aunque el contacto físico es evitado en psicoterapia, los abrazos no son poco comunes en medio de los
eventos catastróficos. Mientras que los consejeros necesitan no temer tocar a un paciente, deben a la vez respetar
las necesidades de éste y recordar que el paciente en crisis a menudo se siente como un nervio expuesto y que el
afecto físico a veces pudiera confundirlo.

NIÑOS
La mayoría de lo que se dijo anteriormente también se aplica a los niños. Sin embargo, la gran diferencia,
es que cuando los niños cuentan su historia, ellos tenderán a hablar más en el lenguaje del juego y con las metáforas
de su imaginación. Para ayudar al consejero a entender la metáfora es útil invitar al niño a hablar sobre el dibujo. El
consejero no debe preguntar “¿Qué es esto?” sino “¿Qué puedes decirme sobre esto?” “¿Qué pasó antes de esta
escena que nosotros vemos aquí en este dibujo?” “¿Qué va a pasar luego?”

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Es a menudo útil anotar la historia mientras el niño se la dicta al consejero. Después éste puede leerle la
historia nuevamente al niño y la historia puede comenzar a elaborarse. De esta manera, el consejero y el niño tienen
la oportunidad de entrar en un diálogo sobre “el monstruo” o “la guerra” o “el gran animal” o cualquier otra
metáfora que pudiera emplearse para hablar de sus preocupaciones sobre la experiencia traumática.
Cuando los niños pueden dibujar su sueño y contar una historia sobre éste, frecuentemente se les hace
mas fácil tomar cierta distancia del evento traumático y manejar mejor los recuerdos del trauma. El consejero debe
permitir al niño simplemente expresarse y elaborar sus historias mientras permanece interesado en el cuento y
empatiza con el afecto expresado en él.

CONEXIONES, DES-CONEXIONES Y RE-CONEXIONES


Todos sabemos acerca de nosotros mismos y acerca del placer de nuestro mundo a través de las
conexiones que tenemos con las personas, los lugares y las cosas en nuestra vida. Cuando esas conexiones son
cortadas debido a desastres naturales, el niño (o adulto) no sólo se siente asustado por el evento que acaba de sufrir
sino, además, por la desconexión de todo lo que una vez fue su mundo. En tales circunstancias es importante
intentar reconstruir su mundo echando mano de cualquier cosa que haya sobrevivido–incluso los objetos y
recuerdos. El niño puede dibujar su casa antes y después del desastre, dibujar a las personas ó cosas que perdió,
realizar dibujos de cómo se sentía antes y de sus sentimientos actuales.

Los niños necesitan sentirse en casa donde se encuentren. Si es posible, defina su espacio para dormir,
ponga sus posesiones en una bolsa con su nombre, y ofrézcale alguna clase de estabilidad. Asegúreles que hará su
mejor esfuerzo para ayudarlos pero no ofrezca promesas que no puede cumplir. No diga mentiras piadosas.
Ayúdelos a que se sientan en casa en sus resguardos temporales. Si fuese posible podría ser confortable construir
alguna clase de horario en la rutina del hogar provisional. Podría ser útil invitar a los niños a sentarse juntos y leerles
historias. Los niños también podrían encontrar un poco de consuelo en contexto de grupo para hablar sobre sus
experiencias acerca del trauma pero esto debe supervisarse estrechamente debido a que algunos niños podrían
sentirse aún mas agobiados realizando tal actividad.

Si es posible, los niños deben tener acceso a papel, lápices, juguetes, títeres, libros infantiles y lugares
seguros para jugar. Los consejeros de crisis deben esperar perturbaciones que pudieran surgir repentinamente sin
causa aparente. La razón de esto es que cuando los niños comienzan a sentirse seguros, permitirán mas fácilmente
que sus recuerdos y sentimientos afloren a la superficie y de repente empezarán a llorar ó a reaccionar con
molestias o miedos. Otras veces, una palabra, o una actividad, o una persona servirá como desencadenante y los
recuerdos y sentimientos aparecerán intempestivamente. Los niños pueden tener síntomas de ni somnio, problemas
de alimentación, conducta agresiva, aislamiento, conducta bizarra etc., Es mejor interpretar esto inicialmente como
una expresión del trauma pero, de hecho, algunos de estos síntomas podrían pre-existir al trauma y resurgir dentro
del contexto del hogar provisorio de la emergencia.

Es también importante recordar que los adultos y niños, afectados por crisis también pueden incluir
personas con un variado rango de diagnósticos previos – depresión, compulsiones, psicosis, adicciones, retardo
mental, pacientes fronterizos, etc. Y en una crisis, los consejeros verán a todos ellos. Las personas se desmoronan a
menudo en una crisis y se verán mucho peor que como se ven normalmente, pero luego de una adecuada
intervención, estarán en mejor capacidad de lidiar con la situación, de adaptarse a su nueva realidad, y de volver a
su nivel anterior de funcionamiento.

¡Finalmente – y vale la pena repetirlo! – los consejeros de crisis deben planificar su manera de trabajar con
la finalidad de evitar sentirse agobiados, ya que si esto sucede necesitarán una intervención en crisis para ellos
mismos. Esto no es un chiste. De hecho, la intervención en crisis para asistir a personas que se desenvuelven en
profesiones de ayuda en emergencias, está aumentando día a día. No hay porqué sentirse avergonzado si un
consejero de crisis necesitara ser atendido él mismo con una intervención en crisis, pero de ser posible, debe
evitarse la posibilidad de agobio del consejero, planificando también para sí mismo su tiempo y energía.

El virus del miedo


Vivencias primarias

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El coronavirus nos trajo la ingrata noticia de nuestra vulnerabilidad como humanos. La peste se nos vino encima
arrasando nuestros sueños promovidos por el capitalismo globalizado que ofrecía un mundo de confort e
hiperconsumo ilimitado de aparatos y tecnología, junto a la promesa de viajes a lugares exóticos. Sin distinción de si
vivimos en un paradisíaco barrio privado o en barrios periféricos vulnerables, sin diferenciar naciones ricas y pobres,
de países desarrollados o en vías de posible default el virus nos sorprendió en su virulencia arrasadora. Con la
llegada del Covid-19 se derrumbaron sentidos coagulados. Primero intentamos pensar que este mal venía de los
chinos, de una lejanía extranjera exterior a nosotros, pero luego aparecieron los alegres italianos, más tarde los
alemanes, los españoles, los africanos, y finalmente los poderosos habitantes del imperio americano. Así tuvimos
que aceptar que el virus no es del Otro, que nos pertenece a cada uno en tanto todos somos susceptibles de portarlo
o enfermar. La peste vino a enrostrarnos que no hay garantías que nos aseguren una vida sin riesgo.

¿Y si todo saltara?
Jacques Lacan, el genial psicoanalista francés, en 1974 había anticipado en forma metafórica lo que el avance sin
límites de la ciencia podría acarrear a la humanidad. En una entrevista para la revista italiana  Panorama introduce
estas reflexiones: “¿Y si todo saltara? ¿Y si las bacterias cultivadas tan amorosamente en los blancos laboratorios se
trasformasen en enemigos mortales? ¿Y si el mundo fuera barrido por una horda de esas bacterias…? ”. La búsqueda
es entonces de un Uno, de un padre imaginario totalitario que, como cuando éramos niños, nos ofrecía seguridad y
garantías. Tanto en el miedo y la angustia en la vida individual de cada sujeto, como en la vivencia de pánico
colectivo de una comunidad, se reclama un padre salvador que bajo las formas de la religión, de un líder o general en
jefe, o del saber de la ciencia lo extraigan del estado de carencia y desamparo.
Cada una de esas pestes y epidemias fue vencida por la incansable lucha de eros que siempre apuesta a la vida en su
lucha desigual contra el inefable tánatos.

Salidas
Es el temor quien nos obliga a cuidarnos y cuidar al otro, nuestro semejante. Nos pone atentos para hacer algo
frente a aquello de lo real de la existencia que nos provoca sufrimiento. Lo que se hace necesario evitar es caer en
situaciones de pánico que terminan agravando la situación de peligro. El lazo con el otro, la intimidad compartida, el
confiar en quien está a nuestro lado, la solidaridad con aquel que sufre, constituyen las salidas posibles frente a eso
inevitable que la vida nos depara.
Una vez más, y pese a los extraordinarios avances tecnocientíficos, la naturaleza se erige suprema. Es lo real que
siempre vuelve al mismo lugar. Y así los humanos intentamos atribuir sentido a lo imposible. Una salida que usamos,
como siempre, es atribuir al extranjero la peste. Pero esta salida fracasa. La única alternativa imprescindible es hacer
algo con eso que aplasta nuestra subjetividad. Es necesario hacernos responsables del virus que nos habita, de
aislarnos solidariamente como nos indican los criterios sanitaristas sin perder el contacto con nuestro semejante a
través del uso de redes sociales Interrogar acerca de nuestra posición como sujetos y hacernos responsables de
nuestros actos es la apuesta ética que el Psicoanálisis promueve para transitar por este difícil momento que nos toca
vivir.

Trauma (Diccionario de Laplanche y Pontalis): Trauma o traumatismo psíquico.


Acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto de responder a él
adecuadamente, y el trastorno y los efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica.
En términos económicos, el traumatismo se caracteriza por un aflujo de excitaciones excesivo en relación con la
tolerancia del sujeto y su capacidad de controlar y elaborar psíquicamente dichas excitaciones.
El concepto de traumatismo remite a una concepción económica, llamamos así a una experiencia vivida que aporta
en poco tiempo un aumento tan grande de excitación a la vida psíquica, que fracasa su liquidación o su elaboración
por los medios normales y habituales, lo que inevitablemente da lugar a trastornos duraderos en el funcionamiento
energético.
Distingue 2 modos: un único acontecimiento muy violento y de emoción intensa, y una acumulación de excitaciones,
que, tomadas aisladamente, serían tolerables.
Falla entonces el principio de constancia, al ser incapaz de descargar la excitación.

Lo Real: Se lo puede considerar homólogo a “trauma” en Freud.


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Isidoro Vegh: “Las intervenciones del analista” (parte de la bibliografía)
Lacan recurre al concepto del nudo borromeo, considerado como una cadena que anuda 3 eslabones, 3 registros
(Imaginario, Real y Simbólico). Así Lacan se imagina el dibujo de la estructura psíquica.
o -Imaginario: En esta instancia se encuentra la dimensión del Yo. Campo de la representación y del sentido,
campo de las imágenes.
o -Simbólico: Relativo a los efectos de nuestra sujeción al lenguaje y a la función de la palabra. Es la eficacia de la
palabra. El campo de las oposiciones, de las diferencias.
Equiparado a la metáfora(condensación) y a la metonimia(desplazamiento).
o Real: Territorio del trauma. No hay representación que lo pueda ligar, por lo que e-xiste al sentido y a la palabra,
estar por fuera del lugar. “Es lo que no cesa de no escribirse”. No puede ser cubierto ni por lo simbólico ni por lo
imaginario, pero “golpea la puerta”. No cesa de avisar su no-inscripción. Insiste, retorna.

Angustia: Efecto del encuentro del sujeto con lo Real, con el trauma.
Seminario X de Lacan, se denomina “La angustia”. Lacan interroga si la vivencia de angustia del paciente, no es la
misma que el analista vivencia frente al paciente.
Para graficarlo, recurre a la metáfora de la mantis religiosa hembra, la mamboretá.
Tiene 2 características: luego de copular, deglute, devora al macho; sus ojos son refractarios (por una cuestión
estructural, no puede ver quién tiene en frente, quien debería verse reflejado en sus ojos)
Imaginarse estar en una habitación oscura, donde en cualquier rincón puede estar una mantis religiosa hembra de
tamaño humano hambrienta de carne, donde en sus ojos se impide que se refleje la propia imagen. Además, uno
encerrado, no tiene noción de qué disfraz tiene uno puesto, quizás el de una mantis religiosa macho, lo cual sería
atractivo para la hembra. Esta sería la sensación de angustia.

“La angustia está, en efecto, en la lógica de las cosas, es decir, de la relación que tiene el analista con su paciente.
Sentir la angustia que el sujeto puede soportar, nos pone en todo momento a prueba. Hay que suponer que, al
menos para ustedes que están formados en la técnica, la cosa ha sido acabada siendo regulada por ustedes mismos,
de una forma que no se percibe (la angustia). Pero el analista que entra en su práctica, el que se inicia, no está
excluido de sentir (aunque presente muy buenas disposiciones para ser psicoanalista) en los primeros encuentros
con los enfermos en el diván, alguna angustia. Esta angustia que parecen saber regular tan bien en ustedes, ¿es la
misma del paciente?”
Metáfora de la mantis religiosa: “en ocasión de otra serie de jornadas, creí necesario proyectar una fórmula
indicándoles la relación esencial de la angustia con el deseo del Gran Otro.
Recordaré la fábula, el apólogo, la imagen divertida que erigí ante ustedes por un instante. Divertida y muy
angustiante. Revistiendo yo mismo ante ustedes la máscara animal con que se cubre el brujo de la gruta llamada “de
los 3 hermanos”, me imaginé frente a otro animal. Éste que de verdad supuse gigante en aquella ocasión: una mantis
religiosa. Como yo mismo no sabía qué máscara llevaba, pueden imaginarse fácilmente que tenía alguna razón para
no estar tranquilo ante la posibilidad que, debido a algún azar, aquella máscara fuese impropia, induciendo en mi
partenaire algún error sobre mi identidad. La cosa quedaba acentuada por lo siguiente: ya no veía mi propia imagen
en el espejo enigmático del globo ocular del insecto.”
Plantea que la imagen que nos genera angustia, conlleva a la amenaza de disolución del Yo. Amenaza de pérdida de
toda referencia identificatoria.
“Ésta metáfora conserva hoy todo su valor, justifica que haya puesto en el centro de los significantes en esta pizarra
(dibujando el grafo del deseo) la pregunta que hace tiempo introduje como la bisagra entre los 2 pisos del grafo, en
la medida que estos estructuran aquella relación del sujeto con el significante que, según creo, debe ser la clave que
introduce sobre la subjetividad la doctrina freudiana. “¿Chez voi? (¿Qué quieres?).
Fuercen un poco más el mecanismo, hagan entrar más la llave y tienen ustedes ¿qué me quiere? con la ambigüedad
que el francés permite frente el “me” entre el complemento indirecto o directo. No es solo qué pide él a mí, sino
también una interrogación suspendida que concierne directamente al Yo, no ¿cómo me quiere? sino concerniente a
este lugar del Yo.”
Como cuarto concepto a indagar, está Unheimlich, lo siniestro. Cuando lo familiar se vuelve extraño (para desarrollar
o investigar).
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Tanto (Alexandra) Kohan como () Ygel proponen, de algún modo, alojar ese Real que nos está evidenciando esa
vulnerabilidad psíquica. Alojarlo, y para ello, identificarlo, reconocerlo, nombrarlo, y a partir de ahí, bordearlo,
ponerle bordes, que no sea totalmente arrasador e invasivo, y esto se logra significándolo, a través de la palabra (de
lo
Simbólico) y de las representaciones imaginarias. Y desde la función del analista, proponer auspiciar una angustia
desde la singularidad, que impulsa al sujeto al rescate de su deseo singular. Escucha que se opone al discurso de un
mandato generalizante , “lo que se debe hacer para evitar la aparición de la angustia, para
negarla”.

Sobre todo, Ygel propone hacerlo con lazos con los otros, cuestionando esta medida sanitaria general del
aislamiento social, que se trata de un aislamiento físico. Que no se trate de un encierro sino del orden del resguardo.

Benyacar: “salud mental y desastres, nuevos desafíos”


Un desastre puede provocar una profunda patogenicidad en el psiquismo del damnificado en el caso que el abordaje
y enfrentamiento con el mismo sean desvirtuados. Los desastres y las catástrofes son la máxima expresión de la
implosión de un evento fáctico en el psiquismo del individuo. 
El término “trauma” es utilizado en diversos sentidos. Etimológicamente “trauma” proviene del verbo griego que
significa “lastimar”, “agotar”. La noción de trauma es inherente a la complejidad de la existencia humana y aun no
cuenta con un consenso conceptual. La traumatología se considera el área de la psiquiatría que estudia las
consecuencias psicosociales, inmediatas y mediatas, de eventos disrruptivos.
Charcot demostró que la histeria es una enfermedad de origen psíquico y posibilitó el estudio de las consecuencias
de lo que entonces llamaron eventos traumáticos.
La primera guerra mundial impulsó al mundo médico a investigar y sistematizar el estudio de la sintomatología
postraumática. Se consideraba a las reacciones estrogénicas de combate como un colapso emocional acaecido bajo
el fuerte estado de estrés del campo de batalla. Propusieron la denominación de “neurosis de guerra” a dicho
síndrome.
“desórdenes disruptivos” desórdenes psíquicos consecuencia de situaciones repentinas que no han permitido la
metabolización psíquica de las mismas, provocando de esta forma un desorden tanto en el proceso constitutivo del
psiquismo del infans, o un desorden de integración psíquica cuando estas situaciones irrumpen en adultos con
mecanismos y defensas constituidas.
Desórdenes de estrés postraumático como desordenes disruptivos, en los cuales la esencia del desorden o del factor
desencadenante, es la irrupción repentina de una situación fáctica en el psiquismo humano, provocando una
desestabilización psíquica y fisiológica al mismo tiempo, desencadenando diferentes fenómenos dentro de la gama
de las patologías antes mencionadas.
Debemos dejar el concepto de trauma o estrés para referirse a la influencia de lo factico en el psiquismo humano.
Por ello optó por el concepto de situaciones disruptivas, para caracterizar eventos de alto potencial para generar u
desorden en el funcionamiento psíquico. Estos desórdenes pueden ser del orden del estrés o del trauma, con rasgos
de ansiedad o depresión, o en contados casos llevar a estados psicóticos.
A mi entender el concepto de “desastre” remite a las características del evento, mientras que “catástrofe” se refiere
a la acción desestructurante del evento tanto en lo individual, lo colectivo, lo social, publico y material.
Los desastres como situaciones disruptivas:
Situación disruptiva es la que acaece en el mundo externo e irrumpe en el psiquismo, provocando la ruptura abrupta
de un equilibrio u homeostasis existente hasta ese momento, tanto en el área individual y/o  institucional y/o social.
La ruptura de ese equilibrio puede ser transitoria permitiendo una reorganización, o permaneciendo como un
evento no elaborado ni elaborable, una de las características importantes de las situaciones disruptivas es su
potencial patogenicidad, relacionada tanto con las características de la amenaza contenida en dicha situación, como
con la posibilidad y tipo de reacción a raíz de esta. Destacó el concepto de potencialidad para resaltar el rechazo de
la ecuación popular que todo situación disruptiva equivale al desarrollo de reacciones patógenas.
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Los diferentes tipos de desastres:
Se pueden clasificar las situaciones de desastres en dos grandes categorías:
1. Provocadas por el hombre, pueden ser  no intencionados o producto de una intención clara
2. Producto de las inclemencias de la naturaleza.pueden ser divididos en previsibles o imprevisibles.
En el campo de la salud mental es importante dilucidar las especificidades de cada una de ellas porque la causalidad
del evento será uno de los determinantes de la forma en que se tramitará el dolor y la culpa.
Desastres y catástrofes
En forma tradicional se clasifican cronológicamente los desastres en tres fases: fase preimpacto, impacto y
postimpacto.
1. Fase preimpacto:
Precede al desastre, es tiempo de amenaza y advertencia, a las que la población suele hacer caso. Algunas
personas temen actuar en forma precipitada y parecer tontas, mientras que  otras se rehúsan a aceptar la
existencia de la amenaza, a modo de defensa.

2. Fase de impacto:
La comunidad se ve afectada por el desastre, fase de organización de las actividades de ayuda. El miedo es
predominante, los damnificados buscan seguridad para si mismos y sus familias. El pánico es inusual y solo ocurre
cuando la huida es imposible. Las actividades que tienen lugar poco después del desastre se han señalado como
parte de la así llamado fase heroica”, en que los damnificados actúan en forma epopéyica para salvarse a sí mismo y
a otros, en esta fase es usual la conducta altruista.

3. Fase postimpacto
Comienza varias semanas después del desastre, con la consecución de las actividades de ayuda, y evaluación del
daño humano y material. Fase llamada de “remedio y recuperación”, puede continuar durante el resto de la vida de
los damnificados.
Reacciones individuales y colectivas en situaciones disruptivas
Durante situaciones disruptivas resulta difícil distinguir con precisión entre lo normal y patológico, adaptado e
inadaptado. Lo que es claro que hay humanos que sufren daño.
Surge el interrogante de cómo calificar a las personas que han sufrido daño durante un desastre.
Víctima:  persona que queda atrapada por la situación, petrificada en esa posición, pasando a satisfacer las
necesidades específicas de la sociedad, es decir, pasa de ser un sujeto a ser objeto de lo social, perdiendo de esta
forma su subjetividad.
Damnificado:  persona que ha sufrido un daño, a diferencia del concepto víctima, que establece una relación
anquilosante entre lo social y la situación en la que el individuo queda capturado. El concepto “damnificado” denota
movilidad psíquica, así como la conservación de la subjetividad del individuo. Por lo tanto, a mi entender, los
servicios de salud mental no asisten a víctimas sino que asisten a damnificados. 
Cohen define al damnificado como: “las personas y familias afectadas por un desastre o sus consecuencias que
experimentan un evento estresante e inesperado. A pesar de que los damnificados presenten síntomas de estrés
físico y psicológico, no debe considerarlos enfermos o pacientes. Algunos damnificados son particularmente
susceptibles, desarrollando reacciones físicas y psicológicas ante un desastre:
1. Son vulnerables como resultado de vivencias traumáticas previas.
2. Corren cierto riesgo a causa de enfermedades recientes.
3. Experimentan estrés y pérdidas graves
4. Pierden su sistema de apoyo social y psicológico
5. Carecen de habilidades para la resolución de problemas.
Las situaciones disruptivas se caracterizan por infligir daño psíquico a personas que funcionaban dentro de los
“parámetros de normalidad”. La sensación del damnificado es que un factor externo, social o producto de la
naturaleza las ha provocado un daño. Por lo tanto ese “factor externo” deba pagar por las consecuencias. A pesar   de

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no existir daño físico la persona se puede transformar en discapacitada para el funcionamiento cotidiano, recibiendo
beneficios del entorno social para seguir subsistiendo.
El profesional de la salud mental debe tener en cuenta esta problemática para poder ayudar al damnificado a que se
pueda correr de esta situación, pues en caso contrario se tenderá a la cronificación de la discapacidad, a tal punto de
quedar al margen de todo funcionamiento dentro de  su marco social. Es aquí donde se pone en juego la tendencia a
victimizar al damnificado.
Por otro lado, se encuentra el mismo equipo de salud mental que necesita una sólida supervisión y asistencia de sus
necesidades.Reacciones humanas ante los desastres
Los comportamientos individuales
La eclosión e incidencia de diferentes tipos de conductas durante situaciones disruptivas, depende tanto del tipo de
catástrofe como de la población afectada, su densidad, su composición y su grado de preparación. Es importante
discernir entre unas reacciones emocionales adaptativas, de las que no lo son:
En el momento de la irrupción del peligro, el individuo normal puede adoptar un comportamiento inadaptado,
debido a la sorpresa o al shock emocional. Estas pueden presentarse como: una agitación psicomotriz, agresión a
otra persona, actitud suicida o actitud estuporosa. La mayoría de estas reacciones son breves recuperándose la
lucidez y la autocrítica.
Una vez que el peligro ha pasado suelen observarse reacciones emocionales diferidas, incluso serias
descompensaciones: en particular en los sujetos que estuvieron expuestos a las actividades de salvataje y
evacuación, con sus implicaciones psíquicas y morales. Estas reacciones pueden manifestarse como crisis de llanto,
temblores o acceso de cólera y agresividad, disturbios del sueño, falta de capacidad para concentrarse, desinterés
por lo cotidiano, etc.
Programa de salud mental en situaciones disruptivas
Prevención a largo plazo:
Debe ser encarada durante la vida del ciudadano.
Comprende medidas de educación, información y de entrenamiento.
Las medidas de educación vienen a reforzar la pertenencia al grupo y a la sociedad, a promover la adhesión a los
valores colectivos sociales, culturales y morales e inculcar los deberes de civismo y altruismo.
Las medidas de información deben ser claras y precisas, deben aportar los datos esenciales sobre las posibles
consecuencias de la catástrofes, los peligros y amenazas, sus efectos y las maneras de prevenirlos y enfrentarlos. 
Programas de atención en el área de salud mental durante y después de un desastre
1. Evaluación de las necesidades
2. Definición de los objetos de intervención
3. Consideración de posibles opciones
4. Diseño de un programa
5. Puesta en practica y ejecución de un proyecto de atención en el área de salud mental.
Pasos en el proceso de planificación de salud mental
1. Aprobación y apoyo
2. Evaluación de necesidades
3. Establecer prioridades en cuanto a los servicios de salud
4. Financiamiento
5. Estructuras administrativas
Una de las características de este tipo de situaciones es la incapacidad del damnificado de solicitar asistencia, este
factor nos llevó a diferenciar entre las intervenciones profesionales por demanda o por presencia.
Intervención por demanda: está sostenida por la tradicional actitud de los profesionales que entienden que se asiste
solo a las personas que soliciten atención en sus consultas. 
Intervención por presencia:  el profesional de salud mental trata de estar en contacto directo con los afectados para
evitar el desarrollo de trastornos psíquicos por  falta de posibilidad o capacidad de afrontar el evento disruptivo en
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forma adecuada. En este tipo de intervenciones el profesional desarrolla una función mediatizadora   para que el
damnificado pueda articular  en su psiquismo lo sucedido, utilizando sus capacidades psíquicas idiosincráticas.
Intervención psicológica después de desastres
Los trabajadores deberían tener bien claro algunos conceptos:
1. Aceptar su función como miembro de un equipo que participa de manera rápida y eficaz en la resolución de
los problemas humanos que surgen.
2. Las técnicas disponibles para que el profesional ayude en la resolución de crisis son diversas y pueden
agruparse bajo el encabezado de “técnicas del auxilio al yo”
3. La situación del damnificado, la manifestación de la crisis en siglos y síntomas psicofisiológicos y los recursos
de que se dispone  para ayudar a los individuos, influyen en los procedimientos empleados por el profesional
de salud mental para lograr los objetivos de la intervención.
4. La intervención terapéutica en crisis abarca todas las actividades que el profesional utiliza para aliviar la
aflicción.
Además se deben tener en cuenta pautas claras para la intervención terapéutica:
1. Factores de riesgo
Madurez o inmadurez en la personalidad del paciente
Estrés relacionado con funciones o expectativas sociales
Crisis que han vivido los damnificados antes o después del desastre

-Ambiente social
El entorno social en que se reubica a los damnificados es una variable importante que afecta la decisión relativa
al tipo de intervención psicológica.

-Recursos médicos y clínicos

Salud mental de los niños en guerras, atentados y desastres naturales


o La irrupción del mundo externo en el psiquismo  del niño distorsiona las concepciones y la continuidad
causal que el niño está construyendo, exacerba el pensamiento  omnipotente y desarrolla creencias de tipo
mágico. 
o Guerras, atentados, etc. Pueden desencadenar las más profundas y escondidas fantasías terroríficas que
todo niño tiene en algún rincón de su mente.
o Se trunca la posibilidad de fantasear dejando al niño solo ante sus propios fantasmas originarios, carente de
mediatización.
o Esto es lo que lleva a reacciones impensadas de los damnificados, algunas inmediatas, pero en su mayoría
mediatas.
o Los eventos disruptivos también amenazan y lesionan a los adultos, coartando de esta manera su capacidad
de sostén; transformando los límites entre el niño y el adulto en difusos y endebles.

Cuando el evento se vivencia como una amenaza, el aparato psíquico puede reorganizarse de dos maneras:
1. Desarrolla defensas psíquicas, producto de la angustia social, produciéndose la vivencias de estrés.
2. Emerge el desvalimiento y el vacío, producto de la angustia automática, afecto sin representación que
llevara a la vivencia traumática.

La transformación del dolor en sufrimiento


o Nuestra idea de dolor remite a las sensaciones de displacer en el registro del cuerpo.
o La elaboración terapéutica debe tender a transformar el dolor sin nombre en sufrimiento comunicable.
o El sufrimiento es el displacer representado o dolor subjetivizado que se torna comunicable.
o La inmadurez del aparato psíquico no siempre permite que este proceso pueda ser completamente llevado a
cabo en la infancia. 
o Si bien deben realizarse intervenciones inmediatas frente a eventos disruptivos, nucleos no elaborados
pueden persistir en el aparato psíquico.

La instauración de la vivencia de sostén 


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o La intervención terapéutica en estos casos debe abrir un espacio donde el sostén sea vivenciado como alivio
ante el displacer del desvalimiento.
o La meta esencial de un programa de salud mental infantil ante situaciones de desastres es preservar el
derecho del niño a ser niño.

HOMENAJE A FERNANDO ULLOA: “DE LA CRUELDAD, SUS LINAJES Y COARTADAS”


Autora: ANA M. FERNÁNDEZ

I. INTRODUCCIÓN
las contribuciones Fernando Ulloac han conformado conceptos de suma importancia tanto en el ámbito de los
derechos humanos y la vulnerabilidad social como en el cotidiano del trabajo clínico.
Se intentará a partir de ellas puntuar algunas reflexiones referidas a lo que podría llamarse una clínica de la crueldad.
Se intenta con ello distinguir un modo de padecimiento psíquico por el que transitan personas con historias de
infancia donde “lo cruel” ha instituído particularidades específicas en la conformación de sus psiquismos. Lo cual
exige poner en juego recursos específicos en el dispositivo psicoanalítico. Al mismo tiempo, distinguir su
especificidad deja el camino abierto para algunas reconsideraciones teóricas en el campo de problemas del
psicoanálisis, particularmente en lo que respecta a la posible articulación de las especificidades de la crueldad como
organizador psíquico con las dimensiones edípicas clásicamente conceptualizadas.

II. LA ESCENA DE LA CRUELDAD


En reiteradas ocasiones se es requerido/a para abordar tratamientos de personas que podrían considerarse
sobrevivientes de procesos familiares donde habían prevalecido prácticas de crueldad por algún progenitor/a o
ambos, algún hermano/a mayor, etc.
De más esta decir que los motivos de consulta pueden ser muy diversos y estas cuestiones no siempre aparecen en
las primeras sesiones . No se hace referencia aquí a fantasmas de flagelación infantil5. Cuando efectivamente pegan
a un niño/a hasta lastimar éste/a no solo se aterra frente a los golpes o llora por el dolor físico, registra realmente la
malignidad de quien lo castiga y en ese momento su deseo de eliminarlo/a. Ha registrado que alguien de quien
espera amor y cuidado a veces o frecuentemente ha podido eliminarlo y tiene todas las condiciones de impunidad -
subjetiva y objetiva- para hacerlo.
En el término “violencia familiar” suele no tenerse suficientemente en cuenta esta cuestión central en la
organización psíquica de este futuro adulto/a.
Presentan muy diversas formas de desmentir y desafectarse del horror. En muchos casos desmentida y
desafectación operan desde la instalación misma de estos modos de circulación familiar.
Las situaciones de mayor complejidad se presentan cuando, al mismo tiempo, este progenitor o familiar cercano ha
ejercido prácticas que la persona en cuestión considera de “cuidados amorosos” muy significativos en su infancia.
Esto genera mucha confusión en sus juicios donde suelen tomarse como expresiones de afecto prácticas de
apoderamiento, “una mirada que no cesa, que fascina y retiene” un lazo afectivo que opera por “tentáculos” . En
suma, suele confundirse desde inicio amor con captura o apresamiento. Con esta situación de partida se abre el
camino de las repeticiones en cualquiera de los posicionamientos de la escena cruel.

Que algún otro vínculo cercano tío/a, abuelo/a, algún hermano/a mayor, vecinos o amigos puedan construir algún
cerco siempre acechado, siempre tambaleante- de “empatía, miramiento y buen trato” y por ende que el sujeto
pueda allí recibir y dar ternura, será una de las condiciones para que desde el dispositivo psicoanalítico se intente
posteriormente, quebrar el linaje de la crueldad. Dice F. Ulloa “la ternura crea el alma como patria primera del
sujeto” y ubica allí el circuito de la empatía, el miramiento y el buen trato como fundamentos de la ternura, base de
la constitución del sujeto ético7.

Esa “tragedia siempre presente” circula en estas familias de un modo muy particular: el asesinato por venir. Todos
están en riesgo, nunca se sabe con quien se va a ensañar ese que es maligno y que a fuerza de impunidad ejerce un
poder despótico sobre los otros. Luego, en muchas familias, el suicidio por venir. Todos están en riesgo, nunca se
sabe quien lo cometerá; una vez que ha habido uno, los otros temen que les pase lo mismo. Se aterran como cuando

12
eran niños. Se alivian secretamente de no haber sido él o ella esta vez. No siempre reconocen en el torbellino de
emociones despertadas lo familiar y extraño de dichos terrores reactualizados.

La escena cruel también puede pensarse con tres posicionamientos intercambiables:


1. Aquel que ejerce activamente la crueldad,
2. Quien es “objeto” de prácticas crueles y
3. El/los que miran aterrados y/o cómplices suponiendo que la próxima se ensañaran con él o ella o que
afortunadamente está vez no le tocó. También desde esta terceridad inclusiva pueden salir heroicamente en
defensa de quien es objeto de trato cruel (otro hermano/a, la madre, etc.)
Esta clínica de la crueldad cuenta con relatos minuciosos de la reiteración de prácticas crueles a las que fueron
sometidos/as o fueron testigos11. En ella el mecanismo, más que operar por represión, operaría básicamente por
desmentida.
1. Esta puede actuar desmintiendo la significación cruel de los actos que se relatan:
“Entonces su padre fue un padre violento?” (luego de relatos pormenorizados de todo tipo de torturas).
“Eso lo dice usted. Para mi fue un padre severo.”
2. y/o desalojando las afectaciones o sus intensidades: terror, humillación, odio homicida a su vez, ira, donde
las narraciones transcurren en su minuciosidad, pero como si contaran una película donde solo quien escucha está
en condiciones de horrorizarse.
Desmentida y desafectaciones otorgaran fuerte capacidad de desplazamiento, proyección, etc. a “lo cruel” que por
horroroso no ha podido habitar de otro modo sus trámites psíquicos. Han desmentido y desalojado toda una vida.
Solo así han sobrevivido.
Quiere, entonces, subrayarse que el abrir interrogación sobre estas desmentidas y desalojos significa una ardua
tarea analítica que pondrá a prueba una y otra vez las artes del y despertará complejas ambivalencias en las
transferencias recíprocas.

III. LA IMPORTANCIA ESTRATEGICA DEL NOMBRAR Y DEL BUEN TRATO


La cuestión del buen trato es un punto centralmente estratégico en el tema que nos convoca. Con frecuencia las
personas que han transitado y o transitan lo cruel reproducen de muy diversas formas modalidades crueles
generalmente sin tener ningún registro de ellas.
Aún cuando no actúen violencias físicas, suelen presentar cierta ferocidad en el decir, cierta contundencia en sus
opiniones, un particular modo de herir con sus consideraciones que habitualmente queda sin registro o en un
subregistro en función de la importancia que asignan a “decir la verdad”, “hacer mi vida”, etc como dice Ulloa
golpean con las palabras; generalmente no se dan cuenta. En sus interacciones con los otros suelen no medir lo que
hay que callar o decir suavizadamente, para no lastimar. No es que el destinatario de sus opiniones, juicios y/o
críticas no les importe. Tal vez todo lo contrario. Solo que conscientemente no registran que dañan. Carecen de
registro de la dimensión de su hostilidad o mejor dicho de su propia crueldad. En muchas instancias de su vida, no
saben cuidar ni cuidarse.
Estas modalidades pueden dar en la consulta indicadores significativos de la escena cruel que los sostiene. El poder
empezar a registrar la propia localización subjetiva en otro de los posicionamientos de la escena cruel suele producir
verdaderos colapsos narcisistas. Suelen considerarse a si mismos personas amables y solidarias pero no han
advertido que sus allegados frecuentemente les temen, los evitan y/o los rechazan.
Que el trabajo analítico permita resignificar y reafectar el horror difícilmente evitará el colapso. Sin embargo, este
permite recolocar algunas cuestiones: “Me di cuenta que lo que yo llamaba angustia durante años es miedo. Mucho
miedo, lo curioso es que se me dispara frente a cualquier tontería que tengo que enfrentar”.
El comenzar a vislumbrar las dimensiones hasta ahora desmentidas de su propia crueldad, reconectar las
afectaciones disociadas, frecuentemente sume a estas personas en colapsos o derrumbes donde predomina el
abatimiento, una infinita tristeza, confusión, fragilidad extrema, irrupciones masivas de angustia. Suele considerarse
que han entrado en depresión.
Uno de los sentimientos predominantes suele ser la vergüenza, más que la culpa. La aparición de la vergüenza puede
constituir un buen indicador cuando es acompañada de un “estar atento/a“ a acciones de repetición de lo cruel, un
13
principio de registro de sus desmesuras, incipientes percepciones de que lastiman a los que aman, intentos de
restitución de “lo tierno”, tanto en la recuperación de vínculos actuales dañados como consigo mismos/as. En estas
situaciones suele iniciarse un comienzo de desarticulación de la repetición del mecanismo del maltrato o destrato
cruel.

IV. LA HOSPITALIDAD DEL DISPOSITIVO


En medio del colapso suele ser importante introducir abordajes familiares de la mayor regularidad posible. Estos
presentan numerosas dificultades, no solo transferenciales. Al decir de un hijo: “ÉL primero nos arruinó la vida y
ahora tenemos que ayudarlo…”. La cuestión es poder desmarcar la convocatoria del mero sostén al sujeto en
colapso y crear condiciones de posibilidad para que ese espacio-tiempo se habilite para que aquellos que puedan –
tramiten la implicación de cada uno en “lo cruel”. Unos/as presentarán estilos más o menos agresivos, otros/as
“matarán con la indiferencia”o la denigración, otros/as buscaran desesperadamente complacer, otros/as tendrán
conductas de riesgo, algún otro/a presentará trastornos psicosomáticos severos, etc.
Se trata de la necesidad de inaugurar un espacio-tiempo con el suficiente resguardo para re-transitar los horrores de
los desamparos y denigraciones sufridos y actuados a lo largo de sus vidas de modo tal que puedan intentar quebrar
la “encerrona trágica“desde donde solo puede imaginarse o que alguna muerte advendrá o se repetirá.
Dicha hospitalidad implica:
• No desmentir transferencialmente lo verídico del relato
• Distinguir su especificidad clínica
• Realizar las transformaciones o innovaciones pertinentes en el dispositivo
También es importante considerar la apertura de una serie de cuestiones teóricas involucradas en la problemática
de la crueldad para poder pensar -a partir del caso por caso- el enmarañado entrelazamiento de la escena cruel y la
escena edípica. Al decir de un analizante “Edipo todos tienen uno… Ahora, un padre que varias veces haya
intentado matarte…
En suma “no ceder fuerte a la crueldad”16 “no ser sus cómplices”17, supondrá poner en juego cauciones o
resguardos de método que creen condiciones de posibilidad para trabajar en psicoanálisis una clínica de la crueldad
sin coartadas.

Aproximación a una definición de Psicología Clínica


Juan Garbero 2001
1° Audio explicativo:
Mas alla de un abordaje psicoanalítico, si abordamos un autor como benyacar que tiene una perspectiva amplia, la
consideración del método epifdemiologico es muy importante en el.
1. Hace una descripción de los niveles epidemiológicos: primario, secundario, terciario.
2. Niveles de acción: individual o psicosocial, grupal o sociodinamico, institucional y comuitario, sociológico.
3. Niveles etareos: niños, adultos, 3° edad
4. Niveles psicopatologiocos: psicosis, neurosis, perversiones
Otras patologías quizás con un tinte mas organico pero con efectos en lo psíquico.
Funciones de psic. Clínica en cuanto profilaxis.
Niveles de acción: primera se debe construir una solida visión de clínico para luego poder dedicarse con especificidad
a algún área.
● Nivel psicosocial o individual
● Nivel sociodinmico o grupal
Niveles de prevención: Kaplan y fux para aumentarNiveles institucional y comunitario: tiene que ver con el concepto
de numerosidad social que plantea Ulloa.
Al final de este documento tenemos unos fragmentos que esta basado en un recorte de la catedra de clínica de
adultos de la fac de la uba. Y habla de Psic. Clínica con orientación psicoanalitic y su diferenciación de las otras
clínicas.
1. Hace una descripción de los niveles epidemiológicos: primario, secundario, terciario.
2. Niveles de acción: individual o psicosocial, grupal o sociodinamico, institucional y comuitario, sociológico.
3. Niveles etareos: niños, adultos, 3° edad
4. Niveles psicopatologiocos: psicosis, neurosis, perversiones

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Otras patologías quizás con un tinte mas organico pero con efectos en lo psíquico.
Funciones de psic. Clínica en cuanto profilaxis.
2° audio exlplicativo
Clínica viene del vervo cline “inclinarse frente al lecho del enfermo” conceptualización desde la medicina. Desde la
psicología se trata de “inclinarse frente al padecimiento subjetivo” xq el sujeto siempre esta en conflico pues es
inevitable.

Aproximación a una definición de Psicología Clínica


Juan Garbero 2001
● “La Psicología Clínica es una subclase o especie de la Psicología General” con esto quiere decir que comparten :
1. El desarrollo histórico de la psicología para llegar a la actualidad.
2. El carácter de multiparadigmatica o preparadigmatica, lo que nos lleva a pensar en la posibilidad de
aplicación de la teorización de cada una de las corrientes dentro de la psicología. Entonces va a haber dentro
de la psicología clínica, intercambiois entre las distintas escuelas psicológicas.
La ps. clínica se encuentra en el vértice de confluencia de un complejo campo transdisciplinar, teniendo numerosos
intercambios con otras ciencias como la medicina, biología, ecología, sociología, cs. Sociales e históricas, etc.
Aquí podemos ir viendo la complejidad de la psicología clínica en su accionar.
La Psicología General, como su mismo nombre lo expresa, intenta captar y expresar a su objeto en sus
connotaciones abstractas, genéricas, desde una perspectiva teórica.
La Psicología como ciencia, es de carácter multiparadigmático o preparadigmático (Kuhn) y esta condición se aplica
inexorablemente a su especie: la Clínica. En el caso que la Psicología devenga como Clínica “paradigmáticas” o
“monoparadigmáticas”, perdería su punto fundamental de inflexión sobre su objeto y caería toda su riqueza en la
plasticidad necesaria para poder captar no sólo lo general, lo numérico o cuantitativo, sino también toda la riqueza
cualitativa y la capacidad inigualable de acercarse a la singularidad, a la unicidad, de los fenómenos que enfoca…El
hombre, cuya condición óntica en todo lo que se refiere a su conducta, es sólo abordable por esta pluralidad
paradigmática. Perspectiva multiparadigmática que se tramita a través de distintas escuelas psicológicas.

La Psicología Clínica es heredera del método clínico; pero también del método psicoanalítico, experimental, de los
tests, epidemiológico, estadístico, histórico-social, etc. Su método es observacional, descriptivo, explicativo,
comprensivo, inductivo y deductivo, nosográfico, nosotáxico, cuantitativo y mensurable; pero también cualitativo,
estimativo… Se nutre tanto de las mediciones de las matemáticas, de los experimentos, de la probabilística, de la
posibilística, como del método comparativo constante -que no busca sino la construcción de conceptos, definiciones
y categorías.

Desde el punto de vista epistemológico, en cierta medida se puede decir que pertenece a las llamadas ciencias
histórico-sociales, pero las excede. Por eso sostenemos que su estatuto epistemológico no ha sido adecuadamente
definido, ya que estas ciencias no llegan a indagar la subjetividad y la unicidad de un sujeto particular y se apoyan en
demasía en documentos y restos arqueológicos. Mientras que en Psicología Clínica operamos directamente sobre
un sujeto viviente, concreto y situado, desde el presente.

La Psicología Clínica se halla en el vértice de confluencia de un complejo campo transdisciplinar y convergente,


integrado por numerosas ciencias: antropología, ecología, biología, medicina, neurofisiología, psicofisiología,
neurociencias, neurolingüística, sociología, inteligencia artificial, teoría del ordenador, filosofía, teoría de los
sistemas, teoría de las crisis, etc.
La Psicología Clínica investiga la conducta humana en sus correlatos etiológicos, en sus relaciones con sus designios
tanto conscientes como inconscientes, en su situación en un campo, en sus interacciones grupales, en sus
procesamientos de la información en los procesos de aprendizaje, en sus diversos condicionamientos, síntomas,
metas, fines, ideales, prospectiva, etc.
o Debido a su complejidad, esta especialidad no puede ser definida por su método debido a que es múltiple. Sin
embargo, autores como Piaget, Lagache y Stern intentaron definirla a partir de su método. Así, por ejemplo,

15
Piaget habla de método clínico en psicología evolutiva y lo define como una “conversación exploratoria en una
situación artificial concreta”.
o La Psicología Clínica tampoco puede ser definida a partir de su objeto, ya que si suponemos que lo constituye “el
hombre psíquicamente enfermo”, por un lado sería demasiado amplio ya que el “Enfermo mental” también es
objeto de la psiquiatría, la psicopatología, la psicoterapia, el psicoanálisis, etc.
o Por último, intentar definir a la Psicología Clínica por sus funciones también es impreciso porque cada vez se
expanden y multiplican más. A modo de recordatorio, podemos citar las observaciones descriptivas de Gessel y
su “Cámara Gessel” de observación, basada en un espejo unidireccional; el diagnóstico, el pronóstico y la
evaluación -por medio de técnicas- de tratamientos psicoterapéuticos y psicofarmacológicos; las técnicas de
evaluación del deterioro psíquico; aconsejamientos; etc.

Hacia una definición provisional de Psicología Clínica…


Luego tenemos un esbozo de definición de ps. Clínica: “denominamos psicología clínica a toda psicología aplicada a
investigar a la conducta humana” (salvedad: cuanddo en psicología hablamos de conducta humana lo relacionamos
con conductismo, pero aquí no tiene que ver con eso….es considerada en una sentido amplio y se manifiesta en las
tres áreas de la conducta definidas por pichon riviere: mente, cuerpo y mdo. Externo)
Además da una explicación de cuales serian los distintos niveles que abarca esta conducta.
Luego también se dedica al aspecto metodológico de la psicología clínica en donde marca que es heredera del
método clínico, experimental, de tests, psicoanalítico, epidemiológico, etc.
Esta conducta será abordada desde una perspectiva policausal, que enfoque a su objeto como un ser “bio-psico-
social”, “situado espacio-temporalmente”, lo que implica un cuerpo (“encarnado”), un entorno ecológico, social,
cultural, geográfico y la encrucijada temporal entre su historicidad o diacronía y el momento actual, el presente,
representado por la sincronía.
Los niveles de situación de su objeto de estudio son:
a) Culturalmente situado…por su condición de ser simbólico “atravesado por el significante”; siendo una
connotación puesta de relevancia desde antiguo, reforzada por Freud y retomada luego para ser privilegiada
por el fundador del estructuralismo -Lacan- en la sincronía del lenguaje.
b) Socialmente situado…como función de estructura de grupo, de interacción sociodinámica con los otros
miembros del microgrupo, del mesogrupo y del macrogrupo.
c) Ecológicamente situado…como función del entorno físico-químico y biológico (“la biomasa”). Influyen en
este nivel la soledad, la aglutinación, el silencio, el smog, la presión atmosférica, la presión de oxígeno, etc.,
que generan diversos tipos y niveles de confort o disconfort.
d) Témporo-espacialmente situado…El recorrido de la especie en tanto heredero de una “filogénesis”,
atravesado por el “código genético”, tanto en la diacronía de su “ontogénesis” como función de historicidad,
por el devenir del grupo social y cultural de pertenencia, como por su finalismo, sus direcciones de sentido,
proyectos e ideales construidos a partir del Deseo.

Especificación conceptual respecto a la definición desplegada:


El significante “conducta” es abordado en un sentido amplio, el que incluye sus manifestaciones a nivel del
pensamiento, de los afectos, del cuerpo, de las representaciones imaginarias, a nivel del sistema vincular de las
interacciones grupales -su relación a la estructura del Edipo y a la ley social-. Este abordaje incluye tanto los
fenómenos conscientes como inconscientes. Todo esto bajo las consideraciones de la “Teoría del Campo” de Kurt
Lewin, ya que toda conducta ocurre en un campo que implica una compleja interacción en todos los niveles a todo lo
largo del “Eje Salud-Enfermedad”, que permite incluir todo lo llamado normal y lo patológico.

Aspecto Metodológico:
Todos los métodos que describimos a continuación son complementarios, por lo menos en principio. Aunque por lo
general cada uno de nosotros sólo utiliza algunos, al mismo tiempo obtenemos información variada proporcionada
por otros investigadores y obtenida por otros métodos.

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● Método Clínico: Eleva a nivel metodológico la observación, el relato espontáneo y la interrogación. Toma al
hombre como una totalidad sin disociarlo del campo.
● Método Experimental: Aísla al ser humano de sus situación vital para colocarlo en un medio al que se supone
bajo control absoluto. Se somete al objeto de estudio a procesos de E🡪R, con el objetivo de investigar las
relaciones C🡪E de manera lineal, pura, separada de otras incidencias.

● Método de los Tests: Es heredero del método experimental, pero con el propósito de profundizar un poco más
allá; en algunos casos, más allá en dirección al sujeto, como sucede, por ej., en las Pruebas Proyectivas.

● Método Psicoanalítico: Analizante y analista se reúnen bajo un encuadre, en el que se enuncia la regla
fundamental: la libre asociación. Esto permite llevar adelante diversas intervenciones de esta praxis: escucha,
señalamientos, interrogaciones, hipótesis, interpretaciones, silencios, etc. Todas ellas permiten la instauración
de una dialéctica analizante-analista. Esta secuencia en espiral de tesis-antítesis-síntesis pone en juego habla,
escucha, observación, ocurrencias, asociaciones, sueños, introspección, señalamientos, interpretaciones,
cenestesia, etc., todo lo cual se despliega en un proceso que se desarrolla en un plano de intersubjetividad, en
una situación bicorporal pero con tres “presencias”. El psicoanálisis es esencialmente estructuralista y gira
alrededor del lenguaje. Incorpora una técnica específica que enriquece y acota el método clínico. Hacemos
hincapié en la importancia del Psicoanálisis como aporte teórico y técnico, sin el cual la Psicología no hubiera
podido desarrollarse como lo hizo. Es innegable su importancia fundamental en el universo formativo del
psicólogo en general y del clínico en particular. Cualquiera que sea el área de su conocimiento, sin el
psicoanálisis su instrumento de operación se vería gravemente incompleto.

● Método Historiográfico: Es el propio de las ciencias histórico-sociales. Se basa en documentos, en restos


arqueológicos, los que en muchos casos permiten ser sometidos a pruebas físicas y químicas. En la Psicología es
posible utilizar documentos, pero en general se trabaja con el sujeto vivo.

● Método Epidemiológico se relaciona íntimamente con la Psicología Clínica, ya que muchas patologías de la
conducta o de la esfera psíquica provienen de causales epidemiológicas, de males endémicos, de patologías de
causas generales -sociológicas, económicas o ecosistémicas- que se manifiestan en determinadas zonas o en
ciertos momentos históricos o culturales y que no pueden explicarse por el “caso individual”, siendo
insuficientes los otros métodos expuestos
En síntesis, la Psicología Clínica excede al Método Clínico.

Niveles de Prevención, Niveles de Acción, Funciones y Campos de la Psicología Clínica:

1. Niveles de Prevención: Primario, Secundario y Terciario.


2. Niveles de Acción:
-Niveles de complejidad: Individual (Psicosocial)
Grupal (Microsocial y Sociodinámico)
Institucional y Comunitario (Mesosocial)
Sociológico (Macrosocial)
-Niveles Etarios: Niños, Adolescentes, Adultos, Tercera Edad.
-Niveles Psicopatológicos: Ej.: psiconeurosis, neurosis de carácter o caracteropatías, psicopatías, perversiones,
psicosis, demencias, discapacidades mentales y físicas, fenómenos psicosomáticos, hipocondría, psico-oncología,
pacientes que padecen enfermedades crónicas (diabéticos, colostomizados, hemofílicos, hipertensos, etc.),
pacientes con enfermedades terminales, etc.
3. Funciones: psicoprofilaxis, evaluación, diagnóstico, pronóstico, tratamiento, educación para la salud, psicología
clínica aplicada (mediación pericial, intervenciones en el ámbito sanitario, del deporte, laboral, educacional, etc.)
Al afirmar que la Psicología Clínica es aplicable a todos estos campos queremos sostener es que todo especialista
debe ser primero un buen psicólogo clínico, para poder luego realizar el perfeccionamiento en su formación en una
de estas áreas específicas, que lo convierta en un especialista.
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1. Salud Mental, Niveles de Prevención y Psicología Clínica
o Prevención primaria: El objetivo fundamental es preservar la salud e impedir o retardar -todo lo posible- la aparición
de enfermedades, conflictos o conductas patológicas. Sus instrumentos son el diagnóstico precoz y la información. El
psicólogo desarrollará fundamentalmente tareas de diagnóstico precoz, de psicohigiene y psicoprofilaxis, de
información y de educación.

o Prevención Secundaria: El objetivo fundamental es la superación del episodio crítico, cuando la psicopatología ya se
manifestó. Requiere como instrumentos todas las técnicas diagnósticas y terapéuticas.

o Prevención Terciaria Se intenta la detención del avance de la pérdida funcional y la recuperación -aunque sea en
grado parcial- de las funciones perdidas o la creación de funciones supletorias. El objetivo es operar para que se
elabore el duelo necesario por la discapacidad o la limitación, de modo que el sujeto pueda aceptarla y, a partir de
este nuevo posicionamiento, logre focalizar y construir un nuevo proyecto de vida que le permita reintegrarse a la
sociedad.

2. Los Niveles de Acción de la Psicología Clínica:


o Nivel Psicosocial o “Individual”: El psicólogo clínico puede tomar como punto de referencia al sujeto, pero en una
“situación psicoanalítica”, se trata de un “sujeto” en una interacción esencial, internalizada, con su “grupo interno”.
Además esta interacción implica un vínculo “bi-corporal” pero “tri-personal” -al decir de E. Pichón Riviere- por la
inclusión necesaria de un “tercero”, implícito en la situación edípica,
o Nivel Sociodinámico o Grupal: El psicólogo clínico puede tomar como objeto de su quehacer a un grupo. En este
último caso el psicólogo clínico funciona como coordinador de un grupo centrado en la elaboración de las
ansiedades que provoca una situación de aprendizaje.

o Nivel Institucional remite a estructuras tales como hospitales, escuelas, fábricas, empresas o cualquier otra que
pueda presentar conflictos, rupturas comunicacionales, situaciones de crisis o fenómenos patológicos, que
perturban su accionar. La Psicología Clínica puede aquí desarrollar su tarea bajo técnicas de análisis institucional,
técnicas sociométricas, técnicas psicodramáticas, grupos operativos, entrevistas, cuestionarios, etc., que permitan
descubrir los entretejidos o los conflictos entre liderazgos formales e informales, grupos instituidos e instituyentes,
rumor, boicot, prejuicios, resistencia al cambio, sujetos depositarios, víctimas expiatorias, etc. Sus intervenciones se
orientan a propiciar el cambio, dinamizar estereotipos, restablecer los canales de comunicación, favorecer el insight,
resolver posiciones dilemáticas y estimular la dialéctica, etc.

o Nivel Comunitario también es propicio para ciertas intervenciones de la psicología Clínica. Una tarea posible e
importante es trabajar en programas de “Educación para la salud”, a través de los medios masivos de comunicación.

Como es posible deducir, la Psicología Clínica se articula necesariamente en un Campo Transdisciplinar, con la
Medicina, Sociología, Asistencia Social, Terapia Ocupacional, Laborterapia, Enfermería, Educación Normal y
Especializada, Fonoaudiología, Kinesiología, Abogacía, Deportología, etc. En cada uno de estos ámbitos el psicólogo
clínico debe introducirse en un universo teórico y práctico particular, altamente especializado, con lenguajes
técnicos diferentes. Así, debe conocer cada uno de estos destinos a los que direccionar sus informes y devoluciones
de modo diferencial.
Lugar de la Psicología Clínica respecto a la Psicología General y al campo de las Especialidades
La Psicología General es teórica y abstracta. A diferencia de ella, consideramos que es Clínica toda Psicología
aplicada a un hombre concreto en situación.

Clínica viene del vervo cline “inclinarse frente al lecho del enfermo” conceptualización desde la medicina. Desde la
psicología se trata de “inclinarse frente al padecimiento subjetivo” xq el sujeto siempre esta en conflico pues es
inevitable.

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La Psicología Clínica puede aportar a: procesos de investigación; de diagnóstico; de evaluación; de iniciación de
tratamientos psicoterapéuticos, psiquiátricos o neurológicos (ej.: estimulación en casos de retrasos madurativos o en
casos de ACV); intervenciones psicopedagógicas y fonoaudiológicas; tratamientos psicoanalíticos, cognitivos,
comportamentales, gestálticos; etc.

El Concepto de Campo Transdisciplinar


Toda ciencia aborda su objeto de modo parcial. En nuestro caso, como psicólogos clínicos, el diagnóstico “total” -
habida cuenta de lo imposible de la supuesta totalidad- sería sólo de incumbencia de un campo transdisciplinar,
único capaz de dar cuenta de la complejidad de los fenómenos. Aún así, nuestro acercamiento gnoseológico a todo
fenómeno es sólo asintótico… aún más si se trata de la “conducta humana”
Así, cada ciencia debe definir claramente su objeto y su método, en su propio terreno disciplinar, aspirando a su más
específico desarrollo y luego abrirse para enriquecer y enriquecerse en el juego de dar y tomar préstamos de
información en una permanente interacción dialéctica con otras ciencias.

Pero no se trata de sostener un “Eclecticismo” ni de desear un “Integracionismo”. Por ello planteamos el concepto
de Epistemología Convergente, de E. Pichón Riviere. Con respecto a los diversos paradigmas de la Psicología, se trata
de reconocer diferentes momentos que, en su pasaje, por ellos, pertenece a un contexto de descubrimiento que
enfoca: sujeto, objeto; consciente, inconsciente; intelecto, afecto, comportamiento, psicofisiología (base biológica),
“caja negra”, representaciones imaginarias y articulación simbólica.
Los siguientes fragmentos son un recorte de un Documento perteneciente a la actual Cátedra “Clínica de Adultos” de
la Fac. de Psicología de la U.B.A.

Aproximación a la Psicología Clínica con Orientación Psicoanalítica:


Se trata de una aproximación a la clínica como interrogación de la experiencia, del diagnóstico y del tratamiento del
sujeto que consulta por un padecimiento psíquico.
El caso clínico es tomado aquí en su singularidad; en ese nivel en el que el sujeto resiste al tipo clínico; resiste a los
ideales y a los estándares de la salud mental; y también resiste a los tratamientos en que se le prescribe lo general
(“lo que es bueno para todos”). Reconocer o abolir al “paciente” como sujeto, tal es la responsabilidad que toma el
psicólogo clínico desde que se ubica en la perspectiva que aquí se propone.
Que su marco sea psicoanalítico quiere decir que privilegia como vía de estudio y de tratamiento del síntoma, lo que
sobre él dice el sujeto que lo padece, y también lo que sobre ese sujeto dice el síntoma –a quien sabe escucharlo-.
Hablar de sujeto no es hablar de “paciente” solamente, es también atender su participación en el sostén de la
situación de la que se queja. Por eso tienen un lugar central la reflexión y la interrogación clínica sobre las
elecciones del ser hablante. El término “elección” está presente desde el comienzo de la obra de Freud y es esencial
a todas las incidencias del discurso analítico.
Enfocamos aquellos momentos e instancias electivas en la constitución del ser hablante que tienen consecuencias
decisivas desde la perspectiva de la clínica psicoanalítica y que permiten hacer valer una causalidad del síntoma que
en algún punto preciso se aparta de todo determinismo automático (genético, neurofisiológico o incluso simbólico).
El comienzo del tratamiento, la exploración de las posiciones subjetivas del ser hablante respecto de los actos que
podrían satisfacerlo hacen del tratamiento psicoanalítico una investigación singular que amplía la clínica a los
resortes inconscientes de la voluntad.

Nivel de comprensión literal


Defina Psicología Clínica según Garbero. ¿A qué se refiere el autor con abordaje del objeto desde una “perspectiva
policausal”? Desarrolle.
¿En qué sentido es abordado el significante “conducta” en la definición?

Nivel de comprensión inferencial


Garbero hace referencia a los niveles de prevención y de acción de la Psicología Clínica. ¿Encuentra alguna
vinculación con algunos de los conceptos trabajados en la clínica de la urgencia (Unidad V)?

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En relación a los aspectos metodológicos desarrollados por Garbero, ¿qué relación podría establecer entre los
métodos y el recorrido histórico (referentes, escuelas, conceptos, etc.) planteado por Campbell?

Nivel de compresión crítica


¿Qué análisis u opinión le sugiere la siguiente frase de Garbero en relación a la Clínica con Orientación
Psicoanalítica?
“Situar la clínica como interrogación implica diferenciarla nítidamente de la experiencia sin elaboración racional, de
la terapéutica sin análisis ni reflexión crítica, de las respuestas precarias y exteriores que puede dar una mera
nosografía”.

El método clínico, según el psicoanalista Gabriel Lombardi


Cómo resolver lo que no se resuelve
El autor separa la clínica de la experiencia del análisis, cuándo el síntoma deviene en analizable, y por qué el fin del
análisis debe ser una elección del analizado y no del analista.
Si bien el psicoanálisis es ante todo un tratamiento, requiere de otros métodos distintos del de la interpretación para
extraer las consecuencias de su aplicación.
Lombardi señala en su libro que la cura por la palabra existe desde que existe la palabra. “O sea, que el solo hecho
de hablar y dialogar con otro tiene un valor terapéutico que es evidente para algunas personas. Freud comenzó a
aplicar el método de la interpretación de los síntomas, de los sueños, de los lapsus, de los chistes, de la
psicopatología de la vida cotidiana y advirtió que eso produce efectos terapéuticos, pero no sé si diferentes de otras
terapias”, ejemplifica el autor.

–¿Qué diferencias podría trazar entre el método clínico y el analítico?


El método analítico sería lo que tiene de lítico, de resolutivo. “Lisis” quiere decir disolver, resolver, mientras que el
método clínico es detenerse en lo que no se resuelve, eventualmente para darle otra vuelta y encontrar el modo en
que se resuelva; a lo mejor, no por la palabra sino más bien por el corte, por el silencio, por una interpretación que
no lo dice todo sino una partecita.

–¿En qué aspectos el método clínico trasciende a la teoría freudiana?


El método clínico consiste en poner al analista en el banquillo e incitarlo a dar por lo menos sus razones. La clínica
está en repudiar la idea de conocimiento exterior y más bien ponerse del lado del síntoma de quien lo padece y que
sólo él sabe que lo padece, sólo a él le duele, sólo él percibe lo que otros no.
Citando a Lacan: “Como efecto de su advenimiento en los intersticios del significante, el hablante no es ya un ser
biológicamente comandado ni etológicamente predecible, tampoco es una máquina programable”. ¿Esto puede
leerse como una contraposición con el cognitivismo y el determinismo de las neurociencias?
–Sí, hay una oposición nítida entre la neuropsicobiología y el psicoanálisis porque éste tiene en cuenta que el ser
hablante no es totalmente determinado, que hay un margen de elección por la cual si bien nacemos con una
cantidad de determinaciones biológicas, culturales, familiares, genéticas, de todas maneras, en muchos casos
tenemos la posibilidad de optar por A o B: de elegir.

–¿Por qué se separa la clínica de la experiencia del análisis?


–Porque la experiencia del análisis puede ser bastante eficaz pero sin ninguna reflexión. En la clínica paramos un
poquito e interrogamos cuál puede ser la razón de la eficacia, por qué una interpretación puede ser eficaz o no. Las
interpretaciones calculadas y pensadas suelen no ser muy eficaces.

–Cuando Lacan señaló que “la clínica es lo real en tanto insoportable”, ¿se refería al momento de la experiencia
del analizante?
–Sí, se refiere a un momento de la experiencia del analizante en la cual el síntoma, no lo padecía porque lo tenía
integrado al yo, porque el síntoma era egosintónico, porque formaba parte de sus rasgos de carácter. y, en algún

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momento, empieza a volverse insoportable, y ya ni siquiera se puede adornar con fantasías. Entonces, comienza a
transformarse en algo insoportable. Y ese es el momento clínico del síntoma.

–¿Ahí es cuando el síntoma deviene en analizable?


–Exactamente, cuando la persona ya no se lo banca más, porque si no es algo que lo tiende a mantener. “Los
psicóticos pero también los otros amamos al síntoma como a nosotros mismos”, dice Freud.
–¿Qué debe suceder para que el síntoma se experimente como imposible de soportar?
–Freud en el texto “Inhibición, síntoma y angustia”. Dice: “Hay que ayudar al paciente a que advierta lo que su
síntoma tiene de cuerpo extraño”. Es algo a lo que puede estar acostumbrado, pero que puede ser extremadamente
molesto o que le impide algunas cosas. Le inhibe, le impide realizar ciertos deseos

–Ust. cuestiona la idea de tomar al paciente como objeto de conocimiento. ¿Qué pasa cuando eso sucede?
Unos psiquiatras, al hablar de la locura de dos, señalaron que en la locura de dos puede haber alguien que sostiene
con certeza un cierto delirio y otro que, a lo mejor es un buen comunicador, que es el que lo comparte con los
demás.

–¿Cómo observa la relación entre el deseo y la ley?


–Clásicamente se oponen la ley y el deseo particular de cada uno. De modo, que más bien el deseo tiene que
acomodarse a la legislación del lugar. Pero hay casos en que eso no es así. Hay momentos en que el deseo deviene la
ley, se equipara con la ley. Esto lleva a Lacan a decir que, en realidad, el deseo y la ley no son dos cosas que
necesariamente se opongan y hasta que la función del padre puede llegar a entenderse no como oponer el deseo a
la ley sino unir el deseo con la ley. 

–¿Por qué el neurótico no advierte los momentos de felicidad? ¿Es una suerte de búsqueda de insatisfacción?
–Creo que nadie se banca la felicidad mucho. Nadie soporta mucho tiempo la felicidad, pero es cierto que sí
podemos llegar con suerte a tener algunos momentos felices, algunos encuentros felices, algunos hallazgos felices.
En fin, la felicidad pueden ser distintas cosas para distintas personas. Pero lo que caracteriza al neurótico es que se
presenta siempre como infeliz, como que no encuentra, como que no se satisface, como que nunca tiene un
orgasmo, por ejemplo.

–¿Y la histérica?
–Bueno, la histérica está siempre insatisfecha.
Para el obsesivo “todavía no es posible”, “todavía es imposible, más adelante puede ser”, mientras que
para la histérica “ya pasó el momento” o “para mí fue demasiado pronto, me hizo mal, no me gusta, no me
satisface”.

–¿Por qué el fin de análisis debe ser una elección del analizado y no del analista? Usted lo plantea como una
condición ética del análisis.
–El análisis es un proceso, donde hay momentos en que el analista puede saber un poco más sobre lo que está
pasando a nivel del deseo del analizante. Y el analizante lo tiene tan reprimido que no tiene ni idea, pero en la
medida en que se va desplegando el análisis cada vez el deseo va siendo algo un poco más advertido, notado, más
próximo al autoconocimiento. El analista puede tener cierta idea, incluso puede ser investido con la idea de que él
puede saber, pero hacia el final del análisis es justamente cuando ya no es el otro quien sabe sino el propio
analizante quien advierte los índices de la proximidad del acto con la angustia, de la negación del deseo con la culpa
o con el síntoma.

Aproximaciones más profundas a la clínica psicoanalítica – Susana Díaz Puertas


Fragmentos extraídos desde Gabriel Lombardi:

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La clínica es una noción que nace en el seno del discurso médico. Postula que para cursar adecuadamente un
padecimiento, es necesario primero determinar científicamente en qué consiste
Es el Psicoanálisis el que hereda la preocupación por el padecimiento singular del “enfermo” y diseña un dispositivo
que surge a partir de la enunciación y cumplimiento de la regla psicoanalítica fundamental: la asociación libre.
El Psicoanálisis fundamenta que es necesario dejar de observar al sujeto, no objetivarlo; sino hacer lo que hizo
Freud: dejarle la palabra al enfermo.
Así, el Psicoanálisis es el primer discurso (arte y oficio) que deja que eso se exprese, lo cual permite al sujeto
desplegar la racionalidad propia de su sufrimiento bajo una forma que se reconoce como discursiva. Eso por sí solo
tiene un efecto terapéutico. Basta que se deje hablar a la histérica para que los síntomas tiendan a desaparecer, a
irse del cuerpo. ¿Por qué? Porque no necesitan expresarse de una forma tan espectacular para ser escuchadas. Así,
el síntoma pasa del cuerpo a la demanda.
El eje de la Clínica Psicoanalítica es ser una clínica de la histeria, clínica de la escucha, en la que el síntoma es el que
el sujeto reconoce como tal y no el que el médico designa (nomina, clasifica, tipifica) como lo que padece.
En esta línea, nuestra clínica produce una ruptura con la concepción del síntoma en Psiquiatría.
Desde esta disciplina médica, el síntoma es concebido como un observable para el psiquiatra…Ubicándose él como
un observador externo, a la manera de un cierto ideal de la ciencia.
En la Clínica Psicoanalítica lo decisivo es que sea el sujeto -clinado- quien advierta su síntoma como tal. Y es allí
donde recae todo el peso de lo que se llama síntoma en Psicoanálisis. Para que llamemos síntoma a algo en
Psicoanálisis, el sujeto tiene que haberse extraído él mismo del síntoma en que estaba implicado sin saberlo. Y ahora
lo considera un cuerpo extraño que le resulta más o menos insoportable.
El síntoma que define el diagnóstico en Psicoanálisis es el que designa el punto de lo que para el sujeto es imposible
de soportar. Es lo insoportable mismo que el sujeto no ha hecho otra cosa que atenuar con fantasmas para volverlo
tolerable. Velar con fantasmas lo real del síntoma posibilita volver el síntoma tolerable, pero al precio de eternizarlo
y de coagular la posición del sujeto respecto de lo que viene de su inconsciente.
Así, en el análisis, el síntoma se va transformando de un síntoma no advertido por el sujeto en un síntoma que
comienza a perturbarle cada vez más. El momento en que lo advierte suele ser angustiante, porque en él surge la
sensación de que si hay un síntoma es en resultado de algo…de algo desconocido que lo causa. Y siempre que surge
la dimensión de la causa, surge el efecto de la angustia.

Fragmentos extraídos desde Fernando Ulloa:


El maestro Ulloa aporta acerca de la existencia y la fundamentación de distintas idoneidades clínicas…
Caracteriza a la Clínica Médica como holística, global, en la que el clínico tiende a comprender globalmente una
situación.
Señala que es una clínica de cuidados y de prescripción (señalamiento que lo impulsa a asociarla con los cuidados
materno-filiales).
Continúa en esta línea, desglosándola en 2 aspectos fundamentales:
 Empatía: Vinculada al ojo clínico, a la intuición clínica. Garantiza el suministro, la capacidad de alojar al otro, de ser
hospitalario con el otro.
 Miramiento: Significa mirar al otro como un sujeto autónomo. Se opone a la tentación de apoderamiento de ese
otro. Garantiza su gradual autonomía.
En oposición, y a pesar de poder presentarse un cierto entrelazamiento de ambas, caracteriza a la Clínica
Psicoanalítica como una clínica de fragmentos. Y transmite que para posicionarse como analista en la clínica
individual, en el campo institucional, en el campo comunitario, es necesario hacerlo desde una clínica de
fragmentos… Un acto fallido, un equívoco lingüístico, la producción de un síntoma, el relato de un sueño, son esos
fragmentos…esa palabra (ese un-decir singular) que nos permite penetrar en eso que está aconteciendo, en algo que
insiste, que se reconoce.
Y continúa caracterizándola como una clínica en transferencia, la que también de alguna forma requiere de cuidados
especiales -en referencia al ejercicio la abstinencia metodológica, abstinencia en el uso de un poder supuesto (SSS)-.
Y, enfatiza, no es una clínica de indicación. Consiste en una clínica de interpretación.

Fragmentos escuchados desde Gladys Mattalía


En su reciente intervención en el Seminario “El Psicoanalista Hoy”, de la Fundación N.O.A. de los Foros del Campo
Lacaniano, refiere a la Práctica de Presentación de Enfermos sostenida con rigurosidad semanal por Lacan en la

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Clínica Sainte Anne, en París. Contextualizando tal práctica, especifica que fue usada originariamente por la
Psiquiatría Clásica. Su función era la constatación de la teoría en la práctica. Así, el médico, enfocado en la
observación del paciente y realizando una nominación de los síntomas observables, explicitaba un diagnóstico. Así,
por ejemplo: “Aquí tienen una depresión exogámica”. Se trataba de una clínica de la mirada y conducente al
diagnóstico.
Mattalía acentúa la subversión ejercida por Lacan sobre tal Práctica de Presentación de Enfermos.
La subvierte porque lo que a él le interesa es el discurso del paciente, el un decir que dice el sujeto acerca de su real,
de su desanudamiento, a de aquello que lo hace sufrir (en su cuerpo, en sus pensamientos, en su lazo con los
otros…). Destaca en ello la posición del psicoanalista: sumisión advertida al sujeto (sometimiento a la posición
subjetiva del paciente).
Sólo a modo de “imaginar” tal práctica, Mattalía comparte cómo era el dispositivo construido por Lacan. Tal
dispositivo era sostenido por el Entrevistador, el Paciente y una Terceridad (el Público). El Entrevistador conducía
una única entrevista con el paciente. Previamente había sostenido una entrevista con los psiquiatras de la institución
y con el psicólogo que trabajaba con el paciente. Una vez concluida la entrevista con el paciente y retirado de loa
sala el mismo, el público enunciaba sus aportaciones.
Acentuando tal sumisión advertida del analista respecto a la realidad psíquica del sujeto en la práctica lacaniana,
Mattalía se explaya:
El analista tiene la obligación de pensar el uno por uno…Debe pensar cada sujeto en relación a sus particulares
consistencias (R-S-I)… ¿Qué registro se desanudó? ¿Cuándo se desanudó? ¿Cómo se puede volver a anudar?
Desde el Seminario XXI, Lacan permite ver cómo se anudan o se desanudan los tres registros en la vida del sujeto.
Concibe momentos de desencadenamientos, en los que algo se ha liberado…Y también piensa que lo deslazado
puede re-anudarse en la vida -a través de algún recurso del sujeto- o en el análisis.
El analista, entonces, puede cumplir la función de cuarto enlace, de sinthome (Seminario XXIII, 1975/76).
Tal nuevo anudamiento puede constituirse por una suplencia (hilado de un empalme y una sutura articulado al anillo
que se ha liberado).

Ideas recortadas de Ulloa…que impulsan a pensar la Clínica de la Escucha…

sin anulación de una “particular” mirada

A partir de lo recorrido hasta aquí, se me ocurre interrogar…:¿Cómo pensar la mirada presente en la Clínica de la
Escucha? Y en ese interrogar, enuncio su presencia… ¿A partir de qué? Puedo pensar tal difuminada presencia desde
algunos lugares…
-Desde el “momento lógico inicial” de la llegada de un sujeto que padece a un consultorio de un/a psicoanalista…
Momento en el que se propone un tiempo de “Entre-vistas preliminares”. En ese tiempo, indudablemente, como su
nombre lo enuncia, lo que allí se despliega es en un “entre miradas”.
-Desde la consideración de marcas singulares en la historia de un sujeto, las que conmocionan en un recorrido
obstaculizado en el armado y en el registro del cuerpo propio, constato la necesidad del sostén del sujeto padeciente
-imaginariamente desestabilizado- desde la mirada. Lo mismo constato en el trabajo con sujetos adolescentes,
quienes están transitando un tiempo en el que las estructuras de sostén tambalean, se conmueven. Es por ello que
en estos casos referenciados, sucede que el señalamiento de un pasaje a otra posición -en el diván- o tarda en llegar,
o bien, no llega.
-Desde mis espacios de formación, el Maestro José Azar, transmitía con énfasis -tal como era su apasionado estilo-
que la práctica del psicoanálisis consistía en una escucha…que mira… Y, por supuesto,no se trata de la mirada
clasificadora y diagnosticadora de la psiquiatría clásica. Sino, más bien, es interesante pensarla cercana al
“miramiento” propuesto por Ulloa en su Clínica de la Ternura. Cuando trabajamos la Clínica de la Urgencia (Unidad
5), nos acercamos a ella… Ulloa refiere a la “hospitalidad del dispositivo clínico” y a la necesidad de “abrirla” a fin de
que el sujeto padeciente pueda rehacer sus
propios circuitos dañados de la ternura… Ternura a la que Ulloa concibe como “empatía, miramiento y buen trato”
(Ana María Fernández; Grupos de familia: de la crueldad, sus linajes y coartadas”, pág.

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Los diagnósticos y el lastre médico del psicoanálisis - campbel
Cuando Freud desplaza la teoría de la seducción por las fantasías infantiles, está poniendo la historia del sujeto entre
paréntesis. Que un análisis acueste siempre a un hijo en el diván, no significa que en el decir el analizante deba
reconstruir su historia, no es buceando en el pasado cómo la verdad asoma; la práctica del análisis se trata de otra
cosa, esa cosa que de alguna manera Freud alcanzó a presentar desde el inicio cuando habló de la triple
estratificación del síntoma, fundamentalmente la tercera, la de los hilos lógicos. El movimiento ondulante de
acercamiento y alejamiento del núcleo patógeno, nos muestra que no se trata de la historia, esa historia que va de
un pasado hacia el presente. Hay, en toda experiencia analítica, una subversión de la temporalidad ya que se rompe
la línea recta que une el pasado con el futuro. En todo caso, el psicoanálisis se lleva mejor con la genealogía, al modo
foucaultiano; es decir tomar a la genealogía como una contrahistoria al buscar los pasados plurales y contradictorios
que modelan un discurso. Hay ahí una operación de resignificación.

Logos y iatría.
Dijimos antes que Freud era médico, que era neurólogo. Avancemos desde ahí para entrar en el campo diagnóstico.
Si la psicología en ese momento no existía como disciplina, surge una pregunta: ¿Por qué los alienistas pasaron a
llamarse psiquiatras y no psicólogos? Parece una pregunta bastante ingenua y estéril, sin embargo no lo es, y no lo
es precisamente por eso que hemos venido sosteniendo, que en la lengua y en la nominación interviene la política y
por ende la voluntad de dominación. Nunca la elección de un nombre es porque sí. Y esto vale para los nombres
propios. El nombre es consecuencia de las cosas. Hoy es casi del sentido común que los nombres no son
consecuencia de las cosas; sin embargo no siempre fue así. Entonces, el pasaje de alienistas a psiquiatras, tiene un
por qué. Vamos a dejar a Freud entonces, y después volveremos a él.
Para dar cuenta de este pasaje, nos detendremos en un detalle que suele pasarse por alto: dentro de las
especialidades médicas, tenemos dos categorías bastante diferenciadas; por un lado: cardiología, neurología,
urología, etc  ya puede verse al logos metido por ahí. ¿Qué es lo que tienen en común estas especialidades? Se trata
en cada caso, de un saber sobre un sistema. Y por otro lado tenemos otro grupo de especialidades médicas:
pediatría, geriatría, psiquiatría. Aquí, si se presta atención, puede verse que el logos desaparece, es decir, no hay
saber. No son especialidades que se basen en un saber, pero además, no hay sistema. Entonces, si logía apunta a un
saber, iatría, ¿qué significa? Iatría significa acto, pero no cualquier acto, sino el acto médico. La definición de iatría
dice lo siguiente: “Elemento sufijal de origen griego que entra en la formación de nombres femeninos con el
significado de especialidad médica”. En esta definición se deja caer la idea de acto que rodea a iatría, sin embargo
nos lleva a la especialidad médica manteniendo en el misterio por qué iatría y no logía. En otra definición encontrada
on line puede leerse: “Suf. Componente de palabra procedente del griego iatreia que significa curación”. Aquí sí nos
encontramos con el acto médico. Iatría entonces está íntimamente ligada a la medicina, al acto de curar.
Entonces, tenemos por ejemplo que la pediatría sería ese acto médico sobre una franja etaria de la población, no
sobre un sistema determinado; del mismo modo la geriatría. Y ahí nos topamos entonces con la psiquiatría. Se
trataría de un acto médico, es decir una praxis, pero aquí no tenemos una franja etaria, y tampoco tenemos sistema,
¿qué tenemos? Tenemos psi, ¿y qué es psi? Por más que queramos escaparnos de los griegos, lo griego nos persigue,
porque psi es alma, es espíritu.
De esta manera, los antiguos alienistas, no podían llamarse psicólogos, porque no había ningún sistema psi, sobre el
que pudiera constituirse un saber, no tenían ningún aparato que ofrecer en el banquete descuartizador del cuerpo
humano. Pero esto no resolvía el problema, más bien inauguraba otros, por ejemplo, qué modelo científico aplicar al
tratamiento de la locura, al tratamiento de los alienados. Si antes la locura era llamada alienación, y era un problema
moral; ahora, si se trata de una práctica médica, ¿qué tipo de problema médico era la locura? Así es como la
naciente psiquiatría se irá acercando a la neurología y tomara su modelo neuronal como modelo explicativo para su
iatría cotidiana. La locura entonces pasará de ser un problema moral, a un problema nervioso. 
Tenemos entonces tres disciplinas bien diferenciadas que comparten lo psi. Pero si son bien diferenciadas, ¿cómo es
que comparten lo psi? ¿Qué será entonces lo psi? Responderemos con Foucacult, pues pareciera que lo psi, no es
algo, un aparato; no podría homologarse el aparato psíquico al aparato respiratorio, por ejemplo; no, lo psi sería,
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según Foucault, una función: “La función psi está en todos los lados en que es necesario hacer funcionar la realidad
como poder”. Nos quedan de esta definición tres palabras: psi, realidad y poder. ¿Cómo es que lo psi puede
relacionarse con el poder? Precisamente a través de la realidad; es decir, lo psi va a nomenclar cómo funciona la
realidad, o mejor aún, va a fabricarla, con lo cual, la aparición del término psi en estas disciplinas – se percibe que
todavía no se nombró a la psicopatología – las une, las hermana en un dispositivo de poder. El psicoanálisis, en tanto
no se desprenda de lo psi, difícilmente podrá escapar a ese destino, el de ser un engranaje del poder.
Retomemos ese momento de pasaje de los alienistas a los psiquiatras, porque es allí donde surgirán los diagnósticos.
¿Qué es un diagnóstico? La respuesta de Jasper El diagnóstico psiquiátrico es una tabla de orientación y por ende no
se diferencia de lo que entendemos por clínica psiquiátrica
A modo de curiosidad, comentemos un pequeño detalle en este camino de fabricar una lengua bien hecha: El
término psicosis fue utilizado por primera vez en 1845 por Von Feuchtersleben. La psicosis, para él, era una
enfermedad del alma, mientras que la neurosis una enfermedad del sistema neuronal. Lo contrario a lo que se
considera hoy. Si repasáramos las primeras gnoseografías freudianas, podríamos ver que algo de eso se mantenía: él
hablaba de neuropsicosis y de psiconeurosis. 
Más allá de las diferencias entre ambas grandes líneas de la psiquiatría, hay un punto de no discordancia: clasificar.
Los diagnósticos, más allá de sus diferentes miradas, son clasificaciones, tipologías. Lacan alude a los tipos clínicos
mientras reflexiona sobre lo diverso: “La vieja clínica. Con la creación de tipos clínicos, desatendió lo diverso – que
era de lo que pretendía dar cuenta – y no hizo más que obliterar”.
Esto quiere decir que Pinel construyó su primera gnoseografía a partir de la observación; una clasificación surgida del
síntoma. Esto le sirvió para diferenciar las locuras sintomáticas y las idiopáticas. De allí dos métodos: por un lado el
método expectante, donde el médico debe abstenerse lo más posible de intervenir, como no sea para ayudar a la
naturaleza a curar el síntoma; por el otro, el tratamiento moral, donde el medio ambiente jugará un papel
fundamental; es por eso que surgen las instituciones para alienados, donde, alejados del medio mórbido, el alienado
pasará a vivir en un orden regido por la ley médica. Esto lleva a Pinel a oponerse a la opinión de la época sobre la
incurabilidad de la locura. Para él, en la locura el cerebro no está dañado, sino la mente desviada, alterada en su
funcionamiento; de ahí la importancia que le da al tratamiento moral. Esta posición lo llevó a enfrentarse a Bichat y
la anátomo-patología, y en ese enfrentamiento se jugó de alguna manera el destino de la naciente psiquiatría. Si
bien Pinel tuvo discípulos como Esquirol, el avance de la anatomo- patología hizo que otra disciplina como la
neurología alcanzase un mayor desarrollo. En definitiva se trataba de una pugna por el control de las enfermedades
“nerviosas”. Y la naciente psiquiatría no tuvo más remedio que avenirse al poder de la neurología que como ya
hemos señalado, tenía un sistema de referencia.Con el surgimiento del psicoanálisis, la psiquiatría quedó, de alguna
manera, apresada.
La escuela francesa tendrá en Falret un digno representante “El alienista no debe reducir su papel al de simple
secretario del alienado”. Falret también apoyará el tratamiento moral pineliano, entendiendo este como un apoyo
en la parte sana del psiquismo para ayudar a detener el avance delirante que invade la conciencia.

El Psicoanálisis, un acontecimiento
La aparición del psicoanálisis no fue indiferente al mundo psiquiátrico, Para bien y para mal, la novedad freudiana
significó una bisagra, y esa bisagra pasó a llamarse psicopatología, pero no fue una creación ex nihilo, ni un acto
divino. Fue algo que sucedió de manera casi silenciosa, podría decirse. Podríamos ubicar aquí, uno de los más
importantes fracasos de Freud; mientras que la intención de su alianza con Jung era la de conquistar la psiquiatría
para el psicoanálisis, lo que ocurrió fue, a mediano plazo, lo contrario; una creciente medicalización del psicoanálisis.
Basta leer la correspondencia de Freud con Jung para corroborar lo dicho, y más aún, basta leer los esfuerzos de
Freud por seducir a Bleuler, y el posterior enojo al no conseguirlo. En este acercamiento y alejamiento, quizás nos
sirva de ejemplo lo ocurrido alrededor de algo que en manos de Bleuler se transformó en una patología y que en
Freud no lo era: nos referimos al autismo. El día 15 de octubre de 1908, Freud le escribe a Jung comentándole que
Bleuler y su esposa habían cenado en su casa: “Rompió una lanza a favor de la sexualidad infantil, a la cual se oponía
aún hace dos años sin comprensión alguna. Luego cayeron ambos sobre mí, diciendo que debería sustituir el nombre
de sexualidad por otro (modelo: autismo); entonces cesarían todas las resistencias y malentendidos. Yo dije que no
creía que ello obtuviese tal resultado, por lo demás no me pudieron mencionar otro nombre mejor.“ Freud escribe:
modelo: autismo. ¿Cuál es el modelo? El de quitarle la sexualidad al autoerotismo y transformarlo así en autismo. Es
25
interesante entonces porque el autismo no nace con Kanner, sino de la disputa entre Freud y la escuela de Zurich
por la desexualización del psicoanálisis. El autismo, devenido en “patología infantil”, no será otra cosa que el
autoreotismo (fase de la evolución de la libido en Freud) deserotizado. Este ejemplo nos sirve para pensar el
encuentro desavenido entre psicoanálisis y psiquiatría; encuentro del que no podemos hacernos los distraídos, pues
de ahí nació la psicopatología: es decir, clasificaciones psiquiátricas, con etiologías psicoanalíticas. El punto en todo
esto es que en vez de psicoanalizarse la psiquiatría (como era la pretensión de Freud), se medicalizó el psicoanálisis
¿Por qué? La respuesta es bastante simple: porque una clasificación – como hemos dicho más arriba - implica la
creación de un “Tipo”, con lo cual se borra la singularidad de la que está hecha la experiencia analítica, y será
precisamente el análisis como experiencia el que se perderá.
Volvamos a Freud.
Freud médico, Freud neurólogo, Freud pobre. Freud volcado a la clínica neurológica, Freud volcado a la clínica. En
ese campo fecundo que llamamos clínica es donde se cruza con las histéricas, problema para todo aquel que se
consideraba médico. No parecía un problema de la neurología, pues sus parálisis no respondían a la fisiología; eran
entonces un problema para la psiquiatría, la hermana menor, porque en definitiva, tal como lo planteara Binet en su
momento, la histeria era un problema de simulación, la histérica era una simuladora, serial podríamos decir ahora.
Freud va a ir refinando su gnoseografía: neuropiscosis de defensa, psiconeurosis, neurosis de transferencia, neurosis
narcisistas  hasta llegar a la triada neurosis, perversión, psicosis.
¿Nacido el psicoanálisis como una praxis médica - en el caso Elizabeth por ejemplo, Freud va a hablar de lo que hace
como un método auxiliar – le llevará un tiempo independizarse de la medicina, pero, ¿podríamos afirmar sin
ponernos colorados que se independizó totalmente? Antes de quitarnos el rubor demos algunas otras precisiones: si
teníamos tres psi, vino a sumarse una cuarta, y que nacerá precisamente del encuentro de la psiquiatría y el
psicoanálisis. La psicopatología es un engendro, no es ni psiquiatría ni psicoanálisis, ni psicología, no es ninguna de
las tres pero no es sin las tres; al decir engendro no decimos nada malo en sí mismo, entonces hay que precisar: psi,  
otra vez esa nebulosa ganada para el discurso médico, y patología. ¿Y cuáles son las patologías que se encuadran en
la psicopatología? Básicamente dos: las mentales y las sexuales. Cuando se dice que la norma es la reproducción no
hay ahí ningún juicio de valor moral; se trata simplemente de una cuestión fisiológica y filogenética: se tata del
mantenimiento de la especie. Que después, eso se transforme en una herramienta de dominación sobre los placeres
y los goces, es otro asunto. Es que precisamente, lo que Freud va a descubrir con su noción de pulsión, es que la
sexualidad humana no es igual a la animal, y por ende, la norma no juega un papel preponderante, lo que sería un
equivalente a decir que toda la sexualidad humana está desviada.
Muy temprano, Freud comienza a borrar la frontera entre lo normal y lo patólógico, la fórmula canónica del síntoma
tiembla en su estructura: la división será estructural. El aparato psíquico no necesita de esa vivencia sexual
traumática infantil para dividirse. Sabemos incluso que, en este sentido, con la segunda tópica va más lejos: al
principio somos puro ello, y del ello surgen tanto el yo como el súper yo. Freud reconoce entonces que hay una vía
central del deseo sexual (regido por la filogénesis), pero también existen desvíos, desvíos con respecto al objeto y
con respecto al fin. 
La mera aparición de la tópica freudiana debería alejarnos definitivamente de lo patológico, debería servirnos para
desprendernos de la psicopatología, pero no, ahí sigue pegada a nosotros. Por supuesto que Freud contribuyó a ello
creando su propia gnoseografía, pero Freud era médico, como diría Lacan, era un médico que inventó una disciplina
subvirtiendo la lógica del discurso médico, pero nunca se alejó del todo de dicho modelo. Esa psicopatología no es
otra cosa que el lastre médico que arrastra el psicoanálisis. Le demos una vuelta más: Cómo es que el psicoanálisis se
llama psicoanálisis. Otra vez la medicina, la neurología y el juramento fisicalista: la palabra análisis le viene a Freud
de la química, y más precisamente de la química analítica. De eso se trata, el análisis desagrega, separa. Lo mismo
que hace el químico con las moléculas, hace Freud con los sueños; Freud separa los elementos del sueño, llega a las
ideas latentes, y por lo tanto, otro sentido aparece; entonces al volver a armar, ya no se trata del sueño tal como fue
relatado, ya es otra cosa, esa otra cosa es la que no será aceptada por el discurso médico, esa otra cosa que remite a
cierto ocultismo: cuentito científico fueron las palabras que usó Kraft-Ebing al terminar de escuchar su comunicación
sobre un caso de histeria masculina. Esa oposición entre luz y sombra será lo que separará a la medicina del
psicoanálisis; sin embargo, esa pretensión de ciencia lo llevará a no separarse definitivamente del discurso médico.
Por más estructural que se lo intente, la psicopatología será ese lastre médico, ese cordón umbilical que tanto cuesta
cortar, tal vez por el miedo a no ser considerados serios. Dirá que el psicoanálisis es intransmisible, dirá que a aquel
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que demanda análisis hay que llamarlo psicótico pues significa que cree en esa cosa totalmente loca llamada
inconsciente, dirá que todos somos psicóticos y algunos hacemos síntomas neuróticos, dirá que todos somos
habitados por el lenguaje, y si todos somos habitados por el lenguaje, que diferenciaría a un llamado neurótico de
otro llamado psicótico. Es cierto – como plantea Allouch – que el mismo Lacan contribuyó a dar cuerpo, consistencia
y valor a las tres entidades clínicas, pero también es cierto – como también lo afirma Allouch – que dicha empresa
fue perdiendo cuerpo en su enseñanza porque Lacan (y esto queda muy claro en el seminario sobre el acto analítico)
va a deslizar lo que entiende por clínica analítica hacia el analista; es decir, la clínica analítica interroga al analista; el
analista es allí el objeto.
La aparición de los nudos en la enseñanza de Lacan implicó un giro radical que culmina con su afirmación en Caracas
poco tiempo antes de morir: “Mis tres no son los tres de Freud”. ¿A qué se refiere? Los tres de Lacan son Real,
Simbólico e Imaginario, y los de Freud, ¿cuáles serán? ¿Los de la primera tópica, consciente, preconsciente,
inconsciente? ¿Los de la segunda, Ello, Yo y Super yo? No lo sabemos; sin embargo de esa no coincidencia, podemos
sacar algunas consecuencias. La primera es que esta afirmación de discordancia, da consistencia a su l’unebevue, en
tanto l’unebevue pretende ir más lejos que el inconsciente. Si se va más lejos que el inconsciente, si l’unebevue
desplaza al inconsciente, ¿qué lugar para la tríada freudiana en el parlêtre? La segunda es que la tríada freudiana se
ubica en un dualismo, pues la tríada se corresponde al aparato psíquico, quedando el cuerpo por otro lado. Es decir,
Freud reproduce el dualismo cartesiano; en cambio, la tríada lacaniana es irreductible. El borromeo es el parlêtre,
afirmará lacan. Que sea irreductible significa eso: que el tres es la unidad mínima, que el tres es primero.

Diagnóstico y lengua. La cuestión del ser.


Todas estas clasificaciones diagnósticas han sido realizadas en lenguas que no diferencian entre ser y estar, por lo
tanto, los diagnósticos son cosificadores en tanto cristalizadores; de esta manera, un diagnóstico se incorpora como
una característica del ser. Pensemos en algo muy sencillo. Fulano es homosexual. El ser lo tiñe todo; algo muy
restringido de la vida de un sujeto, como sería su elección sexual, tiñe todo el ser. Ahora, veamos algo que dice
Freud en 1920, en el texto sobre la joven homosexual: Así pues, el enigma de la homosexualidad no es tan sencillo
como suele afirmarse tendenciosamente en explicaciones como la que sigue: un alma femenina y que, por tanto, ha
de amar al hombre, ha sido infundida, para su desgracia, en un cuerpo masculino, o inversamente, un alma
masculina, irresistiblemente atraída por la mujer, se halla desdichadamente ligada a un cuerpo femenino. Trátase
más bien de tres series diferentes: 1: caracteres somáticos (hermafroditismo físico). 2: caracteres sexuales psíquicos
(actitud masculina, actitud femenina). Tipo de elección de objeto. Estas tres series varían con cierta independencia y
aparecen en todo individuo diversamente combinados.
Puede verse, Freud está bastante alejado de la patología. No habría entonces una cuestión - al menos para Freud, y
debería serlo también para el psicoanálisis - de identidad en juego, no habría un SER homosexual; o para decirlo de
otra manera, no se pondría en cuestión una cualidad del ser en la elección de objeto. Ahora, llegados a este punto,
hay que ser muy precisos, pues son las faltas de precisiones las que generan malentendidos, lo que estamos diciendo
es que para el psicoanálisis – y reivindicamos la definición de psicoanálisis de Lacan: psicoanálisis es lo que se dice en
un análisis – no se trata de una cuestión del ser, no se trata de que el psicoanálisis explique la homosexualidad; no, si
el psicoanálisis es lo que se dice en un análisis, hay que restringirse a eso, porque el psicoanálisis no es un modelo
explicativo del mundo, el psicoanálisis es otra cosa, una cosa que a falta de algo mejor, denominamos experiencia;
sin embargo, mientras no se saque el lastre médico de encima, no podrá sacarse la mirada psicopatológica. Y al
decir que el psicoanálisis no es un modelo explicativo, decimos que la posición del psicoanálisis no colisiona con
aquellos que, militantes, por ejemplo de las comunidades lgtb hacen de la identidad una herramienta de lucha.
Es muy importante no mezclar los registros. La identidad como herramienta de lucha política es algo muy diferente a
la idea de identidad que podemos desarrollar en la clínica. Mal podríamos hablar de un psicoanálisis situado si
negamos la noción de identidad; mal podríamos plantear la necesidad de pensar la decolonialidad si negáramos la
noción de identidad. La noción de identidad es problemática, incluso dentro de las comunidades lgtb; incluso dentro
del debate político, ya que la noción de identidad está ligada a la idea de nación, o de tribus, o incluso de colectivos;
pero así como la noción de sujeto, de objeto, de verdad, son nociones venidas de la filosofía que, en psicoanálisis
significan otra cosa, también la noción de identidad, al ser tomada por el psicoanálisis, subvierte su sentido, un
sentido que sólo vale para la experiencia analítica.

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Sacarse el lastre médico no significa renunciar a toda rigurosidad, significa reordenar las cosas, y en este reordenar
es  elevar el estar a nivel de concepto. ¿Cómo sería pensar la clínica desde el estar y no desde el ser? Una clínica del
estar pone en jaque la noción de identidad. Un mero ejercicio: no es lo mismo decir, está histérico a decir es
histérico. A simple vista no es lo mismo, pero a eso hay que trabajarlo, hay que fundamentarlo, hay que darle una
perspectiva teórica, y es algo que no está hecho. 

Si se trata de desubstancializar al ser, de perforar al ser, la orilla no es otra que la desontologización del psicoanálisis.
Ubicarse en la orilla significa asumir el peligro de la marea. La marea de la transferencia.

(falta el texto de sergio rodriguiez “al maestro con cariño” xq no aporta y es aburrido)

Colette Soler - “El psicoanálisis es el heredero de los derechos


humanos”
El psicoanálisis es, en esencia, una teoría y una práctica alejada profundamente de los totalitarismos. Soler es una
eminencia en el campo del psicoanálisis: es doctora en Filosofía y doctora en Psicología por la Universidad de París.

–Claro, porque el psicoanálisis siempre estuvo en contra de cualquier totalitarismo...


–Absolutamente. El totalitarismo hace imposible al psicoanálisis porque en el psicoanálisis recibimos la palabra de
cada sujeto, sea cualquiera su sexo, edad, estructura. Entonces, es algo que pertenece a la valoración del individuo
en los derechos humanos.

–¿Cómo puede colaborar el psicoanálisis con la memoria histórica?


–El psicoanálisis opera a nivel individual y trabaja con la memoria de cada uno. Hay que decir que entre la memoria
de cada uno y la memoria de la historia colectiva, hay lazos, no hay un corte. Es cierto que en los sujetos la memoria
de lo que pasó en la generación anterior está siempre presente. Y, especialmente, los individuos heredan una
memoria de las desgracias de las generaciones anteriores.

–Vamos a sus inicios. ¿Cómo lo recuerda a Jacques Lacan?


–¿Y como formador?
–Formador es una palabra que no usaría con Lacan. Quizás es un problema de idioma, pero para mí “formador”
evoca al “educador”. Lacan no era del todo un educador. Era alguien que producía una enseñanza, que hacía
presentación de enfermos. Y al enseñar, Lacan era para mí toda una fuente continua de nuevas preguntas porque
era una enseñanza difícil en la que uno necesitaba tiempo para apropiarse de lo que él decía. Era una fuente de
preguntas, pero al mismo tiempo siempre estaba la percepción de que se decía algo. También Lacan fue un ejemplo
de alguien que no cedía.

–Después de más de 35 años de la muerte de Lacan, ¿cree que hay una relectura de su obra en el campo psi?
–Creo que con el correr del tiempo y el trabajo de diversas personas después de Lacan, hay una asimilación de su
enseñanza, pero parcial, no completa.

–¿A qué atribuye que aun hoy el psicoanálisis genere odios tan fuertes?
–Hay que decir dos cosas: el odio al psicoanálisis empezó con el psicoanálisis. Se puede recordar que fue calificado
de “ciencia judía” por los antisemitas, también de “ciencia burguesa” desde la izquierda, y ahora de “no científico”
por la ciencia del cognitivismo. La crítica y el odio fueron desde siempre, pero quizás ahora se escucha más porque el

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psicoanálisis es más popular: se conoce en todas partes, se ve en los medios y, entonces, las voces que odian el
psicoanálisis se escuchan más todavía. Pero es el signo de que el psicoanálisis no está muerto porque no se odia lo
que ya desapareció.

–¿Y qué tiene para ofrecer el psicoanálisis en este mundo globalizado?


–Puede ofrecer la cosa más preciosa porque los sujetos adaptados a la globalización somos todos. Estamos
adaptados al capitalismo y compartimos el deseo que funda el capitalismo, un deseo de ganancia de dinero y de
gozar de los objetos producidos. A ese nivel, somos todos parecidos. El psicoanálisis ofrece al sujeto la posibilidad de
descubrir y asumir lo que es como sujeto singular, no parecido a los demás.

–¿Encuentra un incremento de angustia en el siglo XXI? ¿La depresión sería el factor más notorio en esta época?
–Hay todo un discurso sobre la depresión actual. La depresión implica no tener ganas, no tener la chispa, no tener el
deseo de continuar y de actuar. La depresión le importa más al mundo capitalista porque les impide trabajar a los
sujetos. Se tiran en la cama y no quieren trabajar más. El discurso común enfatiza más la depresión. Se enfatiza
menos la angustia que la depresión, pero me parece que la angustia está más presente porque no impide trabajar ni
desempeñarse en las actividades. A veces, acompaña en el trabajo.

–¿Qué es lo que deshace los lazos sociales en la era de la comunicación digital?


–Cuando hablamos de lazo social, hablamos de lazo de cuerpos, de convivencia de los cuerpos. Y la comunicación
digital no es una comunicación de cuerpos sino de palabras o de escritos a distancia. Sucede que cuanto más los
lazos reales se deshacen, más la comunicación digital se desarrolla. Es una pequeña compensación. Los sujetos que
se encuentran solos, aislados, sin deseo, ¿qué hacen? Van a la comunicación: mandan mensajes, van a ver la
pantalla. Es una compensación, no una causa.

–¿Hay un incremento del pensamiento de que nada vale la pena, que los sujetos no saben cómo darle rumbo a sus
vidas y, en consecuencia viven en el sinsentido? ¿El psicoanálisis, a su vez, les ayuda a entrar en una búsqueda del
sentido?
–Sí, hay muchos sujetos que ahora tienen el sentimiento del sinsentido. Pero, ¿qué es lo que produce el sentimiento
de sinsentido? Sobre este punto hay una frase maravillosa de Freud: cuando un sujeto empieza a interrogarse sobre
el sentido de la vida es que se trata de un enfermo del deseo. Lo que da sentido a la vida del hablante es el deseo.
Cuando se desea algo con firmeza no se percibe el sinsentido de la vida, al contrario: el deseo es la vida del sujeto.
Entonces, podemos decir que el sinsentido tiene algo que ver con el capitalismo, en cierta manera. Pero para
entenderlo hay que mirarlo desde el lado del deseo.

–¿El psicoanálisis puede producir un cambio en el deseo del sujeto?


–Es cierto. No cambia todo el psicoanálisis, pero al menos puede tocar el deseo de dos maneras: primero, permitir a
un sujeto reapropiarse su propio deseo y actuarlo. El segundo cambio, si seguimos a Lacan respecto de lo que dice
sobre la producción del analista en un análisis, a veces se puede producir el deseo nuevo del psicoanalista. Ese es un
cambio importante.

–Ya habló del deseo ¿Y en cuanto al amor? ¿Cómo nota, a grandes rasgos, la actual configuración de las relaciones
afectivas?
–Las configuraciones actuales están menos determinadas por el discurso. En la época clásica, las formas del amor
eran bien modeladas. Cada discurso daba una definición de lo que era el amor. Ahora, el capitalismo no se ocupa del
amor de ninguna manera porque se ocupa sólo de lo que se compra y de lo que se vende. Las formas son múltiples y
más contingentes. Dependen más del encuentro, de la coyuntura. Es difícil decir si es un logro o una pérdida.

–¿Por qué cree que hay parejas que llevan años de convivencia y no saben bien por qué?
–No se sabe nunca por qué uno ama al otro. La elección del amor surge del inconsciente y nunca uno puede decir:
“Lo amo” o “La amo” por “tal y tal razón”. Pero eso es un poco diferente de la duración de las parejas porque en las
que duran varios años, cuando se festejan los cincuenta años de un matrimonio, no son solamente cincuenta años

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de amor. Hay otros factores sociales que inciden. Me parece que hay una evolución en dirección de un carácter más
efímero de las parejas. Hubo una época en la cual una jovencita soñaba con el amor de por vida. Ahora, se sueña con
el amor por un tiempo.
–¿El amor del siglo XXI carece, entonces, de modelos?
–Es lo que quería decir. Carece de modelo instituido. Lo que Lacan llama “el verdadero amor” es algo que se
desarrolla fuera de los discursos establecidos, en el margen de los discursos establecidos. Entonces, habría que
distinguir los amores que encuentran un modelo socializante y los amores míticos.

–El domingo pasado se celebró en la Argentina el Día de la Madre. ¿Cree que el capitalismo hace un comercio del
amor?
–Sí. Si bien decía que el capitalismo no se ocupa del amor, se ocupa de lo que vende. Entonces, están el Día del
Padre, del Niño, de los Abuelos. Efectivamente, hay una explotación del gusto que los humanos tienen por el amor.
El capitalismo lo explota, pero no se ocupa de sostener el amor. Explota lo que se encuentra.

–¿Por qué definió como “narcinistas” a los sujetos que se dedican a sus satisfacciones propias en cualquier campo
que sea: profesional, amoroso, sexual?
–Es una condensación de las palabras “narcisismo” y “cinismo”. El narcisismo consiste en ocuparse de sí mismo. El
cinismo consiste en dedicarse a su propio goce. Lo que subrayé fue que el cinismo actual no es el antiguo. El actual
no tiene un alcance político. Los sujetos no tienen más causas colectivas para dedicarse. El cinismo actual es por falta
de causas. Los sujetos se dedican a sus pequeñas cosas, a sus logros, a sus beneficios.

–¿Por qué el deseo no llega a ser algo patológico si todos se quejan del mismo: el deseo insatisfecho en la histeria,
el deseo imposible del obsesivo, el deseo masoquista del perverso?
–El deseo tiene una doble cara. Por un lado, el deseo es la vida del sujeto, la vida que la muerte soporta. Deseamos
porque somos faltantes en tanto que seres hablantes. Entonces, es la forma de vida, no del cuerpo, pero del sujeto.
Al mismo tiempo, hay una destructividad porque el deseo es algo que, al mismo tiempo, fuerza al sujeto. Uno, a
veces, puede asumir su deseo, pero éste fuerza al sujeto. Entonces, hay una doble cara. Ahora, si usted habla del
deseo insatisfecho, imposible y masoquista, eso designa una forma de deseo ligado a una sintomatología precisa. No
designa un objeto en sí mismo pero sí un modo de goce. En cada estructura encontramos un deseo específico, pero
siempre ligado a un modo de goce. El goce no es algo que necesariamente satisfaga.

–A diferencia de Freud, ¿Lacan respondió la pregunta “¿Qué quiere una mujer?”?


–Sí, podemos decir que respondió algo. Freud no respondió pero tuvo el mérito de plantear la pregunta, porque
después de años para aplicar el Edipo en la mujer, Freud dijo: “No sabemos qué quiere una mujer”. Era una
confesión de su fracaso para contestarla. Lacan retomó la pregunta de Freud e intentó decir algo nuevo sobre las
mujeres y planteó la diferencia a nivel del goce.

SINATRA
"SÓLO UNA"
Quiero comenzar con dos citas primera, que corresponde a un texto de Freud, dice así:
"Si intentamos aprender en los libros, el noble juego del ajedrez, no tardaremos en advertir que sólo las aperturas y
los finales pueden ser objeto de una exposición sistemática exhaustiva a la que se sustrae, en cambio, totalmente, la
infinita variedad de las jugadas siguientes a la apertura. Sólo el estudio de partidas celebradas entre maestros del
ajedrez puede cegar esta laguna. Pues bien: las reglas que podemos señalar para la práctica del tratamiento
psicoanalítico están sujetas a idéntica limitación". [1]

La cuestión planteada por Freud es simple: como en una caja negra, a la entrada y a la salida podemos dar cuenta de
los procedimientos que se van produciendo; mientras que lo que acontece en el medio es muy difícil encontrarle
alguna regularidad. Sólo algunos maestros han dado cuenta de la lógica que sustenta los procesos que allí tienen
lugar -nosotros diríamos: en el consultorio, entre analista y analizante. Intentaremos servirnos de sus enseñanzas.

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La segunda cita que ha sido y es señera para mí es la siguiente:
Todos saben, muchos lo ignoran, la insistencia que pongo ante quienes me piden consejo sobre las entrevistas
preliminares en el análisis eso tiene una función, para el analista por supuesto esencial. No hay entrada posible en
análisis sin entrevistas preliminares"[2].Ea=> Ep

Sin embargo, desde nuestra orientación lacaniana, tenemos este enunciado asertivo que localiza como condición de
la entrada en análisis las entrevistas preliminares. ¿Qué quiere decir esto?
En primer lugar que la entrada en análisis no es un procedimiento automático que se pueda regular anticipadamente
de un modo automático, o sea: no se trata de determinado número de entrevistas fijas que darían cuenta en su
resolución, a partir de una secuencia pre programada, de una entrada en análisis.
Es decir, que hay algo más que ha de suceder para que la entrada en análisis se produzca, a partir de las entrevistas
preliminares.
En ese algo más está la clave de la II causa. Vamos a ver cómo podemos ceñirla hasta localizarla.
Si digo que las entrevistas preliminares son condición de entrada y que algo más tiene que suceder se puede
desprender, lógicamente, que las entrevistas preliminares aparecen ya como cierto dispositivo que habría de
permitir la entrada. Ese dispositivo habrá de construir las condiciones de analizabilidad. Para Jacques Lacan las
entrevistas preliminares cumplen una función absolutamente precisa: evaluar las condiciones de posibilidad de una
persona de soportar la apuesta analítica. Hay no sólo el dispositivo, las entrevistas preliminares, sino que ellas están
en relación de subordinación respecto al dispositivo para el cual y al cual ellas habrán de servir: el análisis.
¿A qué nos referimos al hablar de "criterios de analizabilidad"?
-A la diferencia de estructura, es decir, a una cuestión diagnóstica, a una evaluación clínica.

-A la posición del sujeto.


E.S.: Se trata de la localización subjetiva.

Tenemos dos de los elementos centrales para situar los "criterios de analizabilidad": la evaluación clínica y la
localización subjetiva. Faltaría uno más, que es consecuencia de los dos anteriores: la apertura a lo inconsciente.

Intervención:
Yo había escuchado que no hay una sola entrada en análisis sino que en un análisis hay varias entradas.
Si se utiliza la palabra apertura, es porque tiene que haber un cierre:
¿cómo relacionar "las entradas" en análisis con la apertura y los cierres del inc. a lo largo de un análisis?

E. S.: Esa es una pregunta suscitada a partir del Seminario de Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis
en el que hay una manera de conceptualizar al inconsciente especialmente en relación con la transferencia por
fenómenos de escansión, apertura y cierre, a partir de un valor secuencial y temporal; Lacan piensa el inconsciente
como una bomba pulsátil que se abre y se cierra.

Según su apreciación, se podría decir -tomando esto a la letra que habría en un análisis sucesivas aperturas y cierres.
Y si esto fuera así, ¿tendríamos entonces que concluir en que habría sucesivas entradas en análisis? Si así fuera -si
hubieran sucesivas entradas en análisis- esto implicaría que habrían sucesivas salidas, las que -por la misma lógica
previa- habrían sido motivadas por sucesivos cierres del inconsciente. Pero entonces, ¿podríamos hablar con rigor de
entradas en análisis, así, en plural? Lo verificaremos en el trayecto de este curso.

Un intento de formalización para las entrevistas preliminares.


Partiré para ello del comentario de un enunciado de J.-A. Miller, y dirá que, desde la orientación lacaniana, no
tenemos pa tterns, no tenemos patrones de conducta; tenemos principios que debemos formalizar. A lo largo de
este curso vamos a poner a prueba nuestra formalización y verificar esta aseveración a partir de casos clínicos.

¿Cuál es la hipótesis de base? Una hipótesis no sólo tiene una demostración, una tesis, sino que tiene postulados, y
vamos a trabajar con esta estructura geométrica de la lógica a partir de una hipótesis y cuatro postulados.

Para comenzar, nuestra hipótesis de base:


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"Existe discontinuidad entre las entrevistas preliminares y la entrada en análisis".
Ven que están los mismos términos que he escrito previamente en la pizarra:

Ea=> Ep
Es decir, la implicancia lo es de la entrada en análisis respecto de las entrevistas preliminares, las cuales según Lacan,
son su condición.
Podríamos escribir, inclusive, esta hipótesis de base colocando ahora entre "entrevistas preliminares" y "entrada en
análisis" en lugar del símbolo lógico de la implicación -como estaba escrito una doble barra.

Ea//Ep
Ahora escribamos la fórmula completa que dice:
"La entrada en análisis implica las entrevistas preliminares". y, agregando un punto que indica un valor de
conjunción: "la entrada en análisis implica una discontinuidad -marcada, precisamente, por esa doble barra- con las
entrevistas preliminares": (Ea =>Ep).(Ea//Ep)
Con los cuatro postulados que siguen, vamos a comenzar a localizar hacia dónde apunto con esta hipótesis.

Primer postulado:
La entrada en análisis constituye un umbral que debe ser franqueado desde las entrevistas preliminares por el
entrevistado.El umbral designa el punto de atravesamiento, un objetivo por alcanzar.

Segundo postulado:
La discontinuidad de la secuencia de las entrevistas preliminares y entrada en análisis es consecuencia de un corte
realizado por el analista al interpretar la demanda del propuesto analizante.
Ustedes se dan cuenta que el propuesto analizante significa que no se es analizante en las entrevistas preliminares.
"Analizarte" es una categoría que indica una función, pero para obtener esa función, habrá que trabajar.
Curiosamente, e invirtiendo las famosas leyes del mercado, acá, el que trabaja, paga.

Tercer postulado:
El corte efectuado -marcado en la pizarra por las dos líneas que indican la discontinuidad-implica la puesta en juego
de una categoría: la de decisión, la que requiere de un consentimiento (o rechazo respecto 1 saber).
Por lo tanto, no sólo que este procedimiento no es algo mecánico, sino que para traspasar el umbral hay que estar
concernido por algo que hace al saber, al producido en las entrevistas, a partir de una decisión.
Esto es lo contrario de un procedimiento automático; la decisión es el punto más alto de implicación subjetiva.,
¿Por qué? Porque, ni más ni menos, lleva a constituir la categoría de sujeto en torno de la responsabilidad y de la
elección; dando -de esta manera- lugar al siguiente postulado, consecuencia directa del anterior:

Cuarto postulado:
Tal decisión produce al sujeto -ésa es, en rigor, la verdadera localización subjetiva- coordinado al emplazamiento del
saber, el que dará lugar a la efectuación del inconsciente por la vía del síntoma.
Como sabrán apreciar, lo que este postulado plantea, en principio, es casi todo el desarrollo de un análisis.
Pero vayamos por partes: tal decisión respecto del saber produce al sujeto, produce un sujeto; ergo, no hay un
sujeto anticipadamente encarnado en el entrevistado -por más que sea una persona de 'carne y hueso la que
siempre llega a la cita. Cuando nos referimos `al sujeto, estamos indicando una operación de suposición que se
deberá poner en juego para que haya análisis.
El entrevistado habrá conquistado ese nombre (sujeto), pero para ello deberá perder algo.
Al dar lugar al inconsciente, el que llegue sabrá que no sólo hay mucho que no sepa de sí, sino que además sabrá que
hay un saber que o era sin que él lo sepa y que ese saber tiene consecuencias en el cuerpo, en sus pensamientos y
en su relación con los otros. Curiosamente, este sujeto no es una operación producida por la persona sino, más bien,
a expensas de ella; y que el sujeto -cuando demuestre estar coordinado al inconsciente, lo hará a partir de los
traspiés que ha de dar el que habla en un análisis.
Parafraseando un dicho popular, podríamos decir: la persona propone, el sujeto dispone.

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Hoy voy a intentar demostrar esta hipótesis y sus postulados, a partir de una viñeta clínica a la que llamaré "Sólo
una".
Un hombre joven solicita una entrevista por teléfono de un modo singular. En un tono cortés y atildado, me pide que
lo reciba por un problema muy específico que él vendría a plantearme. A continuación, impone una condición: sólo
aceptaría venir a verme si yo cumplo con su exigencia. ¿Cuál es?: que sea "sólo una". Él pretende "sólo una"
entrevista.
¿Qué hacer frente a ese pedido?, ¿cómo responder de un modo satisfactorio? Por mi parte, luego de un momento
de vacilación, acepté sus condiciones y lo cité para el día siguiente.
Debo decir que mi decisión fue una apuesta, más allá de mis propias consideraciones acerca de lo verdadero y de lo
falso; pero no menos de cierta inquietud que se apoderó de mí al prometer algo que, si todo salía bien, sería
imposible cumplir; ya que para que el dispositivo analítico funcione se necesita, como sabemos, más de una sesión y
más de una entrevista.
Nuestro entrevistado se presentó puntualmente, expresándose con meticulosidad, intentando que no se filtrasen
dudas en sus cuidadosos razonamientos. Se esforzaba para que no existieran equívocos en lo que él quería decir,
para ser más preciso aún, en lo que él había venido a preguntarme.
Pues, como él mismo lo dijo: "sólo se trata de una pregunta",
De una pregunta que él venía a hacerme y que yo debía contestar en esa única entrevista.
Su circunloquio intensificaba la intriga que había en su presentación, bordeaba el tema, preparando la formulación
de su pregunta, minuciosamente.
A todo esto, desde mi función como practicante, me encontraba -por un lado- con la dificultad de cómo no
responder puntualmente a una demanda y -por otro- inmerso en la intriga que este hombre iba creando respecto de
cuál, era la pregunta que venía a formularme. Efectivamente, se dan cuenta de que -al menos en este punto- la barra
de la división que conviene a la posición del entrevistado, estaba más bien del lado del psicoanalista: es decir, del
mío.
Esta presentación tan meticulosa que este hombre realizaba, permitía anticipar una evaluación clínica, perfilando la
estructura que -según veo- algunos de ustedes ya están susurrando: neurosis obsesiva.
Finalmente, se develó la incógnita: "el problema -dijo- transcurre en el campo del amor" (la intriga se intensificaba);
pero después de un prolongado silencio, agregó, conclusivo: "ella no quiere tener sexo conmigo; ¿podría usted
decirme por qué?"
Ésa era la pregunta y la causa de su presencia en mi consultorio. Como ustedes se darán cuenta, no sólo él tenía un
problema; ya que en tanto practicante del psicoanálisis, a mi vez, no lo tenía menos. Él no sabía por qué razón su
novia se negaba a mantener relaciones sexuales con, él, y él demandaba a un analista una respuesta.
Previamente, él ya había consultado con otro analista, de cierto renombre, que pertenece a una institución -también
muy conocida- referida a la Asociación Psicoanalítica Internacional; en aquella oportunidad, él había obtenido una
respuesta inmediata: "bueno hombre, pero ¡usted la eligió!"..
La respuesta que obtuvo nuestro entrevistado es interesante, porque indica la responsabilidad que el sujeto tiene
respecto de aquello que lo aqueja; es decir, que por su intermedio se intenta cuestionar el lugar de "bella alma" que
alguien sostiene en la queja que formula.
Pero a pesar de esta consideración -podríamos decir, verdadera- la respuesta no había servido para nada en este
caso; y lo demostraremos por un detalle clínico: este hombre no es histérico, es obsesivo; esta intervención no logró
conmover el sistema de sus conocimientos previos, de sus representaciones conscientes –es decir, que no pudo
dividirlo: situarlo n posición analizante.
Y de lo que se tratará en este curso, será de prestar átencion a los detalles, -A los pequeños ,detalles -divinos, como
prefería decirlo Jacques-Alain Miller, en su curso de la orientación lacaniana- aquellos que nos auxiliarán para
situarnos, desde las entrevistas preliminares, en pos de constituir nuestra orientación en la dirección de la cura.
Por lo pronto, nuestro entrevistado llegó a mi consulta cargando con ese saber como un saber muerto que así
caracterizaba: "me dijo eso, sí tiene razón. Ese no es mi problema."
La formulación planteada en estos términos es realmente delirante: a condición de entenderlo en el sentido que
Freud lo hacía, sin confundir estructuras clínicas, al referirse al delirio de la obsesión en el caso del Hombre de las
Ratas. Es decir, existen formaciones delirantes que no requieren de una estructuras para manifestarse. Es otro
elemento para tener en cuenta en nuestras entrevistas preliminares.
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Por otro lado, él ya me había proporcionado una clave a la que, como analista, era necesario que recurriera: "no me
diga lo que ya sé, porque no me sirve para nada, porque eso ya me lo dijo el otro"; tal la enunciación de -lo que
ahora podemos interpretar como- su advertencia al analista.
En este ejemplo, con este detalle, se aprecia una cuestión crucial: comprueban ustedes cómo el valor de verdad
verdadero-- de un enunciado puede ser absolutamente ineficaz, cómo puede pasar -absolutamente- de largo al
formularse de modo interpretativo. Con lo cual, ya estamos sensibilizándonos respecto del valor que la verdad tiene
en el análisis; estamos prestos a comprobar el modo en el que un analista puede perder la brújula si se encomienda
a la verdad como amo absoluto.
"Dígame, ¿por qué mi novia no quiere tener relaciones sexuales conmigo?": esta pregunta que -como psicoanalista-
me era, verdaderamente, dirigida, es una pregunta que transportaba un verdadero sufrimiento para quien la
enunciaba; clara en su formulación, obvia por su planteo... pero a pesar de todo eso, yo no podía -ni sabía- cómo
contestarla.
¿no decía Lacan pite no hay que 'responder ala demanda' sino 'interpretarla'
Planteada así, ¿cuál es el valor de esta frase? ¿Sería ella orientadora de la dirección de la cura, permitiría organizar la
táctica interpretativa por medio de aplicar la teoría al caso; o -por el contrario- se trataría, más bien, de una
exigencia superyoica que precipitaría a la inhibición, a la parálisis, a la neutralización de la acción analítica?
En los practicantes noveles, en los jóvenes principiantes, es aún más frecuente que en el resto de los practicantes el
hecho de quedar sometidos a esta presión, a la exigencia superyoica del Sujeto supuesto-Saber-de-los-textos; a esta
figura de goce del Otro que opera en algunos momentos de vacilación, en los que el practicante no sabe qué hacer
en ese preciso momento: "¿qué debo escuchar?" "¿Es eso que acaba de decir ese analizante, a lo que se refería
Lacan cuando escribía en el Seminario 20: "Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha?" O
bien, "¿debo anotar?" "No, no hay que anotar sino escuchar a la letra, leer lo que el analizante ha escrito".
"Pero, ¿cómo hago para anotar y escuchar lo que el analizante dice al mismo tiempo?" Y así siguen manifestándose
las imposiciones del superyó epistémico del SSS encarnado en el pensamiento.
Por eso, a veces es fácil burlarse de la técnica y de sus patrocinadores analíticos, pero es un gran error: Lacan en
algunas ocasiones lo hacía, pero nosotros no somos Lacan.
Lacan empleaba una perspectiva barroca en sus argumentaciones y en sus alocuciones, incluso hacía uso de la burla
como una categoría de la retórica.
Él siempre estuvo atento a lo siguiente: si hay reglas que configuran un proceder, ha de ser por algo; ergo -y,
contrariamente a lo que puede ser considerado a priori- las reglas que conforman el estándar de la IPA5 sirven para
algo.
- Tiempo
Pero ahora, otra pregunta: ¿para qué creen ustedes que sirve el estándar del tiempo fijo de cada sesión -
antiguamente de 50', aunque luego, en muchos casos, se redujo a 40' y luego a 30'-; las entrevistas pautadas a partir
de un número pre-establecido; el momento prescrito para efectuar una interpretación, hasta reglas para
interpretar?, ¿para qué sirve todo esto?

La instauración de un encuadre da cierto grado de seguridad. El setting puede tranquilizar, calmar la angustia de una
persona que está frente a otra sin nada que le diga, previamente, qué es lo que tiene que hacer. Son ciertas reglas
que -de alguna manera- van pautando el tiempo y el espacio de un modo organizado, y que permiten apaciguar la
relación al Otro.

Rápidamente se pueden filtrar en el encuentro analítico -como en cualquier otro- dos sentimientos que dan cuenta
de la ambivalencia freudiana: el amor y el odio (en verdad, deberíamos incorporar una tercera pasión situada por
Freud: la indiferencia). ¿Cómo sé que no voy a amar a quien tengo frente a mí y recién veo por vez primera, o que no
lo voy a odiar? ¿Y si no me gusta? Esto sucede. La cuestión es cómo responder. El encuadre tiene un valor preciso de
localización, no sólo para el analizante, sino -quizás, fundamentalmente- para el analista: situar a la "pareja"
analizante- en el encuadre para garantizar, de algún modo, el decurso del análisis. Nuestra orientación lacaniana -
que no se satisface de la seguridad del setting, del encuadre-, en un punto tiene más problemas, ya que no goza de
los parámetros, los reaseguros, las normas y procedimientos que estarían allí más a mano, para que uno, en última
instancia "sepa qué tiene que hacer con el paciente"; y esto dicho así con todas las comillas del caso.

34
Nuestro verdadero problema como practicantes del psicoanálisis, es práctico y consiste en buscar los medios para
"tomar la ocasión por los cabellos. Entonces, ¿cuál es nuestro problema? Es, por ejemplo, ¿cómo hacer... un saber
instrumental que opere -apto para cada ocasión- respetando la singularidad del caso? Ese es nuestro problema de
base: se trata de saber hacer ahí, en la experiencia analítica, con eso; porque con "saber" Freud, Lacan, Miller, a pie
juntillas y de memoria, no alcanza. Lo más factible es que cuando uno una cita, por el contrario, ésta aparezca como
una exigencia de carácter superyoico.

Curiosa forma de recuerdo la que estamos planteando: olvidar los textos. Esto sería recomendable para saber hacer
con ellos. Porque si uno está pensando en "qué diría el Otro respecto de lo que tengo que hacer ahora", esto
anonada a cualquiera. Si eso, en cambio, está implementado de un modo preciso en el hacer, ya no es el saber sino
es el "saber hacer con eso" lo que opera.

La articulación entre teoría y práctica va a atravesar todo este curso porque, en última instancia, vamos a demostrar
que es el psicoanálisis como síntoma lo que se pretende obtener por cada practicante. "El psicoanálisis como
síntoma" no se debe leer: los síntomas del psicoanalista; no se trata de promover la angustia del practicante
confrontado, en un momento de su práctica, al recuerdo - angustiante de las citas -en la manifestación surpeyoica
del Otro, a la que antes hicimos referencia; no es eso lo que se intenta promover. El psicoanálisis como síntoma
obtenido por el analizante al final del recorrido en su propio análisis: de eso se trata, de un saber hacer allí -en cada
dirección de la cura- como practicante del psicoanálisis, un saber hacer allí con eso (es lo que podemos considerar: el
saldo práctico de un análisis).

El psicoanálisis como síntoma también toma el valor de indicar que aquél que llegó a ese lugar desde la posición de
analizante y tomó el relevo de psicoanalista (como analizado) lleva el psicoanálisis como un resto incurable, fecundo
pero incurable: en esta orientación es su síntoma el psicoanálisis.

Intervención:
-Aquello que me parece que hace obstáculo, además del texto, a veces son las indicaciones en el control.
Es complicado porque uno lleva el caso y hay señalamientos. Después aparece, a veces, en el analista la idea: "¡Uy!
Tengo que estar atento a eso".

E. S.: Verdaderamente, está muy bien situado el problema: cuando el analista-control se transforma en una figura
del superyó, analizar ha de ser imposible. Ya no es solamente la cita de los textos la que intimida, sino la palabra del
supervisor que está allí, en la oreja, o como mirada -según el valor de goce que para cada uno tenga. Seguramente,
muchas veces tiene que ver con la posición misma del supervisor, pero también con la posición subjetiva del
practicante, el que a veces toma una indicación como ,una orden o una marcación, como un "habrás de hacer eso".
Toda palabra puede ser investida de un valor de significante amo, todo depende del lugar que el Otro encarne para
uno y la posición que uno tenga respecto del Otro; pero es cierto que hay cierto estilo de supervisión que es
interpretativo-correctivo.

Cuando el supervisor interviene marcando "esto no, tendría que haber dicho esto otro", el "paciente" -en el que se
ha transformado el supervisado llega al encuentro con su propio paciente en la siguiente sesión y espera que vuelva
a ocurrir el momento para -ahora sí- insertar la interpretación y hacer lo que "debería" haber hecho. El problema es
que, esa ocasión, casi nunca llega. Se pueden comprobar, entonces, forzamientos increíbles realizados para intentar
volver al tema: "¿pero usted no estaba hablando, acaso, sobre aquello que le hizo a su hermano cuando tenía cuatro
años?", "No, yo no estaba hablando de eso", dirá el entrevistado. Ciertamente el valor que puede tomar el Otro para
uno, es determinante de la relación -también transferencia la establecer entre el practicante y el analista control.

Pero quiero agregar que -creo- hay algo ahí que, estructuralmente, no funciona muy bien en la supervisión (o el
control). Tenemos dos palabras para ella y ninguna de las dos nos "gusta"; no nos gusta control, no nos gusta
supervisión.

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El control, si uno lo saca de la persona -en el sentido de "controlar a alguien"- y lo desplaza hacia el acto analítico,
suena mejor: "control del acto analítico" está bien, ya que el practicante controla, precisamente, a partir del lapsus
de su acto -tal como enseña Lacan.

Pero el término de "supervisión" es más problemático, ya que en la super-visión aparece la función de la mirada
indexada, de un modo tal que -podríamos agregar- anonada. Pero más allá del "buen" término por emplear, mi
hipótesis es que la dificultad para hallar el significante apropiado para nominar la función da cuenta de una dificultad
estructural -en el control, la supervisión o como lo llamemos.

Intervención:
-Recordaba algo que escuché en las jornadas de la Escuela de Orientación Lacaniana del año 2001. La cuestión era
cómo hacer de la sorpresa -que puede llegar a producir un analizante en el practicante- un acontecimiento. Me
parece que ahí lo que queda como operador no son ni los textos, ni el control, ni la norma sino que es el operador
deseo del analista el que puede producir esta sorpresa.

- Obstáculo:
E. S.: La cuestión de cómo transformar una sorpresa en un acontecimiento es, verdaderamente, todo el problema; es
lo que uno intenta siempre. Freud lo decía respecto de la transferencia, de un modo muy interesante. Aquello que
descubrió que era un obstáculo verdadero -porque él había tomado la dimensión imaginaria de la función de la
transferencia, al comprobar el empaste que se daba en los pacientes a partir de la ambivalencia de sus
sentimientos-, al obstáculo de los afectos, del desplazamiento afectivo, él lo transformó en otra cosa. Freud inventó
la transferencia al tratar un obstáculo que le producía sorpresas en la dirección de las curas: _¿cómo. hacer de ese
obstáculo un instrumento? Tanto fue así que lo transformó en uno de los pilares mismos del análisis. Ese ha sido el
acontecimiento freudiano con la transferencia: haber realizado de un problema concreto en la práctica del
psicoanálisis un concepto fundamental sobre el que pivotea el trabajo mismo del análisis. El acontecimiento de
Freud fue preparado ante cada sorpresa que tuvo cuando se confrontó con personas que se llamaban histéricas,
aquellas que contrariaban con sus conversiones corporales (hasta de un modo absoluto) los mapas de la
neurofisiología de la época.[3]'

Volvamos a la viñeta clínica, porque estamos en el punto de la entrevista en el cual se requería de una decisión del
analista, frente al carácter sostenido e insistente de una pregunta por parte del entrevistado.
Él decía que había aceptado acudir esa única vez y que no era solamente la única sino que era la última.
Era preciso responderle de alguna manera. Tenemos la urgencia de la prisa establecida, no por los tiempos lógicos,
sino por la urgencia del empuje de un tiempo que se acababa para alguien que viene a la consulta. Freud tenía un
recurso cuando un análisis no funcionaba, lo improvisó con el "Hombre de los Lobos" diciéndole "en tal fecha
finalizamos el tratamiento". Pero, en este caso, esa imposición, mucho más breve y compactada, venía del otro lado;
acá es un entrevistado que dice "sólo una". ¿Cuál fue mi respuesta? Manifesté mi sorpresa, no intenté ocultarla y
luego -con un gesto de interés-, lo animé a que continuara hablando. Así lo hizo y podemos -ahora sí- anticipar la
ruptura de este enigma: finalmente, la ocasión fue propicia para el psicoanálisis.

Todos sus padecimientos parecían girar en torno de esa novia que había devenido su síntoma, él sólo hablaba de
ella, sólo estaba preocupado por ella, ella era verdaderamente la causa de su angustia, de su malestar, de su
resentimiento, hasta de las variaciones cotidianas de su humor (ven cómo podemos leer ahora, más claramente, la
formulación -quizás difícil de Lacan- de que una mujer puede ser el síntoma de un hombre).

A pesar de considerarse, como él mismo lo definía, "un consagrado batallador sexual" y de tener acceso -también es
textual- a "casi todas las mujeres", ella, su propia novia, rehusaba acostarse con él.

Pero en ese momento produjo una nueva interrogación: ella lo humilla y él quiere saber por qué lo hace; como
verán, hay aquí algo nuevo, estamos avanzando en la entrevista -aunque sea "a paso de tortuga"- respecto de la
posición en juego. Ya hay, presentándose, una interpretación realizada por el entrevistado acerca de su
padecimiento: el Otro -en este caso una mujer, su novia-, lo humilla; además él supone que ella se satisface en ello,
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pero él no sabe por qué. En verdad, no está completamente seguro de su satisfacción. Cuando lo interrogo sobre
este punto dice: "me parece que a ella le gusta humillarme, pero no podría asegurarlo".

Vemos despejarse en este punto que no hay un indicador de certeza respecto de una pretendida suposición de goce
del Otro, descartando con ello un elemento diferencial para la psicosis. En verdad, es por eso que lo interrogué en
ese punto, para descartar que no se tratara de una convicción delirante (ella gozaría de él, humillándolo), bajo el
signo de la certeza que indicaría perplejidad. En el caso presente, él sabía que ella lo humillaba y suponía que a ella
eso le gustaba, creía que era un gusto de ella, pero de eso no estaba seguro.

No es para nada lo mismo la suposición de saber que la certeza del goce, y en esta diferencia transitamos la
diferencia estructural clínica entre la neurosis y las psicosis.

- Pregunta:
-¿Le preguntó por qué él decía que lo humillaba y a qué llamaba "humillación"?
E.S.: Por empezar es preciso resaltar que hemos avanzado respecto del momento anterior, allí el entrevistado suelta
un término más, el que condensa un preciso valor de satisfacción: "humilla". Más allá de que en este punto y en este
momento el entrevistado no sepa qué quiere decir con lo que dice, la localización de un significante es muy
importante, sobre todo cuando indica una condición de satisfacción.

La función de la interrogación es esencial en las entrevistas preliminares, por eso es preciso situar para qué sirve y en
nombre de qué se interroga.

Se trata de dar lugar a que la persona que habla evidencie una sensibilidad respecto a la lengua que él habita -y, muy
especial mente, a la lengua que lo habita: es decir, sin su "intención". Desde el inicio la interrogación tiene una
función de evaluación clínica, pero además se trata de que el entrevistado vaya localizando el valor de significación
que le otorga a sus síntomas. También, mientras transcurren las entrevistas, la interrogación va haciendo lo suyo
respecto de la localización de la transferencia: sitúa al sujeto en su función de representación, mientras se dirige al
analista la suposición del saber necesaria para dar inicio al análisis. Las buenas orientan la dirección de las
entrevistas.

Pero una advertencia: lo que se desprende del uso de la función interrogativa en las entrevistas es que no es en
nombre del gusto personal del analista por la significación que él hace uso de ella. La importancia del lenguaje en el
análisis fue desarrollada por Lacan en los años 50 cuando efectuó el pasaje de todo el dispositivo freudiano por la
retórica y la lingüística -especialmente, a partir de Ferdinand de Saussure y de Roman Jackobson. No es que lo hacía
por erudición o por cierta inclinación por -lo que en ese momento se daba en llamar- el estructuralismo; más allá de
un gusto singular de Lacan, él toma rigurosamente en serio que es el lenguaje el único elemento del que disponemos
para operar en el análisis.

Entonces, volvamos a la pregunta que dio origen a ubicar de la importancia de la función de interrogación.
Efectivamente: si pregunté qué era para él "humilla", a qué se refería con eso contrariando, de ese modo, la
obviedad que otorga el sentido común; para comenzar a establecer una asimetría entre la relación analítica y el
discurso corriente; ya que ¿cómo se hace, de otro modo, cuando alguien llega al consultorio para hacerle saber, sin
explicárselo, que el análisis es otra cosa que un dispositivo de charla en el que una persona habla y otra contesta y
donde las reglas de la cortesía están en juego?, ¿cómo se hace para hacer saber, sin explicitárselo al entrevistado,
que en el análisis se trata de otra cosa que del discurso común, el de la calle? Ese es un problema.

Intervención:
-Para saber con qué referente se está manejando quién habla.
E.S.: El tema del referente es un problema crucial para la lingüística y no menos para el psicoanálisis. Se trata de no
dar por sentado lo que "eso" quiere decir. Uno puede tener muchas figuraciones de un término que tiene una
resonancia afectiva, semántica tan fuerte como "humillación". Ustedes se dan cuenta de que la sensibilidad

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fantasmática de cada cual, puede hacer perder a cualquiera. Ahí tenemos entonces la función que la interrogación:
en principio localizar, quién habla y quién escucha. El practicante del psicoanálisis es, en la función analítica, el
receptor de la demanda del Otro, y es instituido en ese lugar-Otro por aquél que nos habla.

A partir de desplegar procedimientos retóricos de la lingüística, Lacan adjudica al analista el "poder discrecional del
oyente" y comprobamos aquí una aparente paradoja, ya que por un lado se trata de una función que el analista debe
emplear y -al mismo tiempo- Lacan subraya que se trata de un poder.

Aclarémoslo, si bien desde cierta perspectiva tal poder discrecional del oyente consiste en la función que permite
localizar al sujeto en el dispositivo, desde otra perspectiva sería aquello de lo que el analista debería privarse, ya que,
como ejercicio de un poder el analista-oyente tendría la clave universal del sentido, y ¿qué más "natural" que el que
escucha, al determinar el valor de significación de lo emitido por aquél que habla, intervenga desde ese poder para
imponer su parecer? Pero el término que modula el poder del oyente es el término que le sigue: discrecional, con el
que se limita el poder, reduciéndolo a una función. Lo discreto de la escucha, pero también la discreción analítica
enmarca la función lenguajera en el dispositivo.

Pero en la experiencia analítica el riesgo siempre está, y el sintagma empleado recuerda el problema: ¿cómo se hace
para no usar el poder del oyente instituyéndose en el lugar del Otro? ¿Cómo hacer para no colocarse en el lugar del
Otro que decide respecto a la significación de quien habla?

El sentido común, en ese sentido, es nuestro peor consejero. Por eso la interrogación permite abrir la obviedad
supuesta en los enunciados formulados, y, al mismo tiempo, conduce a estar atento a los pequeños detalles que
puedan dar indicadores diagnóstico de localización fantasmática -como vamos a ver, y que están marcados en este
caso.
Pero, decíamos, se "soltó" un término. Voy a escribir algo para ubicar lo que tenemos hasta ahora:

S1 → S2
"sólo una" "humilla"
He colocado el primer significante ("sólo una") que representa a esta persona, la que ha devenido sujeto por esta
misma función de representación
He colocado un signo (-,) y luego otro significante que se desprendió en ese momento ("humilla").

"Sólo una ⇒ humilla". En estos dos significantes está representado el sujeto, definido en tanto la "simple" remisión
de un significante hacia otro. "Sólo una" remite a "humilla", el que -a su vez- se hace representar por "novia".
Ustedes comprobaron que este segundo significante fue soltado luego de un momento en el cual parecía que nada
más podía decirse: "yo vengo aquí para que usted me diga por qué mi novia no quiere acostarse conmigo... usted
tiene que responderme". Ustedes aprecian que la vertiente casi natural de la respuesta iría, más bien, del lado de:
"yo nada tengo para responderle" y cuya consecuencia -casi inevitable- sería: "entonces, me voy".

Es decir, que en el momento en que surgió este significante -el segundo: "humilla"-, este S2 indica que se pudo
atravesar un impasse. Podemos agregar que en esta remisión se pasa de interrogarse: "¿por qué ella no quiere coger
conmigo?" -vamos a decirlo como lo decía él- a querer saber: "¿por qué a ella, sólo una, le gustaría humillarme?"

Luego de abundantes comentarios acerca de la "hechología” sexual (variados relatos sobre sus aventuras exitosas
con todo tipo de mujeres) surgió -de un modo imperceptible para él- un deslizamiento: pasaría de hablar de la
relación imposible con su dama para continuar haciéndolo acerca de su padre; la contigüidad del relato permitió al
analista distinguir el desplazamiento de dama a padre con nitidez.

¿Qué pasó? Estaba quejándose de ella y pasó a quejarse de él. Imperceptiblemente, en la metonimia discursiva, se
produjo este deslizamiento. Era obvio para mí, pero no lo era en absoluto para el entrevistado. Siguió hablando

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como si nada hubiera sucedido, de un modo -como dirá más adelante"perfectamente natural". Aquí se hizo
necesaria una nueva decisión por mi parte: ¿qué hacer entonces?
- ¿Interpretar? ¿No interpretar? ¿Intervenir?
Ustedes se dan cuenta de que no hay ningún cálculo previo que me podría haber informado de cómo responder, y -
menos aún garantizarme que la respuesta, que yo diera sería la aceptada.

Como recordarán, la decisión es una categoría central en los postulados de nuestra hipótesis de base. Y vemos que
no solamente corresponde al entrevistado (y luego al analizante) confrontarse con ella, sino -y fundamentalmente-
es el analista quien se halla interpelado en relación con la determinación y la realización del acto analítico, ya que es
a él al que se halla consagrado por su función. Por eso decíamos que la decisión es lo contrario de los
procedimientos automáticos: ella implica varias opciones pero una sola vía de elección.

¿Qué hice en este caso? Esperando una situación mas propicia, decidí no intervenir; es decir, dejar que el material
reprimido estuviera más asequible para la conciencia del sujeto, mientras se localizaban las condiciones de
efectuación de la transferencia -al menos ésa era mi apuesta. ¿Hice bien? ¿Hice mal?, en verdad –como del deseo se
pregona-, sólo "por sus frutos lo reconoceréis", ése es el valor de aprés-coup que tiene el acto analítico. Nunca se
sabe si una intervención en sí misma es o no es un acto analítico, solamente se sabe por los efectos producidos a
posteriori; y, para eso, hay que soportar la espera, hay que saber que en la sesión siguiente, en la subsiguiente o en
la otra, tal vez, se sabrá si la intervención realizada tuvo o no, efecto de discurso, es decir, como se dice vulgarmente
si "entró" o no lo hizo.

Ahora, ya que anticipé algo así como un interlocutor imaginario -similar a ese objetor que tenía Freud en algunos de
sus textos alguien podría decir: ¿pero Lacan no recomendaba, acaso, interpretar para situar la transferencia y no al
revés como usted parecería decir, o sea, esperar la transferencia para interpretar? Freud decía de la relación entre
transferencia e interpretación, que hay que esperar a que se sitúe la transferencia para interpretar. Lacan viene a
decir: la interpretación, sitúa la transferencia, pero también al revés, en otro momento de sus escritos. Y podríamos
plantear nosotros: ¿necesariamente una afirmación es verdadera y la otra es falsa? ¿Son dos maneras de decir: el
huevo o la gallina?

Me parece más bien que se trata de esta última formulación. Porque Lacan llega a decir, en sus últimas enseñanzas,
que la transferencia es la interpretación. Hay una función dialéctica de la interpretación bajo transferencia. A1
interpretar se sitúa la transferencia y la transferencia se sitúa mediante la interpretación y el acto analítico.

¿Cómo se localiza al sujeto en las entrevistas? No es dándole alguna silla que uno lo va a localizar. Es cierto que es
preciso interpretar para situar la transferencia; es verdad, peto no es menos cierto que debe existir un sitio -un
espacio transferencial- para producir la interpretación; por Freud sabemos hasta qué punto una interpretación
lanzada fuera de transferencia es salvaje, silvestre.

Quizás recuerden ahora -volviendo al caso- la intervención del otro analista mencionado que había sido tan certera,
como salvaje; tan precisa como fuera de tiempo. Y acá nos estamos anoticiando del valor del tiempo como variable
esencial a tener en cuenta -en las entrevistas preliminares: si la interpretación no "entra" en el momento adecuado
es como la ocasión, pasa de largo. Y ello sucede especialmente en el discurso protagonizado por los sujetos
obsesivos en los análisis, pero también en muchos otros casos, y sobre todo en las entrevistas preliminares. Por
momentos no hay cómo entrar en lo compacto del discurso con el que alguien se presenta; entonces, se trata de
cierta sensibilidad del practicante para lograr instalarse en el hueco, apenas eso se muestra para intentar intervenir
para descompletar el universo de los dichos. Pero entonces, ¿cómo se hace para descompletar el discurso de un
obsesivo? En la obsesión consolidada es muy difícil atravesar esa coraza resistencial que se produce a partir de un yo
fuerte, en el que se atenaza y a lo que se circunscribe la personalidad del obsesivo; vamos a decir, con todas las
comillas del caso: "¿cómo horadar esa defensa con la cual él nada quiere saber respecto del lugar que tiene en lo
que dice?" Él sabe lo que dice y de eso no hay nada para decir.

Intervención:

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-"No decir" puede tener carácter de interpretación.

E.S.: Muy bien. El valor de interpretación puede estar situado muchas veces por un silencio. En otros casos, por una
palabra, o por un gesto, por un corte de sesión o de entrevista; en otros por una frase que sea cita de lo que acaba
de decir el analizante (o el entrevistado). Es decir, que tampoco para esto hay una garantía absoluta la que daría el
valor de verdad de la intervención. ¿Qué hacer cada vez?

Eso está totalmente determinado por lo que acaezca en ese momento, bajo transferencia, en el dispositivo analítico,
y esto es lo que no se puede reglamentar. Hay siempre un riesgo que se pone en juego en el cálculo interpretativo,
por más cálculo que se haga. El acto analítico siempre tiene un margen de error inevitable.

El silencio, en ese caso, surtió efecto. El entrevistado volvió a cambiar de referente una y otra vez.

Continuó hablando como si nada, sustituyendo (siempre de modo imperceptible para él) el relato de sus
padecimientos con su novia por los sufridos con su padre hasta que, finalmente, pude entrar en el hueco,
descompletar sus dichos pidiéndole alguna precisión: lo interrogué por una particularidad de su nombre, ya que
cuando se había presentado telefónicamente había utilizado uno y, al presentarse en la entrevista, había empleado
dos. Me explica que omite, en general, el primero de ellos, haciéndose nombrar por el segundo. A continuación
aclara que su primer nombre es el que le ha puesto su padre, ése es el que omite, el que es el mismo de su abuelo
paterno; mientras que el utilizado por él (el segundo) ha sido el elegido por su madre; siguió hablando
inmediatamente, evitando toda fisura en su relato, dando a entender con un gesto de malestar, que lo
verdaderamente importante era lo que él estaba a punto de contar y no lo que el otro le preguntaba: ésta es una
verdadera dificultad, especialmente en el tratamiento de la obsesión.

Se ubica de este modo un rasgo muy preciso de la obsesión que dificulta, en muchos casos, las entrevistas
preliminares. Hay que poder atravesar estos momentos, en los cuales se compacta el discurso del entrevistado de tal
forma que no hay cómo dar lugar decir algo, a ubicar una interrogación que pudiera abrir la fijeza de ese discurso,
decir alguna palabra que pudiera cambiar la orientación de la certeza de lo que se dice.

Pero a continuación surgiría, ahora sí, un acontecimiento imprevisto que fue producto de un lapsus decisivo: quiere
nombrar a novia, pero en su lugar pronuncia la primera sílaba del nombre de su padre.

Se detiene sorprendido, pretende explicarse, se altera; pero continúa, a pesar de todo con su relato. Fue suficiente
un gesto de sorpresa por parte mía para motivar su aceleración logorreica.

neutralizándome antes de que yo dijera algo. Es decir, que aunque él mismo había manifestado sorpresa, se molestó
por la división subjetiva producida, carraspeó y siguió de largo como si nada, comentando la humillación que le
causaba su novia con su negativa, pasó, nuevamente, y sin solución de continuidad, a lanzar una decidida queja
sobre las privaciones que le habría hecho sufrir, desde su niñez, su padre.

Fue entonces que relató un recuerdo que, en verdad, casi no 1 era, pues él había convivido con ese pensamiento
imborrable (aunque aislado de las demás representaciones): su odio infantil por s padre, para manifestar, a boca de
jarro un desee que había reiterado desde su niñez: el de que su padre se muriera.

Intervine en ese punto para señalarle -ahora sí- la sustitución "novia"/ "padre". Frente a su sorpresa por constatar lo
obvio de mi intervención, descubrió una paradoja: su amada poseía cierto rasgos que él ya sabía cumplirían con el
ideal de mujer de su padre (lo que implicaría que él habría ofrecido la dama de sus pensamientos a su odiado padre).

En ese momento, y ante su visible emoción, le propuse finaliza la entrevista. Esperé que se incorporara, lo hizo, y me
pidió volver, a lo que accedí, ofreciéndole un nuevo horario.

Como en otros casos de obsesión: eso siempre está ahí, frente a sus narices: la carta robada está a su alcance pero
no puede servirse de ella. Tenemos, así, un elemento que permite establecer el valor diferencial de la represión en la
40
histeria y en la obsesión. Por lo dicho, en verdad en la obsesión no podemos hablar netamente de represión, su
manifestación más próxima es el aislamiento, defensa con la que el sujeto obsesivo evita confrontarse con la
consecuencia de la proximidad de dos representaciones en su conciencia.

Las entrevistas se sucedieron en torno de las privaciones que su padre le habría hecho atravesar, lo que justificaría el
odio que le profesaba. Hasta que en una oportunidad interrumpí una queja -que parecía querer desplegar hasta el
infinito- haciéndole notar la retórica de defensa que enmarcaba su relato (cuando su profesión era la de abogado).
De todos modos pretendió continuar con su alegato, cuando su atildado discurso fue agujereado por un nuevo
lapsus que volvió a sorprenderlo -lapsus producido ahora en sentido inverso del anterior-: diciendo el nombre de su
dama cuando quería decir el de su padre.

Nuevamente la sorpresa, luego un silencio, para finalizar confesando -con vergüenza- lo dichoso que sería "si al
menos una vez" su padre lo abrazara. Mi intervención interrogativa: ¿sólo una? desencadenó un llanto conmovedor.

Las dos cadenas disjuntas (padre-novia) se habían cruzado por la chispa del lapsus. Se recubrían así dos
imposibilidades que las entrevistas permitieron localizar: gozar de su dama, ser- amado por su padre. En este punto
sancioné la entrada en análisis.

Comprobamos aquí un modo de presentar la precipitación del sujeto. La localización subjetiva es producida por el
acto analítico introduciendo la dimensión del inconsciente.

En Introducción al método..., J.-A. Miller dirá:


"Tenemos que permitir al sujeto algunos engaños y no ir a buscar, inmediatamente, al sujeto en su fondo para decir
que no es verdad, que hay una contradicción. Al contrario, es preciso permitir, principalmente en las entrevistas
preliminares, que continúe mintiendo un poco en sus propios dichos... La localización subjetiva introduce al sujeto en
el inconsciente".
Creo que esta viñeta clínica puede colaborar a demostrar hasta qué punto el analista de la orientación lacaniana no
está autorizado a intervenir en el nombre de la verdad absoluta, ni en el nombre del saber referencial de ninguna
teoría (por más 'puramente' lacaniana que fuera), ni en el nombre del padre (consejo, respuesta asertiva, o
inmovilidad técnica) que le permitiría ocupar el lugar del Otro que sí sabría administrar lo que hay que hacer cada
vez. Ya bastante nuestros entrevistados padecen al Otro desde el lugar que le adjudican desde sus fantasmas, sin
saberlo.

Apuntes:
Criterios de analizabilidadd:
1.Evaluación clínica: permiten realizar el diagnostico en relación a la estructura del sujeto (psicótica, neurótica
(histeria, obsesión, fobia), perversa)
2.localizacion subjetiva/fantasmatica/de transferencia: refiere a la posición del sujeto en relación al saber del
síntoma…como asume o no su posición en el análisis, si es que se responsabiliza de lo que está padeciendo.
3.apertura a lo inconsciente: el inc., es el camino y la huella por el saber que constituye, tiene que ver con los
equívocos, lapsus, etc.

● La entrada en análisis implica la entrevista preliminar


● La entrada en análisis rompe con las entrevistas preliminares, hay un umbral que hay que dar entre estas…
este corte implica el corte por parte del analizado quien puede consentir o rechazar el conocer la causa de su
síntoma, del saber de su inconsciente, entonces el que no quiere saber, no está dispuesto a soportar esta
puesta psicoanalítica.
esta decisión de efectuar el corte por parte del analista….

La querella de los diagnósticos - Colette Soler 2003.


41
Del diagnóstico en psicoanálisis. Actualidad de la ética del psicoanálisis.
Lacan habla de los analistas y señala que tienen miedo, que tienen miedo del chiste, es decir que temen al hecho de que
puedan estar sujetados por el significante, por las palabras. En Scilicet 51, dice que en el fondo su miedo está justificado
porque “tienen el beneficio de ese destino nuevo: el de que, para ser, les haga falta ex-sistir”.

“Para ser”, entiendan ese “para ser”, como ser representante de un deseo específico; dicho de otro modo, para que haya
deseo del analista, les hace falta ex-sistir. Escrito de este modo, ex-sistir no solo quiere decir ‘estar presente en el
mundo’, porque para estar presente en el mundo alcanza con poco, alcanza con estar vivo. Para ex-sistir es preciso
añadir un decir específico a esta presencia que, por supuesto, es necesaria. La ex-sistencia de los psicoanalistas es la ex-
sistencia de un decir propio del discurso analítico, que está más allá de las propias personas.

Se trata de un decir diferente, que vehicula finalidades y, digamos, una ética diferente a la del discurso común.

Como ocurre en cualquier reunión con colegas en la que se trata de discutir, por supuesto que las posiciones se despliegan
en abanico, aunque hay dos extremos. En un extremo, están los que dicen... “somos psicoanalistas, el psicoanálisis no
es una psicoterapia, esto no nos concierne y punto”; y en el otro extremo están los que dicen... “claro que sí, el título
debe ser protegido, pidamos al Estado que reconozca el título de psicoanalista”. No voy a entrar en los detalles de los
argumentos de unos y otros.

De hecha se trata de una lucha política doble:

Es una lucha política para precisar el lugar, el papel del psicoanálisis en el campo de la salud mental y de la medicina, para
saber si está adentro o afuera del campo de la salud; y su lugar respecto de la ideología del derecho a la salud, ya que
nos encontramos en el marco de una ideología así; es un frente de batalla.
Quisiera remarcar un poco ambos extremos de este dilema.
¿Podemos aventuramos diciendo que “el psicoanálisis no es una psicoterapia”? Es verdad, no es una psicoterapia, sin
embargo observo que los psicoanalistas reciben las mismas demandas que los psicoterapeutas, las demandas generadas
por los síntomas y el sufrimiento que produce nuestro malestar. El psicoanálisis transforma estas demandas en otra
cosa, pero son las mismas. Por otra parte, muchos analistas no solamente analizan sino que trabajan en instituciones,
con todo lo analistas que son, se piensa que no practican, psicoanálisis en las instituciones, sino que se limitan a
responder al síntoma que encuentran y hay que decir que en ocasiones hacen lo mismo que los psicoterapeutas. En el
mejor de los casos los psicoterapeutas escuchan -no siempre es así-, otros hablan. Entonces, aventurarse con el slogan
“el psicoanálisis no es una psicoterapia”, no solo sería borrar a los psicoterapeutas (no tenemos ningunas ganas de
borrar a los psicoterapeutas, eso está claro), sino que sobre todo sería un poco -hacía esta comparación- como un local
de comestibles con un cartel que al frente anunciara “aquí no se vende comida”.

Lacan“el psicoanálisis no es una terapéutica como las demás”.

En efecto, no vendemos psicoterapia -si me permiten la expresión- pero aceptamos demandas terapéuticas y, en
consecuencia, tratamos demandas terapéuticas. Las tratamos efectivamente, más allá de la escucha
psicoterapéutica. Podemos precisar aún más diciendo que el psicoanálisis presenta dos aspectos indisociables. Es una
exploración del inconsciente, consiste en construir, construir con la palabra; consiste en explorar los significantes, las
palabras, los deseos que circulan en el inconsciente: es su vertiente epistémica. Y es un hecho que, al mismo tiempo,
obtiene modificaciones en los síntomas: es lo que llamamos terapéutica. Resulta muy importante señalar que las dos
vertientes son indisociables. En el psicoanálisis se curan los síntomas por la exploración del inconsciente, es nuestra
diferencia, formulada de modo muy simple respecto a las simples psicoterapias de la escucha, del consejo, del
consuelo y tutti quanti. Es por eso que creo que no se puede disociar al psicoanálisis de su alcance terapéutico, el que
además da testimonio del inconsciente lenguaje.

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Para hacer existir el psicoanálisis puro -el psicoanálisis del psicoanalista-, algunos quisieran sustraerse, quisieran
situarse como excepción, quisieran extraterritorializarse de los problemas del discurso contemporáneo. Hay otros
que estarían dispuestos a dejar de ex-sistir, en el sentido de producir un decir específico, el del discurso analítico,
para estar presentes en el mundo, para seguir presentes en el mundo. Se trata de dos respuestas a un mismo
dilema: cómo ex-sistir al discurso corriente común en su forma capitalista actual sin desaparecer, esta es la cuestión.

No creo que se pueda dejar de lado la psicoterapia, acabo de decirlo, y no creo que se pueda esperar que el
Estado se transforme en el gran Otro del psicoanálisis.

Un siglo de diagnóstico psicoanalítico.


En tanto seguimos la enseñanza de Lacan no podemos prescindir del diagnóstico. En general lo justificamos en
función de la posible psicosis del paciente que nos consulta. Por lo tanto, en principio me gustaría hacer un breve
recorrido por el panorama de lo que voy a llamar “las variantes de la sintomatología en el psicoanálisis”.
El psicoanálisis ha tenido -ya tenemos un siglo de psicoanálisis- evoluciones en el nivel de la sintomatología. No
llamo ‘sintomatología’ a la configuración de los síntomas, ya que sabemos a ciencia cierta que los síntomas cambian
según el contexto de discurso, son históricos, siempre se habla de esto, y el propio Freud se dio cuenta de esto. En el
fondo, Freud se dio cuenta perfectamente de que lo que llamaba psicología individual y psicología colectiva, eran
solidarias una de la otra.

Hoy en día diríamos más bien que los individuos uno a uno, están sujetos a un mismo discurso. La
sintomatología es otra cosa, se trata de la conceptualización de los síntomas, o sea el saber que se construye, o si lo
prefieren y utilizando un término simple de la teoría psicoanalítica, la teoría que se elabora acerca de los síntomas.
Las teorías clínicas (ya que hay varias) no son simplemente teorías causales, explicativas, sino que comienzan en el
plano de la designación, de la identificación de los síntomas, con la cuestión de saber a qué se le llama síntoma.
Retomaré esto un poco más adelante.

Desde los inicios del psicoanálisis, Freud y sus colegas se plantearon la elaboración de una teoría clínica propia
del psicoanálisis, diferente de las teorías clínicas de la psiquiatría.

Se trataba de saber si había una clínica psicoanalítica propia del discurso analítico, que no fuera simplemente la
clínica psiquiátrica de ese tiempo. Una clínica psicoanalítica propia, en sentido fuerte, suponía dos cosas: una
nosografía propia, es decir una identificación de los síntomas propia; y también, en segundo lugar, teorías
explicativas propias.

· Les recuerdo la evolución de la historia respecto a estas cuestiones.


De entrada es posible constatar que Freud, Lacan, Melanie Klein -en ella es menos claro, pero pienso que
también es el caso-, construyeron su clínica derivándola de la clínica psiquiátrica; es decir que, en líneas generales,
retomaron las categorías diagnósticas de la psiquiatría: psicosis, neurosis y perversión. Ya saben que todos los
primeros textos de Freud referidos a las cuestiones de la psicosis, son diálogos acerca de sus dos grandes vertientes:
paranoia y esquizofrenia. Pueden seguirlos con facilidad. Ocurre lo mismo con las grandes vertientes de las neurosis:
histeria, obsesión y fobia. De entrada, la perversión fue la más polimorfa. Por otra parte, cada una de estas
categorías, están históricamente unidas a un gran nombre de la psiquiatría clásica: Kraepelin a la paranoia, Bleuler a
la esquizofrenia y Krafftc-Ebing a la perversión y -para resumir-, digamos que Charcot a la neurosis de base que es la
histeria.

Tanto Freud como Lacan retomaron esta nosografía, al menos al principio. Por lo demás, La- can partió de la
psicosis mientras que Freud lo hizo de la neurosis. No obstante, a pesar de todas estas diferencias, Freud y Lacan
realizaron la misma operación: retomaron la nosología psiquiátrica, sus términos, el mapa de trastornos aislados por
la psiquiatría, y procuraron construir una teoría psicoanalítica de esa nosografía.

43
Esto se ve con mucha claridad en Freud. Desde el principio efectúa una operación muy simple: toma el mapa de
los síntomas y se pregunta cuál es la incidencia del inconsciente descubierto por él mediante el análisis de las
neurosis, en cada uno de los síntomas. Si bien con algunos titubeos en los primeros años, responde con la noción de
psiconeurosis de defensa, teoría unitaria de las psicosis y las neurosis. Después, en Freud, puedo seguirse paso a
paso la puesta a punto de la investigación acerca de los mecanismos diferenciales, aunque hubiera partido de una
teoría unitaria.

Lacan retoma las categorías diagnósticas. Lacan pone en marcha el proyecto de repensar todos los fenómenos
de la neurosis, de la psicosis y de la perversión a partir de la estructura del sujeto en tanto determinado por la
estructura del significante y del discurso.

Todo esto me resulta completamente claro en la historia del psicoanálisis, salto los matices. En 1973, en la
Introducción a la edición alemana de los Escritos, Lacan continúa en esta posición, y dice en la página 15 de Scilicet
52 “hay tipos de síntoma, (...) hay una clínica [él llama clínica a la descripción de tipos]. Solo que resulta que esa
clínica es de antes del discurso analítico”. Ya no pueden admitirse con tanta claridad los tipos clínicos aislados por la
psiquiatría. Y por lo tanto su pregunta permanece, todavía en este texto: ‘'¿puede demostrarse que los tipos clínicos
responden a la estructura?” -entiendan allí “responden al efecto del lenguaje”-.

Me gustaría hacer dos comentarios acerca de la posición de Lacan en el 73, ya que todo esto podría demandar
una interpretación.

En efecto, en el ’73, Lacan no se refiere en absoluto a la nueva sintomatología del DSM. Ahora bien, el DSM-I se
publicó en el ’52, no sé si lo recuerdan, ¡es antiguo! El DSM-II se publicó en el ’68. En el ’73, evidentemente Lacan no
lo desconocía, sin embargo no lo mencionó para nada... ¿Qué quiere decir esto, cómo entenderlo? Mi hipótesis, no
voy a explicarla con mucho detenimiento ahora, es que tal vez en contra de lo que se cree, la clínica de la psiquiatría
clásica y la clínica del DSM no son tan de los DSM en el campo de la psiquiatría, es evidente.

Mi segunda observación es que Lacan no se refiere en absoluto a loe nuevos síntomas que nos obsequia el
capitalismo, estos síntomas a los que hacen tanto caso los psicoanalistas de hoy en día y que llaman “los nuevos
síntomas”. Hoy en día se hace mucho hincapié en los nuevos síntomas, en la serie depresión, abulia, toxicomanía,
trastorno de la oralidad, pasaje al acto... y hay preocupación porque presentan manifestaciones rebeldes, más
rebeldes a la transferencia, resistentes para emprender un análisis. Pero observen que toda la serta designa
trastornos de conducta que afectan, directamente al deseo o a los goces pasionales: depresión y abulia son modo de
deflación del deseo; toxicomanía, trastornos de la oralidad y pasaje al acto son la pulsión en acción... No son
síntomas que tengan que ver con el desciframiento. Los síntomas y los trastornos de la conducta no son lo mismo, el
psicoanálisis descifra síntomas construidos por trastornos directos del deseo y de la pulsión (el psicoanálisis en su
origen freudiano).

¿Qué es lo nuevo, entonces, como para que los psicoanalistas se quejen tanto de estos trastornos? Creo que los
encuentran más que antes, por dos razones que en los años ’70 no estaban presentes en absoluto.

Porque han salido de sus consultorios, los psicoanalistas ya no se reducen ahora al cuerpo de los psicoanalistas
liberales. Están, un poco por todas partes, en esas instituciones donde se encuentran sujetos que tal vez tengan la
oportunidad de encontrar un analista en la institución, pero que -en general- no van a buscarlo...

Y además está la publicidad que se le hace al psicoanálisis en la televisión, en la prensa, en los libros, en fin... en
todos los medios de comunicación; eso no puede compararse con lo que pasaba hace veinte, treinta o cincuenta
años atrás. Se propaga en la opinión pública la idea de que el psicoanálisis es un recurso a mano para quienes tengan
algo que no marcha, por eso cada vez más se reciben sujetos, diría “por malentendido”, que no hubieran consultado
hace treinta años -esto es lo que ha cambiado, me parece-. ¿Hay de qué preocuparse? Dejo que ustedes lo juzguen,
44
Señalo ahora -es otro breve punto- el grao contraste con lo ocurrido en la corriente de la IPA. Por medio de
algunos de sus miembros, no todos, los psicoanalistas de la IPA trataron de inventar categorías sintomáticas nuevas
a partir de la experiencia psicoanalítica.

Podemos criticar esas categorías -algunos incluso pueden decir que “es porque no conocen la psiquiatría”- dado que
han venido sobre todo de los Estados Unidos. De todos modos, sería un poco insuficiente quedarse con eso, pero es
cierto que cuando Winnicott produjo su "self", cuando otros produjeron las “personalidades como sí” las
“personalidades narcisistas”, las “personalidades borderline”, no eran categorías de la psiquiatría clásica, se focaron
a partir de su experiencia del psicoanálisis. No eran ni neurosis ni psicosis, venían del psicoanálisis. Lo que aquí digo
no impide que se critiquen estas categorías -de las que no soy parte interesada-, pero hay que reconocer que
intentaron crear una sintomatología propia del discurso psicoanalítico. Sintomatología pragmática sin duda, pero no
obstante específica del discurso analítico.

Para concluir con este panorama, me gustaría decir algo de lo que llamaré “las variantes de la sintomatología
lacaniana". Acabo de indicar que Lacan conservó la misma posición hasta el ’73. Pero avanzó un paso más en su
última enseñanza, a partir del momento en que introdujo el nudo borromeo, empezando justamente en los años
’72-’73. Ahí introdujo, hablando con propiedad, una nueva sintomatología; es decir, nuevas designaciones de los
síntomas y una nueva construcción teórica para tratar de dar cuenta de eso. Lo más extraño, en fin, extraño... es que
no nos referimos a ella casi nunca. Nos referimos a ella para estudiar la cosa, eventualmente para dictar
conferencias, pero en la práctica, cuando se trata de hablar de un caso, las últimas elaboraciones de Lacan se utilizan
muy poco -cuando digo “se”, me refiero a los lacanianos- Nos referimos, seguimos refiriéndonos con preferencia a
las elaboraciones anteriores. Especialmente en la psicosis, vamos directamente a De una cuestión preliminar..., al
Seminario 3: está claro que no seré yo quien disuada de estudiar tales textos, son la base, pero nos quedamos un
poco estancados, ¡es lo menos que se puede decir!

-Es preciso reconocer que Lacan realmente no desarrolló una clínica borromeana, sólo la introdujo.

-Introdujo en primer lugar lo que él llamaba “enfermedad de la mentalidad”.

-Asimismo introdujo el “sínthoma [sinthomé] Joyce” que no es el “síntoma [symptome] Joyce”, aunque hay algo
en este texto extremada y rigurosamente preciso, que podría llamarse una nueva formulación de un tipo de síntoma
completamente inédito.

En otra ocasión -pero en este caso se trata realmente de una cosa muy pequeña- él pudo decir, siempre en el curso
de una presentación de enfermos: “es una psicosis lacaniana”.

¿Por qué lo dijo? Porque se trataba de un sujeto que, si mal no recuerdo, alucinaba y deliraba a la vez, pero deliraba
con una especie de cosmología que incluía a lo simbólico, lo imaginario y lo real -era el propio sujeto quien lo
nombraba de este modo, y no me parecía sospechoso de haber leído mucho, de haberlo copiado-. ¡Era muy
sorprendente! Por eso Lacan dijo “es una psicosis “lacaniana”. Fue una ocurrencia, pero sirve para mostrar que a
partir de un cierto momento Lacan comenzó a abordar los fenómenos clínicos con su nueva idea concerniente a los
registros de lo imaginario, lo simbólico y lo real.
· Polémica sobre el uso del diagnóstico.
Antes de abordarlo, por hoy, una vez visto el panorama de la evolución de la sintomatología en el psicoanálisis,
quisiera pasar a otro aspecto: el uso de diagnósticos, el uso práctico ante el paciente. Se trata de otra cosa que el
mapa nosográfico o la teoría de los tipos sintomáticos. Hay una viva polémica respecto de este tema, es decir toda
una corriente de pensamiento que rechaza dos cosas.

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En primer lugar, la necesidad del diagnóstico en psicoanálisis. Algunas personas piensan que el diagnóstico es
inútil en el discurso psicoanalítico, que no se debería utilizar el diagnóstico. Pero también, y es enrevesado, están
quienes denuncian el uso del diagnóstico como un abuso, lo que no es del todo lo mismo.

Lo menciono en el principio del curso y posiblemente no vuelva a hablar de esto porque no es en absoluto un
tema de actualidad: esta corriente pertenece un poco al pasado.

Proliferó mucho en los años 70, pero la época actual es más bien “diágnosticista”, se diagnostica bien o mal, a
diestra y siniestra. Los mismos pacientes lo demandan: “dígame lo que soy, dígame lo que tengo”, quieren etiquetas,
tal vez eso los tranquilice ante el desconcierto reinante.

Sin embargo todavía se escuchan voces que combaten los diagnósticos en psicoanálisis.

Tomando las cosas de la manera más positiva, la menos polémica, pues... ¿de dónde viene el problema? Creo que se
comprende muy bien si se remiten a los análisis que Michel Foucault hizo en su libro El nacimiento de la clínica En
ella Michel Foucault estudiaba la clínica psiquiátrica, no la clínica psicoanalítica, y caracterizó la actividad diagnóstica
de una manera que considero justa: diagnosticar es hacer entrar el caso singular en una especie general. Foucault
resaltó que era una medicina de lo visible, de lo mostrable, que implicaba el ojo clínico, el ojo del clínico que a partir
del siglo XIX ha ido incluso más allá del campo macroscópico, llegando hasta lo microscópico con la
anatomopatología.

La sintomatología de la mirada siempre es una sintomatología del Otro, establecida por el médico. En la psiquiatría
se hace hablar al paciente, sin duda alguna, pero en la medida en que a través de lo que dice pueda entregar los
signos de la especie mórbida a la que pertenece. En su palabra no se buscan las huellas de un sujeto, sino las huellas
de su

enfermedad. Es por lo tanto un hétero-diagnóstico, un diagnóstico que viene del Otro y en elcual la palabra en
absoluto es constituyente, simplemente es el vehículo de los signos'.

Enseguida se pone de manifiesto que hay un problema con el psicoanálisis porque en él se acoge el síntoma
constituido de una manera muy distinta. Cuando digo “se acoge el síntoma” quiero decir el síntoma que puede
tratarse, no quiero decir simplemente el que se nos presenta, e incluso tal vez es seguro que no todos pueden
tratarse.

El síntoma que puede tratarse está constituido de modo muy distinto, es un síntoma necesariamente auto-
diagnosticado. En el psicoanálisis es un síntoma aquello que el sujeto considera como síntoma. Mientras no
considere un rasgo como síntoma, este permanecerá inerte, permanecerá como un enclave en la palabra analizante.
Hay entonces una disyunción entre la presencia o la ausencia de los síntomas buscados por el médico, y aquellos que
permiten entrar en el psicoanálisis.

Además, y debido a esto, creo, se plantea en la entrada la cuestión de la demanda. Sabemos de sobra que la
demanda que permite entrar en un análisis no es cualquier demanda. Esta cuestión es muy importante precisamente
porque no cualquier estado del síntoma se presta a la elaboración analizante. Podría decirlo de otra manera: solo es
un síntoma tratable aquel que se presenta como un significante de la transferencia, es decir que suponga un sujeto.
Esto no se ve, no atañe a la clínica de lo visible. Que un malestar cualquiera, lo que no marcha para el sujeto,
presuponga al sujeto, no es visible.

Por eso el mismo síntoma definido en la clínica psiquiátrica, en la clínica de la observación -ya sea una conversión,
una fobia, en fin...- puede o no convertirse en síntoma analítico. El hecho de fabricar la forma analítica del síntoma,
es una transformación.
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Esto puede expresarse de diversas maneras: lo denominado ‘síntoma’ en la clínica de la observación no se denomina
forzosamente ‘síntoma’ en la clínica auto-diagnosticada del sujeto. O incluso más: lo que el Otro social no soporta o
lo estigmatiza (y la psiquiatría forma parte del Otro social), no siempre coincide con lo que no soporta un sujeto
dado. En este sentido, la palabra, los dichos del sujeto, son constituyentes del síntoma que puede tratarse con el
psicoanálisis. Solo el sujeto puede decir lo que no marcha para él, aunque ignore la causa; por supuesto que tal vez
tratará de descubrirla. En ocasiones algo no marcha, y encuentro que este caso es mucho más demostrativo, cuando
por otra parte todo va bien.

Por eso muy frecuentemente los neuróticos se hacen tratar como enfermos imaginarios. Un “enfermo imaginario” es
un enfermo subjetivo, es decir que el discurso común dice de él “lo tiene todo para ser Feliz”, pero no, algo no
marcha. Aquí se aprecia una considerable diferencia entre el síntoma visible, aquel que el psiquiatra puede
diagnosticar -y eventualmente también el psicoanalista-, y el síntoma invisible, aquel que el sujeto vive, o sea entre
el síntoma observado y el síntoma subjetivo.

Hace poco recibí a una persona así, era muy interesante, tenía 47 años, lo que empieza a ser... la mitad de la vida.
Una persona que había triunfado en todo. Me decía a mí misma que me gustaría saber qué diría un analista de la IPA
ante una persona así. Porque si se buscan sus criterios de adaptación al discurso y al mundo, todo va bien: el marido,
los hijos, la carrera exitosa, incluso excepcional, aptitudes manifiestamente fuera, de lo común. Y sin embargo piensa
en el psicoanálisis desde hace mucho tiempo, y finalmente llega porque junto a este “todo va bien”, algo o todo va
mal. Entonces, ¿qué pasa? Esto es un síntoma posiblemente tratable con el psicoanálisis, no se sabe adónde irá a
parar, pero en cualquier caso se trata de una configuración que pone de manifiesto la profunda diferencia, en la
entrada misma, entre la clínica psiquiátrica y la clínica psicoanalítica.

Creo que esta diferencia, tomándola lo más positivamente posible, explica por qué ciertos analistas piensan que el
diagnóstico previo es inútil, ya que es en la elaboración de la palabra donde el síntoma puede desplegarse, pero el
síntoma que se observa en la entrada no es interesante para el psicoanalista, y que en el fondo sólo interesa aquello
que se revela bajo transferencia en los dichos del sujeto.

· La ética de los diagnósticos.


Trato de explicarme la tesis de la inutilidad del diagnóstico para ser complaciente. Pero hay otra cara de la tesis que
denuncia el abuso del diagnóstico. Existe un problema de ética en los diagnósticos, acerca del cual me gustaría decir
algunas palabras.

Para resumir la tesis de quienes lo denuncian, el diagnóstico sería una especie de abuso del saber en provecho de
otra cosa; dicho de otro modo, es la idea de que el ejercicio clínico, que es un ejercicio de saber, solo es la
justificación del goce del clínico MF.

· ¿Cuál es la tesis de Michel Foucault?


En principio, estigmatiza la posición del poder del psiquiatra tomando su referencia, digamos, lejos en el tiempo,
esencialmente en el siglo XIX y en los inicios del XX. Hay allí textos extremadamente convincentes que él cita, y en los
que se ve, en efecto, que los psiquiatras de esa época no se consideraban sólo hombres de saber, sino rectificadores
de las desviaciones morales y sociales. Foucault estigmatiza el poder del psiquiatra sobre el pobre psiquiatrizado que
está a su merced. Y también aísla dos empresas que llama despsiquiatrización y que coloca en un mismo plano: la
farmacología y el psicoanálisis, en tanto ellas despsiquiatrizan y tocan efectivamente algo del poder moral del
psiquiatra. En efecto, todo esto es para hacer una apología, una verdadera apología, de la antipsiquiatría que sería la
única en haber desarmado efectivamente el abuso psiquiátrico.

47
Esta tesis de Michel Foucault me parece bastante representativa de una tesis que circula en un cierto número de
autores, tesis del abuso inherente al diagnóstico que hace del saber una justificación del goce. Allí no se trata tanto
ya del goce de la mirada, sino del goce del poder.

Ciertamente, Michel Foucault no pertenece al campo del psicoanálisis, pero sí encuentra tales ecos en el propio
campo del psicoanálisis. Leí el libro de René Major, que se llama La démocratie en cruauté, introduce la noción
siguiente: “la hospitalidad incondicional del analista”. Es una muy bella noción, hay que decir que se trata de una
práctica que se pierde, la hospitalidad, condicional o incondicional. Él introduce esta idea, que al principio parece
muy simpática, y luego dice: “la hospitalidad incondicional al paciente me hace prescindir de todo lo que puedo
saber, jamás sé bastante, toda aprehensión nosográfica del otro, toda etiqueta que le haré llevar (entonces, es la
hospitalidad incondicional la que excluye toda mirada nosográfica) sería un dispositivo inmunitario (¡escribe bien!)
contra toda llegada imprevisible, inesperada, sorprendente y sería para decirlo todo una medida de hospitalidad
limitada” -cuando leemos esto, decimos “äh, sí”... Solamente en las llegadas imprevisibles, inesperadas y
sorprendentes, puede ocurrir por ejemplo el suicidio de un sujeto melancólico... lo que ya es un problema. Él agrega:
“la hospitalidad incondicional mantiene en reserva todo saber, y toda inquisición”.

Es una tesis muy fuerte, él dice que la posición nosográfica es inquisidora. Un poco más adelante dice que esta
hospitalidad excluye el cálculo, la anticipación y lo apropiable. Todo esto, cálculo, anticipación, previsión en la clínica,
es puesto en la cuenta de lo que él llama la crueldad, que es un nombre del goce del poder.

Finalmente, René Major probablemente tenga razón en el marco ya fijado, ya dibujado del psicoanálisis del sujeto
neurótico. En ese mareo se puede sostener lo que él plantea. Es bastante cercano a lo que decía Freud cuando
invitaba a olvidar todo lo que se sabe para abordar cada caso como si fuera el primero. También se trataba de la
hospitalidad condicional, pero no antes de la entrada en análisis, sino después.

¿Qué podemos retener nosotros de esas críticas? ¿Diagnóstico inútil o abusivo? Nosotros, en tanto que alumnos de
Lacan, estemos persuadidos de la necesidad del diagnóstico previo para saber si la persona que recibimos puede o
no beneficiarse con el proceso analítico, y de qué modo.

Ustedes saben que Freud pensaba que el psicoanálisis era inoperante para la psicosis.

Esa no es exactamente la posición de Lacan, ni la de los postfreudianos; la posición de Lacan es muy simple: el saber
clínico orienta la acción. Si no se sabe cómo está construida una psicosis, cuáles son sus condiciones y la naturaleza
de sus fenómenos, entonces -como él dice al final de su texto De una cuestión preliminar “se remará sobre la arena”,
dicho de otro modo: entraremos en actividad en vano. Remar sobre la arena es inútil. Si sólo fuera inútil, no es
grave; pero también puede ser peligroso, y esto es más molesto: les doy un ejemplo (hay otros) cuando debemos
vérnoslas con un sujeto melancólico, que puede parecerse tanto a un neurótico en ciertos momentos, más vale
darse cuenta y no imaginar que la palabra es mi remedio para todo. En ocasiones, también puede haber necesidad
de medicamentos y, probablemente, del refugio hospitalario. Allí, “la hospitalidad incondicional” sería más bien
culpable.

Para concluir sobre esto, la necesidad del diagnóstico es solidaria del racionalismo de la orientación lacaniana, es
decir del postulado según el cual la relación analítica con su experiencia de palabra y el instrumento del lenguaje por
un lado, y por otro el campo que ella trata, a saber los síntomas, ambos -relación analítica y síntoma- están
regulados; es decir que hay leyes, mecanismos, y por ello un cálculo posible. Evidentemente el cálculo no lo es todo,
no excluye la incidencia de la causa subjetiva singular propia de cada uno donde reside lo incalculable. Lo mejor que
se puede hacer en el psicoanálisis es un cálculo que le de lugar a lo incalculable.

Quisiera ahora subrayar lo siguiente: en todo diagnóstico -y probablemente se trate de algo que los que denuncian al
diagnósticos han percibido- hay algo que excede el mero juicio de saber. Vale más seguramente que el diagnóstico
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sea ajustado, pero ajustado o no, implica siempre un juicio ético y un juicio ético no es un juicio de saber. Si ustedes
prefieren, se podría decir un juicio de gusto, retomando el término de Kant. Esto se, capta muy bien en la época
actual cuando se escucha hablar del síntoma de la homosexualidad. Los psicoanalistas hablan del síntoma de la
homosexualidad, es el ejemplo actual para captar verdaderamente que en los diagnósticos no sólo está el elemento
de saber.

Hay fenómenos discretos que muestran esta dimensión de juicio ético en el diagnóstico, y en principio una cosa muy
simple: ser diagnosticado es siempre muy desagradable. Se habla del que hace el diagnóstico, pero también está el
que resulta diagnosticado. Y en ocasiones ser diagnosticado puede producir mucho desamparo.

Y luego está la práctica del diagnóstico salvaje, que es frecuente: nos tratan de totalmente loco, histérico, paranoico,
esquizo... Que en lo cotidiano se pueda hacer este uso es un índice de que hay un uso posible del diagnóstico como
injuria, especialmente en los ámbitos informados psicoanalíticos y psiquiátricos, es decir que también hay
diagnósticos de pasillo, murmullos que dicen “usted sabe, Fulano es un...”. Estas pequeñas huellas discretas de lo
cotidiano deben ubicarse en una estructura mucho más general y que Lacan formuló muy simplemente: “todo
significante injuria al sujeto”, es decir que todo juicio que atribuye un significante a un sujeto ejerce violencia sobre
ese sujeto. Lo que quiere decir que ei carácter injurioso no se sostiene tanto del sentido del significante como a la
predicación misma, la predicación que viene del Otro, otro que formula “tú eres esto o aquello”, ya sea positivo o
negativo. Ese “esto o aquello”, el significante predicado, injuria al sujeto. Esto quiere decir que reprime y que aliena
su ser propio. Hay una violencia de la predicación y la predicación del diagnóstico no escapa en absoluto a esta
estructura general. Las palabras que se nos imputa nos violentan.

En este sentido si diagnóstico es lo opuesto al nombre propio -no me refiero al nombre propio como el patronímico
que se lleva, sino a una definición del nombre propio como un nombre que identifica los rasgos de uno mismo como
singulares, único, impredicables justamente, y que no se promueve sino por la vía de los actos y las obras-. Es lo que
permite decir que el nombre propio ex-siste al Otro: no es un significante del Otro, incluso si hacen falta muchos
otros para rubricarlo. No todo sujeto tiene un nombre propio. Y no estoy lejos de pensar que un análisis digno de ese
nombre, si comienza con la injuria del diagnóstico previo necesario y del que dependen las indicaciones del análisis,
debería terminar con un nombre propio, para permitir al sujeto aprehender lo que para él fija su ser singular fuera
del
Otro, fuera de la alienación.
Todo esto para decir que no hay por qué esconder el rostro, reconozcamos la violencia del diagnóstico. Si tuviéramos
que elegir entre violencia y no violencia sería muy simple, pero no es ese el caso, debernos elegir entre dos tipos de
violencia, y entonces hay una violencia del diagnóstico que no debe ser la última palabra de nuestra práctica, pero
que no obstante es necesaria para evitar los desastres.
Por su parte, Lacan no tenía el hábito de ignorar la realidad y nunca disimuló el juicio ético que implicaba en sus
categorías diagnósticas. Es muy impactante, él explicitó paso a paso cómo las categorías diagnósticas implicaban
evaluaciones éticas, ya evoqué eso.
Podemos seguir esa evolución: vemos por ejemplo que al principio tiene mucha simpatía por el neurótico y habla de
él como de una víctima conmovedora (¡muy amable por su parte!), es decir que ve en los neuróticos sujetos que
tienen dificultad con su deseo (es el caso) pero que por eso mismo, puesto que tienen dificultades -virtud del
síntoma- revelan que el deseo mismo implica esas dificultades. No solamente son ellos quienes tienen dificultades, el
deseo mismo vehiculiza dificultades estructurales y no solamente ellos las reveían, dice Lacan, sino que las tienen
presentes, y agrega -este es el juicio ético- que eso no los ubica tan mal en la escala humana.
Evidentemente, una evaluación tal, vista hoy desde el informe Cléry- Melin, por ejemplo, que quisiera hacer pasar a
todo el mundo por el rasero de la normalidad, se podría decir que es un juicio que nos gustaría volver a encontrar.
Pero Lacan, que valorizaba al síntoma neurótico tanto que estaba elaborando la dimensión del deseo en la
experiencia, hace otra evaluación cuando comienza a interesarse por lo que no es el deseo sino el goce, y retoma un

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término que Freud subrayó en la palabra del Hombre de las Ratas, el término “vileza”, “cobardía”. Es decir que el
neurótico, por el
hecho de la represión, de la defensa y tutii quanti, recula cuando se trata de reconocer y de asumir su propio goce.
Y de golpe, en ese año, ’67, elogia al perverso diciendo que “afronta la impasse sexual desde mucho más cerca”.
Entonces, ustedes ven que en esas dos etapas Lacan explícita el juicio del diagnóstico en función de la perspectiva
que toma para el diagnóstico.
Por eso, creo, que es siempre útil, en cada juicio de diagnóstico que ustedes profieren o que escuchan proferir,
interrogar no solo su pertinencia nosográfica, sino el punto de perspectiva desde dónde el síntoma resulta evaluado.
Es lo que siempre queda silenciado, estamos obligados a sacarlo a la luz si queremos percibirlo, y allí hay que
reconocer que la ética del diagnóstico no es la misma en el psicoanálisis y en la psiquiatría. Esto no es sorprendente.
-Para el psiquiatra en tanto que agente de la salud mental, los diagnósticos, poco o mucho, en último análisis,
refieren siempre a la adaptación social, a la peligrosidad o no.
-La evaluación, ética del diagnóstico psicoanalítica no tiene ese referente, sino que se refiere a lo que apunta el
psicoanálisis: a saber encontrarse en el inconsciente -ese es si deber analítico-. Es un deber relativo a su discurso, ¡no
es un deber en general! Podemos interrogarnos en efecto en cuanto al diagnóstico, acerca de la forma en la que un
sujeto singular responde al destino que la arma su inconsciente, cómo se sitúa respecto de su verdad, y cómo se
ubica respecto del goce real que él tiene tendencia a desconocer más o menos.

Concluyo sobre esta cuestión del abuso del diagnóstico. Creo que quienes denuncian el uso de los diagnósticos se
equivocan de blanco. En el plano epistémico y práctico, tenemos necesidad de los diagnósticos bajo la pena de ser
irresponsables. El abuso posible, si hay alguno, es un abuso a nivel de la predicación ética y de lo que inspira el juicio
ético que es interno al diagnóstico. Ahí, efectivamente, puede haber usos del diagnóstico poco recomendables.

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