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CONTENIDO

1. El escepticismo intelectual
2. El café Canith Haven
3. Luchando con la fe
4. El agnóstico profeso
5. ¿Tomó prestado el cristianismo de la mitología
pagana?
6. Una caminata por el Sendero Katy
7. ¿Cuándo “produjeron” la Biblia?
8. ¿Tiene la Biblia errores?
9. Infalibilidad
10. En contra de lo sobrenatural
11. La ayuda de Jamal
12. ¿Cuándo se escribió el Nuevo Testamento?
13. La prueba bibliográfica
14. ¿Qué ocurre con los “errores” de la Biblia?
15. La prueba de la evidencia intema
16. Joseph Smith, Mahorna y otras afirmaciones de
verdad
17. Nick
18. La prueba de la evidencia externa
19. ¿Se lo inventaron los discípulos?
20. El Canon
21. Un servicio fúnebre en Portland
22. Volver a pensar la verdad
23. ¿Qué ocurre con los demás evangelios?
24. El verdadero evangelio

Notas

Dedicado al Dr. Robert Saucy,


mi profesor y mentor diñante tres años.
Que siempre me desafió a amar a Jesús,
estudiar las Escrituras y perseguir la Verdad.
Josh

Dedicado al Dr. Norman L. Geisler y


al Dr. Daniel B. Wallace
Dave
Uno
EL ESCEPTICISMO
INTELECTUAL

M e d ia d o s de septiem bre
-¿C U Á N TO S de ustedes se criaron en Texas?
Cerca de la mitad de la clase levantó la mano.
—Bueno, me alegro. Mi esposa y yo hemos disfrutado
nuestra vida aquí en los últimos doce años. Hemos apren­
dido algunas cosas también. Por ejemplo, aquí en el sur, es­
pecialmente aquí en Dallas, la hebilla del Cinturón Bíblico,
no nos atrevemos a cuestionar la autoridad
histórica de los libros de la Biblia, ¡o es­
tamos condenados a ir al infierno!
Sonaron algunas risitas en el peque­
ño auditorio. El Dr. William Peterson,
Profesor Distinguido de Estudios Religio-
sos y un renombrado experto en la crítica de textos antiguos,
era muy conocido por sus opiniones. Sonriéndose con ir onía,
continuó: “Honestamente, aprecio la preocupación que estos
fundamentalistas, católicos y evangélicos tienen por su alma,
y creo que son genuinamente sinceros, pero han sido sincera­
mente llevados a conclusiones erróneas”.
Nick, un estudiante del primer año de la Universidad
de Opal, prestó mucha atención a lo que el Dr. Peterson
dijo a continuación. “Los cristianos conservadores nos
juzgan con premura a nosotros los académicos por nues­
tras opiniones, pero la pregunta que les hago es: “¿Cuál
es la base histórica para creer que la Biblia es sin duda
la Palabra infalible de Dios?” Deseo saber qué es lo que
los persuade a realmente creer que las copias de la Biblia
traducidas hoy se acercan siquiera a lo que fue escrito ori­
ginalmente. Suena como algo bueno y fidedigno, ¿pero
cuáles son los datos? Eso es lo que vamos a explorar aquí.
¿Están listos para los datos?”
La sala quedó en silencio, mientras que el profesor ha­
cía una pausa para crear mi efecto. “Estos son los datos en
los que coinciden los principales eruditos de todo el país.
Ni siquiera tenemos las palabras que estos cristianos fu n ­
damentalistas nos dicen que Dios inspiró de manera infa­
lible. Así es. Lo único que tenemos son palabras copiadas
por escribas: algunas veces correctamente pero, por cierto,
no siempre. Tenemos copias plagadas de errores que están
a siglos de distancia de los originales y que son diferentes
a ellos de mil maneras distintas”1.
El corazón de N ick se aceleró al escuchar al pro­
fesor que contradecía lo que el pastor de su pueblo en
la Iglesia Comunitaria de Park Springs le enseñaba a
la congregación. En su espíritu, sintió que este era el
momento de ser valiente y defender al Señor. “ ¡Eso no
es cierto!”, declaró. “Cómo se atreve a cuestionar la Pa­
labra de Dios”.
El profesor, algo sorprendido por la interrupción del
alumno, respondió amablemente. “Muy bien, por qué no
nos dices qué es verdad. ¿Qué es lo que no es cierto de lo
que acabo de decñ?”
Nick, sintiéndose ahora avergonzado y puesto en un
aprieto, levantó la voz. “Bueno, yo soy un cristiano y creo
que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios. ¡Acepto que
es la Palabra de Dios, por la fe\ Hebreos dice: ‘Sm fe es
imposible satisfacer a Dios’ y, dado que Dios es soberano
y nosotros no somos más que seres humanos, ¿quiénes so­
mos para cuestionar su soberanía? Además, la Biblia tam­
bién dice: ‘Toda la Escribirá es inspirada por Dios y útil
para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir
en la justicia a fin de que todos estén siempre preparados
para dar una respuesta”.
El Dr. Peterson se sonrió y asintió con la cabeza. “Ad­
miro tu fe personal y preocupación por citar porciones de
Hebreos 11 y 2 Tnnoteo 3. ¿Me podrías recordar por favor
bi nombre?
— Soy Nick.
—Me alegr a mucho que estés en esta clase, Nick. Re­
cuerdo cuando yo solía memorizar esos mismos versícu­
los. Mirando hacia el pasado, pienso que fue cuando con­
curría a la Academia Cristiana Calvino durante mi tempra­
na adolescencia.
Al notar la mirada de sorpresa de Nick, él continuó:
—Dicho sea de paso, Nick, pienso que 2 Timoteo 3
termina diciendo: “a fin de que el siervo de Dios esté en­
teramente capacitado para toda buena obra”. Quizás, tú lo
estabas combinando con 1 Pedio 3.15, que menciona el dar
mía respuesta o defensa. Eso está bien y realmente no tie­
ne importancia. Lo que yo estaba diciendo anteriormente,
Nick, es que no podemos estar realmente seguros que el li­
bro original de Hebreos y que la carta de 2 Timoteo hayan
verdaderamente dicho las palabras que acabas de citar y que
ambos hemos memorizado. Nosotros no tenemos el “origi­
nal” de la Biblia. Las Biblias que ni y yo poseemos han sido
radicalmente cambiadas en los últimos dos mil años.
— ¡No lo creo! — exclamó Nick.
— ¿De veras? ¿Te importaría enseñamos entonces? —
pidió el distmguido profesor. El resto de la clase murmu­
raba, enojados con este cristiano grosero y tan categórico.
—Bueno, este —tartamudeó Nick— . Uno no puede,
este, quiero decñ que no son sólo las palabras, Profesor.
Dios continúa cambiando vidas. Yo experimento la pre­
sencia de Jesús en mi vida todos los días. Y ... este... ah sí,
recuerdo que cuando fui a un campamento de jóvenes en
Tyler, un ex ateo nos dio una charla y nos dio su testimo­
nio y compartió que nosotros tenemos evidencias arqueo­
lógicas y antiguos manuscritos históricos, o copias de la
Biblia, que confirman la Palabra de Dios. Profesor, ¡esta
persona que era atea es ahora un cristiano!
Nick afirmó esta última parte con confianza, creyendo
que el Espíritu Santo lo había ayudado a terminar con más
fuerza que cuando había comenzado.
—Nick. sin duda es verdad que tenemos manuscritos
o copias de las primeras epístolas y evangelios que fueron
escritos, pero la cuestión es ¡qué clase de manuscritos son!
Yo lie mirado personalmente algunos de esos manuscritos,
Nick, y la cantidad de variantes, o diferencias, entres las
diversas copias escritas a mano es enorme2. La mayoría de
los emditos en el país han llegado a reconocer estos he­
chos. Por ejemplo, un hombre que respeto, Bart Eluman,
el director del departamento de religión de la Universidad
de Carolina del Norte en Chapel Hill, ha publicado algu­
nas obras académicas excelentes sobre la crítica de textos.
El Dr. Peterson se acercó irnos pasos más a sus es­
tudiantes y se sentó en su banco cerca de la primera fila
donde estaba sentado Nick.
—Nick. admiro tu fe sincera y respeto tu religión,
pero el propósito de esta clase es el de estudiar la religión
de manera histórica. Alumnos, permítanme hacerles una
pregunta. ¿Dónde está la Biblia original que Dios inspiró?
¿Está en algún museo? ¿Acaso hay alguien que lo sepa?
¿Nick? ¿Alguno de ustedes?
La clase estaba en silencio y, a esta altura, Nick se
había quedado callado también.
—Vamos, alumnos, únanse a la conversación. ¡Cual­
quiera puede hablar y ayudar a Nick en esto!
Después de irnos momentos algo incómodos, el profe­
sor continuó: “Está bien, Nick. Nadie lo sabe. Escúchenme
alumnos. Nosotros no tenemos el original. No hay eviden­
cia alguna que iu i “Dios” haya inspirado estas cartas. Si
este Dios de la Biblia existiera y fuera todopoderoso, ¿no
creen que ya habría aclarado toda nuestra confusión? Por
ejemplo, si ustedes se criaron yendo a la iglesia como yo, o
como nuestro amigo Nick, la Biblia de ustedes tiene proba­
blemente cuatro evangelios en el Nuevo Testamento. Pero,
¿sabían que hay muchos otros evangelios que no fueron
incluidos? ¿Qué del Evangelio de Tomás, o los evangelios
de Felipe o de María Magdalena?3
—Alumnos, me preocupan vuestras creencias perso­
nales. Pero también me preocupo de vuestra honestidad
intelectual en todas las áreas, incluyendo la historia de la
religión. Desearía tener el tiempo suficiente para explicar­
les todo esto hoy, pero seguiremos con el tema a medida
que avance el semestre. El mensaje del cristianismo no es
nada nuevo ni único. Cuando yo comencé a estudiar li­
teratura bíblica en mis cursos de posgrado, descubrí que
las historias de dioses que morían y resucitaban, los naci­
mientos de vírgenes y los hacedores de milagros estaban
ya diseminados por todo el mundo conocido cuando se
escribieron los evangelios4. En nuestra próxima reunión,
conversaremos sobre estas cosas con más profundidad.
Pueden retirarse.
Dos
EL C A FÉ C A R U T H
HAVEN

NICK SALIÓ DE la clase furioso y frustrado.


Mientras pasaba por el edificio de ciencias, escuchó una
voz familiar: “¡Nick! ¡Nick! ¿Cómo estás?”
Se dio vuelta y vio a Andrea, una estudiante de biolo­
gía que había conocido el primer día de orientación, que
cruzaba el parque para alcanzarlo.
—Hola, Andrea —dijo Nick.
—Nick, ¿estás bien? Pareces verdaderamente molesto.
—Estoy bien, Andrea. Es que mi profe­
sor de religión, Dr. Peterson, dijo algunas
cosas con las que no concuerdo.
•^-¿Tienes al Dr. Peterson? ¡Me
encantaba su clase cuando lo tuve el
año pasado! ¿Qué fue lo que dijo?
—Me cuesta explicarlo. Es que no coincidimos en al­
gunas cosas. Vaya, ¡qué ideas raras tiene!
Andrea sonrió.
—Nick, eso es lo que tú me dijiste la primera vez que
entablamos una conversación espiritual, ¿recuerdas? Es­
toy segura de que todo estará bien. ¿Seguimos siendo ami­
gos, verdad? Mira, estoy en camino al Café Caruth Haven
para estudiar por unas horas. ¿Por qué no vienes conmigo
así podemos conversar sobre ello?
Nick miró su reloj y luego asintió con la cabeza.
—Está bien. Tengo un rato antes de mi siguiente clase.
Más tarde, en una mesa junto a la ventana, Andrea be­
bió un sorbo de su café y mirando a Nick le dijo: “Enton­
ces, ¿qué piensas, Nick? ¿Qué fue lo que el Dr. Peterson
dijo?
—Andrea, tú sabes que yo tengo una relación perso­
nal con Jesús, ¿verdad? Yo creo que las Escrituras fueron
inspiradas por Dios y que Jesús es el camino, la verdad y
la vida. ¡Pero el Dr. Peterson nos dijo que la Biblia ha sido
cambiada y que las Biblias que tenemos hoy día no son
siquiera verdaderas!
—Nick, entiendo que esto te resulte difícil, pero yo
tomé su clase y estoy segura de que el Dr. Peterson tiene
razón.
—Aquí comenzamos nuevamente —dijo Nick con un
suspiro.
—Nick, la Biblia ha sido cambiada, pero sigo aún
pensando que es un libro que inspira como las obras de
Homero, Virgilio y Platón. Yo entiendo completamente lo
que estás pasando. Fue duro para mí aceptarlo hasta que
comencé a leer otros libros religiosos fuera de mi propio
círculo. Cuando concurrí a la Academia Sta. María en el
secundario, ninguno de mis profesores de teología me di­
jeron cómo eligió la iglesia católica qué libros poner en la
Biblia. Tampoco me dijeron que las copias de la Biblia que
usan tanto católicos como protestantes han sido drástica­
mente transformadas a lo largo de la historia, a veces de
manera intencionada por los líderes religiosos. Sin embar­
go, esto tiene sentido ya que han sido copiadas una y otra
vez durante más de dos mil años.
Nick miró por la ventana, mordisqueando la cucharita
de café.
—Hay otra cosa, también —continuó Andrea—. ¡Mi
iglesia nunca me dijo que la historia cristiana plagió y pi­
dió prestado de los mitos cristianos que circulaban mucho
antes del cristianismo!
— ¡Ah, el Dr. Peterson dijo algo acerca de eso tam­
bién! De todas maneras, ¿qué es todo eso? ¿Es eso de lo
que habla Dan Brown en sus novelas?
—Nick, es historia. El Dr. Peterson nos contó muchas
otras historias: Mitra, Apolonio, Sabbati y otros. ¿Has vis­
to el video de YouTube llamado Zeitgeist, The Greatest
Story Ever Sold?
—¿El qué?
—Está bien, mira esto.
Andrea giró su MacBook para que Nick pudiera ver el
fragmento. El se colocó sus auriculares, oprimió el botón y
comenzó a escuchar acerca de líderes religiosos a lo largo
de la historia que habían tenido características de vida simi­
lares a las de Jesús. El video implicaba que el cristianismo
simplemente plagió historias de otras religiones que esta­
ban circulando años antes del nacimiento de Jesús. Nom­
bre como Atis de Grecia, Krishna de la India, Dionisio de
Grecia y Mitra de Persia estaban incluidos en el video. El
narrador describía cómo, basándose en la astrología, cada
uno de estos líderes religiosos había nacido de una virgen el
25 de diciembre, habían sido descubiertos por una estrella
en el oriente, habían sido adorados por tres reyes, habían co­
menzado a enseñar a los doce años, habían sido bautizados
en el ministerio a los treinta, habían tenido doce discípulos,
habían llevado a cabo milagros, eran conocidos como el
“Cordero de Dios” y “La Luz” y habían sido crucificados,
sepultados y habían resucitado al tercer día.
Nick se quedó mudo durante todo el video, salvo un
momento en que puso los ojos en blanco y dijo: “No lo
puedo creer”.
Al final del fragmento, Nick la miró a Andrea y le
dijo: “Oye, digan lo que digan el Dr. Peterson y ese estú­
pido video de YouTube, yo igual creo que la Biblia es la
Palabra de Dios, ¡por fe \”
Nick no quería admitírselo a Andrea, pero por unos
pocos segundos, él había cuestionado la veracidad de sus
creencias cristianas.
—Andrea —continuó Nick—*-.. La Palabra de Dios no
va a regresar vacía y yo confío que su Espíritu habla a
través de mí cuando no sé qué decir. Aun cuando no tenga
todas las respuestas, Dios es soberano y está cambiando
vidas mediante su Espíritu. Además, es probable que ese
video no sea más que un engaño. Me tengo que ir, Andrea.
Tengo que ir a mi clase.
Andrea lo observó mientras él llenaba su mochila
Antes de levantarse de la mesa, Nick le preguntó:
“Oye, ¿vas a ir a esa fiesta el viernes?*®
— ¿Qué fiesta?
—La de Jessica —respondió Nick.
— ¡Sí! Estaré allí, ¿y tú? No pensé que eras alguien a
quien le gusta tomar alcohol.
—No tomo alcohol, pero ya sabes, Dios me ha lla­
mado a ser sal y luz. ¡Incluso Jesús comió y bebió con
pecadores como tú, Andrea! Es tan sólo una broma, pero
Jesús dijo que no son los sanos los que necesitan un doctor,
sino los enfermos.
—Nick, eres un bobo, pero me gustas. Quizás tengas
algunas opiniones anticuadas de la Biblia, pero al menos
eres auténtico.

Pasaron varias semanas y, a medida que Nick iba co­


nociendo mejor al Dr. Peterson, comenzó a abrigar dudas
sobre su fe. En cierto sentido, todavía buscaba ser un “tes­
tigo cristiano” y compartir un mensaje de arrepentimiento
y confianza en Cristo, pero a veces se sentía desalentado.
No sólo no había “conversos”, sino que le resultaba difícil
reconciliar sus creencias con lo que estaba aprendiendo en
clase. Poco a poco, a medida que hablaba menos de Jesús
y aprendía más sobre la falta de fiabilidad de la Biblia,
comenzó a alejarse de la fe conservadora con la que se
había criado.
Una noche, en otra de las fiestas de Jessica, Nick bebió
algunas cervezas más de lo anticipado. Al rato, comenzó
a tener contacto físico con Jessica. Todo comenzó con ro­
ces mientras bailaban muy apretados una vieja canción de
Jay-Z; luego se besaron en el jacuzzi después de haberse
ido los demás. Tres semanas y varias citas más tarde, Nick
hizo algo que estaba seguro decepcionaría a sus padres
y su antiguo pastor de jóvenes si se enteraran. Perdió su
virginidad. Para la mayoría de los jóvenes de diecinueve
años, esto no parece gran cosa, pero para Nick era enorme.
Lo acosó la culpa y sintió que se había vuelto contra Dios.
Años antes, en una conferencia para jóvenes de su iglesia,
Nick había prometido no tener relaciones sexuales antes
del matrimonio. Ahora había roto su promesa y violado su
compromiso.
Tres
LU CH A N DO
CON LA FE

LA SEMANA SIGUIENTE, 18Mk llamó a Duane,


el pastor de jóvenes de la iglesia de su pueblo. Cuando el
verano anterior, Duane estaba liderando el grupo de res­
ponsabilidad de Hiiig ¡Éte último sftílía confesarle cuando
no tenía sus “momentos de devoción” o cuando luchaba
con los deseos de la carne.
—Duane, necesita hablarte sobre un par de oqmhl
—Seguro, Nick, ¿qué anda pasando?
—Duane, ¿crees realmente que la
Biblia que tenemos hoy día a verdad?
—Por supuesto, Nick.
—¿Por qué crees eso?
—¿Me hablas en serio? La Biblia
es el libro más increíble del mundo.
La Biblia proporciona sabiduría y mi vida es una
prueba viviente de que eso es verdad.
Nick había escuchado eso antes y solía decirle lo mis­
mo a la gente.
— Sí, ¿pero cómo sabes que es confiable, Duane?
— ¿No recuerdas lo que te enseñé durante el verano?
La Biblia es cierta debido a lafe. Jesús dijo que sin fe nunca
entraremos en el reino de los cielos. Sean cuales sean las cir­
cunstancias, el amor de Dios no cambia. ¡Tienes que creerlo
y seguir adelante! ¡No dejes que el diablo te aleje, Nick!
—Duane, yo solía pensar de esa manera, pero últi­
mamente he tenido muchas dudas. He revisado incluso
los versículos que aprendimos el verano pasado, pero no
significan nada para mí. El Dr. Peterson, mi profesor de
religión, ha estudiado algunas de las copias más antiguas
de la Biblia disponibles y dice que hay cientos de miles
de diferencias en las copias5. También dice que hay otros
evangelios que fueron escritos por personas como Tomás,
María y Judas, y que la mayoría del cristianismo lo to­
maron prestado de la mitología pagana. ¿Sabías acerca de
todo esto?
Duane no contestó inmediatamente.
—Nick, Cristo no nos ha llamado a ser perfectos o a
saber todas las respuestas. El nos llama a ser genuinos y
auténticos. Sigue confiando en Él y Él te mostrará el ca­
mino.
—Quizás tú puedas orar por mí, Duane. Durante las
primeras semanas que estuve aquí, sentí que estaba cami­
nando por un sendero muy estrecho, no bebiendo alcohol
o mirando pornografía, pero recientemente he estado ha-
ciendo ambas cosas, y ... bueno, conocí a esta muchacha y
pasé más tiempo con ella de lo debido.
—¿Te acostaste con ella?
Nick vaciló. “Bueno, no enseguida, pero congenia­
mos y las cosas fueron bastante rápido y ... me acosté con
ella hace un par de días. Lo hice una sola vez, pero me
siento muy mal por ello, pero además estoy teniendo algu­
nas serias dudas, Duane”.
—Nick, lamento escuchar esto, pero recuerda: Dios
te ama. Por cierto, no conozco todas las respuestas, pero
la Biblia dice que “si confesamos nuestros pecados, Dios,
que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de
toda maldad”6. Me doy cuenta de que estás luchando, así
que no te olvides de que Dios nos llama a luchar bien. No
somos perfectos; necesitamos confesar nuestras deudas y
pecados. Tú me los confesaste a mí y Dios recompensará
tu honestidad. Si te sientes tentado nuevamente, llámame
y podemos orar juntos. Sigue leyendo la Palabra, por fe ,
¡aun cuando no la entiendas! Por cierto, acerquémonos
ahora mismo al Señor en oración.
Después de que el Pastor Duane oró, Nick se sintió
alentado y esperanzado de que podía avanzar con fe. Tam­
bién decidió que su equivocación sexual con Jessica no
volvería a ocurrir más, pero su decisión no duró por mucho
tiempo. En las semanas siguientes, Nick encontró una y
mil excusas para estar a solas con ella y varias veces vol­
vieron a tener intimidad sexual. Los sentimientos de culpa
que había tenido al principio estaban ahora reprimidos y,
de una manera nueva, todo le parecía bien. Jamás había
conocido a una muchacha tan hermosa, ni jamás había
sentido anhelos tan profundos. Sus hábitos incluían aho­
ra bebidas alcohólicas fuertes, y bebía regularmente con
Jessica y sus amigos. Sin embargo, aunque dedicado por
entero a Jessica los sábados por la noche, de vez en cuando
concurría a una iglesia cercana los domingos por la noche.
Lo hacía sentirse mejor y le daba algo espiritual que decir­
les a sus padres cuando llamaban.
En noviembre, Nick estaba cada vez más de acuerdo
con las ideas teológicas del Dr. Peterson y leía la Biblia
más críticamente, aunque tratando de sacar inspiración de
sus palabras. Siempre había amado la poesía de los Sal­
mos, pero en cuanto a escuchar cualquier instrucción es­
pecífica o advertencia en las Escrituras, Nick ya no sentía
la necesidad de tomar esas palabras literalmente. Recono­
ció que había sido descortés con el Dr. Peterson durante
las primeras semanas de clase y el Dr. Peterson actuó con
amabilidad, respondiendo a todas sus preguntas y trayen­
do calma a cualquier confusión que aún persistiera. Alentó
a Nick en su potencial académico e incluso invitó a Nick
y Jessica a cenar a su casa para que él y la Sra. Peterson
pudieran llegar a conocerlos mejor.
Durante las festividades navideñas, Jessica dejó de
responder a sus llamadas telefónicas. Cuando finalmente
lo llamó, fue para romperle el corazón al anunciarle que ya
no podían estar juntos. Nick comenzó a deprimirse y su fe
quebrantada sufrió un nuevo ataque severo.
“¿Por qué, Dios? ¿Por qué?” oraba Nick. "Ella es la
primera muchacha que he realmente amado. ¿Por qué has
permitido que me ocurriera esto? Si tú etvs real, ¿por qué
siempre complicas mi vida? ¿Te agrada entristecerme?”
Los padres de Nick estaban preocupados con su de­
presión y su andar con el Señor. Su padre se inquietó so­
bremanera cuando descubrió que Nick estaba leyendo el
libro de Bart Ehrman, Misquoting Jesús: The Story Behind
Who Changed the Bible and Why. [Citando mal a Jesús: La
historia detrás de quien cambió la Biblia y por qué].
Pero la preocupación de su padre no era nada en com­
paración con las lágrimas que inundaron los ojos de su
madre cuando Nick le dijo: “Es posible que la Biblia sea
cierta para ti, pero no lo es para mí”.
Cuatro
EL A G N Ó S T I C O
P R OFESO

A FINES DE ENERO, Nick era un agnóstico profeso:


alguien que no sabe si Dios existe. Aunque N ick no podía
estar de acuerdo con un completo ateísmo, se sentía traicio­
nado por el cristianismo. Por ejemplo, cada vez que le hacía
preguntas a su pastor o a sus padres sobre las variantes en la
Biblia, ellos no tenían respuesta. El Dr. Peterson no sólo le
daba buenas explicaciones, sino que además estaba personal­
mente interesado en Nick, invitándolo incluso para
cenar en varias ocasiones. El pastor de Nick,
que siempre estaba predicando acerca
de “comunidad” y “autenticidad”, ni
siquiera podía recordar su nombre.
Nick tenía muchas preguntas.
Si Dios existiera , ¿acaso desearía que
creyéramos en una mentira y que tan sólo tuviéramos una
fe ciega? Al pastor de jóvenes de Nick le gustaba hablar
sobre cuán grande es Dios. Siempre decía que, como se­
res humanos pecaminosos, no podemos saber mucho por
cuenta propia. Si somos pecaminosos y depravados en lo
que respecta a nuestro conocimiento, se preguntaba Nick,
¿cómo puede estar tan seguro mi pastor de sus conoci­
mientos? ¿Cómopodemos saber si la Biblia es la Palabra
de Dios? Y si Dios es todopoderoso, ¿por qué no convence
a todo el mundo que la Biblia es cierta? ¿Por qué hay
tanta confusión?
Debido a la amistad del Dr. Peterson, su eficacia como
comunicador y su competencia en el asunto, Nick se ins­
cribió con entusiasmo en su curso sobre Crítica Religiosa
de los Textos Bíblicos que se dictaba durante el semestre
de la primavera. Uño de los requisitos del curso, un impor­
tante ensayo de veinte páginas, avivó la imaginación de
Nick. Deseaba ponerle como título El plagio de la Biblia:
Cómo robó la Biblia de la mitología pagana, así que pasó
por la oficina del Dr. Peterson para escuchar su opinión. Al
entrar, casi se choca con un hombre afroamericano alto y
corpulento, que estaba justo apagando las luces.
—¿Sabe usted si el Dr. Peterson estará hoy en su ofi­
cina? —preguntó Nick.
—En realidad, estará ausente toda la semana. Su her­
mana tuvo algunos problemas de salud repentinos, así que
el Dr. Peterson se marchó a Oregón esta mañana y no re­
gresará hasta el lunes.
—Ay no, cuanto lamento escuchar esto — dijo Nick.
Espero que no sea nada grave.
El hombre asintió con la cabeza y esperó que Nick
continuara.
— Mi nombre es Nick. Estoy tomando la clase de Crí­
tica Religiosa de los Textos Bíblicos este semestre y de­
seaba conversar con el Dr. Peterson acerca de mi ensayo
de investigación.
—Encantado de conocerte, Nick. Mi nombre es Jamal
Washington. Soy el nuevo ayudante de enseñanza del Dr.
Peterson.
—Contento de conocerte — dijo Nick—. Espera, ¿di­
jiste que eres Jamal Washington? ¿Cómo el Jamal Washin­
gton, que era receptor abierto de Notre Dame?
Jamal se rió. “Por cierto que tienes buena memoria”; '
— ¡No lo puedo creer! ¡Recuerdo que te veía en ESPN
cuando yo estaba en la escuela intermedia! No era aficio­
nado de Notre Dame, ¡pero tú eras asombroso! Me sentí
tan frustrado cuando te lastimaste el hombro.
—Qué amable de tu parte —dijo Jamal con una sonri­
sa—. En ese entonces, yo también estaba bastante frustra­
do. Un movimiento equivocado y allí se fueron mis sueños
de jugar en la NFL. Yo vivía para el fútbol, pero pienso
que el Señor usó esa experiencia para ayudarme a concen­
trarme más en El y reevaluar mis prioridades.
Nick estaba sorprendido de enterarse que el ayu­
dante de enseñanza del Dr. Peterson había sido una
estrella de fútbol. Demasiado avergonzado como para
admitirlo, no podía imaginarse que un jugador de fút­
bol tuviera una de las becas estudiantiles doctorales más
prestigiosas del ámbito universitario. Cambiando rápi­
damente de tema, le preguntó: “Así que, Jamal, ¿qué
has estado haciendo desde que te graduaste de N otre
Dame?”
—Bueno, veamos. Completé mi maestría de cuatro
años en el Seminario Teológico de Dallas, trabajé con uno
de mis profesores favoritos en crítica de los textos bíblicos
y di charlas regularmente en conferencias. Ultimamente, he
estado estudiando y examinando los manuscritos bíblicos.
Jamal hizo una pausa y luego dijo:
—Nick, me gustaría escuchar acerca de tu ensayo,
pero justo me estaba yendo a tomar mi café matutino.
¿Tienes tiempo para venir conmigo? Podríamos conversar
sobre tus ideas y me gustaría conocer tus pensamientos
sobre la crítica de los textos bíblicos y de la Biblia.
—Seguro, ¡vamos!
Nick no podía creerlo. Estaba por entablar una con­
versación religiosa con un hombre que en una época había
sido considerado el mejor receptor abierto del fútbol uni­
versitario.
Cinco
¿ T O M Ó P R E S T A D O EL
C R I S T I A N I S M O DE LA
M ITO LO G ÍA PAGANA?

NICK ESPERO que Jamal tragara su primer sorbo de


café y luego le dijo: “Estoy pensando en llamar a mi tra­
bajo E l plagio de la Biblia: Cómo robó la B iblia de la
m itología pagana
—Interesante —dijo Jamal.
Bebió otro sorbo y luego dijo: “Estoy curioso, ¿qué
fuentes académicas vas a citar para documentar que la Bi­
blia robó de la mitología pagana?
—Este... no estoy seguro. Todavía no en­
contré ningún recurso, pero no tendría que
ser demasiado difícil hacerlo. Leí una de
las novelas de Dan Brown y vi un es­
pecial en el History Channel. También
miré un video de YouTube llamado...
— Zeitgeist — rió Jamal mientras completaba la frase
de Nick.
—Nick, estoy seguro de que es un video muy popular,
especialmente en las residencias universitarias, pero yo
tendría cuidado de aludir a él en la universidad. Ese video
está considerado una broma en los círculos académicos.
Hay sólo un pequeño grupo de profesores que aún creen
que el cristianismo tomó prestado de la mitología pagana,
y recientemente no se ha publicado nada académicamente
sobre el tema.
—Sin embargo —agregó Jamal con una leve sonri­
sa—, si puedes encontrar documentación histórica, eso
constituiría una magnífico ensayo. ¡Buena suerte!
Nick no estaba seguro de qué decir.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, incluso en los círculos más progresistas de
académicos religiosos — en el mundo de las ocho univer­
sidades de más prestigio de los Estados Unidos (Ivy Lea-
gue) por ejemplo— esta idea de que el cristianismo toma
prestado de la mitología pagana no es definitivamente tan
popular como solía serlo antes. Lo único que vemos ahora
son novelas y videos de YouTube con ninguna documen­
tación histórica. Las editoriales académicas no están pu­
blicando nada sobre el tema porque simplemente no hay
evidencias.
—¿No hay evidencias?
—Nick, he enseñado sobre este tema a grupos univer­
sitarios a lo largo y ancho de todo el país. Los estudiantes
están fascinados con ello, y por lo tanto se quedan natu­
ralmente sorprendidos cuando cito al Dr. J. Smith de la
Enciclopedia de la Religión’. “La categoría de dioses que
mueren y resucitan, la cual solía ser un tema relevante de
investigación erudita, tiene que entenderse ahora como
algo totalmente inexacto basado en reconstrucciones ima­
ginativas y textos extremadamente tardíos o altamente am­
biguos”7.
Nick comió un bocado de su pastel.
—Déjame que te explique con más detalles. El Dr.
Greg Boyd, que obtuvo su doctorado en el Seminario
Teológico de Princeton, y el Dr. Paul Rhodes Eddy, que
obtuvo su doctorado en Marquette, están de acuerdo con
Smith. Aguarda un segundo y te leeré algo de ellos.
Jamal sacó su Kindle y encontró una página que tenía
marcada.
—Bueno, aquí está. “La categoría misma de antiguos
dioses que mueren y resucitan ha sido cuestionada por la
mayoría de los eruditos contemporáneos. En breve, cuan­
do se analiza cada uno de estos mitos en detalle, resulta
que no hay una muerte verdadera, no hay una resurrección
verdadera o no hay siquiera un verdadero dios\”8
—Eso es interesante —comentó Nick mientras bebía
su café.
Jamal continuó: “Y aunque en algunos pocos casos
hubiera algunas menciones de muertes, no se mencio­
na ciertamente ninguna resurrección. Uno de los libros
escépticos más populares sobre el tema fue escrito por
Tim Callahan, editor de Skeptic M agazine y autor de The
Secret Origins o f the B ible, [Los orígenes secretos de
la Biblia], y es más de ‘nivel popular’ que académico”.
Jamal apagó su Kindle y sacó su computadora.
—Nick, recuerdo mirar un video sobre F aith Under
Fire9 [Fe bajo fuego] sobre este tema. Déjame buscarlo
en el Internet así lo puedes mirar. Sólo dura unos pocos
minutos.
Nick miró cómo Lee Strobel, un graduado de la Univer­
sidad de Yale y antiguo reportero del Chicago Tribune, entre­
vistaba a Tim Callahan, editor de religión de Skeptic Magazi-
ne y al Dr. Gary Habermas, quien preside el departamento de
filosofía y teología de la Universidad Liberty y quien obtuvo
sus dos doctorados de Michigan State y Oxford:

STROBEL: Virtualmente todos los eruditos están de


acuerdo en que Jesús de Nazaret vivió en el pri­
mer siglo, predicó sobre el reino de Dios y fue
crucificado. Pero lo que ocurrió después es el
asunto más controvertido de la historia. ¿Resucitó
Jesús de entre los muertos y por tanto verificó su
afirmación de ser el Hijo de Dios? ¿O es esto algo
propio de leyendas y mitología? Para los cristia­
nos, todo se centra en la resurrección.
Tim, déjame comenzar contigo. En tu libro,
tú sugieres que la resurrección de Jesús no es para
nada original, siendo simplemente una historia
que se recicla de tempranas mitologías y religio­
nes de misterios. En tu libro, mencionas especí­
ficamente las historias de Osiris, Odonis y Atis.
¿Me puedes explicar qué significa todo esto?

CALLAHAN: Bueno, había historias de muerte y re­


surrección que se remontan como dices a Isis y
Osiris, y generalmente Dionisio en la mitología
griega se convirtió en su propio culto separado.
En todas estas historias, ellos mueren algún tipo
de muerte cruenta —Dionisio es descuartizado y
comido por los Titanes— y luego resucitan físi­
camente de entre los muertos.

HABERMAS: Tomemos por ejemplo a Odonis, pro­


bablemente el dios antiguo del que tenemos los
datos más evidentes de que fue resucitado de en­
tre los muertos. Tenemos cuatro relatos de que
Odonis fue resucitado. El más antiguo es del
siglo segundo después de Cristo. Los otros es­
tán entre los siglos segundo y cuarto después de
Cristo. El relato más antiguo que tenemos de Atis
es del tercer siglo después de Cristo. Y mientras
que Isis y Osiris como una religión era definiti­
vamente precristiana, no hay resurrección en Isis
y Osiris. Osiris en particular no fue resucitado.

STROBEL: Muy bien, Tim, ¿cóm o respondes a eso?

CALLAHAN: Desearía señalar que a m enudo las úni­


cas copias de los m itos que tenem os son bastante
tardías en lo que atañe a su form a escrita pero, a
menudo, tenem os algunas evidencias de m itos en
forma de im ágenes en vasijas de lo s distintos ca­
racteres m íticos y las situaciones de lo s m itos. De
modo que estam os bastante seguros de que fueron
relatados m ucho m ás tem prano en form a oral
HABERMAS: Si estamos hablando de historias en
vasijas o en otros relieves, aún no hay resurrec­
ción. No hay dioses resucitados de los cuales
tengamos datos previos al segundo siglo.

Recientemente, he llevado a cabo un re­


cuento de mil doscientas fuentes sobre la resu­
rrección. Todo lo publicado desde 1975 en ale­
mán, francés e inglés, y regresé y miré cuántos
de estos eruditos que presiden universidades por
ejemplo, cuántos de ellos que no son cristianos,
que no se atienen a la resurrección, cuántos de
ellos dirían que, de alguna manera los dioses de
misterios son una inspiración potencial para el
cristianismo, y pude contar la cantidad de escép­
ticos con los dedos de una sola mano. De mil
doscientos eruditos, Una verdadera minoría.

CALLAHAN: No enteramente. Yo aún sostengo que


antes de Jesús circulaba la idea común de un dios
que moría y resucitaba.

STROBEL: Bueno, eso no es lo que el Dr. Habermas


ha dicho.

CALLAHAN: Bueno, tendremos que ponemos de


acuerdo en estar en desacuerdo al respecto.

STROBEL: Pero uno o el otro está equivocado.


HABERMAS: El tema es, Tim, que si vas a atenerte a
la idea de un dios que muere y resucita antes de
Jesús, lo que deseo preguntarte es ¿dónde está la
evidencia?

CALLAHAN: Bueno, yo diría, primero de todo, que


el mito de Dionisio probablemente antecede a
Jesús, y sí, no hay específicamente una crucifi­
xión, pero no veo que eso sea algo realmente im­
portante. Todos padecen una muerte espantosa y
terrible.

HABERMAS: Tendrás que proporcionarme una fecha


para la inscripción más temprana, porque Dioni­
sio —yo no creo que nadie piense que Dionisio
anteceda al cristianismo. Al menos no la porción
de la resurrección.

CALLAHAN: Está bien, bueno, lo único que puedo


decirte es que el mito dice que fue descuartizado
por los Titanes, comido y que resucitó de entre
los muertos.

HABERMAS: ¿Pero cuál es la fecha? ¿Cuál es la


fecha?

CALLAHAN: No conozco la fecha del original en lo


referente a cualquier escrito que tengamos. Con
los mitos, los mitos griegos, la mayoría de los
mitos griegos los tenemos de colecciones más
tardías, excepto que sabemos que fueron relata­
dos anteriormente porque tenemos las pinturas
en las vasijas de épocas muy anteriores que las
describen.

HABERMAS: Pero el tema, la cuestión es, ¿hay una


resurrección? Y como no tenemos ninguna re­
surrección que anteceda al segundo siglo, todo
hasta el cuarto siglo, son las más tempranas. Po­
dríamos decir del segundo al cuarto, bueno qui­
zás hubo una resurrección allí, pero no hay datos.
No existe absolutamente ninguna evidencia para
esa postura.
Cuando finalizó el video, hervía una extraña mezcla
de sensaciones dentro de Nick. Admiración por un hombre
brillante que sin duda se había preparado apropiadamente
para debatir este ataque al cristianismo, y frustración ante
la idea de estar equivocado con respecto a esto.
Jamal interrumpió sus pensamientos: “Así que, ¿qué
es lo que piensas, N ick P
—No lo sé. No he realmente investigado nada de todo
esto aún.
Jamal lo miró a Nick, permitiéndole digerir lo que
acababa de escuchar.
Nick continuó.
*—Pero yo pensé que el Dr. Peterson había menciona­
do que hay algo de cierto en todo esto.
Jamal se sonrió. Deseaba poner atención y demos­
trar su respeto por el Dr. Peterson y su aprecio por la beca
completa y el puesto de ayudante que le había concedido
el Dr. Peterson. “Tienes razón que probablemente lo haya
mencionado, pero dudo de que lo haya enseñado de mane­
ra extensiva, ya que simplemente no hay evidencia históri­
ca para su creencia. Es tan sólo su opinión”.
Nick se sentía cada vez más incómodo. Aquí había
alguien que no sólo cuestionaba la teoría del Dr. Peter­
son, sino que además parecía intelectualmente capaz de
desafiarla. La respuesta de Jamal era muy diferente a las
simples respuestas que le habían dado sus viejos amigos
cristianos.
Luchando con estos pensamientos, decidió traer a co­
lación otro nombre que había sido mencionado en el video
de Zeitgeist. “Jamal, ¿y qué pasa con Mitra? He escuchado
más sobre el mitraísmo que sobre cualquiera de los otros
y no escuché que Callahan o Habermas hayan conversado
sobre ello. ¿Existió el mitraísmo?”
— Sí, el mitraísmo existía10. ¿Pero lo llamaban a Mitra
el “Hijo de Dios” o la “Luz del mundo”? No. No conozco
ninguna de estas afirmaciones en la literatura del mitraís­
mo. Y el erudito en mitraísmo, Richard Gordon, dice que
de ninguna manera hubo “muerte, sepultura y resurrección
de Mitra. Ninguna”11.
Jamal continuó: “El asunto más importante es la cues­
tión de quién influyó a quién. Con la explosión del cris­
tianismo en el escenario del Imperio Romano, es evidente
que las demás religiones adoptaron ciertas enseñanzas y
prácticas del cristianismo para detener la corriente de los
adherentes que partían o, quizás, para atraer a los cristia­
nos12. La clave es la fecha. De acuerdo con las evidencias
disponibles, el mitraísmo no obtuvo un asidero en el Inv
peno Romano hasta después del año 100 de la era cristia­
na \ M. J. Vermaseren, un especialista en el culto de Mi­
tra certifica que ningún monumento del mitraísmo puede
ser fechado antes de los finales del primer siglo después
de Cristo, e incluso las investigaciones más extensas en
Pompeya, sepultada bajo las cenizas del Vesubio en el año
79 después de Cristo, no han producido hasta ahora ni una
sola imagen del dios"14,
Nick sintió los comienzos de una jaqueca, de modo
que le agradeció débilmente a Jamal por lo que había com­
partido con él y se dirigió de regreso a su habitación. No
sólo estaba lidiando con un montón de pesada informa­
ción histórica, sino que su trayecto agnóstico estaba bajo
un serio desafío. Apenas acababa de partir su tren de la es­
tación, que ya estaba por descarrilar. Casi como resaltan­
do ese pensamiento, su teléfono celular comenzó a vibrar
mientras caminaba penosamente cruzando el campus. Lo
arrancó de sus profundas reflexiones y el texto que leyó lo
asombró aún más. Era de Jessica.
“¡Oye Nick! Me pregunto si nos podríamos reunir.
Me siento mal por la manera en que te he tratado el mes
pasado y realmente te extraño".
Seis
U N A C A M IN A T A P O R EL
SEN D ER O KATY

NICK ACCEDIO a reunirse con Jessica al día si­


guiente. Mientras la esperaba afuera del Starbucks del
campus, los recuerdos lo llevaron a la noche en que se
habían conocido, sus momentos de risa y animada con­
versación, y su pasión. Cuando Jessica se acercó, ambos
se sonrieron algo incómodos. Al entrar en el café, Nick
echó una mirada a todos los estudiantes que estaban allí
estudiando y pensó que hubiera sido mejor ir a
otro lado.
—Oye, Jess, este lugar está reple­
to. Vayamos a caminar por el Sendero
Katy. ¿Tienes tiempo para hacerlo?
— Seguro, podemos pedir unas be­
bidas y llevarlas con nosotros.
El Sendero K aty había sido un lugar donde Jessica y
Nick solían caminar y andar en bicicleta. Los recuerdos
de los buenos mom entos que habían pasado allí no tarda­
ron en venir. A penas habían caminado unos cinco minutos,
cuando Jessica, tratando de contener las lágrimas, se dio
vuelta y dijo: “Nick, te he extrañado tanto. Estaba equivo­
cada. Nunca te tendría que haber dejado”.
No dem asiado sorprendido p o r esto, N ick se que­
dó callado. Su m ente ib a a mil» ¿Me está manipulan­
do? ¿ Tendríamos que volver a estar junto§? ¡Elt§p$e
m ía n bien!
-—¿Qué ocurrió entre tú y Alien? — finalmente pre­
guntó.
—Ah, era un arrogante. Me cansé de escucharlo ha­
blar de sus eventos de fisiculturismo y UFC. Un día miré su
teléfono y descubrí que aún seguía hablando regularmente
con su ex. Probablemente aún se seguía acostando con ella.
Estúpido.
Aún no sabiendo qué pensar, Nick le hizo una pregun­
ta sincera: “Para comenzar, ¿por qué me dejaste? ¿Hice algo
malo? ¿O es que estabas todo el tiempo interesada en Alien?”
Jessica comenzó nuevamente a llorar. “No fue nada
que tú hayas hecho, y no fu e Alien”.
Nick le puso el brazo alrededor de sus hombros, pero
no dijo nada. La verdad es que tenía dudas acerca de am­
bas cosas. Ella era la que lo había dejado. ¿Realmente me
extraña o es que simplemente se siente sola? Se detuvo y
quitó su brazo. “Jessica, en este momento no puedo regre­
sar a lo que fue. N o estoy siquiera seguro de que tú hayas
estado realmente interesada en m í”.
—Nick —dijo ella tomándole la mano y apretándo­
la—. Siempre me has gustado.
—Entonces, ¿por qué me dijiste que no tendríamos
que estar juntos? ¿Y qué ocurre con Alien?
Nick le soltó la mano.
—Quizás sintamos cariño el uno por el otro en cierto
nivel, pero en este momento estoy preocupado por otras
cosas.
«—¿Cómo qué? — dijo Jessica con un cierto sarcasmo
en la voz que Nick resintió.
—Estoy luchando con algunos asuntos espirituales.
—Ah, vamos, Nick. Por favor, no me digas que toda­
vía sigues obsesionado con la Biblia. ¡Pensé que todo eso
se había terminado!
Nick frunció el ceño.
—Dejé de creer por un tiempo, pero ahora no estoy
seguro. Creo que la verdad es algo bastante importante.
—Eres tan indeciso, Nick
—Mira, Jessica, esto es algo importante para mí. Si
tú no puedes comprenderlo, tienes que olvidarte de mí y
seguir tu vida. Yo estoy siguiendo la mía.
El camino de regreso al campus fue silencioso y difí­
cil. Después de acompañar a Jessica, Nick necesitaba lla­
mar a alguien antes de salir esa noche.
— Oye, Jamal, es Nick. Sé que es viernes y que pro­
bablemente tengas planes para el fin de semana, pero ne­
cesito hablar pronto contigo. Estoy luchando con algunas
serias cuestiones espirituales sobre la Biblia y siento que
esto está afectando la manera en que vivo. ¿Habría alguna
manera de poder reunimos en los próximos días?
— ¡Sin duda! Hagámoslo ahora mismo. De hecho, es­
toy en el Café Caruth Haven con mi amiga Mina.
—¿De veras? No deseo interrumpir tu reunión con tu
amiga.
—No. Ella es fantástica y una verdadera filósofa. Pro­
bablemente sepa contestar tus preguntas mejor que yo.
Ven, estaremos aquí una hora más.
Siete
¿CUÁNDO
“ P R O D U J E R O N ” LA
BI BLI A?

-¡H O LA, JAMAL!


— -¡Hola, N ick ! Esta es M ina. Se acaba de graduar —
con honores— de la Universidad de R ice y está pensando
ven ir aquí para concurrir a la facultad de derecho el año
que viene.
— ¡Encantada de conocerte, N ick!
Vaya, parece simpática, pensó Nick.
Después de una ligera conversación sobre la
facultad de derecho y su estado natal de
Arizona, M ina cambió el rumbo de la
conversación.
— Jamal me mencionó que usted
dos tuvieron una interesante conver­
sación ayer sobre la Biblia.
— Así es — respondió N ick— . Estaba haciéndole
preguntas a Jam al sobre mi ensayo sobre la Crítica Re­
ligiosa de los Textos Bíblicos y ahora no estoy seguro de
qué hacer. Estaba planeando escribir que la Biblia no es en
realidad única, pero después de escucharlo a Jamal, estoy
teniendo dudas.
— Qué interesante. Nick, ¿qué es lo que te hace pensar
que la Biblia no es única?
— Bueno, porque he escuchado que la historia de Je­
sús no es nada nuevo. Todo ha sido tomado de la mitología
pagana y ha sido aplicado a muchos dioses diferentes du­
rante el curso de la historia. Jesús es sólo la versión más
reciente de la historia. Además, la Biblia está plagada de
errores por el hecho de que ha sido copiada tantas veces
a través de los años, y no hay manera de poder decir si es
correcta, ya que no tenemos los documentos originales.
Mina se inclinó hacia delante.
— Incluso los eruditos y críticos que no creen que la
Biblia sea históricamente exacta reconocen que tiene algo
de único. Por toda la Biblia hay un tema similar de acuer­
do, aun cuando haya sido escrita a lo largo de mil quinien­
tos años por más de cuarenta autores.
Nick asintió.
—Yo le estaba diciendo a Jamal que hay muchos li­
bros y sitios web que dicen que nunca hemos tenido una
versión definitiva de la Biblia. Algunos sugieren que Cons­
tantino mezcló las cosas.
—Constantino no tuvo nada que ver con ello —dijo
Mina—. Esa es sólo la ficción de Dan Brown. No estoy
segura de qué sitios estás hablando, pero recuerda que los
“datos” que encontramos en sitios web o en novelas no son
necesariamente ciertos. Cuando se trata del Antiguo Testa­
mento, la evidencia claramente respalda la postura de que
las Escrituras hebreas —como las conocemos hoy— fueron
recopiladas y reconocidas mucho tiempo antes de Constan­
tino. Probablemente ya en el cuarto siglo antes de Cristo, y
por cierto, no después del año 150 antes de Cristo.
—¿Antes de Jesús? —preguntó Nick.
Mina asintió con la cabeza: “Sí, los últimos libros re­
conocidos por los judíos como fidedignos — como escritos
por verdaderos profetas de Dios— fueron Malaquías, que
fue escrito alrededor de los años 450 a 430 antes de Cristo,
y las Crónicas, que fueron escritas antes del año 400 antes
de Cristo15. Estos libros aparecen en la traducción griega
de las Escrituras hebreas, llamada la Biblia de los Setenta,
que fue creada probablemente entre los años 250 y 150
antes de Cristo16. O sea, dicho en otras palabras, los libros
del Antiguo Testamento fueron recopilados y traducidos
al griego —no por el Vaticano, no por Constantino, y no
por los cristianos primitivos— sino más de cien años antes
del nacimiento de Jesús como resultado del consenso de
generaciones de rabinos y eruditos judíos. Yo diría que eso
es bastante definitivo17.
—Espera un segundo. ¿Cómo es que sabes tanto?—
preguntó Nick, sintiéndose un poco intimidado por su flui­
da expresión y autoridad natural sobre el tema.
Jamal entró en la conversación para acotar: “Nick,
déjame vanagloriarme de Mina por un segundo. En Rice,
ella fue premiada por el mejor ensayo sobre filosofía de
las religiones escrito por un estudiante universitario. Tam-
bién recibió ofertas de becas de investigación de Rutgers,
la Universidad de Nueva York y Notre Dame, pero está
pensando en quedarse en Dallas para estudiar abogacía”.
®—¿Por qué habrías de hacer eso, siendo tan buena fi­
lósofa? —preguntó Nick— . ¿Por qué abogacía?
—Creo que me agoté un poco. El estudiar filosofía
analítica y debatir la religión no es lo que más me gusta en
la vida. No estoy segura de querer pasarme los próximos
cinco años estudiando filosofía. Quizás algún día me mude
a Nueva York y obtenga mi doctorado, pero ahora estoy
pensando en convertirme en una abogada aquí en Texas
—respondió Mina.
Nick no podía olvidarse de su previa conversación
con Andrea.
—Mina y Jamal, ¿estarían ustedes dispuestos a reu­
nirse con mi amiga Andrea? Antes, ella era católica, pero
después de estudiar todas esas cosas que contradicen todo
lo que uno solía creer, ella tiene muchas preguntas. Yo ten­
go muchas preguntas también y no sé cómo ayudarla a
encontrar respuestas.
—Me encantaría conocerla —dijo Mina.
Jamal asintió con la cabeza.
—Oye, ¿por qué no nos reunimos los cuatro aquí den­
tro de una semana a las 10 de la mañana?
—Me parece fantástico, Jamal —respondió Nick—.
Veré si puedo lograr que ella venga.
Mina estaba hojeando su calendario.
—Bien, yo estoy libre también. ¡Hagámoslo!
Ocho
¿ T IE N E LA B IB LIA
ERRORES?

CADA VEZ que hablaba con Mina y Jamal, Nick tenía


un interés genuino en sus argumentos, pero no podía su­
perar un obstáculo. ¿Cómo respondería el Dr. Peterson?
Cuando lo contrató a Jamal como su asistente, tenía que
haber sabido cuáles eran sus creencias.
El lunes siguiente, Nick lo vio al Dr. Peterson por pri­
mera vez después de una semana.
— Bueno, es maravilloso estar de vuelta en clase —
dijo el Dr. Peterson— . Mi hermana tiene
un tumor y le están haciendo una serie
de evaluaciones médicas, así que mi
esposa y yo volamos a Oregón para
estar con ella. Tenemos la esperanza
de que todo estará bien. Aprecio to-
das vuestras oraciones y correos electrónicos llenos de
aliento.
¿Oraciones? ¿Por qué nos agradece nuestras oracio­
nes si no cree en Dios?, se preguntó Nick. / Qué extraño!
—Hoy en la clase deseo comenzar a compartir algu­
nas observaciones de la crítica de textos bíblicos que po­
drían desafiar la manera en que nos enseñaron a algunos
de nosotros. El campo de la crítica de textos no ha sido
siempre tan popular entre el público como lo es hoy día.
Bart Ehrman, de la Universidad Chapel Hill de Carolina
del Norte, le dio un verdadero impulso cuando publicó su
libro de gran venta del New York Times: M isquoting Jesús
[Citando mal a Jesús].
Durante las vacaciones, Nick había leído ese libro, de
modo que sintió que tenía una ventaja en esta discusión
particular de la clase.
Peterson siguió diciendo: “En el primer capítulo de su
libro, Bart recuerda haber escrito un ensayo cuando estaba
en el seminario en Princeton. El ensayo tenía que ver con
una historia en el segundo capítulo de Marcos18 en el que
algunos fariseos encaran con ira a Jesús y sus discípulos
porque habían estado caminando por los campos sembra­
dos de trigo durante el sábado, arrancando algunas espigas
de trigo para comerlas. Jesús respondió explicándoles a
los fariseos que ‘el sábado se hizo para el hombre y no
el hombre para el sábado’. Les recordó a los líderes reli­
giosos que cuando David y sus hombres tuvieron hambre,
entraron al Templo ‘cuando Abiatar era el sumo sacerdote’
y comieron los panes consagrados a Dios que sólo podían
comer los sacerdotes19. El bien conocido problema de este
pasaje es que cuando uno mira el libro de 1 Samuel que
Jesús está citando, resulta que D avid no hizo esto cuando
Abiatar era sumo sacerdote, sino cuando el padre de Abia-
tar, Ajimélec, lo era.
El Dr. Peterson continuó: “Después que B art escribió
el ensayo, su profesor de Princeton le hizo la siguiente su­
gerencia: ‘Quizás fue tan sólo un error de M arcos’20. Allí
fue cuando Bart descubrió que la Biblia no es infalible
para nada, sino que contiene errores”.
Nick miró el pasaje en el evangelio de M arcos y luego
el de 1 Samuel. Parecía que lo que Peterson había dicho
era verdad. ¿Por qué dijo m i P astor en casa que las Es­
crituras son la Palabra infalible de D ios cuando contiene
errores como este? Tengo que preguntarle a Jam al acerca
de esto.
Nick tomó nota de varias otras supuestas variantes
mencionadas por el Dr. Peterson, cuidadosamente verifi­
cando cada una de ellas en su propia Biblia. M ás tarde la
llamó a Andrea para ver si estaba libre para reunirse con
Jamal y Mina el viernes. Ella parecía estar contenta de ha­
ber sido invitada.
Nueve
IN FA LIB ILID A D

JAMAL Y MINA ya estaban allí cuando llegaron Nick


y Andrea. Después de unos pocos minutos para conocerse,
Nick entró directamente en la conversación.
—Jamal, tengo otra pregunta que espero que puedas
responderme.
—Adelante.
—Al comienzo de la semana, el Dr. Peterson citó va­
rios pasajes de las Escrituras en los que había evidentes
contradicciones. Ahora, yo recuerdo que el
pastor de mi pueblo siempre nos decía
que la Biblia es la Palabra infalible de
Dios. ¿Crees tú eso?
Jamal se sonrió.
—Buena pregunta. Para comenzar, yo personalm ente
sostengo que las palabras originales que registraron Pablo,
Marcos, Juan y otros autores bíblicos son la Palabra infa­
lible de Dios. Lo que no creo es que Dios le haya hablado
con una voz audible a cada autor. Lewis Speny Chafer, el
fundador y primer presidente del Seminario Teológico de
Dallas, lo dijo correctamente: “Sin violar las personalida­
des de los autores, ellos escribieron con sus propios sen­
timientos, capacidades literarias y preocupaciones. Pero
al final, Dios pudo decir: ‘Eso es exactamente lo que yo
quería que escribieran ’21.
—Pero no tenemos las palabras originales que Pablo,
Marcos, Juan y los demás registraron, ¿verdad? —pregun­
tó Andrea.
—En realidad, no tenemos los originales de ningu­
na literatura tan antigua. Es por eso que la pregunta que
debemos hacer es si es posible reproducir el original con
un cierto nivel de certeza La respuesta a esa pregunta es
definitivamente: ¡sí! Las copias antiguas son muy exactas
aun cuando haya algunas variantes. Teológicamente, yo
creo que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios, y perso­
nalmente creo en la infalibilidad de las Escrituras debido
a la autoridad de los apóstoles y la evidencia intema de lo
que Jesús dijo acerca de ellas. También acepto que alguien
pueda ser un cristiano debido a su fe en la deidad de Cristo
y su resurrección sin creer en la infalibilidad,
—Pero la Biblia es un libro humano — dijo Andrea.
—Tienes absoluta razón — dijo Mina— . La Biblia es
un libro humano, con características humanas y alrededor
de cuarenta diferentes autores humanos. Pero tan sólo por
el hecho de que sea un libro escrito por humanos, no signi­
fica que contenga errores.
—No creo que eso sea cierto — metió la cuchara Nick.
—Muy bien, fíjate en esto.
Mina sacó un pedazo de papel y comenzó a escribir.
Luego le entregó el papel a Nick que comenzó a leerlo en
voz alta: “2 + 2 = 4 ,4 + 4 = 8, 8 + 8 = 16.
—¿Dónde están los errores? — preguntó Mina.
Andrea no esperó a que Nick respondiera: “No hay
ninguno. Pero ese es un mal ejemplo, porque la Biblia no
es un libro de matemáticas; hay errores en muchos de los
relatos paralelos”.
—Recuerda, Andrea, cuando uno afirma que no hay
errores, eso no significa que las copias que tenemos hoy
sean infalibles, sólo los originales. Estoy afirmando que
Dios sobrenaturalmente usó seres humanos reales, algu­
nos bien educados, como Isaías y Lucas, y otros menos,
para escribir sus propios pensamientos, su Palabra, para
comunicarse de una manera que todos pudieran entender.
Si Dios existe y puede realizar milagros, ¿no estarían de
acuerdo en que Dios podría, si así lo deseara, comunicar
un mensaje a través de personas comunes y corrientes?
—No estoy convencida — dijo Andrea.
—¿Nick? —preguntó Jamal.
*—Tengo que pensarlo.
—Permítanme hacerles una pregunta realmente bási­
ca —dijo Jamal— . ¿Creen ustedes que Dios en realidad
existe?
Diez
EN C O N TR A DE LO
SOBRENATURAL

NICK FUE EL PRIMERO en responder.


—No estoy seguro de que lo quieres decir.
Jamal continuó: “La fe en Dios es una verdad funda­
mental con la que todos luchamos. Primero de todo, aun
antes de considerar si Dios inspiró un grupo de libros y
cartas, un escéptico tendría que preguntarse si está siquiera
abierto a la posibilidad de creer que Dios existe, suponien­
do que se proporcionen evidencias. Muchos de los profe­
sores de los departamentos religiosos que
niegan que hayan ocurrido milagros o
que Dios haya inspirado la Biblia se
están adhiriendo a una tendencia que
se opone a lo sobrenatural. Se adhie­
ren a la filosofía del naturalismo”.
—Explícamelo —dijo Nick.
—Bueno, alguien que se atiene a la visión del mundo
del naturalismo, ateísmo o materialismo cree que tiene que
haber una explicación naturalista o materialista para todo.
Si Dios no existe, luego los milagros no existen tampoco.
Pero si la visión del mundo del naturalismo es falsa y Dios
sí existe, luego los milagros son posibles.
Nick asintió con la cabeza.
—Bueno, eso tiene sentido.
—Déjenme que les haga a ambos una pregunta. ¿Cuál
es el mayor milagro descrito jamás?
—No lo sé. ¿La resurrección de Cristo? —sugirió
Andrea.
—La resurrección de Cristo es sin duda un gran mi­
lagro pero, si lo piensas, la Creación es un milagro aún
mayor. El que Dios haya creado el universo de la nada,
el que Dios haya dado existencia mediante su palabra
al tiempo, la materia, el espacio y la energía. Ahora, si
Dios existe en realidad, y creó todo tal como lo cono­
cemos —toda el agua, por ejemplo— entonces no es
ningún problema para Dios separar las aguas del Mar
Rojo, o para Jesús convertir el agua en vino, calmar
las aguas tormentosas o caminar sobre el agua. Si se
llevó a cabo el primer milagro de Génesis 1.1, entonces
los otros milagros son posibles y, mediante la investi­
gación, pienso que podemos descubrir que no sólo son
posibles, sino que también están respaldados por evi­
dencias históricas.
—Yo no sé si creo en los milagros —comentó An­
drea—. Pienso que el escepticismo del Dr. Peterson del
Nuevo Testamento está basado en su erudición académica,
no en una creencia en la magia.
Jamal tomó su mochila y sacó su Kindle.
—Tengo una buena observación de los doctores Boyd
y Eddy, dos eruditos que le mencioné a Nick: la semana
pasada. Ellos afirman que la tendencia contraria a lo so­
brenatural en algunos círculos de erudición del Nuevo Tes­
tamento se basa en una suposición injustificada. Deja que
te lo lea.

Primero, mientras que toda persona moderna por su­


puesto acepta que el mundo generalmente funciona
de acuerdo con las leyes naturales, ¿en qué se basan
los argumentos de que lo hace de manera exhaustiva,
o sea, sin que haya jamás excepciones a estas así lla­
madas leyes? El rechazo absoluto de milagros no es
realmente una conclusión que esté basada en eviden­
cias o en la razón, ya que ni las evidencias ni la razón
pueden garantizar semejante conclusión absoluta. Es
más bien una suposición *-u n a presuposición de la
visión del mundo naturalista— pura y simple22.

—Pero existen leyes de la naturaleza que son irrefuta­


bles —dijo Andrea.
—Boyd y Eddy abordan ese asunto también —con­
testó Jamal.
El encuadrar el asunto en términos de “leyes” les ha
dado a algunos la impresión de que son reglas que la
naturaleza tiene que obedecer, lo cual es, en parte,
la razón por la que muchos eruditos han llegado a la
conclusión de que los milagros son imposibles... Una
ley natural es una descripción de aquello que encon­
tramos generalmente en el mundo, no una fórmula de
lo que tenemos que encontrar en el mundo23.

La frustración de Nick se estaba acrecentando.


—Mira, ¡yo no he visto nunca un milagro! ¿Acaso has
visto tú alguno?
—No, nunca —respondió Jamal con calma—. Los
milagros son raros acontecimientos. Pero el hecho de que
jamás lo haya experimentado no invalida las afirmaciones
de otras personas.
—Pero admites que los milagros son poco comunes.
— Sí, son poco frecuentes. Yo también soy a veces es­
céptico cuando escucho afirmaciones de sanidades físicas
específicas o de ex musulmanes que han tenido visiones
de Jesús, en especial cuando el mensajero está cargado de
emoción o dramatismo. Pero el punto es que, por el sólo
hecho de que un acontecimientos sea poco común o sólo
ocurra una vez, no quiere decir que tendríamos que abso­
lutamente creer que es imposible.
Mina — acotó Andrea—, David Hume indicó que era
más sabio depositar nuestra fe en acontecimientos regula­
res y naturales en vez de acontecimientos poco comunes
que sólo ocurren una sola vez.
Mina sonrió.
Si. Hume era un naturalista. Sin embargo, considera
todos los acontecimientos poco comunes en los que cree­
mos y que ocurrieron una sola vez. Probablemente, el me­
jor ejemplo seas tú: una entidad diferente que no tiene un
duplicado exacto en todo el mundo. Tu misma existencia
va en contra de toda probabilidad, y sólo sucedió una sola
vez, pero aún así creo en este acontecimiento poco común.
¿Y tú?
—Por supuesto —dijo Andrea.
—¿Cómo sabes siquiera que este Dios que supuesta­
mente creó el universo e inspiró la Biblia realmente exis­
te? —preguntó Nick, tratando de responder alguna pre­
gunta básica que merodeaba en su mente.
Mina continuó: “Hay múltiples razones por las que
creo que la fe en la existencia de Dios es algo lógico y
probable. Por ejemplo, mi conciencia da testimonio de una
ley y regla moral de conducta decente en la que todos cree­
mos. Por ejemplo, alrededor de todo el mundo, la gente se
atiene a principios de amor, amabilidad, valentía y ‘traten
a los demás tal y como quieren que ellos los traten a us­
tedes*. Ahora, conozco a muchos ateos que también creen
en estos principios, pero no creo que tengan base alguna
para explicar la existencia de estas leyes morales. No po­
demos probar científicamente si una acción es afectuosa o
no, pero podemos ver el fruto del amor, actos particulares
de amor y no tendremos casi ninguna duda de la realidad
del amor cuando vemos ciertas acciones positivas. Porque
creo que las leyes morales objetivas existen, también creo
que un legislador moral objetivo tiene que existir, que nos
trasciende y proporciona la norma de lo que es correcto,
bueno, justo, amoroso y ecuánime. Este ser es a quien yo
llamo ‘Dios’”.
—Muy bien, veo tu punto — dijo Nick—. Quizás la
existencia de Dios sea posible, pero tengo aún dudas sobre
las Escrituras. ¿Cómo sabemos realmente que lo que tene­
mos hoy es lo que fue escrito?
—Espera un minuto... alguien me está llamando y
llamando.
Jamal sacó su teléfono y vio que se había perdido va­
rias llamadas del Dr. Peterson.
Once
LA A Y U D A DE J A M A L

Mientras Jamal oraba en silencio por la sanación de


la hermana del Dr. Peterson, sintió que el Espíritu Santo le
recordaba la devastadora lesión que había sufrido en Notre
Dame cuatro años atrás, y la manera en que había orado
entonces...
Amado Padre Celestial, te ruego que sanes mi hom­
bro. Tú dijiste que necesitábamos la fe de una semilla de
mostaza para mover montañas, pero también sé que dijiste
que tu “gracia és suficiente”. Señor, tú sa­
bes que el diagnóstico de los médicos
no es bueno, pero Tú eres soberano.
Dios, a veces he vivido para mi glo­
ria en vez de la tuya. Tengofe que Tú
puedes sanarme, pero tú sabes lo que
me conviene. Que tú seas glorificado de unaforma u otra.
Si pierdo mi oportunidad de brillar para ti en el campo
de juego este año, te ruego que abras otras puertas para
que pueda servirte y compartir tu mensaje con el mundo.
Amén.
Jamal no deseaba atrasar su respuesta, de modo que
encontró el número del Dr. Peterson y marcó.
—¿Hola?
—Dr. Peterson, es Jamal. Mis oraciones están con us­
ted durante su visita con su hermana y me siento honrado
de ayudarlo a enseñar sus cursos.
—Gracias, Jamal. Te aprecio y sé que harás un magní­
fico trabajo. Tienes dos maestrías y conoces bien tu mate­
ria. Sólo enseña sobre los manuscritos antiguos.
— ¿Usted sabe que mis conclusiones sobre los manus­
critos son diferentes a las suyas, verdad?
—Oh, sí, tú eres más evangélico y concuerdas con mi
mentor, Bruce Metzger, de Princeton. No hay problema,
Jamal. Yo confío en ti. Tú tienes el plan de estudios, de
modo que sé tú mismo y enseña el curso. No dudes en
llamarme si necesitas algo.
—Gracias, Dr. Peterson. Haré lo mejor posible.
— Estaré revisando mi correo electrónico todas las
mañanas, de modo que por favor mantente en contacto
conmigo para que yo pueda ayudarte si lo necesitas.
Doce
¿CUÁNDO SE
ESCRIBIÓ EL NUEVO
TESTAMENTO?

—BUENOS DÍAS, alumnos. Como la mayoría de us­


tedes lo ha leído en su correo electrónico, el Dr. Peterson
estará ausente todo el resto del semestre y me ha pedido
que termine de enseñar el curso. Los ensayos y lecturas
que les han asignado seguirán siendo los mismos y con­
tinuaremos leyendo sobre los manuscritos de la literatura
religiosa antigua. Hoy observaremos nuevamente el Nue­
vo Testamento.
Jamal comenzó a hacer clic por sus pre­
sentaciones de PowerPoint y sacó varias
hojas de papel de aspecto antiguo antes
de comenzar su lección.
—Alumnos, lo que estoy repar­
tiendo hoy son trozos de papiro.
Nick miró la primera diapositiva de Jamal en Power­
Point, que decía ¿Cuándo se escribió el Nuevo Testamento?
Jamal se dirigió al frente de la sala mientras enseñaba.
—Los documentos originales, lo que los eruditos
llaman los autógrafos de los libros del Nuevo Testamen­
to —los escritos de Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Pablo,
Judas, Santiago y Pedro— se desintegraron con el pasar
del tiempo. Afortunadamente, tenemos muchas copias de
manuscritos cercanas al original y escritas en griego. En el
siglo veinte, descubrimientos arqueológicos confirmaron
la exactitud de los manuscritos del Nuevo Testamento. El
tipo de papel que estoy sosteniendo es el material en el que
fueron escritas las primeras copias.
Nick estaba curioso por ver a dónde se dirigía la clase.
Jamal pasó a la siguiente diapositiva y continuó.
—Esta es la diapositiva del manuscrito de John
Rylands que se remonta al año 130 d.C. La siguiente dia­
positiva es el papiro de Chester Beatty, que se remonta
al año 155 d.C. y el papiro II de Bodmer, que se remonta
al año 200 d.C. Porque hay múltiples papiros, y hay una
fuerte evidencia interna dentro de estos escritos, la inves­
tigación indica que todos estos textos fueron escritos antes
del año 80 después de Cristo.
En ese momento, una muchacha sentada en la primera
ñla levantó la mano.
—Sr. Washington, yo pensaba que el Dr. Peterson
creía que Jos manuscritos habían sido escritos mucho más
tarde.
—¿Recuerdas las fechas que dio? ¿Y de qué libros
estaba hablando específicamente?
—No.
—Bueno, yo he leído la mayoría de las obras del Dr.
Peterson. A pesar de que está de acuerdo con las fechas
tempranas de Pablo, él cree que los evangelios fueron es­
critos más tarde. Sin embargo, no ha escrito extensamente
para proporcionar argumentos para las fechas más tardías.
—¿Por qué habría de creerle a usted? — interrumpió
otra chica sentada junto a su amiga.
—Buena pregunta, Lynne. Aprecio tu búsqueda de la
verdad. En mis próximas diapositivas, yo he documenta­
do la evidencia histórica de los principales eruditos. Todo
esto está en el Internet y puedes descargarlo y estudiar tú
misma las evidencias. Permíteme comenzar con este pen­
samiento con respecto a los manuscritos en papiro del Dr.
Millar Burrows, quien durante muchos años fue profesor
de teología bíblica en la Facultad de Teología de Yale.

Otro resultado de comparar el griego del Nuevo


Testamento con el lenguaje de los papiros [descubri­
mientos] es un aumento de confianza en la transmi­
sión exacta del texto del Nuevo Testamento mismo24.

— Pasaré al próximo erudito, W illiam F. Albright,


quien fue considerado el mejor arqueólogo bíblico del
mundo.
Ya podemos decir enfáticamente que ya no hay nin­
guna base sólida para fechar cualquier libro del
Nuevo Testamento después de alrededor del año 80
d.C., dos generaciones completas antes de la fecha
entre los años 130 y 150 dada por los críticos más
radicales del Nuevo Testamento de la actualidad25.

Supongo que el Dr. Peterson sería un “crítico radi­


cal del Nuevo Testamento ” según m te William F. Albright,
pensó Nick.
Jamal continuó: “Sir William Ramsay, uno de los me­
jores arqueólogos del mundo, era un alumno de la escuela
histórica alemana, la cual enseñaba que el libro de los Hechos
era un producto de la mitad del segundo siglo d.C. y no del
primer siglo como pretende serlo. Después de leer críticas
modernas sobre el libro de los Hechos, Ramsay quedó con­
vencido de que no era un relato confiable de los hechos de su
época (50 d.C.) y, por lo tanto, no era digno de consideración
por parte de un historiador. De modo que en su investigación
sobre la historia de Asia Menor, Ramsay le prestó poca aten­
ción al Nuevo Testamento. Su investigación, sin embargo, lo
impulsó finalmente a considerar los escritos de Lucas, el au­
tor del libro de los Hechos. Como arqueólogo, él observó la
exactitud meticulosa de los detalles históricos y poco a poco
su actitud hacia el libro de los Hechos comenzó a cambiar26.
Se vio obligado a llegar a la conclusión de que ‘Lucas es un
historiador de alto ran g o ... Este autor tendría que estar situa­
do entre los mejores historiadores’” 27.
Nick levantó la mano.
— Sí, Nick — dijo Jamal.
—Bien. Yo tengo una pregunta. Esto puede parecer
tonto, pero ¿qué detalles históricos podrían llevar a este
Sir William Ramsey a creer que Lucas era un historia­
dor de ‘prim era’? Mi pastor en casa nos enseñó sobre
Lucas durante todo un afío y yo no recuerdo que haya
jamás mencionado nada que sonara siquiera remota­
mente histórico. Mayormente habló sobre nuestra rela­
ción con Cristo y cuál era el problema con los fariseos.
¿Cómo sabemos que el escrito de Lucas era histórico?
—Esa no es una mala pregunta, Nick. Muchos minis­
tros conocidos han estado tan dedicados a la aplicación
del texto a la vida personal de cada uno que dejan de lado
los elementos históricos. Sin embargo, muchos eruditos
han escrito sobre la exactitud histórica de los Hechos de
los Apóstoles. Por ejemplo, Colin Hemer, un historiador
y erudito clásico, documenta ochenta y cuatro hechos en
los últimos dieciséis capítulos de los Hechos que han sido
confirmados por investigaciones históricas y arqueológi­
cas28. Si me das un segundo, sacaré una lista de detalles
que Lucas registra correctamente.
Nick volvió a levantar la mano.
—Adelante, Nick.
—Sr. Washington, ¿cómo el hecho de que Lucas nom­
bre datos históricos indicaría que él estaba escribiendo el
material durante su vida? Los historiadores y novelistas
incluyen regularmente documentos y detalles geográficos
correctos sin haber vivido en ese mismo período de tiem­
po. La documentación histórica correcta no prueba nece­
sariamente la autenticidad de Lucas.
—Nick, en el caso de Lucas, lo hace por diversas ra­
zones. Por ejemplo, Lucas no tenía acceso a cartas náuti­
cas avanzadas o mapas modernos como tenemos hoy día.
No podía ir a Google en su iPhone y mirar esas cosas.
Segundo, al final del libro de los Hechos, el personaje
principal en la historia, Pablo, está aún vivo. Ahora, si tú
encontraras una biografía de John F. Kennedy en la que
el autor abruptamente finaliza sin mencionar su muerte,
lo más probable es que descubrieras que fue escrita algún
tiempo antes de su muerte. No definitivamente, pero pro­
bablemente sería así. Además, Ignacio y Policarpo citan
el libro de los Hechos alrededor de los años 107 y 110
después de Cristo, indicando que el libro de Lucas ten­
dría que haber sido ya escrito y estado en circulación para
ese entonces. Déjame mostrarte varios ejemplos en estas
diapositivas de PowerPoint que proporcionan evidencias
arqueológicas que confirman la exactitud de Lucas.
Jamal pasó varias diapositivas, y luego se detuvo en
una en particular. “En el libro de los Hechos29, los politar-
cas eran oficiales civiles de Tesalónica. Durante años, los
emditos y críticos alemanes eran reacios a reconocer que
hubiera un título tal como ‘politarca’. Sir William Ramsay,
la autoridad mundial en esta era de la arqueología, creía lo
mismo hasta que descubrió..«*

... diecinueve inscripciones que han sido encontra­


das que usan el término politarca. Cinco de esas ins­
cripciones aluden a Tesalónica30.
Jamal miró la pantalla y luego a los alumnos. “Des­
pués de investigar la evidencia, el Dr. Ramsay consideró
cómo alguien que estaba escribiendo en el segundo siglo
podía ser tan exacto en cuanto a los complicados detalles
específicamente correlativos al prim er siglo. Sir Ramsay
se vio obligado a concluir que Hechos tenía que haber sido
un documento del primer siglo y, por lo tanto, confiable
sobre los detalles del primer siglo”31.
Jamal hizo clic en otra diapositiva mientras continua­
ba hablando. “Otro término usado por Lucas que ocasiona­
ba escepticismo entre los críticos era Asiarca32. Miren en
la pantalla la referencia de Lucas en Hechos 19.31.

Incluso algunas autoridades de la provincia, que


eran amigos de Pablo, le enviaron un recado, rogán­
dole que no se arriesgara a entrar en el teatro.

—Alumnos — dijo Jamal— , el Dr. Ramsay descubrió


en su investigación que sus suposiciones previas eran fal­
sas porque otros antiguos escritores, como Strabo, habla­
ban de esos funcionarios que fueron escogidos entre los
más adinerados y más aristocráticos de la provincia. Aquí
está Lucas 3.1:

Én el año quince del reinado de Tiberio César,


Poncio Pilato gobernaba la provincia de Judea,
Herodes era tetrarca en Galilea, su hermano Fe­
lipe en Iturea y Traconite, y Lisanias en Abilene.
- Una vez más, como escéptico, Sir Ramsay pensó
que esta debía de ser una exactitud de parte de Lucas, ya
que el único Lisanias previamente conocido había sido
matado en 36 antes de Cristo. Sin embargo...

Una inscripción fechada entre los años 14 y 29


d.C. fue encontrada cerca de Damasco, confir­
mando la existencia de un “Lisanias el tetrarca”
del prim er siglo33.

— Ramsay pensó: “¿Cómo podía haber sido Lucas tan


exacto sobre tales detalles si estaba escribiendo en el se­
gundo siglo?” Nuevamente se comprobó que los eruditos
estaban equivocados y que Lucas tenía razón.
N ecesito le er los libros de Lucas y Hechos , pensó
Nick. Nunca p e n s é que había tantos datos históricos en lo
que estaba diciendo.
Cuando finalizó la clase, Nick le llamó a Andrea.
“Tienes que escuchar lo que Jamal estaba enseñando en
la clase. N unca supe que había tanta historia en el Nuevo
Testamento” .
—Nick, m e suena com o que estás empezando a estar
de acuerdo con él.
-Todavía no estoy seguro, pero él parece saber de
lo que habla. Su oficina está abierta a las dos de la tarde.
Vayamos a verlo.
Trece
LA P R U E B A
BIBLIOGRÁFICA

— ¡NICK Y ANDREA! Pasen por favor —dijo Jamal.


—Gracias, Sr. Washington. Oiga, estábamos...
—Espera un minuto, ¿Sr Washington?
—Ah, disculpa Jamal, justo le estaba contando a
Andrea sobre tu clase y queríamos saber si tendrías
unos pocos minutos para que te hagamos un par de
preguntas.
—Sin duda. Tomen asiento. ¿Qué preguntas tie­
nen? —preguntó Jamal.
Andrea habló primero.
—Bueno, Nick me estaba dicien­
do que tú diste a entender que el Nuevo
Testamento es históricamente correcto.
.Cómo podemos saber que lo que leemos
en la Biblia hoy es exactamente lo que fue originalmente
escrito?
—Eso es muy fácil. Estas son un par de pruebas
que usan los historiadores. La primera es la prueba bi­
bliográfica.
— ¿Como en bibliografía? —preguntó Nick.
—No, la palabra es bibliográfica. La prueba biblio­
gráfica es un examen de la transmisión de los textos me­
diante la cual nos llegan del pasado los documentos anti­
guos. En otras palabras, como no tenemos los manuscritos
originales, la prueba bibliográfica responde a preguntas ta­
les como: ¿Cuán confiables son las copias que poseemos?
¿Cuántos manuscritos han sobrevivido! ¿Cuán coherentes
son? ¿Qué intervalo de tiempo hay entre el original y las
copias existentes?34
—Espera un segundo — dijo Andrea— . ¿Esta prueba
bibliográfica es cierta para todas las demás obras históri­
cas aparte de la Biblia?
—Absolutamente. Tomemos la historia de Tucídides,
desde los años 460 a 400 antes de Cristo. Su obra está
disponible de sólo ocho manuscritos fechados alrededor
del año 900 después de Cristo, casi mil trescientos años
después de que él escribió. Lo mismo ocurre con los ma­
nuscritos de la historia de Heródoto. Son tardíos y escasos.
Permítanme leerles lo que escribió F. F. Bruce, quien era
el Profesor de Rylands de Crítica y Exégesis Bíblica en la
Universidad de Manchester35.
Jamal giró su silla y tomó un libro del estante. Ho­
jeándolo, encontró lo que estaba buscando.
—Escucha esto, Andrea. F. F. Bruce escribió:
Ningún erudito clásico le prestaría atención al argu­
mento de que la autenticidad de Herodoto o Tucídides
está en duda porque los manuscritos más tempranos de las
obras que usamos distan 1300 años de los originales36.
— ¿Qué ocurre con obras clásicas más conocidas,
como Aristóteles? —preguntó Andrea.
—Buena pregunta. Aristóteles escribió su Poética al­
rededor del año 343 antes de Cristo, sin embargo la copia
más temprana que tenemos es del año 1100 después de
Cristo —un espacio de casi mil cuatrocientos años— y
sólo existen cuarenta y nueve copias o manuscritos. César
compuso su historia de las Guerras de las Galias entre los
años 58 y 50 antes de Cristo y la autoridad de su manuscri­
to yace en sólo nueve o diez copias fechadas unos mil años
después de su muerte”37.
—Asombroso... ¿cómo sabes todo esto? — preguntó
Nick.
—Lo he investigado extensamente. Durante todo un
semestre durante el seminario enseñé en un colegio secun­
dario privado católico. Tuve que enseñar lo mismo durante
tres secciones, así que aún lo tengo casi todo memorizado.
Jamal se puso de pie y tomó otro libro del estante.
—Déjenme leerles lo que escribió el Dr. Bruce Met-
zger, quien fue el autor o editor de cincuenta libros sobre
la autoridad de los manuscritos del Nuevo Testamento así
como de otros clásicos del primer siglo. Muchos lo consi­
deran como la mayor autoridad en manuscritos del mundo.
Casualmente, él también era el mentor del Dr. Peterson en
Princeton. Permítanme que les lea cuáles fueron las con­
clusiones del Dr. Metzger.
Consideremos a Tácito, el historiador romano que es­
cribió sus Anales de la Roma Imperial alrededor del año
116 después de Cristo. Sus primeros seis libros existen hoy
en un solo manuscrito, y este fue copiado alrededor del
año 850 después de Cristo. Los libros once a dieciséis es­
tán en otro manuscrito que data del siglo once. Los libros
siete a diez se han extraviado. De modo que hay un largo
intervalo entre la época en que Tácito buscó su informa­
ción y la escribió y las únicas copias existentes.
En cuanto al historiador Josefo del primer siglo, tene­
mos nueve manuscritos en griego de su obra La guerra de
losjudíos y esas copias fueron escritas en los siglos diez,
once y doce. Hay una traducción latina del cuarto siglo y
materiales medievales rusos de los siglos once o doce38.
Jamal levantó la mirada antes de proseguir.
—Ahora escuchen atentamente a lo que dice a conti­
nuación:
La cantidad de material del Nuevo Testamento es casi
vergonzosa en comparación con otras obras de la antigüe­
dad39.
—¿Por qué es vergonzosa? —preguntó Andrea.
Jamal se inclinó como si estuviera por compartirse in­
formación secreta.
—Andrea, con el Nuevo Testamento, los eruditos
han documentado más de 5600 copias en griego, ex­
cluyendo miles de m anuscritos en latín. Uno de mis
antiguos profesores, el Dr. Daniel Wallace, es uno de
los más destacados expertos en la crítica de textos bí*
hlicos. Su libro de texto sobre el griego es usado por
la mayoría de universidades que enseñan griego in-
termedio, incluyendo la Facultad de Teología de Yale,
el Seminario Teológico de Princeton y la Universidad
de Cambridge. Él dijo que ha habido gran cantidad de
nuevos descubrimientos. Muchos más de doscientos
manuscritos bíblicos, de los cuales noventa están en el
Nuevo Testamento, fueron descubiertos en el Sinaí en
1975 cuando abrieron un compartimiento oculto en la
Torre de San Jorge. El Dr. Wallace ha observado que
los descubrimientos recientes confirman todos que la
transmisión del Nuevo Testamento se llevó a cabo en
relativa pureza y que Dios ha preservado el texto de
la destrucción. Además de los manuscritos, hay 50 000
fragmentos sellados en cajas. Casi treinta manuscritos
del Nuevo Testamento han sido identificados; Wallace
y otros eruditos creen que podría haber muchos más40.
—¿Por qué nunca hemos escuchado esto anterior­
mente? —preguntó Andrea.
—Bueno, muchos de estos descubrimientos son muy
recientes. Puedes leer sobre ellos en el Internet en El Cen­
tro para el Estudio de Manuscritos del Nuevo Testamen­
to, liderado por el Dr. Wallace. Visita su sitio web: www.
csntm.org. Wallace y su equipo de eruditos han sido apro­
bados por algunas de las mejores universidades del mundo,
incluyendo la Universidad de Cambridge, la Universidad
de Leeds, la Universidad de San Andrés y la Universidad
de Edimburgo.
—El Dr. Wallace ha estudiado personalmente manus­
critos antiguos visitando el Vaticano, la Universidad de
Cambridge, el monte Sinaí, Florencia, Berlín, Dresden,
Mtinster, Colonia, Patmos y Jerusalén y afirma con fuer-
za que descubrimientos recientes han ayudado a revelar la
abrumadora confiabilidad del Nuevo Testamento41.
— Jamal, ¿puedes aclararme algo? — dijo Andrea.
— Claro que sí.
— Sé que acabas de decirlo, pero ¿cuántos manuscritos
del Nuevo Testamento existen hoy? —preguntó Andrea.
^-M iles. Más de 5600 manuscritos en griego están
catalogados, pero Wallace y su equipo están constante­
mente agregando más en su sitio web. Si vas más allá de
los manuscritos en griego y consideras todas las copias
de la Vulgata en latín y otras traducciones, el número se
aproxima a los 24 000.
Así que — dijo Nick— de acuerdo con Metzger y Wa­
llace y otros eruditos, hay abundancia de manuscritos de
la Biblia, pero con otros como Herodoto, Aristóteles y Tu-
cídides, sólo existen unas pocas copias.
— Correcto, Nick.
Nadie habló por unos momentos y luego Jamal se sonrió.
—Bien, ustedes me han estado haciendo preguntas
desde el instante en que entraron. Ahora es mi tumo. ¿Qué
obra clásica está en segundo lugar, después del Nuevo Tes­
tamento, en cuanto a su autoridad como manuscrito?
—No tengo idea — admitió Andrea.
—¿Nick?
—No lo sé.
—La Ilíada de H om ero — respondió Jamal— . Tiene
643 manuscritos descubiertos y catalogados.
—Eso tiene sentido — comentó Andrea— . Recuerdo
que Platón dice que todos los filósofos tenían que respon­
der a Homero.
—Espera un minuto —dijo Nick— . ¿Eso no significa
que todo lo que escribió Homero fue verdad, no es así?
—¡Por supuesto que no! La autoridad del manuscrito
simplemente nos dice que lo que tenemos hoy día es lo
que fue originalmente escrito. Tomen los manuscritos de
las obras de Homero. Ellos nos dicen que podemos saber
con un noventa y cinco por ciento de certeza que eso fue
lo que Homero realmente escribió. No quiere decir que los
detalles de cómo lo hirieron a Aquiles en el talón o cómo
se escondieron los griegos en el Caballo de Troya sean
históricamente ciertos. Homero podría haber fabricado al­
gunas de estas cosas en su poesía artística. La autoridad
del manuscrito sólo nos dice que las copias que tenemos
hoy son cercanas al original.
—Interesante —dijo Nick.
—Nick y Andrea, tengo otra observación del Dr.
Craig Blomberg, quien era miembro investigador sé­
nior de la Universidad de Cambridge en Inglaterra y
es profesor actual de Nuevo Testamento del Seminario
de Denver. Blomberg explica que los textos del Nuevo
Testamento “han sido preservados en un número mucho
mayor y con más cuidado que cualquier otro documento
antiguo”. Concluye que un “97 a 99 por ciento del Nuevo
Testamento puede ser reconstruido más allá de toda duda
razonable”42.
—Ese es un porcentaje bastante elevado, pero Blom­
berg de todas maneras admite la posibilidad de error — co­
mentó Andrea.
—Blomberg no admite errores en el original, sino que
podría haber algunas variantes en las copias que ustedes
y yo tenemos. Sin embargo —y este es el punto crucial—
dentro de las variantes en las copias, ninguna de las varian­
tes cubre asuntos doctrinales importantes.
Jamal miró la hora.
—Nick y Andrea, estoy contento de que hayan pasa­
do por aquí. Ahora tengo que preparar algunas cosas para
enseñar mi siguiente clase, pero el miércoles en clase cu­
briremos el asunto de las variantes. Andrea, ven y participa
de la clase si tienes tiempo.
—Gracias, Jamal.
Mientras se iban, Nick preguntó: “¿Piensas que ven­
drás a la clase el miércoles?”
— Seguro, voy a pasar.
Catorce
¿QUÉ OCURRE CON
LOS “ERRORES” DE LA
BIBLIA?

EN MENOS DE dos días después de la primera clase de


Jamal, se extendía como reguero de pólvora el rumor en el
Departamento de Estudios Religiosos de que Jamal había
planteado el argumento de que el Nuevo Testamento era
históricamente exacto. Muchos de los profesores estaban en
desacuerdo con el punto de vista de Jamal, pero no parecían
demasiado preocupados porque la mayoría había tenido
contacto con la teología conservadora cuando se habían reu­
nido con profesores de la Universidad de Da­
llas y del Seminario Teológico de Dallas.
Además, uno de los antiguos miembros
del profesorado, el Dr. Clayton Ingra-
ham, estaba cubriendo ahora la clase de
Introducción a la Religión del Dr. Peter-
son. Ingraham y Peterson habían sido muy buenos amigos
años atrás y Ingraham había prometido observar a Jamal
durante la ausencia de Peterson.
Entretanto, N ick estaba tan entusiasmado con la clase
de Jamal que no sólo le invitó a Andrea, sino también a la
amiga de Jamal, M ina, varios chicos de su piso y — en un
momento de antojo— a Jessica.
Cuando Nick llegó a la clase, vio a Andrea y Mina senta­
dasjuntas en la última fila. Jessica estaba sentada cerca de ellas.
Primero, Nick fue y charló con las tres chicas, luego se acercó
al frente del aula para contarle a Jamal que había invitado a
algunos compañeros. El aula era como un pequeño auditorio
con capacidad para ciento cincuenta personas. Jamal estaba
ocupado preparando su presentación de PowerPoint. Cuando
miró hacia el lugar donde estaban sentadas las muchachas, lo
vio al Dr. Ingraham sentado en el último asiento de la fila con
los brazos cruzados. “M e alegro de verlo, Dr. Ingraham”, dijo
por encima del ruido de los alumnos que se iban acomodando
en sus asientos. “Gracias por asistir a nuestra clase”.
—Jamal — dijo el Dr. Ingraham asintiendo con la ca­
beza, pero sin sonreír. N o dijo: “Hola, Jam al” o “gracias”,
sino sólo “Jam al”, com o algo irritado o no deseando ser
demasiado personal.
—Muy bien, alum nos, com encem os — dijo Jamal— .
Comenzaremos con un breve repaso de nuestra última
sesión. ¿En qué siglo fue escrito el N uevo Testamento?
¿Quién recuerda? Sí, Lynne.
—El primer siglo.
—Correcto. Ahora, de acuerdo con sus notas basadas en
mi PowerPoint, den una de las evidencias que Millar Burrows
de Yale dijo “que proporciona confianza en la transmisión
exacta del texto del Nuevo Testamento”. Adelante, Craig.
— Los descubrimientos de las copias de papiros —
dijo Craig.
— Bien —respondió Jamal.
Se escuchó una tos para despejar la garganta cerca del
fondo de la clase.
—Perdonen mi interrupción, alumnos, pero el instruc­
tor Washington, quien aún no tiene su doctorado, parece
estar enseñando fimdamentalismo cristiano en vez de ver­
dades verificables — dijo el Dr. Ingraham en voz alta.
Algo incómodos, los alumnos se quedaron callados
mientras se daban vuelta para ver quién estaba interrum­
piendo. ¿Qué diablos está haciendo Clayton?, pensó Ja-
mal para sus adentros.
Nick sintió que el corazón le daba un vuelco, pensan­
do que jamás tendría que haber invitado a sus amigos a
venir a la clase.
—Tan sólo asegúrate de decirles a estos alumnos cuá­
les son las variantes en los papiros —continuó Ingraham.
—De hecho, Dr. Ingraham, hoy vamos a estar cu­
briendo ese mismo tema —respondió Jamal con calma—
Por qué no escucha y, si aún tiene preguntas, quizás pode­
mos hablar luego en privado.
Jamal no iba a permitir que su lección se descarrilara.
—Alumnos, el Dr. Ingraham se está refiriendo a las
variantes que encontramos en los papiros. Una variante en
los textos es cuando los manuscritos del Nuevo Testamento
tienen diferentes expresiones. De acuerdo con el Dr. Bart
Ehrman de Chapel Hill, hay entre 300 000 y 400 000 va-
liantes entre los manuscritos del Nuevo Testamento. Dado
que el Nuevo Testamento en griego actual tiene apenas 138
000 palabras, la idea de que existen variantes dos o tres ve­
ces mayores que las palabras parece algo inquietante. La
verdad, sin embargo, es que la gran cantidad de variantes es
el resultado directo de la gran cantidad de manuscritos del
Nuevo Testamento disponibles. Cuantos más manuscritos
poseemos, tantas más variantes; si hubiera menos manus­
critos, habría menos variantes. Pero eso no es todo. Cuando
miramos las variantes de cerca, esto es lo que vemos43.
Jamal hizo clic en otra diapositiva mientras continua­
ba la lección.
— Sin ninguna duda, la categoría más importante de
variantes es la diferencia de ortografía. El nombre Juan, por
ejemplo, se puede escribir con una n o con dos. Claramente,
una variación de esta clase no pone en peligro el significado
del texto. Las diferencias de ortografía constituyen casi el
setenta y cinco por ciento de todas las variantes44. ¡Eso es
entre 225 000 y 300 000 de todas las variantes! Otra gran
categoría de variantes consiste en los sinónimos usados en
los manuscritos. Por ejemplo, algunos manuscritos pueden
referirse a Jesús por su nombre propio, mientras que otros
pueden decir “Señor” o “Él”. Dudo que tales diferencias
pongan el significado del texto en tela de juicio45.
Nick comenzó a sonreírse al recorrer el aula con la
mirada. Es probable que el Dr. Ingraham no esperara una
respuesta tan rápida e inteligente de Jamal.
—Ahora miren esta diapositiva.
Jamal miró la pantalla y continuó.
—Como dicen los doctores Norman Geisler y Frank
Turek:
El proceso de comparar muchas copias y citas permite
una reconstrucción extremadamente correcta del origi­
nal aunque se hubieran cometidos errores al copiarlo.
¿Cómo funciona esto? Consideremos el siguiente ejem­
plo. Supongamos que tenemos cuatro manuscritos dife­
rentes que tienen cuatro errores diferentes en el mismo
versículo, tal como Filipenses 4.13 (“Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece”). Estas son las copias hipoté­
ticas:
#odo lo puedo en Cristo que me fortalece.
T#do lo puedo en Cristo que me fortalece.
To#o lo puedo en Cristo que me fortalece.
Tod# lo puedo en Cristo que me fortalece.
¿Es algún misterio lo que decía el original? Claro que
no. Mediante el proceso de comparación y verificación,
el Nuevo Testamento original puede ser reconstruido
con gran exactitud46.
' ' —Cuando se consideran todas las
----------- ----------

variaciones, sólo alrededor de un uno por ciento involucra


el significado del texto. ¡El uno por ciento! Pero incluso
ese hecho puede ser exagerado. Por ejemplo, hay un
desacuerdo sobre la cuestión de si 1 Juan 1.4 tendría que
ser traducido: “Les escribimos estas cosas para que nuestra
alegría sea completa” o “Les escribimos estas cosas para que
vuestra alegría sea completa”. Aun cuando este desacuerdo
involucra el significado del pasaje, de ninguna manera
pone en peligro alguna doctrina central de la fe cristiana.
Por eso es que los autores de Reinventing Jesús sacaron la
siguiente conclusión: “La respuesta breve a la pregunta de
cuáles verdades teológicas están en juego en estas variantes
es: ninguna *
Quince
LA P R U E B A DE LA
EVID EN C IA INTERNA

— ¿ALGUIEN TIENE ALGUNA pregunta? —pre­


guntó el Instructor Washington.
Nick lo miró al Dr. Ingraham, pero Ingraham estaba
meramente mirándolo a Jamal sin ninguna expresión en
su rostro.
— Sí, Andrea — exclamó Jamal.
—H ola... gracias. Sólo porque tengamos una abun­
dancia de fundamento de los manuscritos
no significa que todo lo que escribieron
Pablo, Mateo, Lucas y otros sea ne­
cesariamente cierto. Usted mencionó
el otro día que, aun cuando tengamos
seiscientas copias de la Ilíada de Ho­
mero, no necesitamos creer en todo lo
que él escribió. Por ejemplo, Aquiles herido en su tobillo
con una flecha, o los griegos ocultándose en el caballo de
Troya. ¿Nos puede explicar eso un poco más?
—Tienes razón, Andrea. La prueba bibliográfica sólo
determina que el texto que tenemos ahora es lo que fue
originalmente registrado48. Es por eso que ahora nos va­
mos a ocupar de la crítica interna. Durante nuestra última
clase, yo mencioné que podemos creer en los detalles his-
tóricoi gracias a la evidencia interna. Como ejemplo, yo
mostré documentación de ochenta y cuatro detalles histó­
ricos confirmados en el libro de los Hechos, que le escribió
Lueai g Teófilo.
Hace años, yo concurrí a un seminario en el norte de
Virginia liderado por John Warwick Montgomery, quien
tiene más de una docena de títulos, incluyendo tres docto­
rados. Él escribió:
La erudición histórica y literaria continúa siguiendo
el dictamen eminentemente justo de Aristóteles de que se
tiene que dar el beneficio de la duda al documento mismo,
no arrogado por el critico a sí m ismo... Esto significa que
uno debe escuchar las afirmaciones del documento bajo
análisis, y no suponer fraude o errores salvo que el autor
se descalifique a sí mismo mediante contradicciones o co­
nocidas inexactitudes de los hechos49.
—Ahora, yo no tengo tiempo para repasar todos los
detalles de Hechos como lo hice en la clase pasada, pero
déjenme pasar algunas de las diapositivas del primer libro
de Lucas que no alcanzamos a cubrir. Leamos los primeros
cuatro versículos del evangelio de Lucas.
Muchos han intentado hacer un relato de las cosas
que se han cumplido entre nosotros, tal y como nos las
transmitieron los que desde el principio fueron testigos
presenciales y servidores de la palabra. Por lo tanto,
yo también, excelentísimo Teófilo, habiendo investiga­
do todo esto con esmero desde su origen, he decidido
escribírtelo ordenadamente, para que llegues a tener
plena seguridad de lo que te enseñaron. (Lucas 1.1-4)

—Andrea, múltiples eruditos reconocen la exactitud


histórica de Lucas. Por ejemplo, esta diapositiva tiene la
conclusión del Dr. John McRay, profesor del Nuevo Tes­
tamento y arqueología de Wheaton College, hablando de
Lucas, el médico e historiador.

; Él es erudito, es elocuente, su griego posee una calidad


clásica, escribe como un hombre educado, y los descu­
brimientos arqueológicos muestran una y otra vez que
| Lucas es exacto en todo lo que tiene para decir50.

—Otros escritores del Nuevo Testamento también


afirmaban una investigación cuidadosa o testimonio direc­
to. ¿Quién de ustedes tiene una Biblia?
Nadie se movió.
—Vamos, chicos, la Biblia es un texto requerido para
esta clase.
Nick se agachó, sacó una pequeña Biblia roja de su
mochila y la agitó en dirección a Jamal.
—Bueno. Nick, lee 2 Pedro 1.16-17 y dinos que dijo
Pedro.
Como siempre, Nick comenzó con una voz más fuer­
te de lo deseado. “Cuando les dimos a conocer la venida
de nuestro Señor Jesucristo en todo su poder, no está­
bamos siguiendo sutiles cuentos supersticiosos sino dan­
do testimonio de su grandeza, que vimos con nuestros
propios ojos. Él recibió honor y gloria de parte de Dios
el Padre, cuando desde la majestuosa gloria se le dirigió
aquella voz que dijo: ‘Éste es mi Hijo amado; estoy muy
complacido con él” *51.
—Gracias, Nick. ¿Qué observan entonces en el texto
que Nick acaba de leer? ¿Sí, Mike?
—Parece que Pedro y su audiencia estaban familia­
rizados con los mitos que estaban circulando, pero Pe­
dro deseaba hacer una clara distinción proporcionando
el testimonio de haber visto con sus propios ojos a Cristo
—dijo Mike.
—Bien. Ahora, ¿por qué no nos lees Juan 19.35?
Mike pidió prestada una Biblia de la muchacha que
estaba sentada a su lado y leyó: “El que lo vio ha dado
testimonio de ello, y su testimonio es verídico. Él sabe que
dice la verdad, para que también ustedes crean”52.
—Gracias, Mike. Ahora, repasemos lo que hemos
aprendido esta mañana y a principios de la semana. Prime­
ro, la prueba bibliográfica confirma que el Nuevo Testa­
mento que leemos hoy representa correctamente lo que fue
escrito originalmente. Segundo, la prueba de la evidencia
interna revela a autores individuales de libros individuales
que afirman haber sido testigos oculares o de haber inves­
tigado cuidadosamente la verdad.
Nick giró hacia atrás la cabeza y vio que Andrea y
Jessica parecían ambas interesadas. Jessica captó su mi­
rada y le sonrió. Y luego el Dr. Ingraham habló otra vez.
“ ¡Sr. Washington! Hay muchos libros religiosos populares
de Joseph Smith, Mahoma y otros que afirman haber sido
testigos oculares e inspirados por Dios, pero eso no hace
que sus escritos sean verdaderos” .
Dieciséis
JOSEPH S M IT H ,
MAHOMA Y OTRAS
A F I R M A C I O N E S DE
VERDAD

— SÍ, D R . IN G R A H A M , muchas personas afirman


haber sido testigos oculares, pero como dijimos antes, los
relatos de Cristo del Nuevo Testamento circulaban duran­
te la vida de sus contemporáneos. Esa gente, cuyas vidas
se superponían a la suya, podía ciertamente confirmar o
negar la exactitud de los relatos. Incluso cuando fueron
confrontados por los oponentes más severos, los escritores
del Nuevo Testamento apelaron al conocimiento común
respecto a Jesús. Alumnos, ellos no sólo
dijeron “nosotros vimos esto” o “no­
sotros escuchamos aquello”, sino que
les devolvieron la pelota y les habla­
ron directamente a los críticos dicien­
do: “Ustedes también saben estas cosas.
Ustedes también las vieron. Ustedes mismos lo saben”.
Ahora, alumnos, ¿conocen algún pasaje específico en donde
podemos ver esto?53
La clase estaba en silencio.
—Muy bien, Mina, veo que te sonríes. Hoy tenemos
algunos visitantes aquí y uno de ellos es una amiga mía
que se graduó en Rice. Ella escribió un galardonado artículo
sobre este mismo tema. ¿Por qué no compartes algunos
pasajes que recuerdes, Mina?
—Claro que sí. En Hechos 2.22, Pedro dice: “Pueblo
de Israel, escuchen esto: Jesús de Nazaret fue un hombre
acreditado por Dios ante ustedes con milagros, señales y
prodigios, los cuales realizó Dios entre ustedes por medio
de él, como bien lo saben PP54
—Otro de mis favoritos es Hechos 26.24-26 —
continuó diciendo Mina— : “Al llegar Pablo a este punto
de su defensa, Festo interrumpió: — ¡Estás loco, Pablo! —
le gritó— . El mucho estudio te ha hecho perder la cabeza.
—No estoy loco, excelentísimo Festo —contestó Pablo
— . Lo que digo es cierto y sensato. El rey está
familiarizado con estas cosas, y por eso hablo ante él con
tanto atrevimiento. Estoy convencido de que nada de esto
ignora, porque no sucedió en un rincón”55.
—¿Escucharon eso? —preguntó Jamal—. Uno tiene que
tener cuidado cuando les dice a sus opositores: ‘Ustedes también
saben esto’, porque si no hay un conocimiento y acuerdo
común en los detalles, uno se tiene que tragar el reto56.
Tiene razón. Esto debe ser embarazoso para el Dr.
Ingraham, pensó Nick. Pero Señor, ¡esto es embarazo-
so para mí también! Yo actué de la misma manera que
Clayton Ingraham cuando les hablé a mis padres en Na­
vidad.
Jamal continuó con la enseñanza: “F. F. Bruce, quien
fue una de las principales autoridades en literatura bíblica
antigua en la Universidad de Manchester, explicó el valor
de la fuente primaria del Nuevo Testamento.
Los primeros predicadores no tuvieron que vérselas
sólo con los testigos oculares amistosos; había otros que
estaban menos dispuestos favorablemente que también es­
taban familiarizados con los principales hechos del minis­
terio y la muerte de Jesús. Los discípulos no se podían dar
el lujo de arriesgar inexactitudes (ni que hablar de la mani­
pulación intencionada de los hechos), que serían expues­
tas il instante por aquellos que estarían felices de poder
hacerlo. Por el contrario, uno de los puntos más fuertes en
la predicación original es la apelación confiada al conoci­
miento de los oyentes; no sólo decían: “Somos testigos de
estas cosas”, sino también: “Como bien lo saben” (Hechos
2.22). Si hubiera habido alguna tendencia a apartarse de
los hechos en cualquier sentido material, la posible presen­
cia de testigos hostiles en la audiencia habría servido como
una rectificación adicional57.
— De modo que si tenemos evidencia que sugiere que
el Nuevo Testamento que leemos hoy es una copia con­
fiable y fidedigna del original, y si tenemos razones para
creer que el original era una representación exacta de los
que dijeron e hicieron Jesucristo y sus primeros seguido­
res, ¿a qué opciones nos enfrentamos cuando leemos el
texto bíblico?
Jamal hizo una pausa y recorrió la sala con su mirada.
Luego dijo:
— Bueno, alumnos, es momento de terminar la clase.
¿Tiene alguien alguna pregunta?
— Yo no tengo ninguna pregunta —dijo el Dr. Ingra-
ham— . Pero desearía hacer un comentario. Tú has clara­
mente llevado a cabo tu investigación y me has plantea­
do algunas cosas que deseo considerar. Discúlpame por
interrumpir tu clase. Alumnos, me disculpo ante ustedes
también. Su instructor ha hecho una excelente tarea hoy.
Ante esto, los alumnos irrumpieron en aplausos y el
impulso pareció inclinarse a favor de Jamal. Nick miró ha­
cia el sitio donde estaban sentadas Andrea y Jessica y vio
que las dos se sonreían. A pesar de que él devolvió sus
sonrisas, tenía un nudo en el estómago. Intelectualmen-
te, estaba convenciéndose de que el Nuevo Testamento
era fidedigno e históricamente correcto. Y si era correcto*
acreditado... lo cual significaba que tenía que presentar
algunas disculpas. Tenía que pedirle perdón a Dios y poner
las cosas en orden con el Cristo del Nuevo Testamento.
Diecisiete
NICK

DOS HORAS MÁS TARDE, Nick se puso de ro­


dillas en su habitación. Dios, fc pido perdón. He estado
equivocado con respecto a todo esto. He estado viviendo
en negación y huyendo de ti. Señor, sé que el Jesús de la
Biblia es tu Hijo. Creo que él murió para pagar la pena
de mi pecado, y que él resucitó de entre los muertos para
probar que no tenía pecado. Porfavor, perdóname por no
creer. Perdóname po r desear, m entir y pensar sólo en mí.
Deseo vivir el resto de mi vida para ti.
Gracias po r escucharme. Amén.
En las semanas siguientes, Nick
le pidió perdón a Jessica por haberse
acostado con ella —lo que pareció
sorprenderla— y llamó a sus padres
y su antiguo pastor de jóvenes para explicarles su cambio.
Su pastor estaba feliz y su mamá lloró en el teléfono, di­
ciendo que sus muchas oraciones habían sido respondidas.
Durante las siguientes clases, Nick y el resto de los
estudiantes parecían disfrutar las lecciones de Jamal. Nick
sintió que estaba creciendo no sólo intelectualmente, sino
también en su vida de oración mientras buscaba la sabidu­
ría de Dios. La noche del miércoles siguiente, Nick recibió
una llamada.
—Hola, Nick.
—Jessica, ¿cómo estás?
—Estoy muy bien. ¡No lo vas a creer! Fui a tomar un
café con tu amiga Mina. Ay, ¡es tan, pero tan dulce! Esta­
mos teniendo unas magníficas conversaciones espirituales.
Estoy comenzando a realmente entender todo este asunto.
Cuando Mina me habló sobre la manera en que Jesús ofen­
día a los líderes religiosos y les extendía su ayuda a los
pobres y marginados de la sociedad, me hubiera gustado
que estuvieras allí. Ella habló sobre la vez en que Jesús le
habló a una mujer que estaba sacando agua de un pozo. La
mujer era samaritana, una raza que los judíos desdeñaban
y con la que no se asociaban. Ella había tenido muchas
relaciones y era una especie de paria, pero Jesús parecía
realmente interesado en ella y le dio esperanza. Me voy a
volver a reunir con ellos mañana por la mañana y quería
saber si te gustaría venir.
—¿Ellos? ¿Quién más se va a reunir con ustedes?
—Ah, perdón. La invité también a Andrea. ¿Puedes
venir?
—Claro que sí, me encantaría. ¿Dónde van a estar?
—En el Café Brazil en Lower Greenville.
¿Qué m todo esto?, se preguntaba Nick. ¿Jessica to­
mando la iniciativa para hablar sobre Dios?
Nick se sentía esperanzado y escéptico a la misma
vez. Todavía no confiaba plenamente en Jessica, pero sin
embargo percibía un nuevo entusiasmo en ella que nun­
ca había visto antes. Ya se había reunido con Mina, quien
no se ajustaba a la imagen de las chicas superficiales que
normalmente la rodeaban. ¡No sólo eso, sino que además
la había invitado a Andrea también! Quizás Dios estaba
haciendo algo en su vida.
Dieciocho
LA P R U E B A DE LA
EVID EN C IA EXTERNA

NICK Y MINA estaban sentados en el Café Brazil con­


versando sobre la clase de Jamal cuando llegaron Jessica
y Andrea juntas.
—¿Qué puedo servirles? —preguntó la mesera.
— Sólo un café — dijo Andrea.
— Lo mismo yo — dijo Jessica.
—Muy bien. El bar de café es autoservicio, así que
sírvanse lo que quieran.
Después de charlar durante algunos
minutos, Nick sacó su computadora y
comenzó a compartir con las chicas lo
que había aprendido.
—Antes de que ustedes llegaran,
le estaba diciendo a Mina que Jamal me
invitó ayer a ir con él para conocer un par de profesores del
Seminario Teológico de Dallas. Después fuimos manejan­
do a Fort Worth y nos reunimos con un profesor de Sou-
thwestem que tiene un título de Oxford. Hablamos sobre
los amigos y discípulos del apóstol Juan que confirman la
evidencia interna que aparece en los relatos de los evange­
lios. Deseo leerles un par de cosas.
Nick encontró la página que deseaba, luego explicó:
“Esto es de un hombre llamado Papías, quien era obispo
de Hierápolis durante el año 130 después de Cristo. El
historiador Eusebio preserva los escritos de Papías de la
siguiente manera:
El Anciano (el apóstol Juan) solía decir esto tam­
bién: “Marcos, habiendo sido el intérprete de Pedro,
escribía correctam ente todo lo que (Pedro) mencio­
naba... Porque no era ni un oyente flf un compañero
del Señor; pero después, como dije, él lo acompañó a
Pedro, quien adaptó sus enseñanzas según lo requerían
sus necesidades, no como si hubiera estado haciendo
una recopilación de los dichos del Señor. De modo que
M arcos no com etió error alguna al escribir de esta ma­
nera algunas cosas que él m encionaba; porque prestó
atención a esta única cosa: no om itir nada de lo que
había escuchado y no incluir ninguna declaración falsa
entre ellas”58.
—Chicas, la siguiente referencia es de Ireneo — dijo
Nick con una sonrisa.
—¿Quién era Ireneo? —preguntó Jessica.
—Era un líder de la iglesia del segundo siglo y un
estudiante de Policarpo, quien era otro amigo cercano del
apóstol Juan y del obispo de Esmima. Ireneo escribió so­
bre lo que había aprendido de Policarpo:
Mateo publicó su evangelio entre los hebreos (o sea,
los judíos) en su propia lengua cuando Pedro y Pablo es­
taban predicando el evangelio en Roma y fundando allí
la iglesia. Después de su partida (o sea, su muerte, que
importantes tradiciones sitúan en la época de la persecu­
ción neroniana en el año 64 después de Cristo), Marcos,
el discípulo e intérprete del mismo Pedro nos entregó por
escrito la sustancia de la predicación de Pedro. Lucas, el
seguidor de Pablo, puso en un libro el evangelio predicado
por su maestro. Luego Juan, el discípulo del Señor, que
también había aprendido en su regazo (esta es una alu­
sión a Juan 13.25 y 21.20) produjo él mismo su Evangelio,
mientras estaba viviendo en Éfeso en Asia59.
—Hay más, pero necesito servirme más café. ¿Cuál
es el mejor sabor?
Andrea puso los ojos en blanco.
—Apúrate que tengo una pregunta.
—Ve y pruébalos a todos, Nick. Yo intentaré contestar
esta —dijo Mina— . ¿Cuál es tu pregunta, Andrea?
—Si estos hombres eran amigos de Juan, ¿no eran
acaso parciales?
—Esa es una excelente pregunta. Cuando ellos escri­
bieron esto, es probable que fueran algo parciales. Pero,
aun cuando no tuvieran el testimonio de los primeros dis­
cípulos y de los padres de la iglesia primitiva, podemos
concluir de escritos no cristianos como los de Josefo, el
Talmud, Tácito y Plinio el Joven que, por cierto, Jesús ha­
bía existido y era un maestro judío. Sabemos que muchas
personas creían que él había sanado y realizado exorcis­
mos. Además, Jesús había sido rechazado por los líderes
judíos. Las fuentes no cristianas nos dicen que fue crucifi­
cado bajo Poncio Pilato durante el reinado de Tiberio. Los
críticos admiten que, a pesar de su vergonzosa muerte, sus
seguidores, que creían que él estaba aún con vida, se des­
parramaron más allá de Palestina de modo que había mul­
titudes de ellos en Roma para el año 64 después de Cristo.
Por último, toda clase de gente de ciudades y poblados —
hombres y mujeres, esclavos y libres— lo adoraban como
Dios ya a los comienzos del segundo siglo60.
Diecinueve
¿SE L O IN V E N T A R O N
LOS D IS C ÍP U L O S ?

NICK TOMÓ ASIENTO mientras Mina estaba reci­


tando datos de fuentes externas.
— ¿Sabes qué es lo que me encanta de este lugar? Que
hay tantos sabores para elegir. ¿Qué fue lo que me perdí?
Jessica se sonrió.
—Mina le estaba diciendo a Andrea que es improba­
ble que los primeros escritores de los evangelios mintieran
ya que historiadores que no son cristianos nos dicen las
mismas cosas.
Nick respondió de inmediato. “Yo
solía pensar que porque los discípu­
los no eran imparciales, mezclaban
a propósito los detalles. Pero estuve
pensando en ello. ¿Por qué mentirían?
Supongamos que se hubieran inventado lo de la resurrec­
ción. ¿Cuál sería su propósito? ¿Qué provecho obtendrían
de hacerlo? Les voy a decir a qué conclusión llegué. Ma-
linterpretación, rechazo, persecución, torturas y martirio.
¡Qué buena lista de recompensas!”61
— Es realmente un buen punto —dijo Jessica.
¿Es realmente un buen punto? Parece verdaderamen­
te interesada, pensó Nick.
—El profesor del Seminario Teológico de Dallas con
el que nos reunimos me dio una cita de un libro de Chuck
Colson, quien había sido asistente del presidente Nixon.
Colson fue a la cárcel por el escándalo de Watergate. Com­
parando su experiencia con la de los apóstoles, escribe:
Watergate involucró una conspiración para ocul­
tar cosas, perpetuada por los asistentes más cercanos del
Presidente de los Estados Unidos... quienes le eran in­
tensamente leales a su presidente. Pero uno de ellos, John
D ean... testificó en contra de Nixon, según él, “para salvar
su propio pellejo”, y lo hizo sólo dos semanas después de
haberle informado al presidente lo que estaba sucedien­
do: ¡dos semanas! El verdadero encubrimiento, la mentira,
sólo pudo sostenerse dos semanas y luego todos huyeron
despavoridos para salvarse. Ahora, el hecho es que los que
rodeaban al presidente sólo enfrentaban la vergüenza, qui­
zás la prisión. La vida de ninguno de ellos estaba enjuego.
¿Pero qué ocurrió con los discípulos? Doce hombres im­
potentes, realmente campesinos, se enfrentaban no sólo a
la vergüenza o deshonra política, sino a azotes, apedreos
y ejecución. Cada uno de los discípulos insistía, juraba,
haber visto a Jesús resucitando corporalmente de entre los
muertos. ¿No creen que uno de esos apóstoles se habría
quebrantado antes de ser decapitado o apedreado?... Nin­
guno de ellos lo hizo62.
—¿De modo que todos, salvo uno de ellos, fueron
matados por su fe? —preguntó Jessica.
—No sólo matados por su fe. Mucha gente muere por
su fe. Estos discípulos murieron por lo que vieron con sus
propios ojos.
—Quizás había sido realmente conducidos al engaño
—comentó Andrea.
—¿Estás bromeando? —respondió rápidamente
Nick—. Si ellos hubieran inventado su declaración de ha­
ber sido testigos oculares de un hombre muerto que había
vuelto a la vida, lo habrían admitido en ese momento. Al
menos, algunos de ellos se habrían echado atrás para sal­
var su vida. Pero eso no fue lo que sucedió. A Jacobo lo
mataron apedreándolo. Pedro fue crucificado. A Pablo lo
decapitaron.
—Bueno, no me lo trago —dijo Andrea.
—¿Por qué no? —preguntó Nick.
—Porque soy escéptica — dijo Andrea.
—Andrea, a veces el escepticismo tiene sus limitacio­
nes —dijo Nick— . Estoy contento de que no desees tener
una fe ciega, pero también es posible ser demasiado escép­
tico, ¿sabes? ¿Qué ocurriría si fueras siempre escéptica de
todo, como del sistema de navegación de tu automóvil, o
de lo que estás aprendiendo en las otras clases? ¿Por qué
ser escéptica de lo que es tan obvio? En algún momento
todos tenemos que avanzar con confianza hacia lo que es
razonable.
Andrea se cruzó de brazos mientras Nick continua­
ba: “Andrea, hemos sido amigos por cerca de un año, me
gustas mucho, de modo que voy a decirte directamente lo
que pienso. Pienso que tú estás abierta a Jesucristo. Si no
fuera así, no estarías reuniéndote conmigo y no vendrías
a las clases de Jamal. También puedo decirte que las últi­
mas semanas de mi vida han sido diferentes. No siempre
me siento espiritual y aún tengo preguntas y me siento
desalentado, pero pienso que Dios reveló a su Hijo en el
Nuevo Testamento. J#p sé todo lo que e§® significa, pero
sé que Cristo murió en la cruz para pagar la pena de mis
pecados y luego resucitó de entre los muertos. Andrea,
cuando le pedí que me perdonara mis pecados, sé que lo
hizo.
—Tú has estado actuando de manera diferente —dijo
Andrea.
—Yo pienso lo mismo —dijo Jessica—. Pareces mu­
cho más feliz. Pienso que deseo lo que tú tienes.
¿Realmente dijo eso? pensó Nick.
— Jessica, ¿deseas a Jesucristo en tu vida?
— Lo estoy pensando.
Nick la miró a Jessica y sintió un arrebato de adrena­
lina. “La decisión de creer que Jesús es el Hijo de Dios y
pedirle que te salve de tus pecados es algo que no puedes
tomar a la ligera. Puede hacerte mucho más feliz, pero no
lo hagas por esa razón. Hazlo porque es verdad. Si sólo de­
seas sentirte mejor, es más fácil mirar una película o darte
un masaje. El seguir a Jesucristo como tu guía y ejemplo
implica un costo. No es una manera popular de vivir. Y
si Dios te está impulsando a creer, hazlo inmediatamente,
aun cuando no tengas el cien por ciento de las respuestas
a tus preguntas.
— Sin duda lo pensaré — dijo Jessica.
— Yo tam bién — dijo Andrea—. Pero todavía tengo
mis preguntas.
Los cuatro hablaron más de Jesús, terminaron su café
y estuvieron de acuerdo en volverse a reunir.
Veinte

EL CANON

LA PRÓXIMA VEZ QUE Nick fue a la clase de Jamal,


la vio a Andrea en el fondo de la clase. Fue y se sentó junto
a ella.
Jamal no perdió el tiempo en comenzar.
—Hoy hablaremos del canon de la Escritura. La pala­
bra canon viene de la raíz que traducimos como caña. La
palabra en español es caña y la palabra en griego es kanon.
Hace años, la caña se usaba como una vara para
medir y comenzó a significar el “estándar”. El
término canon fue realmente acuñado por
Orígenes, el padre de la iglesia del tercer
siglo. A la larga, la palabra comenzó a te­
ner el significado de “lista” o “índice”63. De
modo que esta mañana, cuando nos refiramos
al canon, estaremos hablando sobre una lista oficialmente
aceptada de libros64.
— ¿Cuántos de ustedes han leído una novela de Dan
Brown como E l Código D a Vinci o E l sím bolo perdido?
Cerca de un tercio de la clase levantó la mano.
— Sí, es divertido leer esos libros, pero recuerden:
¡son libros deficció n l
Jamal se rió.
— A diferencia de Brown, Constantino no tenía nada
que ver con la creación del canon. Ni siquiera creo que la
iglesia creó el canon. Ustedes me miran como si yo es­
tuviera loco. Honestamente, no creo que la iglesia haya
determinado qué libros se llamarían Escritura, la Palabra
inspirada de Dios. Más bien, la iglesia reconoció o descu­
brió qué libros habían sido inspirados desde su comienzo.
Permítanme que lo repita. Alumnos, deseo que anoten mi
postura con respecto a este asunto. Un libro no es la Pa­
labra de D ios p o r e l hecho de haber sido aceptado por el
pueblo de D ios. M ás bien, es aceptado por el pueblo de
Dios porque es la Palabra de Dios. O sea, Dios le da al
libro su autoridad divina. La gente meramente reconoce la
autoridad divina que Dios le da65.
—Ahora, muchos de mis amigos católicos creen
que la iglesia es la magistrada y reguladora del canon. El
Dr. Norman Geisler y William Nix notan que el término
“apostólico” según se lo utiliza para la prueba de canoni­
zación, no significa necesariamente “autoría apostólica” o
“lo que fue preparado bajo la dirección de los apóstoles66.
Lucas, un compañero próximo a Pablo, no era un apóstol,
pero Pablo, que era un apóstol, reconoció la obra de Lucas
como fidedigna. Muy bien, veo que muchos están perple­
jos. ¿Me siguen? ¿Tienen alguna pregunta?
Un muchacho que Nick reconoció de otra clase, le­
vantó la mano.
— Sr. Washington, estoy un poco perdido. Creo que lo
escuché decir que el Nuevo Testamento había sido aproba­
do por los apóstoles. Lo que deseo saber es qué hace que
un apóstol sea un apóstol. Lo que quiero decir es que mu­
chos de los carteles y anuncios de las iglesias mencionan
apóstoles.
— ¡Ah! Magnífica pregunta, Chad. Y tienes razón acer­
ca de los carteles de las iglesias. Muchas personas se llaman
a sí mismas apóstoles estos días. De hecho, la gente de la
iglesia de mi tío en Chicago lo llaman “Apóstol Washing­
ton”. Ahora, amo a mi tío, pero por cierto no lo pondría en la
misma categoría que Pedro y Pablo. Algunos grupos usan el
término libremente para describir a los líderes con ministe­
rios de amplio alcance: los que siembran iglesias, misione­
ros y padres espirituales. Sea cual sea el caso, los apóstoles
originales estaban en una clase aparte. Fueron llamados y
enviados por Jesús. Eran “doce”. Tales apóstoles tenían que
haber estado con Cristo durante su ministerio y tenían que
haber sido testigos oculares de su resurrección. El apóstol
Pablo fue un caso único porque tuvo una experiencia con
Cristo más adelante. Sin embargo, cuando escribió su pri­
mera carta a la iglesia de Corinto, dio su apología, o defen­
sa, por ser un apóstol. Dijo: “¿No soy apóstol? ¿No he visto
a Jesús nuestro Señor?”67 En otras palabras, su experiencia
de ver al Cristo resucitado y ser llamado por Cristo para
compartir el evangelio autenticó su apostolado.
Jamal caminó hacia el frente del aula.
—Los apóstoles tenían el rol de “hablar en lugar de
Dios”. Los libros en el Nuevo Testamento fueron recibidos
y reconocidos por estos apóstoles y la mayoría de ellos
fueron escritos por un apóstol. ¿Ayuda esto para aclarar
quiénes eran los apóstoles?
—Sí, gracias.
—¿Alguien más tiene una pregunta? Adelante, Rodrí­
guez.
—Sé que usted mencionó las palabras de Cristo en
el evangelio de Juan, pero ¿qué indicio tenemos de que
estos apóstoles pensaban que estaban hablando en lugar
de Dios?
—Dame un segundo y sacaré la lista para que todos
puedan verla.
Nick la miró a Andrea y vio que ella estaba tomando
apuntes.
Después de mostrar una nueva diapositiva de Power­
Point, Jamal continúo.
—Esta lista está adaptada de los eruditos Geisler y
Turek. Aquí vamos:

• Juan escribe que los primeros creyentes creían que


los apóstoles “eran de Dios" (1 Juan 4.6).
• Juan comienza el libro del Apocalipsis con “La revela­
ción de Jesucristo, que Dios le dio" (Apocalipsis 1.1).
Jamal mostró la siguiente diapositiva.

• Pablo afirma que sus cartas eran “con las palabras...


que enseña el Espíritu” (1 Corintios 2.12).
• Pablo afirma que sus escritos eran “mandato del Se
ñor” (1 Corintios 14.37).
• En la primera carta de Pablo a los tesalonicenses,
Pablo describe sus palabras “como lo que realmente
es, palabra de Dios” (1 Tesalonicenses 2.13).
• Pablo cita los evangelios de Mateo y Lucas, llamán­
dolos “Escritura”.

La siguiente diapositiva de Jamal presentaba un retra­


to temprano del apóstol Pedro.

• Pedro alude a las cartas de Pablo (hay trece de ellas)


y está de acuerdo en que fueron inspiradas; las
compara con “las otras Escrituras” (2 Pedro 3.15;
véase 2 Timoteo 3.16)68.

— Alumnos, voy a colocar todas estas notas en la pi­


zarra para que las puedan revisar más tarde. ¿Alguna otra
pregunta?
Tengo otra pregunta que se basa en nuestra previa
conversación — dijo Andrea— . Si los apóstoles y el pue­
blo de Dios estaban aceptando estos libros muy temprano.
¿por qué tardaron tanto en recopilarlos en un solo volu­
men?
— Andrea, no sé todas las respuestas a esa pregunta,
pero puedo compartir algunas razonables especulaciones.
Como antecedente, alumnos, no fue hasta el Concilio de
Hipona en el año 391 después de Cristo que la iglesia uni­
ficada reconoció el canon que tenemos ahora en nuestras
Biblias. Andrea, había una razón práctica por la que el ca­
non del Nuevo Testamento tardó casi tres siglos en tener
el aspecto que tiene hoy día. Sabemos que los rollos eran
muy grandes, a diferencia de los libros actuales. Era más
difícil conservar todos los volúmenes en un solo lugar.
Algunas de las personas más letradas en una comunidad
quizás sólo tenían unos pocos rollos. Qué contraste con la
actualidad en la que puedo tener más de mil libros en mi
Kindle. Asim ism o, en esa cultura los cristianos primitivos
quizás nunca soñaron poseer copias personales de todos
los veintisiete libros del Nuevo Testamento.
—Una segunda razón pueden haber sido las persecu­
ciones. Vean, hasta el año 313 después de Cristo, el cris­
tianismo era bastante ilegal en el Imperio Romano. Los
cristianos primitivos estaban generalmente huyendo de las
persecuciones. No podían ofrecer conferencias en la uni­
versidad local y discutir abiertamente el canon. La mayor
parte del debate se realizaba en privado, y tenían que cuida­
dosamente ocultar y proteger los rollos. Tenemos indicios
de que la mayoría de los libros en el Nuevo Testamento
actual eran aceptados como inspirados y fidedignos por los
cristianos de los prim eros siglos. Desde el principio, los
cristianos parecían aceptar los cuatro evangelios, Hechos
y las cartas de Pablo. Hemos descubierto E lfragmento de
Muratori, de mitad del segundo siglo, que incluía vein­
titrés de los libros del Nuevo Testamento, e Ireneo, que
escribió a principios del segundo siglo, cita veinticuatro de
los veintisiete libros. En los primeros tres siglos, unos po­
cos teólogos tenían algunas preguntas sobre algunos de los
libros más breves como Judas y 2 y 3 Juan. Sin embargo,
cuando los líderes de la iglesia finalmente plantearon el
problema en el cuarto siglo, los libros inspirados les pare­
cieron evidentes a todos. Como explica Geisler: “Cuando
la evidencia fue puesta sobre la mesa, todos los veintisiete
libros del Nuevo Testamento y sólo esos veintisiete libros,
fueron reconocidos como auténticos”69.
Después de enseñar un rato más sobre el canon, Jamal
finalizó discutiendo los requisitos para las monografías
que debían presentar al final del curso. Nick salió cami­
nando con Andrea.
—¿Qué piensas, Andrea?
—Creo que necesito tomar algo.
—Vayamos al Café Brazil para conversar.
—No, eso no es lo que quise decir, Nick. Jamal está
enseñando algunas cosas muy interesantes sobre la Biblia
y realmente no deseo pensar sobre eso ahora. Lo que quie­
ro decir es que si todo este asunto es verdad, eso podría
llevarme a un cambio radical.
En vez de poner presión, Nick decidió orar por ella y
dejar que el Espíritu Santo hiciera su obra.
Veintiuno
UN S E R V I C I O FÚNEBRE
EN P O R T L A N D

EL MINISTRO PRESBITERIANO que oficiaba el


servicio fúnebre repleto de gente en Portland se concentró
en la familia que estaba sentada en la primera fila y dijo:
“Bárbara Peterson los amaba a cada uno de ustedes. Ella
amaba a su hermana Ruth y amaba a su hermano William.
Bill, ella me contó cómo todos ustedes solían andar en bi­
cicleta y las bromas que te jugaba el Día de los Inocentes
cuando eran chicos. Bill y Ruth, ella me pidió
que les dijera que ella oraba todos los días
por ustedes”.
Levantando los ojos y mirando al
resto de la congregación, él dijo: “Bár­
bara nunca se casó ni tuvo hijos propios,
pero ah, sí que tuvo hijos espirituales. El
mismo hecho de que el santuario está repleto de cientos de
personas, y tantos de pie en el fondo, da testimonio de que
ella invertía en vidas. Ella solía decir: ‘Mi vida no es mía.
Yo le pertenezco a Jesús’. Durante los últimos seis años, ella
pasaba dos meses cada verano en Nigeria, sirviendo en orfa­
natos. Los corazones que han sido tocados por su vida están
ahora más cerca de Dios debido a su fe. Antes de morir, le
pregunté qué le gustaría que dijera en su funeral. Ella me dijo:
‘Predica sobre Jesús y la esperanza que tenemos mediante su
resurrección’. De modo que me gustaría leer sobre esa espe­
ranza en la primera carta de San Pablo a los corintios”.
Porque lo corruptible tiene que revestirse de lo in­
corruptible, y lo mortal, de inmortalidad. Cuando lo
corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal,
de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escri­
to: La muerte ha sido devorada por la victoria. ¿Dónde
está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu
aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado, y el po­
der del pecado es la ley. ¡Pero gracias a Dios, que nos
da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!70
Después de secarse las lágrimas de los ojos con su pañue­
lo, el Dr. William Peterson se dio vuelta y miró todo el
auditorio. Mientras sus ojos navegaban por un mar de ros­
tros, ellos se depositaron en un grupo extenso que estaba
de pie cerca del fondo. Dios mío, m ira todas esas personas.
D e dónde... espera un m inuto... ¡no, no puede ser! Pero
al fruncir los ojos, asintió con la cabeza. Qué increíble. Se
vino desde Texas.
U na hora m ás tarde, N ick lo saludaba al Dr. Peterson
ju n to a la tum ba después de que parte de la gente se había ido.
—Dr. Peterson. Lamento mucho su pérdida.
—Nick, tú no tenías que venir tan lejos para decírme­
lo. Tienes clases a las qué concurrir.
— Sí, pero como profesor, usted es tan importante
para mí. Usted y la Sra. Peterson me invitaron a mí y a
Jessica varias veces el semestre pasado y yo sólo sentí que
tenía que hacer algo. Sé que usted y su hermana eran muy
apegados.
—Bueno, ella era muy especial y estoy seguro de que
está en un lugar mucho mejor.
El rostro de Nick reflejó su sorpresa.
—¿Se refiere al cielo, Dr. Peterson? Yo pensaba que
usted creía que el cielo era más un estado mental que un
lugar real.
— Bueno, no estoy exactamente seguro, Nick. Pero mi
hermana era una santa si es que las hay. Y en momentos
como este, deseo creer que el cielo es verdad. No lo sé.
Con lágrimas en los ojos, el profesor guiñó el ojo,
como demostrando su optimismo al pensar en el cielo.
Realmente, Nick no sabía qué decir porque era un fu­
neral y su instructor estaba de duelo. Aún así, estaba tan
sorprendido por el comentario del Dr. Peterson, que excla­
mó: “jUsted puede saber que es verdad! El último mes he
descubierto que la Biblia es cierta. Estoy ahora siguiendo a
Jesús y estoy convencido de que el cielo existe”.
El Dr. Peterson puso los ojos en blanco y colocó su
mano sobre el hombro de Nick.
—Ah, Nick, puedo ver que has pasado tiempo con mi
asistente, Jamal. Amo y respeto a Jamal, pero hablemos de
teología cuando regrese a la universidad.
—Disculpe, Dr. Peterson. Probablemente no tendría
que haber dicho eso.
—No. Está bien. Yo también estoy pensando en esas
cosas. Te aprecio, Nick. Eres tan amable de haber venido.
De hecho, tú eres sin duda el alumno más amable que haya
tenido jamás.
Veintidós
VOLVER A PENSAR
LA V ER D A D

A PESAR DE QUE LOS A pesar de que los Peter-


son regresaron a Dallas dos semanas más tarde, el Dr.
Peterson decidió permanecer de licencia durante el resto
del semestre. Una noche, el Dr. Peterson y su esposa
Susan los invitaron a Nick y Jessica a su casa. Nick le
había dicho al Dr. Peterson que él ya no salía con Jessica,
pero que se sentía cómodo de traerla ya que ella pare­
cía conectarse bien con Susan. Durante la cena,
comenzaron a conversar sobre Bárbara, la
hermana del Dr. Peterson.
—Nunca conocí una mujer que vi­
viera realmente su fe como la hermana
de Bill — dijo Susan— . Ella estaba tan
dedicada a esos huérfanos en el África.
— Sin duda, tenía un corazón de oro — dijo el Dr. Pe-
terson mientras comía un bocado de pollo asado.
—Y convicciones. Nick y Jessica, tendrían que ha­
berla escuchado hablar con su hermano. Lo amaba tanto
que, cada vez que podía, compartía con él todo lo que ella
pensaba —dijo Susan.
— ¿A qué se refiere?
—Bueno, digamos que tenían animados debates sobre
asuntos de la fe. Ella era muy divertida, aun cuando no
estuviéramos de acuerdo para nada. ¡La voy a extrañar!
—respondió Susan.
— Sabes, probablemente ella tenía más razón de lo
que yo le concedía —continuó el Dr. Peterson— . Pensán­
dolo bien, hubiera deseado ser más misericordioso con
ella, en especial cuando comenzamos a hablar sobre los
otros evangelios.
— ¿Por qué dice eso? —preguntó Jessica.
—Bueno, yo nunca creí que eran más confiables que
los cuatro evangelios. Sólo deseaba probarle a mi hermana
que yo era más inteligente que ella y que no deseaba estar
de acuerdo con sus opiniones limitadas.
Nick apoyó su tenedor sobre la mesa. “Yo pensaba al
comienzo de la clase que usted había dicho que los demás
evangelios eran más confiables que los evangelios que es­
tán en el Nuevo Testamento”.
—Nick, durante mucho tiempo, esos evangelios me
han fascinado, pero nunca publiqué nada extenso sobre
ellos, porque sabía que estaban llenos de gnosticismo del
segundo y tercer siglo. Durante mi sabático, he estado re­
considerando su veracidad. Si voy a ser honesto, y si los
evangelios del Nuevo Testamento son verdaderamente re­
latos fidedignos, entonces hay considerables implicancias
para la vida después de la muerte.
— He escuchado que algunos profesores estaban en
desacuerdo con la enseñanza de Jamal del Nuevo Testa­
mento com o históricamente verdadero —dijo Nick— .
¿Así que usted nunca se opuso completamente a las ense­
ñanzas de Jam al?
— Yo sabía en lo que me estaba metiendo cuando le
ofrecí el puesto a Jamal. Sin embargo, para ser honesto, la
muerte de m i herm ana me ha llevado a reconsiderar lo que
pienso de las Escrituras. Los evangelios gnósticos tendrían
que ser revisados y estudiados, pero de ninguna manera
socavan los cuatro evangelios bíblicos.
— ¿Por qué no? — preguntó Jessica.
— B ueno, vayam os todos a la biblioteca y les dejaré
que m iren algunos de ellos.
Veintitrés

¿Q U É O C U R R E C O N L O S
DEMÁS E V A N G E L I O S ?

DESPUES de la cena, el Dr. Peterson llevó a Nick y


Jessica a la biblioteca.
— ¡Ah, su biblioteca es inmensa! — exclamó Nick al
mirar los estupendos estantes de volúmenes de erudición.
—Por aquí tengo algunas copias de los evangelios
gnósticos — dijo el Dr. Peterson— . Algunos de ellos
como Verdad, Tomás, Felipe, Egipcios y María fueron
incluidos en la Biblioteca de Nag Hammadi, publicada
en inglés en 1977.
—¿Qué exactamente es el gnosti­
cismo? —preguntó Jessica.
—El gnosticismo era una escuela
de pensamiento, en realidad, más que
una escuela de pensamiento, que busca-
ba la salvación a través de conocimientos secretos. Quizás
dos de las obras gnósticas más populares son el Evangelio
según Tomás y el Evangelio de la infancia de Tomás. Aquí
está la colección. Échenle una mirada71 —respondió el
Dr. Peterson.
Tomó el pequeño libro y se lo dio a Jessica.
Ella lo hojeó.
El Dr. Peterson se sonrió.
—Adelante, léele un poco en voz alta a Nick.
—Jesús dijo: “Bendito es el león que el hombre habrá
de comer, y el león se convirtió en un hombre; y maldito
es el hombre a quien habrá de comer el león, y el león se
convirtió en un hombre”72.
—¿De qué trata todo esto? No tiene ningún sentido
—comentó Nick.
—Es curioso que digas eso, Nick. En realidad, yo es­
toy de acuerdo, pero hace unos pocos años, recibí una invi­
tación selecta y honorarios para enseñar sobre el tema con
un erudito de Princeton. Era extraño porque bastantes teó­
logas feministas en la audiencia tenían la teoría de que los
evangelios gnósticos tienen una opinión más elevada de
las mujeres que los evangelios comunes. En ese entonces,
yo estaba de acuerdo con ellas, pero la idea no me conven­
cía del todo. Déjenme que les muestre algo. Jessica, ve al
final del Evangelio según Tomás, aquí, y lee.
Jessica lo tomó y leyó en voz alta: “Simón Pedro les
dijo: ‘Dejen que María se vaya de entre nosotros, porque
las mujeres no son dignas de la vida’. Jesús dijo: ‘Miren,
yo la guiaré para que se convierta en hombre, de modo
que ella también pueda convertirse en un espíritu viviente
entre ustedes hombres. Porque toda mujer que se convierta
en hombre entrará en el reino de los cielos’”73.
Jessica dejó de leer.
—Ah, veo que lo que usted quiere decir. ¡Me imagino
que yo tendría que convertirme en un hombre para entrar
al cielo!
—¿Cuándo fueron escritos estos otros evangelios? —
preguntó Nick.
—Buena pregunta, Nick. Nadie cree que el apóstol
Tomás haya sido el verdadero autor del Evangelio según
Tomás. Los eruditos generalmente consideran que fue es­
crito bien entrado el segundo siglo y que el Evangelio de
la infancia de Tomás no fue escrito antes. Igualmente, el
Evangelio según Felipe y el Evangelio según M aría no
pueden ser fechados antes del segundo siglo, quizás en el
tercer siglo74.
—r¿Usted quiere decir, entonces, que fueron escritos
cientos de años después de la época de Jesús? —preguntó
Jessica.
— Como mínimo — asintió el Dr. Peterson.
En ese punto, Susan Peterson vino y anunció que el
postre estaba servido.
i VsT-r ¿Quién quiere un trozo de pastel de cerezas y un
café?
— Suena magnífico — dijo Nick.
Veinticuatro
EL V E R D A D E R O
E V A N G E L IO

— ESTO ES DELICIOSO—dijo Jessica con la boca


llena de pastel.
Nick tragó completamente antes de hablar.
—Muy bien, Dr. Peterson, no lo entiendo completa­
mente. Cuando yo comencé a tomar su clase en el otoño,
sus enseñanzas, junto con algunos de los libros que usted
recomendó de eruditos como Bart Ehrman, me llevaron
a cuestionar mi confianza en la Biblia. Pero
después de investigar el asunto con Ja-
mal estos últimos meses y hablar con
otros profesores del Seminario de
Dallas, Redeemer y Southwestem, he
llegado al convencimiento de que el
Nuevo Testamento es históricamente fi-
dedigno. Y dado que es históricamente fidedigno, creo que
es necesario reconsiderar la persona de Jesucristo, su obra
en la cruz y su resurrección. ¿Cree usted que Jesucristo es
el Hijo de Dios que murió por nuestros pecados y resucitó?
—No estoy seguro —dijo el Dr. Peterson.
—Lo único que tiene que hacer es creer en él. La sal­
vación no es por nuestras obras, sino por la gracia de Dios,
por confiar en la divinidad, muerte y resurrección de Cris­
to. ¿Cree usted eso?
—Bueno, no es tan simple, Nick.
— ¡Sí lo es! —exclamó Nick—. Usted mencionó que
su hermana estaba en el cielo. ¿Por qué cree en el cielo?
¿En qué se basa?
Nick hizo una pausa, dándose cuenta de repente con
cuánto atrevimiento le estaba hablando a su profesor.
—Bueno, Susan tiene una actitud más positiva hacia
las Escrituras y la iglesia que yo, pero aún estoy luchando
con algunas cuestiones intelectualmente. Tienes que dar­
te cuenta de que yo nunca expresé todas mis dudas en la
clase.
—¿Qué cuestión específica lo ha estado inquietando?
—preguntó Nick, con la esperanza de que el Dr. Peterson
no le hiciera una pregunta complicada que él no supiera
contestar.
—Bueno, lucho con las variantes en las copias que
tenemos.
—A mí me sucedía lo mismo, Profesor, pero ¿conoce
usted al Dr. Daniel Wallace? Como profesor, él llegó a la
conclusión de que podemos tener confianza en lo que di­
cen los libros originales de la Biblia.
— Bueno, por supuesto que lo conozco a Dan, y he leí­
do todos sus libros, Nick. Siempre he respetado su osadía
y deseo de investigar. Tú te pareces mucho a mí cuando yo
tenía tu edad.
— Bueno, ¿está dispuesto a arrepentirse de su pecado
y confiar en lo que Cristo hizo por usted en la cruz? —pre­
guntó Nick.
El Dr. Peterson se rió más fuerte.
— Te gusta ir directamente al meollo del asunto, ¿no
es verdad? Pareces un joven Billy Graham.
— Sabes, Bill, pienso que Nick tiene razón —dijo
Susan— . He estado deseando volver a leer la Biblia. Re­
cuerdo que cuando era niña, hablaba frecuentemente con
Jesús. Siento que lo extraño. Quizás tendríamos que con­
siderar reconectamos con la iglesia.
Nick no deseaba que la conversación tomara un nue­
vo rumbo. “Es importante estar involucrados con la igle­
sia, Sra. Peterson, pero recuerde que la salvación es por la
gracia de Dios. Un versículo que he memorizado recien­
temente de Romanos dice: ‘Ahora bien, cuando alguien
trabaja, no se le toma en cuenta el salario como un fa­
vor sino como una deuda. Sin embargo, al que no trabaja,
sino que cree en el que justifica al malvado, se le toma en
cuenta la fe como justicia’75. Dr. Peterson, sé que usted ha
leído sobre la historia de la iglesia mucho más que yo y
que puede leer Romanos en griego, pero me pregunto si
ha usted confiado específicamente alguna vez en la muerte
redentora de Cristo por sus pecados”.
—Nick, vamos. ¿Crees que me puedes convencer de
algo que pasé toda mi carrera estudiando?
— B ueno, no estoy seguro. Pero si el Espíritu de D io s
lo está condenando, no lo resista.
-^-Es que es m ucho para digerir y la interpretación es
tan estrecha — suspiró el Dr. Peterson.
— B ill, sé amable — dijo Susan.
E l Dr. Peterson continuó: “N ic k sabe que lo aprecio
y respeto. L es diré algo. Todos ustedes saben que y o he
estado repensando algunas cosas, pero no v o y a com enzar
a fingir alguna relación personal com o la que aluden los
cristianos. Académ icam ente, creo que el Cristo histórico
es quizás diferente al que ven los cristianos en el N u evo
Testamento”.
— ¿Pero usted sabe que el N u evo Testamento fue es­
crito por testigos oculares y por los que entrevistaron a
eso s testigos, verdad, Dr. Peterson?
— N ick, hablem os de ello más tarde.
N ick deseaba seguir hablando, pero se dio cuenta de
que el Dr. Peterson no se iba a dejar presionar hacia algo
que no pudiera aceptar académicamente.
— Está bien — dijo N ick sonriendo— . M ás tarde.
El Dr. Peterson cambió de tema para hablar sobre el
desem peño de los Dallas Mavericks en las finales de la
N B A y después de un rato, N ick y Jessica se fueron para
su casa. N o habían hablado mucho entre ellos y N ick se
sentía un poco incóm odo por haberla traído. N ick se sentía
también mal por haberle levantado la v o z al Dr. Peterson.
Esperaba no haberlo importunado con sus preguntas tan
agresivas. ¿Acaso podía su predicación tener un efecto en
un erudito? Pensaba que había varias afirmaciones que de­
searía ahora poder cambiar. D e hecho, com enzó a sentirse
mal por todo lo que había ocurrido, como que había desper­
diciado una buena oportunidad y que quizás había hablado
de más. Quizás tendría que llamarlo a Jamal, pero no desea­
ba revelar nada de la conversación personal, y confidencial,
que acababa de tener con el Dr. Peterson. Es probable que el
Dr. Peterson hubiera compartido más honestamente con él
que con cualquier otro alumno en el pasado. Nick se sentía
aún desalentado cuando la dejó a Jessica en su apartamento.
No se im aginaba que, treinta minutos más tarde, Jes-
sica la llamaría a Mina.
— Tengo que hablarte de Dios.
— Seguro — dijo Mina.
— Mira, no deseo que Nick piense que estoy haciendo
esto por él, por eso es que te estoy llamando a ti. Deseo
comenzar a creer en Cristo como lo haces tú.
— Jessica, si tu corazón está listo, es muy sencillo. En
tus propias palabras, dile a Dios que has pecado contra él.
Por ejemplo, cuando m e acerqué por primera vez a Dios,
le dije que yo era una charlatana egoísta y orgullosa que
ponía otros dioses, como muchachos y bienes materiales,
por encim a de él.
— M ina, no te puedo im aginar así.
— Ah, jera peor de lo que podrías imaginarte! Pero
por la gracia de D ios, he sido puesta en libertad. Romanos
3.23 dice: “Pues todos han pecado y están privados de la
gloria de D ios”. Eso nos incluye a nosotras. Unos pocos
capítulos más adelante, dice: “La paga del pecado es la
muerte”. El pecado es algo serio y nuestro primer paso
hacia D ios es ser honestas, admitir nuestras transgresiones
y pedirle perdón.
—Tienes razón. Yo realmente he vivido sólo para mí
y he sido muy desagradable con muchos.
—Jessica, las buenas nuevas es que a pesar de tu pe­
cado, tu peor pecado, Dios te ama. En Romanos 5.8, las
Escrituras nos dicen: “Pero Dios demuestra su amor por
nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores,
Cristo murió por nosotros”. Cristo murió por ti, Jessica. Es
por eso que el famoso versículo de Juan 3.16 dice: “Porque
tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para
que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida
eterna”.
—Me encanta ese versículo.
—Bueno, si deseas, tú puedes orar ahora mismo en el
teléfono. ¿Desearías hacerlo?
— Sí.
Jessica sentía que su corazón le latía con fuerza y que
le traspiraban las manos. Sabía que estaba por tomar la
decisión más importante de su vida. Un repentino titubeo
invadió su mente y ella se preguntó qué palabras usaría
para hablar con el Dios Todopoderoso. Mina pareció leer­
le la mente y alivió su preocupación antes de que Jessica
pudiera expresarla.
— Jessica, cuando le hablamos a Dios, nuestra oración
no tiene que ser perfecta. Recuerda que le estás hablando a
un Padre que te ama y que te invita a acercarte a él. Habla
con el corazón, confiesa tu pecado y reconoce que estás
confiando en la obra de Cristo en la cruz para tu salvación.
— Está bien, lo voy a hacer ahora.
Después de una pausa, Jessica comenzó con una voz
sincera: “Bien, Dios, deseo decirte que te necesito en mi
vida. Mina tiene razón, soy una pecadora. Sé que te he fo­
llado y que te he vuelto la espalda muchas, muchas veces.
He mentido y murmurado, he bebido y me he acostado con
muchos novios. Incluso me burlé de Nick y de otros que
tienen fe en ti. Dios, ahora creo que tu Palabra es verdad.
De modo que creo que Jesús es tu Hijo y deseo que sea
el Salvador y Señor de mi vida. Gracias, Jesús, por morir
para pagar la pena de mi pecado. Por favor, ten misericor­
dia de mí como de esa mujer junto al pozo de agua de la
que Mina me habló varias semanas atrás. Gracias, Dios.
Amén” .
M ina corrió al apartamento de Jessica y las dos ami­
gas se abrazaron y se rieron y hablaron hasta después de
las dos de la mañana. Esa noche sería mejor que cualquier
ñesta o celebración a la que Jessica hubiera jamás concu­
rrido. Ahora tenía una maravillosa sensación de paz que la
había evadido toda su vida. Parecía que estaba comenzan­
do un apasionante capítulo nuevo en un largo libro que an­
tes contenía dolor, tristeza y confusión. Sin embargo, esa
noche m arcaba un nuevo comienzo y un momento para un
gozo extremo y celebración en la tierra como en el cosmos,
porque la Biblia dice: “Les digo que así mismo se alegra
Dios con sus ángeles por un pecador que se arrepiente”76.
NOTAS

1 Véase Bart Ehrman: Misquoting Jesús: The Story Behind Who Changed the
Bible and Why (New York: Harper Collins, 2005), 7.
2 Véase Ehrman: MisquotingJesus, p. 89.
3 Ibídem: 24.
4 Gregory A. Boyd y Paul Rhodes Eddy: Lord orLegend?:Wrestling with the
Jesús Dilemma (Grand Rapids: Baker, 2007), 52-53.
5 Véase Ehrman: Misquoting Jesús, p. 89.
6 1 Juan 1.9
7 J. Z. Smith. “Dying and Rising Gods,” en la Encyclopedia o f Religión, ed.
M. Eliade, vol. 4 (New York: Macmillan, 1987), 521. Citado por Boyd y
Eddy: Lord or Legend?, 53.
8 Boyd y Eddy: Lord or Legend?, 53.
9 “Did Christ Rise from the Dead?,” del sitio web de Lee Strobel. Ingresado
el 28 de agosto de 2010, http://www.leestrobel.com/videoserver/video.php?-
clip=strobeltl 115.
10 Véase Josh McDowell: The Da Vinci Code: A Questfo r Answers (Holiday,
Fl: Creen Key Books, 2006), 38.
11 Richard Gordon: Image and Valué in the Graeco-Roman World (Aldershot,
UK: Variorum, 1996), 96. Citado by McDowell: The Da Vinci Code, 38.
12 Bruce M. Metzger: “M ystery Religions and Early C hrtsttanltf' en H fstori-
cal and Literary Studies (Leiden, Netherlands: e. J. Brill, 1968), 11. Citado
por McDowell: The Da Vinci Code, 38.
13 Edwin M. Yamauchi: Pre-Christian Gnosticism, segunda edición (Grand
Rapids: Baker Book House, 1983), 112. Citado por McDowell: The Da Vin­
ci Code, 38.
14 M. J. Vermaseren: M ithras: The Secret God (London: Chatto and Windus,
1963). Citado por McDowell, The Da Vinci Code, 38.
15 John F.Walvoord y Roy B. Zuck, editors: The Bible Knowledge Commen-
tary: O íd Testament (Wheaton: Victor Books, 1985), 1573.
16 Norman L. Geisler y William E. Nix: A General Introduction to the Bible
(Chicago: Moody Press, 1968), 24; David Ewert: A General Introduction
to the B ible: From A ncient Tablets to Modern Translations (Grand Rapids:
Zondervan, 1983), 104-108 y E. Wurthwein: The Text o fthe Oíd Testament:
An Introduction to the B iblia Hebraica, traducida de Errol F. Rhodes (Grand
Rapids: Eerdmans, 1979), 49-53.
17 McDowell: The D a Vinci Code, 15.
18 Marcos 2.23-28
19 Véase Ehrman: M isquoting Jesús, 9.
20 Ibídem.
21 Lee Strobel: The Casefo r the R eal Jesús (Grand Rapids: Zondervan, 2007),
74.
22 Boyd y Eddy: L ord or Legend? 22-23.
23 Ibídem, 23.
24 Millar Burrows: W hat M ean These Stones? The Significance ofArcheology
fo r B iblicál Studies (New York: Meridian Books, 1956), 52.Citadopor Josh
McDowell y Sean McDowell: M ore Than a Carpenter (Carol Stream, H:
Tyndale, 2009), 64.
25 William F. A lbright: R ecent D iscoveries in B ible Lands (New York: Funk
and Wagnalls, 1955), 136. Citado por McDowell y McDowell: More Than a
Carpenter, 65.
26 McDowell y M cDow ell: M ore Than a Carpenter, 65-66.
27 Sir William Ramsay: The B earing o fR ecent D iscovery on the Trustworthi-
ness o f the N ew Testam ent (London: Hodder and Stoughton, 1915), 222.
Citado por McDowell y McDowell: M ore Than a Carpenter, 65-66.
28 Colín J. Hemer: The B o ó k o fA cts in the Setting o f H ellenistic H istory (Wi-
nona Lake, Ind.: Eisenbrauns, 1990). Citado por Norman L. Geisler y Frank
Turek: I D on 1 H ave E nough F aith to B e an A theist (Wheaton: Crossway
Books, 2004), 256-62.
29 Hechos 17.6.
30 F. F. Bruce: “Archaeological Confirmation of the New Testament” en Re-
velation and the Bible, ed. Cari Henry (Grand Rapids: Baker Book House,
1969), 325.
31 Edward Musgrave Blaiklock: Laym an’s Answer: An Examination o f the
New Theology (London: Hodder and Stoughton, 1968), 36.
32 Brían L. Janeway: “The Acts o f the Apostles and the Archaeologists” en
Bible and Spade 12:2 (primavera de 1999), 56.
33 F. F. Bruce: “Archaeological Confirmation o f the New Testament” en Reve­
laron and the Bible, ed. Cari Henry, 321.
34 McDowell y McDowell: More Than a Carpenter, 70-71.
35 Véase McDowell y McDowell: More Than a Carpenter, 71.
36 F. F. Bruce: The New Testament Documents: Are They Reliable? (Downers
Grove, 11: InterVarsity, 1964), 16. Citado por McDowell y McDowell: More
Than a Carpenter, 71.
37 McDowell y McDowell: More Than a Carpenter, 71-72.
38 Bruce Metzger, citado en Lee Strobel: The Casefo r Christ (Grand Rapids:
Zondervan, 1998), 60. Citado por McDowell y McDowell: More Than a
Carpenter, 72.
39 Ibídem.
40 Correspondencia personal de Dan Wallace, 6 de enero de 2003. Citado por
McDowell y McDowell: More Than a Carpenter, 73.
41 Strobel: The Casefo r the Real Jesús, 70.
42 Craig L. Blomberg: “The Historical Reliability o f the New Testament”, en
William Lañe Craig: Reasonable Faith (Wheaton: Crossway, 1994), 226.
Citado por McDowell y McDowell: More Than a Carpenter, 75.
43 McDowell y McDowell: More Than a Carpenter, 76.
44 J. Ed Komoszewski, M. James Sawyer, Daniel B. Wallace: Reinventing Jes­
ús (Grand Rapids: Kregel, 2006), 215.Citado por McDowell y McDowell:
More Than a Carpenter, 76.
45 McDowell y McDowell: More Than a Carpenter, 76.
46 Geisler y Turek: I Don ’t Have Enough Faith to Be an A theist, 228.
47 Komoszewski,Sawyer y Wallace: Reinventing Jesús, 215.Citado por Mc­
Dowell y McDowell: More Than a Carpenter, 77.
48 McDowell y McDowell: M ore Than a Carpenter, 77.
49 John Warwick Montgomery: Where Is H istory Going? (Grand Rapids: Zon­
dervan, 1969), 46.Citado por McDowell y McDowell: M ore Than a Car­
penter, 77.
50 John McRay, citado en Lee Strobel: The Casefo r Christ, 97.
51 2 Pedro 1.16-17 NVI
52 Juan 19.35 NVI
53 McDowell y McDowell: M ore Than a Carpenter, 81.
54 Hechos 2.22 NVI
55 Hechos 26.24 NVI
56 McDowell y McDowell: More Than a Carpenter, 81.
57 F. F. Bruce: The New Testament Documente: Are They Reliable?, 33. Citado
por McDowell y McDowell: More Than a Carpenter, 81.
58 Eusebius: Ecclesiastical H istory , libro 3, capítulo 39. Citado por McDowell
y McDowell: M ore Than a Carpenter, 84-85.
59 Ireneus: A gainst H eresies, 3.1.1. Citado por McDowell y McDowell: More
Than a Carpenter, 85-86.
60 Michael J. Wilkins y J. P. Moreland, editors Jesús Under Fire: M odem
Scholarship Reinvents the H istorical Jesús (Grand Rapids: Zondervan,
1995), 222.
61 Adaptado de Peter Kreeft, citado en Geisler y Turek: / Don ’t Have Enough
F aith to B e an A theist.
62 Chuck Colson, citado en Geisler y Turek: I Don ’t Have Enough Faith to Be
an A theist.
63 F. F. Bruce: The B ooks and the Parchments: How We Got Our English Bible
(Oíd Tappan, NJ: Flemingh. Revell, 1950), 95.Citadopor Josh McDowell:
The N ew E vidence That Demands a Verdict (Nashville: Thomas Nelson Pu-
blishers, 1999), 21.
64 Ralph Earle: H ow We G ot O ur B ible (Grand Rapids: Baker Book House,
1971), 31. Citado por McDowell: The New Evidence That Demands a Ver­
d ict, 21.
65 Geisler y Nix: A G eneral Introduction to the Bible , 221. Citado por Mc­
Dowell: The N ew E vidence That Demands a Verdict, 22.
66 Ibídem.
67 1 Corintios 9.1
68 Geisler y Turek: ID o n ’t H ave Enough F aith to Be an Atheist, 364-65.
69 Ibídem, 370.
70 1 Corintios 15.53-57
71 McDowell: The D a Vinci Code, 21.
72 “Infancy Gospel o f Thomas” en The L ost Books o fthe B ible and the Forgot-
ten B ooks o fE d e n (Dallas: Word Publishing, 1994), 7.CitadoporMcDowell:
The D a Vinci C ode, 21.
73 “The Gospel o f Thomas”, 114. Citado por McDowell: The D a Vinci Code,
22.
74 The L o st B ooks o f th e B ib le a n d the F orgotten Books o fE d én , 246-47. Cita­
do por McDowell: T he D a Vinci Code, 23.
75 Romanos 4.4-5
76 Lucas 15.10

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