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Filosofía de l a democracia

Fundamentos conceptuales
BIBLIOTECA UNI VERSITARIA Filosofía de l a democracia
Ciencias Sociales y Humanidades
Fundamentos conceptuales

Filosofía política Rodolfo Arango


Editor académico
Filosofía de la democracia: fundamentos conceptuales/editor Rodolfo Arango. - Bogotá:
Siglo del Hombre Editores, Universidad de los Andes, 2007.

460 p.; 21 cm.


Incluye bibliografía.

1. Democracia 2. Filosofía de la democracia 3. Filosofía política 4. Participación


ciudadana I Arango Rodolfo, ed.

321.8 F45 21 ed.


Al 129809

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango INDICE

La presente edición, 2007

© Siglo del Hombre Editores Introducción 11


Cra 31A N° 25B-50 Bogotá D. C. Rodolfo Arango
PBX: 3377700 Fax: 3377665
wvvw.siglodelhombre.com

O Universidad de los Andes CAPÍTULO 1. F U N D A M E N T O S C O N C E P T U A L E S


Facultad de Ciencias Sociales D E LA D E M O C R A C I A
Departamento de Filosofía
Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales (CESO)
Cra1 N° 18A-10 Bogotá D. C. Vestigios protodemocráticos en l a E d a d Media tardía:
PBX: 3394949 Marsilio de Padua, Nicolás de C u s a 21
www.uniandes.edu.co Matthias Vollet

Carátula y armada electrónica "Pueblo intonso, pueblo asnal": l a democracia directa


Ángel David Reyes Duran desde Marsilio de Padua 47
Felipe Castañeda

ISBN: 978-958-665-099-1
L a concepción normativa de l a democracia:
u n aporte neokantiano 65
Impresión Rodolfo Arango
Panamericana Formas e Impresos S.A.
Calle 65 N° 95-28 Bogotá D. C.
E l concepto de lo político y l a razón pública
en Schmitt y Rawls 91
Impreso en Colombia-Printed in Colombia Miguel Vatter

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus Democracia y deliberación pública 125
partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna Cristina Lafont
forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por
fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.
Republicanismo y democracia: principios básicos CAPÍTULO 3. INSTITUCIONALIZACIÓN
de u n a república deliberativa -. 147 D E LA D E M O C R A C I A (CON ÉNFASIS
José Luis Martí E N AMÉRICA LATINA)

Dos conceptos de libertad, dos conceptos Libertad, derecho y democracia: aspectos teóricos
de democracia 167 y pragmáticos, con énfasis en l a competencia 349
Luis Eduardo Hoyos Joachim Lege

L a democracia desde l a teoría de las emociones 189 ¿Los partidarios de l a democracia deliberativa
Viviana Quintero deben defender l a protección judicial de
los derechos sociales? 377
Roberto Gargarella
CAPÍTULO 2. CONCEPCIONES D E
LA D E M O C R A C I A Democracia representativa y democracia deliberativa:
reflexiones a partir de l a situación peruana
Ontologia y democracia en Spinoza y Negri 209 reciente 409
Amalia Boyer David Sobreuilla

¿Reconocimiento o tolerancia? 225 E l debate sobre democracia en las izquierdas


Santiago Rey latinoamericanas 429
Sergio de Zubiría
Reconocimiento y redistribución: el rol de
u n a teoría crítica de l a democracia 237
Nicolás Espejo EPÍLOGO 451

Democracia y pluralidad en H a n n a h Arendt 269


Laura Quintana BIBLIOGRAFÍA G E N E R A L 453

L a teoría de l a democracia del positivismo jurídico 289


Carlos Miguel Herrera

La contribución de Habermas a l a crítica de


l a tecnocratización de l a democracia 313
Luis Javier Orjuela

De l a comunidad en l a mesa a l a "telemática",


o l a democracia a l a sombra de los medios
de comunicación 331
Karen Joisten
INTRODUCCIÓN

L a reflexión en torno a las características y posibilidades de


l a democracia crece en proporción directa a los desaños que
enfrenta en el m u n d o contemporáneo. E l fanatismo religio-
so, el populismo mediático y los altos costos de ingreso a l a
política —así como el ejercicio de l a m i s m a — atenían contra
l a realización del ideal del gobierno del pueblo, por el pueblo
y p a r a el pueblo. Los estudios sobre democracia h a n adop-
tado, no obstante, mayoritariamente, u n enfoque empírico,
descuidando el análisis conceptual. A l a investigación sobre
el ejercicio de las libertades políticas, el régimen electoral y de
partidos o l a financiación de campañas políticas es necesario,
entonces, sumarle l a investigación histórica y filosófica que
explora el contenido, l a evolución y los límites de l a democra-
cia. T a l investigación b u s c a explorar el marco de posibilida-
des de n u e s t r a imaginación y acción políticas.
E l presente libro reúne reflexiones sobre l a democracia he-
chas primordialmente desde u n a m i r a d a filosófica, s i n desa-
tender l a realidad latinoamericana. E n particular, b u s c a ex-
plorar los orígenes y características de l a democracia. Además,
defiende u n a concepción normativa de l a democracia. P a r a
ello desarrolla tres líneas de investigación. Én l a primera s o n
examinadas las tesis de autores neokantianos sobre el tema.
L a cuestión central trata de las condiciones abstractas nece-
sarias p a r a poder hablar de democracia. E n tanto que estas
condiciones se conciben de forma más o menos exigente, h a -
brá tendencias a respaldar u n concepto formal o u n o más m a -
terial de democracia. Autores neokantianos como M a x Weber

11
y Hans Kelsen defienden abiertamente u n a concepción formal; mitán las oportunidades de l a autodeterminación política de
no obstante, este último acaba formulando u n a concepción los ciudadanos. También se analiza aquí l a tensión entre de-
material i n s p i r a d a en el republicanismo kantiano. Algo p a - mocracia y derechos h u m a n o s .
recido ocurre con Gustav R a d b r u c h , rninistro de J u s t i c i a e n L a función de esta breve introducción consiste en desper-
Weimar y reconocido j u r i s t a alemán, quien defendió primero tar el interés por l a lectura del libro, cosa que se aconseja no
u n a concepción formal deducida de s u relativismo valorativo, hacer de u n a sentada p a r a evitar u n colapso mental. Por el
pero luego adoptó u n a concepción social de l a democracia. contrario, l a cuidadosa lectura del libro podría beneficiar el
L a idea de democracia social fue desarrollada posteriormente entendimiento de los importantes planteamientos expuestos.
por Hermán Heller, y h a s t a el presente constituye u n o de los S i n querer ser exhaustivo paso sólo a hacer mención de algu-
fundamentos centrales del modelo de Estado Social de Dere- nos de los aportes hechos por los coautores de esta obra. C o n
cho. Los autores de los artículos del presente libro se alimen- fines heurísticos, las 19 conferencias compiladas en el libro
tan de u n a r i c a tradición normativa sobre l a democracia que h a n sido agrupadas temáticamente en tres capítulos: 1. F u n -
v a desde Rousseau, Kant, Weber o Kelsen h a s t a autores con- damentos conceptuales de l a democracia; 2. Concepciones de
temporáneos como Habermas, S k i n n e r o Niño. l a democracia, y 3. InstitucionaHzación de l a democracia (con
L a segunda línea de investigación versa sobre los modelos énfasis e n América Latina).
posibles de democracia y las transformaciones históricas de L a investigación histórica sobre los orígenes del pensa-
las concepciones de democracia. Según Jürgen Habermas, miento democrático, e n particular durante l a E d a d M e d i a y
desde u n a perspectiva normativa es posible identificar a l me- los inicios de l a modernidad, pretende llenar el vacío existente
nos tres modelos: democracia liberal, republicana y delibera- sobre el período de tiempo comprendido éntrela democracia
tiva. L a p r i m e r a es insuficientemente igualitaria; l a segunda ateniense y l a república liberal defendida por los revoluciona-
impone cargas morales excesivas a los ciudadanos y ciuda- rios ingleses y franceses de fines del siglo XVIII. E n este campo
danas; sólo l a última podría neutralizar los desafíos del p l u - los escritos de Matthias Vollet sobre los vestigios protodemo-
ralismo e n sociedades postmetafísicas, superando las l i m i - cráticos en el pensamiento medieval, y de Felipe Castañeda
taciones de las dos anteriores. L a cuestión p r i n c i p a l r a d i c a sobre l a democracia directa en Marsilio de Padua, ofrecen u n a
aquí e n determinar s i l a transformación de l a democracia re- perspectiva de análisis conceptual que enriquece l a compren-
presentativa e n u n a democracia deliberativa (como l a h a de- sión de l a procedencia y el destino de l a democracia.
fendido Carlos Santiago Niño) es conceptual e históricamente L a concepción n o r m a t i v a de l a democracia que presento
necesaria p a r a asegurar l a estabilidad de los regímenes polí- b u s c a mostrar que, s i n necesidad de recurrir a nociones m a -
ticos que se dicen democráticos. Los estudios aquí reunidos teriales de l a m i s m a , es posible defender l a existencia de u n
permiten apreciar que l a gran mayoría de autores se i n c l i n a n vínculo conceptual interno entre democracia, deliberación y
por u n a concepción deliberativa de l a democracia. socialismo. E n esta empresa el enfoque neokantiano o c u p a
E n l a tercera línea de trabajo se analizan problemas po- u n lugar de preferencia. T a l vínculo interno se manifiesta e n
líticos actuales de l a institucionaüzación de l a democracia, toda s u dimensión en los escritos de Gustav R a d b r u c h . Y es
con énfasis e n Latinoamérica. Especialmente se investigan que l a apuesta por l a democracia tiene sentido s i , e n l a prác-
las características y posibilidades de l a democracia delibe- tica, puede ser realizada mediante s u efectiva institucionali-
rativa; s i l a democracia y el reconocimiento j u d i c i a l de dere- zación en u n orden político democrático, deliberativo y social
chos sociales son compatibles; s i el aumento de l a pobreza y que asegure l a libertad e igualdad p a r a todos.
las diferencias sociales imposibilitan l a vigencia de l a demo- E l análisis conceptual de l a democracia es profundizado
cracia; s i el desplazamiento de los centros de decisión de los luego por M i g u e l Vatter en s u incisiva investigación sobre el
Estados a las empresas transnacionales o l a concentración concepto de lo político y de l a razón pública en C a r i Schmitt y
de los medios masivos de-comunicación en pocas manos l i - J o h n Rawls. Siempre con u n ojo puesto en los puntos ciegos

12 13
de l a concepción hegemónica de l a democracia, Vatter r e c u - antiesencialista de R i c h a r d Rorty y el análisis de las emocio-
pera l a riqueza de pensamiento de ambos autores a partir del nes de J o n Elster, este aporte desafia el racionalismo como
ambiente c u l t u r a l y l a recepción de sus ideas. E n particular, soporte de l a democracia y refuerza el papel fundamental de
las convergencias y diferencias de ambos teóricos de l a j u s - l a educación emocional e n l a construcción de l a m i s m a .
ticia y l a política reflejan cómo l a aplicación de l a j u s t i c i a y E l capítulo sobre concepciones de l a democracia se abre
l a comprensión de l a razón propiamente pública que i n c l u y a con u n escrito de A m a l i a Boyer sobre l a democracia en S p i -
también las razones débües, son elementos centrales de la con- noza y Negri. L a autora presenta u n a original interpretación
cepción deliberativa de l a democracia. de Spinoza como defensor de l a democracia "por ser ésta l a
C u a n d o se discute sobre l a imposibilidad del diálogo c o n forma más racional de gobierno posible". Según este enfo-
fanáticos (políticos o religiosos) que no quieren entablar u n a que, el vínculo interno entre ontologia y política e n Spinoza
comunicación abiertay reflexiva, es corriente afirmar que nos es retomado en l a filosofía política contemporánea por filóso-
hallamos ante los límites de l a deliberación democrática. Pero fos como Deleuze y Negri. L a idea de democracia absoluta de
este caso extremo, y por demás trágico cuando el desenlace Spinoza permite v i s l u m b r a r salidas a l déficit democrático de
es l a confrontación a r m a d a , hace pasar inadvertida l a zona l a teoría marxista, recuperando l a praxis política a partir de l a
gris que se extiende entre las razones aceptables e n el diálo- radicalización del pensamiento democrático.
go libre de coacciones y las razones o actitudes no delibera- E l reconocimiento del pluralismo, de l a diferencia, de l a a l -
tivas. E n u n esclarecedor análisis, C r i s t i n a Lafont m u e s t r a teridad, es u n p u n t o en el que convergen las reflexiones sobre
l a arquitectura de l a deliberación pública, profundiza e n los l a democracia. P a r a algunos esta forma de gobierno impide
requisitos deliberativos exigibles a los ciudadanos democrá- dicho reconocimiento, mientras que p a r a otros es l a que per-
ticos y ofrece alternativas a l a propuesta de Habermas que mite en mayor m e d i d a s u realización. Santiago Rey empren-
intenta conciliar razones religiosas y razones públicas. Éste de l a conciliación entre l a diferencia y l a autodeterminación
es u n tema de profunda trascendencia p a r a el m u n d o actual,
i n d i v i d u a l y cultural, a partir de Hegel y Gadamer, donde l a
que s i n mayores herramientas enfrenta fenómenos como el
dialéctica del reconocimiento y l a fusión de horizontes cons-
ascenso d e l fiindamentalismo religioso.
truyen las bases de u n a sociedad libre. Por s u parte, Nicolás
Dos aportes subsiguientes exploran en profundidad el con- Espejo reivindica el r o l de l a teoría crítica de l a democracia a
cepto de libertad y s u relación con l a democracia. Por u n a p a r - partir de l a pregunta central de s i s o n conciliables las deman-
te, l a estrecha vinculación entre l a teoría r e p u b l i c a n a de l a das de reconocimiento y las de redistribución e n l a sociedad
libertad y l a democracia deliberativa es expuesta y defendida capitalista moderna. E s t a pregunta se hace especialmente
por José Luis Martí. S i n lugar a dudas este valioso aporte ofre- acuciante en países con elevadas demandas redistributivas
ce elementos que fortalecen el ideal de autodeterminación po- y déficit de reconocimiento cultural. A l oído de l a E s c u e l a de
lítica de los ciudadanos. E n l a m i s m a dirección, Luis E d u a r d o Frankfurt, el autor le apuesta a l a democracia deliberativa, así
Hoyos relaciona dos conceptos de l a libertad, l a negativa y l a como a l a radicalización del proyecto democrático mediante
positiva, con dos conceptos de democracia, l a m a y o r i t a r i a y l a l a profundización del reconocimiento y l a l u c h a por j u s t i c i a
deliberativa, p a r a mostrar que están más en u n a relación de social.
complementariedad que de contrariedad. Ello le permite lle- E l pluralismo cultural y valorativo en las democracias plan-
gar a l a conclusión de que en l a filosofía política es más a c o n - tea el problema de cómo asegurar el consenso político s i n eli-
sejable conciliar l a libertad y l a igualdad que oponerlas como
m i n a r tales diferencias. L a u r a Q u i n t a n a m u e s t r a que l a re-
s i fueran fundamentos morales excluyentes.
flexión de H a n n a h Arendt d a pistas para resolver esta cuestión
E l primer grupo de contribuciones se cierra con las sugesti- cuando defiende u n a concepción dialógica, no procedimental
vas reflexiones de V i v i a n a Quintero sobre el lugar de las emo- n i substantiva de l a política. Según Arendt, no h a y u n a es-
ciones e n l a democracia. C o n l a inspiración del pensamiento fera pública o u n a única razón pública sino que, más allá de

14 15
los intereses individuales y de las diferencias idiosincrásicas, ta o l a populista, ambas reticentes a permitir que los jueces
habría u n a p l u r a l i d a d de puntos de vista públicos que deben reconozcan derechos sociales e interfieran así en las decisio-
ser igualmente reconocidos. nes mayoritarias. S i n desconocer las dificultades que plantea
L a teoría democrática del positivismo presentada por C a r - el activismo j u d i c i a l e n l a materia incluso bajo el modelo de
los Miguel Herrera aporta fundamentos conceptuales i m p o r - l a democracia deliberativa, el autor ve e n l a revisión j u d i c i a l ,
tantes p a r a superar l a dicotomía entre concepciones forma- más que u n entorpecimiento del proceso político, u n factor
les y sustantivas de l a democracia. E l enfoque de l a teoría del dmamizador, corrector y enriquecedor para u n a verdadera i n -
derecho adoptado por A l f Ross o H a n s Kelsen s u m i n i s t r a u n clusión e n l a deliberación pública de todos los destinatarios
instrumental analítico que permite valorar l a cercanía de l a de las decisiones democráticas. L a tesis de l a compatibilidad
concepción positivista de l a democracia con las versiones más entre derechos sociales y democracia deliberativa cobra es-
contemporáneas de l a visión procedimental (Rawls) y justifi- pecial importancia p a r a países no bien ordenados, con altos
cación epistémica (Niño) de l a democracia. E n esta explora- índices de pobreza y desigualdad económica y social, más
ción histórica y conceptual el trabajo de Herrera aporta luces aún cuando los jueces h a n sido influidos por doctrinas re-
invaluables que m u e s t r a n l a relación entre democracia y de- gresivas en materia de derechos sociales. L a mejor interpre-
rechos individuales, y entre democracia y socialismo, ciencia tación de las Constituciones e n América L a t i n a h a b l a a favor
y política, no como términos excluyentes sino complementa- de u n a democracia deliberativa que incorpora l a protección
rios. A h o r a bien, ambos autores coinciden, desde s u enfoque j u d i c i a l de los derechos sociales. S i n lugar a dudas, l a Corte
positivista, en l a crítica a l liberalismo y en s u clara opción por Constitucional colombiana es l a expresión "más sofisticada"
l a socialdemocracia. a este respecto.
Las investigaciones filosóficas sobre l a democracia, s i quie- Dos conferencias sobre las transformaciones y los desa-
ren ser comprehensivas y comprensivas, no podrían dejar de fíos que enfrenta l a democracia en América L a t i n a cierran el
lado el papel de los medios de comunicación masiva en l a po- libro. David Sobrerilla m u e s t r a cómo los cambios concep-
lítica democrática. Luis Javier Orjuela nos recuerda el i m p o r - tuales de l a democracia representativa en dirección a l a de-
tante aporte de Habermas a l a democracia deliberativa me- liberativa h a n sido importantes en l a modernización del Pe-
diante l a crítica a l a tecnologización de l a democracia. Por s u rú, pero igualmente chocan en l a práctica contra el muro de
parte, K a r e n J o i s t e n , e n u n bello ensayo de estilo heidegge- las limitaciones reales de l a sociedad civil y l a opinión públi-
riano, nos presenta u n a reflexión sobre las posibilidades de ca. L a recomendación no consiste entonces e n abandonar l a
l a democracia en el tránsito temporal de l a mesa, l a televisión democracia representativa, sino en ahondarla p a r a vigorizar
y l a Internet. l a democracia participativa. Sergio de Zubiría, por s u parte,
U n tercer y último apartado reúne aportes que analizan hace u n a ilustradora reconstrucción del debate sobre l a de-
las posibilidades de institucionalización y realización prác- mocracia en las izquierdas latinoamericanas. E l valor de esta
tica del ideal democrático, tanto en general e n el contexto de reflexión es innegable cuando se observa que ella se lleva a
las sociedades capitalistas actuales como e n particular en el cabo desde cinco ejes fundamentales: igualdad, capitalismo,
ámbito de América Latina. A partir del pragmatismo de C h a r - revolución, poder y participación.
les Sanders Pierce, J o a c h i m Lege explóralas relaciones entre E l libro recoge, e n s u gran mayoría, las ponencias presen-
libertad, derecho y democracia, teniendo e n cuenta aspectos tadas en el Congreso Internacional sobre Filosofía de l a De-
teóricos y pragmáticos de l a m i s m a ante l a competencia. mocracia, celebrado e n Bogotá entre el 25 y el 2 7 de septiem-
Roberto Gargarella presenta argumentos de peso p a r a de- bre de 2006. Deseo agradecer a l a Universidad de los Andes
fender el reconocimiento j u d i c i a l de derechos sociales a partir por l a hospitalidad como anfitriona del evento, a l a F u n d a -
de u n a teoría deliberativa de l a democracia. T a l defensa s u - ción Alexander von H u m b o l d t por el apoyo económico p a r a l a
pera las limitaciones de otras concepciones, como l a p l u r a l i s - realización del Humboldt Kolleg como parte del mencionado

16 17
Congreso, a l a E m b a j a d a de F r a n c i a por l a financiación del
proyecto, y a m u c h a s personas que con s u entusiasmo y tra-
bajo hicieron posible esta publicación, a saber, Felipe C a s t a -
ñeda como director del Departamento de Filosofía de l a U n i -
versidad de los Andes, V i v i a n a Quintero, Felipe Sarmiento,
Leonardo García J a r a m i l l o y Roberto Palacio.

Rodolfo Arango
Capítulo 1
FUNDAMENTOS CONCEPTUALES
D E LA DEMOCRACIA

18
VESTIGIOS PROTODEMOCRÁTICOS
E N L A E D A D M E D I A TARDÍA:
MARSILIO D E PADUA, NICOLÁS D E C U S A

Matthias Vollet
Habilitación en filosofía
Universidad Johannes Gutenberg, Mainz, Alemania

I. INTRODUCCIÓN

L a filosofía política medieval parece tener u n tema central, bas-


tante lejos de toda inquietud acerca de l a democracia: el de l a
relación entre el poder laico-terrenal y el poder eclesiástico. 1

S i n embargo, y a e n l a m e r a problematicidad de esta relación,


y con mayor razón en u n a de sus soluciones radicales, y a c e n
los puntos de p a r t i d a de u n desarrollo democrático. L a exclu-
sión de u n a teocracia terrena, p o s t u r a no siempre preponde-
rante durante los siglos posteriores a l surgimiento del cristia-
nismo como religión dominante e n E u r o p a , por supuesto no
llevaba inmediatamente a l desarrollo de l a democracia. Pero
dejaba entrar en u n campo libre y abierto los elementos clave
del pensamiento griego que fomentaban maneras de pensar
que (junto con elementos del pensamiento jurídico romano) se
presentan como raíces de l a democracia de hoy, por lo menos

Ullmann, 1999; Ullmann, 1985; Miethke, 2000: 3-21; Black, 1996; Lieber
(ed.) 1993; Bockenforde, 2006.

21
a nuestros ojos, s i dirigimos u n a m i r a d a retrospectiva. Y a en II. L O S FUNDAMENTOS CRISTIANOS PREARISTOTÉLICOS:
los comienzos del cristianismo —de hecho incluso desde los SAN PABLO, S A N AGUSTÍN
tiempos de Jesús— defrnir s u p o s t u r a frente a l poder cívico y
militar de los romanos era u n problema central. Desde el s i - 2 Los autores fundamentales de l a teoría política en l a E d a d Me-
glo IV, el poder eclesiástico estuvo e n estrecha relación con el dia, h a s t a el siglo XIII, son S a n Pablo y S a n Agustín. De S a n
Imperio Romano. Durante l a E d a d M e d i a esta relación estaba Pablo se tomaba l a idea de que todo poder viene de Dios (idea
en crisis c o n t i n u a — d u r a n t e m i l años emperadores y reyes que se encuentra también e n S a n Agustín). E s también e n
4

l u c h a r o n contra papas, y viceversa. E s t a l u c h a y a no era t a n l a B i b l i a donde encontramos l a metáfora de las dos espadas
relevante, pero, j u n t o con l a comprensión de Aristóteles que (que de hecho sólo sería elevada a metáfora por l a tradición
nos legó el siglo XIII, fomentó, h a s t a bien entrada l a moderni- ulterior), que de u n lado representa l a separación de los dos
dad, l a reflexión sobre l a v i d a e n común de los hombres, sen- poderes, pero que llegó a ser central en el conflicto entre po-
tando de cuando e n cuando nuevas raíces p a r a concepciones deres terreno y eclesiástico, sobre todo como argumento de l a
que dejaban atrás viejas condiciones históricas. superioridad del p a p a . Éstos eran los fundamentos ideológi-
5

cos de l a l u c h a de los papas, antes por s u autonomía, después


E n lo que sigue les propongo echar primero u n vistazo a
por l a superación del poder imperial: el sucesor de Pedro tenía
las raíces del pensamiento político cristiano, a S a n Agustín,
todo el poder e n s u s manos, y tanto el poder como las reglas
y después a l a segunda raíz del pensamiento político medie-
de s u realización venían directamente de Dios. E n u n a carta
val tardío, Aristóteles. Aludiré a Aristóteles después de S a n
al emperador Anastasio I, el p a p a Gelasio I (492-496) expuso
Agustín, porque entra e n l a discusión con u n retraso de más
l a doctrina de los dos poderes, sosteniendo l a primacía del
de 800 años. E n tercer lugar, dedicaré algunas líneas a Santo
poder eclesiástico sobre el terreno. Convirtió entonces u n a
6

Tomás y Dante p a r a llegar e n cuarto lugar a Marsilio de P a -


dualidad en u n a jerarquía. Ésta fue l a base argumentativa del
dua, figura central del desarrollo que desemboca en u n Estado
lado p a p a l durante muchos siglos.
laico independizado totalmente del poder eclesiástico. Como
vamos a ver, después de 9 0 0 años de discusión, volvemos a M u y diferente es l a p o s t u r a e n el De ciuitate Dei de S a n
u n dualismo agustiniano, pero con u n a axiología puesta por Agustín: e n él está presente l a idea central de u n dualismo
7

completo a l revés. E n sexto lugar hablaremos sobre Nicolás irresoluble entre el poder (o sea l a organización política) l a i -
de C u s a . Veremos cómo concibe el conciliarismo (al que se co, es decir l a civitas terrena, y l a civitas caelestis, el conjunto
puede tratar como u n movimiento casi democrático dentro de de los fieles. Como tantos después de él, escribió s u libro e n
l a Iglesia), y cómo fracasa, de m a n e r a que el movimiento de- u n a situación de crisis, e n este caso l a t o m a de R o m a por los
mocrático continúa s u desarrollo solamente a l margen de l a visigodos de Alarico en 410. H a s t a ese momento, el Imperio
Iglesia. E n resumen, trataré de poner de relieve u n a s nocio-
nes clave (dejando de lado otras, evidentemente, y s i n el deseo 4
Cf. Nicolaus de Cusa. De concordantia catholica. t. 1 (1964), t. 2 (1965), t. 3
de ser exhaustivo) que nos parecen vestigios protodemocráti- (1959), t. 4 (índices) (1968) (= h XIV 1-4), iber ni, Proemium, n. 289, (Rom.
cos, j u n t o con u n a s nociones básicas sobre l a naturaleza del 13, 1): "potestas enim omnis dei habet ordinatíonem". Traducción al espa-
ñol: Nicolás de Cusa, De concordantia catholica o sobre la unión de los cató-
hombre, que constituyen tanto indicadores como resultados licos (1987). Vgl. Jo. 19, 11.San Agustín, InEv.Joh.,en PL35, 1942-1943,
colaterales de discusiones de más de m i l años. 3 diciendo que también el poder de PUato viene de Dios. Sobre el papel de
estos principios paralas querellas medievales entre regnumy sacerdotium,
Cf. Libera, 1993: 455.
5
Luc. 22, 38. Se encuentra en las obras de San Bernardo de Clairvaux co-
mo en el Policratius de Juan de Salisbury (Libera, 1993: 342 y ss.). La bula
Unam sanctam de Bonifacio V m de 1302 está contenida en la edición Dante
2
Por ejemplo, el problema de los impuestos: Mt.- 22, 21; cf. Rom. 13, 1-7. Alighieri, 1998b: 347-355, esp. 350.
3
Una revisión completa debería incluir reflexiones tanto sobre la filosofía 6
Enfilin, 1955: 661-668.
árabe como del renacirniento.del derecho romano, pero eso sobrepasaría 7
Sancti Aurelii Augustini Episcopi, 1877.
las posibilidades de tal contribución.

23
22
Romano y l a Iglesia se encontraban estrechamente vinculados es u n a tranquilitas ordinis que viene del orden correcto entre
(el cristianismo se había convertido en religión oficial del Im- fruiyuti (CD, X I X : 13). E l orden de l a c i u d a d terrena siem-
14

perio en 391), y e n el momento de l a derrota de Roma, Agus- pre será imperfecto; l a c i u d a d terrena no está h e c h a p a r a el
tín intentó sostener que el destino del Imperio no tenía n a d a perfeccionamiento del ser h u m a n o . Por ende, e n ella tampoco
que ver con s u vinculación a l cristianismo, n i con el destino hay verdadera j u s t i c i a . E l papel del soberano sólo consiste
15

de las almas de los fieles. C o n criterios de valor y principios


8
en l u c h a r h a s t a donde sea posible contra l a injusticia; u n a
que vienen del ámbito de l a fe (salvación, l a felicidad eterna del paz y j u s t i c i a plena también s o n p a r a él inalcanzables. P a r a
16

ser h u m a n o , l a paz eterna), se procede a hacer u n a distinción el Agustín temprano, las leyes h u m a n a s derivaban de l a ley
clara entre las dos ciudades, que contiene u n a axiologíamuy eterna; p a r a el Agustín tardío de l a Civitas, l a ley terrena, l a
clara: e n l a c i u d a d celestial, l a c o m u n i d a d de los fieles e n el m e r a existencia de l a Civitas terrena, y a no tiene fundamen-
reino de Dios es c o n s t r u i d a sobre el amor Dei. S u meta es l a
9
to e n l a ley n a t u r a l (ius naturalis).
17

fruitio Dei, l a felicidad e n Dios. E n l a c i u d a d terrena, l a c o m u - E n el contexto de este dualismo metafisico no hay posibi-
n i d a d de los hombres organizados e n s u existencia terrena lidad de unificar las dos ciudades n i pasar de u n a a otra por
es c o n s t r u i d a sobre el amorsuiy el amorpropriae voluntatis, grados. No h a y teocracia, l a c i u d a d celeste no es u n Estado
el gozar (frui¡ de lo que sólo deberían u s a r (uti) los hombres ideal (ni siquiera u n a noción política e n sentido estricto) que
como medio p a r a llegar a l a felicidad e n Dios. E l comienzo de pueda construirse en este m u n d o . E s t a separación de los
18

l a civitas terrena se encuentra e n el fratricidio de Caín (CD, dos ámbitos parece sorprendentemente actual, s i se lee a n a -
X V ) , sus principios s o n l a libido dominandiy l a cupiditas hu-
10
crónicamente, sobre todo en relación con el pragmatismo con
manae gloriae. 11
Importa p a r a nuestro asunto tener e n c u e n - el c u a l se enfoca l a c i u d a d terrena que está liberada del deber
t a el trasfondo antropológico de l a c i u d a d terrena: en l a base de paz y j u s t i c i a perfectas. Y de hecho nos encontramos aquí
de s u concepción, S a n Agustín propone u n a antropología del con l a condición fundamental del desarrollo de u n Estado l a i -
hombre pecador, del hombre que tiene como fundamento de co y autónomo del ámbito religioso: solamente sobre l a base
s u existencia terrena el pecado original. E l Estado terreno, de esta "libertad", sobre l a separación de los dos ámbitos de
el hecho de tener gobierno y leyes, es consecuencia del peca- vida e n común se puede desarrollar u n a teoría "terrenal" de
do original y del fratricidio de Caín (de hecho es u n a sanción l a v i d a e n común y más tarde u n a ciencia de l a política. 19

de Dios). No es u n bien e n sí. U n Estado no se distingue de


Pero en l a tradición ulterior sí habrá indicios de u n a pre-
u n a b a n d a de ladrones (CD, IV: 6); ambos tienen sus leyes
12

ponderancia práctica del poder eclesiástico sobre el terreno,


y gobernadores, ambos están dirigidos por el amorsui de s u s
como vimos y a contenida e n l a carta del p a p a Gelasio: exis-
ciudadanos. L a separación entre el ámbito político-terreno
tía u n a desmedida tentación de construir u n a teocracia so-
y el celestial también es cortante en cuanto a l a meta de las
bre las r u i n a s del Estado terreno. No entramos en este con-
dos ciudades: l a celestial se dirige a l a verdadera paz eterna
flicto; saltamos a l momento de l a entrada de Aristóteles e n
en el gozar de Dios; e n l a c i u d a d terrena n u n c a habrá verda-
l a discusión política. Y a veremos que s u pensamiento e n u n
dera paz, sólo nonnulla pax, es decir, paz cierta, que consis-
primer momento serviría sólo p a r a nuevas articulaciones del
te e n el dominio de l a facción más fuerte. L a verdadera paz
13

problema existente, pero después también entrarían figuras

8
Horn, 1995: 113 y ss.; Maier, 2001: 72.
9
Sancti Aurelii Augustini Episcopi, 1877: 28.
14
Idem.
10
Maier, 1981: 56; Horn, 1995:. 115.
15
Horn, 1995: 118.
11
Sancti Aurelii Augustini Episcopi, 1877: 28.
16
Ibid.: 121, 125.
12
Sancti Aurelii Augustini Episcopi, 1877; Horn, 1995: 119.
17
Ibid.: 123.
13
Maier, 1981: 55; Horn, 1995: 124: una cierta paz siempre está presente; la
18
Horn, 1995: 111; Maier, 1981: 77.
plena paz es una meta inalcanzable. 19
Böckenforde, 2006: 220.

24 25
de pensamiento "positivas", basadas e n s u antropología, que
l a paz eterna debía parecer deficiente), a l tiempo que se esta-
abrirían el camino h a c i a concepciones c a d a vez más enfoca-
blecían, como principio de s u funcionamiento, leyes fundadas
das en dirección a u n a democracia.
en l a razón del ser h u m a n o (y ésta, según l a m a n e r a de pen-
sar cristiano-medieval, basada e n l a ius naturalis, fundada a
III. E L ADVENIMIENTO D E ARISTÓTELES
s u vez en l a ius divina) y hechas en u n libre consenso de se-
res libres, y se ponía a s u cabeza u n poder elegido que t a m -
Alrededor de 1250 se tradujo del griego a l latín l a Ética nicoma- bién estaba sujeto a esas leyes o que por lo menos debía dar
quea (1248, Grosseteste) y l a Política (1260-1264, Moerbeke) cuenta de s u s acciones.
de Aristóteles. Alberto Magno y Tomás de Aquino las comen-
B u e n a parte de esto proviene directamente de Aristóteles.
t a r o n . Tomás escribió con s u s argumentos s u De regimine
20

Revisemos rápidamente lo esencial de s u teoría política e n lo


principian (1273). Dante se valió del pensamiento de Aristó-
tocante a nuestro asunto, siguiendo el primer libro de s u Po-
teles en s u Convivio (1304-1307) y s u De monarchia (1317),
lítica y también de s u Ética a Nicómaco: el ser h u m a n o es por
Marsilio de P a d u a e n s u Defensor parís (1324), Nicolás de
naturaleza u n ser social y político; necesita l a polis p a r a desa-
C u s a (siguiendo a Marsilio) e n s u De concordantia catholica
rrollar plenamente s u razón. L a fuente del Estado es entonces
(1433). Todas éstas s o n obras hondamente diferentes; pero
l a racionalidad del ser h u m a n o . Ésta es s u esencia: s i uno v i -
los asuntos "políticos" siempre eran discutidos a partir del
ve fuera de u n a polis, tiene que ser bestia o Dios. L a polis es
problema de l a relación entre poder p a p a l e imperial (o sea
el más elevado entre varios modos de vivir e n comunidad: los
real), siempre e n crisis continua. Más tarde, los cismas de l a
átomos s o n las parejas hombre-mujer, padre-hijo y dueño-
Iglesia así como los conflictos continuos entre l a m i s m a y los
esclavo; l a c o m u n i d a d basal es l a casa, l a segunda l a aldea,
poderes civiles presentarían nuevas situaciones particulares
l a tercera y más elevada l a polis. C o n ella se revelan las fun-
de crisis que requerirían nuevas soluciones. Y dado lo ante-
ciones centrales de l a vida en comunidad: l a ciudad, en u n a
rior siempre fue preciso formular de nuevo causas de l a exis-
primera aproximación, está h e c h a p a r a sobrevivir, y ésta es l a
tencia del Estado terreno — y modalidades de s u estructura
función heredada de sus antecesores; pero también, y sobre
y funcionamiento. E s t a crisis entre lo terreno y lo eclesiásti-
todo, existe p a r a que sus ciudadanos vivan b i e n . Vivir bien
21

co —entre otras razones-— fomentó entonces el desarrollo de


consiste exactamente e n l a realización de l a razón e n s u más
concepciones políticas.
alto grado, i n c l u i d a s l a realización de las virtudes éticas y
22

C o n l a introducción del pensamiento de Aristóteles, l a dis- dianéticas, y l a v i d a teorética que representa l a eudaimonia,
cusión cambió de punto de partida: l a antropología del peca- l a última felicidad. P a r a esto se necesita vivir según reglas y
do original fue s u s t i t u i d a por l a antropología aristotélica del virtudes que s o n recibidas de los más sabios, s i se trata de
hombre por naturaleza racional y político. E l carácter n a t u - seres que todavía no tienen el pleno uso de s u razón, y s i se
r a l del ser político del hombre proporcionó u n a nueva fuen- trata de personas razonables, adquiridas en l a vida común
te (por lo menos discutible) de l a existencia del Estado y del con otros (virtudes) con carácter de hábito, o formuladas e n
poder: l a razón n a t u r a l que a y u d a a paliar las carencias del diálogo racional y libre (leyes). C o n l a razón, se distingue e n -
hombre por l a v i d a e n común. Partiendo del carácter n a t u r a l tre lo bueno y lo malo, y con el lenguaje se lo c o m u n i c a a los
de l a sociabilidad del hombre se presentaron nuevos c a m i - demás. L a autarquía, noción profundamente antropológica
23

nos p a r a solucionar l a cuestión del sentido y de l a calidad de que alude a l pleno u s o de l a razón, tiene como condición ne-
l a v i d a e n c o m u n i d a d , que consistieron e n establecer l a paz
terrena como meta del Estado (en vez de l a v i d a eterna, o e n
lugar de u n a paz terrena que por s u m e r a comparación c o n
21
Aristóteles, 2004a: 1252 b 30.
22
Aristóteles, 2004b: N I 1198 a 3.
Cf. Por ejemplo, Schulthess eTmbach, 1996: 214, 297. 23
Aristóteles, 2004a: 1253 a 8.

26
27
cesaría de s u desarrollo l a polis. E n ella también se materia-
24 suficiente p a r a obtener l a felicidad en el más allá (Reg. princ.
liza l a j u s t i c i a como u n a de las virtudes h u m a n a s . I 15). Esto i m p l i c a cierta autonomía del Estado terreno; l a
26

Todo esto se opone de m a n e r a evidente a las teorías del E s - i n m a n e n c i a aristotélica cede s u lugar a l a trascendencia to-
tado a las que hemos aludido: que todo poder viene de Dios mista. L a búsqueda de l a felicidad eterna v a más allá del de-
(San Pablo), que el Estado apareció como castigo por el pe- ber de los reyes; p a r a llegar a l a felicidad h a y que seguir a
cado original (San Agustín), que las normas de l a v i d a e n co- l a Iglesia. Por esto, el poder eclesiástico tiene cierta prepon-
mún también vienen de Dios o de s u s vicarios, o que en s u derancia cualitativa frente a l poder terreno; aunque ambos
conjunto no s o n más que reglas como las de u n a b a n d a de tienen s u propio ámbito de dominio y jurisdicción, a l final el
ladrones. Pero las situaciones de crisis e n los siglos Xffl, XTV poder del p a p a supera a l del rey. E l rey es el responsable de
y X V m i n a b a n estas antiguas concepciones fundamentales: que los ciudadanos vivan según l a virtud terrena. Vivir en co-
l a existencia de varios papas a l a vez, el desarrollo de Estados m u n i d a d y según l a v i r t u d consiste e n vivir razonablemente;
nacionales llamó a u n a revisión de los principios de l a vida en pero en este caso l a vida e n común necesita u n rector, como
común, tanto e n l a Iglesia como en el Estado terrenal. A r i s - el cuerpo tiene s u cabeza, y este rector es el rey. Tenemos que
tóteles constituía u n a fuente teórica que se podía aplicar a l a ver c o n u n a monarquía absoluta, moderada por u n criterio
situación. al que también el rey tiene que someterse: el bien común. E l
rey m a n d a según el bien común; s i no lo hace, el pueblo tiene
Miremos rápidamente a Tomás de Aquino y a Dante Alighie-
el derecho de destituirlo (este derecho es l a única posibilidad
r i : ambos poco democráticos, presentan soluciones radical-
del pueblo de ingerirse e n l a vida política). También en Santo
mente opuestas p a r a l a fundación y organización del Estado,
Tomás encontramos reglas p a r a l a vida política que le atesti-
pero se pueden leer como pasos que abren el camino a M a r s i -
guan u n carácter autónomo, por lo menos e n cuanto esto no
lio.
se ocupe de l a salvación eterna de los ciudadanos.

IV. TOMÁS D E AQUINO


V . D A N T E ALIGHIERI
L a filosofía política de Tomás se b a s a en u n a antropología mix-
ta: el hombre es u n ser racional y político, pero s u esencia no Dante, como Agustín y tantos otros, escribe en u n a situación
es eterna como pensaba Aristóteles, sino que le es d a d a por de crisis. L a conciencia de crisis es, como en tantas otras oca-
Dios. S u felicidad no es de este m u n d o , sino que consiste e n siones, el punto de partida de s u reflexión. A vuelo de pájaro
l a contemplación de Dios e n el más allá. Por ende, el E s t a - se puede decir que tiene (aunque se b a s a también e n Aristó-
do tiene u n fundamento diferente de los formulados respec- teles) u n a posición antitomista. E n s u Convivio (1304-1307) 27

tivamente por Aristóteles y por S a n Agustín: el Estado tiene como en s u De monarchia (1317) y s u Divina Commedia abo-
28

raíces naturales (en l a razón del hombre), pero, a s u vez, l a ga por u n imperio universal (Mon. I) con u n emperador ab-
naturaleza tiene raíces e n Dios. E l Estado existe con miras soluto e independiente del poder papal. E n total, se trata de
a l a supervivencia, porque el hombre, como ser carente (in- u n a concepción radicalmente l a i c i s t a . Por consiguiente, e n
29

suficiente, defectuoso) necesita del otro. C o n respecto a l fin


2S
l a Divina Commedia (Purgatorio 16, 103ff) queda claro que es
último, a l o que se l l a m a vivir bien, vivir según la virtud—co- el desequilibrio, l a usurpación del poder terreno por el papa,
mo pensaba Aristóteles—, diremos que hay que destacar que
el Estado y a no existe p a r a que se desarrolle l a racionalidad
h a s t a s u plenitud, sino solamente p a r a que cada u n o tenga lo
26
Tomás de Aquino, 1954: 253-358.
27
Dante Alighieri, 1998a.
24
Concerniente a la autarquía, Cf. Vollet, 2006. 28
Dante Alighieri, 1998b.
25
Ésta es, en Aristóteles y ya en Platón, la base de la división del trabajo. 29
Ibid.: 55.

28 29
que como discordia está en l a raíz del desorden a c t u a l . L a
30
V I . MARSILIO D E P A D U A
paz sólo se alcanza en el marco de esta monarquía u n i v e r s a l . 31

L a noción fundamental del ser h u m a n o que utiliza Dante (por E n el caso de Marsilio nos encontramos otra vez con u n a s i -
lo menos en s u s escritos políticos) es l a de u n ser racional y tuación de crisis. E n los conflictos entre el p a p a y l a C o r o n a
autónomo e n s u existencia terrena (libre albedrío en s u Divi- de F r a n c i a , por u n lado, y los emperadores alemanes por el
36

na Commedia, Purgatorio, X V I : 103sqq). Las dos felicidades


32
otro, los mismos que habían durado siglos e i b a n a durar s i -
de las que h a b l a Dante [Mon. III, terrena y celestial) se alcan- glos más, estaba enjuego el p o d e r — e l poder del u n o sobre el
z a n independientemente, no h a y jerarquía como en Santo otro y el poder sobre los subditos. A l comienzo de esta batalla,
Tomás. Lo mejor p a r a l a felicidad terrena del hombre es vivir con los emperadores e n los siglos X y XI, u n argumento era
en u n a monarquía universal que tiene u n m o n a r c a a b s o l u - el papel del emperador como vicarius Christi: s i el emperador
to. L a monarquía u n i v e r s a l es l a condición de l a realización es el vicario (sustituto, suplente) de Cristo e n l a tierra, tiene
de l a meta h u m a n a que consiste e n l a más a l t a actualización l a m i s m a fuente de poder y l a m i s m a m a n e r a de ejercerlo que
del intelecto. E n esta meta y en l a naturaleza del ser h u m a n o el papa, así como los mismos derechos y los mismos deberes.
se encuentra l a base de s u filosofía política. E l orden político Marsilio tiene otra fuente de argumentos e n favor del empe-
sólo se basa en l a razón y no tiene explicación a partir de u n a rador: es l a m i s m a que aparece e n Tomás y Dante, y se b a s a
ley n a t u r a l (que a s u vez estaría basada en Dios). L a ley no en Aristóteles. Por ende, l a fuente del poder terreno y a no es
tiene origen divino, sino sólo h u m a n o . L a autoridad absoluta Dios, sino el ser h u m a n o , y l a naturaleza que tiene. E l Estado
del emperador es totalmente independiente del poder papal tiene u n valor en sí, porque responde a las necesidades n a t u -
[Mon. III). Como caválcatore della umana volontade (Conv. IV: rales del hombre. Revisemos rápidamente los pensamientos
9, 10) es coextensiva con el alcance de nuestras acciones,
33
clave del Defensorpacis p a r a nuestro asunto, obra mayor de
es decir de n u e s t r a razón práctica y así c o n e l alcance de l a Marsilio, terminada en 1 3 2 4 . 37

j u s t i c i a — D a n t e opina que es posible concentrar en el empe-


rador universal l a operatio humane universitatis (Mon. I). Él 34
E l título de l a obra y a i n d i c a el problema central: se trata
escribe, difunde e impone l a ley (Conv. IV: 9, 9: scrivere, mos- de defender l a paz contra u n peligro. Se trata de l a paz en que
trare e comandare). 35
deberían vivir los hombres e n sus Estados; no existe el c o n -
cepto de monarchia universal; l a concepción de Marsilio está
L a autonomía del Estado y s u fundación en razón y v o l u n - basada tanto e n Aristóteles como e n l a realidad política de
tad abren el camino h a c i a u n a reflexión independiente sobre las ciudades-Estado de l a Italia de s u época. Q u i e n pone e n
raíz y esencia de l a organización estatal. S u s leyes vienen, en peligro l a paz es el p a p a con s u anhelo de plenitudo potesta-
l a concepción absolutista de Dante, de l a voluntad de u n solo fz's. No nos concentremos e n este problema (ya hemos dicho
38

ser h u m a n o , del emperador universal; e n Marsilio s u origen que sólo lo trataremos como punto de arranque de concep-
será l a voluntad, el consenso de todos los seres h u m a n o s e n ciones políticas), sino que vayamos más adelante p a r a ver l a
cuanto s o n ciudadanos., construcción m a r s i l i a n a de este Estado. L a base es otra vez
l a antropología del ser racional — p a r a lo c u a l , igual que en el
resto de s u obra, Marsilio se apoya en Aristóteles. Pero h a y
u n a restricción profunda, a saber, el hecho de que (como e n

Ley, s.f.: 99.


Cf. Libera, 1993: 453. Libera, 1993: 455.
Dante Alighieri, 1972-1977: 77. Marsilius von Padua, Der Verteidiger des Friedens (Defensorparís), 1958.
Dante Alighieri, 2004: 70. Cf. Dante Alighieri, 1998b: 21. Traducción al español: Marsilio de Padua, El defensor de la paz, 1989.
Ibid.: 53. Sobre el contexto histórico-político cf., por ejemplo, Miethke, s.f.: 38; Lüddec-
ke, 2001: 108; Rausch, 1951: 86 y ss.; Gewirth, 1951; Quillet, 1962: 696-
Dante Alighieri, 1998a: 70. 706; Lóffelberger, 1992; Segall, 1959; Nederman, 1995.

30 31
Santo Tomás) no se alude a l a teleología inmanentista aris- capítulo que trata sobre l a exclusión de l a ley eterna de l a ley
civil. Marsilio retoma l a concepción aristotélica (casa-aldea-
totélica, l a c u a l hizo necesario que el ser h u m a n o viviera en
polis), pero s u crecimiento sólo se basa en el crecimiento de
u n a polis p a r a que llevara a p l e n i t u d s u esencia. Donde S a n -
l a población. Del desarrollo cuantitativo deriva u n o cualitati-
to Tomás sustituía u n a teleología esencialista cristiana por
vo: c o n el crecimiento de l a población crece l a diferenciación
l a de Aristóteles, en Marsilio y a no h a y ningún esencialismo
i n t e r n a de l a c i u d a d en capas sociales, e n estamentos (los
ideológico. Paralelamente a esta tendencia h a c i a lo terreno-
seis conocidos por Aristóteles, agrupados e n honorabilitas y
empírico en cuanto a l a esencia del ser h u m a n o , corre l a con-
vulgaris, DP, I: v), crece también l a experiencia de s u s h a b i -
cepción de l a meta del Estado: es el vivir y el vivir bien (DP, I:
tantes, y finalmente experiencia y razón llegan a formar u n a
iv, 2), pero este último no tiene el matiz de entelécheia. A l a
c i u d a d que cumple c o n las necesidades de l a v i d a y del vivir
autarquía como calidad del vivir bien no le corresponde el
bien. A l vivir bien, el ser h u m a n o "se dedica a las actividades
papel ético que tiene en Aristóteles (DP, I: iv, 3). E l Estado no
liberales (operíbus liberalibus), como son las de las facultades
está vinculado con l a esencia del ser h u m a n o , y l a dimensión del a l m a , tanto de l a práctica como de l a especulativa" (DP, I:
del más allá está excluida desde las primeras páginas. E l v i - iii, 3; I: iv, 1). L a v i d a e n c o m u n i d a d sirve p a r a evitar los d a -
vir bien eterno, como Marsilio l l a m a a l a felicidad eterna, no ños a los que u n hombre solo, s i n pelaje y s i n armas, se vería
tiene demostración lógica, no puede ser objeto de s u tratado inexorablemente expuesto; y p a r a asegurar l a supervivencia
(DP, I: iv, 3). E l mejor estado del Estado consiste en l a paz
39
en estos conjuntos de hombres se inventaron las leyes y los
(o tranquilidad), que no es otra cosa que l a " b u e n a disposición cargos de personas que vigilan el cumplimiento de esas le-
de l a c i u d a d o del reino, en el c u a l cada u n a de s u s partes yes, etc. E l desarrollo de las leyes ocurre claramente a pos-
puede realizar perfectamente las operaciones convenientes a teriori. E n el conjunto de l a ley, e n lo legislativo y lo ejecutivo
s u naturaleza según l a razón y s u constitución" (DP, I: i i , 3). residen los puntos más interesantes de l a concepción m a r s i -
L a p a z n o tiene matiz celestial, no tiene n a d a que ver c o n l a liana. L a base de l a v i d a estatal es l a universitas omnium aut
paz eterna en D i o s ; simplemente es l a "disposición óptima
40
ipsius valentiorem multitudo (p. ej., DP, I: xiii, 2), l a totalidad
de l a c i u d a d i n s t i t u i d a según razón" (DP, I: i i , 3). L a paz les de los ciudadanos o s u más valiosa (mayor) parte. E s ella l a
es útil (casi biológicamente) a los individuos (DP, I: i , l ) . De 41
que hace, interpreta, confirma y abroga (DP, I: xü, 9) las le-
esto se puede deducir también que el origen del Estado no yes, l a que elige a l gobernante, l a que vigila el cumplimiento
tiene el matiz teleológico que se observa en Aristóteles n i el de las leyes y es responsable de l a subdivisión del Estado e n
matiz teológico de los partidarios del derecho natural: l a v i d a sus estamentos. Ciudadano es (DP, I: x i i , 4) "quien participa
en c o m u n i d a d tiene s u origen en las necesidades derivadas en el gobierno consultivo o j u d i c i a l según s u grado". Los es-
de l a supervivencia. Hay u n matiz agustiniano (DP, I: vi, 1-3)
42
clavos, mujeres, niños y extranjeros están excluidos. M a r s i -
cuando Marsilio explica l a necesidad de trabajar y vivir e n es- lio explica sólo de m a n e r a m u y oscura en qué consiste esta
te estado de escasez y precariedad con el pecado original; pe- valencior pars: hace referencia a las ciudades italianas de
43

ro parece más u n a concesión, y además se encuentra e n u n s u tiempo y a Aristóteles, quien distingue entre el derecho
de voto activo y pasivo, este último dependiente de u n censo
39
Del hecho de no tener en cuenta la perspectiva teológica surgen dos argu- (que los valenciores no son pauciores, dice e n DP, I: xü, 8). U n
mentos: uno sistemático, que consiste en alegar la no logicidad del asunto segundo cuerpo representante será autorizado por el prime-
(Marsilio construye su obra de manera muy metódica, por ejemplo, empe- ro (la valencior pars, DP, I: xü, 5) o l a universitas (p. ej. DP, I:
zando cada problema con una definición de las nociones en cuestión); el
asunto de la felicidad eterna no puede ser resuelto por los métodos de la xü, 3). Por ende, l a discusión sobre s i se trata de u n a sobera-
razón natural. El otro argumento es empírico y consiste en sostener que es nía popular (democracia representativa o a lo mejor u n a de-
exactamente la Iglesia la que pone en peligro la paz.
40
Rausch, 1951: 90.
41
Ibid.:91.
42
Lüddecke, 2001: 111. Rausch, 1951: 93 y ss.

32 33
mocracia directa á la suisse) es m u y difícñ de llevar a cabo. Mas concedamos que, como es verdad, algunos menos doctos no
Pero s o n m u y interesantes las razones'de M a r s i l i u s cuando juzguen t a n bien del establecimiento de l a ley o de otra cuestión
trata de explicar por qué d a a l a universitas ciuium este de- práctica como otros tantos doctos; puede, con todo, aumentarse
recho (DP, I: xiii, 3): el bien común queda mejor garantizado el número de los menos doctos, tal que puedan juzgar igual o me-
cuando todos votan, porque así h a y más que están alerta de jor que los pocos doctos. [DP, I: xiii, 4]. 46

errores eventuales y porque nadie quiere dañarse a sí mismo


(DP, I: x i i , 5); u n a ley votada por todos es más fácilmente se- Pero l a m u l t i t u d r e u n i d a de todos ellos mejor puede discernir y
querer lo común justo y útil que u n a cualquiera de sus partes, to-
guida por todos, porque se l a h a n impuesto ellos mismos co-
m a d a a solas, por m u y prudentes que sean s u s miembros. [DP,
mo ciudadanos libres (DP, I: x i i , 6); además, como l a c i u d a d I: xiii, 6].
47

se h a compuesto p a r a obtener el bien y l a existencia suficien-


te de c a d a u n o , es preciso que c a d a u n o tome parte e n l a le- Porque los comienzos de las cosas son difíciles de encontrar... Pe-
gislación (DP, I: x i i , 7). L a razón más interesante (y también ro u n a vez encontrado, es fácil añadir o aumentar lo siguiente.
l a más interesante p a r a n u e s t r a reflexión sobre l a democra- [DP, I: xiii, 7].
48

cia) es l a que, contestando a u n a objeción (DP, I: x i i i , 3), ale-


ga lo siguiente: s i u n o dice que l a mayoría de l a población de Esto tiene como consecuencia u n a división del trabajo en
u n Estado es demasiado prava (malvada) o indiscreta (mala l a legislación: los prudentes y expertos deberían mtervenir y
y s i n juicio), dice también que esto no es verdad en relación proponer leyes a l a universitas civium, que lo cambia, aprue-
con l a mayoría; todos o l a mayoría tienen sana mens y ratio b a o reprueba ella m i s m a , o por el organismo representante,
bastante, de t a l m a n e r a que quieren vivir según leyes e n u n la valenciorpars.
Estado. H a y u n a diferencia e n l a capacidad de invención; 44
L a universitas elige también a l gobernante, que es respon-
a pesar de esto, c a d a c u a l tiene l a capacidad de juicio sobre sable del cumplimiento de las leyes. E l gobernador está suje-
el invento: "Porque aunque no p u e d a cualquiera n i l a mayor to a l a ley, y puede ser juzgado por el legislador. Sólo u n go-
parte de los ciudadanos inventar las leyes, puede, s i n embar- bernador que actúa según l a ley puede garantizar l a paz del
go cualquiera juzgar de las inventadas y las propuestas a él Estado que se b a s a e n l a u n i d a d . L a paz era definida como l a
por otro, cüscerriir s i algo h a y que añadir, quitar o cambiar" b u e n a disposición de las partes del Estado; s u u n i d a d no es
(DP, I: x i i i , 3). E l statuere legem no tiene como condición el
45
monolítica, sino que contiene u n a pluralidad:
poder invenire legem. Como c a d a totalidad es mayor que s u s
partes, dice Marsilio citando a Aristóteles, l a totalidad de l a E s t a u n i d a d es u n i d a d de orden, no absolutamente unidad, sino
c i u d a d es "maius... suaparte in agenda et etiam discernendo": u n a cierta pluralidad de algunos que se dice u n a o de los que se
"cada todo es mayor que s u parte e n el hacer y también e n el dicen u n o numéricamente, no por ser formalmente uno en v i r t u d
discernir'' (DP, I: x i i i , 4). E l juicio de l a m u l t i t u d es más segu- de alguna forma sino que se dicen y son verdaderamente u n o e n
ro que el de u n a parte, así sea l a de los más sabios (si bien l a número con respecto a u n principio, a l cual y por el cual se orde-
m u l t i t u d incorpora a los sabios). Y Marsilio llega a decir que n a n y gobiernan. [...] Así los hombres de u n a c i u d a d o provincia
es u n a cuestión de cantidad:
Ibid.: 136: "Amplius, esto, sicut est secundum veritatem, aliquos minus
doctos non eque bene iudicare de statuenda lege aut altera agibili totidem
doctis, posset tarnen infantum augeri numerus minus doctorum, quod eque
bene vel melius iudicarent de hüs, paucis doctoribus".
Ibid.: 140: "Verum horum (scilicet sapientes et minus doctos, M.V.) omnium
44
La ley no es encontrada, sino inventada. Cf. Rausch, 1951: 95. congregata muutudo discernere potest et velie amplius commune iustum et
45
Marsilius von Padua, 1958: 134: "Quamvis enim non quilibet aut maior conferens harum parcium quacumque seorsum accepta, quantumcumque
multitudo civium sit legum inventor, potest tarnen quilibet de inventis et prudentum".
ab alio sibi propositis iudicare, addendum vel minuendum aut mutandum
discernere". Ibid.: 140: "Sunt enim rerum inicia difficillime invencionis [...]. Hoc autem
invento facile est addere et augere reliquum".

34 35
se dicen u n a u n i d a d o u n reino por s u referencia voluntaria a u n do algunas veces concordancias y divergencias con Marsilio
principado numéricamente uno. [DP, I: xvii, 11]. 49 y otros autores — y veremos que comparado c o n Marsilio, el
cusano es u n retroceso.
E s por l a voluntad, l a libertad y l a igualdad de los c i u d a - L a noción central c u s a n a es l a concordancia. Ésta tiene
danos que existe l a c i u d a d como u n i d a d . s u fuente, de u n a parte, e n el conciliarismo dentro del c u a l
se inscribe esta o b r a : l a experiencia había mostrado — p o r
51

V I L NICOLÁS D E C U S A los c i s m a s — que l a institución del p a p a no podía mantener l a


u n i d a d de l a Iglesia; era el Concilio universal de Constantino-
L a u n i d a d y l a concordia del Estado, que están basadas e n l a pía el que había logrado restituir l a u n i d a d . L a u n i d a d e n l a
igualdad y l a libertad de s u s integrantes, representan t a m - que piensa Nicolás es u n a pluralidad estructurada, como y a
bién el valor central del pensamiento político de Nicolás de aparece e n Marsilio; l a concordancia b u s c a d a es el principio
C u s a . De concordantia catholica es l a primera gran obra de
50 de l a armonía divina e n el universo (y deductivamente en l a
Nicolás de C u s a y u n a de las menos conocidas. E s c r i t a en Iglesia y el Imperio), que reúne las diversidades. Esto d a u n a
1433 en Basilea, donde participó e n el Concilio, es l a mues- visión bipolar, primeramente de los papeles de l a Iglesia y del
t r a de l a fase conciliarista de s u vida eclesiástico-política. E s Imperio, que son partes de u n conjunto; y del orden interior
interesante p a r a el propósito de este coloquio porque discute de ambos, que es u n a combinación de jerarquía y de consen-
nociones clave de l a v i d a e n común (en l a Iglesia y en el Im- so, o elección, desde abajo.
perio) que nos pueden también parecer de alta importancia Dejemos de lado l a Iglesia; digamos rápidamente que N i -
p a r a l a organización democrática de u n a res publica. No en- colás de C u s a cambió de bando porque se d a b a cuenta de
traremos en u n análisis de esta obra. Tampoco haremos u n a que p a r a mantener l a u n i d a d de l a Iglesia se necesitaba u n a
comparación de fondo entre Nicolás y Marsilio, aunque sea cabeza fuerte. Miremos el Estado: l a base antropológica es el
m u y interesante, porque por ejemplo, el proemio del libro hombre racional y por naturaleza libre e igual (CC, II: 14). P a -
tercero, que contiene los fundamentos de s u filosofía políti- r a sobrevivir se reúnen y construyen Estados (CC, III: pr., n .
ca, in sensu stricto no es m u c h o más que u n a explicación de 268). E s t a reunión no es solamente u n hecho biológico, co-
las ideas fundamentales de Marsilio, pero s i n mencionar s u mo e n Marsilio, sino que desde el comienzo está v i n c u l a d a a
obra (a quien se menciona es a Aristóteles). Nos concentra- l a ley n a t u r a l : cada ser tiene el derecho de hacer lo necesario
remos e n algunas nociones clave de l a obra cusana, i n d i c a n - p a r a sobrevivir. Todo el proceso de civilización tiene entonces
p a r a Nicolás, a diferencia de Marsilio, u n trasfondo de dere-
cho divino y n a t u r a l . Las cosas, por lo tanto, y a no dependen
Ibid.: 216: "Hec unitas est ordinis, non simpliciter unitas, sed pluralitas sólo de l a razón espontánea del hombre; las leyes y a no s o n
aliquorum, que una dicitur; vel qui aliquid unum dicuntur numero, non inventadas, como e n Marsilio, sino deducidas. Tanto l a igual-
propter hoc quod unum numero sint formaliter per aliquam formam, sed
unum numero vere oUcuntur, propterea quod ad unum numero sunt et di-
dad de los hombres, como toda l a antropología, vuelven a te-
cuntu, principatum scilicet, ad quem ordinantur et gubemantur [...]. Sic ner s u fundamento e n el más allá: l a base de l a política es l a
quoque unius civitatis aut Provincie homines dicuntur una civitas aut reg- naturaleza racional y social del ser h u m a n o d a d a por Dios;
num, quia volunt unum numero principatum".
él es entonces l a causa remota de l a v i d a e n c o m u n i d a d (CC,
Nicolaus de Cusa, De concordantia catholica. T. 1 (1964), t. 2 (1965), t. 3
(1959), t. 4 (indices) (1968). Traducción al español: Nicolás de Cusa, De III: iv, n . 331). E l puente entre Dios y el ser h u m a n o es l a n a -
concordantia catholica o sobre la unión de los católicos (1987). Literatura turaleza. Los hombres son por naturaleza iguales, pero esta
reciente: BerteUoni, 2005: 253-265; Arroche, s.f.: 305-313; CasteUo Du- igualdad fundamental está matizada por cierta desigualdad:
brá, s.f.: 315-325; D'Ascenzo, s.f.: 327-332; Miroy, 2005: 135-154; Bakos,
1963:155-173; Sigmund, 1963; Sigmund, 1970: 507-521; Sigmund, 1998: algunos son de hecho más sabios que los otros. Ellos s o n (si
195-204; Watanabe, 1963; Piaia, 1998: 171-193; Reinhardt, 2003: 29-38;
Reinhardt, 1995:39-50; Hoye, 1999; Bauer, 1955:207-240; Krämer, 1994:
231-273; Lücking-Michel, 1994; Quillet, 1970: 485-506; Weiler, 2004: 77-
90. 51
Rausch, s.f: 100 y ss. Wolmuth, 1994: 877-894.

36 37
todo v a bien) elegidos por los otros p a r a gobernar, porque l a L a importancia del consenso tiene u n impacto e n l a rela-
racionalidad fundamental del hombre basta p a r a reconocer ción entre rey y ley. L a ley s u p e r a a l rey: " E s m u c h o mejor
el orden del universo y l a jerarquía inherente. Este reconoci- para l a existencia de u n a república l a existencia de las leyes
miento lleva a u n a sumisión voluntaria bajo el gobierno; es que l a de u n rey, por varón justo que sea". 54

u n a combinación de necesidad objetiva y voluntad subjetiva E s mejor p a r a el Estado ser regido por leyes que por u n i n -
(CC, III: Pr. n . 274). E n cuanto a l a posición de los stulti, N i - dividuo; esto vale también por este individuo que rige el E s -
colás se separa de Marsilio: p a r a el cusano s o n esclavos por tado, el rey: éste también está sujeto a l a ley, y como el vigor
naturaleza en el sentido aristotélico (CC, III: Pr. n . 271sq.). de l a ley depende del consenso de todos, también es así e n
Para Marsilio, los stulti (DP, I: xiii, 5) tienen siquiera l a facul- cuanto a l vigor del régimen del rey. E l rey es elegido también
tad de juzgar sobre proyectos de leyes, proponer cambios, por el consenso de todos o del órgano representativo (como
etc. L a razón de esta construcción es que, s i n l a voluntad del era l a costumbre e n el Imperio Germánico). E l cuerpo repre-
sujeto, el gobierno no se instauraría legítimamente. Éste es sentativo, del c u a l también h a b l a b a Marsilio, parece u n p a r -
el punto central también del pensamiento cusano, pero c o n lamento organizado según estamentos, es u n a jerarquía de
cierto matiz nuevo: el fundamento del gobierno es el consen- órganos representativos que se eligen desde abajo y se con-
so voluntario de l a totalidad del p u e b l o . Pero es obvio que
52

vocan desde arriba. Este sistema representativo-jerárquico


este consenso puede ser m u y tácito. Concerniente a l a ley y está basado e n l a razón, pero de modo parecido a l a solución
lo legislativo retoma, e n el proemio del tercer libro de C C , po- de Marsilio, tiene dos momentos: los unos que saben hacer
siciones de Marsilio. Lo legislativo depende del consenso de leyes, y los otros que saben obedecer porque reconocen s u
todos, o l a mayoría, que representa a l pueblo: "lo que a todos legitimidad. Pero donde Marsilio h a b l a b a de juzgar y cambiar
toca, p o r todos debe ser aprobado". Pero h a y u n a diferen-
53

leyes, en Nicolás sólo se trata de consentir voluntariamente


cia importante: l a aprobación y a no contiene l a posibilidad de —o mejor dicho, se trata de u n consenso presupuesto.
cambio e n el texto o e n l a interpretación, y l a aprobación por
todos es, e n el caso n o r m a l , tácita: está supuesta. L a apro-
bación lleva consigo el deber de obedecer — e l sistema repre- V I H . CONCLUSIÓN
sentativo funciona e n ambas direcciones. H a y u n a jerarquía
de órganos representativos de legislación. ¿Qué encontramos de democrático en estos pensamientos?
¿Qué h a y de protomoderno? Lo que salta a l a v i s t a es que l a
concepción del Estado y del poder civil siempre estuvo v i n c u -
52
CC, DI: 4, n. 331: "Omnis superioritas ordinata ex electiva concordantia l a d a —así sea negativamente— a l Estado celeste o a l poder
spontaneae subiectionis exoritur, et [...] populo illud divinum seminarium eclesiástico. F u e esta discusión l a que fomentó el desarrollo
per coromunem omnium hominum aequalem nativitatem et aequalia natu-
ralia iura inest, ut omnis potestas, quae principaliter a deo est, sicut et ipse de nociones clave. Hay que destacar, pues, las maneras (muy
homo, tune divina censeatur, quando per concordantiam communem a su- diferentes) de fundamentar el Estado terreno en el hombre
biectis exoritur, ut sic constitutus, quasi in se omnium voluntatem gestans
in principando, publica et cómmunis persona ac pater singulorum vocetur". — m a n e r a s t a n diferentes como las de Agustín y las del aris-
Nicolaus de Cusa, De concordantia, 1968: 263: "Toda superioridad ordena- totélico Marsilio. Pero se v i s l u m b r a n varias posibilidades de
da nace de una concordancia electiva por una espontánea sumisión, y [...] poner el Estado e n manos y bajo l a responsabilidad del ser
en el pueblo está su origen por un igual y común nacimiento de todos los
hombres y sus iguales y naturales derechos, para que toda potestad que, h u m a n o — y no sólo del gobernante, sino e n manos de s u s
como principio, viene de Dios como el mismo hombre, se considere divina, integrantes (nota a l margen: contamos l a falta de las muje-
cuando nace por concordancia común de los subditos; y así constituida,
como llevando en sí en el mando la voluntad de todos, se llame a una per-
res entre las condiciones históricas). E n consecuencia, h a y
sona pública y común y padre de cada uno". Como ejemplo de comunidad que destacar l a idea de consenso, y con ella l a idea de que
voluntaria se refiere al matrimonio en CC, II: xviii, n. 164.
53
Nicolaus de Cusa, De concordantia, 1968: 239; CC, m: pr. n. 276: "quod
omnes tangit ab orones approbari debet". Para esto y lo siguiente: Rausch, Ibid.: 239; CC, III: Pr. n. 277: "Melius pro república existit legibus quam óp-
s.f.: 105 y ss. timo viri regi".

38 39
u n Estado está compuesto por seres racionales y libres don- Alighieri, Dante (1998a), Das Gastmahl. Italienisch-deutsch.
de todos toman parte en s u construcción — h a s t a esta dife- Herausgegeben unter der Leitung von Ruedi Imbach. Ham-
rencia que hace Marsilio entre inventar y criticar leyes, que burg (Meiner: P h B 466 = Dante Alighieri: Philosophische
garantiza también a los no especialistas l a participación e n Werke, 4).
l a v i d a política. A u n q u e el contrato del que h a b l a n Tomás y Alighieri, Dante (1998b), Monarchia, Studienausgabe lateinisch/
Nicolás en algunos pasajes es más bien tácito o, digamos,
55
deutsch. Einleitung, Übersetzung u n d Kommentar von Ruedi
ideal (como lo es también el consensus omnium e n Nicolás), Imbach u n d Christoph Flueeler. Stuttgart.
sin embargo, con l a figura del consenso y el método de elec- Alighieri, Dante (2004), Das Gastmahl. Viertes Buch, Hamburgo.
ciones, combinado con u n sistema representativo que v a de Aquino, Tomás de (1954), "De regimine principum ad regem
abajo h a c i a arriba, nos encontramos c o n dinámicas que sí Cypri", en Divi Thomae Aquinatis Doctoris Angelici Opuscula
se pueden l l a m a r protodemocráticas. Se trata casi de u n a Philosophica, C u r a et studio: P. Fr. Raymundi, M . Spiazzi O.P.,
responsabilidad por parte del Estado (si bien esta noción es Torino, 253-358.
anacrónica), responsabilidad que se f u n d a e n l a razón de los Aristóteles (2004a), Política, traducción de Carlos García Guai y
seres h u m a n o s y e n el hecho de no poder prescindir de v i - Aurelio Pérez Jiménez, introducción de Salvador Rus Rufino,
vir juntos. M u y m o d e r n a e n este contexto es l a pérdida de l a Madrid.
teleología esencialista aristotélica e n l a fundamentación del Aristóteles (2004b), Ética a Nicómaco, Madrid.
Estado. Otro rasgo moderno, t a n moderno que n i siquiera se Cusa, Nicolaus de (1968), De concordantia catholica, E d . Ger-
h a difundido por todas las democracias reconocidas de hoy hard Kallen, A n n a Berger (t. 4), Hamburg (Meiner: Nicolai de
en día, es que el gobernador esté también sometido a l a ley y Cusa, Opera omnia iussu et auctoritate Academiae Litterarum
a l a división de poderes: lo más importante e n l a civitas es l a Heidelbergensis ad codicumfidem edita, XTV 1-4) t. 1: 1964,
ley i m p u e s t a p o r todos. t. 2: 1965, t. 3: 1959, t. 4 (índices) 1968. XIV 1-4. Traducción
Veamos ahora este desarrollo ideal: e n l a medida e n que el española: Nicolás de C u s a (1987), De concordantia catholica,
poder terreno es concebido como independiente del eclesiásti- o sobre la unión de los católicos, introducción y traducción de
co, y en l a medida e n que se abrogan fundamentos teológicos José María de Alejandro Lueiro, S.J., Madrid.
y ideológicos (incluso u n universalismo a l a manera de Dante) Padua, Marsiliusvon (1958), Der Verteidiger des Friedens (Defen-
del Estado, el Estado y s u organización, h a s t a s u s leyes como sorpacis), Auf Grund der Obersetzung von Walter Kunzmann
sistema normativo fundamental, caen e n manos de los seres bearb. u eingel. Horst Kusch. Darmstadt (wbg). Traducción
h u m a n o s ; y cuando ahí están y cada u n o está bajo el régimen española: Marsilio de Padua (1989), El defensor de la paz,
de l a ley, y y a no bajo u n a fuente o u n a meta más allá de las estudio prelirriinar, traducción y notas de Luis Martínez Gó-
posibilidades de acción del hombre, surge l a pregunta de có- mez, Madrid.
mo germinan las leyes de las manos de los propios seres h u - Sancti Aurelii Augustini Episcopi ( 1877), De civiate Dei libri XXE,
manos, y éste es el primer paso h a c i a l a democracia. iterum recognovit B Dombart, Lipsiae.

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44 45
P U E B L O INTONSO, P U E B L O A S N A L " :
LA D E M O C R A C I A DIRECTA D E S D E
MARSILIO D E P A D U A

Felipe Castañeda
Prof. Dr. Departamento de Filosofía
Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

I. E L RIESGO D E LA REPRESENTACIÓN CONTINGENTE

De m a n e r a m u y general se puede afirmar que u n a de las v i r -


tudes de l a democracia representativa consiste en que los
representados no tienen que ocuparse directamente de los
asuntos propios del gobierno, que relativamente pocos repre-
sentantes pueden actuar por m u c h o s y diversos representa-
dos, que los representantes tienen l a posibilidad de centrar
s u trabajo exclusivamente e n los asuntos del gobierno y que,
finalmente, los representados pueden hacer lo propio en el
ámbito de l a vida privada. No obstante, esta m i s m a virtud de
l a representación puede suponer s u propio vicio. E n efecto,
aunque en u n a democracia representativa el pueblo elijaasus
gobernantes, no determina necesariamente qué decisiones
asumirán. E n otras palabras, aunque tenga el poder p a r a ele-
gir quién encarnará l a voluntad general, no tendrá injerencia
directa sobre las determinaciones concretas de l a m i s m a . Por
lo menos, en nuestro medio, l a legitimidad de u n a elección no
está condicionada indefectiblemente a l cumplimiento de u n
determinado programa, de u n a s promesas. De esta manera,

47
es posible que se presente u n desfase entre lo que el pueblo confirmen, s u s p e n d a n o corrijan u n a n o r m a jurídica, hace
representado quiere y lo que los poderes electos deciden. Por prácticamente inocuo este mecanismo. No es del interés de
lo tanto, l a coincidencia entre el querer del representado y el esta ponencia indagar por las posibles causas de esta acti-
del representante parece ser u n asunto más de contingencia t u d . Pero sí lo es abordar, aunque de m a n e r a m u y sucinta,
que de reglas de juego de imprescindible cumplimiento. u n argumento que podría explicar el mencionado susto y que
A h o r a bien, con lo dicho no se quiere afirmar que no existan se relaciona con lo siguiente:
mecanismos institucionales en las democracias representati- C a d a ciudadano j u z g a sobre l a base de lo que sabe, pero
vas p a r a tratar de miriimizar o de limitar posibles desfases de también de lo que ignora. Y esto último con m u c h o supera a
este tipo. L a periodicidad de las elecciones, el hecho de que lo primero. Por otro lado, lo hace e n función de lo que cree y
no haya, e n principio, gobernantes que se p u e d a n perpetuar opina, pero esto es susceptible de manipulación, y a que se
mdefinidamente e n el poder, las interrelaciones e interdepen- trata de u n sujeto relativamente indefenso y s i n protección
dencias entre el Ejecutivo y el Legislativo, las normas acerca frente a los medios de comunicación y frente a u n a situación
de l a constitución de partidos, las leyes de bancadas, cuando apremiante de necesidades inmediatas. Por lo tanto, el j u i c i o
las hay, los controles constitucionales, entre otros, pueden de u n ciudadano está afectado por múltiples, difícilmente evi-
coadyuvar a que el representante no se convierta e n el ne- tables y además indeseables condicionamientos particulares.
gativo de s u representado. S i n embargo, e n u n a democracia E n consecuencia, m a l podría u n pueblo ignorante, "intonso
representativa siempre parece estar presente u n considera- y asnal", abusando de u n verso de Luis Carlos López, juzgar 2

ble grado de contingencia en relación con l a correspondencia convenientemente los contenidos de l a ley. E n efecto, desde
3

que se d a entre l a voluntad del representado y del represen- este punto de vista, u n a democracia prevalentemente directa
tante. Y no puede ser de otra manera, y a que por definición el sería el equivalente a u n Leviatán bruto, de nefastas reper-
representante es elegido p a r a que, e n principio, decida por el cusiones sociales dado s u poder y falta de luces. E n síntesis,
representado. Como sea, este eventual inconveniente invita a aunque u n a democracia representativa tenga s u s inconve-
pensar que u n a democracia prevalentemente representativa nientes, siempre parece mejor que u n a directa. Así, preten-
debe i n c l u i r mecanismos de democracia directa. S i se quiere, der compensar o corregir los problemas de l a primera con l a
de u n a u otra manera, el ciudadano debería tener l a posibi- adopción de mecanismos propios de l a segunda no parece u n a
lidad de decidir sobre el contenido de l a ley, bien sea e n aras
alternativa idónea.
de proponerla, de corroborarla o de derogarla.
C o n base en este planteamiento se sugieren las siguientes
Y, p o r cierto, n u e s t r a adolescente y quinceañera Cons- preguntas: ¿en qué medida y h a s t a qué punto es razonable
titución contempla, e n alguna medida, l a posibilidad de l a pensar que l a capacidad de juicio del ciudadano es necesa-
participación directa de los ciudadanos e n este asunto; e n riamente minusválida? Y aunque así lo fuese, ¿en qué medi-
especial, l a de realizar referendos. No obstante, y retomando d a no se presenta u n a contradicción e n l a noción m i s m a de
las palabras de alguien que sí está enterado en estos temas, democracia s i no se prevén mecanismos efectivos de demo-
parecería que nuestros legisladores, aunque mataron a l t i - cracia directa? Y finalmente, ¿hasta qué punto es razonable
gre, se a s u s t a r o n con el cuero. E n efecto, l a normatividad
1

que regula l a posibilidad de que los ciudadanos propongan,


2
Tomado de Tarde de verano por amable sugerencia del profesor Alvaro Ca-
macho: "El rico es un bandido. / San Juan Crisóstomo / La sombra, que
1
Krause, 1997: 97, citando a L.G. Nieto Roa: "La Constituyente del 91, con- hace un remanso / sobre la plaza rural, / convida para el descanso / sedan-
vocada para fortalecer la democracia directa, introdujo todas las formas po- te, dominical... / Canijo, cuello de ganso, / cruza leyendo un misal, / dueño
sibles de participación. [...] Pero, como en el viejo dicho, matamos al tigre absoluto del manso / pueblo intonso, pueblo asnal. / Ciñendo rica sotana
y nos asustamos con el cuero. No alcanzamos a consagrar los propósitos y / de paño, le importa un higo / la miseria del redil. / Y yo, desde mi venta-
formas de participación, cuando ya en la misma Constitución los hacíamos na, / limpiando un fusil, me digo: / —¿Qué hago con este fusil?" (<http://
casi imposibles mediante requisitos desmesurados o limitaciones excesi- www.lablaa.org/blaavirtual/literatura/apoeta/apoetall4.htm>).
vas". 3
Cf. Sartori, 1988.

48 49
pensar que cuando las sociedades se ven sujetas a ciertas Se trata de u n principio que tiene u n a tradición importan-
circunstancias, parece absolutamente necesario recurrir a l te. Valga citar, a modo de ejemplo, que e n pensadores como
pueblo como legislador? B i e n sabemos que h a y m u c h a s co- Tomás de A q u i n o t o m a l a forma de ley n a t u r a l fundamen-
5

sas en l a v i d a que tenemos que hacer por nosotros mismos y tal. Así, desde s u punto de vista, todo ser está inclinado por
en las que sería m u y indeseable e inconveniente hacerse re- naturaleza a resistirse frente a todo aquello que puede c a u -
presentar. ¿Por qué no pensar que en l a v i d a de las socieda- sar s u destrucción. Esto se haría patente no sólo en los seres
des acontecen asuntos semejantes? animados, sino también e n el reino de los manimados. E n
A h o r a bien, a estas preguntas t a n sólo pretendo y estoy e n efecto, el hecho de tener que aplicar l a fuerza p a r a poder des-
capacidad de ofrecer algunas pocas indicaciones de respues- truir u n ser no vivo, indicaría que hay algo en él que se opone
ta, utilizando como apoyo ideas de Marsilio de P a d u a . Este a s u anulación, es decir, que obedece a u n a tendencia n a t u -
pensador de inicios del siglo X I V se puede considerar como r a l p a r a mantenerse existiendo. Lo mismo se podría consta-
u n a suerte de baluarte de l a democracia directa. E n efecto, no tar e n plantas y animales. E l a l m a como principio animador
sólo propuso que toda forma de gobierno "decente" o tempe- del ser vivo, lo mueve a que se mantenga como tal, haciendo
r a d a i m p l i c a elección de los gobernantes por los ciudadanos, uso de todos los medios a s u disposición, tratando de evitar
sino que el conjunto de éstos, entendido como pueblo, debería así tanto l a muerte como todo aquello que se oponga o que
concebirse como el legislador e n sentido propio. Según el p a - atente contra s u bienestar. M e permito esta digresión puesto
duano, todo gobernante debe regir con base e n leyes y éstas, que permite afianzar l a siguiente idea: l a tendencia a b u s c a r
aunque no necesariamente deben ser propuestas por el pue- el bienestar y a rechazar lo desfavorable no se entiende como
blo, e n todo caso deben contar con s u confirmación p a r a ser u n patrimonio exclusivo del ser h u m a n o , ni-mucho menos
propiamente tales. De los múltiples argumentos que propone del que presenta u n desarrollo racional particular. Así, r e s u l -
p a r a sustentar s u s planteamientos, l a exposición se centrará ta significativo que no se requiera de conocimiento p a r a que
en aquellos que permiten determinar e n qué sentido y medi- cualquier ser tienda a lo que le conviene según s u constitu-
d a se puede afirmar que el pueblo es ignorante. También se ción natural. Como afirma Marsilio, se trata de u n principio
abordarán aquellos en los que propone l a conveniencia de que inserto en l a naturaleza m i s m a .
el pueblo se a s u m a como legislador, no obstante l a inevitable
Como sea, a sus ojos es evidente que también cobija al h o m -
ignorancia de cualquier persona en muchos aspectos.
bre mismo. Todo ser h u m a n o , e n principio, desea el bienes-
tar y trata de r e h u i r del malestar. Como excepción sólo c o n -
templa a los "tarados o impedidos por otra razón". No es c l a -
II. LA ORGANIZACIÓN POLITICA, E L VIVIR Y E L VIVIR BIEN ro qué entiende específicamente por el ser h u m a n o n o r m a l
frente a l anormal, pero en todo caso se puede afirmar que l a
A f i r m a el paduano: mayoría presenta esa m i s m a tendencia que se constata e n
todo el orden natural. S i esto es así, entonces se debe aceptar
[...] asentaremos como principio de todas las demostraciones, p r i n - que e n relación con los deseos básicos de l a gran mayoría de
cipio inserto en l a naturaleza, creído y admitido por todos, que to- l a gente, las personas no s o n maliciosas. E l ser h u m a n o no
dos los hombres, no tarados n i impedidos por otra razón, desean
parece propender por naturaleza a b u s c a r el m a l por el m a l ,
naturalmente u n a v i d a suficiente y rehuyen y rechazan lo que l a
daña[...] [DP: 15]. 4

"Y así encontramos, ante todo, en el hombre una inclinación que le es co-
mún con todas las sustancias, consistente en que toda sustancia tiende
por naturaleza a conservar su propio ser. Y de acuerdo con esta inclinación
pertenece a la ley natural todo aquello que ayuda a la conservación de la
4
Marsilio de Padua, El defensor_ de lapaz, 1988. Enadelante para aludir a es- vida humana e impide su destrucción". Tomás de Aquino, 1989,1-II, q. 94,
ta obra se usará la abreviatura DP. a. 2: 732.

50 51
es decir, aquello que le genera dolor, enfermedad y muerte, cia, sino que se enfoca y que tiene por objetivo prioritario po-
en el sentido de que sea según las propias concepciones del der llegar a vivir bien. Por esto, l a ciudad como sociedad o r -
bienestar, por m o r de ello mismo. Por lo tanto, y ésta es u n a ganizada políticamente no se crea p a r a lograr satisfacer las
idea que vale l a pena destacar, se puede contar, por lo menos meras necesidades naturales. E l asunto no es sólo lograr v i -
en principio, con l a b u e n a fe en las decisiones que cada c u a l vir por el hecho de sobrevivir. Dicho de otra manera, l a so-
7

t o m a y que afectan s u propio bienestar. ciedad h u m a n a no se reduce a ser u n a sociedad de carácter


Por otro lado, conviene advertir que a diferencia de las estrictamente ariimal. E n ésta, vivir bien se podría reducir a l
plantas o de los minerales, y de m a n e r a algo más semejan- hecho de u n mero comer, dormir y reproducirse. E n efecto,
te a los animales, el hombre no tiende ciegamente a lo que le se supone que el ser h u m a n o , aunque tiene u n componente
conviene, sino que debe tener a l g u n a noticia de aquello que sensible semejante a l del resto de los animales, no se reduce
sirva como referente de s u apetito. E n otras palabras, cuando a éste. A s u m i r s u racionalidad necesariamente lo compele a
se afirma que todo ser h u m a n o desea naturalmente u n a v i - trascender l a esfera de l a m e r a sensibilidad. Así, por u n l a -
d a suficiente también se está afirmando que tiene algún tipo do, s u s necesidades sensibles deben lograr u n a satisfacción
de noción de l a m i s m a . Así, c a d a c u a l tiene noción acerca de ajustada a s u racionalidad; p o r el otro, también debe lograr
l a condición en l a que se considera feliz, de lo que eventual- responder por otros requerirnientos, a saber, los propios de
mente está dispuesto a sacrificar, de lo que podría ceder, de u n ser que h a b l a , que sólo se siente a gusto e n l a compañía
lo que está dispuesto a empeñar y a hacer, de las prioridades de otros, que i n d a g a sobre el orden natural, sobre el bien y el
que tiene. Y esto es algo n a t u r a l , o s i se quiere, algo implícito m a l , que centra sus esfuerzos en s u oficio, en el bienestar de
en l a adopción del mencionado principio. E n consecuencia, los suyos, entre otros. .•
desde el paduano se puede afirmar que todo ser h u m a n o tie- No obstante, h a y diferentes concepciones de lo que puede
ne, por naturaleza, no sólo u n a inclinación a desear lo que significar ese vivir bien. E n efecto, cada c u a l puede centrar
le es favorable, sino u n conocimiento o noción básica de lo s u felicidad e n asuntos diferentes. Pero s i esto es así, y como
mismo. Y valga l a p e n a insistir e n que esa concepción propia l a c i u d a d se crea no sólo p a r a sobrevivir sino p a r a vivir b i e n ,
de lo que es favorable se asume como algo c o n n a t u r a l a l he- desde el ámbito de ideas de M a r s i l i o r e s u l t a complicado, p o r
cho m i s m o de existir como ser h u m a n o . Así, no parece que decir lo menos, tratar de determinar ese vivir bien sin tener e n
se trate de algo que se p u e d a aprender e n las universidades cuenta lo que c a d a individuo p i e n s a y considera a l respecto.
n i por otros, por más prestigiosas que sean las u n a s , por más E n efecto, vivir bien, independientemente de lo que eso p u e -
prestantes que sean los otros. d a significar e n concreto p a r a c a d a cual, no parece algo que
U n segundo planteamiento requerido p a r a contextualizar pueda ser objeto de u n conocimiento de carácter i n s t r u m e n -
el asunto de l a eventual ignorancia del pueblo es el siguien- tal. E n el mejor de los casos el técnico podrá establecer qué
te: el ser h u m a n o crea organizaciones políticas no sólo p a r a deba ser requerido p a r a que alguien, u n a colectividad o u n a
poder vivir sino p a r a vivir b i e n . No es del caso i r sobre los
6 sociedad, alcance aquello e n lo que cifra s u vivir bien, pero
argumentos de Marsilio e n relación c o n l a naturaleza propia- h a s t a ahí parece llegar s u capacidad. Lo que no parece suce-
mente social del ser h u m a n o . No obstante, se debe pensar que der en u n a sociedad organizada estrictamente p a r a meramen-
el hombre no sólo tiende por naturaleza a b u s c a r s u bienes- te sobrevivir. E n esta última, l a palabra del técnico puede ser
tar sino que también capta y a s u m e que éste necesariamente l a última y definitiva. S i esto es así, y s i tiene sentido que las
tiene que ver con el hecho de vivir con otros. Y que este vivir organizaciones políticas a s u m a n como u n o de sus fines que
c o n otros no es sólo u n asunto de necesidad de superviven- las personas no sólo p u e d a n vivir sino vivir bien, sería p a r a -

"Es, pues, la ciudad, según Aristóteles, libro I de la Política [...]: una comu- "[...] los que viven civilmente no sólo viven, lo que hacen las bestias y los
nidad perfecta, que llena por si todos los requisitos de suficiencia [...] creada esclavos, sino viven bien, se dedican, en efecto, a las actividades liberales
para vivir y persistiendo para vivir bien" (DP: 14). [...]" (DP: 14).

52 53
dójico que las últimas decisiones recayesen en manos de téc- te organizada, o s i se quiere, del reino, parece imperativo que
nicos. Plantear u n a tecnocracia de carácter prevalente en u n el todo tenga que contar con el punto de vista de l a parte. Lo
determinado sistema de gobierno no parece algo compatible, contrario significaría tanto como pretender afirmar l a conve-
por lo menos, con planteamientos como los del paduano. Pe- niencia de que u n organismo, que aspira a mantenerse vivo y
ro éste es otro asunto. Lo que se puede afirmar por ahora, y que sea susceptible de sentir placer y dolor, estuviese siempre
desde sus ideas, es lo siguiente: l a tecnocracia debe tener u n anestesiado. Pero el punto es más de fondo: bajo el supuesto
límite en l a forma de v i d a que los ciudadanos quieran favore- de esta concepción, l a diversidad de puntos de vista manifies-
cer. Y p a r a poderlo establecer parece necesario y conveniente ta l a complejidad del todo y no meramente l a falta de u n a n i -
consultar a las personas m i s m a s . m i d a d inconexa de las partes. E n efecto, s i el todo social se
Pero l a c i u d a d no se concibe exclusivamente como algo compone de u n a diversidad y multiplicidad de partes que se
creado p a r a vivir y vivir bien, sino también como u n organis- interrelacionan u n a s con otras a partir de funciones específi-
m o . P a r a Marsilio, el todo p r i m a sobre l a parte. Y como el
8 9 cas , cada u n a tiene que ver de m a n e r a igualmente distinta s u
hombre es u n ser social, c u y a realización adecuada sólo es relación frente a l todo.
posible e n l a interrelación con otros, el conjunto organizado P a r a completar este esbozo del contexto en el que se i n s -
en el que se inscribe y que, a s u vez, hace posible s u propia cribe l a discusión sobre l a eventual ignorancia del ciudadano
existencia, prevalece sobre l a individualidad. E n otras pala- como impedimento p a r a que determine directamente l a con-
bras, el todo social político no se entiende como u n a conce- veniencia de l a ley, es necesario adelantar u n a s breves con-
sión del individuo p a r a que así se pueda reservar u n espacio sideraciones sobre lo que significa el bien de l a ciudad. Se-
propio e inajenable de vida privada. Por el contrario, el i n d i - gún Marsilio, éste consiste en l a paz y l a tranquilidad. Y h a y
viduo parece cifrar s u ser e n l a medida e n que haga parte de paz y tranquilidad cuando el orden político permite que los
ese todo, e n l a m e d i d a e n que según s u condición y s u fun- componentes de l a c i u d a d alcancen cierto grado de bienes-
ción se i n s c r i b a e n lo colectivo. Por esto, l a parte no sólo se tar. E s decir, cuando l a c i u d a d , por l a m a n e r a como asume
10

concibe como dependiente del todo, sino como algo que cobra s u papel y potestad organizadora, puede lograr s u cometido.
s u identidad y determinación a partir de s u lugar e n él. Esto E n consecuencia, cuando las personas, que l a componen e n
mismo también i n d i c a que l a parte no puede ser indiferente función del tipo de reglas de interrelación que se imponen,
al todo. M a l se entendería l a relación de dependencia de las pueden no sólo sobrevivir sino también, y a s u manera, vivir
partes frente a l todo como s i las primeras pudiesen ser pres- bien. Así, el concepto paz pública difícilmente se puede r e d u -
cindibles o irrelevantes p a r a l a s a l u d del conjunto. E n efec- cir a l de a u s e n c i a de violencia. E n efecto, se puede presentar
to, l a importancia del todo rescata y resalta l a importancia de u n a situación de c a l m a en medio del malvivir. No toda enfer-
las partes, puesto que s i n s u adecuada interrelación, el to- medad se manifiesta en terror y situaciones de excepción. H a y
do sencillamente entra e n crisis. De esta manera, s i l a s a l u d enfermedades, a s u manera, pacíficas, probablemente más
del cuerpo social depende de l a de cada u n a de sus partes, l a graves y letales que las que gustan de medios de expresión
s a l u d de c a d a u n a de éstas depende de l a del todo. Por esto, más efectistas. Según Marsilio, valga l a p e n a insistir, deja de
bajo esta concepción organicista de l a sociedad políticamen- haber paz y tranquilidad cuando el organismo social deja de
gozar de b u e n a s a l u d . Por esto m i s m o , el bien común no se
debe entender meramente como l a s u m a de los bienes p a r t i -
"[...] la ciudad es como una naturaleza animada o animal. Porque como el culares, o s i se quiere, como l a s u m a de satisfacciones indivi-
animal bien constituido según su naturaleza se compone de varias partes duales de intereses particulares. E l bien común a p u n t a más
ordenadas entre sí con proporción, y con sus funciones combinadas entre
sí en orden al todo, así la ciudad se forma de determinadas partes [...]" (DP:
10).
"[...] la tranquilidad será la buena disposición de la ciudad o del reino, en la
"Asumo [...] con todas las verdades anteriores manifiestas esta noción co- que cada una de sus partes puede realizar perfectamente las operaciones
mún, a saber, que el todo es mayor que la parte [...]" (DP: 61). convenientes a su naturaleza según la razón y su constitución" (DP: 11).

54 55
bien a l ámbito que hace posible que esa satisfacción se dé, se consecuencia, s i l a ley fuese establecida por u n o o por u n o s
fortalezca y se p u e d a mantener, lo que, a l a larga, se concreta pocos, m u y seguramente estaría i n c l i n a d a h a c i a s u propio
en u n a situación general de paz y de tranquilidad. bienestar, e n exclusión, o cuando menos haciendo abstrac-
Volviendo sobre el tema principal, l a pregunta sería enton- ción, de aquel bien común e n el que se concreta l a posibilidad
ces: ¿cuál debe ser l a injerencia de los ciudadanos en l a de- de l a paz y de l a tranquilidad del cuerpo social.
terminación directa de ese orden e n aras de lograr l a s a l u d L a anterior consideración merece u n p a r de comentarios.
del cuerpo social, es decir, s u paz y tranquilidad, s u bienestar E n primer lugar advierte que no necesariamente el hecho de
común? Y l a que nos atañe más propiamente: ¿en qué m e d i d a tener acceso a l conocimiento de lo que sea el b i e n común o de
se puede entender l a eventual ignorancia del ciudadano co- los medios que lo hagan posible implica que l a o las personas
mo u n impedimento, como u n a objeción razonable, p a r a que que tengan ese saber estén dispuestas a desearlo de tal m a -
lo haga? nera como p a r a llegar a plasmarlo e n l a ley. E s más, resalta
que las apetencias de u n a persona están marcadamente c o n -
III. A PESAR D E LO INTONSO D E L P U E B L O dicionadas p o r l a particularidad de s u interés individual. E s
decir, no por u n anhelo incondicionado de paz y de t r a n q u i -
Como y a se mencionó, es altamente inconveniente p a r a l a s a - lidad. Así, no es u n argumento concluyente plantear que l a
l u d del reino que e l gobernante s e a q u i e n determine de por ignorancia del pueblo dificultaría asumirlo como legislador,
sí las leyes. E s más, éste es u n o de los criterios p a r a distin-
11 puesto que el conocimiento del b i e n común por parte de u n o s
guir las formas de gobierno temperadas de las tiránicas. Y en pocos tampoco garantiza que ellos propongan y establezcan
b u e n a medida los argumentos a l respecto sirven como i n s u - mejores leyes que aquél. E l problema no es tanto de conoci-
mo p a r a establecer el porqué de l a importancia de avalar a l miento como de intención. Y esto lleva a l a segunda aprecia-
pueblo como legislador, paradójicamente, con base en el reco- ción: s i el punto no es tanto l a determinación de quién sabe
nocimiento de s u relativa ignorancia y del condicionamiento más, sino de cómo lograr superar el propio condicionamien-
particular que afecta a los individuos que lo componen. to i n d i v i d u a l e n l a t o m a de las decisiones relacionadas c o n
Según el paduano, "toda a l m a [...] tiene interés o pasión l a ley, entonces l a pregunta sería cómo m i n i m i z a r ese efecto
[...]" (DP: 51). E s más, "nadie, por m u y virtuoso que sea, está indeseable con base en l a aceptación de que c a d a c u a l tiende
libre de l a pasión perversa y de l a ignorancia de como está l a y h a l a h a c i a donde considera que más le conviene, indepen-
ley" (DP: 51). E n efecto, como l a ley e n sí m i s m a no siente n i dientemente de que tenga acceso o no a l conocimiento cierto
está sujeta a ningún tipo de necesidad, de por sí no proyecta del bien común.
sus propios intereses sobre aquello que debe determinar. S i n Y esto justifica e n b u e n a m e d i d a que p a r a Marsilio deba
pretender profundizar e n este asunto, valga l a p e n a resaltar ser el pueblo o s u parte prevalente quien se a s u m a como le-
12

que p a r a Marsilio c a d a c u a l j u z g a según s u condicionamien-


to particular. Y parece que no puede ser de otra manera, por-
que todo individuo considera a s u s semejantes e n función de 12
"Llamo ciudadano [...] a aquel que en la comunidad civil participa del go-
sus vínculos de amistad o de enemistad, porque las cosas e n bierno consultivo o judicial según su grado. Por esta delimitación quedan
fuera de la condición de ciudadano los niños, los esclavos, los forasteros y
general se aprecian teniendo e n cuenta s u eventual u t i l i d a d las mujeres, aunque por razones diversas. [...] La parte prevalente de los
o nocividad, porque todo en general despierta e n el sujeto de- ciudadanos conviene fijarla con arreglo a las honestas costumbres de las
comunidades civiles, o determinarla según la opinión de Aristóteles, en el
terminadas pasiones y afectos. Por lo tanto, es claro que el libro 6 de la Política, cap. 2" (DP: 55). "[...] el legislador [...] es el pueblo, o
juicio de c a d a c u a l está afectado por sus propios intereses. E n sea, la totalidad de los ciudadanos, o la parte prevalente de él, por su elec-
ción o voluntad expresa de palabra en la asamblea general de los ciudada-
nos [...], digo la parte prevalente, atendida la cantidad y la calidad de las
1
Vése, DP, cap. 11: "De la necesidad de dar leyes tomadas en sentido propí- personas en aquella comunidad, para la cual se da la ley, [...]" (DP: 54). "La
simo, y que ningún gobernante, por virtuoso y justo que sea, debe gobernar autoridad absolutamente primera de dar o instituir leyes humanas sólo es
sin leyes". de aquél del que únicamente pueden provenir las leyes óptimas. Ésa es la

56 57
gislador. E n efecto, e n l a m e d i d a e n que c a d a c u a l b u s c a s u de que se está obrando correcta y justamente. A h o r a b i e n ,
propio interés, está a l a vez habilitado p a r a identificar cuán- Marsilio no sólo reconoce que c a d a ciudadano tiende a juzgar
do el de s u vecino v a en contra del propio. De esta manera, l a de u n a m a n e r a afectada, o s i se quiere, que n o h a y santos,
negación que u n o hace del interés del otro, cuando no refle- sino también que c a d a individuo adolece de u n a b u e n a dosis
j a el propio, sigrfifica también l a posible negación del interés de ignorancia. E s elocuente el contraste que establece entre
propio por parte de éste, cuando se d a u n a situación seme- los requerimientos de sabiduría de l a ley y s u m u y modesta
jante. Y así, s i entre todos se tiene que establecer l a ley, ésta presencia en c a d a u n o como individuo:
tendrá que trascender los intereses particulares p a r a que ca-
d a c u a l p u e d a ver e n ella precisamente aquello que en a l g u n a [...] las legislaciones exigen prudencia [...] y l a prudencia necesita
medida hace posible el logro del interés propio, de t a l m a n e r a m u c h a experiencia, y ésta tiempo en abundancia. [...] Y por eso,
lo que u n solo hombre descubre o puede saber por sí solo, tanto
que no perjudique el de los demás, sino que los armonice e n
en l a ciencia de lo justo y lo útil en lo civil, como en las otras cien-
función de las posibilidades y de l a complejidad del organis-
cias, es poco o nada. Y también lo que experimentan y observan
mo social. E n efecto, s i por tiranía se entiende u n a forma de los hombres de u n a época comparado con lo observado en m u c h a s
gobierno en l a que el interés general se reduce a algún inte- épocas es cosa de poca monta [...] [DP: 47].
rés p a r t i c u l a r , e n l a que el bienestar del todo se reduce a l
13

bienestar de u n a de s u s partes, y s i l a ley tiene que contar Así, con esto no sólo se pretende confirmar lo absurdo e
con el aval del pueblo, entonces difícilmente se podrá caer e n ingenuo de que u n individuo se a s u m a como el depositario
ella. E n l a imposibilidad recíproca de poder hacer prevalecer exclusivo de l a p r u d e n c i a política, y a que como decía alguien,
el propio interés particular, l a necesidad n a t u r a l de tener que "entre más se sabe, más se ignora", sino l a pertinencia de que
vivir en sociedad motivará que en l a ley se tienda a p l a s m a r sean m u c h o s los que tengan que ver con l a deterrninación de
el bien común, so p e n a de que el cuerpo social mismo termi-
l a ley. E n efecto, aunque cada u n o de por sí presente todo tipo
ne disolviéndose.
de limitaciones, lo que u n o desconoce, otro lo puede saber; y
No obstante, aunque l a crítica recíproca i m p i d a que preva- lo que u n o no h a experimentado puede ser l a vivencia h a b i -
lezca cualquier interés particular, de por sí no parece garan- t u a l del vecino. Además, cuatro ojos ven más que dos, y m u -
tizar que se logre determinar acertadamente el bien común. chos más ojos, más que los c u a t r o . Por otro lado, y como y a
15

Y esto es u n a necesidad: y a n o b a s t a conque l a ley no sea t i - se indicó, s i el todo social se entiende como u n organismo, l a
ránica, puesto que también debe ser efectiva. Por cierto, u n a
14
diferencia de puntos de vista d a mejor cuenta de l a comple-
ley b r u t a puede ser el peor enemigo del cuerpo social, y a que j i d a d del todo que lo que u n o solo de sus componentes p u e -
i m p l i c a u n a compulsión pública, voluntariamente aceptada, d a plantear. Por lo tanto, l a ignorancia i n d i v i d u a l sobre los
p a r a obrar e n c o n t r a de s u bienestar, bajo e l falso supuesto asuntos de l a totalidad no niega el conocimiento cierto sobre
los asuntos propios y particulares, es decir, l a certeza de ese
totalidad de los ciudadanos o su parte prevalente, que representa a la tota- saber, valga l a p e n a insistir, que hace referencia a l a p r o p i a
lidad [...]" (DP: 55). vida y situación, a las propias limitaciones, problemas, posi-
13
"La urania |...) es un gobierno viciado en el que uno solo manda para el pro- bilidades y requerimientos, a l a m a n e r a como cada c u a l se ve
vecho propio sin contar con la voluntad de sus subditos" (DP, p. 33).
afectado por s u entorno en función también de s u propia for-
14
Citando a Aristóteles: "La ley contiene una fuerza coactiva, siendo un enun-
ciado emanado de una cierta prudencia e inteligencia; un enunciado, pues, m a de concebirlo. Y como ése es el i n s u m o que puede ofrecer
o proposición procedente de una prudencia e inteligencia, política, se entien- cada u n a de las partes interrelacionadas que conforman el to-
de; o también, una ordenación sobre lo justo y lo conveniente y sus opues-
tos [...] Ese conocimiento verdadero necesariamente se requiere parala ley
perfecta. Más aún, a veces se dan por leyes falsas ideas de lo justo y lo útil
[...] Aun cuando tenga la forma debida, a saber, un precepto coactivo obli- 15
Citando a Aristóteles: "Descaminado parecerá de seguro que alguien com-
gante a su observancia, carecen, sin embargo, de la requerida condición, a prenda mejor juzgando con dos ojos y con dos orejas, y obrando con dos
saber, de la debida y verdadera ordenación de los justo" (DP: 43 y ss.). pies y manos que muchos con muchas" [DP: 48).

58 59
do, se lo puede entender como u n conocimiento indispensable cosa es pintar u n cuadro y otra establecer s i a u n o le gusta o
p a r a determinar l a situación del todo desde sus partes, desde no. Y m a l sería pensar que el pintor es l a persona más ade-
s u especificidad y particularidad. De esta manera, aunque de
c u a d a p a r a determinarlo. De esta manera, es precisamente
19

muchos ignorantes de física no se p u e d a hacer u n Einstein, l a


esa capacidad casi intransferible de poder establecer cómo
s u m a de los saberes parciales, condicionados y reducidos de
uno mismo es afectado desde s u condicionamiento particular,
los componentes del todo social, siempre dará cuenta mejor
lo que fundamenta esa capacidad crítica p a r a poder coadyu-
de s u situación e n aras de establecer l a ley, que lo que p u e d a
var a que l a ley sea efectivamente l a comprensión cribada de
llegar a decir u n selecto grupo de sabios estudiados. Como
m u c h a s comprensiones, los ojos de muchos ojos, los oídos
20

sugiere Marsilio, l a s u m a d e l saber de los sabios c o n l a d e l


de m u c h o s oídos.
pueblo tiene que s u m a r aún más. E n efecto, el sabio t a m -
16

bién es u n componente más del cuerpo social.


IV. L A EDAD MEDIA
A h o r a bien, con esto t a n sólo se dice que u n conocimiento
pleno del todo social no puede pasar por encima de lo que con- Marsilio de P a d u a escribió en u n a circunstancia bien distinta
sideran las distintas y múltiples partes del mismo. E n otras a l a actual. B u e n a parte de sus preocupaciones se centraron
palabras, de lo anterior no se desprende necesariamente que en tratar de justificar u n a concepción del gobierno e n l a que
el pueblo sea l a i n s t a n c i a más idónea p a r a determinar l a ley. el poder de l a Iglesia, y en especial, de l a de R o m a , no tuviese
Y según Marsilio, el pueblo no lo es s i se lo entiende como injerencia. Por otro lado, sus planteamientos h a c e n referencia
aquel que debe proponerlas, aunque sí, cuando se piensa e n
17

a reinos bien diferentes de nuestros Estados contemporáneos.


l a instancia requerida p a r a confirmarlas, o p a r a derogarlas, o E n efecto, supone sociedades bastante más reducidas que las
p a r a obligar a s u corrección o condicionamientos. E n efecto, actuales, en las que es factible que l a parte logre tener u n a v i -
p a r a proponer u n a ley se requiere de u n conocimiento espe- sión panorámica del todo social, o cuando menos, que p u e d a
cífico que no necesariamente coincide con el del propio oficio establecer acertadamente cómo es afectada en relación con l a
privado. Se requiere, como afirma el paduano, estar en capaci- ley. Además, el individuo del que h a b l a el paduano no parece
d a d de captar e l principio de l a ley, y esto es algo que t a n sólo estar obsesionado e n l a salvaguarda de u n espacio privado,
u n o s pocos pueden hacer. Pero esto no niega l a capacidad de separable y oponible a u n o público. E n efecto, l a separación
crítica de los ciudadanos, puesto que casi cualquier persona entre lo que es s u v i d a de puertas p a r a adentro y de puertas
puede establecer cuándo u n barco navega m a l , aunque no p a r a afuera no parece t a n significativa como p a r a tener que
esté e n capacidad de hacerlo por sí m i s m o . E n efecto, u n a
18

hablar de personalidades divergentes. Éstas, pero también


otras diferencias, pueden cuestionar l a validez de retomar
ideas como las de Marsilio e n relación con l a conveniencia de
16
Ni obsta lo que se dice: "los sabios, que son pocos, más pueden discernir procedimientos de democracia directa.
sobre las cosas prácticas que hay que establecer que la restante multitud;
porque dado que sea verdadero, no se sigue con todo, de ello que los sabios No obstante, algunos de s u s planteamientos no dejan de
sepan discernir [...] mejor que toda la multitud, en la cual se comprenden
ellos mismos con los menos doctos. Porque cada todo es mayor que su par- ser, cuando menos, sugestivos. Y en particular, los que hacen
te en el hacer y también en el discernir" (DP: 62). referencia a l a s u p u e s t a ignorancia del conjunto de ciudada-
17
"[...] aunque no se sepa encontrar por sí mismo lo verdadero y útil que se nos en general. E n efecto, c a d a c u a l parece de por sí apto p a r a
ha de establecer, sin embargo, una vez encontrado por otros y propuesto a poder establecer principios y fines e n relación con lo que as-
si, puede discernir y juzgar si bien añadir algo, o quitar, o mudar del todo
o reprobar. [...] Y por ello es conveniente y sobremanera útil que las reglas
[...] el buscarlas o descubrirlas y examinarlas, se encomiende a los pruden-
tes y expertos [...]" (DP: 65). Citando a Aristóteles: "Yporque de algunas cosas no será el que las hizo ni
el único ni el mejor juez, aduciendo esto de muchos géneros de artefactos y
18
"[...] muchos juzgan rectamente de la cualidad de una pintura, o de una dejando entender lo mismo de los demás" (DP: 62).
casa o de una nave y de los demás artefactos, aunque ellos no sepan in-
ventarlos" p P : 62). "Siendo [...] la ley el ojo de muchos ojos, es decir, una comprensión cribada
de muchas comprensiones [...]" (DP: 49).

60
61
p i r a y concibe como buen muir. Por otro lado, cada c u a l puede das, habría que pensar que iormas ae goDierno que excluyan
determinar cómo es afectado, por lo menos en lo inmediato, marcadamente l a injerencia directa del representado sobre el
con decisiones que de u n a u otra m a n e r a tengan injerencia representante, por el mecanismo que sea, se deben ver abo-
directa sobre s u modo de vivir. Y s i esto es así, desde sus ideas cadas a problemas de ingobernabilidad en sentido amplio. E n
parece claro que las leyes que i m p l i q u e n u n a m a r c a d a altera- efecto, se tendría que dar l a paradójica situación del individuo
ción de l a forma de v i d a de l a sociedad, deberían ser c o n s u l - que en s u edad media se ve compelido por el poder público a
tadas directamente con el conjunto de los afectados. E l saber ser tratado como infante p u e r i l por el lado de las posibilida-
presupuesto e n s u planteamiento no se debe confundir c o n des directas de injerencia e n l a ley, pero como u n adulto ple-
u n o principalmente instrumental. U n a cosa es saber s i u n o namente responsable a l a h o r a de tener que responder por
quiere someterse a u n riesgoso procedimiento quirúrgico, por las obligaciones que ella le determina. Y e n situaciones de
poner u n ejemplo, y otra saber cómo adelantarlo. Y el respeto este tipo, cuando se presentan desfases marcados entre re-
por l a validez del primero no conviene desconocérselo a nadie. presentantes y representados y e n circunstancias complica-
Por lo tanto, proceclimientos propios de l a democracia directa das p a r a l a vida d e l cuerpo social, difícilmente podrá contar
podrían ayudar a generar consensos básicos e n relación con el gobierno con sus gobernados, y lo que puede dar más qué
los principios y los fines concretos de l a ley, de esa ley que se pensar, lo propio se puede plantear en relación con los c i u d a -
v a proponiendo día a día a m e d i d a que l a v i d a del cuerpo so- danos frente a s u Estado.
cial se v a enfrentando a sus problemas, necesidades y posi-
bilidades e n las circunstancias reales y dadas. Acá conviene R E F E R E N C I A S BIBLIOGRÁFICAS
no confundir el acuerdo que se p l a s m a , por ejemplo, en u n a
Constitución c o n el que atañe a las prioridades de inversión Aquino, Tomás de (1989), Suma de teología, Madrid.
de presupuesto, a los tratados internacionales, a l manejo de Araujo, Jaime (2000), El Referendo en Colombia: fundamentos
excepciones significativas a l Código Civil, etc. teóricos, normas constitucionales, legales y de procedimiento,
Éste es u n o de los lados de l a moneda que se podría a c u - Bogotá.
ñar desde el paduano. E l otro, el de l a sombra, a p u n t a a lo Condren, Conal (1977), "Marsilius of Padua's Argument from
siguiente: s i se supone que el conjunto de los ciudadanos no Authority: A Survey of its Significance i n the Defensor Pacis",
es t a n "intonso y a s n a l " como parece, entonces ¿qué i m p l i c a en Political Theory, 5, 2, 205-218.
p a r a u n a sociedad concebirlo así desde l a m a n e r a de asurnir Hernández, Pedro Alfonso (2000), El Referendo en Colombia: una
s u s formas de gobierno? Marsilio señala, como u n argumento dualidad más entre norma y realidad, Fundación Instituto de
complementario de los y a mencionados acerca de l a conve- Administración Pública, Bogotá.
n i e n c i a de entender a l pueblo como legislador, l a garantía de Krause, M . (1997), " L a democracia directa en Colombia", en M .
gobernabilidad. E n efecto, se tiende a c u m p l i r y a respetar
21 Krause y M . Molteni (coords.), Democracia directa, Bogotá.
más l a ley que u n o mismo se impone que l a que otros deter- Lewis, Ewart (1963), "The Tositivism' of Marsiglio of Padua", en
m i n a n . Además, parece más propio de u n gobierno de gentes Speculum, 38, 4, 541-582.
libres que sea c a d a c u a l q u i e n codetermine el contenido de Nederman, Cary J . (1990a), "Private Will, Public Justice: H o u -
l a ley. E n consecuencia, s i las ideas de Marsilio s o n acerta- sehold, Community and Consent i n Marsiglio of Padua's De-
fensor Pacis", en The Western Political Quarterly, 43, 4, 699-
Citando a Aristóteles:"[...] aquella ley mejor se cumple por cualquiera de los
717.
ciudadanos que parece ser la que cada cual se ha impuesto a sí mismo; tal —— (1990b), "Nature, Justice and Duty i n the Defensor Pacis:
ley es la dada después de la auscultación y precepto de la multitud entera Marsiglio of Padua's Ciceronian Impulse", en Political Theory,
de los ciudadanos" (DP: 57). "[...] todo ciudadano debe serlibrey no tolerar
el despotismo de otro, es decir, un dominio servil. Y ello ocurriría si la ley 18,4,615-637.
la diera alguno o algunos solos con su propia autoridad sobre la universa-
lidad de los ciudadanos [...]" (DP: 57).

62 63
(1992), "Freedom, Community and Function: Communita-
rian Lessons of Medieval Political Theory', en The American Po-
litical Science Review, V. 86, 4, 977-986.
Padua, Marsilio de (1988), El defensor de la paz, traducción de
Luis Martínez, Madrid.
Sartori, Giovanni (1988), Teoría de la democracia: el debate con-
temporáneo, Madrid.
Sigmund, Paul E . (1962), "The Influence of Marsilius of Padua
on X V Century Conciliarism", en Journal of the History of
th

Ideas, 23, 3, 392-402.


L A CONCEPCIÓN NORMATIVA D E
Tellkamp, Alejandro (2004), "Filosofía política en la Edad Media",
LA DEMOCRACIA:
en Estudios de Filosofa Política, Bogotá.
U N A P O R T E NEOKANTIANO
Tierney, Brian (1991), "Marsilius on Rights", en Journal of the
History of Ideas, 52, 1, 3-17.
Rodolfo Arango
Prof. Dr. Departamento.de Filosofía
Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

A algunos podría sorprender l a insistencia en volver a K a n t a l


ocuparnos de l a democracia, cuando el filósofo de Königsberg
l a identificaba con el despotismo y no le dedicó mucho espacio
en sus obras. L a razón p r i n c i p a l del retorno es que K a n t es u n
pensador que sitúa l a libertad e n el centro de s u filosofía teó-
r i c a y práctica, siendo que l a democracia es el sistema social
y político que más extensamente promueve l a igual libertad
p a r a todos. C o n el retorno a K a n t esperamos dejar en claro
que l a concepción normativa de l a democracia defendida por
autores neokantianos contiene elementos propios del mejor
modelo de democracia del que disponemos actualmente: l a de-
mocracia social y deliberativa.
L a tesis central que deseo someter a discusión es que l a
concepción n o r m a t i v a de l a democracia defendida por auto-
res neokantianos es u n a concepción deliberativa y social de
l a democracia. Tendré entonces que demostrar cómo esta es-
pecial forma de concebir l a democracia está presente y a e n
autores inspirados e n Kant, los cuales dieron continuidad
a s u reflexión. Argumentaré, e n consecuencia, a favor de l a
concepción normativa de l a democracia p a r a mostrar s u s u -

64 65
perioridad práctica sobre concepciones rivales como l a demo- que se i n s t i t u y a en toda l a sociedad civil. U n deseo conjunto
2

cracia popular y l a mayoritaria. de vivir respetando u n a Constitución jurídica no es u n a condi-


P a r a sustentar m i tesis dividiré l a exposición en tres apar- ción c u l t u r a l fácilmente alcanzable; lo contrario es lo común.
tes, precedidos de u n a corta introducción sobre l a vigencia Quien u n a vez tiene el poder en s u s manos no se dejará impo-
de l a filosofía política de Kant. Primero me referiré a l proyec- ner leyes por el pueblo. " U n a parte del m u n d o que se sienta
3

to neokantiano de extender l a filosofía práctica del genio de superior a otras no dejará de utilizar medios adecuados p a r a
Königsberg a las ciencias sociales, en particular a l a filosofía fortalecer s u poder mediante explotación, o incluso d o m i n a -
de l a democracia. E n u n segundo apartado, intentaré mos- ción, aunque las otras no se le opongan en s u camino". 4

trar cómo l a concepción relativista y social de l a democracia, C o n esta descripción del realista político se "evapora" el de-
en Kelsen y R a d b r u c h , respectivamente, se deduce directa- recho; es u n ideal vacío, irrealizable. Así, el derecho es reem-
mente del republicanismo de Kant. Finalmente sostendré que plazado por l a práctica, fundada e n principios empíricos de
l a concepción normativa de democracia desarrollada por los l a naturaleza h u m a n a y de l a p r u d e n c i a política. Dice K a n t a l
juristas neokantianos supera los modelos liberal, comunita- respecto:
rista y populista de l a democracia.
Es claro que si no hay libertad ni ley moral basada en ella, sino que
I. INTRODUCCIÓN: VIGENCIA D E K A N T PARA LA FILOSOFÍA D E todo lo que ocurre o puede ocurrir es simple mecanismo de la na-
LA DEMOCRACIA
turaleza, la política es toda la sabiduría práctica (como el arte de
utilizar el mecanismo natural parala gobernación de los hombres)
y el concepto de derecho deviene un pensamiento vacío. 5

K a n t aprovecha l a inscripción satírica Sobre la paz perpetua,


escrita bajo l a imagen de u n cementerio e n el rótulo de u n a
Kant se expresa aquí claramente contra el naturalismo co-
posada holandesa, p a r a introducir el abismo que separa a
mo explicación de l a conducta h u m a n a . 6

los políticos prácticos de los filósofos. Los políticos prácticos


L a estabilidad de los acuerdos y l a convivencia social re-
desdeñan a los teóricos y consideran que sus ideas no ponen
quieren de u n a dimensión normativa —de l a c u a l l a m o r a l
en peligro a l Estado, el c u a l debe basarse e n principios e m -
y el derecho s o n expresiones— no reducible a lo empírico.
píricos. A favor de estos últimos aduce K a n t que precisamen-
Continúa Kant: "Pero s i se cree necesario v i n c u l a r el concep-
te por ser subestimados pueden perseguir ese dulce sueño
to de derecho a l a política y elevarlo incluso a condición l i m i -
de l a paz, en contraste con los jefes de Estado "que no llegan
tativa de ésta, debe ser posible, entonces, u n acuerdo entre
n u n c a a estar hartos de l a guerra". E n s u bello y breve es-
1

crito Sobre la paz perpetua, el filósofo alemán, además de po- ambas". Claramente el filósofo opta por el vínculo entre po-
7

ner el derecho como condición necesaria de l a política, hace lítica y derecho público, lo que abre l a posibilidad —así s e a
gala de u n gran conocimiento de l a conducta h u m a n a . S u s gradual atendiendo a l a madurez del pueblo— a u n a demo-
agudas observaciones sobre l a relación entre política y dere- cracia republicana. Dice:
cho nos sirven de introducción a l tema de l a democracia en el
neokantismo.
K a n t observa que no basta, p a r a alcanzar el fin de l a paz, l a
voluntad de todos los individuos de vivir en u n a constitución 2
Ibid.: 47.
legal según los principios de l a libertad, sino que es preciso, 3
Ibid.
además, que todos conjuntamente quieran esta situación p a r a •> Ibid.
5
Ibid.: 48.
6
Sobre la lucha contra el naturalismo por parte de Kant y la tradición neokan-
tiana, cf. Paulson, 2007.
Kant, 2003: 3. 7
Kant, 2003: 48.

66 67
Un Estado puede gobernarse como una república aun cuando, se- en medidas de habilidad, negando obediencia al concepto de u n
gún la Constitución vigente, posea un soberano despótico: hasta derecho público [...] 12

que el pueblo se haga, poco a poco, capaz de recibir la influencia


de la idea de una autoridad de la ley (como si ésta poseyese fuerza L a incapacidad del político práctico de conciliar l a política
física) y se encuentre preparado para darse a sí mismo su legis- con l a moral obedece, según Kant, a que s u b o r d i n a los p r i n c i -
lación [...].8

pios a lfin,es decir "engancha los caballos detrás del coche". 13

E l principio formal de obrar de t a l modo que alguien p u e d a


Lo que p a r a algunos seria condescendencia de K a n t h a c i a
querer que s u máxima se convierta e n ley universal —esto
el poder soberano del m o n a r c a de s u tiempo, p a r a otros no es
es, l a formulación jurídica del imperativo categórico— pre- 14

sino u n pensamiento consciente de las limitaciones de s u épo-


cede a cualquier principio material de l a razón práctica que
ca y de l a necesaria gradualidad del progreso m o r a l y político
involucra fines como objeto del arbitrio. E l imperativo cate-
de los pueblos. A favor de esta última interpretación cuenta l a
górico, denominado aquí por K a n t principio de derecho, tiene
dureza c o n que K a n t condena a l político práctico:
u n a necesidad a c o n d i c i o n a d a , mientras que los principios
materiales s o n obligatorios bajo el presupuesto de las c o n d i -
Estos astutos políticos, en vez de conocer la práctica, de la que se
ufanan, saben de prácticas, estando dispuestos a sacrificar al pue- ciones empíricas delfinpropuesto. L a precedencia del p r i n -
blo y al mundo entero, si es posible, con sus halagos al poder domi- cipio de derecho sobre cualquierfinpolítico concreto deriva
nante. 9
en que " u n pueblo debe convertirse en u n Estado de acuerdo
con los conceptos jurídicos generales de l a libertad y l a i g u a l -
Y v a más allá en s u crítica: el presunto práctico cree poder dad, y este principio no está basado e n l a p r u d e n c i a sino e n
resolver el problema de l a libertad y l a coacción legal dejan- el deber". 15

do de lado l a idea de juzgar l a Constitución política según los E n otro lugar he mostrado l a compatibilidad entre esta
conceptos del derecho, y recurriendo a l conocimiento empí- concepción de l a Constitución r e p u b l i c a n a e n K a n t y l a de-
rico de cómo estaban organizadas las Constituciones vigen- mocracia en el neokantiano H a n s K e l s e n . Aquí baste seña-
16

tes h a s t a el m o m e n t o .10
lar sólo dos consecuencias más de l a precedencia del p r i n c i -
L a caracterización del político práctico — s o b r a decir que pio de derecho sobre principios materiales: quienes tienen el
cualquier parecido con l a realidad no es m e r a c o i n c i d e n c i a - poder están vinculados por s u v i r t u d " a no negar a nadie s u
sirve a K a n t p a r a introducir s u tesis de l a imprescindibilidad derecho n i a disminuírselo por antipatía o compasión", p a -
del concepto de derecho p a r a l a política. E n s u s propias p a -
11
r a lo c u a l es preciso u n a Constitución i n t e r n a del Estado de
labras: conformidad c o n los principios del derecho. Por otra parte,
las concepciones mediáticas y populistas de l a política son i n -
De todos los circunloquios de una teoría inmoral de la prudencia sostenibles desde u n punto de v i s t a normativo:
para el establecimiento del estado de paz entre los hombres [...]
se desprende, al menos, lo siguiente: que los hombres no pueden (...) las máximas políticas no deben partir del bienestar y de la fe-
prescindir del concepto de derecho ni en sus relaciones privadas licidad que cada Estado espera de su aplicación, no deben partir,
ni en las públicas y no se atreven abiertamente a basar la política por lo tanto, del fin que cada Estado se propone, no deben partir

a
Ibid.: 49.
9
Ibid.: 50. 12
Kant, 2003: 54.
10
Ibid. 13
Ibid.: 55.
11
Tal concepto reza: "El derecho es el conjunto de condiciones bajo las cuales 14
Cf. al respecto Dreier, 2007.
el arbitrio de uno puede concillarse con el arbitrio del otro según una ley-
general de la libertad". Kant, 1994: 38. Un análisis detallado del concepto 15
Kant, 2003: 57.
kantiano de derecho se encuentra en Alexy, 2007. 16
Arango, 2007.

68 69
de la sabiduría política sino del concepto puro del deber jurídico, importantes a fines del siglo X I X y principios del X X fueron
sean cualesquiera las consecuencias físicas que se deriven. 17
las escuelas de Marburgo y de Badén o Suroccidente Alemán.
Mientras que l a primera desarrolla u n a vía logicista de re-
E l enfoque neokantiano hace que l a reflexión sobre l a de- apropiación de K a n t con pensadores como H e r m a n n Cohén,
mocracia s e a u n asunto filosófico, no u n o exclusivamente teó- P a u l Natorp y E m s t Cassirer, l a segunda se interesa más por
rico. Mientras l a teoría de l a democracia se o c u p a de s u objeto el criticismo e n materia valorativa y por el problema de l a va-
a partir de s u realidad empírica, l a filosofía de l a democracia lidez normativa, c o n filósofos como Wilhelm Windelband y
se pregunta p o r las condiciones necesarias y suficientes p a - Heinrich Rickert, seguidos luego de E m i l Lask, M a x Weber,
r a poder hablar de democracia; analiza el lenguaje y estudia Rudolf Stammler, Georg S i m m e l y juristas como H a n s Kelsen
críticamente las creencias sobre las que se apoya l a democra- y Gustav R a d b r u c h . Siendo nuestro interés l a democracia e n
cia. Como anota acertadamente D. D. Raphael, mientras l a el neokantismo, es el desarrollo de estos dos juristas el que
teoría política, desde el punto de vista sociológico o positivo, nos interesa analizar.
es u n a teoría en sentido científico del término y s u objetivo es Neokantianos e n el anterior sentido no s o n J o h n Rawls o
l a explicación, l a filosofía política es normativa, no positiva; Jürgen Habermas, como erradamente afirma J o h n F i n n i s , 20

ella no explica, sino que justifica; "es en realidad u n a ideolo- quienes s i bien se orientan por y h a c i a K a n t e n s u filosofía
gía que establece n o r m a s o reglas ideales p a r a l a sociedad y política, no tenían, como los neokantianos a r r i b a menciona-
s u gobierno, diciéndonos cómo deberían ser las cosas, o qué dos, el programa de remitirse a l a Critica a la razón pura como
deberíamos hacer. 18
fundamento de u n a visión teorética científica de l a filosofía
Sea lo anterior suficiente para introducir l a concepción nor- práctica. Los neokantianos de fin de siglo no r e n u n c i a n a l a
mativa de l a democracia que se prefigura en l a reflexión políti- objetividad del conocimiento. S u criticismo los lleva a exten-
ca de Kant. Veremos a continuación l a extensión de esas ideas der l a epistemología a las ciencias sociales, e n particular a l
por autores neokantianos (I). Luego describiremos las caracte- derecho y l a teoría del Estado. Tres aspectos fundamentales
rísticas básicas de l a concepción normativa, de l a c u a l surge caracterizan a estos neokantianos: a) l a tarea de l a filosofía
l a concepción deliberativa y social de l a democracia (II). Por es reducir los diversos objetos culturales a las condiciones
último, defenderemos l a superioridad de l a concepción n o r - constitutivas de l a subjetividad trascendental; b) los p r i n c i -
mativa de l a democracia frente a otras concepciones rivales pios de validez exhiben u n a estructura diferente a l a de s u s
(IH). contenidos, por lo que el sujeto debe mantenerse alejado de
las determinaciones antropológicas, empíricas y psicológicas;
c) debido a l a intermediación del sujeto trascendental en toda
II. E L NEOKANTIANISMO Y LA EXTENSIÓN D E LA FILOSOFÍA constelación de hechos, el conocimiento n u n c a puede acce-
TEÓRICA D E K A N T A LA FILOSOFÍA PRÁCTICA der a u n ser independiente de las categorías de pensamien-
to del sujeto trascendental. E n este sentido, todo objetivismo
E l neokantismo es u n a corriente de pensamiento filosófico ontológico está descartado.
con m u c h a s ramificaciones, las cuales tienen e n común el L a concepción normativa de l a democracia, precursora del
hecho de retornar a Kant. Entre ellas es posible distinguir Estado Social y Democrático de Derecho moderno, es u n apor-
las orientaciones metafísica, realista, logicista, teórico-valo- te del neokantismo a l a filosofía política contemporánea. Los
rativa, relativista y psicológica. Dos de s u s corrientes más
19
vínculos necesarios entre l a democracia, el republicanismo
y el socialismo se encuentran latentes en K a n t y s o n desa-
rrollados explícitamente por autores como H e r m a n n Cohén y
17
Kant, 2003: 58.
18
Rafael, 1996: 13.
19
Offig, 2002: 71. 20
Cf. Paulson, 2002: 11.

70 71
E m i l Lask. Veamos u n a apretada síntesis de sus pensamien- refiere a l deber ser, no se o c u p a del ser. L a ética k a n t i a n a pro-
tos antes de ocuparnos, e n el siguiente aparte, de l a concep- mueve u n a c o m u n i d a d de personas libres deducida del p r i n -
ción normativa de l a democracia. cipio de autonomía. 24

E n s u escrito " L a relación de l a ética con l a religión y l a po- Pieza clave p a r a el entendimiento del sistema de l a ética,
lítica" (1896), Hermán Cohén afirma que K a n t "es el verda-
21
según Cohén, es el verdadero idealismo. Éste no reconoce l a
dero y auténtico creador del socialismo alemán". ¿Cómo 22
existencia de u n abismo entre ideal y realidad. L a validez de l a
comprender esa sorprendente y categórica afirmación? ¿Qué idea asegura s u potencial realización. Que algo aún no sea
25

h a aportado el socialismo alemán de inspiración k a n t i a n a a realidad e n l a historia no significa que no p u e d a convertirse


u n a concepción normativa de l a democracia? Las respuestas en realidad y que de hecho no lo haga. E l verdadero idealismo
a estos interrogantes se encuentran desarrolladas en extenso sólo puede ser el idealismo crítico, que se diferencia de u n
en l a obra de Cohén, c u y a relevancia exigiría mayor investi- idealismo retórico como el promovido por el dogmatismo es-
gación sobre los aportes de este neokantiano de l a escuela de p i r i t u a l i s t a . E l idealismo es correcto e n l a medida en que se
26

Marburgo. T a n importante es s u contribución, que las tesis de funde e n el idealismo de l a ética, entendida ésta como el sis-
neokantianos posteriores, como R a d b r u c h o Kelsen, en puntos tema de las leyes emanadas de las costumbres.
neurálgicos de l a crítica a l naturalismo, parecen no ser más A h o r a bien, p a r a Cohén l a ética debe enfrentar u n segundo
que u n a extensión del pensamiento de Cohén. problema pues, además de referirse a conceptos creados por el
E l punto de p a r t i d a de Cohén es l a relación entre ética, por mismo ser h u m a n o , mantiene u n conflicto con l a historia de
u n a parte, y religión y política, por otra. Mientras que l a lógica l a h u m a n i d a d entendida como l a vida n a t u r a l de los pueblos,
se construye sobre el factura de l a ciencia n a t u r a l matemáti- y c o n l a economía, el derecho y el Estado, cuyos correlatos
ca, l a ética remite a los seres h u m a n o s . L a ética, a l igual que son las ciencias económicas, las jurídicas y las del E s t a d o . 27

las ciencias sociales e n general, enfrenta además u n a com- E l socialismo, como forma de organización de l a sociedad, es
plicación no presente e n las ciencias naturales: se ocupa de correcto e n l a medida e n que se funde en l a ética. Sólo así 28

conceptos creados por los seres h u m a n o s , lo que podríamos éste es u n a verdadera alternativa a l socialismo utópico y p a -
l l a m a r conceptos de segunda mano, carentes de u n sentido triótico de Lasalle, así como a l idealismo espiritualista. E n este
unívoco. E l ser h u m a n o , como objeto de l a ética, no lo es e n s u enfoque, según Cohén debe interpretarse l a posición política
carácter de ser n a t u r a l , sino como ser abstracto c u y a concre- de Kant. E l filósofo de l a Ilustración se vio a sí mismo como
ción conforma l a c o m u n i d a d de los seres h u m a n o s . L a ética
23
u n político ideal partidario de l a República y convencido de s u
tiene como tarea tanto a l individuo como a l a c o m u n i d a d . verdad y de s u posibilidad de realización e n l a historia.
E s bien sabido que l a ética k a n t i a n a se construye sobre el E l de K a n t es entonces, en opinión de Cohén, u n socialismo
concepto de libertad, entendido como autonomía, i.e. l a facul- republicano, normativo y realizable que emana de l a ética y de
tad de los seres h u m a n o s de autolegislarse. L a ética k a n t i a n a s u fundamento: el imperativo categórico, especialmente e n s u
rechaza tanto el materialismo como l a religión o l a teología segunda formulación. E s precisamente en este aspecto que
como s u fundamento. Liberada de las amarras naturalistas el neokantiano Cohén pretende hacer u n a relectura de Kant.
y trascendentes, l a ética b u s c a sus conceptos e n l a realidad E l ser h u m a n o no es u n mero medio, sino que es u n fin e n sí
histórica. Pero esta, a diferencia de las ciencias naturales, se mismo. L a idea del fin e n sí m i s m o estructura el concepto de

24
Ibid.: 85.
21
Hermann Cohen. "Das Verhältnis der Ethik zu Religion und Politik", en Ol-
lig, 1982: 73-96. Publicado inicialmente por Cohen en su introducción al 25
Ibid.: 87.
libro de Friedrich Albert Lange (1896). 26
Ibid.: 88.
22
Cohen, 1896: 90. 27
Ibid.
23
Ibid.: 74. 28
Ibid.: 89.

72 73
persona h u m a n a , que es el concepto central de l a ética. Lo 29 Mediante la diferenciación entre la estructura empírica y la estruc-
que es puro medio, es cosa, l a c u a l e n el comercio adopta l a tura valorativa de lo social se üuminan los nuevos intentos de co-
nectar el socialismo con el pensamiento comunitarista de la ética
forma de l a mercancía.
kantiana. Tales intentos sólo pueden tener éxito, porque lo que se
E l trabajador, e n s u calidad de persona h u m a n a , n u n c a entiende acá por concepción socialista del mundo de ninguna ma-
debe ser visto o tratado como mero medio p a r a u n fin. L a eco- nera anula el pensamiento individualista. "Humanidad" significa
nomía, e n s u acepción positiva, es u n a condición n a t u r a l de para Kant no la comunidad concreta de seres humanos, sino el va-
los hombres. Dejando de lado el hecho de que el mercado só- lor abstracto de éstos. La ética kantiana no nos exige vernos como
lo es posible gracias a l a existencia de reglas que lo regulan, miembros de la humanidad, sino como sus representantes.
el (neo)liberalismo identifica l a economía con u n estado de
naturaleza que remite a l derecho natural. Pero e n u n a ética E n l a profunda y poco conocida obra de L a s k se encuen-
b a s a d a e n l a autonomía, el concepto de estado de naturaleza tran, como e n Cohén, los vestigios de u n a estrecha relación
deja de ser u n ideal respetable. L a naturaleza — e n contraste entre democracia representativa, socialismo y ética. E n este
con R o u s s e a u — deja de ser l a garante del ideal. L a idea del lugar no podemos, no obstante, exponer con j u s t i c i a las pre-
derecho desbanca a l a naturaleza. L a economía es el s u s t r a - cursoras tesis del autor. Bástenos enfatízar l a necesidad de
to material del derecho. Pero ella no sólo depende del sol y l a traducir y profundizar e n el estudio de sus obras, en p a r t i c u -
lluvia, sino del orden jurídico creado por los seres h u m a n o s . 30
lar s u Filosofía del derecho.
Los hombres, s i n l a guía de l a idea, s o n bestias. Como l a idea
hace personas a las bestias, así l a idea de l a sociedad t o r n a el TIL C O N C E P C I Ó N NORMATIVA D E LA DEMOCRACIA
rebaño e n colectividad superior, regula el tráfico económico,
exige nuevas relaciones jurídicas y crea nuevas normas de de- H a n s Kelsen es digno representante del neokantismo. S u 34

recho. 31
reflexión sobre l a democracia es clásica: pese a l paso del tiem-
E n conclusión, de l a relación entre ética y política deriva po, sigue teniendo plena vigencia. S u escrito Esencia y valor
35

Cohén el socialismo democrático e n oposición a l materialis- de la democracia, c u y a primera edición data del año 1920 y
mo y a l i u s n a t u r a l i s m o teológico. E l vínculo entre democra- l a segunda del 29, refleja u n a filosofía de l a democracia pro-
cia, socialismo y derecho queda esbozado y a a finales del s i - p i a de pensadores neokantianos de principios del siglo X X .
glo X I X . E n palabras de Cohén, "el idealismo jurídico del so- S u cercanía a l republicanismo kantiano se ve reflejada e n l a
cialismo debe ser reconocido h o y como u n a realidad general concordancia entre los elementos necesarios de l a democra-
de l a conciencia pública, mínimo como u n a verdad que es u n c i a — l i b e r t a d , igualdad y subordinación a las n o r m a s — y las
secreto público". 32 características del régimen republicano —libertad, igualdad
Por s u parte, E m i l L a s k , el precoz intelectual y prematu-
33
y sujeción a l a ley. Por s u parte, Gustav R a d b r u c h , i n i c i a l -
ramente fallecido neokantiano de l a escuela del suroccidente mente influido por el positivismo kelseniano y u n a concepción
alemán, sostenía e n s u Filosofía del derecho, e n 1905: meramente formal de l a democracia, y a e n l a madurez de s u
creación intelectual defiende l a íntima relación existente entre
democracia y socialismo, dando paso a l a idea de u n a demo-
cracia social de derecho que s u amigo y discípulo H e r m a n n
29
Ibid.: 90. Heller traducirá e n l a idea del Estado Social de Derecho. 36

30
Ibid.: 92.
31
Ibid.
Esto vale especialmente para la llamada "fase clasica" de Kelsen. Sobre la
32
Ibid.: 92-93. periodización de la obra de Kelsen, cf. Paulson, 1998: 153-166.
33
Emil Lask (1905), "Rechtsphilosophie", en Ollig, 1982: 182-226. E l escrito Cf. Arango, 2004: 69-88.
de Lask fue originalmente publicado en el libro conmemorativo de Kuno Fis-
cher Die Philosophie im Beginn des 20. Jahrhunderts, editado por Wilhelm Carlos Miguel Herrera pone en cuestión el alcance de la formulación Esta-
Windelband (1907), Heidelberg. do Social de Derecho atribuida a Heller. Cf. Herrera, 2002: 185 y ss.

74 75
L a teoría de l a democracia hace parte de l a teoría del dere- precisamente l a garantía p a r a que diversos intereses indivi-
cho de Kelsen. Ello porque p a r a éste el Estado es, e n s u as- duales e ideas sociales puedan manifestarse. T a l garantía se
39

pecto teórico-normativo, idéntico a l orden jurídico. E s así co- vería socavada de identificarse l a voluntad popular con l a vo-
mo las características de l a teoría jurídica de Kelsen se apli- l u n t a d de todos.
c a n a s u teoría democrática. D i c h a s características pueden
37
Algo similar sucede con el principio de mayorías y los de-
resumirse e n que l a teoría jurídica asume l a diferenciación rechos de las minorías. Las minorías no quedan, e n l a teoría
de roles entre las ciencias y no persigue u n a pretensión to- democrática de Kelsen, anuladas por l a decisión mayorita-
talizante de l a disciplina; defiende l a autonomía del derecho ria. Dado que u n a democracia libre aprecia igualmente toda
y no s u sincretismo c o n otras disciplinas; parte del relativis- opinión, debe siempre por lo menos concebir como posible
mo valorativo y no del absolutismo; emplea u n pensamiento l a opinión c o n t r a r i a . Desde este enfoque, el principio de l a
40

relacional y funcional, e n vez de u n o sustantivo; adopta u n mayoría no se f u n d a e n l a igualdad de quienes l a conforman,


entendimiento realista-voluntaristay no u n o idealista; se b a - sino e n l a libertad de l a minoría, u n a minoría e n l a c u a l c u a l -
s a e n u n razonamiento procedimental y no e n u n o material; quiera puede llegar a verse reflejado, incluso miembros de l a
hace u n análisis dinámico y no sólo u n o puramente estático anterior mayoría. E n palabras de Jestaedt y Lepsius, l a l i -
41

del derecho. Siendo l a teoría democrática parte de l a teoría del bertad como idea subyacente a l a democracia exige no el go-
derecho, p a r a l a p r i m e r a valen las características de esta úl- bierno de l a mayoría, sino u n discurso e n torno a lo mayori-
tima. tario, u n compromiso y u n reconocimiento de l a formación
Kelsen defiende u n a concepción normativa de democra- dinámica de l a voluntad que no coinciden con l a voluntad real
cia, e n contraste c o n concepciones empíricas, comunitarias del órgano de creación sino con s u despliegue por encima de
o populares. U n a democracia regida por el derecho trae i m - l a decisión de l a mayoría. 42

portantes consecuencias p a r a los elementos de l a represen- E n resumen, l a concepción neokantiana, normativa, de l a


tación, l a deliberación, los derechos de las minorías. E s así democracia se opone a otras concepciones vigentes en s u épo-
como p a r a Kelsen, l a soberanía popular no coincide c o n l a c a y que tienen aún resonancia e influencia hoy en día, como
democracia, puesto que l a p r i m e r a se refiere a u n a voluntad l a democracia popular o l a mediática que asegura el p r i n c i -
real existente, mientras que l a segunda es u n a construcción pio de mayorías pero desconoce l a deliberación pública libre
n o r m a t i v a . L a diferencia categoría! conduce a l a l l a m a d a
38
y abierta e n igualdad de condiciones.
ficción de la representación del pueblo por el parlamento. K e l - De ambos autores extractamos l a relación entre democra-
sen niega así l a identificación p l e n a de gobernantes y gober- cia y relativismo valorativo, y entre democracia y socialismo.
nados. Pueblo y parlamento s o n dos órganos estatales dife- Ello porque s o n relaciones problemáticas que, e n principio,
renciados. Se relacionan, entre otras cosas, e n cuanto a que p a r a algunos, podrían significar l a incompatibilidad del rela-
no puede existir u n a v o l u n t a d popular que sea pensable c o n tivismo valorativo c o n el a priori trascendental y del socialis-
independencia de l a voluntad orgánica. L a diferenciación de mo con el procedimentalismo kantiano. E n m i concepto, por
órganos estatales permite a l individuo tener influencia sobre el contrario, tanto el relativismo valorativo como el socialis-
l a formación de l a voluntad popular mediante el ejercicio de mo s o n características de l a democracia plenamente compa-
s u poder de postulación. E n contraste c o n los enemigos del tibles c o n el proyecto kantiano de formular u n a filosofía po-
parlamentarismo, quienes consideran que el parlamento como
lítica normativa a partir del concepto de derecho.
organización traiciona l a verdadera representación, Kelsen
ve e n l a diferenciación entre representantes y representados
39
Ibid.: XXI.
40
Ibid.: XXII.
37
Jestaedt y Lepsius, 2007. 41
Ibid.: X X m .
38
Ibid.: XTX. 42
Ibid.

76 77
RELATIVISMO VALORATIVO Y DEMOCRACIA sociales vinculantes p a r a todos. L a vinculatoriedad del dere-
cho positivo se deriva así de l a convicción del i g u a l valor de
Kelsen deriva l a democracia del relativismo valorativo. Podría nuestras convicciones. E l concepto de derecho acuñado por
preguntarse e n qué sentido sigue siendo neokantiano a l h a - Kant entra aquí enjuego: el imperativo de "obrar de tal modo
cerlo, y a que, p a r a algunos, el relativismo axiológico sería i n - que puedas querer que t u máxima deba convertirse en ley u n i -
compatible c o n el apriorismo de Kant, por ejemplo en relación versal" asegura l a i g u a l libertad de todos e n l a conformación
con el valor mtrínseco de l a persona h u m a n a . T a l p r e s u n t a de l a normatividad que positiviza temporalmente unos valo-
incompatibilidad no es más que u n malentendido. L a episte- res relativos y los hace, por dicho medio, universales o v i n c u -
mología k a n t i a n a parte de l a distinción noumenon/fenoume- lantes p a r a todos.
non, le. las cosas en sí, de las cuales no tenemos conocimiento A h o r a bien, no debemos olvidar que el intento de K a n t de
directo; y, las cosas t a l y como se nos d a n espacio-temporal- compatibilizar el respeto por l a libertad i n d i v i d u a l y el orden
mente a los sentidos, las cuales ordenamos según las catego- constitucional, se hace en el marco de s u defensa del concepto
rías de nuestro pensamiento. E l a priori trascendental de l a de derecho como fundamento del orden político. L a idea de l a
epistemología k a n t i a n a remite a las condiciones necesarias libertad i n d i v i d u a l sólo queda a salvo s i el diseño y funciona-
p a r a poder hablar sobre u n objeto, s i n que tales condiciones miento del orden político permite a mayorías y minorías com-
tengan carácter ontológico n i u n a dimensión trascendente. petir, u n a y otra vez, por l a determinación de l a voluntad del
Precisamente el malentendido "ontologizante" e n l a recep- órgano de representación. S i se pretende que l a democracia
ción de s u planteamiento del idealismo trascendental lleva arribe a verdades o valores absolutos e intemporales, se nie-
a K a n t e n los Prolegómenos a calificar s u idealismo de crítico ga c o n ello l a autonomía de l a voluntad i n d i v i d u a l del órgano
p a r a distmguirlo del idealismo formal de Berkeley. E n este
43
de representación y creación n o r m a t i v a . 45

sentido, s i nos atenemos a l conocimiento de los valores, l a Jestaedt y Lepsius sintetizan e n u n a oración el carácter
extensión de l a primera crítica a l a filosofía del derecho, c o n fundamental del relativismo valorativo p a r a l a democracia:
independencia de las tesis sobre el valor de l a persona h u m a -
n a , conduce indefectiblemente a l relativismo axiológico que La democracia parlamentaria (podríamos decir representativa, esto
en forma consecuente defienden autores neokantianos como es, la única realmente posible para Kant) encuentra su fundamen-
Kelsen y R a d b r u c h . to en la concepción relativista del mundo, fruto de una concepción
democrática de la persona humana que, debido a la tolerancia y
Según Kelsen, porque n o tenemos acceso a los valores ab- respeto que le merece la potencial corrección de las opiniones aje-
solutos, debemos resignarnos con valores relativos, deriva- 44
nas, requiere de instituciones de representación para el proceso de
dos de nuestras posibilidades de conocimiento y que necesa- formulación normativa. 46

riamente s o n producto de l a deliberación pública. L a i m p o s i -


bilidad epistémica de acceder a l conocimiento de los valores E l relativismo valorativo y l a consecuente r e n u n c i a a l co-
absolutos nos obliga a aceptar que l a verdad de c a d a c u a l pue- nocimiento de l a verdad absoluta, hacen que toda convicción
de valer lo m i s m o que l a propia. L a a c t i t u d que se desprende sea tenida como igualmente posible en el debate democrático.
de l a perspectiva de l a razón práctica es l a de admitir las v a - No l a mayoría numérica sino l a posibilidad de u n a oposición
loraciones de los otros como probables. E s aquí donde entra libre que p e r m i t a l a revisión incluso de las propias convic-
enjuego l a democracia como sistema de decisión política. E l ciones, p a s a a l centro del pensamiento democrático. Se t r a t a
principio de l a mayoría permite llevar a u n acuerdo temporal en realidad de u n a concepción deliberativa de l a democracia
sobre los valores relativos que deseamos traducir e n normas en l a que el énfasis está e n el proceso de construcción colec-

Kant, 1912: 209-210. 45


Jestaedt y Lepsius, 2007: XXIIL
Kelsen, 2002: 133-134. 46
Ibid.: XXVIIL

78 79
tiva de l a verdad y no tanto e n los resultados que operan e n Ciertamente entiende el neokantiano R a d b r u c h por socia-
l a práctica como cartas marcadas a favor de los grupos o per- lismo u n o democrático y respetuoso del Estado de Derecho,
sonas c o n mayor poder económico. en contraste con el socialismo totalitario promovido por l a
doctrina comunista. E n s u escrito del 11 de agosto: esquema
SOCIALISMO Y DEMOCRACIA para un discurso, R a d b r u c h anota que l a forma democrática,
precisamente por estar abierta a cualquier contenido, permite
Otro tema, no por diferente menos importante, es el de l a florecer tanto a l capitalismo como a l socialismo. Pero segui-
compatibilidad entre el binomio socialismo/democracia y el damente advierte sobre las tres amenazas a l a democracia:
procedimentalismo kantiano. L a dificultad radicaría e n que bolchevismo, fascismo y capitalismo. P a r a él, el capitalismo
de los principios formales que K a n t antepone a los principios es l a amenaza más peligrosa y difícil de enfrentar, puesto que
materiales sólo podría deducirse u n a democracia represen- sus armas no son pistolas y granadas de gas, sino medios de
tativa, procedimental, no u n a que asegure los contenidos o poder económico dmcümente visibles y controlables. Dice:
bienes sociales. L a de K a n t sería u n a Constitución jurídico l i -
beral, n u n c a u n a Constitución socialista. E s t a tesis sería ade- El capital, la economía, no quiere destruir las leyes, sino simple-
más coherente c o n l a a u s e n c i a de los derechos sociales e n e l mente utilizarlas por medio de las formas democráticas. El capital,
orden político esbozado por Kant. por ejemplo mediante la compra de periódico tras periódico, co-
rrompe a la opinión pública. Además, captura a las mayorías par-
No obstante lo anterior, p a r a u n neokantiano como G u s -
lamentarias burguesas proclives al dinero. Intenta bajo la fachada
tav R a d b r u c h , el socialismo se deriva necesariamente de l a de una república democrática establecer en verdad un Estado eco-
democracia. Reconstruyamos l a tesis de l a relación necesa- nómico feudal. 49

ria entre democracia y socialismo, p a r a luego evaluar s u s a l -


cances como p r e s u n t a tesis neokantiana. P a r a R a d b r u c h , Por tales razones concluye que "sólo el socialismo puede
siguiendo a Kelsen, l a democracia constituye l a voluntad de llevar a l a realización de l a democracia". 50

otorgar el poder a toda convicción que h a y a podido ganar p a - P a r a juzgar qué tanto l a defensa del socialismo como c o n -
r a sí a l a mayoría, indiferentemente de cuál sea el contenido secuencia necesaria de l a democracia h e c h a por R a d b r u c h es
y valor de t a l convicción. Pero, claramente, esta definición
47

compatible con reflexiones inspiradas en K a n t , advirtiendo l a


formal no tiene e n cuenta l a realidad sociológica. L a ficción de
interpretación procedimental de l a democracia que se impo-
l a existencia de igualdad entre c a d a u n a de las convicciones
ne con autores como Kelsen y J o h n Rawls e n Una teoría de la
que compiten p a r a imponerse se estrella contra l a realidad
justicia,51
surge u n argumento poderoso que sitúa a K a n t a
de u n a infinita desigualdad. " E n l a competencia entre ideas
l a izquierda del espectro político. Me refiero concretamente a
—dice R a d b u r c h — t r i u n f a n aquellas que tienen el poder a
s u disposición, b i e n s e a el poder sociológico, del capital o de
l a m a s a con s u fuerza sugestiva". Por tal razón, s i se quiere
48
« Radbruch, 2002: 116.
imponer el poder de las ideas, es necesario neutralizar todos 50
Ibid. En el epílogo de "La doctrina cultural del socialismo" escrito en 1949
poco antes de su muerte, Radbruch rechaza de nuevo el "socialismo total"
esos poderes irracionales. L a desactivación de los poderes de inspiración marxista, por el peligro totalitario que implica, y defiende un
irracionales —entre ellos el poder del capital y de l a sugestión "socialismo libre" (según la terminología de Alfred Weber). En su concepto,
de l a m a s a — significa p a r a R a d b r u c h el salto de l a necesidad el socialista libre debe convencerse de que el Estado democràtico debe ser,
al mismo tiempo, Estado de Derecho, basado en la separación de poderes
h a c i a l a libertad, es decir, el socialismo. y obligado a respetar y proteger los derechos fundamentales del hombre.
Radbruch, 2002: 162.
51
Sobra advertir que Rawls corrige tal concepción procedimental de la demo-
cracia y camina hacia una concepción republicana en su liberalismo político,
en especial al incorporar el mínimo social a las esencias constitucionales
Radbruch, 1980: 95-102, aquí página 100. propias de un sistema democrático. Sobre esta transformación de Rawls,
Ibid.: 101-102. cf. Arango, 2005: 141-156.

80 81
s u concepción de l a igualdad, que lejos de ser u n a igualdad como u n sistema político que permite a todos, por vía del tra-
formal es u n a igualdad de oportunidades'. A f i r m a K a n t e n s u bajo, ejercer u n a actividad como lazo con l a comunidad. Lo
Gemeinspruch: que u n e a los miembros de l a c o m u n i d a d no es el amor (a l a
patria), sino l a obra común. Sólo en u n a c o m u n i d a d organi-
De la idea de los hombres como subditos de una comunidad se zada e n torno a l trabajo a n i d a l a c u l t u r a . De l a mano de u n
55

desprende la formulación: todo miembro de la misma debe poder socialismo democrático R a d b r u c h desarrollará s u concepción
acceder al nivel del estamento que le corresponda según su talento,
social de l a democracia.
dedicación y suerte; y no deben impedírselo otros conciudadanos
gracias a prerrogativas (como privilegios para un determinado es- U n a formulación más elaborada de estas ideas se encuen-
tamento), de forma que se lo mantenga a él o a su familia eterna- tra en l a segunda edición de s u Doctrina cultural del socialismo
mente sometidos. 52 (1927). R a d b r u c h se refiere aquí a l a crisis de l a democracia,
también discutida por Affred Weber, C a r i Schmitt y H a n s K e l -
Se desprende de l a cita textual de K a n t que s i bien está le- sen, y l a analiza a partir de l a contradicción entre ideología y
jos de defender u n a igualdad material entre los seres h u m a - sociología de l a democracia. L a ideología de l a democracia
56

nos, claramente está en contra de l a existencia de privilegios se b a s a e n l a soberanía del pueblo, en l a identidad entre go-
y prerrogativas sociales que destruyen l a i g u a l libertad p a r a bernantes y gobernados. E l pueblo es visto como l a s u m a de
todos; c o n esto acoge u n a concepción de l a igualdad como individuos libres e iguales, de mayorías y minorías en las que
igualdad de oportunidades, no u n a m e r a igualdad formal a n - se expone l a voluntad popular. L a decisión electoral es libre
te l a ley. E n este mismo orden de ideas, l a única organización y autónoma, fruto de l a discusión y m u t u a persuasión e n el
política moraimente justificada sería —según l a concepción d i s c u r s o . L a sociología de l a democracia, por el contrario,
57

de l a igualdad e n K a n t — aquella que acaba coincidiendo c o n entiende l a sociedad como u n conjunto desigual de grupos
el socialismo democrático propugnado por R a d b r u c h . Ello sociales, clases y partidos. Desde esta perspectiva, l a sobe-
porque las prerrogativas sociales •—entre ellas el poder fácti- ranía popular no es de todos sobre todos, sino de los grupos
co del dinero, los medios, l a sugestión— deben ser elirmna- más poderosos sobre los más débiles. Las mayorías y m i n o -
das p a r a que el poder de l a razón, de las ideas, se imponga de rías no s o n l a s u m a de votos individuales y autónomos, sino
conformidad c o n el concepto de derecho. expresión predeterminada de dichos grupos sociales. Ellos
E l neokantiano R a d b r u c h será quien saque las consecuen- tampoco s o n libres e iguales, sino ampliamente desiguales,
cias de l a igualdad de oportunidades defendida por K a n t p a r a influidos e n diverso grado por l a prensa y las manifestacio-
l a teoría de l a democracia. E n las lecciones de filosofía del de- nes públicas, dominadas a s u vez por el poder del capital. E l
recho dictadas en K i e l durante el verano de 1919, descubier- parlamento no es el espacio de discusión y persuasión, sino
tas y editadas por A d a c h i y Teifke, R a d b r u c h sostiene que
53
ámbito de l u c h a del poder. E l gobierno no es el ejecutor de l a
el socialismo, a diferencia del liberalismo y de l a democracia, voluntad popular, sino el creador y diseñador de esa v o l u n -
no sólo quiere libertad e igualdad formales o jurídicas, sino tad, e n l a m e d i d a que l a necesita. 58

libertad e igualdad verdaderas. Pero advierte que estas últi- L a democracia social surge como fórmula política p a r a
mas s o n imposibles sobre el suelo de l a desigualdad econó- superar l a crisis de l a democracia. A los críticos del Estado
m i c a . A s u juicio, el pensamiento socialdemócrata s u p e r a el democrático, R a d b r u c h opone s u definición de democracia,
individualismo propio de l a democracia liberal y el colectivis-
mo propio del socialismo. L a democracia social se entiende
54
55
Ibid.: 49.
56
Radbruch, 2002: 125 y ss.
57
Ibid.: 125-126. Sin lugar a dudas, en este aspecto Radbruch anticipa el en-
52
Kant, 1923: 273-313 (traducción libre del autor). tendimiento deliberativo de la democracia que décadas más tarde desarro-
53
Adachi y Teifke (eds.), 2004. llarán autores como Habermas o Niño.
M
IbidL: 44. 58
Ibid.: 126.

82 83
a saber, l a forma de Estado que no opone resistencia a los I V . SUPERIORIDAD D E LA CONCEPCIÓN NORMATIVA
desplazamientos sociales del poder, sino que les proporciona D E LA DEMOCRACIA
expresión política y los sanciona según l a voluntad de l a m a -
yoría. " L a democracia es como l a mujer que siempre pertene- L a concepción normativa, deliberativa y social de l a demo-
ce a l más fuerte". E l carácter ideológicamente neutro de l a
59
cracia supera en s u legitimidad a las concepciones liberal,
democracia entraña peligros, pero también ventajas. E l l a h a comunitarista y populista o mediática. E l republicanismo de
permitido surgir el capitalismo, pero también puede permitir Kant no coincide c o n l a concepción liberal y s u modelo po-
el surgimiento de u n a organización social socialista. L a de- lítico de l a libertad de mercado, donde l a desigualdad r a d i -
mocracia promueve el socialismo e n cuanto que l a igualdad cal reina. Tampoco es compatible con el comunitarismo y s u
burguesa funciona como crítica a las desigualdades econó- concepción perfeccionista de l a democracia, que pese a s u s
micas . Y R a d b r u c h v a más allá. C i t a a A u l a r d , según el c u a l
60
elevados fines elimina a l a postre l a autonomía individual.
l a república social y democrática y a se encuentra contenida Igualmente rechaza l a democracia popular o de masas que
en l a Declaración de los Derechos del Hombre y del C i u d a d a - embelesa a l pueblo con el reparto de beneficios e impone las
no de 1789. Pero, e n s u concepto, no basta acoger l a demo- mayorías numéricas.
cracia como sistema político. Más importante que l a demo- L a concepción normativa de l a democracia supone l a pre-
cracia parlamentaria es l a extraparlamentaria. E l socialismo cedencia epistémica del concepto de derecho. Mientras que
debe, por lo tanto, trasladarse de l a política a l a economía y a l a democracia liberal y l a popular desconocen l a igualdad de
l a sociedad. 61

libertad real p a r a todos, l a democracia deliberativa y social


E n resumen, l a defensa de l a igualdad de oportunidades e n l a presuponen como fundamento de l a organización política.
K a n t y s u importancia p a r a l a realización del reino de los fines L a concepción deliberativa y social de l a democracia supone
refuerza l a movida de R a d b r u c h como neokantiano de vincular el involucramiento del otro, l a incorporación de l a alteridad
conceptualmentedemocraciay socialismo. P a r a K a n t resulta en l a decisión propia. E l republicanismo de K a n t incorpora el
moralmente condenable el mantenimiento de u n estado de principio m o r a l de no mstrumentalizar a los otros a l a políti-
cosas fundado e n el propósito de mantener el sometimiento c a regida por el concepto de derecho. C o n ello abre l a p u e r t a
de personas o grupos por l a acción de otros. Tales prácticas a l a democracia deliberativa y social. L a decisión mayoritaria
sociales atenían contra l a idea de u n aumento gradual pero sólo se legitima s i se piensa incluyendo a l a minoría a mane-
progresivo de l a autonomía pública y privada. E l socialismo r a de potencial destinatario y sujeto político con iguales dere-
democrático de R a d b r u c h es perfectamente compatible c o n chos fundamentales.
l a idea de l a igualdad de oportunidades, h a s t a el punto de U n a democracia mayoritaria, numérica, propia del modelo
superar otros modelos de l a democracia como el liberal o el liberal fundado e n l a competencia individual y l a m a x i m i z a -
utilitarista, el primero insuficiente y el segundo contrario a l a ción de los intereses privados, a n u l a l a otredad, l a diversidad
idea m i s m a de libertad. y l a alternación e n l a búsqueda colectiva de l a verdad. U n a
democracia mediática, de sugestión de las masas, ofende l a
59
Ibid.: 127.
dignidad e inteligencia de los sujetos políticos. E l manejo de
60
Ibid.: 128. l a imagen, el conductismo psicológico y l a manipulación emo-
61
Ibid.: 129. Según Alessandro Baratta, Radbruch nunca olvidó que la demo- cional acaban reemplazando el intercambio crítico y reflexivo
cracia política queda incompleta si de ella no se sigue la democracia social, de ideas. U n a democracia liberal hace del ciudadano u n ser
pues la democracia entendida como un proceso exige necesariamente la eli- estratégico que no reconoce necesariamente a los otros como
minación de la desigualdad económica para evitar que los económicamen-
te poderosos sesguen el proceso democrático de formación de la opinión libres e iguales e n dignidad. S u efectismo y orientación h a c i a
pública mediante la manipulación. Es más, para Radbruch "la democracia
no es sólo una forma transitoria hacia el socialismo, sino quizás la forma
política final de la comunidad socialista". Cf. Baratta, 1993: 19.

84 85
los resultados m i n a el proceso colectivo de búsqueda de so- de l a voluntad de las mayorías, pero consciente de l a necesi-
luciones sociales eficaces e i n c l u s i v a s .62
dad de combatir las desigualdades sociales p a r a posibilitar l a
P a r a Kant, en contraste, el concepto de derecho, con s u propia realización de todos.
precedencia epistémica sobre l a política, cumple l a tarea de
hacerla legítima. E n l a filosofía democrática del neokantismo, V . CONCLUSIÓN
tal concepción normativa desemboca necesariamente —como
lo presenta R a d b r u c h — en el relativismo valorativo y luego e n E n Sobre la paz perpetua K a n t anticipa lo que sería u n a so-
el socialismo democrático. E s precisamente esta orientación ciedad organizada políticamente bajo l a égida del derecho.
l a que J o h n Rawls t e r m i n a por acoger atendiendo las obser- L a precedencia del concepto de derecho sobre l a política es
vaciones de F r a n k M i c h e l m a n n a l finalmente i n c l u i r e n las condición necesaria p a r a l a convivencia pacífica bajo u n a
esencias constitucionales el mínimo social necesario p a r a l a Constitución política. A u n cuando l a forma republicana de
satisfacción de las necesidades básicas de l a p e r s o n a . 63

gobierno es compatible con l a monarquía, l a aristocracia y l a


L a concepción social de l a democracia, como l a defendida democracia, K a n t confía que gradualmente el pueblo acaba-
por R a d b r u c h , a diferencia de l a idealización y abstracción rá estando preparado p a r a darse s u propia legislación y vivir
de l a concepción liberal de l a democracia, sí tiene e n c u e n t a sujeto a l a Constitución.
l a realidad social. E n este sentido, l a democracia no es sólo Autores neokantianos recogen el republicanismo de K a n t
u n sistema político sino u n a forma de organización social que y lo traducen en u n a concepción normativa de l a democra-
comprende l a economía. L a idea de democracia e n R a d b r u c h cia. L a defensa del relativismo valorativo, que es en Kelsen u n
se relaciona con el material que se v a a conformar, a saber, l a relativismo epistemológico de los valores y no u n nihilismo
producción y distribución de bienes económicos que hacen valorativo, permite entender l a democracia representativa no
posible l a libertad y l a igualdad fácticas. L a dialéctica entre en términos de gobierno de las mayorías sino como democra-
ideología y sociología de l a democracia le permite defender u n a
cia deliberativa. Más importante que los resultados numéri-
concepción que no se queda e n l a comprensión de l a demo-
cos son las condiciones que permiten el intercambio libre de
cracia como medio neutral de expresión de las diversas con-
ideas y l a búsqueda colectiva de l a verdad, s i n exclusiones.
vicciones políticas, sino que además le sirve p a r a mostrar los
Por otra parte, l a apuesta de K a n t por el desmonte de los p r i -
vínculos conceptuales mtrínsecos entre Estado democrático
vilegios y prerrogativas sociales p a r a permitir l a igualdad es
y Estado social de Derecho.
recogida por el neokantiano R a d b r u c h p a r a defender l a de-
L a concepción normativa, deliberativa y social de l a de- mocracia s o c i a l — e n t e n d i d a por éste como socialismo demo-
mocracia es crítica frente a l capitalismo, p o r ser u n a seria y crático. De esta forma, el concepto normativo de democra-
grave amenaza a l a democracia y s u realización. L a reflexión cia se t o r n a bajo el neokantismo en u n a democracia no sólo
de R a d b r u c h tiene u n a gran actualidad e n el contexto de u n deliberativa sino social.
capitalismo internacional que debilita las funciones sociales Hoy más que n u n c a — e n vigencia de los modelos populista,
de los Estados nacionales. Consecuente con u n punto de vista mayoritario y mediático de l a democracia— las demandas por
normativo, no reducible a condiciones empíricas, el neokan- inclusión y verdadera democratización de l a sociedad exigen
tiano de Heidelberg defiende l a democracia social c o n argu- l a defensa de u n a concepción normativa de l a democracia
mentos normativos, económicos, políticos y constitucionales.
como l a anticipada por K a n t y desarrollada p o r los neokan-
Esos argumentos h a b l a n e n pos de u n a concepción de demo-
tianos. L a academia, en especial l a universidad, debe ser el
cracia tolerante frente a las demás convicciones y producto
espacio propicio p a r a desarrollar estas ideas de forma que
fructifiquen e n l a práctica y p e r m i t a n que l a aspiración Ha-
62
Cf. Habermas, 1999: 231-246. cia una paz perpetua deje de ser u n enunciado satírico bajo l a
63
Cf. Arango, 2005: 141-156. imagen de u n cementerio.

86 87
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G r a n parte de l a crítica que los teóricos de l a democracia r a -
dical le h a n hecho a l liberalismo político de Rawls se centra
en l a aseveración de que Rawls habría pensado las bases n o r -
mativas de l a asociación política tomando e n cuenta sólo el
consenso o l a reconciliación en vez del conflicto o l a enemis-
tad, l a deliberación racional e n vez de l a decisión política, l a
j u s t i c i a e n vez del poder. Porque el segundo Rawls le d a m u -
1

c h a importancia a l "problema de l a estabilidad" de las i n s t i t u -


ciones justas, es decir, a l problema de cómo u n a concepción
de l a j u s t i c i a podría ser el foco de u n overlapping consensus
entre creencias comprehensivas, razonables y mutuamente
excluyentes, se h a dicho que s u liberalismo supuestamente
2

"político" no tiene n a d a que ver c o n el "concepto de lo políti-

1
Para este tipo de críticas véase Honig, 1993; Mouffe, 1994; Connolly, 2000;
Wolin, 2004: 538-550.
2
Cf. Rawls, 1996: 65.

90 91
co", corno lo teorizó famosamente C a r i S c h m i t t . Esto se de- 3
lo político tiene que ver c o n los diferentes u s o s que ellos le
be a que, e n el bando de los teóricos de l a democracia radical atribuyen a l uso público de l a razón.
que u s a n a Schmitt, lo politico se define corno u n a relación de E n segundo lugar, voy a argumentar que las oposiciones
antagonismo profundo e irreducible a l establecimiento de u n conceptuales abstractas entre, por ejemplo, decisión y deli-
orden social. Por el contrario, e n el bando de los seguidores
4
beración, o poder y j u s t i c i a , sobre las cuales se apoyan los
de Rawls lo politico tiene que ver c o n lo 'razonable" (the rea- rawlsianos y neo-schmittianos p a r a formular s u desacuer-
sonable), que ellos entienden como u n a especie de facultad do, no son sostenibles, tanto e n referencia a l a intención fun-
o sentido m o r a l dirigido a encontrar condiciones normativas damental del pensamiento de Rawls como e n referencia a l a
"neutrales" sobre las cuales todos podamos estar de acuerdo, de Schmitt. M i argumento v a a ser, por el contrario, que el
p a r a de e s a m a n e r a lograr no sólo u n a convivencia pacifica análisis de l a idea de razón pública e n el liberalismo político
sino también u n a sociedad j u s t a . Ambos campos niegan que
5
de Rawls demuestra que éste es m u c h o más político y demo-
el otro sea "político" o que entienda algo de lo político. crático de lo que se suele pensar, justamente porque Rawls
Lo curioso de esta oposición es que pareciera no tomar en tiene u n concepto positivo del poder. Por lo mismo, voy a a r -
serio l a notable coincidencia terminológica debida a l hecho gumentar que l a teoría de lo político en Schmitt no se puede
de que, tanto en S c h m i t t como en el liberalismo político de entender s i n referencia a s u j u r i s p r u d e n c i a , l a c u a l d a v u e l -
Rawls, se h a b l a d e l "concepto de lo político" y de l a "catego-
6
tas e n torno a u n a teoría de l a justicia. H a s t a ahora, l a litera-
ría de lo político" , y que los dos pensadores le otorgan a este
7
t u r a especializada, con algunas excepciones, h a presentado
concepto o categoría u n a i m p o r t a n c i a central e n s u s teorías el discurso schmittiano sobre lo político s i n tomar en cuenta
acerca de l a creación de u n orden social estable. Pero, ¿es el 8
el papel jugado por s u concepción de l a justicia, así como e n
término de lo político aquí sólo u n homónimo y e n realidad general esta literatura h a menospreciado el concepto de lo po-
Schmitt y Rawls estarían hablando de cosas completamente lítico e n Rawls y acentuado s u concepción de l a j u s t i c i a . E n 10

diferentes, o, acaso, están hablando de lo mismo pero a tra- realidad, los usos de l a idea de razón pública de Schmitt y del
vés de u n concepto o categoría cuyo sentido es inherentemen- segundo Rawls demuestran que en ninguno de los dos se d a
te discutible (essentially contested concept)? E n este ensayo
9
u n divorcio fundamental entre l a j u s t i c i a y lo político.
voy a tratar de mostrar por qué el concepto o categoría de lo
político e n Schmitt y Rawls se refiere a u n mismo espacio de II. A L G U N A S COSAS Q U E SCHMITT Y R A W L S TIENEN
razones asociado cori l a idea de razón pública, y que, de he- E N COMÚN
cho, l a diferencia entre ellos sobre el concepto o categoría de
Aparte de l a referencia a l a "categoría" de "lo político", el dis-
curso del segundo Rawls tiene varias cosas e n común c o n
3
La oposición entre Rawls y Schmitt es tomada como paradigmática por
Chantal Mouffe. Cf. Mouffe, 2006 y 1999b, entre otros. Schmitt. Primero, como y a he mencionado, ambos desarrollan
4
Cf. Mouffe, 1999b: 754-755., teorías de l a j u s t i c i a (en el sentido de jus o principio de j u s t i -
5
Sobre los rawlsianos y su rechazo a Schmitt, véase Larmore, 1996. Una
breve pero elegante presentación de la versión tradicional de lo razonable Por supuesto, no todos han sido tan tajantes como Brian Barry (2001:331,
en Rawls, así como una buena formulación de la critica, por parte de los n. 27): "Rawls has by now abandoned most of the ideas that made A Theo-
teóricos de la democracia deliberativa, a la idea de razón pública en Rawls,
se encuentra en Forst, 2001. ry of Justice worthwhile. I have no interest in defending anything Rawls
has written since about 1975, including his subsequent interpretations
6
Schmitt, 2002: 20. of A Theory of Justice or his revisions of its text. Rawls's current position,
7
Rawls, 1996: 374. embodied in The Law of Peoples, amounts to a rather muddled version of
Michael Walzer's anti-Enlightenment particularism". Pero es significativo
8
Para un análisis detallado de los sentidos en que Rawls diferencia lo político que el mismo Larmore (1996: 125-132), en su conocida defensa del political
de la política y para una discusión critica de las lecturas de Rawls en Mou- liberalism, nunca discuta la idea de lo político en Rawls, sino que presente
ffe y Honig, entre otros, cf. Alejandro, 1996. al liberalismo politico partiendo de la idea de neutralidad, otorgándole u n
9
Connolly, 1993. sentido moral, no político, a este concepto.

92 93
cia, no de lex o n o r m a legal), que s o n políticas porque supo- Segundo, ambos tienen u n a concepción de lo politico que
n e n que lo justo (al contrario que lo bueno) necesariamente significa lo "no metafisico". Ambos critican l a tentación de
19

denota l a relación con el otro, y esta relación tiene el carácter fundar l a j u s t i c i a sobre l a base de doctrinas religiosas o me-
de "lo político". Q u e Rawls tiene u n a teoría de l a justicia, n a -
11
tafísicas, porque de esa m a n e r a l a j u s t i c i a dejaría de ser u n
die lo discute. Lo que yo quisiera explicar es el sentido e n que problema de lo político y se transformaría en u n a cuestión de
sus dos principios de j u s t i c i a tienen que ver con lo político. dar el poder supremo a quien se sienta más convencido (fi-
Que Schmitt sea u n teórico de lo político, que él define como losóficamente) de estar e n lo justo, a quien se sienta no sólo
l a distinción entre amigo y enemigo, tampoco está e n d i s c u -
12
gerecht (righteous) sino también selbstgerecht (self-righteous),
sión. Por lo mismo, voy a ilustrar e n qué sentido se puede de- en los términos de S c h m i t t . E s interesante notar e n este
20

cir que este concepto de lo político en Schrnitt se basa en u n a contexto que ambos piensan que el liberalismo clásico es u n
concepción de l a justicia. sistema de pensamiento político "metafisico", y es j u s t a m e n -
E n u n a primera aproximación, se puede decir que u n a teo- te por ser "no metafisico" que Rawls l l a m a a s u nuevo libera-
ría política de l a j u s t i c i a , como l a entienden Rawls y Schmitt, lismo u n "liberalismo político". 21

significa que l a j u s t i c i a se debe pensar como aquello que per- Que l a teoría de l a j u s t i c i a en el segundo Rawls sea "políti-
mite establecer u n a unidad política estable a partir de u n a ca, no metafísica", significa también que y a no se basa e n l a
pluralidad de intereses (económicos, sociales) y de creencias "polaridad" ética-económica que según Schmitt caracteriza a l
comprehensivas (doctrinas religiosas, éticas, filosóficas) e n "sistema" l i b e r a l . Por el contrario, no sería completamente
22

conflicto. E s t a u n i d a d está construida, e n último término, errado decir que tanto l a presentación argumentativa como l a
por u n juicio o decisión de carácter radicalmente público, 13
retórica de l a teoría de l a j u s t i c i a de Rawls e n s u primer libro
es decir, por u n ejercicio de l a capacidad de juicio o decisión
que reúne a u n grupo de personas en u n pueblo. Tanto S c h -
14
19
Cf. Rawls, 1996: 29, n. 31, y 1999: 394-395, 434-437; Schmitt, 2001: 42-
m i t t como R a w l s a s u m e n el pluralismo como u n "hecho"
15 16
43, 64-68, y 1982: 66-68, 82.
y se proponen encontrar las bases de u n a asociación políti- 20
E n Rawls (1999: 409): "The absence of commitment to these ideals [of
c a que no niegue este p l u r a l i s m o , pero que a l mismo tiempo autonomy and individuality], and indeed to any particular comprehensive
ideal, is essential to liberalism as a political doctrine". También: "Those
sea una asociación política y no varias. E n este sentido, n i
17
who reject constitutional democracy with its criterion of reciprocity will of
Rawls n i Schmitt s o n "pluralistas", según el sentido histórico course reject the very idea of public reason. For them the political relation
que cobra este término. 18 may be that of friend or foe, to those of a particular religious or secular com-
munity or those who are not; or it may be a relentiess struggle to win the
world for the whole truth. Political liberalism does not engage those who
think this way. The zeal to embody the whole truth in politics is incompa-
tible with an idea of public reason that belongs with democratic citizen-
ship" (Rawls, 1999: 574). Como veremos, Schmitt no por nada estaría en
contra de esta última cita; todo lo contrario. Es éste, en realidad, el signifi-
11
Rawls, 1999: 389, 423 y ss. cado del motto que él se apropia en Ex Captivitate Salus: Silete, Theologi, in
Muñere Alieno! (Schmitt, 1993: 72). Los teólogos son, para Schmitt, justa-
12
Schmitt, 1996: 26. mente quienes quieren, usando las palabras de Rawls, "ganarse el mundo
13
Rawls, 1999: 324-325; Schmitt, 2001: 56. para la verdad entera".
14
Schmitt, 2001: 16, y 1996: 19; Rawls, 1996: 68: "politicai power... is the 21
Cf. Rawls, 1999: 408-410. Sobre l a oposición entre racionalismo y el poder
power of the public, that is, the power of free and equal citizens as a collec- de la vida real véase Schmitt, 1988: 14-15,yp. 62 sobre la idea de una me-
tive body". tafísica liberal
15
Schmitt, 1996: 53. 22
Hablando de la Systematik liberalen Denkens, Schmitt (2002: 70) dice: "Im-
16
Rawls, 1999: 329, y 1996: 54-59. mer ist dabei zu beachten, dass diese liberalen Begriffe sich in einer typis-
chen Weise zwischen Ethik ('Geistigkeit ) und Ökonomik (Geschäft) bewe-
1
17
Rawls, 1999: 411, 425; Schmitt, 1996: 43.
gen und von diesen polaren Seiten her das Politische als eine Sphäre der
18
Cf. Connolly, 2005, para una discusión del conflicto entre pluralismo y teo- 'erobernden Gewalt' zu annihilieren suchen... Ethisches Pathos und ma-
ria de la soberania desde un punto de vista pluralista que se aleja tanto de terialistischer-ökonomische Sachlichkeit verbinden sich in jeder typisch
Rawls comò de Schmitt. liberalen Äusserung".

94 95
se caracterizan por u n a polaridad ético-económica. Uno de 23
Rawls escribe Political Liberalism porque estuvo convencido,
los puntos interesantes del segundo Rawls es precisamente a fines de los setenta y principios de los ochenta, de que los
l a idea (de clara derivación marxista) de que lo metafisico-teo- ciudadanos de los Estados Unidos estaban perdiendo s u "fe
lógico no es otra cosa que l a sublimación de intereses ético- razonable" en l a Constitución política, de u n a manera po-
28

económicos. Por eso, s u decisión de no presentar u n a teoría tencialmente análoga a como los ciudadanos de l a República
de l a j u s t i c i a en términos ético-económicos v a de l a mano con de Weimar perdieron l a fe e n l a Constitución política de esa
l a necesidad de elaborar u n a teoría "política, no metafísica" república. No por casualidad es precisamente éste el con-
29

de l a j u s t i c i a . Por otro lado, el segundo Rawls comprueba y


24 texto en que Rawls cita, por única vez, el análisis que Schmitt
refuta l a idea de Schmitt según l a c u a l el liberalismo no pue- hace de l a crisis constitucional en Weimar, como ejemplo de
de ser u n a teoría "política", porque es esencialmente u n a
25 tal "ausencia" de fe razonable. 30

doctrina ético-económica: desde el punto de vista del segundo Las razones que podían i n d u c i r a u n observador atento
Rawls, Schmitt tendría razón e n lo que se refiere a l liberalis- de las realidades políticas e históricas, como lo fue Rawls, a
mo clásico y a l neoliberalismo, pero s u observación sería falsa pensar que sus conciudadanos estaban perdiendo l a fe e n s u
en el caso del liberalismo político elaborado por Rawls mismo Constitución, se pueden r e s u m i r en u n a combinación de dos
(y, e n general, por l a "familia" de liberalismos políticos). tipos de factores históricos que j u g a r o n u n papel m u y i m p o r -
Tercero, es sabido que el segundo Rawls h a sido criticado tante también e n el colapso de l a República de Weimar: p r i -
(o alabado) por el supuesto giro "culturalista" que él le d a a mero, estaba l a crisis financiera del estado de bienestar es-
s u teoría de l a j u s t i c i a c o n Political Liberalism. Pero l a m a -
26 tadounidense a finales de los setenta y l a llegada a l poder del
yoría de los críticos parece no haber relacionado el problema neoliberalismo (Reaganomics). E l neoliberalismo trató de salu-
de l a cultura del segundo Rawls con el contexto político e h i s - de esta crisis mediante u n ataque frontal a los sindicatos de
tórico e n el c u a l escribió s u texto. Según m i interpretación,
27 trabajadores, recortes enormes a l a red de protección social
que había brindado el Estado desde el NewDealde Roosevelt,
33
Porun lado, claramente, porque como dice Rawls (1996: xvii), "In Theory a y a l a simultánea y m a s i v a a y u d a estatal a l a i n d u s t r i a de a r -
moral doctrine of justice general in scope is not distinguished from a stric- mamento, justificada en parte con l a entrada de los Estados
tly political conception of justice". Por otro lado, porque Rawls, en Political Unidos en u n a "carrera de a r m a s " contra l a Unión Soviética
Liberalism, hace la distinción entre lo razonable y lo racional, y por ende
niega que "the theory of justice is a part of the theory of rational decision. ("el imperio del m a l " en l a retórica reaganiana). Por otro lado,
From what we have just said, this is simply incorrect" (Rawls, 1996: 53). a esta revolución económica neoliberal se juntó l a aparición
La teoría de rational decision o rational choice es claramente economicista,
es decir, se basa en el cálculo racional de costos y beneficios para el indivi-
duo.
24
En este sentido, no sería correcto decir que el segundo Rawls tiende a de- idea of political liberalism began to take shape in my mind" (Rawls, 1996:
jar de lado el problema de la igualdad socioeconómica en favor del proble- xxxiii).
ma de la diferencia cultural y religiosa, y de su tolerancia, como argumenta 28
Rawls, 1999: 448. "(T]o exhibit the possibility of an overlapping consensus
Chambers (2006). in a society with a democratic tradition characterized by the fact of reaso-
25
Schmitt, 1996: 70. nable pluralism. In trying to do these things political philosophy assumes
26
Cf. Barry, 1995, pero también Pogge, 2002: 104-109, entre otros. Rawls es the role Kant gave to philosophy generally: the defense of reasonable faith.
alabado por antimetafísicos como Rorty, 1995: 57-58. As I said then, in our case this becomes the defense of reasonable faith in
the possibility of a just constitutional regime" (Rawls, 1996: 172 y 101).
27
El giro de Rawls se puede fechar a partir de las conferencias de 1980 "Kan-
tian Constructivism in Moral Theory", donde dice, primero, que "Conditions 29
"A cause of the fall of Weimar's constitutional regime was that none of the
for justifying a conception ofjustice hold only when a basis is established for traditional elites of Germany supported its constitution or were willing to
political reasoning and understanding within a public culturé' Rawls, 1999: cooperate to make it work. They no longer believed a decent liberal parlia-
305 (énfasis mío), y, segundo, que su constructivismo kantiano está dirigido mentary regime was possible" (Rawls, 1996: ix).
T o an impasse in our recent political history" (Rawls, 1999: 305), que tie- 30
Rawls cita el texto de Schmitt The Crisis of Parliamentary Democracy, en
ne que ver con la aparente tensión o contradicción que resulta del esfuerzo particular el prefacio de 1926, "On the Contradiction between Parliamen-
de conformar las instituciones.con la libertad y con la igualdad de los ciu- tarism and Democracy", y el capitulo 2, sobre "The Principles of Parliamen-
dadanos. Rawls mismo dice que fue "Beginning in the late 1970s when the tarism" (Rawls, 1996: xii).

96 97
del fenómeno de las "guerras culturales" (culture wars) en E s - E l gesto de Rawls es análogo a l de Schmitt, quien también
tados Unidos. E s t a "guerra" fue declarada imcialmente por los enfrentó l a Kulturkampf weimeñaxia. dándole u n corte "polí-
autodenominados neoconservadores contra los liberáis esta- tico" a s u teoría de l a j u r i s p r u d e n c i a . E s sabido que Schmitt
dounidenses y consistía en anteponer u n a agenda "valórica" escribe El concepto de lo político relativamente tarde, y casi
a l a política (es decir, acusar a los liberáis de ser relativistas como u n a reflexión parcialmente autocrítica sobre sus tra-
morales, de haber perdido los valores morales tradicionales). bajos dedicados a l a teología política. E n realidad, Schmitt
33

L a respuesta a l asalto neoconservador fue l a llegada del " m u l - fue u n o de los iniciadores de l a Kulturkampf en l a Repúbli-
ticulturalismo" y de l a "política del reconocimiento o de l a ca de Weimar precisamente a través de s u discurso sobre l a
identidad" e n el discurso de l a izquierda l i b e r a l . A h o r a bien,
31
teología política, que le ofrece sus más potentes argumentos
este fenómeno de los culture wars tiene s u antecedente his- contra el liberalismo. Pero a comienzos de los años treinta,
34

tórico e n l a Kulturkampfde Weimar (y que, sea dicho entre cuando l a Kulturkampf se. empieza a ver c a d a vez más como
paréntesis, tenía a C a r i Schmitt como u n o de sus protagonis- u n a guerra civil, Schmitt se d a cuenta de que no hay mane-
tas más radicales). r a de "ganar" este tipo de guerra e n el plano "teológico". Esto
M i hipótesis es que Rawls decide contrarrestar esta doble, lo lleva a l concepto de lo político, que él entiende a l a m a n e r a
económica y ética revolución conservadora dándole u n cor- de B o d i n y Hobbes, es decir, a l lograr u n consenso de todos
te "político, no metafísico" (es decir, no ético-económico) a s u sobre u n a autoridad soberana que decida el contenido de l a
teoría de l a justicia. Lo político e n Rawls es u n a respuesta "fe razonable" (el contenido de l a razón pública) de m a n e r a
teórica a l a situación de guerra cultural. No teniendo u n a res- "neutral" en relación a las varias y contradictorias conciencias
puesta alternativa convincente a l neoliberalismo en lo econó- religiosas en conflicto.
mico (el marxismo, e n cuanto ciencia económica, estando y a Cuarto, se le h a criticado m u c h o a Rawls que s u teoría de
en u n a crisis terminal), Rawls decide desplazar el contenido l a j u s t i c i a no dejaría espacio a l conflicto político, y m u c h o s
del "hecho" pluralista de los "intereses" socioeconómicos a l a s rawlsianos ortodoxos le h a n objetado a l segundo Rawls que
opiniones culturales (religiosas, éticas, filosóficas), j u s t a m e n - esta aparente a n s i a de evitar el conflicto se h a y a incluso i n -
te p a r a poder imponerles, a priori, las formas p a r a construir crementado e n Political Liberálism, como se supondría, apa-
públicamente los principios de j u s t i c i a , y llegar a l a síntesis rentemente, del hecho de que Rawls le resta énfasis al segun-
a priori de u n a c o m u n i d a d política única y a l mismo tiempo do principio de j u s t i c i a p a r a obtener u n a sociedad j u s t a "más
estable, esto es, legítima. 32
estable". Por el contrario, Schmitt es visto como alguien
35

que teoriza l a necesidad del antagonismo social y, por ende,


l a "contingencia" radical de cualquier orden "estable". Creo 36

que las cosas no s o n así de claras, y que p a r a entender co-


11
Ésta, y no la "critica romántica del individualismo" (Larmore, 1996: 132),
fue la situación que impulsó el giro que Rawls le dio al liberalismo con su li- rrectamente el r o l del conflicto e n el pensamiento de Rawls y
beralismo político. de Schmitt sobre lo político h a y que tomar e n cuenta el tipo
12
"Kantian constructivism holds that moral objectivity is to be understood de relaciones que ellos establecen entre conflicto, neutralidad
in terms of a suitably constructed social point of view that all can accept.
Apart from the procedure of constructing the principles of justice, there y estabilidad.
are no moral facts" (Rawls, 1999: 307). Sobre el construccionismo kantia- Lo primero que h a y que tomar e n cuenta es que Rawls re-
no en Rawls y sus diferencias con el proyecto de Habermas, cf. McCarthy,
1994. Al parecer la idea de Rawls es que resulta más factible construir una chaza dos venerables ideas de neutralidad del Estado e n s u
opinión propiamente pública, es decir, que es pública en cuanto objeto de
un overlapping consensus, que u n interés propiamente público o general.
Para Rawls, al contrario que para Habermas, sólo una idea metafisica de 33
Galli, 1996: 733-837.
la razón puede dar cuenta de un consenso acerca de intereses generaliza-
bles; no asi por las opiniones generalizables. Además, juega en Rawls un
34
Cf. Schmitt, 1984, 1988 y 2001.
papel muy importante la idea de Madison de que los gobiernos se basan en 35
Chambers, 2006.
opiniones —y no en intereses— comunes. 36
Està es la tesis principal de la lectura de Schmitt en Galli, 1996.

98 99
concepción política de l a justicia: l a idea de que los principios decir, de guerra) respecto a los ciudadanos: s i n el terror que
de j u s t i c i a deben ser "neutros" p a r a lograr u n modus vivendi ejerce el Leviatán, los ciudadanos se resistirían a l a aplicación
en u n a c o m u n i d a d política dividida en grupos con creencias igualitaria de las leyes de naturaleza (es decir, l a justicia), y
irreconciliables, y l a idea de establecer u n a soberanía abso-
37
por ende, no conseguirían l a paz. Mientras que, p a r a Rawls,
l u t a como condición de l a aplicación de los principios de j u s - l a estabilidad de l a sociedad requiere que el pueblo manten-
ticia (laws ofnature) p a r a lograr u n a paz civil d u r a d e r a que ga siempre s u poder constituyente (es decir, que se mantenga
sea del interés de cada u n o . L a primera idea de neutrali-
38
siempre en u n estado potencial de revolución) c o n relación
d a d corresponde a l a solución desarrollada en los tiempos de al E s t a d o , porque cualquiera otra actitud más "crédula" y
44

guerras religiosas e n F r a n c i a por los pensadores politiques; menos "crítica" de parte de los ciudadanos correría el ries-
l a otra corresponde a l a solución de Hobbes. 39
go de dejar que las razones del Estado vuelvan a ser menos
L a solución hobbesiana postula l a identidad de l a voluntad que "completamente públicas", en otras palabras, secretas.
del soberano y de l a razón pública. L a libertad de concien-
40
Siguiendo l a relación inversa que K a n t establece entre p u b l i -
c i a se vuelve u n hecho puramente "privado". S c h m i t t critica cidad y guerra en Hacia la paz perpetua, Rawls concluye que
a Hobbes el hecho de haber dejado a l a libertad de concien- tal situación podría incentivar a l Estado p a r a participar e n
cia u n espacio "interno": según él, esto abrió l a p u e r t a p a r a guerras que el público n u n c a h u b i e r a querido hacer, y por
la revolución liberal que habría hecho de l a preservación de ende fomenta inestabilidad. E n los dos casos, l a neutralidad
este espacio "privado" s i n interferencias externas l a condición y l a estabilidad del orden político requieren u n a relación po-
m i s m a de l a soberanía del E s t a d o , de facto negando a l a so-
41
sitiva a l a posibilidad de cierto tipo de "guerra" o "conflicto"
beranía s u carácter absoluto y unlversalizando el derecho a l a (el "terror" del soberano en Schmitt, el "miedo"-a l a revolución
resistencia. Rawls, e n cambio, critica a Hobbes por l a razón
42
en Rawls) p a r a mantener alejado otro tipo de guerra: l a guerra
opuesta: haber ligado el uso de l a razón pública sólo a l sobe- civil.
rano no permite u n acceso a u n a formulación de las razones P a r a ambos pensadores, el conflicto a l c u a l lo político le
del Estado que sea verdaderamente público, y por ende t a m - debe ganar asume dos formas principales de manifestarse
poco permite s u legitimación, con l a consecuencia de que se en u n régimen constitucional: guerra civil y hegemonía de
genera más inestabilidad. T a n poco hobbesiano es Rawls que. las mayorías. L a incidencia de l a guerra civil juega u n p a -
45

incluso Eega a argumentar que no h a y buenos argumentos pel fundamental e n l a teoría de lo político de Rawls. Primero,
p a r a prohibir l a discusión pública de u n a revolución. 43
l a guerra civil inglesa que llevó a l a fundación de las colonias
Pero, y esto es lo decisivo, estas dos críticas t a n diferen- norteamericanas hizo patente l a necesidad de mantener l a
tes a Hobbes se vuelven a tocar y m u e s t r a n que el conflicto libertad de conciencia (de religión) como algo fundamental,
y l a neutralidad e n Rawls y Schmitt no tienen u n a relación y en consecuencia l a necesidad de defender el derecho a l a
simplemente antagónica. P a r a Schmitt, l a paz civil requiere desobediencia civil y a l a resistencia, p a r a evitar el espectro
que el soberano se mantenga en u n estado de naturaleza (es de las guerras religiosas. Segundo, l a guerra civil norteame-
46

ricana entre Norte y S u r que llevó a los "amendamientos" de

" Cf. Ivison, 1997; Larmore, 1996; Rawls, 1999: 432-434, 458-461.
JS
Rawls, 1999: 422. 44
Ibid.: 405-406.
¡9
Para una discusión de estas teorías en su contexto histórico, cf. Skinner, 45
En este contexto no voy a discutir el problema de la hegemonía en Rawls y
1978. Schmitt, salvo decir que en ambos se cuestiona la idea milliana de la repre-
10
Ivison, 1997. sentación política como una circulación en el poder entre minorías y mayo-
,!
Schmitt, 1982. rías (Mili, 1991: 305).
46
En este punto Wolin tiene razón respecto a que Rawls sigue siendo más
12
Vatter, 2004: 161-214.
calvinista que kantiano cuando defiende la prioridad de la libertad de con-
13
Rawls, 1996: 347-356. ciencia en su sistema de derechos.

100 101
l a Constitución americana a través de los cuales se abolió l a o si, por el contrario, esa interpretación que daba poderes ex-
esclavitud. A h o r a bien, e n estos dos casos, Rawls d a l a idea
47
cepcionales a l presidente estaba designada, desde siempre,
de que sobrevivir a u n a guerra civil es u n a p r u e b a crítica (test a subvertir l a Constitución, y de hecho preparó el camino
case) p a r a comprobar l a legitimidad de u n a Constitución po- a Hitler. A posteriori quedó claro para todos, incluso p a r a
53

lítica. Antes de pasar este tipo de prueba, no se puede saber Schmitt, que s u estrategia falló cuando fue Hitler quien se be-
si u n a Constitución política de verdad tiene l a capacidad de nefició de ella, dado que Hitler abolió l a Constitución inme-
aplicar los principios de j u s t i c i a que ella supone y sobrevivir, diatamente después de llegar a l poder y n u n c a redactó otra.
vale decir, a l a capacidad de mantener u n a sociedad u n i d a . Que Schmitt, a pesar de esto, se h a y a alineado con Hitler e
Schmitt, por s u lado, es m u y claro en decir que l a capaci- incluso h a y a defendido jurídicamente el régimen basado so-
d a d de aplicar el jus belli (es decir, de (iistinguir entre enemi- bre elführer-prinzip es, por cierto, injustificable sobre l a base
go y amigo) tiene siempre e n vista l a construcción de u n or- m i s m a del derecho público de u n Hobbes o de u n B o d i n , pe-
den social estable y pacifico. De hecho, Schmitt se mostró
48
ro no es sorprendente, y a que se sigue, e n parte, de l a defen-
m u y ambivalente c o n l a idea de u n a guerra perpetua como s a que hace Schmitt del principio católico de representación,
contravalor a l a idea de u n a paz perpetua que él c r i t i c a b a . 49
por u n lado, y de s u antijudaísmo, por otro. 54

De ahí s u ambivalencia en l a última mutación del concepto P a r a concluir esta comparación entre Schmitt y Rawls,
de amigo/enemigo, l a idea del partisano o guerrillero, que de hemos visto que ambos concuerdan a l menos sobre u n a de-
hecho borra completamente las distinciones entre guerra c i - finición negativa de lo político: e n tanto lo político no está b a -
vil y guerra entre naciones o pueblos, poniendo e n peligro el sado sobre l a convicción moral; en tanto lo político no es me-
ideal de orden internacional a l c u a l aspira S c h m i t t . E n este
50

tafisico; en tanto lo político es l a respuesta a l a Kulturkampfi


sentido, se puede decir que tanto Rawls como Schmitt inter- en tanto lo político está relacionado internamente con l a ne-
pretan l a fórmula k a n t i a n a fíat iustitia pereat mundus co- 51

cesidad de enfrentar y sobrevivir a l a posibilidad de l a guerra


mo u n a pregunta: ¿si aplicamos los principios de justicia, el civil (es decir, en tanto lo político es u n concepto polémico e n
m u n d o político v a a sobrevivir? 52

s u estructura, y no "neutral").
E n l a literatura sobre Schmitt, desde el comienzo hubo u n a Pero existe u n a concordancia entre Rawls y Schmitt so-
discusión acerca de s i el j u r i s t a alemán fue sincero e n dar s u bre el concepto o l a categoría de lo político que es positiva y
interpretación de l a Constitución de Weimar de t a l m a n e r a no simplemente negativa, como voy a tratar de demostrar
que le permitiera sobrevivir a l a guerra civil que se veía venir, en l a próxima sección. E s t a concordancia se concentra en el
problema de l a legitimidad del orden político. P a r a ambos lo
47
Se podría decir que los dos principios de justicia corresponden a las condi- político se refiere a l a i n s t a n c i a que otorga legitimidad. P a -
ciones necesarias para evitar los dos tipos de guerras civiles (Rawls, 1996:
238-239).
48
Schmitt, 1996: 46, 48. 53
Cf. La discusión en Kennedy, 2004; McCormick, 2004; Gross, 2005 y Dotti,
4
» Ibid.: 54. 2003: 115-244. En el "Afterword" de 1958 a Legality and Legitimacy, Schmitt
50
Sobre las ambivalencias de Schmitt acerca de la distinción entre amigo y escribe que ese ensayo "was a despairing attempt to safeguard the last hope
enemigo que define su concepto de lo político, cf. Derrida, 1997: 112-170 of the Weimar Constitution, the presidencial system, from a form of juris-
y The New Centennial Review, vol. 4, n. 3 (2004), dedicado a la teoria del prudente that refused to pose the question of the friend and the enemy of
partisano en Schmitt. the constitution" (Schmitt, 2004: 95).
51
Kant, 1996: 345, AA 8, 379.
54
Cf. Gross, 2005. De ahí el problema de cómo hay que entender el libro que
Schmitt escribió sobre Hobbes en pleno régimen hitleriano. Por un lado,
32
Rawls cita este dicho de Kant en la forma, algo diferente, en la cual aparece Hobbes no sirve para justificar el régimen de Hitler; por otro, Schmitt usa
en la sección 49 E (Kant, 1996: 473, "for if justice goes, there is no longer a Hobbes para justificar a Hitler. Después de la guerra, Schmitt diría que
any valué in human being's living on earth", AA 6: 332) de la Rechtslehre su libro, sólo de manera exotérica, usó a Hobbes para defender a Hitler, sa-
(Rawls, 1996: xii, n. 40). Esto podría ser un inicio de respuesta a la lectu- biendo, esotéricamente, que esto era imposible. Uno de los problemas con
ra que hace Habermas de la critica schmittiana a Kant (Habermas, 2001: esta apología es que el antijudaísmo de la teología política de Schmitt no
186-201). tiene alguna lectura "esotérica" posible.

102 103
r a ambos, l a legitimidad no es l a j u s t i c i a , sino que significa
55
nuevo aparece fuertemente: también en Schmitt lo político
el apoyo que el pueblo le d a a l Estado por las razones j u s t a s está relacionado con l a razón pública; lo político otorga l a le-
(stability for the right reasons); e n otras palabras, l a legitimi- gitimidad, no l a legalidad de las leyes, y no permite l a reduc-
d a d presupone u n a idea de razón pública que tiene lo justo ción de l a legitimidad a l a legalidad, a l a manera positivista;
(jus, Recht) a l a vista. P a r a ambos, l a legitimidad presupone l a legitimidad, a s u vez, depende de l a protección que l a enti-
a u n pueblo, y por eso l a dimensión de lo político se refiere dad política les otorga a los ciudadanos, y sólo sobre l a base
también a u n a relación que obtiene entre ciudadanos que es de esta protección están los ciudadanos obligados a obede-
anterior al Estado pero que no es " n a t u r a l " y, en consecuen- cer las leyes. A h o r a queda sólo analizar las convergencias y
cia, debe ser "construida": lo político es l a Constitución de u n las divergencias acerca del problema de l a legitimidad e n re-
pueblo y de s u poder. lación con el tipo de uso que Rawls y S c h m i t h a c e n de l a i d e a
M i hipótesis es que l a mejor m a n e r a de entender lo políti- m i s m a de u n u s o público de l a razón.
co e n Rawls y Schmitt es viendo en qué sentido ello corres-
ponde a l problema de l ajuris-dictio, el problema de quién pue- III. L A IDEA D E LA RAZÓN PÚBLICA A PARTIR
de decir lo que es justo, quién tiene el derecho de aplicar (los D E S U ORIGEN MEDIEVAL
principios de) justicia. L a dimensión del decir corresponde,
por u n lado, a l a cuestión de l a p u b l i c i d a d de lo justo, y, por E n l a literatura de Rawls sobre l a idea de razón pública es
otro, a l a cuestión de l a deliberación sobre lo j u s t o . Ambos 56
u s u a l que l a genealogía del término se retrotraiga hacia K a n t 59

articulan s u s respuestas a este problema de l a juris-dictio a o Hobbes, pero raras veces a u n a época anterior. E n reali-
60

través de l a idea de la razón pública. L a razón pública es el


dad el término razón pública es m u c h o más antiguo, y p a r a
órgano de l a juris-dictio o de l a legitimidad; sólo l a razón pú-
entender s u uso tanto en Schmitt como en Rawls hay que h a -
blica puede aplicar los principios de justicia. Rawls dice que
cerse u n a idea de esta genealogía. L a idea de razón pública
61

" l a relación política" (the political relatiorí] está contenida en


y a aparece en los siglos XII y XIII, cuando es desarrollada por
l a idea de razón pública. A s u vez, l a idea de razón pública
57

legistas, canonistas y comentadores del derecho romano que


está internamente relacionada con l a idea de legitimidad. 58

trabajaban p a r a príncipes, quienes querían consolidar el es-


Sólo e n relación con l a razón pública es l a ley legítima, lo que
tado del rey (status regís) contra las reivindicaciones de parte
se diferencia del criterio del positivismo legal p a r a l a legitimi-
de los nobles, de parte de los pueblos y s u derecho consue-
dad, es decir, l a mera legalidad o l a adecuación con los proce-
tudinario, y de parte de l a Iglesia. E l término original p a r a
62

dimientos formales de u n a legislatura p a r a l a generación de


ley positiva (statutory law). Por último, e n Rawls l a legitimi-
d a d de u n a ley o institución se decide e n términos de s i ella
59
Cf. OWeill, 1986.
"protege" o "asegura" l a aplicación de los principios básicos 60
Ivison, 1997: 125-147.
de j u s t i c i a e n las esferas decisivas de las cuestiones consti- 61
Cf. Geuss, 2001, sobre la importancia de la genealogía para hablar de con-
tucionales y de l a j u s t i c i a básica. E l paralelo c o n Schmitt de ceptos políticos.
62
Cf. Post, 1964: 112. En lo que sigue voy a apoyarme casi exclusivamente
en los resultados de las investigaciones adelantadas por Gaines Post en los
55
Rawls, 1996: 427-429. años cuarentay cincuenta sobre la idea de razón pública. En este contexto,
56
Larmore se refiere a ellas como a los aspectos de "rational dialogue and no voy a entrar en los detalles de los debates acerca de la teoría política y la
equal respect" que estarían en la base de la idea del liberalismo político jurisprudencia medieval en la literatura desde Gierke, pasando por Figgis
(Larmore, 1996: 134 y ss). En este ensayo me voy a concentrar más sobre hasta Skinner o Grassi. Será suficiente decir que los resultados de Post no
la pregunta de quién está habilitado para decir lo justo y de las razones que han sido refutados por la historiografía posterior, aunque hay que admitir
lo habilitan, que sobre la manera como lo justo debe de ser dicho en públi- que han sido más o menos ignorados en la discusión de teoría política (apar-
co, aunque voy a tocar brevemente este punto al final. te de los especialistas, véase Strayer y Queller, 1972). La historiografía del
concepto moderno de Estado, después de la gran obra de Quentin Skinner,
57
Rawls, 1999: 574. Foundations ofModem Political Thought, ha tomado un rumbo diferente al
58
Rawls, 1996: 217 y ss. que Post (y Kantorowicz) le dieron en su tiempo. Para la literatura francesa

104 105
l a razón pública es ratio publica utilitatis, y significa l a razón derecho superior, con u n j u s superior, exista. E s t a razón es
(ratio) de por qué u n status (un oficio o estado) — e n este caso que el Estado e n cuestión s i r v a p a r a asegurar el bien de l a
el status regís — tiene u n derecho superior tfus) comparado
63 c o m u n i d a d entera. Por otro lado, el concepto de l a razón pú-
con los derechos privados, debido a que ese status regís es de blica se refiere también a l a razón del Estado que interpreta,
utilidad p a r a todos igualmente {publica utilitatis), es decir, de- de vez en cuando, lo que el bien de l a c o m u n i d a d requiere. Se
bido a que este status regís es p a r a el bien de lo público, de la puede decir, entonces, que el primer sentido de razón pública
sociedad entera (status regni). De esta definición se derivan
M (ratio status reipublicae) denota u n a superioridad del poder
dos puntos importantes p a r a l a historia del concepto: l a ra- de l a c o m u n i d a d sobre el Estado (una razón para el Estado) y
zón pública está conectada a l a superioridad (en términos de el segundo sentido (raíio status magistratus) denota u n a s u -
poder) de u n status sobre otros; y el hecho de que éste status perioridad del poder del Estado (una razón de Estado) sobre
superior sea e n el interés igual de todos está asegurado por l a los derechos de los particulares.
idea de plena potestas de los representantes que estructura M i tesis acerca del concepto de lo político e n Sclimitt y
el concepto mismo de debido proceso (due process). 65 Rawls es que ambos derivan de l a idea de razón pública, pe-
ro en s u s interpretaciones de esta razón pública, Rawls p r i -
Históricamente, l a ratio o razón p a r a que u n status o estado
vilegia y radicaliza s u primer sentido, mientras que Schmitt
califique como algo de pública u t i l i d a d se l l a m a ratio neces-
hace lo m i s m o c o n el segundo sentido. E n S c h m i t t l a razón
sitatis. L a razón pública deterrnina las medidas (incluso las
pública del Estado (para él soberano es q u i e n detenta esta
leyes) extraordinarias que h a y que tomar en casos de necesi-
razón) incorpora a l a razón pública para el Estado: l a deci-
d a d o emergencia p a r a salvar a l a c o m u n i d a d política. Este 66

sión del soberano constituye el pueblo. E n Schmitt, el bien


uso de l a ratio necessifatis está conectado con los primeros
del pueblo, o sea, l a razón para el Estado, es determinado por
esfuerzos de parte de príncipes p a r a "crear" o "inventar" nue-
l a decisión soberana sobre s i existe o no u n estado de emer-
vas leyes, es decir, p a r a que s u Estado detenga a l poder legis-
gencia (que es e n sí m i s m a u n a decisión de razón de estado).
lativo. 67

Por otra parte, en Rawls l a razón pública para el Estado, el


Tomando el análisis histórico de Post como punto de p a r - pueblo, es superior a l a razón pública del Estado, y lo j u s t o
tida, se desprende que l a ratio publica utilitatis es desde s u s es lo que permite constituir el poder de ese m i s m o pueblo:
inicios u n concepto que a b a r c a dos sentidos diferentes: p o r en primera instancia, los iguales derechos de los ciudadanos
u n lado, se refiere a l a razón pública para que u n Estado con que desautorizan cualquier soberanía del Estado. E n lo que
sigue voy a discutir el significado de esta lectura p a r a l a i n -
sobre estos orígenes véase Senellart, 1998, y para la literatura en español, terpretación de Schmitt, y después pasaré a l a interpretación
las obras de Bartolomé Clavero son indispensables.
de Rawls sobre este punto.
63
Status en la teoría política medieval, por supuesto, no significa lo mismo que
el concepto moderno de Estado, como lo evidencia con toda justicia Skinner
al final de Foundations. Por otro lado, Post sólo está diciendo que la idea de I V . R A Z Ó N PÚBLICA Y SOBERANÍA E N SCHMITT
un status del rey como inherentemente superior al status de otras clases,
es un componente esencial en el desarrollo, durante el Renacimiento, de un
concepto de Estado moderno. E n s u reconstrucción de l a h i s t o r i a de l a ratio publica utilita-
w
Post, 1964: 241-309. tis, Post enfatiza que por lo general en l a j u r i s p r u d e n c i a me-
65
De este componente del argumento de Post, es decir, de los orígenes del due dieval el status necessitatis es siempre contingente, aunque
process moderno, no voy hablar en este contexto. parece siempre haber existido l a tentación por parte de los
66
Post, 1964: 113. nuevos príncipes, como por ejemplo Federico II, de hacer este
67
"It was the king's right to deal with an emergency: for the common good he status permanente. P a r a l a teoría de lo político de Schmitt,
68

claimed a superior jurisdiction, in order to suppress disturbers of the peace


within the kingdom, made a new law for a new situation with the counsel en cambio, el estado de emergencia se convierte e n necesaria
and consent of his council, and of all whom the matter touched". En gene-
ral, sobre la jurisprudencia medieval en su diferencia con la moderna, cf.
Grossi, 2004. 68
Post, 1964: 308.

106 107
y permanente condición de posibilidad de l a u n i d a d política Como h a demostrado brillantemente Galli, p a r a Schmitt las
de u n a sociedad. Los derechos privados de las personas,
69
ideas o principios de justicia, justamente porque son ideales
incluyendo los derechos de las personas en cuanto c i u d a d a - abstractos, necesitan ser aplicados a l a realidad, y esta últi-
nos, están e n Schmitt desde siempre limitados por el derecho m a no es constituida a priori por tales ideas o principios de
supremo del soberano (que p a r a Schmitt es simplemente el j u s t i c i a . Schmitt, desde sus inicios, rechaza u n a concepción
75

derecho que el Estado tiene de asegurar l a paz civil a través idealista (que él asocia a Hegel) de l a realidad, no tiene u n a
de s u decisión sobre s i l a sociedad está o no e n u n estado de concepción dialéctica de l a relación entre idea y realidad. L a 76

guerra). L a consecuencia más importante de este plantea-


70
teoría de j u s t i c i a de Schmitt es u n a teoría por l a c u a l el pro-
miento schmittiano es que el "enemigo político" primario es b l e m a de l a aplicación de l a idea de j u s t i c i a es primordial e n
siempre el enemigo "interno", porque l a decisión fundamental l a determinación de los contenidos de los principios de j u s t i -
p a r a constiüxir l a u n i d a d política r a d i c a e n s i existe u n esta- cia. 77

do de guerra civil o u n estado de paz c i v i l . 71


L a teoría de l a aplicación determina en Schmitt l a esfera
A h o r a bien, estos puntos de l a doctrina política de Schmitt de la legitimidad. E s t a teoría de l a aplicación tiene tres com-
son sabidos, aunque h a s t a el momento l a derivación medieval ponentes esenciales. Primero, el Estado es siempre y sólo
de los conceptos fundamentales e n Schmitt no había sido s u - u n a función de l a aplicación de l a j u s t i c i a (Recht, jus). Para.
brayada por l a mayoría de sus comentaristas. Pero lo i m p o r - Schmitt no h a y Estado legítimo que no sea u n Rechtsstaat.™
tante es que esta teoría de lo político no se puede entender s i n Segundo, lo político es l a decisión del soberano que determi-
referencia a l a teoría de j u s t i c i a presente en l a j u r i s p r u d e n c i a n a quién es amigo y quién enemigo; es decir, que decide s i
79

schmittiana. P a r a Schmitt, l a j u s t i c i a (jus, no lex) es siempre existe o no estado de emergencia. E s t a decisión es u n acto
80

u n a idea regulativa de "lo que es justo p a r a todos", lo que es de voluntad, no de razón, y por ende está asociado siempre a
"en el igual interés de todos". E n todos s u s escritos, c u a n -
72
u n a persona pública, a u n oficio, a l c u a l le corresponde u n a
do Schmitt h a b l a de justicia siempre l a menciona junto c o n a u t o r i d a d . Mediante esta decisión autoritativa el soberano
81

l a razón. Jus o Rechi es u n a idea de l a razón, de l a ratio, t a l


73
aplica j u s t i c i a (Recht, jus) y determina l a existencia de u n a
como lo es e n Rawls. Schmitt no tiene u n a teoría irracional de situación n o r m a l . Por eso Schmitt dice que el concepto de lo
l a j u s t i c i a , a diferencia de como se plantea e n gran parte de político es primario c o n respecto a l concepto del E s t a d o . 82

l a literatura especializada. Tercero, e n l a situación n o r m a l , l a n o r m a legal (lex, Gesetz)


Pero, entonces, ¿de dónde viene el famoso "decisionismo" adquiere "validez" o "legalidad" (Geltung/Legalität) antes que
schmittiano, c o n s u referencia necesaria a u n a fuente de
74

"autoridad" incuestionable y, por ende, visto e n relación c o n


los estándares del racionalismo moderno, s u "irracionalidad"? 75
Galli, 1996: 313-459.
76
Sobre la critica de Schmitt al hegelianismo, y su conciencia sobre la crisis
del pensamiento dialéctico, aparte de Galli (1996: 3-175) cf. también Ba-
69
Aquí mi interpretación coincide, pero sobre bases diferentes, con la de lakrishnan (2002) y Kervégan (2005).
McConnick, 2004 y Agamben, 2003, según la cual Schmitt piensa la nece- 77
Cf. Schmitt, 1988: 13, 31, y Agamben, 2003: 68-70.
sidad del estado de excepción. 78
Cf. Schmitt, 2004: 3-13. Pero claramente esta idea schmittiana de Rechts-
70
Schmitt, 1996: 46. staat es muy diferente a la teoría del positivismo legal; es también diferen-
71
Ibid.: 48. te de la idea de Rechtsstaat republicano-kantiano; como también diferente
del concepto de Rechtsstaat de Gierke. Parte del problema es la polisemia
72
Schmitt, 2004: 20-22. de la palabra Recht, que puede significar tanto justicia [jus) como ley {lerf,
73
No sólo cuando relaciona de manera positiva la justicia con la razón, sino, orden jurídico o derechos (Rechte).
generalmente, cuando habla de la jurisprudencia medieval (Schmitt, 2004:
5-7), pero también cuando relaciona de manera negativa la justicia con la
79
Schmitt, 1996: 45-46.
razón, regularmente cuando habla de la jurisprudencia moderna (Schmitt, 80
Cf. Schmitt, 2004: 69, y 1988: 5-7.
2001:42-43). 81
Cf. Schmitt, 2004: 4, 71, y 1988: 31-33.
74
Cf. Schmitt, 1988: 31-33; 1996:'38, y 2001: 68. 82
Schmitt, 1996: 19.

108 109
"legitimidad". P a r a Schmitt sólo u n a autoridad política pue-
83 te a toda l a sociedad, debe ser consentida por todo el pueblo
de ser legítima, no u n a n o r m a legal. Normas legales pueden y por cada u n o de los miembros del pueblo. 90

ser sólo válidas o legales. Por eso l a fórmula fundamental de Este carácter del concepto de lo político y de s u razón pú-
l a j u r i s p r u d e n c i a de Schmitt es l a m i s m a de Hobbes: aucto- blica, es decir, l a ratio que se presenta en l a decisión del so-
ritas, non ventas, facti legem. P a r a Schmitt, l a legitimidad
84 berano de aplicar el jus belli, es congruente c o n el concepto
tiene siempre u n "derecho" superior a l a legalidad. L a idea de democracia en Schmitt, según el c u a l l a democracia sería
weberiana de u n a Legitimität durch Legalität, y en consecuen- l a "identidad" entre gobernante y gobernado, identidad que
cia l a importancia secundaria de los problemas de aplicación, presupone l a homogeneidad de u n pueblo. L a idea funda-
91

p a r a u s a r l o s términos habermasianos, denota u n a confusión mental de Schmitt es que, a l a decisión del soberano o legis-
de niveles. lador extra-ordinario, le corresponde l a voluntad del pue-
De todo esto se desprende l a fórmula s c h m i t t i a n a de l a le- b l o . L a distinción entre amigos y enemigos internos está
92

gitimidad, también de derivación hobbesiana: protego ergo siempre relacionada con u n concepto "sustantivo" de pueblo
obligo. L a decisión soberana sobre s i hay o no hay guerra
85. homogéneo. A veces, especialmente en sus escritos consti-
93

es l a aplicación de l a j u s t i c i a e n el sentido de jus belli. E s t a


86 tucionales, esta legislación extra-ordinaria es asociada a l a
aplicación del jus protege a los subditos; por eso puede rei- idea republicana de u n pouvoir constituant del pueblo. Por 94

vindicar e n toda j u s t i c i a l a obediencia de los sujetos a las nor- el contrario, a l a producción y aplicación de normas legales
mas y medidas del Estado. S c h m i t t l l a m a "legislación extra- (lex) las l l a m a legislación ordinaria y las asocia con el pouvoir
ordinaria" a esta aplicación de l a j u s t i c i a a través de l a deci- constitué del Estado en cuanto conjunto de todas las normas
sión de lo político. 87 y medidas legales. E s t a referencia a l a teoría del Estado re-
publicano en Schmitt es e n parte responsable del hecho de
S i se puede, con alguna facilidad, retrazar u n a línea directa
que sus escritos hayan tenido tanto éxito últimamente entre
entre los juristas medievales de l a superioridad del status re-
los teóricos políticos de l a democracia r a d i c a l . E n realidad
95

gis, las teorías de l a soberanía absoluta en B o d i n y Hobbes, y


existe e n Schmitt u n a gran confusión acerca del republica-
las ideas sobre lo político e n Schmitt, l a figura del pueblo y de
nismo moderno, que él n u n c a llegó a entender plenamente e n
s u bien como l a razón p a r a el Estado aparece y se desvanece
s u diferencia y a fuera con el liberalismo o con l a democracia
con igual rapidez e n s u s escritos. Dado que l a decisión sobre
como doctrina de l a soberanía popular. L a supuesta "contra-
quién es enemigo se refiere a u n "existential threat to one's
dicción" entre liberalismo y democracia que estructura toda
way of life", esta decisión debe ser tomada, por u n lado, p o r
88

s u producción weimeriana se salta por completo el tertium


el Estado, pero también debe encontrar el "consentimiento"
datur del republicanismo moderno. Pero este no es el lugar
del pueblo entero: "as long as a people exists i n the political
p a r a discutir dicho punto. Lo menciono solamente porque
sphere, this people m u s t , even if only i n extreme cases — a n d
las mismas categorías republicanas aparecen en el desarro-
whether this point has been reached has to be decided by i t —
llo rawlsiano de l a idea de razón pública, como indicaré en lo
determine b y itself the distinction of friend a n d enemy". E n 89

que sigue, y porque m i interpretación de Rawls sugiere que


otras palabras, dudo que l a decisión de entrar en guerra afec-

83
Cf. Schmitt, 2004: 9, y 1988: 12-13. 90
Ibid.: 27.
84
Schmitt, 1988: 33. 91
Schmitt, 2001: 9 y ss.
83
Schmitt, 1996: 52-53. 93
Ibid.: 26-28.
86
ibid.: 46. 93
Schmitt, 2004: 93.
87
Schmitt, 2004: 41-83. 94
Cf. Schmitt, 1928 y 1994.
88
Schmitt, 1996: 49. 95
Cf. Kalyvas, 2000, para una representación entusiasta del Schmitt "demo-
89
Ibid. crático".

110 111
éste n u n c a aceptó l a idea de u n a "contradicción" insanable cir, deben ser tales que cada uno de los ciudadanos no sólo
entre libertad "antigua" (democracia) y libertad "moderna" (li- se sienta representado por ellos, sino también que todos los
beralismo), justamente porque basó s u síntesis de las dos en otros ciudadanos lo sepan. E s t a condición de los principios de
l a idea republicana. justicia corresponde a l a condición de reciprocidad (reciprocity)
que Rawls considera fundamental p a r a l a idea de u n a razón
V . R A Z Ó N PÚBLICA Y PODER D E L P U E B L O E N R A W L S pública que sea razonable y no meramente racional. 98

Según m i interpretación, l a condición de reciprocidad e n


Como indiqué más arriba, e n Rawls encontramos u n énfasis l a posición original le otorga a cada ciudadano u n status rei
contrario a l de Schmitt e n relación con los dos sentidos pre- publicae — y como l a reciprocidad caracteriza el tipo de r a -
sentes e n l a idea de razón pública. M i tesis es que p a r a Rawls zón que es fundamentalmente pública— l a posición original
l a razón pública para el Estado (el bien de l a c o m u n i d a d polí- es n a d a menos que el modelo de l a ratio status rei publicae
tica) es superior a l a razón pública del Estado. L a razón pú- que corresponde a l a razón pública p a r a que exista el Estado.
blica p a r a el Estado se modela con l a posición original, e n l a A h o r a bien, este status rei publicae en Rawls no es el "bien
c u a l los términos imparciales p a r a l a cooperación social entre común" o l a "seguridad" de l a comunidad, como lo era p a r a
ciudadanos, es decir, los principios de j u s t i c i a , son escogidos
96 l a teoría medieval de l a ratio publicae utilitatis, sino que es
por los representantes de los ciudadanos. E l resultado del re- precisamente el status que cada ciudadano tiene en u n a re-
conocimiento público y m u t u o entre ciudadanos sobre estos pública, el status de ser considerado por todos como suijuris
principios es n a d a menos que l a Constitución de u n pueblo (es decir, políticamente o completamente autónomo). Tener el
con el poder de darse u n a Constitución política: l a construc- status de suijuris significa dos cosas: primero, ser considera-
ción del pueblo como legislador "extra-ordinario". L a razón do por todos capaz de participar igualmente en la construcción
pública del Estado, entonces, será simplemente l a justifica- de principios de justicia que se aplican a todos, y segundo, 99

ción que el Estado debe dar a sus ciudadanos de que sus le- ser considerado por todos como el último juez de la bondad
yes, instituciones y mandatos (su legislación "ordinaria") no de algo p a r a u n o . 1 0 0

sólo respetan, sino que protegen este poder del pueblo. E n A h o r a bien, este status suijuris del ciudadano lo puede re-
Rawls, l a razón pública p a r a el Estado no t o m a l a forma que conocer sólo el pueblo a través de l a Constitución política que
le d a Scnmitt, es decir, l a forma de u n a ratio necessitatis, sino se d a a sí m i s m o . Pero esto significa simplemente que este
101

que asume l a forma de lo que se podría denominar u n a ratio status suijuris se debe conseguir a través de l a aplicación por
libertatis. E l sentido más básico de l a razón pública e n Rawls
no se refiere a u n a razón-rano que hace "necesario" el sobe-
rano, sino, por el contrario, ofrece u n a razón que "libera" a l Rawls, 1996: 49-50.
pueblo no del Estado mismo, sino de s u soberanía sobre l a v i - Cf. Rawls, 1999: 316-317, y 1996: 77 y ss.
d a política de l a sociedad. 10
Cf. Rawls, 1999: 330-331. No tengo espacio para argumentar por qué esta
idea de libertad en tanto suijuris corresponde a la idea de libertad repu-
Larmore h a indicado justamente que h a y u n uso público blicana y no liberal. Me limito en este caso a referir a la discusión de estos
de l a razón y a a nivel de l a posición original. Esto no sólo se
97
conceptos de libertad en Skinner, 2001.
d a porque los representantes de los ciudadanos deben esco- 1
De aquí la importancia de la condición de publicidad para el problema de
ger de m a n e r a racional los principios de justicia, sino, como la estabilidad: "the stability of a well-ordered society is not founded on a
perceived balance of social forces the upshot of which all accept since none
argumenta Larmore, porque esos principios deben poder ser can do better for themselves. To the contrary, citizens affirm their existing
tales que los otros representantes puedan consentirlos, es de- institutions in part because they reasonable believe them to satisfy theñ-
public and effective conception of justice. Now the notion of publicity has
three levels... [The first...] means that society is effectively regulated by
public principles of justice; that is, everyone accepts and knows that others
96
Rawls, 1996: 50. likewise accept the same principles, and this knowledge in turn is publicly
97
Larmore, 2003: 368-393. recognized" (Rawls, 1999: 324).

112 113
parte del Estado de los principios de j u s t i c i a (igualdad de de- con otros, es decir, n u e s t r a libertad de no ser interferidos p o r
rechos y principio de redistribución desigual de los honores otros. E n el liberalismo "político" de Larmore, los principios
p a r a que se beneficien los menos favorecidos). Desde el punto de j u s t i c i a designan l a separación entre el bien y lo público,
de vista de l a razón pública, los derechos y los honores que entre lo m o r a l y lo político, y entregan el primero a l individuo
son reconocidos y aplicados por el Estado existen p a r a em- aislado, y el segundo a l Estado opresivo.
poderar a los ciudadanos de t a l m a n e r a que ellos mismos se E n m i interpretación de Rawls, los principios de j u s t i c i a
reconozcan e n tanto fuentes de derecho o justicia (en Rawls, son u n "bien común" en el sentido de que ellos otorgan u n a
jus es siempre sui juris). E n realidad, l a razón pública p a r a
102
forma de libertad — e l status de ser sui juris— que es posible
el Estado, como ésta se encuentra a partir del segundo Rawls, gozar sólo en u n a sociedad política. E s t a sociedad es política
se transforma e n l a razón pública p a r a que exista u n a socie- no porque el Estado pueda interferir en l a v i d a de todos como
dad política, es decir, u n a sociedad c u y a "estructura básica"
y cuando quiera, sino justamente, por el contrario, porque el
favorezca l a "plena autonomía" de los ciudadanos. E l Estado
Estado tiene que confrontarse, y justificarse, frente a l poder
y a no es idéntico a l a sociedad política. E s decir, el Estado y a
del pueblo. E l "igual valor m o r a l " del individuo en Rawls no es
no es lo que d a u n i d a d política a l a sociedad.
p a r a n a d a u n dato básico, sino u n a consecuencia de s u esta-
E n s u influyente interpretación del liberalismo político de tus sui juris:
Rawls, Larmore argumenta:
We say: everyone is equally capable of understanding and com-
[...] to avoid the oppressive use of state power, the liberal goal has plying with the public conception of justice; therefore all are ca-
therefore been to define the common good of political association pable of honoring the principles of justice and of being full partici-
by means of a minimal moral conception... The kind of freedom that pants i n social cooperation throughout their lives. On this basis,
has mattered for liberalism is, as often said, a 'negative' freedom, all view themselves as equally worthy of being represented in any
the freedom from undue government interference. 103
procedure that is to determine the principles ofjustice that are to
regulate the basic institutions of their society. This conception of
Según Larmore, los principios de j u s t i c i a s o n el bien co- equal worth is founded on the equally sufficient capacity (which
mún, porque, por u n lado, son u n o s conceptos morales (son I assume to be realized) to understand and to act from the public
conception of social cooperation. 104

u n "bien"), y, por otro lado, son algo que todos tenemos e n "co-
mún". Los principios de j u s t i c i a son morales porque en ellos
se concentra l a idea de u n a i g u a l "dignidad" o "valor m o r a l " Justamente porque l a razón política o pública p a r a l a so-
de las personas, y esta dignidad se expresa a través del res- ciedad política es el ejercicio de l a capacidad o el poder que
peto de l a libertad negativa de c a d a u n o . Bajo esta interpre- cada ciudadano tiene de ser sui juris, u n a fuente de derecho,
tación, los principios de j u s t i c i a son u n "bien común" porque l a j u s t i c i a no puede existir n i e n el individuo aislado (libertad
designan lo que todos igualmente no podemos tener e n común negativa) n i en u n a persona pública (autoridad), sino que de-
be existir e n el procedimiento mismo que representa públi-
camente a todos los ciudadanos de manera igual, en cuanto
"So not only do citizens have a highest-order desire, their sense of justice, igualmente miembros de u n pueblo, es decir, de u n a sociedad
to act from principles of justice, but they understand these principles as
issuing from a construction in which their conceptions of themselves as free cooperativa e n s u búsqueda de justicia.
and equal moral persons who are both reasonable and rational is adequa- L a p r u e b a de esto está, p a r a decirlo in nuce, en l a afirma-
tely represented. By acting from these principles, and affirming them in pu-
blic life, as so derived, they express their autonomy. The rational autonomy ción de Rawls según l a c u a l "the good i n j u s t i c e as fairness is
of the parties is merely that of artificial agents who inhabit a construction that of the good of political society". E n otras palabras, n o
105

designed to model this more inclusive conception. It is the inclusive con-


ception which expresses the ideal to be realized in our social world" (Rawls,
1999: 320).
104
Rawls, 1999: 333.
Larmore, 1996: 123. 105
Rawls, 1996: 201.

114 115
es solamente como u n instrumento de l a j u s t i c i a que el E s t a - Rawls es n a d a menos que l a politización del individuo e n vis-
do o l a sociedad política es u n bien p a r a el pueblo entero. Más ta de s u emancipación de cualquier fuente no autónoma de
fundamentalmente, los principios de j u s t i c i a existen c o n el derecho y de moral. Por eso parece completamente equivo-
fin de constituir u n a sociedad política de ciudadanos libres e cada l a idea de Mouffe, y de otros críticos de Rawls, según l a
iguales. E n este sentido, el fin de l a j u s t i c i a es completamen- c u a l él tendría u n concepto de lo político, evidenciado en s u
te político. Así también, los ciudadanos forman u n Estado idea de l a razón pública, que sería e n realidad u n a "neutrali-
que es bueno p a r a ellos no solamente en el sentido de que es zación" de lo político.
instrumental p a r a perseguir sus intereses individuales, sino, A h o r a bien, ¿cuál es entonces l a razón pública del E s t a -
por el contrario, es bueno porque aplica j u s t i c i a también s i do, según Rawls? E l Estado debe justificarse ante los c i u d a -
esta aplicación v a e n contra de los mejores (más racionales) danos y demostrar que s u s leyes y medidas protegen el po-
intereses de los i n d i v i d u o s . E n resumen, el "bien de l a so-
106
der o estatus suijuris de los mismos ciudadanos. Sólo bajo
ciedad política" es el bien de ser ciudadanos de esa sociedad, esta condición están los ciudadanos obligados a obedecer
y el bien de ser ciudadanos es el bien de ser reconocidos por las normas y medidas del E s t a d o . E n Rawls, a l igual que
108

otros en tanto "libres e iguales". Por eso, el bien o l a u t i l i d a d en Schmitt, se puede también encontrar el u s o tácito de l a
del Estado p a r a l a sociedad política está e n el m u t u o reco- fórmula hobbesiana del protego ergo obligo p a r a entender l a
nocimiento de los ciudadanos como libres e iguales. No h a y legitimidad del E s t a d o . Pero p a r a Rawls, a diferencia de
109

m u t u o reconocimiento s i n el Estado, porque este reconoci- Schmitt, l a legitimidad del Estado es secundaria a l a fuente
miento se logra sólo a través del Estado y sólo s i éste protege de toda legitimidad estatal, que es n a d a menos que el poder
y asegura los derechos iguales de todos (ésta es l a razón p a - del pueblo. 110
Por otro lado, l a razón pública de Estado debe
r a el Estado). Pero, por otro lado, no hay Estado s i n el m u t u o demostrar que está dispuesta a defender el poder del pueblo
reconocimiento entre ciudadanos: aquí l a sociedad política al punto de aplicar los principios de j u s t i c i a h a s t a en el caso
trasciende l a razón p a r a el Estado; lo político es separado del de que ellos vayan e n contra de los "mejores intereses" de los
Estado, y lo político no tiene a l Estado como a s u telos. A tra- individuos (por ejemplo, cuando v a n en contra de interpre-
vés de este reconocimiento m u t u o o público las "necesidades taciones libertarias de los derechos privados, o de interpre-
básicas" del pueblo s o n tomadas e n cuenta, y el status regni taciones ético-económicas del derecho a l a religión) p a r a así
es asegurado s i n que el mismo tenga u n derecho superior a l demostrar que s u razón pública es superior a l a razón priva-
status de los ciudadanos. E l bien de l a j u s t i c i a no es más que d a de los individuos.
el bien de constituir u n a sociedad política entendida como
u n pueblo compuesto p o r ciudadanos sui juris. Pero ésta es
simplemente l a concepción republicana bien entendida de l a
sociedad política. 107

E n resumen, el punto de los principios de j u s t i c i a en el


Rawls de Political Liberalism es l a constitución de u n a socie-
dad política. L a j u s t i c i a según Rawls no tiene ningún otro fin:
108
Rawls, 1996: 217 y ss.
n i u n fin no-político, n i u n fin extra o suprapolítico. Se po-
109
Por ejemplo, Rawls (1996:233) dice de la Corte Suprema de los Estados Uni-
dos: "Thus constitutional democracy is dualist: it distinguishes constituent
dría afirmar que el punto de los principios de l a j u s t i c i a p a r a power from ordinary power as well as the higher law of the people from the
ordinary law of legislative bodies. Parliamentary supremacy is rejected. A
supreme court fits into this idea of dualist constitutional democracy as one
Cf. Rawls, 1996: 203. of the institutional devices to protect the higher law. By applying public rea-
son the court is to prevent that law from being eroded by the legislation to
Obviamente, aquí no sigo más la crítica de Skinner, quien sostiene que los transient majorities, or more likely, by organized and well-situated narrow
derechos para Rawls son trumps, o que Rawls tendría sólo un concepto li- interests skilled at getting their way".
beral de la libertad (Skinner, 1992)...Por otro lado, mi lectura se encuentra
bastante cercana a la ofrecida últimamente por Pettit (2005). 110
Rawls, 1996: 231, sobre "constituent power of the people".

116 117
V I . CONCLUSIÓN E l proyecto de Derrida sería entonces tratar de "salvar el
honor de l a razón" pensando, a l margen de l a metafísica, có-
L a idea de razón pública en Rawls h a sido criticada no sola- mo se podría separar, y h a s t a oponer, l a soberanía, por u n
mente por evitar las duras realidades de l a soberanía, sino lado, y l a incondicionalidad de l a razón, por el otro. U n a 114

también por u n a razón opuesta, es decir, por no ser lo s u - m a n e r a de lograr esto parece ser l a posibilidad de entender
ficientemente abierta a l a deliberación "pública", a l tipo de l a in-condicionálidad de l a razón como s u ilimitación. Se po-
racionalidad comunicativa que se encuentra en l a "esfera dría entonces argumentar que l a razón no se encuentra sólo
pública". Aquí no tengo l a posibilidad de establecer por qué
111
en las razones más fuertes, sino también en las razones más
esta crítica, t a l como l a primera, se b a s a e n u n a lectura i n - débiles, en las razones que parecen no tener n a d a de razón.
suficientemente cuidadosa del texto rawlsiano. P a r a hacer S i l a razón más fuerte, en l a teoría política occidental, siem-
frente a esta crítica por parte de los teóricos de l a democracia pre tiende a ser l a razón del más fuerte (en este caso, l a razón
deliberativa, habría que extenderse sobre l a teoría de l a re- del Estado legítimo), entonces las razones más débiles v a n a
presentación en Rawls y s u relación con l a razón pública, lo ser también las razones de los más débiles, las razones de " l a
c u a l es u n tema que d a p a r a otro ensayo. Pero sí es lícito to- tradición de los oprimidos", come dice Benjamín. Por defi- 115

m a r esta crítica h a b e r m a s i a n a de Rawls como u n síntoma de nición, estas razones n u n c a v a n a poder estar e n l a base del
que e n l a idea de razón pública de Rawls habría u n a cercanía derecho público, de l a j u s t i c i a política, no sólo porque son las
a l a soberanía; entonces pienso que se podría decir lo siguien- razones de los más débiles, sino también porque son las r a -
te p a r a concluir esta discusión. zones más débiles, y a que s o n "minoritarias" o de los "meno-
Tanto en Rawls comò en Schmitt, l a idea de l a razón pública res", razones insuficientemente "adultas" o "ilustradas" p a r a
se mantiene dentro de l a identidad de l a "razón más fuerte" y poder obtener el consentimiento de l a "mayoría".
de " l a razón del más fuerte". Esto porque, por u n lado, l a r a - Ahora, l a tradición de l a tragedia occidental a partir de los
zón pública tiene que ser l a que consiga el apoyo o el consen- griegos nos señala que s i l a razón pública del Estado no puede
so de más ciudadanos posibles (lo que por ende genera más llegar a reconocer y valorar los argumentos de l a razón "débil"
poder) y, por otro lado, porque es l a razón que otorga a l E s t a - e "idiota" (en el sentido griego del termino p a r a "privado", idio-
do, en tanto representante de l a sociedad política, el derecho tes), será el Estado mismo el que colapse, y no solamente los
superior c o n relación a los derechos privados de los indivi- perdedores históricos, como enseña l a tragedia de Antígona,
duos y de los grupos. E n este sentido, m i análisis de Rawls y por ejemplo. Las razones de Antígona eran "débiles" por ser
de Schmitt daría l a razón a D e r r i d a cuando argumenta que "religiosas", "privadas", "egoístas" y "asimétricas", basadas e n
en l a tradición de l a "onto-teología política de l a soberanía en el "amor" fraterno en lugar de fundamentarse en l a a m i s t a d
Occidente" el más fuerte siempre tiene l a última razón.
112 113
cívica. No por n a d a Rawls dice que el uso de l a razón pública
E l argumento de D e r r i d a se b a s a e n l a evidencia, caracterís- por parte del gobierno y de los ciudadanos es u n "deber de l a
tica del pensamiento metafisico desde Platón e n adelante, de civilidad" (duty ofcivility) y no u n deber "natural", "divino" o
que entre las buenas razones, l a mejor es aquella que parte de "familiar''. Pero simplemente dejar de lado y no escuchar l a
116

principios incondicionales que gobiernan l a encadenación de


los argumentos de m a n e r a absolutamente "soberana".
114
Ibid.: 167, 195 y ss.
115
Benjamin, 1997: 32.
116
"And since the exercise ofpolitical power itself must be legitimate, the ideal
of citizenship imposes a moral, not a legal, duty —the duty of civility— to
1,1
Cf. Forst, 2001: 369-375; Habermas, 1995. be able to explain to one another on those fundamental questions how the
112
Derrida, 2003: 192. principles and policies they advocate and vote for can be supported by the
political values of public reason. This duty also involves a willingness to
113
"Tous ces grands rationalismes sont, à tous les sens du terme, des rationa- listen to others and a fatamndedness in deciding when accommodations
lismes de l'État, sinon des rationalismes d'État" (Derrida, 2003: 194). to their views should reasonably be made" (Rawls, 1996: 217). Se podría

118 119
voz minoritaria de Antígona es terriblemente peligroso. E n - entonces el "proviso" no ofrecería u n apoyo p a r a u n punto ae
tonces, ¿qué hacer? ¿Qué razón pública puede ser, a l mismo vista suficientemente reflexivo p a r a lograr ese reconocimien-
tiempo, pública y minoritaria, política y anárquica? t o . U n a autorreflexión más exigente requiere u n a lectura
119

No creo que Schmitt tenga respuesta alguna p a r a este pro- del "proviso" que exprima l a esperanza mesiánica de que, " u n
blema. Schmitt toma partido siempre y sólo por el orden con- día", las razones de los más fuertes y las de los más débiles
t r a l a anarquía, como diría Creonte. Rawls, e n cambio, creo sean las m i s m a s . Puede ser que esta esperanza no tenga n a -
que se tomó el problema de Antígona m u y e n serio desde el d a que ver con l a idea de "fe racional" en u n a Constitución
principio de s u o b r a . S u última respuesta está contenida
117
política j u s t a — p e r o por eso mismo ella indicaría esa "fuerza
e n el "proviso" (salvedad) que complementa l a idea de razón débil" que Benjamín asocia con otra justicia.
pública, es decir, l a idea de que u n a razón propiamente pú-
blica tiene que formularse a través de razones que nos poda- R E F E R E N C I A S BIBLIOGRÁFICAS
mos dar los u n o s a los otros de m a n e r a recíproca (es decir,
l a razón que tú me das tendría, p a r a llegar a ser pública, que Agamben, Giorgio (2003), État d'exception, París.
ser u n a razón que yo también te p u d i e r a haber dado a ti). E l Alejandro, Roberto (1996), "What is Political About Rawls's Poli-
"proviso" entonces reza: l a razón pública puede también estar tical Liberalism?", en The Journal of Politics, No. 58, 1-24.
compuesta por "razones débiles" con tal que (provided that) Balakrishnan, Gopal (2002), The Enemy: An Intellectual Portrait
ellas p u e d a n "eventualmente" ser reformuladas como " r a - of Carl Schmitt, Londres.
zones fuertes", es decir, reformuladas en términos tales que Barry, Brian (1995), "John Rawls and the Search for Stability'',
p u e d a n ser retomadas'por el derecho público. S i l a idea de
118
en Ethics, No. 105, 874-915.
razón pública tiene u n futuro, entonces se v a a necesitar u n (2001), Culture and Equality, Cambridge.
esfuerzo de autorreflexión adicional de parte de las "razones Benjamin, Walter (1997), Sul concetto di storia, Turin.
más fuertes" p a r a reconocer que s u debilidad consiste preci- Connolly, William (1993), The Terms of Political Discourse, Prin-
samente e n l a opinión (pública) de s u fuerza. S i el proviso de ceton.
Rawls se interpreta simplemente como u n a aplicación a l a
(2000), Why lam not a Secularist, Minneapolis.
"esfera pública" de s u noción según l a c u a l l a razón pública
(2005), Pluralism, Durham.
es l a forma que t o m a el principio de l a tolerancia cuando éste
Chambers, Simone (2006), "The Politics of Equality: Rawls on the
se a p l i c a a l a filosofía m i s m a (en este caso, el "proviso" sería
Barricades", en Perspectives on Politics, No. 4, 81-89.
el principio de tolerancia aplicado a l a razón pública misma),
Derrida, Jacques (1997), Politics of Friendship, Londres.
(2003), Voyous: deux essais sur la raison, Paris.
argumentar que Creonte no siguió este deber de civilidad en su juicio con- Dotti, Jorge (2003), "Seguid a vuestro jefe: reverberaciones deci-
tra Antígona, pero creo que sería equivocado: Creonte, después de todo, es- sionistas en Melville", en Deus Mortalis, Cuaderno de Filosofía
cucha a Antígona, a su hijo Haemon, a Tiresias, pero decide no acomodar
sus puntos de vista a la razón pública que él representa, porque le pare-
1
Política, No. 2.
cen puntos de vista "no razonables" en el sentido de irreconciliables, con la Forst, Rainer (2001), "The Rule of Reasons: Three Models of De-
salvedad de la comunidad política, del bien común. liberative Democracy", en Ratio Juris, No. 14, 345-378.
7
No por nada sus primeros escritos sobre política tienen que ver, por un lado, Galli, Carlo (1996), Genealogía dellapolítica, Carl Schmitt e la cri-
con la constitución de una sociedad política a través de las leyes —el punto
de vista asumido por Creonte— y, al mismo tiempo, sobre la legitimidad de si del pensiero politico moderno, Bolonia.
la desobediencia civil —el punto de vista asumido por Antígona. Geuss, Raymond (2001), History and Illusion in Politics, C a m -
a
"Reasonable comprehensive doctrines, religious or nonreligious, may be bridge.
introduced in public political discussion at any time, provided that in due
course proper political reasons —and not reasons given solely by compre- Gross, Raphael (2005), Carl Schmitt und die Juden, FranMurt.
hensive doctrines— are presented that are sufficient to support whatever
the comprehensive doctrines introduced are said to support" (Rawls, 1999:
591). 119
Rawls, 1996: 10, 154.

120 121
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122 123
DEMOCRACIA Y DELIBERACIÓN PÚBLICA

Cristina Lafont
Prof. Dr. Department of Philosophy
Northwestern University, E E . U U .

E n las últimas décadas, l a discusión en torno a las teorías de


l a democracia se h a caracterizado por u n "giro deliberativo". 1

Como consecuencia de dicho giro, el modelo de democracia


deliberativa es u n o de los más discutidos en l a filosofía políti-
c a contemporánea. E n opinión de sus defensores, esta nueva
tendencia se debe, sobre todo, a que el modelo deliberativo
promete integrar los rasgos más valiosos de los modelos tra-
dicionales (principalmente el liberal y el republicano) sin tener
que incorporar, s i n embargo, los rasgos más problemáticos
de dichos modelos. Por razones de tiempo no puedo entrar
2

aquí en u n análisis detallado de los modelos liberal y republi-


cano de democracia, pero quisiera subrayar m u y brevemente
los rasgos positivos de ambos que el modelo de democracia
deliberativa promete incorporar, así como los aspectos nega-
tivos que pretende evitar (apartado I). Esto me permitirá, e n
u n segundo paso, analizar l a concepción de deliberación pú-
b l i c a que el modelo deliberativo requiere p a r a poder c u m p l i r
d i c h a promesa. P a r a ello me centraré en las concepciones de
deliberación pública que Rawls y Habermas h a n articulado e n

1
Cf. Dryzek, 2000.
2
Cf. Habermas, 1994.

125
sus respectivas contribuciones a l debate sobre el papel de l a can maximizar l a satisfacción de sus intereses y preferencias
religión e n l a esfera pública. M i intención no es analizar ese
3 dentro de u n marco legal que garantiza l a igualdad de derechos
debate en toda s u complejidad, sino sólo mostrar algunos pro- privados. E l sistema democrático permanece neutral frente
blemas e n las concepciones de deliberación pública de ambos a l a pluralidad de intereses privados de los ciudadanos e n l a
autores (apartado II) así como a p u n t a r en l a dirección en que medida en que permite agregar las preferencias de todos y
dichos problemas podrían t a l vez evitarse (apartado III). cada u n o mediante u n procedimiento de decisión equitativo,
como votación por mayoría. E n modelos más recientes de libe-
I ralismo político, como el defendido por Rawls, los ciudadanos
4

no s o n concebidos como egoístas racionales. S i n embargo, l a


E l rasgo más atractivo del modelo liberal de democracia es, concepción agregativa del procecUmiento democrático pare-
s i n d u d a , l a i m p o r t a n c i a que en él se le otorga a l pluralismo ce mantenerse en l a noción del "consenso por superposición"
valorativo característico de las sociedades modernas. A d m i t i r (overlapping consensus) que o c u p a u n papel central en este
5

este hecho implica aceptar que los ciudadanos mantienen con- modelo. E n l a medida en que cabe esperar que las diferen-
cepciones del bien diferentes y que, por tanto, tienen derecho tes concepciones del bien de los ciudadanos lleven a éstos a
a perseguir sus propios proyectos vitales tal y como ellos m i s - defender las m i s m a s obligaciones políticas, a u n cuando por
mos los conciben. Las consecuencias p a r a el diseño de i n s t i - razones totalmente distintas, el sistema político democrático
tuciones democráticas que resultan de aceptar este hecho son puede operar dentro de los límites de ese consenso por s u -
claras: p a r a evitar que el proceso democrático permita a u n a perposición, permaneciendo así neutral frente a l a pluralidad
mayoría imponer s u particular concepción del bien a l resto de irreconciliable de concepciones del bien de los ciudadanos.
los ciudadanos, u n sistema democrático tiene que incorporar Dado que l a justificación última de las obligaciones políticas
medios institucionales que garanticen que determinados de- acordadas no es compartida por los ciudadanos, el consenso
rechos y libertades individuales (como l a religiosa o de con- en cuestión es u n agregado de aquellas obligaciones políticas
ciencia, igualdad ante l a ley, etc.) están excluidos del juego de que se solapan entre las diferentes doctrinas comprehensi-
decisión democrático, es decir, no pueden someterse a deci- vas de los ciudadanos que éstos, s i n embargo, no comparten
sión popular. Por s u p r o p i a lógica, tales medios instituciona- en absoluto.
les no podrán ser, a s u vez, democráticos. Este rasgo central Por el contrario, el modelo republicano clásico parte de u n a
del modelo liberal es el que genera más críticas por parte de concepción no agregativa de l a política. E n ella los ciudadanos
los defensores del modelo republicano. Desde l a perspectiva se conciben como parte esencial de u n a c o m u n i d a d política
de este último, el modelo liberal está diseñado precisamente capaz de generar u n a voluntad p o p u l a r común. E l proceso
p a r a poner cortapisas a l ideal democrático de soberanía po- de decisión democrático se entiende como u n proceso de diá-
pular. E n esa medida, las sociedades liberales parecen conde- logo e n el que los ciudadanos b u s c a n esclarecer los ideales
nadas a sufrir u n déficit democrático crónico. comunes que definen l a identidad histórica y c u l t u r a l de s u
Desde el punto de v i s t a del modelo republicano, este déficit c o m u n i d a d política. Consecuentemente, el propósito del pro-
del modelo liberal se debe e n última i n s t a n c i a a u n a concep- ceso de elección democrático es identificar l a voluntad popular
ción extremadamente individualista de los ciudadanos que común p a r a llevarla a l a práctica. E l supuesto de homogenei-
a s u vez genera u n a concepción meramente agregativa de l a d a d subyacente a l a noción republicana de v o l u n t a d popular
política. E n el modelo liberal clásico, el proceso de decisión es el que genera más críticas por parte de los defensores del
democrática es concebido como u n proceso de compromiso modelo liberal. Desde l a perspectiva de este último, el modelo
entre partes con intereses esencialmente en conflicto que b u s -

•' Cf. Rawls, 1993.


Cf. Rawls, 1993 y 1997; Habermas, 2006. 5
Cf. Rawls, 1987 y 1993: 133-173.

126 127
republicano clásico carece de medios p a r a garantizar que el modelo republicano en no aceptar que las preferencias, inte-
procedimiento democrático no permitirá a u n a mayoría i m - reses, valores, etc. de c a d a ciudadano se tomen como dados
poner s u particular concepción del bien a l resto de los c i u - e i n m u n e s a l a crítica y l a transformación mediante l a deli-
dadanos. E n esta medida, el peligro de injusticia que puede beración pública. S i n embargo, esto no le lleva a a s u m i r u n a
8

afectar a las minorías parece mtrínseco a l ideal democrático homogeneidad sustantiva entre las preferencias, los valores o
de autolegislación y soberanía popular que el modelo r e p u - l a identidad colectiva de los ciudadanos. Aquí coincide con el
blicano articula. S i esto es así, e n condiciones de pluralismo modelo liberal e n aceptar el hecho del pluralismo caracterís-
las sociedades democráticas parecen condenadas a sufrir u n tico de las sociedades modernas. Lo que los ciudadanos nece-
déficit de j u s t i c i a crónico. sitan compartir es el procedimiento de deliberación y no u n a
Visto desde esta perspectiva, el atractivo fundamental del identidad política o c u l t u r a l común o u n conjunto de valores
modelo deliberativo de democracia radica en s u promesa de homogéneos compartidos por toda l a c o m u n i d a d política.
ofrecer u n a concepción coherente de l a conexión interna entre L a s u p u e s t a superioridad del modelo deliberativo radica,
j u s t i c i a y soberanía popular que el ideal democrático sugiere, pues, e n s u capacidad de explicar cómo las aspiraciones de
pero que en los otros modelos parece inexplicable. De acuerdo autolegislación, j u s t i c i a e igualdad inherentes a l ideal demo-
con el modelo deliberativo, el ideal democrático de soberanía crático pueden satisfacerse simultáneamente. Por u n lado,
popular requiere que las decisiones políticas resulten de u n concebir el proceso de deliberación pública entre los ciudada-
proceso de deliberación pública entre los ciudadanos en las nos como orientado a l a justificación m u t u a de las decisiones
que éstos p u e d a n dar s u consentimiento razonado a aquellas políticas mediante las mejores razones disponibles justifica
leyes que deben acatar. Esto exige, a s u vez, concebir l a de- l a expectativa democrática de que se garantice el consenti-
liberación pública como u n proceso orientado a l a justifica- miento voluntario y razonado de todos los que h a n de acatar
ción m u t u a del poder coercitivo que los ciudadanos ejercen dichas decisiones. E l procedimiento de deliberación democrá-
colectivamente mediante razones que p u e d a n ser aceptables tica parece especialmente apto p a r a averiguar qué decisiones
p a r a todos. E n l a m e d i d a e n que las razones tienen que ser
6
cuentan con el consentimiento razonado de los ciudadanos y
aceptables p a r a todos, el modelo deliberativo garantiza que cuáles no. Por otro lado, concebir el procedimiento deliberati-
los ciudadanos no están sólo sujetos a l a ley sino que pue- vo como orientado a l a justificación m u t u a de las decisiones
den verse a sí mismos también como autores de l a ley. Así políticas mediante razones justifica l a expectativa de que se
incorpora el ideal democrático de soberanía popular. Por otro garantizarán decisiones sustantivamente correctas (es decir,
lado, a l pedir que las razones sean aceptables p a r a todos, el
justas, eficaces, etc.). U n procedimiento deliberativo dirigido
modelo deliberativo d e m a n d a que los resultados respondan
a i n c l u i r todos los puntos de vista, argumentos e información
igualmente a l interés de todos. E s decir, el modelo deliberati-
disponibles c o n el fin de valorar mediante argumentos cuál
vo no permite n i requiere sacrificar los derechos y libertades
cuenta con las mejores razones a s u favor parece igualmente
de rringún ciudadano por m o r de realizar los fines colectivos
apto p a r a seleccionar decisiones racionalmente aceptables
de u n a mayoría. Así incorpora el ideal democrático de j u s t i -
desde u n p u n t o de vista sustantivo. De este modo, el modelo
cia e igualdad. 7

deliberativo no requiere que los ciudadanos sacrifiquen s u s


Respecto a l a concepción de l a política, el modelo delibera- aspiraciones de corrección sustantiva por m o r de satisfacer
tivo es incompatible con u n a concepción meramente agrega- los anhelos de legitimidad democrática, n i viceversa. E n l a
tiva del proceso de decisión democrático. Aquí coincide con el medida e n que l a deliberación pública democrática permite
constatar l a justificabilidad m u t u a de las decisiones políti-
Cf. Cohen, 1989; Habermas, 1996; Rawls, 1997; Gutmann, 2004. cas, puede garantizar los mejores"resultados sustantivos de
Analizo de modo mucho más detallado los elementos básicos del modelo
deliberativo de democracia, queaquí sólo puedo mencionar brevemente, en
Lafont, 2006. 8
Cf. Dryzeck, 2000.

128 129
entre todos aquellos que pueden obtener el asentimiento r a - ración s o n neutrales respecto a l contenido específico de las
zonado de s u s miembros. cuestiones consideradas en ellos. Precisamente por eso pue-
Este breve análisis de los supuestos básicos del modelo de- den ser compartidos por todos los participantes, a l margen
liberativo permite reconocer l a naturaleza híbrida de l a noción de cuáles sean sus creencias sustantivas respectivas, simple-
de deliberación púbüca que el modelo de democracia delibe- mente e n v i r t u d de l a finalidad epistémica de d i c h a práctica.
rativa requiere. Por u n lado, l a deliberación pública tiene u n a Dado que el propósito de cualquier proceso argumentativo de
dimensión epistémica en l a medida en que se dirige a seleccio- deliberación está ligado conceptualmente a l a posibilidad de
nar aquellas decisiones políticas que todos pueden considerar convencer con argumentos a aquellos que h a n requerido u n a
racionalmente aceptables desde u n punto de vista sustantivo. justificación, todo proceso de deliberación debe tener lugar
Por otro lado, tiene u n a dimensión democrática e n l a medi- en condiciones e n las que sea posible evaluar c u a n genuina-
d a en que se dirige a seleccionar aquellas decisiones políticas mente convincentes s o n los argumentos ofrecidos (es decir,
que todos pueden considerar racionalmente aceptables p a r a en condiciones de a u s e n c i a de coerción, engaño, exclusión,
que sean legítimas. S i a ello añadimos el hecho del pluralismo etc.). S i tales condiciones no están dadas, l a práctica en cues-
característico de las sociedades modernas, l a dificultad p a r a tión es cualquier cosa menos u n a práctica de argumentación
articular u n a concepción de razón pública capaz de satisfacer o deliberación. De acuerdo con esta teoría, l a deliberación pú-
ambas condiciones es obvia. ¿Es realmente posible articu- blica tendría, pues, que c u m p l i r las siguientes condiciones
lar u n a noción de lo "racionalmente aceptable" que todos los p a r a que se justificara suponer que sus resultados son racio-
ciudadanos p u e d a n compartir a pesar de no coincidir en u n a nalmente aceptables:
visión del m u n d o o e n u n a concepción del bien homogénea?
L a plausibilidad del modelo de democracia deliberativa de-
1. Desde el punto de v i s t a de s u contenido, l a deliberación
pende esencialmente de l a posibilidad de responder afirma-
pública tiene que i n c l u i r toda l a información disponible (so-
tivamente a esta cuestión. Por ello, quisiera a continuación
bre los temas relevantes, los diferentes puntos de vista, los
examinar brevemente las propuestas de respuesta que Rawls
argumentos e n contra y a favor, etc.).
y Habermas h a n articulado e n sus concepciones respectivas
2. Desde el p u n t o de vista de las condiciones de participa-
de l a razón pública.
ción, l a deliberación pública tiene que satisfacer condiciones
de p u b l i c i d a d y transparencia. P a r a ello tiene que garantizar
II inclusión (es decir, igualdad de oportunidades de participa-
ción a todos los ciudadanos), simetría y reciprocidad entre los
Centrándome primero e n el caso de Habermas, s u teoría de participantes (o sea, igual consideración a todas las contribu-
l a racionalidad comunicativa puede entenderse como u n i n - ciones e n función exclusivamente de s u s méritos y no de l a
tento explícito de responder específicamente a esa cuestión. 9
identidad de sus autores), a u s e n c i a de coerción o distorsión
E s t a teoría articula las presuposiciones pragmático-formales (esto es, exclusión de toda coacción externa más allá de l a
que inevitablemente subyacen a l a práctica de l a deliberación "coacción s i n coacciones del mejor argumento") y libertad co-
racional (tales como simetría comunicativa entre los partici- municativa (es decir, igualdad de oportunidades de todos los
pantes, igualdad de oportunidades de participación, a u s e n T participantes p a r a expresar razones y objetar con argumentos
c i a de coerción, engaño o exclusión de propuestas y críticas las opiniones de otros, p a r a reinterpretar las cuestiones dis-
relevantes, etc.). E n esa medida, ofrece u n a interpretación cutidas, así como p a r a determinar l a agenda deliberativa).
procedimental de l a noción de aceptabilidad racional, pues 3. Por último, desde el punto de vista de los participantes,
los requisitos constitutivos de los procedimientos de delibe- l a deliberación pública requiere de ellos que adopten u n a ac-
titud cognitiva genuinay, por tanto, que sean sinceros (es de-
cir, que no tengan intenciones manipuladoras o de autoenga-
Cf. Habermas, 1981.

130 131
ño), que estén abiertos a l a crítica (o sea, que estén dispues- perposición" (overlapping consensus) que mencioné anterior-
tos a tomar e n serio las objeciones de los demás) y que a s u - mente. E s t a noción se apoya e n el supuesto de que l a razón
m a n sus responsabilidades comunicativas (esto es, que estén común a todos los seres h u m a n o s es suficiente p a r a descubrir
dispuestos a tomar en serio l a exigencia de dar razones p a r a nuestras obligaciones morales y políticas. Ello permite asurnir
justificar las opiniones expresadas). E n el caso específico de que los ciudadanos razonables pueden llegar a los mismos re-
l a deliberación política, debido a que s u finalidad es tomar sultados, así sea por vías epistémicas diferentes. S i esto es así,
decisiones que todos los ciudadanos tienen que acatar, los s i nuestras obligaciones políticas están sobredeterminadas, 11

participantes h a n de adoptar además l a perspectiva del i n - por así decir, es posible esperar u n consenso por superposi-
terés general o del b i e n común (han de aceptar l a obligación ción entre las doctrinas comprehensivas de los ciudadanos
de b u s c a r soluciones j u s t a s o compromisos fair, según sea el razonables respecto a las cuestiones políticas fundamenta-
caso). E n l a m e d i d a en que este supuesto es constitutivo de l a les (es decir, cuestiones constitucionales esenciales y de j u s -
práctica m i s m a en v i r t u d de s u finalidad, tiene, s i n embargo, ticia básica) a pesar de las diferencias insuperables entre
12

el m i s m o estatus que los demás. Participantes en u n proceso tales doctrinas.


de deliberación pública que no c u m p l e n alguna de estas con- E s t o es lo que permite a Rawls t r a z a r l a distinción entre r a -
diciones pueden tener éxito sólo s i obran de modo encubierto zón públicay razón privada necesaria para responder l a cues-
y mientras no sean detectados por los demás. tión de qué tipo de argumentos s o n aceptables e inaceptables
en l a deliberación pública. De acuerdo con l a concepción a m -
A h o r a bien, a u n suponiendo que estas condiciones s o n plia o i n c l u s i v a de l a razón pública, el famoso "proviso" (sal-
13

necesarias p a r a que lá deliberación pública t r a n s c u r r a de vedad) rawlsiano permite a los ciudadanos que participan e n
u n modo racionalmente aceptable, con ellas sólo se c a p t u - l a deliberación pública política ofrecer razones procedentes
r a l a dimensión epistémica de d i c h a deliberación; es decir, l a de las doctrinas comprehensivas e n las que creen, siempre y
exigencia de que las propuestas estén cuidadosamente arti- cuando, a s u debido tiempo, ofrezcan además razones gene-
culadas y argumentadas, suficientemente informadas, sean ralmente accesibles a todos los ciudadanos (o "propiamente
críticamente examinadas, etc. Pero p a r a dar c u e n t a de l a d i - políticas", como las d e n o m i n a Rawls) p a r a justificar lo que
mensión democrática de l a deliberación pública no basta con sea que sus doctrinas comprehensivas se supone que justifi-
exigir que cada participante razone adecuadamente. Se tiene c a n . Consecuentemente, los ciudadanos tienen que aceptar
14

que exigir, además, que apele a razones que p u e d a n ser acep- que a l a h o r a de determinar las medidas políticas coercitivas
tadas p o r los otros, p o r todos aquellos que h a n de acatar las por adoptar sólo cuentan las razones generalmente accesi-
decisiones políticas e n cuestión. Y esta exigencia y a no se
10 bles a todos los ciudadanos. S i tenemos en c u e n t a el propó-
refiere a los proceclimientos sino a los contenidos. D a r cuenta sito democrático de l a deliberación pública que mencioné a n -
de ella exige, pues, determinar qué tipo de razones son acep- teriormente, el "proviso" rawlsiano no parece tener alternati-
tables en l a deliberación pública y cuáles no. va. S i l a legitimidad democrática requiere que las decisiones
políticas coercitivas se apoyen e n razones que puedan ser
L a concepción de l a razón pública articulada por Rawls e n
aceptables p a r a todos los ciudadanos que h a n de acatarlas,
s u libro Liberalismo político es u n intento explícito de respon-
no parece haber m u c h o espacio p a r a debatir s i es necesario
der a esta cuestión. L a base fundamental de l a concepción
r a w l s i a n a de razón pública es l a noción del "consenso por s u -
11
El concepto de sobredeterminación obligacional es de Audi. Al respecto cf.
Audi, 1997: 12 y ss.
Como indica Rawls (1997: 594), "La justificación pública no consiste sim- 12
Cf. Rawls, 1993: 227-230.
plemente en razonamiento válido, sino en argumentación dirigida a los
otros: consiste en avanzar correctamente desde premisas que aceptamos y
13
Respecto a la distinción rawlsiana entre la concepción inclusiva y la exclu-
pensamos que otros podrían razonablemente aceptar, a conclusiones que siva de la razón pública, cf. Rawls, 1993: 247 y ss.
pensamos que ellos también podrían razonablemente aceptar". » Cf. Rawls, 1997: 584 y ss.

132 133
proporcionar razones accesibles a todos los ciudadanos p a r a fueran religiosas (o comprehensivas en general), el requeri-
legitimar tales medidas o s i , por el contrario, razones m u t u a - miento rawlsiano llevaría a l a exclusión de grupos de c i u d a -
mente inaccesibles, como por ejemplo las religiosas, podrían danos de l a deliberación pública sobre tales medidas. Como
ser suficientes p a r a dicho fin. vimos en el análisis habermasiano de las condiciones episté-
S i n embargo, el precepto rawlsiano de excluir de l a delibe- micas de l a deliberación, u n a práctica en l a que las condicio-
ración pública el uso de creencias y razones comprehensivas nes de sinceridad cognitiva e inclusión no s o n posibles sería
que no puedan apoyarse en razones públicas paralelas h a sido p a r a los participantes cualquier cosa menos u n a práctica
objeto de numerosas y virulentas críticas. No voy a referirme de argumentación o deliberación. E n esa medida, adoptar l a
a ellas e n detalle, pero sí quisiera señalar u n problema a l que concepción r a w l s i a n a de l a deliberación pública impediría a l
m u c h a s de estas críticas a p u n t a n y que es relevante p a r a l a modelo deliberativo de democracia cumplir s u promesa fun-
concepción de l a democracia deliberativa. Rawls reconoce que damental de no pedirles a los ciudadanos que sacrifiquen sus
es perfectamente razonable que los ciudadanos consideren aspiraciones de corrección sustantiva por mor de satisfacer
verdaderas las doctrinas comprehensivas e n las que creen. S i las aspiraciones de legitimidad democrática.
tenemos esto en cuenta, basta con contemplar l a posibilidad Desde esta perspectiva, l a tensión entre l a dimensión epis-
de que l a sobredeterminación de obligaciones políticas entre témica y l a democrática de l a deliberación pública parece irre-
las diferentes doctrinas comprehensivas falle p a r a anticipar l a soluble. Por u n lado, l a legitimidad democrática exige que las
posibilidad de u n conflicto directo entre l a dimensión episté- decisiones políticas coercitivas se apoyen en razones que pue-
m i c a y l a democrática de l a deliberación pública. No es dificil d a n ser aceptadas por todos los ciudadanos que h a n de acatar-
imaginar u n a situación e n que las razones públicas disponi- las. E s t a condición sólo puede cumplirse s i los participantes
bles apoyen l a adopción de medidas políticas coercitivas que en l a deliberación d a n prioridad a las razones públicas sobre
algunos ciudadanos consideren moralmente inaceptables por las comprehensivas cuando ambas entran en conflicto, como
razones sustantivas procedentes de las doctrinas religiosas (o exige el "proviso" rawlsiano. Por otro lado, l a promesa episté-
comprehensivas en general) que ellos consideran verdaderas. m i c a de que l a deliberación pública conducirá a resultados
E n este tipo de situaciones, l a concepción r a w l s i a n a de l a de- racionalmente aceptables desde u n punto de vista sustantivo
liberación pública parece socavar el propósito epistémico de requiere, s i n embargo, que los participantes en l a deliberación
ésta e n l a medida en que podría poner a algunos ciudadanos se sometan exclusivamente a l a "coacción s i n coacciones del
en l a posición de tener que justificar las medidas coercitivas mejor argumento", para u s a r l a expresión habermasiana. E s t a
por las que abogan c o n razones diferentes de las que ellos condición sólo puede cumplirse s i los participantes i n c l u y e n
consideran sustantivamente correctas. Y esto, s i n d u d a , es todas las razones que consideran convincentes y dan prioridad
incompatible con l a obligación epistémica de adoptar u n a ac- a las que proporcionan el mejor argumento, sean éstas l a s
titud genuinamente cognitiva e n l a deliberación. que sean. E s t o parece directamente incompatible con l a exi-
gencia democrática de d a r prioridad a las razones públicas,
Puesto que no es posible adoptar u n a actitud i n s t r u m e n -
tanto s i s o n las más convincentes como s i no.
tal h a c i a las propias creencias, es decir, y a que no es posible
elegir qué razones nos parecen convincentes y cuáles no, el E n u n artículo titulado " L a religión en l a esfera pública", 15

requerimiento rawlsiano de excluir de l a deliberación públi- Habermas intenta resolver esta tensión inherente a l modelo
ca razones comprehensivas que no cuenten c o n el apoyo de deliberativo de democracia. C o n el propósito de mostrarlo que
razones públicas parece imponer a los ciudadanos cargas él considera válido de las críticas a l a concepción r a w l s i a n a , 16

cognitivas indebidas e n l a medida en que les puede forzar a


recurrir a razones e n las que realmente no creen. Peor aún,
en el caso de que las únicas razones disponibles p a r a j u s t i - 15
Cf. Habermas, 2006.
ficar las medidas coercitivas que ellos consideran correctas 16
Las criticas de Rawls en las que se centra el análisis de Habermas son las
de Weitbman (2002) y Audi y Wolterstorff (1997).

134 135
ofrece u n a propuesta alternativa p a r a concebir l a deliberación Rawls, l a propuesta de Habermas permite a los ciudadanos
pública. E n l a m e d i d a e n que d i c h a propuesta se e n m a r c a e n en l a esfera pública informal "expresar y justificar sus c o n -
el contexto de l a concepción h a b e r m a s i a n a de razón pública, vicciones en u n lenguaje religioso s i no pueden encontrar tra-
cabe esperar que sea sensible a los requisitos epistémicos de l a ducciones seculares p a r a ellas". De este modo parece capaz
19

deliberación y que evite, por tanto, el problema de imponer car- de solventar el problema de deshonestidad cognitiva e incluso
gas cognitivas indebidas a los ciudadanos. Si, además de ello, de exclusión que los críticos reprochan a l a concepción rawl-
logra integrar también los requisitos democráticos de l a deli- siana de l a deliberación pública. E n l a medida e n que los c i u -
beración pública, proporcionaría l a base necesaria p a r a de- dadanos religiosos pueden apelar a todas aquellas razones
fender el modelo de democracia deliberativa. que consideren convincentes pueden entenderla deliberación
No puedo presentar aquí, en toda s u complejidad, l a argu- pública como u n proceso cognitivo genuino, es decir, pueden
mentación que Habermas ofrece en dicho artículo. Pero en 17 aceptar l a promesa epistémica de que l a deliberación públi-
el contexto de las cuestiones que estoy tratando, habría que ca permitirá seleccionar resultados racionalmente aceptables
señalar que Habermas coincide con Rawls e n rechazar las desde u n punto de vista sustantivo.
críticas que cuestionan l a neutralidad de las instituciones es- A h o r a bien, u n a cosa que no queda clara en esta propuesta
tatales y, con ello, l a separación entre Iglesiay Estado. Conse- es cómo se puede cumplir el"proviso" de traducción institucio-
cuentemente, s u propuesta incorpora el requerimiento liberal n a l precisamente bajo las condiciones que en ella se contem-
subyacente a l "proviso" rawlsiano, a saber, que a l a h o r a de plan. Como hemos visto, l a propuesta de Habermas permite a
deteniiinar las medidas políticas coercitivas que vayan a adop- los ciudadanos religiosos expresar y justificar sus conviccio-
tarse, sólo c u e n t a n l a s razones generalmente accesibles (o nes e n u n lenguaje religioso " s i no pueden encontrar traduc-
seculares, como las denomina Habermas). S i n embargo, el ciones seculares p a r a ellas". Pero precisamente e n u n a s i t u a -
"proviso" habermasiano, a diferencia del rawlsiano, sólo tie- ción como esa, en l a que las razones seculares y las religiosas
ne aplicación "más allá del u m b r a l institucional que divide no se solapan, parece obvio que l a obligación de traducción
l a esfera pública informal de los parlamentos, las cortes, los institucional no podrá cumplirse simplemente e n v i r t u d d e l
ministerios y las administraciones". Consecuentemente, por
18
"proviso". L a traducción presupone sobredeterrninación, es
debajo del u m b r a l institucional, es decir, en lo que Habermas decir, que los mismos resultados pueden obtenerse por vías
denomina esfera pública informal, los ciudadanos pueden ape- epistémicas diferentes. E n situaciones como l a contemplada
lar a razones exclusivamente religiosas e n l a deliberación, por Habermas, s u propuesta lleva a excluir las razones reli-
siempre y cuando reconozcan l a obligación de traducción giosas de las que c u e n t a n p a r a determinar las políticas coer-
institucional i m p u e s t a por el "proviso" habermasiano: sólo citivas que vayan a adoptarse, exactamente i g u a l que lo hace
aquellas razones religiosas que p u e d a n traducirse con éxito l a de Rawls. Añadir que l a exclusión sólo opera más allá del
e n razones seculares podrán p a s a r e l filtro institucional y, de u m b r a l institucional, difícilmente silenciará l a objeción s i se
ese modo, contribuir a determinar las medidas políticas coer- tiene e n c u e n t a que allí es precisamente donde más importa.
citivas que se vayan a adoptar. Desde esa perspectiva, no está claro que en caso de conflicto
P a r a juzgar las virtudes de esta propuesta alternativa a l a entre razones seculares y religiosas el requisito democrático
de Rawls, lo más importante e n nuestro contexto es anali- de dar precedencia institucional a las primeras resulte más
zar las diferencias e n cargas cognitivas que se i m p o n e n a los compatible con los requisitos epistémicos de l a deliberación
participantes en l a deliberación pública. A diferencia de l a de en este modelo que e n el de Rawls.
Pero, a u n s i dejamos de lado l a cuestión del grado de sola-
pamiento que cabe esperar entre creencias seculares y reli-
7
Ofrezco un análisis más pormenorizado de la propuesta de Habermas en
Lafont, 2007.
8
Habermas, 2006: 9. 19
Ibid.: 10.

136 137
giosas, l a propuesta de Habermas encuentra otros problemas blica s i n el requisito correlativo de exigir que los demás p a r -
con los requisitos epistémicos de l a deliberación. Lo interesan- ticipantes tomen e n serio tales contribuciones. Esto sólo es
te en nuestro contexto es que dichos problemas no provienen posible, según Habermas, s i "se puede esperar de todos los
de desatender l a dimensión epistémica de l a deliberación pú- ciudadanos que no nieguen de principio todo posible conte-
b l i c a p a r a salvaguardar s u dimensión democrática, sino que, nido cognitivo a esas contribuciones". De ahí deriva Haber-
21

por el contrario, s o n más bien consecuencias indeseadas de mas dos requisitos que los ciudadanos seculares tienen que
u n a propuesta especialmente sensitiva a l a dimensión epis- cumplir: por u n lado, tienen que abrirse cognitivamente a l a
témica de l a deliberación pública. E n esa medida, analizar posible verdad de las creencias religiosas y, por otro, tienen
las dificultades de esta propuesta puede ayudar a refinar los que ayudar a traducir el contenido de éstas que pueda ser
requisitos epistémicos realmente compatibles c o n el modelo expresado en u n lenguaje secular y justificado con argumen-
de democracia deliberativa. tos seculares.
Como vimos antes, l a cuestión de qué razones deben i n - Sorprendentemente el corolario de permitir a los c i u d a d a -
cluirse en l a deliberación pública y cuáles no viene motivada nos religiosos apelar a razones exclusivamente religiosas e n
por el principio de legitimidad democrática que pide justifi- l a deliberación pública informal consiste, pues, e n impedir a
car las medidas políticas coercitivas c o n razones que todos los ciudadanos seculares que adopten lo que Habermas de-
los ciudadanos sometidos a las m i s m a s p u e d a n considerar n o m i n a u n a perspectiva secularista, es decir, u n a perspectiva
aceptables. Debido a ello, el propósito esencial de l a delibe- cognitiva h a c i a l a religión que niegue l a posible verdad de las
ración pública es l a justificación m u t u a de tales medidas. creencias religiosas. A diferencia de los ciudadanos religiosos,
E s por ello que no basta con que c a d a participante razone los ciudadanos seculares no pueden adoptar públicamente l a
adecuadamente: se requiere que sea capaz de justificar a los perspectiva cognitiva que se corresponde con sus verdaderas
otros las medidas coercitivas que propone imponerles. Y eso creencias s i ésta resulta ser de tipo secularista. Vistas así las
no es posible s i no se t o m a n e n serio las razones accesibles cosas, lo que esta propuesta sugiere es que garantizar el re-
a sus conciudadanos. E n l a concepción h a b e r m a s i a n a de l a quisito discursivo de sinceridad cognitiva a ciertos c i u d a d a -
razón pública, esta condición es interpretada en términos de nos requiere negárselo a otros. L a objeción es obvia. S i negar
los requisitos de sinceridad, simetría y reciprocidad que men- el requisito discursivo de sinceridad cognitiva es inaceptable
cioné antes. desde u n punto de vista normativo, lo será igualmente tanto
A l a l u z de estos requisitos es comprensible que Habermas s i los ciudadanos tienen creencias religiosas como secularis-
considere necesario permitir a los ciudadanos religiosos que tas. Como vimos antes, l a razón epistémica que justifica per-
i n c l u y a n razones religiosas en l a deliberación pública c u a n - mitir a los ciudadanos religiosos adoptar públicamente u n a
do no les sea posible encontrar traducciones seculares de las perspectiva cognitiva religiosa es simplemente que u n o no
m i s m a s , pues sólo así se les permite adoptar públicamente l a
20 puede elegir s u perspectiva cognitiva o adoptar u n a actitud
perspectiva cognitiva que se corresponde con sus verdaderas i n s t r u m e n t a l h a c i a las propias creencias s i n ser deshonesto
creencias. De este modo se garantiza el requisito discursivo cognitivamente. Y u n proceso deliberativo e n el que el requi-
de sinceridad cognitiva. A h o r a bien, dados los requisitos de sito de sinceridad cognitiva no se cumple no podría ser con-
simetría y reciprocidad entre los participantes, l a propues- siderado por s u s participantes como u n a práctica epistémica
ta h a b e r m a s i a n a no puede quedarse ahí. Como argumenta guiada por l a coacción s i n coacciones del mejor argumento.
Habermas, no tiene ningún sentido permitir l a inclusión de S i l a disyuntiva que esta propuesta plantea es inevitable, l a
razones religiosas en las contribuciones a l a deliberación pú- posibilidad de defender l a dimensión epistémica de l a delibe-
ración pública parece estar e n serio peligro. A continuación,
Esa no es, sin embargo, la única razón. Otro motivo que Habermas subra-
ya es la posibilidad de procesos mutuos de aprendizaje en todos los casos
en que la traducción de razones religiosas en seculares resulte exitosa. 21
Habermas, 2006: 15.

138 139
y p a r a terminar, quisiera, s i n embargo, esbozar m u y breve- con l a objeción de tratamiento desigual que i m p l i c a negar el
mente u n a propuesta alternativa que no lleva a esa disyuntiva derecho a l matrimonio a u n grupo de ciudadanos, s i eso es
y que, en m i opinión, permitiría defender l a compatibilidad lo que ellos creen. Puesto que el propósito de l a deliberación
entre l a dimensión epistémicay l a democrática de l a delibera- pública es justificar las medidas políticas coercitivas a todos
ción pública. aquellos ciudadanos que tienen que acatarlas, l a obligación
de tomar e n serio las creencias y razones de los otros c i u d a -
III danos no está motivada por l a razón cognitiva de que podrían
ser verdaderas, como sería el caso en prácticas deliberativas
L a motivación tras l a propuesta de Habermas me parece acer- de otros tipos. Los ciudadanos seculares puede que no estén
tada e n l a medida en que responde a l a exigencia de compa- cognitivamente abiertos a l a posible verdad de las creencias
tibilizar los diferentes requisitos epistémicos que l a teoría de en l a perversidad de l a homosexualidad, e n el creacionismo
l a racionalidad c o m u n i c a t i v a m u e s t r a como necesarios p a r a o cualquier otra creencia religiosa. Pero a u n y así, les deben
concebir l a deliberación pública como u n a práctica epistémica. a sus conciudadanos religiosos el esfuerzo cognitivo de mos-
Teniendo e n cuenta que el propósito fundamental de l a deli- trar por qué piensan que las medidas coercitivas que ellos
beración pública es l a justificación m u t u a de las medidas po- proponen s o n incorrectas. Lo que sus conciudadanos creen
líticas coercitivas, resulta obvio que p a r a ello los participantes y proponen les i n d i c a qué es lo que h a n de tomar en serio, es
tienen que tomar e n serio las razones accesibles a los demás decir, qué tiene que incluirse e n l a agenda deliberativa de l a
ciudadanos. Esto exige que se c u m p l a tanto el requisito de i n - opinión pública. Puesto que ningún grupo en particular tiene
clusión de todas las razones que los participantes consideran el derecho a determinar qué puede o no proponerse y qué ne-
convincentes, como los requisitos de simetría y reciprocidad cesita o no justificación e n l a deliberación pública, los c i u d a -
comunicativa que garantizan que dichas razones serán toma- danos tienen que tomar en serio puntos de v i s t a que en otros
das en serio mutuamente. Lo que no me parece convincente en contextos habrían desestimado.
l a propuesta de Habermas, s i n embargo, es s u interpretación Desde esta perspectiva se puede identificar u n problema
excesivamente estrecha de lo que significa "tomarse e n serio" adicional de l a propuesta habermasiana. Como vimos, el "pro-
las razones de los conciudadanos. viso" rawlsiano no permite apelar e n l a deliberación pública
Como hemos visto, según l a interpretación de Habermas, a razones exclusivamente religiosas para justificar medidas
tomar en serio las razones religiosas e n favor de medidas po- coercitivas s i no se ofrecen además razones públicas que las
líticas controvertidas requiere que no se niegue de principio avalen paralelamente. Como y a indiqué, críticos d e R a w l s h a n
l a posible verdad de las creencias religiosas. S i n embargo, argumentado que esta obligación impediría a los ciudadanos
no r e s u l t a n a d a obvio p o r qué esto tendría que ser así. E n m i religiosos mantener l a integridad de s u perspectiva cognitiva
opinión, tomar e n serio las razones religiosas (o cualesquie- religiosa por obligarlos a adoptar u n a perspectiva argumenta-
r a otras) de nuestros conciudadanos exige evaluarlas seria- tiva que no se corresponde c o n s u s verdaderas creencias. 22

mente e n función de sus méritos. Y u n a forma perfectamente Para evitar este problema, el "proviso" habermasiano permi-
apropiada de evaluar seriamente dichas razones es estar pre- te a los ciudadanos ordinarios apelar a razones exclusivamen-
parados p a r a ofrecer argumentos y evidencias e n contra que te religiosas s i no pueden encontrar razones seculares. S i n
muestren por qué s o n equivocadas s i pensamos que lo s o n . embargo, esta concesión pone seriamente e n peligro l a c o n -
T o m a r e n serio las razones religiosas e n contra del matrimo- cepción h a b e r m a s i a n a de l a democracia deliberativa. E n l a
nio homosexual, por ejemplo, no requiere de los ciudadanos medida en que d i c h a concepción requiere que los ciudadanos
seculares que se a b r a n cognitivamente a l a posible verdad de religiosos y no religiosos cooperen en el proceso deliberativo
las creencias religiosas sobre l a perversidad de l a homosexua-
lidad. Basta, por ejemplo, conque confronten dichas razones
22
Cf. Weithman, 2002; Audi y Wolterstorff, 1997.

140 141
de encontrar razones generalmente accesibles que p u e d a n proponemos pueden justificarse ante los demás, es decir, s i
utilizarse más allá del u m b r a l institucional p a r a justificar podemos justificar ante ciudadanos con visiones del m u n d o
las medidas políticas coercitivas que vayan a adoptarse, a lo diferentes por qué ellos también tienen que acatarlas. Los
sumo puede eximir a algunos ciudadanos de l a obligación de ciudadanos religiosos no pueden justificar las medidas coer-
ofrecer tales razones, pero, s i n d u d a , no a todos. S i n embar- citivas que proponen c o n razones exclusivamente religiosas
go, s i d i c h a obligación es realmente inaceptable por razones simplemente porque viven en sociedades con ciudadanos se-
cognitivas, habría que eximir de ella a todos los ciudadanos y culares y c o n ciudadanos de confesiones diferentes. S i quie-
no sólo a algunos. E n ese caso, l a práctica de l a deliberación ren c u m p l i r s u s obligaciones democráticas no pueden per-
pública simplemente colapsaría. Los ciudadanos declararían manecer "monolingües" e n s u actividad política deliberativa.
públicamente sus razones exclusivamente religiosas o com- Lo que sus conciudadanos creen y proponen les i n d i c a a ellos
prehensivas en general y liberados de toda obligación adicional también qué razones y argumentos tienen que tomar en serio,
de proveer razones accesibles a los demás, se limitarían a vo- sea p a r a mostrar lo que consideran erróneo e n ellos mediante
tar en consecuencia. 23
contraargumentos o p a r a aceptarlo s i no pueden encontrar
Afortunadamente, este problema no se plantea s i se sigue contraargumentos válidos.
l a interpretación alternativa de las obligaciones cognitivas de Visto desde esta perspectiva, parece claro que todos los
l a deliberación que yo propongo. Como vimos en el ejemplo de ciudadanos democráticos tienen derecho a i n c l u i r en l a deli-
los ciudadanos seculares confrontados con propuestas políti- beración pública cualesquiera razones y creencias que c o n -
cas basadas en razones religiosas, tomar e n serio dichas pro- sideren necesarias p a r a justificar las medidas coercitivas por
puestas no obligaba a los ciudadanos a abandonar s u actitud las que abogan. S i n embargo, de esto no puede inferirse de-
cognitiva secular p a r a abrazar l a posible verdad de las creen- recho alguno a eximirse de l a obligación de comprobar s i d i -
cias religiosas. U n a forma perfectamente adecuada de tomar chas razones pueden sostenerse en vista de las razones y c o n -
dichas propuestas en serio es ofrecer los contraargumentos traargumentos accesibles a los demás conciudadanos. Exirnir
y evidencias necesarios p a r a mostrar por qué s o n inacepta- a cualquier grupo de ciudadanos de l a obligación de ofrecer
bles, s i u n o p i e n s a que lo son. Y puesto que eso no sólo es razones accesibles a los demás sería concederles el derecho
perfectamente compatible sino que sólo puede hacerse s i se a ejercer influencia política mediante l a deliberación pública
adopta l a perspectiva cognitiva propia, sea ésta l a que sea, s i n l a obligación de garantizar que d i c h a influencia dependa
d i c h a obligación no requiere deshonestidad cognitiva alguna. exclusivamente de s u capacidad de superar con éxito el escru-
Nuestras obligaciones democráticas nos exigen que tomemos tinio derivado de las razones y contraargumentos accesibles a
en serio las razones accesibles a nuestros conciudadanos, los demás participantes. S i cuando los ciudadanos religiosos
no tanto p a r a que las adoptemos como propias, aunque esto no pueden encontrar razones accesibles a los demás tuvieran
puede ocurrir, sino sobre todo p a r a que podamos cerciorar- el derecho a apelar exclusivamente a razones religiosas p a -
nos mediante deliberación de s i las medidas coercitivas que r a movilizar a u n a mayoría afín a votar a favor o en contra de
l a medida coercitiva que fuera, no habría razón alguna p a r a
suponer que ese tipo de deliberación pública está sujeto a l a
En este contexto es importante señalar que la concepción habermasiana de
coacción s i n coacciones del mejor argumento. Bajo esas c o n -
la ética de la ciudadanía, a diferencia de la de Rawls o de Audi, no impone diciones, l a dimensión epistémica de l a deliberación pública
a los ciudadanos ordinarios ninguna restricción a la hora de votar (véase, simplemente se desvanecería.
Habermas, 2006: 9). Si se tiene en cuenta, sin embargo, este poder políti-
co fundamental de los ciudadanos ordinarios en un sistema democrático, Por el contrario, desde l a perspectiva de m i propuesta a l -
resulta obvio que la concepción habermasiana no puede confiar exclusiva-
mente en el "proviso" de traducción institucional para garantizar que sólo ternativa, los requisitos epistémicos resultan perfectamente
las razones seculares cuenten a la hora de determinar las medidas políti- compatibles con los requisitos democráticos de l a deliberación
cas coercitivas que se vayan a adoptar, como es especialmente patente en el pública. L a sinceridad y l a inclusión vienen garantizadas p o r
caso de decisiones sometidas a referéndum popular.

142 143
el derecho de todos los ciudadanos democráticos a introducir Cohen, J . (1989), "Deliberation and Democratic Legitimacy", en
e n l a deliberación pública cualesquiera razones y argumentos J . Bohman y W. Rehg (eds.), Deliberative Democracy, C a m -
que consideren necesarios p a r a justificar las medidas coer- bridge, Massachusetts, 67-92.
citivas por las que abogan. A h o r a bien, s i deciden ejercer d i - Dryzek, J . (2000), Deliberative Democracy and Beyond, Oxford.
cho derecho, tienen l a obligación correlativa de confrontar las Gutmann, A. y D. Thompson (2004), Why Deliberative Democra-
razones accesibles a sus conciudadanos, sea p a r a mostrar cy?, Princeton.
que son erróneas mediante contraargumentos o p a r a acep- Habermas, J . (1981), Theory of Communicative Action, vol.1 y 2,
tarlas s i no pueden encontrar contraargumentos válidos. De traducción de Th. McCarthy, Boston.
este modo se garantiza l a reciprocidad comunicativa que l a (1994), "Three Normative Models of Democracy", en Cons-
dimensión democrática de l a deliberación requiere. Y puesto tellations, 1/1, 1-10.
que d i c h a confrontación no exige a ningún ciudadano abando- (1996), Between Facts and Norms, traducción de W. Rehg,
n a r s u propia perspectiva cognitiva, no se infringe con ello el Cambridge, Massachusetts.
derecho a l a sinceridad comunicativa. (2006), "Religion i n the Public Sphere", en European Journal
U n a cuestión bien distinta es s i el tener que confrontar of Philosophy, 14/1, pp. 1-25.
perspectivas cognitivas diferentes a l a p r o p i a e n l a delibera- Lafont, C. (2006), "Is the Ideal of a Deliberative Democracy Cohe-
ción pública permitirá a todos los ciudadanos mantener l a rent?", en S. Bessony J . L . Marti (eds.), Deliberative Democracy
integridad de sus perspectivas previas a l a deliberación, sean and its Discontents, Ashgate.
éstas las que fueran. Lo que se cuestiona aquí, s i n embargo, (2007), "Religion i n the Public Sphere: Remarks on H a -
no es el derecho a l a sinceridad comunicativa sino el derecho bermas's Conception of Post-Secular Societies", en Constella-
a l a i n m u n i d a d cognitiva. Garantizar tal derecho puede que tions 14/2, 236-56.
requiriera permitir a los ciudadanos religiosos permanecer Rawls, J . (1987), "The Idea of a n Overlapping Consensus", en
"monolingües" en l a deliberación pública y, por tanto, eximi- Rawls, J . , Collected Papers, volumen editado por S. Freeman,
dos de l a obligación de confrontar las razones accesibles a s u s Cambridge, Massachusetts, 421-448.
conciudadanos, como proponen algunos críticos de Rawls. —— (1993), Political Liberalism, Cambridge, Massachusetts.
Frente a esta cuestión, s i n embargo, sólo cabe indicar que el (1996), "Introduction to the Paperback Edition", en Political
modelo de democracia deliberativa no puede n i debe garanti- Liberalism, Cambridge, Massachusetts, xxxvii-bdi.
zar el derecho a i n m u n i z a r las propias creencias frente a los (1997), "The Idea of Public Reason Revisited", en J . Rawls,
posibles efectos corrosivos de l a deliberación pública s i es que Collected Papers, volumen editado por S. Freeman, Cambridge,
h a de poder confiar en el potencial transformador de l a coac- Massachusetts, 573-615.
ción s i n coacciones del mejor argumento. (1999), Collected Papers, volumen editado por S. Freeman,
Cambridge, Massachusetts.
R E F E R E N C I A S BIBLIOGRÁFICAS Weithman, P. (2002), Religion and the Obligations of Citizenship,
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Audi, R. (1997), "Liberal Democracy and the Place of Religión i n
Politics", en R. A u d i y N. Wolterstorff, Religión in the Public
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Audi, R. y N. Wolterstorff (1997), Religión in the Public Square,
Londres.
Bohman, J . y W. Rehg (eds.) (1997), Deliberative Democracy,
Cambridge, Massachusetts.

144 145
R E P U B L I C A N I S M O Y D E M O C R A C I A : PRINCIPIOS
BÁSICOS D E U N AREPÚBLICA DELIBERATIVA

José Luis Martí 1

Prof. Dr. Facultad de Derecho


Universidad Pompeu Fabra, Barcelona, España

Más de 2 0 0 años después de l a Declaración de Independen-


c i a de los Estados Unidos y de l a Revolución Francesa, los
dos hechos que cambiaron el m u n d o de l a edad moderna y
dieron lugar a l a democracia contemporánea, todavía segui-
mos discutiendo rnterminablemente acerca de qué significa
el término democracia, cuál es l a mejor forma de organizarse
democráticamente o qué implicaciones tiene sobre otros idea-
les valiosos como l a protección de los derechos fundamenta-
les o el Estado de Derecho. E l de democracia es u n concepto
normativo, y esto quiere decir que cuando tratamos de es-
clarecer s u contenido, de averiguar s u significado, debemos
embarcarnos necesariamente e n u n a discusión normativa.
Por otro lado, l a democracia suele ser entendida como u n
ideal regulativo, esto es, como u n horizonte normativo que
describe u n estado de cosas ideal, contrapuesto a l real en el

Agradezco a todos los asistentes al Congreso Internacional de Filosofía de


la Democracia, organizado por la Universidad de los Andes (Colombia), y
en especial a Rodolfo Arango, Viviana Quintero, Roberto Gargarella, Cristi-
na Lafont, Miguel Vatter, Carlos Herrera y Nicolás Espejo. Todos ellos con-
tribuyeron con comentarios y objeciones a que me formara una idea más
ajustada de los errores de este trabajo.

147
que nos encontramos, pero h a c i a el que tenemos l a obliga- contra lo que algunos autores suponen, no necesariamente
ción de tender. 2 se contraponen. O, mejor dicho, dado que tanto u n a tradi-
A h o r a bien, las discusiones académicas sobre cuál es el ción de pensamiento como l a otra s o n ampliamente hetero-
mejor ideal de democracia se h a n prolongado desde el naci- géneas, no todas las versiones del republicanismo se oponen
miento de l a democracia contemporánea, o a u n más, desde a todas las versiones del liberalismo. S i es frecuente hablar
4

s u invención en l a Grecia clásica. E s decir, diversos autores de u n liberalismo igualitario y otro conservador o libertario,
h a n defendido e n s u s escritos diversos ideales de democra- también es común referirse a u n republicanismo h u m a n i s t a ,
cia, entre los cuales es difícil incluso establecer algún orden uno cívico, u n o cristiano, u n o aristotélico, u n o comunitarista
o criterio clasificatorio. S o n m u c h a s las clasificaciones que se y h a s t a u n o liberal. E s t a disparidad de categorías obedece a
h a n intentado de los modelos ideales de democracia, y todas 3
que el republicanismo, históricamente m u c h o más antiguo
ellas son siempre sospechosas de no ser completamente n e u - que el liberalismo, h a sido siempre u n lugar de encuentro
trales, de resaltar lo que a ojos del autor resulta l a propiedad p a r a sensibilidades diversas. Por ello, e n todo análisis de los
más característica de l a democracia. De todos modos, no voy orígenes históricos del republicanismo contemporáneo se h a -
a discutir aquí las m u c h a s complejidades que se encuentran ce conveniente cUstinguir cuidadosamente las grandes ten-
presentes en estos intentos clasificatorios, puesto que sólo me dencias de pensamiento que, con más o menos alteraciones,
interesa presentar u n a imagen sencilla y lo más clara posible se h a n ido manteniendo h a s t a nuestros días. S i n embargo,
de uno de estos modelos democráticos, l a democracia republi- no emprenderé aquí n i siquiera u n a síntesis de dicho análi-
cana, contrastándolo con el modelo a l que supuestamente se sis histórico, puesto que m i única pretensión es describir el
opone, l a democracia liberal, y e n todo caso distinguiéndolo principal pensamiento democrático republicano sobre el que
de otros modelos con los que se solapa, como l a democracia se aglutinan las diversas versiones del republicanismo, o a l
deliberativa y l a democracia participativa. menos las más importantes.
L a democracia republicana es el modelo de democracia que C o n respecto a l a historia del republicanismo, es suficien-
5

se deriva de aceptar las tesis centrales del republicanismo, te decir que se trata de u n a tradición que surge en l a Grecia
como l a democracia liberal hace lo propio con respecto a las y l a R o m a clásicas, por lo tanto m u c h o s siglos antes de que
tesis del liberalismo. Por lo tanto, en l a medida en que el r e p u - surgiera el liberalismo, de manos de autores como Aristóte-
blicanismo y el liberalismo sean dos comentes teóricas con- les, Salustio, Tito Livio, Cicerón y Séneca. E n Grecia el re-
trapuestas, los dos respectivos modelos de democracia t a m - publicanismo fue l a doctrina de los que quisieron defender
bién lo serán. A h o r a bien, el republicanismo y el liberalismo, l a democracia evitando a s u vez los excesos del populismo,
y atemperándola por tanto con u n gobierno mixto. E n R o m a
canalizó el pensamiento igualitario antimonárquico que tenía
2
Sobre la noción de ideal regulativo, cf. Marti, 2005b. Por supuesto, existe
un sentido puramente descriptivo y no ideal, que es el que aplicamos a los por objetivo preservar l a libertad de los ciudadanos, especial-
sistemas de gobierno reales que cumplen con algunas condiciones mínimas. mente p a r a frenar los abusos del monarca. E n ambos casos
Esta distinción entre el sentido ideal y normativo y el real y descriptivo que-
da bien reflejada en la distinción que hace Robert Dahl entre democracia se v i n c u l a b a a l a defensa de l a libertad y del papel central y
y poliarquía. Cf. Dahl, 1989: 34 y ss., y 266-270; y 1998: 47-48 y 99-101. responsable de l a ciudadanía. Por lo tanto, l a república se
Pero como muestra justamente la distinción de Dahl, y contra lo que al-
gunos científicos políticos han presupuesto, el sentido descriptivo siempre
es secundario y dependiente del sentido normativo. Sólo cuando podamos
describir detalladamente el contenido de la democracia ideal estaremos en Cf., defendiendo la compatibilidad, Kymlicka, 2001:387-413. Tampoco au-
capacidad para establecer las condiciones mínimas que debe cumplir un tores como Michelman o Sunstein aceptarían una distinción muy tajante
sistema de gobierno para poder ser calificado de democracia, puesto que entre liberalismo y republicanismo.
esto implica un juicio de aquello que consideramos aceptable en términos Podemos encontrar buenos estudios de historia del pensamiento republica-
político-morales, y presupone además que tales sistemas reales de gobierno no en Bailyn, 1967; Wood, 1969; Pocock, 1975; Skinner, 1978 y 1998; Ni-
son considerados suficientemente cercanos al ideal.
colet, 1982; Pangle, 1988; Bock, Skinner y Viroli, 1990; Rahe, 1992; Spitz,
3
Cf., por ejemplo, Held, 1987; Cunningham, 2002; y Ovejero, 2002: cap. 3. 1995, y Viroli, 1999.

148 149
v i n c u l a b a estrechamente con los ideales democráticos, e n l a siempre por l a defensa de l a libertad de todos los ciudada-
medida en que lo que se pretendía era, por decirlo e n los tér- nos frente a los abusos del poder político o de los demás c i u -
minos de Aristóteles, el gobierno de los m u c h o s . E l siguiente
6 dadanos, así como por u n marcado componente igualitario,
momento de surgimiento del pensamiento republicano coin- y ambos aspectos lo v i n c u l a b a n estrechamente con el ideal
cide con el siguiente período de gobierno democrático en el democrático. C o n l a aparición del liberalismo enarbolando a
m u n d o , el del nacimiento de las ciudades-Estado del Renaci- partir del siglo XVII l a bandera de l a libertad, e n primer l u -
miento e n el norte de Italia, durante los siglos XTV a X V I , c u - gar, y del socialismo en el siglo X I X defendiendo l a c a u s a de
yos máximos exponentes fueron G u i c c i a r d i n i y Maquiavelo, l a igualdad, en segundo lugar, el republicanismo queda des-
siendo este último el que más influyera en l a tradición r e p u - plazado y desaparece casi por completo hasta que en el último
blicana posterior. Así, por ejemplo, es posible encontrar s u tercio del siglo X X vuelve a encontrar s u lugar, e n parte por el
rastro e n las obras de algunos de los revolucionarios whig, supuesto agotamiento de las dos tradiciones mencionadas,
durante y después de l a G u e r r a Civil inglesa del siglo XVII, y en parte porque reivindica u n a interpretación diferente de
comprometidos con l a idea de Commonwealth, autores como ambos valores. Veamos, entonces, qué es lo que caracteriza a l
J a m e s Harrington y J o h n M i l t o n . republicanismo contemporáneo, para comprender después có-
Maquiavelo, Harrington y M i l t o n ejercerían a s u vez u n a mo se configura l a democracia republicana.
gran influencia a l menos sobre tres grupos de pensadores. E l republicanismo se h a caracterizado históricamente por
Primero, sobre los igualitaristas ingleses del siglo XVIII como l a defensa del ideal de libertad frente a cualquier tipo de do-
Richard Price, J o s e p h PriestleyyThomas Paine, que más tarde minación o forma tiránica o elitista de poder, que se desarro-
contóbuirían a las ideas de l a Revolución Norteamericana y lla e n u n ideal de igualdad política de todos los ciudadanos,
de los protagonistas de los debates sobre l a posterior C o n s t i - y por l a confianza e n que los hombres ubres pueden ser t a m -
tución de los Estados Unidos, como George Washington, Tilo- bién cívicamente virtuosos y defender así s u propia libertad
mas Jefferson, J o h n A d a m s , y en menor m e d i d a Alexander de u n a m a n e r a democrática. Y a he dicho que se trata de u n a
7

Harniltony J a m e s Madison. Segundo, sobre algunos socialis- corriente de pensamiento heterogénea, que aglutina sensibi-
tas utópicos como H e n r i de Saint-Simon, G r a c c h u s B a b e u f o lidades diversas. Pero todos los republicanos aceptan, así sea
Charles Fourier, que más tarde serían el embrión de algunas con diferentes interpretaciones, estas tesis de l a libertad co-
versiones del socialismo, como el socialismo evolucionista de mo no dominación, l a igualdad política y las virtudes cívicas,
E d u a r d Bernstein. Y, tercero, de gran parte de los filósofos como las defendieron históricamente los autores y a mencio-
de l a Ilustración, e n especial de Montesquieu o R o u s s e a u e n nados. Y s o n tales tesis las que nos permitirán distinguir el
F r a n c i a y de Immanuel K a n t en Alemania, que serían después republicanismo de, a l menos, algunos tipos de liberalismo. No
determinantes p a r a el pensamiento de J o h n Stuart M i l i , y a obstante es necesario comenzar advirtiendo que el republica-
bien entrado el siglo XLX. Desde los siglos V y IV a.C. h a s t a nismo contemporáneo asume mayoritariamente como propios
los siglos XVIII y X I X , el republicanismo se h a caracterizado algunos de los principios liberales clásicos como l a neutrali-
dad estatal, l a separación entre esfera pública y privada, las
ideas del Estado de Derecho y l a separación de poderes, etc. 8

Algunos incluso h a n considerado el republicanismo como


Aunque Aristóteles concebía la democracia como la degeneración de la re-
pública o politeia, es decir, como el sistema de gobierno de los muchos que u n a vía intermedia entre liberalismo y comunitarismo, c a - 9

en lugar de gobernar en favor del interés público defendía sólo el de la pro-


pia mayoría. La república, en la célebre tipología del pensador griego, se
oponía a la monarquía (el gobierno de uno sólo) y al gobierno aristocrático 7
Puede verse una síntesis y una radiografía del republicanismo contemporá-
(el gobierno de unos pocos), cuyas formas "degeneradas" eran respectiva- neo en la "Introducción" a Ovejero, Martí y Gargarella, 2004. Lo que expon-
mente la democracia, la tiranía y la oligarquía. Cf. Aristóteles, 1986, libro dré a continuación, sin embargo, está extraído de Martí, 2006a: cap. 6.
III, cap. VTI, 120, 1779a y 1279b. Politeia era el término utilizado por Aris-
tóteles para referirse a u n gobierno, mixto entre democracia y aristocracia,
8
Cf., por ejemplo, Pettit, 1997 y sus propuestas en este sentido.
y pronto adquiriría su forma latina de república, la cosa pública. 9
Así lo ha hecho, por ejemplo, Jürgen Habermas, aunque no utilice el térmi-

150 151
paz de s u p e r a r el debate que enfrentó a estas dos concepcio- C o n t r a l a noción de libertad negativa que persigue "el mayor
nes en l a década de los ochenta y comienzos de los noventa, grado de no interferencia compatible con el mínimo de r e q u i -
y en consecuencia ofreciendo u n a línea de propuestas que l a sitos necesarios p a r a l a v i d a s o c i a l " , los republicanos afir-
14

mayoría de liberales y algunos republicanos podrían a s u m i r m a n que no toda interferencia e n nuestros cursos de acción
fácilmente. Pero veamos e n qué podría mantenerse l a dife-
10 i m p l i c a u n a injerencia en n u e s t r a libertad y está injustificada,
r e n c i a a c t u a l entre u n a y o t r a corriente. n i toda violación de n u e s t r a libertad i m p l i c a u n a interferen-
Comencemos p o r l a teoría r e p u b l i c a n a de l a l i b e r t a d . 11 c i a p o r parte de otros. E l elemento clave de l a libertad r e p u -
Frente a l a i d e a liberal de l a libertad negativa, los r e p u b l i -
12 b l i c a n a no es l a a u s e n c i a de interferencias, sino l a ausencia
canos h a n opuesto u n a concepción más densa que h a recibido de dominación o dependencia. U n a situación de dominación
15

diversas denominaciones: "libertad neo-romana", en expre- sería aquella e n donde alguien "puede interferir de m a n e r a
sión de S k i n n e r ; "libertad como no dominación", e n térrninos a r b i t r a r i a en las elecciones de l a parte d o m i n a d a : puede i n -
de Pettit; o "autonomía plena", conjunción de autonomía p r i - terferir, en particular, a partir de u n interés o u n a opinión no
v a d a y de autonomía pública, bajo l a m i r a d a de H a b e r m a s . 13 necesariamente compartidos p o r l a persona afectada". 16

A h o r a , como advierte S k i n n e r , "cualquier concepción de


lo que significa p a r a u n c i u d a d a n o disponer o perder l a l i -
no republicanismo para referirse a su posición intermedia, sino justamente bertad debe p a r t i r de lo que se considere que significa p a r a
para designar a la comunitarista o a versiones republicanas más radicales u n a sociedad civil ser l i b r e " . P o r eso los conceptos de socie-
17

como la de Rousseau. Cf. Habermas, 1992a: 363-406; y 1996.


dad libre, gobierno libre o república libre s o n centrales p a r a
10
Efectivamente, autores como. Sandel o Taylor, vinculados antes al comuni-
tarismo, son reivindicados allora como autores republicanos. E incluso la definir el valor que se otorga a l a libertad i n d i v i d u a l desde el
tesis que en principio debería resultar más molesta a un liberal, la de las r e p u b l i c a n i s m o . U n Estado libre es aquel que se autogobier-
virtudes públicas, puede encontrar acomodo perfectamente en autores que
nadie dudaría que forman parte del liberalismo. Cf. Rawls, 1971: 125, 155- n a , es decir, que no está sujeto a coacciones y que se rige p o r
159, 293-301 y 496-505, y 1993: 122 y 194, con su idea del sentido mínimo s u p r o p i a v o l u n t a d , entendiendo p o r t a l l a v o l u n t a d general
de la justicia y los deberes de tolerancia y respeto mutuo; Macedo, 1990,
que directamente se refiere a las virtudes liberales, o Galston, 1991.
11
Cf.,paraeste punto, Skinner, 1984,1986, 1990,1992 y 1998, y Pettit, 1997, Skinner, 1992: 106.
especialmente: 46-63; también, Taylor, 1985; Habermas, 1992a; Pettit, 1996 Cf. Skinner, 1990: 301-303; y 1992; Parten, 1996: 28-29; Pettit, 1997: 40-
y Parten, 1996. Un estudio más profundo, que abarca incluso los aspectos 51. Una estrategia similar y muy anterior a la de estos republicanos, en
psicológicos de la libertad, en Pettit, 2001. Macpherson, 1973, especialmente, páginas 117-119. La dominación está
12
Sobre la noción de libertad negativa y su contraste con la libertad positiva, desvinculada conceptualmente de la interferencia. Puede haber interferen-
cf. Berlín, 1968. Esta distinción coincide, según los propios republicanos, cia sin dominación o dominación sin interferencia.
con la que hizo Constant entre la libertad de los antiguos y la libertad de Cf. Pettit, 1997: 41. La cursiva es mía. Pettit ilustra esta situación con el
los modernos. Cf. "De la libertad de los antiguos comparada con la de los ejemplo del amo benevolente y el esclavo. E l hecho de que un amo sea be-
modernos" [1819] en Constant, 1989: 257-285; Spitz, 1995 y Pettit, 1997: nevolente y decida no interferir en los cursos de acción de su esclavo, no
36. Aunque la explicación de Berlin es mucho más clara en lo que respec- hace al esclavo más libre. O buscando un ejemplo más actual, suponga-
ta a la libertad negativa, se oscurece significativamente en lo que se refiere mos un matrimonio musulmán que vive en un Estado islámico integrista
a la positiva. Resulta ciertamente mucho más üuminadora, en este punto, en el que los derechos de las mujeres están fuertemente limitados, y en el
la presentación de Constant. Por otra parte, que la libertad republicana se caso de que estén casadas, las somete a la voluntad, al arbitrio, de su ma-
oponga a la libertad negativa (liberal) no implica que se identifique con la rido. Supongamos también que el marido es benevolente y "permite" a su
libertad positiva. Los republicanos, igual que los liberales, rechazan el pa- mujer desarrollar los cursos de acción que ésta elija. E l hecho de que el
ternalismo y el perfeccionismo implícitos en dicha versión positiva de la li- marido no interfiera en los planes de vida de su mujer no convierte a ésta
bertad. Por otra parte, la afirmación de que todos los liberales adoptan una en libre, como se desprendería de una noción negativa de libertad. El con-
noción negativa de la libertad es bastante dudosa. La noción estricta de li- texto social y la estructura jurídico-institucional en la que se encuentran
bertad en sentido negativo puede ser atribuida sin lugar a dudas a liberales sitúan al marido en una posición dominante respecto a su mujer, es decir,
conservadores o libertarianos como Robert Nozick, pero no está claro que le conceden el poder de decidir si interfiere o no en los cursos de acción de
pueda predicarse de los liberales igualitarios como John Rawls o Ronald dicha mujer, así que no es realmente libre. Por otra parte, cualquier norma
Dworkin. Para un análisis de la concepción liberal de la libertad, cf. Oveje- jurídica invade mis cursos de acción e implica, por lo tanto, interferencia,
ro, 2002, especialmente páginas 69-93. pero no necesariamente una injerencia en mi libertad.
13
Cf., respectivamente, Skinner, 1998; Pettit, 1997 y Habermas, 1992ay 2001. Cf. Skinner, 1998: 23.

152 153
de todos los miembros de l a c o m u n i d a d . E n este marco, es
18
el repubhcanismo sólo concibe u n modelo de sociedad donde
condición necesaria p a r a el mantenimiento de l a v i d a libre los ciudadanos p u e d a n ejercer sus libertades e n u n contexto
que los ciudadanos sean políticamente activos y que actúen de máxima igualdad política. S i el ejercicio de l a autonomía
22

comprometidos c o n l a suerte de s u comunidad, p a r a defen- pública o política es t a n importante, no pueden tolerarse, bajo
derla de las amenazas externas y, sobre todo, p a r a evitar que ningún punto de vista, las desigualdades de poder.
unos pocos a c u m u l e n u n poder político excesivo que termine De modo que otro de los principios básicos del republica-
redundando e n dominación política. Sólo s i los ciudadanos nismo es el de igualdad de influencia política efectiva, según
tienen l a posibilidad de participar directamente e n s u propio el c u a l debe garantizarse que todos los ciudadanos dispon-
autogobierno, de u n a m a n e r a que vaya más allá de los me- gan de igual capacidad de determinar las decisiones políticas,
canismos de participación política de las democracias repre- porque en caso contrario algunos ciudadanos estarían en u n a
sentativas liberales, será posible articular u n sistema que
19
situación de dominación, siquiera parcial. S i l a máxima digni-
prevenga l a dominación y respete l a autonomía e n todos los dad del individuo republicano es l a que adquiere en tanto que
niveles. 20
ciudadano de l a república cuando ejerce s u libertad, y parte
A h o r a bien, l a libertad republicana tiene u n marcado carác- de ello tiene que ver con el desarrollo de sus virtudes públicas,
ter igualitario. S i a los republicanos les preocupa l a domina- como veremos más adelante, l a igual consideración y respeto
ción es porque tratan de evitar que algunos ciudadanos "sean que se asocia de manera general con el valor de l a dignidad se
más libres que otros". Esto es, s i les preocupa l a doininación p l a s m a aquí en u n principio más concreto de igual conside-
política es porque asumen u n compromiso estricto con l a igual- ración y respeto político. Decir que en l a república los c i u d a -
dad política. S u intento es "preservar los beneficios de lo que se danos s o n libres equivale a afirmar que "todos-ellos pueden
considera vida civilizada, y remediar, a l mismo tiempo, los m a - mirarse directamente a los ojos" (que están a l a m i s m a altu-
les que ella h a originado". Más allá de l a evaluación concreta
21 ra), que poseen u n a igual dignidad política. 23

sobre las desigualdades e n términos de j u s t i c i a distributiva, Por estas razones, los republicanos recuperan críticamen-
te el legado de Rousseau, y c o n él, evalúan negativamente a
18
Cf. Skinner, 1984: 301 y Parten, 1996: 28. los gobiernos que no son producto de l a "voluntad general" n i
19
Según Pocock, por ejemplo, la democracia liberal se identifica con una con- están a l servicio de ella. L a participación activa e igual apare-
cepción mixta que reúne rasgos del modelo de la democracia como mercado ce como el único medio adecuado p a r a lograr el fin común de
y del modelo pluralista de la democracia, pero la democracia (republicana)
no debe reducirse a una mera confrontación entre grupos y a una mera consolidar u n a sociedad l i b r e . E n definitiva, las libertades
24

agregación de preferencias (Pocock, 1981:71; y, en este mismo sentido, Da- políticas acaban convirtiéndose e n condición del ejercicio de
gger, 1997: 105). En opinión de Sunstein, el hecho de que la visión liberal las demás libertades individuales, algo así como "el derecho
pluralista "se muestre indiferente ante las preferencias" nos permite supo-
ner que "dicho sistema generará resultados inaceptables" (Sunstein, 1988:
143; cf., también Sunstein, 1984, 1985, 1991 y 1993). Para paliar esto es
necesario que la sociedad democrática pueda separar las "buenas" prefe- 22
Cf. Pitkin y Shumer, 1982: 44 y Michelman, 1986: 33, 40-41.
rencias de las "malas", y corregü estas últimas, y el único modo de hacer-
lo es instaurando procesos de deliberación pública que permitan la racio-
23
Una consideración ulterior sobre el principio de igualdad es que una con-
nalización de tales preferencias. En conclusión, si la democracia liberal se dición necesaria del disfrute de dicha igualdad política básica es el control
identifica con los modelos pluralistas o de mercado, y deberíamos agregar de las desigualdades socioeconómicas en general, puesto que una estruc-
con una concepción elitista de la democracia deliberativa, la democracia re- tura social que permite grandes desigualdades en este terreno es incapaz,
publicana presenta en cambio una perspectiva no elitista de esta última. por razones empíricas, de asegurar una correcta igualdad política. Esto da
lugar a lo que algunos autores denominan economía política republicana.
20
La opinión más contundente en este punto es la de Habermas, quien afir- Cf. "Introducción" a Ovejero, Martí y Gargarella, 2004.
ma que no puede respetarse el ideal de autonomía plena si no se permite el 24
También para Sandel la democracia robusta, republicana, se opone funda-
ejercicio de la autonomía pública tanto como el de la privada. Justamente
mentalmente a la noción de democracia "procedimental", avalada por buena
en esto consiste, según él, el error del liberalismo: en privilegiar injustifi-
parte de la teoría liberal. Esta idea democrática republicana consiste funda-
cadamente la autonomía privada. Cf. Habermas, 1988, 1992a: 363-406;
mentalmente en "la provisión de una estructura de derechos que respetan
1994, 1995, 1996 y 2001.
a las personas como seres libres e independientes, capaces de escoger sus
21
"Justicia agraria", en Paine, 1990: 101. propios valores y fines". Cf. Sandel, 1996: 4.

154 155
entre los derechos". Los ciudadanos libres deben tener ideal-
25
cia deliberativa reclama el derecho de participación (directa
mente garantizada l a posibilidad de participar e n l a t o m a de o indirecta) de todos los ciudadanos potencialmente afecta-
decisiones que afectan a todos o, e n s u defecto, y como míni- dos por cada decisión, y les reconoce u n a igual capacidad de
mo, l a posibilidad de discrepar, discutir y "disputar" las deci- influencia política en l a determinación de l a decisión final. 30

siones tomadas por sus representantes, obligándolos a c a m - Como ideal deliberativo, l a democracia deliberativa propone
biarlas s i lo creen necesario. 26
instaurar procedimientos de deliberación pública, tanto i n s t i -
E n consecuencia, p a r a poder ejercer s u s deberes y respon- tucionalizados como no institucionalizados o informales, que
sabilidades como ciudadanos en l a t o m a de decisiones polí- permitan a l a ciudadanía participar activamente en l a d i s c u -
ticas, o e n l a determinación de l a relación de representación sión racional de las diversas políticas alternativas que pueden
con los miembros de las estructuras de gobierno, es necesa- ser emprendidas. 31

rio contar con el diseño institucional básico de l a democracia Ahora, sólo participando e n procedimientos deliberativos
deliberativa. L a democracia deliberativa es u n modelo ideal
27
se puede articular u n sistema que permita a todos el ejerci-
de democracia, esto es, u n modelo normativo de l a m i s m a . 28
cio de s u autonomía pública compatible con l a necesidad de
Según el ideal, las decisiones políticas, p a r a ser legítimas, tie- contar con órganos representativos. Pero s i l a democracia de-
n e n que ser el resultado de u n proceso colectivo y público de liberativa participativa es condición necesaria del ejercicio y
argumentación, esto es, de u n intercambio de argumentos y respeto de l a libertad republicana, p a r a que d i c h a democracia
razones e n favor y e n contra de las propuestas presentadas funcione, p a r a que h a y a alguien que ocupe los foros de p a r t i -
con el objetivo de convencer racionalmente a los demás, e n cipación, es necesario contar con u n a ciudadanía activa y con
lugar de intentar imponer estratégicamente las propias pre- u n "fuerte sentimiento de v i r t u d cívica", y u n compromiso
32

ferencias o deseos mediante u n a negociación o de someter l a con l a idea de bien común, u n a sociedad civil activay dinámi-
decisión a l a simple agregación de las preferencias de cada ca que participe e n u n a esfera pública permeable y abierta a
u n o mediante el voto. Como ideal democrático, l a democra-
29 todos. Y de este modo llegamos a l último rasgo central de l a
33

tradición republicana: l a defensa de l a idea de v i r t u d cívica o


pública y de u n a esfera pública fuerte y dinámica.
25
La expresión es de Waldron, que fundamenta mejor que nadie esta idea,
aunque él probablemente se sentiría incómodo con la etiqueta republicana. L a crítica r e p u b l i c a n a a l a concepción liberal de l a libertad
Cf. Waldron, 1999: cap. XI. viene acompañada del cuestionamiento de l a relación E s t a -
26
Cf.Pettit, 1997: 240-248. Esto da lugar a un modelo de democracia contes- do-ciudadanía. Según l a visión clásica liberal, el principio de
tataria basada en la idea de disputabilidad, que es una condición mínima neutralidad impide al Estado cualquier injerencia en las elec-
de la república. Otros republicanos no se sentirían cómodos con una con-
cepción tan débil de la democracia participativa y exigirían mayores espa- ciones vitales y los planes de v i d a de sus miembros, incluidos
cios de participación política para la ciudadanía. los relativos a l a participación política y a l interés que sienten
27
Entre los republicanos que han trazado la conexión entre republicanismo y
democracia deliberativa, cf. Sandel, 1984, 1996 y, 1997; Michelman, 1986
y, 1988; Cohén y Rogers, 1992: 25-34; Sunstein, 1993: cap. 1 y pp. 133-
145; Estlund, 1993: 1.439; Pettít, 1997: 244-248 y 313-348.
10
Cf. Cohén, 1989b; Dryzek, 1990 y 2000; Bohman, 1996: cap. 3, y 1998;
Christiano, 1996; Brighouse, 1996 y Gutmann y Thompson, 1996: cap. 8,
28
La democracia deliberativa es uno de los modelos democráticos de moda y y 2004.
han sido centenares los trabajos que en las últimas tres décadas han desa-
rrollado o discutido sus presupuestos teóricos. Cf., como panoramas gene- " Cf., por ejemplo, Manin, 1987: 353; Cohén, 1989a: 17 y Sunstein, 1993:
rales de esta discusión, las siguientes referencias: Gutmann y Thompson, 162. .
1996 y 2004; Bohman, 1996 y 1998; Bohman y Rehg, 1997; Elster, 1998; »2
Skinner, 1990: 301-303, y 1992.
Macedo, 1999; Fishkin y Laslett, 2003; y Besson y Martí, 2006. Puede verse 13
Cf., especialmente Habermas, 1992a: 407-468, y 1992b. Su defensa de es-
mi propia reconstrucción con bastante profundidad del modelo, en Martí, te concepto de autonomía plena, que acentúa el valor de la participación
2006a. política en oposición al liberalismo, su teoría de la democracia y sus pro-
29
Sobre la distinción entre argumentación o deliberación, y negociacióny voto, puestas sobre la esfera pública y la ciudadanía comprometida, lo sitúan
cf. Elster, 1995: 239, y 1998: 5-8;-Manin, 1987: 352-353 y Cohén, 1989a: bajo la bandera del republicanismo contemporáneo, a pesar de su explícito
21. rechazo.

156 157
por los asuntos públicos. E n este sentido, el gobierno liberal ciudadanos y sus representantes no deben preguntarse sólo
debe estar preparado p a r a actuar con u n a ciudadanía pasiva "qué les conviene, cuáles s o n s u s propios intereses, sino t a m -
política y cívicamente, que se atrinchera en s u vida privada. bién cuál será l a mejor forma de beneficiar a l a comunidad e n
P a r a el republicanismo, en cambio, l a relación entre el E s t a - general". 37

do y los ciudadanos, tanto como l a de éstos entre sí, resulta A h o r a bien, l a exigencia de virtudes cívicas a l a ciudadanía
m u c h o más compleja. E l ciudadano republicano, junto a sus no hace que el republicanismo se convierta e n u n a posición
derechos de libertad, tiene estrictos deberes de compromiso perfeccionista que sacrifique el principio de neutralidad. L a
con el bien común y con l a s a l u d democrática de s u c o m u n i - república sólo puede incentivar l a participación y las motiva-
dad, lo que le obliga a desarrollar determinadas virtudes re- ciones públicas, s i n inmiscuirse n u n c a e n los planes de vida,
lativas a s u vida pública. 34 en las creencias particulares y e n las acciones privadas de
Dichas virtudes son, según Skinner, s u s ciudadanos. L a forma de incentivar d i c h a participación y
desarrollar l a c u l t u r a democrática de l a ciudadanía, recupe-
[...] las capacidades que nos permiten por voluntad propia servir rando el ideal ilustrado de J o h n Stuart M i l i , p a s a fundamen-
al bien común, y de este modo defender la libertad de nuestra co- talmente por u n a correcta educación cívica. Pero también 38

munidad para, en consecuencia, asegurar el camino hacia la gran- se deben potenciar estas virtudes a través de las prácticas y
deza así como nuestra propia libertad individual. 35
costumbres cotidianas, así como de los propios procedimien-
tos de participación deliberativa. Y todo ello depende de lo-
39

E s decir, se trata de generar y promover u n a ciudadanía que grar lo que m u c h o s autores denominan fortalecimiento de la
se interese por l a res publica (por los asuntos públicos), que esfera pública, esto es, de garantizar que existan suficientes
lo haga con motivaciones imparciales y que esté comprome- (en número y calidad) espacios (físicos y virtuales) e n los que
tida c o n el bien común, que esté dispuesta a invertir tiempo l a ciudadanía p u e d a expresar s u s opiniones y preferencias
y esfuerzos e n l a dirección de l a política de s u c o m u n i d a d (o públicas o políticas, debatir acerca de ellas, discutir sobre las
en l a vigilancia y el control de l a misma), que respete el p l u r a - acciones de gobierno o el comportamiento de s u s represen-
lismo de s u sociedad (las opiniones y preferencias de los de- tantes, formular los sueños de futuro, etc. 40

más) dentro de u n marco de obediencia y adhesión a las leyes


y principios políticos sustantivos propios de s u república, y
en definitiva que adopte como máxima e n s u v i d a pública u n
Sunstein, 1988: 153. "Más allá del resurgimiento republicano", en Ovejero,
escrupuloso respeto por l a libertad republicana y por l a igual
Martí y Gargarella, 2004: 137-190, por la que se cita.
dignidad política de todos s u s conciudadanos. Virtudes que Cf. Pettit, 1989: 159-164.
aseguren, e n palabras de Pettit, mayor obediencia y respeto El proceso deliberativo puede contribuir al establecimiento o fortalecimien-
a las leyes republicanas, mayor sensibilidad democrática a to de lazos entre personas que, de otro modo, no tendrían la posibilidad de
los intereses de todos enjuego, y u n control político adecua- encontrarse; favorece que los ciudadanos se sientan comprometidos con
las decisiones en las que participan al sentirlas suyas, lo que a su vez pro-
do sobre l a acción de gobierno de los representantes. Los 36
mueve la estabilidad y la eficacia de las decisiones políticas, y genera en los
ciudadanos que participan el reconocimiento de la importancia de escuchar
a otros y de ser escuchados, así como el valor de la participación en la vi-
da pública guiada por el interés común y la imparcialidad. Cf. Davis, 1964;
34
Un panorama de los estudios actuales sobre la virtud puede verse en Paul, Pateman, 1970: 42; Hirschman, 1970; Macpherson, 1977: cap. V; Michel-
Miller y Paul, 1998 y 1999, y en Chapman y Galston, 1.992. Con especial man, 1986: 19; Manin, 1987: 354 y 363; Mansbridge, 1992: 36; Bachrach
vinculación al republicanismo, Dagger, 1997. Sobre su influencia concreta yBotwinick, 1992: 29; Cohén y Sabel, 1997: 320; Cohén, 1998: 186-187;
en los procesos democráticos, Brennan y Hamlin, 2000. Para una recons- Elster, 1998: 11 y Ovejero, 2002: 186. Y los estudios empíricos parecen de-
trucción de un modelo democrático deliberativo participativo diferenciado mostrar esta tesis. Cf. Fung y Wright, 2001: 27-29 y 52 y Fung, 2004.
en la idea de virtud, Ovejero, 2002: cap. 3.
Son espacios que pueden ir desde un bar o unos bancos en una plaza hasta
35
Skinner, 1986: 106. En un sentido similar, cf. Sunstein, 1988: 153 y Pettit, un blog en Internet, un espacio de opinión en la prensa o un debate televi-
1989: 162, y 1997: 326. sado. El primer autor en centrar su interés en la esfera pública fue Haber-
36
Pettit, 1999: 319-325. mas (1962; cf. también 1981, 1992ay 1992b).

158 159
E n conclusión, los rasgos fundamentales de l a tradición R E F E R E N C I A S BIBLIOGRÁFICAS
republicana son l a defensa del valor de l a libertad, en u n a
comprensión de l a m i s m a que difiere a l menos de aquella de- Aristóteles (1986), Política, traducción de C. García G u a l y A. Pé-
fendida por el liberalismo clásico, l a vinculación de esta idea rez Jiménez, Madrid.
de libertad a u n a concepción robusta, participativa y delibe- Bachrach, P. y A. Bobvinick (1992), Power and Empowerment:
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política entre los ciudadanos, y l a reivindicación del papel de Bailyn, B. (1967), The Ideological Origins of the American Revo-
l a v i r t u d cívica como motor del autogobierno de l a república lution, Cambridge.
y del fortalecimiento de l a esfera pública como espacio p a r a l a Berlin, I. (1968), "Two Concepts of Liberty", en Four Essays on Li-
participación por excelencia. Por ello, l a democracia republi- berty, Oxford, 118-172.
cana debe proteger ampliamente esta concepción ambiciosa Besson, S. y J . L . Marti (eds.), (2006), Deliberative Democracy
de l a libertad, debe incentivar los mecanismos de participa- and Its Discontents. National and Post-national Challenges,
ción y deliberación, así como promover las actitudes cívicas Londres.
de sus ciudadanos. L a democracia republicana, en definitiva, Bock, G., Q. Skinner y M . Viroli (eds.) (1990), Machiavelli and
debe ser participativa y deliberativa. A h o r a bien, no debemos Republicanism, Cambridge.
confundir u n o s modelos con otros, puesto que no toda demo- Bohman, J . (1996), Public Deliberation: Pluralism, Complexity and
cracia deliberativa es necesariamente participativa n i tampoco Democracy, Cambridge.
republicana, n i toda democracia participativa es deliberativa (1998), "Survey Article: The Coming of Age of Deliberative
n i republicana. Como hemos visto, l a democracia republicana Democracy", en The Journal of Political Philosophy, vol. 6, 4,
debe ser deliberativa porque ésta es l a forma más coherente 400-425.
de h o n r a r el principio de libertad republicana, pero de ahí no Bohman, J . y W. Rehg (eds.), (1997), Deliberative Democracy.
se sigue que toda democracia deliberativa deba estar funda- Essays on Reason and Politics, Cambridge.
m e n t a d a en los valores centrales del republicanismo. Brennan, G. y A. Hamlin (eds.), (2000), Democratic Devices and
E n conclusión, éstos son someramente los principios de Desires, Cambridge.
l a democracia republicana, de lo que podríamos denominar Brighouse, H. (1996), "Egalitarianism and Equal Availability of
u n a república deliberativa. Por supuesto que c a d a u n o de Political Influence", en Journal of Political Philosophy, vol. 4,
ellos merecería u n a atención m u c h o más profunda de l a que 2, 118-141.
yo he podido b r i n d a r aquí. F a l t a m u c h o camino por recorrer Chapman, J . y W. Galston (eds.) (1992), Virtue, Nomos XXXIV,
aún, por ejemplo, con respecto a los diseños institucionales Nueva York.
concretos que podrían derivarse de estos principios genera- Christiano, Th. (1996), "Deliberative Equality and Democratic
les o acerca de en qué medida tales principios no podrían ser Order", en Shapiro y Hardin (eds.), Political Order: Nomos
aceptados por algunos liberales igualitarios, como Rawls. Sólo XXXVn, New York, 251-287.
espero que lo dicho h a s t a aquí contribuya en algo a esclarecer Cohen, J . (1989a), "Deliberation and Democratic Legitimacy",
estas otras preguntas. Estamos ante u n modelo de democra- en A. Hamlin y Ph. Pettit (eds.), The Good Polity: Normative
cia que, s i bien no es en absoluto novedoso en l a historia del Analysis of the State, Oxford, 17-34.
pensamiento, está resurgiendo con u n a nueva cara, con u n a (1989b), "The Economic Basis of Deliberative Democracy",
fuerte disposición a resolver los nuevos retos políticos del s i - en Social Philosophy and Policy, vol. 6, 2, 25-50.
glo X X I . Por lo tanto, se trata de u n modelo que descubrimos, (1998), "Democracy and Liberty", en Elster, J . (ed.) Delibe-
que construimos, a l a vez que discutimos acerca de él. rative Democracy, Cambridge, 185-231.
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Chapell Hill. mentales, no puede oponerse a l a defensa de l a libertad ne-
gativa del liberalismo clásico. Libertades básicas y derechos
h u m a n o s fundamentales —entre los cuales h a n de ser i n c l u i -
dos los derechos socioeconómicos—amplían, extienden y no
niegan los ideales —presuntamente formales— del liberalis-
mo clásico. L a libertad i n d i v i d u a l —presuntamente f o r m a l -
del liberalismo clásico, asociada conceptualmente a l a idea
de derechos h u m a n o s universales —también presuntamente

167
166
formales— es u n a base normativa indispensable p a r a pensar de vista opera con u n a noción de causación de l a acción que
el sistema político democrático como adecuado a l a búsque- compite con l a idea de causalidad n a t u r a l condicionada, pero
d a h u m a n a del bienestar y del mayor florecimiento social. M e que es del mismo "tipo lógico" que ella, por así decir.
gustaría creer que las ideas que expongo a continuación se M i opinión es que l a diferencia que yace en l a base de nues-
pueden enmarcar dentro de lo que creo debe constituir u n o t r a necesidad de adscribir libertad y responsabilidad a las ac-
de los principales esfuerzos de l a filosofía política y de l a filo- ciones h u m a n a s y n u e s t r a visión c a u s a l n a t u r a l de los suce-
sofía moral, a saber: desvirtuar l a idea de que hay u n a nece- sos del m u n d o físico-natural es u n a diferencia categorial y no
saria dicotomía entre l a libertad y l a igualdad de oportunida- l a diferencia entre dos esferas de l a realidad ontológicamente
des de los miembros de u n a sociedad democrática. Quisiera separadas. Sólo hay u n a realidad.
que lo que viene a continuación se p u d i e r a ver como parte de E s esa distinción categorial, y no real, l a que nos permite
ese esfuerzo. hacernos a u n concepto inteligible de l a libertad h u m a n a que
no compite, n i tiene por qué competir, con l a visión naturalis-
II t a del hombre. E l mismo hombre — p a r a decirlo e n u n a p a l a -
b r a — puede ser considerado a l a vez desde dos perspectivas
Roderick C h i s h o l m sostuvo l a tesis de que l a idea de l a liber- o aspectos diferentes: o r a como u n organismo n a t u r a l más
tad h u m a n a , o bien se asocia a l a de u n agente que i n i c i a ab- que comparte con otros u n medio n a t u r a l y que vive en él se-
solutamente l a acción —lo que él, siguiendo l a tradición de l a gún principios de adaptación biológica, o r a como u n agente
filosofía medieval llamó "causación inmanente" y consideró intencional y r a c i o n a l que hace cálculos en el tiempo, es de-
análogo a l a idea de u h "primer motor inmóvil"—, o bien esa cir, que tiene planes de acción y de vida, y que despliega e s a
idea no tiene sentido. Escribe C h i s h o l m : acción y esa v i d a e n ámbitos sociales y dentro de marcos i n s -
titucionales. E s sólo e n relación c o n el hombre considerado
Si somos responsables [...] entonces tenemos una prerrogativa que como agente intencional y social que tiene sentido hablar de
algunos atóbuirían a Dios: cada uno de nosotros, cuando actúa, responsabilidad y de libertad. E l concepto de libertad h u m a -
es u n primer motor inmóvil. Al hacer lo que hacemos, causamos n a es esencialmente normativo y social.
que ciertos eventos ocurran y nada —o nadie— nos causa a causar
He utilizado e n otro lugar l a expresión condición social de la
que ocurran tales eventos. 1

libertad-para sintetizar l a concepción que acabo de exponer a


grandes rasgos . L a palabra condición encierra u n a feliz a m b i -
3

E s a opinión — e n l a que se h a c e n manifiestos viejos y pre-


güedad e n las lenguas influidas por el latín: por u n a parte se
ciados artículos metafísicos—ha sido de nuevo recientemen-
refiere a situación, como cuando decimos la condición huma-
te favorecida por algunos autores. Pienso que ella descansa
2

na. A l u d i m o s con ella a l a particular situación y posición del


en el error de creer que l a libertad h u m a n a debe ocupar u n
hombre. E s e n ese mismo sentido, por ejemplo, que decimos
lugar e n el m i s m o ámbito que o c u p a n los fenómenos n a t u r a -
de u n a persona que se h a l l a m u y atemorizada o m u y enfer-
les, concebidos como determinados causalmente. Dicho más
m a , que no está e n condición, o condiciones, de hablar. Pero
exactamente, el error del punto de vista metafísico libertario
también usamos l a palabra condición para referirnos a algo así
consiste e n creer que el tema de l a libertad h u m a n a puede
como u n a relación de dependencia de u n a cosa con respecto
ser tratado e n los mismos términos e n los que se consideran
a otra, a s u condición, justamente. E s e n ese sentido que de-
los fenómenos naturales y el principio de causación eficiente
cimos conditio sine qua non, o que hablamos de condiciones
que, j u n t o a l a leyes naturales, nos permite d a r de ellos u n a
de posibilidad. C o n ese uso se i n d i c a u n a relación de u n a co-
explicación suficiente y completa, de t a l forma que ese punto
s a con respecto a otra (justamente, l a condición) de acuerdo

1
Chisholm, 1982: 32.
2
Cf. por ejemplo, Searle, 2004 y Wülascheck, 2006 (inédito). Cf. Hoyos, 2007 (inédito).

168 169
con l a c u a l esta última es lógica o fácticamente prioritaria.
E s u n error creer que nuestras inclinaciones naturales
C u a n d o digo condición social de la libertadquiero que el tér-
coartan n u e s t r a libertad y que, por eso, p a r a ser libres, de-
mino condición se entienda en ese doble sentido.
bemos evitar ser influidos p o r ellas. Nuestra "condición n a -
t u r a l " no impide que seamos Ubres. Antes bien, en cuanto l a
III
base n a t u r a l y biológica constituye u n elemento substancial
de nuestra v i d a y, trivialmente, sólo u n ser h u m a n o cuyas
Sacar el tema de l a libertad h u m a n a de l a metafísica e intro-
funciones biológicas están activas es u n ser vivo y sólo u n ser
ducirlo e n el de l a filosofía social trae consigo a l menos dos
h u m a n o vivo puede ser cualquier cosa, entonces, también
consecuencias importantes. Por u n lado, i m p l i c a u n a nece-
tóvialmente, sólo u n ser h u m a n o vivo puede ser libre. No es,
s a r i a desubstancialización de l a libertad, y por supuesto de
por cierto, l a m e r a condición de estar vivo l a que nos permite
los "sujetos" a los que se les adscribe libertad. L a propiedad
adscribirle a ese ser libertad. E s a circunstancia asimétrica es
de ser libre se adscribe a seres h u m a n o s y a personas —o a
m u y importante, aunque también trivial: todo lo que puede
seres h u m a n o s en cuanto personas—, a s u acción y a s u vo-
ser libre h a de estar vivo, pero no todo lo que está vivo puede
l u n t a d . E n el m i s m o orden de ideas, no se puede decir que
ser libre.
algo que no sea u n a persona o u n ser h u m a n o , o algo a lo que
L a segunda consecuencia importante de l a inclusión del
no se le p u e d a n adscribir predicados intencionales y a lo que
no nos refiramos e n u n "lenguaje personal", coarta l a liber- tema de l a libertad en el ámbito de l a filosofía social es s u re-
tad de alguien; a menos que reconozcamos que a l factor no lativización. S i l a libertad h u m a n a tiene u n a condición emi-
intencional que, supuestamente, coarta l a libertad de alguien nentemente social y sólo es comprensible l a adscripción de
se le p u e d a asignar u n valor dentro del lenguaje personal e libertad (y de responsabilidad) a personas que-despliegan s u
intencional. Como las personas s o n "sujetos" a los que se les vida e n ámbitos sociales, dentro de marcos institucionales,
adscribe predicados mentales y normativos, y a l m i s m o tiem- entonces es evidente que el predicado libre es relativo. E l con-
po predicados corporales, pero de n i n g u n a m a n e r a sólo u n a cepto de libertad incondicionada y absoluta es u n a ficción
de las dos clases, u n impedimento físico que coarte o limite
4 metafísica, vale decir, el resultado de u n abuso del lengua-
a u n a persona es, evidentemente, u n impedimento relacio- je. Por eso —como lo h a n indicado diversas formas de lo que
nado con s u cuerpo y s u libertad de movimiento. No obstante, se l l a m a compatibilismo —
5
es u n error creer que el concepto
carecería de sentido afirmar que ese impedimento restringe que se opone a l de libertad es el de determinismo (que trae
l a libertad de actuar de s u cuerpo. Lo correcto sería más bien aparejado el de completo condicionamiento natural). E l opues-
decir que ese impedimento corporal restringe s u capacidad to conceptual de l a noción de deterrninismo no es l a idea de
de actuar como persona, como agente intencional que des- libertad, sino l a de mdeterminismo. Pero esta última n a d a
pliega s u acción en u n medio institucional según planes, pro- importante tiene que ver con l a noción de libertad. Más a u n ,
yectos, intenciones, etc. E l hambre, por ejemplo, que es de no contribuye a hacerla comprensible. L a libertad está con-
naturaleza física, constituye u n obstáculo p a r a el despliegue dicionada, está socialmente condicionada, y es ello lo que le
de l a acción libre, pero de n i n g u n a m a n e r a s i se lo considera d a s u significación normativa. L a libertad o falta de libertad
desde el punto de v i s t a físico, sino e n cuanto es visto como (coacción) i m p l i c a l a a u s e n c i a de interposición o l a interpo-
u n a limitación a l desarrollo del poder de actuar de u n agente sición de u n a o varias personas en l a acción de otra u otras.
intencional, el c u a l no por ser u n agente intencional deja de L a libertad o falta de libertad de u n agente i m p l i c a también
tener, o mejor, de ser, u n cuerpo viviente. l a presencia o l a ausencia de u n a base social e institucional
que regule las acciones h u m a n a s . Eso es parte importante de
lo que le d a a l a libertad s u carácter normativo.

Cf. Strawson, 1959: 87-116. 5


Cf. Bieri, 2001.

170
171
Entendido en s u significado relativo, el término libre puede Me gustaría decir a continuación algo más específico sobre
ser tomado en dos sentidos: como libre de y como libre para. estas distinciones que se c r u z a n , y no siempre en beneficio
Decimos que algo X es libre de algo cuando carece de ello, o del esclarecimiento conceptual. L a especificación que propon-
cuando no tiene que ver con ello. E n ese sentido, libre de sig- dré tendría que preparar el terreno de l a p r i n c i p a l sugerencia
nifica tanto como sin. E s e u s o de l a expresión libre es m u y que me interesa someter a discusión en este foro. Se trata de
frecuente y m u y práctico en el inglés y en el alemán cuando se l a idea de que l a correcta comprensión de los dos conceptos
l a emplea como u n a partícula que se adiciona como sufijo a l de libertad examinados y s u m u t u a articulación deben dar l a
término del que, justamente, es relativa, o con el que se h a l l a clave p a r a dos concepciones de democracia que también de-
forzosamente en relación. E s lo que quieren decir, por ejemplo, ben ser claramente diferenciadas, pero que h a n de poderse
expresiones como taxfree o dutyfree ("libre de impuestos", " l i - articular mutuamente. M i convicción es que esa doble articu-
bre de obligaciones [arancelarias]"); o también las alemanas: lación debe servir p a r a que, a s u turno, se p u e d a comprender
steuernfrei, wertfrei, zuckerfrei ("libre de impuestos", "libre de l a relación (de ningún modo obvia) entre u n a sociedad confor-
valores" [o " s i n valores", que tradicionalmente h a sido t r a d u - m a d a por hombres libres y u n a sociedad democrática.
c i d a por "valorativamente neutral"], " s i n azúcar"), etc.
Nótese que l a expresión relativa libre de no se refiere en los IV
ejemplos propuestos a personas n i a acciones. Se trata del
uso h a b i t u a l de l a expresión que es, ciertamente, metafórico, A u n cuando es e n principio aceptable v i n c u l a r l a libertad ne-
pero que e n m i opinión c a p t u r a bien el sentido negativo y re- gativa con el concepto de ser libre de y también lo sea l a aso-
lativo que debe tener l a adscripción de libertad, a l punto de ciación de l a libertad positiva con l a designación relativa Zzfore
hacerla e n b u e n a m e d i d a comprensible. para, estas nociones se h a l l a n más bien entrecruzadas que
También e n el u s o común del lenguaje contamos c o n l a conectadas de u n a m a n e r a bien articulada. A c l a r a r los dife-
expresión libre para, que c a p t u r a bien el significado relativo rentes sentidos e n que se puede hablar de libertad negativa
de l a adsripción de libertad. Decimos, por ejemplo, libre para y de libertad positiva, y de s u interrelación con las cláusulas
expresarse, libre para moverse, libre para andar, etc. L a ex- libre dey libre para, puede ser útil p a r a convertir ese entrecru-
presión tiene u n a c l a r a connotación positiva y está n o r m a l - zamiento, no pocas veces confuso, e n u n a articulación c o n -
mente asociada a verbos de acción. A u n q u e no por ello el em- ceptual provechosa. M u y importante es, en ese mismo orden
pleo h a b i t u a l de libre para deja de ser también ampliamente de ideas, que se establezca con alguna precisión respecto de
metafórico. qué se dice que se es libre de o para.
L a distinción entre las cláusulas relativas libre de y libre Empiezo con l a noción de libertad negativa. Me parece ver
para h a sido atendida desde hace m u c h o tiempo por varios a l menos dos u s o s filosóficos de esa noción, ambos asociados
filósofos y teóricos preocupados por l a significación m o r a l y a l a cláusula Zi&re de, pero ambos divergentes c o n respecto
política de l a libertad h u m a n a . H a sido u s u a l — p a r t i c u l a r - a lo que c a d a u n o señala que se h a de ser Zibre de. K a n t p e n -
mente desde l a segunda m i t a d del siglo X X , cuando el con- saba, por ejemplo, que l a noción de libertad, entendida como
flicto ideológico entre el m u n d o c o m u n i s t a y las democracias independencia del mecanismo de conexiones causales n a t u -
occidentales era t a n determinante mtelecüialmente— asociar rales, era u n concepto negativo e n el sentido de que se dice de
a estas dos concepciones de l a libertad las llamadas libertad algo, o alguien, que es libre de cuando lo es en relación con ese
negativa y libertad positiva o, también, según otra elección mecanismo c a u s a l natural. Este es u n concepto físico-cosmo-
terminológica, las denominadas libertadformalj libertad ma- lógico que, por supuesto, tiene repercusiones morales, pero
terial o, incluso, soczaZo real. 6 sobre todo en l a m e d i d a en que s u contrapartida positiva (la
idea de autonomía racional) le puede dar u n contenido a l a

Cf. Berlín, 1958: 133-182; también, Van Parijs, 1996: cap. I.

172 173
idea de u n a causación de l a acción por libertad, u n a c a u s a -
De estos dos sentidos de libertad negativa, es el de M i l i ,
ción de l a acción no por naturaleza, sino por l a razón.
Von H u m b o l d t y, e n parte, Constant, el más conforme con u n
L a otra noción de libertad negativa es l a que defendieron
entenclimiento de l a condición social de l a libertad h u m a n a .
liberales como J o h n Stuart M i l i y, antes de él, Wiihelm v o n
L a noción k a n t i a n a de libertad negativa no es, e n cambio, útil
Humboldt, y que también encontramos, en parte, en el co-
en este contexto, pues s i se quiere defender l a condición so-
nocido concepto de "libertad de los modernos" de Benjamín
cial y normativa de l a libertad como l a única forma de hacer
Constant. Según V o n H u m b o l d t y M i l i , l a libertad negativa
7

inteligible esta noción, l a idea de ser libre délas inclinaciones


es el derecho que tiene el individuo de no ser interferido por
y p a s i o n e s naturales no tiene m u c h o sentido. No se adscribe
el Estado y l a sociedad c o n respecto a las decisiones de s u
o quita, con sentido, a u n a persona l a propiedad de ser libre
vida que no afectan a los otros. Éste es u n concepto político
porque ella deje o no de ser parte del mecanismo causal n a t u -
de libertad de, o de ser libre de, pero a l m i s m o tiempo c o n
ral, sino porque es parte de u n a sociedad. Y no se deja de ser
u n a significación n o r m a t i v a y moral, pues tiene el propósito
parte de l a naturaleza por ser parte de l a sociedad. Vivimos, re-
de marcar los límites del Estado y l a sociedad, a l tiempo que
pito, en u n solo m u n d o .
eleva como valor supremo l a inviolabilidad de l a v i d a privada
de los individuos. E l concepto de libertad negativa defendido por Von H u m -
boldt, M i l i y Constant, es u n concepto social y normativo. M i
U n a conocida crítica a esta noción de libertad negativa, en-
propuesta consiste e n este punto en favorecer ese concepto,
tretanto y a prácticamente estandarizada, se b a s a e n l a idea
pues s u sentido depende del hecho de que él contiene ante
de que los límites de l a interferencia del Estado y l a sociedad,
todo u n a instancia valorativa irrenunciable: l a inviolabilidad
o de las instituciones que h a n de defender el bien público, e n
del individuo, l a de s u esfera de decisión privada, l a de s u dig-
l a esfera privada, s o n m u y difíciles de determinar, toda vez
n i d a d personal y l a del respeto que merece e n cuanto agente
que l a mayoría de las acciones y decisiones de los individuos
que puede responder por lo que hace.
tiene que ver con, y afectan a, los otros. Por otra parte, no p a -
rece posible contar con este concepto de libertad negativa s i n N i l a crítica a l concepto de libertad negativa según l a c u a l ,
que él implique a l m i s m o tiempo l a noción de libertad positi- por cuanto nos debemos s u s t a n c i a l y constitutivamente a l a
va, entendida como libertadpara. De esto fue m u y consciente sociedad, no es factible trazar claramente el límite entre lo
Constant, quien, s i n servirse expresamente de las nociones público y lo privado, n i l a observación de que l a libertad nega-
de libertad negativa y positiva, tuvo perfecta claridad sobre tiva h a de devenir forzosamente libertad positiva s i se desea
el hecho de que l a no interferencia de l a c o m u n i d a d e n las que sea u n cqncepto operativo, atenían seriamente contra el
determinaciones individuales es lo que permite que los seres contenido valorativo que yace e n l a base de l a idea de liber-
h u m a n o s se m u e v a n y comercien libremente y desarrollen tad negativa. A u n cuando fuera cierto que, constitutivamen-
s i n trabas iniciativas de producción y progreso. Según esto, te, desde u n p u n t o de v i s t a que podríamos agotar mediante
l a libertad de tiene que revertir forzosamente e n libertadpa- u n a descripción sociológica, nos debemos p o r completo a l a
ra. De ahí que p u e d a decirse que C o n s t a n t s e a sólo en parte comunidad, e s a n o es u n a d e u d a que deba y p u e d a saldar el
u n defensor de l a libertad negativa. 8
individuo renunciando a s u independencia, a lo que algunos
acertadamente l l a m a n l a propiedad de sí mismo, y a l dere-
9

cho a u n p l a n de v i d a personal de acuerdo c o n u n a concep-


ción propia y elegida, es decir, no dictada, del bien. Y eso es
así porque l a independencia irrenunciable del individuo y l a
7
Cf. W. von Humboldt, 1991; Mili, 1979 y Constant, 1988.
protección de los límites de s u esfera privada constituyen el
8
Si uno lo mira con cuidado, algo similar parece hacerse presente en las
concepciones de Mili y Von Humboldt. No puedo entrar aquí a examinar
con detalle esta sugerencia. Lo importante, en mi opinión, es que ambos
conceptos, el de libertad de y el de libertad para, parecen retroalimentarse
mutuamente.
9
Cf. Van Parijs, 1996: 27.

174
175
valor primordial—no digo el único— que Je d a sentido a l a no- de tenerlos por libres s o n requerimientos irrenunciables de
ción —también n o r m a t i v a — de persona. tipo normativo.
L a noción de persona es l a que d a u n a base a l a distinción E s indispensable señalar dos aspectos en el ideal i r r e n u n -
entre precio y valor, o dignidad, l a que hace significativas las ciable de l a l l a m a d a libertad formal. Por u n a parte está el a s -
nociones de respeto y de derechos fundamentales. L a invio- pecto moral ligado a l a noción de responsabilidad. L a idea de
lable independencia de u n a esfera personal e individual, p r i - responsabilidad extrae m u c h o de s u sentido de l a necesidad
vada, es, ciertamente, ideal, y constituye e n b u e n a medida l a de que los agentes sociales se comprometan con los otros e n
base de lo que se h a dado también en llamar libertad formal, las acciones que tienen repercusiones p a r a estos últimos. De
principio de los así mismo llamados derechos formales. Pe- ahí que pueda decirse que l a responsabilidad sea necesaria
ro se comete u n a equivocación, a m i modo de ver, cuando se ante todo desde u n punto de vista pragmático y social.
adopta cualquiera de las dos creencias siguientes: a) que éste E l otro aspecto que conviene destacar e n el ideal i r r e n u n -
es u n ideal que se h a l l a pocas veces realizado o materializado ciable de l a libertad formal es, por supuesto, el político. L a es-
debido a que las circunstancias reales e n las que vivimos los fera individual es inviolable porque nadie puede decir a ciencia
hombres no permiten constatar que sea u n ideal operativo, cierta cuál es el mejor modo de vida, de tal m a n e r a que fuera
funcional, realmente significativo e n el sentido de que u n o lo válido p a r a todos como único modo de vida y, e n consecuen-
vea referido a l proceso social y a l a mayoría de sus miembros; cia, fuera legítimo imponerlo. Los límites del conocimiento
b) que l a defensa a u l t r a n z a de este ideal h a sido responsable h u m a n o y l a falibilidad p r o p i a del hombre no permiten h a -
de que se h a y a pasado por alto l a necesidad de indicar otro cerlo. Pero además, l a libertad (negativa) es u n ideal n o r m a -
límite no menos indispensable p a r a el sano despliegue de l a tivo irrenunciable porque, suponiendo que h u b i e r a que esco-
vida social: se trata del límite dentro del c u a l debe i n s c r i b i r - ger entre valores y entre ideas concretas del bien, se tendría
se toda iniciativa privada y todo p l a n de vida personal y que que reconocer que h a y algo más básico que esa p l u r a l i d a d
se h a l l a definido por el bienestar público. L a no observancia de los valores, y es l a capacidad de elegir algunos y desechar
del límite a l a independencia individual, que es l a que e n úl-
otros (este reconocimiento no niega, por supuesto, que estos
timas motiva l a búsqueda del beneficio privado, h a causado
valores p u e d a n coexistir). L a base de l a escogencia de u n o o
—según m u c h o s partidarios de esta i d e a — más m a l que bien
más valores es, por tanto, l a libertad de escogerlos. E l reco-
al conjunto de l a sociedad.
nocimiento y defensa de u n a capacidad de libre elección de
A estas dos ideas no deja de asistirlas, por supuesto, u n valores s o n los que, aún más, garantizan l a coexistencia de
importante contenido de verdad o de corrección. S u carácter u n a pluralidad de ellos. R e n u n c i a r a este principio es abrir l a
equívoco surge, en m i opinión, cuando son utilizadas p a r a ne- posibilidad de que u n valor, o u n a forma de vida, se imponga
gar o desvirtuar el ideal valorativo de l a libertad l l a m a d a for- sobre las demás, bajo el pretexto de ser l a forma de vida que,
mal. M i punto de vista es que este ideal es irrenunciable y que presuntamente, es l a mejor desde el punto de vista que se sue-
cualquier propuesta aceptable p a r a lidiar con el contenido de le llamar substantivo.
corrección que h a y en estos dos reparos debe poder erigirse
sobre el principio irrenunciable de l a libertad individual. V
S i se lo m i r a r a desde u n punto de vista puramente descrip-
tivo, que podríamos también l l a m a r objetivo, no h a y e n rea- También el concepto de libertad positiva, entrecruzado c o n
lidad n i n g u n a razón aceptable p a r a responsabilizar a u n ser l a noción de ser libre para, es susceptible de ser entendido
h u m a n o . Tampoco l a h a y p a r a considerarlo libre e n el sen- en dos sentidos diferentes. Llamaré interno a l primer sentido
tido negativo o formal sobre el que he llamado l a atención. y externo a l segundo. L a mejor caracterización de l a libertad
Tanto l a necesidad de responsabilizar a los agentes como l a positiva en sentido interno proviene, en m i opinión, de Kant.
L a idea de K a n t es que es libre aquel que o b r a en virtud de

176 177
de imposición autoritaria. U n a consecuencia m u y indesea-
11

u n principio de causación de l a acción que descansa en l a


ble, por supuesto, p a r a los que apreciamos el liberalismo y
razón. E l concepto de libertad positiva está mtirnamente l i -
el republicanismo de Kant, pues podría conducir a l a desvir-
gado, p a r a Kant, a l a noción de autonomía, a l a idea de u n a
tuación del principio normativo de l a libertad individual, e n
interiorización de l a ley moral, de t a l suerte que l a voluntad
el sentido negativo promulgado por M i l i y V o n Humboldt. S i
— l a facultad práctico-racional— genere acciones e n el m u n -
do de acuerdo c o n u n principio c a u s a l conforme a esa ley. yo obro de conformidad con principios moral-racionales y tú,
No hay, p a r a Kant, ningún principio c a u s a l — s e a relativo a en cambio, no, yo podría evitar que hagas lo que no es bueno
l a naturaleza, sea relativo a l a libertad (lo que él llamó, a m i p a r a ti y de lo que no pareces consciente, y te inste, u obligue,
modo de ver algo confusamente, causalidad por libertad) que legítimamente (pues estoy haciendo u s o de l a razón), a que
no implique forzosamente leyes. hagas lo que es adecuado desde u n a perspectiva racional. E s
lo que usualmente hacemos con los niños. E l problema, p a r a
Las leyes de l a causación racional, o por libertad, son las
el liberal, es s i existe u n a garantía de que no se haga extensi-
leyes morales, o mejor (ya que no se trata de leyes morales
vo ese tipo de imposición ("por t u propio bien") p a r a todo ser
particulares) el principio legislativo y normativo que encierra
h u m a n o (y no sólo p a r a los niños); u n a garantía que sea d i -
l a forma de toda moralidad: el imperativo categórico, es decir,
ferente a l ideal de l a independencia inviolable del individuo.
el criterio según el c u a l se estipula l a moralidad o no m o r a -
lidad de u n principio subjetivo de l a acción dependiendo de Y l a respuesta que él d a es que no l a hay. E l desdén con el
si aprueba o no el test de l a universalización. E s t a caracteri- que Berlín trata el concepto positivo interno de libertad me
zación de l a libertad positiva es l a que permite a K a n t esta- parece algo exagerado, e injusto, pues no es correcto olvidar
blecer s u m u y importante, pero también m u y controvertida, que ese concepto está mtimamente ligado a m u c h o de lo que
tesis de l a coextensividad entre libertad y moralidad. E n u n consideramos moralmente aceptable. No obstante, creo que
decisivo pasaje de l a Fundamentación de la metafísica de las este concepto debe estar subordinado a l a noción de libertad
costumbres, e n el que define expresamente l a libertad positi- negativa de M i l i y V o n H u m b o l d t , y no al revés. E l ideal de i n -
va, K a n t sostiene: dependencia inviolable del individuo, que no se opone a l ideal
m o r a l de l a autonomía — l a libertad i n t e r n a positiva—, sino
¿Qué podría ser [...] la libertad de la voluntad sino autonomía, esto que, antes bien, constituye s u complemento político, h a de
es, la propiedad de la voluntad de ser una ley para sí misma? Pero ser, no obstante, l a base normativa sobre l a que esta autono-
la proposición: la voluntad es en todas las acciones una ley para sí mía descansa. S i requerimos responsabilidad a u n agente es
misma, caracteriza solamente el principio de no obrar según otra porque suponemos e n él l a conciencia acerca de l a repercu-
máxima que la que pueda tenerse por objeto a sí misma también sión colectiva de s u acción. E l piso normativo de esta exigen-
como una ley universal. Y ésta es justo la fórmula del imperativo cia es l a pretensión racional que h a y en l a idea de que todo
categórico y el principio de la moralidad: así pues, una voluntad
individuo debe poder desplegar s u s cursos de acción s i n ata-
libre y una voluntad bajo leyes morales son lo mismo. 10

duras n i dictados autoritarios sobre lo que debe preferir en s u


vida.
Isaiah Berlín h a llamado l a atención sobre el hecho de que
el concepto positivo de libertad, entendido en este sentido i n -
VI
terno, es decir, como el concepto de u n agente racional que
es libre porque sabe lo que es bueno, porque es m o r a l y c a -
L a mejor caracterización que conozco de lo que he llamado
paz de someterse a sí mismo a l a ley, puede llevar a formas
libertad positiva en sentido externo h a sido formulada por
A m a r t y a K. Sen. L a llamo externa—consciente de que ése no

Kant, 1965: 223-225. Grundlegung zur Metaphysik der Sitten (1785) 11


Cf. Berlin, 1958.
(443).

179
178
es el término más afortunado— porque Sen no pone el én- social hace posible el despliegue de l a capacidad de obrar, de
fasis de las condiciones de l a libertad h u m a n a e n l a autode- l a libertad para de los hombres. Que en el agua l i m p i a de u n
terminación, sino e n los factores institucionales y relativos a estanque naden los peces mientras que en el agua envenena-
nuestro desenvolvimiento e n u n medio social que hacen po- d a de otro se m u e r a n , no niega l a verdad conceptual de que
sible tanto el desarrollo como el ejercicio de las capacidades sin agua los peces no pueden nadar.
y habilidades (capabüities) de los seres h u m a n o s . S o n facto- L a noción de libertad como oportunidad p a r a el ejercicio de
res institucionales y relativos a l medio social en el que nece- capacidades y habilidades, de poder obrar, recorre buena parte
sariamente desenvolvemos y enriquecemos n u e s t r a vida los
de l a obra reciente de Sen. E l enfoque sobre las capacidades
que b r i n d a n o niegan las oportunidades p a r a el ejercicio de
me parece t a n relevante e n el contexto de u n a comprensión
esas capacidades.
de l a condición social de l a libertad que pretende articular el
Como puede verse, se trata claramente de u n a noción po- aspecto positivo y el negativo o formal de este concepto por-
sitiva y relativa de libertad en el sentido de que se sostiene que, con todo y que dicho enfoque parece ser u n a propuesta
con ella que las condiciones sociales e institucionales s o n al modo como debe comprenderse l a libertad positiva, l a liber-
las que, principalmente, h a c e n posible l a libertad, el poder, tad para, el poder de obrar y de realizar u n a vida, él no deja
l a capacidad de obrar de los individuos. A h o r a bien, como es por ello de tomar s u orientación normativa de l a idea de liber-
evidente que no toda realidad institucional potencia l a capa- tad de elección, pues de lo que se trata, en el fondo, es de que
cidad de obrar de los individuos, es importante establecer el
el agente cuente con los mecanismos institucionales que le
criterio normativo que p e r m i t a chstinguir las que lo hacen de
permitan realizar s u vida de l a manera que él escoja como l a
las que no.
mejor. E n el enfoque de Sen sobre las capacidades confluyen
Sen h a manifestado que p a r a el establecimiento de esos las concepciones negativa y positiva de l a libertad. E s libre de
criterios él se h a nutrido de u n a (o de la) fuente aristotélica elegir, ciertamente, quien tiene l a capacidad de elegir, pero no
de l a normatividad: el bienestar h u m a n o . L a insistencia de msistiríamos e n l a importancia de tener y desarrollar capaci-
M a r t h a N u s s b a u m — c o n quien realizó el famoso estudio de dades s i no fuera por sí m i s m a importante l a libertad.
varios autores sobre "Caridad de v i d a " que fuera patrocinado E s a oportunidad, u oportunidades, de desarrollar las c a -
por el World Institute for Development Economics Research
pacidades no dependen siempre del agente; de ahí que h a y a
de l a U n i t e d Nations University— e n el sesgo objetivo que
utilizado yo el término externo p a r a designar este tipo de l i -
atraviesa l a ética de las virtudes y el eudemonismo aristotéli-
bertad positiva. D e l seminal trabajo de Sen Desarrollo como
co constituyen, p a r a este enfoque, u n a clave m u y importante
libertad (Development as Freedom), que recoge bien m u c h a s
con miras a decidir los mecanismos institucionales que h a n
de sus principales ideas, quiero reproducir aquí u n a m u y
de favorecer el desarrollo de las capacidades h u m a n a s , l a l i -
p u n t u a l definición de lo que él l l a m a el papel constitutivo y el
bertad de obrar y de realizarse. A u n q u e es importante h a -
12

papel instrumental de la libertad.


cer ver que los criterios normativos que nos permiten estable-
cer que u n a sociedad determinada favorece más que otra el
El papel constitutivo de la libertad está relacionado con la impor-
desarrollo h u m a n o deben ponerse aparte de l a constatación tancia de las libertades fundamentales para el enriquecimiento de
según l a c u a l el contexto social es condición de posibilidad la vida humana. Entre las libertades fundamentales se encuen-
de l a libertad e n sentido positivo, esa circunstancia no niega tran algunas capacidades elementales como, por ejemplo, poder
el hecho de que conceptualmente sea cierto que el contexto evitar privaciones como la inanición, la desnutrición, la morbilidad
evitable y la mortalidad prematura, o gozar de las libertades rela-
cionadas con la capacidad de leer, escribir y calcular, la participa-
12
Cf. Nussbaum y Sen (eds.), 1998. Especialmente, de A. Sen, "Capacidad y ción política y la libertad de expresión, etc. Desde esta perspecti-
bienestar", páginas 54-83, y de M. Nussbaum "Virtudes no relativas: un en- va constitutiva, el desarrollo implica la expansión de estas y otras
foque aristotélico", páginas 318-351; de A. S e n y M . Nussbaum: "Introduc-
ción", páginas 15-23.
libertades básicas. Desde este punto de vista, el desarrollo es el

180 181
tiva merece s u nombre por hacer referencia a los individuos
proceso de expansión de las libertades humanas, y su evaluación
ha de inspirarse en esta consideración [...] y a s u s posibilidades de elegir de acuerdo con lo que ellos
El papel instrumental de la libertad se refiere a la forma en que consideran ser lo mejor p a r a s u realización. Parece, así, que
contribuyen los diferentes tipos de derechos y oportunidades a ex- necesitamos de u n ideal normativo irrenunciable, contenido
pandir la libertad del hombre en general y, por lo tanto, a fomentar en l a noción de u n agente e n condiciones de elegir y hacer s u
el desarrollo.
13
propia v i d a e n conformidad con sus elecciones. Pero aparen-
temente también necesitamos de u n medio institucional y ,
E s a caracterización tiene dos ventajas: l a p r i m e r a revela en cierto sentido, exterior a l a elección, que l a haga posible,
claramente l a estirpe aristotélica de l a reflexión, sobre todo pues no se puede elegir s i no se está en capacidad de elegir y
en lo que a l papel constitutivo de l a libertad se refiere. Y l a se- s i no se puede tener n a d a p a r a elegir; y n i el desarrollo de l a
g u n d a no riñe en absoluto c o n el ideal valorativo de l a liber- capacidad de elegir, n i l a posibilidad de tener algo para elegir,
tad l l a m a d a negativa, o formal, sino que, por el contrario, es dependen totalmente de los agentes. No veo cómo se p u e d a
perfectamente compatible con él, en cuanto es fiel a l principio tener u n concepto de libertad que sea política y moralmente
de l a independencia y desarrollo personal, lo que Sen l l a m a significativo s i no se b u s c a l a articulación de estas dos nece-
el aspecto de l a agencia individual, 14
como marco a l que debe sidades y s i no se acepta l a prioridad normativa de l a primera
estar circunscrito todo ideal de desarrollo. sobre l a segunda.
L a posibilidad de articular los conceptos negativo y positi-
vo de libertad que ofrece Sen me parece m u y digna de ser s u - VII
brayada. L a posesión inviolable de sí mismo y de u n destino
personal es l a base que n u n c a puede ser abandonada cuando Lo que me interesa ahora es mostrar en qué medida se h a l l a n
el individuo cuenta con los medios y las oportunidades p a r a relacionados el concepto de libertad y el de democracia. Parto
s u desarrollo h u m a n o , es decir, p a r a el despliegue efectivo de de l a sugerencia de algunos liberales (Raymond A r o n e Isaiah
sus capacidades. A h o r a bien, requerimos estas oportunidades Berlín l a formularon bien e n s u momento) de acuerdo con l a
15

de desarrollo, porque necesitamos aquella posesión de sí m i s - c u a l no es p a r a n a d a obvio que l a idea de libertad y l a de de-
mo. P a r a decirlo sirviéndome de u n a metáfora y a u s a d a por mocracia estén internamente relacionadas.
Constant: l a libertad l l a m a d a formal, o negativa, el principio E s t a sugerencia provoca u n malestar inmediato. A mí, a l
valorativo de l a inviolabilidad de l a independencia personal, es menos, me lo provoca. Permítanme sostener aquí de pasada,
como l a base normativa de u n edificio. No sería prudente que sin embargo, que no es el asombro (o a l menos no sólo él) lo
p a r a construir el segundo y el tercer pisos (libertad como de- que constituye el comienzo de l a filosofía, o lo que origina el
sarrollo de capacidades, autonomíay disposición moral) t u m - filosofar, como pensaba Aristóteles, sino el malestar o, en to-
bemos l a base. do caso, también el malestar. Así sea provisionalmente, pues
S i u n o de los elementos cruciales de l a noción de libertad u n o no puede vivir eternamente con m a l sabor en l a boca. E l
negativa o formal consiste e n l a defensa del ideal i r r e n u n - malestar, tiene que desaparecer y eso es lo que u n o hace e n
ciable de u n agente que elige por s u cuenta, es decir, s i n i n - estos casos cuando filosofa. E n el caso que nos ocupa, pienso
terferencia externa, y l a elección libre no puede ser, por otra que esto es posible s i atendemos a dos conceptos de demo-
parte, u n a realidad s i n condiciones (externas) y capacidades cracia que deben ser claramente diferenciados y que deben
p a r a elegir, entonces es obvio que l a idea de libertad negativa ser puestos e n relación c o n el modo como he propuesto que
requiere que se den condiciones institucionales p a r a l a rea-
lización de l a l l a m a d a libertad positiva. Pero l a libertad posi-

13
Sen, 2000: 55-56.
15
Cf. Aron, 1974; Berlín, "Introducción" y "Dos conceptos de libertad",
1958.
1J
Ibid.: 35.

183
182
se deben correlacionar los conceptos negativo y positivo de l i - mo el b u e n ajedrecista, que es capaz de visualizar las más re-
bertad, e n l a significación que les he dado. !
levantes jugadas e n s u contra antes de mover s u ficha.
L a democracia es, e n u n o de s u s más extendidas signifi- S i solamente nos quedáramos con el primer concepto de
caciones, ligada a l a etimología de l a palabra, el gobierno del democracia (el "mayoritismo") y no avanzáramos h a c i a el se-
pueblo. De acuerdo c o n esta significación, l a t o m a y transfe- gundo, tendríamos que hacer caso de l a sugerencia de A r o n
rencia democráticas del poder, con l a subsecuente composi- y Berlín. Pero s i atendemos a l segundo, podemos hacernos
ción de u n gobierno, se d a n y son legitimadas por las mayorías perfectamente concebible l a idea de que l a democracia es el
expresadas e n el procedimiento del sufragio universal. mejor procedimiento p a r a el fomento de l a libertad, concep-
Pero l a democracia no es, n i puede ser sólo eso. También to éste que no merecería n i n g u n a discusión s i no es porque
s o n constitutivos del concepto de democracia l a idea de alter- encierra u n ideal normativo de independencia del individuo,
n a n c i a e n el poder, l a representación, l a división de poderes, ligado a l valor prioritario de l a persona (quizás l a fuente más
el respeto a las minorías y l a búsqueda de mecanismos i n s t i - imprescindible de l a normatividad práctico-política), u n a cla-
tucionales p a r a evitar l a concentración de poder. Yo agregaría ve p a r a l a autonomía m o r a l y l a virtud, y u n imperativo p a r a
a esta caracterización el acceso s i n trabas a l a información y propiciar l a realidad institucional y social que hace posible l a
l a facilitación y fomento de l a deliberación pública. realización y el florecimiento h u m a n o s .
E l primer concepto de democracia (gobierno de las mayo- Si, como pensaba Constant, el principal enemigo de l a liber-
rías) s i n el segundo no sólo es incompleto, sino funesto, tene- tad individual es l a concentración de poder (venga de donde
broso, a l punto de poder afirmarse que no es democrático u n viniere), entonces se h a de concluir que l a democracia (enten-
gobierno que, habiendo sido elegido por las mayorías, no res- dida como el sistema mejor conocido p a r a evitar l a concentra-
peta los derechos de las minorías o no evita l a concentración ción del poder e impedir l a perpetuación de u n gobierno e n él,
de poder n i d a las garantías convenientes p a r a l a alternan- también el mejor método conocido p a r a evitar que prosperen
cia. Las mayorías que legitiman u n gobierno, o u n a forma de los monopolios —públicos o privados) es esencial a l a liber-
gobernar, sólo pueden imponerse temporalmente, y esto por tad. Pero eso es así porque s o n los ideales liberales los que
l a sencilla razón de que el ejercicio político y, llamémoslo así, le otorgan esa fisonomía. Diseñamos l a democracia p a r a que
el arte de gobernar, s o n actividades más expuestas a todas se ponga a l servicio de esos ideales. Pienso que, a l menos e n
las vicisitudes y contingencias de l a experiencia h u m a n a que Latinoamérica, e n donde campea nuevamente el populismo
el resultado de u n trabajo de perfeccionamiento intelectual, social (democrático — y no voy a poner l a p a l a b r a entrecomi-
teórico y científico. E s decir, e n l a base del desiderátum de llas) y el paternalismo, es urgente recordar, como lo hicieran
evitar l a concentración de poder así como l a no alternancia, en el m u n d o —también aquí— importantes liberales e n los
17

está l a idea de l a falibilidad h u m a n a y de que el asunto de l a años sesenta y setenta, que somos demócratas porque somos
verdad (religiosa, o científica e n l a versión decimonónica) no liberales, y no a l revés. Pero, a l mismo tiempo, necesitamos l a
tiene n a d a útil que hacer en l a política. 16
democracia porque somos liberales. L a necesidad m u t u a de
Pocas cosas n u t r e n tanto l a experiencia política, por otra ambas, l a libertad y l a democracia, pero también l a prioridad
parte, como el control recíproco de las partes y l a c o n t i n u a normativa de l a primera sobre l a segunda, debe ser l a clave
exposición a l a crítica y a l debate. A l punto que puede distin- p a r a no i n c u r r i r e n falsos dilemas. Se me hace que aquí t a m -
guirse como rasgo de u n b u e n gobierno l a consideración que bién tendría que estar l a clave p a r a desvirtuar el falso dilema
éste tiene de las impugnaciones que le hagan s u s críticos; co- entre libertad e igualdad.
A u n q u e l a libertad y l a i g u a l d a d sean independientes lógi-
camente, no creo necesario n i conveniente oponerlas. E l pesi-
!6
Ésta es, para mi, una de las ideas imprescindibles del liberalismo político.
E n ella han insistido, como se sabe, gente como Hayek, 1958: 229-245 y
Popper, 1979, especialmente, "Introducción" y cap. 17. 17
Cf. Rangel, 1976.

184 185
mismo de Berlin a l respecto, en el sentido de que podría darse
Nussbaum, M. y A. Sen (eds.) (1998), La calidad de vida, traduc-
aquí u n a especie de dilema de fundamentos morales en el que
ción de Roberto Reyes M., México.
habría que escoger o l a u n a o l a otra, no me parece justifica-
Popper, K.R. (1979), Conjeturas y refutaciones, El desarrollo del
do. L a filosofía política tiene aquí, a m i modo de ver, u n o de
conocimiento científico, traducción de Néstor Míguez. Buenos
sus principales temas. No me es posible, por supuesto, decir
Aires.
algo más preciso sobre este asunto en el presente contexto.
Rangel, C. (1976), Del buen salvaje al buen revolucionario, C a -
A u n q u e sí creo pertinente llamar en dos palabras l a atención
racas.
sobre el hecho de que también los ideales de igualdad tienen
Sen, A. (2000), Desarrollo y libertad, traducción de E. Rabascoy
en s u base u n principio normativo que podría calificarse como
L. Toharia, Barcelona.
formal: l a igualdad m o r a l de todos los hombres. No es para
Searle, J . (2004), Freiheit und Neurobiologie, Frankfurt.
n a d a u n disparate afirmar que este principio constituye asi-
Strawson, P.F. (1959), Individuáis: An Essay in Descriptive Me-
mismo l a base normativa sobre l a que h a de descansar todo
taphysics, Londres-Nueva York.
lo que se diga sobre igualdad, desigualdad y derechos.
Van Parijs, P. (1996), Libertad real para todos, traducción de J .
Francisco Álvarez, Barcelona.
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Hayek, F.A. (1958), "Freedom, Reason, and Tradition", en Ethics,
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Hoyos, L.E. (2007), " L a condición social de l a libertad", en Per-
sona, razón y sociedad. Ensayos de fllosofia práctica y de la
acción (en preparación). U n a versión parcial de este ensayo
fue publicada en l a revista Saga bajo el título "Libertad de
acuerdo con las normas", 8, 49-59.
Kant, I. (1965), Fundamentación de la metafísica de las costum-
bres, traducción de José Mardomingo, Barcelona. E n alemán:
Grundlegung zur Metaphysik der Sitten (1785), K. Vorländer
(ed.), Hamburg.
Mili, J . S . (1979), Sobre la libertad [1859], traducción de P. Az-
cárate, Madrid.

186
187
LA DEMOCRACIAD E S D E LA TEORÍA
DE LASEMOCIONES

Viviana Quintero
Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

E l objetivo de esta ponencia es indagar por el lugar que tienen


las emociones dentro de l a democracia. E l escrito, que es de
carácter exploratorio, consta de tres acápites. E l primero re-
fleja l a i n q u i e t u d i n i c i a l que guió l a elaboración de este tra-
bajo. Ésta tiene que ver con los recientes cambios e n l a c o m -
prensión de l a democracia. Los acápites segundo y tercero
exploran l a idea de que las emociones son fundamentales p a -
r a comprender y actualizar nuestros conocimientos sobre l a
democracia.
E l primer capítulo está orientado por ciertas inquietudes
sobre el carácter de l a política, y los recientes cambios y pro-
cesos que h a n modificado l a política democrática. Allí nos apo-
yamos principalmente en Norbert Lechner. Los capítulos dos y
tres descansan e n las aproximaciones teóricas de J o n Elster,
R i c h a r d Rorty y J a m e s Dewey sobre las emociones. E n s u s
recientes trabajos Alquimias de la mentey Sobre las pasiones,
Elster ofrece u n importante marco teórico sobre las emociones.
Elster examina a profundidad las emociones e i n d i c a que las
emociones s o n sociales, deterrriinan las normas de las c o m u -
nidades, l a interacción entre las personas y, e n b u e n a parte,
el curso político que t o m a n las sociedades. E l conocimiento
de las emociones es u n a "conquista social" pues, como arguye

189
el autor, s i no fuera por las emociones "nadie se preocuparía
ciones en que se deciden (o no) las políticas democráticas". 3

por s u s semejantes". Continuando el argumento, Dewey y


1

E n efecto, l a velocidad con que avanzan algunos procesos


Rorty sostienen l a idea de que l a educación social y política de-
históricos tales como l a modernización, l a sociedad de mer-
be ser más de carácter emocional que racional.
cado, el "cosmopolitismo", entre otros cambios, h a n modifi-
E l hilo conductor entre el acápite primero y el segundo y ter-
cado, e incluso minado l a comprensión originaria de l a de-
cero es el puente que puede trazarse entre las actuales trans-
mocracia. Éstos procesos no sólo inciden en l a forma como
formaciones de l a política democráticay las herramientas teó-
comprendemos l a política, sino en l a dinámica propia de d i -
ricas con las que se discuten dichos cambios. E n este senti-
c h a democracia.
do, aunque las referencias teóricas que guiaron l a ponencia
son ciertos trabajos de Norbert Lechner, Fernando Calderón Ciertamente, no podemos analizar los problemas y desa-
y Mario Dos Santos sobre los cambios en l a democracia con- fíos de u n modelo democrático haciendo caso omiso de las
temporánea, nos servimos de las emociones p a r a comprender condiciones históricas y sociales e n las que éste tiene lugar,
mejor dichos cambios e n el seno de l a democracia. y tampoco podemos concertar e n u n modelo que a l a l u z de l a
realidad no aporta mayores contribuciones. Nuevos elemen-
tos y orientaciones rodean a l a democracia y l a ponen frente
I. L A S TRANSFORMACIONES D E LA POLÍTICA DEMOCRÁTICA
a diferentes comprensiones. P a r a el caso latinoamericano es
innegable, pues, que ciertos cambios en l a economía, e n l a
L a pregunta que orientó l a elaboración de este escrito se rela-
m a n e r a de hacer l a política y en l a forma de interacción social
ciona con las actuales transformaciones de l a política demo-
h a n fomentado l a construcción de "lógicas específicas" de l a
crática. E n este sentido, l a s referencias teóricas que guiaron política, que tienden a ser comprendidas como "contrapues-
esta inquietud son ciertos textos de Norbert Lechner, F e r n a n - tas" a u n "modelo" de democracia. No obstante, l a compleji-
do Calderón y Mario Dos Santos. dad que ello exhibe es enorme, y haríamos bien intentando
Estos autores i n d i c a n que h a habido u n descenfxarniento incorporar nuevas herramientas en l a comprensión de l a ac-
de l a política a partir de l a velocidad con que avanzan ciertos tual democracia. S i damos lugar a nuevas propuestas como
procesos históricos tales como l a modernización, l a sociedad l a de l a teoría de las emociones dentro de l a comprensión de
de mercado, el "cosmopolitismo", las nuevas formas de c o m u - l a democracia, el p a n o r a m a que se nos ofrece arriba, aunque
nicación e información, las transformaciones de las i n s t i t u - cierto, no debería resultar t a n catastrófico.
ciones, entre otros. De esta m a n e r a se h a modificado e incluso
E l surgimiento de nuevas necesidades, l a heterogeneidad
minado l a comprensión inicial de lo político.
que h a resultado de procesos como l a globalization y el cre-
Estos cambios h a n obligado a reorganizar el funcionamien-
cimiento de las ciudades, el auge de l a c u l t u r a audiovisual y
to de l a política democrática en torno a nuevas dinámicas y
l a clara transformación de lo político, exigen repensar el m o -
h a n incidido en l a c u l t u r a política de las comunidades, e n
delo con el propósito de b u s c a r l a m a n e r a de hacerlo más a u -
los "mapas cognitivos" de las personas y en sus expectativas
tocomprensivo, conciliatorio y flexible.
acerca de l a democracia. 2

E l pensamiento predominante sobre l a comprensión de l a


Lechner l l a m a l a atención sobre l a actual comprensión de
democracia h a privilegiado u n a interpretación racional de las
política y de democracia. P a r a Lechner es importante notar
transacciones sociales y cierto reconocimiento de lo político
l a diferencia entre democracia como sistema normativo de
que se soporta en l a centralidad y efectividad del poder. E n es-
organización y legitimación del poder, y democracia como el
te sentido, l a educación h a asegurado a l a razón también u n
"abigarrado campo de las dinámicas, interacciones y constric-
papel medular, permitiéndonos en l a vía k a n t i a n a , r e n u n c i a r
al conocimiento de las cosas " t a l como son e n sí mismas",
1
Elster, 2002: 12.
2
Lechner, 1993: 15.
3
Ibid.: 7.

190
191
[...] nos impone estar dispuestos a emprender otra tarea igual de M u c h a s de las representaciones sobre el hombre y l a po-
irrealizable. Esta nueva tarea consiste en poner un yo empírico lítica que se organizaron en l a configuración del pensamien-
bajo el control de una exigencia moral incondicional: la exigencia to racionalista se b a s a n e n fuertes dicotomías: l a separación
de que ninguno de los componentes de este yo sirvan de motivo entre lo privado y lo público, l a tensión entre lo femenino y lo
para la acción.*
1

masculino, l a distinción entre emoción y razón, entre otras,


privilegiaron el tóunfo de esta última categoría como pilar del
Semejante comprensión de l a democracia excluye l a idea proyecto ilustrado del Estado soberano. Aún hoy consentimos
de que l a experiencia política se organiza en las emociones y en comprender el éxito de l a esfera pública como u n ámbito
se reorganiza emocionalmente, de l a m i s m a m a n e r a como ex- atravesado por el uso de u n a razón desprovista de emociones
ceptúa l a fundamental tarea de l a educación que tiene que ver y pasiones, pues "facilita y optimiza las transacciones socia-
con l a indagación histórica y vital de las experiencias de las co- les y políticas". No obstante, el giro lingüístico jugó u n papel
munidades. fundamental e n l a transformación p a u l a t i n a que h a ido s u -
M i propósito será e n adelante exponer cómo desde l a teo- cediendo e n l a comprensión de l a política.
ría de las emociones, particularmente desde l a explicada por
E l giro lingüístico no sólo representó u n cambio en l a for-
J o n Elster, l a comprensión de l a democracia podría cambiar,
m a de hacer formulaciones teóricas, sino también u n a nueva
mejorar s i se quiere, e n el sentido de que ampliaría el marco
m a n e r a de revisar y referirnos a los hechos históricos y a los
teórico mediante el c u a l nos aproximamos a estas c o m u n i -
fenómenos sociales. Este movimiento permitió l a introducción
dades comprendidas h a s t a hace poco como "seccionadas" y
de nuevos términos en l a formulación de las distintas discipli-
"fallidas", y complementar estas reflexiones desde lo que se-
nas (v. gr., c o m u n i d a d , antagonismo, usos del lenguaje, cos-
ría l a educación sentimental e n Dewey y Rorty.
tumbres, etc.), hecho que también posibilitó l a reorientación
de las reflexiones e n torno a l a política democrática. Todo ello
II. A M P L I A N D O LA D E M O C R A C I A D E S D E LAS EMOCIONES
h a ido afianzando el terreno p a r a "afinar" l a comprensión de
l a democracia e n el m u n d o contemporáneo.
U n a de las preguntas más importantes que debemos f o r m u - Elster representa u n a de estas nuevas aproximaciones e n
larnos pero que apenas mencionaremos e n esta ponencia, es:
sus obras Alquimias de la mente y Sobre las pasiones. Allí
¿por qué estudiar l a teoría de las emociones desde l a filosofía
ofrece u n nuevo marco teórico e n torno a l a comprensión de
política? S i bien otras cUsciplinas, tales como las ciencias n a -
las emociones e i n d i c a que éstas s o n elementos mtrínsecos y
turales, l a psicología o l a antropología, h a n incursionado en l a
determinantes p a r a las decisiones racionales, que determi-
teoría de las emociones antes que l a filosofía, l a preocupación
n a n las normas sociales, l a interacción y, e n b u e n a parte, el
de ésta e n torno a las emociones comprende u n a búsqueda
curso político que t o m a n las sociedades.
de l a aplicación p l e n a del pensamiento e n l a solución de los
S i nos sentimos inscritos e n u n modelo democrático apre-
problemas sociales y u n interés en aprender a discernir mejor
ciamos, por ejemplo, los principios de igualdad y de libertad,
l a forma e n que vivimos políticamente. A u n q u e los significa-
nos sentimos indignados cuando s o n violados los derechos
dos de las emociones se estructuren e n sistemas culturales,
h u m a n o s , y turbados cuando alguien v a injustamente a l a
ambientes materiales y sociales particulares, los conceptos
sobre dichas emociones r e s u l t a n más útiles s i los entende- cárcel. Sentimos vergüenza cuando pensamos que vivimos e n
mos a l a l u z de propósitos comunicativos y morales que como el segundo país más desigual de América, y c u l p a s i transgre-
estados internos supuestamente universales. 5
dimos l a integridad de otra persona mientras somos presas de
l a ira. Sentimos bienestar cuando se ennoblece el arte de l a
escucha, y seguridad cuando las personas se u n e n en torno
a u n problema, pues se nos h a insistido en l a idea de l a tole-
4
Rorty, 2000: 9.
r a n c i a y de l a u n i d a d social. Todas estas emociones moldean
5
Jimeno, 2004: 35.

192 193
cierto tipo de democracia, pues e n tanto s o n compartidas quienes están envidiosos o enamorados, cuando hallamos que
pueden permear, producir y legitimar u n modelo represen- éstas no s o n naturales n i dadas a los cuerpos que las expe-
tativo. S i privilegiamos socialmente actitudes y deseos como rimentan. Las emociones no s o n estados mentales o afectos
el del porte n o r m a l y no censurable de armas, u n m u n d o i n - interiores; tampoco expresiones de u n a biología dada; más
dividual a u n o compartido, l a apelación a l u s o de l a fuerza bien son formas en que se advierten, se conceptualizan, se n a -
como instancia deseable de regulación política y social, las turalizan y se j u z g a n las relaciones de poder y de interacción
instancias inapelables como las leyes divinas y eternas, ten- social. 8

dremos otro sistema político, pues estaría fundado en emocio- L a crisis de l a democracia deja ver que m u c h a s emocio-
nes diferentes. nes h a n ido cambiando, pero que todas ellas siguen siendo
Las emociones son esencialmente sociales y se provocan por sociales. Solemos privilegiar, por ejemplo, el sentimiento de
n u e s t r a confianza e n otras personas, generalmente e n aque- c u l p a sobre el de vergüenza, pues el m u n d o individual se h a
llas que se encuentran cerca de nosotros en las jerarquías so- ampliado notablemente, mientras que existen dificultades
ciales correspondientes. E s el caso de l a envidia o l a malicia. p a r a interactuar públicamente. Por ello nuestras emociones
Éstas s o n sociales pues envidiamos más a individuos próxi- normalmente tienden a ser de menores grados de confronta-
mos, como compañeros o colegas, que a estrellas del rock o a ción, intensidad y competitividad, contrario a lo que sucedía
ministros de gobierno. L a vergüenza y el desprecio s o n t a m - en l a Grecia clásica o en l a E u r o p a continental medieval. L a
bién sociales, así como l a ira, el odio, l a culpa, lavergüenzay c e n s u r a de l a fealdad o de las limitaciones físicas de las per-
l a admiración, pues se d a n en las relaciones con los otros. sonas h a dejado de ser (al menos formalmente) u n a i n s t i t u -
L a alegría o l a p e n a se generan por cosas que vemos como ción éticamente aceptada, y y a nos batimos a duelo con aquel
buenas o malas, que h a n ocurrido u ocurrirán. L a esperanza que creemos nos h a despojado de u n gran amor. No obstante,
o el miedo, el amor o los celos corresponden a aquellas emo- reprobamos l a pereza, l a mentira, l a transgresión de l a m t i m i -
ciones concebidas por pensamientos sobre cosas buenas o dad y el atropello a l a libertad de expresión.
malas que pueden ocurrir e n el futuro. L a simpatía, l a envi- M u c h a s emociones que nos resultan innegables h a n ido
dia, l a lástima, l a indignación o l a m a l i c i a son emociones que ganando fuerza a m e d i d a que avanzan ciertos proyectos so-
emergen por el pensamiento en lo bueno o malo de otras per- ciales. Éstas se h a n configurado lenta y paulatinamente e n
sonas. E l remordimiento o el regocijo, l a euforia o l a decepción diversos contextos políticos y culturales, como el liberal. Sien-
i m p l i c a n emociones contrafácticas o contrarias a los hechos, to i r a o indignación, por ejemplo, cuando alguien me ofen-
y se generan por tendencias a pensar en cosas que pudieron de o se b u r l a de m i credo religioso, pues l a democracia como
haber pasado pero n u n c a se concretaron. Allí ubicamos tam- forma de articulación social me h a enseñado que por más
bién las emociones generadas por pensamientos acerca de lo que todos seamos distintos debemos respetarlas diferencias.
que todavía puede pasar, aunque "con u n a mínima o insufi- O t r a cosa sería s i me i n s u l t a r a n por carecer de u n a pierna,
ciente probabilidad como p a r a formar esperanza o temor". 6
pues a pesar de l a i r a que ello provoca, tendería a creer que
Existen también las emociones controvertidas, pues aún no tal agravio es el resultado de l a ignorancia de m i ofensor; por
sabemos cómo clasificar l a sorpresa, el aburrimiento, el i n - tanto, el sentimiento sería bien distinto a l de l a ofensa por
terés y el deseo sexual, a pesar de saber que es necesario que el credo religioso. Pues bien, e n l a Grecia de Aristóteles esta
los otros existan p a r a que podamos sentirlas, 7
última situación era t a n ofensiva como a nosotros nos r e s u l -
E l lugar de las emociones e n l a democracia es importante ta l a primera.
cuando empezamos a comprender que no sólo "las sienten" S i vivimos e n el mismo régimen político, probablemente
compartamos en mayor medida de l a que creemos u n a m i s m a
Elster, 2002: 294.
Ibid.: 245. 8
Bolívar, 2005:16-17.

194 195
arquitectura emocional, compartimos repertorios emociona- ciados con giros paradójicos que enfatízan e n l a experiencia
les similares. Ello nos permite pensar en que no es imposible h u m a n a del tipo " l a ausencia a m i n o r a las pasiones modera-
volver a establecer los lazos de comunicación que tantos a u - das e intensifica las grandes, de l a m i s m a m a n e r a que el vien-
tores consideran y a perdidos. to apaga u n a vela pero aviva u n a hoguera". C o n ello i n s i s -
11

A lo anterior debemos añadir que las emociones no s o n tieron en l a relación entre l a expresión de u n a emoción y sus
únicamente construcciones sociales, que éstas existen y que creencias previas. Esto les permitió inferir que las emociones
tener conciencia de u n a emoción es lo que nos permite, de incluyen atributos cognitivos, además de atributos viscera-
hecho, transformarla. Además, d i c h a conciencia presupone les. M u c h a s obras literarias, como las que exponen novelistas
"que hay algo susceptible de ser transformado". E n efecto, el
9 y dramaturgos de l a talla de Shakespeare y Stendhal, t a m -
conocimiento categórico de las emociones h a resultado u n a bién nos ofrecen u n enfoque e n el que las emociones gene-
difícil tarea p a r a las ciencias naturales; éstas no pueden de- r a n comportamientos y producen diversos estados mentales
terminar s i es cierto lo que las personas dicen estar sintiendo, y cognitivos.
n i pueden medir de otra m a n e r a los sentimientos h u m a n o s Elster, filósofo contemporáneo, se vale también de l a m a -
s i n m c u r r i r e n faltas éticas. Por esto l a mayor parte de lo que yoría de las características de las emociones aportadas y a por
sabemos sobre las emociones se apoya, pues, e n l a literatu- Aristóteles, y añadiendo el criterio de l a sensación cualitativa
r a y e n l a filosofía. 10 organiza tres tipos de elementos emocionales. Las unidades
constitutivas de las emociones comprenden, pues, l a sensa-
III. L A EXPERIENCIA DEMOCRÁTICA Y LOS COMPONENTES ción cualitativa, los atributos cognitivos y los atributos visce-
EMOCIONALES rales. E l primero de los tres elementos h a de entenderse como
u n "rasgo intrínseco de l a experiencia emocional". E l segundo
Aristóteles, atendiendo a l interés por mostrar las consecuen- envuelve dos componentes: los antecedentes cognitivos y los
cias de las emociones p a r a l a cognición, fue el primer filósofo objetos intencionales. Y, finalmente, los atributos viscerales
en elaborar u n marco teórico acerca de los componentes emo- tienen cuatro partes: l a excitación fisiológica, las expresiones
cionales. E l estagirita estableció seis unidades inherentes a fisiológicas, l a valencia en l a dimensión placer-dolor y las ten-
las emociones, a saber: l a excitación, las expresiones fisioló- dencias de acción características de dichas emociones. 12

gicas, los antecedentes cognitivos,los objetos intencionales, L a sensación cualitativa, dice Elster, "es el rasgo fenome-
las emociones mixtas de placer-dolor y las tendencias a l a nológico más impactante de las emociones", pues en tanto
13

acción. Tales cualidades h a l l a n s u expresión e n l a conducta u n a emoción sucede, t a l sensación l a acompaña de m a n e r a


interpersonal, y de cara a l análisis de los fenómenos sociales mtrínseca, a pesar de ser prácticamente "innombrable". Existe
y políticos, parecen tener gran relevancia explicativa, pues i n - cierta sensación, casi inequívoca, cuando sentimos emocio-
d u c e n a s u vez emociones en otras personas. Estos elementos nes —v. gr., el miedo o el amor—, y a pesar de que nos resulte
se recogen e n Acerca del alma, l a Retórica, las Categorías, l a m u y difícil decir cómo las estamos sintiendo, sabemos que e n
Ética a Nicómacoy el Filebo, entre otros textos. , efecto las sentimos. E l cómo se está sintiendo es lo que c o n -
Otros aportes hechos desde l a filosofía s o n los de algunos sideramos "innombrable".
moralistas franceses: Montaigne, Pascal, L a Rochefoucauld U n a sensación cualitativa es, pues, u n a experiencia única,
y L a Bruyère (1580 y 1680). Ellos comprendieron el m u n d o " p u r a " e inseparable de l a emoción. E s el "cómo" se sienten
social e n el que vivieron desde el plano de las emociones y lo las pasiones, pero s u experimentación es t a n "subjetiva" que
expresaron mediante l a formulación de máximas, Le., e n u n -
11
Elster, 2002: 110.
9
Elster, 2002: 313. 12
Ibid.: 138.
10
Elster, 2001:29. 13
Ibid.: 301.

196 197
resulta difícil arrojar luces sobre l a m a n e r a como se están so- pado los antecedentes cognitivos e n siete categorías: primero
brellevando. Podemos decir, s i n negar l a complejidad que
14 tenemos creencias acerca de las emociones propias; segundo,
ello exhibe, que las emociones tienen u n a sensación cualita- acerca de las emociones de otras personas; tercero, sobre las
tiva que corresponde a u n a forma especial y única de experi- motivaciones de los otros; cuarto, en torno a l a s creencias de
mentación introspectiva. otras personas; quinto, tenemos creencias probabilísticas;
Según u n estudio reciente, el amor adquiere distintas for- sexto, nos beneficiamos o perjudicamos de creencias c o n -
mas de expresión e n tanto se presente en diferentes estratos trafácticas; y séptimo, tenemos también las creencias "como
socioeconómicos. M u c h a s de las personas de más bajos es- s i " . Por otro lado, las emociones s o n también intencionales:
15

tratos d a n obsequios a sus seres queridos e n fechas como los se d a n a propósito de algo. Numerosas emociones, aunque
cumpleaños, los aniversarios y l a Navidad. Los regalos suelen no todas, tienen u n objeto personal; es decir, u n a persona,
ser objetos que el otro necesita, aunque no siempre. Estratos a n i m a l o cosa con que se establece u n a relación bajo l a c u a l ,
más afortunados en términos monetarios mantienen e n s u s sólo s i existe t a l entidad, o mientras interpretemos u n objeto
relaciones u n a más constante fluidez de presentes: cenas, de cierta manera, es posible el desarrollo de l a emoción. E s el
paseos, idas a l cine, joyas, etc., que no corresponden a nece- caso de l a envidia o l a malicia.
sidades apremiantes del otro n i a fechas socialmente signifi- De los antecedentes cognitivos depende pues, en gran p a r -
cativas. A u n q u e el hecho de estar inmersos en l a economía de te, l a m a n e r a como nos sentimos frente a determinadas s i -
mercado y l a formación audiovisual nos configura a expresar tuaciones. Si, por ejemplo, e n u n a m o p o r t u n a b r o m a m i me-
de m a n e r a distinta nuestras emociones, podemos decir que l a jor amigo me hace u n a l l a m a d a telefónica p a r a avisarme que
democracia nos i n d i c a también que es importante el respeto m i h e r m a n a h a muerto, esa noticia me producirá u n terrible
por esas otras representaciones del amor, porque de u n a u sentimiento de dolor y angustia. Independientemente de s i es
otra m a n e r a sabemos lo que se siente estar enamorado. cierta o no s u muerte, l a información que m i amigo me h a d a -
L a idea es, pues, que l a sensación cualitativa puede a y u - do es suficiente (pues tengo confianza en l a información que
darnos a afianzar proyectos sociales, e n tanto nos a y u d a a me suministra) p a r a que yo sienta u n dolor inefable. Por otro
considerar que los demás s o n más parecidos a nosotros de lo lado, t a n pronto como yo sepa que todo se trató del pésimo
que creemos, pues e n efecto sabemos lo que es sentir odio y sentido del h u m o r de m i amigo, puedo increparlo por seme-
resentimiento, c u l p a o vergüenza, envidia o malicia, y lo s a - jante descuido e n s u conducta. S i n embargo, s i alguien que
bemos mediante esa cifrada sensación introspectiva. Las d i - lo conoce bien me i n d i c a que éste no me mortificó ingenua-
ferencias sobre las que se h a afirmado parte del proyecto l i - mente, sino que concibió j u n t o con u n a persona indeseada
beral no están, desde este punto de vista, por encima de ese m i desasosiego, m i sentimiento por él cambiará, y entre otras
repertorio emocional compartido. Podemos hacer u n esfuerzo emociones sentiré ira; y a no querré reprenderlo, sino castigar-
p a r a intentar comprender algunas de las emociones de los vic- lo. Algo sulfilar ocurre en las estructuras sociales y políticas;
timarios o sentir cuánto dolor experimentó u n a víctima, a u n - de m u c h a s de las creencias que se tienen en grupos y c o m u -
que el curso de n u e s t r a v i d a no h a y a tenido que ver con tomar nidades, sean éstas ciertas o no, dependen gran parte de las
las armas o haber sufrido graves perjuicios. emociones que se sienten y se legitiman a m a n e r a de i n s t i t u -
ciones. S i afianzamos creencias de superioridad y distinción,
E n las emociones s o n fundamentales los atributos cogni- tendremos sentimientos excesivos de egoísmo, arrogancia y
tivos. Las emociones pueden ser provocadas por creencias desprecio por los otros. D u r a n t e muchos años se creyó que
ciertas, falsas o simplemente fundadas sobre l a evidencia de los negros y los indígenas eran animales s i n m o r a l n i c u l t u -
hechos o estados de l a que dispone el agente. E s t a s creencias ra; ésta fue, pues, u n a de las causas por las que se insistió
producen finalmente emociones específicas. Elster h a agra-

14
Ibid.
15
Ibid.: 309.

198 199
en sentimientos, que hoy llamamos racismoy discriminación, to más intereses se compartan y más libre sea l a interacción
que llevaron a prácticas legales como l a esclavitud. S i cree- con otros grupos, mejor será l a sociedad". Ello porque "sólo
17

mos que por n u e s t r a b u e n a fortuna otros están dejando de cuando intentamos entender de dónde viene c a d a u n o de n o -
comer, sentiremos remordimiento de tener ciertos bienes, pero sotros, qué bagaje de sufrimientos y preconcepciones lleva-
s i creemos que l a m a l a administración de los dineros públi- mos c o n nosotros, podemos esperar conseguir u n consenso
cos es l a c a u s a de l a pobreza, nos sentiremos decepcionados parcialmente coincidente". 18

de l a eficacia de las instituciones estatales. S i por el contra- E l último elemento de las emociones son los atributos visce-
rio creemos que l a pésima distribución de l a riqueza se debe rales. Éstos son l a excitación fisiológica, las expresiones fisio-
a que el sector privado a c u m u l a el capital y lo destina a fines lógicas, l a valencia en l a dimensión placer-dolor y las tenden-
particulares, nos sentiremos indignados e incluso resentidos, cias de acción. Los atributos viscerales comprenden l a parte
pues l a democracia nos h a enseñado que de u n a u otra for- "menos racional" de las emociones, pues tienen lugar de u n a
m a hemos trabajado por l a sociedad y que es injusto que só- manera más natural. No podemos, aunque quisiéramos, evitar
lo unos pocos estén disfrutando de los recursos alcanzados el sonrojo cuando sentimos vergüenza, sonreír o acercarnos a
y merecidos por todos. nuestros seres amados, y tampoco manifestar gestos propios
E s importante insistir en que l a idea no es pretender que las del pánico, l a sorpresa o el desagrado. Por otro lado, tendemos
comunidades sólo gocen de creencias certeras, pues de esto a actuar dadas ciertas emociones. H u i m o s o enfrentamos a l
no se derivan necesariamente emociones "más pertinentes y adversario cuando sentimos miedo, nos escondemos o desapa-
provechosas" p a r a todas las personas. Por otro lado, cabría recemos ante el sentimiento de vergüenzay tendemos a pedir
preguntarse también s i esto es deseable. Por ejemplo, sentir perdón o repara el menoscabo frente a l a intensa culpa. Así, lo
c u l p a no está del todo m a l , s i ésta puede ser mitigada por l a visceral de las emociones nos permite dar c u e n t a de ellas en
expectativa de l a confesión o de l a reparación. Lo que se b u s - términos de mayor o menor intensidad.
caría es, entonces, e n l a vía de Dewey, "reconstruir o reorga-
L a excitación fisiológica es u n a forma de cambio fisiológico
nizar l a experiencia" de las emociones, y e n este sentido en-
y demuestra que l a acción emocional no suele estar guiada
señar a revisar el tipo de creencias e información que privile-
por u n a representación previa de objetivos. L a s expresiones
gian las comunidades a l a h o r a de escuchar a los otros, de
fisiológicas ayudan a l organismo a sobrellevar l a situación que
enfrentar sus disputas y dirimir confrontaciones.
genera u n a emoción, comprenden u n efecto secundario deri-
L a idea de democracia i m p l i c a l a educación. S i e n vez edu- vado de las emociones y también pueden ser aprendidas c u l -
car a l a juventud y a l a población en prácticas repetitivas y con turalmente. Algunas emociones requieren m u c h o de nuestro
el objetivo de reproducir lo y a existente, s i en vez de moldear esfuerzo y/o deseo p a r a ser alcanzadas, de l a m i s m a m a n e r a
creencias y emociones p a r a que los individuos se ajusten y se que existen aquellas que nos esforzamos en evitar. Todas ellas
vinculen emocionalmente con papeles sociales preconcebidos, i m p l i c a n el elemento valencia de placer y dolor, pues l a histo-
se conforman y dirigen las nuevas experiencias y dmáfnicas ria y l a interacción social nos h a n enseñado cuáles emociones
sociales h a c i a l a formación de mejores hábitos, n u e s t r a so- nos resultan más agradables y deseables, e n contra de otras
ciedad democrática no estará condenada a desaparecer, sino que consideramos dolorosas o indeseables. Éste es el elemen-
que será quizás mejor que l a a c t u a l , esto es, capaz de generar
16

to valencia. Finalmente, las tendencias de acción son ciertas


emociones que p e r m i t a n enfrentar críticamente las nuevas necesidades o impulsos de llevar a cabo acciones. Más que
dinámicas sociales e iniciar procesos de autoorganización. consecuencias, las tendencias de acción son parte de las emo-
Así pues, l a heterogeneidad a l a que asisten las actuales ciones, sólo que a veces se cristalizan y en ocasiones no.
democracias es más provechosa que perjudicial desde l a teo-
ría de las emociones, pues como enseña P u t n a m , " e n c u a n -
17
Ibid.
16
Putnam y Putnam, 1997: 259. 18
Ibid.: 279.

200 201
S i u n a sociedad a u m e n t a por ejemplo s u s grados de con- mentó determinado, cómo se manifiestan y qué consecuen-
frontación a r m a d a , de retraimiento y de descontento, podría- cias pueden tener p a r a l a sociedad. Ello podría ayudarnos a
mos d a r lugar a pensar que este tipo de actitudes y expresio- ganar agudeza en nuestras estimaciones sobre las c o m u n i -
nes sociales responden a emociones y creencias. E l grupo de dades y l a forma e n que éstas se organizan. Finalmente pode-
los atributos viscerales es relevante, pues desde este punto de mos decir que Elster realiza u n profundo esfuerzo por identi-
vista nos permite evaluar y medir l a intensidad de las emocio- ficar los elementos de las emociones, por descubrir qué i m p l i -
nes sentidas socialmente, y advertir s i el conjunto de sensa- ca c a d a u n a de ellas y cómo el contexto social las moldea de
ciones y creencias que se están formando académica, n o r m a - forma distinta.
tiva y mediáticamente s o n deseables. E s importante insistir
L a democracia, como señala Dewey, no sólo es u n a forma
en que l a alusión a l a "deseabilidad" de ciertas emociones no
de v i d a social, sino que también es u n modelo que permite
corresponde a u n ánimo mstrumentaüzador de dichas pasio-
" l a aplicación p l e n a de l a inteligencia a l a solución de los pro-
nes n i a u n a pretensión de categorizarlas moralmente. Más
blemas sociales". L a teoría de las emociones desde l a filosofía
bien simpatizamos c o n l a idea de darles u n a dimensión c a -
política debería ofrecer, pues, estrategias p a r a que l a demo-
tegórica, esto es, determinar c o n mayor claridad s u s rasgos
cracia, e n medio de los cambios del siglo X X I , reivindique es-
p a r a poder comprender mejor las dinámicas de las organiza-
te propósito. E n l a vía de Hannáh Arendt, l a idea es sustituir,
ciones políticas.
mediante l a implementación de u n a educación emocional, l a
Sistematizar los elementos de las emociones nos h a per- conducta conformista de l a sociedad m o d e r n a por l a acción
mitido establecer l a distinción entre qué es u n a emoción y ética y política como principal forma de relación h u m a n a . 19

qué es u n a sensación, ayudándonos a superar l a idea de que No se trata de señalar que las emociones son u n a especie de
los dos términos s o n correlativos. E n efecto, sentirnos ena- "naturaleza h u m a n a " , que son comunes a todas las personas
morados no es lo m i s m o que procurarnos placer comiendo y que a éstas les resulta esencial. Insistimos, e n cambio, e n
chocolates, pues el sentimiento por nuestros seres amados que traer l a teoría de las emociones a l estudio de l a democra-
está atravesado por sensaciones, creencias, objetos i n t e n - c i a es pertinente e n tanto l a lección de l a historia nos exige
cionales y cierta experimentación visceral que no logran ser nuevos marcos p a r a pensar las estructuras sociales. Rorty
abarcadas por u n a sensación física. Tampoco podemos sen- nos enseña que l a única naturaleza h u m a n a r a d i c a en n u e s -
tir amor-pasión por algo no h u m a n o , pues el sentimiento de t r a extraordinaria maleabilidad y flexibilidad y que debemos
amor-pasión sólo tiene lugar e n l a interacción y las creencias sustituir los principios inamovibles por u n historicismo más
acerca de otra persona. atento a los hechos históricos, contingentes y c u l t u r a l e s .20

Las emociones s o n sociales, ríos hacen sociales y moldean L a idea según l a c u a l l a filosofía h a tenido gran importan-
el tipo de sociedad. E s t a sociedad a s u vez legitima determi- cia p a r a l a formulación de las instituciones culturales desde
nados repertorios emocionales y los regula. No debe_ extra- presupuestos racionalistas, y que h a generalizado y deducido
ñarnos, por tanto, que dichas emociones sean tanto o más normas de acción social buscando tener mayor previsibilidad,
complejas que l a sociedad m i s m a . L a idea tampoco es señalar poder y eficacia en l a c o m u n i d a d , es problemática porque s u -
que estos tres conjuntos s o n inflexibles a l cambio. E l caso de pone que a partir de u n a educación racional se intensifican
las emociones surgidas en las experiencias estéticas parece sentimientos de identidad m o r a l compartida que fortalecen
seguir siendo u n gran enigma, pero precisamente l a dificul- l a c o m u n i d a d ética. P a r a Rorty l a democracia se robustece
tad de categorizar plenamente las emociones e n este modelo desde l a educación sentimental, pues sólo allí se aprende a
invita a ampliar nuestras preguntas. Elster permite genera-
lizar e n l a explicación y estructura de las emociones y s a c a a
l u z nuevas herramientas con las que podremos indagar qué
emociones entran enjuego e n cierta democracia, en u n m o - 15
Arendt, 2001: 52.
20
Rorty, 1993: 121.

202 203
examinar l a m a n e r a en que abordamos y solucionamos nues- j a n más l u z sobre lo h u m a n o que algún otro razonamiento
tros problemas con los otros. legaliforme. También viabilizan proyectos casi inalcanzables,
U n a educación sentimental debe disponernos a observar como el de M a r x . Elster lo expone de u n a bella manera: afir-
nuestros propios sentimientos frente a los demás y a suponer m a que el supuesto de M a r x según el c u a l "[...] todo lo que
propias las situaciones ajenas; esta familiaridad debe per- es deseable es factible, y todo lo que es deseable y factible es
mitirnos comprenderlos cada vez más como "nosotros". L a 21
inevitable", puede leerse como l a distorsión del pensamien-
educación sentimental s u p e r a l a perspectiva según l a c u a l to del filósofo d a d a s u emotividad y el deseo de alcanzar u n a
existe u n dualismo entre emoción e intelecto y que admite a sociedad comunista. S i n embargo,
los educandos como "sacos que h a n de llenarse con los he-
chos y las teorías que el maestro y a posee". L a educación emo- (...) La rabia, la indignación y la esperanza proporcionaron la mo-
cional suscitaría l a crítica, l a reflexión y l a cuestión de cómo tivación indispensable para su obra política y teórica [...] Le man-
utilizar las propias experiencias pasadas y las de-la h u m a n i - tuvieron activo durante sus años de exilio y miseria en Londres y
sostuvieron sus enormes esfuerzos académicos en no menor me-
d a d . S i n embargo, como señala P u t n a m , estos exámenes no
22

dida que sostuvieron su incansable trabajo organizativo (...) Para


son algo que deba ser llevado a cabo por u n a élite intelectual, lograr mucho, uno ha de creer que puede conseguir más de lo que
sino que, respondiendo a las necesidades de l a democracia, realmente puede. 24

"es algo que todo ciudadano debe aprender a hacer", a partir


de s u primordial experiencia fáctica. Semejante filosofía de l a R E F E R E N C I A S BIBLIOGRÁFICAS
educación presupone, pues, u n a filosofía de l a experiencia. L a
educación h a de ser "de, por y p a r a l a experiencia". 23
Arendt, Harrnah (2001), La condición humana, Barcelona.
Así pues, se trata de superar l a escisión que se plantea en Bolívar, Ingrid (2006), Discursos emocionales y experiencias de
l a educación desde Platón: más elevada, más racional. L a idea la política, Bogotá.
no es convencer a los demás de que l a educación es u n siste- Elster, J o n (2001), Sobre las pasiones: emoción, adicción y con-
m a infinitamente superior y más racional, sino que esos otros, ducta humana, Barcelona.
independientemente de s u grado de racionalidad, compartan (2002), Las alquimias de la mente: la racionalidad y las emo-
con nosotros l a capacidad de tener sensaciones indescripti- ciones, Barcelona.
bles y de formarse creencias que pueden o no ser erráticas. Heidegger, Martin (2002), Interpretaciones fenomenológicas sobre
Podemos sentarnos a dialogar con ellos, pues el entendimien- Aristóteles: indicación de la situación hermenéutica, Madrid.
to racional es posterior a l emocional, a l que todos accedemos Habermas, Jürgen (2002), La inclusión del otro: estudio de teoría
desde que estamos inmersos e n el m u n d o , y que e n medio de política, Barcelona.
l a creciente complejidad de l a v i d a social nos sigue siendo co- Jimeno, Myriam (2004), Crimen pasional, Bogotá.
mún. No necesitamos u n cambio de modelo, sino " u n perio- Lechner, Norbert (1993a), "Los nuevos perfiles de l a política: u n
do más largo de infancia e n el c u a l se adquieran los poderes bosquejo", en La nunca acabada y siempre conflictiva construc-
necesarios p a r a enfrentar estas complejidades", como aduce ción del orden social, Bogotá.
Dewey. Ése sería el resultado de l a educación emocional. (1993b), "Especificando l a política", en La nunca acabada y
Las emociones s o n l a materia de l a vida, y s o n fundamen- siempre conflictiva construcción del orden social, Bogotá.
tales a l a h o r a de tomar decisiones complejas: las personas, (1996), "¿Por qué la política y a no es lo que fue?", en Ideología
hacen caso a l a s "corazonadas" porque dichas pasiones arro- y sociedad, Revista Foro, abril, Bogotá.
Putnam, Hñary (2000), Cómo renovarla filosofía, Barcelona.
21
Ibid.: 127.
22
Putnam y Putnam, 1997: 260.
23
Ibid.: 261-262. Elster, 2002: 361.

204 205
Putnam, H . y R. Putnam (1997), La herencia del pragmatismo,
Barcelona.
Rorty, Richard (1993), "Derechos humanos, racionalidad y sen-
timentalidad", en E . Shute y S. Hurley, De los derechos hu-
manos, Madrid.
(2000), El pragmatismo: una versión, Barcelona.

Capítulo 2
CONCEPCIONES D E LA DEMOCRACIA

206
ONTOLOGÌA Y DEMOCRACIA E N SPINOZA Y NEGRI

Amalia Boyer
Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia

Idealmente u n a lectura de Spinoza debería seguir el orden


de s u s publicaciones. Resumiendo de m a n e r a esquemática
se puede decir que el libro primero de l a Ética describe u n a
ontología de l a s u s t a n c i a e n l a que el ser es comprendido co-
mo singular, inmanente y unívoco a partir de u n a lógica de
l a productividad infinita. E n el segundo libro, Spinoza ataca
el dualismo cartesiano siguiendo sus consideraciones sobre
l a compatibilidad esencial entre cuerpo y mente en u n a úni-
c a sustancia, e i n i c i a u n análisis de las afecciones o afectos
del cuerpo. E s t a secuencia es i n t e r r u m p i d a por los escritos
políticos del Tratado teológico-político, donde Spinoza desa-
rrolla dos argumentos centrales: uno, a favor de l a separa-
ción absoluta entre teología y filosofía, y otro, a favor de u n a
1

política basada e n el derecho natural, donde éste se inter-


preta no e n términos de l a razón sino del poder. Este énfasis
2

puesto en l a praxis o pensamiento práctico h a c i a el final del


Tratado teológico-político, retroalimenta el proyecto de l a Éti-
ca de tal m a n e r a que las partes III, IV y V de esa obra se cen-
t r a n en l a Distinción entre afectos y afecciones, el concepto
de conatus, l a composición y descomposición de cuerpos e n

1
Spinoza, 1986: "Prefacio" y cap. XIV.
2
Ibid.: cap. XVI.

209
relación con otros cuerpos, y finalmente, l a organización del reconstruir s u política a p a r t i r de sus otros escritos. Adicional-
Estado. Vemos así cómo el itinerario de Spinoza describe u n mente, es importante resaltar que Spinoza escribía en tiempos
movimiento que v a del análisis ontológico a l análisis político. de violencia y de gran incertidumbre política, bajo presiones
E l contenido político emerge de las definiciones ontológicas, de censura. Por estas razones es necesario leer entre líneas,
y a que n u n c a es pensado en oposición a éstas. Finalmente, para comprender el significado mtimo de sus palabras. 4

encontramos en el Tratado político l a sugerencia — y sólo se Por ello, por ejemplo, tras u n a primera lectura del Tratado
trata de u n a sugerencia debido a l a muerte inesperada de Político, e n que aparentemente Spinoza defiende el poder ab-
S p i n o z a — de que l a democracia es el Estado absoluto. Como soluto de las monarquías, es pertinente realizar u n a segunda
trataremos de mostrar más adelante, este aspecto es de gran lectura, pues ciertos argumentos sugieren que lo que está e n
i m p o r t a n c i a p a r a l a interpretación política que hará Negri de juego es más b i e n l a defensa de l a democracia por ser ésta l a
l a filosofía de Spinoza. forma más racional de gobierno posible. Desafortunadamente,
el capítulo sobre el Estado democrático se encuentra a l final
I. E L E S T A D O ABSOLUTO: LA DEMOCRACIA de d i c h a obra, y por lo tanto quedó inconcluso. S i n embargo,
u n a clave p a r a entender s u importancia puede ser encontra-
Nos gustaría entonces pensar l a obra de Spinoza desde l a Ética d a e n l a frase con que i n i c i a este capítulo: "Paso, fmalmente,
h a s t a el Tratado político como u n movimiento que se despla- al tercer Estado, el c u a l es totalmente absoluto y que l l a m a -
z a de l a ontología h a c i a l a ética y finalmente h a c i a l a política. mos democrático". L a p a l a b r a que es necesario resaltar aquí
5

Esto no significa que c a d a u n o de estos elementos deban ser es absoluto. E l único otro "absoluto" que encontramos en el
vistos como partes separadas, de m a n e r a que l a ética, como sistema de Spinoza es l a s u s t a n c i a m i s m a . S i adherimos a l
en K a n t , por ejemplo, se oponga a lo teórico u ontológico, n i sentido rigurosamente unívoco que le otorga Spinoza a l ser,
que lo político sea visto como u n compromiso de l a pureza entonces esto quiere decir que el único Estado democrático
del razonamiento ético. Se trata de algo m u y distinto en S p i - tendría que ser u n a expresión de l a sustancia misma. Podemos
noza, pues tanto lo ético como lo político tienen s u base e n comprobar por qué esto es así s i tomamos u n o de los modos
l a ontología m i s m a , no e n s u rechazo. Precisamente p o r esta de l a sustancia como, por ejemplo, el ser h u m a n o individual.
razón, Spinoza es de gran importancia p a r a algunos pensa- C a d a individuo, tal como expone l a Ética, es l a expresión d e l
dores contemporáneos que i n t e n t a n pensar m a s allá del i m - poder de l a Naturaleza, por ende, l a naturaleza h u m a n a no
passe que representa l a alternativa entre pensamiento libe- se diferencia de l a de otros seres por s u deseo de aumentar
ral y marxista. 3
s u poder de existir. Spinoza traduce esto a l lenguaje del dere-
S i n embargo, cierta reticencia es aquí necesaria, pues a u n - cho n a t u r a l e n el segundo capítulo del TP argumentando que
que l a relación entre lo ético y lo ontológico e n Spinoza se en- cada individuo, independientemente de cuánto poder tenga,
cuentra rigurosamente expuesta en los libros III a l V de l a Éti- tiene derecho a existir, y existir aquí quiere decir de acuerdo
ca, no podemos decir lo mismo del paso que nos conduciría con sus propios afectos y afecciones:
de l a ética a l a política. S i n lugar a dudas, esto se debe fun-
damentalmente a que el Tratado político no fue concluido de- 4
E l trabajo de Spinoza fue mal recibido por su comunidad y esto condujo a
bido a l a inesperada muerte de Spinoza, lo c u a l nos obliga a su excomunión. Este ambiente represivo de la comunidad judía y la com-
pleja situación política de Holanda en esa época deben ser tomados como
dos factores importantes que Spinoza debió haber tenido en cuenta en sus
A pesar de la importancia de su conexión con Marx,filósofoscomo Balibar, escritos. No puede olvidarse que aparte de ser excomulgado, lo cual impli-
Macherey, Matheron, Tosel, Deleuze, Negri y Montag han visto en Spino- caba que nadie podía dirigirse a él o estar en su presencia, hubo un intento
za una salida al liberalismo y al marxismo ortodoxo. La mayoría de estos de asesinato en su contra. Para una descripción de este evento consúltese
pensadores descubren en la posición de Spinoza elementos útiles para una la biografía realizada por Nadler (1999). Para una discusión sobre las me-
crítica del liberalismo. Véase Montag, 1999: 94. Para una discusión deta- didas tomadas para evitar la represión contra el marranismo de Spinoza cf.
llada de la posición de estos pensadores con referencia a este asunto véase Révah, 1995.
el capítulo tercero de Montag (1999: 62-89). 5
Spinoza, 1986: §1, cap. 11.

210 211
Así pues, por derecho natural entiendo las mismas leyes o reglas Desde l a perspectiva del TP, las afecciones activas, es decir,
de la naturaleza conforme a las cuales se hacen todas las cosas, aquellas que incrementan el poder del individuo, son insepa-
es decir, el mismo poder de la naturaleza. De ahí que el derecho rables de l a libertad y del Estado democrático que hace posi-
natural de toda la naturaleza y, por lo mismo, de cada individuo se ble esa libertad. Esto es debido a que l a organización política
extiende hasta donde llega su poder. Por consiguiente, todo cuanto
de l a democracia es el único modelo, en comparación con l a
hace cada hombre en virtud de las leyes de su naturaleza, lo hace
con el máximo derecho de la naturaleza y posee tanto derecho so- monarquía y l a aristocracia, que coincide con l a i n m a n e n c i a
bre la naturaleza como goza de poder. 6 de l a sustancia, aunque u n a vez más debamos subrayar que
lo antedicho no aparece explícitamente en los escritos de S p i -
Se trata entonces de saber cuál es l a forma de organización noza. Por ende, s i estamos e n lo cierto a l afirmar que hay u n
social cuyo fin último es l a potentia o poder de cada indivi- paralelismo entre l a teoría ontològica y política de Spinoza,
duo. P a r a Spinoza esto sería u n Estado guiado por l a razón. entonces sólo el Estado democrático puede ser el Estado a b -
L a única diferencia entre el estado de sociedad y el estado de soluto. Esto se debe a que sólo el Estado democrático sería
naturaleza es que en el último el ser h u m a n o está regido por puramente inmanente. E n este Estado puramente inmanente
las afecciones de l a esperanza y el miedo, mientras que e n el (democracia), cada individuo sería l a expresión del poder co-
primero l a vida está regida en común p a r a l a seguridad de mún a todos, a l igual que c a d a individuo, desde u n a perspec-
todos. Sólo u n Estado contrario a l a razón subestima l a liber- tiva ética, es l a expresión del poder inmanente absoluto.
tad de cada individuo, mientras que u n Estado regido por l a Parecería entonces que, tal como sugerimos anteriormen-
razón es más libre: te, detrás de l a supuesta defensa de l a monarquía que hace
Spinoza e n el TP lo que realmente se encuentra es el Estado
Cuanto más se guia el hombre por la razón, es decir, cuanto más democrático como único resultado plausible de l a fundación
libre es, con más tesón observará los derechos de la sociedad y del derecho n a t u r a l sobre l a potentia. Como veremos a conti-
cumplirá los preceptos de la suprema potestad, de la que es sub- nuación, esta interpretación coincide con l a de Negri.
dito. Más todavía, el Estado político, por su propia naturaleza, se
instaura para quitar el miedo general y para alejar las comunes
II. U N A LECTURA D E N E G R I D E S D E E L "PARALELISMO"
miserias; y por eso busca, ante todo, aquello que intentaría con-
seguir, aunque en vano, en el estado natural, todo aquel que se D E SPINOZA
guía por la razón. 7

E l trabajo de Negri sobre Spinoza es de gran importancia p a -


Por supuesto, el problema aquí es: ¿en qué consiste esta r a l a renovación de l a filosofía política contemporánea. S u
"suprema potestad" de l a que es subdito el individuo? E n otras obra no se presenta como u n fenómeno aislado, y a que s u
palabras, ¿qué es soberano e n u n Estado? Spinoza descri- interpretación de Spinoza complementa l a de otros filósofos
be tres posibles Estados e n el TR monarquía, aristocracia y contemporáneos, como Deleuze, por ejemplo. Lo que se e n -
democracia. U n a clave p a r a encontrar u n a respuesta a esta cuentra en el corazón de l a relación entre Deleuze y Negri, s u
pregunta puede ser h a l l a d a en el capítulo quinto. Allí argu- diferencia y s u similitud, es el "paralelismo" de lo ontològico
menta que el propósito o función del Estado no es otro que y lo político. Este paralelismo es de u n a importancia funda-
garantizar l a paz y l a seguridad de l a vida, y que de ello se s i - mental p a r a l a comprensión de l a teoría política de cada u n o
gue que l a mejor forma de gobierno es aquella e n l a que los de ellos. P a r a ambos no existe teoría política rigurosa que no
hombres conviven e n armonía. A partir de l a Ética podemos se halle fundada en u n orden ontològico. Este enunciado se
interpretar esta armonía e n términos de afecciones activas. b a s a e n l a descripción que hace Spinoza de l a relación entre
ontologia y política. L a política de Spinoza es inconcebible s i n
s u ontologia. E n el campo de l a política, a l a vez que en el c a m -
6
Ibid.: §4, cap. 2.
po de l a ontologia, siempre se trata de l a autoproducción de
7
Ibid.: §6, cap. 3.

212 213
lo Real, y es sobre esta base que se puede h a b l a r de u n mate- Omnino absolutum democraticum imperium
rialismo radical en Spinoza.
Spinoza tiene u n a frase que se convierte en l a p u n t a de l a n -
NEGRI: UNA POLÍTICA DE LA MULTITUD z a de l a interpretación de Negri: omnino absolutum democra-
ticum imperium. E s t a frase puede ser separada en dos m i -
9

E n Spinoza Subversif, Negri h a b l a de dos planos en l a obra de tades que corresponden a los dos planos de l a obra de S p i -
Spinoza: el metafisico y el político. Estos dos planos, s i n em-
8 noza: el plano metafisico u ontològico y el plano político. L a
bargo, no deberían ser vistos como opuestos el u n o del otro, primera parte de l a frase, omnino absolutum, corresponde a l
o como distintas disciplinas dentro de u n mismo proyecto fi- orden ontològico o metafisico, y l a segunda parte, democra-
losófico, tal como ocurre con Aristóteles, quien comienza con ticum imperium, corresponde a l orden político. Comencemos
l a metafísica por pertenecer ésta a u n orden completamente por l a p r i m e r a m i t a d .
distinto a l de l a ética, l a c u a l llega a l final p a r a completar s u E l pensamiento de Spinoza es u n a teoría del ser. E l ser es
proyecto. E n l a obra de Spinoza encontramos, por el contra- comprendido como unívoco. Contrariamente a l a tradición fi-
rio , como y a h a sido subrayado, que existe u n paralelo estricto losófica occidental, e n Spinoza no hay u n a r u p t u r a entre dos
entre el orden metafisico y ontològico, por u n lado, y el político regiones, u n a de i n m a n e n c i a y otra de trascendencia, n i entre
por otro. L a primera forma e n que se establece este paralelis- lo real y lo ideal. E l ser es u n continuo, o como diría Spinoza,
mo es a través de l a famosa Proposición 7 del segundo libro todo lo que es, es u n modo o u n atributo de Dios. A pesar de
de l a Ética: "el orden y conexión de las ideas es el mismo que esta identificación del ser con Dios, el pensamiento de Spino-
el orden y conexión de las cosas". E s t a engañosa simplicidad z a es completamente antiteológico. Palabras como Dios o sus-
con l a que Spinoza establece el principio de paralelismo abre tancia son meramente expresiones contingentes del ser. M a s
el camino a u n paralelismo más profundo, el de lo ontològico allá de las palabras que emplea Spinoza, lo que importa es s u
y lo político, retomado por autores contemporáneos como De- interpretación del ser como unívoco e inmanente. Sólo h a y
leuze y Negri. U n o se puede acercar a este paralelismo de dos u n a sustancia, y todo lo que existe es u n atributo o u n modo
maneras distintas: a través del orden político, de t a l m a n e r a de esta sustancia. De esta forma, l a ontologia de Spinoza se
que se interprete el ser absoluto de Spinoza como ser políti- presenta e n franca oposición a l a ontologia tradicional:
co, o desde el orden ontològico, asumiendo que lo político es
inmediatamente ontològico. Estos dos ángulos corresponden La ontologia spinozista es una violación absoluta de la tradición
a las cüstintas perspectivas tomadas por Deleuze y Negri con ontològica [...] Spinoza afirma el ser como fundamento [...] pero el
respecto a l a obra de Spinoza. E l primero desde l a política, el fundamento es concebido como superficie [...] la superficie apare-
segundo desde l a ontologia, expresando ambos el paralelismo ce como u n ser determinado pero la determinación es práctica, es
entre lo ontològico y lo político como rasgo fundamental del la consolidación de cruces y desplazamientos de las fuerzas que
experimentamos sobre el terreno físico e histórico. 10

pensamiento original de Spinoza.


E n esta ocasión nos centraremos únicamente e n l a inter-
pretación que lleva a cabo Negri, por l a importancia que le
Ibid.: cap. III. Todo este capítulo se centra en el desarrollo de esta estrate-
otorga a l concepto de democracia. gia de interpretación de la política de Spinoza, pero ésta es planteada con
mayor precisión en la página 47.
Ibid.: 132. En otra parte Negri argumenta que al negar la unidad de Dios,
la posición de Spinoza se torna irrevocablemente antiteológica: "De esta
forma es borrada la ultima huella de la figura tradicional de la divinidad.
De manera correspondiente a esta desaparición vemos emerger un nuevo
referente de lo divino como producción de un poder infinito. Un horizonte
total que ni siquiera admite una trascendencia lógica. Lo divino es el con-
Negri, 1994: 24. junto de todas las potencias". Negri, 1982: 209-210 (mi traducción).

214 215
S i Dios es l a p a l a b r a que emplea Spinoza, ¿cuál es l a de Multitudo
Negri? P a r a éste el ser es u n ser social. Lo absoluto es l a "co-
lectividad singular". Como veremos más adelante, esta com-
11
E l concepto de multitudo debe ser pensado, argumenta Ne-
prensión del ser, que es quizás más visible e n el libro de Ne- gri, desde tres puntos de vista: en el nivel de lo físico, de lo
gri titulado La anomalía salvaje, se encuentra en el corazón n a t u r a l o a n i m a l y de l a razón. Los dos primeros niveles, el
12

de u n a lectura política de l a ontologia de Spinoza. Desde el físico y el a n i m a l , corresponden a l análisis del movimiento y
principio, Negri entiende l a s u s t a n c i a spinozista a través de reposo de los cuerpos y a l análisis de los afectos que Spino-
l a praxis política, y no l a praxis política a través de l a s u s t a n - z a presenta en s u Ética. E l ultimo nivel, l a Tazón, esta ligado
cia: l a identidad de l a s u s t a n c i a y de l a praxis política desde al concepto de democracia que Negri reconstruye a partir de
l a praxis política m i s m a . P a r a Negri, l a única posibilidad de los escritos políticos incompletos de Spinoza esbozados e n
u n a política libre de ideologías debe sostenerse sobre u n a o n - el Tratado político. E l primer nivel es l a potencia crítica de lo
tologia sólida. Leer a Spinoza hoy día es precisamente proveer real como combinación y mezcla del ser físico, m u y pareci-
esta rigurosa base ontològica p a r a u n a política comprometida do a l concepto de Naturaleza de Lucrecio o de fisicalismo de
con l a liberación. Esto i m p l i c a u n a completa reformulación Hobbes. Esto provee u n a base material rigurosa a l segundo
del concepto de democracia, de m a n e r a que ésta y a no pue- nivel, donde l a potencia animal, que incluye a l a n i m a l h u m a -
de ser comprendida a través de s u u s u a l definición jurídica y no, es explicada a través de los conceptos de conatusy cupidi-
legalista, sino que debe ser regresada a s u definición ontolò- tas. Este segundo nivel debe ser entendido como el continuo
gica, l a c u a l expresa adecuadamente el ser social de l a colec- enredo y entremezcla de pasiones y situaciones contradicto-
tividad singular. Este regreso a u n a definición ontològica de rias a nivel de l a psique del sujeto afectivo. Sólo a partir del
l a democracia tiene s u condición, p a r a Negri, e n l a historia. tercer nivel, l a razón, podemos h a b l a r de l a formación de u n
Sólo el proceso de socialización producido por el capitalismo sujeto político. Este sujeto, como e n los dos niveles anterio-
conduce a l a crisis de l a democracia, pero también a s u po- res, que éste no niega, puede ser pensado como multitudo. E l
sible inversión, es decir, a l regreso a u n a democracia real. Lo sujeto político es u n a tendencia dentro de l a red de pasiones
que se aquí entiende p o r democracia real es u n a democracia de l a psique y de l a base material del c u a l f o r m a parte. P a r a
que reflej e l a verdadera naturaleza de l a psique h u m a n a y de Spinoza, los afectos no pueden ser contrastados con u n a vo-
s u ser colectivo, contrariamente a u n a democracia que no es l u n t a d política como algo externo, pues l a voluntad política,
más que l a defensa ideológica de u n régimen que aplasta a l o l a razón, es u n a posibilidad inmanente de l a v i d a ética. E n
individuo mediante supersticiones modernas. Negri discute otras palabras, l a sociabilidad es inmanente a l campo de los
esta relación entre el individuo y lo colectivo en l a obra de S p i - afectos de l a m i s m a forma que los afectos s o n inmanentes a l
noza a través del concepto de multitudo. Nuevamente se t r a t a ser material. De esto obtenemos u n imperativo político: des-
aquí de u n concepto directamente político, pues sólo es com- cubre y comparte con aquellos que producen alegría y evi-
prensible, tanto objetivamente como subjetivamente, dentro t a aquellos que producen tristeza. E s t a c o m u n i d a d de seres
de las posibilidades históricas de l a democracia. A partir de alegres es l a condición de u n a constitución razonable de l a
este concepto podemos dar comienzo a l análisis de l a segunda democracia. Por esta razón, l a ética y l a política no s o n dos
m i t a d de n u e s t r a frase inicial: democraticum imperium. regiones distintas dentro de u n mismo proyecto filosófico,
como s i l a ética tuviera que ver con l a c o n d u c t a individual o
con l a de l a sociedad civil y l a política tuviera que ver con los
órganos de gobierno del Estado, exteriores a l individuo y a l a
sociedad civil. De hecho, Spinoza mismo argumenta que esta

11
Ibid.: 12. 12
Ibid.: 57-60.

216 217
división entre Estado y sociedad es u n a ilusión que no se co- social, según l a c u a l cada miembro de l a sociedad transfiere
rresponde con l a r e a l i d a d . L a ética y a incluye lo social, o el
13
s u poder a u n a autoridad exterior que luego puede actuar i n -
individuo y a es colectivo, y esta colectividad "es l a liberación dependientemente .
de todas las fuerzas sociales e n u n conatus general de l a or- A u n q u e Spinoza emplea u n lenguaje contractual debido a l
ganización de todos". Este conatus es lo que Negri entiende
14
contexto en el que escribe s u obra, Negri argumenta que s u
por democracia absoluta. pensamiento político está en las antípodas del contractualis-
E l modo del ser social es entendido por Negri a través de l a m o . " E s aquí donde podemos hacer u n a distinción entre de-
concepción spinozista del poder. E l poder es definido de dos mocracia liberal, por u n a parte, y democracia absoluta, por
maneras m u y distintas e n Spinoza, que corresponden a dos otra. Sólo esta última expresa l a dimensión ontológica del pen-
expresiones latinas. E l poder es potentia o potestas. L a po- samiento de Spinoza: l a multitudo. Lademocracialiberal, por el
tentia es definida por Spinoza e n l a Ética como fuerza de pro- contrario, es u n a m a l a representación ideológica del ser social,
ducción, y l a potestas como capacidad de producir en el acto. cuyo objetivo es l a división desigual del poder, potestas:
Negri argumenta que e n el Tratado político estas definiciones
son invertidas de m a n e r a que lapotentia se vuelve capacidad La teoría del contrato social proviene de una determinación histó-
de producir en el acto y l a potestas fuerza de producción. E n rica y conceptual determinada. Está sustancialmente predispues-
Negri estas definiciones formales reciben u n a expresión polí- ta a la legitimación de diferentes formas de gobierno en las cuales
tica a través del lenguaje del derecho natural. C a d a individuo formas absolutistas del Estado moderno se representan a sí mis-
nace con u n derecho n a t u r a l o potentia. E s t a definición no
15 mas. 18

h a de ser comprendida jurídicamente sino e n términos del


lenguaje de los afectos o del deseo. L a definición de l a libertad L a democracia absoluta, por el contrario, es l a u n i d a d de lo
a h o r a es: cada individuo desea. T u libertad es proporcional a social y de l a psique en l a autoconstitución de lo social. Lo que
t u grado de potentia. S i n embargo, todas las sociedades h u - caracteriza a l a democracia absoluta es l a no separación de l a
manas se h a n determinado h a s t a ahora por u n a noción de potentiay de l a potestas, e n otras palabras, es l a i n m a n e n c i a
poder diametralmente opuesta, l a potestas. E s t a concepción absoluta del poder. E l ser social se vuelve expresión de l a l i -
del poder puede ser definida e n l a edad m o d e r n a como el re- bertad, donde ésta es comprendida como l a relación recíproca
sultado de l a separación entre el ejercicio de l a magistratu- entre l a razón y los afectos. E s t a relación entre libertad y ser
r a y l a figura del magistrado, es decir, como separación entre social absoluto es, sugiere Negri, l a aporía de u n a democracia
quienes ejecutan el poder y quienes son gobernados por ese radical. L a naturaleza absoluta de l a democracia es absoluta
poder. E n térrrrinos de l a ideología de l a democracia, esta d i -
16 debido a que expresa l a definición ontológica de l a sociedad
visión del poder es defendida mediante l a teoría del contrato como multitudo e n sus tres niveles (el físico, el a n i m a l y l a r a -
zón), mientras que l a libertad es el derecho n a t u r a l de l a po-
tentia individual que alcanza, s u máximo nivel e n s u relación
con los otros. E s t a tensión entre l a libertad y lo social, entre
13
Negri, 1978: 188-189.
el individuo y lo colectivo, entre lo social y l a psique, en l a que
" Negri, 1994: 51 (mi traducción).
los dos términos de l a oposición y a son múltiples, es l a diná-
15
Negri se basa en la definición de derecho natural de Spinoza: "Así pues, por
derecho natural entiendo las mismas leyes o reglas de la naturaleza con- m i c a principal de l a democracia. E n l a democracia absoluta
forme a las cuales se hacen todas las cosas, es decir, el mismo poder de la las instituciones expresan el ser social de las subjetividades
naturaleza. De ahí que el derecho natural de toda la naturaleza y, por lo s i n que estas instituciones se alienen en poderes separados,
mismo, de cada individuo se extiende hasta donde llega su poder. Por con-
siguiente, todo cuanto hace cada hombre en virtud de las leyes de su na- como ocurre e n el caso de l a democracia liberal.
turaleza, lo hace con el máximo derecho de la naturaleza y posee tanto de-
recho sobre la naturaleza como goza de poder" (Spinoza, 1986: cap. 2, §4,
p. 85). 17
Ibid.: 41-44.
16
Negri, 1994: 50. 18
Ibid.: 43.

218 219
Lo realmente decisivo, s i n embargo, en el concepto de de- rrupción que Negri lee a Spinoza retrospectivamente. Así, lo
mocracia absoluta de Negri es el paralelismo del orden políti- que Negri ñama, fenomenología de la producción, o metafísica
co y del orden ontológico. L a democracia es l a mejor clase de de las fuerzas productivas, es l a clave p a r a comprender l a no-
constitución posible, y a que, a diferencia de l a oligarquía y l a ción de sustancia y de ontologia e n Spinoza. De esta forma, l a
monarquía, expresa l a naturaleza verdadera de lo real como ontologia constitutiva del sistema de Spinoza es identificada
ser social. L a democracia absoluta es absoluta pues sólo l a con l a autoconstitución del m u n d o por el h o m b r e . A pesar
21

democracia es l a realidad de lo absoluto como ser social. Sólo de las grandes diferencias entre l a filosofía estatal de Hegel y
en l a democracia absoluta es posible el placer y l a felicidad del l a política democrática de Spinoza t a l como es interpretada
m u n d o , en vista de que l a democracia es l a condición p a r a l a por Negri, esta identificación del ser como ser social parece
vida ética del individuo, en u n sentido spinozista de l a pala- idéntica a l a concepción del m u n d o de Hegel como resultado
b r a . L a expresión subjetiva de lo absoluto, p a r a Negri, es l a
19 de las acciones h u m a n a s . Por ello se puede argumentar que
traducción de este objetivo del ser social e n u n a praxis. E s t a l a unificación de lo político y de lo ontológico e n Negri desde
praxis es esencialmente revolucionaria, puesto que sólo u n a l a perspectiva de lo político como el concepto de u n a ontologia
subjetividad puede desenmascarar l a naturaleza ideológica constitutiva exhibe cierto hegelianismo e n reserva. ¿Acaso l a
de l a democracia liberal y de las axiomáticas del capitalismo. noción de democracia absoluta de Negri no contiene el mismo
E s aquí donde surgen las mayores dificultades, en el movi- final teleologico e inmanente del conocimiento absoluto de l a
miento de lo objetivo a lo subjetivo, y es aquí, t a l vez, donde Fenomenología del espíritu de Hegel? E n ambos casos vemos
Negri es menos spinozista y más hegeliano-marxista. Esto se u n a conjunción de lo objetivo y de lo subjetivo producido por
t o r n a particularmente visible en s u otro libro sobre Spinoza, el propio sistema pero precisamente debido a que el sistema
La anomalía salvaje. Cierto hegelianismo está presente en es el sujeto objetivado. Q u e d a u n a pregunta abierta: s i Negri
esta obra, particularmente e n cuanto a s u forma y también a deja m u c h o de lado cuando identifica l a idea del Ser de S p i -
noza con l a democracia absoluta y s i es aún posible leer los
s u contenido. S u forma es u n a suerte de reexaminación del
escritos políticos ontològicamente e n vez de leer los escritos
progreso de l a obra de Spinoza, que podría caracterizarse co-
ontológicos políticamente. E s posible que esta otra m a n e r a
mo u n a progresión dialéctica. D i c h a progresión está fundada
de leer, manteniendo l a perspectiva del paralelismo entre lo
en el hecho de que Negri lee a Spinoza retrospectivamente de
ontológico y lo político, p r o d u z c a u n nuevo tipo de política,
m a n e r a m u y s i m i l a r a como Hegel explica que debemos leer
u n a que sea menos fácilmente reacomodada dentro del p a -
l a Fenomenología del espíritu dos veces, u n a h a c i a adelante
radigma de u n a política del sujeto.
y otra h a c i a atrás, y sólo e n esta u l t i m a lectura retrospectiva
l a verdad del conocimiento absoluto será revelada. 20

Negri lee l a obra de Spinoza como u n sistema completo que III. C O N C L U S I Ó N


tiene dos formaciones: l a primera está en l a p r i m e r a parte de
l a Ética c o n s u descripción de l a sustancia, y l a segunda tiene Se podría caracterizar l a perspectiva de Negri como u n a tra-
lugar con l a interrupción de l a escritura de l a Ética y l a elabo- ducción clara y directa o u n a conversión de los conceptos o n -
ración del Tratado teológico-político. E s a partir de esta inte- tológicos de Spinoza a l debate actual sobre lo que entendemos
por democracia^ liberación. Esto no significa que él ignore el
contenido ontológico de l a o b r a de Spinoza, pues esto equi-
Negri, 1982: 335. Para una interpretación diferente de Spinoza desde la valdría a negar el paralelismo entre lo ontológico y lo político,
perspectiva de la alegría cf. Misrahi, 1992. que es el ángulo adoptado e n s u perspectiva. Más bien, ten-
Hegel concluye que se deben hacer dos lecturas de la Fenomenología del es- dríamos que h a b l a r aquí de u n énfasis o "exageración" de lo
píritu, una primera vez desde la perspectiva del Espíritu como fenomenolo-
gía, como una "galería de imágenes" y una segunda vez desde la perspecti-
va del Conocimiento Absoluto como Ciencia que ha "digerido", "recordado"
o "renacido" en una nueva figura. Cf. Hegel, s.f.: 492-493. 21
Negri, 1982: 325 y 336-340.

220 221
político, donde l a u n i d a d de lo político y de lo ontològico es n u e s t r a parte, nos sentimos más cercanos a l a posición de
leída desde el lado político como tal. Lo ontològico es político Ranciére cuando afirma que l a democracia de l a multitud pro-
porque l a política es l a construcción de lo ontològico: el ser es puesta por Negri contiene u n a gran dosis de fe en l a necesi-
u n ser social. Por lo tanto, p a r a Negri, en l a filosofía n a t u r a - dad histórica de que surja u n a nueva sociedad a l a c u a l es
lista de l a s u s t a n c i a de Spinoza el espíritu no es otra cosa que necesario que renunciemos:
el cuerpo social e n s u autoorganización política. 22

P a r a concluir sería útil sugerir cuáles podrían ser las fla- [...] la sociedad desigual no lleva en su seno ninguna sociedad igual.
quezas o debilidades de esta perspectiva. Se podría argumen- La sociedad igual es sólo el conjunto de relaciones igualitarias que
tar, por ejemplo, que l a lectura política de Negri tiende a po- se trazan aquí y ahora a través de actos singulares y precarios. 27

nerles u n a c a m i s a de fuerza a los conceptos ontológicos de


Spinoza encerrándolos dentro de concepciones tradicionales R E F E R E N C I A S BIBLIOGRÁFICAS
de praxis que el materialismo de Spinoza rechazaría por re-
dundantes. Negri, a pesar de s u compromiso con u n a ontolo- Bove, Laurent (1996), La stratégie du conatos, París.
gia materialista, permanece fuertemente atado a l a tradición Hegel, G.W. (s.f.), La fenomenología del espíritu, Oxford.
humanista. 23 Misrahi, R. (1992), Spinoza : un itinéraire de bonheur par la joie,
París.
P a r a Negri l a crisis que confronta el marxismo hoy en día
no requiere de u n regreso a Hegel y m u c h o menos a Kant, s i - Montag, W. (1999), Bodies, Masses, Power, Londres-Nueva
no a S p i n o z a . A pesar de que Negri argumenta que Spinoza
24 York.
no puede ser comprendido a través de l a dialéctica, s u lectura Nadler, S. (1999), Spinoza a Life, Cambridge.
de Spinoza aún guarda u n sabor a Hegel y a M a r x , lo que no Negri. A. (1978), L'anomalie sauvage, París.
es de extrañar s i consideramos s u historia personal de m i - (1982), L'anomalie sauvage, París.
litancia política. Este hegelianismo o marxismo latente re-
25 (1994), Spinoza subversif, París.
gresa e n l a elaboración que hace Negri de l a praxis política a Negri, A. y M . Hardt (2000), Empire, Londres-Cambridge.
partir del concepto de democracia absoluta de S p i n o z a . Por 26 Rancière, Jacques (2005), La haine de la démocratie, Paris.
Révah, I.S. (1995), Des Marranes à Spinoza, Paris.
Spinoza, B. (1986), Tratado teológico-político, Madrid.
22
Para una excelente discusión sobre este tema cf. Bove (1996), en particular
los capítulos I y K . Su tesis enfoca la cuestión del conato a través de una
lectura muy fuerte de la causa sui en Spinoza que se inspira en gran medi-
da en la interpretación de Negri.
23
Véase por ejemplo la importancia y el lugar que le da al humanismo en su
última publicación en coautoría con M. Hardt. Existe un capítulo que plan-
tea la distinción entre dos modernidades. Esto los lleva a postular una in-
terpretación positiva del Renacimiento como parte de su agenda política.
En este espíritu declaran a Spinoza y Foucault (y cabe la pregunta de si
Deleuze y Guattari encontrarían un puesto aquí) figuras del Renacimiento
en el sentido de un "Humanismo después de la muerte del Hombre", como
el título de la última sección anuncia. Cf. Negri y Hardt, 2000: 69-92.
24
Negri, 1994: 131.
25
Negri escribió su tesis de doctorado sobre Hegel. También es uno de los
teóricos del "operaismo" italiano, y en las décadas de los sesenta y setenta,
de la autonomia operaia. Su nombre ha sido asociado al secuestro y asesi-
nato del ex presidente italiano Aldo Moro a través de sus actividades en las
Brigadas Rojas. Su militancia —se encuentre o no implicado en términos
reales en las actividades de las cuales se lo culpa—, lo ha llevado a la cár- sociedad civil-Estado, esa otraficciónal servicio de la ideología de la rela-
cel en más de una ocasión. ción a la producción". Negri, 1982: 228.
36
Esto se verifica en la siguiente proposición: "Spinoza rechaza la distinción Rancière, 2005: 106.

222 223
¿RECONOCIMIENTO O TOLERANCIA?

Santiago Rey
Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

Según H a n n a h Arendt, " l a política se basa e n el hecho de l a


pluralidad de los hombres. [...] trata del estar j u n t o s los u n o s
con los otros de los diversos". A diferencia de l a biología, que
1

se preocupa por el león o por la orquídea, l a política se o c u p a


de los hombres e n s u multiplicidad y diferencia. S i n embar-
go, lo importante aquí es cómo entendemos ese estar j u n t o s
del que h a b l a H a n n a h Arendt. ¿Se trata acaso de u n con-vivir
basado e n el modelo de l a tolerancia en donde u n o s y otros se
soportan mutuamente aguantando con paciencia l a diferen-
cia? O, por el contrario, ¿se t r a t a más bien de u n entorno de
reconocimiento e n el que presto atención y escucho lo que el
otro tiene que decir? E n el primero de los escenarios no exis-
te sino u n com-partir el espacio común, en donde l a regla es
l a indiferencia y el hermetismo frente a los demás. T a l y co-
mo se define en el diccionario de l a lengua española, tolerar
quiere decir "sufrir algo, llevar con paciencia", lo que reduce
l a relación entre seres h u m a n o s a u n indiferente soportar.
Por el contrario, l a noción de reconocimiento, tal y como l a
entendió Hegel, i m p l i c a u n a relación activa con lo otro, e n l a
que m i p r o p i a autodeterminación depende de l a m a n e r a e n
que me relaciono con lo diferente. Precisamente basado e n

Arendt, 1997: 45.

225
Hegel, y aún e n mayor medida e n Rousseau, Charles Taylor I. E L CONCEPTO D E RECONOCIMIENTO E N H E G E L
en s u artículo " M u l t i c u l t u r a l i s m o " pone de relieve l a impor-
:

tancia del reconocimiento e n u n presente como el nuestro, Hegel introduce l a dialéctica del reconocimiento en l a figura
amenazado por los nuevos dogmatismos, los mass-media y de l a autoconciencia de l a Fenomenología del espíritu. Des-
los neogurús religiosos. pués de percatarse l a conciencia de que en ambos lados de l a
Nuestra identidad como individuos, y aún mas importante, relación sujeto-objeto no existe sino lo mismo, es decir, vida,
n u e s t r a identidad como miembros de u n a determinada c u l - s u relación con l a realidad deja de ser pasiva y l a conciencia
tura, depende de l a constante confrontación (encuentro) que se vuelca e n el m u n d o en b u s c a de reconocimiento a partir
tenemos con lo diferente. S i n embargo, en l a cotidianidad m u - de todo aquello que ella m i s m a no es. A esto Hegel le d a el
chas veces se p a s a por alto l a importancia del reconocimiento nombre de negatividad; el movimiento de salir de sí p a r a l u e -
y se suele aplicar el modelo de l a tolerancia pasiva, que evita go volver sobre sí que es motor no sólo de l a dinámica de l a
u n acercamiento real a l otro. A pesar de que con Hegel se es- conciencia sino también de l a autodeterminación de los con-
clarece l a importancia conceptual del reconocimiento como ceptos de l a lógica. De esta manera, l a conciencia se enfren-
posibilidad de autodeterminación de n u e s t r a identidad i n - ta a l a realidad devorando todo lo que se le cruce por el c a m i -
dividual y c u l t u r a l , no encontramos en él u n a reflexión que no, tratando de b u s c a r certeza de sí por medio de lo otro. S i n
nos p e r m i t a orientar e n l a práctica nuestro encuentro con el embargo, este devorar lo único que logra es reproducir u n a
otro. T a l como lo destaca Charles Taylor e n s u libro Multicul- apetencia que muere y vuelve a nacer frente a los ojos de l a
turalismo: políticas del reconocimiento, incluso cuando pen- autoconciencia, l a c u a l , impotente, h a quedado encadenada
samos que no estamos reconociendo a l otro, de alguna m a - al m u n d o . Así como los instintos viven reproduciéndose, y no
n e r a sí lo estamos haciendo, pues dar l a espalda es también b a s t a sino esperar u n a s horas después de comer p a r a volver
u n a m a n e r a de relacionarnos c o n otros seres h u m a n o s . Por a sentir hambre, l a conciencia se percata de que l a certeza
este motivo, no b a s t a con u n a aclaración conceptual como l a que le b r i n d a l a naturaleza no satisface s u necesidad de re-
que presenta Hegel e n l a dialéctica del reconocimiento e n l a conocimiento. Por el contrario, l a autoafirmación a partir de
Fenomenología del espíritu; es necesario, aún e n mayor me- este devorar l a realidad tiene como consecuencia l a desazón
dida, encontrar u n a indicación que nos p e r m i t a concretar e n de lo efímero; u n a dependencia que se reproduce a cada m o -
l a práctica u n reconocimiento que desborde l a pasividad de mento y encadena l a autoconciencia a u n a apetencia s i n fin.
l a tolerancia. Y es que vale l a p e n a reiterar que e n el caso de E n palabras de Hegel:
l a tolerancia sólo h a y que aguantar, soportar c o n paciencia
l a diferencia, mientras que el reconocimiento, por otro lado,
exige de nosotros u n a tarea activa y compleja. E n efecto, así La apetencia y la certeza de sí misma alcanzada en su satisfac-
ción se hallan condicionadas por el objeto, ya que la satisfacción
lo entendió Hans-Georg Gadamer, quien insiste e n l a i m p o r -
se ha obtenido mediante la superación de este otro. Por tanto, l a
t a n c i a del reconocimiento como tarea, u n a responsabilidad autoconciencia no puede superar al objeto mediante su actitud
ética del presente que no d a espera. E l presente ensayo consta negativa ante él; lejos de ello, lo reproduce así, como reproduce
entonces de dos partes: l a p r i m e r a de ellas intenta exponer l a la apetencia.2

importancia conceptual de l a noción de reconocimiento como


posibilidad de l a autodeterminación i n d i v i d u a l y cultural; l a L a autoconciencia exige u n reconocimiento duradero que
segunda aborda desde l a reflexión de Gadamer el problema no se esfume e n el aire como los placeres de l a apetencia y s u
del reconocimiento entendido como obligación ética que nos mterminable camino de dependencia. E s así como descubre
impone el presente. que sólo otra autoconciencia puede brindarle el reconocimien-
to y l a certeza que necesita. A diferencia del objeto de l a ape-

3
Hegel, 2003: 112.

226 227
tencia que le proporcionaba certeza sólo momentáneamente tanto necesita p a r a definir s u propia identidad. E l reconoci-
p a r a luego desaparecer, l a otra autoconciencia es capaz de miento, según Taylor, "no es u n a cuestión de cortesía, sino
satisfacer l a necesidad de reconocimiento rompiendo el círcu- u n a necesidad vital del ser h u m a n o " . Incluso aquel que no
5

lo vicioso de l a fugacidad y l a dependencia. Gracias a que l a b u s c a deliberadamente el reconocimiento depende de él p a r a


otra autoconciencia no desaparece, como lo hacía el objeto de l a autoconfiguración de s u identidad, h a s t a el punto de que
l a apetencia, se garantiza u n reconocimiento duradero que no incluso u n mal-reconocimiento, como lo destaca Taylor, pue-
se agota en el movimiento negativo de l a conciencia. E n conse- de tener terribles consecuencias sobre l a imagen que alguien
cuencia podemos afirmar que l a autoconciencia sólo alcanza tiene de sí mismo. Así, l a c o m u n i d a d negra de Estados U n i -
plena certeza de sí m i s m a por medio del reconocimiento de dos interiorizó l a imagen que los blancos proyectaron sobre
otra autoconciencia, con lo que queda expuesta l a dimensión ellos y de esta m a n e r a fueron víctimas de u n a forma de reco-
eminentemente social de l a conciencia. E s t a idea es rescatada nocimiento nociva y profunda. C u a n d o Hegel afirma que el
por Taylor en s u artículo sobre el multiculturalismo cuando reconocimiento es cosa de v i d a o muerte, no está hablando e n
destaca el carácter dialógico de l a v i d a h u m a n a , que consis- sentido metafórico, pues, como bien señala Taylor, l a falta de
te en u n camino de autodeterminación de l a identidad a p a r - reconocimiento puede infligir terribles daños y sufrimientos a
tir de u n constante relacionarnos con lo otro. E n palabras de comunidades enteras de seres h u m a n o s . Y es que no es sólo
Taylor, " n u e s t r a propia identidad depende crucialmente de l a ausencia de reconocimiento lo que puede afectar n u e s t r a
n u e s t r a relación dialógica c o n los otros". S i n embargo, es-
3
identidad, sino a u n en mayor medida, u n reconocimiento no
ta relación dialógica e n l a que se despliega l a negatividad de recíproco. Incluso cuando damos l a espalda a l otro que vive
l a vida, no siempre se lleva a cabo satisfactoriamente. Por el enfrente y nos negamos a escuchar lo que intenta decirnos, de
contrario, r a r a vez queremos salir de nosotros mismos h a - a l g u n a m a n e r a lo estamos reconociendo, pero como alguien
cia lo otro en b u s c a de u n enriquecimiento de n u e s t r a p r o p i a indeseable e insignificante. L a ausencia de reconocimiento,
identidad. Frente a l carácter dialógico de l a experiencia p r i - por paradójico que p u e d a sonar, se convierte así e n u n a m a -
m a casi siempre s u faceta monológica, e n l a que lo otro se ve nera de reconocimiento que perjudica l a identidad del otro,
bien como amenaza o elemento contaminante. Esto lo único hiriendo s u necesidad vital de autoafirmación. Sólo u n reco-
que logra es, según Taylor, "desconocer el lugar determinan- nocimiento pleno y recíproco puede satisfacer u n a autocon-
te de lo dialógico dentro de l a v i d a h u m a n a " , pues n u e s t r a
4
ciencia e n s u búsqueda de certeza.
identidad sólo se forma a partir del contacto con lo otro, c o n
E l reconocimiento recíproco, según Hegel, debe llevarnos
lo diferente. Así las cosas, es claro que l a dimensión social de
a u n a u n i d a d espiritual con el otro, e n donde lo determinante
l a conciencia tiene que ver c o n ese vivir juntos los unos con
es que cada conciencia mantenga s u propia identidad sin per-
los otros de los diversos, pero no encapsulados alrededor de
derse en el otro. Sólo u n a autoconciencia libre e independiente
grupos cerrados, sino siempre abiertos hacíala autodetermi-
puede b r i n d a r reconocimiento recíproco, y por este motivo es
nación que sólo es posible a partir de los otros.
necesario que c a d a lado de l a relación guarde s u identidad y
Q u e d a claro así que l a conciencia sólo se despliega como s u diferencia frente a l otro. E n palabras de Hegel:
autoconciencia e n u n m u n d o compartido e n donde el reco-
nocimiento no es sólo u n capricho de algunos sino u n a cues- Este movimiento de la autoconciencia en relación con otra auto-
tión de v i d a o muerte. L a conciencia, s i n reconocimiento, no conciencia se representa empero, de este modo, como el hacer de
tiene verdad, pues sólo l a confrontación y el eventual diálo- una; pero este hacer de la una tiene él mismo la significación de
go con los otros puede otorgarle l a certeza de sí m i s m a que ser tanto su hacer como el hacer de la otra [...] el hacer uriilateral
sería ocioso, ya que lo que ha de suceder sólo puede lograrse por
la acción de ambas.
Taylor, 1994: 34.
Ibid.: 33. Ibid.: 26.

228 229
L a u n i d a d espiritual no tiene el sentido de u n a fusión e n Igual de m u e r t a estará aquella autoconciencia que no logre
donde los elementos se entremezclan h a s t a resultar m d i s t i n - conseguir u n reconocimiento pleno y recíproco por medio del
guibles el u n o del otro. Más que u n estado final que se alcanza c u a l alcance u n a u n i d a d espiritual con el otro.
por medio de u n a mezcla forzada, l a u n i d a d de l a que h a b l a
Hegel se refiere a u n movimiento e n el que participan libres e II. RECONOCIMIENTO Y FUSIÓN D E HOFJZONTES
independientes las autoconciencias.
Entretanto, p a r a comprender l a u n i d a d espiritual que de- Hasta ahora hemos enfrentado el problema del reconocimien-
be darse entre dos autoconciencias que se reconocen m u t u a - to a partir de u n a perspectiva conceptual, basándonos e n l a
mente, podemos utilizar el concepto de lo especulativo que dialéctica del reconocimiento de Hegel. No obstante, e n el
Hegel emplea e n s u Ciencia de la lógica. E n ambos casos, es presente en que vivimos, c o n l a diversidad a flor de piel y el
decir, tanto e n el reconocimiento entre dos conciencias como inminente peligro del malentendido, se hace necesaria u n a
en el tránsito conceptual de u n a determinación a otra, se trata reflexión que hable de l a posibilidad de llevar a cabo e n l a
de u n a u n i d a d especulativa e n l a que los lados no se l i m i t a n práctica el t a n anhelado reconocimiento. S i bien desde Hegel
a desaparecer mezclándose el u n o con el otro, formando u n a es posible dejar clara l a importancia conceptual del recono-
m a s a indefinida, sino que se embarcan en u n movimiento cimiento p a r a l a v i d a h u m a n a , no existe en s u reflexión u n a
compartido en el que conservan sus respectivas diferencias. indicación de cómo llevar a cabo esa u n i d a d entre diversos
L a dialéctica del reconocimiento es precisamente este movi- que como c o m u n i d a d política debemos buscar. Por esta r a -
miento en el que dos autoconciencias b u s c a n u n a u n i d a d es- zón, y tratando de esclarecer l a posibilidad práctica del reco-
piritual. No es pues, el simple perderse en el otro, sino u n a nocimiento, sugiero dar u n vistazo a l a noción de horizonte de
compleja (dinámica e n l a que ambos lados obtienen s u p r o p i a H a n s Georg Gadamer, l a c u a l puede ñuminar el camino h a c i a
certeza por medio del otro y de esta m a n e r a se mantienen co- l a concreción del reconocimiento e n l a v i d a diaria.
mo momentos definidos e independientes entre sí. E n palabras
Y a Charles Taylor se refiere a l concepto de horizonte e n
de Hegel:
Gadamer p a r a mostrar cómo podemos enfrentarnos a l a s d i -
ferencias s i n perder n u e s t r a propia identidad y s i n herir n i
Cada extremo es para el otro el término medio a través del cual es
pretender asimilar s i n más l a del otro. Como seres históricos
mediado y unido consigo mismo, y cada uno de ellos es para sí,
pero que, al mismo tiempo, sólo es para sí a través de esta media- nos encontramos dentro de situaciones especificas desde las
ción. Se reconocen como reconociéndose mutuamente. 6 cuales desplegamos n u e s t r a comprensión. " A l concepto de l a
situación", afirma Gadamer en Verdad y método, "le pertenece
A l igual que no es posible pensar e n u n a determinación esencialmente el concepto del horizonte. Horizonte es el ámbi-
lógica e n aislamiento s i n caer e n contradicción, tampoco es to de visión que abarca y encierra todo lo que es visible desde
posible abordar l a autoconciencia s i n tener e n c u e n t a el e n - u n determinado p u n t o " . Lo interesante de este horizonte que
8

torno social en el que se mueve y en el que se despliega s u re- plantea Gadamer es que se trata de u n a estructura móvil que
lación con el otro. Respecto a l a relación entre los conceptos, nos acompaña siempre a dondequiera que vayamos. C a d a vez
afirma Hegel que que leemos u n texto, escuchamos l a interpretación de u n a
pieza m u s i c a l o hablamos c o n u n amigo, lo hacemos desde
[...] cuando son consideradas como determinaciones firmes, y por nuestro propio horizonte móvil. Entender a otro no consiste
ende desligadas, en lugar de ser reunidas en una unidad orgánica, en u n salir del horizonte propio p a r a pasar a l del otro e n u n a
son formas muertas, donde ya no reside el espíritu, que constitu- especie de salto galáctico. Por el contrario, como afirma G a d -
ye su concreta unidad viviente. 7
amer, "uno tiene que traerse a sí mismo (con horizonte y todo)

Hegel, 2003: 115.


Cf. Hegel, 1993. Gadamer, 1984: 372.

230 231
h a s t a l a situación del otro". No es por tanto posible alargar el
9
do a través de Internet o tener como vecino a alguien de u n a
cuello por encima del horizonte p a r a tratar de comprender a l c u l t u r a totalmente diferente a l a nuestra. E n esta realidad se
otro desde u n a s u p u e s t a neutralidad, o posición a l margen de hace necesaria u n a indicación que nos ayude a aproximarnos
n u e s t r a situación histórica. Y es que e n últimas el horizonte al otro s i n atropellarlo en el intento. P a r a este propósito pue-
no es u n obstáculo p a r a l a comprensión de l a diferencia, sino de servir m u y bien l a noción de horizonte de Gadamer, pues
s u auténtica posibilidad. Sólo desde nuestra propia situación como él mismo afirma:
nos es posible juzgar y entender diferentes posiciones, s i n que
esto, a s u vez, signifique proyectar n u e s t r a imagen sobre los Si uno se desplaza, por ejemplo, a la situación de otro hombre, uno
demás. E n palabras de Gadamer: le comprenderá, esto es, se hará consciente de su alteridad, de su
individualidad irreducible, precisamente porque es uno el que se
Este desplazarse no es ni empatia de una individualidad en la otra, desplaza a su situación. 10

ni sumisión del otro bajo los propios patrones; por el contrario,


significa siempre u n ascenso hacia una generalidad superior, que Entretanto, algo importante por destacar es que el reconoci-
rebasa tanto la particularidad propia como la del otro. miento no es u n a tarea pasiva al estilo de l a tolerancia, que nos
obliga a u n indiferente aguantar, que más que u n estar con el
A l igual que en el concepto hegeliano de lo especulativo, ve- otro es un darla espalda. Por el contrario, y a diferencia de este
mos en esta idea de Gadamer u n elemento esencial del recono- comportamiento altamente problemático y nocivo que supone
cimiento, a saber, l a comprensión de l a u n i d a d entre diversos u n a especie de hipocresía social, l a fusión de horizontes que
como u n movimiento.en el que las diferencias no se funden propone Gadamer es quizás l a tarea más difícil que asumimos
las u n a s con las otras, sino que permanecen y reclaman p a - en n u e s t r a convivencia con otros seres h u m a n o s . Entenderse
r a sí s u propia independencia. G a n a r u n horizonte más a m - u n o s con otros es, según Gadamer, l a tarea h u m a n a más ar-
plio quiere decir aprender a ver más allá de lo cercano y de lo d u a ; u n a tarea que n a d a tiene que ver con métodos y técnica
muy cercano; no desatenderlo, sino precisamente verlo mejor sino más bien con u n a exigencia ética del presente.
integrándolo a un todo más grande. U n a coincidencia intere- Como tarea, el reconocimiento del otro a partir de l a fusión
sante es que u n a de las raíces de l a p a l a b r a especulativo, el de horizontes consiste en u n continuo aprendizaje de nuevos
verbo latino speculor, significa atalayar. A l i g u a l que el h o r i - lenguajes, de nuevas posibilidades de e s c u c h a r l o que el otro
zonte, entendido como el punto desde el c u a l se despliega u n tiene que decir. Así lo entiende Charles Taylor cuando e n s u
ámbito de visión específica, l a atalaya es u n a torre h e c h a co- artículo sobre mialticulturalismo afirma que "nos convertimos
múnmente e n lugares altos, p a r a registrar el campo o el m a r en seres h u m a n o s plenos, capaces de comprendernos a n o -
y dar aviso de lo que se descubre. Desde l a atalaya es posible sotros mismos y a los demás, sólo a partir de l a adquisición
observar no sólo los barcos que se acercan y se alejan, sino de diferentes lenguajes de expresión". Aquí el lenguaje es
11

en general cualquier cosa que se m u e v a e n el horizonte. A t a - entendido e n u n sentido amplio, que desborda el ámbito de
layar no es otra cosa, entonces que observar desde l a torre e n las palabras y a b a r c a incluso lenguajes como el de l a música,
espera de aquello que p u e d a aparecer e n el horizonte. el arte, los gestos y el amor. Comprender u n texto o u n a o b r a
S i l a política se t r a t a del estar juntos unos con otros de los de arte es u n a tarea e n l a que debemos aprender a hablar el
diversos, l a noción de horizonte e n Gadamer está a l a a l t u r a lenguaje e n el que nos h a b l a l a obra, u n ejercicio de enrique-
de u n presente donde las diferencias se ahondan y s i n embar- cimiento e n el que vamos ganando u n horizonte cada vez más
go l a cercanía entre seres h u m a n o s , tanto e n términos físicos amplio. E l lenguaje se convierte así, según Gadamer, e n u n
como tecnológicos, es cada vez mayor. Hoy en día no es difícil "estar de camino a lo común de unos con otros y no como
intercambiar ideas con alguien que está a l otro lado del m u n -
10
Ibid.
9
IbidL: 375. " Taylor, 1994: 32.

232 233
u n a comunicación de hechos y estados de cosas a n u e s t r a R E F E R E N C I A S BIBLIOGRÁFICAS
disposición". L a ampliación de todo horizonte tiene lugar allí
12

donde aprendemos nuevas palabras y u n nuevo vocabulario Arendt, Hannah (1997), ¿Qué es la política?, Barcelona.
p a r a escuchar lo que los demás quieren decirnos. Quien es- Gadamer, Hans Georg (1984), Verdad y método, Salamanca.
cucha a otro, escucha a alguien que tiene su propio horizonte, (1998), " L a diversidad de las lenguas y l a comprensión de
s u propia m a n e r a de hablar. De l a m i s m a m a n e r a que alguien
mundo", en Arte y verdad de lapalabra, Barcelona.
que aprende u n nuevo i d i o m a amplía s u m u n d o y obtiene u n
Gutiérrez, Carlos B . (2002), Temas de filosofía hermenéutica,
horizonte más amplio, aquel que se preocupa por comprender
Bogotá.
las diferencias del otro gana u n a perspectiva más abarcante,
Hegel, G.W.F. (1993), Ciencia de la lógica, Buenos Aires.
no sólo de aquellos que lo rodean sino de sí mismo. Y es que
(2003), Fenomenología del espíritu, México.
debemos recordar que l a propia identidad se configura a p a r -
Taylor, Charles (1994), Multiculturalism: Examining the Politics
tir del intercambio dialógico con otros seres h u m a n o s , en u n
of Recognition, Princeton.
movimiento negativo-dialéctico e n donde lo propio se recono-
ce e n lo ajeno. C o n esto se resalta l a idea de Taylor de que el
reconocimiento no es cuestión de elección y cortesía, sino u n
factor constitutivo de l a v i d a h u m a n a . Así, el reconocimiento
no es u n favor que hago a los demás sino u n a tarea compar-
tida e n l a que aprendemos de nosotros mismos por medio de
los otros. De aquí l a importancia de conservar l a diversidad
y evitar a toda costa u n a asimilación de las diferencias en u n
todo homogéneo e insípido.
Vivir j u n t o s Zos unos con los otros de los diversos sólo será
posible e n tanto dejemos de lado el trillado concepto de l a to-
lerancia y aceptemos que el reconocimiento es u n a tarea a r -
d u a y difícil que requiere esfuerzo y paciencia. No se trata en
todo caso de soluciones mágicas que se concreten de l a no-
che a l a mañana, sino de procesos continuados de formación
en los que vamos aumentando nuestro vocabulario y n u e s t r a
capacidad p a r a escuchar nuevas voces. Siguiendo l a i n d i c a -
ción de Gadamer, n u e s t r a obligación no es l a de

[...] querer eliminar la diversidad de las lenguas en el curso de u n


proceso de organización, sino de que cada uno aprenda a salvar
distancias y a superar antagonismos entre nosotros. Y esto signi-
fica respetar, atender y cuidar al otro y darnos mutuamente nue-
vos oídos, algo de lo que carece bastante este mundo en el que se
apela a los expertos. 13

12
Gadamer, 1998: 119.
13
Ibid.: 126.

234 235
RECONOCIMIENTO Y REDISTRIBUCIÓN: E L R O L
D E U N ATEORÍA CRÍTICA D E L A D E M O C R A C I A

Nicolás Espejo
Prof. Dr. Facultad de Derecho
Universidad Diego Portales, Santiago de Chile, Chile

Para Colombia, sin ponderaciones alexyanas

I. INTRODUCCIÓN: TEORÍA CRÍTICA Y TEORÍA


D E LA DEMOCRACIA

Como b i e n sabemos, e n los más de 80 años que h a permane-


cido asociada a l a E s c u e l a de F r a n k f u r t , l a teoría crítica (de
1

aquí e n adelante TC) h a experimentado diversas etapas y/o


tendencias. L a enorme complejidad de los temas y autores
asociados a F r a n M u r t d a n c u e n t a de esta diversidad de acer-
camientos, y sería t a n ambicioso como equivocado pretender
dar u n a definición c l a r a y exacta del propósito central de l a

El Instituto para la Investigación Social (Instituí für Sozialforschung), afilia-


do a la Universidad de Frankfurt, fue creado en el año 1922, bajo la direc-
ción de Cari Grünberg. No fue sino hasta 1931, sin embargo —cuando Max
Horkheimer asumió la dirección del Instituto, y quizá más específicamente
en 1937, año en que escribió su famoso ensayo Teoría crítica y teoría tra-
dicional"—, que la Escuela de Frankfurt comenzó a tomar la forma que la
caracterizaría en el futuro. Sobre la Escuela de Frankfurt y sus vicisitudes
véase Jay (1996) y Wiggershaus (1995).

237
T C en general. C o n todo, creo que u n a definición general de
2
E n este trabajo intentaré sostener que, concebida e n los
l a idea de T C podría ser l a siguiente: siguiendo a R a s m u s s e n , térrninos anteriormente descritos, l a T C puede jugar u n r o l
entiendo l a expresión T C como u n a metáfora que puede ser fundamental e n n u e s t r a comprensión teórica y práctica de l a
u s a d a p a r a hacer referencia a u n a particular forma de orien- democracia. E n particular señalaré que luego de a s u m i r u n a
tación teórica que debe s u s orígenes a K a n t , Hegel y M a r x , noción de crítica con pretensiones totalizantes, l a T C a c t u a l
s u sistematización a Horkheimer y sus asociados a l Institu- h a retomado s u preocupación i n i c i a l por cuestionar aquellos
to p a r a l a Investigación Social de Frarikfurt, y s u desarrollo obstáculos específicos que se interponen entre l a promesa de
posterior a l trabajo liderado por J u r g e n Habermas y sus s u - u n a v i d a democrática y l a realización efectiva de t a l proyec-
cesores. Más específicamente, según l a concibo, l a idea de
3
to emancipatorio. Más específicamente, bajo l a forma de u n a
T C intenta describir u n esfuerzo teórico informado por dos preocupación estructural por advertir, entender y reformu-
elementos centrales: a) u n a crítica de l a doininación, y b) u n a lar en u n sentido propiamente normativo las luchas por el
teoría de l a liberación. Formulado en estos términos, u n aná-
4
reconocimiento y por l a redistribución, l a T C debiera ser vis-
lisis "crítico" de l a sociedad i m p o r t a tanto u n a comprensión t a como u n a empresa teórica con u n a clara vocación demo-
estructural de l a sociedad capitalista, como l a identificación crática. Como veremos, u n a debida comprensión de las ten-
de u n concepto normativo que p u e d a operar como guía p a - siones, problemas y potencialidades que las l u c h a s por reco-
r a l a emancipación h u m a n a . E n otros términos, a diferencia nocimiento y redistribución tienen en el interior de nuestras
de l a teoría tradicional, l a T C se mueve dentro de u n a distin- sociedades, r e s u l t a esencial p a r a comprender los principales
tiva dialéctica entre i n m a n e n c i a y trascendencia. Siguiendo desafíos de l a democracia. No sólo eso. Además de encontrar-
a M a r x , l a T C es capaz de d a r fuerza a sus enunciados e n l a se sociológicamente informada, u n a T C de l a sociedad debe
medida que desenmascara las tensiones y posibilidades que b u s c a r proveer de u n a reconstrucción, a h o r a normativa, de
son, a l menos en algún sentido, inmanentes a l a configuración dichas demandas por el reconocimiento y l a redistribución.
de l a sociedad a c t u a l (capitalista). Pero, a l mismo tiempo, l a
5
T a l es, desde m i perspectiva, l a importancia de incorporar
T C no sólo explica aquellos significados sedimentados en u n a u n análisis de las diversas teorías de l a j u s t i c i a disponibles
tradición dada. L a idea m i s m a de crítica contiene u n potencial al análisis crítico. S i este esfuerzo teórico logra s u s frutos, l a
radical e n el sentido de que las normas válidas transcienden T C cumpliría s u principal objetivo: el de construir u n puente
el contexto inmediato que las generan, aportando el necesario entre l a teoría social y l a filosofía política normativa. 7

"valor agregado" de u n p u n t o de v i s t a normativo. 6

II. N U E S T R A S DEMOCRACIAS: ENTRE E L RECONOCIMIENTO


Y LA REDISTRIBUCIÓN
2
Como sostuviese Benjamín, la composición misma del Instituto bajo Hork-
heimer corroboraba la idea de que el grupo no estaba fundado sobre u n
campo o disciplina específicos. En vez de esto, el Instituto se basaba en la Tiendo a desconfiar de aquellos análisis globales sobre l a so-
convicción de que el estudio de la sociedad sólo podía ser desarrollado de la ciedad que pretenden, a l más puro estilo de u n hegelianis-
manera más rígidamente integrada entre diversas disciplinas; sobre todo,
economía, psicología, historia yfilosofía.Walter Benjamín, "Ein deutsches mo conservador, dar c u e n t a de u n a síntesis pseudodefiniri-
Instituí freier Forschung", citado en Held, 1997: 31-32. v a de los cursos históricos. L a claridad, y a lo dijo Adorno,
8

3
Rasmussen, 1999: 11. es el reino de lo no-verdadero. S i n embargo, pienso que u n o
4
Kellner, 1989: 1. puede intentar algunas descripciones de l a realidad social,
5
En este sentido, por ejemplo, Horkheimer dice: "Si tomamos en serio las de modo de ser capaz de observar e n ella algunas líneas o ele-
ideas en virtud de las cuales la burguesía explica su propio orden —libre mentos más o menos centrales que surgen c o n más fuerza
intercambio, libre competencia, armonía de intereses, etc.—, y si es que se-
guimos tales ideas hacia su conclusión lógica, ellas manifiestan sus contra-
dicciones internas y desde ahí, su real oposición hacia el orden burgués".
Horkheimer, 1972: 215 (la traducción es mía). En este sentido cf. Wagner, 2003.
6
Fraser, 2003a: 202. Sintomáticamente, Fukuyama, 1992.

238 239
en determinado momento y lugar. Lo anterior implica, claro los sistemas democráticos h a n visto cómo l a cuestión de l a
está, cüstinguir entre diferentes tipos de sociedad y evitar así identidad y del estatus social de diversos grupos tradicional-
l a selección de puntos de vista demasiado generalizadores y mente marginados o devaluados cultural e mstitucionalmen-
que yerran el blanco de u n a perspectiva sociológica. Así las te h a pasado a ser u n a preocupación fundamental y que se
cosas, en lo que sigue me gustaría sugerir que las sociedades presenta normalmente a través de las denominadas "luchas
democráticas modernas experimentan en l a actualidad—jun- por el reconocimiento".
to c o n otros procesos que no describo aquí— u n a dialéctica E n m i opinión esta aparente co-habitación entre las de-
entre dos tipos de demandas de j u s t i c i a . De u n lado, nues-
9
m a n d a s por l a redistribución y el reconocimiento parece m a -
tras democracias, sea e n el contexto del desmantelamiento nifestarse, adicionalmente, e n el nivel de l a filosofía política
de las instituciones de bienestar o e n el de l a implementación y de l a teoría social contemporáneas. Así, u n o puede adver-
de medidas de protección social e n u n contexto de capitalis- tir cómo l a filosofía política angloamericana v i n c u l a d a a l l i -
mo progresivamente abierto, se ven diariamente errfrentadas beralismo igualitarista h a centrado s u atención en lo que
a las y a clásicas demandas por más y mejor distribución de podríamos l l a m a r la igualitaria distribución de bienes, recur-
bienes, recursos u oportrinidades ("demandas por redistri- sos, oportunidades o ventajas. Particularmente influido por
bución"). S i n embargo, mientras las democracias liberales l a teoría rawlsiana, el igualitarismo filosófico h a renovado l a
de l a posguerra a s u m i e r o n de u n modo generalmente pacífi- preocupación teórica por l a j u s t i c i a de las instituciones pú-
co l a negociación y compromiso entre intereses más o menos blicas y l a m a n e r a en que ésta debiera determinar l a división
"objetivos", l a opacidad propia de las demandas por l a iden- de cargas y oportunidades dentro de sociedades construidas
tidad h a significado u n desafio de dimensiones considerables en torno a los ideales de libertad e igualdad. - S i n embargo,
13

p a r a l a formulación de políticas comunes. E n u n c i a n d o u n a esta particular preocupación por cuestiones redistributivas


distinción fundamental entre "grupos de interés" y "grupos vinculadas a l a j u s t i c i a parece i r de l a mano de otro tipo de
de identidad", feministas, multiculturalistas y defensores de
preocupación filosófico-política. Liderada originalmente por
derechos de las minorías sexuales, entre otros, nos recuer-
lo que h a venido e n denominarse como comunitarismo, l a fi-
d a n que l a j u s t i c i a requiere más que l a i m p a r c i a l o equitativa
losofía política de pedigree rawlsiano pasó a ser fuertemen-
distribución de bienes, recursos u oportunidades. E n otras 10

te atacada p o r s u ontología atomista y s u s consecuencias


palabras, s i es que l a filosofía política asume las estructuras
débilmente procedimentales. S i a este ataque específico le
14

institucionales como datos "dados" y reduce los sujetos polí-


sumamos l a progresiva inclusión e n el discurso filosófico de
ticos a unidades que se relacionan e n s u "similaridad", l a po-
cuestiones vinculadas c o n l a cultura, el género, l a raza y el
lítica de l a identidad nos recuerda el carácter contingente de
lenguaje, entre otros, tenemos entonces u n tipo de filosofía
lo social y l a importancia de l a especificidad y l a diferencia. 11

política que parece ir más allá de l a cuestión de l a redistribu-


E s decir, p a r a los grupos identitarios, l a j u s t i c i a también de-
ción e incorporar ahora, desde las ideas de identidad y dife-
m a n d a — a veces, se define por— el reconocimiento público de
sus distintivas identidades y necesidades. E n consecuencia,
12
rencia, el problema del reconocimiento. 15

9
Soy consciente déla dificultad que comporta la aplicación de una idea clara 13
Para una apreciación de la influencia de Rawls en la filosofía política con-
de modernidad (y de democracia) en el contexto latinoamericano. E n este temporánea cf. Barry, 1972; Daniels (ed.), 1975; Wolff, 1977; Kukathas y
sentido cf. Larraín, 1996, y Gwynne y Kay, 1999. Con todo, insistiré que el Pettit, 1990; Richardson y Weithman (eds.), 1999; The Cambridge Compa-
ideal moderno, al menos como imaginario constituyente, resulta relevante nion to Rawls, 2003.
entre nosotros también.
>•' En este sentido, por ejemplo, Sandel, 1984: 81-96, y Taylor, 1995: 181-203.
10
Goldstein y Rayner, 1994: 367-368; Gutmann, 2003: 13. Sobre el comunitarismo en general, Mulhall y Swift, 1996.
11
Young, 1990: 3. 15
Cf., entre otros, Jaggar y Young (eds.), 1998; Benhabib (ed.), 1996; Buüer,
12
Kymlicka, 1998: 90. Laclau y Zizek, 2000.

240 241
Pues bien, enfrentados a este escenario, algunas de las y mejor redistribución. Por el contrario, en el contexto de l a
preguntas que parecen surgir son las siguientes: ¿cómo eva- demonización del estado de bienestar y de l a desregulariza-
l u a r esta aparente tensión entre las demandas por el recono- ción de l a economía global, las recientes ganancias en l a c u l -
cimiento y por l a redistribución? ¿Es posible distinguir cla- t u r a política y a favor de minorías culturales podrían estar
ramente entre u n o y otro aspecto de las demandas por j u s t i - sirviendo a u n propósito que, aunque no buscado por ellas,
cia? ¿Cuál de estos dos aspectos tiene prioridad sobre el otro? se d a de todos modos: el desplazamiento de las demandas p o r
¿Cómo debe enfrentar u n a sociedad democrática este tipo de redistribución a favor de las demandas por reconocimiento.
demandas? M i intención es sugerir que u n a perspectiva crí- T a l y como lo h a advertido Nancy Fraser, s i no prestamos l a
tica sobre las demandas por redistribución y reconocimiento debida atención a este problema de desplazamiento, e n vez
importa u n a doble tarea. De u n a parte, debemos ser capaces de arribar a u n paradigma más amplio y capaz de incorporar
de advertir cómo tales demandas, a pesar de lo que dispon- tanto l a idea de redistribución como l a de reconocimiento, ex-
gan, pueden tener u n efecto contraproducente p a r a ciertas perimentaremos u n a pérdida trágica: cambiaremos u n a for-
conquistas sociales fundamentales a las que se h a accedido m a t r u n c a d a de economismo p o r u n pobre culturalismo. E n
en el pasado. De otra parte, debiéramos reconocer que, de no otras palabras, aquellas victorias conseguidas e n los últimos
mediar u n a formulación normativa más o menos clara de ta- años en el ámbito del reconocimiento (tales como los derechos
les demandas, podríamos terminar fetichizando el discurso de las mujeres, las ininorías sexuales y los derechos de las
del reconocimiento o de l a redistribución, s i n ser capaces de minorías culturales) podrían i r acompañadas de u n conside-
justificar tales ideales a l a l u z de los principios fundamenta-
rable empobrecimiento en el ámbito de las victorias sociales
les de u n sistema democrático. Así vistas las cosas, sostengo
conseguidas en l a segunda m i t a d del siglo X X .1 8

que las demandas p o r reconocimiento no debieran ser acep-


tadas de u n modo t a l que ellas terminen por erosionar, por
III. U N ACERCAMIENTO METODOLÓGICO CRÍTICO A L
completo, el necesario sentido de "espíritu público compar-
RECONOCIMIENTO Y LA REDISTRIBUCIÓN
tido" y "solidaridad" que sostiene a los sistemas democráti-
cos. Como señalaré más adelante, las demandas por recono-
16

Pues bien, a l a l u z de las prevenciones recién hechas, me i n -


cimiento deben ser capaces de encontrar u n a respuesta i n s -
teresa avanzar u n a tesis específica sobre el tratamiento que
titucional que surja de activar los mecanismos deliberativos
u n a teoría crítica de l a democracia debiera d a r sobre las de-
permanentes sobre los cuales se construyen los procesos de
mandas de redistribución y reconocimiento. E s t a tesis se d i -
t o m a de decisiones e n u n a democracia inclusiva. No se trata,
vide e n dos tipos de formulaciones, u n a metodológica y otra
en consecuencia, de defender modelos de diferencia radicales
y que pueden terminar justificando u n a concepción esencia- normativa. M i tesis metodológica es que u n acercamiento co-
lista de las identidades. A l decir de Mouffe y L a c l a u , entre l a rrecto a l a s demandas de reconocimiento y redistribución debe
lógica de l a completa identidad y de l a p u r a diferencia, l a ex- ser capaz de distinguir n o m i n a l , y no-sustantivamente, entre
periencia democrática se i n s t a l a e n el reconocimiento de l a dos paradigmas específicos de l a idea de justicia. Alternativa-
multiplicidad de las lógicas sociales como, simultáneamente, mente, m i tesis normativa sugiere que independientemente
l a necesidad de s u articulación permanente. A l mismo tiem-
17 de l a noción de reconocimiento y redistribución a l a que que-
po, debemos tener e n c u e n t a que las demandas actuales de ramos adherir, d i c h a concepción debe encontrar s u justifi-
reconocimiento no están sirviendo necesariamente p a r a s u - cación normativa e n los fundamentos propios de u n sistema
plementar, complejizar y enriquecer las demandas por más democrático. E n lo que sigue, me detendré e n l a precisión de
m i tesis metodológica, dejando el análisis de m i tesis n o r m a -
tiva p a r a l a próxima sección de este trabajo.
16
Sartori, 1997: 477-493, y Schmidt, 1997.
17
Laclau y Mouffe, 1985: 188. 18
Fraser, 2001:3.

242 243
¿Qué significa distinguir metodológicamente entre los p a - l a v i d a de u n a persona que resulta determinado por u n a esti-
radigmas del reconocimiento y l a remstribución? Enfrentado mación social específica, positiva o negativa, del honor. A dife-
con las diversas manifestaciones de m a l distribución y falta rencia de u n a situación de mercado (o de clase), el honor pro-
de reconocimiento que es posible advertir en nuestras socie- visto por el estatus se manifiesta normalmente por el hecho
dades, el teórico social puede tomar, a l menos, alguna de las de que, por sobre todo otro tipo de consideraciones, u n a for-
siguientes opciones: m a específica de estilo de vida resulta esperable de aquel que
pertenezca a u n círculo social concreto, proveyéndole de u n a
1. E l teórico social puede tratar dichas expresiones de m a l a posición positivamente privilegiada respecto de otros. 22

distribución y falta de reconocimiento como pertenecientes a 2. E l teórico social puede, alternativamente, sostener que
dos esferas distintas de l a injusticia, cada u n a de las cuales a pesar de advertir u n a relación importante entre las dimen-
forma parte de u n particular dominio social. Bajo este acer- siones culturales y económicas de l a injusticia, siempre es
camiento, l a m a l a distribución de bienes, recursos u oportu- posible reducir u n a de estas esferas a l a otra. E n otras p a l a -
nidades pertenecería a l dominio económico de l a sociedad. bras, bajo esta forma de reduccionismo dualista, toda forma
E n contraste, enfrentado con problemas de reconocimiento de violencia física y simbólica, económica o cultural, puede
inadecuado, tales como l a cüscriminación racial, el imperia- ser entendida, e n el último análisis, como u n a manifestación
lismo c u l t u r a l o el androcentrismo, el teórico social debiera más profunda de m a l a distribución o falta de reconocimien-
prestar atención a los patrones institucionalizados de violencia to. Este tipo de reduccionismo se encuentra, según creo a d -
simbólica o valoración c u l t u r a l relativos a l a posición de los vertir, en l a crítica igualitarista a l multiculturalismo de B r i a n
actores sociales. Este punto de v i s t a metodológico puede ser B a r r y o e n el análisis sobre las luchas por el reconocimiento
identificado como u n a forma de dualismo sustantivo, u n acer- de autores como Charles Taylor y Axel Honneth. Así, B a r r y
camiento a l a e s t r u c t u r a de las relaciones sociales que trata criticará fuertemente las pretensiones del multiculturalismo
l a economía y l a c u l t u r a como dos esferas sociales claramente contemporáneo por s u incapacidad de advertir cómo las de-
identificables, descuidando s u posible interpenetración. Se- 19
mandas de reconocimiento c u l t u r a l tienden a distraernos del
gún creo advertir, esta forma de dualismo sustantivo podría análisis de las reales fuentes o causas de l a injusticia: no el
encontrarse e n u n a lectura rígida de l a distinción weberiana reconocimiento de diversos grupos culturales, sino l a j u s t a
entre los conceptos de clasey estatus. E n efecto, t a l y como
20
distribución de bienes y oportunidades de acuerdo a l p r i n -
lo indicara Weber, podemos h a b l a r de u n a clase cuando: a) u n cipio de igualdad de oportunidades. C o n u n mismo acer-
23

determinado grupo de personas tiene en común u n compo- camiento reduccionista, pero a h o r a desde l a idea de recono-
nente c a u s a l específico de s u s oportunidades de vida, e n l a cimiento, Charles Taylor h a intentado relevar el rol central
medida e n que b) ese componente se encuentre representado que el principio de igual reconocimiento juega e n el interior
exclusivamente por intereses económicos e n l a posesión de de sociedades democráticas. Criticando las tendencias a s i -
bienes y oportunidades p a r a el ingreso, y c) sea representado milacionistas y excluyentes del ideal de " i g u a l respeto", Tay-
bajo las condiciones de bienes de comercio o mercado labo- lor h a defendido u n a visión alternativa y más comprehensi-
rales. E s decir, u n a situación de clase es, en último término, v a de l a idea de justicia, u n a que sea capaz de garantizar el
u n a situación de mercado. Alternativamente, hablamos de
21

u n estatus cuando buscamos referirnos a aquel aspecto e n


22
Ibid.: 187, 189-190.
23
Como señala Barry: "La consecución de la agenda multicultural hace que
19
Fraser, 2003b: 61.
los logros de las políticas igualitaristas se vuelvan más dificultosas en dos
20
Esta lectura no es, con todo, la que el mismo Weber habría hecho sobre la sentidos. En un nivel minimo, desvía los esfuerzos políticos de la búsqueda
relación entre clase, estatus y partido. En este sentido cf. Weininger, 2005: de fines universalistas. Pero un problema más serio es que el multicultura-
82-118. lismo bien podría destruir las condiciones para conseguir oportunidades y
21
Weber, 1991: 181-182. recursos". Barry, 2001: 114 (la traducción es mía).

244 245
igual valor de distintas maneras de ser. E n particular, e n l a por l a apropiación de los recursos escasos que se encuentran
visión tayloriana, l a política del reconocimiento comporta u n a en ese campo s o c i a l . Como sabemos, estas formas de c a p i -
26

revisión fundamental de las demandas de j u s t i c i a desde u n tal pueden ser de cuatro tipos: a) económico (capital que es
paradigma distributivo, n e u t r a l y procedimental h a c i a u n a inmediata y directamente convertible en dinero y que puede
formulación c u l t u r a l , cívica y sustantiva de l a j u s t i c i a bajo ser institucionaüzado e n l a forma de derechos de propiedad;
condiciones de m o d e r n i d a d . Finalmente, l a reconstrucción
24 b) c u l t u r a l (capital convertible, bajo ciertas circunstancias,
normativa sobre las l u c h a s por el reconocimiento en l a teoría en capital económico, y que puede ser institucionalizado e n
crítica de Axel H o n n e t h también puede ser considerada como l a forma de calificaciones educacionales); c) social (capital
u n tipo de reduccionismo dualista. E n efecto, p a r a H o n n e t h consistente e n recursos basados e n contactos o membresía
las diversas formas de injusticia social (o patologías sociales) grupa! y que r e s u l t a convertible, bajo ciertas condiciones, e n
pueden ser traducidas como manifestaciones específicas de capital económico y que puede ser institucionalizado bajo l a
relaciones dañadas de reconocimiento recíproco. Así, l a h u - forma de u n título de nobleza, en u n sentido general), y d) s i m -
millación física, l a negación de los derechos y l a degradación bólico (capital conformado por l a tenencia de diferentes tipos
social podrían reducirse siempre a formas distorsionadas de de capital, u n a vez que ellos r e s u l t a n ser percibidos y recono-
reconocimiento recíproco en las que l a l u c h a por el recono- cidos como legítimos). E n u n sentido similar, aunque desde
27

cimiento no h a logrado tomar l a forma de u n a relación ética u n a perspectiva diferente, Iris M . Young h a caracterizado las
basada, respectivamente, enlaautoconfianza, el autorrespe- diversas manifestaciones de injusticia social de las socieda-
to y l a autoestima. 25 des capitalistas como l a manifestación de u n a estructura a l -
tamente interrelacionada entre lo económico y lo cultural.
3. Podemos pensar, en tercer lugar, en u n a m a n e r a adicio- T a l estructura se manifestaría e n varias formas de opresión
n a l de concebir nuestro acercamiento a l reconocimiento y l a (explotación, marginalización, ausencia de poder, imperialis-
redistribución. Distinguiéndose de las alternativas anterio- mo c u l t u r a l y violencia) y dominación (control burocrático r a -
res, el teórico social puede advertir que debido a l a m t i m a re- cionalizado) que se encontrarían incorporadas en símbolos,
lación existente entre las estructuras de violencia simbólica y hábitos, n o r m a s y reglas institucionales no cuestionados. 28

física de las sociedades capitalistas, no es posible establecer P a r a Young, u n a vez concebida de esta manera, l a estructura
u n a Distinción c l a r a entre ambas dimensiones de l a injusti- social de l a injusticia se presentaría como u n a forma de c a -
cia. P a r a esta forma de dualismo antirreduccionista, l a labor tegorización p l u r a l que se resiste a ser r e d u c i d a a u n a u otra
teórica se e n m a r c a dentro de u n esfuerzo permanente por forma " p r i m a r i a " de opresión o dominación, cuestión que no
criticar aquellas construcciones metodológicas que b u s c a n permitiría apreciar l a necesaria conexión entre lo económico
"dicotomizar" las diversas formas de injusticia social que se y lo c u l t u r a l .
29

darían a nivel económico, por u n lado, y a nivel cultural, por


el otro. Según me parece advertir, este tipo de dualismo a n - 4. Finalmente quiero referirme a u n a c u a r t a forma de acer-
tirreduccionista es observable, por ejemplo, e n l a sociología carse a l a relación entre reconocimiento y redistribución, a l a
bourdieuana y en l a filosofía política de Iris Marión Young. P a - c u a l deseo adherir. Bajo esta perspectiva metodológica que,
r a B o u r d i e u , el m u n d o social es concebible como u n espacio siguiendo a Nancy Fraser, podemos denominar perspectivis-
multidimensional que puede ser construido empíricamente mo dual, el trabajo del teórico social se manifiesta en u n do-
30

al descubrir los principales factores de diferenciación o for-


mas de capital que s o n o pueden llegar a ser eficientes —co-
mo ases e n u n juego de c a r t a s — e n l a l u c h a (competencia)
26
Bourdieu, 1987: 3.
27
Bourdieu, 1986: 241-258.
28
Young, 1990: 38-89.
24
Taylor, 1994: 25-73, y 1985: 187-210.
29
Young, 1997a: 151-153.
25
Honneth, 1995a: 132-134, 208-209; y 1995b: 247-260.
20
Fraser, 2003b: 62-63.

246 247
ble sentido. E n primer lugar, y e n plena concordancia con el nómica o l a cultural: aspectos o facetas que siempre coexisten
acercamiento del dualismo antirreduccionista, el teórico so- en l a m i s m a r e a l i d a d . E n segundo lugar, luego de advertir l a
34

cial reconoce l a m t i m a y necesaria relación entre las diversas fuerte relación entre las dimensiones económicas y valorativas
manifestaciones de violencia material y simbólica que operan de l a injusticia, el perspectivismo d u a l sugiere proceder a l a
en el interior de l a sociedad capitalista. E n otras palabras, l a formulación de u n a distinción de tipo meramente analítico. E n
tarea de advertir las diversas formas de injusticia que se d a n este segundo paso advertimos cómo las diversas formas que
en l a sociedad capitalista i m p l i c a siempre u n entendimiento toma l a violencia simbólica y material pueden ser identifica-
complejo de l a m a n e r a como lo material y lo simbólico, lo eco- das, principalmente, como manifestaciones de u n a indebida
nómico y lo c u l t u r a l , t e r m i n a n por relacionarse. Así, por
31 aplicación de las ideas de redistribución o de reconocimiento,
ejemplo, l a función que suele jugar el trabajo asalariado de las pero s i n intentar reducir o dar primacía a u n a sobre l a otra.
mujeres en l a organización de l a división social del trabajo no E n otras palabras, en este segundo paso, ausente en el d u a -
puede ser visto, exclusivamente, como u n problema de u n a lismo antirreduccionista, procedemos a mstinguir entre dos
inequitativa retribución económica por el trabajo desarrolla- paradigmas específicos de las ideas de redistribución y reco-
do. Como nos h a ayudado a advertir l a literatura feminista, el nocimiento. ¿Por qué? Según creo advertir, s i es que queremos
trabajo de género constituye u n a medida c u l t u r a l que deter- ir más allá de l a formulación de u n diagnóstico sociológica-
m i n a l a "estima social" debida a u n a actividad particular, i n - mente informado sobre las diversas "patologías sociales" ob-
dependientemente de la,especificidad del trabajo en cuestión. servables en l a sociedad capitalista, debemos ser capaces de
T a l división explica, subsecuentemente, l a falta de reconoci- identificar algún modelo de "normalidad social" a l c u a l poda-
miento de las actividades que defacto las mujeres desarro- mos apelar a l a h o r a de formular u n a crítica con pretensiones
l l a n e n el hogar y e n el cuidado de los hijos o l a p r o n u n c i a d a emancipatorias. Pues bien, s i es que esta tarea tiene sentido,
33

"pérdida de estatus" que u n trabajo experimenta cuando éste resulta entonces útil distinguir entre dos concepciones más
p a s a de los hombres a l a s mujeres. U n análisis similar puede
32 robustamente informadas sobre lo que queremos significar,
ser formulado, desde el lado opuesto, sobre las dimensiones ahora c o n pretensiones reconstructivas específicas, c o n las
"económicas" de u n fenómeno tradicionalmente vinculado con expresiones redistribucióny reconocimiento. E s decir, lo que
36

l a valoración " c u l t u r a l " de ciertas minorías, t a l y como se d a queremos saber ahora, por ejemplo, es qué significa distribuir
en l a visión tradicional de los defensores del m u l t i c u l t u r a l i s - justamente bienes, oportunidades o recursos e n contextos
mo de los países centrales. E n otras palabras, es i m p o r t a n -
33 de escasez moderada, bajo condiciones de imparcialidad, o
te advertir que las categorías clásicas vinculadas a las ideas a l a l u z de ciertas concepciones generales sobre l a libertad o
de d a s e y estatus (o a l a redistribución y el reconocimiento) l a igualdad. Alternativamente, estamos interesados en saber
no corresponden a dos esferas autónomas e n el interior de l a si es que el ideal de reconocimiento importa, por ejemplo, l a
estructura general de l a injusticia social. Las categorías de concesión de derechos diferenciados en función del grupo o
clase y estatus, e n consecuencia, no se refieren a unidades l a m e r a insistencia e n u n principio de igualdad de oportuni-
reales, sino más bien a categorías nominales que s o n siempre dades clásico. Como veremos a continuación, l a enorme com-
el resultado de u n a elección por "acentuar" l a dimensión eco- plejidad n o r m a t i v a que es posible advertir en el interior de los
paradigmas desarrollados por l a filosofía política contempo-

31
Para una construcción similar, pero sobre la relación entre las dinámicas
de desigualdady exclusión, cf. De Sousa Santos, 2005: 195-233. Weininger, 2005: 120. Para un acercamiento similar, pero en términos de
"estratificación social", cf. Pakulski y Waters, 1996.
32
E n este sentido, por ejemplo, Witz, Alford y Savage, 1997; Honneth, 2003:
110-197. Sobre las ideas de patología social y modelo de normalidad social cf. Hon-
neth, 1999: 387-388.
33
Para un interesante análisis critico en este sentido cf. Zizek, 1997: 28-51.
Más generalmente sobre este punto, Jameson, 1991, y Meiksins Wood, Para una distinción similar respecto de los paradigmas de redistribución y
1998. reconocimiento, cf. Habermas, 2004: 16.

248 249
ranea en torno a las ideas de redistribución y reconocimiento términos paritarios? E n las siguientes líneas sostendré que
sugiere proceder de esta m a n e r a diferenciada. u n a interpretación propiamente democrática de l a idea de
reconocimiento nos debiera llevar a concebir este ideal en el
I V . REDISTRIBUCIÓN, RECONOCIMIENTO Y DEMOCRACIA: segundo sentido, esto es, como u n a exigencia de inclusión de-
LA MATRIZ NORMATIVA D E LA JUSTICIA SOCIAL rivada de las condiciones necesarias p a r a l a deliberación de-
mocrática.
Como indiqué e n l a introducción de este trabajo, el r o l fun- Me interesa señalar que u n a m a n e r a incorrecta de conce-
damental de l a T C es el de proveernos de u n a comprensión bir las demandas por reconocimiento dentro de nuestras de-
estructural de l a sociedad capitalista como, asimismo, de l a mocracias es aquella que presupone el carácter inequívoco,
identificación de u n concepto normativo que p u e d a operar puro e independiente de las c u l t u r a s . Bajo esta visión, p a -
37

como guía p a r a l a emancipación h u m a n a . E n lo que sigue radigmáticamente representada por el liberalismo cultural de
me interesa sugerir que l a idea m i s m a de democracia puede Will K y m l i c k a o por l a política del reconocimiento de Charles
cumplir este r o l qua guía normativa dentro de nuestras so- Taylor, las reivindicaciones p o r el reconocimiento aparecen
ciedades. Particularmente sugiero que u n a correcta interpre- como demandas por el establecimiento de ciertos derechos
tación de las ideas de redistribución y reconocimiento como diferenciados —tales como el derecho de autogobierno, los
exigencias de l a democracia deliberativa puede ayudarnos a derechos acomodaticios y los de representación especial—
recobrar aquel ímpetu con que l a T C temprana se acercó a l a otorgados a favor de ciertas minorías etnoculturales clara-
cuestión de l a democracia. A l mismo tiempo, intento demos- mente identificables. E s decir, p a r a u n a concepción sobre
38

trar cómo d i c h a localización de las ideas de reconocimiento el reconocimiento c u l t u r a l de este tipo, las culturas (o c u l t u -
y redistribución e n el interior de l a matriz democrática po- ras societales) surgen como totalidades sociales claramente
dría ayudarnos también a evitar concepciones esencialistas delineables en las que operaría u n a gran congruencia simbó-
de l a identidad y formulaciones conservadoras sobre l a dis- l i c a interna. ¿Es ésta u n a forma correcta de concebir l a idea
tribución. de cultura? Creo que no. E n m i opinión, este tipo de visión
parece implicar u n a suerte de reduccionismo sociológico que
IDENTIDAD, RECONOCIMIENTO Y DEMOCRACIA: UNA PROPUESTA esencializa l a idea de c u l t u r a como propiedad de cierto grupo
DELIBERATIVA étnico o racial y que reifica las culturas como entidades sepa-
radas y distintivas. Más específicamente, sostengo que re-
39

Como indiqué con anterioridad, los sistemas democráticos s u l t a tanto descriptivamente incorrecto como políticamente
h a n visto cómo l a cuestión de l a identidad y derestatus social peligroso sugerir l a u n i c i d a d , p u r e z a e independencia de las
de diversos grupos tradicionalmente marginados o devaluados culturas. Independientemente del hecho de que ciertos grupos
c u l t u r a l é institucionalmente h a pasado a ser u n a preocu- sociales compartan diversos aspectos de l a v i d a e n común,
pación fundamental y que se presenta normalmente a través lo cierto es que todas las c u l t u r a s se relacionan entre sí, n i n -
de las denominadas luchas por el reconocimiento. Pues bien, g u n a es p u r a o única, sino que r e s u l t a n altamente híbridas,
l a pregunta que surge a esta a l t u r a de nuestro análisis es l a heterogéneas y extraordinariamente diversas. A pesar de lo 40

siguiente: ¿cómo, luego de haber precisado nuestro acerca-


miento metodológico a las manifestaciones culturales y econó-
micas de l a injusticia, debiéramos concebir normativamente 37
Uso la expresión cultura para indicar aquella entera forma de vida, activi-
dades, creencias y costumbres de un pueblo, grupo o sociedad. Para éste
l a idea de reconocimiento? ¿Queremos con ella sostener u n a y otros usos comunes de la expresión cultura en teoría social, cf. Williams,
defensa fuerte de l a diferencia c u l t u r a l y de l a identidad? ¿O 1976: 76-80.
más bien nos interesa entender l a idea de reconocimiento co- 38
Kymlicka, 1995; Taylor, 1994 y 1985.
mo u n a reivindicación por mayor inclusión democrática e n 39
Turner, 1993:411-429.
40
Said, 1993: xxix.

250 251
que los esencialistas de l a c u l t u r a nos digan, las "culturas miento pueden ser formuladas de u n modo abiertamente crí-
societales" se sobreponen geográficamente, s o n densamente tico a l a "afirmación" de u n a c u l t u r a y reclamar, a diferencia
interdependientes e n s u formación e identidad y, lejos de ser de lo que parece sostener l a política de l a identidad esencia-
internamente homogéneas, constituyen el resultado de com- lista, s u deconstrucción o reformulación r a d i c a l . 47

plejos procesos de negociación i n t e r n a . E n otras palabras,


41
A l a luz de las consideraciones anteriores, sugiero que u n a
las culturas no constituyen u n todo similar e internamente T C de l a sociedad debiera endosar u n a concepción antiesen-
coherente, sino más bien sistemas de acción y significación cialista de l a c u l t u r a y l a identidad. Bajo esta perspectiva, l a
polivocales, multidimensionales y fracturados. Tales siste- c u l t u r a y a no es concebida desde l a visión del "observador so-
mas de acción y significación se construyen por medio de l a cial" sino, más bien, es entendida desde l a construcción que
articulación de las más diversas narrativas y simbolizaciones de ella hacen los "agentes sociales". Esto es, l a c u l t u r a deja
de los miembros que las i n t e g r a n . Por lo m i s m o , pertenecer
42
de ser concebida desde presupuestos objetivistas y externos
a u n a determinada c u l t u r a societal es siempre u n a cuestión y p a s a a ser comprendida desde u n a perspectiva i n t e r n a b a -
de grados, donde s u s miembros diferirán e n s u s interpreta- sada en l a construcción dinámica de l a i d e n t i d a d . Según
48

ciones sociales o sobre los grados de lealtad a los códigos so- me parece advertir, este giro antiesencialista de l a c u l t u r a y
ciales mayoritariamente compartidos. Más concretamente,
43
l a identidad podría generar algunos efectos vigorizantes p a r a
l a membresía cultural, tal y como ocurre e n l a l u c h a por l a nuestras prácticas democrático-deliberativas. E n particular,
apropiación de las diversas formas de capital, es u n a cues- cuando transitamos desde u n a concepción esencialista del
tión que comporta u n profundo desacuerdo: el m u n d o social, reconocimiento h a c i a u n a concepción democrática de l a m i s -
con sus divisiones y acuerdos, es algo que los agentes sociales m a , concentramos nuestra preocupación en l a generación de
construyen, i n d i v i d u a l y principalmente de m a n e r a colectiva, más y mejores espacios de inclusión discursiva radical y no,
en cooperación y conflicto, no e n u n vacío s o c i a l . Por tanto,
44
exclusivamente, e n l a conservación de las identidades g r u -
aunque sea cierto que nuestras culturas constituyen signi- pales. Esto significa que l a política del reconocimiento deja
ficadores sociales importantes y que ser miembros de ellas de ser u n a herramienta concebida p a r a l a m e r a defensa de
puede satisfacer fines clave p a r a las personas, lo cierto es que identidades fijas, u n a suerte de "derecho a l a preservación de
ellas s o n siempre el locus de batallas por l a apropiación de las especies por medios administrativos", a l decir de Jürgen
l a imposición simbólica. T a l y cómo el caso de las mujeres
45
H a b e r m a s . E n l a perspectiva que defiendo, l a falta de reco-
49

israelitas ultraortodoxas que d e m a n d a n l a enseñanza de l a nocimiento y a no significa depreciación o deformación de l a


Torah, o el de las jóvenes francesas m u s u l m a n a s que desa- identidad grupal o individual, sino que p a s a a ser entendida
fían el laicismo oficial y solicitan vestir el velo, o el de las m u - como subordinación social, en el sentido de ser impedido de
jeres indias que rechazan l a aplicación del Shariat y p i d e n l a participar como u n par, e n las prácticas discursivas demo-
aplicación de l a ley civil en casos de conflictos maritales nos cráticas. E s decir, a pesar de que l a idea de reconocimiento
50

recuerdan, las l u c h a s p o r el reconocimiento pueden tomar puede ayudarnos a reconocer las diversas mariifestaciones
diversas formas. E n particular, las demandas por reconoci-
46
de "degradación", " i n s u l t o " o "falta de respeto" que se d a n e n
l a sociedad capitalista, creo que resulta más útil considerar
51

el ideal como u n a exigencia p r o p i a de las condiciones de de-


41
Tully, 1995: 10-11.
42
Benhabib, 2002: 25-26, 61.
47
Nicholson, 1996: 1-16.
43
Young, 1997b: 51; Parekh, 2000: 148.
44
Bourdieu, 1998: 10-13.
48
Benhabib, 2002: 5-64.
45
Bourdieu, 2001: 14.
49
Habermas, 2001: 130.
46
Para éstos y otros casos similares cf. Moller Okin (With Respondents), 1999,
50
Fraser, 2000: 113.
y Gutmann, 2003: 44-64. 51
Honneth, 1995a: 247-260.

252 253
liberación radical. Así concebida, l a idea de reconocimiento angloamericana contemporánea. E n particular, u n a concep-
surge entonces como u n a exigencia que n o se ordena con el ción deliberativa, en algún sentido también republicana, de
objeto de obtener l a aceptación de l a identidad g r u p a ! (o s u l a redistribución considera seriamente los efectos que el capi-
reificación), sino de conseguir el reconocimiento del estatus talismo puede generar sobre las instituciones políticas de los
que toda persona tiene p a r a ser considerada como u n par e n sistemas democráticos y presta mayor atención a las condicio-
l a interacción deliberativa. Lo anterior implicaría, como conse- nes ético-comunicativas básicas sobre las cuales descansan
cuencia, que tanto los principios generales como las políticas los procesos de determinación de l a v i d a e n común.
especificas de inclusión y exclusión estarían siempre abiertas Me interesa comenzar este análisis sobre l a redistribución
a ! cuestionamiento, cambio de significado y desinstituciona- llamando l a atención sobre el horizonte e n el c u a l parecen
lización desde el p u n t o de v i s t a de u n a infinitamente abierta moverse nuestras democracias. S i bien es cierto que varias
conversación m o r a l . L a política del reconocimiento, e n c o n -
52 de las instituciones formales básicas de las democracias libe-
secuencia, dejaría de ser equiparada con l a política de l a iden- rales parecen haber llegado a ser, a l menos e n gran parte de
tidad, u n a asociación t a n peligrosa como equívoca. Occidente, el denominador común de todos los hechos políti-
cos relevantes, teóricos y prácticos, no es menos cierto que
53

esta "ola democratizadora" no h a llegado sola. L a convicción


CAPITALISMO, IGUALDAD Y REDISTRIBUCIÓN: UNA PROPUESTA
progresivamente generalizada de que el sistema de gobierno
DELIBERATIVA
basado en elecciones populares y derechos civiles y políticos
básicos parece ser l a única forma legítima de gobierno a nivel
Como indiqué a l inicio de este trabajo, u n a de las más preo-
m u n d i a l h a venido acompañada de u n proceso de concien-
54

cupantes consecuencias de las l u c h a s por el reconocimiento


tización s i m i l a r a nivel de las instituciones económicas n a -
(al menos cuando s o n entendidas de u n modo esencialista)
cionales y globales. Lo cierto es que e n estos "tiempos demo-
es que ellas podrían estar desplazando nuestro interés por
cráticos" e n los que vivimos, l a i d e a m i s m a de u n a alternativa
más y mejor redistribución de l a riquezay las oportxmidades.
anticapitalista y democrática parece casi u n contrasentido.
E n otras palabras, mientras es cierto que cualquier intento
Esto es, nuestro tiempo parece ser u n o en el que l a democra-
de concebir los desafíos de nuestras democracias hoy e n día
cia liberal e n u n contexto económico capitalista se presenta
pasa, necesariamente, por considerar los retos que las l u c h a s
como el horizonte maximizado de nuestras posibilidades de-
por el reconocimiento imponen, no es menos cierto que tales
mocráticas. Los pueblos pueden optar por el modelo demo-
55

esfuerzos parecerán incompletos, incluso contraproducentes,


crático que quieran, sea éste performativo, procedimental,
si no comprendemos l a vigencia de las clásicas reivindicacio-
deliberativo, o i n c l u s o m u l t i c u l t u r a l . S i n embargo, tal modelo
nes basadas en l a j u s t i c i a económica y social. Teniendo e n
político debe a s u m i r l a superioridad funcional del mercado
cuenta esta preocupación fundamental, en lo que sigue s u -
capitalista en el ámbito económico. P a r a decirlo con otras p a -
geriré que u n a m a n e r a correcta de entender las l u c h a s p o r l a
labras, en lo político, usted puede elegir entre diversas formas
redistribución e n nuestras democracias requiere l a defensa
de democracia, mientras que e n lo económico se ve forzado a
de u n a concepción normativamente socialista ^-o s i se quie-
escoger entre distintas formas de capitalismo. 56

re, socialista y r e p u b l i c a n a — de l a j u s t i c i a económica y so-


cial. E n m i opinión, u n a concepción deliberativa de l a idea de
redistribución constituye u n a alternativa más sólida que las
En este sentido, por ejemplo, Bobbio, 1996: 9.
diversas versiones de liberalismo progresista —o liberalismo
Me refiero a lo que en el derecho internacional algunos publicistas han ve-
igualitarista— generadas e n el marco de l a filosofía política nido en denominar como un nuevo "derecho emergente a la democracia",
cf, en particular, Franck, 1992: 46-91; Fox, 1992: 539 y ss.; Fox y Roth,
2000: 1-22.
Dryzek, 1996: 3.
52
Benhabib, 2004: 22-23. Para una "defensa más general de este modelo de-
mocrático-deUberativo cf. Benhabib, 1996: 67-94. Ésta es, claro está, una presentación algo estilista o sobresimplificada del

254 255
No me detendré e n esta ocasión a analizar las diversas m a - de haber nacido e n sociedades paradigmáticamente capita-
nifestaciones ideológicas que l a articulación entre democracia listas, carezca de u n análisis más o menos consistente y es-
liberal y capitalismo puede provocar. Baste señalar que u n a t r u c t u r a l del capitalismo. Por cierto, las pretensiones de es-
presentación seudodefinitiva del curso de l a historia occiden- t a corriente de pensamiento, qua teoría tradicional, no se ven
tal, e n térrninos de democracia liberal capitalista, se encuen- expuestas a las mismas exigencias de u n a teoría crítica de l a
tra y a bastante desprestigiada como para prestarle demasiada sociedad. C o n todo, cuando ella hace uso de l a teoría econó-
atención. Lo que sí me interesa analizar aquí es lo que u n a
57
m i c a —quizás, c o n l a excepción de S e n — l l a m a l a atención
concepción efectivamente crítica de l a redistribución puede l a forma estilizada y abstracta que ideas como las de racio-
decirnos sobre esta contingente unión entre democracia y ca- n a l i d a d o mercado toman e n s u s d i s c u r s o s . No se trata de
52

pitalismo. Desde esta perspectiva, deseo sugerir que a pesar negar, s i n más, l a posibilidad de recurrir a mercados en u n
del fuerte atractivo que ellas presentan, las diversas teorías contexto democrático. E n m i opinión, u n a crítica totalizan-
63

sobre l a redistribución vinculadas al liberalismo igualitarista 53


te sobre el mercado no es capaz de percibir l a satisfacción de
resultan insuficientes p a r a enfrentar correctamente los desa- las necesidades o l a iniciativa económica como u n a manifes-
fíos que l a democracia enfrenta e n u n contexto capitalista. tación más de l a libertad de asociación, l a autonomía indivi-
E n efecto, considero que el liberalismo igualitarista de auto- d u a l y colectiva e n el dominio económico, o como u n intento
res como J o h n R a w l s o Ronald D w o r k i n h a resultado fun-
59 60
de controlar las pasiones bajo u n a razón instrumental foca-
damental p a r a comprender debidamente el r o l que l a "suerte l i z a d a . Se trata, c o n todo, de evitar l a naïveté de u n análisis
54

b r u t a " juega en l a v i d a de las personas. Gracias a este tipo de que desconoce los efectos negativos que los mercados — c o n
filosofía política tenemos acceso a u n a r o b u s t a concepción s u racionalidad radicalmente m s t r u m e n t a l i z a d a — pueden
normativa sobre el efecto distorsionador que l a lotería de t a - generar sobre las condiciones de l a experiencia democrática o
lentos y oportunidades genera e n l a v i d a de las personas. A l respecto a nuestras declaradas convicciones igualitaristas. 65

mismo tiempo, creo que l a filosofía m o r a l y económica de u n A l mismo tiempo, no deja de Uamar l a atención el tratamiento
autor como A m a r t y a S e n nos h a provisto de u n a interesan- que sobre el dinero hacen los liberales igualitaristas. A pesar
tísima forma de concebir l a relación entre los bienes, r e c u r - de s u esfuerzo por aplacar los efectos de las estructuras he-
sos u oportunidades de los que las personas disponen, y s u redadas de l a riqueza, el dinero sigue siendo visto como u n a
efectiva capacidad p a r a convertir dichos bienes en libertades mercancía, u n b i e n susceptible de transacción. S i n embar-
reales. C o n todo, pienso que e n l a base del liberalismo igua-
61
go, no necesitamos ser simmeleanos p a r a advertir que el d i -
litarista yace u n a i n d e b i d a consideración sobre l a naturaleza nero, lejos de ser u n a m e r a mercancía, constituye u n medio
del capitalismo, el dinero y l a dorninación. Por ejemplo, re- de interacción y asociación c o n efectos estructurantes p a r a
s u l t a sorprendente cómo eriiberalismo igualitarista, a pesar l a diferenciación s o c i a l . Más específicamente, y como a d -
65

vierte Cohén, el dinero es u n a m a n e r a de estructuración de


asunto. Con todo, creo que se justifica la simpleza de esta presentación pa- l a libertad. Carecer de dinero es estar sujeto a interferencia,
ra el modesto objetivo que pretendo conseguir sobre este punto. puesto que en l a sociedad capitalista l a única forma de que a
57
Para diversos análisis en este sentido cf. Falk, 1995; Douzinas, 2000; Hardt u n o no le i m p i d a n obtener y u s a r las cosas, esto es, l a mayo-
y Negri, 2000; De Sousa Santos, 2002; Mark, 2003.
58
Con la expresión liberalismo igualitarista designo aquellas teorías políticas
o morales derivadas de lafilosofíarawlseana y que, a diferencia del libera-
lismo libertario, comparten un compromiso normativo fundamental con el a
Macleod, 1998; Castoriadis, 2002: 65-92; Ovejero, 2002: 39-93.
ideal de la igualdad. Para una formulación clásica de esta forma de libera- a
Para un intento de esta posible reconciliación cf. Roemer, 1992: 448-464.
lismo cf. Dworkin, 1978: 113-143. H
Hirschman, 1997.
59
Rawls, 1999 y 2001. 55
En este sentido y en directa crítica alos presupuestos motivacionales asumi-
60
Dworkin, 2000. dos por la justicia como imparcialidad de John Rawls, cf. Cohén, 2000a.
61
Sen, 1995 y 1999. s6
Simmel, 1978.

256 257
ría de las cosas, es pagando por ellas. P o r l o mismo, asimilar en principio, por el principio de igualdad en el que parecen
el dinero a recursos materiales e incluso intelectuales es caer creer los liberales igualitaristas. Pero con ello, los liberales
en u n "fetichismo irreflexivo", en el b u e n sentido m a r x i s t a de igualitaristas olvidan el efecto que tales diferencias pueden
que se tergiversan las relaciones sociales limitadoras y se las tener sobre las condiciones de comunicación no distorsionada
representa como personas que carecen de cosas. E n otras 67
dentro de u n a democracia deliberativa. J u n t o con otras con-
palabras, al abstraerse de las relaciones sociales, el liberalis- diciones referidas a l contenido de l a deliberación pública (que
mo igualitarista parece abstraerse de l a dominación, esto es, ésta i n c l u y a toda l a información disponible) y de las actitudes
del hecho de que las elecciones de u n a persona se encuentran cognitivas de los participantes en el discurso democrático (que
normalmente habilitadas por l a ausencia de opciones de otra, éstos adopten u n a actitud cognitiva genuina), l a democracia
o que el éxito de u n a persona p u e d a depender de l a explota- deliberativa comporta u n a exigencia fundamental en torno a
ción de otras. 68
las condiciones de participación que l a deliberación pública
Pero ¿por qué prestar atención a estos aspectos y relacio- debe satisfacer: p u b l i c i d a d y transparencia. E n otras pala-
nes que aparecen dentro de u n a teoría de l a redistribución? bras, es necesario garantizar inclusión (igualdad de oportu-
L a respuesta es simple. A l igual que c o n las diversas m a n i - nidades de participación p a r a todos los ciudadanos), simetría
festaciones de falta de reconocimiento, el capitalismo justifi- y reciprocidad entre los participantes (igual consideración a
c a u n a e s t r u c t u r a distorsionada de igual oportunidad de in- todas las contribuciones, e n función exclusiva de s u s méri-
fluencia política. Mientras el liberalismo igualitarista puede
69 tos y no de l a identidad de sus autores), ausencia de coerción
responder que s u s diversas formulaciones b u s c a n , precisa- o distorsión (exclusión de toda coacción o i s t i n t a a l a del me-
mente, revertir el peso distorsionado de las posiciones sociales jor argumento) y libertad comunicativa (igualdad de oportu-
"no merecidas", lo cierto es que tales propuestas parecen no nidades de todos los participantes p a r a expresar opiniones y
lograrlo. A pesar de estos esfuerzos, el liberalismo igualita-
70 objetar con argumentos las opiniones de otros, p a r a reinter-
r i s t a no tiene u n a razón normativa de fondo p a r a oponerse a pretar las cuestiones discutidas así como p a r a determinar l a
las diferencias socioeconómicos a gran escala, cuando ellas agenda deliberativa). C o n todo, e n u n a sociedad capitalis-
71

son conseguidas bajo u n esquema de igualdad de bienes p r i - ta, las clases más ricas tienen l a capacidad de influir política
marios, recursos u oportunidades. E n otras palabras, las d i - y económicamente en decisiones vitales de l a v i d a e n común
ferencias económicas profundas no se encuentren prescritas, de u n a m a n e r a que usted, desde s u creencia e n l a soberanía
popular, n i lograría imaginar. P a r a ello cuentan con univer-
sidades, lobistas, medios de comunicación, financiadoras y
67
Cohén, 2000b: 60-61". todo u n set de herramientas que resultan ser más propias de
68
Phillips, 1999: 57. u n a plutocracia que de u n a democracia. 72
De este modo, l a
69
La idea de "igual oportunidad de influencia política" implica dos cosas: pri- lógica fundamental que sostiene u n régimen democrático, l a
mero, que la participación y la decisión seavoluntariay no coercitiva; desde de u n a v i d a e n común, r e s u l t a fuertemente desplazada por
la perspectiva de un participante individual, esto sirve para garantizar que
nadie sea capaz de hacer uso de alguna ventaja que se deba a asimetrías l a presencia de l a dominación ejercida por cierto grupo de l a
en la distribución de poder o recursos y que pueda causar que otra persona sociedad sobre otro, distorsionando con ello el ideal de deli-
vote o actúe de modo contrario a sus preferencias individuales. Segundo, la
igualdad implica que la posibilidad que tiene un participante para influir a beración pública auténtica. E n consecuencia, nuestra con-
73

otros sea, de un modo general, la misma; desde la perspectiva de un parti-


cipante individual, esto sirve para garantizar que nadie sea incapaz, debido
a ausencia de poder o de recursos, de participar en el proceso de influencia
mutua que se encuentra en la base de la deliberación democrática (Knight 71
Cf., en este mismo volumen, Cristina Lafont, "Democracia y deliberación
y Johnson, 1997: 293). pública" y, más generalmente, Habermas, 2001: 363-406.
70
Sobre algunas propuestas igualitaristas más radicales, incluyendo el finan-
72
Przeworskiy Wallerstein, 1988: 11-29; Schweickart, 1993.
ciamiento de los costos de la competencia de partidos, ingresos básicos in- 72
La persistencia de esta dominación no deja de manifestarse, claro está, por
condicionales y subsidios únicos; respectivamente, cf. Cohén, 1989: 25-50; el hecho de que algunos, o la mayoría, de los miembros de las clases más
Van Parijs, 1995; Ackerman y Altott, 1999. ricas no opten por ejercer efectivamente su poder (cuestión más que discu-

258 259
cepción de l a idea de redistribución debe ser capaz de i r más sus discípulos, el trabajo de reconstrucción de los propósitos
allá de l a noción progresista liberal que l a identifica con l a de l a T C con l a teoría de l a democracia. Como he intentado
j u s t a distribución de oportunidades, bienes, recursos o c a p a - sugerir, u n correcto entendimiento de las l u c h a s por el reco-
cidades. S i bien dichos medios s o n importantes, no debemos nocimiento y por l a redistribución en el interior de nuestros
olvidar que los mismos dejan intactos nudos fundamentales sistemas democráticos podría proveer a l a T C de u n nuevo
de poder que t e r m i n a n por hacer de l a experiencia democrá- ímpetu por u n a filosofía política a l servicio de l a emancipa-
tica u n trago difícil de beber. ción h u m a n a . Más específicamente, e n l a m e d i d a en que n o
perdamos de vista l a doble función de u n a T C de l a sociedad
V . CONCLUSIÓN (crítica social y reconstrucción normativa), seremos capaces
de reconocer tanto las potencialidades como los límites que
E n el inicio de s u complejo transitar, l a T C encontró e n el pro- se encuentran e n l a base de las diversas l u c h a s por l a j u s t i -
yecto democrático u n fuerte aliado. S i es que el fin de l a eman- cia social e n el contexto de nuestras democracias capitalistas
cipación h u m a n a requería que los seres h u m a n o s escogieran (perdonando el oxímoron implícito e n esta última expresión).
y tomaran consensualmente el control de las condiciones de Así concebida, l a tarea de u n a T C no sería l a defensa de u n
sus propias vidas, entonces l a democracia surgía como u n ideal de autenticidad distorsionado por las dmámicas sociales
referente fundamental del proyecto crítico. L a orientación po- de falta de respeto, n i u n a formulación abstracta v i n c u l a d a
lítica de l a T C era, e n consecuencia, l a del logro del consenso a l a i m p a r c i a l distribución de bienes, recursos u oportuni-
y l a autonomía, l a de l a transformación del capitalismo y sus dades. Bajo l a visión crítica que defiendo, el ideal del recono-
formas culturales e n lo que Horkheimer llamó democracia cimiento debiera ser concebido como u n a exigencia de igual
real?*" E n otras palabras, en s u fase inicial l a T C desarrolló estatus como agente deliberativo dentro de u n a comunidad de
u n a c l a r a y radical orientación h a c i a l a teoría democrática diálogo infinitamente abierta. A l mismo tiempo, el ideal de l a
por medio de l a totalidad expresiva de u n ideal de sociedad redistribución debiera ser entendido como u n a exigencia por
autoorganizada y libre. C o n todo, t a l y como sabemos, esta l a i m p a r c i a l distribución de bienes, recursos, oportunidades
orientación democrática dio lugar a u n a crítica totalizante de o capacidades, pero e n u n contexto poscapitalista (aunque
l a razón m s t r u m e n t a l que, bajo el influjo de l a negación como no necesariamente "posmercado"); esto es, e n el interior de
espacio fragmentado de l a libertad, pareció sentenciar el d i - sociedades efectivamente democráticas. De esta manera, el
vorcio entre T C y teoría de l a democracia. E n esta segunda
75
objetivo de u n a T C de l a sociedad podrá seguir siendo, tal y
fase, e n consecuencia, l a T C desvinculó s u proyecto n o r m a - como lo b u s c a r o n inicialmente s u s fundadores, l a radicalíza-
tivo de l a preocupación por l a promesa de emancipación po- ción del proyecto democrático, entendido como l a búsqueda
lítica que l a modernidad había provisto bajo l a forma de u n a de más y mejores espacios de deliberación pública y sobera-
democracia radical. nía popular. 76

Pues bien, m i p r i n c i p a l intención en este trabajo h a sido


l a de continuar, e n l a senda i n i c i a d a por Jürgen Habermas y R E F E R E N C I A S BIBLIOGRÁFICAS

tibie a la luz de la información disponible). El esclavo de un "amo benevolen- Ackerman, Bruce y Susan Altott (1999), The Stakeholder Society,
te" no se convierte en libre gracias a tal benevolencia: sigue siendo esclavo, New Haven.
puesto que su falta de libertad deriva del hecho de estar "sujeto al poder",
"potestad" o "arbitrio" de otra persona. En este sentido, Digesto, 1985, I. Adorno, Theodor (1973), Negative Dialectics, traducción de E.B.
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Princeton. tiembre/octubre.

266 267
DEMOCRACIA Y PLURALIDAD
EN HANNAH ARENDT 1

Laura Quintana
Prof. Dr. Departamento de Filosofía
Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

Como es sabido, H a r m a h Arendt no dedicó ninguno de s u s


textos a l tema de l a democracia. Además, las observaciones
sobre el asunto que pueden encontrarse a lo largo de s u o b r a
no resultan clasificables en los modelos que suelen emplearse
p a r a abordar l a cuestión. Esto, s i n embargo, no resulta sor-
presivo en u n a pensadora t a n heterodoxa. S u s reflexiones, e n
efecto, pueden entenderse como u n a crítica a l modelo clásico
de democracia liberal y como u n a defensa de ciertos p r e s u -
puestos caros a l modelo republicano. Pero, como se mostra-
rá e n esta ponencia, esto no significa que l a autora adhiera a
u n republicanismo comunitarista anacrónico, como lo con-
sideran algunos de sus críticos. Más bien Arendt propone u n
republicanismo que supone u n a concepción participativa y
dialógica de l a política, desde l a c u a l no sólo se reconoce sino
que se afirma u n o de los rasgos característicos de las socieda-
des modernas: l a pluralidad. E n esa medida, a través de s u s
reflexiones esta autora puede flurninar u n a de las dificultades

Agradezco al profesor Bernardo Correa por los valiosos comentarios que ali-
mentaron la elaboración de este ensayo. Este texto fue redactado durante
el periodo en que recibí el apoyo financiero de Colciencias y la Universidad
Nacional de Colombia.

269
a las que se enfrentan los modelos actuales de democracia garlo, luego, a los sujetos que elige p a r a que lo representen y
participativa, a saber, el problema de posibilitar el diálogo y gobiernen. Además, según Arendt, s i
5

el acuerdo en sociedades en las que p r i m a l a diversidad, s i n


reconducirla a presuntos consensos fundamentales y s i n re- [...] las libertades que el gobierno constitucional garantiza tienen
d u c i r l a a u n único punto de v i s t a neutral o suprapersonal. todas un carácter negativo [...], no son ciertamente "poderes en sí
mismos, sino simplemente una exención de los abusos de poder";
no pretenden una participación en el gobierno sino una salvaguar-
I. MÁS ALLÁ D E L LIBERALISMO CLÁSICO dia contra éste [...].

Como es sabido, Arendt cuestiona u n a visión liberal de l a de- F u n c i o n a n más como mecanismos de control del poder y
mocracia, de acuerdo con l a c u a l el gobierno es u n aparato no como mecanismos de participación en él poder. 6

de administración que regula los intereses privados tenien- Pero al defender que u n a democracia constitucional debería
do a l a vista ciertos bienes públicos y, e n particular, pone e n garantizar, j u n t o c o n las libertades negativas, las libertades
tela de juicio l a concepción de ciudadanía que se desprende políticas de participación activa, se enfatiza también que los
de t a l visión. Desde el punto de vista liberal clásico, e n efecto, asuntos públicos tienen que ser debatibles, que las formas de
el papel del ciudadano se restringe a expresar s u s intereses réplica deben estar efectivamente abiertas a todos y que l a ca-
privados o prepolíticos, a l determinar, a través de s u voto, l a pacidad de los ciudadanos p a r a actuar políticamente, y p a r a
composición de los cuerpos representativos y l a formación formar s u propia opinión sobre los asuntos que los afectan,
del gobierno, de modo que tales intereses se agregan en u n a debe ser reconocida. S i n embargo, s i el gobierno se trans-
7

voluntad política que tiene incidencia sobre l a a d m i n i s t r a - forma en simple administración, según Arendt, los asuntos
ción. E n esa medida, como destaca Taylor, el modelo libe-
2

públicos se convierten en materia que sólo les compete deci-


r a l asume que l a capacidad c i u d a d a n a consiste e n reclamar dir a expertos, s i n que estén abiertos a las opiniones n i a u n a
derechos individuales y u n tratamiento igualitario, así como decisión libre por parte de los ciudadanos y, por ende, s i n que
en influir a los que, efectivamente, toman las decisiones. Pe- éstos p u e d a n decidir, después de todo, sobre las cuestiones
ro esto trae consigo que a las instituciones públicas no se les que les conciernen. Por esto, según esta autora, resulta f u n -
8

atribuya más que " u n papel meramente mstrumentaT, y que damental mstinguir los asuntos administrativos de aquellos
no se reconozca "ningún valor en l a participación del gobierno estrictamente políticos e insistir en l a necesidad de fomentar,
por sí m i s m o " .
3

desde el mismo marco constitucional, foros y espacios en que


Pues bien, a l cuestionar l a concepción liberal clásica de los ciudadanos p u e d a n participar políticamente. E n esa me-
ciudadanía, Arendt propone u n modelo de democracia r e p u - dida, Arendt defiende, como los modelos republicanos y deli-
blicano que, de acuerdo con el mismo Taylor, define " l a p a r - berativos de l a democracia, que l a política se entienda como
ticipación e n el propio gobierno como parte de l a esencia de
l a libertad" y, por ende, "como u n componente fundamental
de l a capacidad c i u d a d a n a que debe ser asegurada". Así, se
4
5
Cf. Arendt, 2004: 328.
6
Esto es algo que la autora subraya cuando señala: "[...] debemos recordar
asume e n serio el principio democrático de acuerdo c o n el que la distancia existente entretiraníay gobierno constitucional limitado
c u a l "todo el poder reside en el pueblo", y se insiste en que es tan grande, cuando no más, como la que hay entre gobierno limitado y
l a aceptación del m i s m o no puede significar meramente que libertad. Pero estas consideraciones, por importantes que puedan ser en la
práctica, no deben significar que confundamos derechos civiles y libertad
el pueblo ejerza s u poder el día de las elecciones, p a r a entre- política, o que identifiquemos los postulados de todo gobierno civilizado con
la sustancia misma de una república libre. En efecto, o la libertad política,
en su acepción más amplia significa la libertad 'a participar en el gobierno'
2
Cf. Habermas, 1996a: 21-22. o no significa nada". Cf. Arendt, 2004: 191-192, 300.
3
Cf. Taylor, 1997: 263. 7
Cf. Issac, 1994: 157.
4
Ibid.: 263. 8
Cf. Arendt, 2004: 328.

270 271
u n proceso que se orienta a l a discusión del bien público por tas a hacer explícita u n a "voluntad general". De modo que
11

parte de ciudadanos deliberantes, más que como u n a compe- se trata de u n modelo que sólo podría funcionar en c o m u n i -
tencia que tiene por objeto l a promoción del bien privado de dades pequeñas, relativamente homogéneas.
cada ciudadano. Sin embargo, desde l a noción m i s m a de lo público que Arendt
propone, como u n dominio del discurso abierto en el que con-
II. M Á S ALLÁ D E U N REPUBLICANISMO COMUNITARISTA 9
fluyen diversas visiones, identidades e intereses, resulta claro
que l a autora se encuentra m u y lejos de plantear u n a visión
A h o r a bien, aunque Arendt sostiene, a l igual que los defen- u n i t a r i a y comprensiva de l a v i d a política. Pues s u concepción
sores de u n modelo "republicano comunitarista", que " l a participativa de l a m i s m a se relaciona con el reconocimiento
ciudadanía se actualiza sólo en l a práctica colectiva de l a de que l a deliberación sólo puede darse entre u n a pluralidad
autodeterminación"; y a u n cuando, como aquéllos, sugiere
10 de puntos de vista, con l a insistencia en que nadie puede for-
que tal concepción requiere de u n a serie de virtudes cívicas, m a r s u propia opinión s i n contrastarla con las de los demás,
de u n conjunto de comportamientos orientados h a c i a el bien y c o n s u idea de que el m u n d o e n común aparece en múlti-
común, el republicanismo de Arendt no puede asimilarse, co- ples perspectivas, y desaparece cuando empieza a ser consi-
mo le critica Habermas, a u n a visión comunitarista que resul- derado desde u n único punto de v i s t a . 12

taría anacrónica dadas las actuales circunstancias. Se trata de u n a consideración que l a a u t o r a también s u -
E n efecto, de acuerdo c o n el mismo Habermas, el modelo braya al rechazar conceptos como voluntadgeneralu opinión
republicano comunitarista, a l que critica, se caracteriza, e n pública, que d a n a entender justamente u n a confluencia ple-
primer lugar, por concebir l a política desde el trasfondo de n a , u n a u n i d a d i n d i v i s a de los ciudadanos, e n sus valoracio-
u n a identidad colectiva, y por suponer que l a interacción pú- nes y modos de pensar, p a r a insistir en l a idea de pueblo. Esto
blica de los ciudadanos, y s u m u t u o entendimiento, depen- es, u n a mayoría constituida por u n a m u l t i t u d de ciudadanos
den de u n previo consenso ético substantivo. De esta forma igualmente reconocidos por las instituciones legales, c u y a
se asume que a l deliberar públicamente los ciudadanos sólo pluralidad puede darle pleno sentido a l a formación de opi-
tendrían por objeto poner a l descubierto esos presupuestos niones públicas en u n proceso reflexivo de deliberación. Pues,
compartidos por u n a c o m u n i d a d étnica o cultural, c o n vis- en palabras de Arendt, "lo cierto es que resulta prácticamente
imposible" todo proceso de confrontación de opiniones y s u
eventual concierto "cuando todas las opiniones h a n llegado a
ser idénticas". E n esa medida, no hay n a d a más peligroso,
13

' En este apartado pretendo mostrar que la posición de Arendt no cumple con
los rasgos que Habermas le adscribe al modelo comunitarista, sin entrar a a s u modo de ver, que el dominio de u n a voluntad común, de
examinar formulaciones más matizadas del mismo, desde las que se dis- u n a opinión pública, pues ello traería consigo l a imposibilidad
tinguen diversos niveles, como lo propone Taylor (1997: 239-267). E n todo
caso, como se verá a continuación, es claro que para Arendt7 como desde
de toda verdadera discusión y, por consiguiente, l a muerte del
las posiciones holistas, los hombres nunca son átomos aislados que cons- espacio público y de u n política participativa.
tituyen una sociedad, sino sujetos situados y vinculados a un determinado
contexto. Y es claro también que la autora asume una visión dialógica y no Pero además, cuando l a a u t o r a enfatiza s u noción agonís-
monológica de lo político, desde la cual se le da prioridad a la interacción tica de lo público, a l definirlo como u n espacio de aparición
pública. Pero, como se mostrará a continuación, Arendt subraya, más en-
fáticamente que los defensores del comunitarismo, que la vida en comuni- en el que las personas, a l exponer sus identidades, pueden
dad puede transformarse en la misma interacción pública, que una comu- relacionarse entre sí y mantener cierta distancia, no sugiere
nidad política no debe confundirse con una comunidad étnica o lingüística u n a confrontación de "identidades fijas", "preexistentes a s u
determinada, atada a presupuestos culturales fijos, claramente definibles.
Al tiempo que enfatiza que la misma comunidad política debe estar abier-
ta a transformar o a reinterpretar algunas de sus estructuras o principios,
para responder mejor, por ejemplo, a las exigencias de inclusión política de 11
Ibid.: 23-25.
la misma democracia. 12
Cf. Arendt, 2003a: 66-67.
10
Cf. Habermas: 1996a: 498. 13
Cf. Arendt, 2004: 101; 312.

272 273
m i s m a aparición", sino u n encuentro de modos de ser que se exige que cada ciudadano "sea socializado" e n l a cultura polí-
constituyen y se revelan a sí mismos e n s u m i s m a exposición tica de l a c o m u n i d a d a l a que pertenece. 20

ante otros. Por ende, como destaca C a l h o u n , no cabe e n


14 15
Por último, e n u n modelo republicano comunitarista, se-
Arendt u n a "política de identidad", s i por ello se entiende u n a gún Habermas — y esto a s u modo de ver sería m u y claro e n
política basada en los reclamos y pretensiones de identidades Arendt—, " l a opinión política y l a formación de voluntad" se
preexistentes. Más aún, s u propuesta sugiere que a través conciben como el medio a través del c u a l " l a sociedad se cons-
de l a actividad pública los actores pueden revisar s u s p u n - tituye a sí m i s m a como u n todo político", dirigido contra el
tos de vista y reconocer los de otros, mientras que, cuando se aparato estatal. De modo que l a esfera pública debería revita-
presupone u n a u n i d a d previa entre los ciudadanos, como lo lizarse mediante formas de autogobierno independientes del
destaca Iris Young, " c a d a c u a l sólo h a l l a en el otro u n espejo" poder del Estado —como las que Arendt plantearía a través
en el que reconocerse y afirmarse. 16
de los consejos revolucionarios— y c u y a finalidad sería que
Por otra parte, desde el modelo comunitarista criticado por " l a sociedad se convirtiera finalmente e n u n a totalidad polí-
Habermas, se supone que los ciudadanos se integran e n l a tica". 21

c o m u n i d a d política como partes de u n todo, de t a l forma que Ciertamente l a autora se m u e s t r a entusiasta respecto a los
sólo pueden desarrollar s u identidad personal y social den- consejos, como formas de autogobierno independientes del
tro del horizonte de u n a s tradiciones y de u n a s instituciones poder estatal, e n las que podría darse u n a "regeneración de
políticas. E n esa medida, cada ciudadano aparece "como u n
17
l a democracia". Y a l hacerlo, e n efecto, cuestiona que l a p a r -
22

actor colectivo" que refiejael todo, l a u n i d a d étnico-cultural de ticipación se reslxinja a l sistema de partidos, y que l a repre-
s u comunidad, y que actúa por e l l a . 18
sentación se defina como representación d e u n a voluntad
Arendt ciertamente reconoce que l a vida pública se encuen- popular, o como representación de preferencias individuales
tra contextualizaday depende de u n a cultura política en l a que o grupales, agregadas. S i n embargo, s u propósito no es afir-
puedan germinarlos principios democráticos constitucionales m a r u n a totalidad política antiestatal, sino sugerir que l a s
que, pese a sus críticas a l modelo liberal, no deja de acoger. 19
instituciones representativas se conciban como foros p a r a
Pero s u republicanismo de ningún modo afirma u n a determi- l a deliberación e n los que se reconocen, filtran y depuran los
n a d a identidad nacional, n i supone que l a c u l t u r a política, e n puntos de v i s t a que los ciudadanos h a n podido conformar, a
l a que los principios constitucionales pueden germinar, de- través de diversas esferas de participación institucionales y
penda de que los ciudadanos compartan el m i s m o lenguaje o no institucionales. Pero además intenta proponer posibles
23

los mismos orígenes étnicos y culturales. T a l c u l t u r a política


puede sólo indicar, como el mismo Habermas reconoce, " u n 20
Arendt, 1982a: 500.
patriotismo constitucional que resalta l a conciencia tanto de 21
Ibid.: 26.
l a diversidad como de l a integridad de las diversas formas de 22
Arendt, 2004: 364.
vida que coexisten e n u n a sociedad m u l t i c u l t u r a l " , que sólo 23
Aunque esta afirmación sobre los órganos representativos puede resultar
controversial, me parece que puede seguirse de diversos señalamientos ex-
presados en Sobre la revolución. Por ejemplo, cuando Arendt recupera la
idea según la cual "el gobierno representativo era, para los hombres de la
Revolución, mucho más que un instrumento técnico para el gobierno de u n
gran número de ciudadanos; circunscrito a un número reducido y selecto
" Arendt, 2004: 200-202; Calhoun, 1997: 237. de ciudadanos, iba a servir como el granpuriflcador del interés y de la opi-
nión, el guardián 'contra la confusión propia de la multitud"' (Arendt, 2004:
15
ibid.: 237. 313); cuando subraya el papel que "se asignó originalmente al Senado" "co-
16
Cf. Young, 1996: 125. mo 'intermediario' a través del cual deben pasar todas las ideas públicas"
17
Cf. Habermas, 1996a: 498. (ibid., p. 314), o cuando sugiere que una vez "el gobierno ha degenerado en
simple administración, la esfera pública se ha esfumado; no queda espacio
18
Ibid.: 27-28. alguno, sea para contemplar y ser contemplado en actividad [...], sea para
19
Cf. Arendt, 1982a: 430. la discusión y la decisión [...]; los asuntos políticos son aquellos que dicta

274 275
caminos p a r a l a "multiplicación de las formas de participa- más participativa y deliberante que l a que se impone desde el
ción popular" y p a r a l a "pluralización del espacio político", 24 modelo clásico de democracia liberal.
que podrían contrarrestar las tendencias manipuladoras y
homogeneizantes de las actuales democracias masivas. III. L A S RAZONES D E LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA
Se trataría de formas de participación alternativas en las
que los ciudadanos podrían tener l a posibilidad de conformar, A lo largo de sus textos, Arendt sugiere diversas razones que
exponer y confrontar sus opiniones sobre los asuntos que les podrían explicar por qué, a s u modo de ver, y haciendo eco de
conciernen, y a sea p a r a constituirse como rninorías organi- Tocquevüle, "el arte de asociarse juntos debe crecer y mejo-
zadas, que podrían influir sobre las opiniones mayoritarias, rar en la misma proporción en la que aumenta la igualdad de
y a p a r a servir como foros de discusión, e n los que se podrían condiciones". 26

cuestionar, y depurar reflexivamente, las asunciones que se E n primer lugar, l a autora enfatiza que cuando no se pro-
i m p o n e n a través de los medios de comunicación y de propa- mueven mecanismos de participación entre los ciudadanos se
ganda política. E n este sentido, Arendt reconoce que d a el peligro de que se imponga u n a única perspectiva, o co-
mo en las sociedades de masas, que se agoten las expresiones
[...] podría resultar tentador ampliar las competencias de los con- de l a pluralidad, y que los individuos se retiren a los espacios
sejos, pero advierte que es mucho más prudente decir con Jeffer- mtimos, donde prevalecen s u s intereses y necesidades priva-
son: "instruyámoslos con un propósito definido; pronto mostrarán d a s . Pero además, s i n el ámbito público y l a diversidad de
27

ser los instrumentos más adecuados para otros objetivos"; los ins-
puntos de vista que lo habitan, el ciudadano no podría ejercer
trumentos más adecuados, por ejemplo, para disolver la sociedad
de masas moderna, con su tendencia peligrosa a la formación de s u libertad política, sino que permanecería atado a los propios
movimientos de masas pseudopolíticos [...] 25 prejuicios y asunciones idiosincrásicas, sin poder emprender
n i comprender n a d a nuevo, y s i n poder pretender alcanzar el
Estas consideraciones pueden indicar, entonces, que a l acuerdo de individuos diversos. 28

insistir en u n a política más participativa, Arendt no defien- Por otra parte, l a autora sostiene, retomando algunas ideas
de u n modelo de democracia nostálgico, más adecuado p a r a que encuentra e n M a d i s o n , que así como las libertades ne-
pequeñas comunidades cerradas e n las que fuera posible l a gativas podrían defender a l ciudadano de l a opresión de s u s
participación directa de todos los ciudadanos, y que resultaría gobernantes, del mismo modo los derechos a u n a participa-
inadecuado dado el tamaño y el carácter diverso de las socie- ción activa podrían mantener a salvo " a c a d a sector de l a so-
dades actuales. Por el contrario, s u preocupación fundamen- ciedad de las injusticias de las restantes", manteniendo fuera
tal r a d i c a en pensar u n a política que p u e d a reconocer y darle de riesgo "los derechos de los individuos o de las minorías [...]
voz a l a p l u r a l i d a d de puntos de v i s t a públicos que, más allá frente a las cabalas de intereses de l a mayoría". E n efecto,
29

de los intereses individuales y de las diferencias idiosincrá- Arendt supone que l a promoción de mecanismos de partici-
sicas, pueden emerger en las democracias contemporáneas. pación e n diversos espacios públicos impide que se formen
Esto puede confirmarse cuando se consideran las razones opiniones mayoritarias s i n procesos deliberativos previos y ,
que l a autora aduce p a r a defender u n a forma de ciudadanía por ende, mayorías que no h a n tenido que confrontarse n i re-
conocer a las minorías.

la necesidad y que deben ser decididos por expertos, sin que estén abiertos
a las opiniones ni a una decisión libre; no existe, por ello, necesidad algu-
na de la intermediación de un cuerpo elegido de ciudadanos [...ja través del
cual pasen las opiniones y se depuren las ideas públicas" [ibid., p. 328). Cf.
26
Arendt, 1973: 104 (cursivas de Arendt).
ibid.: 314. 27
Cf. Arendt, 2004: 314.
Cf. Issac, 1994: 159-160. 23
Cf. Arendt, 1997: 52-53.
Arendt, 2004: 386. 29
Ibid.: 197.

276 277
Así mismo, l a participación activa de los ciudadanos en De esta forma l a autora sugiere que las decisiones demo-
espacios públicos diversos, como los movimientos sociales, cráticas deben recoger las diversas voces, perspectivas y opi-
puede tener, a s u modo de ver, u n r o l transformativo, pues niones que se conforman alrededor de los temas comunes.
puede llevar a cuestionar los valores, las formas de preguntar Pero, a l a vez, insiste en que l a participación e n espacios de
e interpretarlos asuntos públicos, que se h a n establecido co- deliberación pública incide positivamente e n l a formación de
mo más razonables o aceptables, a l mostrar nuevos aspectos tales opiniones y e n s u calidad. Dado que, como puede se-
u otras experiencias que pueden resultar relevantes p a r a dis- guirse de lo dicho, es más probable que a l exponerse pública-
cutir sobre tales asuntos. Esto significa que l a participación mente, las opiniones p u e d a n formarse teniendo en cuenta los
pública no sólo puede posibilitar que voces minoritarias logren puntos de v i s t a más pertinentes, que sean menos propensas
irmuir sobre las mayoritarias, sino que puede permitir reno- a excluir perspectivas de ser reconocidas, que puedan for-
var los procedimientos y marcos desde los cuales se enfocan marse de m a n e r a reflexiva y no meramente por l a m a n i p u -
las cuestiones públicas m i s m a s . 30
lación de los medios masivos de comunicación y, sobre todo,
Pero Arendt no sólo insiste e n u n a participación activa de que p u e d a n considerarse públicas con más derecho, en t a n -
los ciudadanos e n espacios no estatales, sino que considera to que recogen posiciones no idiosincrásicas n i interesadas
que el Estado, y en especial el sistema representativo, debe sobre los asuntos que les conciernen a los participantes. Pre-
darles voz a esos espacios y estar abierto a las formas de p a r - cisamente es a partir de esta última consideración que, p a r a
ticipación deliberativa. E n efecto, a s u modo de ver, s i el go- Arendt, adquiere pleno sentido l a lección k a n t i a n a sobre u n
bierno representativo "uso público de l a razón". Pues, a s u modo de ver, mientras l a
libertad de p a l a b r a y de pensamiento, como l a entienden los
[...] se encuentra hoy en crisis, es en parte porque ha perdido, en liberales clásicos,
el curso del tiempo, todas las instituciones que permitían la parti-
cipación efectiva de los ciudadanos y en parte por el hecho de ver- Es el derecho de un individuo a expresarse [...] para poder persua-
se afectado por la enfermedad que sufre el sistema de partidos: la dir a otros a fin de que compartan su punto de vista. Y esto presu-
burocratización y la tendencia de los mismos a representar única- pone que yo puedo pensar del todo por mí mismo y que mi reivin-
mente a su propia maquinaria. 31
dicación ante el gobierno es que me permita propagar aquello que
elaboré en mi mente. La opinión de Kant sobre este tema es muy
De l a mano con esto, y como antídoto contra l a hipercen- distinta: cree que la facultad de pensar depende de su uso públi-
co [...] [que] "la razón no está hecha para adaptarse al aislamiento
tralización y burocratización de las democracias masivas, e n
sino para la comunicación". 33

las que el ciudadano no puede tener mayor incidencia, Arendt


insiste también —haciendo eco de u n a preocupación que en-
cuentra e n Jefferson— en l a necesidad de descentralizar el
poder estatal a través de asambleas regionales pequeñas que
converjan e n otras mayores. De suerte que los debates loca-
les p u e d a n alimentar los debates nacionales, y de modo que
32

p u e d a n ser escuchadas voces y perspectivas que podrían ser Lo dicho en este apartado muestra entonces que, aunque Arendt puede com-
partir con los autores republicanos clásicos (Cf. Taylor, 1997: 257-266) la
excluidas u omitidas por los intereses de partido o económi- tesis según la cual, sin una participación activa por parte de los ciudadanos,
cos que suelen imponerse e n los medios masivos de c o m u n i - éstos no puede desarrollar un compromiso activo con la propia comunidad
cación. política (véase, por ejemplo, Sobre la Revolución, 2004: 349), su insistencia
en las formas de participación se relaciona, de manera más fundamental,
con una concepción dialógica y plural del ámbito público. En esa medida,
lo que le interesa a Arendt es más la posibilidad de que diversas voces pue-
30
Cf. Arendt, 1973: 104-105. dan enriquecer el debate público, y no tanto reivindicar, a través de la par-
31
Ibid: 96. ticipación politica, la pertenencia a, o la identificación con, una comunidad
determinada. Cf. Arendt, 2003b: 79.
32
Cf. Arendt, 2004: 350, y 1973: 234.

278 279
I V . L A POSIBILIDAD D E CONSENSO E N E L RECONOCIMIENTO mas de razonamiento "generalmente aceptadas". Más bien 40

DE LA PLURALIDAD se trata del m u n d o en común que se conforma y se transfor-


m a a través del encuentro de diversas perspectivas sobre los
Como posibilidad de conformar y confrontar el propio p u n - asuntos que a los actores les conciernen mutuamente, a tra-
to de vista a través de las perspectivas de los demás, Arendt vés del tiempo, los contextos y s u s instituciones. 41

considera que el uso público de l a razón es el modo de pensar Por otra parte, con s u noción performativa de lo público, l a
específicamente político, que puede sustentar l a "red intangi- autora supone que los individuos y grupos no tienen identi-
ble" de las relaciones h u m a n a s . 34 dades fijas, sino que s u autocomprensión, como y a se anotó,
Pero l a razón pública no supone, a s u modo de ver, u n puede conformarse e üuminarse a través de l a m i s m a expo-
razonamiento establecido, consistente, por ejemplo, en las sición ante otros. Esto i n d i c a que el uso público de l a razón
42

"formas de razonar que se encuentran e n el sentido común, no supone poner entre paréntesis las propias identidades, o
justificar convicciones y creencias a través de argumentos
y e n los métodos y conclusiones de l a ciencia cuando éstos
no religiosos y no identitarios, que todos p u d i e r a n aceptar.
no s o n controvertidos", como lo sería p a r a R a w l s , n i puede
35

Pues no se trata de negar o reducir las propias convicciones


decirse que h a y a u n a sola razón pública entre las m u c h a s
y creencias, sino de estar abiertos a revisarlas y a confrontar-
razones no públicas. Desde el punto de v i s t a de Arendt, e n
36

las. Se trata, como destaca C a l h o u n , de reconocer l a "poten-


efecto, como destaca B u t t o n , l a p u b l i c i d a d no sería u n pro-
cial autorreflexividad" del diálogo público: de reconocer que
ceso y a dado y definido-, a l que se le otorga u n valor n o r m a t i -
l a pluralidad de participantes que aparecen como diferentes
vo de acuerdo con u n modelo de razonamiento establecido, 37

los unos de los otros es fundamental p a r a suscitar l a reflexión


n i " u n a cualidad singular" que p u e d a añadirse a u n "criterio
sobre l a identidad de cada u n o y sobre sus interrelaciones. 43

prepolítico", como las formas de razonar de u n supuesto sen-


Lo anterior no significa, s i n embargo, que l a imparcialidad
tido común o de las ciencias, sino que sería " u n campo abier-
no se considere como u n criterio de publicidad. Pero l a auto-
to", u n a potentia v i v a . 38

r a no l a entiende e n términos de u n a posición neutral, en l a


Se trata de u n a idea que l a autora también enfatiza a l s u - que se abstrae de las identidades particulares n i , por ende,
gerir que lo público, s u s límites, y lo que puede considerarse como u n tercer punto de v i s t a suprapersonal, a l que podrían
como tal, varía históricamente. E n s u s palabras: trasladarse sujetos diversamente situados. Más bien, con l a
imparcialidad alude, por u n a parte, a u n a actitud desintere-
La vida cambia constantemente, y hay constantemente cosas al-
sada p a r a enjuiciar los asuntos públicos, que supone u n c o n -
rededor de la cuales se desea conversar. En todos los tiempos las
trol de opiniones idiosincrásicas, así como de asunciones de
personas que viven juntas tendrán asuntos que pertenecen a la
esfera pública —que merecen ser conversados en público. Lo que carácter social, mediante las cuales se suelen admitir u n o s
sean estos asuntos en cada momento histórico es tal vez comple- determinados tipos h u m a n o s y excluir otros. Y, por otra
44

tamente diferente [...] 39 parte, se refiere a u n a mentalidad amplia que se caracteriza


por l a capacidad de juzgar los asuntos en común, desde las
E s t a consideración i n d i c a además que el sentido común diversas posiciones no interesadas que otros actores p u e d a n
no es, p a r a Arendt, u n conjunto de creencias fijas y de for-

34
Cf. Arendt, 2003a: 207.
35
Cf. Rawls, 1993: 224.
40
Cf. Rawls, 1993: 224.
36
Ibid.: 220.
41
Cf. Arendt, 1996: 233-234; Button, 2005: 271.
37
Cf. Button, 2005: 267.
42
Cf. Arendt, 2003a: 200-205.
38
Ibid.: 268.
43
Cf. Calhoun, 1997: 249.
39
Arendt, 1979: 316.
44
Cf. Arendt, 1997: 52-53.

280 281
exponer. S i n esa exposición de las propias convicciones, y
45
entrar en conflicto sobre u n a m i s m a cuestión, u n a de las po-
s i n esa mentalidad a m p l i a y desinteresada, no puede surgir, siciones en desacuerdo tiene que estar errada, a menos que se
p a r a Arendt, u n espacio e n común entre los hombres, es de- quiera infringir el principio de no-contradicción. De ahí que se
cir, u n espacio libre y p l u r a l que los u n a y distancie, n i pue- intente b u s c a r principios políticos aceptables unánimemen-
de desplegarse aquello que considera u n a v i r t u d cívica fun- te, que permitan zanjar los desacuerdos de m a n e r a c o n t u n -
damental, esto es, el respeto m u t u o , "esa consideración de dente, y de ahí que en situaciones en las que el desacuerdo
l a persona desde l a distancia que pone entre nosotros el es- aparece como irreducible se tienda a presumir que aquellos
pacio del m u n d o " . 46
que, después de todo, disienten, asumen posiciones irraciona-
A h o r a bien, este modo de comprender l a imparcialidad v a les o no razonables. 48

de l a mano del estatus que l a a u t o r a atribuye a los juicios es-


Arendt, en cambio, considera que los juicios políticos no
trictamente políticos (es decir, no morales, teóricos n i técnico-
son comprensibles desde el modelo de verdad, porque no h a y
estratégicos) y con el tipo de consenso que éstos, a s u modo
47

criterios definitivos p a r a zanjarlos, de modo que el desacuer-


de ver, pueden pretender. E n efecto, cuando los juicios polí-
do permanece como u n a posibilidad siempre abierta y no eli-
ticos se conciben desde el modelo de verdad se supone que a l
minable, a u n cuando las posiciones enfrentadas enfoquen el
asunto de m a n e r a imparcial. E n esa medida, a s u modo de
45
Arendt, 2003b: 83, y 1996: 254. ver, los juicios políticos no pueden exigir, obligar el acuerdo,
46
Arendt, 2003a: 262. como lo harían los hechos demostrables o l a verdad probada,
47
Como es sabido, el planteamiento político de Arendt ha sido cuestionado sino que se caracterizan por solicitar el asentimiento del otro,
frecuentemente por las polaridades tajantes que estableciera entre lo poli- con l a esperanza de llegar a u n acuerdo con él. 49

tico, el conocimiento y la moral (por ejemplo, Benhabib, 1988: 29-51), por


una parte, y lo público y lo social (por ejemplo, Parekh, 1988: 149-150), por Por esto mismo, porque los acuerdos alcanzables en el ám-
otra. Según mi modo de ver, sin embargo, las críticas a las primeras distin- bito político no pueden comprenderse adecuadamente en tér-
ciones omiten que Arendt no subraya tanto que en las decisiones públicas
no puedan tener incidencia valoraciones morales o razones pertenecientes minos de correspondencia c o n respecto a ciertos principios
a discursos especializados, sino que enfatiza que a la moral, a los discur- universales, sino más bien como "actos de construcción de
sos especializados y al diálogo político propiamente dicho les pertenecen u n m u n d o en común", l a racionalidad de l a comunicación
50

diversos tipos de criterios y de formas de pensar que no deben confundir-


se. En un caso, en efecto, a su modo de ver, prima el pensar consecuente, pública no debe atarse, según ella, a l a lógica de l a argumen-
la correspondencia con ciertos principios universales que se atan al modo tación n i a l modo de comprensión de los discursos especiali-
de ser de la racionalidad; en el segundo, razonamientos demostrativos o
probatorios que tienen por objeto la verdad o la certeza; y en el tercero, los
zados. E n sus palabras:
modos de convencimiento y persuasión que tienen por objeto la acción con-
junta, la decisión sobre asuntos comunes, que sólo pueden resolverse en la [...] la cultura y la política van juntas porque no es el conocimiento
urdimbre de la interlocución, mediante el debate entre los puntos de vista
implicados (Cf. Arendt, 1979: 317). Por lo que respecta a las criticas sobre o la verdad lo que en ellas está enjuego, sino más bien el juicio y l a
la distinción entre lo público y lo social, suelen perder de vista que el punto decisión, el cuerdo intercambio de opiniones sobre la esfera de l a
de la autora no es excluir los asuntos "sociales" de la esfera de la política, vida pública o el mundo en común, y la decisión sobre la clase de
sino insistir en que hay aspectos de los mismos que han de ser tratados
desde un punto de vista político, y otros desde uno estrictamente adminis-
trativo o económico. Como ejemplo de esto la autora propone la cuestión de
la vivienda social. A su modo de ver, en este caso el problema que debería
administrarse adecuadamente, y que no requiere de debate, es que todos Gómez-Albarello, s.f.: 6-7, se refiere a este punto en su propuesta pragma-
necesitan una "vivienda adecuada". Pero si determinada vivienda que re- tista, pero sin reconocerle mayor importancia cuando se ocupa de criticar
sulta decente, en tanto que cumple con los requisitos indispensables para el planteamiento de Arendt.
habitar en ella, implica integración o no, o si las personas prefieren mayor
comodidad o respetar ciertas tradiciones, esto es, para Arendt, un asunto Según, Wellmer (2001: 175-180), al afirmar esto Arendt maneja una no-
político, que merece ser discutido públicamente. En esa medida, con res- ción monológica de la verdad. Sin embargo, la idea de Arendt es que aun-
pecto a todas las cuestiones que nos afectan habría una doble faz. Una que que la verdad se conciba en términos dialógicos, en todo caso, trae consigo
no debería ser objeto de discusión pública, por ejemplo, que todas las per- pretensiones de validez fuertes, que resultan inapropiadas para los juicios
sonas deberían tener una vivienda decente, y otra que sí (Cf. Ibid.: 318). estrictamente políticos (Cf. Arendt, 1996: 235).
Calhoun, 1997: 238.

282 283
acciones que se emprenderán en él, además de cuál deberá ser su deliberación, o el intercambio libre y abierto de información,
aspecto en adelante, qué clase de cosas deberán aparecer en él. 51
entre otras, sean condiciones que pueden posibilitar u n de-
bate público libre y abierto. A s u modo de ver, empero, es más
Todo esto trae consigo que e n u n posible conflicto entre importante insistir en que el m u t u o entendimiento no tiene
opiniones políticas, n i n g u n a de las perspectivas debiera i m - que implicar u n a m u t u a identificación n i tiene que significar
ponerse sobre las otras como l a verdadera, sino que las p a r - que las personas h a n trascendido lo que las diferencia y d i -
tes implicadas tendrían que mostrarse flexibles, dispuestas vide p a r a adoptar las m i s m a s opiniones, creencias o acoger
a ampliar o modificar s u punto de vista, p a r a b u s c a r u n m u - los mismos principios o justificaciones. Desde s u punto de
tuo entendimiento. Así, las opiniones que e n el proceso de- vista, lo fundamental es advertir que individuos y grupos d i -
mocrático se a f i r m a n como mayoritarias tendrían que per- versos pueden actuar conjuntamente teniendo a l a vista los
manecer abiertas frente a las rriinoritarias, y h a s t a reconocer asuntos que les conciernen, a l reconocer, mediante el respe-
que pueden aprender de ellas y transformar s u s puntos de to m u t u o , l a distancia que los separa; a l perrnitir l a expre-
vista. E n e s a medida, p a r a Arendt es probable que u n a opi- sión de sus diversos puntos de vista, a l constatar que hay a l -
nión n u n c a resulte aceptable p a r a todos y que e n u n a demo- go que puede ser aprendido de ellos, y a l reconocer que s u s
cracia siempre h a y a opiniones mayoritarias y minoritarias. 52 perspectivas pueden ampliarse o transformarse e n l a m i s m a
Pero lo importante es que las opiniones mayoritarias se reco- interacción comunicativa.
nozcan como lo que son, como opiniones, como asunciones Así, aunque Arendt no se ocupó explícitamente del tema
falibles que se confrontan y conforman teniendo a l a vista las de l a democracia, espero haber mostrado que sus ideas so-
minoritarias. E n esa medida, y a pesar de las diferencias que bre el asunto no son t a n fácilmente descartables, sino que 54

los distancian, creo que esta autora podría estar de acuerdo pueden ofrecer sugerencias pertinentes p a r a pensar sobre los
con Dewey e n que riesgos de las democracias masivas, burocratizadas e hiper-
centralizadas, sobre los límites del consenso y de las preten-
[...] lo importante es cómo una mayoría se vuelve una mayoría: siones de universalidad, y sobre los retos y oportunidades de
debates antecedentes, la modificación de los puntos de vista para u n a democracia verdaderamente participativa.
atender a la opinión de las minorías [...], las condiciones del deba-
te, la discusión y la persuasión. 53

R E F E R E N C I A S BIBLIOGRÁFICAS

V . CONSIDERACIONES FINALES
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P a r a los autores que sostienen u n modelo deliberativo de de-
(1958b), The Human Condition, Chicago.
mocracia, ciertamente, es u n a carencia del planteamiento de
(1961), Between past and Future: Six Exercises in Political
Arendt el que no se detenga a examinar cuáles podrían ser
Thought, Londres.
las condiciones de u n verdadero debate democrático. S i n em-
bargo, esta aparente carencia tal vez se deba a s u reticencia (1972), Crises ofthe Republic, Nueva York.
a controlar l a contingencia e impredecibilidad de lo público, (1973), Crisis de la República, traducción de Guillermo
Solana, Madrid.
y no a u n a i n c a p a c i d a d p a r a reconocer que l a aceptación de
ciertos procedimientos fundamentales p o r parte de todos los
participantes, oportunidades iguales p a r a tomar parte e n l a
Aquí pienso en autores como el mismo Habermas (1996a: 21-30); Benhabib
(1996: 70-71) y Bohman (2000: 75-89, especialmente, p. 89, nota 35), o en
la propuesta pragmatista que intenta proponer el ya citado Gómez-Albarello,
51
Arendt, 2003a: 235. pp. 15-29; autores que han despachado las reflexiones de Arendt sobre la
52
Cf. Arendt, 2004:311. democracia con unos cuantos comentarios críticos, omitiendo, entre otras
53
Cf. Dewey, 1965: 165-166 (citado por Bohman, 2000: 1). cosas, lo que sus propios planteamientos le pueden deber.

284 285
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LA TEORÍA D E LA DEMOCRACIA
D E L POSITIVISMO JURÍDICO

Carlos Miguel Herrera


Prof. Dr. Facultad de Derecho
Université de Cergy-Pontoise-Paris, Francia

L a teoría de l a democracia del positivismo jurídico no h a co-


nocido u n a posteridad gloriosa e n filosofía política. Y a desde
sus inicios fue fuertemente cuestionada en nombre de l a opo-
sición entre forma y sustancia. E n c e r r a d a en esta dicotomía,
1

l a acusación de formalismo servía entonces p a r a desechar u n a


concepción que prefería insistir sobre los aspectos institucio-
nales, "jurídicos" de l a democracia, es decir, como forma de
organización política, como método. De m a n e r a general, u n a
visión positivista era considerada inepta para dar cuenta de lo
político como fenómeno, que se asociaba con contenidos, p r i n -
cipios, valores.
Pero, contrariamente a lo que se h a sostenido a menudo,
incluso e n el propio relato que hará el positivismo, l a crítica

Ciertamente, el positivismo jurídico de la primera mitad del siglo XX se había


creído fortalecido por los avances de la epistemología critica —de la cual el
libro de Ernst Cassirer SubstanzbegrìffundFunktionsbegriff, de 1910, era
el mejor ejemplo—, en el terreno de la teoría del concepto, y buscaba de-
terminar la comprensión de la sustancia a partir de la noción de relación,
tomado de las matemáticas puras. A partir de la idea de relación, que la
práctica científica ponía en el centro de sus investigaciones, Cassirer pen-
saba poder determinar el elemento constante e invariable, entendiendo la
sustancia como un conjunto de relaciones, y no como una materia.

288 289
antiformalista no fue patrimonio exclusivo de las fuerzas "ex- Me detendré en los dos principales representantes del po-
tremas" que se oponían a l a democracia — e l comunismo de sitivismo jurídico del siglo X X , el de l a vertiente normativista,
u n lado, el fascismo del otro—, sino que recorrió otras zonas en l a persona de H a n s Kelsen, y el de l a vertiente empirista,
del espacio político. S i el caso del austromarxista "de izquier- representada por A l f Ross. S i bien, vistas desde ciertos án-
5

das" M a x Adler, que oponía, contra H a n s Kelsen e n p a r t i c u - gulos, como l a epistemología o l a teoría del derecho, las dife-
lar, democracia formal o política y democracia social, puede rencias entre las dos concepciones pueden ser notables, tie-
tal vez ser objeto de querellas de clasificación, parecen caber
2
n e n en común l a asunción de u n escepticismo ético radical,
menos dudas con respecto a l rechazo de u n H e r m a n n Heller, que sirve de fundamento a ambas teorías de l a democracia.
socialista t a n moderado como antimarxista, quien no deja- E n definitiva, l a idea de democracia como método era l a con-
b a de atacar violentamente a l positivismo por l a ausencia de secuencia de l a imposibilidad de a s u m i r l a validez universal
fundamentos éticos e n s u teoría, a l a que calificaba de "vacía de principios morales o de justicia. P a r a ambos juristas, como
nomocracia", y a que el derecho era u n a forma autónoma de lo recordaba recientemente Carlos Niño, "los juicios de esa
cualquier contenido, independiente de los valores y l a reali- índole s o n subjetivos y relativos: expresan emociones o exi-
d a d . Otro filósofo del derecho que militaba e n l a socialdemo-
3
gencias o describen convenciones vigentes". 6

cracia alemana, Siegfried M a r c k , algo olvidado hoy, u t i l i z a b a Si los críticos antiformalistas denunciaban esta a u s e n -
explícitamente l a oposición entre los conceptos de s u s t a n c i a cia de fundamentos éticos, más tarde algunos autores más
y función p a r a denunciar las posiciones kelsenianas. E l fun-
favorables a las tesis positivistas b u s c a r o n relativizar el es-
cionalismo, contra el sustancialismo, significaba l a primacía
cepticismo de ambos pensadores aduciendo que, en el p l a -
del método y l a forma, y en el plano del derecho, el primado
no personal, defendieron valores, como l a libertad, e incluso
de las formas jurídicas específicas sobre el contenido social.
dando m u e s t r a de coraje. E n lo que a mí respecta, no trataré
Para M a r c k , justamente, "el funcionalismo en l a teoría jurídi-
de disculparlos de s u escepticismo ético n i de s u "formalis-
c a debe ser u n formalismo consciente". 4

mo"; intentaré, empero, cuestionar el valor heurístico de l a


L a tesis que quisiera ilustrar aquí, mediante el análisis de dicotomía forma/sustancia, a l menos como fuera empleado
algunas teorías desarrolladas por el positivismo (jurídico) del en l a crítica, e n l a m e d i d a e n que deja de lado componentes
"corto siglo X X " , es que l a visión de l a democracia como for- "políticos" m u y importantes, presentes en las concepciones
m a política no está exenta de ciertas proyecciones e n el plano positivistas de l a democracia. Empezando por el hecho de ser
" s u s t a n c i a l " m u y concretas, e n todo caso, que v a n más allá —contrariamente, u n a vez más, a lo que h a n podido afirmar
de l a promoción de reglas formales p a r a l a construcción del propios y extraños—, m u c h o más que teorías de l a democra-
consenso. Y por cierto, no se trata de consecuencias no queri- cia. A u n q u e se presenten como tales, las reflexiones de estos
das de l a teoría, sino que se a s u m e n como elementos propios autores tratan tanto de l a democracia como de l a socialde-
de las m i s m a s . mocracia. E n todo caso, l a visión positivista no es incompa-
tible con tomas de posiciones políticas explícitas; por el c o n -
2
Para Adler, la democracia política era formal, porque expresa una simple
forma de igualdad jurídica. En este sentido, la democracia formal era "una 5
Puesto que el autor de la Reine Rechtslehre es ampliamente conocido, me
forma no solidaria de la vida social". Adler lleva su antiformalismo hasta
contentaré, las más de las veces, con hacer sólo alusión a Kelsen en los pun-
afirmar que la verdadera democracia no era posible en el Estado. Cf. "Poli-
tos que presenta en común con su antiguo alumno danés, concentrándome
tische oder soziale Demokratie" (1926) en Adler, 1981: 178.
de preferencia en las posiciones, menos exploradas creo yo, de Ross. Sobre
3
Más allá de la critica a Kelsen, Heller defenderá una idea compleja de for- la teoría política de Kelsen en español, me permito reenviar a mis trabajos
ma constitucional, que se encuentra en una relación dialéctica con la liber- "Kelsen y el socialismo reformista" (Herrera, 1997b) y "Kelsen, Schmitt y el
tad, entre lo estructurado y lo estructurante. Cf. Herrera "Hermann Heller, liberalismo" (Herrera, 1998). En el contexto colombiano, cf. Arango (2004)
constitutionnaliste socialiste", en Herrera (ed.), 2002a. "Esencia y valor de la democracia según Kelsen: actualidad de un clásico
4
Cf. Marck, 1925: 3-4. Sobre la reacción antipositivista de los años veinte en de lafilosofíapolítica".
Alemania Cf. Herrera, 2002b. 6
Nino, 1992: 36, y 1994: 19.

290 291
trario, no debemos excluir que el positivismo presente final- sentido, el parentesco c o n Kelsen puede remontarse incluso
mente cierto tropismo político. Lo que nos llevará a algunas a las primeras reflexiones del j u r i s t a vienes, a inicios de los
reflexiones más generales sobre l a conexión entre positivismo años veinte, cuando éste sostenía que, puesto que no cabían
jurídico y socialismo. dudas de que el ideal de l a mayor igualdad económica posible
Quizás convenga empezar, en ese sentido, subrayando el era de naturaleza democrática, sólo l a socialdemocracia e r a
componente histórico de ambas concepciones. E n las teorías u n a democracia completa. 9

de l a democracia de estos autores positivistas s o n m u y per- E n ambos casos, empero, l a fuerte m a r c a de u n contexto
ceptibles los contextos en las que se desarrollan. Básicamente no i m p l i c a que sus proposiciones estén datées. Tanto Kelsen
dos. E l primero, que enmarca los primeros análisis de Kelsen, como Ross se proponen reflexionar sobre l a democracia co-
está dado por l a década que sigue a l a Primera G u e r r a M u n - mo teóricos (del derecho). No pueden caber dudas sobre s u s
dial, u n a E u r o p a convulsionada que había visto caer las tres intenciones teóricas: se trata siempre de definir conceptos,
últimas grandes monarquías existentes, y que se debatía en- especificar sentidos, en torno a l a idea de democracia. Quizás
tre democracia, "bolchevismo" y, poco, después fascismo. E l los análisis de Ross i l u s t r e n mejor u n enfoque analítico, que
segundo está marcado por el inicio de l a guerra fría, el enfren- b u s c a excluir l a arbitrariedad y l a vaguedad de las expresio-
tamiento entre l a U R S S y el llamado mundo occidental. nes lingüísticas en el seno del pensamiento político. E n este
E s sobre todo e n este último contexto que coinciden el caso, explicitando de antemano que no existe u n a "esencia"
ensayo político de Ross y los postreros estudios kelsenia- de l a democracia (o del Estado o de l a justicia), sino solamen-
nos. A l a n t i c o m u n i s m o y a l atlantismo de l a guerra fría se te u n a significación dada a esas palabras, algo que esté t a l
debe s u m a r otro evento estrechamente ligado en el fondo: vez más confuso e n el primer Kelsen, quien, como sabemos,
l a experiencia del laborismo británico, que había alcanzado b u s c a b a determinar das Wesen, aunque él también partía de
el gobierno en 1945. E l libro de Ross Why Democracy?, e n l a constatación de l a pérdida de sentido del concepto. Pe- 10

particular, tiene como objetivo declarado defender, ante u n ro se trata, en ambos casos, de buscar, como dice Ross, ' l a s
público norteamericano, l a socialdemocracia europea, b u s - relaciones jurídico-funcionales efectivas" que las "metáforas
cando evitar toda confusión con el c o m u n i s m o soviético. Co- 7
semimísticas" del poder y l a representación ocultan.
mo afirma Ross e n las primeras páginas de s u obra: "espero
que m i análisis de l a relación entre democracia y socialismo I. ¿ Q U É QUIERE DECIR D E M O C R A C I A ?
contribuirá a hacer comprensible a l público norteamericano
que los socialdemócratas e n nuestros países s o n más demó- Como s u teoría jurídica, podemos definir l a concepción polí-
cratas que socialistas". Tampoco tardará m u c h o e n avanzar tica de Ross como postkelseniana, y no solamente desde u n
s u segunda tesis: "veo en l a socialdemocracia europea el b a - punto de vista genealógico. E n efecto, elj u r i s t a danés aparece
luarte más sólido contra l a amenaza del comunismo". Según m u y marcado por l a visión de s u antiguo maestro vienes, y
Ross, retomando el célebre diagnóstico schumpeteriano, l a aunque e n s u ensayo sobre l a democracia no lo cite a m e n u -
economía capitalista y l a ideología liberal se encontraban e n do, m u c h a s tesis de Ross reproducen los análisis kelsenia-
u n estado avanzado de decadencia y únicamente el triunfo n o s . Así, Ross distingue, c o n Kelsen, sólo dos formas po-
11

de l a socialdemocracia podía salvar l a democracia. E n ese 8

sosteniendo que la democracia no es completa en el marco de la economía


liberal. Cf. Grage, 1984: 293-294.
7
La traducción inglesa es de 1952, el original danés de 1946. Cf. Ross, 1952. 9
Kelsen, 1920: 35.
Se señala en adelante, entre paréntesis, la referencia a la traducción al es-
pañol (1989), aunque no siempre se siga. 10
De todos modos, Ross, en la introducción de su libro, lo define como una
reflexión sobre "la esenciay el valor de la democracia", reproduciendo —¿in-
8
Ross, 1952: v-vi (11-12). Según ciertos comentaristas, Ross modifica de ma-
conscientemente?— el título de la obra de Kelsen.
nera explícita su juicio pesimista sobre el futuro de la economía capitalista,
en la segunda edición danesa de Why Democracy? de 1967, aunque sigue 11
Sólo se encuentra una referencia a la Allgemeine Staatslehre, principal obra

292 293
cipio l a efectividad total, es decir, el ejercicio supremo de l a
líricas posibles, democracia y autocracia. D e l mismo modo,
democracia directa e n todas las esferas, porque, como y a lo
concibe l a libertad, entendida como autonomía, como el valor
principal de l a democracia, y a l que están ligadas principal- había señalado Kelsen en s u s escritos, esta f o r m a no existe
mente las libertades de expresión y asociación. Como Kelsen en los hechos. L a efectividad nos permitirá por lo tanto c i r -
u n a vez más, Ross sostiene que el compromiso "es l a esencia cunscribir s u noción de democracia.
de l a democracia". E n ambas concepciones, además, l a edu- Las formulaciones corrientes con las que se suele definir
cación política aparece como u n elemento central p a r a el de- l a democracia — d e l tipo " l a democracia es el sistema donde el
sarrollo democrático. También defiende el j u r i s t a danés u n poder pertenece a l pueblo"— son p a r a Ross demasiado vagas.
punto de v i s t a relativista, que le impide determinar, con cer- Democracia, en realidad, no es u n concepto de clase, es decir
teza científica, por qué l a democracia sería u n bien absoluto. de aquellos que pueden ser definidos por sus características,
L a filiación c o n Kelsen surge incluso e n l a inscripción de las sino u n tipo ideal, que, combinando diversas propiedades, en
ideas democráticas en u n a forma particular de l a personalidad diferentes direcciones (que recogen las variaciones de las p r i -
humana. meras), constituye u n a v a r a de medición p a r a l a descripción
Pero hallamos también e n l a reflexión política de Ross los de los procesos reales. Así, antes que u n concepto, Ross pre-
mismos puntos de r u p t u r a epistemológica con l a teoría p u r a tende reconstruir lo que l l a m a u n "diagrama topográfico de
del derecho, comenzando por l a crítica a los restos de esen- l a democracia política". A través de él se b u s c a determinar l a
cialismo o idealismo que podían persistir en los planteos k e l - extensión de l a influencia política del pueblo e n las cuestio-
senianos. Allí donde el autor de l a Reine Rechtslehre b u s c a b a nes de gobierno, donde l a noción de pueblo hace referencia a
distinguir entre ideay realidad, Ross intenta construir u n cri- l a mayoría de l a población, que no puede ser precisada, a s u
terio de efectividad de l a democracia. P a r a el empirismo ros- vez, sino e n referencia a u n sistema de votación del tipo que
siano, los ideales democráticos no pueden constituir el punto practican las democracias parlamentarias.
de partida. Antes bien, se debe partir de las formas jurídicas E l nivel de influencia del pueblo puede entonces variar e n
de l a organización política; dicho de otro modo, de l a m a n e r a relación con tres criterios: l a intensidad en el ejercicio del po-
en que dichos ideales se traducen en u n sistema jurídico, lo der, o dicho de otro modo, el número de personas que pueden
que constituye el material más tangible p a r a el análisis. C o - participar e n él; l a efectividad, o sea el grado de participación
mo vemos, s u enfoque se presenta como realista, en l a m i s m a del pueblo (desde el ejercicio directo a l control de sus repre-
lógica que s u teoría del derecho. U n empirismo llevado h a s t a sentantes) ; y finalmente l a extensión, es decir l a latitud con l a
sus últimas consecuencias supone u n a metodología b a s a d a que el pueblo ejerce s u poder. Ross puede entonces definir el
en l a observación y l a verificación de los hechos. Las nociones "tipo-ideal" de l a democracia como " l a forma de gobierno e n
teóricas s o n interpretadas como concepciones sobre l a rea- l a c u a l las funciones políticas son ejercidas por el pueblo con
lidad social. u n máximo de intensidad, efectividad y extensión en l a m o -
Nos topamos aquí con u n a de las nociones centrales e n l a dalidad p a r l a m e n t a r i a " .
13

concepción jurídica de Ross: l a efectividad social como crite- A pesar de las diferencias de enfoque, l a idea de democra-
rio determinante, que, e n teoría de l a democracia, se refiere a
cia no reenvía, tanto en Ross como en Kelsen, directamente
l a efectividad con l a c u a l el pueblo ejerce s u influencia sobre
a u n contenido sustancial, sino a u n procedimiento p a r a to-
l a v i d a política. S u preocupación realista descarta e n p r i n -
12

m a r decisiones políticas a través del principio mayoritario.


Y como tal, no es " u n valor exclusivo y absoluto". Como lo es-
de Kelsen en esos años veinte, en los que publica sus ensayos sobre la de- cribe Ross, es u n puro "método político" que i m p l i c a sólo u n
mocracia, y en los que Ross estudia con él. Kelsen, por su lado, se contenta cómo (a how), n u n c a u n contenido, u n fin o u n objetivo pre-
con una referencia secundaria al trabajo de Ross, en su último escrito so-
bre la democracia, de 1955.
12
Ross utiliza el término efectivenessen su obra política, y effectivity en On 13
Ross, 1952: 84-90 (91-96).
Law and Justice. Traducimos ambas como efectividad.

295
294
ciso (a what). Así entendida, l a democracia es u n a " s u p r a - to específico. A l mismo tiempo, incluso en las visiones que
15

ideología" que puede ser c o m b i n a d a c o n políticas de conte- siguen pensando l a democracia como método, el acento se
nido conservador, liberal o socialista. No hay, e n este nivel de desplaza a l a legitimidad del procedimiento de formación de l a
l a argumentación de los juristas positivistas, diferencia entre opinión pública, como garantía p a r a alcanzar resultados r a -
democracia y derecho: l a democracia es p a r a Ross u n a for- cionales.
m a de organización política, u n sistema jurídico (system of No me interesa extenderme aquí sobre estas concepcio-
law), que opone a u n sistema ético. Democracia es por lo tanto nes: deseo sólo destacar que incluso las filosofías que siguen
u n a noción jurídica, como y a lo sostuviera Kelsen, p a r a quien reivindicando u n a visión procedimental o u n a justificación
"el problema de las formas de Estado, es u n concepto p u r a - "epistemológica" de l a democracia prefieren subrayar los v a -
mente jurídico". lores que legitiman el procechrriiento o los principios morales
Estas tesis que insistían sobre el carácter metodológico sobre los cuales el método permite informar. De algún modo,
de l a democracia, fueron acusadas, y a e n los años veinte, de hacen lugar a problemáticas "sustanciales" evacuadas e n los
pertenecer en realidad a l arsenal teórico del liberalismo. Pero planteamientos del positivismo jurídico, acusado por estas
dentro del propio campo liberal no gozaron de mayor predica- lecturas de tener u n a concepción funcionalista, que deja de
mento. Y, sobre todo, parecieron perder cierta actualidad en lado toda consideración n o r m a t i v a . 16

el debate de l a filosofía de l a democracia de los últimos trein- E n verdad, l a crisis de l a democracia parlamentaria por
t a años. Se trató menos de u n a refutación que de subrayar l a el avenimiento del totalitarismo había dejado s u s marcas e n
insuficiencia de s u s presupuestos de c a r a a l a defensa con- las filosofías positivistas. Incluso y a en s u s primeros traba-
secuente de l a democracia, primero, y a s u práctica integral, jos, Kelsen había tenido que lidiar p a r a que l a centralidad del
después. Los primeros rechazos surgieron e n realidad c o n compromiso, el acuerdo, el consentimiento en l a democracia,
las experiencias totalitarias europeas. Y a a principios de
14
no desbordase en u n a legitimidad contractualista del orden
los años cincuenta, algunos autores como J . L . Talmon, refi- social. E n el plano que él l l a m a b a de l a "realidad psicológica
riéndose a R o u s s e a u e n particular, no d u d a r o n e n hablar de de l a democracia", l a situación de equilibrio social reposa so-
"democracia totalitaria". Más cerca de nosotros, Niño califi- bre formas de acuerdo recíproco, a l menos con respecto a los
caba como "concepción populista de l a democracia" a aquella mecanismos formales p a r a p r o d u c i r normas. Pero s i se p a r -
visión que hacía p r i m a r l a decisión mayoritaria sobre los de- tía de l a voluntad de los sujetos p a r a justificar l a obediencia
rechos individuales. a u n orden coactivo, se perdía todo fundamento objetivo de
Resurgía entonces l a idea de que existe u n núcleo básico validez del Estado. Las filosofías contractualistas olvidaban
de derechos individuales que no puede ser alcanzado por l a el carácter heterónomo de l a n o r m a jurídica, y, de manera
decisión mayoritaria, y que actúa por ende como límite a l a general, que el problema de l a dominación era inevitable e n
democracia, reduciendo a l menos l a esfera de s u proceolimien- toda forma política. 17

14
El hecho de que u n dictador como HiÜer hubiera podido llegar al gobierno La democracia es "el mejor procedimiento para tener acceso cognitivo" a los
respetando, al menos formalmente, las reglas constitucionales, fue desa- derechos individuales, ubicados en un plano ontológico (Niño, 1994: 208).
rrollado como u n argumento para cuestionar las teorías meramente for- Pero, a mi entender, no se trataría tan sólo de una distinción de planos, si-
males. Por cierto, este tipo de análisis, demasiado simpliflcador, puede ser no también de cierta jerarquía: la democracia se transforma en el "medio
fuertemente cuestionado en el plano histórico (en el caso de marras, se po- más apto para alcanzar el reconocimiento de los principios del liberalismo"
dría mostrar cómo el Parlamento alemán había dejado de funcionar desde [ibid.: 210).
septiembre de 1930, por más que hubiera habido elecciones, que la apro-
bación de las leyes de plenos poderes de Hitler en el Parlamento, en marzo Por cierto, una vez más, estas críticas no tienen nada de "extremistas", sino
de 1933, había sido precedida por la persecución y el encarcelamiento de que se sitúan más bien en el ámbito del liberalismo.
los diputados comunistas y en un clima de terror, que los partidos liberales Sobre esta tensión en la teoría kelseniana, para más detalle cf. Herrera,
habían votado la ley de plenos poderes, etc.). 1999.

296 297
E n lo que hace a l a cuestión de u n contenido mínimo, pre- l a herencia liberal en el ámbito de las libertades públicas: los
sentado en términos de derechos individuales básicos, l a difi- ideales democráticos, escribirá, "parecen estar fundados en
cultad se veía también reflejada en l a teoría kelseniana poste- el respeto por el ser h u m a n o que h a y en todo individuo, y e n
rior a 1945, donde l a limitación de las decisiones mayoritarias u n a estrecha solidaridad con él". Aparece u n a particular d i -
v a más allá del reconocimiento de minorías, como teorizara mensión de orden filosófico-político en Ross para fundamentar
en u n primer momento. De m a n e r a general, Kelsen modera- l a "validez" del método democrático, que él l l a m a el "sentido
rá s u particular "rousseanismo" después de l a experiencia h u m a n o " . E s t a dimensión puede resultar algo sorprendente,
del totalitarismo fascista. E n l a General Theory ofLaw and desde u n punto de vista interno, e n u n teórico empirista, y
State, p u b l i c a d a e n 1945, Kelsen escribe que l a democracia Ross es de hecho consciente de hallarse "en el borde de u n a
coincide c o n el "liberalismo político" en l a medida e n que l a interpretación metafísica de l a vida". Pero no d u d a en reivin-
opinión pública, esencial p a r a l a democracia, exige las liber- dicar incluso l a tradición h u m a n i s t a cristiana como último
tades intelectuales (de prensa, de religión, de palabra). E n el fundamento de l a idea de democracia, que resume en el p r i n -
mismo período, Kelsen sostiene que l a democracia m o d e r n a cipio "el hombre es sagrado e inviolable" — y aún criticando l a
tampoco puede separarse del liberalismo político en lo que traducción efectiva d a d a por las iglesias (la católica en p a r -
se refiere a l a protección de las minorías, l a restricción del ticular), los Evangelios aparecen como u n a de las fuentes de
poder del gobierno o l a libertad de l a ciencia. A u n q u e no se
18
l a visión democrática. L a experiencia del nazismo y " s u diso-
confundieran, Kelsen admitía que el concepto de democracia lución de todos los valores" e n m a r c a n s i n d u d a esas ideas,
había sufrido l a influencia del liberalismo político y " s u ten- donde palpita u n cuasi-iusnaturalismo h u m a n i s t a . E n todo
dencia a reducir el poder del gobierno e n pos del interés de l a caso, d i c h a reflexión expresa m u c h o más que u n punto de
libertad de los individuos", mediante l a introducción de las ga- vista puramente personal, y a que Ross reconocerá u n a esen-
rantías de libertad intelectual. 19
cia de verdad e n l a teoría i u s n a t u r a l i s t a de signo contractua-
M u c h o más radical — e n l a m e d i d a e n que asume plena- lista, porque m u e s t r a que sólo es legítimo el poder "que tiene
mente el origen de s u escrito e n las experiencias totalitarias sus raices en el apoyo que voluntariamente le prestan los i n -
europeas e incluso l a ocupación alemana de D i n a m a r c a d u - dividuos". De hecho, Ross no vacila en hablar de u n a "esfera
rante l a Segunda G u e r r a M u n d i a l — aparece e n Ross el (re) m o r a l " de l a democracia, pero s i n profundizarla, a l menos e n
planteamiento de l a visión positivista, y a que l a experien- s u p r i n c i p a l obra de teoría política.
cia fascista "despertó en los adherentes a l a democracia u n a
Este iusnaturalismo aparece sobre todo e n el carácter a n -
comprensión de los valores h u m a n o s fundamentales sobre
titético entre democracia y autocracia. Ross llega a afirmar
los cuales se erige el sistema democrático". P a r a el j u r i s t a
20

que " l a democracia es u n estado fundado en el derecho en u n


danés no es posible reducir el fundamento de l a democracia
grado superior que l a autocracia", lo que deja ver u n a cierta
a u n a técnica político-jurídica, a l menos en u n períodojde cri-
propiedad sustancial dada a l a idea de derecho. S i entendemos
sis social. No se trata t a n sólo de subrayar l a importancia de
por derecho u n sinónimo de derecho positivo, u n régimen a u -
tocrático puede estar fundado sobre u n gran número de n o r -
18
Kelsen, 1955: 27 y ss. Ya en un ensayo publicado con el fascismo alemán mas jurídicas. De hecho, h a sido l a crítica que ciertos teóricos
en el poder, Kelsen había escrito que la libertad política y personal protege del liberalismo (como Hayek) dirigen no sólo a los regímenes
al individuo contra los actos arbitrarios de los órganos del Estado, e inclu- totalitarios, sino también a l modelo intervencionista del E s -
so de los partidos.
tado social. E l argumento será particularmente rechazado
19
Kelsen, sin embargo, distinguía con mucha claridad liberalismo político y
liberalismo económico. En este sentido, sostiene que la libertad es también por Kelsen en los años cincuenta, pues p a r a él es u n a falacia
posible en un sistema económico socialista, la nacionalización de los me- i u s n a t u r a l i s t a identificar derecho c o n derecho democrático.
dios de producción no excluye la existencia de instituciones que garanticen
la libertad intelectual. Cf. Kelsen, 1955: 83-84. A u n q u e Ross limite el valor de esa tradición a l plano ideal,
20
Ross, 1952: 66 (74).

298 299
es claro p a r a él que u n método político no puede aislarse de l a l a palabra socialismo p a r a aludir a l a demanda de extensión
vida s o c i a l .
21
del poder político a l campo de l a regulación económica, con
Y Ross sostenía que los valores, las ideas, deben recibir u n el fin de alcanzar " l a mayor satisfacción de necesidades y
contenido en l a forma de instituciones sociales. Los ideales l a mayor igualdad económica en beneficio de las mayorías".
no crean por sí solos u n a democracia: Democracia y socialismo no se confunden, pero se pueden
combinar. A fin de cuentas, el concepto mismo de democra-
[...] si la democracia tiene que conservar su fuerza interna en la cia presenta u n elemento dinámico, evolutivo. E n s u aserción
libertad y en la fe de las masas, es necesario que demuestre su vi- democrática, el socialismo podía ser alcanzado " a través de
talidad conduciendo a las masas en el terreno económico y social
u n a extensión gradual del control público sobre las funciones
así como hacia una mayor felicidad y hacia una vida más plena de
libertad e igualdad. 22 económicas".
Inscribiéndose en l a tradición de l a socialdemocracia, Ross
Como s u antiguo maestro, piensa Ross que l a idea de igual- defiende l a idea de u n a reforma social profunda pero "pacífi-
dad, en el plano democrático, es " s u b o r d i n a d a y dependien- ca y c o n t i n u a " — e n otras palabras, u n a socialización de los
te" con respecto a l a libertad como autonomía. Pero esto no medios económicos con el mantenimiento de las instituciones
obsta p a r a reconocer u n a dimensión sociopolítica que puede democráticas— que ve como necesaria no sólo p a r a el progre-
dar validez a l a democracia, que pone en el centro las rela- so social, sino también para l a supervivencia de l a democra-
ciones entre democracia'y evolución social, lo que Ross Mama cia. E l socialismo es p a r a él, como p a r a l a mayor parte de los
el "sentido económico". -Para Ross, " l a condición de fidelidad juristas socialistas de l a época, " u n desarrollo continuo de l a
h a c i a el Estado y el derecho reside, e n última instancia, en democracia e n u n a dirección socialista [...], el fin último [...],
que el orden social p e r m i t a a todo individuo progresar e n s u es u n a unión de l a democracia y el socialismo", l a socialde-
felicidad y en s u nivel de vida". Y esta evolución conduce j u s - m o c r a c i a . Los cambios estructurales en u n a sociedad sólo
23

tamente a u n a economía centralizada, planificada y dirigida pueden hacerse con el consenso general, e i n c l u s o , s i n de-
por el Estado. mocracia no puede darse u n socialismo duradero. Desde u n
punto de vista práctico, l a extensión del manejo público so-
II. ¿ D E LA DEMOCRACIA AL SOCIALISMO? bre l a economía no i m p l i c a b a necesariamente l a supresión
de l a propiedad privada, como repite Ross. E n estos análisis,
E s importante subrayar que cuando estos teóricos abordan el propio origen danés del autor parece ser significativo, pues
l a cuestión social, lo h a c e n s i n abandonar sus metodologías se refiere de m a n e r a constante a l a experiencia nórdica p a r a
positivistas. E n el caso de Ross, encontramos u n mismo t a - sustentar s u s tesis. A u n q u e l a experiencia británica, que
24

lante analítico, centrado en l a precisión dada a l significado


de las palabras. E n esa óptica, el j u r i s t a danés considera que 23
Ibid: 172 (173). Se encuentra una perspectiva cercana en los juristas socia-
l a expresión democracia económica es desafortunada, pues listas alemanes en la República de Weimar. Cf. Herrera, 2002c: 123-151.
comporta u n a extensión excesiva de l a esfera de l a democra- En Dinamarca, y desde 1915, los socialistas ingresan masivamente al Par-
cia, del mismo modo que Kelsen se mostraba reacio a con- lamento, alcanzando el 33% en las elecciones de 1920. Cuatro años más
tarde, luego de haber obtenido la victoria en las urnas, su líder, Thorvald
ceptos como democracia social Según Ross, se debe preferir Stauning, forma un primer gobierno minoritario, en funciones hasta 1926;
volviendo nuevamente al poder, siempre con un gabinete de coalición, en
1929. Es a partir de ese momento que los socialistas desarrollan una polí-
21
La democracia, para ambos autores, "refleja y a su vez es reflejada, por ras- tica social avanzada, permaneciendo en el poder hasta 1940. Paralelamente
gos humanos fundamentales, actuando por reacción en la formación del a la experiencia del poder, el partido produce un aggiornamento del pro-
carácter", como escribe Ross. Es por ello que, en el caso de Kelsen, la opo- grama en la década de 1930, en el cual la palabra democracia reemplaza a
sición entre democracia y autocracia culmina en una caracterología, de la socialismo y la noción de pueblo a la de clase obrera. Tras el paréntesis de
que surge un homo democraticus. Cf. Herrera, 2004a. la ocupación alemana, en que tuvieron una actitud algo turbia, los socia-
22
Ross, 1952: 248-249 (245). listas retornan al poder, ya sea en gobiernos de coalición "burguesa", o con

300 301
concitaba l a adhesión explícita de Kelsen en l a medida que se nitiva, es que l a extensión del dominio estatal de l a economía
proponía " l a nacionalización de los medios de producción y se realice bajo el control democrático del pueblo, y a que n a -
todas las otras medidas necesarias p a r a abolir l a explotación, d a impide que el poder del Estado no sea utilizado p a r a crear
las diferencias y los antagonismos de clase [...] por l a vía p a - nuevos privilegios. U n a posibilidad que no se b a s a b a sólo en
cífica y constitucional", también se h a l l a presente. l a observación de l a realidad de l a U R S S por parte de estos
A u n en s u moderación, el "socialismo" rossiano, no menos juristas, sino e n u n a compartida visión pesimista de l a n a -
que el kelseniano, i m p l i c a también, por supuesto, u n a crítica turaleza h u m a n a , m a r c a d a p o r el "egoísmo natural", que es
del liberalismo. Por lo pronto, democracia y liberalismo "son p a r a ambos u n a ley propia de l a especie. E n todo caso, a l a
conceptos diferentes, carentes de relación". Por cierto, Ross vista del dictatorial sistema soviético de privilegios, Ross sos-
afirma que u n a democracia funcionaría más fácilmente e n tenía que " l a posibilidad de realizar los ideales socialistas de
u n a economía liberal, que supone l a pasividad del Estado, igualdad y j u s t i c i a está [...] ligada a l a continuación de l a de-
cuyo papel se limitaría a proteger l a libertad contractual y l a mocracia, a l activo control del Estado por el pueblo".
propiedad privada, mientras que los conflictos por el control Podría pensarse que, a través de este socialismo modera-
político se tornaban tendencialmente más importantes c u a n - do, Ross renueva el vínculo teórico con s u antiguo maestro
do el Estado ejercía l a dirección sobre l a economía, porque las Kelsen, que l a teoría del derecho había separado. S i n e m - 26

posibilidades de llegar a u n compromiso pacífico a través de bargo, existe u n a diferencia de actitud entre estos dos j u r i s -
l a discusión y el voto se t o r n a b a n más difíciles, por los a n t a - tas positivistas de c a r a a lo político que debe ser subrayada.
gonismos de clase. Pero el propio Ross consideraba que l a l i - Atañe a l problema del compromiso partidario. Mientras que
bertad real p a r a el individuo no es completa h a s t a que l a de- el autor de l a Reine Rechtslehre llevaba s u independencia i n -
mocracia no i n c l u y a también l a democracia económica. " E n lo telectual h a s t a el rechazo de toda afiliación (al menos formal)
que a mí respecta [afirma el j u r i s t a danés], m i opinión es que a u n partido político, Ross tendría menos inconvenientes e n
l a moderada crítica socialdemócrata de l a democracia bajo hacer explícito s u apoyo a l Partido Socialdemócrata danés, a
u n a economía capitalista está justificada". E n ese sentido,
25
partir de 1 9 4 5 . Y es justamente contra Kelsen que Ross dará
27

como Kelsen, Ross ataca las difundidas tesis hayekianas de u n a justificación teórica del compromiso práctico del científi-
The Road to Serfdompor u n a supuesta incompatibilidad entre co como tal, e n los últimos capítulos, poco estudiados a decir
economía planificada y libertad política. verdad, de s u libro más conocido de teoría del derecho, On
Pero e n s u defensa de u n socialismo democrático e n años Lavo and Justice, donde analiza los lazos entre conocimiento
de l a guerra fría, el p r i n c i p a l adversario es, e n mayor medida científico y acción política.
que el liberalismo, el comunismo, como también lo pensaba P a r a el j u r i s t a danés, Kelsen se había excedido en las con-
por entonces Kelsen, quien no d u d a b a en considerarlo incluso clusiones metodológicas que sacaba de l a idea de "pureza"
u n enemigo de l a democracia aún más peligroso que el fascis- del conocimiento científico, confundiendo l a verdad p a r a l a
mo, porque l u c h a b a contra ella "bajo el disfraz de u n a termi- ciencia como idea, y l a verdad p a r a l a ciencia como profesión.
nología democrática". L a crítica del modelo c o m u n i s t a p a s a Según Ross, el ideal de verdad, l a objetividad, no empujaba a l
justamente por l a afirmación de l a democracia. De hecho, en científico a dar "el salto i r r a c i o n a l " y hacer "conocer el r e s u l -
l a perspectiva rossiana, " u n socialismo sólido no puede ser tado e n l a forma de instrucciones a l práctico". L a idea de ate-
introducido por l a vía revolucionaria". Lo que cuenta, e n des- nerse a los hechos no sólo era u n a üusión, sino que tampoco
era necesaria p a r a l a pureza de l a ciencia. Ésta no podía rea-
gobiernos minoritarios. Un primer gobierno mayoritario se forma en 1957
con los liberales de izquierda, lo que permite un nuevo desarrollo de poli- Sobre la relación de Kelsen con la socialdemocracia, cf. Herrera, 1997a: 286
ticas sociales activas hasta 1964. Sigo, en este punto, las informaciones y ss.
contenidas en A. Esping, 1985: 73-78, 90-99. Sobre este aspecto, cf. Waaben, 2003: 673. Según el autor, se alejará en los
25
Ross, 1952: 173 (174). años sesenta, cuando el partido se alie con una fuerza a su izquierda.

302 303
rizarse por l a eliminación de todas las premisas valorativas, ¿El filósofo-rey platónico se transforma aquí en técnico-
dado que el científico vive en u n medio social determinado rey? No, porque e n Ross l a condición de científico no i m p l i c a
y trabaja, a l menos e n las ciencias sociales, con u n lengua- n i n g u n a superioridad sobre el político. Por el contrario, p a r a
je ordinario, cargado de emociones. Lo que debía hacerse,
28 nuestro j u r i s t a existe u n a supremacía del político: sólo este
en cambio, era Distinguir los niveles, presentando las ideas último c u e n t a con u n a visión integral de todas las actitudes
no científicas que envuelven u n conocimiento objetivo e h i - y todas las consecuencias; el científico, a u n cuando establece
potético como presupuestos explícitos, y sus consecuencias consecuencias prácticas a partir de s u conocimiento, única-
prácticas como opiniones o recomendaciones, discutibles, y mente puede hacerlo dentro del campo limitado de s u espe-
no como postulados. P a r a Ross, podía existir u n vínculo en- cialidad. E n el mismo orden de ideas, las observaciones del
tre los argumentos científicos (sobre el derecho) y sus con- científico resultan siempre abstractas, cuando el conocimien-
secuencias prácticas. Simplemente, d i c h a vinculación no es to técnico parte definitivamente de problemas particulares.
lógica: es producto de u n a decisión. L a discusión política no E n definitiva, el técnico jurídico puede esclarecer a l político
se d a e n el plano de l a lógica, sino e n el psicológico: se b u s c a sobre las condiciones en que debe actuar, sobre s u tarea o
influir, mediante argumentos, que pueden o no basarse e n el sobre ciertas limitaciones posibles a s u acción. T a l como l a
conocimiento científico, y obtener persuasión, p a r a alcanzar concibe Ross, l a política jurídica, en sentido estricto, surge
acuerdos prácticos. como u n a sociología jurídica aplicada que se o c u p a de deter-
E n definitiva, el científico podía practicar de m a n e r a con- m i n a r l a conexión c a u s a l entre l a función normativa del de-
j u n t a l a ciencia y l a política, transformándose e n lo que Ross recho y l a c o n d u c t a h u m a n a .
3 0

l l a m a , con u n vocabulario de innegable sabor kelseniano, u n


"técnico social". Sobre estas bases, expurgada de los p r e s u - Pese a sus diferencias en el plano del compromiso personal, la rup-
puestos metafisicos de "justicia", l a "política jurídica" o c u p a tura con la perspectiva kelseniana es menos neta de lo que puede
aparecer en un primer momento. Ciertamente, Kelsen había de-
u n lugar central p a r a l a política: s i el conocimiento no puede
finido la política jurídica en una relación más estrecha con fines,
jamás motivar l a acción, puede, e n cambio, dirigir (racional- como el conjunto de ideas "tendientes a la formación de un cierto
mente) u n a actividad. Lo hace a través de directivas con fuer- orden social, preocupado por realizar ciertos valores, en particu-
z a hipotética, a partir de l a asunción de u n a actitud o de u n lar, la justicia". Pero en la medida en que pensaba que "el técnico
interés, que resultan irracionales. E s t a concepción comporta, social debe ser (muß) un jurista o por lo menos ser también u n j u -
como y a era el caso e n Kelsen, el rechazo de l a idea de "razón rista", dejaba abierta la posibilidad de un abordaje más técnico de
práctica", puesto que el conocimiento no d i c t a normas c u y a la política jurídica. En todo caso, estaba dispuesto a admitir que
entraba en el campo de la investigación científica la pregunta sobre
fuerza de motivación residiría e n s u propia verdad — i n c l u s o ,
cuáles son los medios apropiados para obtener ciertos fines. Así
p a r a el teórico realista, "absolutamente n a d a puede deducirse concebida, la política jurídica no buscaba fijar u nfincomo justo,
p a r a l a acción h u m a n a de los hechos como tales" .Ross defien- lo que implicaría caer en la política, sino, simplemente determinar
de l a idea de u n a política (policy) teóricamente fundamenta- que "un medio dado es susceptible de conducir a un resultado de-
da, que l l a m a tecnología. E n este sentido el papel del j u r i s t a ,
como político jurídico, es el de u n técnico s o c i a l . 29

Ibid.: 332 (322). Incluso en los límites trazados por Ross, el papel del cien-
tífico del derecho parece asemejarse demasiado al de un legislador que, de
28
Ross retoma los análisis del economista (socialdemocrata) sueco Gunnar hecho, es también definido por el autor de Why Democracy? como un "téc-
Myrdal. Cf. Ross, 1958: 319. En adelante se señala entre paréntesis la re- nico social" que busca modelar la evolución social sirviéndose de la mecá-
ferencia a la traducción al español. nica del derecho. Ross parece consciente de la cercanía (demasiado) estre-
29
Ross, 1958: 300, 377 (292, 364). Y "el presupuesto esencial de la política cha entre el jurista y el legislador que resulta de su visión: el derecho, en
considerada como una técnica para influir en la comunidad con la ayuda tanto que técnica específica, puede atender todos los problemas sociales.
de métodos racionales [es] queja deliberación racional y la argumentación Asimismo, aunque el momento (irracional) de la decisión permanece irre-
se encuentren entre los factores que determinan la acción de los seres hu- ductible, siempre será difícil separar completamente el reformador social
manos" (330). del científico social. Ibid,: 355 (344).

304 305
terminado", que se presentaría como un juicio objetivo de verdad, pectivos países, y fueron—quizás con l a excepción de Kelsen,
que trata "sobre una relación de causalidad fundada en la expe- quien, por otro lado, n u n c a ocultó sus simpatías socialistas,
riencia y susceptible de ser confrontado con la realidad. 31
llamando incluso públicamente a votar por el partido a u s t r i a -
co—, adherentes más o menos activos de sus organizaciones.
Lo que me interesa subrayar aquí es que esta visión tecno- L a extensión de estos compromisos, en contextos y momentos
lógica se relaciona estrechamente con las y a analizadas s i m - m u y diferentes, nos lleva a preguntarnos s i existen afinidades
patías socialistas. Según Ross, en efecto, electivas entre el positivismo jurídico y l a socialdemocracia.
A decir verdad, no se trata de u n a actitud exclusiva de j u -
[...] la organización de la sociedad en conexión con la igualdad eco-
ristas: y a algunos de los principales representantes del empi-
nómica y el progreso científico hará que muchos problemas dejen
de ser asuntos políticos y pasen a tomar la forma de problemas téc- rismo lógico, empezando por Otto Neurath, eran miembros ac-
nicos objetivos. 32 tivos de l a socialdemocracia. E l célebre manifiesto del Círculo
de Viena, Wissenschaftliche Weltanschauung, de 1929, esta-
Para él, muchos de los conflictos llamados políticos surgían blecía u n a conexión explícita entre u n a concepción empirista
de las desigualdades existentes, y en particular de l a oposi- del m u n d o y l a "actitud socialista" en las masas, que recha-
ción entre capital y trabajo. zaban las doctrinas metafísicas y teológicas. De hecho, c o n
35

Los críticos h a n acusado frecuentemente a l positivismo de u n a visión crítica, M a x Scheler anotaba por entonces que l a
dejarse dictar s u s opciones epistemológicas por u n a actitud absolutización de l a ciencia, en u n sentido inductivista y em-
política no asumida. A m i entender, resulta interesante mvertir pirista, era propia del socialismo. E n realidad, el socialdemó-
d i c h a perspectiva y preguntarse s i ciertos contenidos políti- crata Neurath i b a bastante más lejos que nuestros j u r i s t a s
cos adoptados por los j u r i s t a s positivistas del siglo X X no es- positivistas: p a r a él, l a convergencia entre el marxismo y l a
tán, en realidad, condicionados por el conocimiento científico. "filosofía exacta" era sólo cuestión de tiempo. Pero e n rela- 36

O dicho de otro modo, ¿cabría concebir u n a política (socialis- ción con el empirismo en general, ciertas proposiciones del
ta) b a s a d a teóricamente sobre el positivismo (jurídico)? positivismo jurídico pueden alcanzar u n tipo de articulación
particular con las corrientes socialdemócratas, lo que de algu-
n a m a n e r a facilitó l a identificación de sus principales repre-
III. ¿ P O R QUÉ SOCIALDEMOCRACIA?
sentantes c o n esta corriente de izquierda.
L a p r i m e r a de esas vinculaciones p a s a justamente por l a
Resulta sin d u d a altamente significativo observar que los p r i n -
relación c o n el Estado. Como lo escribiera liberto Scarpelli,
cipales j u r i s t a s positivistas del: siglo X X , H a n s Kelsen, A l f
el positivismo jurídico es inseparable del Estado moderno, es
Ross o a u n el inglés Herbert L. A . Hart —podríamos agregar
decir, u n estado legal, centralizado y soberano. A h o r a bien, 37

incluso u n cuarto representante, de c u l t u r a latina, Norberto


l a socialdemocracia se distingue justamente e n el interior del
B o b b i o — no eran solamente demócratas, como se señala a
33

veces, sino también, como se olvida casi siempre, soríalde-


mócratas. Los cuatro, e n efecto, estuvieron cercanos a l a l a
34 parece pensar A. Squella (1989) en su texto Positivismo jurídico y democra-
cia, ya que dicha cercanía no se reduce al relativismo ético.
derecha de los partidos socialistas democráticos de s u s res- 35
E l materialismo era, en este relato, reemplazado por el empirismo lógico.
Esta conexión era precedida por la que unía el triunfo de las ciencias expe-
rimentales y el desan-ollo capitalista de la producción industrial. Cf. Wis-
31
Desde esa óptica, el fin seria siempre posible, pero no justo. Cf. Kelsen, senschaftliche Weltauffassuung-Der Wiener Kreis (1929), enNeurath, 1981:
1939, y 2001: 270.
314-315.
32
Ross, 1952: 189 (188). 36
Cf. Herrera, 2004b; Nemeth, 1981: 55-60.
33
Si los aportes propiamente conceptuales de Bobbio son menos originales, 37
Cf. Scarpelli, 1965: 95-96. Para Scarpelli, quien defiende el positivismo de-
es de todos quien asume conceptualmente, de manera más explícita, la re- fiende así mismo un tipo de jurista, técnicas jurídicas, una ciencia y una
lación con lo político. Cf. Herrera,_2007.
práctica que son esenciales a la organización política del Estado moder-
34
En verdad, la ideología de estos juristas está más cerca de lo que incluso no (143).

306 307
socialismo (y en particular con respecto a s u principal anta- relación fundacional con el compromiso es l a característica
gonista en b u e n a parte del siglo pasado, el marxismo) por s u específica de l a socialdemocracia como concepción política,
afirmación de dicho Estado como mstrumento político, enten- que aparece como
diéndolo como l a palanca específica p a r a el cambio social. Más
a u n , es esta concepción del Estado l a que permite, en el caso [...] el partido del compromiso entre las clases [...] La socialdemo-
de Kelsen, Ross y Bobbio, desarrollar u n a crítica del marxis- cracia toma en cuenta los intereses y trata de guiarlos, es decir,
no tanto de reabsorberlos como de conducir los acuerdos entre las
mo, sobre todo en lo referente a las relaciones entre política
diferentes partes. 40

y economía. E n esa lógica, Ross sostiene que, "en última ins-


tancia el poder político condiciona a l poder económico y no a E s t a dimensión estaba m u y m a r c a d a en Kelsen, como se
l a inversa", lo que constituye u n presupuesto teórico-político
38
sabe, pero no menos e n Ross, p a r a quien "el compromiso es
axial del reformismo político de tinte socialdemócrata. l a función del debate en relación con los intereses actualmen-
Ante las experiencias del comunismo real, l a socialdemo- te en conflicto, como entre el trabajo y el capital, o entre los
cracia terminaría modelando s u identidad a través de s u adhe- partidarios del libre mercado y los proteccionistas". 41

sión a l a democracia y las libertades públicas formales como L a concepción positivista parece conducir, por otra parte, a
fines, u n a herencia del liberalismo histórico reivindicada ex- u n reforzamiento del reformismo. E l positivismo jurídico p a r -
plícitamente. Pero incluso no h a n faltado juristas socialistas te siempre del derecho dado, del reconocimiento del derecho
como Gustav R a d b r u c h — q u i e n desde u n punto de vista epis- positivo; en ese marco, toda transformación del orden social
temológico estricto no puede ser considerado positivista—, no puede ser concebida más que como u n a reforma. Como lo
que sostengan que incluso el relativismo ético, propio del po- afirma claramente Ross, "el problema de l a política jurídica
sitivismo jurídico, desembocaba en el socialismo, y a que " l a es u n problema de ajuste. A p u n t a a u n cambio dentro de las
destrucción de todos los poderes irracionales e irrazonables, condiciones existentes, n u n c a a u n a reformulación r a d i c a l
l a liberación del poder congénito de l a idea, el salto de l a nece- del derecho desde sus fundamentos". U n a centralidad a lo
42

sidad a l a libertad, es el socialismo". 39


dado no se confunde necesariamente con el conservadurismo,
T a l vez con lo dicho h a s t a aquí no hayamos alcanzado aún porque el positivismo jurídico, a través del relativismo que le
razones demasiado diferentes de aquellas que podían aducir es propio, puede afirmar l a necesidad de u n ajuste constante
tantos otros partidarios de l a socialdemocracia. ¿Cuáles se- del derecho en función de l a evolución de l a c o m u n i d a d y los
rían los puentes más específicos que pueden conectar el po- cambios en l a moralidad pública, u n elemento m u y presente
sitivismo jurídico a l a socialdemocracia? Éstos residen, a m i en Ross, como también e n Hart.
entender, en dos consecuencias que se derivan directamente Finalmente, es quizás e n el plano de los fundamentos que
de u n a concepción positivista del derecho. esta "vía positivista a l socialismo" revela u n interés teórico es-
S i no se puede, tal como lo sostiene el relativismo ético pro- pecífico. E n efecto, incluso los juristas "oficiales" de l a social-
pio del positivismo jurídico, establecer u n a n o r m a de j u s t i c i a democracia, como R a d b r u c h , no h a n podido escapar, e n u n
de validez absoluta, es decir de contenido material y eviden- momento u otro, a l a reivindicación de u n a suerte de derecho
te, todo orden jurídico no puede expresar, esíxucüiralmente, social superior, natural, p a r a fundamentar l a necesidad del
más que u n compromiso entre los intereses opuestos, y e n cambio social. Pero como lo m u e s t r a Ross, los argumentos
l u c h a , de los diferentes grupos sociales, es decir, e n el mejor de ese tipo, e incluso aquellos que se fundan e n u n "bienes-
de los casos, entre diferentes ideologías de l a justicia. E s t a tar social (social welfaréf son tentativas iusnaturalistas p a r a

40
Bergouniouxy Manin, 1979: 184. Para estos autores, la socialdemocracia
38
Ross, 1958: 352 (341).
no es una política de cierto contenido sino una forma de gobierno.
39
Cf. Radbruch, 1999: 9. E l argumento ha sido retomado recientemente por
Squella (1989:44), aunque, una vézrnás, parece olvidar que Radbruch no era
41
Ross, 1952: 122 (125).
tan sólo demócrata, sino también socialista. Cf. Herrera, 2000: 211-254. 43
Ross, 1958: 335 (325).

308 309
de las relaciones sociales. Y más allá de las dificultades es-
dotarnos de u n principio absoluto de acción e n política, p a r a
pecíficas que se desprenden a s u tiempo de esta visión, tanto
liberarnos "de l a a n g u s t i a de l a decisión". A l mismo tiempo,
43

autores como Ross negaban que existiesen intereses colec- en el ámbito teórico como político, los socialistas — a menudo
tivos o comunitarios, y a que los centros de experiencia s o n tentados a creer tanto en u n "derecho n a t u r a l " socialista co-
siempre individuales; existen simplemente conexiones de i n - mo e n u n socialismo "científico"—, pueden recibir u n a gran
tereses, que constituyen u n a solidaridad fáctica entre ellos. lección, filosófica y política, de parte de los juristas positivis-
Aún sosteniendo l a i m p o r t a n c i a de políticas socialistas, los tas: l a decisión política, como escribía Ross, tiene siempre el
juristas positivistas r e n u n c i a n explícitamente a argumentos carácter de u n a resolución, jamás el de u n a solución.
iusnaturalistas p a r a justificarlos.
R E F E R E N C I A S BIBLIOGRÁFICAS
Si, como afirma L. Wittgenstein e n s u Tractatus, l a ética no
puede ser enunciada, el positivista e n política debe confor-
Adler, M . (1981), Ausgewählte Schriften, Viena.
marse con formular u n método, o quizás más precisamente,
Arango, R. (2004), "Esencia y valor de la democracia según Kelsen:
u n a tecnología. Quizás nadie h a y a ido más lejos p o r esa vía
actualidad de u n clásico de l a filosofia política", en L. Villar
que Neurath, quien se representa a l socialismo como u n a i n s -
Borda (comp.), Hans Kelsen 1881-1973, Bogotá.
titucionalización del pensamiento técnico p a r a l a realización
de fines h u m a n o s , pero y a Kelsen veía e n el socialismo, a n -
44 Bergounioux, A. y B . Manin (1979), La social-démocratie ou le
tes que n a d a , u n principio de organización social. E s por ello compromis, Paris.
que estos teóricos fueron frecuentemente defensores de u n a Esping Andersen, G. (1985), Politics against Markets: The Social
planificación democrática, que pudiese evitar toda tecnocracia Démocratie Road to Power, Princeton.
burocrática de tipo soviético. Por cierto, el formalismo tiene Grage, T. W. (1984), "AReadingof Alf Ross's W h y Democracy?'In
aquí u n giro tecnológico: se b u s c a establecer que t a l estructu- Regard to Some Basis Premises, Values and Goals", en A. Taran-
r a jurídica produce tales consecuencias prácticas. S i luego se tino (ed.), Scienza e politica nel pensiero di Alf Ross, Milán.
sostiene que estas consecuencias son deseables, se opera de Hegselmann, R. "Otto Neurath: Empiristischer Aufklärer u n d
m a n e r a independiente del primer razonamiento. Sozialreformer", en Neurath (1979).
Herrera, C. M . (1997a), Théorie juridique et politique chez Hans
A esta altura, creo poder concluir que l a oposición entre
Kelsen, Kimé.
teorías formalistas (y criticables) y teorías "sustancialistas"
(1997b), "Kelsen y el socialismo reformista", en Revista de
de l a democracia no es lo suficientemente esclarecedora p a r a
ser retenida como válida. Y a no se trata t a n sólo de p u n t u a l i - Estudios Políticos, 96, Madrid.
zar l a diferencia entre el "positivismo ideológico" y sus formas (1998), "Kelsen, Schmitt y el liberalismo", en Doxa, Cuader-
conceptuales. Podemos ver que e n las concepciones de l a de- nos de Filosofía del Derecho, 21, vol. II, Alicante.
mocracia como método que defendieran los principales repre- (1999), "Kelsen et le problème de l a contractualité sociale",
sentantes del positivismo jurídico había u n a vía abierta p a r a en AA. W . , Gesellschaftliche Freiheit und vertragliche Bindung
analizar el contenido, l a sustancia, e incluso l a modificación in Rechtsgeschichte und Philosophie, Francfort.
(2000), "Compromiso político y teoría jurídica en Gustav
Radbruch", en Derecho y socialismo en el pensamiento jurídico,
43
Ibid.: 296 (287). Bogotá, 2002.
44
Para una síntesis, véase Hegselmann, 1979: 53. Lo que explica su concep- (ed.) (2002a), Les juristes de gauche sous la République de
ción de la planificación para la libertad, deudora a su vez de su visión de la
ingeniería social. Pero Ross parece menos optimista que Neurath sobre las Weimar, París.
posibilidades de dicha ingeniería. Señalemos, finalmente, que Neurath ha- (2002b), "Heinrich Triepel et l a critique d u positivisme j u -
rá una reseña del primer libro de Ross [Kritik der sogenannten praktischen ridique à Weimar", en AA. W . , Crise et pensée de la crise en
Erkenntnis) en Erkenntnis, en 1935, en la cual aprueba su orientación ge-
neral antimetafisica, aunque insistiendo en la aplicación del método fisica- droit, Weimar, sa république et ses juristes, Lyon.
lista al campo del derecho. Cf. Neurath, 1979, t. 2: 645-647.

311
310
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las concepciones político-jurídicas de l a socialdemocracia de
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en European Journal of International Law. vos y normativos resultantes del orden institucional. E n es-
t a concepción, l a democracia, entendida como el conjunto de

312 313
operaciones del sistema político, "sólo puede plantear proble-
en que s u autor considera que el más importante cuello de
mas mstrumentales de gobierno y eficacia administrativa". 1

botella p a r a los progresos de l a democratización lo constitu-


Pero más allá de l a política electoral y de los problemas téc-
ye l a tecnificación del saber de regulación y control políticos,
nicos de gobierno, se encuentran los problemas que consti-
que impide a los ciudadanos hacer uso de ese saber p a r a l a
tuyen l a verdadera esencia de l a política: l a deliberación co-
formación de sus propias opiniones. S i n embargo, conside-
6

lectiva sobre l a distribución de los bienes, las libertades y las


r a Habermas que D a h l falla e n s u propósito "porque no logra
oportunidades sociales.
establecer u n a convincente conexión [...] entre los argumen-
Para u n ejemplo de dicha reducción, basta citar a OTDonnell, tos normativos concernientes a l a justificación del proceso
quien sostiene que todas las democracias que h a estudiado democrático y los análisis empíricos de s u implementación". 7

en América L a t i n a " s o n tales debido a u n simple pero c r u c i a l U n a razón p a r a ello l a encuentra el filósofo de Frankfurt e n
hecho: las elecciones están institucionáLizadas". Este autor, 2
el tipo de análisis sociológico que D a h l realiza, pues a l r e d u -
insatisfecho con los conceptos de consolidación democrática, cir l a estructura social a variables de carácter cuantitativo,
con los cuales los analistas de política comparada estudiaron le falta a esa sociología u n lenguaje p a r a aprehender el tipo
las transiciones experimentadas por América L a t i n a a l régi- de manifestaciones que p u d i e r a n entenderse como signos
m e n democrático e n l a década de los ochenta, sostiene que potenciales de racionalidad comunicativa que y a se encuen-
es necesario abandonarlo e n pro de u n enfoque más realista, tran operando en l a sociedades actuales y que pudieran ser
que tenga en cuenta las características de las sociedades l a - asumidos por el sistema político. 8

tinoamericanas. Por ello recurre a l concepto de poliarquía de


Robert D a h l , con el fin de identificar, de m a n e r a más precisa,
3
L a acusación de Habermas adquiere mayor relevancia fren-
los diversos arreglos políticos existentes e n l a región. te a los análisis empíricos comparados sobre los procesos de
democratización de América Latina, los cuales h a n generado
S i n embargo, en Facticidad y validez, Habermas a c u s a a u n a verdadera explosión de tipologías de democracia, que h a
D a h l de reducir el valor normativo del concepto de democracia sido denominada por Collier y Levitzky (1997) como "demo-
al desarticular l a autocompresión intuitiva de l a autodetermi- cracia con adjetivos". S i n embargo, los analistas de política
nación democrática respecto de las ideas sustanciales de l a comparada parecen no caer e n cuenta de que adjetivos tales
tradición que se remonta h a s t a Aristóteles. E n efecto, D a h l
4
como democracia restringida, iliberal, tutelar, delegativa, oli-
mstingue entre l a democracia como tipo ideal y l a poliarquía gárquica, bajo asedio, etc., son realmente términos eufemísti-
como aproximación imperfecta a dicho ideal, pero que es m u - cos p a r a expresar problemas políticos, económicos y sociales
cho más "operacionalizable" que l a concepción normativa. Y estructurales, y l a ausencia de las condiciones que caracteri-
según él, "cuando el mismo término se u s a p a r a designar a m - zan a u n verdadero régimen democrático.
bos conceptos, se generan en el análisis innecesaria confusión
Estas tipologías expresan u n a concepción de democracia
y argumentos semánticos irrelevantes". Habermas le reco-
5

que solamente se refiere a las características de u n a determi-


noce a l a concepción dicotómica de D a h l todavía algún nexo
n a d a forma de régimen político. Encontramos aquí u n proble-
con u n a concepción normativa de democracia, en l a m e d i d a
m a de definición, en l a m e d i d a en que, como dice Marcuse,
en términos operacionales "el concepto tiende a ser absorbido
1
Borón, 1995: 190. por l a p a l a b r a " . Señala este autor que todo i d i o m a contiene,
9

2
OTJoneU, 1996: 36. en el campo de l a v i d a cotidiana, innumerables expresiones
3
Como se sabe, Dahl define la poliarquía como el orden político que tiene
siete atributos: funcionarios electos, derecho al sufragio y elecciones libres
yjustas, derecho de postulación, libertad de expresión, formas alternativas 6
Ibid.: 395.
de información, y libertad de asociación (Dahl, 1989: 220). 7
Ibid.: 396.
4
Habermas y Rawls, 1998: 393. 8
Ibid.: 296.
5
Dahl, 1971:9. 9
Marcuse, 1972: 117.

314
315
que no generan controversia y no requieren aclaración; pero a que l a ciencia política de orientación empirista no h a sufri-
en m u c h o s otros casos, como e n el de l a reflexión académica, do u n a apertura hermenéutica que le permita preguntarse
se produce u n a "firncionalización" del lenguaje que i m p l i c a por el sentido y significado de l a acción política. Como afirma
u n a reducción del sentido, l a c u a l tiene u n a connotación po- Habermas en las primeras páginas de s u Teoría de la acción
lítica: comunicativa, l a ciencia política se desembarazó de l a tradi-
ción moderna de pensamiento que concebía l a política como
Los nombres de las cosas no sólo son indicativos de su "forma de el problema de l a constitución de l a sociedad y a ésta como
funcionar", sino que su forma (actual) de funcionar también defi- u n a c o m u n i d a d constituida e integrada por normas jurídicas,
ne y "cierra" el significado de la cosa, excluyendo otras formas de
a fin de afirmar s u orientación empírica.
funcionar. E l sustantivo gobierna la oración de una manera au-
toritaria y totalitaria, y la oración se convierte en una declaración
que debe ser aceptada: rechaza la demostración, calificación y ne- Ésta se ocupa de la política como subsistema social y se descarga
gación de su significado y declarado. 10 de la tarea de concebir la sociedad en su conjunto. E n contraposi-
ción con el normativismo, excluye de la consideración científica las
cuestiones práctico-morales referentes a la legitimidad o las trata
L a reducción conceptual operada por las tipologías de de- como cuestiones empíricas relativas a una/e en la legitimidad que
mocracia de los análisis empíricos implica, como concluye hay que abordar, en cada caso, en términos descriptivos. Con ello
Marcuse, u n "cierre del universo discursivo", y a que a l re- rompe el puente con la cuestión de la racionalidad. 12

flexionar sobre ella nos encontramos c o n el tope constituido


y a por l a forma específica de democracia que determinado Desde el interior de l a c o m u n i d a d académica de l a ciencia
régimen político expresa. S i n embargo, el discurso sobre l a política, hace y a varias décadas que Giovarmi Sartori, u n a u -
democracia se amplía s i , más que u n tipo de régimen político, tor m u y leído e n l a disciplina, advirtió en s u y a clásica obra
l a consideramos como u n a idea regulativa de l a vida social. sobre teoría de l a democracia, que
Como t a l idea, l a democracia presupone no sólo u n a dimen-
sión operacional, sino también u n elemento normativo, que [...] la prescripción no es menos importante que la descripción.
permite incorporar e n s u conceptualización l a intención h i s - Un sistema democrático se establece como resultado de presiones
tórica de l a democracia, es decir, las condiciones por las c u a - deontológicas. Lo que la democracia sea no puede separarse de lo
les l a l u c h a por l a democracia se originó, y por las que todavía que la democracia debiera ser. Una democracia existe sólo mien-
puede tener sentido l u c h a r por ella. Por lo tanto, s i definimos tras sus valores la crean [...] De ello se deduce que la democracia
l a democracia reconociendo l a tensión entre descripción y está especialmente abierta a, y depende de, la tensión entre hechos
y valores. Puede afirmarse, por tanto, que la democracia debe su
prescripción, se abre ante nosotros el horizonte de u n a idea
11

misma existencia a sus valores. 13

regulativa de simetría y reciprocidad en las relaciones sociales


y de c o n t i n u a posibilidad de u n a mayor inclusión.
L a democracia es l a expresión de u n a idea regulativa e n
sentido kantiano, es decir, es l a realización aproximativa de
II. LA DEMOCRACIA COMO IDEA REGULATIVA DE LA VIDA u n ideal ético. Desde este punto de vista, defino l a democra-
SOCIAL cia como el conjunto de reglas y procedimientos que expre-
san, e n mayor o menor medida, el ideal de reciprocidad y s i -
E s t a reducción de l a idea de democracia a l régimen político y metría en las relaciones sociales, que regulan y hacen posible
a variables que se p u e d a n operacionalizar y a las que se pue- l a conflictiva construcción del orden social y l a participación
d a n asignar valores numéricos, como las elecciones, se debe directa o indirecta de todos en el proceso de t o m a de decisio-

10
Ibid.: 117-118. Habermas, 1987: 18.
11
Sartori, 1990. 13
Sartori, 1990: 26.

316 317
nes colectivas, p a r a garantizar l a distribución equitativa de podría pretender por eso el derecho de mandar y regir capricho-
las libertades, los bienes y las oportunidades sociales. samente sobre ellos. 15

E s t a simetría e n las relaciones sociales surge, t a l como


lo plantea el autor de l a Fundamentación de la metafísica de III. L A DEMOCRACIA E N H A B E R M A S
las costumbres, del m u t u o reconocimiento de l a autonomía
individual y l a consideración de cada ser h u m a n o como u n E s t a m i s m a concepción de democracia como idea regulativa
fin en sí mismo. S i l a naturaleza antropológica y m o r a l del l a reafirma, contemporáneamente, Habermas, y para desarro-
ser h u m a n o se b a s a e n s u libertad respecto del principio de llarla me baso en s u polémica con el liberalismo y el republica-
causalidad, en ser l a fuente de s u propia ley de acción y, por nismo . E l filósofo de Frarikfurt le critica a l primero el concebir
lo tanto, e n l a indignidad de toda condición de heteronomía, l a esfera pública, principalmente, como u n medio p a r a hacer
entonces, como dice Kant, el sujeto racional "debe poder ser posible l a autonomía privada, y l a democracia como u n me-
considerado con respecto a todas las leyes a que pueda estar ro proceclimiento p a r a agregar las preferencias individuales,
sometido, a l m i s m o tiempo como u n legislador u n i v e r s a l " . 14 por lo c u a l l a teoría liberal r e s u l t a insuficientemente n o r m a -
L a consideración de u n o mismo y de los demás como sujetos tiva. Pero también critica a l republicanismo por considerar l a
que pueden autodeterrriinarse o decidir cómo actuar a l perse- democracia como l a expresión de u n a c o m u n i d a d moral c i r -
guir fines p a r a s u acción, constituye l a más importante con- c u n s c r i t a e n el Estado. D a d a l a complejidad y l a diversidad
dición p a r a el establecimiento de los principios que regulan c u l t u r a l y m o r a l de las sociedades contemporáneas, se t o r n a
l a libertad y l a interacción de dichos sujetos, es decir, p a r a el ilusoria l a posibilidad de alcanzar u n bien común mediante
establecimiento de l a democracia. E s a condición, que es t a m - l a activa y colectiva participación de u n a ciudadanía virtuo-
bién el fundamento de l a moral, se transforma e n el ámbito s a . A estos dos modelos de democracia, Habermas opone el
16

de las relaciones de libertad externa, es decir, e n l a sociedad, "republicanismo kantiano", denominación con l a que el autor
en "el derecho de los hombres" o el "derecho de l a h u m a n i - quiere indicar que s u concepción de lo político se nutre de lo
d a d " en c a d a individuo, p a r a hacer posibles las relaciones de mejor de ambas tradiciones. Según Habermas, debido a que
17

simetría y reciprocidad sobre las que se b a s a n las ideas de las personas "sólo se individúan e n el camino de l a socializa-
moralidad, j u s t i c i a y política e n las interacciones h u m a n a s . ción", las relaciones de libertad entre ellas se establecen "por
E s éste el sentido del desarrollo histórico del ser h u m a n o ; e n delimitaciones recíprocas", las cuales s o n
éste adquiere conciencia de sí mismo como fin, y concluye que
[...] el resultado de una autolegislación ejercida colectivamente.
debe el mismo reconocimiento a todos los demás. E s e n ese
En una asociación de libres e iguales todos han de poder enten-
momento cuando, según K a n t e n s u breve ensayo "Comienzo derse colectivamente como autores de las leyes a las que ellos se
presunto de l a historia h u m a n a " , el individuo sientan ligados individualmente en tanto que destinatarios de las
mismas. 18

[...] entra a participar en la igualdad de todos lo seres racionales,


cualquiera fuere su rango; igualdad por lo que se refiere a ser un
Como se puede notar, en el trasfondo de d i c h a afirmación
fin y a la estimación por los demás como tal y no a poder ser uti-
lizado como mero medio para los fines de otros. Aquí y no en la se asoma l a idea k a n t i a n a del derecho como reconocimiento
razón considerada como simple instrumento para la satisfacción recíproco de l a autonomía de los seres h u m a n o s , expresado
de distintas inclinaciones, reside el fundamento de l a ilimitada
igualdad de los seres humanos, aun con seres más altos que pu-
dieran superarles por sus dotes naturales, pues ninguno de ellos
15
Kant, "Comienzo presunto de la historia humana", en Filosofia de la histo-
ria. México (1786), 1999: 76-77.
16
Habermas, 1998b: 372-374.
17
Hoyos, 2001.
H
Kant [1785], 1986: 46. 18
Cf. Habermas y Rawls, 1998: 180.

318 319
en l a legislación. "Por ello, l a llave que garantiza aquí las l i - beraciones institucionalizadas con opiniones públicas desarrolla-
bertades iguales es el uso político de l a razón institucionali- das informalmente. 22

zado jurídicamente en el proceso democrático". S i n embar-


19

go, como señala Guillermo Hoyos, esa manifestación jurídica Habermas, entonces, tiene u n a concepción radical y activa
del uso político de l a razón requiere l a independencia del de- de l a democracia que él denomina política deliberativa. D i c h a
recho con respecto a l a moral. De allí se deriva l a necesidad concepción supone u n a crítica de l a reducción de l a política
que tiene Habermas de articular l a autonomía privada de l a a l a m e r a obtención de u n apoyo genérico y difuso de los c i u -
tradición liberal y l a autonomía pública de l a tradición r e p u - dadanos e n las elecciones, a l mero monitoreo de u n gobier-
blicana. Lo c u a l significa que "el ciudadano no puede hacer no ejercido por las élites, y a l a ratificación expost Jacto de
uso de s u autonomía pública s i no es y a autónomo, así como decisiones gubernamentales tomadas paternalistamente en
tampoco puede ejercer s u autonomía privada s i no le es reco- nombre de los ciudadanos. D i c h a concepción s u p e r a l a m e r a
nocida públicamente". Por ello, l a tarea del proceso demo-
20 expresión procedimental e institucional de l a acción política.
crático consiste e n redefinir permanentemente las fronteras Por el contrario, u n a democracia fuerte i m p l i c a el reconoci-
entre lo privado y lo público p a r a garantizar a los ciudadanos miento intersubjetivo de pretensiones de validez; de allí que l a
libertades iguales tanto e n el ejercicio de l a autonomía priva- concepción h a b e r m a s i a n a de l a democracia no se encuentre
d a como de l a pública. 21 tan cercana a l a roussoniana, como sostiene Velasco, n i i m -
Habermas sostiene-que los presupuestos de l a acción co- plique simplemente " l a recuperación de l a concepción clásica
m u n i c a t i v a se encuentran y a incorporados e n las institucio- asociada a l a idea de autodeterininación, igualdad política y
nes democráticas contemporáneas, aunque de u n a m a n e r a participación en los procesos públicos de t o m a de decisiones"
distorsionada y parcial, por lo c u a l es necesario liberar a las y " u n a forma de v i d a caracterizada por l a preeminencia del
mismas de los imperativos de l a razón instrumental y estraté- espacio público", pues se trataría del modelo republicano
23

gica, y complementar l a institución parlamentaria con l a red puro, que Habermas rechaza porque convierte a l a c o m u n i -
de espacios de opinión pública no estatalizada. A l respecto, d a d política e n u n actor unitario y por s u excesiva carga éti-
Habermas afirma que l a teoría d i s c u r s i v a de l a democracia, ca. Así m i s m o , rechaza l a concepción que reduce l a política a
al i g u a l que el republicanismo, pone el énfasis en el proce- l a m e r a acción de sujetos estratégicos interesados:
so de formación de l a opinión y l a voluntad políticas, pero se
distancia de aquél porque considera l a constitución, " a r t i c u - La teoría del discurso se despide de las figuras del pensamiento
l a d a e n términos de Estado de Derecho", no como algo se- suministradas, o bien referir el imperio anónimo de las leyes a su-
jetos particulares que compiten entre sí [mercado] por la filosofía
cundario sino "como respuesta consecuente con l a cuestión
de la conciencia que sugieren, o bien una atribución de la práctica
de cómo pueden institucionalizarse las exigentes formas de de la autodeterminación de los ciudadanos a un sujeto social glo-
comunicación de u n a formación democrática de l a opinión y bal [Estado]. En el primer caso la ciudadanía es considerada como
l a voluntad políticas". L a posibilidad de u n a política delibera- un actor colectivo que refleja el todo reflexionando sobre él y que
tiva surge, entonces, actúa por él; en el segundo caso los actores individuales hacen de
variable independiente en procesos de poder que se efectúan cie-
[...] no de una ciudadanía colectivamente capaz de acción, sino de gamente porque, allende los actos de elección individual, puede,
la institucionalización de los correspondientes procedimientos y ciertamente, haber decisiones agregadas, pero no decisiones co-
presupuestos comunicativos, así como de la interacción de deli- lectivas tomadas de forma consciente. 24

19
Ibid. 22
Habermas, 1998b: 374.
20
Hoyos, 2001:134. 23
Velasco, 2000: 29.
21
Habermas y Rawls, 1998: 189-191. 24
Habermas, 1998b: 375.

320 321
E l papel que desempeñan los procedimientos democráti- l a razón m s t r u m e n t a l , con l a que opera l a primera, y l a r a -
cos y l a forma de agregación de los intereses en el proceso de zón comunicativa, con l a que opera l a s e g u n d a . E l proce-
25

t o m a de decisiones es, s i n d u d a , de gran importancia, pero el so de racionalización m s t r u m e n t a l se expresa e n el hecho de


problema es que, tanto en l a praxis como en el análisis em- que l a vida de las sociedades contemporáneas está cada vez
píricos de l a ciencia política, se les atribuye a estos aspectos más determinada por l a lógica de l a economía de mercado y
u n valor absoluto, c o n lo c u a l t e r m i n a n siendo definitorios y de l a aomiinistración tecnocrática, las cuales aparecen como
determinantes. Este tipo de determinación se inscribe en el los mecanismos más idóneos p a r a controlar l a complejidad y
marco de u n a concepción meramente i n s t r u m e n t a l de l a r a - diversificación institucional de esas sociedades. Pero dichos
zón, c o n lo c u a l l a v i d a política t e r m i n a siendo fuertemente mecanismos d i s t a n m u c h o de ser democráticos: a) l a a d m i -
tecnocrática. Por el contrario, según Habermas, los procedi- nistración tecnocrática, porque desde esta perspectiva se con-
mientos democráticos logran legitimidad en l a medida en que sidera que en u n a sociedad que se organiza sobre l a base del
se encuentren vinculados a u n a dimensión normativa que conocimiento, las discusiones públicas y los debates parla-
i m p l i c a dos aspectos: a) los ciudadanos deben comprender- mentarios son inadecuados p a r a tomar decisiones colectivas
se como si fueran participantes e n u n a c o m u n i d a d de diálo- que, por s u naturaleza técnica, escapan a l dominio de u n c i u -
go en l a que sólo reconocen como único constrefiimiento l a dadano no especializado y a l a lógica de los compromisos, las
autoridad del mejor argumento; y b) sólo podrían ser válidas alianzas y los consensos. Por ello, el tecnócrata experimenta
aquellas normas que p u d i e r a n contar con el acuerdo de todos u n desencanto de l a política y considera que los políticos h a n
los afectados por ellas, si éstos pudieran participar, s i n res- perdido s u liderazgo p a r a orientar l a sociedad. P a r a el tecnó-
tricciones, en u n a formación d i s c u r s i v a de l a voluntad colec- crata, las decisiones adoptadas democráticamente no pueden
tiva. Por lo tanto, s i l a democracia h a llegado a expresarse en contener los elementos adecuados p a r a las c a d a vez más d i -
u n conjunto de procedimientos jurídico-políticos es porque, versificadas y complejas funciones gubernamentales. D i c h a
como señala dicho autor, complejidad requiere que l a elección de los medios de acción
esté fundamentada e n l a idoneidad técnica del tomador de
[...] en las exigentes condiciones procerlirnentales y presuposicio- decisiones c o n el fin de lograr el objetivo deseado, pues c a d a
nes comunicativas, délas que depende la producción legítima del política pública tiene s u propia racionalidad e n función de l a
derecho, la razón generadora de normas y examinadora de normas, ciencia, l a eficiencia y l a factibilidad. b) L a lógica del mercado,
cobra una forma procedimental. Y de entrada no queda claro có- porque tiende a reducir las expresiones colectivas de l a v i d a
mo esta concepción procedimental, tan cargada de idealizaciones, social a las acciones y preferencias individuales. E l partida-
podría conectar con investigaciones empíricas que entienden ante rio de organizar l a sociedad sobre l a base de los principios del
todo la política como un escenario de procesos de poder y la ana-
mercado considera que los ciudadanos participan en política
lizan desde los puntos de vista de discusiones y enfrentamientos
estratégicos guiados por intereses, o de efectos de control y regu- sólo p a r a satisfacer sus preferencias individuales y obtener l a
lación de carácter sistémico. 25 provisión de bienes públicos que mejor contribuya a maxirni-
zar sus preferencias. Desde esta perspectiva, l a democracia
I V . T E C N O C R A C I A VERSUS D E M O C R A C I A es despojada de todo elemento normativo y se reduce a u n a
serie de reglas de decisión, que permiten l a m e r a agregación
L a modernización h a escindido l a v i d a de las sociedades con- de las preferencias de los ciudadanos en u n a elección públi-
temporáneas entre los procesos de integración sistémica y ca entre diferentes alternativas.
los procesos de integración social. Por ello, el núcleo central L a ciencia política de orientación positivista h a sido l a dis-
de l a filosofía de Habermas es el análisis de l a tensión entre ciplina de las ciencias sociales más receptiva a l enfoque de l a

25
Habermas y Rawls, 1998: 363. 26
Habermas, 1987.

322 323
razón estratégica de l a economía, e n l a versión de l a teoría de trativos y organizativos de la sociedad, saca resueltamente la con-
l a elección racional. E n l a mayoría de los análisis de l a cien- secuencia de que hay que considerar la sociedad como una red de
cia política empírica h a primado u n a posición pragmática subsistemas autónomos que se encapsulan unos frente a otros,
que considera l a política como u n a negociación entre indivi- adoptando cada uno su propia semántica, y que constituyen en-
tornos los unos para los otros. Para la interacción entre tales sis-
duos que actúan estratégicamente. Por supuesto que e n u n
temas sólo resultan ya decisivas sus propias formas de operación,
m u n d o permeado por el utilitarismo y l a lógica de mercado, fijadas internamente, y no las intenciones e intereses de los acto-
a u n l a política puede servir p a r a hacer avanzar intereses es- res implicados [...]
tratégicos individuales o de grupo, y d i c h a dimensión debe
investigarse. Pero r e d u c i r el análisis político a ello significa l a U n a concepción sistémica de l a política, que h a desterra-
negación de lo que se h a considerado por política desde l a tra- do de s u s conceptos básicos todo lo normativo, permanece
dición aristotélica. insensible a ese u m b r a l de contención normativa que repre-
No obstante, como y a se dijo, l a política adquiere signifi- senta l a circulación del poder regulado e n términos del E s t a -
cado y legitimidad e n l a medida e n que se encuentre v i n c u l a - do de Derecho. 28

d a a u n a dimensión normativa. E l estudio de l a acción es- Por tanto, los regímenes políticos contemporáneos adole-
tratégica, del sistema y el comportamiento políticos, o de las cen hoy de u n agudo déficit de legitimidad porque a los c i u -
instituciones y sus procesos decisorios, sólo tiene sentido s i dadanos no se les puede exigir l a lealtad a u n o s principios
se ven como expresiones de lo que, a m i juicio, debería ser el técmco-administrativos o a los imperativos funcionales del
núcleo de u n a definición de l a política: l a constitución de l a sistema político. Surge, entonces, u n a tensión entre l a nece-
totalidad social. Desde este punto de vista, entiendo l a política sidad de u n a s condiciones motivacionales capaces de generar
como l a acción colectiva y conffictiva orientada a l a construc- l a lealtad de los ciudadanos, y el vacío motivacional deshuma-
ción, mantenimiento o transformación de u n orden social. L a nizante de las exigencias de u n a racionalidad técnico-cientí-
política tiene, entonces, que ver c o n posiciones enfrentadas fica. Por eso, recientemente, Habermas h a acudido a l a tesis
respecto a cómo se construye l a estructura básica de l a so- de los "anclajes prepolíticos", entre los cuales se encuentra
ciedad, es decir, c o n l a forma e n que las principales i n s t i t u - l a religión, como factor de generación de solidaridad cívica.
ciones sociales se articulan p a r a permitir l a asignación de las Porque aunque el Estado de Derecho cuenta con sus propias
libertades, los bienes y las oportunidades sociales. Dicho en- fuentes seculares de legitimación, e n l a m e d i d a e n que pre-
frentamiento requeriría que l a sociedad llegara a u n acuerdo supone procesos comunicativos, "los motivos p a r a u n a parti-
sobre los principios de j u s t i c i a que deben regular d i c h a cons- cipación de los ciudadanos en l a formación de l a opinión y l a
trucción. 27
voluntad políticas (también) se n u t r e n de los modelos de v i d a
E n el m u n d o contemporáneo existe, entonces, u n a contra- éticos y las formas de vida c u l t u r a l e s " . E n las condiciones
29

dicción entre u n a sociedad cada vez más a d m i n i s t r a d a que de u n a modernidad exacerbada o "descarrilada", se podría
sólo obedece a l a razón sistémicay las necesidades de justifi- "debilitar el lazo democrático y destxuir l a clase de solidari-
cación pública que subyacen a l a concepción de democracia d a d de l a que depende el Estado democrático, que no puede
como idea regulativa. E s en este momento, como señala H a - imponerla legalmente por l a fuerza". Evidencias de tal des-
30

bermas, que el sistema político se encuentra en u n a posición moronamiento de l a solidaridad cívica se encuentran en l a
difícil, y a que a l convertirse e n sistema dinámica política no controlada de l a globalización, del po-

[...] abandona el nivel de los sujetos de acción individuales y co-


lectivos, y del incremento y complejidad de los procesos adminis-
2a
Habermas, 1998b: 413-414.
29
Habermas y Ratzinger, 2004: 8.
Rawls, 1997. 30
Ibid.: 9.

324 325
der adxninistrativo y de l a economía m u n d i a l , los cuales s u s - ello, el ciudadano no se l i m i t a a ser u n sujeto de derechos,
sino que también debe constituir y desarrollar s u ciudadanía
traen c a d a vez más áreas de los influjos
mediante relaciones intersubjetivas, y buscar a través de ellas
[...] de la solidaridad social como coordinadora activa de los valo- s u reconocimiento y protagonismo político. Ésta es l a idea re-
res, las normas, y el uso del idioma para el entendimiento. [De allí gulativa que debe informar toda praxis democrática.
que sea] del interés propio del Estado constitucional el tratar cui- Por eso Habermas h a puesto el énfasis e n l a potenciación
dadosamente todas las fuentes culturales, con las que se nutre la de l a naturaleza discursiva del debate público . Pero en com-
33

conciencia normal y la solidaridad de los ciudadanos. 31


paración c o n s u consideración m u c h o más normativa de l a
política de sus anteriores obras, basada en los estrictos requi-
S i n embargo, u n a sociedad postsecular de pluralismo r a - sitos de " l a situación ideal de habla", en Facticidad y validez
zonable tiene que constituirse sobre l a base del entendimien- hace concesiones a los procedimientos jurídico-políticos de
to normativo entre creyentes y no creyentes " e n u n proceso l a democracia, pues considera que los argumentos n o r m a t i -
de aprendizaje complementario". Por ello, el Estado debe ser vos concernientes a l a justificación del proceso democrático
ideológicamente neutral y no pude imponer, incluso, u n a cos- se encuentran y a incorporados en las instituciones de las de-
movisión secularista, c o n el fin de garantizar a los ciudada- mocracias occidentales, aunque de u n a m a n e r a distorsiona-
nos libertades éticas iguales; y por s u parte, los ciudadanos d a . C o n ello pretende desmentir " l a objeción de que l a teoría
34

secularizados de l a acción comunicativa es ciega frente a l a realidad de las


instituciones o de que tiene consecuencias a n a r q u i s t a s " . 35

[...] no pueden por principio negar a las concepciones religiosas A u n q u e es necesario precisar que Habermas no pone valor
del mundo u n potencial de verdad, ni negar a los ciudadanos cre- a los procedimientos jurídicos del Estado de Derecho, e n sí
yentes el derecho a hacer aportes en lenguaje religioso a las discu- mismos, sino e n cuanto en éstos cristalizan procesos de dis-
siones públicas. Una cultura política liberal pude incluso esperar cusión y deliberación, que s o n los que le otorgan s u carácter
de los ciudadanos secularizados que participen en los esfuerzos
racional y s u potencial legitimador.
por traducir aportes relevantes del lenguaje religioso a un lengua-
je públicamente accesible. 32
De todas maneras, l a concepción h a b e r m a s i a n a de l a po-
lítica significa u n a crítica de l a concepción empirista y m i -
V . CONCLUSIÓN n i m a l i s t a de democracia proveniente de l a ciencia política,
porque l a reduce a u n a serie de reglas p a r a l a selección de
He abogado e n estas páginas por u n concepto de democracia líderes, o p a r a l a agregación de preferencias individuales, t a -
que reconozca l a tensión entre hechos y valores, entre des- les como lo consideran autores como Schumpeter, Downs o
cripción y prescripción; e n s u m a , por u n concepto que rio ex- D a h l , artífices de las concepciones elitista, pluralista y eco-
c l u y a los elementos normativos de trasfondo, a l a l u z de los nomicista de l a democracia, de las que, principalmente, se
cuales adquieren significado las dimensiones empíricas de l a nutre d i c h a disciplina. E s o s teóricos, a l constatar que l a v i r -
praxis democrática. Por ello me he apoyado e n el concepto de t u d cívica no i m p e r a en u n a sociedad despolitizada y que l a
razón comunicativa de Habermas, por s u noción de u n valor ciudadanía es inexperta respecto de l a administración de l a
normativo: el funcionamiento político de u n a sociedad sólo sociedad, consideran que u n a concepción m i n i m a l i s t a de l a
puede legitimarse y racionalizarse mediante discusiones pú- política r e s u l t a deseable e n términos analíticos. Frente a esa
blicas en el marco de prácticas deliberativas libres. E l l a s i m - concepción empirista de l a democracia, l a política delibera-
p l i c a n simetría y reciprocidad en las relaciones sociales. Por
33
Habermas, 1998a: 380-381.
34
Habermas, 1998b; Rawls, 1998: 363-406.
31
Ibid.: 12.
35
Ibid.: 58-59.
32
Ibid.: 13.

327
326
tiva representa u n a propuesta de reemplazar el poder políti- R E F E R E N C I A S BIBLIOGRÁFICAS
co-aoiiiinistrativo del Estado por el "poder comunicativo" de
los ciudadanos. Pero el camino emprendido por Habermas Borón, Afilio (1995), State, Capitalism and Democracy in Latín
no consiste e n fundamentar l a democracia desde l a filosofía America, Boulder.
p u r a , sino en reconstruir s u desarrollo histórico, l a l u z de los Collier, David y Steven Levitsky (1997), "Democracy with Adjec-
procesos sociales y las reflexiones filosóficas que le dieron ori- tives: Conceptual Innovation i n Comparative Research", en
gen, con el fin de desentrañar s u significado. De ahí que s u World Politics, vol. 49, 3, abril.
tarea analítica radique e n resaltar los supuestos de l a delibe- Cortina, Adela (1991), " U n a ética política contemplada desde el
ración democrática, esto es, las condiciones necesarias p a r a ruedo ibérico", en K.O. Apel, A. Cortina, J . de Z a n y D. Miche-
que l a discusión crítica y abierta de asuntos de interés gene- lini (eds.) Ética comunicativa y democracia, Barcelona.
r a l se lleve a cabo e n los distintos foros y canales de l a esfera Dahl, Robert (1989), Democracy and its Critics, New Häven.
pública. Como dice Velasco, (1971), Polyarchy: Participation and Opposition, New Häven.
Habermas, Jürgen (1987), Teoría de la acción comunicativa, vol.
[...] no se trata de supuestos inventados desde la ingeniería so- II: Crítica de la razón fiincionálista, Madrid.
cial, sino de elementos fundamentales del modo en que las socie- (1991), La necesidad de una revisión de la izquierda, M a -
dades democráticas existentes se comprenden normativamente a drid.
sí mismas. 36
(1998a), "'Razonable versus Verdadero' o l a moral de las
1

concepciones del mundo", en Jürgen Habermas y John Rawls,


L a tarea de l a recuperación discursiva de l a política se pre- Debate sobre el liberalismo político, Barcelona.
senta en l a globalization como l a alternativa posible y nece- (1998b), Facticidad y validez: sobre el derecho y el Estado
saria p a r a l a razón m s t r u m e n t a l de l a tecnocracia y l a razón democrático de derecho en términos de teoría del discurso,
estratégica del mercado. E s t a recuperación es necesaria p a - Madrid.
r a l a conservación de l a v i d a y p a r a caminar e n l a dirección Habermas, Jürgen y J o h n Rawls (1998), Debate sobre el libera-
opuesta a l a creciente exclusión. L a recuperación de l a polí- lismo político, Barcelona.
tica parece provenir hoy del reconocimiento de s u s "anclajes Habermas, Jürgen y Joseph Ratzinger (2004), Polémica sobre
prepolíticos", porque l a democracia se nutre de l a c u l t u r a , religión cristiana y filosofia política.
los sentimientos y las formas de v i d a de las sociedades; y de Hoyos Vázquez, Guillermo (2001), " L a filosofía política de Jürgen
l a acción de los movimientos sociales, porque i m p l i c a l a p a r - Habermas", en Ideas y Valores, número especial: La filosofía
ticipación y el debate frente a u n sistema político, n a c i o n a l e alemana, 116, agosto, 132-144.
internacional que h a degenerado e n tecnocracia. Estos dos Kant, Emmanuel [1785] (1986), Fundamentación de la metafísica
elementos pueden influir positivamente en l a recuperación de las costumbres, México.
del protagonismo y l a autonomía de los actores políticos, que [ 1786] (1999), "Comienzo presunto de l a historia humana",
es condición inexcusable de u n a identidad democrática. S i n en Filosofía de la Historia, México.
embargo, l a cuestión p a r a l a que Habermas todavía no tiene Marcuse, Herbert (1972), El hombre unidimensional: ensayo sobre
u n a respuesta es qué se debe hacer, e n u n m u n d o donde el la ideología de la sociedad industrial avanzada, Barcelona.
tiempo vital de los individuos está absorbido por l a producción OT)onnell, Guillermo (1996), "Hlusions about Consolidation", en
y el mercado, p a r a generar u n o s ciudadanos comunicativos Journal of Democracy, vol. 7, 2, abril.
y profundamente interesados por lo público. M e parece que Rawls, J o h n (1997), Teoría de la justicia, México.
Habermas nos debe u n a teoría discursiva de l a educación. Sartori, Giovanni (1990), Teoría de la democracia, 1: El debate
contemporáneo, Buenos Aires.
Velasco Arroyo, J u a n Carlos (2000), La teoría discursiva del dere-
cho: sistema jurídico y democracia en Habermas, Madrid.
Velasco, 2000: 185.

328 329
DE LA COMUNIDAD E N LA MESA A LA
TELEMÁTICA", O LA DEMOCRACIAA LA SOMBRA
DE LOSMEDIOS D E COMUNICACIÓN

Karen Joisten
Habilitación en filosofía
Universidad Johannes Gutenberg, Mainz, Alemania

E n lo que sigue trataré de rastrear u n a conexión i n t e r n a que


quiere ganar s u plausibilidad desde el m i s m o proceso de a r -
gumentación. E s l a conexión que h a y entre l a mesa, l a tele-
visión, Internet y l a democracia. Dicho más concretamente,
se trata del conflicto productivo, que no hay que entender ne-
gativamente, entre las esferas pública y p r i v a d a que — y ésta
es l a tesis— es l a condición p a r a que sea posible l a democra-
cia. He obtenido el estímulo p a r a estos pensamientos de A l -
bert O. H i r s c h m a n n , e n particular después de l a lectura de
s u pequeño tratado Tischgemeinschaft: Zwischen öffentlicher
und privater Sphäre (La comunidad en la mesa: entre la esfera
pública y la privada). A ello se h a n de añadir las reflexiones
de Georg S i m m e l , Norbert E l i a s y Otto Friedrich Bollnow, así
como las de Günter Anders y Vilém Flusser.

I. D E LA M E S A - A LA TELEVISIÓN-E INTERNET

L a m e s a es l a condición de posibilidad de u n a comunidad. A


ella se sientan miembros de l a familiay amigos, aveces i n c l u -
so desconocidos, pero en cualquier caso, n u n c a enemigos que

331
no p u e d a n hablar entre sí. L a c o m u n i d a d e n l a m e s a sirve e n mente, lo inmanente-ajeno. E n u n a c o m u n i d a d en l a m e s a
primer lugar p a r a comer en común y con ello — e n u n a dimen- originariamente doméstica se agrupan distintas generacio-
sión fisiológica— posibilitar l a vida. Por encima de este nivel nes alrededor de l a m i s m a p a r a comer, l a cual, como seña-
elemental, l a c o m u n i d a d en l a m e s a es el lugar del encuentro l a H a n n a Walter "siempre fue u n lugar p a r a el fomento de l a
en el que tiene lugar l a conversación e n el sentido de u n i n - educación experiencia! entre generaciones, aún cuando esto
tercambio de vivencias, opiniones y pareceres o también e n no fuera del todo consciente l a mayoría de las veces p a r a los
l a forma de l a d i s p u t a moderada y l a discusión. afectados". C u a n d o los hombres comen de ese modo e n c a -
3

sa, intercambian saber derivado de l a experiencia, pero t a m -


Cuando los hombres se reúnen para una comida, no sólo lo hacen bién vivencias, acontecimientos, novedades, y formulan e n
para consumir comidas y bebidas, se entregan también a la conver- común pretensiones y exigencias. Pueden participar en esta
sación y discusión, intercambian informaciones y opiniones, cuen- c o m u n i d a d de l a m e s a doméstica el conocido, pariente y a m i -
tan historias o practican ceremonias religiosas. Desde un punto
go, e incluso el oponente, adversario y enemigo, e n l a medida
de vista estrictamente biológico, no puede ponerse en duda que la
comida tiene un efecto inmediato para el bienestar individual. Pero en que se conserve l a posibilidad del diálogo. A partir de esto
desde el momento en que el hecho de comer y beber se convierte debe entenderse el esfuerzo político-diplomático con que los
en celebración común, se mezcla siempre de nuevo con acciones representantes de u n grupo enfrentado "se sientan a l a mesa"
sorprendentemente polifacéticas, públicas o colectivas. 1
p a r a fomentar l a c o m u n i d a d más allá de l a oposición. Como
escribe H i s c h m a n n , gracias a l a c o m u n i d a d e n l a mesa " l a
Como se señala y a e n esta cita, mediante l a práctica de ce- ingestión privada de alimento se u n e s i n más con ambiciones
remonias religiosas, l a conversación durante l a c o m u n i d a d colectivas o públicas". 4

en l a m e s a encierra e n sí u n a dimensión metafisico-religiosa S i damos a h o r a u n paso a l siglo X X con Günter Anders,


mediante l a c u a l el hombre puede establecer u n a relación con es decir, s i damos el salto c o n él a nuestro tiempo, entonces,
lo divino como lo trascendente-otro, respectivamente, trascen- si es posible seguir sus tesis, hemos de poner e n el lugar de
dente-ajeno. Eso se hace visible en el contexto cristiano; por l a m e s a l a televisión, a l a que él designa "mesa familiar ne-
ejemplo, e n l a última cena, en l a que se alcanza l a c o m u n i d a d gativa", con lo que l a farnilia se transforma "en u n público e n
con Dios, se produce u n a reconciliación de los hombres con m i n i a t u r a " . E s o significa que l a televisión recibe el significa-
Cristo y se hace posible u n a remisión de l a culpa. L a c o m u - do decisivo que con anterioridad tenía l a m e s a del salón, e n
n i d a d de l a m e s a entre Dios y el hombre que tiene lugar en l a torno a l a que se agrupaba l a farrrilia. S i los miembros de l a
comunidad h u m a n a sirve, de esa forma, p a r a l a profundiza- familia se sientan a l a mesa (ampliando l a perspectiva de A n -
ción y constante renovación de las relaciones con lo divino, y ders: los miembros de u n a c o m u n i d a d en l a mesa) unos frente
con ello, a l mismo tiempo, p a r a l a profundización y constante a otros de modo que se vean y p u e d a n hablar unos con otros,
renovación de l a convivencia de lo h u m a n o - c r i s t i a n o . 2
en cambio, mirando h a c i a el televisor se sientan "uno a l lado
L a c o m u n i d a d e n l a m e s a puede, e n sí m i s m a , no sólo es- de otro". C o n ello pierden s u disposición centrípeta posibilita-
tablecer u n a relación c o n lo trascendente-otro, es decir, lo d a por l a mesa, y se colocan frente a l a pantalla ahora de m o -
ajeno, sino también, e n u n a dimensión concreta entre los do centrífugo:
hombres, u n a relación con lo inmanente-otro y respectiva-
Ya desde hace siglos se podía observar que el mueble socialmente
sintomático de la familia, la mesa del salón, enorme, colocada en
Hirschmann, 1997: 33. el centro de la habitación y en torno a la que se reunía la familia,
La dimensión religiosa de la comunidad en la mesa se presenta en una mul-
titud de rituales. Aquí puede mencionarse la bendición de la mesa, que per-
teneció a la "comida bendecida" y era pronunciada por "la persona de mayor
rango —antes de la comida la plegaria y después de la comida la oración de Hanna, 1990: 109.
gracias" (Cf. Furtmar-Schuch, 1993: 33). Hirschmann, 1997: 23.

332 333
empezó a perder su fuerza de gravitación, se convirtió en obsole- hogar". E s o quiere decir que el cine como institución públi-
10

ta y ya no subsiste en nuevas disposiciones de la habitación. Sólo ca tiene a h o r a sólo l a función de modelo, según el c u a l l a c a -
ahora ha encontrado en la televisión un sucesor auténtico; sólo sa, o dicho más exactamente el salón, se a m u e b l a y organiza.
ahora, por primera vez, es relevada por un mueble cuya fuerza E l salón se convierte de ese modo en u n a especie de sala de
tanto como símbolo social, como de disuasión, puede medirse con proyecciones del m u n d o extemo retransmitido; los miembros
la de la mesa.5

de l a familia, e n espectadores de u n espectáculo escenificado


como consumo de masas que pueden m i r a r con los ojos como
E n todo caso, l a televisión no se coloca en el centro, es de- platos, es decir, u n público e n m i m a t u r a .
cir, no representa u n "punto medio común", "más bien [la te-
H a n pasado casi 50 años desde que Anders expusiera sus
levisión] sustituye [a l a mesa] como p u n t o de fuga común de
pensamientos. E l desarrollo tecnológico h a avanzado desde
l a familia". De este modo l a familia se disuelve: queda atrás
6

esa época tremendamente y conducido a nuevas convulsio-


el aislado masivamente, el así llamado "eremita de m a s a s " nes. Así Internet — y aquí me gustaría i r más allá de los p e n -
que está bajo el hechizo del " m u n d o externo" retransmitido, samientos de A n d e r s — se incorpora a l a televisión. Se t r a t a
mediante el c u a l " l a realidad del hogar — n o sólo l a de las p a - de u n a red, es decir, u n tejido inmaterial compuesto de ríos
redes y el mobiliario, sino precisamente l a de l a v i d a en co- de datos, que es l a síntesis de l a carencia de tiempo, de espa-
mún", se convierte e n " c a d u c a y fantasmagórica". 7
cio y de finalidad. E l hombre deja de orientarse h a c i a l a tele-
visión p a r a i r de acá p a r a allá a través de l a r e d sirviéndose
Lo que sucede es, simplemente, que los miembros de la farnilia, al de s u potencia espiritual. E l medio, el recurso, se convierte
mismo tiempo, en el mejor de los casos juntos, pero nunca en co-
en u n intento mediante el que el hombre, siempre con a y u d a
mún, se evaden, frente al punto de fuga, al reino de la irrealidad o
a u n mundo que, bien mirado, no comparten con nadie; o si lo com- de s u ratón, consigue aquello que ansia y está allí donde le
parten, es sólo con cada uno de los millones de "solistas del consu- gustaría estar. E s a posición carece de detención posible, de
mo de masas" que miran, con ojos como platos, su pantalla. 8 c a l m a o llegada, porque se trata de l a esencia de l a nada, de
l a dimensionalidad cero y de l a fugacidad. E l hombre, de esta
Este proceso de aislamiento, que no puede ser captado e n forma, no se sienta y a más como cautivo del m u n d o mediá-
s u totalidad desde el individuo porque éste se presenta a sí tico: h a entrado él mismo e n él y simplemente se refugia aho-
mismo como "fin", significa l a "desacuñación de l a individua- r a dentro de él.
lidad", l a "nivelación de l a racionalidad" y el "derrocamiento E n lugar del espectador, caracterizado por Anders como
délos hombres como hombres". 9
eremita de masas, aparece a h o r a e n Internet el que quizá po-
De l a mano de esta organización centrífuga de los m i e m - dríamos l l a m a r refugiado, que v a tejiendo s u s propios hilos
bros concretos de l a farnilia e n torno a l a pantalla y l a degra- espirituales. C o n ello se quiere decir que a l navegar por l a red
dación del verdadero hogar a "contenedor ', v a l a reestructura-
5
de datos electrónicos a través de l a World Wide Web, los nave-
ción de l a farnilia como público en miniatura. Porque el salón gantes se pueden cruzar durante u n tiempo determinado p a -
deja de ser el lugar en el que l a gente se encuentra y relacio- r a "jugar" e n conexión u n o s con otros. Como escribe Flusser:
n a , y se convierte más bien e n u n espacio p a r a espectadores "el grupo [...] gracias a que mantiene u n a competencia p a r a el
en m i n i a t u r a e n el que "el cine es convertido e n modelo del juego común, puede construir n u d o s de competencia". Los 11

miembros del grupo están sólo e n conexión e n la-virtualidad


de u n deseo común y pueden participar aparentemente c o n
s
Anders, (1956) 1984: 105-106. todas s u s capacidades espirituales, proyectivas y mentales.
6
Ibid.
7
Ibid.: 106.
8
Ibid.: 104.
10
Ibid.: 106.
9
Ibid.
11
Flusser, 1994: 70.

334 335
Este deseo común permite j u n t a r s u s capacidades e n p u n - E n referencia a l a primera tesis: donde los hombres se sien-
tos de unión, y convertir a esos miembros, como "dispersión tan a l a mesa e n comunidad, puede desarrollarse u n a demo-
digital", en parte de u n "nosotros" efímero. Como y a i n d i c a
12
cracia.
l a palabra telemática, de ese modo lo lejano y lo ajeno se co- E n particular me parecen relevantes dos aspectos de los
loca e n l a cercanía, es decir, es acercado temporal y espacial- pensamientos de Georg S i m m e l sobre sociología de l a comida
mente, con lo que (supuestamente) pueden ser superadas l a p a r a entender l a relación i n t e r n a entre l a m e s a / l a c o m u n i -
a m p l i t u d y l a distancia. d a d en l a mesa y l a democracia. E n lo que se refiere al primer
E n resumen: s i e n l a familia tradicional l a m e s a del salón aspecto: de acuerdo con S i m m e l , con el comer (y el beber) se
estaba en el centro y e n el cine se ofrecía como diverso y p l a - d a "lo más común" de todo, "lo que el hombre es en común":
centero el plato común, ambos, como hemos dicho, t e r m i n a n
por ser sustituidos por l a mesa familiar negativa (radio y te- (...) y precisamente esto es idiosincrásicamente lo más egoísta, lo
levisión), y el cine se convierte e n modelo del hogar. S i se ob- incondicional e inmecliatamente limitado al individuo [...] lo que
serva nuestro tiempo, se presenta u n a nueva convulsión. Y a un individuo come, no puede comerlo otro bajo ninguna circuns-
tancia. [...] Pero en la medida en que lo primitivofisiológicoes algo
que hoy en día l a c o m u n i d a d m i s m a , que n i encuentra s u ex-
humano absolutamente universal, se convierte, precisamente por
presión e n l a c o m u n i d a d m i s m a del punto medio común que ello, en contenido de acciones colectivas, surge la entidad socioló-
es l a mesa, n i e n l a c o m u n i d a d del común punto de evasión gica de la comida, la cual, precisamente desde el egoísmo exclusi-
que es l a familia, corre el peligro de disolverse de u n m o m e n - vo del comer, construye la frecuencia de la reunión, una costum-
to a otro. E l l a y a no se apoya en l a seguridad de u n lugar, e n bre de juntarse, sólo alcanzable raramente por motivos más espi-
u n tiempo conmensurable o e n los congéneres (no intercam- rituales elevados.' 3

biables), sino que se forma e n l a relación con las imágenes


dibujadas en Internet, repentinas, fugaces e intercambiables. Aquí se hace patente que l a comida, e n u n nivel básico fi-
Y así el hombre, s i n percibirlo por sí mismo, se evapora exclu- siológico, sólo puede ser caracterizada p a r a c a d a hombre co-
sivamente fuera, e n el espacio de los datos y espectáculo de mo lo más propio y que sólo le corresponde a él, que c o n el
los medios de comunicación, vagabundo sin descanso con sus incremento de l a socialización l a comida en común también
hermanos refugiados en m a s a , que se v a n ahora, tras l a desa- aparece, de forma creciente, como "más estilizada, más es-
parición de l a auténtica familia de sangre, más allá del salón tética, supraindividualmente regulada". E s o significa que
14

p o r u n tiempo breve, página virtual tras página virtual. p a r a Simmel, e n el tren de l a socialización de l a comida, tie-
ne lugar l a transformación desde l a "autoadicción materia-
II. D E LA DEMOCRACIA A LA MEDIOCRACIA
lísticamente individual" a l a "forma social de l a comida". Por
ello, en l a c o m u n i d a d de l a m e s a están relacionados entre sí
Estableceremos de modo sucinto tres tesis a l comienzo de es- m u c h o s hombres que pueden dominar sus necesidades p a r -
ticulares egoístas, a los que, gracias a ello, les es permitido
t a sección:
andar l a senda desde el "individualismo naturalista" h a s t a
l a "libertad del individuo", e n l a que obtiene l a "normatividad
• Allí donde los hombres comen en l a m e s a unos con otros
social de l a vida auténtica". 15

puede desarrollarse u n a democracia.


• Allí donde l a televisión aparece e n lugar de l a mesa, l a E l segundo aspecto aparece observando más de cerca el
significado más exacto que tienen los platos. Mientras que " e n
democracia puede disolverse.
• Allí donde r e i n a Internet, d o m i n a u n a mediocracia.
13
Simmel, 1984: 205.
M
Ibid.: 206.
12
Flusser, 1991: 147-159. 15
Ibid.: 208.

336 337
épocas primitivas cada u n o cogía simplemente" de l a fuente, expresa esto brevemente: "Comer porciones iguales de comida
y l a totalidad de l a comida se "ofrecía" p a r a todos por igual, significa producir y reproducir igualdad política; en l a comida
el plato se m u e s t r a a sí mismo como "figura individualista", común se consigue l a igualdad de derechos de l a polis". 20

m u e s t r a "que esa porción de comida sólo se d a a u n a perso- Desde l a base de estos pensamientos, H i r s c h m a n n d a u n
n a " . Y a que — y esto es lo decisivo— "el plato simboliza el or- paso decisivo p a r a esta argumentación: "Según este espíritu,
den, que satisface l a necesidad del individuo con lo que p a r a me veo obügado a intentar inferir u n a relación directa entre el
él aparece como u n a parte del todo articulado, pero que por banquete y el surgimiento de l a democracia ateniense, l a s u -
ello no le deja i r más allá de sus propios límites". E n l a me-
16
perlativa invención política de los griegos". 21

dida e n que cada u n o tiene u n plato en l a mesa, o dicho más


exactamente, tiene s u plato, se le reconoce como individuo y, PASEMOS A LA TELEVISIÓN
desde el punto de vista del todo, a l mismo tiempo se le l i m i -
ta. No obstante L a realidad de l a c o m u n i d a d e n l a m e s a como expresión de
u n a postura fundamental democrática es s u s t i t u i d a en el s i -
[...] el plato supera este individualismo simbólico de nuevo en una glo X X por l a realidad de las imágenes retransmitidas. A h o r a
forma más alta de comunidad; los platos de una mesa deben, res- lo real es sólo aquello que es emitido por los medios. B e r n h a r d
pectivamente, ser completamente iguales entre ellos, no soportan
en ningún caso individualidad, distintos platos o vasos para dis- S c h l i n k h a mostrado esto de modo m u y evidente en s u nove-
tintas personas serían totalmente absurdos y feos. 17 l a Autoengaño:

A partir de aquí se tiene u n a panorámica de l a relación La realidad es en primer lugar real cuando aparece en la tele, [...Jo
incluso en primer lugar cuando el reportaje está impreso o enviado.
i n t e r n a entre l a m e s a y l a democracia. Siguiendo y desarro-
Ya lo dije una vez. ¿Quién se preocupa de aquello que no aparece en
llando los pensamientos de Schmitt Pantel, Marcel Detienne ningún periódico y no sale en la televisión? Y aquello de lo que na-
y Nicole Loraux, George S i m m e l permite articular, en primer die se preocupa no tiene efectos, y sólo lo que tiene efectos es real.
lugar—como h a reconocido H i s c h m a n n — , l a relación entre el Así de fácil es.22

antiguo banquete griego y "los lazos sociales y derechos cívi-


cos introducidos con él". P a r a ello Simmel, entre otros, cita
18
S i se intenta deterrriinar de modo más exacto l a "realidad"
u n a importante frase del libro de Scbjrnitt Pantel Die Stadt ais de las imágenes retransmitidas, éstas se pueden conceptua-
Bankett (La ciudad como banquete): "Existe u n a relación direc- lizar, según Anders, como fantasmas, que s o n u n "ente inter-
ta entre las prácticas de l a c o m u n i d a d en l a m e s a y l a función medio entre ser y apariencia". Los "productos fantasma" que
del poder, respectivamente, el tipo de sistema político". Por 19
nos s o n suministrados por los medios no pueden valorarse
tanto, el banquete posibilita u n a mediación entre l a dimen- netamente como originales, n i tampoco como copias, porque
sión religiosa, social y privada, en l a medida e n que adopta adoptan u n extraño estado intermedio. No s o n lo uno n i t a m -
u n a especie de "posición bisagra" e n l a que las tres "esferas poco lo otro, e n absoluto, y se encuentran e n u n tanto... co-
están solapadas". E n l a medida e n que sólo e n el banquete se mo, también, en u n entre algo epistemológico y ontológico, por
realiza u n reparto de l a comida a partes iguales y e n platos lo que pueden sustraerse a u n a categorización exacta. Dicho
iguales p a r a esos hombres individuales, puede leerse e n ello con otras palabras: los productos fantasma de los medios de
u n devenir efectivo del principio de isonomía! Nicole Loraux comunicación d i l u m i n a n los límites entre ser y apariencia,
presencia y ausencia, original y copia a través de s u " a m b i -
16
Ibid.
17
Ibid. 20
Ibid.: 27.
18
Hirschmann, 1997: 26. 2!
Ibid.
19
Ibid.: 26. 22
Schlink, 1994: 273-274.

338 339
valencia ontológica". C o n s t r u y e n u n punto medio entre los
23
birse lo que se quiere explicar. Pero lo específico de lo nuevo
acontecimientos y las imágenes de esos acontecimientos y con es, como señala Flusser,
ello se sustraen a u n a determinación más exacta.
Según Anders, e n u n a realidad mediáticamente escenifi- [...] precisamente la carencia de sentido [...] que tiene el pretender
cada actúa toda realidad como fantasma, así como, a l mismo explicarlo. La Ilustración se ha desgastado por no poder explicar
tiempo, todo fantasma se convierte en real. Los sucesos inven- nada nuevo. No hay nada oscuro en ello, es transparente como una
red. No tiene nada por detrás de sí mismo. 26

tados puramente como "ficción" y "fingidos" tienen el efecto de


aparecer como reales, así como, por el contrario, todo suceso
real, mediante s u retransmisión, adquiere u n momento de De ese modo, el hombre y a no se sienta en común con otros
apariencia. De hecho, el espectador no puede notar, o sólo de a l a m e s a y tampoco a l lado de otros delante del televisor, s i -
u n modo ínfimo, el carácter ficticio del suceso. Él queda invo- no que se mueve como proyector a lo largo de los ríos de datos
lucrado e n el carácter ficticio del acontecimiento que le llega electrónicos, pudiendo esbozar entonces sus propias imáge-
"en parte como suceso real y, en parte, como perteneciente a l nes nuevas en u n juego de creación libre. Según esto, el h o m -
acontecimiento, como noticia real sobre el acontecimiento". 24 bre puede hacer propia l a tarea de l a síntesis de nuevas rea-
C o n ello "ser y apariencia", "participación y participación apa- lidades, en l a m e d i d a en que activamente "produce entonces
rente" se mezclan de t a l modo que el oyente o espectador se por p r i m e r a vez l a información a l trabar relaciones entre los
ve obligado a tomarlo enserio. Lo no-serio no consiste, según elementos informativos disponibles [.. .]". E l lector posterior
27

Anders, en "que lo serio.se sirva y c o n s u m a como no-serio s i - no está sometido y a a l a historia, a l a que son inmanentes las
no en que lo menos serio se ofrezca y reciba como demasiado categorías de l a continuidad, el progreso, l a irreversibilidad, lo
serio". E n ese desmoronamiento de los límites entre público
25 procesual, del devenir. Él está sobre " l a conciencia de haberse
y privado, serio y no-serio, ser y apariencia, y l a omnipoten- sumergido en u n a corriente temporal dramática e irrevocable
cia del fantasma, podría disolverse l a democracia, porque en- [para] trabar s u propia corriente temporal. Él no lee u n a línea
tonces le faltaría l a c o m u n i d a d que posibilitaría el consenso en horizontal, sino que teje s u s propias redes". 28

mejor y más verdadero. Lo que hoy se denomina "crisis de los valores" puede c a -
racterizarse como expresión del tránsito "desde l a c u l t u r a de
Gutenberg a l a electromagnética", es decir, como l a transi-
29

PASEMOS AHORA A INTERNET


ción "desde el m u n d o de las explicaciones [...] a l m u n d o tech-
no-imaginario de los 'modelos'": " L a 'creencia' e n los textos
S i los "productos fantasma" tienen teóricamente, en s u esta-
— e n explicaciones, teorías, ideologías— se h a perdido porque
do intermedio ontológico y epistemológico, u n a relación c o n
los textos, como antes las imágenes, son reconocidos como
ambos p o l o s — s e r y apariencia, presencia y ausencia, arque-
'mediaciones'". A este tránsito se le añade e n seguida u n a
30

tipo y copia, entonces estos dos polos se convierten en algo


revolución b r u s c a que h a de categorizarse como "revolución
nulo y sólo quédalo meramente superficial. Entonces, lo n u e -
informática" a través de l a que "las aventuras de l a hornini-
31

vo de lo nuevo consiste precisamente en no poderlo explicar,


zación h a n entrado en u n a n u e v a fase". A l convertirse en algo
es decir, partiendo de l a base textual se trata de observarla
s i n validez, l a tensión productiva entre estructura superficial
desde u n nivel fundamental. E x p l i c a r significa establecer re-
laciones y descubrir fundamentos desde lo que puede perci-
26
Flusser, 1992: 148.
27
Ibid.: 150.
28
Ibid.: 151.
23
Anders, 1984: 131. 29
Ibid.: 56.
24
Ibid.: 144. 30
Flusser, 1997: 21-28.
25
Ibid. 31
Flusser, 1992: 56.

340 341
y profunda, l a esfera pública y privada, l a creencia/ opinión y en el espacio intermedio de las esferas pública y privada y ex-
l a verdad, se corrobora el paso desde l a democracia h a s t a l a poner l a propia perspectiva i n d i v i d u a l a l a social. Esto signi-
mediocracia: donde rige Internet, d o m i n a l a mediocracia. fica que n i l a retirada dentro de las propias cuatro paredes,
donde lo privado puede convertirse demasiado rápidamente
en enamoramiento de sí m i s m o , n i tampoco el abrirse com-
III. C O N C L U S I Ó N O... E N LA SOMBRA D E LOS MEDIOS
pletamente a lo público, donde el sí mismo amenaza dema-
siado bruscamente c o n evaporarse, favorecen el proceso de
Recordemos lo que dijimos anteriormente y los dos aspectos
democratización. Porque el individuo sólo puede corregir sus
que destaca S i m m e l e n referencia a l a mesa. Primero: l a co-
prejuicios y evaluaciones incorrectas mediante u n a discusión
m i d a común en l a m e s a propicia el proceso de individualiza-
tensa con otras posiciones. L a m e s a como síntesis del lugar
ción y el devenir libre de los hombres en l a m e d i d a e n que allí
donde h a de entablarse l a l u c h a por medio de u n a d i s p u t a
el hombre aprende a dominar s u s necesidades individuales
pacífica, no deja a l individuo i r t a n lejos como p a r a que ex-
egoístas y a integrarse en u n a "normatividad social". Y segun-
pulse a otros de l a mesa; l a m e s a le ofrece e n todo caso l a po-
do: ella saca a l a superficie de los pensamientos el equilibrio
sibilidad de i r t a n lejos como le sea posible.
entre lo i n d i v i d u a l y lo común e n l a m e d i d a e n que verifica el
reconocimiento y l a simultánea limitación del particular, lo S i se m i r a en el presente l a televisión e Internet y se intenta
que puede mostrarse e n el significado que tiene el plato (pa- radicalizar esto proyectándolo mentalmente h a c i a el futuro,
l a b r a clave: efectividad del principio de isonomía). parece que el proceso de mediocratización está cerrado. C o n
l a consumación de l a mediocratización se d e r r u m b a l a sepa-
Estos dos aspectos p u e d e n ser interpretados e n realidad
ración entre lo público y lo privado y, por lo tanto, l a n u e v a
como hilo conductor del entendimiento democrático. Porque
casa, como señala Flusser, se convierte en u n a casa abierta
en éste d o m i n a l a c o m u n i d a d , s i n perderse de v i s t a el indivi-
sin techo, paredes, ventanas y puertas, es decir, el espacio
duo. Así, e n él se expresa l a tensión entre el bien particular y
público adquiere predominio. Enfatizándolo: el espacio pú-
el bien común que necesita el conflicto entre l a esfera priva-
blico se convierte e n "omniespacio" en que el nicho privado (si
d a y pública. E n l a c o m u n i d a d de l a m e s a —leída como con-
todavía es posible) expone u n fantasma escenificado y crea-
dición del devenir posible de u n modelo democrático— me-
do por él mismo, que no consiste e n l a oposición a lo público
diante l a línea de intersección entre lo privado y lo público,
sino en s u nacer, deshacerse y desmoronarse. L a s u p u e s t a
es posible l a puesta e n cuestión y corrección de l a propia po-
democracia aparece de ese modo como u n a entre las m u c h a s
sición. L a tensión que se forma entre estas dos esferas posi-
cantidades de datos electrónicos, a los que se puede o no ac-
bilita el recurso a u n a estructura profunda y u n a superficial,
ceder, pero c o n ello y a no se convierte e n tarea del devenir
mediante l a que los individuos no sólo hablan, sino que t a m -
democrático e n el sentido de algo que el individuo tiene que
bién deben explicar, fundamentar, argumentar y de ese m o -
conocer científicamente e i m p l a n t a r voluntariamente con s u
do pueden ir, con a y u d a de las posiciones de los demás, más
esfuerzo a lo largo de l a vida.
allá de l a propia.
Desde esta perspectiva se m u e s t r a n e n l a m e s a las reglas C o n esa perspectiva consciente unificadora de ambos l a -
de juego de u n a democracia como las reglas fundamentales: dos, que en s u unificación puede enseñar algo verdadero, o
todos los que p a r t i c i p a n son política y jurídicamente iguales; lo que es lo m i s m o , l a disolución de l a democracia en medio-
todos son reconocidos; los límites del reconocimiento del i n - cracia y l a consiguiente pérdida, inherente a ella, de posibi-
dividuo sirven p a r a el bien común del todo; todo depende de lidades de que l a h u m a n i d a d se libere, hemos convertido e n
mantener l a conversación de esta c o m u n i d a d viva, c a d a u n o propia l a tesis básica de H a n s Joñas "in dubio pro malo". S i
se entrega a ella e n l a m e d i d a e n que le es posible. intentamos ahora pensar, inversamente, las posibilidades de
Internet o, más exactamente, las posibilidades de l a televisión
E l devenir democrático de los hombres cuaja tanto mejor
y de Internet, entonces llegamos a l a visión e n l a que se ve l a
cuanto antes se está dispuesto a sentarse a l a mesa, a entrar

342 343
mesa, l a televisión e Internet como escalones de u n a escale- R E F E R E N C I A S BIBLIOGRÁFICAS
ra. E s o significa que aquí existe u n a especie de relación de
fusión e n l a que el medio que profundiza e n las posibilidades Anders, Günther (1956), "Die Welt als Phantom u n d Matrize:
del hombre h a de ordenarse temporal y espacialmente. Así, Philosophische Betrachtungen über Rundfunk u n d Fern-
el hombre puede por ejemplo realizarse autodeterminándose sehen", en (1984) Die Antiquiertheit des Menschen-Über die
en l a c o m u n i d a d de l a m e s a e n l a visualización de sus seme- Seele im Zeitalter der zweiten industriellen Revolution. Band
jantes, entre l a a b u n d a n c i a de las fuentes y e n l a inmediatez I, Zürich, pp. 97-211.
de u n navegar corporal p a r a y contra sí mismo, como c u a n - Flusser, Vilém (1991), "Digitaler Schein", en Florian Rötzer (ed.),
do navega e n Internet. Porque aquí intenta liberarse de las Digitaler Schein: Ästhetik der elektronischen Medien, Frarikfurt
cadenas de l a costumbre y escapar a l conformismo. Ello se am Main, 147-159.
logra en el conflicto entre u s u a l e i n u s u a l , que no pueden ser —— (1992) Die Schrift. Hat Schreiben Zukunft? 4, Auflage Göt-
encontrados fuera, e n l a a b u n d a n c i a de informaciones, sino tingen.
en l a capacidad de reflexión de los hombres, que es potencia- (1994), Vom Subjekt zum Projekt. Menschwerdung. (Vilém Flu-
da, y no e n último término, gracias a l diálogo c o n los seme- sser. Schriften. B a n d 3. Hrsg. von Stefan Bollmann und Edith
jantes. E n t r e lo público y lo privado el hombre tiene por t a n - Flusser), Bensheim-Düsseldorf.
to l a oportunidad de apartarse e n l a moral a l mismo tiempo
(1997) "Die kodifizierte Welt", en Medienkultur, Frankfurt
u n poco de l a m o r a l y , gracias a l a movilidad de s u espíritu,
am Main.
poder poner ante s u s ojos u n camino más libre con u n modo
F u r t m a r - S c h u c h , Annelies (1993), Postmoderne Ernährung,
de comportamiento y v i d a más libres.
Stuttgart.
Por ello, partiendo de l a televisión e Internet se llega a u n Held, David (1997), Introductionto Critical Theory:Horkheimerto
camino que conduce a l a democracia. Puesto que ella necesi- Habermas, Cambridge and Oxford.
ta, como condición de posibilidad, de l a m e s a y l a c o m u n i d a d Hirschmann, Albert O. (1997), Tischgemeinschaft. Zwischen
en l a mesa, c o n c u y a a y u d a el hombre puede convertirse e n öffentlicher und privater Sphäre, Wien.
democrático. U n a democracia necesita de l a tensión entre l a Schlink, Bernhard (1994), Selbst Betrug, Zürich.
esfera pública y l a privada. Y esto sigriifica que requiere del Simmel, Georg (1984), "Soziologie der Mahlzeit", en Das Indi-
recurso a explicaciones y teorías, a l a verdad y exactitud que viduum und die Freiheit, Essais, Berlín. E n español: (1986),
se obtiene en l a conversación de u n a c o m u n i d a d y s u histo- "Sociología de l a comida", en El individuo y la libertad: ensayos
ria. S i se r e n u n c i a e n ella a l a conversación viva y se pierde de crítica de la cultura, Barcelona.
l a conciencia histórica, gana u n a conciencia medial-proyec- Walter, Hanna (1990), Dorfkindheit, Starnberg.
tiva que se queda e n l a superficie de las opiniones y bases de
datos. Así, de lo que se trata e n primer término es de consi-
derar el devenir democrático de l a h u m a n i d a d como u n pro-
ceso que d u r a toda l a vida, y que necesita del punto de corte,
l a bisagra o puente entre el ámbito público y el privado. Sólo
en este p u n t o de corte puede c u l m i n a r el conflicto productivo
entre las dos esferas, e n que tiene lugar l a liberación de los
hombres de los lazos naturales o productos de l a costumbre,
el elíxir irrenunciable de u n a democracia.

344 345
Capítulo 3
INSTITUCIONALIZACIÓN D E L A D E M O C R A C I A
(CON ÉNFASIS E N AMÉRICA LATINA)
LIBERTAD, DERECHO Y DEMOCRACIA:
ASPECTOS TEÓRICOS Y PRAGMÁTICOS,
C O N ÉNFASIS E N LA COMPETENCIA

Joachim Lege
Prof. Dr. Facultad de Derecho
Universidad de Greifswald, Alemania

Democracia es u n concepto de 2.500 años de antigüedad, u t i -


lizado con m u c h a s variantes: ¿qué aporte podría hacer u n j u -
rista alemán a l a filosofía de l a democracia? E n esta ocasión
quiero aproximarme a l concepto de tres maneras: primero,
siguiendo por u n carnino que es poco probable que alguien
más h a y a intentado (I); luego, haciendo u n a distinción e n -
tre concepciones más bien teóricas y concepciones más b i e n
prácticas de l a democracia (II). A l final quiero sacar provecho
de u n a situación desventajosa que los alemanes tuvimos e n
conexión con l a democracia, y abogaré por el derecho i n c l u -
so más que por ella (III).

I. L O S T R E S M O M E N T O S D E LA DEMOCRACIA

LA DOCTRINA DE LAS CATEGORÍAS, DE CHARLES SANDERS


PEIRCE

Comenzaré c o n el filósofo norteamericano Charles Sanders


Peirce, concretamente con l a parte más abstracta de s u filo-

349
soña, l a denominada doctrina de las categorías. Según Peirce,
1 libertad activa y creadora. L a libertad es l a cualidad de l a
8

todos los fenómenos constan de tres momentos, que él l l a m a democracia; así se le experimenta, ése es s u pathos. E n u n a 9

categorías, y que designa—de m a n e r a y a suficientemente i n - democracia no sólo es libre el individuo, sino también l a co-
timidante— como primeridad, segundidad y terceridad. L a 2 m u n i d a d : Freistaat (estado libre) es l a palabra alemana p a r a
primeridad es l a c u a l i d a d p u r a del fenómeno, s i n referencia a Republik (república). 10

n i n g u n a otra cosa —lo rojo de u n a bandera, u n dolor de cabe- C o n respecto a l a segundidad: en l a democracia el elemento
z a eterno, u n sentimiento p u r o . L a segundidad es el elemen-
3 específico del conflicto, de l a oposición, es l a l u c h a , el agón.
to del conflicto, de l a resistencia, de l a sorpresa — l a fuerza L a democracia es competencia política, es lucha-por—tendrá
se encuentra con u n a reacción de defensa, y u n a expectativa que decirse: por poder político, y concretamente por poder po-
se encuentra c o n l a realidad. Finalmente, l a terceridad es
4
lítico originario, no derivado. No se trata de obtener el favor
el momento de l a intermediación, de l a representación, de l a del príncipe (en u n a suerte de orientación según l a demanda).
Más bien se trata de tener e n lo político la mejor oferta, l a me-
designación de algo como algo — p o r ejemplo, u n a frase, pero
jor idea; se trata de convencerlos a todos —o a l a mayoría— de
también u n a consigna que mueve a otros, o u n a ley n a t u r a l a
seguirla y de ganarse a través de ella el poder político.
l a que las estrellas se atienen. Sólo con l a terceridad aparece
5

l a racionalidad en el horizonte, s i bien no e n el sentido de l a Y, ¿cuál es l a terceridad de l a democracia? H a n de ser pro-


mera teoría. L a terceridad, que tiene que ver con l a realidad, bablemente las reglas que mantienen l a competencia dentro
debe tener retroalimeritación en l a praxis, en l a experiencia de ciertos límites. L a l u c h a de m u c h a s personas libres por el
irreflexiva de que algo es como es (primeridad), y que u n o reac-
6
poder político no sería competencia sino guerra, s i se prescin-
ciona a eso de l a m a n e r a en que lo hace (segundidad). "Lo que diera del derecho p a r a llevarla a cabo. Piénsese e n Maquiave-
se requiere p a r a l a idea de l a terceridad auténtica es u n a se- lo y e n las l u c h a s de los príncipes de s u época, incluso en lo
que concierne a l a política interior. L a democracia presupone
gundidad independiente y sólida...; y algo similar se puede
el derecho, o mejor dicho, u n a Constitución que fije las reglas
decir con respecto a l a primeridad". 7

de l a competencia política. C o n l a palabra Constitución no sólo


me refiero en este caso a las Constituciones modernas esta-
LIBERTAD, COMPETENCIA, CONSTITUCIÓN
tales, sino también a l hecho de que el proceso político de to-
d a c o m u n i d a d se halle establecido jurídicamente. Según esta
¿De qué momentos consta el fenómeno democracia a l a l u z
definición, existen también Constituciones no democráticas,
de estas categorías? L a primeridad de l a democracia es u n a
o parcialmente democráticas, como por ejemplo las C o n s t i -
tuciones de los principados alemanes del siglo XIX; y existen
1
Peirce, 1903: CP 5.41 y ss., 5.66 y ss., 93 y ss. = EP 2, 145 y ss., 160 y ss., Constituciones por debajo o por e n c i m a del Estado, como por
181 y ss. = Wa 40 y ss., 82 y ss., 124 y ss. = Ap 434 y ss., 358 y ss., 375
y ss. ejemplo las Constituciones de los municipios (Constitución
2
O también "the First, the Second, the Third"; tal como aparece en el sucinto comunal), o como l a Constitución de l a Unión Europea, que
resumen Lecture on Pragmatism (1903), CP 5.66 = EP 2, 160 = Wa 82-83 = tal vez sea aprobada.
Ap 358: La primeridad es cualidad, la segundidad es reacción, y la terceri-
dad es representación.
3
Véase Peirce, 1903: CP 5.44 = EP 2, 149 y s. (por cierto, allí aparece como "[...] pues el ténrúno definitorio de la aristocracia es la virtud, el de la oligar-
"dead ache") = Wa 44 y ss. = Ap 346 y s. quía es la riqueza, y el de la democracia es la libertad" (Aristóteles, Política
4
Véase Peirce, 1903: CP 5.45 = EP 2, 150 y ss. = Wa 44 y ss. = Ap 347 y ss. IV 8, 1294a 10). Dicho sea de paso, la palabra griega hóros no sólo significa
5
VéasePeirce, 1903: CP 5.101, 105 = E P 2 , 183-184 = Wa 130 y ss. = Ap 378 definición, sino también límite.
y s., 380. A propósito del poco claro pathos alemán de la libertad, véase por ejemplo
6
La cualidad siempre es tautológica. Soy como soy. Una rosa es una rosa. Mann (1901: n i 8, 117 y s.); Ladwig (2004: 83) lo utilizó como lema.
A propósito del clamor a favor de la conformación de una república en
7
Peirce, 1903: CP 5.91 =EP2, 177 = Wa 122-123 = Ap 374. Para una inter-
Lúbeck durante la revolución de 1848, véase la historia en Mann (1901: IV
pretación de la doctrina de las categorías véase también Lege, 1999: 243
3, 162).
y ss.

350 351
¿DÓNDE QUEDA LA IGUALDAD? mocracia, tener claridad al respecto p a r a comprobar luego s i
l a respuesta es verdadera.
Me parece que estos tres momentos constituyen el fenómeno
democracia: libertad, competencia emstítucionalidad jurídi- TRES GRADOS DE CLARIDAD (SEGÚN PEIRCE)
ca. E n lo anterior, l a competencia es el aspecto que considero
más importante, puesto que l a mayoría de las veces recibe Peirce, a quien y a nombré, distingue, en s u ensayo "How to
poca atención y exposición, tanto en l a teoría política como
11 12 M a k e o u r Ideas C l e a r " , tres grados de claridad. E l primer
15

en l a dogmática jurídica con respecto a l a democracia. Quizá 13 grado es u n a vaga familiaridad con u n a idea, u n vago orien-
el hecho de que l a competencia siempre sea también injusta tarse. E l segundo grado de l a claridad es l a terminológica, t a l
sea l a c a u s a de esto. Ésta genera perdedores y p r e m i a a los como l a que se puede alcanzar a través de definiciones abs-
fuertes. No obstante, justamente el derecho, como lo entende- tractas que a s u vez no contengan n a d a que no sea claro (es-
mos nosotros, no es el derecho del más fuerte. to corresponde a las doctrinas de Descartes y Leibniz). Sólo
C o n esto está respondida a medias u n a pregunta que se el tercer grado de claridad genera el puente con l a realidad
impone: ¿dónde queda l a igualdad? ¿No presupone l a demo- fuera de las definiciones, a l preguntar por las consecuencias
cracia l a igualdad, más que l a libertad? ¿Una libertad igual prácticas de u n a idea. Como dice l a conocida máxima prag-
p a r a todos, por lo menos igualdad de oportunidades e n el matista de Peirce:
proceso político? Esto lo concedo en parte, pero opino que
precisamente l a igualdad no es l a primeridad de l a democra- [...] considera qué efectos con repercusiones prácticas previsibles
tiene el objeto de nuestra representación según nuestra represen-
c i a . Más bien está implícita apenas (pero también ya) en el
14

tación. Entonces nuestra representación de estas repercusiones


concepto de competencia, es decir, e n l a segundidad de l a de- será la totalidad de nuestra representación del objeto. 15

mocracia. L a competencia presupone l a igualdad, s i bien a l


final aparece l a desigualdad del vencedor y el perdedor, preci- ¡Tratemos de aplicar esta regla a l concepto de democracia!
samente como objetivo de todo el proceso. Por supuesto, esta
igualdad (en l a competencia) no existe a priori, no aparece por CONCEPCIONES TEORÉTICAS DE LA DEMOCRACIA
sí m i s m a : más bien es constituida a través de l a terceridad, a
saber, las reglas de juego. Subsumiré los dos primeros grados de claridad bajo l a deno-
minación concepciones teoréticas de la democracia. Se h a a l -
II. TEORÉTICA Y PRAGMÁTICA D E LA DEMOCRACIA canzado el primer nivel cuando se tiene u n a representación
vaga, acaso de l a siguiente m a n e r a :
Hay u n artículo que quiero escribir desde hace m u c h o . E l tí-
tulo tendría que ser: "¿Todavía vivimos e n u n a democracia
en Alemania?". P a r a esto u n o debería saber qué es u n a de-
15
Peirce, 1878.
16
Peirce, 1878: CP 5.402 = W 3:266 = EP 1, 132 =Ap 194ys. (Traduccióndel
autor. Texto original: "Consider what effects, that might conceivably have
11
Excepciones: Zippelius, 1969: § 26II2 i.V.m. § 2312; en cierta medida tam- practical bearings, we conceive the object of our conception to have. Then,
bién lo es Schwintowski, 1996: VII, y 143 ss. our conception of these effects is the whole of our conception of the object".
Una versión previa y más fácil de entender es la siguiente: "Una regla con
12
Para citar a unos pocos, Buchstein, 2004; Hattich, 1985. la que se pueden evitar mejor las trampas del lenguaje es la siguiente: ¿hay
13
Para citar a unos pocos, Bóckenfórde, 1987a y 1987b; cf. también Benda, cosas que en la práctica cumplen la misma función? Entonces denomínalas
1985. con la misma palabra. ¿No cumplen la misma función? Entonces establece
14
La igualdad como primeridad es más bien la cualidad del Estado Social de una distinción". Peirce [1871], CP 8.33 = W 2:483 = EP 1, 102 = Ap 130).
Derecho, quizá también la del Estado socialista. ¿Será por eso que Schmitt Cf. también, a propósito de la máxima pragmatista, Lege, 1999: 156 y ss.,
(1928: 226 y ss.) definió la democracia en términos de igualdad? 161 y ss., 164y ss.

352 353
La democracia es libertad, autonomía, la participación justa de to- alemana Leute (gente) viene de l a p a l a b r a griega eleutheros,
dos, y en general algo bueno. Aparte de eso existen varias clases,
como por ejemplo la democracia representativa, la directa, la libe- es decir libre. 21

ral, la deliberativa, etc. A h o r a bien, e n efecto l a Corte Constitucional Federal con-


sideró que sólo los ciudadanos alemanes tienen derecho a l
Por supuesto que nadie tiene u n a idea t a n ingenua de lo voto. Se argumentó que
que es l a democracia, así que l a podemos pasar por alto.
E l segundo nivel de claridad comienza c o n l a definición. [...] la esencia de la democracia, en todo caso la de la democracia
Democracia significa "soberanía del pueblo", ateniéndose a l a parlamentaria-representativa de la Carta Fundamental, consiste
en que todo poder soberano se pueda remontar a la voluntad de los
etimología de l a palabra. Naturalmente se debe añadir de i n -
ciudadanos en una "cadena de legitimación ininterrumpida". 22

mediato: ¿qué significa soberanía, y quién es el pueblo? Que-


remos comenzar con l a segunda pregunta.
Se dijo también que l a cadena, en el ámbito del poder Eje-
cutivo, es como sigue: votantes-Parlamento-conformación del
a) ¿Quién es el pueblo?
gobierno-administración con autoridad jerárquica desde arri-
b a h a c i a abajo. Y a que l a actividad de los municipios es poder
E n l a tercera revolución alemana incompleta, l a revolución
17

soberano y ejecutivo, aquélla puede ser legitimada sólo por l a


de 1989, las personas de l a R D A (República Democrática Ale-
ciudadanía. E s decir, allí sólo tienen derecho a l voto los c i u -
mana) recorrieron l a calle con l a consigna "nosotros somos el
dadanos alemanes. Me parece que este es u n punto de vista
pueblo" —nosotros, no el aparato de funcionarios de l a "de-
mocracia popular" socialista. m u y "teorético". 23

E n l a vieja República Federal A l e m a n a también se reflexio-


nó sobre el concepto de pueblo (en griego, demos), s i bien más b) ¿Qué es la soberanía democrática?
sutilmente. Así, l a Corte Constitucional Federal tuvo que
18

decidir s i el hecho de que, en u n municipio, no sólo los c i u - También se puede abordar l a segunda característica del con-
dadanos alemanes, sino también los habitantes c o n c i u d a - cepto de democracia, l a soberanía, de m a n e r a teorética, es
danía extranjera tuvieren derecho a l voto p a r a elecciones a l decir, desde l a definición. Democracia significa soberanía del
Concejo M u n i c i p a l contradice o no el principio democrático pueblo, pero ¿sobre quién? Pues posiblemente sobre sí m i s -
de l a C a r t a F u n d a m e n t a l (Artículo 20, parágrafos 1 y 2). E n19
mo. L a democracia es entonces algo así como autodominio:
opinión de los demandantes se presentó tal contradicción, y autogobierno, autolegislación, autogestión. Pero entonces, el
el derecho a l voto de los extranjeros era por lo tanto incons- conjunto de aquellos que están involucrados en u n a decisión,
titucional, interpretando demos, e n el sentido del artículo 20 ¿no tendría que corresponder de l a manera más exacta posible
de l a C a r t a Básica, como referido solamente a los ciudadanos, al grupo de aquellos que se ven afectados por l a decisión, de
no a l a "gente del l u g a r " . Dicho sea de paso que l a p a l a b r a
20
manera que a l nivel de los municipios de hecho todos los que

Con respecto a este punto, cf. Fromme, 2000.


21
Muge, 1883: 572.
BöckenfBrde (1987a y 1987b) es el autor con mayor influencia en la dis-
cusión jurídica —y no menos por haber tenido parte directa en la decisión 22
BVerfGE 83, 60 (72 y s.). Antes de eso, Bóckenforde, 1987a: Rdnr. 16, 26
mencionada, en su calidad de magistrado del Bundesverfassungsgericht f.; y 1987b: Rdnr. 15.
(Corte Constitucional Federal). 23
Teorético porque se extraen consecuencias prácticas a partir de una defini-
Corte Constitucional Federal (BVerfG), sentencia del 31. 10. 1990 —2 BvF ción determinada, de una determinada manera de ver [theoria significa lite-
3/89—, Resoluciones de la Corte Constitucional Federal, compilación ofi- ralmente el mirar, la contemplación). Por otra parte, la Corte Constitucional
cial, tomo 83, 60 y ss. (BVerfGE 83, 60). pasa por alto la segunda "cadena de legitimación ininterrumpida" (votantes-
formulación parlamentaria de una voluntad-ley). ¿Por qué no podría una ley
Al respecto cf. el particularmente atinado y polémico escrito de Bryde (1994). (departamental) prever la participación de "conciudadanos" extranjeros?

354 355
allí viven, l a gente del l u g a r , tendrían que elegir, adrrrinistrar
24 voluntad de masas en los engranajes de l a democracia repre-
y configurar conjuntamente? Esto también salta a l a vista e n sentativa. A m b a s cosas s o n a l final u n razonamiento i n a d -
28

l a teoría de m a n e r a inmediata. Se podría llamar a esto u n a misible, que partiendo de l a idea del consenso hipotético de
concepción de l a "democracia desde abajo", mientras que l a todos — e l c u a l de hecho es l a última instancia de l a verdad
Corte Constitucional Federal concibe u n a suerte de "democra- científica (a l a que tiene que seguir el consenso)— es llevado
cia desde arriba". h a s t a las posibilidades realmente existentes de obtener con-
senso político, o por lo menos mayorías. L a finalidad de l a
29

c) Especialmente: ¿la democracia garantiza la democracia no es pues l a verdad, sino el poder político: Auc-
corrección? toritas non ventas finís democratiae (la autoridad — n o l a
30

verdad— es l a finalidad de l a democracia).


Ciertamente se puede proceder teoréticamente a l final, t a m - Se podría objetar lo siguiente: ¿quién dice entonces qué es
bién cuando del concepto de democracia, de s u definición des- objetivamente correcto, en l a política, sino l a democracia? ¿Un
criptiva, se extraen consecuencias filosófico- normativas, q u i - individuo? ¿Un rey o reina-filósofo? A h o r a bien, justamente
zá de l a siguiente clase: s i l a democracia es " l a soberanía del porque el individuo, por m o r de l a libertad, es l a última i n s -
pueblo sobre sí mismo", es decir, es l a identidad de regentes y tancia de l a corrección m o r a l , el consenso de todos puede
31

regidos, entonces se alcanza el más alto grado de l a correc-


25 ser con m u c h o el resultado, no l a condición de l a corrección
ción cuando se llega a u n a decisión unánime, a l consenso de m o r a l —corrección m o r a l que reclama ser corrección objeti-
todos. E n cierta medida esto es correcto: en términos formales vo-material. E n lo que a ésta respecta, se debería trazar u n a
no puede sucederle n a d a injusto a nadie a l consentir todos. línea que l a separe de l a verdad.
Pero esto no significa que l a voluntad común también tome Peirce —acudiendo por tercera vez a él e n b u s c a de conse-
u n a decisión materialmente correcta; digamos, por ejemplo, j o — dice acerca de l a verdad: " L a opinión a l a que el destino
sobre guerra y paz. L a mayoría puede equivocarse, incluso le h a prescrito ser aceptada finalmente por c a d a uno de los
todos pueden equivocarse — h a s t a R o u s s e a u reconoce esto investigadores es aquello que entendemos por verdad, y el
con s u distinción entre volonté genérale (voluntad general) y objeto que se representa mediante esta opinión es lo r e a l " . 32

volonté de tous (voluntad de todos). 26


La verdad sigue a la realidad, y el consenso sigue a la verdad;
Precisamente por eso se está equivocado cuando u n o opi- éste es por esta razón l a última instancia de l a verdad, pero no
n a que se puede, incluso que se debe, lograr que el consenso s u criterio. (Del mismo modo e n que los tribunales más altos
fáctico, o las mayorías que h a n de ser alcanzadas /ácueamen- también pueden equivocarse). E l consenso último, definitivo,
te, generen el grado más alto posible de veracidad material a se produciría in the long run, cuando todos h a y a n empleado
través de precauciones institucionales apropiadas, y a sea abo- suficiente tiempo y esfuerzo p a r a verificar l a cuestión. Pre- 33

gando como Habermas por hacer realidad discursos ideales, 27 cisamente por eso el camino h a c i a l a verdad no conduce d i -
o abogando como Zippelius por educar sobre l a realidad a l a
28
Zippelius (1969), particularmente § 23 IIy (1982), particularmente § 20IV,
32 II; cf. Maunz; Zippelius (1998), § 11 ID y IV.
29
Podría decirse en términos kantianos lo siguiente: la idea de corrección se
M
Cf. la nota 20. tergiversa convirtiéndola en ideal, y el imprescindible uso regulativo de la
25
Según la aguda formulación de Schmitt, 1928: 234. razón se convierte en un inadmisible uso constitutivo de la razón; cf. Kant,
26
Rousseau, 1762: espec. II 3. 1781: B 699 y ss.; cf. también Lege, 1990: 224.
27
A propósito de la "situación discursiva ideal", cf. Habermas, 1973: 174 y
30
Parafraseando a Hobbes (1651: cap. 26, p. 202): Auctoritas non ventasfacit
ss.; a propósito de la ética del discurso, Habermas, 1983ay 1983b; a propó- legem (la autoridad, no la verdad, hace la ley).
sito de la aplicación de sus teorías a lafilosofíadel derecho, Habermas, 31
Cf. Zippelius, 1994: cap. 14.
1992, y, allí mismo, a propósito de la democracia, cf. capítulo VH; cf. Página 32
Cf. Peirce, 1878: CP 5.407 = W 3:273 = EP 1, 139 = Ap 205.
353 para una argumentación explícita en contra de la "democracia com-
petitiva". 33
Cf. Peirce, 1877: CP 5.384 = W 3:254 = EP 1, 120 y s. = Ap 166 y ss.; sobre

356 357
grupo que h a s t a entonces h a y a sido minoritario siempre de-
rectamente a través del consenso, sino n a d a más a través de
las cosas m i s m a s , pues aquí aplica l a siguiente paradoja: sólo be tener l a oportunidad real de llegar a ser algún día l a m a -
se puede alcanzar el consenso cuando no se está buscándo- yoría. C o n esto hemos llegado a los conceptos pragmáticos de
lo directamente, y tanto más se fracasa en alcanzarlo cuanto democracia.
más se le quiere conseguir directamente. 34

CONCEPTOS PRAGMÁTICOS DE DEMOCRACIA


Las reflexiones de Peirce aluden a l a ciencia. ¿Qué se sigue
de ellos e n conexión con l a democracia? E s incierto s i e n l a
política hay u n a idea de corrección material que corresponda Por lo anterior me remito a h o r a a m i pregunta de partida: ¿vi-
a l a idea de verdad. Incluso s i l a hubiera, n i l a democracia n i vimos todavía en u n a democracia en Alemania? L a respuesta
el consenso fáctico serían el garante de esta corrección m a - del j u r i s t a reza, como es obvio, "depende".
terial — p o r eso es p u r a teoría cuando se especula acerca de
cómo se acerca u n o tanto como sea posible a l consenso como a) Popper: cambio de gobierno sin violencia
ideal.
U n a primera definición pragmática de democracia proviene
Parece que otra teoría de l a democracia es más apropiada
de K a r l R a i m u n d Popper: l a democracia es aquella forma de
en conexión con l a praxis. Democracia es l a forma de organi-
zación que hace posible l a competencia libre por el poder po- soberanía e n l a que es posible cambiar a los soberanos s i n
lítico — y justamente porque nadie puede saber, en el campo derramamiento de sangre. Ésta es —según Popper — l a gran
de lo político, cuál es l a solución correcta o siquiera l a mejor. ventaja de l a democracia, y no el hecho de que l a mayoría es-
Por consiguiente viene a l caso el querer, l a autodetermina- té en lo cierto. 37

ción. Esto tiene e n primer lugar u n a consecuencia agradable: S i se adopta l a definición de Popper, entonces parece a p r i -
l a democracia es u n valor e n sí mismo, es u n fin e n sí mismo m e r a v i s t a que en A l e m a n i a vivimos sin d u d a e n u n a demo-
{¡el camino es la meta!}, del mismo modo en que e n el caso de cracia: las elecciones tienen lugar periódicamente, y a través
los hombres particulares l a autonomía es u n fin e n sí mismo de ellas remplazamos a K o h l por Schroder, y a Schróder por
(según Kant, l a dignidad h u m a n a se b a s a e n ello). L a de-
35 Merkel, y esto sucede s i n violencia. Por otra parte, justamente
mocracia como autodeterminación garantiza—no, más bien: el mtimo cambio de gobierno e n Berlín h a mostrado que n a d a
l a democracia "es l a más alta medida alcanzable de correc- h a cambiado en absoluto: l a soberanía en el sistema político
ción política" (claro está, y p a r a repetirlo, de corrección mera- es manejada por u n a clase de políticos profesionales que se
mente formal). 36 h a n alejado marcadamente del pueblo y que incluso perma-
nece luego e n el poder luego de l a derrota: se o c u p a u n cargo
E n l a práctica esto tiene u n a consecuencia algo más incó-
moda: l a competencia política n u n c a puede terminar, de lo público en l a oposición. S i no se puede cambiar n a d a de es-
38

contrario se desvanece aquella corrección. Por esta razón l a te estado o constitución real de l a c o m u n i d a d s i n derrama-
competencia debe ser protegida de aquellos que pretenden miento de sangre, entonces tendríamos derecho a dudar que
s u p r i m i r l a a través de medios democráticos. .Y ante todo el en l a práctica sea democrático.

la expresión in the long run, véase Lege, 1999: 192, donde presenta argu-
mentos adicionales.
Cf. Lege, 1999: 193 y s.
Kant, 1785: S. 9-102. Segunda parte, especialmente A 61 y ss., 77 y ss.
Si la democracia pretendiera garantizar corrección material también, és- 37
Popper, 1945: 124 y s., y 1957: 149 y s.
ta debería someterse a una ley correspondiente del actuar correcto —de la 38
Cf. Böckenförde, 1987a: Rdnr. 19, a propósito del cargo público como ca-
misma manera en que la voluntad libre kantiana se somete al imperativo tegoría central de la representación democrática.
categórico, en su calidad de ley moral.

359
358
b) Virginia Bill of Rights: volver a la fila s u imagen ideal de l a democracia a l a actualidad? Los argu-
mentos en contra de eso s o n los siguientes: el Estado moder-
Las dudas se intensifican cuando se adopta u n a segunda de- no se h a puesto u n a agenda t a n exigente que debe a c u m u l a r
finición pragmática de l a democracia. Ésta proviene del Vir- y tener preparada e n s u s organismos u n a cantidad notable
ginia Bill ofRights de 1776, y a m i parecer es l a más bella
39
de conocimiento material y especializado. Por eso necesita
definición de l a democracia entre todas. E l pueblo de Virginia u n aparato fijo de funcionarios públicos, por lo menos en el
declara—-así dice e n e l n u m e r a l 2 — "que todo poder político Ejecutivo (los cuales, por cierto, deberían ser neutrales). Pe-
proviene y se deriva del pueblo; que los funcionarios públi- ro también l a actividad e n u n poder Legislativo —que está
cos son sus agentes de b u e n a fe y sus servidores, que deben tan engranado con el poder Ejecutivo y gubernamental como
rendirle cuentas e n todo momento". E l n u m e r a l 5 contiene los parlamentos modernos— presupone tanto conocimiento
además l a declaración de que definitivamente h a y que hacer de l a política u n oficio, a 42

menos que esté a l alcance de u n o , que u n o pertenezca a u n a


[...] que el poder Legislativo y el Ejecutivo deben estar separados y clase de ricos y educados (así como en los tiempos de K a n t y
diferenciados del Judicial, y que para evitar que los miembros de del Virginia Bill ofRights). U n a democracia s i n políticos pro-
los dos primeros poderes caigan en tendencias opresoras se hará
fesionales solidificaría tal soberanía de clase, de m a n e r a que
que tomen parte en y experimenten las preocupaciones del pue-
blo; es decir, ellos deben ser regresados a la vida privada después sería posible decir lo siguiente, p a r a justificar el estado de co-
de un periodo determinado; regresar al ente del que fueron toma- sas actual: definitivamente es necesario que exista u n a clase
dos originalmente. 40
política, p a r a que el ascenso desde las clases bajas sea posi-
ble, y con esto s u representación e n el Parlamento. 43

S i se adopta también esta definición, e n el caso de l a de- Entonces, ¿vivimos todavía e n u n a democracia? S i u n o se
m o c r a c i a federal-republicana a l e m a n a difícilmente se está centra e n el hecho de que existe u n a clase política separada
hablando de u n a democracia verdadera: el poder Ejecutivo de las demás, entonces seguramente no. Más bien u n o ten-
está e n las manos de funcionarios públicos profesionales, el dría que llamarle a nuestro sistema político oligarquía libe-
poder Legislativo e n l a s manos de políticos profesionales, y ral. C u a n d o por el contrario u n o se pregunta s i por principio
44

de todos modos ambos poderes no están separados, sino en- cualquiera, independientemente de s u origen, puede ingresar
redados entre sí de m u c h a s m a n e r a s . 41
a esta clase política y convertirse dentro de ella en el canciller
federal, entonces u n o puede a d u r a s penas imaginarse algo
45

c) La política como profesión: democracia para trepadores más democrático que eso.

Por otra parte u n o debe preguntarse s i l a definición del Vir- LO INJUSTO DE LA DEMOCRACIA
ginia Bill ofRights todavía tiene validez. ¿Puede extrapolarse
T a l vez por lo anterior no sea t a n importante l a pregunta de
s i u n o vive o no e n u n a democracia. E s más importante tener
Citado según <http://www.verfassungen.de/us/va/index.títm> (se accedió
a la página el 24 de noviembre de 2006) (traducción de J.L).
claro que las democracias s o n e n cierta m e d i d a algo trágico, 46

El texto continúa de la siguiente manera: "und dass die freigewordenen


Plätze wieder aufgefüllt werden sollten durch häufige, sichere und regel-
mäßige Wahlen, bei denen alle oder einige der bisherigen Mitglieder nach
42
Cf. Weber, 1919.
Maßgabe des Gesetzes erneut wählbar sind oder nicht mehr wählbar" ("y 43
Dicho sea de paso que en una democracia no hay nada como la represen-
que los cupos que queden libres deberán ser ocupados mediante eleccio- tación de muchos débiles para llegar a adquirir mucho poder.
nes frecuentes, seguras y regulares, en las cuales, y de conformidad con la 44
Cf. Zolo, 1998.
ley, todos o parte de los hasta ese momento miembros serán elegibles o se 45
El ex canciller federal Gerhard Schróder siempre supo señalar cuestiones
les prescribirá l a participación"). importantes mediante la alusión a su origen humilde.
Cf. Hesse, 1966: Rdnr. 475 y ss.; Maunz y Zippelius, 1998: § 13 IH 1. 46
Trágico porque "quien gana pierde en el mismo instante" (según el reparo

360 361
también e n l a medida e n que s o n típicamente griegas. Ade- k'agathós, bellos y virtuosos; en l a realidad más bien lo son los
más se debería tener e n cuenta que l a frontera entre trage- persistentes y los que tienen contactos) en todo caso siempre
d i a e injusticia es u n a cuestión m u y política: l a cuestión del son aquellos que no sólo tienen capacidades p a r a algo, sino
poder p a r a definir lo justo y lo i n j u s t o .47
que también pueden venderlo. Los que no tienen este talento
quedan por lo anterior necesariamente m a l representados o
a) La competencia produce perdedores incluso marginados. Además de esto, los medios constituyen
u n gran peligro: éstos les facilitan l a consecución de poder
Lo injusto de l a democracia consiste en que forzosamente ge- político a aquellos c u y a gritería promete cobrar l a mayor re-
nera perdedores, precisamente porque hay competencia, y es- sonancia y h a c e n que otros se vayan con las manos vacías.
to sucede e n tres planos: el primer plano es aquel e n el c u a l
se decide formalmente sobre el derecho a l acceso a l a com- bj ¿Qué hacer con los perdedores?
petencia y también sobre quién debe ser excluido de ella. Así,
Kant solamente consideraba habilitados p a r a votar a los eco- E n este momento me interesan estos perdedores del tercer
nómicamente independientes, las mujeres carecieron del de-
48
plano, que s o n los perdedores a posteriori, por así decir. ¿No
recho a l voto e n casi todas partes h a s t a entrado el siglo X X , 4 9
es injusto que queden e n desventaja aquellos que no pueden
y hoy e n día carecen de él los riiños y los jóvenes. Quienes 50
hacerse notar e n el proceso político de l a realidad? E n el c a -
están excluidos de e s t a m a n e r a son h a s t a cierto punto perde- so de Alemania, piénsese en l a l l a m a d a Generation Praktikum
dores a priori. (generación pasantía), es decir, en l a generación de los acadé-
E l segundo plano es el de los procesos políticos: es l a com- micos que r o n d a n los 30 años. Hoy e n día esta generación
51

petencia por el favor de los votantes y por l a aprobación polí- tiene a duras penas l a oportunidad de iniciar adecuadamen-
tica. Aquí hay que b u s c a r consuelo frente a las derrotas, e n te l a vida laboral, está por consiguiente frustrada, y s i n e m -
l a medida en que exista l a posibilidad de que los perdedores bargo h a y probablemente m u y pocos como p a r a llamar l a
52

de hoy sean los ganadores de mañana —de cierto modo per- atención de los medios. P a r a rematar, le parecen privilegiados
dedores por temporada. Y a hemos visto eso y s u e n a bien den- a l a gran m a s a , de c u y a acción depende todo. Por esta razón
tro de l a teoría. también l a política se fija poco en ellos — s i acaso, se o c u p a
E n l a praxis se m u e s t r a lo injusto (¿o trágico?) e n u n ter- del problema derivado, que consiste en que n a c e n demasiado
cer plano: l a democracia prefiere por fuerza a aquellos que pocos niños. 53

tienen talento p a r a l a competencia política (en el caso ideal lo U n a idea tentativa p a r a solucionar el problema de los per-
son los eficientes y brillantes —los griegos h a b l a b a n de kalós dedores del tercer plano consiste e n lo siguiente: debe velar-
se por que también ellos sean representados suficientemente

y definición de Carlos Herrera en la discusión que tuvo lugar inmediata-


mente después de mi ponencia): en realidad, aquel que se impone en la de- El término generación pasantía fue acuñado de manera evidente por Stolz
mocracia, si bien aumenta su poder, ve reducidas su legitimidad y la con- (2005). Cf. también Lohre (2006). Mientras tanto, DerSpiegél también le ha
fianza que se deposita en él. La legitimidad prima facie (a primera vista) de dedicado un titular a la generación pasantía (No. 3 1 , 3 1 de julio de 2006).
la minoría, que hasta ese momento había sido oprimida, le cede su lugar a i2
Téngase en cuenta: durante los años sesenta la juventud constituía de le-
la desconfianza ante todo gobierno. En cierta medida el bueno se convierte jos la mayoría en Europa y en los EE.UU., como resultado de la Segunda
en malo. Guerra Mundial; por esta razón representaba un poder no sólo político, si-
Aludo a Shklar (1990) y Nussbaum (2003), especialmente en el capítulo no también económico (poder de demanda —Cf. Kerber, 1989 a propósito
811. del poder de demanda en general). Sin este poder de demanda, la cultura
Kant, 1797, Doctrina del derecho, § 46, A 166 y s./B 196 y s. pop de aquellos tiempos no habría podido imponerse tan revolucionaria-
mente.
Cf. Rosenbusch (1998) a propósito del derecho femenino al voto. 53
La cuestión demográfica —sobreenvejecirniento de la sociedad, carencia de
Cf. Zippelius y Würtenberger (2005: § 39 n 5) en relación con la discusión descendencia— constituye en este momento uno de los temas más impor-
sobre el derecho infantil y familiar al voto en Alemania. tantes en Alemania.

362 363
en donde sea necesario —precisamente cuando no pueden tivo de representar lo más iirilimétricamente posible todos los
hacerse notar satisfactoriamente a c a u s a de desventajas es- intereses en el Parlamento es, por el contrario, u n ideal ávido
tructurales. Ésta es l a idea de, por ejemplo, las regulacio-
54
de armonía que más bien podría obstaculizar u n a represen-
nes con respecto a l a cuota. N a d a más queda l a siguiente tación efectiva de todos los intereses in the long run (la actual
pregunta: ¿quién decide qué grupos de intereses deben ser G r a n Coalición podría ser u n indicio de lo anterior). Quizá l a
57

representados en qué medida? E l pueblo mismo, o el proceso idea de l a representación es n a d a menos que lo contrario de
político tradicional, no parece poder hacerlo siempre de m a - l a competencia, de todos modos. Presupone por así decir u n a
nera adecuada. torta de poder político que h a de repartirse con j u s t i c i a entre
O t r a idea sería l a de reconocer que el proceso político —to- los interesados. No se trata de obtener poder político origina-
do proceso político, i n c l u i d a l a democracia— no puede lograr rio en el distrito electoral, por así decir, desde abajo, y luego
l a j u s t i c i a perfecta, n i u n a situación en l a que todo el m u n d o injertarlo en el Parlamento. Más bien, l a representación está
esté contento. Siempre habrá perdedores (e incluso cuando pensada desde arriba, es participar en el poder político de u n a
no los haya, siempre habrá envidiosos). Por ello n i siquiera se m a n e r a derivada, a l a m a n e r a del Estado Social de Derecho
debería intentar bosquejar u n a democracia en l a que todos (Sozialstaatsprinzip). Finalmente es u n principio corporativo,
los intereses estén óptimamente representados de t a l mane- y en todo caso premoderno (¡a diferencia de l a competencia!).
r a que no h a y a perdedores. Por el contrario: desde u n punto Pero los alemanes, como dijo u n colega hace poco, más que l a
de vista filosófico, l a derrota es parte de l a competencia, de libertad, tal vez anhelan con mayor ímpetu u n m o n a r c a i l u s -
l a segundidad de l a democracia, y por ello también l a derrota trado que reparta todo equitativamente, incluso l a participa-
debe estar representada efectivamente en a l g u n a parte (por
55
ción en el proceso político. Según esto, l a libertad ocupa más
así decir, debe encontrar s u terceridad). o menos el puesto 19 en n u e s t r a escala de valores, y t a l vez
58

No estoy m u y seguro, pero creo que esta reflexión es u n el hecho de que l a gente entienda m a l l a democracia h a y a que
argumento a favor del derecho a l voto mayoritario, en el que atóbuírselo a que o c u p a u n lugar más alto. 59

solamente quienes apoyan a l parlamentario victorioso e n el


distrito electoral parecen tener éxito, mientras quienes apo-
y a n a los competidores se quedan " s i n s u pedazo de t o r t a " . 56

Este sistema de sufragio por mayorías pone e n claro que los


intereses de muchos sectores sociales no están representados
en el Parlamento, situación que queda establecida y se m a n -
tiene durante u n periodo electoral. Lo anterior es duro, pero 37
Una gran coalición, compuesta por el CDU/CSUy el SPD. Desde entonces,
la política alemana no se distingue precisamente por su entusiasmo para
justo, porque constituye u n acicate p a r a l a siguiente l u c h a . E l tomar decisiones, tal vez de cara a reformas importantes. Además resulta
sistema de representación proporcional alemán, con s u obje- particularmente característico el hecho de que el vicecanciller Franz Mün-
tefering, después de un año de gobierno, considerara injusto, en vista de
las nuevas circunstancias, someter a examen a los partidos en relación con
Cf. Foljanty, 2006, a propósito de la compensación de desventajas estruc- sus promesas electorales [Tagesspiegel del 29 de agosto de 2006).
turales mediante la representación. 58
Esto según una encuesta llevada a cabo en 2005. Angela Merkel respondió
Real en el sentido hegeliano: la derrota debe seguir siendo real para poder a lo anterior, durante la lectura de su plan de gobierno del 30. 11. 2005,
ser efectiva. con el lema "Mehr Freiheit wagen"[atreverse a ser más libre], variando el
Cf. Hesse (1966: Rdnr. 147), quien desde siempre ha sido critico frente al conocido "Mehr Demokratie wagen" [atreverse a tener más democracia] de
derecho al voto por cuotas. El argumento reza como sigue: el favorecimiento Willy Brandt.
de un sistema multipartidista implica peligro de mayorías inciertas y gobier- 39
En los últimos tiempos, los alemanes están cada vez más insatisfechos con
nos inestables, lo que a su vez acarrea coaliciones forzosas, disminución de la democracia: en Alemania Occidental, sólo el 53%; en Alemania Orien-
la influencia del votante en la conformación del gobierno, y debilitamiento tal, a durísimas penas el 32% (durante 2005 las cifras ascendían al 64% y
de la conexión entre diputados y votantes; cf. también Maunz y Zippelius 42%, respectivamente; fuente: ARD DeutschlandTrend, noviembre de 2006
(1998: § 39 I 3, S. 282), donde és'reconocible una simpatía por el derecho —<http://www.infratest-dimap.de/?id=16#ue5>—, se accedió a la página
al voto de mayorías. el 24 de noviembre de 2006).

364 365
III. D E R E C H O Y DEMOCRACIA: APOLOGÍA D E U N PLAN B
corrientes sociales, dependiendo de s u importancia. E s t a s i -
tuación debe ser garantizada ante todo por los consejos de r a -
diodifusión, que son u n órgano de l a emisora. Por ejemplo, el
Los alemanes —yo también— tienden a despedazarse a sí
Consejo de Radiodifusión de l a Radiodifusora Nortealemana
mismos. Por eso quiero ahora dirigir m i polémica h a c i a a l -
(Norddeutscher Rundfunk) consta de máximo 58 miembros,
go positivo. H a y sociedades en las que l a democracia perfec-
repartidos de l a siguiente m a n e r a : los parlamentos departa-
64

ta no puede llegar a realizarse. Quizá sean todas las que no


mentales (de Hamburgo, Mecklenburgo-Pomerania occiden-
s o n realmente autárquicas. E n esos casos el derecho po-
60

tal, Baja Sajonia y Schleswig-Holstein) envían 11 delegados,


dría ser u n a b u e n a alternativa. Nosotros los alemanes no
las iglesias católica y evangélica envían cada u n a dos delega-
tuvimos malas experiencias c o n eso e n el siglo XIX. E l E s t a -
dos, l a c o m u n i d a d judía u n delegado, cuatro los sindicatos,
do de Derecho, aquel p l a n B típicamente alemán a falta de
tres las asociaciones de empleadores, tres las j u n t a s femeni-
democracia, creó por u n lado ámbitos de libertad negativa
61

nas departamentales, y el resto representan a u n a asociación


frente a l Estado, y por otro, e n calidad de Estado constitucio-
de campesinos, dos federaciones deportivas, l a sociedad de
n a l , creó notables derechos de participación en m u c h o s p r i n -
trabajo de las federaciones centrales comunales, u n a asocia-
cipados alemanes. 62

ción de propietarios de finca raíz y u n a organización de dere-


chos del consumidor, asociaciones de l a beneficencia pública
LA COMBINACIÓN DE DERECHO Y DEMOCRACIA voluntaria, Caritas, el Bienestar Familiar y l a Asociación De-
partamental de Padres de Familia, R o b i n Wood E.V. y l a Aso-
Observemos primero u n área de l a realidad alemana a c t u a l ciación Departamental de Protección de l a Naturaleza, u n g r u -
en donde en cierta m e d i d a el derecho se antepone a l a demo- po de trabajo de artes plásticas, l a Sociedad de Escritores y el
cracia, s i bien por m o r de l a democracia. Se trata de l a deno- Consejo M u s i c a l Departamental, asociaciones de víctimas de
m i n a d a autogestión funcional. 63
A diferencia de l a autoges- l a guerra, discapacitados, extranjeros, l a tercera edad, l a Aso-
tión comunal, de l a que nos ocupamos más a r r i b a (palabras ciación de Víctimas del Estalinismo, etc. D i c h o sea al margen
clave: municipios, ciudadanos del municipio), es el Estado el que las universidades no están representadas.
que organiza e n este caso l a participación de los interesados
en las decisiones relacionadas con determinados ámbitos de E l gran problema de toda democracia de los interesados es,
casos (Funktionerí). naturalmente, el siguiente: ¿quién decide quién puede partici-
par en l a toma de decisiones y e n qué grado? ¿Quién establece
U n ejemplo lo constituyen las centrales de radiodifusión.
qué grupo de intereses, a través de quién y con qué fuerza, es
E n el ámbito de l a radiodifusión pública no sólo deben tener
representado? E n u n a democracia finalmente se tendrá que
l a p a l a b r a aquellos que de todos modos son fuertes, e n espe-
ceder l a decisión a l legislador parlamentario, e n vista de que
cial política y económicamente, sino en lo posible todas las
los conocimientos de los interesados no otorgan legitimidad
política por sí solos. E l legislador debe regular l a conforma-
"¡Sin autarquía no hay autonomía!". Cf. Zippelius, 1969: §§ 3 III 1, 31 I 1, ción de, por ejemplo, consejos de radiodifusión.
38II. Véase, también acerca de la autarquía, Aristóteles, Política, 12 (1252b
29 ss.), n 2 (1261b 10 ff.), IV 4 (1291a 10), VI 8 (1321b 17); VII 4 (1326b 3
y ss.).
Cf. Al respecto Lege, 2007a, al final. 64
§ 17 del contrato estatal sobre el Norddeutscher Rundfunk (Radiodifuso-
Frotscher y Pieroth, 2003: especialmente § 9 y 14. ra del Norte de Alemania), 17 y 18 de diciembre de 1991, acordado por.los
Cf. al respecto tal vez BVerfG, Resolución del 24 de mayo de 1995 —2 BvF Länder (departamentos) Hamburgo, Mecklenburgo-Pommerania Occiden-
1/92— , BVerfGE 93, 37 —Ley de Participación en Decisiones Schleswig- tal, Baja Sajonia y Schleswig-Holstein. Gaceta de Leyes y Decretos de Mec-
Holstein—. Previamente había ya alusiones en Böckenförde, 1987a: Rdnr. klenburgo-Pomerania Occidental (GVOB1. M-V) 1992, p. 78, modificado me-
37 f. (cf. nota 18); Cf. Emde (1991), discípulo de Böckenförde, para obser- diante contrato estatal de modificaciones del 11 de enero de 2005 (GVOB1.
vaciones críticas; véase también Jestaedt (1993) y Waechter (1994) para M-V S. 46). De conformidad con el § 17 sección 2 NDR-StV, está prevista
observaciones críticas. una cuota de participación femenina.

366 367
Otro interrogante es el de s i el legislador es completamente jos de radiodifusión l a mayoría l a tuvieran, por decir algo, los
libre a l hacerlo. Argumentos en contra: c o n l a transferencia representantes de las víctimas del estalinismo?
del poder soberano a los órganos de autogestión se abandona
el ámbito de l a legitimación democrática directa, es decir, de ESTADO DE DERECHO A FALTA DE DEMOCRACIA: EXPERIENCIAS
l a legitimación por medio del proceso estatal-parlamentario- EXTRAÍDAS DE LA HISTORIA ALEMANA
político. E n ciertos casos el Estado más bien transfiere a cier-
tos actores el derecho de tomar decisiones (conjuntamente) S i se observa el Consejo de Radiodifusión, se establecen p a -
no sólo a título personal, sino por los demás. Estos actores ralelos sorprendentes con los parlamentos autónomos en las
no están precisamente legitimados políticamente, sino más Constituciones alemanas del siglo XIX. Por ejemplo, l a segun-
bien mediante s u cercanía c o n el asunto o el grado en que d a cámara del Parlamento e n Württenberg, según l a Cons-
se ven afectados. Pero por mor de estos otros debe exigirse titución de 1919, constaba de 94 miembros, asignados de l a
después que los elegidos por el Estado demuestren verdade- siguiente manera: trece delegados de l a nobleza caballeresca,
ramente cercanía c o n el asunto y verse afectados, y que e n seis representantes de l a Iglesia protestante, tres represen-
función de estas dos cosas, no estén n i poco n i excesivamen- tantes de l a católica, el rector de l a universidad del principa-
te representados. 65
do, siete representantes de las ciudades (Stuttgart, Tübingen,
Lo que nos conduce de nuevo a l a pregunta: ¿quién h a de Ludwigsburg, Ellwangen, U l m , H e i l b r o n n y Reutlingen) y 64
decidir s i h a y o no legitimación por cercanía con el asunto, diputados de los distritos políticos (¡que eran directamente ele-
como no sea el legislador? L a respuesta sólo puede ser l a s i - gidos por el pueblo!). 68

guiente: el derecho, en l a m e d i d a en que compromete a l legis- E s t a cámara departamental se diferencia del Consejo de
lador, es decir, l a Constitución (o l a Corte Constitucional). E n Radiodifusión e n u n a sola cosa: el pueblo no constituyó l a
principio tendrá que concedérsele a l legislador u n gran m a r - primera, n i siquiera mdirectamente, a través de u n legislador
gen de m a n i o b r a p a r a emitir u n dictamen. Pero a l final debe parlamentario, sino l a constituyó el príncipe (más exactamen-
poderse examinar s u gestión a l a l u z de las prescripciones que te, u n tratado del príncipe con los diferentes estamentos). Los
l a Constitución contiene en relación con el asunto respectivo, estados alemanes del siglo X I X simplemente no eran, por fal-
como por ejemplo e n el caso de l a ciencia en el artículo quinto, t a de soberanía popular, democracias en sentido estricto. No
parágrafo tercero de l a C a r t a M a g n a . Debe verificarse espe-
66
obstante, a l a Constitución de Württenberg h a y que recono-
cialmente s i l a libertad consagrada constitucionalmente de- cerle elementos democráticos, tanto más e n caso de definir
be ser protegida de l a heteronomía; por ejemplo, s i debe ser democracia como l a participación más efectiva posible de los
protegida de l a potestad de u n a organización que tiene gran interesados e n decisiones que les afectan. Y s i e n este caso el
experiencia, s i bien no e n el campo involucrado. Por ejem-
57
pueblo, entendido como l a s u m a de todos, no tiene l a capaci-
plo, ¿cómo habría de calificarse el hecho de que e n los conse- d a d de constituir (¡Constitución!) esa participación efectiva,
debe entonces hacerlo algún otro: precisamente él garantiza
En otras palabras: si el legislador permite que en ciertos casos grupos de desde arriba u n a democracia desde abajo.
intereses no legitimados parlamentaria-democráticamente, sino por cerca- Quizá se habrían podido evitar grandes injusticias en Irak, 69

nía con el asunto, tengan la palabra, entonces éste debe preguntarse desde
el punto de vista del derecho si el que exista esta cooperación, y el grado en si u n príncipe sabio h u b i e r a establecido l a democracia en for-
que se presenta, está de verdad justificado materialmente. Y para decirlo m a similar a l a segunda división de l a Cámara Departamental
todavía de otra manera: el legislador legitimado democráticamente no pue-
de delegar ilimitadamente su legitimidad en otros. Si no le quedara otro ca-
mino, ¿no sería esto definitivamente una revolución legal? 68
Cf. Frotscher y Pieroth, 2003: Rdnr. 265 y ss.
Véase BVerfG, Beschluss vom 26. 10. 2004 —1 BvR 911/00, etc.—, BVer- 69
En la segunda guerra de Irak (2003) una coalición dirigida por los EE.UU. y
fGE 111, 333 —Ley de Educación Superior de Brandenburgo—. Por des- su presidente George W. Bush ocupó Irak, y al hacerlo puso fin al dominio
gracia es muy insatisfactoria. del presidente iraquí Saddam Hussein. Sin embargo, desde entonces no se
Cf. además Lege, 2007b. ha instaurado paz alguna, sino que imperan circunstancias similares a las

368 369
de Württemberg del siglo X I X y h u b i e r a habido elecciones d i - E l cuarto punto — b u e n o , no pude darle cabida aquí, e n
rectas, libres e igualitarias sólo p a r a l a s etnias tomadas indivi- realidad—: no se puede subestimar l a huiriilde j u s t i c i a del
dualmente, de modo que las etnias estuvieran representadas derecho frente a u n concepto como el de democracia, que
en u n consejo respectivamente c o n u n voto. Por desgracia
70
promete u n a j u s t i c i a de largo alcance. Por eso, p a r a terminar
no había rmigún príncipe sabio actuando en Irak. Además, me gustaría decir algo sobre las ventajas del derecho. P a r a 71

hay buenas razones p a r a d u d a r de que el pueblo iraquí, como distinguir entre derecho y política considero de gran i m p o r -
s u m a de todos, h u b i e r a podido darse, e n calidad de pouvoir tancia los siguientes tres puntos:
constituant, u n a Constitución semejante.
1. E n el derecho se hace menos énfasis e n l a decisión i n -
I V . CONSIDERACIONES FINALES dividual que en el contexto general. Por ende el derecho es
más u n sistema de problemas que u n sistema de soluciones y
E n m i exposición quise tratar cuatro puntos. Primero: u n a principalmente m u e s t r a qué problemas derivados tiene p a r a
verdadera democracia es necesariamente competencia, y ne- m u c h a s otras personas u n a decisión e n cada caso.
cesariamente produce perdedores. E s a es precisamente s u 2. P a r a familiarizarse c o n este sistema de problemas se
esencia. Allí h a y algo de trágico, incluso u n a injusticia nece- necesita conocimiento especializado, experiencia y práctica,
saria. Por esto no creo que se p u e d a generar u n a j u s t i c i a per- que u n o no puede procurarse de u n periodo electoral a otro.
fecta a través de l a democracia. N i siquiera se debería b u s c a r E l Virginia Bill ofRights excluyó del principio de rotación a los
hacerlo.
miembros del poder j u d i c i a l , como y a hemos visto.
Segundo: l a democracia no tiene n a d a que ver c o n el co- 3. E n el derecho existe algo como l a corrección material.
nocimiento, por ende tampoco tiene que ver c o n corrección E s cierto que l a corrección de u n a decisión jurídica en los c a -
material. L a democracia es más b i e n u n valor e n sí, u n a fina- sos interesantes no puede ser verificada o rechazada como
l i d a d e n sí m i s m a , cuando y porque posibilita l a autonomía si fuera u n a hipótesis de las ciencias naturales. No obstan-
de l a voluntad política. S i l a democracia quisiera reclamar co- te, e n el derecho existen decisiones insostenibles: s i el caso
rrección, debería someterse a u n cuerpo de leyes —de m a n e r a A, el caso B y el caso C comportan circunstancias similares,
semejante a como l a autonomía de l a voluntad se somete a l a
u n o no puede caprichosamente tratar el caso B e n forma d i -
ley moral, o imperativo categórico, según Kant.
ferente a los otros. E n l a política se podría hacer eso, pues-
E l tercer punto: también antes de 1933 había historia ale- to que e n ella no se trata de conocimiento, n i de corrección,
m a n a , y ésta podría brindarle ideas sugerentes a u n m u n d o sino de l a voluntad — e n el caso de l a democracia se trata de
en el que l a democracia no se puede llevar tácticamente a l a l a mayoría.
práctica e n todas partes; a l menos no l a democracia p l e n a e n
l a que el pueblo se hace a sí mismo soberano, como sucedie-
r a a l g u n a vez e n F r a n c i a o los Estados Unidos. E n todos los El concepto derecho no puede ser expuesto minuciosamente aquí. La clari-
dad de primer nivel debería bastar: el derecho es el conjunto de las reglas
lugares donde esto no es posible queda todavía el Estado de sociales establecidas por las instancias autorizadas para eso, reglas que en
Derecho, el Estado constitucional, para-—por así decir—cons- caso necesario deben ser impuestas por la fuerza. Desde un punto de vis-
ta político parece de primera importancia determinar quién formula estas
tituir desde a r r i b a u n a democracia desde abajo (y constituir reglas para imponer sus intereses. Como jurista yo quisiera contraponerle
ámbitos de libertad e n lo tocante a l a sociedad). a eso lo siguiente: el derecho no es simplemente una única ley, o un único
parágrafo que uno pueda redactar arbitrariamente de tal o cual manera.
El derecho es también más que la suma de todas las leyes modificables ar-
bitrariamente. E l derecho, como nosotros lo entendemos, es más bien u n
sistema, un entramado de reglas organizado según criterios materiales, que
de una guerra civil, a pesar de la ocupación. La instauración de una demo- sirve finalmente para considerar de manera igual casos iguales, y casos di-
cracia mediante elecciones generales ha fallado. ferentes según su particularidad. Piénsese aquí más bien en el sistema de
derecho casuístico y su reasoning from case to case, antes que en el dere-
70
Le agradezco la sugerencia a mi colega Lena Foljanty. cho estatutario practicado por una autoridad.

370 371
L a política bien puede ser por esto u n -arte, el arte de lo Walter Schulz zum 60, Geburtstag, Pfullingen, 211-265, Hier
posible. Por el contrario, el derecho — a l menos el b u e n o — es zitiert nach: Habermas (1984), 127-183.
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Prof. Dr. Facultad de Derecho
Universidad de Buenos Aires, Argentina

I. INTRODUCCIÓN

E n este ensayo exploraré las implicaciones de l a democracia


deliberativa en lo concerniente a l a protección j u d i c i a l de los
derechos sociales. L a idea de escribir este ensayo surgió des-
pués de u n a investigación que incluyó el estudio de numero-
sas decisiones judiciales en el área de los derechos sociales.
Luego, llegué a algunas conclusiones que utilizaré como f u n -
damentos del ensayo. Las conclusiones s o n las siguientes:

1. A pesar de l a i m p o r t a n c i a adquirida por l a teoría de l a


democracia deliberativa, l a literatura sobre el tema no pare-
ce haber tenido impacto en las decisiones judiciales sobre los
derechos sociales. Este resultado parece particularmente des-
concertante dado el hecho de que los jueces, en sus decisio-

Traducción de Leonardo García Jaramillo (Universidad de Caldas, Maniza-


les). Este ensayo se publicó originalmente en J . L. Martí y S. Besson (eds.),
2006. Esta versión en español ha sido publicada con permiso de Ashgate Pu-
blishing.

376 377
nes sobre los derechos sociales, con frecuencia se refieren a chos civiles o políticos). E n u n sentido similar, algunas ve-
2

argumentos relacionados con l a democracia. ces los jueces distinguen entre derechos "negativos" y "posi-
2. No obstante el alto nivel de sofisticación argumentati- tivos" (le., derechos que exigen que el Estado se abstenga de
v a alcanzado por numerosos jueces norteamericanos y lati- actuar, y derechos que requieren que el Estado "haga algo"
noamericanos, no se encuentran interesantes elaboraciones p a r a c u m p l i r c o n sus obligaciones) y a s u m e n que a ellos les
judiciales en sus más o menos explícitas referencias a l a de- está permitido forzar a l Estado a "dejar de hacer algo", pero
mocracia en los casos relacionados con los derechos sociales. que no pueden obligarlo a actuar "positivamente". Otras ve-
Este resultado también r e s u l t a extraño dados los significati- ces los jueces justifican s u decisión de no hacer c u m p l i r los
vos avances teóricos realizados por los jueces e n s u s consi- derechos sociales haciendo referencia a l a necesidad de res-
deraciones sobre l a democracia en otras áreas del derecho, petar l a separación de poderes (un argumento que es asociado
particularmente en aquellas como l a libertad de expresión y l a fuertemente con el de l a democracia, aunque no es el mismo).
libertad de prensa. A h o r a , suponiendo que ninguno de estos argumentos suene
3. E n m u c h a s de las decisiones analizadas se observó u n a m u y prometedor, e n lo que sigue centraré m i atención en el
notable falta de cuidado e n l a transición de las premisas so- uso del argumento democrático en sus diversas formas, así co-
bre l a democracia a las conclusiones sobre lo que los jueces mo e n los problemas que surgen por tal elección.
se supone que deben hacer o, más habitualmente, no hacer, Para desarrollar estas ideas exploraré, en l a primera p a r -
en cuanto a l a aplicación de los derechos sociales. De m a n e r a te de este ensayo, las perspectivas pluralista y participativa
típica, u n juez afirmaría l a necesidad que tiene de respetar l a de l a democracia y mostraré las consecuencias que n o r m a l -
democracia y, consecuentemente, l a importancia de respetar mente se derivan de s u elección en lo concerniente con l a re-
l a voluntad del legislador, y entonces concluiría desde estas lación entre el poder j u d i c i a l y los derechos sociales. E s p e -
premisas que no le está permitido hacer cumplir el derecho so- cíficamente analizaré el hecho curioso de que dos perspecti-
cial particular por el que se le demanda. vas opuestas de l a democracia parecen arribar a las m i s m a s
4. Probablemente el hallazgo más sorprendente fue el s i - recomendaciones respecto a l a protección j u d i c i a l de los de-
guiente: en s u s referencias a los argumentos relacionados rechos sociales. Luego examinaré u n a tercera variación del
con l a democracia, diferentes jueces e n distintas épocas re- argumento democrático, conectado con l a teoría de l a demo-
currieron principalmente a dos nociones m u y diferentes de cracia deliberativa, y analizaré s u s implicaciones respecto a
democracia. Algunos jueces u s a r o n lo que llamaré u n a noción l a revisión j u d i c i a l y, particularmente, a l a protección j u d i c i a l
pluralista de la democracia, mientras que otros hicieron refe- de los derechos sociales.
rencias a u n a noción que caracterizaré como más progresiva,
populista o participativa de democracia. E l hecho notable es
II. D E LA DEMOCRACIA PLURALISTA A LOS D E R E C H O S
que, s i n importar cuál de estas concepciones opuestas em-
SOCIALES
plearon, los jueces llegaron casi invariablemente a l a m i s m a
conclusión, a saber: que e l respeto por l a democracia les exi-
E n pocas palabras podríamos decir que los jueces que se ads-
ge no hacer c u m p l i r los derechos sociales.
criben a l a visión pluralista de l a democracia, a s u m e n que:
Por supuesto que cuando los jueces justifican s u decisión a) u n o de s u s principales deberes es prestarle el debido res-
de no hacer c u m p l i r los derechos sociales, también utilizan peto a l a voluntad democrática del pueblo; b) el "lugar" (Zocas)
otros argumentos, además de los basados en los requerimien-
de l a voluntad democrática del pueblo es l a Constitución; y
tos de l a democracia. Ellos afirman, por ejemplo, que los de-
c) se les exige que no hagan c u m p l i r los derechos sociales
rechos sociales s o n m u y costosos (a diferencia de los dere-

2
Sobre este punto puede consultarse el interesante libro de Holmes y Suns-
tein, 1999. Cf. también Abramovich y Courtis, 2002.

378 379
porque "el pueblo" no h a decidido incorporarlos dentro de l a teoría particular sobre cómo interpretar l a Constitución. L a
Constitución. teoría democrática que parece estar implicada en este análisis
Alexander H a m i l t o n fue u n o de los primeros pensadores concierne a l a que es usualmente l l a m a d a visión madisonia-
jurídicos que abogó por esta perspectiva, e n l a c u a l l a Cons- na o pluralista de la democracia (que consideraré smónimas),
titución era considerada como l a "sede" principal y exclusiva según las cuales el objetivo de l a Constitución es prevenir
de l a voluntad popular. E n el famoso The Federalist Papers, opresiones m u t u a s en u n m u n d o que está caracterizado por
No. 78, H a m i l t o n sostuvo que l a voluntad genuina del pueblo la presencia de facciones. Suponemos aquí que las facciones
residía e n l a Constitución, y no e n las decisiones transitorias continuamente intentan extender s u s poderes incluso a costa
de l a legislatura. Por esa razón, creía que estaba plenamente de l a violación de los derechos de otras personas. Asimismo,
justificado páralos jueces, e n ciertas circunstancias, "decla- esta concepción de democracia concibe a l a ciudadanía como
rar inválidas leyes del Legislativo". E n s u opinión, u n grupo de personas motivadas principalmente por pasiones
o por impulsos erriinentemente autointeresados, los cuales
[esta] conclusión de ninguna forma supone l a superioridad del normalmente les i m p i d e n tomar decisiones de forma racional
poder Judicial sobre el Legislativo. Solamente asume que el poder
y acorde con los intereses de l a sociedad en general. E s por 4

del pueblo es superior al de ambos, y que en caso de que la volun-


tad del Legislativo —expresada en las leyes— fuera opuesta a la eso que, desde este punto de vista, el sistema constitucional
del pueblo —consignada en la Constitución—, los jueces debían está principalmente dirigido a reducir, en lugar de expandir
sujetarse a los mandatosde la segunda, en lugar de a los manda- o promover, l a influencia en política de los grupos de interés, 5

tos de la primera. particularmente de los grupos mayoritarios. No resulta sor-


prendente que esta visión de l a democracia habitualmente
De esta manera, H a m i l t o n i n a u g u r a b a u n a nueva forma se asocie c o n u n bajo nivel de participación cívico-política:
de pensar las relaciones entre l a Constitución, l a democra- para quienes apoyan esta perspectiva, l a apatía política fa-
c i a y el poder j u d i c i a l . Posteriormente el magistrado de l a vorece, en vez de socavar, l a estabilidad política, que aparece
S u p r e m a Corte, J o h n M a r s h a l l , transformó esta opinión e n aquí como u n o de los valores políticos más importantes. E l
u n a sentencia j u d i c i a l que hizo historia. E n el bien conocido otro lado de esta moneda pareciera ser l a defensa de u n pro-
caso, Marbury vs. Madison, justificó tanto el control j u d i c i a l
3
cedimiento "tecnocrático" de t o m a de decisiones, es decir, u n
de constitucionalidad {Judicial Review) como l a supremacía proceso donde las decisiones s o n elaboradas por expertos i n -
j u d i c i a l , e n tanto formas de proteger l a verdadera voluntad dependientes, quienes, como era de esperarse, están en gene-
del pueblo. E n s u opinión, "el pueblo tiene el derecho genui- r a l aislados del pueblo. 6

no de establecer, p a r a s u futuro gobierno, los principios que E n lo que respecta a l a interpretación constitucional, los
deberán c o n d u c i r a s u propia felicidad". Y añadió: "como l a jueces que se adhieren a l a perspectiva pluralista tienden a
autoridad de l a que derivan es suprema, y casi n u n c a puede compartir el mismo punto de v i s t a sobre l a cuestión, a s u -
operar, fueron diseñados p a r a ser permanentes". Comprome-
tidos con proteger l a democracia, los jueces no tendrían otras 4
Esto es lo que James Madison presentó como un principio ineludible en la
alternativas más que l a de invalidar todas aquellas normas potinca, cuando afirmó que "en las asambleas tan numerosas, sin impor-
que desafien l a autoridad de l a Constitución. tar su carácter y composición, la pasión nunca deja de arrebatarle el cetro
a la razón". Hamilton, Madison y Jay, 1999: N. 55.
Por supuesto que p a r a llegar a esa conclusión y definir cuá- 5
Tal era la perspectiva de Madison, según como se presentó en Hamilton,
les normas desafian actualmente l a autoridad de l a Consti- Madison y Jay, 1999, N. 10.
tución, los jueces tendrían que a s u m i r u n a perspectiva más 6
Se satisfacen los requisitos de la democracia en la medida en que se cele-
bren elecciones periódicas y en que en cada una de ellas los ciudadanos
a m p l i a sobre el significado de l a democracia y también u n a tengan la oportunidad justa de elegir, por lo menos, entre dos partidos po-
líticos (Cf. Held, 1997: cap. 5). Otros derechos básicos necesarios para este
propósito —tales como las libertades de expresión y asociación— también
5 U.S. 137, 1803. aparecen como requisitos de esta concepción de la democracia.

380 381
miendo que l a forma correcta de interpretar l a Constitución tentativa pública de regular l a relación entre empleadores y
les exige seguir (una u otra versión de) lo que e n l a actuali- empleados, y fijó límites a las iniciativas del Congreso que
d a d denominamos u n a teoría originalista de interpretación, l a b u s c a b a n delegar poderes a l presidente y a las instituciones
c u a l propone interpretar l a Constitución de acuerdo c o n s u federales. Además, desde principios del siglo X X h a invali-
comprensión original (cualquiera que ésta sea). E n el contex- dado cientos de normas regulativas fundamentándose en l a
to norteamericano el texto de l a Constitución, así como s u s decimocuarta enmienda, que estableció que "ningún estado
principales fuentes, h a n sido entendidos como compromisos puede privar a u n a persona de l a vida, l a libertad o l a propie-
con u n fuerte individualismo y hostilidad h a c i a lo que llegó dad, s i n el debido proceso consignado en l a ley".
a ser llamado activismo de Estado. L a Constitución pareció
1 Probablemente el caso más significativo y famoso a este
estar a favor de u n Estado rnínimo, o sea u n Estado que no respecto sea Lochner vs. New York, en el c u a l l a S u p r e m a
9

interfiera con las elecciones individuales de los ciudadanos Corte se preguntó "cuál de los dos poderes o derechos debía
y que deje u n espacio amplio p a r a las iniciativas privadas en prevalecer — e l poder del Estado p a r a legislar o el derecho de
materia económica. T a l Estado, como es asumido aquí, res- los individuos a las libertades personales y contractuales".
peta apropiadamente l a libertad i n d i v i d u a l y favorece el pro- E n otras palabras, los magistrados se preguntaron s i debían
greso económico. prevalecer las elecciones colectivas o las individuales, y s u
respuesta fue claramente e n favor de l a última. L a fuerte pre-
Autoridades m u y respetadas e n el campo jurídico, como
disposición individualista y anticolectivista defendida por l a
el magistrado J o s e p h Story o Thomas Cooley, respaldaron
Corte en el caso Lochner, persistió en el alto t r i b u n a l a l menos
esta perspectiva defendiendo l a necesidad constitucional de
por 25 años. Durante ese tiempo l a S u p r e m a Corte invalidó
proteger l a propiedad privada en contra del "absolutismo" y
numerosas regulaciones económicas, invocando l a mayoría de
los caprichos de las mayorías legislativas. A este respecto,
8

las veces l a cláusula constitucional del debido proceso. U n a


y sólo a m a n e r a de ejemplo, Cooley (1868) escribió e n s u fa-
de las manifestaciones más considerables de esta predispo-
moso tratado que u n a "decisión legislativa no constituye ne-
sición proviene del caso Coppage vs. Kansas 10
— u n o de los
cesariamente l a ley de l a tierra", particularmente s i afecta l a
muchos casos similares donde l a Corte invalidó las iniciativas
"libertad contractual" de las personas.
públicas orientadas a compensar el desigual poder de nego-
Más o menos explícitamente las cortes h a n defendido esta ciación que tenían los trabajadores. De forma similar, e n el
perspectiva de l a democracia p a r a invalidar las leyes dirigidas caso Adkins vs. Children's Hospital, 11
l a Corte anuló u n a ley
a reestructurar l a economía o a "reparar" algunas de las con- que establecía u n salario mínimo p a r a las mujeres, afirman-
secuencias negativas derivadas de las así llamadas fuerzas do que: "no podemos aceptar l a doctrina de que las mujeres
libres del mercado (por ejemplo, altos niveles de pobreza o de de edad m a d u r a , suijuris, requieren o pueden estar sujetas
desempleo). De l a m i s m a forma, los jueces se h a n basado e n a restricciones de s u libertad contractual que no podrían ser
esta perspectiva de l a democracia y del Estado p a r a justificar impuestas a los hombre de m a n e r a legal e n circunstancias
s u abstinencia respecto a l a aplicación de los derechos socia- similares". Recientemente, y guiada por el magistrado W i l l i a m
les . E n Estados Unidos, por ejemplo, l a S u p r e m a Corte utilizó Rehnquist (que se describía a sí mismo como pluralista), l a
l a l l a m a d a cláusula del comercio de l a Constitución p a r a res- Corte h a revivido l a lectura pluralista-originalista de l a C o n s -
tringir los poderes del Congreso, invocó l a protección consti- titución (no obstante, y de m a n e r a curiosa, algunos miembros
tucional de " l a libertad contractual" p a r a restringir cualquier

7
Algunos autores, como Sandel (1996), han caracterizado esta visión del Es-
tado como "procedimentalista", dado que el Estado es reducido a su rnini- 9
198 U.S. 45, 1905.
ma expresión, renunciando a sus impulsos "regulativos", lo mismo que a
su propósito de imponer cualquier tipo de resultados "sustantivos".
10
236 U.S. 1, 1915.
8
Cf. Forbath, 1999.
11
261 U.S. 525, 1923.

382 383
de l a Corte recurrieron en algunas ocasiones a argumentos po- J u d i c i a l representó l a expresión más alta de u n a profunda
pulistas, como veremos seguidamente). convicción en v i r t u d de l a c u a l los jueces no se deben ver en-
vueltos en cuestiones "políticas" (entendidas éstas en u n sen-
III. D E LA DEMOCRACIA POPULISTA A LOS D E R E C H O S tido amplio).
SOCIALES L a perspectiva populista de l a democracia que se desarrolló
entonces llegó a desafiar l a concepción pluralista de l a demo-
Los jueces que se adhieren a l a posición populista asumen que: cracia, particularmente respecto a l limitado papel que esta
a) u n o de sus principales deberes es prestarle el debido respe- última le reservaba a l a participación política: los populistas
to a l a voluntad democrática del pueblo; b) l a principal "sede" consideraban que l a apatía política era u n defecto (en lugar
de l a voluntad del pueblo reside fuera de l a Constitución, e n que u n a virtud) de l a democracia. De acuerdo con a l menos
el "aquí y ahora"; y c) dado que el pueblo, "aquí y ahora", no algunas versiones de l a concepción participativa, l a demo-
t o m a medidas activas p a r a l a aplicación de los derechos so- cracia requiere u n a sociedad autogobernada por ciudada-
ciales, e n consecuencia los jueces tienen que ser respetuosos nos activos y virtuosos. E n s u forma ideal, esta sociedad es-
respecto a esa decisión soberana, e n lugar de tratar de impo- tá compuesta por ciudadanos que están identificados con s u
ner sus propios p u n t o s de vista en contra de ella. c o m u n i d a d y que tienen fuertes lazos de solidaridad con s u s
U n a p r i m e r a versión de esta perspectiva se volvió p o p u - conciudadanos.
lar entre líderes políticos y figuras públicas durante l a época Las obras de J e a n Jacques Rousseau, Thomas P a i n e y T h o -
de las revoluciones F r a n c e s a y Norteamericana. P a r t i c u l a r - mas Jefferson representan antecedentes importantes de esta
mente entre las alas radicales de los participantes en ambas concepción de l a democracia. Obviamente s u s escritos difie-
revoluciones, resultaba claro que el lugar del poder J u d i c i a l ren en muchos aspectos. S i n embargo, y en este punto, puede
estaba completamente subordinado a l de las ramas políticas. merecer l a pena destacar algunas de las coincidencias que los
Los jueces debían resolver conflictos mediando entre preten- unían, de las cuales aquí me ocuparé sólo de dos. Primero que
siones opuestas, pero no tenían ningún rol que desempeñar todo, estos autores creían que asegurar el valor de l a partici-
con respecto a l contenido y significado de l a Constitución. Los pación política requería l a satisfacción de ciertas precondicio-
jueces —se suponía entonces— carecían de l a autoridad ne- nes sociales y económicas. Usualmente estas precondiciones
cesaria p a r a cuestionar lo que las autoridades políticas deci- incluyen l a organización de l a comunidad en unidades peque-
dían hacer. Como se refleja e n l a metáfora del poder J u d i c i a l ñas y el "cultivo" de virtudes cívicas. Más interesante aún p a r a
como aquel que sólo es " l a boca que p r o n u n c i a las palabras nuestro propósito es el requerimiento de l a existencia de u n a
de l a ley", los jueces se encontraban reducidos a aplicar l a sociedad igualitaria conformada por individuos situados e n
voluntad del legislador, en lugar de interpretarla o modificar- similares posiciones sociales. P a r a Rousseau, por ejemplo, l a
l a e n forma alguna. existencia de intereses distintos u opuestos — e n otras p a l a -
E n concordancia con esta perspectiva, e n el primer infor- bras , l a fragmentación de l a sociedad en facciones— hacía i m -
me legislativo elaborado después de l a Revolución F r a n c e s a posible p a r a el pueblo identificar sus intereses comunes. E n
respecto a l papel que debía desempeñar el poder J u d i c i a l , se estos casos —sostenía el filósofo ginebrino— c a d a individuo
concluyó que los jueces no debían tener el "peligroso privile- tendía a identificarse c o n los intereses de s u propio grupo y
gio" de interpretar l a ley o de i n c l u i r en ella sus propias pers- a defenderlos, considerando de m a n e r a equivocada que este
pectivas. E n Estados Unidos u n sentimiento general de hos- interés fragmentario representaba el interés de todos.
tilidad h a c i a el poder J u d i c i a l (manifestado e n algunas rebe- E n síntesis, l a formación de l a "voluntad general" —o e n
liones populares caracterizadas por " l a rebelión de Shays"), últimas, del autogobierno— requería de l a igualdad. E s a es
se extendió a través de las clases más bajas después del final precisamente l a razón por l a c u a l u n a sociedad comprome-
de l a Revolución. T a l hostilidad generalizada h a c i a el poder tida con el valor del autogobierno debería preocuparse, ante

384 385
todo, por l a distribución de recursos. Claramente este tipo
12
institución facultada para anular resultados democráticos?". 13

de preocupaciones difieren de manera dramática de aquellas Las opiniones de estas autoridades jurídicas contribuyeron a
que caracterizan el pensamiento pluralista, cuyos partidarios, fundamentar u n a n u e v a lectura "federalista" del constitucio-
como hemos visto, intentaron eliminar de l a agenda política nalismo, según l a c u a l los jueces debían ser profundamente
todas estas preocupaciones socioeconómicas, creyendo que respetuosos de las opiniones del pueblo, t a l como se expresan
l a distribución final de los recursos debía ser el resultado de en los parlamentos locales.
u n a interacción espontánea entre los diversos miembros de Curiosamente esta perspectiva sobre el papel de los jueces
l a sociedad. Adicionaimente, los populistas abogaron poruña y l a Constitución no sólo h a sido adoptada por doctrinantes
organización institucional que le prestara mayor atención a conservadores, sino también por algunos de los académicos
l a intervención popular en l a política pública, e n lugar que a l más progresistas de nuestro tiempo. M i c h a e l Walzer le dio u n
establecimiento de controles y límites sobre l a voluntad del fuerte impulso a esta perspectiva en s u famoso ensayo Phi-
pueblo. Algunos de ellos objetaron abiertamente l a idea de losophy and Democracy (1981), donde atacó l a idea de intro-
u n a democracia representativa, sugiriendo que existe u n a ducir l a filosofía por medio del derecho, con base en lo c u a l
conexión entre l a delegación del poder y l a tiranía. criticó el activismo judicial. E l trabajo de Walzer persuadió,
Actualmente m u c h o s autores y jueces h a n rescatado esta al menos e n parte, a otros influyentes autores, como F r a n k
perspectiva sobre l a democracia e n sus discusiones sobre el M i c h e l m a n — u n a de las figuras principales entre los defen-
rol apropiado que deben desempeñar los jueces de cara a los sores de u n a interpretación constitucional que dé campo a
derechos sociales. Quizás de m a n e r a sorprendente —dado los derechos sociales. S i n embargo, y tratando de h o n r a r
14

que el discurso participativo tradicionalmente h a sido aso- s u compromiso con u n a visión a m p l i a (republicana) de l a de-
ciado con las fuerzas progresistas— algunos autores conser- mocracia, M i c h e l m a n sostiene que los derechos sociales sólo
vadores comenzaron a propugnar por u n a participación re- pueden entrar en vigor cuando u n organismo gubernamental
d u c i d a del poder J u d i c i a l e n lo que respecta a l a protección decida otorgar beneficios de bienestar a ciertos i n d i v i d u o s . 15

de los derechos sociales y económicos de los más desfavore- Lo que más sobresale es que este argumento democrático
cidos e n l a sociedad. E s t a posición se volvió particularmen- h a sido utilizado no sólo e n relación con documentos —tales
te fuerte después de que l a afamada "Corte Warren" empezó como l a Constitución norteamericana— que no hacen refe-
a imponer s u agenda progresista (en términos de derechos rencia a los derechos sociales, sino también e n relación c o n
antídiscriminatorios, libertad de expresión, debido proceso, las constituciones socialmente más avanzadas, como l a m a -
derechos de prisioneros y detenidos, y también — a u n q u e de yoría de las constituciones de los países latinoamericanos. E n
m a n e r a incipiente— derechos de bienestar [welfare rights}). Estados Unidos, como sabemos, el argumento democrático
Frente a l a "amenaza" de esa corte progresista y "activista", recomienda no derivar derechos sociales a partir de u n a i n -
algunos jueces y académicos influyentes, tales como los jue- terpretación de l a Constitución, que además no los incluye,
ces Easterbrook y B o r k , se preguntaron: "¿Por qué debe ser puesto que haciendo esto los jueces se volverían legisladores.
l a Corte, u n comité conformado por nueve abogados, l a única

13
Cf. Bork 1997; Easterbrook, 1992.
'- Existen muchas y muy buenas ilustraciones de esta perspectiva, incluyendo " Michelman parcialmente acepta y parcialmente rechaza la propuesta de
los escritos sobre temas agrarios de Thomas Jefferson, la propuesta tem- Walzer. Cf. la discusión sobre el tema en Michelman, 1987.
prana de Thomas Paine de una "renta básica", el "Reglamento provisorio" de 15
Claramente, éste no es el caso de Frank Michelman, pues su enfoque se
José Artigas, para una distribución equitativa de los recursos en Uruguay relaciona con lo que los jueces deben hacer en Estados Unidos, y se basa
(1815), y las iniciativas de Ponciano Arriaga (en la Convención Constitu- en el supuesto de que las autoridades democráticas norteamericanas son
cional Mexicana de 1857) en favor de promulgar una Constitución dirigida hostiles a los derechos sociales. Sin embargo, sostiene lo contrario respecto
principalmente a resolver el problema de la distribución inequitativa de la a otros países, como Sudáfrica, donde las autoridades democráticas favore-
tierra. Elster (1993) se ocupó de la justicia respecto al reparto de recursos cen la inclusión de derechos sociales en la Constitución. Cf., por ejemplo,
escasos. Michelman, 1998.

386 387
E n Latinoamérica actualmente las Constituciones incluyen plicarnos por qué l a mejor interpretación de l a Constitución
de hecho numerosos derechos sociales en s u articulado. S i n es aquella e n v i r t u d de l a c u a l se requiere "descubrir" e i m -
embargo, el argumento democrático h a sido entendido t a m - plementar los programas políticos y económicos por los que
bién e n este contexto como u n requirente de l a abstinencia abogaron nuestros "Padres Fundadores" (y, además de esto,
j u d i c i a l . E n l a mayoría de los casos, esta abstinencia h a sido deberían explicarnos cómo eligieron entre los —previsibles—
justificada señalando que las referencias constitucionales a planes diferentes que c i r c u l a b a n entre l a élite e n ese mismo
los derechos sociales sólo están dirigidas h a c i a las ramas po- período), e n lugar de otras teorías interpretativas sobre las
líticas que controlan el presupuesto nacional y tienen l a le- que se tendría que pensar, digamos, en términos de l a me-
gitimidad democrática p a r a distribuir recursos entre los d i - jor teoría de l a j u s t i c i a disponible. E n particular, vale l a pena
versos grupos sociales. Esto fue, por ejemplo, lo que sostuvo destacar que, p a r a quienes insisten en el camino originalis-
l a S u p r e m a Corte Argentina en el caso " M a r t a Ramos contra ta, se h a hecho c a d a vez más difícil sostener l a conclusión de
l a Provincia de B u e n o s A i r e s " , donde l a Corte afirmó que l a
16
que los derechos sociales no pueden ser aplicados j u d i c i a l -
Constitución "no requiere el poder J u d i c i a l (sino las ramas mente. Esto es así porque l a mayoría de las Constituciones
políticas) p a r a garantizar el bienestar general". modernas incorporan u n a larga lista de derechos sociales y/o
E s t a conclusión no es exactamente l a m i s m a a l a que lle- reconocen estatus constitucional a tratados internacionales
gamos después de nuestro análisis de las teorías pluralistas. que explícitamente requieren que los jueces a s u m a n u n a ac-
Las teorías participativas exigen que los jueces respeten lo titud diferente (te., más activa) h a c i a l a protección de los de-
que hacen los legisladores en materia de derechos sociales, rechos sociales.
mientras que las teorías elitistas los i m p u l s a n a invalidar las Además, debemos preguntar cómo hacen estos jueces p a -
decisiones legales que arriesguen u n a (muy amplia) concep- r a llegar a las sentencias que prefieren a partir de sus elec-
ción de los derechos de propiedad. S i n embargo, y a pesar de ciones previas respecto a s u teoría democrática favorita. P a r a
esta diferencia inicial, ambas perspectivas desaprueban el ilustrar esta idea, digamos que no es claro que l a adopción de
"activismo j u d i c i a l " . E n otras palabras, ambas teorías sobre u n a perspectiva participativa constriña a los jueces en el m o -
l a democracia (conservadora y progresista) parecen trabajar mento de proteger derechos sociales, e n lugar de protegerlos
j u n t a s a l concluir que a los jueces se les permite y se les exi- en sus decisiones. E n efecto, podríamos sostener de m a n e r a
ge que protejan los derechos civiles y políticos, pero no los razonable que tal perspectiva populista requiere que todos los
sociales, lo c u a l r e s u l t a desconcertante. funcionarios públicos, incluidos los jueces, tomen medidas
A h o r a bien, aquellos interesados e n l a protección j u d i c i a l p a r a implementar ciertos derechos básicos de orden social,
de los derechos sociales razonablemente pueden preguntar- económico o cultural. L a idea es que p a r a respetar los valo-
se qué t a n consistentes s o n las respuestas sugeridas por las res que los demócratas populistas desean respetar (digamos,
teorías previamente analizadas — l a s que concluyen con u n a el valor de l a participación pública e n l a política y el valor de
hostilidad general h a c i a l a realización efectiva de los derechos contar con u n proceso de t o m a de decisiones genuinamente
sociales por vía j u d i c i a l . A este respecto, subsisten algunas colectivo), se requiere el aseguramiento de l a existencia y l a
dudas que es pertinente mencionar aquí. E n primer lugar, los puesta e n m a r c h a de ciertos derechos básicos.
jueces que se r e h u s a n a aplicar los derechos sociales debe- E n las siguientes secciones, concentraré m i atención e n
rían decirnos por qué recurren e n s u trabajo ordinario a las u n a terceray diferente concepción de democracia, a saber, l a
teorías interpretativas que efectivamente utilizan, e n lugar deliberativa. Específicamente exploraré qué deberían hacer
de b u s c a r otras alternativas que podrían llevarlos a sostener los jueces respecto a los derechos sociales s i tomaran como
resultados diferentes. Por ejemplo, los jueces deberían ex- punto de partida tal concepción de l a democracia.

16
12/3/2002; JA 2002-IV-466.

388 389
ta objeción. Según El contrato social, l a deliberación pública
IV. DE LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA AL CONTROL
no sólo era innecesaria p a r a el propósito de tomar decisiones
D E CONSTITUCIONALIDAD POR VÍA JUDICIAL
imparciales, sino que era u n a precondición que hacía impo-
sible l a imparcialidad. De hecho p a r a Rousseau l a delibera-
A u n q u e es posible cUstinguir entre m u c h a s versiones de l a
ción pública amenazaba c o n dividir a l a sociedad en faccio-
concepción deliberativa de l a democracia, propondré aquí
17

nes, pues a c t u a b a contra l a u n i d a d social y provocaba que


u n a versión caracterizada por los dos siguientes rasgos: p r i -
los ciudadanos pensaran más e n sus propios intereses y me-
mero, supondré que esta perspectiva de l a democracia exige
nos e n lo que tenían en común con sus conciudadanos. E n
que las decisiones públicas sean adoptadas luego de u n a m -
otras palabras, l a deüberación parece socavar el ideal mismo
plio proceso de discusión colectiva. Segundo, supondré que el
de crear u n a "voluntad general". 20

proceso deliberativo requiere, en principio, l a intervención de


todos aquellos que se verían afectados (así seapotencialmen- E n lo relativo a l a implementación o no de los derechos so-
íejpor las decisiones enjuego. 18
ciales, l a cuestión ahora es qué sucedería s i tomamos como
p u n t o de partida l a concepción deliberativa de l a democra-
Por u n lado, esta perspectiva difiere significativamente de
cia. Y como l a respuesta depende de otra cuestión más a m -
las teorías pluralistas, particularmente como consecuencia de
p l i a sobre l a conexión entre l a democracia deliberativa y l a
l a segunda característica señalada. De hecho, l a democracia
revisión judicial, comenzaré por explorar este asunto con m a -
deliberativa requiere que las decisiones públicas estén f u n -
yor grado de detalle.
damentadas e n u n a a m p l i a base consensúa!, formada con l a
No parece ser u n asunto sencillo empezar con l a relación
participación de todos los sectores de l a sociedad. Conforme
entre l a democracia deliberativa y l a revisión judicial. Como
con esta perspectiva, mientras menor sea el alcance y l a i n -
afirma Dermis Thompson, l a democracia deliberativa no exclu-
tensidad de l a participación civil, más débiles serán las r a -
ye l a revisión j u d i c i a l de constitucionalidad como u n posible
zones p a r a considerar que el resultado final del proceso de-
arreglo institucional, pero insiste e n que frecuentemente se
liberativo es i m p a r c i a l . L a a m p l i a intervención colectiva es
19

presentarán razonables desacuerdos acerca de cuáles liber-


concebida como u n a condición p r i m a r i a y necesaria, aunque
tades deben ser inviolables, y considera que incluso cuando
no suficiente, p a r a alcanzar l a imparcialidad e n el proceso
se llega a u n acuerdo habrá u n a razonable d i s p u t a sobre s u
de t o m a de decisiones. Por otra parte, este modelo deliberati-
interpretación y sobre cómo deben ser ponderadas en rela-
vo coincide c o n l a perspectiva parucipativa de l a democracia
ción con otras libertades. Las libertades están sujetas a re-
respecto a l valor que ambos le confieren a l a participación
visión como resultado de nuevas consideraciones filosóficas
política. S i n embargo, difiere respecto de, a l menos, algunas
o evidencias empíricas y, más importante aún, de retos que
versiones importantes de l a perspectiva participativa, debi-
surgen e n las actuales deliberaciones democráticas. 21

do a l a defensa que acomete del debate público. L a obra de


Rousseau podría ayudarnos a entender el significado de es- Considero que T h o m p s o n adecuadamente formula a l g u -
n a s dudas acerca del valor que reviste l a revisión j u d i c i a l p a -
r a los demócratas deliberativos. A u n q u e a continuación diré
Cf. Elster, 1998; Bohman, 1996; Cohén, 1989; y Niño, 1991. algo sobre por qué l a democracia deliberativa puede resis-
Esta definición se relaciona con la concepción acuñada por Jon Elster, para tir ciertas versiones de revisión judicial. Primero trataré de
quien el concepto de democracia deliberativa incluye el hecho de que la toma mostrar qué razones tienen los partidarios de u n a concep-
de decisiones colectivas "debe hacerse [directamente] con la participación
de todos aquellos que serán afectados por la decisión, o por intermedio de ción deliberativa de l a democracia p a r a sostener esto, i n c l u -
sus representantes: ésta es la parte democrática. Todos acuerdan también
que dicho concepto incluye la toma de decisiones por medio de argumen-
tos ofrecidos pory para los participantes que están comprometidos con los
valores de la racionalidad y la imparcialidad: ésta es la parte deliberativa"
(Elster, 1998: 8-9). 20
Manin, 1987.
Niño, 1991.
21
Thompson, 1999.

391
390
so (o particularmente) en lo que concierne a l a aplicación de asegurar que —como h a sostenido Cass S u n s t e i n — "es l a de-
los derechos sociales. liberación [no distorsionada por el poder privado] l a que gene-
Primero que todo, s i tomamos como punto de partida el r a ese resultado". E n resumen, u n sistema deliberativo bien
23

hecho de que todos somos falibles, tenemos u n a p r i m e r a r a - organizado requeriría l a existencia de mecanismos institucio-
zón p a r a promover, e n principio, aquellos mecanismos que nales que mantengan y amplíen s u carácter deliberativo.
pueden ayudarnos a corregir nuestras decisiones, las cuales Tomando en cuenta estas consideraciones, podríamos fá-
están y siempre estarán sujetas a errores fácticos y lógicos, cilmente concluir que los jueces están institucionaimente u b i -
a l a falta de información y a los prejuicios sociales. Además, cados en u n a posición excepcional p a r a contribuir a fomentar
como todos sabemos, el sistema político sufre de numerosos l a deliberación: el poder j u d i c i a l es l a institución encargada
problemas que facilitan l a aprobación de decisiones parciales. de recibir las demandas de todos aquellos que son, o sienten
Existe u n a vasta literatura, tanto teórica como empírica, que que h a n sido, tratados indebidamente e n el proceso de toma
refiere y d o c u m e n t a l a i n d e b i d a influencia que los grupos de de decisiones. No h a y otra institución cuyos corredores sean
interés más poderosos ejercen sobre el proceso político. C o n - diariamente transitados por los que necesitan a y u d a y aten-
forme a tal literatura, el sistema político tiende a sesgarse i n - ción pública. Los jueces están bastante inclinados, natural-
debidamente o a resultar demasiado sensible a l a presión de mente, a observar el sistema político desde l a perspectiva de
ciertos grupos, lo c u a l afecta tanto s u carácter mayoritario aquellos que sufren por él, y asimismo se les pide que m i r e n
como s u ambición de promover l a imparcialidad. el sistema atendiendo especialmente sus debilidades, fracasos
Tales dificultades deberían i m p u l s a r a los partidarios de l a y rupturas. Más aún, los jueces están obligados institucionai-
democracia deliberativa a oponerse a decisiones: a) que ter- mente a e s c u c h a r las diferentes partes del conflicto, y no sólo
m i n e n debilitando l a deliberación presente o f u t u r a (decisio- a l a parte que d e m a n d a por haber sido maltratada.
nes restrictivas a la deliberación); b) que son producto de u n Entonces, no es sólo que los jueces se encuentren i n s t i -
sistema deliberativo (iisfuncional (decisiones que r e s u l t a n de tucionaimente bien situados p a r a enriquecer el proceso deli-
procedimientos viciados); o c) que s o n el resultado circunstan- berativo y ayudarlo a corregir algunas de sus indebidas p a r -
cial de u n proceso de t o m a de decisiones que, e n situaciones cialidades, sino que también poseen diversas herramientas
particulares, falla e n el momento de considerar l a relevancia que facilitan s u tarea a este respecto, t a l como h a sido ratifi-
de ciertos argumentos, o que tampoco asegura l a justifica- cado por l a práctica a c t u a l de l a revisión j u d i c i a l . Como con-
ción pública de s u s conclusiones (decisiones basadas e n u n a secuencia de s u posición i n s t i t u c i o n a l y de los medios c o n
deliberación imperfecta). E s por esto que resulta necesario
22
los que cuentan, los jueces tienen m u y buenas oportunida-
des de detectar cómo está funcionando el proceso deliberati-
vo. A l mismo tiempo, tienen l a posibilidad de actuar de m a -
Si tomamos en cuenta la perspectiva de Carlos Niño sobre la democracia nera respetuosa con l a autoridad popular, pues disponen de
deliberativa, la custodia de este sistema requeriría examinar "la amplitud
de la participación en la discusión por todos aquellos afectados por la deci- suficientes técnicas y medios procedimentales a s u alcance
sión que se tomará en últimas, la libertad de los participantes de expresar- p a r a actuar en consecuencia. Pueden decidir, en u n caso de-
se en la deliberación, la igualdad de condiciones bajo las cuales se efectúa
la participación, la satisfacción del requisito de que las propuestas sean terminado, bloquear l a aplicación de u n a ley expedida por el
justificadas apropiadamente, el grado en el cual el debate es un principio Congreso, forzándolo así a repensarla; pueden declarar que
en lugar de una mera defensa de intereses, la ausencia de mayorías pé- cierto derecho h a sido violado, s i n imponer a los legisladores
treas, la medida en que la mayoría apoya las decisiones, la distancia en el
tiempo desde que se alcanzó el consenso, y la reversibilidad de la decisión". u n a solución particular; pueden establecer que u n a viola-
Y agrega: "Las reglas del proceso democrático intentan asegurar que estas
condiciones sean cumplidas en el máximo grado posible para convertir los
resultados de dicho proceso en guías confiables hacia los principios mora-
les" (Niño, 1996: 199). Siguiendo la visión epistémica de Niño, sostendría dividual, dada la carencia de poder epistémico de la democracia al respecto.
igualmente que los jueces en una democracia deliberativa deberían prevenir Sin embargo, no examinaré este asunto en esta etapa de mi argumento.
la aprobación de decisiones que interfieran con la moralidad personal e in- 23
Cf. Sunstein, 1985: 68; Habermas, 1996: 274-286.

392 393
ción de derechos debe corregirse e n ion tiempo determinado, mente e n conflicto con l a democracia deliberativa. A l contra-
s i n ocupar el lugar del legislador a l no decidir cuál solución rio, también e n este campo los jueces pueden decidir de u n a
particular debe adoptarse; pueden asimismo sugerirle a l le- manera que sea completamente respetuosa con l a autoridad
gislador u n a serie de soluciones alternativas, dejando así l a superior del pueblo y de sus representantes. E n s u libro so-
decisión final en sus manos. bre los derechos sociales, Cecile Fabre enumera algunas po-
sibilidades a l respecto. Desde s u punto de vista, los tribuna-
V . REVISIÓN JUDICIAL, D E M O C R A C I A DELIBERATIVA les pueden, por ejemplo:
Y D E R E C H O S SOCIALES
a) determinar que un derecho constitucional ha sido violado, sin
E n principio, las consideraciones mencionadas atrás parecen demandar remedios específicos; b) establecer que un derecho cons-
perfectamente aplicables a l campo de los derechos sociales. titucional ha sido violado, y pedirle al Estado que provea el remedio
L a revisión j u d i c i a l de constitucionalidad puede ser u n i n s - necesario; i) sin especificar cómo y sin fijar un período limite, o ii) sin
especificar cómo, pero demandando que se efectúe en un período
trumento c r u c i a l p a r a enriquecer l a deliberación respecto a
determinado; c) establecer que u n derecho constitucional ha sido
los derechos sociales, l a c u a l envuelve numerosas cuestiones violado, exigirle al gobierno la provisión de remedios y especificar
públicas de gran importancia. Incluso el activismo j u d i c i a l en qué clase de remedios pueden usarse, cómo y cuándo. 27

lo concerniente a los derechos sociales puede ser considerado


particularmente relevante dada l a m t i m a conexión que existe
Cass S u n s t e i n desarrolla u n a argumentación similar c o n -
entre los derechos sociales y l a participación política. Como 24

tra aquellos que creen que el "activismo" j u d i c i a l en el c a m -


sostiene Carlos Niño, "las condiciones individuales del orden
po de los derechos sociales necesariamente i m p l i c a "dejar
social y económico, así como s u nivel de educación, constitu-
de lado el criterio democrático acerca de cómo establecer
yen las precondiciones p a r a u n a libre e i g u a l participación e n
prioridades". P a r a este autor, el hecho de que existan cier-
28

el proceso político". E n s u m a , podríamos afirmar de m a n e r a


23

tos "compromisos" constitucionales respecto a los derechos


razonable que l a a u s e n c i a de políticas públicas destinadas a
sociales y—agregaría siguiendo s u análisis— el hecho de que
poner e n práctica los derechos sociales dificulta l a v i n c u l a -
los jueces tomen ciertas medidas específicas enfocadas h a c i a
ción política de los más desaventajados e n l a sociedad, y por
l a aplicación de esos derechos, "puede promover l a delibera-
tanto socava todo el valor del proceso democrático. 26

ción democrática, antes que socavarla, a l ciirigir l a atención


A l m i s m o tiempo, no existe u n a b u e n a razón p a r a pensar política a los intereses que de otra manera serían ignorados e n
que l a intervención j u d i c i a l e n este campo esté necesaria- l a v i d a política d i a r i a " . L a renovada perspectiva de S u n s t e i n
29

sobre este punto surgió después de estudiar algunas de las


24
Cf. al respecto, por ejemplo, Cohén, 1989. De manera más general, véase sentencias de l a Corte Sudafrícanaposí-qparíheid, las cuales
la discusión de John Rawls sobre el "valor equitativo" de las libertades po- le i n d i c a r o n que l a corte podía optar por u n "tercer camino"
líticas. Le agradezco a Pablo Gilabert sus comentarios sobre este asunto.
entre dos alternativas igualmente indeseables e injustifica-
25
Este punto de vista ha sido reconocido por la Suprema Corte de Estados
Unidos en algunos de sus casos más importantes. Así, por ejemplo, cuando bles, a saber, asegurando l a completa protección de los de-
sostuvo que "la educación es un requisito para el cumplimiento de nuestras rechos individuales y asumiendo que las cortes no tienen e n
responsabilidades públicas más básicas, incluso en el servicio militar. Es absoluto u n r o l que desempeñar e n l a m a t e r i a . 30

el cimiento mismo de la buena ciudadanía". Broum vs. Board ofEducation


ofTopeka (1954). Cf. Niño, 1996: 201.
26
"Algunos bienes son tan fundamentales para el buen funcionamiento del
sistema democrático que si no fueran provistos, el proceso democrático se
deterioraría tanto que su valor epistémico se desvanecería. Sí alguien está 27
Cf. Fabre, 2000: 148; Gloppen, 2006.
muriendo de hambre, se encuentra gravemente enfermo y privado de aten-
ción médica, o carece de la posibilidad de expresar sus ideas en los medios
28
Sunstein, 1985, y 2004: 228.
de comunicación, el sistema democrático resulta tan afectado como si tal 29
Ibid.: 228.
persona no tuviera derecho al voto" (Niño, 1996: 201-202). 30
Ibid.: 227.

394 395
E l ejemplo de l a j u r i s p r u d e n c i a sudafricana h a sido, de políticas (o que eran abordadas de manera incorrecta, i.e. dis-
hecho, revolucionario en sus efectos, pues h a ayudado a l a criminando a ciertos grupos), sino también haciéndolo por
c o m u n i d a d jurídica m u n d i a l a entender que es posible apo- medios que respetaban l a autoridad superior del pueblo y sus
yar a l mismo tiempo u n r o l activo del poder J u d i c i a l en el representantes. Como podemos observar a partir de estos ca-
campo de los derechos sociales, a u n afirmando l a primacía sos, l a Corte no i m p u s o sus puntos de vista a las autoridades
de las autoridades políticas. Sobre este punto s o n m u y i l u s - políticas, definiendo, por ejemplo, cuáles remedios debían ser
trativas dos de las decisiones más destacadas de l a S u p r e m a aprobados. S i n embargo, es indudable que estas decisiones
Corte Sudafricana, a saber, el caso "Grootboom" y el caso 31
llegaron a promover u n a discusión que h a s t a ese momento
de las "Treatment A c t i o n C a m p a i g n " . E l primero involucra
32
no se estaba llevando a cabo, o lo estaba haciendo de forma
u n a d e m a n d a presentada por 900 personas que reclamaban inapropiada. De esta manera se forzó a los políticos a que a s u -
sus derechos de vivienda en l a medida en que se veían obli- mieran responsabilidades que tradicionalmente habían r e h u -
gados, entre otras condiciones extremas de pobreza, a vivir sado contraer. C o n esto, l a Corte realizó u n valioso esfuerzo
en chozas miserables. Enfrentando esta situación, l a Corte dirigido a l a "inclusión" social de personas que h a s t a entonces
Sudafricana le exigió a l Estado crear u n programa destinado habían sido marginadas de l a deliberación pública.
a c u m p l i r s u s obligaciones constitucionales, incluyendo me- E l ejemplo de l a India es t a n interesante como el sudafri-
didas razonables diseñadas p a r a "proveer alivio a personas cano, aunque por razones diferentes, particularmente por l a
que no tienen acceso a l a tierra, n i techo sobre s u s cabezas franqueza y el radicalismo de las decisiones de s u S u p r e m a
y viven e n condiciones intolerables". E l segundo caso tiene
Corte en términos de los derechos sociales. Ciertamente, 33

que ver con enfermos de sida, bien sabido que es u n o de los


desde l a perspectiva de l a democracia deliberativa no es ob-
problemas sociales más dramáticos que padece Sudáfrica.
vio que todas las decisiones (durante s u período más "activo")
E l gobierno decidió prohibir l a aclministración de u n a droga
sean igualmente defendibles, pues algunas de ellas, podría-
antiviral (Nevirapine) excepto en circunstancias especiales
mos pensar razonablemente, excedían las virtudes dialógicas
(que incluían, por ejemplo, l a creación de centros especiales
que los demócratas deliberativos enaltecen, y representan más
de investigación). E n este caso l a Corte sostuvo que el gobier-
bien l a imposición de perspectivas (en este caso, progresis-
no tiene l a obligación de
tas) de l a Corte sobre las autoridades políticas. S i n embargo,
podríamos decir que, e n térrninos generales, l a actividad de
[...] idear e implementar, teniendo en cuenta los recursos con los l a Corte puede aún ser defendida desde u n a perspectiva deli-
que dispone, un programa comprehensivo y coordinado para im- berativa en, por lo menos, dos aspectos. Primero, l a j u r i s p r u -
plementar progresivamente el derecho de mujeres embarazadas a dencia i n d i a representa u n ejemplo fresco e üuminador de u n
tener acceso a servicios de salud para combatir la transmisión del
VIH de madre a hijo. tipo de antiformalismo que resulta particularmente sano e n
el campo de los derechos sociales, donde todavía existen b a -
rreras brutales que impiden a los más débiles presentar s u s
Las decisiones de l a Corte e n estos casos fueron particu-
opiniones ante el público. E l ejemplo más llamativo del anti-
larmente notables porque demostraron cómo, e n l a práctica
real, es posible que los jueces contribuyan a l a discusión de formalismo de l a Corte i n d i a es l a así l l a m a d a "jurisdicción
ciertos asuntos públicos fundamentales, s i n m i n a r l a demo- epistolar", creada por l a m i s m a Corte, y según l a cual u n a
cracia. L a Corte realizó esta contribución no sólo abordando simple carta — e n lugar de u n a petición formal que c u m p l a
las cuestiones que eran dejadas de lado por las autoridades con rigurosidades legales— escrita a favor de u n grupo des-
protegido, constituye u n a condición suficiente p a r a activar

" Government of the Republic of South Africa vs. Grootboom (2000). 33


Conforme al juez Bhagwati, "las puertas de la Corte están abiertas a los po-
12
Minister of Health and Others vs.'Treatment Action Campaign and Others bres, los ignorantes y los analfabetos, y sus casos han comenzado a llegar
(2002). a la Corte por medio del litigio de interés público'' (Bhagwati, 1985: 572).

396 397
u n procedimiento ante l a S u p r e m a Corte. Más aún, l a Corte y M a c k l e m , quienes analizaron estos casos e n u n detallado
encontró que sus reglas liberales p a r a presentarse ante ella estudio sobre l a nueva j u r i s p r u d e n c i a sudafricana,
y l a jurisdicción epistolar no eran suficientes p a r a los propó-
sitos que se habían fijado. [...] la experiencia de la India indica que puede ser apropiado per-
mitir que el poder Judicial adelante ciertas medidas para estimu-
L a Corte consideró también que era m u y importante crear
lar a las otras ramas del poder a mtervenir en debates y producir
nuevos mstrumentos p a r a que p u d i e r a proveerse de l a infor- respuestas concretas que alargo plazo resulten políticamente más
mación requerida p a r a decidir los casos que se someten a s u legítimas y efectivas.37

consideración. P a r a el p r i n c i p a l t r i b u n a l indio, "no era rea-


lista esperar que los demandantes más desaventajados, o los Finalmente, quisiera i n t r o d u c i r algunos comentarios so-
activistas que trabajaban con ellos, proveyeran toda l a evi- bre el caso de l a Corte Constitucional colombiana, dado que
dencia que sería necesaria por el t r i b u n a l p a r a que decidiera representa, probablemente, l a expresión más sofisticada de
sobre los asuntos sometidos a s u consideración". Por esta 34
u n t r i b u n a l comprometido tanto con l a aplicación de los de-
razón, por ejemplo, decidió crear "comisiones socio-jurídicas rechos sociales como con l a democracia deliberativa. L a C o r -
de información" destinadas a a s u m i r l a función de "comisa- te colombiana, de hecho, h a tenido que decidir numerosos
rios de l a Corte". 35
casos relativos a l a protección de derechos sociales, y lo h a 38

U n a segunda característica innovadora en l a j u r i s p r u d e n - hecho de u n a forma extremadamente respetuosa respecto a


cia de este alto tribunal, (ya evidente en el comentario ante- l a deliberación democrática. L a Corte h a aceptado numerosas
rior) fue l a m a n e r a en l a que explícitamente desafió los s u - quejas populares ("acciones de tutela") dirigidas a l a aplica-
puestos tradicionales respecto a l a noción de l a separación ción de los derechos sociales y económicos. L o interesante
39

de poderes. De acuerdo c o n las nociones más tradicionales de esta Corte es el extremo cuidado y capacidad con l a c u a l
al respecto, se concibe que l a Corte debe a s u m i r u n a actitud h a reconciliado s u "activismo" con u n respeto a l a democracia
deferente ante las decisiones de las ramas políticas, a menos deliberativa en diversas decisiones donde declaró inconstitu-
que o c u r r a n graves violaciones de l a ley. cionales leyes que habían sido aprobadas s i n debate público
C o n t r a ese punto de vista, l a Corte i n d i a asumió u n papel alguno, o cuando no habían sido el producto de u n proceso
más "agresivo", e intentó colaborar activamente con las ramas razonable de deliberación pública.
políticas e n l a creación de decisiones más imparciales. Por U n a de las sentencias más eficientes a l respecto es l a que
ejemplo, en AzadRickshaw Pullers Union vs. Punja l a Corte
36
declaró inconstitucional el así llamado "estatuto antiterroris-
decidió no anular u n a polémica ley, sino colaborar con el C o n - ta", el c u a l s i n d u d a representaba u n a parte importante de l a
greso en s u nueva redacción, con el fin de elaborar u n a n o r m a agenda política del Ejecutivo. L a Corte procedió de esa forma
más apropiadamente inclusiva. E n opinión del alto tribunal, cuando entre las pruebas recabadas se encontró que más de
" l a Corte y sus consejeros estuvieron de acuerdo e n este enfo- u n a docena de legisladores (representantes a l a Cámara) que
que constructivo y se esforzaron, luego de varios aplazamien- habían votado por el polémico estatuto habían cambiado s u s
tos, en modelar u n esquema [nuevo y regulativo]". P a r a Scott

34
Hunt, 1996: 165-166.
37
Scotty Macklem, 1992: 130.
35
Por ejemplo, en Bandhua Mukti Marcha vs. Union of India (1984) la Corte
38
Como ilustración, entre otras, pueden verse las siguientes sentencias,
creó una comisión de investigación compuesta por miembros de l a sociedad T-426/92,T-005/95,T-144/95,T-147/95,T-198/95,T-202/95,T-287/95,
civil, con el propósito de asistirla en la implementación de las medidas que T-076/96, T-146/96, T-166/97, T-174/97, T-529/97, ST-144/99, ST-
ordenaba. En Sheela Barse vs. Union of India (1986) organizó igualmente 502/99,T-679/99,SU-995/99,T-121/01,T-132/01,T-238/98,T-283/98,
un comité para asegurar el cumplimiento de provisiones en las prisiones. T-286/98, T-328/98, T-283/98, T-286/98, T-597/93, T-571/98. 'JVbía del
Cf. Scott y Macklem, 1992. traductor).
36
1 S.C.R. 366 (1981).
39
Cepeda, 2004: 618.

398 399
opiniones de u n día p a r a otro, y s i n dar.ninguna explicación residencia como consecuencia de l a violencia de l a que s o n
pública sobre tal cambio de perspectiva. víctimas. L a Corte consideró que era inconstitucional l a po-
Este compromiso con l a democracia deliberativa se t o r n a lítica con l a que el gobierno encaraba l a situación de l a po-
evidente en s u extensa j u r i s p r u d e n c i a sobre derechos socia- blación desplazada, además de profundamente inadecuada
les, y particularmente en l a n u e v a y compleja doctrina jurí- e ineficiente, pero a u n asi, no intentó imponer u n a decisión
dica que desarrolló l a propia Corte, conocida como " l a mo- alternativa a las autoridades públicas. E n cambio, l a Corte
dulación de los efectos de las sentencias". De acuerdo con el afirmó que haría u n seguimiento cercano de las decisiones
magistrado Cepeda, el propósito general de los juicios consti- del gobierno sobre el asunto p a r a asegurarse de que s u polí-
tucionales moduladores tica estuviera conforme con l a Constitución y fuera capaz, a l
mismo tiempo, de solucionar l a situación desesperada de los
[...] no surge como una consecuencia de la interferencia judicial desplazados. E n todos estos casos l a Corte mostró l a posibi-
41

con el poder del Congreso, sino que en lugar de esto, fue concebido lidad real de mtervenir de u n a m a n e r a sumamente respetuo-
como un medio de armonizar la necesidad de preservar la Constitu- s a respecto a l a autoridad del legislador.
ción con el respeto de la Corte hacia las decisiones del Legislativo.
A través de tales decisiones "moduladas" l a Corte intenta mante- Estos ejemplos i l u s t r a n algunas de las formas en las c u a -
ner la constitucionalidad de las leyes, en la medida en que ello sea les los tribunales pueden a s u m i r u n a actitud fuerte, e incluso
posible. 40 agresiva, en lo concerniente a l a implementación de los dere-
chos sociales y, a l mismo tiempo, no a b a n d o n a r — s i n o respe-
Las decisiones de constitucionalidad m o d u l a d a pueden ser t a r — s u compromiso con l a democracia deliberativa.
de varios tipos: "interpretativas", "expresamente integrativas"
y "materialmente expansivas". También pueden referirse a l V I . REVISIÓN JUDICIAL, SUPREMACÍA JUDICIAL Y MOTIVACIÓN
momento en el c u a l l a regla del tribunal se vuelve efectiva. JUDICIAL
E n algunos casos destacados, por ejemplo, l a Corte p o s p u -
so el efecto de s u s decisiones, bajo el supuesto de que s u apli- Las secciones previas proporcionan algunas bases p a r a l a te-
cación inmediata podría poner en peligro otros valores cons- sis en v i r t u d de l a c u a l los partidarios de l a democracia deli-
titucionales fundamentales. Tratando de darle a l Congreso berativa deben defender l a revisión judicial, incluso (o parti-
suficiente margen de maniobra, l a Corte pospuso l a aplica- cularmente) en el campo de los derechos sociales. A h o r a q u i -
ción de l a inconstitucionalidad de sus decisiones por u n cier- siera introducir algunas notas críticas que ponen en d u d a l a
to periodo. Por ejemplo, en l a sentenciaT-153 de 1998, sobre afirmación anterior, pero que de todas formas no niegan s u
los severos abusos de los que eran víctimas los prisioneros fuerza e importancia.
en las cárceles, abusos cometidos por el personal público del r rimero distinguiré entre los conceptos de revisión judicial
j

INPEC, l a Corte reconoció l a validez de las demandas de los y de supremacía judicial. L a revisión j u d i c i a l es l a actividad
prisioneros, pero estableció que el gobierno tendría cuatro por l a c u a l los jueces revisan l a validez de las normas legales
años p a r a corregir l a situación. y administrativas. L a supremacía j u d i c i a l tiene que ver c o n
De igual forma, l a Corte reconoció que era el Congreso, " l a noción de que los jueces tienen que tener l a última p a l a -
en lugar del poder J u d i c i a l , l a r a m a encargada de decidir l a
m a n e r a en l a que se pondría fin a esos drásticos abusos. L a 41
En contraste, la decisión de la Corte en el famoso caso UPAC (Unidad de
Corte siguió u n a estrategia similar en otra difícil decisión, l a Poder Adquisitivo Constante), que involucró tres decisiones relacionadas
sentencia T - 0 2 5 de 2004, relativa a l asunto de los desplaza- con el financiamiento de vivienda pública, se ha vuelto ineficiente a causa
de los inesperados cambios en la situación económica del país. La Corte
dos, o sea las poblaciones que s o n expulsadas de s u lugar de sostuvo que la política del gobierno se había convertido en inconstitucio-
nal, lo cual era obvio para una mayoría de juristas, pero también le impuso
al gobierno un plan de financiamiento alternativo, dificultándoles así a los
40
Ibid.: 566. legisladores diseñar su propia agenda.

400 401
b r a cuando se trata de l a interpretación constitucional, y que se a u n debate constante y abierto. E n contra de lo que este
sus decisiones determinan el significado de l a Constitución principio propone, y hablando desde l a práctica, las decisio-
p a r a todos". A pesar del amplio apoyo que goza l a supre-
42
nes judiciales tienden a a d q u i r i r l a fuerza de las decisiones
macía j u d i c i a l en los círculos jurídicos, es este rasgo —que "finales". Esto parece ser cierto a pesar de que no es teórica-
generalmente aparece j u n t o a l a práctica de l a revisión j u d i - mente imposible p a r a las otras ramas políticas que insistan
c i a l — el que genera mayor tensión con aquellos que avocan en sus propios criterios; e i n c l u s o s i admitimos esto, algunas
por l a democracia deliberativa o alguna otra versión mayorita- veces l a m i s m a Corte no sigue s u s propias decisiones prece-
r i a de l a democracia. dentes teniendo e n cuenta las presiones que provienen de las
Aquellos que valoran l a democracia, entre otras razones, otras ramas o, a l a larga, del pueblo. Esto es así debido a que
por sus componentes mayoritarios (como lo hacen los demó- las Cortes siempre podrán insistir en sus propias opiniones
cratas deliberativos), tienen profundas razones p a r a adherir a y, finalmente, imponerlas a los demás actores. L a imagen
45

esta crítica, l a c u a l está, a l final, arraigada e n l a idea de igual de u n diálogo parece, de a l g u n a manera, inadecuada c u a n -
respeto. L a supremacía j u d i c i a l violaría l a idea del respeto
43
do los jueces tienen l a oportunidad de insistir exitosamente
igualitario porque perrmtiría a u n a minoría de jueces impo- en favor de s u s propias decisiones, s i n importar cuánto sos-
ner sus propias opiniones sobre las del resto de l a población. tenga el Congreso u n a solución opuesta. L a idea del diálogo,
E s a posibilidad se vuelve incluso más objetable cuando com- en cambio, parece suponer normalmente u n tipo de igual-
prendemos, con Waldron, que los jueces también toman s u s d a d que no está dado en este caso. E n u n diálogo " n o r m a l "
decisiones por medio de procedimientos mayoritarios como y apropiado, los argumentos míos y los suyos tienen i g u a l
consecuencia de las fuertes disidencias que usualmente apa- oportunidad de prevalecer, mientras sean buenos y consis-
recen dentro de tribunales colegiados como las cortes consti- tentes. Aquí, el diálogo parece estar mclinado y, lo que r e s u l -
tucionales, las cuales simplemente reproducen los desacuer- ta más preocupante, desbalanceado h a c i a el lado incorrecto:
dos existentes fuera de los tribunales. actualmente y a diario, no es el pueblo sino l a r a m a menos
Los partidarios de l a democracia deliberativa tienen algu- democrática (la judicial) l a que tiene l a última y definitiva a u -
nas razones p a r a adherirse a esta crítica inicial. Por ejemplo, toridad constitucional.
los demócratas deliberativos que creen e n las virtudes epis- L a segunda nota crítica deriva de u n a reflexión sobre las
témicas de l a discusión pública podrían decir que l a supre-
44
motivaciones judiciales, u n asunto que, sorprendentemen-
macía j u d i c i a l no es aceptable porque implícitamente está b a - te, h a sido desatendido por l a literatura académica. E n rea-
sada e n las virtudes intelectuales de u n o s pocos, e n lugar de lidad, los académicos parecen estar satisfechos con s u papel
apoyarse e n las capacidades epistémicas de todos los c i u d a - de intelectuales públicos o de reformadores sociales luego de
danos. Quienes defienden l a democracia deliberativa podrían definir u n modelo ideal sobre cómo debería ser el comporta-
decir también que l a supremacía j u d i c i a l es errónea porque miento judicial. D i c e n , por ejemplo: " s i los jueces hicieran
contradice otro requisito fundamental de l a teoría, que es el x o y, entonces nadie podría quejarse sobre lo que hicieron
hecho de que las cuestiones públicas básicas deben sujetar- porque s u tarea resultaría totalmente justificada". E s t a afir-
mación puede ser m u y importante —como u n a contribución
a definir u n ideal regulativo— pero es claramente incomple-
12
Kramer, 2001: 6. ta e n el sentido de que no nos dice por qué debemos esperar
13
Citando la opinión de Joel Feinberg sobre la participación y el respeto a los que los jueces sigan ese ideal. Por ejemplo, algunos autores
individuos, dice Waldron: "Tal vez [el apoyo al] derecho a participar tiene que
ver menos con un prospecto mínimo de impacto decisivo y más con evitar el
piensan que l a revisión j u d i c i a l estaría del todo justificada s i
insulto, el deshonor o la denigración que aparecen cuando las opiniones de los jueces concentraran sus esfuerzos en salvaguardar el pro-
una persona son menospreciadas en relación a las de otras, en un asunto
que afecta a todos" (Cf. Waldron, 1999a: 238).
14
Niño, 1991. 43
Cf. al respecto Dworkin, 1977.

402 403
ceso político,'' o s i los jueces se convirtieran en " l a voz de l a
6
ocasiones recomendadas por algunos académicos? ¿Podemos
minoría s i n poder", o s i aprendieran a "dejar ciertas cues-
47
seriamente esperar que esto suceda? Por esta razón, los de-
tiones s i n decisión", evitar las generalizaciones abstractas, mócratas deliberativos tienen motivos p a r a mantenerse es-
razonar por analogía y no por principios generales amplios, cépticos acerca de l a revisión judicial.
y decidieran con cuidado, paso a paso, tomando " u n caso a
l a vez" (actuando de modo "minimalista"). S i los jueces se48
V I . CONCLUSIÓN
comportaran de l a m a n e r a descrita, probablemente sus de-
cisiones serían menos objetables desde l a perspectiva de l a Para finalizar, es importante Distinguir entre: a) el hecho de
democracia deliberativa. También e n defensa de tales pro- que los partidarios de l a democracia deliberativa, en general,
puestas, debemos admitir que, por lo menos en principio, tengan motivos p a r a ser escépticos de l a revisión judicial, y
el marco institucional existente no impide que se logren re- b) el hecho de que decisiones judiciales específicas p u e d a n
sultados deseables: los jueces podrían decidir trabajar a fa- estar más o menos alineadas con las metas de los partidarios
vor de las minorías desaventajadas y marginadas, o podrían de l a democracia deliberativa. Indudablemente, p a r a que sean
comenzar a actuar de m a n e r a rriinimalista. E l problema es, capaces de avocar por l a revisión judicial, tales partidarios
s i n embargo, que no tenemos buenas razones p a r a creer que necesitarían garantías de las que carecen actualmente. Esto
los jueces colectivamente decidirán actuar en l a forma reco- continuará así en tanto l a supremacía j u d i c i a l se mantenga
mendada, e n u n tiempo determinado o sobre u n período de inmodificada, es decir, mientras no se introduzcan reformas
tiempo. E n otras palabras, los cambios propuestos resultan institucionales destinadas a motivar a los jueces a decidir de
materialmente factibles, pero también, a l mismo tiempo, es forma más compatible con los fines de l a democracia delibe-
poco probable que acontezcan. Esto es así, entre otras razo- rativa, y mientras el sistema institucional no se reorganice
nes, porque los jueces no tienen incentivos institucionales de modo t a l que favorezca el establecimiento de u n diálogo
p a r a comportarse de l a m a n e r a p r o p u e s t a — i n c l u s o aunque genuino y equitativo entre las diferentes ramas del poder, y
pueda suceder u n caso e n el que, ocasionalmente, u n juez también entre ellas y el pueblo.
decida seguir u n a de estas recomendaciones teóricas porque N i n g u n a de estas certidumbres, s i n embargo, debería i m -
l a encuentre particularmente ñuminadora. Pero, en términos pedir que quienes defienden l a democracia deliberativa eva-
generales, ¿por qué debemos esperar que los jueces r e n u n - lúen individualmente las diferentes decisiones judiciales, de
cien a s u enorme poder, y que lo hagan de l a m a n e r a y e n las acuerdo con s u proximidad o distancia del ideal institucional
que defienden. Las decisiones judiciales en el campo de los
derechos sociales no deben ser u n a excepción a l respecto: a l -
De acuerdo con John Ely, el proceso político se encuentra viciado cuando:
a) los que gobiernan bloquean los canales del cambio político para asegu- gunas pueden considerarse como favorables a l ideal regulativo
rar su permanencia en el poder; o b) cuando, aunque nadie le niegue a nin- de l a democracia deliberativa (z.e., contribuyendo a integrar
gún otro su voz o voto, quienes están en el poder actúan sistemáticamente
en contra de alguna minoría, por simple hostilidad o prejuicio, rehusándo- grupos indebidamente marginados por el sistema político, u
se a reconocer los intereses comunes, y por tanto negando a la minoría la obligando a las autoridades políticas a justificar sus decisio-
protección de la que gozan otros grupos en el sistema representativo (Ely, nes de u n a m a n e r a más sólida), mientras que otras pueden
1980: 108).
verse como orientadas en l a dirección opuesta (i.e., a s u m i e n -
De esta manera, en "Groups and the Equal Protection" Fiss afirma que
"cuando el producto de un proceso político es una ley que causa daño [a mi- do que l a Constitución es compatible con u n sólo modelo eco-
norías con menos ventajas], la usual objeción contramayoritaria a la inva- nómico). Y, yo creo, es relevante reconocer estas distinciones,
lidación judicial — l a objeción que niega a los 'nueve hombres' el derecho
de sustituir su opinión a la de 'el pueblo'— tiene poca fuerza. Para el poder
al menos p a r a dejar atrás cierto dogmatismo que a veces p a -
Judicial puede ser percibido como u n amplificador de la voz de la minoría rece afectar n u e s t r a c o m u n i d a d jurídica: el que sostiene q u e
sin poder; el poder Judicial intenta rectificar la injusticia del proceso político l a "Democracia", con mayúscula, sistemáticamente requiere
como un método de ajustar pretensiones opuestas" (Cf. Fiss, 1976: 153).
Sunstein y Holmes, 1999.

404 405
que los jueces en sus decisiones no protejan los derechos so- Hunt, P. (1996), Reclaiming Social Rights, Sydney.
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DEMOCRACIA REPRESENTATIVA Y DEMOCRACIA


DELIBERATIVA: REFLEXIONESA PARTIR D E LA
SITUACIÓN P E R U A N A RECIENTE

David Sobrevilla
Prof. emérito de l a
Universidad de San Marcos
Prof. Dr. de l a Universidad de Lima, P e n i

INTRODUCCIÓN

Existe en el Perú, y en general e n los países latinoamerica-


nos, u n gran desencanto sobre l a democracia representativa:
se afirma que ella no h a logrado derrotar nuestros enormes
problemas: pobreza, corrupción, desempleo, violencia, explo-
tación, desigualdad y tantos otros males que azotan nuestro
continente. E n este sentido m u c h a gente p i e n s a que en los
países en vías de desarrollo es mejor u n régimen autoritario,
como el del ex presidente peruano Alberto Fujimori, quien, se
señala, logró vencer el terrorismo y dominar l a inflación.
¿Qué hacer frente a l desencanto por l a democracia? U n a
solución posible es s i n d u d a rechazar l a democracia repre-
sentativa. Dentro de esta solución pensamos que se d a n e n
l a América L a t i n a a c t u a l dos variantes. L a p r i m e r a es seguir
u n a vía autoritaria de izquierda estimulando el nacionalismo
y el regionalismo, y l a segunda consiste, e n países con u n a
mayoritaria presencia indígena, combinar el nacionalismo
de izquierda con el indigenismo. Ambas propuestas no pare-

408 409
cen m u y promisorias, pues en verdad r e n u n c i a n a l a demo- Elster escribe que los elementos intensionales de l a demo-
cracia. cracia deliberativa presentan u n a gran divergencia: S u s a n
O t r a solución frente a los problemas de l a democracia for- Stokes define l a deliberación por s u resultado: "el cambio
m a l es, en n u e s t r a opinión, no r e n u n c i a r a ella sino ahondar endógeno de preferencias que resulta de l a comunicación";
l a democracia. O mejor dicho: dado que l a democracia repre-
Diego Gambetta h a b l a de u n proceso: " u n a conversación por
sentativa m u e s t r a problemas, pero que rechazarla es más
l a c u a l los individuos h a b l a n y e s c u c h a n consecutivamente
problemático aún, l a alternativa bien pudiera ser profundizar
antes de tomar u n a decisión colectiva"; J o s h u a C o h e n recu-
l a democracia pasando de u n a democracia representativa a
rre a l a idea más ambiciosa de "un razonamiento libre y públi-
otra deliberativa. L a razón es que ésta m u e s t r a posibilidades
co entre iguales", Y J a m e s Fearon h a b l a de u n a discusión con
que pueden ayudarnos a compensar algunas de las caren-
consecuencias como efecto.
cias en el funcionamiento de l a democracia representativa en
E l objeto de l a deliberación puede consistir en^nesúltimos;
América Latina.
o e n creencias a partir de las cuales, dados fines últimos, se
E n esta ponencia quisiera: I) referirme a l a concepción de pueden derivar preferencias sobre los medios.
l a democracia deliberativa, en especial en l a versión que sobre
No existe u n a sola línea de concepciones sobre l a democra-
ella ofrece Jürgen Habermas, II) realizar algunas considera-
cia deliberativa, sino varias. Hay u n a de inspiración marxista,
ciones sobre l a concepción h a b e r m a s i a n a de l a democracia
como l a defendida por autores como J o n Elster y Philipp v a n
deliberativa, y III) tratar de mostrar las posibilidades que esta
Parijs; y otra de u n liberalismo de izquierda, como las pro-
concepción ofrece p a r a edificar l a democracia en América L a -
puestas de J o h n Rawls, Jürgen Habermas y Carlos Santiago
t i n a tomando l a reciente situación p e r u a n a como ejemplo.
Nino. E n esta parte de n u e s t r a exposición presentaremos el
planteamiento de Habermas.
I. L A CONCEPCIÓN D E LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA

LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA SEGÚN JÜRGEN HABERMAS


¿Qué entender por democracia deliberativa? No existe u n a úni-
ca definición aceptable de democracia deliberativa sino sólo
Habermas h a explicado s u concepción de l a democracia deli-
distintas propuestas. No obstante, en todas ellas hay algunos
berativa e n s u libro de 1992 Facticidad y validez: contribucio-
rasgos comunes. J o n E l s t e r escribe a este respecto:
nes a la teoría discursiva del derecho y del Estado democrático
de derecho. Quisiéramos observar ante todo que en l a tradi-
2

En todas (...) [estas definiciones] existe un sólido núcleo de fenó-


ción de Hegel o de Kelsen, Habermas trata e n este libro tanto
menos que se consideran como democracia deliberativa. Todas
concuerdan, creo, en que el concepto incluye la toma colectiva de de l a teoría del derecho como de l a del Estado, pues piensa que
decisiones con la participación de todos los que han de ser afecta- son temas que no se pueden divorciar. E l derecho encuentra
dos por la decisión o por sus representantes: ésta es la parte demo- s u sustento, p a r a el autor, en el poder sancionador del Estado,
crática. Todas, así mismo, concuerdan en que incluye la toma de y éste se legitima por ser u n Estado democrático de Derecho,
decisiones por medio de argumentos ofrecidosporypáralos parti- esto es, u n Estado que se justifica a sí mismo porque respeta
cipantes que están comprometidos con los valores de racionalidad y hace respetar los derechos h u m a n o s fundamentales. D e -
e imparcialidad: ésta es la parte deliberativa. Estas caracterizacio- seamos restringirnos a explicar aquí l a idea h a b e r m a s i a n a
nes son algo rudimentarias, pero creo que captan razonablemente
de l a democracia deliberativa.
bien la interacción de los elementos extensionales. 1

Presentaremos a continuación l a concepción habermasiana


de l a democracia deliberativa, refiriéndonos a: ( 1) el principio
discursivo que es l a base de l a autonomía m o r a l y política,

1
Elster, 2006:21. 2
Habermas, 1998: 689.

410
411
(2) los principios del Estado de Derecho, (3) los procesos racio- que hay derechos que se deben imponer, porque l a c o m u n i -
nales de formación de l a voluntad política, (4) u n a concepción dad jurídica requiere de u n a fuerza identificatoria así como
deliberativa de l a política, y (5) los paradigmas del derecho. de u n a fuente de j u r i s p r u d e n c i a , y porque de l a formación
política de l a voluntad emanan programas que tienen que ser
1) El principio discursivo como base de la autonomía implementados.
moral y política Pero a l a vez el Estado de Derecho tiene como sentido ga-
rantizar los derechos subjetivos y l a igualdad jurídica entre los
Habermas sostiene que las normas generales de acción se r a - ciudadanos. E n consecuencia existe u n a conexión estrecha
mifican e n reglas morales y jurídicas. E n s u base se encuen- entre l a autonomía privada y l a pública: el derecho se apoya
t r a el principio discursivo, que tiene u n contenido normati- en el poder político, pero éste r e s u l t a a s u vez justificado por
vo, porque explica el sentido de l a imparcialidad de los juicios s u defensa de los derechos subjetivos. E l principio de l a so-
prácticos. S u contenido es: son válidas las normas de acción beranía popular es así l a "bisagra" que conecta el sistema de
a las que podrían prestar su aquiescencia todos los posibles derechos c o n l a construcción de u n Estado democrático de
afectados en tanto participantes en discursos racionales. Derecho.
E l principio moral resulta de rana especificación del principio P a r a Habermas el Estado democrático se caracteriza por
discursivo p a r a aquellas n o r m a s de acción que sólo pueden l a prioridad que concede a l poder comunicativo frente a otros
ser justificadas bajo el punto de v i s t a de u n a i g u a l conside- poderes e intereses de grupos o personas. E l procedimiento
ración de todos los intereses. E l principio democrático r e s u l - democrático "institucionaliza las formas concretas necesarias
ta de l a especificación correspondiente de aquellas normas p a r a u n a formación radical de l a voluntad política".
de acción que se presentan bajo u n a forma jurídica y que se
pueden justificar c o n a y u d a de razones pragmáticas, ético- 3) Los procesos racionales deformación de la voluntad
políticas (o sea sólo válidas p a r a u n a c o m u n i d a d determina- política
da) y morales — y no sólo por razones morales.
De acuerdo con lo anterior, el principio m o r a l y el democrá- A diferencia de las normas morales que regulan las interac-
tico m u e s t r a n dos diferencias básicas. Primero: el principio ciones e n general frente a cualquier persona, las normas j u -
m o r a l opera en el ámbito de l a estructura interna de u n deter- rídicas acogen intereses morales, pero también estratégicos
minado juego argumentativo, mientras el principio democrá- y ético-políticos que sólo i m p o r t a n a u n a c o m u n i d a d . Los i n -
tico lo hace e n el de l a institucionalización externa de l a parti- tereses estratégicos expresan l a conformidad con u n fin; los
cipación e n u n a formación discursiva; segundo, el principio ético-políticos, los valores de cierta c o m u n i d a d ; y los m o r a -
m o r a l se extiende a todos los afectados, e n tanto que el p r i n - les, valores universales.
cipio democrático se manifiesta e n normas jurídicas que sólo P a r a Habermas en u n Estado democrático de Derecho el
se refieren a los ciudadanos de u n determinado Estado. control constitucional de las n o r m a s lo realiza el T r i b u n a l
Constitucional, que no debe considerar sólo intereses m o r a -
2) Los principios del Estado de Derecho les sino que debe tener en c u e n t a también los otros intereses
y, además, realizar u n a p r u e b a de coherencia. E l T r i b u n a l
E l principio de l a generación de normas jurídicas se m a n i - Constitucional no debe sustituir a l poder Legislativo, y en es-
fiesta en l a positivización de los derechos subjetivos y se ex- te sentido quizás debiera formar parte del mismo.
tiende al poder político. Porque las normas sobre los derechos L a institución recíproca del derecho y del poder público
subjetivos están provistas de sanciones, presuponen el poder funda entre ambos momentos u n a conexión que abre y per-
sancionador del Estado. Por lo tanto, el Estado se hace nece- petúa l a posibilidad de u n a mstrumentalización del derecho
sario como poder sancionador, organizador y ejecutor, p o r - en favor del empleo estratégico del poder (Machí). M a s e n

412 413
sentido contrario, l a idea de u n Estado de Derecho exige u n a refieren a normas jurídicas, sino que ellos mismos y las for-
organización del poder púbüco que fuerce a s u vez l a domi- mas de comunicación que le s o n propias están insertos e n el
nación política constituida en forma jurídica p a r a legitimarse proceso jurídico.
de s u lado recurriendo a l derecho legítimamente establecido.
E l derecho resulta ser así u n medio p a r a transformar el poder 4) Una concepción deliberativa de la política
comunicativo e n poder adrmnistrativo.
¿Qué debemos hacer p a r a institucionalizar jurídicamente Habermas toma como punto de p a r t i d a de s u concepción de-
l a red de discusiones y negociaciones en torno a las leyes? Se- liberativa de l a política las ideas de J o s h u a Cohén. Pero en l a
3

gún Habermas, a partir del principio de l a soberanía popular imagen de Cohén de l a política deliberativa, Habermas echa
en términos de l a teoría del discurso resultan los siguientes de menos importantes diferenciaciones internas que habría
lmeamientos: a) el principio de u n a a m p l i a protección de los que introducir, y sobre todo l a ausencia de referencias a l a
derechos individuales, prestada por u n poder j u d i c i a l inde- relación entre el aspecto formal y el informal e n l a formación
pendiente; b) los principios de u n ejercicio conforme a l a ley de l a opinión y de l a voluntad políticas. E l primero está cons-
de l a adnrinistración y del control jurídico y parlamentario de tituido por los procedimientos democráticos parlamentarios,
l a administración; c) el principio de l a separación del Estado y y el segundo por los procedimientos informales de l a opinión
l a sociedad (civil) que debe impedir: d) que u n poder social no pública, que no se pueden ignorar. Ambos tipos de procedi-
filtrado en las esclusas del poder comunicativo se transforme mientos están regulados por las competencias, el contenido
en poder adrmriistrativo. de los temas y el tipo de tratamiento argumentativo, y tienen
Según Habermas, con respecto a l a s normas jurídicas de- como meta l a solución cooperativa de cuestiones prácticas,
biéramos adoptar u n a teoría procedimental: s u legitimidad incluyendo l a negociación de compromisos a los que se p u e d a
se mide por l a racionalidad del procedimiento democrático designar como fair. No sucede lo mismo con l a formación de
de legislación política. Este procedimiento es de carácter más l a opinión pública que obedece a mecanismos más espontá-
complejo que l a argumentación moral: l a legitimidad de las neos dentro de u n marco garantizado en términos de derechos
leyes no sólo se mide por l a corrección de los juicios m o r a - fundamentales. E n este último caso el espacio público gene-
les, sino entre otras cosas por l a disponibilidad, relevancia y r a l está expuesto y m u c h o menos protegido que los espacios
selección de las informaciones, por l a fecundidad del proce- parlamentarios frente a los efectos de represión y exclusión
samiento informativo, por l a adecuación de l a lectura de las provenientes del poder social, frente a l poder estructural y a
situaciones y de los planteamientos de los problemas, por l a l a comunicación sistemáticamente distorsionada; pero, e n
racionalidad de las decisiones, por l a autenticidad de las valo- cambio, dicho espacio público general es u n medio de c o m u -
raciones fuertes, sobre todo por l a fairness de los compromi- nicación más restringido. E n consecuencia, l a política delibe-
sos alcanzados, etc. rativa discurre sobre l a doble vía de procedimientos formales
parlamentarios y de procedimientos informales de l a opinión
E l autor sostiene que el sistema de los derechos que ase- pública, entre los cuales se establece u n a interacción.
guran a l mismo tiempo l a autonomía privada y l a pública de
los miembros de l a c o m u n i d a d jurídica es interpelado y ase- P a r a poder entender l a doble vía de l a política deliberati-
gurado e n el procedimiento democrático de l a legislación y e n va, Habermas recurre a l modelo de esclusas elaborado por
l a aplicación i m p a r c i a l del derecho. B . Peters e n s u libro La integración de las sociedades moder-
C o n l a fijación anterior se evita que los discursos que se nas. Según este autor, los procesos de comunicación y deci-
4

especifican e n l a fundamentación y aplicación de las leyes sión del sistema político articulados en términos de Estado
sean entendidos a posteriori como casos especiales de d i s c u -
siones morales de fundamentación y aplicación. Y además se 3
Cf. Cohén, 1989: 17 y ss.
hace claro desde u n inicio que los discursos jurídicos no se 4
Peters, 1993. Habermas conoció este libro antes de ser publicado.

414 415
de Derecho se ordenan conforme a u n centro-periferia, están traducciones de los informes técnicos de l a adrrrinistración
estructurados por u n sistema de esclusas y están caracteri- (o del poder Judicial). E n este sentido Habermas trata de h a -
zados por dos clases de procedimientos. cer plausible que e n determinadas circunstancias l a sociedad
S i se quieren imponer c o n autoridad, las decisiones obli- civil puede adquirir influencia en el espacio de l a opinión pú-
gatorias tienen que conducirse por los estrechos canales del blica, proyectarse sobre el complejo parlamentario (y sobre
ámbito nuclear. No obstante, l a legitimidad de las decisiones el poder Judicial) con opiniones propias, y obligar en general
depende de los procesos de formación de l a opinión y de l a al sistema político a volver a situarse por encima del círculo
voluntad e n l a periferia. E l centro es u n sistema de esclusas oficial de poder.
que m u c h o s procesos e n el ámbito del sistema político-jurí-
dico tienen que atravesar. Dicho centro controla l a dirección 5) Paradigmas del derecho
y Dinámica de estos procesos sólo e n medida limitada. Los
cambios pueden provenir tanto de l a periferia como del cen- Habermas sostiene que en l a historia moderna y reciente se
tro. E n ñn de cuentas, l a idea de l a democracia reposa en que h a n dado dos paradigmas jurídicos. Entiende por paradigmas
los procesos políticos de formación de l a voluntad, que e n es- jurídicoslos distintos modos de realizarse el sistema de dere-
te esquema tienen u n estatus periférico o intermedio, deben chos y los principios del Estado de Derecho. U n paradigma
ser decisiones p a r a el desarrollo político. Esto es algo que no jurídico explica "de qué m a n e r a concibe u n o y debe tratar los
está precisamente decidido por este esquema. principios del Estado de Derecho y los derechos fundamenta-
E l comentario de Habermas a esta propuesta de Peters es les con el fin de que p u e d a n c u m p l i r en u n contexto dado l a
que representa u n a verdadera traducción sociológica de l a función que normalmente se les adscribe". U n paradigma j u -
lectura que él h a realizado antes de l a democracia e n térmi- rídico compartido e n u n a sociedad permite descargar al juez
nos de l a teoría del discurso. Conforme a esta lectura, con el de parte del peso de las decisiones que toma, y aumentar el
ñn de que sean legítimas las decisiones vinculantes, tienen grado de previsibilidad existente p a r a las partes.
que estar dirigidas p o r flujos comunicativos que parten de E l primero de los paradigmas mencionados es el liberal clá-
l a periferia y p a s a n las esclusas de los procedimientos de- sico, en que existe u n interés unidimensional en salvaguardar
mocráticos propios del Estado de Derecho e n l a entrada del l a libertad en s u concepción negativa—la libertad llamada de
complejo parlamentario o de los tribunales (o, dado el caso, los antiguos, entendida como l a ausencia de determinación,
también e n l a salida de l a adrninistración que ejecuta estas s i n tomar en consideración las distorsiones que imponen a
decisiones). Sólo esto excluye, por u n lado, que el poder so- d i c h a libertad los desequilibrios económicos y sociales. És-
cial de las estructuras intermedias que influyen e n el ámbito t a es, p o r ejemplo, l a libertad de contratación existente entre
nuclear se autonomicen frente a l poder comiinicativo que se partes en u n a posición asimétrica: se trata de u n a libertad p u -
forma e n el complejo adrninistrativo. De esta forma él poder ramente formal, no real.
no legal penetra en los circuitos del poder regulado e n térmi- E l segundo paradigma es el del Estado social que b u s c a re-
nos del Estado de Derecho. mediar el defecto anterior tratando de establecer condiciones
Lo anterior explica l a enorme importancia que p a r a H a - de j u s t i c i a social apropiadas p a r a asegurar los mínimos vita-
bermas tienen l a opinión pública y l a sociedad civil, aunque les requeridos p a r a realizar l a autonomía individual — l a así
el autor reconozca que ambas disponen de u n espacio de l l a m a d a libertad de los modernos. E l problema de este segun-
acción limitado. No obstante, el autor sostiene que, pese a do paradigma es que d a lugar alpaternalismo, convirtiendo a l
sus posibilidades asimétricas de intervención y a s u limita- "ciudadano" en u n "consumidor" o "cliente" de las burocracias
d a capacidad de procesamiento, l a sociedad civil mantiene l a estatales. Piénsese, por ejemplo, en cómo se manipuló a l a
posibilidad de movilizar u n contrasaber (al saber producido gente necesitada en l a época de Fujimori por medio de los pro-
por l a adininistración o el Ejecutivo) y de hacer s u s propias gramas de a y u d a social.

416 417
Habermas por s u parte propone u n tercer paradigma jurí- E n s u libro Modelos de la democracia (1996), Dieter Held 7

dico, el procedimental, que sostiene que el Estado de Derecho sostiene que l a democracia (liberal) representativa se puede
es incompleto s i n l a participación real ciudadana. E l para- presentar con dos variantes: l a protectora y l a desarrollista.
digma proceclimental propone l a interrelación ineludible en- E l principio justificativo de l a p r i m e r a es l a protección que los
tre l a autonomía privada y l a pública: sólo sobre l a base de l a ciudadanos exigen frente a los gobernantes y a sus semejan-
autonomía privada es posible l a autonomía pública, o sea l a tes. S u s características principales son: a) que l a soberanía
autoorganización social; y sólo este autogobierno permite que reside en último término en el pueblo, pero que se l a difiere
cada c u a l p u e d a ser finalmente autónomo. Por ello Haber- a sus representantes; b) las elecciones regulares, el voto se-
mas sostiene que creto, l a competencia entre facciones, líderes o partidos y el
gobierno de l a mayoría; c) l a división de poderes impersona-
El derecho legítimo [o sea que está legitimado por realizar imperati- les entre Ejecutivo, Legislativo y J u d i c i a l ; d) el constitucio-
vos morales y otras exigencias] cierra el círculo entre la autonomía
nalismo como garante de l a libertad frente a l trato arbitrario;
privada de sus destinatarios, que son objeto de un trato igual, por
un lado, y, por otro lado, la autonomía pública de los ciudadanos e) l a separación del Estado de l a sociedad civil, y f) centros de
que, en tanto autores del orden jurídico, dotados de unos mismos poder y grupos de interés en competencia.
derechos, tienen que ponerse (o tienen que acabar poniéndose), de L a democracia desarrollista tiene como principio que l a
acuerdo acerca de los criterios de trato igual. 5
participación en l a vida política es necesaria no sólo p a r a l a
protección de los intereses ciudadanos sino también p a r a l a
II. CONSIDERACIONES SOBRE LA CONCEPCIÓN HABERMASIANA creación de u n a ciudadanía informada, comprometida y e n
DE LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA desarrollo. Las características fundamentales de este modelo
de l a democracia son: a) l a soberanía popular con el sufragio
E n s u texto "Tres modelos normativos de democracia", H a - 5
universal, b) el gobierno representativo, c) frenos constitucio-
bermas h a contrapuesto los modelos de l a democracia libe- nales p a r a asegurar las limitaciones y l a división del poder del
ral, l a r e p u b l i c a n a y s u propio modelo procedimental, a l que Estado, así como l a promoción de los derechos individuales,
denomina de "política deliberativa". E s t a contraposición res- d) l a demarcación clara entre l a asamblea parlamentaria y l a
ponde a l a visión del proceso democrático, l a noción del c i u - burocracia pública, e) l a participación de los ciudadanos e n
dadano, l a concepción de los derechos, l a naturaleza del pro- las distintas ramas del gobierno a través del voto, u n a extensa
ceso político, l a imagen del Estado y l a sociedad y el concepto participación en el gobierno local, debates públicos y el servi-
de legitimación. cio judicial.
M a s antes que a c u d i r a este texto p a r a considerar el aporte ¿Qué agrega l a concepción habermasiana de l a democracia
de Habermas a l a teoría democrática, quisiéramos examinar deliberativa a las tradicionales concepciones de l a democracia
aquí comparativamente las nociones de democracia (liberal) (liberal) representativa? Pensamos que a l defender l a prime-
representativa y de democracia deliberativa habermasiana. ra, Habermas era profundamente consciente de las críticas
Encontramos que antes que u n a oposición entre ambas, l a efectuadas a l a democracia, como l a realizada por Norberto
segunda profundiza notablemente l a primera. Bobbio en s u libro Elfuturo de la democracia (1984), Además, 8

Held, 1996.
Las promesas incumplidas de la democracia son, según Bobbio, las siguien-
tes: primero, que el individuo poniéndose de acuerdo con los otros ciudada-
Habermas, 1998: 498. nos podría crear una sociedad política sin cuerpos intermedios, lo que no
ha sucedido: en la sociedad contemporánea siguen siendo los grupos (como
Apareció originalmente en un libro en homenaje a Iring Fetscher (1992) y las grandes corporaciones, los partidos, los sindicatos, etc.) los grandes pro-
posteriormente en una versión ampliada en el volumen La inclusión del otro tagonistas de la política. Segundo, que los representantes parlamentarios
(Habermas, 1999: 231-246). representen los intereses de toda la nación, cuando en verdad representan

418 419
tenía m u y clara l a debacle de l a esfera pública —lo describe que p a r a Habermas u n a democracia s i n "universales de pro-
muy bien J u a n Carlos Velasco, quien m u e s t r a convincente- cedimiento", como l a separación de poderes, u n a pluralidad
mente cómo l a preocupación h a b e r m a s i a n a por l a democra- de partidos, u n espacio público asegurado, u n t r i b u n a l cons-
cia no empezó recién en los años ochenta sino que tuvo hitos titucional en actividad, etc., no es u n a genuina democracia.
previos fundamentales en textos como Cambios estructura-
les del espacio público (1962) y Problemas de legitimación del III. L A S POSIBILIDADES D E LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA E N
capitalismo tardío (1974). 9
AMÉRICA LATINA. R E F L E X I O N E S SOBRE E L CASO PERUANO
E n este sentido, l a profundización esencial que realiza l a RECIENTE
teoría h a b e r m a s i a n a sobre l a democracia deliberativa e n las
distintas concepciones de l a democracia representativa se h a - Las consideraciones anteriores nos hacen evidentes los pro-
l a e n el énfasis que pone en que no basta el aspecto formal blemas existentes p a r a construir l a democracia e n América
para el surgimiento de l a opinión y voluntad políticas —los Latina y el aporte que en este sentido puede prestar l a concep-
procedimientos democráticos parlamentarios—, sino que es ción h a b e r m a s i a n a de l a democracia deliberativa. Podemos
preciso admitir además s u aspecto informal: los impulsos que expresarlo concisamente de l a siguiente m a n e r a : en América
aporta l a opinión pública. E n efecto, es ella l a que legitima las L a t i n a es difícil edificar l a democracia porque, como no se h a
decisiones del Parlamento, pero también las del Ejecutivo y logrado que nuestros sistemas políticos adquieran algunas
aasta las del poder J u d i c i a l . De allí l a importancia que tiene de las características fundamentales de l a democracia repre-
a sociedad civil y l a atención que h a y que prestar a l hecho sentativa, aquí no funcionan bien los procedimientos formales
de que l a opinión pública no sea m a n i p u l a d a por el poder y que deben mtervenir en l a formación de l a opinión y voluntad
el dinero. Otro aporte fundamental de l a concepción haber- políticas. E s t a situación puede, s i n embargo, mejorarse re-
m a s i a n a de l a democracia deliberativa es l a significación que curriendo a ios procedimientos informales a que se refiere l a
concede a l a acción del T r i b u n a l Constitucional — c o n respec- concepción deliberativa de l a democracia: a l peso de l a opi-
to a l a c u a l también previene sobre sus excesos. Y por último nión pública, l a acción de l a sociedad civil, l a gestión del T r i -
s u insistencia de que el ciudadano no es u n sujeto egoísta b u n a l Constitucional y l a transformación de los individuos y
atomizado y tampoco u n posible cliente manipulable por los clientes e n ciudadanos responsables.
grupos de poder o por el Estado. Q u i s i e r a hacer plausible lo anterior refiriéndome a l proce-
Algunos autores h a n motejado l a concepción de l a demo- so de destrucción de l a democracia p e r u a n a operado por los
cracia de Norberto Bobbio, G i o v a n n i Sartori y Robert D a h l gobiernos de Alberto F u j i m o r i y a l de s u reconstrucción d u -
como procedimental 10
—grupo a l que habría que agregar s i n rante el gobierno de Alejandro Toledo.
d u d a el nombre de Habermas. E n cualquier caso, está claro
LA DESTRUCCIÓN DE LA DEMOCRACIA PERUANA POR
sus propios intereses y los de sus grupos. Tercero, la democracia no ha de- LOS GOBIERNOS DE ALBERTO FUJIMORI
rrotado el poder oligárquico. Cuarto, tampoco ha podido ocupar todos los
espacios donde se ejerce el poder. Quinto, no ha podido vencer el poder de
las mafias, los grupos de poder, las asociaciones de interés, etc. Y sexto, Alberto Fujimori ganó en 1990 las elecciones peruanas a M a -
tampoco ha conseguido educar a los individuos haciendo de ellos verdade- rio Vargas Llosa. Desde el inicio se aseguró el apoyo de las
ros ciudadanos. Cf. Bobbio, 1986: 16-26.
Fuerzas A r m a d a s — s u contacto era el ex capitán del Ejército
Cf. su introducción al pensamiento habermasiano: Para leer a Habermas
(Velasco, 2003: 100-106). y nuevo asesor suyo V l a d i m i r o Montesinos. S u gobierno se
Cf, por ejemplo, Rotman Rosenmann, 2005: 261. Es curioso que Rotman enfrentaba a dos problemas gravísimos: l a pésima situación
incluya en su lista a Bobbio, quien, frente a la democracia formal —que
comprende ciertos "universales de procerlimiento", aceptaba que puede
existir una democracia en un sentido más bien sustancial, en la que el go- Mateucciy Pasquino, 2005:451-453, a-j, artículo sobre democracia a cargo
bierno bien pudiera no ser del pueblo sino sólo para el pueblo. Cf. Bobbio,
de Bobbio.

420 421
económica y el avance que parecía indetenible de dos movi- estuvieran e n m u y pocas manos y que no h u b i e r a ningún
mientos guerrilleros —Sendero Luminoso y el Movimiento Re- control favoreció ampliamente l a corrupción. Y que el poder
volucionario Túpac A m a r a . P a r a enfrentar estos problemas J u d i c i a l estuviera controlado por Fujimori auspició l a i m p u -
Fujimori contaba con u n partido m u y débil, no tenía u n a m a - n i d a d frente a las violaciones de los derechos h u m a n o s . C o -
yoría parlamentaria, no disponía de asesores propios y tuvo mo se comprueba, lo que e n realidad hizo F u j i m o r i fue des-
que tomar conocimiento de resoluciones adversas del poder montar l a democracia representativa organizando más b i e n
J u d i c i a l y del T r i b u n a l Constitucional. Fue e n estas c i r c u n s - u n a "dictablanda" encubierta.
tancias que Fujimori, previa u n a campaña de desprestigio del
poder J u d i c i a l , de los partidos y de l a democracia represen- EL PAPEL DE LA POLÍTICA DELIBERATIVA EN LA RECONSTRUCCIÓN
tativa e n general, dio u n autogolpe el 5 de abril de 1992, c o n DE LA DEMOCRACIA EN EL PERÚ
el que disolvió el Congreso y declaró e n total reorganización
el sistema j u d i c i a l y l a oficina del contralor general. Poste- Alberto F u j i m o r i se hizo reelegir inconstitucionalmente u n a
riormente, e n 1993 hizo promulgar u n a n u e v a Constitución tercera vez el año 2000. No obtuvo s i n embargo u n a mayoría
en l a que introdujo l a posibilidad de reelegirse — l a reelección parlamentaria, y como se exhibió u n video e n el que aparecía
estaba antes cdnstitucionalmente p r o h i b i d a — y u n régimen s u asesor V l a d i m i r o Montesinos pagando u n a cantidad de
de libre mercado —según l a organización económica que se dinero a u n parlamentario c o n el objeto de que cambiara de
estableció, l a actividad económica pasó a manos privadas, es- bancada, el tercer gobierno fujimorista se derrumbó.
tableciéndose que l a del Estado sólo sería subsidiaria. E l año
Luego de u n régimen de transición dirigido por Valentín
1995 F u j i m o r i logró e n efecto hacerse reelegir.
Paniagua, se celebraron nuevas elecciones y resultó ganador
E n s u primer gobierno F u j i m o r i obtuvo algunos éxitos i n - Alejandro Toledo. S u victoria fue l a de u n outsider más — c o -
negables: primero e n l a l u c h a c o n t r a l a inflación y luego c o n mo lo había sido antes Alberto Fujimori y como lo h a sido e n
l a c a p t u r a de A b i m a e l Guzmán, el 12 de setiembre de 1992. • l a última elección Ollanta Húmala—; ello no l l a m a l a atención,
E n s u segundo período se le complicó el manejo de l a situa- dada l a destrucción del sistema político-partidista en el Perú.
ción económica, pero logró controlar l a opinión pública com- L a verdad, tampoco Toledo tenía u n partido político sólida-
prando económicamente el apoyo de las principales estacio- mente organizado y carecía así mismo de u n a mayoría pro-
nes televisivas privadas. Manejaba, además del Ejecutivo, el p i a e n el Congreso. Toledo h a tenido que soportar u n a fuerte
Legislativo y el poder J u d i c i a l , y había logrado impedir fallos presión de movimientos sociales, que frenaron s u programa
adversos del T r i b u n a l Constitucional, poniendo allí a u n p a r de privatizaciones, y u n crecimiento del movimiento cocalero.
de adictos suyos y luego expulsando del mismo a los funcio- S u gobierno tuvo además que asistir a l nacimiento de u n i n -
narios que le eran adversos. Controlaba así mismo l a Policía, tolerante movimiento nacionalista que trató de organizar u n a
el SIN y l a cúpula de las FF.AA. Además estableció u n vasto rebelión en A n d a h u a y l a s , que fue debelada. Durante s u pe-
sistema de clientelaje gracias a instituciones de apoyo a las ríodo h a n comenzado a operar e n e l Perú m u c h a s compañías
necesidades de l a población. De allí que s u régimen h a y a sido mineras foráneas que pagan u n canon m u y reducido.
caracterizado por u n analista político como u n régimen civil- Pese a todas las críticas que se le puedan hacer, el gobier-
militar autoritario, neoliberal y además neopopulista. 11
no de Toledo exhibe algunos logros incontestables: h a respe-
Aparentemente los dos gobiernos de F u j i m o r i fueron de- tado los lineamientos constitucionales, h a sabido atraer i n -
mocracias formales, pero en el fondo no fue así: el presidente versiones, manejar adecuadamente l a macroeconomía, y h a
m a n i p u l a b a los tres poderes del Estado y había bloqueado iniciado con timidez u n intento más de regionalización. E n
todos los órganos de control. Que el poder y las decisiones s u gobierno el sistema de partidos políticos no h a mejorado
sensiblemente — c o n las posibles excepciones del A P R A y de
U n i d a d Nacional, l a reforma estatal no h a progresado, el ín-
11
López, 2000: 14-26.

422 423
dice de desaprobación del poder J u d i c i a l y del Legislativo h a n televisivos dejaron de estar secuestrados por el gobierno. Las
aumentado y se h a n presentado casos de corrupción y nepo- protestas públicas cesaron casi por completo entonces; pero
tismo. 12
Podemos pues decir que los canales formales de l a l a opinión pública h a mantenido s u importancia.
formación de l a opinión y de l a voluntad pública h a n funcio- Por u n a parte, l a deliberación en el espacio público h a i n -
nado en forma m u y insatisfactoria. troducido racionalidad en l a discusión de los problemas, y se
Pero a l a vez se puede observar que los canales informales h a tenido e n cuenta, p a r a l a formación de l a voluntad polí-
h a n continuado funcionando corrigiendo m u c h o s problemas tica, los intereses de los afectados. Por ejemplo, poco a poco
y situaciones difíciles. De hecho, el último proceso peruano se v a imponiendo entre nosotros el punto de vista según el
de transición democrática fue u n producto del renacimiento c u a l es menester conceder representación política en el P a r -
de l a sociedad civil. A u n q u e este proceso todavía no h a sido lamento a los homosexuales y se v a logrando u n difícil con-
estudiado e n profundidad, se conoce lo suficiente de él como senso sobre que l a A O E (Anticipación Oral de Emergencia)
p a r a poder afirmar que dicho renacimiento jugó e n l a transi- no es a b o r t i v a — e n ambos casos contra l a férrea oposición de
ción p e r u a n a u n papel mayor que e n otras transiciones. E n 13
l a Iglesia católica.
efecto, e n situaciones semejantes e n otros países los partidos De otra parte, l a creciente importancia de l a sociedad civil
políticos desempeñaron u n r o l relevante planteando alter- h a sido determinante p a r a aceptar el informe de l a Comisión
nativas a l régimen autoritario y negociando con él los temas de l a Verdad o determinar que el sueldo del presidente e r a
políticos importantes de l a agenda de l a transición. No fue excesivo, por lo que el primer mandatario tuvo que ceder u n a
así e n el caso peruano último, en que l a calle fue el escenario parte del mismo; o p a r a obtener u n gran consenso e n torno
principal de l a transición. Lo afirma así el a n a l i s t a peruano a l a solicitud de que el Legislativo cesara de otorgar los bene-
Sinesio López, q u i e n señala que p o r s u debilidad los partidos ficios que l a Ley 20530 concedía y redujera los que y a había
políticos peruanos sólo fueron actores políticos secundarios otorgado, pues eran desmesurados e injustos y habrían c o n -
alineados a l lado de otros grupos de oposición a Fujimori. L a ducido a l a quiebra del sistema de l a Seguridad Social; o p a -
legitimidad de estos partidos y grupos aumentó cuando fue- r a poner en evidencia que el poder J u d i c i a l emitía sentencias
r o n reconocidos como interlocutores válidos e n l a m e s a de contradictorias e infundadas, como u n a e n que se reconocía
diálogo patrocinada por l a O E A . Otro rasgo importante de l a que u n sobrino del presidente había cometido u n a violación
transición política p e r u a n a —sostiene López— fue s u carác- sexual, pero que a l mismo tiempo lo eximia de p e n a alguna.
ter mixto: fue a n i m a d a por actores internos, como las movili- E n m u c h o s de estos casos h a sido fundamental l a opinión
zaciones realizadas por los ciudadanos, los partidos y grupos que se recabó del T r i b u n a l Constitucional concerniente a que
y los medios independientes de comunicación, y por actores las leyes que debían promulgarse o aplicarse eran realmen-
extemos como l a O E A , el gobierno norteamericano y l a C o m u - te constitucionales. Así por ejemplo este organismo resolvió
nidad Europea. 14 que l a abrogación de l a mencionada Ley No. 20530 no era
Producida l a transición y elegido Toledo e n 2 0 0 1 , se resta- inconstitucional; o en m u c h o s otros casos resolvió que a l g u -
bleció el funcionamiento de los poderes públicos y el T r i b u n a l nas medidas dictadas a l amparo de leyes promulgadas por
Constitucional comenzó a funcionar otra vez—reincorporán- el gobierno de F u j i m o r i violaban garantías constitucionales,
dose a los magistrados destituidos y cambiándose a los adictos como u n a resolución dictada por u n a empresa aplicando u n a
a F u j i m o r i — , se reconstituyó el espacio público y los medios ley que permitía el despido por necesidades empresariales
previa u n a compensación, disposición que chocaba con l a
garantía de estabilidad laboral relativa prevista constitucio-
12
Parte de lo anterior según el libro de Grompone, 2005. nalmente — l a Constitución p e r u a n a sólo permite el despido
13
Sobre el tema, véanse los cuatro tomos del libro de OTJonnell et al, 1994. por falta grave.
La obra fue publicada originalmente en inglés en 1984.
" López, 2001: 12-16.

424 425
E n todos los casos anteriores se comprueba que el fun- R E F E R E N C I A S BIBLIOGRÁFICAS
cionamiento de los canales informales de l a formación de l a
voluntad política corrige o compensa el m a l funcionamiento Bobbio, Norberto (1986), El futuro de la democracia, México.
de los canales formales; es decir, que l a solución a los proble- Bobbio, Mateucci y Pasquino (2005), Diccionario de la política,
m a s de l a democracia representativa no se encuentra pres- México.
cindiendo de ella sino profundizándola, vigorizando l a demo- Cohén, J . (1989), "Deliberation and Democratic Legitimacy", en
cracia deliberativa. A. Hamlin y B. Petit (eds.), The Good Policy, Oxford.
No obstante, hay que prevenir contra el excesivo entusias- Elster, J o n (2006), La democracia deliberativa, Barcelona.
mo sobre l a i m p o r t a n c i a de los canales informales: el propio Grompone, Romeo (2005), La escisión inevitable: partidos y mo-
Habermas advierte que el peso de l a sociedad civil y de l a opi- vimientos en el Perú actual, Lima.
nión pública s o n limitados, y que el poder y el dinero pueden Habermas, Jürgen (1998) Facticidad y validez: contribuciones a
provocar severas distorsiones en esta última. Ejemplos de las la teoría discursiva del derecho y del Estado democrático de
limitaciones señaladas los tenemos e n l a demanda general, Derecho, Madrid.
que fue insatisfecha, de que los parlamentarios se redujeran (1999), La inclusión del otro [1996], Barcelona.
sus cuantiosos, emolumentos e n l a época del presidente To- Held, Dieter (1996), Modelos de democracia, Madrid.
ledo; o en l a falta de cumplimiento de las recomendaciones López, Sinesio (2000), " E l Perú entre el continuismo autoritario y
de l a Comisión de l a Verdad, sobre lo c u a l no existía u n con- la transición democrática", en Cuestión de Estado, 26, Lima.
senso: u n a gran parte de l a opinión pública estaba a favor, (2001), " E l carácter de l a transición del año 2000", en Cues-
pero u n sector poderoso de las Fuerzas A r m a d a s y de l a dere- tión de Estado, 29, Lima, 12-16.
c h a se oponía. (2002), "Ciudadanía informaday democracia: el caso perua-
A ello se agrega que l a idea de l a democracia deliberativa no", en Comisión Andina de Juristas (ed.), DD.HH., Democracia
encuentra en las "democracias inciertas" en vías de desarro- y libertad de expresión, Lima, 209-252.
llo (G. OTJonnell) otros riesgos más. U n o de ellos es que u n a ODonnell, Guillermo y otros (1994), Transiciones desde un go-
democracia deliberativa propone y exige u n ciudadano infor- bierno autoritario, Barcelona.
mado y no sólo u n individualista posesivo o u n mero cliente. Peters, B. (1993), DielntegrationModernerGesellschaften, Frank-
Lamentablemente e n los países subdesarrollados los c i u d a - fort.
danos informados no constituyen u n a mayoría considerable Rotman Rosenmann, Marcos (2005), Las razones de la democra-
—lo que está e n relación c o n diversos criterios. Por regla ge- cia en América Latina, México.
n e r a l los ciudadanos mejor informados s o n los de mayor n i - Velasco, J u a n Carlos (2003), Para leer a Habermas, Madrid.
vel educativo y de ingresos. Éstos optan por u n a democracia
deliberativa y no están dispuestos a aceptar que el costo de
acabar c o n l a pobreza sea l a supresión de l a democracia. E n
cambio, los que no tienen u n apreciable nivel educativo o de
ingresos prefieren u n régimen plebiscitario y están dispues-
tos a pagar ese precio. Ésta no es, s i n duda, u n a perspectiva
15

m u y halagüeña, y a b o n a el terreno p a r a l a demagogia.

Lo muestra así López en su artículo "Ciudadanía informada y democracia:


el caso peruano" (2002: 209-252). En dicho texto expone los resultados em-
píricos de una investigación al respecto.

427
426
EL DEBATE SOBRE LA DEMOCRACIA
E N LAS IZQUIERDAS LATINOAMERICANAS

Sergio de Zubiría
Prof. Departamento de Filosofía
Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

La democracia es la verdad de todas las Constituciones.


Carlos Marx

Abordar u n a tarea t a n ambiciosa y compleja como l a d i s c u -


sión actual sobre l a democracia en l a izquierda latinoamerica-
n a contemporánea i m p l i c a hacer explícitas por lo menos tres
advertencias que limiten y orienten esta difícil reflexión.
L a primera advertencia consiste en reiterar las dificultades
inherentes a toda generalización u homogeneización de las
tendencias y situación presente e n América L a t i n a y el C a -
ribe. Recuperar l a sugerencia de algunos investigadores so-
ciales latinoamericanos que caracterizan nuestro continente
como u n a "heterogeneidad multitemporal e híbrida". Sin des-
conocer que las contrarreformas neoliberales de las décadas
de los ochenta y noventa del siglo X X que, c o n excepción de
C u b a y con cierta gradualidad e n algunos países, afectaron a
todas las naciones de l a región. De cierta m a n e r a estas con-
trarreformas s o n comunes a l a mayoría de países del conti-
nente y el debate sobre l a democracia está necesariamente l i -
gado a ellas.

429
L a segunda es insistir que preferimos hablar de izquier- búsqueda de alternativas. Algunos analistas h a b l a n de l a
das, en p l u r a l (Bartra y Schuster), p a r a evitar aquella polémi- instauración de u n "posibilismo conservador" (A. Borón), que
ca poco fértil sobre s i se trata de u n a completamente "nueva i m p l i c a mantenerse practicando políticas públicas c o n v i -
o vieja" o s i existen sólo dos o tres izquierdas. Como en toda siones neoliberales, bajo el sofisma de que es inevitable so-
sociedad compleja encontramos e n Latinoamérica perspecti- meterse a los imperativos económicos de los organismos fi-
vas socialdemócratas, socialcristianas, marxista-leninistas, nancieros internacionales. Otros investigadores consideran
trotskistas, maoístas, nacionalistas, anarquistas, izquierda que en América Latina, tratándose de l a izquierda, es posible
social, movimientos guerrilleros, etc. E s t a diversidad ratifica construir y apostar p o r "reformas no reformistas" (A. Gorz)
que todo análisis de l a vida social implica a l mismo tiempo con- que logren desatarse del peso neoliberal de dos décadas y se
tinuidades y transformaciones. orienten h a c i a posiciones anticapitalistas. También algunos
L a tercera es sostener l a tesis de que las posibles causas sostienen que u n asunto es movilizar el descontento contra
de l a renovada presencia de las izquierdas e n l a vida políti- el neoliberalismo y algo m u y áastinto consolidar a corto plazo
ca latinoamericana s o n expresiones y componentes de sus alternativas concretas que promuevan desarrollo y equidad,
actuales "focos de tensión". S i n pretender agotar estas c a u -
1 y sean sostenibles a mediano plazo (C. Rodríguez). Tanto e n
sas, propósito inalcanzable, los investigadores del tema h a n l a búsqueda de alternativas a l neoliberalismo como tratán-
destacado principalmente seis: a) el lento y contradictorio dose de l a caracterización del capitalismo existen, en las iz-
agotamiento del neoliberalismo en el continente; b) el fracaso quierdas latinoamericanas, intensas polémicas.
de los denominados capitalismos democráticos e n l a región; E l descrédito de los partidos tradicionales, l a emergencia
c) el progresivo descrédito y l a crisis i n t e r n a de los partidos de nuevos actores socio-políticos y l a revitalización de cierta
tradicionales; d) el surgimiento de nuevos actores sociales izquierda internacional, h a n propulsado muestras visibles de
y políticos; e) l a revitalización de l a izquierda internacional, las tumultuosas y conflictivas relaciones entre movimientos
especialmente en s u s l u c h a s anti o alter-globalización; f) l a sociales ("nuevos", "recientes" o tradicionales), partidos de iz-
actual centralidad de l a democracia y el inconformismo ge- quierda y gobiernos. E n los países donde l a izquierda h a lle-
neralizado con l a democracia realmente existente e n Améri- gado a l gobierno nacional y local existen múltiples tensiones
c a L a t i n a . Podemos postular que estos seis componentes o
2
entre los partidos y los movimientos sociales tanto sobre el
factores de s u resurgimiento h a n dado lugar a debates m u y tema de l a representación como sobre el de l a dirección. M u -
intensos dentro de l a izquierda latinoamericana contempo- chas de esas tensiones se agudizan u n a vez que sectores de l a
ránea y se constituyen e n lo que denominamos focos de ten- izquierda a s u m e n el gobierno. U n gran desafio lo conforman
sión. E n tres ámbitos s o n notorios los dilemas que enfrenta s u s prácticas democráticas directas y las tentaciones de s u -
este sector político. plantación de los representados. También l a priorización de
E l agotamiento contradictorio del neoliberalismo y el "fra- lo local, nacional e internacional hacen parte de los dilemas
caso" de los capitalismos democráticos h a n impulsado pers- constantes de estas izquierdas contemporáneas.
pectivas bastante diferentes tanto en el análisis como e n l a L a centralidad de l a democracia y el mconformismo c o n
l a democracia existente e n América L a t i n a h a puesto en l a
1
Boaventura de Sousa Santos sugiere buscar en la fase actual de la izquierda
agenda de l a izquierda l a u r g e n c i a de tomar posición ante los
una "politización por vía de despolarización", concentrándose en "cuestio- tipos, procesos y formas de profundizar l a democracia e n el
nes productivas" (cuya discusión tenga consecuencias en el desarrollo de la contexto a c t u a l de l a región. U n a actitud decidida y concep-
acción colectiva); de manera diferente, Atilio Borón postula la conveniencia
de subrayar y destacar la diferencias en el seno de la izquierda. Este escrito tualmente clara frente a l a democracia es u n imperativo del
se ubica en la perspectiva de este último. desarrollo y de l a renovada presencia de l a izquierda en L a t i -
2
Cf. Rodríguez, Barret y Chávez (eds.), 2005; revista Nueva Sociedad, 2005; noamérica. Desde el conocido texto de José N u n sobre n u e s -
Lozano (comp.), 2000; PNUD, 2004; Tanaka, 2003; Benettíy Carrillo, 2004; tra democracia se h a n reiterado profundos problemas, y t a l
Lechner, 2002b.

430 431
vez sean cuatro los más destacados por este investigador: s u ción de l a igualdad; l a tercera, las implícitas discusiones que
histórica condición defectiva que carga con epítetos sorpren- contiene el papel del mercado en los asuntos relativos a l a
dentes como "democracias de baja intensidad", "democra- constitución de l a igualdad.
cias s i n demócratas", "democracias electorales", "democracias De m a n e r a algo sintética se podría i n s i n u a r que las claves
autoritarias", "democracia aterrada", etc.; el abismo entre lo anteriores s o n manifestación de debates fundamentales del
normativo o formal y las democracias realmente existentes; pensamiento político clásico, en las condiciones del capitalis-
l a impotencia de l a política frente a otras centralidades, como mo vigente. L a p r i m e r a rememora l a discusión entre demo-
l a economía, los medios de comunicación, el clientelismo, l a cracia formal-legal y democracia material-real, que M a r x e n
corrupción, etc.; y el interrogante angustiante: "¿Cómo es po- La cuestión judía, a l analizar l a formulación de los derechos
sible implantar y consolidar democracias bajo las inhóspitas h u m a n o s en s u forma burguesa, y a detecta de manera nítida:
condiciones de pobreza, desigualdad, polarización, desempleo l a igualdad t e r m i n a reducida a igualdad ante l a ley, pero n u n -
masivo, precarización y segmentación social?". H a s t a el In-
3
c a en las condiciones de nacimiento, sexualidad, ocupación y
forme del P N U D sobre l a democracia e n América Latina, a tra- cultura. América L a t i n a es el laboratorio más complejo p a r a
vés de s u instrumento estadístico "Latinbarómetro", constata intentar construir u n a democracia en condiciones materiales
u n a pérdida de confianza de l a población e n las instituciones plenamente inhóspitas. L a segunda clave localiza el núcleo de
democráticas de 4 1 % e n 1997 a 2 9 % e n 2004. tensión, tal vez más profundo, entre liberalismo, socialismo y
E n este retorno de las .preocupaciones de l a izquierda por comunismo. E l liberalismo se mueve en u n a gama variopin-
l a democracia en las condiciones vigentes de América L a t i n a ta de visiones de l a igualdad que v a n desde l a igualdad ante
y el Caribe, el presente escrito pretende destacar conceptual- la ley, l a igualdad de oportunidades, l a igualdad de algunos
mente las notorias relaciones entre democracia y cinco ejes recursos básicos, h a s t a l a asignación obligatoria p a r a todos
temáticos: igualdad, capitalismo, revolución, poder y partici- los ciudadanos de algunos bienes primarios. Conforma u n a
pación. Consideramos que nos es posible tomar u n a posición gran polémica e n el seno del liberalismo, que distingue pers-
consecuente ante l a democracia aislada de estos cinco núcleos pectivas de liberalismo igualitario y crudas nociones neolibe-
temáticos, ante todo p a r a dilucidar l a identidad de u n a pers- rales. T a l vez e n el siglo X X los trabajos de Norberto Bobbio
pectiva de izquierda que n o se d i l u y a e n otras tradiciones. sintetizan de m a n e r a clara estas aporías del liberalismo fren-
te a l a igualdad.
I. D E M O C R A C I A E IGUALDAD L a tercera evidencia que las ideas inspiradoras de l a demo-
cracia son y h a n sido bastante diferentes. Algunos liberalis-
E n l a concepción y el carácter fuerte de l a igualdad están con- mos recurren a l bienestar, l a libertad, l a seguridad, l a auto-
tenidas tres claves p a r a l a izquierda contemporánea. L a p r i - rrealización, l a estabilidad, etc. Y en el debate contemporáneo
mera, el reconocimiento del subcontinente latinoamericano parecería que h a y ciertas tentaciones de disolver el liberalis-
como el más desigual e inequitativo de todos, situación que mo en l a idea u n i d i m e n s i o n a l del mercado. E s por esto que l a
constituye u n gran d i l e m a y desafío p a r a l a situación histó- concepción del mercado y s u función en el papel de l a equi-
rica contemporánea, e n el sentido de que debe evaluarse l a dad social s o n determinantes también p a r a distmgxiir a l g u -
posibilidad de l a construcción de democracia e n t a n severas nas tendencias del liberalismo y las concepciones socialistas.
condiciones de desigualdad; l a segunda, comprender que en Conocemos defensas de principio dentro del liberalismo—que
l a visión de l a igualdad se entrelazan las difusas fronteras en- podríamos considerar fundamentalistas— sobre el papel del
tre liberalismo y socialismo, h a s t a t a l punto que ambas tra- mercado (por ejemplo, l a competencia i n d i v i d u a l es el mejor
diciones políticas se consideran el baluarte de l a reivindica- y único distribuidor de recursos); pero también el reconoci-
miento de s u s límites, h a s t a t a l punto que algunos teóricos
consideran que el mercado sólo funciona e n circunstancias
3
Nuri, 2002: XV.

432 433
excepcionales o que se m u e s t r a inconveniente en aquellos es- idea de autogobierno, cierta idea de c o m u n i d a d y u n a idea
cenarios que tienen que ver con el bienestar colectivo (no h a y fuerte de igualdad. E n este sentido l a izquierda y el socialis-
porqué esperar, necesariamente, que l a utilidad de cada u n o mo se distancian de u n a visión de l a democracia reducida a
apunte en l a dirección de l a u t i l i d a d de todos). simples reglas p a r a l a deliberación.
L a búsqueda de estas estrategias igualitarias también tie-
Estoy de acuerdo con Albert Einstein en que el socialismo es el in- ne matices diversos e n el socialismo, y se destacan por lo me-
tento humano de "superar y avanzar sobre la etapa depredadora nos tres grandes vertientes. L a primera insiste en l a necesaria
del desarrollo humano". Todo mercado, aun un mercado socialista, transformación radical de las necesidades h a s t a ahora vigen-
es un sistema depredador. Nuestro intento de superar la depreda- tes, y en ese sentido l a superación de ese tipo de necesidades
ción ha fracasado hasta el momento, pero no creo que la conclu- que fomenta el capitalismo; podríamos u b i c a r los trabajos de
sión acertada sea rendirse. 4
Agnes Heller y Manfred Max-Neef en esta vertiente. Las nece-
sidades radicales, según A. Heller, exigen tres condiciones:
Por otra parte, el socialismo y el comunismo p o s t u l a n l a son cualitativas y no solamente cuantiñcables; no pueden ser
condición ineludible de u n a democracia material que se dis- satisfechas en u n m u n d o basado en l a subordinación y l a de-
tinga nítidamente de u n a igualdad r e d u c i d a a formas lega- pendencia, y guían a los pueblos h a c i a ideas y prácticas que
les. S i n afectar las condiciones materiales de l a v i d a de los acaban con l a subordinación y l a dependencia. L a segunda
6

ciudadanos, es t a n improbable l a profundización de l a de- subraya medidas concretas que propenden por l a igualdad
mocracia como será ineludible s u tendencia a convertirse en material en campos concretos de l a v i d a social; en esta línea
u n a especie de democracia legal, electoral o formal. Por esto, están los trabajos de J o h n Roemer, que consideran ineludible
ante l a p r i m e r a clave que hemos descrito, n u n c a es acepta- acciones como: a) reasignación de los derechos de propiedad
ble u n a igualdad l i m i t a d a a l a ley, porque el carácter fuerte de las empresas que i m p l i q u e n que las ganancias sean redis-
depende, inexorablemente, de igualdades relativas a posibi- tribuidas entre los ciudadanos; b) transferencias a través del
lidades, j u s t i c i a , propiedad, equidad, ingresos, etc. Dicho de Estado que promuevan los niveles de equidad; c) incremento
otra manera, p a r a el socialismo y el comunismo, l a democra- de los gastos en educación, s a l u d y cultura; d) disminución
cia s i n transformaciones reales e n las condiciones materia- real de las diferencias salariales y de ingresos.
les de v i d a es p u r a virtualidad, que no llega a consolidar u n a
democracia real.
Después del definitivo fracaso del llamado comunismo y de la evi-
E n l a tradición d e l socialismo, l a búsqueda de e s a demo- dente victoria, a escala internacional, del capitalismo, las perso-
cracia real p a s a por descifrar cuáles son las estrategias iguali- nas de la izquierda nos encontramos buscando u n nuevo modelo
tarias más pertinentes en u n a situación concreta. E s por ello de sociedad igualitaria. De todos modos, desde mi punto de vista,
que e n l a obra tardía de Carlos M a r x La crítica del Programa caracterizar esa búsqueda como la de una "tercera vía" o "cuarta
de Gotha (1875), él intenta sintetizar las máximas de j u s t i c i a vía" es poco acertado. Existe u n número finito de estrategias cono-
cidas, ninguna de las cuales ha sido agotada. O quizá debería de-
en e l socialismo y el c o m u n i s m o c o n dos categóricas frases:
cir que existe una inferencia, popular pero falsa, que expresa que
"¡De cada cual, según s u capacidad; a c a d a cual, según s u el fracaso del comunismo implica la extinción de toda perspectiva
trabajo!" y "¡De c a d a c u a l , según s u capacidad; a cada c u a l , igualitaria. Esto está lejos de ser cierto.
7

según sus necesidades!". E n u n a compilación reciente de i n -


fluencia en el m u n d o hispanoparlante, Félix Ovejero y Rober- L a tercera centra s u atención e n l a urgencia de procesos
to Gargarela, e n Razones para el socialismo, 5
sostienen que de desmercantilización y desenajenación p a r a instaurar u n a
el socialismo es l a síntesis de tres ideas: compromiso con l a

Cohén, 2001: 85.


6
Heller, 1996: 116.
Ovejero y Gargarella (comps.), 2001.
7
Roemer, 2001: 87.

435
434
nueva sensibilidad; dichos procesos son condición ineludible adquieren los procesos democráticos dentro del capitalismo
p a r a cualquier estrategia igualitaria de tipo socialista; en esta también tienen s u s especificidades. No son idénticas las for-
vía se sitúan algunos de los trabajos de teóricos de l a E s c u e l a m a s capitalistas n i las democracias norteamericana y sueca.
de FranWurt, como Herbert M a r c u s e . E s indispensable especificar qué formas concretas e históricas
de capitalismo y de democracia se están analizando. L a se-
La nueva sensibilidad, que expresa la afirmación de los instintos g u n d a recomendación es reconocer que en l a época moderna
de vida sobre la agresividad y la culpa, nutriría, en una escala so- el capitalismo y l a democracia h a n marchado juntos, aunque
cial, la vital urgencia de la abolición de la injusticia y la miseria,
existan visiones m u y divergentes sobre sus relaciones.
y configuraría la ulterior evolución del nivel de vida [...] la oposi-
ción entre imaginación y razón, entre altas y bajas facultades, en-
tre pensamiento poético y científico, sería invalidada. Aparecería Por cierto, la valoración ha sido muy cüstinta: para unos, este tipo
así un nuevo Principio de Realidad, bajo el que se combinaría una de democracia aparece como la máscara más eficaz de la explota-
nueva sensibilidad y una inteligencia científica desublimada para ción y se vuelve así "la forma lógica del gobierno burgués" (Engels);
la creación de un ethos estético. 8 para otros, en cambio, se trata del régimen político que mejor cor-
poriza los ideales de la libertad. E l hecho es que, en los tiempos
modernos, no hubo regímenes políticos democráticos antes del
II. D E M O C R A C I A , CAPITALISMO Y REVOLUCIÓN establecimiento del capitalismo. 10

E n nuestro medio intelectual hemos heredado de Norbert Por tanto el capitalismo y l a democracia no s o n necesa-
Lechner dos poderosos conceptos p a r a analizar l a situación riamente sistemas complementarios, como algunos lugares
política latinoamericana: l a "ciudadanización de l a política" y comunes suponen; existen tradiciones de l a democracia que
" l a idea de l a democracia h a reemplazado a l a de revolución". 9
no s o n obligatoriamente liberales (republicanismo, c o m u n i -
Consideramos que estas agudas sentencias del pensador c h i - tarismo, marxismo, etc.). L a tercera recomendación es reto-
leno, recientemente fallecido, h a n orientando l a reflexión po- m a r e n todo análisis sobre l a relaciones entre capitalismo
lítica en los inicios del siglo X X I h a c i a las nociones de c i u d a - y democracia dos tesis cargadas siempre de u n a condición
danía y democracia. S i bien conforman asuntos insustituibles problemática: l a cuestionable afirmación que identifica desa-
de cualquier análisis contemporáneo, están bastante media- rrollo económico con mejoramiento de l a democracia (se i n s -
das por l a caracterización y posición frente a l capitalismo. tala e n lemas populares como "hay que crecer primero, p a r a
Nos plantean inquietantes interrogantes: ¿en l a etapa actual luego mstóbuir") y que l a burguesía es espontáneamente u n
del capitalismo el núcleo de l a política es l a ciudadanía? ¿El agente de democratización. E n este orden de ideas, el l l a m a -
capitalismo existente exige o no u n a transformación revolu- do progreso económico puede estar a l servicio restrictivo de
cionaria? ¿En el capitalismo se pueden realizar plenamente ciertas clases sociales e impide l a democratización p a r a pre-
l a ciudadanía y l a democracia? ¿Cuánta equidad social es ne- servar l a dominación.
cesaria p a r a u n a ciudadanía democrática?
E l gran teórico de l a "ciudadanía social", Thomas Marshall,
L a densidad de los anteriores interrogantes convoca a tener en l a p r i m e r a m i t a d del siglo X X , percibió de m a n e r a bastante
en cuenta ciertas recomendaciones p a r a abordar esas com- clara los laberintos de las relaciones entre capitalismo y de-
plejas relaciones entre capitalismo y democracia. L a p r i m e r a mocracia. E n sus reflexiones hace énfasis en u n o de los gran-
es recordar que los regímenes capitalistas pueden parecerse des dilemas del Estado de bienestar, al pretender establecer l a
entre sí, pero no s o n completamente homogéneos porque son igualdad de oportunidades s i n abolir las desigualdades eco-
producto de historias particulares. Por tanto las formas que nómicas y sociales inherentes a l capitalismo. P a r a él existen,
en el fondo, dos tipos de socialismo, a los cuales decidió norni-
Marcuse, 1969: 30.
Lechner, 2002b. 10
Nun, 2002:43.

436 437
nar de m a n e r a sencilla como "socialismo A " y "socialismo B " . P a r a l a revolucionaria alemana el socialismo no surge de
E l primero es de naturaleza revolucionaria y anticapitalista, u n proceso automático y progresivo de reformas, sino de las
y tiene escaso interés real por l a política social, porque ésta contradicciones de l a sociedad capitalista y l a convicción de
cumple u n a función de mantenimiento del capitalismo; toda l a clase trabajadora de l a necesaria supresión de esas con-
política social "reformista" es u n a estratagema p a r a preser- tradicciones a través de l a transformación de l a sociedad. Las
var el capitalismo. E l "socialismo B " (que M a r s h a l l defendía) reformas sociales e n sí m i s m a s no c a m b i a n l a naturaleza de
otorga importancia a l a política social por s u misión de co- l a sociedad capitalista.
rregir las deficiencias de l a economía de mercado, destaca el
De cierta manera, seguimos encontrando, con necesarios
valor de las reformas sociales, no necesariamente revolucio-
matices, estas dos grandes tradiciones previstas por el britá-
narias, y confia e n l a acción del Estado a u n e n s u forma c a -
nico T. M a r s h a l l : el socialismo que demanda p a r a l a transfor-
pitalista. E s u n a especie de capitalismo "ablandado" poruña
mación social el fin definitivo de l a lógica del capital, y el socia-
inyección de socialismo.
lismo esperanzado en algún "rostro h u m a n o " del capitalismo.
R e s u e n a n los ecos de las profundas reflexiones de Rosa Por esto, p a r a Luxemburgo el revisionismo y el oportunismo,
Luxemburgo, quien intenta abordar dos profundos asuntos dentro del socialismo, no desea admitir que s u punto de v i s t a
de l a tradición marxista: las relaciones dialécticas entre re- es en el fondo u n tipo de "apología del capitalismo".
forma social y revolución, y el tránsito a u n a democracia so- E n el primer campo encontramos configuraciones como l a
cialista. E n sus propias palabras, "tercera vía", l a socialdemocracia europea, el "centro izquier-
da", ciertas vertientes del denominado "socialismo democrá-
(...) ¿debemos oponer la revolución social, la transformación del
tico" y también trabajos como los de N. Bobbio, F. Ovejero y
orden existente, última meta a la que aspiramos, a las reformas
sociales? Por supuesto que no. La lucha diaria por las reformas, R. Gargarela, anteriormente citados. E n el segundo ámbito,
por el mejoramiento de la condición de los trabajadores dentro del sin n i n g u n a pretensión exhaustiva, destacamos las perspecti-
sistema social y por las instituciones democráticas, ofrece a la so- vas de C. Offe, D. S c h w e i k a r t y A. Borón, entre m u c h o s otros.
cialdemocracia el único medio de tomar parte activa en la lucha de L a actitud frente a l a naturaleza del capitalismo es parte de
clases al lado del proletariado y de trabajar en dirección a su obje- las intensas polémicas que actualmente se desarrollan en l a
tivo final: la conquista del poder político y la supresión del trabajo izquierda latinoamericana e n el gobierno; los matices o dis-
asalariado. Entre las reformas sociales y la revolución existe para
tancias entre Bachelet, L u l a , Tabaré, Chávez, Morales, etc.,
la socialdemocracia u n lazo indisoluble: la lucha por la reformas
es su medio; la revolución social, su fin [...] debemos concluir que están signadas p o r esta posición en l a caracterización de las
el movimiento socialista no está ligado a lá democracia burguesa, posibilidades reales del capitalismo actual.
sino que, por el contrario, el destino de la democracia está ligado Dentro del segundo campo encontramos, por ejemplo, l a
al movimiento socialista; debemos concluir que la democracia no tesis central de C. Offe, quien sostiene que l a constante básica
adquiere mayores probabilidades de vida a medida que la clase de l a dmámica capitalista determina y l i m i t a el potencial del
trabajadora renuncia a la lucha por su emancipación, sino que, Estado p a r a l a posible resolución de los problemas económi-
por el contrario, la democracia encuentra mayores oportunidades
cos, sociales, políticos y culturales originados por él m i s m o . 12

para sobrevivir a medida que el movimiento socialista llega a ser


suficientemente fuerte para luchar contra las consecuencias reac- P a r a D. Schweikart, l a libertad, l a igualdad y l a democracia
cionarias de la política mundial y de la deserción burguesa de las son compatibles en otras formaciones sociales, pero n u n c a b a -
filas de la democracia. Quien quiera fortalecer la democracia debe- jo el régimen capitalista.
ría fortalecer y no debilitar el movimiento socialista. Quien renuncia
a la lucha por el socialismo renuncia tanto al movimiento obrero
como a la democracia. 11

12
Los recientes estudios de C. Offe sobre las denominadas transiciones de-
mocráticas en la Europa del Este están preñados de dudas sobre posibles
Luxemburgo, 1967: 9, 85. perspectivas de consolidación de estos proyectos. Cf. Offe, 2004.

438 439
¿Son compatibles la libertad, la igualdad y la democracia? La res- A menudo se lee, en las narraciones históricas, la expresión ge-
puesta es claramente "sí", en una democracia económica. E n una nérica "correlaciones de fuerzas favorables, desfavorables a tal o
economía de mercado con democracia en el lugar de trabajo y cual tendencia". Así, abstractamente, esta formulación no expli-
control público de la inversión, esos valores no entran en conflic- ca nada, o casi nada, porque se limita a repetir el hecho que hay
to unos con otros. Bajo el capitalismo, las cosas son bien distin- que explicar, presentándolo una vez como hecho y otra vez como
tas, tal como lo hemos visto [...] E l problema es que esos valores ley abstracta y como explicación. E l error teórico consiste, pues,
no pueden alcanzar su completo desarrollo bajo el capitalismo. en dar un canon de investigación y de interpretación como si fue-
Mientras la sociedad siga basada en el trabajo asalariado, ni la li- ra la "causa histórica". ''
1

bertad ni la democracia podrán extenderse por completo al lugar


de trabajo. Mientras la sociedad siga basándose en decisiones no
Hemos sostenido en trabajos anteriores l a conveniencia de
coordinadas de ciudadanos privados para generar y dUstoibuir sus
fondos de inversión — u n mecanismo completamente obsoleto—, u n diálogo aplazado sobre el poder, entre marxistas y foucaul-
no podrá evitar el desarrollo de desigualdades fuera de cualquier tianos, evitando los estereotipos y simplificaciones. U n a c o n -
proporción recomendable para estimular la eficiencia, ni tampoco versación fluida n a d a fácil de emprender que, s i n desconocer
podrá considerarse colectivamente soberana a esa ciudadanía, tal diferencias y matices en s u s enfoques, p u e d a enriquecer l a
como lo requiere el ideal democrático. 13
acción política contemporánea, no puede reducirse a l a s co-
15

nocidas acusaciones marxistas contra Foucault, reducibles


Según A . Borón, l a l u c h a por l a democracia e n América principalmente a dos: l a ^determinación absoluta de l a b a -
Latina es insostenible a l margen de l a l u c h a contra el despo- se social del poder y s u concepción dispersa o fragmentada
tismo del capital. Las políticas neoliberales h a n fracasado en de éste; como tampoco a las inculpaciones contra M a r x y el
tres aspectos fundamentales p a r a consolidar las bases de u n a marxismo: considerar que las condiciones económicas de l a
democracia: no lograron promover u n crecimiento económico existencia se reflejan mecánicamente e n l a conciencia de los
estable; no consiguieron aliviar l a situación de pobreza y ex- hombres, no d a r u n a respuesta convincente a l a problemá-
clusión, y, lejos de fortalecer las instituciones democráticas tica de l a relación entre estructura y sujeto, no comprender
y s u legitimidad popular, h a n contribuido a s u vaciamiento y los entiecruzamientos entre discursos y prácticas sociales,
desprestigio. Ante esta situación, m u y aguda en el contexto no contener u n a teoría sólida de l a construcción social de l a
latinoamericano, l a tesis de A . Borón es categórica: más de- subjetividad, insistir en las relaciones de producción y explo-
mocracia implica, necesariamente, menos capitalismo. tación, pero descuidar el poder, no b r i n d a r u n aporte defini-
tivo sobre cómo opera el poder.
III. P R O C E S O S DEMOCRÁTICOS, P O D E R Y PARTICIPACIÓN E n reflexiones finales sobre el tema, en El sujeto y el poder
(1982), p a r a evitar ciertos equívocos e n l a divulgación de s u
Todos aquellos puntos de vista que preservan l a noción de obra, M . Foucault, señala que no es el poder el único tema de
revolución y el carácter anticapitalista del socialismo están sus investigaciones, sino las formas de subjetivación, el s u -
obligados a repensar el asunto del poder. L a emancipación jeto, s u gran preocupación. Además reitera e n relación con el
actual no puede concebirse como u n a acción abstracta o idea poder tres categóricas advertencias: reconocer cierto privilegio
p u r a , porque toda praxis concreta se instala y articula e n re- a l a pregunta sobre el "cómo se ejerce", s i n eliminar los inte-
laciones de poder. A partir de las contundentes reflexiones rrogantes sobre el qué y el porqué; l a conveniencia de distin-
de M a r x y F o u c a u l t sobre el poder, aquél no es u n a esencia guir tres tipos de relaciones, que aunque no separadas, s o n
metafísica, sino relaciones y fuerzas e n sociedades con acto- diferenciables "relaciones de poder", "relaciones de c o m u n i -
res concretos. Recuérdense los consejos de A. G r a m s c i p a r a cación" y "capacidades objetivas"; el análisis complejo de las
analizar las situaciones concretas:
14
Gramsci, 1980: 415.
Schweickart, 2001: 151. 15
De Zubiria, 2006.

440 441
relaciones de poder n u n c a se puede limitar a u n a enumera- mentos de l a sociedad). E n segundo lugar insiste, p a r a evitar
ción de instituciones, siempre exige que se tengan en c u e n - visiones abstractas o mesiánicas de l a "emancipación", que
ta algunos puntos como: a) el sistema de diferenciación que no existe n i existirá n i n g u n a sociedad s i n "relaciones de po-
permite actuar sobre l a acción de los demás (jurídicas, tradi- der"; sociedades s i n relaciones de poder s o n meramente u n a
cionales, estatus, privilegios, apropiación de riqueza, pues- abstracción. E l tercer aspecto consiste e n destacar cómo el
tos de producción, diferencias lingüísticas o culturales, etc.); poder tiene " s u raíz en el conjunto del tejido social", en el c u a l
b) el tipo de objetivos perseguidos por aquellos que actúan las clases sociales s o n u n bastión constitutivo, pero de ese
sobre l a acción de los demás (mantenimiento de privilegios, "tejido social" también h a c e n parte formas de l a disparidad
acumulación de ganancias, autoridad estatutaria, etc.); c) las individual, multiplicidad de objetivos, mstrumentalizaciones,
modalidades instrumentales (amenaza de las armas, efectos institucionalizaciones, etc. (en l a totalidad social hay clases,
de l a palabra, disparidades económicas, sistemas de vigilan- pero también otros múltiples procesos).
cia, etc.); d) las formas de institucionalización (disposiciones
tradicionales, estructuras jurídicas, dispositivos cerrados, De manera general, se puede decir que existen tres tipos de lucha:
estructuras jerárquicas, relativa autonomía funcional, etc.); aquellas que se oponen a las formas de dominación (étnicas, socia-
e) grados de racionalización (certitud de resultados, costos les, religiosas); aquellas que denuncian las formas de explotación
eventuales, costo reaccional, etc.). que separan al individuo de lo que produce; y aquellas que com-
baten todo lo que liga al individuo a sí mismo, asegurando así su
sumisión ante los demás (luchas contra el servilismo, contra las di-
El análisis de las relaciones de poder en una sociedad no puede versas formas de subjetividad y de sumisión). 17

remitirse al estudio de una serie de instituciones, ni siquiera al de


todas aquellas que merecerían en nombre de "políticas". Las rela-
E n el fondo de esta polémica sobre l a concepción del poder
ciones de poder tienen su raíz en el conjunto del tejido social. Esto
no quiere decir por tanto que existe u n principio de poder primero están instaladas dos importantes temáticas de l a izquierda
y fundamental que dornina hasta el más rninimo elemento de l a contemporánea. E l primer ineludible asunto, l a discusión so-
sociedad; sino que, a partir de esta posibilidad de acción sobre la bre l a subjetividad —o subjetividades— revolucionaria e n l a
acción de otros que es coextensión de toda relación social, formas etapa actual. S i se sostiene u n a visión de l a l u c h a revolucio-
múltiples de disparidad individual, de objetivos, de instrumenta- n a r i a exclusiva a las clases sociales, el corolario necesario es
ciones proporcionadas a nosotros y a los demás, de institucionali- reducir toda l u c h a a las clases sociales y perseverar e n u n a
zación más o menos sectorial o global, de organización más o me- clase determinante de las transformaciones (obreros, c a m -
nos reflexionada definen formas diferentes de poder. 16

pesinos, trabajadores asalariados, clases medias, etc.). S i se


postula l a convergencia de luchas transversales y de múltiples
Las últimas versiones de s u concepción de poder posibilitan sujetos revolucionarios, las consecuencias s o n l a aceptación
u n diálogo que, s i n diluir diferencias, i m p i d a l a "caricatura" de luchas contra otras formas del poder y no exclusivamente
que promueven ciertas versiones marxistas de Foucault, en las relativas a las clases sociales (contra l a sumisión, l a ine-
aspectos nucleares. E n primer lugar, p a r a el filósofo francés quidad de género, el reconocimiento, etc.), como'también l a
existen resistencias y l u c h a s contra ciertas formas "patoló- no existencia a priori de u n a subjetividad revolucionaria de
gicas" de ejercicio del poder. S i bien no comparte algunos as- carácter clasista. E n segundo l u g a r el tema del contenido de
pectos de l a concepción emancipatoria del marxismo, l a tarea las l u c h a s que puede también concebirse de formas diversas,
del presente es liberarnos nosotros del Estado y del tipo de como l u c h a s exclusivamente clasistas o también l a integra-
individualización existente, promoviendo nuevas formas de ción con otras formas de l u c h a s étnicas, de género, c o n t r a
subjetivación (el poder no d o m i n a todos y cada u n o de los ele-

16
Foucault, 1998: 24. 17
Ibid.: 12.

442 443
los tipos de individuación, contra los efectos del poder, por el "poder local". Constituye otra simplificación porque el poder
derecho a l reconocimiento y l a diferencia, etc. n u n c a se reduce a cosas, aparatos o territorios.
Para emprender nuestra conversación es destacable l a afir- L a transformación de las relaciones de poder por las cla-
mación que h i c i e r a F o u c a u l t e n 1981, de que " p a r a analizar ses dominadas involucra u n proceso m u c h o más complejo
las relaciones de poder apenas s i disponemos de dos mode- que las tres respuestas anteriores. No se reduce a l a "toma"
los: el que nos propone el derecho (el poder como institución, del gobierno, l a "sociedad civil" o los territorios, pero tampoco
ley, prohibición) y el modelo guerrero o estratégico, e n térmi- desvaloriza l a relevancia de estos elementos como m o m e n -
nos de relación de fuerzas". L a primera vía de tematización tos inherentes y necesarios de las grandes transformaciones
tal vez está representada por el sendero recorrido de Locke a de las relaciones de poder. U n a transformación radical exi-
Bobbio; l a segunda por aquella búsqueda que v a de M a q u i a - ge m u c h a atención a tres escenarios: l a constitución de u n a
velo a M a r x , transitando por G r a m s c i , y luego por Foucault. nueva relación de fuerzas entre las clases en los campos eco-
S i bien algunos marxismos le h a n prestado atención sólo a nómico, social, político, militar y cultural; l a importancia que
l a "clase en sí" y h a n descuidado l a " l u c h a como constitutiva esta nueva correlación de fuerzas se manifieste tanto el ám-
de las clases", l a segunda tradición se u b i c a e n el acento en bito del Estado, como en todo el tejido social ("desde abajo");
las relaciones de fuerza y, n o s lo advierte Foucault, que los el carácter democrático de esas nuevas relaciones de poder
textos no teóricos de M a r x siempre se caracterizan por desta- se patentiza en el usufructo de éste por las grandes mayorías
car las relaciones concretas de fuerza y de l u c h a . Dos textos nacionales (antes excluidas por l a dominación burguesa) y l a
de M a r x son de gran lucidez analítica p a r a comprender estos contundencia frente a l a s acciones contrarrevolucionarias. E n
fenómenos históricos: " E l dieciocho brumario de Luis B o n a - l a siempre conflictiva y prolongada instauración de ese n u e -
parte" (1852) y " L a guerra civil en F r a n c i a " (1871). vo orden existen algunos factores determinantes: l a creación
Desde l a tradición m a r x i s t a tres respuestas, bastante ex- de u n orden legal e institucional que reasegure el camino de
tendidas e n nuestro medio político, se h a n convertido ac- las transformaciones revolucionarias; l a potenciación de l a
tualmente en insatisfactorias. U n a que equipara l a toma del democracia h a s t a límites inalcanzables dentro del capitalis-
poder con l a llegada a l gobierno, suponiendo que tener altas mo; poder neutralizar las iniciativas de quienes pretenden
posiciones en l a estructura del Estado y a altera las relacio- restaurar el orden social anterior, a través de lo que M a r x y
nes económicas, políticas, sociales y culturales de poder e n l a Engels denominaron " d i c t a d u r a del proletariado" y G r a m s c i
sociedad. Conforma u n a simplificación de l a teoría m a r x i s t a concibió como l a necesaria combinación entre dictaduray he-
y leninista del poder, porque l a ubicación de funcionarios e n gemonía.
las "alturas" de l a administración estatal no necesariamente A l ser l a democracia socialista u n a transformación de las
confronta las relaciones de poder y e s tan sólo u n o más de los relaciones de poder "desde abajo", no concibe l a profundiza-
componentes de u n complejo proceso. O t r a contestación es ción de l a democracia como u n simple mejoramiento o acomo-
l a que identifica el poder con conquistar l a l l a m a d a "sociedad do de los mecanismos existentes de l a democracia represen-
civil", presumiendo que l a simple aceptación por parte de l a tativa. Se exige u n tránsito a otras formas de l a democracia,
población de u n proyecto político y a consolida l a conquista del que e n términos bastante genéricos se h a n llamado de "de-
poder. Puede existir m u c h a acogida por parte de las organi- mocracia participativa". E x i s t e n profundos disensos en c a d a
zaciones sociales de u n proyecto político, pero esto no afecta u n o de los términos de esta construcción binaria: "democra-
necesariamente l a estructura real de las relaciones de poder. cia" y "participación".
L a tercera señala que el control de u n a región, territorio o c i u - E n cuanto a l a "participación", quisiéramos remitir, p o r
dad geográfica es l a realización del poder. E s t a insatisfactoria lo menos, a tres concepciones: algunos autores conciben l a
respuesta nutre algunas discusiones relativas a l denominado participación como smónimo de información y l a comprenden
como expresión de l a capacidad de l a población de sensibili-

444 445
zarse, apoyar y actuar sobre l a base de decisiones y a tomadas E n u n a reciente intervención sobre el tema, l a pensadora
previamente por los gobiernos (información-sensibilización- chilena M a r t h a Harnecker intentaba abordar estas condicio-
actuación); otros teóricos de l a participación l a definen como nes p a r a u n a democracia participativa, en clave de nuestro
tomar parte en l a formulación, planificación, ejecución, segui- contexto, con u n a s divisas exigentes: no h a y democracia s i n
miento y evaluación de estrategias y políticas que conducen a politización; no h a y democracia s i n ámbitos adecuados p a r a
l a integración social, postulando que c o n l a participación se l a participación y toma de decisiones; no hay democracia s i
adquiere poder, pero siempre c o n los límites que impone l a no se toma en c u e n t a l a c u l t u r a organizativa de los pueblos;
sociedad existente (las decisiones fundamentales y a h a n s i - no h a y democracia s i los clirigentes no están dispuestos a to-
do tomadas por otros y l a participación está prelimitada por m a r en cuenta las opiniones de l a gente; no h a y democracia
ese ámbito acordado), u n a especie de "poder compensatorio" s i n autonomía de l a sociedad civil; no hay democracia s i n i n -
p a r a afrontar l a forma del poder y a establecido; u n a tercera formación n i transparencia administrativa; no h a y democra-
concepción, más c e r c a n a a l a tradición socialista, concibe l a cia s i l a población no tiene capacidad de elegir y controlar a
participación como quienes l a representan; no h a y democracia s i n control de l a
gestión por l a población organizada.
(...) un proceso activo encaminado a transformar las relaciones de Los movimientos sociales latinoamericanos, según investi-
poder y tiene como intención estratégica incrementar y redistri- gaciones recientes, están adelantando prácticas democráti-
19

buir las oportunidades de los actores sociales de tomar parte en


cas que trascienden las instituciones políticas de l a democra-
los procesos de toma de decisiones. El proceso abordado no es un
Estado que se alcanza por convocatoria, ni por voluntad de quie- cia legalmente existente y se orientan h a c i a las condiciones
nes quieren promoverlo. Nace de la necesidad individual y colecti- enumeradas anteriormente. Algunas de las características de
va y lleva implícito todo un conjunto de procesos políticos, socia- estas exigencias democráticas son: a) se refieren no a l a de-
les y psicológicos en tanto está protagonizado por el hombre y las mocratización del régimen político, sino de l a sociedad como
estructuras y espacios sociales donde se concretan. 18
u n todo; b) s o n procesos que exigen redefiniciones del tipo
de ciudadanía y de los derechos existentes; c) el énfasis e n
Los actores sociales generan s u s propios destinos y no es- lo "social" no necesariamente i m p l i c a u n rechazo a lo esta-
tán limitados por el poder vigente. tal, sino más bien u n a exigencia de s u transformación; d) los
E n América L a t i n a l a profundización de u n a "democracia contenidos de sus luchas insisten en el derecho a tener nue-
participativa" está profundamente l i m i t a d a por fenómenos vos derechos, asegurar u n a ciudadanía "desde abajo" y pro-
bastante hostiles, tales como dispositivos de reforzamiento de yectar nuevas sociabilidades.
u n a sociedad de clases, l a existencia de sociedades de clases E l sendero y l a discusión sobre l a democracia permanece-
radicalmente injustas y excluyentes, l a manipulación ideoló- rán abiertos y giran en torno a cinco complejos ejes: igualdad,
gica de los medios de comunicación, l a tercerización y predo- capitalismo, revolución, poder y participación. E l desafio e n
minio del trabajo informal, l a precarización de l a v i d a mate- América Latina es inquietante: consolidar aquellas izquierdas
r i a l y espiritual, entre algunas de las múltiples limitaciones. que p u e d a n ser ejemplo de l a potenciación de l a democracia
Por esto las condiciones de posibilidad h a c i a u n a democracia h a s t a límites inalcanzables dentro de nuestro capitalismo.
participativa son, e n cierto sentido, c a d a vez más exigentes.
Siempre retorna nuestro angustioso interrogante: ¿en Améri- R E F E R E N C I A S BIBLIOGRÁFICAS
c a L a t i n a cuánta equidad social es necesaria y obligatoria p a -
r a construir u n a ciudadanía democrática? Benetti, C. y F. Carrillo (2004), ¿Democracia con desigualdad?
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Linares, Correa y Moras, 1996: 69. 19


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449
448
EPILOGO

Quien h a y a llegado al final de l a lectura integral del presente


compendio sabrá qué piensan y cómo conciben actualmente
l a democracia filósofos, j u r i s t a s y teóricos de l a política. L a
urgencia de repensar s u s contenidos, alcances y relaciones
con otros conceptos y con diversas realidades culturales se
evidencia ante fenómenos públicos que e n apariencia contra-
dicen s u filosofía. M e refiero a l avance del fundamentalismo
religioso, al uso estratégico de los medios masivos de c o m u n i -
cación por parte de mandatarios en el poder, a l aumento de l a
pobreza y l a desigualdad e n el m u n d o o a l desafío planteado
por visiones de m u n d o alternativas, no necesariamente com-
patibles con el sistema democrático de gobierno. L a necesidad
de repensar el concepto, las concepciones y los desafíos de l a
democracia se acrecienta cuando vemos que s i bien ella es te-
n i d a generalmente por l a forma más legítima de gobierno, s u s
contornos s o n difusos y sus contenidos opacos. Ello e n bue-
n a parte porque l a centralidad de l a democracia en l a praxis
política a c t u a l genera u n proceso comprensible de apropia-
ción de s u sentido que explica l a profusión de atributos a ella
asociados: democracia clásica, liberal, representativa, r e p u -
blicana, participativa, deliberativa, social, radical, absoluta.
Ante tantas y t a n variadas acepciones, es evidente que sólo
u n análisis filosófico de los fundamentos históricos y concep-
tuales de l a democracia puede contribuir a clarificar el objeto
de estudio y las futuras investigaciones sobre el tema e n el
ámbito de l a filosofía política.

451
Vivimos en u n estado de anonadamiento por el ritmo de las
transformaciones tecnológicas y l a expansión del intercam-
bio capitalista, fenómenos que amenazan l a autoconciencia
de n u e s t r a procedencia cultural. L a grandeza y dignidad del
h u m a n i s m o , de l a autodeterminación políticay del socialismo
democrático son conquistas culturales que debemos rescatar
en épocas de desencanto por las ideas y el abuso del capital,
de l a religión y de las armas. Ante l a práctica de l a Realpolitik
por mandatarios del m u n d o se hace indispensable recupe-
rar el principio de esperanza mediante el estudio de nuestras BIBLIOGRAFÍA GENERAL
mejores ideas e instituciones. No el mercado como manifesta-
ción de l a más fuerte por naturaleza, sino l a sociedad solidaria
como creación de l a c u l t u r a , es l a c u n a de l a democracia. A l
h u m a n i s m o no se a r r i b a mediante l a maximización del inte-
rés i n d i v i d u a l sino por vía del socialismo democrático, donde
Arendt, H a n n a h (1973), Crisis de la república, traducción de
toda persona es apreciada e n s u valor mtrínseco, reconocida
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