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COMIENZOS DE LA OFB

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filarmnica-de.html
 
LA EXPERIENCIA NO SE IMPROVISA

Por Andrea Baquero


 
Con el solista colombiano Frank Preuss y el director invitado de la
Filarmónica de Buffalo, Melvin Strauss. Se dio oficialmente inicio a la
actividad musical de la OFB, con un programa que contaba con el
Himno Nacional de Colombia, obras de J.S.Bach, W.A Mozart, Marco
Aurelio Vanegas, B. Bartók y el Concierto en mi menor Op.64 para
violín y orquesta de F. Mendelssohn.
 
Yo mismo escribí a la Orquesta hace ya más de 10 años, y les envié un
artículo con un Catálogo que había confeccionado hasta ese momento, y
ésto me respondieron:
 
Estimado Señor:
 
Buscando entre los archivos de la Orquesta, encuentro que,
efectivamente, en el primer concierto oficial de la Orquesta, 19 de
Agosto de 1968, se interpretó la obra “Tres Estampas: Montañas,
llanuras y Fuentes". El director fue el maestro Melvin Strauss y las
notas que aparecen en el programa -y que aquí transcribo- fueron
escritas por Andrés Pardo Tovar. Lamentablemente, no cuento con más
información.
 

Este joven y notable compositor colombiano cursó estudios superiores


de música con el Maestro Roberto Pineda Duque y posteriormente fue
becado por el Instituto Torcuato di Tella de Buenos Aires, centro de alta
cultura musical dirigido por el ilustre compositor argentino Alberto
Ginastera. Las Tres estampas, escritas en 1967 para conjunto de
cuerdas, son una de las obras más reveladoras de la estética y de la
capacidad creadora del músico colombiano. En las dos primeras
(Montañas y Llanuras) imperan los ritmos ternarios; en la última,
Fuentes, predominan los ritmos binarios. Se trata de tres “acuarelas
sonoras” en las que el autor no pretende hacer “música descriptiva”,
sino -mejor- sugerir sus propios estados de conciencia frente a
panoramas de la naturaleza, o -como en el caso del movimiento final-
frente al armónico murmullo del agua que fluye. Si en estas notas se
tratara de hacer un comentario técnico, nos sobrarían aspectos
dinámicos, tímbricos, rítmicos, armónicos y contrapuntuales qué
comentar en esta hermosa y sugestiva “suite lírica”, que de tal pudiera
calificarse.

 
Espero que este material le sea de ayuda.
 
Cordialmente,
 
Paola Rosanna Caycedo G.
 
----- Original Message -----
From: LUIS CARLOS RODRÍGUEZ ÁLVAREZ
To: Prensa Filarmónica de Bogotá
Sent: Saturday, August 03, 2002 3:56 PM
Subject: Marco Aurelio Vanegas
 
Señorita
Paola Rosanna Caycedo G.
Jefe Oficina Asesora de Divulgación y Prensa
Orquesta Filarmónica de Bogotá
 
Muy estimada Paola Rosanna:
 
Continuamente recibo sus boletines de prensa e informaciones gratas
sobre nuestra querida Orquesta, por lo cual sigo estando muy
agradecido...

Por medio de la presente, le solicito de manera muy comedida que me


ayude a completar un perfil biográfico del compositor bogotano Marco
Aurelio Vanegas, de quien, según dato que me dio el maestro Jesús
Pinzón Urrea, la OFB interpretó una obra (he concluido que debe ser la
llamada "Estampas" para cuerdas), en 1967, en su primer concierto.
Supongo que en sus archivos o bases de datos, puede haber alguna
información MÁS DETALLADA adicional a la que le envío en esta. Este
autor merece un mejor futuro...
Le ruego enviarme, como ha sido costumbre, lo solicitado a la mayor
brevedad posible. Le quedo infinitamente agradecido.
Saludos muy cariñosos al maestro Eduardo Carrizosa.
 
LUIS CARLOS RODRIGUEZ ALVAREZ

Mi biografía (aún en borrador) es esta:


 
Marco Aurelio Vanegas
 
Nació en Bogotá, el 9 de septiembre de 1942, y falleció en la población
de Sibaté, el 30 de marzo de 1984.
 
Fue uno de los primeros creadores que se internó por los caminos del
dodecafonismo y del atonalismo, en Colombia. Ingresó muy niño al
Instituto Nacional para Ciegos –sin serlo-, en donde se inició en el
conocimiento de la música.
 
A partir de 1955 fue alumno del Conservatorio Nacional de Música, en
Bogotá, en donde estudió armonía, contrapunto, composición e
instrumentación para banda, junto a Roberto Pineda Duque, Andrés
Pardo Tovar y José Rozo Contreras, entre otros profesores.
 
En 1960 ganó el concurso de composición del Conservatorio con su
Cuarteto con piano en movimiento, y posteriormente, por dos años
consecutivos, recibió los primeros premios del concurso de composición
musical del Festival de Arte de la ciudad de Cali, en sus ediciones de
1964 y 1965, por las obras Sereno Clasical Campesino (poema sinfónico)
y Preludio, Interludio y Final, respectivamente.
 
En 1963 recibió una beca que le permitió continuar su formación en el
Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales “Torcuato de
Tella”, de Buenos Aires (Argentina), donde fue alumno de Alberto
Ginastera. Allí, su Sonata para viola y piano fue grabada por Óscar
Costa y Armando Krieger.
 
Al regresar a Colombia, además de dedicarse por completo a la
creación, fue comentarista en la Revista del Conservatorio y se
desempeñó como profesor de música en un colegio de Bogotá, sirvió
como instrumentador y arreglista para varias orquestas de música
popular bailable y para la Banda Sinfónica de la Policía Nacional.
 
La Orquesta Filarmónica de Bogotá interpretó, escogida por concurso,
una obra suya, Tres estampas, en el primer concierto oficial de la
entidad, 19 de Agosto de 1968.
 
Dueño de un singular talento, su gran sensibilidad le hacía, sin
embargo, un espíritu taciturno y solitario. Debido a trastornos en su
salud mental, causados tal vez por el desinterés hacia su obra, fue
internado en la Clínica Siquiátrica de Sibaté en 1970.
 
OBRAS
 
“Compositor de estudios y alucinaciones”, Marco Aurelio Vanegas es
probablemente uno de los creadores musicales más interesantes de
Colombia, a pesar de que sus trabajos apenas empiezan a ser conocidos
por los especialistas. Hacia 1968, a pesar de que su catálogo incluía 38
partituras completas, solamente unas pocas se habían escuchado en
Argentina y Colombia.
 
Orquesta
Sereno Clasical Campesino (Introducción a una serenata; Serenata
campesina; Fiesta campesina, y Descripción del amanecer), poema
sinfónico, 1964 (extraviado); Preludio, Interludio y Final, 1965; Concierto
para piano y orquesta, y Tres Estampas (Montañas, Llanuras, Fuentes),
para cuerdas, 1967.
 
Cámara
Cuarteto con piano en movimiento, 1960; Sonata para violín y piano;
Sonata para viola y piano, 1962; Cuarteto de cuerdas; Tres Preludios
Breves (Moderato, Allegretto, Allegro), para siete instrumentos; Capricho
para flauta y piano, y Tres Piezas para oboe y piano.
 
Piano
Intermezzo, 1955.
 
Vocal
Siete Canciones con poemas de Federico García Lorca, para soprano y
piano; Poema Elegíaco, y Variaciones liédicas.
 
 
BIBLIOGRAFÍA: Marco Aurelio Vanegas: Obras musicales, Fonoteca
Radiodifusora Nacional de Colombia, Bogotá. Fernando Garavito Pardo:
“Marco Aurelio Vanegas: Compositor de estudios y alucinaciones”,
Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, 3 de marzo de 1968. Luis
Carlos Rodríguez Álvarez: “Noticias de tres músicos nuestros: Miguel
Bocanegra, Ramón Cardona García, Marco Aurelio Vanegas”, en Platea
33, 13 (113): 13-17, Medellín, 1994.
 
Con gusto, si no la tiene, le puedo enviar la grabación documental (de
concierto, de la Sonata para viola
 
Espero que sigamos el contacto.
 
Un saludo muy cordial, con mi gratitud perenne.
 
LUIS CARLOS RODRIGUEZ
Marco Aurelio Vanegas:
Compositor de estudios y alucinaciones

Dos veces ganador del festival de Arte en Cali: en


1965 con su Preludio, Interludio y Final; y en 1964
con su poema sinfónico Sereno Clasical Campesino,
que extravió para fortuna de quien lo publique dentro
de algunos años, como propio y original aporte del
arte colombiano.

Por Fernando Garavito Pardo


(Para “Lecturas Dominicales”)

Hay caminos que llevan a una meta, van hacia delante, y no permiten
que se hable de regreso. Y caminos “solitarios y mudos”, en donde es
difícil el fin de la jornada, en donde el sueño priva y se vive a la buena
ventura. Tales son los caminos de la música. Y tales los caminos que ha
viajado Marco Aurelio Vanegas, que hace música; que piensa, entre
nosotros, en términos dodecafónicos, en suertes atonales; que fue
alumno del Instituto de Ciegos –sin ser ciego– y exalumno del Hogar
San Antonio; que supo de Beethoven, de Chopin y de Wagner; que sabe
de Alban Berg, de Schoemberg y de Webern; y que escribe actualmente
sin ninguna influencia.

Su primera obra, “Intermezzo para piano”, la concluyó a los trece años.


Hoy tiene veinticinco. Veinticinco años de experiencia vital, estudios y
alucinaciones. Dos veces ganador del festival de Arte en Cali: en 1965
con su Preludio, Interludio y Final; y en 1964 con su poema sinfónico
Sereno Clasical Campesino (hermoso nombre para una obra dividida en
cuatro partes: Introducción a una serenata; serenata campesina; fiesta
campesina; descripción del amanecer), que se extravió para fortuna de
quien lo publique dentro de algunos años, como propio y original aporte
del arte colombiano.

Marco Aurelio Vanegas es un testimonio. Testimonio de lo que puede


hacer una sola voluntad, individual y única. Ha compuesto treinta y
ocho obras, cada vez más profundas, más personales. En el
Conservatorio Nacional, del cual fue expulsado porque se creyeron
absurdas sus ideas sobre la fuga musical, estudió Armonía,
Contrapunto, Composición e Instrumentación de Banda, y con su
“Cuarteto con piano en movimiento”, obtuvo el primer premio en el
concurso de composición de 1960. Primer Premio símbolo. Primer
Premio reconocimiento.

Luego de su expulsión viajó a la Argentina, becado por el Centro


Latinoamericano de Altos Estudios Musicales. Y fue alumno del “primer
músico de América”, Alberto Ginastera. Y vivió ocho meses en Buenos
Aires. Y compuso intensamente. Y volvió a Colombia, donde puede
enseñar el DO RE MI en el Colegio de las Señoritas Vásquez; o tornarse
en instrumentador de ritmos populares; o dar serenatas con la Sonora
Matancera; o ser vago dodecafónico atonal, compositor de una obra por
año, admirador, y cómo, de Colacho Mendoza, de un Cochise Rodríguez,
de un profeta en su casa. Enhorabuena.

Un caso similar, sin ánimo peyorativo, fue el de muchos de nuestros


compositores, quienes pudieron superar esa etapa, mal que bien, al mal
tiempo buena cara, pero sin haber aportado nada nuevo, sin haber
escrito nada trascendente, sin haber encontrado un cauce personal a
sus ideas.

Otra cosa sucede con Marco Aurelio Vanegas, con Jacqueline Nova, con
Blas Emilio Atehortúa, que son presente y no pasado, que son vitalidad
e independencia y juventud y fuerza. Otra cosa sucede. La melografía de
Marco Aurelio Vanegas es confusa pero apasionante. Su música (Poema
Elegíaco, Sonata para Violín y Piano, Primer Concierto para Piano, Siete
Canciones con poemas de García Lorca para Soprano y Piano,
Variaciones Liédicas...) es atonal, con marcada tendencia hacia los
procedimientos y el lenguaje de los compositores europeos de
vanguardia. Atonal, porque en su textura el ordenamiento sonoro no
está basado en las leyes de la modalidad, porque es una sensación de
libre intercambio de sonidos, con tendencia al aislamiento y ruptura de
las leyes tonales. Música en que las partes débiles se basan en
consonancias, mientras que las fuertes y sobresalientes lo hacen en
sensaciones disonantes. Música –en fin– de difícil interpretación, de
independencia agresiva, aguda como punta de lanza.

Sin embargo, para juzgar su obra es necesario oírla. NO se la puede


cubrir con una cortina de silencio, con un hálito de indiferencia. Desde
acá pedimos que ella se interprete. Las cuatro obras que hasta ahora
hemos escuchado –Sonata para viola y Piano, Primer Cuarteto de
Cuerdas, Tres Preludios Breves para siete instrumentos, Capricho para
Flauta y Piano– Audiciones en Argentina y en Colombia, en las cuales
ha obtenido un éxito extraordinario, no son suficientes, no bastan para
conocer una labor de años, de inmensas proyecciones. Gluck pudo
quedarse en Artaserse. Por eso es que hablamos hoy de Marco Aurelio
Vanegas como de un constructor paciente y silencioso, que espera bien
poco de Colombia. En ella ha encontrado el tema y el romance de su
música. En ella sus palabras, que son notas. Y depende de ella –de
nosotros– que su obra se olvide o se interprete, que los cimientos que
ha echado se conviertan en ciudad o en torre solitaria.

Lecturas Dominicales, El Tiempo, Bogotá, 3 de marzo de 1968

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