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ÉTICA CIVIL Y DEL DISCURSO

Autor: Mario Moreno Parra

De Kant a Habermas

La ética civil es la ética del pluralismo moral donde todos los actores sociales se
vinculan, desde su racionalidad y su buena intención, con un proyecto social
basado en los mínimos valores que posibilitan la vida civilizada. Es una ética
donde convergen todos los ciudadanos independientemente de su credo, raza,
posición social, ideología, etc., y que como miembros de la sociedad civil están
obligados a participar de ella.

Este modelo ético está inspirado en la filosofía moral de Kant, quien busca que el
hombre mismo sea responsable de sus propios actos y debe obrar motivado por
su buena voluntad y racionalidad conforme a una ley universal. El hombre actúa
obedeciendo lo que le dicta su conciencia moral, pues él es su propio legislador.

A la ética kantiana se le ha criticado su carácter individualista ya que va dirigida al


hombre mismo, su razón, su voluntad y su buena intención. Es el hombre en
sentido particular quien determina lo bueno o malo, lo correcto o lo incorrecto en
sus acciones y determinaciones.

Frente a esta postura moral se propone la ética del discurso o dialógica, que
partiendo de los mismos principios de la ética civil lleve a los actores sociales a
reconocer y acordar las pautas morales fundamentales para la vida civilizada.

La universalidad de la norma, su validez, su necesidad, debe ser resultado del


discurso, del don de la palabra para que los ciudadanos puedan consolidar
consensos morales. “Sólo son válidas aquellas normas de acción con las que
podrían estar de acuerdo todos los posibles afectados como participantes en un
discurso práctico” (Habermas, 1992). La justicia, el respeto, la honestidad, la
responsabilidad, son valores cuyo reconocimiento social está basado en la
racionalidad argumentativa de los interlocutores quienes acogen voluntaria y
colectivamente las pautas morales para su vida social. “El reconocimiento y
aceptación de esos mínimos acuerdos morales que se conciertan y que además
son coherentes con los contenidos de una moral universalista como un
desiderátum axiológico para la vida armónica y civilizada… están condicionados al
juego lingüístico e intersubjetivo de los individuos, donde es necesario creer en el
otro, confiar en el otro… Es una ética pensada, reflexionada, basada en un
discurso racional, que no es impuesta sino producto de la persuasión y la
argumentación” (Moreno, 2003, p. 37).
LECTURAS REQUERIDAS

Para ampliar la dimensión conceptual sobre este tema es necesario leer los
textos:

1. Sánchez, A. (1980). Ética General (pp. 229-230). México: Ed. Grijalbo.

2. Cortina & et. al. (1998). Democracia participativa y sociedad civil. Una ética
empresarial. Ética dialógica. (pp. 117-135). Bogotá: Siglo del hombre Editores.

3. Cortina, A. (2001). Ciudadanos del mundo. (pp. 97-114). Madrid: Alianza


Editorial.

4. Moreno Parra, M. (2009). La ética del discurso. Referente axiológico del


contador público. En: “Argumentos y Documentos”. Revista Programa de
Contaduría, Universidad de Manizales, N.° 1.

LA ÉTICA DEL DISCURSO

REFERENTE AXIOLÓGICO DEL CONTADOR PÚBLICO

Mario Moreno Parra (Junio 2009). Ponencia publicada en la Revista


“Argumentos y Documentos”, V. 1. Universidad de Manizales, Programa de
Contaduría.

La necesidad de contribuir a una formación integral del profesional contador


público es una preocupación que demanda particular interés al interior del
programa de nuestra facultad. Si bien es cierto, la razón de ser de los estudios
en Contaduría Pública se basan fundamentalmente en las ciencias económicas,
contables y jurídicas, también es cierto que los futuros profesionales requieren
una formación complementaria que los sensibilice hacia un práctica social más
humana, comprometida con la responsabilidad social, las transformaciones y
problemas que atañen a nuestra sociedad civil, a través de espacios de reflexión
académicos que se ocupen del hombre y sus dimensiones éticas, culturales,
económicas y sociales.

La orientación ética, que se logra desde la familia, la escuela y en la misma


sociedad civil, es considerada como esa lógica moral que induce al hombre a
un proceder o actuación social con el otro y consigo mismo, orientado bajo
ciertos principios y valores que hacen que las relaciones de convivencia sean
básicamente humanas y civilizadas . Esta formación juega un rol primordial en ese
esfuerzo complementario por lograr profesionales integrales.

Alguna vez nos hemos preguntado si es suficiente el conocimiento y la


memorización de las normas puntuales de la ley 43 de 1990, que reglamenta el
código de ética de la profesión contable, para sensibilizar a los futuros
profesionales de ser honestos y responsables en el desempeño de sus
funciones, o si se hace necesario, y tal vez más importante, abrir espacios de
discusión y reflexión alrededor de un proyecto de discurso moral desde la
perspectiva de la ética civil o ética ciudadana que posibilite el análisis de las
recomendaciones axiológicas que el código moral ofrece, para debatir el
alcance e impacto social y profesional que se deriva de su normatividad.

De hecho, en cuanto a la orientación profesional, se hace más interesante y


productivo, desde un punto de vista pedagógico, vivir críticamente la estructura
deontológica del contador público; es decir, aprovechar los espacios académicos
para someter la legislación moral, por la vía de la discusión, al análisis y a la
contrastación social y laboral, que nos permita su exploración en la realidad
social y empresarial para poder determinar, con argumentos y razones morales,
las bondades que se desprenden del obrar correctamente y el asumir criterios de
responsabilidad social.

La normatividad moral del contador, expresada como un desiderátum axiológico,


parece quedarse tan sólo en una simple recomendación, que tememos, no logre
su cometido, como es el de contribuir a la sensibilización humana y visión critico-
moral del profesional, en aras de crear sentimientos de convicción éticos que le
formen el sentido de la responsabilidad .

La ética del contador no debe ceñirse sólo al aprendizaje de las estrictas normas
que se expresan en el código moral y que generalmente olvidan los estudiantes y
futuros profesionales o no le encuentran su atractivo como para ocuparse de ella;
debe ser el resultado social de un acumulado moral adquirido, logrado en la
familia, en las aulas, en las vivencias sociales, y el producto de la formación
crítica y el debate académico que dé herramientas para la reflexión
comprensiva de lo que significa el hecho moral y la responsabilidad social que se
hace necesario asumir como profesional contable y como ciudadano.

De allí que los espacios éticos que se le posibiliten al contador en su formación


deben ser espacios democráticos, críticos y participativos, para el abordaje de los
principios filosóficos que sustentan estos acumulados axiológicos, y un proceso
reflexivo sobre el inventario moral que debe identificar a los futuros
profesionales, para lograr ser auténticos servidores del mundo empresarial y
social, responsables y comprometidos con los desarrollos comunitarios.

De esta forma, es posible la sensibilización ética y el fomento de una


conciencia axiológica en el contador público quien debe prepararse, como
ciudadano y como profesional, para dar fe pública en territorios tanto públicos
como privados; función que exige serios compromisos de responsabilidad,
honestidad, objetividad y confianza. Cabe recordar que “La vida del Contador
Público que tiene ética es necesariamente distinta de los que no la tienen. Su
comportamiento, sus hábitos de vida, su forma de pensar, de valorar las
situaciones, de decidir, son distintos, porque se llevan a cabo a la luz de la ética, y
porque tienen diferentes niveles de significado” (Zamorano, 1998, p.113)

Lograr convicciones morales que acrediten una ética de la responsabilidad


profesional y ciudadana, es un ideal que se debe fomentar y promover en el
discurso académico, como parte complementaria para la formación humana del
contador, contribuyendo de esta forma a los procesos de sensibilización social y
humanización que requieren para su desempeño profesional, en momentos
difíciles enmarcados por el resquebrajamiento de los valores fundamentales
para la vida civilizada, como el respeto, la solidaridad, la tolerancia activa, la
honestidad, el sentido altruista, entre muchos otros.

Se requiere, entonces, ir más allá de la mera recomendación deontológica que la


ley 43 del 90 ofrece en su estructura axiológica, si se pretende un proceso de
formación conducente a despertar o motivar una conciencia crítico-moral y la
humanización profesional que le permita al contador público establecer un
vínculo humano entre el saber y su compromiso con la comunidad, es decir,
que sus conocimientos y habilidades se pongan al servicio del desarrollo social.

Los espacios de discusión necesarios para insinuar a nuestros alumnos un


referente moral que les debe asistir como profesionales contables en el vínculo
ético-social, deben partir del abordaje de una moral social que conjugue la ética
civil y sus formulaciones kantianas con las posibilidades de una ética del
discurso, o dialógica, desde algunos referentes habermasianos, como lo
expondré brevemente en las próximas líneas.
La ética kantiana, como se sabe, desarrolla un sistema ético formal y autónomo
basado en el deber. El valor de la moral sólo puede radicar en la voluntad del
hombre en querer hacer el bien; en su buena voluntad que le lleve a cumplir el
deber por el deber; lo que hace de él un hombre bueno y feliz. “Obra, dice Kant,
de manera que puedas querer que el motivo que te ha llevado a obrar sea una ley
universal”. Si es un acto voluntario, es un acto mediado por los dictámenes de la
razón. La moral kantiana es la moral de la razón, y la razón debe determinar el
obrar del hombre, es decir, orienta la acción; lo que hace que su moral sea
práctica.

Sin embargo, ese imperativo categórico de Kant del deber ser, dado por la razón,
se queda en un acto monológico, donde al sujeto le basta sólo su buena intención
y voluntad para hacer el bien, no importando cómo o con quién; no obstante, lo
que nos parece importante es posibilitar que esa misma intención de ética del
deber ser se incorpore a un proceso de comunicación, es decir, a un hecho
dialógico, donde por la vía de la razón comunicativa y no instrumental, se
reconozca el bien o el obrar correctamente .

La teoría de una ética del discurso, abre el camino para que ese imperativo
categórico de Kant se resuelva por un imperativo categórico dialógico. Las
normas morales, los valores y la responsabilidad social, deben ser asumidos y
válidos desde una ética dialógica o ética del discurso, que exprese una moral
cívica, donde la responsabilidad social no sea un simple mandato sino un
acuerdo moral racional, discutido, entendido y aceptado por quienes participan
de la comunicación en sus roles sociales comunes. "En la ética del discurso -
dice Habermas- el lugar del imperativo categórico pasa a estar ocupado por el
procedimiento de la argumentación moral" (Habermas, 2000).

Esa moral cívica que conduce a los acuerdos o consensos racionales entre los
ciudadanos, los ciudadanos públicos, gobernantes, religiosos, ciudadanos de
intereses comunes, sin exclusiones, es una moral sin dogmas, construida y
fortalecida por la costumbre dialógica. Es esa misma moral que se deriva de las
entrañas de la ética cívica o ética ciudadana y que como bien lo sentencia Adela
Cortina, “es la que harán los ciudadanos o no se hará”.

Este modelo ético fundamentado en unos mínimos acuerdos morales, coherentes


con una ética universalista, expresa aquellos valores prácticos individuales y
colectivos que deben manifestar cada uno de los miembros de un grupo social en
sus proyectos de vida; valores tales como la solidaridad, la responsabilidad, la
libertad, la justicia, entre otros. Cortina expresa que "la ética cívica fomenta la
voluntad de entendimiento a través de la argumentación racional, buscando
sentidos compartidos que hagan que llevemos a cabo proyectos juntos" (Cortina,
1998).

En este sentido, una ética del discurso fundamentada en la argumentación por


la vía dialógica, hace posible los acuerdos racionales de las pretensiones morales
que todos debemos compartir y vivenciar. La fuerza de la argumentación racional
hace válidas, entre los protagonistas del tejido social, las normas y valores
necesarios para ser un sujeto moral, ciudadano- contador, en condiciones de
propiciar la vida civilizada.

El reconocimiento y aceptación de la norma antes de ser acogida como principio


universal moral, debe ser puesta en común discursivamente; en el lenguaje ético
de Habermas, “en lugar de proponer a todos los demás una máxima como válida y
que se pretenda como ley general, es preciso que se presente a todos los demás
una máxima para comprobarse discursivamente su pretensión de verdad”
(Habermas, 2000).

Ahora bien, situados en la preocupación moral sobre la ética de la


responsabilidad social, es necesario hacer algunas precisiones antes de su
exploración desde una ética del discurso.

Hoy, en nuestro medio, la preocupación sobre la ética de la responsabilidad social


parece, por fortuna, estarse tomando el mundo de los negocios y de las
empresas -por lo menos a manera de discusión y de estudio social- como un
camino que se empieza abrir en aras de la humanización empresarial. Es muy
significativo que para muchos la responsabilidad social no debe estar limitada a
una ética de la producción, o de cómo crecer a nivel económico y empresarial,
lo que sin duda abre esperanzas para que la ética de la responsabilidad sea
entendida como una responsabilidad comprometida con la moral social, con las
preocupaciones de la ciudadanía, con los temas ambientales y científicos, las
políticas de gobierno, la vida cultural y, obviamente, con los retos económicos y
empresariales.

En este orden de ideas, la ética de la responsabilidad social del contador no sólo


debe comprometer su responsabilidad como dador de fe pública que debe velar
con trasparencia y objetividad por la confianza que los empresarios e
inversionistas le han otorgado como profesional que es, sino que es necesario
trascender hacia lo social como ciudadano que hace parte de ese mundo de la
vida donde se desenvuelve como ser social, comprometerse con sus actos y
acciones para fortalecer el vínculo social y contribuir eficazmente con una
convivencia productiva. El compromiso social del contador público no sólo es un
compromiso como profesional sino, también, como ciudadano, inmerso en esa
membrana social donde es protagonista de su historia y desde donde se espera
de él su aporte a las transformaciones sociales, a la construcción de una
sociedad justa.

Asumir, entonces, una ética de la responsabilidad social significa participar de


unos acuerdos morales mínimos, sustentados en argumentos racionales
recíprocos, en consensos axiológicos entre actores sociales que han decidido
superar la subjetividad moral individual mediante procesos dialógicos y abiertos
desde la pluralidad, la participación, y coherente con los principios de una ética
civil y moral universalista.

Lo que quiere decir que en la búsqueda de una ética de la responsabilidad social,


para el caso de nuestros profesionales contadores, se hace necesario ir más allá
del estudio juicioso de la base deontológica, para asumir una ética de la
responsabilidad a partir de una moral civil propuesta, y comprendida desde la
razón y el discurso, que garantice las posibilidades de su validez y aceptación
mediante la discusión crítica que ilumina la razón comunicativa, pues, como bien
lo expresa el filósofo Hoyos: "únicamente pueden aspirar a la validez aquellas
normas que pudieran conseguir la aprobación de todos los participantes
comprometidos en un discurso práctico" (Hoyos, 1997).

Lo que indica, entonces, que el diálogo y la comunicación se constituyen en el


puente para el reconocimiento de las normas y valores en aquellos hablantes que
salen al encuentro para determinar sus pretensiones éticas a través de acuerdos
participativos que permiten legitimar una moral para la praxis social.

De hecho, la ética del discurso, como ya le hemos expresado en otros escritos,


implica que los sujetos hablantes, contadores, ciudadanos, replanteen su éthos
dialógico, sus costumbres comunicativas. El uso de la palabra debe
resignificarse; el don de la comunicación no es ya un medio, sino un fin de la
urdimbre social. Los sujetos para entenderse moralmente están destinados a
acudir al uso recíproco del lenguaje para constituirse como sujetos críticos de sus
actos morales, pues, y como lo anota Habermas, “todos los hombres, como seres
dotados de competencia comunicativa, son interlocutores virtuales de cualquier
argumentación en la que se decida algo que pueda afectarles” (Habermas, 1990).

La responsabilidad social atañe al contador público y hace parte del legado de su


misión social, que como interlocutor y actor social en la empresa, en su vida
cotidiana, está llamado a contribuir a su desarrollo, al crecimiento personal, a
dar y generar confianza.
De allí que una ética de la responsabilidad no ha de ser una norma o código de
conducta, que le diga qué hacer y qué no hacer en el orden moral, sino una
filosofía de vida, una conciencia moral inducida a través del discurso crítico, de la
reflexión dialógica, donde la persona social, voluntariamente, comparte con
criterios y argumentos de razón esos mínimos morales que encierran sus
deberes y obligaciones, y que en forma lúcida y dialéctica está en condiciones de
discernir entre lo que es bueno y lo que es malo, lo que es correcto de lo que es
incorrecto, según los acuerdos morales que la comunidad ha reconocido y
aceptado.

La ética del discurso implica asumir, además, una ética vivencial, práctica, que
expresa valores tangibles dados desde la interacción y la comunicación,
reconocidos dialógicamente como verdad, porque los valores son hechos reales,
vivencias objetivas, y no son entes idealizados por fuera de la conciencia de la
persona; existen como resultado de las relaciones y de la convivencia que
desarrollan los actores sociales.

Es allí, en ese mundo de la vida, concreto, en ese mundo social, tangible, tejido
por la vía dialógica y la construcción intersubjetiva, donde una ética de la
responsabilidad tiene sentido con toda su plataforma axiológica. Esa misma ética
dialógica o del discurso, base de una moral cívica, afirma Cortina, está
fundamentada en aquellos valores como la libertad, la igualdad, la solidaridad y
la tolerancia activa, de donde se desprenden también otros valores morales,
como un capital axiológico que adquiere su reconocimiento y aceptación a
través del consenso logrado entre interlocutores válidos; es decir, entre quienes
se esfuerzan racionalmente y por convicción en la necesidad de elegir el bien y
lo correcto, a la luz de los principios humanos universalistas que dignifican al
hombre y hacen más amable la convivencia ciudadana.

BIBLIOGRAFIA

Habermas, J. (2000). Aclaraciones a la ética del discurso. Madrid: Trotta.

-----. (1998). Escritos sobre moralidad y eticidad. Buenos Aires: Paidós.

-----. (1998). Teoría de la Acción Comunicativa. Madrid: Taurus.

Cortina, A. (1985). Razón comunicativa y responsabilidad solidaria. Salamanca:


Sígueme.

-----. (2003). Ética de la Empresa. Madrid: Trotta.


-----. (2003). El Mundo de los Valores. Bogotá: El Búho

Cortina, A. & Conill, J. (1998). Democracia Participativa y Sociedad Civil, Una


Ética Empresarial. Bogotá: Siglo del Hombre Editores.

Hoyos, G. (1990). Universidad Nacional. Bogotá.

Zamorano G. (1998). La formación ética del contador público. En Revista Asfacop.


N. 4. Agosto.

Lectura de apoyo

Sánchez, A. (1980). Ética general. La moral kantiana. (p. 230). México: Ed.
Grijalbo.

"El problema de moralidad exige plantear la cuestión de en qué estriba la bondad


de los actos, o en qué consiste lo bueno. Ya conocemos la respuesta de Kant: lo
único bueno en sí mismo, sin restricción, es una buena voluntad. La bondad de
una acción no hay que buscarla en ella misma, sino en la voluntad con que se ha
hecho. Pero ¿cuándo una voluntad es buena, o cómo actúa o quiere una buena
voluntad? La buena voluntad es la que actúa por puro respeto al deber sin
razones distintas de las del cumplimiento del deber o de la sujeción a la ley moral.
El mandato o deber que ha de ser cumplido es incondicionado y absoluto; o sea,
lo que manda la buena voluntad es universal por su forma y no tiene un contenido
concreto: se refiere a todos los hombres, en todo tiempo y en todas las
circunstancias y condiciones. Kant llama imperativo categórico a ese mandato, y lo
formula así "Obra de manera que puedas querer que el motivo que te ha llevado a
obrar sea una ley universal".

Si el hombre obra por puro respeto al deber y no obedece a otra ley que la que le
dicta su conciencia moral, él es -como ser racional puro o persona moral- su
propio legislador”.

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