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De Kant a Habermas
La ética civil es la ética del pluralismo moral donde todos los actores sociales se
vinculan, desde su racionalidad y su buena intención, con un proyecto social
basado en los mínimos valores que posibilitan la vida civilizada. Es una ética
donde convergen todos los ciudadanos independientemente de su credo, raza,
posición social, ideología, etc., y que como miembros de la sociedad civil están
obligados a participar de ella.
Este modelo ético está inspirado en la filosofía moral de Kant, quien busca que el
hombre mismo sea responsable de sus propios actos y debe obrar motivado por
su buena voluntad y racionalidad conforme a una ley universal. El hombre actúa
obedeciendo lo que le dicta su conciencia moral, pues él es su propio legislador.
Frente a esta postura moral se propone la ética del discurso o dialógica, que
partiendo de los mismos principios de la ética civil lleve a los actores sociales a
reconocer y acordar las pautas morales fundamentales para la vida civilizada.
Para ampliar la dimensión conceptual sobre este tema es necesario leer los
textos:
2. Cortina & et. al. (1998). Democracia participativa y sociedad civil. Una ética
empresarial. Ética dialógica. (pp. 117-135). Bogotá: Siglo del hombre Editores.
La ética del contador no debe ceñirse sólo al aprendizaje de las estrictas normas
que se expresan en el código moral y que generalmente olvidan los estudiantes y
futuros profesionales o no le encuentran su atractivo como para ocuparse de ella;
debe ser el resultado social de un acumulado moral adquirido, logrado en la
familia, en las aulas, en las vivencias sociales, y el producto de la formación
crítica y el debate académico que dé herramientas para la reflexión
comprensiva de lo que significa el hecho moral y la responsabilidad social que se
hace necesario asumir como profesional contable y como ciudadano.
Sin embargo, ese imperativo categórico de Kant del deber ser, dado por la razón,
se queda en un acto monológico, donde al sujeto le basta sólo su buena intención
y voluntad para hacer el bien, no importando cómo o con quién; no obstante, lo
que nos parece importante es posibilitar que esa misma intención de ética del
deber ser se incorpore a un proceso de comunicación, es decir, a un hecho
dialógico, donde por la vía de la razón comunicativa y no instrumental, se
reconozca el bien o el obrar correctamente .
La teoría de una ética del discurso, abre el camino para que ese imperativo
categórico de Kant se resuelva por un imperativo categórico dialógico. Las
normas morales, los valores y la responsabilidad social, deben ser asumidos y
válidos desde una ética dialógica o ética del discurso, que exprese una moral
cívica, donde la responsabilidad social no sea un simple mandato sino un
acuerdo moral racional, discutido, entendido y aceptado por quienes participan
de la comunicación en sus roles sociales comunes. "En la ética del discurso -
dice Habermas- el lugar del imperativo categórico pasa a estar ocupado por el
procedimiento de la argumentación moral" (Habermas, 2000).
Esa moral cívica que conduce a los acuerdos o consensos racionales entre los
ciudadanos, los ciudadanos públicos, gobernantes, religiosos, ciudadanos de
intereses comunes, sin exclusiones, es una moral sin dogmas, construida y
fortalecida por la costumbre dialógica. Es esa misma moral que se deriva de las
entrañas de la ética cívica o ética ciudadana y que como bien lo sentencia Adela
Cortina, “es la que harán los ciudadanos o no se hará”.
La ética del discurso implica asumir, además, una ética vivencial, práctica, que
expresa valores tangibles dados desde la interacción y la comunicación,
reconocidos dialógicamente como verdad, porque los valores son hechos reales,
vivencias objetivas, y no son entes idealizados por fuera de la conciencia de la
persona; existen como resultado de las relaciones y de la convivencia que
desarrollan los actores sociales.
Es allí, en ese mundo de la vida, concreto, en ese mundo social, tangible, tejido
por la vía dialógica y la construcción intersubjetiva, donde una ética de la
responsabilidad tiene sentido con toda su plataforma axiológica. Esa misma ética
dialógica o del discurso, base de una moral cívica, afirma Cortina, está
fundamentada en aquellos valores como la libertad, la igualdad, la solidaridad y
la tolerancia activa, de donde se desprenden también otros valores morales,
como un capital axiológico que adquiere su reconocimiento y aceptación a
través del consenso logrado entre interlocutores válidos; es decir, entre quienes
se esfuerzan racionalmente y por convicción en la necesidad de elegir el bien y
lo correcto, a la luz de los principios humanos universalistas que dignifican al
hombre y hacen más amable la convivencia ciudadana.
BIBLIOGRAFIA
Lectura de apoyo
Sánchez, A. (1980). Ética general. La moral kantiana. (p. 230). México: Ed.
Grijalbo.
Si el hombre obra por puro respeto al deber y no obedece a otra ley que la que le
dicta su conciencia moral, él es -como ser racional puro o persona moral- su
propio legislador”.