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Taller de Sueños 2020

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EL ÁNIMA Y EL ÁNIMUS

Jung puso especial atención en su profundo estudio del Inconsciente, a cuatro


arquetipos fundamentales: El Si Mismo - El Anima - El Animus - La Sombra

ANIMA Y ANIMUS Al igual que Freud, Adler y otros, Jung pensaba que en
realidad todos nosotros somos bisexuales por naturaleza. Cuando empezamos
nuestra vida como fetos, poseemos órganos sexuales indiferenciados y es solo
gradualmente, bajo la influencia hormonal, cuando nos volvemos machos y
hembras. De la misma manera, cuando empezamos nuestra vida social como
infantes, no somos masculinos o femeninos en el sentido social. Casi de inmediato
(tan pronto como nos pongan esas botitas azules o rosas), nos desarrollamos bajo
la influencia social, la cual gradualmente nos convierte en hombres y mujeres.

En todas las culturas, las expectativas que recaen sobre los hombres y las
mujeres difieren. Estas están basadas casi en su totalidad sobre nuestros
diferentes papeles en la reproducción y en otros detalles que son casi
exclusivamente tradicionales. En nuestra sociedad actual, todavía retenemos
muchos remanentes de estas expectativas tradicionales. Todavía esperamos que
las mujeres sean más cálidas y menos agresivas; que los hombres sean fuertes y
que ignoren los aspectos emocionales de la vida. Pero Jung creía que estas
expectativas a veces sólo desarrollan la mitad de nuestro potencial.

EL ANIMA: LA MUJER INTERIOR

El ánima es una personificación de todas las tendencias psicológicas femeninas


en la psique de un hombre, tales como sentimientos, estados de humor, captación
de lo irracional, capacidad para el amor personal, sensibilidad para la naturaleza,
por último, pero no en último lugar, su relación con el inconsciente. No es una
pura casualidad el que en los tiempos antiguos se emplearan sacerdotisas para
interpretar la voluntad divina y para establecer comunicación con los dioses. Un
ejemplo especialmente claro de cómo el ánima se experimenta como una figura
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interior en la psique del hombre se ve en los sanadores y profetas (chamanes),


entre los esquimales y otras tribus árticas. Algunos de éstos incluso llevan ropas
de mujer o llevan pintados en su vestimenta pechos femeninos con el fin de
manifestar su lado interno femenino, el lado que les capacita para ponerse en
relación con la «tierra de los fantasmas” (es decir, lo que nosotros llamaríamos
el inconsciente). “El informe sobre cierto caso habla de un joven al que estaba
iniciando un viejo chamán el cual le introdujo en un hoyo en la nieve. Quedó en un
estado de ensoñación y agotamiento. En ese estado de coma, vio de repente una
mujer que emitía luz. Ella lo instruyó en todo lo que necesitaba saber y después,
como espíritu protector suyo, le ayudó a practicar su difícil profesión poniéndole
en relación con las potencias del más allá. Tal experiencia muestra el ánima como
la personificación femenina en el inconsciente del hombre.

En su manifestación individual, el carácter del ánima de un hombre, por regla


general, tiene que ver con la madre. Si su madre tuvo una influencia negativa
sobre él, su ánima se expresará con frecuencia en formas irritables, deprimidas,
con incertidumbre, inseguridad y susceptibilidad. Dentro del alma del hombre la
figura negativa del ánima madre repetirá interminablemente este tema: «No soy
nada. Nada tiene sentido. Para otros es diferente, pero para mí no... No disfruto
de nada.» Estos «humores del anima» producen una especie de embotamiento,
miedo a la enfermedad, a la impotencia, o a los accidentes. La totalidad de su
vida toma un aspecto triste y opresivo. Tales estados de humor sombrío pueden,
incluso, inducir a un hombre al suicidio y, en tal caso, el ánima se convierte en un
demonio de la muerte. Las sirenas griegas también personifican este aspecto
peligroso del ánima, en esa forma, simboliza la ilusión destructiva. El siguiente
cuento siberiano es un ejemplo de la conducta de esa ánima destructiva: «Un día,
un cazador solitario vio una hermosa mujer saliendo de un profundo bosque, al
otro lado del río. Ella le saludó con la mano y cantó: ¡Oh, ven, cazador solitario
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en la calma del anochecer ¡Ven, ven! Te echo de menos, te echo de menos. Ahora
te besaré, te besaré. ¡Ven, ven!, mi nido está cerca, mi nido está cerca. ¡Ven, ven!,
cazador solitario, ahora en la calma del anochecer. se quitó la ropa y cruzó el río
a nado, pero, de repente, ella voló en forma de búho riendo y mofándose de él,
cuando trató de cruzar otra vez el río para recuperar su ropa, se hundió en el
agua fría.» En este cuento, el ánima simboliza un irreal sueño de amor, felicidad
y calor maternal (su nido), un sueño que atrae a los hombres alejándoles de la
realidad. El cazador se hunde porque corre tras una anhelada fantasía que no
podía satisfacerse. Otra forma en que puede revelarse el ánima negativa en la
personalidad de un hombre es en los comentarios irritados, venenosos,
afeminados con los que rebaja todo. Los comentarios de ese tipo siempre
contienen una despreciable tergiversación de la verdad y son sutilmente
destructivos. Hay leyendas en todo el mundo en las que aparece «una damisela
venenosa» (como las llaman en Oriente). Es una hermosa criatura que esconde
armas en su cuerpo o un veneno secreto con el que mata a sus amantes en la
primera noche que pasan juntos. De ese modo, el ánima es tan fría y
desconsiderada como ciertos aspectos misteriosos de la propia naturaleza, y en
Europa se expresa con frecuencia, hasta hoy día, en la creencia en las brujas.

Una manifestación aún más sutil del ánima negativa aparece en ciertos cuentos
de hadas en la forma de una princesa que dice a sus pretendientes que le
respondan a una serie de acertijos. Si no pueden responder, tendrán que morir,
e invariablemente, ella gana. El ánima en esa caracterización envuelve a los
hombres en un destructivo juego intelectual. Podemos notar el efecto del ánima
en todos esos diálogos neuróticos seudo intelectuales que inhiben al hombre a
entrar en contacto directo con la vida y sus decisiones reales. Reflexiona tanto
sobre la vida que no puede vivirla y pierde toda su espontaneidad y sus
sentimientos resultantes. Las manifestaciones más frecuentes del ánima toman
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la forma de fantasías eróticas. Los hombres pueden ser llevados a nutrir sus
fantasías viendo películas y espectáculos de striptease, o disfrutando
despiertos con materiales pornográficos. Este es un aspecto crudo y primitivo
del ánima que se convierte en forzoso sólo cuando un hombre no cultiva
suficientemente sus relaciones sentimentales, cuando su actitud sentimental
hacia la vida ha permanecido infantil. Todos estos aspectos del ánima pueden ser
proyectados de modo que aparezcan ante el hombre como las cualidades de
alguna mujer determinada. Es la presencia del ánima la que hace que un hombre
se enamore de repente cuando ve a una mujer por primera vez y sabe
inmediatamente que es «ella». En esa situación, el hombre tiene la impresión de
haber conocido íntimamente a esa mujer desde siempre; se enamora tan
perdidamente de ella que al observador le parece completa locura. Las mujeres
que son «como hadas» atraen especialmente tales proyecciones del ánima porque
a los hombres les parece fascinantemente indefinida y, por tanto, pueden
continuar fantaseando en torno a ella. La proyección del ánima en esa forma tan
repentina y apasionada como un asunto amoroso puede alterar el matrimonio de
un hombre y conducirle al llamado «triángulo humano», con sus dificultades
correspondientes. Sólo se puede encontrar una solución soportable a un drama
semejante si se reconoce que el ánima es una fuerza interior. El objetivo secreto
del inconsciente al acarrear tal complicación es forzar al hombre a que
desarrolle y lleve a su propio ser a la madurez integrando más de su personalidad
inconsciente e incorporándola a su verdadera vida. Si, por otra parte, la
experiencia de un hombre acerca de su madre ha sido positiva, eso también
puede afectar a su ánima en formas típicas, aunque diferentes, con el resultado
de que, o bien resulta afeminado o es presa de las mujeres y, por tanto, incapaz
de luchar con las penalidades de la vida. Un ánima de ese tipo puede volver
sentimentales a los hombres o pueden convertirse muy sensibleros
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Hay también aspectos positivos del ánima. El ánima es, por ejemplo, causante del
hecho de que un hombre sea capaz de encontrar la cónyuge adecuada. Otra
función importante, el ánima le ayuda a desenterrar hechos que están escondidos
en su inconsciente y que la mente lógica del hombre es incapaz de discernir. Aún
más vital es el papel que desempeña el ánima al poner la mente del hombre a tono
con los valores interiores buenos y, por tanto, abrirle el camino hacia
profundidades interiores. Es como si una «radio» interior quedara sintonizada
con cierta longitud de onda y que le permitiera la audición de la voz del “Si
Mismo”. Al establecer esta recepción de la «radio» interior, el ánima adopta el
papel de guía, o mediadora. Así es como aparece ella en los ejemplos de iniciación
de chamanes que he descrito antes. El número cuatro también está relacionado
con el ánima porque, como observó Jung, hay cuatro etapas en su desarrollo. La
figura de Eva es la mejor simbolización de la primera etapa, la cual representa
relaciones puramente instintivas y biológicas. La segunda puede verse en la
Helena de Fausto: ella personifica un nivel romántico y estético que, no obstante,
aún está caracterizado por elementos sexuales. La tercera está representada,
por ejemplo, por la Virgen María, una figura que eleva el amor (eros) a alturas
de devoción espiritual. El cuarto tipo lo simboliza la Sapiencia, sabiduría que
trasciende incluso lo más santo y lo más puro. Pero ¿qué significa en la práctica
el papel del ánima como guía en el interior? Esta función positiva se produce
cuando un hombre toma en serio los sentimientos, esperanzas y fantasías
enviadas por su ánima y cuando los fija de alguna forma; por ejemplo, por escrito,
en pintura, escultura, composición musical o danza. Cuando trabaja en eso
paciente y lentamente, va surgiendo otro material inconsciente más profundo.
Esta decisión (esencialmente sencilla) de tomar en serio las fantasías y
sentimientos propios puede evitar, un estancamiento total del proceso de
individuación interior, porque únicamente de esa forma puede un hombre
descubrir qué significa su ánima como realidad interior
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Así el ánima vuelve a ser lo que fue originariamente: la «mujer interior» que
transmite los mensajes vitales del «sí mismo» al hombre.

EL ANIMUS: EL HOMBRE INTERIOR

El Animus es la personificación masculina en el inconsciente de la mujer el ánimus


muestra aspectos buenos y aspectos malos, como le ocurre al ánima en el hombre.
Pero el ánimus no aparece con tanta frecuencia en forma de fantasía o modalidad
erótica, sino más bien como una forma de convicción «sagrada». Cuando tal
convicción es predicada con voz fuerte, insistente o impuesta a otros por medio
de escenas de brutal emotividad, se reconoce fácilmente la masculinidad
subyacente en una mujer. Sin embargo, aún en una mujer que exteriormente sea
muy femenina, el ánimus puede ser también una fuerza dura e inexorable.
Podemos encontrarnos con un Animus negativo en una mujer obstinada, fría y
completamente inaccesible. Uno de los temas favoritos que el ánimus repite
incesantemente en las meditaciones de ese tipo de mujeres viene a ser así: «La
única cosa que yo deseo en el mundo es amor..., y él no me ama»; o «En esta
situación sólo hay dos posibilidades y las dos son igualmente malas.» (El ánimus
jamás cree en excepciones.) Raramente se puede contradecir la opinión de un
ánimus, aunque esta opinión esté a veces completamente ajena a la situación
individual de vida. (la inflexibilidad del dogma). Al igual que el carácter del ánima
de un hombre está moldeado por su madre, el ánimus está básicamente influido
por el padre de la mujer. El padre dota al ánimus de su hija con el matiz especial
de convicciones indiscutibles, irrecusablemente «verdaderas», convicciones que
no siempre incluyen la realidad personal de la propia mujer tal como es
realmente. Esa es la causa de que, algunas veces, el ánimus sea, como el ánima,
un demonio de la muerte. “Por ejemplo, en un cuento gitano, un apuesto
extranjero es recibido por una mujer solitaria a pesar de que ella tuvo un sueño
que le advertía que él era el rey de la muerte. Después de haber estado con ella
algún tiempo, ella le instó a que le
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dijera quién era realmente. Al principio, rehusó diciendo que ella moriría si se lo
decía. Sin embargo, la mujer insiste y él le revela de repente que es la propia
muerte. La mujer muere inmediatamente de miedo”. Psicológicamente
representa una forma particular del ánimus que aleja a la mujer de todas las
relaciones humanas y, en especial, de todos los contactos con hombres
auténticos. Personifica al capullo de seda de los pensamientos soñadores, llenos
de deseos y de juicios acerca de cómo «debieran ser» las cosas, y que separan a
la mujer de la realidad de la vida. El ánimus negativo no aparece sólo como un
demonio de la muerte. En los mitos y en los cuentos de hadas desempeña el papel
de ladrón y asesino. Un ejemplo es Barba Azul, que mataba secretamente a todas
sus mujeres en una cámara oculta. En esta forma, el ánimus personifica todas las
reflexiones semiconscientes, frías y destructivas que invaden a una mujer en las
horas de la madrugada cuando no ha conseguido realizar cierta obligación
sentimental.

Es entonces cuando comienza a pensar acerca de la herencia de la familia y


asuntos de esa índole, una especie de tejido de pensamientos calculadores, llenos
de malicia e intriga, que la llevan a un estado en que es capaz de desear la muerte
a otros. («Cuando uno de nosotros muera, me trasladaré a la Riviera», dice una
mujer a su marido al contemplar la hermosa costa mediterránea; un pensamiento
que resultaba inofensivo por el hecho de haberlo dicho.) Alimentando secretas
intenciones destructivas, una mujer puede conducir a su marido, y una madre a
sus hijos, a enfermedades, accidentes o, incluso, la muerte. O puede decidir que
sus hijos no lleguen a casarse: una forma del mal, profundamente escondida, que
raramente sube a la superficie de la mente consciente de la madre. (Una anciana
simple nos dijo una vez, mientras nos mostraba un retrato de su hijo, ahogado a
los veintisiete años: «Lo prefiero así; es mejor que dárselo a otra mujer.») A
veces una extraña pasividad y la paralización de todo sentimiento, o una profunda
inseguridad que puede conducir casi a una sensación de nulidad pueden ser el
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resultado de la opinión de un ánimus inconsciente. En las profundidades del ser


de la mujer, el ánimus le susurra: «No tienes esperanza. ¿De qué vale intentarlo?
De nada sirve lo que hagas. La vida jamás cambiará para mejorar.»
Desgraciadamente, siempre que una de esas personificaciones del inconsciente
se apodera de nuestra mente, parece como si tuviéramos tales pensamientos y
sentimientos. El ego se identifica con ellos hasta el extremo de que resulta
imposible separarlos y verlos tal como son. Se está realmente «poseído» por la
figura desde el inconsciente. Sólo después que ha cesado la posesión, se
comprueba con horror que hemos dicho y hecho cosas diametralmente opuestas
a nuestros verdaderos pensamientos y sentimientos, que hemos sido la presa de
un factor psíquico ajeno. Al igual que el ánima, el ánimus no consta meramente
de cualidades negativas tales como brutalidad, descuido, charla vacía, malas
ideas silenciosas y obstinadas. También tiene un lado muy positivo y valioso;
también puede construir un puente hacia el “sí mismo” mediante su actividad
creadora. El siguiente sueño de una mujer de cuarenta y cinco años puede ayudar
en la aclaración de este punto: «Dos figuras embozadas trepan hasta el balcón y
entran en la casa. Van envueltas en un ropaje negro con capucha, y parece que
quieren atormentarnos a mi hermana y a mí. Ella se esconde bajo la cama, pero
ellos la sacan de allí con una escoba y la torturan. Luego me toca a mí. El jefe de
ellos me empuja contra la pared, haciendo gestos mágicos ante mi cara. Mientras
tanto, su ayudante hace un boceto en la pared y, cuando lo miro, digo (con el fin
de congraciarme): "¡Pero está muy bien dibujado!" Ahora, de repente, mi
torturador tiene noble cabeza de artista y dice con orgullo: "Sí, desde luego", y
comienza a limpiarse las gafas.»

El aspecto sádico de esas dos figuras era muy conocido por la soñante ya que, en
realidad, sufría con frecuencia de ataques agudos de ansiedad durante los cuales
le asediaba el pensamiento de que la gente a la que ella quería se encontraba en
gran peligro o, incluso, que habían muerto. Pero el hecho de que la figura del
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ánimus sea doble en el sueño sugiere que los salteadores personifican un factor
psíquico que es dual en sus efectos y que podría ser algo completamente distinto
a esos pensamientos atormentadores. La hermana de la soñante, la cual huyó de
los hombres, es cogida y torturada. En realidad, esa hermana había muerto
cuando era muy joven. Tenía dotes artísticas, pero había utilizado muy poco su
talento. Después, el sueño revela que los salteadores embozados están, en
realidad, disfrazados de artistas y que si la soñante les reconoce sus dotes (que
son las de ella) prescindirán de sus malas intenciones. ¿Cuál es el significado
profundo del sueño? Es que, tras los espasmos de ansiedad, hay un peligro
auténtico y mortal; pero también hay una posibilidad creadora para la soñante.
Ella, al igual que su hermana, tenía cierto talento como pintora, pero dudaba si
la pintura sería para ella una actividad con significado. Ahora bien: su sueño le
dice del modo más firme que debe reavivar ese talento. Si obedece, el ánimus
destructivo y atormentador se transformará en una actividad creadora y plena
de significado. Al igual que en este sueño, el ánimus aparece con frecuencia como
un grupo de hombres. De esa forma, el inconsciente simboliza el hecho de que el
ánimus puede representar una colectividad más que un elemento personal. A
causa de esa inclinación a lo colectivo, las mujeres habitualmente se refieren
(cuando su ánimus habla por medio de ellas) a «ellos» o «todo el mundo», y en
tales circunstancias su conversación, muchas veces contiene las palabras
«siempre» y «debiera» y «tuviera». El ánimus, exactamente igual que el ánima,
muestra cuatro etapas de desarrollo. La primera aparece como una
personificación de mero poder físico, por ejemplo, como campeón atlético u
«hombre musculoso». En la segunda etapa, posee iniciativa y capacidad para
planear la acción. En la tercera, el ánimus se transforma en la «palabra»,
apareciendo con frecuencia como profesor o sacerdote. Finalmente, en su cuarta
manifestación, el ánimus es la encarnación del significado. En este elevado nivel,
se convierte (como el ánima) en mediador de la experiencia que nos coloca en
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contacto con el “Si mismo” por la cual la vida adquiere nuevo significado. El
«hombre interior» dentro de la psique de una mujer puede conducir a disturbios
matrimoniales análogos a los mencionados en la sección referente al ánima. Lo
que complica especialmente las cosas es el hecho de que la posesión de uno de
los cónyuges por el ánimus o el ánima, puede ejercer automáticamente tal efecto
irritante en el otro que él (o ella) quede también poseído. Animus y ánima tienden
siempre a arrastrar la conversación a un nivel más bajo y a producir una
atmósfera emotiva irascible y desagradable

La atención consciente que una mujer tiene que conceder al problema de su


ánimus probablemente requiere mucho tiempo. Pero si ella se da cuenta de quién
y qué es su ánimus y qué hace con ella, y si ella se enfrenta con esas realidades
en vez de dejarse poseer, su ánimus puede convertirse en un compañero interior
inapreciable que la dota con las cualidades masculinas de iniciativa, arrojo,
objetividad, espíritu emprendedor, atrevido, veraz, y en su forma más elevada,
de profundidad espiritual. Esto, naturalmente, presupone que su ánimus deje de
representar opiniones que están por encima del criticismo. La mujer tiene que
encontrar el atrevimiento y la interior amplitud mental para dudar de la santidad
de sus convicciones. Sólo entonces será capaz de aceptar las sugerencias del
inconsciente, en especial cuando contradicen las opiniones de su animus. Sólo
entonces llegarán hasta ella las manifestaciones de su «sí misma» y podrá
entender conscientemente su significado.

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