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Orden de Agustinos Recoletos


San Millán de la Cogolla
15 de agosto de 2022

Algunas ideas previas sobre el servicio.

1. Fundamentos evangélicos de la diaconía cristiana.

Toda eclesiología presupone una cristología. No hay diaconía evangélica más que en el
espíritu de Cristo. La tradición ha buscado el carácter evangélico de la diaconía cristiana
en estos tres pasajes: el lavatorio de los pies según la narración joánica (Jn 13, 12-17); las
palabras sobre el servicio que Lucas inserta en medio del relato de la última Cena (Lc 22,
24-27), en donde Cristo se designa como diakonos, en acto de servicio; y la respuesta de
Jesús a la petición de los hijos de Zebedeo (Mc 10, 42-45), en donde se dice que el Hijo
del hombre no ha venido a ser objeto de diakonía, sino para ejercer la diakonía. Resulta
decisivo, en este sentido, que el NT haya expresado el núcleo del acontecimiento
cristológico en términos de diaconía. La afirmación, “el Hijo del hombre no ha venido a
ser servido, sino a servir” (Mc 10, 45), no se puede interpretar en la mera perspectiva de
la abnegación, e incluso del “rebajamiento” (o kénosis) del que habla el himno de la carta
a los Filipenses. Aquí el “servicio” designa el hecho de dar su vida en rescate por muchos
según la misión recibida del Padre. Brevemente: estos textos presentan la diaconía de
Cristo “como la actitud existencial total y como la donación de la propia vida” al servicio
del reino. Estos son los pasajes decisivos para entender la diaconía cristiana y de la Iglesia.

2. De la eclesiología de comunión a la eclesiología del servicio: la Iglesia, como


«sacramento de salvación integral» (F. A. Sullivan), «sacramento histórico de liberación»
(I. Ellacuría).

3. Una Iglesia servidora y pobre a imagen de su fundador (LG I, 8): la cristología


mesiánica de Cristo siervo inspira una eclesiología de la diaconía.

“Así como Cristo realizó la obra de redención en la persecución, también la Iglesia está
llamada a seguir el mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la
salvación. Cristo Jesús, a pesar de su condición divina..., se despojó de su rango y tomó
la condición de esclavo (Flp 2, 6) y por nosotros se hizo pobre a pesar de ser rico (2 Cor
8, 9). También la Iglesia, aunque necesite recursos humanos para realizar su misión, sin
embargo, no existe para buscar la gloria de este mundo, sino para predicar, también con
su ejemplo, la humildad y la renuncia. Cristo fue enviado por el Padre a anunciar la
Buena noticia a los pobres... a sanar a los de corazón destrozado (Lc 4, 18), a buscar y
salvar lo que estaba perdido (Lc 9, 10). También la Iglesia abraza con amor a todos los
que sufren bajo el peso de la debilidad humana; más aún, descubre en los pobres y en los
que sufren la imagen de su Fundador pobre y sufriente, se preocupa de aliviar su miseria
y busca servir a Cristo en ellos”.

4. Variedad de ministerios y unidad de misión: de la diaconía de la Iglesia a las


diaconías en la Iglesia.

Partiendo de la misión global de la Iglesia hay que determinar aquellos núcleos básicos
en los que se estructura y expresa la ministerialidad de la Iglesia: el servicio de la Palabra,
el del culto, el de la caridad. Estas son las formas fundamentales de diaconía en la Iglesia.
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Partamos de esta afirmación conciliar: “en la Iglesia hay variedad de ministerios y unidad
de misión” (AA 2). La única misión recibida de Cristo será actualizada, asumida y
efectuada desde la pluralidad de los carismas del Espíritu en la forma de diaconías, de
servicios o ministerios concretos. Diríase que el decreto sobre el apostolado seglar
estuviera reactualizando aquel pasaje paulino que afirma: “Hay diversidad de carismas,
pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo;
diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra todo en todos. A cada cual se
le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común” (1 Cor 12, 4ss).

4.1 Ejes cristológicos: profeta-sacerdote-rey.

¿Qué hace la Iglesia? ¿Cómo se concreta esa única misión? Son características de la
actividad eclesial toda una serie de actuaciones que se realizan en su nombre: la oración
o la administración de los sacramentos, la predicación o la catequesis, el servicio a los
refugiados o emigrantes, la oración o la celebración eucarística... Esta amplia gama de
actividades se pueden reagrupar en tres grandes funciones a las que la historia de la
teología ha dado carta de ciudadanía: 1) anuncio y testimonio; 2) sacramentos, oración y
vida litúrgica en general; 3) servicio de amor y comunión fraterna. Se trata de tres
realizaciones básicas de la única misión de la Iglesia servidora del reino que permiten
desgranar la diaconía de la salvación a partir de estas tres categorías neotestamentarias:
martyría, leitourgía, diakonía. Su valor y potencial interpretativo radica en el hecho de
que reflejan los aspectos fundamentales de la misión de Jesús de Nazaret, cuya obra
mesiánica se articula en torno a estos tres ejes (o triple munus): función profética, función
sacerdotal, función regia. El Hijo viene al mundo para la salvación del mundo. La carta a
los Hebreos atribuye a su venida el dicho programático del salmo 40: “He aquí que vengo
-según está escrito de mí en el rollo del libro- para hacer, oh Dios, tu voluntad” (Heb 10,
7).

4.2 Variedad de carismas, ministerios y servicios: la dimensión pneumatológica

Martyría leitourgía y diakonía (testimonio, culto y servicio a los demás hombres) son
tareas que competen a la totalidad del pueblo de Dios. Todo cristiano tiene su propio
carisma tanto para servir a Dios y al mundo como para la edificación del único cuerpo de
Cristo (Rom 12, 4-8; 1 Cor 12, 4-31).

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