Está en la página 1de 12

Tema de Formación para el Seminario San José de Cúcuta, sobre la Misión de la Iglesia. 07.10.

06 1

SEMINARIO MAYOR DE SAN JOSÉ DE CÚCUTA.


ENCUENTRO FORMATIVO CON ESTUDIANTES.

LA MISIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA.


La Iglesia vive para evangelizar; esa es su razón de existir, para eso fue creada.

1. INTRODUCCIÓN AL TEMA DESDE EL CATECISMO DE LA IGLESIA


CATÓLICA.

(1). Dios, infinitamente Perfecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad


ha creado libremente al hombre para que tenga parte en su vida bienaventurada. Por eso, en todo
tiempo y en todo lugar, está cerca del hombre. Le llama y le ayuda a buscarlo, a conocerle y a
amarle con todas sus fuerzas…

(2). Para que esta llamada resuene en toda la tierra, Cristo envió a los apóstoles que había
escogido, dándoles el mandato de anunciar el evangelio: "Vayan, pues, y hagan discípulos a
todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos
los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,19-20). Fortalecidos con esta misión, los apóstoles
"salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra
con las señales que la acompañaban" (Mc 16,20).

La predicación apostólica... (76) La transmisión del Evangelio, según el mandato del Señor,
se hizo de dos maneras:
Oralmente: "los apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de
palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les
enseñó".
Por escrito: "los mismos apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de
la salvación inspirados por el Espíritu Santo" (DV 7).

(77) "Para que este Evangelio se conservara siempre vivo y entero en la Iglesia, los apóstoles
nombraron como sucesores a los obispos, 'dejándoles su cargo en el magisterio'" (DV 7). En
efecto, "la predicación apostólica, expresada de un modo especial en los libros sagrados, se ha
de conservar por transmisión continua hasta el fin de los tiempos" (DV 8).

… dos modos distintos de transmisión. (81). "La Sagrada Escritura es la palabra de Dios,
en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo". "La Tradición recibe la palabra de Dios,
encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los apóstoles, y la transmite íntegra a los
sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la
difundan fielmente en su predicación".
Tema de Formación para el Seminario San José de Cúcuta, sobre la Misión de la Iglesia. 07.10.06 2
(91) Todos los fieles tienen parte en la comprensión y en la transmisión de la verdad revelada.
Han recibido la unción del Espíritu Santo que los instruye (1Jn 2,20.27) y los conduce a la
verdad completa (Jn 16,13).

(551) Desde el comienzo de su vida pública Jesús eligió unos hombres en número de doce para
estar con él y participar en su misión (Mc 3, 13-19); les hizo partícipes de su autoridad "y los
envió a proclamar el Reino de Dios y a curar" (Lc 9, 2).

(737) La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y
Templo del Espíritu Santo. Esta misión conjunta asocia desde ahora a los fieles de Cristo en su
Comunión con el Padre en el Espíritu Santo: El Espíritu Santo prepara a los hombres, los
previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les manifiesta al Señor resucitado, les
recuerda su palabra y abre su mente para entender su Muerte y su Resurrección. Les hace
presente el Misterio de Cristo, sobre todo en la Eucaristía para reconciliarlos, para conducirlos a
la Comunión con Dios, para que den "mucho fruto" (Jn 15, 5. 8. 16).

(738) Así, la misión de la Iglesia no se añade a la de Cristo y del Espíritu Santo, sino que es su
Sacramento: con todo su ser y en todos sus miembros ha sido enviada para anunciar y dar
testimonio, para actualizar y extender el Misterio de la Comunión de la Santísima Trinidad – Su
misión (de la Iglesia) es ser la sal de la tierra y la luz del mundo (Mt 5, 13-16). "Es un germen
muy seguro de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano".

LA IGLESIA ES UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA. (811) "Esta es la única


Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica" (LG
8). Estos cuatro atributos, inseparablemente unidos entre sí (DS 2888), indican rasgos
esenciales de la Iglesia y de su misión. La Iglesia no los tiene por ella misma; es Cristo, quien,
por el Espíritu Santo, da a la Iglesia el ser una, santa, católica y apostólica, y Él es también
quien la llama a ejercitar cada una de estas cualidades.

La misión, exigencia de la catolicidad de la Iglesia. (849) El mandato misionero. "La


Iglesia, enviada por Dios a las gentes para ser 'sacramento universal de salvación', por exigencia
íntima de su misma catolicidad, obedeciendo al mandato de su Fundador se esfuerza por
anunciar el Evangelio a todos los hombres" (AG 1): "Vayan, pues, y hagan discípulos a todas
las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles
a guardar todo lo que yo les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días
hasta el fin del mundo" (Mt 28, 19-20).

(850) El origen la finalidad de la misión. El mandato misionero del Señor tiene su fuente
última en el amor eterno de la Santísima Trinidad: "La Iglesia peregrinante es, por su propia
naturaleza, misionera, puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y la misión del Espíritu
Santo según el plan de Dios Padre" (AG 2). El fin último de la misión no es otro que hacer
participar a los hombres en la comunión que existe entre el Padre y el Hijo en su Espíritu
de amor (Jn P. II, RM 23).
Tema de Formación para el Seminario San José de Cúcuta, sobre la Misión de la Iglesia. 07.10.06 3

2. PRESENTACIÓN DEL TEMA.

LA MISIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA.

INTRODUCCIÓN. Compete a la Iglesia llevar a cabo la tarea encargada por su Maestro de


anunciar a todos los hombres el Reino y de invitarlos y conducirlos hasta la conversión plena al Dios de
la vida; dos razones principalmente se oponen, sin embargo, para que ella pueda llegar a los confines de
la tierra:
a) Partir de una eclesiología en donde la misión no es considerada como un elemento
constitutivo en la comprensión de la iglesia;
b) Una comprensión inadecuada de la misión, en la que ésta queda reducida a uno de
sus elementos constitutivos, sin atender a los demás;

El Concilio Vaticano II reactivó en la Iglesia no sólo una eclesiología de la comunión, sino también
una eclesiología de la misión. La constitución dogmática Lumen Gentium, la constitución pastoral
Gaudium et Spes y el Decreto Ad Gentes presentan este modelo eclesiológico; continúa y profundiza esa
línea la Exhortación Evangeli Nuntiandi.

La impresión global, sin embargo, es que todavía se requiere una posterior reflexión sobre el binomio
Iglesia-misión hasta conseguir una visión englobante y sistemática. Formas reductivas y unilaterales
de entender la misión han producido notables desajustes teóricos y prácticos: cuando, por ejemplo, se
ha reducido a la mera actividad apostólica y a las obras en que ésta se despliega. Por otra parte, una
visión excesivamente genérica de la misión ha llevado a afirmar a alguien con toda justicia: «Si
todo es misión, nada es misión». Tales planteamientos han impedido una recta comprensión de la
misión de las diversas formas de vida en el seno de la Iglesia, como la vida contemplativa, por ejemplo;
como si ésta se caracterizara por la ausencia de misión. Téngase en cuenta por qué, por ejemplo, santa
Teresita del Niño Jesús es patrona universal de las misiones siendo monja contemplativa.

Es necesario, igualmente, plantear el tema de la misión desde una adecuada perspectiva histórica y
geográfico-política. Misión es una categoría que hace referencia al hombre, a los pueblos, a los grupos
humanos, a las personas, a quienes hay que ofrecer un mensaje, un servicio. No se habla
adecuadamente de misión cuando se prescinde de los «signos de los tiempos» y de los «signos de los
lugares», de las culturas, de las situaciones personales, sociopolíticas de los hombres (inculturación
Tema de Formación para el Seminario San José de Cúcuta, sobre la Misión de la Iglesia. 07.10.06 4
del Evangelio). Lo anterior hace cada vez más necesario abordar el tema de la misión fundamental de
la Iglesia si queremos cumplir con la encomienda de Jesús, misionero por antonomasia.

LA MISIÓN FUNDAMENTAL DE LA IGLESIA.

1. PLANTEAMIENTO. Desde sus orígenes ha tenido la Iglesia conciencia de haber recibido


una misión; ella le ha inspirado los más variados proyectos misioneros durante su historia
de alrededor de dos mil años. Esta conciencia ha logrado una especial densidad en este momento
histórico. La Iglesia es consciente de que hoy es urgente relanzar la misión
fundamental que Cristo le confió armonizando e impulsando conjuntamente la
fecunda variedad de carismas al servicio de la misión que hay en ella.

2. LOS FUNDAMENTOS DE LA MISIÓN DE LA IGLESIA. La misión de la Iglesia parte de cuatro


raíces:
- El proyecto del Dios creador,
- La elección del pueblo de Israel,
- La misión de Jesús y
- La conciencia misionera de la Iglesia.

a) El proyecto de Dios creador: La misión de Jesús de Nazaret en favor del Reino de Dios no
supuso la negación del proyecto o de la Alianza del Dios Creador. Jesús llevó todo a plenitud. En el
proyecto creador de Dios no había particularismos ni exclusiones. Dios creó a todo hombre y a
toda mujer a su imagen y semejanza, para que cada uno de ellos fuera su repre -
sentante en la tierra y para que viviera en profunda comunión de vida con El.

Proyecto de Dios era que los hombres formaran una gran familia en el amor y que se
convirtieran en los señores de la creación. El pecado de origen rompió la comunión del
hombre con Dios, consigo mismo y con las cosas: la expulsión del paraíso, el primer homicidio,
la dispersión de Babel eran los paradigmas de la nueva situación. No obstante, Dios mantuvo
su proyecto creador y en el protoevangelio anunció la victoria del linaje de la mujer sobre el
linaje de la serpiente (Gn 3,15) y tras la dispersión de los pueblos en Babel prometió la
bendición universal a todas las naciones por medio de Abraham (Gn 12,3).

b) La elección del Pueblo de Israel: estaba en continuidad con el proyecto creador. Yahweh
eligió a su pueblo para que glorificara su nombre en medio de las naciones. Los profetas le
Tema de Formación para el Seminario San José de Cúcuta, sobre la Misión de la Iglesia. 07.10.06 5
recordaron frecuentemente al pueblo esta misión cuando le hablaban de los planes de restauración
universal (Jer 46,26; 48,47: 49, 6.39; Is 43,10-13; 49,22). No obstante, en no pocas
ocasiones Israel recurrió a su elección para justificar su autosuficiencia, sus agresiones, su violencia
y su desprecio hacia los demás pueblos.

c) La misión de Jesús: el Enviado del Padre, vino a llevar a plenitud el proyecto de Dios.
Apareció como el profeta evangelizador del Reino. Su misión consistía en reunir a todos los hijos
de Dios dispersos (Jn 11,52), en establecer una Alianza Definitiva entre Dios y el hombre.
Realizó la misión limitando paradójicamente su servicio a la reunión y la creación del nuevo Israel
de Dios (Mt 14,24). Lo significó al elegir a los «Doce», con quienes compartía su vida y su misión,
como símbolo de la reunión y restauración de las doce tribus de Israel, justamente en un momento en
que la mayor parte de ellas habían desaparecido. Jesús convivió con ellos, los asoció a su misión
enviándolos de dos en dos para anunciar y actuar los signos del Reino. Pero sólo dentro de los límites
de Israel. No obstante, rechazó las palabras de condenación y venganza hacia los demás pueblos
propias de la apocalíptica judía contemporánea (Lc 4,19), orientó hacia el samaritano-hereje (Lc 10,
29-37), prometió un juicio llevadero a las ciudades paganas de Tiro y Sidón (Mt 11,22), a Sodoma y
Gomorra (Mt 10,15) y pronunció una sentencia favorable para muchos que le amaron en el prójimo
sin saberlo (Mt 25,26.34). Dentro de Israel, Jesús hizo destinatarios preferenciales de su misión
a los pobres: los anawim, los cautivos, los enfermos, los marginados, los pecadores (Lc 4,18-19; Mt 5,
3-12; 11, 4-5). En su mensaje y actuación se manifestaba que Dios ejercía su realeza paterna en favor
de los más desfavorecidos. Y justamente por la universalidad del Reino, del que nadie debía quedar
excluido. No contaban en esta perspectiva las disposiciones morales del hombre; por eso,
privilegiados en este amanecer del Reino eran también los pecadores (Mc 2,17).

En línea con los profetas, Jesús pensaba que sólo tras la restauración de Israel sería posible convocar a
todas las demás naciones al Reino. Jesús fue rechazado por la mayoría del pueblo; a pesar de ello, sin
acobardarse ante la muerte, se mostró dispuesto a morir por todo el pueblo (Jn 11,51); al ofrecer la
copa en la última cena proclamó que derramaba su sangre «por muchos» (Mc 14,24), es decir, por
todo el pueblo y se manifestó convencido de la inminente instauración del Reino (Mc 14,25). Jesús
murió en favor de la instauración del Reino en el mundo, en todos los pueblos, aunque lo realizó
«haciéndose servidor de los judíos» (Rm 15,8).

d) Conciencia misionera de la Iglesia Apostólica: la muerte y resurrección de Jesús, fue para sus
discípulos la gran revelación; descubrieron cómo el Reino de Dios estaba íntimamente vinculado a
Jesús, el Hijo de Dios, y al Espíritu Santo. En la Pascua resucitó, no sólo Jesús, también su
Tema de Formación para el Seminario San José de Cúcuta, sobre la Misión de la Iglesia. 07.10.06 6
comunidad; y ésta se hizo consciente, desde el primer momento, de que era la comunidad mesiánica
de los últimos tiempos sobre la que había sido derramado el Espíritu, la testigo del eschaton iniciado;
y esperaba anhelante la culminación del Reino en el «día del Señor», en la Parusía. La comunidad
pascual se sintió urgida en esos primeros momentos a misionar a Israel y ofrecerle una última
oportunidad de conversión al Evangelio de Jesús y de integración en el Nuevo Israel a través del
bautismo del agua y del Espíritu.
Con el decurso del tiempo y la aparente dilación de la Parusía, sin perder la conciencia
escatológica, la Iglesia fue abriendo su acción misionera a todos los pueblos de la tierra. Esta conciencia
fue puesta en conexión con las apariciones del Resucitado a los discípulos. Los relatos de
apariciones son casi siempre relatos de misión, en los que el Señor Resucitado envía a su
comunidad o a miembros de ella como testigos. Obediente al mandato del Resucitado la
comunidad cristiana envió a sus misioneros por Israel y por todos los pueblos de la tierra para
proclamar el Reino y realizar la gran reunión de los hijos de Dios en la Iglesia.

La Iglesia del Resucitado quiso ser, no solamente servidora del Reino, sino su
actualización y representación. Los sumarios de los Hechos nos presentan la imagen ideal
que la Iglesia tenía de sí misma (Hch 2,42-47; 4,32-35; 5,12-16). Ella se sabía llamada a ser
una «comunidad alternativa», una sociedad-contraste. La conciencia de la Iglesia primitiva

estaba profundamente marcada por la convicción de ser una comunidad para la misión.
Toda ella se sentía sujeto de la misión, y cada cristiano, según sus carismas y ministerios, ocupaba
su lugar peculiar en ella. Un carisma especialmente valioso en aquel momento era el de los
«apóstoles» o misioneros carismáticos, que las comunidades enviaban para anunciar el evangelio
allí donde no era conocido y suscitar comunidades de creyentes. Al mismo tiempo, la Iglesia era

consciente de que formaba parte de su misión atender pastoralmente a las comunidades ya


constituidas en orden a hacer crecer en Cristo a todos los creyentes. El mismo Pablo que
anunció el evangelio allí donde no había sido anunciado por nadie (Rm 15,16.20), tuvo la
«preocupación por todas las Iglesias» (2Cor 11,28; Flp 2,20-21) y se dedicó a su cuidado pas-
toral.

3. LA MISIÓN COMO TAREA HISTÓRICA. La conciencia misionera de la Iglesia ha

estado profundamente determinada por las circunstancias históricas y ha cristalizado en las


más variadas formas de misión, que frecuentemente respondían al modelo eclesiológico vigente.

A continuación, algunos de los modelos eclesiológicos más importantes:


Tema de Formación para el Seminario San José de Cúcuta, sobre la Misión de la Iglesia. 07.10.06 7

a) La misión desde la inminencia de la Parusía: el protocristianismo, acuciado por la espera


de la parusía, aprovechó las últimas oportunidades para anunciar el Evangelio de Jesucristo y
suscitar la conversión para el perdón de los pecados; primero se dirigió a los judíos, después a los
paganos.

b) La misión ante la contradicción: el anuncio del Señorío de Jesucristo, suscitó no pocas


veces en la historia las reacciones más violentas contra los cristianos; éstos comprendieron que el
sufrimiento, la pasión, el martirio eran, por la fuerza de Dios, una forma paradójica de misión
y de anuncio; es más, la forma más seria, comprometida y creíble de anunciar al Señor. Como
sucesora del Maestro, la Iglesia vio en el martirio el «caso límite» de su compromiso misionero.

c) La misión desde el silencio y el desierto: la expectativa escatológica del protocristianismo se


re-encendió bajo otra modalidad: el radicalismo monástico. Los primeros monjes eran en la
Iglesia una evocación profética exagerada de la escatología, del paraíso. Relativizaban la existencia
histórica y hasta el mismo anuncio directo del Señor. Se sentían sucesores de los mártires y hacían
de su pasión, más que de su acción, la mediación privilegiada de la misión. El monacato entendió
que estaba destinado a ser un «icono» permanente de la Iglesia apostólica en la Iglesia histórica.

d) Misión como cristianización: por su carácter de religión alternativa, joven, dinámica, el


cristianismo tuvo un éxito espectacular en el imperio romano. La Iglesia recogió así los frutos de
sus mártires, del testimonio diario de sus fieles en la sociedad, sobre todo su testimonio de caridad y de
entrega. Cuando el cristianismo se convirtió en la religión oficial del imperio (Teodosio, año 381), se
produjeron conversiones masivas. Entonces la Iglesia focalizó su misión en proyectos serios de
catecumenado y animación espiritual de la vida cristiana (misión introversa). La misión era así
mismo entendida como cristianización, es decir, como creación de una plataforma de unidad y
convergencia dentro del imperio (romano primero y carolingio y germánico después). Esta concepción
de la misión estuvo condicionada por el talante cultural de los pueblos medievales, que sentían la
fascinación por una «religión de los poderosos, de los vencedores»; la Iglesia ejerció su misión
cristianizadora con manifestaciones esplendorosas de poder, estrechamente aliada a los poderes
fácticos. Mostró, a veces, rasgos de violencia, de intolerancia, de presunción. Llegó incluso a perseguir
a los disidentes herejes, y a declarar verdaderas guerras santas a sus opositores. Esto produjo una
misión contra Gentes.

e) Misión «ad gentes» e inculturación del cristianismo: ya en el medioevo (Agustín de


Canterbury, Cirilo y Metodio), pero sobre todo en el Renacimiento (evangelización de China, India,
Tema de Formación para el Seminario San José de Cúcuta, sobre la Misión de la Iglesia. 07.10.06 8
Indonesia y América), la Iglesia proyectó evangelizar a pueblos no cristianos. En el ejercicio de su
misión delataba sus contradicciones internas: había quienes intentaban realizar la misión desde la
fuerza, la imposición religiosa, cultural y política; pero también quienes hacían de ella una oferta
actuada desde el amor que se hace próximo, que se inculturiza. En los últimos siglos se han escrito
páginas elocuentes de misión evangelizadora e inculturada, respetuosa con la identidad de los pueblos;
los principales protagonistas han sido los religiosos (Mateo Ricci, Roberto Nobili, Alejandro Rhodes, la
primera generación de franciscanos, dominicos, mercedarios, agustinos y jesuitas en América, los
nuevos institutos misioneros como los Padres Blancos, los Misioneros del Espíritu Santo, Javerianos,
de la Consolata, de los Sagrados Corazones, Combonianos, Oblatos de María Inmaculada, Sacerdotes
de Misiones Extranjeras).

f) Misión «ad intra» o evangelización de los bautizados: la Iglesia, consciente de sus

responsabilidades con relación a sí misma, se ha sentido necesitada de evangelización, de


promoción de la vida cristiana. Siempre ha tenido esta preocupación, pero en los últimos siglos
surgieron iniciativas de misiones populares, urbanas, rurales, que tenían como punto culminante no ya
el primer bautismo, sino el segundo o sacramento de la penitencia la posterior comunión eucarística.
Agentes de este tipo de misión fueron mayoritariamente los religiosos. Y hubo incluso institutos
fundados con esta finalidad primordial (paúles, redentoristas, claretianos, etc.).

g) Misión como «diakonía de la caridad»: la Iglesia ha reconocido ya desde sus orígenes que su

misión no consiste únicamente en anunciar el mensaje de la fe, sino también en ofrecer el servicio

de la caridad y ser continuadora de la praxis transformadora de Jesús. En los últimos siglos


han surgido muchas iniciativas, realizadas frecuentemente por institutos religiosos, sobre todo
femeninos. La «opción por los pobres» ha sido en estos últimos años la expresión de una
conciencia misionera de la Iglesia más englobante: la Iglesia ha entendido que su misión, en cuanto
diaconía de la caridad, tiene un componente sociopolítico, que se manifiesta en su compromiso
con la liberación, la justicia, la paz, los derechos humanos.

h) Misión como diálogo: el carácter autosuficiente y ofensivo que adoptó a veces la acción
misionera de la Iglesia se ha visto corregido por un nuevo estilo de misión, caracterizado por la
actitud de escucha y de diálogo: misión no es imponer creencias, ni condenar, sino establecer un
diálogo en la verdad con hombres de otras religiones o no-creyentes de buena voluntad, en quienes
también actúa el Espíritu de la verdad; la Iglesia se pone a la escucha para llegar a un
descubrimiento más pleno de la Verdad.
Tema de Formación para el Seminario San José de Cúcuta, sobre la Misión de la Iglesia. 07.10.06 9

Aunque estos modelos de misión siguen una cierta secuencia histórica, sin embargo, están de
algún modo presentes en muchos momentos de la historia de la Iglesia; a veces están mu-
tuamente imbricados. Cada uno de ellos resalta algún aspecto constitutivo de la misión
única que Jesús confió a su Iglesia.

4. CONCEPTO SISTEMÁTICO DE MISIÓN. Desde los anteriores presupuestos se puede describir así la

misión fundamental del Pueblo de Dios , y cada uno de los creyentes y cada una de las
comunidades dentro de él:
a) Continuación de la misión de Jesús y de la Iglesia apostólica,
b) Anunciando e instaurando el Reino de Dios en este tiempo del Espíritu,
c) Mediante la proclamación y enseñanza del evangelio (kerygma y catequesis), la confesión, la
oración y el culto (doxología), el testimonio de vida incluso hasta la muerte (martyria) y el servicio
del amor (diakonía),
d) A todos los hombres, personas, comunidades, pueblos, culturas, con especial preferencia por
los más pobres,
e) Para que todos acojan por medio de la fe la revelación y la gracia de Dios, entren en
comunión de Alianza con El, este mundo se vuelva más conforme al proyecto de la creación y, todo
ello, para gloria de Dios Padre.

a) El origen de la misión: Dios Padre ha elegido y consagrado a su pueblo para realizar una
misión. La Iglesia es la comunidad que Dios Padre se ha elegido mediante la Palabra, que es su
Hijo Jesucristo. Es también la comunidad que Dios Padre ha consagrado y habilitado para la
misión al derramar sobre ella su Espíritu. La elección y la consagración tienen como uno de sus
primarios objetivos realizar una misión en medio de los pueblos de la tierra. Cada uno de los
bautizados-confirmados está implicado en esta misión común.

b) El contenido de la misión: el Pueblo de Dios ha sido enviado a las naciones con la tarea

histórica de anunciar e instaurar el Reino de Dios Padre. El acontecimiento del Reino, que
Jesús anunció e instauró, sigue aconteciendo en la historia posterior, gracias al señorío que le ha
sido concedido por el Padre en la resurrección y a la acción del Espíritu. El Señor va ejerciendo su
reinado por medio de la Iglesia, que es su cuerpo. En ella estará presente hasta el fin de los siglos y le
comunicará permanentemente la fuerza de su Espíritu para que sea testigo hasta los confines de la
tierra (Hch 1,8).
Tema de Formación para el Seminario San José de Cúcuta, sobre la Misión de la Iglesia. 07.10.06 10
La Iglesia es símbolo e instrumento del Reino, parábola en acción del Reino. En cuanto tal ha de
proclamar ante todos los hombres que el Reino está entre nosotros. Pero también ha de luchar por
la instauración «ya ahora» de los valores del Reino: religación filial con Dios, justicia, fraternidad,
libertad, señorío sobre todas las realidades infrahumanas. Así la Iglesia colabora en la extensión del
señorío de Cristo, «que debe reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies» y «entregue
a Dios Padre el Reino» (1Cor 15, 24-25), «para que Dios sea todo en todo» (1Cor 15, 28). La Iglesia
es totalmente relativa al Reino. Tiene razón de ser en este tiempo del Espíritu, de la escatología ya
iniciada, pero aún no completada. Cuando llegue la plenitud escatológica la Iglesia habrá per-

dido ya su razón de ser. Se habrá concluido también su misión.

c) Las mediaciones de la misión: el Pueblo de Dios realiza esta misión a través de diferentes
mediaciones: el anuncio (kerigma, doxología…), el signo o la parábola, la acción y la pasión (cuya
expresión última es el martirio).

- La Iglesia realiza, en primer lugar, su misión a través del anuncio, bien sea el primer
anuncio o kerigma, o el segundo anuncio o catequesis, o en general el ministerio de la Palabra. Se trata
de una función profética que hace acontecer el Reino en la misma transmisión de la Palabra. Otra
forma sumamente intensa e inequívoca de anuncio de Jesucristo y del Reino es la acción
sacramental de la Iglesia en la liturgia, especialmente en la Eucaristía, y a través de todas las acciones
doxológicas de una Iglesia adorante y orante. El momento cumbre de la vida de la Iglesia es la
celebración eucarística: en ella se realiza en su grado supremo y más intenso el anuncio de Jesucristo y
debe ser considerada como el momento mistérico más intenso de misión. Otra forma de anuncio es la
confesión de fe: se anuncia a Jesucristo allí donde un creyente confesa su credo.

- La mediación de la parábola o del testimonio: la Iglesia cumple su misión cuando sus


comunidades y personas se convierten por su estilo de vida y de servicio en signos de la
presencia del Reino, en símbolos vivientes o narraciones simbólicas del acontecimiento del Reino, en
testigos de la acción y presencia del Resucitado. Se trata de la «parábola en acción», que representa y
actualiza un mensaje. Es una forma intensa y sumamente creíble de misión.

- La mediación de la praxis o acción: se anuncia e instaura el Reino no sólo mediante la palabra y


el signo, también mediante la acción transformadora (por eso hablamos de praxis). Se trata de la acción
que tiene como objetivo que se haga realidad en el mundo de los hombres el Reinado de Dios y sus
valores. Se podría identificar con la diakonía, la acción ministerial en sus más variadas expresiones
de beneficencia, educación, cultura, promoción humana, liberación. La praxis debe ser entendida sobre
Tema de Formación para el Seminario San José de Cúcuta, sobre la Misión de la Iglesia. 07.10.06 11
todo como praxis de la caridad. Hoy la praxis de la caridad se entiende como praxis li beradora, en
favor de la justicia, de la paz.

- La mediación de la pasión: como demuestra elocuentemente la historia de la Iglesia, y sobre


todo la existencia histórica de Jesús, la acción no es la única forma de anunciar e instaurar el
Reino: también la pasión, el sufrimiento por amor, el martirio, como forma suprema de

amor, son más elocuentes que mil palabras. Son formas «serias» de misión, que tienen una
misteriosa eficacia, a pesar del aparente fracaso que conllevan.

d) Destinatarios de la misión de la Iglesia: son todos los hombres a quienes no ha llegado


todavía el anuncio del evangelio del Reino. La misión que la Iglesia ha recibido de su Señor se
caracteriza por su universalidad, tanto extensiva como intensiva. Por su catolicidad extensiva la
Iglesia ha de llegar con su misión a todos los hombres y mujeres, a todas las comunidades
humanas, a todos los pueblos, naciones, «hasta los confines de la tierra». Ningún ámbito
humano está sustraído a su misión. Por su catolicidad intensiva la Iglesia tiene la misión de
servir a la persona humana en toda su densidad ontológica: en este sentido, es destinatario de la
misión de la Iglesia la persona como realidad inefable, única, creadora de comunión, de sociedad,
de cultura, es el hombre y la mujer como cuerpo y espíritu. La misión tiene como objetivo la

renovación de todo, la emergencia de un hombre nuevo, de una nueva humanidad en


Cristo. Afirmada esta universalidad extensiva e intensiva, y justamente para reafirmarla más, la
Iglesia, en continuidad con una constante en la historia de la salvación, hace destinatarios
preferenciales de su misión evangelizadora a los pobres. Ellos son el criterio de la universalidad.

La misión coloca, pues, a la Iglesia en una permanente extroversión hacia el mundo, hacia los
hombres y pueblos que todavía no conocen el Evangelio y donde todavía no se han establecido
los valores del Reino. Es lo que llamamos misión extrovertida. Hay también una misión de la
Iglesia con relación a ella misma, a sus miembros, a sus comunidades. La Iglesia no es una
realidad perfecta, hecha, cumplida. Es una realidad en proceso. Ella misma es también
mundo. Hay en la Iglesia ámbitos todavía no asumidos por el Reino de Dios, no conquistados por
el Evangelio. La Iglesia tiene que autoevangelizarse y ejercer en sí misma la misión de la
caridad, la santidad. Tales funciones misioneras son esenciales para que la comunidad res-

ponda a su vocación de ser «sacramento» del Reino de Dios ante el mundo. Aquí
encuentran su razón de ser toda una serie de servicios y ministerios carismáticos que constituyen
la misión introvertida como los servicios pastorales y ecuménicos en favor de la unidad de las
Tema de Formación para el Seminario San José de Cúcuta, sobre la Misión de la Iglesia. 07.10.06 12
diferentes confesiones cristianas. Aunque misión es una tiene diferentes dimensiones a partir de
los destinatarios: la extrovertida y la introvertida. En realidad, es uno sólo el dinamismo
misionero. Todos los creyentes estamos responsabilizados de la misión total de la Iglesia;

aunque cada uno desde sus peculiares carismas y ministerios.

e) Finalidad de la misión: finalidad última de la misión es la glorificación y el culto a Dios

Padre, haciendo que El sea todo en todas las cosas. La gloria de Dios no está desconectada del
éxito de su Reinado en el mundo, en la humanidad. Por eso, finalidad de la misión es hacer que se
manifieste el señorío de Dios en el despuntar de un mundo más humano, más fraterno, más
reconciliado. Dios es glorificado allí donde se realiza la fraternización de todos sus hijos, la igualdad y
justicia que exige la caridad, la reconciliación con la naturaleza, donde este acontecimiento se expresa
y realiza en acontecimiento eclesial.

Una misión de estas dimensiones, de esta complejidad, no puede ser realizada por un solo grupo de
creyentes. Es una responsabilidad que recae sobre cada bautizado-confirmado. Requiere la
colaboración de todos los creyentes. Cada uno según sus propios carismas ha de convertirse en
ministro de la misión de la Iglesia. Unos evidentemente pueden poner más de relieve o atender a
uno u otro aspecto de la misión (el doxológico o el diacónico, o el kerigmático). Es aquí donde hay
que situar la misión específica de los diferentes estados eclesiales de vida.

3. TESTIMONIO PERSONAL DE MISIÓN.

4. - RONDA DE PREGUNTAS.

También podría gustarte