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JUAN RAMÓN PALENCIA

HERREJÓN
JUAN RAMÓN PALENCIA
HERREJÓN

LOS AVALA DE TOLEDO:


DESARROLLO EINSTRUMENTOS DE PODER
DE UN LINAJE NOBILIARIO
EN EL SIGLO XV

TOLEDO, 1995
En la vigésimo primera edición de los premios «Ciudad de Toledo», con-
vocados por el Ayuntamiento de Toledo en el año 1994 y fallados el día 3
de febrero de 1995, el trabajo titulado «Los Ayala de Toledo:
Desarrollo e instrumentos de poder de !In linaje nobiliario en el siglo XV",
presentado bajo el seudónimo de "Amadis de Gaula" resultó
galardonado con el Premio de Temas Toledanos "San Ildefonso»,
patrocinado por el Ayuntamiento de Toledo.

El jurado estuvo integrado por Don Eloy Benito Ruano,


Don José Cepeda Adán y Doña Africa Garela Femández.

AUTOR DE LA PORTADA:

IMPRESO Y ENCUADERNADO EN IMPRENTA SERRANO, S. L.


Depósito Legal: TO-536-1996
I.s.B.N.: 84-87515-31-2

4-
ÍNDICE

Introducción ............................. " 5

Fuentes y bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 6

PRELIMINAR

1. Los Ayala de Toledo: estudio genealógico.

1 .1. Los Ayala del siglo XV: ramas y asentamientos 15


1.2. Los parientes mayores. . . . . . . . . . . . . .. 17
1.3. Segundones y colaterales. . . . . . . . . . . .. 24
- Árbol genealógico del linaje ........ 30

1. DESARROllO DEl PODER DE LOS AVALA

2. El liderazgo de Pedro López I en Toledo (1406-1451).

2.1. Planteamiento general .............. 31


2.2. El asentamiento del liderazgo (1406-
1420) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 33
2.3. Los primeros enfrentamientos (1420-
1430) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 35
2.4. Hacia la agudización de las luchas (1430-
1451) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 44

3. Pedro López" y las luchas de bandos (1451-1474).

3.1. Las luchas de bandos. . . . . . . . . . . . . .. 53


3.2. De la estabilización a la renovación
de las tensiones (1451-1468) . . . . . . . . .. 58
3.3. La crisis sucesoria y las discordias
toledanas (1468-1474) . . . . . . . . . . . . .. 65

-5
4. Los Ayala al servicio de la Monarquía (1474-1521).

4.1. La nobleza castellana en el Estado moderno 71


4.2. La guerra de sucesión y el pacto de los
Ayala con la Monarquía (1474-1480) ... 76
4.3. La integración de los Ayala en el
Estado moderno (1480-1521) . . . . . . . .. 84

11. INSTRUMENTOS DE PODER: OFICIOS Y SEÑORíos

5. Los oficios cortesanos y locales.

5.1. Planteamiento .................... 93


5.2. Oficios y actividades en la Corte ...... 96
5.3. Los oficios locales ................. 100
5.4. Conclusión ...................... 109

6. El señorío en la Tierra de Toledo.

6.1. Cuestiones conceptuales y metodológicas 111


6.2. La adquisición del señorío (1441-
1450) .......................... 113
6.3. Ampliación y recortes (1450-1489) . . . .. 117
6.4. El Estado de Fuensalida y la señorialización
toledana del siglo XV . . . . . . . . . . . . . .. 121
6.5. Conclusión ...................... 127

Conclusiones generales ..................... 129

Apéndice documental ...................... 131

6-
INTRODUCCIÓN

En el trabajo que aquí se presenta confluyen dos líne-


as de investigación extraordinariamente activas en el medie-
valismo actual: la historia de la nobleza y la historia urbana;
su propio título indica las dos coordenadas temáticas en que
se circunscribe la investigación: los Ayala -un linaje nobiliario-
y Toledo -una ciudad-o La nobleza urbana, objeto de interés de
la historiografía reciente, protagonizó la historia política de las
ciudades castellanas del final del Medievo; éstas fueron domi-
nadas total o parcialmente por un conjunto de linajes que
habían concentrado sus bienes, señoríos y oficios, su poder, en
definitiva, en un espacio geográfico reducido que se corres-
pondía comúnmente con una ciudad y su término jurisdiccio-
nal.
La historia política constituye el eje conductor del
presente trabajo. En la actualidad, la historia política se conci-
be como historia del poder en sus variados aspectos: desarro-
llo, instrumentos, relaciones, ideología, simbología; se trata de
una perspectiva enriquecedora que recientemente ha conse-
guido restablecer la pujanza de la historia política, postrada en
las últimas décadas ante el empuje de otras disciplinas que se
presentaban más innovadoras: la historia económica y la his-
toria de las mentalidades.
El análisis del poder de los Ayala de Toledo en el siglo
XV constituye el objetivo de este trabajo; al estudio del desa-
rrollo y de los instrumentos de ese poder precede un capítulo,
necesario, en que se presenta el linaje Ayala y las relaciones
biológicas de parentesco entre sus miembros.
El desarrollo del poder de los Ayala se estudia en tres
capítulos, correspondientes a otras tantas etapas de evolución
cronológica. A lo largo de esta evolución se esbozarán los
marcos institucional y social del poder en Toledo en la déci-
moquinta centuria, así como las interferencias del poder regio,
y se planteará la dinámica de las relaciones de poder del lina-
je Ayala.

-7
Los instrumentos de poder más característicos -los ofi-
cios y el señorío- serán analizados en los dos últimos capítulos,
sirviéndonos para completar la visión del poder de un linaje en
ascenso durante el siglo Xv.
La última centuria de la Edad Media, con toda su tras-
cendencia, constituye la plataforma temporal sobre la que nos
movemos. A este respecto hay que señalar que al presente tra-
bajo no se le endosan Ifmites fijos, pero si hubiera que señalar
referencias temporales de inicio y fin del proceso estudiado
éstas serían los años 1398 y 1521.
El término inicial (1398) hace alusión a la fecha en que
nace de hecho la rama toledana del linaje Ayala, cuyo funda-
dor fue Pedro López de Ayala 1. En 1406, al repartir sus bienes
y oficios, el Canciller Ayala sancionaba de iure la división de la
antigua estirpe de los señores de Ayala en dos ramas: una asen-
tada en Álava y otra en Toledo. Pero el célebre cronista había
abandonado la vida activa algunos años atrás; y es a partir de
1398 cuando su hijo segundo Pedro López aparece en la docu-
mentación como titular de la alcaldía mayor de Toledo y de
otros oficios, sustituyendo al viejo canciller.
El término final (1521) coincide con la liquidación del
movimiento comunero, en parte por el significado que este
acontecimiento tuvo en Toledo, pero sobre todo por la actitud
que ante él tomaron los Ayala; al apoyar decididamente a
Carlos 1, este linaje se consolidó en las filas de la nobleza
moderna, fiel a la Monarquía, y estabilizó su autoridad en
Toledo.

FUENTES Y BIBLIOGRAFíA

A. FUENTES INÉDITAS

Los depósitos documentales utilizados para la realiza-


ción del presente trabajo son referidos a continuación, acom-
paña:dos de las siglas con las que se aluden en las notas a pie
de página.

8-
- Archivo de los Duques de Frías (A.D.F.): sección
Fuensalida.
- Biblioteca de la Real Academia de la Historia
(R.A.H.): colección Salazar y Castro (S.c.).
- Archivo Municipal de Toledo (A.M.T.): secciones
Archivo Secreto (A.5.) y Archivo del Cabildo de Jurados
(A.C.J.).
- Archivo Histórico Nacional (A.H.N.): sdecciones
Clero y Consejos Suprimidos.
- Archivo General de Si mancas (A.G.5.): secciones
Registro General del Sello (R.G.5.) y Escribanía Mayor de
Rentas: Quitaciones de Corte (E.M. R., Q.c.).
- Biblioteca Nacional (B.N.): sección Manuscritos
(Ms.).

B. FUENTES IMPRESAS

A continuación se expondrá una relación alfabética de títu-


los referidos a las fuentes, fundamentalmente narrativas, útiles
para nuestra investigación, que han sido impresas en los últi-
mos tiempos:

- ALCOCER, Pedro de: Hystoria o descripción de la imperial


cibdad de Toledo, Toledo, 1973 (reproducción facsimilar de la
1ª ed.: Toledo, 1554).
- ALCOCER, Pedro de: Relación de algunas cosas que pasaron
en estos Reynos desde que murió la Reina Católica doña
Ysabel hasta que se acabaron las Comunidades en la ciudad
de Toledo, ed. y notas de A. Martín-Gamero, Sevilla, 1872.
BARRIENTOS, Lope de: Refundición de la Crónica del
Halconero, ed. de J. M. Carriazo, Madrid, 1946.
- BENITO RUANO, Eloy (ed.): «Las más antiguas actas conser-
vadas del Ayuntamiento de Toledo», Revista de la Universidad
de Madrid, 64 (1970), pp. 41-103.
- CARRILLO DE HUETE, Pedro: Crónica del Halconero de
Juan 11, ed. de J. M. Carriazo, Madrid, 1946.

-9
- Crónica de don Álvaro de Luna, condestable de Castilla,
maestre de Santiago, ed. de J. M. Carriazo, Madrid, 1940.
- GALíNDEZ DE CARVAJAL, Lorenzo: Crónica de Enrique IV,
ed. de J. Torres Fontes, Murcia, 1946.
- GARCíA DE SANTA MARíA, Alvar: Crónica de Juan 11 de
Castilla, ed. de J.M. Carriazo, Madrid, 1982.
- GONZÁLEZ PALENCIA, Ángel (ed.): Los mozárabes de
Toledo en los siglos XII y XI/I, (4 tomos), Madrid, 1926-1930.
- Hechos del condestable Miguel Lucas de Iranzo. (Crónica
del siglo XV), ed. de J. M: Carriazo, Madrid, 1940.
- HOROZCO, Sebastián de: Relaciones Históricas Toledanas,
ed. de J. Weimer, Toledo, 1981.
- LÓPEZ DE AYALA, Pero: «Crónica del Rey don Pedro»,
Crónicas, ed. de j. L. Martín, Barcelona, 1991, pp. 3-434.
- MATILLA TASCÓ N, Antonio (ed.): Declaratorias de 105 Reyes
Católicos sobre reducción de juros y otras mercedes, Madrid,
1952.
- MILLARES CARLO, Agustín: «El Libro de privilegios de los
jurados toledanos», Anuario de Historia del Derecho Español,
IV (1927), pp. 457-472.
- PALENCIA, Alfonso de: Crónica de Enrique IV, escrita en
latín, (5 tomos), ed. de A. Paz y Meliá, Madrid, 1904-1909.
- PÉREZ DE AYALA, Fernán: «Árbol de la Casa de Ayala», en
M. GARCíA: Obra y personalidad del Canciller Ayala, Madrid,
1982, pp. 325-353.
- PÉREZ DE GUZMÁN, Fernán: «Crónica de Juan lb" Crónicas
de los Reyes de Castilla, tomo 111, ed. de C. Rosell, Madrid,
1953.
- PULGAR, Fernando del: Claros varones de Castilla, ed. de R.
B. Tate, Madrid, 1985.
- PULGAR, Fernando del: Crónica de los Reyes Católicos (2
tomos), ed. de J. M. Carriazo, Madrid, 1943.
- PULGAR, Fernando del: Letras. Glosa a las Coplas de Mingo
Revulgo, ed. de J. Domínguez Bardana, Madrid, 1958.
- Relaciones histórico-geográFicas-estadísticas de los pueblos
de España, hechos por iniciativa de Felipe 11. Reino de Toledo,
(3 tomos), ed. de A. Paz y C. Viñas, Madrid, 1951.
- SÁEZ SÁNCHEZ, Emilio (ed.): «El Libro del Juramento del

10
Ayuntamiento de Toledo», Anuario de Historia del Derecho
Español, XVI (1945), pp. 530-624.
- SÁEZ SÁNCHEZ, Emilio (ed.): "Ordenamiento dado a Toledo
por el infante don Fernando de Antequera, tutor de Juan I!»,
Anuario de Historia del Derecho Español, XV (1944), pp. 499-
556.
- SANTA CRUZ, Alonso de: Crónica de los Reyes Católicos,
ed. de J. M. Carriazo, Sevilla, 1951.

C. BIBLIOGRAFíA

Seguidamente exponemos la relación alfabética de los


libros y artículos que más directamente se han utilizado en
este trabajo, esto es, las obras historiográficas que son citadas
en el aparato crítico.

- ARANDA PÉREZ, Francisco José: Poder municipal y cabildo


de jurados en Toledo en la Edad Moderna, Toledo, 1992.
- ASENJO GONZÁLEZ, María: «Oligarquías urbanas en
Castilla en la segunda mitad del siglo XV", Actas do Congresso
Internacional Bartolomeu Oías e a sua epoca, Oporto, 1989,
tomo IV.
- ASENJO GONZÁLEZ, María: Segovia. La ciudad y su tierra a
fines del Medievo, Segovia, 1986.
- AZCONA, Tarsicio de: Isabel la Católica. Estudio crítico de
su vida y reinado, Madrid, 1964.
- BENITO RUANO, Eloy: «Don Pero Sarmiento, repostero
mayor de Juan 11 de Castilla», Hispania, XVII (1957), pp. 483-
504.
- BENITO RUANO, Eloy: ,<Incidente en Polán (1470)), Anales
Toledanos, XI (1976), pp. 5-25.
- BENITO RUANO, Eloy: "Pero Sarmiento y la rebelión tole-
dana de 1449» Revista de la Universidad de Madrid, V (1956).
- BENITO RUANO, Eloy: Toledo en el siglo XV Vida política,
Madrid, 1961.
- BERMÚDEZ AZNAR, Agustín: El corregidor en Castilla
durante la Baja Edad Media (1348-1474), Murcia, 1974.

-11
- CABRERA MUÑOZ, Emilio: El condado de Belalcázar (7444-
1518). Aportación al estudio del régimen señorial en la Baja
Edad Media, Córdoba, 1977.
- CASTRILLO LLAMAS, María Concepción: Alcaides y fortale-
zas en el siglo XIV: poderes y conflictos en la Corona de
Castilla, Trabajo de investigación inédito, Universidad
Complutense de Madrid, 1993.
- COOPER, Edward: Castillos señoriales de Castilla, siglos XV-
XVI, (2 tomos), Madrid, 1980.
- DIOS, Salustiano de: El Consejo Real de Castilla (1385-
7522), Madrid, 1985.
- DIOS, Salustiano de: «Sobre la génesis y 105 caracteres del
Estado absolutista en Castilla», Studia Historica, Serie Historia
Moderna, 111 (1985), pp. 11-46.
- FRANCO SILVA, Alfonso: «El proceso de señorialización en
las tierras de Talavera de la Reina en el siglo Xv. El caso de
Cebolla y los Ayala», Anuario de Estudios Medievales, 20
(1990), pp. 223-274.
- FRANCO SILVA, Alfonso: El señorío toledano de Montalbán.
De don Álvaro de Luna a los Pacheco, Cádiz, 1992.
- GARCíA, Michel: Obra y personalidad del Canciller Ayala,
Madrid, 1983.
- GARCrA MARrN, José María: El oficio público en Castilla
durante la Baja Edad Media, 2ª edición, Madrid, 1987.
- GARCíA DE VALDEAVELLANO, Luis: Curso de Historia de
las instituciones españolas: de los orígenes al final de la Edad
Media, Madrid, 1986.
- GARCrA VERA, María José: La alta nobleza en las institucio-
nes de gobierno de la monarquía de Enrique IV (1454-7474),
Memoria de licenciatura inédita, Universidad Complutense de
Madrid, 1992.
- GARCíA-GALLO DE DIEGO, Alfonso: «Los fueros de
Toledo», Anuario de Historia del Derecho Español, XLV
(1975), pp. 341-388.
- GARCíA-GALLO DE DIEGO, Alfonso: «Los orígenes de la
administración territorial de las Indias», Estudios de Historia
del Derecho indiano, Madrid, 1972.
- GAUTIER-DALCHÉ. Jean: Historia urbana de León y Castilla

12 -
en la Edad Media (siglos IX al XII!), Madrid, 1979.
- GERBET, Marie Claude: La noblesse dans le Royaume de
Castille. Étude sur ses structures sociales en Estrémadure
(1454-1516), París, 1979.
- GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín: El corregidor castellano
(1348-1808), Madrid, 1970.
- GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín: «La fórmula 'obedézcase
pero no se cumpla' en el derecho castellano en la Baja Edad
Media», Anuario de Historia del Derecho Español, L (1980),
pp. 469-487.
- GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín: Gobernación y goberna-
dores. Notas sobre la administración de Castilla en el período
de formación del Estado moderno, Madrid, 1974.
- GONZÁLEZ GONZÁLEZ, Julio: Repoblación de Castilla la
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- GUILARTE, Alfonso María: El régimen señorial en el siglo
XVI, 2ª ed. coregida y aumentada, Valladolid, 1987.
- GUTIÉRREZ NIETO, J. l.: Las comunidades como movimien-
to antiseñorial, Barcelona, 1973.
- IZQUIERDO BENITO, Ricardo: El patrimonio del cabildo de
la catedral de Toledo en el siglo XIV, Toledo, 1980.
- LADERO QUESADA, Miguel Ángel: Castilla y la conquista
del Reino de Granada, 2º ed., Granada, 1987.
- LADERO QUESADA, Miguel Ángel: «Corona y ciudades en
la Castilla siglo XV», En la España Medieval, 8 (1986), pp. 551-
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- LADERO QUESADA, Miguel Ángel: «La génese de l'État
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premier age de l'État en Espagne (1450-1700), París, 1989, pp.
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- LADERO QUESADA, Miguel Ángel: Historia de Sevilla. La
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cialidades en la vida política de las ciudades castellanas
(siglos XIV y XV»), Bandos y querellas dinásticas en España al
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- LADERO QUESADA, Miguel Ángel: «El poder central y las
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Régimen», Revista de Administración Pública, XCIV (1981),
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- LADERO QUESADA, Miguel Ángel: «Los Reyes católicos y
la nobleza en España», (en prensa).
- LAYNA SERRANO, F.: Historia de la villa condal de
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- LORENTE TOLEDO, Enrique: Gobierno y administración de
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- MARAVALL CASESNOVES, José Antonio: Estado moderno y
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- MOLÉNAT, jean Pierre: La terre et la vil/e. Campagnes et
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- MONTERO TEJADA, Rosa María: «La organización del
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- MOXÓ Y ORTIZ DE VILLAJOS, Salvador de: Los antiguos
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- MOXÓ Y ORTlZ DE VILLAJOS, Salvador de: «Los señoríos:
cuestiones metodológicas que plantea su estudio», Anuario de
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- MOXÓ Y ORTIZ DE VILLAJOS, Salvador de: «Los señoríos:
estudio metodológico)) Actas de las I jornadas de Metodología
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- PÉREZ, Joseph: La revolución de las comunidades de
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marqués de Santillana. Biografía y documentación, Santillana
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- QUINTANILLA RASO, María Concepción: "Alcaides, tenen-
cias y fortalezas en el Reino de León en la Baja Edad Media)),
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- QUINTANILLA RASO, María Concepción: «Estructura y fun-
ción de los bandos nobiliarios en Córdoba a fines de la Edad
Media)), Bandos y querellas dinásticas en España al final de la
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- QU1NTANILLA RASO, María Concepción: «Nobleza y seño-
ríos en Castilla durante la Baja Edad Media. Aportaciones de
la historiografía reciente», Anuario de Estudios Medievales, 14
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fortalezas en Castilla durante la Baja Edad Media)), En la
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- RIESCO DE ITURRI, María Begoña: La Casa de Silva y el con-

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- VAL VALDIVIESO, María Isabel del: «Los bandos nobiliarios
durante el reinado de Enrique IV», Hispania,130(1975),
pp.249-293.

16 -
PRELIMINAR

1. LOS AYALA DE TOLEDO:


ESTUDIO GENEALÓGICO

1.1. LOS AYA LA DEL SIGLO XV: RAMAS Y ASENTAMIENTOS

Los linajes nobiliarios bajomedievales empleaban diversos


elementos de identificación familiar. El emblema heráldico era
quizá el más significativo de todos ellos, pero no el único.
Entre los imprescindibles hay que contar también con los
antropónimos, que simbolizaban el orgullo y la continuidad
de la estirpe. En este sentido, el elemento más representativo
del antropónimo los constituía el cognomen o «renombre»,
que servía de nombre al linaje. Lo más corriente era que el
cognomen respondiese a un topónimo y que hiciera referen-
cia al lugar de origen; éste es el caso del renombre Ayala, uti-
lizado por varios linajes, todos ellos descendientes de la
legendaria Casa alavesa que llegó a la cumbre de su poder
bajo el liderazgo de Pedro López de Ayala (1332-1406), el
célebre cronista y canciller 1 .
En la documentación del siglo XV aparecen referidas
muchas personas con el cognomen Ayala y no siempre resul-
ta fácil identificarlas. En el presente capítulo pretendemos
establecer cuáles fueron los miembros de la rama toledana del
linaje, tanto los de la línea principal como los de las líneas
colaterales Dávalos-Ayala. Este ejercicio de identificación nos
permitirá además apuntar cuáles fueron los linajes que empa-
rentaron con los Ayala de Toledo y en qué medida lo hicieron.
Todo esto exige paciencia en la redacción y en la lectura pero,
a cambio, facilitará en gran medida el entendimiento de

1. Sobre el origen y la evolución del tronco alavés de los Ayala vid. M.


GARCíA, Obra y personalidad de/ Canciller Aya/a, Madrid, 1982.

- 17
muchos aspectos del desarrollo y los instrumentos de poder de
los Ayala toledanos.
Durante el siglo XV en la nobleza castellana figuran
varios linajes originados en el seno de la antigua dinastía de
los señores de Ayala. Al margen de los caballeros murcianos,
procedentes de una rama bastarda del tronco alavés 2 , hay que
señalar tres ramas, afincadas en distintos ámbitos territoriales
e independientes entre sí: en Talavera, los señores de Cebolla
y Villaba; en Álava, los señores de Ayala y Salvatierra, condes
de esta última villa desde 1492; y en Toledo, los señores de
Guadamur, desde 1470 condes de Fuensalida.
Los Ayala de Talavera 3 procedían en línea directa de Diego
López de Ayala, hermano del canciller. La hija mayor de don
Diego, Elvira de Ayala, casó con Fernán Álvarez de Toledo,
señor de Oropesa. El matrimonio compró en 1396 el lugar de
Cebolla y la fortaleza de Villalba -ambos enclaves cercanos al
Tajo, a la altura de la desembocadura del río Pusa- a Juan
Sánchez de Meneses. Fernán Álvarez, en su testamento fecha-
do el 18 de septiembre de 1398, donó Cebolla y Villalba a su
mujer, para que ésta pudiera sustentarse hasta la muerte con
sus rentas. Elvira de Ayala, en su testamento fechado el 17 de
noviembre de 1411, destinaba estos lugares a su segundo hijo
Juan Álvarez de Toledo, separándolos así del patrimonio de
Oropesa, que pasaría al primogénito García Álvarez de
Toledo. Juan Álvarez era maestrescuela de la catedral de
Toledo y la ad{l1inistración de Cebolla y Villalba fue ejercida
por su hermano Diego López de Ayala, que en 1428, a la
muerte de Juan Álvarez, quedaría como heredero de estos bie-
nes. De Diego López procede la dinastía de los señores de
Cebolla y Villalba, muy influyentes en la vida local talaverana

2. Sobre los Ayala de Murcia vid. J. TORRES FONTES, «Relación murciana de


los López de Ayala en los siglos XIII y XIV .. , Murgetana, 45 (1976), pp. 5-35.
3.Esta rama se nombra de tal forma por su implantación en la villa de Talavera
y su tierra. Sobre su influencia en el concejo talaverano vid. M. J. SUÁREZ
ÁLVAREZ, La villa de Talavera y su tierra en la Edad Media (1369-1504),
Oviedo-Toledo, 1982, pp. 152-154.

18 -
hasta su extinción biológica en 1540, momento en que el
patrimonio del linaje pasa a engrosar el de los condes de
Oropesa 4 .
Los Ayala de Álava constituyeron la línea primogénita del
linaje, pero no por ello la más poderosa. Fernán Pérez, el hijo
mayor del cronista, alférez del pendón de la Banda y merino
mayor de Guipúzcoa, señor de Ayala y de Salvatierra, casó
con María Sarmiento. El mayorazgo alavés pasó a Pedro
López, el hijo mayor de este matrimonio, y de él a su sobrino
Garci López de Ayala 5 . Los señores de Ayala accederían en
1492 al título condal de Salvatierra y mantendrían durante
largo tiempo una importante posición social y política en el
reino, al tiempo que su influencia directa se dejaba sentir en
la ciudad de Vitoria.

1.2. lOS PARIENTES MAYORES

No puede perderse de vista que el objetivo del presente tra-


bajo es el estudio de un linaje, un grupo familiar que no podría
comprenderse sin atender a su constitución colectiva. No obs-
tante, debe señalarse el protagonismo de los sucesivos parien-
tes mayores, todos ellos con el mismo nombre: Pedro López
de Ayala. Por esta razón, para referirnos a cada uno de ellos
añadiremos a este nombre el ordinal que corresponda. ASÍ¡
podemos ya establecer la cronología del liderazgo de estos
parientes mayores: Pedro López I (1398-1451 L Pedro López 11

4. Todos estos datos han sido extraídos del estudio, rigurosamente documen-
tado, de A. FRANCO, «El proceso de señorialización en las tierras de Talavera
de la Reina en el siglo XV: el caso de Cebolla y 105 Ayala», Anuario de Estudios
Medievales, 20 (1990), pp. 223-274, en el que se traza la evolución dellina-
je, se publica el testamento de Elvira de Ayala y se incluye un árbol genealó-
gico.
5. A falta de un trabajo de investigación dedicado a esta rama, hemos recurri-
do a los datos genealógicos suministrados por el «Árbol de la Casa de Ayala}),
R.A.H., S.c., B-98, fol. 36 r. -37 vto., publicado en J. CONTRERAS,
Introducción a la biograffa del Canciller A)fala, Bilbao, 1972, pp. 139-177, Y
en M. GARciA, Op. cit., 325-353.

- 19
(1451-1486), Pedro López 111 (1486-1489) Y Pedro López IV
(1489-1537).
Pedro López I «el Tuerto)}6, hijo segundo del Canciller
Ayala, tomó posesión de hecho de los bienes y oficios toleda-
nos de su padre antes de 1400. Como se comentará más ade-
lante, ejerció importantes oficios locales, entre ellos el de
alcalde mayor de la ciudad, amplió notablemente el patrimo-
nio del linaje, accedió a la jurisdicción sobre lugares y parti-
cipó activamente en las luchas políticas de su tiempo, ejer-
ciendo sobre Toledo y su tierra un liderazgo bastante prolon-
gado.
El primero de los Ayala toledanos casó en la última déca-
da del siglo XIV con Elvira de Castañeda, hija de Juan
Rodríguez de Castañeda y de María de Orozco. Al morir Juan
Rodríguez, la viuda María de Orozco casó con Lorenzo
Suárez de Figueroa, maestre de la Orden De Santiago, con el
que tuvo otra hija, Teresa de Orozco. Elvira de Castañeda se
desligó en 1400 de los suyos al vender toda la herencia que le
correspondía, por 100.000 mrs. a su medio hermana Teresa de
Orozco, condesa de Niebla 7 . Mediante esta operación econó-
mica Pedro López 1, que actuaba en nombre de su mujer
-menor aún de dieciseis años-, prescindía del contacto con un
linaje extraño a Toledo, a cambio de la obtención de una
buena suma en metálico. Los Castañeda no aparecerán en la
posterior evolución de los Ayala toledanos 8 .

6. Este apodo, repetidamente empleado por genealogistas l' historiadores del


linaje, se encuentra justificado en el .Chronico de la Casa de Ayala, dividido
en quarentaitrés párrafos», escrito en el siglo XVII y conservado en R.A.H ..
S.c., B-91 , donde se asegura que este alcalde mayor de Toledo perdió un ojo
en el cerco de Antequera al ser alcanzado por una saeta lanzada por los sitia-
dos musulmanes; vid. fol. 31 r.
7.Contamos ton dos copias de la escritura de compraventa, fechada el 5 de
febrero de 1400, en R.A.H., S.c., O-lO, fol. 74 r. - vto., y M-5, fol. 171 r. - vto.
8. Los señores de Fuentidueña, herederos de Ruy González de Castañeda,
segundo marido de Sancha Hernández -hermana de Pedro López 1-, constitu-
yeron la rama principal del linaje Castañeda, establecido en tierras de la
Meseta superior.

20 -
Pedro López y Elvira de Castañeda tuvieron cuatro hijos;
Pedro López de Ayala (11), Juan de Ayala, Sancho de Ayala y
Leonor de Ayala. Fuera del matrimonio, Pedro López I tuvo dos
hijos más: Fernán López de Ayala y Fernán Pérez de Ayala 9 .

Pedro López 11, primogénito de Pedro López 1 y de Elvira de


Castañeda, tomó de su padre la alcaldía mayor de Toledo y
otros relevantes oficios. Acrecentó el patrimonio familiar y
tomó nuevos cargos. Recibió importantes mercedes, entre ellas
la jurisdicción de Fuensalida y el título de conde de esta villa.
Protagonizó la fase más violenta de la lucha de bandos toleda-
nos, enfrentándose a los Silva 10 .
El segundo de los Ayala toledanos casó con María de Silva,
posiblemente en los años treinta del siglo XV, década relativa-
mente pacífica en Toledo y en toda Castilla, en la qúe se pro-
dujo un acercamiento entre los linajes más. importantes de la
ciudad ll . María de Silva fue hija de Alfonso Tenorio de Silva y
de Guiomar Meneses Coronel, y hermana de Juan de Silva, pri-
mer conde de Cifuentes, y de Pedro de Silva, obispo de
Badajoz12. Alfonso Tenorio había obtenido de su tío, el arzo-
bispo Pedro Tenorio, el adelantamiento de Cazorla; y del rey

9. Más adelante se aportarán algunos d,1toS sobre estos componentes de la


«segunda generación", tanto sobre 105 segundones como sobre la rama cola-
teral Dávalos-Ayala, pero ya desde aquí queremos anunciar que la informa-
ción se reduce a las relaciones biológicas de todos ellos respecto al pariente
mayor.
10. Sobre este linaje el trabajo más completo es el de M.B. RIESCO, La Casa
de Silva y el condado de Cifuentes. Un ejemplo de régimen seliorial castella-
no en la Baja Edad Media, memoria de licenciatura inédita, Universidad
Complutense de Madrid, 1990. Aprovecho la ocasión para agradecer a María
Begoña Riesco su amabilidad al permitir la consulta de este trabajo. Existe una
obra más antigua sobre los Silva: f. LAYNA SERRANO, Historia de la villa con-
dal de Cifuentes, 2" ed., GUéldalajara. 1 'l7c).
11. En cualquier caso, en el año 1441 ya había nacido Pedro, primogénito del
matrimonio formado por Pedro López 11 y María de Silva. Se trata de Pedro
López 111, el que había ele convertirse en segundo conde de Fuensalida. Aquel
año de 1441 María cedía a su hijo un juro que, a su vez, ella había recibido
de su madre Guiomar de Meneses; vid. A.D.F .. Fuensalida, leg. 237, n" 12.
12. Sigo siempre la iíliación establecida en M. B. RIESCO, Op. cit., pp. 17-18.

- 21
Juan 11 el oficio de notario mayor del Reino de Toledo. Juan de
Silva fue señor, y luego conde, de Cifuentes, notario mayor del
Reino de Toledo y regidor de la ciudad; señor de Barcience y
Villaluenga en la Tierra de Toledo, y de otros varios lugares en
la Alcarria 13. A pesar del acercamiento entre Ayala y Silva que
supuso el matrimonio de Pedro López con doña María, las
relaciones entre ambos linajes fueron enturbiándose, al menos
desde mediados del siglo XV. Los Silva no sólo no fueron cola-
boradores de los Ayala, sino que constituyeron el polo de la
oposición a la dinastía de los alcaldes mayores durante varias
décadas.
Pedro López y María de Silva tuvieron seis hijos: Pedro
López de Ayala (111), Alfonso de Silva y Ayala, Fernán Pérez de
Ayala, Leonor de Ayala, Elvira de Castañeda y Guiomar de
Meneses.

Pedro López 111 fue, como sus antecesores, alcalde mayor


de Toledo, y ejerció el oficio de corregidor de Salamanca. Fue
pariente mayor del linaje muy poco tiempo, ya que murió
solamente tres años después que su padre. Casó con Aldonza
Carrillo en los años centrales del sigl0 14 y no dejó descenden-
cia legítima de este matrimonio, pero tuvo un hijo bastardo,
Pedro de Ayala, que sería legitimado y dejado a cargo de
Aldonza Carrillo a la muerte de su padre. El 29 de octubre de
1490 doña Aldonza, viuda y tutora del niño Pedro de Ayala,
concertó el matrimonio de éste con Constanza de Toledo, niña
también, hija de Fernán Álvarez de Toledo, secretario de los
Reyes Católicos y señor de Cedillo, y de Aldonza de Alcaraz.
Los padres de Constanza se comprometieron a donar, en con-
cepto de dote, la cantidad de dos millones de maravedíes, más
1.000 doblas de la Banda. El casamiento se celebró cuando
Constanza de Toledo hubo cumplido los doce años, el 4 de

13. ¡bid., p. 20.


14. Las capitulaciones matrimoniales fueron suscritas en 1444 por Pedro
López 11 y Juan Carrillo, padres de los contrayentes; vid. A.D.F., Fuensalida,
leg. 237, nQ 16.

22-
noviembre de 1493. Este Pedro de Ayala fue señor de
Peromoro y de San Andrés y regidor de Toledo 15 .
El matrimonio de Pedro López 111 con Aldonza Carrillo con-
solidó la ya con anterioridad fundamental alianza entre los
linajes Ayala y Carrillo. A lo largo de la primera mitad del siglo
XV el de los Carrillo se había separado en dos ramas: la prin-
cipal era la que encabezaba Juan Carrillo, alcalde mayor de
Toledo y señor de Layos y de Cuerva. La otra rama fue lidera-
da por Pedro Carillo, alguacil mayor de Toledo y señor de
Bolaños. Juan Carrillo y su tío Pedro Carrillo colaboraron
estrechamente con Pedro López 1 a lo largo de la primera
mitad del siglo, incluso en las fases más delicadas de la lucha
de bandos nobiliarios 16 .
En la última década del reinado de Juan 11, los Ayala y los
Carrillo estrecharían aún más sus relaciones de parentesco y
amistad, a través de un doble matrimonio: Pedro López casó
con doña Aldonza, hija de Juan Carrillo y de Teresa de
Guevara; su hermano Alfonso de Silva y Ayala lo hizo con
María Carrillo, hija de Pedro Carrillo y de Elvira
palomeque 17 . Las dos ramas toledanas de los Carrillo aca-
baron de este modo fundiéndose en el linaje Ayala.
A falta de un heredero legítimo, fruto de matrimonio asi-
mismo legítimo de Pedro López 111, el liderazgo del linaje
Ayala pasó a la rama segundogénita de Alfonso de Silva y
Ayala. Con su mujer María Carrillo, don Alfonso tuvo dos
hijos: Pedro López de Ayala (IV) y María de Silva. En 1489

15. Esta minuciosa información se encuentra en la «Tabla genealógica de la


familia Ayala, señores de Peromoro, condes de Cedilla», en R.A.H., S.c., 0-
28, fol. 29 vto.
16. Para las luchas políticas toledanas y sus protagonistas vid. E. BENITO,
Toledo en siglo Xv. Vida política, Madrid. 1961. Desde el punto de vista del
linaje Ayala será estudiado este tema en los capítulos que siguen.
17. Todos estos datos son exraídos de la «Tabla genealógica de la familia de
Carrillo, varonía de Toledo, señores de Layas», R.A.H., S.c., 0-30, fol.244 r.
Si se conservan las capitulaciones matrimoniales del enlace Pedro-Aldonza,
cit.; no sucede lo mismo con las de la alianza Alfonso-María, pero parece
posible que se hicieran las escrituras al mismo tiempo o muy poco después.

- 23
Pedro López IV tomaría el relevo de su tío al frente del
linaje.

Pedro López IV, tercer conde de Fuensalida, ejerció el ofi-


cio de alguacil mayor de Toledo, y ya no el de alcalde
mayor. Durante su liderazgo tendió a relajarse el enfrenta-
miento con los Silva, asentándose la paz en Toledo. El tercer
conde de Fuensalida contrajo matrimonio en tres ocasiones,
a pesar de lo cual no dejó descendencia legítima, por lo que
a su muerte el liderazgo del linaje pasaría de nuevo a una
línea secundaria, la de su hermana María de Silva.
El primer matrimonio de Pedro López IV unió a éste con
Inés de Ribera. Esta unión constituyó un nuevo compromiso
entre los bandos toledanos. Inés de Ribera era hija de Juan
de Ribera y Silva, notario mayor del Reino de Toledo y señor
de Montemayor, y de Juana de Herrera. Juan de Ribera, hijo
del segundo matrimonio del primer conde de Cifuentes, fue
hermano del segundo conde y tío del tercero, estando a este
último subordinado como pariente mayor de la línea princi-
pal de los Silva 18 . Junto a su sobrino, y antes junto a su her-
mano, Juan de Ribera participó activamente en la lucha de
bandos toledanos desde los años sesenta del siglo XV, com-
batiendo siempre contra Pedro López 11 y los suyos. Con el
advenimiento de los Reyes Católicos se realizó un esfuerzo
por lograr el equilibrio entre las facciones y los compromi-
sos incluyeron el matrimonio de Inés de Ribera con Pedro
López IV, sobre el que ya se vislumbraba la posibilidad de
sucesión del liderazgo del linaje y bando de Ayala. Las capi-
tulaciones matrimoniales se desarrollaron en la primavera de
1475 19 . Siendo Pedro López IV e Inés de Ribera aún niños,
la unión de hecho se llevó a cabo en 14872 En 1492 Juan °.

18. M. B. RIESCO, Op. cit., p. 21.


19. Tres escrituras, fechadas ell de abril, el 24 de mayo y el 9 de junio, mate-
rializan el compromiso; vid. R.A.H., S.c., K-37, respectivamente fol. 122 vIo.,
fol. 123 r. - 125 r. y fol. 122 vIo. - 123 r.
20. Así se desprende de la escritura que se conserva en A.D.F., leg. 238, nº 15.

24-
de Ribera pagó a su yerno la cantidad que le debía en con-
cepto de dote de su hija 21 .

En 1494 otorgó testamento Inés de Ribera 22 , muriendo


aquel mismo año, ya que por entonces dieron comienzo las
capitulaciones para concertar el segundo matrimonio de
Pedro López. En este caso la esposa elegida, Catalina
Manrique, pertenecía a uno de los grandes linajes de la
Corona de Castilla, el de los marqueses de Aguilar 23 .
Catalina Manrique era hija de García Fernández Manrique,
marqués de Aguilar y conde de Castañeda 24 . Las cantidades
concertadas para el pago de la dote y de las arras eran ele-
vadas. El 3 de fecrero de 1495 el marqués de Aguilar obtuvo
la facultad regia para empeñar un lugar de su mayorazgo
como garantía del pago de los dos millones de maravedíes a
que se había comprometido en concepto de dote de
Catalina 25 . Por su parte el conde de Fuensalida, el 2 de octu-
bre de 1496, obtenía la licencia regia correspondiente para
obligar algunos bienes de su mayorazgo con el fin de garan-
tizar el pago de la cantidad otorgada en concepto de arras a
su mujer26 . El marqués se resistía a satisfacer el pago de la
dote y el conde de Fuensalida pidió la intervención de la jus-

21. Se conserva el documento, suscrito por el tercer conde de Fuensalida, en


que se expresaba que la cantidad acordada había sido recibida; vid. A.D.F.,
Fuensalida, leg. 238, nº 18.
22, El testamento se conserva en A.D.F., Fuensalida, leg. 239, nQ 1.
23, Varios documentos referentes a las capitulaciones matrimoniales entre
Pedro López IV y Catalina Manrique, fechados entre 1494 y 1501, se conser-
van en A.D.F., Fuensalida, leg. 239, nQ 2.
24. La Casa de Castañeda, que accedió al marquesado de Aguilar de Campoo
en la década de 1480, constituía una de las ramas independientes del pode-
roso clan de los Manrique; vid. L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, L05 Reyes Católicos.
Fundamentos de la Monarquía, Madrid, 1989, pp. 96-97, obra en la que se
aborda una útil reconstrucción genealógica de los grandes linajes castellanos
del siglo XV.
25, La concesión de la facultad se encuentra en A.G.S., R.G.S., 1495, 11, fol.
20.
26, A.G.S., R.G.S., 1496, X, fol. 10.

- 25
ticia de Corte; finalmente la deuda fue satisfecha en octubre
de 1499 27 •

Así como el entendimiento entre las facciones de Silva y


Ayala a pesar del matrimonio de Pedro López IV con Inés de
Ribera no fue posible, la colaboración de los marqueses de
Aguilar con los Ayala resultaría nula. Otro tanto puede decir-
se del tercer matrimonio de Pedro López, esta vez con
Francisca de Ribera, hija de Lope Conchillos y de María
Niño de Ribera 28 . Los tres enlaces resultarían, además, bio-
lógicamente infructuosos, ya que no dejaron hijos, yellide-
razgo del linaje hubo de pasar, como se ha dicho, a una
línea segundogénita.

1.3. SEGUNDONES Y COLATERALES

Entre los segundones de la segunda generación, hijos de


Pedro López 1, nos interesan especialmente tres de ellos: Juan
de Ayala, Leonor de Ayala y el bastardo Fernán Pérez de Ayala.
Al primero lo conocemos mal, ya que debió morir pronto;
sabemos que en 1444 era alguacil mayor de Toled0 29 . En
1448 suscribió, junto con su mujer María de Cervantes, una
permuta con sus padres, a los que otorgaba una heredad tri-
butaria de la bailía de Olmos que poseían en Humanes, a
cambio de ciertas heredades que Pedro López 1 y Elvira de
Castañeda tenían en Casarrubios y en Chueca 3o . En 1454

27. Puede seguirse el pleito entre estos dos magnates a través de varios docu-
mentos del Archivo de Simancas; vid. R.G.S., 1499, X, fol. 160, 87 Y 462,
fechados respectivamente los días 2, 16 Y 21 del mes de octubre de 1499.
28. María Niño de Ribera era señora de Noez y de Villahumbrosa. Estos seño-
ríos fueron heredados por su hijo Pedro Niño de Conchillos, hermano de doña
Francisca y cuñado por tanto del conde de Fuensalida; vid. B. MARTfNEZ
CAVIRÓ, Conventos de Toledo. Toledo, castillo interior, Madrid, 1990, pp.
163-165.
29. E. BENITO (ed.), «Las más antiguas actas conservadas del ayuntamiento de
Toledo», Revista de la Universidad de Madrid, 64 (1970), p. 56.
30. A.D.F., Fuensalída, leg. 281, nQ 3.

26 -
había muerto ya; aquel año su hijo Juan de Castañeda recibió
un lote en la partición de bienes no sometidos a mayorazgo
que don Pedro y doña Elvira, sus abuelos, habían dejad0 31 .

Leonor de Ayala, hija de Pedro López J y de Elvira de


Castañeda, constituyó el eslabón que sirvió de vínculo entre
los Ayala y los Dávalos. El matrimonio de Leonor con Diego
López Dávalos, hijo del condestable Ruy López Dávalos,
debió realizarse antes de 1422, año en que este último tuvo
que salir de Castilla para evitar la prisión, debido a su partici-
pación en la liga nobiliaria dirigida por el infante don Enrique.
En 1432 105 padres de Elvira, ya muerta, entregaban a su yerno
Diego 105 bienes que le debían por la dote de su hija 32 . De
este matrimonio de Leonor de Ayala y Diego López nacieron
cuatro hijos varones: Ruy López Dávalos, Pedro de Ayala,
íñigo de Ayala y Fernando de Ayala. Los cuatro recibirían un
lote en la partición, más arriba citada, fechada el 28 de
noviembre de 1454. La cantidad de las heredades, rentas y
otros bienes y derechos con que son dotados los cuatro her-
manos en la partición demuestra la estrecha vinculación que
existía entre la línez principal de los Ayala y las colaterales
fundadas por estos hermanos, que sirvieron fielmente a los
condes de Fuensalida y accedieron, en contrapartida, a posi-
ciones políticas y sociales de notable relevancia.
Pedro de Ayala fue comendador de Mora, en la Orden de
Santiago, y acumuló en la ciudad yen la comarca de La Sisla,
entre el Tajo y los Montes de Toledo, un importante patrimo-
nio. íñigo de Ayala fue regidor de Toledo durante muchos
años, al tiempo que uno de los más valiosos colaboradores del
primer conde de Fuensalida, su tío. Fernando de Ayala fue
comendador de Yegros, en la Orden de Santiago, y se benefició

31. A.H.N., Clero, leg. 7331. Este lote lo percibía Juan de Castañeda como
heredero de Juan de Ayala, a quien correspondía una parte de la legítima de
la herencia de don Pedro y de doña Elvira. En este acto jurídico Juan de
Castañeda, menor, era representado por su tío y tutor Pedro López 11, parien-
te mayor del linaje.
32. A.D.F., Fuensalida, leg. 237, nQ 8.

- 27
de la partición de 1454 con heredades en la Tierra de Toledo,
pero sobre todo con rentas en la ciudad. Ruy López Dávalos,
el mayor, murió tempranamente.
Fernán Pérez de Ayala, hijo bastardo de Pedro López 1, fue
canónigo del cabildo catedralicio toledano en tiempos del
arzobispo Carrillo. Fernán Pérez protagonizó en el verano de
1467, como veremos más adelante, un episodio trascendental
en la lucha de bandos toledanos.

Más arriba se ha señalado cómo por extinción de la línea


primogénita de Pedro López 11 -representada por Pedro López
111- el liderazgo del linaje pasó a la línea de Alfonso de Silva y
Ayala, en la persona del único hijo varón de ésta, Pedro López
IV. Alfonso de Silva y su mujer María Carrillo murieron entre
1471 y 1472, aún jóvenes, dejando huérfanos al futuro tercer
conde de Fuensalida y a su hermana María de Silva, ambos
menores 33 . La muerte prematura de Alfonso de Silva truncó el
desarrollo de la segunda rama de los Ayala de Toledo, que
estaba llamado a fundar este joven caballero. Contaba ya por
entonces con el relevante oficio de alguacil mayor de Toledo 34
y con un hijo legítimo para la sucesión; además será benefi-
ciario de rentas situadas en la ciudad de Toledo, una garantía
para el futur0 35 . Partidario con todos los suyos del príncipe
don Alfonso, recibió de este en 1465 la encomienda de

33. En 1471 se fecha la carta de pago, otorgada por el conde de Alba, por la
compra del oficio de alguacil mayor de Toledo en favor de Alfonso de Silva;
vid. A.D.F., Fuensalida, leg. 246, nº 3. En 1472 se data el inventario de bienes
que dejó a su muerte el matrimonio Alfonso de Silva-María Carrillo; vid.
A.D.F., Fuensalida,leg. 237, nQ 23. La muerte del alguacil mayor hay que
situarla entre estas dos fechas.
34. La compra del oficio al conde de Alba, su anterior titular, se produjo en
1471, como se ha indicado en la nota anterior. Se tratará por extenso de este
oficio y de su ejercicio por los Ayala en el capítulo 5 de este trabajo.
35. En 1470 Enrique IV concedió a Alfonso de Silva los 40.000 mrs. que tenía
su madre María de Silva -muerta aquel año- situados en las alcabalas de
Toledo; vid. A.D.F., Fuensalida, leg. 237, nº 23.

28-
Yegros, vacante posiblemente por la defunción de su primo
Fernando de Ayala 36 .
Así pues parece que los Ayala de Toledo se prepara-
ban para una escisión pacífica; Alfonso de Silva estaba listo
para fundar la nueva rama. Aún después de su muerte el pro-
yecto podía haberse realizado; su hijo Pedro López IV se
hallaba preparado para ello. En 1475 Pedro López 11, al fundar
mayorazgo en favor de su primogénito Pedro López 111, sepa-
raba los bienes y la jurisdicción de Cedillo para dotar al niño
Pedro López IV con un mayorazgo propi037 . Sin embargo, los
proyectos de expansión del linaje se vieron truncados por la
muerte de Pedro López 111 sin descendencia legítima; a su
sobrino Pedro López IV le correspondió entonces el liderazgo
del grupo familiar.

Las hermanas de Alfonso de Silva cumplieron un


importante papel en la política de alianzas de los Ayala.
Leonor, hija mayor de Pedro López 11 y de María de Silva, que
antes había sido mujer de Diego García de Toled0 38 , fue utili-
zada después para intentar establecer la paz entre los bandos
rivales en Toledo. En 1470 fueron readmitidos en la ciudad el
tercer conde de Cifuentes y los suyos; para asegurar la con-
cordia se concertó el matrimonio entre el joven conde Juan de

36. la merced de la encomienda de Yegros, con las diligencias para su pose-


sión, se conserva en A.D.F., Fuensalida, leg. 237, nO 23.
37. la fundación de mayorazgo de 6 de julio de 1475 nos ha llegado en seis
copias con las siguientes signaturas: A.H.N., Consejos, leg. 43.649, pza. 31;
A.H.N., Consejos, leg. 43.648, nº 1, fol. 15 r. - 41 r.; A.H.N., Consejos, leg.
43.648, n2 4, fol. 26 - 36; R.A.H., S.e., D-l0, fol. 329-344; R.A.H., S.c., M-9,
fol. 11-17; y A.D.F., Fuensalida, leg. 238, nº 1. En adelante sólo haremos refe-
rencia a la primera de ellas, posiblemente el original.
38. Esta noticia se conoce por una manda testamentaria de María de Silva en
que se afirma que su marido y ella le otorgaron una dote de 500.000 mrs. para
su «casamiento con Diego Carcra de Toledo el Mozo, su esposo»; vid. testa-
mento de María de Silva, fechado el 16 de mayo de 1462, inserto en la fun-
dación de mayorazgo del primer conde de Fuensalida, cjt.

- 29
Silva y Leonor de Ayala 39 . No queda claro si la unión se reali-
zó 40 . Si llegó a realizarse, duró muy poco tiempo, ya que en
1473 el conde de Cifuentes estaba casado con Catalina de
Toled0 41 . Juan de Silva había roto su compromiso con Leonor
de Ayala una vez que sintió que su posición en Toledo era
estable, alegando escrúpulos de consanguinidad -Leonor era
su tfa- que antes no parecían haberle preocupado. La repudia-
da Leonor era mujer, en 1473, de Diego López de Haro, hijo
de Juan de Haro, vinculado de este modo a la facción de los
Ayala 42 .
Elvira de Castañeda y Guiomar de Meneses, hijas de
Pedro López 11 y de María de Silva, sirvieron a los Ayala para
emparentar con el poderoso clan de los Manrique. Elvira de
Castañeda casó en 1469 con Rodrigo Manrique, conde de
Paredes de Nava43 . Don Rodrigo fue el segundo hijo del ade-
lantado mayor del Reino de León Pedro Manrique y participó
activamente en las luchas políticas de su tiempo, siendo

39. M. B. RIESCO, Op. cit., p. 92, siguiendo la crónica de L. SALAZAR y CAS-


TRO, Historia genealógica de la Casa de Silva, Madrid, 1685, sitúa este acuer-
do en 1472 y añade el concierto del matrimonio entre Leonor de Silva, her-
mana del conde de Cifuentes, y Pedro López 11, ya viudo. Pero los hechos
deben situarse en febrero de 1470, fecha de la admisión del tercer conde de
Cifuentes en Toledo como consecuencia de la confederación establecida entre
Pedro de Silva, obispo de Badajoz, Pedro López 11, Juan Pacheco y otros; vid.
A.D.F., Fuensalida, leg. 12, nº 1 adición; publicado en E. BENITO, Toledo en
el siglo XV..., cit., pp. 256-259. Si se acepta esta datación no puede conce-
birse el concierto del matrimonio entre Leonor de Silva y Pedro López 11, ya
que la mujer de éste seguía viva.
40. M. B. RIESCO, Op. cit., pp. 92-93, expresa la diversidad de opiniones al
respecto entre L. SALAZAR y CASTRO, Op. cit., tomo 1, p. 294, que no alude
en su obra a este enlace; y A. MARTíN-GAMERO, Historia de la ciudad de
Toledo, sus claros varones y sus monumentos, ed. facsimilar, Toledo, 1979,
pp. 788-789, según el cual la boda tuvo lugar.
41. M. B. RIESCO, Op. cit., p. 93.
42. F. PULGAR, Letras. Glosa a las Coplas de Mingo Revulgo, ed. de J.
Domínguez Bordona, Madrid, 1958, Letra XXV, p. 129. El texto de esta carta
parece indicar que la unión entre Leonor de Ayala y Juan de Silva no llegó a
realizarse, refiriéndose a aquélla como «la que avía de ser condesa de
Cifuentes •.
43. Esta noticia se encuentra en L. SALAZAR y CASTRO, Op. cit., pp. 210-211.

30 -
comendador de Segura de la Sierra, en la Orden de Santiago,
y más tarde maestre de la misma44 . Entre los hermanos del
magnate hay que destacar a Gómez Manrique, célebre poeta
y dramaturgo que ejerció el oficio de corregidor de Toledo
desde 1477 hasta 1490, fecha de su muerte4 5 . Del primer
matrimonio de Rodrigo Manrique -con Mencía de Figueroa-
había nacido Jorge Manrique. Del enlace con Elvira nacería
Enrique Manrique, beneficiario del testamento de su madre, ya
viuda, en 150646 .
Jorge Manrique, uno de los más grandes poetas de la lite-
ratura castellana, sería el marido de la menor de las hijas del
primer conde de Fuensalida, Guiomar de Meneses. Jorge
Manrique heredó el espíritu combativo de su padre, pertene-
ció al Capítulo General de la Orden de Santiago y fue comen-
dador del lugar manchego de Montizón. De su matrimonio
con Guiomar de Meneses nacería Luis Manrique; en 1492
doña Guiomar, ya viuda y religiosa en el convento de la madre
de Dios de Toledo, dejó a Luis -comendador de Montizón,
como su padre- como heredero de sus bienes 47 . A pesar del
doble enlace, los Manrique de Paredes y los Ayala no com-
partieron bando en la pugna sucesoria de los últimos años de
Enrique IV, ya que mientras aquellos apoyaban la candidatura
de Isabel y Fernando, éstos no se decantaron.

44. Se encuentran algunos datos sobre la personalidad de Rodrigo Manrique


-cuya fama fue cantada en las célebres .Coplas» de su hijo Jorge- en F. PUL-
GAR, Claros varones de Castilla, ed. de R. B. Tate, Madrid, 1985, pp. 123-126.
45.Acerca de este corregidor pacificador puede consultarse el tradicional tra-
bajo de C. PALENCIA, .EI poeta Gómez Manrique, corregidor de Toledo»,
Boletín de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo,
XXII-XXIII (1943), pp. 17-41.
46. El testamento de la condesa de Paredes, fechado en febrero de 1506, se
conserva en A.D.F., Fuensalida, leg. 239, nº 6.
47, A.H.N., Clero, leg. 7.246.

- 31
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Pedro de Ayala Pedro López de Ayala IV María de Silva Enrique Manrique Luis Manrlque
con con
Constanza de Toledo Inés de Ribera
Catalina Manrlque
Francisca de Ribera
l. DESARROLLO DEL PODER DE LOS AYALA

2. EL 1I DERAZGO DE PEDRO
LÓPEZ I EN TOLEDO

2.1. PLANTEAMIENTO GENERAL

El de los Ayala de Toledo fue uno de los linajes que


dejaron huella en la historia política castellana del siglo Xv, ya
que tomó parte activa en las continuas luchas que en esta cen-
turia se desarrollaron. La participación de los Ayala en estas
pugnas se proyectó a dos niveles: en el ámbito general del
reino y en el más concreto de la ciudad de Toledo. La luchas
nacionales y locales a fines del Medievo se hallan profunda-
mente interrelacionadas; de hecho, la participación en las
luchas civiles castellanas fue con frecuencia instrumental iza-
da por los Ayala para potenciar su autoridad en Toledo. Es por
esta razón por la que unas y otras serán expuestas simu Itáne-
amente.
Las luchas nobiliarias del siglo XV en el ámbito gene-
ral del reino castellano y en el particular de Toledo han sido
estudiadas por grandes historiadores de nuestro ti emp0 48.
Ellos han establecido los hechos y han señalado algunos ras-
gos fundamentales de su desarrollo. A nosotros nos correspon-
de ahora examinar cuáles fueron el posicionamiento y la acti-
tud que tomaron los Ayala en cada uno de los enfrentamien-
tos y cuáles los resultados obtenidos de ellos. El estudio que
sigue nos servirá para comprender mejor los grandes y peque-

48. L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Nobleza y Monarquía. Puntos de vista sobre la


historia polftíca castellana del siglo XV, 2" ed. corregida y aumentada,
Valladolid, 1975; y E. BENITO, Toledo en el siglo Xv. Vida política, Madrid,
1961.

- 33
ños hitos del encumbramiento del linaje: provisiones de ofi-
cios, mercedes de vasallos, concesiones de juros.
Esta visión de la historia política de los Ayala se ini-
cia en 1406, fecha en que se constituye formalmente la rama
toledana del linaje; y concluye en 1521, con la liquidación
del movimiento comunero. Las luchas nobiliarias de la época
suelen considerarse concluidas con el advenimiento de los
Reyes Católicos, propiciadores de la «reconciliación» de la
Monarquía con la nobleza49 . En la exposición que sigue se
abordará este período turbulento, pero también la fase de pro-
gresiva pacificación que comenzó con los Reyes Católicos.
De esta manera podremos observar el cambio de tendencia
que se produjo en las relaciones en el seno de la nobleza y
entre este grupo y la Monarquía en el advenimiento de una
nueva época.
Al plantear el estudio de la acción política de los
Ayala durante más de un siglo conviene establecer una perio-
dización y señalar los rasgos característicos de cada fase. Tres
son los períodos que se pueden diferenciar y que serán
expuestos en tres capítulos sucesivos del presente trabajo:
1 - La primera fase (1406-1451) fue protagonizada
por Pedro López 1 y coincide aproximadamente con el reina-
do de Juan 11. La época estuvo marcada por las luchas nobi-
liarias, tanto a nivel local como nacional. De la mano del pri-
mer Ayala toledano el linaje se apropió de notables oficios
cortesanos y locales y fundó un señorío en la Tierra de Toledo,
ejerciendo sobre la ciudad un poder creciente.
2 - La segunda etapa (1451-1474), protagonizada por
Pedro López 11, coincide a grandes rasgos con el reinado de
Enrique IV, caracterizándose por la acentuación de las pugnas
nobiliarias en el reino y por la violenta confrontación de los
bandos toledanos de Silva y Ayala.
3 - En la última etapa (1474-1521) se produce un
cambio de rumbo en la política nobiliaria. La nobleza se con-
vierte en colaboradora de la Monarquía, reduciéndose osten-

49.Ésta es la opinión expresada por L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Op. cit., p. 11


Y pp. 259 Y siguientes.

34-
siblemente las fricciones entre una y otra. Pedro López 11 esta-
bleció el «acuerdo» de colaboración de 105 Ayala con la
Monarquía, pero fue Pedro López IV quien llevó a sus últimas
consecuencias el nuevo espíritu de servicio.

2.2. EL ASENTAMIENTO DEL LIDERAZGO (1406-1420)

Cuando se iniciaba el «gobierno» de Pedro López I en


Toledo, a comienzos del siglo XV, la ciudad conocía bien su
Iinaje50 . Su padre, el canciller, había acumulado bienes y ofi-
cios en Toledo y su tierra. El 1 de diciembre de 1406, mori-
bundo, otorgó una partición de bienes en la que declaraba su
interés por dotar a su segundogénito Pedro López con lo que
en este ámbito poseía: «e io faría quenta de cumplir a Pero
L6pez en tierra de Toledo después de mis días e de doña
Leonor, mi muger»Sl.
Con esta partición de bienes y la inmediata muerte del
Canciller se configura definitivamente la rama toledana de los
Ayala, con plena independencia, aunque el joven Pedro
López actuaba por sí con anterioridad. En aquel tiempo era ya
alcalde mayor de Toledo, alcaide de las fortalezas de la ciudad
y aposentador mayor del rey52. Su influencia local reposa ade-
más en el hecho de que él otro alcalde mayor, Juan Carrillo, y
el alguacil mayor, Pedro Carrillo, estaban vinculados familiar-
mente con él.
Durante la minoría de edad de Juan 11, Pedro López, junto
al alguacil mayor Pedro Carrillo, aparece a la cabeza de la

50. j. P. MOLÉNAT, «La noblesse toledane du XVeme siecle et ses origines)),


Les sociétés urbaines en France méridionale et en Péninsule Ibérique au
Moyen Age, París, 1991, pp. 212-213, pone de relieve la raigambre toledana
de éste y de otros linajes locales.
51. Una copia del siglo XVII de la partición de bienes del Canciller Ayala se
conserva en R.A.H., S.c., 0-10, fol. 247 r. -248 r.; vid. Ap. doc., nº 1.
52. E. BENITO, Op. cit., pp. 13-14. Este autor le atribuye además el oficio de
asistente, pero no hemos encontrado ningún documento que corrobore tal
atribución.

- 35
hueste toledana, cuando estos dos líderes acompañan al infan-
te don Fernando, regente del reino, en sus campañas estivales
contra el Reino musulmán de Granada. Al frente de los tole-
danos figuran en el asalto a Setenil en 140753 . Ambos partici-
paron tres años después en el cerco y la toma de Antequera 54 .
En estas ocasiones los dos magistrados cumplían sus deberes
como vasallos del rey y como comandantes de la milicia local.
Algunos meses más tarde de la toma de Antequera el
infante don Fernando llegó a Toledo y, observando la inefica-
cia del gobierno local, decidió otorgar a la ciudad el cuerpo
de normas que constituye la primera reforma municipal tole-
dana del siglo xv.
El Ordenamiento de Toledo de 1411 55 cons-
tituía el primer ensayo de reorganización del gobierno local,
insertándose en la política de fomento del poder monárquico
a través de la oligarquización del concejo. Argumentando la
imposibilidad de regirse Toledo debido a la muchedumbre de
los «tres estados» (oficiales, caballeros y hombres buenos) que
tomaba las decisiones, el infante-regente creó un modelo bas-
tante peculiar de concejo restringido, formado por los tres ofi-
ciales de justicia -los dos alcaldes mayores y el alguacil
mayor- y por seis representantes de los otros estamentos: tres
de los caballeros y tres de los hombres buenos, los seis «fie-
les».
El Ordenamiento del infante don Fernando contiene
reformas que pretendían impedir los abusos de los tres oficia-
les mayores: el «alcalde mayor de la justicia» el «alcalde I

mayor ordinario» y el alguacil mayor; respectivamente, Pedro


López de Ayala, Juan Carrillo y Pedro Carrillo. No obstante, el

53. A. GARCíA DE SANTA MARíA, Crónica de Juan fI de Castilla, ed. de l. M.


Carriazo, Madrid, 1982, pp. 173-174. Para exponer el desarrollo de los acon-
tecimientos políticos del siglo XV empleamos, además de las crónicas que se
citan, algunos manuales de corte tradicional, especialmente L. SUÁREZ
FERNÁNDEZ (coord.), Los Trastámara y la unidad española, Madrid, 1981.
54. Ibid., p. 326.
55. Publicado por E. SÁEZ, .Ordenamiento dado a Toledo por el infante don
Fernando de Antequera, tutor de Juan 11, en 1411., Anuario de Historia del
Derecho Español, XV (1944), pp. 499-556.

36-
papel de éstos en el «ayuntamiento» -vocablo que alude a la
reunión de los nueve representantes del concejo- se fortaleció
al obtener la presidencia del mismo el alcalde mayor de la jus-
ticia y por ser los tres únicos miembros estables en él, ya que
los seis fieles se habían de relevar de dos en dos años 56 .
Este Ordenamiento hacía también referencia a los
custodios de las puertas de la ciudad, que eran el primer
alcalde mayor, el alguacil mayor y varios «porteros», lugarte-
nientes de los anteriores 57 . Este reparto de la responsabilidad
expresa la búsqueda de un equilibrio entre los magistrados,
intentando establecer un contrapeso eficaz a la primacía de
Pedro López.
Queda claro que la reforma de 1411 no afectó en lo sus-
tancial al liderazgo de Ayala. El Ordenamiento consolidaba
institucionalmente el gobierno de unos pocos, la oligarquía de
caballeros y hombres buenos, al frente del concejo; pero al
mismo tiempo establecía un vértice en la nueva pirámide de
poderes locales, un vértice que correspondía en aquel
momento al alcalde mayor de la justicia Pedro López de
Ayala.

2.3. lOS PRIMEROS ENFRENTAMIENTOS (1420-1430)

Pedro López pertenecía por origen y por vocación a la


nobleza cortesana, al grupo de los ricoshombres que estaban
logrado con la dinastía Trastámara una extraordinaria promo-
ción política y social a la sombra de la Monarquía. No extra-
ña por tanto que participase una y otra vez en los conflictos
que enfrentaron a las facciones nobiliarias a lo largo del rei-
nado de Juan 11, protagonizados por los infantes de Aragón,
hijos de don Fernando, y por don Álvaro de Luna. El primero
de los grandes enfrentamientos se produjo poco después de
que el rey fuese declarado mayor de edad.

56.lbid., ley V, pp. 510-512.


57. Ibid., ley XXXII, pp. 527-528.

- 37
Juan 11 ratificó el 30 de mayo de 1420 todas las mer-
cedes que Pedro López había recibido de los regentes duran-
te la minoridad del rey58. Dos meses más tarde, el alcalde
mayor permanecía junto al rey; por entonces, el infante don
Enrique se apoderó de éste y su Corte en Tordesillas, donde
inició una fase de gobierno personal que se prolongaría por
cinco meses y tendría como objetivo favorecer a sus partida-
rios. No se puede dudar de que Pedro López estaría entre
ellos; una vez liberado el rey en Talavera por don Álvaro de
Luna y otros cortesanos, el alcalde mayor de Toledo se encon-
traba junto al infante don Enrique, entre los sitiadores del cas-
tillo de Montalbán, donde se habían refugiado el rey y los
suyos59.
Si Ayala colaboró con el secuestrador regio ello se
debía, al menos en parte, a la transmisión de la fidelidad que
años atrás aquél había prestado a su padre don Fernando de
Antequera; pero también hay que atribuir esta colaboración al
ansia de promoción social que comúnmente movió a los
nobles en estas luchas. Debe señalarse que durante el cauti-
verio regio otros magnates de la Corte vieron satisfechas sus
aspiraciones gracias a la presión del infante: Garci Fernández
Manrique fue promovido a conde de CastañedaG°; y Rodrigo
Alfonso Pimentel a conde de Benavente6 1 . Se puede pensar
que Pedro López esperaba obtener una merced semejante.
Pero la huida del rey y la amenaza del infante don Juan des-
compusieron el bando enriqueño yel alcalde mayor tuvo que
conformarse con mantener su posición en Toledo.
El 7 de diciembre de 1420, decidiendo contempori-
zar, Juan 11 ordenó a los toledanos que prestasen a Pedro
López de Ayala y a Pedro Carrillo la ayuda que necesitasen

58. A.D.F., Fuensalida, catál. 41, nO 4.


59. Cr6nica de don Álvaro de Luna, condestable de Castilla, maestre de
Santiago, ed. de J. M. Carriazo, Madrid, 1940, p. 43.
60 •• Crónica de Juan 11., Cr6nicas de los Reyes de Castilla, tomo 11, ed. de C.
Rosell, Madrid, 1953, año 159 , cap. IX, p. 402.
61. Ibid., año 149 , cap. IV, p. 382.

38-
para defender las puertas de la ciudad 62 . Toledo constituía por
entonces un punto estratégico en la lucha, al encontrarse sólo
a cinco leguas del castillo de Montalbán. Abandonado el
cerco de la fortaleza don Enrique encontró las puertas de la
ciudad cerradas; y sin embargo la reina doña María, su her-
mana, sería bien recibida pocos días después63 . En teoría, la
primacía del alcalde mayor había quedado a salvo; pero de
hecho los toledanos no actuaban por Ayala.
Cuando Juan 11 se había liberado de la amenaza de
don Enrique, el Concejo de Toledo se regía sin su cabeza, ya
que Pedro López y Pedro Carrillo habían seguido al infante
hasta Ocaña, donde éste se encontraba a la espera. Fue en
aquel momento, y aprovechando las fricciones entre los 01 i-
garcas locales, cuando Juan 11 envió un corregidor a Toledo
para tomar los oficios de los rebeldes 64 . La instalación de esta
figura institucional suponía la inmediata suspensión de los ofi-
ciales mayores, que habían de entregar al corregidor las varas
de la justicia, símbolo del poder local 65 • Una vez asumido el
cargo, el nuevo oficial proveía discrecionalmente los oficios
de justicia entre personas de su entorn0 66 .
Como puede observarse, la instauración del corregi-
dor hubiera supuesto una auténtica revolución institucional en
el Concejo de Toledo. PeroJal revolución no tuvo lugar; cuan-
do Alvar Sánchez de Cartagena, designado corregidor, hizo
leer la provisión real ante las puertas de la ciudad, se le res-
pondió que «aquellas cartas eran de obedecer por ser cartas
del rey, pero no de cumplir, por quanto eran contra las leyes
destos Reynos, las qua les disponían que no se diese corregidor

62. A.D.F., Fuensalida, leg. 41, nO 5; documento publicado en E. BENITO, Op.


cit., p. 165.
63. «Crónica de luan 11», cit., año 14°, cap XI, p. 396.
64. Ibid., año 152 , cap. XIX, p. 405.
65. A. BERMÚDEZ AZNAR, El corregidor en Castilla durante la Baja Edad
Media (1348-1474), Murcia, 1974, p. 142.
G&. [bid. pp. 217-219; B. GONZÁLEZ ALONSO, El corregidor castellano
(1348-1808), Madrid, 1970, pp. 93-94.

- 39
sin ser demandado»67. Nuevamente la oligarquía toledana
hablaba por sí, al margen del alcalde mayor.
En el episodio descrito se percibe la desconfianza que
Juan 11 sentía hacia los oficiales de justicia toledanos. El rey,
aprovechando la circunstancia de la traición del alcalde
mayor y las fricciones que se habían producido entre éste y el
grueso de los caballeros toledanos, intentaba profundizar su
control sobre la ciudad, lo que solamente sería posible
mediante un compromiso con la oligarquía, un compromiso
que no tardaría en llegar.
Antes de valorar el significado de la reforma munici-
pal de 1422 y el modo en que ésta afectó a Pedro López de
Ayala, es necesario mencionar al primer corregidor efectivo
de Toledo: Gómez García de Hoyos, cabellerizo mayor de
Juan 11, que aparece ocupando este cargo en el verano de
1421 68 . En el documento de creación del Cabildo de Jurados,
fechado ellO de marzo de 1422, el corregidor encabezaba la
serie de los oficiales toledanos 69 . Observado el rechazo a
Alvar Sánchez de Cartagena, la presencia del nuevo comisio-
nado regio sólo puede explicarse como fruto de un acuerdo;
los caballeros de la ciudad acogieron a Gómez García como
árbitro durante el período de transición del viejo regimiento al
nuevo. Efectivamente, una vez que entra en funcionamiento el

67. «Crónica de Juan 11., cit., año 15º, cap. XIX, p. 405; P. ALCOCER, Historia
o descripción de la ciudad de Toledo, Toledo 1554, ed. facsímil en Toledo,
1973, libro 1, cap. XCIII, fol. LXXV vto. En cuanto a la forma empleada por los
toledanos son interesantes las consideraciones de B. GONZÁLEZ ALONSO,
«La fórmula 'obedézcase pero no se cumpla' en el derecho castellano en la
Baja Edad Media., Anuario de Historia del Derecho Español, L (1980), pp.
469-487.
68 •• Crónica de Juan 11>, cit., año 152, cap. XIII, p. 418.
69.A.M.T., A.C.]., sala 311 , estante 512, caj. 1, n2 4. El documento ha sido publi-
cado en A. MILLARES, «El libro de Privilegios de los jurados toledanos.,
Anuario de Historia del Derecho Español, IV (1927), pp. 458-461; Y en F. J.
ARAN DA, Poder municipal y cabildo de jurados en Toledo en la Edad
Moderna (siglos XV-XVIII), Toledo, 1992, pp. 151-155.

40-
nuevo gobierno toledano el corregidor desaparece de la
estructura gubernativa municipal 7o .
Como era ya habitual, el argumento que el rey pre-
sentaba para justificar su intervención en la política local era
el desgobierno de la ciudad. La crónica de Juan 11 expresa cla-
ramente el caos resultante del fracaso en la aplicación del ya
comentado Ordenamiento de 1411: «La forma en que el regi-
miento se tenía era ésta: que de dos en dos años elegían seis
personas, las cuales l/amaban Fieles, las tres del estado de
Caballeros y Escuderos, y 105 otros tres del estado de
Cibdadanos, que l/amaban Hombres Buenos, 105 qua les con
105 dos Alcaldes e con el Alguacil de la cibdad tenían princi-
pal cargo del regimiento, e todos los nueve o la mayor parte
del/os habíen de necesario de ser en todo lo que se ordenase.
Pero en este ayuntamiento donde el/os se ayuntaban entraban
todos los Caballeros de la cibdad que querían, e cada uno
del/os había voz, e lo que se ordenaba por 105 mas de los fie-
les con uno de los Alcaldes e Alguacil, e con las más voces de
los Cabal/eros que ende se acercaban, aquello se guardaba. E
como un día acaecía venir unos, e otro día otros, lo que 105
unos hacían a 105 otros desplacía, en tal manera que siempre
había sobresto divisiones; e aún algunas veces escándalos e
ruidos»71.
La ineficacia del gobierno toledano invitaba, pues, a
la reforma. La creación del Regimiento, de dieciseis miem-
bros, ensayado mucho antes en otras ciudades como Sevilla,
Burgos, o Segovia, constituyó la fórmula de participación esta-
ble de los linajes más destacados en la política local; entre los
primeros regidores nombrados ya se encontraban miembros
de algunas importantes estirpes toledanas, como los Barroso,
los Rojas o los Gudiel 72 . Con esta medida, el rey no hacía más

70. La duración del cargo de corregidor, limitada por la presión de los procu-
radores de las ciudades en las Cortes, es analizada en A. BERMÚDEZ AZNAR,
Op. cit., pp. 198-201, Y en B. GONZÁLEZ ALONSO, El corregidor... , cit., pp.
95-96.
71 •• Crónica de Juan 11», cit., año 16", cap. XXI, pp. 421-422.
72. P. ALCaCER, Op. cit., libro 1, cap. XCIII, fol. LXXVI.

- 41
que asentar institucionalmente una realidad: Toledo se hallaba
sometida al control de una oligarquía de caballeros y hombres
buenos que tendía a la homogeneidad como grupo. El monar-
ca, como proveedor del cargo de regidor, lograba fortalecer su
influencia; desde aquel momento ningún oficio local de relie-
ve procedía de la voluntad popular.
Era también atribución real la provisión de las jurade-
rías. La creación del Cabildo de Jurados, a pesar de los rece-
los iniciales de los 0ligarcas?3, no pondría en peligro el con-
trol efectivo del poder por parte de los «principales»; es más,
sirvió para evitarles previsibles tensiones con aquellos grupos
sociales que encontraron en las juraderías el cauce de satis-
facción de sus aspiraciones. Entre los jurados nombrados en
1422 figuraban ya mercaderes, artesanos y letrados74 .
La reforma de 1422 supuso la creación de los dos
cuerpos citados, el de regidores y el de jurados, a imitación
del modelo del Concejo de Sevilla. Pero consistió además en
la aplicación de las ordenanzas vigentes en esta misma ciudad
andaluza, otorgadas por el regente don Fernando de
Antequera en 1411 y en 1412. Estas ordenanzas 75 , bastante
similares a las toledanas de 1411, no podían provocar un
cambio sustancial en el fuero local. Sevilla era por entonces
una ciudad sin corregidor76, circunstancia que avala nuestra

"Crónica de juan 11», cit., año 16Q, cap. XXI, p. 422. El texto dice concreta-
73.
mente acerca de la creación del Cabildo de jurados: « Desto se tuvieron por
agraviados 105 principales de la ciudad pero plugo al rey y pasó así)).
74. A.M.T., A.C.j, sala 3ª, estante 52, caj. 1, nO 4. La institución del Cabildo de
Jurados de Toledo ha sido estudiada en F. J. ARAN DA, Op. cit. Yen R. M. MON-
TERO, «La organización del Cabildo de Jurados de Toledo (1422-1510).,
Espacio, Tiempo y Forma, serie 11/, Historia Medieval, 3 (1990), pp. 213-258;
falta, no obstante, un análisis de su acción en la política municipal.
75. Las ordenanzas sevillanas aplicadas a Toledo en 1422 se encuentran en el
Archivo Municipal de Toledo y han sido publicadas en E. SÁEZ, .EI Libro del
Juramento del Ayuntamiento de Toledo., Anuario de Historia del Derecho
Español, XVI (1945), pp. 579-624.
76. Sevilla s610 había conocido la presencia de asistentes; vid. M. A. LADERO,
Historia de Sevilla. La ciudad medieval, 2ª ed. ampliada, Sevilla, 1980, p. 145.

42-
sospecha de que la reforma toledana, que no imponía al corre-
gidor, era bastante limitada en cuanto a su efecto sobre el
núcleo del poder local: los tres oficios de justicia, que seguían
controlados por Pedro López y los Carrillo, sus colaboradores .

. Repetidamente se producirían intentos, por parte del


poder real, para controlar mejor la administración local tole-
dana. El objetivo de Juan 11 era la radicación, al frente del con-
cejo, de una persona ajena a la ciudad, un nuevo hombre de
la confianza regia que desplazara significativamente a Pedro
López. Si el rey no consiguió este objetivo no fue solamente
por el apoyo que brindaban al alcalde mayor los infantes de
Aragón; es indiscutible que los caballeros de Toledo también
le apoyaron. Más arriba se ha hecho referencia a las discordias
surgidas entre los caballeros y el alcalde mayor con ocasión
del secuestro del rey; a pesar de ello, el corregidor Alvar
Sánchez de Cartagena había sido rechazado. Una vez realiza-
da la reforma municipal, los oligarcas -ahora bien representa-
dos en el Cabildo de Regidores- y Ayala no permitirán que per-
manezca durante mucho tiempo el corregidor Gómez García
de Hoyos al frente de la ciudad.
Sin embargo las tensiones internas continuaron. En
1424 Juan 11 ordenaba al concejo que abonase al alcalde
mayor los salarios que le correspondían por el desempeño de
su oficio, retenidos desde el año 1421 77 • Después de este roce
pareció producirse un entendimiento duradero entre el magis-
trado y los regidores. La concordia se percibe notoriamente a
lo largo de la nueva guerra civil que enfrentaría al bando
«Iunista» con el «aragonés». Tanto Ayala como los oligarcas se
alinearon en la facción del condestable.
Durante los años veinte del siglo XV, la oposición cre-
ciente de la nobleza al gobierno personal de don Álvaro de
Luna fortaleció paulatinamente al «partido aragonés», al cual
se unió gran parte de la ricahombría castellana; Pedro López
se vinculó pronto a este grupo. Ante las tensiones surgidas

77. E. BENITO, Op. cit., p. 17.

- 43
entre los infantes de Aragón y el condestable se formó un
comité arbitral que en agosto de 1427, reunido en Valladolid,
decidió que el bien del reino aconsejaba el alejamiento de
don Álvaro de Luna de la Corte. El alcalde mayor de Toledo
fue uno de los caballeros que comunicaron al rey esta deci-
sión 78 • El valido se retiró pero pocos meses después, ya en
1428, los propios infantes suspendieron el destierro y le invi-
taron a regresar. No se puede precisar en qué momento de este
episodio Pedro López fue privado de la alcaldía mayor de
Toledo, pero es seguro que esta privación duró muy poco
tiempo ya que, unos días después del regreso del valido, Juan
1110 restituyó en ella desplazando a Gómez Garda de Hoyos,
que había sido puesto en su lugar79 . La reincorporación de
Ayala no parece producir ninguna oposición entre los oligar-
cas.
La política contemporizadora de Juan 11 con los infan-
tes de Aragón se manifestó una vez más en esta ocasión.
Observada la actitud de Pedro López en los pasados conflic-
tos, el rey no podía confiar plenamente en él. Sin embargo, lo
que primaba en aquel momento era el apaciguamiento del
reino, pretensión que obligaba a hacer concesiones al partido
aragonés. Por otra parte la retirada de Gómez Garda de
Hoyos constituyó una nueva claudicación del monarca frente
al concejo, el cual no estaba dispuesto a admitir la intromisión
del poder regio a través de este personaje, que ya había ejer-
cido como corregidor en la ciudad en 1421-1422.
La lucha sorda que se entabló entre el condestable y
los infantes a lo largo de 1428 hizo recapacitar a Pedro López
acerca de sus posibilidades de promoción. A comienzos de la
década, después de la derrota de los enriqueños, entre los que
él se contaba, pudo contemplar cómo don Álvaro y sus cola-
boradores se repartieron los despojos de don Enrique, Ruy
López Dávalos y otros vencidos. Debido a una desafortunada

78. Crónica del Halconero de Juan 11, ed. de J. M. Carriazo, Madrid, 1946, p. 13.
79. E. BENITO, Op. cit., p. 17.

44-
decisión, ya que había formado en el bando de los perdedo-
res, el alcalde mayor de Toledo no pudo participar en aquel
reparto, e incluso vio comprometida su posición en la ciudad.
Ante la inminente lucha de fines de la década hay que tomar
una nueva decisión, y esta vez Ayala no se equivocaría.
Durante el año tenso de 1428 don Álvaro de Luna
estaba captando voluntades de ricoshombres de todo el reino
para su proyecto de eliminar a los infantes de Aragón. Muchos
de ellos se encontraban dispuestos a abandonar el partido ara-
gonés con la esperanza de obtener su parte en el despojo del
formidable patrimonio de los infantes y con la perspectiva de
recibir mercedes regias que les permitieran el engrandeci-
miento. La de Pedro López de Ayala fue una de las voluntades
captadas en secreto.
En la primavera de 1429 comenzaron las hostilidades.
Alfonso V de Aragón, Juan 11 de Navarra y el infante don
Enrique aparecen unidos contra el condestable. Para el alcaI-
de mayor y el Concejo de Toledo llegó el momento de tomar
una decisión. Don Enrique se acercaba a la ciudad con la
intención de proveerse de hombres y armas con que unirse a
sus hermanos para combatir a don Álvaro. Los toledanos, con
su alcalde mayor a la cabeza, le cerraron las puertas 80 . Los
enfrentamientos armados, localizados en la frontera aragone-
sa, se irán apaciguando a lo largo de 1430 con las treguas de
Majano: los bienes y cargos de los infantes fueron confiscados
y se procedió al reparto del botín entre don Álvaro y sus cola-
boradores: los Velasco, Estúñiga, Ponce de León, Mendoza,
Manrique, Pimentel; la flor y nata de la nobleza nueva caste-
llana.
La merced regia llega también a Pedro López de
Ayala, que consiguió la perpetuación en su linaje de dos ofi-
cios fundamentales: la alcaldía mayor de Toledo y la aposen-

80. El relato de los sucesos se encuentra en «Crónica de Juan 11», cit., año 23º,
cap. XI, p. 456.

- 45
taduría mayor del rey81. Todavía en 1430 se manifestaría una
vez más la confianza renovada del monarca en Pedro López:
junto al doctor Franco encabezó una embajada ante el rey de
Portugal, que por entonces actuaba como mediador en las
negociaciones de paz entre Castilla y Aragón 82 . Al final del
mismo año, el alcalde mayor formó, con otros ocho «gran-
des», Consejo con el rey en Palencia para tomar una decisión
sobre cómo proceder ante la huida del conde de Castr083 . El
nuevo papel asumido por Ayala recuerda las actividades
diplomáticas que en otro tiempo realizara su padre, el canci-
ller.

2.4. HACIA LA AGUDIZACiÓN DE LAS LUCHAS (1430-1451)

Durante 105 años treinta del siglo XV no se registra ningún


conflicto importante entre 105 tres sujetos de poder que nos
ocupan: Pedro López de Ayala, la oligarquía toledana y la
Monarquía; las relaciones entre ellos se estabilizaron. ¿Cuál de
los tres poderes se benefició de esta estabilidad?
Probablemente la oligarquía. Los linajes de caballeros de la
ciudad se afianzaron en las regidurías y, a través de ellas, par-
ticiparon activamente en el gobierno local, mediatizando el
poder sin contrapeso que antes parecía gozar el de Ayala.
Qurante estos años se consolidó el nuevo sistema municipal
toledano.
Por otro lado, esta tranquila década facilitó el afian-
zamiento de los Ayala al frente de los destinos de la ciudad. La
patrimonialización de la alcaldía mayor constituyó un paso

81. El 3 de abril de 1430 Juan 11 proveyó ambos oficios en favor de Pedro


lópez 11, primogénito de Pedro lópez 1; vid. A.M.T., A.S., caj. 1, leg. 8, nQ 5/1,
para la alcaldía (Ap. doc., n2 2); y A.G.S., E.M.R., Q.c., leg. 37, fol. 691 r. -
vto., para la aposentaduría. El significado y la fórmula de estas provisiones
serán analizados en el capítulo 5.
82. Crónica del Halconero, cit., p. 60.
83. ¡bid., p. 77.

46-
gigantesco en este proceso. No menos importantes eran la
consistencia de la amplia red de solidaridades familiares que
el linaje había venido estableciendo y la política de amplia-
ción del patrimonio que el primer Ayala toledano llevó a la
práctica durante aquellos años. Estas realizaciones contribui-
rán a sentar las bases para afrontar el salto cualitativo más
importante en el proceso de crecimiento político y social pro-
tagonizado por Pedro López 1: la creación de un estado seño-
rial en la Tierra de Toledo, hecho que tuvo lugar en la década
de 1440.
En los últimos años treinta se percibe una oposición
creciente al poder «tiránico» del condestable. En 1439 la liga
nobiliaria presentaba ya un frente común y un programa de
gobierno; la nueva década se inauguró con la asunción del
liderazgo de la liga por los infantes de Aragón. La confedera-
ción impuso al rey el apartamiento de la familia del conde de
Alba de la Corte, propiciando así el arrinconamiento del con-
destable. Se auguraba una toma de posiciones en la que Pedro
López quiso participar; en marzo de 1440 abrió las puertas de
Toledo al infante don Enrique, expulsando a los que se oponí-
an a sus proyectos; un grupo de caballeros, encabezados por
su hijo Pedro López ", salió hasta Móstoles para recibir al
infante84 •
El relato de la crónica manifiesta una escisión en el
seno de la oligarquía toledana. Se habían formado dos bandos
en la ciudad: uno de ellos se mostraba hostil al partido de los
infantes de Aragón; el segundo, liderado por el alcalde mayor,
se adhirió a la liga nobiliaria. Este último bando se impuso,
como hemos visto, cuando comenzaron las hostilidades.
En las Cortes de Valladolid, desarrolladas a lo largo
del verano de 1440, se expresó el programa del gobierno oli-
gárquico que se instauró en Castilla, basado en el control del
Consejo Real por la alta nobleza y en la asignación a las
Cortes de una función meramente deliberativa. Todavía el
condestable y el conde de Alba intentaron recuperar la inicia-

84. Crónica del Halconero, cit., pp. 319-320.

- 47
tiva a través del control del Consejo Real y mediante la pro-
paganda en las ciudades en favor de la libertad del rey. En
Toledo, la voluntad pronobiliaria no se movió; en enero de
1441, a pesar de la prohibición regia, el infante don Enrique
fue nuevamente recibido en la ciudad 8s •
Pedro López de Ayala fue recompensado material-
mente por su colaboración con la liga, una vez que ésta acce-
dió al poder. El 11 de abril de 1442 la reina doña María otor-
gó a Elvira de Castañeda, mujer del alcalde mayor, 30.000
mrs. de juro; un día después, Juan 11 concedió al de Ayala un
juro perpetuo de 100.000 mrs., y otro más de 70.000 mrs.,
renunciado éste en su favor por los infantes don Juan y don
EnriqueB 6 . En esta ocasión la privanza del alcalde mayor esta-
ba en función de la privanza de los infantes, muy a pesar del
rey don Juan.

En el verano de 1443, a través de la acción política


que se ha denominado «golpe de Estado de Rámaga», el infan-
te don Juan se hizo cargo del Consejo y se apoderó de la per-
sona del rey. Los miembros de la liga encajaron mal el «golpe»
y se dispusieron a combatir a los infantes. Pedro López, no se
sabe en qué momento, pasó a formar parte de la oposición a
la nueva tiranía. Fue por entonces cuando entró en contacto
con el príncipe don Enrique, que se convertirá en un valioso
apoyo para el futuro.
El nuevo cambio de partido de Ayala, realizado simul-
táneamente por el grueso de los caballeros toledanos, consti-
tuyó un gran acierto político que iba a propiciar el avance más
significativo de su promoción política y social. El 4 de sep-
tiembre de 1444 Juan 11 confirmó a Pedro López y a su hijo
todas las mercedes que les había concedid0 87 • Pero además, y

85. ¡bid., pp. 360-362.


86. A.D.F., Fuensalida, leg. 237, nº 13, 14 Y 15.
87. A.D.F., Fuensalida, catá!. 41, nQ 6. Esta merced suponfa el perdón por la
traición de los últimos años y la confirmación de las donaciones efectuadas
por el rey bajo la presión de los infantes en 1442.

48-
esto es lo más importante, el mismo día, el rey concedió al
viejo alcalde mayor trescientos vasallos perpetuos en ciertos
lugares que pronto se especificarían 88 . Se producía el acceso
a la constitución de un estado señorial para el linaje Ayala.
Quince días después, el 19 de septiembre, Pedro
López y su hijo mayor eran recibidos por el príncipe de
Asturias «en su casa»89. Don Enrique se comprometía a prote-
gerlos y a asegurarles su privilegiada posición en Toledo. Entre
los protegidos del príncipe se encontraba el alférez mayor de
Castilla Juan de Silva; hay que destacar esta concordia entre
los parientes mayores de los dos linajes que van a enfrentarse
violenta.mente por el poder en Toledo a lo largo de las déca-
das posteriores. Este documento de acogida del futuro Enrique
IV al alcalde mayor de Toledo recuerda una confederación
que recientemente había sido establecida entre los dos líderes:
«E por quanto el Alférez don Johán de Silva es mío e bive con-
migo, e yo soy certificado que el dicho Alférez es confedera-
do con vos 105 dichos Pero López e Pedro de Ayala, por la pre-
sente escriptura se entiende que yo he e aya de guardar a vos
e a cada uno de vos por la forma que tengo de guardar al
dicho Alférez. E vos 105 dichos Pero López e Pedro de Ayala,
avedes e ayades de guardar al dicho Alférez por la vía e forma
de la confederación e amistad entre él e vosotros fecha e otor-
gada»9o.
La creación del señorío de los Ayala rompió el siem-
pre inestable equilibrio de la oligarquía local toledana; la ciu-
dad perdía parte de su jurisdicción en la tierra en favor de una
sola persona, precisamente la más poderosa de Toledo. Desde
el momento de su acceso al señorío, Pero López tuvo que

88. A.D.F., Fuensalida, leg. 237, nº 18. Los lugares serían, como más adelante
se señalará, Cedillo, Guadamur, Huecas, Humanes y Peromoro. Todo lo refe-
rente a la formación del estado señorial de los Ayala se analizará en el capí-
tulo 6 de este trabajo.
89. A.D.F., Fuensalida, leg. 56, nO 6; documento publicado en E. BENITO, Op.
cit., pp. 174-175.
90. la confederación referida entre Silva y Ayala fue firmada el 5 de junio en
Cifuentes; vid. A.D.F., Fuensalida, leg. 56, nº 6.

- 49
enfrentarse a la cada vez más fuerte oposición de los caballe-
ros toledanos, que tratarían a toda costa de impedir al alcalde
mayor el disfrute de sus posesiones.
Una vez más la Monarquía encontraba una oportuni-
dad para profundizar su control sobre la ciudad; y así lo hizo,
nombrando en noviembre de 1445 a Pedro Sarmiento, su
repostero mayor, asistente en Toledo; y entregándole además
la tenencia de la ciudad, sustraída a Pedro López 91 . Eloy
Benito, basándose en el relato de Pedro Carrillo de Huete, hal-
conero del rey don Juan, considera que la razón que movía al
monarca a deponer al de Ayala era el rencor producido por
sus repetidas infidelidades en el tiempo de la guerra con los
infantes de Aragón 92 • Sin negar el peso que en el ánimo regio
tuvo la traición reiterada, debemos subrayar aquí la relevancia
de las motivaciones al margen de lo personal. Con la imposi-
ción del asistente, Juan 11 daba un paso más en la política de
concentración del poder en manos de la Monarquía; de «cen-
tralización», diríamos en términos actuales. A lo largo del siglo
XV, lo mismo en Toledo que en otras ciudades y villas, el
monarca actuó inclemente contra personas y grupos con el fin
de desarrollar ese programa de concentración de poder93 .
Despojado Pedro López, inmediatamente se quejó a
su protector, el príncipe don Enrique, rogándole su interven-
ción. Las relaciones entre Juan 11 y su hijo eran cada vez más
tirantes y en esta ocasión el rey hubo de transigir ante las exi-
gencias de don Enrique, respaldado por entonces por la mayor
parte de la ricahombría castellana. La «concordia de
Astudillo», firmada el 14 de mayo de 1446, restablecía el
poder de la nobleza y forzaba a don Álvaro de Luna a com-
partir «el orden del servicio del rey y la ejecución de la justi-

91. Crónica del Halconero, cit., p. 468.


92. E. BENITO, Op. cit., pp. 25-26.
93. El proceso de «centralización. es estudiado por Miguel Ángel Ladero en
dos artlculos: .EI poder central y las ciudades en España, del siglo XIV al final
del Antiguo Régimen., Revista de Administración Pública, XCIV (1981), pp.
173-198, Y .Corona y ciudades en la Castilla del siglo XV" En la España
Medieval, V (1986), pp. 551-574.

50 -
da» con don Juan Pacheco, marqués de Villena 94 . Un día des-
pués, el 15 de mayo, a Pedro López de Ayala se le aseguraba
la alcaldía mayor de Toledo y se le confirmaba la merced de
los trescientos vasallos en la Tierra de Toledo, pero la tenencia
de la ciudad se dejaba en manos de Sarmient095 . En esta dis-
posición se manifiesta que el principal objetivo del rey no era
castigar al de Ayala sino controlar Toledo a través de un hom-
bre de confianza, en este caso el asistente.
Sin embargo, el hombre de confianza de Juan 11 no se
comportó como tal, escapando muy pronto del control regio.
Pedro Sarmiento se convirtió en portavoz de la oposición de
la oligarquía al alcalde mayor. Contra la disposición de
Astudillo, el asistente y los caballeros toledanos impidieron a
Pedro López el ejercicio de la alcaldía mayor y la efectiva
posesión de su señorío. Llama la atención el hecho de que por
primera vez un individuo personalizaba la oposición; hasta
aquel momento las luchas contra Pedro López habían sido
realizadas por un colectivo sin cabeza visible; es evidente que
desde mediados del siglo XV los bandos toledanos en pugna
se estructuran mejor.
Si se recuerdan las dificultades que Juan 11 había
encontrado para introducir a sus hombres en el concejo tole-
dano, en particular la imposibilidad de radicar en él a Gómez
García de Hoyos, sorprende la facilidad con que Sarmiento se
apoderó de Toledo y acaudilló a la rebelde oligarquía local.
Pero esta «sorpresa» tiene su explicación. La paz local se fun-
damentaba en el equilibrio entre los miembros de la oligar-
quía; el concejo, controlado por los caballeros, era el instru-
mento de que éstos se servían para ampliar su influencia sobre
la ciudad y su tierra. Todos los caballeros participaban de este

94. lo SUÁREZ FERNÁNDEZ, Nobleza y Monarquía ... , cit., p. 168.


95. A.D.F., Fuensalida, leg. 56, nO 4/10; documento publicado en E. BENITO,
Op. cit., pp. 176-178.

- 51
modo en el «señorío colectivo» de la ciudad 96 . Pedro
Sarmiento va a ser utilizado por la oligarquía toledana como
instrumento en esta pugna. Por su parte, el repostero mayor se
dejó manejar movido por un afán de lucro fácilmente com-
prensible. '
Los episodios de la rebeldía de Pedro Sarmiento son bien
conocidos gracias a los trabajos de Eloy Benit0 97 .
Inmediatamente después de la concordia de Astudillo, como
se ha indicado más arriba, el rey se vio obligado a reponer en
su lugar a Pedro López. Pero por entonces el despojo al alcaI-
de mayor ya había comenzado; en pocos meses, el asistente y
los enemigos de Ayala se habían adueñado de la ciudad. La
rebeldía manifiesta de esta facción aparece con toda claridad
el 8 de junio de 1446, fecha en que Sarmiento prohibía a
Gonzalo Fernández de Córdoba, criado del alcalde mayor, la
presentación ante el ayuntamiento de la orden de Juan 11, ya
comentada, en que se restauraba el poder de Ayala 98 . Ante la
protesta de éste, la orden se renovó el 28 de juni099 . Sucesivas
órdenes regias en el mismo sentido fueron desoídas hasta que
la rebelión estalló abiertamente en enero de 1449, siendo
completamente sofocada un año después.
La revuelta de Pedro Sarmiento, un episodio más de la
lucha de la oligarquía local por mantener su predominio, sólo
fue posible por la debilidad coyuntural de una Monarquía
amenazada desde el exterior por los aragoneses y desde den-

96. Desde el siglo XIII las oligarquías urbanas de Castilla encontraron fórmu-
las, como la asociación en linajes o bandos, para protegerse de la alta noble-
za y del engrandecimiento de algunos caballeros locales; vid. M. ASENJO,
«Oligarquías urbanas en Castilla en la segunda mitad del siglo XV", Actas do
Congresso Internacional Bartolomeu Días e a sua epoca, Oporto, 1989, tomo
IV, pp. 424-425.
97. Op. cit., pp. 33-59; .Pero Sarmiento y la rebelión toledana de 1449»,
Revista de la Universidad de Madrid, V (1956); «Don Pero Sarmiento, repos-
tero mayor de Juan 11 de Castilla», Hispania, XVII (1957), y otros,
96. A.D.F., Fuensalida, leg. 34, nQ 4/11; publicado en E. BENITO, Toledo en el
siglo XV... , cit., pp. 178-179.
99. A.D.F., Fuensalida, leg. 56, nQ 12; publicado en E. BENITO, Toledo en el
siglo XV... , cit., pp. 180-181.

52-
tro por la nobleza del país. Pero cuando los aragoneses retro-
ceden, la liga nobiliaria se rompe y el príncipe don Enrique se
une a su padre y al condestable don Álvaro, Sarmiento y los
suyos se encuentran abocados al fracaso. Hay que señalar, por
otra parte, un factor importante en la perseverancia de la
rebeldía: su cariz antisemita. A comienzos del verano de 1449
Sarmiento convocó un ayuntamiento en el que se acordó la
privación de cargos públicos a los conversos: este acuerdo es
la famosa «Sentencia-Estatuto de Pedro Sarmiento» 100, que
logró durante algún tiempo el apoyo de la población toleda-
na.
Con todo, la rebeldía concluyó y la paz retornó paulatina-
mente. La oligarquía local habría de conformarse con la res-
tauración del poder de los Ayala en la ciudad y el afianza-
miento del señorío en la tierra. En 1451 murió el viejo Ayala,
y. sin grandes problemas Pedro López 11 asumirá el liderazgo
local que su padre había afianzado en beneficio del linaje.

100. La sentencia-estatuto ha sido publicada en diversos trabajos, entre otros


S. HOROZCO, Relaciones históricas toledanas, ed. de j. Weimer, Toledo,
1981, pp. 21-27; A. MARTíN-GAMERO, Historia de la ciudad de Toledo, sus
claros varones y sus monumentos, ed. facsímil. Toledo, 1979, pp. 1036-1040;
E. BENITO, Toledo en el siglo XV... , cit., pp. 191-196.

- 53
3. PEDRO LÓPEZ 11 y LAS LUCHAS
DE BANDOS (1451-1474)

3.1. LAS LUCHAS DE BANDOS

A lo largo del siglo XV, yen particular bajo el reinado


de Enrique IV, la Corona de Castilla padeció una constante
conmoción política, cuya más evidente expresión fue el
enfrentamiento entre facciones nobiliarias que se han deno-
minado «bandos». Fue éste un fenómeno que afectó tanto al
conjunto del país como a cada una de sus ciudades y territo-
rios. El término «bando» se emplea para designar las facciones
en lucha en ambos niveles pero, como más adelante veremos,
es a nivel local donde los bandos se caracterizan plenamente.
Los bandos castellanos que protagonizaron la historia
política del reinado enriqueño fueron asociaciones, siempre
inestables, de linajes nobiliarios que pretendían alcanzar la
privanza regia para desaroHar un programa de gobierno,
imponiéndose a otro colectivo que se les enfrentaba: el bando
opuesto. La imposición era, pues, su finalidad inmediata; pero
para comprender estas asociaciones nobiliarias, características
de la acción política castellana de la época, debemos con-
templar cuáles eran sus programas políticos y cómo evolucio-
naron hasta que los Reyes Católicos pusieron fin, al menos
temporalmente, a sus actividades 101 .

101. L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Nobleza y Monarquía. Puntos de vista sobre la


historia polftica castellana del siglo XV, 2' ed. corregida y aumentada,
Valladolid, 1975, y M.1. DEL VAL VALDIVIESO, .Los bandos nobiliarios
durante el reinado de Enrique IV., Hispania, 129 (1975), pp. 249-293, han
estudiado los bandos castellanos de la época. En sus trabajos basamos nues-
tra exposición.

- 55
El reinado de Enrique IV suele dividirse en dos etapas
de semejante duración. La primera de ellas, entre 1454 y
1464, se caracteriza por una paz interna en Castilla que pro-
pició una actitud expansionista frente al Reino musulmán de
Granada y la intromisión del rey Enrique en la Corona de
Aragón. Durante esta década Juan Pacheco, marqués de
Villena, gozó de la confianza regia, ejerciendo un papel seme-
jante al que en otro tiempo correspondiera a don Álvaro de
Luna, con la diferencia de que Pacheco minó ostensiblemen-
te el poder monárquico. Entre 1463 y 1464 Enrique IV quiso
dar un giro a su política promocionando a Beltrán de la Cueva
y a los Mendoza. Esto produjo recelos entre Pacheco y los
suyos, dando lugar a una segunda fase del reinado, entre 1464
'y 1474, marcada por los enfrentamientos, por las luchas de
'·bandos que son objeto de nuestra atención.
La historiografía ha diferenciado dos programas polí-
ticos de los bandos castellanos: uno «monárquico» y otro
«aristocrático», dos programas opuestos que fundamentaban
la acción de los grupos en conflicto. El primero de ellos lo
adoptaron quienes pretendían el fortalecimiento del poder
monárquico, considerando que éste era el único modo de
lograr una paz interna en Castilla que redundaría en beneficio
de la propia aristocracia 102 • El programa «aristocrático» fue
propuganado por aquéllos que buscaban el encumbramiento
del poder nobiliario a costa de la realeza, entendiendo que a
los aristócratas correspondía gobernar con el rey. Estos dos
programas responden a las dos concepciones sobre el poder
monárquico en torno a las cuales giraban las relaciones noble-
za-Monarquía al final del Medievo: la teocrática, según la cual
el poder real, de origen divino se imponía sobre el resto de los
poderes terrenos; y la feudal, que hacía hincapié en la cola-
boración de los nobles en el gobierno, ya que el poder regio
era de carácter contractuaP 03.

102. M. 1. DEL VAL, Op. cit., p. 255, lo expone de esta forma.


103. M; C. QUINTANILLA, «Nobleza y señoríos en Castilla durante la Baja
Edad Media. Aportaciones de la historiografía reciente», Anuario de Estudios
Medievales, 14 (1984), p. 623.

56 -
Expuestos los dos programas, veamos a continuación
cuáles fueron los bandos que propusieron uno y otro, desde
que en 1464 se desatan las hosti I idades, hasta su cese en torno
a 1480. Cuando en 1464 se produjo la ruptura entre Enrique
IV y Pacheco la nobleza se escindió en dos grandes grupos: los
que defendían el poder regio eran encabezados por los
Mendoza; los que perseguían un gobierno oligárquico, asen-
tado sobre la debilidad de la Monarquía eran Pacheco, los
Pimentel, Enríquez, Manrique, Estúñiga y los arzobispos
Carrillo y Fonseca, entre otros. Este último grupo tomaría
como bandera de la rebelión al príncipe don Alfonso, al cual
proclamaron rey.
Cuando murió el pequeño Alfonso, en 1468, los ban-
dos se reorganizaron y pasaron a ser tres, encabezados por
Pacheco, Carrillo y Mendoza. El primero de ellos pretendía la
consolidación de los nobles en el poder, gozando de la pri-
vanza de Enrique IV; el bando del arzobispo de Toledo seguía
un programa similar, pero su bandera era la princesa heredera
Isabel; el grupo de los Mendoza defendía la legitimidad
monárquica y por ello se adhería al rey Enrique.
Los tres bandos de los últimos años del reinado de Enrique
IV se redujeron a dos a la muerte de éste, en 1474. Los
Mendoza y los suyos defendieron la legitimidad de Isabel y
Fernando; Carrillo y los seguidores de Pacheco, ya muerto,
optaron por apoyar la entronización de doña Juana, a la que
presentaban como hija legítima del rey Enrique. El enfrenta-
miento se saldó con la victoria de los «isabelinos», que dio
paso a la imposición del poder regio en manos de monarcas
enérgicos, Isabel y Fernando, que lo hicieron valer,04. Pero
esta última fase, ya bajo el reinado de los Reyes Católicos, será
estudiada en el capítulo siguiente.

Como ya se ha señalado, en las ciudades castellanas


se fue consolidando en los siglos XIII y XIV la oligarquización

104. El posicionamiento de los linajes en los bandos nobiliarios durante el


período 1464-1479 ha sido expuesto en M. 1. DEL VAL, Op. cit., pp. 266 Y
siguientes.

·57
del poder en manos de un grupo reducido de linajes que
monopolizaron los más importantes oficios locales; se impu-
sieron los concejos restringidos donde antes habían prevaleci-
do modelos más participativos. En las ciudades que fueron
tomadas al Islam con cierta madurez institucional, como
Toledo, Córdoba, Sevilla o Murcia, nunca existió una masiva
participación en el gobierno local. En todos los núcleos de
población castellanos de importancia, la mayoría de 105
pobladores, el «común» , al final del Medievo contaba en el
concejo con una representación mínima, simbólica o nula.
Una vez que los grandes concejos castellanos se encontra-
ron dominados por las oligarquías, se desataron las luchas por
el poder en su seno; las luchas de bandos10 5 . En algunos luga-
res se produjeron estabilizaciones temporales a través del
reparto de los cargos concejiles entre los contendientes. En
otros puntos ni siquiera esto fue posible y solamente las tre-
guas firmadas entre las facciones podían dar lugar al diálogo,
casi siempre infructuoso. Salamanca y Segovia pueden repre-
sentar el primer caso 106; el segundo se encuentra bien ejem-
plificado en Córdoba y en Toledo 107 •
En estas luchas se forjaron y se consolidaron los ban-
dos locales, facciones integradas fundamentalmente por
nobles, cuya principal pretensión fue la de imponerse a otras
facciones semejantes. Marie Claude Gerbet ha diferenciado

105. Un estudio general sobre las luchas de bandos urbanos es el de M. A.


LADERO, «Linajes, bandos y parcialidades en la vida política de las ciudades
castellanas (siglos XIV y XV)>>, Bandos el querelles dinastiques en Espagne ala
fin du Moyen Age, París, 1991, pp. 101-134.
106. El caso de Salamanca es estudiado en C. 1. LÓPEZ BENITO, Bandos nobi-
liarios en Salamanca al iniciarse la Edad Moderna, Salamanca, 1983. Para
Segovia la obra fundamental es M. ASENJO, Segovia. La ciudad y su tierra a
fines del Medievo, Segovia, 1986.
107. Para Córdoba véase M. C. QUINTANILLA, «Estructura y función de los
bandos nobiliarios en Córdoba a fines de la Edad Media», Bandos et querelles
dinastiques en Espagne a la fin du Moyen Age, París, 1991, pp. 157-193. El
caso de Toledo no ha sido aún sistemáticamente estudiado, pero puede extra-
erse información útil de la obra de E. BENITO, Toledo en el siglo Xv. Vida
política, Madrid, 1961.

58 -
dos tipos de bando: el «bando-linaje» fue la más primitiva
forma de solidaridad en las luchas urbanas; quienes se asocia-
ban en una facción de este tipo constituían un clan de parien-
tes y clientes. En el siglo XV se impuso en la mayoría de las
ciudades castellanas el segundo tipo de bando, el «bando-par-
cialidad», que aglutinaba a un conjunto de linajes, vinculados
ya no por las afinidades sanguíneas sino por las aspiraciones
políticas, y algunos grupos no nobles de la sociedad urba-
na 108.
Los bandos toledanos se manifestaron a lo largo de
todo el siglo XV, pero sólo desde el reinado de Enrique IV apa-
recen como bloques sólidamente estructurados. Al menos
hasta la rebelión de Pedro Sarmiento pueden distinguirse en la
lucha un grupo que apoya a los Ayala y otro que los combate;
pero desde los primeros años del reinado enriqueño las ten-
siones enfrentarán a los bandos «clásicos» de la ciudad: : el
que lideraban los Ayala y el que dirigían los Silva. Desde 1467
las luchas por el predominio local, pues tal era su objetivo, se
convirtieron en algo cotidiano, y las conexiones con el con-
flicto dinástico castellano sirvieron a unos y otros de apoyo
exterior. En Toledo no hubo apenas intentos de conciliación
entre las facciones; la solución al conflicto fue, una y otra vez,
la suplantación de un bando por otro. Las fórmulas de com-
promiso más duraderas llegaron de la mano de los Reyes
Católicos y sólo muy difícilmente acabarían afianzándose.

108.M. C. GERBET, La noblesse dans le Ro}'aume de Castille. Ses structures


sociales en Estrémadure (1454-1506), París, 1979, pp. 203-205.

- 59
3.2. DE LA ESTABILIZACiÓN A LA RENOVACiÓN
DE LAS TENSIONES (1451-1468)

Desde la muerte de Pedro López I y durante más de una


década, la oligarquía toledana vivió en relativa concordia,
aunque no faltaron amenazas de ruptura. En 1454-1455 se
producía ya el primer conflicto entre los dirigentes de la ciu-
dad: Pedro de Ayala y Fernando de Rivadeneira disputaban
por un molino y una dehesa 109. Este enfrentamiento personal
difícilmente podía degenerar en lucha abierta de facciones, ya
que los dos contendientes estaban ligados al bando de Ayala.
De todos modos, Pedro lópez 11, preocupado por el conflicto,
como alcalde mayor ordenó incautar los bienes que constituí-
an el objeto de la discordia; pero la incautación no se realizó
por la intervención del alcalde mayor de las alzadas y alcaide
del alcázar Luis de la Cerda que, garante de la neutralidad,
dejó el contencioso en manos de Pedro García de Luarca, ins-
tructor regio 110.
En 1458 Enrique IV, temiendo un nuevo enfrenta-
miento de bandos, exigió a los notables toledanos prestar jura-
mento de guardar la paz en la ciudad. El documento de con-
cordia, firmado el 6 de octubre de aquel año, permite con-
templar hasta qué punto se había consolidado el liderazgo en
los dos bandos 111 • En el encabezamiento figura el asistente
Alfonso de Estúñiga, e inmediatamente después los líderes de

109. Este Pedro de Ayala, comendador de Mora, en la Orden de Santiago, era


sobrino de Pedro López 11; en 1454 había recibido un lote de los bienes deja-
dos por sus abuelos Pedro López 1 y Elvira de Castañeda; vid. A.H.N., Clero,
leg. 7.331. Fernando de Rivadeneira había sido camarero de don Álvaro de
Luna y era señor de Caudilla.
110. E. BENITO, Op. cit., pp. 84-85, relata el episodio basándose en el texto
del padre J. ROMÁN DE LA HIGUERA, Historia eclesiástica de la Imperial
Ciudad de Toledo y su tierra, B.N., Ms. 1.290.
111. El original de este compromiso se encuentra en A.M.T., A.S., caj. 5, leg. 6, nO
4; ha sido publicado en E. BENITO, Op. cit., pp. 228-231; vid. Ap. doc., nº 3.

60 -
las facciones: Juan de Silva, primer conde de Cifuentes, y
Pedro López de Ayala, alcalde mayor de la ciudad, prece-
diendo ambos al alcalde mayor de las alzadas y alcaide del
alcázar Luis de la Cerda. Las firmas de muchos caballeros y
hombres buenos se estamparían en los meses que siguen a la
redacción del documento. Entre ellos hay algunos que pode-
mos vincular con toda seguridad a una de las dos facciones;
así el comendador Fernando de Ayala, íñigo de Ayala y el
comendador Pedro de Ayala, los tres hermanos, y el alcalde
Antón de Ajofrín, lugarteniente de Pedro López 11, formaban
en el bando de Ayala; Arias Gómez de Silva se encuadraría en
la facción del conde de Cifuentes.
La aparente calma en que vivió Toledo en los años
sucesivos se debió al mantenimiento de la tregua. Luis de la
Cerda, como alcalde mayor de las alzadas, ejerció una fun-
ción arbitral en colaboración del asistente, figura institucional
que se iba convirtiendo en habitual. Entre 1458 y el comien-
zo de la guerra civil de 1465 tuvieron el oficio Alfonso de
Estúñiga, Alonso Díaz de Montalvo, Rodrigo de U/loa y Pedro
de Guzmán; todos ellos fueron, como Luis de la Cerda, fieles
servidores del monarca e indiferentes a las ambiciones locales.

El panorama político castellano, dominado durante


una década por el marqués de Villena, sufrió en 1464 un golpe
de timón, propiciado por Enrique IV al otorgar su confianza a
don Beltrán de la Cueva, conde de Ledesma 112. Desde este
momento la nobleza se hallaba dividida en dos bandos irre-
conciliables: en uno de ellos se agruparon los defensores de la
autoridad monárquica, en particular el clan de los Mendoza,
integrado por Diego Hurtado de Mendoza, marqués de
Santillana, duque del Infantado y conde del Real de

112. La actividad política de esta época al más alto nivel puede seguirse en L.
SUÁREZ FERNÁNDEZ, Op. cit., ; hay además dos importantes trabajos que se
ocupan de este período: J. TORRES FONTES, El príncipe don Alfonso, 1465-
1468, Murcia, 1971; Y D. C. MORALES, Alfonso de Ávila, rey de Castilla,
Ávila, 1988.

- 61
Manzanares; su hermano íñigo López de Mendoza, conde de
Tendilla; y un tercer hermano, Pedro González de Mendoza,
cardenal de la Santa Cruz y luego obispo de Sigüenza y arzo-
bispo de Toledo; Beltrán de la Cueva, casado con una herma-
na de ellos, luchaba a su lad0 113 • Frente a éstos se hallaban
Juan Pacheco y los suyos, partidarios de un gobierno aristo-
crático bajo su control y amparado en la debilidad de Enrique
IV.
La reacción de la liga nobiliaria, formada por los
Pacheco, Pimentel, Enríquez, Estúñiga y otros, no se hizo
esperar. Por un acuerdo firmado el 24 de octubre de 1464
entre el rey y el marqués de Villena, don Beltrán tuvo que
renunciar al maestrazgo de la Orden de Santiago, recibido
aquel mismo año, en favor del infante don Alfonso, al que se
reconocía heredero de la Corona, concertándose su futuro
matrimonio con la princesa doña Juana, supuesta hija del rey
Enrique. La custodia del infante pasaba al marqués de Villena.
Con estas armas en sus manos, la liga impuso sus plantea-
mientos en la sentencia de Medina del Campo, elaborada
entre diciembre de 1464 Y enero de 1465 por una comisión,
reinstaurando el régimen nobiliario en la Corona de
Castilla 114 •
Cuando Enrique IV declaró nula la sentencia de
Medina y ordenó confiscar los bienes del marqués de Villena,
se enfrentaba al grueso de la nobleza castellana, que el 5 de
junio de 1465 respondió con su deposición a los pies de las
murallas de Ávila 115, No vamos a detenernos aquí en el relato
de la guerra que, por otra parte, ha sido satisfactoriamente
estudiada en todas sus fases por Dolores Carmen Morales.

113. Sobre los Mendozavid. H. NADER, Los Mendoza yel Renacimiento espa-
ñol, Guadalajara, 1984.
114. La sentencia de Medina del Campo ha sido acertadamente interpretada
como constitución nobiliaria en D. C. MORALES,Op. cit., pp. 66-86.
115. El acto humillante de la deposidón de Enrique IV, lleno de simbología y
largamente comentado en nuestra historiografía, fue protagonizado por el
arzobispo Carrillo, los condes de Plasencia y Benavente y Diego López de
Estúñiga.

62 -
Solamente señalaremos que este enfrentamiento fue poco
cruento y se desenvolvió más en negociaciones infructuosas
que en campos de batalla.

Ante la deposición del rey legítimo los notables tole-


danos actuaron unidos, tomando los puntos fuertes de la ciu-
dad y expulsando al asistente y alcaide Pedro de Guzmán 116 .
Al tiempo que una acción movida por intereses particulares,
esto suceso expresaba una resurrección del orgullo local fren-
te al progresivo control regio de la ciudad. Toledo aceptaba
como nuevo rey al príncipe don Alfonso que, agradecido, con-
cedió un juro perpetuo de 200.000 mrs. a los cinco hombres
más poderosos de la ciudad: Alfonso de Silva, conde de
Cifuentes, el alcalde mayor Pedro López de Ayala, los maris-
cales Payo de Ribera y Fernando de Rivadeneira y Lope de
Estúñiga 117 • El papel de Pedro López 11 en la guerra civil fue
bastante pasivo, pudiendo considerársele como un partidario
templado del bando alfonsino. Esta actitud explicaría el hecho
de que el príncipe no le concediera más mercedes que la otor-
gada al comienzo de la guerra por su adhesión 118.
La concordia toledana, carente ahora de árbitro, no
podía durar mucho tiempo. Los bandos locales se enfrentarían
con gran violencia en el verano de 1467, en un conflicto que
implicó a diversos grupos sociales. Todo comenzó el día 21 de
julio por la recaudación de ciertas rentas en Maqueda, por las
que el cabildo catedralicio, encabezado por el bastardo
Fernán Pérez de Ayala, se enfrentaba con el alcalde mayor

116. El suceso es relatado en A. PALENCIA, Crónica de Enrique IV escrita en


lat{n, Década 1, Libro VII, cap. VI; tomo 1, pp. 446-447; Y en L. GALíNDEZ DE
CARVAJAL, Crónica de Enrique IV, ed. de J. Torres Fontes, Murcia, 1946, cap.
66, p. 241.
117. Una copia del siglo XVII de esta merced se conserva en R.A.H., S.c., M-
94, fol. 335 r. - vto; ha sido publicada en E. BENITO, Op. cit., pp. 236-237.
116. Se trata de la merced compartida aludida en la nota anterior. En su amplí-
simo cuadro de las mercedes otorgadas por el príncipe don Alfonso, D. C.
Morales no ha registrado más qlle aquélla en favor del alcalde mayor de
Toledo; vid. Op. cit., p. 302.

- 63
Alvar Gómez de Ciudad Rea1'19. En defensa de éste acudieron
los conversos de la ciudad y contra ellos se lanzaron las iras
populares. Durante algunos días se repitieron escenas de des-
trucción y crueldad. Se trata de una nueva batalla entre cris-
tianos viejos y conversos, semejante a la que se vivió en 1449
bajo el gobierno de Pedro Sarmiento. Los poderosos volvieron
a instrumentalizar los instintos de las masas para emprender
un nuevo combate por el predominio local. El conde de
Cifuentes capitaneó el bando de los conversos con la espe-
ranza de hacerse dueño de la situación y forzar la capitulación
de Pedro López que, por su parte, contaba con la obediencia
de los cristianos viejos. Pero los conversos fueron vencidos y
finalmente Alfonso de Silva «tuvo que salir de la tierra» 120.
El alcalde mayor no pudo evitar la masacre de algu-
nos relevantes conversos -el jurado Fernando de la Torre, el
contador Alfonso Franco- e incluso tuvo que ratificar, reunido
en ayuntamiento con los demás oficiales, la prohibición del
disfrute de cargos municipales a los conversos. La victoria del
alcalde mayor, lograda con el mínimo esfuerzo, se había
malogrado muy pronto, pues para mantenerse en el poder
hubo d~ recurrir a la demagogia. El príncipe don Alfonso se
negó a ratificar el acuerdo discriminatorio del concejo, relati-
vizando aún más la victoria de Pedro López. Su posición se
hacía difícil en defensa de un rey que no satisfacía los deseos
de los toledanos; no tardaría en presentársele la oportunidad
de reafirmar su poder, con el beneplácito del populacho, en
defensa del rey legítimo.

En los primeros meses de 1468 la situación mejoraba


notablemente para el rey Enrique; linajes tan recalcitrantes en

119. Este Alvar Gómez había sido secretario de Enrique IV y se había pasado
al bando nobiliario en el transcurso de la redacción de la sentencia de Medina
del Campo; descubierto por el rey, tuvo que huir y sus bienes fueron embar-
gados el6 de febrero de 1465; vid. L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Op. cit., p. 211.
No sabemos en qué momento regresó y fue premiado con la ittcaldía mayor
de Toledo por los nuevos gobernantes.
120. A. PALENCIA, Op. cit., Década 1, Libro IX, cap. VI; tomo 11, pp. 50-51,
relata las luchas callejeras que tuvieron lugar entre el 21 y el 24 de julio.

64-
su rebeldía como los Pimentel y los Estúñiga habían regresado
a su obediencia. El 4 de junio de aquel año Toledo acogía a
don Enrique, y fue Pedro lópez, junto con su mujer María de
Silva, el principal artífice del cambio de bando de la ciudad.
En los sucesos toledanos de junio de 1468 121 , mucho menos
cruentos que los del verano anterior, no participaron ni Lope
de Estúñiga ni Alfonso de Silva, huido este último después de
su fracaso en la defensa de los conversos. Pedro López y
Fernando de Rivadeneira fueron los principales artífices del
regreso a la obediencia enriqueña, y serán ellos -particular-
mente el primero- quienes se beneficien en adelante de la
merced regia.
El 4 de julio de 1468 Enrique IV entregaba a Pedro
López de Ayala la gobernación de Toledo y su tierra 122. Con
este título Pedro López asumía el papel que venía desempe-
ñando el asistente en Toledo. Además, tomaba a su cargo el
oficio de alguacil mayor y lo proveía discrecionalmente; como
alcalde mayor, controlaba también las alcaldías. Esta merced
iniciaba un período de fecunda privanza regia para Pedro
López 11, cuyos hitos fundamentales fueron los siguientes:
- El 20 de julio de 1468 Enrique IV redondeaba el millón
de maravedíes que había donado al gobernador de Toledo en
compensación de los servicios prestados 123.

121. Alfonso de Palencia relata detalladamente la intriga -urdida por Maria de


Silva, su hermano Pedro de Silva, obispo de Badajoz, y el mariscal
Rivadeneira- que dio lugar a la entrada en Toledo de Enrique IV; vid. Op. cit.,
Década 1, libro X, cap. IX; tomo 11, pp, 144-147; vid, además lo GALrNDEZ
DE CARVAJAL, Op. cit., caps, 98 y 99, pp, 325-329; y Hechos del condesta-
ble Miguel Lucas de Iranzo, (Crónica del siglo XV), ed, de J, M, Carriazo,
Madrid, 1940, cap, XXXVIII, p, 386,
122. El nombramiento se conserva en A,D,F., Fuensalida, catá!. 9, nº 20, y ha
sido publicado en E. BENITO, Op, cit., pp, 249-251; vid. Ap. doc., nº 4, Sobre
el oficio de gobernador en el siglo XV vid. B. GONZÁLEZ ALONSO,
Gobernación y gobernadores, Notas sobre la administración de Castilla en el
perrodo de formación del Estado moderno, Madrid. 1974.
123. A.D.F., Fuensalida, , leg. 237, nO 24. Los lugares en que habra de ser liqui-
dada esta donación eran Maqueda, Puñonroslro y las salinas de Espartiñas,
entre otros.

- 65
- El 24 de julio de 1468 el rey concedía licencia al
gobernador para concluir las obras de la fortaleza de
Guadamur y para levantar otra en Huecas 124 •
- El 26 de agosto de 1470 Enrique IV hace merced de
las villas de Casarrubios y Chozas de Arroyomolinos en favor
de Pedro López 11 125 •
- El 3 de octubre de 1470 el rey cede a Pedro López
vitaliciamente la mitad de los derechos del oro, plata y vellón
que se labrase en la Casa de la Moneda de Toledo 126 .
- El 18 de noviembre de 1470 Pedro López recibía del
rey las tercias del arciprestazgo de Montalbán 127 .
- El mismo día 18 de noviembre Enrique IV concedió
al alcalde mayor de Toledo la jurisdicción de la villa de
Fuensal ida128.
- El 20 de noviembre de 1470 el señor de Fuensalida
era adornado con el títu lo de conde de esta vi 11 a129.
- El 22 de enero de 1471 el conde de Fuensalida com-
pletaba la serie de mercedes con la licencia para aumentar el
mayorazgo del linaje, fundado por su padre en 1435 13 °.
Entre julio de 1468 y enero de 1471 los Ayala habían
logrado acrecentar notablemente su patrimonio y su señorío
en la Tierra de Toledo, consolidándose al frente de la ciudad.
Pero además consiguieron ingresar en ese grupo privilegiado

124. A.D.F., Fuensalida, catál. 9, nº 9; documento publicado en E. COOPER,


Castillos señoriales de Castilla, siglos XV-XVI, Madrid, 1980, tomo 1, p. 718.
125. En R.A.H., S.c., B-91, fol 49 vto. - 50 r. encontramos una copia incom-
pleta de esta merced.
126. A.D.F., Fuensalida, leg. 237, nº 26. Esta merced la había disfrutado con
anterioridad su mujer, ya muerta, María de Silva.
127. A.D.F., Fuensalida, leg. 237, nº 27.
128. A.D.F., Fuensalida, leg. 249, nº 5. Previamente Fuensalida se había cons-
tituido en villa, quedando liberada de la jurisdicción toledana.
129. Dos copias de esta merced se conservan en A.D.F., Fuensalida, leg. 237,
na 28; una copia del siglo XVII en R.A.H., S.c., B-91, fol. 51 r. - 52 vto.; vid.
Ap. doc., na 5.
130. Se conservan varias copias -ya señaladas en este trabajo- de este privile-
gio enriqueño, inserto en la fundación de mayorazgo de 1475; vid. A.H.N.,
Consejos, leg. 43.649, pza. 31.

66-
de linajes que ostentaban un título y formaban parte de la más
alta jerarquía nobiliaria.

3.3. LA CRISIS SUCESORIA Y LAS


DISCORDIAS TOLEDANAS (1468-1474)

En los seis últimos años del reinado de Enrique IV, las


luchas de bandos toledanos crecieron en intensidad, impli-
cándose cada vez en mayor medida en los enfrentamientos
por la sucesión al trono castellano. A la muerte del infante-rey
don Alfonso, el 5 de julio de 1468, los grandes linajes nobi-
liarios castellanos replantearon su posicionamiento. En el pri-
mer apartado de este capítulo hemos mencionado la existen-
cia de tres bandos durante esta etapa, liderados por Pacheco,
Carrillo y Mendoza, considerando que los dos primeros pro-
pugnaban un programa de gobierno aristocrático y que el últi-
mo optaba por el fortaleci m iento del poder monárqu ico 131.
Sin embargo, creemos necesario matizar esta enunciación.
Entre los seguidores de Enrique IV había partidarios de
las dos opciones de gobierno. El marqués de Villena, que de
hecho manejó los hilos del poder durante este período, bus-
caba el fortalecimiento de los linajes que le apoyaban, bene-
ficiándose de una privanza basada en la debilidad regia. Los
Mendoza y sus seguidores, entre ellos los Velasco, buscaban
la consolidación del poder monárquico a través de una estric-
ta legitimidad, y por esto no abandonaron al rey Enrique hasta
el final, a pesar de sus continuos titubeos.
Aliado de la infanta Isabel permanecieron en 1468 el arzo-
bispo Carrillo y algunos linajes, como los Manrique y los
Enríquez, que habían apoyado a su hermano don Alfonso.
Entre los «isabelinos» se manifestaron también las dos tenden-
cias políticas. El arzobispo de Toledo tenía sin duda unos pla-

131. Esta visión es la que presenta M. 1. DEL VAL VAL DIVIESO, Op. cit., la cual
añade algunas matizaciones que exponemos a continuación.

- 67
nes similares a los de Juan Pacheco; esperaba suplantarlo al
frente de la oligarquía nobiliaria en el momento en que doña
Isabel sustituyese en el trono a don Enrique. Pero poco a poco
Carrillo y los que pensaban como él fueron percibiendo que la
infanta Isabel -convertida en princesa heredera mediante el
pacto de los Toros de Guisando en septiembre de 1468- y su
marido don Fernando de Aragón no estaban dispuestos a per-
mitir el gobierno de los privados 132 • Con esta actitud coinci-
dieron algunos isabelinos desde muy temprano: Cárdenas y
Chacón serían en este sentido los más representativos. Pero
también algunos linajes del bando isabelino que se habían
caracterizado por su apego al gobierno nobiliario optaron por
el fortalecimiento de la Monarquía, entre ellos el poderoso
clan de los Manrique, que no dejará de luchar en defensa de
los príncipes Isabel y Fernando, lo mismo antes que después
de su coronación.

El posicionamiento de los Ayala toledanos en los años


tensos que siguieron a la muerte del príncipe don Alfonso fue
claramente pronobiliario. Sabemos que entre julio de 1468 y
septiembre de 1471 Pedro López 11 se encuentra, como gober-
nador, al frente·de Toledo; ya hemos señalado cómo durante
este período gozó plenamente de la privanza regia, y es
impensable que tal privanza tuviera lugar si Pedro López se
encontrara lejos de Juan Pacheco, que por entonces era el
hombre más cercano al rey.
Efectivamente, el 12 de febrero de 1470, el ya maes-
tre de Santiago se confederó con el gobernador toledano y
otros notables de la ciudad -Fernando de Rivadeneira y el
intrigante obispo de Badajoz Pedro de Silva- para asentar su
influencia en Toledo 133. Por su parte, el de Ayala encontraba

132. Carrillo conoció pronto las intenciones de los prfncipes; en cierta ocasión
don Fernando le dijo que él .no entendfa ser gobernado por ninguno.; vid. L.
SUÁREZ FERNÁNDEZ, Op. cit., pp. 235-236.
133. El pacto de confederación, conservado en A.D.F., Fuensalida, leg. 12, nQ
1 adición, y publicado en E. BENITO, Op. cit., pp. 256-259, se inscribía en un
amplio plan de confederaciones que a lo largo y ancho del reino el maestre
de Santiago estaba desarrollando; vid. M. 1. DEL VAL, Op. cit., p. 269.

68-
un respaldo seguro para su liderazgo local. El mismo día el
pacto se ampliaba para tratar la readmisión en Toledo de los
desterrados 134 . Juan de Silva, tercer conde de Cifuentes, y su
tío Juan de Ribera entraron en la ciudad, pactándose entonces
el matrimonio entre el joven Silva y Leonor de Ayala, hija de
Pedro López 11.
A pesar de las pacíficas intenciones de todos los
implicados, las rivalidades entre los bandos se renovaron. El
11 de septiembre de 1470 fue necesario establecer una tregua
entre los contendientes 135, que duraría poco. En el transcurso
de estos enfrentamientos se produjo la destrucción de la forta-
leza de Lope de Estúñiga, en el lugar de Polán, por un contin-
gente enviado para tal fin por Pedro López 11 136 . La oposición
al gobierno de los Ayala fue creciendo a lo largo de 1471, yel
mes de septiembre de aquel año el conde de Fuensalida y los
suyos tuvieron que abandonar Toled0 137 . Juan de Silva y Juan
de Ribera no quisieron compartir la primacía local con el
maestre de Santiago e intentaron prender al asistente regio
Garci López de Madrid, el cual resistió en el alcázar hasta que
los mariscales Ribera y Rivadeneira, con Juan Pacheco, consi-
guieron romper el cerco y expulsar de la ciudad a los líderes
del bando de Silva: el conde de Cifuentes, Juan de Ribera y
Lope de Estúñiga 138.
La situación sería de nuevo controlada por el maestre
de Santiago, que optó en esta ocasión por apoyarse en el
bando de Ayala. El conde de Fuensalida y los suyos recupera-

134. A.D.F., Fuensalida, leg. 12, nO 1, adición; publicado en E. BENITO, Op.


cit., pp. 259-260. Juan Pacheco y María de Silva, conjuntamente, se encarga-
rían de decidir acerca del asunto.
135. R.A.H., S.c., K-37, fol. 84 r. - vto .. El motivo de la tregua, propuesta por
el obispo de Badajoz, era la muerte de María de Silva.
136. Los sucesos han sido ordenados y relatados por E. BENITO, "Incidente en
Polán (1470)>>, Anales Toledanos, XI (1976), pp. 5-25.
137. Así se testimonia en la querella que presentó Lope de Estúñiga en un día
indeterminado del otoño de 1471; vid. A.D.F., Fuensalida, catál. 55, nO 9;
publicado en E. BENITO, .Incidente en Polán ... », cit., pp. 12-15.
138. E. BENITO, Toledo ... , cit., p. 115.

- 69
ban sus oficios, entraban en la ciudad para gobernarla en cola-
boración con Juan Pacheco y su hijo el marqués de Villena, en
virtud de un escrito que hemos de fechar en los últimos meses
de 1472 139 . El asistente Garci López, fiel al maestre, perma-
necía en su lugar, mientras que el mariscal Rivadeneira tenía
que abandonar Toledo.
La estrecha colaboración que durante años había
unido a Pedro López y a Fernando de Rivadeneira quedaba
rota, y esta ruptura acarrearía una nueva lucha. El mariscal
logró fácilmente apoyos en el interior de la ciudad, ya que ésta
se resistía a soportar el control del maestre de Santiago y por
tanto encajaba mal la reposición de los Ayala, que de hecho
gobernaban por Pacheco. Levantándose en armas, la pobla-
ción expulsó al alcalde mayor. Durante el otoño de 1473
Toledo y su tierra padecieron como pocas veces la miseria; el
conde de Fuensalida, enfurecido, formó en torno suyo una
confederación de nobles toledanos en la que tomaron parte el
mariscal Perafán de Ribera, Álvaro Pérez de Guzmán y García
López de Padilla 140.
Enrique IV llegó a Toledo en noviembre, impuso una
paz precaria y dejó de nuevo a Garci López de Madrid al fren-
te de la ciudad. No podía el rey reponer a los Ayala, impopu-
lares en aquel momento; ni echar mano de los Silva, aliados
por entonces con el arzobispo Carrillo en apoyo de la candi-
datura de Isabel, su hermanastra, al trono de Castilla. Esta
situación no podía durar mucho tiempo. En la primavera de

139. El documento, conservado en A.D.F., Fuensalida, catál. 41, nº 7 y publi-


cado en E. BENITO, Toledo en el siglo XV... , cit., pp. 273-275, no lleva fecha.
Eloy Benito, en su citado libro, p. 116, ha considerado que el concierto se
firmó en 1473; pero esto no parece posible, ya que Alfonso de Silva, hijo
segundo del conde de Fuensalida, protagonista y firmante del documento,
murió entre 1471 y 1472. Se conserva un inventario de bienes fechado este
mismo año, que dejaron a su muerte Alfonso de Silva y su mujer; vid. A.D.F.,
Fuensalida, leg. 237,n 2 23.
140. El pacto, que expresa los compromisos adquiridos por cada uno de los
confederados, se conserva en A.D.F., Fuensalida, leg. 237, nO 30. Gal1ndez de
Carvajal expresa bien la fuerza de los desterrados: «comen~aron de guerrear
la ciudad por todas parte, tanto que no les dexaban entrar provisiones algunas
y estavan en estrecho., vid. Op. cit., cap. 143, p. 434.

70-
1474 Juan de Silva, Juan de Ribera, Lope de Estúñiga y otros
caballeros desterrados entraron en la ciudad, obligando a
abandonarla a los hombres del rey don Enrique. Cuando
muere éste los nuevos dueños de la ciudad alzan pendones
por Isabel y Fernando 141.
Como había ocurrido en otras ciudades castellanas en
el período final del reinado de Enrique IV, la lucha de bandos
de Toledo fue implicándose cada vez en mayor medida en las
pugnas por la sucesión al trono castellano. La imposición final
de los Silva significaba la victoria de los isabelinos. Los Ayala
habían optado por la tendencia opuesta, la de aquéllos que
seguían empeñados en el proyecto de gobierno aristocrático.
Isabel y Fernando procurarían desde el comienzo de su reina-
do la pacificación de Toledo y se esforzarían por integrar en la
ciudad al conde de Fuensalida y los de su facción, como vere-
mos en el capítulo siguiente.

141. En B.N., ms. 13.110, fol. 97, se conserva la copia de una carta fechada el
16 de enero de 1475, en la que los Reyes Católicos agradecen a Toledo su
reconocimiento; publicado en E. BENITO, Toledo en el siglo XV... , cit., pp.
280-281.

-71
4. LOS AYALA AL SERVICIO DE LA
MONARQuíA (1474-1521).

4.1. LA NOBLEZA CASTELLANA EN EL ESTADO MODERNO

En los capítulos precedentes se ha trazado el desarro-


llo de la acción política de los Ayala en el contexto de las
luchas nobiliarias y urbanas durante los reinados de Juan 11 y
de Enrique IV. Como se ha podido observar, estas luchas refle-
jan una inestabilidad política que parecía destinada a no tener
fin. Una y otra vez las facciones se suplantaban en la privan-
za regia, al frente del gobierno castellano; a nivel local, los
Silva y los Ayala se relevaban violentamente al frente de
Toledo. Miguel Ángel Ladero considera que esta inestabilidad
fue el resultado de una opción tomada por el grupo nobiliario;
dada su potencialidad, la nobleza castellana en la época
Trastámara hubo de decidir entre dos opciones: bien constituir
un brazo de la sociedad política, capaz de obligar a la
Monarquía a establecer un pacto duradero de gobierno, como
fue la solución adoptada en la Corona de Aragón o en
Inglaterra; o bien integrarse miembro a miembro, grupo a
grupo, en el poder mismo de la Monarquía, para compartirlo
y dominarlo, con las turbulencias a que esto daría lugar. Es un
hecho que la nobleza castellana optó por esta segunda vía 142.
Los conflictos que tuvieron lugar entre la Monarquía y
la nobleza, así como los que enfrentaron al poder real con los

142. M. A. lADERO, «los Reyes Católicos y la nobleza en Espaiia» (en pren-


sa), pp. 67-68, Y .la génese de l'État dans les royaumes hispaniques médié-
vaux (1250-1450)>>, Le premier Age de I'État en Espagne (1450-7700), París,
1989, p. 50.

- 73
otros estamentos -el Clero y las ciudades- no son sino mani-
festaciones de un proceso de gran alcance que la historiogra-
fía contemporánea ha denominado «génesis del Estado
moderno». Este proceso dio comienzo antes de la instauración
en el trono de la dinastía Trastámara; su punto de partida hay
que situarlo en el reinado de Alfonso X (1252-1284), cuando
la expansión territorial a costa del Islam se detuvo, y la
Monarquía, encarnación de la idea de Estado, emprendió el
camino de extensión y afirmación de su poder, basándose en
el renacimiento del Derecho Romano y en el principio de la
integración de todas las fuerzas políticas del reino bajo su
autoridad 143 .
La evolución del enfrentamiento entre nobleza y
Monarquía a lo largo del proceso de formación del Estado
moderno ha sido periodizada por el profesor Ladero Quesada,
señalando las siguientes fases:
- El período de formación de bandos sin programa,
aprovechando los intervalos de minoridad regia (1272-
1337).
- Una etapa de reforzamiento del poder regio (1337-1366).
- La fase de expansión del poder político y social de la
nobleza nueva (1366-1406).
- La conquista del Estado monárquico por la alta nobleza
(1406-1464).
- Finalmente, una fase de guerras civiles (1464-1479), que
concluye con la consolidación de los Reyes Católicos, y
del Estado moderno con ellos 144.
El de Ayala fue uno de los linajes que participó ínte-
gramente en el proceso. La rama toledana, constituida en
1406, tomó parte en la «conquista del Estado monárquico»,
como hemos observado en los capítulos precedentes. En el
presente se trazará el proceso de integración de los Ayala de
Toledo en el Estado moderno que entonces cristalizaba. Esta

143.M. A. LADERO, «La génese...• , cit., p. 11.


144.Ibid., pp. 51-52. Un replanteamiento de esta periodización en «Los Reyes
católicos ...• , cit., pp. 70-72.

74 -
integración se produjo en dos fases:
- Una de transición, entre 1474 Y 1480, marcada por la
guerra de sucesión y por la política de pactos de la
Monarquía con los grandes linajes nobiliarios castellanos.
- y otra de integración propiamente dicha, entre 1480 y
1521, durante la cual todos los grandes linajes se irán aco-
modando al nuevo régimen monárquico.

Pero antes de seguir con la evolución de los Ayala es


necesario comentar, al menos brevemente, algunos de los
caracteres fundamentales del Estado moderno, ya que este
concepto es ahora nuestro marco de referencia. Conocemos
como «Estado moderno» un tipo de estructura política propio
de Europa occidental en la época moderna; también podría-
mos denominarlo «Estado nacional», si tuviésemos claro el
concepto de nación; o «Estado señorial», si lo consideráramos
esencialmente como instrumento de clase. Es más común, y
probablemente más precisa, la denominación «Estado absolu-
to», o «absolutista», que evidencia el desligamiento del rey
respecto al Derecho positivo 145.
El Estado moderno, o absolutista, se forjó a lo largo de
siglos y cristalizó en el Renacimiento, como ya se ha indica-
do. Como proceso lento que fue el de su génesis, el Estado
moderno no supuso una ruptura violenta con la realidad polí-
tica que le precedió. En todos los ámbitos en que se manifes-
tó en el siglo XVI, se basó en supervivencias tradicionales: en
la economía, con las viejas formas de producción; en el orden
militar, con el modo de guerrear y el armamento conocidos;
en lo administrativo, con la dependencia personal de los ofi-
ciales; en el Derecho, con la preservación de normas forales y
estamentales 146.

145. Esta serie de razonamientos terminológicos y conceptuales se encuentran


en S. DE DIOS, «Sobre la génesis y los caracteres del Estado absolutista en
Castilla», Studia Historica. Historia Moderna, 111 (1985), pp. 24-25.
146.). A. MARAVALL, Estado moderno y mentalidad social (siglos XV al XVII),
2 i1 ed., Madrid, 1986, tomo 1, pp. 18-19, incide en estos aspectos «tradiciona-
les» del Estado moderno.

-75
Antonio Morales Moya, en un estudio bien construi-
do 147 ,se ha planteado la existencia del Estado absoluto -así es
como él lo denomina- bajo el reinado de Isabel y Fernando.
Para ello establece un tipo ideal de Estado absoluto y trata de
verificar si la construcción política de los Reyes Católicos res-
ponde a las «condiciones de existencia» de aquél o, dicho de
otro modo, si Isabel y Fernando reúnen las atribuciones que
son propias de la Monarquía absoluta. Éstas son: potestad para
legislar de modo eficaz 148, administración de justicia, nom-
bramiento de funcionarios y mantenimiento de un ejército
permanente, declaración de la guerra y acuerdo de la paz,
firma de pactos internacionales, percepción de impuestos y
emisión de moneda. Veamos cuál es el resultado de la verifi-
cación punto por punto:
- La imposición sobre las Cortes y el fortalecimiento
de la administración de justicia fueron dos bazas importantes
en la potenciación del poder monárquico con los Reyes
Católicos. En este punto no cabe objetar el hecho de que se
mantuviera la justicia señorial, ya que en el seno de los seño-
ríos la facultad de intromisión de los oficiales regios se hizo
patente 149.
- Con los Reyes Católicos se abrió paso el ejército per-
manente. Frente a Alfonso V de Portugal y frente a los musul-
manes de Granada, la intervención de milicias concejiles y
señoriales tuvo aún gran relevancia, pero después fue ganan-
do terreno el ejército moderno, integrado por hombres reclu-
tados forzosamente en el realengo y por mercenarios 150.
- La guerra fue un factor esencial en la consolidación
del poder de Isabel y Fernando; la guerra de 1475-1479, en

147. «El Estado absoluto de los Reyes Católicos», Hispania, 129 (1975), pp. 75-
119.
148. Hay que señalar en este punto que la capacidad legislativa de los monar-
cas en la Edad Moderna no erailimitada, como ha veces se ha pretendido, ya
que habla de ser compatible con leyes divinas, naturales y constitucionales;
así lo manifiesta el mismo Morales Moya en Op. cit., pp. 80-81.
149.lbid., pp. 101-102.
150. Ibid., pp. 105-106.

76 -
particular, fue mucho más que un conflicto sucesorio, ya que
en su transcurso se lograría el sometimiento de la nobleza y la
alianza de los municipios (Cortes de Madrigal de 1476)151.
- Los éxitos bélicos de los Reyes Católicos fomentaron
un sentimiento nacionalista, otro factor esencial en el desen-
volvimiento del absolutismo 152 .
- Respecto a los dos últimos atributos de soberanía -la
percepción de impuestos y la emisión de moneda- Isabel y
Fernando manifestaron su condición absolutista con una
tenaz política de saneamiento de las rentas regias, expresada
en las reorganizaciones hacendísticas de 1476, 1478 Y 1484,
en la suspensión de juros de 1480 y en la reforma monetaria
de 1497.
No cabe pues dudar de que el período en que el
Estado moderno se materializó con todo su vigor fue el reina-
do de los Reyes Católicos, como señala rotundamente Morales
Moya 153 . De forma semejante se manifiesta Salustiano de
Dios, refiriéndose a los primeros años de Carlos 1154 . Pero si
con Isabel y Fernando se producía el definitivo alumbramien-
to del Estado moderno, su consolidación resultaría de la
acción de los monarcas posteriores, especialmente Carlos I y
Felipe 11. Los Reyes Católicos habían dado el paso fundamen-
tal y, en este sentido, resultará muy ilustrativo conocer el pro-
ceso de integración de la nobleza castellana en el nuevo
Estado, precisamente bajo el reinado de estos monarcas. Un
proceso que, recordemos, se produjo en dos fases: la de tran-
sición (1474-1480) y la de integración propiamente dicha
(1480-1521), que a continuación pasamos a examinar.

151. (bid., p. 11 S.
152. (bid., pp. 116-117.
153 •• Puede afirmarse el carácter absoluto del Estado de 105 Reyes Católicos»;
vid. op. cit., p. 118.
154. «¿Se daban en Castilla, luego de la derrota de las Comunidades, los
supuestos de aparato centralizado de gobierno, soberanía de poder y comu-
nidad política? A mi juicio, sí»; vid. op. cit., p. 24.

- 77
4.2. LA GUERRA DE SUCESiÓN Y EL PACTO DE LOS
AYALA CON LA MONARquíA (1474-1480)

Al morir Enrique IV, el 11 de diciembre de 1474,


Isabel fue solemnemente proclamada reina de Castilla en
Segovia, y la adhesión de muchas otras ciudades no tardó en
producirse. Sin embargo hasta 1479 no se solventó el conflic-
to sucesorio, alentado por los nobles que no quisieron aceptar
el programa de gobierno de los nuevos reyes y proclamaron a
doña Juana y a su marido Alfonso V de Portugal. No obstante
este carácter dinástico de la lucha, algún autor renuncia a
denominarla «guerra de sucesión», y no faltan argumentos
para ello. Tarsicio de Azcona aduce la inevitabilidad del cho-
que entre facciones nobiliarias, con cuestión sucesoria o sin
ella, debido a la desazón que un determinado grupo sentía
ante el fortalecimiento del poder de la Monarquía 155.
La historiografía tradicional ha estudiado satisfactoria-
mente el desarrollo de esta que convencionalmente se deno-
mina «guerra de sucesión», marcada por la fracasada penetra-
ción de Alfonso Ven Castilla, la batalla de Toro (1476), la pro-
gresiva liquidación de la resistencia interior y el tratado de
Alca<;ovas, que pone fin al conflict0 156 . Lo que aquí nos inte-
resa es esbozar el posicionamiento de los linajes nobiliarios en
el enfrentamiento.
En el capítulo anterior hemos mencionado la existen-
cia de dos bandos a lo largo de la guerra de sucesión castella-
na: el que defendía la legitimidad monárquica de Isabel y
Fernando y el que la atacaba. Estos dos partidos manifiestan la
dualidad de programas políticos nobiliarios, uno de ellos
monarquista y el otro aristocrático. En torno a ambos progra-

155. T. AZCONA, ¡sabella Católica, Madrid, 1986, tomo 1, p. 211 .


1475-1479 puede manejarse
156. Entre otros útiles estudios sobre la guerra de
T. AZCONA, Op. cit., pp. 211-277, con un amplio tratamiento del papel de la
Iglesia; y la ágil slntesis de L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, «Reconstrucción y refor-
ma de la Monarqufa., Los Trastámara y la unidad española (1369-1517),
Madrid, 1981, pp. 473-497.

78 -
mas se movía la ricahombría castellana de aquel tiempo; a
efectos prácticos sus opciones eran reconocer a Isabel y
Fernando o decantarse por Juana y Alfonso, y en la decisión
que al respecto tomaran se decantaría su compromiso con una
u otra forma de gobierno. Desde el comienzo del enfrenta-
miento algunos grandes linajes representaron una y otra
opción: los Mendoza y los Manrique se decantaron por Isabel
y Fernando, y con ello optaron por el fortalecimiento monár-
quico; los Pacheco y los Estúñiga prefirieron a doña Juana y
don Alfonso de Portugal, con lo cual se comprometían con el
programa aristocrático. La gran mayoría de la nobleza caste-
llana, indecisa en un principio, se iría decantando por el par-
tido «isabelino», más por observar que era el bando llamado
a obtener la victoria final que por cualquier otra convicción.

A lo largo de los años de la guerra de sucesión caste-


llana se produjo la incorporación de la nobleza al nuevo régi-
men. Fue ésta una incorporación gradual, realizada a través de
un acuerdo de la Monarquía con cada uno de los linajes, tanto
amigos como enemigos. Se trataba de evitar, como señala
Suárez Fernández, el tradicional reparto de premios que
seguía a cada conflicto. «El sistema de pactos tenía además un
objetivo: destruir e impedir las ligas de nobles. Cada uno de
los grandes establece un acuerdo sinalagmático con el rey,
mediante el cual fija sus respectivas obligaciones)) 157. Los pri-
meros que establecieron este pacto con la Monarquía fueron
los linajes fieles a los nuevos monarcas; luego lo harían quie-
nes se habían mostrado recelosos ante ellos; finalmente, los
que les hicieron frente abiertamente.
El pacto de los Ayala con la Monarquía no se llevó a
cabo en un momento determinado, ni a través de un docu-
mento concreto; se realizó paulatinamente y a lo largo de todo

157. loSUÁREZ FERNÁNDEZ: Nobleza y Monarquía. Puntos de vista sobre la


historia política castellana del siglo XV, 2~ ed. corregida y aumentada,
Valladolid, 1975, p. 259.

- 79
un lustro. Este difícil acuerdo se materializó en dos fases: en la
primera, que transcurre entre 1475 Y 1477, el conde de
Fuensalida se vio obligado a someterse a las exigencias de sus
tradicionales enemigos, los Silva; en la segunda, el viejo
conde conseguía recuperar parte del terreno perdido.
El 3 de marzo de 1475 los reyes ordenaban a los veci-
nos de Toledo que quisieran querellarse contra Pedro López 11
que lo hicieran ante el Consejo, y que lo mismo hiciese el
conde contra quienes acusaba de privarle de sus bienes y ofi-
cios 158 . Tres días después, el 6 de marzo, los monarcas emití-
an una carta de seguro a los toledanos que desearan acudir a
la Corte a pedir justicia contra Ayala y los suyos159. Con esta
acción los Reyes Católicos intervenían de forma directa en los
asuntos locales con el fin de poner orden en la ciudad, logran-
do así ejercer un efectivo control sobre ella, como poder arbi-
tral. Se preparaba el regreso pacífico del bando de Ayala a
Toledo, hecho que tuvo lugar unos meses después a través de
un compromiso matrimonial entre las facciones enfrentadas.
En la primavera de 1475 se realizaron las complejas
capitulaciones matrimoniales que tendrían como fruto el casa-
miento de Pedro López IV, nieto del conde de Fuensalida, e
Inés de Ribera, hija de Juan de Ribera, señor de Montemayor,
y prima hermana del conde de Cifuentes. Las negociaciones se
iniciaron el 1 de abril de aquel año, día en que se firma un
concierto entre las partes 160, en el cual se expresa que hay ya
«otras cosas» capituladas con anterioridad, se acuerda el
matrimonio de don Pedro con doña Inés y se fija un plazo para
concretar el asunto: «lo qual queda que se determine e deter-
minará y fará las escripturas de aquí (sábado 1 de abril) al
miércoles primero que viene en todo el día (miércoles 5 de
abri!)>>.

158. A.C.S., R.C.S., 1475, 111, fol. 346; publicado en E. BENITO, Toledo en el
siglo Xv. Vida política, Madrid, 1961, pp. 281-282.
159. A.M.T., A.S., caj. S, leg. 6; carta publicada en ¡bid., pp. 285-287. Esta
carta expresa el temor que entre los toledanos producían las huestes conda-
les, aún en el destierro.
160. Una copia del siglo XVII de este breve concierto en R.A.H., S.c., K-37,
fol. 122 vto.

80-
El compromiso definitivo, tanto respecto al matrimo-
nio acordado como a la paz en la ciudad, se firmó unas sema-
nas después. El 24 de mayo de 1475 se establecía una confe-
deración de amistad entre el conde de Fuensalida, su hijo
Pedro López y la mujer de éste Aldonza Carrillo, de una parte;
y de la otra, el conde de Cifuentes y su tío Juan de Ribera 161.
En esta escritura se atendía a dos cuestiones complementarias:
el matrimonio de los menores Pedro e Inés y la paz entre los
bandos locales.
El primer asunto quedaba saldad0 162 . Ya que Pedro
López IV e Inés de Ribera eran menores y no podían despo-
sarse por sí mismos con un clérigo, en su nombre se desposa-
ron el conde de Fuensalida y el señor de Montemayor. El pri-
mero de ellos se comprometía, a su propia costa, a obtener la
necesaria dispensa papal, ya que los contrayentes eran con-
sanguíneos. La dote de doña Inés, que se comprometía a satis-
facer el señor de Montemayor, se fijó en 2.500.000 mrs., paga-
dos en dinero, plata, ajuar y rentas.
En cuanto a la paz entre los bandos, aspiración clara-
mente expresada en el documento de compromiso, se esta-
blecen varios puntos:
- El niño Pedro López era dejado en manos del obis-
po de Badajoz, Pedro de Silva.
- El alguacilazgo mayor de Toledo, cuyo titular era el
pequeño Pedro López, lo tendría Juan de Ribera hasta que
aquél llegase a la mayoría de edad. El señor de Montemayor
pondría alguaciles y lugartenientes bajo el consejo de dos
letrados, uno elegido por él mismo y otro por el conde de
Fuensalida. Las rentas del oficio las obtendría este último,
dejando 20.000 mrs. anuales para que Juan de Ribera los

161. La escritura de compromiso, de la que se conserva una copia del siglo XVII
en R.A.H., S.c., K-37, fol. 123 r. 125 r., contiene además una valiosa informa-
ción heráldica.
162. EI9 de junio de 1475 se completaban las capitulaciones matrimoniales con
el· juramento y pleito-homenaje que eiectuaban los representantes de las parte:
Pedro lópez JI y Juan de Ribera; vid. R.A.H., S.c., K-37, fol. 122 vto. - 123 r.

- 81
emplease en satisfacer el salario del alguacil mayor que él
hubiese elegido en su nombre.
- Pedro López 11 y Pedro López 111 entrarían en la ciu-
dad sin ser molestados por el conde de Cifuentes y los suyos,
cuando éste y doña Aldonza Carrillo lo acordasen.
- Las diferencias entre el conde de Fuensalida y Lope
de Estúñiga, originadas tiempo atrás por el derribo que aquél
ocasionó en las casas de éste en Polán, serían dirimidas por
dos caballeros, representantes de las partes.
- La alcaldía mayor de las alzadas seguiría en manos
del conde de Cifuentes, con el asentimiento del conde de
Fuensalida y los suyos.
- Juan de Silva, conde de Cifuentes, y Aldonza
Carrillo decidirían conjuntamente las soluciones que se
habían de tomar respecto a los criados del primero, que ocu-
paban regidurías y juraderías y fueron depuestos y suplanta-
dos por algunos criados del conde de Fuensalida.
- Aldonza Carrillo y Pedro López 111 cederían la for-
taleza de Viflacarrillo (hoy Cuerva) a Ruy López Dávalos
para que la guardase en prenda de que los del bando de
Ayala cumplirían sus compromisos. No siendo así, la fortale-
za pasaría al conde de Cifuentes.
La complejidad de este acuerdo manifiesta la difi-
cultad para llegar a una paz estable entre los bandos toleda-
nos. Las cláusulas del compromiso obligaban a contener la
revancha de los Ayala y el abuso de los Silva. Los monarcas
estaban detrás de este acuerdo: sólo tres días después, el 27
de mayo de 1475, la reina Isabel aprueba y confirma el pacto
de los líderes toledanos 163 . Por otro lado, este compromiso
expresa claramente el carácter del pacto de los Ayala con la
Monarquía; de momento, suponía la completa sumisión del
linaje a la autoridad de los reyes, ya que sólo a través de
ellos era posible regresar a Toledo y recuperar parte del
poder perdido.

163. A.G.S., R.G.5., 1475, V, fol. 458; publicado en E. BENITO, Op. cit., pp.
290-291.

82 -
Pero la sumisión no sería completa. El mismo verano
de 1475, el día 6 de julio, Pedro López fundaba mayorazgo en
favor de su primogénito Pedro López 111 164 , acrecentando el
bloque patrimonial que para él fundaron sus padres Pedro
López I y Elvrra de Castañeda en 1435 165 . La fundación de un
mayorazgo no tenía nada de particular en un linaje de la
nobleza titulada, pero en este caso llama la atención que se
emplease la autorización concedida por Enrique IV en
1471 166 y no, como sería lógico, una de los nuevos monarcas,
los cuales sólo aprobarían el acrecentamiento del mayorazgo
en 1486 167 . Esta tardanza manifiesta que las relaciones entre
el linaje condal y los Reyes Católicos no se habían estableci-
do firmemente, aún después de la confederación toledana de
la primavera de 1475.

La concordia pactada en Toledo no trajo consigo la


paz; la sumisión del bando de Ayala había conducido inevita-
blemente a la prepotencia de la facción opuesta. El cronista
Palencia relata cómo el conde de Cifuentes y Juan de Ribera
pervertían la libre disposición de los cargos favoreciendo la
promoción de los suyos y ganándose la enemistad del pue-
b10 168. La lucha de bandos estaba renaciendo, razón por la
que los reyes decidieron trasladarse a Toledo para tomar medi-
das contra los desmanes.

164. La fundación de mayorazgo de 1475 se conserva en A.H.N., Consejos,


leg. 43.649, pza. 3l.
165. Esta escritura se conserva en A.D.F., Fuensalida, leg. 237, nº 11.
Conocemos este documento a través de un traslado notarial fechado en 1506;
vid. A.H.N., Consejos, leg. 43.649, pza. 20, fol. 1 r. - 15 vto. En adelante, la
fundación de mayorazgo de 1435 será citada por este traslado.
166. La autorización del rey Enrique se encuentra inserta en la fundación de
mayorazgo y está fechada el 22 de enero de 1471.
167. La copia de esta aprobación, fechada el 22 de enero de 1486, en A.D.F.,
Fuensalida, leg. 238, nQ 6.
168. A. PALENCIA, Crónica de Enrique IV escrita en latín, ed. de A. Paz y
Meliá, Madrid, 1904, Década 111, Libro XXVII, cap. 11; tomo IV, p.252.

- 83
Del relato de Palencia deducimos que la llegada de
los monarcas a la ciudad debió producirse a comienzos del
año 1477 169 . Juan de Córdoba, que había sido alcaide del
puente de Alcántara cuando el conde de Fuensalida se halla-
ba al frente de la ciudad, fue ajusticiado por las atrocidades
cometidas; también fueron duramente castigados algunos que
habían masacrado a conversos. Pero los monarcas no cayeron
esta vez en el error de expulsar a los cabecillas de uno de los
bandos, como tantas veces se había hecho con anterioridad;
la solución a los problemas locales creyeron hallarla en el
nombramiento de un delegado que, dotado de amplias com-
petencias, impusiera el orden y la justicia: Dio don Fernando
el corregimiento de la ciudad, así como la guarda del alcázar,
de las puertas y puentes de la ciudad, al noble y prudentísimo
cabal/ero Gómez Manriquell; así lo expresa el cronista
Palencia. De nuevo la Monarquía se beneficiaba de las rivali-
dades locales para afianzar su control sobre Toledo; y esta vez
la implantación del corregidor sería definitiva. El siguiente
enfrentamiento violento entre los bandos, producido en 1506-
1507, ya no pondrá en cuestión la presencia del corregidor,
sino que se centrará en la disputa sobre qué persona debe
desempeñar el oficio.
Gómez Manrique se encargó de dirimir los conflictos
surgidos entre los líderes de las facciones. Pedro López 11 pudo
entonces recuperar parte del terreno perdido contratacando
por vía legal. El 15 de marzo de 1477 está fechada una carta
real, dirigida al corregidor, en la que se le ordenaba hacerse
cargo de una queja del conde de Fuensalida, que exigía justi-
cia en un proceso que los alcaldes de la Hermandad Vieja de
Toledo realizaban contra ciertos escuderos suyos, los cuales
eran acusados de haber tomado unas casas en la Retuerta 170.
Un año después, el 6 de febrero de 1478, el señor de
Montemayor era emplazado por los reyes, a petición del

169. Alfonso de Palencia relata la llegada de los reyes y sus acciones en la ciu-
dad en Op. cit., Década 111, Libro XXVIII, cap. VII; tomo IV, pp. 349-350.
170. A.G.S, R.G.5., 1477, 111, fol. 445.

84-
conde de Fuensalida, para que devolviese a éste la persona de
su nieto Pedro que, contra lo capitulado, lo retenía en su
poder l71 . Hemos visto que en 1475 se concedió la custodia
del niño al obispo de Badajoz y no a Juan de Ribera; en cam-
bio, ahora el pequeño pasaría a manos de su abuelo, legítimo
tutor y administrador de sus bienes.
El año 1480 marca un hito en la pugna entre nobleza
y Monarquía, considerándosele como punto final del largo
enfrentamiento y término inicial de unas relaciones que cada
vez más decididamente tenderán a la cordialidad; más aún, a
una estrecha colaboración. Las Cortes de Toledo de aquel año
fue el acontecimiento que marcó el comienzo del nuevo régi-
men monárquico. La reducción de juros que se produjo aquel
mismo año se ha considerado como punto de inflexión en la
complicada evolución de las relaciones de la Monarquía con
la nobleza. Los Ayala no sufrieron demasiado el saneamiento
de las rentas regias. El conde de Fuensalida mantuvo su juro
perpetuo de 20.000 mrs. situados en las rentas de Toledo 172;
su hijo Pedro López 111, que disfrutaba 30.000 mrs. anuales del
mismo tipo de juro, pierde sólo 10.000, conservando los otros
20.000, más 50.000 mrs. vitalicios sobre las rentas de la Sisla
Mayor y Menor 173 .

171. A.G.S., R.G.S., 1478, 11, fol. 102; publicado en E. BENITO, Op. cit., pp.
298-301.
172. A. MATILLA, Declaratorias de los Reyes Católicos sobre reducción de
juros y otras mercedes, Madrid, 1952, pp. 114-115.
173. Ibid., pp. 78-79.

- 85
4.3. LA INTEGRACiÓN DE LOS AYALA EN
EL ESTADO MODERNO (1480-1521)

Una vez lograda la pacificación del reino, los Reyes


Católicos centraron su atención en la guerra contra los musul-
manes del Reino de Granada, conquistado y anexionado entre
1482 y 1492. La participación de los nobles en esta guerra no
fue uniforme, dependió de la cercanía al rey y de la ubicación
geográfica de cada uno de ellos. Destaca la constante activi-
dad bélica de los hombres de Corte, los más cercanos al
monarca; entre éstos figuran el comendador mayor de León
don Gutierre de Cárdenas, el mayordomo mayor del rey
Enrique Enríquez, el conde de Tendilla y el marqués de
Villena, entre otros. La nobleza andaluza y los maestres de las
órdenes militares se vincularon plenamente al proyecto, como
expertos en el terreno e interesados directamente en el con-
flicto. Un tercer grupo de la nobleza, mucho más numeroso,
acude a lo llamamientos regios o envía tropas al mando de
capitanes, pero no se integra plenamente en la empresa 174. En
este último grupo se encuentra la inmensa mayoría de los lina-
jes del norte y de la Meseta, entre ellos 105 Ayala de Toledo.
La documentación que ha sacado a la luz el profesor
Ladero Quesada nos permite observar con algún detalle la
participación de los Ayala en la guerra granadina. En 1482 el
conde de Fuensalida envió tropas para el combate 175 . Al año
siguiente Pedro de Ayala, además de aportar diez jinetes, for-
maba parte de la «batalla» del rey, cuyo capitán era el mar-
qués de Villena 176 . En 1484, 1485, 1486 Y 1487 la participa-

174. Esta clasificación de la nobleza según el criterio de su participación en la


guerra granadina se encuentra en M. A. LADERO, Castilla y la conquista del
Reino de Granada, 2ª ed., Granada, 1987, p. 130.
175. ¡bid., p. 230. No se especifica el número de los hombres que constituyen
la aportación del conde a las huestes reales.
176. ¡bid., p. 236. El tal .don Pedro de Ayala. al que se refiere la documenta·
ción debe aludir al hijo del conde, ya que la avanzada edad de éste no le per-
mitla participar en la lucha.

86-
ción de los Ayala toledanos se cifraba en once jinetes, perci-
biendo las rentas que correspondían a tal aportación 177. Aún
en 1489 las tropas del conde, dirigidas por un capitán nom-
brado por él, luchaban con el rey en la guerra178 .
En el transcurso de la guerra de Granada se produje-
ron en el seno del linaje dos relevos generacionales. Pedro
López 11, muerto en 1486, fue sustituido por su hijo Pedro
López 111. Éste gozó de la confianza regia, ya que durante los
últimos meses de su vida (fines de 1488 - comienzos de 1489)
ejerció el oficio de corregidor en Salamanca 179. A la muerte
del tercer Ayala toledano, ocupó su lugar al frente del linaje su
sobrino Pedro López IV, tercer conde de Fuensalida. Sería éste
el que completaría el proceso de integración de los Ayala en
el nuevo régimen de autoritarismo monárquico, esencialmen-
te a través de dos episodios por completo opuestos: el prime-
ro, en 1505-1506, de disidencia; el segundo, en 1520-1521,
de fidelidad.

A la muerte de Isabel la Católica, el 26 de noviembre


de 1504, y como fondo de una nueva crisis sucesoria, se pro-
dujo en Castilla el que podría considerarse como último gran
enfrentamiento entre nobleza y Monarquía. Estaba en juego la
forma en que habría de regirse el reino. Isabel dispuso en su
testamento que la Corona recayese en su hija Juana y en su
yerno Felipe, archiduque de Austria, debiendo éstos gobernar
de acuerdo con los consejos de Fernando el Católico.

177. ¡bid., pp. 240 Y 248. Para el año 1487 las crónicas se hacen eco de las
tropas del conde; vid. F. PULCAR, Crónica de 105 Reyes Católicos, ed. de J. M.
Carriazo, Madrid, 1943, cap. CXCVIII; tomo 11, p. 258.
178. M. A. LADERO, Castilla y la conquista ... , cit., p. 277.
179. El nombramiento, fechado el 15 de septiembre de 1488, se conserva en
A.C.S., R.C.S., 1488, IX, fol. 106. El 12 de junio de 1489 el licenciado Pedro
de Loaysa era comisionado para marchar a Salamanca y hacer juicio de resi-
dencia a los oficiales del difunto conde; vid. A.C.S., R.C.S., 1489, VI, fol. 218.

- 87
Desde muy pronto se evidenció que el archiduque y
el rey de Aragón -dada la ineptitud de doña Juana- no podrían
compartir el gobierno del reino. Gran parte de la nobleza vio
en Felipe y Juana la posibilidad de regresar a una forma de
gobierno compartido de la Monarquía y los aristócratas; una
buena porción de estos nobles guardaba resentimiento por las
pérdidas que en su señorío o en sus rentas habían experimen-
tado a causa de la acción de los Reyes Católicos 180 . El linaje
Ayala es un perfecto ejemplo de este sector resentido de la
nobleza y ello se manifiesta, como veremos, en la temprana
adhesión al rey Felipe.
A través de un compromiso -la concordia de
Salamanca (24 de noviembre de 1505)- el regente don
Fernando trató de llegar a un acuerdo de gobierno ventajoso
para él. Pero la realidad se impuso a la negociación: en abril
de 1506 los nuevos reyes de Castilla desembarcaron en La
Coruña y Felipe el Hermoso no dejó de recibir adhesiones de
los más importantes linajes castellanos. Don Fernando, acom-
pañado sólo por unos pocos ricoshombres, abandonó el reino,
dejándolo en manos de su yerno; los partidarios de aquél fue-
ron entonces suplantados por los de éste. La repentina e ines-
perada muerte del joven rey Felipe, el 25 de septiembre de
1506, daría ocasión a la respuesta de los vencidos y a los
enfrentamientos entre unos y otros. Fue entonces cuando se
reavivó la lucha de bandos toledana de Ayala y Silva.
Desde muy temprano el conde de Fuensalida goza-
ría de la privanza" de Felipe el Hermoso. El primer contacto
entre ambos hay que situarlo en la primavera de 1502. El 22
de mayo de aquel año Juana y Felipe fueron jurados como
herederos del trono en la catedral de Toledo; el joven conde
de Fuensalida era uno de los que prestaron tal juramento 181.

180. El profesor Ladero Quesada señala, además, que muchos de estos nobles
hablan permanecido ajenos a la Corte en los años precedentes; vid. su traba-
jo «Los Reyes Católicos y la nobleza ... », cit., p. 82.
181. A. SANTA CRUZ, Crónica de los Reyes Católicos, ed. de j. M. Carriazo,
Sevilla, 1951, Primera Parte, cap. LXI; tomo 1, p. 254, recuerda las grandes
fiestas que sirvieron de marco al juramento en Toledo.

88 -
El día 28 de diciembre de este mismo año el príncipe don
Felipe otorgó a Pedro López IV 300 libras en recompensa de
sus servicios 182 : se materializaba así una duradera amistad,
que el hijo del rey Felipe -Carlos 1- retomaría más tarde.
Cuando preparaba su llegada triunfal a Castilla, Felipe
el Hermoso ordenó al conde de Fuensalida que tuviera dis-
puestas cincuenta lanzas para su servicio 183 . Ya establecido en
Castilla el nuevo rey envió a Toledo un nuevo corregidor -
cuyo nombre desconocemos- que el marqués de Villena
acompañó a la ciudad 184 . Esta acción suponía el cese en sus
atribuciones de Pedro de Castilla, que ejercía el cargo desde
1490. El nuevo corregidor traía órdenes concretas del archi-
duque don Felipe para que contara con la colaboración del
conde de Fuensalida 185 . El apoyo del archiduque a Pedro
López es reiterado unos días después, el 11 de junio de 1506,
fecha en que ordena al Concejo de Toledo que admita al
alguacil mayor en los ayuntamientos con voz y voto, de la
misma forma en que sus antepasados fueron recibidos 186 . El
21 de agosto de 1506 el rey nombró montero mayor al conde
de Fuensalida, que de esta manera recuperaba la presencia en
la Corte que el linaje había perdido 187 .

182. A.D.F., Fuensalida, catá!. 14, adición nO 3.


183. El 23 de agosto de 1505 Filiberto de Veyre, embajador de los reyes Felipe
y Juana, comunicaba la orden a Pedro López IV; vid. A.D.F., Fuensalida, catá!.
14, adición nº 3.
184. J. PEREZ, Isabel y Fernando. Los Reyes Católicos, Madrid, 1988, p. 375.
185. Asf se desprende del documento emitido desde La Coruña por el rey
Felipe el 27 de mayo de 1506; vid. A.D.F., Fuensalida, catá!. 14, adición nO 2.
186. A.D.F., Fuensalida, leg. 246, nº 9. Adviértase que estos antepasados habí-
an participado en los ayuntamientos no como alguaciles mayores sino como
alcaldes mayores.
187. A.D.F., Fuensalida, catá!. 14, adición nº 3; tres días después, el 24 de
agosto, el rey ordenaba a sus contadores mayores que asentaran 100.000 mrs.
anuales al conde de Fuensalida como montero mayor; la orden se conserva
bajo la misma signatura que el nombramiento reíerido. El oficio perdido por
los Ayala, a la muerte de Pedro López 111 en 1489, es la aposentadurfa mayor;
vid. capítulo 5 de este trabajo.

- 89
La inesperada muerte del rey Felipe dio al traste con
la euforia nobiliaria. El desconcierto general fue aprovechado
por los partidarios del regente don Fernando, que reacciona-
ron inmediatamente. En Toledo los bandos volvieron a enfren-
tarse; en esta ocasión el conflicto se centraba en torno a quién
había de ejercer como corregidor. El conde Cifuentes, Juan de
Ribera y Pedro López Padilla querían imponer a Pedro de
Castilla; el conde de Fuensalida y el marqués de Villena opta-
ron por el corregidor que había enviado Felipe el Hermosol 88 .
Cuando los ánimos estaban más encendidos, los líde-
res de los bandos llegaron al acuerdo de prescindir de los dos
candidatos anteriores y aceptar un nuevo delegado regiQ. El 4
de diciembre de 1506 la reina Juana envió a Toledo al bachi-
ller Jerónimo Gallegos para averiguar los pormenores de los
alborotos y hacer justicia 189 . Las gestiones del delegado regio
fueron eficaces, ya que el 12 de diciembre de aquel mismo
año los bandos toledanos establecían una concordia con la
intención de consolidar el sosiego en la ciudad 190 . Pero al día
siguiente volvió a romperse la paz, al producirse un altercado
callejero en el que se implicaron inmediatamente hombres
pertenecientes a las facciones; cuando ya se habían produci-
do algunas muertes intervino personalmente el conde de
Cifuentes para poner orden 191.
La voluntad de los líderes para acabar con los dis-
turbios era firme; el 28 de enero de 1507 el conde de
Fuensalida y el de Cifuentes se reunieron para establecer una

188. El posicionamiento de estos nobles toledanos se expresa en P. ALCOCER,


Relación de algunas cosas que passaron en estos reinos desde que murió la
reina Católica doña Isabel hasta que acabaron las Comunidades en la Ciudad
de Toledo, ed. de A. Martín-Gamero, Sevilla, 1872, p. 20.
189. A.D.F., Fuensalida, catá!. 14, adición n2 1.
190. La concordia, firmada por los más importantes caballeros toledanos, se
conserva en A.M.T., A.S., caj. 1, leg. 1, n" 27; y ha sido publicada en A.
MARTiN-GAMERO, Historia de la ciudad de Toledo, sus claros varones y sus
monumentos, ed. facsímil, Toledo, 1979, pp. 1069-1073; Yen E. BENITO, Op.
cit., pp. 305-310. Vid. Ap. doc., nO 6.
191. Este suceso es relatado en la breve crónica de P. ALCOCER, Relación de
algunas cosas.", cit., pp. 20-21.

90 -
concordia 192. En ella ambos se comprometían a no quebran-
tar la paz local y a no recibir en su casa a quienes la que-
brantasen. En esta ocasión los resultados del acuerdo fueron
satisfactorios y la paz entre los bandos tradicionales tendió a
consolidarse con el tiempo. El siguiente alboroto toledano, la
rebelión comunera, no produjo un nuevo enfrentamiento
entre las facciones de Silva y Ayala;los líderes de ambos ban-
dos optarían por el servicio a la Monarquía.

La crisis política de los años 1520-1521 puede con-


templarse -desde el punto de vista de las relaciones de poder
entre Monarquía y nobleza- como el último conflicto antes de
producirse el acuerdo definitivo que vincularía definitivamen-
te ambas fuerzas a lo largo del Antiguo Régimen. La alianza
final que nobleza y Monarquía establecieron para liquidar el
movimiento subversivo constituye el punto final de las tradi-
cionales luchas que se venían desarrollando entre los dos
poderes; pero a la vez, esta alianza puede considerarse como
el punto de partida de una colaboración duradera. No nos
corresponde entrar a analizar la multitud de puntos de vista
desde los que es posible contemplar el movimiento comune-
ro 193 ; nos limitaremos a realizar una valoración de la actitud
de la nobleza ante el conflicto. En este sentido no fue ejemplar
el papel desarrollado por el linaje condal de Fuensalida, que
no titubeó en servir a la Monarquía; sin embargo, su tenaz
colaboracionismo sí constituye un síntoma de la nueva era de
las relaciones de la nobleza con la Corona.

192. La concordia o confederación de amistad conprometía a los firmantes y a


sus «parientes, amigos y valedores". Conservamos dos copias de este docu-
mento, ambas en R.A.H., S.c., con las siguientes signaturas: K-37, fol. 198 r.
- vto. y M-9, fol. 403 vto. - 404 r.
193. Tres trabajos modernos son básicos para la comprensión de esta gran
revuelta: J. 1. GUTIÉRREZ NIETO, Las Comunidades como movimiento anti-
señorial, Barcelona, 1973; J. PÉREZ, La revolución de las Comunidades de
Castilla, Madrid, 1976; y J. A. MARAVALL, Las Comunidades de Castilla. Una
primera revolución moderna, Madrid, 1986.

- 91
Carlos 1, el joven rey de Castilla y de otros muchos
estados, mostró temprano la confianza que tenía en el conde
de Fuensalida, siguiendo así los pasos de su padre el rey don
Felipe. El 15 de marzo de 1516 se dirige a Pedro López desde
Bruselas, anunciando su llegada a la península y recomen-
dándole que cuide de la tranquilidad en el reino, muy espe-
cialmente en la ciudad de Toledo 194 . El 17 de marzo de 1517
el rey Carlos, en nombre de su madre doña Juana yen el suyo
propio, nombró a Pedro López IV gobernador del Reino de
Galicia 195. Un año después, el18 de marzo de 1518, le ador-
na con el oficio de montero mayor 196 . A través de estos tres
hechos descubrimos hasta qué punto llegaba la privanza del
conde de Fuensalida con el nuevo rey.
La alta nobleza, en general, mantuvo a lo largo de la
primera fase de la insurrección comunera -desde su estallido
hasta el final del año 1520- una actitud expectante, de obser-
vación, ante un acontecimiento que no iba dirigido contra
ella 197 . Algunos nobles de cierta relevancia llegaron incluso a
capitanear tropas comuneras; así el conde de Salvatierra, el
obispo Acuña y Pedro GirÓn 198 . La nobleza pretendía «con-
trolar la represión», como expresa el profesor Gutiérrez Nieto;
se trataba de hacer ver al rey que la liquidación de la insu-
rrección estaba en manos de los grandes.
El monarca, atento a las circunstancias y consciente
de que la alta nobleza castellana se sentía humillada por el
favor que él mismo había dispensado a sus consejeros fla-

194. Estas prevenciones se expresan en las cartas conservadas en A.D.F.,


Fuensalida, catál. 17, n2 1 y 4 adición.
195. El nombramiento de gobernador se encuentra en A.G.S., E.M. R., , Q.c.,
leg. 37, fol. 693 r. - 695 r.
196.A.D.F., Fuensalida, catál. 41, n2 10. Recuérdese que en 1506 el conde de
Fuensalida ya había sido nombrado montero mayor; la reiteración del nom-
bramiento debe obedecer a la necesidad de reafirmar las mercedes que en su
tiempo otorgó el fugaz rey Felipe 1.
197. Así lo han observado j.1. GUTIÉRREZ NIETO, Op. cit., p. 293 YJ. PÉREZ,
La revoluci6n... , cit., p. 458.
198. j. A. MARAVALL, Las comunidades... , cit., pp. 177-178.

92 -
meneos, designó al condestable íñigo Fernández de Velasco y
al almirante Fadrique Enríquez de Cabrera para formar, con el
cardenal Adriano de Utrecht, una tríada de virreyes. Esto ocu-
rría en septiembre de 1520, pero aún tardaría en conseguirse
la solidaridad de los grandes linajes en torno a la
Monarquía.Paulatinamente los nobles irían pasando al bando
del rey, muchos de ellos empujados por el cariz antiseñorial
que tomaba la revuelta 199.
En Galicia, el movimiento comunero no alcanzó los
dramáticos niveles que iba tomando en la Meseta. El 15 de
octubre de 1520 Carlos I se dirigía al conde de Fuensalida
-gobernador de Galicia- para que estuviese dispuesto para pre-
venir los disturbios y castigar a los revoltosos 2oo . Éstos actua-
ron primero en Santiago de Compostela, donde se produjeron
conatos de agresión del pueblo contra los regidores, acusados
de traidores por ceder al cobro del servicio votado en Cortes.
Pedro López IV, presente en los acontecimientos, tuvo que
huir de Santiago a Lugo para salvar su integridad 201 . Para res-
ponder a la rebeldía del pueblo gallego, Carlos I nombró capi-
tanes generales del ejército de represión al arzobispo de
Santiago y al conde de Villalba. En una ilustrativa carta dirigi-
da al monarca, el conde de Fuensalida expresaba su opinión
al respecto:
« .. .solamente quiero dezir que por ventura a vuestra
señoría no han bien ynformado de algunas cosas deste Reyno,
porque es cierto que la mayor parte de tener alteración en él
ha sido la gana que los vasallos del Arzobispo y conde don
Fernando han tomado de lIevantarse contra ellos y el muy
buen aparejo que allavan en los vezinos para ayudarlos; y
como ay pocos lugares realengos y tienen temor por lo que
han visto los tiempos pasados, que estos señores han de meter

199. Éste es el punto de vista que Gutiérrez Nieto desarrolla en su libro citado.
200. El aviso del rey se halla en una carta conservada en A.D.F., Fuensalida,
calál. 17, nQ 1 bis.
201. J. 1. GUTIÉRREZ NIETO, Op. cit., pp. 194-195.

- 93
la mano en usurpar algo de lo suyo y con esto ay gran ene-
mistad acá con ellos... ))202.
En todo caso, la represión en Galicia fue llevada a
cabo por los nobles del reino, confederados en Mellid en
diciembre de 1520, capaces de dar una respuesta conjunta a
la acción rebelde del puebl0 203 . Pedro López, por su parte,
conservó el oficio de gobernador de Galicia hasta 1523,
demostrando gran fidelidad a la Corona. Entretanto los «impe-
riales» tomaron la recalcitrante ciudad de Toledo en 1522.
Para asentar la paz en la ciudad fue enviado como corregidor
el arzobispo de Bari¡ el cual nombró alcalde mayor al licen-
ciado Ormaza y alguacil mayor a Rodrigo Niñ0 204 . La atribu-
ción del corregidor de nombrar magistrados efectivos, dupli-
cando así los oficios de justicia, ofrece un nuevo carácter del
Concejo de Toledo que se perpetuará con el tiemp0 205.

202. Memorial Histórico Español, tomo XXXVIII, p. 156; cito en GUTIÉRREZ


NIETO, Op. cit., p. 195.
203./bid., p.195.
204. P. ALCOCER, Relación de algunas cosas... , cit., pp. 74-75.
205. A fines del siglo XVI la duplicación de las magistraturas era ya un hecho
consolidado; vid. E. LORENTE, Gobierno y administración de la ciudad de
Toledo en la segunda mitad del siglo XVI, Toledo, 1982, pp. 29-30.

94-
/l. INSTRUMENTOS DE PODER: OFICIOS

5. LOS OFICIOS CORTESANOS Y LOCALES

5.1. PLANTEAMIENTO

El encumbramiento de los Ayala, logrado a lo largo de


más de un siglo de luchas, pudo convertirse en realidad gra-
cias al uso eficaz que el linaje hizo de los instrumentos que la
Monarquía había puesto en su mano: los oficios cortesanos y
locales y el señorío en la Tierra de Toledo; todo ello fruto de
la privanza regia. Entendemos ésta como el favor, en general,
que el monarca estaba dispuesto a dispensar a sus colabora-
dores y que se manifestaba en mercedes. Si bien toda merced
regia producía una rentabilidad económica, podemos estable-
cer una diferenciación entre las que daban lugar a una renta-
bilidad inmediata (gratificaciones monetarias por servicios
prestados, juros situados en rentas de la Corona) y las que pro-
curaban una posición de poder a través de la cual se obtenía
directamente un beneficio político, al margen del económico.
Aquéllas constituían un «favor» económico; éstas, un «favor»
fundamentalmente político. Los Ayala recibieron favores de
los dos tipos, pero ahora nos interesan las mercedes extraeco-
nómicas, dentro de las cuales podemos establecer una nueva
diferenciación entre las provisiones de oficios y las mercedes
de jurisdicción, que nos ocuparán respectivamente en este y
en el siguiente capítulo.
El desempeño de oficios públicos jugó un papel esen-
cial en el proceso de promoción política y social de los lina-

- 95
jes de la nobleza nueva 206 . Todos los magnates castellanos del
siglo XV ejercieron cargos en la Corte, en los concejos o -lo
que fue también muy corriente- en los dos ámbitos simultáne-
amente. Por estas funciones obtenían ingresos económicos
apreciables en concepto de raciones, quitaciones, tenencias,
«tierras», pero probablemente la mayor relevancia de los ofi-
cios para los nobles residía en motivaciones extraeconómicas.
Los cargos cortesanos garantizaban la cercanía al rey.
Los más altos dignatarios de la Casa y Corte regia -mayordo-
mo, camarero, repostero, halconero, aposentador y otros- no
podían ser más que hombres muy próximos al monarca. Los
altos cargos de palacio quedaron vinculados en el siglo XV a
la más encumbrada nobleza, mientras que los oficios técnicos,
los que exigían una preparación específica, eran dejados en
manos de elementos de la baja nobleza y, cada vez en mayor
medida, a cargo de letrados de origen no noble207 . La gran
ventaja que obtenían los ricoshombres de la titularidad de un
oficio cortesano era, como se ha indicado, la posibilidad que
éste ofrecía de estar cerca del monarca, y la oportunidad que
esta circunstancia propiciaba para obtener mercedes de todo
tipo.
Los oficios locales, los incardinados en una ciudad,
daban lugar a la captación de parcelas de poder que servían
como base para ampliarlo posteriormente, gracias a la influen-
cia que los nobles -residentes, además, en las ciudades- podí-
an ejercer a través de sus cargos. En las luchas de bandos que
se desarrollaron en las ciudades castellanas durante el siglo

206. El perfil institucional del oficial público bajomedieval ha sido estudiado


recientemente por J. M. GARCíA MARfN, El oficio público en Castilla duran-
te la Baja Edad Media, 2ª ed., Madrid, 1987. En cuanto al desempeño de ofi-
cios públicos por los nobles, vid. M. J. GARCíA VERA, La alta nobleza en las
instituciones de gobierno de la Monarqufa de Enrique IV (1454-7414),
Memoria de licenciatura inédita leida en la Universidad Complutense en
1992.
207. M. C. QUINTANILLA, .Nobleza y señorlos en Castilla durante la Baja
Edad Media; Aportaciones de la historiograffa reciente., Anuario de Estudios
Medievales, 14 (1984), p. 622.

96 -
XV, la ocupación de cargos locales como alcaldías, alguaci-
lazgos, regidurías y tenencias de fortalezas, constituyeron un
importante instrumento para llevar a cabo acciones hostiles
frente a los adversarios 2 0 8 .

Los Ayala de Toledo, desde el momento en que sur-


gieron como rama independiente -formalmente en 1406, pero
de hecho en 1398- desempeñaron oficios en la administración
general del reino y en la administración local toledana. Todos
ellos expresan la prodigalidad del favor regio, pero hay algu-
nos de ellos que muestran con mayor evidencia la cercanía
del linaje respecto al monarca; son éstos los que no del todo
correctamente denominamos «oficios cortesanos»: la aposen-
taduría mayor y el oficio de montero mayor, a los que hay que
añadir las actividades diplomáticas que desempeñó el funda-
dor de la rama y la consideración constante de consejero real
de que gozan los sucesivos parientes mayores del linaje.
Los que consideramos «oficios locales,,209 evidencia-
ban la proyección local del poder de los Ayala, siendo los más
interesantes para la implantación y el liderazgo del linaje en
Toledo y su tierra. Entre ellos, el que conservaba mayor vincu-
lación con la administración del reino era la tenencia de for-
talezas de la ciudad. La alcaldía mayor y el alguacilazgo
mayor tuvieron mucho más que ver con la evolución local.
Por último, la gobernación y el corregimiento ponen de relie-
ve la sincera confianza que en ciertos momentos el monarca
depositó en este linaje.
Cada uno de estos oficios se estudiará a través de un
modelo de análisis tomado del que utilizan los historiadores
del Derecho, aunque reducido y adaptado al estudio concre-

208. A este respecto merece la pena señalar la maniobrabilidad que facilitaba


el cargo de alcalde mayor -tan relevante en la evolución de 105 Ayala toleda-
nos- con facultades policiales y de orden público.
209. Conscientes del artificio que supone separar «oficios cortesanos» y «ofi-
cios locales., mantenemos la distinción para facilitar la exposición.

- 97
to del poder de los Ayala toledanos. En primer lugar se hará
referencia a la evolución del oficio y a sus atribuciones, pasan-
do a continuación a acotar el tiempo en que estuvo en manos
del linaje que nos ocupa y, si es el caso, cómo lo transmitió
hereditariamente.

5.2. OFICIOS Y ACTIVIDADES EN LA CORTE

El oficio de aposentador mayor deriva de una institu-


ción palaciega de la Alta Edad Media: el pasatarius o posade-
ro, que se encargaba del hospedaje del rey y la Corte en sus
desplazamientos continuos por el territorio del reino. Este ofi-
cio, necesario por el carácter itinerante de la Corte, requería
notables dotes de organización; su titular había de gozar de la
confianza del monarca, ya que la seguridad de éste dependía
en buena medida del control que sobre el lugar en que se
asentaba, establecía antes el posadero. Hay que suponer que
este oficial, que en las Partidas era ya denominado «aposenta-
dor» se adelantaba a la Corte con un equipo de subalternos
para procurar la estancia del rey y los suyos en óptimas con-
diciones. Junto con los «mesnaderos» de la guardia real, el
mayordomo, el despensero, el repostero y otros, el aposenta-
dor era considerado en las Partidas como uno de los oficios de
«guarda e mantenimiento» personal del monarca. Al final del
Medievo la aposentaduría se convirtió en un cargo que confe-
ría dignidad y rentas, pero no era ejercido directamente por el
titular sino a través de lugartenientes, o por oficiales de menor
rango. Bajo el reinado de los Reyes Católicos había varios
aposentadores, encargados también del aposentamiento de
grandes oficiales públicos en sus desplazamientos21O .

210. Toda esta información es ofrecida en L. GARCíA DE VALDEAVELLANO,


Curso de Historia de las instituciones españolas. De los orfgenes al final de la
Edad Media, Madrid, 1986, pp. 492-493 Y 496. Ésta que utilizamos es una de
las varias reimpresiones de la edición de 1968.

98 -
Los tres primeros Ayala toledanos fueron titulares del
oficio de aposentador mayor. No sabemos con seguridad en
qué momento llegó a manos de Pedro López 1la merced, pero
intuimos que coincide con la reorganización de la Corte que
se produjo al iniciarse, en las Navidades de 1406-1407, la
regencia del infante don Fernando y de la reina doña Catalina
en la minoridad de Juan 11. Es posible que el infante-regente
promoviera al cargo a Pedro López, ya que éste gozó de la
confianza de aquél, como prueba su servicio constante en las
campañas estivales contra los musulmanes de Granada 211 . Lo
cierto es que era ya titulado aposentador mayor el 22 de junio
de 1407 cuando, entre los vítores del pueblo, entraba en
Sevilla con el infante don Fernando y otros caballeros después
de tomar Pruna 212 .
La aposentaduría mayor fue ejercida sin solución de
continuidad por los parientes mayores del linaje hasta Pedro
López 111. A la muerte de éste, en los primeros meses de 1489,
el oficio pasaría a otra de las ramas de los Ayala, la de
Talavera, liderada en aquel momento por Juan de Ayala. El 20
de abril de 1489 Juan de Ayala, señor de Cebolla, era proveí-
do con el oficio de aposentador mayor, que había quedado
vacante por la defunción del segundo conde de Fuensalida 213 .
La transmisión del oficio de aposentador mayor de
padre a hijo dentro del linaje Ayala es un hecho acreditado
por la intitulación de los parientes mayores. Pero conservamos
además los documentos que nos muestran la fórmula jurídica

211. Recuérdese que en la campaña de Antequera Pedro López perdió un ojo.


Son frecuentes en las crónicas las alusiones al alcalde mayor de Toledo como
capitán de las huestes fernandinas; vid. capítulo 2 de este trabajo.
212. A. GARCíA DE SANTA MARíA, Crónica de Juan 11 de Castilla, ed. de j. M.
Carriazo, Madrid, 1982, p.102; Y F. PÉREZ DE GUZMÁN, «Crónica del Rey
don Juan el Segundo», Crónicas de los Reyes de Castilla, ed. de C. Rosell,
Madrid, 1953, tomo 11, año 1, cap. XXv, p. 288.
213. La provisión se conserva en A.G.S., R.G.S., 1489, IV, fol. 9.

- 99
empleada para la transmisión 214 • En 1430 Pedro López I
renunció al oficio, con sus rentas, pidiendo al rey Juan 11 que
se lo concediese a su hijo Pedro López 11: « •.. por quanto el
dicho vuestro padre [Pedro López 1] renum;ió en mis manos el
dicho ofi<;io e quita<;ión e ra<;ión e me pidió por merced que
vos proveyese e fisiese mer<;ed del dicho ofi<;io e quita<;ión e
ra<;ión; del qual dicho ofi<;io de aposentaduría mayor e qui-
ta<;ión e ra<;ión vos fago mer<;ed para que lo ayades e tenga-
des de vos o aquél o aquéllos de vuestro poder para ello ovie-
re para toda vuestra vida ... »215. En 1475 los reyes Isabel y
Fernando concederán el título a Pedro López 111 en las mismas
condiciones.
La patrimonialización de los oficios públicos se había
convertido en un hecho habitual durante la Baja Edad Media.
La fórmula jurídica que se empleó para la transmisión de la
aposentaduría mayor dentro del linaje Ayala era bastante
corriente en el siglo XV castellano: la «renuntiatio in favo-
rem». Consiste en la renuncia del oficio por parte del titular,
aduciendo un motivo legal (duplicidad de cargos) o personal
(imposibilidad física para su desempeño por la avanzada
edad), en favor de otra persona, generalmente el heredero. De
hecho, la fórmula descrita enmascara una transmisión bajo
control regio 216 . La aposentaduría mayor no será el único ofi-
cio que los Ayala se transmitan a través de esta fórmula.

Los monteros y los halconeros fueron en la Castilla


bajomedieval oficiales de la Casa real de la mayor relevancia

214. Nos referimos a las mercedes de este oficio que otorgan Juan 11 en ¡avor
de Pedro López 11 el 3 de abril de 1430 y los Reyes Católicos en favor de Pedro
lópez 111 el14 de marzo de 1475; vid. A.G.S., E.M.R., Q.C, leg. 37, fol. 691
r. - 692 vto.
215. Pedro lópez es intitulado en este documento .mi donce!», tratamiento
que manifiesta notoriamente la privanza de los Ayala.
216. F. TOMÁS Y VALIENTE, «Origen bajomedieval de la patrimonialización y
enajenación de oficios públicos en Castilla., Actas del I Symposium de
Historia de fa Administración, Madrid, 1970, pp. 157-159.

100 -
cortesana, ya que su labor era necesaria para llevar a buen tér-
mino el más noble de los pasatiempos del monarca: la caza.
El montero mayor se encargaba de organizar las batidas y para
ello, basándose en su indudable experiencia cinegética, distri-
buía a los grupos de hombres por el monte bajo la dirección
de monteros217 . Considerando el tiempo que los monarcas
dedicaban a tan digna actividad, podemos intuir el estrecho
contacto personal con. el rey que este oficio propiciaba. El
joven rey don Carlos concedió el cargo de montero mayor a
Pedro López IV el 18 de marzo de 1518 218 •
La cercanía de los Ayala a la persona del rey se mani-
fiesta con especial evidencia en momentos determinados. Las
misiones diplomáticas ante otros monarcas eran realizadas por
personas de gran confianza y de notoria capacidad. El
Canciller Ayala destacó por su habilidad en estas cuestiones;
sus hijos Fernán Pérez y Pedro López emularían en alguna
ocasión las actividades del cronista. Al segundo de ellos le fue
encomendada una misión delicada: en abril de 1430, junto al
doctor Franco, contador de Juan 11, encabezó una embajada
que se dirigía a Juan I de Portugal para poner en sus manos la
paz entre el rey de Castilla y los monarcas de Aragón y
Navarra219 • Se trataba de entregar el papel de juez y mediador
al portugués para saldar las diferencias habidas entre los otros
reyes peninsulares.

217. lo GARCíA DE VALDEAVELLANO, op. cit., p. 495.


218. Se conserva una copia simple de esta merced en A.D.F., Fuensalida, catál.
41, nQ 10. En un documento fechado el 24 de agosto de 1506 Felipe I intitu-
laba «mi montero» al tercer conde de Fuensalida; vid. A.D.F., Fuensalida,
catá!. 14, adición 3. Cabe la posibilidad de que en el fugaz reinado de don
Felipe, Pedro López accediera al oficio y luego lo perdiera, para recuperarlo
finalmente por merced de Carlos 1, en un momento en que este monarca se
sentfa necesitado de apoyos.
219. Crónica del Halconero de Juan 11, ed. de J. M. Carriazo, Madrid, 1946, p.
60; vid. además L. BARRIENTOS, Refundición de la Crónica del Halconero,
ed. de J. M. Carriazo, Madrid, 1946, p. 97.

-101
La privanza regia de los Ayala, como la de otros altos
linajes, se expresaba asimismo de forma cotidiana, continua,
a través de la condición que se les concedía de consejeros del
rey. En multitud de documentos regios Pedro López l y sus
sucesores son titulados «de mi Consejo». Esta fórmula diplo-
mática no debe hacer pensar que los Ayala toledanos tuvieran
una plaza en el Consejo Real castellano. Salustiano de Dios
señala que a muchos arzobispos, obispos y otros eclesiásticos,
nobles titulados, maestres y comendadores de las órdenes
militares, altos oficiales de la administración central y territo-
rial, así como a algunos de la local y a los embajadores oca-
sionales se les denomina «consejeros)) por razón de su digni-
dad; en rigor, como nos hace ver el referido historiador del
Derecho, esta denominación aplicada a nobles, eclesiásticos y
oficiales hace justicia a la realidad política, ya que la partici-
pación de estas personas en la toma de decisiones regias era
imprescindible -al menos en teoría- en una organización polí-
tica basada en las relaciones feudovasalláticas 22o . Estamos
refiriéndonos a la asistencia que el vasallo debe a su señor, al
consi/ium feudal.

5.3. LOS OFICIOS LOCALES

Los Ayala se implantaron sólidamente en Toledo a tra-


vés de un proceso -protagonizado por Pedro López 1- que
comenzó con el control de importantes oficios locales y cul-
minó con la adquisición de un estado señorial. Los cargos que
el primer Ayala toledano desempeñó en la ciudad lo catapul-
taron hacia la conquista de un liderazgo, que sólo halló un
contrapeso estable con el encumbramiento de los Silva, ya
doblada la primera mitad del siglo XV. Sólo en el momento en
que la jurisdicción sobre lugares de la tierra proporcionara un

220. S. DIOS, El Consejo Real de Castilla (1385-1522), Madrid, 1982, pp. 255-
256. Este libro constituye la mayor aportación que se ha llevado a cabo para
el conocimiento de esta trascendental institución polftica.

102 -
volumen notable de rentas, una amplia clientela y una consi-
derable dignidad, el desempeño de oficios pasaría a un segun-
do plano como fundamento del poder local de los Ayala.
La tenencia de fortalezas fue uno de los oficios que
inicialmente ejerció Pedro López 1. En la Alta Edad Media, esta
institución equivalía a una circunscripción territorial bajo el
control de un «tenente», transformándose cuando los peligros
exteriores fueron atenuándose. Los ten entes o alcaldes que el
rey proveía se convirtieron en custodios de las fortalezas
regias, diseminadas por todo el reino, con el objeto de hacer
efectivo el control del monarca sobre el territorio y los hom-
bres 221 . La alta nobleza se benefició de su cercanía respecto al
monarca, recibiendo de éste en tenencia las plazas más impor-
tantes, en tanto que caballeros, hidalgos y escuderos figuraron
al frente de fortalezas de menor entidad; los alcázares de las
más importantes ciudades quedaban en manos de personas de
la mayor confianza del rey222.
Las fortificaciones urbanas no se limitaban al alcázar
real y las murallas; la ciudad bajomedieval contaba con otros
puntos fuertes: puentes, puertas, torres, palacios señoriales,
edificios eclesiásticos. La genérica misión del alcaide era
defender la fortaleza que tenía a su cargo, y por esto el alcá-
zar y otros puntos fuertes de la ciudad constituyeron una cuña
estable del poder regio en los núcleos urbanos. Dependiendo
de las circunstancias -equilibrio de fuerzas en la ciudad, capa-
cidad de maniobra del rey- las fortificaciones de una pobla-
ción se entregaban a una o varias personas; en el primer caso
se corría el riesgo de que se produjera una traición por parte

221. Sigo aquí el reciente trabajo de investigación de M. C. CASTRILLO,


Alcaides y fortalezas en el siglo XIV: poderes y conflictos en la Corona de
Castilla, Universidad Complutense de Madrid, 1993. Aprovecho la alusión
para agradecer a su autora la amabilidad mostrada al facilitarme el acceso a
su trabajo.
222. ¡bid., pp. 265-266. Aunque el trabajo de M. C. Castrillo se centra en el
siglo XIV, parte de sus afirmaciones son extrapolables a la primera mitad del
siglo XV.

- 103
del poderoso tenente; en el segundo caso, eran frecuentes las
tensiones entre alcaides 223 .
Durante el reinado de Juan 11 Toledo conoció la impo-
sición del alcaide de sus fortalezas, Pedro López de Ayala. El
15 de marzo de 1398 Enrique 111 le concedía la tenencia del
castillo de San Servando que, desde fuera del recinto amura-
llado, guardaba el flanco oriental de la ciudad 224 . No sabemos
si el primer Ayala toledano estaba al frente de todas las forta-
lezas regias de Toledo o sólo de parte de ellas 225 . Al frente de
algunas aparece en las fuentes entre 1398 y 1445. El 7 de
diciembre de 1420 Juan 11 dirigió una carta a los toledanos
mandando que prestasen ayuda a Pedro López de Ayala y a
Pedro Carrillo, alcalde y alguacil mayores respectivamente,
que «tienen (:iertas puertas de la dicha (:íbdat))226. La crónica
de Juan 11 atribuye a Pedro López 1 el cierre de las puert.as de
la ciudad al infante don Enrique en la primavera de 1429,
cuando éste se dirigía al norte de Castilla para combatir a don
Álvaro de Luna 227 . Parece comprobado que en 1445 Juan 11,
retiró definitivamente la tenencia de las fortalezas toledanas a
Pedro López 1, debido a su pasada militancia en el bando enri-

223. Para un acercamiento a las tenencias de fortalezas urbanas véase, además


del citado trabajo de Castrillo, pp. 346 Y siguientes, el de M. C. QUINTANI-
LLA, «Alcaides y tenencias de fortalezas en el Reino de León en la Baja Edad
Media», Castillos medievales del Reino de León, Madrid, 1989, pp. 61-81. De
la misma profesora Quintanilla hay que señalar el estudio general «La tenen-
cia de fortalezas en Castilla durante la Baja Edad Media», En la España
Medieval, V (1986), volumen 11, pp. 861-895.
224. La merced se conserva en A.D.F., Fuensalida, catál. 41, nº 1; publicado
en E. BENITO, Toledo en el siglo Xv. Vida política, Madrid, 1961, p.165.
225. Las fortalezas regias en Toledo eran, además del castillo de San Servando,
el alcázar, el puente y la torre de Alcántara,el puente y la torre de San Martín,
la puerta del Cambrón y la puerta de Bisagra.
226. A.D.F., Fuensalida, leg. 41, nQ 5; publicado en E. BENITO, Op. cit., p. 165.
En el documento no se expresan cuáles eran las puertas que controlaban los
dos magistrados.
227 •• Crónica del Rey don Juan el Segundo», cit., año 23, cap. XI, p. 456.

104 -
queño, concediéndoselas a su nuevo hombre de confianza en
la ciudad, Pedro Sarmiento 228 .

La alcaldía mayor de Toledo fue sin duda el oficio que


mejor caracterizó la posición local de los Ayala. Los alcaldes
mayores -en número de dos, cuatro o seis- constituían el tri-
bunal de jueces ordinarios de las localidades castellanas. Sus
atribuciones eran fundamentalmente judiciales, pero se ocu-
paban también de asuntos de orden público, dirigiendo la
policía rural y urbana; asuntos económico-normativos, como
el control de pesos y medidas y la fijación del precio de los
productos básicos; y asuntos militares, como la organización y
dirección de la hueste local 229 . En Toledo la figura del alcalde
se transformó notablemente; manteniendo las mismas atribu-
ciones que en las ciudades del norte, en la del Tajo los alcaI-
des eran oficiales del monarca. Toledo heredó una tradición
musulmana de magistraturas controladas por el rey; desde el
primer momento la ciudad contó con dos alcaldes, uno mozá-
rabe y otro castellano, que pronto se nombrarían indistinta-
mente entre miembros de ambos grupos230.
A lo largo de los siglos XII, XIII y XIV el monarca pro-
veía entre los notables toledanos, que pasarán a calificarse
«mayores» para distinguirlas de las alcaldías ordinarias que
desempeñan los lugartenientes de 105 propios magistrados. No

228. Crónica del Halconero, cit., pp. 468-469; vid. además P. ALCOCER,
Hystoria o descripción de la imperial cibdad de Toledo, edición facsímil,
Toledo, 1973.
229. L. GARCíA DE VALDEAVELLANO, Op. cit., pp. 544-545.
J. GAUTIER-DALCHÉ, Historia urbana de León y Castilla en la Edad
230.
Media (siglos IX al XIII), Madrid, 1979, pp. 375-376. La estructura institucio-
nal de la ciudad recién conquistada nos es bastante bien conocida gracias,
entre otros, al riguroso estudio de A. GARCíA-GALLO, «Los fueros de Toledo»,
Anuario de Historia del Derecho Espafiol, XLV (1975), pp. 341-388.
Desgraciadamente no puede decirse lo mismo para los siglos posteriores,
entre el XII y el XIV. Para el siglo XV las fuentes son ya mucho más explícitas.

- 105
tiene nada de extraño que el Canciller Ayala fuera titular de
este oficio desde los años ochenta del siglo XIV231. Pedro
López I figuraba ya como alcalde mayor de Toledo el 15 de
marzo de 1398, aún en vida de su padre, cuando recibía de
Enrique 111 la tenencia del castillo de San Servand0 232 . Como
más arriba se ha señalado, el cronista López de Ayala aban-
donó la vida activa en los últimos años del siglo XIV, dejando
a sus hijos Fernán Pérez y Pedro López sus bienes y cargos.
Los Ayala perderían el oficio de alcalde mayor en
1489, con la muerte de Pedro López 111. El 20 de abril de 1489
los reyes Isabel y Fernando proveen la alcaldía mayor de
Toledo en favor de don Gutierre de Cárdenas, comendador
mayor de León, contador mayor de los reyes, del Consejo
Real, señor de Maqueda, Torrijas, Elche y Crevillente; en la
real provisión se indica que esta alcaldía mayor quedaba
vacante por la muerte del segundo conde de Fuensalida 233 .
Durante un siglo, cuatro generaciones del mismo linaje ejer-
cieron el oficio de alcalde mayor de Toledo, y sin embargo no
lograron patrimonizalizarlo definitivamente; será, como vere-
mos a continuación, ei alguacilazgo mayor el cargo que los
Ayala harán propio.
La transmisión de la alcaldía mayor de una generación
a otra dentro del linaje Ayala se llevó a cabo a través de la fór-
mula jurídica que hemos visto emplear para la transmisión de
la aposentaduría mayor. El 3 de abril de 1430 Pedro López 11
fue nombrado alcalde mayor de Toledo por Juan 11, pudiendo
ejercer el oficio sólo cuando su padre muriera o renunciase en
su favor 234 . El 13 de abril de 1451 Pedro López 1, ya anciano,

231. Sobre la condición de toledano del cronista véanse las consideraciones


expuestas en la nota 50, de este trabajo.
232. Vid. documento referido en la nota 224.
233. Conservamos dos copias de esta real provisión; una en A.M.T., A.S., caj.
1, leg. 8, n2 5/3; yla otra en A.C.S., R.C.S., 1489, IV, fol. 8.
234. Una copia sin validación de la real provisión se ha conservado en A.M.T.,
A.S., leg. 8, na 5/1; vid. Ap. doc., nQ 2. Obsérvese que la fecha de este docu-
mento es la misma que la que lleva la provisión de la aposentaduría mayor en
favor del mismo Pero López 11; vid. nota 214.

106 -
renuncia la alcaldía mayor en favor de su primogénito, como
se había anunciado ventiún años antes 235 .

El alguacilazgo mayor de Toledo, tardíamente adqui-


rido por los Ayala, va a caracterizar la etapa de perpetuación
en el poder de este linaje. El alguacilazgo era otra de las
magistraturas urbanas que la ciudad heredó del dominio islá-
mico, y por tanto su provisión corría a cargo del monarca. El
alguacil era el ejecutor de la justicia que emanaba de los alcaI-
des: hacía cumplir las sentencias, prendía a los delicuentes y
tomaba prendas 236 . Como las alcaldías mayores, el alguaci-
lazgo mayor era concedido por el rey a miembros de la oli-
garquía toledana; en los siglos XIV y XV el alguacil mayor de
Toledo contaba con uno o varios alguaciles ordinarios que le
ayudaban a cumplir con sus cometidos o que, dicho llana-
mente, hacían el trabajo por é1 237 .
El cronista López de Ayala había ejercido ya bajo el
reinado de Pedro I el alguacilazgo mayor de Toled0 238 ; pero
será en la segunda mitad del siglo XV cuando la rama toleda-
na asuma para largo tiempo esta magistratura. Como ya hemos
indicado, Alfonso de Silva adquirió de Carda Álvarez de
Toledo, conde de Alba, el oficio de alguacil mayor de

235. Un testimonio notarial de esta «renuntia in favorem. se custodia en el


Archivo Municipal de Toledo, en la misma signatura que la provisión citada
en la nota anterior.
236. L. GARCíA DE VALDEAVELLANO, Op. cit., p. 546.
237. J. M. GARCíA MARíN, Op. cit., pp. 54-55, afirma que los lugartenientes
-los que sustituian, no los que colaboraban- solían aparecer vinculados a los
oficios mayores que comportaban, más que una obligación, una dignidad
para el titular; éste es el caso del alguaCilazgo mayor.
238. Como titular de tal oficio se presentaba él mismo en su «Crónica del Rey
Don Pedro., Año Onceno, cap. XXI, P. LÓPEZ DE AYALA, Crónicas, ed. ), L.
Martin, Barcelona, 1991, pp. 254-255.

-107
Toledo 239 . Con esta adquisición, Pedro López II lograba que
cada uno de sus dos hijos mayores -Pedro López 111 y Alfonso
de Silva- dispusiese de una alta magistratura toledana. Pero
muy pronto murió el segundo de ellos; y su heredero, Pero
López IV, que tomó el alguacilazgo mayor, no lograría heredar
de su tío la alcaldía mayor, oficio que los Reyes Católicos se
apresuraron a proveer fuera del linaje para evitar la acumula-
ción de poder en su seno. El alguacilazgo mayor, adquirido
por Alfonso de Silva y ejercido después por su hijo Pedro
López IV, se perpetuó en el linaje, como símbolo de su nota-
bilidad en la ciudad. En el siglo XVI los condes de Fuensalida
seguían figurando como titulares del oficio; pero, de hecho, la
función de ejecutor de la justicia era ejercida por un segundo
alguacil mayor, nombrado por el corregidor 24o •

Entre 1468 Y 1470 se produjo la fase culminante del


desarrollo del poder local de los Ayala en Toledo. A lo largo de
este trienio Pedro López 11 obtuvo la gobernación de la ciudad
y su tierra, amplió su estado señorial y su patrimonio y acce-
dió al título condal; aquí nos detendremos en el estudio del
oficio de gobernador. Esta figura institucional apareció tardía-
mente en el Derecho castellano; las Partidas no lo mencionan
y los ordenamientos de Cortes no lo hacen hasta 1480. En
1500 se cuenta por vez primera con una normativa que lo
regula: la pragmática de 9 de junio de aquel año legislaba
conjuntamente para corregidores, asistentes y gobernado-

239. La compraventa, cuyo precio se fijó en 2.100.000 mrs., se realizó entre


abril y julio de aquel año, ya que Enrique IV el 15 de abril confirmaba la mer-
ced del oficio al conde de Alba y el 28 de julio aprobaba la venta otorgada en
favor de Alfonso dé Silva; vid. A.D.F., Fuensalida, leg. 246, n2 1 y 4, respecti-
vamente. El precio de la compraventa se expresa en la carta de pago otorga-
da por Garci Álvarez; vid. A.D.F., Fuensalida, leg. 246, na 3.
240. E. LORENTE, Gobierno y administración de la ciudad de Toledo y su tér-
mino en la segunda mitad del siglo XVI, Toledo, 1982, p. 30, ha señalado el
desdoblamiento del oficio.

108 -
res 241 . Pero a comienzos del siglo XVI la figura del goberna-
dor era ya marginal en Castilla, siendo en las Indias donde
estaba llamada a jugar un importante papel en las centurias
siguientes 242 .
Las atribuciones del gobernador fueron diferentes
según el lugar y sus circunstancias en el momento de la actua-
ción del oficial. En general, parece que las funciones más con-
cretas en la administración de justicia yen la gestión munici-
pal fueron ajenas al gobernador. La misión de este oficial tuvo
un carácter mucho más genérico: era enviado a puntos con-
flictivos en situaciones delicadas para restaurar el orden públi-
co y la estabilidad política; asumía funciones de «administra-
ción general» que con frecuencia chocaban con las tareas de
los magistrados locales, los cuales habían de someterse tem-
poralmente al gobernador 243 .
En el caso de la gobernación en Toledo ejercida por
Pedro López " son válidas las atribuciones de orden público
citadas, así como la subyugación de los más altos oficios con-
cejiles. En junio de 1468 Toledo, después de tres años de
adhesión al príncipe don Alfonso, reconoció nuevamente a
Enrique IV. Hemos observado ya cómo Pedro López de Ayala
había sido el principal artífice del cambio de bando de la ciu-
dad, y cómo el monarca premió su actitud con diversas mer-

241. B. GONZÁLEZ ALONSO, Gobernación y gobernadores. Notas sobre la


administración de Castilla en el perrada de formación del Estado moderno,
Madrid, 1974, pp. 11-12. La pragmática de 9 de junio de 1500 ha sido ínte-
gramente publicada por el mismo autor en su libro El corregidor castellano
(1348-1808), Madrid, 1970, pp. 299-317.
242. Sobre esta cuestión vid. A. GARCíA-GALLO, "Los orígenes de la admi-
nistración territorial de Las Indias)), Anuario de Historia del Derecho Español.
XV (1944).
243. B. GONZÁLEZ ALONSO. Gobernación y gobernadores ... , cit.. pp. 139-
142. La imprecisión al exponer las atribuciones del gobernador, por parte de
este autor, se comprende por la propia naturaleza del oíicio y por el método
deductivo empleado para reconstruir el oíicio; González Alonso, ante la esca-
sez doctrinal y normativa, se ve obligado a extraer conclusiones generaliza-
doras a partir de la documentación concreta de cada uno de los gobernado-
res conocidos.

- 109
cedes, entre ellas un oficio que le confería poderes extraordi-
narios en Toledo: la gobernación de la ciudad y su tierra. El
documento de provisión del oficio, fechado el 4 de julio de
1468, contiene los términos en que Pedro López adquiría la
primada locaF44.
Con la gobernación, el segundo de los Ayala toleda-
nos recibía una auténtica lugartenencia del rey en la ciudad;
de hecho, en la carta de provisión Enrique IV se dirigía a
Toledo en el siguiente tono: «a todas las cosas que de mi parte
vos dixere e mandare, aquéllas ponga des en execu~ión e faga-
des e cumplades, así como si yo por mi persona vos lo dixese
e mandase». Obtuvo además atribuciones más concretas,
como la facultad para expulsar de la ciudad y de su tierra a
quien considerase oportuno, o la jefatura de la milicia local:
«cada que el dicho Pedro López entendiese que cunple a mi
servi~io vos juntedes poderosamente con él por vuestras per-
sonas e con vuestras gentes e armas». En cuanto a las relacio-
nes del gobernador COh el concejo, el rey ordena que no se
haga ayuntamiento si no se haya presente Pedro López, que lo
preside.
La posición de Pedro López II en la ciudad se situaba,
en consecuencia, a un nivel que ni antes ni después sería
alcanzada por ningún otro de su linaje. Superaba las atribu-
ciones del asistente, que había sido la figura rectora de la polí-
tica local toledana en los años precedentes. El poder del
segundo Ayala toledano era equiparable al de un corregidor ya
que, como alcalde mayor, disponía de las alcaldías; y por la
propia provisión de la gobernación le fue concedida la facul-
tad de disponer de los alguacilazgos de Toled0 245 .

244. La provisión del oficio de gobernador en favor de Pedro López 11, de gran
valor informativo para nosotros, se conserva en A.D.F., Fuensalida, catál. 9, nº
20, y ha sido publicado en E. BENITO, Op. cit., pp. 249-251; vid. Ap. doc.,
n2 4.
245. Vid. provisión citada; Acerca de la atribuciones judiciales y ejecutivas del
corregidor vid. B. GONZÁLEZ ALONSO, El corregidor... , cit., pp. 91-92; yA.
BERMÚDEZ AZNAR, El corregidor en Castilla durante la Baja Edad Medía
(1348-1474), Murcia, 1974, pp. 174-176.

110 -
Los Ayala de Toledo fueron titulares de otros oficios de
ámbito local que no vamos a examinar aquí porque fueron
ejercidos en lugares ajenos a Toledo, que es nuestro centro de
atención. No obstante los citaremos para completar la exposi-
ción de las mercedes de oficios que, como se ha comentado,
evidencian la relevancia del favor regio sobre el linaje. El 15
de septiembre de 1488 Pedro López 111 fue nombrado corregi-
dor de Salamanca por tiempo de un añ0 246, pero el segundo
conde de Fuensalida no llegaría a vivir tanto. El licenciado
Pero de Loaysa fue enviado a Salamanca el 12 de junio de
1489 para hacer juicio de residencia a los oficiales de los que
el difunto conde se había servido durante su breve corregi-
mient0247 •
Por último señalaremos el oficio que ejerció durante
algunos años Pedro López IV. Carlos 1, en su nombre y en el
de su madre la reina doña Juana, nombró gobernador de
Galicia al tercer conde de Fuensalida el 17 de marzo de
1517 248 • Tras la represión de la insurrección comunera Pedro
López, fiel servidor de la Monarquía -como se ha comentado-
seguía al frente de la gobernación gallega.

5.4. CONCLUSiÓN

El desempeño de oficios, siendo una evidente mani-


festación de la privanza regia, supuso para los Ayala un ins-
trumento de ascenso a nivel local, extraordinariamente rele-

246. La provisión del corregimiento se conserva en A.C.5., R.C.S., 1488, IX,


fol. 106.
247. A.C.5., R.C.S., 1489, VI, fol. 218. Un mes después, el15 de julio, se le
ordenaba al mismo licenciado que hiciese juicio de residencia a los oficiales
que el concejo salmantino había nombrado para ejercer las funciones del
corregimiento vacante; vid. A.C.S., R.C.S., 1489, VII, fol. 216. En el capítulo
anterior se ha hecho ya referencia a la documentación del Archivo de
Si mancas referente al corregimiento de Pedro López y a la labor del comisio-
nado Loaysa.
248. A.C.S., E.M. R., Q.c., leg. 37, fol. 693 r. - 695 r.

-111
vante durante un primer período -que podríamos hacer corres-
ponder con el liderazgo de Pedro López 1- en que el patrimo-
nio y 105 apoyos locales no estaban aún plenamente consoli-
dados; pero a medida que transcurría el tiempo y la alta posi-
ción de los Ayala en Toledo iba estabilizándose, los oficios
fueron pasando a un segundo plano como fundamento de
poder.
Durante el liderazgo de Pedro López IV (1489-1537)
sólo quedaba en manos del linaje un oficio toledano, el de
alguacil mayor; en cambio, este conde de Fuensalida fue titu-
lar de dos altos cargos -montería mayor y gobernación de
Galicia- que implicaban la confianza regia y conferían gran
prestigio, pero no favorecían su posición en Toledo. Si al
comienzo del siglo XV el desempeño de oficios ofrecía, por
encima de todo, un instrumento de consolidación en la ciu-
dad, a comienzos del siglo XVI era más deseable por el pres-
tigio y las rentas que conllevaba.

112 -
6. EL SEÑORío EN LA TIERRA DE TOLEDO

6.1. CUESTIONES CONCEPTUALES Y METODOLÓGICAS

No hay muchos términos en la Historiografía que


encierren tan gran variedad de significados como «señorío».
En el capítulo que ahora comienza aparecerá con bastante
frecuencia, y no podemos dejar de señalar en qué sentido
vamos a utilizarlo. En primer lugar deben distinguirse dos tér-
minos que en sí engloba la palabra en cuestión; éstos son
«señorío solariego» y «señorío jurisdiccional»249. El primero
de ellos tiene tres posibles acepciones:
1/ El concepto de señorío nobiliario por contraposi-
ción al de la Iglesia y al de la Monarquía, denominados res-
pectivamente «abadengo» y «realengo». Con ello definimos
una porción del territorio del reino que se caracteriza por su
dependencia respecto a un grupo social concreto: la nobleza
laica.
2/ Como «señorío solariego» definimos también una
primera fase en la evolución del régimen señorial, caracteri-

249 • En más de una ocasión, Salvador de Moxó ha insistido en la diferencia-


ción de ambos conceptos, clarificándolos satisfactoriamente; vid. «Los seño-
rfos: cuestiones metodológicas que plantea su estudio», Anuario de Historia
del Derecho Español, XLII (1973), pp. 278-279, Y "Los señoríos: estudio meto-
dológico., Actas de las I jornadas de metodología aplicada a las Ciencias
Históricas, Santiago de Compostela, 1975, tomo 11, pp. 166 Y siguientes. En
nuestra exposición seguimos estos trabajos.

- 113
zado por el dominio sobre la tierra, del cual se deriva el domi-
nio sobre los hombres; se trata de la forma de explotación de
la vil/a altomedieval, cuyo esquema se repite en los manuales.
3/ Finalmente, se entiende por tal término el terruño
propio del señor frente a las tierras que pertenecen a otros pro-
pietarios o al conjunto de los habitantes de un área bajo juris-
dicción señorial. Aunque no nos corresponde profundizar en
esta cuestión, no debemos perder de vista la constante coexis-
tencia de pequeñas y medianas propiedades campesinas con
la gran propiedad señorial, sin olvidar los espacios comunales
y los propios de los concejos de las villas de señorío.
Frente a la diversidad de acepciones de «señorío sola-
riego», o «territorial», existe una muy concreta de señorío
jurisdiccional. Alfonso María Guilarte lo ha definido nítida-
mente como «conjunto de prerrogativas de derecho público
que, sobre los asentados en un núcleo de población definido,
la Corona trasfiere a quien las ejerce en derecho propio»250.
Ésta es precisamente la jurisdicción delegada, caracterizadora
del régimen señorial, abolida definitivamente por 105 regíme-
nes liberales decimonónicos.
Cuando no se exprese lo contrario en el presente tra-
bajo se utilizan como sinónimos «señorío» y «señorío juris-
diccional». Por otra parte nos referiremos con el primer térmi-
no bien a una parte, bien a la totalidad del espacio que per-
manece bajo la autoridad jurisdiccional de los Ayala de
Toledo. Cuando aludamos al conjunto de villas y lugares que
los componen emplearemos también un término del gusto de
Moxó: «estado señoria!»; «estado de Fuensalida», en este
caso, por ser esta villa la cabeza del territorio en cuestión.

. ,
250. A. M. GUILARTE, El régimen señorial en el siglo XVI, 2~ ed. revisada,
Valladolid, 1987, p. 28. A pesar de la concreción cronológica de su título, este
trabajo estudia directamente los siglos bajomedievales.

114-
6.2. LA ADQUISICiÓN DEL SEÑORío (1441-1450)

El acceso a la jurisdicción sobre lugares se produjo en


el Medievo castellano a través de diferentes procedimientos. El
más primitivo de ellos consistió en la cesión de esta prerroga-
tiva política sobre espaciqs que constituían con anterioridad
dominios solariegos de personas o entidades, con frecuencia
monasterios. Fue ésta una modalidad a menudo empleada en
los siglos XI y XII al norte del Duero. Un segundo procedi-
miento, utilizado por los monarcas castellanos en relación con
las estrategias de repoblación, consistía en dotar a magnates o
a instituciones eclesiásticas con territorios de nueva coloniza-
ción, para que los explotasen con colonos que debían ser atra-
ídos con generosos fueros y cartas pueblas.
Una tercera modalidad de investidura señorial tenía
su origen en el ejercicio de un cargo público, como el de
conde o tenente, autoridad que se ampliaría con la cesión de
derechos territoriales y la perpetuación hereditaria de la auto-
ridad pública. A fines de la Edad Media la forma de acceso al
señorío más común fue la merced regia en favor de nobles que
realizaron importantes servicios a la Monarquía; éste fue el
procedimiento que llevó a los Ayala de Toledo a la titularidad
de un estado señorial. Añadamos finalmente un quinto proce-
dimiento, característico de los siglos XVI y XVII: la compra de
villas y lugares, que sirvió al monarca (que era el vendedor)
para salir de apuros financieros coyunturales 251 •
Los Ayala de Toledo accedieron a la jurisdicción seño-
rial en los agitados años cuarenta del siglo XV. En el año 1470
se amplió ostensiblemente el ámbito territorial bajo su domi-
nio, pero en los años ochenta -a consecuencia del pacto de los

251. La exposición de estas cinco fórmulas de acceso al señorío jurisdiccional


se encuentra en s. MOXÓ, «Los señoríos: cuestiones metodológicas ... », cit.,
pp. 189-191.

- 115
Ayala con la Monarquía que hemos estudiado- el senono
sufrió algunas amputaciones. Detengámonos en la primera de
estas etapas 252 •

La investidura señorial de Pedro López de Ayala 1sólo


puede entenderse en el desarrollo de la prolongada lucha de
bandos nobiliarios que tuvo lugar en la Corona de Castilla a lo
largo de los años centrales del siglo XV, con su derivación
local en Toledo. Más arriba nos hemos ocupado de este con-
flicto y de la destacada participación que en él tuvo el primer
Ayala toledano; hemos señalado ya que el 4 de septiembre de
1444 éste recibió del monarca la merced de trescientos vasa-
llos a perpetuidad. Esto significaba la concesión de jurisdic-
ción sobre tierras y hombres, pero ¿dónde se ubicaría el seño-
río concedido? La merced no lo especifica, pero señala a Íñigo
López de Mendoza para decidir dónde se localizarían los
vasallos concedidos 253 .
Íñigo López, señor de La Vega, señaló los vasallos el
20 de noviembre de 1444 en Puebla de Alcocer 254 , villa situa-
da en la ribera del Guadiana y lindante con las tierras extre-
meñas de la Orden de Alcántara que constituían el extremo
sur de la Tierra de la jurisdicción de la ciudad de Toledo. La
decisión fue desafortunada; ni Ayala ni Toledo la aceptaron.
Por otra parte el maestre de Alcántara, don Gutierre de
Sotomayor, también del bando vencedor en la lucha, espera-

252. A partir de este momento se estudia la evolución del señorío de los Ayala,
paralela a la evolución general del linaje que se ha trazado en capítulos ante-
riores. Para no caer en la reiteración obviaremos aquí el detalle de los acon-
tecimientos. En consecuencia se hará necesario el apoyo en los capítulos refe-
ridos.
253. A.D.F., Fuensalida, leg. 237, nO 8. Íñigo lópez, señor de la Vega y futuro
marqués de Santillana, era un hombre de plena confianza regia, fundamentada
en una prolongada fidelidad; vid. especialmente R. PÉREZ-BUSTAMANTE, El
marqués de Santillana. Biograffa y documentación, Santillana del Mar, 1983.
254. A.D.F., Fuensalida, leg. 237, nQ 8.

116-
ba obtener esta villa para sí 255 . Después de una tensa pugna
entre Ayala y el concejo toledano, Juan 11, el 20 de abril de
1445, concedió a Pedro López los lugares de Cedillo, Huecas,
Humanes y Peromoro, todos ellos al norte de la ciudad de
Toledo, en el valle del Guadarrama 256 .
La promoción de los Ayala tuvo profundas repercu-
siones en las relaciones de poder en el seno de la oligarquía
toledana; no obstante, aquí nos ceñiremos a señalar las difi-
cultades que encontró Pedro López I para hacer efectiva la
posesión de su señorío. Si queremos comprender estas dificul-
tades hemos de volver sobre la crisis general castellana de
aquel tiempo.
Un mes después de la merced aludida, el19 de mayo,
tuvo lugar la batalla de Olmedo. Aunque ésta supuso la derro-
ta definitiva de los infantes de Aragón -don Enrique muere a
causa de las heridas producidas en el encuentro-, no condujo
al encumbramiento de don Álvaro de Luna, supuesto vence-
dor. El éxito del condestable había sido propiciado por el sec-
tor más importante de la nobleza castellana. El príncipe don
Enrique se convierte en portavoz de este grupo, ahora cons-
ciente de su poder. Los nobles del bando vencido son perdo-
nados; y los del vencedor, generosamente premiados. Así,
íñigo López de Mendoza fue titulado marqués de Santillana y
conde del Real de Manzanares 257 ; Juan de Guzmán, hasta
entonces conde de Niebla, fue promovido a duque de Medina
Sidonia; Pedro Álvarez Osario, a conde de Trastámara; Pedro
Fernández de Velasco, conde de Haro, recibió Frías; Pedro
Sarmiento y otros obtuvieron licencia para fundar mayoraz-

255. E. CABRERA, El condado de Belalcázar (1444-1518). Aportación al estu-


dio del régimen señorial en la Baja Edad Media, Córdoba, 1977, pp. 108-124,
examina el conflicto surgido de la decisión del señor de La Vega.
256. La concesión de estos lugares, las diligencias de posesión de Cedillo y
Huecas y la aprobación del Concejo de Toledo se conservan en A.D.F.,
Fuensalida, leg. 278, nº 2. Tres días antes, el 7 de abril de 1445, Juan 11 había
eximido de la jurisdicción de la ciudad a los cuatro lugares; vid. A.D.F.,
Fuensalida, leg. 278, nQ 1.
257. R. PÉREZ-BUSTAMANTE, Op. cit., pp. 72-73.

-117
gos; Juan Pacheco recibió el anhelado marquesado de Villena,
plataforma territorial de su posterior ascenso polític0 258 •
Pedro López de Ayala formaba parte del grupo de los
vencedores pero, a diferencia de otros nobles, era un recién
llegado a este bando; el condestable, receloso, se resistió a su
encumbramiento, propiciando la llegada a Toledo de Pedro
Sarmiento, un rival poderoso para Ayala. En todo caso, el viejo
Pedro López conservaría el señorío recién adquirido. En la pri-
mavera de 1446 la tensión entre los dos polos de poder -el
condestable, por un lado; por otro, el príncipe don Enrique y
el marqués de Villena- se acrecienta, en buena parte por el
despojo de que es objeto el alcalde mayor de Toled0 259 • Se
recurrió entonces a la negociación; en la concordia de
Astudillo, firmada el 14 de mayo, se confirma la victoria de la
nobleza y de su cabeza visible, Juan Pacheco, situado ahora al
nivel de don Álvaro. Al día siguiente, 15 de mayo, Juan 11 orde-
nó que se diesen a Pedro López las provisiones de los lugares
de Cedillo, Guadamur, Huecas y Humanes 26o • Ni ésta ni las
posteriores órdenes serían cumplidas por Pedro Sarmiento y la
oligarquía toledana, decidida a impedir la restauración del
liderazgo de los Ayala. Hasta 1450, una vez sofocada la rebe-
lión toledana, no pudo el alcalde mayor tomar posesión de su
señorío.

258. L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Nobleza y Monarquía. Puntos de vista sobre la


historia política castellana del siglo XV, 2' ed. corregida y aumentada,
Valladolid, 1975, p. 166.
259. EI19 de septiembre de 1444 el príncipe se había comprometido a prote-
ger a Pedro López de Ayala y a su hijo, asegurándoles la tenencia de Toledo;
vid. A.D.F., Fuensalida, leg. 56"n2 6; publicado en E. BENITO, Toledo en el
siglo Xv. Vida política, Madrid', 1961, pp. 174-175. Es precisamente esta
tenencia la que el rey acababa de conceder a Pedro Sarmiento, en perjuicio
del alcalde 'mayor.
260. En este documento Juan 11 exp~esa que la decisión de proveer de hecho a
Pedro López la ha tomado de acuerdo con el príncipe don Enrique; vid.
A.D.F., Fuensalída, leg. 278, n2 4.

118 -
En la referida orden de Juan 11, de 15 de mayo de
1446, se aprecia una rectificación en la localización del seño-
río de Pedro lópez: Guadamur sustituye a Peromoro. Es pro-
bable que la modificación se debiera a la necesidad de añadir
vasallos a los ya concedidos para alcanzar el número de los
trescientos otorgados. En cualquier caso, el redondeamiento
del estado señorial recién creado se afirma en las referencias
posteriores. Una carta de Juan 11, fechada a 1 de febrero de
1447, ordenaba al concejo toledano devolver al alcalde
mayor la jurisdicción de Cedillo, Guadamur, Huecas,
Humanes y Peromoro, lugares donde, según este documento,
anteriormente el propio Pedro lópez había levantado horcas y
nombrado oficiales 261 . la documentación posterior relativa al
señorío de Ayala enumera una y otra vez los cinco lugares
citados 262 •

6.3. AMPLIACiÓN Y RECORTES (1450-1489)

Durante las dos primeras décadas del liderazgo fami-


liar de Pedro lópez 11 el señorío de los Ayala en la Tierra de
Toledo no hizo sino consolidarse. Sabemos que las tensiones
entre los poderosos toledanos iban relajándose a lo largo de
los años cincuenta y los primeros sesenta. Para comprender el
espectacular acrecentamiento del señorío de Pedro lópez 11,
producido en 1470, es necesario recordar la crisis política cas-
tellana de los años precedentes, de la que ya nos hemos ocu-
pado con cierto detenimiento más arriba. Como para otros
asuntos, 1470 va a ser un año memorable en la evolución del
señorío de los Ayala. El 26 de agosto Enrique IV hizo merced
a Pedro lópez /1 de la villas de Casarrubios del Monte y

261. Esta orden se conserva en A.D.F., Fuensalida, leg. 278, nO 3.


262. As[ lo hacen sendas órdenes de Juan 11, fechadas el14 de noviembre de
1447 y ellO de octubre de 1449; vid. A.D.F., Fuensalida, leg. 278, nO 5 y nO
6, respectivamente.

- 119
Chozas de Arroyomolinos 263 . Apenas transcurridos tres meses,
el 18 de noviembre, el rey convertía en villa al lugar de
Fuensalida, separándolo de la jurisdicción de Toledo, y se la
entregaba a Pedro López 264 . Desde aquel momento
Fuensalidaencabezaría el estado señorial de los Ayala.
Casarrubios del Monte y Chozas de Arroyomolinos
estuvieron pocos años en manos de los condes de Fuensal ida.
La villa de Casarrubios había pertenecido a mediados del siglo
XIV a Diego Gómez de Toledo, alcalde mayor de la ciudad y
notario mayor del Reino de Toledo, marido de Inés de Ayala y
cuñado por tanto del Canciller. Su hijo Pedro Suárez de Toledo
fue el segundo señor de Casarrubios. En 1417 recibió la vi lIa
su hijo Pedro Gómez de Toled0265 . Se desconoce la evolución
posterior de Casarrubios hasta 1468. En septiembre de este
año, por el pacto de los Toros de Guisando, la ya reconocida
princesa Isabel cedió al rey Enrique la villa de Casarrubios; el
19 de octubre del mismo año el monarca otorgó esta villa a
Gonzalo Chacón, mayordomo de doña Isabel, en pago por los
buenos servicios que le había prestado persuadiendo a la prin-
cesa para que le reconociera como legítimo rey266. El matri-
monio de Isabel con Fernando, hijo éste de Juan de Aragón,
celebrado en octubre de 1469, enturbia las relaciones entre
los dos regios hermanos; en esta fase de tensiones Enrique IV
debió arrancar Casarrubios de las manos de Chacón, ya que,
como se ha indicado más arriba, el 26 de agosto de 1470
Pedro López de Ayala recibía del rey esta villa.

263. Un testimonio autorizado de esta merced se conserva en A.D.F.,


Fuensalida, leg. 248, nQ 16. Existe además una copia incompleta del siglo
XVII, debida al doctor Salazar de Mendoza; vid. R.A.H., S.c., B-91, foL 49 vto.
- 50 r.
264. Vid. A.D.F., Fuensalida, leg. 249, nI! 4 y 5. Dos días después el señor de
Fuensalida era promovido a conde de Fuensalida; vid. A.D.F., Fuensalida, leg.
237, nI! 28 (Ap. doc., nI! 5).
265. Salvador de Moxó ha recogido toda esta información en su libro L05 antí-
guas señorfos de Toledo, Toledo, 1973, pp. 173-174. Este autor, sin embargo,
no menciona la donación de esta villa a Pedro López 11 en 1470.
266. Asf lo expresa T. AZCONA, ¡sabe/la Católica, Madrid, 1986, tomo 1, pp.
123-125.

120-
Hemos señalado en otro capítulo que la pacificación
de la nobleza por los Reyes Católicos se basó en los pactos
que éstos establecieron con cada uno de los linajes castella-
nos. El pacto de los Ayala con la Monarquía produjo cierto
deterioro del poder del linaje condal; en particular afectó a su
señorío: la jurisdicción de Casarrubios del Monte fue vendida
el 13 de mayo de 1483 a Gonzalo Chacón 267 , a quien había
pertenecido años atrás. Puede pensarse que el viejo alcalde
mayor se desprendiera de la villa monteña con el objeto de
sanear su maltrecha hacienda, después de una década nefas-
ta; pero es fácil sospechar la presión que debieron ejercer
sobre él los monarcas, deseosos de hacer justicia a su fiel
mayordomo. En contrapartida Pedro López 11 obtuvo, el 22 de
febrero de 1486, la autorización para mejorar el mayorazgo
heredado, que por primera vez contenía jurisdicción sobre
villas y lugares, vinculando así un vasto patrimonio y un
importante señorí0 268 •
La reestructuración del señorío de los Ayala bajo el
reinado de los Reyes Católicos se saldó con la pérdida de tres
de sus elementos. A la amputación de Casarrubios, fruto del
pacto de la Monarquía con los Ayala que hemos analizado,
siguió la desagregación de Cedillo y Peromoro, componentes
originarios del estado señorial. Cedillo, como Casarrubios, fue
excluido del conjunto señorial que formaba parte del mayo-

267. Se conserva una copia del siglo XVII de la escritura de venta otorgada por
el conde de Fuensalida en R.A.H., S.c., M-4, fol. 121. No hemos encontrado
información semejante acerca de Chozas de Arroyomolinos, pero por ser éste
un enclave cercano a Casarrubios y notablemente menos importante cabe
suponer que estaba comprendido en su jurisdicción.
268. El mayorazgo acrecentado se fundó el 6 de julio de 1475; vid. A.H.N.,
Consejos, leg. 43.649, pza. 31. Para este acrecentamiento se empleó la auto-
rización expedida a tal fin por Enrique IV el 22 de enero de 1471. Sólo quin-
ce años después los Reyes Católicos confirmarían la mejora; vid. A.D.F.,
Fuensalida, leg. 238, nQ 6.

- 121
razgo creado en 1475 en favor de Pedro López 111 269 . El sobri-
no de éste, Pedro López IV, adquirió la villa de Cedillo a la
muerte del primer conde de Fuensalida, mediante una senten-
cia arbitral dictada el 30 de septiembre de 148627 Poco des- °.
pués el joven Ayala vendió esta villa por un millón de mara-
vedíes a Fernán Álvarez de Toledo, secretario de los Reyes
Católicos 271 .
Pero moro, enclave de ínfima importancia, que más
tarde quedaría despoblado, constituía un lugar de paso entre
Fuensalida y las villas de Casarrubios y Cedillo. Una vez per-
didas estas dos últimas, Peromoro ofrecía menor interés para
el linaje. Cuando tomó Pedro López IV, tercer conde de
Fuensalida, el mayorazgo del linaje Peromoro no figuraba en
él. Este lugar sirvió para dotar a Pedro de Ayala, hijo bastardo
del segundo conde 272 . El bastardo Pedro casó el 4 de noviem-
bre de 1493 con Constanza de Toledo, hija del ya menciona-
do Fernán Álvarez de Toledo, señor de Cedilla, y sus descen-

269. Cedillo se reservaba para dotar a Pedro López IV; Casarrubios, en cam-
bio, no es siquiera mencionado en la fundación de mayorazgo propiamente
dicha. En este detalle se percibe el hecho de que el primer conde de
Fuensalida presentfa la imposibilidad de que Isabel y Fernando autorizaran la
vinculación de esta última villa bajo su señorío.
270. La sentencia, conservada en una copia del siglo XVIII en A.H.N.,
Consejos, leg. 43.648, n" 4, fol. 88 - 93, fue solicitada por los albaceas que
Pedro lópez 11 había señalado en su testamento; a través de ella se ejecutó el
reparto de los bienes que el conde había dejado al margen del mayorazgo.
271. A.D.F., Fuensalida, leg. 278, nQ 10; cit. en J. P. MOlÉNAT, .Formation des
seigneuries tolédanes aux XIVeme et XVeme siecles», Realidad e imágenes del
poder. España a fines de la Edad Media, Valladolid, 1988, p. 362. Cedillo esta-
ba en manos del secretario real ya en 1487.
272. En una cláusula del testamento de Pedro López 111, otorgado el 5 de abril
de 1489 -de la que se ha conservado una copia del siglo XVIII en A.H.N.,
Consejos, leg. 43.648, n2 4, fol. 95-, se describen los bienes con los que es
dotado el pequeño bastardo; entre ellos no figura Peromoro. En la toma de
posesión de estos bienes por Aldonza Carrillo, viuda del conde y tutora del
niño, no estamos seguros de que figure este lugar. En la copia de esta toma de
posesión que se conserva en R.~.H., S.c., 0-' O, fol. 311. no se menciona
Peromoro; sin embargo en la copia que se encuentra en A.D.F., Fuensalida,
leg. 248, nQ 18, sí aparece. Sea como fuere, Pedro de Ayala figura posterior-
mente como iniciador del linaje de los señores de Peromoro.

122 -
dientes señores de Peromoro, constituyeron una rama secun-
daria del clan de los Ayala 273 .

6.4. El ESTADO DE FUENSALlDA y LA SEÑORIALlZAClÓN


TOLEDANA DEl SIGLO XV

Desde que en noviembre de 1470 Pedro López 11 reci-


biera la villa de Fuensalida y el título condal a ella referido,
esta población se convirtió en cabeza del señorío. A partir de
entonces puede considerarse que nació el estado señorial de
Fuensalida. Durante los venticinco años anteriores el conjun-
to territorial bajo jurisdicción de los Ayala -formado entonces
por Cedilla, Guadamur, Huecas, Humanes y Peromoro- no
tuvo una «capitalidad» clara. Sin embargo cabe pensar que
Guadamur constituyera desde muy pronto el centro de poder
del señorío, por hallarse mucho más cerca de Toledo que los
otros enclaves. Añádase a este motivo la preferencia manifes-
tada por Pedro López II hacia esta población, donde levanta-
ba en 14681a impresionante fortaleza que hoy sigue en pie 274 .
El estado señorial de Fuensalida nació, como deci-
mos, en noviembre de 1470, conteniendo cinco enclaves en
el valle del Guadarrama -Fuensalida, Casarrubios, Cedillo,
Huecas y Peromoro-, uno más al norte -Humanes- y un sépti-
mo al sur de Toledo -Guadamur. Años después, con la desa-
gregación de Casarrubios, Cedilla y Peromoro, se desvaneció
el sueño de constituir un estado homogéneo en el norte de la
tierra toledana. En 1489 Pedro López IV tomaba a su cargo un
señorío relativamente disperso pero definitivamente consol i-
dado, formado por cuatro elementos: Fuensalida, Guadamur,

273. Vid. «Tabla genealógica de la familia Ayala, señores de Peromoro, condes


de Cedillo., R.A.H., S.c., , 0-28, fol. 29 vto.; y Chronico de la Casa de Ayala,
ambas fuentes coinciden en titular al bastardo ,,1 señor de Peromoroll.
274. El 24 de julio de 1468 Enrique IV autorizaa Pedro lópez 11 a concluir las
obras del castillo de Guadamur, al tiempo que le otorga licencia para edificar
otro en Huecas; vid. A.D.F., Fuensalida, calá!. 9, nQ 9; publicado en E. COO-
PER, Castillos señoriales de Castilla, siglos XV-XVI, Madrid, 1980, p. 718.

- 123
Huecas y Humanes, de los cuales nos ocupamos brevemente
a continuación.
Fuensalida, ubicada cerca del arroyo de Renales, que
desagua en el Guadarrama, no parece que surgiera en la pri-
mera etapa de la repoblación toledana 275 , al menos ante nues-
tros ojos. La primera referencia escrita que tenemos del lugar
se remonta a 1232. Aquel año la abadesa de San Clemente,
doña Orabona, arrendaba al deán Miguel Estébanez un con-
junto de heredades y derechos que el monasterio poseía en las
alquerías de Fuensalida y Porti1l0276 . Hasta 1470 Fuensalida
era un núcleo rural sometido a la jurisdicción toledana; el
número de sus pobladores debió aumentar debido al paulati-
no abandono de dos alquerías vecinas: Renales y Villamuzén,
ribereñas del arroyo de Renales 277 .
La penetración de los Ayala en Fuensalida la inicia
Pedro López 1 realizando una voluminosa adquisición en
1404. Su hijo Pedro López " potenciaría la presencia dellina-
je en Fuensalida con otra importante compra, realizada en
1460278 . Fuertemente establecidos en el lugar los Ayala no
dudarían en ubicar en él, constituido en villa, la capitalidad de
su estado desde 1470.
Guadamur, a media legua del río Guajaraz y apenas
dos leguas al suroeste de Toledo, en origen no fue tampoco
una población demográficamente importante. Su constitución
como alquería no nos es conocida. Durante los primeros

275. Julio González, en su laboriosa obra Repoblación de Castilla la Nueva,


Madrid, 1975, tomo 1, pp. 203-209, realiza un estudio de los lugares repobla-
dos en la comarca de La Sagra a lo largo del siglo XII; en él aparecen algunos
ubicados en el valle del Guadarrama, pero no Fuensalida ni Huecas.
276. El documento ha sido publicado en A. GONZÁLEZ PALENCIA, Los mozá-
rabes de Toledo en los siglos XII y XIII, tomo 111, Madrid, 1928, p. 128, docu-
mento nO 911.
277. M. lo ROSINO, El arte en Fuensalida, Toledo, 1984, p. 11, supone que el
despoblamiento de estas pequeñas aldeas se debió a la insalubridad de la
ribera.
278.Estas dos operaciones patrimoniales -la de 1404 y la de 1460- se hallan
contenidas en A.D.F., Fuensalida, leg.249, nº 1 y nQ 3, respectivamente.

124 -
siglos tras la reconquista se ha identificado algunos lugares del
pequeño valle del Guajaraz muy cercanos a Guadamur, como
Aceituna, Daralmazán, Portusa, Alcubillete o Santa María 279 .
Como en el caso de Fuensalida, en la comarca de La Sisla, al
sur del Tajo, la población tendió a concentrarse al final del
Medievo y Guadamur debió recibir a los pobladores que iban
abandonando las alquerías del entorno 280 . En todo caso el
lugar no aparece en la documentación hasta 1446, año en que
pasó a formar parte del señorío de los Ayala. Durante más de
veinte años debió ser éste el lugar predilecto de los futuros
condes de Fuensalida; una buena parte de los documentos
emitidos por Pedro López 11 fueron datados en este lugar, lo
que indica que la corte señorial pasaba algún tiempo allí. Fue
en Guadamur donde se levantó, en torno a 1468, el castillo
que serviría a los futuros condes como centro de maniobras
militares e instrumento de ostentación.
Respecto a Huecas y Humanes, lugares de menor
importancia, no se conoce tampoco gran cosa de su trayecto-
ria tras la reconquista. Por el hecho de formar parte del alfoz
toledano hasta 1445 hay que pensar que la repoblación -como
en Fuensalida y en Guadamur- se realizó bien a iniciativa de
la ciudad, bien espontáneamente pero bajo control de ésta.
Huecas se hallaba emplazado en el camino que unía Toledo
con Ávila y, a través de esta ciudad, con el resto de la Meseta
superior; en 1211 aparece en la documentación escrita: el
poderoso monasterio toledano de San Clemente entrega una
heredad de dos yugadas en la alquería de Huecas a Pedro
Juanes, a cambio de la entrega por parte de éste de una here-
dad en la alquería de Villamiel 281 . Finalmente hay que señalar

279. ]. M. RUIZ ALONSO, Cuadamur. Historia del castillo y sus gentes, Toledo,
1984, p. 46.
280. En la segunda milad del siglo XVI algunos de los lugares referidos eran
anejos de Guadamur; vid. Relaciones histórico-geográfIco-estadísticas de los
pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe 11. Reino de Toledo, lomo 1,
ed. de A. Paz y C. Viñas, Madrid, 1951, pp. 429 Y siguientes.
281. Esta permuta es publicada en A. GONZÁLEZ PALENCIA, Op. cit., p. 86,
documento nQ 809.

- 125
que en Huecas, Humanes y Guadamur, como en Fuensalida,
la jurisdicción de los Ayala se asentaba en un sólido conjunto
de bienes y derechos282 .

Hasta la época Trastámara la Tierra de Toledo, a dife-


rencia del norte castellano, permaneció muy vinculado al rea-
lengo, yen particular a la jurisdicción concejil. Esto se debió
en buena medida a su ubicación en el frente reconquistador,
al menos hasta 1212. A partir de esta fecha la línea del Tajo
fue quedando en retaguardia, cediendo la frontera a los reinos
de Murcia, Jaén, Córdoba y Sevilla. Al final del Medievo se
produjo en Toledo un proceso de señorialización creciente,
que proseguiría en la época de los Austrias con las seculariza-
ciones de bienes de la Iglesia toledana y de las órdenes mili-
tares 283 .
Antes del reinado de Enrique 11 el despliegue del seño-
río solariego en Toledo se había desarrollado ampliamente;
pero, como se indicó más arriba, no es éste el tipo de señorío
que nos interesa, ya que no supone el desgajamiento de terri-
torios de la jurisdicción realenga. Dejaremos también al mar-
gen la jurisdicción de la Iglesia toledana, que desvinculaba de
la ciudad algunas aldeas ya antes del siglo XIV284.
. El único estado señorial laico que se formó en Toledo
antes del siglo XV fue el de Orgaz. En 1371 Enrique II conce-
de la jurisdicción del lugar a Martín Fernández de Guzmán 285 .

282. El patrimonio de los Ayala y de otros linajes toledanos en el siglo xv lo


ha estudiado ). P. MOlÉNAT, La (erre et la vil/e. Campagnes et monts de
Tolede du XI/eme au XVeme síec/es, tesis doctoral de Estado leída en la
Universidad de París - la Sorbona en 1992.
283. Una panorámica bastante completa el proceso de señorialización en
Toledo se encuentra en S. MOXÓ, Los antiguos señor(os ... , cito
284. El señorío del cabildo de la catedral toledana ha sido estudiado en R.
IZQUIERDO, El patrimonio del cabildo de la catedral de Toledo en el siglo
XIV, Toledo, 1980.
285. Una copia de esta merced, fechada el 4 de septiembre de 1371, se
encuentra en A.H.N., Consejos, leg. 11.216, y ha sido publicada en S. MOXÓ,
Los antiguos señorfos... , cit., pp. 259-261.

126 -
La mujer de Martín Fernández, María de Orozco, había here-
dado de su madre Santa Olalla, villa que, con sus aldeas, sería
incorporada al señorío de Orgaz. De este modo nació uno de
los grandes estados señoriales toledanos286 .
En el siglo XV, especialmente en su segunda mitad, se
aceleró el proceso de formación de estados señoriales en la
tierra toledana. Al de Orgaz y Santa Olalla se suman otros
trece, que Salvador de Moxó ha estudiado con atención. He
aquí la relación de estos señoríos: Barcience, Casarrubios,
Caudilla, Cedilla, Cuerva, Fuensalida, Higares, Maqueda,
Montalbán, Noez, Seseña-Chinchón, Torre de Esteban
Hambrán y Villaluenga-Villaseca. Si añadimos el de Orgaz-
Santa Olalla tenemos catorce estados señoriales bajo el reina-
do de los Reyes Católicos. La mayor parte de ellos compren-
día una o dos pequeñas aldeas, con lo que la renta que pro-
ducían era bastante modesta. Solamente cuatro de ellos con-
taban con estimable extensión y población y, en consecuen-
cia, con cuantiosas rentas; éstos eran los de Orgaz,
Montalbán, Fuensalida y Maqueda.
El estado de Orgaz comprendía las villas de Orgaz y
Santa Olalla y las aldeas de Carric hes, Domingo Pérez,
Erustes, Lanchete, La Mata, El Otero, Techada y Val verde, con
una extensión total de 23.866 hectáreas 287 . El de Montalbán
reunía las villas y lugares de Puebla de Montalbán, San Martín
de Montalbán, El Carpio, Mesegar, Menasalbas, Gálvez y
Jumela, sumando 50.000 ha. de extensión 288 . El de Maqueda
estaba constituido por las villas de Maqueda y Torrijas y las
aldeas de Alcabón, Carmena, Quismondo, Gerindote, Santa
Cruz de Retamar, Val de Santo Domingo y San Silvestre, con
un total de 37.000 ha. de extensión 289 .

286. El linaje de los señores de Orgaz ha sido estudiado desde sus orígenes en
el siglo XII en J. P. MOlÉNAT, «Des Beni 'Abd al-Malik aux comtes d'Orgaz:
le lignage de Gonzalo Ruiz de Toledo», Estudios sobre Alfonso VI y la recon-
quista de Toledo, Toledo, 1988, tomo 11, pp. 259-279.
287. S. MOXÓ, Los antiguos señorfos ... , cit., p. 136.
288. ¡bid., p. 139.
289. Ibid., p. 167.

-127
El estado de Fuensalida que heredó Pedro López IV en
la época de los Reyes Católicos -formado por Fuensalida,
Guadamur, Huecas y Humanes- no llegaba a las 30.000 ha. de
extensión. Esta superficie era notablemente inferior a la del
estado de Montalbán y similar a la de los señoríos de Maqueda
y Orgaz. No se conocen datos demográficos precisos para el
siglo XV pero no parece que la población del señorío de los
Ayala fuera superior a la de los otros grandes conjuntos seño-
riales toledanos; pensemos pues que los cuatro estados produ-
cían un volumen de rentas comparable. A pesar de todo ello,
los Ayala obtuvieron de su señorío una rentabilidad política en
la ciudad de Toledo mucho mayor que la que podían esperar
los titulares de los otros tres estados; por el simple motivo de
que los Ayala, entre los cuatro grandes señores jurisdicciona-
les de la tierra, eran los únicos que desplegaban toda su poten-
cialidad en Toledo.
Los señores de Orgaz desde fines del siglo XIV ejer-
cieron el cargo de alguacil mayor de Sevilla29o, participando
activamente en las luchas locales de esta ciudad andaluza. El
señorío de Montalbán pasó de las manos del condestable don
Álvaro de Luna a las de Don Juan Pacheco, y de éste a su hijo
menor Alonso Téllez Girón, todos ellos más preocupados por
un lugar de privilegio en la Corte que por los asuntos internos
toledanos 291 • El estado de Maqueda fue fundado bajo el rei-
nado de los Reyes Católicos por Gutierre de Cárdenas, comen-
dador mayor de León 292, que sólo desde la década de los años
ochenta del siglo XV comenzó a integrarse en la oligarquía
toledana.

290. Con el título figuran los descendientes del primer señor jurisdiccional de
Orgaz: Alvar Pérez de Guzmán, Alfonso Pérez de Guzmán y un segundo Alvar
Pérez de Guzmán; vid. ). P. MOLÉNAT, .Des Beni 'Abd al-Malik ... », cit., pp.
267-269.
291. Las vicisitudes de este señorro han sido recientemente estudiadas en A.
FRANCO, El señorfo toledano de Montalbán, Madrid, 1992.
292. Don Gutierre de Cárdenas, hombre de confianza de Isabel 1, compró la villa
de Maqueda a Alfonso Carrillo de Acuña, sobrino del arzobispo toledano del
mismo nombre, en 1490; vid. S. MOXÓ, Los antiguos señorfos... , cit., p. 166.

128-
A lo largo de la segunda mitad del siglo XV el de los
Ayala fue el linaje mejor dotado jurisdiccionalmente para
desarrollar su poder en Toledo. Contaba con una posición pre-
dominante en la ciudad, gracias al desempeño de oficios con-
cejiles de gran influencia, podía apoyarse en una potente base
militar cercana a la ciudad -Guadamur con su castillo; la pose-
sión de Huecas y Fuensalida ofrecía la posibilidad de bloque-
ar el principal camino que conectaba a Toledo con la Meseta
norte y de controlar la impotante vía fluvial del Guadarrama.
El estado de Fuensalida era, aunque relativamente disperso, un
conjunto señorial lo suficientemente sólido como para garan-
tizar una base segura para el despliegue del poder de los Ayala
en Toledo.

6.5. CONCLUSiÓN

La jurisdicción sobre villas y lugares constituyó, pro-


bablemente, el hito más significativo en el ascenso político y
social de los Ayala de Toledo. Suponía la inclusión en el grupo
nobiliario más poderoso, el de aquéllos hombres que asumían
poderes públicos en su propio beneficio sobre un territorio y
sobre una población. A nivel local, hemos visto que con el
acceso al señorío Pedro López I se convertía en el primer oli-
garca con plena implantación en Toledo que tomaba una res-
ponsabilidad semejante.
Al adquirir la jurisdicción en perjuicio de la ciudad,
y por tanto de todos los vecinos de ella, los Ayala se convir-
tieron en enemigos de Toledo; la rebelión de Pedro Sarmiento
y, en general, el recrudecimiento de la lucha de bandos son
fenómenos que surgen con la investidura señorial de Pedro
López 1, un acto de privanza dictado por las circunstancias
que supuso la definitiva ruptura del siempre inestable equili-
brio de poder en el seno de la oligarquía toledana.

- 129
CONCLUSIONES GENERALES

El desarrollo y los instrumentos del poder de los Ayala


de Toledo, analizados en este trabajo, ofrecen interesantes
conclusiones, las cuales son expuestas a continuación en dos
bloques, que se corresponden con las dos partes fundamenta-
les del presente estudio.

1 - EL DESARROLLO DEL PODER DE LOS AYALA en


el siglo XV tuvo lugar a través de tres etapas que se corres-
ponden, aunque no exactamente, con los tres reinados de la
época -los de Juan 11, Enrique IV y los Reyes Católicos-.
En la primera fase de esta evolución Pedro López 1,
pariente mayor del linaje desarrolló una hábil estrategia basa-
da en las alianzas con otros poderosos, tanto a nivel local
como nacional, alianzas cambiantes que manifiestan un afor-
tunado oportunismo -bastante corriente en la época, por cier-
to-. El resultado de la estrategia del primer Ayala toledano fue
excelente para el engrandecimiento del linaje: Pedro López I
consiguió mantener largo tiempo el liderazgo político en
Toledo fortaleciendo los vínculos con otros linajes locales,
perpetuando oficios, consolidando el patrimonio en la ciudad
y la tierra y fundando un notable señorío.
Pedro López 11, protagonista en la segunda fase del'
proceso, lideró uno de los bandos locales, enfrentándose una
y otra vez al bando opuesto de los Silva; desarrolló asimismo
un oportunismo político fructífero, logrando ampliar el poder
de los suyos en Toledo, gracias a la ocupación de oficios

- 131
importantes, la consolidación del patrimonio y del señorío y la
adquisición del título condal de Fuensalida.
Por último, los sucesores del primer conde de
Fuensalida -Pedro López 111, pero sobre todo Pedro López IV-
consiguieron perpetuar la autoridad del linaje, fundamental-
mente basándose en la sólida alianza de la Monarquía, la
cual, cada vez más presente en la ciudad intervino en ella,
estabilizando para largo tiempo las relaciones de poder que a
lo largo del siglo XV habían sido básicamente inestables.

2 - lOS INSTRUMENTOS DE PODER de los Ayala se


encuentran en estrecha relación con el servicio a la
Monarquía, continuamente premiado con mercedes. Durante
el siglo XV los Ayala de Toledo se mantuvieron cerca de la per-
sona del rey y participaron plenamente en las luchas civiles
castellanas, obteniendo por la colaboración con el monarca, o
con sus privados, una larga serie de oficios, señoríos, rentas y
licencias de diversa especie.
Los dos primeros tipos de merced -oficios y señoríos-
merecen una especial atención. A través del ejercicio de ofi-
cios en Toledo los Ayala obtuvieron una fuente de poder espe-
cialmente valiosa; el desempeño de la alcaldía mayor de la
ciudad dotó a los Ayala de unas capacidades muy (¡tiles para
intervenir en diversos aspectos de la vida local; entre los otros
oficios destaca la gobernación de Toledo y su tierra que obtu-
vo el segundo Ayala en 1468, gracias a la cual se convirtió en
dueño absoluto de la ciudad durante algunos años, cometien-
do, junto con sus partidarios, múltiples abusos por los que más
tarde habría de responder.
En cuanto al señorío en la Tierra de Toledo, se puede
afirmar que su adquisición en 1444-1445 consolidó inmedia-
tamente al linaje a la cabeza de la oligarquía, engendrando
recelos en la ciudad y propiciando las luchas de facciones. La
posterior ampliación del señorío, en 1470, a la que se añade
el título condal, evidenció la acentuación de la privanza regia
y el rápido desarrollo de un poder cada vez más contestado.
En los años sucesivos el señorío se recortó y el equilibrio de
poder en la ciudad, aunque inestable, se fue restaurando.

132 -
APÉNDICE DOCUMENTAL

En el presente apéndice incluimos seis documentos


que se caracterizan por su relación directa con el asunto tra-
tado en este trabajo. Estos documentos han sido repetidamen-
te aludidos en notas a pie de página, mostrándose así su apli-
cabilidad al análisis que hemos desarrollado. Cada uno de
ellos se encabeza con la data completa, la entrada descriptiva,
la signatura con la que se puede localizar y la existencia de
copias y ediciones (en su caso).

- 133
DOCUMENTO N2 1

1406, Diciembre, 1. Calahorra.

Pedro López de Ayala, señor de Ayala y de


Salvatierra, otorga partición de bienes en favor de sus hijos
Fernán Pérez de Ayala y Pedro López de Ayala.

R.A.H., S.c., 0-10, fol. 247 r. - 248 r. (Copia del siglo


XVII)

En el nombre de Dios, amén. Paresce a mí, Pero


L6pez, señor de Ayala, e de Salvatierra, chanciller mayor del
Rey, que para haver buena equalanza despues de mi vida
entre doña Leonor de Guzmán, mi muger, e mis fijos, que se
deve tener esta equalanza que io aquí diré. E quanto mi volun-
tad ésta es e asi lo mando, yo hago quenta que los donadíos
del Rei, según la declaración que él hizo, todos son de el hijo
maior e non entran en partición, y aparesce en fijo del
Almirante e fijo de Pero Fernández de Velasco e otros. Segund
esto, Fernán Pérez, mi fijo, deve gozar de lo Ayala e su tierra
[ 1 con el maior, demás que así lo declaró Ferrant Pérez, mi
padre, e según esto non finca para la partición Morillas e
Quartango, que la dio el Rey Don Pedro sin maiorazgo,
Ameyugo que [ 1 io poco tiempo a del conde de Estampas, que
Dios perdone, cuio era. E si Pero López, mi fijo, obiese parte
en Morillas o Quartango no sería al salvo partir mi solar, o
poner enemistad entre mis hijos. E por tanto io faría quenta de
cumplir a Pero L6pez en Tierra de Toledo después de mis días
e de Doña Leonor, mi muger, fasta 100.000 mrs. de moneda
vieja. Para esto baldrían las heredades 250.000 mrs. e que él
torne Ferrant Pérez mas 150.000 mrs. Ansí serán cumplidas las
dichas 100.000 mrs. A Ferrant Pérez de su suerte le finca des-
pués de días míos e de Doña Leonor, mi muger, Morillas e
Quartango e Ameyugo. Morillas e Quartango fueron aprecia-

-135
dos en 210.000 mrs., e las lavares de Morillas pongo en
100.000 mrs. Y lo de Ameyugo pongo en 80.000 mrs. Así
serán 120.000 mrs. y pues ha de tomar 150.000 mrs. a Pero
López, su hermano, fíncanle [ ) de su suerte, en 270.000 mrs.
Las labores que ficimos io e Doña Leonor en Quixana en lo de
los maiorazgos, creo según derecho que gelo non podemos
contar, ca labramos en lo ageno. Quiero e mando que Doña
Leonor, mi muger, en su vida tenga e posea todo lo de Tierra
de Toledo que compramos ella e io, e más en Morillas, e
Quartango, e Ameyugo, e Balluercanas, e las compras de
Varacaldo, e lo que Doña Leonor compró en su Salvatierra;
pero que ello non lo pueda vender nin enagenar a mis hijas.
Pongo que aya cada uno que aya [sic) 250.000 mrs. de mone-
da vieja. Doña María llevó 300.000 mrs.; los de más dimos
gelos de mejoría del tercio quinto de nuestro haver; ca lo
podemos facer, asi es pagada. Doña Elvira es pagada de otras
250.000 mrs. Doña Sancha, mi fija, e mis nietas, que las cum-
plamos a este respeto e fagan su quenta. E sobresto pido e
ruego a Doña Leonor, mi muger, que en todo esto ella sea
ygualadera entre sus fijos en la manera que le io mando. E
desto otorgué esta carta ante Juan Sánchez de Xerez, escriva-
no del Reí e su notario público en la su Corte, y en todos los
sus Reinos, y ante los testigos de yuso escripto, la qual io firmé
y sellé con mi sello. Fecha la carta en Calaorra primero día de
Diciembre, año del nascimiento de nuestro señor Jhesuchristo
de 1406 años. Testigos rogados que fueron presentes: Gonzalo
Ruiz e Juan Román, clérigos beneficiados en la Iglesia de
Santiago de Calaorra; e Martín Ochoa, racionero de la Iglesia
de Santa María de la dicha Ciudad; e Miguel Ortiz e Johan
Pérez e Antón Pérez, capellanes de la dicha Iglesia; Estevan
Felis, casero del dicho señor Pero López e otros. E ruego e
pido por merced a la dicha Doña Leonor, mi muger, que le
plega de todo esto. Pero López (firma).

E después desto, juebes 23 días del dicho mes de


Diciembre, año sobre dicho de 1406 en la dicha Ciudad de
Calaorra, estando el dicho señor Pero López enfermo, echado
en una cama en las casas de su morada, en presencia de mí el

136 -
dicho Juan Sánchez de Xerez, escribano del Rei e su Notario
público en la su Corte y en todos sus Reinos, e ante los testi-
gos de yuso escriptos el dicho señor Pero López dijo que
conoscía e conosció que dejava en poder de Doña Leonor de
Guzmán, su muger, esto que aquí dirá: 237.000 mrs. de mone-
da vieja en dineros e 1.000 quintales de ferro y plata dijo que
tenia de consuno él y la dicha su muger; e que pedía a mí el
dicho Johán Sánchez Notario sobre dicho que diese del lo ins-
trumento o instrumentos públicos signados con mi signo; de lo
qual firmó en mi presencia e de los dichos tres de su nombre
un escripto el qual io tengo en mi poder. Testigos que fueron
presentes: Johán Ruiz de Villaba, escribano del Rey e Lope de
Montoia e Martín de Ycoria e Pedro de Soliguren e Mingo de
Gorrela, escuderos del dicho señor Pero López. E yo Johán
Sánchez de Xerez, escrivano del Rey e su Notario público en
la su Corte y en todos los sus Reynos, con los dichos testigos
fui presente a todo esto que sobre dicho es, e a ruego e otor-
gamiento del dicho señor Pero López fiz escrivir o escrivir [sic]
esta escriptura pública, en la qual puse mi nombre e este mío
signo a tal en testimonio de verdad so testigo. Johán Sánchez.

-137
DOCUMENTO Nº 2

1430, Abril, 3. Torquemada.

Juan 11, rey de Castilla, provee la alcaldía mayor de


Toledo en favor de Pedro de Ayala, hijo del alcalde mayor de
Toledo Pedro lópez de Ayala, para que tome dicho oficio
cuando su padre muera o lo renuncie en su favor.

A.M.T., A.S., caj. 1, leg. 8, nº 5/1. (Copia simple de la


época).

Don Juan, por la gracia de Dios Rey de Castilla, de


León, de Toledo, de Gallisia, de Sevilla, de Córdova, de
Murc;:ia, de Jahén, del Algarbe, de Algesira, e señor de Viscaya
e de Molina; por faser bien e merc;:ed a vos Pedro de Ayala, fijo
de Pero Lopes de Ayala, mi alcalde mayor de la muy noble
c;:ibdad de Toledo e mi Aposentador mayor e uno de los del mi
Consejo; por muchos servic;:ios e bueno quel dicho Pero Lopes
vuestro padre ha fecho e fiso al Rey don Enrique mi padre e
mi señor, que Dios dé Santo Parayso, e a mí que vos avedes
fecho e fasedes de cada día; porque seades más honrado e ten-
gades mejor manera por me servir; por quanto el dicho Pero
Lopes vuestro padre me lo pidió por merc;:ed, do vos e fago vos
merc;:ed del oficio de la dicha alcaldía mayor de la justicia e
de los pleitos c;:eviles de la dicha c;:ibdad de Toledo, para que
lo ayades después del finamiento del dicho vuestro padre, o
cada e quando el dicho Pero Lopes vuestro padre lo renuncia-
re en vos o le pluguiere de vos lo dar, o vos lo diere así en su
vida o en su testamento, o en vacando por su muerte o por
otra manera qualquier. E en quales quier de los dichos casos
es mi merc;:ed que ayades el dicho oficio de mi Alcaldía mayor
de la dicha c;:ibdad de Toledo en alguna remunerac;:ión e gua-
lardón de los dichos servic;:ios quel dicho vuestro padre e los
del vuestro linaje han fecho a los reyes donde yo vengo e a mí

- 139
segund dicho es. E mi men;ed e voluntad es que en qualquier
manera quel dicho ofic;:io de Alcaldía mayor, así por muerte
del dicho vuestro padre como por vos lo él renunc;:iar en su
vida, o vos lo diere de su libre voluntad o en otra qualquier
manera ayades el dicho ofic;:io de alcaldía, con toda la qui-
tac;:ión e salario, e con todos los derechos que a él pertenesc;:en
e pertenesc;:er deven en qualquier manera, así de fecho como
de derecho, segund que mejor e más complidamente tiene ay
día el dicho ofic;:io el dicho vuestro padre e se contiene en la
carta de merc;:ed quel dicho señor Rey mi padre dello le fiso, e
en las otras cartas que sobre ello le mandé dar se contiene.
E yo, asy de entonc;:e como de agora, bien así como si
estoviese vacado el dicho ofic;:io, vos fago merc;:ed dél para que
lo ayades libre e desenbargadamente; e quando el dicho vues-
tro padre lo renunc;:iare en su vida e vacase por su muerte o en
otra qualquier manera. E por esta mi carta o por el traslado
del/a, signado de escrivano público, mando a los de mi
Consejo e a los oidores de la mi Audiencia, e al mi Chanc;:eller
e notarios e a los otros que están a la tabla de los mis sellos; e
a todos los otrso conc;:ejos ejueses e alcaldes e alguasiles,
maestres de las ordenes, priores comendadores e sus comen-
dadores, alcaydes de los castillos e casas fuertes, e a los regi-
dores e jurados e alguasiles e otros ofic;iales qualesquier de !a
dicha c;:ibdad de Toledo, e de todas las c;:ibdades e villas e laga-
res de los mis regnos e señoríos, que vos aya n e resc;:iban por
mi alcalde mayor de Toledo en lugar del dicho vuestro padre
[ 1 por su muerte o en otra manera qualquier, o en renunc;:ián-
dolo en vos e dándovoslo en su vida el dicho vuestro padre,
segund dicho es; e usen con vos dende en adelante, e con 105
otros alcaldes e ofic;:iales quales quier que vos por vos pusyé-
redes para usar del dicho ofic;:io, así en lo c;:ivil como en lo cri-
minal, e vengan a vuestros enplasamientos e llamamientos e
suyos, e cumplan vuestras cartas e mandamientos e suyos a los
plasos e por las penas que les pusyéredes e pusyeren segund
que mejor e más conplidamente usaron e usan con el dicho
Pero lopes de Ayala, vuestro padre e con los alcaldes e otros
ofic;:iales quél tiene en el dicho ofic;:io, e con todos los otros
alcaldes que antes dél fueron en el dicho ofic;:io de alcaldía, e

140 -
vinieron a sus enplasamientos e cumplieron sus cartas e lla-
mamientos. E para lo qual todo e cada cosa dello faser, así en
lo cevíl como en lo criminal vos yo do poder complido con
todas las sus juridec;:iones e dependenc;:ias e [ l.
E otros y mando a todos los conc;:ejos, e alguasíles, e
regidores, e jurados, e omes buenos fijosdalgo e labradores
que agora son e serán de aquí adelante en la dicha c;:ibdad de
Toledo e en los logares de su tierra e juridic;:ión, que vos ayan
por mi alcalde mayor de la dicha c;:ibdad de Toledo e usen con
vos el dicho Pedro de Ayala en ella, e con los alcaldes e ofic;:ia-
les que vos por vos pusiéredes, e que vos paguen e fagan
pagar, e recudan e fagan recudir con todos los salarios e qui-
tac;:iones e rentas e derechos e ayudas e salarios e todos los
otros derechos que en qualquier manera e por qualquier rasó n
pertenesen al dicho ofic;:io de la alcaldía, segund que mejor e
más complidamente recudan e recudaren de cada año, e
pagan al dicho Pero Lopes vuestro padre; lo qual es mi merc;:ed
que fagan e cumplan, así después del finamiento del sicho
vuestro padre, como e quando el dicho Pero Lopes vuestro
padre lo renunc;:iare en vos por ante escrivano público, o le
pluguiere de vos lo dar, o vos lo diere asy en su vida como en
testamento o vacado por su muerte; e que lo fagan e cumplan
asy dexando en vos esta mi carta original, e tomando en sí el
traslado della signado de escrivano público, e sy vos deman-
dares otra mi carta o mandamiento alguno sobrello. E sobre
esto es mi merc;:ed que los sobredichos del mi Consejo, e los
dichos mis oydores, e chanceller e notarios, , e alcaldes, e
ofic;:iales, e conc;:ejos, e justic;:ias, e regidores, e cavalleros e
omes buenos de la dicha c;:ibdad de Toledo e de su tierra e juri-
dición, que no atiendan otro mi mandamiento ni carta algunos
sobre esta rasón. E mi merc;:ed e voluntad es que se cumpla
esto que yo mando, e vos el dicho Pedro de Ayala ayades e
gosedes cumplidamente dicha merc;:ed que vos yo fago segund
suso dicho es [ 1 ni levar otra mi carta ni mandamiento algu-
no, asy como sy agora estoviese vaco el dicho ofic;:io e vos yo
fisiese merc;:ed dé/. E mando a todos los susodichos que usen
con vos e con los dichos alcaldes e ofic;:iales que vos por vos
pusiéredes en el dicho ofic;:io de la alcaldía, así complidamen-

-141
te como usaron e usan con el dicho vuestro padre e con los
que él por sí ponía e pone en el dicho ofic;:io, e segund se con-
tiene en las cartas que el dicho Rey mi padre sobre ello mandó
dar al dicho Pero Lopes vuestro padre. E otrosí, por facer bien
e merc;:ed al dicho Pero Lopes vuestro padre, es mi merc;:ed que
si el dicho Pero Lopes en su vida vos lo renunc;:iare, o en otra
qualquier manera vos oviere del exerc;:ic;:io del dicho ofic;:io e
en su vida acaec;:iere finamiento de vos el dicho Pedro de
Ayala antes que del dicho vuestro padre, que aya el dicho
vuestro padre el dicho ofic;:io de alcaldía con todos los dere-
chos, segund que oy día lo tiene sin levar otra mi carta ni man-
damiento alguno. E yo desde agora como de entonc;:e e de
entonc;:e como de agora le fago merc;:ed de la dicha alcaldía e
prometo por mi fe real que si vos el dicho Pedro de Ayala fina-
des antes que el dicho vuestro padre de no dar el dicho ofic;:io
de alcaldía a otra persona alguna, e de la dexar al dicho vues-
tro padre Pedro Lopes para que la aya segund que oy día la
tiene. E los unos nin los otros non fagades ende al en alguna
manera so pena de la mi merc;:ed e de dies mili maravedíes a
cada uno para la mi Cámara; e si algund defecto ay en esta
merc;:ed que vos yo fago por no ser agora vaco el dicho ofic;:io
de alcaldía, por ser bivo el dicho Pedro Lopes vuestro padre e
non vos lo aya dado ni renunc;:iado el dicho vuestro padre, yo,
de mi poderío real absoluto dispongo con el tal defecto. E es
mi merc;:ed que vos non [l. E todavía es mi voluntad que aya-
des el dicho ofic;:io en lña manera sobredicha. E mando, so la
dicha pena, a todos los dichos ofic;:iales, e chanceller e nota-
rios, e otros ofic;:iales que están a la tabla de los mis sellos, que
vos den, e libren e sellen mis previllejos e cartas las que sobre
todo ello oviéredes menester, e que vos non demanden por
ello chanc;:ellería alguna, que yo vos fago merc;:ed della. Dada
en Torquemada, tres días de abril, año del nac;:imiento de nues-
tro salvador Jesucristo de mili e quatroc;:ientos e treinta años.
Yo, el Rey. Yo, Diego Romero, la fis escrivir por mandado de
nuestro señor el Rey.

142 -
DOCUMENTO NI! 3

1458, Octubre, 6. Toledo.

los bandos toledanos de Ayala y Silva establecen una


tregua, firmada por los caballeros de la ciudad con juramen-
to y pleito-homenaje, y con simple juramento por algunos
hombres buenos.

A.M.T., A.S., caj. S, leg. 6, nº 4. (Original).

Publicado en E. BENITO, Toledo en el siglo Xv. Vida


política, Madrid, 1961, pp. 228-231.

Nos Alfonso Destúñiga, vasallo del Rey nuestro señor


e del su Consejo e su Asistente en esta ~ibdad de Toledo, e don
Johán de Silva, conde de C;:ifuentes, del Consejo del dicho
señor Rey, e Pero Lopes de Ayala, Aposentador mayor del
dicho señor Rey e del su Consejo e su Alcalde mayor de la
dicha ~ibdad de Toledo, e Luis de la C;:erda, del Consejo del
dicho señor Rey e su Alcalde mayor de las alzadas e alcaide
de los alcázares de la dicha ~ibdad, e don Alvar Pérez de
Gusmán, Alguasil mayor de la ~ibdad de Sevilla, e don
Fernando Dávalos, e Johán de Ayala, e Fernando de
Ribadeneyra, e Arias Gómez de Silva, e Johán de Luján,
Alcalde de la puente e torres de San Martín de la dicha ~ibdad,
e cada uno de nos. Porque al Rey nuestro señor son fechas
algunas rela~iones de las cosas de esta ~ibdad, que non
pare~ían ser su servi~io nin bien e pro de la dicha ~ibdad,
sobre lo qual su Altesa mandó venir aquí a vos, el muy reve-
rendo padre in Christo don Alfonso de Fonseca, Arzobispo de
Sevilla, del su Consejo, e vos de parte de su Altesa nos aveis
fablado cerca del/o, e como quier que nuestra inten~ión e
voluntad siempre fue e es guardar et ~elar el servcio del dicho

-143
señor Rey, e el bien e pro común desta dicha ~ibdad, e segund
quien somos e los linages do venimos, nunca a Dios plaserá
quel contrario desto nos nin alguno de nos fagamos nin jamás
aya pasado por nuestro pensamiento. Pero porque las tales
informa~iones non puedan mover a su Altesa en sospecha de
sus servidores, por la presente escriptura, de nuestras propias,
libres, agradables, espontáneas voluntades, nos e cada uno de
nos prometemos e seguramos a fe de caballeros, a vos el dicho
señor Arzobispo, en nombre del dicho señor Rey, que faremos
e guardaremos, e compliremos de aquí adelante las cosas
infraescriptas en la forma que se sigue:
Que seremos unánimes e conformes para guardar, e
que nos a cada uno de nos guardaremos bien e verdadera-
mente el servi~io del sicho señor Rey, en todas las cosas e con-
tra todas las personas del mundo, e que compliremos e sere-
mos en que se complan sus cartas e mandamientos, e que
guardaremos, honraremos e acataremos al dicho Alfonso
Destúñiga, Asistente en la dicha ~ibdad, como a persona que
representa en ella la persona del dicho señor Rey, en tanto que
en ella estoviere, e después a otra cualquier persona que su
Altesa en la dicha ~ibdaden su nombre pusiese.
Item, que nos e cada uno de nos seremos unánimes e
conformes para guardar, e que guardaremos de aquí adelante
la dicha ~ibdad de Toledo por el dicho señor Rey e para él, e
non faremos nin seremos en que personas nin personas algu-
nas de qualquier dignidad, qualidad, preeminenc;:ia o dignidad
que sean se apoderen de la dicha ~ibdad nin de cosa alguna o
parte della, mas antes a todo nuestro leal e verdadero poder
fa remos e trabajaremos con todas nuestras fuerzas que la
dicha c;:ibdad e sus fortalezas estén siempre por el dicho señor
Rey e non por otra persona alguna, segund e por la forma e
manera que su Altesa lo mandare e ordenare e quisiere que
estén, para lo qual nos e cada uno de nos daremos todo favor
e ayuda por nuestras personas e gentes e casas, e si sopiére-
mas o nos fuere dicho e movido alguna cosa que en contrario
desto sea o ser pueda, luego que lo sopiéremos, lo comunica-
rem()s los unos con los otros e lo faremos saber al dicho
Rey nuestro señor, e a su Asistente e justic;:ia que aquí estovie-

144-
re, e lo obiaremos e resistiremos con todas nuestras fuerzas e
poder.
Item, que de aquí adelante seremos unánimes e con-
formes, quitados todos los odios y rencores pasados, para el
bien vevir en la dicha ¡;ibdad los unos con los otros, todos con
el uno e el uno con todos, e para dar paz e sosiego en ella. E
si acaescieren roidos, divisiones e escándalos ente cualesquier
de nosotros o de la dicha ¡;ibdad, que luego que lo sopiére-
mas, faremos, trabajaremos por quedar paz e concordia, e
pacificar e sosegar a los que así debatieren, sin ayudar algunas
de las partes. E otrosí faremos e seremos en que la justi¡;ia se
guarde a cada una de las partes sin par¡;ialidad alguna, e que
los culpados sean entregados a la justic;:ia para que sean casti-
gados e punidos por vía jurédica, segund la qualidad de sus
delitos o esceso, por manera que la concordia de entre noso-
tros en la dicha c;:ibdad siempre quede firme e estable e la
dicha c;:ibdad esté en paz e sosiego, para ejecuc;:ión de lo qual
daremos todo favor e ayuda a la justic;:ia del Rey nuestro señor
cada e quando nos lo requiriere.
Lo qual todo, e cada cosa e parte dello nos los sobre-
dichos e cada uno de nos juramos a Dios e a Santa María e a
las palabras de los Santos Evangelios doquier que están e a
esta señal de cruz (+) que corporalmente con nuestros dere-
chos tañemos, e fase mas voto solepne a la casa santa de
Jerusalem, e so pena de ir a ella en persona si lo contrario fisié-
remos, lo que Dios no quiera, de tener e guardar e complir e
faser e que tememos e guardaremos e compliremos e faremos
e trabajaremos bien e leal e verdaderamente, cesante toda
arte, cautela, fraude, engaño e toda otra cosa que en contrario
sea o ser pueda, e que no iremos nin vernemos nin pasaremos
contra ello, nin contra parte dello en algund tiempo nin por
alguna manera, causa, rasón o color que sea o ser pueda, non
embargante cualesqquier escripturas, juramentos o confede-
rac;:iones que con cualesquier personas tengamos fechas nos o
cualquier de nos que en contrario de lo susodicho o de cual-
quier cosa o parte dello son o puedan ser. Del qual dicho jura-
mento e voto juramos e prometemos en la forma susodicha de
non pedir absoluc;:ión, dispensac;:ión nin conmuta¡;ión nin rela-

- 145
ja¡;:ión a nuestro Santo Padre nin a otro jues alguno, nin la reci-
biremos nin usaremos della en caso que nos sea otorgada de
propio motu o en otra qualquier manera. E demás, nos e cada
uno de nos fasemos pleito e omenage como cavalleros e ames
fijos-dalgo una e dos e tres veces, segund fuero e costumbre
Despaña, en las manos de vos dicho señor Arzobispo, que
estad es presentes e lo de nos e de cada uno de nos lo recibi-
des, de guardar e que guardaremos todo lo susodicho, e cada
cosa dello, entera et complidamente, so pena si lo contrario
fisiéremos, lo que Dios non quiera, seamos por ello nos, o
cualquier de nos que lo así non guardáremos o contra ello fué-
remos o pasáremos en manera alguna, avidos por perjuros e
infames e fementidos, e caigamos en caso de menos valer, e
con otras las otras penas e casos en que incurren los que que-
brantan juramento e pleito e omenage fecho a su Rey e Señor.
E desto otorgamos dos escripturas en un tenor, la una
para que vos el dicho seña Arzobispo leveis al dicho señor
Rey, e la otra para que quede en nosotros, por donde nos aya-
mas de regir, las quales firmamos de nuestros nombres e sella-
mos con nuestros sellos, e otorgámosla ante Alvar Gomes,
Secretario del dicho señor Rey. Que fueron fecha e otorgadas
en la dicha c;:ibdad de Toledo, seis días de Octubre, año del
nascimiento del Nuestro Señor Jesucristo de mili e quatro¡;:ien-
tos e ¡;:inquenta e ocho años.
Testigos que fueron presentes, los unos de los otros, et
los otros de los otros: Alfonsus. Pero Lopes. Luis de la Cerda.
Fernando de Ayala. Johán de Ayala. Ferrando. Johán de Luján.
El Conde de Cifuentes. Arias Silva.
Este dicho día, seis días de Octubre del dicho año,
fiso este mismo juramento e pleito e omenaje en manos del
dicho señor Arzobispo, Álvaro de Toledo, lagar teniente de
Alguasil desta dicha ¡;:ibdad, testigos los susodichos: Álvaro de
Toledo.
E yo el dicho Alvar Gomes de <;:iudad-Real, Secretario
de nuestro señor el Rey, e del su Consejo, fui presente quando
los dichos Asistente, e Conde, e Pero Lopes, e Luis de la Cerda,
e don Alvar Peres, e don Fernando de Ávalos, e Johán de
Ayala, e Fernando de Ribadeneira, e Arias Gomes de Silva, e

146 -
Johán de Luján, e Álvaro de Toledo, logar teniente de Alguasil,
en esta scriptura contenidos, la otorgaron e fisieron el dicho
juramento e pleito e omenage en manos del dicho señor
Arzobispo e por su pedimiento, ruego e mandado, fise aquí
este mío signo en testimonio: Alvar Gomes.

Los cavalleros e otras personas que fisieron el dicho


pleito-omenage et juramento antes desto contenido, así los
que fisieron pleito-omenage e juramento juntamente como los
que juraron son los siguientes:
En siete días de octubre de VIII: Sancho de Padilla,
pleito omenage et juramento. Alvar Gomes, Secretario, juró.
Bachiller de Villalobos, juró. Alonso de Zayas, juró. Antón de
Aillón, juró. Gonzalo Martines, juró. Gutierres Fernandez,
juró. Diego de la Fuente, juró. Johán Álvares de Toledo, juró.
Bartolomé Antón Rodríguez, juró. Diego Sanches Trapero,
juró. Johán Rodrigues de la Quadra, juró. Johán Gonzales
Usillo, juró. Pero Gonzales del Mercado, juró.
En nueve días del dicho mes de Octubre: Ferrando
Peres de Gusmán. Ferrando de Ayala, comendador. Johán de
Gusmán, fijo de Tello. Antón de Ajofrín, alcalde. Diego García
de Toledo. Diego Palomeque. Pedro de Pina. Esteban de Sosa.
Éstos que dichos son fisieron pleito-omenage e juramento.
Bachiller Ferrando Rodríguez, juró.Johán Lopes de Arroyo,
juró. Pedro Gomes Jurada, juró. Miguel Sanches, juró. Luis
Gonzales, juró. Alonso Gomes de Roa, juró. Alonso Lopes de
la Fuente, juró. Pero Gonzales de Bonilla, juró.
En veinte días del dicho mes de Octubre:Ferrando de
Rojas fiso el dicho pleito-omenage e juramento.
En trese días de Noviembre del dicho año: Francisco
de Rojas, pleito-omenage e juramento. Vasco de Gusmán, fijo
de Johán de Gusmán.
En XXVII días del dicho mes de Noviembre: García
Álvares, Alguasil mayor fiso el dicho pleito-omenage e jura-
mento.
En ocho días de Diciembre dicho año: Don Martín de
Gusmán, el Viejo. íñigo de Ayala. Don Pedro Rodrigues de
Gusmán.

- 147
En XV días del dicho mes de Disiembre: Johán
Carrillo, fijo de Alonso Carrillo. Johán Ferrin, fijo de Diego
Ferrin.
En XXII díasde Enero de LlX años: El Mariscal Payo de
Rivera.
En cinco días de Febrero del dicho año: Pero de
Ayala, Comendador de Mora.
En XXII días del dicho mes de Febrero: Pero Gomes
Barroso.
En XXII días del dicho mes de Febrero: Lope
Destúñiga, Comendador, fiso el dicho pleito-omenage.

148 -
DOCUMENTO NQ 4

1468, Julio, 4. Toledo.

Enrique IV, rey de Castilla, concede a Pedro López de


Ayala, señor de Guadamur y alcalde mayor de Toledo, la
gobernación de Toledo.

A.D.F., Fuensalida, catál. 9, nº 20. (Original).

Publicado en E. BENITO, Toledo en el siglo xv. Vida


política, Madrid, 1961, pp. 249-251.

Don Enrique, por la gracia de Dios, etc. A los alcaI-


des, alguazil, regidores, jurados, diputados, cava l/eros, escu-
deros, ofic;iales e ames buenos de la muy noble c;:ibdad de
Toledo e de su tierra e juridic;:ión, e a cada uno o qualquier de
vos a quien esta mi carta fuere mostrada o el traslado del/a sig-
nado de escrivado público. Salud e grac;ia. Sepades que por
algunas cabsas e razones que a ello me mueven, conplideros
a mi servic;io e al pacífico estado e tranquilidad de mis regnos
e al pro e bien común de esa dicha c;:ibdad e su tierra e de los
vezinos e moradores del/a, es mi merc;:ed de encomendar la
governac;ión e guarda e defensa desa dicha c;ibdad e de su tie-
rra al mi bien amado e leal cavallero Pero López de Ayala,
Alcalde mayor desa dicha c;:ibdad e del mi Consejo, e de le dar
espec;ial rango de todas las cosas que pertenec;:en a la dicha
governac;:ión e guarda desa dicha c;:ibdad. Porque vos mando a
todos e a cada uno de vos que dedes fe e creenc;:ia al dicho
Pero López de Ayala a todas las cosas que de mi parte vos
dixere e mandare e aquél/as pongades en execuc;:ión e fagades
e conplades así como si yo por mi persona vos las dixese e
mandase, so las penas así criminales como ceviles que él de
mi parte vos pusiese e mandase e enbiase mandar, las quales

-149
yo por la presente vos pongo e do poder conplido al dicho
Pero López de Ayala para las executar en vuestras personas e
bienes.
E otrosí do poder conpl ido al dicho Pero López para
que de mi parte pueda mandar salir desa dicha \=ibdad e sus
términos a todas e qualesquier personas, así eclesiásticas
como seglares, que él entienda que cunple a mi servi\=io, a las
quales dichas personas e a cada lino dellos quel dicho Pero
López así mandase de mi parte salir desa dicha \=ibdad por
esta dicha mi carta o por su traslado signado, como dicho es,
mando que salgan fuera della, por el tienpo e leguas e derre-
dor e so las penas quel dicho Pero López les pusiese e man-
dare poner de mi parte, las quales yo por la presente les
pongo. E como dicho es, do poder conplido al dicho Pero
López para las executar en sus personas e bienes.
E otrosí porque entiendo que cunple a mi servic;:io e
al pro e bien común desa dicha \=ibdad, por esta mi carta
mando e defiendo firmemente a los jurados e diputados desa
dicha \=ibdad e a cada uno dellos que non se junten lleguen
en eglesias nin casas nin en otra parte alguna, sino solamen-
te en la casa del Ayuntamiento desa dicha \=ibdad y esto el
sábado de cada semana e non más segund que es acostum-
brado, e que el dicho Ayuntamiento non fagan nin ordenen
en él cosa alguna salvo estando presente el dicho Pero López
o la persona que él para ello diputare. E otrosí mando e
defiendo a todos los vezinos e moradores desa dicha c;:ibdad
de qualquier estado o condic;:ión, preheminenc;:ia o dignidad
que sean, que non junten en sus perrochias nin en otras par-
tes algunas con armas nin sin armas en otra manera salvo
solamente seyendo primeramente requeridos por el dicho
Pero López o por quien su poder oviese, e que los dichos
jurados e diputados e todos los otros vezinos e moradores de
la dicha c;:ibdad nin alguno dellos non fagan los dichos ayun-
tamientos salvo en la manera suso dicha, so pena de la mi
merc;:ed e de perder sus cuerpos e de privación de los ofic;:ios
e de confisca\=ión de los bienes de los que lo contrario fizie-
ren para la mi cámara, lo qual todo por ese mismo fecho e
por este mismo derecho sin otra senten\=ia nin declarac;:ión

150 -
alguna sea confiscado e aplicado, e lo yo aplico e confisco
para la mi cámara e fisco.
E otrosí vos mando que cada que el dicho Pero López
entendiere que cunple a mi servi¡;:io, vos juntedes poderosa-
mente con él por vuestras personas e con vuestras gentes e
armas e le dedes e fagades dar todo el favor e ayuda que vos
pidiere e menester oviere, e que en lo dicho nin en parte dello
non pongades nin consintades poner enbargo nin contrario
alguno.
E por quanto al presente non ay Alguazil mayor en la
dicha ¡;:ibdad, por la presente mando e do poder conplido al
dicho Pero López para que pueda revocar o quitar, si enten-
diere que cunple a mi servi¡;:io, qualesquier dellos e poner otro
o otros en su lugar, e aquél o aquéllos que él nombrare o
posiese es mi mer¡;:ed e mando que los res¡;:ibades por mis
alguaciles en la dicha t;ibdad e usedes con ellos en los dichos
ofi<;ios e los recudades e fagades recudir con los derechos e
salarios al dicho ofi<;io pertenest;ientes.
E los unos nin los otros non fagades nin fagan ende al
por alguna manera so pena de la mi merc;ed e de las penas
susodichas. E mando so la dicha pena a qualquier escrivano
público que para esto fuere llamado que dé ende al que la
mostrare testimonio signado porque yo dsepa en como se cun-
pie mi mandado.
Dada en la muy noble e leal ¡;:ibdad de Toledo a qua-
tro días del mes de Jullio, año del Nas<;:imiento del Nuestro
Señor Jesu Christo de mi" e quatro<;:ientos e setenta e ocho
años.
Yo, el Rey. Yo, Johán de Oviedo, secretario del Rey
nuestro señor, la fiz escrivir por su mandado.

-151
DOCUMENTO N2 5

1470, Noviembre, 20. Segovia.

Enrique IV, rey de Castilla, otorga a Pedro López de


Ayala, señor de Fuensalida, el título de conde de Fuensalida.

R.A.H., S.c., B-91, fol. 51 r. - 52 vto. (Copia del siglo


XVII).

Don Enrique, por la gracia de Dios Rey de Castilla, de


León, de Toledo, de Galicia, de Sevilla, de Córdova, de
Murcia, de Jaén, del Algarbe, e Algecira, de Gibraltar; señor de
Vizcaia y de Molina. Por quanto a los reies e Príncipes perte-
neze honrar e sublimar, e decorar, e fazer gracias e mercedes
a sus súbditos e naturales, especialmente a aquéllos que vien
e lealmente le sirben; lo qual por mí acatado e considerado, e
a los muchos, e buenos, e leales e señalados servicios que vos,
Pedro López de Ayala, alcalde mayor de Toledo e de mi
Con sexo, me haveis fecho e faceis cada día e en alguna
enmienda e remuneración dellos, e por vos honrar e decorar
e sublimar e poner en estado, e porque de vos e de vuestro
linaje aya más memoria e seades más acatadis e honrados; por
la presente, de mi propio motu e cierta ciencia e poderío Real,
de que en esta parte como Rey e señor quiero usar e uso, vos
fago e creo conde de la vuestra villa de Fuensalida e quiero e
mando que de aquí adelante vos e vuestro fijo mayor e los que
dél vinieren e vuestra casa e mayorazgo eredaren, para siem-
pre jamásayades e tengades el dicho título de Conde de la villa
de Fuensalida e que vos podades llamar e intitular y nombrar
Conde e vos lo lIamedes e nombredes e yntituledes de la dicha
Fuensalida, e que vos sea fecha salva e zeremonia e las otras
cosas que a los condes de mis Reinos se facen e acosttumbran
fazer. Otrosí que ayades e gozades e vos sean guardadas todas

- 153
las amas, gracias e mercedes, franquezas e libertades, prehe-
minencias , dignidades e prerrogativas que an e gozan e son
guardadas a los otros Condes de mis Reinos, e seades rezivido
a todos los autos e cosas a que ellos son e deven ser rezividos.
E por esta mi carta e por su traslado signado de escrivano
público, mando a la princesa doña Juan mi mui chara y muy
amada fija e a los Perlados, Duques, Condes, Marqueses,
Ricoshombres, Maestres de las hórdenes, Priores,
Comendadores e a los de mi Consexo e oidores de la mi
Audiencia, Alcaldes e Notarios; e a otros justicias e oficiales
quales quier de la mi casa, Corte e Cancillería, e a los mis
Mariscales, e Reies de Armas, farautes, e l L e a los subco-
mendadores, Alcaides de los Castillos e casas fuertes e llanas,
e a todos los Conzejos, Alcaldes e Alguaciles, villas e lugares
de los mis reinos e señoríos e a otras qualesquier personas mis
vasallos e súbditos e naturales de qualquier estado, condición,
preeminencia o dignidad que sea e a cada uno dellos, que de
aquí adelante vos ayan e tengan por Conde de la dicha
Fuensalida e vos llamen e intitulen Don Pedro López de Aiala,
Conde de la dicha villa de Fuensalida, e vos reciban a todos
los actos e cosas a que los otros Condes de mis reinos son e
deven ser recevidos, e vos guarden e fagan guardar todas las
cosas susodichas que a los otros Condes de mis reinos son e
deven ser guardadas, e después de vos a los que la dicha vues-
tra casa e maiorazgo heredaren, e que vos non vayan ni pasen,
ni consientan yr ni pasar aora ni de aquí adelante en tiempo
alguno, ni por alguna manera, ca yo por esta mi carta os fago
e creo Conde de la dicha Fuensalida, e vos do el dicho título
para vos e los que la dicha vuestra Casa e maiorazgo hereda-
ren, según dicho es; e vos fago por ygual de los otros Condes
de mis reinos para todo lo susodicho e para cada cosa dello;
sobre lo cual mando a mi Canceller, Notarios e los otros mis
oficiales que están a la tabla de mis sellos, que vos den, e
libren, e pasen, e sellen mi Carta de previlegio lo más firme y
bastante que los pidiéredes e haviéredes menester. E los unos
nin los otros no fagan ende al por alguna manera so pena de
la mi merced, e de pribación de los oficios, e de confiscación
de los vienes de los que lo contrario hicieren para la mi

154-
Cámara. E demás mando al escribano que les esta mi carta
mostrare, que los emplace que parezcan ante mí en la mi
Corte, do quiera que yo sea del día que los emplazare hasta
quince días primeros siguientes so la dicha pena; so lo cual
mando a qualquiera escribano público que para esto fuere lla-
mado que dé el que ende se le mostrare testimonio signado
con su signo para que yo sepa en cómo se cumple mi manda-
do. Dado en Segovia a 20 días de Noviembre, año del naci-
miento de nuestro Señor Jesucristo de 1470 años. Yo, el Reí.
Yo, Juan de Oviedo, secretario del rei, nuestro señor, la fice
scrivir por su mandado.

-155
DOCUMENTO N!! 6

1506, Diciembre, 12. Toledo.

Los bandos toledanos de Ayala y Silva establecen una


tregua, firmada por los caballeros de la ciudad con juramen-
to y pleito-homenaje, y con simple juramento por algunos
hombres buenos.

A.M.T., A.S., Caj. 1, leg. 1! nº 27. (Original).

Publicado en A. MARTíN-GAMERO, Historia de la


ciudad de Toledo, sus e/aros varones y sus monumentos,
Toledo, 1979, pp. 1069-1073; Y en E. BENITO, Toledo en el
siglo Xv. Vida política, Madrid, 1961, pp. 305-310.

Como quiera que a Nuestro Señor y a su gloriosa


Madre ha placido que entre todos los caballeros de esta cib-
dad haya paz y esperamos que, según todos tienen las volun-
tades aparejadas para ello, la habrá por largos días. Pero acor-
dándonos que de muchos tiempos a esta parte, aunque en esta
cibdad ha habido muchos movimientos y alteraciones, nunca
Nuestro Señor permitió que muriese alguna persona principal,
de cuya causa oviera habido entre los caballeros desta cibdad
enemistades perpetuas, según vemos que ha acontecido y
dura hoy en muchas cibdades de estos reinos. Y pues Dios lo
hizo hasta aquí maravillosamente, y porque esto dure para
siempre, y porque los buenos caballeros y escuderos sean
conocidos por tales, y no sean muertos por los hombres de
baja suerte malamente, y porque de esto que ordenamos se
seguirá servicio de Dios Nuestro Señor, y a la reina, y al bien
y pacificación de esta ciudad para agora y para adelante, y los
naturales de ella conocerán el amor y afición que todos tene-

- 157
mas en estorbar los dichos inconvenientes; acordamos todos
unánimes y conformes, de un acuerdo y voluntad, que todos
los caballeros hijosdalgo de esta cibad, así los que agora están
en ella como los que a ella nuevamente vinieren, juren por sí
y por los que cada uno de ellos llamare o vinieren de fuera de
la cibdad en su favor y ayuda, en manos de un sacerdote por
ante notario, y reciban sobre sí sentencia de excomunión, la
qualluego ponga el vicario del señor Arzobispo, y hagan pley-
to-homenage en manos de un caballero, según fuero de
España, so pena de caer en mal caso, que agora nin en ningún
tiempo del mundo si en esta cibdad, lo que Dios no quiera,
oviere algún alboroto o escándalo o ruido, non consentirán
que ellos, ni sus parientes, ni amigos, ni criados, ni valedores,
ni allegados ni otra persona alguna de esta cibdad, ni de fuera
de ella, tiren espingardas, ni pólvora, ni arcos con frechas, ni
tiro grande ni pequeño de pólvora, ni otra ninguna especie de
artillería, ni lo saquen por calles, ni de dentro de casa tiren a
la calle de manera que puedan ofender a nadie con ello, así
en casas como en calles, como en otra parte alguna, ni se
ponga ni pueda poner fuego de ninguna especie ni calidad
que sea en ninguna parte de dicha cibdad, ni se pueda inter-
pretar ni dar otro entendimiento a esta escritura salvo que en
ninguna vía ni forma no se puedan tirar los dichos tiros, ni
sacar ni tomar para los dichos ruidos, ni alborotos, ni escán-
dalos, ni ayuntamientos de gentes, ni se poner ni echar fuego
en manera alguna, y qualquier que tirare con vallesta, o espin-
garda, o arco de frecha o tiro de pólvora grande ni pequeño,
o pusiere o echare fuego, aunque no mate ni hiera con el
dicho tiro que tirare o fuego que pusiere, muera por ello y sus
bienes sean confiscados para la cámara del rey; y si lo sacare
o tomare en alguna casa para salir a lo que dicho es, aunque
no tiren le corte la mano por ello, y que todos los dichos caba-
lleros y hijosdalgo, so cargo del juramento y so las penas ya
dichas en esta escritura, luego que supiere que alguna perso-
na o personas van contra lo susodicho, de qualquier estado
que sean, ansí de los de su parte como los de la otra, o lo con-
sintiere a otras personas quebrantar, trabajará de lo prender y
entregar a la justicia para que se execute en el tal delinquente

158 -
la pena arriba dicha, y que esta misma pena haya el que con-
sintiere o permitiere que esta escritura se quebrante por nin-
guna forma. E so cargo del juramento e penas dichas, no roga-
rán ni echarán quien ruegue por los culpados que esto que-
brantaren o estorbaren por ninguna vía, directe ni indirecte,
que no sean castigados.
La qual dicha concordia queremos que dure entre
nosotros, y hijos, y nietos, y de todos los que a ella vinieren de
fuera, y dende en adelante para siempre jamás, y queremos
que de este asiento se saquen dos instrumentos firmados del
notario ante quien pasa, y de los señores y caballeros que en
ello fueren, y que el uno tenga el cabildo de la Santa Iglesia de
esta cibdad, y el otro esté en los libros del Ayuntamiento de la
cibdad para que tengan cuidado de hacer cumplir y guardar
so las dichas penas esta escritura, pues ellos fueron los move-
dores para que este asiento se hiciese, e el vicario del reve-
rendísimo señor Arzobispo de Toledo declare que ninguna
persona de mayores ni menores que fuera contra lo susodicho
no goce de la corona ni sea habido por clérigo dende adelan-
te.

En la muy noble cibdad de Toledo, sábado, doce días


del mes de diciembre, año del nascimiento de nuestro Señor
Jesu-Christo de mil e quinientos e seis años, estando en las
casas del magnífico señor Don Pero López de Ayala, conde de
Fuensalida, alguacil mayor de Toledo, y estando presentes el
dicho señor conde y los señores Don Pero de Ayala y Don
Enrique, y Vasco de Guzmán, y Johan Niño, y Vasco Suárez, y
Per-Afán de Rivera, y Don Luis de Gusmán, y Don Hernando
Chacón, y Pero Vélez, y Pero de Acuña, y Vasco de Contreras,
y Martín de Rojas, y Antón Álvarez, y Johán Carrillo y Vasco
Ramírez de Guzmán, en presencia de mí el notario y testigo
¡uso escriptos, todos los dichos señores juraron a Dios, e a
Sancta María, e a la señal de la cruz, que con su mano dere-
cha ellos e cada uno dellos corporalmente tocaron en manos
del reverendo señor el licenciado Don Johán de Quintana-
palla, arcediano de Cuéllar, canónigo de la Sancta Iglesia de
Toledo, y por las palabras de los Santos Evangelios, de tener y

- 159
guardar y cumplir por sí y por sus parientes y amigos, e cria-
dos, e valedores, e por los que vinieren en su favor e ayuda, e
su llamado, esta dicha escritura y capitulación en todo y por
todo, según que en ella se contiene, y echándoles la confusión
del dicho juramento, ellos e cada uno dellos respondió e dixo:
«sí juro y amén». Yel señor Johán Carrillo, regidor de la dicha
cibdad de Toledo, dixo que lo pedía e pidió por testimonio.
Testigos que fueron presentes: el reverendo señor prothonota-
rio Don Alons-Yáñez, capiscol e canónigo de la dicha Sancta
Iglesia de Toledo; e Antón González, clérigo, capellán del
dicho señor arcediano Quintana-palla; e Antón Ruiz, escriba-
no público; e Pedro de Toledo; e Diego Vázquez; e Diego
López; e Alons Álvarez, vecinos de la dicha cibdad de Toledo,
para ello llamados e rogados.
E luego incontinenti el dicho señor conde de
Fuensalida e todos los susodichos señores y caballeros hicie-
ron pleyto-homenaje en manos del dicho Johán Carrillo, regi-
dor, una e dos e tres veces, según fuero de España, que ellos e
cada uno dellos, como caballeros fijosdalgo ternán e guarda-
rán e complirán esta dicha escritura e capitulación en todo e
por todo, según que en ella se contiene, e harán que sea guar-
dada e complida por sus parientes, e amigos, e criado, e por
todos los que vinieren en su favor e ayuda y a su llamado; y el
dicho Johán Carrillo lo pidió ansí por testimonio, testigos los
susodichos.

E después de los susodicho, en la dicha cibdad de


Toledo, día e mes e año susodichos, estando en las casas del
magnífico señor Don Johán de Silva, conde de Cifuentes, alfé-
rez mayor de Castilla, y estando presentes el dicho señor
conde y los señores Pero López de Padilla, e Don Pedro de
Silva, e Francisco Suárez, e Diego de Merlo, e Per Álvarez de
Ayllón, e el dicho Johán Carrillo, regidor, e Fernando de
<;úñiga, e Tello de Guzmán, e Hernán Pérez de Guzmán, e
Gonzalo Gaytán, e el comendador Alonso de Escobar, e Tello
de Guzmán, comendador de Calatrava, en presencia de mí el
dicho notario, e testigos ¡uso escriptos, todos los dichos seño-
res juraron a Dios e a Sancta María e a la señal de la Cruz, que

160 -
con su mano derecha e cada uno dellos corporalmente toca-
ron en manos del reverendo señor el licenciado Don Johán de
Quintana-palla, arcediano de Cuéllar, canónigo de la dicha
Sanca Iglesia de Toledo, e por las palabras de los Sanctos
Evangelios, de tener e guardar e complir por sí e por sus vale-
dores, e parientes, e amigos, e criados, e por los que vinieren
en su favor e ayuda e a su llamado, esta dicha escritura e capi-
tulación en todo e por todo, según que en ella se contiene e
echándoles la confusión del dicho juramento, ellos e cada uno
dellos respondió e dixo: «sí juro e amén»; por lo qual en como
pasó, el señor Vasco Suárez dixo que lo pedía, e pidió ansí por
testimonio. Testigos que fueron presentes: los reverendos seño-
res Don Johán de Bustamante, obispo de Acadia, y el sobredi-
cho señor prthonotario don Alonso Yáñez, capiscol e canóni-
go de la dicha Sancta Iglesia de Toledo, e el dicho Antón
González, capellán del dicho señor arcediano Quintana-palla,
e Luis de Aguirre, alguacil mayor, e el jurado Miguel de Hita,
vecinos de la dicha cibdad de Toledo, para ello llamados e
rogados.
E luego incontinenti el dicho señor conde de
Cifuentes e todos los susodichos señores e caballeros que con
él estaban, hicieron pleyto-homenaje en manos del dicho
señor Vasco Suárez una, dos e tres veces hasta nueve veces,
según fuero de España, que ellos e cada uno de ellos como
caballeros hijosdalgo ternán, e guardarán e complirán esta
sobredicha escritura e capitulación en todo e por todo, según
que en ella se contiene, e harán que sea guardada e complida
por sus parientes e amigos, e criados e por los que vinieren en
su favor e ayuda e a su llamado; y el susodicho Vasco Suárez
lo pidió ansí por testimonio, testigos los susodichos.

E después de lo susocicho, en la dicha cibdad de


Toledo, domingo trece días del mismo mes de diciembre, del
dicho año de mil e quinientos e seis años, dentro de la clau-
sura de la Sancta Iglesia de Toledo, en presencia de mí el
dicho notario y testigos iuso escriptos, parecieron presentes los
señores Don Carlos de Guevara, e Johán de Guzmán, e Tello
Palomeque, e Rodrigo Niño, e Hernán Díaz de Ribadeneyra,

- 161
regidor, e Don Johán de Ayala, e Diego Pérez de Ribadeneyra,
e juraron en forma debida de derecho, por Dios y por Sancta
María, y por la señal de la Cruz que corporalmente con su
mano derecha tocaron en manos de mí el dicho notario, e por
las palabras de los Sanctas Evangelios, de tener, e guardar, e
complir por sí e por sus parientes, e amigos, e criados, e vale-
dores, e por los que vinieren en su favor e ayuda e a su lla-
mado, esta sobredicha escritura en todo e por todo según que
en ella se contiene, y echándoles la confusión del dicho jura-
mento ellos e cada uno dellos respondió e dixo: «sí juro e
amén». E los dichos señores Johán Carrillo, regidor, e Vasco
Suárez lo pidieron por testimonio. Testigos que fueron presen-
tes: Pero Suárez, físico, e maestre Johán Francés, herrero, veci-
nos de la dicha cibdad de Toledo, para ello llamados e roga-
dos.
E luego incontinenti los dichos señores Don Carlos e
Diego Carda de Cisneros, regidor, e Juan de Osario, hicieron
pleito-homenaje en manos del dicho Vasco Suárez, e todos los
otros señores en manos del señor Johán Carrillo, una e dos e
tres veces, hasta nueve veces según fuero de España, que ellos
e cada uno de ellos como caballeros hijosdalgo temán e guar-
darán e complirán esta dicha escritura e capitulación en todo
e por todo, según que en ella se contiene, e harán que sea
guardada e complida por sus parientes, e amigos, e criados, e
por todos los que vinieren en su favor e ayuda, e a su llama-
do; y los dichos señores Johán Carrillo e Vasco Suárez lo pidie-
ron ansí por testimonio, testigos los susodichos.

E después de lo susodicho, en la dicha cibdad de


Toledo, el dicho domingo e mes e año susodichos, estando en
las casas del muy noble señor Don Pedro de Castilla, en pre-
sencia de mí el dicho notario e testigos iuso escriptos, el dicho
señor Don Pedro de Castilla hizo juramento en forma debida
de derecho en manos de mí el dicho notario según lo hicieran
los dichos señores de suso, de tener e guardar e complir, por
sí y por sus hijos, y parientes, y criados, y valedores e allega-
dos, esta dicha escritura en todo e por todo, según que enella
se contiene, y echándole la confusión del dicho juramento,

162 -
dixo: «sí juro e amén». Y el dicho señor Vasco Suárez lo pidió
ansí por testimonio. Testigos que fueron presentes: el bachiller
Johán Álvarez Guerrero, alcalde mayor" e Luis de Aguirre,
alguacil mayor, e Andrés de Ortega, escribano público, e
Alonso Francés, alguacil, vecinos de la dicha cibdad de
Toledo, para ello llamados e rogados.
E luego incontinenti el dicho Don Pedro de Castilla
hizo pleito-homenaje en manos del dicho señor Vasco Suárez,
una e dos e tres, hasta nueve veces, según fuero de España,
que como caballero hijodalgo terná e guardará e cumplirá esta
dicha escritura e capitulación, en todo e por todo, según que
en ella se contiene, e hará que sea guardada e complida por
sus hijos e parientes, e amigos, e criados, e valedores, e alle-
gados. El dicho Vasco Suárez lo pidió ansí por testimonio, tes-
tigos los sobredichos.

(Signos): El conde de Fuensalida. Don Enrique


Manrique. Don Pedro de Ayala. Vasco de Guzmán. Johán de
Guzmán. Pedro Vélez de Guzmán. Pero Padilla. Don Pero.
Don Carlos. Alonso de Escobar. Don Johán de Silva, alférez.
Antonio Álvarez. Johán Carrillo. Pedro de Acuña. Vasco de
Guzmán. Niño. Rodrigo Niño. Per-Afán de Rivera. Per Álvarez
de Ayllón. Hernán Pérez de Guzmán. Diego de Merlo.
Fernando Díaz de Ribadeneyra. Vasco Suárez de Guzmán.
Tello Palomeque. Francisco Suárez. Martín Vázquez de Rojas.
Fernando de Zúñiga. Ribadeneyra. Diego García de Cisneros.
Gonzalo Gaytán. Tello de Guzmán. Johán Carrillo. Vasco de
Contreras. Don Luis de Guzmán. Don Hernando Chacón.
Johán Osorio.

E después de lo susodicho, en la dicha cibdad de


Toledo, el dicho día domingo, e mes e año susodichos, estan-
do delante de la puerta del Perdón de la Sancta Iglesia de
Toledo, en presencia de mí el dicho notario y testigos iuso
escriptos, y estando presentes los dichos señores prothonota-
rio Don Alons-Yáñez, capiscol e canónigo y arcediano Don
Johán Quintana-palla, y Johán Carrillo, regidor, y Vasco
Suárez, y Vasco de Guzmán, y el bachiller Johán Álvarez

- 163
Guerrero, alcalde mayor, y Luis de Aguirre, jurado e alguacil
mayor, y el comendador Francisco Suárez, e Tello Palomeque,
e otra mucha gente aiuntada, por mí el dicho escribano fue
leyda la dicha capitulación, e pregonada a altas voces por
Andrés Dávila, pregonero, según costumbre, y ansí pregonada
el bachiller Diego Martínez Ortega, jurado, en voz y nombre
del pueblo dixo que lo pidía e pidió ansí por testimonio.
Testigos: Andrés Hernández de Oseguera e Andrés Ortega,
escribanos públicos, e Alonso Francés e Johán Calderón,
alguaciles, e Nicolás de Yepes, tundidor, e otros muchos veci-
nos de Toledo.
E luego incontinenti en la dicha cibdad de Toledo, en
la plaza de los Cambios de las Cuatro Calles, estando presen-
tes todos los dichos señores canónigos e caballeros, y el regi-
dor Peña, por mí el dicho notario fue leída la dicha capitula-
ción, e dado seguro pregón a altas voces, según de suso, por
Sebastián de Valverde, pregonero, por el dicho Andrés Dávila,
pregonero; e el dicho Diego Martínez Ortega, jurado, en nom-
bre y voz del pueblo, lo pidió por testimonio. Testigos:
Francisco Serrano e Alonso Francés, alguaciles, e Diego
Núñez, escribano público, e Christóbal de Orgaz, platero, e
otros muchos vecinos de Toledo.
E luego incontinenti en la dicha cibdad de Toledo, en
la plaza de Zocodober, estando presentes los dichos señores
canónigos e caballeros, por mí el dicho notario fue leída dicha
capitulación e dado tercero pregón a altas voces, según de
suso, por el dicho Andrés Dávila, pregonero. Y el dicho Diego
Martínez Ortega, jurado, en voz y nombre del pueblo, lo pidió
por testimonio. Testigos: Alonso Francés, alguacil, e Álvaro de
Torrijos, trapero, e Francisco de Madrid, mercader, e Andrés
Ortega, escribano público, e Francisco d'Úbeda, borceguine-
ro, e otros muchos vecinos de Toledo.
E luego incontinenti en la dicha cibdad de Toledo, día
e mes e año susodichos, en la plaza de Sancto Tomé de la
dicha cibdad de Toledo, estando presentes todos los dichos
señores canónigos e caballeros, por mí el dicho notario fue
leyda la dicha capitulación e dado quarto pregón a altas

164 -
voces, según de suso, por el dicho Sebastián de Valverde, pre-
gonero, por el dicho Andrés Dávila. E el dicho Diego Martínez
Ortega, jurado, en nombre y voz del pueblo lo pidió por testi-
monio. Testigos, el dicho Andrés Ortega, escribano público, e
Ortega, mayordomo de Sancto Domingo el Real, e Diego
Téllez, e Álvaro de Torrijos, e el doctor Thomás, físico, e otros
muchos vecinos de Toledo.

E yo, Johán de Sancta Cruz, clérigo, capellán de la


capilla de la señora reina Doña Catalina, de gloriosa memoria,
que es en la Sancta Iglesia de Toledo, notario público por la
autoridad apostólica, que al tomar de los dichos juramentos y
pleyto-homenajes que los dichao señores hicieron, e al dar de
los dichos pregones presente fui, juntamente con los dichos
testigos e de pedimento de los dichos señores Johán Carrillo,
regidor, e Vasco Suárez, este público instrumento de tutos
escrebí, en el qual todos los dichos señores firmaron sus nom-
bres y lo otorgaron ante mí, según de suso va declarado, y por
tanto lo signé e firmé de mi signo e rúbrica acostumbrados, en
fe y testimonio de verdad, rogado e requerido.
Johán de Sancta Cruz, apostólico notario.

- 165
Copia digital realizada por el
Archivo Municipal de Toledo
Ju a n R a m 6 o P a L o ei a
H rr j ' 11 nacid en 1965
e li en 'iado en eografi'~ e
Hi toria p r l niver id d
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fe r t.Ie n eñaoLa ecundaria.
De de hace vario añ de arro-
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