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HERREJÓN
JUAN RAMÓN PALENCIA
HERREJÓN
TOLEDO, 1995
En la vigésimo primera edición de los premios «Ciudad de Toledo», con-
vocados por el Ayuntamiento de Toledo en el año 1994 y fallados el día 3
de febrero de 1995, el trabajo titulado «Los Ayala de Toledo:
Desarrollo e instrumentos de poder de !In linaje nobiliario en el siglo XV",
presentado bajo el seudónimo de "Amadis de Gaula" resultó
galardonado con el Premio de Temas Toledanos "San Ildefonso»,
patrocinado por el Ayuntamiento de Toledo.
AUTOR DE LA PORTADA:
4-
ÍNDICE
Fuentes y bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 6
PRELIMINAR
-5
4. Los Ayala al servicio de la Monarquía (1474-1521).
6-
INTRODUCCIÓN
-7
Los instrumentos de poder más característicos -los ofi-
cios y el señorío- serán analizados en los dos últimos capítulos,
sirviéndonos para completar la visión del poder de un linaje en
ascenso durante el siglo Xv.
La última centuria de la Edad Media, con toda su tras-
cendencia, constituye la plataforma temporal sobre la que nos
movemos. A este respecto hay que señalar que al presente tra-
bajo no se le endosan Ifmites fijos, pero si hubiera que señalar
referencias temporales de inicio y fin del proceso estudiado
éstas serían los años 1398 y 1521.
El término inicial (1398) hace alusión a la fecha en que
nace de hecho la rama toledana del linaje Ayala, cuyo funda-
dor fue Pedro López de Ayala 1. En 1406, al repartir sus bienes
y oficios, el Canciller Ayala sancionaba de iure la división de la
antigua estirpe de los señores de Ayala en dos ramas: una asen-
tada en Álava y otra en Toledo. Pero el célebre cronista había
abandonado la vida activa algunos años atrás; y es a partir de
1398 cuando su hijo segundo Pedro López aparece en la docu-
mentación como titular de la alcaldía mayor de Toledo y de
otros oficios, sustituyendo al viejo canciller.
El término final (1521) coincide con la liquidación del
movimiento comunero, en parte por el significado que este
acontecimiento tuvo en Toledo, pero sobre todo por la actitud
que ante él tomaron los Ayala; al apoyar decididamente a
Carlos 1, este linaje se consolidó en las filas de la nobleza
moderna, fiel a la Monarquía, y estabilizó su autoridad en
Toledo.
FUENTES Y BIBLIOGRAFíA
A. FUENTES INÉDITAS
8-
- Archivo de los Duques de Frías (A.D.F.): sección
Fuensalida.
- Biblioteca de la Real Academia de la Historia
(R.A.H.): colección Salazar y Castro (S.c.).
- Archivo Municipal de Toledo (A.M.T.): secciones
Archivo Secreto (A.5.) y Archivo del Cabildo de Jurados
(A.C.J.).
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Clero y Consejos Suprimidos.
- Archivo General de Si mancas (A.G.5.): secciones
Registro General del Sello (R.G.5.) y Escribanía Mayor de
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(Ms.).
B. FUENTES IMPRESAS
-9
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C. BIBLIOGRAFíA
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- MOXÓ Y ORTIZ DE VILLAJOS, Salvador de: «Los señoríos:
estudio metodológico)) Actas de las I jornadas de Metodología
I
- 15
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no en la Baja Edad Media, memoria de licenciatura inédita,
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durante el reinado de Enrique IV», Hispania,130(1975),
pp.249-293.
16 -
PRELIMINAR
- 17
muchos aspectos del desarrollo y los instrumentos de poder de
los Ayala toledanos.
Durante el siglo XV en la nobleza castellana figuran
varios linajes originados en el seno de la antigua dinastía de
los señores de Ayala. Al margen de los caballeros murcianos,
procedentes de una rama bastarda del tronco alavés 2 , hay que
señalar tres ramas, afincadas en distintos ámbitos territoriales
e independientes entre sí: en Talavera, los señores de Cebolla
y Villaba; en Álava, los señores de Ayala y Salvatierra, condes
de esta última villa desde 1492; y en Toledo, los señores de
Guadamur, desde 1470 condes de Fuensalida.
Los Ayala de Talavera 3 procedían en línea directa de Diego
López de Ayala, hermano del canciller. La hija mayor de don
Diego, Elvira de Ayala, casó con Fernán Álvarez de Toledo,
señor de Oropesa. El matrimonio compró en 1396 el lugar de
Cebolla y la fortaleza de Villalba -ambos enclaves cercanos al
Tajo, a la altura de la desembocadura del río Pusa- a Juan
Sánchez de Meneses. Fernán Álvarez, en su testamento fecha-
do el 18 de septiembre de 1398, donó Cebolla y Villalba a su
mujer, para que ésta pudiera sustentarse hasta la muerte con
sus rentas. Elvira de Ayala, en su testamento fechado el 17 de
noviembre de 1411, destinaba estos lugares a su segundo hijo
Juan Álvarez de Toledo, separándolos así del patrimonio de
Oropesa, que pasaría al primogénito García Álvarez de
Toledo. Juan Álvarez era maestrescuela de la catedral de
Toledo y la ad{l1inistración de Cebolla y Villalba fue ejercida
por su hermano Diego López de Ayala, que en 1428, a la
muerte de Juan Álvarez, quedaría como heredero de estos bie-
nes. De Diego López procede la dinastía de los señores de
Cebolla y Villalba, muy influyentes en la vida local talaverana
18 -
hasta su extinción biológica en 1540, momento en que el
patrimonio del linaje pasa a engrosar el de los condes de
Oropesa 4 .
Los Ayala de Álava constituyeron la línea primogénita del
linaje, pero no por ello la más poderosa. Fernán Pérez, el hijo
mayor del cronista, alférez del pendón de la Banda y merino
mayor de Guipúzcoa, señor de Ayala y de Salvatierra, casó
con María Sarmiento. El mayorazgo alavés pasó a Pedro
López, el hijo mayor de este matrimonio, y de él a su sobrino
Garci López de Ayala 5 . Los señores de Ayala accederían en
1492 al título condal de Salvatierra y mantendrían durante
largo tiempo una importante posición social y política en el
reino, al tiempo que su influencia directa se dejaba sentir en
la ciudad de Vitoria.
4. Todos estos datos han sido extraídos del estudio, rigurosamente documen-
tado, de A. FRANCO, «El proceso de señorialización en las tierras de Talavera
de la Reina en el siglo XV: el caso de Cebolla y 105 Ayala», Anuario de Estudios
Medievales, 20 (1990), pp. 223-274, en el que se traza la evolución dellina-
je, se publica el testamento de Elvira de Ayala y se incluye un árbol genealó-
gico.
5. A falta de un trabajo de investigación dedicado a esta rama, hemos recurri-
do a los datos genealógicos suministrados por el «Árbol de la Casa de Ayala}),
R.A.H., S.c., B-98, fol. 36 r. -37 vto., publicado en J. CONTRERAS,
Introducción a la biograffa del Canciller A)fala, Bilbao, 1972, pp. 139-177, Y
en M. GARciA, Op. cit., 325-353.
- 19
(1451-1486), Pedro López 111 (1486-1489) Y Pedro López IV
(1489-1537).
Pedro López I «el Tuerto)}6, hijo segundo del Canciller
Ayala, tomó posesión de hecho de los bienes y oficios toleda-
nos de su padre antes de 1400. Como se comentará más ade-
lante, ejerció importantes oficios locales, entre ellos el de
alcalde mayor de la ciudad, amplió notablemente el patrimo-
nio del linaje, accedió a la jurisdicción sobre lugares y parti-
cipó activamente en las luchas políticas de su tiempo, ejer-
ciendo sobre Toledo y su tierra un liderazgo bastante prolon-
gado.
El primero de los Ayala toledanos casó en la última déca-
da del siglo XIV con Elvira de Castañeda, hija de Juan
Rodríguez de Castañeda y de María de Orozco. Al morir Juan
Rodríguez, la viuda María de Orozco casó con Lorenzo
Suárez de Figueroa, maestre de la Orden De Santiago, con el
que tuvo otra hija, Teresa de Orozco. Elvira de Castañeda se
desligó en 1400 de los suyos al vender toda la herencia que le
correspondía, por 100.000 mrs. a su medio hermana Teresa de
Orozco, condesa de Niebla 7 . Mediante esta operación econó-
mica Pedro López 1, que actuaba en nombre de su mujer
-menor aún de dieciseis años-, prescindía del contacto con un
linaje extraño a Toledo, a cambio de la obtención de una
buena suma en metálico. Los Castañeda no aparecerán en la
posterior evolución de los Ayala toledanos 8 .
20 -
Pedro López y Elvira de Castañeda tuvieron cuatro hijos;
Pedro López de Ayala (11), Juan de Ayala, Sancho de Ayala y
Leonor de Ayala. Fuera del matrimonio, Pedro López I tuvo dos
hijos más: Fernán López de Ayala y Fernán Pérez de Ayala 9 .
- 21
Juan 11 el oficio de notario mayor del Reino de Toledo. Juan de
Silva fue señor, y luego conde, de Cifuentes, notario mayor del
Reino de Toledo y regidor de la ciudad; señor de Barcience y
Villaluenga en la Tierra de Toledo, y de otros varios lugares en
la Alcarria 13. A pesar del acercamiento entre Ayala y Silva que
supuso el matrimonio de Pedro López con doña María, las
relaciones entre ambos linajes fueron enturbiándose, al menos
desde mediados del siglo XV. Los Silva no sólo no fueron cola-
boradores de los Ayala, sino que constituyeron el polo de la
oposición a la dinastía de los alcaldes mayores durante varias
décadas.
Pedro López y María de Silva tuvieron seis hijos: Pedro
López de Ayala (111), Alfonso de Silva y Ayala, Fernán Pérez de
Ayala, Leonor de Ayala, Elvira de Castañeda y Guiomar de
Meneses.
22-
noviembre de 1493. Este Pedro de Ayala fue señor de
Peromoro y de San Andrés y regidor de Toledo 15 .
El matrimonio de Pedro López 111 con Aldonza Carrillo con-
solidó la ya con anterioridad fundamental alianza entre los
linajes Ayala y Carrillo. A lo largo de la primera mitad del siglo
XV el de los Carrillo se había separado en dos ramas: la prin-
cipal era la que encabezaba Juan Carrillo, alcalde mayor de
Toledo y señor de Layos y de Cuerva. La otra rama fue lidera-
da por Pedro Carillo, alguacil mayor de Toledo y señor de
Bolaños. Juan Carrillo y su tío Pedro Carrillo colaboraron
estrechamente con Pedro López 1 a lo largo de la primera
mitad del siglo, incluso en las fases más delicadas de la lucha
de bandos nobiliarios 16 .
En la última década del reinado de Juan 11, los Ayala y los
Carrillo estrecharían aún más sus relaciones de parentesco y
amistad, a través de un doble matrimonio: Pedro López casó
con doña Aldonza, hija de Juan Carrillo y de Teresa de
Guevara; su hermano Alfonso de Silva y Ayala lo hizo con
María Carrillo, hija de Pedro Carrillo y de Elvira
palomeque 17 . Las dos ramas toledanas de los Carrillo aca-
baron de este modo fundiéndose en el linaje Ayala.
A falta de un heredero legítimo, fruto de matrimonio asi-
mismo legítimo de Pedro López 111, el liderazgo del linaje
Ayala pasó a la rama segundogénita de Alfonso de Silva y
Ayala. Con su mujer María Carrillo, don Alfonso tuvo dos
hijos: Pedro López de Ayala (IV) y María de Silva. En 1489
- 23
Pedro López IV tomaría el relevo de su tío al frente del
linaje.
24-
de Ribera pagó a su yerno la cantidad que le debía en con-
cepto de dote de su hija 21 .
- 25
ticia de Corte; finalmente la deuda fue satisfecha en octubre
de 1499 27 •
27. Puede seguirse el pleito entre estos dos magnates a través de varios docu-
mentos del Archivo de Simancas; vid. R.G.S., 1499, X, fol. 160, 87 Y 462,
fechados respectivamente los días 2, 16 Y 21 del mes de octubre de 1499.
28. María Niño de Ribera era señora de Noez y de Villahumbrosa. Estos seño-
ríos fueron heredados por su hijo Pedro Niño de Conchillos, hermano de doña
Francisca y cuñado por tanto del conde de Fuensalida; vid. B. MARTfNEZ
CAVIRÓ, Conventos de Toledo. Toledo, castillo interior, Madrid, 1990, pp.
163-165.
29. E. BENITO (ed.), «Las más antiguas actas conservadas del ayuntamiento de
Toledo», Revista de la Universidad de Madrid, 64 (1970), p. 56.
30. A.D.F., Fuensalída, leg. 281, nQ 3.
26 -
había muerto ya; aquel año su hijo Juan de Castañeda recibió
un lote en la partición de bienes no sometidos a mayorazgo
que don Pedro y doña Elvira, sus abuelos, habían dejad0 31 .
31. A.H.N., Clero, leg. 7331. Este lote lo percibía Juan de Castañeda como
heredero de Juan de Ayala, a quien correspondía una parte de la legítima de
la herencia de don Pedro y de doña Elvira. En este acto jurídico Juan de
Castañeda, menor, era representado por su tío y tutor Pedro López 11, parien-
te mayor del linaje.
32. A.D.F., Fuensalida, leg. 237, nQ 8.
- 27
de la partición de 1454 con heredades en la Tierra de Toledo,
pero sobre todo con rentas en la ciudad. Ruy López Dávalos,
el mayor, murió tempranamente.
Fernán Pérez de Ayala, hijo bastardo de Pedro López 1, fue
canónigo del cabildo catedralicio toledano en tiempos del
arzobispo Carrillo. Fernán Pérez protagonizó en el verano de
1467, como veremos más adelante, un episodio trascendental
en la lucha de bandos toledanos.
33. En 1471 se fecha la carta de pago, otorgada por el conde de Alba, por la
compra del oficio de alguacil mayor de Toledo en favor de Alfonso de Silva;
vid. A.D.F., Fuensalida, leg. 246, nº 3. En 1472 se data el inventario de bienes
que dejó a su muerte el matrimonio Alfonso de Silva-María Carrillo; vid.
A.D.F., Fuensalida,leg. 237, nQ 23. La muerte del alguacil mayor hay que
situarla entre estas dos fechas.
34. La compra del oficio al conde de Alba, su anterior titular, se produjo en
1471, como se ha indicado en la nota anterior. Se tratará por extenso de este
oficio y de su ejercicio por los Ayala en el capítulo 5 de este trabajo.
35. En 1470 Enrique IV concedió a Alfonso de Silva los 40.000 mrs. que tenía
su madre María de Silva -muerta aquel año- situados en las alcabalas de
Toledo; vid. A.D.F., Fuensalida, leg. 237, nº 23.
28-
Yegros, vacante posiblemente por la defunción de su primo
Fernando de Ayala 36 .
Así pues parece que los Ayala de Toledo se prepara-
ban para una escisión pacífica; Alfonso de Silva estaba listo
para fundar la nueva rama. Aún después de su muerte el pro-
yecto podía haberse realizado; su hijo Pedro López IV se
hallaba preparado para ello. En 1475 Pedro López 11, al fundar
mayorazgo en favor de su primogénito Pedro López 111, sepa-
raba los bienes y la jurisdicción de Cedillo para dotar al niño
Pedro López IV con un mayorazgo propi037 . Sin embargo, los
proyectos de expansión del linaje se vieron truncados por la
muerte de Pedro López 111 sin descendencia legítima; a su
sobrino Pedro López IV le correspondió entonces el liderazgo
del grupo familiar.
- 29
Silva y Leonor de Ayala 39 . No queda claro si la unión se reali-
zó 40 . Si llegó a realizarse, duró muy poco tiempo, ya que en
1473 el conde de Cifuentes estaba casado con Catalina de
Toled0 41 . Juan de Silva había roto su compromiso con Leonor
de Ayala una vez que sintió que su posición en Toledo era
estable, alegando escrúpulos de consanguinidad -Leonor era
su tfa- que antes no parecían haberle preocupado. La repudia-
da Leonor era mujer, en 1473, de Diego López de Haro, hijo
de Juan de Haro, vinculado de este modo a la facción de los
Ayala 42 .
Elvira de Castañeda y Guiomar de Meneses, hijas de
Pedro López 11 y de María de Silva, sirvieron a los Ayala para
emparentar con el poderoso clan de los Manrique. Elvira de
Castañeda casó en 1469 con Rodrigo Manrique, conde de
Paredes de Nava43 . Don Rodrigo fue el segundo hijo del ade-
lantado mayor del Reino de León Pedro Manrique y participó
activamente en las luchas políticas de su tiempo, siendo
30 -
comendador de Segura de la Sierra, en la Orden de Santiago,
y más tarde maestre de la misma44 . Entre los hermanos del
magnate hay que destacar a Gómez Manrique, célebre poeta
y dramaturgo que ejerció el oficio de corregidor de Toledo
desde 1477 hasta 1490, fecha de su muerte4 5 . Del primer
matrimonio de Rodrigo Manrique -con Mencía de Figueroa-
había nacido Jorge Manrique. Del enlace con Elvira nacería
Enrique Manrique, beneficiario del testamento de su madre, ya
viuda, en 150646 .
Jorge Manrique, uno de los más grandes poetas de la lite-
ratura castellana, sería el marido de la menor de las hijas del
primer conde de Fuensalida, Guiomar de Meneses. Jorge
Manrique heredó el espíritu combativo de su padre, pertene-
ció al Capítulo General de la Orden de Santiago y fue comen-
dador del lugar manchego de Montizón. De su matrimonio
con Guiomar de Meneses nacería Luis Manrique; en 1492
doña Guiomar, ya viuda y religiosa en el convento de la madre
de Dios de Toledo, dejó a Luis -comendador de Montizón,
como su padre- como heredero de sus bienes 47 . A pesar del
doble enlace, los Manrique de Paredes y los Ayala no com-
partieron bando en la pugna sucesoria de los últimos años de
Enrique IV, ya que mientras aquellos apoyaban la candidatura
de Isabel y Fernando, éstos no se decantaron.
- 31
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Pedro López de Ayala I _. _. _. -. _. _. - ' - '
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Elvira de Castañeda
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María de Silva María de Cervantes Diego López Dávalos O-
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(Dávalos·Ayala)
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~ Aldanza Carrillo María de Cervantes Diego García de Toledo Rodrigo Manríque Jorge Manríque ~
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¿Juan de Silva?
I Diego López de Haro
I (s.d.)
I
I
Pedro de Ayala Pedro López de Ayala IV María de Silva Enrique Manrique Luis Manrlque
con con
Constanza de Toledo Inés de Ribera
Catalina Manrlque
Francisca de Ribera
l. DESARROLLO DEL PODER DE LOS AYALA
2. EL 1I DERAZGO DE PEDRO
LÓPEZ I EN TOLEDO
- 33
ños hitos del encumbramiento del linaje: provisiones de ofi-
cios, mercedes de vasallos, concesiones de juros.
Esta visión de la historia política de los Ayala se ini-
cia en 1406, fecha en que se constituye formalmente la rama
toledana del linaje; y concluye en 1521, con la liquidación
del movimiento comunero. Las luchas nobiliarias de la época
suelen considerarse concluidas con el advenimiento de los
Reyes Católicos, propiciadores de la «reconciliación» de la
Monarquía con la nobleza49 . En la exposición que sigue se
abordará este período turbulento, pero también la fase de pro-
gresiva pacificación que comenzó con los Reyes Católicos.
De esta manera podremos observar el cambio de tendencia
que se produjo en las relaciones en el seno de la nobleza y
entre este grupo y la Monarquía en el advenimiento de una
nueva época.
Al plantear el estudio de la acción política de los
Ayala durante más de un siglo conviene establecer una perio-
dización y señalar los rasgos característicos de cada fase. Tres
son los períodos que se pueden diferenciar y que serán
expuestos en tres capítulos sucesivos del presente trabajo:
1 - La primera fase (1406-1451) fue protagonizada
por Pedro López 1 y coincide aproximadamente con el reina-
do de Juan 11. La época estuvo marcada por las luchas nobi-
liarias, tanto a nivel local como nacional. De la mano del pri-
mer Ayala toledano el linaje se apropió de notables oficios
cortesanos y locales y fundó un señorío en la Tierra de Toledo,
ejerciendo sobre la ciudad un poder creciente.
2 - La segunda etapa (1451-1474), protagonizada por
Pedro López 11, coincide a grandes rasgos con el reinado de
Enrique IV, caracterizándose por la acentuación de las pugnas
nobiliarias en el reino y por la violenta confrontación de los
bandos toledanos de Silva y Ayala.
3 - En la última etapa (1474-1521) se produce un
cambio de rumbo en la política nobiliaria. La nobleza se con-
vierte en colaboradora de la Monarquía, reduciéndose osten-
34-
siblemente las fricciones entre una y otra. Pedro López 11 esta-
bleció el «acuerdo» de colaboración de 105 Ayala con la
Monarquía, pero fue Pedro López IV quien llevó a sus últimas
consecuencias el nuevo espíritu de servicio.
- 35
hueste toledana, cuando estos dos líderes acompañan al infan-
te don Fernando, regente del reino, en sus campañas estivales
contra el Reino musulmán de Granada. Al frente de los tole-
danos figuran en el asalto a Setenil en 140753 . Ambos partici-
paron tres años después en el cerco y la toma de Antequera 54 .
En estas ocasiones los dos magistrados cumplían sus deberes
como vasallos del rey y como comandantes de la milicia local.
Algunos meses más tarde de la toma de Antequera el
infante don Fernando llegó a Toledo y, observando la inefica-
cia del gobierno local, decidió otorgar a la ciudad el cuerpo
de normas que constituye la primera reforma municipal tole-
dana del siglo xv.
El Ordenamiento de Toledo de 1411 55 cons-
tituía el primer ensayo de reorganización del gobierno local,
insertándose en la política de fomento del poder monárquico
a través de la oligarquización del concejo. Argumentando la
imposibilidad de regirse Toledo debido a la muchedumbre de
los «tres estados» (oficiales, caballeros y hombres buenos) que
tomaba las decisiones, el infante-regente creó un modelo bas-
tante peculiar de concejo restringido, formado por los tres ofi-
ciales de justicia -los dos alcaldes mayores y el alguacil
mayor- y por seis representantes de los otros estamentos: tres
de los caballeros y tres de los hombres buenos, los seis «fie-
les».
El Ordenamiento del infante don Fernando contiene
reformas que pretendían impedir los abusos de los tres oficia-
les mayores: el «alcalde mayor de la justicia» el «alcalde I
36-
papel de éstos en el «ayuntamiento» -vocablo que alude a la
reunión de los nueve representantes del concejo- se fortaleció
al obtener la presidencia del mismo el alcalde mayor de la jus-
ticia y por ser los tres únicos miembros estables en él, ya que
los seis fieles se habían de relevar de dos en dos años 56 .
Este Ordenamiento hacía también referencia a los
custodios de las puertas de la ciudad, que eran el primer
alcalde mayor, el alguacil mayor y varios «porteros», lugarte-
nientes de los anteriores 57 . Este reparto de la responsabilidad
expresa la búsqueda de un equilibrio entre los magistrados,
intentando establecer un contrapeso eficaz a la primacía de
Pedro López.
Queda claro que la reforma de 1411 no afectó en lo sus-
tancial al liderazgo de Ayala. El Ordenamiento consolidaba
institucionalmente el gobierno de unos pocos, la oligarquía de
caballeros y hombres buenos, al frente del concejo; pero al
mismo tiempo establecía un vértice en la nueva pirámide de
poderes locales, un vértice que correspondía en aquel
momento al alcalde mayor de la justicia Pedro López de
Ayala.
- 37
Juan 11 ratificó el 30 de mayo de 1420 todas las mer-
cedes que Pedro López había recibido de los regentes duran-
te la minoridad del rey58. Dos meses más tarde, el alcalde
mayor permanecía junto al rey; por entonces, el infante don
Enrique se apoderó de éste y su Corte en Tordesillas, donde
inició una fase de gobierno personal que se prolongaría por
cinco meses y tendría como objetivo favorecer a sus partida-
rios. No se puede dudar de que Pedro López estaría entre
ellos; una vez liberado el rey en Talavera por don Álvaro de
Luna y otros cortesanos, el alcalde mayor de Toledo se encon-
traba junto al infante don Enrique, entre los sitiadores del cas-
tillo de Montalbán, donde se habían refugiado el rey y los
suyos59.
Si Ayala colaboró con el secuestrador regio ello se
debía, al menos en parte, a la transmisión de la fidelidad que
años atrás aquél había prestado a su padre don Fernando de
Antequera; pero también hay que atribuir esta colaboración al
ansia de promoción social que comúnmente movió a los
nobles en estas luchas. Debe señalarse que durante el cauti-
verio regio otros magnates de la Corte vieron satisfechas sus
aspiraciones gracias a la presión del infante: Garci Fernández
Manrique fue promovido a conde de CastañedaG°; y Rodrigo
Alfonso Pimentel a conde de Benavente6 1 . Se puede pensar
que Pedro López esperaba obtener una merced semejante.
Pero la huida del rey y la amenaza del infante don Juan des-
compusieron el bando enriqueño yel alcalde mayor tuvo que
conformarse con mantener su posición en Toledo.
El 7 de diciembre de 1420, decidiendo contempori-
zar, Juan 11 ordenó a los toledanos que prestasen a Pedro
López de Ayala y a Pedro Carrillo la ayuda que necesitasen
38-
para defender las puertas de la ciudad 62 . Toledo constituía por
entonces un punto estratégico en la lucha, al encontrarse sólo
a cinco leguas del castillo de Montalbán. Abandonado el
cerco de la fortaleza don Enrique encontró las puertas de la
ciudad cerradas; y sin embargo la reina doña María, su her-
mana, sería bien recibida pocos días después63 . En teoría, la
primacía del alcalde mayor había quedado a salvo; pero de
hecho los toledanos no actuaban por Ayala.
Cuando Juan 11 se había liberado de la amenaza de
don Enrique, el Concejo de Toledo se regía sin su cabeza, ya
que Pedro López y Pedro Carrillo habían seguido al infante
hasta Ocaña, donde éste se encontraba a la espera. Fue en
aquel momento, y aprovechando las fricciones entre los 01 i-
garcas locales, cuando Juan 11 envió un corregidor a Toledo
para tomar los oficios de los rebeldes 64 . La instalación de esta
figura institucional suponía la inmediata suspensión de los ofi-
ciales mayores, que habían de entregar al corregidor las varas
de la justicia, símbolo del poder local 65 • Una vez asumido el
cargo, el nuevo oficial proveía discrecionalmente los oficios
de justicia entre personas de su entorn0 66 .
Como puede observarse, la instauración del corregi-
dor hubiera supuesto una auténtica revolución institucional en
el Concejo de Toledo. PeroJal revolución no tuvo lugar; cuan-
do Alvar Sánchez de Cartagena, designado corregidor, hizo
leer la provisión real ante las puertas de la ciudad, se le res-
pondió que «aquellas cartas eran de obedecer por ser cartas
del rey, pero no de cumplir, por quanto eran contra las leyes
destos Reynos, las qua les disponían que no se diese corregidor
- 39
sin ser demandado»67. Nuevamente la oligarquía toledana
hablaba por sí, al margen del alcalde mayor.
En el episodio descrito se percibe la desconfianza que
Juan 11 sentía hacia los oficiales de justicia toledanos. El rey,
aprovechando la circunstancia de la traición del alcalde
mayor y las fricciones que se habían producido entre éste y el
grueso de los caballeros toledanos, intentaba profundizar su
control sobre la ciudad, lo que solamente sería posible
mediante un compromiso con la oligarquía, un compromiso
que no tardaría en llegar.
Antes de valorar el significado de la reforma munici-
pal de 1422 y el modo en que ésta afectó a Pedro López de
Ayala, es necesario mencionar al primer corregidor efectivo
de Toledo: Gómez García de Hoyos, cabellerizo mayor de
Juan 11, que aparece ocupando este cargo en el verano de
1421 68 . En el documento de creación del Cabildo de Jurados,
fechado ellO de marzo de 1422, el corregidor encabezaba la
serie de los oficiales toledanos 69 . Observado el rechazo a
Alvar Sánchez de Cartagena, la presencia del nuevo comisio-
nado regio sólo puede explicarse como fruto de un acuerdo;
los caballeros de la ciudad acogieron a Gómez García como
árbitro durante el período de transición del viejo regimiento al
nuevo. Efectivamente, una vez que entra en funcionamiento el
67. «Crónica de Juan 11., cit., año 15º, cap. XIX, p. 405; P. ALCOCER, Historia
o descripción de la ciudad de Toledo, Toledo 1554, ed. facsímil en Toledo,
1973, libro 1, cap. XCIII, fol. LXXV vto. En cuanto a la forma empleada por los
toledanos son interesantes las consideraciones de B. GONZÁLEZ ALONSO,
«La fórmula 'obedézcase pero no se cumpla' en el derecho castellano en la
Baja Edad Media., Anuario de Historia del Derecho Español, L (1980), pp.
469-487.
68 •• Crónica de Juan 11>, cit., año 152, cap. XIII, p. 418.
69.A.M.T., A.C.]., sala 311 , estante 512, caj. 1, n2 4. El documento ha sido publi-
cado en A. MILLARES, «El libro de Privilegios de los jurados toledanos.,
Anuario de Historia del Derecho Español, IV (1927), pp. 458-461; Y en F. J.
ARAN DA, Poder municipal y cabildo de jurados en Toledo en la Edad
Moderna (siglos XV-XVIII), Toledo, 1992, pp. 151-155.
40-
nuevo gobierno toledano el corregidor desaparece de la
estructura gubernativa municipal 7o .
Como era ya habitual, el argumento que el rey pre-
sentaba para justificar su intervención en la política local era
el desgobierno de la ciudad. La crónica de Juan 11 expresa cla-
ramente el caos resultante del fracaso en la aplicación del ya
comentado Ordenamiento de 1411: «La forma en que el regi-
miento se tenía era ésta: que de dos en dos años elegían seis
personas, las cuales l/amaban Fieles, las tres del estado de
Caballeros y Escuderos, y 105 otros tres del estado de
Cibdadanos, que l/amaban Hombres Buenos, 105 qua les con
105 dos Alcaldes e con el Alguacil de la cibdad tenían princi-
pal cargo del regimiento, e todos los nueve o la mayor parte
del/os habíen de necesario de ser en todo lo que se ordenase.
Pero en este ayuntamiento donde el/os se ayuntaban entraban
todos los Caballeros de la cibdad que querían, e cada uno
del/os había voz, e lo que se ordenaba por 105 mas de los fie-
les con uno de los Alcaldes e Alguacil, e con las más voces de
los Cabal/eros que ende se acercaban, aquello se guardaba. E
como un día acaecía venir unos, e otro día otros, lo que 105
unos hacían a 105 otros desplacía, en tal manera que siempre
había sobresto divisiones; e aún algunas veces escándalos e
ruidos»71.
La ineficacia del gobierno toledano invitaba, pues, a
la reforma. La creación del Regimiento, de dieciseis miem-
bros, ensayado mucho antes en otras ciudades como Sevilla,
Burgos, o Segovia, constituyó la fórmula de participación esta-
ble de los linajes más destacados en la política local; entre los
primeros regidores nombrados ya se encontraban miembros
de algunas importantes estirpes toledanas, como los Barroso,
los Rojas o los Gudiel 72 . Con esta medida, el rey no hacía más
70. La duración del cargo de corregidor, limitada por la presión de los procu-
radores de las ciudades en las Cortes, es analizada en A. BERMÚDEZ AZNAR,
Op. cit., pp. 198-201, Y en B. GONZÁLEZ ALONSO, El corregidor... , cit., pp.
95-96.
71 •• Crónica de Juan 11», cit., año 16", cap. XXI, pp. 421-422.
72. P. ALCaCER, Op. cit., libro 1, cap. XCIII, fol. LXXVI.
- 41
que asentar institucionalmente una realidad: Toledo se hallaba
sometida al control de una oligarquía de caballeros y hombres
buenos que tendía a la homogeneidad como grupo. El monar-
ca, como proveedor del cargo de regidor, lograba fortalecer su
influencia; desde aquel momento ningún oficio local de relie-
ve procedía de la voluntad popular.
Era también atribución real la provisión de las jurade-
rías. La creación del Cabildo de Jurados, a pesar de los rece-
los iniciales de los 0ligarcas?3, no pondría en peligro el con-
trol efectivo del poder por parte de los «principales»; es más,
sirvió para evitarles previsibles tensiones con aquellos grupos
sociales que encontraron en las juraderías el cauce de satis-
facción de sus aspiraciones. Entre los jurados nombrados en
1422 figuraban ya mercaderes, artesanos y letrados74 .
La reforma de 1422 supuso la creación de los dos
cuerpos citados, el de regidores y el de jurados, a imitación
del modelo del Concejo de Sevilla. Pero consistió además en
la aplicación de las ordenanzas vigentes en esta misma ciudad
andaluza, otorgadas por el regente don Fernando de
Antequera en 1411 y en 1412. Estas ordenanzas 75 , bastante
similares a las toledanas de 1411, no podían provocar un
cambio sustancial en el fuero local. Sevilla era por entonces
una ciudad sin corregidor76, circunstancia que avala nuestra
"Crónica de juan 11», cit., año 16Q, cap. XXI, p. 422. El texto dice concreta-
73.
mente acerca de la creación del Cabildo de jurados: « Desto se tuvieron por
agraviados 105 principales de la ciudad pero plugo al rey y pasó así)).
74. A.M.T., A.C.j, sala 3ª, estante 52, caj. 1, nO 4. La institución del Cabildo de
Jurados de Toledo ha sido estudiada en F. J. ARAN DA, Op. cit. Yen R. M. MON-
TERO, «La organización del Cabildo de Jurados de Toledo (1422-1510).,
Espacio, Tiempo y Forma, serie 11/, Historia Medieval, 3 (1990), pp. 213-258;
falta, no obstante, un análisis de su acción en la política municipal.
75. Las ordenanzas sevillanas aplicadas a Toledo en 1422 se encuentran en el
Archivo Municipal de Toledo y han sido publicadas en E. SÁEZ, .EI Libro del
Juramento del Ayuntamiento de Toledo., Anuario de Historia del Derecho
Español, XVI (1945), pp. 579-624.
76. Sevilla s610 había conocido la presencia de asistentes; vid. M. A. LADERO,
Historia de Sevilla. La ciudad medieval, 2ª ed. ampliada, Sevilla, 1980, p. 145.
42-
sospecha de que la reforma toledana, que no imponía al corre-
gidor, era bastante limitada en cuanto a su efecto sobre el
núcleo del poder local: los tres oficios de justicia, que seguían
controlados por Pedro López y los Carrillo, sus colaboradores .
- 43
entre los infantes de Aragón y el condestable se formó un
comité arbitral que en agosto de 1427, reunido en Valladolid,
decidió que el bien del reino aconsejaba el alejamiento de
don Álvaro de Luna de la Corte. El alcalde mayor de Toledo
fue uno de los caballeros que comunicaron al rey esta deci-
sión 78 • El valido se retiró pero pocos meses después, ya en
1428, los propios infantes suspendieron el destierro y le invi-
taron a regresar. No se puede precisar en qué momento de este
episodio Pedro López fue privado de la alcaldía mayor de
Toledo, pero es seguro que esta privación duró muy poco
tiempo ya que, unos días después del regreso del valido, Juan
1110 restituyó en ella desplazando a Gómez Garda de Hoyos,
que había sido puesto en su lugar79 . La reincorporación de
Ayala no parece producir ninguna oposición entre los oligar-
cas.
La política contemporizadora de Juan 11 con los infan-
tes de Aragón se manifestó una vez más en esta ocasión.
Observada la actitud de Pedro López en los pasados conflic-
tos, el rey no podía confiar plenamente en él. Sin embargo, lo
que primaba en aquel momento era el apaciguamiento del
reino, pretensión que obligaba a hacer concesiones al partido
aragonés. Por otra parte la retirada de Gómez Garda de
Hoyos constituyó una nueva claudicación del monarca frente
al concejo, el cual no estaba dispuesto a admitir la intromisión
del poder regio a través de este personaje, que ya había ejer-
cido como corregidor en la ciudad en 1421-1422.
La lucha sorda que se entabló entre el condestable y
los infantes a lo largo de 1428 hizo recapacitar a Pedro López
acerca de sus posibilidades de promoción. A comienzos de la
década, después de la derrota de los enriqueños, entre los que
él se contaba, pudo contemplar cómo don Álvaro y sus cola-
boradores se repartieron los despojos de don Enrique, Ruy
López Dávalos y otros vencidos. Debido a una desafortunada
78. Crónica del Halconero de Juan 11, ed. de J. M. Carriazo, Madrid, 1946, p. 13.
79. E. BENITO, Op. cit., p. 17.
44-
decisión, ya que había formado en el bando de los perdedo-
res, el alcalde mayor de Toledo no pudo participar en aquel
reparto, e incluso vio comprometida su posición en la ciudad.
Ante la inminente lucha de fines de la década hay que tomar
una nueva decisión, y esta vez Ayala no se equivocaría.
Durante el año tenso de 1428 don Álvaro de Luna
estaba captando voluntades de ricoshombres de todo el reino
para su proyecto de eliminar a los infantes de Aragón. Muchos
de ellos se encontraban dispuestos a abandonar el partido ara-
gonés con la esperanza de obtener su parte en el despojo del
formidable patrimonio de los infantes y con la perspectiva de
recibir mercedes regias que les permitieran el engrandeci-
miento. La de Pedro López de Ayala fue una de las voluntades
captadas en secreto.
En la primavera de 1429 comenzaron las hostilidades.
Alfonso V de Aragón, Juan 11 de Navarra y el infante don
Enrique aparecen unidos contra el condestable. Para el alcaI-
de mayor y el Concejo de Toledo llegó el momento de tomar
una decisión. Don Enrique se acercaba a la ciudad con la
intención de proveerse de hombres y armas con que unirse a
sus hermanos para combatir a don Álvaro. Los toledanos, con
su alcalde mayor a la cabeza, le cerraron las puertas 80 . Los
enfrentamientos armados, localizados en la frontera aragone-
sa, se irán apaciguando a lo largo de 1430 con las treguas de
Majano: los bienes y cargos de los infantes fueron confiscados
y se procedió al reparto del botín entre don Álvaro y sus cola-
boradores: los Velasco, Estúñiga, Ponce de León, Mendoza,
Manrique, Pimentel; la flor y nata de la nobleza nueva caste-
llana.
La merced regia llega también a Pedro López de
Ayala, que consiguió la perpetuación en su linaje de dos ofi-
cios fundamentales: la alcaldía mayor de Toledo y la aposen-
80. El relato de los sucesos se encuentra en «Crónica de Juan 11», cit., año 23º,
cap. XI, p. 456.
- 45
taduría mayor del rey81. Todavía en 1430 se manifestaría una
vez más la confianza renovada del monarca en Pedro López:
junto al doctor Franco encabezó una embajada ante el rey de
Portugal, que por entonces actuaba como mediador en las
negociaciones de paz entre Castilla y Aragón 82 . Al final del
mismo año, el alcalde mayor formó, con otros ocho «gran-
des», Consejo con el rey en Palencia para tomar una decisión
sobre cómo proceder ante la huida del conde de Castr083 . El
nuevo papel asumido por Ayala recuerda las actividades
diplomáticas que en otro tiempo realizara su padre, el canci-
ller.
46-
gigantesco en este proceso. No menos importantes eran la
consistencia de la amplia red de solidaridades familiares que
el linaje había venido estableciendo y la política de amplia-
ción del patrimonio que el primer Ayala toledano llevó a la
práctica durante aquellos años. Estas realizaciones contribui-
rán a sentar las bases para afrontar el salto cualitativo más
importante en el proceso de crecimiento político y social pro-
tagonizado por Pedro López 1: la creación de un estado seño-
rial en la Tierra de Toledo, hecho que tuvo lugar en la década
de 1440.
En los últimos años treinta se percibe una oposición
creciente al poder «tiránico» del condestable. En 1439 la liga
nobiliaria presentaba ya un frente común y un programa de
gobierno; la nueva década se inauguró con la asunción del
liderazgo de la liga por los infantes de Aragón. La confedera-
ción impuso al rey el apartamiento de la familia del conde de
Alba de la Corte, propiciando así el arrinconamiento del con-
destable. Se auguraba una toma de posiciones en la que Pedro
López quiso participar; en marzo de 1440 abrió las puertas de
Toledo al infante don Enrique, expulsando a los que se oponí-
an a sus proyectos; un grupo de caballeros, encabezados por
su hijo Pedro López ", salió hasta Móstoles para recibir al
infante84 •
El relato de la crónica manifiesta una escisión en el
seno de la oligarquía toledana. Se habían formado dos bandos
en la ciudad: uno de ellos se mostraba hostil al partido de los
infantes de Aragón; el segundo, liderado por el alcalde mayor,
se adhirió a la liga nobiliaria. Este último bando se impuso,
como hemos visto, cuando comenzaron las hostilidades.
En las Cortes de Valladolid, desarrolladas a lo largo
del verano de 1440, se expresó el programa del gobierno oli-
gárquico que se instauró en Castilla, basado en el control del
Consejo Real por la alta nobleza y en la asignación a las
Cortes de una función meramente deliberativa. Todavía el
condestable y el conde de Alba intentaron recuperar la inicia-
- 47
tiva a través del control del Consejo Real y mediante la pro-
paganda en las ciudades en favor de la libertad del rey. En
Toledo, la voluntad pronobiliaria no se movió; en enero de
1441, a pesar de la prohibición regia, el infante don Enrique
fue nuevamente recibido en la ciudad 8s •
Pedro López de Ayala fue recompensado material-
mente por su colaboración con la liga, una vez que ésta acce-
dió al poder. El 11 de abril de 1442 la reina doña María otor-
gó a Elvira de Castañeda, mujer del alcalde mayor, 30.000
mrs. de juro; un día después, Juan 11 concedió al de Ayala un
juro perpetuo de 100.000 mrs., y otro más de 70.000 mrs.,
renunciado éste en su favor por los infantes don Juan y don
EnriqueB 6 . En esta ocasión la privanza del alcalde mayor esta-
ba en función de la privanza de los infantes, muy a pesar del
rey don Juan.
48-
esto es lo más importante, el mismo día, el rey concedió al
viejo alcalde mayor trescientos vasallos perpetuos en ciertos
lugares que pronto se especificarían 88 . Se producía el acceso
a la constitución de un estado señorial para el linaje Ayala.
Quince días después, el 19 de septiembre, Pedro
López y su hijo mayor eran recibidos por el príncipe de
Asturias «en su casa»89. Don Enrique se comprometía a prote-
gerlos y a asegurarles su privilegiada posición en Toledo. Entre
los protegidos del príncipe se encontraba el alférez mayor de
Castilla Juan de Silva; hay que destacar esta concordia entre
los parientes mayores de los dos linajes que van a enfrentarse
violenta.mente por el poder en Toledo a lo largo de las déca-
das posteriores. Este documento de acogida del futuro Enrique
IV al alcalde mayor de Toledo recuerda una confederación
que recientemente había sido establecida entre los dos líderes:
«E por quanto el Alférez don Johán de Silva es mío e bive con-
migo, e yo soy certificado que el dicho Alférez es confedera-
do con vos 105 dichos Pero López e Pedro de Ayala, por la pre-
sente escriptura se entiende que yo he e aya de guardar a vos
e a cada uno de vos por la forma que tengo de guardar al
dicho Alférez. E vos 105 dichos Pero López e Pedro de Ayala,
avedes e ayades de guardar al dicho Alférez por la vía e forma
de la confederación e amistad entre él e vosotros fecha e otor-
gada»9o.
La creación del señorío de los Ayala rompió el siem-
pre inestable equilibrio de la oligarquía local toledana; la ciu-
dad perdía parte de su jurisdicción en la tierra en favor de una
sola persona, precisamente la más poderosa de Toledo. Desde
el momento de su acceso al señorío, Pero López tuvo que
88. A.D.F., Fuensalida, leg. 237, nº 18. Los lugares serían, como más adelante
se señalará, Cedillo, Guadamur, Huecas, Humanes y Peromoro. Todo lo refe-
rente a la formación del estado señorial de los Ayala se analizará en el capí-
tulo 6 de este trabajo.
89. A.D.F., Fuensalida, leg. 56, nO 6; documento publicado en E. BENITO, Op.
cit., pp. 174-175.
90. la confederación referida entre Silva y Ayala fue firmada el 5 de junio en
Cifuentes; vid. A.D.F., Fuensalida, leg. 56, nº 6.
- 49
enfrentarse a la cada vez más fuerte oposición de los caballe-
ros toledanos, que tratarían a toda costa de impedir al alcalde
mayor el disfrute de sus posesiones.
Una vez más la Monarquía encontraba una oportuni-
dad para profundizar su control sobre la ciudad; y así lo hizo,
nombrando en noviembre de 1445 a Pedro Sarmiento, su
repostero mayor, asistente en Toledo; y entregándole además
la tenencia de la ciudad, sustraída a Pedro López 91 . Eloy
Benito, basándose en el relato de Pedro Carrillo de Huete, hal-
conero del rey don Juan, considera que la razón que movía al
monarca a deponer al de Ayala era el rencor producido por
sus repetidas infidelidades en el tiempo de la guerra con los
infantes de Aragón 92 • Sin negar el peso que en el ánimo regio
tuvo la traición reiterada, debemos subrayar aquí la relevancia
de las motivaciones al margen de lo personal. Con la imposi-
ción del asistente, Juan 11 daba un paso más en la política de
concentración del poder en manos de la Monarquía; de «cen-
tralización», diríamos en términos actuales. A lo largo del siglo
XV, lo mismo en Toledo que en otras ciudades y villas, el
monarca actuó inclemente contra personas y grupos con el fin
de desarrollar ese programa de concentración de poder93 .
Despojado Pedro López, inmediatamente se quejó a
su protector, el príncipe don Enrique, rogándole su interven-
ción. Las relaciones entre Juan 11 y su hijo eran cada vez más
tirantes y en esta ocasión el rey hubo de transigir ante las exi-
gencias de don Enrique, respaldado por entonces por la mayor
parte de la ricahombría castellana. La «concordia de
Astudillo», firmada el 14 de mayo de 1446, restablecía el
poder de la nobleza y forzaba a don Álvaro de Luna a com-
partir «el orden del servicio del rey y la ejecución de la justi-
50 -
da» con don Juan Pacheco, marqués de Villena 94 . Un día des-
pués, el 15 de mayo, a Pedro López de Ayala se le aseguraba
la alcaldía mayor de Toledo y se le confirmaba la merced de
los trescientos vasallos en la Tierra de Toledo, pero la tenencia
de la ciudad se dejaba en manos de Sarmient095 . En esta dis-
posición se manifiesta que el principal objetivo del rey no era
castigar al de Ayala sino controlar Toledo a través de un hom-
bre de confianza, en este caso el asistente.
Sin embargo, el hombre de confianza de Juan 11 no se
comportó como tal, escapando muy pronto del control regio.
Pedro Sarmiento se convirtió en portavoz de la oposición de
la oligarquía al alcalde mayor. Contra la disposición de
Astudillo, el asistente y los caballeros toledanos impidieron a
Pedro López el ejercicio de la alcaldía mayor y la efectiva
posesión de su señorío. Llama la atención el hecho de que por
primera vez un individuo personalizaba la oposición; hasta
aquel momento las luchas contra Pedro López habían sido
realizadas por un colectivo sin cabeza visible; es evidente que
desde mediados del siglo XV los bandos toledanos en pugna
se estructuran mejor.
Si se recuerdan las dificultades que Juan 11 había
encontrado para introducir a sus hombres en el concejo tole-
dano, en particular la imposibilidad de radicar en él a Gómez
García de Hoyos, sorprende la facilidad con que Sarmiento se
apoderó de Toledo y acaudilló a la rebelde oligarquía local.
Pero esta «sorpresa» tiene su explicación. La paz local se fun-
damentaba en el equilibrio entre los miembros de la oligar-
quía; el concejo, controlado por los caballeros, era el instru-
mento de que éstos se servían para ampliar su influencia sobre
la ciudad y su tierra. Todos los caballeros participaban de este
- 51
modo en el «señorío colectivo» de la ciudad 96 . Pedro
Sarmiento va a ser utilizado por la oligarquía toledana como
instrumento en esta pugna. Por su parte, el repostero mayor se
dejó manejar movido por un afán de lucro fácilmente com-
prensible. '
Los episodios de la rebeldía de Pedro Sarmiento son bien
conocidos gracias a los trabajos de Eloy Benit0 97 .
Inmediatamente después de la concordia de Astudillo, como
se ha indicado más arriba, el rey se vio obligado a reponer en
su lugar a Pedro López. Pero por entonces el despojo al alcaI-
de mayor ya había comenzado; en pocos meses, el asistente y
los enemigos de Ayala se habían adueñado de la ciudad. La
rebeldía manifiesta de esta facción aparece con toda claridad
el 8 de junio de 1446, fecha en que Sarmiento prohibía a
Gonzalo Fernández de Córdoba, criado del alcalde mayor, la
presentación ante el ayuntamiento de la orden de Juan 11, ya
comentada, en que se restauraba el poder de Ayala 98 . Ante la
protesta de éste, la orden se renovó el 28 de juni099 . Sucesivas
órdenes regias en el mismo sentido fueron desoídas hasta que
la rebelión estalló abiertamente en enero de 1449, siendo
completamente sofocada un año después.
La revuelta de Pedro Sarmiento, un episodio más de la
lucha de la oligarquía local por mantener su predominio, sólo
fue posible por la debilidad coyuntural de una Monarquía
amenazada desde el exterior por los aragoneses y desde den-
96. Desde el siglo XIII las oligarquías urbanas de Castilla encontraron fórmu-
las, como la asociación en linajes o bandos, para protegerse de la alta noble-
za y del engrandecimiento de algunos caballeros locales; vid. M. ASENJO,
«Oligarquías urbanas en Castilla en la segunda mitad del siglo XV", Actas do
Congresso Internacional Bartolomeu Días e a sua epoca, Oporto, 1989, tomo
IV, pp. 424-425.
97. Op. cit., pp. 33-59; .Pero Sarmiento y la rebelión toledana de 1449»,
Revista de la Universidad de Madrid, V (1956); «Don Pero Sarmiento, repos-
tero mayor de Juan 11 de Castilla», Hispania, XVII (1957), y otros,
96. A.D.F., Fuensalida, leg. 34, nQ 4/11; publicado en E. BENITO, Toledo en el
siglo XV... , cit., pp. 178-179.
99. A.D.F., Fuensalida, leg. 56, nQ 12; publicado en E. BENITO, Toledo en el
siglo XV... , cit., pp. 180-181.
52-
tro por la nobleza del país. Pero cuando los aragoneses retro-
ceden, la liga nobiliaria se rompe y el príncipe don Enrique se
une a su padre y al condestable don Álvaro, Sarmiento y los
suyos se encuentran abocados al fracaso. Hay que señalar, por
otra parte, un factor importante en la perseverancia de la
rebeldía: su cariz antisemita. A comienzos del verano de 1449
Sarmiento convocó un ayuntamiento en el que se acordó la
privación de cargos públicos a los conversos: este acuerdo es
la famosa «Sentencia-Estatuto de Pedro Sarmiento» 100, que
logró durante algún tiempo el apoyo de la población toleda-
na.
Con todo, la rebeldía concluyó y la paz retornó paulatina-
mente. La oligarquía local habría de conformarse con la res-
tauración del poder de los Ayala en la ciudad y el afianza-
miento del señorío en la tierra. En 1451 murió el viejo Ayala,
y. sin grandes problemas Pedro López 11 asumirá el liderazgo
local que su padre había afianzado en beneficio del linaje.
- 53
3. PEDRO LÓPEZ 11 y LAS LUCHAS
DE BANDOS (1451-1474)
- 55
El reinado de Enrique IV suele dividirse en dos etapas
de semejante duración. La primera de ellas, entre 1454 y
1464, se caracteriza por una paz interna en Castilla que pro-
pició una actitud expansionista frente al Reino musulmán de
Granada y la intromisión del rey Enrique en la Corona de
Aragón. Durante esta década Juan Pacheco, marqués de
Villena, gozó de la confianza regia, ejerciendo un papel seme-
jante al que en otro tiempo correspondiera a don Álvaro de
Luna, con la diferencia de que Pacheco minó ostensiblemen-
te el poder monárquico. Entre 1463 y 1464 Enrique IV quiso
dar un giro a su política promocionando a Beltrán de la Cueva
y a los Mendoza. Esto produjo recelos entre Pacheco y los
suyos, dando lugar a una segunda fase del reinado, entre 1464
'y 1474, marcada por los enfrentamientos, por las luchas de
'·bandos que son objeto de nuestra atención.
La historiografía ha diferenciado dos programas polí-
ticos de los bandos castellanos: uno «monárquico» y otro
«aristocrático», dos programas opuestos que fundamentaban
la acción de los grupos en conflicto. El primero de ellos lo
adoptaron quienes pretendían el fortalecimiento del poder
monárquico, considerando que éste era el único modo de
lograr una paz interna en Castilla que redundaría en beneficio
de la propia aristocracia 102 • El programa «aristocrático» fue
propuganado por aquéllos que buscaban el encumbramiento
del poder nobiliario a costa de la realeza, entendiendo que a
los aristócratas correspondía gobernar con el rey. Estos dos
programas responden a las dos concepciones sobre el poder
monárquico en torno a las cuales giraban las relaciones noble-
za-Monarquía al final del Medievo: la teocrática, según la cual
el poder real, de origen divino se imponía sobre el resto de los
poderes terrenos; y la feudal, que hacía hincapié en la cola-
boración de los nobles en el gobierno, ya que el poder regio
era de carácter contractuaP 03.
56 -
Expuestos los dos programas, veamos a continuación
cuáles fueron los bandos que propusieron uno y otro, desde
que en 1464 se desatan las hosti I idades, hasta su cese en torno
a 1480. Cuando en 1464 se produjo la ruptura entre Enrique
IV y Pacheco la nobleza se escindió en dos grandes grupos: los
que defendían el poder regio eran encabezados por los
Mendoza; los que perseguían un gobierno oligárquico, asen-
tado sobre la debilidad de la Monarquía eran Pacheco, los
Pimentel, Enríquez, Manrique, Estúñiga y los arzobispos
Carrillo y Fonseca, entre otros. Este último grupo tomaría
como bandera de la rebelión al príncipe don Alfonso, al cual
proclamaron rey.
Cuando murió el pequeño Alfonso, en 1468, los ban-
dos se reorganizaron y pasaron a ser tres, encabezados por
Pacheco, Carrillo y Mendoza. El primero de ellos pretendía la
consolidación de los nobles en el poder, gozando de la pri-
vanza de Enrique IV; el bando del arzobispo de Toledo seguía
un programa similar, pero su bandera era la princesa heredera
Isabel; el grupo de los Mendoza defendía la legitimidad
monárquica y por ello se adhería al rey Enrique.
Los tres bandos de los últimos años del reinado de Enrique
IV se redujeron a dos a la muerte de éste, en 1474. Los
Mendoza y los suyos defendieron la legitimidad de Isabel y
Fernando; Carrillo y los seguidores de Pacheco, ya muerto,
optaron por apoyar la entronización de doña Juana, a la que
presentaban como hija legítima del rey Enrique. El enfrenta-
miento se saldó con la victoria de los «isabelinos», que dio
paso a la imposición del poder regio en manos de monarcas
enérgicos, Isabel y Fernando, que lo hicieron valer,04. Pero
esta última fase, ya bajo el reinado de los Reyes Católicos, será
estudiada en el capítulo siguiente.
·57
del poder en manos de un grupo reducido de linajes que
monopolizaron los más importantes oficios locales; se impu-
sieron los concejos restringidos donde antes habían prevaleci-
do modelos más participativos. En las ciudades que fueron
tomadas al Islam con cierta madurez institucional, como
Toledo, Córdoba, Sevilla o Murcia, nunca existió una masiva
participación en el gobierno local. En todos los núcleos de
población castellanos de importancia, la mayoría de 105
pobladores, el «común» , al final del Medievo contaba en el
concejo con una representación mínima, simbólica o nula.
Una vez que los grandes concejos castellanos se encontra-
ron dominados por las oligarquías, se desataron las luchas por
el poder en su seno; las luchas de bandos10 5 . En algunos luga-
res se produjeron estabilizaciones temporales a través del
reparto de los cargos concejiles entre los contendientes. En
otros puntos ni siquiera esto fue posible y solamente las tre-
guas firmadas entre las facciones podían dar lugar al diálogo,
casi siempre infructuoso. Salamanca y Segovia pueden repre-
sentar el primer caso 106; el segundo se encuentra bien ejem-
plificado en Córdoba y en Toledo 107 •
En estas luchas se forjaron y se consolidaron los ban-
dos locales, facciones integradas fundamentalmente por
nobles, cuya principal pretensión fue la de imponerse a otras
facciones semejantes. Marie Claude Gerbet ha diferenciado
58 -
dos tipos de bando: el «bando-linaje» fue la más primitiva
forma de solidaridad en las luchas urbanas; quienes se asocia-
ban en una facción de este tipo constituían un clan de parien-
tes y clientes. En el siglo XV se impuso en la mayoría de las
ciudades castellanas el segundo tipo de bando, el «bando-par-
cialidad», que aglutinaba a un conjunto de linajes, vinculados
ya no por las afinidades sanguíneas sino por las aspiraciones
políticas, y algunos grupos no nobles de la sociedad urba-
na 108.
Los bandos toledanos se manifestaron a lo largo de
todo el siglo XV, pero sólo desde el reinado de Enrique IV apa-
recen como bloques sólidamente estructurados. Al menos
hasta la rebelión de Pedro Sarmiento pueden distinguirse en la
lucha un grupo que apoya a los Ayala y otro que los combate;
pero desde los primeros años del reinado enriqueño las ten-
siones enfrentarán a los bandos «clásicos» de la ciudad: : el
que lideraban los Ayala y el que dirigían los Silva. Desde 1467
las luchas por el predominio local, pues tal era su objetivo, se
convirtieron en algo cotidiano, y las conexiones con el con-
flicto dinástico castellano sirvieron a unos y otros de apoyo
exterior. En Toledo no hubo apenas intentos de conciliación
entre las facciones; la solución al conflicto fue, una y otra vez,
la suplantación de un bando por otro. Las fórmulas de com-
promiso más duraderas llegaron de la mano de los Reyes
Católicos y sólo muy difícilmente acabarían afianzándose.
- 59
3.2. DE LA ESTABILIZACiÓN A LA RENOVACiÓN
DE LAS TENSIONES (1451-1468)
60 -
las facciones: Juan de Silva, primer conde de Cifuentes, y
Pedro López de Ayala, alcalde mayor de la ciudad, prece-
diendo ambos al alcalde mayor de las alzadas y alcaide del
alcázar Luis de la Cerda. Las firmas de muchos caballeros y
hombres buenos se estamparían en los meses que siguen a la
redacción del documento. Entre ellos hay algunos que pode-
mos vincular con toda seguridad a una de las dos facciones;
así el comendador Fernando de Ayala, íñigo de Ayala y el
comendador Pedro de Ayala, los tres hermanos, y el alcalde
Antón de Ajofrín, lugarteniente de Pedro López 11, formaban
en el bando de Ayala; Arias Gómez de Silva se encuadraría en
la facción del conde de Cifuentes.
La aparente calma en que vivió Toledo en los años
sucesivos se debió al mantenimiento de la tregua. Luis de la
Cerda, como alcalde mayor de las alzadas, ejerció una fun-
ción arbitral en colaboración del asistente, figura institucional
que se iba convirtiendo en habitual. Entre 1458 y el comien-
zo de la guerra civil de 1465 tuvieron el oficio Alfonso de
Estúñiga, Alonso Díaz de Montalvo, Rodrigo de U/loa y Pedro
de Guzmán; todos ellos fueron, como Luis de la Cerda, fieles
servidores del monarca e indiferentes a las ambiciones locales.
112. La actividad política de esta época al más alto nivel puede seguirse en L.
SUÁREZ FERNÁNDEZ, Op. cit., ; hay además dos importantes trabajos que se
ocupan de este período: J. TORRES FONTES, El príncipe don Alfonso, 1465-
1468, Murcia, 1971; Y D. C. MORALES, Alfonso de Ávila, rey de Castilla,
Ávila, 1988.
- 61
Manzanares; su hermano íñigo López de Mendoza, conde de
Tendilla; y un tercer hermano, Pedro González de Mendoza,
cardenal de la Santa Cruz y luego obispo de Sigüenza y arzo-
bispo de Toledo; Beltrán de la Cueva, casado con una herma-
na de ellos, luchaba a su lad0 113 • Frente a éstos se hallaban
Juan Pacheco y los suyos, partidarios de un gobierno aristo-
crático bajo su control y amparado en la debilidad de Enrique
IV.
La reacción de la liga nobiliaria, formada por los
Pacheco, Pimentel, Enríquez, Estúñiga y otros, no se hizo
esperar. Por un acuerdo firmado el 24 de octubre de 1464
entre el rey y el marqués de Villena, don Beltrán tuvo que
renunciar al maestrazgo de la Orden de Santiago, recibido
aquel mismo año, en favor del infante don Alfonso, al que se
reconocía heredero de la Corona, concertándose su futuro
matrimonio con la princesa doña Juana, supuesta hija del rey
Enrique. La custodia del infante pasaba al marqués de Villena.
Con estas armas en sus manos, la liga impuso sus plantea-
mientos en la sentencia de Medina del Campo, elaborada
entre diciembre de 1464 Y enero de 1465 por una comisión,
reinstaurando el régimen nobiliario en la Corona de
Castilla 114 •
Cuando Enrique IV declaró nula la sentencia de
Medina y ordenó confiscar los bienes del marqués de Villena,
se enfrentaba al grueso de la nobleza castellana, que el 5 de
junio de 1465 respondió con su deposición a los pies de las
murallas de Ávila 115, No vamos a detenernos aquí en el relato
de la guerra que, por otra parte, ha sido satisfactoriamente
estudiada en todas sus fases por Dolores Carmen Morales.
113. Sobre los Mendozavid. H. NADER, Los Mendoza yel Renacimiento espa-
ñol, Guadalajara, 1984.
114. La sentencia de Medina del Campo ha sido acertadamente interpretada
como constitución nobiliaria en D. C. MORALES,Op. cit., pp. 66-86.
115. El acto humillante de la deposidón de Enrique IV, lleno de simbología y
largamente comentado en nuestra historiografía, fue protagonizado por el
arzobispo Carrillo, los condes de Plasencia y Benavente y Diego López de
Estúñiga.
62 -
Solamente señalaremos que este enfrentamiento fue poco
cruento y se desenvolvió más en negociaciones infructuosas
que en campos de batalla.
- 63
Alvar Gómez de Ciudad Rea1'19. En defensa de éste acudieron
los conversos de la ciudad y contra ellos se lanzaron las iras
populares. Durante algunos días se repitieron escenas de des-
trucción y crueldad. Se trata de una nueva batalla entre cris-
tianos viejos y conversos, semejante a la que se vivió en 1449
bajo el gobierno de Pedro Sarmiento. Los poderosos volvieron
a instrumentalizar los instintos de las masas para emprender
un nuevo combate por el predominio local. El conde de
Cifuentes capitaneó el bando de los conversos con la espe-
ranza de hacerse dueño de la situación y forzar la capitulación
de Pedro López que, por su parte, contaba con la obediencia
de los cristianos viejos. Pero los conversos fueron vencidos y
finalmente Alfonso de Silva «tuvo que salir de la tierra» 120.
El alcalde mayor no pudo evitar la masacre de algu-
nos relevantes conversos -el jurado Fernando de la Torre, el
contador Alfonso Franco- e incluso tuvo que ratificar, reunido
en ayuntamiento con los demás oficiales, la prohibición del
disfrute de cargos municipales a los conversos. La victoria del
alcalde mayor, lograda con el mínimo esfuerzo, se había
malogrado muy pronto, pues para mantenerse en el poder
hubo d~ recurrir a la demagogia. El príncipe don Alfonso se
negó a ratificar el acuerdo discriminatorio del concejo, relati-
vizando aún más la victoria de Pedro López. Su posición se
hacía difícil en defensa de un rey que no satisfacía los deseos
de los toledanos; no tardaría en presentársele la oportunidad
de reafirmar su poder, con el beneplácito del populacho, en
defensa del rey legítimo.
119. Este Alvar Gómez había sido secretario de Enrique IV y se había pasado
al bando nobiliario en el transcurso de la redacción de la sentencia de Medina
del Campo; descubierto por el rey, tuvo que huir y sus bienes fueron embar-
gados el6 de febrero de 1465; vid. L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Op. cit., p. 211.
No sabemos en qué momento regresó y fue premiado con la ittcaldía mayor
de Toledo por los nuevos gobernantes.
120. A. PALENCIA, Op. cit., Década 1, Libro IX, cap. VI; tomo 11, pp. 50-51,
relata las luchas callejeras que tuvieron lugar entre el 21 y el 24 de julio.
64-
su rebeldía como los Pimentel y los Estúñiga habían regresado
a su obediencia. El 4 de junio de aquel año Toledo acogía a
don Enrique, y fue Pedro lópez, junto con su mujer María de
Silva, el principal artífice del cambio de bando de la ciudad.
En los sucesos toledanos de junio de 1468 121 , mucho menos
cruentos que los del verano anterior, no participaron ni Lope
de Estúñiga ni Alfonso de Silva, huido este último después de
su fracaso en la defensa de los conversos. Pedro López y
Fernando de Rivadeneira fueron los principales artífices del
regreso a la obediencia enriqueña, y serán ellos -particular-
mente el primero- quienes se beneficien en adelante de la
merced regia.
El 4 de julio de 1468 Enrique IV entregaba a Pedro
López de Ayala la gobernación de Toledo y su tierra 122. Con
este título Pedro López asumía el papel que venía desempe-
ñando el asistente en Toledo. Además, tomaba a su cargo el
oficio de alguacil mayor y lo proveía discrecionalmente; como
alcalde mayor, controlaba también las alcaldías. Esta merced
iniciaba un período de fecunda privanza regia para Pedro
López 11, cuyos hitos fundamentales fueron los siguientes:
- El 20 de julio de 1468 Enrique IV redondeaba el millón
de maravedíes que había donado al gobernador de Toledo en
compensación de los servicios prestados 123.
- 65
- El 24 de julio de 1468 el rey concedía licencia al
gobernador para concluir las obras de la fortaleza de
Guadamur y para levantar otra en Huecas 124 •
- El 26 de agosto de 1470 Enrique IV hace merced de
las villas de Casarrubios y Chozas de Arroyomolinos en favor
de Pedro López 11 125 •
- El 3 de octubre de 1470 el rey cede a Pedro López
vitaliciamente la mitad de los derechos del oro, plata y vellón
que se labrase en la Casa de la Moneda de Toledo 126 .
- El 18 de noviembre de 1470 Pedro López recibía del
rey las tercias del arciprestazgo de Montalbán 127 .
- El mismo día 18 de noviembre Enrique IV concedió
al alcalde mayor de Toledo la jurisdicción de la villa de
Fuensal ida128.
- El 20 de noviembre de 1470 el señor de Fuensalida
era adornado con el títu lo de conde de esta vi 11 a129.
- El 22 de enero de 1471 el conde de Fuensalida com-
pletaba la serie de mercedes con la licencia para aumentar el
mayorazgo del linaje, fundado por su padre en 1435 13 °.
Entre julio de 1468 y enero de 1471 los Ayala habían
logrado acrecentar notablemente su patrimonio y su señorío
en la Tierra de Toledo, consolidándose al frente de la ciudad.
Pero además consiguieron ingresar en ese grupo privilegiado
66-
de linajes que ostentaban un título y formaban parte de la más
alta jerarquía nobiliaria.
131. Esta visión es la que presenta M. 1. DEL VAL VAL DIVIESO, Op. cit., la cual
añade algunas matizaciones que exponemos a continuación.
- 67
nes similares a los de Juan Pacheco; esperaba suplantarlo al
frente de la oligarquía nobiliaria en el momento en que doña
Isabel sustituyese en el trono a don Enrique. Pero poco a poco
Carrillo y los que pensaban como él fueron percibiendo que la
infanta Isabel -convertida en princesa heredera mediante el
pacto de los Toros de Guisando en septiembre de 1468- y su
marido don Fernando de Aragón no estaban dispuestos a per-
mitir el gobierno de los privados 132 • Con esta actitud coinci-
dieron algunos isabelinos desde muy temprano: Cárdenas y
Chacón serían en este sentido los más representativos. Pero
también algunos linajes del bando isabelino que se habían
caracterizado por su apego al gobierno nobiliario optaron por
el fortalecimiento de la Monarquía, entre ellos el poderoso
clan de los Manrique, que no dejará de luchar en defensa de
los príncipes Isabel y Fernando, lo mismo antes que después
de su coronación.
132. Carrillo conoció pronto las intenciones de los prfncipes; en cierta ocasión
don Fernando le dijo que él .no entendfa ser gobernado por ninguno.; vid. L.
SUÁREZ FERNÁNDEZ, Op. cit., pp. 235-236.
133. El pacto de confederación, conservado en A.D.F., Fuensalida, leg. 12, nQ
1 adición, y publicado en E. BENITO, Op. cit., pp. 256-259, se inscribía en un
amplio plan de confederaciones que a lo largo y ancho del reino el maestre
de Santiago estaba desarrollando; vid. M. 1. DEL VAL, Op. cit., p. 269.
68-
un respaldo seguro para su liderazgo local. El mismo día el
pacto se ampliaba para tratar la readmisión en Toledo de los
desterrados 134 . Juan de Silva, tercer conde de Cifuentes, y su
tío Juan de Ribera entraron en la ciudad, pactándose entonces
el matrimonio entre el joven Silva y Leonor de Ayala, hija de
Pedro López 11.
A pesar de las pacíficas intenciones de todos los
implicados, las rivalidades entre los bandos se renovaron. El
11 de septiembre de 1470 fue necesario establecer una tregua
entre los contendientes 135, que duraría poco. En el transcurso
de estos enfrentamientos se produjo la destrucción de la forta-
leza de Lope de Estúñiga, en el lugar de Polán, por un contin-
gente enviado para tal fin por Pedro López 11 136 . La oposición
al gobierno de los Ayala fue creciendo a lo largo de 1471, yel
mes de septiembre de aquel año el conde de Fuensalida y los
suyos tuvieron que abandonar Toled0 137 . Juan de Silva y Juan
de Ribera no quisieron compartir la primacía local con el
maestre de Santiago e intentaron prender al asistente regio
Garci López de Madrid, el cual resistió en el alcázar hasta que
los mariscales Ribera y Rivadeneira, con Juan Pacheco, consi-
guieron romper el cerco y expulsar de la ciudad a los líderes
del bando de Silva: el conde de Cifuentes, Juan de Ribera y
Lope de Estúñiga 138.
La situación sería de nuevo controlada por el maestre
de Santiago, que optó en esta ocasión por apoyarse en el
bando de Ayala. El conde de Fuensalida y los suyos recupera-
- 69
ban sus oficios, entraban en la ciudad para gobernarla en cola-
boración con Juan Pacheco y su hijo el marqués de Villena, en
virtud de un escrito que hemos de fechar en los últimos meses
de 1472 139 . El asistente Garci López, fiel al maestre, perma-
necía en su lugar, mientras que el mariscal Rivadeneira tenía
que abandonar Toledo.
La estrecha colaboración que durante años había
unido a Pedro López y a Fernando de Rivadeneira quedaba
rota, y esta ruptura acarrearía una nueva lucha. El mariscal
logró fácilmente apoyos en el interior de la ciudad, ya que ésta
se resistía a soportar el control del maestre de Santiago y por
tanto encajaba mal la reposición de los Ayala, que de hecho
gobernaban por Pacheco. Levantándose en armas, la pobla-
ción expulsó al alcalde mayor. Durante el otoño de 1473
Toledo y su tierra padecieron como pocas veces la miseria; el
conde de Fuensalida, enfurecido, formó en torno suyo una
confederación de nobles toledanos en la que tomaron parte el
mariscal Perafán de Ribera, Álvaro Pérez de Guzmán y García
López de Padilla 140.
Enrique IV llegó a Toledo en noviembre, impuso una
paz precaria y dejó de nuevo a Garci López de Madrid al fren-
te de la ciudad. No podía el rey reponer a los Ayala, impopu-
lares en aquel momento; ni echar mano de los Silva, aliados
por entonces con el arzobispo Carrillo en apoyo de la candi-
datura de Isabel, su hermanastra, al trono de Castilla. Esta
situación no podía durar mucho tiempo. En la primavera de
70-
1474 Juan de Silva, Juan de Ribera, Lope de Estúñiga y otros
caballeros desterrados entraron en la ciudad, obligando a
abandonarla a los hombres del rey don Enrique. Cuando
muere éste los nuevos dueños de la ciudad alzan pendones
por Isabel y Fernando 141.
Como había ocurrido en otras ciudades castellanas en
el período final del reinado de Enrique IV, la lucha de bandos
de Toledo fue implicándose cada vez en mayor medida en las
pugnas por la sucesión al trono castellano. La imposición final
de los Silva significaba la victoria de los isabelinos. Los Ayala
habían optado por la tendencia opuesta, la de aquéllos que
seguían empeñados en el proyecto de gobierno aristocrático.
Isabel y Fernando procurarían desde el comienzo de su reina-
do la pacificación de Toledo y se esforzarían por integrar en la
ciudad al conde de Fuensalida y los de su facción, como vere-
mos en el capítulo siguiente.
141. En B.N., ms. 13.110, fol. 97, se conserva la copia de una carta fechada el
16 de enero de 1475, en la que los Reyes Católicos agradecen a Toledo su
reconocimiento; publicado en E. BENITO, Toledo en el siglo XV... , cit., pp.
280-281.
-71
4. LOS AYALA AL SERVICIO DE LA
MONARQuíA (1474-1521).
- 73
otros estamentos -el Clero y las ciudades- no son sino mani-
festaciones de un proceso de gran alcance que la historiogra-
fía contemporánea ha denominado «génesis del Estado
moderno». Este proceso dio comienzo antes de la instauración
en el trono de la dinastía Trastámara; su punto de partida hay
que situarlo en el reinado de Alfonso X (1252-1284), cuando
la expansión territorial a costa del Islam se detuvo, y la
Monarquía, encarnación de la idea de Estado, emprendió el
camino de extensión y afirmación de su poder, basándose en
el renacimiento del Derecho Romano y en el principio de la
integración de todas las fuerzas políticas del reino bajo su
autoridad 143 .
La evolución del enfrentamiento entre nobleza y
Monarquía a lo largo del proceso de formación del Estado
moderno ha sido periodizada por el profesor Ladero Quesada,
señalando las siguientes fases:
- El período de formación de bandos sin programa,
aprovechando los intervalos de minoridad regia (1272-
1337).
- Una etapa de reforzamiento del poder regio (1337-1366).
- La fase de expansión del poder político y social de la
nobleza nueva (1366-1406).
- La conquista del Estado monárquico por la alta nobleza
(1406-1464).
- Finalmente, una fase de guerras civiles (1464-1479), que
concluye con la consolidación de los Reyes Católicos, y
del Estado moderno con ellos 144.
El de Ayala fue uno de los linajes que participó ínte-
gramente en el proceso. La rama toledana, constituida en
1406, tomó parte en la «conquista del Estado monárquico»,
como hemos observado en los capítulos precedentes. En el
presente se trazará el proceso de integración de los Ayala de
Toledo en el Estado moderno que entonces cristalizaba. Esta
74 -
integración se produjo en dos fases:
- Una de transición, entre 1474 Y 1480, marcada por la
guerra de sucesión y por la política de pactos de la
Monarquía con los grandes linajes nobiliarios castellanos.
- y otra de integración propiamente dicha, entre 1480 y
1521, durante la cual todos los grandes linajes se irán aco-
modando al nuevo régimen monárquico.
-75
Antonio Morales Moya, en un estudio bien construi-
do 147 ,se ha planteado la existencia del Estado absoluto -así es
como él lo denomina- bajo el reinado de Isabel y Fernando.
Para ello establece un tipo ideal de Estado absoluto y trata de
verificar si la construcción política de los Reyes Católicos res-
ponde a las «condiciones de existencia» de aquél o, dicho de
otro modo, si Isabel y Fernando reúnen las atribuciones que
son propias de la Monarquía absoluta. Éstas son: potestad para
legislar de modo eficaz 148, administración de justicia, nom-
bramiento de funcionarios y mantenimiento de un ejército
permanente, declaración de la guerra y acuerdo de la paz,
firma de pactos internacionales, percepción de impuestos y
emisión de moneda. Veamos cuál es el resultado de la verifi-
cación punto por punto:
- La imposición sobre las Cortes y el fortalecimiento
de la administración de justicia fueron dos bazas importantes
en la potenciación del poder monárquico con los Reyes
Católicos. En este punto no cabe objetar el hecho de que se
mantuviera la justicia señorial, ya que en el seno de los seño-
ríos la facultad de intromisión de los oficiales regios se hizo
patente 149.
- Con los Reyes Católicos se abrió paso el ejército per-
manente. Frente a Alfonso V de Portugal y frente a los musul-
manes de Granada, la intervención de milicias concejiles y
señoriales tuvo aún gran relevancia, pero después fue ganan-
do terreno el ejército moderno, integrado por hombres reclu-
tados forzosamente en el realengo y por mercenarios 150.
- La guerra fue un factor esencial en la consolidación
del poder de Isabel y Fernando; la guerra de 1475-1479, en
147. «El Estado absoluto de los Reyes Católicos», Hispania, 129 (1975), pp. 75-
119.
148. Hay que señalar en este punto que la capacidad legislativa de los monar-
cas en la Edad Moderna no erailimitada, como ha veces se ha pretendido, ya
que habla de ser compatible con leyes divinas, naturales y constitucionales;
así lo manifiesta el mismo Morales Moya en Op. cit., pp. 80-81.
149.lbid., pp. 101-102.
150. Ibid., pp. 105-106.
76 -
particular, fue mucho más que un conflicto sucesorio, ya que
en su transcurso se lograría el sometimiento de la nobleza y la
alianza de los municipios (Cortes de Madrigal de 1476)151.
- Los éxitos bélicos de los Reyes Católicos fomentaron
un sentimiento nacionalista, otro factor esencial en el desen-
volvimiento del absolutismo 152 .
- Respecto a los dos últimos atributos de soberanía -la
percepción de impuestos y la emisión de moneda- Isabel y
Fernando manifestaron su condición absolutista con una
tenaz política de saneamiento de las rentas regias, expresada
en las reorganizaciones hacendísticas de 1476, 1478 Y 1484,
en la suspensión de juros de 1480 y en la reforma monetaria
de 1497.
No cabe pues dudar de que el período en que el
Estado moderno se materializó con todo su vigor fue el reina-
do de los Reyes Católicos, como señala rotundamente Morales
Moya 153 . De forma semejante se manifiesta Salustiano de
Dios, refiriéndose a los primeros años de Carlos 1154 . Pero si
con Isabel y Fernando se producía el definitivo alumbramien-
to del Estado moderno, su consolidación resultaría de la
acción de los monarcas posteriores, especialmente Carlos I y
Felipe 11. Los Reyes Católicos habían dado el paso fundamen-
tal y, en este sentido, resultará muy ilustrativo conocer el pro-
ceso de integración de la nobleza castellana en el nuevo
Estado, precisamente bajo el reinado de estos monarcas. Un
proceso que, recordemos, se produjo en dos fases: la de tran-
sición (1474-1480) y la de integración propiamente dicha
(1480-1521), que a continuación pasamos a examinar.
151. (bid., p. 11 S.
152. (bid., pp. 116-117.
153 •• Puede afirmarse el carácter absoluto del Estado de 105 Reyes Católicos»;
vid. op. cit., p. 118.
154. «¿Se daban en Castilla, luego de la derrota de las Comunidades, los
supuestos de aparato centralizado de gobierno, soberanía de poder y comu-
nidad política? A mi juicio, sí»; vid. op. cit., p. 24.
- 77
4.2. LA GUERRA DE SUCESiÓN Y EL PACTO DE LOS
AYALA CON LA MONARquíA (1474-1480)
78 -
mas se movía la ricahombría castellana de aquel tiempo; a
efectos prácticos sus opciones eran reconocer a Isabel y
Fernando o decantarse por Juana y Alfonso, y en la decisión
que al respecto tomaran se decantaría su compromiso con una
u otra forma de gobierno. Desde el comienzo del enfrenta-
miento algunos grandes linajes representaron una y otra
opción: los Mendoza y los Manrique se decantaron por Isabel
y Fernando, y con ello optaron por el fortalecimiento monár-
quico; los Pacheco y los Estúñiga prefirieron a doña Juana y
don Alfonso de Portugal, con lo cual se comprometían con el
programa aristocrático. La gran mayoría de la nobleza caste-
llana, indecisa en un principio, se iría decantando por el par-
tido «isabelino», más por observar que era el bando llamado
a obtener la victoria final que por cualquier otra convicción.
- 79
un lustro. Este difícil acuerdo se materializó en dos fases: en la
primera, que transcurre entre 1475 Y 1477, el conde de
Fuensalida se vio obligado a someterse a las exigencias de sus
tradicionales enemigos, los Silva; en la segunda, el viejo
conde conseguía recuperar parte del terreno perdido.
El 3 de marzo de 1475 los reyes ordenaban a los veci-
nos de Toledo que quisieran querellarse contra Pedro López 11
que lo hicieran ante el Consejo, y que lo mismo hiciese el
conde contra quienes acusaba de privarle de sus bienes y ofi-
cios 158 . Tres días después, el 6 de marzo, los monarcas emití-
an una carta de seguro a los toledanos que desearan acudir a
la Corte a pedir justicia contra Ayala y los suyos159. Con esta
acción los Reyes Católicos intervenían de forma directa en los
asuntos locales con el fin de poner orden en la ciudad, logran-
do así ejercer un efectivo control sobre ella, como poder arbi-
tral. Se preparaba el regreso pacífico del bando de Ayala a
Toledo, hecho que tuvo lugar unos meses después a través de
un compromiso matrimonial entre las facciones enfrentadas.
En la primavera de 1475 se realizaron las complejas
capitulaciones matrimoniales que tendrían como fruto el casa-
miento de Pedro López IV, nieto del conde de Fuensalida, e
Inés de Ribera, hija de Juan de Ribera, señor de Montemayor,
y prima hermana del conde de Cifuentes. Las negociaciones se
iniciaron el 1 de abril de aquel año, día en que se firma un
concierto entre las partes 160, en el cual se expresa que hay ya
«otras cosas» capituladas con anterioridad, se acuerda el
matrimonio de don Pedro con doña Inés y se fija un plazo para
concretar el asunto: «lo qual queda que se determine e deter-
minará y fará las escripturas de aquí (sábado 1 de abril) al
miércoles primero que viene en todo el día (miércoles 5 de
abri!)>>.
158. A.C.S., R.C.S., 1475, 111, fol. 346; publicado en E. BENITO, Toledo en el
siglo Xv. Vida política, Madrid, 1961, pp. 281-282.
159. A.M.T., A.S., caj. S, leg. 6; carta publicada en ¡bid., pp. 285-287. Esta
carta expresa el temor que entre los toledanos producían las huestes conda-
les, aún en el destierro.
160. Una copia del siglo XVII de este breve concierto en R.A.H., S.c., K-37,
fol. 122 vto.
80-
El compromiso definitivo, tanto respecto al matrimo-
nio acordado como a la paz en la ciudad, se firmó unas sema-
nas después. El 24 de mayo de 1475 se establecía una confe-
deración de amistad entre el conde de Fuensalida, su hijo
Pedro López y la mujer de éste Aldonza Carrillo, de una parte;
y de la otra, el conde de Cifuentes y su tío Juan de Ribera 161.
En esta escritura se atendía a dos cuestiones complementarias:
el matrimonio de los menores Pedro e Inés y la paz entre los
bandos locales.
El primer asunto quedaba saldad0 162 . Ya que Pedro
López IV e Inés de Ribera eran menores y no podían despo-
sarse por sí mismos con un clérigo, en su nombre se desposa-
ron el conde de Fuensalida y el señor de Montemayor. El pri-
mero de ellos se comprometía, a su propia costa, a obtener la
necesaria dispensa papal, ya que los contrayentes eran con-
sanguíneos. La dote de doña Inés, que se comprometía a satis-
facer el señor de Montemayor, se fijó en 2.500.000 mrs., paga-
dos en dinero, plata, ajuar y rentas.
En cuanto a la paz entre los bandos, aspiración clara-
mente expresada en el documento de compromiso, se esta-
blecen varios puntos:
- El niño Pedro López era dejado en manos del obis-
po de Badajoz, Pedro de Silva.
- El alguacilazgo mayor de Toledo, cuyo titular era el
pequeño Pedro López, lo tendría Juan de Ribera hasta que
aquél llegase a la mayoría de edad. El señor de Montemayor
pondría alguaciles y lugartenientes bajo el consejo de dos
letrados, uno elegido por él mismo y otro por el conde de
Fuensalida. Las rentas del oficio las obtendría este último,
dejando 20.000 mrs. anuales para que Juan de Ribera los
161. La escritura de compromiso, de la que se conserva una copia del siglo XVII
en R.A.H., S.c., K-37, fol. 123 r. 125 r., contiene además una valiosa informa-
ción heráldica.
162. EI9 de junio de 1475 se completaban las capitulaciones matrimoniales con
el· juramento y pleito-homenaje que eiectuaban los representantes de las parte:
Pedro lópez JI y Juan de Ribera; vid. R.A.H., S.c., K-37, fol. 122 vto. - 123 r.
- 81
emplease en satisfacer el salario del alguacil mayor que él
hubiese elegido en su nombre.
- Pedro López 11 y Pedro López 111 entrarían en la ciu-
dad sin ser molestados por el conde de Cifuentes y los suyos,
cuando éste y doña Aldonza Carrillo lo acordasen.
- Las diferencias entre el conde de Fuensalida y Lope
de Estúñiga, originadas tiempo atrás por el derribo que aquél
ocasionó en las casas de éste en Polán, serían dirimidas por
dos caballeros, representantes de las partes.
- La alcaldía mayor de las alzadas seguiría en manos
del conde de Cifuentes, con el asentimiento del conde de
Fuensalida y los suyos.
- Juan de Silva, conde de Cifuentes, y Aldonza
Carrillo decidirían conjuntamente las soluciones que se
habían de tomar respecto a los criados del primero, que ocu-
paban regidurías y juraderías y fueron depuestos y suplanta-
dos por algunos criados del conde de Fuensalida.
- Aldonza Carrillo y Pedro López 111 cederían la for-
taleza de Viflacarrillo (hoy Cuerva) a Ruy López Dávalos
para que la guardase en prenda de que los del bando de
Ayala cumplirían sus compromisos. No siendo así, la fortale-
za pasaría al conde de Cifuentes.
La complejidad de este acuerdo manifiesta la difi-
cultad para llegar a una paz estable entre los bandos toleda-
nos. Las cláusulas del compromiso obligaban a contener la
revancha de los Ayala y el abuso de los Silva. Los monarcas
estaban detrás de este acuerdo: sólo tres días después, el 27
de mayo de 1475, la reina Isabel aprueba y confirma el pacto
de los líderes toledanos 163 . Por otro lado, este compromiso
expresa claramente el carácter del pacto de los Ayala con la
Monarquía; de momento, suponía la completa sumisión del
linaje a la autoridad de los reyes, ya que sólo a través de
ellos era posible regresar a Toledo y recuperar parte del
poder perdido.
163. A.G.S., R.G.5., 1475, V, fol. 458; publicado en E. BENITO, Op. cit., pp.
290-291.
82 -
Pero la sumisión no sería completa. El mismo verano
de 1475, el día 6 de julio, Pedro López fundaba mayorazgo en
favor de su primogénito Pedro López 111 164 , acrecentando el
bloque patrimonial que para él fundaron sus padres Pedro
López I y Elvrra de Castañeda en 1435 165 . La fundación de un
mayorazgo no tenía nada de particular en un linaje de la
nobleza titulada, pero en este caso llama la atención que se
emplease la autorización concedida por Enrique IV en
1471 166 y no, como sería lógico, una de los nuevos monarcas,
los cuales sólo aprobarían el acrecentamiento del mayorazgo
en 1486 167 . Esta tardanza manifiesta que las relaciones entre
el linaje condal y los Reyes Católicos no se habían estableci-
do firmemente, aún después de la confederación toledana de
la primavera de 1475.
- 83
Del relato de Palencia deducimos que la llegada de
los monarcas a la ciudad debió producirse a comienzos del
año 1477 169 . Juan de Córdoba, que había sido alcaide del
puente de Alcántara cuando el conde de Fuensalida se halla-
ba al frente de la ciudad, fue ajusticiado por las atrocidades
cometidas; también fueron duramente castigados algunos que
habían masacrado a conversos. Pero los monarcas no cayeron
esta vez en el error de expulsar a los cabecillas de uno de los
bandos, como tantas veces se había hecho con anterioridad;
la solución a los problemas locales creyeron hallarla en el
nombramiento de un delegado que, dotado de amplias com-
petencias, impusiera el orden y la justicia: Dio don Fernando
el corregimiento de la ciudad, así como la guarda del alcázar,
de las puertas y puentes de la ciudad, al noble y prudentísimo
cabal/ero Gómez Manriquell; así lo expresa el cronista
Palencia. De nuevo la Monarquía se beneficiaba de las rivali-
dades locales para afianzar su control sobre Toledo; y esta vez
la implantación del corregidor sería definitiva. El siguiente
enfrentamiento violento entre los bandos, producido en 1506-
1507, ya no pondrá en cuestión la presencia del corregidor,
sino que se centrará en la disputa sobre qué persona debe
desempeñar el oficio.
Gómez Manrique se encargó de dirimir los conflictos
surgidos entre los líderes de las facciones. Pedro López 11 pudo
entonces recuperar parte del terreno perdido contratacando
por vía legal. El 15 de marzo de 1477 está fechada una carta
real, dirigida al corregidor, en la que se le ordenaba hacerse
cargo de una queja del conde de Fuensalida, que exigía justi-
cia en un proceso que los alcaldes de la Hermandad Vieja de
Toledo realizaban contra ciertos escuderos suyos, los cuales
eran acusados de haber tomado unas casas en la Retuerta 170.
Un año después, el 6 de febrero de 1478, el señor de
Montemayor era emplazado por los reyes, a petición del
169. Alfonso de Palencia relata la llegada de los reyes y sus acciones en la ciu-
dad en Op. cit., Década 111, Libro XXVIII, cap. VII; tomo IV, pp. 349-350.
170. A.G.S, R.G.5., 1477, 111, fol. 445.
84-
conde de Fuensalida, para que devolviese a éste la persona de
su nieto Pedro que, contra lo capitulado, lo retenía en su
poder l71 . Hemos visto que en 1475 se concedió la custodia
del niño al obispo de Badajoz y no a Juan de Ribera; en cam-
bio, ahora el pequeño pasaría a manos de su abuelo, legítimo
tutor y administrador de sus bienes.
El año 1480 marca un hito en la pugna entre nobleza
y Monarquía, considerándosele como punto final del largo
enfrentamiento y término inicial de unas relaciones que cada
vez más decididamente tenderán a la cordialidad; más aún, a
una estrecha colaboración. Las Cortes de Toledo de aquel año
fue el acontecimiento que marcó el comienzo del nuevo régi-
men monárquico. La reducción de juros que se produjo aquel
mismo año se ha considerado como punto de inflexión en la
complicada evolución de las relaciones de la Monarquía con
la nobleza. Los Ayala no sufrieron demasiado el saneamiento
de las rentas regias. El conde de Fuensalida mantuvo su juro
perpetuo de 20.000 mrs. situados en las rentas de Toledo 172;
su hijo Pedro López 111, que disfrutaba 30.000 mrs. anuales del
mismo tipo de juro, pierde sólo 10.000, conservando los otros
20.000, más 50.000 mrs. vitalicios sobre las rentas de la Sisla
Mayor y Menor 173 .
171. A.G.S., R.G.S., 1478, 11, fol. 102; publicado en E. BENITO, Op. cit., pp.
298-301.
172. A. MATILLA, Declaratorias de los Reyes Católicos sobre reducción de
juros y otras mercedes, Madrid, 1952, pp. 114-115.
173. Ibid., pp. 78-79.
- 85
4.3. LA INTEGRACiÓN DE LOS AYALA EN
EL ESTADO MODERNO (1480-1521)
86-
ción de los Ayala toledanos se cifraba en once jinetes, perci-
biendo las rentas que correspondían a tal aportación 177. Aún
en 1489 las tropas del conde, dirigidas por un capitán nom-
brado por él, luchaban con el rey en la guerra178 .
En el transcurso de la guerra de Granada se produje-
ron en el seno del linaje dos relevos generacionales. Pedro
López 11, muerto en 1486, fue sustituido por su hijo Pedro
López 111. Éste gozó de la confianza regia, ya que durante los
últimos meses de su vida (fines de 1488 - comienzos de 1489)
ejerció el oficio de corregidor en Salamanca 179. A la muerte
del tercer Ayala toledano, ocupó su lugar al frente del linaje su
sobrino Pedro López IV, tercer conde de Fuensalida. Sería éste
el que completaría el proceso de integración de los Ayala en
el nuevo régimen de autoritarismo monárquico, esencialmen-
te a través de dos episodios por completo opuestos: el prime-
ro, en 1505-1506, de disidencia; el segundo, en 1520-1521,
de fidelidad.
177. ¡bid., pp. 240 Y 248. Para el año 1487 las crónicas se hacen eco de las
tropas del conde; vid. F. PULCAR, Crónica de 105 Reyes Católicos, ed. de J. M.
Carriazo, Madrid, 1943, cap. CXCVIII; tomo 11, p. 258.
178. M. A. LADERO, Castilla y la conquista ... , cit., p. 277.
179. El nombramiento, fechado el 15 de septiembre de 1488, se conserva en
A.C.S., R.C.S., 1488, IX, fol. 106. El 12 de junio de 1489 el licenciado Pedro
de Loaysa era comisionado para marchar a Salamanca y hacer juicio de resi-
dencia a los oficiales del difunto conde; vid. A.C.S., R.C.S., 1489, VI, fol. 218.
- 87
Desde muy pronto se evidenció que el archiduque y
el rey de Aragón -dada la ineptitud de doña Juana- no podrían
compartir el gobierno del reino. Gran parte de la nobleza vio
en Felipe y Juana la posibilidad de regresar a una forma de
gobierno compartido de la Monarquía y los aristócratas; una
buena porción de estos nobles guardaba resentimiento por las
pérdidas que en su señorío o en sus rentas habían experimen-
tado a causa de la acción de los Reyes Católicos 180 . El linaje
Ayala es un perfecto ejemplo de este sector resentido de la
nobleza y ello se manifiesta, como veremos, en la temprana
adhesión al rey Felipe.
A través de un compromiso -la concordia de
Salamanca (24 de noviembre de 1505)- el regente don
Fernando trató de llegar a un acuerdo de gobierno ventajoso
para él. Pero la realidad se impuso a la negociación: en abril
de 1506 los nuevos reyes de Castilla desembarcaron en La
Coruña y Felipe el Hermoso no dejó de recibir adhesiones de
los más importantes linajes castellanos. Don Fernando, acom-
pañado sólo por unos pocos ricoshombres, abandonó el reino,
dejándolo en manos de su yerno; los partidarios de aquél fue-
ron entonces suplantados por los de éste. La repentina e ines-
perada muerte del joven rey Felipe, el 25 de septiembre de
1506, daría ocasión a la respuesta de los vencidos y a los
enfrentamientos entre unos y otros. Fue entonces cuando se
reavivó la lucha de bandos toledana de Ayala y Silva.
Desde muy temprano el conde de Fuensalida goza-
ría de la privanza" de Felipe el Hermoso. El primer contacto
entre ambos hay que situarlo en la primavera de 1502. El 22
de mayo de aquel año Juana y Felipe fueron jurados como
herederos del trono en la catedral de Toledo; el joven conde
de Fuensalida era uno de los que prestaron tal juramento 181.
180. El profesor Ladero Quesada señala, además, que muchos de estos nobles
hablan permanecido ajenos a la Corte en los años precedentes; vid. su traba-
jo «Los Reyes Católicos y la nobleza ... », cit., p. 82.
181. A. SANTA CRUZ, Crónica de los Reyes Católicos, ed. de j. M. Carriazo,
Sevilla, 1951, Primera Parte, cap. LXI; tomo 1, p. 254, recuerda las grandes
fiestas que sirvieron de marco al juramento en Toledo.
88 -
El día 28 de diciembre de este mismo año el príncipe don
Felipe otorgó a Pedro López IV 300 libras en recompensa de
sus servicios 182 : se materializaba así una duradera amistad,
que el hijo del rey Felipe -Carlos 1- retomaría más tarde.
Cuando preparaba su llegada triunfal a Castilla, Felipe
el Hermoso ordenó al conde de Fuensalida que tuviera dis-
puestas cincuenta lanzas para su servicio 183 . Ya establecido en
Castilla el nuevo rey envió a Toledo un nuevo corregidor -
cuyo nombre desconocemos- que el marqués de Villena
acompañó a la ciudad 184 . Esta acción suponía el cese en sus
atribuciones de Pedro de Castilla, que ejercía el cargo desde
1490. El nuevo corregidor traía órdenes concretas del archi-
duque don Felipe para que contara con la colaboración del
conde de Fuensalida 185 . El apoyo del archiduque a Pedro
López es reiterado unos días después, el 11 de junio de 1506,
fecha en que ordena al Concejo de Toledo que admita al
alguacil mayor en los ayuntamientos con voz y voto, de la
misma forma en que sus antepasados fueron recibidos 186 . El
21 de agosto de 1506 el rey nombró montero mayor al conde
de Fuensalida, que de esta manera recuperaba la presencia en
la Corte que el linaje había perdido 187 .
- 89
La inesperada muerte del rey Felipe dio al traste con
la euforia nobiliaria. El desconcierto general fue aprovechado
por los partidarios del regente don Fernando, que reacciona-
ron inmediatamente. En Toledo los bandos volvieron a enfren-
tarse; en esta ocasión el conflicto se centraba en torno a quién
había de ejercer como corregidor. El conde Cifuentes, Juan de
Ribera y Pedro López Padilla querían imponer a Pedro de
Castilla; el conde de Fuensalida y el marqués de Villena opta-
ron por el corregidor que había enviado Felipe el Hermosol 88 .
Cuando los ánimos estaban más encendidos, los líde-
res de los bandos llegaron al acuerdo de prescindir de los dos
candidatos anteriores y aceptar un nuevo delegado regiQ. El 4
de diciembre de 1506 la reina Juana envió a Toledo al bachi-
ller Jerónimo Gallegos para averiguar los pormenores de los
alborotos y hacer justicia 189 . Las gestiones del delegado regio
fueron eficaces, ya que el 12 de diciembre de aquel mismo
año los bandos toledanos establecían una concordia con la
intención de consolidar el sosiego en la ciudad 190 . Pero al día
siguiente volvió a romperse la paz, al producirse un altercado
callejero en el que se implicaron inmediatamente hombres
pertenecientes a las facciones; cuando ya se habían produci-
do algunas muertes intervino personalmente el conde de
Cifuentes para poner orden 191.
La voluntad de los líderes para acabar con los dis-
turbios era firme; el 28 de enero de 1507 el conde de
Fuensalida y el de Cifuentes se reunieron para establecer una
90 -
concordia 192. En ella ambos se comprometían a no quebran-
tar la paz local y a no recibir en su casa a quienes la que-
brantasen. En esta ocasión los resultados del acuerdo fueron
satisfactorios y la paz entre los bandos tradicionales tendió a
consolidarse con el tiempo. El siguiente alboroto toledano, la
rebelión comunera, no produjo un nuevo enfrentamiento
entre las facciones de Silva y Ayala;los líderes de ambos ban-
dos optarían por el servicio a la Monarquía.
- 91
Carlos 1, el joven rey de Castilla y de otros muchos
estados, mostró temprano la confianza que tenía en el conde
de Fuensalida, siguiendo así los pasos de su padre el rey don
Felipe. El 15 de marzo de 1516 se dirige a Pedro López desde
Bruselas, anunciando su llegada a la península y recomen-
dándole que cuide de la tranquilidad en el reino, muy espe-
cialmente en la ciudad de Toledo 194 . El 17 de marzo de 1517
el rey Carlos, en nombre de su madre doña Juana yen el suyo
propio, nombró a Pedro López IV gobernador del Reino de
Galicia 195. Un año después, el18 de marzo de 1518, le ador-
na con el oficio de montero mayor 196 . A través de estos tres
hechos descubrimos hasta qué punto llegaba la privanza del
conde de Fuensalida con el nuevo rey.
La alta nobleza, en general, mantuvo a lo largo de la
primera fase de la insurrección comunera -desde su estallido
hasta el final del año 1520- una actitud expectante, de obser-
vación, ante un acontecimiento que no iba dirigido contra
ella 197 . Algunos nobles de cierta relevancia llegaron incluso a
capitanear tropas comuneras; así el conde de Salvatierra, el
obispo Acuña y Pedro GirÓn 198 . La nobleza pretendía «con-
trolar la represión», como expresa el profesor Gutiérrez Nieto;
se trataba de hacer ver al rey que la liquidación de la insu-
rrección estaba en manos de los grandes.
El monarca, atento a las circunstancias y consciente
de que la alta nobleza castellana se sentía humillada por el
favor que él mismo había dispensado a sus consejeros fla-
92 -
meneos, designó al condestable íñigo Fernández de Velasco y
al almirante Fadrique Enríquez de Cabrera para formar, con el
cardenal Adriano de Utrecht, una tríada de virreyes. Esto ocu-
rría en septiembre de 1520, pero aún tardaría en conseguirse
la solidaridad de los grandes linajes en torno a la
Monarquía.Paulatinamente los nobles irían pasando al bando
del rey, muchos de ellos empujados por el cariz antiseñorial
que tomaba la revuelta 199.
En Galicia, el movimiento comunero no alcanzó los
dramáticos niveles que iba tomando en la Meseta. El 15 de
octubre de 1520 Carlos I se dirigía al conde de Fuensalida
-gobernador de Galicia- para que estuviese dispuesto para pre-
venir los disturbios y castigar a los revoltosos 2oo . Éstos actua-
ron primero en Santiago de Compostela, donde se produjeron
conatos de agresión del pueblo contra los regidores, acusados
de traidores por ceder al cobro del servicio votado en Cortes.
Pedro López IV, presente en los acontecimientos, tuvo que
huir de Santiago a Lugo para salvar su integridad 201 . Para res-
ponder a la rebeldía del pueblo gallego, Carlos I nombró capi-
tanes generales del ejército de represión al arzobispo de
Santiago y al conde de Villalba. En una ilustrativa carta dirigi-
da al monarca, el conde de Fuensalida expresaba su opinión
al respecto:
« .. .solamente quiero dezir que por ventura a vuestra
señoría no han bien ynformado de algunas cosas deste Reyno,
porque es cierto que la mayor parte de tener alteración en él
ha sido la gana que los vasallos del Arzobispo y conde don
Fernando han tomado de lIevantarse contra ellos y el muy
buen aparejo que allavan en los vezinos para ayudarlos; y
como ay pocos lugares realengos y tienen temor por lo que
han visto los tiempos pasados, que estos señores han de meter
199. Éste es el punto de vista que Gutiérrez Nieto desarrolla en su libro citado.
200. El aviso del rey se halla en una carta conservada en A.D.F., Fuensalida,
calál. 17, nQ 1 bis.
201. J. 1. GUTIÉRREZ NIETO, Op. cit., pp. 194-195.
- 93
la mano en usurpar algo de lo suyo y con esto ay gran ene-
mistad acá con ellos... ))202.
En todo caso, la represión en Galicia fue llevada a
cabo por los nobles del reino, confederados en Mellid en
diciembre de 1520, capaces de dar una respuesta conjunta a
la acción rebelde del puebl0 203 . Pedro López, por su parte,
conservó el oficio de gobernador de Galicia hasta 1523,
demostrando gran fidelidad a la Corona. Entretanto los «impe-
riales» tomaron la recalcitrante ciudad de Toledo en 1522.
Para asentar la paz en la ciudad fue enviado como corregidor
el arzobispo de Bari¡ el cual nombró alcalde mayor al licen-
ciado Ormaza y alguacil mayor a Rodrigo Niñ0 204 . La atribu-
ción del corregidor de nombrar magistrados efectivos, dupli-
cando así los oficios de justicia, ofrece un nuevo carácter del
Concejo de Toledo que se perpetuará con el tiemp0 205.
94-
/l. INSTRUMENTOS DE PODER: OFICIOS
5.1. PLANTEAMIENTO
- 95
jes de la nobleza nueva 206 . Todos los magnates castellanos del
siglo XV ejercieron cargos en la Corte, en los concejos o -lo
que fue también muy corriente- en los dos ámbitos simultáne-
amente. Por estas funciones obtenían ingresos económicos
apreciables en concepto de raciones, quitaciones, tenencias,
«tierras», pero probablemente la mayor relevancia de los ofi-
cios para los nobles residía en motivaciones extraeconómicas.
Los cargos cortesanos garantizaban la cercanía al rey.
Los más altos dignatarios de la Casa y Corte regia -mayordo-
mo, camarero, repostero, halconero, aposentador y otros- no
podían ser más que hombres muy próximos al monarca. Los
altos cargos de palacio quedaron vinculados en el siglo XV a
la más encumbrada nobleza, mientras que los oficios técnicos,
los que exigían una preparación específica, eran dejados en
manos de elementos de la baja nobleza y, cada vez en mayor
medida, a cargo de letrados de origen no noble207 . La gran
ventaja que obtenían los ricoshombres de la titularidad de un
oficio cortesano era, como se ha indicado, la posibilidad que
éste ofrecía de estar cerca del monarca, y la oportunidad que
esta circunstancia propiciaba para obtener mercedes de todo
tipo.
Los oficios locales, los incardinados en una ciudad,
daban lugar a la captación de parcelas de poder que servían
como base para ampliarlo posteriormente, gracias a la influen-
cia que los nobles -residentes, además, en las ciudades- podí-
an ejercer a través de sus cargos. En las luchas de bandos que
se desarrollaron en las ciudades castellanas durante el siglo
96 -
XV, la ocupación de cargos locales como alcaldías, alguaci-
lazgos, regidurías y tenencias de fortalezas, constituyeron un
importante instrumento para llevar a cabo acciones hostiles
frente a los adversarios 2 0 8 .
- 97
to del poder de los Ayala toledanos. En primer lugar se hará
referencia a la evolución del oficio y a sus atribuciones, pasan-
do a continuación a acotar el tiempo en que estuvo en manos
del linaje que nos ocupa y, si es el caso, cómo lo transmitió
hereditariamente.
98 -
Los tres primeros Ayala toledanos fueron titulares del
oficio de aposentador mayor. No sabemos con seguridad en
qué momento llegó a manos de Pedro López 1la merced, pero
intuimos que coincide con la reorganización de la Corte que
se produjo al iniciarse, en las Navidades de 1406-1407, la
regencia del infante don Fernando y de la reina doña Catalina
en la minoridad de Juan 11. Es posible que el infante-regente
promoviera al cargo a Pedro López, ya que éste gozó de la
confianza de aquél, como prueba su servicio constante en las
campañas estivales contra los musulmanes de Granada 211 . Lo
cierto es que era ya titulado aposentador mayor el 22 de junio
de 1407 cuando, entre los vítores del pueblo, entraba en
Sevilla con el infante don Fernando y otros caballeros después
de tomar Pruna 212 .
La aposentaduría mayor fue ejercida sin solución de
continuidad por los parientes mayores del linaje hasta Pedro
López 111. A la muerte de éste, en los primeros meses de 1489,
el oficio pasaría a otra de las ramas de los Ayala, la de
Talavera, liderada en aquel momento por Juan de Ayala. El 20
de abril de 1489 Juan de Ayala, señor de Cebolla, era proveí-
do con el oficio de aposentador mayor, que había quedado
vacante por la defunción del segundo conde de Fuensalida 213 .
La transmisión del oficio de aposentador mayor de
padre a hijo dentro del linaje Ayala es un hecho acreditado
por la intitulación de los parientes mayores. Pero conservamos
además los documentos que nos muestran la fórmula jurídica
- 99
empleada para la transmisión 214 • En 1430 Pedro López I
renunció al oficio, con sus rentas, pidiendo al rey Juan 11 que
se lo concediese a su hijo Pedro López 11: « •.. por quanto el
dicho vuestro padre [Pedro López 1] renum;ió en mis manos el
dicho ofi<;io e quita<;ión e ra<;ión e me pidió por merced que
vos proveyese e fisiese mer<;ed del dicho ofi<;io e quita<;ión e
ra<;ión; del qual dicho ofi<;io de aposentaduría mayor e qui-
ta<;ión e ra<;ión vos fago mer<;ed para que lo ayades e tenga-
des de vos o aquél o aquéllos de vuestro poder para ello ovie-
re para toda vuestra vida ... »215. En 1475 los reyes Isabel y
Fernando concederán el título a Pedro López 111 en las mismas
condiciones.
La patrimonialización de los oficios públicos se había
convertido en un hecho habitual durante la Baja Edad Media.
La fórmula jurídica que se empleó para la transmisión de la
aposentaduría mayor dentro del linaje Ayala era bastante
corriente en el siglo XV castellano: la «renuntiatio in favo-
rem». Consiste en la renuncia del oficio por parte del titular,
aduciendo un motivo legal (duplicidad de cargos) o personal
(imposibilidad física para su desempeño por la avanzada
edad), en favor de otra persona, generalmente el heredero. De
hecho, la fórmula descrita enmascara una transmisión bajo
control regio 216 . La aposentaduría mayor no será el único ofi-
cio que los Ayala se transmitan a través de esta fórmula.
214. Nos referimos a las mercedes de este oficio que otorgan Juan 11 en ¡avor
de Pedro López 11 el 3 de abril de 1430 y los Reyes Católicos en favor de Pedro
lópez 111 el14 de marzo de 1475; vid. A.G.S., E.M.R., Q.C, leg. 37, fol. 691
r. - 692 vto.
215. Pedro lópez es intitulado en este documento .mi donce!», tratamiento
que manifiesta notoriamente la privanza de los Ayala.
216. F. TOMÁS Y VALIENTE, «Origen bajomedieval de la patrimonialización y
enajenación de oficios públicos en Castilla., Actas del I Symposium de
Historia de fa Administración, Madrid, 1970, pp. 157-159.
100 -
cortesana, ya que su labor era necesaria para llevar a buen tér-
mino el más noble de los pasatiempos del monarca: la caza.
El montero mayor se encargaba de organizar las batidas y para
ello, basándose en su indudable experiencia cinegética, distri-
buía a los grupos de hombres por el monte bajo la dirección
de monteros217 . Considerando el tiempo que los monarcas
dedicaban a tan digna actividad, podemos intuir el estrecho
contacto personal con. el rey que este oficio propiciaba. El
joven rey don Carlos concedió el cargo de montero mayor a
Pedro López IV el 18 de marzo de 1518 218 •
La cercanía de los Ayala a la persona del rey se mani-
fiesta con especial evidencia en momentos determinados. Las
misiones diplomáticas ante otros monarcas eran realizadas por
personas de gran confianza y de notoria capacidad. El
Canciller Ayala destacó por su habilidad en estas cuestiones;
sus hijos Fernán Pérez y Pedro López emularían en alguna
ocasión las actividades del cronista. Al segundo de ellos le fue
encomendada una misión delicada: en abril de 1430, junto al
doctor Franco, contador de Juan 11, encabezó una embajada
que se dirigía a Juan I de Portugal para poner en sus manos la
paz entre el rey de Castilla y los monarcas de Aragón y
Navarra219 • Se trataba de entregar el papel de juez y mediador
al portugués para saldar las diferencias habidas entre los otros
reyes peninsulares.
-101
La privanza regia de los Ayala, como la de otros altos
linajes, se expresaba asimismo de forma cotidiana, continua,
a través de la condición que se les concedía de consejeros del
rey. En multitud de documentos regios Pedro López l y sus
sucesores son titulados «de mi Consejo». Esta fórmula diplo-
mática no debe hacer pensar que los Ayala toledanos tuvieran
una plaza en el Consejo Real castellano. Salustiano de Dios
señala que a muchos arzobispos, obispos y otros eclesiásticos,
nobles titulados, maestres y comendadores de las órdenes
militares, altos oficiales de la administración central y territo-
rial, así como a algunos de la local y a los embajadores oca-
sionales se les denomina «consejeros)) por razón de su digni-
dad; en rigor, como nos hace ver el referido historiador del
Derecho, esta denominación aplicada a nobles, eclesiásticos y
oficiales hace justicia a la realidad política, ya que la partici-
pación de estas personas en la toma de decisiones regias era
imprescindible -al menos en teoría- en una organización polí-
tica basada en las relaciones feudovasalláticas 22o . Estamos
refiriéndonos a la asistencia que el vasallo debe a su señor, al
consi/ium feudal.
220. S. DIOS, El Consejo Real de Castilla (1385-1522), Madrid, 1982, pp. 255-
256. Este libro constituye la mayor aportación que se ha llevado a cabo para
el conocimiento de esta trascendental institución polftica.
102 -
volumen notable de rentas, una amplia clientela y una consi-
derable dignidad, el desempeño de oficios pasaría a un segun-
do plano como fundamento del poder local de los Ayala.
La tenencia de fortalezas fue uno de los oficios que
inicialmente ejerció Pedro López 1. En la Alta Edad Media, esta
institución equivalía a una circunscripción territorial bajo el
control de un «tenente», transformándose cuando los peligros
exteriores fueron atenuándose. Los ten entes o alcaldes que el
rey proveía se convirtieron en custodios de las fortalezas
regias, diseminadas por todo el reino, con el objeto de hacer
efectivo el control del monarca sobre el territorio y los hom-
bres 221 . La alta nobleza se benefició de su cercanía respecto al
monarca, recibiendo de éste en tenencia las plazas más impor-
tantes, en tanto que caballeros, hidalgos y escuderos figuraron
al frente de fortalezas de menor entidad; los alcázares de las
más importantes ciudades quedaban en manos de personas de
la mayor confianza del rey222.
Las fortificaciones urbanas no se limitaban al alcázar
real y las murallas; la ciudad bajomedieval contaba con otros
puntos fuertes: puentes, puertas, torres, palacios señoriales,
edificios eclesiásticos. La genérica misión del alcaide era
defender la fortaleza que tenía a su cargo, y por esto el alcá-
zar y otros puntos fuertes de la ciudad constituyeron una cuña
estable del poder regio en los núcleos urbanos. Dependiendo
de las circunstancias -equilibrio de fuerzas en la ciudad, capa-
cidad de maniobra del rey- las fortificaciones de una pobla-
ción se entregaban a una o varias personas; en el primer caso
se corría el riesgo de que se produjera una traición por parte
- 103
del poderoso tenente; en el segundo caso, eran frecuentes las
tensiones entre alcaides 223 .
Durante el reinado de Juan 11 Toledo conoció la impo-
sición del alcaide de sus fortalezas, Pedro López de Ayala. El
15 de marzo de 1398 Enrique 111 le concedía la tenencia del
castillo de San Servando que, desde fuera del recinto amura-
llado, guardaba el flanco oriental de la ciudad 224 . No sabemos
si el primer Ayala toledano estaba al frente de todas las forta-
lezas regias de Toledo o sólo de parte de ellas 225 . Al frente de
algunas aparece en las fuentes entre 1398 y 1445. El 7 de
diciembre de 1420 Juan 11 dirigió una carta a los toledanos
mandando que prestasen ayuda a Pedro López de Ayala y a
Pedro Carrillo, alcalde y alguacil mayores respectivamente,
que «tienen (:iertas puertas de la dicha (:íbdat))226. La crónica
de Juan 11 atribuye a Pedro López 1 el cierre de las puert.as de
la ciudad al infante don Enrique en la primavera de 1429,
cuando éste se dirigía al norte de Castilla para combatir a don
Álvaro de Luna 227 . Parece comprobado que en 1445 Juan 11,
retiró definitivamente la tenencia de las fortalezas toledanas a
Pedro López 1, debido a su pasada militancia en el bando enri-
104 -
queño, concediéndoselas a su nuevo hombre de confianza en
la ciudad, Pedro Sarmiento 228 .
228. Crónica del Halconero, cit., pp. 468-469; vid. además P. ALCOCER,
Hystoria o descripción de la imperial cibdad de Toledo, edición facsímil,
Toledo, 1973.
229. L. GARCíA DE VALDEAVELLANO, Op. cit., pp. 544-545.
J. GAUTIER-DALCHÉ, Historia urbana de León y Castilla en la Edad
230.
Media (siglos IX al XIII), Madrid, 1979, pp. 375-376. La estructura institucio-
nal de la ciudad recién conquistada nos es bastante bien conocida gracias,
entre otros, al riguroso estudio de A. GARCíA-GALLO, «Los fueros de Toledo»,
Anuario de Historia del Derecho Espafiol, XLV (1975), pp. 341-388.
Desgraciadamente no puede decirse lo mismo para los siglos posteriores,
entre el XII y el XIV. Para el siglo XV las fuentes son ya mucho más explícitas.
- 105
tiene nada de extraño que el Canciller Ayala fuera titular de
este oficio desde los años ochenta del siglo XIV231. Pedro
López I figuraba ya como alcalde mayor de Toledo el 15 de
marzo de 1398, aún en vida de su padre, cuando recibía de
Enrique 111 la tenencia del castillo de San Servand0 232 . Como
más arriba se ha señalado, el cronista López de Ayala aban-
donó la vida activa en los últimos años del siglo XIV, dejando
a sus hijos Fernán Pérez y Pedro López sus bienes y cargos.
Los Ayala perderían el oficio de alcalde mayor en
1489, con la muerte de Pedro López 111. El 20 de abril de 1489
los reyes Isabel y Fernando proveen la alcaldía mayor de
Toledo en favor de don Gutierre de Cárdenas, comendador
mayor de León, contador mayor de los reyes, del Consejo
Real, señor de Maqueda, Torrijas, Elche y Crevillente; en la
real provisión se indica que esta alcaldía mayor quedaba
vacante por la muerte del segundo conde de Fuensalida 233 .
Durante un siglo, cuatro generaciones del mismo linaje ejer-
cieron el oficio de alcalde mayor de Toledo, y sin embargo no
lograron patrimonizalizarlo definitivamente; será, como vere-
mos a continuación, ei alguacilazgo mayor el cargo que los
Ayala harán propio.
La transmisión de la alcaldía mayor de una generación
a otra dentro del linaje Ayala se llevó a cabo a través de la fór-
mula jurídica que hemos visto emplear para la transmisión de
la aposentaduría mayor. El 3 de abril de 1430 Pedro López 11
fue nombrado alcalde mayor de Toledo por Juan 11, pudiendo
ejercer el oficio sólo cuando su padre muriera o renunciase en
su favor 234 . El 13 de abril de 1451 Pedro López 1, ya anciano,
106 -
renuncia la alcaldía mayor en favor de su primogénito, como
se había anunciado ventiún años antes 235 .
-107
Toledo 239 . Con esta adquisición, Pedro López II lograba que
cada uno de sus dos hijos mayores -Pedro López 111 y Alfonso
de Silva- dispusiese de una alta magistratura toledana. Pero
muy pronto murió el segundo de ellos; y su heredero, Pero
López IV, que tomó el alguacilazgo mayor, no lograría heredar
de su tío la alcaldía mayor, oficio que los Reyes Católicos se
apresuraron a proveer fuera del linaje para evitar la acumula-
ción de poder en su seno. El alguacilazgo mayor, adquirido
por Alfonso de Silva y ejercido después por su hijo Pedro
López IV, se perpetuó en el linaje, como símbolo de su nota-
bilidad en la ciudad. En el siglo XVI los condes de Fuensalida
seguían figurando como titulares del oficio; pero, de hecho, la
función de ejecutor de la justicia era ejercida por un segundo
alguacil mayor, nombrado por el corregidor 24o •
108 -
res 241 . Pero a comienzos del siglo XVI la figura del goberna-
dor era ya marginal en Castilla, siendo en las Indias donde
estaba llamada a jugar un importante papel en las centurias
siguientes 242 .
Las atribuciones del gobernador fueron diferentes
según el lugar y sus circunstancias en el momento de la actua-
ción del oficial. En general, parece que las funciones más con-
cretas en la administración de justicia yen la gestión munici-
pal fueron ajenas al gobernador. La misión de este oficial tuvo
un carácter mucho más genérico: era enviado a puntos con-
flictivos en situaciones delicadas para restaurar el orden públi-
co y la estabilidad política; asumía funciones de «administra-
ción general» que con frecuencia chocaban con las tareas de
los magistrados locales, los cuales habían de someterse tem-
poralmente al gobernador 243 .
En el caso de la gobernación en Toledo ejercida por
Pedro López " son válidas las atribuciones de orden público
citadas, así como la subyugación de los más altos oficios con-
cejiles. En junio de 1468 Toledo, después de tres años de
adhesión al príncipe don Alfonso, reconoció nuevamente a
Enrique IV. Hemos observado ya cómo Pedro López de Ayala
había sido el principal artífice del cambio de bando de la ciu-
dad, y cómo el monarca premió su actitud con diversas mer-
- 109
cedes, entre ellas un oficio que le confería poderes extraordi-
narios en Toledo: la gobernación de la ciudad y su tierra. El
documento de provisión del oficio, fechado el 4 de julio de
1468, contiene los términos en que Pedro López adquiría la
primada locaF44.
Con la gobernación, el segundo de los Ayala toleda-
nos recibía una auténtica lugartenencia del rey en la ciudad;
de hecho, en la carta de provisión Enrique IV se dirigía a
Toledo en el siguiente tono: «a todas las cosas que de mi parte
vos dixere e mandare, aquéllas ponga des en execu~ión e faga-
des e cumplades, así como si yo por mi persona vos lo dixese
e mandase». Obtuvo además atribuciones más concretas,
como la facultad para expulsar de la ciudad y de su tierra a
quien considerase oportuno, o la jefatura de la milicia local:
«cada que el dicho Pedro López entendiese que cunple a mi
servi~io vos juntedes poderosamente con él por vuestras per-
sonas e con vuestras gentes e armas». En cuanto a las relacio-
nes del gobernador COh el concejo, el rey ordena que no se
haga ayuntamiento si no se haya presente Pedro López, que lo
preside.
La posición de Pedro López II en la ciudad se situaba,
en consecuencia, a un nivel que ni antes ni después sería
alcanzada por ningún otro de su linaje. Superaba las atribu-
ciones del asistente, que había sido la figura rectora de la polí-
tica local toledana en los años precedentes. El poder del
segundo Ayala toledano era equiparable al de un corregidor ya
que, como alcalde mayor, disponía de las alcaldías; y por la
propia provisión de la gobernación le fue concedida la facul-
tad de disponer de los alguacilazgos de Toled0 245 .
244. La provisión del oficio de gobernador en favor de Pedro López 11, de gran
valor informativo para nosotros, se conserva en A.D.F., Fuensalida, catál. 9, nº
20, y ha sido publicado en E. BENITO, Op. cit., pp. 249-251; vid. Ap. doc.,
n2 4.
245. Vid. provisión citada; Acerca de la atribuciones judiciales y ejecutivas del
corregidor vid. B. GONZÁLEZ ALONSO, El corregidor... , cit., pp. 91-92; yA.
BERMÚDEZ AZNAR, El corregidor en Castilla durante la Baja Edad Medía
(1348-1474), Murcia, 1974, pp. 174-176.
110 -
Los Ayala de Toledo fueron titulares de otros oficios de
ámbito local que no vamos a examinar aquí porque fueron
ejercidos en lugares ajenos a Toledo, que es nuestro centro de
atención. No obstante los citaremos para completar la exposi-
ción de las mercedes de oficios que, como se ha comentado,
evidencian la relevancia del favor regio sobre el linaje. El 15
de septiembre de 1488 Pedro López 111 fue nombrado corregi-
dor de Salamanca por tiempo de un añ0 246, pero el segundo
conde de Fuensalida no llegaría a vivir tanto. El licenciado
Pero de Loaysa fue enviado a Salamanca el 12 de junio de
1489 para hacer juicio de residencia a los oficiales de los que
el difunto conde se había servido durante su breve corregi-
mient0247 •
Por último señalaremos el oficio que ejerció durante
algunos años Pedro López IV. Carlos 1, en su nombre y en el
de su madre la reina doña Juana, nombró gobernador de
Galicia al tercer conde de Fuensalida el 17 de marzo de
1517 248 • Tras la represión de la insurrección comunera Pedro
López, fiel servidor de la Monarquía -como se ha comentado-
seguía al frente de la gobernación gallega.
5.4. CONCLUSiÓN
-111
vante durante un primer período -que podríamos hacer corres-
ponder con el liderazgo de Pedro López 1- en que el patrimo-
nio y 105 apoyos locales no estaban aún plenamente consoli-
dados; pero a medida que transcurría el tiempo y la alta posi-
ción de los Ayala en Toledo iba estabilizándose, los oficios
fueron pasando a un segundo plano como fundamento de
poder.
Durante el liderazgo de Pedro López IV (1489-1537)
sólo quedaba en manos del linaje un oficio toledano, el de
alguacil mayor; en cambio, este conde de Fuensalida fue titu-
lar de dos altos cargos -montería mayor y gobernación de
Galicia- que implicaban la confianza regia y conferían gran
prestigio, pero no favorecían su posición en Toledo. Si al
comienzo del siglo XV el desempeño de oficios ofrecía, por
encima de todo, un instrumento de consolidación en la ciu-
dad, a comienzos del siglo XVI era más deseable por el pres-
tigio y las rentas que conllevaba.
112 -
6. EL SEÑORío EN LA TIERRA DE TOLEDO
- 113
zado por el dominio sobre la tierra, del cual se deriva el domi-
nio sobre los hombres; se trata de la forma de explotación de
la vil/a altomedieval, cuyo esquema se repite en los manuales.
3/ Finalmente, se entiende por tal término el terruño
propio del señor frente a las tierras que pertenecen a otros pro-
pietarios o al conjunto de los habitantes de un área bajo juris-
dicción señorial. Aunque no nos corresponde profundizar en
esta cuestión, no debemos perder de vista la constante coexis-
tencia de pequeñas y medianas propiedades campesinas con
la gran propiedad señorial, sin olvidar los espacios comunales
y los propios de los concejos de las villas de señorío.
Frente a la diversidad de acepciones de «señorío sola-
riego», o «territorial», existe una muy concreta de señorío
jurisdiccional. Alfonso María Guilarte lo ha definido nítida-
mente como «conjunto de prerrogativas de derecho público
que, sobre los asentados en un núcleo de población definido,
la Corona trasfiere a quien las ejerce en derecho propio»250.
Ésta es precisamente la jurisdicción delegada, caracterizadora
del régimen señorial, abolida definitivamente por 105 regíme-
nes liberales decimonónicos.
Cuando no se exprese lo contrario en el presente tra-
bajo se utilizan como sinónimos «señorío» y «señorío juris-
diccional». Por otra parte nos referiremos con el primer térmi-
no bien a una parte, bien a la totalidad del espacio que per-
manece bajo la autoridad jurisdiccional de los Ayala de
Toledo. Cuando aludamos al conjunto de villas y lugares que
los componen emplearemos también un término del gusto de
Moxó: «estado señoria!»; «estado de Fuensalida», en este
caso, por ser esta villa la cabeza del territorio en cuestión.
. ,
250. A. M. GUILARTE, El régimen señorial en el siglo XVI, 2~ ed. revisada,
Valladolid, 1987, p. 28. A pesar de la concreción cronológica de su título, este
trabajo estudia directamente los siglos bajomedievales.
114-
6.2. LA ADQUISICiÓN DEL SEÑORío (1441-1450)
- 115
Ayala con la Monarquía que hemos estudiado- el senono
sufrió algunas amputaciones. Detengámonos en la primera de
estas etapas 252 •
252. A partir de este momento se estudia la evolución del señorío de los Ayala,
paralela a la evolución general del linaje que se ha trazado en capítulos ante-
riores. Para no caer en la reiteración obviaremos aquí el detalle de los acon-
tecimientos. En consecuencia se hará necesario el apoyo en los capítulos refe-
ridos.
253. A.D.F., Fuensalida, leg. 237, nO 8. Íñigo lópez, señor de la Vega y futuro
marqués de Santillana, era un hombre de plena confianza regia, fundamentada
en una prolongada fidelidad; vid. especialmente R. PÉREZ-BUSTAMANTE, El
marqués de Santillana. Biograffa y documentación, Santillana del Mar, 1983.
254. A.D.F., Fuensalida, leg. 237, nQ 8.
116-
ba obtener esta villa para sí 255 . Después de una tensa pugna
entre Ayala y el concejo toledano, Juan 11, el 20 de abril de
1445, concedió a Pedro López los lugares de Cedillo, Huecas,
Humanes y Peromoro, todos ellos al norte de la ciudad de
Toledo, en el valle del Guadarrama 256 .
La promoción de los Ayala tuvo profundas repercu-
siones en las relaciones de poder en el seno de la oligarquía
toledana; no obstante, aquí nos ceñiremos a señalar las difi-
cultades que encontró Pedro López I para hacer efectiva la
posesión de su señorío. Si queremos comprender estas dificul-
tades hemos de volver sobre la crisis general castellana de
aquel tiempo.
Un mes después de la merced aludida, el19 de mayo,
tuvo lugar la batalla de Olmedo. Aunque ésta supuso la derro-
ta definitiva de los infantes de Aragón -don Enrique muere a
causa de las heridas producidas en el encuentro-, no condujo
al encumbramiento de don Álvaro de Luna, supuesto vence-
dor. El éxito del condestable había sido propiciado por el sec-
tor más importante de la nobleza castellana. El príncipe don
Enrique se convierte en portavoz de este grupo, ahora cons-
ciente de su poder. Los nobles del bando vencido son perdo-
nados; y los del vencedor, generosamente premiados. Así,
íñigo López de Mendoza fue titulado marqués de Santillana y
conde del Real de Manzanares 257 ; Juan de Guzmán, hasta
entonces conde de Niebla, fue promovido a duque de Medina
Sidonia; Pedro Álvarez Osario, a conde de Trastámara; Pedro
Fernández de Velasco, conde de Haro, recibió Frías; Pedro
Sarmiento y otros obtuvieron licencia para fundar mayoraz-
-117
gos; Juan Pacheco recibió el anhelado marquesado de Villena,
plataforma territorial de su posterior ascenso polític0 258 •
Pedro López de Ayala formaba parte del grupo de los
vencedores pero, a diferencia de otros nobles, era un recién
llegado a este bando; el condestable, receloso, se resistió a su
encumbramiento, propiciando la llegada a Toledo de Pedro
Sarmiento, un rival poderoso para Ayala. En todo caso, el viejo
Pedro López conservaría el señorío recién adquirido. En la pri-
mavera de 1446 la tensión entre los dos polos de poder -el
condestable, por un lado; por otro, el príncipe don Enrique y
el marqués de Villena- se acrecienta, en buena parte por el
despojo de que es objeto el alcalde mayor de Toled0 259 • Se
recurrió entonces a la negociación; en la concordia de
Astudillo, firmada el 14 de mayo, se confirma la victoria de la
nobleza y de su cabeza visible, Juan Pacheco, situado ahora al
nivel de don Álvaro. Al día siguiente, 15 de mayo, Juan 11 orde-
nó que se diesen a Pedro López las provisiones de los lugares
de Cedillo, Guadamur, Huecas y Humanes 26o • Ni ésta ni las
posteriores órdenes serían cumplidas por Pedro Sarmiento y la
oligarquía toledana, decidida a impedir la restauración del
liderazgo de los Ayala. Hasta 1450, una vez sofocada la rebe-
lión toledana, no pudo el alcalde mayor tomar posesión de su
señorío.
118 -
En la referida orden de Juan 11, de 15 de mayo de
1446, se aprecia una rectificación en la localización del seño-
río de Pedro lópez: Guadamur sustituye a Peromoro. Es pro-
bable que la modificación se debiera a la necesidad de añadir
vasallos a los ya concedidos para alcanzar el número de los
trescientos otorgados. En cualquier caso, el redondeamiento
del estado señorial recién creado se afirma en las referencias
posteriores. Una carta de Juan 11, fechada a 1 de febrero de
1447, ordenaba al concejo toledano devolver al alcalde
mayor la jurisdicción de Cedillo, Guadamur, Huecas,
Humanes y Peromoro, lugares donde, según este documento,
anteriormente el propio Pedro lópez había levantado horcas y
nombrado oficiales 261 . la documentación posterior relativa al
señorío de Ayala enumera una y otra vez los cinco lugares
citados 262 •
- 119
Chozas de Arroyomolinos 263 . Apenas transcurridos tres meses,
el 18 de noviembre, el rey convertía en villa al lugar de
Fuensalida, separándolo de la jurisdicción de Toledo, y se la
entregaba a Pedro López 264 . Desde aquel momento
Fuensalidaencabezaría el estado señorial de los Ayala.
Casarrubios del Monte y Chozas de Arroyomolinos
estuvieron pocos años en manos de los condes de Fuensal ida.
La villa de Casarrubios había pertenecido a mediados del siglo
XIV a Diego Gómez de Toledo, alcalde mayor de la ciudad y
notario mayor del Reino de Toledo, marido de Inés de Ayala y
cuñado por tanto del Canciller. Su hijo Pedro Suárez de Toledo
fue el segundo señor de Casarrubios. En 1417 recibió la vi lIa
su hijo Pedro Gómez de Toled0265 . Se desconoce la evolución
posterior de Casarrubios hasta 1468. En septiembre de este
año, por el pacto de los Toros de Guisando, la ya reconocida
princesa Isabel cedió al rey Enrique la villa de Casarrubios; el
19 de octubre del mismo año el monarca otorgó esta villa a
Gonzalo Chacón, mayordomo de doña Isabel, en pago por los
buenos servicios que le había prestado persuadiendo a la prin-
cesa para que le reconociera como legítimo rey266. El matri-
monio de Isabel con Fernando, hijo éste de Juan de Aragón,
celebrado en octubre de 1469, enturbia las relaciones entre
los dos regios hermanos; en esta fase de tensiones Enrique IV
debió arrancar Casarrubios de las manos de Chacón, ya que,
como se ha indicado más arriba, el 26 de agosto de 1470
Pedro López de Ayala recibía del rey esta villa.
120-
Hemos señalado en otro capítulo que la pacificación
de la nobleza por los Reyes Católicos se basó en los pactos
que éstos establecieron con cada uno de los linajes castella-
nos. El pacto de los Ayala con la Monarquía produjo cierto
deterioro del poder del linaje condal; en particular afectó a su
señorío: la jurisdicción de Casarrubios del Monte fue vendida
el 13 de mayo de 1483 a Gonzalo Chacón 267 , a quien había
pertenecido años atrás. Puede pensarse que el viejo alcalde
mayor se desprendiera de la villa monteña con el objeto de
sanear su maltrecha hacienda, después de una década nefas-
ta; pero es fácil sospechar la presión que debieron ejercer
sobre él los monarcas, deseosos de hacer justicia a su fiel
mayordomo. En contrapartida Pedro López 11 obtuvo, el 22 de
febrero de 1486, la autorización para mejorar el mayorazgo
heredado, que por primera vez contenía jurisdicción sobre
villas y lugares, vinculando así un vasto patrimonio y un
importante señorí0 268 •
La reestructuración del señorío de los Ayala bajo el
reinado de los Reyes Católicos se saldó con la pérdida de tres
de sus elementos. A la amputación de Casarrubios, fruto del
pacto de la Monarquía con los Ayala que hemos analizado,
siguió la desagregación de Cedillo y Peromoro, componentes
originarios del estado señorial. Cedillo, como Casarrubios, fue
excluido del conjunto señorial que formaba parte del mayo-
267. Se conserva una copia del siglo XVII de la escritura de venta otorgada por
el conde de Fuensalida en R.A.H., S.c., M-4, fol. 121. No hemos encontrado
información semejante acerca de Chozas de Arroyomolinos, pero por ser éste
un enclave cercano a Casarrubios y notablemente menos importante cabe
suponer que estaba comprendido en su jurisdicción.
268. El mayorazgo acrecentado se fundó el 6 de julio de 1475; vid. A.H.N.,
Consejos, leg. 43.649, pza. 31. Para este acrecentamiento se empleó la auto-
rización expedida a tal fin por Enrique IV el 22 de enero de 1471. Sólo quin-
ce años después los Reyes Católicos confirmarían la mejora; vid. A.D.F.,
Fuensalida, leg. 238, nQ 6.
- 121
razgo creado en 1475 en favor de Pedro López 111 269 . El sobri-
no de éste, Pedro López IV, adquirió la villa de Cedillo a la
muerte del primer conde de Fuensalida, mediante una senten-
cia arbitral dictada el 30 de septiembre de 148627 Poco des- °.
pués el joven Ayala vendió esta villa por un millón de mara-
vedíes a Fernán Álvarez de Toledo, secretario de los Reyes
Católicos 271 .
Pero moro, enclave de ínfima importancia, que más
tarde quedaría despoblado, constituía un lugar de paso entre
Fuensalida y las villas de Casarrubios y Cedillo. Una vez per-
didas estas dos últimas, Peromoro ofrecía menor interés para
el linaje. Cuando tomó Pedro López IV, tercer conde de
Fuensalida, el mayorazgo del linaje Peromoro no figuraba en
él. Este lugar sirvió para dotar a Pedro de Ayala, hijo bastardo
del segundo conde 272 . El bastardo Pedro casó el 4 de noviem-
bre de 1493 con Constanza de Toledo, hija del ya menciona-
do Fernán Álvarez de Toledo, señor de Cedilla, y sus descen-
269. Cedillo se reservaba para dotar a Pedro López IV; Casarrubios, en cam-
bio, no es siquiera mencionado en la fundación de mayorazgo propiamente
dicha. En este detalle se percibe el hecho de que el primer conde de
Fuensalida presentfa la imposibilidad de que Isabel y Fernando autorizaran la
vinculación de esta última villa bajo su señorío.
270. La sentencia, conservada en una copia del siglo XVIII en A.H.N.,
Consejos, leg. 43.648, n" 4, fol. 88 - 93, fue solicitada por los albaceas que
Pedro lópez 11 había señalado en su testamento; a través de ella se ejecutó el
reparto de los bienes que el conde había dejado al margen del mayorazgo.
271. A.D.F., Fuensalida, leg. 278, nQ 10; cit. en J. P. MOlÉNAT, .Formation des
seigneuries tolédanes aux XIVeme et XVeme siecles», Realidad e imágenes del
poder. España a fines de la Edad Media, Valladolid, 1988, p. 362. Cedillo esta-
ba en manos del secretario real ya en 1487.
272. En una cláusula del testamento de Pedro López 111, otorgado el 5 de abril
de 1489 -de la que se ha conservado una copia del siglo XVIII en A.H.N.,
Consejos, leg. 43.648, n2 4, fol. 95-, se describen los bienes con los que es
dotado el pequeño bastardo; entre ellos no figura Peromoro. En la toma de
posesión de estos bienes por Aldonza Carrillo, viuda del conde y tutora del
niño, no estamos seguros de que figure este lugar. En la copia de esta toma de
posesión que se conserva en R.~.H., S.c., 0-' O, fol. 311. no se menciona
Peromoro; sin embargo en la copia que se encuentra en A.D.F., Fuensalida,
leg. 248, nQ 18, sí aparece. Sea como fuere, Pedro de Ayala figura posterior-
mente como iniciador del linaje de los señores de Peromoro.
122 -
dientes señores de Peromoro, constituyeron una rama secun-
daria del clan de los Ayala 273 .
- 123
Huecas y Humanes, de los cuales nos ocupamos brevemente
a continuación.
Fuensalida, ubicada cerca del arroyo de Renales, que
desagua en el Guadarrama, no parece que surgiera en la pri-
mera etapa de la repoblación toledana 275 , al menos ante nues-
tros ojos. La primera referencia escrita que tenemos del lugar
se remonta a 1232. Aquel año la abadesa de San Clemente,
doña Orabona, arrendaba al deán Miguel Estébanez un con-
junto de heredades y derechos que el monasterio poseía en las
alquerías de Fuensalida y Porti1l0276 . Hasta 1470 Fuensalida
era un núcleo rural sometido a la jurisdicción toledana; el
número de sus pobladores debió aumentar debido al paulati-
no abandono de dos alquerías vecinas: Renales y Villamuzén,
ribereñas del arroyo de Renales 277 .
La penetración de los Ayala en Fuensalida la inicia
Pedro López 1 realizando una voluminosa adquisición en
1404. Su hijo Pedro López " potenciaría la presencia dellina-
je en Fuensalida con otra importante compra, realizada en
1460278 . Fuertemente establecidos en el lugar los Ayala no
dudarían en ubicar en él, constituido en villa, la capitalidad de
su estado desde 1470.
Guadamur, a media legua del río Guajaraz y apenas
dos leguas al suroeste de Toledo, en origen no fue tampoco
una población demográficamente importante. Su constitución
como alquería no nos es conocida. Durante los primeros
124 -
siglos tras la reconquista se ha identificado algunos lugares del
pequeño valle del Guajaraz muy cercanos a Guadamur, como
Aceituna, Daralmazán, Portusa, Alcubillete o Santa María 279 .
Como en el caso de Fuensalida, en la comarca de La Sisla, al
sur del Tajo, la población tendió a concentrarse al final del
Medievo y Guadamur debió recibir a los pobladores que iban
abandonando las alquerías del entorno 280 . En todo caso el
lugar no aparece en la documentación hasta 1446, año en que
pasó a formar parte del señorío de los Ayala. Durante más de
veinte años debió ser éste el lugar predilecto de los futuros
condes de Fuensalida; una buena parte de los documentos
emitidos por Pedro López 11 fueron datados en este lugar, lo
que indica que la corte señorial pasaba algún tiempo allí. Fue
en Guadamur donde se levantó, en torno a 1468, el castillo
que serviría a los futuros condes como centro de maniobras
militares e instrumento de ostentación.
Respecto a Huecas y Humanes, lugares de menor
importancia, no se conoce tampoco gran cosa de su trayecto-
ria tras la reconquista. Por el hecho de formar parte del alfoz
toledano hasta 1445 hay que pensar que la repoblación -como
en Fuensalida y en Guadamur- se realizó bien a iniciativa de
la ciudad, bien espontáneamente pero bajo control de ésta.
Huecas se hallaba emplazado en el camino que unía Toledo
con Ávila y, a través de esta ciudad, con el resto de la Meseta
superior; en 1211 aparece en la documentación escrita: el
poderoso monasterio toledano de San Clemente entrega una
heredad de dos yugadas en la alquería de Huecas a Pedro
Juanes, a cambio de la entrega por parte de éste de una here-
dad en la alquería de Villamiel 281 . Finalmente hay que señalar
279. ]. M. RUIZ ALONSO, Cuadamur. Historia del castillo y sus gentes, Toledo,
1984, p. 46.
280. En la segunda milad del siglo XVI algunos de los lugares referidos eran
anejos de Guadamur; vid. Relaciones histórico-geográfIco-estadísticas de los
pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe 11. Reino de Toledo, lomo 1,
ed. de A. Paz y C. Viñas, Madrid, 1951, pp. 429 Y siguientes.
281. Esta permuta es publicada en A. GONZÁLEZ PALENCIA, Op. cit., p. 86,
documento nQ 809.
- 125
que en Huecas, Humanes y Guadamur, como en Fuensalida,
la jurisdicción de los Ayala se asentaba en un sólido conjunto
de bienes y derechos282 .
126 -
La mujer de Martín Fernández, María de Orozco, había here-
dado de su madre Santa Olalla, villa que, con sus aldeas, sería
incorporada al señorío de Orgaz. De este modo nació uno de
los grandes estados señoriales toledanos286 .
En el siglo XV, especialmente en su segunda mitad, se
aceleró el proceso de formación de estados señoriales en la
tierra toledana. Al de Orgaz y Santa Olalla se suman otros
trece, que Salvador de Moxó ha estudiado con atención. He
aquí la relación de estos señoríos: Barcience, Casarrubios,
Caudilla, Cedilla, Cuerva, Fuensalida, Higares, Maqueda,
Montalbán, Noez, Seseña-Chinchón, Torre de Esteban
Hambrán y Villaluenga-Villaseca. Si añadimos el de Orgaz-
Santa Olalla tenemos catorce estados señoriales bajo el reina-
do de los Reyes Católicos. La mayor parte de ellos compren-
día una o dos pequeñas aldeas, con lo que la renta que pro-
ducían era bastante modesta. Solamente cuatro de ellos con-
taban con estimable extensión y población y, en consecuen-
cia, con cuantiosas rentas; éstos eran los de Orgaz,
Montalbán, Fuensalida y Maqueda.
El estado de Orgaz comprendía las villas de Orgaz y
Santa Olalla y las aldeas de Carric hes, Domingo Pérez,
Erustes, Lanchete, La Mata, El Otero, Techada y Val verde, con
una extensión total de 23.866 hectáreas 287 . El de Montalbán
reunía las villas y lugares de Puebla de Montalbán, San Martín
de Montalbán, El Carpio, Mesegar, Menasalbas, Gálvez y
Jumela, sumando 50.000 ha. de extensión 288 . El de Maqueda
estaba constituido por las villas de Maqueda y Torrijas y las
aldeas de Alcabón, Carmena, Quismondo, Gerindote, Santa
Cruz de Retamar, Val de Santo Domingo y San Silvestre, con
un total de 37.000 ha. de extensión 289 .
286. El linaje de los señores de Orgaz ha sido estudiado desde sus orígenes en
el siglo XII en J. P. MOlÉNAT, «Des Beni 'Abd al-Malik aux comtes d'Orgaz:
le lignage de Gonzalo Ruiz de Toledo», Estudios sobre Alfonso VI y la recon-
quista de Toledo, Toledo, 1988, tomo 11, pp. 259-279.
287. S. MOXÓ, Los antiguos señorfos ... , cit., p. 136.
288. ¡bid., p. 139.
289. Ibid., p. 167.
-127
El estado de Fuensalida que heredó Pedro López IV en
la época de los Reyes Católicos -formado por Fuensalida,
Guadamur, Huecas y Humanes- no llegaba a las 30.000 ha. de
extensión. Esta superficie era notablemente inferior a la del
estado de Montalbán y similar a la de los señoríos de Maqueda
y Orgaz. No se conocen datos demográficos precisos para el
siglo XV pero no parece que la población del señorío de los
Ayala fuera superior a la de los otros grandes conjuntos seño-
riales toledanos; pensemos pues que los cuatro estados produ-
cían un volumen de rentas comparable. A pesar de todo ello,
los Ayala obtuvieron de su señorío una rentabilidad política en
la ciudad de Toledo mucho mayor que la que podían esperar
los titulares de los otros tres estados; por el simple motivo de
que los Ayala, entre los cuatro grandes señores jurisdicciona-
les de la tierra, eran los únicos que desplegaban toda su poten-
cialidad en Toledo.
Los señores de Orgaz desde fines del siglo XIV ejer-
cieron el cargo de alguacil mayor de Sevilla29o, participando
activamente en las luchas locales de esta ciudad andaluza. El
señorío de Montalbán pasó de las manos del condestable don
Álvaro de Luna a las de Don Juan Pacheco, y de éste a su hijo
menor Alonso Téllez Girón, todos ellos más preocupados por
un lugar de privilegio en la Corte que por los asuntos internos
toledanos 291 • El estado de Maqueda fue fundado bajo el rei-
nado de los Reyes Católicos por Gutierre de Cárdenas, comen-
dador mayor de León 292, que sólo desde la década de los años
ochenta del siglo XV comenzó a integrarse en la oligarquía
toledana.
290. Con el título figuran los descendientes del primer señor jurisdiccional de
Orgaz: Alvar Pérez de Guzmán, Alfonso Pérez de Guzmán y un segundo Alvar
Pérez de Guzmán; vid. ). P. MOLÉNAT, .Des Beni 'Abd al-Malik ... », cit., pp.
267-269.
291. Las vicisitudes de este señorro han sido recientemente estudiadas en A.
FRANCO, El señorfo toledano de Montalbán, Madrid, 1992.
292. Don Gutierre de Cárdenas, hombre de confianza de Isabel 1, compró la villa
de Maqueda a Alfonso Carrillo de Acuña, sobrino del arzobispo toledano del
mismo nombre, en 1490; vid. S. MOXÓ, Los antiguos señorfos... , cit., p. 166.
128-
A lo largo de la segunda mitad del siglo XV el de los
Ayala fue el linaje mejor dotado jurisdiccionalmente para
desarrollar su poder en Toledo. Contaba con una posición pre-
dominante en la ciudad, gracias al desempeño de oficios con-
cejiles de gran influencia, podía apoyarse en una potente base
militar cercana a la ciudad -Guadamur con su castillo; la pose-
sión de Huecas y Fuensalida ofrecía la posibilidad de bloque-
ar el principal camino que conectaba a Toledo con la Meseta
norte y de controlar la impotante vía fluvial del Guadarrama.
El estado de Fuensalida era, aunque relativamente disperso, un
conjunto señorial lo suficientemente sólido como para garan-
tizar una base segura para el despliegue del poder de los Ayala
en Toledo.
6.5. CONCLUSiÓN
- 129
CONCLUSIONES GENERALES
- 131
importantes, la consolidación del patrimonio y del señorío y la
adquisición del título condal de Fuensalida.
Por último, los sucesores del primer conde de
Fuensalida -Pedro López 111, pero sobre todo Pedro López IV-
consiguieron perpetuar la autoridad del linaje, fundamental-
mente basándose en la sólida alianza de la Monarquía, la
cual, cada vez más presente en la ciudad intervino en ella,
estabilizando para largo tiempo las relaciones de poder que a
lo largo del siglo XV habían sido básicamente inestables.
132 -
APÉNDICE DOCUMENTAL
- 133
DOCUMENTO N2 1
-135
dos en 210.000 mrs., e las lavares de Morillas pongo en
100.000 mrs. Y lo de Ameyugo pongo en 80.000 mrs. Así
serán 120.000 mrs. y pues ha de tomar 150.000 mrs. a Pero
López, su hermano, fíncanle [ ) de su suerte, en 270.000 mrs.
Las labores que ficimos io e Doña Leonor en Quixana en lo de
los maiorazgos, creo según derecho que gelo non podemos
contar, ca labramos en lo ageno. Quiero e mando que Doña
Leonor, mi muger, en su vida tenga e posea todo lo de Tierra
de Toledo que compramos ella e io, e más en Morillas, e
Quartango, e Ameyugo, e Balluercanas, e las compras de
Varacaldo, e lo que Doña Leonor compró en su Salvatierra;
pero que ello non lo pueda vender nin enagenar a mis hijas.
Pongo que aya cada uno que aya [sic) 250.000 mrs. de mone-
da vieja. Doña María llevó 300.000 mrs.; los de más dimos
gelos de mejoría del tercio quinto de nuestro haver; ca lo
podemos facer, asi es pagada. Doña Elvira es pagada de otras
250.000 mrs. Doña Sancha, mi fija, e mis nietas, que las cum-
plamos a este respeto e fagan su quenta. E sobresto pido e
ruego a Doña Leonor, mi muger, que en todo esto ella sea
ygualadera entre sus fijos en la manera que le io mando. E
desto otorgué esta carta ante Juan Sánchez de Xerez, escriva-
no del Reí e su notario público en la su Corte, y en todos los
sus Reinos, y ante los testigos de yuso escripto, la qual io firmé
y sellé con mi sello. Fecha la carta en Calaorra primero día de
Diciembre, año del nascimiento de nuestro señor Jhesuchristo
de 1406 años. Testigos rogados que fueron presentes: Gonzalo
Ruiz e Juan Román, clérigos beneficiados en la Iglesia de
Santiago de Calaorra; e Martín Ochoa, racionero de la Iglesia
de Santa María de la dicha Ciudad; e Miguel Ortiz e Johan
Pérez e Antón Pérez, capellanes de la dicha Iglesia; Estevan
Felis, casero del dicho señor Pero López e otros. E ruego e
pido por merced a la dicha Doña Leonor, mi muger, que le
plega de todo esto. Pero López (firma).
136 -
dicho Juan Sánchez de Xerez, escribano del Rei e su Notario
público en la su Corte y en todos sus Reinos, e ante los testi-
gos de yuso escriptos el dicho señor Pero López dijo que
conoscía e conosció que dejava en poder de Doña Leonor de
Guzmán, su muger, esto que aquí dirá: 237.000 mrs. de mone-
da vieja en dineros e 1.000 quintales de ferro y plata dijo que
tenia de consuno él y la dicha su muger; e que pedía a mí el
dicho Johán Sánchez Notario sobre dicho que diese del lo ins-
trumento o instrumentos públicos signados con mi signo; de lo
qual firmó en mi presencia e de los dichos tres de su nombre
un escripto el qual io tengo en mi poder. Testigos que fueron
presentes: Johán Ruiz de Villaba, escribano del Rey e Lope de
Montoia e Martín de Ycoria e Pedro de Soliguren e Mingo de
Gorrela, escuderos del dicho señor Pero López. E yo Johán
Sánchez de Xerez, escrivano del Rey e su Notario público en
la su Corte y en todos los sus Reynos, con los dichos testigos
fui presente a todo esto que sobre dicho es, e a ruego e otor-
gamiento del dicho señor Pero López fiz escrivir o escrivir [sic]
esta escriptura pública, en la qual puse mi nombre e este mío
signo a tal en testimonio de verdad so testigo. Johán Sánchez.
-137
DOCUMENTO Nº 2
- 139
segund dicho es. E mi men;ed e voluntad es que en qualquier
manera quel dicho ofic;:io de Alcaldía mayor, así por muerte
del dicho vuestro padre como por vos lo él renunc;:iar en su
vida, o vos lo diere de su libre voluntad o en otra qualquier
manera ayades el dicho ofic;:io de alcaldía, con toda la qui-
tac;:ión e salario, e con todos los derechos que a él pertenesc;:en
e pertenesc;:er deven en qualquier manera, así de fecho como
de derecho, segund que mejor e más complidamente tiene ay
día el dicho ofic;:io el dicho vuestro padre e se contiene en la
carta de merc;:ed quel dicho señor Rey mi padre dello le fiso, e
en las otras cartas que sobre ello le mandé dar se contiene.
E yo, asy de entonc;:e como de agora, bien así como si
estoviese vacado el dicho ofic;:io, vos fago merc;:ed dél para que
lo ayades libre e desenbargadamente; e quando el dicho vues-
tro padre lo renunc;:iare en su vida e vacase por su muerte o en
otra qualquier manera. E por esta mi carta o por el traslado
del/a, signado de escrivano público, mando a los de mi
Consejo e a los oidores de la mi Audiencia, e al mi Chanc;:eller
e notarios e a los otros que están a la tabla de los mis sellos; e
a todos los otrso conc;:ejos ejueses e alcaldes e alguasiles,
maestres de las ordenes, priores comendadores e sus comen-
dadores, alcaydes de los castillos e casas fuertes, e a los regi-
dores e jurados e alguasiles e otros ofic;iales qualesquier de !a
dicha c;:ibdad de Toledo, e de todas las c;:ibdades e villas e laga-
res de los mis regnos e señoríos, que vos aya n e resc;:iban por
mi alcalde mayor de Toledo en lugar del dicho vuestro padre
[ 1 por su muerte o en otra manera qualquier, o en renunc;:ián-
dolo en vos e dándovoslo en su vida el dicho vuestro padre,
segund dicho es; e usen con vos dende en adelante, e con 105
otros alcaldes e ofic;:iales quales quier que vos por vos pusyé-
redes para usar del dicho ofic;:io, así en lo c;:ivil como en lo cri-
minal, e vengan a vuestros enplasamientos e llamamientos e
suyos, e cumplan vuestras cartas e mandamientos e suyos a los
plasos e por las penas que les pusyéredes e pusyeren segund
que mejor e más conplidamente usaron e usan con el dicho
Pero lopes de Ayala, vuestro padre e con los alcaldes e otros
ofic;:iales quél tiene en el dicho ofic;:io, e con todos los otros
alcaldes que antes dél fueron en el dicho ofic;:io de alcaldía, e
140 -
vinieron a sus enplasamientos e cumplieron sus cartas e lla-
mamientos. E para lo qual todo e cada cosa dello faser, así en
lo cevíl como en lo criminal vos yo do poder complido con
todas las sus juridec;:iones e dependenc;:ias e [ l.
E otros y mando a todos los conc;:ejos, e alguasíles, e
regidores, e jurados, e omes buenos fijosdalgo e labradores
que agora son e serán de aquí adelante en la dicha c;:ibdad de
Toledo e en los logares de su tierra e juridic;:ión, que vos ayan
por mi alcalde mayor de la dicha c;:ibdad de Toledo e usen con
vos el dicho Pedro de Ayala en ella, e con los alcaldes e ofic;:ia-
les que vos por vos pusiéredes, e que vos paguen e fagan
pagar, e recudan e fagan recudir con todos los salarios e qui-
tac;:iones e rentas e derechos e ayudas e salarios e todos los
otros derechos que en qualquier manera e por qualquier rasó n
pertenesen al dicho ofic;:io de la alcaldía, segund que mejor e
más complidamente recudan e recudaren de cada año, e
pagan al dicho Pero Lopes vuestro padre; lo qual es mi merc;:ed
que fagan e cumplan, así después del finamiento del sicho
vuestro padre, como e quando el dicho Pero Lopes vuestro
padre lo renunc;:iare en vos por ante escrivano público, o le
pluguiere de vos lo dar, o vos lo diere asy en su vida como en
testamento o vacado por su muerte; e que lo fagan e cumplan
asy dexando en vos esta mi carta original, e tomando en sí el
traslado della signado de escrivano público, e sy vos deman-
dares otra mi carta o mandamiento alguno sobrello. E sobre
esto es mi merc;:ed que los sobredichos del mi Consejo, e los
dichos mis oydores, e chanceller e notarios, , e alcaldes, e
ofic;:iales, e conc;:ejos, e justic;:ias, e regidores, e cavalleros e
omes buenos de la dicha c;:ibdad de Toledo e de su tierra e juri-
dición, que no atiendan otro mi mandamiento ni carta algunos
sobre esta rasón. E mi merc;:ed e voluntad es que se cumpla
esto que yo mando, e vos el dicho Pedro de Ayala ayades e
gosedes cumplidamente dicha merc;:ed que vos yo fago segund
suso dicho es [ 1 ni levar otra mi carta ni mandamiento algu-
no, asy como sy agora estoviese vaco el dicho ofic;:io e vos yo
fisiese merc;:ed dé/. E mando a todos los susodichos que usen
con vos e con los dichos alcaldes e ofic;:iales que vos por vos
pusiéredes en el dicho ofic;:io de la alcaldía, así complidamen-
-141
te como usaron e usan con el dicho vuestro padre e con los
que él por sí ponía e pone en el dicho ofic;:io, e segund se con-
tiene en las cartas que el dicho Rey mi padre sobre ello mandó
dar al dicho Pero Lopes vuestro padre. E otrosí, por facer bien
e merc;:ed al dicho Pero Lopes vuestro padre, es mi merc;:ed que
si el dicho Pero Lopes en su vida vos lo renunc;:iare, o en otra
qualquier manera vos oviere del exerc;:ic;:io del dicho ofic;:io e
en su vida acaec;:iere finamiento de vos el dicho Pedro de
Ayala antes que del dicho vuestro padre, que aya el dicho
vuestro padre el dicho ofic;:io de alcaldía con todos los dere-
chos, segund que oy día lo tiene sin levar otra mi carta ni man-
damiento alguno. E yo desde agora como de entonc;:e e de
entonc;:e como de agora le fago merc;:ed de la dicha alcaldía e
prometo por mi fe real que si vos el dicho Pedro de Ayala fina-
des antes que el dicho vuestro padre de no dar el dicho ofic;:io
de alcaldía a otra persona alguna, e de la dexar al dicho vues-
tro padre Pedro Lopes para que la aya segund que oy día la
tiene. E los unos nin los otros non fagades ende al en alguna
manera so pena de la mi merc;:ed e de dies mili maravedíes a
cada uno para la mi Cámara; e si algund defecto ay en esta
merc;:ed que vos yo fago por no ser agora vaco el dicho ofic;:io
de alcaldía, por ser bivo el dicho Pedro Lopes vuestro padre e
non vos lo aya dado ni renunc;:iado el dicho vuestro padre, yo,
de mi poderío real absoluto dispongo con el tal defecto. E es
mi merc;:ed que vos non [l. E todavía es mi voluntad que aya-
des el dicho ofic;:io en lña manera sobredicha. E mando, so la
dicha pena, a todos los dichos ofic;:iales, e chanceller e nota-
rios, e otros ofic;:iales que están a la tabla de los mis sellos, que
vos den, e libren e sellen mis previllejos e cartas las que sobre
todo ello oviéredes menester, e que vos non demanden por
ello chanc;:ellería alguna, que yo vos fago merc;:ed della. Dada
en Torquemada, tres días de abril, año del nac;:imiento de nues-
tro salvador Jesucristo de mili e quatroc;:ientos e treinta años.
Yo, el Rey. Yo, Diego Romero, la fis escrivir por mandado de
nuestro señor el Rey.
142 -
DOCUMENTO NI! 3
-143
señor Rey, e el bien e pro común desta dicha ~ibdad, e segund
quien somos e los linages do venimos, nunca a Dios plaserá
quel contrario desto nos nin alguno de nos fagamos nin jamás
aya pasado por nuestro pensamiento. Pero porque las tales
informa~iones non puedan mover a su Altesa en sospecha de
sus servidores, por la presente escriptura, de nuestras propias,
libres, agradables, espontáneas voluntades, nos e cada uno de
nos prometemos e seguramos a fe de caballeros, a vos el dicho
señor Arzobispo, en nombre del dicho señor Rey, que faremos
e guardaremos, e compliremos de aquí adelante las cosas
infraescriptas en la forma que se sigue:
Que seremos unánimes e conformes para guardar, e
que nos a cada uno de nos guardaremos bien e verdadera-
mente el servi~io del sicho señor Rey, en todas las cosas e con-
tra todas las personas del mundo, e que compliremos e sere-
mos en que se complan sus cartas e mandamientos, e que
guardaremos, honraremos e acataremos al dicho Alfonso
Destúñiga, Asistente en la dicha ~ibdad, como a persona que
representa en ella la persona del dicho señor Rey, en tanto que
en ella estoviere, e después a otra cualquier persona que su
Altesa en la dicha ~ibdaden su nombre pusiese.
Item, que nos e cada uno de nos seremos unánimes e
conformes para guardar, e que guardaremos de aquí adelante
la dicha ~ibdad de Toledo por el dicho señor Rey e para él, e
non faremos nin seremos en que personas nin personas algu-
nas de qualquier dignidad, qualidad, preeminenc;:ia o dignidad
que sean se apoderen de la dicha ~ibdad nin de cosa alguna o
parte della, mas antes a todo nuestro leal e verdadero poder
fa remos e trabajaremos con todas nuestras fuerzas que la
dicha c;:ibdad e sus fortalezas estén siempre por el dicho señor
Rey e non por otra persona alguna, segund e por la forma e
manera que su Altesa lo mandare e ordenare e quisiere que
estén, para lo qual nos e cada uno de nos daremos todo favor
e ayuda por nuestras personas e gentes e casas, e si sopiére-
mas o nos fuere dicho e movido alguna cosa que en contrario
desto sea o ser pueda, luego que lo sopiéremos, lo comunica-
rem()s los unos con los otros e lo faremos saber al dicho
Rey nuestro señor, e a su Asistente e justic;:ia que aquí estovie-
144-
re, e lo obiaremos e resistiremos con todas nuestras fuerzas e
poder.
Item, que de aquí adelante seremos unánimes e con-
formes, quitados todos los odios y rencores pasados, para el
bien vevir en la dicha ¡;ibdad los unos con los otros, todos con
el uno e el uno con todos, e para dar paz e sosiego en ella. E
si acaescieren roidos, divisiones e escándalos ente cualesquier
de nosotros o de la dicha ¡;ibdad, que luego que lo sopiére-
mas, faremos, trabajaremos por quedar paz e concordia, e
pacificar e sosegar a los que así debatieren, sin ayudar algunas
de las partes. E otrosí faremos e seremos en que la justi¡;ia se
guarde a cada una de las partes sin par¡;ialidad alguna, e que
los culpados sean entregados a la justic;:ia para que sean casti-
gados e punidos por vía jurédica, segund la qualidad de sus
delitos o esceso, por manera que la concordia de entre noso-
tros en la dicha c;:ibdad siempre quede firme e estable e la
dicha c;:ibdad esté en paz e sosiego, para ejecuc;:ión de lo qual
daremos todo favor e ayuda a la justic;:ia del Rey nuestro señor
cada e quando nos lo requiriere.
Lo qual todo, e cada cosa e parte dello nos los sobre-
dichos e cada uno de nos juramos a Dios e a Santa María e a
las palabras de los Santos Evangelios doquier que están e a
esta señal de cruz (+) que corporalmente con nuestros dere-
chos tañemos, e fase mas voto solepne a la casa santa de
Jerusalem, e so pena de ir a ella en persona si lo contrario fisié-
remos, lo que Dios no quiera, de tener e guardar e complir e
faser e que tememos e guardaremos e compliremos e faremos
e trabajaremos bien e leal e verdaderamente, cesante toda
arte, cautela, fraude, engaño e toda otra cosa que en contrario
sea o ser pueda, e que no iremos nin vernemos nin pasaremos
contra ello, nin contra parte dello en algund tiempo nin por
alguna manera, causa, rasón o color que sea o ser pueda, non
embargante cualesqquier escripturas, juramentos o confede-
rac;:iones que con cualesquier personas tengamos fechas nos o
cualquier de nos que en contrario de lo susodicho o de cual-
quier cosa o parte dello son o puedan ser. Del qual dicho jura-
mento e voto juramos e prometemos en la forma susodicha de
non pedir absoluc;:ión, dispensac;:ión nin conmuta¡;ión nin rela-
- 145
ja¡;:ión a nuestro Santo Padre nin a otro jues alguno, nin la reci-
biremos nin usaremos della en caso que nos sea otorgada de
propio motu o en otra qualquier manera. E demás, nos e cada
uno de nos fasemos pleito e omenage como cavalleros e ames
fijos-dalgo una e dos e tres veces, segund fuero e costumbre
Despaña, en las manos de vos dicho señor Arzobispo, que
estad es presentes e lo de nos e de cada uno de nos lo recibi-
des, de guardar e que guardaremos todo lo susodicho, e cada
cosa dello, entera et complidamente, so pena si lo contrario
fisiéremos, lo que Dios non quiera, seamos por ello nos, o
cualquier de nos que lo así non guardáremos o contra ello fué-
remos o pasáremos en manera alguna, avidos por perjuros e
infames e fementidos, e caigamos en caso de menos valer, e
con otras las otras penas e casos en que incurren los que que-
brantan juramento e pleito e omenage fecho a su Rey e Señor.
E desto otorgamos dos escripturas en un tenor, la una
para que vos el dicho seña Arzobispo leveis al dicho señor
Rey, e la otra para que quede en nosotros, por donde nos aya-
mas de regir, las quales firmamos de nuestros nombres e sella-
mos con nuestros sellos, e otorgámosla ante Alvar Gomes,
Secretario del dicho señor Rey. Que fueron fecha e otorgadas
en la dicha c;:ibdad de Toledo, seis días de Octubre, año del
nascimiento del Nuestro Señor Jesucristo de mili e quatro¡;:ien-
tos e ¡;:inquenta e ocho años.
Testigos que fueron presentes, los unos de los otros, et
los otros de los otros: Alfonsus. Pero Lopes. Luis de la Cerda.
Fernando de Ayala. Johán de Ayala. Ferrando. Johán de Luján.
El Conde de Cifuentes. Arias Silva.
Este dicho día, seis días de Octubre del dicho año,
fiso este mismo juramento e pleito e omenaje en manos del
dicho señor Arzobispo, Álvaro de Toledo, lagar teniente de
Alguasil desta dicha ¡;:ibdad, testigos los susodichos: Álvaro de
Toledo.
E yo el dicho Alvar Gomes de <;:iudad-Real, Secretario
de nuestro señor el Rey, e del su Consejo, fui presente quando
los dichos Asistente, e Conde, e Pero Lopes, e Luis de la Cerda,
e don Alvar Peres, e don Fernando de Ávalos, e Johán de
Ayala, e Fernando de Ribadeneira, e Arias Gomes de Silva, e
146 -
Johán de Luján, e Álvaro de Toledo, logar teniente de Alguasil,
en esta scriptura contenidos, la otorgaron e fisieron el dicho
juramento e pleito e omenage en manos del dicho señor
Arzobispo e por su pedimiento, ruego e mandado, fise aquí
este mío signo en testimonio: Alvar Gomes.
- 147
En XV días del dicho mes de Disiembre: Johán
Carrillo, fijo de Alonso Carrillo. Johán Ferrin, fijo de Diego
Ferrin.
En XXII díasde Enero de LlX años: El Mariscal Payo de
Rivera.
En cinco días de Febrero del dicho año: Pero de
Ayala, Comendador de Mora.
En XXII días del dicho mes de Febrero: Pero Gomes
Barroso.
En XXII días del dicho mes de Febrero: Lope
Destúñiga, Comendador, fiso el dicho pleito-omenage.
148 -
DOCUMENTO NQ 4
-149
yo por la presente vos pongo e do poder conplido al dicho
Pero López de Ayala para las executar en vuestras personas e
bienes.
E otrosí do poder conpl ido al dicho Pero López para
que de mi parte pueda mandar salir desa dicha \=ibdad e sus
términos a todas e qualesquier personas, así eclesiásticas
como seglares, que él entienda que cunple a mi servi\=io, a las
quales dichas personas e a cada lino dellos quel dicho Pero
López así mandase de mi parte salir desa dicha \=ibdad por
esta dicha mi carta o por su traslado signado, como dicho es,
mando que salgan fuera della, por el tienpo e leguas e derre-
dor e so las penas quel dicho Pero López les pusiese e man-
dare poner de mi parte, las quales yo por la presente les
pongo. E como dicho es, do poder conplido al dicho Pero
López para las executar en sus personas e bienes.
E otrosí porque entiendo que cunple a mi servic;:io e
al pro e bien común desa dicha \=ibdad, por esta mi carta
mando e defiendo firmemente a los jurados e diputados desa
dicha \=ibdad e a cada uno dellos que non se junten lleguen
en eglesias nin casas nin en otra parte alguna, sino solamen-
te en la casa del Ayuntamiento desa dicha \=ibdad y esto el
sábado de cada semana e non más segund que es acostum-
brado, e que el dicho Ayuntamiento non fagan nin ordenen
en él cosa alguna salvo estando presente el dicho Pero López
o la persona que él para ello diputare. E otrosí mando e
defiendo a todos los vezinos e moradores desa dicha c;:ibdad
de qualquier estado o condic;:ión, preheminenc;:ia o dignidad
que sean, que non junten en sus perrochias nin en otras par-
tes algunas con armas nin sin armas en otra manera salvo
solamente seyendo primeramente requeridos por el dicho
Pero López o por quien su poder oviese, e que los dichos
jurados e diputados e todos los otros vezinos e moradores de
la dicha c;:ibdad nin alguno dellos non fagan los dichos ayun-
tamientos salvo en la manera suso dicha, so pena de la mi
merc;:ed e de perder sus cuerpos e de privación de los ofic;:ios
e de confisca\=ión de los bienes de los que lo contrario fizie-
ren para la mi cámara, lo qual todo por ese mismo fecho e
por este mismo derecho sin otra senten\=ia nin declarac;:ión
150 -
alguna sea confiscado e aplicado, e lo yo aplico e confisco
para la mi cámara e fisco.
E otrosí vos mando que cada que el dicho Pero López
entendiere que cunple a mi servi¡;:io, vos juntedes poderosa-
mente con él por vuestras personas e con vuestras gentes e
armas e le dedes e fagades dar todo el favor e ayuda que vos
pidiere e menester oviere, e que en lo dicho nin en parte dello
non pongades nin consintades poner enbargo nin contrario
alguno.
E por quanto al presente non ay Alguazil mayor en la
dicha ¡;:ibdad, por la presente mando e do poder conplido al
dicho Pero López para que pueda revocar o quitar, si enten-
diere que cunple a mi servi¡;:io, qualesquier dellos e poner otro
o otros en su lugar, e aquél o aquéllos que él nombrare o
posiese es mi mer¡;:ed e mando que los res¡;:ibades por mis
alguaciles en la dicha t;ibdad e usedes con ellos en los dichos
ofi<;ios e los recudades e fagades recudir con los derechos e
salarios al dicho ofi<;io pertenest;ientes.
E los unos nin los otros non fagades nin fagan ende al
por alguna manera so pena de la mi merc;ed e de las penas
susodichas. E mando so la dicha pena a qualquier escrivano
público que para esto fuere llamado que dé ende al que la
mostrare testimonio signado porque yo dsepa en como se cun-
pie mi mandado.
Dada en la muy noble e leal ¡;:ibdad de Toledo a qua-
tro días del mes de Jullio, año del Nas<;:imiento del Nuestro
Señor Jesu Christo de mi" e quatro<;:ientos e setenta e ocho
años.
Yo, el Rey. Yo, Johán de Oviedo, secretario del Rey
nuestro señor, la fiz escrivir por su mandado.
-151
DOCUMENTO N2 5
- 153
las amas, gracias e mercedes, franquezas e libertades, prehe-
minencias , dignidades e prerrogativas que an e gozan e son
guardadas a los otros Condes de mis Reinos, e seades rezivido
a todos los autos e cosas a que ellos son e deven ser rezividos.
E por esta mi carta e por su traslado signado de escrivano
público, mando a la princesa doña Juan mi mui chara y muy
amada fija e a los Perlados, Duques, Condes, Marqueses,
Ricoshombres, Maestres de las hórdenes, Priores,
Comendadores e a los de mi Consexo e oidores de la mi
Audiencia, Alcaldes e Notarios; e a otros justicias e oficiales
quales quier de la mi casa, Corte e Cancillería, e a los mis
Mariscales, e Reies de Armas, farautes, e l L e a los subco-
mendadores, Alcaides de los Castillos e casas fuertes e llanas,
e a todos los Conzejos, Alcaldes e Alguaciles, villas e lugares
de los mis reinos e señoríos e a otras qualesquier personas mis
vasallos e súbditos e naturales de qualquier estado, condición,
preeminencia o dignidad que sea e a cada uno dellos, que de
aquí adelante vos ayan e tengan por Conde de la dicha
Fuensalida e vos llamen e intitulen Don Pedro López de Aiala,
Conde de la dicha villa de Fuensalida, e vos reciban a todos
los actos e cosas a que los otros Condes de mis reinos son e
deven ser recevidos, e vos guarden e fagan guardar todas las
cosas susodichas que a los otros Condes de mis reinos son e
deven ser guardadas, e después de vos a los que la dicha vues-
tra casa e maiorazgo heredaren, e que vos non vayan ni pasen,
ni consientan yr ni pasar aora ni de aquí adelante en tiempo
alguno, ni por alguna manera, ca yo por esta mi carta os fago
e creo Conde de la dicha Fuensalida, e vos do el dicho título
para vos e los que la dicha vuestra Casa e maiorazgo hereda-
ren, según dicho es; e vos fago por ygual de los otros Condes
de mis reinos para todo lo susodicho e para cada cosa dello;
sobre lo cual mando a mi Canceller, Notarios e los otros mis
oficiales que están a la tabla de mis sellos, que vos den, e
libren, e pasen, e sellen mi Carta de previlegio lo más firme y
bastante que los pidiéredes e haviéredes menester. E los unos
nin los otros no fagan ende al por alguna manera so pena de
la mi merced, e de pribación de los oficios, e de confiscación
de los vienes de los que lo contrario hicieren para la mi
154-
Cámara. E demás mando al escribano que les esta mi carta
mostrare, que los emplace que parezcan ante mí en la mi
Corte, do quiera que yo sea del día que los emplazare hasta
quince días primeros siguientes so la dicha pena; so lo cual
mando a qualquiera escribano público que para esto fuere lla-
mado que dé el que ende se le mostrare testimonio signado
con su signo para que yo sepa en cómo se cumple mi manda-
do. Dado en Segovia a 20 días de Noviembre, año del naci-
miento de nuestro Señor Jesucristo de 1470 años. Yo, el Reí.
Yo, Juan de Oviedo, secretario del rei, nuestro señor, la fice
scrivir por su mandado.
-155
DOCUMENTO N!! 6
- 157
mas en estorbar los dichos inconvenientes; acordamos todos
unánimes y conformes, de un acuerdo y voluntad, que todos
los caballeros hijosdalgo de esta cibad, así los que agora están
en ella como los que a ella nuevamente vinieren, juren por sí
y por los que cada uno de ellos llamare o vinieren de fuera de
la cibdad en su favor y ayuda, en manos de un sacerdote por
ante notario, y reciban sobre sí sentencia de excomunión, la
qualluego ponga el vicario del señor Arzobispo, y hagan pley-
to-homenage en manos de un caballero, según fuero de
España, so pena de caer en mal caso, que agora nin en ningún
tiempo del mundo si en esta cibdad, lo que Dios no quiera,
oviere algún alboroto o escándalo o ruido, non consentirán
que ellos, ni sus parientes, ni amigos, ni criados, ni valedores,
ni allegados ni otra persona alguna de esta cibdad, ni de fuera
de ella, tiren espingardas, ni pólvora, ni arcos con frechas, ni
tiro grande ni pequeño de pólvora, ni otra ninguna especie de
artillería, ni lo saquen por calles, ni de dentro de casa tiren a
la calle de manera que puedan ofender a nadie con ello, así
en casas como en calles, como en otra parte alguna, ni se
ponga ni pueda poner fuego de ninguna especie ni calidad
que sea en ninguna parte de dicha cibdad, ni se pueda inter-
pretar ni dar otro entendimiento a esta escritura salvo que en
ninguna vía ni forma no se puedan tirar los dichos tiros, ni
sacar ni tomar para los dichos ruidos, ni alborotos, ni escán-
dalos, ni ayuntamientos de gentes, ni se poner ni echar fuego
en manera alguna, y qualquier que tirare con vallesta, o espin-
garda, o arco de frecha o tiro de pólvora grande ni pequeño,
o pusiere o echare fuego, aunque no mate ni hiera con el
dicho tiro que tirare o fuego que pusiere, muera por ello y sus
bienes sean confiscados para la cámara del rey; y si lo sacare
o tomare en alguna casa para salir a lo que dicho es, aunque
no tiren le corte la mano por ello, y que todos los dichos caba-
lleros y hijosdalgo, so cargo del juramento y so las penas ya
dichas en esta escritura, luego que supiere que alguna perso-
na o personas van contra lo susodicho, de qualquier estado
que sean, ansí de los de su parte como los de la otra, o lo con-
sintiere a otras personas quebrantar, trabajará de lo prender y
entregar a la justicia para que se execute en el tal delinquente
158 -
la pena arriba dicha, y que esta misma pena haya el que con-
sintiere o permitiere que esta escritura se quebrante por nin-
guna forma. E so cargo del juramento e penas dichas, no roga-
rán ni echarán quien ruegue por los culpados que esto que-
brantaren o estorbaren por ninguna vía, directe ni indirecte,
que no sean castigados.
La qual dicha concordia queremos que dure entre
nosotros, y hijos, y nietos, y de todos los que a ella vinieren de
fuera, y dende en adelante para siempre jamás, y queremos
que de este asiento se saquen dos instrumentos firmados del
notario ante quien pasa, y de los señores y caballeros que en
ello fueren, y que el uno tenga el cabildo de la Santa Iglesia de
esta cibdad, y el otro esté en los libros del Ayuntamiento de la
cibdad para que tengan cuidado de hacer cumplir y guardar
so las dichas penas esta escritura, pues ellos fueron los move-
dores para que este asiento se hiciese, e el vicario del reve-
rendísimo señor Arzobispo de Toledo declare que ninguna
persona de mayores ni menores que fuera contra lo susodicho
no goce de la corona ni sea habido por clérigo dende adelan-
te.
- 159
guardar y cumplir por sí y por sus parientes y amigos, e cria-
dos, e valedores, e por los que vinieren en su favor e ayuda, e
su llamado, esta dicha escritura y capitulación en todo y por
todo, según que en ella se contiene, y echándoles la confusión
del dicho juramento, ellos e cada uno dellos respondió e dixo:
«sí juro y amén». Yel señor Johán Carrillo, regidor de la dicha
cibdad de Toledo, dixo que lo pedía e pidió por testimonio.
Testigos que fueron presentes: el reverendo señor prothonota-
rio Don Alons-Yáñez, capiscol e canónigo de la dicha Sancta
Iglesia de Toledo; e Antón González, clérigo, capellán del
dicho señor arcediano Quintana-palla; e Antón Ruiz, escriba-
no público; e Pedro de Toledo; e Diego Vázquez; e Diego
López; e Alons Álvarez, vecinos de la dicha cibdad de Toledo,
para ello llamados e rogados.
E luego incontinenti el dicho señor conde de
Fuensalida e todos los susodichos señores y caballeros hicie-
ron pleyto-homenaje en manos del dicho Johán Carrillo, regi-
dor, una e dos e tres veces, según fuero de España, que ellos e
cada uno dellos, como caballeros fijosdalgo ternán e guarda-
rán e complirán esta dicha escritura e capitulación en todo e
por todo, según que en ella se contiene, e harán que sea guar-
dada e complida por sus parientes, e amigos, e criado, e por
todos los que vinieren en su favor e ayuda y a su llamado; y el
dicho Johán Carrillo lo pidió ansí por testimonio, testigos los
susodichos.
160 -
con su mano derecha e cada uno dellos corporalmente toca-
ron en manos del reverendo señor el licenciado Don Johán de
Quintana-palla, arcediano de Cuéllar, canónigo de la dicha
Sanca Iglesia de Toledo, e por las palabras de los Sanctos
Evangelios, de tener e guardar e complir por sí e por sus vale-
dores, e parientes, e amigos, e criados, e por los que vinieren
en su favor e ayuda e a su llamado, esta dicha escritura e capi-
tulación en todo e por todo, según que en ella se contiene e
echándoles la confusión del dicho juramento, ellos e cada uno
dellos respondió e dixo: «sí juro e amén»; por lo qual en como
pasó, el señor Vasco Suárez dixo que lo pedía, e pidió ansí por
testimonio. Testigos que fueron presentes: los reverendos seño-
res Don Johán de Bustamante, obispo de Acadia, y el sobredi-
cho señor prthonotario don Alonso Yáñez, capiscol e canóni-
go de la dicha Sancta Iglesia de Toledo, e el dicho Antón
González, capellán del dicho señor arcediano Quintana-palla,
e Luis de Aguirre, alguacil mayor, e el jurado Miguel de Hita,
vecinos de la dicha cibdad de Toledo, para ello llamados e
rogados.
E luego incontinenti el dicho señor conde de
Cifuentes e todos los susodichos señores e caballeros que con
él estaban, hicieron pleyto-homenaje en manos del dicho
señor Vasco Suárez una, dos e tres veces hasta nueve veces,
según fuero de España, que ellos e cada uno de ellos como
caballeros hijosdalgo ternán, e guardarán e complirán esta
sobredicha escritura e capitulación en todo e por todo, según
que en ella se contiene, e harán que sea guardada e complida
por sus parientes e amigos, e criados e por los que vinieren en
su favor e ayuda e a su llamado; y el susodicho Vasco Suárez
lo pidió ansí por testimonio, testigos los susodichos.
- 161
regidor, e Don Johán de Ayala, e Diego Pérez de Ribadeneyra,
e juraron en forma debida de derecho, por Dios y por Sancta
María, y por la señal de la Cruz que corporalmente con su
mano derecha tocaron en manos de mí el dicho notario, e por
las palabras de los Sanctas Evangelios, de tener, e guardar, e
complir por sí e por sus parientes, e amigos, e criados, e vale-
dores, e por los que vinieren en su favor e ayuda e a su lla-
mado, esta sobredicha escritura en todo e por todo según que
en ella se contiene, y echándoles la confusión del dicho jura-
mento ellos e cada uno dellos respondió e dixo: «sí juro e
amén». E los dichos señores Johán Carrillo, regidor, e Vasco
Suárez lo pidieron por testimonio. Testigos que fueron presen-
tes: Pero Suárez, físico, e maestre Johán Francés, herrero, veci-
nos de la dicha cibdad de Toledo, para ello llamados e roga-
dos.
E luego incontinenti los dichos señores Don Carlos e
Diego Carda de Cisneros, regidor, e Juan de Osario, hicieron
pleito-homenaje en manos del dicho Vasco Suárez, e todos los
otros señores en manos del señor Johán Carrillo, una e dos e
tres veces, hasta nueve veces según fuero de España, que ellos
e cada uno de ellos como caballeros hijosdalgo temán e guar-
darán e complirán esta dicha escritura e capitulación en todo
e por todo, según que en ella se contiene, e harán que sea
guardada e complida por sus parientes, e amigos, e criados, e
por todos los que vinieren en su favor e ayuda, e a su llama-
do; y los dichos señores Johán Carrillo e Vasco Suárez lo pidie-
ron ansí por testimonio, testigos los susodichos.
162 -
dixo: «sí juro e amén». Y el dicho señor Vasco Suárez lo pidió
ansí por testimonio. Testigos que fueron presentes: el bachiller
Johán Álvarez Guerrero, alcalde mayor" e Luis de Aguirre,
alguacil mayor, e Andrés de Ortega, escribano público, e
Alonso Francés, alguacil, vecinos de la dicha cibdad de
Toledo, para ello llamados e rogados.
E luego incontinenti el dicho Don Pedro de Castilla
hizo pleito-homenaje en manos del dicho señor Vasco Suárez,
una e dos e tres, hasta nueve veces, según fuero de España,
que como caballero hijodalgo terná e guardará e cumplirá esta
dicha escritura e capitulación, en todo e por todo, según que
en ella se contiene, e hará que sea guardada e complida por
sus hijos e parientes, e amigos, e criados, e valedores, e alle-
gados. El dicho Vasco Suárez lo pidió ansí por testimonio, tes-
tigos los sobredichos.
- 163
Guerrero, alcalde mayor, y Luis de Aguirre, jurado e alguacil
mayor, y el comendador Francisco Suárez, e Tello Palomeque,
e otra mucha gente aiuntada, por mí el dicho escribano fue
leyda la dicha capitulación, e pregonada a altas voces por
Andrés Dávila, pregonero, según costumbre, y ansí pregonada
el bachiller Diego Martínez Ortega, jurado, en voz y nombre
del pueblo dixo que lo pidía e pidió ansí por testimonio.
Testigos: Andrés Hernández de Oseguera e Andrés Ortega,
escribanos públicos, e Alonso Francés e Johán Calderón,
alguaciles, e Nicolás de Yepes, tundidor, e otros muchos veci-
nos de Toledo.
E luego incontinenti en la dicha cibdad de Toledo, en
la plaza de los Cambios de las Cuatro Calles, estando presen-
tes todos los dichos señores canónigos e caballeros, y el regi-
dor Peña, por mí el dicho notario fue leída la dicha capitula-
ción, e dado seguro pregón a altas voces, según de suso, por
Sebastián de Valverde, pregonero, por el dicho Andrés Dávila,
pregonero; e el dicho Diego Martínez Ortega, jurado, en nom-
bre y voz del pueblo, lo pidió por testimonio. Testigos:
Francisco Serrano e Alonso Francés, alguaciles, e Diego
Núñez, escribano público, e Christóbal de Orgaz, platero, e
otros muchos vecinos de Toledo.
E luego incontinenti en la dicha cibdad de Toledo, en
la plaza de Zocodober, estando presentes los dichos señores
canónigos e caballeros, por mí el dicho notario fue leída dicha
capitulación e dado tercero pregón a altas voces, según de
suso, por el dicho Andrés Dávila, pregonero. Y el dicho Diego
Martínez Ortega, jurado, en voz y nombre del pueblo, lo pidió
por testimonio. Testigos: Alonso Francés, alguacil, e Álvaro de
Torrijos, trapero, e Francisco de Madrid, mercader, e Andrés
Ortega, escribano público, e Francisco d'Úbeda, borceguine-
ro, e otros muchos vecinos de Toledo.
E luego incontinenti en la dicha cibdad de Toledo, día
e mes e año susodichos, en la plaza de Sancto Tomé de la
dicha cibdad de Toledo, estando presentes todos los dichos
señores canónigos e caballeros, por mí el dicho notario fue
leyda la dicha capitulación e dado quarto pregón a altas
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voces, según de suso, por el dicho Sebastián de Valverde, pre-
gonero, por el dicho Andrés Dávila. E el dicho Diego Martínez
Ortega, jurado, en nombre y voz del pueblo lo pidió por testi-
monio. Testigos, el dicho Andrés Ortega, escribano público, e
Ortega, mayordomo de Sancto Domingo el Real, e Diego
Téllez, e Álvaro de Torrijos, e el doctor Thomás, físico, e otros
muchos vecinos de Toledo.
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Copia digital realizada por el
Archivo Municipal de Toledo
Ju a n R a m 6 o P a L o ei a
H rr j ' 11 nacid en 1965
e li en 'iado en eografi'~ e
Hi toria p r l niver id d
omplurcn c de 1 ladrid y pr -
fe r t.Ie n eñaoLa ecundaria.
De de hace vario añ de arro-
lla una a [ividad in\'c rigad ra
vertebrada p r deje, funda-
mcnmk d tad de múltiple
implica ione: la iudad y la
bleza en la Edad I ledia'
limo de di ha activid, d on
algun rrabajo publi ad
c en ucmra el pre enre libro. En la a ruali-
dad ) el am l' de pliega un mplio pI' ye t de in\'e rige ión
ac r a del bicrn la dmini tra i ' n y la j dad de
ierra al hnaJ d I Medjc\' dand D rma • I
qu ' erá u t i d r mI.
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