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Los archivos del Estado:

qué son y cómo se tratan


Los archivos del Estado:
qué son y cómo se tratan

Alfonso Dávila Oliveda

ediciones trea
archivos Siglo XXI - 18

Colección dirigida por Joan Boadas i Raset

© Alfonso Dávila Oliveda, 2010

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Cubiertas: Impreso Estudio
Corrección: María Soledad Álvarez Izaguirre
Impresión: Gráficas Ápel
Encuadernación: Cimadevilla

Depósito legal: As. -2010


ISBN: 978-84-9704-489-4

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Índice

Preámbulo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

1. Origen del concepto archivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17


1.1. Los primeros pueblos indígenas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
1.2. La época colonial romana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
1.3. Bajo Imperio romano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
1.4. La Hispania visigoda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
1.4.1. La formación del tesoro hispano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
1.4.2. Los documentos de la Hispania visigoda . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
1.5. La invasión musulmana y el fin de los archivos de la Antigüedad . . . . 39
1.6. Los archivos de los reinos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
1.6.1. Los reinos de la Corona de Aragón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
1.6.2. La corona del reino navarro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
1.6.3. La corona castellanoleonesa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
1.6.3.1. La Cancillería Real . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
1.6.3.2. Audiencias y cancillerías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
1.6.3.3. El Consejo Real . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
1.6.3.4. Otros oficiales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
1.6.3.5. Órganos de control de la corona en la administración
territorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69

2. La formación de los archivos del Estado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71


2.1. Los archivos del Imperio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
2.2. El sistema archivístico de la monarquía central . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78
[8] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

3. Los archivos del Estado contemporáneo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85

4. Los archivos del Estado en la actualidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95


4.1. Archivos históricos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
4.2. Archivos administrativos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103

Acceso a los archivos del Estado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109


Preámbulo

El mito de Gerión nos habla de la existencia en la península ibérica en el


siglo viii a. de C. de una sociedad estructurada, con sus propias formas de
gobierno, justicia y un desarrollado sistema comercial basado en la agricul-
tura, la ganadería y la minería; sus excedentes habían generado circuitos
comerciales por el Mediterráneo, su flota era la única que podía surcar las
aguas más allá del océano, pero sobre su civilización se superpondrán diver-
sas culturas; al fin, la República romana se extenderá cual damnatio memo-
riae sobre cualquier vestigio del Imperio tartesio.
En el siglo iv d. de C. se inicia un periodo de transición a una nueva forma
de cultura propiciada por la propia desintegración del Imperio romano, na-
cen nuevas administraciones de carácter interprovincial que sustituyen de
forma delegada la administración centralizada que se ejercía desde Roma.
Todo este periodo archivístico se puede resumir en los siguientes puntos:

— Los censos. Como consecuencia de la universalización de la ciudada-


nía romana, se unificó la recaudación de impuestos en dos contribu-
ciones únicas: el tributum capitis y el tributum solis, lo que suponía,
aparte de sometimiento a Roma, la conciencia ciudadana de participar
en los gastos del Imperio. Para su recaudación se procedió a la revisión
de los censos de población y los catastros de la tierra, que se revisaban
en periodos de cinco a diez años.
— Las leyes. En la época republicana se menciona una ley General Mu-
nicipal instituida por Julio César, quizá unificadora de diversas leyes
indígenas, que sirvió de base para la aprobación de varias leyes locales,
que la arqueología va sacando a la luz a medida que aparecen los tex-
tos inscritos en placas de bronce o de piedra, como la ley Irnitana, la
ley de Vrso o Urso, la ley Malacitana y la ley Salpensana, entre otras.
[10] los archivos provinciales: qué son y cómo se tratan

Algunos investigadores piensan que en esta etapa se intenta abolir las


leyes locales e imponer una única ley local, pero la aparición de los
textos epigráficos expuestos en los foros o en las entradas de las ciu-
dades hace suponer que son las leyes locales las que se invocarán años
más tarde como costumbre, cuando se implante la ley vulgar romana.
— Los tabularia o archivos integrados en las estructuras cultuales de los
templos de los dioses romanos. Ahora, tras la progresiva cristianiza-
ción del Imperio, no conocemos dónde situarlos en el Estado cristiano.
¿Se produce una creación de archivos estatales romanos independien-
tes al culto?, ¿la nueva administración imperial establece nuevas ad-
ministraciones del Estado dotadas con sus propios tabularia?, ¿las
nuevas medidas fiscalizadoras cambian el ambiente de los archivos
y pasan los documentos públicos a conservarse en los tesauros o edi-
ficios que servían para guardar las recaudaciones de impuestos, sus
cuentas, registros fiscales y catastros?, ¿o, en cambio, se crea un nuevo
concepto de archivo institucional: político, fiscal, municipal, judicial,
cristiano, pagano? Como vemos, todo son interrogantes y práctica-
mente no tenemos respuestas, sino solo indicios que nos aparecen en
diversas crónicas, actas conciliares, leyes e incluso leyendas.

Es difícil establecer una frontera que nos marque el fin de los archivos de
la Edad Antigua y el inicio de la etapa de los archivos de los reinos hispanos
de la Edad Media. Podemos comprender mejor esta etapa de transición si-
guiendo el rastro a los archivos de las oficinas del tesoro hasta la ocupación
de Toledo por el rey de Castilla y León Alfonso VI en el siglo xi. Las fuentes
para rastrear los archivos hispanos son las historias de las guerras de Proco-
pio1 y las leyendas populares que nacen a la desaparición del reino visigodo
y a la implantación del nuevo Estado musulmán, acompañado de una nueva
religión árabe, creador de una nueva sociedad mudéjar con la que convivirá
durante varios siglos la sociedad romanovisigoda o mozárabe.
Sin duda, los restos documentales de los archivos visigodos y altomedieva-
les fueron conservados mediante la transcripción y copia de los manuscritos,
perdiéndose definitivamente la mayor parte de los documentos administrati-
vos, carentes de interés para los distintos estudios o universidades medievales.

1 
Procopio de Cesarea: Historia de las guerras, libros iii-iv, Guerra vándala, introd., trad. y n.
José Antonio Flores Rubio, Madrid: Gredos, 2008.
Preámbulo [11]

Con la aparición del papel, los documentos y manuscritos que no fueron mi-
grados o copiados al nuevo soporte escriturario pronto dejaron de interesar,
desapareciendo en el olvido, si no habían sido calificados como tesoros por
sus miniaturas, caligrafías o contenidos. Desde el siglo xiii, la proliferación
de universidades aceleró este proceso con la formación de las grandes biblio-
tecas, cuyos tesoros fueron los manuscritos griegos, latinos y árabes, lo que
significó en buena medida la eliminación de los documentos que no fueron
valorados de interés para los estudios del trivium y quadrivium.
En el siglo xv la imprenta permitió la edición múltiple, por lo que ahora
también los particulares pasaron a formar bibliotecas y a coleccionar manus-
critos; la favorable etapa económica, con la apertura comercial a un nuevo
continente, impulsó la creación de las grandes bibliotecas humanísticas2 y la
necesidad de crear los archivos que sirviesen de instrumentos de gestión y
conservación de los documentos que contenían los derechos de propiedad y
justificaban la nueva administración tanto de los territorios de las coronas
hispanas como de los nuevos territorios de las Indias Occidentales.
Si el siglo xvi supuso la creación y desarrollo de los archivos de la admi-
nistración imperial, también supuso la desaparición de los últimos manus-
critos y documentos originales conservados desde época visigoda, pasando a
engrosar las colecciones de manuscritos y raros de las bibliotecas. La causa
principal es que los documentos sirvieron como fuentes para la elabora-
ción de los manuales de estudios científicos e históricos; si la información
que ofrecían los documentos se pasaba ya elaborada en libros de creación
científica, histórica o literaria, se favorecía la aceleración de la evolución
de la humanidad y de su prosperidad económica, personal y cultural; pero
una vez elaborada la información, la conservación del documento original
dejó de tener interés. La producción documental de los nuevos organismos
polisinodiales, en los que descansaba la administración imperial, era de tal
volumen que obligó a la rehabilitación de fortalezas para constituir los nue-
vos depósitos de tesoros para la conservación de los documentos en papel.
En el siglo xvi el concepto de archivo ya posee entidad propia, con personal
especializado en su gestión.

2 
«La pérdida del contenido de la gran Biblioteca de Alejandría ha sido objeto de una cantidad
asombrosa de leyendas […]. En realidad la razón de la pérdida de tal cantidad de grandes obras del
mundo clásico […] fue sin duda mucho más prosaica: el deterioro del pergamino, del papiro y del
papel en el que estaban escritas», William Rosen: El fin del Imperio romano: la primera gran peste de
la era global, Barcelona: Paidós, 2008.
[12] los archivos provinciales: qué son y cómo se tratan

La Constitución española de 1812 plantea la creación de instituciones


democráticas y judiciales que germinarían, después de diversos episodios
contrarrevolucionarios, en la segunda mitad del siglo xix, en la creación del
Archivo de las Cortes, para la salvaguarda de los actos de la nación: «Dada o
negada la sanción por el rey, devolverá a las Cortes uno de los originales con
la fórmula respectiva, para darse cuenta en ellas. Este original se conservará
en el Archivo de las Cortes y el duplicado quedará en poder del rey.»3
Se plantea la preeminencia del Archivo de la Nación sobre los archivos de
la corona, al conservarse en el mismo los originales de las leyes.
Este periodo de tiempo fue corto: la Constitución solo estuvo vigente de
1812 a 1814 y de 1820 a 1823, tiempo insuficiente para la consolidación o
creación de nuevas instituciones archivísticas, pero sí suficiente para la for-
mación del nuevo concepto de los archivos parlamentarios.
A partir del año 1832 los archivos pasan a depender de la Secretaría
de Estado de Fomento General del Reino. En 1858 se constituye el primer
Archivo de la Nación, y se crea el cuerpo especializado para la gestión de
los documentos históricos y administrativos. La desamortización impulsa la
creación del Archivo Histórico Nacional para hacerse cargo de los documen-
tos de las instituciones eclesiásticas que no reunían el suficiente interés para
pasar a formar parte de las colecciones de manuscritos de las bibliotecas. A
partir de este momento, son tantos los estudios que existen sobre la historia
de cada archivo, sobre la formación de sus fondos y colecciones, que hacen
innecesario tratarlos con más profundidad.
La fractura social del siglo xx produce en el mundo archivístico un cie-
rre de filas con el único espíritu de conservar los archivos y documentos
amenazados porque daban fe de las acciones de Estado de las instituciones
monárquicas, republicanas y franquistas.
Creo más interesante intentar situar a los archivos del Estado en el propio
contexto institucional, y sobre todo en el contexto legislativo, con el fin de
que queden situados definitivamente en el contexto del Estado como una
institución que en sí misma es un derecho fundamental constitucional y que
a su vez es la garante de la identidad de los ciudadanos dentro de la memoria
universal de la humanidad.
Hoy los archivos del Estado son los organismos donde se conservan las
actuaciones documentales, orales, escritas, electrónicas o de cualquier otra

3 
Artículo 146 de la Constitución de Cádiz de 1812.
Preámbulo [13]

índole, que se realizan en virtud de las competencias que la Constitución o la


ley atribuyen al ordenamiento jurídico, a la soberanía nacional, a la forma
política y a la organización territorial del Estado.
Según expresa la Constitución de 1978, España se constituye en un Es-
tado social y democrático, que se compone de:

— Un ordenamiento jurídico. La justicia emana del pueblo y se adminis-


tra en nombre del rey por jueces y magistrados que integran el Poder
Judicial (artículo 117).
— La soberanía nacional, que reside en el pueblo, decide los poderes del
Estado. Según el artículo 66, la representación del pueblo español co-
rresponde a las Cortes Generales, formadas por el Congreso de los
Diputados y el Senado, y ejerce la fiscalización del Estado a través del
Tribunal de Cuentas, que depende directamente de las Cortes Genera-
les (artículo 136).
— La forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria.
El rey es el jefe del Estado (artículo 56). El Gobierno dirige la política
interior y exterior, la administración civil y militar y la defensa del
Estado. Ejerce la función ejecutiva y la potestad reglamentaria (ar-
tículo 97). El Gobierno lo componen el presidente, los vicepresidentes,
los ministros y demás miembros que se establezcan (artículo 98) siendo
su supremo órgano consultivo el Consejo de Estado (artículo 107).
— La organización territorial del Estado la componen los municipios, las
provincias y las comunidades autónomas (artículo 137).

Por tanto, al hablar de los archivos de Estado debemos diferenciar los que
conservan el ordenamiento jurídico, la soberanía nacional, las actuaciones
de la forma política del Estado y las actuaciones de la organización territo-
rial del Estado.
La titularidad de dichos archivos corresponde por tanto a los organismos
encargados de las actuaciones (solo de esta forma el concepto de Estado
puede garantizar la separación e imparcialidad de los poderes legislativo,
orgánico y judicial). Así, la titularidad de los archivos del ordenamiento
jurídico corresponde al Poder Judicial, los archivos de la soberanía nacional
a las Cortes Generales, los archivos de la forma política a la corona y al Go-
bierno de la nación y los archivos que conservan las actuaciones de la orga-
nización territorial del Estado a las comunidades autónomas, diputaciones
[14] los archivos provinciales: qué son y cómo se tratan

provinciales y municipios, quienes gozan de autonomía plena para la gestión


de sus respectivos intereses.
Únicamente se otorga en exclusividad al Gobierno del Estado en materia
de archivo lo correspondiente a la

[…] defensa del patrimonio cultural, artístico y monumental español contra la


exportación y la expoliación; museos, bibliotecas y archivos de titularidad estatal
(los que conservan las actuaciones de la forma política del Gobierno o Adminis-
tración del Estado), sin que afecte a su gestión por las comunidades autónomas
(artículo 149.28).

Por lo que, atendiendo a lo anteriormente expuesto, deberíamos distin-


guir entre el concepto de archivos del Estado y el de archivos del Gobierno o
Administración general del Estado.
Hasta este momento solo se hallan articulados por leyes orgánicas la de-
fensa del patrimonio documental, mediante la ley 16/1985, de 25 de junio,
de Patrimonio Histórico Español,4 y el derecho de acceso de los ciudadanos
a los archivos y documentos públicos de carácter administrativo, por la ley
30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones
Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, así como su derecho a
ser administrados y conservar en archivos electrónicos sus actuaciones me-
diante procedimientos electrónicos, por la ley 11/2007, de 22 de junio, de
Acceso Electrónico de los Ciudadanos a los Servicios Públicos.
No existe, hasta el momento actual, una ley orgánica de los archivos del
Estado, que debería recoger los principios constitucionales de la salvaguarda
y custodia de los documentos que preservan y garantizan los valores supe-
riores de su ordenamiento jurídico, libertad, justicia, igualdad, pluralismo
político, los derechos económicos, sociales, el arbitraje, la moderación de las
instituciones, la alta representación del Estado en las relaciones internacio-
nales… y que además debería servir de carta de garantía de la preservación
de la memoria histórica del Estado y del pueblo soberano.
Existe, en cambio, un amplio abanico de legislaciones y normativas de los
archivos del ordenamiento jurídico y de los archivos de la organización terri-
torial del Estado, pero no existe, por lo menos en el momento actual, una ley

4 
En la actualidad está en proceso de reforma, hallándose constituida una comisión en el Minis-
terio de Cultura que está elaborando una nueva propuesta de ley orgánica. Orden cul/2395/2008, de
31 de julio, por la que se constituye la comisión para el estudio y preparación del anteproyecto de ley
del Patrimonio Histórico (boe de 12/08/2008).
Preámbulo [15]

o legislación de archivo del Gobierno del Estado o Administración general


del Estado, aunque sí una normativa desfasada por el transcurso del tiempo,
que deriva del reglamento de Archivos del Estado del año 1901.
Llegar a este concepto actual del Estado y de sus archivos ha precisado
un largo trayecto histórico, social y jurídico que la misma Constitución reco-
noce en su disposición adicional primera, al amparar y respetar los derechos
históricos de los territorios forales.5 Treinta años después, esta disposición
adicional caracteriza nuestro marco jurídico archivístico, al provocar la res-
tauración de instituciones, jurisdicciones y reivindicaciones de soberanía po-
pular desaparecidas en los periodos remotos de nuestra historia.
Difícilmente entenderemos el concepto de los archivos del Estado o más
concretamente el concepto de los archivos del Gobierno o Administración
general del Estado si no atendemos a la formación de dos conceptos funda-
mentales para la salvaguarda de los valores superiores de nuestro ordena-
miento constitucional:

— El concepto de gestación, desarrollo y organización de los archivos del


Estado y de su Gobierno o Administración general.6
— El concepto de gestación, desarrollo y conservación del patrimonio
documental.

5 
Aunque sus autores pensasen al redactar esta disposición constitucional en dar solución solo a
los territorios de las comunidades autónomas del País Vasco, Cataluña y Navarra.
6 
Cuando hablamos de archivo, su propia definición lleva implícita la función de conservación,
por lo que a partir de este momento es el sentido que se otorga al concepto de archivo en todas sus
variantes y sinónimos a lo largo del texto.
1. Origen del concepto archivo

1.1.  Los primeros pueblos indígenas

La historiografía griega o romana reconoce la formación de gobiernos, reinos


y confederaciones de naciones en Iberia; los primeros documentos que cono-
cemos pertenecen al último tercio del siglo v a. de C., en tránsito al siglo iv a.
de C., fecha en la que se data el primer bronce en lengua ibérica, el plomo de
Alcoy. A partir de este momento los lingüistas distinguen en lenguas ibéricas
una lengua tartésico-occidental, una lengua ibérico-meridional y una lengua
ibérico-septentrional, con claras influencias o interrelaciones jónicas y feni-
cias. Los textos parecen estelas funerarias o votivas, pero dos de ellos desta-
can, uno por parecer una carta (una placa de plomo hallada en Ullastret del
siglo iv a. de C.) y el otro por ser un tratado de aprovechamientos de canales
de riego, el bronce de Botorrita,7 de Zaragoza, que A. Beltrán fecha en el año
49 a. de C. Todas las inscripciones llegadas a nosotros poseen la peculiaridad
de encontrarse en soportes de larga duración: piedra, plomo y fragmentos
cerámicos o teselas.8 Desconocemos la existencia de escrituras en otros tipos
de soportes como vegetales, tablillas de cera, o pieles de animales.
David Stifter9 cree que existen o se crean documentos en lengua celtibé-
rica en el periodo del 200 a. de C. al siglo primero de nuestra era. Avanza

7 
En este momento se han encontrado más documentos en bronce en el área arqueológica de
Botorrita; algunos de ellos se utilizan en el texto, por lo que no conviene confundirlos.
8 
Agatías, en Historias, recoge en el transcurso del terremoto de Constantinopla en el 557 d. de
C. cómo se seguían empleando las tablillas que se colocaban en las fachadas para dar a conocer los
decretos y los avisos públicos y que según un código de color se indicaba el organismo que emitía el
mismo; así, un lazo de color púrpura significaba que se emitía en nombre del emperador. Agatías:
Historias, libro  v, Razones para la muerte de Anatolio, introd., trad. y n. Begoña Ortega Villaró,
Madrid: Gredos, 2008 (Biblioteca Clásica, 372).
9 
En su artículo «Old Celtic Languages», Sommersemester 2008.
[18] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

que el lenguaje celtibérico existente en el centro de la península ibérica deri-


varía del antiguo lenguaje protocéltico, que nos emparentaría con el galo y
las lenguas celtas insulares de Gran Bretaña e Irlanda, y que, según el modelo
de Calver Watkins, nos situaría a mitad de camino entre la cultura hallstática
y la cultura procedente de La Tène. Esta lengua celtibérica no tiene aparien-
cia de continuidad en alguna de las lenguas europeas modernas, a diferencia
de lo que ha pasado con las lenguas celtas galas, británica e irlandesa. Sin
embargo, ningún geógrafo o historiador griego o romano reseña este he-
cho, y tampoco encontramos referencias a estas interrelaciones culturales en
las sociedades fenicias, cartaginesas o púnicas y, desde luego, son nulas las
referencias en el mundo egipcio, aunque los contextos arqueológicos penin-
sulares datan la influencia de estas sociedades desde antes del siglo x a. de
C. en los pueblos peninsulares, y son varios los estudios que hablan de las
mitologías grecorromanas con raíces en las sociedades peninsulares de estos
pueblos identificados como ibérico, céltico o tartésico.
Arturo Oliver Foix, en su artículo «El documento público ibérico: algunas
reflexiones sobre los bronces escritos»,10 se plantea las siguientes cuestiones:

— ¿Existe un documento público ibérico escrito, emanado de una institu-


ción?
— Si existen documentos públicos expuestos en lenguas vernáculas,
¿existieron administraciones complejas autóctonas?
— Si existieron documentos públicos emanados de administraciones
complejas indígenas, ¿existieron archivos públicos ibéricos para guar-
dar los documentos?
— Si conservamos documentos públicos en soportes de conservación
como piedra, plomo y bronce, ¿qué tipos de soportes se utilizaron en
las administraciones ibéricas para los documentos que no debían ser
expuestos públicamente, de los cuales encontramos un amplio elenco
de escritos de particulares sobre contratos, convenios, panegíricos o
recuerdos de los héroes o personajes celtas, íberos, tartesios, en estelas
de piedra, vasijas, teselas, etcétera?
— ¿Fue la administración romana la que provocó una administración
indígena, o la existencia de una previa administración indígena obligó
a la romana a adoptar una administración bilingüe?

10 
Espacio, Tiempo y Forma, serie ii, 8 (1995), pp. 287-297.
1. Origen del concepto archivo [19]

Arturo Oliver cree que la administración romana impone una adminis-


tración indígena o se superpone o influye en la creación de una indígena
paralela a ella; no se puede avanzar más en este sentido debido a la ausencia
de estudios arqueológicos orientados a solventar estas incógnitas.
Si analizamos los antecedentes de las culturas que se asientan anterior-
mente en la Península, como fueron las áreas de influencia griega, púnica
o fenicia en el litoral mediterráneo, estas culturas no parece que impongan
a las sociedades ibéricas una administración griega, púnica o fenicia. Más
bien parecen naciones que negocian y comercian por igual con las admi-
nistraciones o Estados indígenas, de tal forma que un poder imperial en
expansión como el púnico se ve obligado a enfrentarse a naciones ibéricas
plenamente desarrolladas con administraciones ciudadanas y monarquías
o líderes nacionales. Es más, parece que las culturas ibéricas influyen en las
mismas, como podemos apreciar en los mitos griegos con raíces en Iberia.11
Estrabón12 habla de la existencia de unas administraciones complejas, de la
existencia de reyes o de caudillos, de sociedades con unas lenguas escritas
ampliamente extendidas en todas las capas de la sociedad, que producían
documentos administrativos públicos y privados, que desarrollaban una
cultura de exaltación de sus líderes y ciudadanos y que eran capaces de me-
morizar sus ordenamientos o leyes y recitarlos en forma de versos para el
conocimiento general de los mismos.
Manuel Ramírez Sánchez13 menciona el hallazgo de estelas en lengua
íbera escritas en el siglo v o iv a. de C. y que a partir del siglo iii a. de C.
aparece una amplia mayoría de estelas en lengua latina, recogiendo que los
núcleos de procedencia de las fuentes escritas en lenguas indígenas son los
bronces de Botorrita y las lápidas de Numancia y Clunia, entre otros.

11 
J. M. Blázquez Martínez (Gerión y otros mitos griegos en Occidente) habla de que el mito de
Gerión aparece por primera vez en el siglo viii a. de C., en la Teogonía de Hesíodo y, por si quedaban
dudas, menciona el poema de Estesícoro de Himera que sitúa el mito en Eriteia, junto a los manantia-
les inagotables, de raíces de plata, del río Tartessos, en la gruta de una peña. Más bien parece la super-
posición de dos mitos, uno el de la navegación de los tartesios a la isla Eriteia más allá de océano y
otro el mito que Hecateo de Mileto sitúa en el 500 a. de C. en Ambracia. Rufo Avieno, quien visitó
Cádiz a finales del siglo iv, lo recoge en su Ora maritima, para la que utilizó fuentes fenicias o púnicas,
alguna de las cuales se remontaban al siglo vii a. de C., pero ningún estudio nos aclara la posibilidad
de que las fuentes consultadas se encontrasen en Cádiz.
12 
Estrabón: Geografía, libros iii y iv, introd., trad. y n. María José Meana y Félix Piñero, Madrid:
Gredos, 1992 (Biblioteca Clásica, 169). Recoge la cita de Anacreonte de Teos en el siglo vi a. de C.:
«Mas yo no querría / ni el cuerno de Amaltea / ni ciento cincuenta años / en Tartessos reinar».
13 
Estelas funerarias y grupos de parentesco en la región celtibérica.
[20] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

En lengua ibérica se datan por lo menos quince14 textos originales, como


los plomos de Alcoy y Castellón. Estos textos originales superan amplia-
mente los testimonios escritos originales de época visigoda, censados por
Ángel Canellas López en su Diplomática visigoda,15 en la que se pueden
contar con los dedos de la mano los textos originales visigodos conservados
como palimpsestos en documentos y encuadernaciones en pergamino bajo-
medievales.
La arqueología debería plantearse seriamente estos interrogantes, anali-
zar las zonas de excavaciones y tratar de identificar entre los restos de edifi-
caciones la posible existencia de lugares de conservación de los documentos
públicos y privados, los lugares de exhibición de esos documentos, y tratar
de censar los aparecidos fuera de sus contextos arqueológicos, bien por la
acción del furtivismo bien por la de un academicismo decimonónico que
negó rotundamente la posibilidad de una cultura ibérica evolucionada, que
solo transmitía sus tradiciones y leyes por comunicación oral16 y que no tenía
capacidad de plasmar en textos escritos sus leyes.
El hallazgo de los diversos bronces encontrados en Botorrita parece con-
firmar que fue posible la existencia previa de una organización administra-
tiva ibérica que, con el tiempo, se mantendría paralelamente con la nueva
administración colonial romana y posteriormente se fundiría o integraría en
la administración romana, ya avanzado el siglo i a. de C. Posteriormente,
con la aparición de los pueblos germanos, deberemos distinguir entre una
legislación para los romanos y una legislación para los godos.
María José Pena17 relaciona los bronces de Botorrita I y III como lista-
dos (¿registros?), en los que parece identificar las expresiones18 de pago, de
diezmo (audanto, audeti), tierra de labranza (aratim), recolectar (lestera) y
tierras de nueva roturación (nouisa), seguidas de columnas de nombres. Igual-
mente, Francisco R. Adrados19 cree entender en el bronce de Botorrita IV la

14 
Son los textos que hasta el momento aparecen ampliamente divulgados en Internet, por lo que
es simplemente una cifra aproximativa.
15 
Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 1979.
16 
Estrabón (Geografía) atribuye a las culturas ibéricas la facultad de transmitir sus leyes me-
diante versos recitados o cantados.
17 
«Apuntes sobre los repartos de tierras en la Hispania republicana y las listas de nombres»,
Faventia, 20, 2 (1998) pp. 153-161.
18 
Hay que recordar que la lengua ibérica aún no ha sido descifrada en su totalidad, por lo que se
desconoce gran parte de sus expresiones, aunque se están logrando logros de identificación de térmi-
nos y raíces sintácticas de palabras por medio del euskera.
19 
«Sobre Botorrita IV», Emerita. Revista de Lingüística y Filología Clásica, lxx 1 (2002).
1. Origen del concepto archivo [21]

frase el que queme el urantiom (tierra sembrada) pague una multa, o quizá
pague derechos, o sean simplemente documentos descontextualizados de los
registros o censos para el pago de tributos de esa desaparecida administra-
ción celtibérica, que será integrada plenamente en los registros provinciales
romanos, y que se conservarán en los tabulae de las capitales provinciales.20
Arqueológicamente, el bronce i de Botorrita apareció dentro de una ha-
bitación en las estructuras urbanas de Cabezo de las Minas (Zaragoza), par-
tido en dos fragmentos; uno, al parecer desechado, dejó sin uso la cara A del
documento escrito y como tal fue objeto de las inclemencias del tiempo, al
ser arrojado al exterior de la protección bajo techumbre; el otro fragmento,
el más amplio, fue reutilizado en su cara B y fue conservado durante mayor
tiempo en la citada habitación, y por eso se encuentra mejor conservado.
¿Podemos hablar del primer indicio de un archivo de la administración celti-
bérica? La arqueología debería darnos respuestas en el futuro.
Vendrían a confirmar estas hipótesis los estudios de José Luis Murga Gener
acerca del bronce de Contrebia,21 que recoge que el pueblo romano, a través
de dos cónsules, escoge al Senado de Contrebia Belaisca para que dirima un
conflicto de aguas, cuya resolución se recoge en una placa de bronce escrita
en latín en el año 87 a. de C. En esta sentencia, José Luis Murga se sorprende
por la perfección del juicio para una fecha tan temprana, por la necesidad que
tiene el traductor romano de emplear un latín arcaico para poder recogerla,
y de que la propia sentencia adelante la aparición prematura del posterior
procedimiento formulario en la administración provincial romana.
El mismo profesor Murga nos refleja otras piezas jurídicas adelantadas en
el tiempo al procedimiento jurídico de la península ibérica, que no se corres-
ponden con el entonces primitivismo del derecho romano de esta etapa, como
las tablas de Bonanza,22 comúnmente conocidas como fórmula bética.

20 
Agatías (Historias) recoge que, en el 561 d. de C., tras la derrota del pueblo tzano por Teodoro,
este consultó al emperador (Justiniano) qué más quería que hiciera; el emperador ordenó imponerles
un tributo fijo cada año, que se habría de pagar a perpetuidad para que de esta manera reconociesen
que eran súbditos, tributarios y que se encontraban en todos los sentidos esclavizados. Y, en efecto,
todos quedaron registrados y sujetos al pago de un impuesto. Desde entonces hasta hoy han seguido
cumpliendo esta obligación.
21 
Situado a unos veinte kilómetros de Zaragoza, en el actual pueblo de Botorrita. José Luis
Murga Ferrer: «El iudicium cum addictione del bronce de Botorrita», chjz, 43-44.
22 
Rodríguez de Berlanga, seguidor de las teorías de Mommsen, estudió las tablas de la Lex Co-
lonia Genetuae Iuliae, aparecidas en Osuna (Sevilla) en 1871, que pasaron al museo de Loringia. En
1873 se encontraron dos nuevas tablas que compró el Museo Arqueológico Nacional; después fue
hallado un texto en un díptico de bronce en Bonanza (Sanlúcar de Barrameda) que contiene un pacto
[22] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

Ya en el año 1905, el profesor Partsch23 establecería la hipótesis de que la


jurisprudencia romana pudo enriquecerse con las prácticas jurídicas de las
naciones integradas al Imperio, como las tradiciones jurídicas de los pueblos
ibéricos. Hoy, resucitando esta vieja teoría, quizá podríamos hablar de que
se conformó un procedimiento formulario provincial que daría origen en el
Bajo Imperio al procedimiento procesal que ha llegado a nuestros días como
derecho romano, que se fusionaría con la legislación visigoda y pasaría a
configurar el Liber Iudiciorum o Fuero juzgo en romance.

1.2.  La época colonial romana

El asentamiento del Imperio romano en Hispania trajo consigo la incorpora-


ción de la península ibérica al ámbito de influencia administrativa de un gran
Imperio, frente a su coexistencia anterior con los imperios comerciales grie-
gos y cartagineses. Joaquín Ruiz de Arbulo24 reconoce que «no deja de ser
frustrante que el único testimonio epigráfico que se conoce de cinco siglos
de historia judicial de una capital de provincia romana sea una sentencia
recogida en una tablilla de tilo, recopilada en la colección lapidaria que el
arzobispo de Tarragona, Antoni Agustí, reunió en el siglo xvi».
Ildefonso Fernández Romero25 y Manuel Romero Tallafigo26 recogen el
desarrollo de los archivos del Estado del Imperio romano en la capital del
Imperio, Roma. Trataré, por tanto, de enfocar en este breve trabajo la géne-
sis de los archivos del Estado en las provincias de la España romana. Según
Dión Casio, hasta el año 27 d. de C. no se impuso la organización provincial
que dividió la Península en provincias imperiales, Lusitania y Tarraconense
(quizá las ganadas por conquista en las guerras contra Cartago) y senatorial,
la Bética, integrada por pacto de adhesión o protección del Senado y pueblo
de Roma.

fiduciae, conservado en el Museo de Loringia; en 1876 fue encontrado el texto de la Lex Metallis Vi-
pascensis en la mina de los Algares. Sobre ellos escribió sus obras editadas en Málaga tituladas Los
bronces de osuna en 1873 y Los nuevos bronces de Osuna en 1876.
23 
Schritformel im römischen Provinzialprozesse, Breslau, 1905
24 
Joaquín Ruiz de Arbulo: «Tarraco: escenografía del poder, Administración y justicia en una ca-
pital provincial romana (siglo ii a. de C.-ii d. de C.)», Empúries (Barcelona), 51 (1998), pp. 31-61.
25 
Ildefonso Fernández Romero: «Tabularium: el archivo época romana», Anales de documenta-
ción, 6 (2003), pp. 59-70.
26 
Manuel Romero Tallafigo: La Historia de los Archivos, Archivo General de la Nación.
1. Origen del concepto archivo [23]

Desde hacía más de un milenio, la población ibérica ocupaba territorios


densamente poblados, con una estabilidad política y cultural elevada, como
van exponiendo poco a poco los trabajos de excavaciones arqueológicas.
Solo la Meseta, en esos años un desierto poblacional, sirvió de núcleo de
asiento de los pueblos indoeuropeos; posteriormente, en el Bajo Imperio,
veremos que será el eje poblacional de asiento de los pueblos godos, y en
la Alta Edad Media será contemplada de nuevo como un desierto objeto de
repoblación; incluso hoy se encuentra en un nuevo periodo de despoblación.
Quizá el primer documento datado en España sobre repoblación sea el edicto
del Bierzo, que dota de inmunidad fiscal a los colonos que se asientan en el
castellano Aliobrigaecinos (¿o que se asienten en los alodios o terrenos libres
situados en Brigaecia o Brigantium, localidad que se sitúa entre La Coruña y
Betanzos?) de la provincia de Transduriana (¿«de más allá del Duero»?).
Como ya he recogido, no podemos establecer un marco político, porque
no existen documentos históricos que se refieran concretamente a los siglos
inmediatamente prerromanos. Desde el segundo milenio a. de C., las socie-
dades megalíticas habían cristalizado en las instituciones monárquicas, que
coexistieron con la cultura cartaginesa. Plinio, en el año 77 d. de C., toma
sus referencias sobre España de las formulae provinciarum o memorias que
los gobernadores provinciales presentaban para justificar sus respectivos go-
biernos, pero hoy no podemos contrastar sus referencias porque los archivos
de la capital del Imperio desaparecieron para la historia en los incidentes del
siglo iii d. de C.
Desde la época de la conquista, las poblaciones ibéricas se van integrando
unas en poblaciones ajenas al derecho romano, conocidas como peregrinae,
otras en cambio se integran plenamente en el ius civile o ius quiritium o ley ci-
vil romana. Las poblaciones peregrinae se integrarán al Imperio bien por con-
quista (dediticii) bien por federación, adquiriendo la calificación de civitates
liberae et inmunes foederatae. De tal forma que hay sospechas para afirmar
que en algunas ciudades coexistían dos senados27 o dos formas de gobierno
ciudadano: uno el de población romana y el otro el de la población indígena,
más conocidos como consejos de ancianos o con el término fora en los castros
galaicos y asturianos. Estos dos senados podían funcionar conjunta o separa-
damente, publicando sus votaciones en los decreta decurionum.

27 
Plácido Domingo: Las provincias hispanas durante el Alto Imperio romano, Madrid:
Istmo, 2008.
[24] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

Julio César implantó a los decuriones en la administración provincial como


los representantes del Senado del pueblo de Roma, soliendo oscilar su número
entre 30 y 600, debiendo quedar sus decisiones archivadas por los magistrados.
Será el mismo Julio César el que inicie el sistema de privilegios propios
de la época imperial y establezca una ley municipal de carácter general, de
la que parece derivar la Lex Ursonensis (ley de Osuna) del 44 a. de C., que a
su vez parece proceder de la Lex Iulia Agraria, que se basaba en la tradición
legislativa que se aplicaba a la Península. María Isabel Domínguez Agudo,
en su tesis doctoral Estudio léxico de iura y leges: el derecho romano vulgar
occidental,28 indica que los factores de vulgarización del derecho romano
provienen de los derechos indígenas prerromanos, a los que se añadirían las
instituciones germanas, la ruralización y las innovaciones de origen cristiano
durante el Bajo Imperio. Por lo que cabría hablar de que la ley municipal
sería recopilación de las leyes indígenas.
Sería este el origen de los archivos o tabularia peninsulares menciona-
dos en época romana; pero Ruiz de Arbulo duda de la existencia de estos
archivos en época republicana y cree que los mismos se constituyen ya en
época imperial. La Lex Ursonensis (Urso: actual Osuna) establecía que las
fundaciones de colonias debían exhibirse en nueve planchas en el edificio
principal del foro; entre los cargos organizativos de las ciudades, aparecen
los escribanos, dos por cada duoviro; las leyes de Urso y la ley Irnitana les
encargaba de la redacción de los decretos de los decuriones y de su depósito
en los tabularia, archivos locales de documentos oficiales:

Según la Lex Ursonensis la ciudad constituía un recinto pacífico y controlado,


centro representativo de la presencia imperial tanto para sus habitantes como
para los que acudían a ella; se convertía en el elemento simbólico de la unidad del
Imperio, para lo cual era esencial la asignación del ager marcado por la limitatio
de lo que se constituía como territorium de la ciudad a través del catastro como
el de Urso (Osuna).29

La crisis imperial de los años 68 y 69 provoca que Vespasiano otorgue el


título de ciudadanos latinos a toda la Península, lo que implicará la creación
y promulgación de una nueva legislación, como la reflejada en la ley Irni-
tana, que regula la elaboración de un censo, que Plinio (iii, 28) fecha en el

28 
Madrid: Facultad de Filología de la Universidad Complutense, 2003.
29 
Plácido Domingo, Las provincias hispanas durante el Alto Imperio romano, o. cit.
1. Origen del concepto archivo [25]

año 73. El ius latii crea o reconoce el concepto del colono, cuya identidad ju-
rídica se encuentra entre la del ciudadano y la de los peregrinos o indígenas.
La nueva ley Irnitana recoge la obligación de los magistrados de conservar
en los tabularium y hacer públicos los contratos de trabajo del municipio.
Los encargados del tabularium son los escribae (qui tabulae libros rationes
comunes in eo municipio scripturi ordinaturique erunt. Lex Irnitana, 73).
Son escasas hasta el momento las referencias de los arqueólogos sobre los
espacios públicos de los tabulae provinciales. Como ya he mencionado, Ruiz
de Arbulo cree que no existieron en Tarraco hasta la época imperial y aún
no conoce su lugar exacto, que sitúa en el nuevo foro de Tarragona, aunque
con localización imprecisa, unido a las funciones de culto a los dioses y los
templos romanos y a la sede de los organismos administrativos. En Munigua
(actual Villanueva del Río y Minas en Sevilla), igualmente sobre un antiguo
centro de culto, se edificó un grandioso templo en terraza, colocando en el cen­
tro del mismo el foro y el tabularium o archivo. Los mismos ejemplos po-
demos encontrar en la capital de la Bética, en Urso u Osuna y en Córdoba,
quizá la ciudad más estudiada y conocida de este periodo, ciudad en la que el
tabularium parece identificarse en uno de los edificios del primer foro colo-
niae, construido en el mismo solar de la plaza republicana en época imperial,
que contendría la documentación del concilium provincia baeticae.30

1.3.  Bajo Imperio romano

El edicto de Caracalla del 212 d. de C.31 concedió la ciudadanía romana a


todos los habitantes del Imperio, introduciendo la igualación fiscal. Previa-
mente Septimio Severo (146-211 d. de C.) había monopolizado en el Estado
(hasta entonces era competencia de los municipios) el comercio annorario,
el sistema fiscal y las actividades económicas del Imperio, instituyéndose la
figura del fiscus patrimonio en las provincias de la Tarraconense y la Bética.
Francisco Javier Sanz32 cree que Caracalla puso los cimientos para la crea-
ción de un Imperio cristiano en el siglo iv.

30 
Desiderio Vaquerizo Gil: «Corduba, una ciudad puente», Civilización, un viaje a las ciudades
de la España antigua, Ayuntamiento de Alcala de Henares, 2006, pp. 120.-141.
31 
Conservado en el papiro Giessen 40, fue encontrado en el 1912 en Heptakomia, en la Tebaida
egipcia. Francisco Javier Sanz Huesma: Hispania en el Bajo Imperio, Madrid: Istmo, 2007, introducción.
32 
Hispania en el Bajo Imperio, o. cit.
[26] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

María Isabel Domínguez33 piensa que a partir del año 212 se inician los
cambios en el derecho privado, que termina evolucionando y simplificando
el derecho clásico, refundiendo y aceptando nuevas instituciones, y acaba
derivando en el llamado derecho romano vulgar, recogido en el Breviario de
Alarico,34 conocido posteriormente como Lex Romana Visigothorum.
En el año 253 d. de C. se produce la gran crisis del Imperio, las fronteras
germanas caen y un grupo de pueblos pasan a asentarse en el Imperio ro-
mano; unos lo harán pacíficamente y otros ejerciendo la fuerza. Pero no cabe
duda de que todos ellos modifican sustancialmente el sistema administrativo
del Estado romano y por lo tanto el concepto de los archivos del Estado. En
esta etapa de transición se produce en la península ibérica el llamado Conci-
lio de Elvira (295 a 314) o conjunto de actas conciliares por las cuales pasan
a regularse las sociedades cristianas frente a las sociedades paganas.
El Concilio de Elvira refleja la existencia de grandes grupos de pobla-
ción: Mérida, Córdoba, Sevilla, Zaragoza y Toledo; no menciona las princi-
pales capitales provinciales durante el apogeo imperial, Tarragona y Osuna,
quizá con escasa implantación cristiana y por tanto fuera de la influencia
del Gobierno de las comunidades cristianas. El Concilio de Elvira, en las
ciudades mencionadas, regula la implantación de las diócesis cristianas, en
las cuales los obispos asumen las funciones de los magistrados locales y
son los futuros responsables de las finanzas. Sus diócesis se subdividen a
su vez en parroquias. Posteriormente el Concilio de Nicea (Iznik, Turquía)
fijó los límites de las jurisdicciones eclesiásticas, haciendo coincidir la sede
episcopal con la capitalidad civil. Esta organización eclesiástica finalizó en
el Concilio de Toledo del año 400, que otorgó a las Iglesias rurales la auto-
nomía litúrgica.
El emperador Diocleciano (245-311 d. de C.) dotó al Imperio de una
nueva estructura provincial, creando un total de 104 provincias (hasta ese
momento eran 48). La península ibérica pasa a contar con seis provincias,
incorporando a la misma Mauritania, en el norte de África, formando todo
su conjunto territorial la diocesis Hispaniarum, cuya capital será Mérida,
donde se estableció como su responsable el vicario;35 a cargo de las provin-

33 
Estudio léxico…, o. cit.
34 
Alarico II (484-507).
35 
Hay quien traslada esta capitalidad a Córdoba y Sevilla. Como iremos viendo, parece que se da
una rivalidad entre las tres ciudades que culminará en plena edad media, cuando las mismas pasen a
formar parte de la corona de Castilla y León y a depender de un monarca itinerante.
1. Origen del concepto archivo [27]

cias se colocó a los gobernadores y la diócesis se hizo depender de la prefec-


tura de las Galias, con capital en Tréveris. A estas provincias se añadió la
provincia baleárica entre los años 369 y 370 d. de C.
Durante casi veinticinco años, entre el 316 y el 340, la diócesis de His-
pania contó con un funcionario especial denominado comes hispaniarum,
cargo administrativo de carácter no fijo e itinerante; quizá de ahí las diversas
atribuciones de capitalidad a diversas ciudades y las rivalidades que irán
surgiendo sobre la preeminencia de las mismas. Pero la diócesis era adminis-
trada por los gobernadores provinciales, cuyas tareas principales eran la re-
caudación de impuestos y la administración de la justicia civil y penal36 y que
también se encargaban de las obras públicas o cursus publicus. Sus oficinas
alcanzaban entre 50 y 100 funcionarios Por encima de ellos se encontraba el
agente vices preaefectarum o vicario, que tenía como sus labores principales
la de recaudar y transportar los impuestos, ser juez de apelación y coordinar
el gobierno de la diócesis. Su oficina alcanzaba los 300 funcionarios.
Sobre la nueva forma de administración conocemos las referencias que
nos transmite el emperador Juliano:

Los contables que se han aplicado a falsificar las cuentas públicas de las ciu-
dades con ingeniosos engaños deben ser sometidos a tortura en razón de su frau-
dulenta habilidad. Y cuando hayan administrado durante cinco años documentos
públicos, que estén vacantes un año entero para que la vida privada sea de fácil
acceso a los pleitos de los acusadores. Más tarde, en el séptimo año, si ha quedado
patente que han cumplido adecuadamente la misión encomendada, que salgan
con el título honorario de perfectísimo; el honor de esta dignidad concedida bo-
rrará su antigua insignificancia.37

Aunque por la orden precedente establecemos que todos los contables sean
de bajo origen, sin embargo mandamos que lo sean quienes de ahora en adelante
lleven los documentos públicos y estén en la citada oficina para que, conscientes
de que no están cubiertos por ningún privilegio y de que la protección de sus
engaños puede ser fácilmente descubierta mediante tortura, no cometan ningún
daño respecto a la seguridad del Estado.38

36 
La justicia fiscal y militar la delegó el emperador Juliano (332-363) en los jueces pedáneos.
37 
Juliano: Contra los galileos; cartas; leyes, Madrid: Gredos, 1982. Leyes. 64: Sobre los oficiales
contables (Codex Theodosianus VIII 1, 6), 17 de enero del 362, el emperador Juliano Augusto al
Gobernador de Etruria, Auxonio.
38 
El 1 de marzo de 362, escribe al prefecto del pretorio, Segundo (Juliano, Contra los galileos…,
o. cit.).
[28] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

Puesto que una desmesurada osadía de algunos y la abundancia de permisos


de circulación, que la autoridad de los vicarios y las oficinas de los gobernadores y
consulares no dejan de aumentar, han extenuado el servicio de correos, viéndonos
obligados a tomar la supervisión y administración de tal asunto hemos retirado
a todos la facultad de conceder permisos. Así, con excepción tuya, en adelante a
ningún otro le será permitido conceder un permiso. Pero, para que las necesidades
públicas se vean cubiertas, yo mismo daré, prescritos por mi mano, diez o doce
permisos a cada vicario y tú sublimidad harás dos cada año a los gobernadores
con los que puedan enviar a las partes alejadas y recónditas de las provincias a sus
ayudantes. Y a estos también nuestra benevolencia incluso les dará un permiso
para que puedan hacernos llegar información cuando cualquier necesidad exija
que se lleve a cabo.39

El emperador Juliano Augusto dijo que los documentos escritos tienen gran
fuerza cuando no es necesario que un punto discutido con referencia a tales docu-
mentos escritos sea apoyado por otros.40

Que todas las apelaciones conformes a la ley, cualesquiera que fueran inter-
puestas contra la audiencia de tu gravedad, sean admitidas sin duda alguna y que,
tras la sentencia pronunciada dentro de los treinta días, todas las que se llevan a
cabo en un asunto de este tipo con súplicas o peticiones refutatorias sean enviadas
a nuestra corte, eligiendo indudablemente para este menester un valeroso oficial
de los que están a su cargo, de manera que, redactados los documentos públicos,
se señale ineludiblemente el día en que los documentos se entreguen en mano a los
mensajeros. Y se establecerá el molesto deber de una multa de diez libras de oro
si nuestras decisiones se vieran violadas por alguna ocultación.41

Puesto que la mayoría de los gobernadores tratan de suprimir o diferir las rela-
ciones que prometen enviar a la corte […]. Y como […] el obstáculo se hace recaer
sobre los mensajeros de las cartas […], deberán consignar el día en que la transmi-
sión de los hechos se haga llegar a los que están encargados de tal menester.42

El poder del gobernador juez ordinario de las provincias o del vicario en su


calidad de vigilante debe corregir lo que se haya realizado de mala manera. Pero
tenemos a bien que los oficiales de vuestra eminencia y de la oficina del vicario
39 
Juliano. 67. Sobre el correo y los agentes secretos (Codex Theodsianus VIII, 5, 2), 22 de febrero
del 362, el emperador Juliano Augusto al prefecto del pretorio Mamertino (Juliano, Contra los gali-
leos…, o. cit., pp. 285-286).
40 
Juliano. 70. Sobre la autoridad de los documentos (Codex Theodsianus XI, 39, 5), 23 de marzo
del 362 (Juliano, Contra los galileos…, o. cit., p. 287).
41 
Juliano. 122. Sobre la recepción de las apelaciones (Codex Theodsianus  XI 30, 29), 22 de
septiembre del 362), el emperador Juliano Augusto al vicario de la ciudad de Roma, Himecio (Juliano,
Contra los galileos…, o. cit., p. 296).
42 
Juliano 144. Sobre las relaciones que deben ser enviadas por los gobernadores (Codex Theod-
sianus XI, 30, 31), 23 de marzo del 363 (Juliano, Contra los galileos…, o. cit., p. 306).
1. Origen del concepto archivo [29]

sean liberados de la recaudación de impuestos, y que todas las cuentas sean exigi-
das a través de las oficinas provinciales y de los gobernadores […].43

Advertidos los gobernadores de tu sublimidad, mandamos que se publiquen


no menos los procesos criminales que los civiles sobre aquellos, evidentemente,
cuya seguridad se halla en tela de juicio.44

Los textos del emperador Juliano dejan traslucir una centralización de


los documentos en Roma en manos del prefecto del pretorio. Solo aquellos
documentos que deba supervisar el emperador viajarán con él en el archivo
imperial itinerante:

[…] en cuanto a la administración de los asuntos militares o políticos […]. Cómo


se ha hecho cada una de estas cosas y cuántas conversaciones ha habido sobre
cada una, comprendes cuán largo sería describirlo. Y todas las cartas y escritos
que he firmado me persiguen como mi sombra y por todas partes me acompañan.
¿Para qué tomarse el trabajo de enumerarlos?45

No conocemos el emplazamiento exacto de los archivos de los vicarios


y gobernadores en las ciudades de Hispania porque no se han conservado;
quizá estuviesen indistintamente en los templos, en las oficinas administrati-
vas, o en las basílicas cristianas. Tal vez, la respuesta a la desaparición de los
tabularia o archivos de las épocas republicanas e imperiales la encontremos
en el conjunto de medidas legislativas, promulgadas para la destrucción y
eliminación de los templos paganos:

— El año 397 (Codex Theodosianus 16, 1, 36) se consiente que el mate-


rial constructivo de los templos sea empleado en el acondicionamiento
de edificios públicos.
— El 29 de enero del año 399 (Codex Theodosianus 16, 10, 5) se refiere
a Hispania y se envía al vicario de la diócesis de Hispania Macrobio,
para que prohíban desmantelar los bloques ornamentales de los edifi-
cios públicos, entre ellos los de los templos paganos.

43 
Juliano 148. Sobre el deber de gobernador de provincia (Codex Theodsianus I, 16,5), 8 de abril
del 329. Juliano Augusto al prefecto del pretorio de Oriente, Segundo (Juliano, Contra los galileos…,
o. cit., p. 307).
44 
Juliano 150. Sobre la publicación de los decretos criminales, ¿21 de noviembre del 363? Juliano
a Mamertino (Juliano, o.cit., p. 308).
45 
Juliano en carta al sofista y cuestor Libanio (Juliano, Contra los galileos…, o. cit., pp. 163-166).
[30] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

— Estilicón, el año 407, emite una ley que permite la transformación de


templos o su destrucción completa (Codex Theodosianus 10, 3, 5).
— Para finalizar, en el año 435 se urge la destrucción de los templos
paganos y la purificación de los recintos colocando la cruz (Codex
Theodosianus 16, 10, 25).

A raíz de estas disposiciones legislativas es fácil aventurar la suerte que


corrieron los documentos conservados en los tabularia de los templos pa-
ganos, que sería la misma suerte que corrieron los libros de los galileos o
cristianos en tiempos de Juliano el Apóstata:

Jorge tenía una biblioteca muy amplia e importante de filósofos de todo tipo,
de muchos analistas y la mayor parte de ella de muchos y variados libros de
los galileos. Investiga para reunir toda esta biblioteca y piensa en enviárnosla a
Antioquia, a sabiendas de que tú serás castigado con una pena muy grande si no
rastreas con todo cuidado a todos los que se suponga que se han apoderado de
libros, con todas las encuestas con todo tipo de juramentos y con la tortura de los
esclavos convéncelos y, si no puedes, oblígalos a que devuelvan todo.46

Las distintas guerras civiles por la asunción del Imperio de Occidente


provocan en la diócesis de Hispania una diversificación del poder en las
ciudades, que pasan a ser las sedes de los efímeros emperadores de este pe-
riodo. En el siglo v la capitalidad de Hispania será Zaragoza, ya que Mérida
y Córdoba habían pasado a ser la sede de la corriente priscilianista, siendo
además Córdoba la ciudad donde el emperador Constante (405-406) ejerció
su imperio. En el año 410 este honor le corresponderá a Barcelona (Bar-
cino), donde se asienta el candidato a emperador Máximo, lo que favorece
su desarrollo económico y la potenciación de su foro; evolución parecida de
prosperidad económica adopta en el centro de Hispania la ciudad de Com-
plutum (Alcalá de Henares), donde se documenta en el criptopórtico del foro
el archivo o tabularium municipal, donde se conservaban los libros de leyes;
en Complutum se identifica además el edificio civil centro del poder de la
ciudad y el tribunal de la justicia, compartiendo pared con las termas.

46 
Carta de Juliano el Apóstata al jefe de administración de finanzas Porfirio, n.º 166.
1. Origen del concepto archivo [31]

1.4.  La Hispania visigoda

1.4.1.  La formación del tesoro hispano

A partir del 475, año en el que oficialmente Roma cede Hispania a los visi-
godos, una serie de episodios o conflictos bélicos habían provocado la sepa-
ración de Hispania de la prefectura de las Galias. En el año 410 los visigodos
habían saqueado Roma y su tesoro, que fue trasladado a Carcasiana o Car-
cassonne, en Francia. Entre las posesiones del tesoro de Roma estaban tam-
bién los tesoros de Salomón (en su mayor parte joyas con esmeraldas, siendo
el objeto más destacado la conocida Mesa de Salomón), procedentes de la
ocupación de Jerusalén por Tito en el año 70 d. de C. Procopio,47 en iv, 9,5,
recoge cómo el resto del tesoro de Roma pasó a manos del rey vándalo Gice-
rico, quien, asentado ya en Libia, se dirigió a Roma en el año 475 con el fin de
vengar la muerte de Teodosio, haciéndose cargo del resto del tesoro e incluso
del tesoro del templo de Júpiter Capitolino,48 trasladándolo a Cartago.
El Imperio de Oriente tratará de corregir la situación política creada,
con el fin de no perder el dominio de las orillas del Mediterráneo, enviando
contra Cartago al conde Belisario, quien, tras conquistar la Libia y su capital
Cartago, envía el tesoro capturado por Gicerico en Roma a Constantinopla.
Es el relato de Procopio el que describe la composición del tesoro del templo
de Jerusalén y de la Libia, entre los que se cuentan los correspondientes a la
última faraona de Egipto, Cleopatra,49en su calidad de diosa:

[…] tronos de oro y carruajes de los que se estilan para transportar a una empera-
triz, y numerosas joyas engarzadas con piedras preciosas, copas de oro… Había
también de plata muchos miles de talentos y una parte muy grande del tesoro
imperial, dado que Gicerico había saqueado el Palatino en Roma, y entre todo
eso también estaban los tesoros de los judíos, los que el hijo de Vespasiano, Tito,

47 
Procopio de Cesarea, Historia de las guerras, o. cit. Da la impresión de que los visigodos asu-
men el tesoro que les faculta para gobernar la prefectura de las Galias e Hispania, a la que se ha unido
como provincia Mauritania o la Libia, pero que llevaba aparejado el gobierno del reino de Jerusalén,
por lo que reciben también los atributos de poder y gobierno del último rey de Jerusalén.
48 
Es decir, de los atributos de soberanía religiosa del templo de Jerusalén, porque Gicerico, al
proclamarse rey independiente, necesita los mismos para extender su poder a todos los territorios de
la Libia, de la que depende Jerusalén.
49 
A la llegada del tesoro a Constantinopla, Justiniano se exhibirá a partir de ese momento en la
silla gestatoria que utilizó Cleopatra para su presentación en Roma como diosa o faraona. Se supone
que en poder de los visigodos se encontrarían los atributos de poder de Egipto, la corona del Nilo alto
y bajo y los símbolos de justicia.
[32] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

en compañía de algunos otros, llevó a Roma tras la conquista de Jerusalén. Y al


ver esto un judío que se encontraba junto a uno de los conocidos del emperador,
exclamó: «que esas riquezas sean introducidas en las moradas palatinas de Bizan-
cio creo que no es conveniente, porque no pueden estar en otro lugar que no sea
donde las depositó en un principio Salomón, el rey de los judíos. Y es que por
ese motivo tomó antes Gicerico el alcázar romano y ahora el ejército romano ha
tomado el de los vándalos». Cuando el emperador oyó lo que aquel había dicho,
tuvo miedo y rápidamente lo envió todo a los templos cristianos de Jerusalén.50

La capital del Imperio romano de Occidente se traslada definitivamente


a Rávena, y el emperador otorgará al rey visigodo Teodorico IV la prefec-
tura de las Galias, pasando su capital de Tréveris a Tolosa, donde ubicó las
oficinas administrativas del tesoro con sus registros y censos fiscales, entre
ellos los de Hispania. Sidonio de Apolinar nos recoge, como buen cronista
de la historia, que la ocupación preferente del rey visigodo consistirá en la
inspección del tesoro o, hablando en términos más apropiados, deberíamos
comentar que el núcleo principal de la administración visigoda fue la admi-
nistración de las finanzas públicas y la supervisión de los registros y catastros
fiscales, con el fin de mantener los altos costes económicos de las diferentes
guerras y sobre todo con el fin de contribuir al sostenimiento del Imperio
romano de Occidente.
Luis A. García Moreno,51 en su estudio sobre los tesauros, el lugar donde
aparte del tesoro se almacenaban los bienes y se custodiaban los registros
fiscales, comenta que en la Notitia Dignitatum Occidentalis (la Notitia es
considerada en esta época como la crónica oficial de hechos históricos) no
aparecen referencias de los thesauri u oficinas del tesoro en las provincias
de la diócesis de Hispania. Quizá la ausencia de noticias de los thesauri se
deba a las acciones de guerra de los grupos de invasores de suevos, vándalos
y alanos de los años 406 y 407, lo que provocaría un vacío de información
de Hispania para la administración romana en la prefectura de las Galias.
Mérida, capital de la diócesis, queda bajo el control de los vándalos con sus
archivos y tesoros; frente a ella surgirá Tarragona, que adquiere la capitali-
dad del Imperio, por los intentos de los romanos de recuperar la Península,
y Córdoba, que se constituye como ciudad independiente, al margen de la
influencia de Mérida.

50 
534 d. de C. Procopio: Historia de las Guerras IV.
51 
Una nota sobre la organización de las sacrae largitiones comes: Comes/Comites Thesaurorum.
1. Origen del concepto archivo [33]

La presión visigoda sobre los vándalos provoca que estos se instalen en


las tierras del norte de África, denominadas la Mauritania, integradas en esa
época en la diócesis de Hispania. El vacío de poder producido por la mi-
gración vándala, según recoge la crónica de Hidacio, provoca la captura de
Mérida y del tesoro de la diócesis de Hispania por el rey suevo Rechila (438-
448). El rey visigodo Teodorico II derrotará al nuevo monarca suevo Rechia-
rio (448-456) y, según la historia seudoisidoriana (calificada por muchos de
falsaria), al finalizar la guerra Teodorico devolvió a Mérida su preeminencia,
depositando en la iglesia de Santa Eulalia de Mérida el tesoro capturado a
los suevos en la batalla de Órbigo.52
La victoria visigoda en estos hechos de armas nos muestra, en el siglo vi
d. de C., que, desaparecidos los templos romanos que habían servido de sede
a los tabularia o archivos administrativos del Estado, y frente a la nueva ad-
ministración cristiana, con sus respectivos archivos episcopales y parroquia-
les, la oficina del tesoro visigodo adquiere una gran importancia, porque,
aparte de estar formado por las riquezas monetarias, se conservan en ella las
cuentas y sobre todo los registros y catastros que permitían la gobernabili-
dad de los territorios para nutrir las arcas públicas de las prefecturas, con el
fin de administrar los gastos de la res privata del emperador o del prefecto
y, sobre todo, servían de base a la recaudación de los impuestos directos,
de las aduanas y de la administración de la res publicae: minas, salazones,
industrias y terrenos públicos.53
La capitalidad de Mérida es reconocida en el siglo  v por la Iglesia de
Hispania, a lo que sin duda contribuye la Crónica de la vida de los padres
de Mérida, quizá primera referencia histórica a la ubicación de las oficinas
administrativas del tesoro de la diócesis y sus archivos fiscales en la iglesia
de Santa María; queda aún por definir de qué forma se coordinaron los po-
deres fiscales y administrativos del Estado con los eclesiásticos y establecer

52 
Es atribuible a la dinastía sueva el intento de trasladar la capital de la diócesis de Hispania de
Mérida a Braga, con el fin de no estar sometidos a las presiones del reino visigodo. En esta hipótesis
se recomienda la lectura de Pablo C. Díaz Martínez: «La Hispania visigoda», Historia de España V.
Istmo: Madrid, 2007.
53 
«Et ideo secundum subscriptum librum, qui in thesauris nostris habetur oblatus, librum tibi
pro discigendis negotis Nostra iussit clementia destinari, ut iusta Rius seriem universa causarum so-
piatur intentio nec aliud cuicumque aut de legibus aut de iure liceat in disceptatione proponere nisi
quod directi libri et subscripti viri spectabilis Aniani manu. Sicut iussimus, ordo complectitur.» Dado
en el año 22 del reinado de Alarico II en las 4 nonas de febrero. Copia siglo xi Biblioteca Nacional de
París (Ángel Canellas, Diplomática hispanovisigoda, o. cit., doc. 3, pp. 118-119).
[34] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

los tránsitos del archivo, tabularium o tesoro de la prefectura de la Galia e


Hispania, así como los avatares del tesoro o tabularium del Imperio romano
de Occidente.
La difícil defensa de Roma y sus sucesivas conquistas producen el despla-
zamiento de la capital de Roma a Rávena, como capital del reino ostrogodo,
donde Teodorico trata de imponerse a la administración galorromana y de
donde sería expulsado por los francos, en el año 507, tras la batalla de
Vouillé, perdiendo en la misma la oficina y el tesoro imperial concentrado
en Rávena. Su hijo Amalarico (511-531), proclamado rey de las prefecturas
de la Galia e Hispania, negoció la cesión de las posesiones galas, implan-
tando su capital en Narbona, restituyéndole al reino franco parte del tesoro,
posiblemente la parte correspondiente a la administración de la diócesis de
Hispania o, como cuentan las crónicas, un tercio del tesoro visigodo.
Finalmente, en el año 531, expulsado por los francos, estableció su capital
en Barcelona. La prefectura, reducida ya solo a la diócesis de Hispania, pasó a
denominarse reino. Teudis fue paulatinamente trasladando la capital del reino
a Toledo, ante las amenazas de conquista de Barcelona por los francos.
Con la capitalidad del reino en Toledo, Agila (549-555), al intentar some-
ter territorialmente a las ciudades independientes de la diócesis, fracasó en el
asedio de Córdoba, donde perdió su vida y también el tesoro u oficina de ad-
ministración del reino, que quedó depositado temporalmente en Córdoba.
Leovigildo (572-586) consiguió la unificación de las oficinas del tesoro
tras los sometimientos de Córdoba y Peña Amaya, donde quizá se hubiese
depositado parte del tesoro perdido por Agila en el asedio de Córdoba, o po-
siblemente la oficina de administración y de recaudación de los alanos sobre
los territorios de los cántabros. La operación se culminó con el traslado del
tesoro a Mérida, de tal forma que la oficina del tesoro del reino quedó inte-
grada por la oficina del tesoro de la diócesis, el tesoro de la administración
de los territorios cántabros y los restos del tesoro de la parte proporcional
de la prefectura de las Galias.

1.4.2.  Los documentos de la Hispania visigoda

Para seguir conociendo alguno de los flecos emergentes de la historia de los


archivos del Estado visigodo a partir del reinado de Leovigildo, debemos
acudir a las actas de los concilios de Toledo y a las crónicas de San Isidoro de
1. Origen del concepto archivo [35]

León, todas ellas fuentes parcas, pero que nos permiten reseñar las siguientes
hipótesis:

— El establecimiento del equilibrio de poderes entre la administración del


reino y las administraciones eclesiásticas, sobre todo tras la conversión
y bautizo del rey visigodo Recaredo (586-601).54 El Tercer Concilio
de Toledo recoge el nuevo modelo de administración y la unificación
de las oficinas del tesoro permite que el rey Recaredo devuelva las
propiedades confiscadas a las iglesias y a los particulares, quizá tras la
actualización de los nuevos registros fiscales y tras la quema pública de
todos los preceptos arrianos, como recoge la Crónica de Fredegario. El
equilibrio con el poder eclesiástico lo refleja el texto de la diócesis bar-
celonesa De fisco barcinonensi, donde en el año 592 los obispos que
forman parte de la oficina recaudatoria de Barcelona (los de Tarra-
gona, Egara, Gerona y Ampurias) acuerdan con los numerarii regios
las cantidades que sus diócesis eclesiásticas deben abonar al fisco real
por la recaudación de granos.55 Proceso que culmina, el año 610, con
la concesión de la preeminencia eclesiástica a la diócesis de Toledo por
el rey Witerico (603-610).
— El establecimiento de la codificación legislativa reguló la estructura
institucional que conformó el Estado visigodo, reuniendo las leyes en
el Liber, que fue conocido con los siguientes nombres: Lex Visigotho-
rum, Lex Gothica, Liber Iudicum, Lex Gothorum y Forum Iudicum.
El espíritu de la ley puede resumirse en la siguiente disposición:56

Permitimos y aceptamos que se investigue en las leyes de otros pueblos


para aprovechar su utilidad, pero las rechazamos y prohibimos en la discusión
de los pleitos, pues aunque brillen por su lenguaje, presentan, sin embargo,
dificultades. Por lo cual, como para la plenitud de la justicia, el examen de las
razones y el orden debido de las palabras bastan las leyes, que, como se sabe,
se contienen en el código, no queremos soportar ya más leyes romanas o las
instituciones extrañas.

54 
«Eo anno (dlxxxviii) Richaridus rex Gotthorum divino amplectens Christianam religionem
amore, prius ipse baptizatur. Post haec omnes Gotthos, qui tum Arianam sectam tenebant, Toletum
adunare praecepit, et omnes libros Arianos praecepit ut sibi praesentetur: quos in una domo colloca-
tos incendio concretare jussit, et ad Christianam legem baptizare omnes Gotthos fecit», Fredegarius:
Chronicon.
55 
Pablo C. Díaz Martínez, «La Hispania visigoda», o. cit.
56 
lv ii, 1, 10. Pablo C. Diez.
[36] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

Con el fin de evitar su manipulación, el Liber tuvo siempre un alto coste


económico que hacía imposible su adquisición por los particulares (en la
época de Ervigio su coste se aumentó de 6 a 12 sueldos); pero aun así, en el
siglo x, el condado de Barcelona poseerá tres ejemplares del Liber para la
Administración de Justicia.57
El Liber lo componen doce libros, que se ordenan en 53 títulos y 526
capítulos, contiene la Ley Antigua o Antiqua, formada por 319 disposicio-
nes anteriores a Recaredo, y un conjunto de disposiciones adoptadas en los
concilios iv a vi de Toledo, recogidos en los Tomos Regios, presentados por
los monarcas a los concilios toledanos. El Liber fue completado por Ervigio
en el XII Concilio de Toledo, añadiendo la lex renovata; Égica introdujo
una legislación antijudía ratificada en el XVII Concilio de Toledo; la última
reforma fue la de Witiza, que devolvió los bienes de los desterrados por su
padre (judíos), quemando públicamente las declaraciones sobre deudas al
tesoro, contraídas precisamente por ser judíos.
Los documentos de época visigoda han sido estudiados por Ángel Ca-
nellas en su Diplomática hispanovisigoda,58 recogiendo un total de 231 do-
cumentos conocidos, de los cuales solo doce parecen originales y de ellos
solo seis escritos en fragmentos de pergamino conservados en el Archivo
Histórico Nacional; el resto de la documentación son textos lapidarios en
pizarra o transcripciones realizadas en su mayoría en el siglo xvi, para su
conservación en la colección de manuscritos de la Biblioteca de El Escorial.
Canellas clasificó los documentos visigodos entre públicos y privados, divi-
diendo los públicos en:

— Reales: 38 documentos que comprenden leyes, tomos o propuestas del


rey en las deliberaciones de los concilios de Toledo, preceptos o documen-
tos dispositivos dirigidos a la población y mandatos, de los que recoge un
solo documento que contiene órdenes del rey a los funcionarios.
— Episcopales: 39 documentos de los cuales 28 son constituciones sino-
dales, siete decretos sinodales o decisiones judiciales adoptadas en los
sínodos y cuatro mandatos episcopales para el clero y los fieles.
— Forenses: 24 documentos de carácter judicial, de los cuáles solo uno
recoge una sentencia.

57 
Historia de España VIII. La época medieval: Administración y Gobierno, Madrid: Istmo, 2003.
58 
Ángel Canellas, Diplomática hispanovisigoda, o. cit.
1. Origen del concepto archivo [37]

Algún documento menciona la existencia de la cancillería y algún otro


viene a confirmar la importancia que adquiere el tesoro como lugar de con-
servación de los libros y documentos importantes. Ángel Canellas menciona
un manuscrito del 18 de octubre del 646 (actualmente perdido), que recoge
una donación del rey Quindasvinto o Chindasvinto y su mujer a la basílica
y monasterio Complutense, bajo la advocación de los santos Justo y Pas-
tor, santa María y san Martín obispo (¿situado en El Bierzo en la zona de
Molina?)59 donde
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recoge: «Item in thesauro ecclesiae offerimus libros eclesi-
asticos, is est: psalterium et dialogorum et passionum».
En cambio, parece conservarse una copia del siglo  xi en la Biblioteca
Nacional de París del documento n.º 3, fechado el 2 de febrero de 506, ex-
pedido por Alarico II en Toulouse:

Et ideo secundum subscriptum librum; qui in thesauri nostris habetur oblatus,


librum tibi pro discingendis negotiis nostra clementia destinari, ut iuxta eius se-
riem universa causarum sopiatur intentio nec aliud cuicumque aut de legibus aut
de iure liceat in disceptatione proponere nisi quod directi libri et subscripti viri
spectabilis Aniani manu, sicut iussimus, ordo complectitur.

El mandato finaliza mandando asentar el códice en el citado libro ii con


las rúbricas auténticas.
Lo que implanta la monarquía visigoda es el espíritu de la firmeza y au-
tenticidad jurídica del documento escrito. Para ello se requiere que la escri-
tura del documento sea original y que las disposiciones que lo originaron
sigan siendo válidas. Recesvinto (653-672) dejará de reconocer la validez de
los documentos redactados en función de leyes derogadas; ya Eurico (420-
484) negó la validez de los documentos que fuesen contra lo escrito en la ley
o que intentasen dar mayor amplitud a lo que establecía la propia ley. En este
sentido se reafirman las actas sinodales toledanas, que establecieron la ne-
cesidad de conservar, como testimonio de Dios y de los hombres venideros,
los monumentis canonicis renotatam apicibus et subscriptionis roboratam.
Ervigio (680-687) cedería a las iglesias la labor del Estado de conservar las
profesiones y juramentos de los judíos.60

59 
Canellas ofrece esta datación, pero da la impresión de un error en la transcripción del copista
del siglo xvi, porque todo apunta a que se refiere a Complutum o Alcalá de Henares.
60 
Posiblemente esta disposición de Ervigio sea el motivo por el que en Castilla los archivos del
Estado empiezan a formarse tardíamente, en el siglo  xv, con las reales pragmáticas de los Reyes
Católicos.
[38] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

Desde la época de Alarico II se crea el puesto de vir spectabilis, que en


época del rey Recesvinto será conocido como comes notariorum; son quie-
nes tienen la potestad de realizar copias auténticas del breviario de leyes.
Ángel Canellas establece la distinción de la documentación visigoda en:

— Documentos originales, guardados en el archivo o tesoro, de los que


se expiden copias auténticas. Los particulares necesitaban que sus do-
cumentos originales estuviesen expedidos en registros públicos, como
los testamentos (Liber).
— Copias auténticas: authenticorum ipsorum exemplaria manus sui epis-
tula roborada.
— Confirmaciones: leyes que volvían a confirmarse con la aposición del
signo en los documentos reales expedidos anteriormente.
— Reparaciones de los documentos perdidos, sustraídos o deteriorados.
— Falsificaciones.

La legitimidad de las firmas, siguiendo literalmente a Canellas, podemos


resumirla en:

— La contropatio: institución romana, ampliada por los visigodos, que


significa «cotejo con otros escritos de autenticidad indudable». Su evo-
lución recoge los términos conferre, «controlar», y contropatio —en
castellano existe el término controbar—, que en los visigodos adquiere
el concepto de inventario o examen. La legislación la reconoce desde
la época de Quindanvisto. La contropatio se podía hacer de mano o
por escrituras. La contropatio de mano se hacía si el individuo vivía
comprobando su firma con otros escritos que se le obligaba a realizar;
la comprobación de escrituras se realiza mediante la comprobación de
los documentos que existen en los archivos o tesauros.
— El testimonio testifical: cuando el cotejo no es posible o si se impug-
nase el mismo, mediante la autentificación por testigos.
— La data cronológica es requisito obligado para la validez de los do-
cumentos escritos; principio del derecho romano recogido por la ley
hispanovisigoda (Liber Visigothorum II, 5, 2). La datación por el año
del reinado se inicia en época de Alarico II, año 506 (doc. 3) La era
hispánica, cómputo de carácter privado y de origen astur, recibió es-
paldarazo oficial con el rey Atanagildo (554-567), que permitió su uso;
1. Origen del concepto archivo [39]

ya figura en un documento del año 527 (doc. 6) y aparece en varios


documentos diplomáticos (docs. 29, 35, 96, 106, 107 y 182). El primer
monarca visigodo que establece el título de rex es Teudis (doc. 12). El
conde Paulo se intitula Flavius Paulus unctus rex orientalis (doc. 144).

1.5.  La invasión musulmana y el fin de los archivos de la Antigüedad

Hemos de remontarnos de nuevo al año 410 d. de C. y a la ocupación de


Roma por los visigodos, quienes, tras llegar a un acuerdo con el Estado del
Imperio romano occidental, serán el nuevo poder que administre la prefec-
tura de las Galias, con su capital en Carcassonne, ciudad que pasa a conver-
tirse en la sede del tesoro u oficina de administración económica y fiscal, con
sus archivos censales y registrales conocido como thesaurus de la prefectura
de las Galias, donde se conservará el tesoro de las Galias, el tesoro de Hispa-
nia, y el denominado tesoro del rey Salomón u oficina de la administración
del norte de África o Libia. En el año 410 no cabría hablar del saqueo de
Roma por los visigodos, como mencionan algunas crónicas, sino más bien
de un nuevo poder, el del Estado visigodo, que asume la función de salva-
guarda de la figura del Imperio romano de Occidente, instituyendo y entro-
nizando emperadores y desempeñando directamente la administración de la
prefectura de las Galias e Hispania, a la que se incorpora el norte de África,
que incluye Jerusalén, siendo quizá esta prefectura la segunda potencia eco-
nómica tras el Imperio romano de Oriente.
Procopio de Cesárea, en los libros iii y iv de la Guerra vándala y v a vii
de la Guerra gótica, menciona a los godos siempre como administradores de
los territorios; nunca parece mencionar un saqueo de Roma, sino más bien
una ocupación de la ciudad para apoyar el nombramiento de un nuevo em-
perador. La posterior escisión del mundo godo provoca una administración
vándala independiente en el norte de África, cuya historia nos la vuelve a
comentar Procopio, relatándonos la expedición desde Cartago de la flota
del rey vándalo Gicerico para vengar la muerte del emperador Teodosio en
el año 475, momento en el que traslada el tesoro del Palatino y el tesoro del
templo de Júpiter Capitolino, que incluía el tesoro del templo de Jerusalén,61
61 
Según Procopio de Cesarea, «por su parte Gicerico, no por ninguna otra más que porque supo-
nía que eso le reportaría grandes cantidades de dinero, se hizo a la mar en dirección a Italia con una
gran flota. Subió él hasta Roma y, como no le salía al encuentro nadie, se apoderó del palacio imperial
[40] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

a la capital del reino vándalo en el norte de África, Cartago. El traslado de


este tesoro y el desarrollo de su flota de guerra es visto como una amenaza
por el Imperio de Oriente, por cuanto el gesto parece intentar resucitar el
antiguo Imperio cartaginés en sustitución del Imperio de Occidente, ya que
el reino vándalo en estas fechas había extendido su autoridad sobre las islas
del Mediterráneo. Bizancio reunió rápidamente un ejército al mando del
conde Belisario con la misión preferente de conquistar las islas y la ciudad de
Cartago; Belisario logra su objetivo en el año 534 y puede celebrar el triunfo
en Constantinopla, donde relucen las joyas del tesoro imperial, incluido el
tesoro del templo de Jerusalén.
Cuando Belisario abandonaba Libia en dirección a Constantinopla en el
año 534, una revuelta de vándalos y bereberes trata de ocupar de nuevo Car-
tago, procediendo a la destrucción de los registros fiscales o archivos de las
oficinas del tesoro cartaginés, que servían para la administración del territo-
rio Libio. La nueva administración romana, al no poder: «encontrar ordena-
dos en documentos los tributos correspondientes a los diferentes distritos de
Libia, de la forma en que los romanos los registraban en épocas antiguas, co-
moquiera que Gicerico lo había trastocado y destruido todo al principio»,62
se ve obligada a introducir un nuevo sistema fiscal de administración, que
fue considerado injusto y llevó a la población de la Libia a expulsar a la ad-
ministración imperial romana y a la introducción de la nueva administración
musulmana, que es ya una mezcla de culturas vándala, cartaginesa, romana
y árabe, más justa y tolerante que la administración cristiana con todas las
culturas y religiones del Libro: musulmana, judía y cristiana.
Procopio define el pueblo vándalo como el más culto del Bajo Imperio ro-
mano, que ante la presión de Bizancio se ve obligado a formar alianzas con las
tribus mauritanas y bereberes con el fin de constituir un ejército que pudiese en-
frentarse al Imperio romano de Oriente; igualmente recoge la participación de
tropas y ejércitos de moros, como tropas imperiales a las que había contratado
y asentado en Italia, la costa del levante hispano y las islas del Mediterráneo,
preferentemente en las Baleares, Córcega, Cerdeña, Sicilia, Malta y Chipre.

[…] y tras depositar en sus naves una gran importante cantidad de oro y de otras riquezas pertenecien-
tes al emperador, se hizo a la mar rumbo a Cartago, sin haberse privado ni del bronce ni de todos los
demás objetos que se encontraban en el palacio imperial. Saqueó incluso el templo de Júpiter Capito-
lino y arrancó la mitad de su techumbre […]. Sin embargo afirman que se perdió uno de los barcos
que navegaban con Gicerico, el que transportaba las estatuas, pero con todos los demás los vándalos
arribaron al puerto de Cartago», Historia de las guerras, o. cit.
62 
Procopio, Historia de las guerras, o. cit.
1. Origen del concepto archivo [41]

En este mismo siglo vi, en el noreste de la península ibérica, en la zona


de asentamiento del pueblo suevo, se constituye en Braga en el 572 una
organización episcopal y parroquial propia, al margen de la administración
visigoda. Esta administración eclesiástica, que se recoge en el documento
Parrochiale suevum,63 nace independientemente de la primacía de la diócesis
episcopal de Toledo. Es el primer indicio de una futura ruptura de la organi-
zación provincial de la Hispania romana. Esta disidencia sueva, rápidamente
encauzada de nuevo en la diócesis de Hispania en el reino visigodo, dejará
latente una situación política de rebeldía al poder toledano que aflorará en
las luchas dinásticas por la monarquía visigoda durante los siglos vii y viii.
Según la Historia del rey Wamba escrita por Julián de Toledo,64 parece
distinguirse un territorio propio del reino visigodo y un territorio que se
niega a ser gobernado de forma visigoda en el norte de la cornisa cantábrica
y en la zona del Pirineo catalán, más orientado a la monarquía franca. Esta
tesis la confirma la autoproclamación del comes notariorum Paulo65 como
rey de Narbona, tratando de crear un reino de occidente integrado por las
provincias de la Narbonense y la Tarraconense; Wamba rápidamente sofocó
la revuelta, presentándolo a continuación las crónicas como restaurador del
orden y la legitimidad, devolviendo a las iglesias los tesoros robados. Du-
rante el juicio posterior a los conjurados son presentados como pruebas los
documentos conservados en el Archivo Real; en dichos documentos apare-
cían Paulo y los conjurados prestando juramento de fidelidad a Wamba y a
su vez los documentos emitidos con la prestación del juramento de fidelidad
de los sublevados al conde Paulo.
Los sucesores del rey Wamba se lanzan a partir de este momento a una
política de centralización del reino, que es lo que parecen reflejar las refor-
mas que se realizan al Liber Iudiciorum, restaurando prescripciones desecha-
das, como las torturas a los esclavos o los intentos de aplicar una política
religiosa intransigente contra los judíos, y removiendo las dinastías de las
antiguas clases dirigentes. El Estado visigodo pasa a caracterizarse por la

63 
J. Miguel Novo G: «Lugo en los tiempos oscuros. Las menciones literarias de la ciudad entre
los siglos v y x (iii)», Boletín do museo provincial de Lugo, 7, 1 (1995-1996).
64 
Sigo en buena parte el trabajo de Pablo C. Díaz Martínez: «La Hispania visigoda», Historia de
España V, Madrid: Istmo, 2007.
65 
Paulo, el hombre de confianza del rey visigodo Wamba, es, como comes notariorum, el encar-
gado de la legitimación del Estado visigodo mediante la redacción y validación de los documentos
reales visigodos, por lo que su actitud cuestiona jurídicamente los derechos a la Administración visi-
goda de la prefectura de Hispania.
[42] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

persecución contra las herejías de arrianos y priscilianistas y, a partir de este


momento, la persecución contra los judíos romperá el estado de paz social y
la integración de las diferentes culturas: romana, visigoda y judía. En estas
intransigencias religiosas el rey Witiza quemó un convento con sus monjas
en la ciudad de Complutum por resistirse a sus requerimientos.66
La situación social facilita la expansión de una tercera religión, la musul-
mana, que se propagó rápidamente durante la lucha dinástica visigoda por
el trono entre los partidarios de Witiza y Rodrigo. Da la apariencia de que la
sociedad del siglo viii se oponía a la opresión y represión religiosa, que los
últimos concilios de Toledo habían auspiciado, desde la capitalidad del reino
de Toledo, contra las herejías, los judíos y los desviacionismos en la práctica
de la religión cristiana. La nueva religión musulmana aparece en el año 711
como amable, confraternizadora con la religión cristiana y judía, a la que ya
se había convertido una amplia masa de población, que veía en ella una de-
fensora del orden instituido (no hay que olvidar que los moros del siglo viii
son ya los hijos de la unión en el norte de África entre la población vándala,
la población romana y las diferentes tribus mauritanas y bereberes).
En el invierno del 711 al 712, Toledo es ocupado por un ejército ma-
yoritariamente árabe o mauritano de religión musulmana. La situación de
ambigüedad, ante la no existencia de un heredero claro a la corona del reino
visigodo, produce la constitución de un nuevo poder político, que se apoya
en la religión musulmana. No obstante, perviven las estructuras políticas,
administrativas y religiosas visigodas, creando una situación semejante a la
acaecida durante el asentamiento de los pueblos godos en los siglos iii y iv.
Durante este periodo solo se pueden constatar las batallas que se produ-
cen durante la guerra civil entre los partidarios de Witiza y Rodrigo, que se
saldan con la muerte de los dos pretendientes al trono. De hecho, la Penín-
sula fue ocupada en dos fases, entre los años 711 y 719, mediante pactos con
las noblezas locales, que en su gran mayoría aceptaron la nueva religión, pa-
sando a ser conocidas como dinastías arabizadas; incluso los hijos de Witiza
continuaron en posesión de sus propiedades al sur de la península ibérica sin
mostrar interés por reclamar el trono visigodo vacante.
En el 711 los archivos de la oficina del Tesoro parecen continuar en To-
ledo, como base del sistema fiscal para los mozárabes, nombre con el que

66 
Esteban Azaña: Historia de Alcalá de Henares, Alcalá de Henares: Universidad de Alcalá,
2005, tomo i, p. 107.
1. Origen del concepto archivo [43]

pasa a ser designada la antigua población de la diócesis de Hispania, cono-


ciéndose esta en la lengua árabe como Al Ándalus, que algunos filólogos
hacen derivar del término vandalus.
A partir de este momento el archivo o tesoro visigodo entra en el ámbito
de la leyenda, unido a la búsqueda del Santo Grial o a la Mesa de Salomón,
pero las leyendas como los relatos homéricos permiten referenciar la histo-
ria del archivo o tesoro visigodo, como demostró Schulten con Homero y
la Ilíada, al hallar los escenarios reales en los que transcurrió la guerra de
Troya.67
Los textos más cercanos en el tiempo a la conquista musulmana del año
711 parecen ser la Crónica del rey don Rodrigo68 y la Leyenda del palacio
encantado. Según las mismas, don Rodrigo se dirigirá, durante la guerra
contra Witiza, a Toledo, donde penetra en la torre o fortaleza, en un lugar
cercano al Tajo, cuyas puertas han conocido hasta treinta candados distin-
tos, cada uno colocado personalmente por cada rey visigodo, siendo Wamba
el que habría colocado el último candado y Hércules el primero, dando sen-
sación de continuidad entre la administración romana y visigoda. Rodrigo y
sus hombres rompen los candados, penetrando en la fortaleza y encontrando
«tras una pequeña puerta […] una estatua, la cual sostiene una escritura»
(¿quizá el documento del pacto o foedera concediendo la administración de
la diócesis de Hispania, o el texto de una ley local puesta a exposición pú-
blica a la entrada, o el panegírico de un héroe?).

En una segunda sala encuentran una estatua que parece de Hércules, en la ter-
cera sala encuentran las paredes adornadas por mosaicos que representan escenas
de amorcillos, Marte despertado por Venus, escenas de batallas, instrumentos
musicales, etcétera; por fin, en una cuarta sala encuentran una pequeña arca,
siendo su sorpresa al abrirla encontrarse solo con un paño blanco.

67 
En este sentido Washington Irving escribe en su prefacio a Leyendas de la conquista de España:
«Como en la memorable historia de la caída de Troya, tenemos que descifrar lo mejor que podamos
los verdaderos detalles, entre las brumas de la ficción poética, ya que la poesía se ha mezclado tanto
en todos los sucesos, prestándole sus mágicos colores, que para despojarse de ella habría que reducir
la historia a un magro esqueleto y privarla de todos sus encantos […] la tristeza y la fantasía; las an-
gustias y terrores del pasado fueron revestidos con milagros y prodigios sobrenaturales y los actores
del terrible drama tomaron entonces las dudosas características de los personajes de una novela […].
España es virtualmente una tierra de poesía y romance», Washington Irving: Crónicas moriscas: leyen-
das de la conquista de España, Granada: Miguel Sánchez Editor, 1995 (Biblioteca de los Escritores y
Temas Granadinos, 12).
68 
Pedro del Corral: Crónica del rey don Rodrigo: postrimero rey de los godos (ed. de Jame Do-
nald Foguelquist), Madrid: Castalia, 2001.
[44] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

El arca y su paño blanco nos acerca a la cesión de la Iglesia de Toledo a


la Iglesia de Oviedo del arca del sudario y reliquias de Cristo y de los santos
de los primeros tiempos, que se conserva actualmente en la Cámara Santa de
Oviedo, en su iglesia y catedral de Santa María.69
Siguiendo en el terreno de las leyendas, las crónicas árabes y bereberes
mencionan la existencia de la Mesa de Salomón;70 así, la Descripción de
España de Xerif Aledris, manuscrito que se conserva en la Biblioteca de
El Escorial,71 traducido por don José Antonio Conde, nos habla en el año

69 
La Crónica de don Alfonso nos habla de cómo el rey Alfonso VI, tras su refugio en la ciudad
de Toledo, se dirige a Oviedo y realiza el inventario de las reliquias que acompañan dentro del arca al
sudario de Cristo. Por otra parte, la leyenda toledana de la Cueva de Hércules nos ofrece la descrip-
ción del tesoro de Samuel ha Leví, en lo que ahora es la Casa de El Greco, compuesto por 170.000
doblas, 4000 marcos de plata y 125 arcas repletas de paños de oro, plata y numerosas joyas.
70 
Ajbar Machmua refiere que Tarif encontró la Mesa de Salomón y un tesoro en Peña Amaya, el
pseudo Ben Qutaiba, refiere cómo Musa encontró en Toledo, en la mansión de los monarcas, 24 dia-
demas de oro, una mesa en la que ponía el nombre de Salomón y otra mesa de ágata. Ben Abu Al-
Hakam, refiere cómo Musa ben Nusayr tomó la Mesa de Salomón y la corona, en un palacio llamado
Fatás, a dos jornadas de Toledo. Al-Maqqari referirá que la citada mesa es una donación a la catedral
de un cristiano mandada hacer como manda piadosa y Abd-al-Hakam refiere cómo la mesa es entre-
gada a Tarik por un sobrino del rey Rodrigo en Toledo, siendo Al Razzi el que entronca la leyenda con
la captura de Jerusalén por Tito y menciona la existencia de un rey Isban de Roma e Hispania.
Así
podríamos unir mitos y leyendas que entronquen el mundo romano, el judío, el egipcio, el
hispano y el chino. como refleja el cuento la «Historia prodigiosa de la ciudad de bronce de las mil y
una noches» (Madrid: Pérez del Hoyo, 1969). Nos presenta a Muza viviendo en el extremo del Ma-
greb; por orden del califa Omeya de Damasco, emprende viaje a China en busca de doce vasijas de
bronce (símbolo del poder imperial de la primera dinastía china, ya que cada vasija de bronce repre-
senta a cada uno de los reinos antiguos). (Ver Susan Wise Bauer: Historia del mundo antiguo, Ma-
drid: Paidós, 2008.) El cuento, además, describe la tumba del primer emperador de China, pero la
descripción de las cinco salas del tesoro se asemejan más a las descripciones de las salas del Palacio
Encantado de Toledo y a la fortaleza del Zulema, por lo que de nuevo podrían haberse mezclado dos
leyendas, el tesoro visigodo de Toledo y la tumba del primer emperador de China, unidas en el trans-
curso de los siglos en los fuegos nocturnos de las rutas caravaneras. Muza regresa a Damasco con las
vasijas de bronce, recibiendo el premio de poder retirarse a Jerusalén, donde pasa el resto de sus días
sumido en la meditación de las palabras antiguas que tuvo cuidado de copiar en sus pergaminos,
muriendo en ella y recibiendo la veneración de todos los creyentes. Aunque es posible, como recoge
la Crónica de don Rodrigo, que terminase sus días en la prisión de Damasco, donde sus tesoros, in-
cluida la Mesa de Salomón, quedaron en poder del califa o sultán, aunque cabe dudar de este trágico
final porque su hijo continuó gobernando Al Ándalus.
La
palabra pergamino retrae esta leyenda de Las mil y una noches a los tiempos anteriores a la
extensión del papel, que en Játiva se documenta en el 970 y en Oriente empieza a finales del siglo viii,
por lo que podría datarse en los años siguientes a la conquista de España, después de que Muza se
presentase en Toledo para hacerse cargo de su tesoro de las manos de Tarif, el verdadero conquistador
de la Península, y la tumba del primer emperador de China podría ser un objeto de culto y peregrina-
ción en Oriente, parecida a la peregrinación a la tumba del apóstol Santiago.
71 
José Antonio Conde fue bibliotecario de El Escorial; afrancesado; huyó a Francia tras la guerra
de la Independencia; se le hace responsable del robo en El Escorial del Cancionero de Baena y de su
1. Origen del concepto archivo [45]

1135 de la conquista de Toledo: «la ciudad de Tolaitola (Toledo) fue en


tiempo de los romanos la ciudad del rey, y morada de sus prefectos, y en ella
se encontró la Mesa de Soliman alei Salam, y muchos otros tesoros que no se
pueden contar».
Según refiere Conde en sus notas sobre la mesa de Soliman, habla de una
fábula morisca, por lo que Amid al Makin pensaba que se había encontrado
en Toledo, entregando la mesa Tarik a Walid Ben Abd-el Melik, y cuenta
que, según la Crónica de don Rodrigo, el hallazgo se hizo

[…] in villa quadam que arabice dicitur Medina-al Meyda, et erat juxta montem
qui aduc hodie dicitur Gibel Zuleman, et imminet Burgo Sanctii Iusti
en cierto pueblo que en arábigo se llama Medinat-al Meyda, que en latín se inter-
preta «ciudad de la mesa», y estaba cercana del monte que aún hoy se llama Gibel
Zuleman, «cuesta de Zulema», que está sobre el Burgo de San Justo.

Este cuento puede relacionarse con las leyendas de Alcalá de Henares que
se refieren a la cuesta de Zulema, a la tabla pintora y al encantado moro
Muzarake. La unión con la historia real y la descripción de la fortaleza árabe
de Al-Kala en Nahr, situada a dos jornadas de Toledo, y los restos de su to-
rre, que son aún visibles a los pies del monte Zuleman o Zuleiman o Mesa
de Salomón, donde se situaba la cueva convertida en polvorín militar en el
siglo xx,72 nos la proporciona en el siglo xix Esteban Azaña:73

[…] en sus muros dejábanse conocer los despojos de los edificios romanos, […] y
sobre la gran puerta romana destacábase una gran losa antigua, cubierta de un se-

venta a la Biblioteca Nacional de Francia; publicó en 1799 en Madrid en la Imprenta Real la traduc-
ción del manuscrito en árabe de Xerif Aledris, crónica que también nos describe una expedición que,
partiendo desde Lisboa parece atravesar el mar de los Sargazos, llegar a varias islas y por fin, tras dos
meses de navegación, alcanzar una costa donde son hechos prisioneros por gentes de piel roja y cabe-
llo largo, siendo liberados posteriormente y llegando a alcanzar en su vuelta costas de bárbaros tras
un mes de navegación con los vientos occidentales. Edición facsímil de Guillermo Blázquez de 1000
ejemplares del año 1983.
72 
«Parte de las instalaciones sobrevivieron, aquellas más cercanas a la Cuesta. Tras su desactiva-
ción por parte del personal militar, las infraestructuras restantes quedaron abandonadas. A lo largo de
estos años hemos podido observar, subiendo la Cuesta de Zulema, la boca de uno de los túneles origi-
nales, entre un montón de basuras y casetas precarias. Según los testimonios, la otra boca del túnel,
paralelo, se halla a su lado cegada por la caída de tierras», Portal de Alcalá de Henares: <http://www.
portaldealcaladehenares.com>, 03/02/2009.
73 
Esteban Azaña: Historia de Alcalá de Henares (ed. facs.), Universidad de Alcalá de Henares,
1986.
[46] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

pulcro romano con su inscripción latina […], aquel baluarte se comunicaba con el
llano por un puente […] Junto al castillo existe una cueva de grandes dimensiones
dividida en varias naves, sostenida por muros de tierra y alguno de ladrillo co-
cido […], quién creyendo que se extiende a leguas y comunica con Guadalajara,74
quién suponiendo unía el castillo de Santorcaz. El castillo Alcalá en Nahr fue
objeto de asedio por Fernando I y Alfonso VI, siendo conquistado por los habi-
tantes de Toledo al mando de su obispo entre los años 1114 y 1124: «el ejército
conquistador se precipita al interior a recoger el botín que no encuentra, pues los
moros se hallaban en la mayor miseria».75

Tras la invasión musulmana del 711, las crónicas de los Padres de la


Iglesia nos ofrecen una visión de normalidad en la Hispania musulmana,76
en cuyas ciudades parecen continuar activos los archivos o tesoros donde se
conservan los registros fiscales de las antiguas prefecturas romanas y visigo-
das: Mérida, Córdoba,77 Zaragoza y Barcelona, así como las instituciones
de la Iglesia. Solo en la franja del norte de la Península se postula una nueva

74 
Alonso Núñez de Castro en su Historia de Guadalajara: «Y desde Alcázar de Guadalajara, dice
Medina de Mendoza, hicieron los romanos una gruta tan larga que llegaron a Campo Loable, donde
ahora está Alcalá de Henares […] y donde está la cueva llaman oy la puerta de la puerca, por auer
entrado por allí, y salido por el cerro de la Vera-Cruz de Alcalá».
75 
Desconocemos por tanto si los conquistadores hallaron los restos de los archivos y libros de
registros de las oficinas del tesoro visigodo, porque cuando se buscan tesoros de joyas y monedas o
mesas prodigiosas recubiertas de oro y joyas, los libros y documentos no poseen valor para el ejército
conquistador, o quizá, como se recoge en la nota siguiente, en el año 1052 el obispo de Alcalá Pedro
de Santa Justa devuelve los atributos de la monarquía de Israel a Jerusalén en su viaje a los Santos
Lugares, como había realizado Justiniano con los tesoros del Templo, con el fin de salvarlos de un
posible saqueo o pillaje, o Muza se retiró con sus tesoros a la misma Jerusalén, según el cuento de la
Ciudad de Bronce.
76 
Esteban Azaña reconstruye la lista de los obispos de la ciudad de Complutum (Alcalá de Hena-
res) desde la dominación árabe hasta la conquista de la ciudad por las huestes del obispo de Toledo en
el siglo xii, aunque entre medias se detecten algunos mártires, sobre todo cuando se inicia la decaden-
cia del mundo musulmán: 698, Juan el Monge; 715, San Asturio III; 790-795, Matano, que asiste al
Concilio XIX de Toledo que combate la herejía del obispo de Toledo de llamar a Jesucristo hijo adop-
tivo de la Santísima Trinidad; 827, Aliano; 840, Venerio; 890, Esteban; 922, Salustiano; 1006, Geron-
cio, que asiste al concilio de Toledo que aprueba la fiesta de Santiago Apóstol; 1048, Pascasio, que
asiste al Concilio XXI de Toledo; a partir de este momento la ciudad de Complutum entra en decaden-
cia y los obispos se trasladan a Guadalajara; 1052, Pedro de Santa Justa, quien visita los Santos Luga-
res de Jerusalén, 1076-1079, Pascasio que ayuda a Alfonso VI en el asedio de Toledo; a partir de
entonces no hay nuevos obispos de Complutum porque Alcalá es entregada al arzobispado de Toledo.
Esteban Azaña debió de tener acceso a los archivos antiguos de la diócesis alcalaína, que debieron
desaparecer en el incendio del Archivo General Central en agosto de 1939. Historia de Alcalá de He-
nares, o. cit.
77 
De Córdoba Al-Udhri documenta un registro fiscal, llamado magram, sobre la fiscalización de
las alquerías.
1. Origen del concepto archivo [47]

forma de gobierno basada en las instituciones de la Iglesia cristiana, con sus


diócesis episcopales y parroquiales, ya que las formas de gobierno visigodo
no habrían llegado a constituir unas estructuras políticas de gobierno.
La Crónica Albeldense sitúa en el reinado de Alfonso II (791-842) la im-
plantación de la ley gótica en el palacio y en la Iglesia, presentándose los mo-
narcas asturleoneses como los verdaderos herederos de los reyes visigodos.78
En tierras de Pamplona la nobleza local, en su gran mayoría partidaria de
Witiza, se convierte a la nueva religión, la familia Casio pasa a convertirse a
la religión musulmana y constituyen la nueva casta de los Banu Qasi, provo-
cando su apoyo a la expansión musulmana por tierras galas. Esta invasión
provocó a su vez la reacción y expansión de la administración franca, que se
consolidará en el siglo ix en el linaje de los Velasco.79
En los condados pirenaicos, la expansión árabe se extiende ocupando
Carcasona, Nimes, Autun y Sens, y se detuvo en el asedio de Toulouse, lo
que implicará una reacción franca del rey de Aquitania Luis el Piadoso,80que
conquista Barcelona el año 801. El nuevo espacio francocatalán seguirá so-
metido a las disposiciones del Liber, contando el nuevo condado barcelonés
con tres ejemplares del Liber para la impartición de justicia.81
En el caso de Oviedo, Miguel Calleja82 cree que la monarquía astur tras-
lada el concepto de tesoro a las fundaciones eclesiásticas, como San Salvador
de Oviedo, donde se trasladan los documentos y se crea el cargo del presb-
yter thesaurarius. La importancia del tesoro documental de San Salvador es
tan importante que Alfonso VI, a su vuelta de Toledo, se dirige inmediata-
mente a la iglesia para ver el arca y el tesoro de la catedral, y quizá también
sus documentos. El único vestigio que parece conservarse del Archivo Real
parece ser el llamado Liber Testamentorum, o registro de testamentos de los
78 
Pedro Andrés Porras Arboledas: «Los reinos occidentales. La época medieval: Administración
y Gobierno», Historia de España VIII, Madrid: Istmo, 2003.
79 
Eloísa Ramírez Vaquero: «El reino de Navarra. La época medieval: Administración y Go-
bierno», Historia de España VIII, Madrid: Istmo, 2003.
80 
Flocel Sabaté: «Corona de Aragón. La época medieval: Administración y Gobierno», Historia
de España VIII, Madrid: Istmo, 2003.
81 
A partir del siglo ix los juicios se escriben y se conservan documentalmente; el juicio suele ser
público, con la presencia de los buenos hombres que se recogen en el documento, la parte agraviada
expone sus argumentos personal o documentalmente por el mandatarius vel assertor, el acusado ex-
pone sus argumentos de la misma forma, los jueces pueden interrogarlos y pedir argumentos probato-
rios testimoniales o documentales, después consultan el Libro de los Godos y emiten sentencia. Flocel
Sabaté: «Corona de Aragón», Historia de España VIII, Madrid: Istmo, 2003.
82 
Miguel Calleja Puerta: «La catedral de Oviedo como centro de conservación de documentos en
la Alta Edad Media», proyecto de investigación Oviedo: ciudad medieval, de la fundación al incendio.
[48] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

reyes asturianos, que es depositado en el siglo xiv en el tesoro de la capilla de


San Miguel, procedente del archivo público.83 En el Libro de los Testamentos
se anotan, registran y conservan los testamentos de los reyes, príncipes y
barones que habían dotado a la iglesia.
Alfonso VI conquista Toledo el 25 de mayo de 1085 y con la ciudad
también los archivos del tesoro visigodo de la diócesis de Hispania, el ar-
chivo del tesoro de la catedral de Toledo y los archivos de la administración
musulmana. Desgraciadamente, las crónicas no reflejan lo encontrado en
los archivos de Toledo, al haber desaparecido una parte de la Crónica de
Alfonso VI; pero podemos rastrear una serie de fuentes documentales indi-
rectas para conocer la repercusión que tuvo la caída en manos cristianas de
estos archivos o tesoros:

— En principio se mantienen los sistemas fiscales en Toledo, lo que signi-


fica que se conservaron los registros y censos correspondientes.
— Alfonso VI garantizó el mantenimiento del estatus social a todas las
comunidades; solo repartió los bienes de los musulmanes que abando-
naron la ciudad definitivamente y se establecieron en las taifas vecinas,
bienes que, para poder repartirlos, debían estar registrados en sus res-
pectivos censos.
— Respetó la existencia de la mezquita mayor, aunque en 1086 su es-
posa doña Urraca y el obispo Bernardo, aprovechando su ausencia, la
consagrasen como catedral y quemasen los libros árabes; Alfonso VI
regresó a la ciudad y tuvo que conformarse con la política realizada,
sin conseguir restablecer de nuevo la mezquita mayor.
— En el mundo musulmán se produce una inmediata reacción, ocupando
la Península los almorávides, que fracasan en sus intentos de volver
a conquistar Toledo. A partir del año 1086, en el mundo árabe debe
establecerse un nuevo sistema fiscal, porque en Toledo se habían que-
dado los registros, censos y documentos en los que se había basado
hasta ese momento el sistema impositivo mixto árabe-mozárabe. La
nueva reforma fiscal provoca tal reacción que produce la rápida des-

83 
¿Desapareció el archivo público que sirvió para formar el Liber Testamentorum en el incendio
de Oviedo de 1521? ¿Trasladó Alfonso VI los documentos conservados en el tesoro de San Salvador de
Oviedo a la recientemente conquistada Toledo, para conservarlos en el archivo del tesoro visigodo? El
concepto de archivo público lo encontramos en el condado de Barcelona como antecedente del Ar-
chivo Real de Barcelona? Ver nota 101.
1. Origen del concepto archivo [49]

aparición del gobierno almorávide y la necesidad de llamar a los ejér-


citos almohades para restaurar el orden en el mundo musulmán.
— Alfonso VI, tras la conquista, adopta el título de imperator Hispaniae:
imperator constitutus super omnes Yspaniae naciones (titulación del año
1087). 84 Incluso el reino navarro presta vasallaje al rey por ocupar la ad-
ministración del hipotético condado de Navarra, como si hubiese vuelto
a implantarse la administración heredada del Bajo Imperio romano.85
— El intento posterior de organizar las sedes episcopales según lo estable-
cido en los concilios de Toledo, mediante un repertorio elaborado en
el siglo xi conocido como división de Wamba, volviendo a restaurar la
primacía de la diócesis de Toledo.
— El rey toma para su patrimonio los bienes públicos y privados del emir
y los de las mezquitas; los musulmanes conservaron su propio régi-
men fiscal y su ley para el gobierno de su comunidad; los mozárabes
siguieron rigiéndose por el Liber Iudicum (secundum Librum Iudicum
secum quod in lingua arabica nominatur Margiazaradac), y posterior-
mente por el fuero otorgado en 1101.

El conocimiento que adquiere Alfonso VI en Toledo, primero como


refugiado,86 luego como conquistador de la ciudad, y después como admi-
nistrador del tesoro o archivo toledano, le impulsa a realizar una reforma
cancilleresca en toda regla con el fin de consolidar unos nuevos principios
del poder, ya que los principios de gobierno visigodo habrían quedado clara-
84 
Miguel Ángel Ladero Quesada: «La Reconquista y el proceso de diferenciación política (1035-
1217)», Historia de España IX. Madrid: Espasa Calpe, 1998.
85 
Eloísa Ramírez Vaquero: «El reino de Navarra», Historia de España VII: la dinámica política,
Madrid: Istmo, 2005.
«En
la ceremonia de coronación de Alfonso VII como emperador de las Españas, en la catedral de
León el 26 de marzo de 1135, fue acompañado del rey don García de Navarra, el rey Zafadola de los
moros, don Ramón, conde de Barcelona, don Alfonso Iordan, conde de Tolosa y otros duques y con-
des de la Gascuña y de Francia; daban parias al rey, reconociéndose por sus vasallos […]», fray Pru-
dencio de Sandoval: «Chrónica del ínclito emperador de España don Alfonso VII», citado por Ángel
González Palencia: El arzobispo don Raimundo de Toledo, Barcelona: Labor, 1942.
86 
En su juventud se refugió en Toledo durante la guerra civil contra su hermano Sancho; por
desgracia la Crónica de Alfonso VI es incompleta, pero recoge que a su vuelta a Castilla se dirige a
Oviedo para comprobar el inventario de las reliquias que fueron depositadas en San Salvador durante
la guerra civil entre los partidarios de los herederos de Witiza y el rey Rodrigo. Muza logró apoderarse
de los objetos depositados por Rodrigo en Peña Amaya, pero no pudo penetrar tan al norte. Al-
fonso VI, durante los años que permaneció refugiado en Toledo, sin duda debió de tener acceso a los
documentos de los archivos toledanos y posiblemente a los restos de los antiguos archivos visigodos y
romanos.
[50] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

mente superados por las nuevas generaciones formadas al margen del mundo
antiguo. Esta nueva forma de gobierno se reflejó en las siguientes reglas:

— La unificación del culto cristiano para atraer a la nueva población


mediante la introducción de la Orden de Cluny y la sustitución del rito
mozárabe por el rito romano.
— La introducción de un nuevo tipo de escritura, la carolina, en sustitu-
ción de la escritura visigótica.
— El inicio de una política global de preservación de libros y documentos
mediante el empleo masivo de copistas, transcriptores, traductores y
especialistas, con el fin de copiar y traducir los textos escritos para las
futuras generaciones.

Posiblemente, a la conquista de Toledo, estuviesen funcionado uno o va-


rios scriptoria, en los que un conjunto de escribanos, copistas, y especialistas
transcribiesen los documentos y libros conservados en las bibliotecas y te-
soros toledanos,87 transcripción masiva que debe relacionarse con la apari-
ción del papel como soporte de la escritura al establecerse su fabricación en
cantidad en Játiva a partir del año 970, fecha del documento más antiguo en
papel que conocemos en España.
Los scriptoria, durante la época de gobierno musulmán, posiblemente
estuviesen adscritos a la catedral cristiana dentro de su studium, a los dife-
rentes conventos, a las mezquitas, a las oficinas de administración de la me-
dina musulmana y sinagogas y continuasen tras la conquista del año 1085,
desapareciendo en esos momentos los escritorios de las mezquitas y siendo
quemados los libros coránicos, por lo que a partir de este momento solo se
conservan los scriptoria que se documentan en la catedral y en los diversos
monasterios cristianos,88 así como el de la administración real toledana, que
tuvo que asentarse sobre la medina musulmana.
A partir del obispo Raimundo de Salvetat (1124-1152), se aprecia un
incremento de las traducciones de los escritos árabes, y a él se dedica una del

87 
Sobre ello conviene destacar que durante la dominación musulmana a los archivos de Toledo
se había incorporado durante la época omeya la Biblioteca de Córdoba. Historia de España VI, Ma-
drid: Istmo, 2009.
88 
Se fecha una traducción de Averroes del año 1240 en el monasterio de la Trinidad de Toledo
firmada por Herman el Alemán. Eloy Benito Ruano: «Ámbito y ambiente de la “escuela de traducto-
res de Toledo”», Espacio, Tiempo y Forma, serie iii, t. 13 (2000).
1. Origen del concepto archivo [51]

árabe del libro vi de Aristóteles. Antes del siglo xi, esta labor ya era cono-
cida como el arte toledana.89 Pedro el Venerable encarga una traducción del
Corán en 1143, mencionando en Toledo la sustitución de los libros en perga-
mino por papel o pergaminos de trapo, como se conocieron en los primeros
momentos por su imitación inicial al pergamino.
El apogeo lo recibe durante el reinado de Alfonso X el Sabio (1252-1284),
cuyos scriptoria reciben el nombre de escuelas alfonsíes; los historiadores
distinguen entre los meros talleres de copia y traducción y los centros de in-
vestigación en las materias de humanística, física, matemáticas, astronomía,
astrología y sobre todo en la recopilación jurídica de leyes. Queda pendiente
realizar un estudio sobre los archivos, códices y manuscritos que puedan
haber sobrevivido de los archivos o tesauros toledanos, semejantes a los que
se han realizado y se realizan en la actualidad sobre las copias y traducciones
al latín de las grandes obras científicas y literarias y sobre las artes nigro-
mánticas, que se conservan en su mayor parte en la Biblioteca Nacional,
la Biblioteca de El Escorial y la Real Academia de la Historia, así como las
obras existentes en la Biblioteca Nacional de París.

1.6.  Los archivos de los reinos

1.6.1.  Los reinos de la Corona de Aragón

El inicio de los archivos de los reinos se aprecia primero en los territorios de


Cataluña y Aragón. Las guerras civiles visigodas provocaron en el siglo viii
la expansión árabe hasta la Narbonense, es decir, la ocupación de las primi-
tivas capitalidades de las diócesis de Hispania y la Galia. Este hecho produce
que tanto la Crónica Mozárabe (754) como la Crónica de san Juan de la
Peña90 recojan el refugio de pequeñas poblaciones en los territoria o terrae
de los Pirineos, cuyo objetivo será la recuperación de la «pérdida de Hispa-
nia». La historia demuestra unos acontecimientos distintos a los acaecidos
en las poblaciones de Andalucía con respecto a los invasores musulmanes, el
territorio o terra pirenaico se inclina a la influencia franca de la Narbonense,

89 
Eloy Benito Ruano, «Ámbito y ambiente de la “escuela de traductores de Toledo”», o. cit.
90 
También conocida como Crónica Pinatense, fue escrita por el secretario del rey Pedro IV, To-
más de Canella, en 1342, a partir de los Anales Pinatenses; abarca el inicio del reino de Aragón desde
los condados iniciales y se cierra en la muerte de Alfonso IV, <http://www.cervantesvirtual.com>.
[52] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

recogiendo los anales francos la presencia en el Alto Aragón de un funcio-


nario imperial, Aureolus, que administra la tierra altoaragonesa en calidad
de conde del imperio franco; así, el Códice de Roda recoge cómo el conde
Aznar Galíndez se postra ante los pies de Carlomagno y recibe de este los
condados de la Cerdaña y de Urgel.91
La articulación de las instituciones condales requiere la homogeneiza-
ción en todas ellas de las escribanías a cargo, en los siglos ix y x, de reli-
giosos, aunque pervive la figura del notarius publicus del Liber, pudiendo
diferenciarse las escrituras privadas por el empleo de las fórmulas de scripsi
o subcripsi y las públicas por el empleo del rogatus o rogitus; ya en la corte
barcelonesa de Borrel II destaca el archisacer major92 o archivero mayor.
La conquista de Zaragoza por los cristianos fue apoyada en el Concilio
de Toulouse de 1118, que predicó la cruzada entre la nobleza franca, reco-
giendo el espíritu de la pervivencia de la antigua administración de la prefec-
tura de las Galias e Hispania. Este espíritu es el que permitió al rey Alfonso I
de Aragón ceder la administración del reino a las órdenes militares, para la
defensa del orden de la prefectura o que, a su muerte, asumiese la tutela del
reino de Aragón el rey de Castilla y León, Alfonso VII, quien como impe-
rator totius Hispaniae, tenía derecho a la administración de la prefectura y
como tal confirmó y amplió los fueros de la nobleza aragonesa.93
Posiblemente Zaragoza había conservado su archivo o tesoro visigodo,
lo que influiría sin duda en que los reyes de Aragón recibiesen el homenaje
de los condados de Carcasona, Narbona y Olorón, o que el rey de Aragón
se ensalzase por encima de la nobleza o de la Iglesia, como los antiguos
reyes godos, convocando curias, reuniendo asambleas o firmado pactos de
alianza.
Si para Castilla y León la conquista de Toledo marca el principio del
cambio, para las tierras de Aragón y Cataluña, el punto de inflexión lo pro-
dujeron el vasallaje del condado de Barcelona a la Santa Sede el año 1090 y
el fracaso al intentar hacerse con el control de Toulouse con el apoyo papal;
podemos hablar de fracaso porque solo logró un acuerdo de gobierno repar-
tiéndose parte de la Provenza con el conde de Toulouse.

91 
José María Lacarra: «Textos navarros del códice de Roda», Historia de España VII, Madrid:
Istmo, 2005.
92 
Flocel Sabaté: «Corona de Aragón», Historia de España VIII, Madrid: Istmo, 2003.
93 
A partir de este momento la rueda de los privilegios rodados de Alfonso VII de Castilla pasó a
ser el escudo oficial de Zaragoza.
1. Origen del concepto archivo [53]

En 1091 el papa restauró la diócesis de Tarragona «muchos años des-


truida y abandonada, yermas sus tierras e incultas…»,94 ciudad despoblada
en estos momentos, por lo que hasta el año 1126 no será efectiva su restau-
ración y repoblación.
El 11 de agosto de 1137, el rey Ramiro el Monje dona su reino de Ara-
gón a su yerno, Ramón Berenguer IV, como conde de los barceloneses y
marqués, reservándose Ramiro I el título de rey hasta su muerte: «Y yo,
predicho Ramiro, seré rey, señor y padre en el citado reino y todos sus con-
dados mientras me pluguiere».95 Ramón Berenguer IV organizó la cancille-
ría colocando bajo el scriptor comitis a muchos escribanos del rey Ramiro,
creando una cierta especialización administrativa con los sectores judicia-
les, económicos, el entorno de Barcelona, el notarius comitisse (escribano
de la reina) y el scriba curie (escribano de la curia), completándose a partir
de este momento las formas de validación documental con el uso de sellos
(1174 en Urgel).96
A la muerte de Ramón Berenguer IV sigue perviviendo el concepto de
la prefectura de las Galias e Hispania. Su hijo Pedro recibe los territorios
de la Galia: Cerdaña, Carcasona y Narbona, y su hijo Alfonso II los terri-
torios de la casa de Barcelona; posteriormente recibirá los de Aragón por
donación de su madre, doña Petronila, bajo la tutela del Hispaniarum rex
Fernando II de León, quien fue rápidamente sustituido como tutor por el
rey de Inglaterra Enrique II.
A partir de la inflexión política del año 1090, la preeminencia franca
poco a poco empieza a perder influencia. En el año 1180 la cancillería cata-
lana deja de fechar los documentos por los monarcas francos, aunque el rey
Pedro II intente el último esfuerzo de hacerse con la preeminencia sobre el te-
rritorio franco, haciéndose coronar en Roma por el papa Inocencio III; pero
su derrota y muerte en Muret en 1213 por los cruzados contra el catarismo
frustra definitivamente la idea de la prefectura o unión de las tierras desde
el Ródano hasta el Ebro. Es ahora cuando surge la necesidad de conocer los
derechos y los dominios de Barcelona, por lo que se procede a ordenar el
Archivo Real y crear el Liber Feodorum Maior.97

94 
Historia de España VII, Madrid: Istmo, 2005.
95 
A. Ubieto: «La creación y desarrollo de la Corona De Aragón», Historia de España VII, Ma-
drid: Istmo, 2005.
96 
Flocel Sabaté, «Corona de Aragón», o. cit.
97 
Flocel Sabaté, «Corona de Aragón», o. cit.
[54] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

Durante el reinado del primer rey de Aragón y conde de Barcelona Al-


fonso el Casto, el decano de la catedral de Barcelona, Ramón de Caldes, rea-
lizó este trabajo. A partir de este momento se inicia rápidamente el cambio
político, que podemos resumir en las siguientes causas:

— La primera causa es la pérdida del horizonte de restauración del orden


antiguo. Lo vemos en la conquista de Valencia en 1238 por Jaime I,
donde, en vez de confraternizar y tratar de mantener los órdenes es-
tablecidos, se realiza el repartimiento de la ciudad entre la población
mudéjar y los nuevos pobladores, creando en 1239 el nuevo reino de
Valencia con su propia estructura jurídica basada en els furs.
— La segunda consecuencia será la vuelta al concepto de Hispania. La
nueva situación queda reflejada en el Tratado de Corbeil, por el cual el
rey de Francia Luis IX renuncia a sus derechos sobre la Marca Hispá-
nica o condados catalanes.
— La tercera consecuencia será la forja de una nueva legislación que re-
gule el nuevo orden; surge la compilación de las leyes, cuyos resulta-
dos son los fueros de Aragón, las conmemoraciones, los usatges y els
furs de Valencia.
— La cuarta consecuencia la podemos ver en la ocupación de Sicilia por
Pedro III y la creación del reino del mismo nombre; poco después se
irá incorporando el reino de Mallorca, tras la conquista de las islas
(1285-1286). Se inicia con la expansión mediterránea el germen de
una nueva estructura política y económica que en los siguientes siglos
suplirá el horizonte del antiguo concepto del Imperio romano, tanto el
occidental como el oriental.

Entre los años 1213 y 1318, año de creación del Archivo Real de Bar-
celona, existe un largo camino para la constitución de los archivos de los
reinos. En este periodo la corona aragonesa, al prolongarse por las islas del
Mediterráneo, accede sin duda a la organización de la cancillería siciliana,
que influye en la futura organización de la cancillería catalanoaragonesa.
Por desgracia, los registros más antiguos de la cancillería siciliana fueron
destruidos en Mesina en el año 1356. Paolo Collura intenta una reconstruc-
ción basándose en los documentos de los tabulari eclesiásticos sicilianos, así
como con los propios documentos conservados en el Archivo de la Corona
de Aragón. En 1300 la cancillería siciliana aparece plenamente formada; un
1. Origen del concepto archivo [55]

siglo después será la cancillería catalana y aragonesa la que sirva de ejemplo


a la siciliana.98
En la actualidad hay diversas teorías que divergen sobre el origen y el
significado del Archivo Real, siendo sus principales estudiosos Carlos López
Rodríguez,99 Rafael Conde100 y un grupo de archiveros catalanes101 encabe-
zado por Ramón Planes i Albets, basándose todos ellos en los momentos de
la constitución del Liber Feudorum. Federico Udina, que analizó el Liber
mismo, estableció que de los 902 documentos que lo constituían (de ellos
solo 517 pergaminos parecen conservarse en el actual Archivo de la Corona
de Aragón) solo 40 procederían del archivo condal, los cuales se dividen en
públicos y privados; Rafael Conde solo considera documentos condales de
Barcelona 23 documentos, datando en el condado de Ramón Berenguer I los
primeros documentos públicos; hasta esa fecha todo lo conservado son do-
cumentos particulares. Carlos López opina que solo se puede calificar como
archivo los documentos que lo constituyeron con tal función a partir de
1318. El grupo de archiveros catalanes consideran la existencia previa en
Barcelona de un archivo público del reino;102 creen que debe recuperar en la
actualidad su nombre antiguo de Archivo Real de Barcelona y separar del
mismo todos los documentos que no fuesen estrictamente catalanes. Conoz-
camos por tanto cómo se formó el archivo y sus vicisitudes históricas.
Es a partir del año 1180 cuando, en el transcurso de la prueba documen-
tal sobre los derechos feudales de los castillos de Lluçà y Merlès, el rey Al-
fonso el Casto alega la validez de un documento sin fecha ni validación por
encontrarse en inducebat alia similia sacramentalia de suo archivo producta,
es decir, que a falta del original es válida la copia obtenida de la matriz
conservada en el archivo; es al parecer la primera mención en romance del
98 
Paolo Collura: «La cancelleria dei re aragonesi di Sicilia», Scrinium, quaderni de estrati di
Schede Medievali, 3. Palermo, 1983.
99 
«Orígenes del Archivo de la Corona de Aragón (en tiempos, Archivo Real de Barcelona)»,
Hispania, vol. lxvii, 226, mayo-agosto, 2007, pp. 413-454.
100 
Reyes y archivos en la Corona de Aragón: siete siglos de reglamentación y praxis archivística
(siglos  xii-xix), que contiene 157 páginas de estudio introductorio más 284 documentos transcritos,
constituye un compendio sobre lo que se sabe de este asunto. El archivo real del monasterio de Santa
María de Sijena (Huesca): primer tercio del siglo  xiii-1308, de menor volumen, tiene 65 páginas de
estudio más 26 documentos transcritos en 80 páginas. Citados por Carlos López Rodríguez en el ar-
tículo anterior.
101 
Sobre la opinión de los archiveros de Cataluña debe consultarse la obra de Ramón Planes;
Laurèa Plagarolas y Pere Puig: L’Arxiu de la Corona d´Arago: un nou perfil per a l’Arxiu Reial de
Barcelona, Barcelona: aa.cc., 2003.
102 
La existencia de este archivo público se conoce también en Oviedo.
[56] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

vocablo archivo, empleado por primera vez en los territorios de Hispania.


En 1264 vuelve a mencionarse en otro pleito la expresión archivo unida al
concepto de público.
Sobre la ubicación del archivo se barajan diversas hipótesis, aunque todas
ellas apuntan a diversos depósitos documentales, reflejando la movilidad de
la corte y de su cancillería, mostrando preferencia por unos u otros depósi-
tos según los distintos monarcas aragoneses y condes barceloneses. Parece
documentarse un archivo público en el propio palacio, otro en la casa de San
Juan de Jerusalén de Barcelona, otro depósito en el monasterio de Sijena, en
la Casa Hospital del Temple, un archivo de la cancillería en las casas conti-
guas al Palacio Real, otro depósito en la Casa de la Orden del Hospital de
Barcelona, San Juan de la Peña, etcétera.
A partir de 1307 el Rey Jaime II comienza a concentrar los archivos en
su palacio, instituyendo el Archivo Real el año 1318, en dos cámaras, en la
superior el archivo de la cancillería y en la inferior el archivo del maestre
racional, construyéndose en 1319 una cámara abovedada donde se concen-
traron los registros, privilegios y escritos, al lado de otra cámara donde se
conservarían las joyas de oro y plata, los vestidos y los ajuares de la cámara
real.103 A partir de este momento cualquier trabajo jurídico partirá siempre
del previo estudio de los documentos del archivo. El primer archivero es
un escribano de registro;104 a partir del otorgamiento de sus ordenanzas,
en 1384, el archivero se asemeja al protonotario, jurando su cargo ante el
canciller y el vicecanciller.
Sin duda, la necesidad de institucionalizar un archivo central del reino
surge desde el momento de la consolidación, a partir del año 1218, del
canciller,105 cargo siempre en manos de un eclesiástico, a pesar de los inten-
tos de secularización de las notarías. En el siglo xiii aparecen los primeros
registros cancillerescos en papel, instituyendo Alfonso el Casto en 1286 que
todas las peticiones de privilegios y mercedes se debían efectuar por escrito
y todas ellas recibirían su respuesta igualmente por escrito.106

103 
La disposición de las salas se asemeja a las descripciones de las salas del tesoro del Castillo
Encantado o del Palacio de Bronce.
104 
Se puede seguir la lista de los directores del archivo en la enciclopedia Wikipedia: «Archiveros
del Archivo de la Corona de Aragón».
105 
Las Cortes catalanas de 1292, 1299 y 1300 confirmaron la excepcionalidad de que el canciller
real pudiese ser un eclesiástico, en contra de sus acuerdos, para que los oficios reales de la corte estu-
viesen en manos de particulares.
106 
Flocel Sabaté: «Corona de Aragón» en Historia de España VIII, Madrid: Istmo, 2003.
1. Origen del concepto archivo [57]

La creación del Archivo y Tesoro Real de Barcelona rompe definitiva-


mente con la necesidad de acudir a los archivos y tesoros de Carcasona o
de Toulouse en busca de los antecedentes sobre el patrimonio de los reinos
y condados aragoneses; la legitimidad del gobierno la darán, a partir de
este momento, los propios documentos conservados en los archivos reales.
De esta forma se van constituyendo los nuevos archivos que legitimarán la
nueva política, una vez perdido el horizonte de la reconstrucción del orden
de gobierno del Imperio romano.
Para consolidar esta nueva orientación política es necesario reformar la
Cancillería Real.107 Jaime II fue el monarca que reguló las funciones del can-
ciller y del vicecanciller, que sustituye al canciller; participan en el consejo y
en la curia, reciben y ordenan las peticiones de los particulares y participan
en casi todos los documentos; también reguló la figura del notario guardase-
llos o protonotario, equivalente al escribano mayor de la época de Jaime I.
La cancillería se apoya en el trabajo de doce escribanos de manaments o
asuntos y ocho ayudantes de escribanía, tres mensajeros, los correos y el
calfador de cera. Todo el gobierno se complementa con el escrivà de ració o
administrador de los pagos y cuentas y dos secretarios de los documentos del
sello secreto. En 1387 se establecen tres vicecancilleres: de Aragón, Valencia
y Cataluña.
El vicecanciller pasa a ser el rango más importante de la cancillería, ya
que el cargo de canciller es meramente honorario. A partir de 1409 son
auxiliados por los regentes de cancillería, a los que se añadirán en 1452 los
lugartenientes de vicecancillería. Desde 1413 la carrera cancilleresca está
plenamente definida, yendo de menor a mayor rango de la siguiente forma:
escribano de registre extraordinari, escrivà de registre ordinari, escribano de
mandato extraordinario, de mandato ordinario, lugarteniente de protonota-
rio, segundo secretario, primer secretario y protonotario. Los vicecancilleres
quedan fuera de la carrera administrativa, al ser de nombramiento real.
El trabajo en la cancillería queda establecido desde el reinado de Jaime I
con el procedimiento de recibir los documentos, perfilar una respuesta, re-
dactarla y anotarla en los registros cancillerescos y enviarla. En 1282 se crea
la primera serie documental, la de rebus de Siciliae, por el gran incremento
de los documentos sobre el Gobierno de la isla. Con Pedro el Grande se mo-
107 
Sobre la cancillería aragonesa y catalana resumo en buena medida el texto ya citado de Flocel
Sabaté y de Rafael Conde y Delgado de Molina y María Milagros Cárcel Ortí: «Corona de Aragón.
Documentación real: tipología (siglos xiii-xiv)».
[58] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

difican las formas de redacción y sellado de documentos, organizándolos por


temas: comunes, relaciones exteriores, asuntos económicos, asuntos varios
y procuración general; y los libros quedan organizados según su materia:
fisco regio, communis, compotorum, cenarum, scribaniarum, albaranorum,
donationum, gratiarum, notularum, de comissionibus.
Alfonso el Franco perfila las series de registros de super peccuniam, oficiis
et gratiis, de curia, communibus, cenarum, cavalleriarum, super viagio cap-
tione insulae Minoricae, super ordinatione curie Montissoni y thesaurarius
fecit pro domino rege. Jaime II establece las series más generales: commune,
gratiarum, curiae, officialum, sigilli secreti et secretorum y pecuniae.
La producción de documentos cancillerescos se fija con Alfonso el Be-
nigno en medio centenar diario. Pedro el Ceremonioso dota a la cancillería
de las ordenanzas de 1344 y establece la nueva serie de venditionis; en 1429
se establece la serie de documentos criptográficos, necesarios para mantener
las relaciones en periodos de guerra.
Por último, las ordinaciones de 1344 supondrán el futuro político de
constitución de un nuevo Estado del reino de Aragón, regulando la ordena-
ción territorial del nuevo Estado las Cortes Generales de 1382, descansando
en las diputaciones de los tres reinos, que se constituyen como tres Estados.
Poco a poco se mejora la ordenación del archivo mediante la utilización
de sacos y cajas, siendo su modelo de organización el archivo creado en Cer-
deña el año 1332. A semejanza de ellos se constituyen archivos en el resto de
los reinos aragoneses; en 1348 se dispone que la documentación referente a
Aragón se depositase en cierto lugar en la ciudad de Cesaraugusta; a partir
de 1461 se deposita en la diputación de Aragón; Valencia, desde 1383, con-
taba ya con su archivo del maestre racional, constituyéndose en 1419 como
Archivo Real de Valencia; en Mallorca, a semejanza de Valencia, el maestre
racional instituye depósitos documentales.
Fundamentalmente estos archivos conservan, desde las disposiciones del
año 1348 de Pedro el Ceremonioso, los libros de contabilidad de los procu-
radores, estudiados por los oficiales reales en las oficinas del maestre racio-
nal, con sus anotaciones de dudas, justificaciones correspondientes para su
aprobación o apelación al rey, que debe decidir en último término la aproba-
ción de la cuenta o exigir la pignoración de las cantidades no recibidas.
1. Origen del concepto archivo [59]

1.6.2.  La corona del reino navarro

El Pirineo navarro siguió un camino diferente desde que los habitantes de


Pamplona, en el año 718, aceptasen el acatamiento musulmán, provocando
el acercamiento de una gran parte de su población al área franca. Een di-
versas ocasiones el reino franco intentó hacerse con el control de Pamplona,
consiguiéndolo finalmente en el año 824, consolidando una monarquía cris-
tiana con Sancho Garcés I, surgiendo un importante núcleo de monasterios
e iglesias en la ruta de peregrinaje que se abrió en el Camino de Santiago,
cobrando especial relieve las diócesis de Pamplona y Calahorra, que reciben
una gran influencia de la Iglesia franca.
En 1162 Sancho el Sabio, en el momento de mayor expansión del reino,
cambia su denominación por Reino de Navarra, iniciando el concepto de la
realeza territorial,108 y estableciendo una nueva legislación que iniciará lo
que se conoce como Fuero Antiguo, que inició la regulación de los derechos
patrimoniales de la corona, así como la organización de la administración
de las rentas y derechos con el otorgamiento de los fueros de unificación de
pechas, que transformaron todos los conceptos fiscales en una imposición
única por cada casa del reino, que percibían los claveros o merinos del rey;
en los territorios francos o dotados de fuero de realengo, para su adminis-
tración estableció la figura del administrador real, denominado tenente. El
territorio se organizó en merindades, a semejanza de Castilla, y las merinda-
des a su vez se organizaron en bailías.
A la muerte de Sancho el Fuerte de Navarra se inicia la dinastía franca,
por lo que el reino se administra por medio de un gobernador, que en los
siglos xiv y xv recibió el nombre de lugarteniente. Es en el año 1238 cuando
queda redactado definitivamente el Fuero Antiguo, en cuyo preámbulo jus-
tifica el reino de Navarra como heredero de la antigua España conquistada
por los musulmanes, remontando el origen de la realeza navarra al propio
rey Pelayo de Asturias.
La nueva forma de organización se refleja en la segunda mitad del si-
glo xiii, cuando se empiezan a emitir organizada y reglamentadamente las
cuentas o comptos.109 Los registros de comptos están conservados desde me-

108 
Eloísa Ramírez Vaquero: «El reino de Navarra», Historia de España VIII, Madrid: Istmo,
2003.
109 
Aparece un fragmento de cuenta en 1259, un libro en 1266 y el primer registro de cuenta
completa en el año 1280.
[60] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

diados del siglo xiii hasta el fin de la Edad Media, en el siglo xv, y recogen


la gestión de los bienes de la corona navarra. En el siglo xiv a estos libros
iniciales se incorporan los registros de comptos de otros conceptos fiscales.
En 1328 la nueva dinastía navarra de los Evreaux nombró un procurador
general del rey, iniciándose la redacción del Fuero General de Navarra y la
organización y ordenación de los registros de comptos. En 1365, para la me-
jor organización e inspección de las cuentas reales, Carlos II crea la Cámara
de Comptos. Desde el siglo xiii, las cuentas se revisaban y en ellas se anota-
ban las incidencias, debiendo decidir el rey si se presentaban reclamaciones
por los oidores.
A partir de la creación de la cámara, compuesta de notarios y oidores, se
constituyen en tribunal con funciones investigadoras, decisorias y ejecutivas,
por lo que las revisiones de las cuentas y registros contables y la realización
de balances se reflejaba en el informe de los mismos, denominados cuadernos
interreceptores. En el año 1400 se crea la figura del procurador patrimonial,
con el fin de ejecutar más rápidamente las cuentas de los nuevos conceptos
impositivos, monedaje, cuarteles y alcabalas, para el reparto de los cuarteles
por fuegos.110 El reparto de los conceptos impositivos obligaba a la actuali-
zación periódica de los censos fiscales, conocidos como libros de fuegos.

1.6.3.  La corona castellanoleonesa

Existe la posibilidad de que los archivos reales de los reinos de Asturias,


León y Castilla estuviesen formados por la pervivencia de los antiguos archi-
vos de las administraciones romanas y visigodas en Peña Amaya, Asturias y
Toledo, y que en ellos se hayan constituido centros científicos especializados
en el estudio y copia de los manuscritos. Los estudios generales nacerían al
amparo y gestión de los mismos.
El jesuita Francisco Javier de Idiáquez,111 en su obra sobre las sociedades
y colegios en la Antigüedad, recoge que en el Libro de Josué (capítulo 15,

110 
Cuarteles es el nombre de un concepto impositivo que las Cortes otorgaban al monarca para
afrontar los gastos extraordinarios; se repartían entre los fuegos u hogares navarros, recaudándose
cuatrimestralmente; de ahí su nombre.
111 
El jesuita Francisco Javier de Idiáquez realizó un estudio titulado Disertación histórica sobre
las sociedades, colegios y academias de la Europa y en particular de España antes de la invasión de los
moros y aun antes del nacimiento de Mahoma, Madrid: Viuda de Ibarra, 1788.
1. Origen del concepto archivo [61]

versículo 15) aparece una sociedad denominada «los habitadores de Dabir,


que antes se llamaba Cariat-Sepher, esto es, Ciudad de las Letras […] ad-
vierte que Cariat-Sepher, según el hebreo, se llama la Ciudad del Libro y
según Los Setenta la Ciudad de las Letras» y que la Ciudad del Libro o Ciu-
dad de las Letras venía a ser o el archivo de toda la provincia o cierta escuela
pública donde se enseñaba a la juventud las buenas artes y leyes propias de
la patria. «Y esto segundo parece lo más natural, aunque es verosímil que
en esta misma ciudad, donde florecía esta escuela, se hallaba también depo-
sitado el archivo de toda la provincia». Idiáquez cita como antecedentes de
los estudios o archivos o Ciudad del Libro o Ciudad de las Letras a la escuela
fundada por Sertorio en Osca (Huesca), que volvió a ser restaurada en la
Edad Media por Pedro IV el Ceremonioso, en el año 1355, y cita como más
conocida la escuela fundada por san Isidoro en Sevilla en los años 639 y 640.
Por otra parte, san Eulogio menciona una magnífica escuela en Córdoba en
el año 855, donde enseñaba san Zoilo, y que en el año 552 el concilio cele-
brado en Zaragoza reconoce como oficial el título de doctor que se otorgaba
en los estudios de la ciudad.
Los estudios generales no son en principio un centro donde se estudia
el conjunto de saberes, sino más bien un centro de investigación y estudio
donde se pueden recibir alumnos de diferentes lugares.112 El primer estudio
que se crea es el de Palencia (1208-1210);113 posteriormente le sigue Sala-
manca (1218-1219);114 ambas ciudades pueden relacionarse con los tesoros
o archivos de Peña Amaya;115 el tercero es el Estudio General de Lisboa,
que a su vez podemos relacionar con el thesauro o archivo de Braga; Sevilla
(1254), donde parece fueron depositados parte de los archivos de Córdoba
y Mérida por el régimen almohade, ciudad donde el rey Alfonso X buscó la
conversión de los mahometanos y sobre todo el intercambio científico; y Va-
lladolid, que parece sustituir a Palencia, aunque existen serias discrepancias

112 
Horacio Santiago-Otero y José María Soto Rábano: «La sistematización del saber y su trans-
misión entre la minoría culta: escuelas, universidades, escritura, libro, bibliotecas», Ramón Menéndez
Pidal: Historia de España, xvi, Madrid: Espasa Calpe, 1994.
113 
«Quia tu antiquitas refert, semper ubi viguit scholastica sapienta viguit et militia.» Tomado de
la cita anterior.
114 
Constituida por Alfonso IX tras su campaña en Cáceres (quizá tuvo acceso a los archivos de
Mérida), crea el estudio superior, al que hace acudir a maestros muy sabios in sacris scripturis; la cá-
tedra de Teología se fundó un siglo después. Horacio, o. cit.
115 
Sobre Peña Amaya el rey Rodrigo, según Xerif Aledris, deposita en su tesoro los documentos
y los objetos de la coronación real. Peña Amaya fue conquistada por Tarif, restituyendo los documen-
tos y objetos de la coronación real visigoda a Toledo. Xerif Aledris, Descripción de España, o. cit.
[62] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

sobre su origen, ya que el primer documento que menciona el Estudio de Va-


lladolid es precisamente el que crea el Estudio General de Alcalá de Henares
(1293), que parece crearse a semejanza del de Valladolid.
El Estudio General de Alcalá de Henares surge por disposición de San-
cho IV el Bravo como estudio de escuelas generales, a petición del propio
arzobispo de Toledo Gonzalo García Gudiel, que a su vez podemos rela-
cionar con el tesoro o archivo toledano. Este estudio será refundado como
universidad en el año 1499 por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros.
Previamente, Alonso Carrillo, en los años 1458 o 1459, habría añadido a
la ciudad las conocidas como tres cátedras viejas, una de gramática, una de
lógica y una cátedra especial en el convento de Santa María de Jesús, que por
lo visto constaba de un conjunto de saberes especiales filosóficos y teológi-
cos, a los que en el año 1473 dotó de sus estatutos.116 En la corona aragonesa
se establecieron los estudios generales de Lérida, Perpiñán y Huesca, con
estructura semejante a las universidades de Toulouse o de Bolonia.
Alfonso  X el Sabio, en las Siete Partidas, al unificar la administración
eclesiástica con la administración territorial, transforma los estudios gene-
rales en escuelas de enseñanza en primer grado117 y a los estudios superiores
en universidades, que a partir de ahora solo podrán crearse por el papa, el
emperador o el rey. Los estudios superiores se organizan como una univer-
sidad de estudiantes, regidos por un rector, que reciben la enseñanza de los
profesores que deben ser especialistas en las materias del trivium y quadri-
vium; la organización corre a cargo de los bedeles y el material científico
de documentos y libros deben proporcionarlos los estacionarios, quienes se
encargan de vender o alquilar los libros y cuadernos y a su vez se encargan
de actualizarlos según las recomendaciones que sobre los mismos van esta-
bleciendo los estudiantes en su universidad (Partida Segunda, título 31).
Los reyes castellanoleoneses Alfonso IX, Sancho IV, Fernando IV, Al-
fonso X y posteriormente Juan II y los Reyes Católicos prosiguieron la copia

116 
Horacio, o. cit.
117 
«Maestrescuela tanto quiere decir como maestro y proveedor de las escuelas, y pertenece a su
oficio dar maestros en la iglesia que muestren a los mozos leer y cantar, y él debe enmendar los libros en
que leyeren en la iglesia, y otrosí al que leyere en el coro cuando errare, y otrosí a su oficio pertenece
estar delante cuando probaren los escolares, en las ciudades donde son los estudios, si son tan letrados
que merezcan ser otorgados por maestros de gramática o de lógica o de alguno de los otros saberes, y a
los que entendiere que lo merecen, puédeles otorgar que lean así como maestros. Y a esta misma digni-
dad llaman en algunos lugares chanceller, y dícenle así porque de su oficio es hacer las cartas que perte-
necen al cabildo en aquellas iglesias donde es así llamado», las Siete Partidas, partida 1, tit. 6, ley 7.
1. Origen del concepto archivo [63]

masiva de documentos y manuscritos que fueron objeto de venta y distribu-


ción masiva, formando parte de la colecciones bibliotecarias de Castilla. En
estos años reunieron importantes cantidades de códices y manuscritos San
Millán de la Cogolla (hoy depositados en la Real Academia de la Historia) y
el monasterio de Silos (en la actualidad sus códices, manuscritos y documen-
tos se encuentran repartidos en la Biblioteca Nacional de París, en la British
Library de Londres y en el propio monasterio); otros importantes grupos de
fondos se conservan en las bibliotecas de las catedrales de León, Sevilla y
Córdoba; los propios de la catedral de Toledo se encuentran en la propia ca-
tedral y en la Biblioteca Nacional. Las colecciones formadas por los reyes de
Castilla y León desde Alfonso X el Sabio se encuentran diversificadas entre
la Biblioteca de El Escorial y la Biblioteca Nacional; la Universidad de Sala-
manca conserva una impresionante biblioteca y los restos de las colecciones
de la Universidad de Alcalá de Henares se encuentran en la Biblioteca de la
Universidad Complutense de Madrid.118
El siglo xiii se puede definir por las persecuciones religiosas y sobre todo
por las destrucciones masivas de iglesias, monasterios, mezquitas, libros, do-
cumentos y obras de arte que fuesen considerados contrarios a la verdad del
Corán o a la verdad de las doctrinas de la fe cristiana. No hay que olvidar
que la conquista de Toledo provoca una reacción musulmana proporcional a
la actitud de la Iglesia cristiana sobre la permisividad de la práctica de la re-
ligión musulmana o de las herejías. Desde este momento desaparece la con-
fraternización de religiones, destruyéndose masivamente todo aquello que
sirva de garantías jurídicas para la pervivencia de derechos como lo son sin
duda los registros y censos archivísticos. Las religiones no confraternizan,
de tal forma que las razias cristianas en el mundo musulmán provocarán la
migración masiva de los mozárabes de tradición cristiana con sus objetos y
documentos, huyendo de la posterior represión religiosa de almorávides y
almohades.
El Espéculo y las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio nos abren el hori-
zonte de la creación de nuevas instituciones y de los documentos que produ-
cen, conservando cada institución en sus arcas de tres llaves los registros y
escrituras, de acuerdo a la nueva codificación legislativa recogida en el Fuero
Real que viene a sustituir la aplicación del Liber Iudiciorum.

118 
Hortensia Estévez Rey y otros: «Libros y Bibliotecas», Miguel Artola (dir.): Enciclopedia de
historia de España, 7, Madrid: Alianza, 1993.
[64] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

La corona castellanoleonesa no conoce la creación de un archivo que


centralice y conserve los documentos de la corona hasta la institución por
Carlos V del Archivo de Simancas, que principalmente sirve para conservar
los documentos de las instituciones medievales que desaparecen para dejar
paso a las nuevas que se crean para administrar el Imperio. Los reyes pare-
cen actuar de forma descentralizada, encomendando a cada organismo la
conservación de sus propios documentos.
Perviven en gran medida las disposiciones administrativas visigodas que
encomiendan a las instituciones y a los particulares conservar los documen-
tos de privilegios y derechos expedidos por los monarcas anteriores. Pero
los privilegios y derechos otorgados deben ser reconocidos por cada mo-
narca una vez es investido como tal; los particulares e instituciones deben
presentar sus privilegios y derechos para su confirmación y aceptación por
el nuevo rey; estas confirmaciones de privilegios se realizan con la emisión
de un nuevo documento en pergamino; todos estos documentos provistos de
sello de plomo pendiente de hilos de seda, son los privilegios plomados; si
los privilegios portan el escudo real en forma de rueda dibujada al final del
privilegio se llaman privilegios rodados.
Respecto a los documentos119 y su valor jurídico, la legislación castella-
noleonesa establece que los originales son válidos en juicio, siendo el juez
quien debía dictaminar en los documentos dudosos su admisión como
prueba testifical;120 incluso Alfonso X el Sabio promulga la pena de exco-
munión por la falsificación de documentos o de las cartas apostólicas, o por
la utilización a sabiendas de documentos falseados o que puedan recoger
disposiciones en contra de la franquicia de sus iglesias, incluso si transcriben
concejilmente disposiciones o sentencias que puedan gravar o pignorar los
bienes eclesiásticos.

119 
Partida 3, tít. 9, ley 2.
120 
Partida 3, tít. 18: «Escritura de la que nace averiguación de prueba es toda carta que es hecha
por mano de escribano público o sellada con sello de rey o de otra persona auténtica que sea de creer,
y nace de ella muy gran provecho, pues es testimonio de las cosas pasadas y averiguación del pleito
sobre la que es hecha; y hay muchas maneras de ella, pues o será privilegio de papa o de emperador o
de rey sellado con su sello de oro o de plomo o firmado con signo antiguo, que era acostumbrado en
aquella sazón, o cartas de estos señores o de alguna otra persona que tenga dignidad con sello de cera.
Y aún hay otra manera de cartas que cada un otro hombre puede mandar hacer y sellar con su sello;
y tales como estas valen para aquellos cuyas son, solamente que por su mandato sean hechas y sella-
das. Y otra escritura hay que hombre hace con su mano y sin sello, que es como manera de prueba así
como adelante se muestra; y hay otra escritura que llaman instrumento público, que es hecha por
mano de escribano público».
1. Origen del concepto archivo [65]

Las nuevas instituciones que se crean en el siglo xiii y que conformarán


los futuros archivos del estado son:

1.6.3.1.  La Cancillería Real

En un principio en la monarquía asturleonesa existía un notarius, que durante


el periodo de la reina Urraca se conforma como una auténtica cancillería,
compuesta por un notario y un escribano.121 Desde mediados del siglo xii es-
taba organizada en el reino castellanoleonés la cancillería regia;122 al frente de
la misma Alfonso VII puso al arzobispo de Santiago de Compostela. En 1157
se separaron las cancillerías de León y Castilla, cuyos cancilleres respectivos
fueron los obispos de Santiago de Compostela y Toledo, aunque sus nombra-
mientos fueron más bien protocolarios. Alfonso X, en las Siete Partidas, or-
ganiza la Cancillería Real instituyendo la figura del chanciller mayor,123 man-
teniendo la separación de las cancillerías castellana y leonesa. Por debajo del
canciller se encontraban los escribanos124 y los selladores.125 La complejidad
de gobierno y la necesidad de mantener documentos secretos crea el primer
canciller de la poridad o del secreto a partir de la época de Sancho IV.
A mediados del siglo  xiii se crean cuatro notarios mayores: Castilla,
León, Toledo (creado por Fernando IV) y Andalucía. En el reinado de San-

121 
Pedro Andrés Porras Arboledas: «Los reinos occidentales», Historia de España VIII, Madrid:
Istmo, 2003. Seguiré en gran medida la organización administrativa, por lo que citaré en notas las
observaciones o criterios de otros estudiosos del periodo.
122 
Julio Valdeón: «León y Castilla», Manuel Tuñón de Lara (dir.): Historia de España IV, Ma-
drid: Labor, 1982.
123 
«Chanciller es el segundo oficial de la casa del rey de aquellos que tienen oficios de secretos,
pues bien, así como el capellán es medianero entre Dios y el rey espiritualmente en hecho de su alma,
otrosí lo es el chanciller entre él y los hombres cuanto en las cosas temporales; y esto es porque todas
las cosas que el rey hay de librar por cartas, de cualquier manera que sean han de ser hechas con su
sabiduría, y él las debe ver antes que las sellen por guardar que no sean dadas contra su derecho, por
manera que el rey no reciba por ellas daño ni vergüenza, y si hallase que alguna había entre ellas que
no fuese así hecha, débela romper o desatar con la péñola, lo que dicen en latín cancellarre, y de esta
palabra tomó nombre chanciller», partida 2, tít. 9, ley 4.
124 
«Deben ser tales a quienes pueda el rey acusar por el yerro, si lo hicieren, y a su oficio perte-
nece el escribir los privilegios y las cartas fielmente según las notas que les dieren, no menguando ni
creciendo ninguna cosa», partida 2, tít. 9, ley 8.
125 
«Selladores son una manera de oficiales que conviene mucho que tengan en sí gran lealtad, y
que sean muy acuciosos en guardar los sellos y en sellar las cartas, y según el uso de este tiempo mucho
ayuda para ser cumplida la prueba y creída la carta cuando es sellada», partida 3, tít. 20. La partida 7
recoge como delito de lesa majestad el falseamiento de los sellos reales y, por lo tanto, su autor debía
ser condenado a muerte y embargarse sus bienes (tít. 2, ley 1).
[66] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

cho IV aparece el notario de la Cámara del Rey; Fernando IV crea el notario


público de la corte y de todos los reinos, título que adquirirán todos los
notarios públicos; durante el reinado de Pedro I se conoce un notario de los
privilegios rodados.
En un principio es imposible distinguir el escribano del notario, a partir
del siglo xiii son los escribanos quienes organizan la administración, distin-
guiéndose de acuerdo al cargo los siguientes:

— Escribanos de cancillería.
— Escribanos de cámara, secretarios personales del rey. No se encuadra-
ban en la cancillería. Al mismo grupo pertenecía el escribano de la
poridad o del secreto. Se conocieron escribanos de arábigo o de latín
para redactar los documentos en estas lenguas.
— Escribanos de la poridad. Tenedores del sello para los escritos secretos.
— Escribanías judiciales. Cada alcalde contaba con la suya. Desde el si-
glo xv se conocieron las escribanías de provincias. Existieron las escri-
banías de los alcaldes de alzada, la de los hijosdalgos, de los jueces de
suplicaciones, de la audiencia de los oidores y de la audiencia de la cárcel.
— Escribanías del Consejo Real.
— Escribanías fiscales. Escribano mayor de rentas, contadores, etcétera.
— Escribanos de las Cortes.
— Secretarios del monarca. Pasaron a denominarse de esta forma los es-
cribanos de cámara, quienes se especializarán y adquirirán una gran
importancia en la administración imperial de la dinastía austríaca.
— Registradores. Inscribían en los registros los documentos expedidos
por cartas de justicia, cartas de gobierno, etcétera, si bien no se con-
servan los registros hasta el reinado de los Reyes Católicos.
— Selladores. Los tenedores de los sellos: del sello mayor, de la poridad,
del consejo; contaban con la ayuda de selladores menores; ejercieron
el control formal de las cartas que pasaban por su mano.
— Relatores y refrendarios. Pueden surgir hacia 1385; servían de enlace
entre el rey y el consejo.

1.6.3.2.  Audiencias y cancillerías

El origen de las audiencias fue la creación en las Cortes de Zamora de los


alcaldes ordinarios; en total 23 tribunales repartidos por el reino con sus es-
1. Origen del concepto archivo [67]

cribanos, porteros, monteros, etcétera. En la corte se asentaban tres alcaldes


de Castilla y cuatro leoneses. No se puede saber cuándo empiezan a consti-
tuirse en audiencia, ya que en principio el rey seguía administrando justicia
en su audiencia, asesorado de sus alcaldes. Parece que es el Ordenamiento de
las Cortes de Toro de 1371 donde se configura la audiencia y cancillería, en
principio itinerante como la Corte; a partir de Juan I residía por trimestres
en Medina del Campo, Olmedo, Madrid y Alcalá de Henares. Enrique III
ubicó en Valladolid la del norte y en Ciudad Real la del sur. En 1494 los
Reyes Católicos pusieron la frontera jurisdiccional de las dos audiencias en
el Tajo y en 1505 la Audiencia de Ciudad Real se trasladó definitivamente a
Granada. Felipe II crearía las audiencias de La Coruña, Sevilla y Canarias.
Las audiencias estaban compuestas de cuatro salas de lo civil, una de lo cri-
minal y una sala de hijosdalgos; en Valladolid además existía la sala de Viz-
caya. Eran la última instancia judicial y solo en algún caso se podía apelar al
Consejo de Castilla depositando una fianza de 1500 doblas.

1.6.3.3.  El Consejo Real

Porras Arboleda126 considera que el Consejo Real en principio se encuentra


al mismo nivel que la audiencia o cancillería. En la monarquía visigoda
existe una institución conocida como concilium; posteriormente, en la
Alta Edad Media, se conoce el palatium y la curia. Es Alfonso X el Sabio,
en las Partidas, el que habla de la labor del Consejo del Pueblo hacia su
monarca. La institución nace en las Cortes de Valladolid de 1385, donde
tras la derrota de Aljubarrota se impone por el reino a Juan I un órgano
consultivo, administrativo y de gobierno que, modificado varias veces, ad-
quiere su forma definitiva con los Reyes Católicos en 1480. Torres Sanz lo
considera una institución nueva, sin que vea semejanzas con las antiguas
del palatium o de la curia, que de hecho seguirán alrededor del monarca
para la gestión de la vida diaria de la Casa Real. Las Cortes de Briviesca
de 1387 reemplazan a los representantes de los ciudadanos por los letra-
dos, estableciendo las funciones motu proprio del consejo y las que debían
adoptarse con el monarca. En 1390 se instituye la figura del presidente del
consejo, pasando este a constituirse en cinco salas distintas: Relaciones
Exteriores con presencia regia, Justicia, Hacienda, Hermandades y de Te-

126 
«Los reinos occidentales», o. cit.
[68] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

rritorios Aragoneses. Sus vías de actuación o de procedimiento eran las de


cámara (presentación de dignidades eclesiásticas o patronato real, gracia
y merced: concesiones de mercedes, tierras y tenencias, nombramientos
de oficios de la casa real y de lugares de realengo, concesión de perdones,
legitimaciones, franquicias, etcétera), de gobierno (elaboración de leyes,
protección de derechos, reparación de agravios, defensa de la jurisdicción
real, control de oficios públicos y órganos colegiados, gobierno de los lu-
gares de realengo, orden público, Fomento, Hacienda, Ejército y relaciones
exteriores) y de proceso (pleitos de otras instancias judiciales, causas por
comisión real, apelaciones de alcaldes de casa y corte, pesquisas, residen-
cias y conflictos de términos).
El consejo, cuando actuaba con intervención del rey, lo hacía mediante el
procedimiento del despacho de la cámara (librar por cámara); con interven-
ción del rey, los asuntos que trataba directamente el consejo se despachaban
por expediente (librar por expediente). Los procesos judiciales los realizaba
mediante el sumario.127 La consulta será siempre el medio de relación entre
el rey los miembros de su consejo.

1.6.3.4.  Otros oficiales

1.6.3.4.1. Oficiales económico-fiscales

La recaudación de impuestos se deja en manos de los almojarifes128 o tesorero


mayor de la casa real; quizá apareciese en el siglo xi; puesto encomendado
generalmente a judíos. A mediados del siglo xiv pasarán a conocerse como
contadores, a los que se subordinan tesoreros, recaudadores, depositarios y
pagadores, que se acabaron especializando según sus funciones: tesoreros de
León, Castilla, Toledo, Extremadura, Vizcaya, de la casa real. A partir de
las Cortes de 1374 los contadores son controlados directamente por el rey,
sin intervención del mayordomo mayor, constituyendo una rama adminis-
trativa propia. Con el rey Enrique II los dos contadores se conocerán como

127 
María Paz Alonso Romero: El proceso penal en Castilla, siglos xiii-xviii, Salamanca: Ediciones
Universidad de Salamanca: Diputación Provincial de Salamanca, 1982.Realiza un buen estudio de la
procedimientos y de la tipología documental del procedimiento judicial.
128 
Alfonso X sin duda persigue continuar con las figuras impositivas musulmanas en las zona
conquistadas, que son de patrimonio real, ya que las tierras de los reinos de Asturias, León y Castilla
se encuentran amparadas por los fueros de población o los fueros y libertades ciudadanos.
1. Origen del concepto archivo [69]

el de Hacienda y el de cuentas. Cada uno contará con su lugarteniente de


contaduría, que organiza a los contadores menores en las oficinas de: sueldo,
tierras, mercedes, quitaciones, rentas, raciones. Los contadores, aparte de las
funciones puramente administrativas, tenían función jurisdiccional para juz-
gar los conflictos referentes a la Hacienda pública. Bajo Enrique IV la Casa
de Cuentas se asentó en Valladolid con su archivo.

1.6.3.4.2. Oficiales militares

Almirante: cargo creado por Fernando III durante el sitio de Sevilla. Al-


fonso X en las Partidas le confiere carácter orgánico, otorgándole por dele-
gación del monarca el mando militar y administrativo, así como la jurisdic-
ción sobre las aguas. A final de siglo se separaron el cargo de almirante de
las galeras de Castilla, con sede en Cantabria, y el de las galeras de Sevilla,
con funciones en el Mediterráneo y la Andalucía atlántica. Fernando IV le
otorgó jurisdicción sobre las aguas marítimas y fluviales.
Capitán de mar: en principio se asemeja a la figura del almirante; luego su
figura se desvanece en el siglo xv.
Condestable: copiado de la monarquía francesa, el cargo se crea en 1382
por Juan I; se constituye como la primera dignidad de la corte.
Mariscales: surgen a la par que el condestable; tenían mando de tropa y
funciones logísticas y de apoyo.

1.6.3.5.  Órganos de control de la corona en la administración


territorial

1.6.3.5.1.  Merinos y adelantados: son delegados reales con funciones de gobernación

Alfonso  VIII creó el año 1230 el cargo de merino mayor de Castilla; Fer-
nando III instituyó el merino de León el año 1250 y al año siguiente el de
Galicia. Alfonso X los sustituyó por adelantados y creó el cargo de adelan-
tado mayor de la frontera para defensa del reino. En reinados posteriores
solían nombrarse merinos o adelantados, sin que exista una norma que di-
ferencie sus competencias. Pérez Prendes les atribuye funciones ejecutivas de
orden público y de recaudación de Hacienda, realizando justicia de hecho
sin celebración de juicio; Sánchez Ercilla y Arregui discrepan, atribuyendo a
este último funciones semejantes a las que reciben corregidores y audiencias
[70] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

en tiempos de los Reyes Católicos, manteniéndose en la época moderna los


adelantamientos de León y Castilla.

1.6.3.5.2.  Gobernadores

Aparecen en el ordenamiento de Cortes de 1480, aunque aparecen algunos


gobernadores durante el reinado de Enrique IV; son delegados personales
del monarca, con nombramiento y jurisdicción temporal para casos o loca-
lidades concretas; actuaban en orden público y podían realizar actos juris-
diccionales.

1.6.3.5.3. Corregidor

Cargo creado por Alfonso XI con el fin de tener un oficial real que supervi-
sase las actuaciones de los concejos y administrase justicia en nombre del rey.
Con Enrique III y los Reyes Católicos el cargo se regulariza en la mayoría
de las ciudades; sus nombramientos tenían mandatos anuales, que podían
prorrogarse, debiendo someterse al juicio de residencia por el corregidor
entrante.

1.6.3.5.4.  Hermandades

Desde finales del siglo xii se conocen acuerdos entre concejos creando her-
mandades para el mantenimiento del orden público. Durante el reinado de
Alfonso X se crea la primera Hermandad General; con Sancho IV aparecen
diversas hermandades territoriales; Alfonso  XI disolvió todas las herman-
dades al alcanzar su mayoría de edad, siendo los Reyes Católicos los que
crean la Hermandad General del Reino con el fin de hacer respetar el orden
público en sus territorios.
2.  La formación de los archivos del Estado

2.1.  Los archivos del Imperio

Durante el siglo xiii las disposiciones del Liber Iudiciorum han sido reem-
plazadas por las disposiciones del Fuero Real,129 que recoge principios pa-
recidos a los establecidos anteriormente en el Liber,130 siendo el organismo
que recibe la donación el responsable de la conservación del documento de
concesión de privilegios: «que las cosas que fueron dadas a las Iglesias por
los reyes o por los fieles, que sean guardadas y queden en poder de la Iglesia,
firmadas en su juro», añadiendo que «cuando el obispo fuese confirmado,
que el obispo con su cabildo hiciese inventario de todos los bienes muebles
y raíces, privilegios, cartas de la Iglesia y las cuentas de lo que la Iglesia
debe y lo que le deben» (título v, ley ii). La segunda institución a la que el
Fuero Real encarga la conservación de la documentación, son los escribanos
públicos: «Los escribanos públicos tengan las notas primeras de las cartas
que ficieren» (título viii, ley ii); «si el escribano publico […] muriere, el al-
calle mande facer a otro escribano la carta por aquella nota misma […]. Et
cuando el escribano moriere, los alcalles recabden luego el registro de todas
las cartas […] e denlo a otro escribano que metieren en su lugar» (título viii,
ley iv). Al igual que el Liber, da plena validez a las cartas que presenten el
sello del rey, arzobispo, obispo o concejo, así como a las cartas de los par-
ticulares con su sello. Habrá que esperar al año 1480 para que se obligue a
los concejos a conservar y guardar en un arca de tres llaves los escritos de

129 
Fuero Real del rey don Alonso el Sabio. Copiado del códice de El Escorial y cotejado con va-
rios códices de diferentes archivos por la Real Academia de la Historia, Madrid: Imprenta Real: 1836,
ed. facs. Valladolid: Lex Nova, 1979.
130 
Se considera que el Fuero Real fue la revisión romanceada del propio Liber adaptado a los
nuevos tiempos.
[72] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

privilegio de los reyes; hasta ese momento solo tenía la obligación de la ex-
hibición131 y lectura pública de los mismos.132
Las Cortes de Alcalá de Henares de 1348 impusieron los principios de
la administración de la Edad Moderna, fijando el orden de prelación de
las fuentes jurídicas de tal forma que, a partir de este momento, los pleitos
deben regularse, en primer lugar, por las leyes del propio ordenamiento;
en segundo lugar, por los fueros municipales y, en tercer lugar, por las le-
yes de las Partidas. Las disposiciones del Espéculo real parecen estar más
encaminadas a marcar las competencias de los distintos tribunales reales
y concejiles y a marcar el procedimiento, así como a disponer las causas.
Las Partidas parecen disponer más un principio de ordenamiento constitu-
cional del reino.
Es posible que tuvieran mayor transcendencia administrativa y archi-
vística las modificaciones administrativas del siglo xv que los decretos de
nueva planta de Felipe V en el siglo xviii. Las modificaciones implantadas
por el rey de Aragón Fernando II con el consenso de su mujer, Isabel de Cas-
tilla, afectan a la estructura institucional de los reinos de forma irreversible.
Las primeras disposiciones instituyeron el régimen virreinal y de audiencias
—Real Audiencia de Cataluña (1493); Valencia (1506), Aragón (1528) y
Mallorca (1571)—; a continuación, en 1494, se creó el Consejo Supremo de
Aragón como órgano decisorio y ejecutivo, pero es la expedición al Nuevo
Mundo de Cristóbal Colón la que abre una nueva perspectiva administra-
tiva en la corona castellanoleonesa, que incide plenamente sobre la con-
servación de los documentos, quizá porque los archivos y los manuscritos
conservados en ellos o en los estudios generales y superiores contribuyeron
a la adopción de las decisiones por las cuales la corona accedió a enviar una
expedición a la India por la ruta del occidente.

131 
Las disposiciones públicas se exhiben desde la más remota antigüedad a la entrada de las ciu-
dades; ejemplos de ello fueron los fueros otorgados en época romana, exhibidos en placas de bronce
en lengua ibérica o en lengua latina y en ocasiones en textos bilingües. La tradición pervive hasta la
promulgación de la recopilación legislativa del Liber; a partir de la invasión musulmana, vuelve la
práctica de dotar de fuero específico para cada población, lo que suponía mejorar las condiciones
generales establecidas en el Liber Iudiciorum; solo en los condados pirenaicos influenciados por la
corona franca se conocen la dotación de «malos fueros» o la proclamación de fueros que suprimían
los derechos recogidos en el propio Liber Iudiciorum.
132 
El Fuero Real solo establecía que los alcaldes debían encomendar a dos hombres buenos por-
tar y sellar las cartas de concejo, pero no establecía nada sobre la conservación de los documentos;
serán los Reyes Católicos, en 1480, quienes ordenen a los concejos conservar los documentos de pri-
vilegios en arcas de tres llaves.
2.  La formación de los archivos del Estado [73]

Debemos remontarnos de nuevo a la creación de las escuelas mayores


alcalaínas en 1294, de las que poco más sabemos hasta que, en el siglo xv,
destacan tres: la de estudios de moros, estudios de judíos y una escuela de
matemáticas, a las que Alonso Carrillo habría añadido las tres cátedras vie-
jas de gramática, lógica y una especial. Es fácil sospechar que en dichas es-
cuelas se siguiesen estudiando y copiando los manuscritos y documentos del
tesoro de Toledo,133 entre los que se encontraba la Crónica de Xerif Aledris y
su mención del viaje de los árabes partiendo desde Lisboa hacia occidente en
el siglo viii, manuscrito que del archivo de Toledo pasó a conservarse en la
Biblioteca de El Escorial. Posiblemente la escuela de matemáticas conociese
las teorías de Eratóstenes sobre la esfericidad de la tierra y se encontrase en
sus estudios el manuscrito titulado La esfera, del matemático y astrónomo
inglés del siglo xiii Juan Holywood, llamado Sacrobosco,134 quien difunde a
lo largo de la Edad Media las teorías de Euclides y Teodosio sobre la esferi-
cidad de la Tierra, los polos Ártico y Antártico y la línea equinoccial, junto
con las medidas de la distancia en la circulación de la esfera del cenit al nadir.
Es una realidad que Cristóbal Colón, en los pocos textos135 que sus herede-
ros dejaron entrever para la posteridad, portaba un Ptolomeo136 entero con

133 
En la escuela de traductores de Toledo participó Juan de Sevilla, a quien se sitúa en Toledo
entre los años 1135 y 1153; tradujo al latín la obra de Abu-l-Abbas Ahmad Al-Fargani (Alfraganus,
que en sus Elementos de teología adoptó la teoría de Ptolomeo acerca de la precesión; pero, a diferen-
cia de Ptolomeo, pensaba que también afectaba a los planetas, dando como diámetro de la Tierra
6500 millas); en 1134-1135 tradujo su obra Los elementos, obra que fue traducida al francés y al
italiano en 1313. Citas tomadas de Ángel González Palencia: El arzobispo don Raimundo de Toledo,
Barcelona: Labor, 1942.
134 
Exposición de La esfera de Iván de Sacrobosco, traducida del latín en lengua vulgar por fray
Luis de Miranda, de la Orden de San Francisco, Salamanca: Imprenta de Iacinto Taberniel, 1629.
Sobre tratados de La esfera, en los estudios toledanos podemos mencionar el Almagesto de Ptolomeo,
enciclopedia basada en Hiparcos: Ptolomeo hizo comentarios en los años 127 a 151 a la misma; la
versión latina de Gerardo de Cremona fue la más difundida; se conoce la pérdida de una edición de
Boecio; en Sevilla se hizo otra traducción derivada del griego que fue poco conocida; los manuscritos
conservados en la Biblioteca Nacional procedentes de Toledo hacen pensar que existió una versión
anterior a esta. Ángel González Palencia, El arzobispo don Raimundo de Toledo, o. cit.
135 
Cristóbal Colón: Textos y documentos completos, ed. de Consuelo Varela; nuevas cartas, ed.
de Juan Gil, Madrid: Alianza Universidad, 2.ª ed. ampl., 1982.
136 
En la escuela de traductores de Toledo aparecen diversos Ptolomeos que fueron objeto de es-
tudio en la misma; por el comentario que hace Colón a su Ptolomeo cabría aventurar la hipótesis de
que disponía de un texto en papiro escrito en griego, porque según Ángel González Palencia (El arzo-
bispo don Raimundo de Toledo, o. cit.) el texto griego del planisferio de Ptolomeo se ha perdido, se
conoce por la traducción árabe comentada por Maslama de Madrid, matemático que murió en Cór-
doba el año 1007 e introdujo en España la Enciclopedia de los Hermanos de la Pureza; Herman de
Carintia tradujo su obra al latín, que acabó en Toulouse el año 1143.
[74] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

sus mapas en papiro; además, había embarcado en la escuadra inglesa en las


rutas al Reino de Tule o Islandia y con La Portuguesa había realizado varias
veces la vuelta de La Mina, escuchando las conversaciones de los marinos
portugueses sobre el avistamiento de islas que aparecían y desaparecían, se-
gún las derrotas de los vientos, en la citada ruta. Colón mantuvo su primera
entrevista con los Reyes Católicos y su corte en Alcalá de Henares, en el
Palacio de los Arzobispos de Toledo el 20 de enero de 1486; quizá el tiempo
que transcurrió hasta las firmas de las Capitulaciones de Santa Fe,137 en abril
de 1492, fueron los años que hicieron falta para que las escuelas informasen
de la posibilidad de encontrar tierra y la viabilidad de conseguir el aprovisio-
namiento suficiente para abrir la ruta de occidente.
La única referencia a esta posibilidad es citada por el propio Cristóbal
Colón, en las copias de las cartas recogidas por Las Casas. Concretamente
en el fragmento xxxii,138 expone que estuvo siete años en la corte, años en
los que no encontró marinero, piloto, filósofo o científico que dijese que
su empresa era posible de realizar, excepto el franciscano fray Antonio de
Marchena, visitador de la Orden de San Francisco y sobre todo astrólogo y
cosmógrafo, quien sin duda promueve y organiza el estudio o memorial tras
la entrevista de Colón con los reyes en el Palacio de los Arzobispos de Toledo
en Alcalá de Henares, donde los conocimientos de las escuelas alcalaínas
pudieron avalar las teorías y datos que aportaba Colón.139
Tras la vuelta del primer viaje y su atraque fortuito en Lisboa140 debido a
una tempestad, sin duda será de gran valor el Sacrobosco y su Tratado de la
esfera para resolver el problema con la corte de Portugal y acordar el reparto
del Nuevo Mundo en el Tratado de Tordesillas.
Documentalmente, no existen más pruebas que las circunstanciales,
como fueron la elevación de los estudios alcalaínos a rango de universidad,
la investidura como primado de España del franciscano Diego Ximénez de
Cisneros en la diócesis de Toledo, cuyos obispos residen en Alcalá, o la cere-

137 
Documento incluido por la Unesco en la Memoria del Mundo.
138 
Cristóbal Colón, Textos y documentos completos, o. cit.
139 
Agustín Udías Vallina: («Las ciencias y el cristianismo en la historia», <http://www.upcomi-
llas.es/webcorporativo/Centros/catedras/ctr/Documentos/udiascr2.pdf>, establece que no se discutía
la esfericidad de la Tierra, que era admitida en la Edad Media, sino más bien la posibilidad de realizar
un viaje tan largo, para lo cual Cristóbal Colón falseó las dimensiones de Asia y las distancias de na-
vegación, ya que la esfericidad de la Tierra estaba medida desde Eratóstenes.
140 
En condiciones semejantes a las recogidas por Xerif Aledris al regreso de la expedición árabe
que partió hacia Occidente a su regreso a Lisboa en el siglo viii.
2.  La formación de los archivos del Estado [75]

monia de inauguración o colocación de la primera piedra de la Universidad


de Alcalá de Henares el año 1499; primera piedra hueca que contenía un san
Francisco que encerraba monedas de oro, plata, metal y el pergamino de la
fundación;141 durante la ceremonia el cortejo salió y volvió al convento de
San Francisco de Alcalá de Henares el 14 de marzo de 1499, lo que indica
la preeminencia repentina que adquiere la Orden de San Francisco en detri-
mento de la Orden de Santo Domingo.
Poco después, los Reyes Católicos expedían sus reales pragmáticas de 12
de julio de 1502 y 7 de junio de 1503, mandando que cada escribano tenga
un libro de protocolo y que los registros de escrituras se entreguen al escri-
bano sucesor, germen de los archivos territoriales de protocolos notariales de
la etapa imperial o moderna.
Castilla desconocía la centralización de un archivo real, aunque existen
instituciones que van creando depósitos documentales temporales en aque-
llas ciudades donde la corte, su cancillería y contadores suelen permanecer
más tiempo habitualmente.142 Los Reyes Católicos, en sucesivas Cortes, la de
Madrigal de 1476 y Alcalá de Henares de 1498, sientan la creación del regis-
tro, establecido por Alfonso X en las Partidas, obligando a que el registrador
«tome registro foradado de cada una carta y provisión que registrare y lo
ponga en el libro de su registro, de otra guisa que no dé fe que es registrada
de tal carta».143 Nace el Registro del Sello Mayor de Placa, para la expedi-
ción de los documentos en papel; pero no recoge los documentos sellados
con el sello de plomo o los documentos que no llevan sello.
La falta de existencia de un archivo o archivos puede explicarse por las
causas ya mencionadas de la tradición jurídica castellanoleonesa, que da
validez a los documentos con sellos originales, que por obligación debían
ser conservados en las iglesias que obtenían el beneficio, en el concejo que
los recibía o por el particular, siendo su obligación su presentación al nuevo
monarca para su convalidación; queda en manos de los jueces dictaminar la
veracidad o falsedad que le ofrecían las pruebas documentales aportadas por
las partes; solo en los documentos expedidos por los particulares ante nota-
rio se admitía la comprobación con la nota realizada por el escribano en su

141 
Esteban Azaña, Historia de Alcalá de Henares, o. cit.
142 
Luis Martínez cita depósitos de documentación en Burgos, Segovia, Medina del Campo y la
Cancillería de Valladolid, incluso existe el cargo de tenedor del archivo y escrituras reales, o. cit.
143 
Rosana de Andrés Díaz: «El Estado: documentos y archivos», Miguel Artola (dir.): Enciclope-
dia de historia de España, 7, Madrid: Alianza, 1993.
[76] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

registro.144 En las nuevas instituciones creadas en los reinos de las audiencias


y virreinatos cada una va formando y constituyendo sus archivos.
La complejidad legislativa se complica por la falta de una recopilación
de los ordenamientos de Cortes y sobre todo por la falta de recopilación de
las pragmáticas reales. La recopilación legislativa se inicia con los Reyes
Católicos, en cuyo reinado se promulgan las Ordenanzas Reales de Castilla
u Ordenamiento de Alonso Díaz de Montalvo; en 1503 el escribano del
Consejo, Juan Ramírez, forma el Libro de las Bulas y Pragmáticas. En 1567
Felipe II realizará la Recopilación de las leyes del Reino o Nueva Recopila-
ción de Leyes.
Durante el reinado de Carlos V, la dureza de la guerra de comunidades
y la bancarrota del crédito de la monarquía castellanoleonesa hacen ver a
sus consejeros y a él mismo la necesidad de controlar centralizadamente los
documentos que puedan demostrar la titularidad de los bienes de la corona
y de las regalías o derechos de explotación sobre el patrimonio real de es-
tancos, minas, molinos, fábricas, etcétera, a semejanza del Archivo Real de
Barcelona.
El primer fondo documental que forma el Archivo Real de Simancas será
el de Patronato y Patrimonio Real, documentación que había sido mermada
por la muerte de Isabel la Católica y el transcurso de la guerra de las comu-
nidades castellanas.145 En 1540 se comisiona a Francisco de los Cobos para
realizar un depósito de documentos, en una de las torres de Simancas, en la
que se habilitan armarios dotados de cadenas y cerraduras;146 todo el espacio
se decora para dar a sus eventuales usuarios la sensación de encontrarse ante
los documentos que legitimaban el Imperio. Se nombra con el título de al-
caide de la fortaleza y archivero a Diego Catalán, al que se le encarga recoger
los documentos dispersos por el reino.
Pronto se encomienda la custodia de los documentos y del archivo a la
familia de los Ayala,147 saga que continuará en esta labor hasta la integración
del Archivo de Simancas en la Administración pública en 1857. Tanto la
Cámara de Castilla como Diego de Ayala o el propio secretario de Felipe II,

144 
Fuero Real, o. cit.
145 
Luis Martínez García piensa que es la necesidad de conservar el secreto de los papeles lo que
mueve a Carlos V a depositar el archivo en una fortaleza.
146 
La disposición inicial del Archivo de Simancas en una torre trae a la memoria la leyenda tole-
dana del Palacio Encantado, en una de cuyas torres se conservaban los tesoros visigodos.
147 
Diego de Ayala, persona de confianza de Gonzalo Pérez, es nombrado archivero en 1561.
2.  La formación de los archivos del Estado [77]

Diego de Zayas, son contrarios a mantener el archivo en Simancas y elevan


memorial a Felipe II para su traslado a Toledo,148 encontrando respuesta
negativa. Pronto se inicia el traslado de documentación a Simancas; en un
primer momento, comisionados recorren los reinos de España en busca de
aquellos documentos conservados en iglesias, concejos y particulares que
podrían demostrar los derechos de la corona sobre el patrimonio real y las
regalías públicas. A partir de entonces se inician las transferencias periódicas
de documentos; Ángel Plaza Bores recoge los ingresos en 1568 de los docu-
mentos de Antonio Pérez, en 1569 la documentación de las Capitulaciones
de Granada y las Bulas de Cruzada; a partir de 1572 se inician las remesas
periódicas de la administración polisinodial: contadurías, Estado, Indias,
concilios, los más de mil legajos del Registro del Sello, los derechos al trono
de Portugal, etcétera.
Pero las formas de gobierno han desarrollado la creación de otros Ar-
chivos de la corona. Así, durante el reinado de los Reyes Católicos se cono-
cen los archivos de las cancillerías reales, la de Valladolid y Granada, y los
archivos de las contadurías mayores de Hacienda y Cuentas, que estaban
en el castillo de La Mota en Medina del Campo y en el monasterio de San
Benito de Valladolid, que pasaron a incorporarse con el tiempo al Archivo
de Simancas. Tras el traslado de la corte a Madrid en 1561, el alcázar149 de
la ciudad pasa a ser la sede de los archivos de los secretarios del rey, de su
cámara y sus consejos.
La importancia que van adquiriendo los archivos es grande, de tal forma
que se crea la plaza de archivero para el Consejo de Italia (1599); ya antes en
1562 Felipe II había creado el Archivo de la Embajada Española en Roma.
En las nuevas tierras americanas se constituyen en las sedes de las au-
diencias y virreinatos sus archivos, que en su gran mayoría han pasado a
ser el núcleo fundacional de los archivos nacionales de las repúblicas lati-
noamericanas y de Filipinas.150 En los territorios de la Corona de Aragón,

148 
Tanto Ángel Plaza Bores como José Luis Rodríguez de Diego recogen estos intentos de cerrar
Simancas y su traslado a Toledo, donde aún parecen encontrarse las bibliotecas y archivos que dieron
origen a la leyenda del tesoro.
149 
«Que dentro de palacio hay un archivo general al modo de Simancas, donde se archiven todos
los papeles de mis Consejos […] con la obligación que cada cuatro años se hayan de llevar y archivar
los que hubiere, quedando en casa oficio de inventario de lo que se entregaren», Felipe IV, 13 de
agosto de 1633.
150 
«La Administración colonial castellana estuvo desde el principio muy centralizada; a su cabeza
el rey, asistido en Sevilla por un agente personal, a partir de 1503 por la Casa de Contratación; poco
[78] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

los documentos del Consejo de Aragón son transferidos regularmente a los


archivos reales de Barcelona, Zaragoza y Valencia hasta el año 1621, en el
que el conde duque de Olivares interrumpe los envíos.
Podemos cerrar el siglo xvii con la creación de la Junta de Mantenimiento
del Real Archivo de Simancas,151 creada en 1666, que propone la organiza-
ción de las transferencias documentales al citado archivo de la documenta-
ción que se conserva en las embajadas, consulados, Cámara de Castilla y
consejos de la corona, así como la documentación de las cancillerías. Es el
intento fallido de centralizar en un sistema archivístico la burocratización
administrativa del Imperio.

2.2.  El sistema archivístico de la monarquía central

La monarquía borbónica impone un nuevo espíritu administrativo, porque


la nueva dinastía no se encuentra condicionada por los Pactos de Unión de
las Coronas. Se impone el concepto de constituir un solo Estado, una única
corona, un solo monarca, implantando una nueva organización administra-
tiva que impone un Estado centralizado.
Felipe V, en los diversos años de guerra de civil contra los partidarios del
archiduque Carlos, tiene la oportunidad de recorrer toda la Península y de
visitar los centros archivísticos del reino. Incluso en uno de los momentos
más comprometidos, a la entrada del archiduque en Madrid en 1711, or-
dena recoger del Archivo de Simancas y de otros archivos los documentos de
Patronato Real, seguramente los documentos que garantizaban sus derechos
al trono y a las regalías y propiedades de la corona. Las copias y los docu-
mentos originales quedaron en la torre de archivo del Alcázar de Madrid,
que desapareció en un incendio fortuito en 1734. En el propio incendio des-

después se constituyó en la corte el Consejo de Indias. En las colonias el poder real lo ejercieron por
delegación del monarca los virreyes, uno en México (desde 1535), otro en Lima (desde 1551), que
regían las cuatro burocracias: Gobierno, Justicia, Hacienda real y Ejército. A los virreyes se subordi-
naban los gobernadores, en el xvi 34 gobernadores en total. Para la Administración de Justicia se
constituirán once audiencias y otra más en Filipinas. En el siglo xviii la profesionalización de la Ad-
ministración produce que los documentos suelen aparecer bien ordenados en los archivos, con caligra-
fía excelente, precisión milimétrica en la regularidad de los escritos; cada asunto es expuesto en un
documento separado; los anejos que acompañan a los escritos abundan en datos numéricos, los balan-
ces suelen cuadrar…», Guillermo Céspedes del Castillo en: Manuel Tuñón de Lara (dir.): Historia de
España VI. América hispana (1492-1898), Madrid: Labor, 1983.
151 
Creada en 1666, solo estuvo funcionando tres años.
2.  La formación de los archivos del Estado [79]

aparecieron más de quinientas pinturas de la colección real y toda la docu-


mentación de marina, Indias y guerra, al igual que documentos del Patro-
nato Real de Indias y la colección de bulas pontificias. Del incendio fueron
rescatados una buena parte de los documentos de la secretaría de Estado y la
documentación completa de las secretarías de Hacienda y Justicia.
El Archivo del Reino de Barcelona, durante la Guerra de Sucesión, sufre
un episodio histórico diferente: el pretendiente al trono, el archiduque Car-
los, convocó la Corte General de Cataluña en 1706, que estableció diversas
medidas de fomento con el fin de mejorar el archivo, que durante todo el
siglo  xvii adoleció de falta de espacio y de mala gestión por los escasos
índices y registros realizados. Los Decretos de Nueva Planta de 1716 y la su-
presión de los fueros dejó en suspenso la recepción de nueva documentación,
pasando a depender de la Real Audiencia de Cataluña. En 1754 su nuevo
reglamento lo bautizó con el nombre de Archivo de la Corona de Aragón,
pasando a organizar sus fondos documentales por orden cronológico. En
1770 y 1771 pasó al edificio de la Real Audiencia de Cataluña, abando-
nando el Palacio Real Mayor.152
Los Decretos de Nueva Planta unificaron en una sola administración toda
la Península; los archivos dejaron de tener la consideración de dependencia
directa del rey y pasaron a depender de su primera secretaría de Estado en el
año 1754. Los archivos de los consejos153 de Italia, Flandes y Portugal, supri-
midos por Real Decreto de 20 de enero de 1717, son transferidos a Simancas
junto con documentación del de Indias. Adquiere un alto protagonismo la
administración de la covachuela;154 hoy nos faltan documentos suficientes
para estudiar los primeros tiempos de las secretarías de despacho, pero rea-
lizando un breve resumen de su organización: los oficiales eran nombrados
con un simple aviso de entrada al despacho, lo que implicaba ponerse al
frente de la documentación regia con el fin de dar curso o expediente a los
asuntos y dejar la documentación convenientemente registrada; las órdenes

152 
En el periodo que va de 1796 a 1808 se detecta la pérdida de la mayor parte de los documen-
tos del Liber Feodorum Maior, que pasa de estar compuesto por 779 folios a tan solo 88.
153 
Novísima Recopilación, libro iv, tít. ii, ley i. Real Decreto de 20 de enero de 1717 de reunión
de todos los consejos en una casa y orden que ha de observarse en sus respectivas secretarías y escri-
banías para el despacho de los negocios, arreglo y custodia de los papeles.
154 
José Luis Bermejo: Estudios sobre la Administración central española (siglos xvii y xviii), Ma-
drid: Centro de Estudios Constitucionales, 1982. Recibe este nombre porque las oficinas de la Secre-
taría del Despacho de Estado o Primera Secretaría se encontraban en la cueva o planta del sótano bajo
techo abovedado del Alcázar Real de Madrid.
[80] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

del monarca se recibían a boca, de todo ello se tomaba nota y se elaboraban


breves resúmenes, que tal vez servirían al secretario para tratar el asunto de
viva voz con el monarca.
Las oficinas de la secretaría, de 1714 a 1734, radicaban en Madrid, la
de Estado en el antiguo alcázar; en la planta baja, en «la secretaría o cova-
chuela antigua que hay en palacio, respecto de tener escalera secreta y más
inmediata al cuarto del Rey»;155 tras el incendio del alcázar las oficinas de
las secretarías pasaron al palacio del Buen Retiro, hasta la construcción del
Palacio Nuevo o Real de Madrid durante el reinado de Carlos III. Durante
los viajes del rey las secretarías despachaban a sus oficiales156 con sus arcas
y papeleras.
Antonio Morales Moya157 considera que a partir de 1759 se inicia un
proceso de transición, de constitución de la nación española concebida como
cuerpo social, centralizando, uniformizando, racionalizando las estructuras
político-administrativas, las leyes, las costumbres, las lenguas, la geografía
y la historia en cuanto definidoras de la conciencia nacional. El periodo de
1739 a 1834 es el de la transición del Antiguo Régimen al régimen liberal.
Pierre Vilar considera que Cataluña, a partir de 1715, transforma su eco-
nomía en un modo de producción capitalista; la masía produce excedentes
para la venta en el mercado, los beneficios no se reinvierten en la masía o
la familia, sino que se invierten en actividades mercantiles e industriales. En
Castilla los mismos excedentes son reinvertidos en las propias explotaciones
agrarias, por lo que sus beneficios no pudieron integrarse en la inversión
mercantil e industrial hasta las desamortizaciones del siglo xix.
Pedro Tedde de Lorca158 sospecha que la transición fue menos traumática;
yo creo que las asociaciones de amigos del país auspiciadas por Florida-
blanca y creadas por el creador del Archivo General de Indias, don José de
Gálvez, habían creado un estado de opinión favorable a las transformacio-
nes económicas, científicas y culturales sin necesidad de modificar las estruc-

155 
ahn: libro-registro 696d. Estado. Citado de José Antonio Escudero: Los secretarios de estado
y de despacho 1474-1724), Madrid: Instituto de Estudios Administrativos, 1976.
156 
«En el viaje de sus majestades a Badajoz y Sevilla en 1796 fueron cuatro oficiales, cuatro por-
teros, dos mozos de cargar y descargar, una papelera del señor ministro, siete papeleras y una arca en
que se comprendían cuatro legajos de negocios del despacho urgentes y las tres papeleras y la arca con
los libros de decretos», aga, 54/00039 leg. ant. 3542.
157 
Antonio Morales Moya (coord.): Las bases políticas, económicas y sociales de un régimen en
transformación, Ramón Menéndez Pidal: Historia de España, xxx, o. cit.
158 
Historia de España de Ramón Menéndez Pidal, xxx, o. cit.
2.  La formación de los archivos del Estado [81]

turas sociales y religiosas; más bien demostraron a la Iglesia y a la nobleza


el progreso al que podían aspirar con una nación prospera. Por este motivo
fueron aceptadas e incluso aplaudidas las medidas reformadoras de libre
comercio, iniciadas a partir del año 1765 con la eliminación de la tasa del
trigo, el establecimiento de la libertad de contratación de salarios, la regula-
rización y liberalización del comercio con América y la consolidación de las
sociedades mercantiles por acciones. En estas modificaciones sobraba una
estructura poco ágil y lenta de gobierno como los consejos, en los que como
órgano colegiado la toma de decisiones es lenta y dilatada en el tiempo.
En Cataluña se había implantado en 1716 un nuevo catastro con los
Decretos de Nueva Planta, base de la reforma del nuevo sistema impositivo;
en Valencia recibió el nombre de Equivalente y en Mallorca el de Talla; en
Castilla fracasaría el intento de implantar en 1749 la contribución única,
fruto de la cual fue la elaboración de un censo de riqueza, conocido como
Catastro del Marqués de la Ensenada, que finalizó en 1776, tras el fracaso
de su intento de implantación.
A nivel mundial la mayor repercusión en la historia de la humanidad por
sus consecuencias posteriores fue la implantación del comercio libre entre
España y América.159 A partir de ese momento, en los cuadros estadísticos de
ingresos de la corona, las rentas de Indias evolucionan de forma moderada;
pero la liberación de comercio, en cambio, provoca un incremento extraordi-
nario de las rentas provinciales y generales,160 que pasan a convertirse en los
principales ingresos del Estado, superando con creces a las rentas de Indias.
Estas medidas explican el que España, una vez superados los primeros
horrores de la Revolución francesa, no tuviese inconveniente, una vez nor-
malizada la estabilidad del Gobierno de la República Francesa, en establecer
acuerdos comerciales y de defensa mutua con la propia república, a pesar
de la Iglesia y del propio monarca. También explican que pudiese superar la
grave crisis económica que provocó la independencia de las naciones ibero-
americanas, en buena parte porque la guerra contra Inglaterra, como con-
secuencia del apoyo de España a la independencia de los Estados Unidos,
había provocado el colapso del mercado americano y arruinado completa-
mente el crédito financiero del Consulado de Cádiz y de sus comerciantes,

159 
Reglamento y aranceles reales para el comercio libre de España a Indias, 12 de octubre de
1788.
160 
Principales ingresos ordinarios de la real Hacienda 1763-1788. Historia de España de Ramón
Menéndez Pidal, xxx, o. cit.
[82] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

teniendo que acudir el Estado en su defensa por el denominado empréstito


de cien millones al Consulado de Cádiz.161
Esta guerra comercial por el dominio de las rutas de comercio marítimo162
abre una nueva campaña de endeudamiento de la corona. En 1779 y 1780 la
deuda contraída de esta guerra se eleva a la cifra de 1.437.000.000 reales,163
para cuya financiación se estableció como línea de crédito la emisión de los
vales reales, lo que significó que la deuda se financió con los excedentes de
los recursos agrarios, que dejaron de destinarse a la inversión en los merca-
dos o en la industria por inversiones en deuda pública, en busca de ganancias
rentísticas, lo que generó una nueva economía que dejó de crear riqueza, ya
que los beneficios se invirtieron en la financiación de emisiones de nueva
deuda pública con el fin de hacer frente a los pagos al exterior.
Anteriormente el endeudamiento de la corona se producía por los presta-
mos solicitados a la banca extranjera y la única opción ante los impagos era
declarar la bancarrota; a partir de ahora, ante las situaciones de falta de li-
quidez, se producirán reconversiones de deuda o devaluaciones de valor de la
deuda pública, aumentado de esta forma el déficit público, pero impidiendo
la quiebra económica general, para lo que se hubiese necesitado la unión de
situaciones inflacionarias de precios, junto a la depreciación de la moneda y
la caída brusca de la producción agraria. La consecuencia en el siglo xix fue
el excesivo endeudamiento interno, lo que implicó un freno a la natural incor-
poración de España a la revolución industrial, que se trató de paliar mediante
la desamortización de bienes eclesiásticos y concejiles.
La mayor consecuencia de la guerra comercial y de la debilidad econó-
mica será el germen de independencia de los países americanos,164 las colo-

161 
El Estado tuvo que acudir a refinanciar al Consulado de Cádiz mediante un empréstito de
100.000.000 reales en el año 1805, que se hizo efectivo en 1806. Las últimas secuelas de esta guerra
comercial siguen aún vigentes en el rescate de los tesoros de la flota de Indias, como el patrocinado por
el buque Odyssey respecto al rescate del buque de Nuestra Señora de las Mercedes, cuyo valor actual
de sus 500.000 ducados de oro y plata se valoran en casi 500.000.000 dólares.
162 
En 1756 se inicia la guerra de siete años contra Inglaterra, que se vuelve a reiniciar el año
1799.
163 
Trasladada esta cifra a los efectos económicos sobre su repercusión en el producto interior bruto,
sería el equivalente a una deuda de un billón de euros, lo que equivaldría a un impacto negativo de cre-
cimiento de -25 % del pib, aproximadamente. En 1808 esta deuda se elevaba a 7.474.000.000 reales.
164 
En 1780 se produce un movimiento independentista indígena encabezado por José Manuel
Condorcanqui Noguera, que adoptó el nombre de Tupac Amaru II al ser proclamado rey de América
por los indígenas de Nueva Granada. La sublevación fue torpe y salvajemente desmantelada por el
ejército español, utilizando una crueldad desmedida. Tupac Amaru fue obligado a presenciar el asesi-
nato de su mujer y cuatro hijos y los de sus seguidores; luego se le cortó la lengua, después intentaron
2.  La formación de los archivos del Estado [83]

nias toman conciencia de que pueden sobrevivir con sus propios recursos, las
rutas comerciales marítimas se encontraban colapsadas por la guerra contra
Inglaterra, hacía ya mucho tiempo que habían sido suplantadas por el con-
trabando y el comercio del corso, que no se vieron afectados en esta guerra
al operar con bandera de conveniencia o de terceros países.
En este contexto se crea el Archivo General de Indias, promovido per-
sonalmente por Carlos III y su secretario, José de Gálvez y Navarrete,165 el
año 1785. Desde el Archivo General de Simancas parten las carretas con los
documentos que se habían depositado en el mismo procedentes del Consejo
de Indias, y pronto el archivo reúne y centraliza toda la documentación re-
ferente a la administración de la colonias, incorporándose al archivo la do-
cumentación de la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de Indias
y los documentos que sobre las Indias se encontraba en las secretarías de
Estado, Hacienda, Guerra y Gracia y Justicia, la Junta de Arribadas y sobre
todo la documentación de los consulados de Cádiz y Sevilla y el importante
fondo de la Casa de Contratación.
Generalmente, las razones que se aducen para la creación del archivo
fueron la redacción de la historia de las Indias, encomendada a Juan Bautista
Muñoz, historia que nunca fue acabada y publicada. A su muerte en 1799,
el rey decretó la ordenación de sus manuscritos, que fueron trasladados a la
Real Academia de la Historia, donde se realizó un índice de los mismos que
se depositó en la Real Biblioteca. Otro de los argumentos fue que el Archivo
de Simancas se hallaba colapsado y no podía recibir más documentación.
La creación del Archivo General de Indias establece por primera vez la
diferenciación entre archivo histórico y archivo administrativo, fijando el
grado de separación para alcanzar la edad histórica en tan solo quince años,
ya que todos los documentos anteriores a 1760 debían trasladarse al Ar-
chivo de Indias y los posteriores a esa fecha permanecer en sus oficinas para
la gestión ordinaria.
Si analizamos los datos económicos del siglo  xviii y la elección de la
Casa Lonja de Sevilla, creada por Felipe II en 1584, es fácil predecir que la
creación del Archivo de Indias inicia el desmantelamiento de las institucio-

descuartizarle sin éxito; al final se le decapitó y posteriormente se le desmembró, exhibiendo sus


miembros descuartizados colgados de puntas de lanza por todo el Perú.
165 
Licenciado en leyes por la Universidad de Salamanca, adquirió su doctorado en la Universidad
de Alcalá de Henares; fue visitador en el virreinato de Nueva España y fundador de la Real Sociedad
Bascongada de los Amigos del País.
[84] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

nes de un régimen que están colapsando las colonias por la falta de agilidad
administrativa.
José de Gálvez y Gallardo, secretario de Estado de Indias y miembro de
la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, quien además había ad-
quirido su experiencia administrativa en Nueva España desde su cargo de
visitador, con la creación del Archivo General de Indias quizá intentó dotar
de contenido ideológico al territorio de las Indias Occidentales, tratando de
dar una identidad documental propia a las nuevas sociedades emergentes
de la mezcla de culturas con el fin de formar un nuevo concepto territorial,
a semejanza de la corona de Aragón, y conducir las ideologías independen-
tistas emergentes. Su temprana muerte, dos años después de la creación del
archivo, le impidió conseguir sus objetivos.
Esta teoría puede argumentarse porque entre los fondos documentales
fundacionales del nuevo archivo se incluyen los de gobierno y patronato de
las Indias, es decir, los documentos que legitiman los derechos de la corona
a los territorios de ultramar, que en vez de permanecer cerca del monarca,
unidos a los documentos que legitimaban la monarquía borbónica en el Ar-
chivo General de Simancas, pasan a formar parte del nuevo archivo, que se
establece con el carácter de nuevo archivo territorial integrado en la corona
española a semejanza del Archivo de la Corona de Aragón, por lo que quizá
con el tiempo hubiese servido para dar identidad a una monarquía en las
Indias con el fin de formar el concepto de la unión de coronas, incluida la
del reino de América.166

166 
Sería la consecuencia lógica de dar a los virreinatos el carácter de reinos; en este sentido fueron
varios los intentos, durante el siglo xix, de implantar monarquías en las diferentes colonias, propo-
niendo como candidatos a diversos infantes e infantas de las casas reinantes de España, Portugal y
Francia.
3.  Los archivos del Estado contemporáneo

España inició en el siglo xviii una nueva recopilación legislativa, la Noví-


sima Recopilación de Leyes, y creó al mismo tiempo una publicación, la
Gaceta de Madrid, posteriormente denominada Boletín Oficial del Estado,
con el fin de recoger las disposiciones de gobierno, publicación que también
recogía las noticias diarias de las disposiciones de gobierno y de las actua-
ciones de Estado del resto de las coronas y gobiernos del mundo. La Gaceta
va recogiendo periódicamente las visitas que los monarcas de Inglaterra,
Alemania y Austria, entre otros, realizan a su archivo nacional; claramente,
los antecedentes del concepto del archivo nacional los encontramos en es-
tos comentarios de la vida de las cortes europeas a modo de nuestra actual
prensa del corazón.
La historia considera que la Revolución francesa de 1789 marca el ini-
cio del periodo de historia contemporánea. España tiene que retrasar este
inicio a un periodo cronológico más tardío, tras el fracaso de los gobiernos
napoleónicos en el inicio del siglo xix. Esta frontera, en el mundo de los ar-
chivos del Estado, podría establecerse en torno al año 1845, fecha clave del
comienzo de un nuevo concepto administrativo al establecerse un Gobierno
central dentro de un régimen monárquico constitucional o preconstitucio-
nal, según la opinión de la corriente historiográfica que aborde la cuestión,
pero en el cual ya se conoce el concepto de Constitución o Carta Magna
como norma máxima de regulación del Estado.
Anteriormente al año 1845, podemos hablar de un periodo de transición
del antiguo régimen al Estado contemporáneo, en el cual sucede una cruenta
guerra civil, la primera guerra carlista, que en el fondo dirime el conflicto de
intereses entre los guardianes del orden del antiguo régimen y los guardianes
del orden del nuevo régimen. Este periodo lo iniciaría la Constitución de Cá-
diz de 1812 con la formación de la conciencia de un solo Estado derivado del
[86] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

esfuerzo de la nación levantada en armas contra un enemigo externo. Según


este criterio, a partir de 1845 se puede hablar de archivos procedentes del
Antiguo Régimen que son el núcleo de conservación de los documentos pro-
ducidos por la administración y el poder territorial del monarca absoluto,
archivos que terminaron articulándose en un Sistema Archivístico del Estado
que empieza a formarse a partir de este momento y que tienen su base en los
que se originaron en la Edad Media:

— El Archivo General de la Corona de Aragón: en 1821 se incorpora al


archivo la documentación de la Junta Superior del Principado de Cata-
luña (1808-1812), y en 1821 el Archivo de la Generalitat de Cataluña
—siglo xiv (?)-1714—; las desamortizaciones le integraron los fondos
del monasterio de Ripoll, Sant Cugat del Vallés, el de los Jesuitas o
Alguaire y el de los mercedarios de Barcelona, y documentación del
Consejo de Ciento; en 1852, procedente de Simancas, ingresó la docu-
mentación del Consejo de Aragón. En 1853 fue trasladado al Palacio
del Lugarteniente, con lo que adquirió el carácter de archivo admi-
nistrativo, recibiendo las transferencias periódicas de los organismos
territoriales del Estado en Cataluña.
— El Archivo General de Simancas: transferida la documentación de los
consejos de Indias y Aragón a los archivos generales de Indias y co-
ronas de Aragón, el de Simancas queda como el archivo de la corona
castellanoleonesa, con su consejo y Cámara de Castilla y las represen-
taciones del servicio exterior de la corona hasta finales del siglo xviii
o principios del siglo xix. A partir del inicio del nuevo concepto cons-
titucional, el archivo se cierra a nuevas transferencias y queda con-
vertido en el primer archivo histórico de España de los intereses de la
corona castellanoleonesa.
— Los archivos generales de las cancillerías de Valladolid y Granada: las
reformas judiciales y el establecimiento de las audiencias territoriales
de justicia en 1834 provocaron que los archivos de las cancillerías fue-
sen recibiendo transferencias documentales de los órganos judiciales,
de sus ámbitos de competencia jurisdiccional. Ambos archivos con-
taban con su propio archivero, hasta que en el año 1909 pasaron a
desempeñar estas funciones los archiveros del cuerpo facultativo.
— El Archivo General de Indias: continuó recibiendo las transferencias
periódicas de los organismos encargados de la administración colo-
3.  Los archivos del Estado contemporáneo [87]

nial, siendo las últimas las correspondientes al Ministerio de Ultramar


y la Capitanía General de Cuba, tras la independencia de Cuba y Fili-
pinas en 1898.
— Los archivos virreinales de América y Filipinas: los virreinales pasaron
a ser la base de los archivos nacionales de los nuevos Estados de Amé-
rica y Filipinas, dejando de pertenecer al Estado español.

En este periodo se produce una tragedia cultural, transcendental para la


Historia de España y de la Humanidad, como fue la desamortización cultu-
ral que acompañó a la desamortización económica. Germán Rueda Hernaz
considera que el proceso de desamortización se inició con la exclaustración
de los jesuitas en el siglo xviii167 y finalizó en 1924 con las últimas ventas
de bienes desamortizados. La desamortización tuvo una amplia repercusión
nacional, no solo porque la medida afectó al 36 % de la superficie de España
y al 50 % de la superficie total cultivable de la que se beneficiaron unas
400.000 personas, sino porque supuso la eliminación de las estructuras de la
Iglesia que salvaguardaban el patrimonio histórico, artístico, documental y
bibliográfico. En un primer momento, el Estado pretendió suplantar la labor
que ejercían los escritorios y bibliotecas de las órdenes religiosas regulares y
monacales, catedralicias, parroquiales y diversas universidades y seminarios,
encomendando a las reales academias hacerse cargo de los bienes culturales
de todas aquellas instituciones eclesiásticas y religiosas, que desaparecieron,
mediante la creación de comisiones provinciales que se hicieran cargo de
estos bienes patrimoniales y culturales, que posteriormente pasaron a in-
crementar las colecciones de documentos y libros de las bibliotecas de estas
instituciones.
España no estaba preparada para hacerse cargo de este gran volumen de
patrimonio histórico, como tampoco lo estuvo Francia cuando nacionalizó
los bienes de su sociedad aristocrática y de sus instituciones eclesiásticas.
Ambos Estados actuaron de forma parecida. En la primera fase se realizó
una recogida sistemática de estos bienes, que pasaron a ser conservados en
las propias instituciones de la nación y permanecieron almacenados hasta
que se pudiesen catalogar por los expertos. No bastaba solo con unos po-
cos expertos, sino que fue necesario crear un cuerpo especial de funcio-
167 
Algún autor habla de su antecedente previo en la desamortización de bienes de las mesas
maestrales de las órdenes militares en 1529 que realizó Carlos V con el consentimiento del papa Cle-
mente VII, con el fin de sufragar gastos militares en defensa de la fe.
[88] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

narios archiveros que fuesen capaces de administrar, identificar y poner


al servicio de la nación los bienes patrimoniales históricos. Francia, en el
caso de sus archivos y documentos, creó L’École des Chartes, que formó a
los expertos archiveros en la lectura de las letras antiguas. España creó un
cuerpo facultativo de funcionarios especializados en archivos, bibliotecas
y museos,168 el cual exigía para el ingreso una titulación universitaria y un
concurso oposición; la formación se iría adquiriendo con el tiempo en el
desempeño del trabajo, en el cual, según los años de servicio, se iría ascen-
diendo en el escalafón administrativo.
España crea el 18 de julio de 1858 este cuerpo de personal especializado
para el tratamiento de los documentos antiguos, pero las instituciones cien-
tíficas no plantean la necesidad inmediata de crear un nuevo centro para
recoger los bienes documentales desamortizados. El motivo lo encontramos
en el tratamiento que ya en la Baja Edad Media se dio a los archivos y bi-
bliotecas de la época romana y visigoda; los documentos sin valores proba-
torios o carentes de valores artísticos dejaron de interesar y desaparecieron
en el abandono del tiempo; los manuscritos de interés fueron transcritos
indefinidamente hasta llegar a nuestros días formando las colecciones de
manuscritos y raros en las bibliotecas de las catedrales, monasterios, uni-
versidades y en las propias bibliotecas reales o nobiliarias. En el siglo xix se
produjo el mismo fenómeno: los documentos considerados de interés por
los especialistas pasaron a incorporarse a las colecciones de manuscritos de
las reales academias, bibliotecas, universidades e instituciones científicas;
los documentos considerados de interés secundario pasaron a almacenarse
en depósitos en espera de un tratamiento posterior y los que no fueron
objeto de interés fueron eliminados porque las instituciones no se hicieron
cargo de ellos.
España, en el siglo xix, carece de una institución archivística central con
la identidad de nacional,169 de tal forma que el ministro de Fomento, el 17
de julio de 1858,170 realiza una reforma de los archivos o «tesoros de la

168 
Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios.
169 
Tras el incendio del Archivo del Alcázar de Madrid, los documentos de las secretarías de Estado
y consejos fueron trasladados a Simancas o quedaron en Madrid, en sus propias sedes. Con la construc-
ción del nuevo Palacio Real en Madrid, estos organismos no volvieron a conservar en palacio sus archi-
vos de gestión, sino que en el Palacio Real solo se conservaron los propios documentos de los monarcas.
José I Bonaparte crea el Archivo del Palacio Real y Fernando VII, en 1814, reúne la documentación de
la real casa y el patrimonio de la corona y lo constituye como Archivo General de Palacio.
170 
Gaceta de Madrid, 18 de julio de 1858, n.º 199, Ministerio de Fomento.
3.  Los archivos del Estado contemporáneo [89]

humana sabiduría», que define llenos de vicios que deslustran y dificultan


las actividades de las bibliotecas y archivos. Con el fin de salvarlos de una
inminente destrucción, se decide crear un Archivo General Central y el
cuerpo facultativo ya mencionado, que constituirá en su seno una Junta Su-
perior de Archivos. Además, organiza los archivos en generales, municipa-
les y provinciales, y ordena la transferencia al Archivo General de todos los
documentos administrativos de las secretarías de despacho o ministerios.
El Gobierno debería proceder a estudiar los archivos, bibliotecas, libros y
documentos separados de su destino, con el fin de recuperar todos aque-
llos que debían corresponder al Estado, a semejanza de lo que se realizó
cuando se constituyó el Archivo General de Simancas. Los archivos dejan
ya de pertenecer a la corona para ser gestionados por el Estado y por tanto,
a partir de este momento, podemos hablar con propiedad de los archivos
del Estado.
Una vez reglamentados y clasificados los archivos del Estado, las reales
academias y la Biblioteca Nacional, no pueden seguir recibiendo los archivos
y bibliotecas de las instituciones eclesiásticas y recomienda la creación del
Archivo Histórico Nacional,171 que nace por Real Decreto de 12 de junio de
1867 con el fin de recibir los fondos documentales históricos que se habían
depositado en el Archivo General Central: ordenes militares, Inquisición,
consejos, así como los manuscritos y documentos desamortizados, que la
Biblioteca Nacional y la Real Academia de la Historia consideraron que no
debían conservarse en sus instituciones; se volvió a realizar una revisión de
los documentos y quedaron en las colecciones de manuscritos los documen-
tos que la Real Academia consideró vitales para el estudio de la Historia. El
Archivo Histórico Nacional constituyó su primera sede en la propia Biblio-
teca Nacional, con los fondos documentales que conforman la sección de
clero del Archivo Histórico.
Los archivos dejan de ser secretos y se abren a la investigación. En 1844,172
de forma condicionada, se permite a los investigadores acceder a la docu-
mentación hasta el siglo xviii, siempre y cuando no afectase a la intimidad

171 
Creación del Archivo Histórico Nacional como archivo público general (Real Decreto de 28
de marzo de 1866, Gaceta de 31 de marzo de 1866), es decir, que se establece un lugar donde los
eruditos puedan desarrollar sus investigaciones sin que afecten a las limitaciones anteriormente im-
puestas.
172 
Real Orden de 20 de abril de 1844 por la que se establecen las reglas para franquear los archi-
vos a personas estudiosas.
[90] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

de la monarquía, a los secretos de Estado y a la integridad y seguridad de


la nación. Poco a poco este espíritu de apertura lleva, en 1871, recogido en
el real decreto de Organización del Cuerpo de Archiveros, al permiso para
obtención de copias, rematando la etapa el reglamento de Archivos de 1901
que estableció y reguló la forma de consulta en los archivos históricos.
En este periodo se creó el Archivo General de Navarra, mediante

[…] real orden de 1836 por la que se encomendó a la diputación la custodia del
archivo de la extinguida Cámara de Comptos. En 1852, instalada ya la corpora-
ción foral en su actual palacio, hizo trasladar a él los fondos, instalándolos en el
piso superior, junto con el llamado Archivo del Reino, que guardaba la documen-
tación de las antiguas cortes y de la diputación que estas nombraban al final de
cada legislatura. Por entonces, se abrió a la consulta de los primeros investigado-
res (<http://www.cfnavarra.es/agn/index.htm>).

El Archivo del Reino de Navarra se puede considerar el último archivo


que se crea en España con el carácter territorial de las antiguas coronas.
En contraposición a la creación de este archivo territorial, en 1845 se
producirá la gran reforma tributaria en España, y con ella la primera cons-
titución de un archivo de gestión, el de Hacienda, con un manual propio de
organización y, lo que es fundamental, con un reglamento de disposición
de la clasificación de sus series documentales, estableciendo claramente la
separación entre el Antiguo Régimen y el nuevo concepto del Gobierno del
Estado. Así, se organizará como archivo antiguo toda la documentación an-
terior a 1844, en disposición de legajos ordenados por tributos y años y
la documentación que se crea con la unificación tributaria en los nuevos
impuestos directos de urbana, rústica y contribución personal; se dispone su
separación y organización por sus diferentes clases, así como la disposición
del resto del archivo según la nueva organización de las oficinas hacendís-
ticas. Posteriormente se publicarán diversos reglamentos, siendo el primer
archivo administrativo que encomienda su organización al Cuerpo Facul-
tativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos (Real Decreto de 31 de
julio de 1888).
Los archivos de gestión o de oficina aparecen recogidos en los distintos
reglamentos de procedimientos internos de los distintos ministerios, desta-
cando, aparte del ya mencionado reglamento de Hacienda, el reglamento de
Procedimiento del Ministerio del Interior y el reglamento del Ministerio de
3.  Los archivos del Estado contemporáneo [91]

Estado. En todos ellos se recoge el procedimiento administrativo de la ins-


trucción de los expedientes, su ordenación y su archivo, así como la dispo-
sición de los registros administrativos y la ordenación de la correspondencia
mediante numero currens. En 1894 los archivos de los ministerios debían
estar regidos por miembros del cuerpo facultativo. La unificación de los pro-
cedimientos administrativos para todos los ministerios se produjo por la ley
de Procedimiento Administrativo en 1889, que obligaba a los ministerios a
cumplir unas normas generales de procedimiento y a que cada uno estable-
ciese su propio reglamento, que se unificarían con el cierre del siglo xix en
una sola ley de Procedimiento Común, en el año 1898.
Abre el siglo xx la promulgación del reglamento General de Archivos del
año 1901, actualmente vigente, en el cual uno puede encontrar arcaísmos
fuera de uso, pero en el que perviven otros conceptos plenamente vigentes
en la actualidad, aunque las denominaciones de sus articulados no sean ple-
namente reconocidas.
Tras un paréntesis dictatorial de 1924 a 1931, la proclamación de la Se-
gunda República Española y su breve paréntesis de democracia truncada tra-
jeron una nueva revolución archivística a nuestro país. España había forjado
una conciencia archivística derivada del reglamento de Archivos de 1901,
que podemos reflejar en el decreto del año 1931, el cual creó la Red de Ar-
chivos Provinciales Españoles mediante la reglamentación de los archivos
históricos de protocolos y los archivos históricos provinciales. Este decreto
implicó en su mantenimiento a las instituciones de la Administración local
y provincial, siendo el primer paso para el establecimiento de la red de ar-
chivos territoriales integrados en la actual Administración autonómica. Las
turbulencias políticas paralizaron su desarrollo, por lo que desconocemos el
alcance que podría haber adquirido el movimiento de instituciones archivís-
ticas originado desde el año 1858.
Las turbulencias de la guerra civil originaron la desaparición de un buen
número de archivos judiciales, parroquiales y de particulares, entre ellos los
de representaciones políticas y sindicales, así como el traslado indiscriminado
de colecciones documentales con fines partidistas. El Cuerpo Facultativo de
Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos sufrió la persecución en ambos
bandos por la defensa heroica que protagonizó de sus fondos y colecciones,
pero gracias a ellos se conservan en la actualidad los archivos centrales de los
ministerios de Madrid, el del Palacio Real, el Archivo del Reino de Valencia,
el de la Corona de Aragón y otros muchos. Procedieron a la restitución a sus
[92] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

legítimos propietarios de fondos y colecciones documentales siempre que fue


posible y las autoridades lo permitieron.
Una de la últimas tragedias fue la desaparición del Archivo General Cen-
tral; una irresponsabilidad e imprudencia hizo desaparecer el Palacio de los
Arzobispos de Toledo en un incendio en agosto de 1939, junto con sus co-
lecciones de documentos y manuscritos del Archivo Central del Tribunal de
Cuentas, la del Ministerio de la Gobernación, una buena parte de los fondos
del Ministerio de Hacienda, así como el Archivo de la Diócesis de Alcalá de
Henares y una buena mayoría de sus protocolos notariales.173
La guerra civil dio paso al periodo de dictadura que se prolongó durante
los años 1939 a 1977. El ya mencionado decreto del año 1931 fue man-
tenido durante la administración franquista y ratificado en 1939 por otro
decreto que añadía como objetivo de estos archivos la conservación de la
documentación judicial. En 1959 se añadiría la obligación de conservación
de los registros de hipotecas y en 1969 la de toda la Administración provin-
cial del Estado. El sistema de transferencias archivísticas se truncó en 1939
por la desaparición del Archivo General Central. España careció de archivo

173 
Hubo intentos en el siglo xix de instalar el Archivo Central en el propio Palacio de El Escorial;
al final primó la opinión de los expertos de instalar el archivo en Alcalá de Henares, cuyas obras de
adaptación finalizaron a mediados de 1860, depositándose los primeros documentos el 21 de diciem-
bre, en cinco salas dotadas de flamantes estanterías de madera de pino barnizada y de alambreras
doradas. El 1 de febrero de 1861 se procedió a la inauguración del archivo, empezando desde entonces
los trabajos de los índices, habiendo realizado ya los provisionales y habiendo iniciado «las clasifica-
ciones documentales cronológicas, alfabéticas, topográficas o geográficas, según las materias a que se
referían». Al no haber reglamento, los trabajos carecen de la necesaria uniformidad. Su desarrollo
posterior, dado su rápido crecimiento, se encomendó a una junta de obras constituida el 31 de octubre
de 1861, compuesta por su presidente Lucio del Valle, Hartzenbusch, Muñoz Vera y Gándara, secre-
tario. Según desarrolla Carlos de Santamaría en informe remitido a José Escudero el 15 de febrero de
1862 (aga, Educación, leg. 6542-24). Poco después se habilitó otra sala en el convento de San Diego,
a la que siguieron otras cinco salas en la galería baja, ya con estantería de pino sin barnizar, sin puer-
tas, sin alambreras, pero formando una galería corrida de estantes divididos en dos pisos. A finales de
año se adjudicaron en concurso las obras de habilitación de otras cuatro salas de archivo. La organi-
zación de los papeles se realizó destinando las cinco salas de arriba a los 5600/5700 legajos de Fo-
mento, las salas de la galería baja se destinaron a los papeles de Gobernación, 2600/2700 legajos y en
la Sala de San Diego los legajos de Inquisición (60 cajones con los papeles de la Inquisición de Toledo).
Se previeron ya las ampliaciones de salas, destinando a las mismas el Salón de Concilios y dos salas
bajas que podrían contener unos 20.000 legajos, además la sala anterior al salón de concilios se des-
tinaría a los pesos y medidas (49 cajones de documentos), que estarían rodeados de otros 4000 lega-
jos. Para la dirección y las oficinas se arbitraron las salas paralelas a las mencionadas. En enero de
1862 ya no se pudieron colocar 43 cajones con los papeles de Inquisición de Granada ante la falta de
espacio, de estanterías y de personal para su colocación, porque se ordenó la remesa de 43.000 legajos
del Tribunal de Cuentas, más los papeles del Ministerio de Hacienda, los de la Legación de Turín que
estaban en Barcelona y los de las suprimidas colegiatas de Huesca.
3.  Los archivos del Estado contemporáneo [93]

intermedio hasta 1969, fecha en la que se creó el actual Archivo General de


la Administración174 por un decreto de 1969.

174 
Fue creado por el Decreto 914/1969 de 8 de mayo, que configuró de forma definitiva el sistema
de archivos de la Administración. En el texto del preámbulo queda de manifiesto que sus antecedentes
se remontan al siglo xvi, ya que, por las funciones que se le encomiendan, es el heredero directo del
Archivo General de Simancas y del desaparecido Archivo General Central de Alcalá de Henares.
Cuando en 1969 se crea el aga, este consolida el sistema archivístico español, que ya existía de
hecho desde el siglo anterior y regula los plazos para las transferencias entre los diferentes archivos del
sistema. Así pues, se establece un plazo de quince años para que los ministerios transfieran al aga sus
documentos, y un periodo de veinticinco años para que aquellos documentos que hayan perdido su
validez administrativa y tengan carácter histórico sean transferidos al Archivo Histórico Nacional.
Los primeros fondos fueron ingresados a finales de 1972, aunque la inauguración oficial del aga
no fue hasta el 27 de marzo de 1976, debido a las vicisitudes que marcaron la vida política de nuestro
país a partir de diciembre de 1973.
La desaparición del Archivo General Central había supuesto la acumulación de los documentos
en los archivos centrales de los ministerios e incluso, a veces, la destrucción de parte de la documen-
tación por falta de espacio.
Todo esto supuso que el aga en 1972 recibiera estos fondos de una manera masiva, y antes de que
pudieran ser identificados tuvo que recoger los fondos de instituciones desaparecidas (Falange, Sindi-
catos, Sección Femenina…) y documentación de las antiguas colonias españolas en África.
El traslado de los Juzgados de Madrid a su actual ubicación en la plaza de Castilla supuso un in-
greso masivo de documentación judicial.
A pesar de la situación en que llegaron todos estos fondos y de la escasez de personal, el archivo
se ha esforzado por satisfacer las necesidades tanto del investigador como del administrado en general.
La saturación del espacio del Archivo Histórico Nacional impide que se realicen transferencias de
documentación según los plazos arriba citados, motivo por el cual el aga cumple en estos momentos
las funciones de archivo intermedio e histórico, custodiando documentos que se remontan al si-
glo xviii.
Por otra parte, y como se expresaba en su decreto de creación, el Archivo General de la Adminis-
tración tiene la misión de determinar qué fondos deben ser transferidos al Archivo Histórico Nacional
y cuáles pueden ser propuestos para su eliminación a la Comisión Superior Calificadora de Documen-
tos Administrativos. <http://www.mcu.es/archivos/mc/aga/index.html>.
4. Los archivos del Estado en la actualidad

En 1947 España reguló su estructura archivística unificando los archivos


creados como Archivos Territoriales de la Corona y Archivos Administra-
tivos del Gobierno Central, así como los Archivos Históricos Provinciales
mediante el decreto de 24 de julio de 1947 sobre ordenación de los Archi-
vos y Bibliotecas y del Tesoro Histórico Documental y Bibliográfico (boe,
17/08/1947).175 Clasificación clásica de los archivos, en la que se establece
una jerarquía atendiendo a la antigüedad y territorialidad de los fondos do-
cumentales que conservan.

4.1. Archivos históricos

— Generales: «Los que contienen numerosa e importante documentación


sobre la nación en general o varias de sus regiones: Archivo Nacional
y los de Simancas, Indias y Corona de Aragón» (transcripción literal
del decreto de la época franquista).176
— Regionales: los que contienen documentos que en su mayor parte se
refieren a una determinada región: el del reino de Valencia, el del reino
de Mallorca y el de Galicia, en La Coruña.
— Archivos históricos de distrito: los que tienen la documentación li-
mitada por las materias especiales que cada uno comprende y por la

175 
La reforma de este decreto requeriría en la actualidad una ley orgánica de archivos que dife-
rencie los principios constitucionales que deben primar en la formación y gestión de cada uno de ellos,
según que su procedencia sea dentro del ámbito legislativo, judicial, ejecutivo de la Administración
central o de la Administración territorial de las comunidades autónomas, diputaciones y municipios.
176 
Este concepto del decreto de 1947 contradice el actualmente desarrollado por diversas leyes de
archivos.
[96] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

demarcación geográfica respectiva: archivos de las cancillerías de Va-


lladolid y Granada, los archivos de las universidades literarias y los
archivos de los colegios notariales.
— Archivos históricos provinciales: integrados por fondos varios referen-
tes a cada provincia.
— Archivos de entidades públicas y corporaciones: patrimonio nacional,
academias, ayuntamientos y los de las secciones históricas de los archi-
vos administrativos.
— Archivos históricos de particulares: los de la nobleza y en general los
que tengan un marcado interés histórico, que exceda del meramente
privado.

4.2. Archivos administrativos

— Archivos de la Administración central: cámaras legislativas, presiden-


cia del Consejo de Ministros, Consejo de Estado, ministerios, Tribunal
Supremo, Tribunal de Cuentas y cuantos radiquen en organismos cen-
trales.
— Archivos de distrito: los de las audiencias territoriales y de universida-
des en su documentación viva.
— Archivos de la Administración provincial: los de los gobiernos civiles,
delegaciones de Hacienda, audiencias y diputaciones provinciales y
demás dependencias de la organización provincial.
— Archivos de la Administración local: los archivos municipales y otros
organismos y demás dependencias de la organización provincial.
— Sección histórica en los organismos del Estado cuyos fondos lo requie-
ran, en tanto no se disponga por el Ministerio de Educación Nacional
el envío de los documentos que la integran al archivo histórico que le
corresponda.

Cierra la organización con la diferenciación del concepto de fondo de


archivo público y privado, diferenciando los mismos según el carácter y la
forma de efectuarse el servicio de acuerdo con los reglamentos específicos de
cada centro.
Los archivos del Estado organizan sus fondos documentales de acuerdo al
principio de procedencia, manteniendo los conceptos del orden natural de la
4.  Los archivos del Estado en la actualidad [97]

creación documental según la gestión del procedimiento administrativo y la


organización de los archivos de acuerdo a los procedimientos, estableciendo
las series documentales según estos principios.177 En la década de los sesenta
se importan doctrinas de la archivística anglosajona y ciertos organismos
públicos, al adaptar su gestión a la administración de Estados Unidos; se
implantan sistemas de organización documental copiando los cuadros de
clasificación decimal o cuadros de organización por materias propios de las
bibliotecas públicas. Este sistema de organización se extiende rápidamente
entre los Fondos y colecciones históricas de manuscritos de las bibliotecas
americanas, a semejanza de la Biblioteca del Congreso o de las bibliotecas de
los distintos presidentes de los Estados Unidos, y en España entre los fondos
documentales de las secretarías de los altos cargos de la Administración.
La aprobación de la Constitución de 1978 desarrolló un entramado legis-
lativo e institucional con el fin de afianzar la separación de poderes y garan-
tizar los derechos reconocidos a los ciudadanos, en el que juegan un papel
estratégico fundamental los archivos del Estado. Podemos ver la influencia
de los principios archivísticos en diversos artículos de la Constitución de
1978, y sobre todo en los que recogen los derechos fundamentales de los
españoles, como el acceso a la cultura y el mantenimiento del patrimonio
histórico de su título iii, que elevan los archivos y los documentos a la cate-
goría de tesoro histórico documental.
Esta definición se ratifica por la ley 16/1985, de 25 de junio, de Patrimo-
nio Histórico Español, que define a los archivos como patrimonio histórico
documental. Los archivos históricos y las secciones históricas de algunos
archivos administrativos ministeriales, así como los fondos documentales
históricos de cualquier otra índole se encuentran amparados como organis-
mos culturales y considerados como objetos de patrimonio histórico docu-
mental, como un derecho constitucional básico del ciudadano amparado en
los artículos 44, 46 y 48 del título iii de la Constitución.178

177 
Esta organización no ha sido así a lo largo del tiempo; las primeras recomendaciones eran la
formación de legajos con los documentos que cada oficina realizaba cada año.
178 
Artículo 44: «Los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que
todos tienen derecho. Los poderes públicos promoverán la ciencia y la investigación científica y téc-
nica en beneficio del interés general».
Artículo 46: «Los poderes públicos garantizarán la conservación y promoverán el enriquecimiento
del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran,
cualquiera que sea su régimen jurídico y su titularidad. La ley penal sancionará los atentados contra
este patrimonio».
[98] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

Por otra parte, los archivos administrativos aparecen regulados en la


Constitución Española de 1978, en el artículo  105, estableciendo que
una ley regulará el acceso de los ciudadanos a los registros y archivos
administrativos, que tienen su regulación constitucional en la ley orgánica
30/1992, de 26 de Noviembre, de Régimen Jurídico de las Administracio-
nes Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, que legisla no el
concepto de archivo o documento, sino el derecho del ciudadano a super-
visar la gestión administrativa a través del acceso a los registros y archivos
administrativos.
La Constitución, como hemos visto, otorga a las materias archivísticas
y culturales la máxima importancia, siendo estas de las pocas cuestiones
recogidas en el artículo 149, que otorga al Estado la competencia exclusiva
en ciertas materias, aunque las mismas puedan ser posteriormente gestio-
nadas en su fase de procedimiento por los Gobiernos de las comunidades
autónomas.
El Estado ha regulado también otros aspectos constitucionales de los de-
rechos fundamentales de los españoles como son el derecho al honor y a
la intimidad mediante la ley orgánica 1/1982, de 5 de mayo, de Protección
Civil del Derecho al Honor, a la Intimidad Personal y Familiar, y a la Propia
Imagen. El objetivo de esta ley no es poner coto al derecho de acceso a la
información, porque, como en la misma se recoge, su fin es garantizar el
derecho de los ciudadanos a ejercitar los poderes de la ley si se sienten ame-
nazados en su intimidad o en su derecho de imagen durante un periodo de
ochenta años, pudiendo ejercer este derecho los herederos legítimos, en caso
de fallecimiento de la persona presuntamente agraviada.
Hay que mencionar también la ley orgánica 15/1999, de 13 de diciembre,
de Protección de Datos de Carácter Personal, que tiene por objetivo garan-
tizar y proteger, en lo que concierne al tratamiento de los datos personales,
las libertades públicas y los derechos fundamentales de las personas físicas,
y especialmente su honor e intimidad personal y familiar. A este fin se ha
creado la Agencia de Protección de Datos, que gestiona el Registro de Bases

Artículo 48: «Los poderes públicos promoverán las condiciones para la participación libre y eficaz
de la juventud en el desarrollo político, social, económico y cultural».
Artículo 53: «3. El reconocimiento, el respeto y la protección de los principios reconocidos en el
capítulo tercero informarán la legislación positiva, la práctica judicial y la actuación de los poderes
públicos. Solo podrán ser alegados ante la jurisdicción ordinaria de acuerdo con lo que dispongan las
leyes que los desarrollen».
4.  Los archivos del Estado en la actualidad [99]

de Datos de Carácter Personal, al que todo el mundo tiene obligación de


comunicar los ficheros (en cualquier tipo de soporte) de datos que contengan
información cuya difusión pudiera dañar su intimidad, derecho al honor o a
la buena imagen. Por medio de esta ley el Estado controla el riesgo actual de
un manejo incontrolado de bases de datos personales con el fin de evitar una
situación de acoso al ciudadano.
La ley 9/1968, de 5 de abril, Reguladora de los Secretos Oficiales, mo-
dificada por la ley 48/1978, de 7 de octubre, ya no generaliza en toda la
Administración el poder de declarar secretos o reservados los trámites ad-
ministrativos, sino que limita esta competencia al Consejo de Ministros y al
Ministerio de Defensa. Ahora se debe comunicar la relación de los documen-
tos sobre los que se ha establecido el secreto oficial y se tiene que comunicar
la fecha de finalización del secreto. El control sobre los mismos lo realiza
una comisión de diputados de las Cortes españolas, reuniones que por sus
características son también secretas.179
Las leyes mencionadas sobre la forma de proceder por los organismos de
la Administración del Estado no regulan al Poder Judicial en su jurisdicción
y al Poder Legislativo. El Poder Judicial tiene su propio marco competencial,
regulando el acceso a la documentación judicial por medio del real decreto
ley 2003 de Modernización de la Justicia y por el Acuerdo Reglamentario
1/2005, de 27 de abril, del Pleno del Consejo General del Poder Judicial,
por el que se modifica el Reglamento 5/1995, de 7 de junio, de los Aspectos
Accesorios de las Actuaciones Judiciales, en el que establecen la doctrina de
que el acceso a la documentación judicial no es libre, sino que se ejercitará en
el marco de los denominados Centros de Información Judicial, en los cuales
la información que se facilite debe mantener plenamente salvaguardada la
identidad de las personas que intervinieron en los procesos judiciales.
En los tiempos posteriores a la promulgación de la Constitución de 1978,
el Estado ha creado dos nuevos archivos: el primero de ellos el Archivo
de Nobleza de Toledo, antigua sección del Archivo Histórico Nacional,180
que tiene pendiente la orden ministerial para su constitución como archivo

179 
Podríamos seguir desgranado leyes de la misma naturaleza, como la ley General Sanitaria, la
ley que regula el acceso a las materias de medio ambiente, La ley General del Notariado, la ley Gene-
ral del Catastro, ley del Registro Civil, etcétera, pero en todas ellas el marco y las limitaciones de ac-
ceso son las ya establecidas en la ley 16/1985 y ley 30/1992 de Patrimonio Histórico y de Régimen
Jurídico ya mencionadas.
180 
<http://www.mcu.es/archivos/mc/nhn/index.html>.
[100] los archivos del estado: qué son y cómo se tratan

general del Estado; y la segunda entidad es el actual Centro de la Memo-


ria Histórica,181 en el que se articula el Archivo General de la guerra civil
Española, que se había creado en 1999 desde la sección de guerra civil del
Archivo Histórico Nacional.182 Cierra el esquema de los archivos estatales
la Comisión Superior Calificadora de Documentos Administrativos, órgano
decisorio sobre la accesibilidad y la conservación o eliminación de los docu-
mentos que conforman los archivos del Estado.
La ley 11/2007 de 22 de junio, de Acceso Electrónico de los Ciudadanos
a los Servicios Públicos, reconoce el carácter de los documentos y archivos
electrónicos, planteando a partir de ese momento un reto para la gestión de
los archivos del Estado. En España no existe en este momento una unidad
administrativa central que unifique la capacidad normativa, ejecutiva y de
coordinación que va a necesitarse para encarar la gestión de los procedi-
mientos, documentos y archivos electrónicos pero existen dos organismos
que articulan la Administración electrónica:

— La Comisión Superior de Administración Electrónica, actualmente de-


pendiente de Presidencia de Gobierno y las Comisiones de Adminis-
tración Electrónica de los diferentes departamentos ministeriales, con
capacidad decisoria para la aprobación de los sistemas de gestión elec-
trónica, así como de los equipamientos y sistemas operativos con el fin
de normalizar y adecuar las políticas de seguridad y de interoperabili-
dad de las Administraciones públicas. Es inminente la aprobación del
reglamento de desarrollo de la ley 11/2007, la aprobación del eni o
esquema nacional de interoperabilidad y el ens o esquema nacional de
seguridad.
— En la materia de la conservación de los documentos y archivos elec-
trónicos, es la Subdirección General de los Archivos Estatales, depen-
diente de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del
Ministerio de Cultura, el organismo que está elaborando en la actua-

181 
Real decreto 697/2007, <http://www.mcu.es/archivos/mc/agc/index.html>.
182 
Aparte de los Centros de Archivos, se crea el Servicio de Reproducción de Documentos, que
tiene su origen en el Archivo Central de Microfilm, creado en 1950 inicialmente, y el Centro de Infor-
mación Documental de Archivos, creado en 1977 con las funciones de elaboración del Censo Guía de
los Archivos y el de servir de referencia a la información bibliográfica y de referencia archivística, así
como la Junta Superior de Archivos, órgano consultivo de la Subdirección General de los Archivos
Estatales; se halla formada en la actualidad por cualificados archiveros, historiadores e investigadores
procedentes de todas las comunidades autónomas.
4.  Los archivos del Estado en la actualidad [101]

lidad el plan director para la creación del futuro archivo de conserva-


ción de la documentación electrónica y digital.

Sin duda la puesta en marcha de la administración electrónica obliga a


modificar, normalizar y simplificar los procedimientos administrativos elec-
trónicos. En breve asistiremos por tanto a una nueva migración masiva de
los documentos tradicionales a los nuevos soportes digitales, labor que no
puede ejecutarse en plazos de tiempo breves, sino que requerirá el trabajo de
diversas generaciones. El resultado de todo ello será la conservación en so-
portes electrónicos o digitales de los documentos vitales para el ciudadano,
la sociedad y el Estado, en cuyo desarrollo surgirán instituciones archivísti-
cas especializadas183en estos nuevos soportes documentales y, posiblemente,
aparecerán en su entorno nuevos centros de estudios generales cuyas ac-
tividades ya no serán de carácter local, sino que tendrán una repercusión
mundial inmediata.184

183 
Siguiendo al profesor Cruz Mundet en La gestión de los documentos en las organizaciones, la
archivística ha evolucionado con los nuevos sistemas de gestión administrativa dando origen en el
mundo anglosajón al concepto de gestión de documentos, records management, desarrollada por
Schellenberg, que evolucionó en el concepto de archivística integral, desarrollado en los años setenta
en Canadá, y actualmente en el concepto del records keeping, forma de almacenar la veracidad de la
información registrada o, según Cruz Mundet, «modelo de la continuidad de los documentos» (re-
cords continuum models).
184 
Sin duda la aplicación y difusión inmediata de los fondos documentales producirá en algunas
Administraciones públicas el pánico ante la falta de infraestructura para atender la demanda masiva
de los ciudadanos. Como anécdota en este sentido se puede citar el pánico de la Oficina Regional del
Catastro de Madrid cuando el Archivo General de la Administración, que estaba ofreciendo a los
ciudadanos los planos catastrales en formatos digitales, ofreció a este organismo la digitalización de
todos los expedientes de las fincas catastrales, con el fin de que el ciudadano pudiese obtener en red
la copia simple de la documentación histórica de cualquier parcela catastral y que, en el caso de la
documentación sujeta a privacidad por contener datos de carácter personal, fuese el organismo ca-
tastral el que expidiese la certificación electrónica, una vez comprobada la legitimidad del derecho de
acceso del ciudadano a sus procedimientos catastrales. El organismo, ante la nueva realidad electró-
nica, optó por la retirada de la propuesta de transferencia y depósito documental, siguiendo en la
actualidad el Archivo General de la Administración ofreciendo copia de la documentación histórica
sin tasación catastral.
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Archivo Histórico Nacional


http://www.mcu.es/archivos/mc/ahn/index.html
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Archivo General de la Administración


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Centro Documental de la Memoria Histórica


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http://www.mcu.es/archivos/mc/agc/bbdd_pset.html

Archivo de Nobleza de Toledo


http://www.mcu.es/archivos/mc/nhn/index.html
http://www.mcu.es/archivos/mc/nhn/Contacte.html

Archivo Histórico Provincial de Álava


http://www.mcu.es/archivos/mc/aha/index.html
http://www.mcu.es/archivos/mc/aha/Contacte.html

Archivo Histórico Provincial de Vizcaya


http://www.mcu.es/archivos/mc/ahv/index.html
http://www.mcu.es/archivos/mc/ahv/Contacte.html
Acceso a los archivos del Estado [111]

Archivo Histórico Provincial de Guipúzcoa


http://www.mcu.es/archivos/mc/ahg/index.html
http://www.mcu.es/archivos/mc/ahg/index.html

Archivo Central del Ministerio de Cultura


http://www.mcu.es/archivos/mc/amc/index.html
http://www.mcu.es/archivos/mc/amc/Contacte.html

Centro de Información Documental de Archivos


http://www.mcu.es/archivos/mc/cida/index.html
http://www.mcu.es/archivos/mc/cida/Contacte.html
http://censoarchivos.mcu.es/CensoGuia/portada.htm
http://www.mcu.es/ccbae/es/consulta/busqueda.cmd

Servicio de Reproducción de Documentos


http://www.mcu.es/archivos/mc/srd/index.html
http://www.mcu.es/archivos/mc/srd/Contacte.html

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