Está en la página 1de 383

Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo

alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo.
No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes 2
sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando a sus libros e incluso
haciendo una reseña en tu blog o foro.
Índice
Sinopsis ________________________ 4 22 ___________________________189
Prólogo ________________________ 5 23 ___________________________192
1 ____________________________ 13 24 ___________________________207
2 ____________________________ 22 25 ___________________________216
3 ____________________________ 29 26 ___________________________220
4 ____________________________ 38 27 ___________________________233
5 ____________________________ 49 28 ___________________________242
6 ____________________________ 58 29 ___________________________256
7 ____________________________ 63
8 ____________________________ 69
30 ___________________________260
31 ___________________________270
3
9 ____________________________ 75 32 ___________________________280
10 ___________________________ 82 33 ___________________________293
11 ___________________________ 98 34 ___________________________310
12 __________________________ 104 35 ___________________________315
13 __________________________ 109 36 ___________________________325
14 __________________________ 118 37 ___________________________333
15 __________________________ 126 38 ___________________________342
16 __________________________ 135 39 ___________________________351
17 __________________________ 143 40 ___________________________355
18 __________________________ 154 41 ___________________________361
19 __________________________ 165 Epílogo _______________________365
20 __________________________ 170 Sobre la autora_________________381
21 __________________________ 175 Créditos ______________________382
Sinopsis
Emery Saunders se mudó hace nueve años a Hartwell para comenzar
su vida como propietaria de una librería. Su incapacidad para confiar en las
personas le dificultó encontrar un lugar en la pequeña comunidad hasta que
Jessica Lawson se mudó a la ciudad y se hizo amiga de la belleza tímida.
Pero había una persona en Hartwell que intentó hacerse amiga de
Emery mucho antes de que llegara Jessica…
Jack Devlin tiene sus secretos. Uno de ellos es que se enamoró de Emery
al momento en que apareció en Hartwell. Otra es que su padre lo chantajeó
para que encubriera una oscura tragedia familiar. Obligó a Jack a romper sus
relaciones para proteger a las personas que le importaban. Sin embargo,
mantenerse alejado de Emery no ha sido fácil a lo largo de los años y no
siempre lo ha logrado. Cuando las señales contradictorias de Jack lastiman a
4
Emery una vez más, ella lo saca de su corazón para siempre.
Hasta que finalmente se revela el secreto de la familia Devlin, liberando
a Jack de las maquinaciones de su padre. Lo que Jack quiere más que nada es
reparar sus relaciones, empezando por Emery.
Sin embargo, Emery no está lista para perdonar y Jack no está listo para
rendirse.
Y cuando el último escándalo de la ciudad une a Jack y Emery, Jack no
tiene inconveniente en utilizar su nueva realidad para demostrarle a Emery
de una vez por todas que su amor es digno de la leyenda del Paseo Marítimo
de Hart.

Hart's Boardwalk #4
Prólogo
Emery
Hartwell
En la actualidad

El olor a nuez, ahumado y caramelizado del café persistía mucho


después de mi día de trabajo. Menos mal que me gustaba el olor. Me hacía
sentir contenta, en control y segura. Porque normalmente significaba que 5
estaba en mi lugar favorito.
El café de mi librería.
De pie frente a mi máquina de expreso de alto rendimiento, no me
sentía tan contenta. Intenté concentrarme en hacer el capuchino de mi cliente
y no en mi comportamiento inmaduro anterior.
Bailey quería invitar a Ivy Green a nuestro círculo de amistad.
Y como no me sentía cómoda con la idea, las chicas habían decidido no
hacerlo.
Como si estuviéramos en la escuela secundaria.
Gemí por lo bajo, sintiendo mis mejillas arder. Cuando entregué el café,
tomé el dinero y pasé al siguiente cliente, solo la mitad de mí estaba en la
tienda. La otra mitad estaba encerrada en mi cabeza, y lo estaría por un
tiempo. Cada vez que hacía algo molesto, me carcomía durante mucho tiempo.
Incluso cuando finalmente seguía adelante, nunca lo dejaría ir realmente,
porque volvería a molestarme meses después, solo por el placer de hacerlo.
Ivy Green era la hija de Iris. Iris era una de mis personas favoritas.
Había sido la única persona cercana a mí hasta que Jessica Huntington, ahora
Lawson, vino de vacaciones a Hartwell y terminó quedándose. Había algo en
Jessica en lo que confié instintivamente, y la confianza era difícil para mí.
También había confiado en Iris.
¿Y así era como pagaba su amistad? ¿Usando mi influencia con mis
amigas para sacar a su hija de un grupo de mujeres muy fantástico que
podrían ayudarla en un momento difícil?
Por difícil, quise decir que Ivy solía vivir en Hollywood como guionista
y estuvo comprometida con un gran director, Oliver Frost, quien
lamentablemente murió de una sobredosis de drogas. Ivy regresó a Hartwell
completamente destrozada, solo para que el oficial Freddie Jackson la
sostuviera a punta de pistola para extorsionarla, todo después de que él
asesinara al empresario local, Stu Devlin. Mi otra buena amiga, Dahlia
McGuire, recibió una bala intentando proteger a Ivy. Ivy luego golpeó a
Freddie Jackson en la cabeza con una estatuilla de Oscar para proteger a
Dahlia de que le dispararan nuevamente.
¡Bienvenidos a Hartwell, amigos!
Hemos tenido muchos acontecimientos en estos últimos años. 6
Iris se había preocupado por su hija antes de que Oliver muriera,
especialmente después de que Ivy rompiera el contacto con sus padres
durante la relación. Le aconsejé a Iris al respecto, presionándola
continuamente para que se acercara a Ivy. Pero la mujer era obstinada. Ahora
sabía que lamentaba esa terquedad.
Iris querría que Ivy tuviera apoyo. Necesitaba amigos excelentes. No
podía interponerme en eso, incluso si temía que alguien nuevo pudiera
cambiar la dinámica de nuestro grupo, un grupo que se había convertido en
mi familia. Era un poco posesiva con las chicas.
No era razón para excluir a alguien.
Suspiré. Ahora las chicas no harían ningún movimiento. Jessica dijo que
iban a dejar que las cosas funcionaran naturalmente. Quizás Ivy necesitaba
más esfuerzo que eso.
Dependería de mí acercarme a ella y traerla al redil.
El pensamiento hizo un nudo en mi estómago.
No se me daba bien darle a la gente ningún tipo de poder sobre mí, ¿y
si Ivy rechazaba mi oferta de amistad?
Y, sin embargo, dejé entrar a Jess, Bailey y Dahlia, y había sido la mejor
decisión de mi vida.
Ahora era parte de sus vidas. Fui dama de honor en la boda de Jess y
Cooper; volvería a ser dama de honor cuando Bailey y Vaughn se casaran al
final del verano. Además, tuve un asiento en primera fila para la reunión de
Dahlia y Michael, que fue mágico de ver teniendo en cuenta los años dolorosos
que habían pasado separados.
La guinda del pastel: ¡Jess nos había informado recientemente que
seríamos tías! De hecho, dijo la palabra «tías». Iba a ser tía. Jess tenía veinte
semanas y ya había comenzado a comprar en línea regalos para bebés.
Había tanta bondad en mi vida gracias a estas mujeres. ¿Quién iba a
decir que Ivy no solo agregaría más bondad? Si era como Iris, su madre
adoptiva, entonces definitivamente lo haría.
Un cliente gritó desde el área de asientos elevados cerca de la
chimenea, pidiendo una cuchara limpia. Era un equipo de uno, y aunque sabía
que debía contratar ayuda durante la temporada alta, disfrutaba
manteniéndome ocupada. Sin embargo, sería genial que los clientes leyeran
los carteles que apuntaban a la bandeja de cubiertos para que pudieran 7
servirse ellos mismos. Esto no era un restaurante.
Me excusé de la fila de clientes esperando su café y me apresuré desde
detrás del mostrador para tomar una cuchara para el tipo. Ni siquiera dijo
gracias.
Idiota.
No es que alguna vez me atreviera a llamarlo así en su cara.
Incluso Bailey, la mujer más franca y atrevida que he conocido, nunca
llamaría idiota a un cliente. En su cara.
Cuando rodeé el mostrador nuevamente, la campana sobre mi puerta
tintineó y la miré. Mi estómago se hundió como si estuviera en una montaña
rusa.
Jack Devlin.
Aparté mi mirada de su expresión intensa, mi corazón dio un vuelco, y
traté de concentrarme en mis otros clientes. Aun así, sabía que me estaba
sonrojando, y sabía que él sabría que él era la causa.
¡Siempre la causa del maldito rubor!
Maldecía mi tez clara a diario (no, tacha eso) cada hora.
¿Qué estaba haciendo aquí?
Jack no había venido a tomar un café desde el verano pasado, desde «el
incidente».
Así es como lo llamaba.
Era mejor llamarlo así que el momento más caluroso y humillante de
mi vida hasta ahora. Apuesto a que no sabías que esos dos sentimientos
podían ir de la mano.
Jack me había evitado desde entonces, respetuoso con mi petición de
dejarme en paz. Incluso había renunciado a mi café, que sabía que le
encantaba porque solía venir todas las mañanas por un Americano.
Pero el verano pasado no fue la última vez que interactuamos.
Me dolió por él al recordar ese momento entre nosotros.
—Te di diez dólares.
La voz agravada me sacó del recuerdo. Christine Rothwell, la
presidenta de la junta de licencias en Hartwell, frunció el ceño.
8
—¿Disculpa?
Frunció los labios antes de responder.
—Te di diez dólares. —Hablaba odiosamente lento, como si fuera
demasiado estúpida para entender—. El café —señaló su taza—, costó cuatro
dólares. ¿Entiendes?
No debes insultar a los clientes en sus caras. No debes insultar a los
clientes en sus caras.
—Sí.
—Me devolviste un dólar.
—Lo lamento. —Mis mejillas se sonrojaron aún más al saber que Jack
estaba presenciando mi error. Le entregué un billete de cinco dólares, que me
arrancó de la mano antes de salir de la tienda. La campana sobre la puerta
tintineó agresivamente con la fuerza de su partida.
Mi siguiente cliente me dedicó una sonrisa comprensiva.
—Alguien olvidó hoy sus modales.
Le devolví la sonrisa, relajándome un poco. Bueno, tanto como podía
relajarme con Jack en la habitación.
Lo cual no era mucho.
Mis manos temblaron mientras la fila desapareció y Jack se acercó. No
habían llegado clientes nuevos después de él.
Con el pulso acelerado, eché los hombros hacia atrás para enfrentarlo
a medida que se acercaba al mostrador. ¿Qué estaba haciendo aquí?
Una de las cosas más confusas sobre la decisión de Jack de ir a trabajar
con su padre y estar involucrado en la conspiración nefasta de la familia
Devlin era su disgusto evidente hacia ellos. Solo tenías que mirar a los ojos de
Jack para saber que no era una persona podrida como los demás. De hecho,
tenía los ojos más amables que jamás hubiera visto.
Y cuando me veía… me veía. Jack se fijaba tan intensamente en mi cara,
como si no quisiera contemplar nada más. Era difícil resistir ese tipo de
intensidad abierta.
Y no podía.
En consecuencia, me había roto el corazón el verano pasado. Y no por
9
primera vez.
Era algo que me había guardado para mí. Ni siquiera las chicas sabían
de las interacciones secretas entre Jack Devlin y yo.
Sin embargo, esos ojos amables que podían transformarse en una
mirada ardiente, y el torturado héroe melancólico que era ya no me atraía.
Jack tenía la terrible costumbre de atraerme y luego alejarme. No era
deliberado. Lo sabía.
Pero lo había superado.
Le había ofrecido apoyo en la playa hace tres meses porque, sin
importar lo que pasara, odiaba verlo sufrir.
Hasta ahí llegó la cosa.
Aparté mis ojos de los suyos, decidida a no dejarme atrapar.
—¿Qué puedo servirte?
Dudó un momento.
—Lo de siempre, Emery.
Me encantaba la voz de Jack. Era profunda y suave. Como caramelo con
sabor a whisky. Y provocaba una reacción física en mí.
Maldita sea.
Alejándome, comencé con su café y mantuve mi espalda hacia él.
Pude sentir sus ojos sobre mí y traté de no encorvar los hombros ante
su lectura.
—Hoy está movido —señaló.
Me encogí de hombros.
—¿Alguien comprando libros o solo tu café?
Deja de intentar hacer una charla ociosa.
—Sí —respondí vagamente.
Jack dejó escapar un resoplido de risa irritada.
—¿Esa fue una respuesta?
No respondí. 10
Cuando regresé al mostrador con su café, su expresión se había
oscurecido.
—¿Será así a partir de ahora?
Deslicé el café hacia él, y él deslizó su tarjeta sobre la máquina de
tarjetas.
Frunció el ceño.
—Em, ¿en serio vas a darme el tratamiento silencioso?
—No estoy dándote el tratamiento silencioso. —Tomé una respiración
profunda, mi atención vagando más allá de él a las pilas de libros—. Te pedí
que no vinieras aquí. Nada ha cambiado en ese sentido. Voy a sugerir,
nuevamente, que busques otro lugar para tomar tu café de ahora en adelante.
—Mírame a los ojos cuando lo digas, y podría tomar ese consejo en
serio.
Lo miré a los ojos con determinación. Su expresión varió entre la ira y
la preocupación.
Su cabeza se inclinó hacia la mía.
—Mira, Em…
—No lo hagas. —Me alejé.
—No iba a besarte, solecito —murmuró.
Ignoré el dolor que sentí al escuchar el apodo cariñoso que había
comenzado a usar hace años.
—Lo sé. Pero ibas a acercarte y tratar de ablandar mi resolución, y no
quiero que lo hagas.
—Em… —Un sonido estridente sonó desde algún lugar del cuerpo de
Jack.
Suspiró, colocó su café en el mostrador y metió la mano dentro del
bolsillo interior de la chaqueta de su traje en busca de su celular. Su expresión
me dijo que no habíamos terminado cuando se alejó del mostrador, con el
teléfono pegado a la oreja.
No quería escuchar, pero no pude evitar mirarlo.
Tenía una fuerte mandíbula angulosa cubierta con una barba espinosa.
El look sin afeitar empezó hace poco más de un año. 11
Y lo sabía porque sentí personalmente el cosquilleo contra mi piel hace
un año.
Me sonrojé y miré hacia el mostrador.
—¿Ella hizo qué? —La voz enojada de Jack atrajo mi atención una vez
más hacia él.
Miraba hacia mi pared, con un músculo en su mandíbula contrayéndose
mientras escuchaba a quienquiera que estuviera al otro lado de la llamada.
—Maldita sea —espetó—. Está bien, estoy en camino. —Terminó la
llamada y se volvió hacia mí.
Mi corazón latió con fuerza por lo que vi en los ojos de Jack.
Miedo.
—¿Qué pasa?
—Rebecca.
Rebecca era la hermana de Jack. Había estado viviendo en Inglaterra
durante los últimos años, en una especie de exilio de la familia Devlin.
—¿Qué hay de ella?
—Llegó a casa hace dos días… era el sheriff King al teléfono.
—¿Jack?
Apoyó las manos en el mostrador, inclinando la cabeza.
La preocupación me inundó.
—¿Jack?
—Ella… ella acaba de entregarse a la policía.
Oh, Dios mío.
Alcancé su mano.
Levantó la cabeza, su mirada torturada clavándose en la mía.
Sabía lo que esto significaba.
Sabía algo que nadie más sabía de los Devlin.
Sabía la verdadera razón por la que Jack se fue a trabajar para su familia
y por qué había traicionado a Cooper, su mejor amigo. 12
Lo sabía todo.
Y tenía todo que ver con proteger a Rebecca Devlin.
—Oh, Jack —susurré, desconsolada por él.
1
Jack
Hartwell
Hace nueve años

Sin importar si era temporada alta o baja, el bar Cooper's siempre


estaba ocupado por la noche. Creedence Clearwater Revival sonaba desde la
máquina de discos, luchando por hacerse oír durante el partido de fútbol en 13
los dos televisores de pantalla plana del bar. La temporada de fútbol acababa
de comenzar, y muchos de los lugareños acudían a Cooper's para comer,
beber y ver su partido favorito. Como Delaware no tenía un equipo de la NFL,
la mayoría de las personas en Hartwell eran fanáticos de los Patriots.
Jack dividía su tiempo entre comer su hamburguesa, mirar la pantalla
sobre la barra y hablar con Coop mientras su amigo atendía a los clientes.
No había nada atípico en la velada.
Jack era capataz de su propia empresa de construcción, un trabajo que
generalmente realizaba alguien mayor. Pero Jack había trabajado en la
construcción desde que tenía catorce años. Había contratado a Ray English, el
tipo del que había aprendido todo sobre la construcción, y lo alejó de la
competencia. Ray y él eran más como co-capataces.
Habían cerrado el sitio en el que estaban trabajando antes de lo
habitual. Era un desarrollo privado de una pequeña comunidad de casas,
cerca de Jimtown. Jack intentaba mantener libres los fines de semana, pero a
veces, cuando un cliente ofrecía muchas horas extra, era difícil decir que no.
Su equipo no solo no estaba trabajando el fin de semana, sino que, con el
permiso de sus clientes, les había dado el viernes libre para que pudieran
disfrutar del partido inicial con unas cervezas la noche anterior.
Sus chicos habían trabajado a tope todo el verano, y se merecían el día
extra. En cuanto a Jack, estaba ansioso por hacer algunos trabajos en la casa
que había comprado hace seis meses en North Hartwell, cerca de la casa de
Coop.
Sí, no había nada fuera de lo común en que Jack pasara el rato en el bar
Cooper's, comiera, bebiera y se divirtiera con su amigo y sus amigos locales.
El Viejo Archie se encontraba sentado al final de la barra, vestido
inmaculadamente de pies a cabeza, a pesar de que probablemente había
estado borracho durante cuarenta y ocho horas seguidas. Su verdadero
nombre era Archibald Brown, y era de dinero antiguo. También era un
alcohólico cuya esposa lo había dejado hacía veinte años, y se había llevado a
los niños con ella.
La gente había intentado ayudar. Jack lo había intentado.
Eso no fue bien.
El Viejo Archie no quería ayuda.
Jack tuvo que aprender a dejarlo en paz.
—Los Saints se ven bien. —El Viejo Archie hizo un gesto hacia la
14
pantalla.
Jack asintió. Estaban jugando contra los Vikings de Minnesota.
—Sí.
—Coop, ¿dónde está Dana? —preguntó el Viejo Archie—. Suele estar
aquí para el primer juego de la temporada.
Ante la mención de Dana, la esposa de Cooper, Jack miró a su amigo.
Cooper estaba bebiendo una cerveza, sin mirar al Viejo Archie cuando
respondió:
—No se sentía bien esta noche. Está en casa, viendo una comedia
romántica de mierda y teniendo algo que ella llama «tiempo de cuidado
personal».
Jack miró el juego, temiendo que el escarnio que sintió fuera obvio.
¿Tiempo de cuidado personal? La mujer trabajaba ocho horas a la semana en
el salón como recepcionista, y después no hacía nada más. No ayudaba a Coop
en la casa. No lo ayudaba en el bar. Y no le brindaba al hombre ningún tipo de
apoyo más allá de lo que le daba en el dormitorio. Compraba mierdas que
Cooper tenía que trabajar duro para pagar, y Jack temía que algún día Dana
enterrara a Coop en deudas.
O peor.
Sería justo decir que a Jack Devlin no le gustaba Dana Kellerman
Lawson.
De hecho, ella había provocado la primera discusión real entre Coop y
él.
A veces, Jack aún no podía creer que Cooper hubiera ignorado su
opinión.
Habían bromeado durante años sobre el superpoder de Jack: su
habilidad para oler mentiras en alguien a kilómetros de distancia. Tal vez fue
crecer en una casa como la que tenía con bastardos manipuladores en cada
esquina. Pero Jack tenía instinto con las personas, y no se equivocaba a
menudo. No podía recordar la última vez que se hubiera equivocado con
alguien.
Y cuando Dana Kellerman regresó a Hartwell de la universidad y fijó su
mirada en Cooper, Jack intentó hacer que su amigo entrara en razón. Sin 15
embargo, Coop no pudo ver más allá de la belleza de Dana o esa sonrisa
falsamente dulce. O la forma en que parecía confiar en él por completo, algo
que alimentaba la mierda protectora de macho alfa que Coop siempre tenía
con las mujeres de su vida.
Sin embargo, Jack vio a través de Dana. Vio más allá de su apariencia de
estrella de cine y ¿qué encontró?
Un puñado de nada.
Esa mujer solo quería a Cooper porque otras mujeres lo querían, y ellas
no lograron atraparlo.
Probablemente no le dolió que poseyera una propiedad lucrativa en el
paseo marítimo.
Quería un esposo apuesto que le comprara cosas bonitas y se encargara
de todo, y eso es lo que obtuvo en Cooper. En serio, no movía ni un dedo para
hacer nada. Incluso tenían un ama de llaves para encargarse de su casa de tres
habitaciones de tamaño promedio, algo de lo que Cooper se quejaba porque
su madre lo había criado para limpiar por sí mismo.
Peor aún, cada vez que Cooper tenía un problema o estaba preocupado
por el bar, Dana no quería escucharlo. Así que, Cooper le echaba esa mierda a
Jack. ¿De qué servía tener una esposa si no era una sociedad, un sistema de
apoyo? Jack había preguntado esto, y Coop lo desestimó cada vez, así que dejó
de preguntar.
Después de advertirle a Cooper que no le propusiera matrimonio a
Dana, llamándola superficial como una piscina para niños, Cooper y él no se
hablaron durante días. Jack finalmente tuvo que disculparse, sabiendo que
perdería a su amigo si no lo dejaba hacer lo que tenía que hacer con Dana.
Aun así, presentarse como su padrino en la boda no había sido un día
excepcional para Jack.
Cooper era más un hermano para él que sus propios hermanos, y Jack
quería absolutamente lo mejor para él.
Se merecía algo mejor que Dana, algo que se hacía más evidente con
cada año que pasaba.
La mujer se había dado cuenta de que a Jack no le gustaba, y Dana no
sabía qué hacer con eso. Esperaba que todos los hombres cayeran a sus pies
en adoración, y el hecho de que Jack no lo hiciera era un desafío.
Últimamente, Dana se había enfrentado a él y Jack había estado 16
trabajando horas extras para evitarla, lo cual no era fácil cuando estaba
casada con su mejor amigo.
—¿Cuidado personal? —resopló el Viejo Archie—. ¿Para qué diablos
necesita tiempo para cuidarse? La mujer pasa todos los días cuidándose.
Los labios de Jack se torcieron alrededor de su botella de cerveza a
medida que miraba la pantalla con determinación.
—Ella trabaja —dijo Cooper fácilmente—. En el salón.
—Por un día a la semana, y solo para ponerse al día con los últimos
chismes. —La voz de Iris sonó detrás de Jack, y él miró por encima del
hombro. Iris Green, junto con su esposo, Ira, eran dueños de Antonio's, una
pizzería italiana en el paseo marítimo. No eran italianos, pero su comida
ciertamente lo era. Jack levantó la barbilla hacia Iris.
Ella sonrió, y le palmeó el hombro antes de mirar a Cooper.
—¿Tienes esa mesa para tres que reservé?
—Sí, te aparté un reservado. —Cooper asintió hacia el fondo de la
barra—. ¿Vas a presentarnos?
Preguntándose a quién se refería Coop, Jack se inclinó para poder ver
más allá de Iris.
Vio a Ira de pie junto a una mujer alta con cabello rubio pálido que caía
sobre una espalda esbelta en ondas atractivas. Llevaba un vestido largo azul
oscuro hecho de un material que se pegaba a su cuerpo. Y qué cuerpo era. Al
menos por lo que podía ver desde atrás. Cintura estrecha, una curva sutil en
las caderas, y el vestido ceñido a un trasero que hizo que toda la sangre de su
cuerpo viajara hacia el sur.
Maldición, pensó. Date la vuelta para que pueda ver esa cara.
—Emery es un poco tímida. —Las palabras de Iris atrajeron su atención
de la mujer nueva a ella.
—¿Emery? —¿Por qué le resultaba familiar ese nombre?
—Heredó el Burger Shack —dijo Cooper, apoyándose en la barra.
—¿La mujer que lo está convirtiendo en una librería? —Jack había oído
hablar de ella. Todos lo habían hecho. La propiedad en el paseo marítimo era
una propiedad inmobiliaria de primera. Su padre, Ian Devlin, era dueño de
muchas propiedades en Hartwell. Lo que no poseía era una propiedad del 17
paseo marítimo. Jack soportaba las cenas de los domingos en la casa de sus
padres cada dos semanas y cuando llegó la noticia de la llegada de Emery, su
padre estuvo descontento, por decirlo cortésmente. «Una pequeña
advenediza de Nueva York heredó el Burger Shack de su abuela, y no me lo
quiere vender porque planea abrir un negocio allí. Chica idiota. Sabes que se
está mudando aquí con un nombre falso. Piensa que los empresarios aquí son
demasiado estúpidos para hacer una verificación de antecedentes. Pero no es
quien dice ser. Es una princesa de la sociedad con más dinero que cerebro. La
mujer vale una fortuna».
Cuando Cooper le contó que Emery Saunders había convertido el lugar
de al lado, Jack no le había dicho que la mujer era adinerada. Nadie necesitaba
saber de qué se trataba, y aunque confiaba en Cooper, no confiaba en que su
amigo no se lo diría a Dana.
Y si Dana lo sabía, todos lo sabrían.
—Y cuando digo tímida… —Iris se inclinó hacia ellos con
complicidad—. Quiero decir tímida. Tenemos que romper a esta con cuidado.
Jack resopló, y le lanzó a la mujer otra mirada.
—Iris, no es un caballo.
—Jack, confía en mí. —Iris suspiró—. Sé de lo que estoy hablando.
Fue entonces, cuando Jack lanzó otra mirada a Emery, que ella se dio la
vuelta.
Y su velada típica en el bar Cooper's fue completamente atípica.
Su corazón se aceleró como si acabara de correr un maratón. Su boca
se sintió seca.
Santa mierda.
Emery Saunders era la jodida mujer más hermosa que Jack Devlin
hubiera visto en su vida.
—Tiene solamente veinte años —dijo Iris. Su voz llenó sus oídos
cuando sus ojos se encontraron con los sorprendentes azules claros de Emery.
Un rubor tiñó sus pálidas mejillas delicadas, y sus labios se abrieron como si
estuviera sorprendida.
Su estómago se apretó.
—Y si la forma en que reacciona con los hombres sirve de algo, la niña
es tan inocente como Blancanieves. —Iris tocó el hombro de Jack, y él apartó 18
la mirada de mala gana. Ella le sonrió—. No es una turista con la que puedas
jugar. ¿Entiendes lo que estoy diciendo?
Jack frunció el ceño, pero antes de que pudiera responder, Iris se estaba
alejando. Condujo a Emery e Ira a través del bar hasta su reservado. Emery le
lanzó a Jack otra rápida mirada tímida por encima del hombro antes de
sentarse en el asiento del banco, su cabello largo balanceándose sobre su
espalda esbelta.
—Es una belleza —observó el Viejo Archie.
Tragando pesado, preguntándose por qué su corazón no ralentizaba,
Jack apartó los ojos y se quedó mirando sin ver su plato medio vacío.
—¿Jack?
Miró a Cooper. Su amigo se veía divertido.
—Tal vez quieras limpiarte la barbilla. Tienes un poco de baba justo
ahí.
—Vete a la mierda —murmuró Jack con buen humor.
Sin embargo, a medida que pasaron los minutos, Jack no pudo volver al
juego. En cambio, siguió mirando sobre su hombro derecho, queriendo
echarle un vistazo.
Finalmente, perdió la lucha y la miró a través del bar.
Estaba sonriendo suavemente por algo que decía Iris.
Jack se moría por levantarse de su taburete y cruzar la habitación para
presentarse.
Nunca había sido del tipo de establecerse. Esperaba hacerlo más
adelante, tal vez en la treintena, para lo cual faltaban solo un par de años. Con
el tiempo, quería tener hijos. Alguien con quien volver a casa.
Pero desde la edad de trece años, se había contentado en entregarse a
relaciones sin compromiso. Jack había disfrutado de su posición y la de
Cooper en la escuela secundaria. Estuvieron en el equipo de fútbol. Las chicas
pensaban que eran atractivos. Nunca había tenido problemas para conseguir
una cita.
Vivir en una ciudad turística era excelente para un chico que no quería
establecerse, pero tampoco quería herir los sentimientos de una mujer. 19
Nacido con un encanto natural que usaba a su favor, Jack veía a una mujer
atractiva, se acercaba y entablaba una conversación fácil que eventualmente
conduciría a una relación sexual que duraría solo lo que duraran sus
vacaciones en Hartwell.
Se mantenía firmemente alejado de las mujeres locales.
Sin embargo, mirando a través del bar a Emery Saunders, Jack no quiso
mantenerse alejado. De hecho, lo contrario. Algo propio de un jodido
cavernícola lo atravesó, necesitando recogerla en brazos antes de que
cualquier otro bastardo la alcanzara, e hizo hervir su sangre.
—Jack.
Apartó su atención de un tirón, y se volvió hacia Cooper.
La diversión de su mejor amigo fue reemplazada por incredulidad.
—¿Qué?
Cooper lanzó una mirada en dirección a Emery, y luego de nuevo a Jack.
La comprensión amaneció, y sonrió.
—¿En serio?
Sintiéndose como si lo hubieran atrapado haciendo algo malo, se
encogió de hombros y se frotó la nuca, que estaba extrañamente caliente.
Cooper se apoyó en la barra, bajando la voz.
—La mujer es hermosa. Iris está encantada con ella, lo que dice mucho.
Sabes que no se deja engañar fácilmente.
Cierto.
—Pero escuchaste a Iris. Pura como la jodida Blancanieves. —Levantó
una ceja—. Uno no juega con una mujer así.
No. No lo hacías. Y Jack no lo haría.
Al recordar la mirada calculadora en los ojos de su padre ese domingo
que habló de Emery, supo que no podía acercarse a ella, incluso si quería
llegar a conocerla con una fiereza que nunca había sentido.
Lo que nadie más sabía, lo que Ian Devlin guardaba cerca de su pecho
probablemente para usarlo en el futuro, era que Emery Saunders era en
realidad Louisa Emery Paxton. Había heredado la mayoría de las acciones de
la compañía de su difunto abuelo, el Grupo Paxton, una corporación
multimillonaria propietaria de aerolíneas y una compañía aeronáutica.
20
Si Jack intentara infiltrarse en la vida de Emery, Ian solo lo usaría para
llegar a ella.
Una opresión le arañó el pecho como siempre le ocurría cuando
pensaba en su padre y sus hermanos. Jack había hecho todo lo posible por
separarse. De vez en cuando, uno de ellos acosaba a Jack para que volviera al
redil. Y Jack hacía todo lo que podía para evitar meter la pata, y darle a Ian
algo que pudiera usar para chantajearlo.
Todo este tiempo pensó que lo había logrado. Libre y lejos de Ian.
Pero Jack comprendió ahora que no lo había hecho.
Cuando finalmente se estableciera, tendría que ser con una don nadie.
Alguien que Ian no pudiera usar.
No podía ser con una mujer tan rica como Emery Saunders.
Una decepción que pareció fuera de proporción con la situación,
considerando que ni siquiera le había dicho dos palabras a Emery, lo inundó.
Cooper debe haber visto algo en su rostro porque la preocupación le
frunció el ceño.
—¿Estás bien?
—Estoy bien. —La voz de Jack sonó plana—. Acabo de darme cuenta de
que tienes razón. No estoy listo para establecerme.
Su amigo asintió lentamente, pero había sospecha en los ojos de Coop.
Jack miró la pantalla plana, evitándolo.
Durante las siguientes dos horas, hizo todo lo posible por ignorar el
impulso de mirar a Emery a través del bar. Intentó no verla cuando Iris e Ira
se acercaron para darle las buenas noches en tanto ella se rezagó un poco. Si
Iris no le hubiera dicho que era tímida, Jack pensaría que la princesa de Nueva
York era distante.
No parecía una princesa de Nueva York con ese largo vestido ceñido.
Cristo, la imagen de ella con ese vestido estaba impresa en la parte
posterior de sus párpados.
Cuando los Green partieron con Emery a sus espaldas, la fuerza de
voluntad de Jack se esfumó, y miró.
Justo cuando Emery lo miró por encima del hombro. Cuando sus ojos 21
se encontraron, ella se sonrojó nuevamente.
Hizo que le doliera el pecho.
Maldito dolor.
Entonces, ella se fue.
Y su pecho dolió más.
La reacción de Jack era una reacción exagerada. Pero no podía negar
que así era cómo se sentía.
Y por primera vez en mucho tiempo, Jack se emborrachó mucho,
muchísimo esa noche.
2
Emery
Hartwell
Hace nueve años

De pie detrás del mostrador de la cafetería de mi librería, miré con


asombro el espacio. Nadie habría creído que el edificio compacto que había
albergado Burger Shack podría verse como ahora. 22
Cuando mi abuela murió, dejándome todo, incluidas las propiedades de
alquiler que había obtenido en toda la Costa Este, pasé semanas analizando
todo con su gerente comercial y asesor financiero, Hague Williams. Hague
tenía ahora más de cincuenta años, era inteligente como siempre y tan devoto
a mí como lo fue a mi abuela.
Sabía que no quería vivir en su propiedad en Westchester. La casa era
demasiado grande y solitaria. Había soñado con abrir una librería desde que
era una niña, y quería alejarme lo más posible de la vida social. Al igual que
mi abuela antes que yo, tuve que confiar en otras personas para dirigir el
Grupo Paxton y así poder perseguir mis propias pasiones.
El interés de mi abuela estaba en los bienes raíces. Le gustaba viajar por
el país en busca de edificios modestos, pero lucrativos. Por ejemplo, Burger
Shack en un pequeño pueblo costero llamado Hartwell en la región del Cabo
de Delaware. Técnicamente, Hartwell era una ciudad, pero era diminuta.
Compró el edificio para alquilarlo porque la propiedad del paseo
marítimo en la ciudad turística valía mucho dinero.
Cuando comencé a investigar sus propiedades, lo hice físicamente. Fui
a todos los lugares que me interesaron. Y supe tan pronto como llegué a
Hartwell que era el lugar para mí. Les di a los inquilinos de Burger Shack tres
meses para hacer otros arreglos e incluí una fuerte compensación por sus
problemas, en contra del consejo de Hague. Sin embargo, tenía que calmar mi
culpa de alguna manera. Estaba echando a alguien de su negocio para poder
lanzar el mío.
—Emery, eres la dueña del edificio —había dicho Hague, exasperado—
. Te pertenece. Ellos no. Está en el contrato de alquiler que puedes rescindir
el contrato con solo seis semanas de anticipación.
Lo sabía. Pero aun así.
Después de eso, comencé la búsqueda de un lugar para vivir. Por pura
suerte, o al menos eso pareció, salió a la venta una casa en la playa, a unos
minutos a pie de lo que se convertiría en mi librería. Era una casa de playa de
tamaño considerable con una sala de estar de planta abierta, un porche
envolvente y tres dormitorios. Me enamoré inmediatamente. Principalmente
porque los dueños anteriores habían colocado un columpio impresionante en
el porche que era casi como una cama. Podría sentarme acurrucada en él
todas las mañanas con un café en la mano, y ver salir el sol sobre el océano.
Perfecto. 23
Costó mucho dinero.
Pero valió la pena.
Y ahora, de hecho estaba aquí.
Al entrar en la tienda, a la izquierda había un gran mostrador y detrás,
máquinas de café. A la derecha, la librería, sus paredes pintadas en un gris
suave contra la carpintería blanca. Más adelante y subiendo unos escalones
había una zona de estar llena de bonitas mesitas y sillas blancas. A la izquierda
de ellas, sillones y sofás cómodos estaban dispuestos cerca de una chimenea
abierta. Coloqué algunas lámparas Tiffany de la casa en Westchester
alrededor de la tienda para darle un ambiente acogedor. Detrás del mostrador
estaba la puerta que conducía a mi oficina, y a un baño privado. El baño de
clientes estaba detrás de una puerta en la pared opuesta de la chimenea.
Me mordí el labio mientras observaba la tienda… mi tienda. El gris era
exactamente el color tranquilo que mi abuela habría elegido. Tal vez cuando
necesitara renovarse, elegiría algo más impactante, como verde azulado o
turquesa. También estaba pensando en vender sándwiches para que la gente
los disfrutara con sus cafés. Podría prepararlos por la mañana antes de que
abriera la tienda. Tendría que obtener un permiso para eso, pero valía la pena
considerarlo.
Emery’s Bookstore and Coffeehouse llevaba abierta una semana.
Ese primer fin de semana había estado muy ocupado con turistas y
lugareños. Fueron unos días extremadamente difíciles en los que me pregunté
si había cometido un error colosal. Era una persona tímida, no había forma de
evitarlo. No solo me resultaba incómoda la charla, sino que tenía problemas
de confianza a raudales, lo que me dificultaba hacerme lo suficientemente
accesible como para entablar amistad con la mayoría de la gente.
Desde que me mudé a Hartwell hace dos meses, me hice amiga de Iris
e Ira Green. Eran dueños de Antonio's, la pizzería del paseo marítimo. Confié
en ellos casi de inmediato. Había algo tan genuinamente bueno en ambos,
incluso si Iris era demasiado franca. Me recordaba un poco a mi abuela, menos
la crueldad fría. Incluso me ayudó con los comerciantes que ayudaron a crear
el aspecto de la librería y la cafetería. Intentó enseñarme a ser más asertiva
con ellos, a decirles exactamente lo que quería que hicieran.
Creo que vio el pánico que tenía cuando entró en la tienda ese primer
fin de semana. Su breve charla de ánimo me calmó cuando me recordó que no 24
sería así todo el tiempo. La gente solo tenía curiosidad por mí.
Y tenía razón. Al final de la semana, la tienda estaba más tranquila. La
mayoría de las personas que aparecieron fueron turistas y, dado que hacía
calor, generalmente iban allí para comprar una lectura de playa y té helado.
Ya tenía algunos clientes habituales que aparecían por la mañana para tomar
un café, pero el subidón de cafeína de hoy acababa de terminar.
—Tengo mi negocio propio —murmuré mientras tomaba el libro de
bolsillo que estaba leyendo y me sentaba en el taburete detrás del mostrador.
No daba por sentados los escasos y benditamente tranquilos momentos de
tiempo libre. Siempre parecía haber algo que hacer, incluso fuera de horario,
así que tenía que hacer mi lectura cuando podía.
La campana sobre la puerta sonó, atrayendo mi atención.
El hombre que entró a zancadas a la tienda hizo que me quedara sin
aliento.
Jack Devlin.
Iris me había dicho su nombre cuando me sorprendió mirándolo por
centésima vez cuando estuvimos en el bar Cooper's hace unas semanas.
Jack era alto. No me había dado cuenta de su altura hasta que lo vi por
la ciudad. Y ahora, a medida que caminaba hacia el mostrador con una sonrisa
leve en su rostro, me di cuenta de que debía tener alrededor de un metro
noventa y cinco. Lo cual era perfecto para mí porque medía un metro setenta
y siete.
No perfecto para mí, me recordé.
Iris dijo que era un mujeriego.
Había tenido suficiente de esos para toda la vida.
No es que me involucraría con un Devlin. O que estuviera lista para
involucrarme con cualquiera. Mi negocio era mi prioridad.
Sin embargo, al mirar el rostro hermoso de Jack, fue difícil recordar algo
de eso. Había sido así desde el primer momento en que lo vi. Llevaba jeans,
una camiseta blanca sencilla y botas de obra color canela. Estaba
acostumbrada a que los hombres usaran traje o ropa de calidad.
Jack y su mejor amigo Cooper vestían de manera similar, y juntos eran
injustamente sexis.
Jack solo era… guau.
25
Tenía estos preciosos ojos expresivos, y ahora estaba lo
suficientemente cerca como para que pudiera ver que eran de un gris azulado
oscuro, que contrastaban con su tez naturalmente bronceada. Su cabello era
rubio oscuro, espeso y despeinado como si siempre estuviera pasando sus
dedos por él. Jack Devlin no era tan apuesto como Cooper, pero para mí era
aún más sexy. Era su altura, su forma de andar suelta, el poder exagerado de
sus hombros anchos contra su complexión esbelta. Y había algo en sus ojos, y
en la peculiaridad traviesa de su boca que era difícil de resistir.
—Emery, ¿verdad? —Jack se detuvo frente al mostrador cuando me
bajé del taburete para saludarlo.
Mis mejillas y cuello se sintieron como si estuvieran en llamas, así que
sabía que me estaba sonrojando como loca, lo que solo me avergonzó más y
aumentó el rubor.
Sus labios se torcieron cuando sus ojos captaron la vista.
—Soy Jack Devlin. —Me tendió la mano para que la estrechara.
Para mi sorpresa, ni siquiera tuve que pensar en ello. Quería sentir su
mano contra la mía, así que me acerqué a él. Tan pronto como lo hice, la apretó
con fuerza. Nuestros ojos se encontraron, el aliento abandonándome a
medida que se me ponía la piel de gallina en los brazos.
Los ojos de Jack se entrecerraron, y su agarre se hizo más fuerte.
No me estrechó la mano.
Simplemente la sostuvo.
Esto causó una sensación de caída en picada en mi estómago, y dejé
escapar un sonido pequeño de sorpresa.
Los ojos de Jack se posaron en mi boca, y vi cómo apretó la mandíbula.
Soltó mi mano de repente, y tuve que evitar que mi brazo golpeara el
mostrador.
Se aclaró la garganta, y miró rápidamente alrededor de la tienda.
—¿Te estás instalando bien?
Estuve agradecida por la pregunta.
Me dio tiempo para recordar que Jack era un Devlin, y que había que
evitar a toda costa a su padre, Ian Devlin. Esto no solo era por la información 26
que Iris e Ira me habían proporcionado sobre todos en la ciudad.
Conocía a Ian Devlin antes de mudarme a Hartwell.
Intentó comprar Burger Shack cuando se enteró de la muerte de mi
abuela.
Hague se había ocupado de él, pero me había advertido que evitara a
Devlin. Dijo que era un hombre de negocios sin escrúpulos, y que había
utilizado investigadores privados para descubrir mi verdadera identidad. Me
incomodaba que alguien aquí supiera quién era, pero Hague parecía
convencido de que no sería lo mejor para Devlin contarle a todo el pueblo de
mí.
Según el relato de Iris, sus hijos mayores, Stu y Kerr, trabajaban para
Ian y no eran del agrado de la ciudad. Dijo que las excepciones eran su hija
Rebecca y su segundo hijo menor, Jack. Se parecían a su madre, Rosalie, que
había sido muy querida hasta que se volvió cada vez más solitaria. Jamie, el
Devlin más joven, era un bebé tardío y era demasiado pronto para decir qué
camino tomaría.
En cuanto a Jack, Iris no tuvo nada más que cosas buenas que decir.
Pero me había advertido que él era el mujeriego de la ciudad, y solo «salía»
con turistas.
No era para mí.
Incluso si no fuera una veinteañera tímida y torpe con problemas de
confianza.
—Sí, gracias —respondí a su pregunta, estudiando su perfil fuerte.
Se giró hacia mí, y me sonrojé más por haber sido atrapada mirándolo
fijamente.
Sus labios se curvaron en esa sonrisa traviesa.
—¿Qué te parece Hartwell?
Charlas triviales.
Era horrible con las charlas triviales.
Asentí.
—Me gusta. 27
Esto hizo que sonriera. Y solo así, me dejó sin aliento.
Oh, chico.
Tenía la mejor sonrisa que jamás hubiera visto. Le daba esas arrugas
sexis en la esquina de sus ojos. Era una sonrisa infantilmente traviesa, la
sonrisa de alguien que no trama nada bueno, y que contrasta completamente
con la amabilidad de sus ojos. El efecto general fue perjudicial para mi
corazón.
Una persona podía derretir un malvavisco en mis mejillas.
Sus ojos realmente brillaban.
—Nos alegra tenerte aquí, Emery.
El sonido de su voz profunda diciendo mi nombre causó otra sensación
en mi estómago. Exhalé y tartamudeé mientras me giraba para señalar el
tablero de precios detrás de mí.
—¿C-café?
Ante su silencio, volví a mirarlo.
Estaba mirando los brazaletes de plata en mi muñeca.
Extraño.
Sus ojos volaron a mi cara, y su voz sonó más áspera cuando respondió:
—Americano.
Agradecida de tener algo que hacer, le di la espalda y preparé su café.
Ninguno de los dos volvió a hablar.
Cuando me entregó el efectivo, tomé el billete de cinco dólares por la
punta para que nuestros dedos no se rozaran. Deslicé su cambio a través del
mostrador.
—Gracias.
Me obligué a encontrar su mirada una vez más.
—De nada.
—Nos vemos.
Asentí.
Jack inclinó la taza para llevar hacia mí, y se giró para salir de la tienda.
Contuve la respiración todo el tiempo. La campana tintineó encima de la 28
puerta, y luego se fue.
Dejé escapar el aire como un globo que se desinfla, y me desplomé
contra mi mostrador.
Típico de mí, pensé. Tenía que enamorarme del único chico que no debía
desear.
3
Jack
Hartwell
Hace siete años

Despertarse con una llamada telefónica de Ian no era lo que más le


gustaba a Jack en el mundo. Contestó porque sabía que Ian seguiría llamando
hasta que lo hiciera. Contestó aun sabiendo de qué se trataría la llamada. A 29
Ian le gustaba llamar aproximadamente cada dos meses, y regañar a Jack por
no haber entrado en el negocio familiar. Jack no sabía qué esperaba lograr Ian
con estas llamadas telefónicas aparte de irritar a su hijo.
Sin embargo, había una cura para el estado de ánimo actual de Jack, y
estaba en el paseo marítimo.
Claro, el café de Emery era el mejor de la ciudad, y se había
acostumbrado a ir todas las mañanas de lunes a viernes antes del trabajo para
tomar un café. Cooper y él corrían por la playa en las mañanas, iban juntos a
Emery's, y el apoyo de Cooper era muy apreciado.
Cooper encontraba la timidez de Emery jodidamente incómoda. Si no
fuera por su café, probablemente evitaría el lugar.
Jack no.
Jack pensaba que cada sonrojo, cada tartamudeo, era tan adorable que
no podía resistirse. Había algo misteriosamente femenino en Emery
Saunders. Quería saber todos sus secretos. Quería hacerla reír, saber cómo
sonaba.
Y quería ser él quien descubriera si se sonrojaba por completo.
En los dos años que Emery había vivido en Hartwell, nadie había
aprendido mucho de ella. La gente de Hartwell comprendió que era
terriblemente tímida, de modo que no era como si no les agradara. Solo era
que siempre la considerarían una extraña mientras no participara en los
eventos de la ciudad y se hiciera amiga de la gente.
Molestaba a Jack. Alguien debería esforzarse más. Habló con Bailey
Hartwell al respecto, y ella intentó acercarse a Emery, pero resultó
contraproducente. La falta de filtro de Bailey los había llevado a ella, y a Jack,
a deducir que era demasiado intimidante para Emery.
Alguien más reservado necesitaba acercarse a la tímida recién llegada.
Le había preguntado a Cat, la hermana de Cooper. Aunque era tan directa
como Bailey, no tenía la energía abrumadora de Bailey ni la reputación de
princesa del pueblo.
Por desgracia, Cat era como su hermano mayor, y se sentía incómoda
con la timidez de Emery.
También sospechaba de los motivos de Jack, al igual que Cooper y
Bailey… así que, Jack dejó de pedirle a la gente que cuidara de Emery.
Tendría que hacerlo él mismo, pero desde la distancia.
30
No sabía que tendría que hacerlo esa mañana.
Jack empujó la puerta de Emery’s, con una sonrisa en los labios ante la
mera anticipación de verla. Esa sonrisa desapareció al ver al hombre gritando
agresivamente a Emery.
—Lo compré ayer. ¡Debería poder devolverlo! —El hombre agitó un
libro en su cara.
Emery estaba escarlata de vergüenza y preocupación.
—S-señor… como he… como he intentado explicar, el libro está dañado.
Claramente ha leído…
—¡Quiero que me devuelvan mi dinero, imbécil, fin de la historia! —
gritó, haciéndola retroceder asustada.
Furioso, Jack empujó al tipo que esperaba en la fila, y agarró al agresor
por el pescuezo para apartarlo del mostrador. Tropezó, casi cayendo sobre su
culo.
—¿Qué carajo? —Miró a Jack mientras se enderezaba.
Jack fulminó con la mirada al turista.
—No te metes en la cara de ninguna mujer en mi pueblo, imbécil.
El hombre agitó su libro hacia Jack.
—La perra no me devolverá mi dinero.
Oh, en serio quería golpear a este perdedor. Jack dio un paso hacia él.
—Cuida tu boca, o haré que cuides tu boca.
Tragó pesado.
—Mira, no hay necesidad de amenazas. Solo quiero mi dinero de vuelta.
—¿No hay necesidad de amenazas? ¿No crees que gritarle a una mujer
en su establecimiento es una amenaza para ella? —Jack miró el libro en sus
manos. El lomo estaba jodidamente doblado, las páginas manchadas de
arena—. Esto no es una maldita biblioteca. Compraste el libro, leíste el libro,
fin de la maldita transacción. ¿Entendido?
—Yo…
Jack se movió directamente en su espacio, encerrándolo.
—No me importa cuál sea tu problema, por qué necesitas tratar a una 31
mujer como una mierda para sentirte como un gran hombre. Pero no eres un
gran hombre. Eres un bicho. Un bicho que aplastaré si te veo otra vez aquí o
en cualquier lugar cerca de Emery . ¿Entendido?
A pesar de la ira que se reflejaba en los ojos del hombre, la cobardía
ganó. Salió de la tienda sin otra palabra, cerrando la puerta detrás de él.
Idiota.
Jack se volvió hacia Emery, quien parecía un poco aturdida.
—¿Estás bien?
Ella asintió lentamente.
Jack hizo un gesto al hombre que esperaba en la fila que también
parecía avergonzado. Probablemente porque se había quedado allí mientras
ese tipo atacaba a Emery. Una vez que el cliente consiguió su café, Jack estuvo
solo en la tienda con ella.
Amaba y odiaba estos momentos de soledad.
Ella era tentación pura.
Él no podía tenerla.
Pero, maldita sea, la quería.
Se le había acelerado el pulso después de lidiar con esa pequeña
mierda, y era más difícil ignorar la urgencia de ese deseo.
Se acercó al mostrador, y disfrutó de la forma en que ella lo miró. Cada
vez que la veía por la ciudad, tenía una mirada perdida en su rostro, como si
estuviera en otro lugar. Era así cuando atendía a sus clientes. Pero no con él.
Jack siempre captaba toda su atención.
Y eso le gustaba más de lo que podía decir.
—¿Estás segura de que estás bien? —preguntó en tanto ella comenzaba
a preparar su Americano y el de Cooper sin que él tuviera que pedirlo.
Asintió, mirándolo por encima del hombro.
—Gracias.
—¿Eso sucede mucho?
—¿El cliente enojado?
—Sí. —A Jack no le gustaba la idea de que ella estuviera sola aquí todo
el tiempo. Necesitaba contratar a alguien más para que trabajara con ella.
32
Había pensado que lo haría. Pero solo había sido ella durante los dos años
enteros que había estado aquí.
—De vez en cuando, pero en raras ocasiones, los clientes pueden ser
desagradables. —Dejó su café en el mostrador—. Pero nada de eso. Lamento
que hayas tenido que lidiar con eso. Desearía ser mejor con la confrontación.
—No lo siento. Me alegro de poder estar aquí. Ese pendejo tiene
problemas de ira. No se trató de ti.
Asintió de nuevo.
Su preocupación por la mujer lo frustraba.
—¿Por qué no intentas hacer más amigos en la ciudad?
Allí iba ella, sonrojándose de nuevo. El vestido blanco que llevaba
debajo de su delantal corto tenía un escote en V, de modo que él pudo ver
incluso su pecho sonrojado. Jack intentó no mirar. Siempre intentaba no
mirar. El vestido tenía mangas ajustadas en la parte superior de los brazos y
luego se hinchaban desde el codo hasta la muñeca donde la tela estaba
apretada alrededor de la muñeca. El corpiño era ceñido, insinuando senos
perfectos, y una cintura estrecha que se ensanchaba en las caderas. Jack no
podía decir con ella de pie detrás del mostrador si el vestido era largo o corto,
solo que se aflojaba alrededor de las caderas.
Joyas de plata la cubrían, y su cabello estaba atado en una elegante
trenza lateral, colgando sobre su pecho derecho.
Emery Saunders era como una princesa de las hadas que cobró vida.
O un ángel.
Sí. Un maldito ángel.
Jack, quería protegerla de todo, armarla con una espada metafórica y
enseñarle a luchar por sí misma, todo a la vez, y quería ensuciar esas alas de
ángel revolcándose con ella en la cama mientras solo vestía sus joyas de plata.
Quería tanto oírlas tintinear, que dolía.
Cristo, estaba tan perdido en sus pensamientos lujuriosos que olvidó
momentáneamente lo que le había preguntado cuando ella respondió:
—No es muy fácil para mí.
Recordando que le había preguntado sobre hacer amigos, apoyó las
manos en el mostrador, acercándolos. Sus ojos cayeron a su boca, y su 33
estómago se apretó.
Jack sabía que Emery se sentía atraída por él.
Ese conocimiento hacía que evitar la tentación fuera extremadamente
difícil.
Literalmente.
—¿Por qué no es fácil?
—Yo… encuentro difícil hablar de cosas triviales.
—Estás hablando de cosas triviales conmigo.
—Yo… —Frunció el ceño—. No creo que hablar de mi timidez se
considere una cosa trivial.
—Está bien. —Jack se inclinó, cruzando los brazos sobre el pecho—.
Emery, hoy hace un día precioso, ¿no crees?
Sus labios se torcieron con diversión, haciendo que Jack se sintiera
como de cinco metros de altura.
—Sí, hoy está muy agradable.
—¿La tienda ha estado ocupada?
—Está ocupada todas las mañanas. La gente necesita su café. ¿Estás de
camino al trabajo?
Jack sonrió, eufórico porque le hubiera hecho una pregunta.
—Así es. Voy camino a un restaurante que estamos renovando en
Dewey Beach.
—¿Te gusta tu trabajo?
—Sí. ¿Te gusta el tuyo?
—Sí, sorprendentemente. Pensé cuando abrí por primera vez que, tal
vez fue un error… ya sabes, con todo el asunto de las charlas triviales siendo
difíciles para mí. Pero me gusta. Me encanta estar rodeada de libros. —Hizo
un gesto hacia las pilas detrás de él, esos brazaletes plateados tintineando
alrededor de su muñeca.
—¿Cuánto tiempo ha estado ocurriendo este asunto con los libros?
Ahora le sonrió, y Jack sintió esa sonrisa como un puñetazo en el
estómago. Era la sonrisa más dulce que jamás hubiera visto. Esa sonrisa era 34
como el amanecer a través del océano. No había nada más hermoso para Jack
que ver el sol comenzar su ascenso lánguido por la mañana. La forma en que
se movía a través del agua mientras el cielo se transformaba a través de tonos
de púrpura a rosa y naranja. Jack nunca había visto nada tan impresionante
como el amanecer sobre el paseo marítimo de Hart. Hasta la sonrisa de Emery
Saunders. Jesucristo, era tan hermosa. Y no tenía idea. Totalmente contrario
a la esposa de Cooper, que sabía que era una belleza y lo usaba para conseguir
lo que quería.
—Desde que tenía cinco años. Pero se convirtió en una especie de
obsesión cuando cumplí doce.
—¿Por qué?
Su mirada bajó.
—Fue entonces cuando mis padres y mi abuelo murieron. Me fui a vivir
con mi abuela. —Sus ojos volaron hacia los de él, como si no pudiera creer que
le hubiera dicho eso.
Por supuesto, Jack la había buscado y sabía por los artículos que su
familia murió cuando su avión privado se estrelló.
—Em, lamento mucho tu pérdida.
Sus ojos se abrieron de par en par, tal vez por el uso de un apodo.
—Gracias. Fue hace mucho tiempo.
—Aun así, lo siento.
Después de unos segundos de estudiar a Jack, preguntó:
—¿Cooper y tú…?
La campana encima de su puerta la detuvo en seco, y se volvió para
mirar al cliente que entró.
Jack miró por encima del hombro, molesto por la interrupción, y más
aún por quién la había causado.
Dana.
Alta, delgada y bronceada con un cuerpo atlético y tetas dulces, Dana
caminaba con una confianza que hubiera sido sexy en cualquier otra mujer.
Jack entendía desde una perspectiva puramente visual lo que Cooper veía en
su esposa. Tenía mucho cabello castaño claro y sedoso, y ojos azul hielo que
se inclinaban como los de un gato. Nariz perfecta, labios carnosos y deliciosos.
Pómulos altos. Gran piel. 35
Se pavoneó por la tienda, su mirada gélida moviéndose entre Emery y
Jack. Apenas se dio cuenta de lo que llevaba puesto. Siempre estaba
mostrando su figura con un vestido de verano que a él le parecía igual, si no
fuera por la variación de color.
—Pensé que eras tú a quien vi cuando pasaba. —Se detuvo en el
mostrador, mirándolo a él y a Emery con una sonrisa estrecha que no llegó a
sus ojos—. Soy Dana Lawson.
Emery se movió incómoda, pero asintió.
Dana levantó una ceja perfectamente depilada.
—¿Hablas?
—Dana —advirtió Jack.
—Solo era una pregunta. —Le sonrió—. De hecho, entré para
preguntarte si te gusta la pechuga, Jack. Compramos una olla de cocción lenta,
y Cooper estaba pensando en cocinar pechuga para cenar este jueves. Quería
invitarte.
—Sí, seguro.
Dana no hizo ningún movimiento para irse, a pesar de que la mirada de
Jack fue mordaz.
Se alejó del mostrador.
—Te acompañaré a Coop's.
Al darse cuenta de que su progreso con Emery había sido en realidad
bloqueado por la esposa molesta de su amigo, Jack suspiró. Miró a Emery,
quien los observaba a ambos con esos ojos inteligentes suyos. Le entregó el
dinero para los cafés.
—Que tengas un gran día, Emery. —Le dio una sonrisa pequeña.
Ella la devolvió cuando tomó el dinero en efectivo.
—Igualmente, Jack.
Era la primera vez que decía su nombre.
Y no mentiría, lo sintió en el estómago, en su polla y en el aumento
repentino de su pulso.
El impulso de gritar «¡A la mierda!» y agarrarla por la nuca para poder
besarla con todas sus jodidas ganas fue una picazón casi incontrolable debajo
36
de su piel. En lugar de eso, Jack se tragó el impulso, levantó su café a modo de
saludo, y salió de la tienda con Dana detrás.
Tan pronto como estuvieron en el paseo marítimo, Dana resopló.
—Por favor, dime que no estabas coqueteando con ella.
Volvió a resoplar ante su silencio.
—Jack, puedes hacerlo mucho mejor que con un tímido ratón de
biblioteca.
—No voy a ir tras Emery Saunders —dijo mientras abría la puerta de
Cooper's—. Sabes que no soy del tipo que se asienta.
Dana pareció satisfecha. Demasiado satisfecha.
Últimamente, había estado demasiado preocupada por quién tenía Jack
en su cama. Le preocupaba.
Ver a Cooper rodeando la barra para aceptar el café que Jack le ofreció,
mientras pasaba un brazo alrededor de la cintura de Dana, lo tranquilizó un
poco.
Dana se acurrucó al costado de Cooper, sonriéndole como si en realidad
lo amara.
Tal vez Jack estaba siendo paranoico con ella.
Podría culpar a crecer con Ian Devlin por eso.
Cooper tomó un sorbo de su taza y suspiró.
—Esa chica ciertamente puede hacer una buena taza de café.
Dana resopló.
—Eso es todo lo que puede hacer. La gente piensa que es timidez, pero
creo que tal vez es un poco tonta.
Cooper puso los ojos en blanco.
—Lo dudo.
—Vamos. Dije hola y ella solo miró a través de mí.
—Creo que es porque es lo opuesto a tonta. —Jack dio media vuelta y
salió antes de que cualquiera de ellos pudiera reclamarle por su insulto
astuto. 37
Nadie diría una mierda sobre Emery Saunders a su alrededor.
Nunca.
4
Emery
Hace siete años

Después de semanas de insinuaciones no tan sutiles de Iris sobre el


festival de música anual de verano de Hartwell, cedí y acepté ir.
Cerré la tienda por la tarde y caminé a lo largo de las tablas hacia Main
Street. Al pasar por el bar Cooper's, el edificio contiguo al mío, vi que estaba
abierto, lo que probablemente significaba que el personal del bar lo estaba
38
atendiendo. Según Iris, Cooper no era del tipo que se perdía los eventos de la
ciudad.
Junto a Cooper's estaba el Old Boardwalk Hotel, el edificio más grande
y alto del paseo marítimo. Construido a principios de siglo, era un edificio de
ladrillo rojo con ventanas pequeñas de marcos blancos. Cada vez que lo
pasaba, me maravillaba con su historia, pero también pensaba que era triste
que no hubiera un mirador desde ninguna de las habitaciones para disfrutar
de la espectacular vista al mar.
El propietario no vivía en Hartwell. Era un magnate inmobiliario de
Florida, y confiaba en su personal para cuidar el lugar. Había estado dentro
por curiosidad, y el hotel, que olía un poco a humedad, necesitaba una
renovación.
Iris dijo que el lugar de Bailey, la Posada Hart, en el extremo norte del
paseo marítimo, siempre estaba lleno porque la gente prefería quedarse en su
establecimiento antes de elegir el Old Boardwalk. No los culpaba. La posada
era una impresionante casa al estilo de Nueva Inglaterra con tejas blancas, un
porche envolvente y un mirador de viuda con vistas al agua.
Junto al Old Boardwalk Hotel estaba la tienda de regalos de George
Beckwith, donde vendía recuerdos horteras que encantaban a los
vacacionistas. Al lado de su tienda estaba Antonio’s, que estaba abierto y sería
administrado hoy por Ira, ya que se suponía que debía reunirme con Iris en
Main Street en diez minutos.
Pasé la pizzería, la tienda de surf y la heladería del Señor Shickle, y me
acerqué al quiosco de música en la parte superior de Main.
Una banda se estaba instalando bajo el escenario cubierto. La ciudad
había contratado a varios grupos musicales para el día, mientras que las
empresas instalaron puestos para vender de todo, desde recuerdos musicales
hasta joyas.
Una placa en el quiosco de música hablaba de la leyenda de Hartwell, y
explicaba a los turistas por qué los lugareños lo llamaban el Paseo Marítimo
de Hart. En 1909, Eliza, la hermana de la bisabuela de Bailey Hartwell, era la
niña dorada de Hartwell. La familia fundadora aún tenía dinero y poder, y se
esperaba que Eliza, siendo la mayor, se casara bien. En cambio, se cruzó y
enamoró de un trabajador siderúrgico de la Compañía Station Railroad, con
sede en las afueras de la ciudad. Jonas Kellerman, el antepasado de Dana
Kellerman Lawson, era considerado por debajo de Eliza… y un estafador
39
destacado. Se les prohibió casarse.
En cambio, Eliza fue comprometida con el hijo de un hombre de
negocios rico. En la víspera de su boda, Eliza, devastada, caminó hacia el
océano. Por casualidad, Jonas estaba en el paseo marítimo con algunos
amigos, vio a Eliza y entró tras ella. La leyenda dice que la alcanzó, pero las
olas los hundieron y nunca más se los volvió a ver. Se decía que el sacrificio
de Jonas por su amor había creado magia. Durante generaciones, desde la
muerte de Eliza y Jonas, las personas nacidas en Hartwell que conocieron a
sus esposos o esposas en el paseo marítimo permanecieron enamoradas toda
su vida. Se les decía a los turistas que, si caminaban juntos por el paseo
marítimo y estaban realmente enamorados, duraría para siempre, sin
importar las probabilidades.
Tan trágico como fue, me encantó que la ciudad se construyera sobre
tal leyenda. Le hablaba a mi alma romántica… y puede haber influido en mi
decisión de quedarme en Hartwell.
Mirando la bulliciosa Main Street, las multitudes reunidas alrededor de
los puestos, mezclándose y hablando, me pregunté nuevamente sobre mi
decisión. Había estado dos años en Hartwell, y aún no había hecho ningún
progreso en establecer relaciones con nadie más allá de Iris Green.
E incluso entonces, le di solo aquello con lo que me sentía cómoda. Lo
cual no era mucho. La melancolía me invadió.
El tiempo y la perspectiva me habían enseñado que mi timidez sin duda
se originaba en el comportamiento de mis padres. Cuando era niña, cuando
les hablaba, me ignoraban, obviamente estaban aburridos de mí o, a veces,
incluso me menospreciaban. Llegué al punto en que no quería hablar por
miedo a que se burlaran de mí o me consideraran insignificante. Era más fácil
ser invisible que dejar que me hicieran sentir invisible. Fui tímida con ellos
porque me importaba lo que pensaran de mí.
En el extremo opuesto de este comportamiento estaba la forma en que
actuaba con el personal de la casa, incluida mi niñera. No fui tímida con ellos.
Actué enojada. De hecho, a veces no fui una niña amable en absoluto. Eso
sucedía cuando te daban todo lo que podrías desear, excepto el amor y la
atención de tus padres.
Descuidada e ignorada por las dos personas que se suponía que más
me querían, descargué mi enojo y frustración en el personal con el que me
habían rodeado.
Me estremecí. 40
Deben haberme odiado.
Vivir con mi abuela cambió todo eso. No era la persona más cálida del
mundo y creía en la clase, el estatus y en permanecer dentro de tu propia
posición. Si bien pensaba que nuestra familia era superior a las demás,
también creía en tratar a todos, incluido su personal, con el máximo respeto.
La primera vez que me escuchó gritarle a su ama de llaves, mi abuela no solo
me hizo disculparme frente a todo el personal de la mansión, sino que me hizo
quedarme en una habitación de invitados sin entretenimiento. Cuando
llegaba a casa de la escuela, me permitían hacer mi tarea y comer, pero luego
me enviaban a esa habitación para languidecer de aburrimiento durante dos
semanas.
Extrañamente, aprecié que mi abuela se preocupara lo suficiente como
para enseñarme algunos modales.
Nunca volví a hablarle así a un miembro de nuestra casa. En cambio,
me volví tímida con ellos cuando comencé a preocuparme por lo que pensaran
de mí. Y me importaba lo que mi abuela pensara de mí.
Por mucho que amara a mi abuela, no había sido una mujer fácil con la
que vivir. Debajo de su exterior duro había un corazón roto, y estaba
aterrorizada de perder a la única familia que le quedaba. Entonces, fui
protegida.
No se me permitió realizar ninguna actividad extracurricular a menos
que las lecciones se llevaran a cabo en la mansión. Sin novios, sin viajes
escolares, sin planes para la universidad a menos que fuera en algún lugar del
estado de Nueva York. Ni siquiera me permitió asistir a mi baile de
debutantes, algo que sabía que mi padre había asistido como acompañante de
mi madre en su debut en sociedad.
Ser excluida de cualquier apariencia de una vida adolescente normal
me convirtió en una extraña con los niños de mi escuela privada. Comenzaron
las burlas y el acoso y, al igual que con mis padres, me resultó difícil hablar
por miedo a la respuesta. Así que, me retraje en mí. No hice planes para asistir
a la universidad. Ni planes para ningún futuro en absoluto.
Tripp Van Der Byl solo había empeorado las cosas.
Lo alejé de mi mente tan pronto como entró.
Habían pasado tres años desde la muerte de mi abuela, y aún no sabía
cómo liberarme del muro de defensa que había construido a mi alrededor
cuando tenía doce años.
41
El impulso de darme la vuelta era fuerte, pero le prometí a Iris que la
encontraría. Examinando la multitud, finalmente la localicé junto a un puesto,
hablando con dos mujeres que reconocí.
Maldita sea.
Detrás del puesto había una morena deslumbrante de suave piel
aceitunada. Era baja de estatura con una figura hermosa y curvilínea.
Dahlia McGuire.
Ella sonreía y saludaba cada vez que pasábamos por la calle, pero no
sabía mucho sobre la joven aparte de que era dueña de la Tienda de Regalos
Hart junto a la posada de Bailey. A diferencia del lugar de George, Iris dijo que
Dahlia vendía piezas únicas, incluidas las joyas que elaboraba. Pensé que era
maravilloso que Dahlia fuera platera, y si no hubiera estado evitando a la
gente del pueblo y todas sus preguntas inevitables, habría investigado su
tienda mucho antes.
No quería que nadie supiera quién era mi familia.
La gente te trataba diferente cuando sabían que valías miles de
millones de dólares.
Por eso me hacía llamar Emery Saunders. Emery era mi segundo
nombre, y Saunders era el apellido de soltera de mi madre. Sí, no haría falta
ser un genio para descubrir quién era (como lo demostró Ian Devlin), pero el
apellido Paxton definitivamente llamaría la atención.
Si hubiera sido por mí, habría vendido la mayoría de las acciones de la
empresa a los demás accionistas, pero le prometí a mi abuela que no lo haría.
Esa promesa me pesaba.
No quería la responsabilidad.
Además, el legado del Grupo Paxton me había quitado mucho. La
empresa siempre había sido más importante para mis padres y mi abuelo.
Significó mucho para mi abuela, pero no tanto para mí. Aun así, por respeto al
arduo trabajo de su esposo, mi abuela me hizo prometerlo.
Sintiendo un aleteo de nervios en mi estómago, me dirigí hacia Iris una
vez que ella me vio y me hizo señas. De pie en el puesto de Dahlia con ellas
estaba Bailey Hartwell.
Bailey era este personaje más grande que la vida que todos parecían
adorar. Sus padres se habían jubilado recientemente y le habían dejado el
manejo de la posada a ella y, según Iris, Bailey estaba en el séptimo cielo.
42
La esbelta pelirroja era una de esas mujeres que se volvían
infinitamente más atractivas mientras conversabas con ella. Al principio,
parecía la chica de al lado con su tez color melocotón y crema, y las pecas
doradas que le cubrían la nariz y las mejillas. Sin embargo, una vez que
pasabas tiempo con Bailey, la descripción de «chica de la ciudad natal»
parecía demasiado mundana. Era carismática, amigable, franca y tenía la
sonrisa más glamorosa.
Era tan extrovertida que la encontraba más que un poco intimidante.
Principalmente porque Bailey no tenía filtro, y hacía todas las preguntas
personales que quería evitar responder.
Entonces, evitaba a Bailey.
Hasta que Iris me obligaba a situaciones como estas.
Maldita sea.
Murmurando por lo bajo, me obligué a seguir caminando.
—¡Ahí estás! —gritó Iris cuando me acerqué.
Le di una sonrisa dolida, y ella se rio entre dientes a sabiendas.
—¡Emery, hola! —Bailey miró por encima del hombro de Iris y me
sonrió—. ¡Viniste!
Le ofrecí otra sonrisa dolida. Sin embargo, el reflejo del metal en el
puesto atrajo mis ojos, y las joyas en la mesa de Dahlia monopolizaron mi
interés.
Me acerqué.
—Oye, no creo que nos hayan presentado formalmente.
Levanté la vista de las joyas. Dahlia me tendió la mano. Noté que tenía
acento, y recordé que Iris me dijo que Dahlia era originaria de Boston. Le
estreché la mano.
—Hola.
—Soy Dahlia.
—Emery. —Mi atención volvió a sus joyas.
Era muy talentosa. Vi al menos cinco pares de aretes que quería.
Y quería todos los anillos. 43
—Te gusta tu plata, ¿eh?
Dichos brazaletes plateados tintinearon en mi muñeca mientras
colocaba mi cabello detrás de mi oreja.
Mis joyas habían sido mi única rebelión contra mi abuela. Ella creía en
las perlas y los aretes de diamantes. Elegancia sencilla.
Yo creía que nunca podías usar demasiadas joyas. Y cuando cumplí
dieciocho, abracé mi propio estilo.
La abuela solía maldecir el sonido de mis brazaletes tintineando
mientras caminaba por la casa, pero en secreto creo que apreciaba mi
negativa obstinada a renunciar a este sello de identidad. Era lo único que era
todo mío.
Asentí.
—Pensé que la perderíamos por tus joyas tan pronto como llegara aquí
—bromeó Iris a mi lado.
—Es hermoso. —Miré tímidamente a la morena hermosa—. Eres muy
talentosa.
Dahlia sonrió.
—Oye, gracias.
—Me llevaré esos. —Señalé un par de largos aretes de plata esculpidos
como una lágrima con una piedra de amatista agarrada entre puntas de plata.
Y luego el mismo diseño, pero con jade—. Esos también. Y esos. Y esos. Y todos
estos. Hice un gesto hacia una fila de brazaletes preciosamente martillados
que se verían geniales como un conjunto.
—¿Hablas en serio? —preguntó Dahlia.
—Sí.
—Pero… pero eso es como mil dólares en cosas.
—Dahlia, ¿por qué estás intentando convencer a la chica de que no
compre tus joyas? —bromeó Iris.
—Está bien, está bien. Gracias. —Dahlia volvió a tenderme la mano y se
la estreché, aunque estaba segura de que mi piel era del color de una langosta.
—Tenía la sensación de que Emery sería una gran clienta. —Bailey se
apoyó contra la mesa a mi lado mientras Dahlia envolvía para regalo todas
mis selecciones—. Tienes un sentido del estilo maravilloso. 44
—Gracias —murmuré. Tampoco era muy hábil para aceptar cumplidos.
La frustración burbujeó dentro de mí por mi incapacidad para
conversar como una persona normal. Por mi incapacidad para sentirme
cómoda en situaciones sociales.
Me quise ir.
Tuve tantas ganas de tomar mis joyas nuevas e irme, que fue como un
dolor físico.
—¡Oye, Coop!
Me estremecí ante el grito fuerte de Bailey, y mantuve mis ojos fijos en
Dahlia a medida que trabajaba.
Cooper Lawson me ponía nerviosa. No tanto como lo hacía Jack, pero
Jack me ponía nerviosa de una manera diferente. Extrañamente, en realidad
me gustaba la forma en que Jack me hacía sentir.
Cooper solo me hacía querer esconderme detrás de mis estanterías de
libros.
Él hacía una mueca cada vez que me sonrojaba, lo que me hacía
sonrojarme aún más por pura frustración autodirigida.
Lo hacía sentir incómodo. Me hacía sentir incómoda. Por lo tanto,
prefería evitarlo.
Y a su pequeña esposa maliciosa.
No me gustó cómo Dana Lawson miró a Jack cuando nos interrumpió
en mi tienda hace unas semanas. Lo había mirado con la posesividad de una
novia, y eso me inquietó, considerando que era la esposa de su mejor amigo.
Al entregarle mi tarjeta de crédito a Dahlia, esperé mantener mi
espalda hacia Cooper, pero al escuchar su voz cada vez más cerca, supe que
sería imperdonablemente grosero de mi parte hacerlo.
Aferrándome con fuerza a la bolsa ahora abrumada por mis compras
emocionantes, me acerqué al costado del puesto y me giré para mirar las
incorporaciones nuevas.
Cooper sostenía a su sobrino Joseph en sus brazos mientras su
hermana Cat estaba a su lado. No había estado presente por los chismes que
corrieron por la ciudad cuando Catriona Lawson quedó embarazada. Iris me
contó todo de eso, y lo difícil que fue para Cat tener que lidiar con eso. Ella
había estado en la universidad, y regresó a casa para las vacaciones de verano
en su tercer año. Se rumoreaba que tuvo una aventura de una noche con un
45
turista cuyo nombre ni siquiera podía recordar, y nueve meses después,
apareció Joseph «Joey» Cooper Lawson.
Ver a Cooper adorar a su sobrino de tres años era una de las razones
por las que deseaba poder actuar como una persona normal a su alrededor.
Todo el mundo parecía querer al chico, lo que significaba que probablemente
era un hombre maravilloso.
Pero era el tipo de atractivo que me aturdía.
Cat compartía el color de Cooper, y no se podía negar la relación.
Parecía igualmente incómoda en mi presencia.
Cuando Bailey tomó a Joey de los brazos de Cooper y dijo algo que lo
hizo reír, sentí una oleada de envidia mientras el grupo conversaba con
tranquilidad. Como siempre, solo era una extraña.
Entonces Cat se adelantó y tendió la mano.
—Ha pasado un tiempo. Soy Cat, ¿recuerdas?
Fue amable de su parte volver a presentarse, pero también fue un
recordatorio terrible de que después de dos años viviendo en Hartwell, había
tenido muy pocas interacciones con ella.
Intentando no regañarme, y evitar terminar como un charco nervioso,
le estreché su mano.
—Emery.
Me dio una sonrisa incómoda.
—Es bueno verte por aquí.
—Emery casi compra toda la tienda de Dahlia.
—Eso no me sorprende. —Cooper me sorprendió ofreciéndome una
sonrisa burlona.
Quise decir algo divertido y lindo en respuesta. Mi cerebro dio un
tropezón intentando encontrar las palabras, y prevaleció un silencio
incómodo.
Cooper se aclaró la garganta y alcanzó a Joey, tomándolo de los brazos
de Bailey.
—Bueno, dijimos que encontraríamos a Dana en algún puesto. Tiene el
ojo puesto en un bolso que le gusta.
Todos se despidieron, incluido Joey, que no dejó de gritar:
46
—¡Adiós, adiós, Bail-Bail! —mientras Cooper se lo llevaba. Me sentí
horrible por haberlos ahuyentado.
Le lancé a Iris una mirada suplicante. Por favor, déjame ir.
Me dio unas palmaditas en el brazo con simpatía, pero sacudió la
cabeza levemente y puso una expresión de «puedes hacer esto». Iris, Bailey y
Dahlia charlaron sobre las bandas que tocarían este año, y traté de parecer
que estaba escuchando cuando en realidad estaba planeando mi escape.
Mientras miraba de ellas a la multitud que disfrutaba del festival, mi
atención se enganchó en alguien en particular.
Alguien que hizo que mi corazón latiera rápido.
Con su altura, Jack era fácil de detectar.
Y estaba hablando con Cooper y sosteniendo a Joey.
Mi estómago dio un vuelco al verlo sosteniendo a Joey por encima de
su cabeza y soplando en su barriga, haciendo que el niño chillara con una risa
encantada. Pateó sus piernas, casi golpeando a Jack en la barbilla.
—Bueno, si no estuviera ya enamorada de Tom, estaría transfiriendo
mi antiguo enamoramiento por Cooper a Jack Devlin ahora mismo —dijo
Bailey secamente, y noté que sus ojos también estaban puestos en Jack—. Ese
hombre se ve bien con un niño en sus brazos.
—Ese hombre se ve bien, punto —opinó Dahlia—. Maldigo su regla de
no locales.
Al darme cuenta de que Dahlia quería decir que se acostaría con él si él
no tuviera una regla en contra de acostarse con mujeres locales, una punzada
de celos terribles me atravesó.
Esos celos solo aumentaron cuando Jack le devolvió a Joey a Cooper y
deslizó sus brazos alrededor de una mujer que ni siquiera había notado. No la
reconocí. Era una turista, una morena alta de pechos enormes y cintura
diminuta.
Así que, ese era su tipo.
Eso no fue aplastante.
Está bien, mentí. Fue increíblemente aplastante.
Cuando Cooper, Cat y Joey se alejaron, Jack se volvió hacia la morena y
47
le susurró algo al oído mientras la sujetaba por las caderas.
Y entonces, la besó.
No solo un mero roce en los labios.
Sino un beso.
Una devastación que estaba fuera de proporción con el momento se
estrelló sobre mí. Iris me había hablado de Jack y sus conquistas turísticas.
Sin embargo, esta era la primera vez que vi una en vivo frente a mí.
Me sentí traicionada.
Lo cual no tenía ningún sentido en absoluto.
—Señora afortunada —dijo Bailey a mi lado.
Estaba paralizada por la escena que dolía tanto de ver.
Cuando Jack rompió el beso, sonriendo a medida que metía a la mujer
en su costado y se giraba, nuestros ojos se encontraron cuando él levantó la
cabeza. Pareció hacer una pausa, la sonrisa abandonó su rostro abruptamente
mientras nos mirábamos el uno al otro.
Apartando mi mirada de la suya, la primera que encontré fue la de
Bailey Hartwell.
Y me estaba examinando como si pudiera ver dentro de mi cabeza.
Como si supiera que estaba enamorada de Jack Devlin y la noticia le
encantó.
Esta… esta era la razón por la que evitaba a Bailey Hartwell. Era
entrometida.
—Tengo que irme —murmuré—. Lo siento, Iris. —Pasé junto a ella, y
me apresuré entre la multitud.
Mi corazón latió el triple de rápido a medida que marchaba por el paseo
marítimo hacia mi casa en la playa.
Quería llorar.
Era tonto e infantil, y no tenía sentido.
Pero la imagen de Jack besando a esa mujer como lo hizo… sí. Me hacía
querer llorar.
Con un esfuerzo significativo, contuve las lágrimas y entré a mi casa.
48
Escondida adentro, me preparé una taza de té de menta y abrí todos los
joyeros para apreciar el trabajo de Dahlia.
En otra vida, ella y yo seríamos amigas. Tal vez incluso me dejaría ver
su trabajo porque me encantaría ver eso.
En otra vida, no me sonrojaría como una idiota cada vez que Cooper
Lawson me hablara.
En otra vida, sería sofisticada e ingeniosa, y Jack Devlin no podría
resistirse a mí, mujer local o no.
—En otra vida —me susurré.
5
Jack
Hace cinco años

¿Cómo le decías a tu mejor amigo que su esposa te agarró la polla?


El corazón de Jack se aceleró con fuerza.

49
Ni siquiera el sonido de las olas lamiendo la orilla suavemente podía
calmarlo a medida que miraba el agua desde las tablas incrustadas de arena.
Hace una hora, Dana había llamado a Jack para decirle que estaba
preocupada por Cooper y si podía ir. Que necesitaban hablar. La última
persona con la que Jack quería hablar era con Dana, pero también estaba
preocupado por Cooper.
Su amigo había estado cerrado últimamente. Preocupado por algo. Y
cada vez que Jack intentó hablar con él al respecto, lo rechazó. Con la
esperanza de que Dana pudiera tener alguna idea, y aliviado de que su esposo
le preocupara lo suficiente como para llamar a su mejor amigo, Jack había
acudido a ella.
Empezó con las lágrimas de cocodrilo. Estaban teniendo problemas
para quedar embarazados, y Cooper se estaba desquitando con ella. Tan
pronto como dijo eso, Jack supo que estaba tramando algo. No había forma de
que Cooper culpara a su mujer por esa mierda. ¿Qué tan estúpido pensaba
Dana que era Jack? Sabiendo que algo estaba definitivamente mal, se dispuso
a irse. Ella se interpuso en su camino y luego, para su horror, agarró su pene
y trató de masajearlo a través de sus jeans.
Enojado, la empujó y salió furioso de la casa.
Y ahora… ahora tenía que explicarle esta mierda a su mejor amigo, y
esperar que Cooper le creyera.
—Me creerá —murmuró Jack para sus adentros, sabiendo que era
verdad. Pero estaba mal de cualquier manera porque Cooper era el que
saldría lastimado.
Maldita Dana Kellerman.
Era el único caso en que Jack odiaba que sus instintos sobre esa mujer
hubieran sido acertados.
Respiró hondo, y se apartó de la barandilla. El bar cerraría pronto. Jack
necesitaba decírselo a Cooper ,y terminar de una vez.
Sin embargo, un destello blanco en la playa llamó la atención de Jack, y
se quedó inmóvil al ver la alta figura esbelta caminando por la orilla en la
oscuridad. La luz de la luna resplandecía sobre su cabello y el suéter blanco
que vestía. Ella lo mantenía cerrado con los brazos envueltos alrededor de su
cintura.
Emery Saunders.
Su corazón cambió de latido por una razón diferente.
50
Sin pensarlo, sus pies lo estaban moviendo en su dirección. Tal vez fue
la procrastinación en su máxima expresión. O tal vez ella había aparecido
justo cuando él la necesitaba.
Cuatro años, pensó a medida que corría por la playa hacia ella, con la
arena metiéndose en sus zapatos. No le importó la arena. Emery había vivido
en Hartwell durante cuatro años, y se había mantenido apartada en ese
tiempo. Por lo que él sabía, la dueña de la librería y cafetería no tenía amigos,
ni familia, ni intereses más allá de la tienda.
Jack había intentado superar lo que fuera que lo atrajo hacia Emery,
pero a medida que pasaron los años, se había vuelto más difícil ignorar lo que
le hacía sentir. No la conocía, y ella lo hacía sentir.
Aún iba casi todas las mañanas a su tienda a comprar un café para
comenzar el día. Claro, hacía el mejor café de la ciudad, pero él se desvivía por
uno porque podía verla sonrojarse todos los días. Cuatro años, y aún se
sonrojaba. Amaba cuando el rosa teñía sus mejillas cada vez que le sonreía. Y
esa sonrisa dulce que ella le devolvía. La forma en que se sonrojaba más
cuando él tocaba sus dedos deliberadamente con los suyos cuando tomaba el
café. Jack se preguntaba si sentía el hormigueo subir por su brazo de la misma
manera que él.
Después de ese momento en el festival de música hace dos años, cuando
Emery lo vio con la turista cuyo nombre le avergonzaba decir que ni siquiera
recordaba ahora, el progreso que había hecho con Em se detuvo. La había
visto irse corriendo después de verlo con esa mujer y por alguna razón
estúpida, se había sentido como un idiota. Como un chico que acababa de
engañar a su chica. No tenía sentido. Pero tuvo la clara impresión de que había
herido los sentimientos de Emery ese día. Tal vez solo quería creer eso.
Se dijo que solo era una ilusión.
Hasta que entró a tomar un café el lunes siguiente, y ella no lo miró.
Claro, se sonrojó, pero no respondió a sus preguntas y ni una sola vez hizo
contacto visual.
Eso continuó durante semanas.
Desgastando los nervios de Jack.
Sin embargo, fue un masoquista que siguió volviendo por más.
Hasta que finalmente, ella volvió a hablar con él. Dos años más tarde,
51
pensó que era el único además de Iris que podía conseguir una conversación
real con Emery Saunders. Y era tan linda y divertida cuando bajaba la guardia.
Lo hacía querer desenvolverla lentamente, averiguar qué más pasaba
por esa mente suya. Stephen Hawking dijo una vez que las personas más
tranquilas tenían las mentes más ruidosas. Jack sospechaba eso de Emery.
Sospechaba que había muchas cosas fantásticas por descubrir sobre ella.
—Es tarde —dijo al momento que se acercó a ella.
Emery se sobresaltó desde su lugar en la orilla.
Sus ojos recorrieron su cuerpo, y tragó pesado. Usualmente usaba
vestidos largos o jeans y camisetas con mucha tela en los brazos. No esta
noche. Esta noche, llevaba pantalones cortos de pijama debajo de su suéter
inmenso, y Jack vislumbró sus hermosas piernas largas por primera vez.
Jodido Jesucristo.
Por supuesto, tenía el par de piernas más esbeltas que hubiera visto en
su vida.
Todo en la mujer fue hecho especialmente para atormentarlo.
Jack se detuvo a su lado. Emery era alta para ser mujer, pero aun así
tenía que mirar hacia abajo. Ella lo miró con los ojos un poco abiertos, tragó
pesado y miró hacia el océano.
—¿Estás bien? —preguntó.
Ella asintió, acomodando un mechón suelto de su cabello hermoso
detrás de la oreja. Había anillos de plata en casi todos sus dedos, y largos
aretes de plata colgaban de sus orejas. Iban acompañados de otros dos
piercings: pequeños aretes de diamantes que parpadearon a la luz de la luna.
La mujer siempre tintineaba y sonaba con sus joyas.
Jack aún imaginaba el sonido de sus joyas haciendo su canción por una
razón completamente diferente: con cada embestida de su cuerpo contra el
de ella.
La excitación lo atravesó, y maldijo para sus adentros. Cada vez que
estaba cerca de ella, se sentía como un chico de catorce años sin control sobre
sus hormonas. Jack miró hacia otro lado, observando la ondulación tranquila
de las olas.
—¿Estás bien? —Su voz suave llenó el espacio entre ellos, haciendo que 52
su piel se erizara con conciencia.
Respondió honestamente.
—No, no estoy bien.
—Ah. —Podía sentir que lo miraba, así que se giró para encontrarse
con sus ojos. Ese dolor en su pecho que solo ella le causaba se dio a conocer—
. ¿Puedo… ayudar? —preguntó.
Pareció costarle mucho preguntarle. Jack giró su cuerpo hacia ella.
—Si… si… está bien… —Suspiró entre sus labios—. Digamos que tienes
esta amiga. Una buena amiga. Y esta amiga tiene esposo.
Emery asintió. Se sentía bien ser el receptor de toda su atención y
enfoque.
—Digamos que tienes a esta amiga, y su esposo (a quien le has dejado
claro a tu amiga que no confías o que no te gusta) se te insinúa.
Sus ojos se abrieron un poco, y le dio un asentimiento suave para que
continuara.
—Se lo dices a tu amiga, ¿verdad? ¿Le dices lo que hizo? ¿Incluso si ella
te culpa por ello?
Para su sorpresa y placer, Emery puso una mano en su brazo. Su ceño
se arrugó con preocupación.
—Sí, Jack. Tienes que decirle. A Cooper. Deberías decirle si Dana hizo
eso.
Se le escapó una bocanada de risa seca. No porque lo que dijo fuera
divertido, sino porque se dio cuenta de que Emery prestaba mucha más
atención de lo que la gente pensaba.
Ella hizo una mueca y dejó caer su mano, moviéndose para retirarse.
Jack la alcanzó, agarrando sus bíceps delgados para detenerla.
—No, no me estoy riendo de ti. Simplemente… supongo que no debería
sorprenderme que veas mucho más de lo que dejas ver.
Sus ojos bajaron, y no por primera vez, Jack se maravilló de la longitud
de sus pestañas.
—La gente asume cosas de mí. 53
—Es difícil para ellos hacer algo más que asumir si no entablas amistad
con ellos —le dijo suavemente.
—No hago amigos fácilmente. Te lo dije. Me resulta difícil conversar
con personas que no conozco muy bien.
—Lo entiendo. —Jack se acercó hasta que sus cuerpos casi se
rozaron—. Pero pareces ser capaz de hablar conmigo. Practicamos. Y aquí
estamos.
Emery estudió su rostro por un segundo, su concentración tan intensa
que el corazón de Jack latió con más fuerza en su pecho.
—No solo fue práctica. Son tus ojos. Tienes los ojos más amables que
he visto en mi vida.
Mierda, pero él deseó tanto besarla.
—Emery… —Su voz sonó ronca por ese deseo.
Pareció sentir el cambio en él y en lugar de alejarse, se tambaleó un
poco más cerca.
Durante cuatro años, se había convencido de que no podía tener a esta
mujer debido a las maquinaciones de su padre. Pero Ian Devlin ni siquiera
había movido un dedo contra Emery Saunders, y Jack sospechaba que eso se
debía a que ella tenía demasiado dinero e influencia, demasiadas conexiones
para que fuera inteligente.
Lo que significaba… tal vez… tal vez, después de todo, no estaba del
todo fuera del alcance de Jack.
Estaba tan harto y cansado de desear a esta mujer. Pensó que se iría.
Que él la superaría. Pero no pudo. Entonces, ¿por qué no estaba haciendo
nada?
—Jack, todo irá bien —prometió—. He visto cómo son Cooper y tú, e
Iris habla de ustedes todo el tiempo. Sé que eres más cercano a él que de tus
propios hermanos. Cooper te creerá. Le dolerá… pero al final estará
agradecido por la verdad. Se merece algo mejor que una esposa que intentaría
engañarlo con su mejor amigo.
Era lo máximo que le hubiera oído decir.
Y lo dijo con pasión. Preocupación. Como si le importara. 54
Sí, Jack se cansó de esperar para tener lo que tanto había anhelado
durante cuatro largos años.
—Em —dijo, aflojando su agarre en sus bíceps y deslizando su mano
por su brazo hasta que sostuvo su mano.
Bajó la mirada hacia sus manos entrelazadas, con las cejas levantadas.
—Em… me gustaría invitarte a salir. A una cita.
Sus ojos volaron hacia los de él, los labios entreabiertos con sorpresa.
—¿Tú? ¿Una… una cita?
Al escuchar la incredulidad en su voz, casi gruñó de frustración. Maldijo
ese día en el festival de música. Creía que él era un mujeriego.
De acuerdo, no es exactamente que no fuera un mujeriego.
Pero no con ella.
Ella era todo lo que podía ver.
—No echar un polvo —prometió—. Me refiero a una cita real. Para ser
seguida por otra. Y otra… y otra… —Hasta que no hubiera duda en la mente
de nadie de que Emery Saunders pertenecía a Jack Devlin, y Jack Devlin le
pertenecía a ella.
Su pulso se aceleró con entusiasmo ante la idea.
Podía decir que la había sorprendido.
Ella tiró de su mano, y él apretó su agarre.
—Nunca te haría daño. —Hizo su segunda promesa.
Tomando una respiración temblorosa, Emery lo estudió de nuevo,
mirándolo profundamente a los ojos, como si pudiera desenterrar todos sus
secretos. Podía hacerlo. Tenía ese poder sobre él. Entonces, justo cuando le
preocupó que su timidez arruinara cualquier posibilidad entre ellos, sus
labios se torcieron un poco. Una casi sonrisa.
Quiero hacerla reír, pensó. Jack nunca había oído su risa, y lo deseó más
que cualquier otra cosa.
—Está bien.
La euforia lo inundó.
—¿Está bien?
55
Esta vez sonrió, y vio la mancha rosada en sus mejillas.
—Sí, tendré una cita contigo, Jack Devlin.
Quiso besarla. Deseó tanto arrastrarla entre sus brazos y besarla hasta
dejarla sin aliento… pero se contuvo.
Tenía que ser lento.
Jack tenía que demostrarle que quería algo más que su cuerpo
maravilloso.
Quería todo de Emery.
Jack confió en sus instintos. Sabía que nunca conocería un corazón más
puro que el que pertenecía a esta mujer hermosa.
Su bondad centelleaba de ella.
Era un ángel.
Era un sol precioso que amanecía en un día nuevo lleno de esperanza.
Cristo, esta mujer lo estaba convirtiendo en un maldito poeta. Y uno
malo en eso. Sonrió para sus adentros.
Jack le apretó la mano, y la soltó suavemente.
—El viernes por la noche. Te recogeré en tu casa de la playa a las siete
en punto. Hay un gran lugar de mariscos a unos veinte minutos de la costa.
Tendremos más privacidad allí. ¿Eso funciona para ti?
Se mordió el labio inferior, luciendo tan tímida y adorable que quiso
besarle la timidez. Asintió, aparentemente intentando no sonreír demasiado.
Jack sonrió lo suficiente por los dos.
—Bien. Estupendo. Es una cita.
Emery asintió de nuevo.
—¿Te he robado la capacidad de hablar? —bromeó.
Ella asintió.
Jack se rio, sin creer que pudiera hacerlo sentir tan bien cuando su
estómago estaba revuelto.
Emery sonrió.
Se estudiaron el uno al otro durante un tiempo lleno de tensión. 56
Jack, dio un paso atrás a regañadientes.
—Mejor me voy. Necesito ir a hablar con Cooper.
—Buena suerte, Jack. Y recuerda… —Comenzó a caminar hacia atrás en
dirección a su casa—. Confía en él.
—Lo haré, solecito. —El apodo cariñoso se le escapó antes de que
pudiera pensar en la sabiduría de estar tan familiarizado con ella.
—¿Disculpa? —Lo miró confundida.
—Solecito 1 —repitió—. Eso es lo que me recuerdas.
Para su alivio, Emery pareció entender su sentimiento sin explicación.
La expresión sorprendida, pero suave, en su rostro sugirió que le gustó. Al
igual que la forma en que agachó la cabeza tímidamente antes de saludarlo
con la mano. Jack la vio girar sobre sus talones para caminar a casa.
La observó durante un rato.

1 Solecito: del original “sunrise”, amanecer, salida del sol; adaptado para mejor entendimiento.
Luego, con un suspiro tembloroso, subió por la playa hasta el paseo
marítimo. Al menos sabía que tenía algo que esperar más allá de la tarea
desgarradora de contarle a Cooper sobre Dana.
Sintiéndose más nauseabundo cuanto más se acercó al bar, la irritación
de Jack aumentó cuando su celular sonó en el bolsillo trasero de sus jeans. Lo
sacó, y vio que era Rebecca.
Era tarde para una llamada de su hermana menor.
—Becs, ¿qué pasa? —preguntó, deteniéndose fuera del bar.
—No es tu hermana. Es tu padre. —La voz quebradiza de Ian envió un
escalofrío helado por la columna vertebral de Jack.
—¿Dónde está Becs?
—Algo ha pasado. Tu hermana está en serios problemas. Te necesito en
casa.
La inquietud lo llenó.
—¿Se encuentra bien?
—Solo ven a casa. —Ian colgó.
57
Jack lanzó una mirada de arrepentimiento al bar, y corrió por el paseo
marítimo hasta Main Street, donde había estacionado su auto.
La verdad sobre Dana tendría que esperar.
6
Emery
Hace cinco años

No por primera vez en mi vida, me sentí como una tonta ingenua.


Jack Devlin no se había presentado para llevarme a la cita que prometió.
Me había sentado en el columpio de mi porche con vistas al agua, esperando.
Y esperando.
58
A las siete y quince, me pregunté si llegaría tarde por el trabajo.
A las siete y media, me pregunté si no deberíamos haber intercambiado
números de teléfono.
Pero a las ocho en punto, supe que me habían plantado.
Quizás me equivoqué con Jack.
Quizás sus ojos amables fueron una trampa.
Quizás había sido como esa vez en la preparatoria Daltry cuando
Lucinda Weymouth me dijo que me había arreglado una cita con su hermano,
Logan, que era un chico atractivo del último año del que había estado
enamorada desde siempre. Cuando me arriesgué a la ira de mi abuela y me
escapé de la mansión para ir a su encuentro, Logan, Lucinda y sus amigos me
hicieron una huevada. Me arrojaron literalmente huevos mientras pasaban en
su camioneta cara. Aparentemente, habían sacado la idea de una película para
adolescentes.
No solo fue humillante, sino que terminé con moretones por esos
malditos huevos. Ser golpeada con un huevo cuando el lanzador estaba en el
equipo de remo dolía como muchísimo. En más de un sentido.
La broma había sido la comidilla de la escuela durante semanas.
Además, tuve que regresar a casa cubierta de yema de huevo, y mi
abuela me castigó oficialmente durante un mes. Parecía inútil castigarme.
Toda mi vida era un gran castigo.
¿Jack me estaba jugando una broma cruel al invitarme a salir, y luego
dejarme plantada?
Eso no parecía propio de él.
Existía la posibilidad de que hubiera cambiado de opinión. Pero había
pasado casi una semana desde que me dejó plantada, y no lo había visto ni
oído nada de él. Por lo general, venía a tomar su café todas las mañanas.
Jack definitivamente me estaba evitando.
Maldije el sofoco de calor que recorrió mi piel ante la idea, y me despedí
de un cliente que había comprado un montón de lecturas de playa.
Suspirando cuando la campana tintineó encima de la puerta
anunciando su partida, apoyé los codos en el mostrador, y miré sin ver las
pilas de libros frente a mi mostrador de café. 59
Había visto a Jack Devlin desde lejos durante cuatro años, y mi
enamoramiento estúpido solo había intensificado. A menudo me preguntaba
qué era lo que encontraba tan atractivo en él. Quiero decir, por supuesto, Jack
era apuesto, pero era más que eso. Cuando hablaba con él, pasaba de ser
apuesto a ser el hombre más sexy que hubiera conocido. Solamente tenía esa
cosa. Ese «je ne sais quoi». Rebosaba carisma, y un encanto genuino.
No ese tipo de encanto falso y sutil como el que había encontrado antes
con Tripp Van Der Byl y solo me di cuenta de que era falso después del hecho.
Quizás lo que me fascinaba de Jack tenía más que ver con mis propios
sentimientos que con el propio Jack. Hasta que me mudé aquí y conocí a la
oveja negra de la familia Devlin, honestamente pensé que algo se había roto
dentro de mí. Que Tripp había roto algo. Parecía haber presionado el botón de
apagado de mi atracción por los hombres. No sentía nada. En absoluto. Cero.
Nothing.
Hasta Jack.
De repente, todo estaba zumbando otra vez en todos los lugares
correctos.
De ninguna manera pensé que alguna vez tendría el coraje de aceptar
una cita con él.
Pero no pude evitarlo. Había algo en Jack que me hacía querer ser
valiente.
Tonta de mí, de verdad. Había confundido el amor de la ciudad por él
como algo en lo que podía confiar, por el hecho de que, durante cuatro años
lo había visto con un anhelo doloroso mientras se abría paso a través de un
festín de turistas femeninas. Jack no era del tipo que se asienta, sin importar
lo que me prometió en la playa hace diez días.
Dios, deseé poder dejar de pensar en él.
Alguien que me plantó y luego no me dijo por qué no valía la pena
desperdiciar mis pensamientos y energía.
La campana encima de mi puerta tintineó y me levanté del mostrador,
una cálida sonrisa de bienvenida pinchó mis labios cuando Iris Green entró
en la tienda.
—Hola.
—Hola, dulce niña. —Iris se detuvo en el mostrador—. Ira está hoy de
60
humor para uno de tus cafés con leche. Yo también tendré uno.
Al notar el pliegue entre su frente y la forma preocupada en que evitó
mi mirada, la preocupación me golpeó.
—¿Estás bien?
Sus ojos volaron hacia mí. Me estudió un momento.
—¿Escuchaste?
—¿Escuchar qué?
—Jack entregó su empresa a Ray English. Simplemente la entregó. —
Lanzó las manos al aire, la frustración frunciendo su ceño—. ¿Quién hace eso?
Y peor aún… se ha ido a trabajar para su viejo. Ian Devlin. ¡Jack odia a Ian!
A pesar de mi falta de amigos en la ciudad, Iris me había informado de
la dinámica social de todos a medida que pasaron los años. Y observaba a la
gente. Mucho. Sentía que conocía a todos, aunque rara vez habláramos.
Me di la vuelta para hacer los cafés de Iris e Ira.
—Y no me dice por qué. ¡Ni siquiera le dice a Cooper! ¡Y está
malhumorado! Ese chico nunca ha estado malhumorado conmigo en toda su
vida, y en realidad, me dijo que retrocediera. Y usó una palabrota. Pensé que
Cooper lo golpearía por eso. No, algo malo está pasando con Jack. Algo muy
malo.
Se me cortó el aliento.
¿Este «algo muy malo» fue la razón por la que me dejó plantada?
Argh.
Em, eso es increíblemente egoísta.
—¿Qué crees que está pasando?
—No sé. —Iris suspiró pesadamente—. Pero estoy preocupada por él.
Deslicé los cafés por el mostrador, y deseché su intento de pagarme.
—Café gratis de por vida, ¿recuerdas?
Me dio una triste sonrisa suave.
—Eres una chica buena. —Sacudió su cabeza—. Sabes, una vez tuve
esperanzas para ti y Jack. Pensamiento estúpido. Aún más estúpido ahora que
está actuando como un idiota. 61
Me sonrojé ante la idea de que Iris intentara emparejarme con Jack, y
cambié de tema.
—Estoy segura de que hay una razón para su comportamiento.
—Estoy segura de que tienes razón. Solo tendré que seguir empujando.
Ivy siempre decía que lo peor de tenerme como madre es que soy como un
perro con un hueso cuando pienso que está pasando algo que debo saber.
Me reí.
—No creo que sea una mala manera de ser un progenitor.
Iris me palmeó el brazo.
—Cariño, gracias. Está bien, me voy. Aún vamos a cenar el domingo por
la noche, ¿verdad?
—Allí estaré —le prometí.
Una vez que Iris salió de la tienda, dejé que mi mente divagara.
¿Qué diablos estaba pasando con Jack? Si algo estaba mal… ¿debería ser
valiente? ¿Quizás acercarme a él para ver si podía ser de ayuda?
Cuando reuní el valor suficiente para acercarme a Jack, ya era
demasiado tarde.
Un viernes, un mes después de mi charla con Iris, la noticia corrió por
toda la ciudad.
Cooper Lawson había pillado a Jack y Dana teniendo sexo en su sofá.
¡No podía procesar cómo el hombre que había venido a pedirme consejo
podía engañar a su mejor amigo con su esposa!
Nada de esto tenía sentido.
Cooper estaba devastado, y me dolía el corazón por él.
Todos evitaron a Jack y Dana.
Iris estaba desconsolada y segura de que algo le había pasado a Jack
para que hiciera esto. 62
Quería creer eso. Quería.
Durante un tiempo, tanto Iris como yo lo hicimos.
Sospechaba que incluso Cooper esperaba una explicación. Sin embargo,
pasaron más meses, y más…
Y Jack se alejó cada vez más de quien solía ser hasta que todos
empezamos a olvidar.
Ahora no era más que uno más de los Devlin.
No confiable.
Y no podía entender por qué eso dolía mucho más de lo que debería,
considerando que ni siquiera habíamos tenido esa primera cita.
7
Jack
Hace cuatro años y medio

La vida para Jack era un ejercicio diario de rutinas, compartimentando


la mierda que sabía de los negocios dudosos de Ian, y la actitud amarga de las
personas que lo habían conocido toda su vida. Todos lo odiaban por traicionar

63
a Cooper.
Jack se despreciaba a sí mismo.
Algunas noches cerraba los ojos, y todo lo que podía ver era la mirada
en el rostro de Cooper cuando entró a la casa y vio a Jack embistiendo a Dana.
Ni siquiera la había deseado.
Pero él tomó lo que ella le ofreció, y vertió todas sus frustraciones en
sexo de odio.
Racionalmente, sabía que era lo mejor.
Pero eso no significaba que no doliera. Era como estar de luto. Cada día
se movía a través de la pesada niebla del sufrimiento.
Jack se afligía por el hombre que solía ser. Sin embargo, se lamentaba
aún más por Cooper.
Su celular estaba conectado a su auto y sonó, sacándolo de sus
pensamientos pesados. El nombre de Ian apareció en la pantalla y suspiró,
presionando el botón de respuesta en el volante.
—¿Qué pasa?
—También buenos días a ti.
Jack no respondió.
Ian suspiró.
—Solo estoy comprobando que vas de camino a la casa de Bill Succoth
en Millton.
—Sí. Estoy en camino a dejar el contrato.
—Hazlo con un recordatorio sutil.
—Maldición, no lo haré.
Ian suspiró de nuevo.
Eventos fuera de su control habían obligado a Jack a hacer negocios con
su padre, pero Jack tenía que trazar la línea en alguna parte. Si Ian quería
chantajear a la gente para que hicieran negocios con él, podía hacer que Stu o
Kerr hicieran esa mierda por él. Jack jugaría al chico de los recados, pero no
iba a chantajear a nadie.
Bill Succoth era dueño de una empresa de catering en el condado de
Sussex. Atendía a las empresas de todo el mundo, con gran éxito. Ian Devlin
quería que Bill hiciera sándwiches y refrigerios para venderlos en una 64
panadería que había comprado en Aspen Meadows. Pero Ian no quería pagar
lo que pagaban los demás. Así que, hizo que Kerr siguiera al pobre hombre,
descubriera que estaba engañando a su esposa con una cosita muy joven en
Essex, y usó evidencia fotográfica para chantajear a Bill de modo que ofreciera
un servicio de catering a un precio reducido. Y por tasa de descuento, Ian
apenas había dejado espacio para que el tipo obtuviera ganancias. Era
repulsivo.
Solo una de las muchas formas repulsivas en que Ian Devlin dirigía su
negocio.
—Bien. Solo haz que firme ese contrato.
Jack colgó antes que Ian porque le daba una satisfacción minúscula
colgarle a su padre. En estos días, necesitaba encontrar esos momentos donde
sea que pudiera.
Deteniendo su auto en el estacionamiento detrás de la cocina de Bill
Succoth, Jack tomó el contrato y salió para llamar a la puerta de entrada
trasera. Se había vuelto más fácil en los últimos meses ser el frío hijo de puta
que necesitaba ser. Porque estaba congelado. Completamente.
—Oh, eres tú. —Bill miró a Jack mientras empujaba la puerta trasera
de la cocina.
Jack levantó el contrato.
Sin una palabra, Bill le hizo un gesto para que entrara. Jack ignoró a las
otras dos personas en la cocina preparando la comida. Esperó en la entrada
mientras Bill se lavaba las manos y regresaba con Jack. Le tendió los papeles
al hombre, junto con un bolígrafo.
Bill se los arrebató de la mano, y colocó el papel en la puerta junto a
Jack para apoyarse en ella. A medida que firmó, murmuró en voz baja:
—Tú y toda tu familia son escoria que se alimenta del fondo, lo sabes,
¿verdad?
Jack no se inmutó. Estaba demasiado acostumbrado a este tipo de
desdén.
Bill resopló mientras le entregaba el contrato firmado.
—Si fueras mi único negocio, me paralizarías con este contrato.
Esperó pacientemente a que el hombre se hiciera a un lado. 65
—¿Nada que decir?
—Creo que todo lo que hay que decir ya está dicho. Ahora apártate de
mi camino.
—Frío hijo de puta —murmuró Bill, haciéndose a un lado para dejar
salir a Jack.
La puerta de la cocina se cerró de golpe detrás de él, y Jack respiró
hondo. Mientras lo hacía, un destello de cabello rubio al otro lado de la calle
llamó su atención.
Se tensó al ver a Emery Saunders marchando por la calle. Llevaba un
abrigo largo sobre lo que parecía un vestido color crema, un gran pañuelo azul
envuelto alrededor de su cuello. Las colas se arrastraban detrás de ella
mientras caminaba con determinación. Desapareció en un edificio de estuco
marrón antes de que él pudiera hartarse de mirarla.
Emery.
El pulso de Jack se aceleró, y de repente sus pies se movieron en esa
dirección.
¿Qué estaba haciendo Emery en Millton un lunes por la mañana? ¿Por
qué no estaba en la librería? Habiéndola evitado los últimos seis meses, Jack
no sabía qué estaba haciendo en estos días. Apenas la había visto por la
ciudad, captando uno o dos destellos de ella de vez en cuando. Vislumbres que
lo hicieron sentir temporalmente cálido y vivo.
Cuando se acercó al edificio, notó la señalización y frunció el ceño.
BALANCE: Centro de Orientación de Niños y Adultos.
¿Qué demonios?
Con la sangre bombeando por primera vez en meses, Jack dio un tirón
a la puerta y entró al edificio. Estaba cálido, haciendo que sus mejillas frías se
sonrojaran. El área de recepción estaba vacía a excepción de un joven detrás
de un escritorio cuyos ojos estaban pegados a las páginas del libro de bolsillo
en sus manos. Jack lo ignoró y caminó por el pasillo amplio en busca de Em.
Un estallido de risa atrajo su atención hacia las puertas dobles al final
del pasillo. Deteniéndose afuera, se asomó a través de los cristales y se
concentró en ella. Se había quitado el abrigo y la bufanda, y estaba en cuclillas
frente a un niño de unos siete u ocho años. 66
Emery sonrió con esa sonrisa preciosa mientras hablaba, y el niño se
echó a reír.
Otros niños se acercaron a ella. El asombro atravesó a Jack cuando la
vio involucrarse con los niños de una manera que nunca había visto en ella.
Era como una persona totalmente diferente, y los niños parecían gravitar
hacia ella, aunque no era el único adulto en la habitación.
—Eh, ¿puedo ayudarte?
Jack se sobresaltó por la voz, y se giró para encontrar al joven de
recepción de pie junto a él.
Ni siquiera lo había oído acercarse, había estado tan concentrado en
Em.
—¿Qué es esto? —Señaló la habitación.
El joven frunció el ceño.
—¿Por qué?
Jack lo miró con fiereza.
Un destello de inquietud se movió por el rostro del chico, y tragó con
fuerza.
—Bueno, eh, es un grupo de juego para niños que tienen cáncer o tienen
seres queridos que lo tienen o están muriendo de cáncer. Es una forma de
terapia y unión, pero en un entorno normalizado.
—¿Y por qué Emery está aquí?
—¿Conoces a Emery? —Toda la cara del chico se iluminó con su
nombre—. Ah, es una de nuestras voluntarias. Es un amor total. Viene todos
los lunes por la mañana a jugar con los niños. Ellos la aman.
La información atravesó a Jack con un dolor aflictivo cuando se volvió
para mirarla.
Era como perder otra vez su oportunidad con ella.
Él la lamentaba.
Sufría por ella, y por lo que podría haber sido.
Pero esta… esta evidencia de su bondad solo le recordó cuán fuera de
su alcance se había vuelto Emery Saunders. 67
El pecho de Jack se apretó. Estaba demasiado tenso. También su piel.
Salió del edificio sin otra palabra. Aspiró una bocanada gigante de aire
fresco, y apoyó las manos en las caderas en tanto intentaba recuperarse.
Mierda por Dios, estaba temblando.
Mirando al otro lado de la calle al auto lujoso que ahora conducía,
intentó obligarse a moverse hacia él. No había razón para quedarse. No había
ninguna razón para entablar una conversación con ella. Es lo que se dijo.
Sin embargo, no pudo moverse.
Permaneció fuera de ese edificio durante una hora hasta que llegaron
personas, presumiblemente padres y tutores, para recoger a sus hijos. La
mayoría de ellos regresaron poco después con niños a cuestas.
Y entonces, ella estaba allí.
Salió a medida que enrollaba la bufanda alrededor del cuello. Observó
cuando se hizo a un lado, con la mente en otra parte, y sacó su cabello largo
de debajo de la bufanda. Cayó por su espalda en gruesas ondas sedosas y
trenzas finas, y Jack imaginó por millonésima vez cómo se sentiría pasar los
dedos por su cabello.
—Emery.
Su cabeza se sacudió en su dirección, su expresión de sorpresa.
Pero por primera vez desde que la conocía, Emery no se sonrojó al
verlo.
Su sorpresa se convirtió en un vacío completo.
Y eso lo mató.
—Jack. —Asintió hacia él.
Y luego caminó junto a él.
Como si no existiera.
Como si no hubiera esperado más de una hora para verla.
Pero, ¿qué más habría esperado?
La dejó plantada y luego, semanas después, se folló a la esposa de su
mejor amigo.
Jack se giró para ver a Emery alejarse. 68
Dolió.
Dolió mucho.
Está bien.
Es justo lo que merezco.
Tomando una respiración profunda, dejó de mirar a Emery y cruzó la
calle hacia el auto lujoso que odiaba. Se subió, asegurándose de no arrugar el
traje elegante que odiaba, y condujo de regreso a South Hartwell a la casa
lujosa que odiaba.
Cuando llegó allí, no sintió nada más que nuevamente frío.
8
Emery
Hace cuatro años y medio

Había muchas ventajas en ser dueña de una casa en la playa, pero esa
mañana, fue ver a Jack corriendo por la orilla.
Hace dos días, cuando reconocimos la presencia del otro fuera del
edificio de consejería donde me ofrecía como voluntaria con los niños, mi
dolor se manifestó en una frialdad que lamenté tan pronto como me subí a mi
69
auto. Ahmad, el recepcionista, había dicho que un chico estuvo preguntando
por mí al comienzo del grupo de juego, pero no fue hasta que llegué a mi auto
que comprendí que debía haber sido Jack.
Jack me había esperado fuera de ese edificio durante una hora.
¿Por qué? No lo sabía.
Sabía que tenía todas las razones para estar enojada con él… pero
cuando me miró con esos tristes ojos conmovedores, una voz interior me dijo
que algo no estaba bien. Iris lo había dicho meses atrás, antes de que Jack se
enrollara con Dana.
Pero había dejado que mi dolor controlara mi respuesta fuera del
edificio.
Ahora, al ver su expresión en mi mente una y otra vez, la culpa me
carcomió.
¿Y si algo hubiera pasado? ¿Y si Jack necesitaba a alguien con quien
hablar?
¿Era una tonta al siquiera ofrecerle ese tipo de compasión o el beneficio
de la duda?
Todas las preguntas desaparecieron tan pronto como lo vi pasar
corriendo por mi casa.
Me puse en marcha.
Deslicé mi taza de café sobre la mesa del porche, me quité las pantuflas
afelpadas y bajé los escalones rápidamente, y atravesé la puerta privada que
ofrecía acceso a la playa. Era invierno en Delaware, así que vestía un pijama
térmico y un suéter tejido de gran tamaño.
Me preocupó un poco que Jack solo usara una camiseta y pantalones
deportivos.
Pero estaba corriendo, así que supongo que estaba caliente.
—¡Jack! —llamé, luchando por la arena con mis fríos pies descalzos.
Siguió adelante.
Maldita sea.
—¡Jack! —grité más fuerte.
Esta vez miró hacia atrás por encima del hombro. Al verme, se detuvo
y se volvió hacia mí. Me apresuré lo más rápido que pude, a pesar de la arena
70
obstructiva.
—¿Cómo haces esto todos los días? —resoplé a medida que me acerqué
a él.
Aunque sus ojos recorrieron mi rostro, había una inexpresividad fría
en ellos que no me gustó.
Además, su cabello estaba despeinado maravillosamente, un rubor
descansaba en sus mejillas, y estaba intentando desesperadamente de no
mirar los tendones marcados en su garganta, antebrazos musculosos o
básicamente cualquier parte de su físico profundamente atractivo.
Lo que significaba que, no había ningún lugar al que pudiera mirar que
no me hiciera sonrojar.
Y muy abruptamente, el vacío se derritió de su expresión y algo cálido
se movió a través de él.
Me relajé un poco.
—Em, ¿qué estás haciendo aquí en pijama?
Ignoré el aleteo en mi estómago ante el apodo.
—Vine a disculparme.
Y así como así, su expresión se volvió pétrea.
—No es necesario.
—Pero fui…
—Em, déjalo. —Se dio la vuelta para irse.
Y aún más abruptamente, estaba enojada. Había confiado en él lo
suficiente como para acercarme a pesar de su comportamiento pasado.
—¿Sabes lo difícil que es esto para mí?
Se detuvo y suspiró. Miró hacia atrás, frunciendo el ceño.
—Em, no me debes nada.
—No, pero tú me debes. —Me sorprendí.
Creo que también lo sorprendí.
Se limpió el sudor de la frente con el brazo, y traté de no notar la forma
en que se levantó la camiseta, revelando un poco de esos abdominales duros.
Mis ojos se dispararon hacia arriba, y mis mejillas se erizaron por el calor
71
contra la brisa helada del océano.
Los labios de Jack se torcieron con diversión, lo cual era mejor que la
frialdad, así que lo tomaría.
—Lamento haber sido grosera contigo en Millton.
Se encogió de hombros.
—Entiendo por qué.
—Eso no excusa mi comportamiento.
—De hecho, lo hace. —Negó con la cabeza—. Em, eres demasiado
buena para tu propio bien.
A pesar de lo que sonó como una advertencia en sus palabras, di otro
paso hacia él. Un destello de cautela cruzó su rostro, pero di otro paso
audazmente hasta que casi nos tocamos.
—¿Me dirás por qué me dejaste plantada? —Este hombre me hacía
valiente inexplicablemente. Deseaba que, cualquier cosa que me hiciera sentir
más fuerte, pudiera ser embotellado para poder tenerlo conmigo por el resto
de mi vida.
Los ojos de Jack buscaron los míos antes de bajar por mi rostro hasta
mis labios, y luego de regreso a mis ojos.
—Ojalá pudiera, solecito.
Allí estaba ese apodo cariñoso otra vez.
Le recordaba al sol del amanecer. Probablemente fuera el mejor
cumplido que alguien me hubiera hecho jamás. Dulce y sorprendentemente
poético de Jack.
—¿No puedes decírmelo, o no me lo dirás?
—No puedo decírtelo.
Mmm. ¿Qué diablos había pasado?
—Jack, siempre puedes hablar conmigo —le ofrecí—. Soy una tumba.
Se rio tristemente, y el sonido hirió mi corazón.
—¿Por qué asumes que tengo algo de lo que necesito hablar?
—Porque no creo que hayas decidido unirte a la compañía de tu padre
y traicionar a tu mejor amigo por el gusto de hacerlo. 72
El músculo de su mandíbula se contrajo.
—Bueno, serías la única.
—No creo que eso sea cierto. Pero —coloqué valientemente una mano
en su brazo, sintiendo un hormigueo en los dedos por la conexión—, cuanto
más dure esto, es menos probable que la gente te perdone.
Se alejó de mí abruptamente, su expresión cerrándose.
—No voy a pedir perdón.
Me desinflé.
La vergüenza me mantuvo congelada cuando se dio la vuelta y se alejó.
Qué mujer tan estúpida fui al suponer que podía sacarle la verdad a Jack
cuando nadie más pudo hacerlo.
Estaba a punto de retirarme a mi casa cuando Jack se detuvo y se dio la
vuelta. Marchó a través de la arena, con una expresión feroz en su rostro. Y mi
corazón saltó a mi garganta cuando me di cuenta de que no estaba
disminuyendo la velocidad cuando vino hacia mí.
Entonces estaba allí, alcanzándome, con una mano sujetando mi nuca
en un agarre exigente a medida que me atraía contra él. Su boca capturó la
mía en tanto su otro brazo envolvió mi cintura. Mis pechos aplastados contra
su pecho.
Y me besó.
No fue un roce simple de sus labios con los míos.
No se pareció en nada al beso que le había visto darle a esa turista hace
dos años y medio.
Este era el beso más hambriento que jamás hubiera experimentado en
mi vida.
La lengua de Jack barrió la mía en un baile que me consumió. Su beso
fue profundo. Exhaustivo. Pude saborear el café en su lengua. Y su boca se
sintió caliente. Tan caliente que, su beso me abrasó de adentro hacia afuera.
Quería más. Quería todo. Le devolví el beso en una invitación abierta, mis
dedos hundiéndose en sus hombros al mismo tiempo que empujaba su boca
por más. Su agarre magulló mientras su gemido vibró en mi garganta, y juro
que me sentí a segundos de desmayarme. 73
Lo sentí duro contra mi estómago y gemí, la parte inferior de mi cuerpo
derritiéndose contra él en necesidad mutua.
Entonces, tan repentinamente como me había atraído contra él, Jack me
apartó. Pero no me soltó. Me sostuvo por los hombros a medida que intentaba
recuperar el aliento.
A medida que ambos intentábamos recuperar el aliento.
Supe.
Supe desde el momento en que hablé con Jack Devlin que su beso sería
el tipo de beso que había esperado toda mi vida.
Apretó mis hombros, su expresión luchando entre el deseo y el afecto.
—Tenía que hacerlo. —Su voz sonó ronca, su tono casi de disculpa—.
Tenía que hacer eso solo una vez en mi vida.
Entonces me soltó.
Se marchó.
Y las lágrimas llenaron mis ojos.
Porque sus palabras sugirieron que nunca más volvería a experimentar
un beso así.

74
9
Jack
Hace dos años

Le gustaría creer que Ian solo perseguía a Cooper porque era el


siguiente en la lista para acosar. Casi todo el mundo había sido atormentado
por Ian Devlin en algún momento de los últimos veinte años con respecto a

75
renunciar a su principal propiedad inmobiliaria en el paseo marítimo. Y esta
no sería la primera vez que Ian iba tras el bar Cooper's.
Sin embargo, Jack tuvo la clara impresión de que Ian lo estaba haciendo
para enojar a su hijo. Sin importar que su chantaje hubiera funcionado con
Jack, nunca respetaría a su padre. Nunca le daría su lealtad de buena gana, y
eso molestaba a Ian Devlin más de lo que le gustaría que nadie supiera.
Ir tras Cooper era castigar a Jack.
Pensó que Jack se resistiría a lidiar con Cooper en este asunto, pero por
mucho que Jack no quisiera enfrentarse a su viejo amigo, necesitaba ser él
quien controlara esta situación. Tendría que encontrar una manera de
asegurarse de que no le pasara nada al bar de Coop sin que Ian descubriera
que Jack era el motivo.
No hizo que ir por el paseo marítimo a Cooper's esa mañana fuera más
fácil.
Por Dios, sus palmas estaban sudorosas.
Sacudiéndose, Jack se recordó que esta no sería la primera vez que
hablaría con Cooper en dos años. Vivían en una ciudad pequeña. Chocaban
entre sí.
Sin embargo, sería la primera vez que se acercara a su viejo amigo
deliberadamente.
A medida que se acercó al bar, su atención se centró en Emery's cuando
Cooper salió de su tienda con una taza para llevar en la mano. El estómago de
Jack se retorció. No había hablado con ella en dos años.
Dos malditos años.
Pero la había estado vigilando, y no le gustó lo que vio.
Em había vivido en Hartwell durante siete años, y aún estaba sola. Sabía
que iba al grupo de juegos con los niños cada dos semanas, pero ese era el
alcance de su vida social. No tenía amigos. No tenía familia.
No tenía citas.
Una parte enferma de él estaba aliviada de no tener que ver eso, pero
la mejor parte de él se preocupaba cada vez más cada vez que la veía. Emery
no era feliz.
Siempre había existido un poco de tristeza dentro de ella, pero estaba
aumentando. 76
Y verlo suceder lo mataba.
Le hizo odiar a su padre más de lo que creía posible por atraparlo en
esta vida.
Unos celos estúpidos se retorcieron en sus entrañas al ver a Coop
bebiendo el café de Em. Su viejo amigo podía hablar con ella cuando quería.
Era mezquino estar celoso. Pero allí estaba.
Los pasos de Cooper vacilaron a medida que avanzaba hacia su bar y
vio a Jack.
Y solo así, Jack observó el distanciamiento frío que se había vuelto
familiar envolver a Coop. Siempre parecía listo para una pelea cada vez que
veía a Jack.
No es que lo culpara.
A pesar de que una parte dura de Jack aún sentía que le había hecho un
favor a su examigo mostrándole la verdadera cara de Dana.
—Estoy aquí por negocios. —Levantó las manos en señal de rendición
antes de que Cooper pudiera decirle que se fuera a la mierda.
Admiró la expresión en blanco de Cooper. Debe haberle tomado algo de
moderación para dominar su reacción. Cuando se detuvieron frente al bar de
Coop, uno frente al otro, su amigo tomó un sorbo de café con un aire de
indiferencia que Jack dudó que realmente sintiera.
—¿Ian pensó que era una buena idea enviarte?
Vamos, hombre, sabes que a Ian le gusta infligir el mayor daño posible en
un día determinado.
—Dejé de intentar averiguar cómo funciona la mente de mi padre hace
mucho tiempo.
—¿Y sin embargo trabajas para el bastardo?
Allí estaba. Lo que Jack había destruido una amistad para evitar
discutir.
—Está subiendo su oferta en el bar.
La ira y la frustración cruzaron la expresión de su viejo amigo, y Jack
quiso golpear a Ian por hacer esto. Cooper dio un paso más cerca de Jack;
estaba destinado a ser agresivo e intimidante. 77
Había una parte de Jack que quería que Cooper lo golpeara.
Lo había golpeado cuando lo había atrapado con Dana.
Pero había sido un golpe.
No suficiente.
No lo que se merecía.
—Dile a tu padre lo que le he dicho todos los años desde que el bar pasó
a ser mío… Yo. No. Estoy. En. Venta. Y mientras tenga aliento en mi cuerpo,
nunca lo estaré. Dile que, si alguna vez vuelve aquí con otra oferta, él y yo
tendremos un problema serio.
No era nada menos de lo que Jack había esperado.
Ahora Ian intensificaría las cosas contra Cooper. Intentaría algo de
mierda y turbio. Ya intentando descubrir cómo podría detener cualquier cosa
que Ian pudiera iniciar, Jack le dio a su viejo amigo un asentimiento fuerte y
se alejó.

Varios meses después


Cada pocas semanas, Jack se encontró en Germaine’s. Era un bar de
moda en Main Street donde los lugareños y turistas pasaban el fin de semana.
En las noches que Jack no tenía ganas de dormir solo, aquí era donde venía.
Esta noche, necesitaba un cuerpo cálido para dejar de pensar en las
últimas maquinaciones de Ian.
Perder la propiedad Beckwith en el paseo marítimo ante ese chef
elegante había llevado a su padre al límite. Se había estado relajando en sus
planes de joder a Cooper, pero ahora estaban de nuevo en marcha.
Y Jack acababa de enterarse de que Ian había engrasado las palmas de
las manos de alguien en la junta de licencias. Cooper no conseguiría renovar
su licencia de licor este año. O el siguiente.
Estaría fuera del negocio.
Tomó todo dentro de Jack para no abalanzarse sobre Ian cuando se lo
había dicho.
No, cuando se había deleitado mucho en decírselo. 78
Jack bebió su cerveza mientras sus ojos vagaban por el bar. Tenía que
encontrar una manera de advertir a Cooper. Sin embargo, tenía que hacerlo
de una manera que no volviera a Ian, o el sádico bastardo de su padre se
desquitaría con él a través de Rebecca. O su madre.
Un movimiento cerca de la entrada del bar llamó su atención, y Jack se
tensó.
Jessica Huntington.
La nueva mujer de Cooper.
La doctora rubia entró al bar con George Beckwith, de todas las
personas. Jack bajó la mirada por su cuerpo, y volvió a subir. Cuando se
encontraron hace unas semanas en el festival de música, fue deliberado.
Quería mirarla a los ojos, tener una idea de quién era, y si era lo
suficientemente buena para Cooper. Todo el mundo en el pueblo le había dado
la bienvenida al redil tan rápido que Jack pensó que eso decía cosas excelentes
de ella. Estaba contento de que Cooper hubiera encontrado a Jessica. Según
todos los informes, era exactamente el tipo de mujer que su amigo merecía:
inteligente, amable, cálida. A Jack le agradaba porque, desde su llegada, se
había hecho amiga de Emery. Todo el mundo estaba hablando de eso. La
tímida dueña de la librería finalmente se estaba abriendo a alguien.
Jack estaba agradecido con la doctora por darle eso a Em.
Pero ahora, se decía en la calle que Coop y ella se habían separado.
Y Jack sabía por qué.
Porque su padre era un cabrón asqueroso, Jack sabía cosas de Jessica
que nadie tenía derecho a saber. Cosas horribles, de mierda. Su pasado no fue
fácil, y aunque él no la conocía, no podía evitar admirarla desde la distancia.
Su padre había chantajeado a Jessica para que empujara a Cooper a vender el
bar.
En cambio, había roto con Coop, lo que significaba que se sacrificaría
para salvar a su ex mejor amigo.
Jack podía confiar en ella.
Su instinto se lo decía.
Pero Jessica necesitaba confiar en Cooper. De ninguna manera Cooper
le daría la espalda si supiera la verdad.
Tal vez pueda matar dos pájaros de un tiro aquí, se dio cuenta Jack.
Esperando con impaciencia, encontró su oportunidad cuando Beckwith
79
dejó sola a Jessica. Atravesó el bar, y se deslizó en el taburete vacío de George.
La doctora parpadeó sorprendida por su aparición.
Jack estudió su rostro, la miró fijamente a los ojos y trató de sentirla
nuevamente. Había inteligencia allí, pero era hermética. De hecho, le estaba
dando vibraciones masivas de vete-a-la-mierda que lo complacieron.
Definitivamente sigue siendo leal a Cooper.
—¿Qué quieres? —Su tono fue frío.
Jack estaba acostumbrado a eso de cualquiera que se preocupara por
Coop.
—Solo pasaba a saludar.
—Hola. Ahora puedes irte.
Jack casi sonrió.
—Lo último que supe es que Cooper y tú rompieron.
—¿Y?
—Y eso significa que podemos hablar.
—No, no lo hace.
—¿Todavía eres leal a él?
—Tan leal que si no sacas tu trasero de ese taburete te voy a obligar a
hacerlo.
A Jack le gustaría ver eso. Riendo para sus adentros, y sintiéndose
jodidamente complacido por su amigo, miró alrededor del bar mientras
intentaba averiguar cómo advertirle a Jessica de su padre. Y luego, una mujer
con el color de Dana le lanzó una sonrisa a través de la barra, recordándole
algo más de lo que Cooper y Jessica necesitaban una advertencia.
Dana Kellerman.
Esa perra egoísta también estaba trabajando entre bastidores para
arruinar las cosas para Cooper.
Eso era, si Cooper y su mujer no hubieran jodido ya las cosas por sí
mismos.
Tal vez darle a Jessica una razón para ver a Cooper ayudaría en ese
departamento. 80
Volvió a mirar a la doctora y la encontró frunciendo el ceño con tanta
fiereza como siempre. Era sexy. Entendió absolutamente lo que Cooper vio en
ella.
—Sabes, Dana vino a mí hace un tiempo. De hecho, justo después del
festival de música.
Ella arrugó la nariz con disgusto. Fue lindo.
—No me importa lo que Dana y tú hagan.
—Solo pensé que podría encontrarte interesante que la razón por la
que vino a mí fue por ti.
—Ah, ¿sí?
—Quería que te sedujera. —Jack ni siquiera estaba mintiendo. La perra
se le había acercado en el festival, y le había propuesto que hiciera romper a
Jess y Cooper. En realidad, era tonta como un poste—. Seducirte. Esas fueron
las palabras exacta que usó.
Supo por el destello furioso en sus ojos que Jessica entendió lo que
estaba intentando decirle.
Cuidado con Dana Kellerman.
Al ver que lo entendió, siguió adelante. Beckwith regresaría en
cualquier momento, y no necesitaba que nadie presenciara esta conversación
con Jessica en caso de que Ian se enterara.
—Mi padre no va a usar lo que sabe de ti.
El color desapareció de la cara de Jessica, y Jack se sintió como un
imbécil instantáneamente. Cuando vio que sus dedos temblaron alrededor de
su vaso, le costó mucho no colocar una mano reconfortante sobre la de ella.
Quiso decirle que no tenía nada de qué avergonzarse, no como lo estaba
haciendo Ian.
Sin embargo, ella no toleraría eso. Lo que Jack realmente quería hacer
era sacudirla, y decirle que dejara de ser estúpida y le dijera la verdad a su
viejo amigo. Cooper no era un tipo que la juzgaría por esa mierda.
En cambio, esperó con impaciencia su reacción.
—¿Y eso por qué? —preguntó, sin mirarlo a los ojos.
—Rompiste con Cooper. Ya no eres de ninguna utilidad. Eso no significa
que mi padre no conozca un buen recurso cuando lo ve. Mantendrá esa
información en un segundo plano hasta que vuelva a ser útil. —Así que, dile a 81
Cooper la verdad.
—Eres un hijo de puta. Los dos.
Sí. Sin ninguna duda. Se encogió de hombros como si sus palabras no le
afectaran, y luego vio a Beckwith regresando.
Hora de irse.
Jack se bajó del taburete, pero rodeó la mesa para que todo lo que
Jessica pudiera ver y concentrarse fuera en él.
—La licencia de licores de Cooper —advirtió.
Ella frunció el ceño con evidente confusión.
—¿Qué?
Frustrado, Jack reprimió una maldición.
—La. Licencia. De. Licores. De. Cooper.
Jack vio la comprensión amanecer en el rostro de Jessica, y el alivio se
disparó a través de él.
Dejaría que la doctora cuidara de su viejo amigo.
10
Emery
Hace un año

Mientras la lluvia caía a cántaros fuera de la tienda, el fuego en la


chimenea crepitó, dando al espacio el ambiente acogedor que siempre había
esperado. Hace unos años, tomé la decisión audaz de volver a pintar la tienda

82
en un rico verde azulado que hizo que toda la madera blanca se destacara en
un marcado relieve. Pensaba que se veía genial.
Se veía particularmente genial en este momento porque mis amigas
estaban sentadas alrededor del fuego comiendo el almuerzo que les había
preparado.
Mis amigas.
¿Quién lo habría pensado?
Pero conocer a Jessica Huntington había cambiado mi vida.
La doctora vino a Hartwell de vacaciones, se enamoró de Cooper, se
quedó y, conectamos en el camino. Desde el momento en que nos conocimos,
sentí un parentesco poco común. Su presencia era tranquilizadora, no
intimidaba y no insistía en obtener detalles de mi pasado. Tal vez por eso la
dejé entrar. Jess era casi tan reservada como yo, y exploró una amistad
conmigo sin tratarme como si le debiera detalles de mi vida a cambio de su
compañía.
Mi relación con Jessica no fue la mayor sorpresa. Con Jess llegaron
Bailey y Dahlia. Bailey era la mejor amiga de Jess, y Dahlia era la de Bailey.
Eran un paquete. Pero lo mejor fue que siguieron el ejemplo de Jess y nunca
me presionaron para obtener información sobre mi vida antes de Hartwell.
Bueno, no demasiado.
Pasé el último año conociendo mejor a las tres mujeres. Bailey pasaba
por la tienda todas las mañanas para comprar café para Jess y Dahlia, y
charlábamos. Estábamos en un punto en el que me sentía casi tan cómoda con
Bailey como con Jess.
Y era agradable.
De hecho, era encantador tener amigas. Por fin.
Estudié a Bailey mientras ella gemía alrededor de un bocado del canapé
de carne de cangrejo. Había cerrado la tienda para nuestro almuerzo para
darnos privacidad. Pensé que tal vez, después de todo por lo que Bailey estaba
pasando, querría hablar.
Hace unas semanas, había descubierto a su novio de toda la vida, Tom,
con otra mujer. Se habían separado después de diez años juntos. Por supuesto,
ese fue un gran cambio de vida, pero estaba más preocupada por las cosas que
Bailey no estaba dispuesta a reconocer.
Cualquiera con ojos y oídos conocía el antagonismo entre Bailey
Hartwell y Vaughn Tremaine. Había comprado el Old Boardwalk Hotel hacía 83
cuatro años, lo había demolido hasta los cimientos, y había vuelto a empezar.
En su lugar, había construido un edificio moderno e imponente, el Hotel y
Centro de Conferencias Paradise Sands. Se veía genial. Pero Bailey se había
peleado con él todo el camino, pensando que arruinaría la estética del paseo
marítimo.
A menudo intercambiaban burlas. A veces era entretenido. Otras veces
era difícil de ver. Como el año pasado, cuando ofrecí complementar los
ingresos de todos si los propietarios del paseo marítimo teníamos que cerrar
en protesta contra la corrupción entre nuestros burócratas e Ian Devlin.
Tremaine no estuvo contento conmigo por dejar que todos supieran de mi
situación financiera, y me sentí un poco tonta por estar abierta a confiar en
las personas solo para ser regañada. El regaño fue atenuado por el deseo
obvio de Tremaine de protegerme, lo cual fue agradable. Lo que no fue
agradable, y de hecho fue molesto, fue ver lo dolida que estuvo Bailey cuando
Vaughn dijo, frente a todos, que no le gustaba.
Hombre tonto.
Cualquiera que estuviera prestando atención (y yo, la romántica
constante, siempre estaba prestando atención) podía ver la forma en que
Vaughn miraba a Bailey cuando ella no se daba cuenta.
Anhelo.
Anhelo puro.
Y sospechaba que Bailey estaba igualmente atraída por Vaughn.
Simplemente no sabía cómo se desarrollaría eso, y si debería ser tan
pronto después de la ruptura de Bailey con Tom. Sin embargo, estaba ansiosa
por averiguarlo. Pero con Ian Devlin volcando su malvado complot hacia
Bailey ahora que asumía que estaba vulnerable, sus enredos románticos eran
la menor de sus preocupaciones.
Ian Devlin.
En serio, era el diablo.
—No puedo creer que Devlin haya llamado a tus padres y a tu hermano
—dijo Jessica. Ian había ido a espaldas de Bailey e hizo propuestas a sus
padres y a su hermano Charlie, que poseían acciones en la posada. Expresó su
preocupación de que «Bailey no podía hacer frente a la administración de la
posada en este momento» y podría ser mejor venderla.
Imbécil. 84
—Parece que está planeando algo. Así es como comenzó cuando
perseguía a Cooper.
Bailey no pareció muy preocupada.
—Estará bien. Emery, ¿qué hay en estos?
—Es un secreto —bromeé, sabiendo cuánto le gustaba saberlo todo.
Alcanzó otro, lanzándome una mirada burlona.
—Tienes suerte de ser linda.
Me calenté con nuestras burlas.
Era muy agradable ser yo misma y no preocuparme por ofender,
molestar o ahuyentar a la gente con mi timidez. Había sido necesaria la
influencia de Jess para mostrarme que podía confiar en que Bailey y Dahlia
me aceptarían tal como era.
—Oye. —Dahlia apartó juguetonamente la mano de Bailey—. Has
comido más de lo que te corresponde de esos.
—Pero estoy demasiado flaca. Quiero un culo y unas tetas más grandes.
Dahlia puso los ojos en blanco ante su amiga, y supuse que era porque
Bailey en realidad no lo decía en serio. Nunca había conocido a nadie tan
confiado o seguro de sí mismo como Bailey. Parecía gustarse a sí misma por
completo, y admiraba mucho eso de ella.
No es que tuviera problemas de autoimagen. Estaba contenta con lo que
veía en el espejo. Me habían dicho que era la viva imagen de mi madre, y ella
fue aclamada como el diamante de su baile de debutantes. Pero desearía tener
el sentido de identidad de Bailey. Se gustaba a sí misma. No me desagradaba
por completo quién era yo. Sin embargo, sabía que podía ser una mejor
versión de mí. Más valiente. Como lo había hecho Jack una vez, Bailey me
inspiraba a ser más valiente.
—¿Qué pasa con el ceño fruncido repentino? —La voz de Dahlia me
sacó de mis cavilaciones. Su pregunta estaba dirigida a Bailey.
—Simplemente pensando en Devlin y su necesidad interminable de ser
un dolor en el trasero.
—Deberías decírselo a Vaughn —sugirió Jess.
—¿Qué? —Los ojos de Bailey se abrieron de par en par, y algo culpable
cruzó su expresión. Como si la hubieran pillado haciendo algo que no debía—
85
. ¿Decirle qué?
—Que Devlin se está preparando para molestarte.
El alivio parpadeó en su expresión.
Mmm.
¿Qué diablos creía que quería decir Jessica?
—Vaughn le dijo a Cooper que no dejaría que Devlin nos causara
problemas, y yo le creo. Sé que tienes tus problemas con él, pero esto es más
grande que eso.
Problemas. Seguro.
—No se lo diré a Vaughn. —Bailey miró entre Dahlia y yo como si
buscara refuerzos. Sin embargo, estaba de acuerdo con Jessica. Vaughn era
nuestro escudo actual contra Devlin. En realidad, creía que quería proteger a
los dueños del paseo marítimo de las conspiraciones malvadas de Devlin.
—Están todos locos. Vaughn preferiría que mi lugar se hundiera antes
que hacer algo para ayudarme.
Abrí la boca para refutarla, pero Jess se me adelantó, sonando tan
exasperada con Bailey como yo.
—Eso no es en absoluto cierto. Ojalá tú y él simplemente admitieran
que se sienten atraídos el uno por el otro, y dejaran de actuar como niños en
el recreo.
Necesité todo en mi interior para no aplaudir.
Como dije, cualquiera con ojos y oídos podía ver a través del
antagonismo de Bailey y Vaughn.
Luchando por suprimir mi sonrisa, vi a Bailey desplomarse en su
asiento, la conmoción aflojando sus rasgos bonitos.
—Eso fue casi cruel. Y él no se siente atraído por mí.
—¡Ajá! —Dahlia sonrió alegremente—. ¿Pero te sientes atraída por él?
—¿Qué? No. ¿Qué?
Mentirosa, mentirosa.
—Acabas de decir que él no se siente atraído por ti cuando Jessica dijo
que se sentían atraídos el uno por el otro. No mencionaste que no te atraía,
86
solo que él no se sentía atraído por ti —dijo Dahlia.
—Pero quise decir eso. Eso que dijiste. Sobre nosotros dos. No me atrae
Vaughn Tremaine.
—Me parece que protestas demasiado. —Dahlia expresó mis
pensamientos. Sonreí detrás de un canapé.
—Creo que ya no mereces el último canapé. —Bailey lo robó del plato,
y me reí para mis adentros ante la expresión cabizbaja de Dahlia. La próxima
vez haría más canapés.
—Sigo pensando que deberías decírselo a Vaughn —continuó Jess.
—¿Para que se ría en mi cara? No, gracias. ¡Cambio de tema! —Bailey
aplaudió como si estuviéramos en clase—. ¿Por dónde empezaremos?
¿Jessica y Cooper, y preguntándose cuándo se armará de valor y se arrodillará,
o Emery y lecciones de hombres?
Oh, no.
Me encogí en mi silla, con la esperanza de desaparecer en ella.
El otro día Vaughn y su padre habían entrado en la tienda mientras
Bailey estaba allí, y ella me había visto sonrojar durante la interacción.
Después, se ofreció a enseñarme a hablar con los hombres. En realidad,
esperaba que fuera algo que hubiera olvidado.
—¿Lecciones de hombres? —preguntó Dahlia.
—Sí, enseñarle a Emery cómo hablarles a los hombres sin querer que
el suelo se abra y se la trague por completo.
—Supongo que, eso sería bueno —murmuré. A pesar de lo mortificante
que era requerir lecciones de hombres a mi edad, no se podía negar que las
necesitaba.
—Así que, serán las lecciones.
Mis mejillas se sonrojaron ante la sola idea. Quería ser valiente y hacer
un cambio en mi vida. En realidad, lo quería. Pero no estaba segura de que las
lecciones de hombres fueran el camino a seguir. Y ciertamente hoy no.
—Quizás en otra ocasión.
—Bailey —el tono de Jessica tuvo una nota de advertencia. Por eso la
amaba. Nunca me empujaba.
87
—Oh, vamos. —Bailey ignoró a Jess—. Estás entre amigas, Em. Aquí
nadie quiere humillarte. Solo queremos ayudar —insistió. Y cuando vi el
afecto genuino en su expresión, me di cuenta de que tal vez después de todo
necesitaba que me empujaran. De alguna manera habían pasado ocho años y
no estaba donde esperaba estar en mi vida personal—. No quiero que estés
sola para siempre. Pero si lo haces, entonces eso es genial, está bien. Te dejaré
en paz con esa decisión porque solo quiero que seas feliz.
Sus palabras resonaron con sinceridad y llenaron mi pecho de calor.
La verdad era que, no quería estar sola. Quería encontrar a alguien
especial en quien pudiera confiar para borrar el pasado. A medida que
pasaron los años, mi soledad aumentó y sentía como si… bueno, supongo que
no importaba lo contenta que estuviera con mi vida en Hartwell, siempre
estaba un poco triste.
Ya no quería estar triste y sola.
Y me di cuenta de que durante mucho tiempo me había permitido
quedarme congelada en un lugar porque no había perdido la esperanza.
Esperaba que algún día Jack Devlin se me revelara. Que cambiaría de
opinión. Desde hace meses, después de años de evitarme, había venido a la
tienda a tomar un café por la mañana. No supe qué motivó su regreso, pero
con él se encendieron de nuevo todas mis esperanzas. Cada vez que lo veía,
recordaba ese beso en la playa, y las palabras que me había dicho antes de
dejarme sola.
Sin embargo, Jack nunca dijo ni hizo nada que me diera esperanza
cuando iba por su café.
Lo único que había era una charla trivial.
Pero leía demasiado en la forma en que me miraba.
Lo sabía.
Y necesitaba superarlo.
—No quiero estar sola —admití—. Lecciones de hombres. Pero hoy no.
Después, ¿de acuerdo?
Mis tres amigas sonrieron con emoción.
—Después —coincidió Bailey. 88
La gratitud creció dentro de mí.
Por estas mujeres. Mis amigas.
—Bueno —dijo Jess—, si no vamos a tomar ninguna lección…
podríamos hablar sobre el hecho de que Cooper me propuso matrimonio y
estamos planeando casarnos al final del verano.
La alegría por Jessica me inundó cuando todas estallamos en un coro
de gritos de alegría. Aunque no estaba segura de los detalles, sospechaba que
Jess había pasado por muchas cosas en su vida y estaba absolutamente
encantada de que finalmente hubiera encontrado lo que necesitaba aquí en
Hartwell. Ese conocimiento alivió mi melancolía mientras la acribillábamos
con preguntas sobre la propuesta de Cooper.
Jack
—¿Quieres que haga qué? —gruñó Jack prácticamente, sin estar seguro
de haber oído bien a Stu.
—Me escuchaste. —Su hermano sonó presumido a través del teléfono.
—¿Quieres que me prostituya?
—Si consideras prostitución follar con Vanessa Hartwell, una pieza de
primera, entonces ese es tu problema. Yo lo haría. En un instante. Pero Dana
no quiere que sumerja mi mecha en nada más mientras estamos follando, y
Vanessa Hartwell puede ser sexy, pero no es Dana Kellerman. Y de todos
modos… Vanessa ha dejado claro que piensa que soy una escoria.
—Probablemente porque golpeaste a su hermana en la cara. —Jack aún
no había superado eso. De hecho, una furia hirviente había vivido bajo su piel
desde el momento en que Bailey se le acercó en Lanson's Grocery para decirle
que Stu la había atacado en su posada.
89
No podía probar que fue Stu.
Pero ella lo sabía.
Y Jack también lo sabía, porque Ian había estado acosando a él y a sus
hermanos para que encontraran una manera de quitarle la posada a Bailey. Él
había aludido a que irrumpieran en su oficina para encontrar algo en sus
cuentas que los ayudaría.
Y el jodido Stu había irrumpido en su posada cuando estaba drogado
con coca.
—¿Cuántas veces tengo que disculparme por esa mierda? Estaba fuera
de mi maldita mente. Sabes que nunca quise hacerlo. Ella me sobresaltó. No
estaba pensando. Y de todos modos, recibí una paliza por ello. Lo justo es
justo.
—A menos que quieras que te arranque la garganta con mis propias
manos, me callaría ahora, Stu.
—Tan sensible, hermano. De todos modos, acuéstate con Vanessa. Ella
cederá sus acciones de la posada si engrasas esas ruedas, si me entiendes.
Jack colgó y lanzó su teléfono celular al océano.
Inhaló con enojo, y luego se maldijo.
Ahora tendría que comprar un nuevo maldito teléfono.
Alejándose del agua, hizo su camino de regreso al muelle, la luz de la
luna y las luces del paseo marítimo abrían el camino.
Cuando Vanessa Hartwell se acercó a Ian para vender sus acciones de
la Posada Hart, Jack no podía creerlo. Sabía que Vanessa y Bailey no eran
cercanas, ¿pero engañar a su hermana de esa manera? Y la bruja codiciosa e
intrigante estaba jugando con los Devlin. Estaba colgando la posada sobre su
padre como un cebo, al mismo tiempo que se acercaba a Jack cada vez que se
reunían para hablar de negocios.
¿Así que ahora iba a prostituirse?
A la mierda con eso.
No tocaría a Vanessa Hartwell ni con un palo de barca.
La ira ardió en el estómago de Jack a medida que subió al paseo. Estaba
acostumbrado a la ira. Ahora era una parte constante de él, y cada vez peor. 90
Se estaba convirtiendo en alguien que ni siquiera reconocía.
El paseo marítimo estaba ocupado a esta hora de la noche. Jack metió
las manos en los bolsillos, y trató de no mirar en lo de Emery al pasar. Su
tienda estaba cerrada. Un dolor familiar estalló en su pecho al ver su nombre
en el letrero, y apartó la mirada. Por alguna razón estúpida, había comenzado
a regresar a su lugar para tomar su café de la mañana.
Cuando estaba cerca de ella, Jack no se sentía tan enojado. Eso lo
calmaba durante los pocos minutos que tenía para verla. Y ella aún se
sonrojaba cuando él entraba. Dios, era adicto a ver ese sonrojo. No había cómo
negarlo.
Sacudiendo la cabeza para sí, no miró hacia Cooper’s en absoluto.
Su mejor amigo iba a casarse a finales de verano, esta vez con la mujer
adecuada.
Y Jack no sería el padrino.
Ni siquiera recibiría una invitación.
La pérdida era profunda.
Demasiado profunda para contemplarla.
Justo en ese segundo, cuando más lo necesitaba, un ángel de cabello
rubio apareció en forma de distracción.
Emery.
Los pasos de Jack se hicieron más lentos cuando la vio salir de Antonio’s
con un helado en la mano. Llevaba un vestido como el que la vio usar por
primera vez. Tirantes finos, largo hasta los pies, hecho de un material ceñido
que no dejaba nada a la imaginación.
Emery Saunders realmente tenía el trasero más delicioso que jamás
hubiera visto.
Obviamente, no tenía ni idea de lo que le hacía a un hombre con el
aspecto que tenía con un vestido como ese.
Necesidad, caliente y pesada, inundó su ingle, y Jack tragó un gruñido
de irritación.
Aún lo hacía sentir como un adolescente.
Felizmente inconsciente de su efecto, Emery se apoyó contra la
barandilla del paseo marítimo y lamió su cono mientras miraba el agua. 91
—Maldita sea —murmuró, sus pasos lo llevaron hacia ella sin su
permiso.
Entonces, de repente, hubo un tipo a su lado, y Jack redujo la velocidad
hasta detenerse.
¿Emery estaba saliendo con alguien?
Un dolor sumamente afilado lo atravesó en el pecho ante la idea.
Hasta que se dio cuenta de que Emery se había alejado con sorpresa. Y
el tipo ahora estaba extendiendo su mano para que ella la estrechara.
¿Quién diablos era este tipo?
Jack caminó ahora más rápido.
Sus ojos se entrecerraron cuando Emery usó su mano libre para sacudir
tentativamente la del hombre.
A medida que se acercó, vio que sus mejillas estaban sonrojadas, pero
no sonreía y mantenía su cuerpo alejado de este extraño. Su lenguaje corporal
gritaba «retrocede», y este chico no lo estaba entendiendo.
El corazón palpitante de Jack saltó cuando Emery lo vio y sus ojos se
abrieron como platos.
—¿Estás bien? —exigió, deteniéndose junto a ella. Se enfrentó al tipo.
Era un poco más bajo que Jack. Definitivamente más joven. De hecho,
mucho más joven. Parecía que aún podría estar en la universidad. Y tenía esa
cosa apuesta de chico rico que hizo que Jack frunciera el labio con molestia.
El joven metió las manos en los bolsillos de los pantalones cortos, y
miró a Jack sin intimidarse.
—¿Este tipo te está molestando? —le preguntó Jack a Emery.
Abrió la boca para responder, pero el niño se le adelantó.
—No la estaba molestando. Me estaba presentando. —Sus ojos oscuros
se movieron hacia Emery—. No podría no presentarme a un ángel así.
A pesar de que Jack le había atribuido la misma descripción a Emery,
resopló con desprecio por el cumplido.
—Muévete, amigo.
—Disculpa. —El turista asintió en un gesto anticuado—. No me di
92
cuenta de que hablabas por la dama. Qué tengas buenas noches. —Vagó
casualmente de regreso a Antonio’s.
—¿Estás bien? —Jack se volvió hacia Em. Su mandíbula cayó en estado
de shock por su expresión.
Ella estaba frunciendo el ceño.
Como de lleno, parecía querer arrancarle la cabeza mirándolo con el
ceño fruncido.
Mierda.
Emery se alejó sin una palabra, sus zancadas inhibidas por el ceñido
vestido estrecho. Tiró su cono a medio comer en un bote de basura, y trató de
irse a toda prisa.
Mierda.
Jack corrió tras ella.
—¿Qué hice?
Ese rubor suyo llegó hasta su escote, algo que Jack estaba intentando
no notar. Especialmente porque estaba enojada con él, y no le gustaba. Ni un
poco. Le lanzó una mirada de incredulidad a medida que se colocaba un
mechón de cabello detrás de la oreja. Había piercings nuevos a lo largo de su
oreja. Se preguntó cuándo los había conseguido.
—¿Qué… hiciste? —resopló con exasperación.
—Pensé que te estaba ayudando. Pensé que ese turista te estaba
molestando. Sé que eres tímida, Em… sé que te sientes incómoda con los
extraños. —Eso, y estaba jodidamente celoso.
—No me conoces —siseó, envolviendo sus brazos alrededor de su
cintura—. Estaba perfectamente feliz de que el turista extremadamente
educado hablara conmigo.
Los celos apretaron su pecho.
—A mí no me pareció así.
—Ah, ¿de verdad? ¿Percibiste mi incomodidad en los dos coma cinco
segundos que permitiste nuestra interacción antes de interrumpirnos?
—Tú no tienes citas. No sé por qué no tienes citas, pero no lo haces.
Entonces, pensé que estaba ayudando. 93
Sus ojos azul pálido fueron los más fríos que jamás hubiera visto, y a
Jack lo hirió profundamente.
—No sabes si tengo citas. No sabes nada de mí.
—Entonces, ¿tienes citas? —¿Con quién diablos estaba saliendo?
—Eso no es de tu interés. Ahora deja de seguirme.
Una pareja les lanzó una mirada preocupada cuando pasaron, y Jack
decidió que ya no iba a tener esta conversación en público. Agarrando la parte
superior del brazo de Em, la arrastró por el camino entre su edificio y el de
Cooper. Ella protestó, pero no se detuvo hasta que la oscuridad los envolvió
casi por completo. La luz sobre la puerta trasera del bar fue el único alivio,
arrojando un brillo amarillo sobre Em mientras la maniobraba contra la pared
de su tienda.
—¿Qué estás haciendo? —Lo miró boquiabierta.
—Estoy harto de perseguirte por el paseo marítimo. —Algo ligero,
dulce y floral llenó su nariz, y se dio cuenta de que era Em. Apoyó las manos
en la pared a cada lado de su cabeza, bloqueando cualquier escape. Sin
embargo, Jack tuvo cuidado de no tocar su cuerpo con el de ella.
Perdería la cabeza si hiciera eso.
Emery tragó pesado, y Jack estudió cada parpadeo y matiz de emoción
en su rostro, fascinado por ella.
¿Por qué ella?, pensó. ¿Por qué tenía que ser tan hermosa para él en
todos los sentidos?
Maldita sea, dolía.
Sería mejor si ella también lo odiara. Pero la idea misma… Jack estaba
seguro de que, si Em lo odiara, estaría acabado. La ira carcomiendo a Jack lo
consumiría.
—No te enojes conmigo —dijo bruscamente, estudiando su
expresión—. Pensé que te estaba ayudando. Lo aseguro.
—¿Estabas celoso? —soltó. Sus ojos se abrieron de par en par, como si
no pudiera creer lo que había preguntado.
Era tan jodidamente adorable que lo mató. Porque ella lo era todo. No
sabía que una mujer podía ser tanto. Inteligente. Amable. Inconsciente.
Perceptiva. Sexy. Hermosa. Elegante. Torpe. Agraciada. Inocente. Sabia. Y
jodidamente linda. Jack soltó un estallido de risa agravado.
94
Sería tan fácil, pensó, cansado hasta los huesos, ceder ante ella. Jack
inclinó la cabeza, respirándola mientras apoyaba la frente en su hombro cerca
de la curva de su cuello.
—¿Jack? —susurró.
Podía sentir su pecho subiendo y bajando más rápido a medida que su
cercanía la afectaba.
Jesús.
Olía tan bien. ¿Cómo sería acostarse con ella piel con piel, envueltos
juntos, simplemente respirándose el uno al otro? ¿Confiarle todo y hacer que
ella fuera un lugar seguro para recostarse?
Jack giró la cabeza para presionar su nariz contra su piel y gimió,
derritiéndose más profundamente mientras las imágenes de perderse en ella
llenaron su mente. Enterró la cabeza en su garganta, sintiendo su pulso latir
salvajemente contra sus labios. Rozó sus labios contra el aleteo. Otro roce, su
piel suave y cálida. Entonces tocó su lengua con su pulso, y su gemido de
necesidad fue como un relámpago por su columna y directo a su pene.
—Jack —susurró su nombre. Fue una súplica.
Y perdió la cabeza.
Levantó la cabeza, la miró a los ojos llenos de deseo y perdió la puta
cabeza.
Sus labios se estrellaron sobre los de ella al mismo tiempo que envolvía
sus brazos alrededor de Emery, atrayéndola de la pared y contra su cuerpo.
Le devolvió el beso. Al igual que lo había besado en la playa todos esos
años atrás.
Emery Saunders podía ser una chica buena.
Pero seguro que no besaba como tal.
Lo besó como si no pudiera respirar sin esos besos. Besos hambrientos,
profundos, salvajes que encendían su sangre. Sus manos estaban igual de
hambrientas. Buscando. Tocando. Acariciando.
Él le devolvió el favor, emocionado por el sonido de sus brazaletes
tintineando en sus oídos cuando envolvió sus brazos alrededor de su cuello.
Luego se concentró en el único lugar que había querido tocar desde el
momento en que la había visto. 95
Jack deslizó sus manos por su espalda esbelta y tomó su trasero. Gimió
en su garganta al sentirla. Esas nalgas firmes, flexibles y redondas que
deseaba morder.
Quería a Em desnuda sobre sus rodillas, ese trasero hermoso en sus
manos mientras la follaba. Tropezaron contra la pared cuando las imágenes
lo hicieron más desesperado, hambriento. Su pene estaba duro como una roca
contra el vientre de Em.
Todo lo que Jack tendría que hacer sería agacharse un poco y luego
empujar hacia arriba, y estaría justo entre sus dulces muslos.
Como si su cuerpo tuviera una mente propia, hizo exactamente eso, su
erección empujando contra sus jeans y la tela de su vestido entre sus piernas.
El vestido estaba en el camino. Tragando los gemidos entrecortados de Em en
su beso, Jack buscó a tientas el material, amontonándolo en su puño, tirando
de él hacia arriba.
—¡Jack! —jadeó, rompiendo el beso, sus manos presionando contra su
pecho.
Estuvo confundido por un momento, aún perdido en la niebla de la
lujuria.
Entonces sus manos cubrieron las de él donde estaba levantando su
vestido.
—Aquí no.
Al darse cuenta de que estaba atacando a este ángel como si fuera una
follada rápida y sucia en un callejón, Jack se tambaleó, sintiendo su estómago
revuelto.
¿Qué estaba haciendo siquiera tocándola?
Era un bastardo egoísta.
Era un maldito bastardo egoísta, y no mejor que su padre.
—¿Jack? —Em se bajó el vestido y jugueteó con su cabello mientras lo
miraba insegura.
Cerró los ojos con fuerza, el remordimiento inundándolo.
Remordimiento e ira.
Porque nunca sería suya, y él era un imbécil por tocarla. De nuevo.
—Lo siento. —La miró ahora—. Lo siento mucho, Em. Esto no volverá 96
a suceder.
El dolor y el rechazo cruzaron por su rostro.
Jack se movió hacia ella, pero Emery levantó una mano contra él.
—Te mereces algo mejor que yo —explicó—. Te mereces algo mucho
mejor que yo.
Emery inclinó la barbilla obstinadamente.
—¿No depende de mí decidir?
Sonrió ante su ingenuidad y no pudo evitar estirar la mano para
acariciarle la mejilla.
—No esta vez.
—Jack. —Intentó capturar su mano, pero él la retiró—. Jack, ¿por qué
no me dices qué te pasa? ¿Qué ha estado pasando durante años?
Así como así, volvió a ser de hielo.
Porque nadie que le importara podría saber la verdad. Era demasiado
peligroso para ellos.
—Te acompañaré a casa.
Al escuchar la frialdad en su tono, la expresión de Emery se cerró.
—No, gracias. Puedo llegar por mi cuenta. —Salió del camino sin mirar
atrás. Jack la siguió a paso lento.
La siguió hasta que la vio desaparecer a lo largo de las dunas de arena,
y luego la observó desde la distancia a medida que entraba a su casa en la
playa.
Seguro de que estaba a salvo en casa, Jack se retiró.
Mientras paseaba por el paseo marítimo, intentó encontrar el
entumecimiento que lo mantenía en movimiento a través de los días.
Luchó.
Luchó porque aún podía sentir el calor de Em.
Y fue entonces cuando supo lo que haría.
Jack salió del paseo marítimo en busca de Vanessa Hartwell.
No podía dejar que ella vendiera las acciones de la posada de Bailey a 97
su padre, de modo que tenía que controlar esa situación. Tenía que
manipularla para proteger a Bailey. Si eso significaba acostarse con Vanessa,
entonces bien. Ella lo adormecería hasta los huesos, justo como él necesitaba.
Y Em lo descubriría eventualmente.
Y ella lo odiaría.
Tal vez eso aplastaría a Jack.
Nada de «tal vez».
Lo haría.
Pero sería lo mejor para Emery.
Eso era todo lo que importaba.
11
Emery
Hace un año

Le había mentido a Bailey. Justo en su cara.


Ocurrió dos días después de que Jack asustara a un pretendiente
potencial en el paseo marítimo, y luego procedió a besarme hasta matarme
solo para volverse frío conmigo otra vez. Por alguna razón inexplicable, entró
en mi tienda mientras Bailey estaba allí. Al recordar nuestros besos en el
98
callejón, estaba segura de que me había puesto más roja que un semáforo. No
había querido tocarlo ni hablar con él. Solo lo quería fuera de allí antes de que
Bailey notara algo inusual entre nosotros.
Demasiado tarde.
Se abalanzó sobre mí por Jack. Entonces, mentí. Había fingido que Jack
y yo no nos conocíamos. Le dije que no pondría en peligro mis amistades
persiguiendo a un Devlin. Sin embargo, la verdad era que, no pondría en
peligro mi cordura persiguiendo a Jack Devlin.
Era el único hombre en el que había decidido confiar en casi una década
y, una vez más, había elegido al hombre equivocado.
Ahora lo sabía a ciencia cierta.
Jack estaba durmiendo con Vanessa Hartwell. La estaba usando como
parte de las manipulaciones de su padre para poner sus manos en las acciones
de la posada de Bailey.
El pensamiento me enfermaba.
Intenté desesperadamente no dejar que los pensamientos de Jack me
invadieran durante la boda de Jessica y Cooper, pero no fue la tarea más fácil.
Estaba eufórica por Jess, encantada de verla casarse con el amor de su vida. Y
me sentí muy honrada de ser dama de honor con Bailey y Dahlia.
Como era de esperar, todos los ojos estaban puestos en Jessica y
Cooper… hasta que estuvieron en Bailey y Vaughn. ¿Por qué? Porque Vaughn
golpeó a un tipo en la boda que, una vez, le había roto el corazón a Bailey.
Todo fue muy romántico y divertido.
Pero luego todos comenzaron a mezclarse nuevamente, y me abrumó
la atención de los invitados que querían tener la oportunidad de hablar
conmigo. Sí, había progresado mucho en mis amistades, pero estar rodeada
de tanta gente aún estaba fuera de mi zona de confort.
Dahlia pareció captar mi mirada de ciervo frente a los faros cuando Kell
Summers, concejal y planificador de eventos de la ciudad, insinuó que
Emery's Bookstore and Coffeehouse albergaría un puesto en el Carnaval de
Invierno este año.
—Oye, Em. —Dahlia se acercó sigilosamente a mí, envolviendo su brazo
alrededor de mi cintura. Fue un abrazo cómico cuando su cabeza apenas
llegaba a mi hombro—. Jess te estaba buscando. 99
—Ah, ¿sí?
—Ajá. ¿Por qué no vas a ver eso?
La calidad atrofiada de su tono me alertó de que estaba mintiendo para
rescatarme, y sonreí agradecida.
—Lo haré. Disculpa. —Le di a Kell una sonrisa cortés y me alejé
rápidamente.
Y, por cierto, me refiero a que me apresuré a salir del Hotel Paradise
Sands, donde se estaba celebrando la recepción.
Era de noche, el paseo marítimo estaba iluminado. Me estremecí
cuando la brisa del mar barrió el paseo, trayendo consigo el olor a sal marina
que no enmascaraba los olores a palomitas de maíz, caramelo y
hamburguesas que impregnaban cada centímetro de la explanada.
Se me puso la piel de gallina en los brazos. Llevaba el vestido de dama
de honor verde azulado sin tirantes que Jess había elegido.
Había escuchado historias de terror sobre vestidos de dama de honor,
pero Jess tenía un gusto excelente. Todas habíamos usado el mismo color pero
en un estilo que se adaptaba a nuestras figuras individuales.
—Em.
La voz profunda llamó mi atención. Jack. Se apoyaba en el hotel, con una
botella de cerveza en la mano. Su cabello era un desastre sexy. En lugar del
traje elegante que solía usar, vestía una camiseta y jeans.
Las imágenes de él con Vanessa en este mismo hotel llenaron mi
cabeza, y me helaron los huesos.
Vaughn los había atrapado. Había visto a Jack y Vanessa desaparecer en
una habitación de hotel, unos minutos después de la mañana en que entró a
comprar dos cafés cuando Bailey estaba allí para presenciar nuestra
interacción. ¿Había estado durmiendo con Vanessa cuando me besó?
¿Cómo pude haberme equivocado tanto con él?
Durante años, me aferré a la creencia de que Jack Devlin era una
persona buena debajo de su transformación misteriosa.
Qué tonta ciega había sido.
Jack se alejó del edificio, tomando un trago de cerveza. Se acercó, y
necesité todo de mi interior para no correr. 100
Luego, la luz del hotel le dio en los ojos, y me quedé sin aliento.
Dolor. Sus ojos estaban oscuros por el dolor.
—¿Jack?
—Entonces, ¿Coop y Jess se casaron? —Sus ojos volaron hacia las
puertas del hotel.
Y ahí fue cuando entendí.
—Sí.
La mirada de Jack volvió a la mía. Todo torturado, haciendo que mi
corazón sufriera por él a pesar de haberme lastimado. Maldito sea.
—¿Él es feliz?
Asentí.
—Nunca he visto a un hombre más feliz.
—Bien. —Sus ojos se iluminaron, y tomó otro trago largo de su cerveza.
Parecía un intento de controlar su emoción.
Hubo un silencio largo entre nosotros, y luego sus ojos recorrieron mi
cuerpo y volvieron a subir.
—Estás preciosa. Pero claro, siempre lo estás.
No me sonrojé. No esta vez.
—Jack, deberías irte a casa.
Sus labios se arquearon en burla.
—Escuchaste.
—De Vanesa. Sí.
El músculo de su mandíbula se contrajo y miró hacia el océano.
—¿Estabas durmiendo con ella cuando me besaste? —Tuve que
preguntar. Tenía que saber.
No me miró.
—¿Importa?
El dolor estalló en mi pecho, un dolor tan profundo que se me escapó
un pequeño jadeo ahogado.
101
Algo parecido al remordimiento cruzó por su rostro.
O tal vez eso es justo lo que quería creer.
Enojada, di un paso hacia él. Me miró con cautela.
—No dejaré que lastimes a Bailey.
Resopló.
—¿Así que ahora finalmente estás empezando a creer que no soy un
hombre bueno?
—Dormir con Vanessa Hartwell porque tu padre quiere la posada de
Bailey no es la acción de un hombre bueno.
Me fulminó con la mirada.
Cansada de este baile entre nosotros, sacudí la cabeza con exasperación
y me giré para irme. Pero su mano se envolvió alrededor de mi brazo,
deteniéndome. Pude sentir el calor de su toque en todas partes, no solo en mi
bíceps.
—Déjame ir —susurré.
Esos ojos azul grisáceo suyos brillaron con intensidad.
—Nunca dejaría que algo le pasara a Bailey. Sé lo que estoy haciendo.
—Luego maldijo, soltando mi brazo—. ¿Qué diablos me haces? —susurró
quedamente, sacudiendo la cabeza como si no lo creyera.
Odiaba que me importara que él estuviera en crisis.
Pero ya no podía confiar en él.
—Vete a casa, Jack. Si estás aquí para hacer las paces con Cooper, esta
noche no es la noche.
—Hacer las paces. —Se burló, lanzándome una mirada de «estás
bromeando, ¿verdad?»—. Solecito, no puedes enmendar lo que le hice.
—No sé si eso es cierto. Lo que es cierto es que, puedes dejar de
empeorar las cosas. ¿Sabes que antes de Vanessa, Bailey nunca se rindió
contigo? Ella creía, como yo creía, que había una razón para todo lo que habías
hecho. Pero Vanessa fue un paso demasiado lejos, incluso para Bailey. Estás
cayendo en espiral, Jack. Por favor, detente antes de que pierdas la
oportunidad de recuperarte de esto.
Sus ojos bajaron al suelo. Pensé que no respondería, pero entonces dijo:
102
—¿Y para ti? ¿Vanessa es un paso demasiado lejos para ti?
La pregunta me atravesó. Dolorosa y aguda.
—Yo… supongo que ella solo fue un recordatorio.
—¿Un recordatorio?
—De cómo ves y tratas a las mujeres. Jack, no soy especial para ti.
Su expresión se volvió funesta. Furiosa.
Eso solo me hizo enojar más.
—De hecho, algunos podrían decir que coquetear con la tímida dueña
de la librería de la ciudad cada vez que te apetece te convierte en una especie
de imbécil. —Estaba tan asombrada como él por mi honestidad. Pero también
estaba orgullosa de mí—. He terminado de dejar que juegues conmigo cada
vez que te divierta hacerlo. —Le di la espalda a su expresión de asombro y
regresé al hotel para escapar de él.
Corrí a los baños, temblando.
Por más valiente que hubiera sido con Jack, fue suficiente por una
noche.
Me escondí en el lavabo de mujeres hasta que fue seguro volver a casa.

Jack
Quise emborracharse esa noche porque su mejor amigo finalmente se
casaría con la mujer adecuada, y él no estaría allí para verlo.
Sin embargo, a medida que las palabras de Emery resonaron en su
cabeza, Jack se emborrachó por culpa de ella.
Una cosa era sospechar lo que tus acciones podían causar… y otra
experimentar las consecuencias.
Em no solo lo odiaba por acostarse con Vanessa, ahora pensaba que
todas sus interacciones a lo largo de los años solo fueron él jodiendo con ella.
103
Intentó decirse que era lo mejor.
Pero no pudo soportarlo.
No podía soportar el dolor terrible en su pecho, en su estómago.
Maldita sea, todo dolía.
Así que, se fue a casa y abrió el whisky.
Ahora no quería nada más que el olvido.
12
Emery
Hace un año

Me acababa de quitar el vestido de dama de honor y ponerme el pijama


cuando escuché el gruñido de los neumáticos sobre la grava en la parte
trasera de mi casa.
El despertador de mi mesita de noche marcaba la una y dieciséis.
104
¿Quién diablos…?
Me apresuré a la ventana que daba a mi camino de entrada, y observé
cómo una gran figura abrió la puerta de un Mercedes.
Un Mercedes que reconocí.
¿Jack?
Prácticamente se cayó del auto.
Oh, Dios mío.
Corrí escaleras abajo y salí al porche, observé cómo Jack tropezó en la
grava, estabilizándose contra el capó del auto. Resopló, se rio por lo bajo y
maldijo.
Estaba borracho.
—Jack —siseé, apresurándome a bajar los escalones del porche.
Levantó la vista de sus pies, y me dio una sonrisa tambaleante.
—Em, ¿cómo llegaste aquí?
Jesucristo.
—Jack, estás en mi casa. Condujiste hasta mi casa. Borracho. —Estaba
furiosa.
Se movió hacia mí, y me apresuré a poner mis brazos alrededor de él
mientras tropezaba.
Santo infierno… estaba borracho.
—Sí, necesitaba verte. —No balbuceó las palabras, sino que las
pronunció como alguien que se estaba quedando dormido.
La preocupación superó mi conmoción y, con gran dificultad, lo ayudé
a subir al porche y entrar a la casa.
—Hueles muy bien. —Intentó enterrar su nariz en mi cuello a medida
que gruñía bajo su peso. ¡El hombre era enorme!—. También te sientes
jodidamente bien. —Su mano se deslizó hasta mi trasero y grité cuando lo
apretó—. Tienes el mejor trasero del mundo. He fantaseado un millón de
veces con tu trasero.
Enrojeciendo, me acerqué a mi sofá y lo empujé hacia él.
Se dejó caer pesadamente sobre él, y miró hacia el techo. Unos
segundos después, preguntó:
105
—¿Cómo llegué al suelo?
—Estás en el sofá —lo interrumpí—. Voy a traerte un poco de agua.
—Em, no te vayas.
Sonó tan triste que sentí más que una punzada de simpatía. ¡Maldito
sea!
—Vuelvo enseguida.
Cuando regresé, no se había movido y sus ojos aún estaban pegados a
mi techo.
—Jack, toma esto. —Me senté cerca de su cabeza y le ofrecí el vaso de
agua.
No lo tomó.
—Me odias —dijo en cambio, sonando angustiado y para nada como el
hombre dueño de sí mismo de treinta y siete años que conocía. Sonaba joven.
Y perdido—. Se supone que debes odiarme. Es lo mejor. Pero odio que me
odies.
Las lágrimas iluminaron mis ojos.
—Jack, no te odio.
—La verdadera Emery lo hace. Ella me odia.
—¿La verdadera Emery?
Se dio la vuelta, empujándose lo suficiente para apoyar su cabeza en mi
regazo. Estudié su rostro hermoso, la longitud de sus pestañas que
proyectaban sombras sobre la cresta de sus mejillas. Y sufrí por él. Horas
después de finalmente regañarlo, y aquí estaba él, y aquí estaba yo.
Justo de vuelta al punto de partida.
Maldito sea.
—Jack.
—Tú no eres la verdadera Em. Eres la Em de Ensueño.
Fruncí el ceño.
—Jack, estás borracho y realmente estás aquí en…
—Solo estoy intentando protegerte.
106
Me detuve, mordiéndome el labio. Estaba borracho. Y no debería
aprovecharme de eso. No debería.
—¿Protegerme de qué? —Hice una mueca. Esto era tan injusto de mi
parte.
—Sabes qué —dijo, como si estuviera exasperado conmigo—. Rebecca.
El asesinato. La misma razón por la que aparté a Coop.
¿El asesinato?
Estaba bromeando, ¿verdad?
Esta era una charla tonta borracha.
¿Verdad?
La inquietud se arrastró a través de mí, y todo pensamiento de jugar
limpio se disipó.
—Cuéntamelo de nuevo. Ayudará.
Tomó un respiro profundo.
—Em, estoy cansado.
—Ayudará hablar conmigo al respecto… ya que no puedes hablar
conmigo en la vida real. —Me iba al infierno.
Con la cabeza aún en mi regazo, me miró ahora. Sus pupilas estaban
dilatadas. Acaricié el cabello de su rostro, esperando que no sintiera el
temblor en mi mano.
—Fue la noche que concertamos la cita. ¿Recuerdas?
¿Cómo podía olvidarlo?
—Recuerdo.
—Ian llamó justo después. —Sus palabras borrachas fueron lentas,
lánguidas, y me moría de impaciencia porque revelara la verdad—. Iba de
camino a decirle a Cooper que Dana se me insinuó. —Su mirada se movió
hacia el techo mientras recordaba—. Rebecca había llevado a un turista a la
casa de la piscina. Un tipo al que apenas conocía. Y él la atacó. Intentó violarla.
Las palabras rebotaron en mi sala de estar, y finalmente me dieron en
el corazón.
—Oh, Dios mío —susurré, sorprendida hasta la médula—. Pobre
Rebeca.
107
La ira envolvió las palabras de Jack.
—Se defendió. Lo golpeó con una mancuerna varias veces y… mató al
tipo… accidentalmente.
De todas las cosas que esperaba que Jack revelara, esta no estaba entre
las posibilidades.
—Stu e Ian lo encubrieron. Pero me metieron en eso. Lo usaron en mi
contra. Rebecca no es de Ian, sabes. Mi mamá tuvo una aventura.
Fue como un ataque aéreo de bombas de información explosiva.
—A él no le importa una mierda lo que le pase a Rebecca. La despachó
y encubrió el asesinato, pero tiene las cosas arregladas para que caiga en la
trampa si no hago mi parte en la familia. Tuve que vender el negocio, ir a
trabajar para él. A veces simplemente conduzco por Hartwell,
preguntándome dónde enterraron el cuerpo. Sabiendo que está ahí fuera en
alguna parte. Me jode la cabeza. Me ha jodido la cabeza durante años.
»Cooper sabía que algo estaba pasando. Algo grande. Sabía que estaba
atormentado, pero no sabía por qué. Siguió intentando averiguar la verdad.
No podía saber la verdad. No podía obligarlo a participar en un asesinato. No
podía dejar que se preguntara cada vez que conduce por las afueras si el
cuerpo está en un lugar particular en el que posan sus ojos. No podía permitir
que esta enfermedad asquerosa tocara su vida, solo para proteger a mi
hermana. Para protegerme. Y Dana… era un pedazo de mierda desleal, y yo…
La comprensión surgió.
—Lo preparaste deliberadamente para que Cooper te encontrara con
ella.
—Sí.
—Dos pájaros. Una piedra —susurré.
—Exactamente. Se merecía algo mejor.
Las lágrimas rodaron por mis mejillas cuando comprendí lo mucho que
había sacrificado Jack por su hermana. La profundidad de la maldad de su
padre era impactante. Todo este tiempo había pensado que Devlin era un hijo
de puta despiadado. Pero era aún más. Era peor.
—Oh, Jack. —Me incliné y le di un beso en la mejilla, estremeciéndome
ante el abrumador olor a whisky que emanaba de él. 108
Nuestros ojos se encontraron cuando me eché hacia atrás.
La sensación de malestar en mis entrañas creció y creció mientras
consideraba cómo se sentiría si recordara esto por la mañana.
—Jack, soy una tumba. No se lo diré a nadie. —No lo haría. Nunca lo
pondría en peligro a él o a su hermana de esa manera.
Un asesinato.
Apenas podía asimilarlo.
—Por supuesto que no lo harás —susurró, sus pestañas revoloteando
cerradas—. Solo eres un sueño.
Gemí cuando los ronquidos suaves de Jack inundaron la habitación.
Estaría tan enojado por la mañana cuando se diera cuenta de lo que
había hecho.
O debería decir… lo que lo manipulé para que hiciera.
13
Jack
Hace un año

Era un cobarde.
Jack nunca había sentido eso más que cuando se despertó en una casa
que no reconoció, vio una fotografía de Emery en la pared con una mujer
mayor, se dio cuenta de que era su casa y salió corriendo de allí antes de que
ella apareciera.
109
Despertarse completamente vestido en el sofá de Em era una cosa. Ver
su auto estacionado justo en el porche de ella, con las ruedas giradas, lo que
demostraba que había conducido hasta allí borracho, era otra.
No soportaba pensar en lo que él le había dicho.
Aunque no debería haberlo hecho, condujo de regreso a su lugar.
Vomitó en su baño rápidamente, agradeciendo a Dios no haber
vomitado en casa de Em. Esperó. Tomando analgésico y uno de los batidos
que bebía después de hacer ejercicio, Jack se sentó un rato para controlarlo. Y
trató de pensar. Intentó recordar.
Nada.
Prepararse para el día con la resaca del infierno fue difícil. Sus manos
temblaron mientras se duchaba y vestía, y sus piernas no se sentían firmes.
Parte de Jack ni siquiera estaba seguro si solo era la resaca.
¿Qué diablos le había dicho a Emery?
Jack recordó su encuentro en el paseo marítimo. Ella lo había
despachado lo más rápido posible. Se había ido a casa, abrió el whisky. Se
bebió una tonelada de su mejor botella. Macallan de dieciocho años en una
barrica de roble de jerez.
Esa mierda era cara.
Gimiendo ante la idea, Jack revisó su teléfono, que había dejado en casa
mientras hacía lo que sea que estuviera haciendo en lo de Emery. Había
llamadas perdidas de Ian, Stu, Kerr y Vanessa.
Dos llamadas perdidas de Vanessa.
Una imagen del rostro de Emery cruzó por sus ojos. Su expresión
cuando él se acercó fuera del hotel: supo de inmediato que ella sabía de
Vanessa.
—Yo… supongo que solo fue un recordatorio.
—¿Un recordatorio?
—De cómo ves y tratas a las mujeres. Jack, no soy especial para ti.
No era especial para él.
Estaba furioso porque hubiera dicho eso… pero entonces, ¿qué otra
mierda se suponía que debía creer?
110
Ignorando las llamadas perdidas, Jack metió el teléfono en su bolsillo y
salió a correr por la playa. Tal vez ayudaría con la resaca. Tal vez lo
empeoraría.
No le importaba.
Cuando salió de su casa, lo hizo de manera tentativa al principio porque
cada paso de sus pies en la acera fue un latido de dolor en su cabeza
palpitante. Después de un rato, aceleró el paso y pronto estaba en la playa, la
arena creando resistencia.
Fue entonces cuando los recuerdos volvieron en fragmentos.
Vio a Emery en su porche, viniendo hacia él.
La vio encima de él, como si estuviera acostado con la cabeza en su
regazo.
Pero, ¿qué diablos le dijo?
Su voz dulce llenó su cabeza.
—Jack, soy una tumba. No se lo diré a nadie.
Eso no era de anoche, discutió Jack consigo mismo. Emery le había
dicho eso hace años. ¿Verdad?
—Por supuesto que no lo harás. Solo eres un sueño.
La inquietud se apoderó de Jack y corrió más fuerte, más rápido, el
sudor empapando su camisa a medida que su cuerpo expulsaba todas las
toxinas del alcohol.
—Lo preparaste deliberadamente para que Cooper te encontrara con
ella.
—Sí.
—Dos pájaros. Una piedra.
¡Mierda! Jack se detuvo a trompicones, agachándose, con las manos en
los muslos para recuperar el aliento mientras recordaba. Emery ayudándolo
a entrar en su casa. Poniéndolo en el sofá…
Sacándole la verdad.
El horror atravesó a Jack cuando soltó una maldición y se pasó las
manos por el cabello empapado en sudor. 111
Le había contado todo a Emery.
De repente, estaba corriendo de nuevo, pero esta vez con una dirección
clara. Era demasiado temprano para abrir la tienda, así que estaría en casa.
Jack corrió kilómetros por la playa hasta su casa, saltando la puerta cerrada
de acceso privado y subiendo los escalones de dos en dos de su porche.
Golpeó su puño contra la puerta mosquitera.
Ni siquiera un minuto después, ella apareció a través de la pantalla
borrosa, su ceño desapareció cuando se dio cuenta de que era él.
—Jack. —Abrió la puerta, de pie frente a él en nada más que una
camiseta pequeña sin mangas y pantalones cortos. Su cabello estaba recogido
en la parte superior de su cabeza, pero mechones largos caían alrededor de
su cuello y rostro. También estaba claro por el roce leve de sus pezones que
no llevaba sujetador.
Jesucristo.
Toda la imagen era jodidamente sexy, pero no estaba de humor para
distraerse. La empujó sin esperar una invitación. El lugar de Em era
exactamente como lo había imaginado. Diáfano, moderno, elegante pero
cómodo. Se detuvo en el espacio entre el comedor y la sala de estar, mirando
con el ceño fruncido el sofá enorme en el que se había despertado.
Jack no sabía si estar enojado con ella o enojado consigo mismo.
Porque se acordaba de todo.
Emery le había sacado la verdad.
La escuchó cerrar la puerta, y se volvió hacia ella.
Sus mejillas se sonrojaron, y sus ojos se abrieron ligeramente.
—Recuerdas.
—Oh, lo recuerdo. —Jack dio un paso hacia ella, pero se detuvo cuando
retrocedió como si desconfiara de él—. Maldición —espetó. ¿Ahora le tenía
miedo? ¿Creía que porque él había encubierto este asesinato, era capaz de
lastimarla?
—Jack, no se lo diré a nadie —prometió Em.
Sus ojos se entrecerraron.
—¿Porque tienes miedo de mí, de mi familia? 112
Sus labios se abrieron en estado de shock.
—Nunca te tendría miedo. No lo contaré porque no voy a destruirte a
ti y a tu hermana por un extraño que intentó violarla.
La sorpresa parpadeó a través de él.
—Algunas personas lo llamarían moralmente incorrecto.
—Esas personas tendrían razón. —Em cruzó los brazos sobre su
pecho—. Pero no estoy obligada a hacer lo correcto para «las personas». Estoy
obligada a hacer lo que creo que es correcto, punto.
La rabia lo inundó.
—Pero ahora tienes este secreto, Em. Me engañaste para sacarme este
maldito secreto y ahora tienes que vivir con eso.
Su expresión se suavizó.
—Te engañé. Y lo siento mucho. Eso estuvo mal. Y ahora estas son mis
consecuencias.
—¿Y te sientes enferma?
—Sí, por ti. —Sus ojos brillaron con una emoción que hizo que su
garganta se tensara—. Estoy increíblemente triste por ti, Jack. Me entristece
que hayas tenido que sacrificar tanto por tu hermana… y estoy maravillada
por ti.
¡Mierda!
Jack inclinó la cabeza, incapaz de ver esa mirada en su rostro. Sintió sus
palabras. Las sintió por todas partes, y por mucho que no quiso sentirlas,
fueron como un bálsamo en una jodida herida supurante.
Alguien lo veía.
No las acciones horrendas y de mierda que había tomado en nombre de
su padre o las autodestructivas que eran una herramienta para alejar a las
personas que le importaban.
Alguien veía a través de todo esto la verdad.
Y no cualquiera.
Emery.
Fue un alivio que Jack no quería sentir. 113
—Entonces, ¿mantendrás esto en secreto? —preguntó, mirando al
suelo, su voz ronca.
—Sí. Lo prometo.
Y él le creyó.
Sus ojos volaron hacia ella, y vio que se había acercado más.
Cualquier cosa que reconociera en su expresión hizo que su rostro se
arrugara.
—Oh, Jack. —Las lágrimas resbalaron por sus mejillas segundos antes
de que ella lo abrazara.
Dudó un segundo antes de darse cuenta de que la resistencia era inútil.
Jack la rodeó con sus brazos. Fuerte. Aplastándola contra él. Enterró la
cabeza en el hueco de su cuello, y la inhaló. Olía a café y a perfume desvaído.
Em tembló un poco al tiempo que lloraba por él, y el dolor en su pecho se
expandió hasta que apenas podía respirar.
Finalmente, su temblor se alivió, al igual que sus lágrimas.
Luego volvió la cabeza, y la respiración de Jack se detuvo por completo
al sentir sus labios en su cuello. Se movió para levantar la cabeza, pero los
labios de ella atraparon su garganta, la punta de su lengua jugueteó con su
piel.
Jack gimió cuando el calor inundó su ingle.
Sus dedos apretaron su camiseta sin mangas, tirando de la tela hasta
que sintió su piel suave debajo.
—Em… —Tenía la intención de detenerla. Alejarla.
Lo hizo.
Pero ella presionó su boca maravillosa contra la de él, y él probó la sal
de sus lágrimas en su beso, lágrimas que había derramado por él. Y Jack
estuvo perdido.
Se dejó ahogar en sus ardientes besos calientes, sus manos
desapareciendo bajo su camiseta sin mangas, acariciando la piel suave de su
espalda, ansioso por arrancarle la maldita cosa. Sintió el tirón de las manos de
Emery en su camiseta, y fue empujado hacia adelante.
—Sofá —resopló sin aliento.
114
No queriendo romper el beso, Jack movió sus manos hacia su trasero y
la incitó a saltar a sus brazos. Sus piernas largas se envolvieron alrededor de
su cintura, y su pene se puso imposiblemente duro con la necesidad de estar
dentro de ella.
Su mente era una neblina. Pensamientos, lógica, todo completamente
abrumado por su olor y la delicada sensación flexible de Emery en sus brazos.
Y sus besos.
Maldita sea, la mujer podía besar.
Golpeó el sofá y cayeron sobre él, su polla empujando entre sus piernas
con el movimiento.
—¡Oh! —gimió ella, rompiendo el beso, sus ojos dilatados, sus mejillas
sonrojadas.
Jack pensó que lo había perdido antes.
Ahora lo perdió. La besó más profundo, más indecente, más hambriento
en tanto frotaba su pene contra el calor entre sus piernas. Su piel estaba en
llamas, y cada vez que ella gimió, él lo tragó en su beso y estaba un paso más
cerca de correrse como un maldito niño preadolescente.
Necesitando más de ella, Jack agarró el dobladillo de su camiseta y tiró
de ella hacia arriba. Em se apresuró a sentarse a medio camino para ayudar,
tomando el control y tirando de la cosa, sus pechos llenos rebotando con el
movimiento.
—Santo Dios —murmuró con voz ronca a medida que ella se recostaba
en el sofá, esperándolo, su pecho subiendo y bajando pesado con anticipación.
Su rostro hermoso lucía relajado por la necesidad.
Era perfecta.
Era tan jodidamente perfecta que, era un milagro que fuera real.
Sus manos ansiaban estirarse y acariciarla, mimarla y apretarla,
acercarla a su boca para poder saborearla y succionarla. Pero su razón estaba
regresando. Lentamente, a través de la bruma del deseo, estaba recordando
por qué no podían hacer esto.
Entonces Em se sentó, alcanzando la cinturilla de sus pantalones
deportivos, su mano sumergiéndose dentro antes de que él pudiera detenerla, 115
rozando su pene.
Jack masculló una maldición y agarró su mano, alejándola de él.
Ella hizo una mueca y él la soltó, dándose cuenta de que la estaba
sujetando con demasiada fuerza.
Emery parpadeó, confundida.
—¿Jack?
Empujándola, tragando pesado, intentando ignorar el dolor entre sus
piernas, Jack alcanzó la manta que ella había arrojado sobre el sofá y se la
acercó.
Esta vez, cuando ella se sonrojó, él se sintió como en el infierno.
Su mirada bajó con humillación mientras usaba la manta para cubrirse.
—Lo siento. —Se puso de pie, alejándose de ella, temeroso de que si
seguía mirando, simplemente diría a la mierda y tomaría lo que quería—. Esto
no puede pasar. Ian te usaría en mi contra.
—¿Y si lo mantenemos en secreto? —Sonó esperanzada.
Jack cerró los ojos con fuerza. Su voz ronca cuando finalmente
respondió:
—No podemos.
Ya sospechaba que Ian estaba al tanto de todos sus hijos. Si se enteraba
de lo de Emery, encontraría la manera de fastidiarla. E incluso si no lo hiciera,
¿qué tipo de vida podrían tener? Finalmente había encontrado amigas en
Jessica, Bailey y Dahlia. Era parte del círculo íntimo de Cooper y estaba
prosperando allí.
Si elegía a Jack sobre ellos, perdería todo eso. Y tendría que estar a su
lado mientras él hacía cosas turbias para su padre, y simplemente aceptar que
estaba con un tipo con el que la gente no podía soportar estar.
No valía la pena que ella perdiera todo lo que le había costado tanto
construir.
—¿No puedes o no quieres?
Antes le había preguntado algo similar.
Obligándose a girarse, la encontró sonrojada, despeinada y medio
desnuda debajo de la manta, y aunque la había excitado solo para detenerse
116
de nuevo, Em aún lo miraba como si fuera algo más de lo que era.
—Algunos podrían decir que coquetear con la tímida dueña de la librería
de la ciudad cada vez que te apetece te convierte en una especie de imbécil.
Era hora de terminar con esto. Para siempre. Por su bien.
—Em, me atraes. Obviamente lo sabes. —Movió una mano con
impaciencia hacia ella—. Pero no te quiero… permanentemente. —Se
atragantó—. No soy ese tipo de hombre. Y puede que sea un idiota, pero no
soy lo suficientemente idiota como para jugar con los sentimientos de una
mujer buena.
La comprensión apareció en su rostro, y aferró la manta con más
fuerza. Cuando habló, lo sorprendió y lo aplastó con su honestidad.
—No sé si esa es la verdad, o si solo estás empeñado en la
autodestrucción por el resto de tu vida. De cualquier manera, la humillación
constante se ha vuelto tediosa. —Sus palabras fueron cortantes. Frías. Tan
diferente a ella—. Comenzaré esto diciendo que tu secreto aún está a salvo
conmigo. Pero ahora me gustaría que te fueras, Jack. Y te agradecería que te
mantuvieras lo más alejado posible de mí. Para siempre.
Fragmentos de dolor se astillaron a través de su pecho.
Le tomó un momento recuperarse de la agonía inicial.
Pero finalmente, asintió con tirantez a la mujer de la que estaba
bastante seguro de que estaba enamorado, y salió de su casa.
Fuera de su vida.
Con la promesa silenciosa de que era para siempre.

117
14
Emery
Hace tres meses

Main Street estaba llena de anticipación y entusiasmo por el Carnaval


de Invierno.
Y por una vez me encontraba allí y no me sentía nada incómoda. Era
cierto lo que decían: la vida era como andar en bicicleta. Al principio era
extraño, raro y complicado, pero una vez que le pillabas el truco, empezaba a
118
sentirse natural.
Me encontraba de pie en el puesto de Dahlia, atendido por Bailey.
Vaughn estaba a su lado y yo estaba en el de Jess, Cooper en el de ella.
Estábamos esperando la llegada de Dahlia para que pudiera tomar el relevo
de Bailey. No me sorprendió que Dahlia llegara tarde. Había estado nerviosa
desde que regresó de un viaje a su casa en Boston y su exnovio Michael
Sullivan la siguió.
Michael, también conocido como el detective Sullivan, trabajaba para
nuestro nuevo Departamento de Investigación Criminal bajo las órdenes del
sheriff Jeff King. Curiosamente, Dahlia solía salir con Jeff, y todo el mundo
sabía que ella rompió con él, y no había estado feliz por ello. Habría pensado
que podría desarrollarse un triángulo amoroso interesante… hasta que tomé
unas copas con mis amigos.
Aunque ya no me sonrojaba ni tartamudeaba tímidamente con Vaughn
y Cooper, Michael era nuevo. Y era encantador en ese estilo tosco, de tipo
duro, de policía bostoniano.
Al ver cómo Dahlia se iluminaba como un árbol de Navidad a su
alrededor a pesar de su determinación de mantenerlo a raya, supe que Jeff no
tenía ninguna posibilidad.
Tampoco pensé que Dahlia tuviera una oportunidad.
Michael parecía muy decidido a recuperarla.
Hizo extremadamente feliz a mi alma romántica.
—Oh, Dios mío, ahí está. —Seguimos la mirada de Bailey.
Mis labios se crisparon.
Caminando hacia nosotros, vestida como Blancanieves, estaba Dahlia.
Era el personaje perfecto para su naturaleza. Sin embargo, con sus curvas
envidiosas, era imposible que algo se viera recatado en ella. Especialmente no
un vestido con escote corazón.
Jess y Bailey silbaron y abuchearon cuando ella se acercó, lo que hizo
que Coop, Vaughn y yo nos riéramos.
Poniendo los ojos en blanco ante nuestras burlas, Dahlia se detuvo
detrás del puesto. 119
—Oh, sí, mis mangas abultadas son tan sexis. —Apretó el hombro de
Bailey—. Gracias, nena.
El desfile de carnaval de este año fue temático de Disney, de ahí el
disfraz de Dahlia. Kell Summers había intentado valientemente persuadirme
para que me disfrazara de Elsa de Frozen. Puede que hubiera avanzado con
mis ansiedades sociales, pero la idea de participar en un desfile, estar al frente
y en el centro, era nauseabundo.
Si bien era incómodo con los adultos, no lo era en absoluto con los
niños. Su inocencia y honestidad atravesaban mi armadura tímida. Con los
niños, siempre sabías dónde estabas parado. Nunca tenía que adivinar o
preguntarme si me encontraban tediosa o deficiente. Disfrutaba estar
rodeada de niños por esa misma razón, por lo que aún me ofrecía como
voluntaria en el centro de asesoramiento en Millton cada segundo lunes.
Fue esta afinidad la que probablemente atrajo al hijo de Cat, Joey, hacia
mí. Sin embargo, Cat estaba convencida de que era porque me parecía a Elsa.
De cualquier manera, no me importaba. Joey era excepcionalmente
brillante y talentoso, y era un verdadero placer tenerlo cerca. Me decepcionó
no verlos con Jess y Cooper esta mañana.
—Vendí un anillo con peridoto. —Bailey informó a Dahlia.
—Excelente. —Dahlia nos miró—. Alejarán a la gente si siguen
rondando así. Son un grupo intimidante.
—Vaya, gracias. —Jess resopló—. Y aquí que veníamos a preguntarte si
te gustaría comer o beber algo.
—Chocolate caliente —respondió Dahlia—. Y un churro no estaría mal.
Decidiendo que sonaba bien, seguí a Vaughn, Jess y Coop mientras se
aventuraban a buscar comida.
—¿Dónde están Cat y Joey? —pregunté a Cooper a medida que
caminábamos por Main Street hacia los vendedores de comida.
—Cat dijo algo de que llegarían tarde esta mañana. Deberían estar aquí
más tarde.
—Sí. —Jess me dio un codazo y sonrió—. Joey no perdería la
oportunidad de verte. Sabes que declaró públicamente su amor por ti,
¿verdad?
Me reí de la idea. Ese niño era tan lindo. 120
—¿Lo hizo?
Coop me lanzó una sonrisa afectuosa.
—Dijo que te convencerá de que lo esperes hasta que tenga la edad
suficiente para casarse contigo.
Oh Dios mío. Mi corazón. Sonreí.
—Bueno, me siento verdaderamente honrada.
Nos detuvimos en un vendedor y conseguimos el chocolate caliente de
Dahlia y bebidas para nosotros. Vaughn intentó pagar por todos, pero Cooper
no se lo permitió. Jess y yo retrocedimos mientras discutían, sosteniendo la
fila.
—Puedo pagar por mi cuenta —intenté interceder.
Jess sacudió la cabeza hacia mí, como si dijera que no valía la pena
intentarlo.
—Bien —dijo Cooper a Vaughn—. Tú pagas por lo de Bailey y Dahlia,
yo pagaré por lo de Jess y Emery.
Vaughn estuvo de acuerdo con esto, pero aún había una tensión
estúpida entre los hombres cuando pasamos a un carrito de comida.
Dividieron el pago de la misma manera otra vez y la tensión disminuyó
cuando volvimos al puesto de Dahlia.
Jess y yo nos quedamos atrás y ella articuló «hombres» poniendo los
ojos en blanco.
Contuve mi risa.
Mis pasos vacilaron un poco cuando vi que Michael estaba ahora en el
puesto de Dahlia. Parecía haberse congraciado rápidamente con nuestro
grupo. Resultó que Michael y Cooper se estaban haciendo amigos, y corrían
juntos por la playa por las mañanas.
La imagen de otro hombre corriendo en la playa parpadeó en el borde
de mis recuerdos, pero como siempre, lo empujé fuera.
Y fue como si ese mero parpadeo lo conjurara.
Había estado escuchando a mis amigos, pero también viendo cómo
Main Street se volvía más concurrida. Mientras mis ojos se movían a través de
la multitud, lo vi. 121
Jack.
Esperando en un puesto de hamburguesas con una morena pequeña.
Me golpeó una ola de déjà vu.
Y tristeza.
Y frustración.
Jack volvió la cabeza, y se encontró con mi mirada.
El anhelo me golpeó profundamente en el estómago.
Desde la mañana humillante en que me ofrecí a él en bandeja, y él se
negó, Jack hizo lo que le pedí y se mantuvo alejado.
Lo extrañaba. Ni siquiera sabía por qué, ya que no habíamos pasado
tanto tiempo juntos a lo largo de los años. Sin embargo, el tiempo que pasamos
estuvo cargado de mucha emoción y verdad.
Era la persona en la que quería confiar plenamente. La persona a la que
quería contarlo todo. Aquella mañana había estado dispuesta a hacerlo.
Aún no estaba segura si Jack me había apartado para protegerme como
lo había hecho con Cooper, o si estaba diciendo la verdad cuando dijo que no
me quería de forma permanente. Mi corazón decía que era lo primero. Mi
dolor se aferró a esto último. Especialmente viéndolo seguir durmiendo con
turistas como la morena a su lado.
De cualquier manera, Jack no me había querido lo suficiente como para
siquiera intentarlo, y ya había terminado.
—Emery, ¿qué estás mirando tan fijamente? —preguntó Jessica.
Temiendo que me atraparan, aparté mi atención de Jack.
—Nada —murmuré.
—¿Qué estamos mirando? —preguntó Vaughn.
Levanté la vista, pensando que estaba insistiendo en la consulta de Jess,
pero estaba hablando con Bailey. Me lanzó una mirada cómplice y
emocionada que me hizo querer desaparecer. Entonces Dahlia le dio un
codazo, frunciendo el ceño, y Bailey le devolvió la mirada.
Oh, no. 122
¿Mis amigas sospechaban que tenía sentimientos por Jack?
De repente, el carnaval ya no me atraía. No quería ver a Jack aquí con
otra mujer. Además, Bailey era una buena amiga, pero le faltaba sutileza. Y lo
último que quería era que Vaughn o Cooper supieran de mi enamoramiento
por Jack Devlin. Nunca había tenido amigos varones, y es posible que alguna
vez hubiera estado dispuesta a perder su amistad por Jack, pero ya no. Si Jack
no quería pelear por lo que había entre nosotros, entonces ciertamente no
pondría en peligro amistades ganadas con tanto esfuerzo por ello.
Abatida, dije:
—Yo… eh… creo que voy a dar por terminado el día
—Oh, no te vayas —respondió Bailey.
—Puede irse si quiere —argumentó Dahlia.
—No quiero que se vaya.
—No importa lo que quieras, especialmente cuando tu cabeza está en
las nubes.
Maldita sea. Ellas sabían. Y leyendo entre líneas, Bailey estaba a favor
de mi enamoramiento por Jack, y Dahlia no.
Me alejé del puesto, mortificada. Nadie estaba prestando atención.
Estaban demasiado ocupados preguntándose qué demonios estaba pasando
entre Bailey y Dahlia.
Al ver mi oportunidad de escapar, me volví y corrí entre la multitud.
Estaba tan concentrada en intentar maniobrar a través de la gente lo
más rápido que podía que no lo vi venir.
Jack estuvo allí inmediatamente, y tropecé con él. Sus manos se
cerraron alrededor de mis brazos en tanto mis palmas cayeron sobre su
pecho.
Me aparté como si me quemara, pero no me soltó.
—Em, ¿estás bien? —Inclinó su cabeza hacia la mía, sus ojos oscuros
por la preocupación.
Miré a su lado y vi que la morena no se hallaba a la vista.
El calor brilló a través de mí, estando tan cerca de él, un calor que me
molestaba y que a su vez me causaba resentimiento hacia él. Intenté soltarme
de su agarre pero él aguantó. 123
—Estoy bien, Jack. Déjame ir.
Frunció el ceño, y me soltó de mala gana.
Compartimos una mirada cautelosa antes de pasar junto a él,
desapareciendo en el paseo marítimo.

Unos días más tarde…

Había mucho que decir sobre vivir en una ciudad turística. Había
mucho más que decir sobre vivir en una ciudad costera durante la temporada
baja. Me encantaba caminar por la playa tranquila al atardecer. Sí, había brisa,
pero me gustaba el viento azotando mis piernas. Y me encantaba la sensación
de la arena fría, húmeda y blanda hundiéndose bajo mis pies y aplastándose
entre mis dedos.
Para evitar ser azotada en la cara por mi propio cabello, amontoné la
masa de ondas rubias en la parte superior de mi cabeza, y mantuve mi suéter
de gran tamaño cerrado con mis brazos envueltos alrededor de mí.
Por lo general, estaba contenta aquí. Pero desde hace un tiempo, había
sentido una inquietud. Una insatisfacción que no entendía, considerando que
la mía era una vida bastante buena.
Sin mencionar que los eventos en la ciudad últimamente eran más que
un poco inquietantes.
Aunque no debería estarlo, aunque me había hecho daño, estaba
preocupada por Jack.
Todos sabíamos que el ayudante del sheriff, Freddie Jackson, era un
huevo podrido. Usó su posición como oficial de policía para intimidar a la
gente, específicamente a la familia Devlin.
Sí, Jack me había lastimado. Sin embargo, eso no cambiaba el hecho de
que su hermano mayor acababa de ser asesinado por Freddie Jackson.
Me preguntaba cómo se sentiría Jack. No se llevaba bien con su
hermano. Lo había comentado algunas veces en el pasado. Había ayudado a
atrapar a Jack en una vida que no quería. Hubo momentos en los que estoy
segura de que Jack odiaba a su hermano. Pero Stu era su hermano.
Y había sido asesinado. 124
Ni siquiera podía imaginar el desastre en el que estaban las emociones
de Jack en este momento.
Mi pecho se sentía apretado con dolor por él.
Y de repente él estaba allí.
Al ver la figura solitaria de pie en la playa, mirando el océano, mis pasos
vacilaron. Llevaba ropa para correr, incluida una sudadera con la capucha
levantada, y sin embargo sabía que era él.
Reconocería a Jack en cualquier parte.
Cuanto más me acerqué, más claro se volvió su perfil, su rostro
asomándose por la capucha.
Alto, esbelto pero musculoso, sin importar lo que Jack usara, lo llevaba
bien. Era justo ese tipo que hacía que la ropa se viera genial. Incluso
pantalones de jogging y una sudadera con capucha.
Si hubiera sido cualquier otra persona, me habría acobardado y
marchado. Pero Jack Devlin me daba el coraje para superar mis inseguridades.
Siempre lo había hecho. Y a pesar de que había provocado el tipo de dolor que
había estado evitando durante los últimos nueve años, reduje la velocidad
hasta detenerme a su lado.
Apenas volvió la cabeza. Solo me lanzó una mirada. Si se sorprendió por
mi acercamiento, no dijo nada.
La confusión en esos ojos gris azulados me devastó.
Jack volvió a mirar el agua y yo me giré, mi mano casi rozando la suya
para mirar también al océano. Escuché su respiración estremecerse un poco,
y luché contra el impulso de lanzar mis brazos alrededor de él.
No podía darle eso. Pero podía darle esto.
Me quedé con él, mirando el sol bajar más allá del horizonte.
Pasó el tiempo.
Hasta que solo hubo un destello naranja y rosa donde el mar se
encontraba con el cielo.
Reuniendo mi coraje, tomé la mano de Jack y la apreté en la mía.
Me apretó en respuesta. 125
Fuerte. Muy fuerte.
Esperé a que me soltara.
Le tomó un tiempo.
Pero eventualmente su agarre aflojó.
Rocé mi pulgar a lo largo de la parte superior de su mano.
Y luego la solté.
Sabía que no me imaginé sus ojos en mi espalda a medida que caminaba
por la playa hacia mi casa.
Siempre sabía cuando Jack me miraba.
Siempre lo hacía.
15
Jack
En la actualidad

Hace cinco minutos, lo que más le pesaba era su incapacidad egoísta de


dejar en paz a Emery Saunders. Lo había estado haciendo bien. Aguantó y la
evitó como ella le había pedido después de que él la jodiera el verano pasado.

126
Pero desde que se le había acercado en la playa hacía tres meses, para
consolarlo por el asesinato de Stu, había sido una batalla diaria mantenerse
alejado de ella.
Jack estaba enojado consigo por ir a su tienda e injustamente enojado
con ella por su frialdad.
Ahora, por primera vez en mucho tiempo, Emery había sido empujada
al fondo de su mente.
Ian había permitido que Rebecca regresara a casa para el funeral de Stu,
pero luego la envió de regreso a Inglaterra. Si Jack no odiara ya al hombre que
lo había engendrado, lo odiaría por eso. Cualquiera podía ver que Rebecca era
una sombra de lo que solía ser. Preocupado por ella, Jack se había mantenido
en contacto con su hermana casi todos los días desde que regresó a Londres.
Y cuando ella le pidió que arreglara su regreso secreto a Hartwell, Jack no lo
pensó dos veces. Lo hizo.
Rebecca había estado viviendo en su casa durante los últimos días.
Había estado callada, introspectiva. Jack estaba intentando darle espacio
mientras ella se recomponía.
No se le ocurrió que su hermana acudiría a la policía ahora que Stu
estaba muerto, y no podían acusarlo de encubrir el crimen de Rebecca.
Con el corazón acelerado, Jack se apresuró por Main Street hacia el
departamento del sheriff.
Hace casi cinco años, Rebecca había asesinado a un tipo que creía que
era un turista, pero en defensa propia mientras él intentaba violarla. Stu entró
después de que golpeó al tipo en la cabeza con una mancuerna, y convenció a
Rebecca para que lo ayudara a enterrar el cuerpo y el arma. Stu le dijo a Ian,
porque él le contaba todo a su padre, e Ian obligó a Rebecca a salir del país
para ir a la escuela en Inglaterra. Luego usó su crimen para chantajear a Jack
en el redil familiar. Ian dijo que le diría a la policía dónde estaba el cuerpo si
Jack no trabajaba para él… y que se aseguraría de que fuera Jack quien fuera
acusado de encubrir el asesinato, no Stu. Después de todo, sería mucho más
plausible que Jack, que era cercano a su hermana, hubiera sido quien la
protegiera, no Stu.
Y Jack había sabido que su jodido padre sociópata lo decía en serio, que
no estaba mintiendo. Jack sabía que Ian no parpadearía ante la idea de que
Rebecca fuera a prisión por asesinato porque no era su hija. La madre de Jack,
Rosalie, tuvo una aventura de años con un novio antiguo. Ian se enteró cuando
ella quedó embarazada de Rebecca porque no había estado en la cama de su
esposa durante mucho tiempo. Había tenido sus amantes para atender esas 127
necesidades.
Desafortunadamente, las cosas se habían vuelto extremadamente
desagradables para Rosalie y Rebecca en la casa Devlin. Ian amenazó con
amargarle la vida a Rebecca si Rosalie volvía a ver al novio antiguo, lo que
significaba sacar al verdadero padre de Rebecca de su vida. El tipo ni siquiera
sabía que tenía una hija. Y cuando Rebecca creció y supo la verdad, se le
prohibió preguntar por él.
A lo largo de los años, todos habían escuchado cosas que le sucedieron
a su madre que ningún niño debería tener que escuchar, incluyendo que su
padre la obligó a quedar embarazada solo para demostrar que era un hombre.
Jack había intentado proteger a su madre y hermana tanto como pudo
de Ian y sus hermanos, quienes parecían ser réplicas de Ian. Pero fue difícil
proteger a Rebecca de Ian porque él la odiaba. Su padre hizo una fachada ya
que las apariencias eran muy importantes para él, pero entregaría a Rebecca
en un santiamén si se tratara de eso.
Sin embargo, ahora no es necesario, pensó Jack, mientras subía a toda
prisa los escalones hasta la entrada principal del edificio del sheriff.
Rebecca lo había hecho ella misma.
¿Por qué?
Después de todo lo que ambos habían sacrificado por esta mentira…
¿por qué ahora?
Al entrar al edificio, Jack se concentró en el mostrador de recepción
donde Rebecca estaba esperando con el nuevo detective en la ciudad: el
hombre de Dahlia McGuire, Michael Sullivan. Tan pronto como su hermana lo
vio, se echó a llorar y corrió hacia él. Jack atrapó su figura delgada mientras
se enterraba en él, como si no pudiera acercarse lo suficiente. Cerró los ojos
con fuerza al sentir lo frágil que estaba en sus brazos.
Mientras ella sollozaba, Jack la abrazó con más fuerza, deseando que
todo ese dolor se filtrara de ella y entrara en él. Cuando abrió los ojos, el
detective Sullivan estaba de pie frente a él, su expresión cuidadosamente
neutral.
—¿Jack Devlin? —preguntó.
—Sí, soy el hermano de Rebecca.
—Soy el detective Michael Sullivan del Departamento de Investigación
Criminal. 128
—Sé quién es usted, detective.
Sullivan asintió, su mirada se posó en Rebecca, y luego volvió
rápidamente para encontrarse con la de Jack.
—Tu hermana es libre de irse.
La confusión inundó a Jack.
—¿No la están acusando?
—Un equipo está justo en este momento buscando el cuerpo y el arma
homicida. Si los encontramos, acusaremos a Rebecca de ayudar y ser
cómplice.
—¿Ayudar y ser cómplice? No…
—Jack. —Su hermana levantó la cabeza, con los ojos rojos y húmedos
por las lágrimas—. Yo… vamos a algún lado para que pueda explicártelo.
Al escuchar la súplica en sus palabras, Jack asintió con fuerza.
Jack no podía esperar para volver a su casa en South Hartwell. Era una
casa bonita a la que Ian había insistido en que se mudara después de que
«sugirió» que vendiera su casa en North Hartwell. Jack no la vendió, sino que
la alquiló. Era como si tuviera una esperanza vana de poder volver algún día.
Tal vez incluso volver a ser el hombre que solía ser.
Deteniendo el auto a un lado de la carretera, Jack apagó el motor y se
volvió hacia su hermana.
—¿Qué está pasando? ¿En qué estabas pensando? —Necesitó reunir
toda su fuerza de voluntad para no enfadarse con ella.
Sus ojos gris azulados, como los de él, como los de su madre, se llenaron
de lágrimas nuevamente.
—Jack, lo siento mucho. Lamento mucho que esto te haya quitado
tanto… y lamento que no supieras la verdad. Pero Ian y Stu me amenazaron…
Un presentimiento extraño se apoderó de él.
—¿Qué quieres decir con la verdad? 129
Rebecca tragó saliva. Duro.
—No maté a Caruthers.
Jack la miró boquiabierto, horrorizado. Colin Caruthers era el tipo que
Rebecca había pensado que solo era un turista. No lo era. Lo buscaban en
cuatro condados por varias violaciones. Ian descubrió eso después del hecho,
obviamente.
Su boca tembló.
—Jack… no intentó violarme. Me estaba violando.
La ira y el dolor estallaron en Jack mientras observaba las lágrimas
deslizarse silenciosamente por las mejillas de su hermana.
No.
Maldita sea.
No.
Enfermo del estómago, sacudió la cabeza cuando la culpa abrumó todos
los demás sentimientos. Debería haber estado allí. Debería haberla protegido.
—Lo siento —se atragantó.
—Stu entró en la casa de la piscina. Dijo que había estado fumando
junto a la piscina, y me escuchó pedir ayuda a gritos. Lo siguiente que supe
fue que me habían quitado a Caruthers y Stu lo golpeó repetidamente en la
cabeza con una de las mancuernas.
—Jesús, maldita sea. —Jack negó con la cabeza, intentando encontrarle
sentido a esta nueva verdad.
—No tenía la intención de matarlo. —Su expresión fue tan triste—.
Jack, estaba tan conmocionado como yo. Solo… estaba intentando
protegerme. —Lágrimas frescas cayeron de sus ojos—. No sabía qué hacer.
Estaba tan asustado. Así que, llamó a Ian. Y él se encargó de todo. Me culpó a
mí. Dijo que era una puta estúpida por traer a Caruthers a la casa.
—¿Él dijo qué?
—Yo… yo fui estúpida, Jack. Buscando el amor en todos los lugares
equivocados. Pero nunca quise… solo pensé que pasaríamos el rato.
—Solo tenías diecisiete años. ¡Por supuesto que eso es lo que pensabas!
No te culpes. ¿Me escuchas?
Ella asintió. 130
—Stu estaba enojado con Ian por decir eso. Me aseguró que no me
culpaba.
La incredulidad atravesó a Jack.
Rebecca continuó:
—Pero Ian lo usó contra todos nosotros, ¿no? Incluso Stu. Lo sostuvo
contra él. Le hizo hacer cosas… como irrumpir en la posada de Bailey.
—¿Cómo sabes eso?
—Me dijo. Sabes que me llamaba todos los meses para ver cómo estaba.
—Eso no justifica que él la golpeara.
—Lo sé. Stu sabía eso. Jack, estaba tan enojado. No sabía cómo
controlarlo. Así que, se drogaba cada vez que era demasiado. Estaba drogado
la noche que irrumpió en lo de Bailey. Pero más que eso, tenía demasiado de
Ian en él. Y también lo sabía. Simplemente dejó que la ira lo convirtiera en su
padre. Creo… creo que fui la única persona con la que fue verdaderamente él
mismo.
El pecho de Jack se apretó con demasiada emoción. Luchó por respirar.
—¿Por qué no me dijiste? ¿Por qué él no me dijo? Podría haberlos
ayudado a ambos.
—No podías. Ambos lo sabíamos. Si decía la verdad, Ian la manipularía
para que cayeras por ello. Y Stu sabía que no te importaría protegerlo, pero te
preocuparías por protegerme a mí, así que sugirió que mintiéramos sobre lo
que pasó. Sabía que Ian encontraría una manera de derribarte por ello.
Plantar huellas dactilares en el arma. Costase lo que costase.
—Pero Stu estaba… estábamos constantemente en la garganta del otro.
¿Por qué no me habló?
—Él nos amaba a su manera. Esto es todo lo que necesitas saber. Todo
lo demás solo te volverá loco con los «qué pasaría si». Él querría que ambos
fuéramos libres ahora, Jack. E incluso si tengo que cumplir condena por
ayudar y ser cómplice, no importa. Llevamos casi cinco años en una versión
de prisión. He… he estado… hubo algunos días en los que… ya ni siquiera
quería estar aquí.
El horror lo inundó.
—Becca… 131
—Esta es la única manera que conozco de vivir con eso. Caruthers era
un bastardo malvado… pero ya no puedo vivir con el secreto y lo que te ha
quitado. Me siento más ligera de lo que me he sentido en años. —Le ofreció
una sonrisa triste—. Y tú… estás libre de todo esto ahora. Puedes dejar a Ian
atrás. Por fin.
—Sabes que Ian no aceptará esto.
—Sí. —Sonrió—. Entonces, ¿me estás diciendo que no has estado al
tanto de cada cosa sucia que ha hecho?
Le sorprendió que pudiera reírse en ese momento. Su hermana lo
conocía demasiado bien.
—Tienes evidencia, ¿no?
La risa de Jack se convirtió en una sonrisa.
—¿Y si tengo?
—Entonces, sugeriría entregar esa evidencia a nuestro amigable
detective local. Puedes ofrecer tu cooperación a cambio de inmunidad.
La idea de ser libre no parecía real. La posibilidad de ver a Ian
derribado por todas las cosas de mierda que le había hecho a su familia y a
esta comunidad a lo largo de los años parecía un sueño. Y solo había una cosa
que se interponía en el camino de Jack.
—Hacemos eso, y no solo es Ian quien cae. Kerr también cae. ¿Y qué hay
de mamá y Jamie? —Jamie, su hermano menor, era un estudiante de primer
año en la universidad. A pesar de los intentos de Ian por derrotarlo, estaba
demostrando ser más como Jack y Rebecca. En otras palabras, había obtenido
muchos de los genes de Rosalie.
—Kerr es tan malo como Ian. No podría importarme menos si cae con
nuestro padre. En cuanto a mamá y Jamie, podemos protegerlos.
—¿Y tú? —Estaba desconsolado por todo lo que Rebecca había
soportado—. ¿Quién te protegerá?
—Cometí un error —susurró—. Hace más de cuatro años, cometí un
error terrible, y confié en la persona equivocada. Sucedió, Jack, intenté
superarlo y seguir adelante, pero no podía vivir con la mentira. Ahora, por
primera vez, siento esperanza. Siento la esperanza de que finalmente puedo
dejar atrás el pasado.
Jack se desabrochó el cinturón de seguridad e hizo lo mismo con el de
Rebecca para poder abrazarla.
132
—Lo siento mucho. —Su voz sonó ronca cuando colocó su cabeza
contra su hombro. Sus dedos se cerraron con fuerza en la chaqueta de su traje,
tirando de la tela mientras temblaba—. Siento mucho no haberte protegido.
—Pensaste que lo hacías. —Lo atrajo más cerca—. Jack, pensaste que
me estabas protegiendo. Pero se acabó. Él ya no puede sostener esto sobre
nosotros. Puedes recuperar tu vida. Puedes contarle todo a Cooper.
Jack cerró los ojos con fuerza al pensar en su mejor amigo.
Incluso si le decía a Cooper la verdad, Jack dudaba que alguna vez lo
perdonara por lo que había sucedido con Dana.
—Finalmente podrías establecerte —bromeó Rebecca, alejándose para
darle una sonrisa triste—. En lugar de romper los corazones de todas las
mujeres elegibles de Hartwell.
Jack estaba a punto de poner los ojos en blanco cuando sus palabras
calaron.
Si podían hacer lo que Rebecca pensaba que podían hacer, si podían
derribar a Ian para siempre, Jack podría tener lo único que había querido
desde que tenía veintiocho años.
No sería fácil.
Había quemado ese puente unas cuantas veces, y esta mañana solo era
una prueba de ello.
Pero las palabras de su hermana se reprodujeron en su cabeza. Ahora,
por primera vez, siento esperanza.
Esperanza.
¿Eso era lo que hacía que su corazón se acelerara y sus dedos
temblaran?
Las posibilidades le quitaron algo de los hombros que lo había estado
agobiando durante años.
Sus manos aún temblaban cuando tomó el rostro de su hermana.
—Gracias. ¿Sabes lo valiente que eres, Becs? ¿Sabes lo jodidamente
orgulloso que estoy de ti?
A pesar de que las lágrimas aún brillaban en sus ojos, asintió.
—Jack, eso significa mucho. 133
—¿Puedo sugerir algo, y no me arrancarás la cabeza?
—Está bien…
—Quiero que hables con alguien.
—¿Un terapeuta?
Él asintió mientras le rozaba la sien con el pulgar.
—Hay un montón de cosas horribles dando vueltas en esta cabeza,
cariño. Tienen que irse.
—Lo pensaré.
—Eso es todo lo que puedo pedir. Otra cosa: te quedas conmigo. Tengo
un inquilino en la casa en North Hartwell, pero pensé que podría avisarles y
nos mudaremos allí y llevaremos a mamá a mi casa en South. Jamie también,
mientras la universidad está cerrada durante el verano.
—¿Crees que irán por eso?
Jack sabía que su madre estaba siendo intimidada por su esposo. Pero
también sabía que soportaba la mayor parte de su mierda por el bien de sus
hijos. La muerte de Stu había roto a Rosalie. Sabiendo que su esposo fue
inadvertidamente responsable del asesinato de su hijo mayor… Rosalie se
había vuelto implacablemente fría con Ian, y ninguna de sus fanfarronerías
hizo la diferencia.
Y supo que nunca más levantaría una mano hacia ella. La última vez que
había golpeado a Rosalie había sido cuando Jack tenía veintidós años, y él
molió a golpes a su padre. Ahora que lo pensaba, solo Kerr había estado en
defensa de su padre esa noche. Stu se había recostado y observado todo el
asunto.
Jack había pensado que era porque no le importaba.
Pero tal vez había disfrutado viendo a Jack derribar a su padre.
Su cabeza dio vueltas cuando comenzó a ver el pasado a través de ojos
nuevos.
Una cosa era segura: sería mucho más fácil convencer a su madre de
que dejara a Ian ahora que hace un año.
—Creo que mamá ha estado esperando esta oportunidad durante
mucho tiempo.
134
16
Emery
—Las donaciones han finalizado —anunció Hague sin saludar. La
llamada de Hague cuando cerré la tienda por el día fue una distracción
bienvenida.
Me preocupaba Jack y Rebecca. Las noticias viajaban rápido en
Hartwell, por lo que sin duda escucharía algo pronto, pero no saberlo era
exasperante. Y odiaba que aún me preocupara tanto por lo que le pasaba a
Jack Devlin.
Esta noticia de Hague me levantó el ánimo mientras caminaba por el 135
paseo marítimo hacia casa.
—Eso es maravilloso.
—Y todo fue anónimo, tal como querías.
—Excelente.
—En cuanto a lo que queda, tengo algunos papeles para que revises y
firmes. Quiero asegurarme de que estés satisfecha con las opciones sobre
acciones que he seleccionado en tu nombre. El dinero que no estás
invirtiendo, como se mencionó, se ha dividido entre varias cuentas de ahorro
de alto interés, y las moveremos dependiendo de las tasas de interés
cambiantes. Por supuesto, te mantendremos informada de cualquier
movimiento. Y aún tienes todas las inversiones inmobiliarias de tu abuela en
su lugar. En ese sentido, la propiedad está oficialmente a la venta.
—Gracias, Hague. Lo digo en serio. De verdad. No podría haber hecho
esto sin ti. —Entré en la casa de la playa, sintiendo que al menos me quitaba
un peso de los hombros.
Durante años, me aferré a la herencia de mi familia y continué como la
accionista principal del Grupo Paxton. Sin embargo, no me gustaba esa casa y
detestaba esa compañía. Odiaba lo que me había quitado incluso antes de que
naciera. Y aunque no pretendía ser una defensora del cambio climático, no me
sentía cómoda siendo cómplice tan directo de la contaminación del aire.
La única razón por la que me aferré a la mansión y la empresa fue
porque le prometí a mi abuela que lo haría. Pero el peso de ambos me había
atormentado durante años. No fue hasta que escuché las historias de Jessica
y Dahlia que tuve una epifanía.
Hace unos meses, antes de que le dispararan a Dahlia intentando
proteger a Ivy, se había mostrado reacia a dejar que Michael volviera a su vida
debido a la culpa que sentía por la muerte de su hermana. Si bien la muerte
de Dillon no había sido su culpa, Michael estuvo una vez en una relación con
Dillon, y de ahí surgió la culpa de Dahlia.
Para ayudarla, Jessica nos había revelado su propio pasado. Descubrir
el trauma por el que había pasado Jess, y cómo se había desprendido de los
grilletes del pasado había sido esclarecedor. Jess era fuerte, no había
permitido que su pasado la definiera.
Por mucho que mi abuela hubiera sido la única familia que me cuidó,
también me había hecho daño a mí y a los demás a través de mí. El Grupo
Paxton no era el legado que quería para mí. Y me di cuenta de que no le debía 136
mi futuro a mi abuela.
Entonces, hice que Hague comenzara el proceso de venta de mis
acciones. La mayoría de los compradores se encontraron entre los accionistas
actuales que buscaban aumentar su participación en la empresa. Que
vendiera mis posesiones al costo hizo que se fueran rápido.
Valían la cantidad de dinero que la mayoría de la gente solo podía
imaginar en sus sueños.
Dividí la mayor parte entre mis organizaciones benéficas favoritas. En
su mayoría organizaciones benéficas para animales, niños y mujeres. Sin
embargo, también doné una cantidad fenomenal a una iniciativa de aire
limpio. Hablando acerca de aliviar algo de culpa.
Hague insistió en que guardara suficiente para mí como una manta de
seguridad sustancial, y vi la sabiduría en eso.
Pero ya no era multimillonaria.
Y era maravilloso.
La gente probablemente pensaría que estaba loca. Sin embargo, había
una diferencia entre ser millonario y ser multimillonario. Como
multimillonaria, tuve que esconderme. Hartwell comenzó como un lugar para
esconderse. Sí, ahora era mi casa, pero la gente me conocía con un nombre e
identidad falsos. Como multimillonaria, era difícil saber en quién podías
confiar. Era difícil saber si alguien te quería o solo te utilizaba para conseguir
tu dinero, para extraer el poder que viene de tener tanto.
Era agotador.
Era solitario.
Y sabía que era la principal razón por la que no busqué activamente una
relación romántica.
—¿Necesitas que vaya a la ciudad a firmarlos? —pregunté, recogiendo
mi correo del suelo mientras deambulaba por el espacio abierto hacia mi
cocina.
—No, haré que los envíen por correo. Si tienes alguna pregunta,
llámame y la revisaremos.
—Estupendo. Gracias, Hague.
—De nada, Emery. Espero que esta decisión te haya traído algo de
tranquilidad.
137
—Lo hizo. —Ya no estaba encadenada a esa vida. Verdaderamente.
Anónima. Ya no era de interés para el mundo.
—Bien. Hablaremos pronto.
Colgamos, y una sonrisa leve se dibujó en mis labios.
Finalmente era libre.

Estaba en el porche, disfrutando de una taza de té, cuando escuché el


golpe de la puerta por encima del sonido de las olas.
Tan perdida pensando en mi nuevo futuro, me sobresalté mucho y
derramé té caliente en mi regazo.
Maldiciendo por lo bajo, entré en la casa hasta la puerta principal.
—Emery, ¿estás en casa? —La voz profunda de Jack sonó a través de la
pantalla mosquitera.
Una parte de mí se sintió aliviada al escuchar su voz; otra parte
desconfiaba de que él viniera a mí ahora. La parte que se preocupaba por él
ganó, y me apresuré a abrir la puerta.
Los ojos de Jack se entrecerraron tan pronto como me vio.
—¿Estás bien? Te tomaste un tiempo para responder.
—Estaba en el porche. No te escuché sobre las olas. ¿Estás bien?
Apoyó las manos a cada lado de la jamba de mi puerta.
—¿Puedo entrar?
Por un lado, quería saber cómo estaba Rebecca. Por otro, me prometí a
mí misma que nunca más lo dejaría entrar a mi casa.
Al darse cuenta de mi indecisión, Jack bajó la voz a un nivel de
seducción que era completamente injusto.
—Por favor.
Así de fácil, maldije mi incapacidad para negarlo. Asentí, retrocediendo
para dejarlo entrar. No me quitó los ojos de encima a medida que entraba en
la habitación.
138
—¿Segura que estás bien? Pareces… no sé. Hay algo diferente en ti.
Me desconcertó que pareciera conocerme tan bien. Cerré la puerta,
dándole la espalda.
—Jack, ¿qué está pasando?
Cuando me di la vuelta, sus ojos se entrecerraron de nuevo.
—Em, ¿qué te pasa?
Pasé junto a él.
—Derramé té caliente en mi pierna justo cuando llamaste. —Señalé mi
regazo. Al ver la sospecha continua en sus ojos, señalé el sofá. No quería
discutir mis noticias con él. Quería sus noticias, y luego quería que se fuera—
. Toma asiento.
Pareció aliviado por la invitación, y tumbó su largo cuerpo en mi sofá.
Intenté ignorar lo masculino que parecía en mi cómodo lugar. Tomé asiento
en el extremo opuesto, tan lejos de él como pude.
Los labios de Jack se fruncieron ante la acción, pero no lo mencionó.
—¿Esto es sobre Rebecca?
Lo más educado habría sido ofrecerle algo de beber, pero no quería
darle la impresión de que podía quedarse.
Jack asintió. Inclinándose hacia delante, apoyó los antebrazos en las
rodillas.
—Em, me han mentido.
A partir de ahí, Jack me contó la historia de lo que en realidad sucedió
la noche que cambió la vida de su familia. Me dolía el corazón por Rebecca y
todo lo que había pasado, y sentí la confusión y la agitación de Jack al
descubrir un lado de Stu que no sabía que existía. Escuché el conflicto en su
tono mientras intentaba reconciliar al hombre que atacó a Bailey con el
hombre que había intentado proteger a Rebecca.
—Jack, no todo es blanco o negro —le recordé cuando se quedó en
silencio—. Stu no fue del todo malo. Eso está claro. Pero aun así se mantuvo
al margen y permitió que sus vidas se arruinaran para protegerse a sí mismo.
—Y a Becs. —Se inclinó hacia delante—. Sabía que Ian la culparía a ella
del asesinato, y a mí como su cómplice. 139
—¿Cómo? Las huellas dactilares en el arma eran de Stu.
—Él plantaría las de ella en su lugar.
Asentí pensativamente.
—Tu padre realmente es la mucosidad con flema en la pila de mierda
que vive en los engendros del infierno, ¿no?
Los labios de Jack se torcieron con diversión.
—Ese es el insulto más colorido que he escuchado. Y sí, lo es.
—Lo siento. No puedes sentirte culpable por nada de eso. Todo lo que
hiciste fue intentar proteger a tu hermana. Y ahora ya no tienes que hacerlo.
Debes estar muy orgulloso de ella por tener el coraje de presentarse.
—Lo estoy. —Su voz era ronca y bajó la mirada al suelo—. Podría
enfrentar tiempo por esto, y está en paz con eso.
—¿Y qué hay de ti? ¿Qué hará Ian?
—Él no querrá mancillar el nombre de la familia más de lo que ha sido.
Dejará que Stu asuma la culpa legítima del asesinato. —Miró hacia arriba
ahora, su expresión se endureció—. Pero voy a derribar a Ian, Em. Tengo
pruebas.
Mi corazón tartamudeó.
—¿El tipo de evidencia que también podría implicarte a ti?
—Solo ofreceré mi cooperación a cambio de inmunidad.
Me relajé.
—Bien.
—¿Eso significa que aún te importa lo que me pase?
Tomé aire.
—Jack… siempre me preocuparé por ti.
Se inclinó hacia mí y se humedeció los labios como si estuviera
nervioso. Lo cual parecía extraño porque Jack nunca estaba nervioso.
—Em… cuando esto termine, seré libre. No… no habría ninguna razón
para que no le demos una oportunidad.
De repente entendí su nerviosismo.
140
Quería arrojar mis brazos alrededor de él. El impulso surgió de una
parte de mí que se aferraba a la esperanza de que algo se desarrollara entre
nosotros. Pero él me cortó hasta el fondo el verano pasado. Me abrí a él de una
manera que no estaba segura de poder volver a hacer… y me rechazó. Y luego
siguió durmiendo con la hermana de Bailey. Y otras mujeres. Como la morena
en el Carnaval de Invierno.
Su rechazo y deserción, sin importar sus razones, no solo habían dolido.
Me había cortado lo suficientemente profundo como para dejar una
cicatriz.
Solía confiar en Jack con mi corazón.
No podría explicar por qué. Solo lo hacía.
Ya… ya no confiaba en él así.
Y sin confianza, ¿cuál era el punto?
—¿Em?
—¿Qué pasó con eso de no querer nada permanente?
—Ambos sabemos que solo dije eso para alejarte. Para protegerte.
Levanté mi mirada para encontrarme con la suya y algo oscuro brilló
en sus ojos ante lo que vio en mi rostro. Su cabeza se sacudió un poco hacia
atrás, como si lo hubiera golpeado.
—Lo siento, Jack. Estoy feliz de que finalmente salgas de debajo de las
maquinaciones de tu padre. Pero nuestra… esta no es la relación que deberías
intentar reparar. Estamos más allá de eso. Yo… entiendo por qué hiciste y
dijiste las cosas que hiciste. Pero quedé humillada y rechazada. De nuevo. Y
claramente fue fácil para ti olvidarme, como lo demuestra la plétora de
mujeres con las que has estado a lo largo de todo esto. No confío en ti con mi
corazón. Lo siento.
Miró hacia otro lado, un músculo flexionándose en su mandíbula
mientras apretaba los dientes.
Verlo luchar dolió.
—Ve con Cooper. —Me puse de pie abruptamente, necesitando que se
fuera—. Por favor, ve con Cooper y habla con él. Cuéntale todo.
Jack se levantó lentamente con una tormenta de ira en los ojos. 141
—¿Crees que me perdonará cuando tú no puedes?
—Sí —respondí honestamente—. Tú y Cooper tienen una historia que
va más allá de cualquier cosa que tú y yo tuviéramos. No lo mires como si
decirle eso es una oportunidad para que obtengas algo de ello, míralo por lo
que es. Cooper se merece la verdad, te perdone o no. Él merece saber por qué
hiciste lo que hiciste. Por mucho que te dolió perderlo, ¿no crees que lo
destrozó? ¿No crees que se pregunta todos los días qué diablos te hizo hacerle
eso?
Una emoción feroz se reflejó en los ojos de Jack. Después de
contemplarme por lo que pareció un tiempo dolorosamente largo, asintió
bruscamente.
—Buena suerte, Jack. —Caminé hacia mi puerta y la abrí.
Preparándome, contuve la respiración mientras caminaba hacia él. No
me miró.
Justo cuando pensé que se iría sin despedirse, se detuvo a mi lado.
Nuestros ojos se sostuvieron, como dos imanes haciendo clic juntos.
Un escalofrío recorrió mi espalda.
—Lamento haber roto lo que había entre nosotros —dijo, con la voz
ronca por el sentimiento.
El dolor azotó mi pecho.
—Solo fue atracción, Jack —mentí.
Me dio una sonrisa burlona y angustiada.
—Solecito, ambos sabemos que fue algo mucho más profundo que eso.
Entonces se fue, salió de la casa rápidamente y bajó los escalones del
porche.
Cerré la puerta, bloqueándola.
Mientras escuchaba su auto salir de mi camino, dejé caer las lágrimas y
me prometí que sería la última vez que las derramaría por Jack Devlin.

142
17
Jack
Encontraron el cuerpo y la mancuerna. Su padre y Stu no los habían
enterrado en Hartwell en absoluto. Fueron enterrados en el bosque en algún
lugar entre Jimtown y Arabian Acres.
Por algún milagro, el sheriff mantuvo en secreto la noticia del hallazgo.
Unos días después, los forenses regresaron. Las huellas de Stu estaban
por toda el arma. Acusaron a Rebecca por complicidad, y Jack pagó su fianza.
Ese fue el alcance de la privacidad de la investigación. Se corrió la voz
de que el periódico local se enteró de la historia: estaría en todas las primeras
143
planas por la mañana.
Jack había pasado los últimos días ignorando las llamadas telefónicas
de Ian y consolando a su madre y a Jamie. Se sintió mal por no avisarles de lo
que estaba a punto de hacer. Pero no podía correr el riesgo de que Ian se
enterara.
—Entonces, ¿de qué querías hablar? —preguntó el detective Sullivan.
Se sentó en el borde de su escritorio, como si estuviera preparándose para
moverse en cualquier momento.
Estaban en la oficina del detective. Jack no había dicho que se trataba
de un asunto oficial cuando pidió hablar con el policía.
—Un caso hipotético —respondió Jack casualmente, como si su
corazón no latiera a una milla por minuto.
Sullivan se tensó muy ligeramente.
—De acuerdo.
—Por ejemplo, si alguien viniera a ti con años de pruebas que
demostraran que uno de sus ciudadanos es culpable de múltiples cargos de
extorsión, chantaje, fraude y agresión, pero tal vez fue cómplice de esas
actividades… ¿le otorgarías inmunidad por su cooperación?
Los ojos del detective se agudizaron. Luego respiró hondo antes de
cruzar los brazos sobre el pecho.
—La forma en que se supone que funciona es que necesitaríamos que
el fiscal del distrito concediera la inmunidad a esa persona. Pero tendríamos
que iniciar los procedimientos primero. Esa persona tendría que entregar las
pruebas que tenga sin saber si le hemos concedido la inmunidad.
Mierda.
—Pero… si un oficial de policía ofreciera la promesa de inmunidad al
testigo, entonces el fiscal se vería obligado a cumplir esa promesa. —Sonrió
levemente.
—¿Estás diciendo que es una promesa que harías?
La expresión de Sullivan se endureció con solemnidad.
—Esa es una promesa que definitivamente haría.
Tomando una respiración profunda, y dando uno de los mayores saltos 144
de fe en su vida, Jack se acercó a sus pies, donde había puesto la carpeta de
cuero con tres USB y algunos papeles en ella. La recogió y se la tendió a
Sullivan.
—Hay suficiente mierda ahí para encerrar a mi padre, Ian Devlin, y a
mi hermano, Kerr, por mucho tiempo. Y tendrás mi testimonio en la corte.
El detective tomó la carpeta.
—Entonces, será mejor que llevemos esto a una sala de entrevistas.
Necesitamos que se registre oficialmente mi promesa de inmunidad.
Jack se relajó y se puso tenso a la vez. Había algo tranquilizador y
genuino en Sullivan. Su instinto le decía que podía confiar en el tipo. Eso no
significaba que no estuviera tan jodidamente aprensivo de poner la pelota en
marcha para encerrar a Ian para siempre.

Salió de la estación del sheriff unas dos horas después, sintiéndose


agotado.
Detendrían a su padre inmediatamente.
Después de llamar a Rebecca para avisarle y advertirle sobre la historia
en el periódico por la mañana, Jack condujo hasta el bar Cooper's. Le tomó
quince minutos salir del auto, otros cinco para abrir la puerta del bar, solo
para que Kit, uno de los camareros de Cooper, le dijera que Coop estaba en
casa porque la doctora estaba enferma.
Jack se preocupó por lo que significaba enferma.
Además, no quería acercarse a la casa de Cooper porque la última vez
que había estado allí, se había estado follando a Dana.
Mierda.
El recuerdo aún le revolvía el estómago.
No podía hacer esto.
—No lo mires como si decirle eso es una oportunidad para que obtengas
algo de ello, míralo por lo que es. Cooper se merece la verdad, te perdone o no.
Él merece saber por qué hiciste lo que hiciste. Por mucho que te dolió perderlo,
¿no crees que lo destrozó? ¿No crees que se pregunta todos los días qué diablos
te hizo hacerle eso?
145
Cuando la voz de Emery llenó su cabeza, Jack sintió su dulce nitidez.
Ella tenía razón. Su Em era terriblemente sabia.
Lo suficientemente sabia como para no querer tener nada que ver con
él nunca más.
Volviendo a subir a su auto, se distrajo pensando en Emery Saunders y
por qué no se sentía como si su pecho se hundiera al saber que ella no quería
comenzar una relación con él. Reflexionó sobre ese pensamiento toda la
noche hasta que se dio cuenta de la verdad. No se estaba ahogando en una
botella de whisky por Emery porque, de hecho, no creía que fuera el final para
ellos.
Jack había esperado nueve años para estar con ella.
Esperaría el tiempo que fuera necesario para que ella volviera a confiar
en él.
Preocupado por cómo haría eso, se detuvo en la casa de Cooper. Esa
familiar ola de náuseas lo invadió de nuevo.
Obligándose a salir del auto, escuchó el ladrido del perro de Coop y Jess
desde el interior de la casa. Sus pasos eran lentos a medida que caminaba por
el sendero, pasaba junto a la camioneta de Coop y subía los escalones del
porche.
Justo cuando Jack llegaba al porche, la puerta se abrió y Jessica estaba
allí en pijama. Su piel se veía pálida y húmeda.
Se dio cuenta de lo jodidamente egoísta que era haber venido aquí
después de que le dijeran que Jess estaba enferma.
—Me iré —dijo.
Los ojos de la doctora se entrecerraron.
—¿Por qué estás aquí?
—Yo… eh… vine a hablar con Cooper, pero si este es un mal momento…
De repente, el perro, un golden retriever enorme, saltó junto a Jessica y
corrió directamente hacia Jack. Se rio entre dientes cuando la bestia se arrojó
sobre él, sus patas aterrizaron en el estómago de Jack mientras tropezaba
hacia atrás bajo la fuerza del entusiasmo del perro.
—Louis, abajo —dijo Jessica débilmente.
—¿Estás bien? —preguntó Jack, acariciando al perro en tanto trataba
146
de lamer cada centímetro de sus manos.
—Estoy bien. Cooper está arriba preparándome un baño.
—Yo debería…
—Adelante. —Se hizo a un lado—. Claramente tienes algo que decir, así
que deberías entrar.
—Puede que no te lo agradezca.
—Él no se enojará conmigo en este momento, por lo que tu momento
es perfecto.
—¿Debería preocuparme por ti? —Frunció el ceño cuando pasó junto
a ella y entró en la casa.
Se veía diferente.
Cuando Coop estaba casado con Dana, los muebles eran escasos y
modernos. No había desorden.
Ahora la casa lucía sin pretensiones y acogedora, llena de fotografías de
la boda de Coop y Jessica. Había un montón de libros tirados por ahí.
Jack sonrió para sí.
Este era definitivamente el tipo de hogar que Jack imaginaba para su
mejor amigo.
—¿Te preocuparías por mí si algo estuviera mal? —preguntó Jessica
mientras cerraba la puerta.
—¡Jess! ¿Quién está aquí? —La voz de Cooper llamó desde arriba.
—¡Un visitante para ti! —le contestó.
—Estaría preocupado —respondió Jack honestamente cuando su
mirada volvió a la suya.
Ella sonrió levemente.
—Creo que ya sabía eso de ti. Pero la evidencia ha sido contradictoria.
Jack asintió.
—Es por eso que estoy aquí.
Jessica levantó una ceja.
—Bueno, entonces… creo que iré a tomar ese baño y te daré un poco de
147
privacidad. Louis, ven conmigo.
El perro siguió a la doctora hasta las escaleras, y fue entonces cuando
Jack notó la ligera hinchazón de su barriga en la camiseta ajustada del pijama
que llevaba.
—Doc…
Ella le devolvió la mirada.
—¿Sí?
Tragó pesado, sintiendo un montón de emociones por su ex mejor
amigo.
—Felicidades.
Sus ojos se ampliaron ligeramente y se miró el vientre.
—Mierda. —Dio un resoplido de risa—. He estado usando ropa más
holgada cuando estoy en público. —Su expresión se volvió cautelosa—. No
queríamos que nadie más que amigos cercanos lo supiera. Hasta que
superemos la marca de las veintitrés semanas.
—Tu secreto está a salvo conmigo.
—Será mejor que así sea —gruñó Cooper desde el hueco de la escalera.
Jack había estado tan ocupado mirando a Jess que ni siquiera había
notado la aparición de Cooper.
—Eh… voy a tomar ese baño. —Jess pasó corriendo junto a su esposo,
dándole un apretón en el brazo mientras se alejaba.
Cooper le dirigió una mirada frustrada pero cariñosa.
—Llámame si me necesitas.
Tan pronto como la doctora y Louis se fueron, Cooper bajó las escaleras
restantes y caminó hacia Jack.
Jack se preparó.
Su estómago era un torbellino de nervios.
—¿Quieres decirme qué carajo estás haciendo en mi casa? —preguntó
Cooper casualmente. Pero su expresión era cualquier cosa menos casual.
Jack exhaló lentamente, obligándose a sostener la mirada de acero de
Coop. 148
—Rebecca ha sido acusada de complicidad en el asesinato de un
hombre llamado Caruthers.
Cooper retrocedió sorprendido.
—¿Qué?
—Unas pocas semanas… mierda, no sé ni por dónde empezar. —Jack se
pasó una mano por la cara—. Coop, no sé por dónde empezar.
Hubo un momento de silencio y luego algo pareció iluminar el rostro
de Cooper.
—¿Estás aquí… estás aquí para decirme por qué?
Tragó pesado.
—Sí. No estoy buscando nada de ti. Yo… solo… ahora estoy en
condiciones de decirte la verdad, y te mereces la verdad.
Un músculo se contrajo en la mandíbula de Cooper, pero no respondió.
Jack lo tomó como un permiso para continuar.
—Comenzaré por el principio… Dana.
La expresión de su mejor amigo se endureció.
—Ella había estado insinuándose por un tiempo. Entonces, un día me
llamó y me dijo que necesitaba hablar de ti. Que estaba preocupada. Entonces,
vine y ella me dijo toda esta mierda sobre cómo la estabas culpando por no
quedar embarazada.
Cooper dejó escapar un resoplido de irritación.
—Sabía que esa mierda no era verdad. Sabes que nunca me gustó.
—Y aun así te la follaste.
Jack miró hacia otro lado, los recuerdos del pasado bailando en sus ojos.
—Me agarró la entrepierna. Intentó iniciar el sexo. Me largué de allí. Me
dirigía a decírtelo cuando llamó Ian. Dijo que Rebecca había matado a un
hombre que había intentado violarla. Y Stu la ayudó a enterrar el cuerpo. Solo
tenía diecisiete años.
Las facciones de Cooper se aflojaron por la sorpresa.
—¿Qué carajo?
—Sabes que ella no es suya, Coop.
149
Era una de las pocas personas en la ciudad que sabía que Rebecca no
era la hija de Ian Devlin.
—A él no le importaba un carajo. Pero él sabía que a mí sí. Así que, la
envió a la escuela en Inglaterra, y me chantajeó para que renunciara a mi vida
entera y me alineara a ellos.
—¿Te chantajeó cómo?
—Dijo que entregaría a Rebecca a la policía, y plantaría pruebas de que
fui yo, no Stu, quien la ayudó a enterrar el cuerpo.
—Mierda por Dios. —Cooper tropezó con su sofá, desplomándose en
él, con la cabeza entre las manos—. Maldita sea, Jack. ¡Mierda! —Lo miró
fijamente, indignación escrita en toda su cara—. ¿Por qué diablos no me
dijiste?
Al ver y escuchar la rabia en la voz de Coop, la garganta de Jack se cerró
por la emoción.
Emery tenía razón.
Su deserción había arruinado a Coop tanto como lo había arruinado a
él.
—No podía hacerte eso. No podía tener este secreto colgando sobre tu
vida. ¿Sabes lo que fue para mí, conducir por esta ciudad, preguntándome
dónde estaba ese maldito cuerpo, preguntándome cuándo el yunque se
derrumbaría para arruinar a Becs, a mí, a mi madre? Y si lo sabías… serías
cómplice, Cooper, y te llevaría con nosotros. No podía permitir eso.
—¿Entonces qué hiciste? —Cooper se dio cuenta—. ¿Eh? Dilo.
—Me seguías preguntando qué estaba mal. Seguiste presionando. —
Jack se encontró agitado al recordar—. Sabías que estaba jodido, que había
vendido mi empresa, comenzado a trabajar para un hombre que odiaba. No lo
dejarías pasar. Sabía que no te detendrías. La única forma de mantenerte a
salvo era sacarte de mi vida. Y Dana… odiaba que no tuvieras idea de lo perra
desleal e intrigante que era en realidad.
—Así que, me lo mostraste.
Jack se estremeció ante la rabia subyacente en la voz de su examigo.
—Hice lo que pensé que era mejor para ti. 150
—Es por eso que nunca más te vi con ella. Por eso le advertiste a Jess
sobre mi licencia. Golpeaste a Stu por golpear a Bailey. Entonces, ¿qué diablos
fue Vanessa, eh?
Tragó pesado.
—Tenía que vigilarla. Cuando me di cuenta de que seguiría adelante
con la venta… la convencí para que aceptara la oferta de Tremaine.
La cabeza de Cooper se sacudió por la sorpresa. Se puso de pie,
señalando con el dedo:
—Eso queda entre nosotros. Bailey cree que su hermana hizo lo
correcto al final.
Jack suspiró.
—Tal vez Bailey debería saber de lo que es capaz su hermana para que
sepa que no debe confiar en ella.
—Jesús, maldita sea —repitió Coop mientras paseaba por la sala de
estar—. ¿Y Rebeca? ¿Ha sido acusada?
—Coop, me mintieron. —Jack cruzó los brazos sobre su pecho—.
Rebecca fue… —Decir eso aún lo enfermaba de culpa—. El tipo la estaba
violando. No hubo intento. Él lo hizo. Ian descubrió más tarde que lo buscaban
por múltiples violaciones en diferentes estados.
Cooper parecía tan devastado como se sentía Jack.
—Oh, mierda. La pequeña Becs.
Jack se tragó la emoción que amenazaba con explotar fuera de él. Miró
al suelo, tomándose un minuto.
—Jack, ¿qué pasó?
—Stu la escuchó gritar pidiendo ayuda en la casa de la piscina. Vio al
tipo violándola, y lo golpeó en la cabeza con una mancuerna. Repetidamente.
—Jack miró hacia arriba y encontró la expresión de sorpresa de Cooper
nuevamente—. Él solo estaba intentando protegerla.
Coop asintió, aturdido.
—Rebecca llegó a casa hace unos días y fue al sheriff. Confesó.
Encontraron el cuerpo y el arma. Tiene las huellas de Stu por todas partes.
Acusaron a Becs de complicidad. Está en libertad bajo fianza.
151
—No puedo creer esto. —Cooper negó con la cabeza—. Quiero decir,
sabía que tenía que ser algo, pero asesinato… mierda.
—Quiero que me perdones. —Las palabras salieron de Jack antes de
que pudiera detenerse.
Los ojos de Cooper se entrecerraron.
—No lo espero. No te lo estoy pidiendo. Pero lo quiero.
Su amigo lo miró. En realidad, lo miró. No había dureza ni ira. Pero
había un montón de cansancio en los ojos de Cooper.
—Antes de Dana, te consideraba el hombre más sincero que hubiera
conocido.
Jack se estremeció.
—Me alegro de que me lo hayas dicho, Jack. Sin embargo, eso no
significa que entiendo tu razonamiento. Éramos hermanos. Habría hecho
cualquier cosa por ti. Y tal vez si me hubieras dicho lo que estaba pasando,
podría haberte ayudado a resolverlo. Devastaste mi vida. ¿Crees que al final
me importó que me engañara? No. Me importó que me engañara contigo. Que
me traicionaste. ¿Y ahora descubro que todo fue para alejarme, protegerme?
No sé si lo entiendo. No sé si alguna vez lo haré.
La esperanza de Jack se desinfló.
No se había dado cuenta de cuánto necesitaba ese perdón de Coop.
Ni él ni Emery confiaban en él.
Jack sabía que merecía las consecuencias de sus acciones. No lo hizo
más difícil de tragar.
—Debería dejarte volver con Jessica. —Se dirigió a la puerta principal.
—Jack.
Miró por encima del hombro a Cooper. Su amigo exhaló lentamente.
—Si hubieras venido a mí antes de conocer a mi esposa, te habría
pateado el trasero sin importar cuál fuera la verdad.
Jack esperó mientras Cooper se pasaba una mano por el cabello.
—Pero supongo… supongo que no sé si no hubiera hecho lo mismo,
alejarte para protegerte en parte, quiero decir. La parte de dormir con mi 152
esposa fue simplemente jodida.
—No estaba… no es una excusa… simplemente… no estaba en mis
cabales, Coop. Estaba en un lugar jodido.
—Sí, me lo puedo imaginar. —Dio un paso hacia Jack—. Por suerte para
ti, he llegado a encontrar una especie de gratitud retorcida en los últimos años
por tus acciones. Porque si no lo hubieras hecho, podría haber estado con
Dana cuando Jess se mudó a la ciudad.
Esa esperanza creció en Jack.
—No sé si alguna vez será lo mismo entre nosotros… pero te perdono,
Jack.
Las lágrimas que intentó desesperadamente contener iluminaron sus
ojos.
Cooper lo vio y los suyos brillaron, sus labios pellizcando con fuerza.
—Lo siento mucho, Cooper. Lo siento tanto, maldita sea —se atragantó.
—Sí, puedo ver eso. También lo siento. Por lo que le pasó a Rebecca.
Por lo que te pasó.
Jack asintió agradecido, temiendo que, si hablaba, comenzaría a llorar.
Salió de la casa de Cooper, y se apresuró a bajar los escalones del porche.
Estaba a punto de subirse a su auto cuando Cooper lo llamó.
Jack miró hacia arriba para encontrar a su amigo de pie en el porche,
con el ceño fruncido pensativo estropeando su frente.
—¿Sí?
—No puedo hacer ninguna promesa… yo… esta mierda llevará
tiempo… pero… ¿por qué no pasas por el bar antes de que abra en algún
momento? Si necesitas hablar.
Fue una oferta generosa.
E hizo que Jack extrañara a su viejo amigo aún más que antes.
—Podría aceptarlo, Coop.
Cooper le dio un fuerte asentimiento y regresó a su casa para estar con
su esposa embarazada.
Su esposa embarazada, a quien Jack sabía que en parte tenía que
agradecer por la disposición de Cooper a perdonar.
153
18
Emery
Apenas dormí esa noche. Tenía la esperanza ferviente de que Cooper
hubiera sido más receptivo con Jack que yo. A pesar de mi necesidad de
proteger mi corazón, no quería que él sintiera que no era digno de perdón.
Era contradictorio, lo sé.
Sin embargo, mientras manejaba hacia la casa de alquiler de Ivy en
Johnson's Creek, consideré ofrecerle mi amistad a Jack. Significaba que podía
mantener mi corazón a salvo de él y aun así extender el perdón. Una oferta de
amistad le haría saber que no creía que tuviera mala reputación. Que tal vez 154
la confianza entre amigos podría florecer de nuevo.
Como la mayoría de Hartwell, las casas en Johnson's Creek eran todas
blancas revestidas con toldos de colores brillantes y porches anticuados.
Excepto que la mayoría de las casas eran más grandes que muchas casas en
Hartwell. Además, en realidad no era un arroyo 2 sino un lago.
Como la mayor parte de South Hartwell, aquí era donde estaba el
dinero. Algunas casas en Johnson's Creek eran segundas casas de vacaciones.
La casa de dos pisos de Ivy era una de las más pequeñas, aunque era un poco
más grande que mi casa en la playa. La parte delantera daba al barrio, como
la mayoría de las casas, y la trasera daba al lago.
Aparqué en el camino de entrada de Ivy y ella abrió la puerta antes de
que yo pusiera un pie en el porche. Decir que estaba sorprendida de verme
era quedarse corto. Me invitó a pasar, me guio a través de una sala de estar de
planta abierta muy parecida a la mía y al porche que daba al lago. Su casa
estaba encaramada en una pendiente sobre el agua, y pude ver que tenía su
propio muelle privado.

2 Creek: arroyo. De ahí el nombre Johnson´s Creek.


Suspiré para mis adentros ante el sol que brillaba sobre el agua. Ella y
yo teníamos la suerte de despertarnos con magníficas vistas.
Después de que ella regresó con una limonada fría para mí, nos
sentamos en su salón bistró de mimbre blanco y contemplamos en silencio el
lago. La gente hacía esquí acuático en la distancia.
—Entonces, ¿qué te trae por aquí, Emery? ¿Te envió mi madre? —
preguntó.
Sabía que ella e Iris no habían resuelto sus problemas. Aunque Ivy se
había quedado con sus padres durante meses después de la muerte de su
prometido, y había regresado con sus padres después de que Freddie Jackson
la atacara en su apartamento, todavía existía distanciamiento entre ellas.
Sobre todo porque Ivy se negaba a decirle a Iris qué había pasado
exactamente entre ella y Oliver Frost. Había alejado a sus padres antes de que
él muriera, prácticamente eliminando a todos de su vida. Y luego, cuando tuvo
una sobredosis y todo salió en los periódicos, Ivy había regresado a Hartwell
para esconderse.
Fue una lástima. Era una guionista maravillosa. Había visto la película
por la que ganó un premio de la Academia y sus habilidades para contar 155
historias eran mágicas. Iris me había dado una lista de todas las películas que
Ivy había escrito y me encantaron. Era algo fatalista pero absolutamente
romántica al mismo tiempo. Era una combinación convincente.
La inteligencia y la cautela brillaban en sus grandes ojos oscuros. Me
sonrojé un poco bajo su intensidad. Ivy era impresionante. Sus ojos se
inclinaban ligeramente hacia arriba y luego se entrecerraban hacia la esquina.
Ella usaba rímel hoy, haciéndolos parecer aún más grandes. Su piel suave y
bronceada era envidiablemente perfecta, sus pómulos altos como los de una
estrella de cine y su boca pequeña pero llena. Desde el ataque, Ivy se había
cortado el largo cabello negro azabache por encima de los hombros que ahora
pendía en ondas despeinadas alrededor de su rostro. Iris e Ira no sabían
mucho sobre los verdaderos padres de Ivy más allá del hecho de que su madre
era filipina.
Si hubiera conocido a Ivy en uno de sus eventos repletos de estrellas en
Hollywood, no habría podido hablar con ella. Era el tipo de belleza que te
detenía en seco. Y cuando estaba toda glamorosa, era intimidante.
Incluso ahora, vestida con vaqueros y una camiseta, había algo
intocable en Ivy.
—¿Y bien? —Levantó una ceja antes de tomar un sorbo de limonada—
. Te estas sonrojando. Mi madre definitivamente te puso en esto.
Fruncí el ceño.
—¿Por qué Iris me enviaría a verte?
—Porque ya no estoy bajo su techo y su nariz se crispa. —Los labios de
Ivy se torcieron—. Está preocupada por mí. Todo el tiempo.
—Bueno, se supone que las madres deben preocuparse por sus hijas.
Deberías estar agradecida por eso. —Hice una mueca porque sonaba casi
acusatorio.
—Estoy agradecida. Pero también soy una mujer adulta que no necesita
que su madre envíe espías.
—No soy una espía.
—Entonces, ¿por qué te sonrojas?
—Es lo que hago. Especialmente con gente que no conozco muy bien.
—Correcto. En realidad, ya lo sabía. —Me estudió cuidadosamente—.
Aunque no lo entiendo. Quiero decir, te has visto, ¿verdad? Tienes Hollywood
156
escrito por todas partes.
Bufé de vergüenza.
—Oh, sí, soy la quintaesencia de Hollywood.
Se rio de mi sarcasmo.
—No en personalidad. Y no le recomendaría ese mundo a nadie, y
mucho menos a alguien tan tímido como tú, pero eres hermosa y la cámara te
amaría.
—¿Eso es todo lo que se necesita?
Ivy frunció el ceño.
—No. No para la mayoría de los actores más grandes y respetados.
Tienes que ser capaz de actuar. Pero también debes tener ese cierto algo.
Carisma. No puedes engañar al carisma. Algunos de los actores de aspecto
más promedio tienen carisma y eso trasciende la buena apariencia. Ya sabes…
son naturalmente sexy. Y nada es más sexy que un chico que puede tomar lo
que has escrito y hacerlo tan real, que tu corazón se siente como si fuera a
estallar fuera de tu pecho al verlo. —Miró el lago, sonriendo suavemente para
sí misma.
—¿Saliste con actores mientras estabas allí? —pregunté
tentativamente, sin estar segura de que fuera un tema que ella quisiera tocar.
Me lanzó una sonrisa maliciosa.
—Demonios, sí.
Me reí y su sonrisa se amplió.
Después de un momento de silencio sorprendentemente cómodo,
preguntó:
—Entonces, en serio, Emery, ¿por qué estás aquí?
—Para invitarte a almorzar hoy. —Me senté un poco más derecha—.
Las chicas vienen a mi tienda una vez a la semana a almorzar. Jess, Dahlia y
Bailey. Pensé que te gustaría unirte a nosotras.
Me contempló.
—Sabes, mi madre solía hablar de ti todo el tiempo. —Parecía un poco
avergonzada—. Estaba celosa de ti.
Sorprendida, solo pude mirar fijamente. 157
—¿Por qué?
—Tonto, ¿verdad? Yo estaba en Los Ángeles. Tenía el tipo de carrera
que muy pocas personas tienen en el cine. Novio estrella. Fama. Respeto. Bla,
bla, bla. Pero echaba de menos a mi familia. Echaba de menos este lugar. —
Hizo un gesto hacia el agua—. Echaba de menos el agudo ingenio de mi madre.
Y extrañaba a Bailey y cómo podía convertir el evento más banal en una
historia que te tenía rodando por el suelo de tanto reír.
Compartimos una sonrisa afectuosa por nuestra amiga.
—Y mamá hablaba mucho de ti. La dulce y tímida dueña de la librería.
Me di cuenta de que sentía una protección maternal por ti, y lo admito, no me
gustó. Infantil, ¿eh?
Pensando en cómo no había querido compartir a mis amigas con Ivy,
negué con la cabeza.
—Entiendo.
—Diré una cosa de mamá… ella siempre tiene razón sobre las personas.
Tiene ese instinto visceral, ya sabes. Y si mamá piensa que son buenas
personas, entonces son buenas personas. —Se levantó—. Me encantaría ir a
almorzar contigo.
Sonreí, contenta de que mi decisión de exponerme con Ivy hubiera
valido la pena.

Mis amigas entraron juntas a la librería, charlando como locas con una
nube de intensidad flotando sobre sus cabezas. Se detuvieron abruptamente
al ver a Ivy de pie en las escaleras que conducían a la zona de asientos.
—Ivy. —Bailey caminó hacia ella primero—. Estás aquí.
—Emery me invitó. Espero que no les moleste.
—Por supuesto que no. —Empujó a Ivy hacia las sillas y se volvió para
articular «gracias» a mí.
Sonreí y me encogí de hombros mientras tomaba un plato de
sándwiches del mostrador.
Jess se acercó y puso su brazo a mi alrededor. 158
—Eso fue dulce de tu parte —susurró.
—Ella necesita buenos amigos. —La miré con atención. Jess estaba
pálida—. ¿Cómo estás?
—He estado lidiando con náuseas matutinas, aunque maldigo a quien
las haya llamado así porque ocurren en cualquier momento del día. Sin
embargo, hoy me siento bien. Hasta cierto punto. —Jess levantó un periódico
enrollado—. ¿Has visto esto?
Negué con la cabeza, mi corazón latía con nerviosismo.
Pensé que ya sabía lo que había allí.
—¿Bebidas? —pregunté a todas mientras se sentaban en los sillones y
en el sofá, ya sumergiéndose en los sándwiches.
—Las tomaremos más tarde. —Bailey señaló una silla vacía—. Siéntate,
siéntate. Hay noticias en marcha.
—¿Qué está pasando? —Ivy le dio un mordisco a un canapé y gimió—.
Oh, Dios mío —dijo con la boca llena.
Dahlia se rio entre dientes.
—Sí, los almuerzos de Em son los mejores.
—Sí, no estás bromeando. Emery, ¿por qué no estás haciendo catering?
Dios mío. Estos son mejores que los que tuve en las deslumbrantes fiestas de
Los Ángeles.
—Si no dejas de halagarla, estallará en llamas —bromeó Dahlia.
Le lancé una mirada falsa de descontento.
—Está bien, gente, sí, Em puede hacer un canapé bueno… ¿podemos
concentrarnos? —Bailey hizo un gesto a Jessica—. Periódico.
Jess lo abrió y lo aplastó sobre la mesa.
En la portada del Hartwell County Chronicle había dos fotografías: una
de Rebecca y la otra de Stu. El titular decía «ASESINATO EN EL PASEO
MARÍTIMO DE HART».
—Bueno, eso es dramático —murmuré.
—Dramático. —Bailey se movió hacia adelante en su asiento—.
Rebecca Devlin fue violada hace casi cinco años y Stu Devlin, intentando
proteger a su hermana, asesinó al tipo. Confesó haber ayudado a Stu a 159
enterrar el cuerpo y el arma homicida. El tipo era buscado por violación en
varios condados.
—Se vuelve aún más complicado. —Jess suspiró—. Esto queda entre
nosotras.
Todas las chicas asintieron ansiosamente.
—Jack vino a ver a Cooper.
Contuve la respiración.
—Le contó todo a Cooper. Incluyendo el hecho de que Ian Devlin sabía
sobre esto. —Hizo un gesto hacia el periódico—. Pero le mintieron a Jack. Le
dijeron que Rebecca había matado a Caruthers antes de que él pudiera
violarla, que lo encubrieron y que si Jack no se unía a ellos, Ian le diría a la
policía lo que Rebecca había hecho. Y mentirían y dirían que fue Jack quien la
ayudó, no Stu.
—Santa mierda —susurró Dahlia—. No debería saber esto. Si Michael
lo supiera, tendría que arrestar a Jack por no notificar a la policía sobre el
crimen.
Los ojos de Jess se abrieron de par en par.
—Oh, Dahlia… yo…
—No puedes decírselo a Michael. —Las palabras se escaparon de mi
boca antes de que pudiera detenerlas. Se estremecieron ante la casi histeria
en mi tono—. Tendrías que decirle que yo también lo sabía.
—¿QUÉ?
Me estremecí.
Oh, diablos.
¿Qué acababa de hacer?
—¿Lo sabías? —dijo Bailey mientras me miraba boquiabierta como un
pez privado de oxígeno—. ¿Cómo sabías?
No podía creer que acababa de soltar eso. ¿Qué diablos estaba
pensando? Me sonrojé y me tapé los ojos con la mano.
—Oh, mierda de pulga en un excremento de perro.
—¿Acaba de decir lo que creo que dijo? —susurró Bailey, con una risa
sorprendida en su voz. 160
—¿Emery? —Jess apoyó su mano en mi brazo.
La miré a través de mis dedos.
—Lo sé desde hace un año —susurré.
El silencio cayó sobre la mesa.
—Está bien. La hermandad es lo primero —anunció Dahlia—. Todo lo
dicho en esta sala se queda en esta sala.
—Eso no es justo para ti —dijo Ivy—. Michael es tu hombre. No
deberías tener que ocultarle cosas.
—Aunque para jugar al abogado del diablo, claramente Michael ocultó
esto… —Bailey asintió hacia el periódico—, de ti. No sabías nada de esto antes
del artículo de noticias, y dice que Michael está al frente de la investigación.
Dahlia contempló eso.
—Cierto. Quiero decir, sabía que algo estaba pasando porque estaba
distraído y me dijo que tenía un caso interesante en el trabajo… pero no me
dio los detalles. Pero si prefieren que me vaya, puedo hacerlo.
—No vas a irte. —Bailey negó con la cabeza—. A menos que quieras.
La mirada de Dahlia vino a mí.
—Me quedaré. No es como si Jack o Emery estuvieran involucrados en
el asesinato real. Y claramente Jack estaba siendo chantajeado, así que…
Todas me miraron.
—Se los diré después de que Jess termine de contarnos sobre Jack y
Cooper.
Quería saber si Cooper lo había perdonado.
—Por supuesto. —Jess suspiró—. Ian chantajeó a Jack. Por eso
abandonó su negocio. Y aparentemente, Cooper siguió presionando a Jack
para que dijera la verdad. Jack no quería que Coop lo supiera porque no quería
que cargara con ese conocimiento. Él estaba mal. —Jess frunció el ceño—. De
una manera realmente mala y obviamente no pensando con claridad. Eso es
lo que le recordé a Cooper. De todos modos, Jack le dijo a Cooper que Dana
estaba coqueteando con Jack antes de que todo esto pasara…
—Es cierto —intervine sin pensar.
Todas me miraron boquiabiertas confundidas. 161
Maldita sea. ¡Estaba soltando todos mis secretos en estos días!
—Yo… eh… Jack y yo hablamos de eso en ese entonces. Necesitaba que
le aseguraran que decirle a Cooper era lo correcto.
—¿Tú y Jack hablaron entre ustedes? —Bailey levantó las manos—.
¿Qué está pasando? ¿Estoy en un universo alternativo?
—Está bien, está bien, claramente Emery es una mujer con muchos
misterios —dijo Dahlia—. Pero dejemos que Jess termine.
Jess se sacudió los pensamientos que estaba teniendo mientras me
miraba boquiabierta.
—De todos modos… antes de que Jack pudiera contarle a Coop sobre
Dana, todo esto sucedió con Rebecca. Cooper estuvo detrás de Jack todo el
tiempo al respecto, por lo que Jack decidió que necesitaba alejar a Cooper.
—¡Oh Dios mío! —Bailey jadeó ruidosamente—. Él lo preparó. Lo
arregló deliberadamente para que Cooper lo encontrara con Dana. ¡Oh Dios
mío!
—Sí, exactamente.
—Eso es jodido. —Ivy negó con la cabeza, con los ojos muy abiertos por
la sorpresa, incluso mientras tomaba otro canapé.
—Pensó que estaba protegiendo a Cooper —lo defendí.
Bailey se quedó boquiabierta.
—Está bien, Jess, date prisa con tu historia porque empiezo a sospechar
que Emery Saunders está enamorada de Jack Devlin y apenas puedo
contenerme.
Abrí la boca para negar el reclamo, pero Jess continuó.
—Bueno, Bails, es posible que no te guste la siguiente parte.
—¿Por qué?
—Jack me advirtió sobre la licencia de licor de Cooper. También le dio
una paliza a Stu por pegarte a ti.
La expresión de Bailey se suavizó.
—Lo sabía.
—Pero… —Jess exhaló lentamente—. También se acostó con Vanessa 162
para vigilarla. Iba a vender sus acciones a Devlin. Jack la engatusó para que
aceptara la oferta de Tremaine en su lugar.
Las mejillas sonrojadas de Bailey palidecieron.
—¿Qué?
—Lo lamento. —Jess le dirigió una mirada comprensiva—. Pensé que
deberías saber… deberías saber que no se puede confiar en Vanessa.
Todas guardaron silencio por un momento mientras Bailey miraba su
regazo.
Me dolió el corazón por ella.
Cuando Vanessa se acercó a Ian Devlin con la propuesta de que él
comprara sus acciones en la Posada Hart, todos pensamos, por el hecho de
que terminó vendiéndolas a Tremaine, que había sido su plan maestro todo el
tiempo lograr que Tremaine diera un paso adelante por su hermana. Que
nunca pondría en peligro la posada de Bailey vendiéndola a Devlin.
Mi corazón también dolió por Jack. Estaba tan enojada con él por lo de
Vanessa. Aún lo estaba. Pero saber que la había usado para proteger a Bailey
arrojó luz nueva sobre la situación.
—De acuerdo, está bien. —Bailey se encogió de hombros con tristeza—
. Supongo que eso no debería sorprenderme… entonces… ¿qué pasó entre Jack
y Cooper?
—Bailey…
Bailey interrumpió a Dahlia.
—Quiero digerir esta noticia más tarde, si está bien.
—Por supuesto.
Jessica se aclaró la garganta.
—Bien, bueno… Cooper. —Sonrió suavemente—. Cooper le dijo a Jack
que si alguna vez necesitaba hablar, debería pasar por el bar.
¡Era una noticia maravillosa!
—¿En serio?
Jessica me sonrió.
—Cooper está un poco confundido por todo esto, pero lo hablé con él…
ha perdonado a Jack y creo que quiere ver si su amistad puede salvarse. 163
Extrañaba a Jack. Lo afligía. Creo que ambos se afligían mutuamente. Tienen
un vínculo, una conexión. Es posible que nunca vuelvan a tener la facilidad de
antes, pero creo que a Cooper le gustaría intentarlo. No quiere que lo que pasó
con Dana tenga poder sobre su vida. Y a pesar de lo jodido que fue el
pensamiento de Jack, creo que Cooper está intentando entender.
—Eso es maravilloso —dije. Estaba tan feliz por Jack.
—Lo es —coincidió Bailey, su expresión se agudizó—. Entonces,
señorita Saunders… ¿por qué no nos habla sobre usted y Jack y por qué todas
las miradas anhelantes que he presenciado en los últimos años de repente
parecen ser parte de una historia más profunda?
Miré a mi alrededor a los rostros inquisitivos de mis amigas. Ivy parecía
curiosa. Dahlia estaba frunciendo el ceño. Jess parecía preocupada. Y Bailey
parecía lista para saltar de su asiento con emoción.
Esto era mi maldita culpa.
No importa lo que mi corazón me dijera, parecía que no podía dejar de
preocuparme por Jack o querer protegerlo. ¿Qué estaba mal conmigo?
Exhalé lentamente.
—Bueno… creo que empezó en el momento en que Jack y yo nos
conocimos…

164
19
Jack
—Jack, este es el agente Chen y la agente Underwood. —Sullivan
presentó a Jack cuando entró en su oficina.
Había llamado a Jack para informarle que los cargos de extorsión de Ian
eran delitos federales, lo que significaba que los federales se estaban haciendo
cargo del caso de Michael y querían entrevistar a Jack.
El agente Chen dio un paso adelante.
—Llevemos esto a una sala de entrevistas. 165
El comportamiento del chico era preocupantemente inexpresivo.
Jack lanzó una mirada a Sullivan.
El detective le hizo un gesto de tranquilidad.
Minutos más tarde, Jack se sentó frente a los dos agentes, su reflejo
mirándolo ceñudo desde el espejo de dos vías detrás de los federales. Pasaron
por las formalidades de iniciar la grabación formal.
La agente Underwood, una mujer mayor y bonita con piel oscura, se
inclinó hacia adelante.
—Señor Devlin, entendemos que te prometieron inmunidad por tu
cooperación. Permíteme asegurarte que la promesa de inmunidad a cambio
de tu testimonio como testigo sigue en pie con la Agencia.
Se relajó muy ligeramente.
—Bueno saberlo.
A partir de ahí, pasó la siguiente hora repasando todo lo que ya le había
dicho a Michael Sullivan. La experiencia no fue menos agotadora. Cuando lo
liberaron, Jack no quería nada más que ir al bar Cooper's y tomarse un whisky.
Pero no estaba seguro de si la oferta de Cooper se mantenía tan pronto
después de su confesión.
El sonido del nombre de Jack lo detuvo justo cuando estaba a punto de
abrir la puerta para irse. Se volvió y vio a Sullivan bajar los escalones a toda
prisa.
—¿Estás bien? —preguntó bruscamente.
Jack asintió.
—Solo un aviso. —Sullivan se inclinó, bajando la voz—. Los federales
están trabajando para congelar los activos de tu padre y tu hermano, pero por
ahora pagaron la fianza.
Jack se tensó.
—¿Qué diablos? Pensé que la fianza se fijaría en una cantidad
imposible.
Sullivan hizo una mueca.
—El juez de la fianza fue el juez Kent.
La ira lo atravesó por la noticia.
166
—Te di pruebas de que Kent ha estado aceptando sobornos de Ian
durante años. ¿Por qué diablos se le permitiría fijar la fianza?
—Porque los federales no pueden avanzar con esa evidencia todavía.
Lo lamento.
—¿Cuánto tiempo hasta que se congelen sus activos?
—Debería suceder hoy. Puede que ya haya sucedido. Una vez que lo
haga, podrán despedirse de su elegante abogado defensor.
—Aun así… todavía están fuera hasta que esto vaya a juicio. —Reprimió
una maldición—. ¿Cómo protejo a mi madre ahora?
Rosalie se había negado a mudarse de la mansión a la casa de Jack en
South Hartwell, aterrorizada por Ian. Jack tenía la esperanza de que una vez
que su padre estuviera tras las rejas, podría convencer a su madre para que
diera ese paso.
—Mira, se supone que no debo hacer esto, pero si tu mamá quiere irse
de esa casa, puedo acompañarte a buscarla. En una aptitud no oficial. Como
amigo.
Jack agradeció la oferta pero no podía poner a Sullivan en esa posición.
—Gracias, pero yo… lo resolveré.
—Ten cuidado, Jack —advirtió Sullivan—. Ian sabe que la evidencia
está acumulada en su contra y parece el tipo de bastardo despiadado que no
aceptará esto con calma. Viene por ti, quiero que me llames inmediatamente.
No te ocupes de eso tú mismo. Llámame. Iré y le pondré unas esposas con
mucho gusto.
Jack asintió para despedirse, su corazón latía un poco más rápido a
medida que se dirigía a su auto.
—Mierda —espetó con frustración cuando lo alcanzó. Y entonces se le
ocurrió algo—. Rebecca.

Jack superó el límite de velocidad al conducir hacia su casa en North


Hartwell, donde se alojaban él y Rebecca. Ya se habían mudado allí, con la 167
esperanza de que Rosalie y Jamie se mudaran a la casa de South Hartwell.
Prácticamente volando del auto, Jack subió los escalones del porche de
tres en tres y se lanzó al interior de la casa.
—¡Becs! —gritó mientras corría a través del salón hacia la cocina.
Estaba vacío—. ¡Becs!
Sin respuesta.
Mierda.
Jack caminó por la cocina, planeando mirar arriba, cuando un pedazo
de papel clavado en el refrigerador le llamó la atención. Quitó el imán turístico
que lo sujetaba.
Fui a dar un paseo por la playa. Tengo mi celular si me necesitas.
—Becs
Jack metió la mano en el bolsillo de su traje para sacar su teléfono. La
quería de vuelta aquí donde pudiera vigilarla.
—Relájate. No hay nada que podamos hacerle a tu hermanita ahora que
no se haya hecho ya.
Ira, frustración, decepción, todo lo atravesó al escuchar la voz de su
hermano Kerr.
Jack se volvió hacia él.
Kerr se hallaba apoyado contra la puerta de la cocina, una sonrisa que
no llegaba a sus ojos en su rostro. Su furia era palpable.
A Jack no le importaba. Kerr era el mayor, el que debería haberlos
protegido de su padre. Pero era demasiado parecido al viejo. Egoísta hasta la
médula. Probablemente el por qué nunca se había casado. Gracias a Dios por
eso. Jack casi se estremeció al verlo. De todos ellos, Kerr era casi la viva
imagen de Stu. Y el recuerdo de Stu llenó a Jack de culpa, arrepentimiento y
confusión.
—No, a pesar de haber jodido todo, siento que la pequeña Rebecca ha
pasado por suficiente. Y para ser justos, probablemente pasará un tiempo en
la cárcel por esto, y cualquier cosa que le suceda en prisión será peor de lo
que podríamos hacerle. —Kerr se rio entre dientes, empujándose fuera de la
jamba—. Papá estuvo de acuerdo.
Jack miró fijamente a su hermano, sabiendo que su habilidad para no
reaccionar lo enojaba.
168
—¿Y? ¿Se supone que debo tener miedo de que hayas venido por mí?
El testigo estrella de tu caso. ¿Eres tan jodidamente tonto?
—Sabes que nos has jodido por completo, ¿verdad? —Kerr lo fulminó
con la mirada—. Recibimos la llamada de que congelaron todo. Mick Rooney,
ese bastardo baboso de mierda, está dejándonos a merced del viento.
Mick Rooney era su poderoso abogado defensor. Jack sonrió.
—Si no tienes el dinero para pagarle, ese es el trato.
—Eres un hijo de puta engreído. —La malicia brilló en los ojos de
Kerr—. Eso significa que no tenemos nada que perder. Nos vamos por esto.
Probablemente durante mucho tiempo… así que también podríamos
derribarte antes de irnos.
—No te tengo miedo, Kerr.
—No, lo sé. ¿Por qué crees que papá te odia tanto? No soporta que no
le tengas miedo, que no lo respetes. Sin embargo, creo que finalmente lo
empujaste al límite, hermanito. Y como él sabe que no tienes miedo de nada
de lo que te pueda pasar… decidimos golpearte donde realmente te duele.
El miedo lo inundó.
—¿Mamá? ¿Jamie?
Kerr hizo una mueca.
—¿Por qué papá lastimaría a mamá o a Jamie? Todavía los ama.
—Tiene una manera graciosa de demostrarlo. —La mente de Jack se
aceleró a medida que trataba de averiguar tras quién iría Ian. Si iba tras
Cooper, Coop podría cuidar de sí mismo… pero ese no era el punto.
—Mírate, luchando por resolverlo. —Kerr resopló—. Deja que te
ayude. Pensabas que tus sentimientos por ella eran un secreto, pero el
investigador privado de papá te atrapó con ella unas cuantas veces a lo largo
de los años… y cualquiera con malditos ojos puede verte soñando con ella en
cualquier oportunidad que tengas. Gran marica.
El estómago de Jack se revolvió. No. No podía ser posible que supieran
sobre ella.
—Alta, piernas para siempre, un culo que un hombre pagaría mucho
dinero para montar. Cabello rubio. Es dueña de una librería… ¿te suena de
algo?
169
No le dio a su hermano ninguna advertencia.
Jack saltó y usó la fuerza de la estocada para lanzar su puño sobre la
cara de Kerr. La sangre brotó de la nariz de su hermano, su cabeza se
estremeció en su cuello.
Kerr cayó al suelo con un ruido sordo.
Noqueado.
Alcanzando su celular, con manos temblorosas, Jack llamó a Cooper.
Estaba más cerca de Emery. Sonó cuatro veces antes de que la voz de su viejo
amigo llenara sus oídos.
—¿Hola?
—Cooper, soy Jack. —Resopló sin aliento mientras salía corriendo de
la casa hacia su auto—. Tienes que llegar a Emery ahora. Estás más cerca que
yo. Ian va tras ella para vengarse de mí.
—¡Mierda! —gruñó Cooper. —Voy para allá—. Colgó.
Jack salió a toda velocidad de su camino de entrada, un miedo diferente
a todo lo que había sentido antes amenazando con paralizarlo.
20
Emery
Después del almuerzo, cuando las chicas regresaron al trabajo e Ivy
siguió a Dahlia a su tienda (había comenzado a ayudar en la tienda cuando
Dahlia estaba en su taller), cerré la librería temprano. No era algo que hiciera
normalmente, pero mi mente se tambaleaba después de contarles a mis
amigas la verdad sobre mi relación con Jack. Incluso les había contado sobre
el verano pasado.
Me di cuenta de que Bailey se moría por hacerme un millón de
preguntas, pero había aprendido lo suficiente sobre mí para saber que un
interrogatorio solo haría que me callara. Les dije lo que estaba dispuesta a
170
compartir, y fue una cantidad sorprendente. Bailey, sin embargo, insinuó su
curiosidad acerca de mi experiencia con los hombres.
Creo que estaba intentando preguntarme si era virgen.
Evité esas preguntas indirectas porque significaría hablarles de Tripp,
y no estaba segura de querer hablar de él alguna vez.
Mientras que Bailey parecía entusiasmada con la idea de que «Jack
encontrara su redención con Emery», como si estuviéramos viviendo en una
novela romántica o algo así, mis otras amigas estaban menos entusiasmadas.
Jess y Dahlia estaban preocupadas por mi conexión con Jack y me instaron a
seguir siendo cautelosa con él. Incluso Ivy, que no era tan cercana a mí, parecía
un poco perturbada y estuvo de acuerdo. Bailey estaba molesta con todas
ellas, especialmente cuando les prometí que había terminado con Jack Devlin
para siempre.
Dije las palabras, y quería decirlas en serio, pero aún dolían. Todavía
me dolía profundamente pensar en nunca volver a besar a Jack. Aunque fuera
lo mejor para mí. Necesitaba recordarme continuamente cuánto me dolió
verlo con esas otras mujeres.
Y me preocupaba por él. Me preocupaba que la trágica historia de su
familia saliera en los periódicos y se convirtiera en alimento para los chismes
de este pueblo, de los cuales había muchos. Pobre Rebeca. no la conocía. Sin
embargo, no quería que se sintiera sola durante todo esto. Tal vez debería
hablar con las chicas sobre ofrecerle su apoyo.
¿O era demasiado intrusivo?
Tal vez la hermana de Jack solo deseaba que la dejaran sola.
Podría ser como Cat, la hermana de Cooper. Aparentemente, Jessica
había tratado de invitar a Cat a muchas de nuestras reuniones, pero como
madre trabajadora soltera, estaba ocupada y tenía poco tiempo libre. Jessica
también sospechaba que Cat era un poco solitaria y le gustaba que fuera así.
Suspiré mientras entraba a mi casa. Por eso cerré la tienda temprano.
Mi mente estaba tan desenfocada, saltando de un pensamiento al siguiente.
Por eso también no sentí su presencia hasta que entré y cerré la puerta
detrás de mí.
Mi corazón dio un vuelco en mi garganta al ver al hombre mayor alto,
distinguido y apuesto parado en el borde de mi cocina, cerca de mi mesa de 171
comedor.
Ian Devlin.
Tenía un arma apuntándome.
El primer pensamiento que se me pasó por la cabeza fue cómo podría
llegar al interior del cajón superior de la mesa auxiliar a mi izquierda. Dentro
de ese cajón estaba mi Glock cargada.
Mi segundo pensamiento fue que Jack había tenido razón todo el
tiempo. Ian estuvo espiando a Jack. Si no, no estaría aquí, en mi casa,
amenazándome.
En represalia por lo que había hecho su hijo.
Porque eso es lo que era.
—Sabes por qué estoy aquí. —Devlin me miró con frialdad.
—S-sé por qué. Aunque —dejé escapar un suspiro tembloroso
mientras me movía tentativamente hacia el aparador, fingiendo que
simplemente quería dejar mi bolso sobre él—, no sé cómo crees que esto
ayudará en las cosas. —Le di la espalda y el sudor rodaba por mi columna
debajo de mi vestido.
—Sabe hablar. —Devlin resopló amargamente—. Pero es lo
suficientemente estúpida como para ponerse de espaldas a un arma cargada.
La ira me invadió mientras ocultaba mis movimientos con mi cuerpo y
lentamente abría el cajón. Hice una mueca cuando hizo un ligero sonido
chirriante.
—¿Qué estás haciendo? Date la vuelta donde pueda verte.
Dios, era tan cliché.
Lo más rápido que pude, me acerqué, agarré el arma y me di la vuelta,
agarrándola hábilmente ante mí, apuntando al pecho de Devlin.
Dejó escapar una risita de sorpresa, pero mantuvo su arma apuntada
hacia mí. Perezosamente. Con una mano levantada.
—Incluso sostienes esa cosa como si supieras cómo dispararla.
Sabía cómo disparar.
Sabía disparar extraordinariamente bien.
—Una dama tiene que saber protegerse —respondí—. Ahora, señor
Devlin, creo que sería mejor si se va antes de que empeore las cosas para
172
usted.
La furia estalló en sus ojos.
—No lo entiendes. Los federales se hicieron cargo del caso en mi contra.
Congelaron todos mis bienes. Mi abogado me abandonó. Estoy jodido. —Agitó
el arma peligrosamente, pero me negué a estremecerme. Estaba lista para
disparar si fuera necesario, aunque la idea me revolvía el estómago.
—Señor Devlin, deje de agitar el arma o te disparo.
Dio un ladrido de risa.
—Lo creeré cuando lo vea. —Ian negó con la cabeza, la desesperación
extrayendo la ira de su rostro—. Se acabó. Traicionado por mi propia sangre
de mierda. ¿Sabes lo que se siente? —Sus ojos se volvieron preocupantemente
en blanco—. Quiero lastimarlo como él me lastimó. —Su dedo se flexionó
sobre el gatillo y el mío se retorció en represalia.
La puerta principal se abrió. Jadeé al ver a Cooper entrando a la casa.
Me vio a mí y a mi arma y vaciló.
—¿Emery?
Negué con la cabeza hacia él.
—Fuera, Cooper.
—¡Cooper! —gritó Ian con saña—. ¡Fuera de aquí o le dispararé!
Para mi desesperación, Cooper echó los hombros hacia atrás, con el
rostro moteado de ira, y apareció a grandes zancadas, deteniéndose al ver a
Ian apuntando con el arma hacia mí.
—Sabes, hasta este punto, has sido un bastardo vicioso, pero nunca has
sido tan tonto.
Ian se burló de él.
—No tengo nada más que perder. Me voy por mucho tiempo,
muchacho. Bien podría hacer algo que mi hijo nunca olvidará.
—A Jack no le importa Emery —dijo Cooper.
Intenté no estremecerme, preguntándome si él sabía algo que yo no.
—Todo lo que harás es lastimar a una mujer inocente. Por nada.
—¿Qué sabrías de Jack? —resopló Ian, una gota de sudor rodando por 173
su sien—. Él quiere a esta. Tengo la evidencia fotográfica. —Agitó el arma
hacia mí—. ¿Sabías que es multimillonaria? Mi hijo está jugando a largo plazo
con ella. Se parece más a mí de lo que quiere dejar entrever.
Mi corazón rechazó la insinuación de Ian de que Jack solo buscaba mi
dinero.
Pero ese pequeño detalle de inseguridad que siempre estaría ahí se
hizo notar.
—Pura mierda. —Cooper me lanzó una mirada—. Pura mierda —me
aseguró.
Y luego la puerta principal se abrió de golpe y Jack entró corriendo,
derrapando hasta detenerse junto a Cooper, quien levantó una mano para
evitarlo. La ropa de Jack estaba torcida, su cabello despeinado, su piel húmeda
por la transpiración. Sus ojos se movieron entre mí y su padre. Parecía
frenético.
—No hagas esto —le escupió a Ian.
Ian sonrió.
Y luego, como solía hacer la gente, me subestimó.
Giró el arma hacia Jack.
—Ahora no puedo decidir a quién quiero disparar más.
Entrecerré los ojos, apunté a su mano que sostenía el arma y apreté el
gatillo.
El rugido de agonía de Ian llenó mi casa cuando dejó caer su arma y
cayó de rodillas, agarrándose la mano herida.
Bajé mi Glock, activé el seguro y observé cómo Cooper pateaba el arma
de Ian fuera del camino. Luego sacó su teléfono para llamar a la policía.
Jack estaba en mi cara, su agarre fuerte en mis bíceps mientras me
tiraba contra él. Dejé que me sostuviera durante unos segundos antes de que
se apartara para estudiarme.
—¿Estás bien? —preguntó, sus ojos recorriendo mi cuerpo, como si
buscara heridas.
Asentí. Estaba un poco en shock. Mi vestido estaba empapado de sudor.
Pero estaba bien.
—¿Dónde aprendiste a disparar así? —preguntó Cooper mientras 174
vigilaba a Ian, que gemía como un animal herido a sus pies.
—Mi abuela. Dijo que una dama debe saber cómo defenderse. Tomé
lecciones en el campo de tiro de su club campestre durante mi adolescencia.
Solía disparar competitivamente. Aún visito un campo de tiro cada mes.
También soy bastante buena con una ballesta. —La información salió de mí
en tanto miraba a Ian que echaba espuma por la boca.
Jack hizo un sonido entre risa y un gemido. Mi respiración se entrecortó
un poco ante su mirada de adoración.
—Estás llena de sorpresas, Emery Saunders.
Cooper resopló y Jack lo miró por encima del hombro. Todavía no me
había soltado.
—¿Qué?
Cooper nos sonrió con complicidad a los dos.
—Creo que ambos están llenos de sorpresas.
21
Emery
No fue Michael quien vino a arrestar a Ian. Fue el mismo Sheriff King y
uno de sus ayudantes. Jeff King y Jack no eran exactamente diferentes en
apariencia. Ambos eran excepcionalmente altos (aunque Jeff era un poco más
alto que Jack), de miembros flexibles y tenían esta gran arrogancia masculina
en ellos. También compartían un físico duro y larguirucho similar.
Sin embargo, mientras que Jeff era serio, brusco y sincero, Jack oscilaba
entre melancólico y naturalmente encantador.
Jeff inclinó su cabeza hacia la mía, sus cejas se arrugaron con 175
preocupación.
—¿Estás segura de que estás bien, Emery?
Así de cerca, podía oler su colonia picante y vi que sus ojos azules tenían
un tono sorprendente de aguamarina contra su piel aceitunada clara.
Mientras que los agentes de la oficina del alguacil del condado de Hartwell
vestían uniformes caqui, el de Jeff era negro. Hacía que resaltaran sus ojos.
Al encontrarme bajo su escrutinio preocupado por primera vez, mis
mejillas se calentaron. Sus labios se torcieron cuando vio mi rostro sonrojado.
Me miró con algo parecido a la ternura.
—Ella está bien, sheriff. —La voz de Jack era dura cuando envolvió un
brazo alrededor de mis hombros y me atrajo hacia su lado.
El sheriff y Jack se miraron fijamente durante un momento incómodo.
¿Cómo era posible que mantuviera la calma mientras un hombre me apuntaba
con una pistola pero y luego actuar como una maldita colegiala mortificada
cerca de un hombre atractivo? ¡Era irritante!
—Creo que le pregunté a la señorita Saunders —dijo Jeff.
—Estoy bien, sheriff. —Y con el brazo de Jack a mi alrededor y él
pegado a mí incluso cuando Ian salió esposado, me había sentido bien. Me
sentía segura y reconfortada con él aquí. No quería sentirme así, pero no podía
negar que lo hacía.
—Bueno, si necesitamos algo más, te lo haremos saber. —Jeff me envió
otra mirada—. No puedo decirte cuánto me alegra saber que puedes
protegerte, Emery.
Sonaba como un comentario mordaz.
Jack se tensó a mi lado.
Intenté no sonreír.
—Gracias, sheriff.
Cuando salió de la casa, Cooper se rio.
Se hallaba de pie cerca del sofá. Por un momento, me olvidé de que
estaba allí, lo que parecía imposible. Sus ojos se encontraban en Jack.

linda.
—Tendría cuidado allí. Creo que alguien piensa que otra persona es
176
Jack resopló.
—¿Qué, estamos en la escuela secundaria?
Riendo por lo bajo, Cooper caminó hacia nosotros.
—Necesito volver con Jess. ¿Quieres que envíe a las chicas?
—Honestamente, estoy exhausta ahora —respondí—. Pero si pudieras
enviarlas por la mañana, te lo agradecería.
—Lo tienes. —Cooper luego me envolvió en un fuerte abrazo. Por un
momento, me quedé demasiado desconcertada como para hacer algo y luego,
cuando la maravilla de su abrazo se hizo presente, cerré mis brazos alrededor
de él y lo sostuve. Las lágrimas ardieron en mis ojos—. También me alegro de
que puedas disparar como nadie. Puedo preocuparme un poco menos de que
estés aquí sola.
¿Él se preocupaba por mí?
—Gracias —susurré, mi voz un poco ronca por la emoción—. Gracias
por venir a mi rescate.
Se rio entre dientes y me soltó, pero solo para tomar mi rostro entre
sus manos y sonreír.
—De nada, cariño, aunque no es un golpe para mi reputación decirle a
todo el mundo que fue Emery Saunders quien nos rescató a mí y a Jack.
Me reí suavemente cuando dio un paso atrás y se dirigió a Jack.
—¿Estás bien?
Jack le tendió la mano, su expresión sombría pero agradecida.
—Gracias por estar aquí para ella.
Cooper deslizó su mano en la de Jack. La vibración que emanaba de
ellos era intensa.
—Lo hice por ustedes dos.
—No lo olvidaré.
Soltaron su apretón de manos y Cooper entrecerró los ojos muy
levemente.
—¿Hablaremos? 177
—Hablaremos —prometió Jack.
Todo el tiempo, los observé y traté de no sonreír con vértigo. Estaba tan
feliz por Jack que Cooper estuviera dispuesto a darle otra oportunidad a su
amistad. Me hizo olvidar por un segundo que Ian Devlin había venido aquí con
la intención de dispararme.
Guau. Acabo de dispararle al padre de Jack.
Jack cerró la puerta principal detrás de él una vez que Cooper se fue.
—Puedes irte, Jack. —Sonaba tentativo porque no quería que sonara
como si lo estuviera echando. Simplemente no quería que pensara que no
podía estar sola.
Sacudió la cabeza, mirándome con incredulidad.
—¿Crees que puedo dejarte ahora mismo?
—¿Qué pasa con Rebeca?
Jack maldijo por lo bajo y luego sacó su celular de su bolsillo.
—Dame tu número.
—¿Qué?
—Tu celular. No tenía tu número esta noche. No pude contactarte. No
pude advertirte. Eso no volverá a suceder.
Sintiendo que no se movería y no del todo descontenta de proporcionar
mi número, lo dicté. Luego llamó a mi teléfono, que fue al correo de voz.
—Ahora tienes mi número. Tengo que llamar a Rebecca. No te muevas
—me dijo antes de presionar un botón y sostener el teléfono en su oído. Unos
segundos después, dijo—: ¿Becs?
Queriendo darle privacidad, me dirigí a la cocina. Escuché la voz de Jack
siguiéndome y me di cuenta de que estaba siguiendo mis movimientos.
Mmm.
Llené la tetera, preparándome para hacer té, en tanto Jack estaba en mi
isla y me observaba mientras hablaba con su hermana y le explicaba lo que
había sucedido… y que no debería esperar levantada.
Levanté una ceja.
—¿Té? —pregunté cuando colgó el teléfono. Alcancé un armario donde 178
guardaba mi whisky. De vez en cuando, en una gélida noche de invierno, me
gustaba añadir un poco de whisky a mi té. Agité la botella de Talisker hacia
Jack—. ¿Té enriquecido?
Aunque su boca sonreía, sus ojos no.
—Sí, adelante.
Estábamos parados uno frente al otro, la isla entre nosotros.
—¿Kerr fue a tu casa para burlarse de que Ian viniera por mí? —Pedí
una aclaración. Es lo que Jack le había dicho al sheriff. Había enviado más
agentes para arrestar a Kerr.
—Sí —espetó antes de tomar un sorbo del té que había deslizado hacia
él.
—¿No crees que es extraño? Es casi como si te estuviera dando la
oportunidad de detenerlo.
Su rostro se oscureció con furia.
—No. Pensó que el acto ya estaba hecho. Se olvidó de que Ian es una
reina del drama a la que le gusta alargar las cosas. Por suerte para nosotros.
—Parecía exhausto—. Mierda, Em, estoy tan jodidamente aliviado de que seas
una tiradora secreta.
Me reí un poco.
—Yo también.
—No puedo creer que puedas reírte de esto. Siento que te hayas metido
en mi jodido drama familiar. —Sacudió la cabeza—. ¿Cómo me disculpo por
lo que pasó aquí esta noche?
—Jack, no te hago responsable. Intentaste decirme que tu padre
intentaría usarme de alguna manera para llegar a ti. Tenías razón. —Una de
las razones más importantes para mantener a raya a Jack fue porque estaba
enojada con él por rechazarme. Pero solo me rechazó porque había estado
intentando protegerme. En ese momento, pensé que era una excusa
lamentable, una en la que ambos deberíamos haber tenido una voz. Sin
embargo, esta noche se demostró que tenía razón. Esta realización me
confundió. Y me hizo más que un poco compasiva con él.
—Ojalá me hubiera equivocado.
—Ya está hecho. Y estoy bien. —Sonreí para mis adentros antes de 179
tomar un sorbo de té—. La gente siempre me subestima.
—Nunca te subestimaré.
Casi me ahogo por la sinceridad de su promesa, por la emoción en sus
ojos mientras me miraba como si yo fuera todo su mundo. Recordé lo
frenético y asustado que había estado cuando irrumpió en mi casa y vio a Ian
sosteniendo el arma. Nunca había visto a Jack perder la calma de esa manera.
La insinuación de Ian de que Jack estaba jugando a largo plazo conmigo
me molestaba en el fondo de mi mente. Sabía que no debía pensar eso de Jack.
Racionalmente, sabía que su miedo no provenía de perder una oportunidad
de ganar mis miles de millones, pero quería que él supiera la verdad de todos
modos.
—Renuncié al Grupo Paxton.
Jack levantó una ceja ante el abrupto cambio de conversación.
Tomé otro sorbo de té fortificante. Luego lo estudié, intentando
descifrar sus sentimientos mientras le decía:
—Vendí mis acciones y doné la mayor parte del dinero a la caridad. No
tengo vínculos con el Grupo Paxton. Incluso estoy vendiendo la mansión en
Nueva York. Ya… ya no soy multimillonaria, Jack.
Vi como digirió esta noticia y luego pareció desinflarse con alivio
mientras exhalaba lentamente.
—Gracias a Cristo por eso.
Ahora era mi turno de sorprenderme.
—¿Qué?
—¿Sabes qué tipo de objetivo te convertía todo ese dinero? Es un
maldito milagro que nadie te haya encontrado escondida en Hartwell. Emery
Saunders no es exactamente un alias ingenioso.
Resoplé de indignación.
—Funcionó durante nueve años.
—Como dije, un maldito milagro.
—Estás siendo molesto. 180
Jack se rio entre dientes.
—La verdad es molesta —gruñí, haciendo pucheros en mi té.
—Eres tan jodidamente adorable —dijo en voz baja. Nuestros ojos se
encontraron y los suyos se volvieron humeantes y calientes—. Y hermosa. Y
amable. E ingenua. Y sabia. Eres todas las contradicciones bajo el sol… y no
puedo dejar de pensar en ti.
Fue lo más maravilloso que alguien me había dicho jamás.
Luego dio la vuelta a la isla, caminando con determinación. Me atrajo
contra su duro calor, mis pechos aplastados contra su pecho. Mi respiración
se volvió superficial.
—No me hagas irme esta noche, Em. Necesito estar cerca de ti.
—Yo…
—No lo hagas. —Cerró los ojos con fuerza y apoyó su frente en la mía—
. Sé que no puedes hacerme ninguna promesa. Pero deja que me quede esta
noche. No te exigiré nada por la mañana.
Mi corazón se aceleró cuando me di cuenta de lo que estaba
preguntando.
El calor me recorrió, la parte inferior de mi vientre tembló y un dolor
intenso creció entre mis piernas. La verdad era que yo tampoco quería estar
sola y estaba cansada de pelear por lo que sentía por Jack.
Tal vez había sido demasiado dura antes.
Claramente se preocupaba por mí.
Claramente, el dinero no era un problema.
Jack.
Echaba de menos que me tocaran. Ser abrazada. Ser necesaria.
Lo besé en los labios. Un roce suave de boca contra boca.
Gimió, hundiéndose en el beso, sus brazos envolviéndome,
aplastándome contra él. Su beso era hambriento. Casi desesperado. Y el calor
que cubría mi piel de repente se sintió como llamas parpadeando a través de
mi cuerpo.
Rompí el beso, jadeando, y los dedos de Jack se clavaron en mi espalda
como si temiera que me alejara para siempre. Juro que mi corazón estaba a
punto de salirse de mi pecho. Mis mejillas florecieron con calidez cuando 181
susurré:
—¿Te gustaría subir?
—Sí, solecito, me gustaría mucho —respondió con voz ronca.
Tomé su mano y lo llevé allí, maravillándome de mi valentía. Nunca en
un millón de años pensé que tendría el valor de invitar a un hombre a mi
dormitorio. Pero supuse que después de ser retenida a punta de pistola y
dispararle a un hombre, todo lo que me importaba era sentirme cerca de Jack.
Anulaba cualquier otro pensamiento y emoción.
Nos detuvimos junto a mi cama y Jack no me dio tiempo para pensar.
Me estaba abrazando fuerte, besándome vorazmente.
Mis emociones alimentaron el beso a medida que envolvía mis brazos
alrededor de su cuello y curvaba mis dedos en su cabello suave y espeso. Me
encantaba su cabello. Nuestras lenguas se acariciaron con desesperación.
Empujé su chaqueta y él dejó caer los brazos para poder quitársela. No
rompimos el beso, nuestras bocas tirando de la del otro.
Jack me hizo retroceder en dirección a la cama, y nuestros labios no se
separaron hasta que me levantó y luego me dejó caer de espaldas en medio
del colchón.
Me quedé allí, jadeando, todo mi cuerpo en llamas. Me mantuvo
atrapada en su mirada al tiempo que se desabrochaba la camisa.
Todo lo que podía hacer era mirar con absoluta fascinación.
Eran nueve años de anhelo que finalmente llegaron a su culminación.
Ese dolor entre mis piernas se volvió casi insoportable.
Jack se quitó la camisa y la arrojó detrás de él. Tal como lo había
imaginado, era todo músculo duro y delgado, y apenas tuve tiempo de
comérmelo con los ojos cuando agarró el dobladillo de mi vestido largo.
Lentamente, lo empujó más allá de mis muslos, sobre mi estómago, mis
pechos, y levanté mis brazos por encima de mi cabeza para que pudiera
sacarlo. Sus ojos devoraron, paseándose sobre mí mientras yacía debajo de él
en mi sostén y bragas de algodón blanco. Tuve un momento de inseguridad.
Apostaba a que estaba acostumbrado a las mujeres que usaran lencería
elegante. 182
Hubo una punzada de dolor cerca de mi corazón.
No quería pensar en Jack con otras mujeres.
—Lo que sea que puso ese bonito ceño fruncido entre tus cejas,
deshazte de él —susurró—. Porque eres la mujer más hermosa que he visto
en mi vida. Siempre serás la mujer más hermosa que he visto. Necesitas
pruebas. —Atrajo mi mirada hacia la espesa excitación que estiraba la tela de
sus pantalones—. Soy un hombre adulto y me haces esto con solo un susurro
en mi oído.
Jadeé ante la idea, temblando de anticipación.
Cuando levanté la vista, nuestros ojos se encontraron.
—¿Me deseas como yo te deseo a ti?
Las mariposas revoloteaban salvajemente en mi vientre. Me sentí como
una adolescente. Como una virgen. Pero eso no me impidió responder:
—Sí, Jack. Te deseo mucho.
Cerró los ojos por un minuto, pareciendo saborear esas palabras. Y
luego, cuando los abrió, me estremecí ante el anhelo y la lujuria que brillaban
en sus profundidades azul grisáceas. Inclinándose sobre mí, rozó sus nudillos
en mi estómago, sus ojos siguiendo sus dedos a medida que se arrastraban
por el borde de mi ropa interior. Contuve el aliento ante la sensación.
—Jesús, Em, estoy intentando ser un caballero, quiero ir despacio,
hacerte el amor… —Sus ojos recorrieron mi cuerpo—. Pero tampoco quiero
tratarte como porcelana china.
Mis pezones alcanzaron su punto máximo contra mi sostén ante la
oscura excitación en su voz.
—No soy de porcelana china, Jack. No quiero que me traten como si
fuera frágil. No lo soy.
Su mirada solo se intensificó. Luego su mano se posó sobre mi
estómago y la deslizó lentamente hacia arriba, dirigiéndose entre mis senos.
Su toque era posesivo, y me sorprendió lo mucho que me excitó. Desabrochó
el broche delantero de mi sostén y me lo quitó.
El aire fresco se precipitó sobre mis pechos y se hincharon bajo su
atención. Se me cortó la respiración cuando él los acarició suavemente, sus
pulgares rozaron mis pezones. Sostuvo mis ojos mientras gentil, lenta y
tortuosamente jugueteaba con mis pechos. 183
—Eres tan jodidamente sexy.
Creo que dejé de respirar.
—Nueve años. Nueve años he soñado con esto. —Se inclinó, su erección
empujando insistentemente contra mi vientre, y sus labios susurraron sobre
los míos—. ¿Has soñado conmigo, Em?
—Sabes que yo… —Jadeé cuando apretó mis pechos con fuerza, la
sensación se disparó entre mis piernas—. Sí.
Deslizó su cuerpo hacia abajo, abriendo mis muslos, y empujó su polla
contra mí. Gemí, sintiendo una oleada de calor subir por mi cuerpo desde lo
más profundo y bajo de mi vientre.
Mis muslos se abrieron en invitación.
En respuesta, me besó y envolví mis brazos alrededor de su fuerte
espalda, intentando acercarlo más. Sus labios bajaron por mi barbilla, dejando
suaves caricias a lo largo de mi garganta y pechos. El rasguño de la barba
incipiente me hizo temblar aún más fuerte. Por mucho que quisiera su boca
sobre mí, estaba desesperada por explorarlo. Lo había querido durante tanto
tiempo.
—Jack… ¿puedo tocarte?
Gimió contra mi pezón derecho.
—Solecito, no tienes que preguntar. Tienes permiso para tocarme
cuando quieras.
—¿Puedes recostarte para mí?
Levantó la cabeza ante la petición, los ojos brillando. Y luego se movió,
apartándose de mí para acostarse boca arriba. Su expresión era
encantadoramente arrogante.
—Ven a buscarme —dijo.
Me moví para sentarme a horcajadas sobre él, frotando contra su
erección mientras deslizaba mis dedos suavemente por sus abdominales. Su
estómago duro se apretó bajo mi toque, y hubo un latido de respuesta entre
mis piernas. Jack tomó mis caderas en sus manos y gimió cuando me deslicé
sobre él.
Lo besé, húmedo y profundo, al mismo tiempo que bombeaba mis
caderas contra su excitación. Sus gemidos llenaron mi boca, haciéndome
difícil separarme, pero quería explorar. Besé mi camino hasta su garganta,
184
disfrutando de la estimulación que sentía ante el mero cosquilleo de su piel
sin afeitar.
Me acurruqué contra él, inhalando el olor masculino que era todo Jack.
Mientras mis labios viajaban por su pecho, sus manos me acariciaron,
acariciando mi espalda, mis senos, mis costados, mi estómago y descendiendo
para ahuecar mis nalgas.
—Dios, tu trasero. —Lo apretó con fuerza.
Levanté la cabeza de su pezón.
—Parece que tienes algo con mi trasero.
Sonrió maliciosamente.
—No tienes idea.
Riendo un poco vertiginosamente, volví mi atención a su pezón y lo
chupé entre mis dientes. Su polla se sacudió contra mi estómago. Sintiendo su
paciencia tensarse a medida que mi boca continuaba su camino hacia abajo,
saboreando cada centímetro de su estómago esculpido, estaba un poco
engreída. Me gustaba tener el control.
Me eché hacia atrás para desabotonar sus pantalones y me arrastré
fuera de la cama para bajárselos. Me puse de pie, observándolo un momento
para beberlo, ahora solo en calzoncillos. Su impresionante erección me puso
un poco nerviosa; su cuerpo fuerte, delgado y duro me hizo estremecer de
necesidad.
—Eres hermoso, Jack.
—Nadie me ha llamado así. —El humor tembló en sus palabras—. Pero
lo aceptaré, Em.
Entonces Jack metió los dedos en sus calzoncillos y los empujó hacia
abajo, su erección saltó. Lo estudié un momento. Afortunadamente, no era
demasiado largo, probablemente solo un poco por encima del promedio. Más
largo que Tripp. Y grueso. Mucho más grueso. Preocupantemente corpulento.
Había pasado mucho tiempo para mí y estaba un poco preocupada por el
ajuste.
—Si sigues mirándolo así, voy a perder la cabeza —bromeó.
Lo mejor para lo desconocido era la familiaridad.
Tomada la decisión, temiendo que si no me movía ahora perdería los 185
nervios, me arrastré de vuelta a la cama. Sobre su cuerpo, me detuve en su
erección.
Sin una palabra, bajé la cabeza y lo tomé en mi boca.
Su gemido resonó por toda la habitación.
Envolví mi mano alrededor de la base de él y lo apreté mientras
chupaba. Encontré mi ritmo rápidamente, excitándome cada vez más a
medida que el placer de Jack se intensificaba. No había hecho esto en mucho
tiempo, y esta vez fue diferente. Nunca me había excitado antes, me hizo
humedecerme entre mis piernas, pero ver cuánto parecía disfrutar Jack con
mi boca sobre él me puso más caliente de lo que podría haber imaginado. Su
pecho se agitaba y sus muslos estaban tensos mientras sus caderas
bombeaban hacia arriba, entrando y saliendo de mi boca y puño.
—Emery —jadeó, y apreté mis muslos, desesperada por mi propio
alivio—. Detente… Em… detente.
Pero no pude. Quería que perdiera el control por completo. Quería ver
eso.
De repente fui arrastrada por su cuerpo hasta que me senté a
horcajadas sobre él.
—Necesito estar dentro de ti. —Metió los dedos debajo de mis bragas.
Sus ojos brillaron—. Y estás tan jodidamente lista, solecito. Estás más que
lista.
Presioné sus dedos mientras se deslizaban fácilmente dentro de mi
resbaladizo calor.
—Me gustó hacerte eso, Jack.
Parecía dolido.
—Puedo decirlo. Maldición, puedo decirlo. Dios, no puedo creer que
seas real. —Me besó con fuerza al tiempo que aumentaba las caricias de sus
dedos dentro de mí, empujándome hacia el clímax.
Saqué sus dedos y empujé mis bragas hacia abajo, apoyándome de lado
para poder deslizarlas por mis piernas. Una vez que se fueron, me senté a
horcajadas sobre él de nuevo y envolví mis manos alrededor de él, llevándolo
a mi centro. Delirante de deseo, de necesidad, de anhelo, no pensaba en otra
cosa que en sentirlo dentro de mí. Empujé hacia abajo y el placer-dolor causó
una oleada de escalofríos por todo mi cuerpo.
—¡Oh, mierda! —Agarró mis caderas, sus dedos mordiendo mi piel, y 186
mis ojos se abrieron con su toque—. Eres tan estrecha, Em. Te sientes tan
jodidamente bien. —Murmuró palabras cariñosas, deseos e improperios
mientras me tomaba un minuto para adaptarme a su grosor dentro de mí.
Nuestras miradas se sostuvieron a medida que lentamente comenzaba
a montarlo.
No había nada más en el mundo que los ojos de Jack mirándome
fijamente, la sensación de su piel caliente bajo mi toque, sus manos agarrando
mis caderas, guiándome arriba y abajo, el sonido de mis jadeos, sus gemidos,
el olor a sexo en el aire…
La tensión se enroscó más y más dentro de mí, y no pensé en nada más
que perseguir el éxtasis. Mi ritmo cambió y me moví más fuerte.
—Em —gruñó Jack, su agarre casi lastimándome—. ¡Emery!
—Lo sé, lo sé, lo sé —jadeé mientras me aferraba a sus caderas para
mantener el equilibrio.
Entonces dejé escapar un chillido de sorpresa cuando me encontré
boca arriba. Jack sujetó mis manos a cada lado de mi cabeza.
—Mi turno.
Soltó una de sus manos para sumergirla entre mis piernas. Su pulgar
presionando mi clítoris mientras aún estaba dentro de mí se sentía increíble.
Gemí, tirando mi cabeza hacia atrás en la almohada.
—Mierda, mírate. Me matas. —Se quedó quieto, sin moverse.
—Jack, por favor —supliqué sin pensar.
Mi súplica fue tragada por su profundo y apasionado beso, y estiré mi
mano libre para enroscar mis dedos en su cabello, besándolo como si
necesitara su beso para respirar. Su pulgar siguió rodeando mi clítoris y jadeé
en su boca. Jack se hizo cargo del beso en tanto yo suspiré, jadeé y murmuré
su nombre, mis caderas empujando en su toque.
Mis muslos temblaron.
Mi estómago se apretó.
Estaba cerca.
Tan cerca.
El pulgar de Jack se deslizó sobre mí y me llevó justo al borde.
A medida que mi cuerpo sucumbía al poderoso orgasmo, Jack tomó mi
187
mano libre y la sujetó de nuevo. Grité cuando se estrelló dentro de mí, mis
músculos internos se apretaron alrededor de él mientras empujaba
profundamente.
—Emery. —Sus ojos brillaron con algo que ni siquiera pude contemplar
en ese momento.
Bombeó con más fuerza, sus dedos entrelazados con los míos y
sosteniéndome así que estaba completamente a su merced. Para mi asombro,
la presión volvió a crecer dentro de mí.
Moví mis caderas contra sus embestidas, y esto pareció conducir a su
completa pérdida de control.
Soltó mis manos y se puso de rodillas, agarrando mis muslos,
abriéndolos más. Y entonces se adentró en mí. Pude sentirlo besando mi
matriz.
—Tómame, Em. —Sus palabras eran guturales, ásperas, roncas,
sexys—. Soy tuyo. Soy todo tuyo.
Mi corazón dio un vuelco ante sus palabras en tanto mi cuerpo se
preparaba para una nueva liberación. Ver a Jack bombear sus caderas contra
mí fue lo más caliente que jamás había visto. Cuando sus caderas vacilaron,
los músculos de su cuello se tensaron y sus dientes rechinaron. Me corrí
segundos antes que él.
—Em, solecito, cariño. —Su pecho se agitó y soltó su magullador agarre
en mis muslos para colapsar sobre mí. Su cuerpo se derritió contra el mío
mientras metía su cara en el hueco de mi cuello. Aplastó la parte inferior de
su cuerpo contra mí como si no quisiera que terminara su clímax.
Nuestros pechos se movieron uno contra el otro al mismo tiempo que
tratábamos de recuperar el aliento, y la cálida mano de Jack se deslizó por mi
lado izquierdo y luego se curvó alrededor de la parte posterior de mi muslo.
Tiró suavemente de él y luego del otro hasta que envolví mis piernas
alrededor de su espalda.
Saciada, repleta, conmovida y abrumada, cerré los ojos, respirándolo,
sintiéndolo respirar contra mí.
La absoluta satisfacción, paz y satisfacción me arrullaron hasta
dormirme.

188
22
Jack
Mientras Jack se vestía, sus ojos nunca dejaron la forma dormida de
Emery.
Las sábanas se encontraban enredadas a su alrededor, revelando una
pierna larga y hermosa y la elevación de sus senos. Apenas hacía un sonido
mientras dormía, una mano descansando cerca de su mejilla, su glorioso
cabello derramándose sobre la almohada.
La amaba tanto que era casi doloroso mirarla así. Jack quería volver a
meterse en la cama y hacerle el amor hasta que ninguno de los dos pudiera 189
moverse.
Sin embargo, el sentimiento de culpa lo llevó al infierno a medida que
se abotonaba la camisa con rápida eficiencia.
Anoche había sido un bastardo egoísta. Desesperado por tenerla, por
sentirla debajo de él, por saber que estaba a salvo y que él podría estar con
ella toda la noche, se había aprovechado de Em.
Ella había dejado en claro hasta ayer que no quería una relación con él.
Una mujer no cambiaba de opinión tan rápido.
Jack esperaba pasar semanas, si no meses, convenciendo a Em para que
le diera otra oportunidad.
Y él se abalanzó cuando ella estaba en su punto más vulnerable. Cuando
estaba sacudida por el incidente con su padre. Sabía que sus defensas se
hallaban bajas y había aprovechado la oportunidad de estar con ella.
Mierda, fue algo tan oportunista de hacer. Intentó con todas sus fuerzas
ser mejor que su padre… pero había arrastrado a Jack al barro con él. Temía
que tal vez se le hubiera pegado demasiado de Ian.
Sintiéndose enfermo por la culpa, Jack absorbió la vista de Em.
Necesitaba darle su espacio. Necesitaba que ella supiera que no era un total
bastardo.
Pero él era un completo bastardo porque el impulso primario de volver
a la cama con ella era tan fuerte que en realidad dio unos pasos hacia ella.
Maldiciendo por dentro, se contuvo y salió en silencio de su dormitorio. La
esperaría abajo porque quedarse aquí con ella era demasiada tentación.
Las imágenes de la noche anterior pasaron por su mente, haciéndolo
gemir.
Cada vez que cerraba los ojos, podía verla. Boca a su alrededor.
Chupándolo. Montándolo. Corriéndose montándolo. Su cabello rozando su
pecho, sus pechos rebotando con sus ondulaciones. Podía verla debajo de él,
con el rostro sonrojado, la boca entreabierta para permitir que los gemidos
escaparan mientras él empujaba dentro de ella.
Mierda, se estaba poniendo duro de nuevo.
Caminando hacia la sala de estar, Jack se sentó en el sofá.
Esperaría a que Emery se despertara y se disculparía, y prometería no 190
volver a aprovecharse de ella nunca más. Eso esperaría. Quería que ella
supiera lo que pensaba. Saber que estaba lista para confiar en él. De lo
contrario, no duraría entre ellos, y Jack quería estar para siempre con esta
mujer.
Pasó media hora. Jack preparó café y jugueteó con una estúpida
aplicación de rompecabezas en su teléfono, esperando a que Emery se
despertara. Alrededor de las 5:45 a. m., su teléfono sonó en su mano y el
nombre de Rebecca apareció en la pantalla. Respondió rápidamente porque
(a) era temprano para que Becs llamara y (b) no quería despertar a Em antes
de que estuviera lista.
—¿Becs?
—Jack. —Su hermana dejó escapar un suspiro tembloroso—. Jack, he
estado con mamá y Jamie toda la noche. Mamá no está bien. Está… está hecha
un lío por lo que me pasó y se está volviendo loca por ser carne para los
chismosos de la ciudad. Se ha encerrado en el baño y tengo miedo de que vaya
a hacer algo estúpido.
Jesucristo.
Jack se empujó fuera del sofá de Em. Rosalie Devlin siempre se había
enfrentado a la vida con una discreta disociación. Ella embotellaba todo. Jack
había intentado hablar con ella sobre su padre y sus hermanos, pero Rosalie
se calló. Sabía que un día, todos esos sentimientos reprimidos necesitarían
una liberación.
—Voy en camino. —Jack colgó y miró a la escalera.
No quería dejar a Em así. No quería que ella pensara que la había
abandonado. Pero su familia lo necesitaba en este momento.
Buscó un bloc de notas y un bolígrafo. Eventualmente encontró uno en
el aparador, pero también vio su Glock allí. El recuerdo de ella frente a su
padre, empuñando hábilmente la Glock, lo golpeó. Em había hecho un agujero
en la mano de Ian con una precisión sorprendente. El conocimiento de que
ella solía disparar competitivamente hizo que sus labios se contrajeran. Lo
atravesó el terror cuando recordó la vista de Ian apuntándola con su arma.
En realidad, Em estaba llena de sorpresas.
Suspiró mientras se apoyaba en el aparador para escribirle una nota.
Em, quería quedarme, pero surgieron cosas con mi familia de las que 191
debo ocuparme. Lo explicaré más tarde. Solo sé que lo siento mucho. Siento que
me aproveché de ti anoche. Soy un bastardo egoísta.
Te daré un poco de espacio…
El teléfono de Jack sonó a mitad de la frase. Era un mensaje de texto de
su hermana.
¡Date prisa, Jack!
Maldita sea.
Garabateó su nombre en la parte inferior de la nota que no decía todo
lo que quería decir y la dejó en su isla donde definitivamente lo vería. El
arrepentimiento, la culpa y la preocupación lo persiguieron mientras salía
corriendo y se subía a su auto para correr hacia la mansión Devlin.
23
Emery
Siete semanas después

Mi pulso se aceleró a medida que me sentaba en el asiento frente a


Jessica en su oficina.
Se había corrido la voz de que Jess estaba embarazada. Su bulto ahora
era demasiado significativo para ocultarlo. Sus náuseas matutinas habían
durado más de lo normal, y supuso que lucharía con ellas durante todo el
192
embarazo. Pero milagrosamente, se detuvo hace una semana. Por desgracia,
no estaba durmiendo bien, encontrando difícil estar cómoda por la noche.
A pesar de su agotamiento, nunca la había visto más feliz.
Y sabiendo lo que estaba a punto de decirme, deseaba poder decir lo
mismo.
Jess tomó mis manos entre las suyas, inclinándose hacia mí, la
preocupación arrugando su frente.
—Emery, estás embarazada.
Quise ser valiente.
Quise estar bien, tranquila y serena.
Y tal vez lo habría hecho si Jess no hubiera estado en la habitación. La
única persona en la que confiaba.
Me eché a llorar y atrapé un breve destello de lágrimas en los ojos de
Jess antes de que me envolviera en su abrazo.
—Oh, está bien, cariño, está bien —me tranquilizó, meciéndome.
Sin embargo, no estaba bien. Siempre había imaginado que el día que
me enterara que estaba embarazada, sería el día más feliz de mi vida. Que
estaría compartiendo el momento con el hombre que amaba.
En lugar de eso, Jack Devlin me dejó embarazada.
Y en cierto modo, lo odiaba.
Sollocé más fuerte.
Jessica apretó su agarre sobre mí.
—Oh, Em, cariño. —Se atragantó—. Háblame. Me tienes tan
preocupada.
Después de un momento o dos, me recuperé y salí del abrazo de Jess.
Alcanzó una caja de pañuelos en su escritorio y me los entregó.
Había perdido mi período hace cinco semanas. Me avergonzaba admitir
que después de acostarme con Jack y descubrir que me había abandonado,
otra vez, también había olvidado por completo que no habíamos usado
protección. Jack probablemente asumió que estaba tomando la píldora, pero
como una mujer soltera desde hace mucho tiempo sin problemas menstruales
u hormonales, nunca tuve que tomarla. Aun así, debimos haber usado un
193
condón.
Porque Jack no era exactamente un monje.
Esta realización solo me golpeó cuando perdí mi período.
Tenía la esperanza de que fuera estrés. Eso me había sucedido en el
pasado, mi período se retrasó por algunos eventos estresantes en mi vida. No
compré una prueba de embarazo. Estaba en completa negación.
Hasta las náuseas matutinas.
Acudí a Jess como mi médico, pero también porque era mi mejor amiga.
—¿Qué pasa con la otra cosa? —Agité mi mano hacia la pantalla de su
computadora. Le pedí a Jess que me hiciera una prueba de embarazo y un
chequeo de salud sexual.
—Pronto sabremos de esas pruebas —me aseguró—. Ahora, háblame
antes de que asuma cosas terribles.
Recordando su pasado con su hermana, me apresuré a asegurarle.
—Oh, Jess, no. Fue consensuado.
Exhaló pesado.
—Está bien Excelente. Es un gran alivio. —Las lágrimas brillaron en sus
ojos y sus labios temblaron—. Lo siento, cariño, no es mi intención
emocionarme.
Me reí a través de mis propias lágrimas.
—Ah, entiendo.
Jess me dio una triste sonrisa llorosa.
—Estamos embarazadas juntas.
Un pizca de emoción atravesó mi miedo y decepción de que esto estaba
sucediendo de manera tan diferente a como lo había imaginado. Iba a ser
mamá. Alguien vendría a mi vida a quien podía darle todo mi amor. Esta
personita. Y estaba decidida a hacerlo muchísimo mejor que lo que lo hicieron
mis padres conmigo.
Pero no cambiaba el hecho de que las circunstancias eran menos que
ideales.
—Sí. —Y entonces solté—: Me acosté con Jack. 194
No pareció sorprendida por esto.
—Emery.
—Me dejó —sollocé antes de que pudiera detenerlo, acurrucándome
sobre mí.
Rompió mi corazón.
De nuevo.
Mi mejor amiga me abrazó con fuerza. Por primera vez desde que
desperté para encontrar esa maldita nota estúpida de Jack, dejé salir todo lo
que estaba sintiendo.
No había llorado, aunque despertar y encontrarme sola en mi cama era
uno de los peores sentimientos del mundo.
No había llorado en absoluto en las últimas siete semanas.
Reprimí todo mi dolor, humillación, rechazo y miedo de que nunca
sería amada por las personas que amaba.
Ahora estaba fluyendo de mí y empapando el hombro de Jess.
Jack dejándome así, decidiendo que se había aprovechado sin siquiera
preguntarme cómo me sentía, solo fue un recordatorio de todas las veces que
me había hecho eso. No me trataba como a una igual. Él decidía por nosotros.
Una y otra vez. Y había sido lo suficientemente estúpida como para creer que
las cosas cambiarían ahora que Ian estaba fuera de escena.
Aun así, esa pequeña chispa de esperanza vivía dentro de mí, de que
Jack se daría cuenta del imbécil santurrón que estaba siendo, una esperanza
que se hizo añicos cuando la ola de chismes de la ciudad me pasó por encima.
Todo el mundo hablaba del asesinato. Sobre la violación de Rebecca
Devlin y los cargos que enfrentaba por ser cómplice de Stu en un homicidio
accidental. Sobre Ian y Kerr Devlin acusados por los federales por extorsión y
mucho más, y Jack siendo quien los entregó a la policía.
Y sobre cómo Rosalie Devlin estaba tan devastada que, Jack había
reunido a su madre, hermana y hermano Jamie y los había sacado de la ciudad.
En la calle se decía que el hermano mayor de Rosalie vivía en Wilmington y
los había invitado a quedarse hasta que pudieran establecerse por su cuenta.
Jack se había ido de Hartwell.
Me había dejado.
195
Sin palabras.
Sin despedida.
Pensé que se había ido para siempre, sin mirar atrás. Tuve esa
impresión durante las primeras cuatro semanas.
Mis amigos notaron mi abatimiento. Nadie me presionó al respecto.
Pero una noche, cuando me reuní con ellos en Cooper’s intentando
distraerme, Cooper me atrapó saliendo del baño de mujeres. Lo había sentido
observándome con cautela toda la noche. Supe por qué cuando me dijo que
había estado en contacto con Jack. Que Jack no se había ido para siempre de
Hartwell. Solo se estaba asegurando de que su familia estuviera ubicada antes
de regresar.
Pensé que eso me haría sentir mejor.
No lo hizo.
Porque no había sido digna de saber esto. De Jack tomándose el tiempo
para decírmelo.
Y sabía que tenía muchas cosas que hacer con su familia, pero… me hizo
el amor y luego me dejó.
Como si después de todo no hicimos el amor.
Como si solo fue sexo.
Como si solo fui una de sus aventuras casuales.
Sin una palabra de él. Ni siquiera después de que su padre me retuviera
a punta de pistola y terminara disparándole. Ni siquiera después de que Jeff
me informara que, considerando que hubo tres testigos de Ian apuntándome
con una pistola, su defensa le había aconsejado que aceptara un acuerdo con
la fiscalía. El caso no llegaría a los tribunales, afortunadamente, e Ian
cumpliría dieciocho meses por el crimen.
¿Y dónde estaba Jack cuando descubrí esto? ¡No conmigo!
Oh, Dios mío. Estaba embarazada del bebé de Jack Devlin.
Un hombre en el que definitivamente no confiaba con mi corazón.
—Emery, tienes que decírselo —dijo Jess suavemente.
Asentí. No era algo que le ocultaría, sin importar lo mucho que temiera
196
estar conectada permanentemente con alguien que podía lastimarme tanto.
—Cooper tiene su número si no lo tienes.
Negué con la cabeza frenéticamente.
—No. No se lo diré por teléfono. Le diré si alguna vez regresa.
—¿Si? Él va a volver… ¿Quieres decirme qué pasó entre ustedes?
Lo hice.
Hace un tiempo, Jess me había confiado su historia. Así que, le conté
todo a Jess.
Incluso le hablé de Tripp.
—Jess, puedes entender por qué no confío en mucha gente —susurré
después de que terminé—. Y algo me dijo que podía confiar en Jack. Desde el
principio. Pero no puedo. Cada vez que bajo la guardia a su alrededor…
termino sintiéndome estúpida y usada.
—Sé que no quieres escuchar esto, pero no creo que esa sea la intención
de Jack. No le contó los detalles a Cooper, pero mencionó que sentía que
necesitaba darte espacio para pensar en lo que querías en realidad. Y creo que
estaría devastado si pensara que tú crees que te ha utilizado.
—¿Por qué le está hablando a Cooper de esto y no a mí? Ya sea que me
esté usando o que solo piense que soy una niña que necesita mimos, ninguna
de las dos opciones me hace sentir mucho mejor con él —dije, escuchando la
amargura en mi voz.
Ella suspiró pesadamente.
—Tienes razón. Está haciendo esto de la manera equivocada. Pero sé
cómo te mira. Incluso si me preocupaba … Me gustó eso para ti. Y sé que él ha
pasado toda su vida intentando proteger a su hermana, a su madre y a Jamie
de Ian y sus hermanos. Es un hábito que no puede romper. Sin darse cuenta,
ha lastimado a bastantes personas para proteger a su familia. Es noble y triste
al mismo tiempo.
Jess tenía razón. Jack siempre pondría primero a su familia. ¿Y cómo
podría encontrar fallas en eso? No podía. No podía culparlo por eso. No podía
odiarlo por eso.
Podía odiarlo por no confiar en mí, por tomar decisiones sobre nosotros
sin discutirlo conmigo, y por abandonarme.
197
Y podía decidir no querer estar con alguien que nunca me pondría en
primer lugar.
Es lo que quería. Incluso si eso era egoísta. Quería a alguien que me
pusiera en primer lugar porque tenía la intención de ponerlos siempre en
primer lugar.
El hecho de que Jack y yo tuviéramos un bebé no significaba que tenía
que perder la esperanza de encontrar algún día un hombre que hiciera de mí
su mundo entero. Como Jess era el mundo entero de Cooper. Como cuando
Vaughn miraba a Bailey como si fuera un milagro. Como cuando Michael
miraba a Dahlia como si temiera que pudiera desaparecer.
Quería lo que tenían mis amigos.
Quería un amor épico.
Quería un pedazo de la leyenda del Paseo Marítimo de Hart.
—Nunca imaginé criar a mi hijo sola —susurré.
—No estarás sola. Uno, me tendrás a mí y a las chicas. Seremos las
mejores tías de la historia. —Jess apretó mi mano y tocó su vientre con la
otra—. Además, tu pequeño será el mejor amigo de mi pequeño.
Ese pensamiento me hizo sonreír, disipando parte de mi tristeza.
—Y segundo, Jack es muchas cosas, pero no abandonará a su hijo.
—Lo sé. —Sabía eso—. Pero, Jess, quise decir… pensé que cuando esto
sucediera, estaría enamorada y viviendo con el padre. No será así. Jack y yo
nunca… vamos a tener que compartir la custodia. —Las lágrimas brotaron de
mis ojos nuevamente, y estaba más que un poco mareada—. Estoy triste. Me
entristece que esté pasando así. No puedo evitarlo.
—Oh, cariño. —Jess me atrajo hacia ella una vez más—. Todo saldrá
bien. Te ayudaremos con todo esto. Lo prometo.
Me aferré a Jess y esa promesa. Me aferré muy fuerte.

198
Iris me había estado molestando durante semanas para que fuera a
cenar. Y mientras estaba intentando no presionar sobre el porqué de estar tan
decaída, creo que juntó la ausencia de Jack y mi estado de ánimo y llegó a su
propia conclusión. De vez en cuando, lo dejaba colar en la conversación, como
intentando leer mi reacción ante la mención de él.
Acepté su invitación porque Ivy me había prometido que estaría allí, y
pensé que tal vez soportaría la presión en mí lugar. Por supuesto, había hecho
esta promesa antes de saber que estaba embarazada. Habiéndome enterado
hace solo unas horas, de hecho quise cancelarlo, pero sabía que si lo hacía, Iris
comenzaría a presionarme para que hablara con ella.
Vivían en una casa cómoda de cuatro habitaciones en North Hartwell, a
pocas cuadras de Jess y Cooper. Como todas las casas en Hartwell, la casa
estaba revestida con tejas de madera blanca, tenía un toldo de colores
brillantes, y un porche para pasar las tardes de verano.
Fue Ira quien me recibió en la puerta con un beso en la mejilla y un vaso
de limonada. Siempre el anfitrión.
—Iris está en la cocina —susurró—, así que lo diré rápido. Advertencia:
invitó a alguien más a cenar.
Una punzada de incertidumbre se disparó a través de mí.
—¿Quién?
—Sebastian Mercier —anunció Iris mientras caminaba por el pasillo,
limpiándose las manos en el delantal. Le lanzó una mirada a Ira—. Esposo,
sabes que tengo orejas de murciélago.
—No sé cómo podría olvidarlo.
Sus labios se crisparon a medida que ella se giraba para mirarme.
—Mercier es el chef que compró el antiguo lugar de George y lo
convirtió en The Boardwalk. Nadie sabe nada de este hombre o su restaurante
de mariscos. No ha intentado conocer al resto de los dueños del paseo
marítimo… —hubo un juicio claro en su voz—, así que pensé en ir allí,
presentarme e invitarlo a cenar. Su restaurante abrirá en un mes, y creo que
ya es hora de que conozcamos a este hombre.
Fruncí el ceño.
—Pensé que no estabas preocupada por su restaurante ahora que
sabes que es un lugar de mariscos. —Iris e Ira habían estado ansiosos por la
apertura de otro restaurante en el paseo marítimo. Ya tenían competencia de
199
Cooper's con su comida de pub, Paradise Sands con su elegante restaurante
europeo, y la posada de Bailey atendía la cena para sus huéspedes. Sin
embargo, estuvieron menos ansiosos por la competencia ahora que sabían
que estaba muy lejos de ser una pizzería.
—Oh, no lo está —dijo Ira secamente.
—¿Qué me estoy perdiendo?
—Solo pensé que sería bueno conocerlo.
—Y hacer de casamentera. —Ivy apareció en la puerta de la sala de
estar—. Hola, Emery.
Sonreí porque era agradable verla.
—Hola. —Y entonces sus palabras me golpearon—. ¿Casamentera?
—Uff. Mentiras. —Iris hizo un gesto con la mano hacia Ivy y volvió a la
cocina.
Ira sacudió la cabeza hacia mí y articuló «verdad».
Oh-oh.
Siguiendo a padre e hija a la sala de estar, pregunté en voz baja:
—¿Qué está pasando?
Ira e Ivy intercambiaron una mirada, e Ivy suspiró mientras acurrucaba
los pies debajo de ella en el sofá.
—Mamá echó un vistazo a este chef y decidió que era la distracción
perfecta para una de nosotras.
Sentí nuevamente esa sensación de hundimiento.
—¿Para una de nosotras?
—Síp. Piensa que definitivamente decidirá que le gusta tu apariencia o
la mía y será una distracción para quienquiera que elija.
Al escuchar el sarcasmo en la voz de Ivy, sonreí a pesar de la situación
incómoda en la que estaba a punto de encontrarme.
—¿Y no se le ocurrió que a ambas nos podría gustar y eso podría causar
problemas entre nosotras?
Ivy sonrió y negó con la cabeza. 200
—No creo que lo pensara mucho.
Puse los ojos en blanco y me senté junto a Ivy.
—En realidad, no estoy buscando ninguna distracción.
—Yo tampoco. —Se rio—. Esperemos que no le guste ninguna de las
dos.
—Imposible —dijo Ira—. Tengo a dos de las chicas más bonitas de la
Costa Este justo aquí. Ningún hombre puede resistirse a ninguna de ustedes.
Su problema será elegir.
Ivy negó con la cabeza, con una sonrisa cariñosa en su rostro.
—Papá, ¿no ves lo retrogrado que es que un hombre venga a cenar para
elegir entre tus chicas más bonitas?
Ira hizo una mueca.
—Bueno, cuando lo dices así, suena retrogrado.
Ivy y yo compartimos una mirada y estallamos en carcajadas.
Fue un alivio muy necesario después de un agotador día emotivo.
Noté que Ira nos observó con un brillo de satisfacción en los ojos y
sospeché que estaba feliz de que nos hubiésemos hecho amigas.
Iris volvió a toda prisa a la sala de estar con una bandeja de bocadillos
y los colocó en la mesa de café frente a nosotros.
—Algunos bocadillos antes de la cena. —Se enderezó y colocó sus
manos en sus caderas, sus ojos viniendo a mí—. Cariño, te ves un poco pálida.
¿Estás bien? ¿Es por el invitado de la cena? ¿Fui demasiado lejos?
—No —le aseguré—. Aunque no estoy buscando ningún chef francés.
Simplemente no he dormido bien estos últimos días.
—Bueno… —fue interrumpida por el timbre de la puerta—. Oh, ahí
está.
Mientras ella e Ira se disponían a abrir la puerta, miré a Ivy.
—Me sorprende que haya accedido a esto. Ha estado tan
misteriosamente ausente.
—Como un fantasma. La curiosidad de Bailey está por las nubes. La
gente solo lo ha visto fugazmente yendo y viniendo del restaurante —susurró. 201
Una profunda voz masculina resonó desde la puerta. Con acento
americano. Eh.
Como si Ivy leyera mi mente, se inclinó para susurrar.
—Es francoestadounidense.
Ah, de acuerdo. Asentí y me paré con ella para saludar al invitado de los
Green mientras lo conducían al interior.
Oh, chico.
Ese sí que era un hombre muy atractivo.
—Sebastian, me gustaría presentarte a mi hija, Ivy.
Ivy se adelantó para estrecharle la mano con frío aplomo. Sebastian
sonrió, y sentí un aleteo pequeño en mi pecho. Tenía la sonrisa más preciosa
del mundo, un destello radiante de dientes blancos, piel bronceada, ojos
oscuros que brillaban bajo las luces del techo de Iris, pómulos altos y una
angulosa mandíbula robusta. Su cabello oscuro había sido cortado en
degradado, acentuando los ángulos masculinos de su rostro. Midiendo por lo
menos un metro ochenta y dos con hombros fuertes y una cintura estrecha,
Sebastian Mercier era atractivo con una A mayúscula.
Como un reloj, mis mejillas se calentaron cuando nos presentamos.
Iris notó el rubor y sonrió como el gato de Cheshire.
Maldita sea.
No mucho después, estuvimos sentados alrededor de la mesa de los
Green, y me sorprendió la calidez y amabilidad de Sebastian. Entre no
comunicarse con la ciudad a su llegada, y el hecho de que era un chef elegante
de Boston, había esperado que fuera un poco distante. Tonto de mi parte, de
toda la gente, asumir tal cosa.
—Mi familia solía vacacionar aquí cuando yo era niño —respondió
Sebastian a la pregunta de Iris sobre por qué había elegido a Hartwell para
abrir un restaurante—. Mi familia era propietaria de un restaurante francés
en Essex, y a mi madre no le gustaba dejarlo desatendido. Mi padre solo pudo
convencerla de vacacionar aquí, ya que estaba lo suficientemente cerca como
para regresar a toda prisa si era necesario. Fue la única vez que tuvimos el
enfoque pleno de nuestros padres durante una semana entera. Tengo muchos
buenos recuerdos aquí.
—¿Y estás casado, Sebastian? —preguntó Iris. 202
Ivy puso los ojos en blanco y escondí mi sonrisa en un tenedor lleno de
pasta.
—No. Dirigir un restaurante es literalmente un trabajo de tiempo
completo. No hay mucho tiempo para citas. —Le dio un mordisco a la comida
y una vez que hubo tragado, comentó—: Esto está delicioso. Puedo ver por
qué Antonio’s siempre está concurrido.
Fue lo correcto a decir. Ivy y yo compartimos una sonrisa a medida que
los Green se pavoneaban bajo el elogio.
—Lamento si no me he presentado a todos los dueños de negocios en
el paseo marítimo. —Sebastian me dirigió una mirada de disculpa—. Parece
que siempre hay algo que hacer en el restaurante y el tiempo se me escapa.
—Oh, eso es comprensible. —Iris desestimó su disculpa como si no se
hubiera estado quejando de su «falta de modales» durante meses.
—Entonces, ¿estás soltero? —Ira devolvió la conversación a la vida
personal de Sebastian—. ¿Y buscando?
Oh, Dios mío. Ivy gimió por lo bajo.
Los labios de Sebastián se crisparon.
—No en este preciso momento. Tengo que concentrarme en el
restaurante. Además, tengo una hija adolescente. Está con su madre en
Boston, pero se unirá a mí unas semanas antes de que termine el verano.
Intento asegurarme de que tenga toda mi atención cuando está conmigo.
Aunque no parece disfrutar pasar tanto tiempo con ninguno de sus padres
ahora mismo.
—Te ves un poco joven para tener una hija adolescente —dijo Ivy.
—Gracias. Tiene quince años. Su madre y yo la tuvimos cuando yo tenía
veinticinco años.
—¿Tienes cuarenta? —solté con incredulidad. Parecía diez años más
joven que eso.
Me sonrió.
—¿Tan viejo?
—No, no. —Ahora me estaba sonrojando—. Es solo… te ves como de
treinta.
Su sonrisa se volvió coqueta. 203
—Bueno, gracias.
—Esos son unos buenos genes —agregó Ivy.
Sebastian se rio, y ahora sonó un poco avergonzado.
—Si hubiera sabido que pasaría la comida recibiendo elogios de
mujeres tan hermosas, habría llegado antes.
—Oh, me gusta —decidió Iris, haciéndonos reír.
Sin embargo, mi risa se interrumpió cuando me recorrió una ola de
náuseas.
Oh, no.
Tomé aliento, intentando no ser obvia al respecto… pero la marea subió
de todos modos.
—Disculpen. —Salté de la mesa y me apresuré al pasillo trasero al baño
de los Green. Segundos después estaba de rodillas, vomitando mi comida en
la taza del inodoro.
Me limpié la boca con papel higiénico, gimiendo, y luego me deshice de
todo.
—¿Emery?
Levanté la vista del suelo para encontrar a Iris en la puerta.
—Creo que ayer comí algo malo —mentí rápidamente.
Ella asintió.
—Sabía que estabas pálida.
—Iris, lo siento. Necesito ir a casa.
—Ira te llevará.
—No, traje mi auto. No quiero tener que volver a buscarlo.
—Ira te lo hará llegar.
—Iris, puedo conducir yo misma a casa.
Sus cejas se elevaron.
Nunca había usado ese tono con ella.
—Lo siento.
—No lo sientas. —Se cruzó de brazos—. Me gusta que seas asertiva.
204
Sonreí y me puse de pie.
Una vez que me despedí de los preocupados Green y Sebastian Mercier,
me sentí culpable por sentirme tan aliviada de subirme a mi auto. Pero solo
quería estar sola.
Sintiéndome exhausta y con ganas de acurrucarme en la cama, lo último
que esperaba cuando me detuve en mi camino de entrada fue ver una
camioneta desconocida ya estacionada ahí. Miré desde la camioneta hasta el
porche y otra ola de náuseas me golpeó.
Oh, Dios mío.
Jack.
Jack estaba de vuelta.
Hoy de todos los días.
Temblé cuando salí del auto, observándolo a medida que bajaba los
escalones del porche, con una mirada cautelosa en su rostro. Volvía a
parecerse al de siempre. Como el Jack que conocí cuando me mudé aquí.
Conduciendo una camioneta, vistiendo una camisa de franela, jeans
desgastados y botas de construcción.
Nuestros ojos se encontraron, los suyos conmovedores como siempre.
No confiaba en esa mirada.
Por más atraída por él como siempre lo estaba, por mucho que siempre
me importara lo que le pasara, Jack Devlin finalmente había roto de verdad
mi fe en él.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Pasé junto a él, asegurándome de que
no nos tocáramos, y subí los escalones del porche rápidamente. Mis llaves
temblaron en mi mano cuando abrí la puerta mosquitera.
—Em. —Escuché sus pasos detrás de mí y me giré para mirarlo.
Mi expresión lo detuvo en seco. Sabía que tenía que decirle que estaba
embarazada. Pero no estaba lista para hacerlo. Apenas había tenido tiempo
de digerir la noticia.
—Me gustaría que te marches.
Él frunció el ceño. 205
—Tenemos que hablar. Han pasado siete semanas.
—Oh, estoy muy consciente.
—¿No recibiste mi nota? —Pareció confundido—. Te dije que quería
darte espacio…
—Jack.
Él se calló.
—Vete de mi puto porche. —Abrí mi puerta y entré, cerrándola de
golpe junto a la puerta mosquitera detrás de mí. Capté la expresión de
sorpresa en el rostro de Jack justo antes de darle la espalda.
No fue satisfactorio.
Nada de esto lo era.
Estaba agotada.
Emocional.
Debilitada.
Me dejé caer en mi sofá, me quité los zapatos y me hice un ovillo. Las
lágrimas brotaron de mis ojos mientras escuchaba su camioneta salir de mi
entrada.

206
24
Jack
Jack salió en reversa del camino de entrada de Emery, pero no llevó su
camioneta nueva muy lejos. Estacionó en Main Street y caminó por las tablas
hasta el bar de Cooper.
La agitación bombeaba a través de él.
La preocupación le carcomía el estómago.
El miedo lo hacía sentir un poco enfermo.
Dejar a Emery como lo había hecho fue un gran error. Cuando Cooper 207
llamó para verificar las cosas, su viejo amigo intentó decirle que las cosas no
estaban bien con Em. Pero Jack había estado tan seguro de que darle espacio
para resolver las cosas era lo que ella necesitaba.
Oh, claramente, las había resuelto. Y no quería tener nada que ver con
él.
Hizo una mueca al recordar esa frialdad enojada en su rostro y en sus
palabras.
Jack nunca había oído hablar así a Em. Nunca a él.
Mierda.
Cada vez que pensaba que estaba haciendo lo correcto, siempre estaba
equivocado. Siempre estaba lastimando a las personas que menos quería
lastimar. Pero esa mañana, hace semanas, cuando se presentó en la mansión
para lidiar con su madre, vio a Rosalie Devlin realmente destrozada por
primera vez. Había soportado mucho en su matrimonio, pero descubrir las
profundidades de la oscuridad dentro de la familia, el dolor infligido a sus
hijos, el daño que Ian había empleado contra ellos, la rompió.
Se había quejado de ser una madre terrible, de no protegerlos. Cómo
todo el pueblo hablaba de ella. Cómo nunca más podría salir de casa por la
vergüenza de ser una madre así. Cuando finalmente se quedó dormida bajo
su vigilancia cuidadosa, Jack supo que tenía que sacar a su madre de la ciudad.
Estar aquí no era bueno para ella. Fue Rebecca quien sugirió que se pusieran
en contacto con el hermano de Rosalie.
Por lo que sabía Jack, su familia cortó el contacto a los pocos años del
matrimonio cuando se dieron cuenta de lo imbécil que era Ian.
Rosalie se había despertado al escuchar su conversación con su
hermana, y le dijo que llamara a su hermano, Heath. Aparentemente, él y
Rosalie se habían mantenido en contacto todos estos años. Heath sonó
preocupado por su hermana. Dijo que había intentado llamar desde que vio
las noticias. Y les ofreció un lugar para quedarse en Wilmington.
Afortunadamente, no le costó mucho convencer a Rosalie. Jamie tampoco
porque estaba demasiado preocupado por su madre, y dijo que no le
importaba dejar Hartwell. Había hecho una vida nueva en la universidad.
Una vez que se instalaron en casa de su tío, Jack investigó sus finanzas.
Estaba intentando averiguar cómo podrían seguir pagando la matrícula de
Jamie. Los negocios Devlin que eran importantes para la economía de
Hartwell aún estaban en funcionamiento, incluyendo el Parque de
Diversiones Ocean Blue y el Hotel Hartwell Grand. Si bien se podía pagar al
208
personal, cualquier otro dinero que se hiciera sería retenido mientras se
congelaban los bienes de su padre. Jack mantenía contacto con la gerencia de
ambas propiedades, pero supuso que una vez que su padre fuera sentenciado,
perderían esos negocios.
Jack tenía ahorros, pero no los suficientes para enviar a Jamie a la
universidad y encargarse de su madre.
Un día, su tío lo encontró hirviendo de desesperación con las hojas de
cálculo durante un respiro breve de las llamadas telefónicas, y frunció el ceño.
—¿Por qué no puedes usar el dinero de Rosie?
La pregunta había confundido a Jack.
—¿Qué dinero?
Su tío hizo un gesto hacia la gran casa en la que se encontraban. Jack se
había sorprendido un poco al descubrir que su tío se alojaba en un pueblo rico
al norte de Wilmington llamado Greenville. Su esposa y sus dos hijas en edad
universitaria, que estaban pasando sus vacaciones de verano en Europa,
vivían en una casa que no se vería tan fuera de lugar en la película Solo En
Casa.
—¿De dónde crees que vino esto?
—Asumí que del dinero de tu familia. —Jack sabía que su madre
provenía de un entorno rico.
Rosalie no hablaba de eso, así que años atrás había buscado
información sobre sus abuelos. El padre de Rosalie había heredado la
compañía pesquera más grande de la Costa Este y la había vendido por una
buena suma. Pero los abuelos de Jack habían muerto poco después de que
Rosalie se casara con Ian. Cuando su abuela falleció después de una batalla
contra el cáncer, su abuelo sufrió un infarto y murió solo unos días después.
Jack se preguntaba si Ian pensaba que al casarse con Rosalie,
conseguiría su dinero.
No había funcionado de esa manera.
La habían cortado de la herencia.
—Sí. Dinero de la familia. Pero tengo una hermana —dijo Heath
enfáticamente.
—No entiendo. 209
—Jack, ¿sabes cuánto nos adoraban mis padres? ¿Adoraban a Rosie? —
Suspiró y se sentó en el escritorio—. Odiaban a Ian Devlin. Lo vimos
exactamente por lo que era. Le dieron dinero a Rosie cuando se casaron y
descubrieron que él la convenció de comprar el hotel y el parque de
diversiones en Hartwell. Perdieron la cabeza. Se suponía que era para su hija.
Así que, la cortaron de la herencia. Pero no querían dejar a Rosie sin nada.
Estaba en su testamento. Le dejaron el cincuenta por ciento, pero me lo
confiaron a mí. Soy básicamente el guardián de la fortuna de Rosalie. Era para
que Ian no pudiera tocarlo, pero ella lo tendría si lo necesitara.
El shock atravesó a Jack.
—¿Me estás diciendo que mamá es rica?
Heath sonrió.
—Soy un tipo de finanzas. Ella confió en mí para invertirlo, y esas
inversiones han valido la pena. Ahora tiene más de lo que tenía al principio.
Puedo ceder lo que necesites ahora para que Rosie se recupere. Me gustaría
que se quedara en Greenville. Puede permitirse un lugar aquí. Y tan pronto
como se divorcie de Ian, todo el dinero le será entregado.
El alivio inundó a Jack.
—¿Ian no sabe sobre el dinero?
—Para nada.
Jack negó con la cabeza.
—No podemos hacer compras lujosas como casas hasta que esté tras
las rejas. Si pensara por un segundo que mamá tiene dinero, nos extorsionaría
para pagarle a su abogado.
La expresión de Heath se oscureció.
—En serio es un hijo de puta, ¿no?
—No tienes idea. —Jack se recostó—. ¿Qué pasa si alquilamos un lugar
para ella, Becs y Jamie… lo hacemos a través de ti y después te lo devolvemos?
De esa forma, Ian pensará que te estás ocupando de la carga financiera.
Heath asintió.
—Eso no es un problema. Pero todos son bienvenidos a quedarse aquí
el tiempo que sea necesario. Esta es una casa grande.
Y Jack lo había agradecido. 210
—Jack, yo investigaría en el hotel y el parque de diversiones. Recuerdo
una conversación con Rosie sobre esas compras. Mi hermana no es tonta. Ian
necesitaba su firma para entregar ese dinero. Es copropietaria de esos
negocios. Se aseguró de ello.
Esta revelación hizo que Jack hablara por teléfono con el gerente
financiero y comercial de su familia. Envió lo que le pidieron. Y efectivamente,
las escrituras de ambas propiedades tenían el nombre de su madre. Rosalie
Devlin era copropietaria de los negocios. Después de varias semanas de
conversación e investigación que no le gustó hacer pasar a su madre, los
federales estuvieron convencidos de que su madre no tenía nada que ver con
los cargos de extorsión de su padre. Así que, contrataron a un abogado. Tenían
evidencia suficiente para demostrar que los negocios pertenecían
legítimamente a Rosalie ya que el dinero para comprarlos era de ella. Podría
tomar un tiempo, Ian podría estar ya en prisión para entonces, pero iban a
recuperar esos negocios.
Lo que significaba que eran lo suficientemente importantes como para
que Jack siguiera supervisando. De hecho, Rosalie quería cedérselos tan
pronto como pudiera legalmente. No había sido la carrera que Jack había
planeado, pero el hotel y el parque eran importantes para Hartwell, y Jack
podía pensar en trabajos peores.
Además, lo mantendrían cerca de Emery.
No se había marchado de Greenville hasta que su madre y Rebecca se
instalaron en un pintoresco alquiler cerca de Heath. Jamie acababa de
regresar a la universidad, que Rosalie ahora podía pagar. Después de algunas
semanas de que Rebecca pasara cada segundo con su madre, Rosalie parecía
estar en un lugar mejor. Tanto la madre como la hija habían comenzado a ver
a un terapeuta, que Jack esperaba que ayudara.
Aún era extraño dejarlas allí. No había sido fácil, pero Heath prometió
cuidarlas.
Se había necesitado mucha fuerza de voluntad para no contactar a
Emery durante su ausencia de siete semanas, para darle espacio mientras él
llevaba a su familia a un lugar mejor. Los recuerdos de su noche juntos eran
tanto un placer como un dolor.
Y cuando Cooper llamó y dijo que Emery se veía un poco deprimida
estos días, Jack sintió un nudo en el estómago. Se había cuestionado a sí
mismo. Pero luego pensó que no. Ella no lo necesitaba en su espacio,
confundiendo su cabeza. Y él tenía tanto con lo que lidiar que pensó que, era
mejor mantenerse alejado. Jack quería poder darle toda su atención la 211
próxima vez que hablaran.
Ahora sabía que esa forma de pensar estaba jodidamente mal. Lo había
arruinado todo. De nuevo.
Al entrar en el lugar de Cooper, Jack vio a su amigo detrás de la barra
charlando con Bailey Hartwell y Vaughn Tremaine. Cooper miró a Jack y le dio
un asentimiento amistoso.
Parte de esa opresión en el pecho de Jack causada por la ira de Em se
aflojó un poco. Nunca pensó que sería bienvenido en Cooper's nuevamente en
su vida. Sintió ojos en él a medida que avanzaba por el bar, pero ignoró sus
miradas curiosas. La fábrica de chismes comenzaría a funcionar pronto, y
antes de que nadie se diera cuenta, todo Hartwell diría que no solo Jack Devlin
había regresado a la ciudad, sino que Cooper lo había recibido en su bar.
Jack se deslizó en el taburete vacío junto a Bailey. Ella se giró para darle
una sonrisa suave.
—Hola, Jack, ¿cómo estás?
Siempre había tenido debilidad por la Hartwell del medio. Era sociable
y abierta, por lo que siempre sabías lo que estaba pensando.
—He estado mejor. ¿Cómo estás? —Miró más allá de Bailey a Vaughn,
quien lo observaba con cautela. Jack le hizo un gesto de saludo.
—Mmm… estresada —respondió honestamente y le lanzó a Vaughn
una sonrisa cansada—. Nuestra boda es en cuatro días.
—Ah, cierto.
—Te envié una invitación —dijo—. Pero la envié a tu casa en South
Hartwell.
—No he estado allí en un tiempo. Lo siento.
—Aún tienes tiempo para confirmar tu asistencia.
No, no lo había. Estaba haciendo una excepción con él. Y Jack sabía que
rechazar su invitación sería descortés, considerando que en primer lugar no
la merecía, pero sería estúpido si no iba. No si quería empezar de nuevo aquí,
lo cual así era.
—Bails, sería un honor estar allí, gracias. —Su voz sonó un poco áspera
por la emoción.
—Estaremos felices de tenerte allí —dijo Vaughn, sin sonar feliz en 212
absoluto, pero Jack no se lo tomó como algo personal. Sabía que Tremaine
odiaba a Ian Devlin y, naturalmente, desconfiaría de su hijo.
—Jack, ¿qué puedo ofrecerte? —preguntó Cooper.
Ellen Luther, una lugareña sentada unos taburetes más abajo, soltó un
gorgoteo sorprendido ante la pregunta simpática de Coop.
Jack y Coop compartieron una casi sonrisa.
—Lo que sea de barril, gracias.
Intercambió una pequeña charla con Bailey sobre la boda mientras
Cooper preparaba su bebida. Empujó la pinta a través de la barra hacia él y
preguntó:
—¿Has visto a Emery?
Jack se puso rígido.
—Sí.
—¿Y?
Podía sentir a Bailey escuchando atentamente.
—No podría haber ido peor.
—Mierda. Lo siento.
Jack se encogió de hombros.
—Lo resolveré. Una vez que pueda conseguir que me hable.
Bailey lo empujó con el codo.
—Te das cuenta de que estás sentado junto a una de las mejores amigas
de Emery.
Él suspiró.
—Escuché algo en ese sentido.
Ella sonrió. Podría ser una de las mejores amigas de Em, pero no sabía
lo que había pasado entre ella y Jack. Si lo supiera, no le estaría sonriendo.
Esto quedó confirmado cuando dijo:
—Sé que ustedes dos tuvieron algo el verano pasado, y la apartaste
para protegerla, pero estoy bastante segura de que podrías convencer a
Emery de que regrese. 213
—Tal vez Emery no necesita regresar. —Vaughn dirigió a Jack una
mirada sombría—. Si mi mujer fuera retenida a punta de pistola por mi padre,
no me iría de la ciudad durante siete semanas después del evento, dejándola
desprotegida.
Sí, definitivamente no le agradaba a Tremaine.
—Uno, no sé si lo escuchaste, pero Em puede protegerse a sí misma. Es
una gran tiradora —dijo Jack con orgullo—. Dos, no sabes de qué diablos estás
hablando.
Bailey le hizo una mueca a Cooper y luego se volvió hacia Jack.
—De acuerdo, sí, no está bien irse después de que sucedió eso, incluso
si Em es Lara Croft. Caray, es como un bloque de monedas en Super Mario
Bros., excepto que en lugar de monedas saliendo cada vez que algo la golpea,
lo hacen los secretos. —Frunció el ceño—. Esa fue demasiada analogía con los
videojuegos. De todos modos… todos sabemos por qué te fuiste, y cuidar a tu
familia es noble. —Le lanzó a Tremaine una mirada de amonestación antes de
volverse hacia Jack—. Algo que estoy segura de que Emery entiende
completamente.
—Ah, ¿sí? —Jack bebió su cerveza—. ¿Es por eso que me dijo que me
largara de su puto porche?
Bailey abrió los ojos de par en par.
—¿Ella dijo qué? ¿Con la palabra «puto» y todo?
Jack asintió.
Ella se echó a reír. Vaughn gruñó divertido a su lado.
—Gracias —murmuró Jack sarcásticamente.
—No, lo siento. —Bailey le dio una palmadita en el hombro—. Es solo
que, estoy un poco orgullosa de ella. —Sus ojos se desorbitaron hacia
Tremaine—. Muy orgullosa de ella.
Su prometido le dedicó una afectuosa sonrisa cariñosa que lo
transformó.
Eso es lo que te hacían las mujeres.
Te convertían de un rudo macho alfa en un idiota enamorado. Jack se
burlaría de eso, si no hubiera experimentado los efectos de ser un idiota
enamorado durante los últimos nueve años.
214
—Deberías escribirle una carta —anunció Bailey.
—¿Qué?
—Si no te habla, entonces escríbele una carta de amor. —Se inclinó
hacia Jack—. Emery es romántica. Quieres una oportunidad con ella, entonces
debes poner tus cartas sobre la mesa. Sé completamente honesto con ella.
Escríbele todo. Lo prometo… ninguna mujer puede resistirse a una carta de
amor.
—¿En serio? —murmuró Tremaine.
—Sí, así es. —Arqueó una ceja hacia él—. Entonces, es mejor que tus
votos sean maravillosos.
Sus ojos centellearon.
—Entonces, sin presión.
La pareja inclinó la cabeza el uno hacia el otro. Jack se dio la vuelta,
Cooper lo estaba observando con cautela.
—¿Qué opinas? —preguntó Jack.
Cooper se inclinó, bajando la voz.
—Creo que… tal vez pasó algo más entre ustedes… de lo contrario,
Emery no te habría dicho que te fueras de su puto porche. Porque la última
vez que los vi a ambos, no parecía muy infeliz por tener tu brazo alrededor de
ella.
—Yo no… estuvimos juntos. Y luego Rebecca llamó y tuve que irme. Em
aún estaba dormida —murmuró—. Dejé una nota sobre darle un poco de
espacio para pensar…
—¿Hiciste qué? —preguntó Cooper dándole una mueca.
—Estoy teniendo la fuerte sensación de que fue un movimiento
equivocado.
Su viejo amigo suspiró pesadamente.
—Has follado con más mujeres de las que puedo contar, y de alguna
manera aún no sabes absolutamente nada de ellas.
—Entonces dime qué hacer. —Jack apretó la mandíbula con ira
autodirigida—. Dime cómo arreglo esto con ella. 215
—Primero, responde una cosa.
Asintió.
—¿La amas?
El estómago de Jack se retorció.
—Coop, desde esa noche que la vi por primera vez.
Cooper sonrió ante su honestidad cruda.
—Entonces, Bails tal vez tenga razón. No sabría cómo escribir una
carta, pero si hubiera sido lo que hubiera hecho falta para conseguir a Jess,
habría escrito una maldita carta.
Una carta de amor.
Jack exhaló lentamente.
Por supuesto.
25
Emery
—¿Hiciste qué? —Miré a Bailey boquiabierta con total incredulidad.
Ella fue mi primera clienta de la mañana, apareciendo antes de que la
tienda estuviera abierta.
De pie casualmente con una taza para llevar en cada mano, una para
ella y otra para Dahlia, Bailey me sonrió como si no hubiera hecho nada malo.
—¿Invitaste a Jack a tu boda?
—Lo hice. 216
—¿Y él dijo que sí?
—Por supuesto que dijo que sí. Sería de mala educación decir que no.
Sentí una punzada de náuseas y respiré hondo para detener la marea.
—Em, no es tan malo. Eres una dama de honor, así que difícilmente
tendrás la oportunidad de interactuar con él. —Sus ojos brillaron con
picardía.
Entrecerré los ojos.
—¿Crees que soy imbécil? Bails, sé lo que estás tramando.
—¿Moi? —Se señaló inocentemente, con los ojos completamente
abiertos y toda linda—. Simplemente me aseguro de que todos los que se lo
merecen se sientan bienvenidos a asistir a nuestra boda.
—¿Se lo merecen?
—No somos demasiado quisquillosos. Siempre y cuando no seas una
sociópata destructora de hogares, una hermana traidora, un asesino o estés
actualmente en la cárcel por cargos federales, estamos muy felices de
extenderte una invitación.
—Entonces, ¿Dana no? —bromeé, a pesar de mi malestar.
—No, definitivamente no. Y está furiosa. —Bailey sonrió
maliciosamente—. Es la boda más grande que esta ciudad ha visto en
cincuenta años, y no recibió una invitación. Y nadie me culpa. Entienden lo
incómodo que sería para mí tener a la ex esposa del esposo de mi dama de
honor embarazada en mi boda. Así que, ni siquiera parezco una mala persona
por no invitarla. Estoy recibiendo una enorme cantidad de satisfacción
mezquina de toda la situación.
No tanto como yo. Dana Kellerman no era mi persona favorita. Me reí
con cansancio ante la sonrisa traviesa de Bailey.
—Eres horrible. —Pero lo dije como si pensara lo contrario.
Mi amiga se rio.
—Oh, vamos, Em. No te preocupes por Jack. Habrá muchos otros
solteros elegibles para llamar tu atención. Vaughn ha invitado a algunos
amigos que realmente le gustan de su vida en Manhattan. Algunos son
solteros, ricos y apuestos.
Puse mis ojos en blanco. Lo último que necesitaba en este momento era 217
una cita.
—Creo que por ahora pasaré.
—Oh, no, no lo harás. Emery, tienes veintinueve años, y nunca has
tenido una relación seria. ¿No quieres cambiar eso? ¿Y qué sería más
romántico que enamorarse en la boda de tu mejor amiga?
Estaba en la punta de mi lengua dejar escapar que estaba embarazada.
No lo haría.
Uno, Jack tenía que saber primero.
Dos, solo tenía siete semanas. No quería anunciar nada hasta más
adelante en el embarazo. Por mucho que me preocupara mi futuro como
madre soltera, me enamoré de la idea de ser madre rápidamente. Tendría un
hijo o una hija. Para criar, proteger y amar. Y aunque nunca había planeado
hacerlo de esta manera, ahora lo quería. Y no quería que nada me quitara eso.
Pero sabía que podían pasar cosas. Sabía que los bebés podían
desaparecer. Siete semanas era demasiado pronto para decírselo a nadie.
Podría maldecir mi embarazo. Casi podía escuchar a mi abuela regañándome
por un pensamiento tan supersticioso (después de regañarme por quedarme
embarazada fuera del matrimonio, claro está). Sin embargo, no podía cambiar
lo preocupada que estaba. Me abstendría de decírselo a nadie hasta que se
volviera demasiado difícil de ocultar. Tendría que pedirle a Jack que hiciera lo
mismo.
Mi estómago se revolvió de nuevo ante la idea de decírselo a Jack.
Necesitaba decirle pronto. Lo había planeado.
Aun así, ahora que sabía que estaría en la boda, no estaba segura de
querer estar en el mismo evento con él si supiera la verdad.
—De repente te ves un poco pálida. Em, ¿estás bien?
—Ayer tuve una intoxicación alimentaria. —Perpetué mi mentira—.
Aún me siento un poco mal.
—Oh, cariño, eso no es bueno. ¿Por qué no cierras hoy la tienda?
—Preferiría trabajar hasta que se me pase. —No podía mirarla
mientras mentía—. Entonces, ¿está todo listo para el gran día? —Cambié de
tema.
—Sí. Todo listo. Mis padres llegan mañana y ya no me hacen sentir 218
culpable por rescindir la invitación de Vanessa. —Ante mi mirada de
preocupación, Bailey desestimó mi expresión—. De todos modos, nunca iba a
aparecer. Y es mejor que acepte la verdad. ¿Estoy triste? Sí. Pero no dejaré que
arruine mi boda. Mamá, papá y Charlie lo entienden. Así que, todos estarán
aquí para mañana, y el padre de Vaughn junto al resto de sus invitados
llegarán la noche anterior. Están todos reservados en el hotel. El personal está
trabajando más duro que nunca porque es la boda del jefe, así que siento que
estamos en excelentes manos. —Sonrió—. Y todo lo que tienes que hacer es
presentarte en la posada la víspera del gran día.
—No puedo esperar.
También me alegraba que Vaughn y Bailey hubieran tenido sus
despedidas de soltero y soltera meses atrás. Se había bebido mucho. Al menos
de esta manera, podía evitar una copa de champán sin que se notara
extrañamente si Bailey tenía un brindis en la víspera de la boda.
—Yo tampoco.
Tan pronto como Bailey se fue a entregar el café de Dahlia, dejé escapar
un suspiro tembloroso.
No podía contarle a Jack del bebé. No hasta después de la boda. De esa
manera, no estaría atrapada en la misma habitación con él durante horas
mientras él tuviera ese conocimiento.

219
26
Emery
Bailey y Vaughn se habían apoderado de Main Street.
Literalmente.
Obtuvieron permiso para bloquear la calle, y se les pidió a los
propietarios de automóviles que movieran sus vehículos el día anterior en
preparación para la boda. ¿Por qué? Porque la ceremonia se estaba llevando
a cabo en la glorieta en lo alto de Main Street. Las muchas sillas para los
invitados estaban colocadas frente a la glorieta, en la calle. Significando que,
cualquiera que no recibiera una invitación oficial podía mirar desde la 220
distancia.
Las sillas tenían cubiertas de lino blanco y lazos del color de las flores
de cerezo rosa. Se había colocado un pasillo blanco repleto de pétalos de flores
de cerezo entre las sillas y todo el camino hasta la glorieta y el altar. Los
pilares de la glorieta habían sido envueltos en guirnaldas de flores frescas de
rosas blancas y peonías rosadas.
El sol brillaba intensamente.
Las olas resplandecían en la distancia.
Los turistas vagaron en el paseo marítimo, con las cámaras
desplegadas, tomando fotos de los hermosos novios cuando recitaron sus
votos.
Sentada en la primera fila junto a Jess, Dahlia e Ivy con nuestros
vestidos de dama de honor rosa pálido a juego, vi a Bailey y Vaughn sintiendo
una mezcla extraña de alegría y envidia. La forma en que él la miraba era
impresionante. Como si no pudiera creer que ella fuera real y suya.
Quería eso para Bailey. Me alegraba mucho por ella.
Sin embargo, temía que nunca encontraría lo mismo.
Ignorando mis preocupaciones, sonreí a través de lágrimas borrosas a
la pareja. Vaughn, como siempre, se veía sorprendente, sin importar lo que
usara. Con un esmoquin ahora, parecía una estrella de cine.
Y Bailey… era toda una visión hermosa en marfil dorado. El vestido
Jenny Packham se ajustaba perfectamente a la figura elegante de Bailey y
tenía un aire de los años 30. El corpiño estaba adornado con cuencas cosidas
a mano. Tenía mangas casquillo transparentes y un escote en V pronunciado.
Una delicada cinta de seda acentuaba la cintura pequeña de Bailey y estaba
atada en un pequeño lazo en la espalda. La falda de gasa de seda se agrupaba
en capas elegantes alrededor de sus pies.
El estilista había rizado los brillantes mechones castaños de Bailey en
un peinado recogido intrincado. Llevaba un tocado vintage sencillo, elegante
y con cuencas que combinaban perfectamente con el vestido.
Un silencio cayó sobre los invitados cuando el oficiante, Kell Summers,
invitó a los novios a recitar sus votos.
El padre de Vaughn, un hombre muy distinguido y apuesto que era
demasiado encantador para su propio bien y que me hacía sonrojar al
máximo, le entregó el anillo de bodas de Bailey a su hijo. Y Vaughn, tomando 221
su mano izquierda entre las suyas, deslizó suavemente la banda por su dedo
hasta que se detuvo junto a su impresionante anillo de compromiso. Luego
tomó su mano entre las suyas, mirándola profundamente a los ojos.
—Es un eufemismo decir que nunca te esperé, Bailey Hartwell.
Bailey le sonrió radiante a medida que todos nos reíamos, recordando
lo enemistados que habían estado antes de que sacaran la cabeza de sus
traseros y se dieran cuenta de que se importaban el uno con el otro.
Vaughn la miró con cariño mientras ella sonreía con esa glamorosa
sonrisa suya.
—¿Cómo podría anticiparme a alguien como tú? ¿Cómo podría esperar
que alguien como tú existiera?
Las lágrimas brotaron de mis ojos cuando los de Bailey se iluminaron
de emoción.
—Pasé horas tortuosas intentando encontrar los votos perfectos, las
palabras perfectas. Maldiciéndome por ser un hombre que no es muy bueno
expresando sus sentimientos. Sabiendo lo importante que es que comprendas
la profundidad de lo que siento por ti. Así que, un hombre sabio me recordó
que no necesito ser poeta para hacer eso. —Vaughn la acercó más para poder
sostener sus manos unidas contra su pecho—. No hay nada ni nadie en este
mundo que signifique lo que tú significas para mí. Y quiero que sepas que cada
una de mis acciones, cada una de mis decisiones, mi verdadero propósito en
la vida es proteger lo que tenemos. Amarte. Hacerte feliz. Asegurarme de que
nunca te arrepientas ni un solo momento que pases a mi lado.
Me limpié una lágrima de la mejilla cuando Bailey se inclinó para besar
a Vaughn. Un beso dulce, suave, íntimo, dado como si hubiera olvidado que
tenían público.
Otra lágrima cayó por mi mejilla, y a medida que me disponía a secarla,
sentí un hormigueo caliente en la nuca que no tenía nada que ver con el sol de
la mañana.
Un escalofrío persiguió el hormigueo por mi columna. Giré la cabeza.
Mi mirada se abrió paso entre los invitados sentados, fijándose en la
pareja en el gazebo mientras Bailey recitaba sus votos.
Estaba a punto de volverme a escuchar cuando mis ojos se encontraron
con los suyos.
Jack. 222
Se sentaba al otro lado del pasillo, unas siete filas atrás, junto a Cat y
Joey Lawson. Su mirada estaba fija en mí, su expresión abrasadora.
Mi vientre anudado.
Joey me vio mirando en su dirección y saludó con entusiasmo.
A pesar de mis grandes preocupaciones, Joey siempre me hacía sonreír.
Le sonreí y le devolví el saludo antes de darme la vuelta.
Atrapé los ojos de Jess mientras lo hacía, y ella me dio una sonrisa
comprensiva. Tomó mi mano libre, la que no envolvía un ramo de peonías, y
la apretó con fuerza.
Apreté la suya de vuelta.

No mucho después, me distraje momentáneamente de mis


preocupaciones en cuanto a encontrarme con Jack. El fotógrafo se demoró
tanto con las fotos en el paseo marítimo, en la posada y en la playa que Jess se
sintió mareada y Bailey excusó a las damas de honor del resto de la sesión de
fotos.
Dahlia, Ivy y yo acompañamos a Jess de regreso al hotel donde Cooper,
Jeff King, Michael y Jack estaban esperando juntos. Ver a Jack parado entre
ellos, luciendo tan sexy en su traje hecho a medida, hizo que mis
preocupaciones anteriores se derrumbaran.
—¿Estás bien? —preguntó Jess a medida que nos acercábamos a los
hombres.
—¿Por qué le preguntas a Em si está bien? —Dahlia frunció el ceño—.
Tú eres la que estaba a punto de desmayarse… ah, Jack, ¿verdad? Entendido.
—Estoy bien. —Les di a todas una sonrisa forzada.
—Esa fue el «estoy bien» menos convincente que he escuchado en toda
mi vida —comentó Ivy.
Cooper se acercó hacia nosotras, con el ceño fruncido.
—¿Estás bien? —Apartó a Jess de nosotras, pasando sus manos por sus
brazos—. Justo estaba diciendo que te estaban exponiendo a ese sol durante
demasiado tiempo.
223
—Estoy bien, estoy bien. —Se apoyó contra él, luciendo marchita—.
Solo necesito un vaso de agua y algo de sombra.
Antes de que ninguna de nosotras pudiera decir una palabra, Cooper
acompañó a Jess al hotel.
Michael y Jeff se acercaron.
—¿Necesitas que nos quedemos contigo? —preguntó Dahlia en voz
baja.
—Necesito hablar a solas con Jack.
—Ven, cariño, vamos a buscarles unas bebidas a las chicas. —Michael
tomó la mano de Dahlia e hizo un gesto para que todos entráramos.
—Iré enseguida —dije. Michael asintió y envolvió su brazo alrededor
de la cintura de Dahlia.
Por un momento, me sorprendió un poco la forma en que Jeff miró con
tanta fiereza a Ivy. Ella le devolvió la mirada como si nunca lo hubiera visto.
Para ser justos, se veía increíblemente atractivo con su traje.
—¿Una bebida? —le preguntó.
—Seguro.
Él le tendió el brazo y ella lo tomó.
Nunca rompieron el contacto visual en todo el tiempo.
Interesante.
Mi atención pasó de ellos a Dahlia y Michael. Mientras se acercaban a la
entrada del hotel, Michael le susurró algo al oído a Dahlia que la hizo reír.
Se me retorció el estómago al verlo sonreír a medida que le abría la
puerta.
Ivy y Jeff los siguieron al interior.
Finalmente, no pude evitarlo por más tiempo. Sobre todo porque
estaba caminando hacia mí.
—Te ves hermosa —dijo Jack, sincero y sexy.
Le fruncí el ceño.
Sus labios se torcieron como si pensara que era linda, lo cual era más
que levemente irritante. Tenía calor, un poco de náuseas y no tenía permitido 224
ahogar mis penas en champán. Y me encantaba el champán. Sería una mala
idea hacerme enojar.
Levanté la barbilla y enderecé los hombros mientras me obligaba a
mirarlo a los ojos.
—Solo quería decir que me gustaría disfrutar de la boda de mi amiga
sin tener que lidiar con esto. —Hice un gesto entre nosotros.
—Em…
—Hablaremos después de la boda. Solo… déjame en paz por ahora. Por
favor.
Jack exhaló lentamente, sacudiendo un poco la cabeza. Podía sentir su
exasperación. Pero entonces asintió, sus ojos conmovedores clavados en los
míos.
—Puedo hacer eso.
Suspiré con alivio.
—Gracias.
Una vez dentro, el aire acondicionado del hotel enfrió mi piel caliente,
ofreciéndome un respiro pequeño de la incomodidad física. Ojalá sus poderes
se extendieran a mi agitación emocional. Al ver a Jess y Dahlia con sus
hombres y Jeff con Ivy parados juntos cerca de Cat y Joey, corrí hacia ellos.
Mientras Jess y Joey bebían agua, todos los demás tenían una copa de
champán en la mano.
—¿Emery? —Cat me tendió una.
—Sabes, tengo un poco de calor. Creo que solo tomaré un poco de agua.
Jess se estiró detrás de ella en la mesa a sus espaldas y agarró un vaso
para mí. Le di una sonrisa agradecida.
—Emery, te ves bonita —dijo Joey, mirándome con su habitual
adoración luminosa.
Como siempre, hizo que mi corazón se sintiera un millón de veces más
grande.
—Y tú te ves muy apuesto con ese esmoquin.
Me sonrió radiante. 225
—¿Bailarías primero conmigo? Un tipo tiene que reclamar lo suyo.
Luché por no reírme. Como todos los demás. Excepto Cat, que le lanzó
a Cooper una mirada divertida, pero acusatoria.
Cooper se rio entre dientes.
—¿Por qué estoy recibiendo la mirada?
—Porque ¿dónde más habría escuchado algo así?
—Oh, no fue el tío Coop. —Joe sacudió la cabeza—. Lo leí en uno de esos
libros que tanto te gustan. Los que tienen las motos en la portada.
Cat palideció.
—¿Hiciste qué? ¿Tomaste mi lector electrónico?
—Sí. —Se encogió de hombros.
—Joey, ¿qué te he dicho de eso? Cuando lleguemos a casa, vamos a
tener una discusión sobre la privacidad y no tocar las cosas que mamá te ha
prohibido expresamente tocar. Y también quiero saber cuánto has leído.
Joey pareció disgustado, con la mirada baja.
—Fue un capítulo. Regresaste a la habitación antes de que pudiera leer
más.
—Joey… —suspiró pesadamente.
Él hizo una mueca ante su tono decepcionado.
—Oye. —Le sonreí, intentando distraerlos a ambos—. Por supuesto,
puedes tener el primer baile.
Su melancolía se desvaneció y se abrazó a mi costado, su brazo
alrededor de mi cintura. Lo sostuve contra mí mientras tomaba un gran trago
de agua. Joey era un poco contradictorio. Excepcionalmente brillante, un
músico dotado, sabía más del mundo que otros niños de su edad. Era precoz
y confiado. Al mismo tiempo, seguía siendo inocente y cariñoso.
—¿Qué pasa con los libros? —preguntó Dahlia a Cat.
—Son novelas románticas. —Cat se mordió el labio—. Novelas
románticas oscuras. Con el tipo de cosas que no quiero que mi hijo lea. Jesús.
¿Puedes poner una contraseña en un lector electrónico?
—Sí —respondí—. Te mostraré cómo. 226
Cat pareció sorprendida por mi oferta, pero sonrió agradecida.
—Gracias.
—Jack —dijo Cooper, y me giré para ver a Jack cruzando el vestíbulo.
Redujo la velocidad pero no se detuvo, sus ojos posándose en donde Joey se
aferraba a mi costado. Su expresión se calentó cuando me lanzó una mirada
tierna antes de volverse hacia Coop—. ¿Una bebida?
Jack negó con la cabeza.
—Será mejor que entre, tome mi asiento.
—¿Seguro? La feliz pareja podría tardar un poco más.
Me miró antes de responderle a su amigo.
—Te alcanzaré más tarde.
La culpa me invadió. Sabía que probablemente no había nada más que
Jack quisiera hacer que pasar el rato con Cooper, pero hoy estaba cumpliendo
con mis deseos de evitarme.
Desafortunadamente, su acatamiento no duró mucho.
—Emery, Joey, odio interrumpir, pero lo haré. —Bailey se detuvo junto
a Joey y yo en la pista de baile. Estaba resplandeciente de felicidad. Y un
apuesto hombre moreno de mi estatura con ojos soñadores la acompañaba—
. Emery, este es Soren Michaelson. Es un viejo amigo de la universidad de
Vaughn y vive en Manhattan. Soren, Emery solía vivir en el norte del estado
de Nueva York, pero ahora es dueña de la librería del paseo marítimo.
Oh, diablos, no.
No había creído que Bailey intentara hacer de casamentera en su boda.
Pero ¿por qué no? Definitivamente era algo de lo que era capaz.
¡Y lo estaba haciendo!
—Joey, ¿te importa? —le preguntó.
Joey miró a Soren Michaelson.
—Lo permitiré. Pero no te hagas ilusiones, amigo. He reclamado lo mío.
Soren sonrió.
227
—Respeto eso.
—Mmm. —Joey me dirigió una mirada—. ¿Quieres bailar con este tipo?
Aguantar la risa fue una de las cosas más difíciles que tuve que hacer.
—¿Si te parece bien, Joey?
—Seguro. Mamá dice que no debería monopolizar tu tiempo.
—¿Bailarías conmigo? —Bailey le tendió la mano—. Yo soy la novia.
—Sí, entonces ya estás reclamada.
—Joe-Joe, ven a bailar conmigo. —Él tomó su mano—. Mientras
bailamos, la tía Bailey te explicará que las chicas no son algo que puedas
reclamar como una pelota de los objetos perdidos. ¿De acuerdo?
Soren rio entre dientes.
—Es todo un personaje, ¿eh?
Asentí.
—Es maravilloso.
—¿Bailamos? —Extendió la mano.
Segundos después, estaba en los brazos de este extraño, aun sonriendo
por Joey.
—No puedes culpar al chico —bromeó Soren, sus ojos deslizándose
sobre mi rostro—. Tiene un gran gusto.
Mis mejillas se calentaron.
—Gracias.
—Entonces… —Soren nos balanceó un poco más, su mano apretando
mi espalda—, cosas que ya sé sobre Emery Saunders: Vaughn es protector
contigo.
Mis ojos volaron a los suyos.
—¿Cómo sabes eso?
Sus labios se crisparon.
—Porque me amenazó con castrarme si yo, y cito, «no trataba a Emery
con el respeto y los modales que merece una dama e intentaba cualquier
asuntito divertido con ella».
228
¿Vaughn dijo eso?
La diversión de Soren aumentó ante mi sorpresa.
—Obviamente se preocupa por ti, y se necesita mucho para
impresionar a Vaughn, así que ya estoy intrigado. También sé que diriges tu
propio negocio, tienes hombres enamorándose de ti incluso antes de que
estén en la escuela secundaria, y eres la mujer más hermosa en esta sala.
Una persona podría asar malvaviscos en mis mejillas, me sentí tan
incómoda con sus halagos.
—Y no sabes cómo tomar un cumplido. —Se rio y me acercó más hasta
que mi pecho rozó el suyo.
Una sombra cayó sobre nosotros antes de que pudiera responder.
—¿Puedo interrumpir?
Jack.
Dejamos de bailar bajo la fachada ceñuda del padre de mi hijo por
nacer. El padre que aún no sabía nada. El padre que había prometido que me
evitaría esta noche. El padre que fulminaba a Soren Michaelson como si
quisiera arrancarle la cabeza.
Y como no quería causar una escena en la boda de Bailey, murmuré:
—Por supuesto.
La decepción nubló la expresión de Soren. Su agarre se apretó muy
ligeramente.
—¿Bailamos después? —me preguntó.
Por agradable que sonara, por mucho que me encantara la oportunidad
de encontrar a alguien que pudiera sacar a Jack Devlin de mi corazón, no
estaba en el mercado para una relación.
Aparte del tipo madre-hijo.
Le di una sonrisa vaga y asentí, y me soltó.
Segundos después, estaba en los brazos de Jack.
Intenté mantener la distancia, pero él me atrajo hacia sí. A pesar de mi
lucha por mantener los pensamientos de nuestra noche juntos fuera de mi
cabeza, los recuerdos me inundaron. Aunque había terminado
229
desastrosamente, no podía negar que el sexo con Jack iba más allá de mis
imaginaciones más salvajes.
Mirando a cualquier lugar menos a su rostro, susurré:
—Lo prometiste.
Inclinó su cabeza hacia la mía, sus labios rozaron mi oreja y provocaron
una cascada de escalofríos en mi cuello.
—No me obligues a quedarme inmóvil y verte coquetear con otra
persona.
Aparté la cabeza bruscamente y fruncí el ceño.
—¿Por qué? Me lo has hecho durante nueve años.
El remordimiento y el dolor inundaron sus ojos.
—Em…
—Jack, no quiero bailar contigo, pero tampoco quiero hacer una escena.
Por favor, ¿me dejas ir?
—Está bien. —Aflojó su agarre para levantar mi barbilla, llevando mis
ojos a los suyos—. Pero solo por ahora. En este momento. No puedo dejar que
vayas más allá de eso. No puedo. —Jack negó con la cabeza solemnemente—.
Aún no hemos terminado, solecito.
No, aún no habíamos terminado.
Simplemente no como él pensaba.
Las lágrimas amenazaron con asfixiarme, así que me solté rápidamente
de su agarre y me alejé, intentando lucir tranquila a medida que dejaba la pista
de baile.
Desafortunadamente, la escena que había intentado evitar de todos
modos me encontró.

Fue horas después. Nuestro grupo de amigos estaba amontonado cerca


de una mesa al fondo de la sala. Bailey y Vaughn se abrazaron, riendo y 230
bromeando. El papá de Vaughn estaba bailando con la mamá de Bailey,
mientras que el papá de Bailey había persuadido a Cat y Joey para que salieran
a la pista de baile. Iris e Ira se reían a carcajadas de algo que el Viejo Archie y
Anita les decían unas mesas más allá.
Dahlia, Michael, Jess, Cooper, Ivy, Jeff, Jack y yo nos agrupábamos. Era
una señal de cuán profunda debía haber sido la conexión entre Cooper y Jack
que parecían volver a retomar tan fácilmente su amistad, a pesar de su pasado
complicado.
Intenté no actuar demasiado consciente de la presencia de Jack
mientras todos charlábamos.
Estábamos teniendo un momento maravilloso.
Hasta que dio un giro terrible.
Pasó un camarero con una bandeja de bebidas. Vaughn tomó una para
Bailey, para él mismo, y luego me tendió otra. Lo rechacé.
—Estoy bien, gracias.
—Oh, toma un trago. —Bailey le quitó la copa a su esposo y me hizo un
gesto con ella—. Déjate llevar. Es nuestra boda.
—En serio, estoy bien.
—No todo el mundo necesita tomar una copa para divertirse —bromeó
Jess, intentando rescatarme.
—Lo sé, pero a Em le encanta el champán. —Bailey frunció el ceño—.
No has bebido en toda la noche. Y anoche tampoco tomaste nada en la posada.
Si no te conociera mejor, pensaría que estás embarazada.
El pánico me congeló en el lugar cuando mis mejillas se pusieron
ardientes y un silencio incómodo cayó sobre nosotros.
Fueron momentos como estos los que dieron origen a la frase «pausa
embarazosa».
Mierda.
—Oh, Dios mío. —Bailey inhaló profundamente.
Jack me miró en estado de shock.
—Oh. Dios. Mío. —Bailey nos miró a los dos.
Iba a vomitar. 231
Justo en su vestido de novia de diseñador.
—Mierda, de ninguna forma —espetó Vaughn. Le tendió su copa a
Bailey—. Sujeta esto.
Bailey tomó su copa y antes de que nadie pudiera parpadear, Vaughn
golpeó a Jack.
—¡Oh, Dios mío! —Me apresuré a intervenir mientras Jack se
tambaleaba. Le tomó unos segundos superar el puñetazo antes de que se
enderezara. Su rostro se ensombreció de furia cuando se abalanzó sobre
Vaughn.
—¿Por qué mi esposo sigue golpeando a la gente en las bodas? —chilló
Bailey.
—¡Jack! ¡Vaughn! —Los alcancé justo cuando Cooper sujetaba a Jack y
Michael empujaba a Vaughn.
—Hijo de puta —gruñó Vaughn—. Lo sabía. Sabía que no se podía
confiar en ti.
—No lo sabe. —Presioné mis manos contra el pecho de Vaughn para
detenerlo. Me derrumbé, exhausta cuando me volví hacia Jack, cuya expresión
estaba cubierta con una mezcla de ira, incredulidad y acusación—. Quiero
decir… no lo sabía.
—¿Estás embarazada? —gruñó Jack, apartando a Cooper para así
poder acercarse hasta mí.
Asentí, mortificada. Ahora todo el mundo lo sabría. Toda la ciudad.
—Me acabo de enterar.
Jack vaciló, como si no supiera qué decir.
—Si siquiera piensas en preguntarle si es tuyo, te mataré —advirtió
Vaughn.
—Por supuesto que es mío. —Jack le enseñó los dientes a Vaughn como
si estuviera pensando en adelantarse a la amenaza del novio. Se volvió hacia
mí, su expresión oscura y aprensiva… y preocupantemente satisfecho.
Extendió la mano—. Tenemos que hablar. Ahora.
Me giré hacia Bailey con los ojos llenos de lágrimas, intentando ignorar
el silencio por debajo de la música de la banda. Todo el mundo nos estaba
mirando. 232
—Bails, lo siento mucho.
—No seas tonta. —Me atrajo hacia su abrazo—. Lamento haberte
delatado. —Negué con la cabeza y Bailey me soltó—. ¿Vas a estar bien?
Antes de que pudiera responder, la fuerte mano de Jack se envolvió
alrededor de mi muñeca, alejándome suavemente.
—Claro que sí, maldita sea, me aseguraré de ello —prometió.
Era como me temía.
Por un lado, Jack parecía terriblemente tranquilo ante la noticia de su
paternidad inminente, lo cual era un alivio. Por otro lado, también parecía
haber asumido que este bebé significaba que ahora tenía algo conmigo.
Y no tenía ganas de desmentirlo.
27
Jack
Emery estaba embarazada.
Em. Su Em. Con su hijo.
Embarazada.
Jack no sabía a qué emoción aferrarse primero. Por primera vez en su
vida, estaba sintiendo una oleada de tanto. Era abrumador.
Estaba preocupado por Emery.
Estaba jodidamente aterrado.
233
Estaba extrañamente satisfecho.
Y agradecido de que sucediera un embarazo accidental entre la mujer
que amaba y él, y no una mujer de paso por el pueblo.
Enojado con el maldito Vaughn Tremaine por meter la nariz, actuando
como si fuera el hermano mayor protector de Em.
Agradecido porque Cooper le hubiera preguntado si estaba bien en
lugar de lanzarle miradas condenatorias como lo habían hecho muchos de los
invitados a la boda, como si hubiera violado a la virgen del pueblo.
Y Jack estaba nervioso. Nervioso por la forma en que Emery no lo
miraría a los ojos mientras se sentaban uno frente al otro en su casa de la
playa. Aún llevaba su vestido de dama de honor. Era un rosa claro que se veía
maravilloso contra su piel y cabello. Las pestañas de Em lucían más oscuras
por el rímel, pero eso era todo lo que podía ver de sus ojos.
Mírame.
Quería ver esos hermosos ojos azules sorprendentemente pálidos, e
intentar averiguar en qué estaba pensando Em.
¿Estaba asustada?
¿Lo odiaba?
¿No quería al bebé?
Maldita sea, eso ni siquiera se le ocurrió. ¿Y si ella no quería al bebé?
—Em, me estoy volviendo loco. Háblame.
—Iba a decirte del… del bebé. —Levantó la mirada lentamente para
encontrarse con la de él. Había tanta ansiedad y preocupación en sus ojos que,
Jack no pudo precisar si estaba preocupada porque pensaba que no había
planeado decírselo, o si estaba asustada por todo el asunto. Probablemente
ambos.
Se inclinó hacia adelante en su asiento.
—Lo sé. Me dijiste que más tarde hablaríamos, ¿recuerdas?
El alivio cruzó por su rostro.
—Sí. Simplemente no quiero que pienses que te ocultaría esto. —La
angustia oscureció su expresión—. Ahora todos lo sabrán. 234
—Por ahora, olvidémonos de eso. Primero… lo siento. Lamento dejar
esa estúpida nota que…
—Jack, no lo hagas. —Emery se puso de pie, tocándose las sienes como
si tuviera dolor de cabeza. El vestido rosa pálido era el vestido de dama de
honor más elegante que Jack hubiera visto en su vida. No tenía mangas y tenía
un escote alto, atado alrededor del cuello en un gran lazo que hacía que los
dedos de un hombre hormiguearan por soltarlo. El vestido se adhería a su
figura espléndida, y todo lo que revelaba de su piel eran sus brazos y espalda.
Se preguntó si esas mujeres se dieron cuenta cuando eligieron este vestido
para Em que era jodidamente sexy.
Su vientre lucía plano. Según los cálculos de Jack, solo tenía siete
semanas. Aún sin señales del bebé.
El calor lo atravesó. Ese sentimiento posesivo que tenía por Em, los
sentimientos que intentó pisotear porque no quería actuar como un idiota
cavernícola, rugieron a través de él cien veces más fuerte. Cuando la vio
bailando con ese imbécil de aspecto pretensioso en la boda, quiso arrancarle
los brazos al tipo.
Si hubiera sabido entonces que ella estaba embarazada de su hijo, Jack
podría haberlo hecho.
Y no sabía cómo sentirse al respecto.
No le gustaba ese lado de sí mismo.
Pero no podía negar que Emery lo hacía jodidamente territorial. Jack
sabía que tenía que trabajar para suavizar los bordes de esos sentimientos o
empujaría a Emery aún más lejos.
—Dime lo que quieres —la engatusó Jack, observándola pasearse por
la sala de estar.
Em dejó de pasearse para mirarlo. Envolvió sus brazos alrededor de su
cintura, casi protectoramente, y Jack no quiso nada más que ir hacia ella y
también poner sus brazos alrededor de ella.
Sabía por el brillo obstinado en sus ojos que tal gesto no sería
bienvenido en este momento.
—Voy a quedarme con el bebé.
Jack se hundió con alivio. El terror no se quedó atrás, pero eso
probablemente era normal para cualquier futuro padre. ¿Cierto?
—Puedes involucrarte si quieres, pero puedo cuidar sola a este niño, 235
emocional y financieramente, así que no necesitas sentirte obligado a hacerlo.
Fue como recibir un puñetazo por segunda vez esa noche, pero esta vez
por una maldita mariposa: nunca anticipabas el impacto de un aleteo de sus
alas.
—¿Qué? —espetó.
Pareció inquieta.
—Solo digo…
—Estoy en esto. —Jack voló del sofá, señalando su vientre—. Ese es mi
hijo. Nuestro hijo. ¡Mierda! ¿No necesito sentirme obligado? ¿Qué carajo
significa eso?
—Solo quise decir que no esperabas esto. Así que, no quiero obligarte
a nada.
—Ah, ¿sí? ¿Tú lo esperabas?
—¡Por supuesto que no!
—¿Fuiste tú quien olvidó ponerse un condón?
—Jack…
—Estaba loco por ti. —Su voz se volvió ronca cuando el recuerdo de esa
noche hace siete semanas llenó su mente y su pene—. Tan perdido en ti que,
ni siquiera lo pensé. Eso depende de mí.
—Depende de los dos. —Lo miró enojada—. Jack, soy una adulta.
También depende de mí asegurarme de estar protegida durante el sexo. No
estoy tomando la píldora. Nunca he tenido que hacerlo. Y entonces no… pensé.
—Bien, ambos lo olvidamos. Ahora tenemos un hijo en camino. —Dio
un paso tentativo más cerca, sin querer asustarla—. No sé tú, pero por mucho
que esté jodidamente asustado… —le lanzó una sonrisa temblorosa—,
también estoy emocionado por esto.
Sus ojos hermosos se abrieron con sorpresa.
—¿Lo estás?
—¿Tú no?
Ella asintió lentamente.
Quería tocarla. Deseaba tanto tocarla, pero reprimió el impulso.
—Sé que tenemos cosas que resolver, pero quiero estar contigo. Quiero 236
que seamos una familia.
Y solo así, un muro cubrió la expresión de Emery. Jack vio que sucedió
con una inquietud alarmante. Se retrajo de él.
Mierda.
—Jack… lo siento, pero eso no va a suceder.
—Em…
—No confío en ti.
¡Maldición!
—Em…
—No puedes hacerme cambiar de opinión. Y n-no puedo cambiar el
hecho de que eres el padre de mi bebé…
—¿Te gustaría? —interrumpió enojado. Herido. Tan jodidamente
herido que, fue como si le hubiera clavado un cuchillo en el pecho y lo hubiera
retorcido.
—Nunca imaginé tener un bebé con alguien con quien no tenía una
relación.
—Por eso estoy sugiriendo que tengamos una relación.
—No por el bien de un bebé.
—Em, no es por el bien…
—Jack. —Levantó una mano para detenerlo—. No. Ya… ya no puedo
soportarlo.
Tragó pesado contra el deseo de gritar, de estar enojado, de suplicar.
—Explícate.
Emery se encogió de hombros, con cansancio, y Jack lo odió. Odió que
ella no tuviera ni treinta años y estuviera tan cansada. Por su culpa.
—Siento que he sido dejada aquí esperando por ti durante nueve años.
Y sé que no es tan simple —se apresuró a agregar—. Sé que tuviste tus
razones y una parte de mí incluso las entiende. Pero Jack, nunca me has dado
prioridad. Y tal vez no me debías eso. Pero eso es lo que estoy buscando. Estoy
buscando a un hombre que no haya utilizado a otras mujeres para alejarme,
para recordarme lo que no somos… tantas mujeres que —sus ojos brillaron
con un dolor que lo mató—, tuve que pedirle a Jessica que me hiciera pruebas. 237
Jack se sintió enfermo de repente.
Y sucio.
Y como un pedazo asqueroso de mierda por tocarla.
Bajó la cabeza, con las manos en las caderas.
—Yo… nunca he dejado de usar protección… hasta que pasó contigo.
—Lo sé. Mis pruebas salieron limpias.
Jack quería salir de allí. Quería alejarse de ella, y terminar jodidamente
ebrio.
—No estoy diciendo esto para lastimarte.
Él resopló, lanzándole una mirada oscura que la hizo estremecerse.
—Jack. —Dio un paso hacia él—. No es así. Solo… solo estoy intentando
ser honesta. Sé que nunca me prometiste nada, y no te culpo. Has sido honesto
conmigo desde el principio, aunque un poco confuso en algunas de tus
acciones. Pero quiero estar con alguien que no se vaya corriendo por la
mañana después de hacerme el amor, dejándome una notita de mierda.
La indignación lo atravesó.
—Admito que la nota fue una mierda y no era todo lo que pretendía
decir, pero Becs llamó y mi madre estaba colapsando. Tenía que ir con ella.
Emery asintió.
—Lo sé. Durante los últimos, qué, cinco años, has puesto a tu familia en
primer lugar. Y eso es admirable. No te culpo por eso. Lo que estoy diciendo
es que quiero estar con un hombre que me vea primero como su familia. Quien
me ponga primero. Jack, nunca lo has hecho.
Por mucho que sus palabras lo mataran, Jack no podía discutir.
Él había hecho eso.
Había puesto a su familia primero antes que todas las cosas.
Incluyendo a Cooper. Incluyéndola a ella.
Una sensación de asfixia envolvió su garganta.
Le había fallado.
—No estoy dispuesta a renunciar a la idea de encontrar a la persona
adecuada porque estoy embarazada de ti. Estoy feliz de que seas una parte
tan importante de la vida de nuestro hijo como quieres ser… pero no será
238
como formar una familia. —Sus ojos resplandecieron con tristeza—. Será con
un acuerdo de custodia compartida.
¿Custodia compartida?
¿Significa dejar a su hijo con la mujer que amaba después de verlo solo
cada dos fines de semana? ¿Ver a Em criar a su hijo con cualquier bastardo
afortunado que ella considerara adecuado para ella?
No.
¡No!
Su vida era una absoluta mierda por culpa de su padre. Tenía treinta y
ocho años, y tenía que construir una vida nueva para sí mismo, empezar de
nuevo, y Emery Saunders era lo único que quería en su vida más que nada.
¿Había cometido errores con ella? Oh, demonios, sí, lo había hecho.
Sin embargo, Jack no podía darse por vencido.
Ni siquiera habían tenido una cita, pero Jack sabía que ella era suya y él
era suyo, y lo sentía en lo más profundo de su maldita alma.
Le había carcomido durante años no estar con ella.
—Yo… —Tragó pesado a través de la sensación de asfixia—. He estado
bastante confundido durante los últimos cinco años. Dije e hice cosas de las
que me arrepiento. Em… estoy intentando enmendar las cosas.
—Lo sé. —Su expresión se suavizó—. Y deberías… quiero eso para ti.
No tienes idea de lo feliz que estoy de verte a ti y a Cooper intentando
reconstruir su amistad. Jack, quiero eso para ti. Simplemente… —Su mano se
posó en su vientre—. Ahora tengo que pensar en alguien más. Debo predicar
con el ejemplo. He aceptado durante años lo poco que me dieron las personas
que se suponía que me amaban. No quiero que mi hijo piense que eso está
bien. —Su voz se quebró y apartó la mirada, pero no antes de que él captara
la visión desgarradora de las lágrimas en sus ojos. Quería ir a ella. Quería
abrazarla. Siempre—. No… no quiero que mi hijo piense que está bien aceptar
lo mínimo que la gente está dispuesta a dar. Quiero que mi hijo sepa que
merece ser amado incondicionalmente. No puedo simplemente decirlo. Tengo
que demostrarlo, y vivir con el ejemplo.
Jack no sabía cómo decirle que darle una oportunidad sería vivir con el
ejemplo.
No sabía cómo decirle que se casaría con ella en un santiamén porque
estaba tan seguro de que nunca querría a nadie más por el resto de su vida.
239
No sabía cómo decirle que su dolor era su dolor, y que haría cualquier
cosa para quitárselo. Que odiaba a quienquiera que la hubiera lastimado
incluso antes de entrar en su vida.
No tenía esas palabras.
Bailey le había sugerido que escribiera una carta.
Pero Jack se dio cuenta de que incluso si lo hiciera, Emery no estaba en
condiciones de creerle.
Sí, sabía que su chica era una romántica, pero había algo más profundo
aquí. Sabía que se remontaba a su familia. A algo que le pasó cuando era niña.
Tal vez incluso con un chico. Em no había sido virgen cuando se acostaron
juntos. Alguien más podría haberle roto el corazón antes de que él también lo
rompiera sin querer.
No. Por primera vez en su vida, su romántica Emery no necesitaba
palabras.
Necesitaba acciones.
Iban a tener un bebé juntos, y eso significaba que él tenía una excusa
legítima para monopolizar su tiempo.
De hecho, Jack tenía unos siete meses.
Siete meses para demostrar con hechos que él podía merecerla. Que la
amaba más allá de toda razón o duda. Que daría su vida por ella y su hijo.
Que no iba a ningún lado.
Ya no iba a priorizar a su familia sobre ella. Tenía razón. Había hecho lo
que podía por ellos. Ahora Emery y el bebé creciendo en su vientre eran su
familia.
—Está bien.
Sus ojos húmedos volaron hacia los de él en estado de shock.
—¿Está bien?
Había estado esperando una pelea.
Pero él no haría eso.
Su lucha por su corazón sería del tipo sigiloso. 240
—Esto no se trata de mí o lo que quiero. Se trata de ti y nuestro hijo. —
Suspiró pesadamente—. Si no quieres estar en una relación, entonces está
bien. Pero estaré involucrado como lo estaría cualquier padre. Hablo de citas
médicas, comprar mierdas para la habitación del bebé, contestar mi celular a
las dos de la mañana porque no puedes dormir o tienes antojo de pepinillos y
helado de menta con chispas de chocolate.
Abrió la boca, pareciendo lista para protestar.
Él la cortó.
—Em, lo digo en serio. Este también es mi hijo. Quiero estar ahí para
todo eso.
Jack esperó ansiosamente a que ella aceptara. Tenía que aceptar.
Finalmente, ella asintió.
—Está bien.
Intentó no parecer demasiado aliviado.
—¿Puedo traerte algo ahora?
—No, estoy bien. Yo… eh… de hecho, estoy cansada.
—Entonces te dejaré en paz. Pero volveré, Em. No voy a ninguna parte.

241
28
Emery
No fue una sorpresa que Iris fuera la primera persona en mi puerta al
día siguiente. La tienda estaba cerrada los domingos, así que
afortunadamente aún no tendría que enfrentarme a los chismes. Tenía
llamadas perdidas de mis amigas, que tenía la intención de devolver.
Especialmente cuando vi a Iris en mi porche.
Sabía que las chicas (excluyendo a Bailey quien probablemente ya
estaba en el aeropuerto de camino a su luna de miel) estarían lo
suficientemente preocupadas como para ir a mi casa siguiendo a Iris. 242
—¿Estás bien? —exigió Iris cuando entró en la casa.
—Sí.
—¿Las náuseas en mi casa?
Asentí tímidamente.
Iris suspiró.
—¿Quieres té?
Negó con la cabeza y se cruzó de brazos. Le hice un gesto para que se
sentara, pero permaneció de pie.
—Entonces… ¿cuánto tiempo ha estado pasando esto entre Jack y tú?
Sentí que la respuesta real eran nueve años. Pero cuando lo pensé, esto
de hecho comenzó justo antes de que Devlin lo chantajeara.
—Alrededor de cinco años.
Los ojos de Iris se abrieron de par en par.
—Dios… ¿qué?
Suspiré y me senté.
—¿Puedes sentarte? No quiero estirar el cuello mirándote todo el
tiempo.
—El embarazo viene con actitud, ¿eh? —bromeó Iris, sentándose en el
sofá.
—Oh, tú más que nadie sabes que hay una actitud oculta bajo el rubor
—resoplé—. Creo que el embarazo solo está haciendo que me importe menos.
—Eso no era del todo cierto. Aún me importaba. Estaba ansiosa por
convertirme en material de chismes para las masas de Hartwell.
—Emery, ¿cinco años? —insistió Iris.
—Yendo y viniendo. —Me encogí de hombros—. Principalmente
yendo. Decidí que definitivamente había terminado el verano pasado y
entonces sucedió todo con su padre y me di cuenta de que las razones de Jack
para mantenerse alejado de mí fueron legítimas y luego nos acostamos y me
dejó para ir a lidiar con su familia, lo cual está bien, pero no ¡justo después de
dormir con alguien! —Mi ira divagante resonó alrededor de mi casa. Me
sorprendió. 243
—¿Em?
Me sacudí el dolor. O lo intenté.
—La conclusión es que, no es el indicado para mí.
—¿Él quiere ser el indicado para ti?
Un profundo dolor ardiente y penetrante, quemó mi pecho.
—Él… quería que fuéramos una familia para el bebé, pero le dije que
no. Y estuvo bien con eso.
Completamente bien.
Bastardo.
Sabía que era contrario a mí, pero estaba enojada con él por ni siquiera
dar pelea. Solo demostró que tenía razón sobre él. Jack Devlin no era el
indicado. El indicado lucharía. Él lucharía por mí.
—¿Emery?
Mi dolor debe haberse mostrado en mis ojos porque Iris frunció el ceño
con preocupación.
—Todos cuidaremos de ti. Y un día, encontrarás a alguien. La persona
adecuada.
—Ah, sí. —Descarté el pensamiento porque en este momento ni
siquiera podía pensar en el romance—. Pero no tienes que preocuparte por
mí, Iris. Si bien Jack y yo no estamos en busca de una relación, insiste mucho
en ser parte de la vida de nuestro bebé y todo el embarazo.
Iris gruñó.
—Bueno, aún estamos aquí si nos necesitas.
—Lo aprecio.
—Ahora, aparte de Jack, ¿cómo te sientes en cuanto a convertirte en
mamá?
Conversé con Iris durante más de una hora, aceptando mi oferta de té.
Cuando se levantó para irse, tomé su mano con la mía antes de que pudiera
abrir la puerta.
—Iris, sé que no te gustan mucho los sentimentalismos —bromeé—.
Pero creo que nunca te he agradecido por darme un lugar seguro al que acudir
al momento en que llegué aquí. Pienso en ti como de la familia. Espero que lo
244
sepas.
Iris me devolvió el apretón de mano.
—Mi niña, el sentimiento es mutuo. —Se inclinó y besó mi mejilla—.
Ahora, llámame si me necesitas. Me enfadaré si no lo haces. —Señaló mi
vientre—. Ese niño va a llamarme Nana Iris, así que tengo derechos.
Me reí, parte de mi melancolía aliviándose, mientras me despedía de
ella en la puerta.
Nana Iris. Toqué mi estómago aún plano. Eso sonaba bien.
No pasó mucho tiempo después de que Iris se fuera cuando recibí una
llamada de Jess, seguida de otra de Dahlia. Querían venir a la casa, pero les
dije a las dos que estaba exhausta. La verdad era que, solo… solo quería
revolcarme un rato.
Revolcarme en la absoluta decepción que era Jack Devlin.
Mientras me revolcaba, comencé a investigar en Internet. Envié a
buscar un montón de libros sobre el embarazo. Tal vez era demasiado pronto,
pero me gustaba sentirme preparada y como aparentemente era imposible
sentirse preparada para la crianza, tenía que hacer algo.
En medio de un ataque de pánico sobre la imposibilidad de estar
preparada (¡porque quién sabía que habría una situación fuera de la muerte
en la que no podías prepararte!), recibí un mensaje de texto de Ivy.
Tuve una aventura de una noche borracha con el sheriff. Pensé
que podría distraerte de la partida de Bailey y que vas a tener un bebé
con el donjuán del pueblo. Por cierto, ¿cómo te sientes?
Escupí mi té en una carcajada de sorpresa absoluta.
Presioné el botón de llamada.
Ivy respondió después de dos tonos.
—¿Estás bien?
Sonreí.
—Estoy bien. ¿Cómo estás?
—Oh, Em, ¿sería egocéntrico preguntarle a Dios por qué sigo tomando
decisiones estúpidas?
—Le preguntas a la chica embarazada —bromeé. 245
Ivy se rio entre dientes.
—¿Jack Devlin fue una decisión estúpida?
—Solo una de cinco años.
—Auch. Está bien, obviamente aquí hay una historia más grande.
—Sí, la hay, pero me enviaste un mensaje de texto para dejar de pensar
en mis problemas. ¿Jeff fue una decisión estúpida?
—¿Puedes guardar un secreto? Quiero decir, Bailey ya lo sabe, pero…
¿puedes?
—Por supuesto.
—Jeff se mudó a Hartwell cuando yo tenía dieciséis años. Él tenía
veintidós años, entonces era solo un oficial, y se mudó aquí porque se
enamoró de Kelly Aikman. Era hermosa y dulce, y la envidié muchísimo al
momento en que vi a Jeff. —Ivy se rio—. Pasé mis dos últimos años en
Hartwell soñando con un hombre casado que ni siquiera sabía que estaba
viva. Luego me fui, y el enamoramiento se desvaneció, ya sabes… pero Bailey
me mantendría informada. Que lo eligieron sheriff. Que Kelly murió. Maldita
sea, eso me rompió el corazón. La envidié durante tanto tiempo, y luego… tuvo
tan poco tiempo. Y era la mujer más dulce del mundo. Oh Dios, sufrí por él,
sabes. Perderla tan pronto. Y hubieras pensado que me despertaría. —Ahora
parecía estar hablando sola—. Pero no, seguí adelante, cometiendo un error
estúpido tras otro, como si tuviéramos un suministro interminable de
oportunidades. Cosa que, no es así.
»Acababa de empezar a salir con Oliver cuando Bailey me dijo que Jeff
y Dahlia eran algo. Estaba celosa. ¿No es ridículo? Ni siquiera conocía en
realidad a Jeff. Solo sentía un flechazo por él. Supongo… supongo que estaba
celosa de más que eso. Dahlia era la nueva mejor amiga de Bailey. Estaba
saliendo con Jeff. Estaba… estaba viviendo una vida que tal vez me había
perdido solo… supongo que, eso era todo culpa mía.
—Ivy… —dije su nombre solo para recordarle que estaba allí.
Se aclaró la garganta.
—De todos modos, Jeff y yo hablamos de verdad por primera vez
cuando pasó todo ese asunto con Freddie Jackson. Y luego, anoche, fue tan
atento.
—Por supuesto que lo fue. —Sonreí para mis adentros—. Ivy, eres… 246
—¿Qué soy?
—Bueno, no solo eres la mujer más impresionante que he conocido en
la vida real, eres… no eres la persona más fácil en abrirse. —Mi propia
honestidad me sorprendió. Las palabras solo se me estaban escapando estos
días.
—¿En qué manera?
—Esto es lo máximo que me has contado de ti.
Se rio.
—Emery, no sé nada de ti, excepto que estás embarazada del bebé de
Jack Devlin, así que, le dijo la sartén al cazo.
—No lo dije de mala manera. Solo quiero decir que pude ver cómo un
hombre como Jeff estaría intrigado por saber más. No lo das todo por
adelantado.
—Bueno, anoche di algunas cosas por adelantado.
Me reí.
—¿Estabas muy borracha?
—No. Sabía lo que estaba haciendo, que es aún peor. Pero cuando la
persona que te gusta te mira con ojos sensuales, es difícil decir que no. Incluso
cuando deberías.
—¿Por qué dirías que no? Jeff King es un hombre maravilloso, Ivy.
Podría irte mucho peor.
—Primero, él solo quería sexo. Cuando los hombres están realmente
interesados en ti, no tienen aventuras de una noche.
Me estremecí, pensando en Jack.
—Y segundo, no sé si me quedaré en Hartwell. Oh, espera, alguien está
llamando a mi puerta. Probablemente mamá esté aquí para interrogarme…
¡oh, mierda!
Al escuchar la conmoción en su voz, le pregunté:
—Ivy, ¿estás bien?
—Uh… Jeff está aquí. Y él… de acuerdo, parece enojado.
Sonreí.
—¿Por casualidad huiste mientras él dormía? —Tan pronto como las
247
palabras salieron de mi boca, hice una mueca. Jack me había dejado
durmiendo hace unas siete semanas.
—Quizás. ¿Por qué está aquí? Oh mierda, me vio. Tengo que abrir la
puerta.
—¡Buena suerte!
—No tienes que sonar tan alegre —resopló ella—. Te llamaré más
tarde.
Se cortó la comunicación.
Ivy había hecho lo que esperaba hacer. Ella me distrajo con éxito de mis
propios problemas.
Mi teléfono sonó.
Esta vez Bailey.
¿Estás bien?
Le respondí que estaba bien.
Estamos en el aeropuerto. Cuando llegue a casa, hablaremos. Solo
quería que supieras que estamos aquí para ti. Vaughn y yo.
Pensé en Vaughn golpeando a Jack en su propia boda en mi defensa. Por
mucho que odiara ver a Jack lastimado, fue bonito ver que Vaughn sintiera
tanta protección fraternal hacia mí.
Gracias. No te preocupes por mí. ¡Disfruta de tu luna de miel!
Hablaremos cuando estés en casa.
El peso extraordinario de las preocupaciones sobre mis hombros se
aligeró un poco cuando salí al porche para sentarme en mi columpio. La playa
estaba llena de familias y parejas disfrutando de la mañana de verano. Las olas
lamían la orilla suavemente. Las gaviotas chillaban arriba.
Me recosté en el columpio del porche y respiré hondo.
Pasara lo que pasara, ahora tenía una familia aquí. Tenía gente a la que
le importaba.
Y ya no tenía miedo de dejar que se preocuparan y me importara por
ellos a cambio.
Confiaba en ellos.
248
Incluso si no podía confiar en Jack, encontré consuelo y alegría porque
Hartwell en realidad era un lugar al que podía llamar un hogar.

Conduciendo a Millton a la mañana siguiente, le hablé a mi auto.


—Llama a Ivy.
Contestó después de cuatro timbres, sonando un poco atontada.
—Hola.
—¿Te desperté? —Eso me sorprendió. No era demasiado temprano en
la mañana. Cerraba la tienda cada segundo lunes por la mañana para trabajar
como voluntaria en un centro de terapia, Balance, en Millton, pero el grupo de
niños no se reunía hasta las diez.
—Oh, sí. Dame un segundo.
Pude escuchar un movimiento de pies. Un segundo resultó ser unos
pocos minutos.
—Lo siento, lo siento. —Ivy volvió a la línea—. Tuve que encender mi
máquina de café. Soy inútil sin un poco de eso.
—No hay problema. ¿Estás bien?
—Oh Dios, Em, soy un asco. —Gimió, sonando exhausta.
—¿Qué pasó?
—Jeff pasó todo el día de ayer aquí. Estaba cabreado conmigo… el café
está listo, un segundo.
—¿Esto es una cosa de escritora… estás construyendo mi expectativa?
La escuché reírse en la línea seguida unos segundos después por el
sorbo de su bebida.
—Eso es mejor. Bueno. Estaba cabreado conmigo por haberlo
abandonado. Aparentemente, lo que pensé que era una aventura de una
noche no era una aventura de una noche. Intenté decirle que tenía que ser una
noche, pero no me hizo caso. Fue extraño. Lo siguiente que sé es que, está 249
preparando el almuerzo y estamos sentados en el porche, charlando. Luego,
el almuerzo se convirtió en mí haciendo la cena. Hablamos. Todo el día. Y
después… Oh Dios mío, Emery. —Gimió—. Dios, tuvimos sexo toda la noche.
Como en… el mejor sexo de mi vida.
Sonreí.
—¿Y eso es algo malo?
—Yo… yo solo… no tengo un gran historial con los hombres.
Simplemente, no estoy lista para nada serio y ahora me queda claro que Jeff
es ese tipo de hombre. Ya sabes, el Señor Monógamo. Prácticamente dijo eso
directamente.
—Bueno, la evidencia sugiere que está diciendo la verdad. —Eso era
cierto. Nunca había visto al sheriff teniendo citas en serie. En absoluto. Dahlia
fue la segunda mujer con la que salió después de la muerte de su esposa.
Salieron un tiempo, y definitivamente él estaba más interesado en ella que ella
en él. Desde Dahlia, había intentado algunas relaciones, pero nunca duraron.
Sin embargo, después de haber hablado con Dahlia sobre su relación con Jeff,
sabía que había comenzado con bastante normalidad. Ella dijo que sabía que
él iba en serio porque tuvieron siete citas antes de tener relaciones sexuales.
Recordé la mirada en el rostro de Jeff cuando vio a Ivy en la boda.
Fue una mirada intensa.
—No debería haberme acostado con él otra vez. Varias veces. —
Suspiró—. Se despertó temprano para irse al trabajo y me susurró al oído
que… que lo que pasó entre nosotros significó el mundo para él y esto solo fue
el comienzo para nosotros. ¿Quién dice eso?
Un romántico.
—Emery, ni siquiera me conoce. Si supiera la verdad, Dios, huiría y
nunca regresaría. No tiene idea de que es demasiado bueno para mí.
Se me cortó el aliento.
—Ivy, no digas eso. No es verdad.
—Em, lo es. —Parecía derrotada—. Dejé que un tipo podrido me hiciera
cosas horribles durante mucho tiempo. —Se le cortó la respiración—. De
todos modos, tengo que prepararme para mi día evitando al sheriff. ¿Estás
bien?
—Estoy bien… 250
—Eso es bueno, de acuerdo. Adiós.
Mi corazón se aceleró. Creo que esto fue lo más cerca que alguien pudo
haber llegado a que Ivy se sincerara sobre su prometido muerto. Mierda.
—Llama a Balance.
Ahmad, el recepcionista joven, respondió.
—Hola, soy Emery. Lo siento mucho, pero no puedo ir esta mañana.
Lamento la llamada de última hora, pero acaba de surgir algo. ¿Los otros
voluntarios ya están en camino?
—Ya están aquí. Está bien. Aunque, los niños te extrañarán.
La culpa me invadió. Nunca me había perdido una reunión. Pero mi
amiga me necesitaba.
—Lo siento mucho.
—Para nada. Espero que todo esté bien.
Yo también lo esperaba.
Decidiendo tomar algunos bagels para llevar a Ivy, me detuve en
Lanson's de camino a su casa. Estaba en el pasillo del pan, decidiendo qué tipo
de bagel le gustaría a Ivy. Opté por algunos variados y cuando estaba a punto
de pasar a los rellenos, escuché mi nombre.
Me detuve en medio del pasillo y miré a mi izquierda. Quienquiera que
hubiera sido, estaba en el pasillo junto al mío.
—Debería ser fusilado por tocar a esa chica.
—Ellen, no es una niña. Es una mujer adulta. Y tenía que conocer la
reputación de Jack antes de meterse en la cama con él.
Las náuseas me invadieron. Estaba empezando.
El cotilleo.
—¿Crees que lo hizo para atraparlo?
—Absolutamente. —Se unió una voz nueva. Una que reconocí. 251
—Oh, Dana, no te vi allí. Entonces, ¿has oído? —Estaba bastante segura
de que esa voz pertenecía a Ellen Luther.
La tercera voz, la que no reconocí, dijo:
—Es increíble. Siempre son las calladas.
Mis mejillas estaban en llamas.
—Siempre ha sido una perra manipuladora y pretenciosa —dijo Dana
con acidez—. Nadie más podía verlo. Pero yo lo hice. Y ha tenido el ojo puesto
en Jack durante mucho tiempo.
Qué audacia tenía. Dana Kellerman. Infiel. Amante. Manipuladora.
¿Chismeando sobre mí?
—Entonces, ¿crees que ella está intentando atraparlo? —repitió la voz
desconocida.
—Absolutamente. Pero conozco a Jack. Él no caerá en eso. Criarán a ese
niño por separado.
Lo haríamos. Y la gente pensaría que era porque él no me quería. No de
la otra manera. Mentes pequeñas y estrechas.
—No sé. Creo que podría ser al revés. Se dice que Emery Saunders
proviene de mucho dinero. Él es un Devlin. Tal vez usó su ingenuidad
deliberadamente en su contra y la dejó embarazada para hacerse con su
dinero —dijo Ellen.
Hice una mueca, horrorizada.
¿Por qué nunca se le ocurrió a la gente que tal vez dos personas se
acostaban juntas solo porque tenían sentimientos por el otro?
¿Por qué siempre había una agenda oscura y oculta?
¿Por qué todos siempre asumían lo peor de los demás?
—Jack no se rebajaría con una virgen remilgada por dinero. Le gusta
demasiado el sexo —se regodeó Dana—. Emery Saunders no puede darle a un
hombre como Jack lo que necesita.
—Bueno, tú lo sabrías —replicó Ellen con picardía.
Dana resopló.
—Solo digo. Ella lo aburriría hasta las lágrimas.
Cuando terminé de escucharlas, caminé por el pasillo y doblé la esquina
252
mientras continuaban destrozándonos a Jack y a mí.
Ellen Luther, Dana Kellerman y Sadie Thomas estaban acurrucadas en
el pasillo de revistas. Ellen me vio primero y palideció de vergüenza. Sadie
parloteó sobre «el pobre niño nacido de este lío escandaloso» y Ellen le dio un
codazo para que se callara.
—¿Qué? —Sadie la miró y finalmente me vio.
Dana resopló, disfrutando de lo que yo había escuchado.
Dana, la infiel.
Sadie Thomas, quien dormía con todos por ahí. Muy seguido. No es que
juzgara. Pero la juzgué por juzgarme cuando estaba acostumbrada a que la
gente hablara de ella y sabía que no era agradable ni divertido.
Y Ellen Luther, de quien siempre había pensado mejor.
Pero a la gente le gustaban sus chismes.
Miré a cada una de ellas con una mirada de decepción desdeñosa que
había aprendido de mi abuela hasta que incluso Dana se retorció.
Giré sobre mis talones sin una palabra, dejé mi cesta en la puerta y salí
de Lanson's.
Cuando llegué a casa de Ivy, me preocupaba que necesitara su apoyo
tanto como ella necesitaba el mío.
—¿Em? —Ivy abrió la puerta, luciendo mucho más alegre de lo que
esperaba considerando su tono triste en el teléfono—. ¿Estás bien?
—Eso es lo que vine a preguntarte.
Ivy me escudriñó por un segundo y se hizo a un lado para indicarme
que entrara a su casa.
—¿Qué pasó?
Estaba en la punta de mi lengua contárselo. Dejar que todo estallara.
Pero tenía miedo de que si lo hacía, lloraría, y esas mujeres horribles no
merecían mis lágrimas. En cambio, me concentré en el propósito original de
mi visita.
—Estoy preocupada por ti.
—Em… 253
—¿Qué quisiste decir? ¿Sobre Jeff no mereciéndote… sobre un tipo
podrido haciéndote cosas horribles?
Exhaló temblorosamente.
—Mierda.
—¿Ivy?
—¿Café?
—Ivy…
—No estoy evitándolo. Solo necesito más café.
—Tomaré agua. —Hice una mueca triste y señalé mi estómago—.
Ahora solo se me permite cierta cantidad de cafeína.
Me dio una sonrisa de conmiseración.
—Cierto.
No mucho después, nos acomodamos en su porche, con vistas al lago,
café y agua en mano, comiendo los pasteles sobrantes que Jeff había traído el
día anterior.
Esperé pacientemente a que ella hablara primero.
Finalmente, mientras estaba a la mitad de un bollo de canela, habló.
—No le he dicho esto a nadie. Ni siquiera estaba segura de poder
hacerlo.
Noté que su taza de café tembló y sentí una punzada de empatía
dolorosa en mi pecho.
—No tienes que hacerlo si no estás lista.
—Cuando colgué el teléfono contigo, me di cuenta de que te había dicho
en voz alta lo que me he estado diciendo durante años. Y me he estado
diciendo esas cosas porque son las cosas que él solía decirme. Y, sin embargo,
en el fondo sé que no las creo. —Algo parecido al odio llenó sus ojos antes de
apartar la mirada—. «No vales nada, Ivy. ¿Qué serías sin mí? Nadie se
preocuparía por ti. Yo te hice. Puedo deshacerte. No me mereces. Podría tener a
cualquiera». —Sus palabras generaron más ira a medida que soltaba lo que
sospechaba que era el abuso que había recibido de Oliver—. «Ni siquiera
pienses en dejarme, maldita sea. Nadie me deja. Mierda, te mataré antes de que
me dejes». 254
Las lágrimas se acumularon en mi garganta y ardieron en mis ojos.
—Ivy.
Al escuchar la forma ahogada en que dije su nombre, su cabeza se giró
bruscamente hacia mí.
—Em, no llores por mí. No estoy segura de que me lo merezca.
—No digas eso.
—Soy la hija de Iris e Ira Green. ¿Puedes, siquiera remotamente,
imaginar a mi madre aguantando esa mierda?
No. Pero muchas mujeres lo hacían.
—Tenías miedo —supuse.
—Él… una vez me encerró en nuestro vestidor durante casi dos días.
Intenté encontrar una salida pero yo… me oriné en mis propios pantalones.
—La amargura cuajó las últimas palabras y mis lágrimas escaparon, al
escuchar la humillación en ellas—. En otra ocasión, quise irme de esa fiesta
en la que estábamos porque él seguía coqueteando con esa actriz de veinte
años justo en frente a mí. Me arrastró hasta un baño y me puso en la garganta
un cuchillo para pelar que había encontrado en la cocina. Me dijo que la
próxima vez que montara una escena, me llevaría a casa y me pondría un
cuchillo en la garganta mientras «me mostraba para qué servía». —Soltó un
suspiro y se estremeció tanto que, casi se sintió como si el porche temblara
con su fuerza.
—Sabes, de hecho era más amable conmigo cuando estaba drogado.
¿Alguna vez has oído hablar de algo así? —Sus ojos oscuros encontraron los
míos—. Permanecí en esa pesadilla, desterrando a mis padres, porque estaba
demasiado avergonzada de haberme metido en ese lío. Y no quería que mamá
lo supiera. —Con una brusquedad que no debería haberme sobresaltado pero
lo hizo, Ivy inclinó la cabeza y sollozó en sus manos.
Me levanté de la silla, llorando en silencio por ella, y me puse en
cuclillas, mis brazos deslizándose alrededor de ella. La atraje hacia mí. Ivy no
se resistió. Y me dejó tomar su peso y su dolor.

255
29
Emery
—Bailey estará tan enojada porque te lo dije primero —dijo Ivy con
ironía mientras sorbía una taza de café recién hecho.
Fue después de un tiempo de su confesión y las lágrimas que siguieron.
Había entrado a limpiarse mientras yo le preparaba una taza nueva y trataba
de reprimir la rabia que sentía hacia un hombre muerto.
Me reí entre dientes ante la idea de que Bailey descubriera que Ivy
había confiado primero en mí.
—Sí.
256
—Solo siento que puedo confiar en ti. No es que no pueda confiar en
Bailey, pero… supongo que, era el momento oportuno.
—Puedes confiar en mí —le prometí.
Ella asintió.
—Ivy, tienes que decírselo a tus padres. De todos modos, saben y
sospechan algo así… y nunca se avergonzarían de ti. Él hizo lo que hacen todos
los abusadores. Te hizo sentir que tenías la culpa de sus acciones. Pero no es
así.
—Lo sé —susurró Ivy—. Lo sé, en el fondo. Lo supe mientras lo estaba
haciendo. Solo… solo… estaba planeando escapar. —Me miró de reojo—.
Créeme. Planeé esa mierda todos los días durante dos años.
—Ivy, te creo. ¿Sabes cuántas buenas mujeres fuertes son víctimas de
abuso doméstico cada año en este país? Las estadísticas son aterradoras. No
estás sola.
—No soy fuerte.
—Golpeaste a un hombre armado en la cabeza con una estatuilla del
Premio de la Academia para proteger a Dahlia. Si eso no es ser dura, no sé lo
que es.
Ivy sonrió, aunque no llegó a sus ojos.
—Eso fue bastante rudo. ¿Está mal que eso es lo que pienso ahora
cuando lo miro en lugar del guion por el que lo gané?
Sacudo la cabeza, riendo.
—No, eso solo hace que me agrades aún más.
Su expresión se oscureció.
—¿Te seguiría agradando si dijera que me sentí aliviada cuando Oliver
murió?
Allí estaba.
La raíz.
—Te sientes culpable —supuse—. Te sientes culpable porque su
muerte te liberó. 257
Asintió, tragando con fuerza.
—Esa es una respuesta natural. No te convierte en una persona terrible.
Resopló.
—No… no sé si soy una persona terrible, si soy estúpida o débil… pero…
¿quién se enreda con un hombre honorable cuando está tan jodida? Nunca
debí dejar que Jeff me tocara.
Pienso en esto por un momento.
—¿Te sorprende que pudieras? ¿Que lo desearas?
Sus ojos volaron hacia los míos.
—De hecho, sí.
—Tal vez tienes mejores instintos de lo que crees. Tal vez los hayas
perfeccionado desde que conociste a Oliver. Confiaste en mí y puedo
asegurarte que soy digna de confianza. —Sonreí—. Y confiaste en que Jeff
sería el primer hombre con el que te acostaras desde Oliver. Y puedes confiar
en él. Dudo que haya un hombre en todo el estado de Delaware en quien
puedas confiar más que en Jeff King. Está bien, están Cooper, Vaughn y
Michael, pero todos están tomados, así que no cuentan.
Inclinó la cabeza, su mirada vagando curiosamente sobre mi rostro.
—¿Jack no cuenta?
Me dolió el corazón.
—Solía pensar así.
—¿Hasta que se acostó con Dana?
Negué con la cabeza.
—Aún entonces confiaba en él. Aún creía en él.
—¿Ahora no?
—Ahora no.
—Tú tampoco confías fácilmente, ¿verdad?
Pensé en Ivy confiándome sus secretos.
—Confío en ti.
Sonrió agradecida.
—¿Puedo contarte una historia? Solo Jess lo sabe. Es la razón por la
258
que… bueno… es parte de la razón por la que soy como soy.
—Puedes decirme cualquier cosa.
Así que, lo hice. Un cálido lunes por la tarde, le conté mi historia a Ivy
Green.
Después, nos sentamos en silencio por un rato.
Hasta que finalmente me volví hacia ella y le dije:
—Por favor, cuéntales a tus padres lo que pasaste con Oliver.
Cerró los ojos brevemente y respiró hondo.
—Lo haré. Lo prometo.
—Y si Jeff te importa, no lo alejes. Si no puedes empezar algo con él, lo
entiendo absolutamente, pero dile por qué. No te arrepentirás.
—Me mirará diferente.
—Lo dudo, pero si lo hace, entonces sabrás con certeza que no es el
hombre adecuado para ti.
—Emery Saunders, ¿cuándo te volviste tan sabia?
—No tengo idea —respondí honestamente, sonriendo mientras ponía
una mano en mi vientre—. Tal vez mi hijo está lleno de sabiduría y me está
filtrando parte de esa gracia.
—Tu hijo —murmuró—. Vas a ser mamá.
El miedo, la emoción y la anticipación causaron una sensación de
vuelco en mi vientre.
—Si me quedo en Hartwell, ¿puedo ser la tía Ivy? —bromeó.
No bromeé cuando respondí:
—Puedes ser la tía Ivy sin importar dónde estés.
Sus ojos se iluminaron y su voz sonó un poco espesa cuando dijo:
—Creo que tal vez me quede justo donde estoy. Se siente como un buen
lugar para estar.

259
30
Jack
La paciencia de Jack se estaba agotando.
Le había enviado un mensaje de texto a Emery el domingo y el lunes, y
no había recibido respuesta. Ni una sola respuesta.
Esa mierda no estaba bien.
Por eso el martes por la mañana, metió su auto en una plaza de
aparcamiento en la calle principal y marchó por las tablas hasta la tienda de
Emery. Era de mañana. Era la hora pico del café, aunque fuera a finales de
agosto y ya estuvieran a unos veintisiete grados en el exterior a las ocho de la
260
mañana. Jack suponía que tendría que esperar en la cola y no podría
interrogar a Em delante de los clientes sobre el hecho de que le ignorara.
Lo que vio a través de la puerta fue a Em sentada en una tienda vacía
con la cabeza entre las manos.
—Solecito, ¿qué pasa? —preguntó mientras empujaba la puerta.
Levantó la cabeza al oír el tintineo de la campana y la pregunta. La
mirada en sus ojos preciosos coincidía con el pliegue de preocupación entre
sus cejas. Em hizo un gesto hacia su tienda vacía.
—Nadie ha venido esta mañana. Nadie.
¿Qué demonios?
Sacudió la cabeza con disgusto.
—Ayer estaba cerrado. Y escuché a Dana, Ellen y Sadie cotilleando
sobre nosotros en Lanson's.
—¿Qué dijeron? —espetó Jack enojado mientras avanzaba hacia el
mostrador. Buscó su mano, pero ella se apartó, lo que solo aumentó su
agitación.
—Se están preguntando cuál de nosotros atrapó deliberadamente al
otro.
La furia superó su ira.
—¿Qué?
Em se estremeció ante su gruñido.
—¿Fue la tímida y virginal dueña de la librería que quería atrapar a un
hombre? —Hizo un gesto sarcástico hacía sí—. ¿O el mercenario Jack Devlin
que descubrió que Emery Saunders proviene del dinero?
—¿Dijeron eso?
—Puedes imaginar lo que estaba diciendo Dana. Cómo te atrapé, pero
nunca caerías en la trampa, que alguien como yo no podría mantener tu
interés ya que no tengo experiencia sexual y criaremos al bebé por separado.
—Voy a matarla. —Se apartó del mostrador, listo para marchar a la
ciudad y acabar con los malditos chismorreos sobre Emery. No se lo merecía.
Prácticamente había echado a su madre de la ciudad por los chismes, y él no
dejaría que lastimaran a Emery. 261
—No lo hagas. —Emery se inclinó sobre el mostrador, agarrando su
brazo.
Él cubrió su mano con la suya, buscando contacto.
—Jack, no lo hagas. —Intentó soltarse, pero él tomó su mano y la
sostuvo—. Solo quiero superar esto sin darles nada más por lo que
escandalizarse.
Su corazón latía demasiado rápido. Tenía una agresión reprimida que
quería desquitar con alguien. Preferiblemente alguien que hubiera lastimado
a Em.
—Por favor. —Ella apretó su mano.
Jack asintió, tomando una respiración profunda.
—¿Ya puedo recuperar mi mano?
Sacudió la cabeza.
—No hasta que me digas por qué has estado ignorando mis mensajes
de texto.
—¿Tus mensajes de texto? —Emery frunció el ceño—. No he recibido
ningún… oh, Dios mío. —Se tapó la boca con la mano libre, sus ojos llenándose
de timidez. Dejó caer la mano e hizo una mueca—. Te bloqueé. Cuando no
llamaste ni enviaste mensajes de texto durante semanas… bloqueé tu número.
La decepción y la ira autodirigida le retorcieron el estómago. Apretó su
mano alrededor de la de Em, sintiendo sus anillos de plata clavándose en su
piel.
—¿Qué tal si ahora lo desbloqueas?
—Por supuesto. Lo haría ahora si tuviera las dos manos libres.
Jack la soltó ante su burla. Observó mientras ella sacaba su celular de
debajo del mostrador y tocaba la pantalla.
—¿Cuándo es tu próxima cita con el médico?
—Esta semana. Es mi primera visita prenatal.
—Quiero estar allí.
—Jack, no es gran cosa. ¿Por qué no vienes conmigo para la primera
ecografía? —Levantó la vista de su teléfono y lo agitó—. Desbloqueado. 262
Él ignoró eso.
—Quiero estar en cada cita.
Ella suspiró, sonando un poco exasperada.
—Jess dice que tendré una cita una vez al mes hasta las veintiocho
semanas. Y luego será cada dos semanas y luego cada semana. ¿De verdad
quieres venir a cada una de ellas?
Jack se inclinó, esperando que la proximidad de alguna manera hiciera
que asimilara la severidad de las palabras.
—Cada. Una. De. Las. Citas. Cada escaneo. Y Em, voy a estar cerca. Voy
a hacerte la cena. Vamos a pasar el rato. Vamos a convertirnos en los mejores
jodidos amigos durante tu embarazo, lo juro por Dios.
Para su sorpresa, sus labios se crisparon con diversión.
—¿Los mejores jodidos amigos?
Por más linda que fuera su diversión, Jack estaba hablando
jodidamente en serio.
—Vamos a criar un niño juntos, y dijiste que no confiabas en mí. Emery,
voy a ser el padre de tu hijo. Sé que no me quieres como yo te quiero a ti, pero
tengo que ganarme tu confianza de todas formas. Por mi hijo. Si no confías en
mí, te das cuenta de que nuestro hijo eventualmente lo notará. ¿Quieres eso?
Porque yo no.
Sus ojos se volvieron adorablemente redondos, su piel enrojeciendo de
un hermoso color rosa.
—Yo… tienes razón. No quiero eso.
Jack se relajó un poco.
—No puedo chasquear los dedos y decir «Em, confía en mí». No
funciona así. Lo entiendo. Entiendo que la cagué contigo. Pero por el bien de
la paternidad compartida, por favor dame la oportunidad de ganarme tu
confianza. La única forma en que puedo hacer eso es pasar tiempo contigo.
Lo estudió antes de preguntar:
—¿Solo amigos?
Le tomó todo dentro de él. De hecho, Jack tuvo que tragarse un gruñido
de indignación ante el mero pensamiento. Y luego, por primera vez, mintió a
263
Emery intencionalmente.
—Solo amigos.
Después de contemplarlo un momento, Emery le dedicó una pequeña
sonrisa vacilante.
—Mi visita prenatal es en Hartwell County General el jueves a las dos
en punto.
Jack lo anotó mentalmente para asegurarse de que su agenda estuviera
despejada.
—¿Dónde te recojo? ¿Aquí o en tu casa?
—Oh, podemos encontrarnos allí.
La miró furioso.
Sus labios se crisparon de nuevo.
—Aquí. Una y media.
—Bien. —Jack le dedicó una sonrisa complacida—. Gracias.
El rosa tiñendo sus mejillas se convirtió en un fresa delicioso. El cuerpo
de Jack reaccionó a su sonrojo. Parecía un buen momento para irse.
—Pediré dos americanos para llevar.
Mientras ella se ocupaba de hacer los cafés, Jack no pudo evitar
observarla. No se le notaba el embarazo. Aún no. Pero tenía a su bebé
creciendo en su vientre. Atada a él para siempre a través del hermoso niño
que habían hecho. Jack iba a ser padre. Ella sería la mamá de su hijo. La
posesión que se estaba volviendo tan familiar rugió a través de él. El calor
acumulándose en su sangre, viajando hacia el sur a una velocidad peligrosa.
Intentando desviar sus pensamientos, dijo:
—No te preocupes por los chismes. Ya encontrarán algo nuevo de que
hablar.
—No estoy preocupada por los chismes. —Deslizó los cafés hacia él—.
Me preocupa que las personas juzguen tanto este embarazo que no quieran
entrar por mis puertas.
Esa era la parte que Jack no entendía. Sabía que Cat fue tratada como
una mierda cuando quedó embarazada de Joey fuera del matrimonio, pero 264
solo por un pequeño grupo de los miembros más conservadores de la
comunidad. Hartwell, en general, no era un lugar conservador. Era extraño
que nadie se aventurara a entrar en la tienda de Em por esto.
La preocupación lo inquietó.
—Investigaré un poco.
—¿Crees que está pasando algo más? —Se mordió el labio inferior,
atrayendo su atención hacia su boca.
Necesitaba salir de allí antes de que hiciera algo estúpido, como besarla
para quitarle la ansiedad.
—Ya veremos. Deja de preocuparte. Me encargaré de esto.
—Jack, si alguien está intentando sabotearme, quiero saberlo. Creen
que pueden pasarme encima porque soy callada, pero no pueden. Y deberían
saber eso.
Jack lo sabía a ciencia cierta.
—Te avisaré cuando averigüe lo que está pasando. Y nos encargaremos
de ello de la forma en que quieras encargarte.
La expresión de Em se suavizó y le dio un pequeño asentimiento de
agradecimiento.
—El café va por la casa.
Le dolió el pecho por la urgencia de besarla. El dolor viajó hasta su
garganta y ahogó una respuesta de su parte. En cambio, levantó sus copas
hacia ella en señal de agradecimiento y salió de una jodida vez allí antes de
arruinar su plan de ataque sigiloso.
Y aunque Jack llegaba tarde a una reunión con el gerente de su hotel, y
esa no era exactamente la impresión que quería dar a su personal la primera
semana, Jack llamó a la puerta de Cooper’s. El bar aún no estaba abierto, pero
Coop a veces llegaba temprano para hacer el inventario y limpiar.
Era la mañana de suerte de Jack ya que fue Coop quien abrió la puerta.
Le tendió el segundo Americano a su amigo.
—¿Tienes un minuto rápido?
Cooper tomó el café y le indicó a Jack que entrara. El aire acondicionado
del bar ofreció un alivio de la mañana bochornosa. 265
—¿Qué ocurre?
—Nadie está en la cafetería de Em. Es como si estuvieran boicoteando
el lugar. ¿Has escuchado algo?
Cooper hizo una mueca.
—Ha habido chismes. Sé que tenemos algunos conservadores en la
ciudad a quienes no les gustó que esté embarazada fuera del matrimonio, pero
no lo suficiente como para que no tenga clientes. No es que sea la primera
mujer soltera en Hartwell en quedar embarazada.
Sí, exactamente los pensamientos de Jack.
—Em escuchó a tres mujeres cotilleando ayer en Lanson's. Algunas se
preguntaban si estaba detrás de su dinero y la embaracé deliberadamente;
otras piensan que intentó atraparme y fracasó.
Cooper suspiró exasperado.
—Sí, esa también es la mierda que escuchamos. Tuve que evitar que
Jess marchara por la ciudad con un megáfono gritando en indignación. La
tiene estresada, así que no puedo imaginar cómo se siente Emery, y lo último
que necesitamos es que nuestras mujeres embarazadas estén agitadas en este
momento. Afortunadamente, un escándalo solo dura hasta que llega el
siguiente.
—Mi familia le ha dado mucho de qué hablar a esta ciudad durante
estos últimos meses. —Jack siguió a Cooper mientras acercaba una silla a una
mesa. Tomó asiento frente a él, sin poder creer lo fácil que Cooper lo había
dejado volver a su vida.
El problema era que, sospechaba algo y temía que ventilarlo pudiera
agriar las cosas entre ellos nuevamente.
—Maldita sea —murmuró en voz baja—. Odio preguntar esto, Coop,
pero es demasiado importante.
—¿Preguntar qué?
Jack se obligó a encontrarse con la mirada de su amigo.
—Dana fue una de las mujeres chismorreando ayer. Estaba
difundiendo que no había forma de que yo estuviera interesado en Emery, que
ella no podría satisfacerme, y Em estaba intentando atraparme.
La expresión de Cooper se oscureció. 266
—¿Por qué no estoy sorprendido?
—Yo… hombre, odio venir a pedir tu opinión sobre esto, pero ¿crees
que Dana podría estar difundiendo esa mierda por todas partes?
¿Calumniando así a Em? Debo decir que, me sorprendió la cantidad de
personas que parecieron venir a mi lado después de que la mierda con Ian se
vino abajo. Tal vez alguien les esté diciendo que Em se aprovechó. ¿Es
exagerado?
—En primer lugar… —Cooper tomó un sorbo de café como para
ordenar sus pensamientos—. Dana es parte de nuestra historia. Nunca
superaremos eso si nos andamos de puntillas ante cualquier mención a ella.
No se merece la incomodidad o la tensión. La verdad es que, Jack, siento que
estuve casado con ella en otra vida. Estoy tan desconectado ahora de esa
época. De ahora en adelante, solo voy a aferrarme al recuerdo del chico que
golpeó a un niño mayor por golpearme a mí. Del chico que se encargó de los
arreglos del funeral de mi madre porque estaba demasiado jodido para
hacerlo. Quien estuvo a mi lado y lloró conmigo en su funeral.
La garganta de Jack se tensó.
—Me estoy aferrando a los recuerdos del chico que una vez fue el
hombre más sincero que he conocido. Porque creo que aún está ahí. —Cooper
señaló el pecho de Jack—. O no estaría aquí sentado contigo.
—Coop… —La voz de Jack sonó ronca.
—Así que ya no forma parte de nosotros. Lo voy a dejar pasar porque
te mereces una segunda oportunidad. —Cooper volvió a tomar un sorbo de
su café, lo que le dio a Jack tiempo para controlar sus emociones—. En cuanto
a tu pregunta… sí, creo que Dana ha estado cabreada contigo por mucho
tiempo, y no me sorprendería si se desquitara con Em difundiendo mierdas.
—Si le advierto, le doy la atención que quiere.
—Sí, eso es verdad.
—Em quiere saber qué hay detrás de que nadie vaya a su tienda. Le dije
que le comunicaría si lo averiguaba.
—No necesita ese estrés.
—Pero tal vez necesita ser la que se defienda a sí misma.
Cooper sonrió. 267
—No voy a mentirte, me gustaría un asiento de primera fila para ver a
la tímida Emery Saunders acabando con Dana Kellerman.
Jack se rio entre dientes ante la idea.
—Yo también.
—¿Cómo estás? ¿Estás tan asustado como yo? —preguntó Cooper.
Él sonrió.
—Ya lo sabes.
—Nuestros hijos tendrán casi la misma edad.
Algo cálido se movió a través de él.
—¿Crecerán juntos? —No pretendía que saliera como una pregunta,
pero lo hizo.
—Sí, lo harán —prometió Cooper—. ¿Y tú y Em? Dijiste que la amabas.
—Hay algunas personas en este pueblo que pensarán que no. Que solo
la usé. Pero están equivocados. —Jack se pasó una mano por la cabeza,
sintiéndose un poco exhausto—. Cooper, la amo.
—Te creí la primera vez que lo dijiste. Creo que me lo creí la primera
noche que ella entró en mi bar, y parecías como si un maldito ángel hubiera
caído del cielo solo para ti. —Eso era propio de Coop. Conocer tan bien a su
amigo. Saber que Jack se había enamorado de Emery desde el primer
momento en que la vio.
—¿Te sentiste así por Jess?
Una sonrisa pequeña de satisfacción crispó los labios de Cooper.
—Nos encontramos bajo la lluvia, justo afuera del bar. Y tuve esa
sensación rara en la nuca.
Jack sonrió. Sabía de todas las «sensaciones raras» de Cooper. Mientras
que Jack tenía un gran instinto con las personas, Cooper tenía un sexto sentido
extraño. Cada vez que algo importante estaba a punto de suceder en su vida,
sentía un hormigueo extraño en la nuca.
—Así que lo sabías, ¿eh?
—Sabía que significaba que Jess no solo era una preciosa turista de
paso. Sabía que significaba que debía esforzarme por llegar a conocerla. Y
nunca volveré a ignorar esa sensación. —Tomó otro sorbo de su café—. ¿Ya 268
le dijiste a Emery? ¿Sobre cómo te sientes? ¿Escribiste esa carta que sugirió
Bails?
—No. Em no confía en mí. Si le dijera eso ahora, ya sea en su cara o en
una carta, no lo creería. Tengo que mostrarle. Piensa que solo quiero que
seamos amigos. De modo que podamos ser co-padres. Le dije que quiero estar
en cada cita y solo vamos a pasar el rato. Ser los mejores amigos.
La sonrisa de Cooper fue lenta y maliciosa, y Jack supo que lo entendía.
—Estás en esto a largo plazo. Un ataque sigiloso.
Jack le devolvió la sonrisa.
—Ya lo sabes.
—Me acabo de dar cuenta de que no puedo contarle a Jessica nada de
esta mierda, ¿verdad?
—No, absolutamente no.
—Mierda. —Cooper hizo una mueca—. Esa mujer puede oler cuando le
estoy ocultando algo.
—Entonces ponte más colonia. —Jack entrecerró los ojos—. Coop, son
las mejores amigas. Jess no puede decirle a Em lo que estoy planeando o Em
correrá en la dirección opuesta.
Su amigo lanzó un suspiro gigante.
—No se lo diré. Lo prometo. Pero me debes.
—Entonces ¿cada vez que le ocultemos un secreto a nuestras mujeres,
nos debemos el uno al otro por no decírselo?
Cooper se echó a reír.
—¿Qué? —Jack frunció el ceño.
Coop le tomó un tiempo calmarse y luego se puso de pie, golpeando a
Jack en el hombro al pasar.
—Es lindo que creas que le ocultarás secretos a Em una vez que estén
juntos.
Jack puso los ojos en blanco ante la presunción de su amigo. Pero no le
molestó. Para nada. Porque su amigo parecía seguro de que Emery y él eran
una cosa segura… y eso le dio a Jack la tranquilidad que necesitaba. 269
Había una parte de él que aún se preguntaba si debería dejar a Emery
con algún tipo que la mereciera más.
Pero si Coop, el mejor hombre que conocía, podía perdonarlo y seguir
pensando que era digno de Emery Saunders, entonces Jack ya no se sentiría
tan egoísta al respecto.
Después de todo, no podía imaginar que alguien pudiera amar a Emery
de la forma en que él la amaba.
Con cada molécula de toda su existencia.
Y ya estaba absolutamente perdido por el niño creciendo en su vientre.
¿Asustado? Sí. ¿Le preocupaba comenzar de nuevo con una carrera
nueva a su edad y tener dinero suficiente para cuidar a su familia nueva?
Definitivamente. Pero emocionado.
Y tan jodidamente enamorado que apenas podía soportarlo.
31
Emery
Al día siguiente, durante la hora del almuerzo, cuando mi lugar
generalmente estaba lleno de lugareños buscando su dosis de cafeína, solo los
turistas entraron a la tienda para comprar libros. Cuando Jess y Cat entraron
por mi puerta, luché pero gané la batalla contra estallar en lágrimas de
preocupación.
Jack acababa de llamar y me dijo que había estado preguntando y
descubrió lo que estaba pasando. Dana Kellerman había estado trabajando
con su boquita engañosa. Era recepcionista a tiempo completo en Jennifer's
Hair & Beauty, un salón donde solía trabajar a tiempo parcial en la recepción
270
cuando se contentaba con de vivir del dinero de Cooper. ¿Eso sonó malicioso?
¿Me importaba? ¡La mujer era vil!
—Aparentemente —le transmití a Jess y Cat mientras se sentaban
frente a mí en el rincón de lectura de la tienda—, Dana le ha estado diciendo
a cualquiera que quiera escuchar que atrapé a Jack. Y lo horrible que es
después de todo lo que ha pasado Jack con su familia. Me ha convertido en la
villana. Nadie entrará en mi tienda. Quiero decir, algunas personas ya estaban
horrorizadas porque estoy embarazada fuera del matrimonio. Es como si
fuera 1959 o algo así.
—Eso me pasó a mí —se compadeció Cat—. Una mujer soltera
quedando embarazada. No estuvieron felices. Imbéciles críticos. Pero
perdonan bastante rápido. Es difícil para ellos guardar rencor en un pueblo
donde la mayoría de la gente es bastante liberal y comprensiva con estas
cosas. Dale una semana más o menos.
Mi sangre hirvió de indignación.
—No quiero perdón —espeté—. No hice nada que requiera perdón.
Cat levantó una ceja.
—Tienes toda la razón. ¿Y he mencionado que me gusta la Emery
embarazada?
Mi mirada se disparó a la de Jess.
—Creo que necesito confrontarla.
—¿A quién? —La expresión de Jess se tensó— ¿A Dana?
—Sí. En frente de todos.
—Oh, Emery, no creo que sea una buena idea. No deberías estresarte
así… y no me gustaría que crearas más escándalos que podrían lastimarte.
—¿Te sentarías y dejarías que la gente dijera estas cosas sobre ti? ¿Qué
he hecho para merecer que todos asuman lo peor de mí? Nada. He tenido
suficiente. —En serio, era suficiente. Sentía que, si al final no me defendía, me
rompería. No quería que mi hijo pasara por su vida como yo, dejando que la
gente se aprovechara sin hablar—. Me intimidaron en la escuela porque era
tímida. Dejé que me pisotearan. Robaron toda una escena directamente de
una película: un chico lindo me invitó a una cita y luego todos me tendieron
una emboscada y me arrojaron huevos.
Cat y Jess se miraron horrorizadas.
271
—Ay, Em.
—Incluso mi abuela me pisoteó. No hagas esto. No digas eso. Sé de esta
manera. Sé de aquella manera. ¡Y ni siquiera me hagan empezar con Tripp y
Jack!
—Em. —Jess tomó mi mano—. Em, por favor, cariño, necesitas
calmarte.
—No. —Cat tocó la muñeca de Jess—. Necesita sacar esto. —Sus ojos se
posaron en mí—. Em, si quieres confrontar a Dana, entonces iré contigo. Te
respaldo.
La gratitud se movió a través de mí.
—Gracias.
Jess me soltó y suspiró.
—Entonces, también voy.
—No. —Negué con la cabeza—. Estás embarazada. No te estresaré.
—También estás embarazada y soy tu médico. Iré.
Cooper probablemente me mataría, pero reconocía esa obstinación en
la barbilla de Jess.
—Bien. Hagámoslo.
—Eh, ¿vamos ahora mismo? —Jess nos miró cómicamente con los ojos
del todo abiertos cuando Cat y yo nos pusimos de pie—. Está bien, sí,
acabemos con esto.
La indignación, el dolor y la furia me alimentaron a medida que
cerrábamos mi tienda, desfilábamos por los tablones y nos apresurábamos
por Main Street hasta el salón de Jennifer. Solía llamarse Heidi's pero Heidi se
enamoró de un bombero de Wilmington y vendió el lugar a Jennifer Kwan.
Según todos los informes, Jennifer era una estilista excelente y las chicas que
tenía trabajando en su departamento de belleza también eran increíbles. Sin
embargo, viajaba a Essex, la ciudad más grande del condado de Hartwell, para
cortarme el cabello y arreglarme las uñas, solo para evitar a Dana Kellerman.
—¿Estás segura de esto? —preguntó Jess apresurándose para
alcanzarme.
Reduje mi marcha. 272
—Lo siento. No deberíamos estar apurando a una mujer embarazada.
Jess soltó una carcajada.
—Otra vez… ¿te das cuenta de que también estás embarazada?
—Por supuesto. Es solo que… se te nota.
Cat se rio por mi comentario.
Hice una mueca.
—Eso salió mal.
—¿En serio? —Jess me dio una sonrisa tranquilizadora—. No estás
equivocada. Pero también se te notará en unas pocas semanas.
—No sé. Creo que Emery será una de esas mujeres molestas que solo
tiene un bulto y no termina embarazada en ningún otro lado —opinó Cat.
—Cat, ¿estás diciendo que me veo gorda?
Cat le lanzó a su cuñada una mirada irónica.
—Estoy diciendo que te ves embarazada. Obviamente, tienes un bulto
pero tus mejillas están más llenas y tus tetas están enormes. Me pasó igual.
—No me hagas empezar con estos pechos. —Jess suspiró—. Tu
hermano no puede quitarles las manos y la boca de encima.
Solté una carcajada, y me tapé la boca con la mano ante la mirada
asqueada de Cat.
—¿Qué dije para merecer eso?
Jess inclinó la barbilla en el aire y resopló con altivez.
—Dijiste que mis mejillas estaban más llenas. Soy consciente de que mi
embarazo se está adhiriendo a cada parte de mi cuerpo, incluyendo mi
trasero, ¡pero no es necesario señalarlo!
Cat pasó un brazo alrededor de Jess, atrayéndola hacia su costado.
—Cariño, no quise decir esas mejillas, y no quise decir que es algo malo.
Te ves preciosa.
—Lo haces —coincidí.
Jess exhaló lentamente.
—Estoy un poco sensible porque mis jeans ya no me quedan. Y sé que
estoy embarazada… pero ¿alguna vez volverán a quedarme?
273
—Los míos no lo hicieron. —Cat se encogió de hombros—. Ahora soy
una talla más grande de lo que era antes de Joey, y nunca volví a ella. Aun así,
el pequeño mocoso vale la pena.
Jess frunció el ceño.
—Tienes una figura hermosa.
—Tú también. Y Jess, serás preciosa sin importar la talla que tengas. Mi
hermano también piensa lo mismo.
—Sé que esto se trata de Emery… —Jess puso su mano en mi brazo
mientras nos acercábamos al salón—. Y sé que Cooper es completamente
indiferente a su exesposa, pero a veces me irrita que sea tan hermosa.
Ah. Ni siquiera había pensado en eso. Que egoísta de mi parte.
—Jessica, no tienes que entrar.
—Sí, tiene que hacerlo. —Cat nos detuvo, frunciendo el ceño a Jess—.
Espero que lo que acaba de salir de tu boca sean las hormonas del embarazo
porque lo sabes, lo sé, Em lo sabe, y Cooper sabe jodidamente bien que Dana
Kellerman no es más que un montón de mierda escarchada en diamantes. Ni
siquiera pienses en sentirte insegura por su apariencia. Ella es el diablo.
—Es tan engreída. —Jess cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿De qué tiene que estar tan engreída? Vas a entrar ahí con el anillo
de Coop en el dedo, el niño que hicieron en tu vientre, y todo el pueblo ha
seguido tu historia de amor como si fuera un maldito cuento de hadas. Casi
todas las mujeres de Hartwell observan la forma en que mi hermano te mira,
y te envidian muchísimo. ¿Yo? Veo la forma en que miras a mi hermano, y
estoy tan agradecida de que haya quedado contigo. Es un gran tipo, un
hermano maravilloso, un tío fantástico… pero tanto él como yo sabemos que
no eres la única afortunada en este escenario. Él tiene mucha suerte de
haberte encontrado. Y ella… —Cat señaló el salón—, sabe en el fondo que
ningún hombre se sentirá jamás así por ella porque terminará con alguien tan
egoísta como ella. Cualquier hombre bueno que conozca verá eventualmente
a través de ella.
Las hermanas compartieron una mirada cariñosa y afectuosa, y
finalmente tuve que aclararme la garganta.
Miré burlonamente a Cat. 274
—¿Vas a usar todo el material que puedo usar contra Dana?
—¿Qué?
—Un montón de mierda escarchada en diamantes. Y eso último que
acabas de decir sobre los hombres, tal vez quisiera decírselo a la cara.
La hermana de Cooper resopló.
—Si hubiera sabido lo divertida que eras, me habría esforzado más por
conocerte. —Su sonrisa murió—. Sabes qué, lo siento, Em. Soy una de las
personas a las que deberías sermonear. Debí haberme esforzado por ser tu
amiga.
—Cat, eso va en ambos sentidos.
—Cierto. Pero tengo la ventaja de no ser tímida. —Se volvió hacia el
salón—. ¿Vamos a hacer esto?
—Ahora estoy nerviosa. —Me retorcí las manos, mi corazón
acelerado—. Perdí mi impulso.
Jess pareció arrepentida.
—Lo siento. He sido yo. Lo convertí en algo mío.
—No seas tonta. Te estoy arrastrando a un salón para enfrentarte a la
exesposa de tu esposo.
Cat suspiró.
—Dejemos de parlotear y entremos. La gente está mirando.
Eso era cierto. Algunas mujeres dentro del salón nos miraban con
curiosidad.
—Emery necesita un plan —argumentó Jess.
—Tengo un plan. —Eché los hombros hacia atrás, sintiéndome
mareada, pero decidida—. Planeo ponerla en su lugar. —Caminé hacia la
puerta.
—¡Oh, vamos a entrar, vamos a entrar! —Cat apresuró a Jess detrás de
mí, sonando demasiado emocionada.
Al entrar en el salón, mis ojos se enfocaron en Dana, quien estaba
parada frente a Sherry, la dueña de Sherry's Trousseau, conversando con ella
mientras estaba sentada debajo de la secadora de capota. Sus ojos volaron
hacia la puerta y se congeló. 275
Me detuve, sintiendo a Cat y Jess empujar mi espalda con el movimiento
abrupto.
Dana sonrió y se pavoneó hacia nosotras.
Todos los ojos estaban puestos en mí.
Los sentí.
Sentí su juicio.
La mirada de Dana se movió a Jess, oscurecida por el odio, y luego a Cat.
Parpadearon con un poco de cautela… y me di cuenta de que podría tener
miedo de Cat.
Bien.
—¿Cómo puedo ayudarlas?
Los secadores de cabello que usaban Jennifer y su otro estilista se
detuvieron. Ambas mujeres observándome. Ahora tenía la atención de todas
las personas en ese salón. Tragué pesado, sintiendo mis rodillas temblando.
Mis mejillas estaban en llamas.
Cuando volví a mirar a Dana, vio mi sonrojo y se burló.
—¿Hablas? —espetó.
Podía hacer esto.
Enderecé mis hombros.
—A Jack y a mí nos dijeron que estás difundiendo un rumor malicioso
sobre nosotros. Vine a exigirte que desistas.
Para mi sorpresa y gratitud, mis palabras salieron fuertes y severas.
La tensión recorrió el salón cuando Dana levantó una ceja.
—¿Disculpa?
—Me escuchaste. Estoy perdiendo clientes por tu calumnia. Si no
desistes, me veré obligada a emprender acciones legales. —No tenía idea de
que eso es lo que diría, pero salió.
Escuché a Jess hacer un sonido de gorgoteo detrás de mí y Cat
murmuró:
—Eso es jodidamente increíble.
Dana se quedó boquiabierta. 276
—No puedes hacer eso. No tienes pruebas de que haya dicho nada.
—Tenemos testigos. Personas que han venido a nosotros y nos han
dicho que les estás diciendo a cualquiera que escuche que intenté atrapar a
Jack al quedar embarazada deliberadamente. —A pesar de mis mejillas en
llamas y mis piernas temblorosas, me volví más confiada—. Son mentiras. —
Desplacé mi atención de Dana a todas las personas en el salón. Las miré a
todas a los ojos, y se estremecieron un poco ante mi evidente decepción.
Volví mi mirada a Dana.
—Por qué alguien creería a alguien como tú, alguien conocida por
mentir y engañar, no tengo idea. Pero si mi negocio no mejora por las mentiras
que estás difundiendo sobre mí, te llevaré a la corte.
—No puedes. —Resopló indignada—. No puedes hacer eso. Nunca he
oído hablar de eso.
Me encogí de hombros casualmente y sonreí engreída.
—La calumnia no es un cargo fácil de probar, pero tengo tanto dinero a
mi disposición que puedo permitirme intentarlo. ¿Puedes permitirte
defenderte?
—Ay, Dios mío, me voy a orinar en los pantalones, esto es tan bueno —
murmuró Cat en voz baja.
Intenté no reír mientras miraba fijamente a Dana.
—Voy a tener que pedirte que te vayas —exigió Dana, señalando la
puerta.
—Y voy a tener que pedirte que desistas de difundir chismes y rumores
o tendrá noticias de mi abogado. No me iré hasta que dejes en claro que lo
entiendes.
—No soy tonta —gruñó ella.
—En contra de toda evidencia. —Me crucé de brazos—. Temo que debo
insistir en que digas las palabras.
—¿Qué?
—Yo, Dana Kellerman, prometo dejar de difundir chismes crueles y
mentiras sobre Emery Saunders y Jack Devlin. —Hablé con la mayor
condescendencia posible y observé que algunas de las mujeres más cercanas
a mí bajaron la vista, cubriendo sus sonrisas. 277
Sentí un atisbo de inquietud. No era una matona. No estaba en mi
naturaleza emocionarme haciendo que alguien se sintiera pequeño.
Desafortunadamente, ahora estaba en ese lado de la situación: era retroceder
y perder esta guerra contra Dana, o continuar y sentirme culpable más tarde
por ser una perra.
Elegí esto último.
—¿Y bien?
—No voy a admitir nada porque no he hecho nada. Y no lo haré. No diré
una mierda de ti o Jack. Como si me importara que ese mujeriego inútil te
dejara embarazada.
Mis ojos se entrecerraron y di un paso hacia ella.
—¿Em? —La mano de Jess descansó en mi espalda.
—Estás hablando del padre de mi hijo, y te agradeceré que no lo
insultes.
—Lo que sea. —Dana negó con la cabeza y agitó la mano hacia
nosotras—. Solo saca a tu pequeña pandilla estúpida de aquí y no vuelvas.
—Ah. —Cat la fulminó con la mirada—. Entonces, supongo que tendré
que encontrar una peluquería nueva.
—¿Qué? —chilló Jennifer desde atrás. Miró a Dana furiosa antes de
gritarle a Cat—: No la escuches. Solo es mi recepcionista.
—Entonces quizás quieras pensar en conseguir una recepcionista
nueva —ofreció Cat—. Jen, conozco a más de un puñado de mujeres que no
vienen aquí, porque no quieren lidiar con Dana. Todas van a Essex en su lugar.
—Eso es cierto —agregué—. Voy a Essex.
La mandíbula de Jennifer se apretó cuando sus ojos se estrecharon
sobre su recepcionista.
Dana parecía dispuesta a matarnos.
Y tomé eso como nuestra señal para irnos.
Lo hicimos en silencio y con dignidad, y esperé hasta que estuvimos
fuera de la vista antes de preguntar:
—¿Llevamos eso demasiado lejos?
Cat estalló en una carcajada estridente.
278
—Ay, Dios mío, no. ¡Fue lo mejor del mundo! ¡Eres mi nueva heroína!
Miré a Jess, quien me sonrió.
—Me sentí un poco malvada.
—Eso es porque eres una persona buena. —Apretó mi mano.
—No te sientas mal —resopló Cat—. Ninguna de ustedes ha vivido aquí
toda su vida, así que déjenme contarles algo sobre Dana Kellerman: ¿esa cosa
del huevo que te pasó en la escuela secundaria? Toma eso y multiplícalo por
un millón cuando se trata de las mierdas que les hizo a las chicas en la escuela
secundaria. Torturaba a los niños. Cuando Cooper me dijo que estaba saliendo
con ella, intenté advertirle. Me dijo que había madurado mucho desde
entonces. —Cat resopló—. Eh, sí, claro. Aún sigue haciendo esas mierdas.
—Bueno, tu hermano lo aprendió de la manera más difícil —lo defendió
Jess suavemente.
—Sí. Pero mi punto es… —Cat se volvió hacia mí—, no te sientas
culpable por avergonzarla ahí dentro, haciéndola sentir pequeña, porque ha
vivido su vida disfrutando de la miseria de otras personas. Si pierde su
trabajo, genial. Tal vez se vaya a la mierda y vaya a torturar a otra ciudad con
su actitud egoísta, maliciosa, desagradable y francamente mezquina. Dicen
que la gente tiene una razón para ser como es, y lo creo. En serio. Pero algunas
personas simplemente nacen egoístas hasta la médula, y Dana Kellerman es
una de ellas. No te sientas mal. Siéntete orgullosa de haberte defendido a ti
misma y a Jack.
Un poco aturdida por el discurso apasionado de Cat, exhalé lentamente
y asentí hacia ella.
—Está bien. Lo haré.
—Bien. Y la próxima vez que quieras defenderte, por favor, invítame.
Ese fue el menosprecio más elegante que he presenciado.
Compartimos una sonrisa cálida y mi inquietud se desvaneció un poco
a la luz de mi nueva amistad con Cat Lawson.

279
32
Jack
Con una mano muy deliberada en la parte inferior de la espalda de
Emery, Jack caminó a su lado mientras se movían por los pasillos del edificio
médico junto al Hartwell County General en Essex. La había recogido hacía
treinta minutos para su primera cita prenatal en las oficinas de obstetricia y
ginecología de allí. Em y Jess habían decidido que sería mejor que Em viera al
mismo médico durante todo su embarazo, y Jess no estaba disponible para ser
ese médico porque pronto estaría de baja por maternidad.
Cada día se hacía un poco más real que Jack iba a ser padre, y estaba
asustado, entusiasmado y con un montón de emociones intermedias. Pero
280
también era surrealista. Como si aún no hubiera asimilado la realidad.
Emery al principio estuvo un poco rígida bajo su toque. Pensó en
soltarla, pero luego pareció relajarse. Jack se alegró. Temía que, si no
intentaba crear familiaridad entre ellos, Em nunca derribaría el muro que
había erigido para mantenerlo alejado.
—Por aquí. —Hizo un gesto hacia el mostrador de recepción. La mujer
mayor detrás del escritorio estaba al teléfono. Levantó un dedo para que
esperaran.
Emery inhaló temblorosamente y Jack aumentó la presión de su toque
en la parte baja de su espalda a medida que se inclinaba para preguntar
suavemente:
—¿Estás bien?
Inhaló ese singular aroma suyo, como una ola de flores en el océano,
cuando ella se volvió para mirarlo con sus ojos espectaculares.
—Estoy bien.
—¿Sin náuseas?
—Parecen haber disminuido bastante rápido. —Levantó los dedos
cruzados y le dedicó una sonrisa rígida—. Ya veremos.
La sonrisa rígida lo molestó. Sabía que ella lo estaba intentando. Pero
era una mierda que lo que antes fuera tan fácil entre ellos ahora pareciera un
poco forzado.
—¿Puedo ayudarles? —preguntó la enfermera mientras colgaba el
teléfono.
—Tenemos una cita —respondió Emery, y Jack se sintió alentado por
la parte del «tenemos»—. Emery Saunders.
La enfermera revisó su computadora.
—De acuerdo, solo tomen asiento. La doctora Britt los verá pronto.
Cuando se sentaron en la sala de espera, Jack tuvo que soltar a Em.
Ella se volvió para hablarle y Jack inclinó la cabeza hacia ella. Sus
pestañas revolotearon rápidamente ante su proximidad y él se animó.
—¿Programaste mucho tiempo libre en el trabajo? Jess dijo que la
primera visita prenatal suele ser la más larga. 281
—No te preocupes por eso.
Em apartó la mirada, asintiendo. Jack la estudió a medida que se mordía
el labio inferior. Al mismo tiempo, sus dedos se entrelazaron en su regazo.
Hoy lucía un vestido largo de color rosa pálido con mangas amplias y una
silueta holgada. A pesar de que era holgado, cuando la brisa lo sopló contra su
cintura mientras caminaban por el estacionamiento afuera, reveló que su
estómago todavía lucía plano.
Jack ya estaba ansioso por ver un bulto.
—Oye —dijo en voz baja mientras tomaba sus manos. Las separó
enroscando los dedos por una de ellas. Apretó su mano con fuerza—. ¿Estás
nerviosa?
Ella miró fijamente sus manos entrelazadas por un segundo y él esperó,
su corazón acelerándose a medida que decidía si alejarse. Contuvo la
respiración cuando continuó sin soltarlo. Suspiró internamente aliviado. Su
mirada se encontró con la de él.
—Un poco.
—No hay necesidad. —Le dedicó una sonrisa y se sintió alentado por la
forma en que sus mejillas se sonrojaron. A ella le gustaba su sonrisa. Eso era
obvio. Tenía la intención de usarla contra ella—. Cualquier mujer que pueda
hacer frente a Dana Kellerman puede superar su primera visita prenatal. —
Emery se sonrojó aún más, pero le devolvió la sonrisa—. Sabes lo orgulloso
que estoy, ¿verdad?
—Eso dijiste.
Lo hizo. Le había llegado la noticia en el hotel sobre el enfrentamiento
de Emery con Dana. La había llamado para tener su versión de los hechos y
sonrió con tanta fuerza mientras ella se lo contaba que le dolieron las mejillas.
Lo mejor era que, la gente había empezado a volver al lugar de Em para
tomar un café ahora que había dejado las cosas claras. Mierda, a Jack le habría
encantado ver la cara de Dana cuando Em la amenazó con una demanda por
difamación.
—Emery Saunders.
Ambos alzaron la vista para encontrar a una mujer de la edad de Em
con una bata blanca de médico, esperándolos pacientemente. 282
—Soy la doctora Madeline Britt. Seré tu obstetra durante todo tu
embarazo.
Jack sintió un tirón en su mano cuando Emery intentó soltar la suya. Él
apretó su agarre y la empujó suavemente para ponerla de pie. Solo la soltó
para que pudieran estrechar la mano de la doctora y presentarse, pero volvió
a tomar la mano de Em justo después.
—Jack, no necesito que me tomes de la mano —se quejó en voz baja a
medida que seguían a la doctora Britt.
—Sí, pero necesito que sostengas la mía —bromeó, lanzándole una
sonrisa infantil.
Puso los ojos en blanco, pero ese hermoso color rosa volvió a teñir sus
mejillas mientras lo hacía.
La doctora los condujo a una habitación de hospital privada. Dirigió su
mirada a Em.
—Voy a hacer un examen pélvico y de mamas. Algunas mujeres
prefieren acabar con eso primero y hacer que su pareja… —le dedicó a Jack
una sonrisa benigna—, espere afuera.
Jack miró a su chica. Ella apretó su mano.
—¿Puedes esperar afuera?
—Por supuesto. —La besó en la sien y salió de la habitación.
Tan pronto como salió de allí, Jack sintió que no le pedirían que volviera
a entrar. Emery no lo quería allí, y usaría esto como una excusa para
mantenerlo a distancia. No la culpaba, pero se sentía inútil afuera. Todo lo que
podía ofrecerle en este momento era apoyo mientras ella pasaba por esta
experiencia. Jack deseaba que se apoyara en él.
Se sorprendió muchísimo cuando la doctora Britt asomó la cabeza por
la puerta y le dijo que volviera a entrar.
Fue alentador.
Tal vez Em solo quería incluirlo… o tal vez lo necesitaba.
Jack esperaba que fueran ambas cosas.
Sonrió cuando entró para detenerse junto a ella en la cama. Estaba de
vuelta en su vestido y sentada. Tomó su mano y esta vez, lo dejó sin decir una
palabra. 283
—Muy bien. —La doctora Britt le sonrió a Jack—. Para mantener a papá
al día, los exámenes pélvicos y de mamas están hechos. Pronto tendremos los
resultados de la prueba de Papanicolaou.
Sabía que parecía aturdido. Y era porque nadie aún lo había llamado
papá.
Mierda.
Se sintió muy bien.
Se sintió increíble.
Emery pareció darse cuenta del motivo de su expresión y le dedicó una
tierna sonrisa comprensiva. Cristo, era la mujer más dulce del planeta. Incluso
cuando estaba decepcionada con él, encontraba la manera de ser amable.
—De acuerdo, Jack, como te expliqué antes de que entraras, voy a
hacerle preguntas a Emery sobre su historial médico.
—Está bien.
La doctora le preguntó a Em si tenía algún problema médico,
psicosocial o si alguna vez había tenido alguno. Fue un no. Tomó su presión
arterial, su altura y su peso, lo cual le alegró ver que no tenía ningún problema
en que él lo supiera. Le hizo reír para sus adentros que ella pudiera sonrojarse
ante su mera sonrisa y, sin embargo, hablar de su último período menstrual
frente a él sin ponerse ni un poco rosada.
—¿Algún método anticonceptivo?
—Bueno, claramente ninguno —resopló Em.
Jack se tragó un resoplido.
Los labios de la doctora Britt se torcieron.
—Quiero decir en el pasado. ¿La píldora u otra cosa?
—Ah. Solo condones.
Lo que le recordó a Jack que de hecho quería y no quería saber con
quién había estado Emery antes que él. Si no había estado tomando la píldora,
eso sugería que nunca tuvo una relación a largo plazo.
—¿Alguna hospitalización?
—Cuando tenía diecisiete años. Accidente automovilístico. Me rompí
algunas costillas.
284
La barbilla de Jack se sacudió en alto con sorpresa. No había escuchado
de ningún accidente automovilístico.
—¿Has tenido algún dolor o problema con tus costillas desde entonces?
—No. ¿Es un problema?
—No. Pero a veces puede haber estrés en las costillas durante el
embarazo y solo quiero asegurarme de que no haya problemas subyacentes
que debamos conocer.
—Está bien. —Em se mordió el labio.
La doctora Britt colocó una mano tranquilizadora sobre su brazo.
—No es nada de qué preocuparse.
Jack apretó con más fuerza la mano de Em y ella pareció relajarse.
—¿Estás tomando alguna medicación?
—¿Cuentan las grandes cantidades de cafeína? —bromeó, haciendo
reír a Jack.
La doctora levantó una ceja.
—Sí. Tendrás que reducir la ingesta de cafeína. Una taza al día como
máximo.
—Estaba bromeando. Lo sabía. —Em lo miró solemnemente—. Sabía
lo de la cafeína. He estado reduciendo su consumo.
Sonriendo y tratando de no reírse al mismo tiempo, Jack la rodeó con
un brazo y la atrajo hacia su pecho. Su tono estaba lleno de humor.
—Te creo, solecito.
—¿Alguna alergia a medicamentos?
—Ninguna que yo sepa.
La doctora Britt hizo algunas preguntas más sobre el historial médico
familiar de Em. Si había estado experimentando sangrado o calambres, lo que
afortunadamente fue un no.
—Veo en los registros que envió tu doctor que ya te hicieron todas las
pruebas para infecciones de transmisión sexual, así que solo tomaremos una
muestra de sangre y haremos algunas pruebas más. Te explicaré para qué son
todas a medida que avanzamos. 285
El recordatorio de que Emery hizo que Jess le hiciera pruebas de ETS
no fue bienvenido. Deberían tener una conversación real sobre eso. Pero
obviamente ahora no era el momento adecuado.
Justo cuando Em comenzaba a verse un poco pálida y cansada, comenzó
la verdadera discusión sobre… bueno, se sintió como todo. Hablaron de los
medicamentos que Em podría tomar, cosas como vitaminas y suplementos
prenatales, así como el ejercicio y el aumento de peso esperado. Emery hizo
preguntas sobre su dieta, a quién debía llamar si tenía preguntas, qué debía
hacer si experimentaba sangrado o calambres, qué consideraba la doctora una
emergencia, qué precauciones podía tomar para un aborto espontáneo, qué
opinaba el médico del parto natural, cuál era la política del médico sobre la
inducción del parto…
Siguió y siguió, y Jack se dio cuenta de que, a pesar de todas sus
preocupaciones, Emery cargaba con un millón más.
Mierda, estaba tan mal preparado.
Y necesitaba hacerlo mejor.
Escuchando atentamente, intentando retener toda la información que
les dio la doctora, Jack comprendió que tenía mucho que leer.
No quería que Emery llevara la carga de estas preocupaciones sola.
—Debería comprar algunos libros —dijo después de cinco largos
minutos de silencio mientras salían del edificio.
—¿Qué? —Frunció el ceño confundida.
—Libros. Ahí me di cuenta de que no tengo ni puta idea de nada de esto.
Necesito leer un poco.
—Tengo libros —ofreció Em—. Puedes tomarlos prestados.
—Eso sería genial. —La estudió cuidadosamente mientras se detenían
en su camioneta—. ¿Estás bien?
—Cansada —admitió—. Fue mucha información. Y tengo hambre. Solo
comí una galleta de arroz esta mañana.
—Antonio’s —dijo, abriéndole la puerta y echándole una mano para
que subiera.
—¿Antonio’s? —preguntó una vez que estuvo en el asiento del
conductor.
—Te llevaré allí. Ahora. Por algo de comer.
286
—No tienes que hacerlo. Puedo ir a casa y hacer un sándwich.
—Podrías.
Ella soltó una risa exasperada.
—Supongo que eso significa que vamos a Antonio’s.
—La comida es buena, y puedes relajarte. —Iris no dejaría que nadie
molestara o chismeara de ellos en su establecimiento. Emery era como una
segunda hija para ella. Lo sabía porque había estado fulminándolo con la
mirada desde que descubrió que había dejado embarazada a Emery. De hecho,
estaba un poco sorprendido de que aún no lo hubiera buscado solo para
aniquilarlo. Jack se estaba preparando. Estaba bastante seguro de que una
«charla» de Iris Green estaba en su futuro.
Antonio’s estaba ocupado a pesar de ser ese momento incómodo del
día entre el almuerzo y la cena. Era agosto, de modo que aún había muchos
turistas dando vueltas por Hartwell, aprovechando la buena comida italiana
en el paseo marítimo. Mientras Jack sostenía la puerta abierta para Em, vio
que su atención se enfocó en algún lugar más allá de él. Se volvió para mirar y
vio a Ivy Green sentada en una mesa para dos con nada menos que su buen
sheriff Jeff King. Jeff vestía uniforme, pero su lenguaje corporal, la forma en
que se inclinaba sobre los brazos para que su cabeza quedara inclinada hacia
la de Ivy, sugería que se trataba de algo más que un encuentro casual.
—¿Mesa para dos? —preguntó la anfitriona.
—Por favor.
Tomó un par de menús y los condujo a la ruidosa charla del restaurante.
Ivy y Jeff alzaron la vista. Emery saludó a Ivy, quien le devolvió la sonrisa a
medida que Jack y Jeff compartían un sutil levantamiento de barbilla a modo
de saludo. Fue después cuando Jack se dio cuenta de la presencia de los
lugareños en el restaurante. Parecían como si no supieran a quién mirar
boquiabiertos: si a Ivy y Jeff, o Em y Jack.
Sabía por la forma rígida en que Em sostenía los hombros que ella
también lo había notado.
Ah, todos estarían cotilleando sobre los cuatro y lo que significaban las
dos parejas. No había manera de evitar eso.
—¿No quieres saludar? —preguntó Jack a Em mientras tomaban
asiento, intentando distraerla de las personas mirándolos. 287
Sacudió la cabeza.
—No.
Jack volvió a mirar a Ivy y Jeff y observó la forma en que Ivy respondía
a Jeff con una sonrisa coqueta. Luego se estiró y pasó las puntas de sus dedos
sobre sus nudillos a medida que él hablaba.
De acuerdo, está bien.
—¿Desde cuándo se convirtieron en algo? —preguntó Jack.
Em pareció insegura por alguna razón.
Luego comprendió de que no estaba segura de poder confiar en él para
compartir sobre la relación de su amiga.
—No importa. —Miró su menú, sintiéndose jodidamente exhausto de
repente—. ¿Qué te apetece comer?
—Se lo están tomando con calma.
Jack la miró.
—Jeff e Ivy. Están tomando las cosas con calma. No es de conocimiento
público. —Em les lanzó una mirada irónica—. Aunque en este momento no
están siendo exactamente discretos. —Se volvió hacia Jack—. Pero son algo.
Jack asintió, aliviado de que ella le hubiera confiado eso.
—Espero que funcione. Jeff se merece una buena mujer.
—Lo hace. E Ivy se merece un buen tipo.
—Vaya, vaya, vaya. —Iris apareció en su mesa como de la nada. Lo miró
fijamente—. Jack Devlin.
Él le sonrió.
—Iris Green.
Entrecerró los ojos.
—No creas que puedes mostrarme esa sonrisa infantil tuya, Jack Devlin,
y zafarte de las… cosas.
—¿Cosas? —bromeó.
—Cosas. —Hizo un gesto a Emery. 288
—No creo que a Emery le guste que se refieran a ella como cosas.
—Estoy intentando ser un poco delicada.
—Estás haciendo un buen trabajo.
Emery resopló, y Jack luchó por mantener una expresión seria.
—Jack, no te pases de listo conmigo. Todo lo que voy a decir. —Inclinó
su rostro hacia él y bajó la voz—: Será mejor que cuides de mi chica y de este
niño, o te perseguiré, te aplastaré y te traeré aquí para darle un nuevo
propósito en la vida al horno de pizza inmenso que hay en mi cocina.
Al ver a Emery taparse la boca y atragantarse con una risa, los ojos de
Jack brillaron juguetones contra los de Iris.
—Le has dado a esto un pensamiento muy gráfico.
—No creas que puedes salir de esto con tu encanto. Tienes que asumir
la responsabilidad de tus acciones.
Eso disipó el humor de Jack.
—Iris, sé que Emery significa mucho para ti, así que no voy a decirte
que te metas en tus propios asuntos, aunque eso es realmente lo que quiero
decir. En cambio, te aseguro que no hay nada más importante para mí que
Emery y nuestro hijo.
Ella gruñó, pero se enderezó.
—Está bien, entonces. ¿Qué quieren comer?
Después de que ordenaron e Iris se alejó de la mesa, Em suspiró a
medida que miraba alrededor del restaurante.
—Sé que tiene buenas intenciones, pero acaba de hacer que todos se
queden mirándonos otra vez.
—Em, se detendrán. Una vez que se acostumbren a nosotros, se
detendrán.
—No somos de su incumbencia.
—Totalmente de acuerdo.
—Han vuelto a la tienda.
—Me dijiste. —Ladeó la cabeza, confundido por su tono melancólico—
. Eso es bueno. 289
Ella arrugó la nariz, su expresión adorablemente petulante. Le dio
ganas de besarla. Cualquier cosa que hiciera lo hacía querer besarla.
—Jack, aún estoy enojada con ellos por creer lo peor de mí.
—Viniendo de alguien que tuvo que vivir con ellos pensando lo peor de
él durante años, honestamente puedo decirte que es mejor dejarlo pasar.
Perdónalos. No valen la pena que te carcoman.
Los ojos de Emery brillaron con simpatía.
—Lo siento. Fue totalmente insensible decirte eso. Y tienes razón. No
debería dejar que lo que hicieron me carcoma. Tengo la mala costumbre de
aferrarme a las cosas.
Dímelo a mí.
—¿Alguna vez las dejas ir?
—Algunas veces. —Se encogió de hombros—. La mayor parte del
tiempo. Solo tiendo a aferrarme si estoy enojada conmigo, no con otra
persona.
—¿Por qué necesitas enojarte contigo? Eres perfecta.
Soltó una carcajada.
—Jack, no soy perfecta.
—No, pero eres perfecta con toda tu perfección e imperfecciones. Así
que, sigues siendo perfecta. —Le sonrió.
—Iris tiene razón. —Em puso los ojos en blanco—. Eres todo un
encanto.
—Pero siempre digo la verdad —prometió.
Pareció incapaz de encontrar su mirada después de eso. En cambio,
jugueteó con su servilleta y espetó:
—¿Perdonas a tu padre?
Jack estaba un poco desconcertado por la pregunta, pero quería
compartir todo con Em. Incluso las cosas difíciles.
—No lo sé. Esa es la pura verdad. Solo sé que no quiero que tenga nada
que ver con mi vida o mis decisiones en el futuro. No puedo esperar a que
llegue su juicio, terminar con eso. Supongo que estoy intentando perdonarlo.
Pero no por él, por mí. Por mi familia. 290
—¿Cómo están? ¿Tu familia?
—Mamá y Rebecca comenzaron a ver a un terapeuta, y cada día se
acercan más. Incluso han hablado de ponerse en contacto con el padre
biológico de Rebecca cuando ambas estén listas. Mamá parece una persona
completamente diferente lejos de Hartwell e Ian. —Eso era cierto. Rosalie
había comenzado a salir de nuevo. Aún no socializaba mucho, pero iba de
compras, paseando, saliendo con su tío y su familia; todo esto era un gran paso
en la dirección correcta—. Estoy un poco preocupado por Becs y el próximo
juicio. Pero me aseguró que está lista.
—Quería decir que, bueno, sé que probablemente tengas un asesor
legal para Rebecca, pero debido a los contactos en el Grupo Paxton, conozco a
los mejores abogados defensores del país. Si necesitas una presentación,
puedo ayudarte.
Jack le dedicó una sonrisa agradecida.
—Podría aceptarlo.
Ella asintió.
—Entonces… ¿cuándo es el juicio de tu padre?
—En cuatro semanas.
—Jack, deberías habérmelo dicho. —Em pareció contrariada porque no
lo hubiera hecho.
Él sostuvo su mirada y cualquier cosa que viera en la suya la hizo
quedarse extremadamente inmóvil.
—No te lo dije porque me he estado enfocando en ti. En el bebé.
Haciéndote una prioridad.
—Eh. Bueno… por supuesto que lo aprecio, pero el juicio de tu padre es
un gran asunto. ¿Tienes que subir al estrado?
—Sí.
Su ceño se frunció con preocupación.
—Eso es muy difícil para ti.
—En realidad, no. Se merece lo que le espera.
—Sabes… —Miró hacia la mesa, jugueteando con los brazaletes de
plata en sus muñecas. Sus largas pestañas ocultaron su expresión de él—. Sé 291
que las cosas no son… lo sé… uf. —Ahora se tapó los ojos con las manos y
respiró hondo.
—Em. —Se estiró para tomar su muñeca, quitándole la mano de la cara
suavemente.
Se destapó los ojos, y él vio su triste conflicto. Esa expresión provocó
una llamarada de sentimientos cerca de su corazón.
—Sé que estamos intentando ser amigos —soltó finalmente—. Y eso
significa que estoy aquí. Si necesitas hablar.
El dolor alivió un poco.
—Podría aceptarte eso algún día. Sabes, va en ambos sentidos.
Ella asintió, pero no respondió.
Jack se quedó en silencio fácilmente, disfrutándolo porque significaba
que podía mirarla. Intentó no sonreír ante la forma en que ella encontró
numerosas formas de evitar su mirada intensa. Hasta que finalmente sus ojos
volaron hacia los de él, sus mejillas de color rosa brillante, y resopló:
—Deja de mirarme.
No puedo, solecito. No hay ningún otro lugar al que quiera mirar.
En cambio, sonrió y la hizo sonrojar aún más.
Finalmente, sintiendo que ella había alcanzado su cuota retorciéndose
bajo su atención coqueta, le preguntó algo que lo había molestado desde su
visita al hospital.
—¿Tuviste un accidente automovilístico cuando tenías diecisiete años?
De hecho, fue asombroso.
Lo rápido que pasó.
Con qué velocidad toda la expresión de Emery se tensó, y luego se
suavizó en un vacío perfecto.
—No fue nada —respondió con frialdad.
Y antes de que Jack pudiera cuestionar su cambio de comportamiento
abrupto, Iris regresó con la comida. Se quedó un rato, descongelando la
frialdad de Emery.
Pero cuando se fue, el silencio volvió a descender sobre la mesa, y Jack
no supo cómo romperlo. Ese muro que Em había levantado ahora estaba
292
cubierto de alambre de púas y voltios de electricidad. Sus respuestas de una
sola palabra lo volvieron loco.
Pareció aliviada cuando se fueron, y no quiso que él la acompañara por
las tablas hasta su casa en la playa.
Jack la acompañó de todos modos a su casa.
Se despidió a medida que ella murmuraba en respuesta y se apresuraba
a entrar en la casa, cerrando la puerta detrás de ella.
Estudió la puerta que se interponía entre ellos.
Algo le pasó a Em cuando tenía diecisiete años. Algo importante. Y ese
instinto en el que solía confiar tanto le decía que necesitaba saber qué era eso.
Conocer el pasado de Em solamente podría ayudarlo a encontrar una manera
de convencerla de que él era su futuro.
33
Emery
A pesar de lo hermosas que eran las mañanas cálidas en Hartwell,
disfrutaba a menudo los días grises y aburridos. Esa mañana, salí con mi taza
de agua caliente y limón y me acurruqué en mi columpio gigante del porche
para ver las olas enérgicas empujar contra la orilla. Suaves nubes grises
insinuaban que podría llover más tarde.
Era finales de septiembre. La mayoría de los turistas habían regresado
a casa a la rutina normal de la vida. Las escuelas estaban nuevamente en
sesión, y la temporada baja del Paseo Marítimo de Hart había comenzado. 293
No había dormido bien la noche anterior. No por el bebé, quien parecía
estar causándome muy pocos problemas hasta ahora. Estimábamos que solo
tenía doce semanas, y Jack estaba en camino para recogerme y llevarme a
nuestro primer escaneo.
Cada vez que Jess me preguntaba cómo me sentía, me sentía
increíblemente culpable porque estaba genial. Jess había estado plagada de
náuseas en la primera mitad de su embarazo, y ahora estaba plagada de
hinchazón. Al final de cada día, sus pies, piernas y dedos estaban hinchados e
incómodos. Además, había tenido que pasar la mayor parte de su embarazo
durante el calor del verano. A las treinta y cuatro semanas, estaba casi lista
para reventar, y lo parecía. Estaba irritable, exhausta y lista para la llegada del
Bebé Lawson. Cooper se lo estaba tomando todo con calma, a pesar de que
absorbía la peor parte de su irritación.
—¿Cómo lo estás llevando? —le había preguntado Bailey un sábado por
la tarde cuando todos estábamos en casa de Jess y Coop. Jess estaba en el baño
orinando por centésima vez, lo que realmente me estaba poniendo ansiosa
por esas últimas semanas de embarazo.
—Mi esposa está embarazada de nuestro hijo —había respondido
Cooper—. Está agotada. Está adolorida. Está preocupada constantemente por
hacer algo que nos haga perder a nuestro bebé… así que, puedo soportarlo.
No es nada comparado con lo que está pasando en este momento.
Jack me lanzó una mirada en ese momento que me dijo que entendía
completamente a Cooper.
Eso hizo que mi estómago diera un vuelco y ese dolor familiar me
atravesara el pecho.
Jack Devlin era un gran problema.
Había descubierto que solo porque te decías que alguien no era bueno
para ti no significaba que tu corazón sentiría lo mismo. Y cuando se trataba
de Jack, mi corazón definitivamente no quería reconocer que Jack era malo
para él.
La atracción también era un problema, especialmente ahora que tenía
un impulso sexual exaltado.
Cada vez que él estaba cerca, mi cuerpo cobraba vida. Miraba sus labios
o sus manos, y sentía mis pechos apretarse y ese tirón bajo, lascivo y profundo
que me hacía querer arrancarle la ropa y hacerle cosas perversas. Lo busqué.
Aparentemente, las hormonas podían hacer que algunas mujeres estuvieran 294
más necesitadas durante el embarazo. Suerte la mía.
Si tan solo hubiera alguien más que me incitara tales sentimientos.
Pero no.
Solo Jack. Con sus nudillos grandes y sus largos dedos gráciles. Quería
sus grandes manos masculinas en mi cuerpo.
Y no era solo atracción física.
Cada vez que lanzaba esa sonrisa sexy y perversamente juvenil en mi
dirección, me derretía. Cada vez que hacía algo considerado, que era todo el
tiempo (mantener las puertas abiertas para mí, traerme bocadillos solo
porque mencioné un antojo antes, deslizar una almohada extra detrás de mi
espalda cada vez que me movía incómodamente en el sofá), quería saltar
sobre él. Quería arrojar la precaución al viento y gritar:
—¡A la mierda!
Sin embargo, eso no sería justo para Jack. A pesar de sus coqueteos
continuos, me había tomado la palabra de que solo éramos amigos. Si iniciaba
el sexo entre nosotros, confundiría las cosas.
No es que las cosas no estuvieran ya confusas.
Me dolía el corazón por él.
Mi cabeza me decía que cinco semanas no eran tiempo suficiente para
determinar si podía confiar en Jack Devlin con mi corazón.
Mi vagina no estaba contenta con esta lógica.
Suspiré pesadamente a medida que miraba el agua.
—Suenas como si tuvieras un millón de cosas agobiándote.
Me sobresalté con la voz de Jack y miré a mi derecha para encontrarlo
de pie en la puerta del porche. Le había dado una llave de la casa de la playa
para emergencias. Levanté una ceja ante su aparición.
—Llamé a la puerta —me aseguró—. No respondiste.
—Ay. Lo siento.
—¿Estás bien?
Su expresión fue tierna. Cuando me miraba de esa manera, me atrapaba
cada vez. ¿Y por qué tenía que ser tan hermoso? Sus ojos azul grisáceos se
entrecerraban contra la luz opaca, provocando líneas de expresión atractivas.
No tenía las mejillas afeitadas, y vestía una camisa gris oscuro ajustada a la
295
perfección a su cuerpo con pantalones de traje negros.
Dirigir el hotel y el parque de diversiones se había convertido en el
trabajo de tiempo completo de Jack. Entre los abogados de su madre y mis
contactos a través del Grupo Paxton, Jack había logrado que el caso de su
madre por la propiedad total de los negocios se aprobara antes del juicio de
su padre, que empezaba mañana. Una vez que Ian perdió los negocios ante
Rosalie, ella se los entregó a Jack. Intentó disuadirla al respecto, pero al final,
lo convenció de que no quería tener nada que ver con Hartwell.
Sin embargo, el hotel y el parque eran una gran parte de la comunidad
aquí y finalmente tendrían un dueño decente en Jack. Una vez que me explicó
esto, convencí a Jack para que aceptara amablemente su regalo. También le
pedí consejo a Hague sobre cómo encontrar al mejor abogado defensor que
conociera. Luego le di el número de la mujer a Jack para Rebecca. Era una
abogada de Nueva York y Hague me aseguró que tenía un porcentaje de
ganancias sobresaliente. Resultó que costaba muchísimo dinero. Quise
ofrecerme para ayudar, pero Jack dijo que Rosalie tenía su propio dinero y
pagaría la defensa de Rebecca.
El pobre Jack se había vuelto loco con todos estos asuntos, intentando
ponerse al día sobre dónde estaban financieramente el hotel y el parque
mientras implementaba cambios en ambos. Y estaba intentando estar allí
para mí. Me preocupaba que se estuviera agotando.
—¿Em?
Dejé de comérmelo con los ojos y miré hacia el mar. Su cambio de ropa
de trabajo no era mal recibido. Si bien me gustaba informal, había algo en Jack
con una camisa y pantalones elegantes, sin corbata, con el cuello abierto
mostrando esa fuerte garganta bronceada que me atraía.
Me daban ganas de deslizar mi cara por su garganta y sacar su camisa
de sus pantalones, desabrochar su cinturón…
—Estoy bien. —Corté mis pensamientos díscolos—. ¿Es hora de irse?
—Sí. ¿Segura que estás bien?
—Absolutamente. —Le di una sonrisa tensa y me levanté del columpio.
Los ojos de Jack recorrieron mi cuerpo. Llevaba jeans y mi blusa blanca
favorita que tenía mangas globo de gran tamaño.
—¿Aún sin panza?
Estaba en la punta de mi lengua decirle que me examinara más de cerca.
296
¡Jesús!
¿Qué estaba mal conmigo?
Pasé junto a él hacia la casa.
—Hay un bulto pequeño.
Pude sentir su mirada intensa a medida que me seguía adentro.
—¿Por qué te ruborizas?
—No lo hago —mentí. Le lancé una mirada rápida—. Deberíamos irnos.
En un esfuerzo por distraerlo mientras nos alejábamos de la casa y nos
dirigíamos a Essex, decidí contarle algo más que tenía en mente.
—Mañana iré contigo. Al juicio.
La tensión cayó entre nosotros, gruesa y rápida. Un tipo diferente de la
tensión sexual habitual.
—No, definitivamente no.
Me molesté por su tono autoritario.
—No estaba preguntando.
Me disparó una mirada oscura.
—No irás.
Herida, quise ser la reina de hielo con él y darle el tratamiento
silencioso. Pero necesitaba saber por qué no me quería allí más de lo que
necesitaba hacer un puchero.
—Quiero estar ahí para ti.
—Y aunque aprecio eso, estás embarazada de nuestro bebé y preferiría
que (1) te mantuvieras alejada de situaciones estresantes y (2) te
mantuvieras lo más lejos posible de mi padre y mi hermano.
—El juicio no va a estresarme hasta el punto de poner en peligro a
nuestro hijo, y creo que soy la mejor para decidir eso. Necesitas apoyo.
—Dije que no.
La furia se acumuló dentro de mí, rápida, hirviendo.
¡ESTO! 297
Explotó.
—¡Es por esto que no estamos juntos! ¡Tu total falta de respeto por mi
capacidad para tomar decisiones acertadas por mi cuenta!
Jack marcó la señalización a la derecha y se detuvo a un lado de la
carretera. Se volvió hacia mí, con los ojos en llamas.
—¿Qué carajo significa eso?
Me negaba a dejarme intimidar por la energía acalorada emanando de
él.
—Toda nuestra relación, si es que puedes llamarla así, has sido tú
tomando todas las decisiones por los dos.
—Maldita sea, eso no es cierto —gruñó—. Si eso fuera cierto, estarías
en mi cama todas las putas noches.
—¡Arrgh! —Levanté mis puños a cada lado de mi cabeza con
frustración—. ¡Eso es algo tan macho restar valor de esto! Mi punto es que…
—lo miré fijamente—… tú tomaste todas las decisiones en el pasado. No
podíamos estar juntos porque no era seguro para mí. ¿Se me dio una voz en
esa discusión? ¿Se me permitió opinar? ¡NO! —grité, y Jack retrocedió
sorprendido—. Estoy tan cansada de que decidas qué es lo mejor para mí sin
preguntarme lo que yo creo que es mejor para mí. Y esa, Jack Devlin, es otra
razón por la que tú y yo seremos co-padres.
Su rostro estaba cubierto de ira, sus ojos rendijas azules ardientes. Su
garganta se movió como si estuviera intentando evitar que las palabras
salieran de su boca.
No me sorprendió cuando giró la cabeza hacia atrás y volvió a la
carretera sin decir una palabra más.
Condujimos el resto del camino en un silencio hirviente.
Más allá de mi ira, la tristeza me llenó. Vi un futuro entregando a
nuestro hijo a Jack cada dos semanas. Eso significaba un futuro de veintiséis
semanas al año de absoluta soledad. Sola sin nuestro hijo y sin Jack. La imagen
de una mujer sin rostro de pie junto a Jack mientras dejaba a nuestro hijo me
retorció el estómago.
¿Tendríamos un hijo que se pareciera a Jack?
¿Nuestro hijo se enfadaría conmigo cuando finalmente descubriera que
yo era la razón por la que Jack y yo no estábamos juntos? ¿Nuestro hijo se 298
resentiría conmigo por eso?
¿Me resentiría por eso?
Me preguntaba todo el tiempo cómo sería nuestro bebé. Como sería.
Estaba emocionada de averiguarlo. Estaba emocionada por los días en la
playa, agarrada con fuerza a una manita, viendo las piernecitas gorditas dar
sus primeros pasos en la arena.
Sin embargo, me di cuenta de que el miedo a ser una mala madre, a no
estar preparada, no era lo que arruinaba todo mi entusiasmo, sino la ira.
Estaba tan enojada con Jack por darme motivos para desconfiar de él. Y estaba
tan enojada conmigo por no poder superarlo.
Cuando llegamos a los edificios del hospital, salí de la camioneta antes
de que Jack pudiera ayudarme a bajar. Me apresuré hacia la entrada del
edificio que albergaba las oficinas de obstetricia y ginecología, pero él me
alcanzó rápidamente. Envolvió su fuerte mano alrededor de la mía y lo miré
sorprendida. Miró al edificio con furia, sin mirarme a los ojos.
Tiré de mi mano, pero él no la soltó.
—Estoy enojada contigo —dije lo obvio—. No quiero tomar tu mano.
Jack frunció el ceño.
—Estoy enojado contigo, pero siempre quiero sostener tu mano. Ahí
radica la diferencia entre nosotros.
El dolor y la culpa me golpearon feroz y rápidamente, y mis ojos se
llenaron de lágrimas antes de que pudiera detenerlas. Aparté la mirada y me
negué obstinadamente a dejar que las lágrimas cayeran.
—Solecito. —Jack apretó mi mano, su tono arrepentido.
—Olvídalo. —Me aparté de él cuando llegamos al ascensor y pulsamos
el botón de nuestro piso. ¿Cómo es que siempre era la mala? No era la que
estaba intentando forzarnos a tomar decisiones.
¿No lo eres?, susurró una vocecita. ¿No eres la razón por la que no
perdonas y olvidas?
Sí. Pero tenía mis razones. Jack acababa de demostrarlo en la
camioneta.
Entramos, solos en el ascensor.
La tensión era palpable. 299
No volvió a tomar mi mano.
Si la técnica que salió a saludarnos notó la irritación entre Jack y yo, no
lo demostró. Se presentó como Amy y, con suerte, tomó nuestras sonrisas
forzadas y nuestra actitud tranquila por nerviosismo. Después de todo, era
nuestro primer escaneo.
Una vez que estuve sentada en la cama, Amy me pidió que me levantara
el dobladillo de la blusa y me desabrochara los jeans. Lo hice, sintiéndome
intensamente consciente de los ojos de Jack sobre mí. Me arriesgué a mirarlo
y vi que estaba observando mi vientre fijamente.
—Aún no se nota mucho —dijo Amy—, pero es normal para la semana
doce. Aunque eso es lo que estamos aquí para determinar. Si tienes doce
semanas. —Sonrió y luego hizo un gesto hacia mi vientre—. En cuanto al
bulto, eres alta con un abdomen más largo, lo que podría significar que no va
a notarse por un tiempo.
Asentí. Ya había buscado eso. Aparentemente, algunas mujeres con
abdómenes más largos tenían más espacio para que el útero se desarrollara
hacia arriba en lugar de hacia afuera, lo que significaba un bulto más pequeño.
—Está bien, comencemos.
Salté cuando presionó suavemente la varita de ultrasonido en mi
vientre. Giré la cabeza para mirar la pantalla instalada junto a la cama.
Amy movió la varita a través de mi estómago. Todo mi cuerpo estaba
tenso mientras esperábamos escuchar…
Se me cortó el aliento ante el sonido sibilante de un latido acelerado.
—Aquí vamos. Ahí está el latido del corazón. —Amy sonrió.
Y me golpeó. Como un maremoto.
De verdad, en serio, realmente iba a ser mamá.
Iba a tener a esta personita diminuta para amar y criar y mostrarle todo
lo que mis padres no me habían mostrado.
Finalmente tendría una familia.
Aunque había pensado en esto desde el momento en que descubrí que
estaba embarazada… me golpeó. Había una personita creciendo dentro de mí.
Las lágrimas llenaron mis ojos, derramándose por mis mejillas. Y de
repente, pude oler la colonia de Jack, pude sentir sus labios susurrando besos
dulces en mi sien y bajando por mi mejilla, atrapando las lágrimas. Sus dedos
300
se cerraron con fuerza alrededor de los míos.
Lo miré, girando mi cabeza sobre la almohada, su cara cerca, y a través
de la humedad en mis ojos, vi que los suyos también brillaban por la emoción.
Como si no pudiera evitarlo, presionó sus labios contra los míos y lo dejé.
De hecho, le devolví el beso.
Fue el beso más dulce de mi vida.
—Lo siento —susurró con voz ronca a medida que se apartaba—. Me
atrapó el momento.
Apreté su mano para asegurarle que estaba bien y luego vi que nuestra
técnica nos sonreía. Claramente pensaba que éramos una pareja amorosa. Y
dolió que no lo fuéramos.
Apartando la mirada de ella, volví a la pantalla para escuchar ese
hermoso latido del corazón.
No mucho después, nos fuimos con un sobre lleno de instantáneas
escaneadas que podríamos compartir con nuestros amigos y la familia de Jack.
Rosalie estaba ansiosa por conocerme, y Jack y yo lo estábamos postergando
porque no queríamos lidiar con ninguna pregunta sobre por qué no
estábamos juntos. Sabía que ninguno de los dos podía posponer esa reunión
por mucho más tiempo.
—Marzo —dijo Jack. Era la primera palabra que cualquiera de los dos
había pronunciado desde que salimos del hospital.
—Sí. —Nuestro bebé estaba previsto para el 1 de marzo.
Definitivamente tenía doce semanas. Aferré el sobre con las imágenes—. Jack,
vamos a ser padres.
—Em, lo sé. Aún no creo que lo haya asimilado del todo. Estoy llegando
allí, pero…
—Me golpeó más fuerte, escuchar los latidos del corazón… pero sé lo
que quieres decir. No creo que lo asimilemos por completo hasta que este
pequeño esté aquí.
—Sí —coincidió. Y luego dijo—: Tienes razón.
Lo miré y me lanzó una mirada de remordimiento antes de volver la
vista a la carretera.
—Em, tienes razón. He tomado decisiones por los dos sin tener en
cuenta tu opinión. En ningún momento lo pensé así. Yo solo… tienes que saber
301
que no fue por ser un bastardo controlador y acosador. —Frunció el ceño,
pero sabía que no estaba dirigido a mí—. No soy mi padre. Pensé que te estaba
protegiendo.
La simpatía y el agotamiento me golpearon al mismo tiempo.
—Jack, sé que no eres tu padre. Eso no es lo que quise decir.
—Lo sé. Pero necesito que sepas que las intenciones eran buenas.
Apartarte… lo hice por ti. Si hubiera tomado esas decisiones por mí,
habríamos estado juntos hace mucho tiempo. Estaba intentando ser
desinteresado, y protegerte es algo que mi instinto me grita que haga todo el
tiempo. Pero de alguna manera, terminé siendo prepotente. Dejaré de hacer
eso. Si quieres ir al juicio, entonces ese es absolutamente tu derecho.
El alivio me inundó. No era la primera vez que Jack admitía cuando
estaba equivocado y prometía hacerlo mejor. Y había demostrado la última
vez que lo decía en serio.
—Sí, quiero hacerlo. Quiero estar ahí para ti. Eres mi amigo.
Sus manos se apretaron alrededor del volante.
—Sí.
Sin embargo, esta necesidad de que él me asegurara que no era su
padre me molestó. Había estado preocupada durante semanas de que mi
decisión de no estar con Jack porque no confiaba en él románticamente aún
lo estaba haciendo pensar que no era digno de confianza, punto. Lo supe
cuando sugirió que pasáramos tiempo juntos porque tenía que aprender a
confiar en él si iba a ser el padre de mi hijo. En ese momento estuve de
acuerdo, pero después, me molestó que pensara que no confiaría en él para
ser un buen padre.
—¿Jack?
—¿Sí?
—Sabes que eres un hombre bueno, ¿verdad?
Frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir, sé que eres un hombre bueno. Cooper lo sabe. Jess. Tu
madre, tu hermana, tu hermano y tu tío. Todos los que importan saben que
eres un hombre muy bueno.
Jack me lanzó una mirada suave.
302
—Está bien.
—¿Pero sabes eso? ¿Sientes eso?
La comprensión cruzó su expresión. Dejó escapar un suspiro largo
antes de responder:
—He tenido mucho tiempo para pensar en ello estos últimos meses. A
pesar de mis preocupaciones pasadas, sé que no soy mi padre. Si fuera mi
padre, no me habría sentido miserable viviendo la vida que él quería para mí.
He cometido errores. Muchos de ellos. Pero sé que soy un tipo bueno. Conozco
mis intenciones. —Me dirigió otra mirada—. Pero si sabes eso… entonces,
¿por qué no confías en mí?
A pesar del tema de conversación, no había esperado que me
preguntara eso, ni tan directamente.
—No es que no confíe en ti, simplemente no confío en ti
románticamente.
—Ves, eso no tiene sentido para mí.
Al escuchar su frustración, supe que las palabras no eran suficientes,
que si quería que entendiera mi postura entre nosotros, tendría que decirle la
verdad. Ahora. Tendría que abrir la tienda un poco más tarde de lo habitual,
pero ya era hora de contarle todo a Jack.
—¿Tienes que volver de inmediato al trabajo o puedes lograr algo de
tiempo para hablar?
—Lograré tiempo.
Sonreí nerviosamente.
—Entonces, deberías entrar cuando lleguemos a mi casa. Tengo
algunas cosas que explicar.
Jack pareció desconcertado, pero aliviado.
—Em, eso sería estupendo.
Sí, en realidad no para mí. No era un viaje por el camino de la memoria
que disfrutara particularmente.

303
Nos sentamos en el sofá seccional. Yo acurrucada en una esquina
mientras Jack se recostaba en los cojines del asiento más allá, sus largas
piernas estiradas, sus brazos descansando a lo largo del respaldo del sofá.
Una taza de café estaba en la mesita auxiliar, frente a mi taza de café
descafeinado.
Intacto.
Jack totalmente enfocado en mí.
Así que, comencé. Para llegar a la raíz de nuestro problema, tenía que
empezar por el principio. Le hablé de mis padres, de su negligencia, de su
muerte, de la que ya sabía un poco. Le expliqué mis sentimientos complicados
por mi abuela. Cómo le importé lo suficiente como para enseñarme algunos
jodidos modales, pero cómo me sofocó. Cómo supe que fue en parte por
sobreprotección y en parte por su naturaleza controladora.
—No tenía amigos. La única vez que me escabullí para estar con un
chico, fue parte de una broma cruel y mi abuela se enteró y… —suspiré,
apartando la mirada de la expresión preocupada de Jack—. Tenía dieciséis
años, nunca me habían besado, no tenía con quién hablar y era vulnerable.
Entra Tripp Van Der Byl. Él tenía veinte años. Iba al segundo año en Columbia.
Era hijo del director ejecutivo de Paxton Aeronautical. —Mi mirada volvió a
la de Jack; su expresión tensa, como si supiera que cualquier cosa que estaba
a punto de decirle no iba a ser bueno—. Al principio, solo lo vi como a todos
los chicos de nuestro círculo. Elegante, arrogante, ese tipo de atractivo de
apariencia pulcra y ordenada que me hacía querer desordenar su cabello y
desabrocharle el cuello.
Jack sonrió.
Sonreí, pero se desvaneció cuando recordé lo que era tener dieciséis
años y pensar que me estaba enamorando.
—Era verano, y él estaba en casa desde la universidad. Siempre nos
invitaban a las mismas cenas sofocantes. Sabiendo lo estricta que era mi
abuela conmigo, me hablaría siempre que ella estaba de espaldas. A medida
que nos conocimos, no se pareció a ninguno de los chicos con los que iba a la
escuela o que hubiera conocido. Parecía tan exasperado por la pretenciosidad
y asfixia de nuestro privilegio como yo. Nos gustaban los mismos libros. Me
hizo reír. Me dijo que no podía creer lo mucho más madura que era de las
chicas con las que iba a la universidad. Al principio, fue inocente. Pero
304
entonces empezamos a escabullirnos. Fue mi primer beso. —Me sonrojé y
miré la alfombra—. Fue mi primer todo.
—¿Se acostó con una chica de dieciséis años? —espetó Jack.
Al escuchar la indignación en su voz, lo miré. Asentí.
—No pensé que hubiera nada malo en eso. Solo era cuatro años mayor
que yo. Me veía mayor, actuaba mayor. Y solo… quería ser amada, Jack. Y me
dijo que me amaba.
—Tenías dieciséis años. —Parecía enojado—. Una diferencia de edad
de cuatro años no es mucho en otros momentos de la vida, pero de ninguna
manera cuando tenía veinte años habría soñado con tocar a una niña de
dieciséis años, sin importar cuán jodidamente inteligente y hermosa fuera.
Me moví incómodamente.
—Bueno, Tripp lo hizo. Tuvimos una relación secreta a espaldas de
nuestras familias durante casi un año.
—Jesús.
—Entonces, una noche, poco después de las vacaciones de primavera,
le mentí a mi abuela y le dije que tenía una sesión de estudio en la escuela de
la que no podía librarme. Hubo una sesión, lo comprobó. Simplemente no fui
allí. Tripp llegó a casa y me sacó esa noche. Dejó su móvil en la mesa de un
pequeño restaurante en el que estábamos y se disparó mientras estaba en el
baño. No debí haber mirado, pero lo hice.
Recordé esa horrible sensación repugnante en la boca del estómago
cuando vi el mensaje de texto de una chica llamada Freya.
—Era un mensaje explícito de otra chica con la que parecía que me
estaba engañando. Así que, lo enfrenté. Discutimos, pero él me convenció de
que era una chica que había conocido y no aceptaría un no por respuesta. Que
ella lo estaba acosando. Fui tan estúpida. —Me reí amargamente de mí. Tripp
había estado tan enojado conmigo por creer que era infiel. Había estado tan
desesperado. Detuvo el auto a un lado de la carretera y me rogó que le creyera.
—Te amo, maldita sea, te amo tanto, ¿no lo entiendes?
Tuvimos sexo en el auto. No era nuestra primera vez. Y francamente, en
ese entonces, el sexo no había sido gran cosa para mí. Estaba bien. Lo hacía
porque a Tripp le gustaba mucho y yo lo amaba. Pero su intensidad, su pasión 305
por mí, me había excitado esa noche. Era la primera vez que me hacía
correrme durante el sexo.
Fui tan ingenua. Durante minutos después de ese momento, me sentí
culpable por no tener fe en él.
—Le creí. Diez minutos después, un automóvil dobló la esquina
demasiado rápido y patinó hacia nuestro lado de la carretera. Tripp se desvió
para evitarlo y chocamos con un árbol. Sufrió una conmoción cerebral y un
brazo roto, y yo terminé con las costillas rotas. Y nuestras familias se
enteraron de nosotros.
—¿Qué pasó?
—De alguna manera, y no sé cómo porque el auto de Tripp quedó
destrozado, pero mi abuela se enteró de que… —Miré hacia otro lado y
suspiré entre vergüenza y frustración—, se recuperó un condón usado del
vehículo. Me preguntó si estábamos teniendo sexo y le dije que sí. Preguntó
por cuánto tiempo. Le dije. Y también le expliqué que lo amaba. —Me volví
hacia Jack—. Perdió totalmente su cordura. Dijo que solo me estaba usando
para clavar sus garras en el Grupo Paxton. Que su padre era un bastardo
ambicioso y despiadado que había estado intentado expulsarnos de Paxton
Aeronautical durante dieciocho meses. Llamó a la policía.
—Mierda.
Negué con la cabeza, recordando la mortificación, la culpa y la
vergüenza que me había hecho sentir.
—Quería acusar a Tripp de estupro, pero como tenía diecisiete años, la
policía no pudo hacer mucho. Y no les admitiría lo que le admití sobre nuestra
relación comenzando antes de eso.
—Em.
Al escuchar su censura, entrecerré los ojos.
—Jack, aun mantengo mi decisión. Intentó que lo acusaran de violación,
pero esta no ocurrió. ¿Debería haber buscado una relación conmigo? No. Tal
vez era madura en otros aspectos, pero era una niña solitaria y vulnerable, y
él se aprovechó. Pero no iba a arruinar su vida por eso al poner un delito
sexual en su historial.
Suspiró pesadamente.
—Está bien, solecito.
—De todos modos, no importó. Me dijo que probaría que él solo estaba 306
intentando usarme. —Alcancé mi descafeinado, necesitando algo en mis
manos. Aunque el dolor se había desvanecido, aún recordaba lo mucho que
me dolió darme cuenta de que mi abuela tenía razón—. Nos reunió a todos en
una habitación. Tripp, su padre, yo. Y se ofreció a respaldar al señor Van Der
Byl de ahora en adelante, siempre y cuando él prometiera mantener su
enfoque en la Aeronáutica y en ninguna otra parte de la empresa. Y luego le
ofreció a Tripp 20 millones de dólares y un puesto alto en cualquier área del
Grupo Paxton que quisiera tomar después de graduarse… siempre y cuando
se mantuviera alejado de mí.
—Puta mierda. —Jack se inclinó hacia adelante, la ira oscureciendo su
mirada.
—Él lo aceptó. Y no solo porque su padre lo instó de inmediato. Tripp
ni siquiera miró a su padre o a mí. Con esta sonrisita petulante como si
hubiera ganado, simplemente dijo: «Acepto sus términos, señora Paxton». Y
solo así… —La emoción obstruyó mi garganta—. Estaba sola otra vez.
—Maldición… Em…
—Oh, se pone peor, Jack. Mi abuela me hizo hacer la prueba de ETS. Le
dije ingenuamente, con mucha vergüenza, que siempre habíamos usado
protección. Y tuve que aguantar el recordatorio más incómodo y mortificante
por parte de mi abuela: puedes contraer una ETS a través del sexo oral. —Le
di una sonrisa dolida, y Jack sacudió la cabeza con simpatía.
—Solecito… —sonó igual de dolido en mi nombre.
—Sí. —Mi sonrisa cayó—. Me dio clamidia.
La comprensión floreció y el músculo en su mandíbula se apretó a
medida que apartaba la mirada.
—No es evidencia de que me haya engañado. Podría haberla tenido
antes… pero entre ese texto que encontré y la prueba de que me había estado
usando todo el tiempo, creo que definitivamente me estuvo engañando todo
el tiempo.
Jack apoyó los codos en las rodillas y sostuvo la cabeza entre las manos.
—¿Crees que soy como él?
—No —me apresuré a asegurarle.
La cabeza de Jack voló hacia arriba y me dio una mirada de
incredulidad.
—Crees que te jodería de esa forma.
307
—No es eso lo que estoy diciendo. Estoy intentando explicar por qué
me resulta tan difícil confiar en las personas. —Me puse de pie, mi agitación
inquietándome—. Durante mucho tiempo después de mudarme aquí, no solo
fue mi timidez lo que me impidió dejar entrar a las personas. Fue el miedo a
que me lastimaran otra vez… porque él me rompió el corazón, Jack. —Las
lágrimas llenaron mis ojos—. Todos los que había amado antes de mudarme
aquí me habían roto el corazón. Y ahora sé que mis sentimientos por él
surgieron de la desesperación de una niña que necesitaba a alguien que la
amara. Ahora lo sé. Pero eso no cambia la forma en que me sentí en ese
entonces. O con qué facilidad me engañó.
—Em…
—No, déjame explicarte. —Sostuve su mirada herida a pesar de que me
llenó de remordimiento—. Cuando nos conocimos, todos esos miedos
simplemente… no los sentí contigo. Había algo en ti en lo que confié
instintivamente. Una vez te dije que tienes los ojos más amables de todos los
hombres que he conocido. Dije la verdad. Y quise creer en ellos, en ti. Y aunque
me dije que era estúpido, no pude evitarlo. Quería confiar en ti. Quería… te
quería a ti.
Algo suave, algo parecido al asombro, llenó sus ojos.
—Solecito.
—Pero Jack, seguiste haciéndome daño, tanto si lo hiciste a propósito
como si no. Las otras mujeres. Apartándome. Vanessa. Abandonándome
después de que hicimos el amor, horas después de que tu padre me retuviera
a punta de pistola.
Cerró los ojos con fuerza una vez más, como si no pudiera soportar
seguir escuchando.
—El propósito de contarte todo esto no es regañarte o herirte. Pero
hace unas semanas dijiste que tenía que aprender a confiar en el padre de mi
hijo. —Di un paso hacia él—. Jack, te conozco. Sé que pasaste años de tu vida
siendo infeliz para proteger a tu hermana. Que me abandonaste para proteger
a tu madre. Que tú, a pesar de lo equivocado que estabas, apartaste a Cooper
para también protegerlo. Te has sacrificado tanto por otras personas, y creo
que eres honorable y fiel. Creo que mi bebé tiene suerte de tenerte como
padre.
Cuando abrió los ojos, ardieron ferozmente con sentimiento. 308
—Confiar en ti como padre, como amigo, es algo completamente
diferente a confiar en ti como amante —terminé en voz baja—. Y hay
demasiado dolor entre nosotros en ese sentido.
Jack miró al suelo rápidamente.
Lo vi tragar pesado.
Después de lo que parecieron minutos de silencio agonizante,
finalmente se aclaró la garganta y se puso de pie. Cuando me miró a los ojos,
me alivió ver que no parecía enojado. O herido. Allí solo había comprensión.
—Gracias por confiar en mí con todo esto. Ahora lo entiendo.
Me relajé.
—Está bien. Me alegro.
—Sigues siendo mi mejor amiga —dijo, las palabras un poco roncas—.
Incluso si no soy el tuyo.
La emoción me ahogó. No sabía qué decir.
—Me voy al trabajo. —Rodeó la mesita auxiliar y se detuvo junto a mí—
. ¿Iremos juntos al juicio?
Más alivio me recorrió.
—Por supuesto.
Entonces mi respiración se entrecortó cuando la cabeza de Jack se
inclinó y presionó un suave pero electrizante beso en la comisura de mi boca.
—Nos vemos mañana —dijo casualmente a medida que se alejaba—.
Llámame si me necesitas.
—Lo haré —balbuceé, observándolo irse.
La comisura de mi boca todavía hormigueaba horas después.

309
34
Emery
Hubo partes del día en la corte que no podía recordar, principalmente
porque mi atención se había centrado únicamente en Jack. Lo observé
constantemente. Cuando se movió para subir al estrado, fue la única vez que
mi atención se desvió hacia su padre. Ian se sentaba al otro lado de la corte, al
frente con su abogado y Kerr. Padre e hijo estaban siendo juzgados juntos ya
que Kerr estaba intrínsecamente relacionado con los crímenes y,
sorprendentemente, no había dejado que su padre asumiera la culpa al
aceptar un acuerdo con la fiscalía.
Solo podía ver el perfil de Ian. Pero su mandíbula estaba apretada y su
310
piel pálida. Sus ojos se entrecerraron cuando Jack subió al estrado.
Conteniendo la respiración, me relajé un poco cuando me di cuenta de
que la fiscalía interrogaría primero a Jack. Jack respondió a sus preguntas,
confirmando las pruebas que había proporcionado a la fiscalía, de que había
sido testigo y había sido parte de los chantajes y extorsiones de su padre. Se
discutieron ejemplos individuales y mi estómago se retorció a medida que
escuchaba las cosas horribles de las que Jack había tenido conocimiento.
Conociéndolo, debía haber estado carcomiéndolo durante años.
La fiscalía le preguntó a Jack por qué había trabajado para su padre, y
Jack respondió que su padre era abusivo con su madre y hermana, y que se le
dejó claro que su lealtad y obediencia las salvaría de ese abuso.
Jack me había advertido que esta sería su respuesta. Que su madre y
Rebecca lo habían discutido y habían accedido a declarar, respaldando sus
afirmaciones. El fiscal mencionó esto, entregando las declaraciones escritas
de Rosalie y Rebecca.
Mi estómago se revolvió por Jack cuando el abogado defensor se puso
de pie. Sabía que el estado proporcionó este abogado, pero eso no significaba
que no fuera un litigante excelente. Mientras interrogaba a Jack, intentando
insinuar que Jack tenía mucho más que ver con los cargos de extorsión de lo
que afirmaba, mi piel se sonrojó de indignación. El impulso de saltar en
defensa de Jack fue real, más aún cuando la defensa pasó a las afirmaciones
de Jack de que estaba protegiendo a su madre y hermana.
—Aparte de esta declaración escrita, no tenemos otra evidencia de que
estas afirmaciones de abuso sean ciertas. Sin registros hospitalarios, sin
informes policiales. Y, francamente, una declaración escrita de una mujer
joven que enfrenta cargos por ayudar e incitar a un asesinato es poco
confiable. ¿No es cierto, señor Devlin, que está mintiendo en cuanto a su padre
abusando de su madre y hermana para encubrir el hecho de que fue un socio
voluntario en los negocios de su padre? ¿Que fue usted quien convenció a su
padre de dar más pasos ilegales en los negocios?
Solté una carcajada de indignación cuando el fiscal gritó:
—¡Objeción! Está guiando al testigo. Y quisiera recordarle a la corte que
el señor Jack Devlin ha sido absuelto de todos los cargos y él no es el que está
siendo juzgado aquí.
El juez asintió.
—Objeción aceptada.
311
La defensa hizo un gesto de reconocimiento.
—Déjeme reformular. Señor Devlin, ¿está mintiendo en cuanto a su
padre abusando de su madre y hermana?
La mirada de Jack se movió hacia Ian con una expresión más dura que
un pedernal. El odio fue difícil de pasar por alto.
—No. No estoy mintiendo. Ian Devlin abusó mental, emocional y
físicamente de mi madre y hermana durante años. Hice lo que pude para
protegerlas. Como puede ver, ninguna de ellas está hoy aquí porque no
pueden soportar estar en la misma habitación que Ian.
La corte resonó con esa verdad.
El abogado defensor cambió de táctica rápidamente y comenzó a hacer
tropezar a Jack con incidentes específicos de extorsión y chantaje que había
registrado en sus declaraciones como testigo. Jack permaneció estoico e
imperturbable. Pero deseé poder estar allí arriba, sosteniendo su mano.
Cuando terminó la sesión de ese día, esperé a Jack fuera del juzgado de
Wilmington. Tenía una expresión tensa a medida que avanzaba hacia mí con
su traje a medida. Se había afeitado la barba, y la extrañaba. Lo que no extrañé
fue el agotamiento que lo invadió.
—Puedo conducir —ofrecí cuando se acercó.
Jack negó con la cabeza mientras tomaba mi mano. Dejé que la tomara
sin resistencia, deslizando mis dedos entre los suyos y aferrándolo con fuerza.
—¿Estás seguro?
—Em, estoy seguro.
Me presioné a su costado a medida que caminábamos hacia el
estacionamiento.
—Jack, lo hiciste brillantemente. Estuviste tan tranquilo y sereno.
—Tomó mucho —admitió bruscamente—. Quise lanzarle un puñetazo
a su cara engreída.
—No te habría culpado. También quería golpearlo.
—Ya le disparaste —me recordó Jack con una sonrisa irónica.
Sonreí, contenta de ver algo de luminosidad en sus ojos. 312
—Lo hice, ¿no?
Jack abrió la puerta del pasajero de su camioneta y me ayudó a subir.
—Me alegro de que no tengas que enfrentarte a él en un juicio por eso.
Yo también.
—¿Tienes hambre? —pregunté cuando Jack subió a la cabina y
encendió el motor—. Podríamos ir a The Boardwalk. Aún no he cenado allí,
pero Bailey y Vaughn dijeron que la comida es excelente. —Aparte de mi cena
llena de acontecimientos con Sebastian en donde Iris e Ira, no había visto en
absoluto al chef. Al parecer había estado diciendo la verdad cuando dijo que
era un adicto al trabajo.
—Em, estoy exhausto. Pero si tienes hambre, podemos agarrar algo y
llevarlo a tu casa.
—Está bien.
El silencio cayó entre nosotros mientras Jack conducía a casa. Fue
cómodo, aunque estaba preocupada por él.
Parecía tan melancólico y distante.
No me gustó.
Nos detuvimos en un lugar de sándwiches con autoservicio más cerca
de la ciudad y luego Jack nos llevó a mi casa. A pesar de mi preocupación por
lo distante que estaba, no quería presionarlo. Y pensé que después de un día
de interrogatorios constantes, lo último que necesitaba Jack era que alguien
lo acosara con preguntas. En cambio, me ofrecí a encender el canal de
deportes, Jack me lanzó una mirada tierna. Le entregué el control remoto.
Y aunque no quería parecer que todo se trataba de mí, cuando nos
sentamos en lados opuestos del sofá seccional con nuestra comida, expresé
mis preocupaciones.
—Si hay incluso una parte infinitesimal de ti preocupada por cómo me
siento con lo que escuché hoy allí, sobre el chantaje y todo eso, Jack, no te
culpo. Todo lo que seguía pensando era, Dios, debe haber sido horrible para
ti, ser forzado a ser parte de esas cosas. Me duele por ti. Desearía haberlo
sabido en ese entonces para poder haber sido un consuelo.
Sus ojos cansados se movieron hacia mí desde la pantalla y algo se
suavizó en su expresión.
—Fuiste un consuelo.
313
Compartimos una sonrisa pequeña. Sintiendo que estábamos bien, que
Jack en realidad estaba exhausto, dejé que el silencio cayera entre nosotros.
Una vez que hubimos comido, me quité todas mis joyas y las dejé en mi mesita
de café. Atrapé a Jack observándome. Muchas veces hacía esto: me veía
quitarme las joyas. Como si la familiaridad lo satisficiera de alguna manera.
Ignoré esa posibilidad porque me hizo sentir extrañamente necesitada
de él.
Busqué mi e-reader casualmente y mientras leía, Jack vio un partido de
rugby entre Nueva Zelanda y Gales. A mi padre le gustaba el rugby. Lo
recordaba llevándome a un partido cuando estuvimos en Inglaterra como
parte de unas vacaciones de verano en Europa. Tenía diez años. Papá había
hecho un montón de negocios mientras estuvimos en el extranjero ese verano,
por lo que el juego era mi mejor recuerdo de mi padre. Fue una de las pocas
veces que se centró en mí, intentando enseñarme las reglas del juego. Mi
madre pensó que el rugby no era apropiado para una niña, y no recuerdo que
mi padre volviera a llevarme después de eso.
Como tenía talento para hacerlo, ahogué la televisión y me centré en mi
libro.
No sabía cuánto tiempo pasó antes de darme cuenta de que necesitaba
usar el baño. Desenroscándome del sofá, eché un vistazo a Jack y vacilé.
No me había fijado que había estirado su largo cuerpo en el sofá y se
había quedado dormido de lado, con la cabeza sobre un cojín inmenso. Mi sofá
tenía cojines de asiento anchos y profundos, y la necesidad de acurrucarme a
su lado fue real. Se había quitado la chaqueta y la corbata del traje cuando
entramos en la casa. Los botones de su cuello estaban abiertos, y se había
arremangado la camisa, revelando sus antebrazos bronceados y acordonados.
Sentí más que un cosquilleo de necesidad en todos mis lugares buenos
y desvié la mirada con culpabilidad. Lo último que Jack se merecía era que lo
comiera con los ojos. Con un suspiro, me levanté en silencio y fui al baño. El
reloj art déco de la pared encima de la mesa del comedor indicaba que solo
eran las ocho cuarenta y cinco. Aún era bastante temprano y, sin embargo,
bien podría haber sido medianoche por lo cansada que estaba. A mi regreso,
bostecé tan pronto como miré a Jack.
Ese impulso de acurrucarme a su lado y dormir se hizo más fuerte.
Mi mano se movió automáticamente a mi estómago.
Los tres acurrucados juntos sonó tan agradable que las lágrimas
314
ardieron en mis ojos.
Burlándome por dentro de mis tonterías, atribuí la emoción
obstruyéndome la garganta a la dificultad del día. Estando embarazada, me
encontraba necesitando más siestas de lo normal. No había absolutamente
nada de malo en tomar una siesta con Jack. Sería mi forma de ofrecerle
consuelo, incluso mientras dormía.
Decidida, prácticamente ansiosa por sentirlo presionado contra mí,
apagué la televisión y me acosté tentativamente junto a Jack. Contuve la
respiración, preocupada de despertarlo. Pero Jack debía haber estado
completamente inconsciente porque apenas se movió cuando presioné mi
espalda contra su frente y descansé mi cabeza en el cojín a su lado. Su pecho
empujó suavemente mi espalda a medida que respiraba.
Fue agradable.
Más que agradable.
Cerré los ojos y escuché a Jack respirar y lo seguí rápidamente hasta
quedarme dormida.
35
Jack
El cuerpo cálido y suave que se apretaba contra Jack en sus sueños
tardó un tiempo en sacarlo de la inconsciencia y despertarlo gradualmente.
Antes de abrir los ojos, sintió las curvas suaves de un trasero contra su
ingle. Su brazo estaba colocado sobre una cintura esbelta, las yemas de sus
dedos tocando lo que percibió como la curva inferior de un seno.
Su olor lo invadió.
Emery. 315
Los ojos de Jack se abrieron, ajustándose a la oscuridad.
¿Dónde estoy?
Entonces lo golpeó. Yéndose a casa de Em después del juicio porque
estaba muy exhausto.
Sus labios y nariz estaban apoyados en el cabello suave de Emery. Sus
hombros subían y bajaban con respiraciones ligeras a medida que dormía.
Recordó estar acostado en su sofá mientras veía el rugby. Debía
haberse quedado dormido.
Lo que significaba que Em se había acurrucado deliberadamente a su
lado.
Sintiendo su pecho reposar pesadamente sobre las yemas de sus dedos,
su trasero magnífico contra su pelvis, inhalándola, los recuerdos de su noche
juntos lo inundaron.
La sangre se disparó a su pene y su erección empujó contra los
pantalones de su traje y en la cresta entre las nalgas de Em.
Jack volvió la cabeza hacia el cojín para amortiguar su gemido de
necesidad.
Entonces, la escuchó.
La inhalación rápida y brusca, segundos antes de que ella empujara su
culo contra su polla.
—Em —gruñó, acunando su pecho en la mano y apretando el globo
lleno y exuberante.
Ella gimió y aferró su mano, alejándola de su pecho y bajándola por su
estómago. Si era posible, se puso aún más duro al sentir la suave elevación de
su vientre donde su bebé estaba creciendo. Ella movió su mano de arriba hacia
abajo sobre el espacio apretado entre sus muslos cerrados.
La euforia y la excitación enronquecieron su voz.
—¿Es ahí donde me necesitas, solecito?
Ella se tensó. Y luego Jack sintió que una brisa fresca lo envolvía cuando
Emery se puso de pie. Se tambaleó mientras giraba para mirarlo.
—¿Qué demonios estás haciendo? —Sus mejillas estaban sonrojadas.
La indignación lo atravesó.
—¿Yo? No me dormí contigo a mi lado, cariño, tú hiciste eso.
316
—Eso no fue una invitación para clavar tu… —hizo un gesto hacia la
erección aún visible de Jack—, en mi trasero.
Dios, la mera idea de hacer precisamente eso solo lo volvió más duro.
Se sentó y presionó sus dedos contra sus párpados.
—Maldita sea, Em, ¿no podrías? —Luego dejó caer las manos y la
miró—. ¿Por qué me siento como el chico malo aquí? Me desperté, estabas en
mis brazos, eso tiende a ponerme duro, sí… pero no fui yo quien frotó su
trasero en mi pene o puso mi mano entre sus piernas.
A la luz de la luna filtrándose por las ventanas, pudo ver que estaba roja
de mortificación.
—¡Estaba dormida! ¡Pensé que estaba soñando!
Ah, ¿en serio?
—Entonces, ¿sueñas conmigo?
—¡Vete a la mierda, Jack! —gritó con mucha más ira de lo que Jack creía
que la situación justificaba—. ¡Puedes buscar la salida! —Antes de que
pudiera responder, Em salió corriendo por la puerta que conducía a la
escalera.
Jack se lanzó desde el sofá y corrió tras ella.
—Em, ¿por qué estás haciendo un gran problema con esto?
—¡No me sigas! —chilló.
Jesucristo.
Jack la siguió.
—¿Solecito?
—No entres aquí —ordenó.
Jack la ignoró y entró a zancadas en su habitación donde ella estaba de
pie, con los brazos cruzados sobre su pecho, mirándolo con el ceño fruncido.
Era una tapadera.
Estaba avergonzada. Estaba mortificada de haberlo tocado.
¿Qué demonios? 317
—Em, ¿qué está pasando? Así que, estabas soñando… está bien. De
acuerdo. Decepcionante para mí —bromeó—, pero no debería avergonzarte.
O hacer que te enfades conmigo.
El remordimiento suavizó su expresión.
—Lo siento… solo estoy…
—¿Solo estás qué?
Emery arrojó las manos al aire.
—¡Estoy frustrada!
Frunció el ceño, confundido.
—¿Frustrada?
Miró alrededor de la habitación, como si no pudiera mirarlo a los ojos.
—Frustrada. Como en… sexualmente —susurró.
Y Jack luchó por no volver a ponerse duro.
Maldita sea.
—Aparentemente les pasa a algunas mujeres cuando están
embarazadas. Y me está pasando. Mucho. Demasiado. Casi todo el tiempo.
La mujer que amaba, que estaba esperando a su bebé, pero que no
quería tener una relación con él, estaba allí parada diciéndole que estaba
cachonda.
Así que, así era cómo se veía el infierno.
—Ya veo —dijo ahogado.
Sus ojos regresaron a él de mala gana.
—Creo que deberíamos darnos algo de espacio.
Ni de jodida casualidad.
—No.
—Pero tú eres el problema —espetó ella.
—¿Disculpa?
—¡Eres tú! —Le hizo un gesto con exasperación—. Con tu garganta,
antebrazos y manos sexis y esa arrogancia. 318
La emoción recorrió a Jack cuando se acercó a ella.
—Em, ¿me estás diciendo que estás cachonda, o que estás cachonda por
mí?
—Odio esa palabra. —Se golpeó la cara con las manos para ocultar su
mortificación y gimió.
Jack sonrió a medida que se acercaba, el calor atravesándolo. Le quitó
las manos de la cara suavemente.
—Em, no te avergüences. Estoy increíblemente halagado. Y más que
feliz de ser de utilidad.
Su mandíbula cayó.
—¿Qué quieres decir?
—No puedo permitir que mi chica favorita esté caminando frustrada
por ahí, ¿verdad? —La dirigió hacia la cama.
—Pero Jack… —Su pecho subía y bajaba con excitación mientras su
expresión se movía entre el deseo y la incertidumbre—. No cambiaría nada
entre nosotros.
—Lo sé —mintió—. Solo soy un amigo ayudando a otro amigo. Sin
ataduras.
Emery se mordió el labio inferior.
—No sé.
Que incluso lo estuviera considerando significaba que en serio lo
deseaba jodidamente.
Estaba hormonal, su deseo sexual se había disparado a toda velocidad,
y era a Jack a quien quería. Incluso si Emery no podía ver lo que eso
significaba, él sí. Y no estaba por encima de aprovechar la situación para
abogar su caso: Jack versus el corazón de Emery.
—¿Estás mojada, solecito? —preguntó, con voz áspera mientras
ansiaba deslizar sus dedos dentro de ella y averiguarlo por sí mismo.
—Jack. —Ella tropezó con los pies de la cama y levantó las manos para
apoyarse sobre su pecho.
—¿Estás mojada? —repitió contra su boca.
Emery estaba ahora jadeando. Asintió lentamente, sus mejillas llenas 319
de color.
—Déjame darte lo que necesitas —susurró—. Durante el tiempo que lo
necesites. Sin promesas, sin deberme nada.
—Jack…
—Em, quiero besarte. —Rozó su boca sobre la de ella—. No solo aquí…
—otro roce—, sino donde más lo necesitas. Justo en ese bonito coñito tuyo.
Ella jadeó, sus dedos enroscándose en su camisa. Y luego:
—Oh, al diablo —jadeó, y lo atrajo hacia su boca.
¡Gracias, Dios mío! Jack envió una exultación cuando se hundió en el
profundo beso hambriento de Emery. Se hizo cargo rápidamente y ella se
balanceó en sus brazos.
—Desvístete —dijo apartándose un segundo.
Mientras Em alzó y sacó su ropa, Jack se despojó de toda su ropa,
observando cómo Em arrojaba su vestido al suelo, y se quedaba allí de pie sin
nada más que su ropa interior de encaje.
—Eres tan hermosa que apenas puedo soportarlo —dijo.
—Jack, date prisa.
Pero Jack no quería darse prisa.
Quería hacer el amor con su Em embarazada.
Jack estudió cada centímetro de ella con movimientos ligeros de su
toque: sus costillas, su cintura, su vientre. Sus dedos se arrastraron sobre el
oleaje leve, y la posesividad rugió a través de él. Su trasero fue el siguiente.
Amasó y apretó hasta que Em se retorció y murmuró con impaciencia.
—Jack, por favor.
Sonriéndole con promesa en los ojos, Jack le desabrochó el sujetador y
le bajó los tirantes por los brazos. Cayó al suelo. El aire fresco susurró sobre
los pechos de Em, haciendo que sus pezones se fruncieran hasta convertirse
en apretados capullos necesitados.
—¿Estás sensible? —le preguntó.
Ella emitió un sonido ronco que Jack tomó por una afirmación.
Jack tomó sus dulces tetas en sus manos, y ella reaccionó
instantáneamente, gimiendo y arqueándose ante su toque. Jack luchó contra 320
un gruñido de excitación, viendo cómo se sonrojaba su cara. Estaba lista para
estallar como un petardo. Sus caderas ondularon cuando jugó con sus pechos,
esculpiéndolos y amasándolos, acariciando y pellizcando sus pezones.
Empujó con fuerza contra su toque, gimiendo su necesidad por él mientras
sus dedos se clavaban alrededor de sus bíceps.
—Tu boca, Jack. Tu boca —ordenó con dureza.
Queriéndola tener tan al borde que explotaría, Jack le dio su boca pero
no donde ella quería. En cambio, la besó. Em se derritió en su beso, deslizando
sus manos por sus brazos, por sus hombros y alrededor de su cuello para
atraerlo aún más profundamente en el beso. Su boca se abrió, invitándolo a
entrar.
Deslizó su lengua contra la de ella, la lamió, la chupó, a medida que
pellizcaba sus pezones entre los dedos y el pulgar.
—Jack. —Rompió el beso—. Por favor.
Decidiendo que ya la había atormentado lo suficiente, inclinó la cabeza
hacia su pecho y se llevó un globo suave a la boca. Su suspiro de placer
absoluto canturreó a través de él mientras envolvía sus labios alrededor de
su pezón y lo chupaba. Se movió entre sus pechos, lamiendo, trazando y
chupando profundamente.
Ella se tensó. Y luego su gemido de liberación resonó en la habitación a
medida que se estremecía contra él.
Jack levantó la cabeza, la incredulidad atravesándolo mientras
observaba las secuelas del orgasmo de Emery. Su mano se hundió entre sus
piernas, deslizándose a través de su calor empapado.
—¿Acabas de correrte?
Sus pestañas revolotearon a medida que sus ojos se abrían lentamente.
Aún se balanceaba contra él.
—Te corriste solo con mi boca en tus tetas. —Sus dedos se apretaron
en sus costillas.
—Sí —jadeó ella. Sus manos pequeñas se movieron por su torso, sus
dedos atrapando sus tetillas. Ella lo besó allí, su toque arrastrándose
posesivamente por sus abdominales—. No es suficiente —susurró con
frustración—. Jack, no es suficiente.
Santa mierda.
321
Esta era la mejor noche de su vida.
Jack deslizó sus dedos en su humedad una vez más, su pulgar
encontrando su clítoris, y los dedos de ella se clavaron en su cintura.
—Em, ¿esto es lo que necesitas?
Su cabeza cayó hacia atrás para poder mirarlo a través de los ojos
empañados por el deseo.
—Sí. —Presionó sus caderas contra su toque a medida que lágrimas de
necesidad escocían en sus ojos—. Jack, por favor.
La ternura añadió un matiz de desesperación a su deseo.
—Me encargaré de ti. Aquí estoy. —Siempre.
Mordisqueó sus labios. Besos juguetones. Besos dulces. Frotó su pulgar
sobre su clítoris hinchado. Tomando un muslo con una mano para abrirla más,
Jack deslizó dos dedos dentro de su canal apretado.
—Oh, Dios. —Su cabeza cayó hacia atrás. Ella se aferró a su cintura y se
meció contra su toque.
—Em, abre los ojos. Quiero ver cómo se va gestando.
Le dio esos ojos espectaculares, entrecerrados con lujuria, y él no
apartó la mirada mientras ella ascendía hacia el clímax.
—Solecito, ¿cuánto tiempo has necesitado esto? —preguntó
bruscamente.
—Un rato.
—¿Has estado fantaseando con esto?
Asintió con un grito ahogado.
—¿Has estado sentada a mi lado en mi camioneta, mojada y necesitada,
y no lo sabía?
—¡Sí!
Jack sintió que podría explotar sin que ella siquiera lo tocara.
—¡Jack! —Se tensó y luego sus músculos palpitaron alrededor de sus
dedos, más humedad empapándolos a medida que se corría.
Sin siquiera darle la oportunidad de bajar del clímax, Jack la empujó 322
hacia la cama. Enganchó los dedos en su ropa interior y tiró de ellas hacia
abajo por sus largas piernas preciosas. Las arrojó al suelo y se quedó mirando
a Emery tendida para él en la cama. Sus ojos se enfocaron de nuevo en esa
elevación sutil de su vientre.
Su erección se tensó hacia ella, pero él la ignoró e inclinó la cabeza hacia
su estómago. Su vientre tembló contra su toque cuando le plantó besos suaves
por todas partes.
—Jack —susurró.
Levantó la vista y vio las lágrimas tiernas en sus ojos.
Con los ojos fijos en ella, la besó a lo largo del oleaje hasta que llegó al
vértice de sus muslos. Luego la enganchó y separó sus piernas.
—¡Oh, Dios mío! —Su cabeza voló hacia atrás sobre la cama, rompiendo
su mirada.
Pero no su conexión.
Em levantó las caderas, invitándolo a entrar, y él tomó la invitación con
gusto. Lamió su clítoris distendido, presionó su lengua sobre él y luego chupó.
—Oh Dios, no puedo soportarlo. —Se retorció debajo de él, y
comprendió que estaba sensible por sus dos orgasmos anteriores. Jack agarró
sus caderas con fuerza, manteniéndola allí, y la devoró.
Esta vez le tomó un poco más de tiempo, pero cuando Em se rompió,
gritó su nombre, sus caderas sacudiéndose con la violencia de su clímax.
Y Jack terminó con los juegos previos.
Necesitaba estar dentro de ella.
La levantó por debajo de los brazos y la deslizó aún más arriba en la
cama. Aún estaba ida. Aun recuperándose del orgasmo que acababa de
atravesarla. Aun temblando y estremeciéndose con las réplicas. Y Jack quería
sentirlo. Abriendo sus muslos, con las manos apoyadas a ambos lados de su
cabeza, empujó contra su calor húmedo y hundió su polla palpitante dentro
de ella.
—Mierda —gimió, largo y duro. Aunque su Em estaba mojada, sus
músculos estaban hinchados por el orgasmo y se resistía a su presencia. Em
gimió cuando sus músculos internos palpitaron a su alrededor. Su coño aferró
su pene a medida que sus manos aferraban su cintura, sus uñas clavándose. 323
Cielo.
Estaba en el maldito cielo.
La respiración de Jack se hizo entrecortada y se dio cuenta de que no
duraría mucho. Estaba tan caliente por lo caliente que estaba su Em.
Y entonces sus ojos se encontraron. Sus dedos clavados en su cintura,
sus labios abiertos para liberar sus jadeos, y entonces levantó sus caderas
para encontrar sus embestidas delicadas.
—Em. —Se deslizó un poco más rápido, un poco más duro.
—Jack. —Se aferró a él—. Te siento en todas partes. Te siento en todas
partes.
Sus bolas se contrajeron y sus caderas se estremecieron a medida que
escalofríos recorrían su espalda, el calor acumulándose profundamente…
—¡Emery! —El orgasmo salió disparado de él, la dicha haciéndole
poner los ojos en blanco mientras se vertía jodidamente duro dentro de ella.
Intentó sostenerse mientras seguía pulsando y palpitando, aferrado a
su calor apretado.
Entonces fue demasiado.
Se derrumbó sobre ella, su frente presionada contra su garganta
mientras ella acariciaba su piel empapada, sus manos moviéndose
suavemente sobre su espalda.
—Solecito. —Se estremeció, aun meciendo la parte inferior de su
cuerpo contra ella, queriendo que exprimiera hasta la última gota de semen—
. Jódeme.
Escuchó un tirón en su respiración y luego dijo, sonando divertida:
—Lo haré, tan pronto como estés listo para ir de nuevo.
Jack gimió a través de su risa lujuriosa.

324
36
Emery
Mi egoísmo me ató a la cama.
Quedé atrapada cuando Jack se levantó y caminó con su hermoso
trasero desnudo hacia mi baño.
Tuvimos sexo toda la noche.
Jack había sido amable, incluso cuando exigí que no lo fuera. Pero
estaba teniendo cuidado con el bebé. La única vez que dejó que se pusiera un
poco rudo fue cuando estuve encima. Lo monté duro. 325
Gemí, con las mejillas sonrojadas por los recuerdos, y me tapé la cara
con las manos.
El hombre tenía la habilidad de hacerme perder toda inhibición.
Jack me había despertado para decirme que tenía que irse para
prepararse para la corte. No había podido hablar cuando me di cuenta de lo
que había hecho. Anoche, dejé que mis hormonas tomaran el control. No tenía
idea de que era tan posible dejar que tus deseos te controlaran de esa manera.
Quiero decir, siempre me controlaban cuando se trataba de Jack… pero esto
era irresponsable al siguiente nivel. Habían expulsado todo pensamiento
racional de mi cabeza.
Jack regresó a la habitación unos minutos más tarde, con su ardiente
mirada sobre mí. Era tan alto y delicioso que, a pesar de mi ira autodirigida,
quería treparlo. Obligándome a apartar la mirada, me desenvolví de la cama
finalmente y me senté, aferrando las sábanas para cubrir mi pecho.
No sabía por qué.
Jack había visto y besado cada centímetro de mí.
—Lo primero es lo primero. Estoy limpio. Me hice la prueba después de
nuestra primera charla sobre eso.
Me sentí culpable, recordando lo mal que se había tomado esa
conversación la primera vez.
—Jack…
—No lo hagas. Em, está bien. Deberías saber que me chequeo
regularmente. Nunca jodería con eso.
—Está bien. —Le creía.
—Solecito, ojalá pudiera quedarme y tomar un café contigo, pero
necesito volver pronto a Wilmington. —Jack comenzó a vestirse.
—¿Me necesitas allí? —ofrecí sin pensarlo.
Me lanzó una sonrisa tierna.
—No, Em. Hoy no me toca subir al estrado. Deberías abrir la tienda.
Apenas asentí.
—Oye. —Dejó de abotonarse la camisa y apoyó las manos en la cama
de modo que nuestras caras estuvieran cerca—. ¿Estamos bien?
La mía se arrugó de ansiedad. 326
—Oh, Jack, lo siento mucho. No debí haber… —Hice un gesto entre
nosotros.
La expresión de Jack endureció un poco y se levantó de la cama para
terminar de vestirse.
—¿Y por qué no?
¿Estaba bromeando?
—Porque… porque no estamos juntos y esto… anoche fui egoísta. Esto
desdibujó las líneas. Mucho.
Las manos de Jack fueron a sus caderas a medida que me contemplaba.
Intenté no pensar en lo que esas caderas podrían hacerme.
Jesús.
Miré las sábanas porque mirar a Jack era peligroso para mi libido.
—Pensé que habíamos acordado que esto solo era sexo. Estoy aquí para
ti, siempre que me necesites.
Mis ojos volaron a los suyos.
—Pero… querías más entre nosotros. No es justo para ti.
—¿Me criticaste o no por tomar decisiones por nosotros dos sin tener
en cuenta tus sentimientos?
Otro rubor culpable calentó mis mejillas.
—Sí.
—¿Soy o no soy un hombre adulto capaz de tomar mis propias
decisiones?
Entrecerré los ojos ante su tono condescendiente.
—Sí.
Sus labios se torcieron ante mi tono mordaz.
—Entonces, Emery, no necesito que me protejas. Si quieres sexo, te
daré sexo. No hay nada de malo con eso. —Mostró una sonrisa maliciosa—.
Con toda honestidad, es el mejor sexo de mi vida. ¿Por qué diablos rechazaría
la oportunidad de tener más?
—Jack, porque no es tan sencillo, y lo sabes. 327
—Bueno, soy un hombre. —Dijo lo obvio—. Puedo tener un buen sexo
sin que sea más. Así que, la única razón para no hacer esto es si no puedes
tener sexo sin dejar que tus sentimientos se conviertan en algo más.
Me dolió su insinuación de que podía separar sus sentimientos del acto
de hacer el amor al mismo tiempo que me irritó que me hubiera atrapado.
Ahora bien, si dijera que no a la situación de amigos con beneficios, estaría
sugiriendo que tenía sentimientos más profundos por él.
Me encogí de hombros, sintiéndome petulante.
—Puedo tener sexo sin necesitar más de ti.
Me estudió un momento, con una mirada indescifrable en sus ojos.
—Bien. —Apoyó una rodilla en la cama, se inclinó y me dio el tipo de
beso que era el preludio perfecto al sexo pervertido. Deslicé mis dedos en su
suave cabello espeso y me aferré al viaje.
Cuando Jack finalmente me dejó tomar aire, todo mi cuerpo se
estremeció. Presionó un beso dulce en mi nariz y trató de alejarse, pero me
aferré a su cuello.
—No besas así a una chica y la dejas con ganas de más, Jack —susurré—
. Es excepcionalmente grosero. ¿Tu madre no te enseñó modales?
Sonrió con una sonrisa que fue arrogante y arrepentida a la vez.
—Solecito, tengo que ponerme en marcha.
Mi agarre en su nuca se hizo más fuerte, atrayéndolo hacia abajo a
medida que me acostaba.
—Entonces debiste haber pensado en eso antes de besarme.
Jack sonrió, tirando de la sábana entre nosotros.
—Supongo que ahora no tengo más remedio que disculparme por mis
modales fuera de lugar.
—No te preocupes. —El calor me atravesó cuando todo ese
pensamiento racional salió volando de mi mente y le desabroché los
pantalones del traje—. Soy muy buena aceptando disculpas. —Deslicé mi
mano dentro de su ropa interior y agarré su miembro endurecido, amando la
forma en que gimió, profundo y deseoso—. De hecho, predigo que mi
aceptación estará en tu mente todo el día. 328
Creí escucharlo murmurar:
—Entonces no será nada nuevo —pero no podía estar segura y sus
dedos estuvieron entre mis piernas, ahuyentando todos los pensamientos de
cualquier cosa que no fuera él, sus manos, su boca y su… bueno, ya sabes…

—Bailey, te amo, pero si cuentas una historia más de tu lujosa luna de


miel de cinco estrellas y tres semanas por toda Europa, voy a gritar —dijo Jess,
sentada en un gran sillón en su sala de estar con sus pies en un taburete de
felpa. Sus mejillas estaban llenas y sonrojadas, había círculos oscuros debajo
de sus ojos, y pude ver por qué Coop y Jess habían pedido repetidamente a su
obstetra que verificara si iban a tener gemelos. Estaba enorme.
Sin embargo, no iban a tener gemelos.
Solo estaban teniendo un Lawson, y claramente él o ella iban a tener la
complexión de un Lawson.
Pobre Jess, pensé. Su embarazo había sido incómodo desde el principio.
Bailey nos lanzó a mí, a Ivy y a Dahlia una mirada culpable.
—¿He estado hablando mucho de eso?
No. No lo había hecho. Esta era la primera vez desde el regreso de
Vaughn y ella que incluso mencionaba Europa. Le di una sacudida
tranquilizadora de cabeza.
—No puedo pensar en ti y Vaughn o cualquier otra persona
deambulando libremente por Europa, haciendo nada más que turismo,
comiendo en restaurantes buenos, bebiendo champán y cócteles, y teniendo
buen sexo todo el tiempo. No he podido encontrar una posición cómoda para
sentarme o dormir, y mucho menos tener relaciones sexuales, durante los
últimos cuatro meses.
Más culpa me invadió.
Acababa de tener una noche de sexo épico.
Tal sexo épico, estaba en negación acerca de cuán fuera de control
podría estar esta situación con Jack. No quería pensar en eso. Solo quería
contemplar la próxima vez que pudiera desnudarlo.
Era tan impropio de mí.
329
Y, sin embargo, había algo liberador en no preocuparse por el futuro y
solo vivir el momento.
Probablemente un punto terrible en mi vida, es decir, a punto de
convertirme en una madre responsable, para permitirme tal filosofía.
Pero mi bebé aún no había llegado, así que no contaba.
¿Cierto?
—Jess, lo siento. —Bailey le dirigió una mirada comprensiva.
—No, lo siento. —Jess fulminó con la mirada a la pared más allá de
nosotras—. Soy un ser humano irritable y desagradable. Dahlia y Em cerraron
sus tiendas para venir aquí de modo que no tuviera que acudir a ustedes, y
estoy siendo horrible.
—Tienes treinta y cuatro semanas de embarazo de lo que solo puedo
suponer es un futuro jugador de la NBA —replicó Dahlia—. Tienes permitido
estar irritable.
—Emery no está irritable.
Oh Dios, no me metas en esto.
—Ven… —Jess me hizo un gesto, haciéndome enderezarme—, doce
semanas de embarazo y ni siquiera te darías cuenta. Apuesto a que vas a tener
un pequeño y lindo bulto y te mantendrás con tus piernas largas, hermosa y
cómoda durante todo el proceso.
—Concentrémonos en el futuro —insté—. Y cómo nuestros hijos
tendrán una edad tan cercana que crecerán como mejores amigos.
—Y —intervino Bailey—, si uno es un niño y el otro una niña, podrían
crecer como novios desde la infancia. ¿Qué tan adorable sería eso?
—Eso sería adorable —coincidió Jess con una sonrisa.
Las cuatro suspiramos aliviadas de que le gustara la idea. Era su
primera sonrisa del día.
—¿Qué hay de ti y de Vaughn? —preguntó Jess a Bailey—. ¿Ya han
tenido la charla de los hijos?
—Sabemos que no tenemos muchos años para posponerlo, pero hemos
decidido que nos gustaría al menos un año, tal vez dos, en el que estemos
solos.
—Lo entiendo —concordó Dahlia—. Michael y yo hablamos de tener
330
hijos justo después de que me dispararan. Quería saber que era una opción.
Pero ahora Michael está hablando mucho de eso, como si lo quisiera todo y lo
quisiera todo lo antes posible. Solo lo quiero a él por un tiempo. No lo tuve
durante mucho tiempo y, por egoísta que parezca, aún no quiero compartirlo.
—¿Le has dicho eso? —preguntó Ivy.
—No, no quiero que piense que soy egoísta.
—No creo que él piense que eso es egoísta en absoluto —le aseguré—.
De hecho, creo que probablemente hará que quiera tener sexo contigo.
—Ver la pintura secarse haría que ese hombre quisiera tener sexo con
ella —bromeó Bailey.
Dahlia sonrió, y se mostró engreída.
—No te equivocas.
—¿Y qué hay de Ivy y Jeff? —Bailey le dio a Ivy una sonrisa traviesa.
—Oh, diablos, no estamos ni cerca de eso.
—Bueno, toda la ciudad está hablando sobre el buen sheriff estando
locamente enamorado de nuestra ganadora del Premio de la Academia, Ivy
Green. Están ansiosos de que ella le rompa el corazón al regresar a Hollywood.
Ivy miró boquiabierta a Bailey.
—¿Estás bromeando? ¿En serio la gente dice eso?
—Por supuesto que sí. Entre Emery y Jack pasando el rato todo el
tiempo, y tú y Jeff, las lenguas se están moviendo.
Si supieran lo que Jack y yo habíamos estado haciendo anoche, los
chismosos perderían la cabeza.
—Jeff y yo somos algo muy nuevo. Solo estamos disfrutando de la
compañía del otro.
—¿Pero vas a quedarte en Hartwell? —presionó Bailey—. Porque los
chismosos quieren saber.
—Los chismosos pueden ir a saltar desde el paseo marítimo.
—Me refiero a mí, Ivy —resopló Bailey—. Tu mejor amiga quiere saber.
La expresión de Ivy se suavizó.
331
—Acabo de vender un guion que escribí hace un tiempo, y comencé a
trabajar en un libro.
La melancolía me atravesó por lo que esto significaba. ¿Ivy nos dejaría?
El rostro de Bailey reflejó mis sentimientos.
—Vas a volver.
—No. —Nos lanzó una sonrisa deslumbrante—. Aún puedo escribir
guiones y no vivir en Hollywood. La gente aún quiere trabajar conmigo.
Además, siempre quise escribir un libro, y mi agente piensa que es una idea
excelente. Puedo hacer eso en cualquier lugar. Así que, me quedaré en
Hartwell. Aquí estoy feliz.
Bailey voló de su silla con un chillido infantil y arrojó sus brazos
alrededor de Ivy. Se rio y abrazó a su amiga, y me dolió el corazón por la
alegría genuina que vi en el rostro de Ivy. Después de todo lo que había
pasado, en realidad parecía que iba a estar bien.
Dahlia y yo nos turnamos para abrazar a Ivy.
—Estoy tan contenta de que te quedes —dije con sentimiento.
Ivy tomó mi cara entre sus manos de una manera que me recordó a Iris.
—Em, me ayudaste mucho. Estoy tan contenta de que nos hayamos
conocido —susurró.
Las lágrimas llenaron mis ojos, pero el momento dulce se rompió
cuando Jess maldijo.
—¡Maldita sea! ¡Ni siquiera puedo levantarme de la maldita silla para
abrazar a una persona!
Efectivamente, estaba luchando por levantarse y salir del sillón. Sin
embargo, Ivy se apresuró a ponerse en pie para dirigirse a Jess.
—Lo juro por Dios —resopló Jess después de que terminó de abrazar a
Ivy—. ¡Si no termina haciendo un trabajo que requiera que sea físicamente
enorme, este niño se lo deberá a su madre!
Todas la miramos en estado de shock.
—¿Qué? —Nos miró furiosa.
—¿Niño? —Bailey dio un paso emocionado hacia ella—. ¿Vas a tener
un niño? 332
El rostro de Jess palideció. Entonces su cabeza cayó hacia atrás en la
silla.
—Oh, mierda, Coop va a matarme.
37
Emery
Me asaltó el nerviosismo.
El hecho de que la mano de Jack estuviera en mi trasero a medida que
caminábamos hacia el porche delantero de la enorme casa colonial-georgiana
no estaba ayudando.
—Jack, tu mano.
La movió de modo que estuviera presionada contra mi espalda baja,
pero sus dedos largos aún tocaban la parte superior de mi trasero. 333
—¿Quieres que tu madre piense que estamos juntos? —Me giré para
enfrentarlo antes de llegar a la puerta—. Esto es lo suficientemente confuso.
No tenemos que engañarla.
Con una expresión paciente, Jack colocó sus manos en mis caderas e
inclinó su cabeza hacia la mía.
—Solecito, le he explicado la situación a mi madre. Sabe que no estamos
juntos.
—No puedes llamarme solecito. —Aparté sus manos de mis caderas—
. Y no puedes tocarme con familiaridad sexual frente a ella. O cualquiera. —O
podrían darse cuenta de que hemos estado follando como conejos casi todas
las noches durante cuatro semanas.
—Uno, estoy bastante seguro de que pueden decir que estoy
sexualmente familiarizado contigo. —Asintió a mi bulto—. Dos, entonces no
deberías haber usado ese vestido.
Con las temperaturas más frías, me había puesto un vestido de jersey
de manga larga hasta los tobillos que me encantaba. Se adhería a mi figura,
pero el material era elástico, así que cedía a mi pequeño bulto de bebé y mis
senos algo más grandes de lo normal. A pesar de lo ceñido, con sus mangas
ajustadas y su escote redondo alto, pensé que era conservador. Hasta que le
abrí la puerta a Jack y sus ojos se volvieron ardientes y deseosos.
Me dijo que, aparentemente había usado un vestido similar la primera
vez que me vio, y le hacía cosas maravillosas a mi trasero. El hombre era
incorregible.
Me había trenzado el cabello en una trenza de cola de pez y había
renunciado a un montón de pulseras por unos collares de diferentes
longitudes. Pendientes colgantes de plata y amatista que Dahlia había hecho
a mano colgaban de mis orejas y, como de costumbre, casi todos los dedos
tenían un anillo.
No estaba segura de qué tipo de mujer era Rosalie Devlin, pero estaba
decidida a ser yo misma. Con plata y todo. Incluso si era un manojo de nervios.
—Em, te ves hermosa. Siempre te ves hermosa, y no solo porque tienes
algo de Helena de Troya en tu cara. —Sonrió—. Sino porque de ti resplandece
tu bondad, solecito. Mi mamá y Becs verán eso, y estarán agradecidas de que
la madre de mi hijo sea una mujer sobresaliente. Fin de la historia.
Mis mejillas se calentaron por sus cumplidos. 334
—Jack —susurré, mirando a sus ojos conmovedores y viendo que lo
decía en serio. Mi estómago dio un vuelco ante la intensidad de su expresión.
El sonido de una puerta abriéndose rompió el momento entre nosotros.
—Creí escuchar voces.
Apartando mis ojos de los de Jack, vi a Rebecca Devlin parada en la
entrada de la casa del tío de Jack. La reconocí por su fotografía en el periódico.
Aparentemente, cuando regresó a Hartwell hace meses, estaba
lastimosamente delgada y de aspecto pálido. Si bien Rebecca aún era muy
delgada, Jack había mencionado que había engordado un poco y ahora tenía
un brillo saludable.
No solo estábamos en la casa de su tío para presentarme a su familia,
estábamos allí para celebrar. Hace cuatro semanas, Ian y Kerr Devlin fueron
sentenciados a treinta años por tres cargos de extorsión. Probablemente
cumplirían menos tiempo que eso, pero aun así significaba que estarían
encerrados por mucho tiempo. Kerr tenía ahora cuarenta y tantos años, lo que
significaba que perdería las mejores décadas de su vida. En cuanto a Ian, sería
un anciano antes de volver a respirar aire libre… si vivía tanto tiempo. Según
Jack, esta noticia, junto con la noticia de que se convertiría en abuela, le había
dado a su madre un nuevo soplo de vida.
También estábamos celebrando el hecho de que el tiburón de abogado
que encontró Hague había logrado conseguirle a Rebecca solo servicio
comunitario por sus cargos de ayuda e instigación. No tendría que enfrentarse
a la cárcel, para gran alivio de Jack.
Y Jack y yo estábamos celebrando en privado (junto con el resto de
nuestros amigos) la noticia de que Dana Kellerman había dejado atrás su
apartamento de alquiler y se había ido de Hartwell a Boston, donde había
aceptado un trabajo con una vieja amiga de la universidad.
¡Hurra!
¡La Bruja Malvada se iba del Paseo Marítimo de Hart para siempre!
—Becs. —Jack apoyó su mano en mi cintura y me llevó a la puerta. Solo
me soltó para abrazar fuerte a su hermana—. Te ves genial.
Ella me estudió a medida que se abrazaban, sus ojos solo regresando a
su hermano cuando se soltaron.
—Gracias. Me siento genial. Se ha levantado un peso enorme. En más
de un sentido.
También supe por Jack que Rosalie y Rebecca estaban viendo a un
335
terapeuta y que ambas estaban sintiendo los efectos positivos de esas
sesiones. Aún no se había tomado una decisión sobre si Rebecca conocería a
su verdadero padre, aunque sabía por Jack que se había discutido mucho en
las últimas semanas.
—Me alegro, cariño. —Volvió su atención hacia mí. Su sonrisa fue fácil.
Casi orgulloso—. Becs, me gustaría que conozcas a Emery.
Rebecca no me devolvió la sonrisa tímida que le di. Sus ojos estaban en
mi vientre cuando dio un paso adelante y ofreció su mano en un gesto un tanto
formal.
—Hola.
Sin estar segura de cómo tomarme su recepción fría, estreché la mano
que me ofrecía.
—Hola. Encantada de conocerte.
Sus ojos se movieron hacia mi rostro, que estaba bastante segura de
que estaba rojo tomate por la incertidumbre. Algo se suavizó en su expresión.
—Igualmente. Entren.
Mientras la seguíamos dentro de la gran casa decorada de forma
tradicional, capté la mirada de Jack. Se llenaron de tranquilidad cuando su
mano volvió a mi espalda baja. Esta vez no le pedí que la quitara. Necesitaba
ese toque. Deseaba el consuelo de su proximidad. Estas personas estarían en
mi vida por mi hijo, y quería agradarles. La recepción de Rebecca había sido
un poco fría, y no sabía por qué.
—¡Mamá, Jack está aquí! —llamó Rebecca mientras se alejaba de
nosotros. Habíamos entrado en un gran vestíbulo de entrada con una escalera
amplia justo delante. Las paredes estaban abiertas a ambos lados de nosotros;
a la derecha, un gran comedor; a nuestra izquierda, una enorme sala de estar.
Rebecca atravesó la sala de estar y Jack nos hizo pasar tras ella.
—Justo a tiempo. —Una mujer elegante con abundante cabello rubio
oscuro estaba sentada en un sillón cómodo al final de la habitación. Un
hombre y una mujer sentados frente a ella en un sofá enorme seccional
también se pusieron de pie entonces.
La mujer era alta y esbelta. Se contoneó por la habitación con una blusa
de seda azul pálido metida en una falda lápiz de talle alto hasta la rodilla. Sus
tacones eran de cuero azul pálido y negro, combinando perfectamente con su
atuendo.
336
Jack me soltó cuando la mujer lo abrazó.
—Querido, es un placer verte —murmuró.
¿Esta era Rosalie Devlin?
Había anticipado una diminuta mujer nerviosa hecha un desastre.
No se parecía en nada a lo que había esperado. Ian Devlin, para lo
bastardo que había sido, había sido un hombre alto y muy bien parecido. Solo
podía imaginar que lo había sido aún más cuando era joven. Me entristecía
que él hubiera sido quien enamorara a Rosalie. Pero supongo que al menos
consiguió a sus hijos. Me preguntaba cómo era el verdadero padre de Rebecca
y si Rosalie lo había amado.
Rosalie se soltó del abrazo de Jack, pero se aferró a su brazo mientras
se giraba hacia mí.
—Mamá, esta es Emery.
Al igual que Rebecca, sus ojos se posaron primero en mi vientre. Se
quedaron allí un rato antes de regresar a mi rostro, brillante por las lágrimas.
Me puse rígida, sin saber qué significaban esas lágrimas.
—Emery. ¿Puedo abrazarte?
El alivio aflojó mis músculos tensos. En respuesta, me moví para
abrazarla, y soltó una risita llorosa en mi oído a medida que nos abrazábamos.
Olía a perfume floral caro. Cuando se apartó, tomó mi cara entre sus manos,
estudiándome con una pequeña sonrisa encantada que definitivamente llegó
a sus ojos.
—Mírate. ¿No eres perfecta?
Por supuesto, me sonrojé.
—Mamá, detente, la estás avergonzando —dijo Jack sin convicción,
sonando como si estuviera disfrutando de mi incomodidad. El muy bastardo.
La mirada que le dirigí solo hizo que sonriera más fuerte.
Rosalie se mordió el labio y me soltó.
—Lo siento. Simplemente… —Su mirada bajó a mi vientre otra vez—.
No puedo creer que voy a ser abuela. Es maravilloso. Y es tan encantadora,
Jack. —Se volvió hacia su hijo, tocándole el pecho.
—Lo sé —coincidió, con el tipo de sentimiento profundo que hizo que
me doliera el corazón.
337
—Hola, Emery. —El hombre, tan alto como Jack, se acercó—. Soy Heath,
el tío de Jack. Un placer conocerte. —Extendió la mano para estrecharla.
Estudiándolo, vi bastante parecido entre él y Jack.
—Igualmente. —Sonreí tímidamente y le di la mano. Y luego hizo lo
propio cuando presentó a su esposa Amelia.
—Tenemos dos hijas, Rosie y Leila, pero, al igual que Jamie, están en la
universidad —dijo Amelia.
Asentí, incómoda por ser el centro de atención.
Jack lo sintió y me acurrucó contra su costado.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Rosalie, sus ojos moviéndose entre mi
cara y mi bulto.
—Estoy bien —le aseguré en voz baja, tocando mi estómago
redondeado—. Hasta ahora he tenido suerte. Me siento genial.
—¿Cuántas semanas tienes? —preguntó Amelia.
—Dieciséis semanas.
Levantó una ceja.
—No lo pareces. De hecho, si te dieras la vuelta, nadie sabría que estás
embarazada en absoluto.
—Era igual —brindó Rosalie—. Quizás es nuestra altura. Mi barriga fue
un poco más grande con los chicos, pero no con Rebecca. Estaba muy elegante
con Rebecca. Tal vez vas a tener una niña. —Parecía encantada con la idea.
Una niña pequeña.
Dios mío.
El pensamiento me llenó de anhelo. Pero también lo hacía la idea de
tener un niño.
—En unas pocas semanas descubriremos cuál es el sexo del bebé —dijo
Jack.
—Entonces, ¿no quieres que sea una sorpresa?
Jack asintió para que respondiera ya que yo era la que quería saber. A
Jack no le importaba de ninguna manera. Le sonreí a Rosalie mientras
pensaba en Jess. 338
—Una de mis mejores amigas está embarazada. De hecho, tiene una
semana de retraso. —Pobre Jess—. Y va a tener un niño. Ambas tenemos esta
idea ridícula en nuestras cabezas de que si Jack y yo tenemos una niña,
entonces podría enamorarse del hijo de Jess y Cooper. —Me sonrojé porque
decirlo en voz alta a extraños nos hacía sonar tan infantiles.
Sin embargo, para mi sorpresa, Rosalie juntó las manos, sus ojos
brillando de felicidad a medida que miraba a Jack.
—¿El hijo de Cooper?
Jack asintió.
—Oh, ¿no sería maravilloso? —Apretó el brazo de su hijo—. Me gusta
mucho esa idea. Bueno. ¡Entonces todos rezaremos por una niña!
Al poco tiempo, Jack me llevó al comedor para cenar. Estábamos lo
suficientemente lejos de su familia para que murmurara:
—Jack, tu madre parece estar de muy buen humor.
—No la he visto así en años. Te dije que estaba emocionada de ser
abuela.
—Entonces, tendremos que asegurarnos de que vea a su nieto con
frecuencia.
Jack pareció tropezar con sus propios pies, y presioné una mano en su
pecho para sostenerlo. Esa mano cayó como quemada cuando vi su expresión.
Me miró…
Como Vaughn miraba a Bailey.
Como Michael a Dahlia.
Cooper a Jess.
Oh, Dios mío.
Se me ocurrió que no era la primera vez que Jack me miraba como si
me amara. De hecho, hubo ocasiones en las últimas semanas en las que me
miró de esa manera mientras me hacía el amor.
Simplemente no había querido admitir que sabía lo que revelaba su
expresión.
—Querido, por más hermosa que sea Emery, la comida está esperando
por ustedes —bromeó su madre desde su lugar en la mesa del comedor.
339
Jack apartó sus ojos de los míos y me llevó a mi asiento. Me sonrojé ante
las sonrisas de complicidad en los rostros de su madre, tía y tío. Pero cuando
mis ojos se dirigieron hacia Rebecca, solo la vi fruncir el ceño.

La cena salió bien.


Jack debía haber preparado a su familia porque nadie me preguntó por
la mía. Tuvieron preguntas sobre mi tienda, y Rosalie preguntó por mis libros
favoritos y recomendaciones. Hablamos del bebé y los escáneres. Ella, Heath
y Amelia me obsequiaron con historias de paternidad que me hicieron reír,
me tranquilizaron y distrajeron de mis sentimientos por Jack.
La única persona que no lo hizo fue Rebecca, quien a veces habló, pero
sobre todo solo pareció observar durante la noche.
Observándome.
Y tuve la sensación de que no le gustó lo que vio.
Después de regresar a la sala de estar para tomar unas bebidas (té
descafeinado para mí), me excusé para usar el baño. Estaba al final del pasillo
detrás de la escalera, cerca de la cocina enorme en la parte trasera de la casa.
Tuve que pasar frente a una pared de fotos, y noté fotos de Jack y sus
hermanos en la pared. Teniendo en cuenta que Heath no había participado en
sus vidas hasta hace poco, esto me sorprendió.
Usé el baño y volví a las fotografías. Había una de Jack y Rosalie solos.
Jack vestía su equipo de fútbol, por lo que debe haber sido adolescente y ya
unos centímetros más alto que su madre. Estaban de pie fuera de la casa
Devlin. Tenía su brazo alrededor de los hombros de su madre, y ella estaba
acurrucada a su lado, feliz de estar allí. El orgullo brillaba en sus ojos. Jack
sonreía a la cámara, sin vergüenza de estar tomándose una foto con su madre.
Conociendo su historia, pude ver por qué Heath enmarcaría esta foto.
Era evidencia de que su hermana tenía un hijo en su vida que obviamente la
adoraba.
—Mamá les envió las fotos.
Giré la cabeza para encontrar a Rebecca de pie en el pasillo. Ni siquiera
la había oído acercarse, había estado tan perdida en mis pensamientos. 340
Hizo un gesto hacia la pared con las fotografías.
—El tío Heath y la tía Amelia nos tuvieron todo ese tiempo, pero
nosotros nunca los tuvimos. —Rebeca se acercó a mí—. Podría haber ayudado
tenerlos en nuestras vidas en ese entonces. Son personas maravillosas.
Asentí.
—Me doy cuenta.
Sus ojos se entrecerraron y me tensé.
—Emery, no te conozco, así que no te lo tomes como algo personal…
Oh, diablos.
—Pero no me gusta la forma en que estás engañando a mi hermano. Me
gustaría que se detuviera. Especialmente porque hay un niño involucrado. —
Asintió hacia mi vientre.
¿Jack y yo habíamos sido tan obvios?
—¿No sé cómo tomar eso si no es algo personal?
—Está bien, entonces es personal. Jack me contó todo. El tiempo que ha
estado sucediendo esta cosa entre ustedes. Que te dejó embarazada y no
quieres tener una relación con él porque no confías en él. —Resopló ante
eso—. Mi hermano. El tipo que sacrificó toda su maldita vida por los demás.
Es, como, el tipo más noble del mundo, y no confías en él.
La culpa brilló a través de mí. Pero también una actitud defensiva.
—No tienes idea de lo que hay entre Jack y yo.
—Lo que sé es, que haría cualquier cosa por Jack. —Dio un último paso
hacia mí—. Quiero que mi hermano tenga todo lo que quiere. Y él te quiere. Y
francamente, me cabrea que no creas que es lo suficientemente bueno para ti.
¿Quién puede decir que no eres tú quien no es lo suficientemente buena para
él?
La indignación rugió a través de mí y enderecé mis hombros.
—¿Cómo te atreves? —susurré—. ¿Cómo te atreves a suponer cosas de
mí o mis sentimientos por Jack?
Cualquier cosa que escuchara en mi tono la hizo estremecerse. Rebeca
suspiró pesadamente. 341
—Tienes razón. Lo siento. Simplemente… —Su expresión se volvió
suplicante—. No le rompas el corazón, ¿de acuerdo? Ha pasado por suficiente.
La comprensión me inundó.
Rebecca se sentía culpable. Sentía que Jack había renunciado a una
parte de su vida por ella. Y como dijo, quería que Jack tuviera todo lo que
quería.
Al recordar la expresión de su rostro cuando entramos en el comedor,
me di cuenta de que no podía seguir ignorando la realidad deliberadamente.
Nuestra relación sexual estaba atando el vínculo entre nosotros más y más
fuerte, y si no lo detenía pronto, no había forma de que pudiera terminar sin
lastimar a Jack.
O a mí.
38
Jack
Le había costado una cantidad molesta de coerción lograr que Emery
accediera a cenar con él. Jack estaba enojado, pero intentando no estar
enojado. Desde que Emery conoció a su familia, había estado actuando
distante. Había estado durmiendo en su cama casi todas las noches durante
las últimas cuatro semanas, pero ella le había dicho la noche de la cena con su
familia que estaba cansada y quería dormir sola. Y luego había estado rara
cuando él había pasado por su tienda para tomar un café a la mañana
siguiente. Em entonces lo había disuadido de verse más tarde esa noche.
La única razón por la que la tenía en su compañía ahora era porque ella
342
le había prometido que podía ser parte de los chequeos prenatales, y tenían
una cita programada. En el camino de vuelta desde Essex, Em había dicho que
quería estar sola, pero la inquietud se apoderó de Jack y no pudo dejarlo
pasar.
Emery se estaba alejando de él.
Podía sentirlo en lo más profundo de su interior.
Así que, insistió en que cenaran en The Boardwalk.
—Jack, no puedo comer mariscos —se quejó.
—Querías comer allí hace solo unas semanas porque puedes comer
mariscos. —Había investigado lo que Em podía y no podía comer—. Cualquier
cosa con alto contenido de mercurio está descartada, pero los mariscos son
excelentes para el omega 3. Mientras esté bien cocido, estaremos bien. Estoy
bastante seguro de que habrá opciones que no sean mariscos en el menú si no
quieres correr el riesgo.
Ella lo miró boquiabierta a medida que caminaban hacia el restaurante.
Parecía insoportablemente triste.
—En serio has leído todos esos libros sobre embarazo, ¿no?
Jack se detuvo en las tablas y la tomó en sus brazos.
—Em, ¿qué está pasando?
—Jack, no lo hagas. —Intentó alejarse—. No quiero que la gente se haga
una idea equivocada de nosotros.
—¿La gente… o yo? —espetó con impaciencia.
Emery apretó los labios con fuerza y lo fulminó con la mirada.
Era irritante lo jodidamente linda que era cuando se enfadaba cuando
él estaba enojado con ella. Agarrando su mano, Jack la condujo a The
Boardwalk sin decir una palabra más.
El restaurante no era enorme. Había sido transformado por completo
de la destartalada tienda de regalos de playa que George Beckwith solía
dirigir. Los brillantes pisos de madera de tablones anchos, las blancas paredes
frescas, los artefactos de iluminación de cobre y los sencillos asientos
modernos le daban al lugar una sensación cálida, pero despejada. Fotografías
en blanco y negro de Hartwell colgaban de las paredes, lo que a Jack le pareció
un buen detalle.
Una anfitriona joven se acercó y les dijo que tenían que esperar quince
343
minutos. Había una área pequeña para sentarse cerca del frente del
restaurante, y Jack condujo a Em, que echaba humo en silencio, hasta allí.
Sadie Thomas ya estaba sentada allí con un tipo que Jack no reconoció. Ella
les dio una sonrisa alegre que Em ignoró por completo.
Podría haber sido porque no había superado a Sadie hablando basura
de ella o porque estaba demasiado enojada con Jack para notarla.
Se sentaron en silencio durante toda la espera, y Jack ignoró las miradas
especulativas que Sadie les dirigió. Em se movió incómodamente a su lado y
Jack aprovechó la situación para tomar su mano y apretarla sobre su regazo.
Debe haber visto los ojos de Sadie entrecerrarse sobre sus manos
entrelazadas porque Em no se apartó.
Incluso cuando Jack giró su mano y trazó la parte posterior de sus
anillos con la punta de sus dedos antes de pasar a su palma. Su brazo se
estremeció un poco y él la miró.
—Hace cosquillas —susurró ella.
Miró sus ojos preciosos y encontró una sonrisa en ellos, a pesar de la
tensión entre ellos. Jack quería sermonearla por ser tan jodidamente terca.
Eran perfectos juntos. Era fácil y cómodo, pero no tan cómodo como para que
no fuera jodidamente excitante estar cerca de ella. Habían tomado la
perspectiva de la paternidad juntos con calma y sin drama.
Podían hablar de cualquier cosa. Siempre habían sido capaces de hablar
de cualquier cosa.
Y el sexo.
Maldición.
El sexo era de otro mundo.
Sabía que Em no tenía tanta experiencia como él, y si eso no le
recordaba que él se había acostado con muchas más, le gritaría que el sexo
como el que tenían entre ellos se producía una vez cada luna azul.
El impulso de decir esas palabras era fuerte, pero afortunadamente, la
anfitriona regresó para llevarlos a su mesa antes de que Jack dijera algo
estúpido. Mientras caminaban por el restaurante pequeño, Jack notó la pared
de vidrio más allá de la barra del bar. Revelaba exactamente lo que estaba
pasando en la cocina. Solo un chef que no tiene nada que ocultar instalaría una
característica como esa.
Y la cocina era de última generación. Resplandecía como el oro. Los ojos
344
de Jack recorrieron a la gente con ropa blanca de chef y notó que uno de ellos,
un tipo grande y alto, los observó al pasar. La mirada de Jack se movió hacia
adelante para ver a Em caminar delante de él, balanceando su trasero
fenomenal. Llevaba otro vestido ceñido que le hizo pensar en hacerle cosas
muy traviesas.
La tía Amelia tenía razón. No podías decir que Em estaba embarazada
por la espalda. Pero luego se giró para tomar asiento y vio su pequeño bulto
empujando contra la tela del vestido negro elástico.
En serio lo estaba matando con estos vestidos ajustados.
Emery embarazada lo excitaba como ninguna mujer lo hubiera hecho.
Emery captó la mirada en sus ojos cuando tomaron asiento, y sus
mejillas se sonrojaron un poco. Lo leía como un libro.
—Basta —murmuró en voz baja antes de mirar su menú.
—¿Emery? —preguntó una profunda voz masculina antes de que Jack
pudiera responder.
Levantaron la vista para encontrar al chef que los había estado
observando detrás del vidrio ahora de pie junto a su mesa, mirando a Em con
una sonrisa en su rostro. El chef era alto, aunque no tanto como Jack, y de
hombros anchos. Jack se arriesgaría y diría que él también era un tipo
apuesto.
Y estaba sonriendo a Emery con la sonrisa más blanca que Jack jamás
hubiera visto.
Como si la conociera.
Como si le gustara lo que conocía.
¿Qué demonios?
—Sebastian. —Emery le devolvió la sonrisa con familiaridad—. ¿Cómo
estás? Lamento mucho que me haya tomado tanto tiempo venir a tu
restaurante.
Sebastian.
Sebastian Mercier.
El tipo que era dueño de The Boardwalk.
¿Cómo conocía a Em? 345
Jack vio que el chef ponía la mano en el respaldo de la silla de Emery y
se inclinó un poco hacia ella. Observó, y no le gustó lo que estaba viendo.
—Bueno, parece que tienes una excusa excelente. —Sus ojos oscuros
se hundieron en su vientre—. Felicidades.
Ella se sonrojó maravillosamente.
Como cuando se sonrojaba por Jack.
Los celos rugieron a través de Jack antes de que pudiera detenerlos.
—Soy el padre —espetó entre dientes.
Ambos lo miraron sorprendidos, como si finalmente recordaran que
estaba allí.
Sebastian captó la mirada ominosa en los ojos de Jack y se apartó de
Emery. Le tendió una mano a Jack.
—Sebastian Mercier. Jefe de cocina y propietario de The Boardwalk.
Jack le estrechó la mano, a regañadientes.
—Jack Devlin.
El chef levantó una ceja.
—¿Alguna relación con Ian Devlin?
—Sí, ¿qué hay con eso? —espetó.
—Jack —lo reprendió Emery.
—Oh, no quise ofenderte —dijo Sebastian casualmente, como si no le
afectara el tono agudo de Jack—. ¿Puedo ayudarlos con el menú?
¿Recomendaciones?
Antes de que Jack pudiera decirle cortésmente que se fuera a la mierda
a su cocina, una voz atravesó el restaurante.
—¡Emery, Jack!
Al ver que los ojos de Em se abrieron del todo por encima de su hombro,
Jack se volvió para observar a Cat Lawson corriendo por el restaurante, con
las mejillas sonrojadas, el cabello alborotado por el viento y los ojos llenos de
preocupación.
—¿Estás bien? —Sebastian se interpuso en su camino cuando ella se
acercó. Jack ya se estaba levantando de su asiento. 346
Cat le lanzó a Sebastian una mirada sorprendida, sus ojos abriéndose
aún más a medida que lo observaba. Pareció quedarse muda por un segundo
antes de decir:
—¿Y quién eres tú, guapo?
Sebastian sonrió y abrió la boca para responder, pero Jack lo
interrumpió.
—Cat. —La agarró del brazo—. ¿Qué ocurre?
Cat desvió a regañadientes su mirada azul del chef a Jack.
—Estaba corriendo hacia mi auto y los vi aquí. Rápido, tenemos que
irnos. ¡Jess rompió fuente!
Jesucristo.
Jack hizo que los tres entraran en acción inmediatamente. Crearon un
pequeño alboroto al salir del restaurante, Jack queriendo darse prisa, pero no
queriendo apurar a Em. Mientras caminaban rápidamente por las tablas hacia
Main Street, Em le preguntó a Cat dónde estaba Joey.
—En clases de piano. Estaba en Antonio’s cuando llamó Coop. Primero
recogeré a Joey y nos reuniremos con ustedes en el hospital. —Se apresuró al
lado opuesto de la calle donde estaba estacionada la camioneta de Jack.
Deteniéndose en su Ford, gritó—: ¡Oye, Em!
—¿Sí? —respondió Em a medida que Jack abría la puerta del lado del
pasajero para ella.
—¿Quién era el alto sexy de allá atrás?
Emery sonrió.
—¡Sebastian Mercier!
—¿El chef?
—Señoritas —gruñó Jack con impaciencia.
—¡Sí! —Em lo ignoró—. ¿Te gusta?
—¡Tendría que estar muerta para no hacerlo! —gritó Cat antes de
subirse a su auto.
Jack puso los ojos en blanco, aunque disfrutó escuchar la risa de Em.
Una vez que la ayudó a subir a la camioneta, la rodeó y se metió a toda prisa
347
en el vehículo.
—Estás celoso —observó Em mientras salía a la calle.
—¿Cómo lo sabes?
¿Tendrían un pasado que Jack no conocía?
—Iris lo invitó a cenar hace unos meses. Estaba intentando tenderle
una cita con Ivy o conmigo. Claramente no salió bien.
Sus manos se apretaron alrededor del volante.
—Ah, ¿no? Estaba coqueteando contigo.
—No. Solo me sonrió.
—Te sonrojaste.
—Siempre me sonrojo cuando un hombre atractivo me sonríe. Tú lo
sabes.
—Supongo que pensé que solo era conmigo —murmuró, sintiéndose
extrañamente herido.
Ella no respondió.
Eso estaba empezando a doler como un maldito hijo de puta cuando
ella susurró:
—Jack, tu sonrisa hace más que sonrojarme.
A él le gustó eso. Mucho. Le habría gustado mucho más si Emery no
hubiera sonado desconsolada cuando lo dijo.

Cooper lo llamó de camino al hospital y pareció aliviado al saber que


Jack ya estaba yendo. Calmó su agitación, saber que Coop y él se llevaban bien
nuevamente como para querer a Jack a su lado para este gran momento.
Cuando llegaron, descubrieron que Bailey, Vaughn y Dahlia ya estaban
allí.
—Cat está recogiendo primero a Joey —le explicó Emery a Bailey—.
¿Dónde están Ivy y Michael?
—Michael está trabajando —respondió Dahlia.
348
—Ivy está cenando esta noche con sus padres y Jeff. —Bailey se pasó
una mano nerviosa por el cabello—. Es un gran asunto y no quería
interrumpir eso, pero más que eso, si le digo a Ivy, ella le dirá a Iris e Iris
vendrá aquí y… —Bailey se encogió de hombros, luciendo insegura—. Jess no
parece querer que mucha gente esté alrededor.
—Buena decisión —le aseguró Jack.
—Jack.
Miró por encima del hombro a medida que Coop avanzaba por el
pasillo, luciendo más que un poco preocupado. Jack corrió a su encuentro y,
para su sorpresa, Cooper lo abrazó y dio unos golpecitos en su espalda.
—¿Estás bien? —La voz de Jack sonó ronca.
El rostro de Cooper estaba tenso por la ansiedad, sus ojos
alarmantemente brillantes.
Maldición.
—Se la llevaron.
—¿Se la llevaron? Mierda, ¿por qué? —Jack podía sentir a sus amigos
rodeándolos.
Cooper dio un paso a un lado para dirigirse a todos. Parecía a punto de
vomitar.
—El bebé entró en sufrimiento fetal. Algo sobre desaceleraciones
tardías en su ritmo cardíaco. Algo de un retorno tardío a la frecuencia cardíaca
basal después de una contracción. Para resumir, el bebé no está recibiendo
suficiente oxígeno. Llevaron a Jess a cirugía.
—¿Una cesárea de emergencia? —Em dio un paso adelante para
agarrar la mano de Coop.
La apretó con fuerza y asintió.
—Coop, estará bien —le aseguró Emery, sonando bastante segura—.
Es lo mejor para Jess y tu hijo.
Algo en su tranquilidad pareció romper a Coop, y se apartó de ellos,
dándoles la espalda con una mano cubriendo su rostro mientras la otra
sostenía la de Em.
La emoción ahogó a Jack, al ver a su amigo tan preocupado y vulnerable.
349
Puso una mano en el hombro de Coop y apretó.
—Amigo, ¿puedo traerte algo?
Cooper negó con la cabeza.
—Simplemente no vayas a ningún lado —respondió con voz ronca.
La de Jack sonó igual.
—Nunca, Coop.

—Señor Lawson.
Todos y cada uno de ellos se dieron la vuelta para mirar al doctor
sonriéndole a Cooper.
Cooper salió disparado de la silla incómoda de la sala de espera.
—¿Están bien?
El médico sonrió.
—Tanto la madre como el bebé gozan de muy buena salud. ¿Le gustaría
conocer a su hijo?
El alivio y la alegría inundaron a Jack cuando vio a Cooper agachar la
cabeza con probablemente los mismos sentimientos multiplicados por cinco
millones. Cat, quien había estado sentada junto a Coop durante la última hora,
soltó un sollozo. Pareció sorprender muchísimo a Dahlia y Em, pero Jack había
conocido a Cat de toda la vida y sabía que era una gran blandengue bajo esa
fachada tan fresca como un pepino.
Joey se apartó de Em (su segunda persona favorita en el mundo) para
ir con su mamá.
—Ya vuelvo —soltó Coop por encima del hombro mientras seguía al
médico.
Una mano se deslizó en la de Jack y se giró para mirar a Em, quien se
había movido al asiento a su lado. Ella sonrió, sus ojos brillando de felicidad.
Y Jack se deshizo.
Había terminado con todos los juegos de mierda, intentando seducir
350
sigilosamente a la mujer que amaba para que aceptara hacer que lo que había
entre ellos fuera real y permanente. Cuando Emery diera a luz a su bebé, Jack
quería besarla hasta la locura en agradecimiento por darle el mejor regalo del
mundo.
Quería hacerlo sabiendo que irían a casa juntos con su hijo.
Criando a su hijo juntos en la misma casa, día tras día.
Hasta que la muerte los separe.
39
Jack
La luz irrumpió en la habitación, despertando a Jack al amanecer. Se
había olvidado de cerrar las cortinas cuando llevó a Em a su casa en la playa
la noche anterior. Para su alivio, Em no le pidió que se fuera. Dejó que él la
llevara arriba, la ayudara a desvestirse, e incluso dejó que la sostuviera
mientras se dormía, exhausta por los acontecimientos del día.
Les habían permitido ir de dos en dos para ver a Jess y al bebé.
Cooper tenía un hijo.
Era surrealista.
351
Pero jodidamente maravilloso viendo lo feliz que hacía a su amigo.
Jess y Cooper habían llamado a su hijo Tyler Joseph Lawson.
Aparentemente, el cordón umbilical se había enrollado alrededor del
cuello de Tyler, provocando la privación de oxígeno. Cuando Cooper les dijo
eso, Jack había presionado tanto a Em contra su costado que, probablemente
la estuvo apretando demasiado fuerte. Pero esa mierda era aterradora. La
idea de que le pasara a su pequeño asustó muchísimo a Jack.
En cuanto al tamaño de Tyler, era largo y grande con casi cuatro kilos.
No es de extrañar que Jess se hubiera sentido incómoda durante la mayor
parte del embarazo.
Al ver lo cansada que estaba Jess, se excusaron y prometieron que
regresarían por la mañana para visitarla, ya que Jess tendría que quedarse
hasta que el médico dijera que estaba bien para ser dada de alta.
Una Emery exhausta no había dicho mucho en la camioneta de camino
a casa, y Jack había sabido que no era el momento adecuado para hablar del
estado de su relación.
Girando la cabeza sobre la almohada, le dolió cada parte de él cuando
vio a Emery acostada a su lado. Dios, quería esto para el resto de su vida.
Despertando con ella.
La idea de perderlo… fue peor que cualquier dolor que Jack hubiera
experimentado en su vida.
Em había pateado el edredón durante la noche. Últimamente se había
puesto especialmente calurosa mientras dormía. Por eso la había ayudado a
ponerse una camisola y unos pantaloncillos para ir a la cama, a pesar de las
frescas temperaturas otoñales.
La camisola había subido por el estómago de Em, revelando el lindo
bulto pequeño del bebé. Incapaz de resistirse, Jack extendió la mano y la pasó
por encima. A veces, cuando tocaba el bulto, se sentía como un niño al que le
acababan de decir que Santa era real. Era asombroso, mágico, que hubiera un
bebé, una personita, creciendo dentro de Emery. Una personita hecha por él
y ella.
Jack esperaba que su hijo tuviera los ojos de Em. Sería una lástima que
Em no les transmitiera tanta belleza a sus hijos.
Hijos.
352
Jack quería más de uno.
Y los quería con Em.
Porque si no los tenía con ella, no los tendría en absoluto.
De repente, su mano, desprovista de los anillos de plata que él le había
ayudado a quitarse la noche anterior, cubrió la suya. Su mirada se desplazó de
su vientre a su cara. Estaba despierta, con una suave mirada dulce en su
rostro.
—Buenos días.
—Buenos días, solecito —susurró.
Ante sus palabras, Emery adoptó una mirada increíblemente hermosa
y tierna en sus ojos. Una mirada que no podía detener, no podía ocultar.
Una mirada que decía que ella lo amaba.
Y eso hizo que Jack soltara:
—Emery Saunders, estoy tan jodidamente enamorado de ti.
Sus ojos se abrieron del todo, cualquier somnolencia desapareciendo.
Luego se sentó, rápido, presa del pánico.
Jack también se incorporó, su corazón latiendo a kilómetros por hora.
—Estoy enamorado de ti —repitió, ahora que estaba ahí fuera—. He
estado enamorado de ti durante años.
Emery negó con la cabeza, sus mejillas estaban pálidas.
—No.
Esa sola palabra fue como recibir una maldita bala.
—¿No? —Jack apartó el edredón y saltó de la cama. Se paró sobre ella—
. ¿Qué demonios significa eso?
Ella lo miró fijamente, horrorizada.
No.
Estaba asustada.
Emery lo miraba como petrificada.
—¿Por qué? —Jack negó con la cabeza, sin entender—. Sabes que
somos maravillosos juntos. ¿Te estás conteniendo para castigarme?
353
—No. —Em se deslizó fuera de la cama, de modo que el mueble de
tamaño considerable actuó como un obstáculo entre ellos—. Pero teníamos
un acuerdo. Prometiste que el sexo no cambiaría nada.
—Un acuerdo que ambos sabíamos que era una mierda.
—Jack, no puedes amarme —espetó.
—Bueno, que puta mierda, porque lo hago. —Rodeó la cama y frunció
el ceño cuando se alejó de él. Jack dejó de moverse. Levantó las manos como
si estuviera lidiando con un animal asustado. Y lo entendía. Entendía todo lo
que ella le había dicho, que Emery estaba aterrorizada de volver a amar a
alguien otra vez. Pero ya lo estaba haciendo. Con sus chicas. Con Iris. Con Joey.
Con el bebé en su vientre. Y ya sea que quisiera admitirlo, con Jack.
—Sé que tienes miedo. Sé que personas que se suponía que te amaban
no te trataron como te merecías. Y sé que he cometido mis errores. Pero Em,
me conoces. Me conoces. Nos hemos conocido desde el momento en que
nuestras miradas se cruzaron en Cooper's hace nueve años.
Sostuvo su mirada, rogándole en silencio que le dijera que ella también
lo amaba.
En cambio, esos preciosos ojos suyos se llenaron de lágrimas y susurró:
—Jack, lo siento.
La agonía apretó su agarre terrible alrededor de su pecho, como un
demonio ardiente y cruel con garras feroces que no lo soltarían. Incapaz de
soportar mirarla, Jack se vistió rápidamente y se alejó de ella lo más rápido
posible antes de decir algo de lo que más tarde se arrepintiera.

354
40
Emery
Menos mal que Ivy había accedido a conducir.
De lo contrario, nunca habríamos llegado a Balance en Millton. De
hecho, fue una sorpresa para mí que los niños fueran capaces de alejar mi
mente de lo horrible que había sido la última semana.
—¿Duele? —preguntó Angeline, una niña de siete años cuya madre
estaba recibiendo tratamiento contra el cáncer, mientras veía mi barriga.
Había estado respondiendo sus preguntas sobre mi embarazo durante los
últimos cinco minutos. 355
Negué con la cabeza, con una sonrisa leve.
—No.
—¿Sientes que se mueve?
—A veces siento que tengo burbujas en la barriga, pero no sentiré que
el bebé se mueva realmente hasta dentro de algunas semanas.
—¿Cómo llegó allí?
Oh, mierda.
—¡Emery! —llamó Ivy mucho más alto de lo necesario ya que estaba
justo a mi lado—. Trae a Angeline. Casey aquí necesita un compañero de juego
de cartas.
Sabía que estaba intentando salvarme de las preguntas incómodas.
—¿Cartas? ¿Le estás enseñando a Casey a jugar a las cartas?
Casey era un niño travieso de ocho años que había tenido leucemia
infantil. Estaba en remisión, pero sus padres sentían que debía estar cerca de
otros niños que habían pasado por lo mismo o que tenían familiares que lo
hubieran hecho. Su experiencia cercana a la muerte lo había hecho un poco
más maduro que otros niños de su edad, y temían que estuviera luchando por
hacer amigos con los que pudiera conectar.
—Para ser exactos, póker —respondió Casey.
Hice una mueca a Ivy, quien sonrió tímidamente.
Cuando le conté de mis días como voluntaria en Balance, expresó su
interés en ser voluntaria conmigo. Sin embargo, no estaba segura si los padres
estarían felices de que convirtiéramos a sus hijos en expertos en las cartas.
Aun así, podría perdonarla.
Porque en el camino hacia aquí, me ayudó a comprender una realidad
que una mujer supuestamente inteligente como yo debería haber entendido
hace mucho tiempo.
—Entonces, ayer estuviste callada en lo de Jess —había dicho Ivy tan
pronto como subí a su auto esa mañana.
Jess estaba fuera del hospital, en casa y recuperándose de su cesárea.
Tyler, hasta el momento, estaba resultando ser un bebé angelical que dormía
la mayor parte del tiempo, y cuando estaba despierto, era tranquilo y
adorable. Ayer había sido el primer día en que Cooper salió de la casa para ir
356
al bar, sabiendo que todas las chicas estábamos allí para cuidar a Jess. Jess se
quejó de que estaba sofocándola.
Le contamos lo que habíamos presenciado en el hospital: la emoción y
el miedo evidentes de Cooper cuando la llevaron de urgencia para la cesárea.
Los ojos de Jess se iluminaron y murmuró algo acerca que después de todo lo
dejaría sofocarla.
—¿En serio? —respondí a la pregunta capciosa de Ivy.
Sabía que había estado callada.
Había estado callada porque Jack Devlin me había dicho que me amaba.
Que me había amado durante años. Y en lugar de euforia, me había sentido
paralizada por el miedo. Jack había salido furioso y, aparte de mensajes de
texto breves y tajantes para comprobar mi bienestar, no había vuelto a verlo
ni a saber nada de él desde entonces.
Una semana sin Jack.
Había sido miserable.
—¿Cómo van las cosas contigo y Jeff? —pregunté, intentando
distraerla.
Ivy me lanzó una sonrisa de suficiencia.
—Fantástico.
—Con toda la emoción de Jess, Cooper y Tyler, nunca pregunté cómo
fue en la cena con tus padres.
—Oh, mamá estuvo con su típica actitud mortificante, haciéndole
preguntas a Jeff sobre el matrimonio, los hijos y todos esos temas aterradores
y eternos que aún no hemos abordado.
Gemí en su nombre.
—Lo siento.
—Está bien. Jeff tiene un gran sentido del humor. Después de eso solo
nos reímos.
—Entonces, ¿aún lo estás tomando con calma?
Ivy soltó un pequeño resoplido de risa.
—Intentando. Sé que él lo está intentando.
—¿Qué significa eso? 357
—Significa que es intenso. No de mala manera —se apresuró a
tranquilizarme Ivy—. Conozco las señales de ser intenso en el mal sentido.
Solo quiero decir que, estamos intentando ir despacio, pero disfrutamos estar
cerca el uno del otro. A decir verdad, en serio nos encanta el sexo entre
nosotros. Y podemos hablar, Em. En realidad, hablamos de cosas. Cosas de las
que nunca pensé que sería capaz de hablar con un hombre.
—Ivy, eso es genial.
—Sí. Solo espero que no nos apresuremos demasiado. Parece que no
puedo evitarlo con él. —Sonrió, su sonrisa aún más hermosa por lo feliz que
se veía—. Es como enamorarse de un chico famoso realmente sexy, conocerlo,
hacer que él se enamore milagrosamente de ti y, aún más milagrosamente,
resulte ser el mejor hombre de la historia.
Eso me hizo sentir tan contenta por ella. Y tan contenta por él. Jeff se
merecía que alguien genial sintiera eso por él.
—Me alegro por los dos.
—No le digas a nadie que te dije todo esto. No quiero gafe.
—No lo haré —le prometí.
—Entonces, ¿tú y Jack? —preguntó enseguida.
Después de todo lo que Ivy me había confesado, tenía que confiar en
ella. Merecía que su confianza sea correspondida.
—Hemos estado teniendo sexo.
—Ah. De acuerdo.
—Mucho sexo. Se suponía que sería una cosa sin compromiso.
—Sí, porque ese tipo de arreglo tiene mucho sentido con el hombre
cuyo bebé estás esperando.
Ignoré su sarcasmo.
—Me dijo que me amaba. La mañana después del nacimiento de Tyler.
Y no lo dije de vuelta. No hemos hablado desde entonces.
—¿Por qué no lo dijiste de vuelta?
La pregunta del millón. Había tenido tiempo de pensar en ello la
semana pasada.
—Porque… Ivy, conoces mi pasado. Sabes lo que pasó cuando me atreví 358
a amar a alguien. Sobreviví a todo eso. Por Dios, sobreviví al desamor de mis
padres. Sobreviví a Tripp. Pero Jack. —La miré, la emoción brotando dentro
de mí—. Jack ha sido y siempre será la persona que más quiero en el mundo.
Y ya sé lo que se siente ser lastimada por él. Si me permito admitirlo ante él…
comenzar una relación real y luego él se da la vuelta y deja de amarme…
¿cómo sobrevivo a eso? Y ya no tengo que pensar solo en mí. Tengo a mi bebé.
No puedo desmoronarme por un corazón roto cuando tengo un hijo del que
soy responsable.
—¿Por qué Jack dejaría de amarte? —preguntó.
—Porque la gente deja de amarse todo el tiempo.
—Está bien. Entonces permíteme plantear otra pregunta. Digamos que
alejas a Jack porque estás aterrada de que te lastimen. No cambia el hecho de
que lo amas. Y luego finalmente se conformará con otra mujer ya que no
puede tenerte. Tendrás que dejar a tu hijo con Jack y esta otra mujer que te
ayudará a criarlo. Con Jack. ¿Cómo te hace sentir eso?
Cada vez que imaginaba eso hipotéticamente, mi pecho ardía como si
estuviera en llamas por dentro.
—Con el corazón roto —susurré.
—Entonces, veamos las matemáticas. Le dices a Jack que lo amas, creas
una verdadera familia juntos, y en algún momento a lo largo de los años,
puede haber un 0.1 por ciento de posibilidades de que Jack se desenamore de
ti y te rompa el corazón. O… dejas ir a Jack ahora. Él conoce a alguien más. Hay
un cien por ciento de posibilidades de que te rompa el corazón. No sé tú, pero
yo prefiero mucho más el porcentaje del primero.
—Ivy, ese 0.1 por ciento es demasiado generoso.
Me lanzó una sonrisa irónica.
—Em, ¿sabes de qué hemos estado hablando a tus espaldas durante
semanas?
Me puse rígida.
—¿Qué?
—Tú y Jack. Y cómo hace que nuestros estómagos se agiten solo con
presenciar la forma en que él te mira. —Ivy se abanicó cómicamente—. Em,
en serio. Si pensara por un segundo que Jeff me mira así, nunca lo dejaría salir
de la cama. Incluso Bailey, que tiene a Vaughn tratándola con su intensidad
ardiente todo el tiempo, dijo que ningún chico que haya conocido ha mirado 359
a una mujer como Jack te mira a ti.
La miré boquiabierta, con el corazón acelerado.
—¿Cómo me mira?
Me dio una sonrisa rápida, algo empañada en los ojos.
—Como si estuviera esperando para saltar frente a un auto en
movimiento por ti. O tomaría una bala para protegerte. Como si no pudiera
vivir sin ti.
Las lágrimas iluminaron mis propios ojos.
—Ivy.
—Como si tú fueras la razón por la que él existe. Em, es intenso. Pero
es un buen intenso. Nunca diría esto si no fuera en serio… pero deberías
decirle a Jack que lo amas y darle una oportunidad. Y qué si, hay una diminuta,
minúscula posibilidad de que no funcione entre ustedes. ¿Vale la pena perder
esa pequeña oportunidad de estar con un chico que te mira con tanto anhelo
que hace que me duela el corazón?
Tomé una respiración profunda y temblorosa.
Y supe que tenía razón.
Supe que, si dejaba escapar a Jack, lo lamentaría por el resto de mi vida.
—Maldita sea —resoplé—. Ahora realmente solo quiero encontrar a
Jack.
—Tómate un minuto, respira —aconsejó Ivy—. Iremos al grupo.
Puedes recomponerte y pensar en lo que quieres decirle cuando volvamos a
la ciudad.
Así que, ese fue el plan.
Y estuve hecha un desastre nervioso y distraído mientras pasábamos el
rato con los niños.
Dejando a Ivy para enseñar a Casey el solitario, que era una alternativa
mucho menos controvertida que el póker, me dirigí al otro lado de la
habitación hacia donde los niños estaban jugando un videojuego cuando sentí
una sensación dolorosa de opresión en el estómago. Fue como un calambre
menstrual.
A pesar de que mi corazón se aceleró ante la sensación, intenté
desestimarlo. Pero cuando di otro paso, experimenté otro apretón doloroso.
360
La preocupación me provocó un sofoco de pies a cabeza.
Disculpándome, me apresuré al baño y me encerré dentro de un cubículo. Mi
mente corrió hacia la peor razón posible para los calambres, y me desabotoné
los jeans.
Ahí en mi ropa interior estaba mi peor miedo. Algunas manchas de
sangre.
El terror rebotó a través de mí al mismo tiempo que otro calambre, y
dejé escapar un gemido pequeño.
—¿Em? —resonó la voz de Ivy en la habitación, y me di cuenta de que
me había seguido—. Em, ¿estás bien?
Me subí las bragas y los jeans, todo mi cuerpo temblando, y salí a toda
prisa del cubículo.
Una mirada a mi cara hizo que Ivy palideciera.
—¿Qué ocurre?
—Tenemos que ir al hospital.
41
Emery
Aún podía escuchar la voz de Ivy mientras llamaba a Jack. Lo había
llamado cuando salimos corriendo de Balance. Sus palabras resonaron en mi
cabeza.
—Jack, tienes que ir al Hartwell General. Voy a llevar a Em allí ahora
mismo. Tiene calambres… y sangra… lo sé —su voz se quebró un poco—, pero
me encargo de ella, ¿de acuerdo?
Me pregunté qué había dicho.
Pero no pregunté.
361
Estaba demasiado ocupada petrificada por perder a nuestro bebé.
Ivy debió haber roto todos los límites de velocidad para llevarnos a
Hartwell. Permaneció fría y calmada cuando llegamos al hospital, su voz
autoritaria mientras le explicaba a la enfermera de la sala de emergencias lo
que estaba mal.
Me llevaron a una habitación privada de inmediato. Cinco minutos
después, llegó la doctora Britt. Recordaba haber respondido a sus preguntas
como si estuviera en piloto automático. Me examinó. Realizó pruebas. Pero
fue como si estuviera fuera de mí. El miedo había causado algún tipo de
disociación. Miedo de que no solo perdería a este bebé… sino que, al perder a
mi bebé, también perdería a mi Jack.
Antes de que tuviera la oportunidad de tenerlo.
—Em, tu ritmo cardíaco es alto. Necesito que te calmes.
Acababa de terminar de decir esas palabras cuando apareció Jack,
cruzando la puerta a toda prisa. Verlo fue como una banda elástica
rompiéndose en mi nariz. Me sentí presente nuevamente. No menos aterrada,
pero presente.
Llegó a mi lado, agarrando mi mano entre las suyas.
—Solecito.
—Estás aquí —susurré, el alivio inundándome al sentir su mano firme
alrededor de la mía.
—Siempre lo estaré —prometió, su voz ronca.
—Justo a tiempo, papá —dijo la doctora Britt con una sonrisa en el
rostro—. El bebé está bien. La frecuencia cardíaca es normal.
—Pero…
—El sangrado simplemente fue un manchado. Y los calambres ocurren
a veces sin ninguna razón nefasta. Te encargarás de vigilar las cosas y
regresarás si sangras más, pero no me preocupa. Y no quiero que te preocupe.
El terror que se había estado acumulando dentro de mí se desató en un
ataque de sollozos.
Los brazos de Jack me rodearon, la cama hundiéndose cuando se
deslizó sobre ella para poder abrazarme lo más cerca posible.
—Shh, solecito, me estás matando —dijo con voz ronca—. Por favor,
362
por favor, Em, estás bien. Todos estamos bien.
—Les daré un momento —escuché decir a la doctora Britt.
Todos estábamos bien. Jack siguió susurrándolo una y otra vez hasta
que empecé a asimilarlo.
Tenía que decirle. Tenía que decírselo antes de que fuera demasiado
tarde.
—Jack. —Saqué mi cara de su garganta y estreché sus mejillas contra
las mías, sintiendo el cosquilleo de su barba en mis manos.
Sus ojos gris azulados brillaban con preocupación y amor, y mucho
más.
Lo vi.
Vi de lo que estaba hablando Ivy.
Dios, Jack Devlin me adoraba.
Y lo adoraba de igual manera.
—Esta mañana quería verte. —Moví mis manos a su garganta y bajé
por su camisa, apretando mis dedos con fuerza. Tenía miedo de que
desapareciera. Desapareciera antes de que tuviera la oportunidad de
decírselo—. Jack, yo también te amo. Te amo mucho más de lo que jamás
pensé que podía amar a alguien.
Sus brazos se apretaron a mi alrededor, la esperanza resplandeciendo
a través de su preocupación.
—Em, no lo digas solo porque nos asustamos por esto.
—No es eso. —Mis dedos se cerraron alrededor de su cuello,
atrayéndolo hacia mí de modo que su boca casi tocaba la mía—. Ivy me
preguntó cómo me sentía con la idea de ti con otra persona, criando a nuestro
hijo con una mujer sin rostro —espeté la palabra mujer y vi que los labios de
Jack se torcieron divertidos—. Quise darle un puñetazo. A la mujer hipotética.
No Ivy.
Ahora solo estaba sonriendo rotundamente.
—Esta mujer hipotética está en mucho peligro por ti.
—Jack, no estoy bromeando. Lamento haberte lastimado. —Mi cara se 363
arrugó cuando las lágrimas vinieron de nuevo—. Soy tan cobarde —sollocé—
. Lo siento mucho.
—Oye, oye. —Levantó mi barbilla—. No eres cobarde.
—Lo soy. Pensé que iba a perder a nuestro bebé y luego también te
perdería a ti.
La incredulidad llenó la expresión de Jack.
—Déjame aclarar una cosa. Pase lo que pase, no hay nada en este
mundo que pueda alejarme de ti. Mierda por Dios, Emery, ¿a estas jodidas
alturas no sabes que vivo por ti? No me importa lo que eso diga de mí. Así es
cómo me siento. Haces que la vida valga la pena y si me hubiera tomado diez,
treinta o cincuenta malditos años convencerte para que me dieras una
oportunidad, ese es el tiempo que habría esperado. Nunca habrá otra mujer
para mí. Nunca. No sería justo para ninguna mujer compartir mi vida con ellas
cuando te pertenezco plenamente.
Lágrimas nuevas cayeron por mis mejillas, pero estas fueron buenas.
Felices. Valientes.
—Nunca he amado a nadie como te amo a ti. He estado enamorada de
ti durante nueve años —admití, y él reaccionó abrazándome increíblemente
fuerte—. Jack, tampoco hay nadie más para mí. Nunca lo habrá.
Una amplia sonrisa exultante y sexy se dibujó en el rostro de Jack.
—Entonces, ¿vamos a hacer esto? ¿Vamos a ser una verdadera familia?
Su alegría y entusiasmo fueron contagiosos.
—Sí —prometí.
—Maldita sea, ¡ya era hora! —oí gritar a Ivy desde fuera de las puertas.
Me reí y Jack tomó mi cara entre sus manos, observándome.
—Dios, espero que nuestro hijo herede tus ojos y tu risa.
No tuve la oportunidad de responder.
Jack estaba demasiado ocupado besándome.
Un profundo beso tierno que supo como una promesa.

364
Epílogo
Emery
Despertar a mi esposo haciéndole el amor era una de mis cosas
favoritas en el mundo. Y considerando que me había despertado una hora
antes de que sonara la alarma, aproveché esta situación fortuita.
Si bien finalmente renuncié al control de la cafetería en la librería y
contraté a un empleado de tiempo completo para que me ayudara, la carga de
trabajo de Jack solo había aumentado. Al entrar en el negocio con Cooper y
hacerse cargo de Germaine's, un club en Main Street que se había puesto en
venta hace seis meses, significaba que él y Jack estaban enterrados en el
trabajo. Habían decidido que el club necesitaba una reforma y lo habían
365
cerrado para renovaciones. Entre sus otros negocios, eso significaba que ni
Jess ni yo habíamos visto mucho a nuestros esposos últimamente.
Lo entendíamos.
Los apoyábamos.
Pero echaba de menos a Jack.
Compartí esto en los besos que arrastré por su pecho. Lamí su pezón y
lo sentí moverse con un gemido ligero. Deslizando mi mano dentro de los
pantalones de su pijama, lo agarré y se endureció a medida que besaba mi
camino por sus abdominales.
—Solecito —gruñó.
Lo miré y vi el sueño en sus ojos desvanecido por el calor.
—Sube aquí.
Hice lo que me dijo. Pero primero, tiré de los pantalones de su pijama
lo suficiente para tener acceso. Entonces, subí sobre él.
Ya estaba desnuda.
A horcajadas sobre Jack, presioné mis pechos contra él, meciéndome a
medida que nuestros labios se encontraban. Deslizó su mano en mi cabello,
empuñándolo para sostenerme contra él mientras me besaba con avidez.
Sintiéndolo listo, había estado lista desde que me desperté y comencé a
comérmelo con los ojos, moví mis caderas hasta que estuvo justo donde lo
quería y me hundí sobre él.
Cuando Jack entró en mi cuerpo, ambos gemimos, rompiendo el beso.
Apoyé mis manos en su pecho, mirándolo con amor, ardientemente a
los ojos a medida que lo montaba.
Jack aferró mis caderas, observándome con profunda satisfacción
masculina. Nuestros jadeos fueron deliberadamente restringidos, mis gritos
ahogados en mi garganta mientras la tensión se acumulaba en mi vientre.
—Em —gimió Jack, sus manos moviéndose hacia mi trasero—. Mierda.
—Shh —le recordé.
Se incorporó en respuesta, cambiando el ángulo de sus embestidas y
capturando mis gritos de placer en su boca. Envolviendo mis brazos alrededor
de sus hombros a medida que me atraía hacia él, besándome duro, profundo, 366
nuestras bocas luchando por mantenerse juntas mientras lo montaba, gemí
impotente contra él.
Echaba de menos poder gritar su nombre cuando me corría, y sabía que
él también lo echaba de menos.
Su mano se movió entre nosotros, su pulgar presionando mi clítoris.
—Estoy cerca, solecito. Te necesito conmigo.
Hizo rodar su pulgar sobre el manojo de nervios entre mis piernas y
estrellé mi boca contra la suya para que pudiera tragarse el sonido de mi
clímax. Entonces estaba devorando sus gruñidos de liberación. Pulsó dentro
de mí a medida que mi sexo palpitante lo exprimió hasta dejarlo seco.
—Mierda —murmuró, presionando besos por mi barbilla, mi garganta.
Arqueé mi cuello, suspirando felizmente cuando capturó un pezón tenso en
su boca y chupó.
—Jack… —Me mecí de nuevo contra él, mis dedos enroscándose en su
cabello en la nuca.
—Nena…
—¡Papi!
Jack soltó mi pezón y presionó su frente contra mi pecho.
—¡Mami!
—Yo iré —susurré.
Jack levantó la cabeza.
—Está bien. —Me dio un apretón.
—No, no tienes que levantarte hasta dentro de media hora. Duerme. —
Lo presioné suavemente contra el colchón mientras me levantaba de él.
Apretó la mandíbula y gruñó cuando me perdió.
—Maldita sea, extraño mis mañanas 3.
—Estoy aquí. —Le sonreí a medida que salía de la cama.
Pude sentir sus ojos en mi trasero cuando crucé la habitación hacia
donde había arrojado mi camisón.
—Em, sabes lo que quiero decir —murmuró.
Dándome la vuelta, me puse la bata justo cuando nuestra hija gritó de
nuevo por mí. Sabíamos por su tono que no era urgente, que no estaba herida.
367
Solo estaba lista para levantarse y enfrentar el día.
—Estás poniendo en marcha un negocio. Toma tiempo.
—No vale la pena perder el tiempo con mis dos chicas favoritas. Es la
primera vez que hacemos el amor en tres semanas.
Lo sabía.
Estaba contando.
—Hablaremos más tarde de esto. —Le lancé una sonrisa
tranquilizadora y salí de la habitación a toda prisa.
Cuando estábamos decidiendo dónde criaríamos a nuestra hija, nos
decidimos por la casa de la playa, aunque la casa de Jack en South Hartwell
era más grande. Le dije a Jack que continuara con la venta y, mientras estaba
en ello, que también vendiera su lugar en North Hartwell.
A pesar de tener solo tres dormitorios, la casa de la playa estaba en la
ubicación perfecta.

3Juego de palabras: I miss my sunrise. “Sunrise” puede ser amanecer, mañanas, salida del sol. Y es
el apodo que le tiene al personaje de Em, por eso responde diciendo “Estoy aquí”.
Afortunadamente, también tenía terreno a ambos lados porque
necesitaríamos construir una adición. Y no quería mudarme.
Apresurándome por el pasillo, entré en la habitación de Tabitha.
Nuestra hija cumpliría cuatro años dentro de tres meses. Sin embargo,
primero, su archienemigo, Tyler Joseph Lawson, cumplía hoy cuatro.
Teníamos tantas esperanzas de que esos dos se llevaran bien.
Pero peleaban como perros y gatos, y lo habían hecho desde que podían
caminar.
El problema era que ambos eran demasiado mandones para su propio
bien.
Parecía que mi hija había heredado la insolencia de su abuela.
A pesar de nuestras diferencias, me hacía sonreír pensar en mi abuela
mirándonos desde arriba y sintiéndose engreída de haberle pasado algunos
de sus rasgos a su bisnieta.
Tabby estaba sentada en el suelo del dormitorio que su padre había
trabajado con esmerada atención al detalle para armar. Había construido
estanterías personalizadas para todos sus libros y juguetes. Incluso su cama
368
fue construida a medida por Jack y su antiguo jefe Ray. Tenía almacenamiento
debajo para más juguetes. Un armario anticuado que Jack había lijado y vuelto
a pintar estaba en la esquina, lleno con más ropa de la que cualquier niño
necesitaba, al igual que la cómoda a juego.
Rodeando a nuestra hija en el piso alfombrado estaban sus peluches y
muñecas.
—Vamos a desayunar —anunció con su linda y aguda vocecita
mientras señalaba a sus compañeros de juguete—. Y me dio hambre de
verdad.
Mis labios se crisparon.
—¿En serio?
Me dio una mirada que decía «bueno, sí» que me recordó mucho a su
padre. Tabby era una maravillosa mezcla de ambos: era una versión en
miniatura de mí en apariencia, pero tenía los gestos y el sentido del humor de
su padre.
Y su apetito.
—Entonces, vamos. —Me agaché, la sujeté por debajo de los brazos y
levanté a Tabby. Me sorprendía cómo un día era esa cosita pequeñita, y ahora
tenía los brazos y los hombros tonificados de tanto llevarla a todas partes.
Envolvió sus piernitas alrededor de mí tanto como pudo y se aferró a mi
cuello.
Enterrando su rostro en mi garganta, me besó y susurró:
—Buenos días, mami.
El amor, el tipo de amor del que ni siquiera sabía que era capaz o que
existía en este mundo, me llenó. Amaba a Jack. Sabía sin vergüenza al
admitirlo que perdería algo esencial para mi existencia si lo perdía a él. Pero
el amor que tenía por nuestra hija era tan gigantesco, tan consumidor, que no
había palabras para describirlo. O la forma en que llenaba todo mi ser hasta
el punto de ser doloroso. Como si fuera incapaz de contener su tamaño. Vivía
en este lugar constante e indescriptible de alegría pura de que ella existiera y
terror puro de que algo pudiera dañarla algún día.
Sabía que Jack sentía lo mismo porque habíamos hablado de ello desde
el momento en que entró en este mundo.
—Buenos días, bebé —le respondí a medida que la cargaba escaleras
369
abajo—. ¿Qué quieres para desayunar?
Así comenzó la conversación habitual de veinte minutos en la que
Tabby no lograba decidirse.
Finalmente nos decidimos por panqueques de arándanos cuando Jack
entró en la cocina. Se había puesto una camiseta con los pantalones del
pijama, pero aún tenía el cabello alborotado por el sexo. Me estremecí,
deseando haber tenido tiempo para más.
—¡Buenos días, papi! —gritó Tabby desde su asiento en la mesa. Le
encantaba sentarse con los adultos, así que le habíamos puesto un asiento
elevado en una de las sillas del comedor.
Jack sonrió y la levantó en sus brazos para abrazarla y besarla.
—¿Así es cómo vas a peinarte para la fiesta de Ty? —se burló de ella.
Su cabello rubio blanquecino parecía una nube de seda enredada
alrededor de su rostro.
Ella arrugó la nariz.
—¡No!
Jack se rio entre dientes.
—¿Por qué no? Es lindo.
—¿Tengo que ir? —Tabby hizo un puchero.
En serio. Esos niños. Jack y yo compartimos una mirada antes de que le
diera un apretón a Tabby y la devolviera a su silla.
—Tyler es importante para nosotros. También para ti. Incluso si no se
llevan bien todo el tiempo. ¿Te gustaría que se perdiera tu cumpleaños?
—Ah… sí.
Lo dijo como si tuviera cuarenta años, obligándome a contener la risa.
El pobre Jack también luchó por no reírse.
—Pequeña, eso no es muy amable. Es Ty-Ty. Amamos a Ty.
—Le dije que no quería darle un regalo por su pumpleaños y me dijo…
—Tabby se giró en su asiento para dirigir la conversación también hacia mí—
, me dijo que envolvería la caca de su perro Louis y me la daría para mi
pumpleaños. 370
Guau. Su mini guerra se estaba poniendo colorida.
—Le dije —continuó, ahora jadeando, su voz cada vez más fuerte—, ¡le
dije, le dije que es estúpido porque yo haría lo mismo pero no se lo diría!
¡Arruinó la sorpresa de caca! —Gesticuló su exasperación con un acentuado
estiramiento de sus brazos.
—Por muy cierto que sea, no llamamos estúpidos a las personas. —Jack
se puso en cuclillas y le revolvió el cabello antes de dirigirse hacia mí.
Llevaba una sonrisa sexy y perezosa que se amplió cuando escuchamos
a Tabby murmurar:
—Entonces, las personas estúpidas no deberían ser estúpidas si no
quieren que las llamen estúpidas.
Puse los ojos en blanco mientras Jack envolvía sus brazos alrededor de
mí, alejándome de los panqueques.
—Ella tiene un punto —murmuró contra mi boca antes de tomarla en
un beso de buenos días muy, muy agradable.
—Puaj. —La voz de Tabby nos interrumpió.
Me reí contra la boca de Jack y me alejé.
—Creo que es seguro decir que no heredó mi naturaleza romántica.
Mi esposo se rio entre dientes antes de presionar un beso dulce en mi
nariz. Me soltó y luego me empujó suavemente hacia la mesa.
—Ve, yo terminaré. —Se movió hacia el panqueque que estaba a
segundos de quemarse y lo volteó expertamente.
Me quejé por lo bajo porque no podía hacer esa cosa de voltearlos en el
aire, pero me acerqué a Tabby para explicarle qué era una tregua y por qué
necesitaba promulgar hoy una con Tyler.

—Sigo pensando que crecerán y se enamorarán —brindó Bailey.


Jess y yo la miramos con incredulidad antes de volver nuestra atención
a nuestros hijos.
La fiesta de cumpleaños de Tyler estaba en marcha en el amplio patio
trasero de Jess y Cooper. Habían contratado a un mago disfrazado de Iron
371
Man. Jess y Cooper habían hablado con Tyler sobre comportarse con Tabby, y
no hubo peleas cuando los niños se congregaron alrededor del artista.
Sin embargo, tuvieron caras malhumoradas y se lanzaban miradas de
muerte de vez en cuando.
—Se los digo —insistió Bailey—. Son como una versión infantil de
Vaughn y yo cuando nos conocimos.
—Ya veremos —murmuré con incertidumbre. Aún tenía en mente esa
historia preocupante del regalo de la caca.
—¿Dónde está Vaughn? —preguntó Ivy, sus ojos buscando en el patio
trasero.
—Él y Michael están poniendo a Lily y Jenna a dormir la siesta. —
Sacudió la cabeza hacia la casa.
Lillian Tremaine, o Lily, era la hija de trece meses de Bailey y Vaughn.
Le pusieron el nombre de la amada madre de Vaughn que murió cuando él era
joven. Jenna era la hija de dieciséis meses de Dahlia y Michael. Por ahora,
estábamos rodeados de chicas.
A los hombres no parecía importarles.
Todos eran un montón de padres cariñosos y protectores.
—Mimosa, señoras. —Dahlia cruzó el patio hasta donde nos
acurrucábamos a la sombra. En sus manos había una bandeja de copas largas
llenas de jugo de naranja y champán.
Bailey tomó dos, pasándole una a Jess, quien la rechazó. Su mirada
estaba firmemente enfocada en los niños y el mago. Todos los padres de los
niños estaban presentes, así que no es que no tuviéramos un ojo en las cosas,
pero esa era Jess. Y era excelente en la multitarea, lo que significaba que aún
podía disfrutar de una conversación con nosotras mientras vigilaba a los
niños.
Ivy tomó una copa, su sencillo anillo de compromiso y su anillo de
bodas resplandeciendo a la luz del sol.
—Em. —Dahlia me tendió una copa.
La rechacé.
—Demasiado temprano para mí. —Mis ojos se movieron por el patio,
sintiendo la atención de alguien en mí.
Jack.
372
Estaba de pie con Cooper, pero me miraba a mí.
Sus ojos se entrecerraron, pensando.
Le di una sonrisa coqueta, y él sonrió.
—Extraño a Coop —anunció Jess abruptamente, con los ojos aún en
Tyler y los niños.
—¿Por qué lo dices? —Bailey frunció el ceño.
Jess me lanzó una mirada.
—Estoy segura de que Em lo sabe. Apenas he visto a Cooper durante el
último mes.
—Sí —coincidí—. Pero sabíamos que poner en marcha un negocio
tomaría mucho tiempo.
—Sí, lo sabíamos. Y los apoyo. Pero si no recupero a mi esposo pronto,
no estaré muy feliz.
—¿Has hablado con él al respecto? —Ivy frunció el ceño.
—¿Molestas a Jeff por trabajar demasiadas horas? —preguntó Jess
deliberadamente.
—No. Sabía en lo que me estaba metiendo cuando me casé con él.
—Exactamente. Apoyas a tus cónyuges en todos sus esfuerzos —se
quejó.
Me reí de su malhumor.
Esa risa fue interrumpida abruptamente por:
—Estoy embarazada otra vez. Tengo treinta y nueve. Tuve
complicaciones con mi último embarazo, y Cooper y yo lo discutimos. Se
suponía que Tyler sería hijo único. —Jess nos dirigió una mirada
preocupada—. No lo sabe. Tengo miedo de que se enfade. Y lo necesito.
—Oh, Dios mío, Jess, tienes que decírselo. —Bailey apretó su hombro—
. Y felicidades.
Todos fuimos a felicitarla, pero ella nos hizo callar.
—Él sabe que pasa algo. Está enojado conmigo por estar distante.
Tuvimos una gran pelea esta mañana en la cama. —Enterró su rostro entre 373
sus manos.
Quería hablar.
Quería ofrecerle garantías.
Pero no podía creer lo que estaba escuchando.
Todo lo que podía pensar era… lo extrañamente sincronizadas que
estábamos.
Mi ritmo cardíaco aumentó.
—Uh, Jess… —intentó advertir Ivy.
Sin embargo, habiendo visto a su esposa visiblemente angustiada,
Cooper ya estaba marchando con determinación por el patio en nuestra
dirección con Jack a su espalda.
—Señoras —saludó Coop cuando la cabeza de Jess se levantó de golpe
al escuchar su voz—, ¿pueden cuidar a los niños por un minuto?
—Por supuesto.
—Seguro.
—Absolutamente.
Cooper tomó la mano de Jess, levantándola de la tumbona.
Desaparecieron en la casa, tomados de la mano.
—¿Dónde está Cat? —preguntó Bailey, intentando calmar la tensión y
preocupación repentina entre nosotros.
—Viene tarde. —Dahlia puso los ojos en blanco—. Jess dijo que Cat ha
sido evasiva con la fiesta desde que escuchó que Seb recibió una invitación.
Seb, como en Sebastian.
—Él tampoco está aquí —observé.
—¿Cuándo esos dos van a sacar la cabeza de sus traseros? —murmuró
Bailey secamente.
—A veces lleva tiempo —respondí, sonriendo a Jack—. A nosotros nos
llevó nueve años.
—Oh Dios, no puedo soportar un drama de Cat-y-Seb de nueve años. Ni
hablar, no hay forma. —Bailey tomó un sorbo de su mimosa—. Puede que
tenga que intervenir. 374
—Tienes una hija —le recordó Dahlia—. Una niña que necesita a su
madre para estar viva. Y si intervienes, Cat Lawson te matará. Eres ruda. Pero
ella es más dura.
—Cierto —murmuró Ivy.
—¿Dónde está Jeff? —pregunté a mi amiga antes de que Bailey pudiera
actuar ante la mirada que le estaba lanzando a Dahlia, quien solo empeoró las
cosas al reírse contra su bebida.
—Trabajando. Estará aquí después de la fiesta de los niños para la
barbacoa.
—Podría con Cat —resopló Bailey.
—¿Podrías conmigo en qué?
Nos volteamos para ver a Cat bajando los escalones con un regalo de
cumpleaños en la mano. Joey estaba notablemente ausente. Ahora era un
adolescente, uno que parecía un Cooper en miniatura, y el tipo de adolescente
que podía hacerse amigo de cualquiera. Salía con niños de todas las camarillas
diferentes, lo que significaba que siempre estaba en movimiento haciendo
algo.
O saliendo con alguien.
Una vez que me casé con Jack, Joey pasó a buscar chicas de su misma
edad.
—En nada —respondió Bailey rápidamente.
—Dame una copa de eso —resopló Cat, señalando las mimosas—. Mi
hermano me deprime jodidamente. Es la fiesta de cumpleaños número cuatro
de su hijo, y él y su esposa no pueden quitarse las manos de encima ni siquiera
para eso.
Mis labios se torcieron ante su mirada de disgusto fingido.
—Lo están haciendo en el baño. —Su sonrisa se volvió malvada—. Es
decir, lo estaban haciendo. Hasta que golpeé la puerta y les dije que estaba
llamando a la policía por indecencia pública.
Nos reímos, pero mi risa murió cuando vi a Cat recorrer el patio trasero
como si estuviera buscando a alguien.
—No está aquí —le dije.
Se encogió de hombros. 375
—¿Quién no está aquí?
Dejándola hacer las cosas a su manera, me quedé en silencio cuando se
dispuso a cruzar el patio hacia su sobrino.
—Se los digo, pasarán otros nueve años a menos que intervenga —
murmuró Bailey.
—¿Intervenir en qué? —preguntó Vaughn.
Nos volteamos para verlo a él y a Michael bajando los escalones hacia
nosotras, con las niñas en sus brazos.
—¿Pensé que estaban durmiendo la siesta? —dijo Bailey a medida que
alcanzaba a Lily.
Él sostuvo a su hija más cerca.
—Yo me encargo —le aseguró.
Dahlia alcanzó la mano libre de Michael. Jenna estaba acurrucada en su
otro brazo, su cabeza descansando somnolienta en su hombro.
—Eh… no creo que Coop y Jess supieran que estábamos en la casa. —
Los labios de Vaughn se crisparon—. Pensamos que era mejor darles un poco
de privacidad.
—Jess está embarazada —explicó Bailey.
—Así escuchamos. Hubo algunos gritos… pero Coop al final parece
estar tomando muy bien la noticia —murmuró Michael.
—No sé por qué —dijo Dahlia—. Su embarazo fue el peor.
Le lanzamos miradas de reprobación y ella nos fulminó con la mirada.
—Uf, por favor, como si todos ustedes no hubieran estado asustados
por ella cuando estuvo embarazada por primera vez.
Nos quejamos. Pero era cierto.
—Otro bebé. —Ivy hizo una mueca—. Esto solo va a hacer que Jeff se
ponga tan melancólico.
—¿Pensé que querías hijos? —Bails frunció el ceño confundida.
—Sí, los quiero. Y sé que deberíamos empezar pronto. —Se encogió de
hombros—. Pero mierda, estoy disfrutando mi tiempo a solas con el sheriff.
376
Me gusta bastante poder tener sexo con él cuando me da la gana.
Jack y yo compartimos una mirada, y supe que ambos estábamos
pensando en esta mañana y en el hecho de que era la primera vez que
teníamos sexo en tres semanas. En el gran esquema de las cosas no era una
gran cantidad de tiempo, pero era inusual para nosotros.
Últimamente había estado tan exhausto.
Y yo… bueno… tenía muchas cosas en la cabeza.
Un poco más tarde, Cooper y Jess regresaron al patio trasero luciendo
desaliñados y satisfechos consigo mismos. Explicaron que querían mantener
el embarazo solo entre nosotros para no quitarle el gran día a Tyler. Así que,
no hicimos un gran alboroto al felicitarlos, pero ya estaba en la luna por mi
amiga. Y en realidad, de verdad esperaba que su segundo embarazo fuera más
fácil que el primero.
—¿Podemos hablar? —susurró Jack en mi oído, su mano cerrándose
alrededor de mi muñeca.
Asentí, al escuchar la seriedad en su tono. Nos disculpamos,
dirigiéndonos a la casa. Jack me llevó escaleras arriba a la habitación de Tyler
y cerró la puerta detrás de nosotros.
—¿Qué está pasando? —pregunté.
Apoyó las manos en las caderas, su expresión ilegible.
—¿Cuándo planeabas decírmelo?
Parpadeé confundida.
—¿Sobre Jess?
—No. —Su expresión se suavizó—. No, solecito, sobre ti.
La luz del conocimiento en sus ojos me tomó completamente por
sorpresa.
—¿Cómo lo sabes?
—Disfruto tener sexo con mi esposa, así que tiendo a llevar un registro
de tu período. Y luego te vi rechazando esa mimosa…
Una sonrisa empujó mis labios antes de que pudiera detenerla. La 377
emoción se desplegó en mi vientre.
—Aún no he ido a ver a Jess, pero me hice dos pruebas. Ambas
positivas.
La palabra «positivas» apenas había salido de mi boca cuando estaba
en los brazos de mi esposo a medida que me besaba hasta dejarme sin
cordura. Sus grandes manos fueron a mi estómago mientras nos besábamos.
Luego se separó bruscamente.
—Cooper y yo necesitamos encontrar una manera de hacer negocios
sin perder tanto tiempo con nuestras familias.
—Sí —coincidí.
—Pero ahora mismo, vamos a pedirles a nuestros amigos que cuiden a
Tabby de modo que pueda llevarte a casa y celebrar nuestra jodidamente
fantástica noticia en la cama.
Mis muslos temblaron ante el mero pensamiento.
—¿En serio? ¿Podemos hacer eso?
—Maldita sea, sí. Les diremos por qué.
—¿Deberíamos hacerlo?
—De todos modos lo sabrán muy pronto.
Jack agarró mi mano y me apresuró a salir del dormitorio y bajar las
escaleras. Afortunadamente, nuestros amigos más cercanos aún estaban
acurrucados, aunque ahora Cooper estaba cargando a la bebé Lily.
Ivy echó un vistazo a nuestras caras y frunció el ceño.
—¿Qué está pasando?
Mis ojos volaron a los de Jess.
—Bueno… acabo de contarle mis noticias a Jack. Parece que tú y yo
volveremos a ser compañeras de embarazo. —Dije esto con un poco de
cautela porque no quería robar el centro de atención y también recordaba lo
bien que lo había pasado con mi embarazo con Tabby en comparación con el
de Jess con Tyler.
Jess apenas contuvo su chillido cuando nuestros amigos intentaron
bajar la voz y su sorpresa.
—No puedo creer esto. 378
—¡Lo sé! —Moví mi pulgar entre Coop y Jack—. Es como si estos dos
no pudieran hacer nada si no es juntos.
Los dos mejores amigos hicieron una mueca ante mi broma mientras
Vaughn y Michael se burlaban de ellos.
—Suficiente —dijo Jack, quitándoselos de encima—. ¿Les importaría
cuidar a Tabby durante una hora?
Cada uno de ellos tuvo un brillo de complicidad en sus ojos.
—Vayan. —Cooper suspiró—. Al menos uno de nosotros debería
intentar algo mejor que un rapidito en el baño.
Jess golpeó su brazo a medida que me sonrojaba como una remolacha.
Esto solo hizo que Jack soltara una carcajada. Estaba a punto de rescindir mi
capitulación para copular cuando me tomó de la mano abruptamente y me
arrastró por el patio lateral hasta la salida.
—¿Y Tabby? —susurré con casi exasperación cuando escuché a
nuestros amigos riéndose detrás de nosotros.
—Em, ni siquiera se dará cuenta de que nos hemos ido.
Esto probablemente era cierto.
—Una hora —le recordé mientras me ayudaba a subir a su camioneta.
Jack me dedicó esa malvada sonrisa diabólica suya que me había dejado
embarazada de nuevo en primer lugar.

Nos tomamos más de una hora.


De hecho, Jack se tomó su dulce tiempo haciéndome el amor durante
dos maravillosas horas esa tarde.
Después, volvimos a la fiesta y descubrimos que Tabby no se había
dado cuenta de que nos habíamos ido porque la tregua entre Tyler y ella había
terminado, y ahora estaba envuelta en su mini guerra. Jess me aseguró que Ty
empezó diciéndole a Tabby que su vestido era feo y que no la quería en la
fiesta.
A diferencia de otras niñas pequeñas que podrían llorar por esto, Tabby
379
le había dicho que «podía meterse su fiesta donde no brillaba el sol».
Culpaba a Jack por eso.
Jess dijo que era difícil reprenderla cuando la mayoría de los adultos se
estaban ahogando con la risa.
Cuando los otros niños se fueron a casa, dejando solo a los amigos más
cercanos de los Lawson en la barbacoa, Ty y Tabby se calmaron una vez que
tuvieron el foco de atención en Iris e Ira. Los Green podrían no haber sido de
la familia de sangre, pero definitivamente eran unos abuelos cariñosos con
nuestros hijos.
Fue una noche espléndida.
Tabby se durmió en el auto, y me complació ver a Jack llevarla a la cama.
Se veía tan pequeña en sus brazos. Verlos juntos siempre hacía que me doliera
el pecho con amor.
Estaba en nuestra habitación desvistiéndome cuando Jack entró y cerró
la puerta de la habitación con propósito. Había una ternura abrasadora en sus
ojos que conocía bien.
Esperé mientras se acercaba a mí y apoyé las manos en su pecho. Me
tomó la cara entre sus cálidas palmas ásperas.
—Solecito, me lo has dado todo.
—Cariño, el sentimiento es mutuo.
—¿Sabes lo mucho que te amo? —preguntó, su voz ronca, su mirada
buscando en mi rostro la respuesta que ya sabía.
—Sí, lo sé. —Lo miré con todo el amor y la confianza que tenía dentro
de mí—. Es la mayor verdad que he conocido.

380
Sobre la autora

381
Samantha Young es una ratón de biblioteca escocesa cuyo sueño de
tener una carrera como escritora se hizo realidad. Gracias a los lectores, sus
libros han llegado a las listas de los más vendidos del New York Times, USA
Today y Wall Street Journal y varios de sus libros han sido nominados para
los Premios Goodreads Choice. Escribe romance adulto contemporáneo y
paranormal, YA fantasía urbana y YA ficción contemporánea. Actualmente
publicada en 28 idiomas en 30 países, Samantha es una de las autoras más
vendidas a nivel internacional.

Hart's Boardwalk:
1. The One Real Thing
2. Every Little Thing
3. On Hart’s Boardwalk
4. Things We Never Said
5. The Truest Thing
Créditos
Moderación
LizC

Traducción
LizC y Lyla

Corrección, recopilación y revisión


Imma Marques y LizC
382

Diseño
Bruja_Luna_
383

También podría gustarte