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Teoría de Género (5to año)


Edwin Arturo Jaila Quispe

al y como señalaba en el 2017 la, en ese entonces, viceministra de la mujer Russela Zapata, si de algo

T se caracteriza la lucha contra la desigualdad de género en el Perú es de que “adolece” de una


naturaleza oscilante entre el progreso y el retroceso. Esto, solo reafirmaría un posible “estancamiento”
dentro del sistema sexo-género como matriz que construye y configura el accionar y los discursos en contra
de la ansiada igualdad. El sistema hegemonizante, el “marco”, en el que se circunscribe accionar y
pensamiento, en este caso, político del ser es insoslayable desde un punto de vista de la igualdad de género y,
en el Perú, pareciera incluso “inamovible”, haciendo que una posible subversión contra el mismo sea parte de
un discurso ficticio por, justamente, esta naturaleza de “subibaja” en la lucha por una democracia más
incluyente en donde, al no haber una movilidad positiva, se llega siempre a lo mismo, a un sistema donde la
dominación masculina otorga una única forma de hacer y ejercer política. Ahora, pareciera paradójico, pero,
incluso, ese vaivén que personificaba la lucha por la igualdad, específicamente en la participación política,
hace unos años atrás, ofrecía aun un “estar” dentro de un sistema, pero con indicativos de cambio; la pandemia
de estos últimos años, por otro lado, lejos de explotar ese lado humano –y, con ello, igualitario-, que un inicio
parecía asomar; trágicamente en países como en el Perú, solo mostró al final el verdadero rostro de las
personas, agudizando aún más diversos tipos de violencia en la sociedad, en donde la principal víctima fue
siempre la mujer. Pero, y a todo esto, lo más alarmante en cuanto a la violencia, dentro de un sistema-sexo en
el Perú, que sufre la mujer en su participación política -o el intento de este-, es que esta violencia no es visible
(incluso, epistemológicamente dentro de este sistema, no considerada como tal) a diferencia de otros tipos
(física, sexual) cuando, por ejemplo, Zapata menciona el “acoso político”, entendido como la desacreditación
del accionar político de la mujer por parte de los hombres que, ya siendo esta participación disminuida por el
sistema-sexo, la merma aún más dicho marco, silenciandola e invisibilizándola.

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