Está en la página 1de 11

El Curso de la Herida

Profesora Adjunta Cintia Rolón

Se sienta a la mesa y escribe.

137

Hay preguntas entreveradas en medio de archivos, audios, videos. Argumentos-


llamadas, flotando en algunas nubes, surfeando por el campus virtual. Un caudal
incesante de textos propulsa esta cursada. Textos que ofician plataformas de
despegues. Que van delineando enclaves en los que anidan debates por-venir.

La premura se infiltra de a oleadas en y entre las conexiones virtuales. Pulsa


velocidades inauditas. Coagula temporalidades en un presente continuo.

Premura: tempo de la urgencia.

Tempo: notación inicial que en cualquier partitura, indica en cuales velocidades


interpretar la obra musical en cuestión.

Lo urgente: cita universitaria que baliza modos de estar en común contemporáneos.

Estancias en común: remansos de escrituras universitarias. Miradores ofrecidos en


que nos vamos donando: afecciones, ideas, sentidos, silencios, absurdos de aquello
que en lo urgente, con su avalancha, nos asedia.

Escrituras en alta voz: solo cuando la sotto voce de la autoría, ese pliegue gramatical,
se difumina en el murmullo del lenguaje.

1
El Curso de la Herida
Lo urgente: signo cardíaco. Arritmias de palabras convocando aquello que las rebalsa,
entre la insuficiencia para pensar y la necesidad ética de intentarlo.

Poder escribir hoy ¿Cómo?

¿En cuáles superficies escurridizas, allí donde parece que casi todo huye? ¿Huye o
circula? ¿Se disemina? ¿O se desvanece?

Lo vertiginoso: usuario y contraseña de circulación. Todo circula: datos, imágenes,


ideas, rostridades, stickers, mercancías, trolls.

Lo vertiginoso: soporte que al mismo tiempo que mueve la circulación, sujeta


aglutinando. Sostiene el equívoco de la transparencia, esa tan celebrada pirotecnia
de la doxa patinando felizmente por las carreteras virtuales.

En el vértigo ¿Cuál escritura correrá más rápido que el olvido?

Un gesto docente más afín al riesgo que al cálculo consistiría en ofrecer signos que
devengan conversaciones. Conversaciones que hilvanadas por haceres
propia/impropiamente universitarios (leer, escribir, estudiar, hablar), posibiliten
contarnos. Pasiones, incertidumbres, amores, dolores del mundo, que friccionen
pensar.

Si tu lectura retrocediera en las oraciones previas, al releer se podría escuchar:


conversaciones tramadas por modos de experiencia del lenguaje. Que interesan, entre
otras cuestiones, como anatomías sensibles en el oficio de la clínica. Sensoriums.
Disruptores que problematizan eso que pasa escribiendo, eso que pasa leyendo, eso
que pasa hablando. Esto, eso, aquello que nos pasa con lo que pasa.

2
El Curso de la Herida
Modos de experiencia del lenguaje en las aulas universitarias insinuadores de otros
lugares. Para componer mundos. Imaginarlos. Despoblarlos. Resistirlos. Para
desprenderles esas adherencias, los sentidos plenos, que arrebatan formas de vida
coaccionándolas en formas debidas.

No se trataría aquí de una metodología, un taller de escritura, un protocolo de


lectura, ni una corrección lingüística. Tampoco adopción de alguna lengua oficial de
cátedra.

El cuidado del lenguaje como invitación de cursada, atiende una decisión política.

Un texto no remite a una acumulación (de referencias, fuentes, autores, vocablos)


sino a una multiplicidad entretejida de decisiones. Políticas.

El lenguaje gotea. El lenguaje diluvia. El lenguaje gotea (Fiebre). El lenguaje diluvia.


(Lágrimas). Gotea (Aire). Diluvia (Muertes). Gotea (Hambre). Diluvia (Intemperies).
Gotea (Respiradores). Diluvia (Injusticias). Gotea (Barbijos). Diluvia (Miedos).Gotea
(Sonrisas). Diluvia (Confianzas).

Y en el torrente de vida, en esos cauces imbricados donde confluyen y se tocan-


fiebre, lágrimas, aire, muertes, hambre, intemperies, respiradores, injusticias,
barbijos, miedos, sonrisas, confianzas - cursa la herida.

La herida abierta aguardándonos aun, para arropar.

3
El Curso de la Herida

144

La herida ancla en una matriz colonial, patriarcal, capitalista, biologicista,


antropocéntrica.

Los usos cotidianos del lenguaje con estas pregnancias identitarias, propietarias,
portan esta herida. Usos con los nos pronunciamos, al mismo tiempo que la lengua
nos compele a decir, en nuestra paradojal existencia sensible en tanto hablantes
habladxs.

La herida nos precede, pero sobreviene cada vez inédita. Aflora singular.

Acontece como vez primera, casi como si desconociera que viene antecedida por
tiempos anacrónicamente contemporáneos que la fueron tramando. Maquinada a
golpes de violencia lingüística y desafecciones. De Lógica y Gramática. De tensiones
de fuerzas entre saberes – poderes con sus veneradas distribuciones jerárquicas. Por
cada Voz - de –Mando-Amo-Patriarcal e- rectando verdades dogmáticas rectas,
derechas, correctas. Por la construcción social histórica política de instituciones
categoriales que consensuaron sus encerronas binarias. Entre ellas, la decisiva, sin
duda: la disyunción programada del lenguaje y la vida.

La herida a veces habita en las palabras que usamos para decirnos. Dolores de
palabras por presencia. O ausencias, cuando lo no dicho duele.

Hay palabras que usamos que apaciguan el dolor de la herida .Emplazan un borde
sensible para contener el derrumbe, sortearlo, saltarlo, transformarlo.

La herida crece, al menguar la vida. Se expande también cuando la demasiada vida,


arremete.

4
El Curso de la Herida

¿Estancias en común? La herida conjugándono(nos) en la exposición, la


vulnerabilidad. Formas de la herida. Heridxs de formas. La vida. Una vida.

137

Por los pasillos de la Universidad de la Sorbona, preparan su ingreso a la Facultad de


Filosofía. Aman el saber, pero el saber aun no las ama. Conocen que a sus espaldas
cargan con esa Tradición Milenaria de Ideas, Debates, Tratados, Diálogos, Sistemas,
Diatribas, Categorías, Verdades, Ontologías, Sustancias, Fabulaciones. El Banquete al
que esa cofradía sonriente de patriarcas, jamás las convocó.

Simone de Beauvoir y Simone Weil.

Sensibilidades que ensayan críticamente espacios que aprenden a habitar y a producir.


El espacio de sacar la voz. Ese otro, de los riesgos del pensar a contrapelo de los
saberes dominantes y naturalizados. El del habitar las aulas universitarias.

Ingresan a un campo de fuerzas disimétrico, territorializado de antemano con sus


tramas telarañas de poderes, en la distribución desigual de puntos de vista, reparto
de lugares, asunciones de la voz, paridad al pensar.

¿Daría casi igual situar que sucedió hace tanto tiempo, cuando aún persisten estares
universitarios patriarcales que nos siguen interpelando, de infinitos modos?

Una y otra van creando espacios de conversación, mientras aprenden a ocuparlos.

5
El Curso de la Herida
En los fragmentos transcriptos a continuación, escritos por Simone de Beauvoir
asoman algunas sutilezas del conversar. Rodeos, suspicacias, deseos de amistad.

Conversaciones cuando todo está dicho antes de decirse. Cuando conversar deja sin
palabras. O a veces, cuando dejarse decir, supone afectarse por lo que sale al
encuentro, si se avienen disponibilidades para alojar algo de eso otro, para que se diga
en unx.

En Memorias de una joven formal, se lee:

“Una gran hambruna acababa de asolar China y me habían contado que al enterarse
de esta noticia ella (Simone Weil) se había echado a llorar: esas lágrimas forzaron mi
respeto aún más que sus dones filosóficos. Yo envidiaba un corazón capaz de latir a
través del universo entero.”

“Un día logré acercarme a ella. Ya no sé cómo se inició la conversación; declaró en tono
cortante que una sola cosa contaba hoy sobre la tierra: La Revolución que daría de
comer a todo el mundo. Respondí de manera no menos perentoria que el problema no
era hacer la felicidad de los hombres sino encontrar un sentido a la existencia. Me miró
de hito en hito: ‘Se ve que usted nunca ha tenido hambre’, dijo. Nuestras relaciones se
detuvieron ahí. Comprendí que me había catalogado como ‘una burguesita
espiritualista’ y me irrité (...): me creía liberada de mi clase: no quería ser sino yo
misma”.

Extraído de En la plenitud e la Vida, dice:

“Colette Audry me hablaba a veces de Simone Weil y, aunque era sin gran simpatía, la
existencia de esa extraña se imponía. (...) Contaban que vivía en una posada de
camioneros y que el primer día del mes ponía sobre la mesa su sueldo: cualquiera podía

6
El Curso de la Herida
usarlo”.

“Su inteligencia, su ascetismo, su extremismo, su valor, me inspiraban admiración y


sabía que, si ella me hubiera conocido, no habría sentido lo mismo por mí. No podía
anexarla a mi universo y me sentía vagamente amenazada. Vivíamos a tal distancia la
una de la otra que, de todos modos, no me atormentaba demasiado”.

Hay ocasiones al conversar en las que no convenimos en algo. Y sin embargo,


convergemos en un aire en común casi irrespirable. No pensamos lo mismo y aun así,
pensamos en el seno de casi lo mismo. Exponemos nuestro radical desencuentro, tan
amorosamente hilvanado por aquello que nos conjuga, alejándonos.

Soledades que conversan, despidiéndose por cada tentativa de proximidad.

La herida –el hambre-el sentido de la existencia- sobrevuela tejiendo y destejiendo


proxemias. Dolores y amores del mundo resonando en diversas frecuencias, registros,
modulaciones.

Soledades sueltas. Casi iguales…El casi se siente entre los dedos.

Pulsiones rebeldes esforzadas por hacerse un lugar en un mundo que se les arroja
inhóspito. Sin aun poder producir por ello, ese gesto solidario que militan hoy en día,
colectivos de diversidad sexual y de género.

Sensibilidades errantes, mixturas vivientes en fuga de cualquier captura categorial,


cuerpos desamarrados de la Historia. Éstas y tantísimas existencias más, siguen
pincelando colores en la bandera del arco iris.

7
El Curso de la Herida

144

Las letras y los números habitan universos paralelos. Planetas que no se rozan.

Las disciplinas han configurado en sus divisiones, especializaciones Modos y lenguajes


específicos de operar y producir realidad.

Un modo analítico que fija, repite, transvasa en fórmulas, calcula. Clasifica. Otros
modos que en sus tentativas por conocer e intervenir la realidad, se inclinan hacia lo
no legislable, lo singular, lo efímero de la experiencia. Desclasifica.

A primera vista, las letras adscriben a una de estas modalidades; los números a otra.

Quienes estudiamos Psicología, hemos abordado el universo de los números. Al cursar


Matemáticas, algunxs experimentamos ese mareo imbatible de criptografías,
ecuaciones, rayas, circunferencias, iconos, abarrotados en el pizarrón. Contando,
midiendo, describiendo formas.

Si desobedeciéramos esa división disciplinar, al menos provisoriamente. Solo para


ejercitar disidencias nomás. Por ganas de escalar muros metafísicos, morales, que
compartimentan saberes, para ver qué hay del otro lado. Por sublevarnos un rato al
orden del mundo, de las cosas y el estado de cosas tal como nos las enrostran. Y al
hacerlo, imagináramos teórica, políticamente, que las letras y los números se tocan,
¿Qué pasaría?

Letras engarzadas que componen palabras. Números que sumados resultan


estadísticas.

8
El Curso de la Herida
Palabras y estadísticas.

Números tatuados en la piel. Números de refugiadxs. Números de evasiones fiscales.


Números de fiestas financieras acovachadas en el exterior. Números de legislaciones
en su momento postergadas: emergencia nacional de alimentos. Números de
legislaciones aun no promulgadas: emergencia nacional contra la violencia de
género. Números de infectadxs por el dengue. Números de infectadxs por el
coronavirus. Números de supervivientes. Números del hambre. Números de
desocupación. Números de trolls. Números de “like”. Números de contraseñas.
Números de ancianxs. Números de niñxs. Números 137-144-107-911.

Números al infinito.

Estadística: herramienta biopolítica. Blindaje –serialización- repetición que destila


narcóticos.

Anestesia: Narcótico normalizador que abre preguntas .¿Qué tengo que ver? A mí,
¿qué me importa? No vi. No Estuve. No estaba al tanto. No forma parte de la disciplina
que estudio.

Anestesia: Herida sin padecimiento.

Letras, números, signo, átomos. Cuerpos que indistintamente, unxs y otrxs, caen,
bajan, siguen. Y que en sus desvíos, al rozarse, conjugan encuentros imprevistos.
Pliegues, repliegues, tejidos sensibles en común; invencionan corporalidades otras,
con sus reversos, analogías y metamorfosis.

Necesitamos palabras para perforar estadísticas: lo que ellas portan y lo que en ellas
no cabe.

9
El Curso de la Herida
Conjuros de letras que nos cuenten cuáles vibraciones, materialidades, fuerzas,
habitan esas vidas, clausuradas bajo la objetivación de los números.

Conjuros de letras, si. Que nos empujen de una vez por todas, a desgarrar los números
para toparnos con el límite tangible, sensible, material, que la muerte y la pérdida nos
tienden en estos meses.

Un conjuro funciona en la medida que encuentres las palabras aptas. Que toquen ese
límite. Que nombren los afectos desmayados en él. Que pluralice los cuerpos para
compartir y alivianar su peso. Astillas - palabras que tantean posibilidades de mutar
algo de ese dolor que devenga en potencia.

Palabras aptas para tocar también el misterio. El misterio: el límite, lo desconocido


solicita también del ejercicio amoroso del silencio. Hacer silencio.

137

Se sienta a la mesa y escribe confianzas.

Hay escrituras en las que solo queda el surco de la cicatriz.

El surco de la cicatriz cuenta que por allí pasó la herida; la escritura, ese estado de
espera, recogió su dolor apaciguándolo.

La herida, arropada y menguada su pena, partió. Y de ella, solo queda la huella


imperceptible de su tránsito.

10
El Curso de la Herida

Porque, finalmente, si las letras y los números se tocaran ¿Qué pasaría?

Pasaría la vida, pasaría la muerte. La herida. Y algunas confianzas, susurraría un


poeta.

Co-laboraciones
Roland Barthes, Simone de Beauvoir, Maurice Blanchot, Judith Butler, Gilles Deleuze,
Michel Foucault, Juan Gelman, Josefina Ludmer, Circe Maia, Friedrich Nietszche,
Marcelo Percia, El Flaco Spinetta, Susan Thenon, Simone Weil, algunas ausencias en
estos días, tantísimas confianzas y la herida.

11

También podría gustarte