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Escrituras en alta voz: solo cuando la sotto voce de la autoría, ese pliegue gramatical,
se difumina en el murmullo del lenguaje.
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El Curso de la Herida
Lo urgente: signo cardíaco. Arritmias de palabras convocando aquello que las rebalsa,
entre la insuficiencia para pensar y la necesidad ética de intentarlo.
¿En cuáles superficies escurridizas, allí donde parece que casi todo huye? ¿Huye o
circula? ¿Se disemina? ¿O se desvanece?
Un gesto docente más afín al riesgo que al cálculo consistiría en ofrecer signos que
devengan conversaciones. Conversaciones que hilvanadas por haceres
propia/impropiamente universitarios (leer, escribir, estudiar, hablar), posibiliten
contarnos. Pasiones, incertidumbres, amores, dolores del mundo, que friccionen
pensar.
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Modos de experiencia del lenguaje en las aulas universitarias insinuadores de otros
lugares. Para componer mundos. Imaginarlos. Despoblarlos. Resistirlos. Para
desprenderles esas adherencias, los sentidos plenos, que arrebatan formas de vida
coaccionándolas en formas debidas.
El cuidado del lenguaje como invitación de cursada, atiende una decisión política.
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Los usos cotidianos del lenguaje con estas pregnancias identitarias, propietarias,
portan esta herida. Usos con los nos pronunciamos, al mismo tiempo que la lengua
nos compele a decir, en nuestra paradojal existencia sensible en tanto hablantes
habladxs.
La herida nos precede, pero sobreviene cada vez inédita. Aflora singular.
Acontece como vez primera, casi como si desconociera que viene antecedida por
tiempos anacrónicamente contemporáneos que la fueron tramando. Maquinada a
golpes de violencia lingüística y desafecciones. De Lógica y Gramática. De tensiones
de fuerzas entre saberes – poderes con sus veneradas distribuciones jerárquicas. Por
cada Voz - de –Mando-Amo-Patriarcal e- rectando verdades dogmáticas rectas,
derechas, correctas. Por la construcción social histórica política de instituciones
categoriales que consensuaron sus encerronas binarias. Entre ellas, la decisiva, sin
duda: la disyunción programada del lenguaje y la vida.
La herida a veces habita en las palabras que usamos para decirnos. Dolores de
palabras por presencia. O ausencias, cuando lo no dicho duele.
Hay palabras que usamos que apaciguan el dolor de la herida .Emplazan un borde
sensible para contener el derrumbe, sortearlo, saltarlo, transformarlo.
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¿Daría casi igual situar que sucedió hace tanto tiempo, cuando aún persisten estares
universitarios patriarcales que nos siguen interpelando, de infinitos modos?
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En los fragmentos transcriptos a continuación, escritos por Simone de Beauvoir
asoman algunas sutilezas del conversar. Rodeos, suspicacias, deseos de amistad.
Conversaciones cuando todo está dicho antes de decirse. Cuando conversar deja sin
palabras. O a veces, cuando dejarse decir, supone afectarse por lo que sale al
encuentro, si se avienen disponibilidades para alojar algo de eso otro, para que se diga
en unx.
“Una gran hambruna acababa de asolar China y me habían contado que al enterarse
de esta noticia ella (Simone Weil) se había echado a llorar: esas lágrimas forzaron mi
respeto aún más que sus dones filosóficos. Yo envidiaba un corazón capaz de latir a
través del universo entero.”
“Un día logré acercarme a ella. Ya no sé cómo se inició la conversación; declaró en tono
cortante que una sola cosa contaba hoy sobre la tierra: La Revolución que daría de
comer a todo el mundo. Respondí de manera no menos perentoria que el problema no
era hacer la felicidad de los hombres sino encontrar un sentido a la existencia. Me miró
de hito en hito: ‘Se ve que usted nunca ha tenido hambre’, dijo. Nuestras relaciones se
detuvieron ahí. Comprendí que me había catalogado como ‘una burguesita
espiritualista’ y me irrité (...): me creía liberada de mi clase: no quería ser sino yo
misma”.
“Colette Audry me hablaba a veces de Simone Weil y, aunque era sin gran simpatía, la
existencia de esa extraña se imponía. (...) Contaban que vivía en una posada de
camioneros y que el primer día del mes ponía sobre la mesa su sueldo: cualquiera podía
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usarlo”.
Pulsiones rebeldes esforzadas por hacerse un lugar en un mundo que se les arroja
inhóspito. Sin aun poder producir por ello, ese gesto solidario que militan hoy en día,
colectivos de diversidad sexual y de género.
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Las letras y los números habitan universos paralelos. Planetas que no se rozan.
Un modo analítico que fija, repite, transvasa en fórmulas, calcula. Clasifica. Otros
modos que en sus tentativas por conocer e intervenir la realidad, se inclinan hacia lo
no legislable, lo singular, lo efímero de la experiencia. Desclasifica.
A primera vista, las letras adscriben a una de estas modalidades; los números a otra.
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Palabras y estadísticas.
Números al infinito.
Anestesia: Narcótico normalizador que abre preguntas .¿Qué tengo que ver? A mí,
¿qué me importa? No vi. No Estuve. No estaba al tanto. No forma parte de la disciplina
que estudio.
Letras, números, signo, átomos. Cuerpos que indistintamente, unxs y otrxs, caen,
bajan, siguen. Y que en sus desvíos, al rozarse, conjugan encuentros imprevistos.
Pliegues, repliegues, tejidos sensibles en común; invencionan corporalidades otras,
con sus reversos, analogías y metamorfosis.
Necesitamos palabras para perforar estadísticas: lo que ellas portan y lo que en ellas
no cabe.
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Conjuros de letras que nos cuenten cuáles vibraciones, materialidades, fuerzas,
habitan esas vidas, clausuradas bajo la objetivación de los números.
Conjuros de letras, si. Que nos empujen de una vez por todas, a desgarrar los números
para toparnos con el límite tangible, sensible, material, que la muerte y la pérdida nos
tienden en estos meses.
Un conjuro funciona en la medida que encuentres las palabras aptas. Que toquen ese
límite. Que nombren los afectos desmayados en él. Que pluralice los cuerpos para
compartir y alivianar su peso. Astillas - palabras que tantean posibilidades de mutar
algo de ese dolor que devenga en potencia.
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El surco de la cicatriz cuenta que por allí pasó la herida; la escritura, ese estado de
espera, recogió su dolor apaciguándolo.
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Co-laboraciones
Roland Barthes, Simone de Beauvoir, Maurice Blanchot, Judith Butler, Gilles Deleuze,
Michel Foucault, Juan Gelman, Josefina Ludmer, Circe Maia, Friedrich Nietszche,
Marcelo Percia, El Flaco Spinetta, Susan Thenon, Simone Weil, algunas ausencias en
estos días, tantísimas confianzas y la herida.
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