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Marcelo Percia
Publicación
Este libro narra modos de obrar de trabajadoras y trabajadores
del hospital Domingo Cabred, amparados en el Programa de
Rehabilitación y Externación Asistida impulsado desde 1999 por
el Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires.
Lo público
Este libro da cuenta de una intervención entre un equipo clínico
en un hospital público y un equipo de investigación de una
universidad pública.
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Cotidianeidades
Cuestionar manicomios supone impugnar cotidianeidades so-
ciales que construyen esos muros.
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Consentimientos
Dos sintagmas decisivos alojan la vida en los últimos años:
Nunca más y Ni una menos.
Encierros
Se vuelve a decir en este libro una cosa que ya se sabe: la in-
ternación por unos días de una vida estallada se ofrece como
último recurso clínico.
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Des-internarse del manicomio, ¿para volver a internarse en la
malla cotidiana de obligaciones, normativas y consumos de la
vida en común?
La demasiada vida
Que las internaciones prolongadas en manicomios se tienen
que terminar se sabe desde mediados del siglo veinte.
La barrera de la portada
Este libro llama equipo a “la experiencia inmensa de reencontrarnos
con el coraje necesario para atravesar, cada día, la portada”.
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La barrera de la portada del hospital recuerda la frágil consis-
tencia de los vallados de la civilización.
Crónicos
En el manicomio el vocablo crónicos declara vidas acabadas,
carcomidas por males definitivos, intratables.
Mansedumbres
Manicomios no aprueban querellas de orgullos ni despliegues
grandiosos de vidas caídas en el encierro, prefieren manse-
dumbres y complacencias que no generan conflictos.
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Dolores que se arraigan
Cuando entusiasmos en un equipo no tienen ganas de ir a
trabajar, les duele la cabeza, andan con contracturas, se sien-
ten heridos por descalificaciones, no les alcanza la plata; esos
malestares que se enraízan en los cuerpos pertenecen a la ta-
rea. Aunque eso no se pueda, se quiera o se sepa pensar en el
momento.
Intenciones desahuciadas
Se relata en este libro cómo lenguas automatizadas en los encie-
rros sueltan frases que provienen de historias borradas: ¿Vino
mi papá? ¿Cuándo voy a salir de acá? ¡Quiero que me devuelvan mi
casa, mi barco, mi avioneta!
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Pero los cuerpos confinados hablan, hablan de cualquier mane-
ra: lo hacen en lenguas desolladas, enmudecidas, saturadas de
excitación, insomnes y adormecidas.
Risas
Se cuenta en este libro el momento en que una asamblea entera
ríe: el instante en común de disímiles carcajadas ruidosas.
Estigmas
Vidas fuera de los manicomios impugnan formas de lo común
tal como las conocemos.
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Clínicas insurgentes
Se las llama así porque intentan sublevarse contra hábitos pro-
fesionales: de las psiquiatrías, enfermerías, psicologías, traba-
jos sociales.
No saber qué
Este libro declara eso que las clínicas no suelen decir: a veces,
los tratamientos no van ni para adelante ni para atrás.
Pero ¿hacia dónde tendrían que ir? ¿En búsqueda del ideal de
salud? ¿En persecución de un estado completo de bienestar físico,
mental y social? ¿Encaminados hacia un modelo moral que obli-
ga a que seamos felices?
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va para atrás ni para adelante, no procura asentarse en el tiempo
que requieren las convalecencias.
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Rehabilitaciones
No se trata de rehabilitar sensibilidades falladas, deficientes,
analfabetas comunitarias, sino de habilitar intensidades des-
acostumbradas, abruptas, inoportunas para la vida en común.
Usuarios
En este libro se lee que un equipo se compone con trabajadores
y usuarios.
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Sensibilidades que habitan demasías, a veces, las sufren.
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También, en el taller de radio, se subvierten hábitos que nom-
bran cuando pacientes advienen locutores, columnistas, corres-
ponsales, entrevistadores, cantantes, contadores de chistes.
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Se relata en este libro que en esas concurrencias algunas afecti-
vidades se conocen escuchándose hablar, y que también se eligen y
se separan de repente.
Crónicas interrogadas
Las crónicas que se leen en esta publicación recogen anota-
ciones de cosas dichas en reuniones de un equipo clínico, en
asambleas en pabellones, en primeros encuentros realizados
con enfermeras y enfermeros.
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Gato encerrado
¿Bolsas con piezas de valor disimuladas entre las ropas?
Precauciones
Después del manicomio, el equipo clínico presiente peligros en
todas partes.
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Visitas
Se visita una casa, ¿para inspeccionar, vigilar, controlar? ¿Para
cuidar, contener, acompañar?
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Escuchas interferidas
Después de los manicomios acontecen clínicas interferidas.
Saberes no sabidos
Lo sabido se vuelve no sabido gracias a la represión, la nega-
ción, la desmentida, el olvido.
No solo lo vivido
Después de los manicomios vuelve a agitarse lo acontecido.
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Lo vivido sucede como lo percibido, lo recordado, lo que se
puede o no contar.
Medicaciones
No somos: nacemos muchas veces en sensibilidades que vibran
en sustancias que conectan impulsos en redes nerviosas entra-
madas durante millones de años. Sin contar infinitas fricciones
o estancias entre cuerpos que respiran, cercanos y lejanos, flu-
jos de vida.
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Soledades no conectan con otras soledades de igual manera. Ni
la vida se les presenta con intensidades semejantes.
Se lee en este libro que alguien pide más rivotril porque no se sien-
te bien por las mañanas, a la vez que decide tomar un poco menos
de lapenax. O que un hombre que está por viajar pide su historia
clínica para presentarla en otro hospital y poder recibir allí trata-
miento y medicamentos. O que se deduce que una musculatura
nerviosa no está tomando la medicación. O que se averigua si
un vagabundeo que anda detonando violencias se ha aplicado el
inyectable. O que una alegría, tras animarse a algo, dice que el cam-
bio de medicación le hizo bien, sin darse cuenta de que se trata
de la misma. O que una vigilia no consigue dormir ni con toda la
medicación que toma porque permanece despierta temerosa del
espectro de un acto que no puede enterrar en el pasado.
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Neurotransmisores deficientes o descompensados, ¿tienen más
peso que las eficiencias y compensaciones de las transmisiones
mediáticas?
Relatos
Relatos que se leen en estas páginas se ofrecen como antorchas
que alumbran luces y sombras en las que transcurren momen-
tos clínicos.
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Relatos que se leen en este libro no prueban destrezas ni mé-
ritos personales: capturan instantes de duda, en el que una
vacilación decide qué decir y qué callar.
Privacidades
Demasías no gozan de privacidad.
Solidaridades
Se lee en este libro cómo algunas solidaridades no advienen
como morales de grupo, sino como gestos de ternura, amistad,
cercanía, que admiten acciones porque sí de locuras valederas.
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Mudanzas
Clínicas después de los manicomios necesitan volverse sabias
en mudanzas. Mudanzas dentro y fuera del hospital, mudan-
zas de casas porque se terminan los alquileres o porque no se
pueden seguir pagando, mudanzas por desinteligencias en las
convivencias, mudanzas por ganas de volver al pueblo en el
que se nació, mudanzas a hoteles y pensiones insólitas.
Insistencias
Clínicas después de los manicomios necesitan saber perder
apuestas, partidos, ilusiones.
Urgencias
En la palabra insurgentes se narran acciones urgentes que se
levantan decididas contra las premuras de quienes no tienen
tiempo.
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La misma sabiduría del sueño, de las ternuras que se saludan,
del mate que circula, del juego que se comparte, de la fiesta en
la que se divide una torta, de las risas cercanas.
Emociones
Relatos de este libro narran emociones. Emociones que se con-
mueven con emociones que atienden. ¿Se atienden emociones?
Sí, se las rodea de silencio, respeto, cuidado. Se las acompaña
con palabras o solo con la presencia callada de cuerpos que
vibran, porque, a veces, no se requiere otra cosa.
Visiones
El joven Rimbaud (1871) supone que para devenir poeta tie-
ne que hacerse vidente, explica que “ello consiste en alcanzar lo
desconocido por el desarreglo de todos los sentidos”.
Este libro presenta visiones que faltan a todas las reglas de los
escritos académicos, los ateneos clínicos, las comunicaciones
en congresos, las presentaciones en supervisiones.
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Dicen estas visiones que “las proximidades en silencio buscan ha-
bitáculos tibios”.
Recuerda este libro que, en otros tiempos, el loco del pueblo con-
vivía con vecinos que aceptaban sus extravagancias.
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Fuera de los discursos normalizados
Se lee en este libro que si, como advertía Lacan, las psicosis están
fuera del discurso, el encierro agrava esta condición de desco-
nexión social.
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En este libro se cuenta cómo en un momento de devastación de
los recuerdos, confusión de los días, vigilia de varias noches,
pánico que borra las referencias, se le dice a ese sufrimiento:
“Esto no es Uruguay… Esto es un hotel, esto no es una internación,
acá vamos a estar hasta el domingo… Vinimos a presentar la radio…
Yo soy Maxi, el mismo que vos conocés en el hospital…Estoy acá para
cuidarte…”.
Intensidades propagadas
Se relata en este libro cómo Radio en Movimiento se propone el
pasaje de un no lugar a un lugar encantando palabras dadas al
contacto con otras sensibilidades.
La radio como lugar que irradia deseos que salen del hospital.
Vidas sonoras que vagan por los aires hasta alcanzar oídos por
los que pasan, por un momento, demasías.
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Demasías no pueden alojarse aún cuando se alojan, pero pue-
den ponerse en movimiento: salir de los cuerpos en los que, si
no, permanecen encalladas.
Derechos
¿Qué derechos tienen las personas internadas en un hospital
psiquiátrico?
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Descartes
Vidas después de los manicomios solicitan pensamientos que no
consideren intensidades emocionales como enfermedades
peligrosas.
Anomalías
En la clase del 22 de enero de 1975, Michel Foucault presenta
coordenadas sobre la construcción de la idea de anomalía en el
siglo diecinueve, coronadas por el mapeo taxonómico criminal
de Cesare Lombroso.
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reza extrema y excepcional que desafía, sin proponérselo, nor-
mativas jurídicas y biológicas. Una desviación que quebranta,
sin querer, convenciones de una normalidad humana.
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En ese libro se llaman vidas cimarronas a existencias que se su-
blevan ante las domesticaciones y sentencias diagnósticas.
Discapacidades.
En una asamblea, alguien pregunta (refiriéndose a la gestión
de un subsidio por discapacidad): “¿Y?, ¿cómo va mi trámite por
el suicidio?”.
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No se trata de procurar vidas hábiles o capaces de vivir en la
sociedad que expulsa, violenta, aplana rarezas.
Enrique Pichon-Rivière
Este libro recupera sin proponérselo, pistas diseminadas por
Pichon-Rivière. La idea de un equipo que trabaja trabajándose.
La idea de tarea como encrucijada de un momento social en el
que colisionan desamparos. La idea de proceso como puesta en
marcha de un constante desprendimiento de lo ya conocido. La
idea de proyecto como ímpetu que resiste lo destinado. La idea
de enfermedad como capacidad de habitar demasías acalladas en
todos los grupos.
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Transferencias
En muchos pasajes, este libro pide auxilio al psicoanálisis para
pensar las llamadas psicosis. Pero el psicoanálisis no llega con
automatismos gastados: adviene como obstinación que escu-
cha, como clínica alerta ante tutelas y poderes profesionales,
como detección de cadenas o flujos de sentidos encallados.
Después
La expresión vidas después de los manicomios puede leerse como
vidas después de una catástrofe. Pero ¿de qué catástrofe habla-
mos? No se trata de terremotos, inundaciones, sequías de la
naturaleza, sino de derrumbes de las ilusiones de la civiliza-
ción, anegamientos de intensidades desbordantes, desertifica-
ciones de amores, amistades y tiempos venideros.
Transiciones
El título después de los manicomios interroga qué se aprende de
la vida tras los encierros.
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cuestionar formas de la vida en común que se niegan a alojar
emociones que desvarían.
Tiempos
Hubo tiempos que desearon alojar el dolor, evitando sufri-
mientos innecesarios.
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