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1
E. Gilson, Elementos de Filosofía Cristiana, Rialp, Madrid, 1981, p. 261.
espiritual exige la subsistencia e incorruptibilidad, así como ésta la inmortalidad” 2. No
obstante, sin pretender corregir la opinión del padre Úbeda en este punto, es posible ver
que aquellas tres notas son insuficientes para dar una noticia acabada de la naturaleza
del alma humana: en la cuestión siguiente estudia el modo por el cual el alma puede
unirse al cuerpo como forma substancial y para entrar lo suficientemente equipado a la
cuestión, Santo Tomás, en la cuestión 75, deja aclarada una nota importante más: la
condición de parte que el alma humana tiene en la naturaleza humana, vale decir, su
substancialidad incompleta. Se tratan entonces cuatro asuntos: el alma es incorpórea,
subsistente, con subsistencia incompleta e incorruptible.
b. El alma humana es subsistente (art. 2): Este es uno de los lugares en los que la
metafísica tomista resplandece en toda su originalidad y en toda su fuerza. Si el artículo
anterior es de cuño aristotélico, éste contiene sabores platónicos más subidos. Es
necesario extenderse en la declaración de este artículo.
2
Ubeda Purkiss, Introducción al Tratado del Hombre, pg. 148
Comienza por notar la capacidad que tiene el alma humana de conocer todas las
naturalezas corporales. Cuando nuestro entendimiento conoce, deviene la cosa conocida
asimilando sólo su forma, no su materia; y esta asimilación es posible por la operación
llamada abstracción intelectual. Por esta operación se forman los conceptos, que son
realidades inmateriales y por estas realidades, o mejor, a través de ellas, es capaz de
conocer las distintas naturalezas corporales. “La naturaleza intelectual excede todo el
orden y la facultad de los principios materiales y corporales, puesto que el intelecto,
entendiendo toda naturaleza corporal, puede trascenderlos; lo que no podría ser si su
naturaleza estuviese contenida en los límites de la naturaleza corporal.” (De Pot., q. 3, a.
11). Pero sólo una substancia inmaterial puede realizar operaciones inmateriales. En
efecto, “nada puede obrar sino según lo que es” (Ibid.). Luego, el alma humana no
agota su función en sólo informar y animar la materia de su cuerpo. Dado que “lo que
no es por sí, no puede obrar por sí”, si el alma humana realiza operaciones
independientes del cuerpo, tiene un ser independiente del cuerpo. Vale decir, es una
substancia.
Santo Tomás afirma que las almas humanas son substancias espirituales aunque
no separadas, porque son formas de un cuerpo. De ninguna otra forma física puede
afirmarse su substancialidad, incluidas las formas vegetales y sensitivas. A veces, a las
almas humanas las llama substancias intelectuales.
Según el primer modo, una mano puede decirse subsistente, toda vez que no
adviene a una substancia completa, sino que es parte constitutiva de esa substancia. Por
el segundo modo, la mano no es propiamente subsistente. Puesto que es parte, depende
de la subsistencia del todo; de no existir el todo, la parte tampoco tiene existencia.
De este modo Santo Tomás se guarda de identificar alma y hombre (art. 4). El
alma no es el hombre, es una parte del hombre, su parte formal. El hombre es una
realidad inmersa en el mundo físico. A las realidades físicas les corresponde en su
definición un principio potencial, genérico y otro formal específico. De donde la materia
es parte de la especie de las cosas naturales e integra el elemento genérico de la
definición. En la razón de hombre, entonces, carne y huesos son elementos esenciales.