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¿QUÉ ES LA
EPISTEMOLOGÍA?
Luis Piscoya Hermoza
La Epistemología es el Conocimiento Científico

Ingrid Palomino Rupa


David Barrientos Rosales
Nevsky Prieto Medrano
Fanny Monje Humpire
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¿QUÉ ES LA EPISTEMOLOGÍA?
Luis Piscoya Hermoza

Puede afirmarse que la Epistemología como disciplina filosófica cultivada con un significativo nivel
de autonomía data de la tercera centuria de este siglo. Después de los años veinte, la filosofía de
la ciencia de corte tradicional sufre una modificación sustantiva con la adopción de la Lógica
Matemática, como un nuevo instrumento de análisis del lenguaje científico. De esta manera la
discusión filosófica, que siempre se formuló en el lenguaje natural, cambió de medio expresivo y
se transforma en un discurso que usaba intensamente lenguajes formalizados. Así puede
diferenciarse, de modo observacional, los textos del TRACTATUS lÓGICA PHILOSOPHICUS de
Wittgenstein, de la lógica de la investigación Científica de Popper o de la introducción a la filosofía
Matemática de Russell, de libros tradicionales y famosos como la crítica de la Razón Pura de Kant,
que están escritos sin recurrir a lenguaje formalizado alguno.

El introductor de ésta nueva tendencia formalista y rigorista en la filosofía de la ciencia fue Gottlob
Frege con sus escritos esclarecedores sobre los fundamentos de la matemática y, en particula,
sobre el concepto de número natural. Y entre los más encontraron los miembros del llamado
círulo de Viena o escuela neopositivista que liderados por Moritz Schlick en sus inicios, asumieron
el proyecto logicista diseñado por Frege, el mismo que trató de ser desarrollado
independientemente por Russell y Whitehead en su famosa obra titulada Principio Mathematica.

La filosofía cultivada por los neopositivistas y por sus adversarios, como Kark Popper, fue
reconocida progresivamente como epistemológica a través de sus versiones en inglés, pues la
palabra Epistemología parece haber sido usada poco en alemán, idioma en el que el término
dominante sigue siendo Erkenntnistheorie o en su defecto Wissenschaftstheorie, que
corresponden a lo que en español conocemos como teoría del conocimiento y teoría de la ciencia,
respectivamente. Ciertamente, la segunda denominación está mucho más cerca del tipo de
filosof{ia que fueron perfilando los neopositivistas, pues ellos no estuvieron centralmente
interesados en el estudio de la facuoltad de conocer, como sí lo estuvo Kant, sino en el análisis del
producto más elaborado de tal supuesta facultad, esto es, del conocimiento científico, el mismo
que se plasma, objetivamente, en conjuntos de proposiciones o enunciados. Cuando éstos están
adecuadamente sistematizados, bajo un orden lógico, constituyen una teoría que presenta la
estructura de un sistema hipótetico-deductivo, o sistema axiomático. La formulación axiomática
del conocimiento fue realizada históricamente, por vez primera, en el campo específico de la
geometría, por Euclides de Alejandría (siglo III a. C.) en su obra genial conocida como Elementos.

La Epistemología como disciplina filosófica rigurosa ha surgido proponiendo el modelo hipotético-


deductivo como instrumento conceptual adecuado para organizar y articular el conocimiento
científico y para establecer un criterio de cientificidad, denominado por Popper de demarcación,
que permita decidir cuándo un conjunto de afirmaciones tiene contenido científico y cuán no. Los
términos de la discusión así planteada obligan a los interlocutores a recurrir a lenguajes lógicos y
de la teoría de conjuntos, a modalidades de axiomatización, a ejemplos que generalmente los
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proporciona la matemática y la física y a la discusión de las llamadas propiedades metateóricas de


consistencia, compleción, decidibilidad, deductibilidad, satisfabilidad, etc. Esto significa que el
acceso a este nuevo contexto demanda de una formación especializada y de un entrenamiento
para adquirir capacidad operativa que facilite el manejo de sistemas simbólicos de cálculo.

Sin embargo, el establecimiento de un nuevo estilo de pensar sólo es posible si desplaza al vigente
dominante. En este caso, parafaseando a Thomas Kuhn diremos que el paradigma hipotético-
deductivo desplazó al paradigma comprensivo que gozaba de, respetabilidad en los años 20 y que
había consagrado la división entre ciencias del espíritu y ciencias de la naturaleza, clasificación que
fue cuestionada por los neopositivistas que aspiraban a una ciencia unificada, nomológica,
explicativa y predictiva. El paradigma comprensivo fue instaurado por Dilthey para la investigación
histórica y para el ámbito de las ciencias humanas, cobrando particular relevancia en el campo de
la psicología. Dilthey sostenía que las ciencias naturales se caracterizaban por explicar y predecir y
las ciencias del espíritu por comprender lo cual fue inaceptable para los neopositivistas. Estos
sostuvieron que un conocimiento que careciera de capacidad explicativa no era digno de llamarse
científico. De otra parte, la escuela de Dilthey calificó a las ciencias del espíritu de ideográficas
para as´{i eximirlas de la obligatoriedad de expresar sus conocimientos en forma de leyes o
enunciados que pretendan validez universal. Este segundo aspecto también fue objetado por los
neopositivistas que resolvieron el problema, suscitado por las excepciones que conllevan las
generalizaciones en el sector de las ciencias humanas, recurriendo al cálculo de las probabilidades,
que se convirtió en el medio expresivo más utilizado por las ciencias factuales o empíricas.

La filosofía de Popper una de las fuentes de lo que hoy conocemos como Epistemología, siempre
enfatizó sus discrepancias con las tesis neopositivistas, sin embargo comparti{o con ellas los temas
de discusión, uso de instrumentos lógico-matemáticos, la concepción l´{ogica de la estructura de
las leyes científicas, rechazo al modelo comprensivo y al método basado en el verstehen
(comprender). Posiblemente el tema de mayor discrepancia entre Popper y los dos más
destacados neopositivistas, Carnap y Reichenbach, si existía la posibilidad de construir la ciencia
inductivamente aunque no necesariamente utilizando hipótesis verdaderas. Ellos propusieron
como alternativa el uso de hipótesis a las que se les pueda asignar un valor de probabilidad,
dentro de un sistema de cálculo, que fue de tipo lógico para Carnap y de tipo estadístico para
Reishenbaeh.

Las variaciones, antes anotadas, no son ciertamente obstáculos para sostener que el uso del
modelo hipótetico-deductivo como criterio de cientificidad es un aporte tanto de los
neopositivistas como de algunos de sus rivales, tal es el caso de Popper. Y afirmamos que es un
genuino aporte debido a que ha viabilizado la reconstrucción lógica del conocimiento en términos
que nos aproximan a decidir con rigor su aceptabilidad o su inaceptabilidad y ha facilitado,
notablemente, la comunicación al interior de la comunidad filosófica y de la comunidad científica y
también entre ambas. Particularmente han sido los científicos naturales, como Einstein Monod o
Heisenberg quienes han mostrado especial interés por la nueva filosofía epistemológica e inclusive
han participado directamente en su discusión. En el ámbito de las ciencias humanas han sido los
conductistas los funcionalistas y los representantes de la revalorada psicología interconductual
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quienes han visto con mayor simpatía el modelo hipótetico-deductivo. Lo mismo se puede decir de
quienes usan el modelo sistemático. En el campo de la Matemática moderna la afinidad por el
modelo hipotético-deductivo ha sido notable desde los tiempo de Peano y su axiomatización de la
aritmética. La obra Principio Mathematica de Whtehead y Russel así como las sucesivas
axiomatizaciones de la teoría de conjuntos de Zermelo Fraenkl y Von Neumann son ejemplos ya no
de afinidad sino de trabajo instaurador de la versión contemporánea del modelo hipotético-
deductivo. Puede afirmarse, sin riesgo de erro, que ésta es la perspectiva que gobierna el ámbito
total de los trabajos actuales en Lógica matemática, con independencia de la rama o tendencia
que se cultive. El proyecto francés de sistematización y reconstrucción de la matemática, realizado
por el grupo Bourbaki, es otro importante ejemplo que ilustra la orientación antes descrita.

De otra parte, el modelo hipotético-deductivo ha influido notablemente en el quehacer


metodológico que se ha intensificado durante los últimos veinticinco años. Conocidos manuales de
investigación en ciencias sociales y de la conducta, como el de Fred Kerlinger incorporan como
esquema los pasos conducentes a la obtención de una teoría de forma hipotético-deductiva. Otros
trabjos sobre los fundamentos del método científico, como el libro la Investigación Científica, de
Mario Bunge orientados más hacia los aspectos de fundamentos teóricos que a los operativos,
también responden a esta tendencia. Dentro de ellos se recoge resultados de la discusión iniciada
por los neopositivistas sobre la naturaleza de los conceptos científicos, los niveles del lenguaje
científico y las propiedades que debe satisfacer una buena teoría. En este sector la influencia de
Popper se hace patente en el hecho de que, prácticamente, la expresión verificación de hipótesis
ha desaparecido del vocabulario metodológico para dejar su lugar a la noción de contrastación de
hipótesis, término con el cual se ha traducido al español el término popperiano falsifikation.
Asimismo, el llamado enfoque sistémico es inteligible como la aplicación de las transformaciones
que se realizan dentro de un sistema lógico a procesos reales, entendidos como totalidades
espacio-temporales, las mismas que pueden ser organismos o máquinas. D e este modo se
produce la conversión de un sistema de fórmulas, temporal y estático (el sistema lógico), en uno
material y dinámico.

Las repercusiones antes descritas han destacado las posibilidades integradoras y unificadoras del
modelo hipotético-deductivo, lo cual explica el afianzamiento de la Epistemología, como disciplina,
a través del interés creciente que muestran las comunidades científicas en sus aportes que son en
gran medida esclarecimientos. En efecto, más inmediato resulta señalar los esclarecimientos que
el trabajo epistemológico a aportado a la ciencia que los nuevos hallazgos que ha propiciado. El
ejemplo de las paradojas de las teorías de conjuntos resulta por diferentes medios, como la teoría
de los tipo de Russell o las limitaciones del uso del concepto de verdad, puestas en evidencia por
Tarski, son suficientes para ilustrar un aporte esclarecedor que ha posibilitado poner fin a
discusiones desorientadores o reformularlas en términos que hagan posible soluciones precisas,
En el nivel práctico, el esclarecimiento de las insolubles implicancias del término verificación ha
posibilitado la propuesta de orientaciones metodológicas más productivas. Ello mismo ha
conllevado el abandono de seguridades ingenuas y apriorísticas de cepa hegeliana y kantiana.

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El modelo hipotético-deductivo ya sea en su versión inductivista representada en su última fase


por la teoría de la confirmación de Hempel, o en su versión no inductivista representada por la
tesis de la falsibilidad de las hipótesis de Popper, es compatible con la conmensurabilidad de las
teorías y con la aceptación de un progreso científico o de un perfeccionamiento del conocimiento
humano. Así una teoría Tes comparativamente preferible a una W si T es capaz de explicar todos
los hechos que puede explicar W y además ciertos hechos que no son compatibles con W. Esto es,
los hechos falseadores de W, no son hechos falseadores de T, pero, al propio tiempo, el conjunto
de posibles falseadores de T es diferente del conjunto vacío. Análogamente, una teoría T es
lógicamente más general que una W si los axiomas de W son deducibles, como teoremas, desde
los axiomas de T y no se cumple la situación inversa. De esto se deduce que el cambio científico se
da cuando una teoría T es reemplazada por otra W que posee mayor poder explicativo y mayor
generalidad en relación con T. En caso de que T haya sido una teoría dominante, este cambio
constituye una revolución científica y puede no ser suficientemente entendida, por la comunidad
de investigadores.

Las críticas al modelo hipotético-deductivo y a sus correlatos teóricos se generaron paralelamente


al desarrollo de éste. Poincaré, por citar un caso notable, fue duro crítico del proyecto logicista de
Rusell desarrollado en Principia Mathematica. Defendió, intuitivamente, la tesis de que el principio
de inducción matemática no era reducible a proposiciones analíticas o puramente lógicas. Estuvo
en lo correcto al formular esta conjetura pero no dispuso de medios adecuados para demsotrarla.
Han sido los desarrollos de la misma Lógica Matemática, a través de la teoría de modelos, los que
algunos años después permitieron probar la existencia de estructuras matemática no-inductivas,
lo que ha conducido a demostrar de manera concluyente el carácter no-analítico de dicho
principio. Sin embargo, la crítica de Poincaré, tal vez, hay que entenderla como una objeción a una
pretensión específica del modelo hipotético-deductivo y no al modelo mismo. Las objeciones
radicales han venido de las canteras de Thomas Kuhn quien en su libro La estructura de las
revoluciones científicas, ha sostenido la inconmensurabilidad de las teorías científicas y, sustituido
el concepto de verdad de una teoría por el de vigencia de un paradigma de ciencia normal, entidad
conceptual que, según Kuhn, posee un núcleo teórico pero que, además, tiene componentes
irracionales como, por ejemplo, una institucionalidad con sus jerarquías y autoridades. De esta
suerte el cambio científico estaría más ligado al agotamiento histórico de un paradigma que a
cuestiones relacionadas con la capacidad explicativa o la generalidad de las teorías. El concepto de
verdad no sería determinante para decidir el cambio porque está sujeto, como los otros conceptos
científicos, a los condicionamientos del paradigma vigente. Consecuentemente, el cambio de
paradigma también acarrea cambios en el concepto de verdad, que carecería de la objetividad que
presuponen los cultores del modelo hipotético-deductivo. Aparentemente, las consecuencias del
punto de vista Khuhniano coincidirían con la tesis de Tarski que circunscribe la definición de
‘verdad’ a un lenguaje L determinado y concluye que no es posible establecer ningún criterio
general de verdad. Empero, la tesis de Tarski presupone que existe, objetivamente, la necesidad
de usar consistentemente el concepto de verdad y que la contradicción es una deficiencia que
inhabilita una teoría T. Ciertamente, la presencia de una contradicción no se anula quitándole
vigencia a un paradigma sino reestructurando el lenguaje de tal manera que sus reglas no la hagan
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posible. No es éste el lugar para abordar con detalle las objeciones de Kuhn sino sólo para anotar
sus tesis como adversas a la solidez del modelo hipotético-deductivo, al cual el filósofo alemán
Stegmüller ha denominado punto de vista del enunciado, para oponerlo a posiciones historicistas,
como las del mismo Kuhn, o genéticas como las de Piaget. En lo que se refiere a este último, sus
reservas no están dirigidas, propiamente, al modelo hipotético-deductivo en cuanto tal sino a sus
insuficiencias y a la necesidad de complementarlo con los aportes de la investigación psicológica
experimental para dar cuenta satisfactoriamente del conocimiento científico en su integridad.
Piaget considera al punto de vista del enunciado, en medida significativa, esclarecedor de la
naturaleza lógica de la ciencia. Sin embargo, sostiene que una aproximación más completa se logra
si no sólo se analiza la lógica del resultado del proceso sino, también, la del proceso mismo que
conduce a la producción de dicho resultado. En otras palabras, no sería suficiente analizar las
teorías, pues para comprenderlas en su integridad sería necesario examinar el proceso cognitivo
que las produce, esto es, el modelo hipotético-deductivo debería ser complementado con un
estudio psico-genético del conocimiento que ponga en evidencia las bases conductuales, mentales
y ambientales que lo convierten en verdadero y que explican su organización lógica.

Una crítica, más radical, proviene de algunos representantes del pensamiento dialéctico que
consideran que el modelo hipotético-deductivo, se sustenta en una lógica que se cumple en
determinado segmento histórico del proceso de producción de conocimientos pero no en
períodos de duración considerable, en los cuales irremediablemente contradicciones que no
anulan la fecundidad del proceso sino, al contrario, garantizan saltos cualitativos que perfeccionan
el conocimiento humano. Asimismo, las contradicciones no serían puramente formales sino
ontológicas por ocurrir en la realidad y reflejarse en el conocimiento. Consecuentemente, el
modelo hipotético-deductivo expresaría su unilateralidad al considerar a la contradicción como
sinónimo de absurdo y de imposibilidad de racionalidad. De lo anterior se deduciría que la lógica
que supla las deficiencias antes anotadas sería una que exprese el movimiento total de la realidad,
vale decir, la llamada lógica dialéctica. Asimismo, desde este ángulo, el modelo hipotético-
deductivo sólo podría tener alguna utilidad si se lo inscribe dentro del marco del pensamiento
dialéctico y se lo depura de todo aquello que se oponga a las leyes generales de la dialéctica.

La objeción anterior asume la hipótesis de que la Lógica Matemática sólo dispone del concepto
que hoy se conoce como de consistencia simple, el mismo que coincide con la concepción
aristotélica de consistencia. Aunque no es lo usual, las investigaciones en lógicas para consistente
nos han mostrado que el modelo hipotético-deductivo puede utilizarse sin modificaciones
substanciales tolerando un cierto nivel de contradicción posible, próximo a la contradicción
dialéctica, para lo cual es suficiente recurrir al concepto de consistencia absoluta, que tiene mayor
generalidad que el de consistencia simple y que puede utilizarse en sistemas lógicos sin operador
de negación, explícito, como los construidos usando el lenguaje de Nicod. Para ello es suficiente
definir dentro de un lengua L, un sistema S, cuyo conjunto de fórmulas es mayor que el conjunto
de sus teoremas. Asimismo, se debe suprimir, dentro de este segundo conjunto, el clásico teorema
que afirma que una contradicción implica a cualquier fórmula. Este expediente sería suficiente
para resolver la objeción de origen dialéctico dirigida contra la lógica que usa el modelo
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hipotético-deductivo. Sin embargo, existe una inexactitud adicional que consiste en dar el mismo
estatuto a las contradicciones formales y a las ontológicas. Desde una perspectiva lógica estricta
las únicas contradicciones, relevantes son las que se producen en el lenguaje, vale decir, las
formales. Y ello debido a que con independencia de la concepción, de la realidad que poseamos,
resulta de necesidad inexcusable describirla de manera consistente o no-contradictoria, pues si,
dentro de la teoría T admitimos como igualmente verdaderas a una proposición A y otra no-A,
entonces el interlocutor estaría imposibilitado de decidir cuál es el mensaje y no sabría a qué
atenerse. Además, mediante la aplicación de reglas lógicas conocidas en la lógica standard, la
contradicción producida por A y no-A genera otras tantas como deseemos, y así tendríamos B1, y
no-B1; B2, y no-B2, y así, sucesivamente, de tal manera que una teoría contradictoria tiene como
limitación el imposibilitar la comunicación científica fiable, pues igualmente puede afirmar la
existencia de ciertos hechos como negarla. Por lo tanto, la pretensión fundamental del modelo
hipotético-deductivo no es afirmar que la naturaleza o la realidad carecen de contradicciones sino
que el discurso que las describe debe ser coherente o consistente para posibilitar una
comunicación científica fiable. Por lo tanto, en éste nivel, las contradicciones relevantes son las
formales y son las únicas identificables con la noción de absurdo. Por añadidura, el recurso a un
sistema S, absolutamente consistente, no se hace con el propósito de introducir la presencia de
contradicciones explícitas, sino con el de contar con un sistema de reglas lógicas que asegure que
en caso de presentarse una contradicción de cierto tipo, la teoría en cuestión no quedará
automáticamente inhabilitada, en tanto que una teoría T, absolutamente consistente, se
diferencia de una teoría W, simplemente consistente, en que la primera no multiplica
necesariamente las contradicciones como si lo hace la segunda.

Sin embargo, no es nuestra intención defender el modelo hipotético-deductivo a ultranza sino


solamente poner a prueba su temple frente a la crítica. Ello no es incompatible con reconocer
dificultades reales como la suscitada por la Historia, que difícilmente puede ajustarse a la forma
axiomática sin sufrir desnaturalización cognoscitiva. Esto podría devolvernos a la distinción entre
ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu, aunque no en los mismos términos que en la época
de W, Dilthey. Ello debido a que hay sectores de la Psicología, la lingüística y la economía, entre
otros, que pueden ser aproximados, en sus formulaciones finales, al modelo hipotético-deductivo,
el mismo que es más una manera de organizar el conocimiento que de producirlo. De otra parte,
la decisión de eliminar a la Historia del universo de la ciencia, por definición, no parece adecuada
por la dosis de arbitrariedad que entraña. La dificultad, tal vez, radica parcialmente en que la
Historia tomada; con generalidad comporta el estudio de la evolución de la totalidad de lo
humano. Distinta es la situación si definimos la tarea en términos más específicos como, por
ejemplo, la historia del derecho, o la Historia de la organización de la producción, o la Historia de
la ciencia. Sin embargo, cuando se trata de la Historia del Perú, de la de América, o de la Historia
Universal, la situación es más compleja porque necesitamos un conjunto muy grande de criterios
de relevancia para seleccionar lo que estimamos más significativo dentro de un ámbito multívoco
y de fronteras muy difusas. En estos contextos la preocupación por buscar leyes cede espacio a la
preocupación específica por reconstruir hechos sociales, sus motivaciones e intencionalidades. Y si
es verdad que la reconstrucción presupone la vigencia de leyes, éstas no tienen que ser históricas
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sino pueden pertenecer a los diversos dominios de ciencias particulares como la de Física, química,
biología, lingüística, filología, etc. En este nivel la interpretación como método hermenéutico
podría rigorizarse como una decodificación de signos lingüísticos e icónicos regulada por leyes
generales. Las dificultades continúan cuando se pretende reconstruir una totalidad tan compleja
como la Historia Universal o la Historia de América. En este caso la tentación a recurrir a entidades
metafísicas como el volksgeist de Hegel es fuerte y puede llegarse a los extremos del nazismo o de
todos los etnocentrismos, cuyo denominador común es el poseer un núcleo irracional basado en
sentimientos y no en argumentos. La noción de totalidad, que es muy manejable cuando se la
aplica a un organismo o a un sistema de trasmisión y procesamiento de información, se convierte
en una noción metafísica cuando se le aplica a grandes grupos sociales bajo el rótulo de “sujeto
colectivo” al que se atribuye intencionalidades autónomas en relación con los sujetos concretos.

El principio de que el todo es mayor que la suma de las partes y posee propiedades que éstas no
tienen por separado, puede sujetarse a control observacional en pequeñas dimensiones, pero
especialmente en el plano de las ciencias humanas. Es por ello que el holismo histórico es muy
atractivo pero casi, inevitablemente, metafísico por atribuir propiedades constatables en
totalidades pequeñas a macrototalidades, cuyos límites escapan a definiciones rigurosas y
cuyocomportamiento carece de indicadores observables. Los teóricos de los métodos
comprensivos y de la empatía (Einfuhlung) no parecen haber aportado, en su favor, nada más
preciso que la recomendación de comprender, cada elemento, dentro del sentido de la totalidad y
comprender, la totalidad, en su soporte constituido por sus elementos.

Dadas las dificultades antes anotadas, la posibilidad más inmediata de rigorizar los estudios
históricos es desarrollarlos regionalmente a través de la Arqueología, Etnografía, Historia
económica, Filología, Paleontología, etc. Este proceder no conducirá a la instauración de sistemas
hipotético-deductivos pero sí a reconstrucciones cuya mayor o menor exactitud puede ser
constatada con los hechos. Por ahora, el planteamiento de la Historia como ciencia global genera
tantas dificultades como las que, presumiblemente, surgirían si se pretendiese una ciencia natural
global. La diferencia la ha aportado el hecho de que ningún científico natural ha postulado la
necesidad de una ciencia natural global sino regional, como la Física, Química, Microbiología, etc. Y
esta decisión es un factor, no desdeñable, que ha posibilitado mayores niveles de precisión y
rigorización a las diversas ramas de las ciencias naturales en relación con las ciencias sociales. El
otro factor que explicaría la debilidad generalizada de las ciencias sociales es que, en este caso,
tanto el sujeto cognoscente como el objeto de estudio coinciden en el hombre, lo que facilita que
los intereses sociales en pugna, expresados a través de ideología, perturben la objetividad del
conocimiento y, en muchos casos, lo desnaturalicen.

Con conciencia de sus limitaciones, puede sostenerse que el uso flexible del modelo hipotético-
deductivo puede cumplir adicionalmente, con ventaja sobre otras opciones, la función pragmática
de viabilizar la comunicación entre investigadores, en circunstancias en que la súper
especialización nos mantiene ante el riesgo de dejar decisiones fundamentales a los que Ortega y
Gasset llamó “sabios ignorantes”. Éste puede ser, por ahora, el medio de no perder la percepción
de la totalidad sin debilitar exageradamente, por ello el rigor lógico y observacional, evitando así
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caer en la instauración de objetos metafísicos, que nos remitan a entidades que no son objetos de
nuestro conocimiento sino sub-productos creados por disfunciones de nuestra actividad
cognoscitiva.

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