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UN SIGLO DE DERECHO AGRARIO1

Gabriel GARCÍA CANTERO

Catedrático de Derecho Civil y Emérito de la Universidad de Zaragoza

RESUMEN. ABSTRACT.
Se exponen los avatares The paper analyses the doctrinal
doctrinales y legales del Derecho and legal changes of the Agricultural
Agrario en el siglo que acaba de Law which have taken place in Spain
fenecer, en España, y con relación a in the century that has just finished
la Universidad de Zaragoza. Después and with a special relation to the
de la celebración en esta del University of Zaragoza. After the
Congreso Internacional de 1956, se celebration of the International
crea el Instituto de Derecho Agrario, Congress of 1956 in this city, the
que ha desarrollado una incesante Agricultural Law Institute was
actividad en los últimos años. created and this has developed an
Legalmente se parte del C.c. de 1889, increasing activity during the last
algunas de cuyas instituciones todavía years. Legally, the C.c. of 1889, some
conserva validez (por ej. El retracto of whose institutions still maintain
de colindantes). Después del notable validity (for example the retracts of
desarrollo científico de los Años adjacent), is taken as the starting
Treinta, se desemboca en la Segunda point. After the relevant scientific
República con sus leyes de reforma development of the thirties it ends in
agraria y de arrendamientos rústicos the Second Republic with its laws of
estos últimos se desarrollaron en el agricultural reform and of rustic
régimen posterior (Reglamento de leases, being these last ones
A.R. de 1959). Se finaliza con las developed during the later régime
nuevas perspectivas constitucionales (Regulation of A.R. of 1959). The
y comunitarias. paper concludes with the new
constitutional and EU perspectives on
the field.

Palabras clave: Derecho Keywords: Agricultural Law,


Agrario, Instituto de Derecho Agricultural Law Institute, Agrarian
Agrario, Reforma Agraria, Reform, 1978 Constitution,
Constitución de 1978, Derecho Community Law.
comunitario.

1
Texto de la conferencia pronunciada en la Facultad de Derecho de Zaragoza el 5 de abril del 2001, con ocasión de la
Clausura del VI Curso de Derecho Agrario, bajo la presidencia del Magfco. y Excmo. Sr. Rector de la Universidad.
1
Iniciar siglo y milenio es privilegio de pocas generaciones y dan pie, en cualquier ocasión,
a ejercitar reflexivamente la memoria histórica, y, prescindiendo de aquella socorrida frase de que
“todo tiempo pasado fue mejor”, realizar un balance crítico desde una perspectiva voluntariamente
asumida. ¿Qué han supuesto para el Derecho Agrario estos cien últimos años transcurridos?

Por de pronto, su acta de nacimiento como ciencia jurídica pues, de modo unánime, en
todos los países occidentales se constata que tal rama del derecho no existía aún en 1900, siendo
preciso esperar a la confluencia de un conjunto favorable de determinadas circunstancias
históricas.

Además, el siglo fenecido ha supuesto una trascendental transformación del Derecho


Agrario tal como había nacido, - en principio, no sé si positiva o negativa-, y que cabe sintetizar en
el hecho de su internacionalización como fruto de la globalización de la economía a nivel mundial.

No resulta inadecuado ni inoportuno recordar que, en esta Facultad de Derecho, han


coincidido grandes agraristas a mediados de siglo, los cuales, primero, lograron prender en
algunos jóvenes profesores el fuego jusagrarista, y, luego, lo alimentaron adecuadamente hasta
llegar felizmente al momento actual en que, desaparecidos aquellos Maestros, hemos aprobado un
nuevo Plan de Estudios 2000 en el que se reconoce –no sin cierta timidez, hay que reconocerlo- el
Derecho Agrario como asignatura facultativa. Por ello, los acontecimientos ocurridos durante el
último medio siglo, en esta Universidad, en el sector del Derecho Agrario merecen ser ahora
evocados:

En 1956 los Profesores Don Luis Martín-Ballestero y Costea y Don José Luis Lacruz
Berdejo organizaron un Congreso Internacional de Derecho Agrario, en el que participó lo más
granado del agrarismo europeo; lo tengo grabado en mi memoria porque fue el primer congreso de
mi vida universitaria al que tuve el honor de asistir –no sin temor y temblor, como puede
suponerse- como invitado en calidad de Ayudante de la Universidad de Valladolid. Para esta
Facultad de Derecho se produjo un notable fruto de aquel Congreso, pues a los pocos años se creó
el Instituto de Derecho Agrario, sancionado en el BOE por Orden Ministerial; y gracias al
entusiasmo del Profesor Luna Serrano, discípulo del Prof. Lacruz, nació la “Revista de Derecho
Agrario”, desgraciadamente interrumpida algunos años más tarde. Me consta que, en los años
posteriores, el Instituto dinamizó en Aragón el interés jurídico-agrario con actividades de todo
género, sin olvidar las clásicas y consagradas Jornadas y reuniones de estudio en la Universidad de
verano de Jaca, que adquirieron carta de naturaleza; incorporado yo mismo a esta Universidad en
1981 me fue facil continuar, al frente del Instituto, lo que ya estaba en marcha.

Siendo improcedente postular pro domo sua, voy a referirme a la ejemplar actuación del
actual Director al frente del Instituto, Prof. Dr. Martín-Ballestero Hernández, en el que, a mi
juicio, destaca una actividad que puede calificarse de constante, incansable y – si se me permite
decirlo- hasta frenética, con la organización cada curso académico de uno o varios cursillos,
seminarios, ciclos de conferencias, etc. que culminaron con la celebración en 1998 del Congreso
Español de Derecho Agrario y Ordenación Rural, cuyas Actas puntualmente han visto la luz al año
siguiente con un volumen de medio millar de páginas.

Cariñosamente en círculos europeos a los agraristas españoles se nos conoce como esos
“Chalados del Derecho Agrario”, pues acudimos incansablemente a todas las citas nacionales o
extranjeras, cualquiera sea el país o el continente en que ocurran; pues bien, puedo afirmar, con
conocimiento de causa, que en esas citas siempre ha habido representación aragonesa.

Otra enseñanza genérica del centenario es la pluri-disciplinariedad del Derecho Agrario:


aquí convendría recordar aquello de que “el agrarista que sólo conoce derecho agrario, ni siquiera
derecho agrario sabe”. A lo largo de esta conferencia destacarán los aspectos históricos pues para

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entender las vicisitudes que a lo largo del siglo fenecido ha experimentado el Derecho Agrario hay
que tener presente la historia de nuestro país en el mismo período, e, incluso, la europea y la
mundial; a su lado, los conocimientos económicos, ya que el sector agrario es sólo uno de los
factores que se integran, cada vez, -hay que reconocerlo- con menor peso en el PNB;
imprescindiblemente hay que mencionar los datos científicos; y para muestra unos pocos
ejemplos: la importantísima discusión actual sobre los alimentos transgénicos, el desgraciado
episodio de las vacas locas, la magnífica alocución laudatoria de nuestro Patrono, de la Catedrática
de Química Aplicada, Dª Cristina LERIN DE LA PUERTA sobre el envase alimentario (aquí
convendría citar a Santa Teresa, pues si Dios también está entre los pucheros, también podremos
decir. -con todo respeto- que la Química y la Ingeniería igualmente deben estar al servicio del
brick de leche o del envase de yogour, productos ambos, en definitiva, agrarios) y a todos ellos
añado la catástrofe de Biescas; me fijaré especialmente en el último ejemplo, pues si bien acaparó
la atención general al ocurrir, hoy ha pasado, en los medios de comunicación, a un segundo plano.
En efecto, lo ocurrido en el camping de la localidad altoaragonesa fue una catástrofe que afectó a
la sociedad española con las secuelas de casi un centenar de muertos, pero también un hecho
natural que los geógrafos de nuestra Facultad de Letras habían previsto, desaconsejando las
edificaciones de cualquier tipo en la vaguada del accidente; en el momento actual parece se ha
superado la fase del obligado proceso criminal, y presumiblemente entraremos en la vía civil en la
que los Tribunales suelen hilar más fino a la hora de valorar los conceptos de culpa o riesgo;
habrá que responder a preguntas tales como: ¿alguien incurrió en responsabilidad por autorizar o
instalar el camping en zona que periódicamente resultaba peligrosa?; en aquella catástrofe natural
y ecológica los conocimientos científicos van a jugar, por tanto, un papel muy importante.

Cabe decir, a modo de conclusiones provisionales de lo hasta aquí dicho, es que el agrarista
resulta plenamente consciente de la absoluta necesidad de recibir y solicitar la colaboración de
otras ciencias, pero permítaseme expresar con toda humildad la convicción de que la última
palabra ha de corresponderle, en esta clase de asuntos, al jurista y al juez.

¿QUÉ ASPECTO OFRECÍA EL DERECHO AGRARIO EN ESPAÑA HACIA 1900?

Como tal disciplina científica el Derecho Agrario no existía en ese momento, pues sólo
unos treinta años más tarde iba a plasmar entre nosotros la existencia de una doctrina con
pretensiones de científica. Ahora bien, lo que sí existía a principios de siglo era la realidad agraria
con un peso notable en la economía nacional; aproximadamente el 60% de la población activa
española residía en las zonas agrarias, y en el PNB la producción agraria, pecuaria y forestal
suponía el mayor porcentaje respecto del total; algo parecido ocurría con el peso de los productos
agrarios en nuestras exportaciones de aquel periodo.

A falta de un régimen jurídico especial sobre la agricultura ¿qué decía el régimen jurídico
general, es decir el Código civil que precisamente acababa de ser promulgado en 1889? Hay que
referirse a una polémica doctrinal suscitada entre nosotros hacia 1950. Para unos el C.c. era un
Código fundamentalmente agrario; para otros no respetaba, en lo esencial, las características
propias de la actividad agraria. ¿Quién tenía la razón?

Ante todo, y a primera vista. en el lenguaje codicial resulta predominante unaa


terminología rústica o agraria, que se reflejaba plenamente en diversas instituciones jurídicas. Me
fijaré en algunos llamativos ejemplos:

- Todo propietario podrá cerrar o cercar sus heredades por medio de paredes, zanjas, setos
vivos o muertos, o de cualquier otro modo, dice el art. 388. Hoy esto nos parece tan obvio que
resulta innecesario que lo consigne el Cc; sin embargo, la historia enseña que tal declaración vino
a consagrar el triunfo definitivo de los labradores frente a los ganaderos, ratificando el Decreto de

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1813 promulgado por las Cortes de Cádiz, pues durante siglos el Honrado Concejo de la Mesta
tuvo la facultad de atravesar libremente las fincas rústicas con sus rebaños.

- El arbol corpulento de propiedad particular que amenaza caerse a la vía pública, obliga a su
propietario a derribarlo (art. 398); pero hoy los árboles son especie a extinguir en las ciudades, y
mucho más los de dominio privado.

- El usufructo de viñas, olivares u otros árboles o arbustos, aparece regulado con detalle en
el art. 483; lo mismo que el usufructo de un monte (art. 485) y el usufructo o el derecho de uso
sobre un rebaño o piara de ganados (arts. 486 y 526).

- La servidumbre natural de las aguas que descienden de los predios superiores sólo puede
producirse en el campo (art. 552).

- La servidumbre legal de paso para ganados conocidos como cañada, cordel o vereda,
subsisten como resto histórico de los derechos de los ganaderos transhumantes, y hoy dan pie a la
anécdota televisiva que muestra a los rebaños de ovejas cruzando por la Puerta de Alcalá, aunque
haya desaparecido ya en la reciente Ley de Vías Pecuarias la noción de verdadera servidumbre
sobre vías privadas.

- Sorprende el cuidado con que se fijan las distancias que deben respetarse en las
plantaciones, de dos metros si se trata de árboles altos, o de 50 cms si de arbustos o árboles bajos
(art. 591); no menos que el derecho a pedir se corten o a cortar por sí mismo las ramas y raíces de
los árboles del vecino que penetran en mi finca (art. 592); así como el amplio espacio dedicado a
las denominadas servidumbres y comunidades de pastos, leñas y otros productos forestales (arts.
600 a 604) cuya interpretación doctrinal y jurisprudencial dista de ser unánime.

- Probablemente hace un siglo se practicaba más frecuentemente que ahora, el llamado


“censo a primeras cepas” (art. 1656), cuando en nuestros días lo frecuente es arrancarlas siguiendo
las órdenes o recomendaciones de Bruselas.

- También llama la atención el cuidado que se observa en la regulación del saneamiento por
vicios en la venta de animales (arts. 1491 a 1499), que pueden encontrar renovada aplicación en la
fiebre aftosa y las restantes epidemias que, según informa el profesor Badiola, nos amenazan a los
sufridos miembros de la Comunidad Europea.

No quiero dar a entender que la normativa aludida haya dejado de tener aplicación en
nuestros días, sino que muestran una orientación o preocupación preferentes del legislador
contrastando con las situaciones que podían darse en la vida urbana, apenas entrevistas por el
legislador de 1889, y, por supuesto, muy alejadas de las actuales.

Como cualquier alumno de los primeros cursos de Derecho sabe, hay una summa divisio de
los bienes en el C.c. que los diferencia entre cosas inmuebles y muebles; fijándonos en la primera
categoría los términos más frecuentemente utilizados por el legislador son los de tierras, fundos,
fincas o heredades, que evocan casi siempre un inmueble de naturaleza rústica; también son
actuaciones agrícolas las operaciones tan frecuentemente descritas de plantar o sembrar, y también
la de incorporar pertenencias, instrumentos o accesorios para destinarlos de modo permanente a la
explotación del fundo (por ej. aperos, ganados, tractores etc); idéntica calificación merece el
depósito de abonos destinados al cultivo de una heredad y situados en las tierras en que deben
utilizarse (art. 334-7º).

Con todo, el problema fundamental del campo español a principios de siglo XX estaba
representado por la posición jurídica del arrendatario de fincas rústicas en relación con el

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arrendador-propietario. Aquí debemos reconocer que, dentro de una defectuosa regulación del
arrendamiento de cosas (en Roma, como se sabe, la locatio-conductio rei se alineaba junto a la
locatio-conductio operarum y a la locatio conductio operis) el C.c. se inspiró en una filosofía
rabiosamente liberal que tradujo aproximadamente en preceptos el adagio muerte y venta quitan
renta, y determinaban la extinción automática del contrato de arriendo rústico al expirar el término
pactado (salvo la tácita reconducción, facilmente eludible por el arrendador), y que en defecto de
pacto, el contrato duraba un año o el tiempo necesario para que la finca diese frutos una sola vez;
por otra parte el régimen de las mejoras no incentivaba su realización por los colonos. Sólo la
aparcería rústica resultaba, en teoría, más favorable al cultivador al remitirse el art. 1579 al
régimen de la sociedad civil.

Este panorama legal se proyectaba sobre la secular hambre de tierra que sufría el campo
español, con una deficiente distribución de la propiedad rústica, especialmente en Andalucía y
Extremadura, que dio origen a la clase social de los señoritos (tan descrita por la literatura)
formada por propietarios habitualmente absentistas, frente a los que se situaba una masa de
colonos y braceros pendientes de la buena voluntad del capataz o del amo. Estamos en el primer
tercio del siglo XX, y se están incubando movimientos de protesta que pueden estallar
violentamente (Buñuel en sus primeros filmes, ha descrito, gráficamente la vida de nuestros
pueblos en aquellos años). Estas necesidades y aspiraciones iban a encontrar, de alguna manera,
expresión en la Constitución republicana de 1931.

No todo, sin embargo, resultaba negativo en la primera versión de nuestro venerable C.c.
para satisfacer las necesidades del agro español. Visión de futuro tuvo el legislador al regular por
vez primera el retracto de colindantes en el art. 1523, tratando de resolver el caso bastante
frecuente de los enclavados, cuyas dimensiones no superaban la Ha; se sirvió de la técnica
retractual cuyo recuerdo en la doctrina jurídica europea iba unido a la concepción medieval de la
propiedad, pero que ahora resucitaba y se utilizaba para una moderna finalidad socio-económica.
En materia sucesoria se ha dicho que el art. 1061, al recomendar la posible igualdad de los lotes,
constituye una máquina de triturar las explotaciones agrarias al fallecer el propietario; pero se
olvida que el art. 1056 permite al padre hacer su propia partición y atribuir a uno sólo de los hijos
la empresa agraria, abonando en metálico su legítima a sus hermanos; efectos parecidos se
persiguen con el art. 831 que permite atribuir al viudo la facultad de distribuir entre los hijos
comunes los bienes del difunto, precisamente en el supuesto más delicado de quedar la viuda con
hijos pequeños, hasta el momento de llegar a la mayoría el menor de aquéllos (no se olvide que la
edad media de los españoles alcanzaba niveles muy bajos en aquella época).

La proclamación de la Segunda República el 14 abril 1931 suscitó amplias esperanzas, no


sólo en la burguesía urbana sino, y también, entre el proletariado industrial y agrario. En cuanto a
este último, la Constitución proclamó el compromiso de realizar la reforma agraria, que se tradujo
en una Ley sobre el tema de 1932, y la creación del Instituto de Reforma Agraria que inició
inmediatamente la expropiación de los grandes latifundios, y que no pudo concluirla al estallar la
Guerra Civil. Sí, en cambio, hubo tiempo para aprobar y poner en marcha la Ley de
Arrendamientos Rústicos de 1935, presentada por el Ministro de Agricultura Sr. Giménez
Fernández, catedrático de Derecho Canónico de la Universidad hispalense. Terminada la Guerra
Civil, la LAR de 1935 se convertirá en uno de los ejes de la política agraria del régimen anterior;
sus principios consistían en estabilizar al arrendatario en el disfrute del arrendamiento,
garantizándole cierta duración, y, asímismo, frente a la oscilación de las rentas le aseguró la
aplicación del índice oficial de los precios de los productos agrarios; se creó la figura del
arrendamiento especialmente protegido, definido por no sobrepasar un determinado importe de la
renta anual (5.000 kilos de trigo); importante novedad en el derecho comparado fue el derecho de
retracto arrendaticio que permitía al colono convertirse en propietario de las fincas arrendadas
cuando el dueño las vendía a extraños, abonando el precio pagado por el comprador: dicho
derecho, con el nombre de droit du préemption du fermiér fue acogido en el Código Rural francés,

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y años más tarde, como diritto di prelazione agraria fue admitido en Italia. Se desarrolló, en
resumen, una política agraria de tintes sociales encaminada a proteger al pequeño labrador, que,
además, podía ser destinatario de un patrimonio familiar inembargable, cuya Ley estudió
magistralmente el Profesor Luna Serrano. Otros pilares de la política agraria del régimen anterior
fueron la actuación del Instituto Nacional de Colonización, que fomentó la creación de nuevos
poblados en zonas de regadío; cabe mencionar también el RAR de 1959, la Ley de Concentración
Parcelaria y la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario de 1973, viniendo a ser esta última un
pequeño Código de legislación agraria, en el que se integraban gran número de disposiciones
reguladas dispersamente. Al haberse prescindido totalmente del régimen arrendaticio del C.c., la
legislación agraria, basada en la propiedad y en la posesión de las tierras, se revistió de una
tonalidad social, que se tradujo incluso en el orden jurisdiccional pues los recursos de revisión en
materia arrendaticia rústica eran competencia de la Sala 5ª de lo Social del TS. Entre 1950 y 1960
se producen en España importantes fenómenos socio-económicos; de un régimen intervencionista
y autártico se pasa a otro más abierto, que mantiene relaciones con USA y consigue un régimen de
asociación con el Mercado Común. Se produce una revolución social silenciosa culminándose la
masiva emigración del campo a la ciudad, y luego a los países ricos europeos en busca de mejores
condiciones económico-sociales. Los Planes de Desarrollo logran el despegue de la
industrialización, mientras que el turismo se consolida como la primera fuente de divisas del país.
Todo ello va a repercutir inmediatamente en la situación de la agricultura española.

La población activa que vive en el campo va disminuyendo vertiginosamente; mejoran


notablemente los medios instrumentales de la explotación agraria, lo que se manifiesta en una
mecanización acelerada, incluso excesivamente; de una economía de subsistencia se pasa, en
algunas regiones, a una producción plenamente competitiva en los mercados europeos, en
concurrencia con productos italianos, marroquíes o israelíes. La Transición política coincide en el
campo español con un periodo de profunda transformación, aunque sin que todavía se adivinen
plenamente en lontananza los objetivos últimos que se propone alcanzar la futura política agraria.

LA AGRICULTURA EN LA CONSTITUCIÓN DE 1978.

A primera vista, después de una lectura de aquélla, resulta dificil reprimir un sentimiento
de decepción, de frustración incluso, para quienes nos habíamos dedicado científicamente al
Derecho Agrario durante los difíciles años 1950-1970. Los autores de la Constitución daban la
impresión de haber pasado de puntillas sobre el tema agrario, estableciendo únicamente unos
principios de alcance general, nada comprometidos. En el tít. VII de la Constitución, dedicada
genéricamente a “Economía y Hacienda”, encontramos un único precepto dedicado
específicamente a la agricultura. Es el art. 130 cuyo texto citar literalmente “1. Los poderes
públicos atenderán a la modernización y desarrollo de todos los sectores económicos y, en
particular, de la agricultura, de la ganadería, de la pesca y de la artesanía, a fin de equiparar el
nivel de vida de todos los españoles. 2. Con el mismo fin se dispensará un tratamiento especial a
las zonas de montaña”. Si se me permite una expresión vulgar nos encontramos, ante este texto,
con nada entre dos platos, porque ¿quién se opondrá a la modernización y desarrollo de un sector
tradicionalmente deprimido en España? El propósito de equiparar el nivel de vida rural y urbano,
es bienintencionado, pero utópico; a lo que puede aspirarse razonablemente es que la producción
agraria crezca, al menos, con el mismo índice que la industrial, y, de ser posible, que se reduzca la
distancia. La larga enumeración de agricultura, ganadería, pesca, artesanía algún humorista la
concluye diciendo y los grandes expresos europeos …(dónde están el agro-turismo, las industrias
agro-alimentarias, las piscisfactorías etc? La referencia a la agricultura de montaña es importante,
pero anecdótica. En este punto, en relación con la agricultura, la comparación entre la
Constitución de 1931 y la de 1978 arroja un saldo favorable a la primera. ¿Qué iría a pasar, en el
futuro, con la concentración parcelaria y con las unidades mínimas de cultivo? ¿Qué criterios iban
a seguirse con los regadíos ya existentes y proyectados? El Instituto Nacional de Colonización y
sus sucesores autonómicos, ¿iban a seguir siendo los protagonistas de la política agraria española?

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Personalmente expresé por escrito mi profunda decepción científica (en la Rivista di Diritto
Agrario de 1985), sin que nadie tratara de “consolarme” ni de refutarme. A punto de cumplirse el
25 aniversario de la Constitución, he de matizar, sin embargo, alguna de mis críticas.

En aquel momento, los disconformes con la Constitución por esta causa, no advertíamos en
qué medida el futuro del agro español estaba vinculado al ingreso de nuestro país en el entonces
llamado Mercado Común, y a las condiciones que se nos impusieran. Es idea generalizada que, si
bien tal ingreso ha sido favorable para nuestra economía en general, y causa del despegue
impresionante que estamos consiguiendo en los últimos años, sin embargo para la agricultura el
ingreso ocurrió en el momento menos favorable, y, además, las condiciones que negociamos de
prisa y corriendo, no beneficiaban en su conjunto a nuestros labradores, ni parece que en el futuro
vayan a hacerlo. La Política agraria común (P.A.C.) en tiempo de los seis y luego de los nueve,
trató en su momento de salir al paso de los éxitos económicos de la agricultura planificada de los
países del Este. En consecuencia, desde el Tratado de Roma (1957) los agricultores han sido la
clase europea más privilegiada; en efecto, el MC adquiría toda la producción a precios superiores
al mercado; mientras el nivel de vida de aquéllos crecía cada año, la Comunidad almacenaba
stocks de productos agrarios, invendibles en los mercados internacionales. Pero nosotros hemos
entrado en la UE cuando empieza a aplicarse la Nueva PAC que, por la presión de los EEUU y los
grandes países productores (Argentina, Canadá, Australia etc), ha tenido que transformar las
ayudas a los labradores y poner término a su atribución. Bruxelas, por otro lado, subvenciona la
retirada de tierras en cultivo ¿cómo compatibilizar con esta política con las reformas agrarias
andaluza y extremeña que sancionaban a los propietarios latifundistas que se preocupaban poco de
sus fincas? Los aires liberales que inspiran la PAC han obligado finalmentmodificar nuestra LAR
de 1980 (aprobada, no se olvide, durante la Transición) con la Ley de Modernización de 1995.

En resumen: El poco comprometido art. 130 CE ha permitido, sin embargo, el cambio de


signo de la política agraria española en la década de los noventa, sin producirse conmociones
constitucionales, si bien, y ya a modo de conclusiones de esta conferencia, me permito subrayar
algunos aspectos más relevantes de cara ya a nuestro Derecho Agrario del siglo XXI:

- La legislación agraria es hoy un ejemplo paradigmático de lo que he denominado en


anteriores ocasiones el pluralismo normativo. En efecto, cualquier campesino aragonés en el
ejercicio de su profesión está obligado a cumplir órdenes, en el ámbito de su competencia, que
proceden de su Ayuntamiento (por ej. sobre calendario de las cosechas); de la DGA (sobre el
fomento de determinadas producciones); del Ministerio de Agricultura (en ejecución de la PAC);
de la Comunidad Europea, que es, efectivamente, la que dirige la política agraria en la Unión; por
último, los acuerdos de la Unión Mundial del Comercio en la que compiten, juntos a los países del
Tercer Mundo, los intereses de los grandes productores al lado de los grandes consumidores.

- Sobre el Derecho Autonómico Agrario tuve ocasión de reflexionar en el Congreso de


Zaragoza de 1992; sigue siendo una realidad la diferente velocidad de las distintas CCAA en el
ejercicio de sus facultades legislativas y reglamentarias en materia agraria; descartada la
posibilidad de niveles uniformes en esta materia, parece no sólo aconsejable sino ineludible una
permanente labor de coordinación para que los fines constitucionales se alcancen; tal coordinación
(que permitirá a cada Consejero de Agricultura estar al tanto de lo que proyecta el vecino) dotará
de mayor fuerza a las peticiones ante los organismos comunitarios.

- Estamos abocados a una reforma en profundidad de nuestras instituciones civiles agrarias.


Aunque hay que abandonar la política proteccionista del régimen anterior, no creo que la solución
consista en una vuelta pura y dura al liberalismo del C.c. La institución central seguirá siendo la
empresa o explotación agrarias, cuyo concepto y regulación compete a los civilistas; en ella
intervienen la propiedad agraria, los contratos de arrendamiento, aparcería y sociedad, los de
venta de productos agrarios, préstamo y concesión de crédito, seguros y transporte; sin olvidar las

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modalidades de culpa extracontractual que, cada vez con mayor intensidad, afectan a la
producción agraria. En este punto pienso que los diversos trabajos debidos a un grupo de agraristas
españoles, publicado el año pasado por el Ministerio de Agricultura con el llamativo nombre de
Operación Jovellanos pueden ofrecer una plataforma de reflexión. Pero su análisis debe quedar
para otra ocasión.

Gracias por su atención.

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