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La violencia

de la interpretación
De Piera Aulagnier en esta biblioteca
La violencia de la
El aprendiz de historiador y el maestro-brujo interpretación
Del discurso identi{icante al discurso delirante Del pictograma al enunciado

Piera Castoriadis-Aulagnier

Amorrortu editores
Buenos Aires - Madrid
Biblioteca de psicología y psicoanálisis Dedico esta obra a Corneille y Claude.
Directores: Jorge Colapinto y David Maldavsky
La violence de l'interprétation. Du pictogramme a l'énoncé, Piera Cas-
toriadis-Aulagnier
© Presses Universitaires de France, 1975
Traducción: Víctor Fischman
Primera edición en castellano, 1977; primera reimpresión, 1988; se-
gunda reimpresión, 1991; tercera reimpresión, 1993; cuarta reimpre-
sión, 1997; quinta reimpresión, 2001; sexta reimpresión, 2004; séptima
reimpresión, 2007
© Todos los derechos de la edición en castellano reservados por
Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7° piso C1057AAS Buenos
Aires
Amorrortu editores España S.L., C/San Andrés, 28 - 28004 Madrid
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ficada por cualquier medio mecánico, electrónico o informático, inclu-
yendo fotocopia, grabación, digitalización o cualquier sistema de alma-
cenamiento y recuperación de información, no autorizada por los edi-
tores, viola derechos reservados.
Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723
Industria argentina. Made in Argentina
ISBN 978-950-518-445-3
ISBN 84-610-4045-7, París, edición original

Castoriadis-Aulagnier, Piera
La violencia de la interpretación: del pictograma al enunciado.
la ed., 7a reimp. - Buenos Aires: Amorrortu, 2007.
328 p. ; 23x12 cm.- (Biblioteca de psicología y psicoanálisis /
dirigida por Jorge Colapinto y David Maldavsky)
Traducción de: Víctor Fischman
ISBN 978-950-518-445-3
1. Psicoanálisis. l. Fischman, Víctor, trad. II. Título
CDD 150.195

Impreso el} los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, pro-
vincia de Buenos Aires, en enero de 2007.
Tirada de esta edición: 1.500 ejemplares.
Indice general

11 Palabras preliminares

21 Primera parte. Del pictograma al enunciado


23 1. La actividad de representación, sus objetos y su
meta
40 2. El proceso originario y el pictograma
72 3. La representación fantaseada del proceso prima-
rio: imagen de cosa e imagen de palabra
72 1. Imagen de cosa y fantaseo del cuerpo
89 11. La entrada en escena de la imagen de palabra y
las modificaciones que ella impone a la actividad de
lo primario
112 4. El espacio al que el Yo puede advenir
158 El contrato narcisista
167 El Yo y la conjugación del futuro: acerca del pro-
yecto identifica torio y de la escisión del Yo
176 Anexo. Lo que entendemos con los conceptos de
simbólico y de imaginario

187 Segunda parte. La interpretación de la vio-


lencia y el pensamiento delirante primario
189 5. Acerca de la esquizofrenia: potencialidad psit ó-
tica y pensamiento delirante primario
202 El espacio al que la esquizofrenia puede advenir
248 6. Acerca de la paranoia: escena primaria y teoría
delirante primaria
303 7. A modo de conclusión: las tres pruebas que el pen-
samiento delirante remodela
314 Notas

9
Palabras preliminares

¿ Por qué este replanteo del modelo metapsicológico?


La respuesta se relaciona en forma directa con el objetivo
que nuestra construcción se ha propuesto: encontrar una vía
de acceso al análisis de la relación del psicótico con el dis-
curso que permita a la experiencia analítica desarrollar una
acción más cercana ·a la ambición de su proyecto. Al avan-
zar por el camino que nos llevaba hacia esta meta hemos
visto, en forma a menudo inesperada, que algunos interro-
gantes que considerábamos resueltos volvían a plantearse
en toda su oscuridad, que algunas referencias conceptuales
a las que habíamos considerado irrefutables perdían su apa-
rente claridad. La psicosis nos obligaba a repensar la psique
y nuestros modelos -lo cual no ha de sorprender a nadie-o
De ese modo, aquello que en nuestro proyecto inicial debía
ser sólo una introducción, que explicitase los conceptos a los
que recurre este trabajo, ha ocupado gran parte del libro:
nos vimos obligados a diferir la consecución de nuestro
objetivo.
No. obstante, esa postergación ha sido y continúa siendo lo
suficientemente cercana a nuestra reflexión corno para que
debamos considerarla la tela de fondo sobre la cual se tejió
el conjunto de nuestras proposiciones. Su olvido dificultaría
la comprensión de la perspectiva escogida, el eventual valor
de nuestras hipótesis y del modelo propuesto. Es evidente
que el propósito de una investigación modifica la forma de
realizarla, el método que ella privilegia, el tipo de preguntas
que se plantea. A pesar de que en esta etapa de nuestro tra-
bajo no hemos podido profundizar nuestra reflexión sobre
la psicosis en la medida que esperábamos, de todos modos
constituye, en su totalidad, un cuestionamiento a ella referi-
do o, para ser más precisos, una manera de, cuestionar a la
psique, que espera encontrar el camino que le permita abor-
dar su problema de un modo diferente.
Estamos lejos de haber saldado la deuda que hemos contraí-
do desde hace mucho tiempo con el discurso psicótico. A

11
este discurso, con tanta frecuencia escuchado, con tant'a fre- la psicosis: era necesario reconocer que a partir del momen-
cuencia incomprendido, debemos el haber perdido definiti- to en el que privilegiábamos una forma particular de inte-
vamente toda ilusión acerca de la presencia de un modelo rrogación, el. mode!o presentaba .anomalías, cualquiera que
cuya aplicación ya no tropezaría con «anomalías»; a cambio fuese el funCIonamIento de la pSIque al que se lo aplicase.
de ello, lo único que podemos ofrecer es la esperanza de que N uestra <<tranquilidad teórica» perdía toda solidez: se ma-
nuestra construcción permita una escucha más sensible y nifestaba la escisión que hasta el momento la había afianza-
más atenta de su mensaje. Frente a este discurso, hemos ex- do y que puede resumirse mediante la siguiente fórmula:
perimentado a menudo la impresión de que lo recibíamos 1) La presencia de un modelo teórico que permite compren-
como una interpretación silvestre dirigida al analista acerca de'r el discurso psicótico. 2) La atribución de su eventual
de la no evidencia de 10 evidente. Esta prueba, no siempre ineficacia a la negativa de entender contrapuesta por este
fácil de soportar, es la única que autoriza al arcalista a hablar mismo discurso.
de una aventura, la del psicótico, que por lo general no ha Sería erróneo sonreír ante lo que puede parecer, así formula-
vivido subjetivamente. En efecto, en un punto nodal el psi- do, una in~nuidad. Si hay ingenuidad, está muy difundida,
cótico y nosotros nos encontramos en una relación de estricta lo que sería sorprendente en personas poco ingenuas por na-
reciprocidad: la ausencia de una presuposición compartida turaleza. Hemos presentado el término «escisión»: pensa-
determina que para él nuestro discurso sea tan discutible, mos que se trata, efectivamente, de una especie de escisión.
cuestionable y carente de todo poder de certeza como el su- Su manifestación consiste en que el analista adherirá al mís-
yo para nuestra escucha. Dos discursos se encuentran y cada mo tiempo a dos proposiciones contradictorias: 1) En el
uno se revela ante el otro como el lugar en el que surge una campo de la experiencia freudiana, no puede existir un co-
respuesta cuyo fundamento no garantiza ninguna tercera nocimiento del fenómeno psíquico sin que corresponda es-
instancia, lugar en el que todo enunciado puede ser replan- perar de él que posibi'ite -lo que no quiere decir que
teado radicalmente, en el que ninguna evidencia tiene ya la asegure- una acción sobre el fenómeno. 2) Existe un cono-
certeza de ser tal para la otra psique. Para que el encuen- cimiento del fenómeno psicótico cuya acción es inoperante
tro con el psicótico pueda ser positivo para él y no una pura en el campo de la experiencia.
violencia ejercida en nombre de un «saber sup.uesto», bien Debemos preguntarnos a qué riesgo responde esta escisión:
resguardado en la mente de uno de los interlocutores, se re- ¿ Qué es 10 que no se debe ver? Antes de proseguir, señale-
quiere estar dispuesto a reconocer que, en su referencia a la mos que no pretendemos que todo síntoma neurótico sea
evidencia, ambos discursos se encuentran en una estricta re- susceptible de desaparecer una vez que el sujeto acepta la
lación de analogía. La psicosis cuestiona el patrimonio co- experiencia analítica. En primer lugar, porque, cualquiera
mún de certeza, depósito precioso que se sedimentó en una .que sea la afirmación a la que se aplican, los adverbios
primera fase de nuestra vida psíquica, en relación con el «siempre» y «nunca» deberían ser deste:r-rados de nuestra
cual comprendemos repentinamente que constituye la con- disciplina, salvo en contadas excepciones; en segundo lugar,
dición necesaria para que nuestras preguntas tengan sentido porque esa pretensión equivaldría a atribuir un poder má-
ante nuestra propia escucha· y no nos proyecten al vértigo gico a la experimentación, a. pretender la existencia de un
del vacío. Frente a la psicosis, hemos descubierto no solo y saber absoluto que finalmente se posee. Pero, por el contra-'
simplemente que el modelo de Freud no respondía a una río, podemos afirm·ar que en el registro de la neurosis el mo-
parte de estas preguntas, sino (lo que es más decisivo para delo es capaz, en muchos casos, de explicar las causas del
nuestro enfoque) que la aplicaci6n. de este modelo a la res fracaso o la negativa que contrapone el sujeto. Además, la
pU6'sta que tal discurso suscitaba en nosotros mismos dejaba experiencia parece confirmar que en algunos casos el ana-
fuera de circuito a una parte de nUl!stra propiá vivencia. lista y el analizado, confrontados con la irreductibilidad de
Con razón o sin ella, no nos consideramos psicóticos: por 10 un tipo de resistencia, pueden comprender 10 qUt está en
tanto, las «anomalías» que encontrábamos en el análisis de discusión. Aunque. esta comprensión sea insuficiente para
nuestra respuesta ya no podían justificarse por un tipo de superarla, es poco habitual que la experiencia concluya de-
resistencia, de defensa, de fijación, que serían específicos de jando intacto el statu quo inicial. El modelo freudiano pue-

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de reivindicar con justicia que ha abarcado el campo total función: existe así un antes que nos obliga a intentar resol-
del conocimiento de los fenómenos neuróticos: el hecho de ver la paradoja que consiste en pensar, basándonos en nues-
que sufr·a fracasos en su aplicación no constituye> una ano- tra relación con el saber, lo que sólo sería pensable si se mo-
~alí.a sino una posibilidad que la misma teoría y el mismo dificase esta relación. Dicho paso es necesario si pretende-
modelo explican. _ mos reconstruir el modelo de una etapa preexistente en la
No ocurre lo mismo con la psicosis, siempre que sea cierto que, por definición, no era pensable la relación Yo-discurso,
- y es difícil negarlo- que en este caso el orden de valores al no haberse constituido la instancia Yo y no haber adqui-
se invierte: por un análisis exitoso, ¿ cuántos son abandona- rido la psique el manejo del lenguaje.
d.os en el camino?, ¿cuántos han confrontado al analista con Dos soluciones, entonces, son posibles:
la ineficacia de sus esfuerzos? No consideramos satisfactorio
recurrir al concepto de trasferencia para imputar el.fracaso 1. No modificar en absoluto el modelo que da cuenta de
a la imposibilidad de que ella se dé en el psicótico. Esta esta relación, no interrogar su antes, y analizar lo que inter-
«imposibilidad» debería, en primer lugar, ponernos frente a viene en aquellos a los que el modelo no puede aplicarse sin
La necesidad de redefinir el concepto: sería posible, así, com- modificaciones, gracias al planteo de una serie de diferen-
prender mejor por qué la trasferencia, tal como la muestra cias. La relación del psicótico con el discurso será definida
la relación neurótica, exige no solo la catexia libidinal de entonces mediante una serie de carencias [en rmoins] en rela-
una imagen proyectada sobre el analista, en lo que el psicó- ción con un modelo que define, supuestamente, lo que de-
1;ico se destaca, sino también que se trasfiere a la situación bería ser la relación sujeto-saber. Sin embargo, aunque en
experimental una demanda realizada -al sabe~ del Otro, ~e­ última instancia esta definición por la carencia puede ex-
manda cuya fuente se haUa en un encuentro maugural SUJe- plicar una parte de la problemática psicótica, nada dice
to-discurso. También el psicótico efectuará esa «trasferen- acerca del suplemento [en-plus] del cual da testimonio la
'cia», y, paradójicamente, he ahí la causa fundamental de l? creación psicótica. Puede explicar determinados fenómenos
que hace fracasar el proyecto analítico. En efecto, trasferI- de «regresión», pero es muda en lo referente al prodigioso
rá a la situación analítica lo que continúa repitiendo de su trabajo de reintexpretación que efectúa la psicosis. Agregue-
relación con el discurso del Otro, y por ende .con nuestro mos que, al proceder de ese modo, se olvida la anomalía
discurso. Tanto si se la considera como consecuencia de una esencial con la que tropie:oa, en nuestra opinión, la aplica-
no progresión o de una regresión (ello poco importa aquí), ción del modelo: dejar sin respuesta una parte de los fenó-
esta relación no enfrenta al analista con ninguna trasparen- menos que el discurso psicótico suscita en la psique del que
cia del inconsciente, ni con una simple repetición de lo que no se considera como tal, el analista.
sería el funcionamiento normal de una primera fase de la 2. La otra solución es la que hemos elegido: reconocer que
actividad psíquica: es este un mito falso y pertinaz. Las ela- lo que el modelo deja de lado en lo concerniente a nuestra
boracÍones psíquicas que se proponen a nuestra escucha son propia respuesta exige que se reconsideren las diferentes cons-
sumamente complejas, pero el punto de partida de estas trucciones que explican la constitución del Yo y la función
producciones es diferente que en el caso del neurótico, l res- del discurso, que se logre entrever cuál era ese impensable
ponden a otras exigencias, apuntan a una meta distinta. La «.antes» que todos hemos compartido. En tal caso, es necesa-
relación Yo Ue]-discurso, o sujeto-saber, en la acepción que rIO saber apoyarse en lo que experimenta nuestro pensamien-
nosotros le damos a este último término, tiene un funda- to cuando se 10 obliga a enfrentarse con un discurso que no
mento idéntico en todo sujeto mientras nos situamos fuera deja ningún lugar a la duda, que contrapone la certeza del
del campo de la psicosis: permite una definición que juzga- delirio a la lógica de nuestra razón, y le sugiere que existió
rnos verdadera, pero ello mismo implica que solo Jo es a un tiempo lejano en el que también él había encontrado un
partir de determinado nivel de elaboración de la psique y discurso que se imponía corno dueño exclusivo de lo verda-
con la, cbndición de que en el trascurso de esta etapa el su- dero. Discurso al servicio de una violencia tan radical corno
jeto haya logrado superar ciertos escollos. A partir de este neces·aria para tener acceso al patrimonio compartido Que
«nivel» funciona el Yo del analista que ejerce y piensa su es el lenguaje. .

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Nuestra construcClOn no pretende ser un nuevo modelo de va y constantemente por el enigma que ella plantea. Nos
la psique: su ambición es volver a dar acceso a una parte permitimos añadir que pensamos que ese desinterés es in-
de lo que había sido dejado de lado; sus riesgos, así, son compatible con nuestra función. L<:!. insistencia puesta en Jú
también grandes. No solo no posee nada definitivo, lo que que constituyó la motivación esencial de nuestro esfuerzo no
sería incompatible con nuestra propia concepción del saber, se debe a que pretendamos consolarnos por haber renunciado
cualquiera que este sea, sino que privilegia voluntariamente parcialmente a ella: se debe a que, si no se percibe en fili-
-conociendo los inconvenientes que implica todo privile- grana, en cada página, la presencia de un mismo interro-
gio-- lo que en el proceso psíquico se relaciona con la pro- gante que nos acos~ sería difícil comprender el porqué de]
blemática del saber, o sea lo que atañe especialmente a la escaso lugar que aSIgnamos en este trabajo a lo que perte-
relación del Yo con el registro de la significación. necería al orden de una intuición de lo inef.able, y lo que
N uestra concepción de esta relación se vio modificada en debemos al aporte de una experiencia clínica que modeló
forma notable a partir de lo que percibimos en nuestra re- e indujú nuestras formulaciones. Aunque no pretendemos
flexión como factor específico de nuestra vivencia subjetiva ofrecer al lector un croquis ° una guía para seguir un tra-
frente al discurso psicótico. yecto que está lejos de presentar la continuidad y la claridad
Independientemente del sentido manifiesto de sus enuncia- deseables, de todos modos hemos estimado útil señalar desde
dos, experimentamos este discurso como una «palahra-cosa- el comienzo los postulados en los que se basará nuestra cons-
acción» ----que se nos perdone por el momento la escasa cla- trucción. Estos postulados se refieren a nuestra concepción
ridad de un trinomio que será dilucidado luego-- que, al del cuerpo, de los órganos-funciones sensoriales de la infor-
irrumpir en nuestro espacio psíquico, nos inducía, a menudo mación y d: la metabolización que la psique' les impone;
a posteriori, a «re-pensar» un modelo de respuesta perimido tampoco ?eflll~n un problema sino una «opción preliminar»
y generalmente reducido al silencio. que permIte, SI el lector acepta provisoriamente su hipótesis,
De ello deriva nuestra hipótesis acerca de este modo de re- ~na l,ectura de este libro que pueda justificar y provocar su
presentar que será definido mediante el concepto de lo «ori- Interes.
ginario»: testigo de la perennidad de una actividad de re-
presentación que utiliza un pictograma que ignqra la «ima- 1. ~l.. c.uerpo. JU?~O al cuerpo biológico de la ciencia y a las
gen de palabra» y posee como material exclusivo la «imagen deÍlmClOnes anahtlcas del cuerpo erógeno, se impuso a nues-
de cosa corporal». El discurso psicótico nos induce a postu- tra observación otra imagen: la de un conjunto de funcio-
lar una forma de actividad psíquica precluida [forclose] de nes sensoriales que son también, a su vez, vehículo de una
lo conocible, en forma definitiva y para todo sujeto, y, sin información continua que..no puede faltar, no solo porque
embargo, siempre en acción, «fondo representativo» que per- ella es una condición para la supervivencia somática sino
siste paralelamente a otros dos tipos de producción psíquica: ta~b.ién p0t;lu: constituy~ la condición necesaria par~ una
la que caracteriza al proceso primario y la que caracteriza al actIvIdad pSlqUlca que eXIge que sean libidinalmente catec-
proceso secundario. tizados tanto el informado como el infonnante. M"ostrare-
Aunque lo originario define una forma de actividad común ~?s la identidad entre la actividad sensorial y la erogeniza-
a todo sujeto, debemos señalar que la eficacia del concepto clOn de las zonas, sedes de su órgano. Ello permite una con-
sólo puede ser comprendida si se está dispuesto a ponerlo a cepclOn diferente del objeto parcial, una mejor comprensión
prueba en la práctica del análisis en el registro de la psicosis. ~e la angusti~,de mutila~i~n. como equivalente de la angl.\s-
Lo mismo ocurre en lo que concierne al lugar que asigna- t!a de castraclOn en el pSlCOtlCO. "
mos al cue ..-po y a la organización sensorial que proporcionan El origen de la relación psique-cuerpo se encuentra en 16
los modelos somáticos que el proceso originario repite en sus que la primera toma del modelo de actividad del seQUndo·
<:> /'
representaciones. a su vez, este modelo será metabolizado en un material' to-
Aunque la parte consagrada directamente a la psicosis se vio talmente heterogéneo, que formará el marco constante de
reducida, de todos modos e,; probable que este trabajo inte- un argumento originario que se repite indefinidamente.
rese en escasa medida al lector que no esté preocupado acti- Esta repetición de una puesta en escena inmutable define el

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funcionamiento y la producción de lo que denominamos lo El «contrato narClslsta» designará lo que constituye el fun-
originario. damento de toda posible relación sujeto-sociedad, individuo-
La psicosis se caracteriza por la fuerza de atracción ejercida conjunto, discurso singular-referente cultural.
por lo originario, atracción a la que se contrapone el «sup~e­ En la parte que introducirá la problemática psicótica, el
mento» representado por la creación de una interpretación conjunto de estas hipótesis pemitirá mostrar cómo y por qué
«delirante» que hace «decibles» los efectos de esta violencÍa. es a la actividad del Yo a la que se le debe ese suplemento
al que llamaremos: el pensamiento delirante primario.
2. La situación de encuentro. Lo que caracteriza al ser vi- Concluiremos estas palabras preliminares señalando que un
viente es su situación de encuentro continuo con el medio largo trayecto nos separa del tiempo de concluir: la realidad
físico-psíquico que lo rodea. Este encuentro será la fuente de es cambiante, la historia de la relación del analista con la
tres producciones cuyos lugares de inscripción y los proce- teoría es, como toda historia, un proceso dinámico cuyas
sos que los producen delimitan tres «espacios-funciones»: a) grandes iíncas pasadas es posible trazar, del que es posible
lo originario y la producción pictográfica; b) lo primario y entrever algunos aspectos del presente pero predecir muy
la representación escénica (la fantasía) ; c) lo secundario y poco acerca de su futuro.
la representación ideica, es decir, la puesta en escena como En lo que se refiere a la problemática psicótica, estamos
obra del Yo. convencidos de que está aún lejano el momento en el que la
Desde el primer momento de SU existencia, el sujeto se halla razón podrá pretender proporcionar un análisis exhaustivo
frente a una serie de encuentros: una de las características acerca de ella. ¿ Lo logrará alguna vez? ¿ O se debe pensar,
de estos será anticiparse siempre a sus posibilidades de res- acaso, que la lOCura conservará oculto un núcleo «fuera de
puesta o de previsión. Este estado de encuentro da lugar a razón», que ella nos señala nuestros límites y que este nú-
tres tipos de producción que metaboli~an de acuerdo con su c!eo .de opacidad constituye la garantía de nuestra: perte-
propio postulado 2 la información obtenida. Todo acto, toda nenCIa al campo de lo «razonable»? La teoría psicoánalítica
experiencia, toda vivencia, da lugar, conjuntamente, ,a un ha proporcionado d:..tos preciosos en este caiopo; la extrañe-
pictograma, a una puesta en escena, a una «puesta en sen- za radical del alienado ha sido sustituida por la inquietante
tido» [mise en-sens].3 Del pictograma, el sujeto nq puede po- extrañeza a de algo familiar, suc.esivamente demasiado cerca-
seer ningún conocimiento directo, pero el analista puede e~­ no y demasiado lejano: la diferencia es importante y atesti-
trever algunos de sus efectos e intentar construir un modelo gua el camino recorrido. Pero en este ámbito, más aún que
conocible para el Yo; por el contrario, la obra de la puesta en otros, se debe estar al acecho de las anomalías con las
en escena propia de lo primario, de la que es testimonio la que con tanta facilidad tropieza nuestro modelo y que se
producción fantaseada, tiene el poder de infiltrarse en el tiende a desconocer: negar la existencia de la locura para re-
campo de 10 secundario, aunque este último se encuentra ducirla (ya que efectivamente se trata de una reducción)
dominado por un trabajo de «puesta en sentido» originado a un modo de ser similar a otros es prácticamente equiva-
en la instancia llamada Yo. lent~, a denunciar, por el contrario, su presencia, aunque re-
El análisis de esta instancia se centrará alrededor de los tres duclendola en este caso al efecto de una «tara» exclusiva
postulados siguientes: (diabólica, socio'ógica, orgánica o genética, según los de-
signios de la moda).
1. La exigencia de interpretación como fuerza que organiza Certeza y saber se distinguen en nombre de la «cuestionabili-
el campo del discurso. dad» de sus enunciados respectivos: la primera rechaza esta
2. La función de objeto parcial que cumplen en un primer puesta a prueba, el segundo la acepta, aunque lo haga a
momento el objeto-voz y el «pensar», en cuanto última fun- pesar suyo~ Debe:mos esperar que el cuestionamiento de, por
ción parcial y última prenda de una relación madre-hijo que y sobre el psicoanálisis pueda continuar.
precede al la diso~ución del complejo de Edipo.
3. La imposibilidad de analizar la función del Yo sin conside-
rar el campo sociocultural en el que está inmerso el sujeto.

18 19
Primera parte. Del pictograma
al enunciado

¡.

I
¡

¡
i
~
1. La actividad de representación,
sus objetos y su meta

«Originariamente, la simple existencia de una representación


¿'onstituía una garantía ,de la realidad de lo representado».
S. Freud, La negación.

1. Consideraciones generales
Este libro se propone poner a prueba un modelo del aparato
psíquico que privilegia el análisis de una de sus tareas espe-
cíficas: la actividad de representación.
Este modelo no escapa al inconveniente que se observ'a en
toda ocasión en la que se privilegia un aspecto de la acti-
vidad psíquica: omitir otros aspectos igualmente importan-
tes. Se puede lamentar el precio pagado y aceptarlo com-
probando que, salvo raras excepciones (entre l~s que se
cuenta Freud), es difícil evitarlo. Queda por demostrar qué
se puede esperar del enfoque elegido y qué puede aportar
este tanto al proceso como a su aplicación en el campo
clínico.
Dedicaremos este primer capítulo a consideraciones genera-
les referentes a la actividad psíquica, para mostrar los fa«:-
tores que en cada sistema, pese a la especificidad de su mo-
do de operar, obedecen a leyes comunes al conjunto del fun-
cionamiento psíquico.
Por actividad de representación entendemos el equivalente
psíquico del trabajo de metabolización característico de la
actividad orgánica. Este último puede definirse como la fun-
ción mediante la cual se rechaza un elemento heterogéneo
respecto de la estructura celular o, inversamente, se 10 tras-
forma en un material que se convierte en homogéneo a él.
Esta definición puede aplicarse en su totalidad al trabajo"
que opera la psique, con la reserva de que, en este caso, el
«elemento» absorbido y metabolizado no es un cuerpo físico.
sino un elemento de información.•
Si consideramos la actividad de reprégentación como la tarea

23
común a los procesos psíquicos, se dirá qu~ su meta ~s .meta- los caracteriza. La informaci6n que la existencia de lo «ex-
bolizar un elemento de naturaleza heterogenea convIrtié~do­ terior a la psique» impone a esta última ~eguirá metaboli-
lo en un elemento homogéneo a la estructura de c~da SIste- zada en tres representaciones homogéneas con la estructura
ma. Así definido, el término «elemento» engloba aqu! a dos de cada proceso. Entre los elementos heterogéneos que cada
conjuntos de objetos: aquellos cuyo aporte es necesano para sistema podrá metabolizar se debe otorgar una importancia
el funcionamiento del SIstema y aquellos cuya prese~cla ~e similar a aquellos originados en el exterior del espacio psí-
impone a este último, el. ;ual se encuentra ante l~. ImposI- quico y a aquellos que son end6genos a la psique,-,aui:\~ue
bilidad de ignorar la aCClOn .de aquel que se manIfIesta er. heterogéneos en relaci6n con uno de los tres sistemas. Los
su propio campo. .. .. «objetos» psíquicos producidos por lo originario son tan he-
Antes de proseguir, y adelantándonos al an~hsIs que. pr~­ terogéneos respectó de la estructura de lo secundario como
pondremos luego, debemos hacer una ac~aracl6n termm~lc: la estructura de los objetos del mundo físico que el Yo en-
gica. Nuestro modelo defiende la hip6te~s de que la activI- cuentra y de los que nunca conocerá nada más que la re-
dad psíquica está constituida por el conjunto de tre~ m~os presentaci6n que forja acerca de ellos. Entre el tratamiento
de funcionamiento, o por tres procesos. de metabohzaclOn: impuesto por los tres procesos a los objetos que perténecen
el proceso originario, el proceso primano, el p:o~eso sec~n­ a la realidad física y el que imponen a los objetos pertene-
dario. Las representaciones originadas en !': actlVl?ad seran, cientes a la realidad psíquica existe una homología: de am-
respectivamente, la representaci6n pict~raflca o pIctogra~a, bos, y para cada sistema, solo puede existir una representa-
la representaci6n fantas~ada ~. fan~a~la, la representa<."~~n d6n que ha metabolizado al objeto originado en esos espa-
ideica o enunciado. Las InstancIas OrIgmadas en la refleXlon cios, trasformándolo en un objeto cuya estructura se ha con-
de esta actividad sobre sí misma serán designadas como el re- vertido en idéntica a la del representante.
presentante, el fantaseante o el que pone en escena, el enU?- La acepci6n que le damos al término «estructura» depen-
ciante o el Yo Ue].b Por último, designaremos .como espacIo de de la otorgada al objeto al que la aplicamos: la Repre-
originario, espacio primario y espac~o secundarlo a los luga- sentaci6n. Toda representaci6n confronta con una doble
res hipotéticos que, se supone, constItuyen :1 lugar en el que «puesta en forma»: puesta en forma de la relaci6n que se
se desarrollan estas actividades y que contIenen las ~roduc­ impone a los elementos constitutivos del objeto representado
ciones que les debemos. A .los calificativos di! .consclente y -en este caso, también, la metáfora del trabajo celular de
de inconsciente les volveremos a otorgar el sentIdo que co~­ metabolización da perfecta cuenta de nuestra concepción-
servan en una parte de la obra de Freu~; el d,e u.na «cual~­ y puesta en forma de la re!3..ci6n entre el representante y el
dad» 4 que determina que una producclOn pSlqUIca sea 81- representado. Esta última es el corolario de la precedente:
tuable en lo que puede ser conocido por d. Yo o, inversa- en efecto: cada sistema debe representar al objeto de modo
mente sea excluida de ese campo. Los tres procesOs que pos- tal que su «estructura molecular» se convierta en idéntica a
tulam~s no está? presentes desde un pri~er. momento en la la del representante. Esta identidad estructural está garanti-
actividad psíqUIca' se suceden tempora,mente y su puesta zada por la inmutamlidad del esquema relacional caracterís-
en marcha es pro~ocada por la necesidad qu~ se le impone tico de cada sistema, y ~u primer resultado es que toda re-
a la psique de conocer una propieda~ del objeto e~terIor a presentaci6n, indisociablemente, es representaci6n del objeto
ella, propiedad q~: el proceso anteriOr estaba oblIgado. a y representaó6n de la instancia que lo representa, y toda
:r
ignorar. Esta SUceSlOn témporal no es mensurable. odo m-
duce a creer que el intervalo qUé separa. el co~enz? del
representación en la que la instancia se reconoce representa-
ción de su modo de percibir al objeto.
proceso .originario del comienzo del proceso prImano es Si desplazamos a la esfera del proceso secundario, y del Yo,
extremadamente breve; de igual modo, veremos que la .ac- que es su instancia, lo que acabamos de decir, podemos
tividad del proceso secundario eS sumamente precoz. La InS- plantear una analogía entre actividad de representaci6n y
tauración de un nuevo proceso nunca implica el silencia- actividad cognitiva. El objetivo del trabajo del Yo es forjar
mierito del anterior: en espacios diferentes, que poseen re- una imagen de la realidad del mundo que 10 rodea, y de cu..
laciones no hom6logas entre sí, prosigue la actividad que ya existencia está informado, que sea coherente con su pro-

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a ese registro,. ese postulado puede plantearse por medio de
pia estructura. Para el Yo, conocer el mundo equivale a re- tres .formulaclOnes, de acuerdo con el proceso que hemos
presentárselo de tal modo que la relación que liga los ele- consIderado:
mentos que ocupan su escena le sea inteligible: en este caso,
inteligible quiere decir que el Yo puede insertarlos en un 1: Todo existente es autoengendrado por la actividad del
esquema relacional acorde con el propio. En la 'parte que Sistema que lo representa; este es el postulado del autoen-
le será consagrada, demostraremos por qué, según nosotros, ge~~ra~Iento cuyo funcionamiento caracteriza al proceso
el Yo no es más que el saber del Yo sobre el Yo: si acepta- onglnano.
mos por el momento esta definición, se deduce que la es- 2. Todo existente es un efecto del poder omnímodo del de-
tructura relacional que el Yo impone a los elementos de la seo ~el Otro; este es el postulado característico del funcio-
realidad es la copia de la que la lógica del discurso impone namIento de lo primario.
a los enunciados que lo constituyen. Esta relación de la que 3. T?do existente tiene una causa inteligible que el discurso (;
el Yo ha comenzado por apropiar~ constituye la condición podr.a conocer; este es el postulado de acuerdo con el cual
previa necesaria para que le sea accesible el esquema de su funCiOna lo secundario.
propia estructura. Por ello, en un texto acerca del concepto
de realidad, decíamos que, para el sujeto, esta última no A la d.i~erencia de las formulaciones se le contrapone su in-
es más que el conjunto de las definiciones que acerca de mutabIlidad p~ra. un sistema. dado, de lo que se deduce que
ella proporciona el discurso cultural. La representaciÓn del la ley. ?aracte~isti~a del conjunto de la actividad de repre-
mundo, obra· del Yo, es, así, representación de la relación sentaciOn nos IndIca, al mismo tiempo, su propósito: impo-
que existe entre los elementos que ocupan su espacio y, al ner a los elem~ntos en los que se apoya cada sistema para
mismo tiempo, de la relación que existe entre el Yo y estos sus representaClOnes un esquema relacional que confirme, en
mismos elementos. Mientras nos mantenemos en el registro c.a~a caso, e~ postulado estructural característico de la ac-
del Yo, es fácil mostrar que esta puesta en relación no apun- tiVIdad del SIstema. Pode~os añadir que los elementos que
ta a la adquisición de ningún conocimiento del objeto en sí, no fuesen aptos para sufnr esta metaboliza-ción no pueden
tal como lo supone la ilusión del Yo, sino a poder establecer tener un repre~enta~te en el espacio psíquico y, por lo tanto,
entre los elementos un orden de causalidad que haga inte- carecen de ~xistencia para la psique. El enfoque freudiano
ligibles para el Yo la existencia del mundo y la relación que nos proporc~ona u~a prueba de lo que planteamos: si bien
hay entre estos elementos. De esa manera, la actividad de el ello o el InCOnSCiente, tal como Freud los define existían
representación se convierte para el Yo en sinónimo de una antes de su descubrimiento, de todas formas pode~os afir-
actividad de interpretación: la forma de acuerdo con la cual mar que a~~es de Freud no t~nÍan existencia objetiva para el
el objeto es representado por su nominación devela la inter- Yo. Tamblen, que solo pudIeron lograrla a partir del mo-
pretación que se formula el Yo acerca de lo que es causa mento. en q~e. el mismo Yo fue capaz de construir repre-
de la existencia del objeto y de SU función. Por ello, dire- sentaclO~es Idelcas que acomodasen a su propia estructura
mos que lo que caracteriza a la estructum del· Yo es el he- -es deCIr, los v<;>lviesen ~nt~ligibles para la lógica del dis-
cho de imponer ·a los elementos presentes en sus represen- curso--, esos «objetos» pSIqUICOS que le, eran esencialmente
taciones -tanto si se trata de una representación de sí mis- heterogeneos.
mo como del mundo-- un esquema relacional que está en Tanto ~i se trata de lo originario, de lo primario o de lo se-
consonancia con el orden, de causalidad que impone la lógi- cundan~, 'podemos da.r .una misma definición del objetivo
ca del discurso. caractenstIco de la actIVIdad de representación: metabolizar
El propósito de este rodeo en relación con una instancia era un material heterogéneo de tal modo que pueda ocupar un
esclarecer lo que definimos como el postulado estruetural, o lugar en una representación que, en última instancia es solo
.relacic¡nal, o causal, que particulariza a cáda sistePla: pos- la ;ep~esentación del propio postulado. No podem~ ir más
tulado que da testimonio de la ley según la cual. funciona la alla mIentras nos mantengamos en el registro de una ley ge-
psique y a la que no escapa ningún sistema. neral.
Si se pretende- expresar lo que por naturaleza no pertenece
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A continuad6n, nos ocuparemos de la relación que existe plantea la dualidad pulsional, la experiencia de displacer y
entre el postulado y lo 9ue hemos designado c?mo el elem~n­ la paradoja que representa para la lógica del Yo el tener
to que informa ~ la pSIque acerca de la p~~pIedad d~l obJe- que postular la presencia de un displacer que, pese a ser
to. Podremos reflexionar así so~~e la relaClOn qu~ e,?s~e. en- tal, podrí·a ser objeto de deseo: 7 el Yo no puede menos que
tre la actividad de representaclOn y la economIa hbIdmal, rechazar la contradicción presente en un enunciado que
teniendo en cuenta, una vez más, solo aquello que pue~e ser p'retendiese que el placer puede originarse en una experien-
generalizable al conjunto de los sistemas. Hab.lar de ~nfor­ cia de displacer. Contradicción que la teoría resolverá pos-
mación supone un riesgo que se d~be denunCIar de. I?~e­ tulando la presencia de dos propósitos contradictorios que
diato: el de olvidar que para la pSIque no puede eXistIr m- escinden al propio deseo. Dualidad presente desde un pri-
formación alguna que pueda ser separada de lo que llama- mer momento en la energía en acción en el espacio psíquico
remos una «información libidinal». Considerarnos que tod? y que es responsable de lo que definimos como el deseo de
acto de representación es coextenso con un acto de catectI- un no deseo: deseo de no tener que desear, tal es .el otro
zación, y que todo acto de catectización se origina en la ten- objeto característico de todo deseo. Ello dará lugar a que
dencia característica de la psique de preservar o reencon- la actividad psíquica, ~ partir de lo originario, forje dos re-
trar una experiencia de placer. Al introducir este término, presentaciones antinómicas de la relación entre el represen-
en mayor medida quizá que c'.lalquier otro:, nos vernos fr~nte tante y el representado, acorde, cada una de ellas, con la
a la irreductible advertencia de Freud acerca de «.la obhga- realización de un propósito del deseo. En una, la realización
ción que enfrentarnos de retraducir todas nuest~as deduc- del deseo implicará un estado de reunificación entre el repre-
ciones en el lenguaje mismo de nuestras percepCIones, des- sentante y el objeto representado, y justamente esta unión
ventaja de la que nos es imposible liberarnos».6 Se, lo acepte es la que se presentará como causa del placer experimenta-
o no, el término «p]acer», de fodos modos, esta ref~rldo do. En la segunda, el propósito del deseo será la desapa-
siempre en filigrana a una experien~ia del Yo? a. partir ~e rición de todo objeto que pueda suscitarlo, lo que determi-
la cual la teoría su pone que una mIsma expenencIa estana na que toda representación del objeto se presente como cau-
presente en toda ocasión en la que una instancia, que. n~ sa del displacer del representante.
es el Yo logre realizar el objetivo al que apunta su actIVI- Esta dualidad inherente a los propósitos del deseo puede ilus-
dad. Si 'aplicamos esta definición a la activIdad de repre- trarse recurriendo a los dos conceptos que el discurso llarria
sentación, en una primera aproximación podríamos llegar amor y odio. El primero (amor o Eros) definirá al movi-
a la conclusión de que el placer define la cualidad del afec- miento que neva a la psique a unirse al objeto; el segundo,
to presente en un sistema psíquico en toda ocasión ~~ la que al movimiento que la }leva a rechazarlo, a destruirlo. Dire-
este último ha podido realizar su meta. Pero la actIVIdad de mos entonces que el placer y el displacer se refieren, en este
representación no puede alcanzar su meta, solo puede lle,g~r texto, a las dos representaciones del afecto que pueden pro-
a una representación que confirme el postulad~ caractenstl-:- ducirse en el espacio psíquico: el placer designa el afecto
co del sistema al que corresponde. ¿Se debe afIrmar, enton- presente en toda ocasión en que la repre!?entación da forma
ces, que toda «puesta en representaci~n» i~plica una !;x- a una relación de placer entre los elementos de lo represen-
periencia de placer? Responderemos afIrmativamente, an~­ tado y, por ello mismo, representa una relación de placer
diendo que, de no ser así, estaría. ausente la. primera CO~dl­ entre el representante y la representación; el displacer de-
ción necesaria para que haya VIda, es deCIr, la catectIza- signará el estado presente en toda ocasión en que la repre-
ción de la act:vidad de representación. Es este, podríamos sentación da forma a una relación de rechazo entre estos mis-
decir, el placer mínimo necesario para que, exi.stan una ac- mos elementos, y, así, a una relación equivalente entre el re-
tividad de representación y representantes pSIqmcos del mun- presentante y la representación.
do, incluso del propio mundo psíquico.. . Estas -definiciones aforísticas serán retomadas y discutidas
Placer mínimo indispensable para que haya VIda: esa defI- cuando analicemos lo que determinan respecto del funoio-
~ición' prueba la omnipotencia del placer en la economía psí- namiento de cada sistema. El propósito de este circunloquio
quica, pero no debe llevar a dejar de lado el prohlema que sobre el placer era permitirnos explicitar la relación que

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postulamos entre la puesta en actividad de un sistema y lo corporal y por el-espacio psíquico de los que lo rodean y, en
que hemos designado como elemento que informa a este forma más privilegiada, por el espacio psíquico materno. La
último de una propied(!d del objeto. En nuestra opinión, primera representación que la psique se forja de sí misma
existe una relacibn entre los modos sucesivos de la actividad como actividad representante se realizará a través de la
psíquica y la evolución del si~:ema pe:ceptual: est~ relac~ó~ puesta en relación de los efectos originados en su_ doble en-
es consecuencia de la condiclOn propia de toda Vida. VIVir cuentro con el cuerpo y con las producciones de la psique
es experimentar en forma co-?tinua lo que se or~gina en, una materna. Si nos limitamos a este estadio, diremos que la
situación de encuentro: consideramos que la pSique esta su- única propiedad característica de estos dos espacios de la
mergida desde un primer momento en un espaci~ que le. es que el proceso originario quiere y puede estar informado con-
heterogéneo, cuyos efectos padece en forma contlll,;a e lll- cierne a la cualidad placer y displacer del afecto presente
mediata. Podemos plantear, incluso, que es a traves de la en este encuentro. En relación con el análisis del pictogra-
representación de estos efectos que la psique puede forjar ma, veremos cuáles son las consecuencias de este hecho.
una primera representación de sí misma y q~~ es ese, el ~e­ El comienzo de la actividad del proceso primario y del pro-
cho originario que poné en marcha a la activIdad pSlqmca. ceso secundario partirá de la necesidad que enfrentará la
El análisis de lo que entendemos como estado de encuentro actividad psíquica de reconocer otros dos caracteres particu-
nos -permitirá explicitar la acepción que le otorgamos a los lares del objeto cuya presencia es necesaria para su placer:
dos conceptos presentes en nuestro título: la violencia y la el carácter de extraterritorialidad, lo que equivale a recono-
interpretación. cer la existencia de un espacio separado del propio, infor-
mación que solo podrá ser metabolizada por la actividad del
proceso primario; y la propiedad de significar, o de signi-
ficación, que posee ese mismo objeto, lo que implica recono-
2. El estadó de encuentro y el cer que la relación entre los elementos que ocupan el espacio
concepto de violencia exterior está definida por la relación entre las significaciones
que el discurso proporciona acerca de estos mismos elemen-
La psique y el mundo se encuentran y nacen pno con otro, tos. Esta información no metabolizable por el proceso pri-
uno a través del otro; son el resultado de un estado de en- mario, exigirá la puesta en marcha del proceso secundario,
cuentro al que hemos calificado como coextenso con. el es- gracias a la cual podrá operarse una «puesta en sentido»
tado de existente. La inevitable violencia que el dIscurso del mundo que respetará un esquema relacional idéntico al
teórico impone al objeto psique del que pretende dar cuenta esquema que constituye la estructura del representante, que
se origina en la necesidad de disociar los efectos de es~e en- en este último caso no es otro que el Yo.
cuentro, que aquel puede analizar s~lo. en forma s.uc;eslva y, El encuentro se opera, así, entre la actividad psíquica y los
en el mejor de los casos, en un mOVImIento de valven entre e:ementos por ella metabolizables que la informan acerca de
los espacios en los que surgen tal:s efectos. Recc;noc,,:r este las «cualidades» del objeto que es causa de afecto. En 10 re-
«remodelamiento» del ser y del objeto que la teona eXIge no ferente a 10 originario, se comprueba que esta cualidad se re-
lo elimina: la concordancia exhaustiva entre el discurso ana- duce a la representabilidad propia de determinados objetos.
lítico y el objeto psique es una ilusión a la que debemos re- A partir de lo que hemos dicho, es evidente que, cualquiera
nunciar. que sea el sistema considerado, el término «represent·abili-
Decir que el encuentro inaugural ubica. frente a fre·~1te a.,la dad» designa la posibilidad de determinados objetos de si-
psique y al mundo no explica la realIdad de la sl~uaclOn tuarse en el esquema relacional característico del postulado
vivida por la actividad psíquica en su origen. Si med.lante el del sistema: la especificidad del esquema característico del
término «mundo» designamos el conjunto del espaCIO exte- sistema va a decidir cuáles son los objetos que la psique puede
dor .a 'la psique, diremos que ella encuentra este espacio, conocer. Esta definición aclara la interacción presente entre
en un primer momento, bajo la forma de los .dos fraf?- lo que metafóricamente se podría designar como poder de
mentos particularísimos representados por su propIO espano los objetos y los límites de la autonomía de la actividad de

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t'epresentación. El poder de que dispone la psique (más que ilimitado y a lo atemporal. Podemos añadir que uno de los
de poder, deberíamos hablar aquí de las condiciones inhe- rasgos más constantes y frustrantes en la demanda que se le
rentes a su funcionamiento) concierne al remodelamiento dirige es perfilar en su horizonte la espera de una respuesta
que impone a todo existente al insertarlo en un esquema re- que no puede proporcionar, con el riesgo de que toda res-
lacional pree:'!tablecido. Pero, en forma contrapuest·a, para p.uesta sea percibida ent~nces como inevitablemente decep-
que la activ~fhd psíquica sea posible, se requiere que pueda CIOnante para aquel a qUlen se la proporciona, y de que to-
apropiarse de (o incorporar) si se prefiere este término) un da demanda de su parte sea recibida como prueba de una
material exógeno. Ese material no es, sin embargo, una ma- frustración que ella desea imponer. Las palabras y los actos
teria amorfa: tiene que ver con las informaciones emitidas maternos se a~ticipan siempre a lo .que el niño puede cono-
por los objetos soportes de catexia, objetos cuya existencia, cer de ellos, SI, como lo hemos eSCrIto hace ya mucho tiem~
y, por 10 tanto, la irreductibilidad de determinadas propieda- pO, 8 la oferta precede a la demanda, si el pecho es dado an-
des, la actividad psíquica deberá reconocer. Por ello, la ex- tes de que la ~oca ~epa. que lo espera; este desfasaje, por
periencia del encuentro (y, agregaremos, de todo encuentro) otra. parte, es aun mas eVIdente y más total en el registro del
confronta a la actividad psíquica con un exceso de informa- sentIdo. La pa~abra materna. ~errama un flujo portador y
ción que ignorará hasta el momento en que ese exceso la crea?-or de sentido que se antICIpa en mucho a la capacidad
obligue a reconocer que lo que queda fuera de la represen- del mfans de reconocer su significación y de retomarla por
tación característica del sistema retorna a la psique bajo la cuenta propia. La madre se presenta como un «Yo hablante»
forma de un desmentido concerniente a su representación de o un «Yo hablo» que ubica al infans en situación de desti-
su relación con el mundo. Un ejemplo de este desmentido lo natario de un discurso, mientras que él carece de la posibi-
constituye la experiencia que puede realizar la psique del lidad, de apr~piarse de. la si~ific::ación del enunciado y que
infans en el momento en que alucina la presencia del pecho: do Oldo» sera metabohzado IneVitablemente en un material
se forja así una representación de la unión boca-pezón y ~omo~éneo con respecto a la estructura pictográfica. Pero,
puede, repentinamente, vivir la experiencia de un estado de SI es CIerto que todo encuentro confronta al sujeto con una
privación. Pero 10 que se comprueba en esta fase inaugural eX'peri~ncia que se anticipa a sus posibilidades de respuesta
de la actividad psíquica sigue siendo verdadero para la to- en el mstante en que la vive, la forma más absoluta de tal
talidad de sus experiencias. Concluiremos este capítulo con anticipación se manifestará en el momento inaugural en que
algunas consideraciones generales acerca del estado de en- la actividad psíquica del infans se ve confrontada con las
cuentro. producciones psíquicas de la psique materaa y deberá for-
mar una representación de sí niisma a partir de los efectos
Si nos propusiésemos definir el fatum del hombre mediante d~ este encuentro, cuya frecuencia constituye una exigencia
un único carácter, nos referiríamos al efecto de anticipa- vItaL Cuando h~blamos de las producciones psíquicas de la
ción, entendiendo con ello que lo que caracterim a su des- madre, nos referImos en forma precisa 'a los enunciados me-
tino es el hecho de confrontarlo con una experiencia, un dis- diante los cuales habla del niño y le habla al niño. De .ese
curso, una realidad que se anticipan, por lo general, a sus modo, el discurso materno es el agente y el responsable
posibilidades de respuesta, y en todos los casos, a lo que pue- del efecto de anticipación impuesto a aquel de quien se es-
de saber y prever acerca de las razones, el sentido, las conse- pera una respuesta que no puede proporcionar; este discur-
cuencias de las experiencias con las que se ve enfrentado s~ ~am~ién i.lustr~ en forma ejemplar lo que entendemos por
en forma continua. Cuanto más retrocedemos en su historia, VIO.enCla pnmana.
mayores caracteres de exceso presenta esta anticipación: ex- Mientras nos limitamos a nuestro sistema cultural la madre
ceso de sentido, exceso de excitación, exceso de frustración, pose~ el pri,:,il~gi~ de ser para <:1 infans el enun~iante y' el
pero también exceso de gratificación o exceso de protección: medlado.r pnvl!eglado de un «discurso ambienta!». del que
. 10 que se le pide excede siempre los límites de su respuesta, le trasm~te, b~Jo una forma predigerida y premodelada por
del' mismo modo en que lo que se le ofrece presentará siem- su ~ropla pSIque, las conminaciones, las prohibiciones, y
pre una carencia respecto de lo que espera, que apunta a lo medIante el cual le indica los límites de 10 posible y de lo lí-

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cito. Por ello, en este texto la denominaremos la portalJoz, que se realizará a expensas del placer y en beneficio de la
término que designa adecuadamente lo que constituye el constitución futura de la instancia llamada Yo. En el segun-
fundamento de su relación con el niño. A través del discur- do caso, por el contrario, la violencia se ejerce contra el YO,9
toque dirige a y sobre el infans, se forja una representación tanto si se trata de un conflicto entre diferentes «Yoes» co-
ideica de este último, con la que identifica desde un comienzo mo de un conf.licto entre un Yo y el diktat de un discurso
al «ser» del infans definitivamente precluido de su conoci- social cuya única meta es oponerse a- todo cambio en los
miento. El orden que gobierna los enunciados de la voz ma- modelos por él instituidos. Es en esta área conflictiva donde
terna no tiene nada de aleatorio y se limita a dar testimonio se planteará el problema del poder, del complemento de jus-
de la sujeción del Yo que habla a tres condiciones previas: tificación que solicita siempre al saber, y de las eventuales
el sistema de parentesco, la estructura lingüística, las conse- consecuendas en el plano de la identificación. Volveremos
cuencias que tienen sobre el discurso los afectos que inter- a ocuparnos del tema cuando analicemos al Yo. Pero es im-
vienen en la otra escena. Trinomio que es causa de la primera portante señalar que, si esta violencia secundaria es tan am-
violencia, radical y necesaria, que la psique del infans vivirá plia como persuasiva, hasta el punto de ser desconocida por
en el momento de su encuentro con la voz materna. Esta sus propias víctimas, ello se debe a que logra apropiarse
violencia 1:onstituye el resultado y el testimonio viviente, }' abusivamente de los calificativos de necesaria y de natu-
sobre el ser viviente, del carácter específico de este encuen- ral, los mismos que el sujeto reconoce.a posteriori como ca-
tro: la diferencia que existe entre las estructuras conforme racterísticos de la violencia primaria en la cual se originó
a las 1:uales los dos espacios organizan su representación del su Yo.
mundo. El fenómeno de la violencia, tal como lo entende- Por consiguiente, hablaremos de ellas al definir en nuestro
rnos aquí, remite, en primer lugar, a la diferencia que separa trabajo 10 que designa la categoría de lo necesario o de la
a un espacio psíquico, el de la madre, en que la acción de necesidad: el conjunto de las condiciones (factores o situa-
la represión ya se ha producido, de la organización psíquica ciones) indispensables para que la vida psíquica y física
propia del infans. La madre, al menos en principio, es un puedan alcanzar y preservar un umbral de autonomía por
sujeto en el que ya se ha operado la represión e implau- debajo del cual solo puede persistir a expensas de un estado
tado la instancia llamada Yo; el discurso que ella dirige al de dependencia absoluta. Por ejemplo, en el campo de la
infans lleva la doble marca responsable de la: violencia qUt:: vida física es evidente que el sujeto afeCtado por una para-
él va a operar. Esta violencia refuerza a su vez, en quien la plejía sólo puede vivir si otro acepta sáti!;facer sus necesida-
sufre, una división preexistente cuyo origen reside en la bi- des fisiológicas: ello determinará, entre .otrás cosas, que se
polaridad originaria que escinde los dos objetivos contradic- pierda toda' autonomía en el campo de la alimentación y
todos característicos del deseo. que se establezca una dependencia absoluta entre la necesi-
Pero la sobrecarga semántica que pesa sobre el concepto de dad del sujeto y otro sujeto que acepté procurarle el alimen-
violencia exige que definamos nuestra acepción del término: to, propordonárselo, decidir acerca de la cantidad y de la
nos proponemos separar, por un lado, una violencia prima- calidad adecuadas al estado del «enfermo». En el campo fí-
ria, que designa lo que en el campo psíquico se impone sico, los ejemplos abundan. ¿Pero qué ocurre en el campo
desde el exterior a expensas de una primera violación de un psíquico? Y, sobre todo, ¿ qué se puede entender por vida
espacio y de una actividad que obedece a leyes heterogéneas psíquica? Si se designa con ese término toda forma de ac-
al Yo; por el otro, una violencia secundaria, que se abre ca- tividad psíquica, lo único que ella exige son dos condiciones:
mino apoyándose en su predecesora, de la que representa la supervivencia del cuerpo y, para ello, la persistencia de
un exceso por lo general perjudicial y nunca necesario para una catexia libidinal que resista a una victoria definitiva de
el funcionamiento del Yo, pese a la proliferación y a la di- la pulsión de muerte. Cuando estas dos condiciones se cum-
fusión que demuestra. plen, se encuentra garantizada la presencia- de una actividad
En el primer caso, encaramos una acción necesaria de }.a que psíquica, cualesquiera que sean su modo de funcionamien-
el Yo del otro es el agente, tributo que la actividad psíquica to y sus producciones. Por ello no hablamos de vida psíqui-
paga para preparar el acceso a un modo de orgamzación ca en sentido general, sino de la forma que adquiere a par-

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tir de determinado umbral que no existe desde un primer posibilita a la violencia primana impedir que se la de-
momento. Una vez que alcanza este umbral, podrá con- vele como tal, al presentarse bajo la apariencia de lo de-
solidarse la adquisisión de una cierta autonomía de la acti- mandado y de lo esperado. Se debe añadir que, por lo ge-
vidad de pensar y de la conducta, cuya culminación coinci- neral, permite a los dos partenaires desconocer sus caracte-
dirá con la declinación del complejo de Edipo y con la res constitutivos. La violencia primaria q.,e ejerce el efecto
represión, fuera del espacio del Yo, de una serie de enun- de anticipación del discurso materno_ se manifiesta esencial-
ciados que formarán la represión secundaria. Diremos así mente a través de esta oferta de significación, cuyo resultado
que en el registro del Yo existe un umbral por debajo del es hacerle emitir una respuesta que ella formula en lugar
cual este último está imposibilitado de adquirir, en el regis- del infans. Esta pre-respuesta constituye la ílustración pa-
tro de la significación, el grado de autonomía indispensable radigmática de la definición del concepto de violencia pri-
para que pueda apropiarse de una actividad de pensar que maria, en medida tanto mayor cuanto que la conducta ma-
permita entre los sujetos una relación basada en un patri- terna responderá a lo que el analista definirá como <<nOl-
monio lingüístico y en un saber acerca de la significación, mal»: o sea, la conducta que favorece al máximo un fun-
en relación con los que se reconocen derechos iguales; de cionamiento del Yo cercano al modelo que de él propon~
no ser así, Se impondrán siempre la voluntad y la palabra la teoría psicoanalítica.
de un tercero, sujeto o institución, que se convertirá en el Lo que acabamos de decir respecto de la acción y el discur-
único juez de los derechos, necesidades, demandas e, implí- so materno nos hizo pasar insensiblemente del estado de en-
citamente, del deseo del sujeto. Expropiación de un derecho cuentro, concebido como una experiencia coextensa con la
de existir que va a manifestarse en forma 'abierta en la vi- vida misma, al momento en que se origina esta experiencia
vencia psicótica, pero que puede estar presente sin que por al producirse un encuentro original entre dos espacios psí-
ello adopte, ante los eventuales observadores, la forma .de quicos. Dijimos que lo que los distingue es el desfasaje to-
una psicosis manifiesta. En este caso, la expropiación expe- tal entre el jnfans que se representa su estado de necesidad
rimentada por el Yo será igualmente grave; sólo tiene la o de satisfacción y la madre, que responde a los efectos de
ilusión de funcionar de modo normal mientras en el afuera estas representaciones interpretándolas de acuerdo con una
existe realmente un otro real que le sirve como prótesis y significación anticipada que solo en forma progresiva será
anclaje. Un ejemplo lo constituye el estado f:>asional, cual- inteligible para el infans y que exigirá la puesta en marcha
quiera que sea el objeto de la pasión: la desaparición o de los otros dos procesos de metaboli:.:ación.
privación del objeto provoca la de la «normalida~h del Yo, El efecto anticipatorio de la respuesta materna está presente
y el mismo fenómeno puede aparecer en determmadas for- desde un primer momento, y el efecto anticipatorio de su pa-
mas de dependencia ideológica. labra y del sentido que ella vehiculiza (y del cual el niño
Si volvemos ahora al concepto de violencia, diremos que deberá apropiarse) no hará más que continuarla. Con ante-
designamos como violencia primaria a la acción mediante la rioridad a todo análisis de lo que se juega en los dos espacios
cual se le impone a la psique de otro una elección, un pen- contrapuestos, debemos recordar que la separación entre los
samiento o una acción motivados en el deseo del que lo im- factores propios del representante y los que pertenecen al
pone, pero que se apoyan en un objeto que corresponde pa- enuncÍante (la madte) es una necesidad derivada de la ex-
ra e'l otro a la categoría de lo necesario. posición y que en realidad la interacción es constante. De
Al ligar el registro del deseo del uno al de la necesidad del no ser así, se corre el riesgo, sea de cáer en una biologiza-
otro, el propósito de la violencia se ~segura de su vict?ría: ción del desarrollo psíquico o, a la inversa, de optar por
al instrumentar el deseo sobre el objeto de una neces1dad, una teoría de la cadena significante que olvide el papel del
la violencia primaria alcanza su objetivo, que es conv~rtir cuerpo y de los modelos somáticos que él proporciona. La
a la realización del deseo del que la ejerce en el objeto entrada en acción de la psique requiere como condición que
4emandado por el que la sufre. Aparece la imbricación que al trabajo de la psique del infans se le añada la función de
ella determina entre estos tres registros fundamentales que prótesis de la psique de la madre, prótesis que consideramos
son lo necesario, el deseo y la demanda. Esta imbricación ]e comparable a la del pecho, en cuanto extensión del cuel po

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propio, debido a que se t:ata de un obje.t? cuya unión con.1a
léculas de leche que toma el infans: el aporte alimenticio se
boca es una necesidad vItal, pero tamblen porque ese obJe-
to dispensa un placer erógeno, necesidad vital para el fun- acompaña siempre con la absorción de un alimento psíqui-
co que la madre interpretará como absorción de una oferta
cionamiento psíquico.
de sentido. Se asiste a la pasmosa metamorfosis que le hará
Al considerar el primer encuentro boca-pecho -aun sa- vivir la actividad de lo orig-inario.
bi~ndo que no coincide con la incorporació~ del re~ién na-
Concluyen aquí nuestras ~onsideraciones generales acerca
cido al mundo, ya que es posterior a un. primer gnto cuXa
de la representación y el estado de encuentro. Confirman,
representación concomitante constituye para nosotros ':'~ em~­
una vez más, lo que hemos señalado en dos oportunidades
ma- como el punto de partida de nuestra co?str,:,cclO? ~eo­
en estas primeras páginas, sobre la arbitrariedad de toda
rica 10 consideramos también como la expenencIa orIgma-
separación entre los espacios psíquicos del infans y de la ma-
ria de un triple descubrimiento: para la psique del infans,
dre, en los que un mismo objeto, una misma experiencia
la de una experiencia de placer; para el cuerpo, la de una
de encuentro, se inscribirá recurriendo a dos escrituras y a
experiencia de satisfacción, y para la madre ... en este caso
dos esquemas relacionales heterogéneos. En cada etapa, ob-
no puede postularse nada unIversal, ~olo p,odemo.s pla~tear servamos que la reflexión analítica choca con el mismo esco-
que la primera experiencia de lactanCIa sera. al t;nIS~? tIem- 110: tener que separar lo inseparable. Se trata de una exi-
po para ella el descubrimiento de una experIenCIa fIS.IC~ ---..a
gencia metodológica que el discurso impone, pero debemos
nivel del pecho, sensación de un placer, de un sufrimIento
recordar const?.ntemente su presencia y advertir el precio
o de una aparente neutralidad sensorial- y el prime.r aper-
que exige pagar en el momento en que cortemos arbitraria.
cibimiento posterior al em~arazo de un don necesano par~
mente el cordón umbilical que une a las dos psiques en pre-
la vida del infans. Lo que SIente en ese encuentro depe~dera
sencia para ocuparnos del infans y de la primera obra de
del placer vivido al tener al niño, del temor fr~nte a el, de su psique: la representación pictográfica.
su displacer en ser madre, de su forma de concebIr su r?l, etc.
Pero en todos los casos en los que el pecho es ofrecIdo, se
imponen dos observaciones:

l. Cualquiera que sea la a:nbivalencia presénte, e,l ~cto es


testimonio de un deseo de vIda para el otro y, a mtnzma, de
una prohibición referente al riesgo de su eventual muerte.
'2. En la mayor parte de los casos, el ofrecimie~to del pecho
se acompañará, en su forma y su temporahdad, con ~as
formas culturales que instituyen la conducta de lactan:~a.
Esta última, así, depende: a) del deseo materno en relaClOn
con el infans' b) de 10 que se manifiesta de ese deseo en el
sentimiento d~l Yo de la madre frente al recién nacido,lo yc)
de lo que el discurso cultural propone como modelo ade-
cuado de la función materna.

Esta enumeración sería suficiente para demostrar la com-


plejidad, la sobredeterminaci?n y la heterogeneidad de las
fuerzas en juego, desde el pnmer encuentro que el proceso
originario tendrá como función representar: en el momento
. en .qlle la boca encuentra el pecho, ~ncuentra y tra~a un
primer sorbo del mundo. Afecto, sentldo, cultur~, estan co-
presentes y son responsables del gusto de estas pnmeras mo-

38 39
r
2. El proceso originario y el parte de la psique. Sin embargo, esta última es informada
acerca de un posible estado de sufrimiento del cuerpo, ante
pictograma el cual responde mediante la única acción a su alcance: la
alucinación de una modificación en la situación de encuen-
tro, que niegue su estado de falta; veremos luego que esta
falta se relaciona de un, modo muy particular con lo que,
en principio, constituye su equivalente fisiológico, el esta-
do de necesidad.
Se observa desde ya el principal escándalo del funciona-
1. El postulado del autoengendramiento miento psíquico: su primer respuesta «natural» es descono-
cer la necesidad, desconocer el cueI'po y «conocer sola..
Hemos dicho que lo que caracteriza a cada proceso de me- mente el «estado» que la psique desea reencontrar. La con-
tabolización, determinado por el encuentro entre el espacio ducta de llamada aparece solo frente al fracaso del poder
psíquico y el espacio exterior a la psique, se define por la omnímodo del pictograma. Escándalo que revela la presen-
especificidad del modelo relacional impuesto a los elementos cia original de un rechazo de la vida en beneficio de la bús-
de lo representado. Por otra parte, este modelo es el calco queda de un estado de quietud y de un estado de no deseo,
del esquema estructuml del propio representante. En la que constituyen el propósito ignorado, aunque siempre ope-
fase que analizamos, el conjunto de las producciones de la rante del deseo. Se debe reconocer que la presencia origina-
actividad psíquica se adecuará al postulado del autoengen- ria de TánatOses más escandalosa para el Yo que la de
dramiento. En nuestro análisis, separamos 10 que se rela- Eros: lo ya presente (déjd-ld] del odio es más perturbador
ciona con la economía placer.displacer, característica de que lo siempre presente [toujours-la] del amor.
este postulado, y 10 que se relaciona con la particularidad
de lo representado que él engendra: el pictograma. 2. Un, poder de excitabilidad al que se debe «la representa-
Hemos dicho que, en principio, el encuentro original se pro- ción en la psique de los estímulos originados en el cuerpo y
duce en el mismo momento del nacimiento, pero que nos que alcanzan al espíritu, exigencia de trabajo requerido al
permitimos desplazar e.se momento para situarlo en el de aparato psíquico como consecuencia de su ligazón con 10
una primera e inaugural experiencia de placer: el encuen- corporal». Esta definición ql.le proporciona Freud de la pul-
tro entre boca y pecho. Cuando hablamos de momento ori- sión se aplica en todos sus aspectos .a la que proponemos
ginario, o de encuentro originario, nos referimos a ese punto para la actividad pictográfica. El trabajo requerido al apa-
de partida. Este desfasaje hacia lo posterior será compensa- rato psíquico consistirá en metabo1 izar un elemento de infor-
do por un trámite inverso cuando aludamos al Yo, instancia mación, proveniente de un espacio que le es heterogéneo,
que el discurso del otro anticipa con t;nayor elocuencia.. en un material homogéneo a su estructura, para permitir
Si nos mantenemos en el campo del mfa'RS, podernos aiSlar a la psique representarse lo que ella quiere reencontrar de su
una serie de factores responsables de la organización de la propia experiencia.
actividad psíquica en la fase considerada:
3. Un afecto ligado a esta representación, siendo la repre-
1. La presencia de un cuerpo cuya propiedad es preservar sentación de un afecto y el afecto de la representación indi-
por autorregulación su estado de equilibrio energético. Toda sociables para y en el registro de lo originario.
ruptura de este estado se manifestará medi~nt~ una expe-
riencia inconocible, una x que, en el a posterzorz del lengua- 4. Desde un primer momento, la doble presencia de un
je, S6- designa como sufrimiento. Toda aparición de esta ex- vínculo y de una heterogeneidad entre la x de la experien-
. perielJcia suscita, cuando es posible, una reacción que apunta cia corporal y el afecto psíquico, que se manifiesta en y por
a eliminar su causa. Esta reacción, que se origina en la su representación pictográfica. Efectivamen te, el afecto es
homeostasis del sistema, escapa a todo conocimiento por coextenso con la representación, y la representación puede

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r
de estimulación frente a él. En sus «puestas en forma» el
c<?~forn:arse o no a la realidad de la experiencia corporal. proceso originario retoma este modelo sensoriaL La repre-
SI Imagmam~ una repre~nt~ción de la unidad boca-pecho sentación pictográfica de este encuentro exhibe la parti-
que acompana a la. experIenCIa del amamantamiento, se ob- cularidad de ignorar la dualidad que la compone. Lo repre-
serva una conformidad entre afecto y experiencia del cuer- sentado se presenta ante la psique como presentación de
p.o. Si, a la in,:~rsa, imaginamos la representación alucinato- eH~ ,misma; el agente represent~nte considera a la represen-
rIa de una umon boca-pecho que impone momentáneamen- taclOn como obra de su trabajO autónomo, contempla en
te un silencio psíquico al estado real de la necesidad se ob- ella al engendramiento de su propia imagen. La represen-
s:rvará una contradi~ci?? objetiva entre afecto y e':perien- tación, ~sí, es una «puesta en presentación» de la psique pa-
Cla corporal, contradlcCIon que es totalmente ignorada por ra la pSIque, autoencuentro entre una actividad originaria y
la psique y que a lo sumo existe solo para el observador. un «producto», también originario, que se da como presen-
tación del acto de representar para el agente de la repre-
5. La exigencia constante de la psique: en su campo no
sentación. Esta sobresignificación y sobredeterminación de 10
puede aparecer nada que no haya sido metabolizado previa- representado constituye su rasgo esencial.
~ente ~n un,!, !,epresentación pictográfica. La representabi-
La primera condición de la representabilidad del encuentro
hdad ~lctograftca del fenómeno constituye una condición nos remite, pues,al cuerpo y, más precisamente a la activi-
necesana. para s~ existencia psíquica: esta leyes tan uni- d~d sensorial que lo caracteriza. Al referirnos 'a lo que la
versal e IrreductIble como la que decide las condiciones de pSlque toma prestado del modelo sensorial, analizaremos en
audibilidad o de visibilidad de un objeto. Las ondas sonoras
fo~a má~ detallada esta prin;era condición: podremos ex-
y las ondas luminosas exceden de lejos el espectro propio de
~hcltar aSI la estructura partlcular del pictograma. Antes,
la sensibilidad .de los órganos humanos, pero fuera de este sm embargo, veamos en qué condiciones la representación
espectro no eXIsten para el hombre. Del mismo modo 10
del encuentro puede ser una fuente de placer y en cuáles
originario sólo 'p~ede «conocer» los fenómenos que respon- otras, de displacer. En este punto encontramos una segunda
den a las condICIOnes de representabilidad; los restantes ca-
ley general de la a.ctividad psíquica: la meta a la que apun-
recen de existencia para él.
ta nunca es gratUIta, el gasto de trabajo que implica debe
asegurarse una «prima de placer»; de no ser así la no ca-
La~ condiciones de r:presentabilidad que deben poseer los
tectización de la actividad de representación po~dría fin a
ob):tos para proP.o:clO~ar un material susceptible de ser la activ~dad vital misma. Por lo general, la psique previene
utIlIzado por lo ongInarlO pueden reconstruirse solamente a este pelIgro gracias a la presencia de lo que hemos llamado
partir de una fase posterior, en la que solo se observan al-
e! , «placer mínimo», consecuencia de toda puesta en rela-
gunos retoños. Esta reconstrucción nos permite considerar ClOn, conforme al postulado, de los elementos de infonna-
probable que. deben responder a las propiedades particula- ción que .se abren camino en el espacio psíquico y del esta-
res que descnbiremos a continuación.
d~ de qUlet~d consecuente para la actividad de representa-
Clon: ello Imen:,:as lo repre~e~tado s; ofrece como un sopor-
te que atrae y fIJa en beneÍlclo propIO la energía de que dis-
2. Las condiciones necesarias para la pone ese proceso. Es evidente que si este «placer mínimo»
representabilidad del encuentro fuese el único en juego, su sola meta podría ser la perenni-
dad de una representación inaugural que se convertiría en
La actividad del proceso originario es coextensa con una ex- so~orte, prir:u:ro y últiI?o, de la totalidad de la energía psí-
periencia responsable del desencadenamiento de 13. actividad qUl~a. Proposlto ImpOSIble de realizar pero que testimonia,
de .~pa o varias fun~i~:mes del ~uerpo, originada en la exci- en nuestra opinión, la complicidad que existe desde un pri-
taclon d~ .las superfICIes sensonales correspondientes. mer momento entre principio de placer y pulsión de muerte.
Esta actlvldad y esta excitación exigen el encuentro entre Pa:a que esta complicidad no se imponga con excesiva ce-
un órgano sensorial y un objeto exterior que posea un poder lertdad a la meta de Eros, es necesario que a este placer

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mllllmo se le añada la búsqueda y la espera de una «prima tectizar al propio incorporante, y deseo de autoaniquilación
de placer», equivalente psíquico de un «placer de órgano», que convierta a la representación de la instancia represen-
prima que, a partir del momento en que se la experimenta, tante en autopresentación de la instancia que engendra el
se convierte en meta de la actividad psíquica. Si bien es displacer. En tt;>da oportunidad en la que la persistencia de
cierto que en lo representado del pictograma no puede exis- la necesidad obligue a la actividad psíquica a estar infor-
tir una diferencia entre la representación que acompaña al mada acerca de ella y a representar, en y mediante el picto-
amamantamiento y la representación de esta experie,ncia en grama, lo que constituiría la causa del displacer, se impon-
ausencia del pecho, postulamos que la psique percibe muy drá una representación que respete, evidentemente, el pos-
precozmente un suplemento de placer cuando a la repre- tulado . de lo originario pero que pruebe su sumisión a los
sentación la acompaña una experiencia de satisfacción real: propósitos de Tánatos: en este caso, la instancia que se es-
a condición, sin embargo, de que esta satisfacción pueda peculariza en lo representado se contempla como fuente que
proporcionar placer y no se reduzca a calmar la necesi- engendra su propio sufrimiento, y lo que ella intenta anular
dad. 1l Veremos a qué condiciones debe responder para que y destruir es esta imagen de sí misma. El corolario y el si-
ello sea posib!e~ pero señalemos desde ya que la condición nónimo del displacer es un deseo de autodestrucción, pri-
esencial es que esta experiencia pueda representarse como mera manifestación de una pulsión de muerte que conside-
aportando placer a las dos entidades de lo que definiremos ra a la activii!ad de representación, en cuanto forma origi-
como «el objeto-zona complementario». Así, la prima de nal de la vida psíquica, como la tendencia opuesta a su
placer, como meta de la actividad de representación, se en- propio deseo de retorno al «antes» de toda representación.
cuentra relacionada cori la posibilidad de una representación Esta hipótesis nos facilita la comprensión de lo que separa
y de una experiencia que puedan poner respectivamente en a los dos conceptos llamados por Freud principio de Nirvana
escena y en presencia la unión de dos placeres, el del re- y pulsión de muerte. Al primero es posible concebirlo como
presentante y el del objeto que él representa y que encuen- la actualización de un principio de placer que tiende a la
tra en el trascurso de la experiencia (de la representación quietud y a la persistencia inmutable de una primera re-
de la necesidad). presentación, que se ofrece a la psique como prueba de su
Si analizamos ahora las condiciones relativas 31 afecto de omnipotencia de autoengendramiento del estado de placer
disp!acer, diremos que este afecto está presente en toda y como testigo de su poder de crear el objeto conforme a su
oportunidad en la que el estado de fijación es imposible y meta y definitivamente presente; en lo que se refiere a la
en que la actividad psíquica debe volv~r a forjar una repre;. pulsión de muerte, se la debe considerar como una tendencia
sentación. Podemos recurrir a la metáfora energética y decir igualmente arcáica e insistente. Todo ocurre como si el «te-
que él trabajo requerido para el surgimiento de una nueva ner que representar», como corolario del «tener que desear»,
representación determina un estado de tensión, responsable perturbase un dormir [sommeilJ anterior, un antes ininteli-
de lo que llamaremos el «displacer mínimo», simétrico de gib~e para nuestro pensamiento y en cuyo trascurso todo era
lo que herims designado placer mínimo. silencio. Observamos la manifestación de un odio radical,
Más esencial para comprender el funcionamiento psíquico presente desde un primer momento, contra una actividad
es la relación que existe entre el afecto de displacer y la re- de representación cuyo inicio presupone, a causa de su «li-
presentación que está indisociablemente ligada a él. Esta re- gazón con lo corporal», la percepción de un estado de nece-
lación nos obligará a abordar el problema que plantea la s:dad que ella tiene como función anular. En toda oportuni-
pulsión de muerte y a recurrir al concepto con el que alu- dad en que la actividad psíquica se acompañe con una ex-
dimos a un odio radical, tan originario como su contrario. citación que la informe acerca de un estado de necesidad,
No es posible comprender la representación del afecto de su meta será metabolizarla y representarla mediante su ne-
displacer sin postular la presencia originaria de la antino- gación: se explica así su ambivalencia frente a su propia
mia típica de los dos propósitos del deseo: deseo de ca- producción. El estado de placer que ella induce recubre la
tectizar al objeto metabolizándolo en la represen~ción de percepción de una experiencia de la cual huye: el amor a
una parte del propio cuerpo y, gracias ·a ello" deseo de. ca., la representación es el revés, pero también el corolario, del

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odio a la necesidad en cuanto testigo de la existencia de un
espacio corporal autónomo. Todo surgimiento del deseo de del cuerpo, a la que hemos designado como el x inconoci-
representar se origina en el deseo de precluir la posible irrup- ble, que aco~paña a una actividad de representación que
ción de la necesidad y de lo que ella testimonia: de ese mo-- da lugar al pIctograma; b) un afecto que está indisoluble-
do, y paradójicamente, el deseo mismo puede descubrirse co- mente ligado a :sa eX'pe.riencia, y que puede ser tanto de pla-
mo deseante de un estado que lo haría inútil y sin objeto. cer cuanto de dIsplacer; c) la presencia original de una am-
El deseo de no tener que desear es un objetivo inherente al bivalencia radical del deseo frente a su propia producción,
propio deseo. Deseo de no deseo: esta fórmula, que utiliza- que podrá ser tanto soporte de la tendencia a fijarse en ella
mos a menudo, expresa nuestra concepción de la pulsión de como soporte de su deseo de destruirla, por ser prueba de la
muerte. 12 Al ser parte constitutiva de los objetivos del de- existencia de otro lugar que escapa a su poder, pero también
seo, el odio contra todo objeto que manifieste la presencia de otr~ lugar que: lo .obliga a proseguir su trabajo de repre-
del deseo corre el riesgo de imponerse en toda ocasión en senta~l(~n, que le ImpIde px:eservar un estado de fijación; d)
que lo representado ya no logre ignorar la necesidad y, por por ultimo, la ambIvalencia de toda catexia que concierne
eso mismo, en toda ocasión en la que corre el riesgo de al cuerpo. Abastecedor de un modelo que el pictograma re~
acompañarse con una experiencia de displacer. En este caso, toma pór cuenta propia, aparecerá, sucesivamente COmo
la psique considerará el resultado de su propio trabajo co- conjunto de zonas erogenizadas (y, en consecuenci~, espa-
mo demostración y prueba de la existencia de su otro lugm, cio catectizado por la libido narcisista) y como «otro lugar»
el espacio corporal, que inevitablemente odiará y querrá del>_ detestado en toda ocasión en la que denuncie los límites del
truir toda vez que este se revele sometido a un poder que poder ~e l~, psique y. des~ienta, convirtiéndola en leyenda,
ella no domina. la alucmaclOn de la mexlstencia de lo exterior a ella.
Extraño destino el del cuerpo, y pleno de consecuencias: en Co~cluida esta. ~rimera presentación de los factores que or-
efecto, el cuerpo, al mismo tiempo que es el sustrato necesa- gamz~n la actiVIdad. y la. ;conomía del proceso originario,
rio para la vida psíquica, el abastecedor de los modelos so- exammatemos a contmuaclOn, desde otro ángulo, la relación
máticos a los que recurre la representación, obedece a leyes psique-cuerpo; con ese fin, explicitaremos a qué nos referi-
heterogéneas a la de la psique. Estas, sin embargo, deberán mos al hablar de lo que se «toma prestado» del modelo
imponer su exigencia y obtener una satisfacción real: de ese corporal.
modo, el cuerpo aparecerá en un primer momento ante la
instancia psíquica como prueba irreductible de la presencia
de otro lugar y, de ese modo; como objeto privilegiado de 3. El «préstamo» tomado del modelo sensorial
un deseo de destrucción. Pero también es cierto que, si la por la actividad de lo originario
vida prosigue, el cuerpo, COmo conjunto de órganos y de
funciones sensoriales gracias a los cuales la psique descubre Partimos de la hipótesis de que el fundamento de la vida del
su poder -de ver, de oír, de gustar, de tocar- se convierte organismo consiste en una oscilación continua entre dos for-
en fuente y lugar de un placer erógeno, que permite que mas elementales de actividad, a las que designamos como
algunos de sus fragmentos sean catectizados de inmediato el «tomar en sí» [prendre-en-soi] y el «rechazar fuera de sí»
por la libido narcisista al servicio de Eros. [rejete>r hors-soi], actividades que se acompañan con un tra-
Veremos que este autodescubrimiento del poder de sus fun- bajo de metabolización de lo «tomado», que lo trasforma
ciones sensoriales se presentará en el pictograma a través en .~n material del cuerpo propio: los residuos de esta ope-
del modelo del tomar en sí un objeto autoengendrado. raClOn, por su parte, son expulsados del cuerpo.
Lo q~e hemos dicho hasta el momento permite establecer Respiración y alime~tación co~tituyen un ejemplo simple y
un prImer esquema de los elementos que organizan la situa- claro de ello. Mutat'ls mutandzs, este doble mecanismo pue-
ción o.riginal del encuentro boca-pecho cuando se privilegia de e?',trapola:se -al c<:ntunto de los sistemas sensoriales cuya
exclUSIVamente lo que ocurre en el infans. funclon ImplIca analogIcamente la «toma en sí» de la infor-
Hemos encontrado en forma sucesiva: a) una experiencia mación, fuente de excitación y fuente de placer, y el intento

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de «rechazar fuera de sí» esta misma información cuando de ~quello que, en su propia representación, pone en escena
se convierte en fuenté de displacer. Se debe tener en cuenta al organo y a la zona, fuente y sede de la excitación.
una primera diferencia: en esta etapa de la vida, es posi- Al hablar de este doble modelo del tomar en sí y del recha-
ble vomitar la leche, no así taparse la nariz o cerrarse la z~~ luera de s~ abordamos la descripción de la representa-
cavidad auditiva. Además, toda información sensorial tiene c~on que la pSIque se da, de. su experiencia de placer o de
el poder de exceder el umbral de tolerancia y trasformarse dIsplacer. En efecto, los tennlllOS de modelo sensorial o cor-
en fuente. de dolor .13 Al utilizar el término <<información». poral y de préstamo se refieren a los materiales presentes en
que hemos introducido desde las primeras páginas, nos pro~ la representación pictográfica, mediant~ la cual la psique se
ponemos privilegiar el papel desempeñado por las funciones autolllfortna de un estado afectivo que le concierne exclusi-
sensoriales. Al hablar de información no pretendemos en- vamentea. ella; En este registro, sería inútil plantear un or-
cerrarnos en una nueva forma de organicismo inspirada en den de pnmaCla entre el afecto y su representación, así co-
la cibernética; muy por el contrario, intentamos destacar mo entre la experiencia y la información que recibe la psi-
un conjunto de funciones cuya tarea es informar a la psique que acerca de e' la : del mismo modo, no tendría sentido
y al mundo de su mutua interdependencia en un registro 'considerar a la representación como la fuente de un afecto
muy particular y muy «psíquico», si se me permite la expre- que su surgimiento desencadenaría, o ver en el afecto un es-
sión: el del placer y de su relación con el discurso. Tan tado preexistente que la actividad de representación pondría
pronto como se accede al lenguaje, la vista, el oído, el gusto en es<:~na. Se debe postular la coalescencia de una repre-
y el tacto se encuentran bajo la égida de un enunciado sentaclOn del afecto que es inseparable del afecto de la re-
que decidirá acerca del mensaje afectivo que el informado presentación 9ue la acompa.ña. Es tan difícil separarlos como
y la voz informante esperan y reciben uno de otro. La ins- separar la mirada de lo VIstO: ver constituye el encuentro
trumentación del mensaje sobre el objeto sensible determi- de un ó~g~r:~ sensorial c<;>n un fenómeno que se caracteriza
nará que 10 que decida acerca de la relación de la expe- por s~ VlsI~lhdad: toda ]erarquización temporal es imposi-
riencia sensorial y el objeto sensible con el placer y con el ble. S~ tuvlesemos. que hablar del Yo, se aceptarla fácilmen-
displacer, con 10 lícito y 10 prohibido, será lo enunciado por te la lllcongruencIa de pretender decidir si un sentimiento
el mensaje. Podemos añadir que las expex;.iencias recientes de ~:egría, de despecho, de envidia~ precede o no a su nomi.
de desaferenciación sensorial parecen probar que, paralela- naClo~ I?~r parte del Yo: no existe sentimiento separable de
mente a los objetos de necesidad que son el alimento, el aire, la pOSibIlIdad de expresarlo mediante un enunciado. La ex-
el aporte calórico, durante la fase de vigilia es necesario un F!re~ión, interior o c~municada, explícita o implícita, del sen-
aporte de información sensorial continuo; de no recibirlo, tlmlento, es cor.re~atlVa del estado que manifiesta y que sim-
la psique enfrenta dificultades para poder funcionar sin verse plemente. no eXIstIría para el Yo sin esta posibilidad de nom-
obligada a alucinar la información de la que carece. brarlo. SI se acepta designar como sentimiento a los afectos
En términos psicoanalíticos, el «tomar en sí» y el «rechazar presentes y que se manifiestan en la esfera del Yo -formu-
fuera de sí» pueden traducirse desde un primer momento en lación que se convierte en equivalente de la representación
otro binomio: la catectización y la descatectización de aque- para el afecto-, se comprenderá mejor la indisociabilidad
llo de lo que se es informado y del objeto de excitación res- de los términos de este segundo binomio.
ponsable de esta información. Importa señalar que, en esta Se ~lan.tea aqu~ el problema de la relación que existe entre
fase, la representación pictográfica de los conceptos de «to- el termlllO «prestamo» [emprunt] que proponemos y el de
mar» y de «rechazar» es la única representación posible de apun~alamiento [étay?g~] utilizado por Freud: su semejanza
toda experiencia sensorial: lo percibido por la vista, el oído, es eVIdente, pero se dlstlllguen en un aspecto. En la acepción
el gusto lo será por la psique como una fuente de placer au- que le otorga Freud, el apuntalamiento se relaciona en ma-
toengendrado por ella, que forma parte por excelencia de lo yor ;nedida c~m una «astucia de la psique» 14 que aprove-
que ~<es tomado» en el interior de sí misma, o, de lo con- chana el camlllO que abre la percepción de la necesidad o
tratio, como una fuente de sufrimiento que se debe rechazar: ~l estado de necesidad, para permitir a la pulsión que' la
en tal caso, este rechazo implica que la psique se automutila mforme de sus exigencias vitales, con el propósito, escribe

48 49
para la psique presentación del agente productor y de la
Freud «de obligar al sistema nervioso a elaborar activida- actividad que produce. Si se acepta que en esta fase el mun-
des mis interdependientes y más compl~jas, capace~ de pro- do -lo (~exterior a la psique»- no existe fuera de la re-
ducir modificaciones en el mundo exterior con el fIn de sa- presentación pictográfica que lo originario forja aCef<;:a de
tisfacer la fuente de las estimulaciones endógenas».15 él se deduce que la psique encuentra al mundo como un
La heterogeneidad, planteada desde un primer momento fr~gmento de superficie especular, en la que ella mira su
por Freud, entre necesidad. y pul~i?n constitu.ye un con- propio reflejo. De lo «exterior a sí» solamente conoce en un
cepto capital de la teoría pSlcoanahtlca, p:ro dIcha. hetero- principio lo que puede presentarse como imag<:;n de sí, y el
geneidad no impide que entre estas dos entldades eXlst~ una sí-mismo se presenta ante sí mismo como y por la actividad
relación que ya no pertenece al orden del apuntalamlento, y el poder que han engendrado el fragmento de lo «exterior
sino al de. una dependencia efeéti,:a y p~rsistente, e'n el re- a sí» que constituye la especularización. 16 Término que, en
gistro de lo representado. En las Ílguraclones escelllcas for- la acepción que le damos, se asemeja en gran medida al de
jadas por lo primario, en las que aparecerá el lugar prepon- complementariedad: si en la problemática que está en jue-
derante que ocupa la im~ge~ del cuerpo, obse:v:are~os esta go aquí se considera SÓlO 10 que pertenece al campo de la
persistencia. Nuestra hipo teSIS acerca de 10 origInarlo co~o actividad de representación, se comprueba que representante
creación que se repite indefinidamente a lo largo de la eXIS- y representación del mundo son complementarios entre sí,
tencia implica una enigmática interacción entre lo que lla- siendo cada uno de ellos condición de existencia para el otro.
marnos el «fondo representativo» sobre el que funciona todo Este trabajo de reflexión continua es la pulsación misma de
sujeto y una actividad orgá~i~a cuyos efectos ef! el campo la vida psíquica, su modo y su forma de ser, exigencia tan
psíquico sólo podernos percIbIr e;t momentos sIngu!ares. y imperiosa como la exigencia de respirar para la superviven-
privilegiados o (en una forma dIsfrazada) en la VIvenCIa cia del organismo.
psicótica. El modelo de representación de esta complementariedad es-
Habiendo definido el término «préstamo», podemos abordar pecular entre el espacio psíquico y el espacio del mundo está
el alSlálisis de 10 representado: vale decir, lo que suponemos constituido por lo que toma la psique de la experiencia sen-
que vería una hipotética e imposible mirada si pudiese con- sible. Lo pulsional se apoya en el «vector sensorial»; la per-
templar la representación pictográfica. Hablar d<: ~irada cepción de la necesidad se abre camino hada la psique gra"<
hipotética e imposible basta para recordar que n<:s hmltamos cías a una representación que pone en escena a la ausencia
a reconstruir 10 que nos parece probable, a partlr del cono- de un objeto sensible, fuente de placer para el órgano corres-
cimiento que puede tener el analista de las vivencias de su- pondiente. Hemos escogido como punto de partida de nues-
jetos que ya han superado hace mucho ~ie.mp<: el momento tra construcción la experiencia inaugural de \.ma vivencia
en que solo estaba presente el proceso ongInarlo. de placer debido a la función que acordamos a la actividad
sensorial, fuente original de un placer (del gusto, del oído,
de la vista, del olfato, del tacto) que constituye condición
4. Pictograma y especularización necesaria y causa de la catectización de una actividad cor-
poral cuyo poder. descubre la psiq,:e. Experienci~ ?~ un pl~-:
Ep la parte reservada al Yo veremos el concept~ de estadio cer que ella obtIene y que constItuye la condzcton prevla
del espejo tal corno 10 define Jacques Lacan. Sm embargo, necesaria para la catectización de la actividad de represen-
mucho antes de ese estadio, en realidad desde el origen de tación y de la imagen que im ella se origina. Se debe señalar
la actividad psíquica, se comprueba la presencia y la preg- con claridad la imbricación sincrónica de estos diferentes
nancia de un fenómeno de especulari~ción: toda creación momentos, que se unen para formar una experiencia global
de la actividad psíquica se presenta ante la psique como re- e indisQciable: a) percepción sensible de un ruido, de un
flejo, representación de sí misma, fuerza 9.ue engendra esa gusto, de un tacto, de un olor, de algo visto, fuente de placer,
imagen de cosa en la que se refleja; reflejO que contempla que coindde temporalmente con la experiencia de la satis-
como creación propia, «imagen» que es simultáneamente facción de la necesidad alimenticia y la excitación efectiva

50 51
de la zona oral; pero que coincide. taI?,bién c<;>n la satisf~c-
. ón de una expectativa de la orgamzaClOn sensIble, por emg- afectos que allí se localizan en forma sucesiva, actividad
~áticas que nos parezcan la presencia de esta necesi~a~ ele- inaugural de la psique par-a la que toda representación es
siempre autorreferente y nunca puede ser dicha, ya que no
mental de información de los sentidos y :1 placer orIgmado
puede responder a ninguna de las leyes a las que debe obe-
en su puesta en actividad; b) descub;f'1mIento ~e un poder
decer lo «decible», por elemental que sea. Esta especulad-
«ver, oír, oler, tooar, gustar» que sera metabohzado por la
. e en la representación de sü poder de autoengendrar zación SÍ-mismo mundo demuestra la ambigüedad de la
pSlqU ., d t acepción que se le da habítualmente al concepto de narci.
el objeto y el estado de placer; e) representaclOn. e .e,s a
sismo primario. Si el representante es el mundo, y a la in-
dualidad «zona sensorial-objeto causante de la excltaclon»
versa, esta reflexión «loca» del mundo por parte del repre-
mediante una imagen que los pone en escena como una en-
sentante determina que este último se presente ante sí mismo
tidad única e indisociable; a esta entidad la llama~os «la
como reflejo del «todo» o -como reflejo de la «nada»: Eros
imagen de la zona corporal» o, preferiblemente, «la tm'!gen
y Tánatos firman con su nombre dos autorrepresentaciones
del objeto-zona complementario». Esta imagen es el p'lCto-
que subsumen en la totalidad de lo existente. Por lo tanto,
grama, en cuanto puesta en forma de un esq~em-a. r~la:lOnal
junto a una presentación narcisista de un sí-mismo mundo,
en que el representante se refleja como totalIdad ldentlca. al
se debe plantear la presentación (¿narcisista?) de un sÍ-
mundo. Lo que la actividad psíquica contempla y catectlza
mismo nada: evidentemente, es posible calificar como nar-
en el pictograma es el reflejo de sí mis:na que le aseg~ra que,
cisista la reducción del mundo a una «nada» que refiere, de
entre el espacio psíquico y el espaCIo de lo exten~r a.}a
psique, existe una relación de identidad y de especulanzaclOn hecho, a un estado de la psique; en tal caso, sin embargo, se
derrumba la idea de una etapa original y paradisíaca en la
recíprocas. ' . que lo único que percibía la psique en el mundo era una to-
Volveremos a ocuparnos en forma mas detallada, en reli:l.-
talidad plena que se ofrecía como prueba de su omnipoten-
ción con la voz, del concepto de zona erógen~; p~ro debe- cia sobre e! placer.
mos señalar desde ya que, -a partir de la experiencia de pla-
cer, todo placer de una zona es al mismo tiempo, y, de~e
serlo, placer global del conjunto _de las zonas: L~ expenencIa
de amamantamiento se acompana con una sene de, percep- 5. Pictograma y placer erógeno
ciones que -afectan a Jos dif:r~~tes órga~<?s se,nsonale~.:. el
placer, desde su primera apanclOn, se a~tICIP?ra p?-radoJlc-a. La importancia de la totalidad sincrónica de la excitación
mente a esta experiencia de una totalIdad m~eclble de la de las zonas es fundamental: condición previa necesaria pa-
vivencia que, en un a posteriori lej~no, será deslgn??a como ra la integración del cuerpo como unidad futura, pero, tam-
goce. Cuando examinemos el c.,!mlenzo de la aCClon .de 10 bién, causa de una fragmentación de esta «unidad» que da
primario, veremos que tal refl.exlOn se prod:uc: en la pnmera origen a una angustia de despedazamiento; por otra parte,
fase de esta actividad: el pnmer ~ecOnOClml(:~to de .10 e~­ la desintegración de la imagen del cuerpo que ella implica
terior a sí es tributario de una pnmera relaclOn de ldentl- es fácil de comprender. Además, esta sincronía de los pl-ace...
dad en la que una «alteridad» es, al mismo tiempo, recono- res erógenos es coextensa con una primera experiencia de
cida y negada. Reconocida como p\lede ser'o el sosia del que amamantamiento que reúne una boca y un pecho y se acom-
acepto saber que él no es ro; neg;ada pues.to 9-~e se rempla~a paña con un primer acto de ingestión de alimento que, en
la realidad de la diferenCIa medIante la Iluslon de la «mIS- el registro del cuerpo, hace desaparecer su estado de nece-
midad» entre lo que aparece «en otro lugar» reconocido co- sidad. El importantísimo lugar que ocupa el concepto de
mo tal y la f.arma como la psique se piensa yrep:e~enta. . oralidad o de fase oral en la teoría analítica se origina, sin
A partir de estas comprobaci?nes, podemos deÍI~l,r de! 51- duda, en el hecho de que remite a esta experiencia inaugu-
guieI]te modo lo que caractenza a la repre~~ntaclo~ pIcto- ral de placer, que hace coincidir: a) la satisfacción de la
gráfica: la puesta en form-a de una percepclOn medIante la necesidad; b) la ingestión de un objeto incorporado; e) el
que se presentan,en lo originario y para lo originario, los encuentro, por parte de la organización sensorial, de objetos,
fuente de excitación y causa de placer.
52 53
r
En este estadio, el pecho debe ser considerado un fragmen- Lomo coextenso con una experiencia de placer. Pero tam-
to del mundo que presenta la particularidad de ser, simul- bién se observa la presencia de los fenómenos de displacer
táneamente, audible, visible, táctil, olfativo, alimenticio y, y de sufrimiento. Hemos visto antes cuál era la hipótesis
así, dispensador de la totalidad de los pla.cc:res. Por s~ pre- que adoptamos en lo atinente a la representación que acom-
sencia~ este fragmento desencadena la actividad del ~lstema paña al afecto de displacer: lo que acabamos de decir acerca
sensorial y de la parte del sistema muscular necesaria para del pictograma clarifica nuestra posiciono La complementa-
el acto de succión: de ese modo, la psique establecerá una riedad zona-objeto y su corolario, es decir, la ilusión de que
identidad entre lo que realmente es efecto de una actividad toda zona autoengendra el objeto adecuado a ella, determi-
muscular que ingiere un elemento exterior y, al hacerlo, sa- na que el displacer originado en la ausencia del objeto o en
tisface una necesidad, y lo que se origina en la excitación su inadecuación, por exceso o por defecto, se presentará co-
sensorial que, a su vez, podríamos decir, «i~gie:~» el placer mo ausencia, exceso o defecto de la zona misma. En este
que experimenta en el mc:n::ento de su excltaClO~. Por, c:110 estadio, «el objeto malo» es indisociable de una «zona mala»,
mismo, la boca se convertlra en representante, plctograflco el «pecho malo», de la «boca mala» y, más en general, lo
y metonímico, de las actividade~ del ~~mjunto de: las zonas, malo como totalización de los objetos, de lo malo como to-
representante que autocrea por tngestton la totalIdad de los talización de las zonas y, -así, como totalización del represen-
atributos de un objeto (el pecho) que, a su vez, será repre.. tante. Pero como en el registro pictográfico su indisolubili-
sentado como fuente global y única de los placeres senso- dad sigue siendo total, ello dará lugar a la puesta en escena
riales. Zona y objeto primordiales que solo existen uno a de una imposible separación, de un desgarramiento violento
través del otro indisolubilidad correlativa de su representa- y recíproco, que se perpetúa entre zona y objeto: una boca
ción y de su ~ostulado, exactamente a igual título que en que intenta arrancar el pecho, un pecho que intenta arran-
la experiencia de la audición son indisociables la ac.tivi~,ad carse de la boca. El pictograma representará una misma uni-
del órgano sensorial y la onda sonora, fuente de excltaclOn. dad «objeto-zona» como lugar de un doble deseo de destruc-
Este «objeto-zona complementario» es la representación pri- ción, lugar en que se desarrolla un conflicto mortal e inter-
mordial mediante la cual la psique pone en escena toda ex- minable. La primera ilustración del «rechazar fuera de sí»
periencia de encuentro entre ella y el mvndo. Ella es la es la de la puesta en escena de un rechazo mutuo entre zona
protorrepresentación de lo que se observará corno fuente de y objeto, o sea, entre la instancia representante y lo repre-
la actividad fantaseada de lo primario, es decir, la fantasía sentado, consecuencia de la refracción especular caracterís-
originaria de una escena primaria. Lo que la actividad ori- tica de ese estadio. El resultado será que el rechazo del ob-
ginaria percibe del medio (psíquico) en el que está inmersa, jeto, su descatectización, implicarán un mismo rechazo y
lo que intuye en 10 tocante a los afectos de los que son res- descatectización de la zona complementaria. En lo origina-
ponsables las sombras que 10 rodean, se presentará para ella rio, el deseo de destruir el objeto se acompañará siempre
y será por ella representado me~iante l~ única forma a su con el deseo de aniquilar una zona eró~na y sensorial, al
alcance: la imagen de un espaCiO exterior que, como ~olo igual que la actividad que se produce en ella; en esta etapa
puede ser el reflejo de sí misma, se convierte en el eqUiva- el objeto visto sólo puede ser rechazado si se renuncia a l~
lente de un espacio en el que ex!ste entre los ?bjetos una ~~s­ zona visual y a la actividad que la caracteriza. En esta mu-
ma relación de complementanedad y de mterpenetraclOn tilación de una zona-función fuente de placer se observa el
recíproca. prototipo arcaico de la castración que lo primario tendrá
La presentación pictográfica, que lo primario trasformará que remodelar. En lo originario, todo órgano de placer pue-
en una escena primaria, metaboliza a la pareja parental en de convertirse ~n algo de lo que es posible mutilarse para
la representación de dos partes que únicamente pueden exis- anular el displac~r con respecto al cual aquel, súbitamente,
tir bajo una forma indisociada: incorporación o rechazo de se muestra causante. En el curso de la evolución psíquica, la
la 'una por parte de la otra, sin que pueda existir preceden- fantasía de castración dará su forma última y definitiva a
cia temporal alguna. una angustia que el sujeto no hace más que reencontrar: la
Hasta ahora hemos hablado del objeto-zona complementario que lo domina .al observar cómo se manifiesta en sus fron-

55
54
teras esta fuerza destructiva, siempre dispuesta a aniquilar
todo lo que lo enfrenta a una experiencia de displacer. u
r la represent~ción de fa relación de odio entre Tánatos y
En nuestra opinión, la plena importancia del siguiente pa- Eros, a partIr. del momento en que este último ya no logra
saje de Freud sólo puede ,apreciarse en este marco: apresar al prtmero en la trampa de una fijación entre la
libido y el objeto que cree la ilusión de un retorno a un
silencio y a un statu quo eternos.
«El Yo [moi] odia, detesta, persigue con sus propósitos des-
tructivos a todos los objetos 'que se convierten en una fuente ~stas dos. representaciones inaugurales de las dos experien- _
de impresión desagradable, tanto si constituyen para él una Clas afectivas, que ocurren en forma sucesiva en la psique
renuncia a la satisfacción sexual como a la satisfacción de la constit~y~m la infraest~uctu~a r~ponsable de lo que se re~
necesidad de conservación. Podemos afirmar que el verda- produczra en la escena ImagmarIa a 10 largo de toda la vida:
dero prototipo de la relación de odio no emana de. la vida esta re-producción de un representado siempre idéntico a sí
sexual sino de las luchas del Yo por mantenerse y afirmarse. mismo es resp<?nsable de lo que hemos designado como «fon-
Pese a que el amor y el odio se nos aparecen como contra- do representatIvo» que acompaña ,a las 'vivencias y experien-
cias del Yo. .
rios plenamente tangibles, su relación no es simple. No han
surgido de la escisión de algo primitivamente común sino
que tienen orígenes diferentes, :v ca4a .uno ha sufrido u~a
evolución particular antes de conshtuzrse como contranos 6. La reproducción de lo mzsmo
bajo la influencia de' la relación entre placer :v displacer . ..
Desde el punto de vista de la relación con .e~ <?bjeto, el odio De ese modo, el término «originario» define una forma de
es anterior al amor, emana del rechazo Imclal, por parte actividad y un mod~ de producción que son los únicos pre-
del Yo narcisista, del mundo exterior, determinante de la sentes en una fase maugural de la vida. La relación que
excitación» (Freud, Les pu~sions et leur destin) (las bastar- existe e.nt:e la energía en acción y su producción tiende al
dillas son nuestras). mantemmlento de un estado estático. Este objetivo puede
realizarse de dos maneras:
De acuerdo con nuestra concepción, el odio no es ni anterior
ni posterior al amor: ambos términos designan el afecto y la 1. Mediante la fijación de la energía a un soporte (lo re-
meta característicos de dos representaciones inaugurales, presentado) que ella catectiza; en este caso, existe una atrac-
una ~ez que el discurso pretende dar cuenta de ellos. El pri- ción entre la acth:idad representante y la imagen represen-
mero se origina en el propósito globalizador, unificador y tada cuya presenCIa o retorno deseará la psique a partir de
centrífugo de Eros que, por la indisociabilidad zona-obj~to, ese momen too Esa tendencia hacia la representación, ese de-
da forma a la imagen de un mundo en el que todo objeto seo de presencia, es lo que llamamos Eros. Se observa de
tiende y confluye hacia su complemento, se une con él para qué modo 1,0. sexual podrá suceder a lo erógeno, de 10 cual
reencontrar una totalidad perfecta. El segundo nace en el SIempre sera Inseparable.
área de Tánatos, su fin será la aniquilación del deseo y de 2. Mediante el i~tento de anular toda razón de búsqueda
su búsqueda su tendencia será odiar radicalmente a todo y de espera, gracias al retorno a un silencio primero, a un
aquello que,' al presentarse como compl;mento necesari<? de antes del deseo, momento en el que se ignoraba estar «con-
la satisfacción, demuestre la dependencia de la zona en re- denado. a desear» ..En ~llo se origina el odio que acompaña
lación con el objeto, y recordará así que la psique podría a. la prImera experIencIa de no placer que revela la existen-
descubrirse en estado de falta, verse obligada a dese'ar lo que cia de «otro lugar» y la dependencia psíquica frente a él.
no está presente, presentarse ante sí misma como carente de Esta tendencia regresiva hacia un antes imposible es 10 que
poder frente al placer, como capacidad de sufrimiento y de llamamos Tánatos. Lo deseado no es la muerte tal como la
espera. La fuente inaugural del Qdio está constituida por es- concibe el discurso, sino ese antes impensable' para el dis-
ta presentación de ella misma. La puesta en. es~ena del d.e,s- curso: antes de la vida, antes del deseo, antes de un placer
garramiento y del rechazo entre Z6na y objeto es tambten pagado siempre por un momento en que el displacer es, o.

56 57
sería, posible, y también antes .d~ un «tener que representar» y la zona. El estado de atracción recíproca de . .,
sinónimo de un «tener que eXIstir». d e I a ~na ~or l ' , lmantaclon
a otra, sera la representación coextensa Con
toda VIVenCIa de placer: el estado de rechazo d .,
Existe así una antinomia entre los dos cammos de que dis- d e 1a. una por parte de la otra, la coextensa con 'toda
e agreslOn
vive .
pone la energía psíquica para alcanzar su meta. El conflicto de dIsplacer. nCla
. está presente desde un primer momento, ya que en toda Cualquier~ que sea la ~iversidad de las experiencias de pla-
oportunidad en la que surja el estado de deseo -lo que cer o ~e dIspl,:cer del znfans, cualesquiera que sean la zona
exige como condición previa la vivenci~ ?e un .estad~ de yel obJe!o en Juego, y cualquiera que sea la causa (endóge-
falta,18 siquiera momentáneo-- se produClra, al mIsmo tIem- na o, exogena ~, la e;xperiencia misma, la experiencia en sí,
po, una búsqueda del objeto esperado">: un re~hazo de toda ~dnamos deCIr, sera metabolizada: sea en una representa-
actividad de búsqueda, deseo de presencIa y odIO ante un e!I- Clon 'en la que el acto de incorporar, de reunirse in disocia-
cuentro; y esto constituye una prueba indirecta de la eXiS- blemente con su complemento es correlativo del estado de
tencia de la necesidad y de la falta. Por 10 tanto, Eros puede placer, sea en una representación en la que el acto de recha-
imponerse sólo si la espera del placer no se prolonga, ya que zar, de desgarrar, es correlativo del estado de displacer En
su astucia consiste en ofrecer ·a Tánatos por la vía del objeto otras. palabras, la psi9~e cont;empla en la representació~ su
la ilusión de que ha alcanzado su meta: el silencio del deseo, pr?pIa fonn·a de a;ÍlVIdad (Incorporar o rechazar); en el
el estado de quietud, el reposo de la 'actividad de represen- pnmer caso, catectIza esta for~a productora y el producto
tación. consec:u~nte, en el segundo conSIdera a la representación de
En el registro económico, lo originario queda bajo el domi- 'su ~ct~vIdad y de su producto como la causa odiada de su
nio de esta fuerza ciega que tiende a preservar un estado sufnmlento. En . nuestra opinión , este esquema re l ' 1,
. ., aCIana
de quietud y que, abandonada a sí misma, solo podría oscilar pnm~;a metaboh:aclOn de la relación psique-mundo .Y de la
entre una fijación perpetua al primer soporte enco~trado y r~laclOn de la l?~lque con sus producciones sigue operando
la imposible aniquilación de sí misma. En esta óptica, po- SIempre: la
dríamos decir que la muerte es la última ilusión que el hom- . daCClOn
' , del hombre, la sucesión de s us expenen-
.
cIas,. se tra UClran .en la escena de lo originario mediante este
bre encuentra en su camino, que al desear, morir espera «lo- «flUJO representatIvo» en que la relación de la psique con
camente» alcanzar un antes del deseo, olvidando que ese lo que. e.lla pr'odu~e, Con lo que experimenta, se expresa y
antes implica la anulación de toda posibilidad de goce. Se se mamflesta medIante un pictograma; y, en él, la relación
observa la tenacidad de un odio cuyo objeto es «en verdad» del ~epresentante. cor:, lo re~resentado expresa, sea su coales-
el deseo, odio que logra convertir a la muerte en la astucia cenCIa, s~ catectlzaclOn :~cIproca, sea su odio, su rechazo,
mediante la que Eros podrá creer que ha encontr~do un pos- s11; tent~tIva de ?estrucclOn mutua. Esta representación es
trer objeto finalmente adecuado a su espera, mIentras .qu~, tnbutarIa del prestamo tomado de la imagen de
en realidad, lo que es esperado «en otro lugar» es la amqUl- d f' , una cosa
y e una., unClOn del cuerpo. Es a través de esta misma re-
lación definitiva de todo deseo y de toda razón de tener que pre~ntaclOn, qu~ el proceso originario metabolizará las pro-
desear. duc.clOnes pSlquIcas tanto de 10 primario como de lo secun-
Hemos dicho que en la escena psíquica nada puede aparecer dano, en todos los casos en los que estas producciones tienen
salvo en y a través de esta representación: a ello se debe la que ver con la puesta en escena y la puesta en sentido de
importancia atribuida a lo que se figura sobre la escena, al un afecto. Alegría y dolor, como sentimientos del Yo serán
«préstamo» tomado elel mod~lo sensorial y al. concepte;> de metamorfoseados a través de este proceso en jerog1ífic~ cor-
pictograma consecuente. El pictograma ,no .es smo la l?r:me- pora~~s. Toda r~presentación de una zona erógena y de su
Fa representación que se da acerca de SI m1sma la ~ctlvIdad , f~lllClOnSe convierte en metonimia de la totalidad del espa-
pSÍ::Iuica a través de su «puesta en f?rma» del obJe!o-zona, CIO y ?~ la acti;id~d del cuerpo y, por ello, del espacio y de
complementario y del esquema relaCIOnal que ella Impone.¡ , la actlvl.dad pSlqUlca. Toda producción de este espacio será
a estas dos entidades. Placer y displacer dependerán de las " metabohzada por lo originario y representada como efecto
relaciones respectivamente puestas en escena entre el objeto.f ' de su poder de engendramiento dd objeto de placer, o cOmo

58 59
efecto de su poder de engendrar el objeto que se debe des-
truir. Lo que interviene en los otros dos espacios que per-
tenecen a una misma psique es la imagen de la reunificación
de las dos entidades que constituyen el objeto complementa-
r
i
í
~
a su proyección en todos los casos en los que el Yo puede
percibir en ella una .imagen de sí mismo cercana a su propia
representación pictográfica. En este caso, el Yo, lejos de en-
contrar en el exterior referencias identificatorias que conso-
rio, fuente de un placer continuo, o la imagen de un objeto r liden su poder de precluir toda producción de lo originario~
en el que las dos entidades que lo componen se desgarran ~ contempla estupefacto una imagen de sí mismo que no pue-
y dividen. Se trata de la repetición inmutable de una repre- f.f. de reconocer, pero que entra en resonanCIa •
con 1a represen-
sentación que solo puede recurrir a estos signos. El placer
o el displacer experimentado por el Yo y la relación del Yo
I, tacióz:¡ pictogr~fica del Yo, en y por lo o~iginario. Dos reflejos
idénticos remIten uno al otro; cualqUIera que sea eJ· lado

I
con el «pensamiento», concebido como su producción, me- hacia el que se vuelva el Yo, choca con un mismo incono-
diante la cual él conoce su experiencia y la remodela nom- , cible, que es tal por ser indecible, y que surge en las dos
brándola, se representará en la escena de lo originario me- ,. fronteras de su espacio psíquico. La relación Yo-originario
dian te un pictograma que ilustre en forma acorde con_ su ¡ y y o-mundo ya no es diferenciable. Ello dará lugar a que
postulado la relación de lo pensante con lo pensado, del Yo t auien percibe sea colocado fuera de funcionamiento, a la
con la idea producida. La heterogeneidad radical que sepa- '" ~nulación momentánea de toda distancia que separa al que
ra a la representación ideica del Yo 'del representante pic- , mira de lo mirado, al fading del Yo y de estos residuos, que
tográfico de este mismo Yo comporta un desfasaje entre la , lo representan en la psicosis. Se observará, entonces, no un
intensidad de los afectos coextensos con la representación «eso habla», sino un «eso reacciona» o un «eso actúa»: en
pictográfica de la relación Yo-pensamiento y los sentimien- . el espacio de lo real se proyectará el odio radical o el deseo
tos que existen entre el Yo y las representaciones acordes
con su postulado. En el segundo caso, hay la posibilidad de
una graduación, de una relativización, de la coexi!¡tencia de
sentimientos diversos, pero lo originario, por su parte, se en-
I
:
,
"
de fusión que caracterizan al pictograma. Se comprueba el
resurgimiento de la indiferenciación primera entre el propio
cuerpo y el -cuerpo del otro, por el hecho de que tanto uno
como otro se convierten en el espacio que se debe destruÍl
cuentra siempre dominado por la ley del «todo o nada» del o con el cual hay que fusionarse. Evidentemente, el pictogra-
amor o del odio. Ello implica el riesgo de u,.na interrupción ma no es en absoluto privativo de la psicosis: empero, per-
repentina y desestructurante en el espacio del Yo, por bien mite comprender por qué esta última conserva la posibilidad
defendido que esté (y lo está) de un afecto imposible de oe actuar un impensado que es también, para los otros su-
dominar, que tanto podrá precipitar al sujeto al abismo de jetos, un impensable.
la fusión como al del asesinato (de sí mismo o del Otro). Antes de concluir este capítulo acerca de lo originario con
Esta posibilidad justifica la importancia que atribuimos a un resumen de las características que hemos planteado res-
nuestra hipótesis para la comprensión de determinados fe- pecto de él, y para justificar la importancia que atribuimos
nómenos clínicos característicos de la psicosis 19 y que vol- a la representación que este proceso se da sobre el Yo y de
veremos a encontrar en la parte que le será consagrada. sus producciones, haremos un paréhtesis. En él, daremos
Podemos señalar que un rasgo específico de la psicosis es una primera indicación acerca de lo que entendemos por
permitir la reactualización, entre el espacio originario y el actividad de pensar Y por representación ideica, dos formu-
espacio de lo «exterior a sí», de un estado de especulariza- laciones s~nónim·as, en nuestra concepción, del propio Yo y
ción. Posibilidad que, inc'l..lso en la psicosis, aparece solo en cuyo análisis se encontrará en el capítulo cuarto.
los momentos dramáticos que el observador designa comO
acting out o impulso. Como tal, el pictograma carece de Ju-
gar en la representación fantaseada qúe, por su parte, entra- 7. A propósito de la actividad de pensar
ña la presencia de un tercer polo representado por una mi-
rada ,exterior a la escena y, sobre todo, carece de un lugar A partir de un momento dado, que caracteriza el pasaje del
en el registro de lo decible. estado de infans al de niño, la psique adquirirá conjuntamen-
En contraposición; la escena de la realidad puede prt'Starse

60 61
te los primeros rudimentos del lenguaje y una nueva «fun- Si volvemos ahora al Yo, una vez concluida la definición
ción»: ello dará lugar a la constitución de un tercer lugar de los límites que resguardan su propio Topos, comproba-
psíquico en el que todo existente deberá adquirir el status mos que toda experiencia, todo acto, implica la copresencia
de «pensable», necesario para que adquiera el de decible. de una «idea» que permita pensarlo y, por ende, nombrarlo.
Este pensamiento-decible puede definirse mediante el térmi- Para el Yo, lo que no puede tener una representación ideica
no de inteligible: se instaura así una «función de intelec- no tendrá existencia, lo que no quiere decir que no pueda
ción» cuyo producto será el flujo ideico que acompañará al sufrir sus efectos. Por ello, toda actividad del Yo comporta
conjunto de la actividad, desde la más elemental hasta la una producción ideica, una autoinformación, especie de co-
más elaborada, de la que el Yo puede ser agente. Toda fuen- mentario de la vivencia en juego y objetivo de la actividad
te de excitación, toda información, solo logra tener acceso de pensar, función de lo secundario. Lo que se desarrolla en
al registro del Yo si puede dar lugar a la representación de este registro se acompaña con lo que llamamos los sentimien-
una «idea». Debemos añadir que toda actividad del Yo se tos del Yo, es decir, el afecto en su forma consciente. Pero
traducirá entonces en un «flujo pensante», implícito o ex- lo que caracteriza al sistema psíquico es el hecho de que
plícito. Se observa una verdadera «traducción simultánea» nunca renuncia a sus modos de representación: no hace
en «idea» de toda forma de vivencia del Yo que tenga la falta demostrar la participación de lo primario en la aoti-
cualidad de lo consciente. Esta traducción representa un vidad del Yo.
fondo latente, habitualmente silencioso pero que, por lo ge- Nuestra hipótesis acerca del pictograma postula su copre-
neral, el Yo puede hacer presente mediante un acto de re- sencia, en un lugar precluido al Yo y a su entendimiento,
flexión sobre su propia actividad. en el caso de todo pensamiento, de toda vivencia, de toda
Lo «decible», entonces, constituye la cualidad característica producción reivindicadas por el Yo corno su obra y su «bien».
de las producciones del Yo. Si considerambs ahora, no ya al Ello determinará que todo acto de catectización operado por
Yo sino a esta fase secundaria constituida por lo primario, el 'Yo y, por consiguiente, el con junto de las relaciones pre-
diremos que en ella tiene lugar lo «pensable»; que se obser- sentes entre el Yo y su objeto -tanto si se trata de otro Yo
van representaciones ideicas; que, después de una primera como de los «objetos-bienes» que el Yo posee o codicia-
fase, imagen de palabra e imagen de cosa se han unido, pero darán lugar a una triple inscripción en el espacio psíquico:
también que las conexiones que unen entre sí estos pensa- 1) En el registro del Yo observaremos la inscripción del
mientos-ideas dan nacimiento a un «lenguaje» cuya lógica enunciado de un sentimiento, enunciado mediante el cual el
difiere de la que impondrá, por etapas, el discurso que cons- Yo conoce y trasmite su conocimiento acerca de su relación
tituye al Yo. con los «emblemas-objetos» por él catectizados y que tam-
En un primer momento, el surgimiento de la «función de bién cump!en una función de referencias identificatorias.
intelección» corno nueva forma de actividad se añadirá a las 2) En el registro de lo primario, los anhelos del Yo y sus
funciones parciales preexistentes. Ella Se presenta ante la sentimientos se traducirán en una fantasía que pondrá en
psique como una nueva «zona-función» erógena cuyo objeto escena lo «ya presente» de la reunificación operada o de un
apropiado y cuya fuente de placer sería la «idea». Es esta despGjo padecido. 3) En el registro de lo origin~rio, se ten-
una condición necesaria para que el proceso primario catec- drá un pictograma en el cual (y tal es su especificidad) el
tice esta «zona pensante» y su forma de actividad. Tal como propio Yo se presenta como zona complementaria, y el ob-
10 mostraremos de manera más explicita en relación con el jeto catectizado -idea o imagen- interviene como «lugar-
placer de oír, corno condición previa necesaria para un de- teniente» del objeto c;omplementario.
seo de aprehender [entendre], un «placer de pensar» debe Este pictograma eS la representación que forja lo originario
_ preceder a un «querer» o un «desear pensar». Podemos de- de los sentimientos que unen al Yo con sus objetos. Esta
cir que la actividad de pensar, condición de existencia del hipótesis implica que la idea, es decir, el enunciado del sen-
y ()l, se constituye como el equivalente de una función y de timiento, fuente de placer o de sufrimiento, se representará
un placer «parcial» que se impondrán a la catectización de mediante el objeto indisociablemente unido a esta zona com-
lo primario por la erogenización que este placer induce. plementaria que representa paJ'a lo originario la actividad

62 63
del Yo: su relación se presentará mediante la puesta en es- subconjunto de lo representable y el subconjunto de lo in-
cena de un acto de devoración, de atracción mutua o, inver- teligible.
samente, de un acto de rechazo, de repulsa, de odio. Tal En 10 referente al primer tipo, su única forma de existencia
hipótesis se origina en nuestra forma de entender el discur- para el hombre es la que se origina en el saber mítico o cien-
so psicótico: más allá del sentido manifiesto, lo que nos lla- tífico; este afirma que 10 visible está le jos de incluir a lo
mó la atención desde hace ya mucho tiempo, en particular existente, que lo que podemos conocer del mundo es parcial
en el discurso esquizofrénico, es la relación del enunciante y sobre todo en el campo de la ciencia, que subjetivamente
con el acto mismo de la enunciación y la respuesta que ella no eS posible saber nada, ni percibir nada de una parte de
suscita en quien recibe «el objeto enunciado». Se produce las actividades fundamentales de nuestro organismo: en ese
una especie de reificación del flujo discursivo, o de su re- sentido, la genética nos propone una serie de fórmulas fas-
tención, que hace pensar, inevitablemente, en una boca que cinantes. Estas plantean una idea tan extraña, tan irrepresen-
derrama un flujo alimenticio que invade al Otro para ali- table y, en cierto sentido, tan no pensable de nuestro cuer-
mentarlo o sofocarlo, en una boca que retiene un fragmento po como pueden serlo las fórmulas físicas que estudian las
de alimento-excremento que lo envenena. La relación del ondas luminosas respecto de la percepción que tiene el su-
sujeto con do que es pensado» se asemeja, al parecer, a una jeto de la luz.
relación arcaica con lo ingerido o lo vomitado. Parcialmente, A la inversa, el segundo registro comprende lo existente que
«la actividad de pensar» vuelve a convertirse en el equiva- se ·abre un camino en el espacio psíquico: a) los fenómenos
lente de la actividad de una «zona-función parcial» que, representables (las producciones de 10 originario) ; b) los fe-
como toda zona parcial, puede ser sucesivamente percibida nómenos figurables y pensables (las producciones de lo pri-
como fuente de un placer permitido, como zona que el mario y de lo secundario).
otro puede mutilar al sujeto o como zona cuya actividad La relación que existe entre ambos es diferente: en efecto,
está prohibida por el veredicto del deseo del Otro. si bien todo pensable tiene un representante en el espacio
de lo representable, inversamente, las representaciones origi-
narias son precluidas del espacio que comprende lo primario-
secundario.
8. El concepto de orzgznarzo: conclusiones Volvamos al registro de lo representable y recordemos la
hipótesis de la que hemos partido: la información sensorial
Hemos señalado desde un comienzo que analizar la actividad que debemos a las propiedades de estimuláción que poseen
psíquica hipostasiando un espacio psíquico aislado del medio una serie de objetos, de los cuales, en un primer momento,
que lo rodea y sin lazos con este úl timo era una ficción im- el cuerpo materno es el proveedor privilegiado, determina
posible de evitar, cuya única ventaja consiste en privilegiar el comienzo de la actividad de los órganos de los sentidos.
el análisis de los caracteres específicos de «lo originario en En el plano de uno de los sentidos, por lo menos el del gusto,
sí». La especificidad de la actividad de lo originario resíde esta actividad corresponde temporalmente a la experiencia
en su metabolización de todas las experiencias, fuente de de la satisfacción de la necesidad y a la ingestión del aporte
afecto, en un pictograma cuya estructura hemos definido. alimenticio. Creemos que lo que se origina en este primer en-
La única condición necesaria para esta metabolización es cuentro no depende de la yuxtaposición fortuita entre el
que el fenómeno responsable de la experiencia responda placer del gusto y la satisfacción de la necesidad alimenticia,
a los caracteres de la representabilidad. si no que en el registro de la ~ensibilidad existe, efectiva-
Podemos plantear entonces una primera separación entre mente, una «espera» del objeto que tiene un poder de ex-
dos tipos de «existentes», tanto si su fuente es el cuerpo co- citabilidad y una «necesidad» de información que explica
.!Do si es el mundo: 1) El primero abarca lo que el sujeto que la actividad de las diferentes zonas sensibles posea la
no conocerá nunca; en este caso el término «sujeto» de- propiedad de acompañarse con lo que designamos como pla-
signa l'a. totalidad de las instancias presentes en el espacio cer erógeno. Así, existe una equivalencia entre la excitabili-
psíquico. 2) El segundo comprende dos subconjuntos: el dad y la erogeneidad de las zonas: se deduce de ello que lo

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catectizado por la libido y gue se convierte en fuente de pla·
cer para la psique es la actividad originada en su excitación
en el momento del encuentro con sus objetos (lo visto, lo
oído, 10 gustado). Esta catectizacÍón de la actividad senso-
rial constituye la condici6n misma de existencia de una vida
r
l
poral, se deduce, como ya hemos visto, que la cualidad del
afecto dependerá de la relación positiva o negativa que une
en el pictograma al representante con lo representado. Con-
denado a representar lo experimentado (y este experimenta-
do que le es illlpuesto comprende también la vivencia de la
psíquica, ya que es condición necesaria para la catectización - necesidad y del sufrimiento), al serie imposible, en función
de la actividad de representación. En efecto, toda inforllla- de su propia estructura, representarse a la vivencia sino co-
ción sensible solo es tal en ]a medida en que dispone de mo creación propia, el afecto es lo que se manifiesta en la
una representación en el espacio psíquico: «excitación, ero- representación ora a través de la atracción, ora a través de
genización, representación», forman un trinomio indisocia- la repulsión que liga representante y representado. Los dos
ble; designan las tres cualidades que un objeto debe necesa- elementos in disociables, que constituyen el objeto-zona com-
riamente poseer para que pueda existir ante la psique. plementario puesto en relación por el pictograma, actúan
En nuestra opinión, es indudable que la catectización de la como «lugartenientes» del agente representante y de lo que
actividad de representación constituye una condición nece- este engendra; su relación, de atracción o de rechazo, es
saria para la vida: este es el único camino a través del cual aquello mediante lo cual la representación pone en escena
las funciones del cuerpo pueden ser erogenizadas, y lo que al afecto experimentado por el representante. La imagen de
de ello resulta, convertirse para la psique en objeto de pla- la cosa corporal, tal como la forja el pictograma, es, pues,
cer cuya presencia alucina. La identidad de percepción com- aquello gracias a lo cual lo originario se representa lo que
porta la identidad del afecto que acompaña a la represen- para él es representable de su encuentro con el mundo: de
tación alucinada de la experiencia. La alucinación del pe- este espacio infinito aparece en su escena solamente lo que
cho se apoya en un lllovimiento de succión de los labios que puede convertirse en reflejo del espacio corporal, de su mo-
reproduce la actividad característica de la zona oral en el do de funcionallliento y "del esquema estructural del repre-
momento de ingestión de la leche. El pulgar, por su parte, sentante. Se origina en ello una consecuencia fundamental
reproduce a nivel táctil la excitación característica del pe- para nuestra comprensión del funcionallliento psíquico: la
zón. En. relación con ello, se comprende la illlportancia de representación mediante lo originario de lo que resulta de
lo que hemos planteado acerca de la totalización caracte- la actividad del Yo obedece a la misma ley, está sometida a
rística del placer erógeno. A partir de una puesta en fun- la misma metabolización.
ción «real» de los lllovimientos de la zona oral, y del placer
concomitante, la representación reproduce la alucinación de El Yo recurrirá al tipo de defensa particular que se designa
la presencia del conjunto de los atributos; fuente de excita- como delirio para afrontar el riesgo que le hace correr su
ción, de los que está provisto el pecho. Serán alucinadas la representación pictográfica mediante el proceso originario:
visibilidad, la audibilidad, la tactilidad del objeto ausente"; volveremos a ocuparnos de esto en la parte final del libro.
son alucinadas así la actividad del conjunto de las zonas Antes de abordar las etapas que nos separan de ello, resumi-
erógenas y la presencia del conjunto de los objetos que se remos este capítulo enumerando las implicaciones teóricas:
adecuan a ella. El pictograma es la representación que la
psique se da de sí misma como actividad representante; ella 1. El espacio y la actividad de lo originario son, para noso-
se re-presenta como fuente que engendra el placer erógeno tros, diferentes del inconsciente y de los procesos primarios.
de las partes corporales, contempla su propia imagen y su La propiedad de esta ·actividad es metabolizar toda vivencia
propio poder en lo que engendra, es decir, en lo visto, en 10 afectiva presente en la psique en un pictograma que es, in-
oído, en lo percibido que se presenta como autoengendrado di~ociablemente, representación del afecto y afecto de la
por su actividad. Si se designa como afecto al placer o al represen tación.
displacer originados en la experiencia de la psique en el 2. Lo único que esta actividad puede tener como «repre-
momento de su encuentro con el mundo, incluyendo el frag- sentado» es 10 que hemos definido con el término de obje-
mento del mundo representado por su propio espacio cor- ! to-zona complementario.

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3. Esta «puesta en forma» es representación del afecto precluido al pc:der de co~ocimiento del Yo. Pero, fuera del
que une el objeto con la zona, pero este afecto asimismo campa de la pSlcopatologla, los efectos se manifestarán sobre
es representa?ión. de la rel~ción que une al representant~ el Yo mediante esos sentimientos indefinibles que el lenguaje
con las expenencIas que le Impone la existencia de lo ajeno traduce con metáforas que han perdido su sentido profun-
a él (su propio cuerpo y el mundo). do a causa del hábito: «n,? querer estar en su pellejo», «es-
4. Como vivencia de lo originario, el afecto es representa. tar en forma», «estar a dISgustO», «cargar al mundo sobre
do .t;0r una acci.~n del cuerpo y, más precisamente, por la las espaldas», «sentir el cuerpo hecho pedazos», y muchas
aCClOn de atracClOn o de rechazo recíproco de la zona y del otras.
objeto, acción que refleja la relación de atracción o de re. 10. En el campo de la psicosis, este fondo representativC'
chazo entre representante y representado. puede durante algunos momentos ocupar el principal lugar
5. Esta ingestión o esta atracción y este rechazo son l'a ilus- de la elcena: no porque el pictograma, como tal invada la
tración pictográfica de los dos sentimientos fundamentales escena de lo consciente, sino porque, en cierto modo la
que el di~c~rso l1am~. amor y odio; se deduce de ello que tarea d(~~ proceso secundario que a su manera prosigu~ su
todo mOVImIento pOSltIVO del representante hacia el mundo lucha e mtenta defenderse contra esta fractura se invertirá.
se ilustra con un deseo de ingestión, y todo movimiento ne- Ya no se trata de una puesta en sentido del mundo y de los
gativo, con un rechazo y un deseo de aniquilación. sentimientos que se pretende conformes a los encuentros en
6. La puesta en forma del pictograma se apoya en el mode- los que estos surgen, sino de la tentativa desesperada por
lo del funcionamiento sensorial: por ello, toda experiencia conve'rtir en decibles y provistas 4e sentido a vivencias cuyo
de placer reproduce la unión órgano sensible-fenómeno per-' origen reside en una representac,·ión en la que el mundo es
cibido, y toda experiencia de displacer implica el deseo de solo el rt:flejo deo un cuerpo que Se autodevora, se automutila.
automutilación del órgano y de destrucción de los objetos se autonechaza. .
de excitación correspondientes. 11. Fuera del registro de la psicosis, existen momentos de
7. De este préstamo tomado de las funciorles del cuerpo se fatI.ir:g d:::l Yo a l,os. que, según la filo~of!a que se profese, se
deduce que en lo originario 10 único que puede representar- cahf¡cara como lUCIdos o de encegueclmlento, en los que va-
se del m~ndo es lo que puede darse como reflejo especular cila la construcción, obra del Yo, que da sentido al mundo y
del espaclO corporal. De hecho, la especuIarización sí-mis- lo confo::ma según un principio de inteligibilidad. El Yo
mo I mundo es especularización psique-cuerpo, designando descubre que es imposible decidir acerca de la conformidad
aquí como «cuerpo» el lugar de la serie de experiencias que o no entre el mundo y la idea que 10 hace conocible. En
dependen del encuentro sujeto-existente, experiencias que la todos los casos en los que la idea del mundo corre el riesgo
psique se representa como efecto de su poder de engendrar de vacilar, en forma imprevista e incontrolable, el funcio-
los objetos fuente de excitación y de engendr,ar lo que es namiento psíquico corre el riesgo de disponer solamente de
causa de placer o de displacer. I,1na imagen del mundo cercana a lo originario. Si la mirada
8. Esta metabolización que opera la actividad de represen- descatectizase la escena exterior para volcarse en forma ex-
tación persiste durante toda la existencia. La actividad in- clusiva h ::lcia la escena originaria, solamente podría contem~
telectual y «la idea» que ella produce se acompañan en la pIar allí, estupefacta, las imágenes de la cosa corporal, la
escena originaria con una misma representación: el Yo se fuerza qlle engendra una imagen del mundo convertida en
presenta para y es representado por lo originario como una reflejo d,e un espacio corporal, desgarrado por afectos que
«función pensante» que se ubica junto a otras funciones par- en todo momento y totalmente son amor u odio, acción fu-
ciales, «la idea» como objeto acorde a ella y por ella produ- sional o acción destructiva.
cido. En otras palabras, el espacio y las producciones de la 12. Rara vez estos momentos están ·ausentes de la vivencia
psiqu{! q'!-le no son lo originario se representan para esto últi- _ del psicótico: se manifiestan a través de 10 que el discurso
. mo como los equivalentes de un objeto-zona complementa- llama act'ing out, la estupefacción, determinadas formas ca-
rio; éuya actividad puede causar placer o displacer. tastróficas de la angustia. Demasiado a menudo se olvida
9. Es esto lo que designamos como «fondo representativo» que estos términos, a los que se prefiere.considerar como pa-

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tognómicos de la psicosis, se manifiestan fugitivamente en de la representación y las exigencias consecuentes no podrán
nuestra propia existencia. Lo que cambia en el no psicótico ('S recibir respuestas que no se acompañen con un abuso de
la posibilidad que conservá el Yo. de n:tomar la po~esión de poder por parte del que responde, abuso tan absoluto como
su espacio y de su modo de .fU~lclonamlento, ,de olvldar ~so~ necesario. A partir de ese momento, el «objeto-saber» se en-
momentos de prueba y de-dómmarlos, pero solo a postenon, cuentra en el origen de la problemática identificatoria y se
tratándolos como «cuerpos extraños», «síntomas pasajeros» convierte en el «bien» cuya apropiación se impondrá al in-
cuya causa imputará a talo cual acontecimiento exterior. fans. El modo en que se produzca esta apropiación decidirá
13. En definitiva, lo originario, según nosotros, es el «depó. el lugar y la función que ocupará en la psique la instancia
sito» pictográfico en el que siguen actuando, en un estado llamada Yo.
de fijación permanente, las representaciones a través de las
cuales, en última instancia, -se representa y se actualiza inde-
finidamente el conflicto irreductible que enfrenta a Eros y
Tánatos, el combate que disputa el deseo de fusión yel deseo
de aniq~ilación, el amor y el odio, la actividad de represen-
tación como deseo de un placer de ser y como odio por te-
ner qUé desear. El pictograma es una representación en la
cual, al unir a las dos entidades complementarias, la acción
da testimonio en forma sucesiva acerca de quién ha ganado
momentáneamente la partida, Eros o Tánatos. Mientras la
vivencia subjetiva está protegida del sufrimiento y de la fal-
ta entre representante y representado, psique y cuerpo, psi-
q~e y mundo, podrá mantenerse una relación de fusión, de
atracción mutua: en toda ocasión en la que cuerpo y mun-
do se revelen como causa de sufrimiento se producirá una
relación de odio, el retorno del deseo de aniquilar aquello
de 10 que da testimonio lo representado, 'de reencontr.ar un
«antes» en el que nada perturbaba el silencio del deseo y
el silencio del mundo.

Debemos analizar ahora los efectos de la estructura origina-


ria, tal como los hemos definido, reubicándolos en la situa-
ción «real» de su aparición y de su funcionamiento: nos re-
ferimos al encuentro en el cual a lo originario le responde 10
«secundario» que gobierna a la conducta de la madre, en-
cuentro cuyo primer efecto será el comienzo de la acción del
proceso primario. Si bien es posible afirmar que la represen-
tación pictográfica constituye una prueba de la metaboliza-
cióu total operada por la psique en relación con la imagen
. del mundo de la que el «Yo» de los otros da fe, aparece jun-
to a ella la violencia igualmente radical que le impone a la
psique el discurso del Otro y las demandas· del, portavoz que
só10 puede responder a las necesidades del infans con la pre-
tensión de «saber» algo de lo que, en realidad, no tiene co-
nocimiento alguno. En nombre de este «saber», los afectos

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3. La repr<:sent?-ció.u fantaseada del la obligación de reconocer que el pecho es un objeto sepa-
rado del cuerpo propio, y que no se trata de un objeto cuya
proceso prImarIo: Imagen de cosa posesión esté asegurada, de todos modos se ve inducida,
e imagen de palabra inevitablemente, a negarse a considerar como efecto de su
propio deseo a una separación que ella no puede eliminar.
Sobre todo debido a que, de ser así, debería llegar a la con-
clusión de que existe la posibilidad de un deseo carente de
poder, algo inaceptable para lo primario. A esta doble nece-
sidad de salvaguardar el postulado del poder omnímodo del
1. Imagen de cosa y fantaseo del cuerpo deseo y de apropiarse de una primera información acerca
de la separación de los espacios psíquicos y corporales le
En lo esencial, nuestra concepción del proceso primario y de' responde el surgimiento de una representación del Otro,
su representación fantaseada de la relación psique-mundo agente y garante del poder omnímodo del deseo, y la repre-
sigue siendo fiel a lo expuesto por Freud. Por ello, nos li- sentación del propio espacio corporal como separado, como
mitaremos a analizar los factores que distinguen radicalmen_ consecuencia de ese deseo ~ el placer o el displacer que este
te sus producciones psíquicas de las que caracterizan a lo «espacio» puede experimentar se presentará a su vez como
originario, insistiendo en particular en los tres conceptos que el efecto del deseo del Otro de una reunific.ación entre los
este proceso obliga a tomar en consideración: la imagen dos espacios separados o, a la inversa, como el efecto de su
de cosa, el masoquismo primario, la imagen de palabra. deseo de rechazo. Encontramos allí la infraestructur.a del
La posibilidad que tiene lo primario de recurrir en sus pues- esquema relacional que se volverá a observar en toda re-
tas en escena a la imagen de palabra no es inmediata; apa- presentación fantaseada y, también, en toda representación
recerá solo en una segunda fase y originará las produccio_ del propio fantaseante. Antes de .abordar la estructura de
nes mixtas que intervienen en lo que definiremos COn el la fantasía, deseamos esclarecer la acepción que damos a
término «primario-secundario»: el examen de esto último la expresión «imagen de cosa» en el proceso primario.
será expuesto en la segunda parte del pre~ente capítulo. Subsumimos bajo este término el material presente en las
La entrada en funciones de lo primario es la consecuencia representaciones que forja lo primario acerca del fantaseante
del reconocimiento que se impone a la psique de la presen_ y del Otro, en una fase que precede a la entrada en escena
cia de otro cuerpo y, por ende, de otro espacio separado de la imagen de palabra. Cualquiera que sea la «cosa» que
del propio. Este reconocimiento no es compatible con el pos- 10 primario metabolizará en la imagen que forja de ella,
tulado del autoengendramiento característico de lo origina- se producirá siempre una puesta en relación de los elemen-
rio, autoengendramiento en el que no hay posibilidad al- tos presentes en la fantasía que será el calco de la relación
guna de representación de la separación entre lo engendran- que une a las partes y las funciones erógenas de su propio
te y lo engendrado. Lo que podrá representarse mediante cuerpo y, al mismo tiempo, de la relación que un.e estas
la puesta en escena de una relación que una a lo separado mismas partes y funciones con el cuerpo del Otro. Podría-
es el reconocimiento de la separación entre dos espacios cor- mos decir que en esta fase de la actividad de lo primario
porales, y por lo tanto de dos espacios psíquicos, reconoci- existe una coincidencia entre la imagen que representa al
miento impuesto por la experiencia de la ausencia y del re- espacio del mundo y a los elementos que la ocupan y la que
torno. Esta representación es, al mismo tiempo, reconoci- representa al espacio del cuerpo y a las partes que lo COm-
miento y negación de la separación: lo que caracteriza a la ponen. Coincidencia que no debe confundirse con lo que
producción fantaseada es una puesta en escena en la que hemos designado como la especularización propia de lo ori-
efectivamente existe una representación de dos espacios, pe- ginario: en efecto, si se supone que la relación que existe
ro. estos dos espacios están sometidos al poder omnímodo del entre los elementos del mundo coincide con el esquema re-
deseo de uno solo. lacional según el ,cual se construyó la imagen d~l cuerpo, a
En otr3,$ palabras; aunque la psique se ve confrontada con lo que metafóricamente podríamos llamar la imagen «del

72 73
tidad autónoma inducirá a la psique a admitir la existencia
cuerpo del mundo» se le reconoce, a la inversa, el poder de
en la escena exterior, de una pareja que ya no es represen~
un deseo contrapuesto al del «habitante» de la imagen del
tada como el equivalente del ohjeto complementario. Se
cuerpo. Pero cualquiera que sea la «cosa» que lo primario
produce una separación de los elementos que el pictograma
se represente mediante la imagen, esta imagen será tam-
presentaba como in disociables. El vÍncu!o que une a la ma-
bién aquello mediante lo cual se presenta una parte eróge- dre con ese tercero; presente en el espacio más familiar del
na del cuerpo: cualquiera que sea la relación que une a las
infans, no es ya la fusión, sino un acto que puede unir lo que
imágenes entre sí, ella será también representación de la
por naturaleza está separado, o rechazar todo posible acer-
relación que une a las partes erógenas del cuerpo. En con- camiento. El infans percibe este «acto» como manifestación
secuencia, .en todo fantaseo se manifestará siempre, explí- de amor o de odio. Pero, debido a que pa;a él, en esta fase,
citamente o como telón de fondo, la representación fanta- todo amor se representa a través de la unión con una parte
seada del propio espacio corporal, percibido como un con- del cuerpo y todo odio por su rechazo,. con anterioridad a to-
junto de zonas erógenas. Se supondrá, así, que el placer o el da posible comprensión del coito existe un modelo de una
displacer que ellas experimentan y que tienen el poder de parte de cuerpo que penetra en otro cuerpo y se unifica
ofrecer o de imponer dependerá de la presencia o ausencia con él, o el modelo de un cuerpo que rechaza una parte cuya
del cuerpo de un otro· provisto' del mismo poder. Si toda destrucción ·anhela. A través de ese modelo se ponen en es-
fantasía es realizacipn de un deseo, podemos añadir que todo cena <<naturalmente» todas las respuestas que forja el niño
fantaseo apunta a la obtención de un placer erógeno y que frente a los interrogantes del deseo, de su propio origen, de
toda fantasía nos remite en último análisis a las representa- la relación existente entre su espacio corporal y el espacio
ciones sucesivas que forja lo primario acerca de 10 que pue- del Otro. A este modelo lo designamos como engrama picto-
de ser causa de un placer sexual. gráfico, entendiendo con ello que aquello que lo originario
utiliza del modelo somático del incorporar y del rechazar
fuera de sí proporcionará a lo primario un. material que este
1. La representación fantaseada metabolizará para que pueda representar la relación exis-
y el inconsciente tente entre él yel cuerpo materno, entre el padre y la madre,
entre él y la pareja paterna. Estas representaciones sucesi-
En nuestra concepción, el pictograma es a la fantasía lo que vas lo remitirán siempre, sea a la imagen de una penetra-
lo originario es a lo inconsciente: fantasía e inconsciente se ción que prueba una posible reunificación deseada, sea a la
originan en la obra conjunta del postulado constitutivo de de un objeto expulsado por la violencia de un cuerpo que
lo primario y de un primer juicio, impuesto por el principio lo rechaza. Este doble modelo constituye la prefiguración
de realidad, acerca de la presencia de un espacio -exterior y del acto sexual concebido como acto de deseo y de amor o
separado. Esta primera participación del principio de reali- como acto de rechazo. Como ""cto de amor, permite la ca.
dad en el trabajo de la psique es responsable de la hetero- te.ctización de dos soportes, cuyo encuentro da testimonio de
geneidad entre producción pictográfica y producción fanta- la existencia de un mundo «amante» que se unifica y es uni-
seada. Entre estas dos entidades y estos dos modos .de activi- ficador: el sujeto contempla en este «exterior» el antes que
dad. podemos situar, como una especie de producción lími- le ha dado origen. Se comprende, el riesgo que corre la es-
te, la «escena primaria» que representa el núcleo de toda or- tructuración psíquica ante la imposibilidad de representarse
ganización fantaseada y que aporta un testimonio de lo que esta escena como acto de amor y el poder hacerlo sólo co-
llamaremos el engrama pictográfico. mo re:>l'zación de un deseo de rechazo mutuo. Veremos, en
Lo primario construye la esce!:?-a primaria utilizando un ar- relación con la psicosis, las posibles consecuencias de esta
gumento que toma de lo originario y que remodela para que aprehensión.
pueda inscribirse en él una primera relación causal entre Una única escena representa en forma conjunta el origen
lo que experimenta el que mira la escena y lo que aparece del sujeto, del deseo y del placer debido a que, al presentar-
en ella. E~ "econocimiento del cuerpo de la madre como en- Se como causa del amor o del odio, pero en ambos casos,

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como causa del afecto experimentado, ubica al fantaseante displacer, hasta que la sustituya la intención del deseo de
en la posición de aquel a quien se le ofrece un placer de ver la. madre. Esta interpretación, como todo lo que pertenece
de oír, de ser, o de aquel que es rechazado por lo visto, l¿ a lo prima.rio, cualquiera que sea su grado de elabor-ación
oído, lo existente; rechazo que le hará imposible experimen_ exige que lo experimentado pueda encontrar su causa en l~
tar placer en el momento de la contemplación de la escena. intencionalidad de un deseo planteado inicialmente como de-
La primera percepción de un mundo «separado» exige el re- seo del Otro frente al sujeto. La meta acorde con el deseo
conocimiento de que existen afectos que transitan por el de la psique será siempre y exclusivamente el estado de placer,
exterior, que el afecto del mundo no es siempre idéntico al es deseo de placer. Para ella, la falta de placer es el efecto
afecto del fantasean te ; pero la puesta en escena de ese mun- de un deseo, y solamente puede imaginar este deseo como
do presupone la metabolización de un modelo que, también el de un Otro cuyo objeto sería su no placer. La imagen del
en este caso, se apoya en un modelo corporaL Sin embargo fantasean te y del mundo que especifica ·a lo primario deter-
esta metabolización conferirá a la fantasía un carácter Il~ minará que lo puesto en escena sea siempre una relación
acorde con el postulado de lo originario. entre estos dos deseos o, para ser más precisos, entre las dos
pos~cion:s complem.entar~as de todo d~seo: todo lo que da
testImomo de l~ eXlst~ncla de lo exterior a sí será interpre-
:L. El postulado de lo primario y el principio tado como mamfestaclón del deseo del Otro, y lo experimen-
econórnico que de él resulta tado por el fantasean te, como efecto de la respuesta que este
deseo espera o impone.
El postulado de lo primario tiene dos consecuencias esen- La organización de la construcción fantaseada detennina que
ciales: 1) Proporcionar una interpretación escénica de un el fantaseante ignore. que es él quien la pone en escena, que
mundo en el que todo acontecimiento y todo existente en- su constructum se OrIgIna en la proyección sobre el Otro de
cuentra su causa en la intención proyectada sobre el deseo un d~eo q~e a él concier?e,. Este desconocimiento --que es,
del Otro. 2) Considerar al displacer, experiencia inevitable al mIsmo tIempo, reconoclnnento de la existencia del repre-
como lo que prueba la realización del deseo del Otro; el dis~ sentante del Otro-- es responsable de una característica es-
placer puede convertirse en fuente de placer, pues, al expe. pecífica y constitutiva de la organización fantaseada: la
rimentarlo, se tiene la certeza de adecuarse a lo que el Otro exigencia que tiene el fantaseante de plantear, en el argu-
desea. Esta interpretación proyectada sobre el deseo del Otro ~ento cuyo desarrollo contempla, dos objetos y, en el exte-
constituye el fundamento del masoquismo primario. Cual- rIor de la escena, un tercero representado por la mirada que
quiera que sea el precio que puede pagar la psique por esta la con.t~mpla. Si to~~ fantaseo es también, siempre, repre-
interpretación, es ella la que le permite metabolizar un deseo sentaclOn de la ~laclOn que une el espacio del propiocuer-
de autoaniquilamiento: este conduciría inevitablemente al po con el espaCIO del cuerpo del representante del Otro se
aniquilamiento del íantaseante, en un deseo de displacer que co,?prende por qué se requiere que en el argumento dos
exige, para realizarse, que el fantaseante pueda preservarse objetos sean los representantes metonímicos de estos dos es-
a fin de experimentarlo. pacios. La necesidad de plantear en el exterior de la escena
Por interpretación escénica se debe entender, en primer lu- una mirada que supuestamente experimenta placer o displa-
gar, la puesta en escena de la intención supuesta del pecho. cer es consecuencia del postulado de acuerdo con el cual
Una vez reconocida la existencia de este objeto primordial, funciona lo pr~mario, que exige que entre la experiencia de
ya no será posible concebir su presencia o su ausencia como placer o de dIsplacer y el poder omnímodo del deseo del
un efecto del azar, concepto radicalmente ajeno a la psique Otro se deba plantear siempre una relación causal. Al afir-
y que, en todos los casos, es o bien un puro concepto teórico mar qu~ 1:", entrada en funciones de lo primario implica el
o una racionalización s.ecundaria. Por y en la fantasía, la reco~oclmlento de la presencia de un pecho separado del
p;resencia y la ausencia serán interpretadas como consecuen- pro~lO cuerpo, hemos dejado de lado el que le sigue de in-
cia-de la intención del pecho de ofrecer placer o de imponer medl·ato: el reconocimiento de un «otro lugar aparte del
pecho» [ailleurs ..du-sein] catectizado por el primer represen-

76 77
tante del Otro en la escena de lo real, «otro lugar» a través concierne: si bien la psique logra erogenizar incluso el es-
del cual se le preanuncia a la psique la existencia del padre tado de necesidad, trasformar la «nada» en el alimento del
y el reconocimiento de la pareja paterna. Antes de ser ocu- anorexico, no podría existir~ por el contrario, un mundo en
pado por los atributos que demuestran la existencia del pa- el que deseo y nada -coincidieran.. Para tener acceso a lo ori-
dre, ese «otro lugar» es aquello mediante lo cual la psique ginario, todo fenómeno debe ser representable mediante un
se presenta la existencia de un objeto o lug·ar enigmático pictograma; para :;llo, se requie;e que la zona-función, lu-
que le permitiría al Otro realizar un deseo que ya no de- gar de la percepclon sea erogemzable. A partir de ese mo-
bería recurrir al que contempla la escena. Se instaura así la mento, se comprueba que es como fuente de placer que el
infraestructura de los tres elementos de toda organización' objeto puede tener acceso al espacio psíquico. El campo de
fantaseada: una mirada que experimenta un afecto de pla- lo primario obedece ·a la misma ley: el fantaseo de la expe-
cer o de displacer cuya causa se imputa a la relación puesta riencia debe acompañarse con su catectización, nunca Se fan-
en escena entre el representante del Otro y este «otro lu- tasea gratuitamente. Mediante esta actividad se busca la
gar».20 Esta estructura es la que permitirá los fenómenos de representación de un estado de placer cuya fuente se en-
inversión, de sustitución, de cambio de meta, que definen cuentra en una primera experiencia, con la diferencia de qu~
al juego pulsionaL Podemos añadir que el modo de relación la fantasia remodela un fragmento del mundo reconocido
fantaseada que existe entre los dos objetos de la escena que como exterior, aunque adecuado al propósito del deseo. La
la mirada contempla dependerá del predominio de una u actividad primaria parte' de la comprobación de la existen-
otra pulsión parcial, lo que podrá apreciarse por la forma da de fragmentos del mundo que son conocibles por estar
que adoptará la acción que une a los dos objetos. Pero ocupados por objetos catectizados; sin embargo, para ser
mientras nos mantenemos en la fantasía inconsciente, la catectizados, estos objetos, al igual que el espacio que ocu-
imagen del objeto será siempre el «lugarteniente» de una pan, exigen que la oausa de su existencia y de su orden se
cosa corporal, de una parte erógena de un cuerpo. ilustre en términos de deseo. La existencia del deseo de]
Cuando estudiemos la psicosis, retomaremos el análisis de Otro es a la psique lo que el concepto de Dios al sistema teo-
la representación fantaseada concebida como representación lógico: pun to nodal y postulado a partir del cual puede ins:-
de la relación del fantaseante con el deseo y el placer. taurarse el conjunto del sistema, tanto fantaseado como me-
Antes de examinar qué implica para la actividad de lo pri- tafísico. La certeza de la existencia y del poder de ese deseo
mario la entrada en escena de la imagen de palabra, mostra- constituye una necesidad lógica para la actividad fantaseada,
remos de qué modo, desde la primera fase de su actividad, el único camino que le permite plantear la existencia de
lo primario instaura los prototipos de lo secundarÍo, sin los Otro y, más tarde, de los otros y, de ese modo, la existencia
cuales la psique no podría tener acceso a lo que se conver- de una realidad. Podrá elaborarse así una reciprocidad en-
tirá en la tercera representación de su relación con el mun- tre dos deseos que le permitan a la psique reconocerse a su
do. Estos prototipos conciernen a la realidad, al Yo, a la vez como fuente de una ,actividad desean te y no ya como
castración y al Edipo. efecto pasivo de la respuesta. Así (y esta es la otra cara del
acceso a la realidad de la diferencia del deseo del Otro),
la psique se verá confrontada con las categorías que fundan
el orden humano: la prohibición, la culpabilidad, la envidia,
3. Los prototipos de lo secundario el deseo de dominio. La diale'ctización del deseo exige que el
deseo del uno -de trasgredir, de tener, de destruir, de re-
Como realidad del Otro se debe entender, en primer lugar, parar- encuentre como aliado o enemigo a otro deseo, y no
la realidad de la diferencia que existe entre el deseo de la ma- ya a una «realidad física» que,_ como tal, no puede tener
dre y el del infans. 21 Se trata del primer tope que encuentra status psíquico en ninguno de los tres procesos. Si el biberón
~l' principio de placer, de lejos el más duro y el más difiól no fuese ofrecido o rechazado por una mano, es posible
de soslayar que deberá enfrentar. Lo primario no puede re- que la anorexia no existiera, pero acaso tampoco existiera ei
nunciar a la comprobación de que este deseo del Otro le ser humano.

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A. El prototipo identificatorio nifestación referente al deseo que se le imputa y al que se
responde. Es la relación en tre e~tos dos. deseos la. que es. pro-
En nuestra opinión, aplicar el término «identificación» al yectada-introyectada, ya que SI el sUjeto ?el
mconSClente
proceso primario es fuente de confusión: sólo se lo debería g e en el lugar mismo en el que se escrIbe la huella de
utilizar en el registro del Yo, instancia constituida por el len- sur
la respuesta, de ese mismo lugar parte tam b len, h aCla
O
' . e10tro,
guaje y por el sistema de interpretación del mundo que este su respuesta a la respuesta.. . '
impone. Decir, como hace Freud, que la incorporación cons- Esta primera dialectización simétrica que la pSIque fO~}il
tituye su prototipo exige añadir que este prototipo tiene el de la relación «placer del sujeto-deseo ~el O~ro» expl.I~a
mismo parentesco con el Yo que el que puede existir entre por qué toda representación del deseo imphca la mtroyecclOn
dos clases de vertebrados. Aunque se observa una misma es- de la respuesta que se supone que .dará el Otro: .r;:spuesta
tructura neurofísiológica, las diferencias características de a través de la cual retorna a la pSIque su proyecclon sobre
cada una de ellas conducirán a modos heterogéneos de ser el Otro de la relación presente entre el fantasean te y los
y de existencia. Lo primario comprende el conjunto de 10$ ocupantes del espacio exterior. . .
prototipos en los que se apoya la función del lenguaje para Gracias a un ejemplo podremos Ilustrar estas formulaCIones
operar el trabajo de metabolización que los conformará a quizás oscuras, lo que nos permitirá también bosquejar. el
las leyes del proceso secundario y a las de la «puesta en sen- mecanismo de proyección-introyección que funda toda dIa-
tido» pajo la égida del discurso. léctica pulsional.
Como precursor del Yo, el prototipo identificatorio designa
la representación del fantaseante tal como resulta de la re- 1. Imaginemos que un estado de insatisfacción sea. ~esulta­
flexión d~ la actividad de lo primario sobre sí misma, re- do de una cierta forma de ofrecer el pecho, o, tamblen, que
flexión ql.le da lugar a lo que llamamos el sujeto del incons· este estado, de origen endopsíquico, no pueda calman~ me-
ciente. El conjunto de las puestas en escena presentes en diante el ofrecimiento del pecho. El acto de ofrecer sera per-
este campo gra vi tará alrededor de dicha posición reflexiva. cibido e interpretado entonces como «signo» del deseo del
El sujeto del inconsciente es la autopresentación en y me- pecho y, así, del espacio exterior, de no ofreocer placer. Un
diante la cual el fantaseante se reconoce como respuesta y deseo de no placer es proyectado sobre el pech? .
efecto de la Interpretación que la actividad' primaria forja 2. El displacer experimentado se representara a partir de
del deseo del Otro, lo que equivale a decir que el precursor ese momento como la respuesta inducida por este deseo. de
y el «lugarteniente» del Yo, en esta fase de la actividad psí- displacer del Otro: lo primario in~~rpretará que la expen~n­
quica, se constitl.lye como imagen de la respuesta que se da cia es un efecto del acto de agreslOn que fantasea como 10-
al deseo proyectado sobre la madre, es puesta en escena de tenóón del Otro.
una relación. De ese modo, el sujeto del inconsciente no se 3. Así, es como objeto agredido que se contempla en la re-
identifica ni con un objeto ni con un atributo de intencio- presentación que pone en escena (lo que hemos llamado la
nalidad, sino con una respuesta: es por ello que siempre representaci6n del fantaseante como respuesta al deseo del
remite a la puesta en escena de una relación y, en primer Otro) .
lugar, a la relación fantaseada que existe entre el deseo de la 4. A partir de esta pos.ieión, experimentar~, entonces frente
madre y el placer del niño. La representación de esta rela- al objeto agresor un mismo deseo de agreslOn (su respuesta
ción implica la acción psjquica que se. define con el término a la respuesta).
«introyección». Introyección que presupone, por parte de la 5. Pero, al actuar de ese modo, sólo podrá fantasear, .como
psique, la percepción en la eScena exterior de la presencia respuesta a su deseo de agresión, a su propia .vivencla; !a
de un «signo» interpretado como prueba de la presencia del agresión sobre el Otro le devuelve como reflejO su .I?ropla
Otro y como manifestación de su deseo de dar o de negar el respuesta ante la agresión, es decir, una nueva agrc:slOn:
placer. Esta interpretación es, al mismo tiempo, proyección 6. Ello determina que el argumento representad.o Imphque
en un ~fragmento del exterior de un Otro deseante y acusado el conjunto de las posiciones que agresor y ag~~dldo pu~den
de recepción o i'ntroyección en la escena psíquica de una ma- ocupar en una dialéctica regida por una pulslon agreSIva.

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Si imagin~~os ahora ~l p~nto de partida opuesto, o sea, gumento son complementarias. A partir del momento en
la percepclOn de un s~gno mterpretado como intención de que el niño plantea al deseo de la madre como diferente
ofrecer placer, observaremos las mismas secuencias, que es del propio, tendrá que figurar para ese deseo un objeto que
posible resumir del siguiente modo: no es exclusivamente él mismo. Mientras puede considerarse
objeto exclusivo del deseo materno y mientras COnserva la
l. El acto de ofrecer será interpretado como signo del deseo certeza de que lo desea como único objeto de su placer, ella
del pecho de «dar placer». sigue deseando exactamente lo que él desea. A esta identi-
2. El placer consecuente será representado como causa de dad deberá renunciar tan pronto como tenga la intuición
este deseo: el afecto experimentado se representará como de la posibilidad de un deseo del Otro referido a «otro lugar»
efecto del deseo del Otro. que lo desaloje de esa posición de objeto exclusivo del placer.
3. El fantaseante, entonces, contempla en su presentación Desde ese momento, la triangulación de la fantasía muestra
el efecto de un deseo de placer que 10 convierte en aquel que en ella se le asigna un sitio a ese «otro lugar» ocupado
cuyo placer se desea. por una x que designa al objeto enigmático del deseo de la
4. A partir de esteJugar, le devolverá al Otro un mismo de_ madre. Por confusa que sea esa primera indicación para
seó de ser fuente de su placer. el niño, de todos modos, y frente a su mirada, plantea lJna
5~ De ese modo, 10 que pone en escena como respuesta será escena en la que la acción pulsional fantaseada existente en-
la recuperación de la respuesta propia: ser fuente de placer. t.r:e los dos objetos determina que, al par que uno de ellos
seguirá siendo el representante del deseo imputado a la
Estas consideraciones facilitan la comprensión acerca de ~,. madre, el otro (el objeto x) se convertirá en el representante
quién.~ qué función representan el prototipo del Yo: no 1 de un atributo paterno. Como atributo paterno se debe en-
una umdad cualquiera, sino una serie de argumentos en los l tender, en primer lugar, todo objeto corporal que pueda re-
q~e se ponen en escena las relaciones que la psique experi- f lacionarse con el cuerpo erogenizado de la madre, objeto
~enta en ~u encuentro con los objetos que catectlza, rela- ~ que ya no es fantaseado como un apéndice propio de este
ClOnes medIante las que ella se figura las situaciones fuente mismo cuerpo, sino como un objeto que viene «de otro lu-
para e!la, de. placero ~e displacer. Es a la. organiz~ción d~ gar» para completar ese cuerpo, agredirlo, darle algo o des-
estas fIguraclOnes relaCIOnales que debemos la instauración pojarlo de un pedazo.
del primer modelo de acuerdo COn el cual se estructurará A esta figuración escénica le añadirá su cualidad «edípica»
secund~ria.mente la problemática edípica stricto sensu. Se lo que se juega, de hecho, en la escena exterior y que la
debe anadlr que, aunque ya en esta fase de la actividad pri- psique infantil comienza a percibir. Cerca de la nIadre se
maria se observa al precursor del Yo, de todos modos la encuentra generalmente ese otro sujeto al que ella está uni-
entrada en escena de la imagen de palabra será lo que le da por una relación privilegiada (cualquiera que esta sea),
proporcionará los a.tributos que le permitirán a su sucesor responsable por lo general de que se quiebre la exclusividad
responder a las exigencias del funcionamiento de lo secun~ de la relación madre-niño; ese sujeto que tiene algo que de-
da.-io, y hacer suyo el proyecto identifica torio que define es- cir, y a menudo lo dice gritando, acerca de los llantos me-
pecíficamente a la estructura del Yo. diante los que este último manifiesta su negativa a quedarse
solo; ese sujeto que puede ofrecerle, aunque cOn menor fre-
cuencia, un placer corporal, acariciarlo, ha-cer resonar en sus
B. El prototipo del Edipo orejas una serie fonemática que la tonalidad trasforma en
equivalente de una canción de cuna, que ya nO es propiedad
exclusiva de la voz materna.
Hemos dicho que todo fantaseo implica una escena de tres
Así, el placer del cuerpo del niño aprende a descubrir un-
elemfnt?s: la mirada que c<?ntempla un argumento en el otro-sin-pecho, pero que, sin enIbargo, puede revelarse para
que estan presentes dos objetos. Las relaciones observa-
el conjunto de sus zonas-funciones erógenas como fuente de
dor-visto y la relación presente entre los dos objetos del ar-
placer, convertirse en una presencia que se desea, aunque

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a menudo sea la presencia que perturba. 22 La entrada del vidad frente al niño, puede y debe instrumentarse baJO una
padre en la escena psíquica obedece a la condición univer- forma permitida y au torizada por la cultura. Si el hijo «real»
sal que regula este acceso para todo objeto: ser fuente de es el sucesor historizado del «hijo» de un deseo originario 23
una experiencia de placer que lo convierte en un objeto de los sentimientos que se experimentan en relación con él sdn
catectización por parte de la psique. El objeto responsable también, los sucesores históricos de los «afectos» tal como s~
del displacer remite siempre a una primera experiencia de los experimentó en su momento. Al verse confrontado con
placer que él dispensó y que niega o prohíbe. Pero también la obra del proceso secundario de los otros y, en primer lu-
se deben tener en cuenta las relaciones que unen entre sí a gar, con su discurso, el proceso primario sufrirá una serie
estos dos ocupantes de la escena exterior y, en primer lu- de modificaciones que determinan que en su propio espacio
gar, a las consecuencias de su propia represión del Edipo. Se surjan los prototipos de lo secundario, mientras su meta
comprobará entonces que el precursor del Edipo en lo pri- exige que resista a la acción de este último. Antes de este
mari.o no es sino aquello que, del Edipo parental, se abre cambio decisivo a través del cual irrumpirá en lo primario
camino en esta misma actividad. Este «deseo de hijo» de la la imagen de palabra, se observa un último prototipo refe-
madre, en un pasado lejano, era, en primer lugar, «deseo rente a la castración.
de tener un hijo de su propia madre» y, si todo se desarro-
lló «normalmente» su infancia habrá sido marcada por el
«deseo de un hijo del padre», luego por un «deseo de hijo» c. El prototipo de- la castración
cuyo padre imaginario, no siendo ya el propio, seguía sien-
do sin embargo un hombre futuro que tendría sus cualida- La forma primera que asumirá lo qúe en todo sujeto persis-
des y que sería su sucesor legal. En cuanto al padre, su «de- tirá como angustia de castración, cuya sombra nunca se bo-
seo de hijo» se formuló inicialmente como «dar-recibir un rrará cualquiera que sea la fase psíquica considerada, será
hijo a y de la madre» antes de que lo remplazase el térmi- la angustia de una mutilación. Lo secundario deberá cumplir
no «mujen>. Así pues, el hijo de la pareja es, efectivamente, la tarea de lograr que esta angustia deje de representarse
sucesor de un «niño» cuyo deseo se origina en la trasmisión (salvo en momentos particulares, siempre posibles) como
de un «ya-presente-desde-siempre» de la configuración que miedo a la mutilación de una parte del cuerpo, y que se
estructura al deseo edípico, estructura qué da prueba de trasforme en el temor de ser privado de un «bien» -lo ama-
la historización del deseo en el orden humano. A partir del do, la realización del proyecto identificatorio, el hijo, la sa-
momento en que la actividad primaria instaura un sistema lud, la belleza, el placer sexual- cuya ausencia obstaculiza
que permite que su espacio psíquico comunique con el es- la posibilidad de goce. En otras palabras, después del Edipo
pacio psíquico materno, la mirada contempla una escena podrá resurgir siempre el temor de perder repentinamente
en la que todo acontecimiento afectivo lleva la marca del el objeto del goce, pero este miedo -corno renuncia al goce
Edipo: podemos añadir que esta marca se manifestará a que anticipa un riesgo que se prefiere autoimponerse en
través de aquello que debe ser conservado en lo reprimido. lugar de tropezar con él, a modo de un traumatismo inespe-
La conducta del padre y la de la madre derivan de lo que rado frente al cual se carecería de defensa- ya no es vivido
ya no puede manifestarse del deseo edípico, de lo que no corno una mutilación mortífera ni como un despedazamiento
debe manifestarse y que, como consecuencia de ello, se ex- del propio cuerpo. Es posible decir que, a través de su renun-
presa y se manifiesta mediante los sentimientos que se lla- cia al goce, el neurótico se autoriza a vivir como un cuerpo
man ternura, cariño, la búsqueda del «bien» de y para el unificado; lo que sacrifica es su sexo como instrumento y
niño. Se debe subrayar que las formas lícitas del amor, al lugar de placer, para conservar una imagen corporal no des-
igual que las prohibiciones que encuentra el niño, son efecto pedazada. Logra ·asÍ proteger una forma unificada de la
directo del Edipo parental, representan lo que la pareja se imagen de su espacio corporal, condición necesaria para que
. permjte, en el registro de los sentimientos, para preservar su pueda preservar, de su propio espacio psíquico, la imagen
represión, dejando al mismo tiempo una vía expedita a to- de una superficie de la cual la psique de otro no ha arran-
do aquello que, de su narcisislll.O, de su amor, de su agresi- cado y tornado un fragmento.

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Mientras nos mantenemos en 10 primario, la psique paga gencia de tener que ver que impone un observador que no
un pesado tributo por su dependencia de una figuración que es ella. La actividad de la mirada persiste, pero Se convierte
utiliza las imágenes de la cosa corporal para representar su en una función en poder del Otro: el que mira se descubre
relación con el placer erógeno y con el deseo del Otro. La como semejante a un ciego al que se le habría injertado un
consecuencia de este tributo es que, mientras el afecto ex- «ojo» cuyo funcionamiento quedaría ligado al nervio óptico
perimentado por la psique sólo puede representarse mediante - de un cerebro ajeno y a lo que este decide ver o no. 24
la puesta en escena de imágenes de zonas erógenas, del cuer-
po materno o del propio cuerpo, o sea, por una relación Por ello, el displacer implicará la fantasía de ser mutilado
que une representantes del espacio corporal, todo aconteci- de la autonomía de una función del cuerpo propio, mutilación
miento que se produzca en el mundo será identificado por que afecta a aquello que en el mundo podía ser fuente del
d que mira con un accidente que le ocurre a su cuerpo o al placer de ver. Esta mutilación amputa al espacio psíquico
del Otro. Poco importa que se trate del propio cuerpo o del sujeto de su poder sobre una función que cae bajo el do-
del cuerpo materno, ya que la contemplación de la agre- minio de un «cuerpo extraño», que le demuestra a la psique
sión del cuerpo materno o, a la inversa, de su plenitud, ubica el deseo de expropiación y de captación que el Otro ex-
al que mira en una posición de mutilado o de unificado, con- perimenta frente a ella.
secuencia del deseo imputado a los actores del argumento. En El hecho de utilizar el mismo término, «mutilación», para
relación eon 10 originario, hemos dicho que el representante lo que ocurre en lo originario y en lo primario puede pres-
sólo puede aniquilar lo visto, fuente de displacer, mutilán- tarse a confusión. Ahora bien, entre estos dos fenómenos
dose de la función de la mirada y de su órgano. En la acti- existe una diferencia esencial: mientras pernlaneeemos en lo
vidad primaria, la psique no puede actuar o sufrir un acon- originario, la psique solo puede rechazar 10 percibido-visto,
tecimiento sin representarlo como causa de deseo, como ac- oído, tocado, si se automutila de la zona-función lugar de la
ción que apunta al placer de su propio espacio corporal. percepción.
La psique enfrentará así dos tipos de experiencia: En el funcionamiento de lo primario, el rechazo de lo perci-
bido se ·acompaña con la amputación, no de la zona-función,
a. Las que poseen un efecto integrador sobre las diferentes sino de su autonomía. La actividad de «ver» persiste, pero
zonas parciales. Cualquiera que sea la zona-objeto privile- el que mira carece de toda forma de elección sobre su acti-
giada por la figuración, toda experiencia de placer lo es solo vidad. Mientras este modo de funcionamiento persiste, la
gracias a la irradiación totalizadora del placer experimenta- prohibición que afecta al objeto fuente de placer se acom-
do. ?vfetafóricamente, diremos que la mirada ve igualmente pañará con la de la actividad que le está ligada: por ello, lo
un sonido, un gusto, algo tocado, un olor. No puede existir que se juega efectivamente en la escena materna tendrá un
al mismo tiempo placer de ver y displacer del gusto o de peso decisivo en la preponderancia de una posición inte-
lo oído: para que haya placer, se requiere que no pueda gradora de la imagen corporal o de una posición mutiladora.
aparecer en otra zona una falta de placer vivida como tal. Se debe insistir en la especificidad y dramaticidad que po-
Por eso, toda zona erógena es representación metonímica see la actividad fantaseada mientras la imagen de cosa es
de la totalidad de las zonas, y su actividad es metonimia de la única representación posible. Por ello, se excluye de la es-
la función global del poder-percibir del cuerpo y, por ello, cena psíquica todo acceso a una protosimbolización necesa-
metáfora del poder de la psique que figurará al fantaseante ria para separar la totalidad de una función de un momento
y al mundo como dos totalidades que ignoran la falta. de esta función, para diferenciar la actividad de la mirada,
b. A la inversa y por las mismas causas, toda experiencia de o de todo órgano-zona erógena en general, como actividad
displacer será despooazante. En este caso, la zona-función continua, de una experiencia actual y puntual, para mante-
y el objeto representarán lo que la mirada encuentra como ner la continuidad de la catexia de un modo diferente al de
un. rechazan te-rechazado. Lo «visto» se trasforma en objeto una serie de fragmentos separados.
de una «actividad de ver» que ya no es prueba de un poder Si se acepta. que ya en esta fase existe una primera posibili-
que la psiqu~ reconoce como propio, sino prueba de la exi- dad de ligazón y que es lícito postular que no se produce un

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olvido total de las expenem;Ias sucesivas, que el estado de del espacio de lo consciente de las puestas en escena que ha-
displacer conserva un vago eco de la posibilidad de su con- bían formado parte de ella.
trarío y a la inversa, esta «memoria» primaria se ejerce a
minima. Si, a diferencia de lo originario, ella es capaz de El análisis de este segundo conjunto nos obliga a abandonar
unir Jos fragmentos escénicos, los cuadros que se suceden, su definitivamente la ficción implícita en el análisis de la psi-
modo de funcionar hace pensar en un sujeto que pegara en que y de sus prod~cciones sin plantearnos, al mismo tiempo,
un álbum las fotos sucesivas que le sacase una máquína el papel desempenado por el portavoz y por el discurso de
y que supiera que todas las fotos tienen como agente a la los que responden a la demanda infantil que, como contra-
misma máquina, que le pertenecen, pero que, sin embargo, partida, le exigirán al niño que se adecue a una imagen de
sería incapaz de leer en ellas la historia de su temporalidad él que ocupaha la cuna mucho antes de que lo hiciese su
o de prever a partir de ellas lo que ocurrirá en el futuro. cuerpo. La imagen de palabra no es creación ex ttihilo, si-
La importancia de la mutilación como prototipo de la cas- no que se origina en ese primer portavoz que posee un
tración confirma que lo primario es, efectivamente, creador «pecho-leche-que habla». Del mismo modo, la acción repre-
de prototipos que lo secundario hereda y trasforma, sin tener sora sería enigmática si su origen no residiese en la palabra
nunca la certeza de que no regresará a su forma inicial. de un representante del Otro, ya marcado por una represión
Molde de la configuraCión edípica y precursor de la fanta- efeetuada: trasmisión indefinida de sujeto a sujeto de un
sía de castración, 10 primario eS ya instauración de una ló- «tener que reprimir» al que ningún ser hablante, neurótico
gica del deseo, que se relaciona con la actividad secundaria o psicótico, escapa totalmente.
de la psique materna y que preanuncia a la psique el acceso
al tipo de representación que deberá hacer suyo. La imagen
de cosa es la condición previa necesaria para que la imagen
de palabra pueda incluirse: lo primario escénico sigue a lo 11. La entrada en escena de la imagen
pictográfico y prepara lo decible que lo sucederá. Constituye de palabra y las modificaciones que ella
un puente de pasaje entre un antes que el sujeto nunca co-
nocerá y que conservará su «mismidad» y. su cierre, y un impone a la actividad de lo primario
después que se constituirá al apoyarse en él y que se separará
al reprimir ese primer material que ha sido parte esenciá]
de su propia carne. 1. El sistema de s(ftnificaciones primarias
Por ello, las producciones originadas en la actividad del pro-
ceso primario comprenden dos conjuntos no homogéneos: « ... la diferencia real entre una representación inconsciente
y una represf"-tación preconsciente (idea) consistiría en el
1. El que acabamos de analizar bajo el término de primario- hecho de qtJt la primera se vincula con materiales que no
escénico y cuyo material está representado por las imágenes son conocidos, mientras que esta (la preconsciente) estaría
de cosa, en la acepción que hemos otorgado a esta expresión asociada a una representación verbal. Primer intento de
al vincularla con el cuerpo. caracterizar al inconsciente y al preconsciente de un modo
2. El que veremos a continuación, en el que irrumpe en es- distinto al de las relaciones que mantienen con la conciencia.
cena la imagen de palabra, que, al unirse con la imagen de La pregunta = "¿ Cómo algo se hace consciente?" puede ser
cosa, dará lugar a estas producciones mestizas que muestran remplazada con provecho por la siguiente: "¿Cómo algo se
que lo primario se impondrá la tarea de adecuár a su pos- hace preconsciente?". Respuesta: gracias a la asociación con
tulado lo que «por naturaleza» le es heterogéneo: el sistema las representaciones verbales correspondientes.
de significación que le impone el discurso. Este segundo con- - »Estas representaciones verbales son huellas mnémicas: en
. juntoAse car~cteriza por la cualidad de lo decible, o sea, de lo el pasado fueron percepciones y, al igual que todas las hue-
consciente. Estas producciones son las que formarán parte llas mnémicas, pueden volver a ser conscientes. Antes de que
de la represión secundaria, vale decir, de la represión fuera abordemos el análisis de su naturaleza, se impone una hi-

88 89
p6tesis a nuestro p.ensamiento: solo puede hacerse conscien- verdad se convierte en una exigencia que solo puede ser
te lo que ya existió en el estado de percepción consciente; proporcionada por el discurso cultural, al que definiremos
y, fuera de los sentimientos, todo aquello que, originado en como discurso del conjunto. 26
el interior, pretende hacerse consciente, debe intentar tras- En su obra sobre las formas simbólicas, dohde se define la
formarse en una percepción exterior, trasformación que solo función de igual nombre, Cassirer escribe:
es posible a través de las huellas mnémicas».25
«El hombre encuentra al lenguaje corno una totalidad que
¿ Exige la inscripción psíquica de la imagen de palabra el posee en sí misma su propia esencia, sus propias relaciones
pasaje al proceso secundario o se observa ya su huella en el ajenas a toda arbitrariedad individual».
funcionamiento del proceso primario? La respuesta exige
que nos pongamos de acuerdo acerca de la función que atri- Afirmación inobjetable, pero que solo puede ser enunciada
buimos a la imagen de palabra. Si hacernos coincidir apro- por un sujeto capaz de utilizar la totalidad del sistema lin-
piación de la imagen de palabra y acceso a la lógica del dis- güístico para reflexionar acerca del lenguaje. Se impone otra
curso, 10 que supone una forma bastante elaborada del len- definición, que alude al momento original de este encuentro:
guaje para que se imponga, según la expresión de Cassirer,
como «totalidad autónoma carente de toda arbitrariedad» ,
~
«El infans encuentra al lenguaje como una serie de fragmen-
la entrada en escena de la imagen de palabra deberá coin- tos sonoros, atributos de un pecho al que él otorga un poder
cidir con la plena elaboración de la instancia que instituye de palabra; el primer aporte de sentido que se debe a estos
el proceso secundario: el Yo. Si, por el contrario, se admite fragmentos se encuentra bajo la égida absoluta y abitraria
la existencia de una fase precoz, de una etapa de transición de la economía psíquica del infans».
entre el estado de infans y el de niño, en cuyo trascurso se
opera la unión imagen de cosa-imagen de palabra y se im- El intervalo temporal que separa a estos dos momentos coin-
pone un nuevo tipo de información a la actividad psíquica, cide con el tiempo que necesita la psique para pasar de la
mientras conserva todo su poder el postulado que define la significación primaria a una actividadideica, obra del Yo,
lógica de la fantasía, se dirá (y tal es nuestra opinión) que que tiene en cue,nta las significaciones secundarias y el sis-
algunas producciones psíquicas, aunque estén ya representa- tema interpretativo que ellas organizan.
das por una doble inscripción, pueden seguir al servicio de Debemos ocuparnos nuevamente aquí del papel que cumple
la confirmación de este postulado. lo que lo originario torna de la organización sensorial y tam-
La hipótesis que sostenernos puede formularse en los siguien- bié. del «préstamo» que atribuimos a las zonas-funciones
-tes términos: la representación de una idea exige que la erógenas: referencia necesaria para comprender la primera
psique haya adquirido la posibilidad de unir a la represen- forma que presenta lo oído en lo originario. El pictograma
.ta.ción de cosa la representación de palabra que ella debe a testimonia la presencia de una capacidad de oír: la actividad
la percepción acústica, una vez que esta últinia pudo con- vital manifiesta desde un primer momento un poder de ex-
vertirse en percepción de una significación: la voz del Otro citación de la zona auditiva; puros sonidos carentes de sen-
es la fuente emisora de tal significación. El añadido de lo tido serán fuente de placer o q.e displacer, aunque solo en
:que ha sido oído a la imagen de cosa da lugar a un sistema función del momento de su aparición, que puede coincidir
'de significaciones primarias que se diferencia del sistema ca- con un estado de placer o de displacer y, evidentemente, a
racterístico de las significaciones secundarias por el hecho condición de que su intensidad no supere cierto umbral, tras-
'de que, en el prim~ro, la representación de su relación con pasado el cual la excitación se torna fuente de dolor.
el mundo' que forja este sistema de significación sigue orga- Mientras nos mantenemos en lo originario, la zona auditiva
nizada de un modo tendiente a demostrar la omnipotencia se rige por el mismo modo de funcionamiento psíquico que
del deseo del Otro. Esta demostración es la única que puede toda otra zona erógena. Si, como 10 hemos planteado, existe
aportar al fantasean te la certeza de la verdad de su repre- una necesidad de información sensorial cuyo concomitante
sentación, mientras que en el segundo sistema la prueba de psíquico es el deseo de volver a encontrar el placer ligado

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a la excitación de las zonas correspondientes, se debe admi. seria convertir todo sLencio en equivalente de una palabra
tir la presencia de un placer de oír, que en esta fase no tiene destructiva y, por lo mismo, intolerable.21
relación alguna con la cualidad significativa de los ruidos La significación primera y primaria de un deseo de displacer
emitidos por el medio y que se relaciona solamente con la imputado al pecho, en cuanto representante metonímico del
cualidad sensorial de lo audible. A partir de esta hipótesis mundo, asimila este mundo a un espacio vacío porque se
habría sido conveniente estudiar las experiencias de desafe~ niega a ser catectizado por el sujeto, negativa que se ma-
renciación sensorial auditiva. Hemos visto, sin embargo, que nifiesta mediante la desaparición de su escena del único so--
la presencia exclusiva de lo originario en la escena psíquica porte que puede atraer la libido hacia él, es decir, el objeto
solo puede prolongarse durante un período extremadamente del placer.
breve, más relacionado con el concepto de momento que con La intención proyectada sobre el pecho de prohibir que el
el de fase. estado de placer sea posible equivale a la proyección sobre
Desde los comienzos de la actividad de lo primario el ruido este pecho-mundo, ocupante global del espacio exterior, de
y, añadiríamos, todo ruido, se convierte para este proceso e~ una negativa de placer para la psique, que equivale para ella
sinónimo de un elemento que lo informa acerca de la pre. a una negativa que concierne a su existencia. En este caso,
sencia o ausencia del primer objeto que lo primario estima la psique encuentra la negativa del mundo, se ve confron-
acorde a la espera de la zona-función auditiva: la voz ma- tada con un retiro de lo existente en su totalidad. Se com-
terna como atributo sonoro del pecho, voz cuya presencia prende la intensidad dramática de una experiencia seme-
se convertirá para el fantaseante en signo del deseo materno jante, cuyo eco se manifiesta en la impresión de fin del
tanto si la zona auditiva experimenta placer como si no l~ mundo que se observa con tanta frecuencia en los comienzos
experimenta. de la psicosis. A la inversa, la presencia de un pecho-mundo
Veremos luego cuáles son las posibles consecuencias de la fuente de placer se significa a través del encuentro con un
presencia de una voz que, con excesiva asiduidad, eS fuente «pleno» que concierne por igual a todas las zonas sensoria-
de displacer. Se debe insistir, ante todo, en la primera fun- les, incluida la que nuestro análisis privilegia en este párrafo:
ción que atribuirá lo primario al conjunto de las percepcio. la zona auditiva. Sería ilusorio establecer una jerarquía de
nes acústicas: metabolizarlas en una serie. sonora que dé valor o un orden temporal entre lo visto y lo oído. Si bien
testimonio de la presencia o ausencia del objeto.pecho y del es cierto que el primer material de lo primario es la imagen
deseo de placer o de displacer que este pecho, representante de cosa, debemos añadir que la representación fantaseada
metonímico de la madre, experimentaría respecto del fanta· consecuente es figuración de un estado de la psique que
seante. Del mismo modo en que el pecho es el representante acompaña a toda excitación sensorial erógena. La imagen
metonímico de la madre y de todos los objetos dispensado- de cosa y la imagen de palabra podrán soldarse solo porque
res de placer, todo placer parcial es, a su vez, representante la oreja comienza por «ver» lo oído, y el resultado será que
metonímico del placer del sujeto en cuanto objeto del deseo el sujeto sólo podrá ver en tanto pueda «pensarse» como
materno. Que el deseo de la madre espere el placer de tal vidente. 28 El registro de lo oído y de la voz requiere una
o cual zona erógena significa, para el fantaseante, que lo atención tan particular debido al sitio preponderante que
que ella desea es su placer global. Por esto, hemos dicho que ocuparán en la organi.zación del sistema semántico que cons-
la presencia o ausencia del pecho será concebida -por lo pri. tituye al Yo. Esta instancia se caracterizará porque todo lo
maria como intención del objeto de ofrecer o de negar el visto, 10 percibido, lo vivenciado, se traducirá mediante un
placer. Se debe añadir que es probable que en esta fase no sentimiento, condición necesaria para que la percepción exis-
se pueda distinguir la presencia de un pecho, fuente de dis- ta ante esta instancia; por otra parte, la tonalidad de este
placer, y la 'ausencia del pecho, fuente de placer. Corolario sentimiento dependerá, no de la objetividad de lo percibido,
de ello será que la presencia de una voz fuente de displacer sino de la significación proyectada sobre, e interpretada co-
, o la ~usencia de toda voz, es decir, el silencio, que se mani- mo, la causa de su aparición o de su desaparición. El hecho
fiesta también a través de una vivencia de displacer, ya no de que el lenguaje sea recibido en primer lugar como una
serán diferenciables. Y una posible consecuencia secundaria se:ie sonora no debe hacer olvidar que, para la voz que habla,

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esta serie es, al mismo tiempo, mensaje, expresión, imputa. vés del pictograma, como el producto de un «tímpano-pe-
ción de un sentimiento y de un deseo, y que el dueño de esta cho sonoro» que representa, en el registro de la función
voz olvida que para el infans los efectos de la voz pertene- auditiva, las dos entidades indisociadas del objeto-zona com-
cen a un orden totalmente diferente. ·El representante del plementario. Se origina así una misma respuesta frente a lo
Otro actú,a de un modo que se pretente conforme a su pa- que se oye y que es fuente de un afecto de displacer: tender
labra obra de lo secundario, operando así la anticipación que a la automutilación de la zona-órgano correspondiente. Ello
proyecta sobre el niño el a priori de un ~ntendimiento cuya explica, en nuestra opinión, el origen de algunos fenómenos
condición previa indispensable ella constituye.. de sordera psíquica que se observan en el autismo infantil
En lo que ·atañe a la voz, se produce, en primer lugar, la y en la catatonÍa: última defensa que el sujeto contrapone
emisión de mensajes altamente significativos, de expresiones a la voz, con la esperanza de convencerla de su sordera y de
que trasforman la respuesta a la r;tecesidad en respues~a a que podría así, finalmente, callar.
los sentimientos que la madre expel'lmenta y a los que ajusta En relación con el signo fonético, Humboldt escribe:
su respuesta; en lo que atañe al que escucha, la percepción
de elementos sonoros que el proceso primario metabolizará «El signo fonético representa la materia de todo proceso de
en signos que lo informarán acerca del deseo del pecho en formación del lenguaje. En efecto, por un lado el sonido es
relací6n con éL Estos ~ignos primarios son el núcleo a partir hablado, y como tal es sonido producido y formado por no·
de] cual se elaborará y se organizará el lenguaje como siste- sotros, pero, por el otro, como sonido recibido se convierte
ma de significación. Esta organización exigirá una serie de en parte de la realidad sensible que nos rodea».
modificaciones que alterarán el carácter primario del objeto-
'voz en cuanto atributo sonoro del pecho, confiriéndole su Esta definición subraya el carácter perenne de esta doble
carácter último, en que se le solicítará a la voz que dé cuenta cara del signo fonético, objeto que, en mayor medida que
del derecho de hacerse oír y de tener que someter lo oído y cualquier otro, se presenta al sujeto como una parte de sí
el enunciado a una prueba de verdad. Este lento trayecto, que vuelve a él desde el exterior. Y ello es confinnado por
que va de la percepción de una sonoridad a la apropiación la experiencia, por todos conocida, de la sorpresa al com-
del campo semántico, puede dividirse en trt;s fases, cad~ ~r;a probar que hablamos sin que se encuentre presente ningún
de las cuales proporciona a lo oído y al acto de enunClaClon interlocutor, experiencia a la que se considerará, aunque sea
funciones específicas que se adecuarán a las metas caracte- en broma, como signo de una «locura» de índole muy par-
rlSticas de los tres proce,sos de la activ~dad psíqui~: ~~ pl::<;er ticular: en efecto, sabemos, en nuestro fuero interno, que
de oír, el deseo de ·aprehender, la eXIgencIa de slgmflcaclOn, nadie escapa a ella. Y, sin embargo, la palabra pronunciada
objetivo de la demanda del Yo. estando solo inquieta quizá porque constituye una prueba
de la escisión que desgarra nuestra falsa unidad y revela re-
pentinamente una separación entre el que habla y el que es-
cucha, entre el que emite el consejo, la queja, la exhortación,
2. El placer de oír el comentario del acto, y aquel al que se dirige. Si aplicamos
la definición de Humboldt a ese primer momento, su verdad
Característico del funcionamiento de 10 ongmario, este pla- parece evidente: todo sonido emitido, tanto si 10 pronuncia
cer, que lo primario modificará uniéndolo. al deseo de ~~í;» el infans como si proviene del exterior, se presenta ante su
la presencia del pecho y del Otro, constituye la condlclOn oído como una producción que el mundo le devuelve, testigo
necesaria para la catectización de la actividad de la escucha anticipado del placer o del sufrimiento que acompañarán a
a través de este proceso. A su vez, este deseo de oír eS el an- su permanencia en una escena en la que el discurso es amo.
tecedente indispensable para que surja un deseo de aprehen- Su propio grito o su propio balbuceo vuelven a irrumpir en
der lo que enuncia la voz: este deseo de aprehender implica su cavidad ·auditiva como' sonido de odio o de amor del que
la ~ctividad de lo primario-secundario. Mientras se conside- un pecho-tímpano indivisible sería el emisor. El ,placer de
ra el proceso originario, todo sonido se presenta, en y a tra- oír es una primera catectización del lenguaje cuya única

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4
condición es la audibilidad de lo percibido, catectización primario: lo que lo primario ve y oye es un signo mediante
de una única cualidad del signo lingüístico que deja de lado el cual el Otro le comunica la intención de su propio deseo
su esencia. Sin embargo, queda el antecedente, único que y el displacer, o el placer, a que darán lugar en el fantasean-
puede abrirse camino a una segunda forma de percepción te. En este registro> el signo remite a la causa que el fanta-
de lo Oído, que trasformará al puro sonido en un signo que seante proyecta sobre la ca.usa de su aparición, de su desa-
funda el sistema de l~s significaciones primarias, que organi~ parición o de su particularidad: remite al sentido que el
zan las producciones del proceso de igual nombre a partir fantasean te imputa al deseo del Otro.
del momento en que este último tiene en cuenta a la imagen Designamos como significación primaria o sistema de signi-
de palabra. ficaciones primarias a la actividad gracias a la cual lo pri-
mario organizará las imágenes de palabras presen tes en sus
puestas en escena para que demuestren la irreductibilidad
de un mismo postulado; «El deseo del Otro es la causa de
3. Del deseo de oír al deseo de aprehender lo que es puesto en escena y la causa del afecto consecuente
en la mirada que contempla la escena». El sistema de signi-
La entrada en juego de un deseo de aprehender, en mayor úcaciones primarias designa la forma según la cual lo pri-
medida que cualquier otro fenómeno psíquico" señala la mario se apodera de las imágenes de palabras y las somete
modificación radical que implica lo primario y la adquisi- a una puesta en relación que asegura que lo que significan
ción en la que reposa. En el registro que privilegiamos, esta nunca contradirá el postulado que funda su «lenguaje». En
modificación se manifiesta a través de su posibilidad de este mismo «lenguaje» el displacer puede seguir producien-
trasformar el placer originado en la pura excitaci6n de la do sentido por ser el objeto al que apunta el deseo del Otro.
actividad de una zona-función por el objeto-vozen un pla- Que el Otro desee el displacer del sujeto no le plantea nin-
cer ligado a un signo que la voz del Otro ofrece. Signo que gún problema a la lógica de la fantasía. De ese modo, la pa-
se refiere al deseo del Otro y que, a partir de ese momento, radoja que 10 primario logra anular es la de no poder igno-
es responsable de la leyenda del argumento que la fantasía rar la posibilidad de una vivencia de displacer soportada y
figura. Esta trasformación de la causa del placer presu- preservar la certidumbre de que la causa de toda vivencia
pone el reconocimiento de un pecho como objeto separado. de displacer es un deseo. Ya hemos analizado las consecuen-
Ya hemos visto que este reconocimiento es necesario para cias de esta solución propia de lo primario.
que la organización fantaseada instaure Jos dos polos de una Volvemos a ocuparnos de ello en relación con la voz debido
dialéctica deseo-placer que la mirada, en el exterior de la a que la hazaña económica que logra lo primario al trasfor-
escena, contempla con alegría o angustia. Dicha dialéctica mar al displacer en lo que puede ser meta de un deseo exi-
presupone también el privilegio acordado a aquello que en girá, a cambio, la irrupción de una relación perseguido-per-
la fantasía se presenta corno puesta en escena de un sentido seguidor, en la cual se observa la formulación más pura de
proyectado sobre el deseo del Otro. Este sentido es el que la dialéctica displacer del uno-deseo del otro. La clínica de-
debe adecuar el afecto experimentado a la lógica del que muestra que el objeto-voz puede desempeñar, con mayor fre-
pone en escena. 29 Estas puestas en escena de un sentido re- cuencia que otros, el papel del objeto perseguidor:· es difícil
lacionado con el deseo constituyen 10 que designarnos como no interrogarse acerca de las causas que le conceden este
registro de las significaciones primarias, bajo las cuales fun- extraño privilegio> incluso antes de retomar el análisis de
ciona la lógica de la fantasía. Desde ese momento, la presen- esta relación en la parte consagrada a la psicosis.
cia de la voz será catectizada o rechazada en función de lo
que lo primario le hace decir acerca del deseo del Otro res- :!
..¡
pecto del fantaseante. Si-tomamos como punto de referencia 4. Acerca del objeto persecutorio
.la presencia de un sonido emitido en el exterior y percibido
por· este proceso, diremos que el placer o displacer conse- La clínica confirma la frecuencia con la que este objeto
cuentes dependen de la función de signo que le atribuye lo aparece bajo la forma sonora: las voces, la compulsión a

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pensar y a oír lo pensado, la amenaza percibida en determi_ cíficas de la audición y de su objeto no basta para com-
nada escucha, constituyen un conjunto de fenómenos pato- prender la asiduidad con que el objeto-voz puede convertir-
lógicos característicos de la psicosis y señalan su relación se en encarnación del objeto persecutorio. El responsable
privilegiada con lo auditivo. de ello es un factor mucho más importante. Hemos dicho
Independientemente de la entidad nosográfica responsable que la voz de la madre, percibida como manifestación del
de la forma que la particularizará, la relación perseguido- deseo que se le imputa, decidirá acerca del afecto que puede
perseguidor nunca está ausente de la vivencia psicótica: lo acompañara toda percepción. Si sobre esta voz se proyecta
que demuestra efectivamente que esta relación conserva un una intención amenazadora, todo placer parcial se trasforma
muy intenso poder de reactivación. Este poder plantea un en su contrario. El placer de ver no puede acompañarse con
interrogante: debemos preguntarnos si el papel privilegiado la tonalidad amenazadora presente o proyectada sobre la voz.
que puede desempeñar la voz como objeto persecutorio no Ahora bien: lo que caracteriza a esta voz es el hecho de po-
remite a la facilidad con que, en e.se caso, la respuesta ma- der irrumpir al mismo tiempo que se experimenta el placer
terna (es decir, la realidad del silencio «oído») había con- de ver, de tocar, de tragar: irrumpir y reforzar el placer o,
firmado la puesta en escena que formulaba para sí el fa n- a la inversa, hacerlo imposible. A partir de ese momento, la
taseante acerca del deseo materno de privarlo de todo ob- escucha del niño estará a la espera de este objeto sonoro que,
jeto de placer. Confirmación que remplaza el trabajo de mo- en relación con otros placeres parciales, asumiría una posi-
dificación que esta respuesta hubiese debido ejercer. Cua- ción jerárquica. La ausencia de la voz del Otro implica una
lesquiera que sean las causas que 10 motivan, el silencio ma- amenaza en el momento de la realización de toda experien-
terno .es una experiencia que todo niño vive repetitivamente, cia de placer, que no puede experimentarse cuando se acom-
experiencia que será fantaseada corno la negativa materna paña con un estado de temor. Ello determinará que toda
de ofrecer el objeto sonoro fuente de placer; a menudo, ade- espera de placer parcial se acompañe también COn la espera
más, la madre considera que no debe justificar esta experien- del objeto de placer de la zona auditiva, espera de una voz
cia y la impone sih saber que lo hace. Pero si en ciertos ca- cuya presencia garantice que no hay por qué temer que
sos la experiencia del silencio puede cumplir esa acción pa- irrumpa bajo una forma que impedirá el placer presente en
tógena, ello se debe, ante todo, a las características particu- otra zona y lo trasforme en displacer. Por estas causas, la voz
lares del objeto-voz. Se comprenderá mejot la acción de es- puede convertirse en el objeto cuya presencia no puede fal-
tos caracteres si tenernos presente que el rasgo específico del tar, en el objeto de un placer que debe acompañar a los
objeto persecutorio es prohibir toda huida por parte del per- otros, añadirse a ellos y quizá, también, el primer objeto par-
seguido, exigir su presencia constante, desearlo por tratarse cial del cual puede afirmarse que se lo espera no por el pla-
del único objeto que puede realizar el deseo de persecución cer que ofrece a una zona erógena sino en función de su
que se le imputa. poder sobre los placeres: este le permitirá ocupar un lugar
Ahora bien, si examinamos la función auditiva, comproba- particular entre los objetQs parciales, y será posible compro-
mos la ausencia en este registro de todo sistema de cierre bar sus efectos cuando el sujeto deba catectizar, no ya a la
comparable al cierre de los párpados, de los labios, o al ale" voz, sino a las palabras que emite como primeros rudimentos
jamiento táctil que permite el movimiento muscular. La ca- de un saber sobre el lenguaje, necesario en toda búsqueda
vidad auditiva no puede impedir la irrupción de las ondas del saber a secas.
sonoras; se trata de un orificio abierto, en el cual, en estado La psicosis nos muestra las condiciones bajo las cuales pue-
de vigilia, el exterior penetra en forma continua. Sin subes- den reactivarse estas propiedades de la voz como «objeto
timar la función que se debe atribuir al trabajo de la inter- del que no es posible huir» y como «objeto que no puede
pretación en el delirio, este carácter particular de la onda faltar»; el objeto persecutorio es también el objeto para el
SOnora y de su receptáculo explica la gran frecuencia con cual el complemento (el perseguido) es una presencia cons-
q~e. se observa que una primera escucha constituye el mo- tantemente necesaria, objeto que cuenta. con el poder de
mento desencadenante de la entrada en el delirio. Pero, in- prohibirle todo momento y todo movimiento de retirada,
dudablemente, esta descripción de las características eSl?e- que puede irrumpir en cada instante sin que su ,aparición

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sea . previsible. (Piénsese en Schreber cuando habla de los oír precede al aprehender, pero el deseo de aprehender-com-
rayos de Dios.) Vemos que la problemática perseguido-per~ prender al signo decide de ahí en más el efecto de lo oído.
seguidor, que solo puede elaborarse después del reconocí.. Como origen de la catectización del lenguaje encontramos
miento de un «exterior a sí» en el que se desplaza el Otro, el deseo de volver a hallar la presencia de un signo refe-
determina que la acción persecutoria se manifieste ante el rente al deseo del Otro. Catexia que preanuncia la del signo
sujeto como la prohibición de separarse de ese exterior a sí, lingüístico, lenguaje primario de caracteres muy precisos.
de poner distancia entre él y el otro. Es por esa razón Si designamos como significante primario, en forma abusiva,
que lo originario ignora al perseguidor, que sólo puede ser a las series fonemáticas escuchadas y que no constituyen aún
una construcción de lo primario. «Amar al objeto malo», tal frases, diremos que lo que caracteriza a estos significantes
es el veredicto ignorado que se impone el perseguido. so primarios es el hecho de connotar en todos los casos y exclu-
La finalidad de este esbozo de la relación que podrá mante- sivamente solo dos «significados»: 1) El primero engloba
ner el sujeto con el objeto persecutorio era esclarecer la po- un conjunto de representaciones dé' quien percibe, que son
sible relación de la actividad primaria con el objeto voz. Oh. equivalentes: lo designan como el objeto deseado, aquel cu-
jeto que tampoco podrá faltar a partir del momento en que ya experiencia de placer es la meta del deseo del Otro. 2) El
se le atribuye la función de hacerse signo de la intención segundo engloba al conjunto contrario: las representaciones
proyectada inicialmente sobre el pecho, luego sobre la madre mediante las cuales la experiencia de placer se presenta co-
en su función de portavoz. Que este signo pueda ser fuente mo meta a la que apunta el deseo del Otro.
de un afecto de displacer concuerda con la lógica de lo Esto implica una primera, aunque ambigua, diferencia entre
primario, pero, en el lenguaje de lo primario, el hecho de la voz como objeto libidinal y la significación de lo que
que 10 que aparece en lo «exterior a la psique» pueda no ser ella epuncia y que puede connotar dos significados contra-
signo de un deseo es un enunciado informulable: como con- dictorios. Un primer fragmento del campo semántico se abre
secuencia de ello carecerá par·a él de existencia todo 10 que camino en la psique gracias a estas significaciones primarias
en este espacio no puede ser modelado de tal forma que a las que el analista debe SU propio descubrimiento del sen-
confirme su postulado. tido del que da testimonio toda fantasía. El Yo puede perci-
bír, aunque lo haga para calificarla como a-sensata, la inte-
ligibilidad de la imagen, de un sueño, de una fantasía, de
un ensueño, debido a que puede descubrir en ellos la pre-
5. Los signos y el lenguaje de lo primario sencia de una razón que, por más que no es la suya, obede-
ce de todos modos a cierta lógica. El puede negar esa lógica,
Esta serie de signos que informan a lo primario acerca de considerarla como efecto de un cuerpo extraño (el síntoma),
la intención del deseo del Otro constituye el sistema prima- desconocerla; en todos los casos, sabe que, al hacerlo, se
rio de significaciones que dan sentido a las construccio- defiende contra la inquietante extrañeza que provoca todo
nes que realiza. Con lo primario comienza a abrirse camino fenómeno que se encuentra demasiado cerca del ser y es
lo 'lue seguirá constituyendo lo específico y esencial del Jen- a la vez demasiado diferente del conocimiento que se posee
guaje: ser dador y creador de sentido. Al pecho primordial de él: ser y conocimiento aluden aquí al propio Yo.
percibido como continente del conjunto de los objetos que Para todo analista, es evidente que 10 primario es una crea-
son fuente de excitación erógena se le añadirá un último atri- ción de sentido. Más importante es subrayar lo que se ori-
buto, que, al agregarse a sus predecesores, los ubica en una ginará en la copresencia de un lenguaje en el que se encuen-
relación de equivalencia: este último atributo es su poder tran presentes significaciones primarias que dan lugar a pro-
de «hacer» sentido, de engendrar los signos que la psique ducciones psíquicas acordes con la lógica de la fantasía y,
recibe como mensaje de un deseo que, a partir de ese mo- ,paralelamente, a producciones psíquicas que tienen en cuen-
mento, decidirá cuál será el afecto de la respuesta a la exci- ta las significaciones secundarias, lo que implica un cono-
taci:>n, cualquiera que esta sea. Solo si se convierte en men- cimiento por parte del sujeto de 10 que el signo lingüístico
saje de amor del Otro, lo oído podrá ser fuente de placer: el significa para los otros.

100 101
6. Los signos y el discurso de los otros aC~IOn-. Correspon?e ~,:ñalar que este intervalo nunca per-
nnte una deserogemzacion total de la función alimenticia
que en ciertos casos puede volver a presentar la intensidad
Para 9ue s~a I?~si?le una dis~inci6n entre el signo primario
y. el sIgn? hngUIStICO, se requIere que la psique perciba que de su erogenización. prim.era. ~in. embargo, permite que la
boca preserve su eXistenCia pSlqulca como parte del cuerpo
Slg~~s <hferentes, ~ no ya dos signos contradictorios, SOn
emltld~s por un mIsmo enuncian te. Esta posibilidad de que
propio, y que la búsqueda .de un signo, o su rechazo, pueda
una ~Isma voz sea fuente de mensajes diferentes induce a instrumentarse en un abamco compuesto por toda una serie
de otras actividades y de otros objetos soportes de la deman-
la ~SIq~~ a .~poderarse. de un determinado saber acerca de
la slgmfIcaclOn no arbitraria del enunciado; ello determina da infantil. De es~ modo, el sujeto se protege del riesgo de
que el signo lingüístico se convierta en el instrumento qUe tener que renuncl~r a tod~ funci6r: d~ ingestión y pone a
podrá ser utilizado por una demanda que, más allá del obje- su alcance una s:ne de objetos SUStlt~tlVOS que le permiten
to esperado, busca en el sÍ, en el no, en el quizá, la raz6n de preservar determmados placeres esenCIales para la vida tras-
la respuesta proporcionada. Lo que satisface a la demanda firiendo e instrumentando sobre otros soportes su demar:da de
un placer, cuya eventual ausencia ya no coincide obligatoria-
ya no es excl.usi'Y~me~,te el objeto, o el sí o el no, sino lo que
mente con la necesidad de rechazar el 'alimento.:n Otro he-
le ~evela la slgmhcaclOn que ella atribuye a la respuesta. Los
cho igualmente importante es que estos objetos sustitutos
o?Jetos demandados se. convierten en los instrumentos gra-
permiten una organización más elaborada y estratificada del
CIas ~ los cuales se mamfiesta un deseo que se reconoce como
argumento fantaseado. La organizaci6n fantaseada instaura-
propl~ o. como del O.tro: el sí mismo y el Otro ya no sOn
metommIas de los objetos demandados sino que designan al rá las referencias que le permitirán al fantasean te cohabitar
con pulsion~s difer~ntes, n~ estar fijado ya a un represen-
~gente que dese,:" demanda, rechaza, espera, niega, los oh-
tante exclUSIVO, ubIcar los Jalones de una primera localiza-
J~tos: la separaclo~ entre el registro de la demanda y el re-
ci6n en la sucesi6n de sus experiencias, embri6n necesario
gIstr? del deseo solo. encontrará su forma acabada en y a
para el acceso del sujeto a la temporalidad, a una historia y
traves de lo secundano, pero vemos ya que infiltra el campo
de lo primario. a la problemática identificatoria característica del Yo.
Ello tendrá dos consecuencias esenciales: 2. En el registro de la escucha se manifestará también una
diferenciaci6n fundamental. Mientras el signo primario re-
mitía a una serie sonora que solo poseía dos significaciones
1. La variedad y la sustituci6n de los objetos de demanda se añadirá s~cundari~mente la intuici~n ,de que para la qu~
sob~e. !os que se instrumentará el deseo; lo que implica la los pronuncJa estos slgnos no son eqUIvalentes, que a través
POSIbIlIdad de que ?bjetos que son parte del cuerpo --el pe- de ella y para ella están vinculados con un sentido que de-
ch?,. la .boca, la mIrada, la escucha-, ,al perder su funci6n pende :Iel tipo ~e palabras efectivamente pronunciadas. Apa-
pnvIlegIada de soportes exclusivos del deseo conserven sin rece aSl, precediendo al conocimiento de la significaci6n li-
e.mbargo para la psique su carácter de existe~tes y, más par- teral del enunciado, un conocimiento relacionado con la
t~cularme~te, en lo que concierne al propio cuerpo, sigan posibilidad de enu.nciados múltiples y no idénticos. Este mo-
SIendo eXIstentes cuya actividad es posible preservar. Si se mento de transición señala el pasaje del signo primario al
acepta que no .habría vida alguna si de un modo u otro, pa- signo lingüístico, y es también momento límite entre una
r~ ~na m~tancla u otra" no estuviese. presente un. placer de primer~ for:na de la actividad psíquica regida por el postu-
VIVIr manIfestado a traves de la cateXIa de las funCIones vita- lado pnmano y una forma de actividad que preanuncia a ]a
les, a partir del momento en que la actividad de comer. u posterior. En la relaci6n con el lenguaje, este momento de
otra actividad, deja de ser en forma exclusiva la fund6n tra~~ición se diferencia por el hecho de que, como mensaje
necesaria. p:=tra la. ingesti6n de un signo causa de placer, emItido por el que anuncia, el enunciado puede ser recono-
put1de eXlstlr un mtervalo entre el funcionamiento alimen- cido como diferente de la significaci6n que le atribuía el siO'-
ticio y la funci6n er6gena de la boca ---que se manifestará • • •
no prImarIo, mlentras que, independientemente de lo que se
b

en el contacto de los labios, en la palabra o en alguna otra comprende de su contenido manifiesto, se le sigue solicitan-

102 103
do al enunciado que atestigüe la verdad del deseo del entln- constituirán producciones psíquicas que merecen el califica-
ciante, que revele el mensaje'de 10 no dicho. tivO con el que Freud designaba a la fantasía.
Estas producciones «mixtas» son pensamientos conscientes
Podemos resumir del siguiente modo estas dos etapas suce- enunciables y enunciados por el niño que, en un plano dado,
sivas recorridas por la actividad psíquica en su acceso al respetan y toman en consideración la significación litera 1 de
lenguaje: lo aprehendido y de lo dicho, y que, en un segundo plano,
muestran ora que lo dicho logra no ser contradictorio con
a. La primera es, a su vez, resultado de una sene de dife- la lógica del postulado primario, ora, en el cas? inverso, ql;'e
rencias previamente aceptadas: el niño al mismo tiempo da fe a otro enunclado, tamblen
consciente, que confirma este postulado, enunciado que el
Sí mismo-exterior a sÍ- observador considera contradictorio con el primero. Y el
Boca-pecho. niño ignora dicha contradicción sin por ello reprimir ningu-
Placer del uno-deseo del Otro,
, no de los dos enunciados.
Cualquiera que sea el sentido manifiesto de la serie sonora, Durante una fase de su existencia, al parecer, el niño se ve
se la percibe como signo de un deseo del pecho y, entonces, frente a la exigencia de apropiarse de un saber acerca del
de un deseo del Otro de ofrecer placer, o como signo de su lenguaje y de conocer así la signific.ación ~el. ~isc~rso ma-
intención persecutoria. Se produce, de esta manera, una terno, mientras que rechaza estas n:lsmas slgn.lfIcaclOnes .;n
percepción de significantes que refieren a solo dos referen- todos los casos en los que contradIcen una lnterpretaclOn
tes posibles. que sigue identificando lo que es causa del mundo con la
omnipotencia del deseo. ._
b. En la segunda etapa, se le reconoce al signo la posibili- Durante un período más o menos prolongado, el mno solu-
dad de significar diferentes cosas para el enundante, y de sig- cionará en forma original esta exigencia contradicto~ia: es-
nificarlas en función del material particular del enunciado. cindirá la significación y el sentido imputado a lo dlcho de
modo tal que será capaz de proporcionar una respuesta
La consecuencia será una primera compr,ensión del enun- acorde con la significación de la demanda, al par que otor-
ciado: sin embargo, la importancia de los fragmentos del O'ará a su respuesta, aparentemente pragmática, un sentido
sentido manifiesto percibido o la totalidad de la frase com- que solo él conoce. Ello le permite adecuar su respues~a
prendida es menor que la del interrogante que se le plantea al principio del placer y lograr que no .$C.a. contradlctona
al que escucha respecto de la intención del enundante. Con con el principio de realidad, encontrado lTIIClalmente como
anterioridad a la formulación de un: «¿ Qué dice ella?», o de una exigencia de los otros.
un «¿ Qué significación comporta lo que dice?», surge un: Se verá entonces que el niño, que actúa conforme a las de-
«¿ Por qué habla ella?», «¿ Qué quiere decir la oferta de su mandas paternas y a sus conminaciones, dará a sus actos
palabra o la negativa a pronunciarla?». un sentido que podríamos designar mágico, y que no es
Sin embargo, la catexia líbidinal permanece separada de la más que el resultado de pensamientos acordes con el p,?stu-
búsqueda de significación, y conserva la prioridad. Diga lo lado de lo primario. A ese precio, podrá aceptar, por eJem-
que diga, la voz será percibida siempre como deseo de placer plo, que se le niegue la posibilidad de jugar .con sus excre-
o como intención persecutoria; el sentido libidinal ha obte- mentos y que se le obligue a hacer sus neceSIdades a horas
nido primacía sobre la significación lingüística, pero, de to- fijas: la negativa será trasformada en prueba del deseo del
dos modos, le abre camino: lo hace al inducir a la psique a Otro de reglamentar su poder de excretar o, a la inversa, la
admitir que esta significación existe, que forma parte del bacinilla se convertirá en un recipiente mágico que tras-
patrimonio del portavoz, y que no deja de relacionarse con forma las heces en oro. Lo contrario también es cierto: el
la qferta o la negativa presente en su respuesta. enunciado que expresa el amor de la madre puede ser pe::-
A partir de este momento, en que la psique reconoce las fectamente escuchado e interpretado en nombre de ut;, sentl-
significaciones que los otros otorgan a los enunciados, se do que lo convierte en testigo de su deseo de captaclOn.

104 105
Paralelamente a las significaciones manifiestas que el mno y otro caso la actividad psíquica pondrá esta información
escucha y que utiliza, se desarrolla otra secuencia que él al servicio del propósito que precedía su entrada en escena.
conoce y que redobla al primer discurso. La designación de El cambio de meta solo podrá producirse a partir del mo-
la cosa está escindida: a la designación que le atribuye el mento en que la nueva meta pueda garantizar que ofrece
discurso se le añade el sobrenombre (en el sentido jerárqui. una mejor forma de placer. Otra forma pero igual resultado:
co, sentimos la tentación de decir) que le otorga el discurso garantizar una «prima» de placer.
infantil y que la convierte en su cosa, es decir, en un objeto El proceso primario designa al modelo de acuerdo con el
provisto de un poder maléfico o benéfico responsable de su cual funcionará la actividad psíquica -a partir del momento
respuesta afectiva frente a ella. Debemos insistir en la co,- en el que se impone el reCQnocimÍento de una primera dife-
presencia de esta doble designación: su sobrenombre de la rencia entre dos espacios y dos deseos: primera acción de
cosa y su nombre para los otros no se anulan, escinden de un juicio de realidad que en esta etapa concierne solamente
un nuevo modo al objeto que, en forma sucesiva y simultá_ a la separación que puede aparecer entre dos soportes de-
nea, puede ser el uno y el otro. Las dos designaciones se dis_ seantes, aquel en el que se reconoce el fantaseante y aquel
tanciarán recién en un segundo momento, en el que se ins- mediante el cual se presenta el deseo del Otro.
cribirán en espacios separados; previamente, la escisión ope- Esta primera percepción de la posibilidad de una dualidad
ra, en el int~rio~ de lo mismo: misma cosa, mismo espacio, abre el camino a un trabajo de la actividad psíquica cuyos
m1sma conClenCla. Ello dará lugar a otra escisión que cOn- momentos fecundos coinciden con la asunción de una serie
cierne al enunciante que habla y actúa un doble <iiscurso y de diferencias que, según el orden temporal, es posible enu-
una doble acción: doble discurso, ya que en el momento merar del siguiente modo: 1) la diferencia entre dos espa-
en que acepta llamar padre y madre a sus progenitores y cios psíquicos; 2) la diferencia entre los dos representantes
tiene acceso, así, a la significación de estos términos, sigue de la pareja parental; 3) la diferencia deseo-demanda; 4)
llamando madre a aquella a la que le dice abiertamente que la diferencia de los sexos, y, finalmente, 5) la diferencia
quiere ser su marido; doble acción, puesto que, al mismo entre significación primaria y secundaria.
tiempo, puede quizás aceptar beber agua en lugar de leche En cada caso, la diferencia reconocida implica que la psique
y decirse que este agua surgió del pecho materno. reorganiza el lugar a partir del cual ella se presenta como
Esta doble presencia de una significación secundaria y pri- agente de este reconocimiento; consecuentemente, implicará
maria que coexisten ·a cielo abierto durante una fase de la la reorganización de la representación que forja acerca de
vida infantil es un fenómeno que exige atención. Da testimo- su relación con el mundo.
nio de otra dualidad: principio de placer y principio de Es posible ilustrar así la dualidad principio de placer y
realidad, cuyos efectos atraviesan de parte a parte todas las principio de realidad, al considerar su relación con el con-
producciones psíquicas más allá de lo originario y señalan que cepto de diferencia, diciendo que el principio de realidad
lo secundario, efectivamente, coexiste en un primer momen- está intrínsecamente unido a la categorIa de la diferencia
to con lo primario y pacta con su lógica. mientras que el principio de placer tiende -a ignorarla. El
Adecuar el discurso que habla la realidad a la lógka de lo primero exige q1J.e todo elemento pueda diferenciarse, ser
primario es el primer obJetivo del proceso secundario. Re- situado en relación con el antes y el después,con lo mismo
conoce el poder autónomo del discurso, no puede negar que y la alteridad, con la unidad y el conjunto. A la inversa, el
es I:0rtador d~ significaciones, pero intentará interpretar el principio. de placer organiza un campo en que la diferencia
conjunto del SIstema que ellas constituyen según una lógica tiende a anularse, el después a presentarse como el retorno
contradictoria con este mismo sistema. Lo primario presu- del antes, la alteridad como identidad, el todo como ampli-
pone .e,l rer:onncimiento de un exterior cuya presencia y se- ficación de unidad. Sin embargo, corresponde señalar un
paraClOn no pueden ser anulados; lo secundario el recono- hecho que, en nuestra opinión, tiene mayor importancia: en
cimi~nto de un discurso portador de significaci~nes no ar- efecto, si el reconocimiento de un «exterior a sÍ» precede,
bitrarias, que lo informa. acerca de cuál será el nuevo postu- corno 10 hemos afirmado, el comienzo de la actividad de lo
iado lógico que se verá obligado a tomar en cuenta. En uno secundario, se deduce de ello que el principio de placer y el

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principio de realidad se encuentran presentes desde un pri- JIlO siga pagando tributo a una representación del mundo
mer ~o~;nto en l~ primario..L:, secundario deberá ponel' que persiste como objeto de una nostalgia que lo lleva, pe-
el prmcIplo de realIdad al servIcIo de un placer que la ill!;- riódicamente,ª soñar que podría re apropiarse de ella, ade.
tancia que e~te principio constituirá -el Yo-- sentirá .ell cuarla a su proyecto ... y conducirlo a la misma derrota.
toda oportu~l1~ad en que su construcción sea acorde con un La imagen de palabra y el mestizaje que ella impone a estas
po~tulado dIstlI'~tO de aq~el que funda la lógica de la fan- producciones de lo primario para las que hemos propuesto
ta~la. Lo expenmentado Impone a lo primario el reconoci_ el calificativo de primario-secundario nos han llevado a ha-
mleI?-t~ .del «otro !ugar»: decíamos por ello que ya supone blar del Yo, cuyas funciones y estructura analizaremos.
un J.UI~l(? de realIdad, y la acción del principio de placer Lo dicho acerca de esta fase de la actividad psíquica, en cu-
conSlsnra en a~ecuar este «otro lugar» a la representación yo trascurso asistimos a una coexistencia transitoria de dos
del mundo .r~rJada po~ 10 primario: podría ignorar así lo representaciones de la relación sujeto-mundo, que secunda-
que determIno la necesIdad de su entrada en funciones. riamente deberán separarse, explica por qué esta separación
El fa~taseo propio de lo primario opera a partir de una de- necesaria nunca es absoluta. No solo la representación pri-
negacIón, pero la razón de ser de esta última es la existencia maria de la idea puede irrumpir siempre en el espacio del
de la. admisión fugitiva y previa de algo sabido, visto, apre- Yo, sino que también el Yo se encuentra bajo el doble do-
he.ndld?, que se remodela. Como fundamento del proceso minio del principio de realidad y del principio de placer:
pnmarIO, observamos el trabajo de los dos mecanismos fu n- las significaciones primarias de las que el Yo nada quiere
dameI?-t:";.les del fun~i.?namiento psíquico: la denegación y saber no dependen de su p,ertenencia al registro de lo pri-
la eSClSIon. Denegaclon de la autonomía irreductible de lo mario,'a2 sino del hecho de que conciernan a un «saber», una
«;xterior a sí», escisión entre lo que la experiencia preanun- ilusión o un anhelo que darían lugar, en el Yo, a un senti-
Cla y revela y lo que la figuración representa, deniega y miento de displacer porque implicarían un riesgo para sus
se oculta. referencias identificatorias.
~stos dos mecanism~s, q;te operan desde que entra en fun- La particularidad del Yo será poder diferir el placer espe.
CIones ~l proc~so pnmarIo, ~o desmienten sino que, por el rado e, igualmente, poder huir de su propia tensión y aten-
contrario, confIrman el mestIzaje que les impone la toma en ción soñando con la satisfacción que anhela.
consideración de la imagen de palabra. Este poder de ensueño es una necesidad de su funcionamien-
Desde su entrada en escena, en consecuencia se debería to, una exigencia de su estructura, los momentos de tregua
hablar de un proc~so primario-secundario, de~ignando de durante los cuales suspende la acción, tanto si se trata de
.
esa manera al conjunto de representaciones ideicas, o de un hacer como de un pensar, para soñar la inutilidad de la
pens~mlentos, ql;le pos~en la cualidad de lo decible y de lo acción, para volver a dar lugar fugitivamente a la ilusión
consCl;r:te, al mIsmo tIe~po que pueden seguir sometidas a de una oferta que precedería -a toda demanda, de una reali-
una 10gI~a e~ la que pru:.n.a el postulado de 10 pr-imario. zación que precedería a todo deseo. Aun en el trascurso de
Entre PrImano 't, sec;mdarlO se debe postular la posibilidad la actividad teórica más catectizada y rigurosa, el teórico
~e una. transacclOn sIgnada, en una primera etapa, por una puede, y quizá necesita, levántar los ojos e imaginar: el
mstancIa cnpaz de comprender una significación conforme a teorema demostrado, el Premio Nobel ofrecido, un viaje
la lógica del discurso y de r:spon~er a un sentido que otorga a Marte, el retorno del amado.
un poder total al deseo; sena posible considerar que se trata La acción esencial de la represión, obra del Yo, es permitir
de un~. «enfermedad infantil» del Yo, de la que este cur~rá. que estos momentos de coexistencia en la misma instancia de
Y es CIerto, en efecto, que ese mismo Yo deberá no impedir los dos principios sean solo «momentos-enclaves»: reservas
qu~ la representació~ de este «sent~do?> se oper~, lo que no de ilusiones gracias a las cuales el Yo vuelve a encontrar
esta en su poder, smo lograr repnmIr esta representación sus fuentes y sus precursores familiares, se sumerje de nuevo
cua:pdo ponga. en peligro la coherencia de su proyecto. De en su propia infancia, olvida su aceptación de una poster-
todos :nodos,. r.:uan~o s~ presta atención -a lo que, una vez gación que siempre implica una diferencia entre lo anhela-
conclUIda la mfancIa, dIce el Yo, se comprende yut:: este últi- do y lo obtenido.

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Decir que ya en lo primario se abre camino el princIpIo de En efecto, el descubrimiento de esta condición del hombre
realidad, presente desde que se produce un reconocimiento ¿ no es realizado acaso por un sujeto hablante que logra de~
de lo «exterior a sí», confirma la precocidad del papel ele finir mediante el lenguaje lo que el lenguaje debía en parte
prótesis que desempeña la psique materna y su discurso que ocultar? Al proponer el término «pictogr'ama», ¿ no inten-
se anticipa al Yo, impone a la psique una interpretación del tamos acaso pensarlo y decirlo mediante una hipótesis y una
mundo que implica una violencia para él y permite, así, la construcción que son obra del Yo? A nuestro parecer, -el
organización de un espacio al que el Yo pueda advenir. origen de la confusión reside en la dificultad del sujeto (in-
cluido el teórico) de aceptar que lo que se encuentra dentro
Concluye aquÍ nuestra exposición del funcionamiento del del poder de su conocimiento, y, por ende, del discurso no
proceso primario. Nuestro objetivo se limitaba a señalar los se acompaña ipso lacto de un poder de modificación que la
movimientos de este comienzo de partida que se juega entre ilusión del Yo querría trasformar, en un poder de pura y
la psique y los elementos que le proporciona el discurso del simple anulación.
portavoz, partida que prosigue durante toda -la vida, y no Modificar la realidad -psíquica o del mundo-- forma par-
concluye ni siquiera con el jaque mate que impone la muer- te, justificadamente, del proyecto del Yo, pero a condición
te al discurso del sujeto singular. Su sucesor se verá con- de que se recuerde qué quiere decir modificar.
frontado desde un primer momento con la memoria de un La modificación no destruye lo anterior. Modificar el gra-
discurso del que los otros guardan recuerdo, discurso que nero para convertirlo en, biblioteca o el palacio para con-
imponen al recién llegado bajo la forma de un destino ge. vertirlo en hotel no es destruirlos: es respetar las caracterís-
nealógico ya preformado por ellos. El sujeto tendrá algo que ticas del granero o del palacio pero cambiarlas para hacerlos
decir en relación con este destino, pe'ro aunque expresara más aprovechables o habitables. Debemos comprender tanto
entonces el rechazo categórico de aceptarlo, mostraría aun la necesidad de una modificación que permita que el mundo
que su historia, tal como el sujeto la construye, permanece y el espacio psíquico propios se conviertan en habitables pa-
ligada a la respuesta que da a la prehistoria que es solo el ra el Yo, como los límites que su obra de modificación
reinicio de la historia de los predecesores. inevitablemente encuentra. Estas modificaciones que debe-
Entre el comienzo y el final de la partida" de todos modos, mos al trabajo 'de «puesta en sentido» del Yo son tanto más
el juego es siempre agitado e imprevisible: la idea-pensa- esenciales cuanto que esta instancia puede distan~íarse de
miento, la puesta en escena figurada, el pictograma, coexis- sus precursoras y la actividad secundaria reducir las pro-
tirán en forma simultánea. La continua experiencia corre- ducciones de lo primario que se abren camino entre las
lativa a este encuentro entre el sujeto y el mundo se tradu- propias. '
ce en forma igualmente continua a través de estas tres pro- Reducción, sin embargo, no quiere decir anulación: se com-
ducciones. Ninguna de ellas abandona nunca su tendencia prueba la persistencia de la actividad de lo primario en lo
y su esperanza de eliminar toda SQncurrencia, de lograr una secundario, y la imposibilidad de que estos dos procesos evi-
satisfacción que solo podría ser total si fuese la única pre- ten un efecto de interacción. Lo que se modificará es el lu-
sente, y si pudiese hacer callar las exigencias de los otros gar cada vez más reducido que otorgará lo secundario a una
procesos e instancias psíquicos. representación del mundo acorde con un postulado hetero-
Es por ello que el pensamiento, la figuración primaria y el géneo respecto del propio, sin que pueda nunca excluirla
pictograma conServan en forma más o menos abierta una en forma definitiva.
relación conflictiva. Lo que Qbliga a privilegiar la idea-pen-
samiento depende de la relación específica que une la activi-
dad de 10 seéundario con el conocimiento y, también, de la
paradoja propia de esta relación. Cuando Lacan afirma que
el ~ujeto que habla es antes que nada un sujeto hablado,
~nuIicia una verdad indiscutible, pero, en nuestra opinión,
esta afirmaci6n esclarece solo un aspecto del fenómeno.

110 111
catectizados por la libido son los que, a posteriori, dan naci-
4. El espacio al que el Yo puede miento al Yo al designarlo como el que los codicia, los posee,
los rechaza, los desea; 5) el deseo del padre (del niño, por
advenir ese niño).

2. El portavoz ~
Este término define la función reservada al discurso de la
1. La organización del espacio madre en la estru~turación de la psique: portavoz en el sen-
al que el Yo debe advenir tido literal del término, puesto que desde su llegada al mun-
do el infans, a través de su voz, es llevado por un discurso

""""--"'- -
Todo sujeto nace en un «espacio hablante»: por ello, antes
de abordar la estructura del Yo como instancia constituida
eor el discurso, analizaremos las' condiciones necesarias para
que ese espado le ofrezca al Yo un «hábitat» conforme a
que, en forma spcesiva, comenta, predice, acuna al conjun-
to de sus manifestaciones; portavoz también, en el sentido
de delegado, de representante de un orden exterior cuyas
leyes y exigencias ese discurso enuncia. Ya hemos dicho lo
sus exigencias. suficiente del objeto-voz y de la función que debe la voz a
El estado infantil d(!termina que entre esta psique singular su carga libidinal: podremos interrogar aquí, entonces, al
y el «ambiente psíquico» intervenga como eslabón interme- discurso efectivo de la madre, como portador de significa-
dio un «microambiente» --el medio familiar o el que lo ción, y volver a ocuparnos de una formulación planteada y
sustituye- que, en un primer momento, será percibido y dejada en suspenso: el papel de prótesis de la psique de
catectizado por el niño como metonimia del todo. Ese mi- la madre.
núsculo fragmento del campo social se convierte para él en En una primera fase de la vida, la voz materna es la que
equivalente y reflejo de una totalidad cuyos caracteres di- comunica entre sí dos espacios psíquicos. Sin duda, es po-
ferenciales descubrirá recién al cabo de una serie de elabo- sible referirse a la prematuración cara~terística de nuestra
raciones sucesivas. Debemos definir entonces los parámetros especie, lo que no hace más -que confirmar que el niño no
característicos de este microambiente, la organización de las viviría si, desde un primer momento, los dos principios del
fuerzas libidinales que recorren su campo y, más particular- funcionamiento psíquico no actuasen en el ambiente en que
mente, la acción, para y sobre la psique del infans-niño, de debe vivir para adecuarlo a las exigencias de la psique. El
los dos organizadores esenciales del espacio familiar: el anti lisis ha demostrado que la necesidad de la presencia de
discurso y el deseo de la pareja paterna. un Otro no es en absoluto reductible a las funclO~­
En forma sucesiva, el análisis de ese medio psíquico privile- le~eª-ar .. Vivir exige, sin.slu~a.l la satisfac-
giado por la psique del infans y que marcará su destino ción de una serie de neceSidades de las que el m ans no ue-
aludirá a estos factores: 1) el portavoz y su acción represora, de ocup~se en forma autónoma; pero, ..!:. mismo E!9do.....!,e
efecto y meta de la anticipación característica del discurso exige una res ueclta a las «necesidades» de la )SI ue. De n~
materno; 2) la ·ambigüedad de la relación de la madre con ser así, y pese al esta o e prematuración que o caracterI-
el «saber-poder-pensar» del niño; 3) el redoblamiento de la za, ~ infan~ede, perfec~a~en.te, decidir rechaz::r, la. vide:.
violencia, que impone aquello que, parafraseando a Schre- Tanto si se trata de lo ongmano como de lo pnmano, en
ber, llamamos «lenguaje fundamenta!», es decir, ]a serie de su principio de funciona""ñi'leñtOño hay prematuraci6n aJJIu-
enunciados «performativos» que designarán a las vivencias ~Lo que sorprende es que sU-producción esté, desde l.!:,n
y que, por ese solo hecho, trasformarán el afecto en sen ti- primer momento, acabada: en el registro de la representa-
miel"} to; 4) aquello que, desde el discurso de la pareja, retor- ción pictográfica y en el de la puesta en esc:en~ fantasea~,a,
na' sobre la escena psíquica del niño para constituir los pri- este infans, que necesitará años para constItUlr la funclOn
meros rudimentos del Yo; estos «objetos» exteriores y ya
113
112
característica de lo secundario, muestra la perfección y la dueen a un problema central relacionado con el trabajo de
elaboración sin fallas de construcciones que luego se repeti_ la represión.
rán fielmente. Si es cierto, como lo postulamos, que lo que el infans meta.,.
Pero la experiencia analítica demuestra que el funciona_ bol iza en una pura representación de su rela-ción Con el
miento de estos dos procesos exige la presencia de un mate- mundo es un objeto que inicialmente habitó -para utilizar
rial modelado pOl: una tercera forma de la actividad psí- un término de BÍon- en el área de la psique materna, se
quica, el proceso secundario, que, por su parte, actúa en un deduce que se trata de un fragmento del mundo, conforme
espacio heterogéneo. Los materiales de la representabilidad a la interpretación que la represión le impone al trabajo de
del pictograma, de lo escénico de la figuración, están cons. la psique materna, remodelado para· tornarlo homogéneo a
tituidos por objetos modelados por el trabajo de la psique la organización de 10 originario y de lo prÍri:lario. Ello impli-
materna. Es posible afirmar que representante y «director ca que lo que será meta balizado en una representación a la
de escena» metabolizan los objetos de experiencia y de en- que la represión no ha alcanzado aún es la representación
cuentro en productos radicalmente heterogéneos a la «reali- de un objeto modelado por el trabajo de la represión. Es
dad» del objeto; sin embargo, se debe añadir que, para que posible decir, pues, que la psique «toma en sÍ» un objeto
estos mismos objetos ejerciten su poder de representabilidad marcado por el principio de realidad y 10 metaboliza en un
y de figurabilidad, se requiere que hayan sido marcados, de objeto modelado exclusivamente por el principio de placer,
un modo u otro, por la actividad de la psique materna. Esta pero que en esta operaci~n se. ,manifi~sta una difer~ncia
les otorga un índice libidinal y, de ese modo, una jerarquía (p. ej., la que separa la satIs~acclOn alucIna?a de la sattsfac-
de objeto psíquico, conforme a 10 que llamamos las <<nece- ción real), un resto (el que Induce a la pSIque a reconocer
sidades» de la psique. Podemos decir así, que paradójica- la presencia de un otro lugar-mismo lugar I[ailleurs-meme]) ,
mente, el objeto, que se ofrece como único material acorde que se inscrib~rá en su espa~io a t,r<:vés d~ ~n signo. E~te no
con el trabajo del proceso originario y del proceso primario, dará testimOnIO de una realIdad Ílslco-objetlva determmada,
tiene que haber sufrido un primer avatar que debe a los sino de la interpretación del mundo y de sus objetos carac-
procesos secundarios de la madre. Paradójicamente, puesto terística de la madre, por ambiguo o confuso que sea este
que lo que caracteriza a 10 originario y a 10 primario, en su testimonio.
primera fase, será el hecho de ignorar o induso de borrar el Lo hum~,se..Ql.!.'!~.t~!'i~_.Eq! ~IJ)~Shp9~ confrontar desde
efecto de este trabajo para lograr que lo representado y lo erDrigen a la actividad psíquica con «otro lugar» que se pre-
figurado se adecuen a las exigencias de sus postulados res- ~Iitará.bajó hCforrrüi qüeTEiiñ~póné él discurso que lo habla;
pectivos, mientras que la huella que la madre deja sobre el este-dii;cttrso prueba así la acción que cumple la represión.
objeto constituye una condición previa necesaria para estas E1-'sulero'débc"·Iencóntrarsu lugar en una realidad definida
dos metabolizaciones. por enunciados que, mientras nos mantenemos fuera de la
Se reconocerá aquí el aporte de la teoría de Lacan: en efec- psicosis, respetan 1",; barrera de la. r~pre~ió~ y ayudan :=t s~
to, podríamos decir que el objeto es metabolizable por la consolidación. Es CIerto que 10 onglnano Ignora el prInCI-
actividad psíquica del infans solo si, y en la medida en que, pio de realidad, que el proceso primario tiende a someter-
el discurso de la madre le ha otorgado un sentido del que lo al objetivo del placer; pero también se comprueba que
su nominación es testimonio. En ese sentido «ingerido» con los que tienen acceso al campo de la psique son objetos mo-
el objeto, Lacan verá la introyección originaria de un signi- delados previamente por este pr.incipio, que, de este mod?,
ficante, la inscripción de un rasgo unarío. Y es cierto que interviene desde una fase extremadamente precoz de 10 ptl-
lo que el infans ingiere es también, siempre, una palabra o mario. Decir que al alucinar el pecho la psique le impone
un significante. Pero po coincidimos con él en lo atinen- una metamorfosis radical es evidente: también es cierto,
te al destino de esta incorporación: lo originario ignora al aunque distinto, que lo que es metamorfoseado es lo que
. significante, aunque este último constituye el atributo nece- el pecho r:epresenta para la madre. En ~~te segundo caso, la
sario para que el objeto se preste a la metabolización radi- metamorfosis afecta a una representaclOn que es obra del
cal a que lo somete este proceso. Estas consideraciones con- principio de realidad, principio que,. al contraponer su pro-

114 115
pía resistencia a las prooucciones de lo primario, le a?rirá representante del Otro, los que: consti!uirán una inst~ncia y
camino a algunos de sus precursores. Por fragmentarIos y delimitarán su topos en. la pSIque. Sm e~barl?0.' eVIdente-
desorganizados que sean, de todos modos estos equilibrarán mente no es posible consIderar a ese materlal ongmado en el
la omnipotencia exclusiva y autónoma que lo primario en discurso de la madre como puro y exclusivo ef~cto de lo
vano reivindica. secundariQ, libre de todas las huellas de su proplO pasado.
La función de _prótesis de la psique materna permite que Examinaremos la acción de estas huellas, su efecto sobre
la psique encuentre una realidad ya modelada por su acti- ese demandante de objetos que es el infans. Con ese propósi-
vidad y que, gracias a ello, será representable: la psique to consideraremos qué significa ser madre para aquella que
remplaza lo carente de sentido de un real, que no podría te- a~epta la función de tal.
ner status alguno en la psique, mediante una realidad que
es humana por estar catectizada por la libido materna. Solo
gracias a est~ trabajo previo, tal realidad es remodelable por 3. La violencia de la antici paóón
lo originario y lo primario. Lo que lo primario .0, mutatis (la sombra hablada)
mutandis, la psicosis remodela no es 10 real, SI por real
entendemos lo inconocible de la cosa en sí: remodela la Volveremos a ocuparnos de nuestro concepto de violencia
realidad tal como la define el discúrso, es decir, la realidad primaria, tal como .10. ejerce ~n di~curso que se anticipa a
de y pata 'el discurso del Otro, que es la única que puede todo posible entendImIento, vlOlen~la que es, empero, nece-
prestarse al trabajo de la psique, cualquiera que sea su prin- saria para permitir el acceso del sUJ:to. al orden de ~o huma-
cipio directivo. . no. Precediendo en mucho al naClmlento del. SUJeto, hay
En el momento del encuentro infans-madre nos vemos con- un discurso preexistente que le concierne: espeCie de sombra
frontados, pues, con una dinámica extremadamente pecu- hablada y supuesta por la madre hablante, tan pronto co-
liar: a) La madre ofrece un material psíquico que es estruc- ,
mo e! infans se encuentre presente, e' 1
a se ' .sob re
proyectar~
tUl'ante sólo por haber sido ya remodelado por su propia su cuerpo y ocupará el lugar de aquf"l al que se dIrige el
psique, lo que implica qu~, ofrece u~ material. que respet.a discurso del portavoz. . .
las exigencias oe la represlOn. b) El tnfan$ reCibe este «ah- Analizaremos, en forma sucesiva, las relaclOnes que eXl~ten
mento» psíquico y 10 reconstruye tal como era e~ su f?r~a entre: a) el portavoz y el cuerpo del infans, co.~o objeto
arcaica para aquella que, en su momento, lo habIa recIbido del saber de la madre, y b) el portavoz y la aCClOn de re-
del Otro.
Se comprueba la generalidad de una oscilación entre la ofe::- presión. ,. . ..
Este análisis permitirá esclarecer la problematlca ldentIÍl·
ta de un ya-reprimido trasformado en un todavía-no-reprI- cataría, cuyo eje es la trasmisión s,,:,jeto .a sujeto de algo re-
mido pero que, a su vez, sólo puede volver a convertirse en primido, indispensable para las eXlg~nclas estructurales del
10 que la represión hará de él porque, de ese modo, reen~ Yo. Las· desviaciones que puede sufnr e~te proceso SO? l~s
contrará una forma que ya fue suya. que explican lo que distingue a la PSiCQSIS de la t;0 pSICOSlS
El efecto de prótesis se manifiesta, en el espacio psíquico del y señalan la función que des~m'peña un!l referencia tercera:
infans, a través de la irrupción de. un material mar?ado por Es posible afirmar que esta ultima remIte al padre, pero SI
el principio de realidad y por e! dIscurso (lo que para noso- y en cuanto él mismo se considera, y es consl:Ierado, como
tros es equivalente), que imp~ne muy pron::o ~ .aque~ q~e el primer representante de los otros, vale. de~lr, el ga.rante
no dispone del poder de ,aproplarse de ese prmclplo la mtUl- de la existencia de un orden cultural constltutl'v:o del dlSCU:-
ción de su· existencia. La psique de! infans remodelará ese so y de lo social; él no debe pretender ser el legislador omm-
material, pero sin poder impedir que irrumpan en su propio potente de este orden, sino aquello a lo que se somete como
espacio restos que escapan a su. ~oder y que forman ~os pre-
curS9res necesarios para la ad.1vldad de 10 secundano. Re- sujeto. . .
En un primer momento, el discurso materno se d~rtge a una
troactivamente, serán estos retoños del principio de realidad, sombra hablante proyectada sobre el cuerpo del mfans; ella
testigús de la presencia, de la· alteridad y del discurso del

116 1.17
le ~emanda a este cuerpo c.uidado, mimado, alimentado, que tes en la interpretación del analista, pueden ser sumamente
confirme su identidad con la sombra. Es de ella que se es_ nocivas~ Al actuar de ese modo, se relaciona un aconteci-
pera una respuesta, que no suele estar ausente ya que se la Illientoque realmente se,ha producido -enfermedad,. muer-
preformuló en su lugar. Con la esperanza de no caer en un te psicosis- con una causa cuya única especificidad es su
optimismo exagerado, el término madre se referirá a conti_ g~neralidad. A la inversa, existe, efectivamente, un medio
nuación a un sujeto. en el que suponemos presentes los si- fámiliar patógeno: sin embargo, ¿ cómo sería posible saber
guientes caracteres: a) una represión exitosa de su propia algo acerca de él si no lo referimos a una estructura y a un
sexualidad infantil; b) un sentimiento de amor hacia el ni- medio que suponemos que no lo son? ¿Cómo no ver que
ño; c) su acuerdo esencial con lo que el discurso cultural la generalización desmiente lo que pretende afirmar?
del medio al que pertenece dice acerca de la función ma- por ello, nuestro examen del rol materno y de sus efectos
terna; d) la presencia junto a ella de un padre del niño, por deja momentáneamente de lado aquello que, en este rol, es
quien tiene sentimientos fundamentalmente positivos~ consecuencia de un escollo con el que tropezó la psique ma-
Ese perfil se refiere a la conducta conscientc o manifiesta terna, el resultado de una falla en su propia estructuración
de la madre; veremos que Cs posible trazar un perfil gene- psíquica.
ralizable de las motivaciones inconscientes de la que desig-
namos como madre «normal»: aquella cuya conducta y mo- La presencia de lo que designamos como la sombra hablada
tivaciones inCOnscientes no comportan elementos que po- constituye una constante de la conducta materna. Sombra
drían ejercer una acción específica y determinante en la llevada sobre el cuerpo del infans por su propio discurso, se
eventual evolución psicótica del niño. En efecto, considera- convierte en la sombra parlante de un soliloquio a dos voces
mos imposible referirnos al rol patógeno que puede desem- sostenido por ~ la madre. El primer punto de anclaje (que
peñar la relación de la madre con el niño sitl retlexionar puede dramáticamente cóñvertlrse en el primer punto de
previamente acerca de la vivencia de esta relación fuera del ~ura) ~tre esta sombra y e~ cuerp~ está representado
campo de la patología, sin profundizar en lo posible el aná- por el sexo. Sin duda, la madre podrá hablar en femenino
lisis de la función materna tal como debería ejercerse, cua- a la sombra de un cuerpo provisto de pene, y a la inversa,
lesquiera que sean, por otra parte, los, mecanismos de pro- pero, en tal caso, no ignora que existe una antinomia entre
yección que el niño le imponga. Sin este' análisis previo, se el sexo de la sombra y el sexo del cuerpo; puede ocurrir que
cae en un defecto sumamente frecuente en el discurso psi- ello le revele la antinomia que existe entre la sombra y el
coanalítico, y en especial en el psicoanálisis de niños. Es una cuerpo en su totalidad. La ambigüedad de la catexia de la
tautología recordar que todo objeto especialmente catectizado madre en relación con el cuerpo del niño señala esa escisión
es a la vez aquel cuya pérdida posible efectiviza los senti- del niño operada por la madre: nunca el objeto-cuerpo será
mientos de angustia del sujeto, aquel al que, sin saberlo, no tan cercano, tan dependiente, hasta tal punto objeto de cui-
se le perdonará que haga correr ese riesgo y, por consiguieÍl~e, dados, de atenciones, de interés, mientras que, en realidad,
aquel cuya muerte es posible desear inconscientemente para .:onstituye un simple apoyo y soporte de la sombra que se
castigarlo (o castigarse) por el exceso de amor que suscita. impone como el amado o aquel «a quien amar». En el ho-
En todos los casos, el análisis del deseo inconsciente de la rizonte del objeto amado se encuentra siempre el equiva-
madre por el niño mostrará la coexistencia de un deseo de lente de esta sombra presente en el discurso materno pero
muerte y de un sentimiento de culpa, la inevitable ambiva- les distingue una diferencia de muy importantes consecuen-
lencia que suscita ese objeto, que ocupa en esta escena el cias: aunque en la relación amorosa, tal como se supone
lugar de un objeto perdido; ese retorno se acompaña con el que puede instau-t',arse entre sujetos, la sombra representa la
retorno de los sentimientos experimentados en relación con persistencia de laideali,?:ación que el Yo proyecta sobre. $1
ese primer objeto cuyo lugar ocupa. No solo carece de sen- objeto, lo que él querría que sea o que llegase a ser, de todos
ti d 9 considerar a este hecho universal como la causa de la modos no anula aquello que a partir del objeto puede im-
psicosis, de la enfermedad o de la muerte del niño, sino que, ponerse como contradicción. Por ello, entre el objeto y la
también se trata de una opción cuyas consecuencias, presen- sombra persiste la-_-L
.---=-----___ __ ____ "____ de la difereriCi1í.-Erreconoci-
nosibilidad
~~ ---~-~---~~--_.---.-- _ _.

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miento de_~!"ª_"~i~ilidad determina lo que el Yo _yive co- 4. El efecto de la represión y su trasmisión"
~o duda~_s~.!!"i.~1Íent~~-~agresion e, in~~rsamente, como pla-
cer, alegría, cert~a en 10sPrno~~ en los que se asegura El discurso "de y por la sombra es el que permite a la madre
dé la concordancia presente entre la sombra y el objeto. ignorar el ingr~diente .sexual i~ere~te a su amor por el ni-
Por el contrario, en la primera fase de la vida, al no dis_ ño; así, ese dIscurso mtenta ImpedIr el retorno de lo que
poner aun del uso de la palabra, es imposible contraponer debe permanecer er; lo reprimido, lo que da lugar al atributo
los propios enunciados identificatorios a los que se proyectan funcional unido a todo aquello que en el contacto corporal
sobre uno: ello permite, aSÍ, que la sombra se mantenga du- participa de un placer cuya causa debe ser ig~orada: se ~cu­
rante cierto tiempo 'al resguardo de toda contradicción ma- na al niño porque así se logra hacerlo dormIr, y dormIr es
nifiesta por parte de su soporte (el infans). Sin embargo, la bueno; se lo lava porque es higiénico o porque la ley lo
posibilidad de contradicción persiste, y quien puede mani- prescribe; se lo alimenta de acuerdo con un modelo institui-
festarla es el cuerpo: el sexo, en ptimer lugar, como hemos . do de buena salud, etc. Desgraciadamente, ello no impide
señalado, y también todo aquello que en el cuerpo puede la presencia de fallas: la caricia se da por añadidura, el se-
aparecer bajo el signo de una falta, de una carencia: falta xo puede ser tocado con placer, el beso perderse en la boca.
de sueño, de crecimiento, de movimiento, de fonación y, en De todos modos, en el discurso materno todo aquello que
un momento relativamente precoz, falta de «saber pensar». habla el lenguaje de la libido y del amor es dedicado a la
Toda falla en su funcionamiento y en el modelo que la ma- sombra. Se es tierno, severo, se recompensa o se castiga en
dre privilegia puede ser recibida como cuestionamiento, re- nombre de lo que, según se supone, la sombra expresa me-
chazo, de su conformidad con la sombra; en el" caso límite, diante el cuerpo; se va incluso más lejos, puesto que se le
se presenta el rechazo inaceptable, la muerte, que privaría imputa a la sombra un deseo, que ella ignora, referente .a
a la sombra de su soporte carnal. De ese modo, la madre su devenir' de ese modo, el conjunto del programa educatI-
asigna a las funciones corporales un valor de mensaje, vere- vo es considerado como algo que se hace por «su» bien, al
dicto de lo verdadero o de lo falso del d.iscurso mediante el que se presume acorde con lo que será el deseo futuro del
cual ella le habla al infans; en todos los casos, su autonomía pequeño.
puede ser experimentada como negación de la verdad de Lo que llamamos sombra está constituido, pues, por una se-
un discurso que se' pretende justificado por el saber materno rie de enunciados testigos del anhelo materno referente al
acerca del cuerpo del niño, de sus necesidades, de su expec- niño; conducen a una imagen identificatoria que se anticipa
tativa. a lo que enunciará la voz de ese cuerpo, por el momento
Es menester ocuparse de ese saber acerca del cuerpo. Se lo ausente. Para el Yo de la madre, esta sombra, este fragmen-
observa, en forma conjunta, en las defensas maternas contra to de su propio discurso, representa lo que, en otra escena,
el retorno de lo reprimido propio, en la inducción en el el cuerpo del niño representa para su deseo inconsciente: lo
infans de la catexia narcisista de sus actividades funcionales, que del objeto imposible y prohibido de ese deseo puede tras-
en el conflicto dependencia-autonomía que, aunque se lo formarse en dc~ Ible y lícito. Por ello, se comprueba que está
ignore, se encuentra latente en una primera fase de esta re- al servicio de la instancia represora. El Yo de la madre cons-
lación. Constituye, además, el instrumento privilegiado de truye y catectiza ese fra ento de discurso par3:~tt3L..g':!.e
la violencia primaria, y demuestra lo que determina su ine- la hbl o se eSVIe del niño actua y retorne acia el de oJ:ro
vitabilidad: la posibilidad de que la categoría de la necesi- t~em~ y ~~.La somora preserva a la madre del retorno
dad sea trasladada desde un primer momento, por la voz que de un an e o que,en su momento, fue pereaame-rifé -cons-
le responde, al registro de la demanda libidinal y que ocupe, cieí1tey-que luego fue reprimido: tener un hiJO del padre;
de ese modo, un sitio en el ámbito de una dialéctica del tras éI:sm embargo, y precediendolo, se encuentra un deseo
deseo. más antiguo cuyo retocno sería mucho más grave: tener un
hijo de la madre. ~ra_~~lg_.9,u«?~I_Y?J)~'!o.r~el~2~.r.ar,
reinter retar a partir del segundo anh~o repnmld02.J~g~~n­
- o así la prec1uslOn e primero: eva a ue a e -este y de-

120 121
muestra su reelaboración. La madre comienza por dirigirse un lugar determinado: gracias a este anhelo, ese lugar es
a ese di~curso, forjado por ella misma, que reasegura al Yo defendido contra la irrupción del deseo inconsciente y se
en lo atmente al fundamento y la no prohibición de sus ca~ contrapone a su retorno. Por ello, el infans, sq,porte de ese
texias; el niño es quien en la escena de lo real da testi~ a~o, desempeña el papel de una instancia represora en
~onio de la victoria del Yo sobre lo reprimido, pero tam~ relación con el deseo inconsciente de la madre o, para ser
bién, yen ;llo radica la p~radoja de la situ,ación, el que per- más precisos, se convierte en un apoyo al servicio de sus
manece mas cer,c~ del o~J_eto de un, deseo mconsciente, cuyo defensas. El niño pasa a ser el di ue que protege ~:Jª--~-
retorno convertIrla al mno en objeto de una apropiación dre del retorno e ___9-. re,En~!2-.o por esta, lo ~l!.e. da lu~
que le está prohibida al Yo, El conjunto del discurso de la a Ta··paraCIOji.Ca-y-pelígrosa--situa"¿iÓn· enr~rqüe él seencuen-
so~bra puede ~ituarse bajo la rúbrica de los anhelos [sou- tra:- al parque ocupa'erTú.gaTmás-cef¿ai!Q=~-ooJeto'del-de­
halts]: para el znfans se anhela un ser, un tener un devenir' seoiñ~leaerr.E!º-9a~<iue oq~~~~.li~e su-retorno:--"
es evi~ente que este ,anhelo representa aquello' a lo que s~ La ilusión de la rearización futura del anhelo sepreseñtaan-
ha ,temdo que renunCIar, lo que se ha perdido o lo que se ha te la madre como contrapartida de la realización imposible
o~~lda~o habe.f _anh;l~do, S~eño de una recuEer?-ciqn nar- del deseo inconsciente. La sombra se convierte en una ilu-
<;l~l~ta, pero ~?_l!fgo, qUIzás el fragmento de sueño per- sión que le permite creer que existe una equivalencia entre
mitido para Ilummar la monotonía de lo cotidiano, Es lícito la satisfacción del anhelo del Yo y la satisfacción del deseo
a?,helar que el hijo llegue a ser un sabio notable o que la inconsciente; esta ilusión imanta en su campo la energía li-
hija se case con un p~íncipe, tanto más lícito cuanto que ese bidinal y la somete en beneficio de los propósitos del Yo; de
futuro conserva el, atnbuto de una cierta posibilidad, sin que ese modo, lo reprimido es alejado y situado en el exterior del
por ello se lo perCiba como lo posible de la locura. También Yo. El deseo edípico retorna bajo una forma invertida: que -l
es lícito que el analista lea en el anhelo la reactivación de una este niño pueda, a su vez, c:onvertirse en padre o madre, que I
esper~nza narcisista y que considere el brillo que se le otorga pueda desear tener un hijo. _--1
al objeto .com?, la luz g~e el don~nte espera recibir para sí:
la sobrestlmaClOn del objeto valOrIza a su poseedor de donde
Vemos, así, como el enunciado edípico «tener un hijo del
padre» se trasforma en un enunciado que se proyecta sobre
J--
procede la función de objeto fálico que nuestro discurso el niño mediante la siguiente fórmula: «que llegue a ser pa-
otorga a menudo al niño. No obstante, nos parece ambiguo dre o madre de un hijo».
hablar d,,: una. equivalencia pene-niño. La expresión pierde
tod? .sentido SI se pr~tende hacer participar a todo objeto,
codIciado por la mUJer, de un brillo fálico y decir en re-
lación con todo objeto codiciado por el hombre, qu~ lo que
5. Conjugación y sintaxis de un deseo
él demanda al objeto es el atributo fálico con el que podrá
dotar a su pene; nada dirá, tampoco, acerca de la relación Por el momento, dejaremos en suspenso el rol del portavoz
privilegiada que une a la pareja paterna y, en particular para esclarecer un aspecto de la problemática-dialéctica ca-
3; la madre con el niño, que representa una prenda muy par~ racterística de la represión, considerada como represión se-
tlcular en la relación de la pareja. Si, por el contrario se cundaria. Analizar las posiciones que serán sucesivamente
pretende aiSlar al objeto niño como soporte de una cat~xia adoptadas por la proposición «deseo de un hijo», en Ulla se-
privilegiada, se debe admitir entonces que él es al mismo rie sintáctica que coincide con la evolución d_e las posiciones
tiempo, aquello que retorna en la escena de lo ;eal presen- protoidentificatorias e identificatorias del que «pone en es-
t~ndo el mínimo de distancia con el objeto del deseo incons-
cena» y del que «pone en sentido», mostrará cómo se elabo-
CIente y aquello que, en relación con ese mismo objeto está ra una dialéctica del ser y del tener y cómo se organiza el
provisto de la. mayor fuerza represora. En la escena de{ pro- pasaje de una leyenda escrita por 10 primario a los enuncia-
ceSb secundarlO, el anhelo que se expresa en los enunciados dos forjados por lo secundario.
del discurso mediante los cuales el Yo materno da un senti- No tomaremos como punto de partida lo originario sino el
do a su relación identificatoria y libidinal con el niño ocupa enunciado mediante el cual puede traducirse el propósito

122 123
que opera en la figuración de lo primario: ser el objeto del y el padre negó-, pero él hereda desde un primer mom~ntr­
deseo de la madre (del deseo del Otro). Ateniéndose a la un anhelo supuestamente relacionado también con un hijo.
problemática materna, este enunciado señala en el trascurso . Pero qué hijo? Mostraremos que este hijo, introducido por
de la evolución psíquica la siguiente secuencia de trasÍor~ fa -anticipación del discurso materno, condensa sus represen-
maclones: tantes sucesivos y, por ello, subsume la forma última que de-
be ·adoptar y las formas primarias, o incluso originarias, que
ser el objeto del deseo de la madre-+ presentó en el pasado.
-+tener un hijo de la madre-» El anhelo ubica al niño real en una posición que señala una
.-?tomar al objeto del deseo de la madre~ doble analogía; aquella que formula el anhelo le imputa su
-+ser el objeto deseado por el padre-» mismo anhelo de tener un hijo, pero, al mismo tiempo, an-
-+tener un hijo del padre-» hela tener un hijo con aquel -a quien no es posible dárselo y
~dar un hijo a un padre-» (ya partir del momento eu que de quien está prohibido esperarlo. Así, en el registro de lo
se es madre) prohibido el niño ocupa una posición análoga a la ocupada
~anhelar que su propio hijo se convierta en padre (o ma- por los primeros destinatarios del deseo de la madre: sus
dre) (que sea realizado por él un mismo «deseo de hijo»). propios padre y madre.
La repetición de esta· prohibición --que permanece implíci-
Circulan tres términos de parentesco: hijo, padre, madre. ta e ignorada-o- separa a aquel en relación con el cual «se
Cuatro verbos son representados por dos pares: ser-tomar; anhela» de aquellos de los que «sería posible esperar» el don
tener-dar. de lo anhelado. El anhelo es formulado por un sujeto que
ha' sufrido el impacto de la represión, se dirige a un cuerpo
El análisis sintáctico de estas formulaciones demuestra la cuyo poder erógeno que, de hecho, posee para los dos par-
persistencia <id mismo complemento directo de los verbos tenaires no se reconoce y también a un cuerpo que, en la
tp.ner y ser: el hijo, mientras el complemento indirecto cam- .
realidad , no puede dar o tener un hijo. Esta imposibilidad
bia. Esta moaificación es provocada por la conformidad que ayuda a desconocer el pasado que el anhelo exorClza, para
la sintaxis debe preservar con el orden de parentesco de una compatibilizarse con el propósito que defiende el Yo en su
cultura dada. En lo que se refiere al sujeto que desea -ser, proyecto actual (el proyecto materno). Me~iante la intro-
tener, tomar, dar- nos remite, evidentemente, al mismo; ducción de este anhelo se expresa un enunCIado que orga-
sin embargo, en el último enunciado el que anhela proyec- niza, con s.u sola formulaci6n, al conjunto de los enuncia-
tará sobre otro un ansia que formula en su nombre. El ob- dos del discurso materno, hablando «de acuerdo con la ley~'
jeto «un hijo» persiste como prenda de un deseo concernien- su amor por el niño: un mismo anhelo trasmite al niño la
te al ser y al tener, al tomar y al dar, y ese mismo objeto se mismidad de lo prohibido.
convierte en soporte del anhelo que se formula en relación El anhelo introduce «un hijo» como objeto de deseo pero,
con el hijo que efectivamente se ha tenido. de ese modo, la madre se ·asegura y proclama que el niño
La realización de este anhelo es diferida para un momento existente, su hijo, no es la realización del anhelo pasado. Al
futuro: se anhela un niño para el que acaba de nacer. Es desearle un hijo, ella 10 separa del hijo que ella habia anhe··
posible preguntarse si la primera función de este anhelo no lado; le da (y, en primer lugar, se da) la prueba de la no
es demostrar que un primer anhelo, «tener un hijo de la trasgresión del incesto. Del mismo modo, al n?mbra~le P,?f
madre», que se trasformará en «desear un hijo del padre» anticipación 10 que solo en un momento posterior sera obJe-
en el trascurso del pasaje a la dialéctica edípica, quedó sin to de su deseo -tei'1er un hijo--, ella se designa como la qUé
satisfacer y ha sido trasmitido a otro agente. Se lo com- se negará a darlo y -aquella a la .que estará prohibido p~dír­
prueba con mayor claridad si la fórmula «se anhela un selo.M El niño hereda así un anhelo que prueba que él mIsmo
hij9» es trasformada en «se anhela para el hijo un deseo de no es la realización del que se ha esperado. Este anhelo lo
hijo». Se le garantiza al hijo real su diferencia en relación destrona del título de objeto edípico, incluso antes de que
con un mítico «un hijo» --el que la madre no podía dar descubra su propio anhelo en ese sentido; el anhelo materno

124 125
preanuncia que está prohibido ocupar un lugar que debe un momento final, que ua su forma definitiva al edificio
permanecer vacante en la escena de lo reaL Antes de desear lingüístico: tan pronto como la psique puede apropiarse de
un niño, encuentra la prohibición de ocupar el lugar de un un primer y rudimentario conocimiento ac~rca de las signi-
primer objeto deseado que lo identificaría con un primer ficaciones de las cuales es portador el dlscurso del Otro
«niño-objeto mítico» cuya aparición en la escena de lo real este lo conmina a aprender sus tiempos y sus modos de con-
se estima imposible. A través de la voz de la sombra hablada jugación.
la madre se enuncia, y enuncia al niño, las prohibiciones Hasta el momento, nuestro análisis del anhelo fundamental
que inicialmente proyectó allí; de ese modo, le significa una representado por «un deseo de hijo» se ha referido a las
prohibición que se anticipa a su propio deseo. Se establece formulaciones que proporcionan acerca de él lo primario }
así una relación de reciprocidad funcional, al convertirse el lo secundario. Es posible remontarse algo más y desenmas-
infans y la madre, uno para otro, en agentes al servicio de carar su precursor en lo originario. Para ello, se debe modi-
la represión. La evolución temporal de los enunciados que ficar su fórmula y escribir: «Se desea un estado de placer».
expresen las prohibiciones posteriores lo confirmarán: en Este estado, esperado por el deseo, es el representante del
general, no está prohibido que el bebé vea a la madre des- ir fans para la psique del infans: lo que se desea es un estado
nuda, pero lo estará en el momento en que el niño pueda de placer que se realice, el retorno de un «ente», fuente y
descubrir que le .causa placer (el «le» remite aquí a los dos lugar de placer.
partenaires) , descubrirlo, decirlo, decírselo a ella, col1 el Si, como lo hemos planteado en relación con el objeto conl-
riesgo de que la voz del niño se convierta en lo que devela plementario, se admite que en una primera fase es imposible
la perennidad de un deseo reprimido. Se observa que las pro- separar en el binornjo zona-objeto complementario al agente
hibiciones maternas recubren exactamente el campo de lo y al objeto del placer, puesto que cada entidad es indisocia-
propio reprimido e inducen lo reprimido del otro corno re- ble de su complemento, se debe admitir también que en esta
petición del primero. El anhelo que exprese el deseo y la fase no es posible diferenciar aún estos dos enunciados:
prohibición define un objeto accesible a la catectización del
Yo y defiende su superficie contra una intrusión proveniente «ser el deseado de su deseo»
de la otra escena, intrusión que podría invertir en benef~cio «tener el objeto que el deseo codicia»
propio el sentido del vector que torna la libido al servicio de
los propósitos del Yo. Se deduce que una única y misma fórmula «que se sea el
Se constituye así aquello que, al repetir las prohibiciones, objeto de su deseo» va a expresar 10 que se quiere ser y
repite el anhelo y repite la historia de la especie psíquica; lo que se quiere tenf::r. El primer objeto que se desea tener
la sombra, heredera de la historia edípica de la madre y de concierne a un estado de placer (es decir, lo que el infans
su represión, induce por anticipación lo reprimido del niño; desea ser): al convertirse en poseedor de este objeto, se ob-
gracias a ella el infans «habla» a la madre corno si la repre- tiene el reaseguro de ser tal corno se desea, de reencontrar
sión ya se hubiese producido. Esta primera etapa muestra lo que se era en el trascurso del estado de placer. Y esto
la trasmisión de una instancia represora que precede a lo puede expresarse así: «que se pueda tener lo que se fue»; si
que se deberá reprimir del mismo modo en que la prohibi- el deseo del ser apunta a hacer de sí el deseado del deseo,
ción precede al enunciado mediante el cual el niño expre- y si 10 que el tener codicia eS el ser poseedor de lo deseado,
sará su deseo de tener un hijo con la madre. Se trasmite así, se comprende que el tener comienza por apuntar a sí mismo
de sujeto en sujeto, una repetición de la prohibición, nece- como deseado de su deseo.
saria para la preservación de la heterogeneidad de las dos El discurso choca aquí con un indecible «tenerse» [s'auoir]
escenas en presencia y para constituir la barrera que r~or­ (no se trata de un juego de palabras, sino de la prueba del
ganizará el espacio psíquico del niño. cafácter informulable del pictograma), que determina que
. Los ~fectos de esta trasmisión se manifiestan mediante las el niño sea el objeto de una imposible coincidencia del ser
modificaciones sintácticas que muestran el modo en que un y del tener.
mismo enunciado inaugural es retornado y remodelado, en En una fase originaria, anterior a la organización escénica,

126 127
que será fruto de lo primario y que será la única que per.
eS
tehiJ·o». Se manifiesta así una escisión entre «tener un hi-
• d uctl'hle, y e 1 h"1JO que, una
mitirá que desean te y objeto deseado se figuren en sOpOrtes . " propósito de un deseo ¡rre
diferentes, el término «un hijo», ausente en el enunciado JO~, que se encuentra presente, no puede pretender ya se-
constituye implícitamente un soporte del deseo y remite aÍ ve ir siendo el objeto de un deseo de tener ( un hijo) reali-
propio representante. Este último se encuentra en la posición gUdO. Aparecen la persistencia del deseo «tener un hijo» y
indecible que lo convierte en el «representado» del tener que za .
la imposibilidad de ser, preclsament~ p.orque se 1o es, e l ..
h"I}O
él ambiciona ser. En el registro de lo originarío, ser y tener que aún no ha nacido. El reconOCImIento de esta eSClSlOn
confirman la relación de especularidad que, en nuestra opi- por parte del niño presupone que la ~adre haya ~~ectuado
nión, caracteriza a esta fase. n reconocimiento semejante en relaClOn con el mno, con-
El término «un hijo», lo no dicho de un primer deseo de ~ición que le permite a este úl~i:n0 recorrer .el camino que
tener, se origina en lo informulable de un «tenerse» que se- lo conducirá al deseo de «un hiJO» como objeto del anhelo
ría el único que podría permitir que la posición de deseado edípico: que el padre dé este hijo por nacer que no se ha
(de sí y luego de la madre) se acompañase con la certeza podido ser, pero que sería posible tener. Est,a fórmula de-
de un poder omnímodo en relación con el deseo; tener y ser muestra que el sujeto ha tenido acceso al registro que sepa-
participan de un mismo anhelo imposible. Si, como dice ra ser y tener. Pero, mientras permanecemos e::, el período
Freud, «tener un hijo de la madre» es la forma primera de anterior a la disolución del Edipo, esta separación no basta
un deseo de hijo, ello se debe a que este deseo es, a su vez, la para diferenciar a aquel a quien. se demanda, y aquel a
traslación inaugural en el registro de lo primario de 10 que quien se le reconoce un poder atment~ al t~?er, ?e aquel
concernía a lo originario. El «un hijo» en juego aquí está a quien se le atribuye un poder de deslgnaclOn atmente al
mu y cercano a un sÍ-mismo del que sería posible reapropiar- lugar de identificación que su deseo indica. Sin dud:: alg';l-
se en su calidad de deseado ·autoengendrado: se lograría así na, el hijo demandado al padre o a la madre da testlmomo
no ser desposeído nunca de 10 que se desea tener. Que uno de la renuncia a un imposible «tenerse», pero muestra que el
«se quiera sí-mismo», que se autoposea: la estrecha relación hijo sigue esperando ocupar, en el sistema de parentesco, ~l
de estas fórmulas con la que habla de un deseo que se desea lugar reservado al progenitor de sexo opuesto. Veremos mas
es evidente. adelante cómo podrá el niño remlPlazar al padre y a la ma-
Lo que obligará al sujeto a superar la 10cU:ra de una deman- dre con otro sujete de quien en el futuro po?rá. esperar
da semejante es la necesidad de reconocer que no es posible tener un hijo, apropiándose así de un anhelo dl~~rldo,
tener lo que se es, pero, a la inversa, es posible demandar Concluiremos diciendo que el anhelo «tener un hIJO» es he-
y tener objetos sustitutivos, los cuales se convertirán en los redero de un pasado que convierte al enuncia~.o en la for-
signos que demuestran que se es para la madre lo que ella mulación del deseo humano, pero que, parad6Jlcamente es-
querría tener: el objeto de su deseo, te anhelo tal como lo pronuncia la madre y tal como se lo
El atributo esencial de los primeros objetos, soportes de las imputa al niño es 10 que le posibilita a ella situarse como
puestas en escena fantaseadas bajo la égida de 10 primario, donante prohibida.ss La clínica nos muestra lo qUf? ~curre
es asegurar al que demanda y al que fantasea que son lo cuando este anhelo está ausente, cuando no se antlClpa en
que la madre desea tener: un hijo cuyo placer sería lo que relación con el niño la posibilidad de ese futuro. Es a través
anhela su deseo. de ese anhelo que la madre lo instituye como he~ero de
un saber acerca de la diferencia que separa al objeto q?e
....
\Si volvemos al enunciado materno, podemos decir que «an- actualiza un deseo del objeto que le permite al deseo perSIS-
helar un hijo por tener» constituye, sin duda, un enunciado tir. Objeto proyectado siempre en el futuro, en el tiempo mí-
apoyado en un deseo, y que este deseo le certifica al infans tico de un encuentro definitivo entre el deseo y su meta. En
que no es el simple resultado de un accidente biológico. Se el preciso momento en que ella le niega ser el o~jeto ~e su
. añadirá que el deseo, del que constituye la actualización ig- deseo , lo convierte en sucesor de un deseo que persIste y Clrcu-
. '
notada, debe persistir, y preservar al mismo tiempo el in- la, y a través del cual se le impo~drá al sUJ~to u~a conJuga-
tervalo que separa al «deseo de hijo» del «deseo de y por ción del tener y del ser que permlta que lo mdeClble se haga

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decible, y que el enunciado que habla al cuerpo y el cue 6. La violencia de la interpretación:
hablante no se encuentren en una posición de heteroge rp?
dad absoluta. nel_ el riesgo de exceso
Concluiremos estas consideraciones acerca de la trasmis"
de 1a represlOn "d' . IOn El efecto preformador e inductor sobre lo que se deberá re-
me lante un último señalamiento' nuest
teoría nos advierte, justificadamente contra toda 'tentaf fa primir es la consecuencia esencial de la acción anticipato-
d e genera1" , ab
IzaClOn '
USIva. Pese a ello' el analista considelVa
ra.
rÍa constitutiva del discurso de la madre y del discurso en
posible recurrir a interpretaciones que' pueden ser aplicad general. Esta anticipación ofrece al sujeto un don sin el cual
. d .. as no podría convertirse en sujeto: desde un primer momento
a una sene e experIenCIas fundamentales que trasciende
t?da singularid~d. Es lo que ocurre en lo tocante a la repre~ trasforma en significación -de amor. de deseo, de agresión'
slón, la erogeneldad de las zonas~funciones, el «mito» pulsio- de rechazo-- accesible y compartida por el conjunto lo in~
nal. Pero cabe dar un paso más: en realidad, la teoría plan- decible y lo impensable característicos de lo originario. Esta
tea un modelo. de la ~v~l~ción normal de la psique que tiene metabolización operada, en primer lugar, por la: madre en
co~o referencIa la ~~Ihtud del camino que debe seguir el relación con las vivencias del infans se instrumenta y se 'jus-
sUJeto,. desde St; naCImIento hasta la disolución del complejo tifica, ante ella, por el saber que se atribuye en relación con
de ~dlpO, Es cIerto, 9ue, en el campo de lo consciente, de la las necesidades de ese cuerpo y de esa psique. En un punto
aCClOn, de la reflexlOn, del placer, y, más en general, en el no se equivoca: para la estructura psíquica es necesario que
c?-~po del Yo, n::da nos permite privilegiar tal o cual op- se opere esta trasformación radical que permite que la res-
ClOn, tal o cual dISCUrsO; se debe renunciar, entonces, a un puesta que el infans recibe preanuncie la denominación y el
Yo «mod~lo» y a u.n «modelo del Yo», establecidos de una reconocimiento de lo que serán luego sus objetos de deman-
vez para sIempre. SIn embargo, poseemos y recurrimos a un da. Esta demanda solo buscará el objeto de la necesidad
s~ber acerca de lo que sólo puede aparecer en el Yo COmo porque puede convertirse en el signo forjado y reconocido
sIgno de una falla, al ser testimonio de la irrupción en s por el deseo humano: sucesor legítimo, entonces, aunque
campo, de lo que hubiese debido permanecer fuera de él. u sea al precio de una heterogeneidad radical de lo que la
En ,otras, palabras, para el analista la función represora es psique demandaba en un primer momento. En ambos casos"
un Invariante trascultural y se adjudica el derecho de consi- lo demandado concierne a lo que la psique espera y busca
der~r lo que se ,debe reprimir, porque debe permanecer ex- para lograr que un estado de placer sea alcanzado, y que su
clUIdo del espacIo del Yo, como un carácter generalizable deseo encuentre su objeto en la respuesta del Otro~ Esta
espe:,cI'f'ICO para. ,una cu 1tura dar!a. Es evidente que, . al hablarY violencia operada por la interpretación de la madre en rela-
aqUI de represlOn, no_nos refenm~s a la represión originaria; ción con el conjunto de las manifestaciones vivenc:iales. del
sobre esta hemos senalado en. dIferentes ocasiones que no infans es, pues, indispensable: constituye la ilustración pa-
l'a(F~mática de la definición que hemos propuesto de la
le cabe lu~~r alguno en. el regIstro de lo consciente; espera-
mos, tamblen,. que nadIe confundirá a la represión, como violencia primaria.
factor ne.cesario a la estructura del Yo, con la facilidad con Su agente es, efectivamente, un deseo heterogéneo: el de la
la que los otros pU,ooe.n. someterla a su meta, imponerle un madre que desea poder ser el ofrecimiento continuo, ne-
exceso que el Yo, JustlfIcadamente y sin saberlo, sufrirá co- cesario para la vida del infans, y poder ser reconocida por
mo un abus~ de poder cuyas consecuencias le imponen un él como la única imagen dispensadora de amor. Como instru-
elevado preCIO. mento, recurre a aquello que, para el infans, y por un doble
Estas . ~flexior:es acerca de la represión facilitarán la com- motivo, es imprescindible y no puede faltar si se pretende que
prenslOn del nesgo de exceso en que puede incurrir el por- haya supervivencia tanto corporal como psíquica.
tavoz. De ese modo, lo que la madre desea se convierte en lo qüe
demanda y espera la psique del infans: ambos ignoran la
violencia operada por una respuesta que preforma definiti-
vamente lo que será demandado, al igual que el modo y la

130 131
forma que asumirá la demanda a partir de ese momento. Si podríamos decir, de que ofrezca a la actividad de pensar el
nos mantuviésemos en esta fase, no haríamos más que com~ soporte óptimo. No queremos afirmar con ello que la salud
probar un invariante que depende de las leyes de la estruc~ o la belleza pierden todo valor: solo pueden conservarlo
tura psíquica. A su lado, sin embargo, aparece otro factor sin embargo, si (yen la medida en que) la madre tiene 1-':'
igualmente importante para el destino del sujeto: el riesgo certeza de que la «capacidad de pensar» del niño responde,
de exceso, riesgo que, por supuesto, no siempre se actualiza como mínimo, a la norma y, de ser posible, la supera. La
.. l' ,., . '
pero cuya tentaclOn esta SIempre presente en la pSIque ma~ primera consecuencia será que se espera al poder de inte-
tema. En la actualización de la violencia que opera el dis~ lección como el que confirmará a la madre el éxito o fraca-
curso materno se infiltra, inevitablemente, un deseo que, en sO de su función materna. El conjunto de los objetos-fun-
la mayor parte de los casos, permanece ignorado y negado. ciones parciales, que han servido como prenda en la relación
Se lo puede formular así: deseo de preservar el stalu quo pregenital madre-hijo, encontrariln su jerarquía defmitiva
de esta primera relación o, si se prefiere, deseó de preservar en la significación que les proveerá este poder que decide,
aquello que durante una fase de la existencia (y sólo durante a posteriori, un sentido retroactivo que les cop.cierne. La se-
una fase) es legítimo y necesario. gunda consecuencia será que el tiempo que precede a las
Lo que es deseado es la no modificación de lo actual, pero manifestaciones de la actividad de pensar nunca es vivido
si la madre no logra renunciar a él, este deseo basta pa~ en forma neutr·a: no solo una cantidad de signos variados
cambiar radicalmente el sentido y el alcance de lo que era serán interpretados de antemano por la madre como prueba
lícito., así como la formulación específica que asume (<<que de que él piensa, sino que las primeras manifestaciones efec-
nada cambie» ) facilita, para la madre y para los otros, el tivas de esta actividad, el aprendizaje de las primeras pala-
desconocimiento del abuso de violencia que intentará impo~ bras, el pragmatismo de las primeras respuestas, serán ace-
nerse a través de ella. i Cuántas madres «que siempre se han chados corno garantía de la evitación del riesgo fundamen-
sacrificado por el bien del hijo» serán consideradas por los tal: que él, o que ella, hubiese podido no saber pensar.
demás como madres modelos, mientras el devenir del niño Si nos limitásemos a este análisis, no haríamos más que com-
señalará, sÍn que logre hacerse oír, el abuso de poder que lo prender con mayor precisión una de las formas privilegiadas
afectó! La tentación de este abuso es constante, lo cual se- que puede asumir la ansiedad materna y la sobrecatexia que
ñala la importancia de comprender lo que la madre no puede afectar al saber-pensar; pero omitiríamos así un he-
querría perder, aunque acepte renunciar a ello, y el peligro cho esencial: la madre sabe, por experiencia propia, que el
que representa esta tentación ante el exceso. pensamiento es, por excelencia, el instrumento de lo que
Si nos limitamos a analizar la superficie del fenómeno, lo que puede ser disfrazado, de lo oculto, de lo secreto, el lugar de
ella no 9uerría perder se discierne con facilidad: un lugar un posible engaño que no es posible descubrir (ni tampoco
que nadIe puede acordar, el de un sujeto que da la vida, que pronunciarse sobre él).
pos~e los objetos de la ~ecesidad y dispensa todo aquello que, No es posible ocultar la negativa a comer o dormir, no es
segun se supone, constItuye para el otro una fuente de pla- posible ocultar que se ha defecado, pero quizá sería posible
cer, de tranquilidad, de alegría. Hemos dicho que, en un ocultar que se finge amar, comprender o, a la inversa, que
primer momento, la madre busca, y encuentra, la respuesta se finge no comprender o no desear lo prohibido. Contraria-
que confirma su derecho a reivindicar este triple poder pa- mente a las acth-idades del cuerpo, la actividad de pensar no
ra su papel en el buen funcionamiento de las actividades solo representa una última función cuya valorización supe-
del cuerpo. Pero, muy rápidamente, aparecerá una nueva rará a la de sus antecesoras, sino que es la primera cuyas
actividad que, por su parte (no debe olvidárselo), también producciones pueden ser ignoradas por la madre y, también,
era esperada desde siempre y preanunciada por ei discurso la actividad gracias a la cual el niño puede descubrir sus
materno: la actividad de pensar. mentiras, comprender lo que ella no querría que se-sepa.
,La «buena» o «bella inteligencia», mens sana in corpore Vemos como se instaura así una extraña lucha en la que,
sano,' se convierte en el último fruto esperado de este cuerpo por parte de la madre, se intentará saber qué piensa el otro,
cuidado, alimentado, acunado, educado, con la esperanza, enseñarle a pensar el «bien», o un «bien pensar», por ella

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definido, mientras que, en lo tocante al niño, aparece el pri. mer momento una significación que les permitía pasar del
mer instrumento de una autonomía y de un rechazo que no registro funcional al, reg~stro libidinal; por ello, es posible
ponen directamente en peligro su supervivencia. decir que la .zona pensante y su objeto, el pensamiento , ocu-
A menos que se lo pague con la propia vida, no es posible pan en un pnmer momento, para. ambas psiques, una posición
negarse durante mucho tiempo a comer, defecar, orinar, doro aná~oga a la que caracteriza a las otras zonas-objetos par-
mir: pero es posible intentar preservar un espacio solitario ciales.
y autónomo en el que se puede pensar lo que ella no sabe o 2. La analogía es defectuosa en un aspecto: se impone una
no querría que se piense. Debe recordarse ~ue, al comienzo jerarquía que atribuye a esta última función el poder de cris-
de este análisis del rol materno, hemos conslderado que era talizar el conjunto de las respuestas que la madre esperaba
posible definir lo que sería la conducta normal, designando del cuerpo, como testigo de la justiHcación y de la dicacia
así una conducta que, en caso de ser lo único en juego; no de su función materna. Así, el pensamiento del niño se con-
induciría en el niño reacciones psicóticas (lo cual no quiere vierte en la vía regia que le indica a la madre la respuesta,
decir que, con ello l el niño estaría a resguardo). rechazo o aceptación del niño a lo que ella espera.
En esta conducta hemos privilegiado las constantes más sus- 3. La madre percibe a esta actividad corno coextensa con un
ceptibles de trasform,arse en inductoras de una respuesta psi. ri~sgo. Mucho antes de que se manifieste bajo su forma ca-
cótica, infantil o no: lo que las caracterizaría sería el hecho nónica, la madre la espera y, al mismo tiempo, le teme, Lo
de ser las más aptas para que, a través de una simple acen· que espe'ra es la prueba por excelencia del valor de su fun.
tuación de la función, se manifieste un exceso de violencia ción; 'lo que teme es verse enfrentada por primera vez ante
por parte del deseo de la madre y de los otros, exceso que una pregunta del niño a la que no podría responder: «¿ Qué
la psique del niño tendrá dificultades para evitar o superar. piensa verdaderamente él?». Pregunta que r~ra vez ella se
Se comprueba cuán frágil es el intervaló que, en esta fase, plantea en forma explícita, pero que mina el terreno en el
separa lo necesario del abuso, 10 estructuran te de 10 deses- cual ella habí¡,t acompañado y posibilitado sus primeros pa-
tructurante. sos. Tan pronto como él piensa, ella sabe, aunque lo olvide,
Elahálisis de la relación de la madre con la actividad de que se ha perdido la trasparencia de la comunicación, el sa-
pensar del niño permite ejemplifióar los caracteres singula- ber acerca de la necesidad y el placer del cuerpo. Que tras-
res de esta relación. Permite, en efecto, poner de manifiesto parencia y saber son pura ilusión es el veredicto del analis-
el propósito del exceso, cualesquiera que sean el momento ta. En general, y en un prim.er momento, la madre cree en
en que aparezca y la forma que asuma. A partir del momen- ello; y es necesario que, parcialmente al menos, la ilusión
to en que se produce (momento que, por lo general precede haya existido y le haya dado crédito.
al «poder pensar» del' niñQ) ese propósito, en todos los casos,
es lograr que la' actividad de pensar, presente o futura, con- Estas tres respuestas están siempre presentes; tan pronto
cuerde con un molde preestablecido e impuesto por la tna- conlO una sola respuesta supera su duración legítima o peca
dre: esta actividad en la que el secreto debe ser posible ten- por exceso, en relación con las otras dos, se pasa del deseo
drá que convertirse en una actividad sometid3'l a un po- lícito y necesario al deseo de no cambio que le dará el poder
der-saber materno: en sus producciones, solo seran legitima- de privar al niño de todo derecho autónomo de ser, prohi-
dos los pensamientos que el saber materno declare lícitos.!;6 biéndole el derecho a ,un pensamiento autónomo.
En los casos, felizmente mayoritarios, en los que la madre no En efecto, el justo rol de estas respuestas es posible sólo si
ha sido cu:lpable de exceso alguno, se comprueba que el co- ellas respetan un mismo invariante referente a su destino:
mienzo de la ,actividad de pensar suscita en ella tres res- renunciar a tener un lugar en el devenir de la relación ma-
puestas constantes: dre-hijo, aceptar favorecer la variabilidad de la relación,
renunciar a una función, que en su momento fue, necesaria,
1. 'Esta última expresión de una nl,leva actividad, cuya ,adqui- en beneficio del cambio y del movimiento de la relación fu-
sición el niño demuestra, es continuación defuncion,es cor- tura. Futuro que cambiará radicalmente lo que está en jue-
porales a las que la madre había otorgado desde un pri- go en una partida que exigirá la participación de otros par-

134 135
tenaires, que la apuesta circule y que, si en el futuro se pro.. rio. Es por dIo. que nuestr-o análisis atribuye gran importan-
duce un, retorno a _un partenaire privilegiado, ya no sea el cia a los dos pilares que lo sostienen: la pareja parental y
que habla desempe:nado es,.e rol en el pasado ni otro que f{'. su discurso. Mas allá de sus fronteras, sin embargo se ob-
., d e un tercer factor al que el infans, la
serva 1a acclon ' pare-
tome un rol excluslvo equlValente.
Este invariante que debería respetar el destino de la relación ja y los otros también se encuentran sometidos: la que se
puede ser rechazado pur el niño, por la madre o por ambos. debe al efecto del discurso. Al examinar la funci6n· dei dis-
El re~hazo por parte de la madre se origina siempre en la curso materno y de su anticipación, hemos privilegiado aque-
t~nacldad CO? la que una d.:: las tres respuestas, o las tres, se llo que, del deseo materno, de sus prohibiciones, en una pa-
1l1eg-a a modIfIcarse. La persIStencia de~ su presencia da luO'ar labra, de su problemática personal, puede instrumentarse a
a .Io que se p.00. na' d '
es~gnar como el «invariante» de blas través de su voz y de este camino. Hemos separado lo que
estructuras fanultares mas aptas para determinar un modo corre~~onde al orden de una violencia necesaria de lo que-
de vida al que se calificará como psicosis. Debemos señalar se ongma en un exceso cuyos efectos, negativos para el Y (,_
además! q~; .en este caso el término de invariante t;l) u¿ se expresarán en la psicopatología del que los sufre. Esta a,,>
~ t:n~u~tlco: en efecto, no es posible hablar de una re-
ción estructuralmente necesaria de la violencia primaria op~~­
taclon ldentIca. Lo. que no varía es la negativa de la madre rará en dos momentos sucesivos, escansión temporal que re-
a aceptar un cambiO en su modo de relación con el niño, 'la cuerda la que Freud planteaba en relación con la problem;~­
negatIva a aceptar que sus enunciados puedan ser cuestio. tiea de la castración.
p!,dos y cuestionables, la imposibilidad de considerar al cam. Sabemos que Freud distingue, en este caso, dos factores y dos
1'10 de otro modo que no sea como destrucción del presente momentos: aquel en que la madre profiere la -amenaza de
castigo y designa al padre o a un sustituto como el agente
y de todo futuro: por parte del niño, a esta exigencia mater-
pa le responderá la imposibilidad de hacer coincidir o, al de su eventual realización, y aquel en que esta amenaza se
menos, cpncordar, lo que el discurso materno dice efectiva. hace efectiva y operante para el niño confrontado con Ja
jne?te ~que puede variar) con el referente que él pretende visión del sexo diferente. Personalmente, en lo que se refie-
deslgn~r y encontrar en la realidad tanto si esta _se refiere a re a la castración, consideramos que este esquema deberia
la reahd~d del n;undo como -a la realidad psíquica del niño. ser reexaminado, aunque creemos indudable que en él b.
En este tipO particular de estructura familiar se observa siem- relación «oído-visto» desempeña un rol esencial. Lo hemos
p~e la prese~cia de una contradicción que se da entre el
evocado debido a que en el registro de la vivencia primaria
dISCUrso efectlVamente pronunciado por la madre y lo que él nos vemos, efectivamente, ante una acción en dos tiempos;
pretende cOn?otaf~ por u~ ~ado y, ~or el otro, lo que la reali- el segundo de los cuales otorga su forma final a la ejercida
dad ~e !'as VIvenCIas famIllares le Impone al niño como re- por la -anticipación de un discurso que le habla al infane
conOCImiento de un:"" verdad imp?sible -imposible, ya que mucho antes de que este último hable al lenguaje. Este re-
reconocerlo convertlna a la totahdad del discurso materno doblamiento culminará la acción del discurso en el campo
en algo falso--. que aq~í nos importa: permitir e inducir el pasaje del afecto
~I?- la última parte de nuestro trabajo retomaremos el aná.
al se·nttmiento. Esta acción, por su parte, es también una.
liSIS de los efectos y de las causas de esta con tradicción.
exigencia estructural ligada a la prematuración lingüística_
especí~ica del hombre. La apropiación por parte del niño de
un pnmer saber acerca del lenguaje marca un viraje deci-
sivo en la relación del sujeto con el mundo, redobla un pri-
7. El redoblamiento de la violencia: mer encuentro boca-pecho, deseo de sí-deseo del Otro, al
el lenguaje fundamental ubicar en este caso frente a frente a la vivencia afectiva y a
la deosignación de. [a que será necesario aproPiarse para ade-
H;<:mos vist? que las fuerzas que organizan este espacio psí. cuarla a la realización de la demanda. A partir de ese mo-
qUICO ~xtenox: ~1 que el Yo deberá advenir determinan que mento, esta última se convierte en el apoyo fundamental, in-
el medIO famIlIar represente un lug'ar de transición necesa- cluso si es engañoso, al que deberá someterse el deseo en

136 137
su búsqueda del objeto. Al anticipar lo que estaba en juego. Estos dos subconjuntos designan 10 que llamamos el lengua-
hemQs mostrado lo que separa, en lo que se refiere al niño' je fundamental, que Sc~~eber descri~c; como la lengua ar-
el efecto de significación del efecto· de sentido y la originali~ caica que habla la voz dIvma; la elecclOn de esta designación
dad de la primera respuesta que él forja. Analizaremos a no constituye solo un homenaje a la intuición de Schreber
continuación lo que en ese momento habíamos callado: la sino también un modo de subrayar aquello mediante l~
acción del discurso, independientemente, en este caso, de cual se ejerce el poder esencial del lenguaje como acto iden-
las modificaciones que siempre opera en él el deseo de los tificante.
que lo hablan. En esta parte, nos ocuparemOs solamente del primer subcon-
Decir que existe un «ya presente» del discurso de cuyo ori- junto, y ello por tres causas: a) Temporalmente, 10 conside-
gen nada puede saberse implica, como corolario, la presencia nunos primero. b) La consecuencia esencial de su apro-
de los límites que definen el espacio en cuyo interior el Yo piación por parte del sujeto se manifiesta a través de un
encontrará sus enunciados identíficatorios. Límites infran- efecto a posteriori, al que se deben las primeras referencias
queables que contienen el conjunto de las posiciones identi- identificatorias del Yo. c) El análisis del subconjunto que
ficatorías que puede ocupar el Yo en una cultura dada, in- se refiere al sistema de parentesco debe ser incluido en el
cluso las posiciones del su jeto llamado psicótico. Este ca- del registro simbólico del cual es indisociable.37
rácter infranqueable es el que condiciona la posibilidad de En esta infraestructura del campo lingüístico, separamos lo
la psicosis. Es por ello que forma parte de los fenómenos que se refiere a la designación del afecto de lo que se refie-
que definen lo humano:- la locura manifiesta la forma ex- re a la designación de los elementos del sistema de. parentesco,
trema del único rechazo accesible para el Yo. Encerrado en mas no debe olvidarse que su suma es necesaria para que se
un lugar que, no más que cualquier otro, el Yo no puede cumpla la acción identificatoria característica de lo que lla-
trasgredir, le queda el poder de rechazar el orden de rela- mamos lenguaje fundamental.
ción que rige al conjunto de los enunciados para los otros'
no puede situarse fuera del espacio, puede negarse a reco~
rrerlo de acuerdo con un trayecto definido, puede ignorar La designación del afecto y el -a posteriori identificante
las direcciones prohibidas y preferir perderse en caminos sin
salida: nada menos, pero tampoco nada más. El lenguaje, y no la voz materna, impone al sujeto una se-
rie de términos que son los únicos que permiten hablar el
afecto sentido, comunicarlo y, a ese precip, obtener del Otro
El lenguaje fundamental (los límites impuestos una respuesta conforme a lo que será, en adelante, lo de-
a los enunciados identifica torios) mandado, no ya simplemente lo manifestado.
Amor, odio, envidia, alegría, sufrimiento, goce; ¿ quién pue-
Creemos -nos asiste el derecho a hacerlo-- que la totali- de pretender afinnar la presencia de una identidad entre las
dad del discurso tiene una función identificante. Sin em- vivencias de los que dicen estar dominados por tales afec-
bargo, si estudiamos su modo de acción, en este conjunto tos? Nadie, salvo una ley, preexistente al conjunto de los
se aíslan dos subconjuntos que desempeñan un papel funda- sujetos que liga estos significantes a un significado que se
mental en el registro identifica torio: 1) El primero com- supone designa a ese afecto. Se distingue así un sector lin-
prende los términos que designan al afecto que{a través de güístico en el que un mismo signo remite a referentes cuya
este acto de enunciación, se trasforma en sentimiento. 2) El equivalencia nada garantiza, lo cual redobla la violencia
segundo comprende los términos que designan a los elemen- que el «tener que hablar» impone a la psique. Cuando Schre-
tos del sistema de parentesco para una cultura dada. Tam- ber describe la lengua fundamental como un alemán arcai-
bién en este caso, la enunciación de un único término com- co y poderoso, caracterizado por su riqueza de eufemismos, y,
porta implícitamente al orden total del sistema y designa la cuando, para ilustrarlo, elige el siguiente ejempl(): «recom-
posición relacional que liga al término designado con el con- pensa queriendo decir castigo, veneno alimento, jugo vene-
junto de los otros elementos. no, profano sagrado»,38 es lícito pensar que resuena en sus

138 139
e~e sector de ~enguaje, trans~cción que protege, en la me-
oídos el recuerdo confuso de una primera serie de sig 'f'
, d' 1 m l. dtda de lo pOSIble, la economla de sus catexias en el campo
~aCH?r:~ me dl~nte as cu~es s,e lo había obligado a definir
o VIVl o me lante su contrarIo: lo que Schreber descub re de los afectos y en el de la significación. '
Abramo~ aquí un paréntesis para subray,ar uno de los ras-
como una particularidad del lenguaje de Dios es la «inepcl'a
de un término que designa mediante su contrario lo q ~» gos partIculares del goce: experiencia privilegiada en la que
. la prueba de verdad del enunciado constituiría una garan-
preten d e deSlgnar, ~
tía para una certeza del cuérpo, apariencia engañosa de una
La riquez~ ~e los eufet:?i~mos 10 remite a la malignidad de
coincidencia ilusoria que constituye una de las razones de
~na, ,,:oz ?,tvma que tralClOna, según cree él, el orden de la
la extraña relación del sujeto con el enigma que le plantea
slg~llfIca~!on, Lo que ~lla llama alimento es el veneno, la
el goce del otro sexo. Valorizado como prueba del deseo del
s~tlsfacclon de la necesidad se realiza a través de la destruc_
clón del cuerpo: más allá se perfila la violencia que obliga que espera ser el objeto y el donante (lo que determina que
con gran frecuencia los sujetos imaginen que los del otro
a llamar ·a~or, recompensa y alegría a lo que acompaña la
sexo son superiores o más logrados), constituye el enigma
representaclon de un cuerpo propio despedazado por el de.
cuya presencia se puede olvidar durante el acto de goce.
seo. de destrucción .de ,:\quella que da el alimento, Es en el
Querer saber lo que experimenta el otro-de~mí-difei:ente
regIstro de la nommaClon de los afectos que un Dios, que
«por natu.raleza, sólo tien~ un conocimiento del cuerpo-ca: que utili~a un mism? término para ~esignar 10 que no puede
ser lo mIsmo: alterIdad .que me priva de la certeza de una
Oaver», ejerce un abuso mtolerable; la consecuencia es el
prueba que el cuerp<? por si solo hubiese podido proporó!?-
de;rumb~ de la función de significación. Las experiencias
ma~ corrientes nos demuestran que, para todo sujeto, en el
nar,. >: que da nuevo I~pulso a la búsqueda de lo que podría
certIfIcar la conformIdad entre el enunciado lingüístico y
regIstro de los afectos la expresión y la significación son el
el afecto del que habla. Gozar sigue siendo posible debido
suelo moved}zo .sobre el que avanza acechante y ansioso el
a que, en el momento en que el goce se realiza, el sujeto ol-
acto que sena SIgno y prueba de la verdad del enunciado. 3D
vida la pregunta que sólo se planteará a posteriori. Durante
En ese. sector, flota siempre sobre el signo lingüístico la SOln-
la fugitiva unión de dos cuerpos (expresión que se debe en-
bra de la duda. El sujeto se acomoda fácilmente al hecho de
tender en el sentido propio de una parte de un cuerpo que
saber que nada le garantilZa que lo que su .mirada define co-
c,?lma u?a abertura del otro), el sujeto puede permitirse no
mo «rojo» o «verde» sea idéntico a lo que percibe la mirada
de otro; dlferenc.lar, lo que bcurre en uno y otro. Lo que mediante
' está dispuesto
, l a designar como mesa' vaso , perro, a
su proplO organo sexual el hombre experimenta en su cuer-
1os o b Jetos a~l l~mados. Por el contrario, ha aprendido a
po y lo que el cuerpo del partenaire siente gracias a ese mis-
expensas de SI mismo que el «yo amo» que pronuncia o que
mo órgano pueden presentarse bajo la forma de lo idéntico
se le ofrece no puede garantizarle la oonfiabilidad y la iden-
durante el tiempo de un goce que efectivamente elimina
t~da~ de ,,:n afecto del que, por otra parte, nada puede de- • que separa dos cuerpos. Solo
"
CIr SI se nIega a recurrir a esos mismos términos. Ello deter- e1 ~spaclO en un momento pos-
.enor la pregunta resurgirá con su carga de duda e inquie-
mina su búsqueda de signos que prueben la verdad del enun-
ciado libidinal. ¿ Pero a qué 10 remiten esos signos, una vez tud, Los perjuicios ocasionables, más allá de un umbral
da~o, se explican por ser la consecuencia de una experiencia
enco~trados? ¿A qué certeza? Objetivamente, solo pueden
olVIdada pero cuya cicatri;t; nunca desaparece (experiencia
refer~r1o a lo que representan en función de su problemática
afectIva, de su cultura, de su modo de ser, para quien es que, en algunos c-asos, puede conducir al sujeto al borde de
su agente. la locura).
En último análisis, el único soporte de la prueba es la con- Es responsable de esta cicatriz la conexión impuesta por la
fianza, la credibilidad que el sujeto acuerda al enunciado lengua fundamental entre el significante y el significado, la
en nombre de criterios su?jet~os, y nunca objetivos; no voz y el enunciado, la designación del sentimiento y el afec-
c~>no?e, por otra parte, la ,histona, que 10 ha inducido a pri-
to que él nombra. A partir del momento en que el sujeto
vIleglarlos. Por ello, el sUjeto oscda entre los momentos de acepta conjugar, aunque solo sea en presente, el verbo amar,
certeza y los momentos de duda, y llega a una transacción con aborda una tierra extraña que únicamente 10 ·aceptará si

140 J41
úlvida de una manera radical su suelo original. Lejos de espacio en el que advienl~ el Yo aparece el rol, igualmente
reducirse a la designación de un afecto, el sentimiento es fundamental, de la acción identificante del discurso. Se tra-
su interpretación en el sentido más vigoroso del término, que ta de una acción autónoma ejercida por la institución lin-
liga una vivencia inconocible en sí a una causa que se su- güi$tica y a la que ningún sujeto escapa. Su autonomía es
pone acorde con lo que se vivencia. Ahora bien, hemos visto aún más manifiesta en los casos en los que el discurso ma-
que lo que se vivencia es, también, lo que ha sido inicialmen. terno prestmta los caracteres que inducen una respuesta psi-
te interpretado por el discurso del Otro y de los otros, por cótica. Para hacerse inteligible ante la psique del infans, la
el recurso a lo que podría aparecer como una serie de falsos palabra materna encuentra inevitablemente los límites de
silogismos que refieren a una misma cosa todo lo que se ma- su poder en la necesidad de hablar el amor de este último,
nifiesta bajo apariencias similares. La afirmación: «Todas $U placer, su obediencia; su maldad. Por ello. cuanto m-ayor
las personas vestidas de negro están de luto» puede provo- es el poder y el saber que ella reivindica en relación con este
car risa, pero, ¿ qué la distingue de las siguIentes: «Toda otro, mayor es su obligación de lograr que todo pueda ser
necesidad satisfecha es fuente de placer», «Todo grito es un dicho. Y cuanto más trasforma en «decible» la totalidad
llamado dirigido a la que está ausente», «Todo movimiento de lo que afirma percibir (salvo que ella misma sea deliran-
es un signo de inteligencia dirigido a la madre»? En cierto te), mayor es la trampa que la captura, la del intervalo que
sentido, todas ellas son igualmente abusivas y forzadas; en aparecerá entre la significación que su discurso pretende
otro, sin embargo, lejos de ser reductibles a un falso silogis- vehiculizar y la significación CJ.ue.los otros locutores pueden
mo, representan el precio que se paga al don y a la creación devolverle en relación con ella. Cuanto m-ayor es la ambi-
de sentido característicos del lenguaje. El deseo de una con- ción ,que tiene un discurso de presentarse sin fallas, sin am-
formidad entre el afecto y el sentimiento implica la creen- bigüedades y sin interrogaciones, y como una construcción
cia ilusoria de que existiría la posibilidad de conocer algo per:fecta, mayor es la nitidez con que aparece lo que llama-
que se encuentra doblemente fuera del lenguaje. remos la autonomía de la lógica característica del sistema
En efecto, se trataría no solo de conocer lo que pertenece a lingüístico. En este caso, la significación ya no puede invo-
lo exterior al lenguaje, sino también de poseer un saber que car la riqueza metafórica, jugar con 10 carente de sentido,
podría no formar parte de lo decible: es evidente (y hemos el humor -es decir, el conjunto de procedimientos que con-
insistido en la importancia de este hecho) que existe una in- vierten a la comunicación en el lugar en que la interpreta-
terpretación del mundo y una inscripción de lo experimen- ción y la interrogación son posibles-o Esta posibilidad es
tado que preceden e ignoran a la imagen de palabra; sin em- sacrificada por la ambición materna de adquirir el tipo de
bargo, ello no impide que el Yo - o el analista.' en toda certeza que pretende el discurso científico: el triángulo, por
oportunidad en la que se confronta con su propIO mundo ejemplo, puede hacer pensar en el complejo de Edipo, pero
psíquico- descubra que, para él, conocimiento y posibili- en la demostración del teorema esta asociación es trivial tan-
dad de decir coinciden; que renunciar a decir 10 que se ex- to para, el que demuestr-a como para el que lo escucha. Pa-
perimenta significa renunciar a vivirlo como una aventura radójicamente, el poder autónomo y autonomizado del len-
que concierne al Yo y no como un accidente que sufre como guaje interviene en tanto mayor medida cuanto mayor es
un cuerpo extranjero, incomprensible al no poder ser dicho. la pretensión del que enuncia de poseer la totalidad de los
La trasformación del afecto en sentimiento es el resultado enunciados que se refieren al campo de significación de lo
de este acto de lenguaje que impone un corte radical entre que quiere enunciar. Fuera del discurso matemático, en el
el registro pictográfico y el registro de la puesta en sentido: sentido estricto del término, que puede permitirse crear sus
este corte es, en sí, independiente de la voz y de las voces propios postulados, el discurso debe obedecer a postulados
a las que el sujeto debe el aporte lingüístico. Si consideramos frente a los cual~s el sujeto carece de poder; como conse-
la voz como el representante metonímico del sujeto, diremos cuencia de ello, carece de la posibilidad de lograr que los
que la carga libidinal que ella añade a la entidad lenguaje otros reconozcan una conclusión contradictoria, o la que se
es -n'ecesaria para devenir sujeto; pero también que, inde- origina en la concatenación de los enunciados sucesivamente
pendientemente de esta acción y de esta sobrecarga, en este pronunciados. En todos los casos en los que el discurso se

142 11-3
opone a que los otros puedan relativizar lo oído, a que pue. que: no era «decible» y perrnitirán el surgimiento de un enun-
dan a.ceptar~o y pensar, al .mismo ~iempo, que talo cual ciante. La entrada en escena de la comprensión y de la
enuncl:ado bene doble sentido y,. sm anular al conjunto apropiación del lenguaje obliga al sujeto a tomar en consi-
pueda ser comprendido en forma diferente por ellos en to.: deración un lllodelo que trasfiere a este registro y, por ]0
• :n que el discurso pretende ese 'tipo de
d ~ 1?S. casos, asl, tanto, al del proceso secundario, una causa del afecto que
objetIVIdad exhaustiva, se ve en la obligación de demostrar en su calidad de afecto sería in.conocible para el Yo. Para-
una conformidad absoluta entre el objeto del que habla y lo fraseando á Freud, podríamos decir que al acceder al len-
que él enuncia en relación con ese mismo objeto. guaje, y p~se a él, el suje:o s: hace teóric~ y que,. frente a
Es evidente que esta conformidad es insostenible en el regis. lo ¡nconocIble de su experienCIa, el lenguaje enunCIa:
tro de los afectos, registro en el que la escucha de los locuto.-
res se ve modificada siempre por su problemática singular. «En este punto ocurre algo que el "Yo" es totalmente inca-
Vemos así el papel particular que desempeñarán en el len_ paz de conceptualizar pero que, si perteneciese al orden del
guaje identificatorio los términos del lenguaje afectivo: lenguaje, podría expres-arse de talo cual otro modo».40

1. La nominación impone un estatuto a lo vivencia do. Este A este precio, lo inconocible adquiere sentido y se convierte
estatuto trasforma radicalmente la relación del sujeto con en «decible»: las palabras definirán lo que mueve al sujeto
aquello, impone una significación preestablecida en relación y de lo que nada podría saber si no fuera por este desplaza..
con la cual el sujeto carece de poder. miento en el registro de lo decible; es cierto que este despla-
2. Simultáneamente, este estatuto y esta significación a los zamiento es el propio sujeto en cuanto Yo. Lo que queda
que hemos aludido van a ligar un significante compartido por fuera del saber es que el sufrimiento es repetición, que este
el.conjunto de los sujetos que hablan la misma lengua a signi- otro que yo amo y que no se encuentra presente recuerda
ficados que, a partir de ese momento, solo tienen como refe_ un objeto perdido responsable de una primera herida, que
rente a otros significantes (el significante «amante» sólo este duelo es lo -que se renueva en cada oportunidad. Lo
podrá designar su referente a través de otros significantes que el lenguaje define como amor permite construir su mo-
tales como deseante, esperanza de felicidad del otro, estad~ delo coherente, «razonable», que separa al otro actual del
de espera, etc.; en este ámbito el término lingüístico remite pecho antiguo, que oculta su consanguinidad y que deter-
a otro término, este último a otro, y así sucesivamente). mina que la confesión de que necesitamos su presencia .como
3. Esta sumisión del referente al significante del signo lin- la tierra al agua sea considerada como ~na metáfora poéti-
güístico tiene dos consecuencias: por un lado, preserva la ca que nada revela acerca de la primera relación de necesi-
ilusión de la existencia de una identidad entre los referentes; dad absoluta que ligaba una boca a un pecho. Debemos aña-
por el otro, introduce inevitablemente el riesgo de una rup- dir que no solo se utiliza una metáfora, sino que se produce
tura, de un conflicto, entre el enuncian te y la significación una reelaboración. de la relación sujeto-objeto: lo necesario
del signo lingüístico. En efecto, si en esta remisión de tér- y lo absoluto ya no son los inevitables atributos de un único
mino a término el sujeto sólo encuentra una serie de térmi- objétO. Puede operarse, así, la reorganización de la econo-
nos que le revelan la antinomia existente entre su referente mía de las catexias que eXIge el proceso secundario. Esta
y el de los otros o, lo que es lo mismo, le muestran que los reorg·aniz? "'ión implica la entrada en la escena psíquica de
otros se niegan a reconocer que él les significa algo diferen- los enunciados identificatorios propios del enunciado lingüís-
te de lo que ellos alegan oír, e 1 sujeto considerará al conjun- tico que nombra al afecto: el signo lingüístico identificará
to de los signos lingüísticos solo como lugar de la mentira, al afecto con lo que el discurso cul tural define como tal:
y el lenguaje fundamental asumirá la significación que tenía amar remite a lo que el término amor designa y a una ima-
para Schreber. gen del amante, de quien el discurso se convierte en el único
referente posible. Lo cual conduce al sujeto a aceptar, como

Lo que caracteriza al discurso es el corte que impone entre pruebas de la verdad del enunciado, las que instaura el dis-
lo representado y el enunciado. ,Las palabras definirán lo curso cultural: amar a su madre es ser bueno, obediente,

144 145
sujeto: nombx:ar al otro con el té.rmino «amado» supone
fuerte, bello, o todo aquello que sostengan los modelos e 1 designar al sUjeto que nombra medIante el de amante. Este
turales. u.
simple ejemplo puede extrapolarse al conjunto de las nomi-
La verdad del amor deberá aprobarse así a través de la 'd naciones. que definen la ~elación del niño con los otros por
tI. d a d d
e I '
SUjeto con 1a Imagen
. del amante que vehic1 l'en. él catectlzados. En el reglstro del afecto el acto de enuncia-
1a cu lt ura.. 41 se esta becera
l " un vlOculo entre el conce u Iza
t ción designa una relación, y esta relación es la que se designa
( amar) y las form::s culturales que prueban la ve.:rdad ~~ mediante un único término. La precatectización del objeto
afecto que .asume el nombre de sentimiento. El pasaje de 1 no tiene como agente al Yo, sino a una actividad psíquica
:epr<:sentaclón del afecto a la nominación del sentimient~ que le preexiste; ahora bien, la nominación no concierne a
lmphca el abandono de una representación mediante la irn _ este primer modo de relación sino al que existe entre un
ge!! de la cosa corporal en beneficio de una imagen que ~ objeto Y un Yo que se reconoce en lo nombrado: el acto de
refIere al amante, A,l prof!-;.mciar tlO -«te a:t:n0» se demuestra enunciación de un sentimiento es así, al mismo tiempo, enun-
aceptar que esta aflrmacIOn, de la que el Yo se' pretend ciación de una autodenominación del Yo.
agente, solo puede encontrar su confi¡rmación en el modele Lo que hemos dicho acerca de la relación significante-signi-
q~e p.r,opone el dis~'!tso. En cierto senpdo, existe una subor~ ficado 42 en este registro se manifestará en el campo iden-
dma<;lOn de la. aCCIOn .~el verbo al dIscurso que la define: tificatorio a través de una operación que determina que to-
pO~Tlamos ?eCIr, tamblen, que en este registro la conducta do significante designe implícitamente, en su calidad de re-
est~ subordma~a, a ,lo que el discurso le designa como moti- ferente privilegiado, una denominación identificante y cons-
vaCIOnes, n:eta, .l!mltes.E! rechazo de esta pertenencia será tituyente del Yo. En efecto, la constitución del Yo sigue pa-
llam~do al:enaclOn: y es mdudable que la ruptura de estas SO a paso la sucesión de las denominaciones mediante las
r~la~I?ne~ ,tmpuestas por la cultura entre lo vivenciado y su que el Otro nombra su relación afectiva con el sujeto, de-
slgmhcacIOn supone re~hazarla, .regr?sar de o dirigirse a nominaciones que, en forma sucesiva, el sujeto esperará,
«o~ro lugar», que susclta una «lnquletante extrañeza» en inducirá o rechazará. El espacio al que el Yo debe advenir
qUIen contempla al forastero. -que es también el único espacio al que puede advenir-
Lo que h~mo.s, dicho del lenguaje fundamental al referirnos muestra que su organización está bajo la égida de una serie
a la nOml;taCIOn ~~l a!ecto .F!ermite mostrar en qué aspecto de signos lingüísticos -los propios del afecto y los propios
y por que su aCClOn IdentlfIcante se encuentra en el ori· del sistema de parentesco-- que, al nombrar una cosa o un
gen del Yo. elemento, definen la relación que existe entre el objeto al
cual se nombra y aquel que se apropia de esta nominación
y la enuncia. El Yo, entonces, surge en y a través del a pos-
8. El a posteÍ'iori de la nominación del afecto teriori de la nominación del objeto catectizado: el descu-
brimiento del nombre del objeto y de la nominación del
~a rel~ci~:! :particular qU? une referente y significante del vínculo que 10 une al sujeto da nacimiento y sentido a una
SignO lmg~.llSbCO .en el regIstro que privilegiamos determina instancia que seautodefine como deseo, envidia, amor, odio,
que el prImero sólo pueda definirse mediante otros signifi- espera ... de ese objeto. El Yo no es más que el saber que
cantes '1ue intentan delimitar mejor la cosa y que no encuen- el Yo puede tener acerca del Yo: si nuestra fórmula es
tra~ ~as que l~. ~osa hablada: esta relación da lugar, a pos- exacta, ella implica, también, que el Yo está formado por el
teT~OTt, al surgImIento del Yo. Para comprender estepr<;>ce-
conjunto de los enunciados que hacen «decible» la relación
S?, se debe recordar que en este caso -la nominación no con- de la psique con los objetos del mundo por ella catectizados
cierne a un o!>jeto perci~ido. en forma neutra: concierne, y que asumen valor de referencias identificatorias, de em-
por .el contra~o, a un objeto que previa y particularmente blemas reconocibles por los otros Yo que rodean al sujeto,
ha sldo catecbzado,que es ya soporte cargado libidinalmen- Volveremos a ocuparnos más adelante de este aspecto de la
te. Tan p~ont?, cónciem~ al afecto, la nominación es ipso problemática del Yo; por el momento, solo pretendíamos
lacto nomlnaClOn del objeto y de la relación que 10 liga al esclarecer el papel que cumple en el espacio exterior al Yo

146 147
el acto de lenguaje en cuanto operación identifican te Lacan, sólo puede remitir a sí mismo, es ubicado como, cen-
po;ee e.1 c;xtraño poder de crear algo nombrado que no qUe
tro nec~sario pa~a 9ue la gravitación de la cadena signifi-
dna eXIstir para el Yo fuera de esta designación. po.
cante Siga una orblta acorde con la ley y no caiga en un
movimiento desordenado que provocaría el caos del mundo
y el caos del lenguaje. Sin embargo, paralelamente al rol
9. El deseo del padre (de niño, por este niño) asignado a este nombre, se observa fa escasa importancia
concedida al análisis de su deseo, cuya acción parece redu-
Antes de ocuparnos del deseo del padre y de su relación COn cirse e. la r~puesta que le da la madre a través de su reco-
10. cultural,
,. debemos
. recordar aquello que, en el funci ona~ nocimiento o su rechazo. A 10 sumo, y junto a la madre d Q
mlen!o ySlqUlCO, e Inve:;;amente, es trascultural. El «destino esquizofrénico, se insistirá en el análisis de la pareja paren-
an.atomlco» ~ef aco~panal c~>n un «destino psíquico» Cuya tal y de su· relación; en lo que se refiere ·a la acción del de-
pnmera mam estaclOn se e Impone al niño tan pronto debe seo del padre sobre el niño, se observa un extraño silencio.
reconocer (lo cual le ocurre a todo niño) que en su prime Ello supone olvidar que, a menos que se comparta la ilusión
relacióIl: . c~n la madre él había ignorado la irreductibi1id:~ infantil acerca de la omnipotencia de la madre, la exclusión
de Jos;s~Ulentes elementos: 1) El cuerpo del hombre pos del padre implica por parte suya una voluntad de exclusión.
, l"
un organo que .a mUjer no tIene. 2) Este 6rgano la hace go-
Ce que el eventual deseo de castración de la madre en relació~
zar y es necesariO para la procreación. 3) El infans descub con ~l es tanto más eficaz cuanto que encuentra en el par-
·
que e l prImer o b"Jeto catectlzado por la totalidad de la lib're tenatre un deseo de desempeñar ese rol de víctima. A ello
do no le resp~nde del mismo modo, que la madre desel~ se añade lo que la clínica nos señala: la impOrtancia de la
otra cosa que el no puede darle, que su placer sexual tiene problemática del padre, de su violencia, de su actitud mater-
otro soporte. 4) La madre respeta, teme o venera el discur- nal y,. en general, de la conducta y del discurso mediante los
so de otro u otros. El déseo del niño y su demanda no le ci1al.~ se manifiesta, en la escena de lo real, su deseo por
bastan para obtener la respuesta que él espera lo que d el mno.
lugar a su b~squeda (y también aquí se trata de algo uni~ En el análisis sintáctico que hemos planteado dijimos que tan-
versal) para Intentar saber qué desea ella o qué le dicta la to el- niño como la níiia eredan un deseo de tener hijos tras-
ley. En nuestra cultura esta· búsqueda lo conduce hacia el mjtido por el anhelo llÍate~o: e_ eseo e qu'2 a su. vez, lle-
padre y su deseo. guen a ser padre o madre. Es cierto, entonces, que el deseo CIé
Al encontrar el deseo del padre, el niño encuentra también híjo por parte ael padre está íntimamente ligado a anhelos
el último fac~or que permite que el espacio exterior a la psi- que se relacionaban con la esfera materna y la era de su po-
que se ~rgamce de n:odo tal que el funcionamiento del Yo der. Cuando se trata de un niño, la anticipación característi-
sea pOSible o, a l~ .~nversa, que lo obstaculice. Sorprende ca de su discurso le trasmitirá un anhelo identificatorio -lle-
co:nprob~r. la ambIguedad del lugar que le otorga la teoría gar a ser padre- que se vincula a umi.tunción que ella no
pSlcoanahtlca al agente de este deseo. Referente de la ley, posee y que solo puede referir a la de su propio padre, En ese
poseedor de las llaves que dan acceso a lo simbólico, donan~ sentido, su discurso habla de Uha función que pasa de padre
te del nombre: ya en Freud, aunque no utiliza el término en padre: su anhelo reúne dos posiciones y' dos funciones, la
y en medida aún mayor en la teoría de Lacan el nombr~ ocupada por su prppio padre y la que podrá ocupar el infans
ocupar~ l~~a~ S~.lI:
como padre futuro. Entre estos dos eslabones se sitúa el padre
d. e..l padre un cen. tral. .. p. r.eclusi6n de.Sign. ará real del niño, hacia el cual este último dirigirá su mirada para

L
la causa del destInO pSlcotlCO; su ausencIa o mejor dicho
sú··~reconocimiento por parte del discü;só~no será intentar saber lo que significa el término padre y cuál es el
c~ñsiderad~ responsable de la _antin()niia-eXistéñte·en~re el sentido del concepto «función paterna».
s!ljeto del_!~un~iado~.ft!iét(u;ieseante~mPoCleiiiOs~a~a~zar De ese modo, la significación «función paterna» será enmar-
uñIlaso mas aUa del que esta misma teoría nos invita a dar. cada por tres referentes: a) la interpretación que la madre
Un significante privilegiado, el falo, el único que, según se ha hecho acerca de la función de su propio padre; b) la
función que el niño asigna a su padre y la que la madre atri-

148
149
huye a este último; e) lo que la madre desea trasmitir acerca cionamiento :psíquico que dete~mina que el conocimit;nto.', o
de ~sta funt;ión y lo que pretende prohibir acerca de ella. 1 reconocimIento, sea precedldo por una precatectlzaClon
Se deduce de ello que el anhelo materno,. que el niño hereda de lo que luego se rec,-~ocerá. Por otra parte, el acceso del
condensa dos relaciones libidinales: la que la madre había es~ iño a la categoría del concepto muestra la utilidad de un
tablecido con la imagen paterna y la que vive con aquel a nslabón intermedio que le ofrece una primerá encarnación
quien, efectivamente, le dio un hijo. Que -el niño llegue a ser eJet símbolo, a partir del cual y secund anamente
. pod ra' se-
padre puede referirse tanto a la esperanza de que se repita la parar al concepto de su primer soporte en la escena de lo
función del padre de ella como a la esperanza de que el niño real. Aquel que podrá convertirse en padre rec::<:noce en un
retome por cuenta propia la. función del padre de él. primer momento al representante de es~a funClOn en aquel
En realidad, existe una interacción entre estos dos anhelos. a quien el discurso de la madre le deSIgna co~o tal, pero
Es poco frecuente que una relación negativa con el padre también (olvidarlo sería un grave error) en el dIscurso efec-
permita una relación positiva con el hombre. Pero, puesto que tivo pronunciado por la voz p~na. En el encuentro .con
hablamos aquí del padre, formularemos en relación con él la el padre es posible diferenciar~omentos y. dos e~penen­
misma hipótesis optimista que hemos formulado en relación cias: 1) el encu~ntro con la voz del padrt; (SI no; sItuamos
con la madre: un sujeto que ha comprendido este anhelo, del lado del hiño) y el acceso a la patermdad (SI nos refe-
que lo ha retomado por cuenta propia y que ha deseado rea- rimos al padre) ; 2) el deseo del padre, eñtendi~Ildo por ello
lizarlo, con una 1l\ujer que acepta reconocer su función para tanto el deseo del niño por el padre como el del padre por
su deseo y para su niño. el niño.
situamos esta pareja en nuestra cultura,43 comprobamos

\1
que, si de acuerdo con la expresión de Lacan la madre es el
primer representante del Otro en la escena de lo real, el pa-
dre, en esta misma escena, es el pr~mer representante de los
otros o del discurso de los otros (del discurso del conjunto).
Nuestra cultura propone un modelo de la función materna,
una ley que .decide en qué condiciones el hombre puede o no
dar su nombre, las reglas y prestaciones que exige el sistema
10. El encuentro con el padre
Ya nos hemos ocupado de este encuentro al analizar el pa-
saje de la pareja originaria a la pareja parental. .Recorde-
mos que lo que aparece. i~cialmente ante ,la mIrada del
infans y se ofrece a su lIbIdo es el «Otro sm pecho» que
de parentesco; este conjunto de prescripciones instaura un puede ser fuente de un placer y, en general, fuente de afecto.
modelo de la relación de la pareja parental y de su relación En contraposición al encuentro con la madre, lo que cons-
con el niño, en el que el p'adre hereda un poder de jurisdic- tituye el rasgo específico y diferencial del en,:uentro con el
ción, ejemplificado -P.QJ:._!il Cier!:clio romano, queeñlii'la pri- padre reside en que po se produce en el regIstro de la ne-
mera fase llegaba incluso a coii1erirle-Un derecho de vida y cesidad; es por ello, !1m duda, que el paqre es el qU!! a!>re
de muerte. Es cierto que ese poder ha perdido gran parte lá primera brecha en la colusión. original que hacía mdls.o-
de sus atributos: sin embargo, ha preservado su función en ciables la satisfacción de la neceSIdad del cuerpo y la satIS-
el registro de la tr·asmisión de.L!!9mbre, con todo lo que ello facción de la «necesidad» libidinal. Esta brecha indúcirá a
implica. En la estructura familiar de nuestra cultura, el pa"" la psique del infans a reconocer que, a~nque deseada por la
dre representa al que permite á la madre designar, en rela- madre, esta presencia es totalmente ajena al campo de la
ción con el niño y en la escena de lo real, un referente necesidad. 44 • •
que garantice que su discurso. sus exigencias, sus prohibicio- Ese «no conocido» deseado por la madre, SI nos SItuamos en
nes no son ·arbitrarias, y se justifican por su adecuación a el momento sumamente precoz de la vida psíCJ.ui.c~ en que
un discurso cultural que le delega el derech~ y el deber de la mirada del infans lo descubre, es planteado 11l1Clalmente,
trasmitirlos. La referencia al padre es la más apta para tes- .
respecto de la madre, en una posición inversa a la, que asu-
timoniar ante el niño que se trata, efectivamente, de una de- mirá en una fase ulterior. Hemos dicho que es a el a qUlen
legación y no de un poder abusivo y autárquico: en efecto, se referirá la madre para demostl'ar la legalidad de su~ mo-
también en este caso observamos el rasgo específico del fun- delos; por el contrario, durante esta primera fase el znfans

150 151
busca y encuentra las razOnes de la existencia del padre pio, la forma de una voz prohibidora y ?e ~na voz a la que
el ámbito de la madre. Ese «otro lugar» deseado por la m:~ la propia madre parece obedecer. La prmcIpal consecuencia
dre es el que ~presenta el padre en la escena, y es ese deseo de ello será que el que encarna esta voz dará sentido en la
el q.ue le confiere su poder, en una segunda fase, por el Con. escena de 10 real -al permitir encontrar su causa en lo
trarlo, el padre ocupa el lugar de quien tiene derecho a de «exterior a sÍ»- alodio sin objeto y lo indecible de un deseo
cretar lo que el, hijo l?u:de ofrecer a l_a madre como place~ de no deseo cuyos efectos invaden repetitivamente el campo
y lo que le esta prohIbIdo proponer debido a que él desea psíquico.
a 1:: .m?-dre y se presenta como ,el agente de su goce y de su Es él quien comienza por hacer soportabl~ e~ descub.rimiento
legItImIdad. Por esta doble razon, el padre será visto simul_ del engaño materno, antes de que este ultimo se imponga
táneamente por el niño como el objeto a seducir y COmo el como verdad ineluctable. Si ella no me desea, cuando todo
objeto del odio. inducía a creer que así era, si ella dice que no encuentra en
roí el objeto de su deseo, es porque obedece a un orden, el
El objeto a seducir. Esperar convertirse en el deseado del pa. del padre, que quizás ella no hace más que soportar. Esta
dre. es esperar desempeñar el mismo rol que la madre en el primera racionalizaci6n de una decepci6n, cuyas hueHas
regIstro de su deseo: al decretar una igualdad entre el niño nunca desaparecerán, permite un estado de complicidad
y la madre como objetos igualmente codiciados por su deseo transitoria entre la madre y el niño, y trasferir al exterior de
la mirada del padre permitiría que este atributo común s~ su pareja el veredicto de una ley que aparece, inicialmente,
trasforme en una prueba de identidad entre estos dos sujetos. como inicua. 45 Además, el deseo de muerte trasformado en
Lo que el padre desea en mí es lo deseable de mi madre: deseo de asesinato encuentra en el padre tanto un sustituto
cabe formular así lo que determina que el deseo del niño como un reaseguro: en efecto, el anhelo de que muera es
sea seducir al padre. contrabalanceado por la imagen de una fuerza muy superior
l?esear al padre, seducirlo, ser seducido por él, puede ana- a la del niño, superioridad que justifica en parte el anhelo
hzarse, entonces, como la suma de las siguientes formulacio- ante sus propios ojos y le asegura que existen pocas posibi-
nes: 1) plantearse como el equivalente de lo que él desea lidades de que se realice. De todos modos, lejos de reducirse
en la madre, o sea, ser reconocido como idé.ntico a. lo «de- -como se suele afirmar, a menudo con la complicidad de
seabk» que, de ese modo, ella demuestra que posee; 2) los analistas-· al descubrimiento de lo sexual allí donde
con~ervar a la madre para sí al ofrecerse al padre como un solo se veía inocencia, el descubrimiento del psicoanálisis es
e~uIv?-lent~ de placer,; 3) pagar con el precio de la seduc- . tanto más intolerable cuanto que afirma que el sujeto co-
cI6n mduclda y sufrIda el derecho a seguir siendo parte mienza por desear matar al progenitor, que es un parricida
activa de los objetos maternos; en esta fase ser como la 'mu- en' potencia. Para todo humano, esta imagen encierra a.1g~
jer del padre no supone perder el pene - 'sentido que sur- intolerable y su presencia se hace soportable a postcnon
girá recién en la fase fálica-, sino situarse en el lugar de lo solo por la dimensi6n lúdicra con la que pú~!camente se la
,!ue es deseado en la madre y que, así, ella posee a igual sigue revistiendo. Al «voy a matarte» del mno .le respon~e
tItulo que el cuerpo del niño; 4) el precursor del deseo de un «voy a comerte» del adulto que reduce a un juego el pn-
f~I?ineidad en el hon:~re reside en el deseo de poder iden- mer enunciado y oculta así la significaci6n no metaf6rica
tIf!car pene y deseabIlldad de la mujer. Repite así en un que vehiculiza. En la interpretací6n corriente que se fo~mula
pnmer momento el anhelo del niño tal como había sido acerca de la culpabiHdad incOBsciente, llama la atenc16n la
formulado: ser aquel que se cerciora de la imposible castra- importancia que se ~oncede al deseo incestuoso y al temor
ci6n del primer Representante del Otro. de retor~i6n en contraposición al escaso lugar otorgado al
deseo de m~erte del padre. Todo ocurre como si este deseo
El objet? del odio. Esta fase del encuentro es sucedida por no fuese más que la consecuencia 16gica, el maleficio secun-
la n~cesldad de reconocer la diferenci;¡ de los sexOs el ca- dario del deseo de poseer a la madre: pero no es así en ab-
ráéter. no absoluto del poder materno y, a la inversa, ~l poder soluto. En realidad, se observa en este caso, una vez más,
que ejerce una potencIa (la paterna) que asume, en princi- el redoblamiento de una operación psíquica de la que solo
.152
153
se observa el segundo momento, Es evidente que e' 1 f los padres, serie de enunciados que, al trasmitirse, asegura
"
ed Iplca 1 '-' . n a ase
e mmto consIdera al padre corno un rival cuya la permanencia de la ley que rige el sistema de parentesco.
t e desea para que 1e d eje muer~
" un lugar hbre junto a la madre' '
embargo, esto es sólo la forma secundaria que asume un' ~ln En nuestra cultura, el sujeto real, que ha sido para el hijo
seo de muerte que lo ha precedido. Antes de ocupar ell e- el representante de los antecesores, ha sido también, en el
d e Irtva
' l e d"IpICO, e 1 padre se ha presentado ante la ugar .
., pSIque momento de la constitución del complejo de-Edipo, el ob-
~omo en~rnaClOn en lo «exterior a sÍ» de la causa de su jeto de un deseo de asesinato secundario. El recuerdo de este
ImpotencIa para preservar sin falla, y, en forma autónoma anhelo puede estar presente o ser reencontrado si ha sido re-
u.~ estado de placer: de ese modo, ha permitido que la pul' primido, carácter que 10 distingue de su prooecesor.46 Se de-
Slon ~e muerte se .deje apresar en la trampa de una raz6~ duce de ello que, al convertirse en padre, el sujeto corre el
del dIsplact;r experimentado que sería exterior al director de riesgo de entrever en el hijo lo que entrevió Laios: el que
escena; razon responsa!;>le de un orden del mundo que resiste deseará su muerte. En la relación padre-hijo, la muerte es-
a las ordenes de la pSIque. En la escena de lo real apa tará doblemente presente: el padre del padre, en efecto, es
cl que se Impone,
' a1 "'
mIsmo ~
tIempo, como el primer repre_ aquel que en una época lejana se ha querido matar, y el hijo
sentante de los ,otros y com<:> el primer representante de una propio, aquel que deseará la muerte de uno, Este doble de-
ley que deterf!2ma que el dlSplacer sea una experiencia a 1 seo de muerte sólo puede ser reprimido gracias a la conexión
r:
que o es poszbte escafa..r. Si no se tiene presente ese períod~ que se establece entre muerte y sucesión y entre trasmisión
antenor al an~elo edIpIco, marcado por un deseo de asesi_' de la ley y aceptación de la muerte, Será necesario que el
~ato, no es pOSIble entender la especificidad de la problemá_ deseo de muerte, reprimido en el padre, sea remplazado por
tIca del deseo del padre ~or el niño. Se comprenderán mejor el anhelo consciente de' que su hijo llegue a ser, no aquel que
los efectos de su presenCIa de su ausencI"a y de su 'f' 10 arranque de su lugar, sino aquel a quien se le da (en el
'd d ' " espeCI 1-
m a ~l se tIenE presente el contexto que caracteriza a la sentido más profundo del término) el derecho a ejercer una
patermdad: misma función en un tiempo futuro. Lo que ofrece el padre
a través de la mediación de su nombre, de su ley, de su auto-
1, La incertidumbre para el padre de su rol procreado L ridad, de su rol de referente, es un derecho de herencia sobre
u ~ es SIempre pOSI'b1e; la certeza de paternidad no puede
d d' r. a
estos dones para que se los legue a otro hijo. De ese modo,
referIrse a la relación carnal de la madre. enuncia la .. aceptación de su propia muerte. Mientras el pa-
2. La paternidad está directamente ligada a una designación dre ocupa su lugar, entre el sujeto y la muerte hay un padre
que, en nombre de la ley, rotula a aquel o aquellos que pue- que, a través de su muerte, pagará su tributo a la vida: des-
den ser llamados padres. Ello explica que en algunas cultU- pués de su muerte, es el propio sujeto quien deberá pagar
ras el rol procreador del padre puede no ser reconocido ya con su muerte el derecho a la vida de los demás. En la re-
~ue en ellas el hombre se convierte en el puro intermedia_ lación del padre con la hija las cosas serán diferentes: ella
rIO entre la mujer y el espíritu que la fecunda corre menos peligro de suscitar en el padre el anhelo de odio
3. En el niño, el pa,d~e encuentra la prueba de 'que su propia reprimido. Por otra parte, a su muerte no es ella la que
madre le ha trasmItldo un anhelo referente a su fun " . ocupará su lugar sino, eventualmente, su hijo. La relación
l<;ts leyes de su trasmisión, Se deduce de ello que el niñoc~oo:s:: del padre con la hija comporta una menor rivalidad directa.
t:t~ye para el p~dre un signo y una prueba de la función Lo demuestra la posibilidad que ella tiene de anular la vi-
fahca de su propIO pene, gilancia de la censura. En algunos casos, el presentimiento
4. Al da~l~ el hijo, su, ,mujer le muestra el deseo que tiene del padre de que el anhelo de la niña, contrariamente al del
de trasmItir una funclOn que pasa de padre en padre. Al varón, será seducirlo y no matarlo, parece favorecer en él
aceptar este don, el hombre puede considerar finalmente el deseo de ser seducido, deseo que, visto el desfasa je de edad,
que ~u deuda frente a su propio padre ~a sido pagada, deu~ le parece «~nocente». Ello determina una especie de ero ti-
da cuya carga rec~e ahora sobre su hIjO. Como eco de la zación, más o menos larvada, de la relación, con el peligro
voz materna y graCIas a su presencia, resuena el discurso de de que lo latente pueda convertirse en manifiesto. Se expli-

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155
ca. así la mayor frecuenci~ ~e! ince~to en el caso de esta pa~ La experiencia cotidiana nos revela que para el padre el!>
reja que en .el de ~'! constltUlda por la madre yel hijo, origi. mayor la dificultad en aceptar el rechazo del hijo a compar-
nado en la lrrupclOn en lo consciente de un deseo que Con. tir sus propios valores que el de la hija; ello demuestra ese
vierte a la niña en la que permite, bajo forma invertida modo de catectización del hijo por parte del padre real a
realizar el anhelo incestuoso. Al no haber podido despaja; que hemos aludido.
al padre de la madre, despojará a los hombres de su hija. 47 Una confirmación similar nos la proporciona la violencia
Si volvemos a la relación padre-hijo, diremos que sólo el hijo de la decepción que pueden suscitar en él las debilidades se-
le puede garantizar que la ley y la función paternas tienen ::males, éticas, orgánicas del hijo y la agresividad que puede
un sentido. experimentar frente al cuestionamiento de su autoridad, que
La relación de carne es en sí misma sentido: en todas las es siempre, cuestionamiento de su función y de su deseo de
especies de mamíferos se tiene la certeza de la persistencia q~e el hijo sea el garante de una tradición.
de una función materna inmutable. No ocurre lo mismo Con Estas observaciones ilustran la dificultad y la ambigüedad
la función paterna: de su dependencia del hecho cultural que aparecen tan pronto como se pretende separar lo que es
se deduce: que est~ solo puede preservar: S? función de eje soporte de la estructura psíquica y 10 que es función de las
en el regIstro del SIstema de parentesco SI tIene la seguridad particularidades de un sistema social dado.
de que ha de continllar. Se ve eminentemente cuestionada Se dirá, con razón, que toda sociedad privilegia lo que fa-
si el hijo se niega a aceptar dicho legado: el padre responde vorece un statu quo de estos modelos, statu quo defendido,
a esta amenaza proyectando sobre el hijo una especie de cas~ en primer lugar, por aquellos a quienes estos modelos privi-
tración positivizada. El niño es aquel a quien se le demues- legian. Pero se debe comprender que ninguna sociedad lo
tra que aceptar. la castración es tener acceso al lugar en el lograría si no pudiese utilizar la violencia que ejerce para
cual, al convertirse en el referente de la ley sobre el incesto, hacer aparecer como ilusoriamente acorde con exigencias d~
se descubre que nunca estuvo en juego la posibilidad de cas- la estructura psíquica lo que, en realidad, está al servicio
trarlo, que sus temores eran imaginarios. Pero el acceso a de sus objetivos conservadores (y del mayor o menor éxito
ese lugar exige que el sujeto se descubra mortal: reconocer de esta violencia dependerá su estabilidad).
el valor de lo que se debe trasmitir supone el conocimiento
de que solo se existe temporariamente, de que solo se es el Si intentamos formular a grandes rasgos lo que diferencia el
ocupante transitorio de un lugar que otro había ocupado y deseo de la madre del deseo del padre por el hijo, podemos
que otro ocupará después de uno. Para concluir, diremos que: distinguir las siguientes características:

1. El deseo del padre catectiza al niño, no como un equi- 1. El deseo del padre apunta al hijo como sucesor de su
valente fálico (como se podría decir en relación con la mu- función, lo proyecta más rápidamente a su lugar de futuro
jer, pese a lo somero de esta afirmación), sino como signo sujeto. Desde un primer momento, privilegia en el hijo el
de que su propio padre no lo ha ni castrado ni odiado. De poder paterno y el poder de filiación futura.
allí deriva la importancia de la prueba que le proporciona 2. El narcisismo proyectado por el padre sobre el hijo se
el hijo acerca de la función fálica de su pene. apoyará, en mayor medida que el de la madre, en valores
2. A este precio el padre reconocerá que morirá, no a cau- cul turales.
sa del odio del hijo ni para ser castigado por su odio hacia 3. El pasaje del niño al estado de adulto será experimentado
su padre, sino a causa de que, al aceptar reconocerse como en menor medida como una separación o una pérdida por
sucesor y reconocer un sucesor, acepta legar en algún mo- el padre que por la madre. A menudo, incluso, lo que se ob-
mento su función a este último. Se deduce que el deseo del serva es lo opuesto. A través del hijo, 10 que el padre catec-
padre apunta al niño como una voz, un nombre, un después: tiza es el sujeto futuro que, al ocupar un lugar análogo a1
ve en él al que le confirma que la muerte es la consecuencia suyo en el registro de la función, le ofrece un reaseguro en lo
de ,una ley universal y no el precio con el que paga SU propio referente a su función paterna y a su rol de trasmisor de la
deseo de muerte en relación con su padre. ley. Pero se observan también los riesgos de una relación se·

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mejante y la rivalidad que suscita. Es por ello que el acceso ca de la función metapsicológica que cumple el registro so-
a la paternidad puede coincidir, en el plano clínico, Con fe. cioculturaL Designamos ·así al conjunto de instituciones cuyo
nómenos equivalentes a los que caracterizan a la psicosis funcionamiento presenta un mismo rasgo característico: 10
puerperal. acompaña un discurso sobre la institución que afirma su jus-
tificación y su necesidad. Este discurso designa para nosotros
Hemos indicado anteriormente los caminos a través de los al discurso ideológicg. Es ev-Klente que al hablar de ipstit{¡-
cuales la psique se defiende contra estos riesgos, es decir Cíón y de Ideología recurrimos a conceptos que desbordan
contra los efectos del retor~? de lo reprimido; riesgos que: en mucho nuestra disciplina, si es que en algún momento
en el momento de la asunClon por parte del hombre de la tuvieron algún lugar en ella. Por eso, queremos señalar que,
función paterba, provoca su enfrentamiento con el incons. si nos permitimos tratar sin las precauciones que merecen
ciente del niño. ciertos conceptos y modificar su acepción en un sentido par-
Tanto en el caso de la madre como en el del padre se obser. ticular, no por ello dejamos de reconocer su complejidad
va la misma necesidad de mantener fuera del campo de lo y su extraterritorialidad. Lo hacernos en vista de un objetivo
consciente lo que la amnesia infantil había borrado. muy preciso. En efecto, queremos mostrar que:
Concluye aquí nuestro -análisis de las fuerzas que operan en
la organización del microcampo familiar que constituye el 1. La relación que mantiene la lareja parental con el niño
espacio al que el Yo debe advenir. Veremos, en relación con lleva"'Siempre la huella de la re aClón de la pareja con el
la _psicosis, los perjuicios que puede ocasionar el deseo del me<lio 'SOCIal que la rodea (de acuerdo con la problemática
padre cuando no ha podido solucionar sus problemas con partiCular ere la pareja, la palabra «medio» remite a la so-
sus propios progenitores; veremos también que su poder in- ciedad en sentido amplio o al subgrupo cuyos ideales la pa-
ductor sobre la ec!osión de una respuesta psicótica nada tiene reja comparte).
que envidiar al que puede ejercer el deseo materno. 2. ~l. ?iscurso social proyecta .,!obre ~l infans la misma anti-
cipaclOn que la que caractenza al dIscurso parental: mucho
antes de que el nuevo sujeto haya nacido, el grupo habrá
precatectizado el lugar que se supondrá que ocupará, con
El contrato narcisista 48 la esperanza de que él trasmita idénticamente el modelo so-
ciocultural.
Se debe tomar en consideración un último factor que, por 3. El sujeto, a su vez, busca y debe encontrar, en eSe dis-
su parte, es responsable de lo que se juega en la escena extra- curso. referencias que le permitan proyectarse hácia un fu-
familiar. Aunque sus efectos impregnan totalmente el campo turo~ para que su aleJaffilento del primer soporte constitui-
de la: experiencia analítica y actúan con igual fuerza sobre do por la pareja paterna no se traduzca en la pérdida de to-
ambos partenaires en presencia,49 su análisis es más difícil do soporte identifica torio.
que el de los factores observados hasta el momento. A su 4. El conflicto que quizás exista entEe la pareja y su medio
presencia se debe 10 que designaremos con la expresión con- puede confirmar ante la psique inf~ntil la ~ad en.tIe
trato narcisista. lo que trascurre en la escena exterior y su repré(sentaclOn
El modo de acción característico del lenguaje fundamental fantaseada de una situación de rechazo, de exclusión, de
nos ha obligado a realizar una primera incursión más allá agresión, de omnipotenCIa. La realidad de la opres16il social
del espacio familiar. Muy poco podría decirse .acerca 'del süore lapareja,Uo de laposic~ón dominante que la pareja
efecto de la palabra materna y paterna si nOSI:f tuviese en ejerce en ella, desempeñará, un papel en el modo en que el
cuenta la ley a la que están sometidas y que el discurso im- niño elaborará sus enunciados identificatorios. No es total-
pone. ~trato- narCISIsta nos confronta con un último mente casual que la binoria a:e las familias de gran parte
factor que interviene en el modo de catectización del hijo de quienes luego serán psicóticos r~con tanta frecuencia
por parte de la pareja. Nuestro planteo debe ser considerado un mismo drama social y económicQ.: dicha realidad, que
como un simple bosquejo a partir de algunas hipótesis ater- ;ó~odo paréntesis, cumple un papel en el destino de es-

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tos .niños qu~, e.n U,? segundo momento, la sociedad remite realidad ?c:1 mundo ,tal como le apar~ce con la imagen ideal
a dIferentes mst!tucIones para que reparen los perjuicios de que proplcI~ su teona. Y esto deter.mmará que todo subgru-
los que ella es mdudablemente responsable. po en conflIcto con el modelo domInante se constituya alre-
dedor del modelo propio; insistimos en este punto debido a
que tendrá repercusión directa en el efecto anticipatorio del
El discurso del conjunto discurso de los otros sobre el infarts.
En estas reflexiones sobre el campo social, hemos decidido
Representaremos, m~tonímicame~te al grupo social -desig_ ílustrar las funciones .del discurso del mito, de la ciencia y de
nand? con este termm~ a un conjunto de sujetos que hablan lo sagrado tomando como ejemplo a este último y conside-
la mIsma lengua, regidos por las mismas instituciones y rando solamente las escasas características que pueden ex-
cuando ello ocurre, por una misma religión- como el con~ trapolarse a los otros dos.
junto de las -voces presentes. Este conjunto puede pronunciar Una primera característica de este discurso reside en que
un número indeterminado de enunciados: entre ellos, ten- comporta siempre enunciados referidos al origen d~~elo
drá un lugar particular la serie que define la realidad del origen que implica ~ez una definición de lo que deberi~
mundo, la razón de ser del grupo, el origen de sus modelos. s~objeti~~acia el cual tie~!!~l modelo. El model~ ~~l . . /
Esta serie comprende así al conjunto de los enunciados cu- or~n plantea ImgJ:lcltamente e}~~~~10 j!'e.!~l:lk!h'J;UlueL se
yo objeto es el propio grupo, conjunto más o menos com- P!ocura, l~e d~~~,~:rm!la que tooo camblO en ..elo!:>jetivo
plejo y flexible, que posee siempre como infraestructura in- buscada entrana _un cambio delpiimero:' '
mutable para una <:ultura dada una serie mínima a la que Du.ra:Dte una fase muy prolongada de nuestra cultura, se
llamam?B. ~os enun~!ados del undamento. Esta fórmula pue- postuló como enuncian te originario del modelo a una voz
de eSCrIbIrSe tamblen como e ¡un amento de los enuncia- divina, voz, en un sentido, exterior al grupo que constituye
~'Os, incluyendo la una, i~evitab~emente, a la otra. Según 100s,
su fundamento: el antes del grupo, lejos de remitir a la hor-
tipos de cultura, esta sene estara constituida por enunciados da, remite a lo sagrado. A partir del momento en que des-
míticos, sagrados o científicos. Cualesquiera que sean sus di. apareció la creencia en un fundador mítico, surgió 10 que
f'erencIas, estOS enunciados comparten una misma exigen- Leroy-Gourhan designa como «el mito del hombre mono».
cia: su función de fundamento es una condición absoluta La diferencia es apreciable, pero, también en este caso, se
para qu~ ,*:.pr.esetve una co.ncordancia entre c~mpQ social y observan dos rasgos comunes: 1) preservar una certeza acer-
ca.!!Ul0 J!E.gUlstICO, que permIta una interacción indispensable ca del origen; 2) la idealización de un saber científico que v
al funCIOnamIento de ambos. 50 Pero para que estos enuncia- permitiría prever el curso posible de la evolución y actuar
dos ejerzan tal función se requiere que puedan ser recibidos sobre éV'il
como palabras de certeza: de no ser así, serán dejados de Los enunciados del fundamento bajo la égida de lo sagrado
lado y remplazados por una nueva serie; de todos modos muestran patentemente lo que el discurso de la ciencia pre-
la funcióI1 nunca quedará sin titular. ' serva al mismo tiempo que oculta. Los caracteres comunes a
, Tanto el discurso sagrado como el ideológico (profano) es- este- segundo discurso se manifiestan en el registro de lo sa-
tán obligados a plantear estos puntos de certeza que pueden grado a través de los siguientes datos:
diferenciarse por su forma, pero-que-colnciC:lirán en su papel
de fun~amento del campo ~iolingüístico. Añadamos que, 1. Se considera que la voz originaria enuncia lo eternamen-
cualqUlera que sea el grupo que defiende, propone o impo- te verdadero. Gracias a este postulado se consti túye un sector
ne ~n modelo s~cial, este modelo concord_ará siempre con de certeza absoll!!a en el registro del discurso. --
lOs Ideales de qUlenes lo defienden. Al carecer de otro tér. 2. Ella le asegura al Yola existencia de una serie de enun-
mino,- designaremos aquí com.! «ideología» al discurso ba- ciados, los presentes en el texto sagrado, que certifican una
sadq .en y por los ideales del enuñciante, -para recordar que identida.,d entre el Yo enuncian te y el Yo que garantiza
el' sUJeto, necesariamente, es parte activa en una cierta teo- la verdad' de este discurso.
ría acerca de los fundamento:> de lo social: él confronta la 3. Ella permite al Yo apropiarse de un fragmento de discur-

160 161
1

so ~1fya verdad es independiente de la ratificación o rectifi_ grupo: el enunciado de los fundamentos vuelve al sujeto ca-
caCIon que le aporta el otro interlocutor singular. Cuand 1110 enunciado fundador de su posición en el conjunto. Esta
el. ':'o ~epite el ?is~urso sagrado,. se concede el derecho d~ designación debe ser separada del registro identificatorÍo en
relVmdlcar a pnoTt el reconocimiento por parte del grup sentido estricto: 58 ella es coextensa con él, sigue una vía
de su verdad y de excluir al contradictor que rechaza uno paralela, pero no se confun~e. Permite un discerlllm.iento
certeza compartida por el conjunto. a que e1!~~~drará a lª problernatlca identifiqatoria, y que esta
última no quede totalmente apresada en la trampa de la re-
~emos subrayado que en la función desempeñada por 1 lación imaginaria. Esta designación define en el sujeto lo que
~lScurso de lo sagrado aislábamos solo las escasas caracterí:_ trasciende la singularidad característica de la relación en-
tlcas que ob~ervamos en todo discurso fundador de una cul- tre dos locutores: ella privilegia los atributos compartidos
tura, cualq':le~a q';le ~ea la referencia teórica escogida. Es- por el conjunto, indicando, en cada voz, los enunciados
tas caractc;r!stlCas mstltuyen lo que designamos como con- que cada una tiene derecho a repetir y afirmar como verda-
trato narCISIsta. deros, y en relación con los cuales reivindica un derecho
legítimo de herenci~. Si consideramos al conjunto real re-
presentado por el conjunto de las voces existentes, diremos
El contrato narcisista que sólo puede preservarse mientras la mayor parte de los
sujetos catectizan un mismo conjunto ideal, vale decir, un
Consideremos un grul?o «X»: su existencia implica que la conjunto en que el sujeto puede proyectarse en el lugar de
mayor part~ de. los sUJetos, salvo durante períodos muy bre- un sujeto ideal.
ve~ de su hi~tona, aceptan Como ~~rda'de!...Q§....!!n digprso que El sujeto id~ no es idéntico al yo ideal o al ideal del yo:
~a lo b.;en fund~e las l~es ~!!._su funciona- refIere al ~jeto del grupo, o sea, a la idea (térmmo mas
mlent.?~,.deIl!le.el obJetlv~ bu~~do Y1~ impone.-- legítimo, en este caso, que el de imagen) de él mismo que
Ponemos cons.l?erar estas le:yes como la:"tela que subtiende el sujeto demanda al grupo, como concepto, concepto que
~a representaclOn que los sUjetos se dan acerca del conjunto lo designa como un elemento que pertenece a un todo que
Ideal: se deduce qu,: la. ~élación del sujeto con el conjunto reconoce en él una parte homogénea.
depende de su catectlzaclOn de los enunciados del fundamen- A modo de contrapartida, el grupo espera que la voz del
to.. Al adherir ~l campo social, el sujeto se apropia de una sujeto retome por cuenta propia lo que enunciaba una voz
sene de enuncIados que su voz repite; esta repetición le que se ha apagado, que remplace un elemento muerto y ase-
aporta la certeza de la existencia de un discurso en el que gure la inmu.tabilidad del conjunto. S~ instaura así un lacto
l~ verdad acerc3; del pasado está garantizada, con el corola- de intercambio: el grupo garantiZa la trasferencia so re"1:1
no de la creenCIa en la posible verdad acerca de las previ- ñu't!vo miem6ro del rec.Q!!.ocimiento que tenía el desa:earecido;
siones sobre el futuro. el núevo miembro se compromete - a través de la voz de los
L.a. ?atectizaci?n de este modelo futuro constituye una con- otros, que cumplen el papel de padrinos sociales-- a repe-
dIclon necesana para el funcionamiento social: hemos dicho tir el mismo fragmento de discurso. En términos más econó-
que se encuentra en relación directa con el modelo del ori. micos, diremos que el sujeto ve en el c~ al soporte
gen. Toda descatectización del primero repercutirá en el se- ofrecido a una parte de-su libido narclSista; por ello, hace
gund~; ahor~ bien, si el sujeto pierde toda certeza acerca cle-S.ll voz el elemento que se añade a:r-coro que, en~p~ra
del or!gen, ~ gor ell<!JWsmo,- e punto de apoyo...su; el ef coniunto, comenta el ongen de la pi~..Y_.~!lu~ia_.elqk
~ en~l!s.@.nte _~~_ o~~~~~ncontrat:_ya!:a que el._discurso j<:!lLii que..:a,punta. A cambio deeno--el r:u o reconoce que
~. s~ ofrezca como ~~~nte caraaeñstíc~lª,~d~ sólo puede existir gracias a lo que a voz repite valoriza, de
- ~e
, .. la'
-,- no.'uoIfícfad
____de.. oue __ ",,-,"
.c....:.=--,--~'--..-_. una verdad
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ese modo, la- función que él le SOliCl :a; .tras orma la repeti-
e eS1te garantIzada por el asentimiento" del conjunto-de las ción en creación continua de 10 que es, y sólo puede persis-
V?C~.52 Al ·convertírse··-enapropiaéfón lícit~-'deTs;jeto, '·el tir a ese precio. El contrato narcisista' se instaura gracias a
dlscurso de lo sagrado catectiza al sujeto como sujeto del la precatectización por parte del conjunto del infans como

162 l63
V~JZ f,,!~ura que ocupará e,l l;tgar que se le designa: por anti.
gido por su funcionamiento. Lo que el conjunto ofrece así
clpaclOn, provee a este ultlmo del rol de sujeto del grupo al sujeto singular inducirá al sujeto a trasferir una parte de
que proyecta sobre él. La existencia del c~njunto presupone la «apuesta» narcisista, catectizada en su juego identificato-
que la mayor parte de sus elementos consIderan que si fue_ rio, sobre este conjunto que le promete una «prima» futura.
se? íntegrame.n~e, respetadas las exig~ncias para su funciona. El sujeto puede representarse así este tiempo venidero, en
mIento, permltlnan alcanzar el conjunto ideal. La creencia que sabe que ya no tendrá cabida, como continuación de sí
en e~te ideal se acompañará con la esperanza en la penna. mismo- y de su obra, gracias a la ilusión de que una nueva
nencla y en la perennidad del conjunto. Sin lograrlo nunca voz volverá a dar vida a la mismidad de su propio discurso,
por completo, el sujeto podrá establecer entonces una iden_ que de esta manera podría escapar al irreversible veredicto
tidad entre posibilidad de perennidad del conjunto y deseo de del tiempo.
perennidad del ir:dividuo; medido en relación con el tiempo La d~finición dad?, ~el cont~ato narcisista implica su uni-
del hombre, lo primero se presenta como realizable. Por ello versahdad; pero, SI bIen es CIerto que todo sujeto es efecti-
en. 1::- . catectización del ~odelo ideal se nota la presenci; vame~te cosi~natar~o, la parte de la libido narcisista que se
Gate~tlza en el vana de uno a otro sujeto, de una a otra
pnt?ltl':~ de un deseo de mmortalidad ante el cual esta Ca-
tectlz.aclOn se ofrece como s~,stituto. Observamos que, inde- pareja y entre los dos elementos de la pareja. La calidad y
pendientemente de la funclOn que puede cumplir lo que la intensidad de la catectización presente en el contrato que
Freud llama el líder del grupo y el yo ideal, para la existen. une. a la 'pareja parental con el conjunto, al igual que la
cia del conjunto es condición necesaria la presencia de· un partlculan?ad d~ las refere?cias y emblemas que privilegiará
model.o id91 que atraiga hacia sí una parte de la libido en ese regIstro, mtervendran de GOS modos diferentes en el
narcisIsta de los sujetos. espacio al que el Yo del niño debe -advenir:
El 'contrato narcisista tiene como signatarios al niño :x ..al
g~uEo. La catectización del niño. por parte del grupo anti.- L Los emblemas y los roles valorizados por la pareja, que
clpa la del grupo por parte del nIño. En efec{o, hemos visto logra así el acuerdo y, a menudo, la complicidad de los otros
que, desde su llegada al mundo, el grupo catectiza al infans sujetos del conjunto, pueden. permitir a los padres y al niño
como VEZ futura a la qu~solicitará que repitalos enunciados disfrazar un deseo que, de ese modo, logra el complemento
d~una voz muert,!!. y que garantice así la permanencia cua- de justificación que les dará un lugar en el registro del bien,
_litatlva y cua~tltativa de un cuerpo que se autorregenerará de lo lícito, de la ética.
en forma contmua. En cuanto al niño, y como contrapartida 2. EPos imponen al Yo del niño su primer conocimiento de
de su catectización del grupo y de sus modelos, demandará la relación que m~ntienen los dos elementos de la pareja
. que se le ase~ure el d:recho a ocupar un lugar independien. con el campo social y de la relación de los otros frente a la
te de~ exclusIvO veredIcto parental, que se le ofrezca un mo· posición ocupada por la pareja.
delo Ideal que los otros no pueden rechazar sin rechazar al
mismo tiet;np~ ,las leye~~junt:>, que se le permita con- Mientras nos ma,ntenemos dentro de ciertos límites, las va-
servar la llusIon de una persIstencIa atemporal proyectada riaciones de la relación pareja-medio desempeñarán un pa-
sob~e el conjunto y, en primer higar, en un proyecto del pel secundario en el destino del sujeto, que en un segundo
\ conJunto, que, según se supone, sus sucesores retomarán y momento podrá establecer con, estos modelos una relación
J-PIeservaran. autónoma, directamente marcada por su propia evolución
f El discurso del conjunto le -ofrece al sujeto una certeza acer- psíquica, sus particularidades y la singularidad de las defen-
! ca del origen, necesaria para qúe la dimensión histórica sea sas puestas en juego. No ocurre lo mismo cuando estos lí-
mites no son respetados, sea porque la pareja rechaza las
r~troactivam~t;t~ pro:y~ctabl~ ,sobre su pasado,cuya referen.
CIa no permItlI'a ya que el saber materno o paterno sea su cláusulas ~senci-ales del contrato, sea porque el conjunto im-
~ gar~hte exhaustivo y suficiente. ID acceso a una historicidad

~
pone un contrato viciado de antemano, al negarse a reco-
~n factor esertcial en el prOCeso i3entificatorio. es in(lls- nocer en la pareja elementos del conjunto a carta cabal.
Tanto si la responsabilidad .le incumbe a la pareja como si
-----
Eensab!e para que el Yo alcance el umb.ral de autonomiaexi- -
.~-' '-" "---" -~-

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le incumbe al conjunto, la ruptura del contrato puede tener 1 relación del conjunto con la pareja. Consecuentemente,
consecuencias directas sobre el destin,o psíquico del niño. En ~ el momento en que el Yo descubre 10 exterior a la familia,
este caso, se comprobarán dos tipos de situación: en el momento en que su mirada busca allí un signo que le
~é derecho de ciudadanía entre sus semej-antes, encuentra
1. Aquella en la que, por parte de la madre, del padre o de un veredicto que le niega ese derecho, que apenas le propo-
·ambos, existe una negativa total a comprometerse en este ne un contrato inaceptable: en efecto, su respeto implica-
contrato; descatedización que por sí sola marca una grave ría que en la realidad de su devenir renuncie a ser otra cosa
falla en su estructura psíquica y revela un núcleo psicótico que un engranaje sin valor al servicio de una máquina, q.ue
más o menos compensado. En estos últimos años, son muchos no oculta su decisión de explotarlo o excluirlo. Este veredIC-
los que han insistido acerca del carácter cerrado de determi. to redobla aquello que se había percibido, en la relación del
nadas familias de psicóticos, microcosmos que al guardar a Yo con la pareja, como rechazo de toda.auto~omía. com.o
su loco preservan un equilibrio inestable que, mal que prohibición de toda veleidad de contradeCIr lo dIcho: es eVI-
bien sólo se mantiene mientras se puede evitar todo enfren. dente que estos dos veredictos no son idénticos. Plantear una
tamiento directo con el discurso de los otrps, gracias al si- id~ntidad entre represión social y represión en el sentido
lenciamiento de 10 que se habla en el exterior. El riesgo que psicoanalítico, entre explotación económÍca y apropiación por
corre en tal caso el sujeto es verse imposibilitado de encon- parte de la madre del pt;.nsamiento del niñ<?, no tiene nin~~n
trar fuera de la familia un soporte que le allane el camino sentido; inversamente, SIn embargo, y debI~o a que el llIno
hacia la obtención, de la parte de autonomía necesaria para comienza por proyectar sobre la escena SOCIal elpattern ~e
las funciones del Yo. Esto no es causa de la psicosis, pero sí, . su problemática en relació~ co~ l<?~ ocupantes del espacIo
sin duda, un factor inductor, a menudo pre.sente en la fa- familiar, puede observar la lnscnpclOn sobre esta escen,a del
milia del esquizofrénico. redoblamiento de una misma dialéctica, en la que, de ese
2. Igualmente importante, pero más difícil de delimitar, es modo, se encuentra doblemente apresad?; . .
la situación originada en una ruptura de contrato de la que Estas consideraciones acerca de la funclOn y ommpresenCIa
el conjunto -y, por ende, la realidad social- es el primer del contrato narcisista ponen punto final a nuestro análisis
responsable. Réchazamos las diversas concepciones s?cioge- deÍ espacio al que el Yo debe advenir: hemos mostrado l~s
néticas de la psicosis, pero creemos en el papel esenCIal que condiciones que debe cumplir para que el Yo pueda habi-
desempeña lo que llamamos realidad histórica. En esta rea- tarlo y las que pueden hacerlo incompatible con esta fun-
lidad damos tanto peso a los acontecimientos que pueden ción. Antes de abordar la consecuencia más dramática de
afectar al cuerpo, a los que efectivamente se produjeron en esta incompatibilidad (la, psicosis), y a fin de compre~der
la vida de la pareja durante la infancia del sujeto, al discur- qué expropiación entraña en relación con el y?, consIde-
so proferido en dirección ,al.niño, como a .la posici~n de ex-o raremos una función que especifica a esta instanCIa, una vez
cluido, de explotado, de vIctlma que la socIedad ha Impuesto que ha logrado advenir: posibilitar una conjugación del
eventualmente a la pareja o al niño. tiempo futuro compatible con la de un tiempo pasado.
En la última parte de esta obra veremos que, en toda oca-
sión en que la realidad histórica de la vida infantil se po-
tencia con una construcción, f¡llltaseada de su percepción del
mundo, su colusión puede determinar la imposibi~idad de El Yo Y la conjugación del futuro:
sustituir a la fantasía mediante una «puesta en sentido» que acerca del proyecto identifica torio
la relativice. En cierto nú e o de anamnesis de psicóticos y de la escisión del Yo
llama la atención el r doblamiento impuesto por la realidad
so~ial: se observa que e rec azo, la mutilación, ~l odio, la
Definimos como proyecto identificatorio la autoconstrucción
enajenación, situaciones todas a las que nos remIte la pro- continua del Yo por el Yo, necesaria para que esta instan-
blemática psicótica, son actuadas y no solo fantaseadas en cia pueda proyectarse en un movimiento temporal, proyec-

166
'v I 'O ¡¿ e ¡t (,k ~
167
ción de la q~e depende la propia existencia de1 Yo. Acceso a la conjugación de un tiempo futuro. Mientras nos mantene-
la temporalIdad y acceso a una historización -de lo experl- .a rnos en el período que precede ,a la prueba de la castración
menta·
d o van
.
d e 1a mano: la entrada en escena
,es del Yo ya la disolución del complejo de Edipo, los puntos suspensi-
a l mismo tIempo, entrada en escena de un tiempo histori > vos remitirán a fórmulas que podemos resumir así: a) ...
do. Hemos indicado los factores responsables de la organl' za- me casaré con mamá; b) ... poseeré todos los objetos que
., d
Clon I' 1 za- existen .
. e. , espacIo. a ,que el Yo puede advenir',lan psicosis
os
pern:~:Ira aprecIar ~as . ;onsecuencias dramáticas de su au- En la fase posterior, el enunciado será completado por un
senCIa o de _su ~esvlacIOn. Lo que ~emos dicho al respecto ." seré esto (médico, abogado, padre, jubilado). Cualquie-
y lo que anadIremos, con referencIa a la psicosis defin ra que sea el término, que nunCa es indiferente, lo importan-
nuestra concepción de la identificación 54 y marca ~l punte te es que deberá designar un predicado posible y, sobre todo
en que se detuvo nuestra reflexión: simplemente subraya~ y ante todo, un predicado acorde con el sistema de parentes-
remos ~m carácte: propio de~~~vem?oQanicter cuya co al que pertenece el sujeto.
~usen~Ia caracteriza a la pSICOSIS. a pSICOSIS no anula al Esta concordancia prueba el acceso al registro de lo simbó-
Yo --sería m~s exacto decir que es su obra-, pero sí mues_ lico y a una problemática identificatoria adecuada a él.
tra las reduccIOnes. y e':Propiaci0r:es que el Yo paga en ese Las formulaciones de la primera fase demuestran la ambi-
caso por su superVIvenCIa; la mamfesta ., ás evidente de güedad de la relación del niño con el tiempo futuro: tiem-
ello es la relación de o con una temporalidad caracteriza- po en el que la madre volvería a ser aquella de la que se ha
d~ p~r el derrumbe de un tiempo uturoen eneficio de una creído ser el objeto privilegiado, tiempo en el que se podría
mIsmIdad de lo expenmentado que ancfará al Yo a una ima- poseer finalmente el conjunto de los objetos codiciados por
gen de sí a la que podríamos calificar como fenecida [tré- ella y por su propio Yo, y ser su amo absoluto. El tiempo
passée] más que como pasada [passée]. que separa el aquí y ahora de un futuro es identificado con
r El Yo I'!0. ~s, nada más que el saber del Yo sobre el Yo. A el tiempo que sería necesario para el retorno de un pasado
I e~ta def;mcIO.n que hemos dado anteriormente podemos aña- perdido. El Yo se abre a un primer acceso al futuro debido
dIr aqUl el sIgUlente corolario: el saber del Yo sobre el Yo a que puede proyectar en él el encuentro con un estado y
tiene como condición y como meta asegurar al Yo un saber Uft ser pasado. Sin embargo, ello presupone que ha podido

I sobre el Yo futuro y sobre el futuro (rel Yo. El «Yo advenr.


d~na por definición un, Yo sUQuesto capaz de asu-
mIr)~ prueba de la castraci.ón~ Es por ello que esta imagen
de un Yo futuro se caracteriza por la renuncia a los atribu-
reconocer y aceptar una diferencia entre lo que es y lo que
querría ser, aceptación que solo será posible si este encuentro
con un saber acerca de la diferencia entre dQS entes que le
conciernen se acompaña con la oferta de un derecho a es-
tos de la. cer~eza. Solo puede representar aquello que el Yo perar un futuro que podría concordar con el deseo identifi-
~sl)era ?evemr: esta ~~no puede faltar a ningÚn su- catorío. Si este futuro es ilusorio, lo que es indudable, el
Jeto :,.mclu~o, debeyo(;ler designar su objeto en una imagen discurso de los otros debe ofrecer en contra oSición la se u-
IdentlÍlcatona. valOrizada por el sujeto y por el conjunto, o ñ~~d-ríoTuSo/tcide un erecho e mirada y de un derecho
por el subconjunto, c~yos modelos él privilegia. Laposibili- a-e_p~labra sobr~ __1:1n devemr que el Yo reIvIndica como
dad del Yo d~ catectIzar em?lemas identificatorios que de- 'p!.oE~O; solo a ese precio la psique podrá valorizar lo que
pen~eI? del dIspurso del conjunto y no ya del discurso de «por naturaleza» tiende a huir: el cambio.
un U:ll~O ?tro ~s. c~x~ensa con la modificación de la pro- Tánio si -se-trata (k los objetos soportes de la demanda li-
blematIca :den.t;Ílcatona y de .la economía libidinal después bidinal, de las referencias identificatorias o del modo de
de la dechnaclOn del con:pleJo de Edipo. A partir de est.e catectización, la posibilidad de considerar al cambio como
:momento, nuevas referenCIas modelarán la imagen a la que instrumento de una prima de placer futura es condición ne-
e~ Yo espera adecuarse. Esta imagen se constituye en dos cesaria para el ser del Yo. Esta instancia debe poder res-
, tIempos. Ell~ surge a partir del momento en que el niño ponder cada vez que se plantea el interrogante acerca de
puede. ~nunclar un: cuando sea grande~ yo . .. , primera for- quién es YO;55 interrogante que nunca desaparecerá, que
mulacIOn de un proyecto que manifiesta el acceso del niño acompaña al hombre a lo largo de toda su vida y que no

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puede tropezar, salvo en momentos aislados con la ausen . con la paradoja característica de las exigencias identificato-
• . ' Cla
de respuesta sm que.;l Yo se dIsuelva en la angustia. El das remodeladas por la disoludón del complejo de Edipo.
proyecto es , construcClOn
. . de una imagen ideal que el Yo se El futuro no puede coincidir con la imagen que el sujeto se
propone a SI mIsmo, Imagen que en un espejo futuro podr' forja acerca de él en su presente; esta falta de coincidencia,
aparece: COmo re fl eJo. d I"
e que la
mlr~, Esta Imagen o este ideal que el sujeto experimenta cotidianamente, debe remplazar,
se relaciOna sobre todo con lo dIcho: ~ sucede a la image de todos modos, la certeza perdida, la esperanza de una coin-
del t;,stadio del. espejo pero, también, es aquello en lo que e~ cidencia futura posible, para que la catectización de un
r~fleJo se convl:rte una vez que debe responder a las exigen_ devenir del que el Yo no puede sustraerse conserve todo su
Cias de lo «decIble» y de la «puesta en sentido». Lo que el vigor. Para ser, el Yo debe apoyarse en este anhelo, pero
Yo desea llegar a ser se relaciona íntimamente con los obje_ una vez alcanzado ese tiempo futuro deberá convertirse en
t~ que espera tener, y estos objetos, a su vez, obtienen su fuente de un nuevo proyecto, en una remisión que sólo con~
brIllo a partir del enunciado identificatorio que ellos remi_ c1uirá con la muerte. Entre el Yo y su proyecto debe persis-
ten a qUIen los posee. tir un intervalo: 10 que el Yo piensa ser debe presentar al-
Mientras nos mantenemos en la fase que precede a la diso_ guna carencia, siempre presente, en relación con lo que an-
lución del complejo de Edipo, el ideal dependería de la idea- hela llegar a ser. Entre el Yo f!,1Íuro y el Yo actual debe pe!:
lización de que gozaron los objetos primeros: la demanda sistir.. ,!na diferencia~ una x que .t:.et:a;~!!~!~_lQ_que _4!:.!?e.ga
identificatoria apunta a una imagen futura acorde con ]0 añadIrse al Yo para que ambos comCl ano Esta x debe faltar
que estos objetos podrán supuestamente seguir esperando si~~epre.senta~á asU:ndon de la prueba de castración
del sujeto. El Yo espera llegar a ser aquel que podrá res- en el regIstro ldentlÍlcatono y recuerda lo que esta prueba
ponder nuevamente al deseo materno: renunciará a tal o deja intacto: la esperanza narcisista de un autoencuentro,
cual satisfacción pulsional gracias a :;u creencia en un futuro permanentemente diferido, entre el Yo y su ideal que per-
que lo indemnizará -ampliamente 'o, a la inversa, ofrecerá mitiría el cese de toda bús~d~catori-ª. Es enton-
a la madre este ideal, conforme a su discurso a cambio de ces un compromiso que el'""Yo fiimacon el tiempo: renuncia
una gratificación obtenida en el presente. Se' observa hasta a convertir el futuro en el lugar al que el pasado podría
qué punto en esta fase el ideal participa del narcisismo in- retornar, acepta esa comprobación, pero preserva la espe-
fantil y de '-;ln principio de ,Placer que él más bien preserva ranza de que algún día ese futuro pueda volver a darle la
qu~ cont~adlce. Pero llegara un momento en que se impon- posesión de un pasado tal como lo sueña.
dra un tIempo para comprender: la prohibición de gozar Preservar este compromiso es la hazaña del Yo advenido:
de la madre se refiere tanto al pasado como al presente y al el espacio que él habita será organizado de tal modo que
futuro. Es menester renunciar a la creencia de haber sido refuerce su estabilidad. Hemos analizado ya los factores que
de SI" () de poder llegar a ser el objeto de su deseo' la coinci~ permiten esta organización al referirnos al discurso parental;
dencia entre el Otro y la madre deberá finalment~ disolver- están presentes cuando los que los sostienen, habiendo podi-
se: la voz materna ya no tiene ni el derecho ni el poder de do asumir la prueba de la castración y reprimir su deseo
responder a los interrogantes: «¿ Quién soy?» y «¿ Qué de- edípico, le han posibilitado al niño esta asunción y esta re-
be llegar a ser el Yo?», con una respuesta provista de certe- presión. Pero para ello se requiere que la angustia de cas-
za y que excluya la posibilidad de la duda o la contradic- tración, a la que nadie puede escapar, no supere cierto um-
ción. El Yo responderá. a estos dos interrogantes, que deben bral. Lo que Freud designa con este término no es nada
pese a todo ser respondIdos, en su propio nombre y mediante más que la angustia que domina al sujeto a partir del mo-
la, ~ut«?C0nstrucción ~onti.nua. de una imagen ideal que él mento en que descubre que el Yo sólo puede existir apoyán-
relvmdlca como su bIen mahenable y que le garantiza que dose en los bienes que catectiza y que, en parte, depende
el futu~o no se revelará ni como efecto del puro azar, ni co- de la imagen que le devuelve la mirada del Otro, que la sa-
mo (orJado por el deseo exclusivo de otro Yo. tisfacción de su deseo implica que el deseo del Otro acepte
SiIi embar~o, para que .la catectización del futuro se preser- seguir siendo deseándolo, mientras que, al mismo tiempo,
ve, es precIso que el sUjeto pueda llegar a un cierto acuerdo descubre que nada le garantiza la permanencia del deseo ni

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de la vida del Otro, ni la permanencia de su saber acere' Creer en la posibilida,d d;: un mundo en que el. hombre po-
de la identificación y de su creencia en su ideología. En u~ dría evitar la angustIa lIgada a su' dependenCia del deseo
período que precede a esta prueba, el Yo pudo creer en 1 del Otro, o el precio que paga ante ,un deseo de omnipotencia
inmutabilídad de la fijación de la libido sobre los objeto~ un deseo de muerte que libran siempre un combate sordo,
marcados por las armas del Otro, creer, también, qUe J ~ un mito o una creencia que nada comprende de la psique.
puesta en sentido que se le imponía ofrecía una garantía da Si la angustia de identificación o la angustia de castració!l
certeza y que l~ referencia al .di~curs6 de los otros no POdí: (los dos términos significan exactamente lo mismo) cristalI-
menos que confIrmar a postenoTt la puesta en sentido que él za para el hombre primordialmente, al menos en gran parte
había aceptado. de las culturas, en el. temor de ser privado del órgano sexu~I,
Esta serie de certezas se derrumba cuando el sujeto descubre y para la mujer en el temor de que el hombre, al descubnr-
que la madre no considera su placer como lo que sería la res- la privada de pene, decrete como carente de valor lo que
puesta a su deseo, que los objetos que gozaban del brillo ella ofrece a su deseo, ello se debe a que ser J:íómbre o mujer
que les otorgaba su pertenencia al campo materno le habían es el primer descubrimiento que realiza el Yo en el campo de
usurpado. La confrontación del niño con el discurso del pa- sus referencias identificatorias, Esta primera división de los
dre, .y, en ~ene~, con el discurso del ·conjunto, en la qUe sujetos del mundo le notifica que «ser» se acompaña siempre
una ms:ancla que no es el padre pu~de desempeñar el papel con una disyunción, que hay un destino que determina que
de medIador, le; revela que lo que el pensaba acerca de su nunca se conocerá lo que es el goce del otro sexo, que el
relación con la m'ádre y acerca de la relación de la madre propio ·autoerotismo depende de la introyec<;ión de una i.ma-
con él era ficticio. Se encuentra así en la posiCión de un gen del objeto que da cuerpo a una fantasIa, Tal el origen
usurpador que ignoraba, no solo que ocupaba un lugar al de un saber cuya consumación conducirá al sujeto, en el
que no tenía derecho, sino, lo que es más .gráve, que él era mejor de los casos, a renunciar a la realización de un deseo
el úni~o que lo consideraba propio. El disc_ursoparental, y, reconocido como imposible y a preservar la esperanza de
a traves de sus voces el de los otros, lo ubicaba en otro lugar,
j
que, en algún ,momento, el .~eseo podrí~ llegar a ser sin o,?je-
en ese lugar en el que aún no estaba. La castración puede too La angustia de castraclOIl es el trIbuto que todo sUjeto
definirse como el descubrimiento en el registro identificato- paga a esta instancia que se lJama el Yo y sin la cual aquel
río de que nunca se ha ocupado el lugar considerado como. no podría ser sujeto de su discurso. .
propio y de que, por el contrario, se suponía que uno ocupa- Castración e identificación son las dos caras de una misma
ba un lugar en el que no se podía aún ser, La angustia surge ';nidad :--lina· ·v(;'z advenido el YO, la angustIa resurgirá en
al descubrir el riesgo que implica saber que uno no se eri-: toda' o~ortunidad en la que las referencias ideI?-tificatorias
cuentra, ante la mirada de los demás, en el lugar que cree puedan vacilar. Nin~un~ cultura 'protege al sUjeto c:mtra
ocupar, y que sería posible ignorar cuál es el lugar desde el el peligro de esta vacilaclOn, del mISmo modo en que nmgu-
que se le habla o en qué lugar lo sitúa quien le habla. na est~uctura 10 preserva de la experiencia de la ang~s~ia,
Será preciso reconocer, -entonces, que las referencias que le Por el contrario.., cabe afirmar que en 1~ estructura faml~lar,
aseguran al Yo su saber. identificatorio pueden chocar siem- al igual que en la estructura soci~l, eXisten ,formas parttcu-
pre con una ausencia, un duelo, una negativa una mentira larmente ansiógenas y, P?r ello m~smo, p~rt!c,ularmente ap-
que obliguen al sujeto al doloroso cuestiona~iento de su~ tas para inducir en el sUjeto reaCCIones pSlcotlcas o c.onduc-
objetos, de sus referencias, de su ideología. Por ello, la cas- tas que, en forma más o menos camuflada, se aprOXIman a
tración es una prueba en la que se puede entrar pero de la ellas. El acceso al proyecto identificatorio, tal como lo hemos
cual, en cierto sentido, no se sale; es posible negarse a en- definido, deIJ1uestra \le el süjeto ha podIdO su erar la ruf=
trar, es posible realizar un retorno desesperado hacia el pasa- ha fun amenta que o obhga a renunCIar a con unto de ob-
do, pero es ilusorio pensar en la posibilidaJi de superarla por j~os ,.g.ue, en una primera ase e su VI a, h~ re12rese~~d~
completo. Lo que sí cabe es asumir la prueba de tal modo los so ortes conúntos de su libido de ob'eto u lIbIdo
q~e 'le preserve al Yo algunos puntos fijos en los que apoyai-- narcisista, o Jetos que le han permití o plantearse c<?mo ser
se ante el surgimiento de un conflicto identificatorio, y-ae5Ígnar a los objetos codiciaaos por su tener. Es mduda-
....
172 173
ble (~ue en algun~s culturas la ~ngustia de castración puede f¡catorio y, finalmente" pc::r el conjun~? de los. enunciados en
mamfes,tar~e medIante un enunCiado diferente, que el objeto relación con los cuales ejerce su aCClOn represora para que
cuya perdida se teme puede no concernir en forma dire t se mantengan fuera de su campo, fuera de su memoria, fuera
al ó.rgano sexual; de todos modos, en última instancia e~t de sU saber. Permanece inconsciente para el Yo, y es eUelo
remIte a una fantasía de castración es decir al terror q o qUf; representa al Yo inconsdente, la acción represora que
' ·
d 0I?ma " u e
al sUjeto al recordar heridas y duelos cuya huella eje'Tce y que con.duce a reprimir una parte de su histc:ria-;. es
es lm~orrable. Su placer no ha sido lo que permi tía el gOce decir, los enunCIados que han llegado a ser contradIctOriOS
del'prIme.r representante del Otro; el goce está a merced de con un relato que reconstruye constantemente y todo enun-
un impOSIble saber sobre el deseo y el goce del otro sexo' n ciado que exigiría una posición libidinal que él rechaza o
es posible lograr aprehensión alguna del propio cuerpo.' L~ que declara prohibida. La escisión se opera entre el Yo,
q~e .~l Yo «es» sólo puede ser conocido a través de la me_ como saber identificatorio inteligible y susceptible oe sel'
d~aclon de lo que piensa sabe.r ~, en primer lugar, de lo que dicho mediante enunciados acordes con las leyes del discurso
pIensa tener COmo autoconOCimiento; el tener que concierne y del sistema de parentesco, y una parte del conjunto de los
~ su ~aber se revela el lugar por excelencia de una certeza enunciados que representan momentos de la historia libldi-
lmpos~ble .. ,Aceptar renunciar a esta certeza y preservar la nal del Yo: esta parte, que pertenece a este segundo conjun~
catectlzaClOn del Yo y de su devenir es la tarea que incumbe to, es la que mediante la acción represora del Yo constituye
al proyecto, y la presencia de este último implica que el Yo el inconsciente del Yo. Si el Yo coincide con su saber sobre
ha podido recorrer el conjunto de las fases que van desde Su el Yo, el Yo inconsciente representa el efecto y la consecuen-
entrada en la escena psíquica hasta la disolución del com- cia de la ,acción ejercida por este saber, representa una con-
pléjo de Edipo. dición necesaria para la existencia de este último. Compren-
~a necesid~d de preservar este proyecto origina 10 que defi- de la mayor parte de los enunciados identificatorios pasados,
mmos medIante el concepto de Yo inconsciente efecto del los únicos que podrían hacerle conocer quién ha sido el
poder. represor ejercido por el proyecto, a exp:nsas de los Yo, cuáles han sido sus deseos, cuáles los objetos cuyo duelo
enunCIados en los que el Yo se reconoció sucesivamente v ha debido realizar.
que reprime fuera de su campo, en toda oportunidad en l~
qW? ponen en peligro la coherencia del proyecto identifica- La función que hemos atribuido al proyecto como vía de ac-
tOrIO q.ue el Yo catectiz~ .. En su totalidad, el Yo comprende ceso a la categoría del futuro tiene como corolario la acción
el conjunto de las pOSICIones y enunciados identifica torios que él ejerce para constituir un tiempo pasado compatible
en los que se ha reconocido en forma sucesiva. Estos enun- con la catectización de un. devenir. Por ello pudimos decir
ciados podrán ser. mantenidos o rechazados; preservar una que la entrada en escena del Yo es coextensa con la entra-
parte de su catexla o ser apenas el recuerdo catectizado de da en escena de la categoría del tiempo y de la historia. A
un momento de su existencia. De ese modo, el efecto del su vez, estas dos categorías solo pueden llegar a ser parte
proyecto es tanto ofrecer al Yo la imagen futura hacia la integrante del funcionamiento del Yo gracias a un proyecto
que se proyecta como preservar el recuerdo de Jos enuncia- que les dé un estatuto en el campo psíquico.
dos pasados, que no son nada más que la historia a través U no de los efectos de la prueba de castración se manifiesta
de la cual se construye. como re!ato. En contraposición, aque- en la asunción por parte del sujeto de un saber sobre su
llo que de. es?s enuncIados sera rechazado fuera del espacio propia muerte, pero debemos añadir que una condición pre-
del Yo coznczde con lo que del propio Yo de-be ser excluido via indispensable para esta asunción es la apropiación de un
para que esta instancia pueda funcionar conforme a su proyecto identificatorio que es, inevitablemente, un proyec-
proyecto. ' to temporal. Proyecto en el que sigue presente el sueño de
Podemos decir que el Yo está constituido por una historia una mañana siempre diferido, que permitiría a-la postre que
repfesentada por el conjunto de los enunciados identifica~ el deseo encontrase el objeto de su búsqueda, que el Yo
tono:, . de los que guarda recu~rdo, por los enunciados que pudiera anular la carencia que lo separa del ideal con el
mamflestan en su presente su relación con el proyecto identi- que sueña.

174 175
El proyecto muestra los' límites que el Yo impone a
sueño, pero también los que él sigue rechazando un este ofrece. Consideramos que este peligro está presente en mu-
que h a pod 1'd o superar las pruebas que jalonan un
' recorri.
a vez
chos escritos de inspiración lacaniana, en forma aún más
do que ;,a .dest el m~mento en que él ha surgido en la es. evidente cuando se ocupan del concepto de simbólico: cues-
l UClon e comp eJo e ,-upo.
cex:~ Pdslqlulca la~tade E~?mento representado por la disO- ta determinar, en ese caso, si se refieren a la función carac-
terística de todo lenguaje, a los signos escritos, al lenguaje
matemático o a la dimensión metafórica_ que debe tener el
En forma explícita, y, en medida aún mayor quizás l'm l' signo. Al l:erI~s~ tenemos a menu~o la impresiót;t ~e que :1
't
CI a, 1os conceptos Lie
..l" •
lmagmarIo '
y de simbólico P l.
han ocupa. término «slmbolIco», como sustantIvo o como adJetIVO, defI-
do ~n l~g.ar ce~tral en nuestra conceptualización del proce. niría en forma conjunta la función del lenguaje, una pro-
so ldentIflcatOrIO y de sus mecanismos. A ello se debe 1 piedad particular del signo y, específicamente, una enigmá-
inclusión del siguiente anexo. a tica relación con el significante fálico, el nombre del padre
como organizador del sistema de parentesco, el acceso a una
ley, y muchas otras cosas ... ; según qué se necesita demos-
Anexo. Lo que entendemos con los conceptos trar se privilegia, así, una u otra significación.
de simbólico y de imaginario ', La utilización de estos conceptos plantea, pues, un problema
real, pero no debe caerse en su empleo abusivo ·a modo de
A Lacan le debemos la importancia que han llegado a tene ganzúa que, finalmente, abre solo las puertas ya abiertas o,
1 ' },. 1 r a la inversa, cierra con doble vuelta toda cerradura que se
en :a. teona . ~na IÍlca os conceptos ?e sÍI~bólico y de imagi.
~a.rlo, tamblen le debemos un cuestIOnamlento del psicoaná. atreva a resistir a la llave analítica. Por ello, con la esperan-
11S1S y una teoría acerca de la identificación de la cual la za de reducir este peligro, hemos creído necesario explici tar
muestra ha tomado lo esencial. Sin embargo, a menos que de qué manera aplicamos estos dos conceptos al registro de
re?uzcamos el «préstamo» teórico al simple eco del pensa- la identificación.
[mento ~e otro, no puede existir préstamo alguno que no se
acompane con una mterpretación subjetiva de 10 que se to-
m?- prestado. Estan;o: convencidos de que pensar el pensa- El concepto de simbólico
miento de otro -umco modo de rendirle homenaje y de
reconocer su ~a!or-.- da lugar a un trabajo que nunca re- «Tal es, entonces, el objetivo esencial del conocimiento: li-
produce algo ldentlco. De poco serviría, entonces, que remi- gar lo particular a una ley y un orden que tengan la forma
tamos a! l.ector a lo~ Escritos de Lacan para comprender lo de la universalidad. Se produce así, en forma mucho más
9: ue ?~fmJmos medIante los conceptos de imaginario y de precisa, la obra a la que hemos designado como ~'la integra-
slmbollco. ción hacia un todo".
En este .caso particular se añade Gtra dificultad, ligada a »Es posible que esta tendencia a la integración hacia un todo
l<?s. propIOS conceptos: su largo pasado en el discurso filo- se manifieste con máxima claridad en la función de los sis-
sOÍlco, su sobrecarga semántica, las significaciones que ya le temas simbólicos científicos. La fórmula química abstracta
h~n dado otros auto:es y que no es posible ignorar, deter- que sirve para designar un cuerpo determinado no contiene
~man q.ue, al recurnr a ellos, el analista corra el riesgo de ya nada de lo que la observación directa y la percepción
introducir c<;>nceptos pert~necientes a otras disciplinas y a sensible revelan acerca de ,ese cuerpo; por el contrario, ella
Jos que la hIstOrIa de las Ideas los ha asociado desde siem- ubica al cuerpo particular en ,una red de relaciones extre-
pre.EI autor analista puede oscilar entre la tentación de madamente ricas y finamente articuladas que son totalmen-
hacer tabla rasa del pasado y la de proceder a una amalga- te ignoradas por la percepción. Esta fórmula ya no designa
ma que sea fuente de confusión: en ambos casos el iec- al cuerpo en función de lo que es desde el- punto de vista
t~r .tendrá muchas di~icu!tades para juzgar, al no poder com- sensible y de la forma en que se presenta, sino que se refie-
prender 10 que los termm~s designan en el texto que se le re a él como a un conjunto de. reacciones posibles, de relacio-
nes causales y de relaciones posibles, regidas por leyes univer-
176
177
r
sales, La fórmula de la constitución químic:L une la tot l' al que nos referimos. Pensamos que la clínica nos permite
' '1
d.a d d e ,estas aSOCIaCIones regu ares con la expresión deal~
la re¡¡tlizar esta división: ella nos demuestra que este subcon-
smgulandad que caracteriza, entonces, a esta expresión e junto ~s el que, efe~;ivamente, p~ede obstaculizar ,el acceso
forma totalmente nueva».56 n del sUjeto a la funclOn del lenguaje y, lo que es mas impor-
tante, que este sector lingüístico tiene un poder de autono-
Lo que caracteriza a la función simbólica, al signo lingüísf xnización que explica por qué, en la gran mayoría de los
- 1 1" ICQ
casos, el psicótico sigue siendo capaz de hablar, a menudo
y a enguaje, pues, SI se: ,acep.t~n estas, definiciones, es el
hecho de crear una conflguraclOn relacional simbólica q de manejar correctamente el símbolo matemático, mientras
" , 1 ue
en&,en d, r~ una f orma1lzacl0,n de o real que permite pasar de que eS incapaz de saber a qué 10 remite el concepto de fun-
lo mdlvIdual a valores umversales. A la singularidad de los ción paterna, materna o ancestral.
elementos se le contrapone la universalidad de las relacio... Se opera una escisión entre la posibilidad que puede man-
~es que los unen: al designarlos, el lenguaje crea el sen. tener el sujeto de reconocerse en el término que lo designa
tl~? que estas, relaciones engendran, y este poder se roa. como este hijo de esta madre, de este padre, o como hermano
lllflest~ a trav~s de aquello que, a partir de ese momen. de este otro, y su imposibilidad de apropiarse del símbolo,
to, sera enuncIado como ley de la relación presente entre es decir, de la función como concepto, apropiación que exi-
los elementos. giría que reconozca la perennidad de una ley de trasmisión
Si en el ~as~.je c:itado entendemos corno cuerpo, no ya al que trasciende a todo ocupante temporario y particular. Pa-
cuerpo qUlm,lco smo ~l cuerpo habitado por el enunciante, ra el psicótico, es imposible separar el soporte empírico del
podémos d~clr que eXIste un sector del lenguaje cuyos térmi. elemento de un concepto, que debe referirse a una clase; la
nos no deSIgnan ya al cuerpo en función «de lo que es y de que define a la función paterna, independientemente del pa-
la forma en que se presenta», sino que lo aprehenden en dre singular, no es ya la clase de los padres o de los hijos,
efecto, corno «un conjunto de reacciones posibles, de ~ela. sino que, a la inversa, ese elemento singular será identifica-
cl(:~nes causales y de relaciones posibles, regidas por leyes do con la categoría de la clase. Lo universal se ahula en la
ulllversales». singularidad y 10 accidental de un elemento: el concepto
Esta apr~I;en~ión" que designa al individuo como soporte de pierde toda significación universalizable y, por en<.le, toda
una funclOn. slmbohca, es la que efectúa el término de paren- posibilidad de simbolización. Se convierte en prisionero de
tesco q~e dIcta y e",gen~:lra la ley relacional presente entre la cosa corporal que lo encarna. Aunque el psicótico sabe
la tO,t~hd~d ~e,los termm~ del sistema. De ese modo, si la que existen padres, no puede concebir la función de la clase
{unclOn :lmbob~a de l?s. Signos es una propiedad inherente y el concepto de paternidad sino como la simple extensión
a su conju.nto, SI el obJetl:"'o de esta función es, siempre, pa- de la relación existente entre él y este padre, o entre él y
s~r de lo smgular a' lo unIversal, se observa en el campo del esta ausencia. Ya no tiene el poder de representarse -al con-
dIsc~rso IIn fragmento compuesto por una serie particular junto de los elementos del sistema como una estructura autó-
d~ sl?nos cuya funci~n se, manifiesta en forma directa y pri- noma y de considerar a la estructura de parentesco como una
vllegla?a por la nomlt~ac~6.n que define el lugar" la función ley a la que están sometidos el conjunto de los sujetos. Esta
del sUJeto en su red famzltar. Los términos padre hijo ma- representación implica, para el su jeto, a partir de la posi-
dre, antepasado, designan una función que SOlO ti~ne se'ntido ción que ocupa en la red, la c-apacidad de poner en relación
por la ~ela~ión que plantea entre un término y el conjunto al conjunto de los elementos actuales, pasados y futuros, tan-
de los termmos del SIstema de parentesco. Esta función es in- to si dispone como si no dispone de un conocimiento empí-
dependiente del su jeto singular que la encarna durante el rico. El conocimiento efectivo que ha podido existir en rela-
breve. período de Su existencia. A la movilidad de los ocu- ción con un abuelo, un tío o, incluso, la propia madre debe
p'!ntes se le c<?~traponen l~ fijeza y la identidad del concep- convertirse en un accidente independiente del hecho de que,
to de la funclOn que el slmbolo define. Cuando utilizamos a partir de la posición que el término hijo le impone, el Yo
el t~rmin? de si~bó1ico o de función simbólica, en el regis- cuenta con el poder de reconstruir una red relacional en la
tro tdentzfztatorzo,57 es a este sector del campo lingüístico que cada .lugar es definido por el término que designa la

178 179
relación de parentesco característica del sistema. El psicótic después en los que pueda reconocerse: los que lo han prece-
no puede afirmarse como «función» filial, no puede superanf dido, tanto si lo sabe como si no 10 sabe, ocupaban una po-
una función que 10 caracteriza como el hijo de esa pareja sición similar en el sistema, y los que lo seguirán retomarán
La consecuencia de ello es que la significación «hijo» o «hi~ un mismo lugar y ejercerán una misma función. Entre estos
ja» queda prisionera del reconocimiento o del no reconoci~ dos límites se despliega el campo imaginario, en cuya escena
_miento que sólo puede esperar del Otro identificado COn un se désarrollará la identificación en sentido estricto.
referente real; lo que da lugar al conflicto que puede con-
traponerlo al discurso del Otro, en el cual lo que está en
juego es la muerte, conflicto este que se justifica por su de- Lo imaginario
pendencia absoluta en relación con una significación some.
tida al arbitrio del que lo reconoce o del que lo anula ne- La relación del Yo con la imagen, en la que se reconoce y
gando este reconocimiento. aliena, se origina en el momento definido por Lacan como el
En nuestra opinión, el término «prec1usión» tal como lo plan- estadio del espejo. Encuentro decisivo entre el que mira y su
teó Lacan, en cuanto patognómico del registro de la proble- reflejo, pero encuentro que solamente puede adquirir sen-
mática psicótica, designa, no la preclusión de la función tido si se tiene en cuenta «ese movimiento de la mirada que
simbólica del lenguaje en general, sino la imposibilidad del se descubre en el espejo que lo lleva hacia la mirada de la
Yo de separar los enunciados que solo refieren a la imagen madre, a la búsqueda de la confirmación de la belleza de la
especular, con todo lo de precario y aleatorio y con el riesgo imagen, antes de volver al espejo y a su reflejo imaginario»
de borramiento que ello implica respecto de un nombre que (Lacan, Seminario, 1'961-1962). La experiencia especular
podría rotularlo como poseedor de un derecho a una fun- abarca tres momentos: 1) el surgimiento en el espejo de una
ción de parentesco ajena a toda arbitrariedad. No puede imagen que la psique reconoce como propia; 2) el desvío de
apropiarse de una función simbólica que habría heredado la mirada hacia la mirada de la madre, en la que es leído
que habría tenido el derecho y el deber de trasmitir a su su: un enunciado que dice que esta imagen es el objeto de su
cesor. Se le precluye así al psicótico toda posibilidad de pos- placer, que ella es la imagen de lo amado, de lo bueno, de
tularse como representante de una clase, como garante de lo bello ... ; 3) el retorno de la mirada a la imagen presen-
una función y como garante de una trasmisión de la cual te en el espejo, que, a partir de ese momento, estará consti-
sería el efecto y llegaría a ser el agente. La función simbó. tuida por la unión entre la imagen y la leyenda que le con-
lica del sistema de parentesco debe encuadrar el espacio de cierne, tal como la ha percibido en la mirada materna.
lo imaginario, trazando los límites que este último no debe Esta unión es la que instaura el registro imaginario y desig-
trasgredir: será excluido todo enunciado contradictorio Con na el momento en que entra en escena lo que preanuncia
la co.herencia y el orden del sistema de parentesco, coexten- al Yo: momento en que se opera una suma entre la imagen
so, SImultáneamente, con el sistema lingüístico que define especular y el enunciado identificatorio que el Otro, en un
una cultura. primer mo~ento, pronuncia sobre el.la. ..., I

En el campo psicoanalítico, la función simbólica debería de- Lo que el mño encuentra no es la SImple obJetlVaclOn de SI
signar tres funciones características del signo lingüístico pe!"- mismo como imagen, sinó la designación que le devuelve la
tenecientes al sistema de parentesco; 1) ligar cada término mirada del Otro indicándole «quién es» el que el Otro ama,
a una ley y un sistema relacional, universal para una cultura designa y reconoce. Lo que el sujeto descubre en el espejo
dada; 2) enunciar una designación que se opone, en cuanto es la imagen de cosa de la que hablaba el discurso de aquel1a
significación universal, a la singularidad necesaria de las re- y de aquellos que le hablan, discurso que comi~nza por iden-
f~rencias identificatorias e imaginarias del Yo, singularidad tificar al sujeto con el enunciado identificatorlO del que ese
SIn la cual el individuo no podría diferenciarse de un con- mismo discurso es el agente. Hemos visto que, en un se~undo
jun1p, especie, clase de parentesco, clase sexual, en la que se momento, esos enunciados deberán convertirse en propIedad
vería sólo COII?-~ un elemento intercambiable con cualquier del Yo: la diversidad, la sucesión, la multiplicidad que ]05
otro; 3) permItir al Yo encontrar lugar entre un antes y un caracteriza, exigirán que siga catectizado y accesible para

180 181
el sujeto lo que se constituyó en la fase del espejo como una identificatoria que desplazará su c.entro de gravedad del so-
referencia especular que se convertirá en un punto de an- porte especular hacia lo que hemos designado como saber
claje. identificatorio o discurSo que el Yo puedi:: mantener acerca
La identificación imaginaria presupone la posibilidad de que del Yo. No volveremos a referirnos a ello, salvo para recor-
el sujeto pueda nombrarse mediante un enunciado identifi. dar que, a partir de ese momento, la verdad de los enuncia-
catorío referible a su imagen, designándose así la imagen de dos que se refieren al Yo y lo definen ya no está en poder
sí mismo que lo acompaña a lo largo de su existencia. La re- exclusivo del discurso de otro sino que es esperada del dis-
lación que mantendrá todo sujeto con la imagen del espejo curso del conjunto, el único que dispondrá del poder de
da testimonio de la dimensión conflictiva que impregna to- decidir en qué condiciones el saber del Yo sobre el Yo puede
tahnente el campo de la \dentificación. afirmarse conforme a una prueba de verdad reconocida por
En primer lugar, porque el sujeto le demanda a la imagen los otros, aunque sea refutada por algún otro singular.
algo que ella no puede darle: ser para él mismo una referen_ A este mismo discurso se le debe la valorización de una serie
cia autónoma e independiente de la manera en que es visto de valores-emblemas, jerarquizados en nombre de una bolsa
por la mirada de los otros. Esta independencia le permitiría de valores imaginarios, aunque bajo la égida de un campo
contraponer el juicio propio -acerca de su reflejo al carácter sociocultural. El término «imaginario» significa, en este ca-
insostenible que podría presentar la imagen que se le de- so, que la definición referente a la realidad de la cosa nom-
vuelve de él mismo. La experiencia le demostrará que la brada deja lugar a la función de valor identifica torio que
imagen es incapaz de obligar al otro a verla tal como él la ella va a desempeñar. Podemos definir los conceptos de fuer-
piensa, y tal como querría que se la vea. Se debe añadir za física, erudición, riqueza, fidelidad: de todos modos, lo
que el sujeto nunca puede contentarse con que el espejo le que representa ante la mirada de los otros un sujeto fuerte,
diga, como en los cuentos de hadas, que él es el más bello, erudito, rico, fiel, participará siempre del valor imaginario
ya que es ante la mirad<;t del otro que quie're ocupar ese que el discurso cultural le atribuye a estos términos. El va-
lugar, y carece de toda control sobre esa mirada. La omni- lor y la función identificatoria de estos emblemas requieren
presencia de ese conflicto revela la ambigüedad del vínculo el consenso del conjunto o del subeonjuntoal que pertenece
que, en el registro identificatorio, une 10 visto de la imagen el sujeto. La valorización del subconjunto por parte del su-
con el enunciado que decide acerca de lo que se debe ver jeto solamente despoja, en este caso, al emblema de su valor
en ella: la imagen ofrece un punto de anclaje a los enuncia- de referencia identificatoria. El hecho de que este consenso
dos identificatorios; su presencia eS indispensable para que opere totalmente en el registro imaginario no impide que
el enunciado se presente como leyenda que singulariza la represente la única posibilidad ofrecida al sujeto para sopor-
imagen de un Yo que,a ese precio, puede reconocer al tar su no reconocimiento por parte de un semejante, aunque
enunciado como lo que expresa lo que él desea, lo que de- esté particularmente catectizado, sin verse obligado por ello
manda, lo qo.e es. Empero, una vez operada esa adición, el a destruirlo o a aceptar ser destruido.
Yo, hegeliano sin saberlo, se ve confrontado con una doble
imagen: 1) la que su mirada ve en el espejo; 2) la que le Diremos que el registro de lo imaginario define el conjunto
aparece en la retina de los otros. de los enunciados que poseen la función de emblemas identi-
Toda antinomia entre ellas da lugar a un conflicto identifi- ficatoríos y la imagen especular que debe servirles como pun-
catodo cuyos resultados pueden determinar la destrucción to de anclaje.
del uno o del otro, y conducir .~ la mutilación del propio Yo. Estos emblemas se presentan ante el Yo como íc;lénticos a
En efecto, el Yo sólo puede funcionar si ~s capaz de garan- sus «posesiones» [avoirs], definidas, a su vez, por el mensaje
tizar conjuntamente la estabilidad de las dos referencias que, a partir de ellas,_ vuelve al sujeto para decirle «quién»
'Constituidas por su reconocimiento y el reconocimiento de es él. Ser igual a la imagen que admira la mirada de ~os
~l ~mismo por parte de la mirada de los otros. Este conflicto, otros o ser igual a l?- imagen que admira la.mirada de aque-
que forma parte de una experiencia siempre repetida para llos que el Yo admIra son las dos formulaCIOnes que adopta
el Yo, dará lugar a una reorganización de la problemática el anhelo narcisista en el campo de la identificación.

182 183
"mposible no significa hacerlo posible, ni tornar imposible
Aunque lo especular nunca pierde sus derechos, aunque si-
gue siendo un punto de anclaje necesario, se comprueba tatu-
ia. existencia del Yo. Est.?S punto~ de ~ope !-1 ~on prod~cto
0
del sUJ'eto singular nI del registro lmagmarlo: el sUjeto
bién que la imagen solo puede mantener su brillo mientras ni . l . . d
los halla en un dis,curso qu~ le &arant!za a eXI~tencla e una
el sujeto la crea conforme a los enunciados que garantizan serie de enunciados no arbltran~s e mdepeIl;d!entes oe t~d.a
que ella posee los valores que él pretende poseer, y mientras Sique singular. Es a ellos a qUIenes recurnra para defmlr
el sujeto piensa que estos valores son vistos y reconocidos p que espera ser o tener, pero para d
lo '
eSlgnar Ia relaClOn
" que
como tales por la mirada de los otros. liga al que espera con los prim;ros destinatarios de ~us de-
Una vez instaurada la organización del campo identificato_ mandas fundamentales, Tan~o SI la r:spues~a pr~porclOnad~
rio, a lo largo de toda la existencia del sujeto se observará por estos. inter~ocutores a~calc~~ ha. sld~ :'lhrm~tlva como SI
una doble localización: ha sido negatIVa, la deslgnaclOn srmbohc.a afIrma qu; .su
efecto es nulo sobre los derechos que el sUjeto p~ede relvl~­
l. En el registro de las catexiasamorosas persistirá la exi. dicar como miembro de una clase, como eslabon necesa~lO
gencia oe un reconocimiento --ser el amante o ser el ama- para la trasmisión de un sistema de parentesc? y de un SIS-
do--- que ubica frente ·a frente a ambos Yoes; el hecho de tema lingüístico de los que él depende, ~:I, mIsmo modo en
que el conjunto de los otros reconozca que el Yo se compor- que estos sistemas dependen de la trasmlSlon que cada nue-
ta como un sujeto amante tiene poco peso frente a la afir- va sujeto, a su vez, realiza.
mación «No es cierto que me amas» contrapuesta por el
amado, En este registro, el reconocimiento, para los dos Esperamos haber logrado aclarar al lector qué designan en
partenaires, cae bajo la égida de un enunciado singular que este trabajo los términos imaginario y simbólico. Esperamos~
puede coincidir o no con aquel en que el sujeto reconoce su también, haber podido justificar nuestra opción.
verdad. Sin embargo, ni siquiera en ese caso está totalmen_
te excluido el recurso a los demás; si el sujeto se encuentra
en peligro, podrá recurrir a ellos para probarse, pese a todo,
lo bien fundado de su elección o de su rechazo.
2. Por el contrario, en el campo de las catexias narcisistas,
el Yo tiene que vérselas con referencias que deben ser com-
partidas y valorizadas por el discu,rso del conjunto; ello da
lugar a la búsqueda de una garantía, para y por parte del
Yo, de que discurso y verdad puedan coincidir.

Es posible que se aprecie ahora con mayor precisión a qué


nos referíamos al hablar del encuadramiento de 10 imagina-
rio originado en la {unción y la designación simbólicas, El
conjunto oe los enunciados identificatorios designa quién
es Yo y los objetos que él posee, que~eña llegar a ser y que
anhela tener; la tarea que les incumbe es salvaguardar el
poder --de sustitución, de invención de otras referencias y
de nuevos emblemas, de cambio--- de estos enunciados y,
también, dar lugar a la parte de sueño necesaria para el
funcionamiento del Yo. Otro problema es que el hombre se
deje apresar en la trampa de las creaciones de su propio
imaginario. Sin embargo, esta capacidad de invención, ra-
. yana •siempre en la desmesura, encuentra y debe encontrar
puntos de detención que demuestren al sujeto que soñar lo
185
184
Segunda parte. La interpretación de
la violencia y el pensamiento
delirante primario
j. Acerca de la esquizofrenia.:
p'otencialidad psicótica y pensamiento
(lelirante primario

«La realidad desbordante a causa de un hecho supernume-


ffl.do».58 Gombrowicz, Cosmos.

Esquizofrenia, paranoia, pensamiento


delirante primario: consideraciones generales
Cualesquiera que sean las críticas que se puedan formulal
ante esta entomología de los seres y del pensamiento que ríos
propone el saber psiquiátrico, el analista sigue utilizando los
mismos rótulos, aunque para ello trasforme la significa-
ción anterior. ¿ Fuerza del hábito u homenaje al don de
observación de sus predecesores? Ambas cosas, sin duda.
Pero esta referencia plantea problemas múltiples: podemos
preguntarnos, incluso, si no oculta una -ambigüedad en la
relación del psicoanálisis con la psicosis. Dejaremos el inte-
rrogante sin respuesta y diremos que las formas que reviste,
ante la mirada del observador, el discurso psicótico nunca
son efecto del azar y que no pueden -comprenderse a través
del simple análisis del modo de defensa que privilegian. Ellas
dan testimonio del momento en que el trabajo psíquico
ha1l6 un escollo que lo obligó a dejar la ruta común y ha-
cen entrever la índole singular del mismo. Pero, la teoría
psicoanalítica se acuerda el derecho de hablar de la psicosis
o de la estructura psicótica y de postular, mas allá de la di-
versidad de las formas, la presencia de una serie mínima de
rasgos, trasfondo común de los diversos cuadros clínicoS. Los
elementos que cada autor aísla en esta serie, la interpreta-
ci6n que propone de ellos, definen a su vez las diversas cons-
trucciones psicoanalíticas que dan cuenta del fen6meno psi-
c6tico. La homogeneidad que a menudo reivindican estas
opciones es ilusoria, aunque casi todos los autores recurren
a los mismos conceptos claves de fijaci6n, regresi6n, pérdida
de la realidad, preclusión, para citar solo los principales.
Más aún que en el campo de la neurosis, llama la atención

189
en el de la psicosis la facilidad con que se operan amalga. rechazo y de una exclusión que ni siquiera se tiene ya el
mas en las que se encuentran mezclados conceptos freudia~ oraje de reconocer, lo. que hace que esas formas sean tan
nos, kleinianos, lacanianos y, más recientemente, pertene_ ~presivas y nefastas como sus predecesoras, si no más. El
cientes a Bateson, Bion, o a la antipsiquiatría, esa otra amal_ 1I;hordaje de la locura exige que se acepte avanzar en ese
gama. Sin embargo, la mayor parte de esos autores coinci. lugar en que se juega. un drama qu~ el observa?or, salva
dirán en que en nuestra disciplina. no es posible apropiarse .excepciones, no paga ni con su dolor nI con su razon, y tam-
de un concepto y, sobre todo, de un concepto clave, sin acep~ bién reconocer que no podemos esperar demasiado de nues-
tar las consecuencias y condiciones previas que dependen de tras retaguardias teóricas. Esta última comprobadó?- es una
la teoría que lo ha forjado, de la que no es posible aislarlo. advertencia dirigida a los lectores: nuestras refleXIOnes so-
No defendemos ningún dogmatismo ni ninguna ortodoxia bre la psicosis no escapan al peligro de presentar la construc-
exclusivista, pero el confusionismo tan frecuente en el dis. ción teórica que constituye su basamento, y sin la cual no
curso analítico, tan pronto como se aplica a la psicosis, cons- habrían podido formularse, como más acabada de lo que
tituye un obstáculo que se debe denunciar: el hábito de Ar~ está en realidad.
lequín oculta mal, en tal caso, remiendos apresurados y agu- Antes de ,abordar esta construcción, definiendo nuestra acep-
jeros que nos ponen frente a aquello que, en el hecho psi- ción del concepto de «pensamiento delirante», se requieren
cótico, ha resistido en mayor medida a todos nuestros mo- dos aclaraciones. La primera concierne a la significación que
delos interpretativos. se le debe atribuir a la expresión «condición necesaria», que
Otro desliz en las teorías sobre la o las psicosis parece inevi. surgirá en m.uchas ocasiones en nuestro texto; la segunda,
tablemente abrirse camino: poner entre paréntesis los pro- el lugar que ocupa en este trabajo y, en general, en los. textos
blemas que plantea la psicQsis en beneficio de un problema analíticos, el ejemplo clínico.
más abordable y que, desde ese momentQ, se identificará con
la causa, lo cual permitirá declarar secundarios a· aquel!os 1. Hablar de «condiciones necesarias» no es equivalente a ha-
para los qué no hay respuesta. Dos ejemplos característicos blar de condiciones suficientes. Podemos definir las primeras
de esta tendencia reduccionista los constituyen la forma en y demostrar que se las encuentra con gran frecuencia, pero
que se utilizan el concepto kleiniano d~ identificación pro- no tenemos el poder de déclararlas suficientes. Si fuese po-
yectiva y el concepto lacaniano de preclusión del nombre del sible pasar de un calificativo a otrp, dispondríamos de. un
padre. Consideramos que, sin saberlo, estos sesgos retoman modelo que daría acabada cuenta de la causalidad psitótica;
por cuenta propia una misma posición de rechazo concer- y ello no ocurre, En esté intervalo que separa a 10 necesario
niente a la especificidad de un mensaje que perturba e in- de. 10 suficiente se sitúa, no solo 10 que escapa a nuestro saber,
quieta. Al igual que el del infierno, los caminos de la teoría sino también lo que convierte a la psicosis en un desti.no en
están empedrados de buenas intenciones: no bastan para el que el sujeto tierte un rol propio y que no es un aCCidente
ocultar la falta de respeto que implica una cierta pretensión sufrido en forma pasiva. En nuestras palabras preliminares
de saber en relación con aquel al que se le impone una in- escribíamos que la psicosis nunca· puede ser reducida a una
terpretación que no hace más que repetir, de otro modo, la carencia referida a la justa medida de lo «normal»; si existe
violencia y el abuso de poder de los discursos que 10 han la carencia existe, en una medida por lo menos equivalente,
precedido. Tenemos la impresión de que muy a menudo, en 10 diferent~ y lo suplementario. Este suplemento es suficien.
la actualidad, la psicosis sirve intereses que nada tienen que te para denunciar las diversas teoriasque, en nombre del
ver con ella; al hablar en nombre del loco, con demasiada deseo de la madre, de la opresión social, del double bin~,
frecuencia no se hace sino negarle una vez más todo derecho pretenden reducir la psicosis y, más. precisamente, la esqUI-
a hacerse oír. Se utiliza una. palabra que se le imputa para zofrenia, a la respuesta pasiva forjada y preformada ~r el
demostrar los fundamentos de un saber~ de una ideología, de deseo, el discurso, la locura de los otros. La presenCia de
un. combate que ¡nteré!!a: a quien no está loco o pretende no estos factores no basta para crear ipso lacto la locura del
estarlo. La apología de la locura, la apología del deber de njño, pero sí para instaurar las condiciones que la hacen
no terapia y de no curación son las formas modernas de un posible.

190 191
:l. En Jo que se refiere al papel que desempeña generalrnen_ en la perspectiva del teórico, encon.tramos allí una situación
te el ejemplo clínico en los textos analíticos, se impone una rivilegiada ;59 pero, por el contra~IO, cuando. comprobamos
primera evidencia: toda historia de caso y todo fragmento P el discurso no ya de M. R., SIno de los dIferentes para-
que , 'd d
de historia es elegido siempre por el autor en función de qUe floiCos que hemos podido escuchar, demuestra la nec:sl a
permite demostrar q'.le una hipótesis teórica está bien fun. ue tuvO el sujeto de reconocerse corno frut? del OdIO, de
damentada o no lo está. Sabemos todos que existen ejem_ qlantear una identidad entre estado ~e p:arep y est?-do de
plos privilegiados y otros que se prestan mucho menos a esta ~iO, y crear, a partir de allí, una hIst~na: la propIa, 9,ue
función demostrativa; podemos preguntarnos, entonces, hall. servara algún sentido, llegarnos a la SIgUIente concluSlOn,
ta qué punto una extrapolación sigue siendo lícita. cone consideramos no eXceSIva: . 1a h'Istona
. d e M . R . eJern-
.
~lifica una situación que, en forma más p~rcia! y v.cl:ada,
En lo que se refiere a los ejemplos a los que recurriremos h estado presente en el conjunto de las hIstonas VIVIdas.
la razón de la elección es evidente: su «ejemplaridad» resi~ p~demos añadir que, dentro de los límites de nuestra expe-
de en lo que demuestran ,acerca de la función característica riencia hasta el presente, dicha hipótesi~ ~~ ha. "revelado co-
de los elementos de realidad a partir de los cuales el discurso mo justificada. Sin duda, nuestra senslblhz~clon ,ante este
psicótico construyó la interpretación que se llama delirio, tipo de pensamiento ha desempeñado un CIerto papel; es
En las historias en los que estos elementos están aparente- de esperar que no nos haya conducido también a alucinar
mente ausentes, mientras que en el sujeto se observan inter. lo inexistente.
pretaciones idénticasy nos concedemos el derecho de deducir
no que se han producido y que su recuerdo habría desapa:
recido, sino que vivencias efectivas de estos sujetos los han El pensamiento delirante primario
inducido a interpretar su realidad histórica como si tales ele-
mentos hubiesen sido evidentes. Al final de este libro mos- Designamos con los términos de esquizofrenia y ~e paranoia:
traremos el papel que cumple en un paranoico el odio mani- los dos modos de represe'ntación que, en determmadas con-
fiesto respecto de la pareja paterna. Ese ejemplo no nos diciones, forja el Yo acerca de su relaci?n con el mundo; el
autoriza a extraer la conclusión de que en toda pareja en denominador común de estas constrUCCIones es fundarse en
la que el niño presenta rasgos paranoicos el discurso mani- un enunciado de los orígenes que remplaza al compartido
fiesto, de ser conocido, mostraría un odio semejante; pensa- por el conjunto de los otros sujetos. .
mos, sin embargo, que es legítima la hipótesis de que el Definimos corno idea delirante todo enunCIado que pru.eba
niño, en todos los casos, ha percibido algo en esta relación que el Yo relaciona la presencia de una «cosa» (cualqUIera
que le permite desenmascarar ese elemento e hipostasiar su que esta sea) con un orden causal que contradice la ~ógica
presencia. En otras palabras, la psicosis nunca es reductible de acuerdo con la cual funciona el discurso del conJunto;
a la proyección de una fantasía sobre una realidad neutra; por ello mismo, esa relación es ininteligible para dicho dig··
en ese sentido, ella se distingue de la neurosis. Evidentemen- curso.
te, esa proyección fantaseada existe, pero el papel que puede Por tal motivo aplicamos el calificativo de delirante al e~,:n-
desempeñar en la eclosión de una psicosis se origina en el ciado de los orígenes en torno del c~al se elabora l~ }oglca
potenciamiento que en tales casos tiene lugar entre la puesta del discurso esquizofrénico y paranoIco; en la , a~epclon .de-
en escena fantaseada y lo que aparece en la escena de la finida y en un primer enfoque de la problematlca es9U1zo-
realidad. ASÍ, el caso ejemplar no hace más que mostrar en frénica, que se ocupa solo de los, caracter~~ que consIdera-
forma cristalizada lo que, muy probablemente, se jugó en los mos generalizables, es esta la razon, tam~l;n, q~~ ?-os per-
otros. Cuando M. R. nos relata que su padre prohibió que mite hablar indiferentemente de construcCIOn pSlcotlca o de
aprendiese la lengua hablada por su madre, cuando nos ex- construcción delirante para calificar la respuesta proporci?-
plica que desde siempre oyó a su padre condenar y despre- nada por el sujeto a una organización particular del espacIO
ciar' a la raza de su madre, mientras esta última se negaba al que habría debido advenir el Yo.
a aprender la lengua del padre, sabernos perfectamente q uc, El análisis de los factores responsables de este tipo de orga-

192 193
nización, que impone al Yo elaborar una construcción . enquistamiento de tal pensamiento; este le permite
recurre a un orden causal «delirante» nos enfrentará con ue 'á ...... 0
cO... .
1 sujeto funCionar d e acuerd o con una aparente y f ragl
' ./
discursos, el del portavoz y el del padre, que han presenta: a ormalidad. Es posible, también, 'que este pensamiento n<>
fallas en su tarea. Estas fallas pueden ser superadas po
" . r el ~é lugar a sistematización alguna, sino que actúe como un~
sUjeto SIn que se vea oblIgado a recurrir a un orden de interpretación única y exhaustiva que ~ar9,!e ~. toda expe.
~lidad que no se halle acorde Con el de los demás: es cau.
ello que lo necesari~ no es lo sll:ficiente. En todos los
casos, se comprobara la presenCIa de un enunciado ace
' .
0=rca
iencia cargada de afecto y, por ende, s~mflcatIva: todo lo
r ue escape al poder de esta interpretación única será des-
qatectizado e ignorado por el sujeto y por su discurso. El
dI e origen que es ajeno a nuestro modo de pensar: a
Io 11amamos pensamte.nto ' . esto ~rimer caso encuentra su. forma acabad~ .::n el sis.te~a pa-
debrante primario. Consecuencia . ranoico el segundo constituye la potencIahdad pSIcotlca, el
del e?cuentr~ entre el Yo y una organización específica del tercero' caracteriza a la vivencia esquizofrénica. Esta siste-
espaCIo extenor• a la psique y del discurso que en ella c~
1a, se conVIerte
. matización, al igual que esta extrapolación, pueden realizar-
cu. 1 a su vez en una condición previa ne e·
c sao se desde la instauración del pensaIDierito delirante primario:
rra para :'" even.tual elaboración de las formas manifiestas nos veremos entonces frente a las formas infantiles de la
de la esqUIzofrema y de la paranoia. esquizofrenia y de la paranoia. También pueden producirse
L.a presencia de est!'l condición previa es para nosotros sinó. en un momento posterior, y como consecuencia del fracaso
m~? .~e !::
pSlcotIC~.
que defInireI:1C~s. COmo concepto de potencialidad
N? una poslblhdad latente que sería común a
de la transacción que hasta el momento protegía a la poten-
cialidad psicótica. Un lugar <ilparte debe ser atribuido al
todo sUJeto,- SIllO ,una organiz,:c~ón de la psique que puede autismo infantil precoz, en el que lo que no ha podido ela-
no dar lugar a SIn tomas mamfIestos pero que muestra en borarse es el propio pensamiento delirante primario. Esta
todos los casos en los que es posible analizarla la prese~ci primera elaboración del concepto de pensa~iento de.lirante
.
d e. U!! pensamIento d l' , a
e lrante primario enquistado y no re- ptimario sería sufici.<:nte para mostrar. la .1InPO:tancla que
pnmIdo. Este quiste. puede hacer estallar su membrana para atribuimos a la funClon del Yo en la pSICOSIS: leJOS de ser el
derramar su contemdo en el espacio psíquico: cuando ello gran ausente, es el artesano de una reorganización de la re-
OCurre, se pasa de 10 potencial a lo manifiesto. lación que deberá mantener con los otros dos procesos co-
Se obs~n:a, así, .q~~ el pensamiento de1irante primario o la presentes en su propio espacio psíquico y COn el discurso del
potencJahdad pSlcotlca ocupan una posición intermedia en- representante del Otro y del representante de los otros ..En
t:e dos órdenes de causalidad; antes de analizar las condi- los dos discursos que interrogamos, y como punto de partIda
CiOnes ~ las que responden, intentaremos, pues, aclarar lo del fenómeno psicótico, situamos la creación original de una
que. d.eslgnamos con estas expresiones. significación que tapa un agujero del discurso del.Ot:? No
De~~mmos como pensamiento delirante primario la interpre- se produce, como se ha llegado a pensar, una sustttuclOn en
taciOn que se da el Yo acerca de lo que es causa de los orí- la que una significación rempla:ta a otra que no se acepta,
genes. Orig~n del sujeto, del mundo, del placer, del .Iispla- . por ser frustrante o contraria al princiPio de placer; lo que
cer: el conjunto de los problemas que plantea la presencia se produce, por el contrario, es la creación de una nueva S!g-
ele. e~to~ cuatro factores fu.ndamentales encontrará una única nificación que no podría formularse si se respetase la lógica
e I?<:ntI~a respuesta graCIas a un enunciado cuya función yel orden causal característico del discurso de los demás. Se
sera IndIcar una causa que dé sentido a su existencia. Mer- nos ocurre un ejemplo paradójico: el de un matemático que,
ced a ~st~ ~re,:c:ión, el Yo se preserva un acceso al campo al mismo tiempo que afirma .que su teoría se adecua a ]as
de la SlgmflcficlOn creand~ sentido allí donde, por las razo- reglas del sistema matemático, afir.ma que dos más .dos, son
nes que anabzarémos, el dIscurso del Otro lo ha confronta- cinco. Imaginemos entonces un sUjeto al que se oblIgana a
do con un enu~ciado con ~s;aso o ningún sentido. A partir saber contar de acuerdo con las reglas del ~istema y, al mis-
~e r~te pensamIento, podra Instaurarse un sistema de signi- mo tiempo a aceptar este postulado contradictorio. La úni-
flcaci~n~; -acorde con .é!, producirs; una forma particular ca respuesÚl posible para el sujeto, en tal caso, sería inventar
de eSClSlon que se manIfIesta a traves de lo que designamos un nuevo teorema que demuestre que, en algunos casos, .cua-

194
195
tro y cinco SOn sinónimos: deberá crear una demostrac" 2. Acordar un papel privilegiado a la~ particularidades pre-
. '
mexIstente para h. acer aparecer como veroslmIl
' . el POstulado
IOn entes en el discurso que el niño encuentra en la escena de
planteado. Lo mIsmo le ocurre al que llamamos psicótic ' ~o real. La textura de este discurso es 1:: que ofre?e las con-
para poder hablar el lenguaje de los demás (yen general~' diciones necesarias para que este espacio se conVierta en el
logra) debe inventar, en primer término, una interpreta ció o lugar al cual advendrá el pensamiento delirante primario,
que adecue a la razón una significación que le ha sido illl~
puest31 y que no puede soslayar sin poner en peligro, al mis-
~o t:empo, ,el f~ndamento de su~ enunciados. Luego, será El problema del ongen
el qUIe~ ,decld~ S.l ha de ,reco,:strUIr la totalidad del sistema
matematico, SI Intentara -articular esta demostración con Comprender las consecuencias de la falta d~ un enunciado
otras que se le oponen, si descubrirá la existencia de un ele. referente al origen en la textura d 7 este ~I.:curso, o ~e l,a
mento acerca del cual será imposible decidir o si renunciará presencia de un enunciado que reI~llte a~ nmo a u,na sIgm-
al sistem",: en berieficio de una demostración qUe sea única ficación que 'su Yo no puede asumIr, obhga a considerar en
y exhaustIva. forma distinta el papel que se debe atribuir a la teoría se-
El pensamiento delirante se impone la tarea de demostrare xual infantil, y en primer lugar, a lo que I ecubre y condensa
la verdad de un postulado del discurso del portavoz noto- la pregunta, aparentemente tan simple, que plantea todo ni-
riamente falso. Implícita o explícitamente, ese postulado se ño: «¿ Cómo nacen los niños?».
refiere al origen del sujeto y al origen de su historia: las Freud nos marcó el camino al relacionar esta pregunta con
primeras cosas «oídas» referentes a este doble origen se le la que le plantea al niño la sexualidad de la pareja parental,
han revelado al sujeto como contradictorias con sus viven- el enigma de su placer y de lo que podría ser causa de su
cias afectivas y efectivas. Se manifiesta una antinomia entre deseo. Si seguimos ese camino, comprobamos que en el mo-
el comentario y lo comentado. Aceptar el comentario, reto- mento en que este interrogante se manifiesta, la respuesta
marlo por cuenta propia, implicaría adueñarse de una his- que se espera atañe a interrogaciones precedentes: más pr~­
toria sin sujeto y de un discurso que le negaría toda verdad cisamente, el interrogante que le plantea al ,~o la presencla
a la experiencia sensible. Rechazarlo implicaría quedar fren- en su campo de los efectos de producciones Ílslcas cuyo agen-
te a frente con una experiencia inefable, algo innombrable. te no es él y con las que .sólo puede coh,abitar. si las rela-
Para evitar estos dos impases, evitación que está lejos de ser dona con una c?usa conocIda. A este preclO, y VImos ya por
segura) el Yo dispone de la posibilidad de interpretar el co- qué ello es una exi~encia para el funciona;ni~nto del Yo, se
mentario. Puede esperar así hacer coincidir, de un modo más establecerá una eqUIvalencIa entre el conOCImIento de la cau-
o menos defectuoso o forzado, el desarrollo de su historia sa supuesta y el reconocimiento de un efecto y de un afect.o
con un primer párrafo escrito por el pens'amiento delirante de los cuales sería el agente. Simplificando, podemos d~c1f
primario. que a partir del momento en que el Yo ~uede enunCIar:
Construcción de un Yo, que pretende preservar su relación «Siento p'acer o displacer porque ... », convlert~ a! placer o
con el discurso pero que, al hacerlo inventa, como el apren- al displacer en algo que dependería del conOCImiento que
diz de brujo de la historia, una fórmula mágica que conserva posee sobre su causa y lo trasforma, de ese modo, en un efecto
indefiniqamente su poder de autonomizarse y de imponerle que correspondería a su jurisdicción.
tina derrota radical. En una primera aproximación, diríamos que la pregunta
Considerar que el pensamiento primario es un resultado del «¿ Cómo nacen los niños?» equivale a «¿ Cómo n~ce el Yo?»
encuentro del sujeto con un enunciado del discurso implica y que este último espera que la r~spuesta proporCIOne el tex-
dos corolarios: to del primer párrafo de la histona en la que debe poder re-
conocerse: en efecto, solo ella puede dar algún sentido a la
1. Situar en esta fase en la que el infans se convierte en niño, sucesión de todas las posiciones identificatorias que puede
al ,aéceder al registro de la significación, el momento en que ocupar. . . .
puede constituirse el pensamiento delirante primario. Ahora bien , tanto si se trata de una histOrIa slngular o de

196 197
la historia de los sUJetos, ambas comparten una misma eX1. quiera q.ue sea la for:nul~ció~ explícita de la respuesta oída,
gencia: no pueden permitirse confesar que nada conoc - es preCISO que rerruta lntnnsecamente a esta concatena-
-acerca d e su origen.. E primer
l' ,
parrafo no puede presenta en ción, no solo porque ella es la única que aporta una signi-
. d l'
como una serie e meas en blanco: si así fuese, el conjunto rse nificación acorde con la lógica del Yo, sino porque esa res-
de los otr,;,s es!a:Ía ex~uesto al riesgo de que, en algún mo~ puesta a la ~ausa de su origen será proyectada retroactiva-
mento, al mSCrIbIrSe alh, alguna palabra los declare totalmen~ mente por el niño sobre la causa originaria de toda experien-
te fals,:,s. Por. ello, en el registro de la historia de los sucesO!; cia de placer y de toda experiencia de displacer.
es El Yo relacionará la causa de placer, de todo placer, con
. posIble .afIrmar d que . l·a función de todo mito -que es,
SIempre,.
mIto,
e r
un ongen- es garantizar la existencia d e el placer que le procura a la pareja el hecho de que él existe;
ese pnmer parralo. puesto que la lógica del Yo deberá obedecer al principio de
En el registro de la historia de un sujeto, ese primer párra~ no contradicción,. la causa del displacer podrá separarse de
fo tampoco puede quedar en blanco: lo que singulariza a su ella y contradecir al postulado del proceso primario que sos-
textura, es el hecho de que, en ese caso, solo puede escribir_ tiene que todo lo que existe es un. efecto del poder omní-
se graCIaS ·a elementos tomados de los discursos de los otros modo del deseo del Otro. Esta separación le permitirá al Yo
únicos que pueden pretender saber y recordar lo que se su~ lograr que el displacer sea compatible Con su creencia en el
pone que el autor ha vivido en esa época lejana en la que se amor que se experimenta por él, aceptando que el displacer
escribía un «yo. he nacido ... ». Nada puede saber el Yo ya no sea únicamente una experiencia decidida por el deseo
acer~a d~ ese ,primer momento necesario para que se escriba del Otro, sino lo que puede imponerse a pesar y en contra
la hlstor!a, m tampoco puede privarse de la seguridad de de ese deseo, y tener corno causa la realidad del cuerpo, la
que ~l dIscurso del Otro y de los otros puede proporcionarle existencia de los otros, un error, un no saber.
un CIerto saber acerca de él. Se.observa de qué modo el enunciado con el que el portavoz
De este modo, la tarea del discurso del portavoz es ofrecerle cree responder al interrogante acerca del nacimiento será
al -?iño un primer, enunciado referente ·a ese origen de la his- metabolizadopor el niño en una significación a partir de
tona: ello bastana para demostrar el peligro que le hace la cual elabora su propia teorización sobre la causa de todo
correr al Yo una falta de respuesta a este interrogante o lo que se refiere al origen: de sí mismo, del placer, del dis-
una respuesta inaceptable. ' placer, del mundo.
Pero para el Yo es igualmente determinante el poder de ex- La significación que da sentido a la existencia del Yo es la
trapolación que él propo-:~ionará a ~sta respuesta. La pre- única que, al mismo tiempo, puede darle sentido a las expe-
g~nta demuestra la relaclOn que eXIste entre la interroga- riencias que él vive. La contrapartida será que toda signifi-
Clan que se plantea el Yo acerca de la significación de su cación que pdve de sentido a la causa del placer o del dis-
propia existencia y su intuición de que, de ~se modo, interro- placer determinará que también carezca de sentido todo lo
ga al deseo y al placer de la pareja; ello se debe sin duda que podría ser causa del Yo.
a que, a, t~av~s de esta misma pregunta, el Yo i~terroga l~ Debemos hacer una última observación sobre el papel que
c~usa ongman~ de la experie~cia de placer y de displacer. asumen. en esta problemática los índices que proporciona la
SI lo que experImenta no pudIese tener sentido, es el mismo realidad acerca de la conformidad que se supone que existe
~o el 9ue p~rdería toda posibilidad de dar sentido a su pro- entre el enunciado portador de una significación y la viven-
pia eXIstenCIa. cia al que esta Se refiere. Afirmar al niño que en el origen de
«¿ Cómo nacen los ni ños? ¿ Cómo nace el Yo? ¿ Cómo su existencia se encuentran el deseo de la pareja y el placer
nare el placer? - ¿ Cómo nace el displacer?». Cuatro for- que para esta constituye su nacimiento es una proposición
~ulaciones de un único interrogante que busca una respues- de la que el Yo sólo puede apropiarse a condición de que el
ta que plantee una relación entre nacimiento-niño-placer_ placer ocupe un lugar en la relación hijo-pareja. Placer en
deseo. el momento de su encuentro mutuo, placer manifestado por
«:En el origen de la vida se encuentra el deseo de la pareja el portavoz que enuncia esta proposición, placer que se es-
parental al que el nacimiento del niño causa placer». Cual- pera que sienta aquel a quien ella se dirige.

198 199
Tan pronto como en la organizaclOn psíquica encuentra lu- le permita a'!to~efinirse y preservar aunque solo sea Ut;
gar el postulado característico de la lógica de lo secundario f agmento irrISOrIO del saber del Yo acerca del Yo, podra
toda experiencia de placer del Yo exige que exista una cier~ reservarse un espacio compatible con su modo de funciona-
ta concordancia entre el sentimiento que lo expresa y la r
miento: si llegase a carecer d '
e pensamIento, e' lmIsmo
' d esa-
vivencia que el sentimiento designa. arecería. Se requiere que el Yo tenga a su disposición un
En lo que atañe a la experiencia de displacer, a fin de que ~gno que le indique una causa inteligible acerca de sus sen-
no sea desestructurante para el Yo se requiere, ante todo ~imientos} susceptible de ser formulada, aunque solo él com.
que el portavoz reconozca que esta vivencia ha estado efecti~ prenda esa inteligibilidad.
vamente presente en la vivencia del niño, y, en segundo lu- Si sobre aquello que aparece en la escena de lo real ya no
gar, que le proporcione una significación que no sea contra_ pudiese I?royectarse una ~nt~rpret?-c.i~n, «lugarteniente» ~e
dictoria con la lógica del discurso. Ello implica la necesidad significaCIón, «:1 yo quedana Impc:slbIlltado de conocer s~ VI-
de que esta causa sea diferente de la que le corresponde vencia, de deslgnar aqueH.o que Siente? de proyectar haCia el
al placer.
exterior una causa conOCIble. A partIr de ese momento, al
Por ello, si de algún modo la respuesta que se proporciona al no poder recibir sentido a!guno, las cosas que. aparecen en
sujeto acerca de su origen lo indujese a considerar que su el espacio de lo real volveran a ser puras cosas lnnombrables.
existencia ha sido causa de displacer para el portavoz y la En toda ocasión en la que la realidad carece de un enuncia-
pareja, en tal caso corre el riesgo de plantear como causa del do que pueda hablarla, ese -silencio comporta, dura?:e su
displacer el deseo del Otro de imponérselo, retomando así duración el silencio de toda fuente que pueda em] tIr un
por su cuenta la interpretación fantaseada, y de interpretar enunciado acerca del Yo: será imposible toda representación
el placer como efecto de un error,. del no saber, de una falta de una relación Yo-mundo. Lo primario tropezará con una
cometida: se opera así una inversión entre las dos causas dificultad análoga: hemos visto que ella también implica
que hubiesen debido ser atribuidas respectivamente al placer que lo que interviene como signo de la ex~stencia de un es-
y al displacer. De no ser por esta inversión, la «pu~sta en pacio exterior ocupado por las cosas confIrme el postulado
sentido» de estas dos experiencias chocaría con la paradoja que sostiene que todo lo que aparece es prueba del saber om-
de tener que atribuir dos efectos antinómicos a una única nímodo de un deseo. Solo lo originario, gracias a ese silencio,
causa: tanto en un caso como en el otro, el placer y el dis- encuentra al mundo bajo su forma habitual: un continente
placer pueden perder todo sentido, y no poder ser ya «ha- de cosas adecuadas para reflejar el pictograma. El resulta-
blados».
do será la anulación del intervalo que separa normalmente
Esta digresión relacionada con la pregunta acerca del origen la representación pictográfica de la fantaseada y de la ideica.
muestra por qué, si el Yo no encuentra en el discurso un El mundo ya no tiene otra representación que la que lo con-
«pensamiento» del que pueda apropiarse como postulado vierte en reflejo del pictograma: a partir de ese momento
inicial para su propia teorización de los orígenes, se ve obli- sobre ese reflejo se proyectará el afecto que ya, no pued~ .ser
gado a crearlo: de no ser así, deberá renunciar a preservar ligado a otras representaciones, las cuales habnan permItIdo
un espacio psíquico en el que su funcionamiento sea posible. modificar su meta y relativizar su intensidad.
En toda oportunidad en la que este «pensamiento» ya no Observamos así la gravedad del riesgo contra el que se. pro-
pueda ser pensado,61 estarán presentes las condiciones res- tege el Yo a través de la instauración de un p~~~amlento
ponsables del acting out, en la acepción que le hemos dado delirante primario. Emprenderemos ahora el anahsIs de los
a este término. Volveremos a referirnos a ello debido a que, factores responsables de una organización. del espaci~, exte-
después de haber definido la meta a la que apunta el pen- rior a la psique que puede hacer necesarIa la Cre~CI?n ~e
samiento delirante primario, consideramos lógico recordar este pensamiento. Entre esto~ .factores, se debe~ dlstm~U1r
contra qué peligro defiende al Yo. los que actúan en forma mamflesta sobre la ::eahdad que el
Para que no se produzca el retorno a una situación en la infans y el niño encuentran en toda oportumdad en que se
que' «eso actuaría», se requiere que el Yo pueda seguir pen- ven frente a Ía conducta yel discurso maternos, de aquellos
sando lo que él hace o padece. Mientras algún pensamiento otros que son los responsables de estas mismas expresiones
200
201
gundo, se comprueba, tan pronto como se presta atención
y que dependen, a su vez, de la organización singular del a lo que se nos dice, que tanto el rechazo como la particula-
Yo parental. ridad de la catexia responden a una misma causa: la au-
En ~ste capítulo acerca de la esquizofrenia privilegiaremos sencia de un «deseo de hijo» que habría sido trasmitido por
la función del portavoz. su propia madre y que sería posib~e trasmitir al hijo. En el
próximo párrafo nos ocuparemos de las causas y efectos de
esta no trasmisión; señalaremos por el momento su primera
consecuencia manifiesta: la imposibilidad de la madre de
El espacio al que la esquizofrenia puede advenir catee tizar positivamente el acto procreador, el momento del
nacimiento, Y todo aquello que demostraría que al dar la
Debemos reiterar una. precisión para evitar los reproches vida se engendra un ser «nuevo», algo «nuevo» que no {'s
que J:em.os hecho a CIertas concepciones psicoanalíticas d
la I?SI,cOSlS. En nuestro proyecto inicial, e incluso cuand~
el retorno de un «niño» que ya había sido, ni de un momen-
to temporal que sólo se repetiría. En esas mujeres puede
eSCrI~lam~~ estos dos capítulos, pensábamos que tendrían una existir 10 que llamamos un «deseo de maternidad» que es la
contI~u.aclOn. Dado el momento en el que ejerce su función negación de un «deseo de hijo». Deseo de maternidad a tra-
era 10glCO ~mpezar por interrogar el discurso del portavo-.: vés del cual se expresa el deseo de revivir, en posición in-
p~ra apreciar sus consecuencias sobre la psique del niño. El
vertida, una relación primaria con la madre, deseo que ex-
dIscurso y e! ?~seo del padre, las causas que facilitaron la cluirá del registro de las catexias maternas 'todo lo que con-
respuesta pSlcotIca en lugar de ofrecer al niño un SOPOrt
~ue lo ayudase !l relativizar las fallas del portavoz, desempe~ cierne al momento de origen del niño, momento que demos-
traría que, al abandonar su cuerpo, el niño ha «abandonado»
nan un I?apel, Ig':lalmente determinante en la organización también el pasado materno, que en la sucesión temporal re-
del e~paclo pSlqmco que encuentra el infans' su análisis es presenta un punto de partida a partir del cual se organizará
el úmco que pue?e permitir comprender la a~ción que ejer- un nuevo tiempo, y cuya dirección ningún sujeto dispone del
ce la realIdad pSlqmca de los otros sobre el niño y los ries- poder de invertir. Vemos la mutilación ejercida desde un
gos q~e puede hacerle correr. Este capitulo se ocupa sólo primer momento por la madre en relación con todo aquello
del prtmer aspecto del problema, que dejaremos en suspen- que en el niño constituye un signo, una referencia a la sin-
so, con la esperanza de retomarlo luego. . gularidad de su cuerpo, de su tiempo, de su destino. Con
En prim~r lugar consideraremos aquello que en la conduc- anterioridad a toda representación de la escena primaria
t:;t y el dlscurso materno forma parte de la realidad «mani- fantaseada por la psique infantil, la «escena de la concep-
ftesta» tal como ella .se revela ante el infans a través de esa ción» -entendiendo por ello la situación real vivida por la
conduc~a y en ese. dIscurso. Ambas se singularizarán por la madre- se ve marcada por el rechazo de su significación
presenCIa. reconocIda por la madre, de un no deseo de un esencial: no puede ser catectizada como un acto de creación
d~:eo o de un no des~?. de un pla~er,referido, ya sea a «un s;no, a lo sumo, como un acto que repetiría un momento vi-
runo», ya sea a este nmo. En el pnmer caso, se dirá abierta- vído en un pasado lejano por su propia madre, acto del cual
mente que no se desea,?a nin~ú? hijo, en el segundo, que el se espera que haga posible regresar al momento en que se
cacto procreador que dIO naCImIento ·a este niño no ha sido
fuente de placer, del mismo modo en que ningún nlacer acom- produjo. . .'. .
El primer factor es el q~e puede md,uclr el ~estmo ~SqUl~O­
pañó al ,e~barazo, vivido a menudo como una prueba peno- frénico: aquel cuyo naCImIento hubtese debLdo testlmon~ar
sa, somatlcamente mal soportada. Una vez nacido el niño normalmente la realización de un anhelo no encuentra mn-
la madre podrá afirmar un deseo de vida en relación con él' gún deseo que le concierna como ser singular. El sujeto nace
pero por lo general ese deseo se formulará bajo la forma in~ en un medio psíquico en el que su deseo, que muy precoz-
. versa del temor de su muerte. Como consecuencia de ello mente se constituye como deseo de ser deseado, no puede
este, rhiedo justifica e imposibilita el «placer de tenerlo»' hallar respuesta ;atisfactoria: porque ningún niño ?a si-
<1.ue es remplazado por el «displacer de correr siempre e;
nesgo de perderlo».62 Tanto en el primer caso como en el se~
do deseado o, si 10 ha sido, el deseo materno se mega a

202 203
.. ~

catectizar aquello que en este mño habla de su origen antes de concernir al deseo y al placer sexuales que el niño
.
prueb a que es ongen d e una nueva vIda.
• Aunque el infartY podría reivindicar en nombre propio, esa «castración» apun-
no, t.enga acceso inll1ediato a la cOll1prensión de esta probl: ta a. despojar al ínfans de todo lo que pueda designarlo co-
matlca, de todas forll1as sufre sus efectos, que se manifesta~ mo un ser singular, C01l10 placer y deseo cuyo objeto podría
rán en elll1odo y la forma de las respuestas que le da su ma- pretender ser diferente del que está presente en el pasado
d:e , en un principio ~ través de su conducta y, luego, de Su materno. Por la misll1a causa,. no solo ese discurso nunca
dIscurso: Desde los pnmeros encuentros una fisura, una dis. podrá desi?nar al des;o de .la pareja C~)I?O causa origi.naria
cordancIa, un exceso o una falta testill10nian aceroa del Con_ del niño, smo que, ma,s radIcal y dramatIcamente, el dIscur-
flicto que la llegada del infans reactivó y reactualiza. Por so ma.terno se negará a reconocer la existencia de un ma-
ello, en el 1l101l1ento de su encuentro con lo exterior a la mento en que llegó al ll1undo algo original. Lo que determi-
psique predominará toda representación relacionada con el nará que le provoque displacer todo lo que en la existencia
r-echazo, con la nada, con el odio: el pictograll1a del recha. del infans asume la forma de lo imprevisto, de una dell1anda
;lO es universal, es la representación que forja lo originario cuya respuesta no se conoce de a.ntemano, y también todo lo
acerca de todo aquello que puede ser fuente de una expe. que podría recordar la participación del padre y, así, del
rIencia de displacer. En un medio en que el encuentro con el deseo de un tercero que se opone a -la repetición de una rela-
nii~o es vivido efectivall1ente como causa de displacer, para ción con su propia madre.~3 Ese «no deseo de un deseo» que
qUIen lo encuentra en forma repetitiva y necesaria serán se manifiesta a través del rechazo de obtener pl,acer alguno
mucho mayores las posibilidades de que sea inducida la re- en todo lo que atestigua la singularidad del niño se expresa-
presentación del rec~azo, de la agresión, del desgarramien_ rá en el registro del Yo: aunque el Yo ll1aterno ignora lo
to, en toda oportumdad en la que efectivamente el displa- que se juega en su subconsciente, ese mismo Yo sabe y enun-
cer del Otro influye sobre lo que se juega en el encuentro. cia que el acto procreador, o bien no estaba sostenido por el
La ~atisfac~ión de la necesidad y la experiencia de la lac- deseo o bien se negaba a reconocer en el padre un deseo
tanCIa haran desaparecer la necesidad, pero manifest.arán de hijo legítill10 que se tendría derecho de satisfacer. Esta
también la privación de un placer libidinal que la madre no «conciencia» se manifestará en una conducta de captación
puede o no quiere dar. Se observarán las ll1ismas consecuen_ del hijo y de negación del tercero, y en un discurso que no
cias en los casos en los que la ll1adre reconoce no haber puede proporcionar al sujeto un enunciado acerca del ori-
deseado al niño y en los casos en los que aparentemente ese gen, que relacionaría su nacill1iento con el deseo de la pa-
deseo existe, mientras que, en realidad, lo que se desea es el reja. En el primer párrafo de la historia que el portavoz re-
retorno de aquel al que hemos llamado hijo mítico de un lata, y en la realidad de 10 aprehendido que la escucha del
deseo primario. Lo que ella desea sigue siendo «el hijo de niño percibirá, el al'ontecimiento «nacimiento» será desig-
la madre», ella espera el retorno de sí misma en cuanto fuen- nado abiertamente como la fuente de una situación conflic-
te .del. placer I:?aterno. En este oaso, el niño sólo puede se- tiva, como el fracaso del deseo de la Inadre de no serlo,
gUIr SIendo objeto de su deseo si puede mantenerlo en esa como un accidente biológico que se soporta o, en todo caso,
posición insostenible en la que él representa al que vuelve a como un acontecimiento en el que el deseo del padre no ha
dar cuerpo a una posición fantaseada que le concierna a ella; podido desell1peñar un papel valorizan te.
de este modo, ella puede identificarlo con una imagen reen- A menudo, a este primer factor que can:tCteriza la realidad
contrada de sí misma que le perll1ite vivir en forma inverti- que encuentra el infans se le añaden, en una fase precoz de
da una relación incestuosa y ·arcaica que dirige a su propia la vida, por un extraño azar que rara vez lo es realmente,
madre. El rechazo por parte de la ll1adre del deseo del pa_ experiencias que se inscriben en las vivencias corporales del
dre, o su imposibiJidad de desear ese deseo y el placer que niño y que refuerzan en este último la percepción de la hos-
p<?dría o~recerle en el acto sexual como acto de engendra- tilidad y de la amenaza del medio: tanto el espacio corporal
~ll~nto, tIene poco que ver, en nuestra opinión, con el «fa- como el espacio psíquico materno serán igualll1ente respon-
hCIlfulo» que se le suele imputar a este tipo de mujeres: ella sables de una experiencia de displacer que dificultará en
no expropia al padre, sino, direct·amente, al niño. Mucho alto grado la catectización autónoma del propio cuerpo. Por

204 205
("!lo atribuimos gran i.mportancia a todo aquello que se ma- que pretende acordarle el discuI'sumaterno. En este discuí-
nifiesta mediante una lesión del cuerpo y suscita un estado so, la psique ya no encuentra enuncia?os ': partir de l?s
de sufrimiento orgánico, que la psique experimentará como cuales podría acordar valor y fe al testlmomo de su propla
la acentuación, en algunos casos insoportable, del afecto de experiencia y al recuerd<;> que pued~ con~ervar de ella y,
displacer preexistente o concomitante, afecto cuyo respon_ al mismo tiempo, proporcIOnar a sus VlvenCIas un nuevo ~n­
sable era la respuesta materna. ~ tído que permita decir el displacer y dominarlo. Al f~nal
En lo que definiremos como experiencias de la realidad his_ del capítulo volveremos aana~I21~r. el efecto de. redoblamlex:-
tórica responsables de un efecto de redoblamiento que las to que produce la realidad hlstonoa. Este pnmer bosquejo
trasforma en «traumas psíquicos», el sufrimiento del cuer. d.e la relación madre-hijo permite plantear que el pensa-
po desempeña' un papel determinante. El impide que el in- miento delirante primario re modela la realidad de algo apre-
fans pueda parcialmente defenderse contra la prueba que le hendido referente a experiencias que le han sido efectiva-
impone la realidad del medio a través de una sobrecatecti_ mente impuestas al sujeto y que conciernen: 1) al encuentro
zación del placer y del funcionamiento de las zonas sensO- con una madre que manifiesta y expresa que la causa del
riales. Fracasa entonces el intento de precluir lo «exterior a origen del sujeto no es ni el deseo .de la pareja que le ha
sí» y sus mensajes gracias a esa sobrecatectización, tentati_ dacio vida, ni un placer de «crear algo nuevo» que e~la ~o­
va que permitiría retardar el momento en el que inevitable- dría reconocer y valorizar; 2) al encuentro con expenenclas
mente se abrirán camino en el espacio psíquico. El placer corporales, fuente de sufrimiento, que confirman que el que
de oír puede intentar diferir el momento en que será nece- ha nacido en el dolor sólo puede encontrar al mundo con
sario aprehender; pero para que haya placer se requerirá, dolor' 3) al encuentro con algo aprehendido en el discurso
. de todas formas, que existan sonoridades, que la excitación mate:no que, o bien se niega a reconocer que el displacer
del infans no sea, en cada oportunidad en que se produce, forma parte de la vivencia del sujeto, o bien impone. un
una fuente de sufrimiento y que el nervio auditivo pueda comentario acerca de él que priva de sentido a esa experIen-
funcionar sin obstáculo. Sin embargo, si exceptuamos los ca- cia y a todo sufrimiento eventual.
sos de sufrimiento somático excepcionalmente graves, una El pensamiento delirante pri.mari<;> deberá forjar una inter-
malformación o una mutilación de las funciones corporales, pretación que remodele la VIvenCIa coextensa con estos tres
se debe insistir en el papel de lo que el niño aprehenderá, encuentros. Remodelamiento de tres pruebas cuya responsa-
apostcriori, que la madre afirma en lo referente a la signi- bilidad incumbe no a una ananké universal, sino, por el con-
ficación de esas experiencias. Si la experiencia, por su parte, trario, a la sin~ularidad del deseo y del discu~so con los
redobla el aspecto de displacer preexistente y originado en que ha sido confrontada la psique. Al ,:~constn:lr» un frag-
una falla del deseo materno, esa experiencia solo llega a ser mento del discurso materno, el pensamIento delirante, y por
traumática, en el sentido que daremos a este término, en.,el ende el Yo, intenta reparar el abuso de poder del que ha
momento en que se le añade lo aprehendido a través de lo sido responsable este mismo discurso.
cual se expresa la explicación causal que la madre intenta Después de haber designado aquello q~e. en la conducta de
imponer a esta vivencia -que, muy a menudo, precede tem- la madre en relación con el infans mamÍlesta la falta de un
poralmente al comentario que proporciona la madre· sobre «deseo de hijo», nos ocuparemos del registro de lo latente
ella-o Esto demuestra que el efecto de la experiencia de- para intentar comprender las razones de es'~ «falta» y .~us
pende, salvo excepciones, del contexto situacional en el que consecuencias sobre la actividad de pensamlento del nmo.
surge: según los rasgos propios de tal situación, el fantaseo Examinaremos sucesivamente: 1) el fracaso de la represión
de lo experimentado será reforzado y fijado, podríamOs de- en el discurso materno; 2) el exceso de viole~cia que ella
cir, o por el contrario, anulado gracias a una «puesta en origina; 3) la prohibición de pensar; 4) . el pasaJ~ del. pensa-
sentido» que reelabora y remodela a la propia vivencia. miento delirante primario a la teoría dehrante pnmana acer-
N u'nca se observará ningún rasgo específico de la psicosis ~ ca del origen' 5) el referente que ese pensamIento debe en-
el campo de la puesta en escena f.antaseada, sino en las contrar en la ~scena de lo real para que la potencialidad psi-
consecuencias de su encuentro con la «puesta en sentido» cótica no culmine en el plano de lo manifiesto.

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rente para aquel a quien, como hijo o hiJa del «atributo», se
L El fracaso de la represión le solicitará que se defina a su vez a través de una relación
en el discurso materno con ese mismo y único atributo.
Esta reducción de la significación del concepto que, en rea-
En ese caso no ha podido ser reprimida por el Yo de la ma~ lidad, es su negación puede imposibilitar al niño el encuen-
dre una significación primaria de su relación con su propia tro de un lugar en un sistema de parentesco que le dé acceso
madre, lo que ha impedi,do el acceso al concepto de función a lo simbólico. El poder de atiborrar, frustrar, rechazar, al
materna y a su poder de simbolización. En la parte que se igual que cualquier otro poder, remitirá siempre a un «po-
ocupa de la función simbólica correspondiente a los térmi~ der ser» Y a un «poder hacer» exclusivos de la madre; este
nos del sistema de parentesco hemos demostrado que ella poder nada dice acerca de lo que en esa función solo puede
debe afrontar la tarea de separar al ocupante titular de una operar gracias a la participación de los otros y, en primer
función del concepto que debe trasmitir esta función. La lugar, del padre. Todo ocurre como si el?- esos casos pudiese
significación «ser madre» se debe diferenciar de lo que ha existir en la madre un «deseo de maternzdad», en tanto que
podido ser la relación con la madre singular que se ha te~ no ha podido trasmitirse en forma adecuada el «deseo de
nido; el acceso al concepto permite obstaculizar la repetición hijo». Deseo de maternidad cuya realización permitiría re-
de la mismidad de la experiencia vivida. vivir en posición inversa la relación vivida con su propia ma-
La causa e,sencial del pensamiento delirante primario es la dre y demostrarse el fundamento correcto de la significación
presencia de un discurso, pronunciado por la VOz materna, que ella le había impuesto a la función materna. Significa-
que aparentemente utiliza conceptos acordes con el discurso ción que había organizado de modo a ella conforme las re-
del conjunto mientras que, en realidad, carece del «concepto ferencias identificatorias del Yo de la que, a su vez, puede
que se refiere a ella misma». La significacion «función ma~ llegar a ser madre. Se comprende que,. este deseo de materni-
terna» la remite exclusivamente a la significación primaria dad no puede dar lugar al deseo del padre y al placer que
que esta función habría asumido para ella: madre nutri. ella experimentaría al convertirse para este últImo en la
cia, frustrante, castradora, ausente, la im'agen que había que permite realizarlo; en efecto,. 10 qu~ inten.ta. reencontra;
forjado para sí en relación con el deseo de su madre frente es el placer que, supuestamente, su propiO naClmIento otorgo
a ella ha asumido un valor universal. Universal y no deli- a su propia madre y solo a ella. El placer que la madre
rante. Se debe recordar que, generalmente, en los casos de puede experimentar grac~as a la realización de e~te deseo de
que nos ocupamos, la madre del esquizofrénico no delira maternidad,64 muy particular, no puede ser ligado a un
en el sentido clínico sino que ha podido llegar a una cierta placer que el padre podría pr?porcionar: si ello ocur~iese, ~e
solución de compromiso enb'e el discurso de los otros y un requeriría que la madre pudIese reelaborar su pr~pIa pOSI.
discurso, el propio, en el que~ sin embargo, un enunciado se- ción identificatoria en sus relaciones con su proplo padre.
ñala un fracaso de la acción represora. Aunque la función La participación del padre en l~ procreaci~n es reconocida;
se ve reducida a un único atributo -alimentar, educar, cui- lo que se niega es que haya podtdo ser motIvada por un de-
dar al hijo, dejarlo--, ese atributo sigue formando parte,aún seo y que lo que ha dado nacimiento al hijo sea un deseo
del conjunto de los atributos que los demás le otorgan al compartido. Negativa que nos es demostrada por la frecuen-
concepto. Como consecuencia de ello, la definición que ella cia con que se observa una sustitución en los términos refe-
defiende parecerá caricaturesca, exagerada, parcial, pero pue.. rentes a la relación madre-hijo; sacrificarse por el hijo no
de seguir teniendo sentido ante el discurso de los demás. Lo implica nada más que renunciar al placer en favor de aquel
que estos no comprenden, o comprenden mal, es que esta a quien dio origen elsacríficio, amarlo implicaría el rec:ono-
parcialidad ha anulado el concepto para conservar solo un cimiento de un don puro que causa placer y la pres~n.cIa de
fragmento que tiene muy poco que ver con la totalidad prí- _ un intercambio y no de un «potlatch» en el que la uOlca al-
mera. Malentendido cuya causa reside, posiblemente, en el ternativa para ambos participa~tes es dar ~u vida para I?oner
he¿ho de que ese avatar del concepto es un riesgo que toda fin al desafío. e Cuando se reCIben los pnmeros enunCIados
madre ha afrontado. Pero la situación será totalmente dife- identificatorios y cuando la voz materna goza aún de ese

20S 209
poder de verdad que le otorga su catectizaóón libidinal por razón de ser y del ser del nmo, recurriendo a significacio-
parte del niño, el Yo de este último recibe la conminación nes tomadas del discurso de los demá,s~ Pero ella sabe que
de apoderarse de un enunciado que lo defina de tal modo se trata de un préstamo forzado y abusivo; intenta entonces
que confirme el enunciado mediante el que la madre se de. olvidar ese saber, y hacerlo olvidar, ,a través de una serie de
fine como tal. Ahora bien, en su búsqueda de significación el racionalizaciones que justifiquen el veredicto de culpabili-
Yó, es incitado por una meta muy precisa: encontrar una dad que pronuncia frente a toda demanda de la voz infan-
respuesta que pueda conferir sentido a lo que se encontraba til, y el veredicto de verdad absoluta que ella exige para todo
en el origen de su entrada en ese lugar que tiene la obliga. enunciado proveniente de ella.
ción de habitar. En el discurso materno, la experiencia del embarazo y el
En relación con el interrogante acerca de los orígenes, hemos encuentro con el infans han provocado lo que, metafórica-
visto que para que el Yo pueda formular el enunciado fun. mente, podría designarse como «psicosis puerperah> en el
damental que le permita una «puesta en sentido» de su con. sector del sistema de parentesco. Mientras no tuvo hijos, la
cepción del mundo, y de su relación con el mundo, se requie. madre pudo ignorar que carecía de los enunciados que po-
re que encuentre una respuesta que pueda nombrar y ca. dían dar sentido ·al concepto de función materna: en pre-
tectizar en lo que se 'refiere a la causa de la existencia del sencia del niño, le incumbiría la tarea de actuar como in-
propio Yo. Ahora bien, ante el interrogante acerca de su termediaria entre la función que ella encarna y el concepto
origen que plantea el Yo, el enunciado materno responde al que ella debería remitir y del que carece. De ese modo,
mediante una racionalización que oculta en forma deficien. lo que ella encarna sólo puede referirse a la cosa encarnada;
te el hecho de que carece de respuesta, por la simple causa el circuito se cierra sobre sí mismo en un círculo vicioso y,
de que para ella el Yo del niño no es un Yo. A este último en algunos casos, mortal. En el trascurso del embarazo y de
no se le reconoce el derecho a un sistema de significación la realización de un deseo de hijo, la madre experimenta
que no sería la simple repetición en eco del sistema matero las consecuencias de una omisión en el discurso de su propia
no. Una de las consecuencias más desastrosas será que cuan. madre: lo no dicho o lo no aprehendido (que es tal porque
do se trate de utili:zar el sistema de significaciones a fin d(; ella no puede aprehenderlo) acerca de l'a trasmisión de un
traducir la vivencia del afecto en términos de sentimiento deseo de hijo que habría convertido a la madre en aquella
para que el Yo pueda conocerlo y, así, parcialmente, domí~ a través de la cual se trasmite un derecho al deseo, pero
narlo, estos niños dispondrán solamente del comentario qUt: también en ·aquella de la cual está prohibido esperar el obje-
proporciona la madre acerca de una vivencia que ella in, to. Esa no trasmisión podrá conducir al silenciamiento de
terpreta de acuerdo con su problemática o que, por lo todo deseo de maternidad : se manifestará entonces una ne-
neral, declarará inexistente. La única alternativa que le que·, gativa a tener un hijo, que, sin duda, constituye para est~s·
da al niño es, ora aceptar ese veredicto que lo despoja de too mujeres la solución más económica para su propio equili-
do derecho a reivindicar la verdad de la vivencia, ora neo brio identificatorio. Si esta solución fracasa, si el deseo de
garlo y verse confrontado con el terror de una puesta en es- maternidad se impone, la madre se ve enfrentada con la sj-
cena de la vivencia que recurre alodio, al rechazo, a la muer- guiente paradoja: no puede reconocer lo que es causa de
te. Ante su pregunta acerca del origen, la primera respuesta ese deseo --o sea, que esa «una madre» a quien quiere ofre-
es, por lo general, un comentario acerca del acto de la pre- cer placer-, pero tampoco puede reconoce!' que el niño se-
gunta: «Está prohibido preguntar». En contraposición, es ría la realización de lo que, efectivamente, carece de lugar
obligatorio aceptar una respuesta que precede a la pregun, en su problemática: un deseo de hijo. Recurrirá entonces a
ta y que espera invalidarla al imponerle de antemano un~ una racionalización que excluye al deseo como causa de la
significación engañosa. D~do que la madre no delira, sólo existencia de los hijos: se es madre en nombre del deber,
puede recurrir a pensamientos que hablarían la verdad de del sacrificio, de la ética, de la religión, porque los hombres
su ~eseo liberándolos del sistema de significaciones compar- imponen esta prueba por azar. .. El niño se ve frente a un
tido por el discurso del conjunto. Se ve así ante la obliga- discurso en el que no existe ningún enunciado que dé sen.-
ción de llenar un vacío en su propio discurso acerca de la tido a su presencia, que podría ligarlo a un deseo de la pare-

210 211
ja, y a una conducta en la que los signos del deseo que s añadIr que, SI no pudiese ser reinventado un sentido. el Yo
manifiestan -alimentarlo, cuidarlo, protegerlo--- ya no ~ encontraría un único deseo: el de someter a la mis~a vio-
dirigen a su ,Yo y. x:i;gan a este úl~imo todo derecho a algu. lencia .al agente del discurso, ya que implicaría que él asu-
na autonomla eXIglendole que deje lugar a un resucitado me odiar a aquel y a aquella que le han dado nacimiento.
Allí donde debería constituirse el proyecto, allí donde l~ pero odiar a esa pareja cuando es aún la representante ex-
idea ~el futuro d~bería permitirle al Yo moverse en una temo clusiva de los demás y del mundo implicaría que el mismo
~orahdad organ!z:",da, el retorno de lo mismo detiene el odio repercutiría en la totalidad de lo «exterior a sí»: como -
tiempo en beneftcIO de la repetición de lo idéntico, invierte efecto de lo que se manifiesta en la escena psíquica, a partir
su orden puesto que aquel que adviene y debe advenir des. de este lugar, el Y o no podría menos que descubrirse como
cubre que es precedido por un pasado [passé] y por un fe. odiable, odiado y odiante. Situación insostenible que las
necido [tré passel que le imponen el lugar y el tiempo a los pulsiones de muerte explotarían muy pronto, sin duda en
que deberá retornar. beneficio propio. Interpretar la violencia, ligarla a una ~usa
La sombra hablada no anticipa al sujeto, lo proyecta re- que salvaguarde a la madre como soporte libidinal necesario
gresivamente a ese lugar que el portavoz había ocupado en tal ~s la hazaña que logra ~l pensamiento delirante pri~
una época pasada. mano. N o volveremos a referIrnos a lo que ya hemos dicho
Esa inversión del efecto anticipatorio del discurso materno acerca de la actividad de pensamiento, pero intentaremos
priva de todo sentido a la respuesta dada a la pregunta acer- explicitar mejor el peligro que ella representa para la ma-
ca del origen. En efecto, para la madre el nacimiento no es dre de aquel que podrá convertirse en esquizofrénico; lo que
origen del sujeto, momento inaugural en el que surge una acabamos de resumir en lo atinente a la problemática de
nueva vida cuyo destino queda abierto, sino, al contra_ :¡us referencias identificatorias nos facilitará la tarea. Mien-
rio, repetición de un momento y de una vivencia que ya se tras el niño no habla, la madre puede preservar la ilusión de
han producido. Se comprende entonces por qué uno de los que existe una concordancia entre lo que ella piensa y lo
rasgos característicos de la vivencia esquizofrénica será el que cree que él piensa; del mismo modo en que afirma sa-
no acceso de l~ temporalidad, la imposibilidad de medir y ber 10 que su cuerpo espera y demanda, ilusión necesaria
de contar un «tiempo» en el que falta la referencia necesaria en una primera parte de la existencia, puede pretender co-
para fijar el punto de partida a partir del cual podría íns- nocer lo que su «cerebro» piensa y, sobre todo, lo que él
taurarse una sucesión ordenada. espera y demanda como «saber». Por otra parte, está dis-
puesta a ofrecerle y a imponer'e un «saber» acerca del
lenguaje, necesario para que adquiera la palabra, aunque
a condición de poder imponerle al mismo tiempo que sólo
2. El exceso de violencia: la apropiación aprehenda lo que su lenguaje pretende significar.
por parte de la madre de la actividad La madre espera que el acceso del niño al orden del discurso
de pensamiento del niño le demuestre que, en su propio discurso, no hay falta alguna.
Vemos invertirse así, una vez más, el proceso normal: la
De buen grado propondríamos que el título de la Segunda apropiación por parte del niño de las conminaciones explí-
parte de este libro, «La interpretación de la violencia» fue- citas y, sobre todo, implícitas, presentes en el discurso ma-
se una definición aplicable a todo discurso delirante: la in- terno, debería reforzar la barrera de represión de la madre
terpretación que el sujeto formula y se formula en relación para preservar a su Yo del retorno de lo reprimido referente
con el exceso de violencia del que ha sido responsable el dis- a una representación primaria del objeto del deseo, mientras
curso del portavoz y, por lo general, el discurso de la pareja. que, en ese tipo de relación, se espera del niño la demostra-
Al retomar por cuenta propia la tarea del pensamiento de- ción de que 10 no reprimido no tenía por qué haberlo sido,
lirante primario, el discurso delirante intenta dar sentido a y es legítimo demandarle que dé forma a una imagen perdi-
una' violencia cometida por el portavoz a expensas de un Yo da de sí mismo, repetir una r.elación libidinal bajo el domi-
que .carecía de los medios de defensa adecuados. Se debe nio de 10 primario y a la que la situación vuelve a otorgar

212 213
plenitud o vigor. Se pide así que él piense lo que ella piensa el que ella esperaba un «saber-co~er», o un «saber-e~cretar»
ya que si llegase a considerar a su Yo como agente autónom~ en lugar de un «saber-aprehender». La madre acecha con
con derecho a pensar, le demostraría a ella que el pasado tanta ansiedad las manifestaciones del cuerpo, con el temor
no puede retornar, que el deseo de lo mismo es irrealizable de que aparezca alH una prueba del no valor de lo que ella
e impensable, que su digcurso carece de un concepto. Para pretende saber debido a que, efectivamente, no puede per-
evitar ese riesgo, la madre dispone de diferentes caminos. mitirse, sin serios riesgos, aceptar que su «saber acerca de las
El primero consiste en privilegiar las otras funciones par- necesidades del cuerpo» pueda presentar alguna falla, que
ciales, en sobreüatectizar al cuerpo como conjunto de fun- algo inesperado pueda ocurrir, que en ese cuerpo se mani-
ciones, cuerpo que come, que excreta, que duerme, que ve, fiesta algo que demostraría la diferencia que lo separa de
que aprehende ... de acuerdo con up modeló del buen fun- todo cuerpo y de todo saber pasado. Si ello ocurriese, se ve-
cionamiento que ella buscará y encontrará en lo que dicen ría obligada a llegar a la con<;lusión de que el encuentro se
la medicina, la higiene, la religión o la ciencia acerca del juega entre ella y un Yo viviente que descubrirá lo que en sí
cuerpo y sus funciones. La particularidad del modelo COr- mismo escapa a la repetición, a lo ya sabido y a lo ya vivido.
poral propuesto al yo será el aspecto fragmentario de las Por ello, lo que teme por encima de todo es, sin duda, lo
funciones cuya actividad se supervisa':" el «comer», para to- inesperado, y tal es la caus~a por la que no puede soportar
mar un ejemplo entre otros, no remite a ningún futuro de que en la respuesta que acecha se manifieste alguna modifi-
crecimjento, sino que decide lo que se debe comer ahora, cación. De nada sirve al niño -amargo y grave descubri-
aunqu~ luego se modiHque el menú de acuerdo con un pro- miento-- mostrarle que él sabe sonreír' en el momento en
grama que impone el menú de los dos años, de los tres ~ños, que ella espera que le muestre que sabe comer o dormir. Todo
de los cinco años, etc. lo inesperado es peligroso: la relación demanda-respuesta
El niño corre el riesgo de responder a esa preocupación por asume la forma, no ya de un discurso, sino de un código
el funcionamiento correcto con una sobrecatectización simi- rígido; la oferta será reglarpentada de tal modo que reduzca
lar de su cuerpo como máquina. Catectizará así la actividad al máximo el riesgo de que aparezca una demanda imprevis-
«en sí» de los diferentes aparatos, sin oatectizar un proyecto ta. En estas condiciones, el niño también reglamentará, a su
que los trascendería y que modificaría su meta. manera, su relación con la imagen corporal: si se aprieta
El placer de ver, de aprehender, de excretar, de comer, se un botón, y el botón funciona, el resultado deberá ser siem-
originarán en laerotización de la actividad y no ya en la pre el mismo; si esle último cambia, ello s~ debe a que el
meta que ella se propone. Cuerpo en pedazos antes de ser botón ha sido dañado y, junto con él, la máquina. Esto de-
un cuerpo despedazado, cada pedazo puede ser. fuente de termina en tales niños esa especie de no-historia, esa obe-
placer a condición de que él acepte no preguntarse para qué diencia que lleva a la madre a decir que el niño era el mo-
sirve la acción: la respuesta solo puede ser proporcionada delo perfecto de lo que se debe ser, cuadro que alterna con
por un proyecto integrador que difiera la meta y que catec- otro en el que se expresa la negativa dramática a convertir al
tice la espera. Una consecuencia frecuente de ello será la ~uerpo en la: copia de un modelo no catectízado y no elegi-
presencia de preocupaciones hipocondríacas tanto en el ni- do. Esa negativa se manifestará a través de la anorexia, los
ño como en la madre: si en algún momento un fragmento trastornos del sueño, la frecuencia de las enfermedades en la
no funciona, desaparece todo placer. En estas condiciones, primerísima infancia.
el placer pulsional perderá poco a póco la función integra- Es en ese modo de relación donde vaa nacer la actividad
dora o irradiante que 10 caracterizaba en el momento de su de pensar, y esta relación preexistente es la que debe hacer
aparición. Cuanto más percibe el niño que la madre le de- ínteligible a la instancia pensante. Si exceptuamos los dos ca-
manda y espera, como única fuente posible de placer, UIl sos extremos representados, de un lado, por el autismo in-
«buen» comer, dormir, ver -: .. , más clara es su percepción fantil, y, del otro, por la posibilidad del Yo de. recurrir a un
de' que ella solo puede aceptar como rechazo intolerable discurso sustitutivo que le permita estructurarse de tal mo-
que una función de su cuerpo falle, y menores son sus pa- do que pueda conservar su relación con el proyecto (y es en
sibilidades de proponerle un «saber-ver» en el momento en este último caso cuando asume su Pleno valor lo que el dis-

214 215
curso paterno puede ofrecer '" negar) el Yo podrá 11. una significación referente a «lo que es pensado» que pueda
" d "
a una soIUClon e compromISo entre los ucases del disc
cgar hacerlo inteligible, aunque sea afirmando, como lo hace
.
materno y una actlVl a ' 'd d d e pensar que posibilite «peutso Schreber, que es el deseo de Dios el que exige que se piense
.
mlentos» e dIY b
o so re e I Y "
o, SolucIOn cuya precariedadnsa~ sólo lo no inteligible. Pero el cuadro aquí bosquejado ya no
comprende si consideramos el abrumado pasado del que se responde a la potencialidad psicótica: nos muestra los efec-
hereda la actividad de pensar: sucesora de las funcio tos de la victoria en el espacio psíquico del pensamiento de-
• 1 -. nes lirante primario y qué precio paga el Yo para preservar un
parCIa es, retoma en un prImer momento por cuenta pro .
. '1 d
un pape1 SImlar e prenda pla
en la relación madre-hiJ'o',SIn
. último bastión y los escasos centímetros cuadrados necesarios
' para que dos pies puedan apoyarse en un suelo.
emb argo, d esd e e 1 comIenzo de sus funciones será aquelI
en lo que la madre cristali:zaría el conjunto de sus demand~ Si volvemos al momento en que puede constituirse el pensa-
y de lo que esper,a como respuesta: que esta nueva ,actividad miento delirante primario, diremos que la conminación, con-
le demuestre los fundamentos de su «saber» acerca de lo q tradictoria e irrealizable, a la que responde iPlplicaría que
.- "F ' ue
e.1,mno «pensara». ?rma ~I~frazada que asumen una prohibi_ el niño pueda apropiarse de un «poder hablar» que no se
Clon de pensar y la m~ucclOn a una compulsión a pensar so- acompañaría con un «poder pensar» y con un derecho de
lame~te lo. qu.e ya ha SIdo pensado por ella. Es este el exceso autonomía sobre el pensar.
de vlolen'Cla Intolerable cometido por el discurso materno En el análisis del lenguaje fundamental, hemos visto que
exceso contra el cual el Yo, si pretende seguir existiendo s' redoblaba, y daba así su forma definitiva, a la violencia, ne-
defenderá «delirando», es decir, proyectando a otro luga~, e cesariapara la estructura del Yo, que ejerce el discurso. El
sobre otro ~oporte, la causa supuesta de la prohibición o d~ objetivo de esta necesidad es remplazar el efecto mediante
la compulsIón. En ~f~cto, la madre solo puede preservar su un sentimiento «decible» y conocible por el Yo: el papel
con~rol sobre la actIVIdad pensante del niño y sobre los pen- estructurante de esta sustit\lción sólo puede oper·ar si el ;Vo
samlentos por ella producidos si reduce esta actividad 1 halla, en la designación de sus vivencias, lo que vuelve a él
,
Igua I d
que s~s prece entes, al ' eqUivalente de una función,a sin bajo la forma de un enunciado identificatorio, fuente de pla-
proyecto. Sm embargo, lo que es posible en parte para cer. La primera condición para que ese placer aparezca se-
las.o.tras funciones del cuerpo no 10 es ~ra el pen~ar: la rá que ese enunciado sea efectivamente lo que le permitirá
actl~lda.~ de pensar e,xi}Se la presencia de un proyecto, La al Yo aprehenderse como existente autónomo, como acción,
erOtIzaClOr; ~e esta actI:ndad puede ser «en sí» fuente de pla- deseo, proyecto. Se requiere así que el enunciado pueda ser
cer, pero umcamente SI este placer es sólo un momento una rechazado en beneficio de otro, que pueda ser cuestionado:
tregua, ,una recreación - y una re-creación transitoria de los lo que retornaría solamente en la forma repetida de lo obli-
pensamlentos- ~n una actividad que dispone de la certeza gatorio no podría ofrecer al Yo ese atributo fundamental re-
~e reencontr3lr Cierta unidad y continuidad. En caso contra- presentado por la posibilidad de la elección. Elección par-
n~, ya no eXiste ,;n «pe!-1s.ar» en sentido propio, sino «pensa- cialmente ilusoria, ya que, en realidad, el abanico de los
mIentos» .que seran ~:flmdos por el propio sujeto como eco, enunciados está preestablecido por el propio lenguaje fun-
comentarIo, compulslon, y todos los términos mediante' los damental y por su ley; pero, pese a todo, elección, ya que el
cualés. el psicótico nos dice 10 que -«ocurre» en su mente. Se Yo debe disponer el poder de privilegiar algunos, de resistir
d~be se~alar que este enunciado implica que el Yo es toda- a otros, de sustituir uno por otro. Para que esa elección se
~la ca~~z, de pensar, ~esde otro lugar, lo que se piensa en realice debe acordarse desde un primer momento un. mínimo
el. E~clsIOn del espacIO y de la instancia, gracias a la cual de autonomía de pensar al Yo; la posibilidad de pensar se-
el sUjeto puede volver a dar sentido a los «pensamientos», cretamente será en un comienzo el testimonio de esta auto-
que podran se:, comprez;tdidos porque v.e en ellos la prueba nomía. Tal «pensar secreto» es el que le permite descubrir
de la persecuclon, del .nesgo o del enigma que le imponen que esa nueva actividad, pagada a un alto precio por las
el peseo y la intención de un Otro. renuncias y duelos que exige, ofrece a cambio, y por vez
Ob~rvam?s ~ue, incl~~o en las formas manifiestas de la psi- primera, una forma de actividad y de placer solitarios que
COSlS, un ultImo bastIon puede ser defendido: reencontrar no recaen bajo el peso' de la prohibición sino que, por el

216 217
contrario, son valorizados por la que los autoriza. Ese placer que, a pesar suyo, el niño logra pensar el concepto «funcian
se ve reforzado por e! inesperado descubrimiento de qu ¡naterna», descubre, de ese modo, que la madre no conoce
pese al escaso poder real de la autonomía corporal en e e, SU significación y, por lo tanto, no le queda otra alternativa.
estadio, pese al estado de dependencia que aún persiste en :e que alejarse pa~a en~ontrar en ot~o ~i~i,? la~ me~~ciones ne-
referente a la satisfacción de las necesidades, pese a la ext
gencia vital de recibir amor, en e'l registro del pensar, la Ma:
cesarias. No es IrrealIzable, pero SI dIfIcIl; SI el nI no lo logra,
habrá evitado la potencialidad psicótica, las condiciones ne-
dre puefe estar a merced de uno de,l mismo modo en qUe cesarias se habrán revelado insuficientes. En caso contrario,
uno esta a merced de ella. Para la pSIque, el descub'rimient el Yo deberá poder crear para sobrevivir el pensamiento de-
de que el poder de adivinar lo que se piensa, que se atribut lirante primario. Desgraciadamente, es posible que esta crea-
~ la mirada parental, es ilus.orio, constituye un paso tan fun~ ción no pueda realizarse; ello dará lugar a una descatectiza-
¡¡amen tal como el descubnmiento de la diferencia de los ción de la función y de la instancia pensante, a la búsqueda
sexos. Pero para que este descubrimiento pueda realizarse de un silencio de! Yo, del mundo, de los otros, al estallido en
no debe tropezar con e! temor a un castigo que amputaría pedazos de los pensamientos que se abren camino en el es-
a uno de la función culpable. Este castigo es e! que la acti- pacio psíquico, pero que se depositan allí como los fragmen-
tud y el discurso de la madre permiten entrever y en ese tos de un rompecabezas que no se puede ni se quiere recons-
caso, c~oes lógic,?! ella ~o recurre ~ un tercero co~o agen_ truir: se trata, entonces, del autismo del niño pequeño. No
te de dicha castraclOn, mas precoz e Igualmente traumácica' nOS ocuparemos aquí de él puesto que, como es evidente, ya
ella enunc~a e~ todas sus letras que, en caso de trasgresión: no se trata entonces de potencialidad esquizofrénica sino de
uno se vera pnvado de su palabra, se convertirá en el objeto su manifestación más exacerbada.
rechazado y confinado al silencio total.
~xceso de violencia tanto I?~s. activo cuanto que ella pro-
fIere una amenaza que penodlcamente se realiza: aunque 3. El saber prohibido y las teorías
nunca se ha cortado el pene fuente de placer, se ha manifes_
tado una negativa a permitir que hable, a oír esa voz infan- delirantes sobre el origen
til. Esa am~naza no r.emite al niño a ninguna ley compartida
por el conjunto, a nmguna prueba común y estructurante: El propósito irrealizable del discurso materno implicaría po-
por el contrario, se exige que finja no reconocer el abuso der escindir lo que no puede serlo, vale decir, los dos cons-
c?,mo tal.. que también en .::st: caso se redobla con la opera- tituyentes del lenguaje fundamental: 1) Aparentemente, ella
CIOn medIante la cual el objetIvo de la violencia se convierte piensa y enuncia los términos que refieren a la nominación
e~ aqu~llo que demanda, desea y espera el que la padece. sentimientos que ella exige que el que los escucha haga su-
VIOlencIa que cuenta con todas las posibilidades de impo- yos. 2) Le prohíbe encontrar en otro lugar lo que su discur-
nerse, . ya que para ex.istir se requiere como condición que so no puede ofrecerle: la significación de un término del
ese pnmer representante del Otro y del mundo muestre su sistema de parentesco que se a.decue a la función simbólica
interés hacia uno, que dé señales de amor', de nada le ser- que le incumbe.65
., Prohibición que ella ignora pero que, por el contrario, y sin
Vlna al Yo, salvo para apresurar su muerte rechazar la vio-
lencia para encontrarse frente a un vacío sin deseo y sin pa- que 10 sepa, se expresará abiertamente en la prohibición que
labras. Estos caracteres prueban la desmesura del exceso de afecta a toda interrogación del niño acerca del origen de su
v~ol~~cia que eje.rc:e el deseo materno a través de su apro- vida, la razón de determinadas experiencias que ha vivido,
plaCIOn de .la actlVl:dad d.e pensar del niño. Es cierto que, si y en el «secreto» a menudo presente en sus historias. Secreto
frac,:sase, SI el Yo mfantIl lograse ganar su partida, ella no celosa y vergonzosamente ocultado al niño, que se refiere,
podna menos que comprobar que es una «madre» noacor- por lo general, a un suicidio, a-una mentira sobre el padre
. de cqn el «concepto» que vehiculiza el discurso al respecto; real, a una enfermedad «vergonzosa» casi siempre mental,
vería al Yo del niño, de su hijo, alejarse de ella para buscar un aborto, etc. En todos los casos, ese secreto que la madre
en otro lugar posibles sustitutos. En toda oportunidad en pretende ocultar tiene que ver con la razón que ella se da

218 219
acerca de los problemas ,enc~:mtrad<?S por el mno, o los pro_ La potencialidad psicótica es el resultado de una prueba
blemas con que tropezana SI conOCIese ese secreto; es decir análoga: se le ha exigido al sujeto que organice - y que
problemas que ella puede reconocer presentes en sus propia' encuentre allí su orden- el espacio, el tiempo, el linaje, re-
re'acÍones familiares. ~l ni~~ padece trastornos porque e~ curriendo a los puntos cardinales de los otros, mientras que
padre estaba loco, podna sUICIdarse porque su propia madre él ha perdido el norte, si eS que alguna vez 10 tuvo. La ausen-
lo hizo, podría creer que no lo ama porque tuvo que abor_ cia de una respuesta acerca del enunciado del origen mina
tar: el «secreto» ocupa el lugar de lo que ella plantea corno desde el interior el origen de los enunciados, los hace repo-
causa originaria de los problemas que le crea su relacióñ sar en arenas movedizas que pueden devorar en cualquier
madre-hijo. Pero vemos también de qué modo, al racionali_ momento lo que sobre ellas se construye.
zar los motivos por los que esta ,causa no puede ser dicha El pensamiento delirante primario es la creación por parte
al niño, ella podrá excluir toda interrogación del niño acer_ del Yo de este enunciado faltan te : es a partir de ella que se
ca del origen y justificar su necesidad de callarse o de men- instaurará una «teoría infantil acerca del origen» cuya fun-
tir. Ahora bien, lo que ocurre en estos casos es comparable ción y analogía funcional con el papel que desempeña en la
a la asociación libre en el trascurso del proceso analítico: si neurosis la novela familiar mostraremos a continuación.
el sujeto quiere mantener en secreto una idea, un recuerdo
una fantasía, se verá llevado a dejar de lado, progresivamen~
te, todas las asociaciones que puedan referirse a ello; de ex- 4. La historia de la señora B. y la teoría
clusión en exclusión, se ve obligado así a callar la totalidad delirante primaria acerca del origen
de 10 «decible», o a reducirlo al relato vacío de los pequeños
hechos de la vida cotidiana, y en ciertos casos, ni siquiera eso. Gracias a la presencia del pensamiento delirante primario,
La angustia materna da lugar a un proceso similar: consi- concebido como un enunciado que tapa un agujero del dis-
dera a todo porqué pronunciado por el niño como riesgo de curso, podrá elaborarse una teoría acerca del origen a la que
un «porqué del porqué» que podría conducir a una última cabe llamar «la teoría delirante primaria».
pregunta que no quiere escuchar, ya que no puede respon-
derla. La señora B. acude a vernos con la esperanza de ser libera-
Paradójicamente, sin embargo, la adquisici6n de un saber da de una compulsi6n f6bica que comenzó hace dos años: en
sobre el l;nguaje, condici6n de existencia para el Yo, consti- toda oC2.sión, en la que se encuentra en la calle, teme ser
~uye habItualmente para la madre una exigencia que ella obligada a desvestirse y mostrarse ~esnuda. Ap~rente~ente,
Impone, lo que confronta al niño con una situaci6n contra- este síntoma no se acompaña con mnguna mamfestaclOn de
dictoria: orden psicótico. Mujer de 32 años, casada y madre ~e dos
hijos, nos dice que hasta dos años antes todo se habla de-
l. Apropiarse de ese saber, aceptar el orden de la significa- sarrollado normalmente: un día, mientras esperaba su tur-
ci6n propia del discurso, trasformar lo representable en algo no en el pedicuro para que le sacase un callo que le .impedía
nombrable e inteligible, y tene,r acceso así a una realidad caminar si no era apoyándose en el brazo de su marIdo C? en
conforme a la definición que el discurso da sobre ella. el hombÍ~o de uno de sus hijos, surgió bruscamente la idea
2. Carecer de lo que funda (y es lo único que puede hacer- angustim a de que podría desnudarse. En~oquec:ida, vuelve .a
lo) la realidad y el lenguaje, no poseer el enunciado de los su casa; en el lapso de seis meses, la fobia se mst~ur~ oblI-
fundamentos, o el fundamento de los enunciados , necesario
,
gándola a abandonar su trabajo y ~. negarse ,a sal~r SI no la
para que su propio relato hist6rico le conciérna carecer del acompaña su marido, uno de sus hIJOS o algun mIembro de
punto de partida indispensable que representa ~l enunciado su familia. Solo la presencia de esas personas hace desapa-
acerca de su origen. Imagínese, por ejemplo, un sujeto obli- recer su fobia. En las entrevistas previas, nada nos llama
gado a reconocerse en un espacio orientado en el que le es- particularmente la atenci6n, salvo una relación bastante pro-
tarí~' prohibido recurrir ,a alguno de los cuatro puntos car- blemática con el marido, aunque afirma no tener preocu-
dinales. paciones en su vida conyugal y, también, el hecho de que,

220 221
en relación con su hijo de catorce años, nos expresa su in. bres que, como los sacerdotes, los navegantes, los explorado-
t~ns~ ;tnhelo de que llegue Q ser «un apasionado de la in ves_ res, viven solos y se apasionan por «ideas» y no por mujeres;
tlgac10~ y de la soledad». Ella y su marido son pequeños cuando confiesa que el «sexo» no le interesa y está muy
comercIantes ap~re~temente contentos de su suerte y que contenta de que a su marido no le atraiga demasiado, o
comparten los obJetIvos y preocupaciones de todo el mund cuando nos dice que en toda oportunidad en la que ha te-
¿ Por qué espera 9-ue su hijo llegue a ser un «solitario>~? nido relaciones sexuales se siente «inflada y culpable», se
Para «que no se lntere~e en demasía en otra cosa». En el comprende claramente, una vez que hemos conocido su
trascurso de estas entrevlsta~ nos enteramos de que tiene una teorización, la significación singular con que está, en reali-
hermana dad, cargada. Pero esta serie de enunciados, tal como ella los
-, d mayor,
. yue su padre murió mientras piloteaba u n
aVlOn . e ,turIsmo cuando ell~ tenía cinco o seis años, lo que expresa, son perfectamente comprensibles para los demás y
determl~o <;!ue no «haya h~bIdo ni cadáver ni entierro», que para el conjunto: a]o sumo, se dirá de ella que es mojigata
a los seIS anos tuvo un accIdente que casi le cuesta la vida, y que sus preferencias por los navegantes y los sacerdotes son
cuand? su madre, «por distracción», le dio una caja con algo extrañas. No obstante, como a nadie se le ocurre pre-
remedIOS en lugar de la que contenía sus caramelos. De su guntar a una mujer casada y madre si sabe de qué manera
madre dirá q~e e~a una mujer autoritaria, que gritaba siem- nacen los niños y, por otra parte, como, según sus palabras,
pre y que tema VIOlentos desbordes de ternura «que me da- tan pronto se habla de esas cosas a su alrededor «o me voy
ban tanto miedo como sus gritos». Nos relata todo esto con o no escucho», puede actuar sin dificultad aparente en su
tra~quilidad, :n general con buen humor; en cuanto a su relación con el discurso de los otros y con los otros.
fobIa, «no entIende nada, pero eso no puede seguir así». Sin duda, no es frecuente observar que la potencialidad psi-
Su relaci?n con el marid~ nOs hace pensar que buscó en ma- cótica nos ofrezca un ejemplo tan típico de la presencia en-
y?~ medIda una buena Imagen materna que una imagen quistada de una teoría delirante primaria. Sin embargo, es
VIrIl, pero en el curso de las entrevistas no tenemos en nin- raro que en el análisis no aparezca algo sumamente parecido
gú~ m?mento la impresión de estar en el registro de la psi- en toda ocasión en la que existe esta potencialidad.
COSIS. SIn embar!!'o, desde las primeras semanas de su análisis Reproducimos a continuación otro ejemplo, mucho más pun-
la ~scuchamos con so:presa decirnos lo que piensa de la tual y más velado: en el curso de una sesión en la que M.
mUJer y de la procreaclO,:t: 1) En la procreación, el esperma C. nos hablaba de un recuerdo infantil en que aparecía su
del hombre no desempena papel alguno, salvo el de excitar abuela, se desarrolló el siguiente diálogo:
el «aparato procreador» que solo la mujer posee. 2) En to-
dos los casos en los que se produce una relación sexual la - ¿ Era la madre de su padre o de su madre?
mujer, ~ual un insecto devorador, se ve obligada a inco;po- -¿Qué me preguntó?
rar v~gmalmente una parte de la sustancia masculina que se -Si era su abuela paterna o materna.
deposIta en su aparato: es por ello que los hombres mueren -Nunca pensé que mi padr~ pudiese tener una madre.
más jóvenes y pierden sus cabellos. . -Sí ...
Nos harán falta algunas sesiones para comprender que este -(Con voz irritada y firme.) Sí, es un pensamiento que
no es el recuerdo que conserva de una teoría sexual infantil nunca tuve, es un pensamiento absurdo.
ni la formulación de una fantasía, sino que cree firrnement~ -¿Por qué?
que la verdad es esa. -Porque nunca pude pensarlo.
Núc1.eo delirant7 consciente y, sin embargo, escindido de la
totahdad del dIscurso, que funciona normalmente cuando Se observa de inmediato la diferencia radical que separa un
~abl~ d~ otra cosa. Debemos señalar, sin embargo, que las «nunca pensé en eso», negación que confirma que se trata-
ImplIcaCIones de esta «teorización» aparecen con nitidez en ba de aquello en lo que «eso pensaba», y el «nunca he po-
d dis~mrso manifiesto que sostiene ante los demás: -así, cuan- dido pensarlo» que da testimonio de un enunciado efectiva-
do dIce que espera que su hijo no se interese demasiado mente faItante acerca del origen del padre, «afirmación»
pronto en las chicas; cuando idealiza y valoriza a los hom- que preanunciaba la presencia de un pensamiento delirante

222 223
primario mediante el cual el sujeto «ponía en sentido» un da la familia llamaba «Lamadre» [Lamerel. (Solo en el
agujero del relato familiar. to scurso del análisis la señora B. comprenderá que se trata-
Con mayor frecuencia, el pensamiento delirante primario ~ de su apellido y no de «la madre» [la mere].) Concurri~
asume una forma más difícil de desenmascarar y, sobre todo a la casa de esa persona dos veces por mes Rara hacerse tI-
de separar de lo que Freud Hamaba COIl razón <das rarezas; las cartas y elogiaba su poder de curaClOn, al que con-
que se pueden observar en todo el mundo. Se trata, enton- ra r, " D . d
sideraba superior al de los medlcos. e su propIa ma re
ces, de una certeza que contradice en fOrnla evidente el con- decía que tenía el poder de hablar a los muertos; en lo re-
junto del sistema lógico según el cual funciona el sujeto, cer- ferente a su padre, nunca hablaba de él, h~st~ tal punto
teza que concierne, sea al funcionamiento del cuerpo, sea la señora B. confesará que nunca se habla mterrogado
a una ley física, sea a un acontecimiento inscrito en la his- que . E'
-erca de este personaJ'e ausente del discurSe). sta Joven
toria genealógica del sujeto. Lo que caracteriza a este tipo ac ' h" d i'
campesina irá a la ciudad y se casará con eliJo e notarlO:
de falsa~: creencias no es la convicción inquebrantable que marido al que siempre calificará ?e «cabeza loca», repro-
suscitan, ni el aspecto paradójico en relación con el saber chándole que «corriera tras las mUJeres». Cuando muere, ~u
del sujelo acerca de las leyes fisiológicas, físicas o temporales, nombre desaparece de su discurso, salvo en una extrana
sino que, tan pronto como se presta la debida atención, se amenaza dirigida a la hija: .~yas a ser ~om? el pa.dr~».
comprende que esta convicción cuestiona radicalmente el «.Cómo?», se preguntaba la nmlta, y «¿Que qUIere deCIr el
origen del cuerpo, el origen del mundo y el orden temporal p~dre"?». Nada se le dirá de su muerte; todo lo que escu-
que funda el orden genealógico. Lo demuestra la experien- chará, en conversaciones sorprendidas entre la madre y o~r,?S,
cia que todo analista puede realizar: si intenta, a partir de es un relato «de explosión» (de avión) que para ella SIgmfIca
esta convicción, aparentemente «puntual», considerar las im- una «explosión del padré».
plicaciones lógicas originadas en ella, comprobará que lle.
van a una representación de la realidad absolutamente he-
terogénea al modelo que proporciona el discurso acerca de Los secretos de la madre
la relación sujeto-mundo. La «rareza», en este caso, sus-
tituye al orden causal, al que recurre el conjunto para de- La señora B. vivió toda su vida con su hermana, que le
signar al origen de sí y del mundo, una interpretación que lleva ocho años y que siem~re le parec:ió. una persona rara,
relaciona el origen con una causa que es incompatible con sin que pudiese explicar mejor ese sent~x,l1lento: ra:o su mo-
los modelos de acuerdo con los cuales funciona el conjunto. do de hablar a su padre, rara la relaclOn que b::n:a la ma-
Consideramos que este rasgo es el que marca la presencia de dre con ella, raro que esta misma madre le prohibiese, abr;<t-
un pensamiento delirante primario. zar al padre, raro, por último, el dinero del que 'parecla dIS-
Volveremos ahora a ocuparnos del discurso de la señora B. poner. Mucho más tarde, y por boca de su m~ndo, se ente-
para intentar aislar algunos enunciados y determinar qué rará de que esa hermana era, en realidad, hiJa natural de
ausencia de enunciados remplaza su teorización. la madre, «que era una mujer de la vida», aparentemen!e
con la complicidad silenciosa de la madre, y que se decla
de ella que era «algo loca». ,
El discurso de la madre de la señora B. En cuanto al padre de su madre, ~le~ara ~ saber en el ~~rs?
de su análisis, después de mucha InSIstencla: .que se sU1;ldo,
Aun después de tres años de análisis, nos es difícil decidir probablemente durante un episodio melancol~~o, de:pues de
si la madre de nuestra paciente no hacía más que compartir haber intentado matar a su mujer y a su hlp abrIendo la
una serie de supersticiones frecuentes en la región de Bre- llave del gas. De este padre, la madr~, hablará e:1tonces con
taña, donde había pasado su infancia y su adolescencia, o si odio y temor: es el «loco», per~ tamblen el «~sesmo», doble-
tenía convicciones más cercanas al delirio. Ella creía con to- mente malo y doblemente pelIgroso. A partir de. esta con-
tal •convicción en los poderes de adivinación de una vieja resión la señora B. se enterará de las circuns~anclas e~ que
campesina que había vuelto a encontrar en la ciudad y que su madre conoció al que luego sería nu mando: habIendo

224 225
llegado a la ciudad para trabajar con su hiJ'a natural h b' a. aquel a quien, sin embargo, llama papá, como si la madre
SI'do contratad a por e I ' para ocuparse de su hijo
notario , a la
temiese alguna trasgresión o alguna «locura» posible en su
padecía de «una enfennedad nerviosa»' se casó con él co' qu1e relación; d) la presencia de «1 amere », la anciana que adi-
.. , d ' n a
conVlCCIOn
, , e que era sexualmente. impotente y de que nun_ vina y cura milagrosamente, que desafía el saber de los hom-
ca sena mas «que una especIe de niño loco, que no sabtia bres de ciencia; e) finalmente, en los pocos días pasados en
h:--cer nada». Para gran sorpresa y despecho suyos, se revela_ el hospital luego de su intoxicación, recuerda haber ~orpren­
ra como una persona sumamente diferente y nunca le dido al padre retando a la madre al hablarle de «persecucio-
d onara«' h a b er1a enganado».
- 'per-
nes» [poursuites], que ella comprende como «consecuencia»
El secreto que defiende la madre de la señora B. conde [suite]: «ella seguirá enferma». Cuando regrese a su ca~a, la
a 1 pa d re de aIprImera
' h"lJa, cuyo nombre nunca será reve_
rne madre le reprochará «haberse enfermado a propósito», «ha-
lado, y a la locura de su propio padre: implícitamente ber exagerado».
c o mpren d e que a traves ' d e esta locura se formula su pre-
,se
Por parte de la voz paterna, «aprehenderá»: a) gritos vio-
gunta acerca del deseo que casi convirtió a ese padre en el lentos en el trascurso de las escenas conyugales; b) el repro-
c;'lusante de dos muertes, «locura» que aparece al mism che a la madre de que «se embarazó a propósito para obli-
tle~po, como la única justificación posible de e~e deseo d~ garlo a casarse»; e) «que ella habría preferido que siguiera
aSeSl?ato, pero que, como contrapartida, impide plantear en loco», que lo único que quería era su apellido; d) la reivin-
el ongen un deseo materno que se pueda asumir; se trataría, dicación de su libertad y la crítica sobre «lo que dejas ha-
en efecto, del deseo de un loco y de un deseo de la «locura cer a tu hija» (la expresión impide saber de qué hija se tra-
P~demos preguntarnos s~ .la «locura» no estaba presente ta~~ ta); e) el reproche de haberlo explotado, de saca.rle dinero;
bIen :n el padre de la hIJa mayor; en relación con este tema f) por último, ese lamento profundo: «estar obligado a te-
no dlsp,:memos de ningún elemento. Pero lo que se observa ner chicos o meterse una bala en la cabeza. es lo mismo».
C?;n0 eje ~e su problemática es, efectivamente, la fascina- Vemos que, al igual que los de la madre, ~l conju.nto .~e es-
CIOn 9ue ejerce en ella la «locura»: hija de un «loco» se tos enunciados no permite ser pensado como reahzacIOn de
casara con otro «loco», en relación con el cual tenemo~ 1 un deseo; además, la pareja formula dos enunciados igual-
fundad:: impresió? de que lo empuja a un accidente-suicidi~ mente in asumibles en relación con el «deseo» responsable
~ue repIte el destmo del padre. Madre de una primera hija de la existencia del sujeto: se reprochan mutuamente ha-
sm padre, esta mujer rígida oculta su falta, pero no sabe berlo impuesto al partenaire, dicen abiertamente que lo que
o~onerse a la prostitución d~ esa hija, de quien dirá que se deseaba no era un hijo sino un apellido, dinero, poder.
«~:empre estuvo ~oc~». 66. AS,esma en potencia de~ la segunda Se comprende que, en este contexto, cuando la niñita pre-
hIJa, :=trgum~ntara sm mngun fundamento que los remedios gunta: «¿Por qué papá es un cabeza loca?», «¿Por qué mi
eran mofensIvos, que el lavaje de estómago fue innecesario hermana no puede abrazarlo?», «¿ Por qué la madre le dice
y qu~ los médi;os habían dramatizado deliberadamente; que siempre que si su padre no la hubiera engañado. ella (la se-
«lamere» habna arreglado todo «sin historias». ñora B.) nunca habría existido?», «¿Por qué ella va a lle-
Tan pronto com? pu.ede comprender, la señora B. «apre- gar a ser como los padres?»" no p~e~e encontrar respue~ta
hende»: a) un SIlencIO total acerca de la existencia de un para estos interrogantes. Esta prohIbIdo preguntar, o ~)len
padre, el de su madre, que ella interpreta justificadamente se responde con aforismos sorprendentes: «A las mUjeres
como el.d~seo de la madre de que se niegue su existencia, de que tienen cabeza eso tendría que cort~rsela~», «A los hom-
que se fInja que nada se .debe a este progenitor, de que no bres eso siempre los asusta», «A las chIcas eso l~ come des-
ha habIdo padre; b) un dIscurso cargado de odio en relación de adentro», frases textuales que se presentan baJO la forma
con ~l que es su padre, el «cabeza loca» a quien se incita - de enigmas insolubles: ¿ qué es lo que debería cortar las ca-
. a sahr para luego reprocharle haberlo hecho; e) un silencio bezas, qué es «eso» que asusta, qué es lo que come desde
«rard» acerca. de la herm::na, tan bien. vestida, y en la que adentro?
la madre parece acechar SIempre los «SIgnos» de una miste- El pensamiento delirante que resuelve el problema desex,o'p e -
riosa singularidad, hermana a la que se le prohíbe abrazar ña el papel que en las neurosis cumple la novela famlhar,

226 227
aunque por otras causas. La diferencia esenCIal reside No pretendemos que todo pensamiento delirante primario
.
q~, contrarI~mente a 1a nove1~ f ami·1·lar, el pensamiento
en dé lugar a una teorización similar, pero pensamos que en
delIrante no tIene en cuenta al SIstema cultural y al sistema todos los casos en los que aparece en una situación en que
de parentesco (soñar que se es hijo de otro o hijo adoptivo es posible analizarlo, se observará la presencia de:
se adec.ua ,al sistema de parentesco de la cultura), no se
hace mngun esfuerzo «para que estas fantasías parezcan 1. Un enunciado que, por causas diferentes a las de la nove-
verosímiles» y, sobre todo, este pensamiento nunca sufre la la familiar, intenta reconstruir el origen de la historia del su-
restricción particular que tiene como condición previa el jeto (en el caso presente, el objetivo de esta tentativa es de-
hecho de que el niño haya comprendido que «pater est in- J1lostrar la verdad del postulado implícito del discurso ma-
certus», mientras que la madre es certissima... La novela terno y, así, garantizar que este discurso no carece de signi-
familiar se limita entonces a encumbrar al padre, «sin cues~ ficación y que en él puede tener lugar una verdad).
tiGnar el hecho ya irrevocable de que el niño desciende de 2. A partir de este enunciado sobre el origen, se formulará
la madre».67 una teorización que intentará otorgar al concepto «función
En otro plano, 10 que separa este pensamiento de una teoría materna» una significación que, a su manera, lo trasciende,
¡;exual infantil es su no represión: aunque, como esta última al ligarlo al representante de una omnipotencia, general-
toma s~ modelo de algo aprehendi?o y de algo visto frag~ mente de igual linaje, la madre, la bruja, el hada, que le
mentanos, de los modelos de functOnes corporales COn los ofrece al sujeto la apariencia de un ordenamiento en la
que identificará a la función de procreación, no se aband()... sucesión de las generaciones y, por consiguiente, en la tem-
na, en este caso, la primera teorización. poralidad. .
3. El pasaje de lo representable a lo deCIble, del afecto al
Si consideramos ahora la teoría delirante sobre el origen de sentimiento, podrá efectuarse salvo en lo que concierne a
la señora B., ·vemos de qué modo, a partir de un postulado los afectos experimentados en el curso de toda experiencia
fundamental: «La mujer es la única procreadora el hombre de la que es responsable la falla presente en el discurso ma-
aquel que es comido pedazo a pedazo», se instau'ra un siste- terno. En toda oportunidad en la que el Yo se ve contronta-
ma explicativo que dice por qué «nacer» es una experiencia do con un vivencia que se relaciona con esta causa, no po-
desagradable, puesto que exige que la mujer, a pesar suyo, drá ha!lar ningún enunciado inteligible en el discurso del
tome pedazo del padre, ley de la naturaleza de la que no portavoz, por la sencilla razón de que el portavoz se .e!:.cuen-
puede escapar; por qué el hombre, a fuerza de ser devorado tra incapacitado para reconocer que la no trasmlSlon de
catre el riesgo de explotar cual globo inflado, lo que, a s~ un «deseo de hijo» es la que ha originado efectivamente a
vez, explica que no se tenga ganas de hablar de él. Pero se estas experiencias; para ignorarlo, lo mejor es negar q~e estas
observa también cómo este pensamiento remodela un «saber experiencias hayan existido o existan. Y esto determma que
entrevisto» acerca del peligro de muerte al que se ha estado todo lo que se refiere al origen del sujeto, del deseo, del pla-
expuesto, y cómo reconstruye a su manera una trascenden- cer del displacer es eliminado de un discurso que no puede
cia posible de la «función materna». hablar del origen: no puede hacerlo pues el sujeto que
El riesgo de muerte a que la señora B. ha estado expuesta, habla no puede responder sobre el origen de su propia fun-
y que ha hecho que el médico acusara a la madre, solo pue- ción. La teoría delirante. acerca del origen se constituye al-
de ser, evidentemente, un error; confesión aceptable. mien- rededor de un enunciado que vuelve a dar una respuesta a
tras que no lo sería aquella que atribuyese a la madre un esta pregunta, remplaza mediante un dicho por ella creado
deseo de muerte que habría .de convertirla en su asesina. lo indecible del discurso materno.
«Lamere», provista de un poder de adivinación, asegura que
la verdad de 10 que la madre singular afirma acerca del ori- Antes de abordar el análisis de 10 que consideramos necesario
gen está garantizada por otro discurso, frágil sustituto del para que la potencialidad psicótica siga siendo tal, se plan-
·papel' que hubiese debido cumplir el discurso del conjunto tea un interrogante: a partir de lo que acabamos de decir
para el niño y, ante todo, para el propio discurso parental. sobre la problemática de la persona que inducirá en el niño

228 229
el surgimiento del pensamiento delirante primario, . debe fundamentos y hacer coeXIstIr conceptualizaciones contra-
mos llegar a la conclusión de que, ya en su caso, e~tamo~ dictorias del ser, del deseo, del mundo.
frente al pensamiento delirante primario? Es difícil respon~ Si se le presta la debida atención al discurso de la señora B.,
der en forma inequívoca. observamos la presencia simultánea de una certeza acerca
Por lo que hemos podido comprender en el discurso de lOs de su teoría sobre el origen y la presencia de significaciones
que nos hablaban de su historia, tenemos la impresión de aparentemente compartidas por el conjunto. Logra así «ha-
que, en gran número de casos, la respuesta debe ser afir- bitar» un discurso en el cual lo que expresa acerca de los
mativa. En otros, por el contrario, estas mujeres han podido «sentimientos» que ligan su Yo al medio concuerda con el
contraponer aparentemente a esta no trasmisión de un «de- discurso de los otros; al mismo tiempo, la causa que formula
seo de hijo» por p~r~; de su ~adre una ~efe:t;tsa b~en adap. para sí --que no es ignorada aunque sí prudentemente ca-
tada, que les permItIo recurrIr a referencla5 ldentlficatorias llada, como si fuese obvia- es altamente singular. Para
relativamente estables. Defensa que consistió en privilegiar que esta escisión entre significación explícita y causa implí-
actividades basadas en un modo relacional de tipo madre-hi_ cita sea posible, la primera condición será que la realidad
jo, sin que 'por ello hayan llegado a ser madres: pensamos del medio, y en primer lugar la realidad familiar, esté orga-
por ejemplo, en la diversidad de las diferentes vocacione~ nizada de tal modo que sostenga esta contradicción. El con-
con objetivo humanitario, o en la sobrecatectización de ac- texto familiar de la señora B. lo permite, puesto que él nos
tividades intelectuales, gracias a lo cual es posible ignorar muestra:
todo deseo de maternidad. Pero esta reorganización de la
economía libidinal solo puede mantenerse mientras dichas 1. Un marido que acepta y desea no tener, por así decirlo,
mujeres estén protegidas de una maternidad efectiva: cuan- vida sexual, que trata como chiquilinadas lo que le ha dicho
do esta se produzca, se verán ante la problemática que aca- esporádicamente su esposa acerca de sus propias teorías.
bamos de describir. En tales circunstancias, no les quedará 2. U na madre (ya volveremos a referirnos a este punto)
otra alternativa que hacer todo lo posible por evitar que el que a través de su escucha le confirma silenciosamente que
discurso del niño les revele 10 insostenible de la posición en ella tiene razón: «Hacer el amor es asqueroso», «Vigila a tu
la que ellas se sitúan en todos los casos en los que se dirigen hijo, no sea que llegue a ser corno el padre», «Los hombres
a él como madres. Esta hipótesis nos parece confirmada por son algo frágil, se vuelven locos muy fácil» (llama la aten-
lo que hemos, no reconstruido a partir del discurso de sus ción, en la madre de la señora B., el término que utiliza para
hijos, sino oído, en el tratamiento de mujeres de las que sao designar a los maridos: «el padre» [le pere], que lleva de
bíamos que algunos de sus hijos, o su único hijo, presentaban inmediato a pensar en la que llamaba «Lamere», como si
trastornos de tipo esquizofrénico. para ella se hubiese constituido la imagen de una pareja
mítica representada por «Lamere», que adivina, cura y tie-
ne poderes sobrenaturales, y «el padre», asiento de la locu-
5. El factor necesario para que la ra y del mal). Cuando la señora B., que ve con suma fre-
cuencia a su madre, habla con ella, tiene la acertada convic-
potencialidad psicótica siga siendo tal ción de que esta comprende perfectamente lo que quiere
significar y le da la razón; más aún, bajo la forma aforísti-
Hemos dicho que esta potencialidad es el resultado del en- ca que lo caracteriza, el discurso de la madre retorna por su
quistamiento de una teorización sobre el origen no reprimi- cuenta una serie de afirmaciones, ya escuchadas, y que
da, que mientras sigue siendo quiste puede permitir que confirma.n la interpretación que en su momento había for-
junto a ella en forma paralela y contradictoria, se desarro- mulado la niña en relación con los pensamientos y conmi-
lle un discurso que (excepción hecha del enunciado sobre naciones matefnas hacia ella: «No amar a los hombres»,
los brígenes) aparentemente, y solo aparentemente, concuer- «No trasmitir al hijo un deseo de hijo», «Definir al padre
da con el discurso de los otros. Mal o bien, y a este precio, como un objeto frágil y peligroso». Persiste así, en la esce-
el Yo puede hablar un discurso no acorde con sus propios na de 10 real, una voz que encarna al representante del Otro,

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la prudencIa que de:nuestran estos. sujetos para lograr no
que garantiza que la teoría sobre el origen es verdadera y 'r y no hablar de «CIertas cosas». Sm embargo, para que se
por consiguiente el discurso del sujeto es el lugar en que la 01
preserve esta convicción, son In , d'Ispensa bl es d os con d'lClones
,
verdad es posible, que la coexistencia de postulados antin6 fundamentales: 1) La presencia, en la escena de lo r~::;l, de
micos en el mismo discurso es una paradoja «normal». or lo menos una vOz y una escucha que, en, toda ocaSlOn e?
3. Dos niñas que, durante todos esos años, aceptaron jugar
a un extraño juego de preguntas y respuestas, Poco ligadas
f que se manifieste el riesgo de que su dIscurso sea radl-
:almente cuestionado, les proporcionen la seguridad de que
a su padre. muy cercanas a su madre, inventaron un lengua_ vehiculizan una verdad comunicable a est~ voz, y a esta es-
je, juego sin duda, pero no se trata de un juego indiferen. cucha. 2) La no repetición frecuente de sltua,clOnes en que
te: «Cuando hablamos entre nosotras en "nuestralengua" la frustración, el sufrimiento, el duelo, alcanzanan u~ umbral
[notralangue] (extraña reinvención de un metalenguaje crea. soportable para la mayoría pero no para estos sUJetos, ~n
do por ellas), una palabra quiere decir también otra, hay los que se acompañan con el retorno del afecto caractens-
que adivinar la respuesta»; añadiremos que la «notralangue» tico de sus primeras experiencias, , .
permite que toda respuesta sea interpretada a gusto del que Examinaremos por separado estas dos condIcIones; la segun-
escucha, así como tam.bién que toda demanda pueda de. da nos permitirá explicitar la función que otorgamos a la
mandar todo o nada, «realidad histórica»,
4. Una vida social que, bajo una aparente normalidad, es
extremadamente pobre en lo referente a las ideas que circu.
lan; comerciantes. con sus clientes o proveedores solo hablan La voz 'V la escucha encarnadas
de precios, créditos, calidad de los alimentos, etc,
5, Hasta ese momento, la ausencia en la realidad vital de El rasgo específico de la v,iv,encia tem~oral de la psicosi: es
la señora B, de pruebas particularmente graves, la «mismidad» de un ya-VIVIda-desde SIempre, que el sUJet?
reencuentra y repite siempre que, ~e halla f~e?te. a una SI-
(No es nuestra intención analizar aquí las causas desencade. tuación que denominamos «traumatl,ca» -:-:cahf,lcatlvo que no
nan tes de la fobia; sin embargo, destacaremos un punto: se depende de la objetividad de la sltuaclor:, smo de 10 que
manifiesta pocos días después de que la señora B. descubre, ella reactiva como respuesta, en estos sUJetos-,. .
al hacer la cama de su hijo, manchas de esperma, Aconteci- En el regist;o de sus catexias si~nificativas, el sUJe,to replte
miento que pone en peligro su modo de relación con alguien lo mismo: misma demanda, mIsma respuesta, mIsma an-
a quien sigue tratando como un niñito del que es posible gustia, misma idealización d~l ,objeto. ~s por ello qu~ todo
ignorar que tiene un sexo y que, algún día, podría llegar a objeto privilegiado por su libIdo suscIta d.e modo dIrecto,
utilizarlo, ) 'nverso reflexivo la misma forma de catexla presente entre
En el contexto así descrito, tr~s elementos merecen una aten· ~l suje~o y los p~imeros soporte~ libidinales encontra~os en
ción particular: a) el papel de la voz y de la escucha ma- la escena exterior, Ello determIna que, en el espaCIO del
terna; b) la complicidad del medio familiar en relación con ndo o bien solo existen objetos afectivamente «neutros»,
los «pensamientos raros» de la señora B.; c) la ausencia de Inu , , d'f ' d
indiferentes y, en cierto sentido, In 1 eren<:la os, que no
acontecimientos traumá.ticos, duelos, que resonarían como el plantean ni problemas ni, interrogantes, o bIen s~lo puede
retorno de un ya-vivido, aparecer el mismo, cualqmera qu.e sea la ,forma, ~aJo la cual
Organización de una realidad cotidiana que explica por qué se disfraza. Esta situación se reproduce mmodIÍlcada en el
se observa a veces, en estos casos, un rasgo análogo al que se encuentro del Yo con el discurso; en un, cas.o, solo, se es-
presenta en la perversión: mientras que el perverso tiene cuchan (en el sentido casi mecánico del termmo). dIscursos
la certeza de saber todo sobre el deseo y el goce del parte- «indiferentes» que aluden a la cotidi~n~~ad anodma y res- -
naire, estos sujetos está.n convencidos de que los otros conocen pecto de los cuales no se plantea la poslbihdad ?e una, conno-
'esta, teoría sobre el origen, que «piensan» pensamientos si- tación secundaria; si se escucha deCIr q,:e «la VIda esta cara»,
milares y que, por razones difíciles de definir, defienden que «tal ha muerto», que «hay que Ir a la escuela», que
teorías que saben erróneas. Creencia frágil y preservada por
233
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«llueve», esas afirmaciones seran tomadas al pie de la letra ya de los otros, que esta cumpla la función que, para los
como una comprobación descriptiva de algo visible que na~ -otrOS desempeña el texto. Esta sujeción es la falla, que se
da ocultaría, de una realidad en la que no hay nada implí. ocul;a detrás de la forma y la formalización aparentemente
cito; en otro caso, a la inversa, "el qúe habla, independiente. no discordante del discurso: un Yo que sólo puede hacer
mente de lo que dice, es la reencarnación de una voz prime. «como si» dispusiese de referencias identificatorias autóno-
ra y el sujeto vuelve a experimentar la situación de encuen. roas e interiorizadas, «como si» no fuese dependiente de la
tro que había existido entre el oyente y el p~rt~voz. De ese VOZ de un Otro, único .<lue puede asegurarle que el discurso
modo, todo enunciado se convierte en sentido enigmático, que lo instituye es portador de verdad. Para desempeñar
soporte de significaciones que impiden toda duda, toda prue- ese papel se privilegia, por l? general, la ,v~z de u~ ser vi-
ba de verdad, toda referencia al discurso de los otros; se viente, debido a que se reqUIere que un UTIlCO y mlsm? so-
niega la posibilidad de que el enunciado pueda mentir, ne- porte sea al mismo tiempo, el punto que atrae haCIa lo
gación que despoja al sujeto de todo derecho a reivindicar «exterior 'a sí» la libido narcisista (lo que evita que ella in-
verdad alguna para su palabra cuando no es una fiel repe_ vierta el sentido de su vector y que se instaure un circuito
tición de la de su madre. cerrado), y la fuente que le asegura al Yo sus enunciados
Por ello, será necesario proveer a priori a la voz enunciante identificatorios. Mediante esta reapropiación de una parte
de un poder de certeza: la voz debe decir la verdad, aunque del narcisismo proyectado sobre la voz idealizada,el Yo po-
se exprese bajo la forma de enigmas, postulado necesario a drá preservar ese mínimo de autocatectización indispensable
fin de que las significaciones que el niño había hecho suyas para su existencia. Podemos añad~r que, si la voz de~e. ser
para que «un poder hablar» fuese preservado puedan reivin- de preferencia una voz, o sea, manIfestada por un ser VIVIen-
dicar :p- su vez un atributo de verdad. En estos sujetos, nunca te, ello se debe, también, a que su papel de referencial i?en-
pudo efectuarse, salvo en forma aparente, la separación in- tificatoria exclusiva exige que coexista durante todo e tIem-
dispensable entre la voz y la significación del enunciado: po del discurso- y que pueda confirmarle al sujeto que dice
la voz que enuncia se mantiene como soporte de una jdeali. la verdad en toda ocasión en la que otro discurso, el de los
zación extrema, conserva el -atributo de un «poder-saber otros, podría mostrar que no es asÍ. El sujeto no pue~~ aco-
omnímodo» y se plantea corno la única dispensadora posible modarse o sólo puede hacerlo mal, a una demostraclOn he-
de una garantía de verdad exigida por el Yo. La significa- cha de ~na vez para siempre; se requiere que pueda .ser re-
ción de los enunciados solo se asegura su verdad y desempe- encontrada en toda oportunidad en la que un veredicto de
ña su papel identificante gracias a la catectización libidinal falsedad amenaza a sU discurso. Vernos así cuál es la trampa
de la voz que las pronuncia: no pueden ser referidos a un que tiene preso al sujeto: el portavoz ha sido efeetivamer:te
fundamento de los enunciados compartidos por el conjunto. responsable de una falta insostenible en la textura del diS-
El primer punto indispensable para recurrir a esta referen- curso; el niño ha velado, tapado, esa falta construye.ndo una
cia habría implicado tomar cierta distancia en relación con interpretación que, al inventar una causa con sentIdo para
lo primero que se ha oído, emprender una «búsqueda solita- explicar la presencia de ese «agujero», ha llenado el vacío.
ria» de un saber sobre sí, pensar solitariamente lo no pensa- A su vez, esta interpretación sólo puede pretender tener. un
do por el Otro y, finalmente, acordarse el derecho de en- poder de significación, y - por en~e un poder de comUnIca-
contrar en el campo exterior á. la familia un discurso que ción, si busca y-encuentra en el mismo portavo~, ~ ~n u.': sus-
permita contradecir, sin perder, por ello, todo derecho a tituto, la respuesta que le demuestre que la sIgnIflCaclO~ es
decir. comprensible, si tiene la certeza de que este acusa reCIbo.
Obligado a crear los fundamentos teóricos de un discurso Su discurso es lo que es a causa del portavoz; como conse-
singular, gracias a una t~oría igualmente singular, el sujeto - cuencia de ello. ese portavoz será el único que dispong~ del
ya no puede -esperar soporte -alguno del discurso del conjun- poder de acordar una prueba de verdad ~ lo que enunCIa.
to. ,Para que la potencialidad psicótica no conduzca al de- El discurso y el Yo permanecen dependIentes de la pr~sen­
liÍ'io manifiesto, se requiere que el discurso y el Yo encuen- cía en lo «exterior a: la psique» de una instancia que Juzga
tren un punto de anclaje posible en la voz de un Otro y no que no pudo ser interiorizada y autonomizada. Se debe re-

234 235
cordar también
. queb' «pensamiento
, y teoría delirante prl.' tivamente aceptadas por todo «sem9jante». En consecuen-
maria» tIenen un o jetlvo muy preciso; dar sentido a un cia, el conjunto de los otros refutará con violencia ese dis-
significación vehiculizada por el discurso materno que ca~ curso, le negará toda posibilidad de compromiso, le impon-
rece de él, hacer razonables conminaciones ininteligibles drá silencio negándose a escucharlo o haciendo lo necesario
responder a los enigmas de un discurso en el que el enigrn~ para que el enunciante sea excluido de los lugares de escu-
.r:0
recubre, un. saber oculto y que se debe adivinar, sino cha. Frente a esta amenaza, la potencialidad psicótica per-
una ~alta 19nor~?a para la que es necesario inventar y crear mite que se evite contradecir ese discurso hablando verda-
una lnterpretaclOn, deramente a un único Otro, en cuya respuesta, y sin contra-
La teorización delirante permite que esa «falta» nunca lle. dicción patente, el sujeto puede proyectar las verdades dicta-
ve al sujeto a descubrir que la causa de su construcción teó. das en su momento por el porta voz. La primera condición
rica se encuentra en ese no deseo de un «deseo de hijo» para que la potencialidad siga siendo tal es la segura p~esen­
presente en la madre, consecuencia, a su vez, de una falla cia, en la escena del mundo, de un Otro -·-tanto el prImero
en el registro simbólico, Gracias a ello, como lo demuestra la que se mantuvo en vida como un sustituto que posee atri-
señora B., será posible convencerse de que la «explosiÓn» del butos favorables a esa trasferencia- que muestre cierta
padre se debió a una ley de la naturaleza de la que nadie es complicidad y proximidad con los pensamientos y teorías del
responsable, que si una sonda ha sido violentamente introdu. sujeto. Marido, esposa, amigo, jefe, hijo: se requiere que
cida en el propio esófago, si se estuvo a punto de morir es a en la escena de lo real por lo menos un sujeto acepte reto-
causa de que se ha cometido un error: formulaciones' muo rnar por cuenta propia la función y los atributos del porta-
cho más aceptables que las que demostrarían que la madre voz, que proporcione al Yo el punto de anclaje y de catecti-
quiere la muerte de uno, que el odio materno provocó la ex- zación indispensable para que siga existiendo un «afuera»
plosión del padre. . y para que el Yo encuentre allí una imagen aceptable, La
Se observa aquí Con claridad la relación sobredeterminada primera condición que ha dado nacimiento a la potenciali-
que estas «teorizaciones» y estas «significaciones» mantienen dad psicótica se convierte en la condición necesaria para
con el deseo del portavoz: 1) Son inducidas por la intuición que no supere ese estadio, para que el Yo aparezca «como
de una verdad sobre el deseo del Otro, la madre, perfecta_ si» narla -lo diferenciase en relación con los otros Yoes.
mente entrevista. 2) Trasforman lo que ha sido «entrevisto»
de tal modo que resulte aceptable para la psique del niño' No es nuestra inténción hablar: aquí de las particularidades
«N,? es e!la qui:n ha querido matarme, soy Yo quien m; que propone e impone el psicoanálisis de un sujeto en el
eqU1voque de caja». 3) Se adecuan a lo que la madre exige que está presente la potencialidad psicótica y también sus
que el niño piense: «El hombre es malo por naturaleza», y formas manifiestas: sin embargo, lo que acabamos de de-
«Eso explota», «Nacer es una falta porque se origina en el cir muestra a qué lugar será proyectado en esos casos, desde
devoramiento de un pedazo del padre», «Ser como los padres un primer momento, el analista. A partir del momento en
es la locura o estallar y salir volando». que se instaura la relación analítica, es él quien, en la esce-
Pero esta «teorización» solo es capaz de asumir su función na de lo real, deberá asumir la función de la voz única que
si puede pretender ser verdadera: ese atributo de verdad no le garantice al sujeto la verdad de su enunciado acerca
puede encontrarlo más que en la confirmación que implí- del origen. Función que, en cierto plano, no es diferente de
citamente le aseguran la escucha y el discurso de aquella de aquella a la que nos proyecta, en todos los casos, la relación
la que el Yo sigue dependiendo. En lo que concierne a «los trasferencial; aquí, sin embargo, nos convierte en aquel que
otros», est3; teorización no solo contradice a la de ellos, sino deberá garantizar la verdad de un «pensamiento delirante»,
que el conjunto la recibirá inevitablemente como un cuestio. mientras que 10 único que le podemos garantizar al sujeto
namiento radical de los fundamentos de su discurso, la prue- es que este pensamiento tiene un sentido, pero un sentido
. ba de. la no evidencia de lo evidente, la palabra doca» que que únicamente podemos descubrir si recurrimos a un orden
perturba todo orden, que amenaza una definición de la reali·· de causalidad heterogéneo al suyo. La dificultad que plan-
dad y de la verdad que, supuestamente, habían sido defini- tea la relación analítica a los dos partenaires se origina en la

236 237
relación ambigua del analista con el pensamiento delirante ción, mient~as que la po~ibilidad de que la potencialidad siga
de su interlocutor: en efecto, reivindica un sentido para ese siendo tal sigue dependIendo de la manera en que se orga-
pel1samiento, pero no puede compartir el orden causal in~ niza a lo largo de la existencia esta misma realidad.
vocado. Posición difícil y que present:a el alto riesgo de con~ Para explicitar nuestro planteo, dejaremos momentáneamen_
ducir, sea a una ruptura de la relación, sea a un exceso ue te de lado la potencialidad para ocuparnos de la forma de
violencia, cometido en este caso por el analista, que intenta_ psicosis más desarrollada: la psicosis de la primera infancia
rá obligar al otro a compartir una verdad que no es la suya tanto si se manifiesta bajo la forma del autismo como de l~
y que no se espera que haya podido reconocer como suya. Ó debilidad profunda.
sea que la única opción que se le deja al psicótico es optar En relación con el contrato narcisista, hemos recordado la
entre dos formas posibles de alienación. frecuencia con la que se observa en los niños autistas, o rotu-
Hemos dicho que para que la potencialidad psicótica siga lados como débiles, un mismo drama real: abandono, cam-
siendo tal serán necesarias dos condiciones: la presencia en bio continuo de nodriza, padres abiertamente rechazantes.
la escena de lo real de otra voz que garantice la verdad del intervención de la ley que los priva de sus derechos, catás-
enunciado del sujeto y la no repetición de situaciones de- trofe somática, etc. Pero se debe evitar un error: el de ex-
masiado semejantes ·a las responsables de las primeras ex- trapolar a estos casos el complemento de justificación gra-
periencias. Veamos esta segunda condición. cias al cual se pretende demostrar que la mayoría de la po-
blación de los asilos psiquiátricos pertenece a la clase desfa-
vorecida,68 debido a que los ricos guardan a sus locos o los
mandan a clínicas de lujo. La locura infantil no es el atri-
6. La realidad histórica y el efecto buto de un subproletariado ni un efecto directo de la per-
de redoblamiento tenencia a esta clase, pero el hecho de pertenecer a ella fa-
vorece, efectivamente, el potendamiento al que nos hemos
Esta segunda condición nos coloca frente a un concepto que, referido. A propósito del contrato narcisista, ya señalamos
en nuestra opinión, ocupa un lugar preponderante en la que, si la mirada del niño, al fijarse en el espacio exterior a
problemática humana y, en particular, en la problemática la familia, percibe en la relación de los otros con la pareja
psicótica: la realidad histórica concebida como el conjun- paterna la repetición de la que él fantaseaba entre él y la
to de acontecimientos realmente producidos en la infancia pareja, se producirá un redoblamiento, en la escena de la
del sujeto y que, por las razones ya analizadas, han ejercido realidad, de un enunciado identificatorio antecedente, con
una acción específica en el destino de la psique; la razón el riesgo de una fijación a ese mismo y doble enunciado.
esencial de ello reside en que, si en la escena de la realidad, Cuando, al leer la historia de estos niños, nos enteramos de
una vez que esta ha sido reconocida como espacio exterior que el padre ha sido encarcelado, internado o es desconoci-
y separado, surge con excesiva intensidad o en forma dema- do; que la madre tuvo diez o doce hijos (ya no lo recuerda) ;
siado repetida un acontecimiento que pone en acto una que el abandono forma parte de lo cotidiano y, en algunos
puesta en escena fantaseada, se producirá un potenciamien- casos, de lo necesario; que un niño que había tenido que-
to entre ambas y no podrán producirse ni la represión ni la maduras de tercer grado fue dejado sin atención en un rin-
reelaboración de la fantasía cuya realidad confirma la le- cón de una habitación oscura y descubierto por azar por una
yenda. Hemos señalado que esta realidad que actúa y se agi- asistente social; que una malformación del esófago determi-
ta en la escena de lo «exterior a sí» sólo asume sU valor pa- nó que entre los seis y los diez ·años una niña concurriese
tógeno gracias a la particularidad del comentario que pro. todos los días al hospital para introducirle una sonda, y
porciona sobre ella el discurso del Otro, o de la ausencia de que estos eran los únicos momentos en los que la madre,
todo comentario que pueda relativizar sus efectos. Si nos enfermera, se ocupaba de ella con cierta ternura; que a
limitamos a la potencialidad esquizofrénica, comprobamos tal otro niño, después de una serie de operaciones, se le
que un acontecimiento o una serie de acontecimientos inscri. amputó una pierna, tras 10 cual se 10 envió a «rehabilita-
tos en la realidad tienen un papel inductor en su constitu- ción» sin ir nunca a verlo; cuando estos hechos ya no son

238 239
excepciones sino que parecen acontecimientos comunes, nos desde el comienzo se manifestaron la fragilidad extrema de
vemos llevados inevitablemente a interrogarnos acerca de las referencias del Yo, fenómenos de despersonalización in-
su papel eventua1.69 quietantes, una tendencia a la anorexia que alternaba con
Junto a estos hechos «excesivos», la clínica nos ofrece otra momentos de gran depresión y, por último, la ausencia de to-
serie que nos da la indudable impresión de que representa da vida sexual hasta los treinta años, momento en que co-
también una especie de «experiencia fecunda» de distinta mienza el análisis.
naturaleza: En el segundo caso, -aparecieron en forma repetida episodios
delirantes con temas persecutorios en los que el envenena-
a. La señora D. fue amamantada hasta la edad de veinte miento ocupaba un lugar central. Los precedió, a los die-
meses; conserva un recuerdo particular de su destete. Como ciséis años, una agorafobia que obligó a la muchacha a aban-
se negaba a comer «cosas sólidas», un día la madre decidió donar sus estudios, y más tarde una fobia homicida frente
obligarla a desear rechazar la leche. En un momento en a una hija natural que esta joven mujer hizo adoptar cuan-
que pedía con insistencia «la leche», la apretó contra sí, do tenía dos años.
sacó debajo de su vestido una pera que había puesto pre- En cuanto a M. L., presenta lo que se designa como trastor-
viamente allí y regó violentamente el rostro de la niña con nos del carácter, 10 cual significa en realidad que no se sabe
un liquido negrusco y amargo. Aterrorizada, esta comenzó a bien qué decir al respecto. No se trata simplemente de un
proferir alaridos y, en efecto, rechazó en adelante el pecho; neurótico; se observan elementos que hacen pensar, en for-
desgraciadamente, contra las expectativas de la madre, se ma sucesiva, en la paranoia sensitiva, en rasgos hipocondría-
negó también a comer y casi pierde la vida. cos, en tendencias perversas.
b. La señora R. es la tercera hija de una mujer de carácter Por el contrario, en los tres casos los «síntomas» mostraban
probablemente par·anoico, que había decidido que sus hijos una relación directa, en sus manifestaciones, con el aconte-
debían adquirir los hábitos higiénicos ·antes de los doce me- cim ·.ento cuyo argumento, en sentido positivo o negativo,
ses. Lo había logrado con los dos primeros, pero no con ella. retomaban.'10
Tenía dieciocho meses cuando su madre, al descubrir que,
una vez más, se había hecho encima, perdió todo control y, Antes de proseguir resumiremos el lugar que, según creemos,
furiosa, tomó los excrementos, los frotó contra su cara y la atribuye Freud, en el desencadenamiento del delirio, a lo que
encerró durante dos días en el sótano. define como la realidad material, expresión que recubre
c. La infancia de M. L. estará marcada por una serie de nuéstro concepto de realidad histórica. N o nos ocuparemos
muertes sucesivas. E:1tre sus doce meses y sus cinco años, aquí en absoluto de lo que Freud entiende por realidad o
perdió sucesivamente a un hermano, un tío, una herma- por principio de realidad: ero implicaría reflexionar acerca
na y, finalmente, al padre. Todo ello en el contexto particu- de la totalidad de una obra que no sería lo que es si Freud
lar de la persecución real sufrida por su familia judía, que hubiese redefinido lo que se debe entender cuando el hombre
vivía en Francia durante la ocupación alemana. habla de realidad. Por el contrario, r-.a.y algo que permite
un breve resumen que, pese a las simplificaciones, no trai-
De nada serviría multiplicar los ejemplos; sería ilusorio creer ciona el espíritu del autor, y es la relación que plantea Freud
que se ha llegado a una solución al afirm·ar que el aconteci- entre la frustración impuesta a la tendencia pulsivnal por
miento es suficiente para explicar las consecuencias psíquicas la prueba de realidad que impone la ananké y la negativa
o~ a la inversa, que el acontecimiento es sólo una justifica- que «el ello» (entendido aquí en la acepción que le da Freud)
ción secundaria y que, de todos modos, la puesta en escena puede contraponer a la frustración y a la prueba. En ese ~en­
que estos niños han hecho para sí acerca del destete, de la tido. dos textos son sumamente esclarecedores: «NeurOSIs y
educación de esfínteres, de la muerte, son condiciones sufi- psicosis» y «La pérdida -de realidad en la neurosis y la psico-
cientes y las únicas responsables: pero, ¿ de qué? sis», escritos ambos en 1924, es decir,. diez años después del
De los' tres ejemplos citados, tomados de tres historias clíni- caso Schreber. Comenzaremos por cItar textualmente tres
cas, el primero nunca llegó a ser una psicosis franca, pero pasajes:

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por breves que sean estas citas muestran que Freud propO-
«Normalmente, el mundo exterior ejerce su dominio sobre le en el origen de :Sta tentativa de reconstrucción y de «cu-
el yo de dos maneras; 1) a través de las percepciones ac.. ~a~ión» que incumbe al delirio, una prueba originada en la
tuales, siempre susceptibles de estar presentes; 2) a través realidad; en este caso, el término «realidad» debe entenderse
del capital mnémico de las percepciones interiores que como corno equivalente de principio de realidad,. contrapuesto. a
"mundo interior' forma una posesión y una parte constitu_ una tendencia del ello: la fuerza de esta se Impone y se nU~­
tiva del yo. Ahora bien, en la amencia no solo se rechaza ga a aceptar el veredicto de prohibición o de imposibilidad;
la admisión de nuevas percepciones.. sino que al propio mun- la única alternativa que le queda entonces al yo [mOl] es
do interior, que hasta el momento representaba en calidad obedecer esa conminación, descatectizar esos fragm;ntos d.e
de copia del mundo exterior, a este último, ~e le retira su sig_ realidad para remplazarlos mediante una constrUCCIón deb-
nificación (catexia). El yo se crea autocráticamente un nue. rante acorde con las tendencias del ello y que aporta la
vo mundo, exterior e interior a la vez. DOs hechos son indu- ilusión de una realización posible.
dables: ese nuevo mundo es construido de acuerdo COn los Aunque no lo dice en forma explícita, existen múltiples ele-
deseos del ello, y el motivo de esta ruptur~ con el mundo ex_ mentos que inducen a creer que cuando Freud deflr:e a la
terior reside en que la realidad se negó al deseo de un modo frustración como la «etiología común» para el estallIdo de
grave, que resultó intolerable». una psiconeurosis y de una psicosis, consi:cler~ que esta frus-
«La etiología común para el estallido de una psiconeurosis traci6n es el resultado normal de una ananke normal y nor-
o de una psicosis sigue siendo siempre la frustración, el in- malizante. Lo que la hace intolerable es- el h~cho ~e exigir
cumplimiento de alguno de esos deseos infantiles eternamen- el «incumplimiento de alguno de eso~ deseos. mfant:~es eter-
te indomables que arraigan tan profundamente en las deter- namente indomables». En efecto, se tIene la lmpreslOn, con-
minaciones filogenéticas de nuestra organización. En defini- firmada por otra parte por otros textos, de que, .como «esos
tiva, esta frustración se origina siempre en el exterior». deseos» son universales lo que los ha hecho particularmente
« ... en la psicosis también correspondería distinguir dos mo- intensos e imposibilitado su represión y .su subli~ación es
mentos: el primero aísla al yo de la realidad; el segundQ, por «algo» propio de la constitución del sUJeto. Es mdudable
el contrarío, intenta reparar los daños y reconstituir a ex- que, aunque nada podemos decir acerca de él, ese ~a}go»,
pensas del ello la relación con la realidad. Efectivamente, constitucional o no, existe. A eso se debe que las condICIones
se observa algo análogo en el caso de la psicosis: también necesarias no sean suficientes. Pero esta incógnita no ha de
aquí existen dos momentos, el segundo de los cuales tiene el escamotear el papel efectivo de una realidad soportada, P="-
carácter de reparación, pero entonces la analogía da lugar pel que, por otra parte, n~m,c~ basta para .asegurar la eXtS-
a una semejanza de mucho mayor alcance entre los procesos. tencia de una respuesta pSlcotlca, aunque tle?c:, una .respon-
E! segundo momento de la psicosis también intenta compen- sabilidad incuestionable en su eventual apanclOn.Sl volve-
sar la pérdida de la realidad, pero no lo hace al precio de mos a los textos de Freud citados, observamos que nada se
una restricción del ello, tal como ocurría, en el caso de la dice en ellos acerca de una realidad que implicaría un ex-
neurosis, a expensas de la relación reaL La psicosis adopta ceso de frustración. Por otra parte, ya en el caso Schreber,
una vía más autocrática, crea una nueva realidad con la cual, los abortos de su mujer, a los que Freud atribuía un papel,
a diferencia de aquella que abandona, no choca. Así, en la elan indudablemente acontecimientos penosos, pero no supe-
neurosis y en la psicosis el segundo momento corresponde a raban las pruebas que todo hombre puede verse obligado a
las mismas tendencias, sirve a la sed de poder del ello que enfrentar.
no se dejá domar por la realidad. Neurosis y psicosis son~ y podemos aprovechar la referencia a SC,h~~ber pa~a con-
pues, expresiones de la rebelión dél ello contra el mundo firmar el escaso lugar que ocupa en el analisls .freudlano ~e
exterior, de su displacer, o, si se quiere, de su incapacidad la psicosis la idea de una complicidad de la realidad que nzn-
,para adaptarse a la necesidad rea;[ de la ananké. Neurosis y guna «ananké» justifica. Los escritos del padre de Schreber
psicos~s se distinguen, así, en medida mucho mayor por la eran conocidos por Freud y, en todo caso, perfectamente
primera reacción que las introduce que por la tentativa de conocibles. Sorprendentemente, Freud sólo hablará de ellos
reparación posterior».71
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para señalar que la aureola de que gozaba ese padre entre nuestro propósito será cuestionar esta conexión, a la que nos
sus contemporáneos había facilitado, sin duda, la proyección hemos referido anteriormente.
de un poder divino sobre su persona. Ahora bien, cuando Retomando de otro modo el oamino propuesto por Freud,
examinamos los escritos del padre {y el libro que acaba de diremos que lo que se encuentra en el origen de la respuesta
ser tra~ucid<? -al fraI?-cés merece u?a lectura atenta),72 surge esquizofrénica y de su construcción delirante ~esponde a tres
la realIdad Insostemble que el dIscurso paterno sometió a condiciones: 1) El sujeto es frustrado «intolerablemente»
la escucha del joven Schreber, y comprobamos cómo, bajo por una significación. 2) El deseo indomado e indomable,
la égida de un sadismo suficientemente elaborado para no que se niega a ser acallado, concierne también a la exigencia
aparecer como tal, pero no lo suficiente para evitar que se de interpretación y la necesidad identificatoria constitutiva
manifieste de ese modo, quería controlar el cuerpo del niño del Yo. 3) El pensamiento delirante primario intenta ope-
d ....spojado de todo movimiento autónomo, programado com~ rar la reconstrucción de un fragmento faltante en el discurso
podría estarlo cualquier computadora. Una despo$esión to- del Otro que, entonces, reaparecerá ilusoriamente conforme
tal del pensar, del actuar, del decir, del hacer, es exigida a las demandas identificatorias del Yo.
por el poder paterno, que debe Si esta falta de sentido y este rechazo de significación no
fuesen rellenados por el pensamiento delirante primario, la
«suprimir al niño, alejar de él todo aquello de 10 que no psicosis sería cualquier cosa, menos potencial.
debe apropiarse, guiarlo con perseverancia hacia todo aque- El ambiente psíquico, tal como en esos casos lo percibe y lo
llo a lo que debe habituarse [...] la condición más necesaria encuentra el niño, ese espacio en el que lo originario con-
para alcanzar esta meta [la fuerza de voluntad moral] es la templa su reflejo, confrontan al infans y a lo originario con
obediencia incondicional del hijo [...] el niño debe aprender una realidad que se «resiste» a reflejar un estado de fusión,
en forma progresiva a considerar que, aunque tiene la una identidad .sÍ mismo-mundo como realización de una
posibilidad física de querer actuar de otro modo, se educa reunificación. 74
con total independencia hasta llegar a la imposibilidad mo- El pictograma del tomar-en-sí, de una unión unificadora y
ral de quererlo. [...] Lo que se busca, en primer lugar, es totalizadora, será desmentido por el displacer, el rechazo, la
anular toda rebelión [se trata de niños de dos años], hasta negativa y, a minima; la ambivalencia que muestra la madre
que se haya reconquistado una sumisión total, recurriendo, en sus encuentros con el cuerpo del infans.
incluso, a castigos corporales».7s A su vez, en su búsqueda de una puesta en forma de una
escena primaria y de un sentido acerca del origen del deseo,
Cuando leemos las obras de este padre y nos enteramos de lo primario ya no encuentra en 10 visto, lo oído, 10 percibido,
la repercusión que tuvieron en Alemania (lo que hace poco fragmentos que le permitan fantasear una pareja primaria,
probable que Freud las haya ignorado), se debe reconocer ligada por un deseo mutuo de unión, de integración, por
sin duda alguna que en Freud la omisión no es un olvido: un placer compartido y que se desea hacer compartir.
simplemente, no toma en consideración algo que él cree Lo secundario choca con la ausencia de una significación
poco significativo para la constitución de una psicosis. No que hubiese podido reintroducir, en y a través de 10 apre-
le interesa en absoluto la frustración «en exceso», lo cual hendido, el placer ausente de lo visto.
en nada desmerece los descubrimientos fundamentales que En esa realidad corporal se inscribirá una primera falta ya
proporciona su análisis dél relato de Schreber, ni tampoco presente en la realidad psíquica de aquella que el infans en-
lo que señala en los textos citados acerca del conflicto yo- cuentra al llegar al mundo. Esa inscripción podrá trasformar
realidad en la psicosis. En lo que nos apartamos de Freud en experiencia de dolor el acto de introducir (aire o leche),
es en 10 referente a la importancia atribuida a 10 que apa- de excretar, de ver, o cualquier otra función de un cuerpo
rece efectivamente en la realidad del eventual psicótico y a que debería poder representarse como un espacio que expe-
la conexión que dicho surgimiento va a establecer entre rimenta placer.
aque'lo que se inscribe en esta escena y aquello que había A esta «realidad» de la vivencia corporal se le añadirá la
sido puesto en escena por el proceso primario. Una vez más, realidad de algo aprehendido que le «habla» y se dirige al

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que habita ese cu~r}Jo .. R:~lidad de una falta er: el portavoz, y se ~ctuará ~ediante un trastorno de las fu?ciones c?rres-
realidad de una mscnpclOn en el cuerpo, reahdad de algo pondtentes. SIn embargo, como el cuerpo eXIste «en SI», se
aprehendido en la voz parental: al redoblar a la precedente, producirán un sufrimiento del cuerpo, la experiencia del
las tres se superpondrán e inscribirán en letras indelebles un hospital y, en respuesta, la exageración de la ansiedad, del
único y mismo veredicto, que confirma «desde el interior» rechazo, de la decepción materna y, como consecuencia, la·
la puesta en escena de una relación psique-mundo en la que exacerbación del sentimiento de angustia en el infans, todo
reina el deseo de un displacer. A este veredicto le responderá ello en un circuito que no puede tener fin. Si nada de esto
el pensamiento delirante primario, que intentará remodelar aparece, a menudo nos enteraremos a través de la anamne-
lo aprehendido y, así, a quien lo ha percibido. sis, relatada por el sujeto O por sus allegados, que su equi-:
Pero una vez construido y devuelto al remitente ese «pensa_ valente se manifestó bajo la forma inversa: la calma de un
miento», se requiere aún que pueda preservarse el equilibrio mar en el que no sopla ningún viento vivifican te, la pruden-
obtenido a ese precio. cia y el buen funcionamiento que ocultan la renuncia a to-
La primera condición para que la potencialidad psicótica da intencionalidad de la que se sería agente activo, el silenc\o
siga siendo tal concierne a una presencia, en la escena, de la (o la respuesta en eco) que revela la pérdida de todo placer
realidad; la segunda exige que las experiencias que la reali- de oír y de todo deseo de aprehender. Equivalente igual-
dad sigue imponiendo a todo sujeto, durante el lapso de su mente desastroso, que puede pasar inadvertido ante los de-
existencia, al asemejarse en exceso a las vividas en el mo- más, y que dejará una profunda cicatriz: la experie?cia
mento de la constitución del pensamiento delirante primario, de una vivencia vacía, de un espacio sin relieve, de un tlern-
no lleguen a revelar que el remodelamiento operado por es- po en el que se repite la mismidad de los instantes que se
te pensamiento era solamente un engaño. añaden unos a otros y que pueden remplazarse uno a otro.
En caso contrario, retomará su brillo insostenible la verdad Hemos dicho que la actividad de pensar debe ten,er la posi-
en trevista: nadie desea ni el placer ni la verdad de uno. Si bilidad de remodelar esa situación para hacerla decible e in-
bien es cierto que toda fantasía de deseo choca con una rea- teligible; solamente a ese precio podrá ser evitado el autis-
lidad que la resiste, en este caso la resistencia muestra un mo infantil: lo cual da lugar al pensamiento delirante pri-
exceso cuyo responsable no es ninguna ananké sino, en pri- mario, que podrá enquistarse y formar la potenc:ialidad psi-
mer lugar, una <<falta» ~n el discurso del representante del cótica, o bien dar lugar, sin solución de continUidad, a una
Otro: falta de deseo por el niño, falta de deseo por el placer esquizofrenia o a una paranoia infantil.
de engendrar, falta de una significación que determinaría
que su encuentro fuera fuente de un placer trasmisible y Concluye aquÍ lo que nos habíamos propuesto decir acerca
«decible». del pensamiento delirante primario y la potencialidad psi-
Demasiado cercanos y demasiado lejanos, demandando en cótica en el registro de la esquizofrenia. El lugar acord~o
exceso y no lo bastante, el cuerpo de la madre y su discurso a la interpretación que forja el Yo acerca del exceso de V10-
son claudicantes: lo excesivo confronta al otro con la im- lencia sufrida hazaña que le permite además «a la razón»
posibilidad de satisfacer la demanda; lo insuficiente, con la lo que tenía ~omo meta excluirlo de ese registro, se ju;stifica
falta de valor de toda respuesta. La psique corre el riesgo si se acepta nuestra hipótesis que hace de este «pensam1ento»
de responder a este estado de insatisfacción repetitivo me- el eje a partir del cual podrá elaborarse el discurso deliran-
diante un cierre sobre sí misma, mediante la pérdida de to- te y la construcción esquizofrénica. 75
da catexia en relación con sus instrumentos de respuesta
apuntalamiento sensorial-, mediante la descatectización de
todo placer cuando se lo espera desde lo «exterior a sÍ» . ...se
comprenden. entonces, las causas que determinan la gran
. frecu~ncia de los «silencios funcionales» que redobian el
círculo vicioso. Deserotizar el placer de tragar, de excretar,
de ver y, más globalmente, el placer de existir se expresará

246 247
(tn.a explicación acerca de la «causa desencadenante», pero
6. Acerca de la paranoia: escena de ninguna manera esa explicación es exhaustiva. Renuncia-
primaria y teoría delirante primaria mos a responder, esperando que lo que nos enseña el discurso
psicótico permita algún día saber algo más.

1. La fantasía de escena primaria y las


teorías sexuales infantiles
En el horizonte de la potencialidad paranoica se sitúa el deli_
rio tal como se· manifiesta ante la mirada y la escucha de Volveremos a ocuparnos por un momento de estos «pensa-
los otros. Estas consideraciones acerca de la paranoia, con mientos sexuales primarios» o <<teorías sexuales infantiles»
las cuales concluiremos el presente libro, nos permitirán pro- que todo sujeto ha compartido. «Pensamientos» gracias a los
longar nuestra reflexión acerca del papel de la realidad cuales el Yo del niño se da una primera respuesta acerca del
histórica y de su acción en la «puesta en sentido» que privi- lugar en el que se originó su cuerpo, acerca del deseo de
legiará la teoría delirante primaria. No se trata de proponer ese «lugar» en relación con ese mismo cuerpo, acerca del
una teoría de la paranoia, sino de mostrar de qué modo un placer o del displacer que pudo experimentar ese cuerpo del
«odio percibido» marca el destino de estos sujetos y se Con- Otro cuando dio origen al de él, y acerca de las razones que
vierte en el eje alrededor del cual se elabora su teoría sobre dan cuenta de esa vivencia. Toda teoría sexual infantil es
el origen. Odio que, como una hechicera, se inclina sobre su una teoría sobre el nacimiento, que, al responder al interro-
cuna desde ·su llegada al mundo: el resto de su existencia gante acerca del origen del cuerpo, responde de hecho al
será solo una lucha con armas desiguales contra ese maleficio interrogante de los orígenes construyendo lo que ya hemos
que los persigue en forma inexorable. denominado «causa originaria». No había sido esclarecida
En este capítulo nos limitaremos a aislar los caracteres par- la relación de esta puesta en sentido de los orígenes con la
ticulares de la organización familiar que encuentra el sujeto puesta en escena de estos mismos orígenes; puesta en escena,
y el discurso que escucha: esta organización es la que con- o fantasía, en la que la relación presente entre los elementos
vierte al espacio al que adviene el Yo en el espacio al que que ocupan la escena figura, en el sentido literal del término,
podrá advenir la paranoia. No iremos más allá: la paranoia lo que el «pensamiento sexual infantil» debe hacer decible.
y la esquizofrenia, -al igual que la psicosis en su totalidad. Escena primaria y pensamiento sexual infantil son las dos
no ofrecen ningún atajo al enfoque teórico: en estos casOs, producciones a través de las cuales el proceso primario y el
el «resumen», cuando no se revela imposible, se reduce a la secundario responden a un interrogante acerca del origen
repetición monótona de algunos slogans teóricos conocidos que no puede ni ser acallado ni quedar intacto. Los reIIio-
por todos. dejamientos que sufre esta fantasía en el trascurso de la evo-
Al pasar a lo manifiesto de la psicosis se tropieza con un in- lución psíquica son concomitantes de las modificaciones su-
terrogante similar: ¿ qué trasformó las condiciones necesarias cesivas que podrá aportar o no el Yoa su teoría infantil so-
en condiciones suficientes para que la potencialidad psicótica bre su origen y sobre los orígenes. Durante un tiempo, lo
se actualice en sonido y furia, aunque se trate del sonido y escénico y lo decible siguen un curso paralelo: las represen-
furia de un silencio que puede ser aún más terrible? ¿ El ex- taciones escénicas del origen muestran de qué modo lo que
ceso de una de estas condiciones en sí misma excesiva? ¿ El es puesto en escena se remodelará hasta llegar a ser apto
momento temporal en que se produjo? No disponemos de para una figuración, en la que pueda producirse 10 que lla-
respuestas satisfactorias para estos interrogantes. Lo que he- maremos «la teoría infantil sobre el Edipo».
mos dicho acerca de la imprescindible presenóa de un refe- El remodelamiento de la fantasía nunca superará este esta-
rente en la escena de lo real y acerca de lo que ocurre si el dio, pero nada garantiza que pueda alcanzarlo. Es evidente
sujeto se ve desposeído de él constituye, en nuestra opinión, que esta representación seguirá respetando la doble exigen-

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cia impuesta por el proceso primario: ser acorde con su pos- El cuerpo hablado y el place'T de la que lo habla
tulado, unir a las imágenes de palabras imágenes de cosas
de tal modo que todo representado sea también represen: Hemos insistido en diversas oportunidades en la tarea que
tación de la imagen que la psique se forja acerca del propio le incumbe al lenguaje: permitir al Yo conocer J~s fuer~as
cuerpo. Hemos hablado de remodelamiento: quizá debería_ que operan en su espacio. Ese conocimiento se convierte en
mos haber hablado de figuraciones sucesivas. En efecto, la objeto de su búsqueda $010 si le brinda al Yo una «prima»
posibilidad de que la psique dé forma a una figuración del de placer: poder «pensar» el término «placer», querer «pen-
deseo adecuada para representar la problemática edípica sarlo», implica que esta l:\cción sea en sí misma fuente de
nunca anula las figuraciones precedentes: a partir de ese placer. «Hablar sin placer» se -acompaña, en el hic et nunc
momento, sin embargo, podrán quedar en la sombra y per- de lo dicho, con un «pensar sin placer» que contradice la
mitir que ocupe el primer lugar en la escena la figuración verdad de 10 «dicho» en toda oportunidad en que esto últi-
másadecua..sla a lo que experimenta efectivamente en lo mo pretende «hablar» un placer del Yo. Si esta contradicción
actual el sujeto fantaseante. es constante o demasiado frecuente, el discurso se convierte.
La fantasía «edípica» presupone una· teoría «edípica»: nin- en el lugar en que ningún .enunciado sobre el placer puede
guna está presente desde un primer momento; son conse_ pretender uo. atributo de verdad; de ese modo, corre el alto
cuencia de la elaboración que le imponen a la psique los ele- riesgo de convertirse en el lugar en que ya no se espera ver-
mentos que la informan acerca de las «cualidades» c(1racte . . dad alguna. En relación con el lenguaje fundamental, ya he-
rísticas de los objetos, cualidades que deberá tomar en cuenta mos visto la consecuencia que ello puede acarrear.
en su representación del deseo de quienes se desplazan en la Desearíamos delimitar aquí con mayor precisión la acción
escena de lo «exterior a sí» y de la relación que la une a ellos. del portavoz cuando designa al niño su cuerpo, sus funcio-
Esta interacción entre escénico y decible, entre fantasía de es- nes, sus producciones, y las consecuencias de esta nominación
cena primaria y .teoría sexual infantil, es la manifestación de sobre la puesta en escena. de una fantasía que, por definición,
una ley más fundamental: el acceso a la imagen unificada del es puesta en escena de la relación del sujeto con el deseo y
cuerpo se acompaña con el acceso a una imagen unificada con el' placer.
del lenguaje. Ley que se puede explicitar en mayor medida Entre las nominaciones que el portavoz debe hacer conocer,
si analizamos la relación que existe entre la imagen del cuer- las que se refieren a las fun.ciones y a las zonas que son fuen-
po y el discurso que habla el cuerpo. Se comprueba enton- te de un placer erógeno goz;arán de una catectización privi-
ces que la catectizaci<,Sn por la psique de la designación que .legiada: la nominaCión de las zonas erógenas y la apropia-
le otorga el discurso de una parte y de una función del cuer- ción de esta nominación comportan y deben comportar una
po es un factor decisivo en el lugar que se atribuirá a esta palabra «erógena»,. palabra que solo puede ser tal si es fuen-
Farte y a esta función en la imagen del cuerpo: mediante tal te y promesa de placer. Sea que el portavoz designe a las
imagen, por lo demás, la psique se representa el espacio ha- partes del cúerpo y a las «partes» mediante neologismos, pe-
bitado por el Yo y también al Yo que lo habita. Lo que rífrasis o su nombre canónico, la voz que nombra, inevitable-
acabamos de decir tiene que ver con universales del funcio- mente, testimonia al que. la escucha. del placer, displacer o
namiento psíquico: nos hemos referido extensamente a ello indiferencia que experimenta al «hablar» de esas funciones,
en la Primera parte de la obra. Antes de abordar la figura- esos órganos, esas partes. Al mismo tiempo que ~a designa-
ción que impondrá la paranoia a su representación de la es- dón el niño recibe un mensaje sobre la emocIón que 10
cena primaria, nos parece importante señalár por qué esta nombrado y su función «causan» a la madre. Poco imJl9rta
fantasía responde, en todo sujeto, a un discurso sobl"e el que se designe al sexo del niñito como el «pito», el «bichito»
cuerpo enunciado por el portavoz, y la función que cumple o el «pene», aunque )a elección del término suele ser signi-
en este discurso la presencia o ausencia de placer. ficativa; lo esencial es que la voz pueda testimoniar que ex-
perimenta placer al reconocer su existencia y al hacerla co-
nocer al niñQ. Lo que la zona sexual ejemplifica también
vale, en forma más velada, para el conjunto de los enuncia-

250 251
005 que hablan las partes-funciones del cuerpo. El plac si esta palabra existe pero se niega a reconocer que ella es
que debería manifestar la n0r.ninación enunciada por el po~~ para el niño, y para el portavoz, fuente de placer, esta fun-
ta,:oz cumple un papel esencIal en el efecto irradiante y to- ción y este placer pueden llegar a faltar en el cuerpo a se-
t?-hzante que h~mos obse~vado_ en el análisis del placer pul- cas. Nombrar el brazo, por supuesto, implica concebir un
ruonal y cuya Importancia .senalamos. Pero para que este miembro que continúa al hombro y que se prolonga median-
e~ec~? se produzca, se reqUIere que sea preservada la Con_ te una mano, pero también saber que esta es sede de la pren-
VlCClon de que el placer materno concierne al conjunto d sión y que la significación esencial de la prensibilidad' (sig-
l~ funciones parciales y de su producción, incluyendo la fun~ nificación que abre camino a todo lo que se descubrirá y que
Clon pensante. De no ser de este modo, sería preciso ver sin se situará en la categoría del tomar, del hacer, del dejar
pensar que se ve, negando que se oye o que se toca: desa- caer o del gesto del adiós) está presente en el descubrimiento
~ar;cería así, muy pronto, el placer de ver, que se acompa_ primero del poder de la mano de tocar un pecho, de tomar
nana con el temor de ser descubierto al escuchar y al pen- la mano del Otro, de acariciar un rostro y de «conocer» que
16
sar. A ello se, le añade otra. exigencia: a la integración de estas acciones son fuente de placer para el cuerpo del Otro.
~os placere~ ~rogenos .necesana para la instauración de una A fin de que exista una imagen del cuerpo estructurante y
Imagen umÍlcada del cuerpo se le suma la apropiación por estructurada, se requiere que el portavoz, que nombra lo
parte del niño de la serie de los enunciados que nombran a que el poder sensorial descubre, acompañe a esta nomina-
Jas diferentes partes y funciones de su cuerpo. Hemos dicho cíón con un signo que dé cuenta del placer que siente al re-
desde un principio, :aunque la psique lo descubra solo por conocer lo que producen las funciones parciales del niño. Al
e.tapas, que esta. sene de.be ofrecer una significación uni- designar al cuerpo y proporcionar al niño unconocimien to
fIcadora, un sentIdo que mtegre lo parcial bajo la égida de acerca de él, el placer materno es una condición necesaria
un t.~do, que anticipe la presencia de un proyecto del Yo en para que el niño conciba a su cuerpo como un espacio uni-
el mno. ficado y para que, en un segundo momento, los placeres par-
El acceso a una imagen unificada del cuerpo se logra pues ciales puedan reducirse a preliminares que estén al servicio
a través de lo que el niño escucha'en el discurso m~tern~ del goce.
que habla su cuerpo. La consecuencia de esta unificación Aunque el goce sexual es una experiencia que el niño no co-
de la imagen del cuerpo es la posibilidad de integrar los noce, se requiere, de todos modos, que el placer que puede
placeres parciales para ponerlos al servicio de esa meta «uni- mostrar la madre en su relación con el padre' señale que eS'
ficada» que se designa como goce. Goce de un cuerpo uni- de otra «calidad», que no puede reducirse al placer de ver,
ficado que deberá remp!az~r al placer de una zona erógena; de escuchar, de decir, que entraña un suplemento enigmú...
promesa de un placer dIferIdo que permite, a posteriori dar tíco, pero del cual se asegura que será conocido en el f?turo.
un nuevo sentido a las pruebas vividas a la espera aceptada Para que esta promesa sea escuchada, pava que el nIño se
al displacer más frecuente que el pla~er' experiencia futur~ apropie de ella como meta futura de su propia búsqueda de
de una p.osi~i1idad del cuerpo y de un p~der del Yo que de- placer, se requiere que pueda aparecer ante él como la ex-
ben segUIr SIendo los lugares en los que el goce es posible. periencia de un cuerpo y no como la experiencia de ulla
Solo a este precio el discurso puede, a su vez, plantearse co- zona de ese cuerpo. Hasta el momento hemos insistido en la
mo un lugar en que es posible la verdad: las renuncias que representación fantaseada que el sujeto se da de sí mismo
el portavoz y la ley del padre han exigido, las promesas que y de su relación con el placer, a través de su presentaciéin
han hecho, los proyectos que han inducido solo pueden ser de la imagen del cuerpo: es evidente que la posibilidad de
aceptables mientras se le ofrezca al Yo, a~nque sea de 1m representar una imagen unificada del cuerpo propio y una
modo puntual y fugitivo, la prueba de que no mentían de representación integradora de los placeres parciales consti-
que el placer diferido que prometían no era una nu'sión tuye una condición necesaria para que la psique pueaa_re-
,mediante la cual se lo engañaba. presentarse una imagen unificada del cuerpo del Otro y una
Por·eI1o, si en el «cuerpo hablado» llega a faltar una palabra imagen integradora de lo que puede ser para su cuerpo
que nombre una función y una zona erógena e, igualmente, fuente de goce.

252 253
La fantasía de escena primaria en la psicosis muestra 1 .
' ·
ocurre cuan d o e l sUjeto no tiene acceso a esta image o que . a otro cuerpo, convertirse en la prueba de que la tierra ma-
' d d od f
f lea a y cuan o t a antasIa ' de placer solamente puede n UllI_ dre posee colonias, que en estas tierras extrañas su ley, su
po-
lengua sus instituciones son las únicas reconocidas. En su
ner en escena. cuerpos fragmentados, con el riesgo consecuen_
te de convertIr al «deseo de fragmentación» en la causa fantas~o es evidente que el esquizofrénico puede también
. d 1 d proyecta"rse en el lu~ar de ese Otro: es él, entonces, q~ien
mpote,nte e eseo 9- ue puede experimentar el Otro. Olll-
La
aSume el lugar de la tIerra madre y el Otro el de las colomas;
fantasla de escena pnm'ana no hace más que eJ' emplif
. ,
1os caract eres que compartIran, lcar sin embargo, tanto en el primer caso como en el segundo, la
en el registro de la psicosis
tierra madre y las colonias no son la misma cosa. La fantasía
todos los fantaseas de un deseo cuyo objeto es el cuerpo."
de fusión o la que se designa corno tal, es aquello me-
partes de cuerpo que se buscan y se rechazan mutuame t .
diante lo 'cual se expresa el deseo de una caída de las fron-
tal ~s el estadio en el que se han detenido tanto el remo~:~
teras el deseo de una tierra universal que ya no permitiría
lamIento de la escena como la elaboración de los enuncia_
dos que hablan los plac:~es del cuerpo. Antes de analizar
disti~guir al Estado colonizador del Estado_ colonizado; e~­
pero, esta fantasía es. u:! «momento de suen?~ que ~l esqUI-
las. causas de esta detenclOn, veremos las condiciones nece-
zofrénico corno cualqUIer otro, puede permitIrse. SI se bus-
sanas ,para que se elaboren las sucesivas figuraciones de la
fantasla, ca defini~ no ya el sueño del esquizofrénico (no se obser-
varán en él diferencias sensibles en relación con el nuestro),
sino la fantasía que pone en escena ante su mirada al mun::I0
2. Las condiciones necesarias para la tal como se le aparece, lejos de encontrar un mundo fusIo-
nal, lo que surge es la imagen dividida por una lucha san-
reelaboración fantaseada grienta, tanto más desesperada y. desespera.~te cu~nto que
se conoce desde siempre y para SIempre qUIen sera el ven-
Hemos :n:ostra,do q.ue el pasaje de la pareja complementaria cedor.
a la pareja pr~mana es coextenso con el reconocimiento por Al igual que todo sujeto, el esquizofrénico ha encontr~~o
p~rt~ de l~ pSIque de algo «exterior a sí», al que no escapa lo «exterior a sí» bajo la égida del deseo del Otro. Tamblen
n.mgun sUjeto u;na vez superado el estadio de infans. «Exte- para él el primer ocupante de ese «exterior a :í» ha sido el
rl0r a sí» que Implica el reconocimiento del cuerpo de la pecho, momento de coincidencia entre el espaCiO del mundo
madre, se;parado del propio, poseedor de un «pecho» que, y el espacio materno, que proyecta sobre el deseo .d~ es~e
en un primer mOI'~lento, e.s el r~presentante de todo objeto ocupante el poder de engendrar el todo 9-ue lo ongmano
de placer. Esta pnmera ÍlguraclOn de lo «exterior a sí» se pictografiaba mediante un autoengendramlento. . .
presentará en. forma idéntica en todo sUJoeto', por ello, no A partir de ese momento se proyecta en el extenor del dI-
~ , exacto d eClr que el esquizofrénico no reconoce la separa- rector de escena una pantalla sobre la que se desarrollan las
Clon entre. su c,!erpo y el cuerpo materno. El esquizofrénico imácrenes de una película que le aparecen conformes a lo
sabe la eXIste~cla de algo «exterior. a sÍ»; lo que ya no puede que ose juega en la escena de lo re~l,: él no ,sabe. que son solo
«saber» conCIerne a la autonomía de un «sÍ-mismo». Para el resultado del ángulo de proyecclOn que e~mlsmo ha es?o-
él, las siguientes afirmaciones cuentan con el atributo de lo gido. En la presentación de la ficha técmca, el que mna
indudable: exis~e un deseo heterogéneo que anula su propio descubre en primer lugar una única estrella, una przma don-
deseo, Otro deCIde con soberanía total ·acerca del orden del na -imago de la mujer primaria-, junto a la ct;a~ se des-
mundo y de las leyes de acuerdo con las cuales debería fun- plazan figurantes cuyo nombre no conoce y cuya unIca fun-
ci;>nar su prol?ia psiq.ue. ~o que no puede plantear, en nin- ción parece ser la de prestarse a lo que la estrella pretende
gun .Iu~ar o tIempo !,magma:ble, es un sÍ-mismo que podría imponer, hacer, decir, rechazar. .
. segUIr SIendo aunque; se mostr~se diferente de la forma y de
la p~labra que se 1: Impone. Solo puede percibirse como una La primera escena represe~ta así en todo, sujeto la relació~
manoneta cuyos hllos son manejados por otro, o como un que la imago materna mantIene con los objetos de su plac~r.
«suplemento», un «excedente de carne» que acepta ofrecerse en este caso, al término «objeto;!> debe dársele su sentIdo
254
255
corriente de cosa, de fragmento inanimado, de instrumento Este primer fantaseo, que es un universal de la estructura
al servicio del que lo utiliza. psíquica, sufrirá un primer remodelamiento cuando la mi-
Esta relación entre la madre y todo lo que aparece como rada perciba al que ocupa el «otro lugar» que se distingue
fuente o instrumento de placer (el pecho, su propia boca en relación con el espacio materno. Hemos visto que los atri-
para el pecho, la presencia de otro sin pecho, lo diferente de butos paternos surgen en ese otro lugar y a partir de ese otro
ella) será figurada mediante ur.a fantasía en la que se le lugar: en un primer momento, y por lo general durante una
atribuye exclusivamente al deseo materno el poder de incor- fase breve, concebirá a esos ({atributos» como «figurantes»
porar o de rechazar todo objeto presente en el espacio. Es cuya única función es permitir a la estrella desempeñar su
necesario recordar que en la psique debería existir normal_ rol, representar escenas que eligió exclusivame~te por cuenta
mente una oscilación entre dos figuraciones : aquella en que propia. Aunque el padre ap~rece desde un prImer mome?~o
la relación entre la madre y el objeto, y luego entre la madre como prueba de la existenCIa de «otro lugar» en relaclon
y el padre, atestigua un placer compartido por las dos enti- con la madre ese otro lugar queda bajo la dependencia del
dades que se hallan frf!nte a frente, y aquella en que la re- deseo de la ~adre. La brevedad de la duración normal de
lación pone en escena el deseo de rechazo de la madre y el esta fase depende de los signos de dependencia que podrá
«displacer» consecuente para el «rechazado». manifestar o no el deseo materno. Su espera de una presen-
Lo que es cierto para este primer fantaseo del poder omnÍ- cia que no es la del niño, su placer al escuchar o mirar el
modo del deseo de la madre también lo es para la represen- rostro de un tercero, su tristeza ante una ausencia aunque
tación de la escena primaria una vez que se ha reconocido aún esté presente, todos estos signos ?e un placer >-: ,de un
la presencia del padre: a fin de que exista una doble repre- displacer que ya no conciernen al s~Jeto Y en rel~clOn con
sentación de la relación de la pareja, y de que ella opere Jos cuales este es impotente, determman que la mIrada del
en dos direcciones igualmente necesarias, se requiere que la sujeto se desplace, busque el lugar de esa causa heterogé~ea
relación que existe entre esta pareja sea, no solo percibida, y desconocida y descubra que «el Otro sin ~echo», a qUlen
sino percibida como una acción que puede causarles placer, se le deben ya experiencias de placer y de dIsplacer, es par-
aunque en otros momentos sea fuente de displacer. Solo te activa y tiene cierto poder en relación con la madre. Se
a ese precio quien contempla la escena puede reconocer, al requiere, también en este caso, insistir en la comprobación
mismo tiempo, que existe una pareja unida por una rela- siguiente: para que esta causa te:-ce.ra sea aceptabl.e y acep-
ción privilegiada y que lo visto puede convertirse para él en tada, es menester que su descubrimIento sea, suceslv.amente,
fuente de placer. Si bien es cierto que la relación de rechazo fuente de placer y de displacer, y no sola~ente. de dIsplacer.
que él puede fantasear entre los dos elementos de la pareja El displacer inevitable que procura la eXistenCIa de un ter-
es una proyección de su propio displacer al reconocer que cero deseante y deseado por la madre, de un tercero que le
existe una pareja, y de su deseo de que uno rechace al otro, ofre~e un placer del que se está excluido, debe ser compen-
también es cierto que si lo que aparece en la escena de lo sado por el placer de una mirada q,:e, ~~ conte,mplar sU en-
real se acompaña siempre de un signo que demuestra que cuentro, su copresencia Y su catectlzaClOn reCIprocas, con-
provoca displacer en los actores, es muy difícil que la mira- temple una situación en la que reina el placer, en la que
da que contempla esa relación pueda considerar lo visto co- unirse causa placer. .
mo fuente de placer. El poder proyectivo no es ilimitado; el Podrá operarse así una traslación sobr~ la causa del origen:
exceso de realidad, el exceso de desmentido, al igual que la si la vivencia del placer materno eXlge la del pl~cer pa-
permanencia de un mismo y único signo, se abren camino terno si lo que cada uno desea es su placer, el sUjeto po-
en lo primario y dejan su huella allí. El que mira comienza drá r~presentarse como efecto de ese doble deseo y de la. rea-
por fantasearse como efecto de una causa proyectada sobre lización del placer parental. Doble origen que, al medIar y
el deseo del Otro, prototipo de las figuraciones que forja el relativizar el poder omnímodo imputado. al ~eseo del Otro,
pr9ceso primario acerca de lo que da origen a su placer o permitirá que la fantasía de la escena pnmana pueda remO-
a su displacer y, por consiguiente, de lo que es causa origi- delarse para convertirse en aquello a ~;avés. de lo cual, y
naria y origen de él mismo. gracias a lo cua1, se figurará una relaclOn sUJeto-deseo for-

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mundo--- no conduzca a una ruptura entre la mirada y lo
jada. por 13; problemática edípica, por el conocimiento de la visto, entr-e la actividad de fantaseo y lo que a partir de la
la dIferenCIa
. 1 de los
l "sexos y por la primada acord aaala d realidad se impone, inevitablemente, como prueba de una
zona gemta. en a JerarqUla del placer. De ese modo al discrepancia con la fantasía.
ocupa~ el pnmer l~gar de la escena, este último modelo des- Cuando esta condición deja de ser respetada, se observará
pl~z:ua a los antenores; ello se verá facilitado por su . la persistencia de una fantasía de la escena primaria y de
mldad temporal,
. aunque también textual, p con
ro unc eproXl_
so un fantaseo de la realización del deseo, que revelará la fun-
secu~ d ano q~e ~conoce en él algo familiar que puede ace _ ció.n atribuida por la psique a ese «otro lugar» diferente del
tar
. SIn asumIr . rIesgos
dI excesivos.
' Este resumen de las f'19ura-
p espacio materno. La construcción que efectúa el esquizofré-
Clones
, suceSIvas
d' . e . a faIltasIa de la escena primarI'a m uestra nico demuestra que los atributos que le prueban la existen-
que con lClOnes eXIgen aquellas: cia de ese «otro lugar» no superaron la función de «figuran-
tes»: la prima donna sigue ocupando el proscenio, dictando
1. En 'pri~e:, lugar, el director de escena debe poder tener los roles. Toda relación de deseo será puesta en escena co-
a sut dlSposlcIOn
., dI desde
'un primer
. momento una doble repre- mo una relación entre el agente del rechazo absoluto, o agen-
sen, aClOn e.o que VIvenCIa: es necesario que lo <<:extérior te de la devoración, de la incorporación, Y los fragmentos de
a ~l» ~ueda fIgurarse como un espacio cuyo encuentro er- cuerpo, los fragmentos de cosas, los instrumentos que atrae
mlte dIsplacer y placer. p hacia él o que rechaza sobre la base exclusiva de su placer.
~. Poder figurarse que la que comienza por ocupar la tota- En un caso como en el otro, la mirada espectadora asiste
hdad de la escena permite que esta contemplación sea fuen- a una acción violenta que ignora lo que el «fragmento» po-
te de placer, que se demuestre que ella desea que «~sto» dría o no desear: le queda la opción de identificarse con el
cause placer. agente o con la víctima de la violencia, pero entre ambos se
3. ~l enc.uent:o con otro lugar, cuyos presuntos atributos mantendrá una relación de no reciprocidad, la presencia de
seran tes:Imomo de la exis:er:cia de un padre y de un deseo un no deseo y de un displacer para uno de los dos. En el
no someudos al poder de JUrIsdicción materno. caso del paranoico ocurre algo diferente.
4. Contemplar al padre como al que desea el placer de la
mad:e . y el que lo causa, y al placer materno como al que
se orIgIna en ese deseo que ella desea.
5. Poder figurar la relación de la pareja como un encuen- 3. La escena «aprehendida» y su puesta
tro que puede causarle placer, figuración que será respon- en escena en la paranoia 77
~able .del placer experimentado por aquel que ignora que es
el qUlen ha puesto en escena. A medias en broma, a medias en serio, hemos dicho a menu-
do que la «madre del esquizofrénico» era la única entidad
La represent~ción qu;. se daba la psique de su propio origen clínica creada por el psicoanálisis cuya exactitud este pue-
se remodelara a partIr de esta figuración de la pareja como de probar. Es cierto que desde que se las encuentra, estas
fuen.te y lugar ~e placer: un doble deseo y un placer com- madres confirman en su gran mayoría el cuadro que hemos
partIdo proporCIOnan una nueva representación. descrito. La situación se modifica cuando se trata de la ma-
S~, comprueba que la condición para el pasaje de una figura- dre del paranoico: no porque no pueda decirse nada gene-
Clon a otra es 9ue la nueva permita la representación de ralizable, sino porque lo que llama la atención desde un
un placer, experimentado por los que ocupan la escena que primer momento, por lo menos según nuestra experiencia,
pueda ser p~r~, el fantase.ante causa de un placer que 'com- es el sentimiento de m~lestar que da lugar a un cuadro ca-
parte. CondlCIOn necesarIa para que el displacer originado racterizado por su .ambigüedad. Creemos que este sentimien-
en el en::uentro con la separación, lo «exterior a sí» la he- to es sumamente cercano al que_experimenta el propio ni-
te:ogeneldad de los deseos -displacer inevitable, ya que im- ño; en ese discurso que relata su relación con el niño, rela-
plIca, en t~dos los casos, la renuncia a una primera figuración ción a menudo difícil y que pretende atestiguar el coraje que
y a 1m prImer modelo de la relación entre el sí-mismo y el
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258
~a mos~rado la madre, l?,s sacrificios soportados, todo debe~ no era reductible a una simple proyección, sino que era una
na suscItar la comprenslOn y la simpatía: sin embargo ... respuesta, sin dud3 ampliada, a algo aprehendido y a algo
«algo» suena a hueco y provoca el sentimiento de irritac" visto que determinaron que la escena exterior fuese apta pa-
. f . Ion ra la fantasía de rechazo y no para una fantasía de un deseo
que se SIente rente a una mentIra que no se logra situa
aunque se es t e' seguro d ' De ese modo har,
e su presencIa. de re unificación.
d ·
que av~nzar con gran pr~ enela c:uand o se mtenta . , y
pasar
de lo dIcho a lo que podna recubnr, y cuando se intentan No es un descuorimiento señalar que el paranoico mantiene
en<:ontrar rasgos ~recisos. y, compartidos por esas madres. A una relación privilegiada con el odio; todo delirio de inter-
la m~~rsa, a esa lmp~eClslOn se le contrapone un estilo de pretación, en el registro de la paranoia, muestra el lugar
relaClon entre la pareja que parece repetirse fielmente y e atribuido alodio de los otros: el objeto persecutorio no
lo referen~~ a los padres, la presencia muy frecuente de ~as~ puede dejar un momento de respiro ni permitir tomar dis-
g~s espe~lflC?S,. in~l':lso ya par~noicos. Por ello, es más fá- tancia, debido a que sólo existe mientras ejerce contra uno
cIl y esta mas JusbÍlcado refenrse a las particularidades de su deseo de persecución que, en casi todos los casos, es vi-
una problem~t~ca característica de la pareja que privilegiar vido por estos sujetos como un deseo de destrucción. Seña-
una problemabca puramente materna. Tanto si se trataba lemos también que en el paranoico la razón de la persecu-
de ~ujeto~ que hemos~nalizado como de sujetos con los que ción asume un sentido muy particular: se lo persigue por-
tuvimos sImples entrevIstas en un medio hospitalario, hemos que se le envidia un bien que posee (bien material, sexual,
comprobado una sorprendente semejanza en los elementos ideológico) y se pretende eliminarlo porque representa, por
de su historia concerniente a la vivencia parental. Antes de ello mismo, un peligro real para los propósitos de los otros,
abordar esta historia, consideramos útiJ señalar cuáles eran que le imputan un poder nefasto para ellos. El paranoico
los interrogante~ referentes a la problemática delirante cuya puede reivindicar ese poder, convertirlo en estandarte y es-
respuesta esperabamos encontrar al comienzo de nuestra tar dispuesto a sacrificarse por éL Se observará entonces la
investigación. Ante el delirio paranoico, nos habían llamado idea de sacrificio: sin embargo,. ese sacrificio no apunta a la
la atención tres rasgos específicos: felicidad sino a un orden y a una ley que serán impuestos,
no ofrecidos.
1. La necesidad de no dejar lugar en el sistema a la menar «Odio del odio», escribía Green refiriéndose a la relación
a:pertura, a la más ínfima posibilidad de una duda en el del paranoico con sus objetos. 78 Pero, ante todo y sobre to-
interlocutor. Consideramos que esta irrecusabilidad de la do, necesidad del odio y, más aún, necesidad de lograr que
lógica característica del sistema paranoico, una vez plantea- el odio sea inteligible", razonable " sensato.
do. el postulado delirante, constituye la prueba de que el Tan pronto prestamos mayor atención a lo que se nos dijo
sUjeto no puede tolerar la menor falla en su sistema; y tiene acerca de la pareja parental, la clínica nos dio una primera
sus motIVOS para ello: esa falla abriría paso a una avalan- respuesta al interrogante que nos planteaba la presencia
cha que arrastraría todo a un precipicio sin fondo. constante de estas tres características: el primer resultado
2. El lugar acordado en su teorización del mundo al con. de esta atención fue hacernos recordar otros relatos, más
cepto de «odio», concepto nodal a cuyo alrededor estos su- lejanos en el tiempo, y a comprobar el parentesco existente
j~tos harán ?"ravitar todos sus sentimientos, reacciones y ac- entre esas historias.
clon~. Aqm, una vez más, tenemos la impresión de una Ese parentesco puede caracterizarse por la intensidad y la
necesidad absoluta, de un cemento sin el cual la construc .. erotización del conflicto, y por la expresión manifiesta de
ción se de~r~~baría como un castillo de naipes. una animosidad capaz de llegar hasta el odio, que, en cierto
3. La poslbdldad de preservar un lugar, en su discurso y número de casos, se extendía a las dos naciones a las que
en su fantaseo de la escena primaria, a dos representantes pertenecían los pach-es. Sería fastidioso presentar estos rela-
de la pareja,aunque a condición de que entre los d015 put::- tos en su totalidad; resumiremos, por lo tanto, dos de ellos,
da ser pu~;ta en esc~na una relación conflictiva, )' a menudo que nos parecen esclarecedores, aunque se refieren a situa-
una relaClOn de odlO. Muy pronto vimos que esta relación ciones extremas.

260 261
4. Los relatos escuchados primeros meses de su matrimonio, la madre descubre los
«VICIOS» de su marido: especulador inveterado, que ya ha
1. La señorita A. es hija de una francesa y de un «boche».'" tenido dificultades con la justicia, ella tiene la seguridad de
Nada sabe de ese padre, desaparecido de su horizonte cuan_ que terminará ¡;or arr;lÍnar a la. faI?ilia; por otra p<;trte,
do tenía tres años: nada, salvo que lleva su apellido ale. esto se producira, efectivamente, graCias a una complICIdad
mán, que su madre la obligó durante mucho tiempo'; pro- indudable Y no consciente de su parte. En el trascurso de
nunciar a la francesa, alegando que era vergonzoso tener su primer embarazo, él le aconseja hacerse análisis médicos
esa nacionalidad y que ella no quería que se supiera que y le confiesa que sigue un tratamient~ _por sífilis. ~ partir
había estado casada con un «boche». En sus recuerdos sin de ese· momento, ella teme que el. mno «nazca VICIado».
embargo, ha quedado fijada una escena: seis meses después Desde su primera infancia, la señorita C. asiste a escenas
de la separación (tenía entonces aproximadamente cua- violentas y estereotipadas, en las que la madre le reprocha
tro años), el padre acude a buscarla a la escuela' va con él al padre arruinarlas, amenazándolo con hacer intervenir a
, d
dan o e la mano, cuandoI '
aparece la madre, que la toma, la justicia; el padre, a su vez, le exige que le dé todo el dine-
de la otra mano e intenta atraerla hacia sí. Es tironeada así ro disponible y vende a escondidas todo lo que puede encon-
entre esas dos manos, que no están dispuestas a soltar su trar en la casa. Antes de que se divorcien pasan veinte años;
presa, dominada por el pánico y temiendo realmente que cuando el padre se va, la madre reacciona con una depre-
«me desgarren en dos pedazos, que mi cuerpo se rompa y sión muy intensa, que exigirá una hospitalización.
que cada uno de ellos se lleve un pedazo». No se pronuncia
una palabra; en el silencio se manifiestan dos fuerzas anta- Si hiciésemos la cuenta del total de los análisis y entrevistas
gónicas que no están dispuestas a ceder, afrontando el ries- que hemos realizado con sujetos que responden a nuestra de-
go, que aparentemente no tienen en cuenta, de destruir el finición de la paranoia, la cifra sería modesta; r;u~stra ten-
objeto que está en juego. Pero es el padre el que la soltará, y tativa de extrapolar un resultado debe ser reCIbIda, pues,
la madre ~e irá con ella reprochándole agriamente haberle con precauciones. Sin embargo, la breve duración de toda
dado la mano a; «boche», haber desobedecido su orden de existencia y la reLativa discreción que muestran los para-
escapar tan pronto como lo viese. Las pocas veces en las noicos en relación con el psicoanálisis -acompañada, yor
que escuchará hablar del padre será con un odio manifies- lo general, con una discrecilm aún mayor de los anah~t,as
to, expresado por el anhelo de que muer'a y nunca retorne. en relación con ellos- nos permiten proponer a la reflexlOn
Anhelo que se cumplirá, ya que nunca volverá a saber nada de otros analistas las siguientes consideraciones.
d~ él. Sólo resurge en sus fases delirantes~ en· las que se con- Creemos que la rpás fundada clínicameI?te ~?ncierne al. nú-
VIerte en la causa de la persecución que se ejerce contra ella cleo común que se observa en la orgamzaclOn de las situa-
para casti~arla por los crímenes cometidos por el padre o, en ciones familiares de estos sujetos, especie de «fragmentos»
otras ocaslOnes, porque se teme que ella participe de un po- de una realidad histórica compartida, a los que les corre~­
der secreto del I?adre,. quien, según los casos, será depositario ponde el recurso a una misma teoría delirante sobre el on-
del tesoro de HItler, Jefe de una poderosa banda o eminen- gen. Nuestros planteos se centrarán en el análisis de estos
cia gris de las potencias árabes. Este es el único relato en «fragmentos» y de esta «teoría» que nos parecen comunes.
que el odio de la pareja se manifiesta sin contrapartida y
conduce muy pronto a una ruptura. En los otros casos el
conflicto y la agresividad persisten en una relación sumarr:en- 5. El «retrato de familia»: la idealización
te catectizada por ambos partenaires, que solo se interrum-
pe con la muerte de uno o de ambos o con un divorcio que
fracasada y la referencia al perseguidor
se produce después de muchos años de vida en común,
A p.,artir de los recuerd~s que conse~van de, su infanci~ estos
2. E~~ la ~istoria. parental de ,la señorita C. no hay ningún
sujetos se presenta una lmagen parucular tanto del discurso
conflIcto Ideológlco, todo se Juega «en familia». Desde los materno como del paterno. En 10 que concierne a la madre,

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lo que s~ nos rel~t~ recuerd~ ~n gran medida el retrato de ' puede subsumirse en la imagen de la mujer respetuosa del
una m,!J~r alco~ohca~ se,~hstIng,!;, sin embargo, pOr una ¡ deber, que padece estoicamente las pruebas que se le infli-
combatlvldad mas actIva en relacIon con el partenaire. Por ¡ gen, que solo se enoja cuando hay que defender a los ino-
otra parte, unas y otras son portaestandartes de una ét' '; centes, que a su vez podrían convertirse en víctimas, y en
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f oqa 1 lca ,
a con as armas del deber, del trabaJ'o de la abne i primer lugar a sus hijos, y que, cual Casandra, siempre ha
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Clono
M d '
a re a menudo «perfecta», deja, en efecto escas
ga~,
' sabido que eso terminaría mal. El paranoico está dispuesto
margen a u~a po~ible .crítica por parte del hijo: no 'por ve~ a aceptar que la madre lo ha amado; sin embargo, cuando
darla con VIOlenCIa, SInO debIdo a que se las arregla para habla de las razones de este amor, únicamente puede alegar
q.~e, en el plano de la conducta, el niño, que tiene la intui~ la referencia a los temas maternos: el deber, la ética, el
clonde qUt; algo falla, o de que es falso o ambiguo, no pue~ «bien». Señalemos también que, por lo general, niños o ni·
da descubnrlo y decirse que su intuición es fundada. ñas, antes de que estallasen el delirio y su sistematización,
Ello ~a lugar a la, deséonfia.n.za silenciosa y a menudo, en terminaron por aliarse con la madre para defender sus dere-
un p:lmer moment<:, culpablhzada, en la que él se ve Su- chos y preservarla de posibles exacciones, pero también ellos
JTIe~gldQ; la desconfIanza par:anoica, definida como una es~ actuaron por deber, porque hay que defender a la justicia
pecle de rasgo de carácter, se origina en esta presencia en y las víctimas. Existe así un reconocimiento de una relación
la escena del mundo de una imagen materna que no se logra de 'amor entre ellos y, al mismo tiempo y en sordina, una
declarar conforme a la. verdad. que ella pretende, ni tampo_ negación: en efecto, la fórmula «amor por deber» es una
co dem~strar su falsedad medIante argumentos justificados. contradictio in terminis.
Contranamente a la madre del esquizofrénico no se com- Otra expresión que se encuentra en algunos casos es la de
prueba en relación con el niño una misma actitud de recha- mujer ejemplar: ella ha sido la mujer ejemplar que, frente
~o. ni una misma apropiación violenta de la autonomía del a las fallas en la ética y la práctica paternas, ha asumido la
sUJet?: todo se desenvuelve en un claroscuro que fatiga a carga de hacer marchar a la familia, de ganar el sustento y
la mIrada, todo ocurre en un espacio algodonado que inhibe de recurrir, cuando ya estaba en el Jímite de sus fuerzas, a
los. rui~o~. En circun.stancias en las que, en el caso del es- la ley de los jueces, de la policía o de los psiquiatras. Ejer-
qUlzofrenIco, era pOSIble encontrar la amenaza se observa cicio de un poder que intenta siempre fundarse en el dere-
aquí la advertencia: advertencia «razonable», pronunciada cho, probar que se lo ha ejercido a pesar suyo, a causa de
e~ .un tono que se pretende respetuoso de aquel a quien se una realidad cada vez más insoportable. En una palabra:
~lrtge, y.que alega que nada es impuesto sino, por el contra~ por deber y sin placer. Lo que da lugar a lo que decíamos
no, explIcado; en suma, el niño encuentra en la voz mater- anterionnente: nada se presenta bajo la forma de un abuso
na una supuesta justa medida que demuestra (y, de ese mo- de poner distinguible como tal (lo que, por el contrario,
do, acusa) la desmesura de la voz paterna. Pantalla que pre- ocurre a menudo en el caso del padre): todo juicio de este
tende s.er protectora .contra el exceso de esta última y que, tipo parecerá inevitab'emente abusivo, injusto, culpable.
en realIdad, refuerza ante la escucha infantil los temores el Pero a ese discurso mesurado se le contrapone la desmesura
terror, que puede su~itar ~a voz del padre: ¡grande y cC:ns- de las acusaciones y de las reivindicaciones formuladas con-
tante debe ser el pelIgro SI permanentemente se le advierte tra el padre: bajo el aparente sentido común de una adver-
contra él! tencia se enuncia, en realidad, a través de la voz materna,
Ahora .bien, .
. el que escucha estas «advertencias», fuentes de
angustIa, tIene Sl~ duda la intuición de que repercuten en
la amenaza de que su voz es portadora: que «nunca tu deseo
pueda concordar con el deseo del padre ~ sino . .. ». La im-
los temores que SIente y en las reacciones que estos temores precisión de la advertencia refuerza inevitablemente el te-
provocan: pero, ¿ cómo podría· demostrar esta verdad cuan. mor de un peligro que acecha. El exceso de mesura que se
do, efectivamente, «eso grita» por un lado y «eso protege» contrapone a esta desmesura explica el sentimiento de des-
,p~rel otro? Queda l~, solución de desconfiar por igual del confianza que experimenta el niño, desconfianza cuya única
grIto y de la protecclon. Lo que el discurso materno dice causa evidente lo conduciría a designar al padre, mientras
cuando «habla», de la que lo enuncia y de lo que ella sient: que siente que esa búsqueda debería orientarse hacia la

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madre. Este es un rasgo característico del discuno materno do, la participac-ión por .;gual _u.t, l~S dos deseos de los ~ue
en su cara manifiesta. Otro rasgo característico de este dis- ha surgido el niño. Esta trasmlSlOn Incorrecta no es equ:va-
curse. es que, por lo general, en él falta un término: el goce lente a la no trasmisión presente en la madre del esqUlzo-
como placer experimentado en el encuentro entre los dos in- frénico. En el origen del niño, la madre puede reco~o.c:er su
tegrantes de la pareja y entre sus dos deseos. _ deseo de creación y el deseo del padre, pero a condlclOn de
Veremos que esta ausencia es necesaria para que en la ma- ue este último se presente como aquello contra lo cual debe-
dre y en la pareja pueda preservarse «el deseo malo», deseo ;án combatir la madre y el hijo. Es por la misma causa que
que no puede ser, por consiguiente, fuente de goce, pese a en su «deseo de hijo» un placer ético debe remplazar al
lo cual debe estar presente. placer a secas: de no ser así, debería reconocer que el deseo
En la relación de la madre con el padre y en las «relaciones» del padre puede dar placer, lo que es incoI?patible con la
entre ellos, en lo que se dice sobre la maternidad, sobre la situación de «conflicto permanente» necesana para los dos
relación con el niño, pero también con la propia infancia integrantes de la pareja. La consecuencia de e~ta pro?leI?a-
de la madre --elemento importante para que el sujeto pue- tica será que el discurso d:l portavoz .c~~e,cera del terrr:mo
da escribir su propia historia-, nada es referido a un efecto necesario para que en el mño la adqUlslclOn del lenguaje y
,de placer que remitiría sólo a un deseo de placer. Cuando se la adquisición de la imagen del c~:rpo conduzcan a dos es-
habla del placer de haber tenido padres, o de haber llegado pacios unificados. El «deseo de hiJO:>, a su vez, choca ~o~
a ser padre, se trata de un placer que se pretende hijo y pa- una paradoja: en efecto, se acompana con la orden explICI-
dre del deber cumplido o por cumplir. Todo lo que cae bajo ta de prohibirse realizar el deseo del padre; e~" pues, pa.r~­
este concepto debe adaptarse a una legislación de la que dójico, ya que se trataría de asum~r o de trasmitir la funclOn
está ausente la idea de un goce originado en el placer, yen paterna y, al mismo tiempo, conslder:'lr que el. deseo que la
la que solamente se «goza» por obligación. Podríamos decir subtiende está prohibido. Esta paradOja puede Ilus!ra~~e me-
que lo único que está en juego aquí es un deber que se COn- diante las dos fórmulas copresentes en la enunClaClOn del
vierte en placer por el solo hecho de que sería autoimpues- deseo por parte de la madre: «que el niño herede un deseo
to; no, en absoluto, la sublimación o la entrada en escena de hijo», «que el niño demuestre a los padres que su deseo
de la ley del padre, tanto si se trata del propio padre como de hijo es inaceptable». .
del padre del niño: en. este caso, el deber es autoimpuesto, En estos casos comprobamos que el deseo. del padre es In:
autoenunciado, autoejercido. El placer consecuente, único terpelado, el nombre del padre pronuncIado, y q~e ~sta
que puede ser valorizado por la madre, encuentra su razón presente y es reconocido ,el poder qU? se supo~<; que el eJe::-
de ser en el {(exceso» del que uno se muestra capaz en lo ce (y aparentemente aSI es). Pero InterpelaclOn, reconOCI-
que soporta y en lo que enfrenta. Sería arriesgado hablar de miento y nominación designan al padre como el ag<:nte.?e
una primacía de la pulsión masoquista o de la presencia en un deseo nefasto, de un deseo peligroso cuya reahzaclOn
la madre de' un rasgo paranoico. Este «exceso» es necesario suscitaría inevitablemente «el mal», (Personalmente, pen-
para que se preserve un «estado de conflicto justificado» con samos que es probable que. la madre ~rasfi~:a sobre el padre
el deseo del padre; solo él puede -asegurar que las cuentas una imago parental redu':lda a la ,:hmenslOn de u~ SImple
nunca serán totalmente saldadas, ya que siempre se podrá «otro» con el cual el conflIcto es pOSIble, lo que exphca tam-
argüir un retraso en el pago. El término «goce» está ausen- bién que el conflicto no pueda cesar. Si cesase, demostraría.
te, y solo analizaremos aquí aquello que en la historia in- en caso de derrota, que la imago pose!a ~e~lmente el. poder
fantil de la madre permitiría dar cuenta de él, debido a que que se le imputaba, que el terror se .JustIficaba, o bien, en
el sentido esencial, del que este concepto es portador, es el caso de victoria, que el otro nada tiene que ver co:: ~na
de una vivencia recíproca que anula toda contabilidad, to- imagen que solo su proyección le imputaba. En este ultImo
do suplemento o toda carencia entre lo que se experimenta cas¿, el objeto que se había creído re~ncontrar es, ;ruelto a
y lo, que se hace experimentar. Esta' ausencia en el discurso perder, el duelo se repite y puede surgIr la dep~e~l~n.)
Se probará que el padre tiene un deseo y se eXlglra que lo
del portavoz determina una trasmisión incorrecta del «de-
seo de hijo», que presupone, como el análisis nos ha mostra- tenga, pero a condición de que aporte la prueba, de que

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justifique la convicción ma'terna de que ese «deseo» es ne. 1adón de dependencia absoluta que, en lo referente a sus
fasto, y de que garantice que esta prueba nunca estará au_ eventuales consecuencias, nada tiene que envidiar a la que
sente ; que la madre encontrará siempre un deseo al que la madre ha podido e:;;tablecer con el bebé.
combatir, un deseo al que oponerse, un deseo que se tiene Refiriéndose al caso Schreber, Lacan señalaba ya el papel
derecho a calificar como ilícito. En su relación con el hom- cómplice que desempeña una realidad que confirma que esos
bre, lo que persiste parece repetir su resentimiento ante un padres pueden imponer reglas y reglamentaciones rígidas,
deseo cuyo primer destinatario fue uno de los padres: no se pero que son incapaces de situarse como agentes de una ley
le ha perdonado ni el haberlo negado ni el haberlo oca- de la que, ante todo, hubiesen debido reconocerse como su-
sionado. jetos. «Tanto si se cuenta, en realidad, entre los que hacen
Si nos referimos ahora a la realidad histórica de lo que el las leyes como si se sitúa como pilar de la fe, como parangón
niño «aprehende», se comprueba que la madre sabe y dice de la integridad y de la devoción, como virtuoso, servidor de
que no puede desear la realización del deseo del padre; las una obra de salvación de algún objeto o de alguna falta de
justificaciones que ella se da acerca de eso y la «realidad objeto, de la nación o de la natalidad, de la seguridad o de
paterna» que «escoge» permiten que esta formulación ten- la salubridad, de la ayuda o de la igualdad, [...] ideales to-
ga lugar en 10 secundario sin desmantelar su orden lógico. dos que no hacen más que ofrecerle infinitas ocasiones para
Este veredicto formulado por la madre en relación con el ubicarse en postura de carencia~ de insuficiencia, de fraude
deseo del padre no puede ser ocultado al niño, quien en- incluso, o sea, en resumen, de excluir al nombre del padr~
frenta un discurso que expresa el sufrimiento, las reivindi- de su posición en el significante» (las bastardillas son nues-
caciones y la amenaza y el derecho de réplica que suscita tras). Quién se sorprendería hoy al comprobar que ese «rec-
el deseo del padre. Suspenderemos ahora este retrato de la tificador de cuerpos» [redresseur de corps] que era el padre de
madre para ocuparnos de su partenaire. Schreber ese «deshacedor de entuertos» [redresseur de tort]
que ejer~ía su violencia en nombre de una ética que ocu}-
taba la pu'sión sádica, haya podido aparecer ante el hI-
En lo referente al padre jo como la encarnación de una verdadera fuerza, frente a la
cual toda resistencia habría sido vana e irrisoria. Espectáculo
Llama la atención la frecuencia con que se observan los si- destructivo que debía conducir inevitablemente a una de
guientes rasgos: 1) En relación con el deseo de la mujer, las siguien tes conclusiones: o toda Leyes mala, o la Ley
un mismo veredicto que la declara «mala» y «peligrosa» ejercida por el padre no es más que una serie de abusos ~e
para el niño. 2) El ejercIcio de un poder que se instrumenta poder, ilegítimos e imperdonables, la prueba de qLl;e DIOS
para trasfOrmarlo en un abuso manifiesto, que a menudo es malo, de que nada justifica legalmente las renunCIas que
asume una forma violenta. 3) Al mismo tiempo, o en una a uno se le imponen y a las que no p~ede <?ponerse, que. 10
fase que el niño descubre más tarde, los signos de una de- único que cabe esperar es que llegara el dIa en que DIOS,
cadencia social o la aparición de rasgos de carácter cuyo efectivamente se relacionará sólo con cadáveres, que se verá
aspecto patológico es totalmente obvio para el niño. 4) La así despojado' de las víctimas que busca para satisface~ sus
reivindicación de un «saber» que lo convertiría en deposita- propios objetivos. Los escritos del padre de Schreber eJem-
rio ¡rrefutado e irrefutable de un sistema edm;:ativo que se plifican en forma caricaturesca algunos rasgos a menudo
impone por la violencia y por el bien del niño. 5) Por último, presentes en el padre del paranoico: para el niño que la
en cierto número de casos, un rasgo que het.nos observado a padece y que asiste a sus excesos, es indiferente que la fuer-
menudo en el padre del esquizofrénico, rasgo que definire- za ilegal se ejerza en nombre ~e una étic;a, de. una ley, ?el
mos como un «deseo de procreación», que realizarán fanta- alcoholismo, de la psicopatologla, de la ViolenCia que aphca
scadamente planteando una equivalencia entre «alimentar» sobre él la sociedad.
.y «alimentar el espíritu». En· el lugar del pecho, que nunca Para concluir este apartado, diremos que lo que caracteriza
pudo 'dar, el padre se postulará como el único dispensador al discurso a través del cual cada progenitor 4:habla» de
del «saber»; a través de ese «don», intentará crear una re- su relación con el partenatre es la presencia de sentimientos

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en los que el conflicto se expresa constantemente y, a me-
nudo, también el odio. No porque pensemos que la relación
se fundamente solo en ello: lo que importa es el exceso que
1
!
se juega en ese encuentro es semejante a ~u fre~uencia. 3)
La exclusión del que mira aSUIlle un. sentIdo dlfer:n~e:. su
mirada no es excluida; lo es, en cambIO, todo aperCIbImien-
caracteriza a este discurso, y la infatigable repetición de los to de la emoción que lo visto y 10 aprehendido podrían pro-
mismos temas, afirmados con igual violencia. vocar en éL A menudo se tiene la impresión de que su I?i-
rada y su escucha son apreciad~s. por los actore;; = el tes!:go
es bienvenido; se acepta con facIlIdad que se~ _solo un m.no,
sabiendo que basta con esperar para que el nlno se conv~er­
6. Lo que el niño «apre.hende» y la ta en testigo digno de fe al que cada uno le demostrara el
«teoría delirante sobre el origen» fundamento o la supremacía de sus gritos, ?e sus amenazas,
de sus exigencias, sin que por eIlo se le pida en momento
En uno de sus artículos, Freud escribe: alguno su o p i n i ó n , . .
La erotizaóón por parte del mño d~ lo apreh:ndIdo ~n la
«La excitación sexual -se produce como efecto marginal en escena en la que se expresa y actuahza el conflIcto e~ :ndu-
toda una serie de procesos 'internos tan pronto como la in- cida y reforzada por la sexualización que le ha surmmstra-
tensidad de ~ste proceso supera ciertos límites cuantitativos. do previamente la pareja y por el placer en «mostrarla» de
Más aún, es posible que en el organismo nada importante que da cuenta la exhibición que la acompaña. . .
ocurra sin que contribuya de algún Illodo a la excitación Se impone una última reflexi?n: aun~ll:e el co~oclmlento del
de la pulsión sexual. En virtud de ello, la excitación del do- término «goce», en su sentIdo ~anomco, esta ausente. del
lor y del displacer también debería tener esa consecuencia. «saber» del niño, no ocurre lo mIsmo en el caso del «OdIO»;
Esta coexcitación libidinal, en el trascurso de la tensión del nunca su conocimientó interior de este será tan profundo y
dolor y del displacer, sería un mecanisIllo fisiológico infan- evidente COIllO en la primera fase de su existencia. Ello. dará
til que más tarde se agota».79 lugar a su tendencia natural a ~plifi~a:, hasta esta dImen-
sión, todo 10 que más tarde podra relatIVlz.ar y tI'asformar en
Mu.tatis _mutandis, esta hipótesis puede extrapolarse a la in- cólera enoJ'o rencor, En la escena exterIor, cuanto mayor
terpretación escénica que forja la psique acerca de todo , , d'
es la cantidad de manifestaciones de o 10 que aparecen,. ma-
acontecimiento presente en -la escena exterior y que, para yores serán sus equival;nci~~ y SU identid?-d con esta viven-
ella, es fuente de una emoción intensa: sea porque es testi- cia que él conoce, y mas dlfIctles de cuestu~nar., ,
monio de una experiencia vivida por los actores en esa mis- Esta situación remite al niño un mensaje que el debera
Illa tonalidad afectiva, sea porque el intérprete proyecta di- adecuar a las exigencias de la intelig¿.bi~i~ad X de la «pu~sta
cha interpretación sobre los signos percibidos. Ello determi- en sentido». La creación de una slgmÍlcaclOn, compatIble
na que, para el «director de escena», en un primer momen- con lo aprehendido y con la exigencia identifi~atoria d~l Yo,
to de la actividad psíquica, toda representación de un es- será la tarea de la que se ocupa el «pensamiento del~rante
pacio ex.terjór cargado «de, sonido y de furia», tanto si se primario» y la «teoría delirante infantil sobr~ el Origen»;
trata del sohido del duelo, ael conflicto, del dolor, del odio de ese modo, conflicto y deseo, ~stado de pareja y est,ado de
o del amor, se presenta como un equivalente de una escena odio serán sinónimos, y el conflicto de los dese~s ser?- plan-
primaria stricto sensu:, la visión del coito parental, que de teado como causa de los orígenes y de su propio orIgen. A
hecho da lugar a una intensa emoción, no será diferenciada diferencia del esquizofrénico, el paranoico puede plantear
de otra visión si implica úna misma reacción emotiva. F~n así como origen propio dos deseos, darles lugar en ~u figura-
las situaciones aquí relatadas, se observan tres factores par- ción de la escena primaria. Este «pri~er pensamIento» so-
tiCulares: 1) La pareja erotiza efectivamente el enfrenta- bre el origen le permite escapar al pehgr<? de poder repre-
miento ,conflictivo, 10 vive con gran intensidad afectiva, lo sentarse únicamente COIllO fragmento colomzado por el deseo
que muestra que es en primer lugar, para ellos misIllos, el del Otro Absoluto, pero confronta a la actividad ~síquica
sUstituto de una relación sexual. 2) La intensidad de lo que con una elaboración que, irremediablemente, marcara y des-

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~.­
,1
viará el trayecto que huhiese debido recorrer. Engendrado ¡
«un» sentimiento hacia el uno y «un» sentimiento hacia el
por el conflicto, efecto del odio, resultado de la realización otro: que entre sentimiento y conflicto la coincidencia no
de dos deseos, uno de los cuales debe ser siempre el que se es inevitable. Ese momento de idealización de la imagen
combate, el sujeto corre el riesgo de «descubrirse» como ob- paterna es inducido, indudablemente, por el temor del re-
jetivo contradictorio, como espacio desgarrado por dos de- torno a una relación de fascinación, petrificadora y petrifi-
seos antinómicos. A partir del momento en que conflicto y cada, con el representante del Otro; experienc~a ya vivida
deseo se trasforman en sinónimos, «ser deseante» y «ser en que ha enseñado que, inevitablemente, conduce a una r.e-
est,ado c.onflictivo», dese~ el deseo y desear el conflicto, y, nuncia al ser. Pero también interviene aquí la atracción que
mas sucllltamente, «sentir el deseo, sentir el conflicto, sentir sobre el Yo infantil ejerce a menudo la demostración de la
el odio» también se convierten en tales. Si el origen de la fuerza, del poder, de la autoridad, demostraciones sumamen-
existencia del sí mismo y del mundo, nunca separables re- te cercanas a su propia fantasía de omnipotencia y a las
mite al estado de odio, solo será posible preservarse com~ ser formas que él le da :en el juego, el ensueño y las historias
viviente, y preservar al mundo como existente, mientras que se relata a sí mismo. En este caso, sin embargo, esta idea-
persista algo que «odiar» y alguien que lo «odia» a uno. lización no puede evitar una maniobra de seducción. No es
Es esta la lógica que funda la relación paranoica con el posible «desear impunemente»: si se desea lo que uno de
mundo una vez que el delirio se instala, vale decir, una vez los dos desea, se desafía y se combate el deseo del Otro.
que se derrumban las defensas que pudo construir el sujeto. Ahora bien, ese «Otro» sigue estando provisto de los emble-
mas del poder; en lo que se refiere al aliado escogido, no
es mucho más tranquilizador. Será necesario, entonces, pro-
El sistema defensivo barle constantemente la fidelidad, la sumisión, ofrecerse tam-
bién como aliado de su placer y no solo de su derecho. Es
A partir de 10 que nos dicen estos sujetos sobre su infancia '! por ello que en estos sujetos la idealización, por un lado, pre-
adolescencia, se tiene la impresión de que intentaron enfren- serva la meta que siempre tiene -conservar un mismo obje-
tar las pruebas impuestas por la realidad del discurso pa- to soporte de catexia-, pero, por el otro, conserva inmodi-
rental mediante la elección de uno de los padres, con el ficada el componente libidinal: no se produce una inhibi-
que se aliaron en contra del otro, al que considerarán único ción de la meta sexual, lo idealizado es también lo erotizado,
responsable de los perjuicios que les dejan cicatrices indeh-,. el aliado, aquel al que se espera seducir sexualmente. La
bIes. Después de una primera fase de la que no queda I(-'-- tentación homosexual, cercana siempre a la vivencia para-
cuerdo alguno, en los casos que hemos seguido la elección noica, se origina en ello; se comprende mejor, entonces, la
se volcó sobre el padre. Superada la fase oral, en cuyo tras- intensidad de la angustia que reactiva y la necesidad del
curso la madre tuvo el predominio absoluto, como en todo desmentido feroz que le contrapone el sujeto.
sujeto, aparentemente el niño buscó en el padre un aliad() En ese primer momento de la historia infantil, se observa,
poderoso que le permitiera tomar una cierta distancia en entonces:
relación con el portavoz y esperar que el llamado al deseo
del padre no caería, lllevitablemente, en el vacío o en (') 1. La «puesta en forma» de una «teoría delirante primaria
abismo del mal. M omento de idealización de la imagen pa- sobre el origen» que otorga alodio y al conflicto el papel
terna, momento de resistencia contrapuesto a la madre. pero, que, en otros casos, desempeñan el deseo y el amor.
sobre todo, y en primer lugar, tentativa de proyectar en es- 2. La autopercepción conflictual de uno :mismo en toda
tos dos soportes exteriores (particularmente adecuados en oportunidad en la que uno se percibe como dese~nte. Entre
es.te caso para desempeñar ese papel) la escisión y el COI J- el sí-mismo y el mundo, el sí-mismo y la pareja, los dos
fllCtO que desgarran su propio espacio psíquico. Si lo «bue- deseos de la pareja, se repite la misma relación. La erotiza-
no» y ,lo «malo» se enfrentan en el exterior, es posible ver!ie ción de los signos del conflicto los trasforma en equivalentes
como una «unidad», aliarse con una de las «mitades» de la de una escena primaria y -de una puesta en escena de los
pareja para combatir a su lado y penSar que se experimen1.<.t orígenes, en las que el deseo del engendrante y el deseo del

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engendrado son, -al mismo tiemp.o, «deseo de combatir un lugar del odio, lugar en el que es imposible decidir qué es
d~seo»,. y en las que el placer eXige el enfrentamiento y la la verda~ y qué no lo es .. Ello determinará, por lo general,
VIOlencIa. un cambJo de rumbo: se mtentará preservar la idealización
3. La elaboración , de .una del padre, aunque en «negativo»: vuelve a convertirse en
, primera
. defensa ' eficaz contrae1
lo que afirmaba acerca de· él el discurso materno, el lugar
re.t orn,o ~ una y,?slclon esqUIzofrénica pero que, COn igual
eÍlcacla, lmpedlra al Yo el acceso a un orden estructurant de un deseo malo pero que, sin embargo, perdió gran parte
· . ~ del brillo con que se 10 había adornado, deseo contra el
a u~ f U~CIO?~mlento a~orde con el discurso del conjunto.
La ldeahzaclon de la Imago paterna, la alianza realizad cual se combate aliándose a la víctima. Ese cambio de rumbo
pa~a que el conflicto intrap~íquico pueda proyectarse al ex~ idealizará al «sufrimiento» materno y, así, el «ama» se con.
tenor, y para que-las dos mItades de la pareja se conviertan vierte en la «pobre mujer» que hay que proteger. Solución
e~ soportes e~ !?s que sea posible proyectar su descuartiza_ frágil, ya que la alianza se realiza en beneficio de los «per·
mIento, su eSCISlon y Su "«ruptura» [cassure] )80 son los medio s dedores»; en cuanto al «verdugo» que se acusa y se comba-
a qu~. ~e ape1a para f Ijar un mecanismo proyectivo que te, no es posible olvidar por completo que es, también, al-
p~rmltlr~a «verse» como un e~pacio unificado, plantear una guien del que se ha descubierto que es portarlor de los signos
dlfert?ncla ,entre deseo y conflIcto, amor y odio. Imagen que del abuso y de la mentira, alguien que, a veces, es acusado
solo dusonamente puede ser unificada: los diferentes peda- por la ley de los deIrlás.
zos del e~pacio .Y de la imagen del cuerpo no ofrecen un Esta solución por 10 general se revela precaria; cuando lo-
fr<;nte umdo mIentras se pueda pretender que libran un gra mantenerse, se manifestará, habitualmente, lo que lla-
mIsmo combate, que hacen propia una misma causa, Si se mamos «carácter paranoico», expresión sumaria que utili-
produce una derrota, se los verá dislocarse y abandonar la zamos por carecer de· otra mejor. Designa al conjunto de
partida en orden disperso. rasgos signados por una cierta rigidez, la convicción de sus
derechos y de su saber, es decir el «conjunto pantalla» en
Ahora bien, por 10 general ~ste tercer tiempo tropezará con que lo más rígido es la apariencia y que permite entrever,
un cruel fracaso; ante la mIrada más madura del niño el en la retaguardia, el abismo en que pueden caer en cual-
padre .le revela la. !legalídad de su fuerza, 10 que muest~an quier momento estos sujetos. Cuando el paso [pas] se tras-
sus grItos en relaclOn con lo que le falta, los signos irrefuta- forma en traspié [filuX pas] se constituirá la sistematización
bles de una ruind~d qu~ no se le perdona o de una patología del pensamiento delirante primario: el tnundo llegará a ser
qu; ~f~nde. La VIolencIa y la fuerza manifiestan la miseria, tal como lo remodela el delirio paranoico, para que lo ca-
la lrrISJÓn, el fracaso que recubren. La rigidez del legislador rente de sentido de la situación a la que 10 proyectó su na-
r:vela los ~busos 9-ue comete en nombre de una ley que trai- cimiento vuelva a adquirir sentido.
CIona, las IdeologIas y las grandes ideas son desmentidas con El delirio permite volver a dar acceso al campo de la signi-
crudeza por el «pobre tipo»: en efecto, es así como aparece ficaci6n a esta imagen del mundo de la que es responsablt,:
ante a<;luellos de los que pretende ser el defensor. Esa visión la organización de la realidad familiar que encuentra el su-
decepCIonante es intolerable: el que mira se ve dominado jeto: 'p~ra e~lo, remodela lo aprehendido y lo vi~to siguie.ndo
por el «horror de la ruindad», que es la forma en la que se una loglca Slll fallas, acorde can el postulado sobre el origen
e':'P resa , en este caso, el horror de la castración. Con la· pér- creado por el pensamiento delirante.
~hda. del soporte de su i~eal.ización y de su posibilidad de
IdealIzar una de las, do~ lmage?;s, de ser aliado de ella y
de encontrar en. el amblto fa~dlar U{! lugar y una VO;l en 7. Las tesis defendidas en el
los que la verdad -Y la ~e~ ~starlan presentes y serían verifica-:- proceso al per se guidor
bIes, desaparece la pOSIbIlIdad de preservar en la escena ex-
terior 'l? que había proyectado en ella. De ese modo, se co- Concluiremos estas Gonsideraciones acerca de la problemá-
rre. el nesgo de que lo que estalla .en pedazos en esta escena tica paranoica insistiendo en las particularidades de la re-
obhgue al qtle· mira a aprehendersecomo lugar de conflicto, lación con el perseguidor tal como se manifiesta en ella; de-

274 27.5
jaremos de la?o aquello que, por el contrario, forma parte
de los rasgos sIempre presentes en esta relación. No hablate_
1
1 datos vuelven a plantearnos el problema de la relación que
existe entre el rol que se le imputa al perseguidor y el rol
~os entonces ?el rol que desempeña la idealización, ni del que hubiese debido desempeñar la función paterna,
vmc~lo erogemzado .que l!ne entre sí al perseguido y al per- ¿ Quién es el perseguidor para el paranoico? Sumariamente,
L
segUIdor; estos son InvarIantes que están presentes en toda podemos discriminar dos casos: 1) Aquel (el más peligroso
relación psicótica con el último y único objeto que el sujeto por sus consecuencias) en que el perseguidor es conocido,
ha logrado preservar del naufragio en el que se hundieron representado por un sujeto definido que puede formar parte,
sus restantes bienes. a menudo, del medio familiar. 2) Aquel en que está repre-
En contraposición .a la esquizofrenia lo que llama la aten- sentado por una «clase» -los judíos, los capitalistas, los
ción el! la. paranoia es lo que llam~remos la exigencia de masones, los jueces, los desposeídos-, extrapolación que in-
comumcacton. La :certeza que ofrece todo delirio sólo ad- tenta mediar, con éxito, un conflicto directo que puede con-
quiere valor, en este caso, al ser puesta al servicio del dere- vertirse siempre en una lucha a. muerte.
cho y del deber específicos que se atribuye el sujeto: hacerla A la «clase» se la combate; esperar destruirla en su totalidad
compartir e imponerla a los demás. Nunc·a se ha aceptado es una tarea cuya imposibilidad se reconoce: en lugar del
perder esa realidad que, según la expresión de Freud, se «re- asesinato, los escritos, las reivindicaciones, los procesos, per-
modela»: nunca se ha consumado realmente el «retiro de miten saciar una justa de sed de venganza. Otra ventaja: al
cat:exia».El mundo ha seguido existiendo, y es porqúe se proyectar al perseguidor al orden de la clase se proyecta
requiere que persista como mundo viviente que se lo debe también al orden de una clase al perseguido; de ese modo,
conformar a un orden, a una ley, a un conocimiento que los es posible encontrar «aliados» en ambos campos. Se repite
otros han olvidado o traicionado. Lo mismo ocurre en lo así la posición ocupada en su momento por el niño.
referente a los «otros»; también en este caso el combate La función de los aliados es doble y cumple un importante
que libran, al igual ,que las exacciones a las qu'e ellos lo so- papel: 1) En lo que atañe al sujeto, le permitirá negar el
meten a uno, constituyen la prueba irrefutable de un reco- lugar de excluido en que los otros, de hecho, lo encierran, y
nocimiento recíproco de uno por parte de los otros y de los preservar la convicción de participar en un «conjunto», es-
otros por parte de uno. El sistema lógico que subtiende la pecie de «mayoría silenciosa» (¡y cuánto!) forjada por su
relación persecutoria retoma por su cuenta el postulado sobre imaginación, mayoría de la que se convierte en encarnizado
el origen que él trasforma en dogma: para que haya un exis- defensor. 2) En lo que atañe al perseguidor, los aliados
tente y par3; que haya un mundo se requiere que entre los cumplirán un papel de intermediarios, al permitir al sujeto
dos el confhcto no pueda agotarse, que persista en estado disminuir en una medida aún mayor el riesgo de un enfren-
de actividad continua, gracias a lo cual coinciden la oferta tamiento con el·énemigo. Mediadores que actúan bajo el
del odio y la oferta de la vida. En la escena del mundo es dominio del poder de un «jefe» ausente o desconocido, y no
proyectado el modelo de la escena primaria: ellas se confir- son, así, directamente responsables de las desgracias que le
man mutuamente la verdad de su mensaje y nos revelan ocurren; a menudo son víctimas de lo que se los obliga a
cuáles son los últimos bastiones que protege el delirio: un hacer y dan siempre testimonio de las buenas razone's para
saber sobre la dualidad de la pareja que ha remplazado la odiar al dueño de todo ese poder, tan nefasto como des-
categoría de la diferencia mediante lá categoría de lo anti- mesurado.
nómico, lo que es también una forma de no caer en el caos Se recurre a todo lo que evite un enfrentamiento directo:
&.10 indiferenciado y de ofrecer la posibilidad de preservar la clase permite que sea protegido del odio un objeto cono-
la catexia de lo «exterior a sÍ». cido y cercano, los aliados permiten que ese sustitu to, por su
Esta proximidad entre la interpretación del orden del mun- parte, permanezca alejado e inconocible y, de todos modos,
do que defi~nde el Yo '! ~a puesta en escena de la pareja pa- «intuible», lo que disminuye aún más las probabilidades de
~ental mediante la actiVidad de lo primario, la lógica irre- develar el engaño. Engaño cuya urgencia e importancia se
futable' del sistem,a delirante a partir de su postulado inicial, comprenden cuando se aprecia lo que puede ocurrir si fra-
la certeza del suJeto de hablar «según la ley»: todos estos casa: la pulsión homicida actualizada sobre sí mismo o so-

276 277
bre los representantes del Otro. Esa evitación preserva tam- térprete fiel y hered8ro legítimo. Se tiene la impresión de
bién la posibilidad del sujeto de conservar una catectización que, en su relación con el discurso, como lugar en que la
de la escena exterior, a la que no quiere renunciar. A dife- verdad debe ser posible y no arbitraria, el paranoico logra
rencia del esquizofrénico, el paranoico no se refugia en el preservar un lugar para un enunciado sobre los fundamen-
autismo; existe porque, y mientras, los otros existen, pero no tos garantizados por una voz diferente a la suya propia. Sin
existe ni para, ni por, ni con, sino contrá. embargo, úna vez planteada esta tercera instancia, todos los
intermediarios que podría encontrar y gracias a los cuales
debería reconocer la universalidad de la ley y de sus aplica-
La razón de la persecuciórt ciones se convierten para él en «los otros», a los que acusa
de no haber comprendido o de haber traicionado el pensa-
También en este caso se suele observar la presencia de si- miento . del fundador: aSÍ, es necesario desmistificarlos o
militudes. Si se lo detecta, si se lo odia, es a causa de un cOlnbatidos: la fantasía de autoengendramiento es rempla-
«bien» que sólo él posee, bien privilegiado que puede per- zada por una «fantasía» de filiación particular, puesto que
tenecer a diferentes dominios pero que, por lo general, con- él apunta a la exclusividad de los derechos de herencia.
cierne a un «saber», fuente de un «poder» que se tiene de- Compromiso mediante el cual, en cierto modo, se le preserva
recho a ejercer por estar fundado en el orden de la verdad. un lugar a la función que el sujeto no ha podido acordar al
Agreguemos que en el registro del saber, al igual que, a me- enunciado de los fundamentos, lugar que sólo puede ocupar
nudo, en el conjunto del discurso, esta justificación reposa un referente particular que permite escapar al cierre de una
en un «fragmento» de verdad: ella designa una cualidad autorreferencia exclusiva. Pero, como contrapartida, ese com-
que el sujeto posee realmente, y que él se limita a idealizar promiso exige que las tablas de la ley se trasmitan a un pro-
en forma megalomaníaca. En gran cantidad de casos lIama fetá único, que solo se encuentren infieles. que se niegan a
la atención la frecuencia con que esta «razón» es parte actÍ- recibir el mensaje verídico.
va del campo social y comparte sus ideologías: la función Esta es una de las causas que determinan que el autodidacta
de esa «razón» es también probar que, lejos de estar exclui- sea tan frecuente entre los paranoicos: entre el «saber» y su
do de este campo y lejos de excluirse de él, es el objeto trabajo de apropiación, entre el texto y él mismo, como úni-
del «interés» constante de uno, del mismo modo en que uno co heredero legítimo cuyos derechos son fundados y proba-
lo es de él, sin tregua y sin riesgo de olvido: lo social y el dos por una ley, el sujeto no puede aceptar que haya ni in-
sujeto remiten uno a otro. termediario ni partición. De este modo, el paranoico sigue
Pero, asimismo, consideramos que esa referencia a la clase, pudiendo y sabiendo contar hasta tres: él, el referente, los
a los aliados, a un saber que se posee acerca de la ley, el otros. Trinomio que retoma una triangulación presente en
orden, la justicia, como el dogma que el sujeto hace suyo, la escena primaria, que evita el retorno a una relación dual,
son consecuencia de un carácter específico y que, en mayor pero que revela el defecto de la primera triangulación y la
medida que cualquier otro, muestra lo que separa a esta fragilidad de sus cimientos.
problemática de la del esquizofrénico: la posición de here-
dero que defiende el paranoico. A partir del punto en que nos encontramos, y a la espera de
poder ir más lejos, digamos que el rasgo más decisivo en la
problemática paranoica concierne a su relación con el padre.
El heredero legítimo A partir del conjunto de sus relatos, se impone la idea de
que, efectivamente, existió una primera fase en la que hubo
El paranoico no pretende ser fundador de la verdad del sa- cierta coincidencia entre el padre real y el padre idealizado,
ber que reivindica. Por lo común, su discurso se refiere a un en positivo o en negativo; el niño ha dotado a un padre real
·dog~A., una secta religiosa, una ideología, un discurso social, con los atributos de la omnipotencia, y de una omnipotencia
una verdad científica de la que no pretende ser el creador, cuya confirmación se manifestaba en una violencia real ex-
pero en relación con las cuales se postula como el único in- plícita o intervenía, efi forma más velada, mediante la im-

278 279
que su propio padre siempre había tenido vergüenza de Cuando M. R. se casa con una joven francesa, cuando da
ella, que por eso nunca la mencionaba, que era una especie nacimiento a hijos mestizos en los que se presentan las dos
de «tara» -los términos son de M. R.- de la que todos razas en forma manifiesta, parece querer repetir, a su m2.-
se sentían culpables como si se tratase «de un mal vergon- nera, la elección del bisabuelo. Pero, de ese modo, M. R. se
zoso». Aparte de M. R., por lo que sabernos, nadie en la ve confrontado con la realización de un «anhelo» que, se-
familia gusta del juego; en su relato, por otra parte, nos lla- gún descubre, es insostenible. La mujer que ocupa el lu-
man la atención los «rasgos» que M. R. parece tomar de los gar de la primera madre de la leyenda familiar, al reinsertar
diferentes miembros de s~ familia, en una tentativa siempre en el circuito a una «madre blanca», revela a M. R. lo
abortada de encontrar, fInalmente, una referencia identifi_ contradictorio e inasumible de su posición identificatoria y
catoria unificante y estructurante. de su relación con la mujer: 1) «Blanca», al igual que la
En ese primer croquis que M. R. nos proporciona acerca de otra, se le aparece provista de las insignias que él siempre
los personajes de su drama familiar, nos interesa particular- deseó poseer, pero, de ese modo, le demuestra también que
mente la repetición por parte de M. R., su padre y su abuelo no es suficiente con que exista una «madre blanca» para
de la extraña relación con la mujer. Todo ocurre c'omo si que él no sea ya «negro» ante los otros. 2) «Mujer», como
el padre y el abuelo nunca hubiesen perdonado el rechazo la madre y la abuela, pertenece a la raza de las cosas degra-
qu~ les manifestó la familia de la joven noble, familia que dadas, de los objetos por los que se siente vergüenza; en su
sera, para ellos, el clan de los enemigos, y como si, a la in- condición de «blanca», el menor conflicto que surge entre
versa, se hubiesen situado como los únicos herederos legíti- ellos la convierte en la aliada del clan enemigo, de los que
mos de un título al que, en verdad, no tienen derecho algu- lo han rechazado. 86 3) Además, lo hará padre, y padre de
no. M. R. nos dirá que hasta los últimos años había firmado dos hijos mestizos. M. R. nos dirá que al mirar a sus hijos
R. de ... , añadiendo a su patronímico el de la bisabuela. los sentía y se sentía «raro». En efecto, ¿ cómo podría reivin-
Ahora bien, el. l?adre y el abuelo se casaron con mujeres dicar lo que en ellos es «negro», color que desde siempre
malgaches y VIVIeron en la «vergüenza»: vergüenza de la rechazó, y cómo podría no ver en el lado «blanco» los signos
mujer que j~ega, ver.güenza de la mujer analfabeta, vergüen- de la raza a la que pertenecen los que rechazaron al bisabue-
za de la mUjer de pIel negra. Esa vergüenza aliada a la fi- lo y a los descendientes? Las diferentes escisiones que M. R.
liación imaginaria que borra a la madre re~l en beneficio había instaurado entre la bisabuela buena y víctima y la
de la bisabuela legendaria, se presenta tal cual en el propio familia de esta rechazante y detestable, entre el padre al que
M. R. En la admiración que siente por su padre ocupa un se admira y la madre que avergüenza, entre el padre que
lugar importante la fu.nción que asignaba el discurso pater- se combate y la madre que se defiende, son quebrantados por
nal al nombre de la bIsabuela: «Eres un ... : no lo olvides. este «mestizaje» viviente que aparece en la escena de lo real,
~eb~s mostrarte digno de ~s.e nombr~». Ese «nombre», que producto de su carne y de la de su mujer, y que puede obli-,
mngun hombre de esta famIha ha llevado (justificadamente garlo a reconocer que nunca lo blanco y 10 negro estuvieron
PO: cierto), desempeña el papel de un derecho y de u~ totalmente separados, sino que estuvieron totalmente con-
Í undidos en un mismo espacio, en un mismo cuerpo, en un
«~len» del que se los habría despojado, pérdida injustificada
e Imperdonable que, al mismo tiempo, legitimiza todo aque- mismo sujeto. M. R. no puede enfrentar tal reconocimiento:
l~o que, en la conducta ~~l linaje masculino, podría ser cri- responderá a esta confrontación, que zapa el terreno sobre
tIcable - y de hecho crItIcado-- por el medio social. Ese el que había construido sus defensas, mediante la sistema ti-
«nombre» excluye también a los hombres del conjunto racial zaciónde la interpretación delirante. Podrá entonces volver
al que los dos últimos pertenecen y, lo que es más importan- a dividir al mundo en «blanco» y «negro»: todo lo que es
te, Instaura en el orden de la filiación un sistema totalmen- «negro» -que comprenderá al conjunto de los que consi-
te arbitrario, que hace descerider a los hombres de las tres dera, por lo general justificadamente, como explotados in-
últimas .generaciones directamente de una «primera ma- c1ependieJ;1temente de su color- será situado dentro del cam-
dre» 85' (la bisabuela) y excluye a las dos «madres reales», po de las víctimas que deben ser vengadas.
de las que se tiene vergüenza.

290 291
I
I
1,
3. El viraje mo; en todo caso, eso es lo que la gente me decía; yo sufría,
gritaba de dolor, ellos no comprendían, decían que yo no
tenía nada y que era una comedia. Un día hice tanto ruido
a. La realidad mutiladora que un profesor vino a verme, dijo que me hiciese una ar-
teriografía y me operó ese mismo día. Me quedé tres meses
«A partir de esta época, yo sabía que estaba enfermo, que en el hospital, tenía grandes cicatrices y una hemiplejía del
no tenía por qué odiar a la gente o a la sociedad, que era lado izquierdo que de'iapareció luego. Me-sentía condenado
yo. En ese momento comencé a tomar conciencia de que y me decía que no era capaz de matarme. Tenía la impre-
era en mí que algo no funcionaba. Le diré: tengo la impre- sión de que para mí existían solo los desgraciados, los enfer-
sión de que soy como un salvaje que no digiere, no com- mos, los presos. Creí también que sería definitivamente un
prende, no ha asimilado algunos problemas, y empiezo a disminuido, alguien que no volvería a tener su cerebro como
tener miedo. Tengo la impresión de que este miedo; esta antes, que podía quedar paralizado, y pensaba también en
a.ngustia que me domina, es de allí que viene, es este miedo los tres meses que había sufrido, que se habían burlado de
el que intento analizar como si fuese un salvaje que comien- mí, que no me habían creído, diciendo que yo hacía todo eso
za a temer que el sol se le venga encima. Cuento con alguien a propósito para recibir una indemnización o porque me
para ayudarme a comprender, para decirme lo que es nor- rrustaba molestar a la gente. Incluso después de la operación,
mal y lo que no lo es, porque para mí este miedo es más durante los meses que pasé en el hospital, no tenía un centa-
fuerte que yo, como mis angustias, no puedo controlarla, vo y los médicos me curaron bien, pero me trataron sin ama-
cuando las tengo ya no puedo hacer nada, tomo remedios, bilidad. Cuando yo les preguntaba si mi enfermedad iba a
me hacen sentir liviano, pero eso no dura. No me atrevo a tener secuelas, no me respondían o me decían: ya verá. Es
pensar en el día siguiente, y al no pensar en el día siguiente en ese momento cuando empecé a acostumbrarme al olor
intento escapar a la angustia; no puedo prever, es esto lo de la suciedad, de la pobreza, yo mismo me había convertido,
terrible en mí, si pienso en el día de mañana tengo miedo cómo decirlo, en podredumbre; me rebe'o al pensarlo pero
de pensar demasiado lejos y vienen el miedo y la angustia». soportaba eso, me parecía natural, que era lo que me co-
rrespondía. A partir de esta época, yo sabía que estaba en-
fenno ... ». (Viene luego el fragmento que hemos relatado
b. El castigo merecido anterionnente. )
Ese momento a partir del cual M. R. «sabe que está enfermo D~ ese modo, es a partir del momento en que M. R. es so-
y que no tiene por qué odiar a la gente o a la sociedad» sur- rr etido efectivamente a una trepanación, en que se despierta
ge en un contexto sumamente particular: poco tiempo des- con hemiplejía, en que se ve rodeado por la host~lidad o~ al
pués de su salida del hospital, M. R., en lo que parece ha- menos, por la indiferencia despectiva de un medIO hospIta-
ber sido un rapto de angustia, tiene un intento de suicidio lario que calificó como comedia a sufrimientoss absolutamen-
arrojándose contra un camión que pasaba por un camino te reales, es en ese momento cuando, repentinamente, torna
en el que él estaba tratando de que lo levantara algún vehícu- conciencia de que algo no funciona en él y de que no tiene
lo. Aparentemente, no recibe ninguna herida y puede volver por qué adjudicárselo a la gente o a la sociedad. Veremos
tranquilamente a París; allí empieza a sufrir dolores de ca- . más adelante que esta «crítica» de las ideas delirantes es ab-
beza agudos, vértigos, pide ser hospitalizado y entra en el solutamente ambigua. Lo que desearíamos destacar aquí es
servicio de neurología de un hospital general: la respuesta muy singular de M. R. cuando en la escena de
lo real encuentra efectivamente la negligencia, la malevolen-
«Durante siete días, me hacen exámenes, punción lumbar, cia y la injusticia, Cuando la realidad se asem~ja.' tanto co-
radiografías y me dicen: no tiene nada. Yo ve'ta siempre mo es posib'e, a la interpretación delirante a przorz de M. R.,
objetos que se desplazaban a mi derecha y sufría horrible .. cuando el cuchillo del cirujano penetra efectivamente en su
mente, era quizá lo que la gente llama un muy mal enfer- cavidad craneana sometiéndolo al riesgo de mutilar su pe n-

292 293
~"

Ii

samiento, M. R. decide que hasta entonces na «delirado~ suma más simple, puede tener actitudes violentas, aunque
-aunque no es ese el ténnino que utiliza-, que la gente no se arrepienta inmediatamente después.
lo odia y que es él quien está enfermo. En una forma inespe- Durante los dos o tres años posteriores a su matrimonio, y
rada, y que nos parece sumamente específica de este caso, que coinciden con su «toma de conciencia», M. R. logra
se apropiará del discurso del agresor, representado por el preservar un equilibrio precario, que descansa en la relación
cuerpo médico, se ubicará como un objeto a examinar, un que mantiene con su mujer y con su médico: la primera
objeto «enfermo mentalmente» (son sus propios términos) parece tener la función de asegurarle su superioridad, su
y renegará de sus certezas pasadas. saber, el correcto fundamento de su rol de protector de los
débiles; el segundo, que eS también catectizado positivamen-
te, parece protegerlo contra los «perseguidores», permitién-
c. El goce masoquista: el segundo matrimonio y el obje- dole valorizar su «conciencia», y por ende su «saber», acer-
to degradado ca de sus trastornos y dominar así, en parte, una agresividad
que corre el riesgo de traducirse en actos.
Esa inversión, a muy breve plazo, será seguida por la entra-
da en escena de pulsiones masoquistas intensas que alternan
con impulsos agresivos y fantasías sádicas también violentas. 4. El presente: el fantaseo sadomasoquísta
E_n este contexto se sitúa su segundo matrimonio, que, una
vez más y en forma caricaturesca, retoma por cuenta pro.. Cuando encontramos a M. R., ese momento de calma se
pia, no ya la elección del bisabuelo, sino la elección del abue- encuentra sin duda en peligro. Pese a que sigue casado con
lo y del padre. En efecto, se casará con una joven retardada su mujer, se encuentra desde hace varios meses sin trabajo,
profunda, incapaz de leer y escribir, definitivamente «anal- vive en forma relativamente marginal y muestra los signos
fabeta». Hija de un padre alcohólico que intentó empujarla de un profundo desamparo. A lo largo de las seis entrevistas
a la prostitución y que en el curso de una pelea la hirió en nos han llamado la atención los elementos de la historia fa-
un ojo, lo que obligó a extirpárselo, ella se encuentra así, a miliar, tal como los hemos relatado, salvo en lo que se refiere
los veinte años, tuerta, con uria herida en el rostro e inter- a tres hechos:
nada en un hospital psiquiátrico: allí la conoce M. R. y
decide casarse con ella. La primera mujer, a la que había 1. La contradicción notoria que existía entre una crítica
podido ver como copia y heredera de la abuela, es de esta de las «ideas delirantes» que M. R. «exhibía en forma cons-
manera sucedida por el «objeto· degradado», vergüenza de tante y un deseo evidente de convencernos de ellas y tam-
la sociedad, en la que «el cerebro está oscuro», expresión bién de convencerse a sí mismo y la actividad constante de
con la que describe los momentos de ausencia y de llanto estas mismas ideas. frente a las cuales, en realidad, no podía
inmotivado que dominan a menudo a su mujer. Sin embar- tomar la menor distancia.
go, ese segundo matrimonio tiene una acción más bien po- 2. El pasaje brusco e imprevisible, en el curso de una misma
sitiva para M. R.: él dirá que gracias a su mujer ha podido, entrevista, de momentos en los cuales, con la mayor calma
durante dos años, reencontrar un lugar y tener por primera y lucidez, nos relataba su historia, intentaba comprender y
vez en muchos años un domicilio fijo. La relación que man- descubrir qué elementos perturbadores podía tener la conduc-
tiene con ella recuerda en cierto modo algunos rasgos de la ta de los personajes familiares, y momentos durante los cua-
relación del padre con su propia mujer. Por un lado se postu- les M. R. se veía visiblemente dominado por su fantasía en
la como su protector, lo que, efectivamente, en cierto senti- el hic et nunc de la sesión, se levantaba, pasaba del tiempo
do es: el qu~ tiene el saber y gracias a quien ella puede vivir imperfecto al presente y revivía ante nosotros, con similar
fuera de un hospital psiquiátrico. Por otr<;> lado, trata a me- intensidad, el episodio del que nos hablaba y que Se había
nudo a i!ste «objeto a proteger» corno a un objeto en el sen- producido algunas horas o dias antes.
tido más literal del término: capaz dp. montar en cólera en 3. U na oscilación continua, en sus vivencias fantaseadas
forma irracional cuando ella se muestra incapaz de hacer la conscientes, entre una posición m·asoquista en la que ~xpe-

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.•.~

cimentaba visible goce imaginándose reducido a ser un ex- mutilación después de la mutilación. me doy cuenta enton-
c~e~nento, hundido en la tierra, maltratado, y un argumento ces de mi locura, y es eÍ terror: ¿ qué es e~a idea que me
sadlCO en el que, con un placer igualmente intenso ponía pasa por la cabeza? Aquí me siento un monstruo y es enton-
en escena las torturas que podía hacer sufrir a tal o ~ual de ces el deseo de destruirme a mí mismo para escapar a todas
sus ~<perseg~idores», al igual 9ue a cualquier transeúnte que esas fantasías que me asustan, imagino esas cosas, esas ideas
hubl:se~podldo ten~r!a mala. Idea de empujarlo sin querer. que se presentan en mi cabeza, y después tengo miedo de
MOVlmIento de valVen contInuo, en que el ensueño sádico eso; y luego cuando me quedo sentado así, es en ese momen-
provocaba de inmediato y como reparación el ensueño ma- tO cuando tengo miedo, por ejemplo, usted ve, guardo ren-
soquista y este, a su vez, culminaba en la repetición del pri- cor a una persona, cuando yo había perdido un lugar, vo]-
mer :;trgument~, ya qu:, d~ no ser ~í nos dice (con razón), vía y empezaba a pegarle a mi perro, a darle puntapiés,
«el fmal de nu, ensueno solo podna ser mi propia muert(., luego quería romper algo, por otra parte rompí cosas, y
sol~ me quedana matarme, perderme verdaderamente bajo luego me digo: ¿pero qué es? Y allí el problema esencial,
la tIerra, ~e.sa'parecer». E~ .~. R. está siempre presente el te- tengo un freno sobre mí y luego a veces ya no lo tengo y
después, usted sabe, es la angustia después de eso, cuando
mor al SUICIdIO y al homIcIdIO: causa de una angustia cons-
tante, no puede defenderse contra las fantasías que invaden me doy cuenta de lo que he hecho... entonces pienso en
su. espacio psíquico sino llegando, en cada caso, hasta el lí .. cómo podría destruirme, pienso también en la mierda, en
mlte extremo del desarrollo escénico, deteniéndose 'al bord«' mí que limpiaba los baños en las cárceles y toda esa sucie-
?el abismo r recurriendo, precipitadamente al argumento dad, todas esas cosas asquerosas casi me causan placer, qui-
siera tomar ... hacer un agujero en la tierra, entrar aden-
mverso..Medlante la fantasla masoquista «se castiga por ha-
ber podido pensar cosas semejantes» mediante el fantaseo tro, entrar en cosas muy sucias, todo esto es asqueroso, pienso
sádico intenta evitar su propia destr~cción. en la ruindad, huelo los excrementos humanos, es algo terri-
ble, y luego, están los otros, esa impresión de que me odian y
«He pensado en lo que le dije la última vez: durante años luego me digo que no es cierto, que soy yo el que está en-
después ?e~i internación, consideraba a la psiquiatÑa conu; fermo, pero no puedo dejar de pensar en lo que podría ha-
algo .ar~ltrarIO, de lo que tenía mucho miedo, ahora ya no cerles ... ». (Y aquí se reinicia el fantaseo de una escena sá-
tengo mled.o, estoy enfermo, lo reconozco e intento compren- dica de la que puede ser víctima uno de sus ex colegas, su
derlo. Me mterrogo acerca de mi educación de mi padre -.J mujer, o alguien apenas conocido.)
• " J
comienzo a ver cosas; cuando veo que estoy enfermo pienso
que hay al~o bloqueado en algún }ugar en mi forma de pen- Al final de la sexta entrevista, estábamos convencidos de que
sar, es de~r que n~ logro refleXIOnar en forma lógica, en M. R. seguiría concurriendo a ellas, pero a despecho de nues-
forma persIstente; pIenso que una persona enferma es una. tras previsiones nos telefoneará con suma amabilidad para
persona que tiene una confusión, por eso me causa placer excusarse por no poder venir a la próxima cita, nos pedirá
venir a hablar con usted, porque en esos momentos en que que fijemos otra y desaparecerá de nuestro horizonte. De
est?y aquí to.das esas ideas, esas fantasías agresivas, esas fan- M. R. sólo sabemos, pues, lo que fue dicho en el trascurso
taSIas de SUCiedad y de muerte se alejan. Pero no entiendo. de seis encuentros: muy poco. Esta es una de las razones
ayer por ejemplo, ese tipo [en ese momento M. R. sin dars~ que nos llevaron a cerrar este libro con su relato: narrar en
cuenta, cambia de posición en la silla, se sienta ed. el borde su totalidad cualquiera de los casos que hemos analizado
en . actitud de alguien dispuesto a arrojarse su mirada s~ habría exigido que superásemos en mucho los límites que
aleja de la nuestra para fijarse en un punto de la pared que nos habíamos fijado.
se encuentra frente a él, donde parece desarrollarse una Pero nuestra elección fue dictada fundamentalmente por
escena a la- que observa, totalmente dominado por el terror otras dos causas: 1) La historia de M. R. parece mostrarnos
y a,nte la. cual reacciona], ese tipo del subte me empuja, la ampliación de una «foto familiar» que ya habíamos ob-
entonc.es yo v~y a abordar a esa persona para vengarme, voy servado en otros relatos, aunque en forma menos neta y más
a muttlarla, pIenso cómo vaya hacer, los ojos sin duda, 1;\ corroída por el tiempo. 2) La pregunta que nos planteó y

296 297
nos p.lant.ea lo que llamamos «viraje», en el cual toma «Herederos legítimos» de un título del que afirman haber
«conCIenCIa» (y los extractos citados muestran la ambigüe_ sido despojados, cuando, en realidad, no tenían derecho al-
dad de esa toma de conciencia) de su enfermedad debili_ . guno sobre él, tanto el padre y el abuelo de M. R. como este
tanc~o lo que ~abía sido su sistema de defensa. La viru- último utilizarán esta «herencia» como la armadura gracias
ler;c!a de las «l?ea,S delirantes» y de los impulsos en ellas a la cual pueden combatir a sus «no semejantes». Ya se trate
ongmados no dIsmmuye en absoluto. M. R. las caracteriza de los miembros de su propia raza, de los que pretenden
como fuerzas que lo destruyen y contra las cuales se defiende diferenciarse por completo, o de los que pertenecen a la fa-
cuando puede, recurri,:nd? al lenguaje de los médicos, qu~ milia de la bisabuela, y por 10 tanto a un clan que los ha
hace suyo. Podemos anadlr que, en nuestra opinión, M-. R. excluido desde siempre de su seno, M. R. hereda un sistema
no se enc.uen~ra e~ modo alguno protegido contra el retorno de parentesco reordenado, en forma arbitraria, por el deseo
?e un eplsod.lO dehr~nte neto 9ue lo conducirá a replantear, paterno y por sus propias fallas. Sistema del que se apodera
mtacto, su SIstema InterpretatIVO. hasta un punto tal que durante años firmará con un nombre
La ?re,,:~ duración .de nuestro encuentro hacía abusiva toda que no le pertenece e intentará presentarse ante los otros
teonzaClOn exhaustlva de esta historia: tanto en el caso de como el hijo directo de esa «primera madre», a pesar de
M. R. como en el de cualquier otro sujeto, considerar que que el color de su piel denuncia la locura del sistema.
en el ,lapso de al?,un.as entrevistas es posible conocer la psi- Escuchamos demasiado poco a M. R. como para poder defi-
que ajena es u~a IlUSIón y un abuso de saber (y, por ende, un nir su aporte singular, presente sin duda, en la construcción
falso sa?er): Sm e;nbargo, consideramos que este fragmen- de «la idea delirante primaria»: pensamos que en su caso
~o de hIstona cc;nfIrma Jo que puede ocurrir cuando el su- ella se fijó en una «idea» trasmitida 'por un linaje paterno
Jeto, al descubnr la escena de lo «exterior a sÍ» se ve en- que desde hace dos generaciones forjó en forma autocrática
fre,:tado a un. espectáculo en el que reinan el ;onido y la su propio sistema de filiación, El personaje materno ha que-
f~na del confltcto y del odio. La primer-a mirada que M. R. dado demasiado a la sombra como para que podamos plan-
fIJa en la escena del mundo le hace descubrir un espacio en tear algo acerca de su problemática. Por nuestra parte, pon-
el que se enfre.ntan dos colores, dos razas, dos lenguas, dos dremos punto final a nuestras reflexiones sobre este relato
clases: la pareja 9?e 1<: ha dado origen se presenta ante él formulando un interrogante que no sabemos cómo respon-
com.o la encarnaCIon ejemplar y manifiesta de este enfren- der: ¿ qué ocurrió en el momento en que M. R. sufrió el
tamIento. ,Podemos añadir que, en este caso, el conflicto pa- trauma craneano, la trepanación, la hemiplejía, la actitud
rer:tal est?" redoblado por un confli~to «ambiental»: lo «ex- despectiva y hostil del medio hospitalario, el estado de mi-
te:lOr a SI» y el c:~mpo social le proporcionan a M. R. una seria real, económica y moral en el que se encontraba ... ,
mIsma demostraclOn de la universalidad y de la «naturali- momento en el que, en la escena de lo real, un bisturí «mu-
dad» del estado de conflicto. tiló» el cerebro y la voz de los médicos trató efectivamente
La voz delyortavoz habla una lengua que el niño se ve obli- a M. R. como a un objeto degradado, un «disminuido», pa-
?,ado a olVIdar cuando se le solicita que adquiera el lengua- ra utilizar un término de él al que se cura por piedad y al
Je: las mucamas se encargarán de hablarle en francés el que no se le reconoce derecho alguno? Esa similitud entre
padre ~o exigirá. Placer de oír y placer de aprehender '( en una representación fantaseada del mundo perseguidor y la
el se~tldo de comprender) deber~n ser escindidos: es posi- realidad de 10 que surge en esa escena debería haber favo-
ble Olr la voz materna, no es pOSIble aprehenderla sin tener recido, si nuestras hipótesis son correctas, los riesgos de acting
que enfrentar la .ira p~terna. En lo referente a la voz del out y reforzado el sistema delirante: y es cierto que, poco
pa~re, ella trasmite e Impone un «sistema de parentesco» tiempo después, M. R. tendrá un intento de suicidio con
f?:Jado por su propia teoría «delirante» acerca de la filia- barbitúricos, al que seguirá, algo más tarde, la elección de
c.I~n: padre y ab~elo que excluyen a la pareja real en bene- su segunda mujer. De todas formas, según las palabras de
fICIO d,e luna pareja fundadora constituida por el francés cu- M. R., este viraje le proporcionará sobre todo lo que él de-
yo. ?o~bre llevan y por la joven noble cuyo patronímico signa como su toma de conciencia. ¿ Identificación con el len-
relvIndlcan. guaje de un agresor al que, en cierto sentido, le debe la

298 299
vida? Por brutales que hayan sido el bisturí y la mano que psiquiatría designa como «crítica del delirio». En realidad, no
lo empuñaba, la operación le permitió a M. R. sobrevivir a se produce ni una toma de conciencia ni, en un sentido ver-
las secuelas de su accidente. Lo que nos parece más enig_ dadero, crítica alguna: M. R. se apodera de un «saber» que
mático es la relación entre esta toma de conciencia y la sigue al servicio de sus puestas en escena, tanto masoquistas
irrupclon del fantaseo masoquista que, según M. R., hasta como sádicas.
ese momento no existía. Personalmente, consideraríamos esta Para nosotros, que lo escuchábamos, era evidente que cuan-
irrupción como el efecto de una perturbación en el sistema do 1\1. R. hablaba de sí mismo como de un «enfenno», de
y en las ideas delirantes elaboradas por M. R. Mientras el un «disminuido», gozaba al poder identificarse con esos obje-
paranoico puede designar en la escena de lo real al objeto tos degradados y efectivamente rechazados que contempl6
persecutorio, al enemigo que debe combatir, puede reagru- en los asilos psiquiátricos y en las cárceles. Durante mucho
por los fragmentos de su cuerpo~ ,., otorgarles una especie de tiempo, ese «saber de los otros», y, en particular, ese «saber
unidad ficticia" aunque operativa, al ponerlos al servicio de de los blancos» desempeñó el papel de un bien que él afir-
una lucha común, de un combate compartido por el con- mabaposeer y al que consideraba la causa de la envidia y el
junto de los pedazos; pero si por una razón u otra esa de- odio que suscitaba:: a su alrededor. Ese «saber» era también
signación ya no es posible, si el perseguidor desaparece, el lo que poseía el padre y, en mayor medida aún, lo que el
sUjeto queda despojado de esa superficie exterior en la qué padre le impuso como un bien 'que debía conquistar contra
podía proyectar su propia escisión, su propio desgarramiento la madre y sus semejantes. Es el mismo «objeto-saber» que
su propia antinomia, y sólo puede «verse» como el espaci~ M. R. encuentra en el lenguaje médico, el mismo «saber»
en cuyo interior reinan el .conflicto y el odio. En tal caso, del que se apodera, aunque, en esté caso, poniéndolo al ser~'
dos soluciones, y solo dos, parecen posibles: 1) Actuar en vicio del placer masoquista que le procuran los términos que
sí y sobre sí ese conflicto y ese odio, lo que conducirá a la debe a ese lenguaje y que le permiten autodesignarse como
tentativa de §~icidio,tentativa que M. R.... repetirá en un «disminuido», un objeto que se debe rechazar y destruir.
ttes ocasiones). 2) Lograr erotizar el deseo del odio, del Pero ese «saber» es también lo que preserva la obtención
que es conjuntamente objeto y sujeto, y en tal caso el goce de un placer al servicio de la pulsión sádica.
masoquista es la última protección que Eros puede contra- Al decretar que no es él quien «odia», sino «otro -enfermo»
poner a los objetivos de Tánatos. . que está dentro suyo, al mismo tiempo que goza pOr su pues-
En los años que precedieron a la trepanación quirúrgica, los ta en escena de la mutilación impuesta al otro, M. R. se
psiquiatras habían represent,ado ante M. R. a perseguidores asegura la posesión de un «saber» ·acerca de la causa del
sumamente activós y a los que odiaba ferozmente. ¿ Por qué odio; implícitamente, designa como causa de este a «la edu-
el cirujano no pudo retomar ese mismo rol? ¿ Sería tal vez cación contradictoria» y a la contradicción que enfrenta a
que la realidad qe la agresión quirúrgica habría determinado los «educadores». Su «enfermedad» se debe a los otro~, en
un asesinato real? ¿E~ hecho de que el acto quirúrgico, pese lo que no se equivoca; por 10 tanto, puede considera·rse «nO
a todo, le haya dado vida creó acaso un parecido excesivo responsable» de un «odiar» del que declara responsable a
entre la imagen del cirujano y la de un padre totalmente los «educadores».81
ideali~ado una vez más, lo que habría exigido abandonar Como hemos dicho, pensamos que esta es una fase trall$i-
todo derecho a odiarlo? ¿ O bien (hipótesis más probable) toria de la vivencia patológica de M. R.; lo hemos encon-
ese momento se a.compañó con otros a·contecimientos, que no trado durante esta fase, y por lo tanto solo podemos ha-
hemos llegado a conocer y que han sido la verdadera causa blar de ella.
de una cierta frustración en las relaciones de M. R. con sus Más allá del caso de M. R., esto nos muestra los riesgos
perseguidores? Sólo podemos dejar abiertos estos interro- que corre el paranoico si se cuestiona el sistema delirante, .1.a
gantes. Sin embargo, ellos penniten clarificar la ambigüe- función ~e pantalla protectora que cumple la pulsión sá-
dad de la «toma 'de conciencia» que reivindica M. R. y dica, última barrera que el sujeto puede oponer a una re-
clarificar' también lo que, en su discurso, podría correspon- presentación de sí mismo que le devolvería la imagen de
der aparentemente, en una escucha superficial, a lo que,Ja un espacio que ha sido efectivamente desgarrado por el odio

300 301
~I

de los otros,. de un «?bjeto» que la pareja trató como prenda


de una partIda que Jugaban frente a frente. El peligro de en- 7. A modo de conclusión: las tres
contrarse como ohjeto de su propio odio es tanto más fuerte Eruebas que el pensamiento
cuanto que despierta como eco, y encuentra como aliada
una posición originaria que los primeros en'cuentros COn 'l~
oelirante remodela 88
«e'~terior a sí» ref?rzaron peligr~samente: por ello, siempre
esta presente el nesgo del pasaJe al acto del suicidio. Es
contra ~ste p~ligro que el paranoico, en mayor medida que
el .esqUlzofremco, logra preservarse recurriendo a un perse-
gUIdor que pueda desviar sobre él un deseo de muerte del En nuestras palabr·as preliminares escribíamos que el dis-
cual, de he~ho, result~, así objeto privilegiado. curso psicótico enfrenta a los otros con la no evidencia de lo
Crear una mterpretaclOn sensata de la violencia padecida: evidente: rara vez se le ha perdonado esto. También' en-
ta~ .es la tarea. que emprende el Yo al «delirar». La proble- frenta con la categoría del poder: poder del discurso, poder
matIca pa~anOlca ~uestra de qué modo, al hacer coincidir de la realidad, poder de la psique, poder de la violencia del
deseo y odIO, la pSIque logra la hazaña de dar sentido a una campo social.
escena actuada por una pareja que ha engendrado al sujeto El primero se manifiesta mediante el ahuso que muestra a
pero ·a la que él le debe también el haber encontrado en l~ menudo, abuso que, como pretende estar al servicio de un
«exterior a sí», un discurso que carece de sentido al ~arecer saber superior, logra despojar a aquellos contra los que ac-
de lo .único que puede asegurar su lógica y su función: un túa de toda posibilidad de reconocer la violencia sufrída y
enunciado . ,,:ce~ca de los fundamentos que hable del deseo trasformar en un sentimiento de culpabilidad su derecho de
y de la legItImIdad del placer que se tiene derecho a esperar. defensa más legítimo.
Poder de una realidad en la que el Yo sigue buscando la
verificación por excelencia de sus enunciados y de la que
nunca puede conocer otra cosa que el discurso que la habla.
Realidad que él cree que puede objetivar, poner delante su-
yo, convertir en objeto neutro de su reflexión, mientras que
lo que le viene de ella es una representación de su propia
relación con el objeto y con los objetos del mundo, una pre-
sentación de sí mismo que lo obligará a reverificar sus propias
referencias identificatorias y le impondrá una búsqueda que
no puede tener fin.
Y, por último, poder de la psique de defenderse contra un
deseo de muerte que lleva en su seno y contra un deseo
de muerte presente en los otros y del que se protegen ofre-
ciéndole un «semejante» como objeto.
La psicosis nos presenta las formas extremas de estos tres
poderes, al igual que de la lucha que pueden sostener. En
esta Segunda parte de la obra hemos privilegiado lo que se
relaciona con el trabajo del Yo, con su creación y con su
modo de respuesta. Concluiremos mostrando que la respues-
ta psicótica y el delirio, mediante el cual el Yo defiende su
posibilidad de existir, son la culminación de tres condiciones
que sólo son operantes a causa de su repetición en el mo-
Inento de los tres encuentros que inauguran las tres formas

302 303
--,.=-
·1·

mediante las cuales los procesos psíquicos representan su re- aquello mediante 10 cual la psique pone en escena un «exte-
lación con el mundo. rior a sí», espacio en el que proyectará .l~ ~ausa de los af~c­
tos que invaden su campo, lo que permltlra que secundana-
mente sean «decibles».
1. El encuentro entre lo orzgznario ,)1 la Cuanto mayor es el dominio de Tánatos sobre los afectos,
más metabolizará lo primario, para sus puestas en escena,
organización de lo «exterior a sí» los materiales que, en el exterior, se ofrecen como signos de
agresión, de odio, de rechazo. Comprobación que es~l;rece
La primera condición implica que lo originario y sus pi'cto- lo que ocurre en el segundo momento de la instauraClon de
gramas encuentren una realidad exterior que no se preste
la potencialidad psicótica.
--o solo se preste en escasa medida- a reflejar un estado
de fusión, de totalización, de unión. Es posible, teóricamen-
te indeterminable, que la «constitución» de la psique pre-
sente «por naturaleza» una mayor o menor sensibilización 2. El encuent'ro entre lo primario
a la -ausenci-a del objeto, a la frustración inevitable 1 a la es- y los signos de la realidad
pera. Es más importante subrayar que, cuando la edad del
niño o el discurso materno le permiten una reconstrucción El reconocimiento por parte de ia psique de la existencia de
histórica relativamente detallada del primer año (no~ refe- lo «exterjor a sí» es condición y causa de lo primario: como
rimos, por supuesto, a niños o sujetos que presentan mani- hemos dicho, ningún sujeto, salvo que muera precozmente,
festaciones psicóticas), se escuchan, en la mayor parte de escapa a este reconocimiento. En un primer momento, la
los casos, dos tipos de relatos: a) la historia vacía: lo que única existencia psíquica de ese «exterior a sí» será la repre-
se destaca en ese caso es el silencio, la no-historia de una sentación fantaseada que forJa la psique acerca de éL Por
máquina corporal que, en efecto, parece haber funcionado autocrática que sea, esa represe,:tación ~~esupone la ~ntro­
como una máquina perfecta pero deshabitada; b) la historia yección de estos elementos de mformaclOn q~~ provl.enen
somática: enfermedades, trastornos alimenticios, insomnios, del exteri()r, y que dan origen a una percepclOn conjunta
toxicosis, convulsiones, etc. Pensamos que. en estos casos~ el de lo «percibido» y del «espacio» del mundo oc~pa?~ por
vacío de las manifestaciones expresivas, al igual que la ple- esa percepción. Sin duda, la fantasía rechaz~ el prmCIpIO .de
nitud del lenguaje corporal, atestiguan una ruptura en la. realidad tiene una relación mucho más amblgua con el prm-
oscilación de las representaciones pictográficas y el predo- cipio de 'existencia: desde el comienzo su meta (la alucinación
minio del pictograma del rechazo y del deseo de autoaniqui- del pecho lo ejemplifica) es recrear un fragmento del, ex-
lación coeXtenso con él. terior tal como sería si concordase con el deseo de lo prtma-
Primer momento, primera experiencia, primer efecto del en- rio. La fantasía no niega la existencia de lo «exterior a sí»,
cuentro con la realidad exterior: no bastan para constituir niega la existencia de algo exterior al deseo; su sueñ? no es
el núcleo esquizofrénico o paranoico,· pero desempeñan un que el mundo se aniquile, sino que sea idéntico a la Imagen
papel inductor si los hechos posteriores no pueden cur~r esa que forja acerca de él. Lo primario ~ueña con enco.ntrarse
primera herida. Es evidente que ningún sujeto recuerda es- en el lugar de un dios-deseo que crearla un mundo a . Imagen
tas experiencias «originarias» que no pueden inscribirse en suya, un mundo soñado, sin duda, pero mun10 t;l. fm. .
la psique mediante la imagen de palabra, que solo son «de- Esta relación entre 10 primario y el mundo Justlflca la Im-
cibles» mediante la reconstrucción teórica que realiza el ana- portancia que atribuimos ~ los aconteci~ientos y experien-
lista -acerca de ellas, cualesquier-a que sean los conceptos a cias que el mundo puede Imponer al «dIrector de escena».
los que recurra. Como tal, le que se juega en lo originario El papel de lo que Freud designaba como la ananké será
no puede tener lugar en la escena de lo prhpario y, por ello hacer admitir a todo hombre que entre el mundo y su pues-
mismo, :no puede ser recordado; por el contrario, lo que ~e ta en escena del mundo (es decir, sus construcciones fanta-
constrúirá en esta escena llevará su marca. Lo primario es s~adas) la identidad es imposible, veredicto impuesto por la

304 305
-,-
,

«dura realidad». Pero este ver.edicto es igualmente verd a d e. Corno tal, este contexto forma parte de lo que designamos
b '
ro, o d e ~na serIo, para las puestas en escena coextensas con como la realidad psíquica que encuentra la psique infantil;
la angustIa de!, rechazo, del pánico del odio, del deseo de <.:onfiamos en que quede claro que no pertenece exclusiva-
muerte:, tamblen en este caso un desmentido es necesario mente a la rúbrica del deseo inconsciente (de la madre, del
y debena ser «normalmente» encontrado. Debemos añadir sujeto, del padre). Esta realidad revela aquello que en este
que la falta ~e conc?rdancia entre la representación y el deseo es manifiesto (en el sentido que otorga la teoría a tal
m,:n~o no. qUIere deCIr que no puedan existir momentos de calificativo, en contraposición a latente, cuando ella se ocu-
comcIdencla .entre la leyenda de la escena, fuente de pla cer, pa del discurso) y se manifiesta mediante signos, -actuados
1 ' .
y as perCepCI??eS que l~pone lo real: lo que es necesario y hablados. En la conducta de la madre y del entorno, en
para !a evoluclOn de la p~Ique, l? que ella debe ser capaz de su manera de ofrecer y de exigir, en lo que ella da y deman-
asum~r pue~e ser subsumIdo baJO el concepto de lo diferen- da, el niño reconoce, con razón, los signos de un no-deseo y
te: dlfer~ncla e;ttre estados y momentos de placer y de dis- del conflicto. Tanto si él proyecta en todo ello su fantasía
p!acer, ~lferencIa entr: la alucinación y la satisfacción real, como si intenta negarlo mediante la fantasía contraria no
dlfere~cla entre el .sue~o de un placer continuo y un tiempo basta para precluir de su espacio psíquico lo que terminará
escandIdo por la dIVerSIdad de las experiencias sucesivas En por imponerse como justa percepción de la ausencia real, no
o.tras. palabras, lo que la psique puede esperar de las e~pe­ de lo que se desea sino de algo que se espera y que es, para
nenclas que le impone la realidad y de los efectos consecuen- la psique un derecho y una necesidad. De tal modo, esas
t~s para ella es que pueden existir momentos de concordan- experiencias por todos compartidas que son el destete, el
CIa .entre el placer que la escena figura y el placer que la control de los esfínteres, la ausencia, la eventual enfermedad
realIdad le ofrece. Es~a concordancia es la que permitirá se- o duelo revestirán formas que las trasforman en las expe-
parar el p!ace~, ofrecId0 por el objeto del placer originado riencias traumáticas de una historia; traumáticas, no a causa
en 1,; alucmaclOn, el deseo que el representante del Otro de la proyección del sujeto, sino de la significación que asu-
efectIvamente. ?frece del de:eo que se le imputa en nombre men de hecho en el discurso y para la psique materna.
de 1,;, proyecclOn, la presenCIa de un signo acorde con la in- Lo que los ejemplos citados demuestran pueden parecer ca-
ten~lo~ del agente d~ la de un signo creado por uno, para sos límites o algo excepcional, pero no es -así. Es exactamen-
sustItUIr una ausencia demasiado prolongada o definitiva te igual que la madre rocíe con su leche el rostro del niño
En los casos de 1.~ que nos ?cupamos, la realidad del dese~ corno que le dé el pecho a toda prisa, arrancándole brutal-
materno se mamÍlesta efectzvamente mediante la -ausencia mente el pezón. En ambos casos, son manifiestos los signos
o la escasez de los momentos de concordancia entre la puesta de su displacer; la realidad confirma la puesta en escena del
en esce?a, fuente de placer, y el placer que se espera de su rechazo, desmiente la puesta en escena de un estado de pla-
presenCIa y de sus dones. La realidad histórica encontrada cer que el niño representaba, y se representaba, como res-
~esde que comienza a funcionar lo primario carece de los puesta acorde con el deseo mat~rno. La obra del proceso
SIgnos de .un deseo positivo y no conflictivo; lo demuestr-an: primario es la metabolización que trasforma las percepciones
1) en .pr~mer lugar, todo lo referente a la educación, al que el exterior ofrece e impone como signo intenciones de
apr.endlZa]e, que, con referencia a la etiología, deberíamos lo «exterior a sí» para con el que percibe: en aquel que
deSIgnar aquí como arriaestra~iento [dressage]; 2) en segun- puede llegar a ser psicótico, «las representaciones y los jui-
do lug~r, lo que se puede deSIgnar Como «clima ambienta!», cios» 89 esperados de la realidad han revelado en forma re-
tanto SI es lugar de «escenas», lugar del silencio o lugar de petitiva cuáles eran las fuerzas en juego en lo «exterior a la
'?S duelos; 3~ .en tercer lugar, lo que concierne a lo «exte- psique»: el no-deseo, el conflicto, la angustia, el secreto, la
rior a la famtll~», sea . porque el núcleo familiar- permanece falta. El destete demostró que él era efectivamente, para
c~;rado ~bre SI, se -meg.a a reconocer la existencia y fun- la madre, la decisión que ejemplificaba, a posteriori, la pro-
CIO~, d~l dIscurso del conjunto, sea porque este discurso, que hibición planteada desde el origen sobre todo placer que el
peno~Icamente exigirá que se obedezcan sus reglas y no su niño habría podido reconocer como tal y que no sería re-
ley, solo da lugar a tensión, a agresión, a decepción. ductible a la necesidad ni recibido pasivamente como un

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l !
pl,ac:er qu: .s;>l~mente ella. dispensaría. El aprendizaje de Jos debe designar como la realidad htstórica de lo aprehendido
habItos hlglemcos no es Impuesto en nombre de una ética aprehendido que concierne a la significación que el discurs~
compartida: «hacerse encima» ffaire sur soi] y «hacerlo todo del portavoz pretende imponer a la causa de los afectos ex-
por sí mismo» [tout faire du soi] son para ella intolerables perimentados, afectos que solo podrían perder algo de su
porque toda manifestación de un placer autónomo suscit~ dramática intensidad si se le ofreciesen a la psique signos
un eco que ella no puede aprehender. Estas «representacio- «sensatos» con los cuales ligarlos: ello permitiría relativizar su
nes y juicios» ~on percibidos; el «director de escena» podrá efecto, reconociendo que, si el deseo de placer no es omni-
trasformarlos, mtentar precluirlos de su entendimiento' des- potente, tampoco lo es el deseo de muerte. No basta desear
graciadamente, encuentran en lo primario a su mayo: dlia- para que el pecho surja, pero tampoco basta representarse
do; la significación y la manifestación de la acción materna que ha sido definitivamente perdido para que: no se re-pre-
confirmarán la leyenda de una fantasía que, de todos mo- sente y ofrezca nuevamente placer y amor. Solo l)i este se-
dos, habría tenido un Jugar, pero junto a otra, de sentido gundo enunciado es demostrado por la prueba de realidad,
contrario, en la que el destete equivaldría a una mutilación el primero podrá ser aceptado sin correr el riesgo de que el
de un placer oral, la limpieza, a una negativa a recibir el duelo consecuente exceda las posibilidades de respuesta del
don excremencial, el duelo, a una venganza, la ausencia, a Yo. La tercera condición se constituye en el momento del
un deseo de no ver al sujeto, de negar su existencia. encuentro entre un «poder de aprehender» y los enunciados
Llegarnos así a la tercera condición necesaria para que se del portavoz: este poder de aprehender y de apropiarse de
constituya una psicosis, lo que demuestra la resistencia con una parte de los mensajes es uno de los fundamentos del pro-
que la psique se defiende de este riesgo. ceso que instituye al Yo. Tercer momento que confirma 10
que escribe Freud sobre la evolución de las fases libidinales:
la antecedente prepara la siguiente, que llevará la huella de
]0 que se jugó en ella, de la victoria o la derrota que marcó
3. El encuentro entre el Yo su fin. Del mismo modo, lo originario precede a lo primario,
y el discurso identificante al trabajo cuyo camino abre y cuyo destino comparte. Pero,
corno hemos visto, el proceso secundario y el Yo tienen una
Ya no recordarnos a qué sabio de la Antigüedad se le atri. relación de creación recíproca con el discurso: el Yo se ca-
buye haber dicho a los dioses agradecidos que lo invitaban a tectiza gracias a aquello que, en el discurso aprehendido y
formular un deseo: «Nunca me hagan padecer todo ]0 que catectizado, retorna sobre la escena psíquica para ofrecerle
un hombre es capaz de soportan. sus enunciados identifican tes. Estos enunciados no pueden ser
El destino psicótico nos confronta con la desmesura de la autocreados por la instancia a la qUe deben inicialmente dar
angustia, del terror, del sufrimiento que el sujeto puede so.. nacimiento; el primer tiempo no es remplazable: implica la
portar. Que sea capaz de cohabitar en· un mundo en que apropiación por parte de la psique de enunciados impuestos
reina la persecución, en que acecha la mutilación, en que y formulados por un discurso, cuyo portavoz debe ser él me-
por lo general la palabra del Otro es amenazante y se le diador. Pero se requiere que estos enunciados, que contra-
niega a la propia tod,? poder de significación: todo ello no dicen la puesta en escena, confirmen el derecho a recono-
ha dejado de sorprendernos cada vez que escuchamos y mi- cerse en una imagen narcisizante y valorizada.
ramos vivir a los «locos». Pero igualmente sorprendente es En los casos aquí analizados, la escucha del niño es confron-
la resistencia que contrapone la psique a ese destino. El en .. tada con una puesta en escena de su cuerpo, de sus funcio-
cuentro entre lo originario y un mundo acorde con el picto- nes, de sus experiencias y del mundo que desmiente a lo
grama de la nada, el encuentro entre la puesta en escena primario, que impone una serie de duelos dolorosos, sin nin-
de 10 originario y un mundo en que faltan los signos del guna contrapartida que no sea negativa. La imagen identi-
deseo que se tendría derecho a esperar, no es suficiente para ficatoría, que los enunciados imponen, no ofrece ni una ima-
crear la. falla. Se requiere que esté presente una tercera gen de cuerpo unificado y unifkante, ni una imagen de lo
condicion: el encuentro con la realidad dé! discurso, lo que se «pensante» que valorice, como «bien propio», esa nueva

308 309
función que se está obligado a ejercer, ni una imagen del
lI encuentro en que, aparentemente, se le impone al Yo la
mundo en la que el deseo y el placer tengan derecho de ciu- apropiación de un saber -sobre el lenguaje, sobre él mis-
dadanía sin otro requisito y sin tener que naturalizarse op- mo, sobre el mund()-.--, mientras que, en realidad, en toda
tando por una lengua extranjera. El Yo naciente se ve con- oportunidad en la que pretende mostrar el resultado de esa
frontado con una triple negación y una triple violencia: adquisición choca con una prohibición, con una negación
del valor del producto, con una «contraverdad» que de!:-
l. Se le niega todo derecho a reconocerse como agente de una miente la significación que él había entrevisto y construido.
función pensante autónoma, a sentir placer creando «pensa- «Está prohibido pensar~ es obligatorio pensar alo pensado
mientos» que podría reivindicar como producción propia y por el otro~~». Es esta una conminación insostenible e impo-
ca tectizar narcisÍsticamente. sible, tan imposibl~ como una orden que exigiera taparse
2. Se le niega todo derecho a pretender como verdaderos los herméticamente los oídos y oír, o 'amordazarse y hablar. La
sentimientos experimentados, a decir que está triste cuando condición previa y necesaria para pensar lo «pensado por el
se le afirma que debe estar contento o a la inversa. otro» es que se pueda pensar: precisamente, lo que -la ma-
3. Se le impone un relato histórico que carece de todo fun- dre teme por encima de todo es esta posibilidad.
damento, en el sentido que hemos dado al fundamento de Ese tercer momento redobla, amplifica, la prueba impuesta
los enunciados, y que oculta esa falta remplazándola me- por los dos primeros:
diante un enunciado falso. En su formulación manifiesta,
ese sustituto devela el deseo materno que prohíbe que el su- 1. Los pictogramas encontraron un mundo que se resistía
jeto encuentre en el deseo de la pareja a su significación a reflejar uno de los dos.
original. Prohibición que, para hacerse respetar, impondrá 2. Lo primario, a su vez, buscó vanamente en lo «exterior
al sujeto un postulado sobre los fundamentos (incluyendo a sí» signos que le permitiesen encontrar en el lugar del
los fundamentos del discurso) carente de sentido y contra- Otro la causa de un estado de placer que pudiese ser ligada
dictorio con el conjunto de los enunciados que se le solicita a su deseo y, también, los signos que podrían desmentir sus
que repita, y también con los enunciados del conjunto. fantasías de rechazo, ayudarlo a reconocer que el mundo
y el cuerpo del otro son también lugares c;n los que el placer
Cuando la madre de la señora B. borra el nombre de su es posible, en los que el deseo puede reahzarse.
propio padre, cuando, por el contrario, da múltiples detalles 3. Last but not least, el Yo, por su parte, encuentra en el
al referirse al relato de «la mere» curandera provista de do- espacio al que debe advenir, en los enunciados que deben
nes sobrenaturales, y cuando se contenta con decir sin más instituirlo y que van a constituirlo, la orden de tener que
explicaciones a la hija mayor, en presencia de la menor, que ser, mientras que cada vez que él llega a ser, en cada ima-
«no debe abrazar al padre», confronta efectivamente a la gen de sí mismo que tiende a catectizar, choca con la pro-
niña con un discurso paradójico. ¿ Por qué junto al nombre hibición de ser esa forma, esa imagen, ese momento, tan
de «la mere», evocado con tanta frecuencia, no aparece el pronto se presentan como su elección.
del padre? ¿Por qué no se lo debe abrazar cuando, al mis-
mo tiempo, se enseña que amar a los padres es un deber? El campo de lo secundario o el espacio del Yo está minado;
Cuando le 'afinna a la niñita, al regresar esta del hospital. ante cada paso que da, o bien salta por el aire el fragmento
que 10 que «tragó» no era peligroso, y le niega el derecho de suelo sobre el que, un momento antes, había apoyado
a que le reconozcan una verdad a-cerca del sufrimiento que sus pies, o bien salta el espacio en el que ib~ a apoya~los un
experimentó, del mismo modo en que le prohibirá luego momento después. Se avanza, con una sene de saltItos. al
«recordar» esta experiencia e intentará convencerla de qm' azar, sobre un camino reducido a pobres fragmentos, cammo
en realidad, «no había ocurrido casi nada»,la obliga a de~· en el que lo anterior está ocupado por agujeros y lo poste-
mentir qna verdad que la niña percibió perfectamente. rior puede estarlo; espacio que es sólo un rompecabezas de
Cuales'quiera que sean las singularidades, en la historia df: pedazos dispersos y no puede ofrecer ruta alguna, ni si<J,uiera
estos niños se observará siempre el efecto dramático de un indicar cuál sería la m.eta una vez que se lo ha recorrIdo.

310 311
pio origen y, por ende, de los orígenes en general. Si el de-
El yo comprende muy p~onto que no puede habitar ese es- seo de filiación constituye una ejemplificación esclarecedora
paCIO a menos que cambIe algo en él ; comprende tambié
nu~y pronto que ?Iás v~e fingir que no ve los agujeros si n:
de eso, en la psicosis se observa un «pensamiento delirante»
sobre la filiación que forma parte de su núcleo. A partir de
qUIere detenerse mmovllIzado por los riesgos de la catástrofe' este «pensamiento», lo dicho y lo contradicho, xnaterno o pa-
además, que está prohibido esperar encontrar en ese lugar un~ terno, volverán a tener sentido: se llegará así al autocon-
met~ 9ue. se le podría ofrecer a la libigo, para que renuncie vencimiento de que la contradicción, la omisi6n y la nega-
a pnvtl~glar las puestas ~n escena a expensas de la «puesta ción se deben a que 10 dicho no debe ser referido ·al postula-
en sentido». A fIn de eVitar verse obligado a abandonar la do que funda la lógica del discurso de los otros, sino al pos-
ruta y qu~ se reproduzca esa especularización originario-mu~­ tulado que s610 uno, junto con otro, conoce.
do qu~ slgna s~s ~omentos de aniquilación, recurrirá a tres El Yo no puede habitar un espacio cuya organizaci6n ha-
operac~c;nes (ter~:no que debe entenderse en el sentido de ría, y le haría, ininteligible su propio deseo de vida: por tal
0p'eraclOn eS,tr.ateglCa, de operación quirúrgica y de opera- motivo remodelará aquello de 10 que no puede negar ni la
clOno matematl?a).: 1) crear el «pensamiento delirante pri- existencia ni las consecuencias, para determinar que lo «vis-
mano», ~s deCir, lnveI?-tar su enunciado sobre los fundamen- to», que haría carecer de sentido a toda habitaci6n de esE'
tos; 2) m~enta.r, gracl~ .a ello, que lo secundario sea apto espacio, se adecue a una lógica tomada de lo primario.
para ~o pnmano; 3) utIlIzar una parte de su energía en un El ve los agujeros en el suelo, escucha la mina que estalla,
trabajO ~e autoexclusión, desautorizando lo que se conÍesó siente las heridas que originan las esquirlas al caer, pero
desconocIendo lo que conoció, negando lo que él «sabe» se; niega toda relación de causalidad entre lo que ocurre en la
y 10 que. sabe sobre su ser. escena de 10 real y el no-deseo y la falta presentes en la ma-
~emos dicho, al comienzo, que no habría psicosis si no hu- dre. Afirmará entonces que un deseo que le. concierne sigue
bIera ~o y si esta. instancia no encontrase su precursor, su siendo causa de lo que experimenta: el deseo del persegui-
«,ma~ena», en el dIscurso «ambiental». Como dice Freud, es, dor, el deseo de Dios o su propio deseo de minar, de esta-
efectlvamente, entre el yo [mol] y el mundo exterior donde llido, de sufrimiento. De ese modo, preserva la posibilidad
estalla .el conflicto en la psicosis, pero no 'a causa del «exce- de conservar su catexia para la madre, de creer en los pos-
so de l,?fluencia del ello:», sino a causa de una impotencia tulados de su discurso y se preserva del peligro de no dispo-
e~ el dIscurso del Otro y a, un exceso en su deseo de apro- ner ya de un lugar en que pueda existir, un lugar en que
pl~rse de lo que. le «falta», haciendo suyos el espacio psí-
sea posible una palabra.
qUICO y el trabajO de pensar, del propio niño. El Yo se
frente a una realidad I:ist6rica en la que, en forma repeti~i~ «Evidentemente, el proceso se reinicia, pero siempre es po-
va, enc~entra una ser:e de enunciados a él referidos que sible lograr una nueva absolución aparente: se debe enton-
con tradlcen las percepcl~::mes q.ue le impone la realidad y an- ces reagrupar a todas las fuerzas propias: nunca hay que
te los cuales no es nI CIego m sordo. Discurso en el que la
rendirse».9o
l-c;ngua fund:;tmental ?arece de una significaci6n que habría
Sido neces~na para Instaurar el sistema de parentesco' la El psicótico, más desengañado que J. K. (el personaje de
consecuencI?, s:rá prohibir, en el registro de la «designa~i6n El proceso), no sentiría ninguna «incredulidad» frente a
d~ los. sentImIentos», que se designe «precisamente» toda esa afirmaci6n: sabe desde hace mucho tiempo q~e, en el
VivenCIa cuya ca~sa r~mitiría. a 1a significaci6n faltante. proceso que él discurso del Otro inicia contra él y en el que
Frente a esta eXigenCIa, que Impone un discurso efectiva- su delirio inicia contra los discursos de los otros, toda abso-
mente pror:unci:a~o y. aprehendido, el Yo responderá crean- luci6n, cuando se produce, es aparente. También descubre
d.<: un· sentldo a~h donde no existíª" gracias a su construc- a veces que los oropeles con los. que se revisten los represen-
Clon del pensam1ento delirante primario; a las contradiccio- tantes de la ley no son, a menudo, más que «frágiles apa-
nes" las «fontraverdades», las omisiones del discurso las in- riencias»: es esta, quizás, una de las razones que lo llevan
terpreta' como. lo manifiesto de un sentido latente' que él a no rendirse y a declarar cerrado el proceso.
autocrea. Sentldo que remplaza lo «indecible» de su pro-

313
312
1
Notas jeto representado como autoengendrado sea representado tam-
bién como objeto que experimenta placer.
12 Cabe preguntarse si las consideraciones «filosóficas» de Freud
acerca de la pulsión de muerte, o nuestra hipÓtesis de un mo-
vimiento hacia el antes del deseo o de un deseo de no deseo,
no son, acaso, fantasías. Pero, ¿ cuál podría ser el origen de
estas fantasías que se hacen inteligibles -para y a través del Yo,
si no la existencia de una fuerza que el sujeto sólo puede ha-
cer inteligible designándola como pulsión de muerte? Por otra
parte, es natural que el Yo no pued'a aceptar la existencia de
un deseo de muerte que se contrapone al sentimiento de escán-
Palabras preliminares dalo que experimenta frente a ella.
Pero cuando este mismo Yo acepta el riesgo de conocer lo que no
1 Este término designa aquí también el funcionamiento psíquico :s él, está obligado a ver lo inaceptable y a reconocer el im-
del analista. pacto de un deseo que le es heterogéneo y que domesticará
2 Veremos en el capítulo 1 qué entendemos por postulado. trasformándolo en un concepto teórico. Logra así la «prima»
3 Esta última implica la intervención del proceso secundario. de poder decirse que, aun si no lo sabe, morirá porque tal es su
a La obra de Freud titulada en alemán Das Unheimliche ha si- deseo: ¿ última e ilusoria victoria del Yo? Quizá, pero tenemos
do .traducida al francés con el título L'inquiétante étrangeti la impresiÓn de que esta victoria es efectivamente vivida como
(La inquietante extrañeza) y al español con el de Lo siniestro. tal en otro espacio. ¿Y de dónde podría surgir esta «.impresión»
[N. del T.] ajena al Y o y cuya presencia antes de Freud, sin embargo, nos
muestra la historia, sino de un trasfondo de la psique que espera
y pretende que ya no haya razón alguna que lo obligue a pro-
Capítulo 1 seguir su trabajo de búsqueda? Si la «pulsión de muerte» es una
«fantasía» de Freud, es, como toda fantasía, reaUzaciÓn de un
b En lo sucesivo, «Yo» designará siempre al J e o enunciante; to- deseo inconsciente que ella se limita a «poner en sentido» para
da referencia al M oi como instancia del sujeto se aclarará ex- darle acceso al campo del Yo.
plícitamente. [N. del T.] 13 En relación con el proceso primario, veremos por qué esta im-
4 En esta perspectiva, los calificativos de consciente y de decible posibilidad de precluir la inforroación concerniente a la audiciÓn
son sinónimos. conferirá una jerarquía particular a la voz.
3 Término que debe comprenderse aquí como sinónimo de saber. 14 En realidad, Ilcría necesario hablar de una astucia de lo que
6 S. Freud, Compendio del psicoanálisis [Los títulos de las obras Freud llamó en un primer momento pulsiones de conservación.
de Freud cprresponden a la edición de Obras completas, Madrid, 15 S. Freud, Los instintos JI sus destinos.
Biblioteca 'Nueva, 3 vols., aunque damos nuestra propia versión 16 Cuando hablamos de «sí-mismo» nos referimos únicamente a la
de los textos. (N. del T.)] instancia representante.
7 Digamos de inmediato que esta paradoja es la que funda la 17 Seguimos siendo fiele~ a una posición que hemos adoptado hace
lógica de lo primario. ya mucho t.iempo: la angustia de muerte precede a la angustia
S P. Castoriadis-Aulagnier. «Demande et identification», L'}ncons- de castración, que constituye su reelaboración.
ciento n 9 7, julio-setiembre de 1968. 18 Esta falta se refiere por igual a los objetos requeridos para las
9 La frecuencia de esta relación que contrapone al sujeto y a los necesidades del cuerpo 'y a las «necesidades» de la psique, obje-
otros es la que explica por qué la locura, como discurso que tos que 10 «exterior» a sí debe poder proporcionar. .,
responde a la violencia de estos otros, debe comprenderse a su 19 Más precisamente al acling out tal como nosotros lo defmlremos.
vez como la interpretaciÓn de la violencia (véase la Segunda
parte de esta obra).
10 Con el término «sentimiento» designamos al afecto consciente, Capítulo 3
es decir, a una experiencia afectiva que el Yo conoce y cuyo
enunciádo puede forroular. 20 Al releer este texto, nos ha parecido conveniente presentar un
examen más detallado de la organización fantaseada y de sus
representaciones sucesivas en el último ca~~tulo: consagrado a
Capítulo 2 la paranoia y a su fantaseo de la escena prxmal'la. Rogamos al
lector que lo consulte.
11 E.sta, p}ima de placer no im~lica que se haya reconocido pre-, 21 Cuando la diferencia entre estos dos deseos desaparece o se
VI amente al pecho como objeto separado del cuerpo propio, reduce en exceso, imposibilita el juego pulsional: en ese caso,
aunque 10 preanuncia. Presupone, por el contrario, que el ob- puede desaparecer de la escena fantaseada el tercer pelo cons-

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tituido por la mirada. Al coincidir, el que mira y lo mirado ,,\ Esta protección puede fracasar: su logro, ~n efl".cto, implica
fijan al deseante en una posición inmutable, con la consecuen- que también el: Otro ~la madre- acepte ese juego ¡¡ustitutivo.
cia de reducir peligrosamente la capacidad de reconocer el in~ Si, a la inversa. la actividad y el funcionamiento oral del niño
tervalo que separa la escena fantaseada y la escena de la reali- conservan para ella un valor privilegiado y no remplazable, el
dad. La reducción de este intervalo constituye el núcleo del fe- niño no podrá menos que lIlantener la catectización exclusiva
nómeno psicótico; su efecto más grave será que la escena de la' de esta función o renunciar a toda demanda.
realidad pueda presentarse de tal modo que le permita al pic- 32 A lo largo de su existencia, el Yo sigue dando fe a creencias
tograma reencontrar el estado de especularización originario. ~ i acordes con los objetivos de lo primario, pero, de todos modos.
ello ocurre, se producirá lo que hemos descrito anteriormente y fuera del campo de la psicopatología, se requiere que estas
como la «re-acción» responsable del acting out. creencias no sean contradictorias con el proyecto identifícato-
22 La precocidad de la entrada en escena del «des'eo del padre» rio del Yo.
señala el error de muchas teorizaciones acerca de la psicosis, en
particular de la esquizofrenia, en las que el único lugar que
se le concede a este deseo es el de su «preclusión» pOr parte CaPítulo 4
de la madre o su ausencia; dicho planteo, sin embargo, es des-
mentido en forma regular por la experiencia clínica. En el 33 En nuestra introducción, hemos señalado el movimiento de os-
destino psicótico del sujeto, el deseo del padre cumple un pa- cilación que impone a toda investigación psicoanalítica la ne-
pel sumamente importante: al privilegiar abusivamente el «de- cesidad de analizar, sucesivalIlente, lo que ocurre en" dos es-
seo o el no deseo» de la madre hacia el padre y omitir las pacio!; psíquicos en el momento de un primer encuentro, de
consecuencias del deseo del padre por el niño, las formas y la un mismo descubrimiento inaugural. Vaivén que no puede evi-
meta que persigue, los teóricos, sin saberlo, se hacen cómplices tar ciertas reiteraciones y repeticiones, puesto que el análisis
de un efecto que consideran como causa. La frecuencia de los tropieza con el mismo fenómeno. U na vez desplazado el ángulo
rasgos paranoicos en el padre del «esquizofrénico», al igual que de visión, se descubre tanto la heterogeneidad de las formali-
la frecuencia de una actitud paranutricia, merecen reflexión. Lo zaciones de la experiencia como la semejanza de determinados
mismo ocurre en los casos en los que el padre es el agente del efectos y, en prilIler lugar y siempre, la interacción continua
ejercicio de un poder que hará coincidir toda forma de poder que se produce en forma similar entre ambos partenaires. La
con un abuso de poder,sin que sea posible impugnación algu- repetición inevitable de ciertos temas confirma el escollo con
na. Volveremos a o~uparnos de este problema en relación con que tropieza en este campo la reflexión teórica. Al revelar la
la paranoia. ficción de la separación se pone de manifiesto la imposibilidad
23 En la página 123 retomamos y elaboramos el análisis de esta de concebir al espacio psíquico, cualquiera que sea la fase con-
trasmisión de un «deseo de hijo» y del papel que representa en siderada, de un modo que no sea el de lugar de comunicación,
la represión. qe ósmosis continua con el espacio exterior que lo rodea.
24 Lo que decimos acerca de la mirada vale también, evidente- 34 El anhelo «que él o ella llegue a ser padre o madre» supone
mente, para toda otra función-zona erógena. implícitamente el derecho futuro de la elección de un otro que
25 El Yo y el Ello. permitirá la. realización del anhelo. Esta distancia temporal es
26 Cf. en el capítulo siguiente la sección «El contrato narcisista», la que permite que la madre olvide lo que implica ese anhelo:
pág. 158 y sigs. el fin de su rol de objeto privilegiado, el fin de la relación en
27 Consecuencia que el psicoanálisis de la psicosis nunca permite la que aparecía ante el niño como la única dispensadora de
olvidar. placer, depositaria de todas las demandas posibles. E!;te olvido
28 Ver, oír, pensar lo aprehendido: tan pronto como la imagen abre camino a lo que ella deberá saber y aceptar en relación
de palabra se convierte en un material metabolizable por parte con la autonomía futura del niño frente a ella, con su aleja-
de] proceso primario, toda jerarquización se hace imposible. miento inevitable Y. en filigrana, con su propia muerte.
29 y también tomarlo homogéneo a su estructura. 35 Podríamos decir, también, que ella ocupa el lugar de alguien
30 Este análisis de la relación del perseguidor señala que en el que da deseo, don esencial para la estructura psiquica, peto
fundamento de su estructura se observa la otra cara de todo que se niega a ser donante del objeto, negativa igualmente Ile-
fenómeno de persecución: el fenómenq de idealización. El po- cesaria.
der del objeto persecutorio siempre se idealiza en muy alto 36 En la Parte referente a la psicosis veremos que este abuso de
grado. Ahora bien: este segundo fenómeno es también obra de poder es el primer resp~msablede la constitución de un delirio.
10 primario. Persecución-idealización, este binomio designa las 3? Cf. en ese sentido el Anexo al final de este capitulo.
dos acc~ones psí9uicas, co~plementarias y antinómicas, que pue- 38 Cf. Schreber, Recuerdos de mi enfermedad nerviosa.
de sufrIr el objeto catectlzado en el registro de lo primario. 39 En cierto sentido, podemos decir que~ cualquiera que sea su
,VolvelPos a encontrar este binomio en toda ocasión en la que forma, el objetivo de todo delirio es proporcionar la prueba
se analiza la relación del psicótico con su cuerpo, van el otro, que se designa o que se alucina en el espacio de lo «exterior a
con el mundo. sí». La certeza delirante es el precio que paga el sujeto por la

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317
T

tmposibilidad de encontrar. en el ?i~curso de los demás los pun- a las dusiones de la ambición de lo sagrado: ambas comparten
tos de certeza que le permiten a la duda disponer de los limites la misma desmesura.
necesarios para que el discurso ejer¿a su funcÍón. 52 Conjunto de las voces o texto escrito cuyo rol de referente es
40 S. Freud, Compendio del psicoanálisis. necesario para que el niño se libere de su dependencia respecto
41 Estas imágenes devueltas por la enunciación del sentimiento del primer referente encarnado por la voz materna.
expresado fundan el proceso identificatorio: el a posteriori de 53 Este último coincide con el registro de lo imaginario; véase
la. nominación del afecto es la operación identificante que ins. el Anexo.
tituye al Yo. 54 En relación con este problema no hacernos sino resumir un
42 En realidad, y tanto en lo referente a este párrafo corno al texto de hace ya algunos años y al que no tenernos gran cosa
conjunto de nuestro trabajo, seria más exacto hablar de la re- que añadir. CL P. Castoriadis-Aulagnier, «Demande et identifi-
lación que existe entre el signo lingüístico y su referente ... cation», L' Inconscient, n Q 8.
¡pero hay hábitos de pensamiento de los que es dificil liberarse! 55 Este problema se singulariza por el hecho de que nada puede
43 Podernos imaginar perfectamente un sistema en el que este re- decirse acerca de «quién» es Yo sin recurrir a lo que Yo pien-
presentante no es el padre; pero, cualquiera que sea (el tío, un sa llegar a ser. Sin esta proyección en un futuro, el Yo nada
antepasado, el sacerdote, una clase o una casta, y también la podría enunciar acerca de un tiempo actual, como tal inasible.
clase de las madres). su rol es siempre necesario. El discurso Añadamos que la referencia al pasado es también indispensable.
materno deberá encontrar ese punto de referencia y luego acep- 56 La obra de Ernst Cassirer La philosophie des ¡armes symbo-
tar ser la voz que enuncia al infans la existencia de esta refe- liques (París, Editions de Minuit, 1972) nos ha aportado mu-
rencia. La función materna exige apoyarse en un modelo y que cho; pero lo dicho no elimina la distancia que separa el modo
ese modelo sea i~yoc3.do ante el niño Corno razón, ley, funda- de plantear y resolver un problema de acuerdo con los pará.
mento de su acclOn. El soporte que, según las diferentes cul- metros que exige la reflexión filosófica, y el modo y los paráme-
turas, sostiene ese rol de representante del discurso de los otros tros que exige la reflexión analítica. El pasaje citado apare-
no es indiferente para el destino psíquico del sujeto, corno no lo ce en el vol. III dd libro de Cassirer, titulado «La phenoméno-
es la mayor o menor valorización del modelo por parte del logie de la connaisance».
grupo. Es por eUo que existen culturas o momentos de una 57 Y con más generalidad aún, cuando lo emplearnos en el campo
cultura que agravarán o reducirán el riesgo psicótico. psicoanalitico.
44 Lo qu.e prefigura la paradoja del goce: experiencia corporal
que, SIn embargo, excluye en forma radical todo aquello que
correspondería al orden de una racionalidad biológica. Capítulo 5
45 Esta c?mplicidad desempeña un papel importante en la pro-
blemática del perverso. Cf. P. Castoriadis-Aulagnier «La struc- 58 Las bastardillas son del autor.
ture perverse». L'Inconscient. n Q 2, 1967. ' 59 Al final del capítulo 6 figura el informe detallado de M. R.
46 Entendernos al padre corno objeto de un odio que puede gra- acerca de su historia.
cias a él, designar en lo «exterior a la psique» su causa. ' 60 Aquí, una vez más, la expresión «potencialidad psicótica::!> desig-
47 En. tales casos, es frecuente 9ue el padre reivindique la «natu- na lo que con mayor rigor habría que llamar, según los casos,
rahd:!-d» de 10 que ha ocur~rIdo, sin saber que, al acostarse con «potencialidad esquizofrénica» o «potencialidad paranoica».
su hIJa, es a la madre a qUIen muestra su victoria. En los casos 61 Momentos de un silencio «mortal» para el Yo, qJl.C pueden pro-
clínic~s .que hemos podido seguir! hemos ?bservado siempre una ducirse tanto en la vivencia de la potencialidad psicótica corno
comphcIdad por parte de la mUJer, en cierto modo corno si su en sus formas manifiestas.
hija siguiese formando parte de los objetos que la madre está 62 Expresión que se e~cuentra tal cual en las estructuras simple-
?ispuesta a prestar, al tener la certeza que, de ese modo, podrá mente neuróticas; pero en este caso asume un sentido muy di-
lDcrementar su poder sobre el padre (ayudada a tal fin por el ferente, que la relacionan con una problemática edípica.
descrédito y la sanción legal posible). 63 Veremos que el «deseo de hijo» en el padre puede presentar
48 En lo referente a la difícil relación entre la psique y lo social, las mismas anomalías, por razones semejantes. Pensarnos que no
y a los problemas que plantea su análisis cL C. Castoriadis es indiferente que aparezca en uno u otro, o en ambos. La fun-
L'institution imaginaire de la société, Parí;, Editions du Seuil' ción de la madre y el efecto anticipatorio de su discurso inter-
1975, esp. el capítulo 6. ' vienen en una fase más precoz de la vida psíquica, su rol en la
49 El analista y el analizando. satisfacción de la necesidad corporal y libidinal la proveen de
50 Veremos en el capítulo 6 por qué estos enunciados del funda- los atributos de un poder casi absoluto, que la convierte en el
m~nto-son nece~arios para el manejo del lenguaje por parte del primer representante del Otro, que es, también, el primer repre-
sUjeto, para qUIen toda respuesta concerniente al origen --del sentante del mundo. Esto determina que las consecuencias de
mundo,4 del lenguaje, de la ley- es entendida corno una res- lo que en su conducta se opone a una elaboración estructuran-
puesta acerca de su propio origen. te de la psique del infans sean más precoces y difíciles de com-
51 En este registro, la ambición científica nada tiene que envidiar pensar. Por ello, un cierto tipo de patología materna refue!"?:'"

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los riesgos de una respuesta. esquizofrénica, un cierto tipo de expreslOn de Lacan, 10 que resiste a esta metabolización, su re-
patología paterna, los de una respuesta paranoica; es claro que siduo, es lo que permite que la psique encuentre al mundo bajo
no se trata de ~na regla y, menos aún, de una ley. Las conse- la -forma de lo vivo, es decir, de lo que debe ser permanentemen-
cuencias de esta diferencia serán retomadas en el análisis de te re-presentado, re-puesto en escena, re-interpretado.
la representación dt::: la escena primaria en el esquizofrénico y 75 Sería interesante retomar el problema que plantea la existencia
en el paranoico. de treguas espontáneas en la vivencia esquizofrénica, alternando
64 Éste «deseo de maternidad» es la negación de un «deseo de en- con episodios delirantes, teniendo en cuenta para ello lo que
gendrar», considerado como el poder de dar origen a una vida hemos dicho acerca del papel que cumple en la esquizofrenia
y a un ser nuevo: lo deseado concierne al registro del retorno «potencial» la presencia, en la escena de lo real, de un Otro
y de lo mismo. Podríamos decir también que, en este caso, la que encarna una instlincia no inteTÍorizada. Ese papel prueba
identidad y la trasmisión de una función simbólica han sido la dependencia consecuente para ("} Yo y el precio que paga por
remplazadas por un «deber de. identidad» en los representantes el no-pasaje a una psicosis manifiesta) pero también muestra el
sucesivos de esta· función. poder que tiene ese mismo Yo de reencontrar una voz a la cual
o El potlatch es una costumbre de ciertos indígenas norteameri- pedirle que asuma ese papel, o, al menos, que actúe «como ¡¡ijl.
canos por la -cual, en el curso de una ceremonia pública, el an- para no imponerle un reconocimiento del que sigue siendo ca-
fitrión hacía un don o dilapidaba parte de su fortuna ante un paz: reconocer que hay un error, que no existe identidad alguna
huésped, que debía considerar esta acción como un desafío y entre los postulados de los dos discursos, que el diálogo entraña
procurar igualarla para no caer en el desprestigio. [N. del T.] una sordera reciproca en lo esencial.
65 Es evidente, a partir de lo que hemos dicho sobre la función
del sistema de parentesco, que este último puede funcionar so-
lamente si el conjunto de los términos está presente. Capítulo 6
66 Cuando tenía 15 años, esta niña estuvo durante seis meses en
un hospital «misterioso»~ donde nadie fue a visitarla, salvo la 76 Véase lo que hemos escrito acerca del objeto persecutorio.
madre, que «lloraba mucho»_ Tenemos la impresión de que se 77 El trabajo de G. Rosolato, «Scene primitive et paranoia» (en
trataba de un hospital psíquiátrico 1 lo que explica la culpabili- Essais sur le symbolique, París, Gallímard, 1969), conserva aún
dad que parece sentir la madre frente a: esa primera hija. plena actualidad y originalidad. eL tam'bién en relación con
67 «La novela familiar del neurótico,", en Obras inéditas de los este mismo tema el texto de M. Enriquez publicado en el n'" 14
años 1905 a 1937. de la revista Topique, París, mayo de 1974.
68 Aconsejamos la lectura de un libro sumamente instructivo en 78 El concepto de psicosis blanca de Jean-Luc Donnet y André
relación con este tema, algunas de cuyas conclusiones son irre- Green define una organización psíquica, algunos de cuyos carac-
futables: A. B. Hollingshead y F. C. Redlich, Social class and teres están presentell en lo que hemos llamado potencialidad
mental illness, Nueva York, John Wiley and Sons, 1958. esquizofrénica. Su eI\foque Y sus conclusiones difieren de los
69 En estoo casos;,sería poco útil creer que se ha comprendido to- nuestros. La importancia qlle atribuyen a lo «pensado» y a la
do al afirmar ,que hubo «falta de acceso a lo simbólico:!> o «pre- función pensante, al aporte de Bion, al análisis palabra por pa-
c1usión del nombre del padre», o, también, que el acontecimiento labra de la textura del discurso conducen a una conceptualiza-
«no es simbolizable»: fónnulas muy poco convincentes cuando ción diferente de la problemática psicótica, que merece que se
se las tras{orma en una especie de comodín teórico. le preste. gran atención. CL J.-L. Donnet y A. Green, L' enlant
70 Se puede leer, en relación con esto, la extraña historia de Mary de ,a, París, Editions de Minuit, 1973.
Bell, en 0._ Sereny, M.eurtricre el onze ans, París, Noel-Gonthier, d Ténnino despectivo para designar a los alemanes. [N. del T.]
1974. 79 «El problema econóinico del masoquismo», en Ensayos sobre la
71 Las bastardillas son nuestras. vida sexual y la teoría de las neurosis. .
72 Morton-Schatzman, L'esprít assassiné, traduc. al francés por J. 80 Térmit:lo que tomamos de uno de nuestros analIzados.
Esnault-Va:iUant, París, Stock, 1974. Lamentamos que la tra- 81 I-lemos examinado anteriormente este discurso, hemos visto que
ductora no haya considerado útil leer las Memorias de Schreber no puede menos que prohibir. al niño toda autonomía en el re-
hijo, lo que le habría permitido titular correctamente la traduc- gistro del deseo; desde un pnmer momento y desde la entrada
ción francesa como «El asesinato de alma» [Le meurtre d'áme]. en escena del Yo, se le designa un deseo que debe rechazar y
73 Ibid., págs. 50-5I. combatir. Ese veredicto acerca de lo que «no debe desear»
74 Se habrá observado que utilizamos a mc:-nudo en forma indis- tiene como cdntrapartída un veredicto identificatorio inacepta-
tinta los términos de real y de realidad, aunque nos inclinamos ble sobre. do que no debe ser»: en efecto, para .haced? suyo
por el segundo. Si tuviésemos que establecer una diferencia, debería negarse· a aprehender aq~ello qu~, al mIsmo. tiempo,
diríamos que lá.- realidad es lo real «humanizado» y lo único se le designa como deseo que ha Intervemdo en su orIgen. De
de 10 que pueden hablar tanto el lego como el teórico, y que todos modos la· madre reconoce que el deseo paterno «malo»
lo ~l> es la «materia» totalmente inconocible que se ofrece estuvo prese~te. Se comprende la tentativa del niño de buscar
y se impone a la metabolización de los tres procesos. Según la en el padre a aquel que podría volver a dar derecho de pala-

320 321
bra a su deseo. Es cierto que, de ese modo, lo que debe recha-
zar es el des,eo del portavoz. También es cierto que el niño no Biblioteca de psicoanálisis
puede e~capar a esa tnu?pa, ya qu.e los dos discursos parentales-
le han Impuesto una mIsma necesidad: valorizar un estado de
conflicto para dar sentido a su discurso.
82 Este relato no es una historia de caso: no desempeñamos ningún
rol a~aIític~ y nos contentamos con escuchar a M. R. La repro-
ducClOn caSi textual de una parte de ese discurso tomada de la
primera entrevista, permitirá al lector reflexion~r con un co-
nocimiento ap~n;;s i!lferior al nuestro acerca de lo que muestra
el relato, las hipo tesIS que genera y lo que confirma o desmiente
en relación con lo dicho en las páginas precedentes.
83 A continuación reproducimos palabra por palabra el comienzo Mauricio Abadi, El psicoanálisis y la otra realidad
d~ la }?rin:era entrevist~. Los fragmentos que aparecen en bastar- Nicolas Abraham y Maria Torok, La corteza y el núcleo
d~l~as Indican que el dIscurso adoptó en ese lugar un tono en- Aída Aisenson Kogan, El yo y el sí-mismo
fauco. Durante todas estas entrevistas M. R. pasaba continua- Alcira Mariam Alizade, Clínica con la muerte
mente del tiempo ~mperfecto al presente y viceversa. Alcira Mariam Alizade, La sensualidad femenina
84 Somos nosotros qUienes hablamos de su raza: M. R. habla de Nadine Amar, Gérard Bayle e Isaac Salem, Formación en psicodrama
«los qu;: no son franceses» y tenemos la impresión de que él analítico
se con~Idera fran<:és, de raza y no de nacionalidad. Por otra E. James Anthony y Therese Benedek, comps., Parentalidad
parte, Ignoramos SI ha optado o no por esta nacionalidad.
85 Didier Anzieu y colaboradores, Las envolturas psíquicas
Creemos que M. R. heredó una «teoría delirante sobre el origen»
ya presente en el padre, teoría que él retomó por su cuenta Paul-Laurent Assoun, Lacan
y remodeló. Piera Aulagnier, El aprendiz de historiador y el maestro-brujo
86 Es i~teresante señalar que: ,en la faf!1ilia se tiene «vergüenza» por Claude Balier, Psicoanálisis de los comportamientos sexuales violentos.
la pI.el negra, pero tamblen se odia a la «piel blanca» que se Una patología del inacabamiento
convierte en el representante metonímico de la familia noble Willy Baranger y colaboradores, Aportaciones al concepto de objeto en
que los despojó de un derecho imaginario y que efectivamente psicoanálisis
se negó siempre a recibir al bisabuelo. ' , Silvia Bleichmar, Clínica psicoanalítica y neogénesis
87 Aunque el tratamiento recibido por M. R. fue relativamente Silvia Bleichmar, En los orígenes del sujeto psíquico. Del mito a la his-
superficial, nos hemos preguntado por el efecto de la quimiote- toria
rapia, no sobre la desaparición de una vivencia persecutoria Silvia Bleichmar, La fundación de lo ineonciente. Destinos de pulsión,
--que, como ya hemos visto, nunca desapareció-- sino sobre
una especie de «disolución» del perseguidor. Al e~cucharlo. a destinos del sujeto
menudo tuvimos la impresión de que fue precisamente al verse Peter Bios, La transición adolescente
sin ,:1 soport.e privilegi~do que eI]carnaba a ese rol que M. R. Peter Blos, Los comienzos de la adolescencia
se :VIO d~spoJa?o del eje ,9ue podIa sostener a~ s!stema interpre- Christopher Bollas, Fuerzas de destino. Psicoanálisis e idioma humano
tatlVO: el precIo que pago por ello fue el sentImIento de desam- Christopher Bollas, La sombra del objeto. Psicoanálisis de lo sabido no
paro 9ue lo inva<!í~ r;>eriódicamente. 9reemos que ese es el origen pensado
del nesgo de SUICidIO que acompana al desmantelamiento del Gérard Bonnet, La trasferencia en la clínica psicoanalítica
sistema paranoico, si no intentamos. ofrecer antes al sujeto otros Mikkel Borch-Jacobsen, Lacan. El Amo absoluto
soportes identificatorios_ César y Sára Botella, La figurabilidad psíquica
Denise Braunschweig y Michel Fain, La noche, el día. Ensayo psicoana-
CapUulo 7 lítico sobre el funcionamiento mental
Bernard Brusset, El desarrollo libidinal
88 Estas conclusi.?n~s privile~ian el. remo::Ielamiento que proviene Patrick Casement, Aprender del paciente
de la potencIahdad esquIzofrémca; SI le damos primada es Piera Castoriadis-Aulagnier, La violencia de la interpretación. Del pic-
porque consideramos que, en la escena de nuestro mundo ac- tograma al enunciado
tual, es más frecuente de lo que podría suponerse. Janine Chasseguet-Smirgel, El ideal del yo. Ensayo psicoanalítico sobre
89 Expresión que utiliza Freud en el artículo citado. la «enfermedad de idealidad»
90 ,F. Kafka, Le proces, en Oeuvres completes, trad. al francés por Roland Chemama (bajo la dirección de), Diccionario del psicoanálisis
Alexan'dre Vialatte, s. d .• vol. n. pág. 164. Roland Chemama y Bernard Vandermersch (bajo la dirección de), Dic-
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