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Institución Formadora: Isfd Joaquín Víctor González

Carrera: Profesorado en educación primaria

Título del trabajo: Rivadavia, pensamiento y aporte a la educación argentina

Asignatura: Historia y política de la educación

Profesor: María Pugliese

Estudiante:

1) La Ideología de Rivadavia fue una orientación del pensamiento ante los excesos del
racionalismo, no se limitó al planteamiento de problemas puramente especulativos;
sino que su política liberal y reformadora buscaba la solución de problemas políticos,
económicos y sociales. Afirmó la soberanía del Estado, defendió la absorción por el
gobierno de las grandes funciones sociales, propugnó el culto de la ciencia y concibió
la educación como el medio por excelencia para moldear el intelecto. Las soluciones
prácticas e inmediatas que brindaba esta Ideología y su fe en el progreso y en la acción
civilizadora de las minorías, en ellas Rivadavia vislumbró el medio de resolver los
agudos problemas que se planteaban en nuestra sociedad. Por eso, la acción
reformadora de Rivadavia, deliberadamente europeizante, abarcó todos los aspectos
de la vida pública, ya que de acuerdo con su inspiración ideologista creyó que por
medio de decretos podía organizar definitivamente el país.
2) El estado de la educación pública al iniciarse la gestión ministerial de Rivadavia en el
gobierno de Martín Rodríguez, fue consecuencia de los sucesos internos y externos
que habían obstaculizado la acción educacional de los primeros gobiernos patrios. La
educación elemental, en particular, era sumamente precaria, Rivadavia entonces
concretó su idea de difundir la ilustración en la masa del pueblo, con el objeto de
elevar su nivel intelectual. Para esto implantó el sistema lancasteriano como medio
práctico de solucionar el problema de la educación popular, organizó el gobierno de la
enseñanza primaria y creó la Sociedad de Beneficencia, para incorporar a la mujer al
movimiento de reforma social y extender, bajo el control del Estado, la educación
femenina. El 11 de diciembre de 1821 se encargó al jefe de policía el ejercicio de las
funciones municipales, confiándosele expresamente entre ellas la estadística de la
provincia. Con tal motivo se determinó que el rector de la Universidad, los regentes de
estudios de los conventos y los maestros de las escuelas públicas, oficiales y privadas,
debían remitirle trimestralmente estadísticas referentes a los alumnos de ambos sexos
que frecuentaran tales establecimientos. En cuanto al problema que planteaba la
dirección de las escuelas de primeras letras de varones, anteriormente a cargo del
Cabildo, se le dio una solución provisional con la designación del doctor Saturnino
Seguróla como Inspector General de Escuelas. Al organizarse la Universidad de Buenos
Aires se concentró en ella toda la educación pública y, con todas las escuelas
elementales de la ciudad y de la campaña, se constituyó el Departamento de Primeras
Letras, a cuyo frente se puso como prefecto al doctor Juan Manuel Agüero. La
incorporación de las escuelas de primeras letras a la Universidad, al mismo tiempo que
centralizó su dirección, permitió que recuperaran el prestigio que habían ido
perdiendo en los últimos años. Ello se debió, fundamentalmente, a la preocupación del
doctor Antonio Sáenz, primer rector de la Universidad de Buenos Aires, que
incansablemente visitaba las escuelas para estar al corriente de sus necesidades. Su
afán de difundir escuelas, preferentemente en la campaña, fue apoyado en todo
momento por Rivadavia, lo cual permitió que la educación elemental alcanzase en
pocos años una extensión hasta entonces no sospechada. Durante su presidencia,
Rivadavia continuó la obra que había comenzado como ministro, completando el
andamiaje administrativo de las escuelas de primeras letras. En junio de 1826, con el
propósito de mejorar el magisterio, determinó que para el ejercicio de la docencia era
preciso acreditar "moralidad e inteligencia en el sistema de la enseñanza mutua" y
comprometerse a no abandonar el puesto, aun con permiso, sin dejar a alguna
persona competente que lo reemplazase. Al mes siguiente, deseando resolver el
problema de la falta de edificios para escuelas, encargó al Departamento de Ingenieros
la confección de los planos y presupuestos pertinentes. La fecundidad educacional de
la época de Rivadavia, permitió un desarrollo extraordinario de la enseñanza de las
primeras letras: al comenzar el gobierno de Martín Rodríguez, la provincia, tenía un
total de 14 escuelas públicas; al abandonar Rivadavia la presidencia, el número de
escuelas ascendía a 49.

3) Fue central a la hora de pensar en la organización de la universidad concebirla como


promotora de un sistema general de educación pública, que abarcaba todos los grados
de la enseñanza, escuela elemental, enseñanza secundaria y educación superior, a la
vez que esta característica introducía una nueva orientación cultural, que trataba de
alejar a la juventud de los estudios puramente teóricos, que hasta ese momento
habían sido los predominantes.

4) El sistema lancasteriano. La preocupación por extender la educación al mayor número


de niños había tropezado hasta entonces con dos serios obstáculos: la situación
económica, que no permitía disponer de todos los recursos que habrían sido
necesarios para el sostenimiento de los establecimientos de enseñanza, y la falta de
educadores, ya que era muy reducido el número de personas capacitadas para dirigir
las escuelas. Podríamos considerar su aplicación como una política de trasplante
educativo ya que resuelve en forma económica el problema de la falta de educadores,
utilizando maestros extranjeros que ayudaran al docente, esto permitió realizar la
anhelada extensión educativa, capacitando a mayor número de individuos para la vida
social.
5) “La incorporación de las escuelas de primeras letras a la Universidad, al mismo tiempo
que centralizó su dirección, permitió que recuperaran el prestigio que habían ido
perdiendo en los últimos años. Ello se debió, fundamentalmente, a la preocupación del
doctor Antonio Sáenz, primer rector de la Universidad de Buenos Aires, que
incansablemente visitaba las escuelas para estar al corriente de sus necesidades. Su
afán de difundir escuelas, preferentemente en la campaña, fue apoyado en todo
momento por Rivadavia, lo cual permitió que la educación elemental alcanzase en
pocos años una extensión hasta entonces no sospechada.” (p.68)

“El país, de acuerdo con el pensamiento de Rivadavia, necesitaba "no sólo hombres de
ciencia, sino hombres preparados para la vida social y política". De ahí que el nuevo
establecimiento no debía limitarse a ser un instituto de instrucción preparatoria: debía
aspirar a ser un colegio de educación física, social, moral y clásica. Por ello, a fin de
"destruir en su raíz el egoísmo que por lo general infunde la educación aislada",
persuadir a los alumnos de "la imperiosa necesidad de practicar constantemente todo
lo que se les enseñe" y permitirles que gocen de "los halagos de los suyos, cultiven su
amistad y formen relaciones con sus conciudadanos", el reglamento los autorizaba a
frecuentar paseos y diversiones públicas y a pasar las vacaciones al lado de los suyos.”
(p.70)

“La consagración del profesorado universitario a la ciencia y a la cátedra fue una


preocupación fundamental de Rivadavia. Reaccionando contra el método tradicional
de enseñanza que reducía la actuación del profesor al dictado o al comentario de un
texto, estableció por decreto del 6 de marzo de 1823 que cada profesor —como
obligación inherente a su cargo— debía preparar para su publicación las lecciones de
su curso. El curso debía constar de dos partes: la primera destinada a la exposición de
la teoría o doctrina que se enseñaba, y la segunda dedicada a la historia de la
respectiva facultad "desde su origen conocido hasta el presente". Esta medida originó
un movimiento bibliográfico didáctico que, iniciado en 1823, continuó hasta 1827.
Gracias a él han llegado hasta nosotros los cursos dictados por Avelino Díaz, Felipe
Senillosa, Juan Manuel Fernández de Agüero, Pedro Somellera, Eusebio Agüero, Pedro
Carta Molina y, en forma fragmentaria, los del doctor Antonio Sáenz, los cuales
permiten apreciar el contenido de la ciencia en ese momento y el aporte de la
Universidad misma a la ciencia” (p.74-75)

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