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El santuario y el juicio investigador

Ángel Manuel Rodríguez

Introducción
El tema del juicio final es una doctrina cristiana encontrada no
solo en la Biblia, sino también en los antiguos credos cristianos.
Esta doctrina no es una invención de la Iglesia Adventista, sino
que ha sido considerada como parte del mensaje cristiano desde
tiempos apostólicos. Según Pablo, el juicio era parte del evange-
lio que predicaba a judíos y gentiles; no era incompatible con su
enseñanza sobre la justificación por la fe. ¡Sin juicio no hay bue-
nas nuevas! La buena noticia es que, aunque el juicio nos conde-
na, Jesús sacó a la luz una justificación basada no en la ley, sino
en la fe en Él como nuestro sustituto y Salvador. Todavía hay
un juicio, pero ahora podemos afrontarlo con confianza sabiendo
que seremos absueltos en Cristo y a través de Él.

El cristianismo y el juicio preadvenimiento


Puede sorprender a algunos adventistas saber que muchos
otros cristianos creen en un juicio que tiene lugar antes del regre-
so de Cristo. De hecho, esta es una idea muy común entre católi-
cos y muchos protestantes. La teología católica hace una distin-
ción entre el juicio particular y el juicio general.1 El juicio particular
tiene lugar inmediatamente después de la muerte y determina si
el alma experimentará el cielo, el purgatorio o el infierno.2 Este
juicio tiene lugar antes de la segunda venida de Cristo y es nece-
sario debido a la doctrina católica de la inmortalidad del alma.
Por otro lado, el juicio general tiene lugar en la segunda venida
de Cristo, es de carácter universal, e incluye tanto a justos como

* Traducido por Nhilo Jaimes y Joel Iparraguirre.


1. Richard P. McBrian, Catholicism (San Francisco: Harper, 1994), 1164.
2. J. H. Wright, “Judgment, Divine (in Theology)”, New Catholic Encyclopedia
(Washington, DC: Catholic University, 1967), 8:36-37.
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a malos. Este juicio se experimenta en el cuerpo después de la


resurrección.3 No está claro por qué existe la necesidad de un
juicio general si el destino eterno de cada individuo se determina
en el juicio particular. De modo distinto, los dispensacionalistas
tienen una doctrina del juicio muy desarrollada según la cual
hay al menos siete juicios diferentes.4 El primero es el juicio de
la iglesia, que tiene lugar en el cielo después del rapto y antes
de la segunda venida. Podríamos considerarlo un juicio “pread-
venimiento”. Uno se pregunta, ¿por qué es necesario juzgar a
los creyentes que ya han sido raptados? ¿No indicaría el hecho
de que fueran llevados al cielo que ya habían atravesado por el
juicio y habían sido absueltos? Los otros juicios tienen lugar en
la segunda venida (por ejemplo, el juicio de Israel, el juicio de los
gentiles) y después del milenio (por ejemplo, los juicios de Sata-
nás y los ángeles caídos, el juicio de los muertos no redimidos).5
Otro grupo de cristianos prefiere describir el juicio como un
evento universal único que tiene lugar en la segunda venida de
Cristo, momento en que se produce la resurrección general de
todos, incluyendo malos y justos. Esta posición parece ignorar
que Cristo viene una segunda vez para salvar a los que lo están
esperando y no para determinar si deben ser salvos (Heb 9:28).
Aquella decisión ya habrá sido tomada antes de su venida.
Como adventistas, hemos enseñado que el juicio final con-
siste en un proceso que comienza en el cielo antes del regreso de
Cristo (Dn 7:9-10, 21-22, 26-27) y que llega a su fin después del mi-
lenio (Ap 20:11-12). Basados en nuestra comprensión de las pro-
fecías apocalípticas también hemos sido capaces de identificar el
momento histórico en que ese juicio comenzó en el cielo, es decir,
en 1844 (Dn 7:25-26; 8:13-14; Ap 14:6-7). Esta convicción motiva a
la iglesia a proclamar su mensaje y a cumplir su misión. Nuestra
comprensión del juicio final intenta integrar toda la información
bíblica relacionada con ese tema particular en una declaración

3. Ibíd., 8:37-40.
4. S. N. Gundry, “Judgment of the Nations, The,” EDT, 591; David R. Nich-
olas, “Judgments, Various,” Dictionary of Premillennial Theology, ed. Mal
Couch (Grand Rapids: Kregel, 1996), 225-227.
5. John F. Walvoord enumera siete juicios diferentes que tienen lugar en el
momento de la segunda venida y después de ella. John F. Walvoord, Major
Bible Prophecies (Grand Rapids: Zondervan, 1991), 381-388.
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doctrinal coherente. Puesto que la Biblia rechaza la doctrina de la


inmortalidad del alma, negamos que el juicio preadvenimiento
tenga lugar en el momento en que muere una persona y, al mis-
mo tiempo, afirmamos que comienza antes del regreso de Cristo.
Puesto que la Biblia también enseña que el arrebatamiento ocu-
rre en la segunda venida, creemos que el juicio no tiene lugar
después del arrebatamiento sino antes de la segunda venida de
Cristo. Entonces, los justos recibirán la recompensa asignada a
ellos en el tribunal celestial. A continuación, se explorarán esas
cuestiones con más detalle.

El propósito del juicio


Empecemos con una afirmación teológica: el juicio es una
búsqueda de la verdad. Existe un conflicto ideológico cósmico
y la verdad tiene que ser claramente restablecida. Esta realidad
ha sido declarada por un escritor no adventista que ha resumido
muy bien el propósito del juicio en la Biblia:

Un juicio termina con una sentencia, pero todo el proceso judicial


llega a su cumplimiento en la ejecución de la sentencia: si las pa-
labras pronunciadas por el juez quedan sin efecto, todo el proceso
jurídico, que pretendía restablecer la justicia real entre los ciudada-
nos de una sociedad, sería considerado vano. Si un juicio es el esce-
nario donde se desarrolla la lucha por la verdad y donde se celebra
la victoria de los inocentes sobre los impíos; y si los diversos pro-
cedimientos de juicio se dirigen a salvar a las víctimas de violencia
para que la comunidad experimente un mishpat como el camino
seguro hacia la vida, entonces también es cierto que la justicia se
lleva a efecto por la convicción del culpable y su inevitable castigo.6

Este es un excelente resumen del propósito fundamental del


juicio final. Aunque Pietro Bovati está describiendo la práctica en
los tribunales israelitas, lo mismo se aplica a la corte divina en una
dimensión cósmica. Según él, un juicio es el escenario en el que
tiene lugar la lucha por la verdad. Esto también se aplica a la ju-

6. Pietro Bovati, Re-Establishing Justice: Legal Terms, Concepts and Procedures in


the Hebrew Bible, JSOTSup 105 (Sheffield: Sheffield Academic Press, 1994),
382. Énfasis en el original.
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risprudencia moderna. La cuestión fundamental tiene que ver con


la verdad: ¿quién tiene razón y quién está equivocado? Los ad-
ventistas han colocado esta búsqueda judicial de la verdad dentro
del marco de referencia conceptual y teológico llamado el gran
conflicto, asignando a la búsqueda de la verdad una perspectiva
mucho más amplia e incluso cósmica. El amor, la justicia y la mi-
sericordia de Dios son revelados través del juicio final.
El juicio busca hacer triunfar a los inocentes sobre los mal-
vados y celebra aquella victoria. Los fieles de Dios conforman la
parte inocente del litigio y, por medio del juicio, Dios los declara
inocentes y los salva de la violencia de sus enemigos. Como resul-
tado de ese veredicto, las fuerzas del mal son declaradas culpables
y exterminadas. Así, la armonía se restaura en nuestro mundo y
en el universo, un orden que fue interrumpido por la intrusión del
pecado y la rebelión. Los tres propósitos básicos de un juicio —
descubrir la verdad, ganar la victoria para los inocentes y destruir
a los impíos— son claramente aplicables al juicio final.
Ese tipo de juicio es el descrito en Dn 7. La perturbación socio-
religiosa dio como resultado la persecución y opresión del pueblo
inocente de Dios y un ataque contra el mismo Altísimo (Dn 7:25).
Parecía que la justicia no prevalecería, lo que hizo necesario que
la verdad se reafirmara a través de un juicio. ¿Quién está en lo
correcto? El juicio deja claro que los santos del Altísimo están en el
camino correcto y, luego de ser declarados inocentes, son librados
del poder de los impíos. Entonces los impíos son destruidos, la
justicia y la armonía son restauradas en el reino de Dios. Ese pro-
cedimiento era común en la sociedad israelita. La intervención del
rey en favor de los débiles “no solo los salva de sus opresores, sino
que también actúa para abolir el mal y suprimir a los opresores
y tiranos: ‘salvará a los hijos de los menesterosos, y aplastará a los
opresores’”7 (Sal 72,4; Is 11:4). Dios también actúa de esta manera
cuando juzga a su pueblo.

Juicio e investigación
Algunos tienden a creer que en el juicio final no hay inves-
tigación y que, por consiguiente, la idea de un juicio investiga-

7. Moshe Weinfeld, Social Justice in Ancient Israel and in the Ancient Near East
(Minneapolis: Fortress, 1995), 49.
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dor es errónea. Esta posición es bastante sorprendente porque es


bien sabido que una sentencia requiere un proceso mediante el
cual la evidencia se analiza para luego ser utilizada como base de
la decisión legal. En otras palabras, es imposible tener un juicio o
un proceso judicial sin una investigación de la evidencia.

Juicio e investigación en las cortes


de justicia de la Biblia
En la jurisprudencia israelita,

el caso típico en el que las investigaciones son necesarias ocurre


cuando se pide a un cuerpo judicial que intervenga, pero este no
tiene la información necesaria para acusar a alguien de un crimen;
en consecuencia, por su propia iniciativa, va en busca de todo lo
que pueda establecer la verdad a través de indagaciones, búsquedas,
entre otros medios. Si, por ejemplo, se recibe información de que el
crimen de idolatría ha tenido lugar en una ciudad, con el peligro de
que se extienda, los jueces deben realizar una evaluación precisa de
la situación y determinar si es un hecho cierto o no (Dt 13:13-15).8

Del mismo modo, el propósito de la investigación es obvio:

Las actividades de investigación —que en Israel eran la tarea del


juez, pero de vez en cuando incluso era confiada a la asamblea, casi
como si se tratara de un ministerio público— tenían el objetivo pre-
ciso de arrojar luz sobre un hecho particular (crimen) de tal mane-
ra que —sabiendo qué crimen se había cometido y sabiendo quién
era su autor— sería posible proceder a la acusación y condena del
culpable de acuerdo con la verdad y la justicia.9

Algunos ejemplos del ámbito de la justicia humana pueden


ser útiles. Gedeón destruyó el altar de Baal y cuando el pueblo
vio el altar destruido “buscaron e inquirieron” (Jue 6:29; LBLA).
Gedeón fue identificado como el culpable y se pronunció sen-
tencia de muerte contra él (Jue 6:28-30). Durante una disputa,
Salomón escuchó a dos mujeres que decían ser la madre de un

8. Bovati, Re-Establishing Justice, 240-241.


9. Ibíd., 241.
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niño. Como necesitaba más información, la buscó de una manera


muy inteligente y como resultado decidió en favor de la verda-
dera madre del niño (1 R 3:23-27). Job, actuando como uno de los
ancianos que arbitraban los conflictos, dice: “examinaba la causa
que no conocía” (Job 29:16), obviamente con la finalidad de pre-
pararse para emitir un juicio. Cuando Ester informó al rey que
dos de sus siervos planeaban matarlo, “Al investigarse el asunto
y encontrarse que era cierto, los dos eunucos fueron mandados a
la horca” (Est 2:22-23; RVC). Una sentencia no puede ser aproba-
da sin una evaluación de la evidencia que la apoye.
El NT no contiene tanto material sobre el concepto de juicio
como el AT, pero incluye lo suficiente como para dejar claro que
un juicio justo requiere un proceso de investigación y una eva-
luación de las pruebas antes de que se tome una decisión final a
favor o en contra de la persona. Esto es reconocido incluso por
escritores no adventistas:

A veces es necesario examinar si el comportamiento humano se ajus-


ta a ciertos estándares. Este examen, junto con la evaluación final y,
si es necesario, la condena, se expresa en el Nuevo Testamento por el
extenso grupo de palabras relacionadas con krino, [es decir] juzgar.10

El término griego expresa tanto un proceso judicial como un


juicio o la decisión alcanzada a través del proceso judicial.
Cuando Jesús dijo en relación con el siervo infiel: “Por tus
propias palabras voy a juzgarte” (Lc 19:22; RVC), el verbo expresa
la idea de emitir una decisión legal, que en este caso es la conde-
nación o el castigo. Sin embargo, también hay una base objetiva
para la decisión, a saber, las palabras del siervo. Nicodemo pre-
guntó a los sacerdotes y a los fariseos: “¿Acaso nuestra ley juzga
[krino] a un hombre sin antes oírlo y sin saber lo que ha hecho?”
(Jn 7:51; RVC). Aquí el verbo “juzgar” hace hincapié en el veredic-
to de condenación, pero al mismo tiempo queda claro que en el
proceso de juzgar se evalúa o examina la evidencia que conduce
al veredicto. Es la audiencia la que provee la base para la decisión.
En otros casos está claro que el verbo krino (“juzgar”) implica ser

10. W. Schneider, “Judgment, Judge”, NIDNTT, 2:361.


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juzgado y designa todo el proceso incluyendo la recolección de in-


formación, su evaluación y el pronunciamiento del veredicto. Pablo
fue llevado ante Festo por los líderes judíos, los cuales esperaban que
Festo lo condenara. Obviamente, este era un juicio. El mismo Pablo
dijo: “Yo estoy ante el tribunal del emperador, y es en este tribunal
donde debo ser juzgado [krino]” (Hch 25:10). En este juicio, los judíos
presentaron los cargos contra Pablo (Hch 25:2, 7), razón por la cual al
apóstol se le permitió defenderse contra sus acusadores. Pablo negó
las acusaciones (Hch 25:8, 10-11) y apeló a César (Hch 25:11). El juicio
incluyó todo el proceso que habría conducido a un veredicto. En este
caso la decisión fue aceptar su apelación a César.
Festo llevó a Pablo ante el rey Agripa para una investigación más
profunda, con la esperanza de determinar los cargos legales específi-
cos, antes de enviar a Pablo a Roma (Hch 25:26). A Pablo se le permi-
tió defenderse en lo que él consideraba como un juicio (Hch 26:6). Al
final, Festo y Agripa lo hallaron inocente (Hch 26:31-32). Por lo tanto,
está claro que el verbo krino designa no solo el acto de condenar a una
persona, sino también el proceso que conduce al veredicto.

Juicio e investigación en el tribunal divino


Un juicio en el tribunal de justicia divino también incluye una
investigación previa a la pronunciación de una sentencia contra
los impíos. Por ejemplo, encontramos esto en Gn 3:8-18. Este es
el primer juicio mencionado en la Biblia en el que Dios funciona
como juez y fiscal. Antes de pronunciar la sentencia, hubo una in-
vestigación. El propósito del interrogatorio era conducir a Adán y
Eva a una confesión en reconocimiento de su crimen. Este es uno
de los propósitos claves del juicio: incluso los culpables reconoce-
rán su pecado y culpa antes de ser exterminados.
Lo sorprendente en Gn 3 es que,

Dios mismo descubre la transgresión, conduce el juicio y pronuncia


la sentencia. Esta manera directa de proceder no se encuentra en nin-
gún otro lugar. Cuando el AT habla del juicio de Dios sobre el peca-
do humano más adelante, esto solo se realiza de manera indirecta.11

11. Claus Westermann, Genesis 1–11: A Commentary (Minneapolis: Augsburg,


1984), 193.
136 “ Porque cerca está el día de Y ”

En único otro lugar donde encontramos a Dios haciendo


exactamente lo mismo es en el juicio escatológico, cuando abre
los libros, investiga las pruebas y determina la sentencia final
(Dn 7). La expulsión de los seres humanos del Jardín del Edén
fue precedida por un juicio y nuestro regreso a él también será
precedido por un juicio.
La idea de que una investigación es parte de un juicio tam-
bién se indica en la conversación de Dios con Caín después de
que este matara a su hermano. Una vez más tenemos una inves-
tigación —“¿Dónde está tu hermano Abel?… ¿Qué es lo que has
hecho?” (Gn 4:9-10; RVC)— seguida de una sentencia contra el
culpable (Gn 4:11-13). Antes de destruir a Sodoma y Gomorra,
el Señor le dijo a Abraham: “Voy ahora a descender allá, para
ver si lo que han hecho corresponde a las quejas que han llega-
do hasta mí. Si no es así, lo sabré” (Gn 18:21; RVC). Dios estaba
interviniendo como el juez supremo para comenzar su trabajo
“con una verificación, una investigación judicial”.12 Después de
examinar la evidencia, las ciudades fueron halladas culpables y
se pronunció una sentencia en su contra. Note que los juicios de
Dios pueden tener un impacto en la manera en que sus criaturas
perciben su carácter. Esta fue la preocupación de Abraham cuan-
do intercedió ante Dios por las ciudades. Su principal interés era
la revelación de la justicia de Dios a través de sus juicios (Gn
18:25). Quería que la verdad llegara a conocerse como resultado
del juicio y la sentencia dictada por el tribunal divino.
El salmista se refiere muy a menudo a Dios como Juez y lo
describe examinando la evidencia antes de pronunciar un vere-
dicto contra los impíos: “Tú, Señor, que juzgas a las naciones,
júzgame como corresponde a tu justicia, y de acuerdo con mi
integridad. Pon fin a la maldad de los perversos, pero mantén
firme al hombre honrado, pues tú eres un Dios justo que exami-
na [bahan, ‘examinar’] el corazón y la mente” (Sal 7:8-9). En este
pasaje el verbo bahan “sugiere la fase investigativa necesaria para
un juicio acertado”.13

12. Claus Westermann, Genesis 12–36: A Commentary (Minneapolis: Augs-


burg, 1985), 290.
13. Bovati, Re-Establishing Justice, 244.
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Salmo 11 describe al Señor examinando a los justos y malos


desde su Santuario celestial y pronunciando la sentencia apro-
piada a favor o en contra de ellos: “El Señor está en su santo
templo; el Señor tiene su trono en el cielo; él ve y examina [ba-
han] a todos los seres humanos. El Señor pone a prueba [bahan]
al hombre honrado, pero repudia al injusto y al violento; acarrea
calamidades sobre el malvado, y le lanza fuego, azufre y un vien-
to calcinante” (Sal 11:4-6). La investigación es inseparable de la
decisión judicial. De modo similar, entre los profetas encontra-
mos muchos oráculos de juicio en los que la evidencia contra el
pueblo es examinada por el Señor. Un buen ejemplo es Os 4:1-3
donde encontramos: (a) un llamado a escuchar y el anuncio del
juicio (Os 4:1ab), (b) un examen de la evidencia y cargos contra
el pueblo (Os 4:1cd-2), y (c) el veredicto o decisión legal (Os 4:3).
Otro ejemplo está en Mi 6:1-16, un juicio completo donde (a) se
llama a los testigos (Mi 6:1-2), (b) Dios presenta la evidencia con-
tra el pueblo (Mi 6:3-5), (c) el pueblo (en primera persona) res-
ponde a los cargos (Mi 6:6-7), (d) el tribunal parece responder de
nuevo (Mi 6:8), y (e) se anuncia la decisión legal (Mi 6:9-16). Dios
está evaluando o examinando la fidelidad del pueblo o la falta
de ella a la relación del pacto. En Sof 1:12 el Señor se describe a sí
mismo como un fiscal recolectando información: “Cuando llegue
el momento, yo examinaré [paqad] con linterna a Jerusalén, y cas-
tigaré a los que se hallan en tranquilo reposo y asentados como el
vino. Castigaré a esos que dentro de sí piensan: ‘El Señor no hace
bien ni hace mal’”. La palabra hebrea paqad tiene una multiplici-
dad de significados en contextos diferentes, pero en pasajes lega-
les, como en este caso, expresa la idea de investigación o la peti-
ción de cuentas a alguien. Es “el verbo por medio del cual el juez
determina la sentencia y la proclama”.14 Aunque podrían citarse
muchos otros pasajes del AT, estos son suficientes por ahora.15
En el NT, el juicio de Dios incluye un proceso de investiga-
ción. El verbo “juzgar” (krino) se usa para designar aquello que
sigue al veredicto divino, es decir, la condenación o castigo del

14. Gunnel André, Determining the Destiny: PQD in the Old Testament (Lund
Sweden: Almqvist & Wiksell, 1980), 185.
15. Véase William H. Shea, Selected Studies on Prophetic Interpretation (Silver
Spring, MD: Biblical Research Institute, 1992).
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pecador (Jn 3:17; Hch 7:7; Heb 13:4; Stg 5:9; Ap 18:8; 19:2). Pero
incluso en estos casos se presupone el proceso judicial que prece-
dió al veredicto. Más a menudo, el verbo significa “administrar
justicia” y “juzgar”. Jesús dijo: “Yo juzgo según lo que oigo; y
mi juicio es justo” (Jn 5:30). Él administra justicia basado en la
evidencia que Él obtiene y luego pronuncia el veredicto. El elemen-
to de investigación y evaluación de la evidencia está claramente
presente. Dado que la administración de justicia ha sido confiada
por el Padre al Hijo (Jn 5:22), el juicio tendrá lugar en “el tribunal
de Cristo” (2 Co 5:10) y Dios (Ro 14:10). La frase “tribunal” (bema)
“se usa más frecuentemente en el NT para designar la plataforma
o estrado en el que se colocaba el asiento para un oficial”.16 Con
frecuencia, es “el lugar donde los funcionarios civiles realizaban
sesiones para escuchar ciertos casos legales y pronunciar senten-
cia en tales casos”.17 Era allí donde los acusadores presentaban su
caso, se oía a los testigos, los acusados se defendían y la decisión
legal era pronunciada. Era un proceso judicial. Pilato estaba en
su tribunal cuando Jesús fue traído a él (Mt 27:19, Jn 19:13). Es-
cuchó las acusaciones e interrogó al prisionero, es decir, evaluó
la evidencia contra Jesús, lo encontró inocente, y a pesar de eso
accedió a la presión de la gente y lo crucificó (Mt 27:11-26). Pablo
fue llevado a los tribunales del procónsul Galión (Hch 18:12, 16) y
Festo (Hch 25: 6, 10, 17) para un juicio. Por consiguiente, se siguió
un procedimiento legal que requirió la recopilación de pruebas y
su evaluación antes de que se pronunciara un veredicto.
Esa práctica legal se usa para describir lo que ocurre en el tri-
bunal celestial. Pablo declara que “todos tendremos que compa-
recer ante el tribunal de Cristo” (Ro 14:10). La idea es que todos
seremos examinados, evaluados y juzgados por un Dios que es
justo al examinar cuidadosamente la evidencia antes de emitir
un veredicto. “Porque es necesario que todos nosotros compa-
rezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba
según lo bueno o lo malo que haya hecho mientras estaba en el
cuerpo” (2 Co 5:10). Una vez más, se hace referencia a un juicio
para los cristianos durante el cual sus obras serán examinadas
para hacer que “cada uno reciba según lo bueno o lo malo que

16. T. McComiskey, “βῆμα”, NIDNTT, 2:369.


17. Ibíd.
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haya hecho”. La investigación es una parte intrínseca del juicio


final incluso en el caso de los creyentes.
Según Pablo, “cada uno de nosotros tendrá que rendir cuen-
tas a Dios de sí mismo” cuando sea llamado a presentarse ante
su tribunal (Ro 14:12). En el tribunal humano los acusados tienen
que defenderse de los acusadores y dar cuenta de sus acciones;
esto también se aplica al tribunal divino. Pero la buena noticia
es que en el tribunal celestial quien habla por nosotros y quien
nos reconoce ante el Padre (Mt 10:32) y los ángeles (Lc 12: 8-9), es
Jesús mismo como nuestro abogado (1 Jn 2:1) e intercesor (Heb
7:25).18 Él está a cargo de nuestro caso legal. No necesitamos estar
físicamente presentes para hablar por nosotros mismos porque
Cristo está allí para representarnos.

Características y tiempo del juicio final


Cuando examinamos lo que la Biblia dice acerca del juicio
final, percibimos una imagen clara de él en términos de lo que es
realmente y cuándo ocurrirá. A continuación, proporcionaremos
una breve lista de sus características y el tiempo de su ejecución.

Algunas características del juicio final


Hay una norma
Cuando se evalúa la vida de cada individuo en el tribunal
celestial, la norma usada por Dios es la Ley (Stg 2:12, Ro 2:12) así
como la respuesta humana a la obra de Jesús (Jn 3:17-18, 5:24).
Ambos elementos están estrechamente relacionados porque la
respuesta de la fe a la obra de salvación de Dios en Cristo debe
conducir a los nuevos creyentes a una humilde sujeción a la vo-
luntad amorosa de Dios como está revelada en su ley. Jesús dice:
“El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien lo juz-
gue, y es la palabra que he hablado; ella lo juzgará en el día final”

18. En Mt 10:32-33 y Lc 12:8-9, Jesús deja claro “que la decisión con respecto a
la salvación eterna o la destrucción está determinada por la disposición
de uno hacia él… Quienquiera que reconozca abiertamente ante el foro
humano su relación con Jesús bajo estas circunstancias será reconocido
por Jesús como perteneciente a él en el juicio final ante la corte celestial”.
Otfried Hofius, “ὁμολογέω”, EDNT, 2:515.
140 “oP ueqr cerca esát el íad de Y ”

(Jn 12:48). Rechazar a Jesús y su voluntad revelada determina


el destino de la persona en el juicio. Lawrence O. Richards, un
teólogo evangélico, escribe: “Los que conocen la ley revelada de
Dios serán juzgados por su norma. Pero incluso aquellos que no
conocen la voluntad de Dios como está revelada en la Palabra
escrita tienen ‘la ley escrita en su corazón’ (Ro 2:15)”.19

Basado en obras
Puesto que el criterio utilizado en el juicio es la actitud del
individuo hacia la persona y obra de Jesús, así como también la
voluntad revelada de Dios, las obras humanas llegan a ser muy
importantes. En consecuencia, las obras serán examinadas dete-
nidamente en el tribunal divino porque revelan cómo nos rela-
cionamos con Jesús y con su voluntad. Esta idea está presente en
todo el NT y señala que el juicio final incluye un aspecto inves-
tigativo. Todo el mundo será juzgado de acuerdo con sus obras
(Mt 12:36-37; 16:27, Ap 20:13), aun los cristianos (1 Co 3:8; 2 Co
5:10, Ef 6:8, Col 3:23-25). La relación entre la justificación por la fe
y el juicio por las obras se explora más adelante en este capítulo.

Imparcial y universal
Pedro dice que el Padre juzga a todas las personas “impar-
cialmente” (1 P 1:17; LBLA). Él examina y evalúa la vida de cada
persona y luego toma una decisión judicial final. En ese proceso,
no está influenciado por el prestigio o el estatus social de la per-
sona. Incluso los enemigos de la iglesia “tendrán que dar cuen-
ta de ello al que está preparado para juzgar a los vivos y a los
muertos” (1 P 4:5). La frase “dar cuenta” es parte de un “lenguaje
forense y significa responder a una demanda legal en el tribu-
nal por causa de alguna actividad”.20 La universalidad del juicio
se indica mediante el uso de la frase “los vivos y los muertos”.
En aquel juicio Dios juzgará “los secretos de los hombres” (Ro
2:16; RVC), es decir, examinará pruebas que están ocultas a la

19. Lawrence O. Richards, Expository Dictionary of Bible Words (Grand Rapids:


Zondervan, 1985), 364.
20. Paul J. Achtemeier, 1 Peter: A Commentary on First Peter, Hermeneia (Min-
neapolis: Fortress, 1996), 286.
R :E 141

vista humana. Para garantizar la evaluación objetiva e imparcial


de las vidas de los individuos hay un registro celestial —los “li-
bros”— en el que se conservan los hechos de todos. Estos regis-
tros se investigan para determinar el destino de cada persona
(Ap 20:12-13). Ya que Dios examinará todas las pruebas con total
imparcialidad, se puede decir que juzga con justicia (Hch 17:31),
justamente (1 P 2:23, RV60) y en justicia (Ap 19:11).

El tiempo del juicio


Ya hemos indicado que hay desacuerdo entre los cristianos
acerca del tiempo del juicio. Los católicos creen que cada indivi-
duo es juzgado inmediatamente después de la muerte. Muchos
protestantes creen que seremos juzgados en la segunda venida
cuando el veredicto sea dado por Dios/Cristo como Juez. Otros
creen que somos juzgados mientras estamos vivos en esta tierra.
Hasta ahora, se ha argumentado que esas posiciones no toman
en consideración todo el material bíblico sobre el tema.

No se realiza mientras la persona aún está viva


Probablemente el pasaje más importante en este caso par-
ticular es Heb 9:27-28 donde se lee: “Y así como está estableci-
do que los hombres mueran una sola vez, y después venga el
juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar
los pecados de muchos; pero aparecerá por segunda vez, ya sin
relación con el pecado, para salvar a los que lo esperan” (RVC).
Según este pasaje, el juicio final tiene lugar después de la muerte,
no mientras estamos vivos. Además, se afirma que el siguiente
evento escatológico es la segunda venida. Obviamente, algunas
personas estarán vivas al final de la gran controversia y serán
juzgadas mientras estén vivas (1 P 4:5).

No se realiza inmediatamente después de la muerte


La convicción de que los seres humanos son juzgados tan
pronto como mueren se basa principalmente en la enseñanza an-
tibíblica de que los seres humanos poseen almas inmortales. Por
lo tanto, el juicio que determina el destino de cada persona tiene
142 “ Porque cerca está el día de Y ”

que suceder inmediatamente después de la muerte. Es verdad


que según Heb 9:27 el juicio tendrá lugar después de que la per-
sona muera, pero otros pasajes indican que no ocurre inmedia-
tamente después de que la muerte. La Biblia describe el juicio de
los muertos como un acontecimiento futuro: “delante de Dios y
del Señor Jesucristo, quien juzgará a los vivos y a los muertos en
su manifestación y en su reino” (2 Ti 4:1; 1 P 4:5).21 Queda claro
que, durante los tiempos apostólicos, el juicio de los muertos era
concebido como si estuviera todavía en el futuro y no como si
ocurriera en el momento en que la persona moría. Los apóstoles
asociaron el juicio final con la venida de Cristo (Heb 9:27-28).

No ocurre solo en el momento de la segunda venida


Argumentar que el juicio tiene lugar en la segunda venida,
cuando se emite el veredicto para todos, es una explicación par-
cial de la enseñanza bíblica. En la segunda venida, Jesús no viene
a tratar directamente con el pecado sino “para salvar a los que lo
esperan” (Heb 9:28; RVC). Es en aquel momento que Jesús “pa-
gará a cada uno conforme a sus obras” (Mt 16:27; RVC). En su
retorno, Cristo brinda a cada uno una recompensa distribuida
en base a las obras realizadas. Este no es el momento en que el
tribunal divino juzga a cada persona para determinar cuál será
la recompensa, sino más bien el momento en que la recompensa
se entrega a los seres humanos.

Empieza poco antes de la segunda venida


Si la recompensa se da en la parusía, entonces el juicio tiene
que haber comenzado antes de ese evento glorioso. Esto es lo que
Pablo indica en Ro 2:5-6: “Vas acumulando ira contra ti mismo

21. El texto completo puede leerse del siguiente modo: “Te encargo solem�-
nemente, en la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a
los vivos y a los muertos, por su manifestación y por su reino: Predica la
palabra” (LBLA). La frase “por su manifestación y por su reino” no está
relacionada con el juicio, es decir, no se afirma que el juicio de los vivos y
los muertos tendrá lugar en la venida de Cristo. Lo que el texto está dici-
endo es: “te encargo solemnemente… [en vista de su manifestación y de
su reino]: Predica la palabra”.
R :E 143

para el día de la ira, cuando Dios revelará su justo juicio, en el


cual pagará a cada uno conforme a sus obras” (RVC). Hay dos
ideas importantes presentes en este pasaje. Primero, el “justo jui-
cio” de Dios está oculto a la vista humana, pero será revelado en
la segunda venida. La palabra griega usada por Pablo, dikaiokri-
sia, significa “veredicto justo/recto”.22 Este veredicto justo es de-
terminado en el cielo antes del regreso de Cristo. Por lo tanto, el
juicio final comienza antes del regreso de Cristo y los veredictos
se mantienen ocultos hasta ese día. Se realizará una revelación,
una demostración pública de las decisiones legales tomadas en
el tribunal divino. Pablo la llama apokalypsis, es decir, una revela-
ción, un develamiento del resultado de la obra de juicio de Dios.
En segundo lugar, Pablo se refiere a los motivos por los que se
tomó esa decisión judicial: “conforme a sus obras [de la persona]”.
Las obras de cada individuo serán examinadas y evaluadas para
determinar la condena legal apropiada que se debe otorgar a cada
individuo durante el retorno de Cristo. Es ese proceso el que nos
asegura que el veredicto de Dios es “recto” o “justo”. Este proceso
de investigación y evaluación es, como ya hemos visto, parte del
proceso judicial en la corte celestial. Podría concluirse que “cuan-
do Dios dé a conocer su juicio sobre los impenitentes, entonces
será revelada la justicia de su gobierno universal, sobre el que los
ambiguos virajes de la historia podrían haber echado dudas”.23
Los pasajes que hemos estudiado indican que en la segunda
venida se recompensa a los justos y se condena a los impíos que
están vivos (Ro 2:6-8). Esto demuestra que tanto la investigación
como la determinación de la sentencia tuvieron lugar antes del re-
greso de Cristo. Es en la parusía que el justo juicio de Dios es reve-
lado. Es justo porque antes de que el veredicto fuera pronunciado,
la evidencia fue investigada y analizada. Dicha evidencia consistía
en los hechos del individuo. Está claro que el NT asocia el juicio con
la segunda venida de Cristo (p. ej., Ro 2:5-6; 2 Ti 4:1), pero no los
iguala porque el juicio final es más que la entrega de un veredicto.

22. BDAG, s.v. “δικαιοκρισία”.


23. Franz J. Leenhardt, The Epistle to the Romans (Cleveland, OH: World, 1957),
76; C. K. Barrett dice: dice: “Será un día en que el juicio justo será revelado,
y la sentencia irascible de 1:18 será confirmada”. C. K. Barrett, The Epistle
to the Romans, BNTC (London: Continuum, 1991), 43.
144 “ Porque cerca está el día de Y ”

Daniel 7 describe el principio y el final de ese juicio. Tiene lu-


gar en el cielo y tiene por resultado la absolución de los santos y
la condenación de los impíos (Dn 7:9-10). La ejecución es seguida
por el establecimiento del reino de Dios en la tierra (Dn 7:26-27).
Esta es la secuencia que el propio texto nos proporciona.

Juicio milenial
Apocalipsis 20 provee más información acerca del juicio fi-
nal en términos de tiempo y secuencia de eventos. Apocalipsis
19 describe la segunda venida como un tiempo en que el pueblo
de Dios es recogido por el Señor y los impíos son destruidos (Ap
19:19-21). Durante el milenio, los santos funcionan como jueces,
considerando la evidencia que apoya el veredicto divino. Des-
pués del transcurso de los mil años, los impíos son resucitados
y hay un juicio ante el trono de Dios. Los libros celestiales son
abiertos y los impíos son juzgados según lo que fue escrito allí
(Ap 20:11-12). En seguida, llega la ejecución del veredicto divino
(Ap 20:14-15). Este juicio se dirige únicamente a los malos por-
que “es difícil creer que aquellos que han vivido y reinado con
Cristo por 1000 años deben ser puestos en juicio al final”.24
Debe quedar claro que el juicio final incluye un proceso de in-
vestigación. Este juicio comprende varios aspectos: (1) el juicio in-
vestigador preadvenimiento (Dn 7; Ro 2:5-6), (2) el juicio milenario
(Ap 20:4; 1 Co 6:1-3) y (3) el juicio ejecutivo después del milenio (Ap
20:11-15; Mt 25:31-46). Por lo tanto, el juicio final incluye un juicio de
los santos (de naturaleza investigativa antes de la segunda venida
y ejecutiva en la segunda venida) y un juicio después de la venida
de Cristo (de naturaleza investigativa durante el milenio y ejecutiva
después del milenio). Hemos incorporado toda la evidencia bíblica
disponible en nuestra comprensión del juicio final, incluyendo el
momento en que ocurren los diferentes aspectos de este.

La justificación por la fe y el juicio por las obras


El juicio juega un papel central en la teología y el mensaje
del NT. Pablo argumenta que el juicio es parte del evangelio que

24. T. Francis Glasson, “The Last Judgment–in Rev 20 and Related Writings”,
NTS 28 (1978): 529.
R :E 145

predica (Ro 2:16). Era parte de las enseñanzas fundamentales


que la iglesia brindaba a los nuevos conversos (Heb 6:3) y era
proclamado en la evangelización (Hch 24:25). El evangelio sin la
doctrina del juicio pierde la mayor parte de su significado. El jui-
cio nos recuerda nuestra necesidad de encontrar la salvación en
Jesús y nuestra dependencia de su mediación en nuestro favor.

Una doctrina de la justificación que evita el concepto de juicio


pierde su aspecto de proclamación del señorío de Dios y con ello
se quita la única base de la humanización de la humanidad. Un
concepto de juicio que no recibe su significado de la doctrina de la
justificación no deja más lugar para la seguridad de la salvación.25

No hay base para la objeción de que un juicio por obras es


incompatible con el mensaje de justificación por la fe. Pablo man-
tuvo la validez de ambos sin negar alguno. ¿Cómo podrían am-
bas cosas ser verdad al mismo tiempo? Esto no es un problema
teológico exclusivamente adventista o uno que hayamos creado
como resultado de nuestra comprensión del juicio final. Durante
siglos, los teólogos cristianos han estado tratando de explicar la
relación entre la justificación por la fe y el juicio por las obras.26
Los adventistas también han analizado las evidencias bíblicas
sobre este tema buscando una comprensión adecuada de ambas
enseñanzas.27 Asimismo, algunos exégetas no adventistas han
hecho varios intentos de correlacionar de manera equilibrada el
juicio por obras y la justificación por la fe. Steve Travis, un teólo-
go anglicano, escribió:

Por lo tanto, debe admitirse que la noción de juicio según las obras
es parte de una doctrina genuinamente cristiana del juicio.28

25. Ernst Kaesemann, Commentary on Romans (Grand Rapids: Eerdmans,


1980), 56-57.
26. Para una discusión de la historia del debate, véase Kent L. Yinger, Paul,
Judaism, and Judgment According to Deeds, SNTSMS 105 (Cambridge: Cam-
bridge University Press, 1999), 6-16.
27. Por ejemplo, Ivan T. Blazen, “Justification and Judgment”, serie de seis
capítulos en AR, 21 de julio, 1983, 4-6; 28 de julio, 1983, 6-8; 4 de agosto,
1983, 5-6; 11 de agosto, 1983, 7-10; 18 de agosto, 1983, 6-9; 25 de agosto, 1983,
9-12.
28. Steven H. Travis, Christ and the Judgment of God: Divine Retribution in the
146 “ Porque cerca está el día de Y ”

En el juicio final, ellas [las obras] serán la evidencia de que la fe y


la justificación de un hombre son reales, y así su destino para la
salvación será confirmado.29
Pablo… cree en un juicio final de cada hombre. Su función pri-
mordial será revelada, ya sea que una persona pertenezca a Cristo
o no, para determinar su destino como corresponda. Para aque-
llos que por la fe en Cristo han entrado en relación con Dios, el
veredicto anticipado en la justificación y demostrado en sus vidas
será confirmado. Para aquellos que han rechazado a Cristo, su
condenación será sellada. Sin embargo, dentro de este juicio, Pa-
blo ocasionalmente habla de una evaluación de la obra cristiana.30

Según Travis, un juicio basado en las obras es una doctrina cris-


tiana y no es incompatible con la justificación por la fe. Él concilia
ambas creencias argumentando que las obras son la evidencia de la
fe personal. Cuando somos justificados por la fe, concluye, somos
absueltos de cualquier acusación contra nosotros, y si durante el jui-
cio escatológico la evidencia demuestra que pertenecemos a Cristo,
ese veredicto será confirmado.
Kent L. Yinger, un teólogo evangélico, escribe,
Se esperaba que aquellos que ya habían sido justificados por la
gracia a través de la fe en Cristo (por la gracia de Dios y el Es-
píritu Santo, por supuesto) vivan vidas justas también. Es de-
cir, su justicia por la fe se manifestaría en la obediencia, en las
obras; aunque no necesariamente en perfección sin pecado. Su
obediencia es una conformidad consistente e incondicional a la
voluntad de Dios, con una provisión hecha para pecados invo-
luntarios, reincidencias temporales y restauración. Por lo tanto,
no hay tensión en decir que el estado de justicia es conferido úni-

New Testament (Hants: Marshall Pickering, 1986), 59.


29. Ibíd., 62.
30. Ibíd., 64. Stephen H. Travis también escribió: “Para los creyentes cristia�-
nos, la justificación por la gracia representa una anticipación real, aunque
no irreversible, del veredicto del juicio final. A través de la fe en Cristo,
ellos han sido aceptados en una relación con Dios y se espera que lleven
el fruto de esta relación en sus vidas. En el juicio final, la evidencia de sus
hechos confirmará la realidad de esta relación, que luego encontrará su
cumplimiento eterno en la presencia de Dios”. Stephen H. Travis, “Judg-
ment”, Dictonary1of1Pl1aua nd1His1Le4ers ed. Gerald F. Hawthorne y Ralph
P. Martin (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1993), 517,
R :E 147

camente por medio de la fe en Cristo, y que todos (incluidos los


justos) serán juzgados de acuerdo con sus obras. Esta no es una
segunda justificación, ni pone de alguna manera en duda la justi-
ficación actual (por la fe). Es la noción judía convencional de que
el comportamiento exterior (las obras o el camino) corresponderá
a la realidad interior y será una manifestación visible de ella. La
recompensa escatológica dada según los hechos con rma , sobre la
base de los hechos, la justificación de la persona.31

Según este erudito, los cristianos que han sido justificados


por la fe serán juzgados por sus obras. Esto significa que su fe
debe manifestarse en obediencia al Señor; de no ser así, no es fe
genuina. Si la conducta de los creyentes está en armonía con su
compromiso de fe con el Señor, la justificación que les fue otor-
gada por la fe cuando creyeron será confirmada en el juicio final.
32
Otro erudito evangélico, John Stott, describe esta relación de la
siguiente manera; preste especial atención a la última frase:

Aquella ocasión pública [descrita en Ro 2:5], en la cual se dará un


veredicto público y se dictará una sentencia pública, requerirá evi-
dencia pública y verificable para apoyar las decisiones. Y la única
evidencia pública disponible serán nuestras obras, lo que hemos
hecho y lo que se nos ha visto hacer. La presencia o ausencia de la
fe salvadora en nuestros corazones será revelada por la presencia o
la ausencia de buenas obras de amor en nuestras vidas.33

31. Yinger, Paul, Judaism, and Judgment, 290. En la página 291 él añade: “Hay
una tensión restante, pero es existencial más que teológica. Aquellos que se
apartan del evangelio y de Cristo, que caminan según la carne y no según
el Espíritu, serán juzgados como injustos según sus obras. En las cartas de
Pablo esta advertencia se aplica repetidamente a sus audiencias cristianas,
y no menos al mismo apóstol. Esta posibilidad imposible crea una diná-
mica existencial que permite asegurar la presente y futura justificación
mediante la fe a la vez que niega cualquier tipo de garantía incondicional
o inmunidad. Para toda la humanidad, tanto los justos como los injustos,
tanto el creyente como el no creyente, será ‘conforme a sus obras’”.
32. M. Risi escribe, “El juicio final divino, según Pablo, incluye a toda la
humanidad, incluso a aquellos que creen (Ro 2:16; 3: 6; 14:10; 2 Co 5:10).
No obstante, los que creen están libres de la condenación (Ro 8:1). Para
el creyente el juicio final llega a ser la confirmación de la salvación (cf.
Ro 8:11; 2 Co 4:14). Sin embargo, el lenguaje del juicio según las obras
del creyente enfatiza que la gracia no elimina la responsabilidad del
individuo por sus hechos”. M. Risi, “κρίνω”, EDNT, 2:319-320.
33. John Stott, Romans: God’s Good News for the World (Downers Grove, IL:
148 “ Porque cerca está el día de Y ”

Las obras, según Stott, constituyen la evidencia objetiva que


da validez a la justicia del veredicto legal. Su sugerencia de que
nuestras obras de amor son la evidencia de la fe en Cristo como
nuestro Salvador es muy importante. Esto es muy similar a lo
que dice Peter Stuhlmacher, un teólogo luterano: “En el juicio
final, nuestras obras son evaluadas como expresión visible de la
naturaleza de una persona. Lo que es agradable a Dios será re-
compensado; lo que es malo o fue descuidado, será castigado”.34
Los teólogos adventistas también han abordado la conexión
entre la justificación por la fe y el juicio por las obras. Ivan Blazen
escribe:

Puesto que tanto la justificación por la fe como el juicio según las


obras son elementos de la revelación divina, pertenece a la razón
cristiana aceptar, proclamar, interpretar y tratar de correlacionar
ambos elementos. Una enseñanza no debe ser desvalorada en fa-
vor de la otra de modo que su esencia interna y contribución única
sean negadas.
Cuando llega el fin, el juicio evalúa y testifica la realidad de la jus-
tificación evidenciada por el fiel testigo del pueblo de Dios. En ese
sentido, la justificación y el juicio no están en una relación de ten-
sión o contradicción, sino en una de inauguración y consumación.35
Solo hay una justificación: aquella que acompaña al creyente desde
el principio de la fe (el “ya”) por todo el camino hasta el juicio final,
donde su realidad y su vitalidad son probadas y atestiguadas por
sus frutos (el “no todavía”). La Biblia enseña que la justificación
pertenece a “últimas cosas”, porque trae el veredicto de la absolu-
ción en el juicio final al presente… Por lo tanto, el testimonio de la
Escritura es contradicho cuando la lógica humana concluye que,
como la justificación es una realidad presente a través de la fe y
pertenece a las últimas cosas, no se puede pedir nada al creyente
en el juicio final. Aunque la bendición de la absolución en el juicio
futuro es efectiva incluso ahora, la Escritura es clara al establecer
que lo que Dios desea ver en el juicio final es que los creyentes jus-
tificados por su gracia hayan dado fruto para su gloria [Fil 1:9-11].

InterVarsity, 1994), 84.


34. Peter Stuhlmacher, s1Llua P e4er1to1the1Roæ1A
mnas 1Cmtaroeny (Louisville:
Westminster John Knox, 1994), 46.
35. Ivan T. Blazen, “Justification by Faith and Judgment According to Works”,
AR, 21 de julio, 1983, 6.
R :E 149

La nueva historia que Dios da a cada creyente no termina cuando


la persona viene a Cristo y es justificada; ese es apenas el inicio. Al
final, Dios pide justificación con su correspondiente fruto —no en el
sentido de la fórmula “La fe más las obras salva”, sino en el sentido de
que la justificación es la fuente del fruto santificado.36

El concepto bíblico del juicio final no debe destruir de ningu-


na manera la certeza que los creyentes tienen de su salvación en
Cristo. El resultado de este juicio es cierto: es hecho en favor del
pueblo de Dios (Dn 7:22). El juicio demostrará que el compromi-
so de los creyentes con Cristo fue pleno y permanente. También
pondrá de manifiesto que la justificación por la fe fue seguida
por la santificación. De esa manera, el juicio reafirmará la ab-
solución recibida a través de la fe en Cristo mostrando que los
creyentes confían constantemente en la obra expiatoria del Señor
y en su mediación a favor suyo.

El propósito último del juicio final:


Una Teodicea cósmica
El juicio final es una búsqueda de la verdad con la finalidad
de restablecer la justicia y la armonía en un mundo perturbado
por la presencia del pecado. Es en el juicio que el inocente alcan-
za victoria sobre los impíos y que los principios divinos que go-
biernan el universo son reafirmados y vindicados. De hecho, el
juicio final culmina en un reconocimiento cósmico de la justicia
de Dios, una teodicea (theos, “Dios” y dike, “justicia”). Con fun-
damento en la evidencia que Dios presentará durante el juicio
final, toda criatura inteligente en el universo testificará que Dios
es ciertamente justo y misericordioso. Sólo entonces será seguro
terminar la gran controversia y extinguir a Satanás y a sus segui-
dores del universo.
Filipenses 2:10-11 anticipa el momento en que todo el cosmos
reconocerá a Dios y a Cristo como dignos de alabanzas: “Para
que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están
en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua
confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre”.
Es importante considerar varios comentarios sobre ese pasaje.

36. Ivan T. Blazen, “A Tension Resolved”, AR, 11 de agosto, 1983, 9.


150 “ Porque cerca está el día de Y ”

El evento ocurre en el fin


Filipenses 2:6-11 describe el estado de Cristo antes de la
encarnación (Fil 2:6) y durante la encarnación (Fil 2:7-8a),
su muerte en la cruz (Fil 2:8b), su exaltación por el Padre
(Fil 2:9), y la sujeción final de todos a Él (Fil 2:10-11). Esta
última experiencia tiene lugar al final de la obra de reden-
ción, durante el juicio final, y dará lugar a la restauración del
universo.37 Pablo está haciendo eco de Is 45:23: “Ante mí se
doblará toda rodilla, y ante mí toda lengua jurará”. De igual
modo, en Ro 14:11 Pablo repite el mismo pasaje y deja claro
que este reconocimiento universal ocurrirá en el juicio final.
Pablo aborda el tema del juicio final en Ro 14:10 —“¡Todos
tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo!”— y
regresa al mismo en 14:12 —“Así que cada uno de nosotros
tendrá que rendir cuentas a Dios de sí mismo”.38 El paralelo
con el pasaje en Romanos, así como el contenido de Fil 2:6-

37. Los eruditos han planteado la cuestión del tiempo en que ocurre la ado� -
ración descrita en Fil 2:10-11. Larry J. Kreitzer pregunta, “¿La ‘inclinación
de toda rodilla’ y la ‘confesión de toda lengua’ acontecen en el futuro, en
la parusía, o es algo que debe entenderse como una realidad presente,
que proviene de la actual exaltación de Cristo en los cielos?” Él argu-
menta que la pregunta introduce una falsa dicotomía en la discusión:
”No es la exaltación presente o futura, sino tanto la exaltación presente
como la futura las que están en mente. La preposición hina [a fin de que,
para que], que introduce la cláusula inicial de la cita, permite precisa-
mente tal interpretación, particularmente cuando recordamos que hina
puede introducir una cláusula de propósito o una cláusula de resultado.
La exaltación que Dios hace de Cristo no solo significa que, como resul-
tado, Él es adorado ahora como Señor dentro de la vida de la iglesia en
la tierra, sino que el propósito de Dios finalmente será llevado a cabo en
toda la creación, y Cristo será confesado como Señor en el futuro”. Larry
J. Kreitzer, “‘When He at Last Is First!’ Philippians 2:9-11 and the Exal-
tation of the Lord”, Where Christology Began: Essays on Philippians 2, ed.
Ralph P. Martin y Brian J. Dodd (Louisville: Westminister John Knox,
1998), 119-120
38. Otfried Hofius comenta, “En el contexto de Romanos 14:10b-12, Pablo in�-
terpreta la cita bíblica que Romanos 14:11 de Isaías 45: 23b en LXX… como
una referencia al juicio final. Por lo tanto, Pablo encuentra en el término
exomologeomai, usado en Romanos 14:11b, una referencia a la confesión
escatológica del pecado que cada persona debe hacer ante el tribunal de
Dios”. Otfried Hofius, “ἐξομολογέω”, EDNT, 2:9,
R :E 151

11, indican que este último pasaje también está apuntando a


un evento escatológico que tendrá lugar durante el juicio final.39

Participan los seres celestiales


Esta será la experiencia de los que están en el cielo, a saber,
los ángeles y los seres celestiales. Juan describe a esos seres pos-
trándose ante Dios y alabándolo por su sabiduría y poder ma-
nifestados en sus maravillosos actos de salvación a favor de su
pueblo (Ap 7:11-12). Aquellos seres celestiales fueron testigos de
los procedimientos judiciales en el cielo y están convencidos de
que Dios es justo en sus juicios contra los poderes del mal (Dn
7:10; Ap 16:5; 19:1-10).

Participan los seres humanos


El segundo grupo mencionado por Pablo, el cual se unirá a
los seres celestiales para alabar a Dios, está compuesto por hu-
manos.40 Esta expectativa escatológica encuentra sus raíces en el
llamado que el salmista dirige a las naciones para que alaben a
Dios. El pueblo de Dios, los reyes de la tierra y todas las naciones
fueron invitados a adorarle (Sal 5:6-7; 148:11). Incluso la natura-
leza fue invitada a reconocer a Dios como Creador y Redentor
(Sal 148:7-10). Pablo sugiere que tal evento ocurrirá al final.

Los que están debajo de la tierra


El tercer grupo está formado por los que están “debajo de
la tierra”. La palabra griega usada por Pablo (katajthonios) era
empleada en la literatura griega para designar seres divinos o

39. Otto Michael escribe, “En el juicio final toda lengua confesará a Dios. Esta
confesión puede significar varias cosas. Según Filipenses 2:11 toda lengua
reconocerá el señorío de Cristo, para gloria de Dios Padre”. Otto Michael,
“Homologeo”, TNDT, 5:214, ,
40. Algunos eruditos han argumentado que la frase “en la tierra” hace re�-
ferencia a seres espirituales y no a humanos. No obstante, esta opinión
carece de algún certero apoyo bíblico. Véase Robert Morgan, “Incarna-
tion, Myth, and Theology: Ernst Kaesemann’s Interpretation of Philippi-
ans 2:5–11”, en Where Christology Began: Essays on Philippians 2, ed. Ralph P.
Martin y Brian J. Dodd (Louisville: Westminister John Knox, 1998), 64.
152 “ Porque cerca está el día de Y ”

demonios localizados en el inframundo, el reino de los demo-


nios.41 Pablo parece usarla para referirse a poderes espirituales
malignos a fin de enfatizar el hecho de que incluso ellos recono-
cerán y confesarán finalmente que solo Dios y Jesús son dignos
de alabanza y adoración. Esta no es una confesión basada en el
arrepentimiento, sino un reconocimiento de que estaban en el
lado equivocado de la gran controversia y que Dios es justo en
condenarlos. Debe notarse que tenemos un precedente legal en
el AT para esta práctica.
Josué 7 narra la experiencia de Acán, quien escondió su pe-
cado contra Dios y contra el pueblo de Dios. Después de una
cuidadosa investigación, el culpable fue identificado y confron-
tado con las consecuencias de su pecado. Para restaurar el orden
social y espiritual en Israel, Acán fue condenado a muerte. Pero
antes de la ejecución, Josué le dijo: “Da gloria al Señor, el Dios de
Israel; alábalo y dime qué has hecho, y no trates de encubrirlo”
(Jos 7:19).42 Esto es lo que se ha llamado una doxología judicial.43
En esta situación, dar gloria y alabar al Señor significaba que

41. Hermann Sasse, “καταχθόνιος”, TDNT, 3:633-634.


42. Véase C. J. Labuschagne, “‫”נתן‬, TLOT, 2:778. C. J. Labuschagne quien de-
fine “dar (gloria) a Dios” como “una expresión técnica para el honor o
reconocimiento que el acusado ofrece a Dios al concluir un proceso legal”.
Cf. Claus Westermann, “‫”כבד‬, TLOT, 2:596.
43. Leslie C. Allen comenta: “El sustantivo tôdâ se refiere a una doxología
judicial, un reconocimiento ensalzador de que Dios tiene razón”. Leslie C.
Allen, “‫”יָ ָדה‬, NIDOTTE, 2:408. Louvain Lipinski afirma: “’Dar k ābôd a Yah-
weh’ significa que uno se somete completamente a su voluntad y lo recon-
oce como Señor”. Louvain Lipinski, “‫”נָ ַתן‬, TDOT, 10:104. Gerhard von Rad
sostiene que la doxología judicial en el AT era una forma de alabar a Dios
a través de la que el culpable reconocía la justicia del castigo de Dios. Ger-
hard von Rad, Teología del Antiguo Testamento (Salamanca: Sígueme, 1993),
1:438-439. Por su parte, F. Horst señala que dentro de la ley sacra israelita
había una práctica o una ceremonia en la que el culpable era amonestado
para dar gloria a Dios al reconocer que el Señor era justo aun cuando lo
condenaba a morir. Además de Jos 7, Horst también hizo referencia a Jer
13:15, 16; 1 S 6:5; Sal 118:17-21; Am 4:6-13, entre otros pasajes. F. Horst, “Die
Doxologien in Amosbuch”, ZAW 47 (1929): 45-54. Además, von Rad co-
menta que ”al reconocer la legitimidad de la sentencia divina, el hombre
confiesa su falta y presenta sus palabras bajo el manto de una confesión
de alabanza. Lo esencial de estas y otras alabanzas está en que dan siem-
pre la razón a Dios”. von Rad, Teología del Antiguo Testamento, 1:438-439.
R :E 153

Acán aceptaba la responsabilidad por su pecado y que estaba


dispuesto a declarar públicamente que el juicio de Dios contra él
era merecido y justo.44 Esta no fue una confesión de pecado que
condujo al perdón, sino un reconocimiento de que la persona era
culpable tal como se le acusó y que el veredicto divino era justo.
El nombre de Dios es limpiado antes de que la pena de muerte
sea infligida al arrogante pecador.
La experiencia de Acán ilustra la experiencia de las fuerzas
del mal al final de la gran controversia. El juicio final conclui-
rá cuando esos poderes demoníacos finalmente reconozcan que
Dios y Cristo son dignos de alabanza y adoración y que la sen-
tencia pronunciada contra ellos es justa. Parecería que la inten-
ción de Dios es persuadir incluso al archienemigo de que Él es
realmente quien es, un Dios de justicia y amor. Ninguna criatura
inteligente experimentará la extinción eterna cuestionando o du-
dando de la verdadera naturaleza del carácter de Dios. Todos
ellos darán gloria a Dios antes de que cese su aliento de vida. De
otro modo, el problema del pecado no podría ser resuelto. Elena
White describe la experiencia de Satanás durante el juicio des-
pués del milenio y su doxología de judicial de la siguiente ma-
nera: “Satanás ve que su rebelión voluntaria le incapacitó para el
cielo. Ejercitó su poder guerreando contra Dios; la pureza, la paz
y la armonía del cielo serían para él suprema tortura. Sus acusa-
ciones contra la misericordia y justicia de Dios están ya acalladas.
Los vituperios que procuró lanzar contra Jehová recaen entera-
mente sobre él. Y ahora Satanás se inclina y reconoce la justicia de su
sentencia”.45 Es entonces cuando Dios puede poner fin a la obra
de destrucción de Satanás.

44. D. Furst señala que “para nosotros esta asociación entre la confesión del
pecado y la alabanza de Dios es extraña. Esta proviene del hecho de que,
en Israel, la alabanza de Dios está siempre ligada a una acción definitiva
del pasado de Dios, con un acontecimiento salvador en la historia, o in-
cluso con un acto de juicio… Cuando el que está orando confiesa en su
acción de gracias que Dios tiene razón y así reconoce su propia culpa y la
rectitud del castigo que ha recibido, el pleito legal contra él está cerrado”.
D. Furst, “ὁμολογέω”, NIDNTT, 1:345,
45. CS, 728. Énfasis añadido.
154 “ Porque cerca está el día de Y ”

Los creyentes y la doxología judicial


Los justos también deben pronunciar una doxología judicial
mientras buscan el perdón y la aceptación. Esto se ilustra en una
oración de penitencia en la que el salmista confiesa su pecado,
pide perdón y restauración, y pronuncia una doxología judicial:
“Contra ti, y sólo contra ti, he pecado; ¡ante tus propios ojos
he hecho lo malo! Eso justifica plenamente tu sentencia, y de-
muestra que tu juicio es impecable” (Sal 51:4). El pasaje ilustra
la naturaleza y el resultado de una doxología judicial.46 Primero,
la persona reconoce que es pecadora y que es culpable de los
cargos ante el Señor. Segundo, busca el perdón y la limpieza de
Dios y reconoce que esto requiere la aceptación del hecho de
que es pecadora. Tercero, el salmista sabe que el Señor expulsa
a los pecadores de su presencia y retira su Espíritu Santo de
ellos. Él reconoce que esto es lo que se merece por su pecado.
Cuarto, al reconocer su pecado y el hecho de que Dios es justo
al condenarlo como pecador, está proclamando que el juicio de
Dios contra él es merecido. En otras palabras, su reconocimien-
to de que Dios es justo al condenarlo demuestra que Dios fue
acertado en su decisión judicial. Este pasaje es citado por Pablo
para demostrar que el reconocimiento de la pecaminosidad de
la humanidad hace que Dios sea glorificado y declarado justo en
sus juicios contra el pecado (Ro 3:4).
Una de las razones por las que aquellos que han aceptado a
Jesús como Salvador y Señor no deben temer el juicio es que ya han
pronunciado una doxología judicial. Cuando fueron confrontados

46. Véase, por ejemplo, Hans-Joachim Kraus, Psalms 1–59: A Commentary


(Minneapolis: Augsburg, 1988), 502-503, quien pregunta: “¿Cómo se en-
tiende esta confesión?” Luego responde que es parte de una “doxología
judicial”. Además, agrega: “En una confesión de culpa contra Dios mismo,
el suplicante se somete al juicio justo de Yahweh”. Véase también Marvine
E. Tate, Psalms 51–100, WBC 20 (Dallas: Word, 1990), 3, 18, quien traduce
la última parte del texto como “y así tienes razón cuando hablas, (e) irre-
prensible al dictar sentencia”. Tate también comenta: “Los culpables con-
fiesan y alaban a Dios confirmando la justicia de un juicio divino”. Craig
G. Broyles, Psalms (Peabody, MA: Hendrickson, 1999), 227-228; y Samuel
Terrien, The Psalms: Strophic Structure and Theological Commentary (Grand
Rapids: Eerdmans, 2003), 405, afirma brevemente que el salmista “no acu-
saría a Yahweh de un juicio caprichoso o superficial. ‘Cuando hablas’ sig-
nifica ‘cuando pases una sentencia de condenación’”.
R :E 155

con el evangelio, reconocieron que eran culpables de todos los car-


gos y que Dios estaba en lo correcto al condenarlos a la muerte eter-
na. Pero como el evangelio no es solo juicio, sino también buenas
nuevas de salvación, se les ofreció la redención en Cristo y la acep-
taron. Por lo tanto, no serán condenados en el juicio final: “De cierto,
de cierto les digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tie-
ne vida eterna; y no será condenado, sino que ha pasado de muerte
a vida” (Jn 5:24; RVC).47
Pablo declara que no hay condenación para los creyentes por-
que Cristo tomó su condenación sobre sí mismo cuando lo procla-
maron como su Salvador y Señor (Ro 5:18; 8:2; 2 Co 5:21). Él dice
explícitamente: “Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y
crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo.
Porque con el corazón se cree para alcanzar la justicia, pero con la
boca se confiesa para alcanzar la salvación” (Ro 10:9-10; RVC). Los
creyentes han entregado voluntariamente sus vidas a Dios, recono-
cieron que merecían la muerte, y —por la gracia de Dios revelada
en Jesús, quien tomó nuestra culpa sobre Él— se les otorga ahora
el veredicto del juicio final: “inocentes” (cf. Ro 3:21-26). El juicio fi-
nal sólo revelará que han permanecido en una relación amorosa y
salvadora con su Salvador y Señor. En esa ocasión los redimidos se
unirán a los ángeles y al resto del universo diciendo: “¡Aleluya! La
salvación, la honra, la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque
sus juicios son justos y verdaderos… ¡Aleluya! ¡Reina ya el Señor,
nuestro Dios Todopoderoso! ¡Regocijémonos y alegrémonos y dé-
mosle gloria!” (Ap 19:1-2, 6-7).

Conclusión
Nuestra discusión del juicio final revela que, entre sus mu-
chos objetivos, los siguientes son de importancia fundamental.

Revela la verdad sobre el pueblo de Dios


El juicio revelará quién es inocente y quién es culpable,
con lo que el pueblo de Dios saldrá victorioso. El fundamento
de su salvación y la justicia de ese acto serán claramente reve-

47. F. H. Klooster, “Judgment, Last”, ISBE, 2:1163, escribe: “los creyentes tam-
bién serán juzgados, aunque las Escrituras afirman que no son sentencia-
dos, porque ellos ya han pasado de muerte a vida (Jn 5:24, 1 Jn 3:14)”.
156 “ Y ”

lados. El libro de la vida se abrirá y mostrará que fue debido


a su fe y dependencia de Cristo que fueron declarados justos.
Las acusaciones y ataques de las fuerzas del mal contra ellos
serán declaradas infundadas. Así, ellos serán vindicados ante
el universo entero.

Revela la verdad sobre Dios


Dios no necesita un juicio investigador para descubrir la ver-
dad y la información sobre sus criaturas. Pero el juicio sirve para
revelar su amor y justicia en su trato con los seres caídos. El juicio
es un evento público que revelará toda su integridad como juez
de la tierra y del universo (Ro 3:4; Sal 96:10). Por lo tanto, debe-
mos ubicar el juicio dentro del conflicto cósmico como un medio
para poner fin a ese conflicto. En dicho conflicto, los poderes del
mal cuestionaron la integridad de Dios, pero a través del juicio la
obra de salvación de Cristo alcanza su consumación y la justicia
de Dios es plenamente vista por todos.

Todos asumirán la responsabilidad por sus acciones


Frente a todas las pruebas reunidas y examinadas por el tri-
bunal divino, toda criatura reconocerá la justicia del veredicto de
Dios a favor o en contra de ellos. Aquellos que aceptaron a Cris-
to como su Salvador y Señor reconocen que merecen la muerte
eterna y aceptan por fe la plena realización de este veredicto en
Cristo como don de salvación de Dios. Todos los malvados tam-
bién reconocerán la justicia del veredicto divino antes de pasar al
olvido para siempre.

Restaura la armonía en el universo


Hay una fragmentación en el universo como resultado del
conflicto entre el bien y el mal. La presencia de poderes malignos
ha trastornado el orden establecido por Dios, haciendo necesario
neutralizar esos poderes para recrear el mundo. El juicio final
restaura la armonía recompensando al inocente y poniendo fin a
la presencia del mal en el cosmos, el cual queda así limpio de la
inmundicia del pecado. Esto traerá la obra de Cristo a su consu-
mación (véase Ap 11:15-18).
R :E 157

Motiva el crecimiento espiritual personal


La proclamación del juicio final es parte de la predicación
del evangelio. Obliga a las personas a enfrentar lo que podría ser
su destino final si rechazan la salvación exclusivamente a través
de Cristo. Para los cristianos, el juicio los llama a perseverar en
la vida cristiana en total dependencia de Jesús, confrontándolos
con los resultados drásticos y finales de la caída de la gracia.48
Fuera de Cristo sólo hay juicio y condenación. El juicio no intro-
duce un elemento de incertidumbre en la vida del creyente, sino
que reafirma su certeza exclusiva en Cristo (Heb 10:29-31; 2 Co
4:10). De hecho, reflexionar sobre el juicio final debe llevarnos a
alabar a Jesús por medio de quien hemos escapado de nuestro
destino ineludible.

48. Yinger señala que Pablo emplea el motivo del juicio según las obras “como
un llamado al arrepentimiento (Ro 2:6), motivación a la obediencia (2 Co
5:10, Col 3:24, 25), una sentencia sobre los desobedientes (2 Co 11:15b), y
como base teológica contra el juicio intracomunitario (1 Co 3:8b)”. Yinger,
Paul, Judaism, and Judgment, 286-287. Con respecto a los cristianos, Yinger
concluye que “Pablo estaba completamente preparado para advertir per-
sistentemente a los cristianos pecadores respecto a la destrucción divi-
na [por ejemplo, 1 Co 3:16, 17; 6:9, 10; 10:1-12; 11:29-34; 16:22a; Col.3:25], y
lo mismo es cierto para los líderes o maestros dentro de la comunidad
quienes se habían apartado de su mensaje apostólico [1 Co 3:16, 17:2 Co
11:15b; Gá 1:9]”. Ibíd., 288.

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