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MÉDICO
DE EVA
OPINIÓN
12/08/2019 Escuchar
@elenaestavillo
opinion@lasillarota.com
Para que este ecosistema funcione, necesita integrar a los diferentes actores:
usuarios, empresas y gobierno.
Tenemos muy presente el rol de liderazgo del gobierno como regulador y hacedor de
política para impulsar el ecosistema digital, pero raramente pensamos en el papel
fundamental que juega en este proceso, como el gran consumidor estratégico que es, o
puede llegar a ser.
Por su continua interacción con los ciudadanos, cuando el gobierno usa nuevas
tecnologías contribuye a la adopción y actualización tecnológicas. Mediante la
instrumentación de trámites y documentos electrónicos, puede disminuir
sensiblemente los costos de cumplimiento de obligaciones para el ciudadano, lo que,
además, impulsa la formalidad y el Estado de derecho.
Para ello, se requiere formar habilidades que permitan a los servidores públicos y
usuarios aprovechar las oportunidades que ofrece el mundo digital. No obstante, la
misma incorporación de los ciudadanos al uso de las TIC para acceder a servicios
públicos como salud y educación, es una poderosa herramienta de alfabetización digital
al generar contenidos pertinentes para la población y darle un sentido al uso de las
tecnologías.
Al mismo tiempo, es importante cuidar que la población cuente con los medios
necesarios para acceder a los servicios, a fin de que este esfuerzo sirva para cerrar la
brecha y no para ensancharla.
Por la misma razón, una estrategia de gobierno digital siempre debe ir acompañada de
un trabajo intenso para asegurar la cobertura de los servicios de telecomunicaciones,
sobre todo en aquellas regiones del país más marginadas, y que los usuarios -
personas físicas y empresas- cuenten con información accesible, procesada y útil, así
como procedimientos sencillos y transparentes.
Por otro lado, al elegir equipos y servicios digitales, el gobierno se coloca en una
posición estratégica para impulsar la competencia, decidiendo sus adquisiciones por
medio de licitaciones competitivas y neutrales a la tecnología, que impulsen el uso de
sistemas abiertos e interoperables.
El gran reto para el gobierno, como para el resto de la sociedad, es diseñar procesos
digitales de principio a fin, que no se vean interrumpidos en ningún momento por la
necesidad de una llamada, una visita personal o la presentación de un documento
físico. No podemos concebir un gobierno digital si se sigue acudiendo a la validación
analógica.
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Dentro de este diseño, es fundamental prever que no se creen barreras técnicas que
dificulten el acceso a los trámites y servicios públicos, requiriendo navegadores o
actualizaciones específicas, o el uso de cierto equipo. En el lento proceso de
digitalización gubernamental que hemos vivido, ha habido experiencias en donde los
mismos sistemas han creado obstáculos técnicos que han limitado el alcance de los
beneficios, como el caso de las declaraciones en línea del SAT que, durante años, no
estuvo habilitado para funcionar en el entorno de Apple.
Por otra parte, el gobierno digital no debe quedarse a nivel federal, sino permear hasta
las localidades, para lo cual se necesita un amplio esfuerzo de coordinación y
colaboración para llevar herramientas y habilidades digitales a distintos niveles de
gobierno, especialmente a las autoridades locales con pocos recursos y los estados
con baja penetración de servicios. Ello implica compartir capacidad, conocimiento,
infraestructura, información y datos.
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