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Apuntes

FAMILIAS DE ACOGIDA Y FAMILIAS ADOPTIVAS


Ana Isabel BALDERO
Psicóloga y Psicoterapeuta familiar, 2004
(Revisados y actualizados por Belén López Macía. 2014)

INTRODUCCIÓN: Acogimiento y adopción, dos propuestas de intervención

Con el objetivo de contextualizar nuestras reflexiones sobre el tema, nos


referiremos en primer lugar a las funciones que desarrolla la Familia respecto
a la crianza de los hijos. En sentido amplio entendemos que facilita a los hijos
un marco adecuado para su vinculación y para el desarrollo afectivo, es el
principal referente para la expresión de la afectividad humana. La
socialización, entendida como el desarrollo de las capacidades psicológicas y
de adaptación al medio en el proceso de autonomía, sería otra de las
funciones básicas. La familia ejerce como intermediaria (mediación) entre su
hijo y el entorno; la manera de llevar a cabo esta tarea estará determinada por
la relación que la propia familia haya establecido con dicho entorno.

En la línea de “Ainsworth (1973) y Bowlby (1958), la crianza puede ser


definida como la función del amor o del vínculo” (Ripol-Millet, y Rubiol, 1988).
Y J.L. Linares (2002) señala las dos modalidades de amor que considera
tienen más relevancia en el ámbito psicológico y, por tanto en el de la salud
mental: el amor conyugal o de pareja y el amor parento- filial. Explica que
“en ambos están presentes con parecida importancia el reconocimiento, la
valoración (espacio cognitivo), el cariño y la ternura (espacio emocional). Sin
embargo, el espacio pragmático los diferencia radicalmente, puesto que el
deseo y el sexo predominan en el amor de pareja, mientras que la
sociabilización y el cuidado (normatividad, protección) lo hacen en el amor
parento-filial”. A partir de aquí elabora una serie de hipótesis relacionales
explicativas sobre algunas de las disfuncionalidades que se observan en las
familias y que estarían relacionadas con situaciones de abuso, malestar y
sufrimiento en la infancia.

El incremento de la sensibilidad, en las sociedades consideradas más


avanzadas y desarrolladas, respecto a dichas situaciones de malestar y
sufrimiento en la infancia, la responsabilidad de cubrir adecuadamente las
necesidades de los menores y de conseguir mayores niveles de bienestar y
protección, han sido algunos de los objetivos prioritarios que se han
marcado no sólo las propias familias sino también los estamentos políticos,
jurídicos y educativos. Es un tema que produce gran preocupación,
despertando interés la búsqueda de fórmulas diversas encaminadas a dar
respuesta a dichos propósitos.

Entre otras, algunas de las medidas propuestas por las Instituciones para
tal fin, y de las que nos ocuparemos aquí, se refieren a la posibilidad de que
los menores sean acogidos temporalmente o bien sean adoptados y crezcan
en otras familias cuando, por circunstancias diversas, no puedan hacerlo
disfrutando de su familia natural o biológica. Pero, como veremos más
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adelante, sea cual sea la circunstancia relacionada con la situación de “crisis”


por la que atraviesa una familia, la actitud por parte de dichas Instituciones
y de los profesionales comprometidos en esta tarea, será la encaminada a
comprender la naturaleza de la misma; sólo así se podrá dar una respuesta
adecuada a las necesidades de cada uno de los menores que se encuentra
en situación de carencias, riesgo, desamparo y/o negligencia. Además, la
situación no es sencilla y no todo dependerá de la actuación de los Servicios
específicos creados para tales fines, sino que también tendrán su parte de
responsabilidad las políticas sociales que se estén poniendo en marcha
en cada momento (macrosistema en el que las familias y los Servicios están
inmersos) y que de alguna manera definirán las líneas de actuación.

Marco Jurídico

La inquietud sobre el tema se ha plasmado tanto en la legislación


internacional (Convención internacional de los Derechos del niño, 20 de
noviembre de 1989. La Conferencia de La Haya) como en la estatal y a nivel
de las distintas comunidades autónomas.

En el Estado Español el punto de partida legislativo de los actuales Servicios


Sociales lo encontramos en la Constitución de 1978, en cuyo texto se hace
especial referencia al bienestar que promoverán los poderes públicos a la
familia, a la infancia (Art. 39) y a la juventud (Art. 48); y que, de forma
implícita, relaciona a los Servicios Sociales. Además en el artículo 148, 1.20
de la Constitución Española queda establecida la competencia de las
Comunidades Autónomas en materia de Servicios Sociales. Y en el nivel de la
Administración local , la Ley 7/1985 Reguladora de Bases de Régimen Local
contiene las competencias de las Corporaciones Locales, considerando al
municipio como entidad básica territorial y la obligatoriedad de los
Ayuntamientos de organizar por sí mismos los Servicios Sociales.

La Administración Central regula algunas de las circunstancias anteriormente


señaladas en la ley 21/1987, de 11 de noviembre a partir de la cual el Código
Civil incorpora el acogimiento familiar como figura jurídica y se considera la
adopción como un elemento de plena integración familiar.

Será posteriormente la Ley Orgánica 1/1996 la que vendrá a cubrir algunas


lagunas de la anterior ley, adaptándose a las diferentes necesidades y
demandas que fueron surgiendo, (Limiñana, A.R.) aportando para ello
novedades como:

- La diferenciación entre acogimiento familiar y acogimiento residencial como


distintas formas de ejercer la guarda de los menores.

- Flexibiliza la acogida familiar, distinguiendo tres modalidades:

 Simple.
 Permanente
 Preadoptivo

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- Permite a la entidad pública acordar un acogimiento temporal en la familia


aun cuando los padres no consientan o se opongan y en tanto se produzca
resolución judicial.

- En materia de adopción internacional introduce la exigencia de la idoneidad


de los adoptantes y regula el papel de las entidades mediadoras en el ámbito
de la adopción internacional.

Será otra ley posterior, Ley 54/2007, de 28 de diciembre, la que regula en la


actualidad la Adopción internacional en España. Hay sin embargo otros países
que no contemplan en su legislación la posibilidad de la adopción.

En Abril de 2014, el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad


propone al Consejo de Ministros la aprobación de dos anteproyectos que
modifican hasta 13 leyes que se refieren a la protección de la infancia en
España, por lo que se prevé que próximamente entren modificaciones en la
legislación actual.

El Acogimiento

El acogimiento familiar queda definido como aquella situación en la que el


menor de edad obtiene la plena participación en la vida de la familia
acogedora, teniendo ésta las obligaciones de velar por él, tenerlo en su
compañía, alimentarlo, educarlo y procurarle una formación integral
(obligaciones coincidentes con algunos deberes inherentes al ejercicio de la
patria potestad).Ley 21/1987.

Existen diferentes modalidades de acogimiento para adaptarse a las diversas


necesidades y circunstancias de los menores.

En función de su finalidad, el acogimiento puede ser:

 Acogimiento simple o temporal: de breve duración y con finalidad de


retorno a la familia de origen. Dentro de los acogimientos simples,
merece especial mención el acogimiento familiar de urgencia o
diagnóstico, muy útil en casos de menores de corta edad y cuya
finalidad es evitar la institucionalización del menor mientras se evalúa y
dictamina la medida de protección más adecuada a su caso.

 Acogimiento permanente: casos prolongados cuando no existe


alternativa de retorno a la familia de origen ni de adopción.

 Acogimiento pre-adoptivo: establecido con la finalidad de favorecer la


adaptación del menor a la familia de adopción.

En función de donde se establezca el acogimiento:

 Acogimiento residencial: supone el ingreso del menor en un centro


público o privado dependiente de la Administración competente.

 Acogimiento profesionalizado: acogimiento remunerado

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económicamente donde la familia acogedora ha de cumplir una serie de


requisitos, tales como acreditar la disponibilidad y la formación
adecuada de al menos uno de sus miembros para atender las
necesidades especiales y/o específicas del menor acogido.** Este tipo
de acogimiento se prevé que entrará próximamente en vigor en España
con la nueva regulación de protección de la infancia, si bien ya existen
en la actualidad Comunidades Autónomas en las que está regulado por
la Administración autonómica competente.

 Acogimiento en familia ajena, cuando la familia de acogida no tiene


ningún tipo de parentesco con el menor.

 Acogimiento en familia extensa, cuando es la propia familia la que se


encarga de acoger al menor (abuelos, tíos, otros parientes...)

FAMILIAS DE ACOGIDA: ¿una manera de preservar la parentalidad?

Cuando se habla de familias acogedoras se hace referencia a aquellas que


deciden ofrecerse como “familia cuidadora” de un menor que, por
circunstancias diversas, no puede ser atendido adecuadamente por su familia
natural. Los motivos y circunstancias que suelen estar relacionadas con la
utilización de dicho recurso, cuando la familia biológica no puede ejercer
adecuadamente sus funciones parentales, se refieren a: enfermedad de los
padres, falta de recursos, desocupación, encarcelamiento, falta de tiempo
para dedicarse al cuidado de su hijo, conflictos emocionales, cambios en la
estructura familiar, crisis familiares, conyugalidad disarmónica… En los
casos en los que la medida propuesta sea un acogimiento simple, las
circunstancias familiares adversas citadas se perciben como “temporales” y
por tanto es importante remarcar el carácter temporal del acogimiento
familiar, ya que el niño se reincorporará a su familia de origen una vez se
hayan resuelto aquellas dificultades que motivaron dicho acogimiento.

Por ello, durante el periodo de acogida, será necesario tener en cuenta a la


familia biológica, facilitando y favoreciendo el contacto, la relación y los lazos
afectivos entre ella y el niño; este será uno de los compromisos que
adquirirá la familia acogedora. En esta etapa del proceso, también la familia
biológica se comprometerá a colaborar en la integración del niño a la familia
acogedora. Según esto, el acogimiento no sólo será una medida asistencial de
protección a la infancia propuesta por los Servicios Públicos, sino que es algo
más, una intervención encaminada al “cambio” y orientada, en un plazo de
tiempo lo más corto posible, a la reincorporación del menor a su familia natural.

En muchas ocasiones, los terapeutas y/o trabajadores sociales observamos


cómo aparece la ansiedad, el dolor, la hostilidad, la frustración, la rabia, el
sentimiento de culpa, fracaso y desesperación; sentimientos y emociones
generalizadas que se explicitan en aquellas situaciones que implican un
nivel de malestar, sufrimiento y estrés significativo. Por tanto, entenderemos
que cuando se toma una medida de “acogimiento”, tanto el niño, como la
familia natural estarán sometidos a un “plus de estrés”, que se añadirá a la
fragilidad de la situación que están viviendo. Teniendo en cuenta esto y el
hecho de que la mayoría de los profesionales que nos movemos en los

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ámbitos socio- sanitarios, tenemos la prevención como uno de los objetivos a


conseguir, será importantísimo establecer como un reto prioritario “la
prevención del acogimiento” a través de las intervenciones en las familias
de origen. En el caso que esto no sea posible y el acogimiento se presente
como una alternativa “saludable”, tal y como señalábamos anteriormente,
sería decisiva la intervención en la familia natural del niño para conseguir que
éste se reincorpore a la misma lo antes posible, incidiendo para que la familia
recupere su funcionalidad y consiguiendo así otro beneficio significativo, que
el nivel de “estrés generado” no se incremente más de lo necesario.

Pero en la práctica cotidiana podemos observar cómo los mencionados


objetivos no siempre son tenidos en cuenta, no siempre se incide en la
dinámica familiar ni en las circunstancias más significativas relacionadas con
la exclusión del menor; con lo cual, si solamente se realiza una actuación
asistencial, se favorecerá que el acogimiento se convierta en una medida de
larga duración, en una adopción encubierta o que el menor acabe en una
institución. Otros riesgos asociados al fracaso del acogimiento se refieren a
cuando éste se vuelve “insoportable” para la familia acogedora y/o cuando el
niño se reincorpora a su familia de origen sin que se hayan modificado
sustancialmente las circunstancias que en realidad motivaron la salida del
hogar.

El niño entre su familia natural, la familia que lo acoge y los Servicios Sociales

En la línea que plantea Stefano Cirillo (1993), los profesionales que proponen
la medida de acogimiento teniendo como objetivo la recuperación de la
familia, y no simplemente el dar un servicio asistencial a la misma,
intentarán en un primer momento conocer y entender la naturaleza de la
crisis familiar, formulando una hipótesis sobre el juego relacional (diagnóstico)
que les lleva a la exclusión del hijo, una vez se hayan identificado los
elementos que producen “el malestar”. Sólo de esta manera podrán intervenir
definiendo un plan de actuación y de ayuda adecuado, siempre que se
considere un objetivo viable y siempre que la red de servicios socio-sanitarios
del territorio disponga de los recursos necesarios para llevar a cabo dicho plan
de ayuda a la familia. De lo cual se deduce que “una familia puede ser definida
como irrecuperable no sólo en relación con sus modalidades de
funcionamiento sino también en relación con la ausencia de un servicio capaz
de hacerse cargo de ella”.

No cabe duda de que la situación emocional de cada una de las partes


implicadas, es sensiblemente diferente si el acogimiento de un menor es
llevado a cabo por miembros de la familia extensa o por una familia ajena. En
ésta segunda opción, la familia biológica y la de acogida son sistemas
independientes, sin embargo cuando se produce el acogimiento inician una
historia compartida y se convierten de alguna manera en sistemas
interdependientes, en los cuales tendremos que estar atentos a cómo se
produce el encuentro y cómo construyen la relación para ofrecer un clima
favorecedor del bienestar del niño (familia natural—niño--familia de
acogida). Pero no podemos perder de vista las implicaciones que tiene el
hecho de que la familia natural se halla en una situación de “crisis” y

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dificultades; una de dichas implicaciones, como ha quedado reflejado en la


introducción, es que en este nuevo sistema también estarán incluidos los
profesionales de los Servicios Públicos correspondientes, tanto los que
propondrán la medida de acogimiento y que además intervendrán en la
situación de la familia natural y para su “recuperación”, como aquellos que lo
hacen en la familia de acogida durante todo el proceso (etapa de estudio-
valoración, acoplamiento y apoyo). Es destacable el papel tan importante
que juegan en el desarrollo de los acontecimientos.

En un primer momento, dichos profesionales, que pertenecen al ámbito psico-


social, intervienen bien porque uno de los miembros de la familia natural hace
una petición de ayuda, o bien porque se ha producido una denuncia.
Estas circunstancias también han de ser tenidas en cuenta ya que definirán el
contexto (ayuda/control) en el que se construirá la relación entre los dos
subsistemas; poniéndose de manifiesto la complejidad de la misma, ya
que en estos servicios suelen estar mezclados los elementos de control
con los de ayuda. Aunque la complejidad y dificultad de las situaciones que
podríamos llamar “intervenciones forzosas” es mucho mayor, probablemente
una actitud por parte del profesional encaminada a conseguir la colaboración
y “enganche” de la familia, podría facilitar que ésta expresara, en algún
momento del proceso, alguna petición de ayuda.

En el trabajo con las familias que desean ser acogedoras, los profesionales
correspondientes intentarán conocer el significado que tendría el
acogimiento en el “juego familiar” (entendido como interacción), partiendo
de la premisa de que es un “juego sano”, con el objetivo de intentar prever
qué niño podría beneficiarse de esa situación relacional, a la vez que se
benefician los miembros de la familia que lo acoge.

Por otro lado, en relación a la primera opción, es decir, cuando son los
familiares del niño quienes lo acogen, tenemos un único sistema, que ya
existía antes del acogimiento, al que se incorporarán los profesionales con el
objetivo de conocer el significado que tiene dicha acogida, considerando “el
juego familiar” y la finalidad de la misma para poder valorar la viabilidad de
la propuesta y/o intervención.

Hipótesis relacionales

1-La comprensión “del juego familiar” en la familia natural.

Algunas de las preguntas claves para entender las situaciones que nos
ocupan, las cuales implican tanta complejidad, se refieren a que si una
familia, en cuanto sistema viviente, se rige por el principio de conservación
y se regula por un equilibrio homeostático cuya finalidad es mantener la
integridad física del sistema, ¿qué es lo que le lleva a la “exclusión” de
uno o varios de los hijos?, ¿cómo reacciona emocionalmente el sistema y
cada uno de sus miembros cuando esto ocurre?

Para dar una respuesta aproximada será requisito indispensable llegar a


entender las reglas que rigen el sistema familiar al que pertenece el niño;

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que es lo mismo que comprender “el juego familiar” que subyace a la situación
de “malestar” y disfuncionalidad manifiesta. Esto significa que tendremos que
considerar todos los elementos que participan: cómo se ha organizado y
construido la relación entre los padres, estaremos también atentos a las
características del menor (físicas,..) y al significado atribuido en la familia, al
rol que desempeña y su respuesta a los estímulos relacionales, sin perder
de vista el papel que juegan las respectivas familias extensas y los
condicionamientos sociales.

Con cierta frecuencia, se observa cómo en las familias, en las cuales se ha


optado por la salida de uno de los hijos que tenía un determinado rol, se
produce el nacimiento de un nuevo hijo que reemplazará al
“perdido” en la dinámica familiar y, como consecuencia, estará destinado
a sufrir igualmente.

De la misma manera encontramos familias de acogida que asumen cargas


demasiado pesadas y que en ocasiones se convierten en “insoportables” y
acaban por interrumpir el acogimiento; éstas situaciones, con frecuencia,
están asociadas a juegos relacionales en la familia natural que comportan un
nivel importante de sufrimiento emocional para el menor. Suelen ser familias
en las que se desea incluir a una de las figuras parentales que abandonó el
hogar o incorporar a un miembro significativo de la familia extensa (abuela
materna, cónyuge...), con el que probablemente todavía hay “cuentas
pendientes” por resolver; explicitándose conflictos de lealtades y procesos
culpabilizadores hacia el progenitor que “abandonó” y/o al que se desea
incluir. En estas circunstancias relacionales, la exclusión del hijo forma
parte del juego familiar ya que funciona como amenaza, castigo y/o
venganza contra quien ha abandonado. Así, los miembros de la familia
natural no apoyarán el proceso educativo de la familia acogedora, ya que el
fracaso del acogimiento formará parte del proceso culpabilizador, cuyo
objetivo es la inclusión de otro miembro para restablecer un equilibrio anterior.

Otras de las situaciones relacionadas con la expulsión/exclusión de un menor


por parte de su familia natural, serían aquellas en las que al menor se le ha
asignado en la familia extensa el rol de “emisario” respecto a sus
progenitores, dándose la circunstancia que la familia de procreación no ha
hecho un proceso de separación adecuado respecto de la familia extensa.

Los celos de uno de los progenitores respecto a la relación establecida


entre el hijo y el otro progenitor puede desencadenar, así mismo, una
situación de maltrato hacia el menor y éste acabe siendo “expulsado” o
sacado del núcleo familiar.

Cuando se trabaja con hipótesis explicativas sobre lo que sucede en las


familias, no se pretende encasillarlas ni clasificarlas, sino reflexionar sobre
algunas de las pautas observadas, entender el juego disfuncional en el que
están inmersas y diseñar un plan de intervención coherente con cada una
de las situaciones concretas.

Como es sabido, cuando el juego familiar ya está instaurado resulta difícil de

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modificar desde dentro, ya que tiene su propia inercia; con lo cual cuando nos
encontramos ante juegos familiares disfuncionales, la línea de intervención a
seguir tendría que contemplar la Psicoterapia como una posibilidad para
desmantelarlo.

2-a/ El acogimiento por parientes

Como ya señalábamos anteriormente, cuando el acogimiento es llevado a


cabo por abuelos o tíos, implica que estamos trabajando con un solo sistema
que ya existía antes del propio acogimiento. Generalmente, dicha propuesta
de acogimiento suele ser la última baza del juego familiar establecido. Por
ello, los profesionales orientarán una parte de su intervención a conocer y
bloquear aquellas pautas disfuncionales, estarán atentos a quién hizo la
petición para identificar en interés de quién trabajan, tendrán en cuenta su
contexto de trabajo y su posición institucional.

Así podemos encontrarnos cómo unos abuelos pueden acoger a su


nieto/a para seguir perpetuando el mensaje descalificante y de
incompetencia y hacia su hijo/a.

De la misma manera sucede cuando es un tío/a el que acoge a un


sobrino cuya madre se muestra sin recursos personales para atender a su hijo
adecuadamente, por motivos diversos (enfermedad mental, drogadicción,…),
proponiendo una rígida polarización de los papeles asignados y asumidos
previamente en la familia: “tío/a=hermano/a competente” y "madre= hermana
incompetente”.

2-b/ Cuando el acogimiento lo realiza una familia ajena

Con frecuencia las familias que se ofrecen para acoger a un menor se


caracterizan por su adscripción a un sistema de valores en el que la
solidaridad es uno de los más preciados; ello la convierte en una de las
motivaciones explicitadas más a menudo por las propias familias. Pero, en
realidad ello sólo no sería suficiente para entender el significado de dicho
ofrecimiento y, por tanto, los profesionales correspondientes habrían de
llevar a cabo intervenciones, desde la perspectiva sistémica, que les
permitieran conocer, entre otros aspectos, ¿por qué eligen esta opción en
lugar de otras?, ¿qué significado le atribuyen los distintos miembros?, ¿por
qué en este momento concreto de su ciclo vital y no en otra etapa? ¿qué
expectativas tiene la familia respecto del acogimiento teniendo en cuenta su
carácter temporal? ¿cómo se sitúa ante la familia natural?. Se está planteando
en realidad qué otros aspectos de la vida emocional de la familia están
implicados en su propuesta; y, por otro lado, se está analizando la
situación en base a los conceptos de homeostasis/cambio,
equilibrio/desequilibrio.

En general, la llegada de un nuevo miembro a un sistema familiar modifica su


funcionamiento y las reglas que regían el equilibrio anterior; modificándose
también tanto las relaciones internas como las externas; todo ello para
adaptarse a la nueva situación. Esto es lo que sucede cuando el sistema es

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flexible; sin embargo cuando nos encontramos ante un sistema caracterizado


por la rigidez, observaremos cómo se aferrará a las modalidades ya
experimentadas sin intentar buscar nuevas maneras y/o soluciones. En
definitiva el objetivo de la intervención irá encaminada a valorar si la solución
adoptada o la propuesta planteada es funcional; es decir si genera bienestar y
satisfacción en todos sus miembros o bien es disfuncional porque genera
sufrimiento y patología. Siguiendo esta línea de pensamiento, en el ámbito del
acogimiento la demanda se puede considerar “como una solución buscada y
hallada por el sistema en una fase de su ciclo vital en que el equilibrio
preexistente ya no era satisfactorio” Cirilo, S., 1993. La clarificación de estas y
otras cuestiones orientarán sobre la adecuación o no de dicha propuesta.

La Adopción:

La adopción es la creación de una filiación artificial por medio de un acto


jurídico, pero ante todo es una medida de protección a la infancia. En nuestra
legislación está pensada para proporcionar una familia a niños/as que carecen
de ella.

En la actualidad en España sólo está regulado un tipo de adopción, la


adopción plena, que le da al adoptado una filiación que sustituye a la de
origen, con los mismos derechos y obligaciones que el hijo biológico y con
carácter irrevocable. El menor llevará el apellido del adoptante, tendrá
derecho a conocer su origen y podrá acceder a su expediente de adopción a
partir de los dieciocho años.

Otro tipo de adopción es la adopción abierta, que permite los contactos del
menor la biológica, especialmente beneficiosa en casos en que el menor
adoptado es adolescente. Este tipo de adopción, está previsto que entre en
vigor próximamente en España.

En función del lugar de residencia habitual del menor adoptado, la adopción


puede ser nacional o internacional, esta última tiene carácter subsidiario, es
decir, que responde al interés superior del niño, teniendo preferencia, en
igualdad de condiciones, los adoptantes que residan en el mismo país que
menor.

FAMILIAS ADOPTIVAS: otra forma de filiación y una propuesta de reparación.


Implicaciones emocionales.

La adopción, facilitada por las instituciones y administraciones de los diversos


países, ha supuesto para numerosas personas la opción de crear una familia,
de ampliarla y, sobretodo, de ser “padres”; también a los menores les ha
permitido la posibilidad de crecer en un entorno donde podrá ser reconocido
como “hijo”. La situación de infertilidad de algunas parejas relacionada con la
fisiología (disfunciones, enfermedades, edad avanzada,…), así como los
nuevos modelos familiares que se han ido definiendo (familias reconstituidas,
monoparentales, parejas homosexuales), son algunas de las variables
relacionadas con la paternidad adoptiva. La idea un tanto extendida en
nuestra cultura de que “podemos conseguir casi todo” también ha contribuido

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a buscar nuevas opciones cuando la paternidad biológica no es posible,


perdiendo cada vez más fuerza aquellas posturas más frecuentes, en épocas
anteriores, que reflejaban cierta resignación y/o conformismo. Por otro lado, el
mayor conocimiento y aceptación social del fenómeno, el efecto mimético que
produce la presencia de familias adoptivas y la influencia de los medios de
comunicación, son otros de los factores que han contribuido a que la
adopción, hoy en día, se haya convertido en un hecho frecuente en nuestra
sociedad y el número de familias adoptivas se haya incrementado
considerablemente; especialmente las que recurren a la adopción
internacional.

Tampoco podemos olvidar que concretamente el auge de la adopción


internacional aparece como emergente de una serie de fenómenos
socioculturales, fundamentalmente debido al desequilibrio que se observa
entre los denominados países de origen y países de recepción. Procesos
demográficos antinómicos, incremento de tasas de natalidad en los países
poco desarrollados, tasas negativas en los países avanzados, con el
consiguiente envejecimiento de la población

Abordando el tema desde este enfoque, que facilite a los profesionales y


administraciones implicadas situarse desde una perspectiva ética, podríamos
reflexionar sobre la formulación conceptual que plantea Eva Giberti (Buenos
Aires 1996); la cual se podría aplicar a los diferentes ámbitos que están
implícitos en los procesos de adopción, familias y países. “Adopción es elegir,
desear, quién, a quién y cómo”. Y se pregunta: quien tiene poder
¿puede optar? Por el contrario, el “no poder”, en las familias biológicas,
implica una situación de imposibilidad de actuar, fragilidad, marginalidad; en
definitiva dificultad para prohijar al que se ha concebido (abandono, renuncia,
dejar, permitir que otros lo hagan). En algunas de las familias adoptivas, el “no
poder” está relacionado con la infertilidad. Si lo analizamos en el ámbito de los
países, el “no poder” plantea la dificultad para construir políticas de protección
respecto de su población, enfrentándose con el poder que detentan aquellos
que requieren y presionan para que se les provea de niños.

La autora recoge así el contenido paradójico del “poder” formulándolo de la


siguiente manera: “resulta que quienes pueden no pueden, y otros que no
pueden, pueden”…”quienes pueden tener hijos no siempre pueden criarlos.
Muchos que pueden criarlos, no siempre pueden tenerlos”.

De alguna manera, entendemos que no podemos hablar de adopción sin


hablar al mismo tiempo de abandono; por un lado, el que sufren los menores
susceptibles de adopción en su familia natural y, por otro, el que sufren al
integrar una nueva familia en el extranjero, como ocurre en la adopción
internacional (el Estado no puede contenerlo y no lo prohija como ciudadano).

Tradicionalmente la filiación ha quedado definida por la vía sanguínea y


legitimada por la jurídica, sin embargo cuando un niño es adoptado nos
movemos básicamente en el ámbito de lo que podríamos llamar la “filiación
psicológica”, sin dejar de lado la relevancia de la filiación jurídica. Los mitos
culturales-familiares sobre la pertenencia o no a la familia, la posibilidad

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de amar a alguien que no ha nacido de uno mismo y la vinculación paterno-


filial, son algunos de los temas de fondo que se plantean. El proceso de
adaptación-integración-vinculación del hijo adoptivo respecto de su familia
adoptiva dependerá significativamente de cómo ésta se posicione
emocionalmente ante dichas cuestiones.

Ser hijo adoptado implica como vemos un grado de complejidad importante,


ya que en su historia están incluidas una serie de experiencias, vivencias y
emociones relacionadas con su familia, país y cultura de origen (pérdidas,
carencias afectivas, abandono, abusos,…), que habrán de ser integradas,
incorporadas y elaboradas. A su vez, la familia adoptiva tendrá que incorporar
dicha parte de la historia de su hijo a su propia historia familiar
(infertilidad, frustraciones, reparaciones,…), generando una coherencia que
facilite el crecimiento y equilibrio emocional del niño. Los prejuicios de la
familia adoptiva respecto a las circunstancias que motivaron la situación de
desamparo de su hijo, así como las motivaciones explícitas e implícitas que
les llevaron a la paternidad adoptiva, serán vivencias que influirán
decisivamente en el ejercicio de la parentalidad.

Adopción Nacional versus Adopción Internacional

El considerable aumento que ha experimentado la adopción internacional en


el Estado Español y en general en los “llamados países receptores”, tanto
en valores absolutos como relativos, y también en comparación a la
adopción nacional, es debido, además de los ya señalados anteriormente, a
factores relacionados con el descenso de menores susceptibles de adopción
en el propio territorio; teniendo en cuenta el descenso de la natalidad, la
disminución de las “maternidades no deseadas”, la aceptación social de las
madres solteras, el desarrollo de políticas sociales dirigidas a la infancia y a la
familia y la consecuente reducción del número de hijos abandonados al
nacer. Con lo cual se incrementa el periodo de espera en la Adopción
Nacional favoreciendo la Internacional.

Por otro lado, nos encontramos que una buena parte de los niños susceptibles
de ser adoptados en el ámbito nacional no reúnen las características que la
mayoría de los solicitantes desean, recurriendo éstos a solicitar la adopción en
países extranjeros, en los que es mayor el número de menores con
posibilidad de ser adoptados y las características de los mismos (edad) se
ajustan más a sus expectativas.

Sin embargo, a parte de estos factores sociodemográficos, los


relacionados con los aspectos jurídicos y emocionales tienen también un gran
peso. Así una diferencia significativa entre Adopción Nacional e Internacional
estriba en que, en la primera, se contempla previamente la etapa de
acogimiento pre- adoptivo. Esto significa que el menor se incorpora a la
familia que desea adoptarlo, pero mientras se resuelve el proceso jurídico,
es la administración quien tiene la tutela. Además la familia biológica podría
recurrir la medida y solicitar visitas con el menor, mientras no se resuelva y
haya una sentencia firme de adopción. Esta es una circunstancia que favorece
que las familias que desean adoptar expresen sus temores ante la

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posibilidad, aunque sea remota, de “perder” a su hijo durante el proceso


pre-adoptivo y vuelva éste con su familia natural; explicitando también una
mayoría su negativa a que se produzcan las visitas reglamentadas de la
familia biológica.

Por el contrario, en la Adopción Internacional el proceso jurídico es


mucho más rápido y las familias obtienen la Adopción plena después de un
corto periodo de acoplamiento con el menor. Hay que tener en cuenta así
mismo que, en la mayoría de los casos, la familia natural es desconocida y no
suele hacerse presente a lo largo del proceso adoptivo. La lejanía entre el
país de origen del menor y el país que lo acoge, favorece que las familias
adoptivas reaccionen con menos ansiedad ante los temas planteados.

Sin embargo también hemos de tener presente que la Adopción Internacional


presenta elementos de complejidad respecto a la nacional, relacionados
con los cambios tan relevantes que suponen para el menor susceptible de
ser adoptado; la diferencia étnica en muchos casos, el choque socio-cultural
entre el lugar de origen y el de acogida, el cambio climático, de hábitos,
alimentación, condiciones físicas y estado de salud, serán aspectos a
considerar.

Proceso de formación y valoración de las familias que desean adoptar un


hijo: una intervención para la prevención.

Hoy en día, tal y como está reglamentado en la legislación correspondiente,


las familias que solicitan adoptar un menor han de pasar necesariamente por
un proceso de formación y valoración sobre su idoneidad como futura familia
adoptiva. Es un tema que ha generado mucha polémica y sobre el que hay
cierta confusión. Algunas familias, conectando con el sufrimiento que les ha
generado su infertilidad, se sienten molestas, “enfadadas” y discriminadas
respecto a las que optan por la vía biológica, ya que éstas no son sometidas
a ningún proceso previo; otras, por el contrario lo consideran una posibilidad
de reflexionar sobre aquellos aspectos de complejidad que hemos abordado
anteriormente y que están implícitos y/o explícitos en la paternidad
adoptiva, que son específicos y forman parte de la realidad de la misma.

Conocer, reflexionar, afrontar y vivenciar las emociones que están en juego,


teniendo en cuenta todas las partes implicadas, son algunos de los
objetivos de dicho proceso. Estimular en cada familia la conexión y búsqueda
de recursos individuales y familiares que les faciliten llevar a cabo su proyecto
adoptivo con garantías, la prevención de situaciones de malestar y sufrimiento
relacionadas con la parentalidad, serían otras de las propuestas que se
plantean los profesionales que intervienen. Entendemos que es necesario
regular desde la Administración los procesos de adopción y que es una
manera de garantizar los derechos de los menores y de las familias, tanto
de las biológicas como de las adoptivas.

Como ya se ha señalado anteriormente, en España la regulación en esta


materia es competencia de las distintas Comunidades Autónomas. En
Cataluña, las familias que desean adoptar un hijo, después de presentar su

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solicitud de adopción (tanto Nacional como Internacional) al organismo


correspondiente (en la actualidad I.C.A.A. - Institut Catalá de l’Acolliment i de
l’Adopció) iniciarán el proceso de reflexión, formación y valoración al que nos
hemos referido, a partir del cual los profesionales elaborarán una propuesta
de idoneidad o no respecto a la situación familiar concreta.

Si se considera que es una familia con recursos para afrontar el proceso de


paternidad adoptiva, a partir de ese momento, si la solicitud corresponde al
ámbito nacional, la familia esperará que desde la Administración se le haga
una propuesta; la cual tendrá en cuenta, por un lado, las necesidades del
niño susceptible de adopción, y por otro las características de la familia que
facilitarán que dichas necesidades sean cubiertas.

Si la solicitud está dirigida al ámbito internacional, este proceso inicial puede


resultar un poco más complejo, ya que además de presentar la solicitud en
dicho organismo, las familias habrán de tramitar su solicitud al país de
origen del menor, el cual les planteará la propuesta de adopción.

Motivación y Parentalidad

Los elementos señalados en los apartados anteriores, además de los más


directamente relacionados con el estilo, historia, situación y características de
cada una de las familias que desean adoptar un hijo, tienen que ver con las
motivaciones que les llevan a dicha decisión.

¿Qué entendemos por motivación? ¿Cuál es el aspecto más atractivo de la


adopción? ¿Cuáles son las motivaciones implícitas y explícitas? ¿Por qué la
motivación es un tema a tener en cuenta en el proceso de adopción? ¿la
motivación de los futuros padres está centrada en cubrir sus propias
necesidades o las necesidades de su futuro hijo? ¿Cómo se relacionan
motivación y parentalidad?

Me parece interesante poder revisar el concepto de motivación para


introducir y contextualizar el tema, recogiendo aquello que podría resultar más
clarificador: “la Motivación es el trasfondo psíquico, impulsor, que sostiene la
fuerza de la acción y señala su dirección... El curso del acontecer
psíquico se rige por la motivación más fuerte... Les motivaciones tienen su
origen en el medio ambiente o en la actividad voluntaria o automática del yo
(o del ello). Raras veces procede un acto de una sola motivación, sino que,
en general, nace de un conjunto de motivaciones, ofreciendo posibilidades
de elección que tienen en cuenta las posibles consecuencias, etc. Hay en la
motivación, además, un factor que le da precisión y que tiene una base
afectiva, emocional o intelectual. Son potentes creadores de motivaciones: la
costumbre, los puntos de vista arraigados y los objetivos de elevada
significación y valor... (F.Dorsch, Diccionario de Psicología. Ed. Herder,
Barcelona 1977).

Un aspecto importante a considerar son las expectativas asociadas a las


motivaciones. Si estamos hablando de paternidad adoptiva es obvio que la
motivación primera ha de estar relacionada con la posibilidad y el deseo de

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ser padres, que quiere decir: deseo de nutrir emocionalmente a su hijo,


reconociéndolo como tal, ayudándolo a crecer a nivel emocional,
cubriendo también sus necesidades alimentarias, de salud y educativas, y
favoreciendo su proceso de sociabilización. Pero, también nos preguntamos
¿Cuáles son las expectativas que los padres tendrán respecto a su hijo
adoptado? ¿cuáles serán las del chico? .¿Se espera que el hijo adoptado
atraiga al esposo/a al hogar?, ¿Se espera que mantenga ocupada a una
madre que no sabe qué hacer con su tiempo y energía?, ¿Qué ocurre cuando
las expectativas iniciales de los padres no se cumplen?

Entendemos que, si el menor no puede dar respuesta a las expectativas


depositadas sobre él, porque las motivaciones de los padres adoptivos están
más centradas en satisfacer las necesidades individuales y/o de pareja,
probablemente el crecimiento emocional del menor se verá afectado en
mayor o menor grado, añadiendo un nivel de complejidad que no siempre es
fácil de asumir.

En la práctica clínica y en otros ámbitos relacionados con el trabajo con


familias, observamos la importancia de las variables motivación y expectativas
en el desempeño de la parentalidad y cómo están relacionadas con
situaciones de sufrimiento y malestar.

Motivación explícita y diversidad en las familias que solicitan la adopción de


un menor.

1- Parejas sin hijos biológicos

a- No pueden tenerlos porque son estériles (incluidas las parejas


homosexuales).
b- Aquellas que son infértiles y que se han sometido a un proceso de
Fertilización Asistida: Inseminaciones, F.I.V., tratamientos
hormonales,… sin haber tenido éxito. Hay situaciones en las que dicho
proceso es finalizado por indicación médica, por decisión de ambos
cónyuges o por uno de ellos.
c- Parejas que se niegan a entrar en procesos médicos por cuestiones
éticas y/o personales: edad, enfermedades, homosexualidad,…
d- Aquellas que no desean saber las causas de la infertilidad o de la
ausencia de embarazo.
e- Las que siendo fértiles, desean adoptar primero y después tener
hijos biológicos.
f- Las que sólo quieren ser padres adoptivos.

2- Parejas que tienen hijos biológicos y desean ampliar la familia

a- No pueden tener más hijos: procesos de fertilización sin éxito,


enfermedades, edad cónyuges, o porque no desean hacer de nuevo
procesos de fertilización
b- Pueden tenerlos de forma natural, pero desean adoptar.
c- Pueden tenerlos pero hay impedimentos o riesgos: de abortos, de
problemas Genéticos.

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d- Tienen un varón y desean una hembra, o al revés.

3- Otras situaciones

a- La adopción de dos o más menores de manera simultánea.


b- La adopción después de la muerte del/a cónyuge o de un hijo.
c- Procesos paralelos de paternidad biológica y adoptiva.
d- La adopción por familias monoparentales

Hipótesis sobre la motivación de las familias que solicitan la adopción


de un menor. (teniendo en cuenta la historia familiar)

- Cumplir con el deseo de paternidad/maternidad.


- Proceso de diferenciación familiar.
- Explicitar su posición ante lo social y/o ideológica, solidaritat, idealizació,...
- Adscripción a un estatus social y/o búsqueda de reconocimiento
- Conexión con experiencias vividas: lealtades, reparación, triangulación,
dificultades en los procesos de vinculación...
- Continuidad y/o ampliación de la etapa de crianza: dificultad para afrontar la
fase de nido vacío,…..
- Sustitución
- Actitud omnipotente

Algunas de las hipótesis señaladas sobre las motivaciones implícitas que


lleva a las familias a adoptar un hijo, podrían formularse también en el ámbito
de la paternidad biológica, pero otras serían más específicas de la adoptiva.
En base a cada una de ellas, nos preguntamos ¿Cómo y en qué condiciones
asumirán la parentalidad? ¿cuál será el grado de implicación al desempeñar
las funciones propias?, ¿en qué condiciones y con qué garantías se llevará a
cabo el proceso de vinculación? ¿qué riesgos podrían producirse?, ¿qué
recursos tiene la familia para afrontarlos?

En esta etapa previa de valoración, la “historia narrada”, las emociones, las


vivencias y los significados manejados por los futuros padres adoptivos, sobre
los diferentes temas, serán los elementos claves que nos permitirán trabajar
sobre ello.

- Los profesionales que trabajamos en el ámbito de la adopción


observamos que en algunas familias monoparentales, la adopción
puede ser propuesta como una manera de independizarse de su
familia de origen, como una posibilidad de dejar de hacer de hijo
ofreciendo un nieto, de equiparase al estatus conseguido por los
hermanos que ya han formado su familia, pudiéndoles ofrecer también la
posibilidad de no encontrarse solos.

‐  En parejas que son fértiles, que están tomando medidas


anticonceptivas y que dan prioridad a la paternidad adoptiva, renunciando
a la biológica, bajo un discurso basado en la solidaridad, la ideología y los
valores éticos, nos encontramos que hay una sensibilidad especial hacia el
dolor, experiencias familiares negativas respecto al parto y/o embarazo,

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miedo respecto a su estado de salud y a la transformación que sufre el


cuerpo con el embarazo,...La adopción la afrontan entonces como una vía
“más fácil y menos arriesgada”.

- Cuando nos encontramos parejas, que ya han sido padres


biológicos y que desean dar un hermano a su hijo (recurriendo a
la adopción pudiendo ser padres biológicos de nuevo), sería
conveniente profundizar en el motivo de la adopción, las expectativas, la
manera como afrontarán las diferencias de origen entre los hijos, el rol
que a cada uno de los hijos se le asignará en la familia,…

- Las parejas infértiles, una mayoría de ellas, han pasado por


momentos de dificultad que han resuelto o no, de manera adecuada.
Cuando resulta difícil asumir la infertilidad ¿puede ser la adopción un
clavo ardiendo al que agarrarse? Si fuera así, ¿cómo afectaría esta
situación emocional a la crianza del hijo? ¿sufriría rechazo? ¿se vería
envuelto en situaciones de triangulación?,…

- En las familias que han perdido un hijo, consideramos conveniente


respetar un tiempo mínimo de duelo que les permita elaborar dicha
pérdida antes de hacer un proyecto de paternidad adoptiva, para
valorar les expectativas que estarían depositando en el hijo adoptado.

- Una mención especial también merecen las familias que, a pesar de


la complejidad, insisten en solicitar la adopción de dos menores al
mismo tiempo (sean o no hermanos). Algunas persones tienen la
fantasía que si vienen dos menores juntos, que ya se conocen, se
sentirán menos solos y se harán compañía el uno al otro. Generalmente,
se detecta detrás de dicha explicitación un nivel de angustia
considerable en los futuros padres ante la posibilidad de encontrarse con
un hijo, que ya tiene vida propia y que de entrada es un desconocido; el
hecho de venir dos niños a la vez les genera la fantasía de que se
“entretienen” más entre sí y ello ¿les situaría en una posición de
menor implicación y con lo cual disminuiría su nivel de angustia?
¿correrían entonces el riesgo de construir un proceso frágil de vinculación
paterno-filial?

- Cuando son dos hermanos los que se adoptan y dicha circunstancia


no ha sido madurada por la familia, sino que fueron los servicios quienes
la propusieron, aceptando la propuesta sin más, corremos el riesgo de
que uno de los hijos cumpla con las expectativas iniciales de la familia,
incorporándose el otro a la misma en calidad de “hermano de”; dicha
situación podría generar dificultades importantes en el proceso de
vinculación y nutrición emocional de éste.

- Por último, queremos proponer una reflexión sobre les parejas que
están en dos proyectos paralelos de paternidad: el biológico
(embarazo) y el adoptivo. ¿Cómo se hará frente al plus de
complejidad que incorpora llevar a la vez dos procesos emocionales tan
diferentes? ¿Cómo se asignarán y repartirán los roles?

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Desde una postura que legitime todas estas motivaciones relacionadas con
las familias que desean iniciar un proyecto de adopción, consideramos
importante que puedan ser planteadas y abordadas en cada situación
concreta; valorando su incidencia, estimulación de recursos o limitaciones que
podría plantear en las diferentes situaciones familiares para asumir los roles
parentales de manera adecuada.

La intervención en familias adoptivas cuando aparecen los síntomas.

De una manera muy concreta y resumida podríamos apuntar que la


intervención relacional-sistémica en dichas familias seguiría las mismas líneas
básicas que en cualquier otra tipología familiar, pero contemplando y teniendo
en cuenta aquellos aspectos mencionados anteriormente y que están
relacionados con su propio proceso, historia, identidad y narrativa. Así la
intervención estará centrada en la especificidad de sus rituales, mitos, lemas,
significados, valores, lealtades, temores, angustias, secretos,…

Generalmente las familias adoptivas llegan a consulta preocupadas por las


conductas que presentan sus hijos: agresividad, búsqueda de atención por
métodos inadecuados, problemas escolares, destructividad, mentiras,
tendencia a perder cosas o esconderlas, problemas con la ley, drogas. Pero
está claro que éstos podrían ser los motivos explicitados por cualquier familia
que acude a consulta, tanto en el ámbito de la filiación biológica como en la
adoptiva; sin embargo, esta diferencia habrá de ser tenida en cuenta en el
proceso terapéutico (no desde la “estigmatización” sino desde el “respeto a
las diferencias” que facilita la posibilidad de dar respuesta adecuada a las
necesidades específicas), ya que ello estará relacionado con los “significados
y las construcciones” que la familia y sus miembros estén manejando.

Tener en cuenta cómo se han instaurado las conductas de apego y el proceso


de vinculación, la construcción de la historia individual y familiar, el proceso
de revelación de su condición de hijo adoptivo y la posibilidad de afrontar la
conexión con sus orígenes, la posición emocional de la familia adoptiva frente
a la familia biológica y las motivaciones relacionadas con el “abandono”,
las habilidades parentales y la capacidad de empatía, el soporte que la familia
ha tenido en su entorno, serán algunos de los aspectos relevantes a plantear
en el proceso terapéutico.

Bibliografía de referencia

Del abuso y otros desmanes. El maltrato familiar entre la Terapia y el control.


Juan Luis Linares. Editorial Paidós, 2002, Barcelona

El poder, el no poder y la adopción. Perspectivas éticas. Eva Giberti y A.


Gras. Lugar editorial, 1996, Buenos Aires.

Familias en crisis y acogimiento familiar. Guía para los trabajadores sociales.


Stefano Cirilo. Ministerio de Asuntos Sociales, 1993, Madrid.

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Apuntes sobre: Familias de acogida y familias adoptivas.Ana Baldero
Revisados y actualizados por Belén López Macía. 2014

Justiforum. Papers d’estudis i formació. Núm. 10-II Època-julio 1999.


Generalitat de Catalunya. Departament de Justicia. Centre d’Estudis
Jurídics i Formació Especialitzada.

La Intervención sistémica en los Servicios Sociales ante la familia


multiproblemática. M. Coletti y J.L.Linares, Editorial Paidós, 1997,
Barcelona.

https://www.boe.es/buscar/pdf/2007/BOE-A-2007-22438-consolidado.pdf Ley
54/2007, de 28 de diciembre, de Adopción internacional

IMPLANTACIÓN Y RETOS ACTUALES. Jorge F. del Valle, Amaia Bravo y


Mónica López.Universidad de Oviedo Papeles del Psicólogo, 2009.
Vol. 30(1), pp. 33-41

Marco Legislativo del Acogimiento familiar. A.R. Limiñana. Art. 2012.

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