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Barreiro. Algunos Aspectos Funcionales Del Capital Social
Barreiro. Algunos Aspectos Funcionales Del Capital Social
I. Consideraciones preliminares.
Como apreciación preliminar no puedo dejar de señalar con beneplácito la minuciosa tarea
de control a la que se encuentra abocada la Inspección General de Justicia (IGJ) desde hace
ya algún tiempo, coincidente con la gestión encabezada por el Dr. Guillermo E. Ragazzi,
ampliamente conocido no sólo por el eficaz ejercicio de la función pública sino,
principalmente, por sus amplios conocimientos y vasta experiencia en materia societaria.
Ejerciendo esas cualidades ha logrado imprimir a la actividad específica del organismo a su
cargo una profundidad y dinamismo dignos de elogio.
Buena muestra de lo que acabo de afirmar es la Resolución Nº 055/02, que abordó temas
incuestionablemente espinosos, apreciándolos desde una perspectiva que consulta
adecuadamente la realidad negocial.
2.a. En efecto, la función de garantía que se atribuye al capital aludida en la Resolución IGJ
Nº 55/02 ha quedado en la práctica superada. Como ha sido señalado, la LSC siguió la
posición tradicional en la materia, caracterizando a la noción de capital social por cuatro
principios: determinación, integridad, invariabilidad e intangibilidad ([1]). Este esquema se
corresponde con la asignación de una función garantista que cumpliría el capital y que se
proyecta respecto de los terceros, actuando como cifra de retención, es decir, un tope sólo
por encima del cual se podrían distribuir dividendos. Y por tal razón, como medio de
información para los terceros, el art. 63 II a) LSC, exige que sea incluido en el pasivo.
Téngase en cuenta que, en esta dirección el capital sería, como ha sido expuesto, “una
dimensión contable que impide el reparto de dividendos sin que los elementos del activo
cubran las deudas y la cifra del capital” ([2]).
En otros términos, que la garantía que la suma del valor de los aportes representaría para
los terceros, se traduce en la sinceridad de la valuación de las aportaciones en especie (arts.
53 y 187, parte segunda, LSC), en la integración mínima en efectivo (art. 187 LSC) y en la
posibilidad de distribuir dividendos sólo si resultan de ganancias realizadas y líquidas
correspondientes a un balance de ejercicio regularmente confeccionado y aprobado (arts. 68
y 224 LSC) y la correlativa disposición que prohíbe distribuir ganancias hasta tanto no sean
cubiertas las pérdidas de ejercicios anteriores (art. 71 LSC).
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A esta función se la denomina, por razones que luego serán explicadas, garantía directa.
2.b. Pero, asimismo, se ha destacado que el capital social tiene también una función
organizativa, pues sirve de base para determinar la participación de los socios en las
sociedades anónimas y de responsabilidad limitada ([3]). Es evidente que así concebido, el
capital es la medida del ejercicio de los derechos patrimoniales y de consecución de los
accionistas, que se encuentra protegida por el derecho de adquisición preferente y el
derecho de acrecer (arts. 153 y 194 LSC).
USO OFICIAL
Se comprende fácilmente que, como surge del repaso de las normas del ordenamiento
societario que constituyen el fundamento de esta concepción, su importancia resulta de
menor intensidad frente a la examinada su 2.a. Es que en el primero de los casos la función
atribuida al capital social se dirige a la protección de los derechos de terceros, mientras que
en el segundo involucra exclusivamente la esfera de los intereses de los socios.
Como se afirmó, “esta función apunta a destacar que el activo aportado sea
económicamente apto para el desarrollo del objeto social, ya que el capital es, sobre todo,
un fondo de producción” ([4]). De modo tal que existiría una íntima vinculación entre el
capital social y el objeto, pues aquél debe resultar suficiente para el cumplimiento efectivo
del segundo. Esta es la nominada garantía indirecta que, como ha observado el destacado
profesor uruguayo Olivera García, “en la medida que se asegura la permanencia en el
patrimonio de los instrumentos necesarios para el ejercicio de la actividad económica
contenida en el objeto social y la capacidad de generar rentabilidad, está asegurando
también la posibilidad de cumplimiento por la sociedad de sus obligaciones”([5]). Así,
mientras la aludida sub 2.a. cifra de retención constituye una función directa de garantía
frente a los acreedores de la sociedad, la indirecta aquí concernida, cumpliría similar
objetivo pues aseguraría a los terceros el efectivo desarrollo del objeto social como medio
para generar utilidades que permitirían cumplir con las obligaciones del ente societario.
Evidencié allí también que, como regla general resulta por demás dificultosa la
consideración de la exigencia de la adecuación entre el capital y el objeto, por lo menos
inicialmente, esto es cuando se requiere la inscripción. Ello en tanto si se admite el
desdoblamiento en la apreciación del objeto (en sentido abstracto y en sentido específico),
la exigencia de aquella adecuación parece perder utilidad. Es que no es posible conocer en
el momento de solicitarse la inscripción cuáles renglones de la actividad declarada por
quienes celebraron el contrato de sociedad serán efectivamente ejercidos. No se podría
apreciar, en suma, y con prescidencia de supuestos cuya notoriedad los tornarían
patológicos, la suficiencia del capital aportado o comprometido en aporte para el ejercicio
de la actividad empresaria, pues la consideración de la cuestión debería referirse a un
cúmulo de actividades que pueden no ejercerse desde el inicio del giro social.
Claro está que efectuar esa ponderación luego de que la sociedad se encuentre funcionando,
esto es, cuando cumple efectivamente con su actividad, presenta un grado de certeza mayor.
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decisión de política legislativa sobre la cual no cabe formular aquí reparos de orden
doctrinario respecto a su suficiencia en el marco actual del desenvolvimiento de las
sociedades por acciones- se relaciona fundamentalmente con la coincidencia inicial de él
con el patrimonio social y con la necesidad de los recursos mínimos indispensables para el
inicio de la actividad social. Que, corregida por una adecuada inteligencia de las funciones
del capital social su consideración nominalista en la Ley N° 19.550, debe entonces
entenderse restringida a la etapa fundacional de las sociedades anónimas, mientras que en la
de la operación empresaria, cuando esas funciones adquieren plena virtualidad, es
responsabilidad central de los accionistas velar por que la cifra del capital guarde adecuada
equivalencia con el patrimonio social y, en tal supuesto, su función de garantía indirecta de
los acreedores sociales quedará salvaguardada con la imposibilidad jurídica de que se
distribuyan utilidades por debajo de esa cifra e incluso, si fuere el caso, sin haber sido
compensadas pérdidas de ejercicios anteriores (artículos 68 y 71, Ley N° 19.550).
Las consecuencias de esta concepción resultan fecundas. Pero resulta adecuado detenerse
en un aspecto de suma trascendencia cual es el referido a la responsabilidad de los socios –
accionistas, en su caso- frente al fenómeno de infracapitalización o capitalización
insuficiente. El adecuado funcionamiento de las sociedades comerciales, exige la presencia
de la adecuación del capital al objeto y, si ello no acontece, debe responsabilizarse a los
socios. Al respecto se ha sostenido que debe considerarse inoponible el beneficio de
limitación de la responsabilidad de la totalidad de los socios si la infracapitalización es
originaria y, si se produce luego de la constitución, responderán los socios controlantes y
habrá que distinguir en cada caso la actuación que le cupo a cada accionista no controlante
en orden a evitar la capitalización insuficiente, con el consiguiente incumplimiento de la
función garantista del capital frente a terceros ([8]).
En la misma inteligencia se ha dicho ([9]) que en tanto el capital constituye una garantía
específica hacia los terceros que opera como cifra de retención y que se halla sujeto a los
principios de seriedad, efectividad e intangibilidad, determina en cabeza de esos terceros la
certeza de existir siempre en la caja social el contravalor efectivo de la cifra capital. Si
contingencias de la vida social determinasen que el contravalor patrimonial de la cifra
capital cayese por debajo del valor expresado por dicha cifra, los socios responderán, sin
distinción de tipos, ilimitadamente hasta la reintegración, pues la situación guarda analogía
marcadamente próxima con la falta de integración de los aportes al momento de la
constitución (arts. 163, 146 y 150 LSC).
Mucho queda, no obstante, por analizar. La cuestión someramente esbozada en las líneas
precedentes, justifica un estudio detenido, principalmente en materia de responsabilidad de
los socios frente a los supuestos, harto frecuentes, de capitalización insuficiente. Ello
interesa a toda la comunidad pues se vincula directamente con la seriedad que debe presidir
el funcionamiento de las sociedades comerciales.
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[1] Araya, Miguel C., “Repensar la noción de capital social”, Ponencia publicada en
“Derecho Societario Argentino y Latinoamericano”, Tomo II, p. 280, Ed. Ad-Hoc, Bs. As.
octubre 1995.-
[2] Verly, Hernán, “Apuntes para una revisión del concepto de capital social”, LL, 1997-A-
765/6.-
[3] Olivera García, Ricardo, “La crisis del concepto de capital social”, RDCO, Nº 32, año
1999, p. 376, Ed. Depalma, Bs. As.
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[4] Araya, Miguel, “El capital social: bienes aportables”, RDCO, Nº 33, año 2000. p. 10.
Ed. Depalma, Bs. As..-
[6] Barreiro Rafael, “Meditaciones acerca del objeto social”, Año 1, Nº 1.-
[9] Butty Enrique M, su Ponencia “Responsabilidad de los socios por la disminución del
efectivo contravalor de la cifra expresiva del capital”, op. cit. en nota Nº 1 de este
comentario, p. 347