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Trabajo Final Dosio y Farias
Trabajo Final Dosio y Farias
Dosio, Catalina
Farias, Delfina
7 de julio de 2022
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El presente estudio constituye el trabajo final presentado en el marco del Seminario Movilidad humana
en Argentina: breve estudio sobre los desafíos en relación a las personas migrantes, solicitantes de asilo,
refugiados y apátridas, dictado en la Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro de la
Provincia de Buenos Aires, 2022.
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo tiene como objetivo analizar los procedimientos de determinación del
estatuto de refugiado en Argentina desde la perspectiva del refugiado hiperreal, término
acuñado por Stephanie McCallum (2012) para referirse “Aquella figura de refugiado nacida de
leyes y protocolos, de tradiciones visuales en el ámbito humanitario (...), de interacciones
cotidianas entre peticionantes de refugio y oficiales de elegibilidad, [que] produce
encarnaciones o performances particulares de ser refugiado, invisibilizando y deslegitimando
otras modalidades” (2012: 44). De esta manera, la pregunta orientadora de este estudio es ¿La
imagen del refugiado hiperreal tiene implicancias concretas en los procedimientos de
elegibilidad en Argentina?, lo cual se buscará responder a partir de un análisis previo y
descriptivo, tanto del proceso de determinación del estatuto de refugiado en Argentina, como
de la construcción del refugiado hiperreal. Se pretende reflexionar acerca de cómo, a través de
las caracterizaciones y estereotipos construidos en torno a las personas refugiadas -muchas
veces para que quepan dentro de los criterios burocráticos del estatus de refugiado-, se crea una
concepción de un refugiado hiperreal que se erige como otro elemento más que estigmatiza y
deshumaniza a los refugiados.
En el caso de Argentina, Álvarez et al. (2012) explican que el país adopta tanto la
definición clásica de refugiado como la ampliada. La primera se incorpora a partir de la
Convención de 1951, y tiene tanto una base positiva sobre la cual se determina la condición de
refugiado, conocida como cláusulas de inclusión, como una base negativa, asociada a las
cláusulas de exclusión, que establecen cuándo una persona que cumple con los criterios
estipulados en las cláusulas de inclusión no merece protección. Además, contiene cláusulas de
cesación, que se encargan de describir las condiciones por las cuales la protección ya no es
necesaria y el estatuto de refugiado llega a su fin. Esta definición clásica exige que los fundados
temores de ser perseguido sean por motivos de raza, religión, nacionalidad, grupo social
determinado y opinión política.
Sin embargo, esta definición reviste un problema relacionado a que, con el correr de los
años, su limitación para brindar protección a un número importante de personas que huían de
sus países por los conflictos armados o las violaciones de los derechos humanos se hizo
evidente. Por este motivo, y para responder especialmente a la situación de refugiados en
Latinoamérica, se convocó en 1984, en Cartagena de Indias, el Coloquio sobre la Protección
Internacional de los refugiados en América Central, México y Panamá: problemas jurídicos y
humanitarios, a partir del cual los países adoptaron la definición ampliada del concepto de
refugiado. Ésta incorpora el estatus en base a la existencia de una amenaza a la vida, seguridad
o libertad de la persona, haciendo hincapié en la situación del país de origen y poniendo el foco
del análisis en el criterio objetivo y en las necesidades de protección devenidas de algunas de
los motivos que enumera, a diferencia de la definición convencional en la cual prima un criterio
subjetivo.
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EL PROCESO DE ELEGIBILIDAD EN ARGENTINA
Entre las diferentes instancias de lo que Clavijo (2018) denomina ritual estatal de
elegibilidad -caracterizadas por la categorización de los solicitantes-, la primera consta de un
primer contacto con funcionarios, donde se presenta una verificación inicial; luego se continúa
con la presentación de la solicitud de asilo, que plantea una nueva etapa de clasificación entre
aquellos que ameritan procedimientos sumarios u ordinarios (en los que se profundizará más
adelante); y un período liminal de resolución, hasta llegar a la situación de entrevista, que se
constituye en un evento central del proceso, donde la emotividad tiene un lugar privilegiado.
Finalmente, el mecanismo estipulado para la determinación de la condición de refugiado, una
vez realizadas las entrevistas y construido el informe del caso, consiste en la deliberación y
votación de los comisionados, considerando el expediente previo presentado por los
funcionarios de elegibilidad.
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ampliación de la estrategia de protección en todas las etapas del desplazamiento. De esta
manera, la ley establece que deben respetarse las obligaciones asumidas por el Estado en los
principales instrumentos de Derecho Internacional de los Derechos Humanos, que están
incorporados a la Constitución Nacional (art. 75 inc. 22).
A su vez, la ley regula lo concerniente a los órganos competentes y sus funciones, para
lo cual crea la Comisión Nacional para los Refugiados (CONARE), que tiene autoridad
competente para resolver las solicitudes de estatuto de refugiado, y también en lo relativo al
diseño, coordinación y monitoreo de políticas públicas para la búsqueda de soluciones
duraderas para los refugiados, atendiendo a sus necesidades asistenciales y de integración. La
CONARE es el organismo en el que se llevan adelante los procesos de elegibilidad vinculados
con la necesidad de corroborar que la situación de los solicitantes de asilo corresponda con la
definición formal de refugiado, y que no haya causas por las que no debiera concederse la
protección. Son los oficiales de elegibilidad, dependientes directamente de la CONARE,
quienes realizan las entrevistas, construyen el expediente de cada solicitud y, en base a ello,
recomiendan a la Comisión otorgar o no el estatuto como refugiado.
Estos funcionarios, dado que no conocen en forma directa los hechos del caso, deben
intentar reconstruir un evento específico del pasado a partir de elementos que disponen al
momento de aplicar la norma, denominados elementos de prueba, que Lettieri (2012) divide
en tres categorías: 1) Cuestiones de relevancia y admisibilidad, referidas respectivamente a
pruebas que son importantes o relevantes para un procedimiento dado, y los criterios o
formalidades para ser admitidas en un procedimiento; 2) Carga de la prueba, en sentido
subjetivo, referida a las responsabilidades de las partes de aportar prueba en un caso específico,
y en sentido objetivo, referido a las consecuencias e inferencias que pueden realizarse frente a
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la carencia de dichas pruebas; y finalmente 3) Cuestión del mérito o valoración de la prueba,
referido a los métodos y criterios que se utilizan en un procedimiento específico para establecer
en qué medida los elementos de prueba permiten determinar la verdad o falsedad de los hechos
del caso que se pretenden probar. “Los hechos que deben probarse son siempre hechos pasados
referidos a la vida del solicitante del estatuto de refugiado o, a lo sumo, características del
solicitante de naturaleza continua o permanente, pero jamás, por definición, podrían probarse
hechos futuros…” (Lettieri, 2012: 117), lo que refiere a la confusión que provoca la aplicación
de la definición clásica de refugiado, que implica que no habrá un refugiado si no existe riesgo
de que hechos iguales o similares a los sufridos en el pasado le ocurran en caso de regresar, y
en muchos casos, dicha especulación sobre el carácter fundado del temor y los estándares o
reglas que la guían es lo que se ha confundido con la tarea de valorar la prueba para establecer
los hechos pasados del caso. De allí que el autor establezca, a efectos de su estudio, dos etapas
en el examen de una solicitud del estatuto de refugiado: una fáctica, que busca probar qué
hechos relevantes le han sucedido a la persona en el pasado que motivan su solicitud del
estatuto de refugiado, y una normativa, donde se recurre a hechos relevantes que ya fueron
probados para analizar si éstos se encuadran dentro de los distintos elementos que las
definiciones de refugiados exigen, es decir, para establecer el carácter fundado del temor.
Por ejemplo, entre las solicitudes derivadas a procedimientos sumarios para agilizar la
denegatoria, se encuentran los denominados migrantes económicos, sobre los cuales se
profundizará más adelante.
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En este proceso, se concibe la verdad como un hecho objetivo en tanto los sujetos deben
dar cuenta de su relato, de coincidencias en el orden del discurso, que permitan al entrevistador
aseverar una coherencia intrínseca de los hechos narrados. En ese sentido, la verdad aparece
cuando ese discurso, tanto en su dimensión verbal como no verbal, es considerado “...verídico
y conmovedor a los ojos del funcionario de elegibilidad” (Clavijo, 2018: 183).
La narrativa del pasado provista por los peticionantes sólo parece ser legítima si es
organizada y mediada por la estructura normativa y prescripta del formulario que vuelve la
historia de refugio inteligible y aprehensible. En el procedimiento administrativo de
determinación de la condición de refugiado, los oficiales de elegibilidad participan activamente
de la construcción de la narrativa de refugio, tanto en el momento de la entrevista inicial con
el peticionante, como en el seguimiento del caso y en la recomendación que elevan a la
Comisión en sí. La palabra del profesional traduce e interpreta la palabra del peticionante,
construye y determina la verosimilitud del temor fundado, y, en gran parte de los casos,
desautoriza y silencia al peticionante. Las narrativas autorizadas sobre qué significa ser un
refugiado, entonces, son producidas en contextos burocráticos: “...mientras que la narrativa del
peticionante es vista como “subjetiva”, dudosa y necesitada de mediación, el informe escrito
por los oficiales de elegibilidad en tanto “profesionales” y elevado a la CONARE lleva el peso
de facticidad y objetividad y produce una resolución final particular” (McCallum, 2012: 38).
Otras narrativas autorizadas que entran en juego en la producción del conocimiento
burocrático sobre los refugiados son los informes escritos por organismos de derechos humanos
sobre los países de donde provienen los solicitantes. Estos son consultados por los oficiales de
elegibilidad para corroborar los eventos y hechos narrados por los peticionantes y obtener
información sobre su contexto fáctico, pero es posible que exista una lectura tendenciosa de
los informes.
Entre los análisis antropológicos sobre las personas refugiadas o solicitantes de asilo,
Stephanie McCallum (2012) realiza un estudio sobre lo que denomina “refugiado hiperreal”,
refiriéndose a una modalidad particular de ser refugiado, que no es representativa de las
experiencias cotidianas de los peticionantes, y que es resultado de prácticas y discursos
estatales y no-gubernamentales referidos a los refugiados. De esta manera, la autora lo describe
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como “Aquella figura de refugiado nacida de leyes y protocolos, de tradiciones visuales en el
ámbito humanitario (...), de interacciones cotidianas entre peticionantes de refugio y oficiales
de elegibilidad, [que] produce encarnaciones o performances particulares de ser refugiado,
invisibilizando y deslegitimando otras modalidades” (McCallum, 2012: 44).
La autora se refiere a esta situación como “universal horizon of the exile experience” y
“universalizable refugee condition”, asociando el exilio a la pérdida de la familia, de la
identidad social y profesional, y de referencias culturales y emocionales. En la construcción de
esos conceptos universales,
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De esta manera, en el discurso hegemónico sobre los refugiados, éstos son vistos como
víctimas de un doble trauma: aquel que sufrieron en el país de origen, y aquel que sufren como
resultado del exilio -en la medida en que la migración forzada es vista como inherentemente
traumática-. Es particularmente este atributo de vulnerabilidad el que vuelve al refugiado
hiperreal merecedor de asistencia y compasión. Así, se crea un refugiado burocratizable, cuyo
temor puede ser aprehendido, clasificado y comprobado, y cuya condición de víctima requiere
de asistencia urgente por parte de organismos estatales y no-gubernamentales: “Este refugiado
hiperreal parece ser más real y creíble, incluso más deseable, que algunos de los refugiados
demasiado reales que llegan a la Argentina” (McCallum, 2012: 44).
Sin embargo, cabe señalar que esta imagen de los refugiados vulnerables y necesitados
de compasión no siempre tuvo estas características. Un examen sobre la evolución de las ideas
y proyecciones valorativas en torno a las personas que hacían uso de la protección internacional
de refugio (Montealegre y Uriarte, 2017) demuestra que, mientras durante el período de la
Guerra Fría los refugiados contaban con una valoración positiva, generalmente asociados a
intelectuales y artistas exiliados, y cuya presencia en los países occidentales permitía reforzar
la imagen de las ventajas del “mundo libre” y del capitalismo en oposición al bloque socialista,
con el fin de esta Guerra, la intensificación de la globalización, la integración de los mercados
y el aumento de la movilidad, la concepción de refugiado como héroe político comienza a
perder sentido. En la medida en que se profundizan los cierres de fronteras en los países
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desarrollados y se fortalecen sus controles migratorios, sumado a la reducción de la demanda
de mano de obra, la nueva representación del refugiado como víctima empieza a tomar cuerpo
y “...comienza a proyectarse sobre ellos la idea de los refugiados como “pacientes”
destinatarios de “asistencia” (Montealegre y Uriarte, 2017: 47).
En este sentido, lecturas particulares de la realidad son construidas por agentes estatales
que reinterpretan la normativa y las narrativas de los solicitantes y, además, por medio de
discursos sobre la figura del refugio, constituyen regímenes de verdad y refugiado hiperreal:
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creado por los oficiales de elegibilidad y la resolución final de la CONARE legitiman ciertas
encarnaciones del ser refugiado y deslegitiman otras, contribuyendo así a la producción e
institucionalización de modalidades particulares de ser refugiado.
Por ejemplo, durante la entrevista de elegibilidad, los gestos y las emociones del
peticionante pesan incluso más que sus palabras, donde usualmente son esperados ciertos
niveles apropiados de emotividad, ciertas performances con alto carácter emocional de
acuerdo con estereotipos de comportamiento apropiado de refugiado. Una falta de agentividad
e iniciativa, depresión, una relación no demandante con las autoridades, y muestras de gratitud
estan entre las características esperadas (McCallum, 2012). Las narrativas verbales, en este
sentido, deben ser validadas por narrativas emocionales y gestuales. Así, tanto la dimensión
objetiva como la subjetiva del temor fundado, se entraman finalmente en ciertos criterios o
estándares de autenticidad que le permiten al oficial de elegibilidad determinar si el
peticionante es o no un refugiado. Frutos de la estereotipación, estos criterios de autenticidad
se vuelven connotaciones necesarias del “ser refugiado” y garantía de que se está ante un
“refugiado real”, y entre ellos se incluyen: el sufrimiento, la existencia comprobable de una
situación amenazante en el país de origen, la imposibilidad de volver al país de origen, el cruce
de una frontera geopolítica, y los criterios expuestos por la Convención de 1951 y la
Declaración de Cartagena para explicar la persecución en el país de origen. Mientras tanto,
otras encarnaciones del ser refugiado son silenciadas por estos imperativos de refugio
(McCallum, 2012) o criterios de autenticidad, tildándolas de performances falsas. Lo
manifiestamente fundado en el marco del refugio supone entonces acentuar aspectos como el
temor, que generen una correspondencia con la categoría a juicio del funcionario de
elegibilidad (Clavijo, 2018).
Entonces, para que un peticionante sea reconocido como refugiado, los criterios de
autenticidad deben necesariamente aparecer en su narrativa, lo cual en la práctica puede
redundar en la estandarización de narrativas y en la creación -en el imaginario técnico de los
oficiales de elegibilidad y de la CONARE en sí- de una narrativa ejemplar o “hiperreal”. Así,
la imagen del refugiado hiperreal, además de tener un impacto notorio en la subjetividad del
oficial de elegibilidad y en la sociedad en general, también tiene un impacto directo en los
solicitantes y sus narrativas: “En definitiva, la creación del refugiado hiperreal define el modo
de ocupar un espacio por los refugiados reales, quienes deben satisfacer ciertos requisitos para
ser refugiados “verdaderos” (McCallum, 2012: 46).
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demostrando nuevamente el visible impacto de la imagen hiperreal del refugiado en los
procesos de elegibilidad.
El análisis de la elegibilidad como ritual estatal (Clavijo, 2018) permite visibilizar las
instancias por las que el solicitante debe atravesar, y las conductas y narrativas que debe
desplegar, para ser instituido como refugiado. En este proceso, los solicitantes apelan a
estrategias para coincidir con los parámetros institucionales que supone tal nominación:
Así, en el caso de las personas reconocidas como solicitantes o, más aún, como
refugiadas no solo se pone de relieve la mirada de los otros desde la dimensión moral
que interpela comportamientos solidarios y vinculados a la protección bajo la
representación de víctimas, sino que también implica, para las personas instituidas
como refugiados, colocar en un primer plano sus experiencias de sufrimiento y temor
como parte del performance de la figura del refugiado reconocido, guardando en sus
acciones los límites y obediencias a los presupuestos designados sobre el
comportamiento como legítimo refugiado (Clavijo, 2018: 187).
CONCLUSIONES
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historia cumplía y coincidía con lo esperado por parte de los funcionarios del proceso de
elegibilidad, y tuvo una amplia tasa de éxito entre los peticionantes que decidían utilizarla.
Las implicancias de este concepto sobre la colectividad de los refugiados también son
visibles y perjudiciales, ya que, no sólo se los deshumaniza, concibiéndolos como víctimas en
un estado de total vulnerabilidad, que requieren no protección, asistencia y ayuda, sino que
además contribuye a una imagen en la cual aquel refugiado que busca tener un papel activo, no
rezagado ni invisibilizado como se sugiere, es concebido como una amenaza, como no
merecedora de la protección que brinda al Estado, justamente porque se corre de la casilla del
refugiado hiperreal. En este sentido, McCallum (2012) brinda el ejemplo de la historia de
Nengumbi, refugiado senegalés que denunció cierta falta de compromisos del Estado y de
determinadas ONGs, lo que le valió castigo y ostracismo, e incluso tiempo más tarde, la
denegación de su solicitud de reasentamiento en Australia por motivos de discriminación.
Como concluye la misma autora,
De esta manera, podría afirmarse que los mismos refugiados o solicitantes de refugio
deben atenerse estrechamente a aquella imagen construida de refugiado hiperreal si aspiran a
obtener y conservar la protección del Estado.
BIBLIOGRAFÍA
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Malkki, L. (2007). Commentary: The Politics of Trauma and Asylum: Universals and
their Effects. Ethos, Vol. 35, No. 3, pp.336-343.
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