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Nombre del curso Cristología y Eclesiología

Programa MISIONOLOGIA OMP

Facultad Obras Misionales Pontificias

Unidad 1
Objetivo: Asimilar los fundamentos básicos de la Cristología para
aplicarlos en el desempeño de la acción misionera.

Temas

Tema 1: Cristo hombre entre los hombres

Tema 2: El Hijo de Dios hecho hombre

Tema 3: Cristo Jesús Salvador del mundo

Tema 4: Del encuentro con Cristo a la vida nueva

Tema 5: Del encuentro con Cristo Jesús al servicio de la misión

Horas AD: 12

Horas TI: 36

AD: trabajo con acompañamiento docente. TI: trabajo independiente del estudiante.

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Criterios de desempeño
 Comprende a Jesucristo como Hijo de Dios, mediador y hermano
nuestro.
 Asume lo fundamental de la cristología y lo aplica en la misión.
 Emprende el camino de renovación en la comunidad donde ejerce
la acción misionera.

Tema 1: Cristo, hombre entre los hombres

Hombre entre los hombres


En nuestras circunstancias de lugar y tiempo, en cada página del
Evangelio aparece la realidad humana de Jesús, nuestro hermano y
amigo, protagonista de nuestro caminar, que comparte en toda nuestra
existencia, "menos en el pecado" (Hb 4,15). Su amor, manifestado en
unas circunstancias de lugar y tiempo, sigue siendo un amor de aquí y
ahora. Le sorprendemos cansado de andar y sentado sobre el brocal de
un pozo (Jn 4,6), hambriento (Mc 10,12), sediento (Jn 4,7), dormido en
una barca (Mt 8,24).
A Jesús le encontramos en un período concreto de la historia
humana. El edicto de una autoridad romana obligó a sus padres a emigrar
de Nazaret a Belén (Lc 2,1-5). Jesús niño fue exiliado a Egipto por un
capricho de un tirano (Mt 2,13-23). En el corto período de su vida terrena
(unos 33 años) aparecen nombres de lugares que hoy son conocidos de
todos: Nazaret, Belén, Galilea, Judea, Genesaret, Jerusalén, Getsemaní,
Gólgota (Calvario)... y hasta en el credo que recitamos frecuentemente
aparece el nombre de quien le condenó a muerte: "padeció bajo el poder
de Poncio Pilato"... Jesús pertenece definitivamente a nuestra historia.
Jesús se llamó a sí mismo "hijo del hombre" (Jn 1,51; Mt 8,21; cf.
Dan 7,13), como indicando que su condición de Hijo de Dios no le impedía
ser perfectamente hombre, sometido a la humillación, al dolor, a la
debilidad y a la misma muerte. Sólo será glorificado y reconocido como
Hijo de Dios cuando hayan descubierto en Él su condición de siervo de
todos que "da su vida en rescate (o redención) por todos" (Mc 10,45).

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Lectura complementaria
Para una mayor profundización y comprensión del tema, realice la lectura
que encontrará a continuación. Ver lectura.

Amó con corazón de hombre


El misterio del hombre se descubre captando los amores de Cristo por
todo ser humano. El Señor conoce a cada hombre amándolo tal como es
(Jn 2,25). "El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del
Verbo encarnado" (GS 22).

Cristo "trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró
con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre", viviendo en sintonía
con las preocupaciones de cada uno de nosotros, "unido en cierto modo con
todo hombre" (GS 22). Los latidos de su corazón todavía se pueden percibir
hoy en cada palabra del Evangelio, cuando uno escucha con actitud de
"discípulo amado" que "reclinó la cabeza sobre el pecho de Jesús" (Jn 13,23-
24).

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que encontrará a continuación. Ver lectura.

Sus huellas en la vida de todo ser humano


El Evangelio sigue aconteciendo cuando hoy lo leemos, escuchamos,
meditamos o anunciamos; Cristo ha de sentir en nuestro corazón que su
palabra es todavía joven, como recién salida de sus labios: "Soy yo"
Jesús, "cansado del camino", se sentó un día sobre el brocal del pozo de
Sicar (Jn 4,6). En nuestro "pozo" donde vamos a buscar felicidad y
bienestar, Jesús se deja entrever como ''camino, verdad y vida" (Jn 14,6)
A nosotros nos pasa como a los dos discípulos que caminaban hacia
Emaús: sintieron que "su corazón ardía" cuando Jesús les habló en el
camino, sin saber todavía que era Él (Lc 24,32).
Durante veinte siglos, innumerables seres humanos han encontrado
a Cristo que les esperaba en un recodo de su propio camino. Él sigue
dejando sus huellas en nuestro caminar, y estas huellas se descubren que
son suyas cuando leemos el Evangelio sin defensas en el corazón. El
encuentro con Cristo se inicia en la realidad concreta: la que Él vivió

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pensando en nosotros y amándonos hondamente, y la que nosotros
vivimos ahora. En el fondo es la misma realidad, porque el Evangelio sigue
aconteciendo en nuestras vidas.
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que encontrará a continuación. Ver lectura.

Tema 2: Cristo el hijo de Dios hecho hombre

Jesús, cercanía personal de Dios amor


A Cristo no se le puede comprender si no es desde sus amores y vivencias
manifestadas en una continua donación. El Buen Pastor y buen
samaritano, como parábolas descritas por el mismo Jesús, son retazos de
su propia biografía. Pero esta donación tan original comenzó en la
eternidad. La pro-existencia de Jesús (ser para los demás) deja entrever
su pre-existencia (ser eternamente en Dios). El Verbo o Palabra de Dios,
que se ha enraizado en nuestra historia (Jn 1,14), estaba eternamente
"junto a Dios", como expresión personal del Padre en el amor del Espíritu
Santo (Jn 1,1-2). No es sólo un "proyecto" divino de salvación, sino el
mismo Dios.
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que encontrará a continuación. Ver lectura.

El Hijo de Dios murió, resucitó y vive entre nosotros


La última imagen que nos queda de la vida terrena de Jesús es el
momento de su muerte en cruz. Fue un gesto de donación total y de
perdón (Lc 23,34). Jesús murió amándonos y confiándose plenamente en
las manos del Padre (Le 23,46). Así lo describen todos los evangelistas
con características peculiares en cada uno de ellos. El gesto de Jesús, de
entregar su vida por amor, ha cambiado la historia y ha conquistado para
la fe a muchos corazones (Lc 23,47-48). La vida humana ya tiene sentido.

El descubrimiento del sepulcro vacío, al tercer día de su muerte,


sigue siendo un hecho histórico humanamente inexplicable (Lc 24,3; Me

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15,4ss; Jn 20, 1 ss). El Señor había anunciado repetidamente que
resucitaría al "tercer día" (Mt 12,40; 16,21; Mc 8,31; Lc 9,22; Jn 2,19).
Las mujeres y los discípulos constataron que el sepulcro estaba vacío.
Juan, el discípulo amado, "entró, vio y creyó" (Jn 20,8). Quien ha
experimentado el amor de Cristo, cercano a la propia “limitación y
pobreza, le descubre también en los signos pobres de una tumba vacía o
de una noche oscura” (Jn 20.6-7).
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Dios se hizo hombre por nuestro amor


Jesucristo es la gran sorpresa de Dios en su relación con la humanidad.
En todos los pueblos y culturas hay cierta manifestación y cercanía de
Dios, a modo de "semillas de su Palabra" (San Justino). El Antiguo
Testamento fue una manifestación muy especial, que preparaba
inmediatamente la venida de Cristo:
Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros
padres por medio de los profetas; últimamente, en estos días, nos habló por
su Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por quien también hizo los
mundos; que, siendo la irradiación de su gloria y la impronta de su ser y el
que con su poderosa palabra sustenta todas las cosas, después de hacer la
purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la majestad en las alturas,
hecho tanto mayor que los ángeles cuanto heredó un nombre más excelente
que todos ellos (Heb 1,1-4).

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Tema 3: Cristo Jesús, salvador del mundo

A Cristo se le descubre salvándonos

 Cristo nos ama con todo lo que es y tiene. Se alegra de ser perfecto,
Dios y perfecto hombre para poder ser nuestro Salvador. Su
cercanía a toda persona y a todo problema se realiza con toda su
realidad de Hijo de Dios hecho nuestro hermano. Ha sido "ungido y
enviado" por el Padre y por el Espíritu Santo (Lc 4,18) para ser
"Jesús" el Salvador de todos (Mt 1,21), que anuncia y comunica
esta buena nueva a los "pobres". Solamente quien se siente pobre,
enfermo, limitado o pecador puede encontrar y comprender a
Cristo, porque Él "ha venido a salvar lo que estaba perdido" (Lc
19,10).

 Su realidad de Hijo de Dios e Hijo del hombre la descubrimos en


sintonía con sus amores. Ante la pobreza, la lepra, la ceguera, la
parálisis, la muerte y el pecado Jesús reacciona como "Salvador del
mundo" (Jn 4,42). Sus palabras siguen resonando hoy como recién
salidas de su corazón: "bienaventurados los pobres de espíritu" (Mt
5,3), "queda limpio" (Lc 5,16), "recobra la vista" (Lc 18,42),
"levántate y anda" (Mt 9,5), "tus pecados te son perdonados" (Lc
5,20). Pero, como decían los Santos Padres, "Dios salva al hombre
por medio del hombre"; por esto, Jesús exige una apertura del
corazón al don de la fe: "tu fe te ha salvado" (Mt 9,22).

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Cristo salva al hombre en toda su integridad

 El modo de salvar y el camino de salvación de Cristo es peculiar. Se


inserta plenamente en la realidad humana haciéndola suya, a modo
de consorte o "esposo", para orientarla según los planes de Dios
Amor. Esta realidad es historia humana asumida por Cristo, pasa a
ser parte de su biografía y, por tanto, biografía del Hijo de Dios.

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 Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre salva al hombre amándolo
hondamente. Todos los momentos de la vida de Cristo son
momentos de donación total. Ama así desde el momento de la
encarnación. En cada rostro humano Jesús vio nuestro rostro. Vivió,
murió y resucitó amándonos con todo el corazón. Por esto puede
salvar al hombre en toda su integridad y unidad de cuerpo y de
espíritu, de grandeza y de miseria, de realidad temporal y de deseo
de infinito. Salva al hombre amándolo en sus coordenadas de
espacio y de tiempo, para hacerlo pasar a su misma "vida eterna",
que Él comunica como Hijo de Dios (Jn 17,2-3).

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Cristo hermano y mediador

 Los títulos que atribuimos a Cristo, o que Él mismo se dio, no son


palabras de adorno, sino que expresan la realidad profunda de su
ser. "El Buen Pastor da la vida" en sacrificio (Jn 10,11), como un
"amigo" por sus amados (Jn 15,13), como un "esposo" o consorte
que "les es arrebatado" (Mt 9,15). Cristo ha entregado su vida y
derramado su sangre como sacrificio de "alianza" por "la redención
de todos" (Mt 26,28; 20,28).

 Cristo vivió, murió y resucitó compartiendo nuestra existencia para


transformar la nuestra. Es el "hermano" (d. Jn 20,17) que se hace
protagonista cargando sobre sí mismo la historia de todos (Mt
11,28). Es el "mediador único entre Dios y los hombres" (1 Tim 2,5-
6), en cuanto que es el unigénito Hijo de Dios hecho hombre e
inmolado por la salvación de todos. Su mediación se ha realizado
principalmente por el sacrificio de su vida, toda ella transformada
en donación.

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Tema 4: Del encuentro con Cristo a la vida nueva

Encuentro, relación personal, amistad


Es el mismo Cristo quien tiene la iniciativa de hacerse encontradizo. Es Él
quien se deja "ver" (cf. Lc 24,39). Ahora no es del mismo modo como
cuando vivía en carne mortal, ni como cuando, ya resucitado, se apareció
a sus discípulos antes de la Ascensión.
No existe persona humana que no tenga en su vida una huella de
la presencia de Cristo. Cualquiera que lea o escuche el Evangelio, o que
lo vea transparentando en la vida de un hermano, se encuentra con
Cristo. Las palabras del Evangelio son siempre jóvenes y vivas, y "han
sido escritas para que creáis que Jesús es el Mesías: el Hijo de Dios, y
para que creyendo tengáis vida en vosotros" (Jn 20,31).
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Seguimiento y opción fundamental


En el Evangelio, los encuentros con Cristo, si son auténticos, tienden a
una relación amistosa, que se hace seguimiento para siempre: "Vinieron
a Él y designó a doce para que le acompañaran y para enviarlos a
predicar" (Mc 3,13- 14). La amistad con Cristo se convierte en relación
personal estable a modo de seguimiento incondicional: "Permanecieron
con Él" (Jn 1,39); "dejando sus redes, le siguieron" (Mt 4,20).
El seguimiento se hace posible gracias a una llamada que es don e
iniciativa de Cristo: "Yo os he elegido, no vosotros a mí" (Jn 15,16); "eligió
a los que quiso" (Mc 3,13): "sígueme" (Jn 1,43); "venid en pos de mí" (Mt
4,19). Cada persona humana es llamada por Cristo y amada por El de
modo singular, para realizar una misión irrepetible. Todo depende del
seguimiento generoso a modo de opción fundamental: "Lo hemos dejado
todo y te hemos seguido" (Mt 19,27).
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Somos hijos en el Hijo
Jesús nos hace participar en su filiación divina. Él es "el Hijo amado" del
Padre (Mt 3,17; 17,5), que se bautizó en nombre nuestro para que
nuestro ser y nuestra vida pudiera participar de todo lo suyo. Por esto, a
los que creen en Él, "les da el poder de venir a ser hijos de Dios" (Jn
1,12). El gozo de Cristo consiste en poder comunicarnos todo lo que Él es
y tiene.
Jesús se dirigió a Dios llamándole "Padre" (Lc 10, 21), como un niño
dice "papá querido" ("Abba"). Y esta es la oración que nos ha enseñado
para que la hagamos nuestra, diciendo con Él y como Él: "Padre
nuestro..." (Mt 6,9-13). Es el mismo Jesús, Hijo de Dios, quien ora y ama
en nosotros, gracias al Espíritu Santo que Él mismo nos comunica. Poder
orar así indica que participamos en su misma filiación divina: "Puesto que
somos hijos, envió Dios a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que
grita: ¡Abba! ¡Padre!" (Gal 4,6; cf. Rm 8,14-16).
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Tema 5: Del encuentro con Cristo Jesús al servicio


de la misión

Compartir y prolongar la misión de Cristo


Todo encuentro con Cristo y toda reflexión sobre Él llevan necesariamente
a compartir su misión. La "cristología" (como reflexión sobre la fe en
Cristo) es esencialmente misionera. Cristo se presenta como enviado con
el Padre y el Espíritu (Lc 4,18; Jn 10,36) para salvar al mundo (Jn 3,17),
convocando a los hombres para formar una comunidad eclesial (Mt 16,18;
Jn 10,16).
La misión no nace de una teoría prefabricada, sino de la realidad de
Cristo que confiere a los suyos el mandato misionero (Mt 28,19-20; Mc
16,15; Lc 24,47). Es la misma misión que Él recibió del Padre (Jn 17,18;
20,21).

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Ser signo de cómo ama Él, ser testigos de su amor


El ser, el obrar, las vivencias y el estilo de vida de Cristo están orientados
hacia la misión y "el mandato recibido del Padre" (Jn 10,18). Que el Padre
sea conocido y amado, y que los hermanos lleguen a la salvación plena e
integral es el motor de los amores de Cristo: "Yo he venido a echar fuego
en la tierra, y ¿qué he de querer, sino que se encienda?" (Lc 12,49).
Quienes han sido elegidos por Cristo para continuar su misión,
reciben una gracia especial del Espíritu, que les contagia de los mismos
amores de Cristo. Por amor al Padre y por amor al hombre, Cristo "da la
vida" como Buen Pastor (Jn 10,11s), y ama hasta darse a sí mismo: "no
tiene donde reclinar la cabeza" (Mt 8,20). La caridad del Buen Pastor se
expresa así: se da del todo (pobreza), según los planes salvíficos del
Padre (obediencia), como consorte o protagonista de la historia de cada
ser humano (virginidad o castidad).

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Recursos de Profundización
 Para profundizar en los fundamentos de la cristología
https://www.youtube.com/watch?v=vw4MbkLq8Ac

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Bibliografía
Biblia de Jerusalén (1998). Bilbao, España: Desclée de Brouwer.
Pablo VI. Vaticano II (1965). Constitución pastoral Gaudium et Spes
sobre la iglesia en el mundo actual. Madrid: Biblioteca de Autores
Cristianos.

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