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Proclamar a Jesucristo es el mejor servicio que podemos prestar a los demás hombres con
los que nos relacionamos
No son pocas las personas que tienen una imagen distorsionada y falsa de la Iglesia
católica. Frecuentemente, hablan, escriben o presentan a la institución eclesial, casi, al
mismo nivel, de una ONG. Consideran que su tarea y misión fundamental está en atender
toda clase de necesidades y carencias materiales de las personas, que con ella se relacionan.
La expresión "Iglesia de los pobres" es la denominación más afortunada, que se airea
después del Vaticano II. Dígase otro tanto del tan traído y llevado slogan "amor
preferencial por los pobres ", que a veces, se ha empleado como exclusión de los "ricos". Es
necesario evitar confusionismos.
Ciertamente, son incontables las obras asistenciales en favor de las personas más
necesitadas, que ha llevado y lleva actualmente la Iglesia, con el anuncio del Evangelio. No
se puede ni debe separar la evangelización (proclamar a Jesucristo) de la promoción y de la
solidaridad con los más pobres. Ambas cosas se han de dar a la vez. No obstante, dadas las
circunstancias actuales de desconocimiento de Cristo, la Iglesia, fiel a su misión, habrá de
empeñarse en proclamar explícitamente a Jesucristo como CAMINO, VERDAD Y VIDA.
Revelación bíblica
- “Y para todos los nombres de la tierra no se nos ha dado otro nombre por el que podamos
ser salvos, que el de Jesucristo”Hch.4.12.
- “Por eso Dios lo engrandeció y le otorgó un nombre sobre todo nombre, para que al
nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos” Flp.2,9-10.
-“Todo cuanto pidiéreis en mi nombre al Padre se os concederá”-Jn.14,13.
Enseñanza pontificia
A)-JUAN PABLO II. Se ha expresado siempre con toda claridad y rotundidad. En 1989, en
su Mensaje del Dìa de los Emigrantes afirmó que la misión prioritaria de la Iglesia, no es,
exclusivamente, hacerse presente entre los más pobres. Ni dedicarse, como una benemérita
organización social más, a la promoción y ayuda material de los más necesitados. "El
anuncio de Jesucristo- dijo taxativamente el Papa - es el primer acto de caridad hacia el
hombre, más allá de cualquier gesto de generosa solidaridad".Dígase otro tanto de las
cuestiones sociopoliticas que ocupan y preocupan a los católicos. Proclamar a Jesucristo
como único Salvador de los hombres, es la primera, ineludible e inexcusable tarea, que
incumbe a la Iglesia católica,.antes que la solución e implicación en los problemas
temporales. Es de esperar que todos, los de dentro y de fuera de la Iglesia católica,
tengamos las ideas bien claras para no confundir los medios con los fines.
Este documento es una reflexión aprobada por el Papa y por lo tanto forma parte del
magisterio universal. Sale al paso de ciertas teorías difundidas en ambientes teológicos que
respecto a la salvación consideran al catolicismo equiparable con otras religiones.
Esta misión es propia de todo cristiano, no sólo incumbe a la Jerarquía de la Iglesia. Todas
las personas consagradas, sacerdotes, religiosos y laicos, por el hecho de su bautismo y de
su vocación a la santidad tienen el deber de anunciar a Jesucristo en su vida de cada día.
“Ay de mí ,si no evangelizase” escribía el apóstol Pablo. El sentía el fuego que le consumía
interiormente de dar a conocer la salvación que proviene de Jesucristo a toda la humanidad,
quemando su vida en esta noble tarea.
Este celo y fuego abrasador lo han sentido todos los santos y santas de todos los tiempos.
No sólo los de vida activa, sino aún más, los de vida contemplativa.
El verdadero laico, que siente el fuego del amor de Dios dentro de sí, buscará por todos los
medios de proclamar a Cristo como único Salvador de los hombres en el medio en que se
realiza su vida.
El mejor servicio que todos los cristianos podemos prestar a los demás hombres con los que
nos relacionamos, es el de anunciar y proclamar con nuestro testimonio de vida, con
nuestras palabras y con nuestras obras, que en Jesucristo tenemos la plena salvación y que
ésta está en la Iglesia por Él fundada, la Iglesia católica.
Si los católicos estamos en la verdad no es por méritos nuestros sino por regalo de Dios. No
somos dueños de la Verdad, ni siquiera la Iglesia que la recibe de su Señor, a quien
permanece siempre fiel por obra del Espíritu Santo.
La Iglesia es una humilde criatura de la Palabra, como María, la esclava del Señor.
Termino con las palabras de un sacerdote jesuita el P. Juan A. Martinez Camino: “Cada uno
de los católicos hemos de demostrar ,con humildad, que andamos en la verdad. No somos
más que nadie: sólo hemos recibido más que algunos y por eso mayor es nuestra
responsabilidad.
El Papa es hoy uno de los mejores ejemplos a este respecto: no calla la verdad ni desconfía
de ella, pero anda los caminos del mundo en diálogo humilde y cercano con todos,
cristianos o no. Eso es coherencia”.
La vocación al servicio
La vocación al servicio
Mensaje del Santo Padre con ocasión de la XL Jornada Mundial de Oración por las
Vocaciones, 11 de mayo de 2003
El tema del Mensaje de esta 40° Jornada Mundial de oración por las
Vocaciones, nos invita a volver a las raíces de la vocación cristiana, a la
historia del primer llamamiento del Padre, el Hijo Jesús. El es “ el siervo”
del Padre, proféticamente anunciado como el que ha elegido y plasmado el
Padre desde el seno materno (cfr. Is. 49,1-6), el predilecto que el Padre
sostiene y del que se complace (cfr. Is. 42, 1-9), en el que ha puesto su
espíritu y al que ha transmitido su fuerza (cfr. Is. 49, 5 y al que exaltará
(cfr. Is. 52, 13;- 53, 12).
3. …como el Hijo del hombre, que no ha venido para ser servido, sino a
servir” (Mat. 20, 28)
4. “ Donde estoy yo, allí también estará mi siervo” (Jn. 12, 26)
Jesús, el Siervo y el Señor, es también aquel que llama. Llama a ser como
Él, porque sólo en el servicio el ser humano descubre la dignidad propia y
la ajena. Él llama a servir como Él ha servido: cuando las relaciones
interpersonales son inspiradas en el servicio recíproco, se crea un mundo
nuevo y en ello se desarrolla una auténtica cultura vocacional.
Con este mensaje, quisiera casi prestar la voz a Jesús, para que proponga a
tantos jóvenes el ideal del servicio y ayudarles a superar las tentaciones del
individualismo y la ilusión de procurarse así la felicidad. No obstante
cierto impulso contrario también presente en la mentalidad actual, se da en
el corazón de muchos jóvenes una natural disposición a abrirse a otro, de
forma especial al más necesitado. Todo ello les hace generosos, capaces de
empatía, dispuestos a olvidarse de sí mismos para anteponer al otro a sus
propios intereses.
Así dice Jesús a los Doce, sorprendidos al discutir entre ellos sobre
“ quien fuese el más grande” (Mc. 9, 34). Es la tentación de siempre, que
no perdona siquiera a quien es llamado a presidir la Eucaristía, el
sacramento del amor supremo del “ Siervo sufriente” . Quien cumple este
servicio, en realidad, es todavía más radicalmente llamado a ser siervo. Es
llamado, de hecho, a lograr “ in persona Christi” y por lo tanto a revivir la
misma condición de Jesús en la Última Cena, asumiendo por ello la misma
disponibilidad para amar no sólo hasta el fin sino a dar la vida. Presidir la
Cena del Señor, es por lo tanto, una invitación urgente para ofrecerse
como don, para que permanezca y crezca en la Iglesia la actitud del Siervo
sufriente y Señor.
Amén” .
JUAN PABLO II
La generosidad es la virtud que nos conduce a dar y darnos a los demás de una manera
habitual, firme y decidida, buscando su bien y poniendo a su servicio lo mejor de nosotros
mismos, tanto bienes materiales como cualidades y talentos.
Meta
Sentir la felicidad de los demás como propia, porque esto nos hará más felices en la vida
porque compartiremos no sólo los propios éxitos y logros sino los de los demás.
Sólo se podrá ser realmente feliz haciendo felices a los demás, preocupándonos por los
otros aún si nosotros mismos nos encontramos en el sufrimiento. Y como fruto de esta
comprensión y convencimiento, nos comprometemos con los demás, viviendo la
generosidad y la solidaridad
Somos responsables de la felicidad de los demás, que lo que hagamos o dejemos de hacer
siempre tendrá repercusiones positivas o negativas en los que nos rodean, y como fruto de
este convencimiento debemos optar por participar buscando siempre el bien común.
- Porque experimentaremos que hay más alegría en dar que en recibir, y podremos optar por
una vida de generosidad que nos brindará una mayor felicidad y realización personal.
- Porque asumiremos que también somos
-Porque descubriremos que el valor de la persona no se mide por la cantidad que da sino
por la alegría y la generosidad que manifiesta en sus detalles. La manera de dar vale más
que lo que se da. Y así seremos capaces de ver a las personas no en función de lo que tienen
sino de lo que son.
- Porque aprenderemos que ser generosos es saber dar, acompañando lo que damos con
ternura, afecto y alegría. Que se debe poner el corazón en cada acción que nos lleve a
compartir y viviremos la verdadera generosidad en nuestra relación con todas las personas.
- Porque dar es el acto en que se expresa el amor y una persona que sabe amar es generosa.
Comprenderemos que compartir no se limita a dar cosas materiales, sino que involucra el
tiempo, la atención, el amor, los sentimientos, etcétera y estaremos capacitados a amar con
madurez y sinceridad, sin egoísmo.
- Porque no se trata únicamente de aprender a dar cosas, sino de aprender a darse uno
mismo. Ser generoso no es dar lo que nos sobre, sino dar lo que somos. Este es el
fundamento de la felicidad humana.
- Porque es enriquecer a los que nos rodean con nuestros propios valores, colaborando en la
transformación de la sociedad, sin permitir que se desperdicien los dones y cualidades que
Dios ha dado a cada uno.
- Porque compartir implica estar atento y saber reconocer la necesidad del otro, abriéndose
a los demás y abriendo el propio interior al amor de los otros.
- Porque la solidaridad debe ser una actitud habitual, firme y perseverante de servicio, de
poner atención en las necesidades de los demás, aún a costa de los beneficios propios.
- Porque valorar y ayudar a los compañeros y participar con ellos llevará a la solidaridad y
a la generosidad.
- Porque la solidaridad implica un compromiso que en muchas ocasiones nos obliga a dejar
nuestra comodidad e intereses inmediatos por el bien común. Este compromiso lo debe
llevar a buscar siempre los mejores medios, comprometiendo a la persona para servir y
trabajar con generosidad por los demás.
- Porque al vivir esta virtud no desde un punto de vista teórico, sino práctico, lograremos
una mayor armonía en la familia y en la sociedad, trabajando y luchando juntos y
capacitaremos a los demás a formar la propia familia con más posibilidades de estabilidad,
éxito y felicidad.
- Compartir mi tiempo escuchando con atención lo que otros tengan que decirme, aunque
yo tenga otras cosas que hacer o realmente no me interese mucho lo que dicen.
- Estar siempre pendiente de las necesidades de los demás, más que de las mías.
- Estar siempre dispuesto a dar lo mejor de mí ante las necesidades de los demás.
- Compartir mi tiempo ayudando aunque tenga que dejar de hacer otras cosas que me
gustan.
- Hacer algo cada día por el bien de los demás, buscando la manera mejor y más eficaz de
hacerlo, dando siempre lo mejor de mí.
- Alegría y amabilidad que nos lleva a ser generosos dando siempre lo mejor de nosotros.
- Compañerismo y participación que nos ayudan a buscar y trabajar por el bien común y a
contrarrestar el ambiente de egoísmo que prevalece en la sociedad.
- Comprensión y responsabilidad que nos ayudan a entender las necesidades de los demás,
y a sentir que somos responsables de dar una respuesta comprometida y seria ante las
necesidades de los otros.
- Gratitud y hospitalidad que nos conducen a darnos cuenta de los dones que tenemos, dar
gracias por ellos y compartirlos con otros.
- Magnanimidad, que nos lleva a tener miras altas en el servicio a los demás.
- Fomentar un ambiente en donde se atiendan las necesidades de los demás antes que las
propias.
- Dureza de corazón .
«Estaba Jesús en el templo y veía cómo los ricos iban echando dinero en el cofre de las
ofrendas. Vio también a una viuda pobre que echaba dos monedas de poco valor y dijo:
"Les aseguro que esa viuda pobre ha echado más que todos los demás; porque ésos han
echado de lo que les sobra, mientras que ésta ha echado todo lo que tenía para vivir."» Lc
21, 1-4.
«Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus Sinagogas, anunciaba la buena noticia del
reino y curaba las enfermedades y las dolencias del pueblo.» Lc 6, 17
«Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima esta gente, porque llevan
ya tres días conmigo y no tienen que comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que
desfallezcan por el camino."
Los discípulos le dijeron: “¿De dónde vamos a sacar en un despoblado para dar de comer
a tanta gente?”
Jesús les preguntó: “¿Cuántos panes tienen? Ellos le respondieron: siete, y unos pocos
pececillos.”
Entonces Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los
peces, dio gracias, los partió y se los iba dando a los discípulos, y éstos a la gente.
Comieron todos hasta saciarse, y recogieron siete cestos llenos de los trozos sobrantes. Los
que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños.» Mt 15, 32-38.
«Entonces el rey dirá a los de un lado: “Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del
reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me
dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; era un extraño, y me hospedaron; estaba
desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel y fueron a verme”. Entonces
le responderán los justos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos; sediento
y te dimos de beber? ¿Cuándo fuiste un extraño y te hospedamos, o estuviste desnudo y te
vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” Y el rey les
responderá: “Les aseguro que cuando lo hicieron con uno de estos mis hermanos más
pequeños, conmigo lo hicieron”.» Mt 25, 34-40.
El Servir
El que no vive para servir, no sirve para vivir
!Yo!
Se llama Marisa. Cuando era adolescente asistió a una junta en la que se convocó a los
jóvenes de la colonia para formar un grupo juvenil. Muy entusiasmados, proporcionaron
sus ideas para la realización del amado proyecto y llegó el momento de deslindar
responsabilidades.
Todos querían participar y lo hacían con generosidad y alegría, pero nos llamó la atención
la actitud de Marisa, quien cada vez que solicitábamos un voluntario para el trabajo,
siempre decía: "¡Yo!". Y lo hacía con entusiasmo, con ganas de servir. Marisa barría el
salón, llamaba por teléfono desde su casa para recordar las reuniones, hacía carteles, sacaba
copias, ¡se desbarataba sirviendo a los demás!
Le pregunté por qué era tan servicial y me contestó con orgullo: "soy guía scout";.
Desde entonces me cayeron bien los scouts con su lema de "siempre listos" y su nudo en la
pañoleta para recordarles su buena acción de cada día. Se puede contar con ellos.
Todo el chiste está en amar. Cuando la fe nos lleva a descubrir que el amor que sentimos a
quienes están ligados a nosotros por la sangre, se debe extender a todos los hijos de Dios,
entonces comprendemos y tratamos de imitar el testimonio de aquellos que gastan su vida
al servicio de los que sufren. Pero no sólo la fe mueve al servicio, pues incluso los no
creyentes, cuando descubren la dignidad del hombre y de toda la creación, aprenden a amar
y a servir.
Servir es también una terapia que cura la soledad, la depresión, la dependencia de las
drogas, la mal vivencia en general. Si desean rehabilitar a un hombre, ayúdenlo a descubrir
la satisfacción de servir a los demás y rehará su vida.
El hombre que no sabe amar tampoco sabe servir. Es aquel que cuando se le pide un
servicio, contesta: "¿Y yo qué gano?". El egoísmo es, pues, un impedimento para el
servicio desinteresado.
En todas las familias sucede que un miembro se niega a ser útil y recibe el servicio de los
demás con un cinismo que lastima al resto. Normalmente son personas enfermas que
necesitan un tratamiento especializado para que reencuentren su papel en el hogar. Mientras
tanto, la paciencia y la tolerancia son el servicio que se les debe brindar, pero nunca la
complicidad.
La armonía familiar supone que cada uno de sus miembros acepta y realiza, por amor, el
servicio que le corresponde; cuando un miembro falla, daña a todos. Cuando ambos padres
tienen que trabajar fuera del hogar se hace más necesario que los hijos aprendan a servirse y
a
servir a sus hermanos. De este modo, el hogar se convierte en una verdadera escuela de
hombres y mujeres útiles, llenos de un gran espíritu de servicio.
1 . Aunque es cierto que los padres sirven a sus hijos por obligación, háganles ver que lo
hacen más por amor.
2 . Eviten pagar a sus hijos por un servicio al hogar porque destruyen la gratuidad del amor.
3 . No carguen sobre alguno de sus hijos los servicios que deben repartir equitativamente
entre todos.
10 . Hay personas que nos sirven porque necesitan ganarse la vida. Agradezcamos su
servicio y tratemos a esos servidores reconociendo su dignidad. La propina es un signo de
agradecimiento.