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¿Cómo servir más y mejor?

Proclamar a Jesucristo es el mejor servicio que podemos prestar a los demás hombres con
los que nos relacionamos

Por: Miguel Rivilla San Martín. Pbro. |

Misión prioritaria de la Iglesia

No son pocas las personas que tienen una imagen distorsionada y falsa de la Iglesia
católica. Frecuentemente, hablan, escriben o presentan a la institución eclesial, casi, al
mismo nivel, de una ONG. Consideran que su tarea y misión fundamental está en atender
toda clase de necesidades y carencias materiales de las personas, que con ella se relacionan.
La expresión "Iglesia de los pobres" es la denominación más afortunada, que se airea
después del Vaticano II. Dígase otro tanto del tan traído y llevado slogan "amor
preferencial por los pobres ", que a veces, se ha empleado como exclusión de los "ricos". Es
necesario evitar confusionismos.

Ciertamente, son incontables las obras asistenciales en favor de las personas más
necesitadas, que ha llevado y lleva actualmente la Iglesia, con el anuncio del Evangelio. No
se puede ni debe separar la evangelización (proclamar a Jesucristo) de la promoción y de la
solidaridad con los más pobres. Ambas cosas se han de dar a la vez. No obstante, dadas las
circunstancias actuales de desconocimiento de Cristo, la Iglesia, fiel a su misión, habrá de
empeñarse en proclamar explícitamente a Jesucristo como CAMINO, VERDAD Y VIDA.

Revelación bíblica

A lo largo de todo el nuevo Testamento aparece la persona de Jesús como el Salvador de


los hombres, el Señor de todo lo creado y el único mediador, en cuyo nombre toda la
humanidad alcanza salvación. Las citas son innumerables y al alcance de todos. He aquí
algunas:

- “Y para todos los nombres de la tierra no se nos ha dado otro nombre por el que podamos
ser salvos, que el de Jesucristo”Hch.4.12.

- “Por eso Dios lo engrandeció y le otorgó un nombre sobre todo nombre, para que al
nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos” Flp.2,9-10.
-“Todo cuanto pidiéreis en mi nombre al Padre se os concederá”-Jn.14,13.

-“Yo soy El Camino, la Verdad y la Vida...Nadie va al Padre sino por Mí”

Enseñanza pontificia

A)-JUAN PABLO II. Se ha expresado siempre con toda claridad y rotundidad. En 1989, en
su Mensaje del Dìa de los Emigrantes afirmó que la misión prioritaria de la Iglesia, no es,
exclusivamente, hacerse presente entre los más pobres. Ni dedicarse, como una benemérita
organización social más, a la promoción y ayuda material de los más necesitados. "El
anuncio de Jesucristo- dijo taxativamente el Papa - es el primer acto de caridad hacia el
hombre, más allá de cualquier gesto de generosa solidaridad".Dígase otro tanto de las
cuestiones sociopoliticas que ocupan y preocupan a los católicos. Proclamar a Jesucristo
como único Salvador de los hombres, es la primera, ineludible e inexcusable tarea, que
incumbe a la Iglesia católica,.antes que la solución e implicación en los problemas
temporales. Es de esperar que todos, los de dentro y de fuera de la Iglesia católica,
tengamos las ideas bien claras para no confundir los medios con los fines.

B)-SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE. Esta


Congregación presidida por el cardenal Ratzinger el 5/9/2000, hizo pública una
Declaración: “Dominus Jesús” sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y
de la Iglesia.

En resumen los grandes apartados del documento afirman-frente al relativismo teólogico


actual :

-La revelación de Dios, ha sido completamente realizada en Jesucristo.

-Jesucristo, con el Padre y el Espíritu Santo, es el único Salvador de los hombres.

-La Iglesia católica, es mediación necesaria de la salvación de Cristo.

Este documento es una reflexión aprobada por el Papa y por lo tanto forma parte del
magisterio universal. Sale al paso de ciertas teorías difundidas en ambientes teológicos que
respecto a la salvación consideran al catolicismo equiparable con otras religiones.

A quiénes incumbe esta tarea

Esta misión es propia de todo cristiano, no sólo incumbe a la Jerarquía de la Iglesia. Todas
las personas consagradas, sacerdotes, religiosos y laicos, por el hecho de su bautismo y de
su vocación a la santidad tienen el deber de anunciar a Jesucristo en su vida de cada día.

“Ay de mí ,si no evangelizase” escribía el apóstol Pablo. El sentía el fuego que le consumía
interiormente de dar a conocer la salvación que proviene de Jesucristo a toda la humanidad,
quemando su vida en esta noble tarea.

Este celo y fuego abrasador lo han sentido todos los santos y santas de todos los tiempos.
No sólo los de vida activa, sino aún más, los de vida contemplativa.

El verdadero laico, que siente el fuego del amor de Dios dentro de sí, buscará por todos los
medios de proclamar a Cristo como único Salvador de los hombres en el medio en que se
realiza su vida.

Cómo proclamar a Jesucristo hoy

El mejor servicio que todos los cristianos podemos prestar a los demás hombres con los que
nos relacionamos, es el de anunciar y proclamar con nuestro testimonio de vida, con
nuestras palabras y con nuestras obras, que en Jesucristo tenemos la plena salvación y que
ésta está en la Iglesia por Él fundada, la Iglesia católica.

Este anuncio ha de ir acompañado necesariamente de la humildad.

Si los católicos estamos en la verdad no es por méritos nuestros sino por regalo de Dios. No
somos dueños de la Verdad, ni siquiera la Iglesia que la recibe de su Señor, a quien
permanece siempre fiel por obra del Espíritu Santo.

La Iglesia es una humilde criatura de la Palabra, como María, la esclava del Señor.

Termino con las palabras de un sacerdote jesuita el P. Juan A. Martinez Camino: “Cada uno
de los católicos hemos de demostrar ,con humildad, que andamos en la verdad. No somos
más que nadie: sólo hemos recibido más que algunos y por eso mayor es nuestra
responsabilidad.

El Papa es hoy uno de los mejores ejemplos a este respecto: no calla la verdad ni desconfía
de ella, pero anda los caminos del mundo en diálogo humilde y cercano con todos,
cristianos o no. Eso es coherencia”.

La vocación al servicio

La vocación al servicio
Mensaje del Santo Padre con ocasión de la XL Jornada Mundial de Oración por las
Vocaciones, 11 de mayo de 2003

Por: S.S. Juan Pablo II | Fuente: www.vatican.va


1. “ He aquí a mi siervo, a quien elegí; mi amado, en quien mi alma se
complace” (Mat. 12, 18, cfr. Is. 42, 1-4)

El tema del Mensaje de esta 40° Jornada Mundial de oración por las
Vocaciones, nos invita a volver a las raíces de la vocación cristiana, a la
historia del primer llamamiento del Padre, el Hijo Jesús. El es “ el siervo”
del Padre, proféticamente anunciado como el que ha elegido y plasmado el
Padre desde el seno materno (cfr. Is. 49,1-6), el predilecto que el Padre
sostiene y del que se complace (cfr. Is. 42, 1-9), en el que ha puesto su
espíritu y al que ha transmitido su fuerza (cfr. Is. 49, 5 y al que exaltará
(cfr. Is. 52, 13;- 53, 12).

Parece evidente, de pronto, el radical sentido positivo, que el texto


inspirado da al término “ siervo” . Mientras, en la cultura actual, el que
sirve es considerado inferior, en la historia sagrada es el que es llamado
por Dios para cumplir una acción particular de salvación y redención,
como quien sabe haber recibido todo lo que tiene y por lo tanto se siente
tambièn llamado a poner al servicio de los demás todo cuanto ha recibido.

El servicio en la Biblia, está siempre unido a una llamada específica que


viene de Dios y por tanto representa el máximo cumplimiento de la
dignidad de la criatura, o sea, que evoca toda la dimensión misteriosa y
trascendente. Así ha sido también en la vida de Jesús, el siervo fiel
llamado a cumplir la obra universal de la redención.

2. Como cordero llevado al matadero…” (Is. 53, 7)

En la Sagrada Escritura se da una fuerte y evidente ligazón entre servicio y


redención, como de hecho se da entre servicio y sufrimiento, entre Siervo
y Cordero de Dios. El Mesías es el Siervo sufriente que padece, que se
carga sobre la espalda el peso del pecado humano, es el Cordero
“ conducido al matadero” ( Is. 53, 7) para pagar el precio de la culpa
cometida por la humanidad y devolverle así el servicio del que más tiene
necesidad. El Siervo y el Cordero que “ maltratado, se dejó humillar y no
abrir la boca” (Is. 53, 7), mostrando de esta manera una fuerza
extraordinaria: la de no devolver el mal con el mal, sino respondiendo al
mal con el bien.

Es la humilde energía del siervo, que encuentra en Dios su fuerza y que,


por esto, Él le transforma en “ luz de las naciones” y operador de
salvación (cfr. Is. 49, 5-6). La vocación al servicio es siempre,
misteriosamente, vocación a tomar parte de forma muy personal, aunque
costosa y dolororosa, en el ministerio de la salvación.

3. …como el Hijo del hombre, que no ha venido para ser servido, sino a
servir” (Mat. 20, 28)

Jesús es en verdad el modelo perfecto del “ siervo” del que habla la


Escritura. El es quien se ha despojado radicalmente de sí, para asumir “ la
condición de siervo” (Fil. 2, 7), y dedicarse totalmente a las cosas del
Padre (cfr. Lc. 2, 49), como Hijo predilecto en quien el Padre se complace
(cfr. Mat. 17, 5). Jesús no ha venido para ser servido, “ sino para servir y
dar su vida en rescate de muchos” (Mat. 20, 28); ha lavado los pies de sus
discípulos y ha obedecido al proyecto del Padre hasta la muerte de cruz (
cfr. Fil. 2, 8). Por esto, el Padre mismo, lo ha exaltado dándole un nombre
nuevo y haciéndole Señor del cielo y de la tierra (cfr. Fil. 2, 9-11).

¿Cómo no leer en el tema del “ siervo Jesús” la historia de cada vocación,


la historia pensada por el Creador para cada ser humano, historia que
inevitablemente pasa a través de la llamada a servir y culmina en el
descubrimiento del nombre nuevo, pensado por Dios para cada uno? En tal
“ nombre” cada uno puede proponer su propia identidad, orientándose
hacia una realización de sí mismo que lo hará libre y feliz. ¿Cómo no leer,
en particular en la parábola del Hijo, Siervo y Señor, la historia vocacional
de quien es llamado por Él, para seguirlo de cerca y llegar así, a ser siervo
en el ministerio sacerdotal o en la consagración religiosa? En efecto, la
vocación sacerdotal o religiosa es siempre por su naturaleza, vocación al
servicio generoso a Dios y al prójimo.

El servicio, entonces se transforma en camino y mediación preciosa para


llegar a comprender mejor la propia vocación. La diakonía es en verdad
itinerario pastoral vocacional (cfr. Nuevas vocaciones para una nueva
Europa, 27 c).

4. “ Donde estoy yo, allí también estará mi siervo” (Jn. 12, 26)

Jesús, el Siervo y el Señor, es también aquel que llama. Llama a ser como
Él, porque sólo en el servicio el ser humano descubre la dignidad propia y
la ajena. Él llama a servir como Él ha servido: cuando las relaciones
interpersonales son inspiradas en el servicio recíproco, se crea un mundo
nuevo y en ello se desarrolla una auténtica cultura vocacional.

Con este mensaje, quisiera casi prestar la voz a Jesús, para que proponga a
tantos jóvenes el ideal del servicio y ayudarles a superar las tentaciones del
individualismo y la ilusión de procurarse así la felicidad. No obstante
cierto impulso contrario también presente en la mentalidad actual, se da en
el corazón de muchos jóvenes una natural disposición a abrirse a otro, de
forma especial al más necesitado. Todo ello les hace generosos, capaces de
empatía, dispuestos a olvidarse de sí mismos para anteponer al otro a sus
propios intereses.

Servir, queridos jóvenes, es vocación del todo natural, porque el ser


humano es naturalmente siervo, no siendo dueño de la propia vida y
estando en cambio necesitado de tantos servicios al otro. Servir es
manifestación de libertad por irrumpir del propio yo y de responsabilidad
hacia el otro; y servir es posible a todos, con gestos aparentemente
pequeños, pero grandes en realidad si son animados del amor sincero. El
verdadero siervo es humilde, sabe ser “ inútil” (cfr.Lc. 17, 10), no busca
provechos egoístas, pero se empeña por los otros experimentando en el
don de sí mismo el gozo de la gratuidad.

Os auguro, queridos jóvenes, sepáis escuchar la voz de Dios que os llama


al servicio. Es éste el camino que abre tantas formas de ministerios
favorables a la comunidad; desde el ministerio ordenado a los varios
ministerios instituidos y reconocidos: la catequesis, la animación litúrgica,
la educación de los jóvenes, las más variadas expresiones de la caridad
(cfr. Novo millennio ineunte, 46). He recordado, en la conclusión del Gran
Jubileo, que esta es ” la hora de una nueva ‘ fantasía’ de la caridad”
(ibidem, 50) Toca a vosotros, jóvenes, de forma particular, hacer que la
caridad se exprese en toda su riqueza espiritual y apostólica.
5. “ Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el
servidor de todos” (Mc. 9, 35)

Así dice Jesús a los Doce, sorprendidos al discutir entre ellos sobre
“ quien fuese el más grande” (Mc. 9, 34). Es la tentación de siempre, que
no perdona siquiera a quien es llamado a presidir la Eucaristía, el
sacramento del amor supremo del “ Siervo sufriente” . Quien cumple este
servicio, en realidad, es todavía más radicalmente llamado a ser siervo. Es
llamado, de hecho, a lograr “ in persona Christi” y por lo tanto a revivir la
misma condición de Jesús en la Última Cena, asumiendo por ello la misma
disponibilidad para amar no sólo hasta el fin sino a dar la vida. Presidir la
Cena del Señor, es por lo tanto, una invitación urgente para ofrecerse
como don, para que permanezca y crezca en la Iglesia la actitud del Siervo
sufriente y Señor.

Queridos jóvenes, cultivad la atracción por los valores y por la elección


radical que hacen de la existencia un servicio a los demás tras las huellas
de Jesús, el Cordero de Dios. No os dejéis seducir por los reclamos del
poder y de la ambición personal. El ideal sacerdotal debe ser
constantemente purificado por éstos y otras peligrosas ambiguedades.

Resuena también hoy el llamamiento del Señor Jesús: “ Si uno me sirve,


que me siga ( Jn. 12, 26). No tengáis miedo de acogerlo. Encontraréis
seguramente dificultades y sacrificios, pero seréis felices de servir, seréis
testimonios de aquel gozo que el mundo no puede dar. Seréis llamas vivas
de un amor infinito y eterno; conoceréis la riqueza espiritual del
sacerdocio, don y misterio divino.

6. Como otras veces, también en esta circunstancia tendamos la mirada


hacia María, Madre de la Iglesia y Estrella de la nueva evangelización.
Invoquémosla con confianza para que no falten en la Iglesia personas
dispuestas a responder generosamente a la llamada del Señor, que llama a
un más directo servicio del Evangelio:

“ María, humilde sierva del Altísimo,


el Hijo que has generado te ha hecho sierva de la humanidad.

Tu vida ha sido un servicio humilde y generoso:


has sido sierva de la Palabra cuando el Angel
Te anunció el proyecto divino de la salvación.
Has sido sierva del Hijo, dándole la vida
y permaneciendo abierta al misterio.

Has sido sierva de la Redención,


“ permaneciendo” valientemente al pie de la Cruz,
junto al Siervo y Cordero sufriente,
que se inmolaba por nuestro amor.

Has sido sierva de la Iglesia, el dia de Pentecostés


y con tu intercesión continúas generándola en cada creyente,
también en estos tiempos nuestros, difíciles y atormentados.

A Ti, joven Hija de Israel,


que has conocido la turbación del corazón joven
ante la propuesta del Eterno,
dirijan su mirada con confianza los jóvenes del tercer milenio.

Hazlos capaces de aceptar la invitación de tu Hijo


a hacer de la vida un don total para la gloria de Dios.

Hazles comprender que servir a Dios satisface el corazón,


y que sólo en el servicio de Dios y de su reino
nos realizamos según el divino proyecto
y la vida llega a ser himno de gloria a la Santísima Trinidad

Amén” .

En el Vaticano, 16 de octubre del 2002

JUAN PABLO II

Generosidad, dar a los demás lo mejor


Enseñar a poner el corazón en cada acción que nos lleve a compartir con los demás

Por: Francisco Cardona | Fuente: Catholic.net


Definición

La generosidad es la virtud que nos conduce a dar y darnos a los demás de una manera
habitual, firme y decidida, buscando su bien y poniendo a su servicio lo mejor de nosotros
mismos, tanto bienes materiales como cualidades y talentos.

La solidaridad es una determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común;


no es un sentimiento superficial por los males de tantas personas cercanas o lejanas, sino
una actitud definida y clara de procurar el bien de todos y cada uno.

Meta

Formarnos en la generosidad, el desprendimiento y en el dar lo mejor de sí, contrarrestando


los efectos del egoísmo. Salir de sí mismos y experimentar la felicidad que proporciona el
donarse a los demás y vivir el valor del servicio, que implica una participación y
solidaridad profunda con el otro.

Sentir la felicidad de los demás como propia, porque esto nos hará más felices en la vida
porque compartiremos no sólo los propios éxitos y logros sino los de los demás.

Sólo se podrá ser realmente feliz haciendo felices a los demás, preocupándonos por los
otros aún si nosotros mismos nos encontramos en el sufrimiento. Y como fruto de esta
comprensión y convencimiento, nos comprometemos con los demás, viviendo la
generosidad y la solidaridad

Somos responsables de la felicidad de los demás, que lo que hagamos o dejemos de hacer
siempre tendrá repercusiones positivas o negativas en los que nos rodean, y como fruto de
este convencimiento debemos optar por participar buscando siempre el bien común.

¿Por qué nos interesa fomentar la virtud de la generosidad?

- Porque experimentaremos que hay más alegría en dar que en recibir, y podremos optar por
una vida de generosidad que nos brindará una mayor felicidad y realización personal.
- Porque asumiremos que también somos

-Porque descubriremos que el valor de la persona no se mide por la cantidad que da sino
por la alegría y la generosidad que manifiesta en sus detalles. La manera de dar vale más
que lo que se da. Y así seremos capaces de ver a las personas no en función de lo que tienen
sino de lo que son.

- Porque aprenderemos que ser generosos es saber dar, acompañando lo que damos con
ternura, afecto y alegría. Que se debe poner el corazón en cada acción que nos lleve a
compartir y viviremos la verdadera generosidad en nuestra relación con todas las personas.

- Porque dar es el acto en que se expresa el amor y una persona que sabe amar es generosa.
Comprenderemos que compartir no se limita a dar cosas materiales, sino que involucra el
tiempo, la atención, el amor, los sentimientos, etcétera y estaremos capacitados a amar con
madurez y sinceridad, sin egoísmo.

- Porque no se trata únicamente de aprender a dar cosas, sino de aprender a darse uno
mismo. Ser generoso no es dar lo que nos sobre, sino dar lo que somos. Este es el
fundamento de la felicidad humana.

- Porque es enriquecer a los que nos rodean con nuestros propios valores, colaborando en la
transformación de la sociedad, sin permitir que se desperdicien los dones y cualidades que
Dios ha dado a cada uno.

- Porque compartir implica estar atento y saber reconocer la necesidad del otro, abriéndose
a los demás y abriendo el propio interior al amor de los otros.

- Porque la solidaridad debe ser una actitud habitual, firme y perseverante de servicio, de
poner atención en las necesidades de los demás, aún a costa de los beneficios propios.

- Porque valorar y ayudar a los compañeros y participar con ellos llevará a la solidaridad y
a la generosidad.

- Porque la solidaridad implica un compromiso que en muchas ocasiones nos obliga a dejar
nuestra comodidad e intereses inmediatos por el bien común. Este compromiso lo debe
llevar a buscar siempre los mejores medios, comprometiendo a la persona para servir y
trabajar con generosidad por los demás.

- Porque ser generoso en el servicio a los demás da sentido a la propia vida.

- Porque al vivir esta virtud no desde un punto de vista teórico, sino práctico, lograremos
una mayor armonía en la familia y en la sociedad, trabajando y luchando juntos y
capacitaremos a los demás a formar la propia familia con más posibilidades de estabilidad,
éxito y felicidad.

Vivir la generosidad significa


- Dar con alegría.

- Compartir de buen modo.

- Dar algo que es valioso para mí.

- Guardar parte de mi dinero o de mis cosas para ayudar a quien lo necesite.

- Compartir con una sonrisa aunque me sienta mal.

- Compartir mi tiempo escuchando con atención lo que otros tengan que decirme, aunque
yo tenga otras cosas que hacer o realmente no me interese mucho lo que dicen.

- Estar siempre pendiente de las necesidades de los demás, más que de las mías.

- Estar siempre dispuesto a dar lo mejor de mí ante las necesidades de los demás.

- Ayudar sin que nadie me lo pida.

- Compartir mi tiempo ayudando aunque tenga que dejar de hacer otras cosas que me
gustan.

- Estar pendiente de las necesidades de los demás.

- Hacer algo cada día por el bien de los demás, buscando la manera mejor y más eficaz de
hacerlo, dando siempre lo mejor de mí.

Qué facilita la vivencia de esta virtud

Las virtudes de:

- Servicio, y las capacidades de desprendimiento y disponibilidad que nos ayudan a ser


capaces de dar y darnos en el momento en que se necesite.

- Alegría y amabilidad que nos lleva a ser generosos dando siempre lo mejor de nosotros.

- Compañerismo y participación que nos ayudan a buscar y trabajar por el bien común y a
contrarrestar el ambiente de egoísmo que prevalece en la sociedad.

- Comprensión y responsabilidad que nos ayudan a entender las necesidades de los demás,
y a sentir que somos responsables de dar una respuesta comprometida y seria ante las
necesidades de los otros.

- Gratitud y hospitalidad que nos conducen a darnos cuenta de los dones que tenemos, dar
gracias por ellos y compartirlos con otros.
- Magnanimidad, que nos lleva a tener miras altas en el servicio a los demás.

- Fomentar un ambiente en donde se atiendan las necesidades de los demás antes que las
propias.

- Ejercitarse en actos de servicio voluntario.

Qué dificulta la vivencia de esta virtud

- La competitividad mal entendida y egoísta que lleva a pensar en el otro es enemigo en


potencia.

- Ambiente de egoísmo e individualismo.

- Pusilanimidad, estrechez de miras.

- Dureza de corazón .

En el Evangelio podemos encontrar cómo Jesús valora la generosidad:

«Estaba Jesús en el templo y veía cómo los ricos iban echando dinero en el cofre de las
ofrendas. Vio también a una viuda pobre que echaba dos monedas de poco valor y dijo:
"Les aseguro que esa viuda pobre ha echado más que todos los demás; porque ésos han
echado de lo que les sobra, mientras que ésta ha echado todo lo que tenía para vivir."» Lc
21, 1-4.

«Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus Sinagogas, anunciaba la buena noticia del
reino y curaba las enfermedades y las dolencias del pueblo.» Lc 6, 17

«Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima esta gente, porque llevan
ya tres días conmigo y no tienen que comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que
desfallezcan por el camino."
Los discípulos le dijeron: “¿De dónde vamos a sacar en un despoblado para dar de comer
a tanta gente?”
Jesús les preguntó: “¿Cuántos panes tienen? Ellos le respondieron: siete, y unos pocos
pececillos.”
Entonces Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los
peces, dio gracias, los partió y se los iba dando a los discípulos, y éstos a la gente.
Comieron todos hasta saciarse, y recogieron siete cestos llenos de los trozos sobrantes. Los
que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños.» Mt 15, 32-38.

«Entonces el rey dirá a los de un lado: “Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del
reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me
dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; era un extraño, y me hospedaron; estaba
desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel y fueron a verme”. Entonces
le responderán los justos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos; sediento
y te dimos de beber? ¿Cuándo fuiste un extraño y te hospedamos, o estuviste desnudo y te
vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” Y el rey les
responderá: “Les aseguro que cuando lo hicieron con uno de estos mis hermanos más
pequeños, conmigo lo hicieron”.» Mt 25, 34-40.

El Servir
El que no vive para servir, no sirve para vivir

Por: P. Sergio G. Román | Fuente: Desde la fe

!Yo!

Se llama Marisa. Cuando era adolescente asistió a una junta en la que se convocó a los
jóvenes de la colonia para formar un grupo juvenil. Muy entusiasmados, proporcionaron
sus ideas para la realización del amado proyecto y llegó el momento de deslindar
responsabilidades.

Todos querían participar y lo hacían con generosidad y alegría, pero nos llamó la atención
la actitud de Marisa, quien cada vez que solicitábamos un voluntario para el trabajo,
siempre decía: "¡Yo!". Y lo hacía con entusiasmo, con ganas de servir. Marisa barría el
salón, llamaba por teléfono desde su casa para recordar las reuniones, hacía carteles, sacaba
copias, ¡se desbarataba sirviendo a los demás!

Le pregunté por qué era tan servicial y me contestó con orgullo: "soy guía scout";.

Desde entonces me cayeron bien los scouts con su lema de "siempre listos" y su nudo en la
pañoleta para recordarles su buena acción de cada día. Se puede contar con ellos.

El que no vive para servir, no sirve para vivir

A pesar de que tengo muchos años de sacerdote, me sigue impresionando y llegando al


corazón la ceremonia del lavatorio de los pies que la Iglesia celebra el Jueves Santo. ¡Jesús,
el Maestro, el Señor, sirviendo en una tarea tan humilde! Realmente Él quería mucho a sus
apóstoles y allí está la clave de su servicio: servir a los que uno ama es
satisfactorio. El Jueves Santo me ayuda a descubrir la grandeza del amor paternal que
convierte a los papás nada menos que en sirvientes de sus hijos.

Todo el chiste está en amar. Cuando la fe nos lleva a descubrir que el amor que sentimos a
quienes están ligados a nosotros por la sangre, se debe extender a todos los hijos de Dios,
entonces comprendemos y tratamos de imitar el testimonio de aquellos que gastan su vida
al servicio de los que sufren. Pero no sólo la fe mueve al servicio, pues incluso los no
creyentes, cuando descubren la dignidad del hombre y de toda la creación, aprenden a amar
y a servir.

Servir es también una terapia que cura la soledad, la depresión, la dependencia de las
drogas, la mal vivencia en general. Si desean rehabilitar a un hombre, ayúdenlo a descubrir
la satisfacción de servir a los demás y rehará su vida.

El hombre que no sabe amar tampoco sabe servir. Es aquel que cuando se le pide un
servicio, contesta: "¿Y yo qué gano?". El egoísmo es, pues, un impedimento para el
servicio desinteresado.

El hogar, escuela de servicio

En todas las familias sucede que un miembro se niega a ser útil y recibe el servicio de los
demás con un cinismo que lastima al resto. Normalmente son personas enfermas que
necesitan un tratamiento especializado para que reencuentren su papel en el hogar. Mientras
tanto, la paciencia y la tolerancia son el servicio que se les debe brindar, pero nunca la
complicidad.

La armonía familiar supone que cada uno de sus miembros acepta y realiza, por amor, el
servicio que le corresponde; cuando un miembro falla, daña a todos. Cuando ambos padres
tienen que trabajar fuera del hogar se hace más necesario que los hijos aprendan a servirse y
a
servir a sus hermanos. De este modo, el hogar se convierte en una verdadera escuela de
hombres y mujeres útiles, llenos de un gran espíritu de servicio.

Para tener en cuenta:

1 . Aunque es cierto que los padres sirven a sus hijos por obligación, háganles ver que lo
hacen más por amor.

2 . Eviten pagar a sus hijos por un servicio al hogar porque destruyen la gratuidad del amor.

3 . No carguen sobre alguno de sus hijos los servicios que deben repartir equitativamente
entre todos.

4 . No discriminen a sus hijas haciéndolas esclavas de sus hermanos varones.


5 . Enseñen a los hijos mayores a preocuparse por los más chicos y a ayudarlos
económicamente cuando ya trabajen.

6 . Como familia escojan algún servicio a la sociedad o a la Iglesia y cúmplanlo


responsablemente.

7 . Dar el lugar en el transporte público, ayudar a un anciano o a un ciego, ser educados y


corteses con las mujeres, son normas de buena educación y, a final de cuentas, de caridad
cristiana.

8. Si nuestro trabajo consiste en dar algún servicio, transformemos la obligación en amor al


prójimo y hagamos más de lo que estamos obligados a hacer.

9 . Hoy en día la sociedad va tomando conciencia de ayudar voluntariamente y se forman


grupos de voluntariado. Pertenecer a uno de ellos es una oportunidad de servir.

10 . Hay personas que nos sirven porque necesitan ganarse la vida. Agradezcamos su
servicio y tratemos a esos servidores reconociendo su dignidad. La propina es un signo de
agradecimiento.

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