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Sociedad.

Crisis y clase media:


cuando poco queda en pie
Eduardo Anguita y Alberto Minujin analizan en su libro La clase media.
Seducida y abandonada (Edhasa) de qué manera la crisis de 2001 afectó a ese
segmento de la sociedad y cómo esos efectos dejaron su huella en la salud
emocional de sus integrantes

4 de Julio de 2004
Lorena Oliva
LA NACION
El retroceso económico que significó la debacle de diciembre de 2001 derramó
sus consecuencias en todas las facetas de la vida del argentino medio.

De considerar que un peso equivalía a un dólar, el individuo pasó a hacer largas


colas en las casas de cambio, a cobrar su sueldo en bonos y a padecer,
impotente, la meteórica suba de precios de la canasta familiar en un país que
llegó a tener cinco presidentes en una semana.

Aunque la emergencia pudo haber pasado, la crisis llegó para quedarse. Eso
piensan Eduardo Anguita y Alberto Minujin en su libro La clase media.
Seducida y abandonada (Edhasa), de reciente aparición.

Allí analizan cómo, en los últimos treinta años, ese segmento de la sociedad
pasó de ser el grupo social distintivo de nuestro país a correr un verdadero
peligro de extinción. "En 1974, de acuerdo con los estudios de la época, la clase
media representaba al cincuenta por ciento de la sociedad argentina. Treinta
años después nos encontramos con que el 53 por ciento de la población está
bajo índices de pobreza. Esto da pie para preguntarnos qué nos pasó", reflexiona
Anguita.

Un aspecto poco revisado


A pesar de que la variable emocional pocas veces fue tenida en cuenta en el
momento de medir cualquier tipo de crisis, los autores dedican un capítulo para
desarrollar el tema.

En él se informa, por ejemplo, que en el servicio de Violencia Familiar del


Hospital Torcuato de Alvear, que históricamente tenía un 75 por ciento de
consultas por patologías relacionadas con la psicosis o la esquizofrenia, hoy
atienden un porcentaje similar de problemáticas que derivan de la crisis
socioeconómica.
Enfermedades como el stress, la depresión, el colon irritable o los trastornos
psicosomáticos se han instalado con fuerza en el seno de la clase media. De
acuerdo con los autores, sus miembros son, en la actualidad, los que más
acuden a hospitales porque, en muchos casos, debieron resignar la cobertura
médica privada.

En este sentido, en el servicio de emergencias de ese hospital aseguran que el


nivel de trabajo se duplicó en los últimos años, especialmente desde principios
de 2002. Por caso, la atención de urgencias aumentó un 30 por ciento entre
diciembre de 2001 y enero de 2002.

La relación entre la crisis y los problemas socioeconómicos también se sustenta


con las estadísticas que maneja el Servicio de Asistencia al Suicida. Cerca del 40
por ciento de las llamadas que reciben se relaciona con la crisis.

A nivel mundial, el tema viene despertando una creciente preocupación en los


organismos internacionales. Por ejemplo, las estadísticas de la Organización
Mundial de la Salud revelan que entre un 3 y un 6 por ciento de la población
mundial padece de depresión.

Los autores también reproducen las declaraciones de Isaac Levbab,asesor


regional de la Organización Panamericana de la Salud, en las que asegura que
uno de cada cuatro miembros de la población adulta de América latina sufre
algún tipo de malestar psicológico. Asimismo, asegura que este porcentaje se
está incrementando a causa de la crisis socioeconómica.

Para uno de los autores, Eduardo Anguita, la crisis por la que atraviesa la clase
media tiene que ver, sobre todo, con tres factores: la influencia de la revolución
tecnológica durante la década pasada, la aplicación de un modelo económico
"con nefastas consecuencias" y la negación por parte de la sociedad de este
último problema.

"La era de la información, que se impuso con fuerza durante la década pasada,
modificó patrones de conducta fomentando el individualismo y la disgregación.
Una de las cosas más llamativas de esta crisis, que obligó a bajar todo tipo de
gastos, fue que tanto Internet como el servicio de televisión por cable fueron los
servicios que menos se resignaron", explica.

Anguita, también periodista, compara la actitud general de la sociedad durante


los noventa con lo que sucedió durante la posguerra de Malvinas. "Con el correr
de los años se supo que hubo más muertos durante la posguerra -por suicidios o
trastornos que derivaron de la experiencia traumática de la guerra- que durante
el conflicto en sí. Pero, en este caso, no podemos buscar al enemigo en Galtieri.
La verdad es que la sociedad prefirió mirar para otro lado, no supo contener."
A su criterio, lo mismo sucedió durante la última década. "La tendencia que
prevaleció fue la del ocultamiento y la negación de la pérdida de trabajo, y de la
pobreza por goteo. Entonces sobrevenía la pérdida de la autoestima que dejaba
al individuo más indefenso frente a un nuevo modelo de gestión sin reglas
claras."

De acuerdo con las apreciaciones de los profesionales consultados, la


globalización impuso en muchos países un modelo laboral amenazante y
precario no sólo para los que fueron expulsados.

"En la actualidad, se rompió el viejo paradigma de ascensos escalafonarios -en el


que la clase media se formó-, por el cual uno iba creciendo en su trabajo por
medio del estudio, la capacitación y la experiencia. Ahora resulta que, en
muchos casos, los ascensos tienen que ver con otras variables, producto, muchas
veces, del azar. En ese sentido, un estudio indica que los trabajadores que son
promovidos a responsabilidades que exceden su capacidad real, comienzan a
sufrir de stress y de vértigo", sostiene Minujin.

Para aquellos que son marginados del sistema laboral, las pérdidas son
múltiples. Por un lado, se pierde la cobertura médica. También se suprimen las
actividades vinculadas al ocio y al esparcimiento. Pero tal vez la peor de todas
sea la pérdida de la seguridad y proyección psíquica que aporta el trabajo.

En este sentido, el libro menciona el caso de la empresa Plural Psi -institución


que brinda atención psicológica a pacientes de sectores medios-. De 60.000
afiliados que tenía en 2001 la prepaga con la que trabajaban, pasó a tener
45.000 beneficiarios seis meses después.

Del total de pacientes que requirió internación durante el transcurso de 2002, el


61 por ciento se debió a trastornos de personalidad y bipolares que tenían su
raíz en la crisis socioeconómica.

La familia, en tanto, no queda al margen de toda esta situación. En muchos


casos, en el plano personal se suma la pérdida de seres queridos que emigran al
exterior en busca de mejores oportunidades. Pero también son abundantes los
testimonios acerca del agravamiento de la violencia y el nivel de malestar entre
cónyuges. Por otra parte, por primera vez, los padres advierten que la
generación venidera, la de sus hijos, tendrá menos oportunidades.

"Dolor país"
Los más jóvenes perciben el nivel de desesperanza y desesperación imperantes.
Algo que la psiquiatra Silvia Bleichmar denominó "dolor país". De acuerdo con
los registros del Servicio de Asistencia al Suicida del Hospital Alvarez, en la
última década se duplicó la tasa de suicidios de adolescentes de quince a
diecinueve años.

Debido a que el tema de la salud mental es considerado un asunto individual o


de grupo reducido, no existen demasiadas estadísticas al respecto. Pero si las
hubiera, probablemente habría un desfase importante entre ellas y la realidad.

Es que, a pesar de lo grave del panorama -o, tal vez, a causa de éste-, los
especialistas consultados en el libro advierten que un gran número de personas
no acuden a las consultas.

"Mucha gente perdió la costumbre de salir de su casa. No se trata


específicamente de personas que viven en barrios marginales, sino de gente que
adquirió la cultura del quedarse. Aunque a primera vista pueda parecer que no
tienen dinero para viajar, si uno indaga, descubre que todo va de la mano de la
pérdida de la revinculación social. Este es otro de los aspectos más graves de la
crisis actual", señala Anguita.

Este difícil panorama en el que los miembros de la clase media parecen no


encontrar rumbo es doblemente preocupante si, como sostienen los autores de
este libro, la crisis llegó para quedarse. Cabría preguntarse seriamente acerca
del futuro de este grupo como parte de nuestra sociedad.

Para Minujin, es difícil imaginar la desaparición de la clase media. "Sin


embargo, muchas cosas que no imaginábamos han sucedido. De todas maneras,
parece verse cierta recuperación con el actual gobierno, típicamente
representativo de la clase media."

El subtítulo del libro no es, como explica Anguita, para nada casual. Seducida y
abandonada hace referencia a la tendencia al deslinde de responsabilidades que,
como rasgo distintivo y característico, impera entre los argentinos. "Nuestra
realidad es un resultado de muchos años. No la trajo Cavallo. La
responsabilidad es compartida. Tenemos que aprender a hacernos cargo de
ella."

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