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BREVIARIO DE LECTURA 177

o
Oquedad:
(Fr. Béancej La locución 'hiancia'161 no se puede construir
en el idioma castellano. Traducir o trasladar la palabra béance a
nuestra lengua, respetando su raíz, es harto difícil; incluso en
francés, el verbo de donde proviene, a través de béant, bayer, va-
riación de béer, es de uso escasísimo, pues sólo se encuentra en la
expresión bayer aux corneilles (quedarse boquiabierto), y aún, las
más de las veces, su ortografía -en el uso corriente- se desliza
hacia báiller (bostezarj.
Es más usual béant, que aparece en francés en 1544, y signi-
fica abierto de par en par, y refiere la amplitud de abertura de cier-
tas cavidades, tanto la de un precipicio como las de los ojos o de
la boca, que también se pueden referir de este modo (gouffre bé-
ant, yeux béants, bouche bée .. .j.
Se encuentra béance menos a menudo, aunque curiosamente,
desde muy antiguo, hacia 1200, con sentido de intención o deseo.
Vuelve a aparecer esta locución ya en el siglo xx, aunque rara vez
y sólo en uso literario (<<une béance énorme», Céline) o en el len-
guaje médico, para designar la abertura anormal de un orificio162 •
El verbo bayer (estar abierto) como también báiller (boste-
zar), viene del latín popular batáre, verbo onomatopéyico que
expresaba el ruido que se hace al abrir la boca. Báiller deriva-
según Wartburg- de bataculare, frecuentativo de batáre. Báiller
ha dado báillement (bostezo) y báillon (que impide cerrar la
boca).
En castellano -nos indica Corominas- el verbo batáre ha
dejado sólo dos locuciones: «badal» y «bahía» (cuyo origen es me-
nos evidente); «badal» es «bozal para que alguien no pueda ha-

161 Que ha cuajado en uso en los medios lacanianos hispanoparlantes.


162 En cirugía dental, la béance es la imposibilidad de contacto entre dien-
tes antagonistas béance incisive, y en obstétrica la béance du col utérin es una
abertura anormal del orificio interno del cuello del útero.
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blar» O «para que un animal no pueda comer», transita del latín


por el catalán «badar» (abrir la boca), dando «badal!» y su forma
castellana por transformación de la '11' en '1'.
La versión más ordinaria que encontramos en las traduccio-
nes de Lacan al castellano es «hiancia», término extraño, que no
recoge la Academia (hiante, hiato), ni M. Moliner, ni R. Barcia
yendo por lo antiguo. No se entiende el constructo, salvo por ri-
mar el culto «hiato» con béance (como rance da rancia) o algún
garabato retórico del mismo estilo. Es cierto que «hiato» (de
hiatus, hiare) habla de separación, pero por el hecho de «rajarse»;
refiere pues, más la acción que el resultado, y, desde ahí, abertura
significaría igual pero más fácil. Se hubiese podido elegir, en vez
del bárbaro «hiancia», el cultismo botánico «dehiscencia» (tam-
bién de hiare), en un abrirse anteras y pericarpios y naturalmente
hubiese dado más fruto.

Sé muy bien que por ahí me meto en un terreno que,


desde el punto de vista de la crítica filosófica, no deja de evo-
car todo un mundo de referencias, lo bastante como para que
dude entre cuál de ellas -tendremos dónde elegir. Mi audi-
torio se quedará ayuno, por lo menos parte de él, si me con-
tento con indicar que, en el Ensayo sobre las magnitudes nega-
tivas de Kant, podemos captar lo mucho y lo de cerca que se
acota la oquedad que la función de la causa ofrece desde siem-
pre a cualquier intento de aprehensión conceptual. En este en-
sayo se dice casi que es un concepto, al fin y al cabo, inanali-
zable -imposible de comprender por medio de la razón- si
es cierto que la regla de la razón, la Vernunftrsregel, es siempre
una especie de Vergleichu ng, es decir, equivalencia- y que,
esencialmente queda, en la función de la causa, cierta oque-
dad, término empleado en los Prolegómenos del mismo autor...

Lacan dice que toma béance de su equivalente alemán em-


pleado por Kant en los Prolegómenos. No hemos logrado encon-
trar su referencia, a pesar de nuestro cuidadoso recorrido por la
Kant-Konkordanz163 . Si nos atenemos al contexto que relata, sí

163 A. Roser, Th. Mohrs y F. R. Borcke, Kant-Konkordanz, Olms-


Weidman, 1993.
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que encontramos, sin embargo, dos fragmentos que nos parecen


entrar de lleno en la problemática referida por Lacan. El primero
es el de los postulados del pensar empírico:

El principio de continuidad prohíbe en la secuencia de los


fenómenos (de los cambios) todo salto (in mundo non datur
saltus), pero también en la esencia en la esencia de todas las
representaciones empíricas del espacio [se entiende, prohíbe]
toda laguna o hiato 164 entre dos fenómenos (non datur hiatus);
así pues se puede enunciar el principio que en la experiencia
nada puede ocurrir que experimente un vacuum o que siquiera
lo permita formando parte de la síntesis empírica165 .

El otro es de los conceptos de la razón pura:

Así pues, por muy alto que sea el grado en que la huma-
nidad deba permanecer y por muy grande que sea el abismo
(Kluft) que necesariamente hay entre la idea y su realización,
nadie la puede ni la debe determinar precisamente porque se
trata de la libertad que puede sobrepasar cualquier límite asig-
nado 166 .

Si nuestra búsqueda es acertada, el término que Lacan recoge


para producir su béance es el Kluft kantiano que nada tiene que
ver con oquedad, pues refiere el hiato, la ruptura, la desgarradura,
la sorpresa, el salto inesperado en el orden de una continuidad ...
Pero Lacan no «filosofa», utiliza la filosofía para desvelar en
sus entresijos, los vados, las paradojas, las aporías que convierten
la investigación erudita en mito fundador del conocimiento le-
jano, muy lejano de la verdad.

164 En alemán Lücke oder Kluft.


165 1. Kant, Gesammelte Schriften, Berlín, Edición de la Academia, Band IV,
pág. 151. Traducción personal. La versión francesa de estos textos (Critique de
la raison pure, París, PUF, 1944, a cargo de Tremesaygues y Pacaud), da en el
primer caso hiato (porque Kant lo dice así en latín tomado de la
Escolástica) y en el segundo distancia.
166 Ibíd., pág. 292.
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Béant en alemán se dice Klaffend, y sima se dice Klüften, ca-


vidad se dice Hohlen. Kant reúne las dos locuciones en un cu-
rioso texto donde concibe un programa de enseñanza 167 en el que
las cavidades y las simas son vecinas. En conclusión, nos parece
que si, entre la idea y su realización hay un abismo (kluft), entre
el símbolo y su causa hay una oquedad, parecida al ombligo del
sueño.
Si béance naciese de un hiato (cosa que por ende sucede a me-
nudo en casi todas las oquedades), a medida que pasamos de la
exégesis filosófica a la experiencia del análisis, la falla se hace
hueco, béance, oquedad, ombligo que Freud refiere a propósito del
sueño.
Esta oquedad es, para Lacan, noción fundamental por situar
-fuera de la filosofía, pero manteniendo con ella una relación
oblicua y levantisca- la imposibilidad de encontrar un sentido
último escondido tras el velo del lenguaje: ... al levantarse el telón
se dieron cuenta que detrás de la cortina sólo había un vacío ...
Por eso continuará su exposición indicando la diferencia esen-
cial entre la función de la causa y las leyes físicas:

... [la causa] se distingue de lo que hay de determinante


en una cadena, o sea, de la ley. Para ejemplificarlo, piensen en
lo que se muestra en la ley de la acción y de la reacción. Aquí,
si quieren, todo es de una pieza. Lo uno no va sin lo otro. Un
cuerpo que se aplasta en el suelo, su masa no es la causa de lo
que recibe en retorno de su fuerza viva, su masa está integrada
a esta fuerza que le vuelve para disolver su coherencia por un
efecto de retorno. Aquí no hay oquedad, a no ser al final.
Por el contrario, cada vez que hablamos de causa, subsiste
algo anticonceptual, indefinido. Las fases de la luna son la
causa de las mareas -eso sí que es gráfico, y por eso sabemos
que la palabra causa está bien empleada. O también, los mias-

167 EntwurfundAnkündigung eines Collegii der fhysischen Geographie (1757),


G. S. Band, II, pág. 6. Al hablar de la historia de los continentes y de las is-
las, considera un apartado que se titula «De las cavidades (Hohlen) y simas
(K!üften) naturales y artísticas».
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mas son la causa de la fiebre -eso tampoco significa nada,


hay un agujero, y algo que se pone a oscilar en su intervalo.
En resumen, no hay más causa que la causa de lo que falla.

Dice Lacan, y traducimos cloche por «falla» en recuerdo de su


(ello fracasa o falla). Porque el «cojear» que refiere el verbo clo-
cher es una percepción indefinida equivalente del «ahí hay algo que
no rula». Esta clocherie, esta disimetría de la realidad que nos se-
ñala y localiza un fallo, un defecto del constructo general, no da
más indicaciones; sabemos que hay algo que no rula, pero no sa-
bemos ni cómo, ni dónde, ni por qué -ignoramos del todo la
función de la causa- por eso traducimos el por «se oyen siem-
pre campanas y no se sabe dónde» -juega Lacan con el sentido
propio de cloche (quelque chose qui cloche [algo que falla o que no
rula]), y el, en este sentido, inexistente de clocherie que, como en
la «clocherie des Lilas», refiere un lugar de campaneo o de cam-
panillas.
Lacan introduce con este juego la ruptura, en psicoanálisis,
entre el síntoma y su causa, porque por mucho que se recorra, en
el campo de la palabra, la articulación del síntoma con la histo-
ria del sujeto, hay un punto, un punto ciego, un vacío, una oque-
dad en donde la neurosis se anuda con lo real, con algo real que
no tiene por qué estar articulado:

¡Pues bien! Lo inconsciente freudiano se sitúa en el punto


hacia el que quiero que apunten por aproximación, punto en
que, entre la causa y lo afectado por ella, se oyen siempre cam-
panas y no se sabe dónde. Lo importante no es que lo in-
consciente determine la neurosis -aquí Freud se lava las ma-
nos como Pilatos y tan a gusto. Cualquier día de éstos quizá
se descubra algo, determinantes humorales, qué más da - a él
le da lo mismo. Porque lo inconsciente nos muestra la oque-
dad por donde la neurosis empalma con algo real -algo real
que perfectamente puede, a su vez, no estar determinado.

Lo que se haga con esta oquedad determinará de manera pre-


cisa el campo donde nos situamos. Si se obtura, si se colma, por
mucha tierra que se le eche encima, quedará siempre esquirla,
o huella, cicatriz al cabo, porque el hueco que está detrás de velo, de
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la cortina, es la huella de un deseo nonato, no realizado, repri-


mido o vedado en el instante en que iba a nacer.

Algo pasa en esta oquedad. ¿Acaso se cura la neurosis ta-


ponando este hueco? A fin de cuentas, la pregunta sigue en
pie. Sólo que, la neurosis se convierte en algo distinto, a veces
simple hándicap, cicatriz, como dice Freud -cicatriz de la
neurosis no, de lo inconsciente. Esta topología no se la estoy
destilando a ustedes muy sabiamente, porque no me da
tiempo- salto dentro a pies juntillas, y creo que se sentirán
guiados por los términos que voy introduciendo cuando va-
yan a los textos de Freud. Vean de dónde parte -de la Etio-
logía de las neurosis- y ¿qué es lo que encuentra en el agujero,
en la hendidura, en la oquedad característica de la causa? Algo
que es del orden de lo no-realizado.

Se habla de rechazo. Yeso es darse demasiada prisa -ade-


más, desde hace algún tiempo cuando se habla de rechazo no
hay quien sepa lo que se está diciendo. Lo inconsciente se nos
manifiesta primero como algo que se queda en espera en el
área de lo nonato, diría yo. Que la represión vierta ahí dentro
alguna cosa no es de extrañar. Tal es la relación con el limbo
de la fabricante de ángeles (la abortadora).

Esta dimensión se tiene que evocar ciertamente en un re-


gistro que no es el de lo irreal ni el de lo desreal, sino el de lo
no-realizado ... ./ ... Aquí los discursos no son todos inofensi-
vos -incluso el discurso que sostuve los diez últimos años en-
cuentra por ahí algunos de sus efectos. No en vano, incluso en
un discurso público, se apunta a los sujetos y se da en lo que
Freud llama el ombligo -ombligo de los sueños, escribe para
designar, en última instancia, su centro hecho de incógnita-
que no es sino, como el ombligo anatómico que lo representa,
la oquedad de la que hablamos .

... / ...

Esta dimensión de lo inconsciente que yo evoco se le ha-


bía olvidado al verdadero decir, como Freud había previsto
perfectamente. Lo inconsciente se había cerrado sobre su pro-
pio mensaje gracias a los cuidados de esos ortopedas activos
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en que se convirtieron los analistas de la segunda y de la ter-


cera generación, que se dedicaron, al psicologizar la teoría ana-
lítica, a suturar esta oquedad.
Estén seguros de que yo no la abro nunca sin cautela 168.

Esta manera de situar la oquedad en que culmina la búsqueda


de la función de la causa -y merecía la pena citar in extenso el
párrafo- nos parece muy clara y pensamos que constituye en
Lacan un concepto fundamental a través del que su concepción de
lo inconsciente se encarna en la teoría freudiana y, al mismo
tiempo, cobra un carácter específico a partir de las categorías de lo
real, lo imaginario y lo simbólico. Por lo menos tal es el sentido
que le atribuimos al hecho de que Lacan repita -sin citar la pa-
labra oquedad- la misma frase al indicar, en los Écrits, su de-
sIgnIO:

Este efecto de verdad culmina en un velado irreductible


donde se marca la primacía del significante, y sabemos por la
doctrina freudiana que no hay nada de lo real que participe
en ello sino el sexo.
Pero el sujeto sólo encuentra su asidero de manera sobre-
determinada: el deseo es deseo de saber, suscitado por una
causa conexa a la formación de un sujeto, con lo cual esta co-
nexión se sujeta al sexo sólo en un envés oblicuo 169 . Expresión
donde se reconoce la topología con la que intentamos ceñir-
nos a ella 170.

REFERENCIAS EN LOS SEMINARIOS DE LACAN: 17/02/1954,


10/03/1954, 7/04/1954, 29/06/1955, 27/06/1956, 10/04/1957,
26/06/1957, 18/12/1957, 26/03/1958, 21/05/1958, 29/04/1959,
18/01/1961,21/03/1962, 12/06/1963, 19/06/1963,20/11/1963,
22/0111964, 29/01/1964, 5/02/1964, 12/02/1964, 6/05/1964,
13/05/1964, 27/05/1964, 28/02/1968, 22/01/1969, 30/04/1969,
3/12/1969, 14/01/1970, 16/06/1971,3/03/1972,21/11/1978.

168 Jacques Lacan, Séminaire XI, 1964, Les quatre concepts fondamentaux de
la psychanalyse, Seminario publicado, establecido por J. A. M., París, Seuil,
col. «Le champ freudien», 1973, 2, 22 de enero de 1964, L 'inconscient freudien
et le nótre, págs. 24-26. La traducción es nuestra.
169 Puede aquí reconocerse la referencia a la Cinta de Mobius.
170 «Sobre un designio», en Écrits, pág. 365. La traducción es nuestra.

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