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© Jean Allouch
la discursividad
¿Freudiano?
Poco tiempo después de la aparición del Vocabulario del psicoanálisis
(1967), se atribuía a un antiguo alumno de Lacan, y (que, sin embargo, era
profesor), la siguiente respuesta, ala pregunta sobresurelación con ély sobre
el lugar que ocupaba Lacan dentro del movimiento analítico: “¿Lacan? Es
el 5 % del Vocabulario”.
No es- completamente un chiste; la frase ni siquiera es, hablando con
propiedad, “ingeniosa”,, más bien dinamos que es tontita. Sin embargo,
circuló efectivamente como un chiste. Es que se hacía significar ahí lo que
'pretendía ser un punto de desembocadura de una transferencia con Lacan y
que, en un asunto “semejante” (¡nos lo imaginamos como tal!), estaba
implicado más de uno.
la discursividad 257
' Hay una vacilación en cuanto ai nombre de los componentes de este vocabulario. ¿Conceptos
o nociones? La introducción no resuelve esto. ¿Cómo no ver, por otro lado, que la enorme
preeminencia que se da allí a Freud es un efecto, una secuela, y por esto un reconocimiento
s implícito del retomo a Freud de Lacan?
En efecto, si la ecuación que iguala a Lacan a un 5 % de agregado a Freud no
se sostiene, debe anotarse que este modo aditivo vale también para el propio
Freud; ¿qué porcentaje agrégala pulsión de muerte al “primer Freud”? Esta
pregunta va en la misma dirección de una empresa como la del Vocabulario
del psicoanálisis, ya que trata a Freud, a Lacan y a otros de la misma manera:
sopesando (por lo menos en principio) cada término de ellos para decidir
excluirlo o adoptarlo.
Este enriscamiento de la lectura de Freud en una problemática del incorpo-
ra r/ rechazar permite identificarla como no freudiana en el sentido de que
este modo de la lectura no es el que Freud indica como capaz de producir una
interpretación. En Freud, leer es descifrar, lo que da un estatus diferente a
cada uno de los términos, ya que basta con que uno solo de ellos escape al
desciframiento para que éste último, y posiblemente hasta én sus propios
principios, sea cuestionado nuevamente (cfr. págs. 141/4 del capítulo seis).
Una lectura del desciframiento es una lectura que no tiene otra elección que
prohibirse elegir. ¿Qué sería un desciframiento si comenzáramos por
arrogamos el derecho de extraer, del texto por leer, algunos pasajes escogidos?
Resulta, entonces, que no basta con haber tomado algunos términos de Freud,
con haber tomado a Freud como objeto de una lectura, para poder llamar
“freudiana” a la elaboración que resulte de ello. Con respecto a esto, De
l ’interpretarían (Sobre la interpretación) es también un caso ejemplar2. Si
entendemos bien el término -incluso en lo que se indica allí de un no hay
elección- diremos que es de la castración de donde proviene una lectura
freudiana. En lugar de esto, consideramos, terrible y quizás mortal enferme-
dad del psicoanálisis contemporáneo, lo que llamaré, con Kierkegaard, la
falsa seriedad, de la que el Vocabulario del psicoanálisis es tan solo una
figura entre otras. La falsa seriedad es una de las formas más prácticas de
disertar (en este ¿aso sobre Freud, e incluso en términos freudianos) mante-
niendo al mismo tiempo ese discurso fuera del alcance del menor rasguño,
pregunta o modificación que podría venirle de su objeto (aquí, de Freud que,
de falsa seriedad, “tiene su dosis”).
La falsa seriedad hace estragos seguramente en otros lugares además de la
ampulosidad del campo freudiano y, para indicar en qué consiste y de qué
manera la inteligencia está a su servicio, elegiré una desventura ocurrida, no
hace tanto tiempo, según se dice, al filósofo marxista Lucien Séve. Con
ocasión de un viaje a Inglaterra, un periodista local, entre toda una serie de
asuntos, le preguntó: “¿cómo explica usted que haya tantos trabajos sobre
Marx y, en cambio, tan poco sobre Spencer?” Sacrificándose ante la ley de
un género que espera que uno tenga una respuesta para todo, L. Séve se lanza
en una gran explicación cuyo texto no tiene, en esta ocasión, ninguna
5 i. L aca n, Les formations de Vinconscient, sem inario inédito del 13 d e nov iem bre de 1957.
° 3 . F reud, In fo rm a prelim inar, traducido ai francés p o r W , Granof? y R ey en L 'occiilzc,
objei de la pensésfreudienne , P.U.F., Psris. 1983, pág. 4 0 y pág. 212 para el com entario quíi dan
sobre e^to ios traductores.
í
la discursividad 261
7 M ichel de Certeau, "Lacan; une ethique d e la parole ". Le dib ai, no. 22. Gailim ard e d .
noviem bre de 1982.
262 la letra que sufre demora
Lo que es un psicoanálisis, especialm ente el fin de un psicoanálisis didác tico e co &ste tipo ífs
psicoar.aiistí; que, se^ufil'rwrife, no se torna p or un o.n<'ii¿5Ui. que peiigco y;i
esp era q ue ei an alistó sea....otro, eso e s algo que u n a clínica íiei pase hub iera oodido soltar.
Zü discursividad 263
Aquí se ve sepultada toda posibilidad de decir, ya que a la vez “él dice” y “él
no dice’\..”io que él dice”. Este fuera del decir (horsdire) se encuentra
señalado, me parece, en algunos textos literarios. Este sena, por ejemplo, el
alcance del se dice en Duras. En sus textos más sobrecogedores, no podemos,
durante un tiempo, localizar quién habla. Esta cuestión se le presenta al
lector; lo deja, por un instante, sin posibilidad de responder, pero puede -por
ejemplo, releyendo el texto- terminar por saberlo. Este breve fracaso del
juicio de atribución designa entonces tanto mejor el fuera del decir (horsdire),
su indecente (orduriére) efectividad, cuanto que esta designación se hace
discreta, tan discreta como un momento de desvanecimiento. Ocurre lo
mismo con el “¿Qué importa quién habla?” de Beckett, colocado por
Foucault en el inicio de su conferencia de 1969; evoca y opera, a su manera,
una suspensión del decir, ya que se lo puede leer también como una pregunta
que replicaría (retomando lo que acaba de decirse) a alguien que habría
declarado que importa saber quién habla (pero justamente, si eso importa, es
que no es evidente) o, al contrario, como el borramiento de este voto, y la
forma interrogativa ya no sería ahí más que un modo de la afirmación.
Al designar así ese salto por el cual Lacan se presenta como freudiano,
estamos muy cerca no del inconsciente sino de la razón del inconsciente
como hipótesis (de su lugar en la doctrina), lo más cerca posible de lo que
permitiría dar cuenta de que Lacan, cierto día, haya podido atribuirse el
inconsciente. En efecto, la hipótesis del inconsciente bordea el fuera del
decir a! prohibir la puesta en equivalencia del “él dice lo que él dice” con el
“él no dice lo que él dice”, interdicción (inter-dicción, es oportuno decirlo en
264 la letra que sufre demora
este caso) que se produce con la hipótesis de que el sujeto “dice algo diferente
de lo que él dice”. El retorno a Freud, por el lazo que instaura entre Lacan
y Freud, plantea entonces, al decir, una pregunta más fundamental que la que
le es dirigida por la hipótesis del inconsciente. Esta diferencia de nivel es
análoga a ¿a que está enjuego cuandb, frente a un niño anoréxico, la buena
intención nutricia propone, con estúpida malicia: “¿Quieres zanahorias o
papas ?”;.evidentemente, esto supone que ha sido resuelto el problema.
El retomo a Freud se deja entonces atrapar en esta pregunta, que ahora se ha
vuelto inevitable, de saber cuándo alguien está en esa postura de decir lo que
otro dijo ... ¿quién es el que lo dice? ¿Es ese alguien o es el otro?
En un capítulo anterior, llamé enunciación paranoica al modo de enuncia-
ción no déspersonalizado sino despetsonalizante que consiste en ofrecer su
propio decir al testimonio de lo que otro dijo -frase que, aunque la escribo,
no la puedo escribir, ya que “su propio” y “otro” son justamente lo que ese
modo de la enunciación cuestiona en su estatus 9. ¿Acaso no estaba ya
apuntada l a enunciación paranoica en la definición restringida de la palabra
pfodiicid&en el psicoanálisis con el “eso habla” ? La última palabra de Lacan
sobre la palabra consistió en una acentuación del “eso habla*£js:la califica-
ción de la palabra como “palabra impuesta” .
¿Por qué fue Lacan, en vez de algún otro, el que se precipitó en un retorno a
Freud? ¿Por qué puso él su decir bajo la dependencia del de Freud?
Comenzamos aquí a entrever que es porque él, más que cualquier otro, se
había constituido en el testigo del paranoico en tanto que impone situar la
palabra como algo que no es nunca otra cosa que una palabra impuesta.
S i Lacan no fue freudiano desde siempre, ¿cómo situar sus trabajos anteriores
a su Compromiso en el ifetldismo? La respuesta es fácil de producir: Lacan
comenzó por ser laCaniano. Notaremos que esta respuesta presenta aquellos
primeros trabajos como los únicos propiam ente calificables com o
“lacanianos”, ya que todo lo que siguió a la instauración del retomo a Freud
no cesó nunca de referirse a Freud.
Hubo, en un tiempo, una doctrina lacaniana. Es la de la tesis de 1932, que
se presenta como una doctrina person-ala, como la doctrina de un autpr, y de
un autor que, en cierto campo, reivindica su originalidad, pretende aportar
algo: no solamente la definición de una nueva entidad nosógráfica (la
paranoia de auto-castigo) sino, con ella, una nueva concepción de la paranoia
]
la discursividad 267
Naves quemadas
Solamente hay un hecho nuevo, el primer hecho nuevo desde que el oráculo
funciona, es decir, desde siempre: es uno de mis escritos que se llama La chose
freudienne (La cosa freudiana), donde indiqué lo que nadie había dicho nunca.
Sólo que, como está escrito, naturalmente, ustedes no lo han oído.
19J. Lacan, Écrits, op. cit., p.402. (En español: Escritos, op. cit., pág. 385).
'* J. Lacan, Écrits* op. cit., p.88. (En español: Escritos, op. cit., pág. 88).
17Sustraigan laexigencia de esta puesta en equivalencia y obtendrán la ideología que subtiende,
la empresa del Vocabulario de psicoanálisis.
El punto de viraje es ese 7 de noviembre de 1955: ese día, “freudiano” toma
un valor específico, un alcance que nunca le había pertenecido hasta
entonces. A quien consideraría “tardía” esta fecha, le haré notar que en 1953
Lacan está lejos de pensar en fundar una “Escuela freudiana”, crea, con otros,
una “Sociedad Francesa de Psicoanálisis”, algo, entonces, que no implica, en
su título, ninguna referencia a Freud. Será necesario esperar mucho tiempo,
exactamente hasta 1964, para que el régimen de la “Sociedad” ceda su lugar
al de una “Escuela” en el tiempo mismo en el que (no sin u.na ligera
vacilación), “freudiano” aparece en el título en lugar de la referencia
nacional, y “psicoanálisis” se encuentra a la vez excluida por la localización
en París de este freudismo. Es tanto más legítimo subrayar estás últimas
sustituciones, cuanto que un formidable “azar” (!) deja intacta la sigla, como
para marcar, con esta estabilidad acrofónica, que los lugares sori efectiva-
mente “los mismos”. . ■<
.
retomo a Freud pudiera ser lanzada desde otro lugar que no fuera desde la
tierra de Freud: era lógico estar allí en cuerpo para decir que faltaba acudir
allí, y que entonces sólo podía tratarse de retornar allí.
Viena fue entonces un acontecimiento. Lacan se metamorfosea allí en
“freudiano” (se trata de precisar lo que eso quiere decir) al enunciar “la cosa
freudiana” como aquello que no podía constituirse más que en el movimiento
de un retomo a Freud. Al hacerse el anunciador de él, Lacan, ese día, en
Viena, se encaram a al escenario de este retomo.
¿Qué es lo que volvió posible, y en ese momento preciso, este enganche de
Lacan en el freudismo, en ese freudismo? L a cuestión no puede no ser
planteada, incluso si es necesario esperar al final de este estudio para
responder a esto; ¿Freud no se disculpaba acaso de tener que actuar como
esos malos historiadores que, en el curso de sus reconstrucciones, predicen
tanto más fácilmente el futuro cuanto que ya lo conocen? Responderé
entonces ahora, a reserva de dar apoyo más adelante a esta afirmación, que
es porque tiene en su poder, desde el 8 de julio de 1953 18, el tríptico del
simbólico, del imaginario y del real; es porque no solamente dispone de cada
una de estas categorías, sino de estas categorías en tanto que son tres, que
Lacan puede iniciar la operación de un retomo a Freud, que puede, entonces,
“él mismo” quem ar sus naves ahí. A partir de entonces, el problema teórico
que no cesará de trabajar este retomo, que no cesará de ser trabajado por este
retomo, será el de la articulación de Freud con S.I.R. La cosa sólo será tratada
de frente con la última versión de ese retomo; pero ya a partir de su tesis, y
de la manera en que Lacan introdujo otra definición del Yo en el freudismo,
podemos pensar que una de las soluciones posibles, quizás la más inmedia-
tamente al alcance del retom oaFreud, consiste en experimentarR.S.I. como
lo que le falta a Freud.
11 F ech a de la prim era reunión “científica” de la S. F. P. Lacan dio allí una conferencia cuya
im portancia, quizás sería conveniente adm itirlo, es lo que im pide su publicación.
Retomo I - Diana, Acteón
y el no reconocimiento de los perros
"El Otro como tal sigue siendo un problema en la doctrina, en la teoría de Freud;
aquél que se expresó en lo siguiente: ¿qué quiere la mujer? - La mujer sería, en este
caso, el equivalente de la Verdad. "
Encoré (15 de mayo de 1973)
4
* R ew áeu taB aquí ífcJSS8¡,.J6tí|:$ já- lfes.¡;(!«fvBnéJSn p a u l a s se o pere/de Ju.ig i rreud.
la ruptura por la cuai el primero cesa de ser freudiano para volverse j-unguiano. Una tnisma
intervención, y dos efectos contrarios: por eso, si liica lo mejor que puede b a ^ f un boinbrc es
ser el incauto de una issjer, no puede tratarse de cualquiera,
:0 J. Lacan. Écrits, op* dr.. p.402. (En español: Escritos op. cit., p.385).
r
Lacan
La guardia
que es, una caza de la Verdad, donde los cazadores están dispuestos a pagar
el precio que la Dama exige. ¿Pero podemos siquiera sea hablar aquí de un
“precio” cuando, si recibimos la muerte de la diosa que no podría dejarse
m irar desnuda (es decir, sin su arco), esta misma muerte vale como un don,
el don (de amor) de esta desnudez que ella no tiene y que un mortal logró,
sin embargo, sustraerle?
iQ ué resulta de esta retirada de los perros? Nada más que una dispersión
donde cada uno de ellos, por no haber hecho de Acteón su presa y, entonces,
por no poder presentarse con él frente a la diosa, se vuelve “la presa de los
perros de sus pensamientos” 22. Releamos esta página 395 de los Escritos
para oir, hoy por fin, el extremismo del cual da pruebas Lacan en esta
introducción del retorno a Freud. Porque, si devorarse a sí mismo es lo que
resulta de la retirada (por lo tanto: lo peor), la alternativa, que es el retomo
a Freud, tiene por horizonte algo como una destrucción colectiva (la que no
se produjo en el momento de la primera caza), en una comunión “casi
mística” donde Freud/Acteón, devorado ahora por los perros, le ofrecería
este devorar mismo a la Diana ctoniana para recibir de ésta, con la muerte de
todos, una confirmación de que, como la Verdad, fue efectivamente “toca-
da”.
Sólo una visión limitada de la locura puede escandalizarse con este extremis-
mo (o simular estar escandalizada); pues ¿cómo oponerse al extremo de la
locura si no es dentro de un compromiso igualmente extremo?
Retom ar a Freud, es retomar con él esta caza de la Verdad; su fin no puede
consistir más que en el gesto que se remite a ella, ofreciéndole lo que ella ha
rechazado, ya que la posición desarmada en que es sorprendida, en el baño,
es esa misma que viene a ocupar frente a ella aquél que pretende convertirla
en su presa. En este punto límite, las categorías, las diferenciaciones mismas *
desfallecen: el montero se convierte en presa y la presa se vuelve sombra y
el montero falla así, pero de la buena manera, en su caza de la Verdad.
Tenemos aquí, entonces, esta muerte transfigurada, sublime, anunciada de
entrada, puesta de entrada en el horizonte del retom o a Freud. A pesar de que
ella apele, lateralmente, a la formidable energía del masoquismo (aunque ella
sea quizás una forma de tratarlo), no está de más usar los encantos del
alejandrino para invitar a nuevos perros a semejante empresa. Veamos
presentados como tales, los cuatro alejandrinos que se encuentran al final de
la conferencia pronunciada en Viena:
~ La elección de devorarse a sí mism o antes que cejar de cuidar del O tro se vuelve patente en
!a experiencia de un psicoanálisis y. especialm ente, en los casos d e p sicosis. P ero es una regia,
para todos, que cuestionarse es más fácil, contrariam ente a ¡o q u e s e d i c e , q u e cuestionar al Otro,
es decir, que pon erlo a la escu ela de su falta.
274 la letra qu'e sufre demora
Retamo II La discursividad
-
Ha habido gente ¿jr cada vez hay más- que se interesó;en el “retomo a Freud”
de Lacan, incluso para comprometerse en él, y con frecuencia muy adentro
desde un punto de vista personal. Se trataba, eri su mayoría, de lo que Lacan
llamaba ‘‘casos de verdad”. Pero esto no impedía cierta opacidad mantenida
en cada uno de estos compromisos: el acuerdo dado al “retomo a Freud” era
ala vez efectivo, confuso y, finalmente, silencioso, salvo este reconocimien-
to de que estaba en juego allí una verdad, con toda certeza, la del freudismo
mismo; dicho de otro modo, de cierta relación con la verdad. ¿Tal vez hay
que ver este silencio como la necesaria contrapartida de la participación
efectiva de los perros en lá caza, como el signo de un compromiso demasiado
poderoso? El hecho es que la intervención de Michel Foucault vino de otro
lugar, y que, desde 1955 hasta 1982, Lacan no recibió nunca la menor
interpretación de su "retorno a Freud", salvo enfebrero de 1969,y por obra
de Foucault.
Con su conferencia, titulada “¿Qué es un autor?”, Michel Foucault procede
a una presentación del “retomo a...” como hecho de discurso; confirma así
a Lacan el carácter freudiano de su retorno a Freud (este tipo de confirmación
es un componente fundamental de la inteipretación analítica) situando (el
agregado es, también, constitutivo de ese tipo de interpretación) a Freud
como instauradorde un discurso. Es porque Freud habrá .sido el instaurador
de una discursividad que tuvo lugar un “retorno a Freud”. Esto es lo que
Lacan oye ese día de labios d'e Foucault. Se produjo por ello la construcción
la discursividad 275
3 Algunos se pusieron inmediatamente a intentar modificar el orden de las letras (una empresa
a la que Lacan se opuso de inmediato) pero, curiosam ente, a nadie se le ocurrió cam biar las
relaciones con los lugares (que, sin embargo, era fácil de pensar puesto que estaban nombra-
dos).
276 la letra que sufre demora
$ —> Sj —
->Sj
L aotra serie, mucho más reciente (vistadesde este 26 de noviembre de 1969)
fue construida en la inmediata prolongación del gesto de la administración-
de la Ecole Nórmale Supérieure echando / cazando (chassant quiere decir las
dos cosas, ¡qué casualidad!) al seminario de sus locales. El día dé su última
presentación en la calle tilín, Lacan ubica este acontecimiento como un
intento para liquidarlo, del mismo orden que el de 1953. Para captar la
lección que él va a extraer de este acontecimiento, es necesario recordar ante
todo que fue en esos locales de la E.N.S, donde Lacan, viéndose con los ojos
que lo veían, los de los “príncipes de la universidad” (como él los'llamaba),
iba a acreditar su decir comG algo que era una ¿nseñanza u . Pero si obtuvo
la comprobación de que su enseñanza no era universitaria, ella vino, esta vez,
ífle la administración de la É.N.S.^ya que-«so fue lo que el director adminis-
trativo le dijo en el momento mismo en que lo echaba23. Desde ese momento,
Lacan concluyó que debe haber varios tipos de enseñanza, una “universita-
ria” y, por lo menos, otra que no lo sería.
Hay aquí en el nivel de la doctrina, una toma en cuenta muy notable de. un
acontecimiento sobre ei que nos equivocaríamos si lo considerásemos como
puramente institucional. Lacan, excluido de uno de los lugares destacados
de la universidad, propone inmediatamente una escritura de la posición
universitaria. Esta escritura la hace codearse con la posición del amo y de la
histérica, cada una de las cuales responde a úna de las tres realizaciones
posibles de la serie
S, S2 a
cuando ,la insertamos en los tres lugares marcados como se muestra:
24 “Aquí es donde se advirtió que lo que yo decía era una enseñanza”, J. Lacan, sem inario del
26 de noviem bre de 1969.
23 A trapado en la torm enta del acontecim iento, Lacan llegará a llam ar a su en señan za
“antiun iv ersitaria” . Este tipo de deslizam iento es lo que prohibirá la utilización de los cu atro
discursos. Pero si bien eso lo prohíbe, no lo im pide, com o el post-L acan lo ostentó
desgraciadam ente. ,
la discursividad 277
de estos instauradores
“Freud me regarde ” (Freud me mira / Freud me concierne) (Lacan el 8 de
enero de 1969), que debe entenderse en los dos sentidos de “yo me ocupo de
é l ” y de “él me vigila "
10) Olvido: “...es necesario que primero haya habido olvido, no olvido
accidental, no recubrimiento por alguna incomprensión, sino olvido esencial
y constitutivo.”
“Freud obtuvo lo que quiso: una conservación puram ente form al de su
mensaje...esto volvía inevitable la represión que se produjo de la verdad
cuyo vehículo ellos (sus conceptos) eran. ” (E scritos, p. 458)
* G. Mounin, Quelques extraits du style de J. Lacan, N.R.F. no. 193, 1 de enero 1969.
Esta castración ocune cuando el sujeto reconoce su imposibilidad de dominar el punto en el
Otro desde donde lo que él da para ver se mira.
la discursividad 283
MEl íj’.s.i!íj senúmirio ... Ou pire incluye estos tres puntúes. alcomentario, con ocasiónde
, !aprimera sesión ÍHdediciembre de í973, Uacan precisa que sirven para "marcar un lugar
vacío*’. UnJugrjj' vctsíí) nopt.Tesoes tíRÍligarao :narcaáa. Lasfímüa de ;afobia datastiítKinio
de esto.
284 la letra que sufre demora
A U T O R de u n a T E X T O (sobre) LECTURA v
o b ra
retom o com o
más
vuelco
Aquí, de una manera quizás más ineludible que en otros lugares, el autor
aparece, en la dependencia en la que él está de lo que lo lee (el retomo), como
un “autor mediato”, como una “función autor”, como producido por la
lectura. ¿Estamos midiendo la formidable potencia que le reconocemos aquí
a la lectura? Es exactamente igual a la energía puesta a actuar en el olvido
esencial que excluía toda posibilidad de una lectura inmediata.
¿Por qué fue necesario este olvido? ¿Por qué la lectura, el reconocimiento
del acto instaurador, no fue posible de entrada? Esta última pregunta se une
a otra, de la cual no es más que la contrapartida: ¿qué ocurre con un discurso
cuando se vuelve efectivo el reconocimiento de lo que fue para él su acto de
instauración? Ahora bien, no encontramos ni en Foucault ni en Lacan una
respuesta a estas dos preguntas que vaya en la dirección de esta problemática
de la discursividad. La razón para esto es quizás que las respuestas no están
al alcance de la discursividad, que exigen ser tomadas por otro sesgo.
En todo caso, esto es lo que atestigua la existencia misma, en Lacan, de una
tercera versión de su retorno a Freud; este nuevo abordaje, topológico, vuelve
articulable una respuesta a estas preguntas, aunque al precio, es cierto, de
reformularlas. ■
Pero yo veo otra razón para la existencia de una tercera versión del retomo
a Freud, una razón que no viene de laproblemática general de la discursividad,
sino de su implantación propiamente lacaniana, esto quiere decir que es
interna a la escritura de los cuatro discursos.
Esta escritura, como toda escritura que se respete, puede escribir ciertas cosas
y no otras, y entonces obliga, en algún momento, a optar por otro modo de
lo escrito. Aunque trivial, un hecho como este no es por ello desdeñable. Al
distinguir el lugar llamado del agente y el de la producción, la escritura de
los cuatro discursos no puede mostrar cómo, en la operación de un psicoaná-
la discursividad 287
31 Se consultará sobre estos puntos los trabajos de P. Soury Cen Uttoral nos. 5 y 6, y también
su opúsculo vendido por la Escuela de la Causa), así como M. Viltard, “Uñé présentation de
lacoupure: le nceud borroméen généralisé” ,en Littoral n° 1, Ed. Eres, Toulouse, mayo de 1981.
(En español: “Una presentación dei corte: el nudo borromeo generalizado” Littoral no. 4. Ed.
La torre abolida. Córdoba. Argentina, 1987.)
288 la letra que sufre demora
*•una clav&de escritura para una lectura histQQZada del conjunto del
trabajo de Lacan. Esta clave coincide con la puntuación que introduzco
aquí' siguiendo el hilo del “retorno a Freud”: Latían hace notar que primero
.puso el acento-sobre el imaginario (éste es el Lacan lacaniano de la tesis» del
estadio del .espejo- y del conjunto de trabajos que preceden a La cosa
freudiana, luego sobre lo simbólico (este es el Lacan freudiano, comprome-
tido en la operación de únteteme a Freud, soportado primero por un mito y
luego-pensado, a partir de Foucault, como acontecimiento de discurso), y
finalmente sobre el real que; a pesar de haber Sido nombrado ya en 1953, soló
encuentra su ¿status con el nudo, borromeo y, por ío tanto, esencialmente, el
día en que, al introducir el nudo de cuatro, se vuelve pensable abordar la
cuestión...del borromeo generalizado como la cuestión despropio
borromeaflismo. En efecto,si bonomeqgeneraíizado és esffenotable nudo de
tres que puede obtenerse por una puesta en continuidad cierta presenta-
ción del nudo, de ¿üatfO...Á esta tercera acentuación le corresponde entonces
* una nu#va -versión del retamo a.Freud cifrada ahora con esta
presentación del nudo de cuatro.
Así;, el mismo díaen.que introduce ese nudo, Lacan día una nueva señaliza-
ción ,de su própio trabajo y una nueva versión de su retorno á Freud,
Antes de esta fecha del 14 de enero de 1975, Lacan había puesto en
correspondencia la escritura de! nudo borromeo y la serie de los enteros
naturales, y había sugerido con esto que cierto nudo borromeo podía escribir
el cuatro. Ciertamente, esla numeración escrita nq es muy cómoda para
realizar las operaciones de aritmética elemental, pero como numeración
escrita ofrece el hecho notable de que comienza en el tres. Con esta
preséntaeíófit del nudo borromeo, ét¡fiteo ?erá'escrito como sigue:
#
32 Según esta coincidencia, la preeminencia del imaginario valdría desde 1932 hasta 1955, la
del simbólico desde 1955 hasta 1975. y la del reai después de i 975.
la discursividad 289
La lectura del retomo a Freud con este nudo de cuatro descansa sobre cierto
número de decisiones que pueden ser expiicitadas como sigue:
1) Hay, en Freud, elementos susceptibles de acoger el imaginario, el
simbólico y el real; son cofno puntos favorables a un injerto, más particular-
mente,. a estos injertos.
2) Hay, en Freud, la exigencia de una efectuación de un anudamiento
borromeo.
3) Pero este anudamiento, por el hecho de la no puesta a la luz de las tres
consistencias, responde a algunas exigencias específicas;particularmente, la
designación hecha por Freud de una “realidad psíquica” que no tendría así
otra fundón que la de ser esta cuarta consistencia que viene a asegurar el
anudamiento borromeo.
¿Cuáles son, en Freud, los elementos susceptibles de aceptar este injerto del
real, del simbólica y del imaginario? ¿Qué es lo que, en Freud, vendría a
confirmar que estos tres nombres que se le “deslizarían bajo- los pies”
(Lacan), lejos de venir como cuerpos extraños a la doctrina freudiana, por el
contrario la revelarían a ella misma? Como- en este estudio no sé trata de
plantearle estas preguntas a Freud, me contentaré con mencionar cómo
¿yu La letra que sufre demora
35 Como Joyce, Cfr. J. Lacan, Le sinthome, en« particular, seminario del 11 de mayo de 1976.
292 la letra que sufre demora
esta referencia a Freud está hoy retirada hacia atrás con respecto a la
problemática del retorno a Freud.
Si nos mantenemos en el reconocimiento del carácter freudiano del retorno
a Freud, si nos atenemos a este freudismo, ¿cómo responder? Si hubiera
resultado que R.S.I. es lo que le falta a Freud, entonces el retomo a Freud
habría operado una perforación efectiva en Freud. Y no vemos por qué nos
prohibiríamos, a partir de esto, nombrar como sería conveniente a una
institución para el psicoanálisis, o sea: escuela borromea de psicoanálisis. El
psicoanálisis se reinscribiría entonces más netamente en la ciencia (el
problema del anudamiento borromeo es matemático, Lacan pretendía tratar-
lo “matemáticamente”; él trabajaba en este tratamiento de una manera
privilegiada con el matemático Pierre Soury), y la existencia de una “tercera”
versión del retorno a Freud manifestaría que la transformación decisiva de
una discursividad, realizada por la operación de un “retomo a...”, es una
destrucción de la discursividad, una salida a la ciencia de la discursividad (no
la instauración de un discurso diferente o el pasaje a un discurso diferente).
Semejante paso se encuentra en la extrema avanzada del retomo a Freud;
supone la solución de cierto número de problemas hoy apenas abordados. He
aquí, sin afán de exhaustividad, algunos de estos problemas:
* ¿Confirmará una lectura de Freud a R.S.I. como falta en Freud?
¿Qué utilización, qué reorganización de los conceptos de Freud resulta de la
localización de esta falta?
* ¿Cuál es el estatus matemático de la topología lácaniana? Pero
también y recíprocamente: ¿En qué cuestionaría dicha topología (como lo
atestiguaba el trabajo de P. Soury) lo que sería el primado del algebrismo en
matemáticas? ¿Encuentra acaso el tríptico de R.S.I., en el nudo borromeo
generalizado (de donde se engendra un campo que ya no es el de una
geometría de la sierra) el materna capaz de producir estos tres registros como
tres dimensiones?
* ¿Qué modificaciones son aportadas a la práctica analítica con la
puesta a la luz de estas tres dimensiones? ¿Tiene su anudamiento en cada
análisis la misma apuesta real que la perforación lacaniana de Freud: una
reducción de la versión del padre edípico?
Sumario
Primera parte
acerca del camino abierto por Freud
Segunda parte
los sesgos de lo literal
Tercera parte
doctrina de la letra
Cuarta parte
función persecutoria de la letra
Quinta parte
la letra que sufre demora