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Jean Allouch

letra por letra


transcribir, traducir, transliterar

Traducción de Marcelo Pastemac, Nora Pastemac


y Silvia Pastemac.

ECOLE IACAN1ENNE DE PSYCHANALYSE


Revisión de la traducción: Elisa Molina
Diseño de Tapa: Virginia Nembrini
Producción Gráfica: March Ríos Producciones

© Jean Allouch

© Editorial Edelp S.A. Cerrito 520. 5° C. Cap. Fed.


Versión en español de la obra titulada lettre pour lettre, de Jean Allouch, publicada
originalmente en francés por Editions Éres, Toulouse, Francia, 1984.

Hecho el depósito que previene la ley 11.723


I.S.B.N. N° 987-99567-0-2
Nieri lo que dice el analizante, ni en lo que dice el analista h ay otra cosa
que escritura...
J. Lacan, seminario del 20 de diciembre de 1977

En primer lugar, con el pretexto de que he definido el significante como


nadie se había atrevido a hacerlo, ¡ que no se imaginen que el signo no
es asunto mí<5¡ Muy al contrario es e l primero,- ser! también el último..
, Pero es necesario este rodeo.
J . Lacan Radiophonie (Radiofonía)
in Scilicet, 2/3, p. 65.

Al introducir en el psicoanálisis el tríptico transcripción, traducción,


transliteración, este libro intenta ceñir este “asunto” dando su consisten-
cia de escrito É ése “rodeo”.

Se ha intentado mantener ese camino abierto más acá de aquel punto


de caída señalado por iichtenberg cuando hacía notar que « C o m o io
dice magníficamente Bacon (Wamm Organon. L. 1, 45 apha) ‘''Donde
el hombre percibe apenas un poco de orden, supone inmediatamente
denasiada”>> £Aforistnos, p. de la trad. francesa)
Capítulo diez

la discursividad

Sobre los tres puntitos del “retom o a... ”

La escritura lacaniana de los cuatro discursos ha sido, en cierto sentido,


primero considerada, “ingenuamente”, como capaz de ofrecer un cifrado
para la lectura del camino abierto por Freud de la clínica psicoanalítica (cfr.
capítulos uno y dos). Pero cuando llega al primer plano la cuestión de la
transferencia, de la letra que sufre demora en la transferencia, ya no es posible
limitarse a esta escritura como a un dato. Semejante postura sólo vale, en
efecto, al precio de dejar de lado, si no es que en suspenso o encubierta, la
puesta a la luz de la transferencia como tal e:n Freud. ¿Acaso encuentra, en
efecto, la transferencia en el discurso una de sus salidas posibles, o incluso
su salida? Aun si admitimos esta solución, no podremos considerar a priori
como seguro el hecho de que ella no eternice, en cada psicoanalista, una
transferencia a Freud que deja a su letra sufriendo demora. Así como hay, en
Kierkegaard, un Caballero de lafe, ¿se reduciría la finalidad del didáctico a
transformar al analizante que pasó al analista en un caballero de la discursividad
analítica?
Es inevitable la cuestión de saber si la discursividad no es el nombre de la letra
que sufre demora cuando constituye lazo social. ¿Produciría ella -
p(at)erversion obliga- como un cortocircuito sobre lo que podemos esperar
de una efectuación, de la transferencia? El presente capítulo mostrará que
Lacan, por su parte, no se atuvo a una versión discursiva de su lazo con Freud.
Hay una separación -productiva- entre una definición del psicoanálisis como
discurso y su abordaje como “un delirio del que se espera que traiga una
256 ia letra que sufre demora

ciencia” (Lacan, seminario del 11 de enero de 1977).


Lacan no fue freudiano desde'siempre, incluso si a continuación siguió
siéndolo para siempre. Pues hubo un día en que, entonces, como esos
conquistadores del Reino de España que llegados a nuevos puertos quema-
ban sus barcos para cortarse toda posibilidad de retomo, él franqueó el
umbral de una entrada definitiva en el freudismo. El ‘‘sin retomo posible”
está entonces tanto más establecido cuanto que se inaugura, en lugar de él,
otro retorno: el 7 de noviembre de 1955, Lacan instaura el movimiento de su
retomo a Freud.
El presente estudio mostrará cómo éste retomo fue objeto de tres versiones
sucesivas: mítica, discursivay topológica. Destacará cómo la conferenciade
Michel Foucault titulada ¿Q uées un autor?, del 22 de febrero de 1969, al
ligar el movimiento de un “retomo a...” con la discursividad, presentó una
especie de interpretación del retomo a Freud, haciendo que se volcara desde
un primer apoyo tomado en el mito a otra elaboración, dada por la doctrina
de los cuatro discursos. Esta segunda versión está relacionada con la
confirmación, realizada por Foucault, del carácter freudiano del retomo a
Freud (será necesario decir antes que nada por qué la cosa no esevidente).
Sin embargo, esta segunda versión no podría estár situada (y especialmente
en lo que concierne a sus aporías y a sus límites) más que en el aprés-coup
de lo que aparece, en el trabajo de Lacan, como una tercera versión -
topológica- de su retomo a Freud. Entonces, no postergaremos ya una
presentación de está te re era versión, la única que puede permitir que se
otorgue su justo lugar a esta construcción de la discursividad que se produjo
a partir de foucault.

¿Freudiano?
Poco tiempo después de la aparición del Vocabulario del psicoanálisis
(1967), se atribuía a un antiguo alumno de Lacan, y (que, sin embargo, era
profesor), la siguiente respuesta, ala pregunta sobresurelación con ély sobre
el lugar que ocupaba Lacan dentro del movimiento analítico: “¿Lacan? Es
el 5 % del Vocabulario”.
No es- completamente un chiste; la frase ni siquiera es, hablando con
propiedad, “ingeniosa”,, más bien dinamos que es tontita. Sin embargo,
circuló efectivamente como un chiste. Es que se hacía significar ahí lo que
'pretendía ser un punto de desembocadura de una transferencia con Lacan y
que, en un asunto “semejante” (¡nos lo imaginamos como tal!), estaba
implicado más de uno.
la discursividad 257

El hecho de que haya habido transmisión de la respuesta obliga a reconocer


que estaba construida sobre un punto de verdad. ¿Cuál? Hay que hacer notar,
ante todo, que el Vocabulario se debe, al igual que la respuesta, a antiguos
alumnos de Lacan; esta similitud de posición es un elemento importante en
relación con la respuesta. Además, después de quince años, todos admitirán
-segundo elemento- que ese 5 % no ayudó en nada a la lectura de Lacan, ni
a la de Freud, ni tampoco a la de su vínculo. Por eso, esta nulidad en lo útil,
ese costado sin píes ni cabeza, vuelve tanto más extraño dicho 5 %.
Eliminaremos esta extrañeza haciendo notar que la respuesta misma que la
establece (en el sentido de que la enuncia), es la que da la verdad de esto. El
conocimiento paranoico de este 5 % (cfr. la similitud citada más arriba) da
en el clavo, virtud que comparte con el chiste, cuando sugiere que el
Vocabulario del psicoanálisis sólo habría sido producido con el fin de
localizar a Lacan, con la malevolencia suplementaria (que afirma el carácter
no efectuado de la transferencia con Lacan) de dar a entender lo poco que eso
sería y de despreciar el suplemento. Por no responder a nada útil, ese 5 %
sería la causa de la empresa, su objeto a minúscula.
Este intento de localizar a Lacan sería así la verdad del Vocabulario, la que
daría cuenta de que, al menos para cierto público, ella ha sido divulgada. Pero
esta localización vale tanto por su intención como por su manera. Procede
del emplazamiento de una apariencia: existiría un “vocabulario del psicoa-
nálisis” en el que, aparte de Freud, quien se beneficia (¡pero esto, Dios sabe
por qué!) con la prima otorgada a veces al origen, serían recibidos algunos
autores que realizaron un descubrimiento el cual se ratificaría por la admisión
de un término nuevo en el Vocabulariol. Comprendemos que esta apariencia
necesite un jurado tipo Academia Francesa, para admitir o rechazar este o
aquel término. Los autores se pusieron ellos mismos las túnicas de los
académicos. '¿Pero por qué hablar aquí de apariencia? La cosa se hará notoria
con simplemente desarrollar las implicaciones de este procedimiento.
El término mismo de “vocabulario” sugiere que se admite que los elementos
de la doctrina están, entre sí, en una relación semejante a la que liga a las
palabras de una lengua; esto quiere decir en particular que nunca UN
agregado vendrá a trastornar la estructura, que ésta es ampliamente
independiente de aquéllos, que todo agregado tiene un carácter eminente-
mente facultativo. La admisión de la palabra “transistor” (en lugar de
“resistencia de transferencia”, su traducción), en el vocabulario oficial del
español no cambia la estructura de la lengua española. ¿Es esto lo que
testimonia Freud cuando se encuentra introducido (ya sea por él o por otra
pluma) un término nuevo en la doctrina?'

' Hay una vacilación en cuanto ai nombre de los componentes de este vocabulario. ¿Conceptos
o nociones? La introducción no resuelve esto. ¿Cómo no ver, por otro lado, que la enorme
preeminencia que se da allí a Freud es un efecto, una secuela, y por esto un reconocimiento
s implícito del retomo a Freud de Lacan?
En efecto, si la ecuación que iguala a Lacan a un 5 % de agregado a Freud no
se sostiene, debe anotarse que este modo aditivo vale también para el propio
Freud; ¿qué porcentaje agrégala pulsión de muerte al “primer Freud”? Esta
pregunta va en la misma dirección de una empresa como la del Vocabulario
del psicoanálisis, ya que trata a Freud, a Lacan y a otros de la misma manera:
sopesando (por lo menos en principio) cada término de ellos para decidir
excluirlo o adoptarlo.
Este enriscamiento de la lectura de Freud en una problemática del incorpo-
ra r/ rechazar permite identificarla como no freudiana en el sentido de que
este modo de la lectura no es el que Freud indica como capaz de producir una
interpretación. En Freud, leer es descifrar, lo que da un estatus diferente a
cada uno de los términos, ya que basta con que uno solo de ellos escape al
desciframiento para que éste último, y posiblemente hasta én sus propios
principios, sea cuestionado nuevamente (cfr. págs. 141/4 del capítulo seis).
Una lectura del desciframiento es una lectura que no tiene otra elección que
prohibirse elegir. ¿Qué sería un desciframiento si comenzáramos por
arrogamos el derecho de extraer, del texto por leer, algunos pasajes escogidos?
Resulta, entonces, que no basta con haber tomado algunos términos de Freud,
con haber tomado a Freud como objeto de una lectura, para poder llamar
“freudiana” a la elaboración que resulte de ello. Con respecto a esto, De
l ’interpretarían (Sobre la interpretación) es también un caso ejemplar2. Si
entendemos bien el término -incluso en lo que se indica allí de un no hay
elección- diremos que es de la castración de donde proviene una lectura
freudiana. En lugar de esto, consideramos, terrible y quizás mortal enferme-
dad del psicoanálisis contemporáneo, lo que llamaré, con Kierkegaard, la
falsa seriedad, de la que el Vocabulario del psicoanálisis es tan solo una
figura entre otras. La falsa seriedad es una de las formas más prácticas de
disertar (en este ¿aso sobre Freud, e incluso en términos freudianos) mante-
niendo al mismo tiempo ese discurso fuera del alcance del menor rasguño,
pregunta o modificación que podría venirle de su objeto (aquí, de Freud que,
de falsa seriedad, “tiene su dosis”).
La falsa seriedad hace estragos seguramente en otros lugares además de la
ampulosidad del campo freudiano y, para indicar en qué consiste y de qué
manera la inteligencia está a su servicio, elegiré una desventura ocurrida, no
hace tanto tiempo, según se dice, al filósofo marxista Lucien Séve. Con
ocasión de un viaje a Inglaterra, un periodista local, entre toda una serie de
asuntos, le preguntó: “¿cómo explica usted que haya tantos trabajos sobre
Marx y, en cambio, tan poco sobre Spencer?” Sacrificándose ante la ley de
un género que espera que uno tenga una respuesta para todo, L. Séve se lanza
en una gran explicación cuyo texto no tiene, en esta ocasión, ninguna

2 P. Ricocur, De V¡nierpretations Seuil ed., París, 1965.


la discursividad 259

importancia, ya que sólo cuenta ei hecho de que áquella tomó el lugar de la


carcajada que habría sido la respuesta que se hubiera producido si, menos
cargado con la falsa seriedad, se hubiera acordado de que existen, en ese país,
grandes comercios conocidos por todos bajo el nombre de “Marks and
Spencer”, y que la pregunta del periodista, que tomaba esto como fuente, era
una broma fundada sobre un juego de palabras.
Notaremos que, si la lectura de Freud que propone el Vocabulario del
psicoanálisis es no freudiana, eso no pone ninguna objeción a la empresa; en
efecto, ese vocabulario no pretende ser freudiano sino “del psicoanálisis”,
cosa que es notablemente diferente. Lejos de tener aquí, como en Lacan,
"consistencia por los textos de Freud” 3, el psicoanálisis es considerado como
pudo serlo para la psiquiatría o la filosofía (por otro lado, el Diccionario
Lalande es puesto explícitamente corno modelo), es decir, como una
disciplina que vale por encima de cualquier producción de autor. Por eso,
dicho trabajo es efectivamente una interpretación de Freud, lo que rio
contradice el hecho de que se reconozca, en esta promoción del psicoanálisis
en tanto separado -aunque sólo fuera en principio- de la doctrina freudiana,
una de las figuras clásicas del rechazo, francés al camino abierto por Freud.
“No freudiano” tomado como objeción sólo vale allí donde uno pretende ser
freudiano. Reivindicar a Freud tiene como corolario que nos pongamos bajo
su dependencia. Así, se puede (no nos hemos privado de ello, por otra parte)
contestar a Lacan: “¿Y el afecto? ¿Dónde deja usted al afecto?” contando
con el hecho de que Lacan (no se privaba de ello, por otro lado) está obligado
a responder. Y su respuesta puede conducirlo a modificar su interpretación
freudiana de Freud. Pero si, al dirigirme a los autores de un Vacabtílário del
psicoanálisis, les solicito qüe se pronuncien sobre el Umschrift o el
Gedankeniibertragung4en Freud, responderán tranquilamente que, dado las
pocas 'feces qüe esos términos son mencionados en !a literatura analítica, no
creyeron que fuera útil... pero que, si por casualidad... a h o r a q u e esto
no les interesa en lo más mínimo.
Así, el caso del Vocabulario dél:psfá@mi¡5Msí$ resulta jé r sjsmplaf porque
presentifica, y quizás allí donde no lo esperaríamos, una forma no freudiana
de tratar a Freud. Basta entonces para establecer el hecho de que estas
díMífSas formas fió son todas freúdianas. Tenemos que notar, sin embargo,
qüe si no nos apartamos del enunciado que afirma que no todas lasfirmas
de tratar a Freud sonjteudianas, argumentando, por ejemplo, su trivialidad,
eso conduce a piarsíear la pregunta sobre saber lo que califica cuino freudiana
a tal o cual relación con Freud.

3 J. Lacan, Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escuela.


4 Sacado a la luz recientem entente, por suerte: cfr. W. Granoff, J.-M . Rey, L'occulte, objet de
la penséefreudienne, P.U.F., París, 1983. Se lleva allí, tan lejos com o se puede, una lectura de
Freud que se apoya en las cuestiones provocadas por sus traducciones. Este método de. lectura
no es freudiano en el sentido en que Freud no lee sus sueños tratando de traducirlos. Esto no
quiere decir que esta lectura no dé frutos. Sin embargo, la anulación final de lo que se mostró
al inicio deja curiosam ente esos frutos en esa condición.
260 la letra que sufre demora

¿Por que el completar a Freud (E. Fromra se hizo el chantre de esto), o el


extraer de Freud (Laplanche y Pontalis se consagraron a ello), se resisten a
que se los ubique como una empresa freudiana, mientras que, a pesar de todo,
bajo una forma ciertamente ciega, ciertamente casi muda, ciertamente no
crítica, la consigna del retorno a Freud fue recibida (y ratificada de hecho si
no de derecho) como inscrita siguiendo el hilo recto del freudismo?
Podemos intuir que esta pregunta pone en juego unos homólogos diferentes
de los que Lacan mostraba5cuando subrayaba que en el psicoanálisis no se
trata tanto de hablar de la palabra como de hablar en el hilo de la palabra.
Igualmente, ser freudiano no consistiría solamente en hablar de Freud, sino
en hablar en el camino abierto por Freud. Sin embargo, tenemos la sensación
de que esta oposición es de un manejo demasiado delicado, de que esta
referencia a la palabra no basta para permitir que se despliegue la cuestión.
De hecho, su elaboración ha tomado históricamente otros sesgos.
Esto ao quiere decir que la cuestión fuera abordada de frente; pero después
ele la disolución de lo que se llamó Ecole Freudienne de París, y que oímos
nombrar también como “la escuela de Lacan” (todo el problema del presente
estudio está ahí, en esta doble denominación), parece que esta cuestión ya no
se puede evitar por más tiempo. ¿Qué quiere decir “freudiano” cuando se
plantea (o si se plantea, lo que viene a ser lo mismo, ya que “plantear” una
operación no es resolverla, ni siquiera validar la forma en que se la plantea)
que ese término vale como nomenclatura por la vía de Lacan?
No deja de tener consecuencias el hecho de ao detenerse durante un tiempo
suficiente en esta lógica particular según la cual “freudiano” vale por Lacan.
Veamos dos casos de trabajos recientes que sufren las consecuencias de no
haber estudiado, en el propio Lacan, las diversas elaboraciones de esta
cuestión. Ciertamente, no permiten que se la resuelva (ya que se ifata de
casos negativos y que, según el dicho freudiano “dass negative Falle nichts
beweisen")s, pero dan testimonio de la urgente necesidad de su abordaje.
Freud et le désir de l ’analyste es un libro cotizado, por lo menos en el sentido
■de que cuenta con el beneficio del imprimatur de la oficina que (según su
propio término) “massmediatiza# a Lacan. Pero, por encima de esta pre-
caución, hace falta un gran descaro para atreverse a escribir, en una tesis, y
además dedicada a Lacan, una frase como esta, que encontramos ya en la
introducción, y que no es otra cosa que un escobazo asestado al trabajo de
Lacan sobre Freud: “La problemática del deseo del analista, sin embargo, no
extrae su legitimidad de la operación lacaniana y de los cortes que Lacan
efectuó sobre el texto freudiano.” ¿Acaso el lector se verá cegado sobre el
alcance de semejante aserción, por lo perentorio del tono unido a los galones

5 i. L aca n, Les formations de Vinconscient, sem inario inédito del 13 d e nov iem bre de 1957.
° 3 . F reud, In fo rm a prelim inar, traducido ai francés p o r W , Granof? y R ey en L 'occiilzc,
objei de la pensésfreudienne , P.U.F., Psris. 1983, pág. 4 0 y pág. 212 para el com entario quíi dan
sobre e^to ios traductores.

í
la discursividad 261

universitarios? Niega, a prioii, todo valor de efectuación del freudismo al


retorno a Freud de Lacan. Tomar este retorno seriamente equivale a decir,
contrariamente, que Lacan es freudiano porque la problemática del deseo del
analista, que él introdujo en el psicoanálisis freudiano, extrae su legitimidad
de su operación sobre Freud (de su retomo a Freud) y, por lo tanto, de los
cortes que efectuó sobre el texto de Freud. Por otro lado, yendo mucho más
lejos, Lacan no vacila en situar su retorno a Freud como una legitimación de
Freud (regresaré sobre ese seminario del 8 de enero de 1969 que lo dice
explícitamente) y recibe de Foucault (del lazo que Foucaulí pone a la luz entre
el “retorno a...” y la instauración de una discursividad) una confirmación de
su legitimación de Freud.
Es curioso, por eso, comprobar que una tesis que da la espalda a eso se pierde
inmediatamente en las arenas movedizas. En efecto, como única justifica-
ción de lo que afirma, el autor declara que se puede considerar como
equivalente al deseo del analista, lo que él señala en Freud como las rúbricas:
“la sugestión, los ideales de! analista, la idea del fin del análisis (¡como si, en
Freud, el fin del análisis fuera una idea!), la ética de Freud”. Eso es tanto
como decir que todo está en todo y viceversa. Lo vemos: a falta de un 5ondeo
(forage) correcto del lazo Freud / Lacan, la diarrea (foirage) no se hace
esperar, esto vale quizás como el signo del carácter especialmente bien
templado, “remojado”, de este lazo.
Michel de Certeau no esquiva el problema de su implantación; se unce a é l7.
Pero sin tomarse el tiempo suficiente para desplegar lo que fue ei retomo a
Freud de Lacan, da inmediatamente, prematuramente, un sentido a ese
retomo interpretándolo como un “retomo de Freud”. Esta fórmula deja ver
lo que designa, si imaginamos una escena y un personaje que, después de
haber “estado en la escena” y luego haberse sustraído, regresa asi! a de nuevo:
como el Zorro, cuyo “retomo” a las pantallas del cinematógrafo era anun-
ciado por una publicidad, que hoy ya pertenece al pasado, o, en negativo,
Bjórn Borg que se particularizaba por no lograr hacer realidad su retomo. En
esta visión del “retorno de Freud”, Lacan es toreado como una reencarnación
de Freud. Esta puede interpretarse de dos maneras diferentes, y las dos se
encuentran en el trabajo de Michel de Certeau. Puede valer, mágicamente,
como un retomo de Freud en otro cuerpo, y entonces “Lacan” no sería más
que un nombre de Freud; o bien, en una perspectiva más hegeliana de la
historia, Lacan es acogido como realizando a Freud, como el cristianismo
“realiza” al judaismo. Aquellos a los que el psicoanálisis concierne estarían
entonces en una posición similar a ia é¿ los cristianos (sabemos que los
primeros cristianos esperaban un retomo inmediato del Mesías), para los
cuales una primera venida del enviado del Padre basta para dar cuerpo a la

7 M ichel de Certeau, "Lacan; une ethique d e la parole ". Le dib ai, no. 22. Gailim ard e d .
noviem bre de 1982.
262 la letra que sufre demora

esperanza de su retorno. De hecho, el artículo de Michel de Csrteau se cierra


con esta espera y presenta así la inestimable virtud de vMiwsr público lo que
ciertos analistas dicen en sordinas. ¿El retorno a Freud de Lacan se épcuentra
entre estos dos polos posibles: una reencarnación mágica 0 una paróusía?
Uno dé tos datos esenfiíalés: de ía cuestión que plantea ©s el hecho de que
cierto número de personas ló admitieron como Jteijdiano. Muchos de eilos
se apartaron después de este su reconOcámiento suyo. Se hace á$úí Otra
^elección”, la de dar razón de este reconocimiento. Pero, como fue mudo en
su propio acto (las retiradas no lo fueron menos), como permaneció casi sin
• Ser cuestionado (salvo a la manera silvestre de las retiradas nombradas más
arriba), darle larazón exigirá que se produzca su razón. Este reconocimiento
’WhéRD da tazón al “retorno a Freudrfjf admite así que la vía de ese retorno es
aquella donde se elabora “la. razón según Freud” (Lacan),' £t# íiltft macera,
sitúa ese retomo como el punto bisagra éntre lo que Jó reconofiírj' lo qt» él
reconoce. Entonces, interrogando a este retorno, lograremos quizás mostrar
la razón de este reconocimiento que ratificaba dé facto su pertenencia al
camiñVllÉiÉtíj! por Freud.
ApaitíMfcJ instanteen que es pronunciada la “consigna” de un “retorno a...”,
wSflM ütia problemática específica. Primer elemento: ella Ig'imcia por un
salto. Así, veremos cómo Lacan, desde fü lejis hasta l§55, fue pri^ejó
lacaniano y no freudiano (justificaré esto después de esta introducción). Si
* tim e un alcance semejante a "freudiano ", solo puede ser en
este tiempo anterio%ale0 inpwmis® éilfiCfflt defflM¿íelfreudismo. Mas allá
de este compromiso, y por él, estos dos términos cesan de ser susceptibles de
ser confrontados.
Como “freudiano”, Lacan peauncia y a la vez deja de tener una doctrina
persor.-ala (persortaiie). Este ultimo término toma'aquí algo del ala para
anotar cómo la paranoia da su marca a la persona haciéndola tener un valor
M l P producto, el de una aferaciós de “personación” revelada, en
vaciado, por la despersonalización. ¿Acaso nos sorprenderemos del hecho
de que «na tesis sobre La psicosis paranoica en sus relaciones con la
personalidad se presente corno una doctrina person-ala? En efecto, era lo
menos que se podía esperar si es cierto que esta tesis fue efectivamente
portadora de una apuesta y, entonces, que su enunciación está en el hilo de
sus enunciados.
Ai consagrarse a un retorno a Freud, ufíi retoma que metamórfósea en
“freudiano” a quien se consagra a él, Lacan efectúa un salto, cambia de
re gii tro enunciativo: y a '^ & M 't^ ^ p a r a él, a p f M A i t t ’M H É L de
sostener su decir propio, sino de decir (en esto consiste desde ese momento

Lo que es un psicoanálisis, especialm ente el fin de un psicoanálisis didác tico e co &ste tipo ífs
psicoar.aiistí; que, se^ufil'rwrife, no se torna p or un o.n<'ii¿5Ui. que peiigco y;i
esp era q ue ei an alistó sea....otro, eso e s algo que u n a clínica íiei pase hub iera oodido soltar.
Zü discursividad 263

su propio decir) lo que fu e el decir de Freud. La problemática que se


introduce a partir de esto, aparecerá si pronominalizamos simplemente esta
proposición. La frase
L A C A N Y A N O D IC E L O Q U E D IC E L A C A N , SIN O L O Q U E D I C E F R E U D

se transformará en esta otra, más enigmática


L A C A N Y A N O D IC E L O Q U E É L D I C E SIN O L O Q U E É L D IC E

En el lugar que Freud ha llamado “dritte Person”, el recubrimiento posible


de estos dos “él” condensa toda la problemática de! retomo a... Basta con que
supongamos la efectividad de este recubrimiento, de una absorción, como lo
implicaba su interpretación en la teoría de la reencarnación, para que la frase
se reduzca inmediatamente aún más:
É L Y A N O D IC E L O Q U E É L D IC E , S IN O L O Q U E É L D IC E

Aquí se ve sepultada toda posibilidad de decir, ya que a la vez “él dice” y “él
no dice’\..”io que él dice”. Este fuera del decir (horsdire) se encuentra
señalado, me parece, en algunos textos literarios. Este sena, por ejemplo, el
alcance del se dice en Duras. En sus textos más sobrecogedores, no podemos,
durante un tiempo, localizar quién habla. Esta cuestión se le presenta al
lector; lo deja, por un instante, sin posibilidad de responder, pero puede -por
ejemplo, releyendo el texto- terminar por saberlo. Este breve fracaso del
juicio de atribución designa entonces tanto mejor el fuera del decir (horsdire),
su indecente (orduriére) efectividad, cuanto que esta designación se hace
discreta, tan discreta como un momento de desvanecimiento. Ocurre lo
mismo con el “¿Qué importa quién habla?” de Beckett, colocado por
Foucault en el inicio de su conferencia de 1969; evoca y opera, a su manera,
una suspensión del decir, ya que se lo puede leer también como una pregunta
que replicaría (retomando lo que acaba de decirse) a alguien que habría
declarado que importa saber quién habla (pero justamente, si eso importa, es
que no es evidente) o, al contrario, como el borramiento de este voto, y la
forma interrogativa ya no sería ahí más que un modo de la afirmación.
Al designar así ese salto por el cual Lacan se presenta como freudiano,
estamos muy cerca no del inconsciente sino de la razón del inconsciente
como hipótesis (de su lugar en la doctrina), lo más cerca posible de lo que
permitiría dar cuenta de que Lacan, cierto día, haya podido atribuirse el
inconsciente. En efecto, la hipótesis del inconsciente bordea el fuera del
decir a! prohibir la puesta en equivalencia del “él dice lo que él dice” con el
“él no dice lo que él dice”, interdicción (inter-dicción, es oportuno decirlo en
264 la letra que sufre demora

este caso) que se produce con la hipótesis de que el sujeto “dice algo diferente
de lo que él dice”. El retorno a Freud, por el lazo que instaura entre Lacan
y Freud, plantea entonces, al decir, una pregunta más fundamental que la que
le es dirigida por la hipótesis del inconsciente. Esta diferencia de nivel es
análoga a ¿a que está enjuego cuandb, frente a un niño anoréxico, la buena
intención nutricia propone, con estúpida malicia: “¿Quieres zanahorias o
papas ?”;.evidentemente, esto supone que ha sido resuelto el problema.
El retomo a Freud se deja entonces atrapar en esta pregunta, que ahora se ha
vuelto inevitable, de saber cuándo alguien está en esa postura de decir lo que
otro dijo ... ¿quién es el que lo dice? ¿Es ese alguien o es el otro?
En un capítulo anterior, llamé enunciación paranoica al modo de enuncia-
ción no déspersonalizado sino despetsonalizante que consiste en ofrecer su
propio decir al testimonio de lo que otro dijo -frase que, aunque la escribo,
no la puedo escribir, ya que “su propio” y “otro” son justamente lo que ese
modo de la enunciación cuestiona en su estatus 9. ¿Acaso no estaba ya
apuntada l a enunciación paranoica en la definición restringida de la palabra
pfodiicid&en el psicoanálisis con el “eso habla” ? La última palabra de Lacan
sobre la palabra consistió en una acentuación del “eso habla*£js:la califica-
ción de la palabra como “palabra impuesta” .
¿Por qué fue Lacan, en vez de algún otro, el que se precipitó en un retorno a
Freud? ¿Por qué puso él su decir bajo la dependencia del de Freud?
Comenzamos aquí a entrever que es porque él, más que cualquier otro, se
había constituido en el testigo del paranoico en tanto que impone situar la
palabra como algo que no es nunca otra cosa que una palabra impuesta.

El giro anterior 10propiamente lacaniané ■

S i Lacan no fue freudiano desde siempre, ¿cómo situar sus trabajos anteriores
a su Compromiso en el ifetldismo? La respuesta es fácil de producir: Lacan
comenzó por ser laCaniano. Notaremos que esta respuesta presenta aquellos
primeros trabajos como los únicos propiam ente calificables com o
“lacanianos”, ya que todo lo que siguió a la instauración del retomo a Freud
no cesó nunca de referirse a Freud.
Hubo, en un tiempo, una doctrina lacaniana. Es la de la tesis de 1932, que
se presenta como una doctrina person-ala, como la doctrina de un autpr, y de
un autor que, en cierto campo, reivindica su originalidad, pretende aportar
algo: no solamente la definición de una nueva entidad nosógráfica (la
paranoia de auto-castigo) sino, con ella, una nueva concepción de la paranoia

9 Cír. Capítulo ocho, págs. 187 a !92.


10L ’avant-tour (giro anterior, homofonía con avant-tout - ante todo y con aventure -aventura),
en correüación con retour (retom o). 0
la discursividad 265

y, por esto, de la enfermedad mental y, por lo tanto, de la relación que el


psiquiatra sostiene con ella, y, en consecuencia, de la psiquiatría. Sabemos
que los surrealistas reconocieron inmediatamente eso n. Pero la tesis misma
no dice otra cosa; juega con las cartas sobre la mesa. Podemos leer, por
ejemplo, una frase como esta: “Sin embargo, hay un punto de la teoría
psicoanalítica que nos parece particularmente importante para nuestra
doctrina (el subrayado es mío) y que se integra a ella inmediatamente.”
Leemos también, en el estudio del caso de las hermanas Papin 12: “A decir
verdad, aunque hayamos establecido estos acercamientos teóricos (con
Freud), la observación prolongada ... nos había conducido a considerar la
estructura de las paranoias y de los delirios vecinos como enteramente
dominada por la suerte de ese complejo fraternal.” Lacan sólo puede enfocar
estos “acercamientos” con Freud (trata con Freud como de potencia a
potencia) porque él es el que acaba de producir una nueva concepción de la
paranoia (cfr. “nuestra doctrina”), que no es la de Génil-Pérrin,
constitucionalista, ni la que, a partir de Clérambault, daría cuenta del delirio
paranoico como una tentativa racional de explicar los fenómenos elementa-
les.
¿Cuál es, en esta época lacaniana, el lazo de Lacan con Freud? ¿En qué le
importa entonces Freud a Lacan? Es notable que la primera pregunta que le
plantea aFreudsealadelautocastigo. Freud es consultado como alguien que
puede proporcionar elementos de respuesta: “...aunque más no fuese por
contentarnos con el perchero del autocastigo -escribirá Lacan unos 33 años
más tarde-...desembocábamos en Freud” 13. Pero es todavía más notable (al
menos si lo confrontamos con la opinión hoy admitida que pretende que
Lacan tomó en cuenta sobre todo el Freud de la primera tópica) que lo que
le interesa a Lacan en Freud es su segunda tópica. Sin embargo, como ella
depende de la teoría del narcisismo y como la doctrina lacaniana desarrolla,
sobre la función de la imagen, cierto número de tesis específicas, el apoyo
sobre Freud no llegará hasta impedir la formulación de serias objeciones a la
doctrina freudiana.
“El narcisismo -leemos en la tesis- se presenta en la economía de la doctrina
analítica como una térra incógnita” !4. Esta es una afirmación importante
porque apunta unafalta en Freud, hecho que, después del enganche de Lacan
en su “retomo a Freud”, permitirá precisar este retorno a Freud como un
retorno a lo que falta en Freud. Freud no supo localizar la función de la
imagen en la constitución del Yo. Vemos aquí que la invención del estadio
del espejo, la comunicación de éste en Marienbad en 1936, va en la misríia
dirección que esa localización de una falta en Freud. Pero ya la tesis libera

11 Remitirse al artículo de Crevel que da cuenta de la tesis en Le surrealisme au Service de la


révolution, no. 5.
12 Se lo encuentra en la edición de Seuil, adjunto a la tesis, cfr. p. 396; la cita anterior está en
la página 323. (En español, respectivamente: págs. 345 y 294.)
13 J. Lacan, Écrits, op. cit., p.66. (En español; Escritos, op. cit., pág. 60).
14 Lacan, T esis, p. 322. (En español, pág. 293.)
uu icau que su/re demora

al Yo desuniendo en su concepto lo que depende del narcisismo (y que está


intrínsecamente ligado a él; esto será confirmado por el “estadio del espejo”)
y lo que concierne a la función de percepción / conciencia (que no hay lugar
para asociar por más tiempo al Yo).
Estas consideraciones teóricas tienen, por supuesto, su importancia en lo que
se refiere a la forma como se interpreta la paranoia. Y la crítica lacaniana de
Freud encuentra ahí su prolongación con la observación de que el impulso
í > agresivo del pasaje al acto no es aclarado por la invocación, a propósito de
él, en la doctrina analítica, de unapulsión homosexual (por su trastocamiento
en agresividad), sino que es la función de la imagen como tal la que da cuenta
del amor homosexual y de su transformación, y no a la inversa. (Este lazo
de la agresividad con el narcisismo nunca fue desmentido por Lacan, sino al
contrario, aún más solidificado cuando desunió la pulsión agresiva de la
pulsión de muerte; la agresividad narcisista confirma entonces su anclaje en
el imaginario, mientras que la pulsión de muerte, por esta desunión, es
susceptible de ser entendida como'constitutiva del simbólico. Por otro lado,
Lacan prácticamente no insistió -es lo menos que podemos decir- sobre la
interpretación de la paranoia por la homosexualidad; esto es por la presenta-
ción de la dimensión del imaginario.)
En la tesis, vemos que la doctrina lacaniana trata a la doctrina analítica como
un conj unto de enunciados donde hay unos que deben ser tomados y hay otros
que deben ser abandonados (¡Vaya, vaya!); pero más aún, hay un verdadero
desafío lanzado al psicoanálisis: si él pretende abordar la paranoia (y fuera
de este abordaje, se le dice, está consagrado a la esclerosis), le será necesario
aceptar transformarse él mismo, desplazar su centramiento sobre el incons-
. cíente en provecho de una mejor toma en cuenta del Yo. Lacan da aquí una
lección al psicoanálisis, antes de consagrarse él mismo a la tarea de responder
‘ * a este desafío que él lanzabaal psicoanálisis, al introducir en éste, cuatro años
más tarae, “el estadio del espejo”. Así lo vemos en la página 280 de la tesis
’ (en español, pág. 254): “...nos parece que .el problema terapéutico de las
j ■psicosis vuelve más necesario un psicoanálisis del yo (subrayado por él) que
un psicoanálisis del inconsciente”. Lacan no debe a Freud los primeros
I lincamientos de lo que iba a ser una de las tres dimensiones del ser hablante,
a saber, el imaginario. Incluso es eso lo que diferencia su doctrina de la
' paranoia de la que produjo el psicoanálisis, mucho antes de ser lo que él va
a intentar introducir en Freud.

]
la discursividad 267

Naves quemadas

Solamente hay un hecho nuevo, el primer hecho nuevo desde que el oráculo
funciona, es decir, desde siempre: es uno de mis escritos que se llama La chose
freudienne (La cosa freudiana), donde indiqué lo que nadie había dicho nunca.
Sólo que, como está escrito, naturalmente, ustedes no lo han oído.

Lacan. el 17 de febrero de 1971

El hecho de que Lacan haya comenzado por defender su propia bandera


impone la cuestión de saber cuándo dejó de ser lacaniano. Propongo la fecha
del 7 de noviembre de 1955 como la del día en que quemó sus naves. Estuvo
ese día en Viena para hablar de La cosa freudiana, título de la conferencia
donde él anuncia por primera vez, y como una “consigna” l5, su “retorno a
Freud”.
Esta proposición no implica que digamos que, antes de esa fecha, Freud no
contaba para Lacan. Pero una cosa es afirmar, como él lo hacía en 193616,
que “Freud está en la vanguardia con respecto a todos los otros en la realidad
psicológica”, o también, como lo hace en 1950, que la importancia de la
“revolución freudiana” se confirma con el uso que se da en psicología a la
noción de culpabilidad, o, como lo reconoce el informe llamado “de Roma”
en 1953, que el psicoanálisis como disciplina que no debe su valor científico
más que a los conceptos de Freud, da lugar para retomar sobre su historia en
la obra de Freud para criticarlos mejor y establecer sus equivalentes en el
lenguaje de la moderna antropología 17, y otra cosa es constituirse en “el
anunciador” (esta palabra, tomada de otro vocabulario que no es el de la
ciencia, lo subraya suficientemente) de un “retomo a Freud”.
Este análisis nos obliga entonces a admitir que en el sentido del “retorno a
Freud”, Lacan no era “freudiano” en el momento del informe de Roma. Es
molesto que esto pueda lastimar a los que no quieren reconocer en Lacan otra
cosa que ese freudismo. Recurramos al texto mismo Función y campo de la
palabra y del lenguaje en psicoanálisis: hay ya un espacio entre este “en
psicoanálisis” y “la cosa freudiana”. En el informe de Roma, el retomo a
Freud sólo es dado como un desvío -incluso si es obligatorio, sigue siendo un
desvío-, como un medio para dar nuevamente su cientificidad al psicoanáli-
sis. Efectivamente, es porque hay un desfasaje decisivo entre este lazo con
Freud y el que instaura la consigna creída de un “retomo a Freud”, que Lacan
podrá a continuación dar al psicoanálisis otro estatus que no sea científico,
y ante todo reconocerlo, con Foucauit, como un discurso.

19J. Lacan, Écrits, op. cit., p.402. (En español: Escritos, op. cit., pág. 385).
'* J. Lacan, Écrits* op. cit., p.88. (En español: Escritos, op. cit., pág. 88).
17Sustraigan laexigencia de esta puesta en equivalencia y obtendrán la ideología que subtiende,
la empresa del Vocabulario de psicoanálisis.
El punto de viraje es ese 7 de noviembre de 1955: ese día, “freudiano” toma
un valor específico, un alcance que nunca le había pertenecido hasta
entonces. A quien consideraría “tardía” esta fecha, le haré notar que en 1953
Lacan está lejos de pensar en fundar una “Escuela freudiana”, crea, con otros,
una “Sociedad Francesa de Psicoanálisis”, algo, entonces, que no implica, en
su título, ninguna referencia a Freud. Será necesario esperar mucho tiempo,
exactamente hasta 1964, para que el régimen de la “Sociedad” ceda su lugar
al de una “Escuela” en el tiempo mismo en el que (no sin u.na ligera
vacilación), “freudiano” aparece en el título en lugar de la referencia
nacional, y “psicoanálisis” se encuentra a la vez excluida por la localización
en París de este freudismo. Es tanto más legítimo subrayar estás últimas
sustituciones, cuanto que un formidable “azar” (!) deja intacta la sigla, como
para marcar, con esta estabilidad acrofónica, que los lugares sori efectiva-
mente “los mismos”. . ■<
.

1953: Société Fran$aise de Psychanalyse


1964: École Frarajaise de Psychanalyse, corregido inmediatamentepor:
École Freudienne de Paris

Roma, Viena y más tarde París, el umbral franqueado entre Función y


Campo... y La cosafreudiana se significa también en la geografía. En 1964,
la Escuela se reivindicará como “freudiana” localizándose en París, renun-
ciando así con un mismo movimiento a presentar al psicoanálisis como
“naturalmente” o “evidentemente” inscrito en la ciencia, y a continuar
tomando a Freud con las pinzas de la nación francesa, que es la verdadera
finalidad del pichonismo. 1964 prepara el terreno donde vendrá a alojarse
la discursividad. Pero este movimiento tiene su verdadero punto de partida
en 1955 con La cosafreudiana y la separación que ella instituye enfrie Viena
y Roma.
Lo que ocurrió después demostró, al repetir la operación, que Roiíía es el
lugar dónde viene aproclamarse el dominio, francamente adquirido, sobre un
poder. En Roma, estamos “en el infórme”. Quiere decir que ya no cuenta
tanto el contenido como el reconocimiento concedido públícamenté por la
institución al más valiente de sus guerreros. Es en calidad de conquistador
que Freud tiene dificultades con Roma. La presencia de Lacan en Viena, en
tierra de Freud, tiene un valor totalmente distinto. Bastará con detenerse en
esto un instante para admitir que era inconcebible que la consigna-de un
la discursividad 269

retomo a Freud pudiera ser lanzada desde otro lugar que no fuera desde la
tierra de Freud: era lógico estar allí en cuerpo para decir que faltaba acudir
allí, y que entonces sólo podía tratarse de retornar allí.
Viena fue entonces un acontecimiento. Lacan se metamorfosea allí en
“freudiano” (se trata de precisar lo que eso quiere decir) al enunciar “la cosa
freudiana” como aquello que no podía constituirse más que en el movimiento
de un retomo a Freud. Al hacerse el anunciador de él, Lacan, ese día, en
Viena, se encaram a al escenario de este retomo.
¿Qué es lo que volvió posible, y en ese momento preciso, este enganche de
Lacan en el freudismo, en ese freudismo? L a cuestión no puede no ser
planteada, incluso si es necesario esperar al final de este estudio para
responder a esto; ¿Freud no se disculpaba acaso de tener que actuar como
esos malos historiadores que, en el curso de sus reconstrucciones, predicen
tanto más fácilmente el futuro cuanto que ya lo conocen? Responderé
entonces ahora, a reserva de dar apoyo más adelante a esta afirmación, que
es porque tiene en su poder, desde el 8 de julio de 1953 18, el tríptico del
simbólico, del imaginario y del real; es porque no solamente dispone de cada
una de estas categorías, sino de estas categorías en tanto que son tres, que
Lacan puede iniciar la operación de un retomo a Freud, que puede, entonces,
“él mismo” quem ar sus naves ahí. A partir de entonces, el problema teórico
que no cesará de trabajar este retomo, que no cesará de ser trabajado por este
retomo, será el de la articulación de Freud con S.I.R. La cosa sólo será tratada
de frente con la última versión de ese retomo; pero ya a partir de su tesis, y
de la manera en que Lacan introdujo otra definición del Yo en el freudismo,
podemos pensar que una de las soluciones posibles, quizás la más inmedia-
tamente al alcance del retom oaFreud, consiste en experimentarR.S.I. como
lo que le falta a Freud.

11 F ech a de la prim era reunión “científica” de la S. F. P. Lacan dio allí una conferencia cuya
im portancia, quizás sería conveniente adm itirlo, es lo que im pide su publicación.
Retomo I - Diana, Acteón
y el no reconocimiento de los perros

"El Otro como tal sigue siendo un problema en la doctrina, en la teoría de Freud;
aquél que se expresó en lo siguiente: ¿qué quiere la mujer? - La mujer sería, en este
caso, el equivalente de la Verdad. "
Encoré (15 de mayo de 1973)

Kierkegaard se dirige a Berlín para probar, al efectuarla, si la repetición es


posible; Lacan se dirige a Viena para comenzar, al anunciarlo, el retomo a
Freud. Pero la analogía puede ser llevada un paso más lejos (dando quizás
estos dos desplazamientos como dependientes de un solo y mismo gesto): el
texto de La repetición es una carta de amor dirigida a Regina, a la que todavía
no es “la eterna novia”; apunta a obtener “el reinicio” (como se traduce
también) de las relaciones con Regina. La cosafreudiana está, también,
dirigida a una mujer; está dedicada “a Sylvia”. Ahora bien, con esta
ubicación de cierto lugar (vamos a ver que se trata de una posición clave)
dado a una mujer (¿sostenido por ella?) en La cosa freudiana, se encuentra
situada de entrada _la! primera versión del retorno a Freud.
La cosafreudiana es el único texto de los Escritos que esté dedicado a una
mujer; y, según mi conocimiento al menos, sólo hay un texto más de Lacan
que fue ofrecido a una mujer, pero ofrecido de una manera quizás menos
sorprendente, porque es habitual cuando se trata del texto de una presenta-
ción de tesis.
Michel de Certeau anota que la tesis está dedicada a Marc-Fran?ois Lacan,
“hermano en la religión” y ve ahí una confirmación de su interpretación del
“retomo a Freud” eomo realización cristiana del judaismo de Freud. Pero,
al hacer esto, olvida leer la otra dedicatoria, este homenaje, quizás más
secreto, más púdico en todo caso, y que sin embargo se deja descifrar
fácilmente ya que su cifrado sólo consiste en una traducción en griego. La
tesis es ofrecida, entonces, a Marc-Francpois Lacan, pero también a M.-T. B.*
“esa, dice el texto griego, sin cuyaoresencia a mi lado, yo no habría llegado
a ser lo que llegué a ser1'.
¿Llegado a ser qué? (en efecto el “lo que” impide interrogar: ¿Quién?).
Entonces no tanto “Jacques-Marie Lacan”, el que firma esta tesis, sino
“lacaniano”, en el sentido en que Marc-Francois presentifica esta referencia
;omún, fraterna! y religiosa. En el nivel de la tesis de 1932, Lacan es
‘lacaniano” en el sentido de Marc-Fran?ois. Pero las cosas no se quedan allí,
la discursividad ni

y esencialmente a causa 4e una m ujer * Es lo que aparece, en todo caso, en


el aprés-coup, cuando en 1955 la cosa, que desde ese memento era “freudiana”,
es vuelta a poner en las maíios de una mujer. De la cosa lacaníana a la
freudiana, tenemos, entonces, desde el punto dfi vista de una puesta a la luz
de las configuraciones enunciativas,- los dos triángulos siguientes:

La psicosis paranoica . la cosa freáiana


(puesta a la luz de su raíz
en el complejofraterno)

Lacan (Marc-Fran$oisíf Freud

Lacan (Jacques) Lacan

V amos a ver cómo, en La cosafreudiana, la primera introducción del retomo


a Freud es homologa de lo que acabamos de indicar sobre su enunciación.
Una vez más aquí, resulta que Lacan cumple con el principio spinozista: idea
vera debet cum suo idéalo convenire.
En La cosa freudiana hay dos mitos con los cuales el retomo a Freud se
encuentra a la vez construido, pensado f sostenido como proposición. El
primer mito, militar, es el del héroe traicioftado; hubo un acto heroico, el de
Freud al elaborar su o6ra, después ésta obra fue delegada a otros, a aquellos
que llamaré con una palabra que se encuentra en el texto, a saber “la guardia” '
(la que muere pero no se rinde, al menos según se dice), después, la traicióp
de la guardia que, al mismo tiempo, se traiciona a, sí misma en tamo que
guardia y, finalmente, su huidá lejos del centro ¡desperaciones que está (por
aquí el costado de tira cómica del mito pasa a ío trágico, ai tocara] real) a la
W z áBí d0fide.se encuentra Freud y aMfdondéh0C;!e estrc^&s k t persecución
peMtica.del nazismo conquistador. Estees el espec.tácslo 1ÉHIÉ'¡fesde París,
de una horda que huye de Viena en un tren “que no debía detenerse hasta los
confines de nuestro mundo” 30, espectáculo que hace que Lasan, después de
ver desaparecer, en el horizcgpte del oeste, a la guardia en desbandada, se
vuelve hacia Freud, como preguntándole lo que pudo haber dicho o hecho,
verdaderamente, para que las cosas hayan llegado a este extremo.
Esta es la primera elaboración, én el mito; del retomo a Freud, la que
pone en equivalencia “retomo a Freud” con “vuelco del freudismo”, ya que

4
* R ew áeu taB aquí ífcJSS8¡,.J6tí|:$ já- lfes.¡;(!«fvBnéJSn p a u l a s se o pere/de Ju.ig i rreud.
la ruptura por la cuai el primero cesa de ser freudiano para volverse j-unguiano. Una tnisma
intervención, y dos efectos contrarios: por eso, si liica lo mejor que puede b a ^ f un boinbrc es
ser el incauto de una issjer, no puede tratarse de cualquiera,
:0 J. Lacan. Écrits, op* dr.. p.402. (En español: Escritos op. cit., p.385).
r

el freudismo no es entonces nada más que lo que huye de Freud. Lacan


precisa que ese retomo no es un retomo de lo reprim ido21 sino una% m a de
posición antitética.
Se trata efectivamente de un mito, el del héroe traicionado. No solamente
porque encontramos ahí el conjunto de los elementos que componen ese
mito, sino también y sobre todo porque son utilizados como mito, lo que se
revela si notamos simplemente que Lacan no cuestiona tal o cual de sus
elementos en ningún lugar de este texto, por ejemplo, el gesto por el cual
Freud confía.su obra a una guardia cuestionamiento que hubiéramos podido
esperar de un análisis político de la situación del psicoanálisis en 1938.
Lacan se encuentra, durante un instante, en posición de tener el asunto en su&
manos (su continuación dependerá del retorno a Freud), porque; ve, desde
París,io que se está produciendo entre Freud y su guardia; posición ésta que
fue la de una mujer en el triángulo anterior y que será la de una mujer en el
siguiente:
Freud

Lacan
La guardia

Pero, a partir del momento en que se comprometió en el retomo, a Freud,


Lacan viene á ocupar nuevamente el lugar de la guardia; es ahora el retomo
a Freud el que se ocupa de la guardia de Freud. Aquí hay lugar para proponer
otro mito, para apoyar, esta vez, ya no el comienzo del retomo a Freud, sino
lo que lo va a sostener al menos por algún tiempo. El lugar dejado vacío por
el hecho del pasaje de Lacan a la guardia será ocupado en este caso, una vez
más, por una mujer.
El mito que, desde 1955 hasta 1969 (fecha de la elaboración de los cuatro
discursos) sostuvo el retom o aFretftí es dado en La cosafreudiana. Es el de
Acteón, transformado en ciervo y luego devorado por sus perros, por no
haberse dado vuelta ante la visión de la desnudez de Diana. El segundo mito,
“más grave” -dirá Lacan- es ante todo una interpretación del primero: la
huida de la guardia es retomada aquí como la de unos perros que se habrían
negado a devorar a Acteón a pesar de que su encuentro con Diana lo había
transformado en ciervo. Estos perros no se engañan, preservan a Acteón.
Con esto se oponen á la caza, manifiestan así que no la reconocen como lo

21 Id. p. 403. (En español: Id. p.386).


la discursividad 273

que es, una caza de la Verdad, donde los cazadores están dispuestos a pagar
el precio que la Dama exige. ¿Pero podemos siquiera sea hablar aquí de un
“precio” cuando, si recibimos la muerte de la diosa que no podría dejarse
m irar desnuda (es decir, sin su arco), esta misma muerte vale como un don,
el don (de amor) de esta desnudez que ella no tiene y que un mortal logró,
sin embargo, sustraerle?
iQ ué resulta de esta retirada de los perros? Nada más que una dispersión
donde cada uno de ellos, por no haber hecho de Acteón su presa y, entonces,
por no poder presentarse con él frente a la diosa, se vuelve “la presa de los
perros de sus pensamientos” 22. Releamos esta página 395 de los Escritos
para oir, hoy por fin, el extremismo del cual da pruebas Lacan en esta
introducción del retorno a Freud. Porque, si devorarse a sí mismo es lo que
resulta de la retirada (por lo tanto: lo peor), la alternativa, que es el retomo
a Freud, tiene por horizonte algo como una destrucción colectiva (la que no
se produjo en el momento de la primera caza), en una comunión “casi
mística” donde Freud/Acteón, devorado ahora por los perros, le ofrecería
este devorar mismo a la Diana ctoniana para recibir de ésta, con la muerte de
todos, una confirmación de que, como la Verdad, fue efectivamente “toca-
da”.
Sólo una visión limitada de la locura puede escandalizarse con este extremis-
mo (o simular estar escandalizada); pues ¿cómo oponerse al extremo de la
locura si no es dentro de un compromiso igualmente extremo?
Retom ar a Freud, es retomar con él esta caza de la Verdad; su fin no puede
consistir más que en el gesto que se remite a ella, ofreciéndole lo que ella ha
rechazado, ya que la posición desarmada en que es sorprendida, en el baño,
es esa misma que viene a ocupar frente a ella aquél que pretende convertirla
en su presa. En este punto límite, las categorías, las diferenciaciones mismas *
desfallecen: el montero se convierte en presa y la presa se vuelve sombra y
el montero falla así, pero de la buena manera, en su caza de la Verdad.
Tenemos aquí, entonces, esta muerte transfigurada, sublime, anunciada de
entrada, puesta de entrada en el horizonte del retom o a Freud. A pesar de que
ella apele, lateralmente, a la formidable energía del masoquismo (aunque ella
sea quizás una forma de tratarlo), no está de más usar los encantos del
alejandrino para invitar a nuevos perros a semejante empresa. Veamos
presentados como tales, los cuatro alejandrinos que se encuentran al final de
la conferencia pronunciada en Viena:

~ La elección de devorarse a sí mism o antes que cejar de cuidar del O tro se vuelve patente en
!a experiencia de un psicoanálisis y. especialm ente, en los casos d e p sicosis. P ero es una regia,
para todos, que cuestionarse es más fácil, contrariam ente a ¡o q u e s e d i c e , q u e cuestionar al Otro,
es decir, que pon erlo a la escu ela de su falta.
274 la letra qu'e sufre demora

Actéon trop coupable á courre la déesse,


proie oú se prend, veneur, l ’ombre que tu deviens,
laisse la meute aller sans que ton pas se presse,
Diane á ce qu’ils vaudrons reconnaitra les chiens...

(Acteón demasiado culpable caza a la diosa,


presa donde se prende, montero, la sombra en que te conviertes,
deja que la jauría corra sin apurar tu paso,
Diana, por lo que valdrán, reconocerá a los perros...)

De acuerdo con el carácter anunciador de la conferencia, el texto de La cosa


freudiana termina con tres puntos suspensivos. También sobre tres puntitos
se volcará esta versión del retomo a Freud cuando el retorno pase al discurso.

Retamo II La discursividad
-

Ha habido gente ¿jr cada vez hay más- que se interesó;en el “retomo a Freud”
de Lacan, incluso para comprometerse en él, y con frecuencia muy adentro
desde un punto de vista personal. Se trataba, eri su mayoría, de lo que Lacan
llamaba ‘‘casos de verdad”. Pero esto no impedía cierta opacidad mantenida
en cada uno de estos compromisos: el acuerdo dado al “retomo a Freud” era
ala vez efectivo, confuso y, finalmente, silencioso, salvo este reconocimien-
to de que estaba en juego allí una verdad, con toda certeza, la del freudismo
mismo; dicho de otro modo, de cierta relación con la verdad. ¿Tal vez hay
que ver este silencio como la necesaria contrapartida de la participación
efectiva de los perros en lá caza, como el signo de un compromiso demasiado
poderoso? El hecho es que la intervención de Michel Foucault vino de otro
lugar, y que, desde 1955 hasta 1982, Lacan no recibió nunca la menor
interpretación de su "retorno a Freud", salvo enfebrero de 1969,y por obra
de Foucault.
Con su conferencia, titulada “¿Qué es un autor?”, Michel Foucault procede
a una presentación del “retomo a...” como hecho de discurso; confirma así
a Lacan el carácter freudiano de su retorno a Freud (este tipo de confirmación
es un componente fundamental de la inteipretación analítica) situando (el
agregado es, también, constitutivo de ese tipo de interpretación) a Freud
como instauradorde un discurso. Es porque Freud habrá .sido el instaurador
de una discursividad que tuvo lugar un “retorno a Freud”. Esto es lo que
Lacan oye ese día de labios d'e Foucault. Se produjo por ello la construcción
la discursividad 275

lacaniana de los cuatro discursos.


Veamos ante todo los datos cronológicos:

* 22 de febrero de 1969 - Conferencia 1


queología del saber está en prensa).
18 de ju n io de 1969 - Lacan es echado de la E co le Nórm ale
Supérieure, donde se llevaba a cabo la que
aparecerá aprés-coup com o él ditim o semi-
nario fundado sobre la topología de las su-
perficies: D'un Autre á l'autre.

* 26 de nov. de 1969 - P r im e ra s e s ió n de L'envers de la


psychanalyse, prim era le cció n en la Facul-
tad de Derecho, prim era m ención del “ dis-
cu rso" en e l sentido de la doctrina de los
cuatro discursos.

A partir de ese 26 de noviembre de 1969, el término “discurso” no será


simplemente, én Lacan, una palabra del vocabulario corriente (Cómo en el
“Discurso de Roma”), sino el nombre de una noción (como en “discurso del
amo”). Esta diferencia es tanto más marcada cuanto que se inscribe en una
tipología de los discursos.
No por eso Lacan se atendrá, a partir de ese momento, a un uso estricto del
término “discurso” ; al hablar igualmente de “discurso capitalista” o de
“discurso de la ciencia”, se verá obligado a precisar de qué se trata en su
doctrina de los cuatro discursos, distinguiéndolos como “discursos radica-
les”. Tenemos aquí una dificultad taxonómica que, como veremos, no deja
de tener importancia para el pasaje a una tercera versión del retomo a Freud.
La construcción de cuatro discursos radicales es esencialmente el producto
de una escritura: hay cuatro discursos porque esta escritura proviene de un
'“alfabeto” de cuatro létras, porque cuatro letras nunca pueden ocupar más
que cuatro lugares, y porque si se mantiene la serie de las cuatro letras como
una serie ordenada, así como la disposición de esos cuatro lugares, rió quedan
más que cuatro “frases” posibles .
Como hecho de escritura, los cuatro discursos sellan el nuevo valor dado al
“discurso”: a partir de ese momento está desunido de la palabra, y toma en
el escrito el estatus de un “discurso sin palabra”, mientras que en su acepción
habitual, el discurso permanece ligado a la palabra, incluso si esta palabra ya
no lo es totalmente por tener que presentarse como una palabra rituaüzada.
Esta construcción se puede precisar mejor como la conjunción de dos series

3 Algunos se pusieron inmediatamente a intentar modificar el orden de las letras (una empresa
a la que Lacan se opuso de inmediato) pero, curiosam ente, a nadie se le ocurrió cam biar las
relaciones con los lugares (que, sin embargo, era fácil de pensar puesto que estaban nombra-
dos).
276 la letra que sufre demora

escritas y mantenidas separadas hasta esta fecha del 26 de noviembre de


1969. La primera serie, la más antigua, es la transcripción de la -definición
lacaniana del Sujeto como “lo que es representado por un significante para
otro significante”, lo que da:

$ —> Sj —
->Sj
L aotra serie, mucho más reciente (vistadesde este 26 de noviembre de 1969)
fue construida en la inmediata prolongación del gesto de la administración-
de la Ecole Nórmale Supérieure echando / cazando (chassant quiere decir las
dos cosas, ¡qué casualidad!) al seminario de sus locales. El día dé su última
presentación en la calle tilín, Lacan ubica este acontecimiento como un
intento para liquidarlo, del mismo orden que el de 1953. Para captar la
lección que él va a extraer de este acontecimiento, es necesario recordar ante
todo que fue en esos locales de la E.N.S, donde Lacan, viéndose con los ojos
que lo veían, los de los “príncipes de la universidad” (como él los'llamaba),
iba a acreditar su decir comG algo que era una ¿nseñanza u . Pero si obtuvo
la comprobación de que su enseñanza no era universitaria, ella vino, esta vez,
ífle la administración de la É.N.S.^ya que-«so fue lo que el director adminis-
trativo le dijo en el momento mismo en que lo echaba23. Desde ese momento,
Lacan concluyó que debe haber varios tipos de enseñanza, una “universita-
ria” y, por lo menos, otra que no lo sería.
Hay aquí en el nivel de la doctrina, una toma en cuenta muy notable de. un
acontecimiento sobre ei que nos equivocaríamos si lo considerásemos como
puramente institucional. Lacan, excluido de uno de los lugares destacados
de la universidad, propone inmediatamente una escritura de la posición
universitaria. Esta escritura la hace codearse con la posición del amo y de la
histérica, cada una de las cuales responde a úna de las tres realizaciones
posibles de la serie

S, S2 a
cuando ,la insertamos en los tres lugares marcados como se muestra:

La conjunción de estas dos series de escritos* ana antigua, la otra


muy reciente, da la serie de las cuatro letras que van a escribir los cuatro
discursos:

24 “Aquí es donde se advirtió que lo que yo decía era una enseñanza”, J. Lacan, sem inario del
26 de noviem bre de 1969.
23 A trapado en la torm enta del acontecim iento, Lacan llegará a llam ar a su en señan za
“antiun iv ersitaria” . Este tipo de deslizam iento es lo que prohibirá la utilización de los cu atro
discursos. Pero si bien eso lo prohíbe, no lo im pide, com o el post-L acan lo ostentó
desgraciadam ente. ,
la discursividad 277

Pero el hecho de que la doctrina de los cuatro discursos sea el resultado de


una operación de escritura no da cuenta del hecho de que lo que se llamaba
“posición del amo”, “posición histérica o “posición universitaria”, sea
llamado discurso en ei momento mismo en que, de la calle Ulm (sede de la
E.N.S.) a la plaza del Panteón (sede de la facultad de Derecho, donde
continuará con su seminario), de D 'un Autre á l ’autre a L ’envers de la
psychanalyse, eso se reescribe.
¿Por qué la toma en cuenta de la posición universitaria (que se volvía
especialmente urgente con la exclusión del seminario) es realizada como
discurso? ¿Diremos que, al proponer que se distingan cuatro discursos unos
meses después de La arqueología del saber (que se ofrece como una
descripción de estos tipos particulares de regularidades que Foucault llama
“discursos”), Lacan experimentó la influencia de Foucault? Pero justamen-
te, al introducir, entre palabras y cosas, este nivel del discurso, Foucault
forcluye ese tipo “de explicación” con que se alimentaba “la historia de las
ideas”. Más bien -lo mostraremos- hay que ligar la adopción de la discursividad
a la conferencia del 22 de febrero de 196926 en tanto que ella produjo una
interpretación del retomo a Freud.

Uno de los elementos que permiten afirmar si una intervención tuvo un


alcance interpretativo es su efecto de corte; leemos aprés-coup que esta
intervención habrá jugado como corte. Ahora bien, ese fue precisamente el
caso, me parece, con esta conferencia.
Consideraremos, para mostrarlo, la serie de los seminarios. D 'un Autre á
1‘autre se deja áprehender como el último que tom a un apoyo decisivo sobre
la clásica topología de las superficies (la clasificación de éstas últimas es
adquirida en el siglo XIX); el paso que efectúa, con respecto a L ’acte
psychanalytique (que lo precede) es laarticulación, gracias al plano proyectivo,
del “en form a de a minúscula del A mayúscula”. Ahora bien, en los
seminarios siguientes, ya no se tratará de estos objetos topológicos, ya no se
tratará de este “en forma”: estos seminarios estarán casi exclusivamente
centrados alrededor de la escritura de los cuatro discursos (diferente, en su

^ Én Lino ral, n°. 9, Ed. Eres, TouJouse, junio 1983.


¿16 la letra que sufre demora

modo, de la escritura topológica) y sus secuelas “semánticas”. Esto seguirá


siendo cierto hasta la introducción de una nueva topología y, con ella, de una
nueva y tercera versión del retomo a Freud.
Entonces, hay efectivamente un corte notable, en noviembre de 1969, en la
perforación de Lacan. Es, por otro lado, visible en sus oyentes; así como la
escritura topológica los dejaba perplejos, reservados, si no es que aburridos,
incluso molestos por perderse, en todo caso sin voz (¿qué ecos hubo de D'un
Autre á l ’autrel Ninguno), la doctrina de los cuatro discursos provocó
inmediatamente numerosos trabajos de alumnos (lo cual no quiere decir que
todos fueron afortunados)..
Quizás se admitirá que hay allí efectivamente una ruptura en la continuidad
de los seminarios aunque rechacemos qüe Foucault feij^a tenido algo que ver.
La discursividad habría estado “en el aire”, en Francia, en los años 1970, y
tanto Lacan como Foucault se habrían agarrado de eso. A decir verdad, esta
explicación, ai igual que una que se apoyara en la influencia, no presenta el
más mínimo interés. Pero, como salimos ganando si precisamos las cosas
todo lo posible, ¡o haré aquí antes que nada desde un punto de vista semántico
y después desde un abordaje literal.
SEMANTICO: Este punto exige un recuento (rápido puesto que el texto es
accesible) de los puntos desarrollados por la conferencia “¿Qué es un autor?”
Foucault, como primer paso, hace del autor una función. Pero, una vez
enunciado, el desfasaje individuo / función no puede más que prolongarse
con la observación de que esta función-autor no interviene de la misma
manera sobre todo. Hay cierto tipo de autores.' (Foucault los llama
“instauradores de una discursividad”) que han producido más que una obra
jgjWÉpftK ía posibilidad y la regla de formación de otros enunciados. Estos
últimos pueden, en sú contenido, diferir notablemente de los textos fundado»
res; aun así, esos textos fundadores los hicieron posibles y pertenecen
entonces a eso mismo (que nombramos, por esta razón, “discurso”) que los
primeros textos han fundado. Apoyándose en esta discursividad, la confe-
rencia distingue de una manera notablemente esclarecedora las posturas
enunciativas, los tipos de producción, los estatus respectivos de los tres
modos principales del autor: el literario, el científico y el fundador de una
discursividad.
A propósito de este último, Foucault desarrolla un análisis que presenta al
“retomo a...” como intrínsecamente ligado con toda formación discursiva.
Este es el punto decisivo, el punto donde Lacan va a aceptar el desafío. Como
oyente de la conferencia, es el punto cuy a pertinencia extrae dé entrada. Pero
lo que sólo aparece en el aprés-coup de la construcción de la doctrina de los
la discursividad 279

cuatro discursos, en el acontecimiento de esta construcción, en esta construc-


ción como acontecimiento, es el punto delicado en que el análisis semántico
de Foucault es innovador, y que Lacan recibirá como una solicitud de
apoyarse en la discursividad. Este punto es el siguiente: Foucault presenta
el “retomo a...” como un “retomo de...”, puesto que el fundador de una
discursividad, hacia quien el retomo.[.retorna, es el mismo que, en tanto que
fundador de una discursividad, produjo ese retomo como lo que no dejaría
de ocurrir.
Así, por primera vez desde 1955, el "retomo a Freud" era presentado como
un "retomo de Freud", es decir, como freudiano. No es necesario que
evoquemos aquí una reencarnación de Freud, un Freud que regresaría; pero
este retomo es efectivamente “de Freud” en el sentido en que, en tanto que
instaurador de una discursividad, Freud había diseñado el lugar de esto y,
hablando con propiedad, lo convocó a ese lugar (desmarcado con respecto al
freudismo) para ser esa operación que no puede no producirse en el orden de
la discursividad.
Entendemos que Lacan haya resultado animado por un vivo ardor, que la cosa
no haya llegado a oídos sordos, y que se haya producido tras esto toda una
retoma lacaniana de lo que Foucault había introducido. Ciertamente, esta
construcción de Lacan tiene sus propias exigencias, retoma por su cuenta y
por lo tanto a su manera la cuestión de la discursividad; y no hay lugar para
suponer que se trate, en Lacan y Foucault de “la misma” discursividad.
Afirmo más simplemente, pero también con más precisión, el acontecimien-
to de una interpretación cuyos efectos se prolongan en el detalle de algunas
formulaciones lacanianás posteriores. Todo ocurre en cierto nivel (aquél
donde Lacan señala la pertinencia del análisis de Foucault) como si él
realizara el programa que aquel día Foucault había propuesto. Veamos-,
puestos en un cuadro, los diferentes puntos que podemos aislar, en el análisis
de la discursividad tal como lo produce Foucault, que sirvieron como apoyo
para la doctrina de los cuatro discursos:
1) Texto: “...regresamos al texto mismo...”
"...elprivilegio dado a la letra de Freud... ” (Escritos, p. 350)
2) Campo: “Ellos abrieron el espacio para otra cosa que no era ellos mismos,
y que sin embargo pertenece a lo que ellos fundaron.”
"...el campo del que Freud hizo la experiencia sobrepasaba las avenidas que
él se encargó de preparamos..." (Escritos, p. 387)
3) Enunciación: “...Casi no oiríamos el sonido de una indiferencia: “Qué
280 la letra que sufre demora

importa quién habla”” ' -


“El sujeto del discurso no se sabe a s í mismo en tanto que sujeto que sostiene
el discurso; que él no sepa lo que dice ; ... vaya y pase, siempre se lo ha
suplido. Pero lo que Freud dice es que él no sabe quién lo d ice " (10 de
febrero de 1970)
4) Relaciones sociales: “...la manera como ellos (los discursos) se articulan
sobre relaciones sociales...”
"...esta noción de discurso debe tomarse como lazo social ...” (19 de
diciembre de 1972)
5) Lugar del sujeto: “¿Cómo, según qué condiciones y bajo qué formas, algo
como un sujeto puede aparecer en el orden de los discursos? ¿(Jué lugar
puede ocupar en cada tipo de discurso?”
Una característica de los cuatro “discursos radicales ” aislados p o r Lacan
es el lugar que ocupa a llí el sujeto, un lugar que es diferente en cada caso
y que es nombrado de manera diferente.

6) Tipología: “Un análisis como éste, si fuera desarrollado, permitiría quizás


introducir una tipología de los discursos.”
Al distinguir ; a p a rtir del 26 de noviembre de 1969, el discurso del Amo,
Histérico, Universitario y Analítico, Lacan produce una tipología cpnstitui -
da p o r estos cuatro discursos radicales .

7) Instauración: “Hablo de Marx o de Freud como instauradores de


dicursividad.. ” /
El reconocimiento de Freud como instaurador de discursividad es lo que el
“retom o a Freud " adm itía sin saberlo. Escribir la fórm ula de un “discurso
psicoanalítico,f, cierto día (el 2 6 de noviembre de 1969), explicitaría este
reconocimiento: entonces, ese discurso cesa de no escribirse .

8) R etom o a ...: “Un movimiento que tiene su propia especificidad y que


caracteriza justamente a los instauradores de discursividad.”
“R etom o a Freud” - la consigna es proferida en Viena el 7 de novietnbre de
1955, al mismo tiempo que es reconocida “la cosa freudiana ” Corté: Lacan
cesa de s er lacaniano sellando su lazo con Freud en el “retom o a S r e u d ”.

9) Suspensión: “...a diferencia de la fundación de una ciencia, la instauración


discursiva no forma parte de sus transformaciones posteriores, permanece
necesariamente retirada o suspendida sobre ellas. La consecuencia de esto
es que definimos la validez teórica de una proposición con relación a la obra
la discursividad 281

de estos instauradores
“Freud me regarde ” (Freud me mira / Freud me concierne) (Lacan el 8 de
enero de 1969), que debe entenderse en los dos sentidos de “yo me ocupo de
é l ” y de “él me vigila "

10) Olvido: “...es necesario que primero haya habido olvido, no olvido
accidental, no recubrimiento por alguna incomprensión, sino olvido esencial
y constitutivo.”
“Freud obtuvo lo que quiso: una conservación puram ente form al de su
mensaje...esto volvía inevitable la represión que se produjo de la verdad
cuyo vehículo ellos (sus conceptos) eran. ” (E scritos, p. 458)

11) Falta: “...regresamos a un cierto vacío que el olvido esquivó o enmasca-


ró.”
Que haya una fa lta en la teoría analítica es ¡o que me p arece ver surgir en
cada instante. (16 de enero de 1957)

LITERAL: Ceñir más de cerca -dicho de otro modo, en su literalidad- lo que


fue la interpretación dei retomo a Freud que produjo Foucault en ese
momento permitirá precisar lo que es “Freud” en la expresión “retomo a
Freud”. Se plantea, en efecto, la pregunta (puesto que Freud está tomado aquí
a la vez como autor de una obra y como instaurador de un discurso) de saber
cómo interviene el “retomo a Freud” con respecto a esta doble determina-
ción. Foucault, ya desde el anuncio de su conferencia,, interrogaba: “¿Que
puede significar “el retomo a...” como momento decisivo en la transforma-
ción de un campo de discurso?” Es la pregunta misma del retorno a Freud.
particularmente de lo que opera sobre Freud a partir del momento en que
sabemos que es el de Freud en el sentido que se precisó más arriba.
He aquí la lectura que hizo Lacan de esta frase del anuncio; no solamente aísla
y por lo tanto la distingue, sino que la dice, como lo voy a mostrar, de cierta
manera: subraya el lugar de “Freud” en “retomo a Freud” como un lugar
posiblemente vacío (son los tres puntitos) y sitúa de allí lo que quiere decir
que Freud sea puesto en ese sitio:
“En el anuncio que hizo de su proyecto de la interrogación “¿Qué es un
autor”?, la función del “retomo á” -puso tres puntitos después- se encontraba
al final, y debo decir que -por ese solo hecho- me consideré convocado allí.”
(La transcripción es mía y, p o r lo tanto, también la puntuación. La fra se está
extraída del seminario que siguió inmediatamente a la conferencia.)
282 la letra que sufre demora

¡"Convocado” ! Lacan no dice que tuvo ganas de ir a oír a Foucault, o que


consideró que era un deber hacerlo. Este “convocado” no es del registro de
la estética en el sentido en que Kierkegaard la fija a la categoría de lo
interesante, no es tampoco del registro de una obligación moral que el Sujeto
se impone a sí mismo, el “convocado” sitúa en el Otro la decisión del
encuentro, indicando al mismo tiempo que no hay ningún medio (salvo
cayendo en lo peor) de sustraerse a ello. ¿Acaso no se dice en francés que uno
se rend, “se rinde” (¡Abajo las manos!) o “se dirige”, “acude” a una
convocatoria?
En ese mismo seminario D ’un Autre á l'autre encontramos, poco antes, una
réplica de Lacan que se refiere a su lazo con Freud, pero que, sobre todo,
confirma que hay lugar para desplegar, efectivamente, como lo hago aquí, tan
lejos como se pueda, las resonancias de este “convocado”. El asunto -eso es
lo que es- merece titularse “Freud lata de sardinas”. Su punto de partida es
una publicación que un lingüista conocido consagraba a Quelques extraits du
style de J. Lacan 27. “O bien saboreemos -se puede leer en ese texto- la
majestad tranquilamente bretoniana con la cual Lacan dice: Freud y yo (p.
868)”.- Ninguna competencia “científica” alcanza a justificar esta “majestad
tranquilamente bretoniana”, pero un poco de competencia habría debido
prohibir al autor la invención de ese “Freud y yo” que buscaremos en vano
en la página indicada de los Ecrits (En español: Escritos, páginas 846-847).
Aunque este artículo haya tenido alguna responsabilidad en la exclusión de
la E. N. S. (motivada por la necesidad de hacerle un lugar a una enseñanza
de la lingüística), tiene importancia por la respuesta que le dio Lacan.
Descaro por descaro, intimidación por intimidación, Lacan (desconociendo
que el “Freud y yo” es, en este caso, una invención del profesor) responde
primero destacando su trabajo sobre Freud: “¿Por qué, para este autor, que
confiesa no tener la más mínima idea de lo que Freud aportó, hay algo
escandaloso, por parte de alguien que ha pasado toda su vida ocupándose
de él (el subrayado es mío), en decir “Freud y yo”? Pero, más allá de este
argumento, a la vez legítimo y falaz (¡supone que el trabajo da derechos!),
Lacan produce en esa ocasión la última interpretación de su lazo con Freud
antes de la introducción de la discursividad.
Esta interpretación se engancha en el perchero de una historieta que ya se
utilizó cuando se trataba de mostrar cómo la pulsión escoptofílica puede ser
afectada por la castración28. Según esta historieta, Petit-Louis y Lacan están
en un barco, para una partida de pesca. Una lata de sardinas que flotaba cerca
de la embarcación fue el pretexto, en boca de Petit-Louis, de 1a ingeniosa
observación siguiente: “A esá lata, tú la ves porque la miras (tu la regardes).
¡Bien, pues ella no necesita verte para mirarte (te regarder)'.” En su “Freud

* G. Mounin, Quelques extraits du style de J. Lacan, N.R.F. no. 193, 1 de enero 1969.
Esta castración ocune cuando el sujeto reconoce su imposibilidad de dominar el punto en el
Otro desde donde lo que él da para ver se mira.
la discursividad 283

me regarde (me mira / me concierne)’', que constituyó su respuesta al


lingüista, Lacan identifica entonces a Freud con esa lata dé sardinas que no
tiene necesidadde «éfloparam irarlolfere^ariíe^. Este “Freudme regarde”
está sobredeterminado. ya que dice tanto “Freud posa su mirada sobre mí”
como “es asunto mío”. Pero esta desconstrucción en dos enunciados no debe
hacer que escape el hecho mismo de la sobredeterminación que, como tal,
tiene un.valorsignifíeaníe; la s^redeterm inación indica que éste asunto «
úméés0» 68’SÍ mío m ás q as porque tettgpqué mérmelas con esa mirada en
el Otro, esta mancha (tache) cuya i§|ftt#ncia como mirada no me deja otra
elección más que “mancharme” en la tarea (tache) de ocuparme de eso: si lo
hago ex-sistir, su misma insistencia se verá aligerada. Así, “toda una vida”
se eacueiitta^coiivwada'’.
¿Qué es lo que, en el Otro, puede tener semejante impacto? Responderemos
regresando al texto que refiere esta convocatoria: “por ese solo hecho me
consideré convocado allf’. Pero ¿qué hecho? Hay aquí una dificultad de
lectura y, por lo tanto, un interesante problema de transcripción del semina-
rio. Podemos, en efecto, de acuerdo con lo que parece que Lacan quiso decir,
admitir primero que este hecho consiste en que Foucault puso la función del
“retomo a” iÉtérmino de su anuncio; pero debemos considerar también que
Lacan profiere el texto del anuncio (que es un texto escrito, un texto que tiene
frente a sus1ojos), y que se encuentra entonces obligado, para oralizar este
escrito, a precisar que Foucault puso “tres puntitos después” de retomo a.
Ahora bien, otro hecho viene a ser dicho con ocasión de esta obligación: ya
no es simplemente que Foucault haya puesto “retomo a” al término de su
anuncio, sino qué haya puesto estos tres puntitos justo después de “retomo
a”. No es poco, ya que estos tres puntitos están en lugar de “Freud” en la
expresión “retomo a Freud”, Como se acostumbra en la puntuación del
francés (y del español),fos tres puntitos, en Lacan, son la marca de un lugar
vacío39. Yo opte^apartir de ahí, por la segunda jéetárade la frase, afirmando
que son estos tres puntitos, tomados como algo que marca un lugar vacío, los
que fueron “eser solo hecho*8que está en el origCB1deí “eonvócadQ"!*
Pero aquí está laprueba de que efectivamente «stos t a i puntaos* puestos en
ese lugar, con ese valor, son los que tuvieron un alcance de interpretación. Si
nos remitimos a la feaSé dé LSfUfl* veremos que, él sitúa allí ccmo función el
“retomo iafléré incluso que es Foucault quien, en su anuncio, había
escrito “la función délretentó a”. Ahora \3tenrw? es así. En ningdft lügardél
anuncio, ni tampoéo en laxonferentía, Foucault habló del,
“retomo a..-.”f FoHcaiilt SntredaEé “la función áátet”, escribe “retorno á,..”,
pero nunca había dé i a fup.ción dél retorno á; que resulta ser entonces una
creación de Lacan, uiíágregadoqoeélle desliza subrepticiamente a Foucault.

MEl íj’.s.i!íj senúmirio ... Ou pire incluye estos tres puntúes. alcomentario, con ocasiónde
, !aprimera sesión ÍHdediciembre de í973, Uacan precisa que sirven para "marcar un lugar
vacío*’. UnJugrjj' vctsíí) nopt.Tesoes tíRÍligarao :narcaáa. Lasfímüa de ;afobia datastiítKinio
de esto.
284 la letra que sufre demora

¿Qué quiere decir esto? Al funcionalizarel “retomo a..,", Lacan confirma el


alcance reconocido aquí de estos tires puntitos, ya que una función es algo que
le hace un lugar a una variable y, entonces, este lugar marcado con tres
puntitos está tanto más asentado como lugar virtualmente vacío cuanto que
es el lugar mismo donde viene a inscribirse una variable. En efecto, si hay,
como lo dice ese día Lacan, una función “retomo a...”, podemos igualmente
escribir esto:
RETORNO A...
o esto: f (x)
Así respondemos entonces a la pregunta que se planteó sobre saber lo que era
“Freud’' en la expresión “retomo a-Freud”. Si este retomo es una función,
entonces Freud es lo que la lógica de las funciones predicativas llama un
argumento, un termino definido y susceptible de venir a ocupar el lugar de
una variable en una función lógica. Freud es el argumento del retomo a
Freud. Pero, al mismo tiempo, damos cuenta del “convocado”, pues si esos
tres puntitos tuvieron ese efecto, aparece ahora que es porque estaba fuera
de cuestión, para Lacan, poner una variable en él lugar de este argumento.
Quiere decir también que en la expresión “retomo a Freud”, “Freud” es
tomado no como cualquiera. Pero, si no se reduce a esto en el momento del
retomo, ¿es porque su nombre de “Freud” no se puede reducir al significante
cualquiera30? Esta última pregunta es homólogade laque planteabaFoucault
en el anuncio de su conferencia: “¿Qué puede significar el “retomo a., " como
momento decisivo de la transformación de uñ campo de discurso?” En esta
formulación, Foucault revela una gran prudencia, ya que se contenta con
hacerle un lugar aquí, sin decirla como tal, a la eventualidad de que esta
“transformación”, que él Califica, con todo, como “decisiva”, no sea otra cosa
que una destrucción de la discursividad. Si el “retomo a...” es una operación
efectiva, ¿qué resulta de esto para la discursividad? ¿Es acaso esta destruc-
ción un pasáje a otro discurso o una salida -¿pero hacia dónde?- de la
discursividad?

Aportas y lím ites de la discursividad


Podemos concebir que es (en particular) porque la discursividad desarrolla
en ella misma cierto número de aporías -si no es que de paradojas- que fue
construida una tercera versión (ya no discursiva sino topológica) del retomo
a Freud. Una de las aporías, quizás la más sobrecogedora, concierne al
tratamiento infligido a “Freud” cuando, por el retomo a Freud, se encuentra

10i. Lacan (Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escuela).


la discursividad 285

como argumento de una función cuya necesidad él mismo había instaurado.


El “retomo a...” revela el acto instaurador de una discursividad como un acto
complejo: si no puede “en su esencia misma” (Foucault) no ser olvidado, es
porque es constituyente tanto de este olvido como del retorno que lo va á
levantar. El olvido de "Freud" es tan freudiano como el retomo a Freud.
Además, el carácter, reductibie de este olvido exige que admitamos que el
acto instaurador ha introducido igualmente los elementos para la localiza-
ción del olvido. Este acto instaurador, con un soló y mismo movimiento, a
la vez
* crea una obra,
* funda un discurso,
* se deja (¿se presta para?) ser olvidado como acto,
* provee los elementos que permiten la localización de este olvido,'
* da su levantamiento como posible.
Ahora bien, si la fundación de un discurso crea la posibilidad de que otros
enunciados, aparté de los del fundador, vengan á inscribirse en “su” discurso,.
si tiene una función de reunión, los tres últimos puntos mencionados más
arriba distinguen, en un movimiento opuesto, sus propios textos. El “retomo
a...”, al reanudar con el acto, al levantar el olvido primario, es también aquello
por lo cual el fundador de un discurso ya no es tomado más que como autor
de sus propios textos, o más bien no sería ya tomado más que como tal
salvo...justamente...la operación misma del retomo. El fundador de un
discurso sólo es reconocido en su acto allí donde se lo considera el autor de
sus propios textos. Esíe es el punto por el cual “retomo a Freud” equivale a
“retomo al texto de Freud”; es también el punto donde el fundador de un
discurso resulta depender del “retomo a”, ya que este “retorno a” es la única
cosa que lo hace existir como lo .que fue además del autor de una obra: el
fundador de un discurso. Freud depende de Lacan de una manera incompa-
rablemente más estrecha que Duras del M.L.F. (Movimiento de Liberación
de la Mujer), o Gide de Delay. Es que el discurso analítico, instaurado por
Freud, es también “de Lacan”, pero no es de la misma manera ni por las
mismas razones a la vez “de Freud” y “de Lacan”.
El retomo a Freud, al leer a Freud. divide a Freud en dos figuras: la del.
fundador de una discursividad de Ja que, en el límite, sólo da testimonio la
existencia misma dé este retomó, y la de un autor cuya lectura es lo único que
puede permitir reconocer por qué fue de ese tipo de autor que produjo más
que unaóbra, un discurso. Un esquema reunirá la mayoría de 14®elementos
de esta problemática.
286 la letra que sufre demora

A U T O R de u n a T E X T O (sobre) LECTURA v
o b ra

retom o com o
más
vuelco

IN S T A U R A D O R ACTO > (o lv id o ) m D ISC U R S O ►R E T O R N O A . . .


de un discurso

Aquí, de una manera quizás más ineludible que en otros lugares, el autor
aparece, en la dependencia en la que él está de lo que lo lee (el retomo), como
un “autor mediato”, como una “función autor”, como producido por la
lectura. ¿Estamos midiendo la formidable potencia que le reconocemos aquí
a la lectura? Es exactamente igual a la energía puesta a actuar en el olvido
esencial que excluía toda posibilidad de una lectura inmediata.
¿Por qué fue necesario este olvido? ¿Por qué la lectura, el reconocimiento
del acto instaurador, no fue posible de entrada? Esta última pregunta se une
a otra, de la cual no es más que la contrapartida: ¿qué ocurre con un discurso
cuando se vuelve efectivo el reconocimiento de lo que fue para él su acto de
instauración? Ahora bien, no encontramos ni en Foucault ni en Lacan una
respuesta a estas dos preguntas que vaya en la dirección de esta problemática
de la discursividad. La razón para esto es quizás que las respuestas no están
al alcance de la discursividad, que exigen ser tomadas por otro sesgo.
En todo caso, esto es lo que atestigua la existencia misma, en Lacan, de una
tercera versión de su retorno a Freud; este nuevo abordaje, topológico, vuelve
articulable una respuesta a estas preguntas, aunque al precio, es cierto, de
reformularlas. ■
Pero yo veo otra razón para la existencia de una tercera versión del retomo
a Freud, una razón que no viene de laproblemática general de la discursividad,
sino de su implantación propiamente lacaniana, esto quiere decir que es
interna a la escritura de los cuatro discursos.
Esta escritura, como toda escritura que se respete, puede escribir ciertas cosas
y no otras, y entonces obliga, en algún momento, a optar por otro modo de
lo escrito. Aunque trivial, un hecho como este no es por ello desdeñable. Al
distinguir el lugar llamado del agente y el de la producción, la escritura de
los cuatro discursos no puede mostrar cómo, en la operación de un psicoaná-
la discursividad 287

lisis, el psicoanalista puede encontrarse producido, como objeto, en este


lugar del agente. En cambio, la figura topológica del plano proyectivo
permite, puesto que es posible inscribir en ella cierto corte (el que Lacan
llama “ocho interior?’), escribir esta separación de a minúscula y de A
mayúscula, escribir a minúscula, como agente-producto, y al mismo tiempo,
la operación que, al tachar a A, lo transforma en un “campo abandonado del
goce”. Ahora bien, como la doctrina de los cuatro discursos fue introducida
con el fin de deletrear cuatro formas según las cuales “el saber es el goce del
Otro”, es molesto que la escritura de estos cuatro discursos sea groseramente
inepta para dar cuenta de la operación de vaciamiento del goce en el Otro (cfr.
seminario del 26 de noviembre de 1969).
La escritura de los cuatro discursos es una escritura de estados, no de lo que
los produce o los transforma; nó logra asir estas transformaciones más que
interpretándolas como cambios de discurso. Pero sería necesario que la
distinción de cuatro discursos radicales recubriera la totalidad del campo de
la experiencia para poder suponer que no hay más cambios que los que están
dados por estos pasajes regulados de un discurso al otro. Vimos que tal
forzamiento de la experiencia nunca estuvo contemplado, al menos por
Lacan.

R etom o III - Si lo que le fa lta a Freud...


Podemos poner como fecha el 14 de enero de 1975, en la segunda sesión del
seminario titulado parala invención del cifrado nodológico del retomo
a Freud. ¿Hay acaso uti verdadero cierre áe esta tercera y ultima versión con
la entrada misma de este retorno que, como lo hemos notado, es inmediata-
mente posterior a la presentación de ese tríptico? ¿Habrán sido necesarios
tilinta años para reunir el 8 de julio de 1953 (fecha de !a conferencia oientínca
que presentó a S.I.R. por primera vez) con el 7 de noviembre de 1955
¿(conferencia de "ffcÉfc a la operación de m retorno a “la ¿osa
freudiana”5¡l ¿Treinta agos para que se planteará, .tente, el problemaSe-
la articulación de FreuScon R.S.Í.? Este tipo de cosas, lo sabemos, avaliza
lentamente. ¿Es esta, como decía Pierre Soury, “la buena lentitud” de la
efectuación del retorno a Freud?
Esta sesión del 14 de enero de 1975 es especialmentejmportante: por primera
vez, Lacan in to feé ^ feomoiáLeon lo que puede tener áe.específico, el nudo
borromeo conM¡ÜCffi aallfós de cuerda31. '
Ahora bien, en esta misma sesión, encontramos también:

31 Se consultará sobre estos puntos los trabajos de P. Soury Cen Uttoral nos. 5 y 6, y también
su opúsculo vendido por la Escuela de la Causa), así como M. Viltard, “Uñé présentation de
lacoupure: le nceud borroméen généralisé” ,en Littoral n° 1, Ed. Eres, Toulouse, mayo de 1981.
(En español: “Una presentación dei corte: el nudo borromeo generalizado” Littoral no. 4. Ed.
La torre abolida. Córdoba. Argentina, 1987.)
288 la letra que sufre demora

*•una clav&de escritura para una lectura histQQZada del conjunto del
trabajo de Lacan. Esta clave coincide con la puntuación que introduzco
aquí' siguiendo el hilo del “retorno a Freud”: Latían hace notar que primero
.puso el acento-sobre el imaginario (éste es el Lacan lacaniano de la tesis» del
estadio del .espejo- y del conjunto de trabajos que preceden a La cosa
freudiana, luego sobre lo simbólico (este es el Lacan freudiano, comprome-
tido en la operación de únteteme a Freud, soportado primero por un mito y
luego-pensado, a partir de Foucault, como acontecimiento de discurso), y
finalmente sobre el real que; a pesar de haber Sido nombrado ya en 1953, soló
encuentra su ¿status con el nudo, borromeo y, por ío tanto, esencialmente, el
día en que, al introducir el nudo de cuatro, se vuelve pensable abordar la
cuestión...del borromeo generalizado como la cuestión despropio
borromeaflismo. En efecto,si bonomeqgeneraíizado és esffenotable nudo de
tres que puede obtenerse por una puesta en continuidad cierta presenta-
ción del nudo, de ¿üatfO...Á esta tercera acentuación le corresponde entonces
* una nu#va -versión del retamo a.Freud cifrada ahora con esta
presentación del nudo de cuatro.
Así;, el mismo díaen.que introduce ese nudo, Lacan día una nueva señaliza-
ción ,de su própio trabajo y una nueva versión de su retorno á Freud,
Antes de esta fecha del 14 de enero de 1975, Lacan había puesto en
correspondencia la escritura de! nudo borromeo y la serie de los enteros
naturales, y había sugerido con esto que cierto nudo borromeo podía escribir
el cuatro. Ciertamente, esla numeración escrita nq es muy cómoda para
realizar las operaciones de aritmética elemental, pero como numeración
escrita ofrece el hecho notable de que comienza en el tres. Con esta
preséntaeíófit del nudo borromeo, ét¡fiteo ?erá'escrito como sigue:
#

Vemos, que eseoncebible escribir cualquierentero naturalá partir del tres, y


por lo tanto, entre ellos, el número cuatro. Pero el nudo de cuatro introducido
por Lacan el 14 de enero de 1975 es tornado por otro sesgo: ya no es

32 Según esta coincidencia, la preeminencia del imaginario valdría desde 1932 hasta 1955, la
del simbólico desde 1955 hasta 1975. y la del reai después de i 975.
la discursividad 289

simplemente otra presentación, sino una toma en cuenta de una especificidad


del cuatro borromeo, quizás alcanzada gracias a esta otra presentación.
Heia aquí. Está tanto más justificado que llevemos allí las diversas identi-
ficaciones de las consistencias a las que procedió Lacan cnanto que, de
inmediato, él mismo interpretó de esta manera su lazo con Fread.

La lectura del retomo a Freud con este nudo de cuatro descansa sobre cierto
número de decisiones que pueden ser expiicitadas como sigue:
1) Hay, en Freud, elementos susceptibles de acoger el imaginario, el
simbólico y el real; son cofno puntos favorables a un injerto, más particular-
mente,. a estos injertos.
2) Hay, en Freud, la exigencia de una efectuación de un anudamiento
borromeo.
3) Pero este anudamiento, por el hecho de la no puesta a la luz de las tres
consistencias, responde a algunas exigencias específicas;particularmente, la
designación hecha por Freud de una “realidad psíquica” que no tendría así
otra fundón que la de ser esta cuarta consistencia que viene a asegurar el
anudamiento borromeo.
¿Cuáles son, en Freud, los elementos susceptibles de aceptar este injerto del
real, del simbólica y del imaginario? ¿Qué es lo que, en Freud, vendría a
confirmar que estos tres nombres que se le “deslizarían bajo- los pies”
(Lacan), lejos de venir como cuerpos extraños a la doctrina freudiana, por el
contrario la revelarían a ella misma? Como- en este estudio no sé trata de
plantearle estas preguntas a Freud, me contentaré con mencionar cómo
¿yu La letra que sufre demora

Lacan las respondió en aquel momento.


* El simbólico, a primera vista, aparece como lo que presenta menos
dificultades. Corresponde a lo que Lacan subrayó más abiertamente en
Freud: las formaciones del inconsciente, a partir de la cuales el freudismo se
encuentra centrado nuevamente por la función de la palabra y por el campo
del lenguaje,
* Para ubicar en Freud lo que correspondería al imaginario, Lacan
regresa a sus primeras consideraciones sobre Freud. Unos cincuenta años
más tarde, esta reconsideración es tanto más notable cuanto que se presenta
como una reinterpretación de los primeros juicios. Lacan, como lo mencio-
né, encontraba en ese entonces que la teoría analítica del narcisismo era
insuficiente; después, El estadio del espejo prolongó positivamente esta
observación fijando el narcisismo' a la imagen, negando así al Yo de la
segunda tópica toda función perceptiva. Ahora Lacan, situado de otra
manera en su relación con Freud, revierte esta primera argumentación: el
hecho de que Freud atribuy a al Yo un papel en la percepción vale como un
reconocimiento, por parte de Freud, del imaginario, reconocimiento que de
alguna manera viene “de rebote”, puesto que la percepción es lo que viene a
tapar el agujero del imaginario. Si Freud liga ese tapón con el Yo, admite
implícitamente que el Yo encuentra su estatus por el imaginario33.
* Para la articulación de lo que respondería, en Freud, a la categoría
del real, hay que remontarse hasta el seminario anterior a R.S.I.; Lacan
designa ahí un nombre del real en Freud: lo oculto34. Nos atrevemos hoy, por
fin, a comenzar el abordaje de la cuestión de lo oculto en Freud.
Si admitimos la validez de estas correspondencias (cada una merecería ser
discutida), se desprende de ello que se vuelve pensable la operación a la que
se consagra Lacan de “deslizar bajo los pies” de Freud R.S.I.
Freud no distinguió R.S.I.; por lo tanto, tampoco pensó en anudarlos. En este
sentido, “contrariamente a un número prodigioso de personas, desde Platón
hasta Tolstoi, Freiid no era lacaniano”. Esta afirmación es importante pues
(salvo en el caso en que lograríamos reducirla) se presenta como un escollo
a todo intento de interpretar el jetomo a Freud como un retomo de Freud en
el sentido de la reencarnación. Si Lacan es una reencarnación de Freud,
entonces lo que es “de Lacan” es también “de Freud” y Freud es necesaria-
mente lacaniano.
Pero a pesar de no haber pensado en anudar a R.S.I., Freud no escapa por ello
del anudamiento. En efecto, este anudamiento no puede no producirse, pues
se sitúa en el nivel del principio. En Lacan, hay solidaridad entre este

33J. Locan, Seminario dd 17 de diciembre de 1974.


34 i. Lacan, Seminario del 11 de diciembre de 1973.
la discursividad 291

principio de un anudamiento borromeo de las tres dimensiones.habitadas por


el ser hablante y estas tres dimensiones mismas que, si son efectivamente lo
que se dice,. a¡saber dimensiones* no podrían ser distinguidas- únade otra por
el Sentido; entonces, es necesario homogeneizarías para darles su estatus de
dimensión, para poner a prueba la cuestión de saber si se mantienen juntas,
como “tres dimensiones”, independientemente de lo que cada una pueda
recibir de sentida al ser nombrada de tal o cual manera. Esto- es lo que está
en juego en. el borromeo: si hay un nudo borromeo' con tres círculos de hilo,
entonces la- invención de R.S.L se confirmará como la de tres dimensiones
susceptibles de tomar el lugar, hasta entonces sólidamente protegido de las
coordenadas cartesianas.
Este punto donde Freud, como todos, como cualquiera 35r está sometido al
anudamiento, es también é l punto agujero donde tanto “freudiano” cotno
**lacanianowse encuentran reducidos en su alcance calificador. Éste punto no
se puede convertir en índice por ningún nombre propio; éstos están tanto más
radicalmente excluidos de ahí cuanto que el lugar está ocupado por “borromeo”,
que es el nombre dé la cuestión de la dimensión:
En cambio, los nombres propios tienen justificada su función designadora
cuando se trata de la “realidad psíquica” en Freud (esta cuarta cuerda qué él
hilvana entre otras tres -R.S ,I.~ simplemente apiladas,-con el fin deconstituir,
a pesar de todo, el anudamiento), consistencia “que hay que referir a la
función llamada del padre”, o cuando se trata de su reducción en Lacan, con
el pasaje del nudo de cuatro al nudo de tres.
Llegado a este punto de Ja elaboración de su lazo con Freud,.Lacan, desde el
13 de enero hasta el 11 de febrero de 1975, franquea el umbral al enunciar,
en el curso de esta última sesión, que hay en Freud “elisión de mi reducción
al imaginario al simbólica y al real como los tres anudados”. Leimos bien:
ELISION.
Una elisión es una falta localizada como tal; por ejemplo,, hay en ‘Télision”
una elisión, la de una a minúscula cuya elisión está tanto más asegurada
cuanto que en su lugar viene el apóstrofeque le impide reaparecer en ese lugar
y señala su elisión. Por otro lado, la retórica, al clasificar a la elisión como
un meíaplasmo por supresi&tf, subraya ella misma esa falta como localizada.
Así, Lacan. no se contenta aquí, entonces, con producir una implicación,
como lo hacía un mes antes; no dice simplemente que si uno desliza bajo
Freud R.S.L y si uno lo considera como sometido al anudamiento, entonces
su “realidad psíquica” debe tomarse como esta cuarta cuerda que- viene a
anudara las otras tres. ‘Ahora Lacan va mucho más lejos, ya que, al hablar
íleaaaelisfón en Freud, señala ana falta en Freud,pero también una falta “de

35 Como Joyce, Cfr. J. Lacan, Le sinthome, en« particular, seminario del 11 de mayo de 1976.
292 la letra que sufre demora

Freud” en el sentido de que es Freud el que la produce, en que es el texto de


Freud el que es portador de esta elisión, el que la designa como él apostrofe
designa la elisión de “a” en “Vélision”.
La “realidad psíquica” es este apostrofe que elide (no elude), pero que
también señala la elisión en Freud de la reducción posible de la p(at)er-
versión. Con su cifrado dentro de una escritura nodal, el retorno a Freud
resulta ser, para terminar, un retorno a lo que le falta a Freud: le falta a Freud
la falta de la versión del padre.

¿Re-agujero (retrou) a Freud?

* Hubo una doctrina lacaniana anterior


a la operación del retorno (retour)
a Freud. ...retorno a Freud
* Hubo, en Viena, el anuncio de un
retorno a Freud con tres puntitos
al final. retorno a Freud...
* Hubo también esta reelaboración del
retomo a Freud a partir de su
introducción, por Foucault, como
hecho de discurso. retorno a...Freud

* Finalmente, provocado por la


inestabilidad de estos tres
puntitos, este desplazamiento de “r”. ¿re...agujeró a Freud?
(re...trou)

En Caracas, en una de sus últimas intervenciones públicas, Lacan decía:


“Vengo aquí antes de lanzar mi Causa freudiana. Ustedes pueden ver que
me atengo a este adjetivo. Ser lacanianos les corresponde, si ustedes quieren.
Yo soy freudiano.”
A partir del presente estudio de las tres elaboraciones sucesivas del retomo
a Freud, ¿cómo responder a esta solicitación, si es cierto que la hay? Hago
notar antes que nada que ninguno de los reagrupamientos que invocan a
Lacan se presenta (junio de 1983) como una “escuela lacaniana de psicoaná-
lisis”. Con toda razón, ya que el retomo a Freud volvió caduco definitiva-
mente todo apoyo sobre Lacan en tanto que calificador. Queda Freud. Pero
como nos abstenemos de precisar lo que quiere decir “freudiano” con Lacan,
la discursividad 293

esta referencia a Freud está hoy retirada hacia atrás con respecto a la
problemática del retorno a Freud.
Si nos mantenemos en el reconocimiento del carácter freudiano del retorno
a Freud, si nos atenemos a este freudismo, ¿cómo responder? Si hubiera
resultado que R.S.I. es lo que le falta a Freud, entonces el retomo a Freud
habría operado una perforación efectiva en Freud. Y no vemos por qué nos
prohibiríamos, a partir de esto, nombrar como sería conveniente a una
institución para el psicoanálisis, o sea: escuela borromea de psicoanálisis. El
psicoanálisis se reinscribiría entonces más netamente en la ciencia (el
problema del anudamiento borromeo es matemático, Lacan pretendía tratar-
lo “matemáticamente”; él trabajaba en este tratamiento de una manera
privilegiada con el matemático Pierre Soury), y la existencia de una “tercera”
versión del retorno a Freud manifestaría que la transformación decisiva de
una discursividad, realizada por la operación de un “retomo a...”, es una
destrucción de la discursividad, una salida a la ciencia de la discursividad (no
la instauración de un discurso diferente o el pasaje a un discurso diferente).
Semejante paso se encuentra en la extrema avanzada del retomo a Freud;
supone la solución de cierto número de problemas hoy apenas abordados. He
aquí, sin afán de exhaustividad, algunos de estos problemas:
* ¿Confirmará una lectura de Freud a R.S.I. como falta en Freud?
¿Qué utilización, qué reorganización de los conceptos de Freud resulta de la
localización de esta falta?
* ¿Cuál es el estatus matemático de la topología lácaniana? Pero
también y recíprocamente: ¿En qué cuestionaría dicha topología (como lo
atestiguaba el trabajo de P. Soury) lo que sería el primado del algebrismo en
matemáticas? ¿Encuentra acaso el tríptico de R.S.I., en el nudo borromeo
generalizado (de donde se engendra un campo que ya no es el de una
geometría de la sierra) el materna capaz de producir estos tres registros como
tres dimensiones?
* ¿Qué modificaciones son aportadas a la práctica analítica con la
puesta a la luz de estas tres dimensiones? ¿Tiene su anudamiento en cada
análisis la misma apuesta real que la perforación lacaniana de Freud: una
reducción de la versión del padre edípico?
Sumario

Introducción para una clínica psicoanalítica del escrito......................9

Primera parte
acerca del camino abierto por Freud

Capítulo uno Freud coquero.................................................................25


Capítulo dos la histérica en suma....................................................... 41

Segunda parte
los sesgos de lo literal

Capítulo tres traducción, transcripción, transliteración......................67


Capítulo cuatro el “pas-de-barre” fóbico................................................ 79
Capítulo cinco donde el deseo bribón vale nada..................................105

Tercera parte
doctrina de la letra

Capítulo seis lectura de un desciframiento........................................119


Capítulo siete la “conjetura de Lacan” sobre el origen de la escritura 145

Cuarta parte
función persecutoria de la letra

Capítulo ocho del discordio paranoico................................................ 169

Quinta parte
la letra que sufre demora

Capítulo nueve el “engarzamiento” de la transferencia....................... 227


Capitulo diez la discursividad....................................................... 255
Conclusión el estatus psicoanalítico de lo sexual.......................... 295

Indice Terminológico y de Nombres Propios..........................................303

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