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Tema 7: KERYGMA DE JESUS

En este capítulo estudiaremos el contenido, objetivo, método y el puente de la Buena


Nueva anunciada por Jesús.
El predicador de Galilea inició su ministerio con una proclamación (kerygma) bien
definida, con un contenido específico y una metodología especial. Jesús mismo era
Evangelio y Evangelizador. Él era el mensaje y el mensajero a la vez. Vivía lo que
predicaba y predicaba lo que vivía. Su estilo de vida jamás contradecía sus palabras, y
éstas a su vez iluminaban el sentido de sus acciones. La Buena Noticia no es algo. Es
Alguien. Se trata de una persona que encarna la Buena Nueva de Dios a este mundo.

1. Contenido del Kerygma de Jesús: El Reino


La religión de Israel había caído en el formalismo exterior. Las desafiantes voces de
los profetas habían sido suplantadas por las tradiciones humanas. Los ritos vacíos
sustituían la misericordia y la fe. El derecho era pisoteado por los poderosos, mientras
los pobres vivían sin esperanza de justicia. La cátedra de Moisés había sido usurpada por
los escribas y fariseos, mientras que los estandartes romanos ondeaban en la Torre
Antonia..."...entonces apareció Jesús": Mt 3,13. Cuando nadie lo esperaba, de Galilea de
los Gentiles, allende el Jordán, se encendió una luz que habría de iluminar a cuantos
vivían en sombras de muerte. El nombre de este alegre mensajero era "Jesús", que
significa: "Dios salva", y era hijo de María de Nazaret. Su grito rompió el silencio y su
voz resonó por todas las sinagogas del país, anunciando una nueva doctrina que
asombraba a todos (Me 1,27).

1.1. Mensaje central: El Reino


Si de alguna manera se pudiera sintetizar su mensaje, sería con esta corta frase: el
Reino (Mc 1,14). El Reino no es un sistema político ni se reduce a un espacio
geográfico, sino que se refiere a la efectiva y real soberanía de Dios sobre su pueblo, que
libremente acepta su autoridad mediante la obediencia de su Palabra (J. Jeremías).
La Buena Nueva de que el Reino ya había irrumpido en este mundo, era gritada a los
cuatro vientos; por eso se le llama kerygma. Los tres primeros evangelistas coinciden en
sintetizar así la proclamación de Jesús. Mientras Marcos recalca la inminencia de su
llegada del Reino (Me 1,14), Mateo insiste en que el Reino mismo es una Buena Noticia
(Mt 4,23), y Lucas subraya la necesidad de anunciar dicho mensaje (Lc 4, 43). La Nuena
Noticia de Jesús se hace presente y palpable en las diversas acciones que realiza Jesús:
en las sanaciones, en las liberaciones, cercanía con los pobres, en las multiplicaciones de
panes, resurrecciones, etc. (Lc 4,16).
Para iluminar este misterio, Jesús usó una gran variedad de imágenes, en las cuales
resaltaba diferentes elementos. No realizó grandes disertaciones o discursos filosóficos,
ni complicaciones rituales sino con la sencillez de sus parábolas, definió el perfil del
Reino de Dios.

1.2. Características del Reino


1.2.1. Jesús, Buena Noticia del amor de Dios
La Buena Noticia del Reino no era sólo el anuncio de promesas, sino la presencia
misma de Jesús, activando la salvación de Dios. El Reino se personifica de alguna
manera en él mismo, Palabra hecha carne. “Evangelio de Jesucristo” quiere decir que
Jesús Mesías es la Buena Noticia. Lo más importante no es lo que dice con su boca. Su
persona es la Palabra misma de Dios que muestra un mensaje: “Tanto amó Dios a este
mundo, que envió a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que
tenga vida” (Jn 3,16). En varias ocasiones, sobre todo en el Evangelio de Juan, Jesús se
presenta como el mensaje mismo (Jn, 6,51; 8,12; 10,9; 10,11; 11,25;14,6).
En el Reino no existe una ley que deba ser cumplida, sino una persona que encarna
los valores del Reino: Jesús. Él es la Buena Noticia. Su mensaje no es una teoría, sino un
estilo de vida. Por eso, más que hablar del perdón, perdonó siempre a la Magdalena, a
Pedro y de manera singular a sus verdugos. Amó a todos, especialmente a sus doce
discípulos, a los pobres y a los pecadores. No vino a que le sirvieran, sino a servir. Todo
lo hizo bien y nunca hubo doblez en su corazón. Habló siempre con la verdad y, siendo
pobre, abanderó la justicia y la paz.
Su estilo de vida era una lámpara para iluminar el itinerario de la autenticidad. No
aceptó el camino fácil del triunfalismo mesiánico, Renunció a ser rey, para hacerse el
servidor de todos. No vendió su libertad interior para complacer a los que ostentaban el
poder civil o religioso. Nunca se sintió menos que los ricos de este mundo, pero
tampoco más que los pobres y pecadores. Supo relacionarse perfectamente con Dios
como un Padre, pues tenía la experiencia de ser el Hijo de las complacencias.
En su corazón jamás germinó la cizaña de la ambición o la Codicia. Era libre de todo
apego a las cosas materiales. Siendo rico, se hizo pobre, No tenía ni dónde reclinar la
cabeza y llegó al extremo de morir desnudo. No aceptó todos los reinos de la tierra
cuando le fueron propuestos por Satanás, o el trono que los judíos quisieron ofrendarle,
después de la multiplicación de los panes. En resumen, Jesús mismo, con su estilo de
vida, no sólo es el mensajero, sino que encarna el mensaje. Precisamente por eso, con
toda autoridad proclama: "aprendan de mí", porque su vida misma es la más grande
enseñanza del Reino (Mt 11,29).
1.2.2. Dios es Padre
El kerygma de Jesús estaba cimentado sobre una roca firme y estable. En el Reino ya
no tiene sentido la noción de un Dios temible y justiciero, sino que se trata de un Padre
bueno que hace salir el sol sobre justos y pecadores (Mt 5,43). Su amor no se mide de
acuerdo a la conducta de los hombres, sino que brota de su ser de padre amoroso. Los
judíos tenían tanto respeto a Dios, que casi se adentraban en la frontera del temor. Jesús
viene a revelar que ese Dios santo y trascendente, ama a todos los hombres,
especialmente a los más necesitados.
Es más, no solamente es padre, sino "abbá", papá amoroso, que acoge a su hijo
fugitivo; y antes de ponerle un vestido nuevo, lo arropa con besos y abrazos. En vez de
rechazarlo por dilapidar la herencia o recriminarlo por haber difamado el nombre de la
familia, lo recibe con una gran fiesta, matando el becerro que había estado engordando
para ese día. Le otorga otra vez el anillo que da derecho a los bienes, le devuelve el
vestido de la dignidad de hijo, y concede sandalias nuevas para realizar contratos de
compra-venta con los bienes paternos. Su misericordia es siempre mucho mayor que
cualquier pecado. Por su Darte. El hijo mayor, que representa a quienes se consideran
justos y buenos, Solamente cumplía las órdenes laborales, pero nunca había
experimentado que tenía derecho a matar el becerro cebado y vivir en permanente fiesta.
No se consideraba hijo, sino simple siervo (Le 15,11-32).

1.2.3. Jesús, Buena Noticia para los pobres


Lo más asombroso, y hasta cierto punto desafiante para la mentalidad religiosa
contemporánea, era cuando Jesús gritaba a los cuatro vientos que Dios amaba
particularmente a quien carecía de todo. Dios había tenido misericordia de los pecadores
y era a ellos a quienes había enviado a su Hijo único.
Para la ideología de aquellos tiempos, todo transgresor de la ley, ya encontraba serios
problemas si intentaba acercarse a Dios. Pero que Dios mismo fuera quien saliera en su
busca, como lo anunciaba Jesús, era absolutamente inconcebible. Por eso, para desafiar
sus estructuras, formula una pregunta muy comprometedora: ¿Quién de vosotros que
tiene 100 ovejas y pierde una, no deja las 99 en el desierto y va a buscarla hasta que la
encuentra? ¿Quién se atreve a arriesgar 99 ovejas solas en el desierto, expuestas a las
bestias salvajes? Si se considera a las 99, lógicamente la respuesta es negativa. Pero
Jesús sorprende cuando afirma que el Buen Pastor decide ir a buscar la oveja perdida.
Por eso, Jesús no va a la Sinagoga de Jericó, donde se encuentra la "gente buena" de la
ciudad, sino a la casa del pecador más grande de la región: Zaqueo (Le 19,1-10). Se
sienta a la mesa de gente de mal vivir y transita por la tierra de los Samaritanos. Esto le
cuesta el poco honroso título de "amigo de Publícanos" (Me 2,15-16).
Al banquete del Reino son invitados los desheredados, pues el Hijo del hombre no ha
sido enviado a los justos sino a los pecadores. Son los cansados y agobiados quienes
pueden ser liberados de sus fardos. Incluso afirma que nadie que a él recurra, será
echado fuera. Así pues, todo hombre gozará de la garantía de la aceptación divina,
cualesquiera que sean sus antecedentes penales. Desde entonces, el pecado no es
obstáculo para acercarse a Dios. Al contrario, si se reconoce, es el punto de partida para
ser justificado. Ciertamente este mensaje no era comprensible, porque contradecía la
actitud farisaica de quererse salvar por sí mismo. Por eso simplemente se acepta o se
rechaza. Ante la persona de Jesús no puede haber términos medios. El que no está con
él, está en su contra.

1.2.4. El Reino de la fraternidad


Si Dios es Padre, en consecuencia, todos somos hermanos. El primer mandamiento,
amar a Dios, va indisolublemente unido al segundo: amar al prójimo. La Nueva Ley
consiste en amarnos los unos a los otros como él nos amó, y es el distintivo que
caracteriza a sus discípulos (Jn 13,34). Cuando un escriba interrogó a Jesús con el fin de
ponerlo a prueba, el Maestro contestó con una parábola que definitivamente sentenció su
muerte en manos de los que se habían establecido en la cumbre de la pirámide religiosa
de Jerusalén. Presentó como modelo de cumplimiento de la nueva ley del Reino, a un
hereje Samaritano, que no había recibido el sacramento de los hijos de Abraham: la
circuncisión (Le 10,29-37).
Para los judíos de entonces, como para mucha gente de hoy, el cumplimiento formal
de la Ley, era el valor supremo. Sin embargo, él, como Señor del sábado, curaba,
arrancaba espigas y hasta hacía lodo para restablecer la vista de un ciego de nacimiento.
Con esto significaba que el amor estaba por encima de la Ley misma. Jesús da el
verdadero sentido a la Ley. Es así como realizó un milagro muy significativo un sábado,
en una sinagoga: la curación de un hombre que tenía la mano derecha paralizada (LC
6,6-11).
Para Jesús la lógica del Reino no es la misma lógica del mundo; la del Reino de Dios
es distinta:
 En el Reino, los últimos serán los primeros.
 Hay más dicha en dar, que en recibir.
 Las prostitutas y pecadores aventajarán a piadosos escribas y meticulosos
fariseos en el Reino de los cielos.
 El más grande, es el que sirve.
 El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado.
 Hay más alegría en el Reino por un pecador que se convierte, que por 99 justos
que no tienen necesidad de penitencia.
 En el Reino, lo más importante no son los ayunos, las largas oraciones o las
anchas filacterias, sino la justicia, la misericordia y la fe.

1.2.5. Valor de la persona humana


En el Reino, la persona vale por sí misma, independientemente de su condición social
o religiosa. La dignidad del hombre no radica en lo que tiene, sino en lo que es, hijo de
Dios; y en su capacidad de servicio a los demás. Por eso, Jesús testifica con su vida y
predica de muchas formas, que es absurdo invertir la vida acaparando riquezas o
depender de ellas. De esta forma, el mensaje del pobre predicador de Galilea era una
estocada para todos aquellos que trataban de enriquecerse con bienes materiales o con
méritos delante de Dios. Una mujer fue sorprendida en adulterio. Según sus acusadores,
respaldados por una ley escrita en frías piedras, no merecía seguir viviendo. Sin
embargo, ella se convierte en el mejor testimonio de cómo se valora la persona en el
Reino (Jn 8,1-11).
Jesús restablece a la suegra de Pedro, que congregaba todos los agravantes de un
marginado: mujer, enferma, suegra y era una carga para los demás. Pero Jesús restaura
su valor y la capacita para el servicio, haciéndola valiosa y necesaria para los demás (Le
4,38-39). Otras mujeres, como la Magdalena, Susana y Juana, fueron integradas al grupo
íntimo de los suyos, porque eran valoradas como personas (Le 8,1-3).
Los niños, que no contaban en la sociedad judía antes de los trece años, no sólo
fueron objeto de su predilección y atención, sino que incluso fueron puestos como el
modelo para entrar al Reino (Mt 18,3-10).

1.2.6. Salvación y perdón gratuitos


Todo el sistema religioso del pueblo de Israel giraba en torno a este presupuesto: hay
que ser bueno para acercarse a Dios; o por lo menos, hay que purificarse para no ser
fulminados por el fuego de su santidad. Con variedad de signos y parábolas, Jesús ponía
el centro de atracción en otro polo: la salvación ni se compra ni se merece, sino que es
un don del amor de Dios, que invita a su banquete a quienes no ostentan ninguna riqueza
ni privilegio de este mundo (Le 14,12-14).
Jesús derribó de su pedestal a todos cuantos confiaban en sus méritos, cuando narró la
parábola del dueño de la viña que salió desde las seis de la mañana a contratar operarios
para su campo. A las nueve, las doce y las tres volvió a buscar más obreros. A las cuatro
de la tarde lo hizo por última vez. Al caer el sol, llamó a quienes trabajaron sólo una
hora y les dio un denario completo. Los que habían llegado muy temprano se
imaginaron que ganarían mucho más, pero recibieron su paga de acuerdo a su contrato
(Mt 20,1-16).

2. Obstáculos del Reino


Aunque la puerta del Reino está abierta y no se exige cuota de entrada, el camino es
estrecho y está sembrado de obstáculos que impiden su ingreso

2.1. Considerarse justo y mejor que los demás


Tal vez la parábola que más sacudió la institución de Israel, fue la del fariseo y el
publicano, que subieron juntos a orar al templo. El que confiaba en sus buenas obras,
ayunos y cumplimiento formal de la ley, no recibió la justificación. En cambio, quien
simplemente reconoció su pecado y se abrió a la misericordia divina, pudo experimentar
el perdón (Le 18,9-14).
2.2. Confiar en las riquezas
La palabra del maestro de Galilea fue un látigo que fustigó a los potentados, cuando
expresó con toda claridad: es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja a
que un rico se salve (Me 10,23-27). Las riquezas zanjan un abismo de indiferencia frente
a las necesidades de los pobres (Le 16,19-31).

2.3. El pecado
Porque esclaviza (Jn 8,34), se opone a la libertad que caracteriza a los hijos del Reino.
Entre los pecados más graves en el tabulador del Evangelio, se encuentran: no
compartir, ignorar al necesitado, la hipocresía y el aprovecharse de las cosas santas en
beneficio personal.

3. Objetivo del Kerigma de Jesús: la salvación


El pasaje que resume maravillosamente su misión en este mundo, se encuentra en su
carta de presentación en la sinagoga de Nazaret, cuando él mismo, partiendo de una
premisa, definió su objetivo en cinco puntos: El Espíritu de Dios está sobre mí porque
me ha ungido y me ha enviado: Lc 4,18-19. Jesús ha sido enviado al mundo para salvar
al hombre en su integridad (Jn 3,16).

4. Respuesta al Kerigma de Jesús: Nacer de nuevo


Todo este mensaje de Jesús parecía maravilloso. Pero la gente siempre se preguntaba:
¿Cuál es el camino para apropiarse el don de la salvación? Jesús dio la respuesta clara y
definitiva: En verdad te digo: El que no nazca de lo alto, no puede ver el Reino de Dios
(Jn 3,3). Jesús se refería a un cambio completo de mente, que exigía dejar las
seguridades humanas y religiosas, para depender solamente del amor misericordioso de
Dios. Romper con el propio esquema de vida, para que Dios y su voluntad fueran los
que dirigieran los destinos de las personas y de la humanidad.
Los sinópticos ofrecen tres facetas es este nacer de nuevo: a) conversión y fe (Mc
1,15); b) convertirse y hacerse como niños (Mt 18,3); hacerse pobre como Jesús (Mt
5,12; Lc 6,20).

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