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I F R?

NESIS
CATEDRA
¡ NIVERSITAT DE VALENCIA

1
Memoria social
James Fentress y Chris Wickham

Colección dirigid:! por:


Pedro Ruiz Torres, Sergi o Se villa y Jcnaro Talens

Memoria social

Traducción de Carmen Martinez Gimeno

F R9NESIS
CATEDRA
UNIVERSITAT DE VruNCIA

-
Titulo original deja obra:
Soáal Mffl10ry

l.' edición, 200]

Índice
Ilustración de cubierta: Samuel Bough, Wiffl/ ofa Mallufacllldng Tou}fI,
Londres, British Museum l'ltl)I.OOO DEL EDITOR ...................................................................... ......... . 11

INfR'OOUCCIÓN........................................................................................... 13

C~pltuJo primero. Recordar...................................................................... . 19


Sobre lo que hay dentro de nuestra cabeza .................................... .. 19
(Memoria de la historia o ..historia.. de la memoria? ...................... . 26
Resel"l'ados lodoo J[)!, dcre<:hos. El contenido clt esta obra eSI:I protegido La memoria en su contexto .............................................................. .. 43
por Ja Ley, que eSlablttc penas de prisión y/o multots, ademas de la.s
corrC'Spondientes inclemniuciones por daños y perjuicios, ~ra
quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunkaren 1,i¡lprtulo 2. Ordenamiento y tr.l.nsmisi6n de la memoria sociaL. ........ . 63
públic;¡mcnte, en lodo o en parte, una obra literaria, anistic;¡ Memoria oral ...................................................................................... . 63
o científic;¡, o su uOInsformación, interpreución o ej«ución Memoria narrativa ............................................................................. .. 74
anlstic;¡ fijada en cualquier tipo de $Opone o comunicada Tradici6n oral ...................................................................................... 99
a travb de cualquier medio. sin la pr«epliva autoriución.
C¡¡pfrulo 3. Memorias de clase y grupo (!O las sociedades occidentales..... 112
Memorias campt'sinas......................................................................... 11 7
Memorias de la clase obrera............................................................... 142
Memorias nacionales en la edad moderna..................... ................... 156
Memorias de las mujeres .............................................. ...................... 167

e James Fentress yChris Wickman Capitulo 4. Memorias medievales............................................................. 175


e Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A), 200] CapltuJo 5. La mafia y el mito de la identidad nacional siciliana ......... 207
Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28Q27 Madrid
Depósito legal: M. ]4.152·2003
I.$.B.N.: 84·376·2083;X CONCLUS¡ÓN .............................................................................................. 237
Printtd in Spain
.Impreso en Anzos, S L UlIJLJOCRAFiA ............................................................................................... 241
Fuenlabrada (Madrid)
0rRA.~ LECl1JRAS......................................................................................... 261

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Prólogo dél editor

La ignorancia tiene muchas formas, todas c:; lIas peugrosas. En los si-
stos xiX y xx, nuestro esfuerzo principal ha sido libramos de la tradi-
ción y.la superstición en que descansaban las cuestiones grandes y del
afror en que descansaban las pequeñas, redefiniendo los campos
del saber y desarrollando en cada uno el método distintivo apropiado
pllra su cultivo. El logro ha sido incalculable, pero no carente de cos-
tes. Guan'do cada nueva disciplina ha desarrollado un vocabulario es-
pecihlizado que permite la referencia rápida y precisa a su reserva de
Ideas y descubrimientos común y creciente, y ha requerido una mayor
C'xperiencia a sus especialistas, los estudiosos han quedado separados
pbr su erudición no solo del género humano, sino de los resultados de
quienes trabajan en otros campos e incluso en otras partes de los su-
yos_El ai~lamient~ disminuy~ la utilidad y .so~idez de su Jab?r c~ando
¡liS energ¡as se dedlcan exclUSIvamente a ehmmar las pequenas unper-
fécciones demasiado obvias para los compañeros de la parcela siguien-
te en lugar de evitar otras que tal vez cobren mayor importancia desde
una posición estratégia. más distante. Marc Bloch observó una contra-
dicción en las actitudes de muchos historiadores: «cuando se trata de
determinar si un hecho humano ha ocurrido o no, no pueden ser de-
masiado meticulosos. Si pasan a las razones de dicho hecho, se con-
tentan con. la más simple apariencia,_basada por lo general en una de
esas.máximas de la psicología corriente que no es más ni menos cier-
,a que sus contrarias». Cuando los historiadores espían al otro lado de
Ií! \Valla, ven, por ejemplo, a sus vecinos de la literatura o la sociología
igual de satisfechos por basarse en tópicos históricos ingenuos, simplis-
tas u obsoletos.

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Para quienes ~studian la sociedad, pasada o presente, la memoria lo
es todo, tanto herramienta como material, tanto los medios como la
meta de su labor. Pero ni siquiera la memoria individual es solo ~rso­
nal: los recuerdos que constituyen nuestra identidad y proporcionan el
contexto para cada pensamiento y acción no solo son nuestros, sino
que también los aprendem,os, tomamos y heredamos en parte de unas
reservas comunes, construi~as, sostenidas y transmitidas por las fami-
lias, las comunidades y las culturas a las que pertenecemos. Ningún
grupo humano se constituye, ninguna acción se realiza y ningún cono-
cimiento se comunica sin su intervención; la misma historia es tanto
un producto como una fuente de memoria social.
Sería reconfortante pensar que la memoria es un simple registro, seme-
jante a los anales de esas épocas lejanas en las que se pemlitía a los historia- Introducción
dores creer que la verdad yada enterrada en los archivos, cual princesa dur-
miente esperando el beso que la despertara, como fragmentos de realidad
conservada, a veces más complet~ y otras menos, pero que reflejaban cada Hemos llamado a este tibro Memoria social para contraponer su
cual en su medida ooa imagen verdadera de lo que fue. Por supuesto, no tema al de la memoria de fas personas. ¿Pero no son estas las que re-
es así en absoluto: la memoria es un artefacto y una embaucadora activa, llUerdan?, ¿ q~ é tien~ de social? La respuesta esencial es que gran parte
no solo una reliquia del pasado, sino el pasado moldeado y adaptado a los de la memona está I!gada a la pertenencia a grupos sociales de un tipo
usos del presente, tanto del presente de entonces como del presente actual. ~ otro. De hecho, Maurice Halbwachs, el primer teórico de lo que de-
Tratar de definir el papel de la memoria social en la confonnación del pa- IlOminÓ memoria orcoléctiv3lt, sostuvo que toda memoria está estructu-
sado y de nuestra comprensión de él es como pretender moldear una figu- rada por identidades de grupo: que se recuerda la infancia como parte
ra con mercurio o pintar un autorretrato en un estudio con todas las super- de una familia. el barrio c;omo parte de una comunidad local, la vida
ficies forradas de espejos. Fentress y Wickham. antropólogo e historiador, I¡¡horal como parte de la comunidad de una f.íbrica u oficina y un par-
proporcionan tina guia para esta tarea intimidante pero ineludible de una tido político o sindicato, y que estos recuerdos son en esencia memo-
lógica excelente y abundantes materiales. Su relato de lo que la gente ha he- rias de grupo y que la memoria de la persona existe solo en .la medida
cho con sus reruerdos y cómo y por qué, en una notable variedad de cir- '7l que es el producto probablemente único de una intersección par-
cunstancias, C$ tan absorbente de por sí como iluminador y sugerente para Ilcular de grupos (Halbwachs, 1925; 1950). Halbwachs pertenecía a la
cualquiera que luche porque se. comprmda la acción social. c$cruela de Éffiile. Durkheim y, como muchos otros de sus discípulos,
puso un énfasis tal vez excesivo en la naturaleza colectiva de la con-
R.l. MoaRE ciencia social, descuidando relativamente la cuestión de cómo la con-
éiencia individual podría relacionarse con las de las colectividades que
dichos individuos constituían. El resultado fue un concepto de con-
ciencia colectiva curiosamente desconectado de los procesos de pensa-
mie~to reales de cualquier persona concreta. De este mO;do, un proble-
ma lOlportante que se encuentra cualquiera que desee seguir a Halb-
wachs en este campo es cómo elaborar una noción de memoria que, a
lu vez que haga plena justicia alIado colectivo de la vida co.nsciente de
~guien, no .convierta al individuo en una especie de autómata que
obedece paSIVO la voluntad colectiva interiorizada. Por esta razón (así
como para evitar la imagen de una inconsciencia colectiva jungiana)

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rorma.-y contenido. Pero, hasta cierto punto, esta distinción y la que
emplearemos por lo general el término de _memoria social .. en vez de existe entre acción y representación son recursos ret6ricos; el campo es
IImemoria colectivaP, pese a resuJtar m ás reconocible la úJtima expre- InAnito en potencia, compuesto por innumerables conjuntos de opo-
sión. siciones en relaciones mutuas inextricables, y cualquier fonna de or-
Así pues, (cómo se hace «sociaJ .. la memoria indivic{uaJ? En esen- dell'Ímpuesta no es más que una distorsi6n necesaria. En nuestro caso,
cia, hablando de ella. los tipos de recuerdos que se companen con 1,1 p recisión de orden se agudiza por la exigencia de que el libro sea
otras personas son los que les resuJtan importantes en el contexto de rebtivamente corto y sencillo para que se ajuste a una serie dirigida en
un grupo social de una clase particular, ya sea estructurado y duradero parte al lector general.
(una familia; los trabajadores de UDa fábrica ; un pueblo) o informal y La memoria es infinita; mediatiza toda la concieocia. Incluso nues·
puede que temporal (un grupo de amigos que acuden al mismo bar; tro. percepción inmediata del instante presente, mientras leemos este li-
una comida). Sin duda, HaJbwachs estaba en lo cierto aJ afirmar que bro1 adquiere su significado pleno por los recuerdos. Sin embargo,
los grupos sociales construyen sus propias imágenes del mundo esta- nuestro interés principal aquí es el pensamiento que hace referencia ex-
bleciendo una versi6n acordada del pasado y al destacar que dichas plfc;ita a hechos pasados y experiencia pasada (sea real o imaginaria);
versiones se establecen mediante la comunícación, no mediante el re- p\.i~ la experiencia pasada recordada y las imágenes compartidas del
cuerdo privado. De hecho, los recuerdos privados e incluso el proceso PliSado histórico son un tipo de recuerdos que tienen una importancia
cognitivo de recordar contienen muchos aspectos de origen social, ~:tcticular para la constitución de grupos sociales en el presente. Este
como veremos. os, de hedlO, el aspecto de la memoria que primero nos hizo interesar-
El recuerdo es un proceso complejo, no un acto mental sencillo; nos a cada uno de nosotras" en el tema. Es asimismo un campo que se
iocluso las palabras que empleamos para describir el acto (reconocer. re- ha debatido mucho en los últimos años, gracias sobre todo a la gran ex-
cordar; repasar, narrar, conmemorar y demás) muestran que {(recu~rdo» pansión del estudio de la historia oral que comenzó a finaJes de, la dé-
puede incluir cualquier cosa, desde una sensación mental íntima y es- t¡1da,de 1970; así como, en menor medida. al desarrollo constante del
pontánea, posiblemente sin palabras, basta una ceremonia pública de ánálisis etnohistórico de, las tradiciones or.lles (es decir, las conmemo-
carácter oficial. En el primer capítulo trataremos de ocuparnos del re- raciones de aconiecimientos demasiado alejados en el pasado para la
cuerdo en geneml. Sin embargo, el grueso de este libro se dedicará, de coeperiencia inmediata), sobre todo los análisis de África subsahariana
forma inevitable, al lado más público y social del.recuerdo y no a la promovidos por Jan Vansina y sus discípulos y críticos. (Véanse, para
inexplicable sensación de dija Vil; es decir, a la -conmemoración.. , que rtlatos generales de historia oral,Joutarcl, 1983; Passenrul 1988; Thompson,
definiremos, para los fin es de esta obra~ como la acción de hablar o es- 1988; para tradiciones orales,· Henige, 1974; Vansina, 1985; Tonkin,
cribir sobre los recuerdos. as! como la representació n del pasado que 1991.)
solemos' pretender cuando utilizarnos la paJabra. Dentro de esta pers- Trataremos un poco estos campos a continuación, pero es impor-
pectiva sociaJ, existe una distinció n importante entre el recuerdo como t.mte resaJtar de entrada que no pretendemos efectuar un análisis de la
acción y el recuerdo como representación.; recordar/conmemorar con- historia oral como tal. La historia oral y el estud io de la tradici6n 0ra1
siderado como un tipo de conducta y el recuerdo considerado desde el Uetlen muchos objetivos, pero uno importante ha sido siempre la re-
punto de vista cognitivo, como una red de ideas, siendo el último construcción (o, para los más sofisticados, la construcción) del pasado
el tema del primer capítulo. Cabe establecer una segunda distinci6n reo mediante fuentes orales, bien de forma directa o tras un cuidadoso tra·
lacionada entre los géneros particulares y estilos narrativos de la con- mmiento y análisis. ryéanse PasseriniJ 1988, págs. 1·66, 105-153, YTon:
memornción, que consideraremos en el capítul.o 2, y los contextos en Idn, 1991, los análisis generales más próximos a nuestras posiciones.)
los que las conversaciones sobre el pasado pueden tener un significado Por' lo tanto, la mayoóa de la discusión sobre- las fuentes orales ha tra-
particular para' un grupo determinado, tema del cap~tul0 3. Sin embar- Indoj al menos hasta fecha muy 1'eciente, sobre si eran «verdaderas!> o
go, las' dos caras de esta oposición se volverán a unir en los capítulos 4 no. Sin embargo, en un libro sobre la memoria, el tema de si una de-
y 5, donde exploraremos su vinculación en dos zonas específicas, Eu- terminada es verdadera solo interesa en la medida en que arroje luz so-
ropa OccidentaJ y la Sicilia moderna. En dertos aspectos, la contrapo- b~e c6mo actúa. Analizaremos cómo se habla (o se ha hablado) del pa-
sición entre género e identidad puede considerarse semejante a la de
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sado y sobre su significado para la gente que habla (o ha hablado en el 1 ~" lkes sus comentarios críticos a partes del texto; a Sue Bowen, que
pasado) de él. El significado social de la memoria~ como su estructura no~ salvó in tx/remu; y a Dick Hoh y Donna Kemer, así como a casi to-
interna y su modo de transmisión, se ve poco afectado por su verdad; d~~ los demás con quienes hemos hablado durante los dos últimos
lo único que importa es que se crea, al menos en cierto plano, pues no tnos por sus referencias bibliográficas, ideas y comentarios.
se deben menospreciar los cuentos populares~ que también son con-
memoraciones del pasado, aunque con frecuencia no se cuentan como Roma y Birmingham
estrictamente creíbles.
De hecho, la memoria social suele ser selectiva, distorsionada e Ím-
precisa. No obstante, es importante reconocer· que no es así necesaria-
mente; puede ser muy exacta, cuando a la gente le ha parecido impor-
tante desde la perspectiva social recordar y narrar desde ese día hasta el
pre~nte un hecho de la forma en que se experimentó. Por lo tanto,
el debate sobre si es inherentemente precisa o no es estéril, y lo segui-
rá siendo mientras la memoria se trate como una «facultad mental,.
cuyo funcionamiento puede describirse aislado del contexto social.
Por esta razón, no escribiremos sobre la precisión en la memoria social
solo para salvar su reputación de sus críticos; preferimos sostener que
la posibilidad de dicha precisión muestra que lo que distorsiona la me-
moria no es un defecto inherente en el proceso del recuerdo mental,
sino más bien una serie de limitaciones externas, impuestas usualmen-
te por la sociedad; de lo que se trata es de dichas limitaciones, no de la
precisión. En efecto, la transmisión de información «verdadera.. es una
de las muchas funciones sociales que puede realizar la memoria en cir-
cunstancias diferentes. Son apHcables argumentos similares a la distin-
ción entre "hisroria oral .. y "tradición oral», pues cabría sostener que
carece de importancia para la comprensióp. del significado del pasado
que tiene la gente si lo experimentó directamente, se lo contaron o in-
cluso lo leyó en un libro. Defenderemos estas posturas con mayor de-
talle en el curso del libro cuando venga al caso; ahora solo se plantea
para evitar malentendidos.
Este libro es producto de la colaboración entre dos autores~ un an-
tropólogo Games Fentrcss) y un historiador (Chris Wickham), con for-
mación, intereses y estilos literarios diferentes, aunque convergentes.
Somos responsables por separado de los borradores de los capítulos
primero, 2 y 5, Y 3 y 4 respectivamente, pero ambos revisamos con-
cienzudamente los del otro y añadimos y suprimirnos partes; el libro
en su conjunto ha de considerarse nuestra responsabilidad conjunta.
Agradecemos a Leslie Brubaker y Lisa Fentress, a Elisabeth ronkin y a
.Bob Moare y Patrick Wormald su apoyo sistemático y sus criticas deta-
lladas a todo el libro; a Ceridwen Lloyd-Morgan (sobre todo), Susal1
Levenstem, Montserrat Cabré, Jan Wood, Jean Ounhabin y Anthony

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CAMruLO PRIMERO

Recordar

-No olvidaré jamás,jamás, el horror de. ese mo-


mento -prosiguió el Rey.
- Sí lo olvidarás si no lo apuntas -dijo la Reina.

LEWlS CARROIL, A Ir«Vis dtl espejo

1InijRE LO QYE HAY DENTRO DE NUESTRA CABEZA

J1a memoria es un tema tan amplio que su tratamiento completo


.blrcaria de la psicología a la filosofia, de la neurología a la historia
mOderna y de la zoología a la petite madeleine de Proust. De fonna más
nlodesta, este libro se limita a dos tareas. La primera es mostrar cómo
Hlllciona la memoria y la segunda es contemplar de modo crítico
c6mo los historiadores y los científicos sociales la han considerado y
UllIizado como herramienta de investigación, y sugerir diversos aspec-
{(Js en los que una mejor apreciación del carácter de su material produ·
,Iría resultados más convincentes.
las ramas de la historia que se basan directamente en la memoria
en especial la historia oral y la emohistoria, pero otros campos tam-
hl~n- ya se han convertido en disciplinas reconocidas. Cuentan con
IImplios estudios, manuales, publicaciones especializadas, facultades
Universitarias con programas de investigación, escuelas rivales e, inevi-
I ~blemente, un debate a veces áspero sobre las técnicas y el valor de los
produqos finales como «historia». No parece que falte literatura.sobre

19
d tema, pero el debate suele resultar estéril, a veces poco m ás que una L..'l predilección de los historiadores orales por hablar de la memo-
autoj ustificación. ... como de ..registros.. y ..documentos hablados.. muestra hasta qué
Lo decepcionante es que, a pesar del presunto radicalismo de la IlUl1tP se ha extendido la reificación. Es un modo de hablar sobre ja
declaración de los historiadores-orales de reescribir la historia dde arri· mllnoria que la objetiva y la convierte en un texto. De hecho, las dos
ba abajo.. , los debates suelen limitarse a los temas y perspectivas histo- tllrmaciones son parte del mismo paradigma general, que cabria deno-
riográficos tradicionales : la importancia de la experiencia de la gente minAr< '!111odelo textual" de la memoria. Como yeremos, este modelo
común para la historia, el significado histórico de la visión desde aba· ha sido, y sigue siendo, muy influyente. Tampoco es demasiado sor-
jo o el grado de influencia que la cultura de elite puede ejercer sobre prendente, pues es la expresión de una predispQsición general de la cul-
la cultura popular. Estas cuestiones no tienen nada de malo, pero son ,uru -alfabetizada moderna de definir el conocimien.ro como si fuera
todas.de historia social general. Lo que suele faltar es la percepción de unll proposición; es decir, definirlo en virtud de exposiciones expresa·
la naturaleza especial de la memoria como fuente. Después de todo, d. tn ~enguaje o como proposiciones en alguna notación lógica o
lo que define a la historia oral y la separa de otras ramas de la histo- ,tintinea l. Tendemos a dividir el conocimiento en tres amplias catego-
ria es su fundamento en la memoria y no en los textos. No obstante, rfu: conocimiento proposicional o sobre las cosas; conocimiento ¡¡en-
los historiadores orales parecen reacios a destacar este aspecto y pre- IOrio1l y experimental o directo de las cosas; y conocimiento práctico o
fieren tratar la memoria como un conjunto de documentos que da la almo hacer cosas fisicas, por ejemplo, montar en bicicleta (cfr. la expo-
casualidad de que están en la cabeza de la gente y no en el Ardtivo alción en Rorty, 1980, cap. 3). D e estos tres tipos, 5010 el primero sue-
General. Ir tratarse como conocimiento en su sentido más completo. Conside-
Una razón para esta renuencia a colocar a la memoria en el centro Airemos el trasfondo histórico de este concepto de conocimiento más
del debate puede ser que los historiadores orales desean reclamar pari· (dalérile; de momento solo es preciso llamar la atención hacia una de
dad de dignidad para sus fuentes y tema con los de los historiadores ,u., consecuencias: convierte el conocimiento en una especie de «obje-
tradicionales (véase más adelante, págs. 114 Y 115). En pocas palabras, Ip_, ;algo dentro de nuestras cabezas.
los historiadores orales quieren que se los to me en serio. Este deseo de Mary Wamock lo expresa muy bien:
legitimidad también puede ayudar a Q:plicar la obsesión con la meto-
dología que caracteriza a muchos historiadores or.ales y proyectos de La ortodoxia 16losófica] ha sido que el conocimiento no es un
historia oral. Por supuesto, es comprensible cierta preocupación por la estado merital {... I. Cuando [... 1digo que sé algo. no es un informe
organización en una rama de la historia que se basa tanto ell el traba· de una experiencia interior. Decir que sé es declarar la verdad de lo
jo en equipo, pero todo este énfasis sobre el método puede oscurecer que afirmo. [Se deduce que] el conocimiento es más una muestra.de
el hecho de. que no estamos seguros de qué perseguimos. ¿Q!¡é es la una propiedad que reclamamos como propia (acertada o equivoca·
memoria? H.a atrapamos con un cuestionario o se supone que hemos damente) que una sensación que experimentamos y trJ.tamos de des·
de emplear un cazamariposas? cribir (1987, pág. 39).
En arras palabras, existe un peligro de reificación. Con el entusias~
mo de recoger la «memoria* y de reunir archivos de testimonio oral, La distinció n crucial se establece entre conocimiento y sensació n.
podemos estar confiriendo a nuestro tema el carácter de cosa sin si- Wconocimiento nos puede «pertenecer>o temporalmente, pero no
quiera detenemos a preguntamos si está justificado. Por supuesto, ca- constituye una parte esencial de nuestros seres del modo en que lo ha·
bría argumentar que esta reificación va a ser bien recibida. ¿No es el Lr.n las sensaciones. El conocimiento puede sernas añadido y sustraído
primer paso en cualquier discurso científico definir su objetivo? Luego 4in que nuestro ser cambie de modo nsico. Por 10 tanto, tener cierto
es necesario tratar a la memoria de forma objetiva para definirla como éOnocimiento en la cabeza es como tenerlo en un trozo de papel en el
objeto. Podría ser cierto, pero todo el argumento se reduce a la cues·
tión de si la memoria posee en realidad ese carácter de objeto. De no
I la exposición clisica d~ ~Sl~ concepto del conocimi~nta es Awtin, 1946. War·
ser así, tal vez resulte que el "'objeto" de nuestras investigaciones no es 110&. 1987 Y Need.ham. 1981 demuestran eficazmente la5 raicescpistemo!6gicas de loda
más que el de nuestras propias imaginaciones. 1, di~cu5i6D de la psicologÍa de la memoria.

20 21
~
bolsillo. Por supuesto. el primero es mental mientras que el segundo e$ ~~~~;:~~::"'~ solo personalmente
se refiere una pane de la amemoria,
nosotros pues
y, pormucho de
10 tanto,
fisico, diferencia que de ningún modo resulta insignificante, pero que en nuestra cabeza; prescindiendo de quién lo
señala que la analogía se mantiene: tener el conocimiento en la cabez~ _ a mí y describe mi experiencia. Así pues, a di-
es, a su modo mental, lo mismo que tenerlo en nuestro bolsillo. 1 conocimiento objetivo, que nos pertenece solo de forma
La ventaja de esta doctrina es que separa al conocedor de lo que co- temporal, los recuerdos personales son indisolublemen-
noce, estableciendo la posibilidad de que el conocimiento pueda ser parte de nosotros, Este es un aspecto más amplio
objetivamente cierto. Layerdad o falsedad de lo que afirmamos existe una los seres humanos companen con los
con independencia de nosotros. Nada es cierto (o falso) porque resul· una rana en que somos capaces de
te que 10 afinnemos; si la aserción es cierta, lo es dondequiera, prescin· de la cabeza; apenas nos distinguimos
diendo de quién lo afirme o dónde, o de en qué forma .se afinne. Así de recordar, Por lo tanto, recordamos d conocimiento,
pues, la doctrina ayuda a distinguir la verdad objetiva de una aserción, sensación. De hecho, la memoria domina todos los 35-
que no depende de las personas, de la interpretación de su. significa· de nuestra vida mental, de Jo más abstracto y cognitivo a lo más
do, que es una expresión del juicio subjetivo de una persona. • Inconsciente. La memoria siempre está en funcionamiento en
Sin embargo, la desventaja de dicha doctrina se manifiesta en el mOo M ~nte; leer este libro, buscar a un amigo, pensar en las noticias
mento en que tratamos de emplearla como base para un modelo de me- (?arte ejercicios de memoria (Casey, 1987, pág_ ix; Wamock, 1987,
moria. A diferencia de saber, recordar parece un estado mental patente. I Cregory, 19ª4, cap. 9).
Recordar es una experiencia o una actividad realizada por la mente, lo tste. modo, nuestra doctrina sobre el con9Cimiento objetivo
cual no solo establece un contraste entre recordar y saber sino que, de ~,;~~~~~~;:c~o::n:siderar que la memoria está dividida naturalmente en
modo más radical, amenaza con desunir a ambas por completo, Parece ~ Hay una parte objetiva que sirve como contenedor de
posible, por ejemplo, que !<Sepamos- cosas Oas tengamos en la mente) sin I , mayoría de los cuales podrían estar guardados en otros luga-
ser capaces de recordarlas necesariamente. Saber algo y recordarlo son in- dlyol'$o~. Hay una parte subjetiva, que incluye información y sen ti-
dependientes en~ sí. ¿Es también JXlSÍble lo contrario? ¿Podemos ..recor- que son parte integral de nosotros y que, por lo tanto, solo
dar» cosas sin t<Sabe.rlas»? Si pensamos que «saber» hace referencia primor- estar bien localizados en nuestro interior. Comparadas, la pri·
dial a conocer hechos que son objetivamente ciertos, es posible, pues mu- de la memoria es pasiva; solo guarda conocimiento. La se-
cho de lo que recordamos tiene la ronna de emociones, sentimientos y activa; experimenta y hace volver a la conciencia. De este
fantasías, o imágenes sensoriales. Todas son cosas que podemos recordar una distinción entre hecho objetivo e interpretación
sin «saberlas» objetivamente. misma estructura de la memoria.
Por supuesto, a menudo recordamos información como algo sepa- I modelo textual es una expresión de este concepto de memoria.
rado de nosotros; en estos casos, la verdad de la información no tiene &In !Clrto es un registro nsico; contiene infonnación sobre el pasado,
nada que ver con la forma y la situación del contenedor que la guarda. n' de la cual puede que sea precisa. Tratar a la memoria en algunos
Yo descubro, por ejemplo, un hedlo interesante que deseo conservar. • romo análoga a un texto capta el sentido e)1 el que esta también
¿~é hago Icon él? Puedo escribirlo , meterlo en d ordenador o man- 1111 uOlltenedor de información posiblemente objetiva. Emplear di·
darlo por fax a alguien al otro lado del globo. De forma alternativa,
también puedo decidir recordarlo nada más. En la medida en que la
información sigue siendo idéntica, ¿por qué debe importar su .ubica-
ción o forma? ¿Por qué deberíamos imaginar que la información de I
-
&ú 1(1\ I't,ultados ~an los mismos, IN) tiene sentido asumirquc constiruya la más mmi·
IlIrl'reJlcu si d -proc= de penSólmiento. ocurre en una máquina o en la cabeu.dc
nuestras memorias es diferente en algún aspecto de la que hay dentro ~,III ' Il. ~rcct obvio que los argumentos de lA dependen SIl general de I:;¡ separación
MlIQI\t>titl}.iento d, los est~dos de ~oncicnci:;¡. Mas adelante VC:TC'mos que no es mas
de los ordenadores?2. C\l' Un corolario de la s~aración de palabrd y objeto efectuada por Desctnes y 10$ em·
IIIfllI.udcl ,iglo x.VII,Sobre lA. v~ase Ho&tadter en Hofstadter y Dcnnctt, 1982. Pm $U
1 Como algunos lectorcs Iabtán TC'conocido, csto es lo quc Jobn Scarlc denomina IrUlt~, viallsc Searlc, 1987 y Penrose. 1989.
d aIKUment9 de..JA fuene- (mtc!igenci3 artificial), quc cn pocu ¡nlabru dicc que mien-
23
22
cho contenedor como fuente supone desarrollar un método para sacar
los hechos del contenedor. En la medida en que el contenedor es froria. más adelante, pero aunque resultara muy convincente, conti-
como un texto, ello significa someterlo a una forma de análisis textual. nuada siendo dificil contemplar en qué sentido siguen siendo objeti-
Los historiadores han desarrollado dicha metodología. Al analizar un yu dichas réplicas dentro de nuestra cabeza. No hay razón, por ejem-
texto oral y ponerlo en correlación con otros documentos escritos e in- plo, para suponer que dichas réplicas estén menos arraigadas en la neo·
formaciones, pueden, a menudo con certeza razonable, "restaurof'l" el RKiu{mica del cerebro o menos ligadas a los sentimientos corporales
texto a su versión -original,. y situarla en su contexto social, estable- que las opiniones subjetivas. Tampoco hay razón para suponer que la
ciendo la perspectiva pa~cular sobre el pasado que adopta el OIdocu- misma memoria sufre un cambio en el momento en que se convierte
mento oral_. en objetiva. ojObjetivamente.. cierta es un atributo que solo puede cali·
Esta analogía suele ser defendible por su utilidad. Si preguntamos ficar a la información; no influye en el modo en que la conocemos.
a alguien en la calle una dirección, solemos considerar la respuesta in- l)eWe el punto de vista de la experiencia de recordar, no hay nada que
formación obJetiva, sin que nos preocupe el hecho de que se traca solo d¡ftinga el recuerdo de hechos ciertos del recuerdo de disparates.
de su memoria subjetiva. Cuando intentamos recordar el paradero de En última instancia, el modelo textual de la memoria parece des-
un objeto extraviado, solemos someter a nuestra mente a un proceso ~nsar en una confusión. Lo que hace utilizable a la memoria como
de filtrado y correlación semejante a la critica textual. A veces también fuente es el hecho de que podemos articularla. Lo que hace 3 la memo-
resulta conveniente olvidar que, detrás de los textos de los historiado· rill 1!0bjetiv3" parecer más objetiva que la de los sentimientos y la expe·
res antiguos y medievales, hay poco más que los recuerdos de los con' ñenaia personal es el hecho de que podemos articular la primera en pa-
temporáneos,'sobre todo si leemos esos textos primordialmente por su 16bras,con may_or facilidad que la segunda. La memoria "objetiva," no
contenido factual. Solo cuando estos primeros historiadores annnan ~ más 'que el mejor vehículo para la transmisión de información; es el
-como suelen- algo que consideramos totalmente imposible resul- .&$pecto de nuestra memoria del que los demás pueden disponer con
ta útil recordar que su base, después de todo, es «solo la memoria sub- lJ'Ill,yor facilidad. Sin embargo, esta distinción no tiene nada que ver
jetiva». con su estructura, sin'o que es un hecho social. Así pues, lo que surge
Sin embargo, pese a su gran utilidad, el modelo textual es solo una eD la articulación DO es la parte objetiva de la memoria, sino su aspec-
analogía. No es necesario sostener que la memoria está realmente orga- lo social.
ruzada como textos en la mente. .La analogía tiene sus puntos débiles. los historiadores se muestran ya más dispuestos a afrontar temas
En la mente, la memoria no es más que pensamiento. En contraste, los conceptuales: la evolución de las f<tnentalidades" o los modelos de
textos son objetos físicos, y cada uno está separado del siguiente. Si no ~Cll mbio de paradigma .. proporcionan ejemplos clásicos. Ello conlleva
fuéramos capaces de separar los textos entre sí, seria dificil analizarlos 1:1 aceptación implícita de la doctrina de Ourkheim de que las ideas
criticamente. Sin embargo, solo cabe separar los recuerdos mentalmen- lostenidas colectivamente son ."hechos sociales- y, como tales, resulta·
te. De hecho, una condición para saber algo por medio de la memoria do de fuerzas social_es e históricas. Nuestro argumento es que también
es que siga conectada. Recordar suele suponer viajar hacia atrás en una la memoria es un hecho social. Concedemos que es una clase de hecho
cadena de recuerdos; si la cadena se rompiera y se separaran sus eslabo- social rpuy especial, pues la memoria es social soJo en parte. Algunos
nes, ya no seriamos capaces de recordar. En este sentido, un historia- de nuestros recuerdos parecen ser más íntimos y penonales que otros,
dor que estudia un texto no es equivalente en absoluto a una persona pero esta distinción entre memoria personal y social es, en el mejor de
que trata de recordar. Un texto está separado del historiador y comple- los casos, relativa. Nuestros recuerdos suelen ser mixtos y poseen as·
to en si mismo; puede enviarle sus «mensajes» pero no recibirlos. La pectos,personales y sociales a la vez. Por lo tanto, hay poca razón para
memoria no está separada de la conciencia de este modo, ni está cerra· suponer que la memoria se divide en dos compartimentos, uno social
da~ entre arribas el tráfico es siempre de doble sentido. y otro personal, y menos aún para suponer que una parte de nuestros
Es posible, por supuesto, construir una teoría que apoye la analo· recuerdos es objetiva mientras que la otra es subjetiva.
gía. Trataría de demostrar que existe una parte de la memoria en la que Por lo tanto~ la memoria es en sí subjetiva nada más. Al mismo
se guardan réplicas exactas de los hechos pasados. Examinaremos esta tiempo, sin embargo, está estructurada por el lenguaje, la enseñanza y
In observación, las ideas colectivas y las experiencias compartidas con
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Ü(Cz. días» (1987, pág. 6). Hpy la popularidad de esta literatura ha des-
otros, lo cllalla convierte también en social. Todo intento sensato de cendido. La extensión de pat:adigmas de inteligencia más abstractos y
emplearla eomo fuente JUstórica debe afrontar desde el principio su ca- .c¡ivos ha producido una literatura de autoayuda que, en lugar de pro·
rácter subjetivo pero social, lQ que no quiere decir que no pueda llevar meter una memoria más vigorosa, promete agudizar nuestra (<"Ventaja
información objetiva. Los. historiadores han considerado siempre los ",li:lpetitiva» mediante «estrategias comerciales agresivas» o a veces
recuerdos, los relatos de primera mano y el testimo[lio de los testigos aolb ¡;nseña a decir que ~mo»'3.
presenciales excelentes fuentes históricas, lo cual es acertado, po.r no Cac;ia vez más, la memoria se ha ido retirando para nosotrbs al te-
decir ineludible. No obstante, existe otra posibilidad, más general y a ntho personal. Es una fuente de conocimiento privado, no social.
tono con el carácter especial de la memoria y, tal vez, de interés especial l"Gro.no,siempre fue así. Una carta de 1174, otorgada a los habitantes de
para los historiadores sociales. Cuando recordamos, -nos representamos a lbnncrre (Borgoña) porGuy, conde de Nevers, comienza observando:
nosotros mismos y lo que nos rodea. En la medida en que nuestra «natu-
raleza» -lo que somQ~ en realidad- puede revelarse en la articulación, .E1 uso de las letras fue descubierto e inventado para la conserva-
somos 10 que recordamos. Si es así, el estudio del modo en. 'que recorda- ción de lá memoria de las cosas. Debemos escribir lo que queramos
mos ---el modo en que nos presentamos en nuestros recuerdos, el modo mantener y aprender de memoria. De este modo, las cosas que no
somos capaces de guardar en nuestras frágiles memorias se conser-
como definimos nuestras identidades personales y colectiv~s mediante
van escribiendolas y por m<;dio de las letras que duran para siempre
nuestros recuerdos, el modo como ordenamos y estructuramos nuestras (en Le Goff, 1988, pág. 140).
ideas en nuestros recuerdos y el modo como transmitimos estos recuer-
dos a los demás- es un estudio sobre cómo somos. l:J! observación era un lugar común, poco más que una fórmula de
Los hechos sociales evolucionan y cambian con el paso del tiem- r¡cribiente. No obstante, se vuelve muy significativa porque el escri-
po. Si es así en el caso de la memoria, esta .puede tener su propia histo- biente estaba efectuando una asunción que, por muy obvia que pudie-
ria. A quienes la consideran una de las partes naturales de nuestrO apa- ro parecerle, tal vez nos sorprenda por inusual: el c;onjunto de costum:
rato cognitivo, esta sugerencia puede re$u1tar1e~ extravagante. De he- htcs, derechos y deberes legales y sociales por los que se rige una comu-
cho, nuestros modos de recordar resulta que tienen .una larga historia I\i~ad solían guardarse en su memoria colectiva. Por importante que
po~ detrás. El resto de este capítulo se dedica a su exploración a fin de rueta, su escritura seguía considerándose un auxiliar de la memoria.
mostrar que algunos de los que nos parecen más naturales y espontá- Seria mucho más dificil sostener esta asunción en la actualidad.
neos no siempre 10 han parecido en otras épocas y a otras personas. ríJt:! comenzar, el conjunto de infonnación legal y social necesaria
Uno de los mejores medios de considerar el papel de la memoria para I'ora que nuestra, soci,~dad funciP!1e bien - leyes, contratos, conoci-
la historia es contemplar la memoria en la historia. II)Aento científico y tecnicQ, fórmulas matemáticas, acontecimientQs
deportivos, reglas gramaticales, etc.- es demasiado vasto y cQmplejú
pllm guardarlo solo en la memoria, aunque sea de forma colectiva. Ne-
¿MEMORIA DE lA HISTORIA O «HISTORIA" DE"LA MEMORIA?
~itamos otros medios. Personas particulares tratan de memorizar par-
le de la información que concierne directamente a la diminuta por-
En la sociedad occidental, la historia de la memoria es la de su de:- ui6n de la esfera social que ocupan. Sin embargo, ,mucha de esta infor-
valuación constante como fuente. de conocimiento, una devaluación mación está «descar~ada" en cuadernos y agendas. La capacidad de
que corre pareja con la evolución y dominio creciente del paradigma
textual del conocimiento. Esta devaluación tiene su propia historia,
parte de la cual es de cosecha reciente. Como ha señalado Edgard Ca- J r3l vez no se debiera hablar aquí de la devaluación de la memoria como cal, sino,
sey, desde fináles del siglo XIX hasta la década de' 1930, los memorio- de ronlla más específica, de la devaluación de la memoria repetitiva como método de
t'Mtñanza"COITjO veremos, Rabdais ya había criticado dicho método, y William James
nes (personas con gran capacidad de memoria) eran un rasgo habitual lo reitero cqo violencia a 6'nales del siglo XIX en TaIks to Tt~. A partir de ese momen'
de los espeetáculos y teatros de variedades. Este mismo periodo con- 10, la critica a la memorización rotinaria siempre formó parte de la pedagogía ilustrada.
templó el florecimiento de folletos y otros medios publicitarios que ex- Wa¡e,Meycrs, 1968.
ponían sistemas para q:mtar con una «memoria más vigorosa en solo
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escribir para congelar la información para siempre convierte una nota .. leyes medievales de Islandi'a se aprendían todo el código legal de
escota en un modo más conveniente de conservar el recuerdo de infor- 1JUI(noria (Dennis el al.• 1980, págs. 187 Y 188). Del mismo modo, la
mación detallada y específica, como direcciones y n*meros de teléfo- " Motón del escriba del siglo .xlI de que las palabras de una Clrta no
no, saldos bancarios y citas con el dentista. Es un modelo que t~bién 1011 mus-que la transcripción escrita de un acuerdo que podría haberse
mantiene su ventaja a gran escala. Puede guardarse la información en J ~J.I'Ado oralmente refleja un contexto social en el que los acuerdos
libros y ordenad6¡:es; mientras se pueda disponer de ella cuando y tptJts>no solo eran comunes~ sino que se continuaban aceptando de
donde se necesite, nadie se va a preocupar de memorizarla. ferina regular en los tribunales de justicia (Goody, 1986, págs. 127 ss.
Los documentos legales, por ejemplo, se escriben para conservarlos 1~1..¡159; cfr. también Clanchy, 1979). En esos casos,la redacción de.
y consultarlos. La manera en que los conciben y ex¡1resan los .expertos n4 decisión legal o carta parecerla al menos en parte un apoyo a, la
legales refleja la capacidad de un texto escrito para guardar mforma- Infmpr;ia 6ral. En contraste, para nosotros el texto ya no es un apoyo
c¡¡.Jo detallada; para definir, de un modo preciso, contingencias y even- . l ~ memoria, sino su sustituto.
tualidades; para realizar remisiones a otros documentos legales; y, por Si d conocimiento escrito puede sus6tuir a la memoria de la COffiW
último, para conservar dicha información indefinidamente. Este grado nldlld, es posible que el conocimiento de 10 que dicha comunidad es y
de precisión es imposible cuando los. contratos y acuerdos solo los res- 1\10 y cuáles son sus derechos, deberes y tradiciones se sitúe en otro Ju-
palda la memori~ viva. Por lo tanto, la escritura no solo ~ongela la me- "El que no sea ella mÍsma. A los grupos que surgen del prealfabetismo
moria, sino que lo hace en formas textuales que evolucIOnan de .mo- re. podría resultar una posibilidad amedrentadora y alienante, y proba-
dos -muy diferentes a los de la memoria oral. La forma y sintaxis de un blemente ayuda a explicar la conocida antipatía de Platón hacia la escri-
documepto legal, ya sea del siglo XII o del xX, reflejan la forma y sinta- turA.. (C&; Fedro. 275a; el tema también aparece, entre otras cosas, en T~
xis de otros documentos escritos. Suelen estar insertadas en el conjun- lItO YjA república). j enofonte recoge a Sócrates reprochando a un j9ven
to- de otros textos. Hacen referencia a esos textos; extraen apoyo de nOble que poseía una copia de los poemas homéricos con palabras en
eilos. Es este sentido de textos que "hablan» de textos el que explica .1,entido de que «tener el libro no te convierte en un poeta épico» (6-
por qué la sintaxis de un docm;nento legal presenta tan poco parecido fJdo en Cavallo, 1988, pág. 29). Cabe deducir que Sócrates rechazaba
con la del habla o el pensamiento. rodll forma de «conocer» a Homero que no incluyera la capa.cidad de
Así pues, la asunción del escriba borgoñón de que los derechos y flCitnr101 rehusando, en otras palabras, cualquier tipo de distinción en-
obligaciones legales solían guardarse en la memoria colectiva no re- n, '3Derse los poemas y conocerlos (cfr. más adelante, págs. 66 y 67).
quiere que supongamos que los campesinos del siglo XII iban. de acá I:.a alfabetiza<:ión influye la forma camo se articula el conocimien-
.para allá con los textos de los documentos en sus cabezas cale.cnvas. ~ 10, Whá' vez que se rextualiza, ti'ende a evoluci(;inar de un modo textual
forma en que el conocimiento social se guarda en la memona colectl- lNt'3oferlstico, que tiene poca conexión con la forma en que evolucio-
va siempre ha sido muy diferente de la forma en la que aparece, por ni el conocimiento en d pensamiento y el habla_ Para culturas como
ejemplo, en los códigos de leyes. Este es un punto importante. La pa- la lIuesUa, acostumbradas desde hace mucho a esta textualización, tal
labra escrita no es el espejo de nuestros pensamientos. En el mejor de ft7. resulte dificil imaginar que otras culturas podrían considerar el ca-
los casos, los registros textuales representan la conciencia colectiva solo lIactíQ1iento articulado de una forma diferente. Resulta significativo
de forma indirecta. En parte, ello tiene que ver con la espontaneidad: ~ue.l.os tre~ ejemplos -Bo~oña en el siglo XII, Islandia medi~al .Y. la
nada que escribamos está nunca tan esparcido y d!,!sordenado como lift~la anl:lgua- fueran SOCiedades que entraban en la alfabetlzaClon.
nuestrQs procesos de pensamiento. No obstante, esta es solo una pe- ~'I' iísunciones seguían reflejando un contexto social oral, donde era
queña parte del problema, pues es dificil suponer que los redactores de l118~U imaginar que el conocimiento existiera en otro lugar que no fue-
las cartas medievales pretendieran producir una literatura de «flujo ?¡I/lt cabeza de, las personas. En consecuencia, costaba mucho que los
de concienéi3!>. La palabra escrita no solo no refleja nuestros procesos de IIIdividu9S de estas sociedades imaginaran cómo podía conservarse de
pensamiento, ~ino' que ¡ara vez lo int~nta siquiera. nlJ".I ¡onna aparte de la memoria viva, lo cual influía en su concepción
No todos los usuarios alfabetizadQs del lenguaje se han dado cuen- de J¡I misma. memoria. Las sociedades orales suelen otorgar mayor res·
ta siempre de esta diferencia. Por ejemplo, se suponía que los oradores pOlO a la memoria viva que la nuestra.

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¡y,. d.,."ilb (testamento). Son signos visuales sencillos. Sin embargo,
Ascet1soy caída de lA.memoria art!ficiaI también afirmaba que el hecho tenía testigos (en latín leslis).
recordar este detalle, se aconsejaba al orador colocar en el cuarto
Las diversas técnicas mediante las que la literatura de autoayuda de la imagen del defendido unos testículos de camero (de Cice-
pretende mejorar y fortalecer la memoria son, como señala Paolo Ros- M Hermnillm.llLXX. 33, citado en Yates, 1978, pág. 27).
si, simples ..fósiles intelectuales-. En definitiva, se derivan de los siste- principio, la retórica era el arte de hablar con eficacia; en la
mas mnemónicos más complejos y elaborados desarrollados en el , el término se extendió también a la escritura. De este modo,
mundo antiguo y evolucionados y reelaborados repetidas veCeS desde . del mundo antiguo -incluidas las mnemotécni-
la Edad Media hasta el siglo XVII (1988a, pág_ 2U)_ Desde el "teatro de sobrevivieron durante la Edad Media. El redescubrimiento de
la memoria .. de Giulio Camillo a comienzos del siglo XVI hasta el pro- en el Renacimiento añadió una dimensión epistemológica a
yecto de Leibniz de una lengua universal que clasificaría en categorías " la hknica de recordar imágenes. Giulio Camilla sostenía que las imá-
todo el conocimiento, y a partir de la cual se podría construir un siste- "ntS escogidas para su teatro de la memoria eran como las estatuas del
ma de referencias mnemotécnico enciclopédico, la noción de reducir IJUiguo Egipto, cuyos creadores, según creía, podían llevarlas a tal es·
el conocimiento a una fOIma memorizable continuó obsesionando a IIdo de perfección que pasaban a «estar habitadas por un espíritU an-
los eruditos europeos. Será de ayuda examinar brevemente cuáles fue- plico, Rues tal perfección no podía carecer de alma» (Yates, 1978,
ron algunas de dichas técnicas. P.4,. h5,9; véase también 142 ss.). las imágenes sintetizaban una enti-
En el mundo antiguo, se clasificó a la memoria como una rama de iltdfespirirual, no una oración. De este modo, un teatro de la memo-
la retórica (Curtius, 1967, pág. 68; Yates, 1978, pág. 20 Yss.). Por lo tan- ni ppdría utilizarse como una fuente de conocimiento independiente.
to, las técnicas mnemónicas de la Roma clásica se desarrollaron en re- J I SUs imágenes eran verdaderas y estaban bien proporcionadas, capta-
ferencia a la oratoria. La retórica solía emplearse en la~ demandas lega- don e) , alma» de lo que tenía que recordarse y pennitirian nuevos des-
les. Un abogado romano utilizaba la técnica clásica de la «memoria ar- l.ubrinUentos por medio de su cQntemplaci6n.
tificial.. a fin de fijar en la memoria los puntos de un razonamiento que 1,.os origenes de ·esta concepción se encuentran en el neoplatonis-
deseaba plantear al tribunal. La ..memoria artificial.. era la memoria de .no renacentista. No obstante, como señala Frances Yates, hay más en
..los lugares y las cosas». Se entrenaba a los oradores para retener en la jurgo que una teoría filosófica abstracta, pues Jos teatros de la memo-
memoria un tret.:ho de espacio real extendido, como una fila de tien- n. del siglo XVI son manifestaciones de un modo diferente de imaginar
das, por ejemplo, que serviría de espacio mental en el que guardar una J. memoria o tal vez incluso un modo diferente de pensar sobre el pen-
serie de imágenes mnemónicas inventadas. Estas imágenes representa- .. miento del que tendemos a tener ~ la actUalidad (Yates, 1978, pág. 40;
ban puntos que el orador deseaba,destacar. Cuando el orador hablaba, para los antecedentes, cfr. Yates, 1964). Se hace hincapié en el carácter
avanzaba con la imaginación por su paseo recordado, percibiendo las vbual del conocimiento, y con él llega el énfasis en el espacio: se per-
imágenes que había colocado allí con anterioridad, lo cual le permitía dben los detalles de las imágenes en la memoria caminando mental-
no solo recordar todos los puntos que deseaba señalar en su discurso n1el1.te.a su alrededor, del mismo modo que si fueran estatuas en una
sino también hacerlo en el orden preciso. • ¡.Iluía. El paradigma resultante es menos abstracto que un paradigma
Las imágenes eran necesariame'nte visuales, aunque sus conexiones tOJetual del conocimiento. Es más, como en Platón, el conocimiento se
con los puntos que el orador deseaba recordar no tenían por qué ser· iUocia con la retención en la memoria de las imágenes integras: es un
10_ Eran mixtas y establecían unione~ mediante combinaciones arbitra· ,onocimiento directo de algo y no indirecto como hechos que pueden
rias de imágenes semánticas, visuales y auditivas. De este modo, por I1firmarse de él.
poner un ejemplo, a un orador que necesitaba recordar que el fiscal es· Para nosotros, las técnicas elaboradas que dichos sistemas emplean
taba acusando a su cliente de envenenar a alguien para obtener una he- r,c$ijltan extrañas. No se parecen a las ayudas mnemotéc,nicas sencillas y
rencia se le aconsejaba recordar a un anciano yaciendo en el lecho con 4rbitrarias, como las rimas y frases hechas, que a veces utilizamos, sobre
el defendido arrodillado a su lado con una copa (veneno) y unas tabli- todo en las ciencias humanas y naturales, para lograr retener en la me-
moria partes importantes de terminología científica (sobre todo antes
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de los exámenes). las imágenes escogidas para decorar los diversos tea- nuevo énfasi¡; ·en los componentes lingüísticos del conoci-
tros de la memoria del siglo.xvI no eran sencillas ni arbitrarias. Eran ~;~t;~'i:::!fi'~~'~y l6gica- seguía la línea de la evolución del pen-
imigenes visuales construidas con cuidado. Por lo tanto, no' eran sim- ~ científico. Se separó el pensaIp.Íento del mundo
ples «recordatorios», construidos como medios convenientes para recu- " J;¡ ciencia se vio libre para d.esarrollarse en la dirección del for~
perar el conpcimiento semántico guardado en la memoria, sino que se matemitico. La tendencia también se reflejó en la 61os06a
habían idead.o para encamar y representar el conocimiento que simbo- ~~~~~~cuJ:an:d:;o una concepción nominalista del conocimiento 'su-
lizaban. Eran «mapas», cosas diseñadas para representar a otras cosas. 11 más antiguo. Saber algo suponía conocerlo: su nom-
El inconveniente de los teatros de la memoria era que resultaban '" posición en un orden de clasificación 'y d~scnpción. Conocer
engorrosos (Viano, 19.88). Desearles quiso un método más sencillo. Se Ir\},nl:", .oscrilb,·i¿ el botánico Toumefort en 1647, es lo mismo que
preguntó si no sería más eficaz. emplear eomo pistas mnemotécnicas los nombres que se les asignan (Rossi, 1988a, pág. 231). El pro-
causas en vez de imágenes. Puesto que una causa podía ser responsa- Cle memorizar el mundo, característico del siglo XVI, evolucionó
ble de un gran número de. efectos particuiares, recordarlas reduciría el I.JIlIIBlenoa de clasificarlo científicamente.
grueso de lo Rue se necesitaba memorizar (crr. &gulae ad directionem in- l¡,os 'élesarrollos cienñficos y filosóficos del siglo XVII se asociaron

e
gmii, 111, IV, vnr, citado en Vian9, 1988, pág. 254 'Y ss.)_ Esta idea le ll faGilidad de emplear las propiedades dellengua;e para la cons-
llevó a otra. Descartes obserVó que las imágenes del teatro de la memo- ión de...sistemas de clasificación y metarreferentia cada vez más
ria eran cOn;!.plejas, pues contenían demasiada información. No separa- atos. Además hubo un cambio tecnológico casi tan importante
ban los ,hechos de 10 que se recordaba de las fantasías. Por supuesto•. esta !;I el pUsmo desoyTollo de la escritura: la expaQsión de la. impren-
sobredeterminación de la imagen de la memoria era, desde la perspecti- Bn la época de Lirgleo (1707-1778), por eiertlplo, ya era común ver
va' de Giulio Camillo, una de sus principales virtudes:,las imágenes del Jflicos y/cuadros en la página impresa. La representación visual del
teatro de la memoria se elegían como objetos de contemplación men- I:Jnocimiento, primero en textos escritos y luego en libros impresos
tal; su excedente de significado simbólico era lo que las habilitaba .IR diagramas e ilustraciones, había comenzado a poner al descubier~
como fuentes de Gonocimiento. Para Descartes, era una desventaja. In- IP lAestructura formal, sintáctica y lógica del conocimiento. Cuando
sistía en la simplicidad y trartsparencia como virtudes cardinales de . uni&? el mismo conocimiento se hizo más sofisticado (Febvre y
cualquier sistema mnemotéCnico. Mlrtin,l.958).
Las c-:ríticas de Descartes fueron repetidas con consideraciones simi- L, devaluación epistemológica de la memoria como fuente de co-
lares por Francis Bacon, Hobbes y otros; y esta nueva postura sobre la _miento reflejó este patrón de GalUbios. Cuando el conocimiento
memoria se reflejó después en el arte de la combinación de Leibniz. puó a caracterizarse cada vez más como afirmaciones sobre la realidad
(para Bacon, véase Rossi, 1988a, págs. 223, 224, '43Q y 237,; para Hob- r no como.imágenes de la realidad guardadas en la'l11ente, desapareció
bes, véase Wamock, 1987, cap. 2; para Leibniz, véase Rossi, 1988a, 11 Justificación para las técnicas elaboradas de la memoria visual. La se-
págs. 233-237; Viana, 1988, págs. 266-269.) Sin embargo, para entonces pir¡cion del saber de la imaginación visual supuso la separación de la
toda la perspectiva estaba cambiando. En Jugar de una búsqueda de la Jncnté: l' lalmateria; del conocedor y el conocimien,to. A partir de ep-
imagen perfectamente proporcionada que contuviera el «alma» del co- IOnces el coonocimiento residió en los textos y necesitó ordenarse de
nocimiento que deb)a recordarse, se destacaba el descubrimiento de la 11.1111 (onna explícitamente textual. La descripción de Rabelais sobre el
categorfa lógica adecuada. La memoria de este sistema de categorías iq- dtlOrden de la biblioteca de San Víctor en París fue una primera sátira
gicas y causas científicas eximiría al individuo de la necesidad de recor- IGl\n:,a de la confusión del antiguo método de ordenar el conocimien-
dar todo con detalle. En otras palabras. el conocimiento se estaba sepa- ro (Gargantua el Pantagrue! n, vü).
rando del conocedor individual. Mientras pasaba, un modelo semánti- f])urante este periodo, surgió una co",cepción más activa del mis-
co de memoria fue reemplazando de forma gra.dual al visual, lo cual mo intelecto. El intelecto o «juicio» apareció como una especj~ de'
significó que el modo dominante de conexión mnemotécnica se hicie- pope¡. mental que dotaba de vida a' la materia inerte. El conocimien-
ra lógico, una cadena de conexiones y causas articuladas en un "espa- tO textual guardado en la memoria era pasi'vo, pero la mente podero-
cio» sintáctico y no en Una representación visual del espacio. I jI era activa. La memQna podía parecer un aspecto relativamente

32 33

l
Muchas de las dificultades clásicas de los tratamientos filosóficos o
ocioso de un intelecto por 10 demás activo. Montaigne pudo señalal de la surgen del de conciliar estos dos as·
que "una memoria excelente suele ir combinada con los intelectos . encuentra en la asull'
más débiles..4• que la memoria es, en primer lugar, un sistema de al·
En palabras dignas de Saki, Montaigne cantó las alabanzas a la falta asunción sugiere un modelo de CÓmo funciona en
de memoria. Observó que olvidar es creativo. Si siempre recordara todo, . Podemos visualizar dicho modelo del modo clásico, como
jamás precisarla inventar; no tendría necesidad de demostrar mi inteli· . . textos e imágenes grabadas o colgadas enJos
genda logrando 'ocultar mi ignorancia. Es más, si recordara una observa· de la m~oria, o podemos contemplarla en el sentido.más mo-
ción ingeniosa, sería veiltajoso olvidar quién lo dijo primero, En este a"nounhomúoculo en la mesa de control que accede a la infor'
caso, me parecena que era mía, lo cual me sena útil, pues, como se obser' banco de datos de la memoria. Por supuesto, tal como se pre-
va con frecuencia, se comprenden las ideas propias mejor que las de los una simple analogía. La di6cu.1tad surge cuando se in'
demás. Así pues, la mente era una fuerza activa y, por irónico que parez-. analogía a una descripción más convincente (para el
ca, se volvía mucho más poderosa por su fitlta de memoria incorregible. cfr. lDeruoett, 1979, parte lQ.
La palabra escrita era fecunda, pero inactiva. El conocimiento dé C-abria plantear este problema de una forma algo diferente. Pode-
los libros era un conocimiento del pasado; el conocimiento que l ~ _ tpmar la pregunta -cómo sirve la memoria como fuente de cono-
mente activa anhelaba era el del futuro. Las bibliotecas, escribió Mon' Jlmlema tl en dos sentidos distintos. Por una Parte. cabe Interpretarla
taigne, eran lugares de falta de memoria colectiva; su valor radicaba en Jafllo una simple pregunta sobre cómo copia y guarda información la
las oportunidades que proporcionaban.para hallar cosas buenas por ca·
sualidad, el feliz descubrimiento de partes insospechadas de conoei·
fTÚento olvidado (Essais, lI.ix).
*'
JrIImoria;'por la 04a, es posible entenderla como una pregunta acerca
cómo la memoria primero copia y guarda información y luego utili·
.. dicha información para formar nuevas ideas. Sin embargo, en amo
. . ColSOS se sigue suponiendo que la memoria es, en primer lugar, un
11'11Ci1n ismo de copia y almacenamiento. Pero esta asunción no es nc-
Las pa/abra.sy las cosas 1II00ria; ni tampoco, como veremos, tenemos base real para afirmarla.
J\1r lo tanro, aswniremos que la pregunta de cómo nos ayuda a cono-
Los comentarios de Montaigne fueron prescientes, prefigurando las . . lü memoria solo plantea qué constituye la rxpcn'cncia de la memo-
paradojas que después se asociaron con la concepción cartesiana de la • • 1 Es(e'puede ser nuestro punto de partida.
mente. Implícita en esta concepción hay una idea de la memoria como Como bemos visto, nuestra noción de memoria posee una dimen·
sistema de almacenamiento primordial o depositario del conocifTÚento. "6n histórica. Vimos en la sección previa que esta noción procede, en
Como tal, la m~oria es pasiva; solo guarda información. Pero este no buona medi'da, de Descartes, Leibniz y los empiristas del siglo XVII. La
es el único sentido en el que la concebimos. Cuando decimos _recuer· nueva noción que comenzó a surgir en esa época reflejaba la necesidad
do» o «eStoy tratando de recordar» o ....cabo de acordarm~. estamos d. la aiencia de liberarse de la concepción visual del conocimiento Un·
empleando la noción de la memoria en un sentido más activo. Y es en pJwit:1 en d teatro de la memoria de Giulio Camilla. Como camino al
este.sentido en el que recordar parece ser una experiencia mental y. ade- (onocimiento científico, dicha concepción parecía entonces engorrosa
·más, bajo cierto grado de control consciente. De este modo, la memo- d. \ftilizar e intrínsecamente engañosa. Se hicieron cada vez más evi·
ria aparece no solo como un mecanismo que copia información y la d.ntes el potencial y la dependencia del lenguaje y la notación cienti-
guarda e.n nuestra cabeza, sino también como la experiencia de recupe- A" para la síntesis y la abstracción. La noción de la memoria textual
rar dicha información y combinarla para foonar nuevos pensamientos. Lomo esa parte de la memoria que es inherentemente objetiva y racio-
nlll, frente a la memoria sensorial y personal como esa parte de la me-
Dlooa que es intrínsecamente. subjetiva e irracional, fue uno de los re-
4 Essnis. I.ix: ~Il se voit JXU" cxpaience plwtots au rebours que les memoires exccUentes
se joignenl volontias aux jug!:ments dtbilcs- (<<I-J vemos por experiencia más bien 10 IlIhildos de este proceso en el que la relación entre el lenguaje y el
oontr.uio, que las ucdenlcs m!:ltlorias van unidas con fJc~ncia a los juicios débilep. Olundo que describe se reconcibió de forma radicaL
Michcl de Montaigne, EmtryoJ, vol. 1, Madrid, Cátedra, 2003, pág.. 73).
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Eno implica que no solo nuestra noción de la memoria como o · rtpresentación real, construida, o una imaginaria_ Los signos del
regaría mental, sino incluso nuestra experiencia ~rsonal de la memO" un mapa de los ciclos y nQ es necesario.esped·
ria, puede que se hayan visto influidas por este proceso de replantea· mapa está dibujado o solo wisto~ en las estrellas. Así pues,
miento. Se deduce que un modo de descubrir la experiencia de la me· en el sentido en el que empleamos el término, e~ un con-
maria es plantear si es posible una diferente de la propia y, en caso una imagen construida o proyectada, que hace referencia
afirmativo, cómo seria. Ya hemos sugerido que sí es posible y ahora po' ~ su exterior sobre Jo que aporta información. Es un concepto
demos buscar formas de describirla. . :e -""p'alcl~ la «memori'a de las cosas".
Remos citado con anterioridad a un escriba borgoñón que observa' el punto de vista de la concepción de la memoria como «co-
ba que ..el uso de las letras se descubrió e inventó para la conservación ;1!macenanUento», no importa si consideramos esos mapas mne-
de la memoria de las cosas~, lo cual es sin duda un n011 sti/uittlT. Lo que ¡ un ejemplo de la «memoria de las palabraS» o la «memoria de
conserva la escritura no es la memoria de las cosas, sino la de las palabms. COsas". Sin embargo, desde la perspectiva de la experiencia de la me-
El deslizamiento de las palabras a las ~osas que representan es muy ,lDDria, constituye una diferencia considerable, Si consideramos esos
común y, en este ejemplo particular, bastante fácil de explicar. Sin milpas mnemónicos infonnación conceptualizada, se podría considerar
duda, lo que d escriba quería destacar era que la carta conservaba un J. memoria de dichos mapas análoga a la memoria de los textos. Indu·
conjunto concreto de derechos y obligaciones. Al no mencionar que ., cabría considerar la realización de dichos mapas mnemónicos una
esta conservación solo se producía mediante las palabras conservadas, Ibrma primitiva de «escriwralO o, por así decirlo, escritura m;anrla klln.
el escriba adoptaba la misma asunción que. subyace en buena parte de Sin embargo, al c9nsiderar análoga la memoria de los mapas a la «me-
nuestra conversación. Escuchamos el mensaje; pasamos directa e in- Innnil de las palabras", se haria caso Qmiso a I~s fo.nnas e,n que también
conscientemente de las palabras a las ..cosas" que esas palabras signifi· • ;uemeja a la "memoria de las cosas». Un mapa mnemónico es una
can. Pero aiste una distinción entre la ..memoria de las palabras" y la 1.I1\IIgen visual y, como hemos visto, la expresión visual del conocimien-
O(Jllemoria de las cosas"J y podríamos comenzar preguntando cómo se &na más compleja que la semántica. También es más dificil de comuni-
mani6esta. fM, Así pues, también puede suponerse que un mapa guardado colec-
Todas las sociedades, hast:l las más primitivas, poseen modos y téc- tivamente en la memoria de un grupo es similar a las imágenes del tea'
nicas de conservar su «memoria de las' cosas.. : la variedad es extraordi- tro de la memoria. En este caso, sería una imagen conceptualizada,
naria. Respaldan la memoria geográfica cartografiando el cielo en las fi- pellO. no un texto primitivo.
guras del zodiaco, ayudando de este modo a los pastores a contar las En realidad, no se puede dar una respuesta a priori a la pregunta de
estaciones y a los marineros a seguir su rumbo. Organizan.el paisaje a los 1110s mapas mnemónicos son textos o imágenes. Solo es posible res·
aborígenes australianos (Oppenheim, 1964, pág. 370 ss.; Munn, 1973). ponder en referencia a las culturas que los erean. Por supuesto, estamos
También conservan información social: los tawajes de las tribus maJa· muy acostumbrados a ver gráficos y cuadros. Los interpretamos como
sias recogen genealogías, parentesco y pertenencia a clanes en grabados ",presentaciones visuales de conocimiento que, en principio, cabria re-
sobre el cuerpo (Delano Smith, 1987). presentar de otra forma. De este modo, un mapa mnemónico sería
En aras de la. brevedad, podemos llamar a estas representaciones paro nosotros una simple extensión de nuestra ..memoria de las pala-
portadoras de información, que funcionan como recordatorios, ~ma' bras't. Pero ello no quiere decir que todas las culturas que hacen esos
pas". La capacidad de crear estos mapas en apoyo de la memoria social mapas Jos consideren representaciones de su conocimiento semántico
es arcaica y está extendida por todo el mundo (Leroi-Gourban, 1965, O logico. De hecho, en la mayoria de los ejemplos ya citados, a los
págs. 212-232). Como señalan Robinson y Petchenik, «todo lo que h\lembros de la cultura les resultaría dificil concebir sus mapas de otra
puede concebirse espacialmente, puede cartografiarse, y probablemen· fonna que no fuera una representación directa_El mapa encamaría la
te se ha liecholl (en Harley y Woodward, 1987. pág. 4). Además, da lo teOsa.. que representara.
rnlsmo si dicho mapa representa un espacio que sea realo imaginario: En este contexto, resulta significativo que los mapas que respaldan
los mapas del otro mundo no lo son menos que las representaciones lit ..memoria de las cosas" sean muy anteriores a los textos que 'respal·
de nuestro jardín trasero. De forma similar, da igual que el mapa sea dan la OImemoria dejas palabras ~. Edmund Leach lo señala cuando ca·

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menta que «la creación e interpretación de mapas bidimensionales es
casi universal en el género humano, mientras que la interpretación y mediante relacio'nes de sintaxis. De este modo, una cosa sería
escritura de caligrafia lineal es un logro especial, asociado con un alto M~"'tJit, un conjunto de recordatorios en los que cada imagen es un
grado desofisticacíón social y técnica" (1976, pág. 51). La e,scrirura se una cosa, pero otra muy diferente emplear di·
asocia con el conocimiento semántico organizado que puede transmi· expresar una proposición. Cuañdo esto sücede, los
tirse en lenguaje hablado o escrito. Un texto conserva la «memoria de a ser ordenados en una secuencia detenninada sintácti·
las cosas» por medio de las palabras. Un mapa puede representar esta . en otras palabras, ordenados como «lenguaje». Cuando se
memoria textual, pero también puede ser una simple representación ya no pudo seguir ignorándose la diferencia entre -"p~la·
sin la mediación del lenguaje. «cosas". El mismo lenguaje se fue volviendo visible en el texto.
¿Cómo surgió esta concepción del lenguaje como medio de con- cmbargo, si esta reconstrucción es correcta, se deduce que la gente
servación? El comentario inicial del escriba borgoñón era que «el uso ,,",VO que esperar un medio de exponer el lenguaje visualmente antes
de las letras se descubrió e inventó para la conservación deja memoria de 'di poCler percibir con claridad la diferencia entre «palabra» y «cosa»
las cosas". Resulta interesante que pueda ser literalmente cierto. La pero (BWéro" 1987, págs. 128-130).
cepci6n de que la, e§critura conservaba «la memoria de las palabras» EU argumento de Bottéro es especulativo. Sin embargó, está de
surgió tras la invención de la escritura, no antes. los es~diosos creen 'Ruerdo' con lo que los antropólogos han observado con frecuencia. En
que el ideograma sumerio, impreso en .arcilla, e'lolucion6 de un siste· laI $oOedades ágrafas, el lenguaje no está separado del contexto del ha-
ma de representación directo, «cosa a cosa» (Schmandt· Besserat, 1978), bla¡ en el mejor de los casos, solo se percibe débilmente que exista jnde-
De este modo, la idea de que fue el lenguaje "el que, sirvió de base para pendiente (Goody, 1977). En estas sociedades, el mensaje semántico no
la escrittira no parece en principio que ocurriera en el caso de los anti· .I~ separado del contexto en el que se emite; la promesa no se distin·
guas sumenos. IUc Cid-acto de prometer. Una bendición o maldición es un acto, y las
¿Cómo evolucionó un sistema de ayudas mnemónicas, que conSer· p.¡labras utilizadas en él son simples partes de la representación total.
vaba la «memoria de las cosas" representándolas en tablillas de arcilla, a J.a conducta de los escribas babilonios recuerda a la nuestra en un
escritura, un medio de representar las «cosas» a travé$ de símbolos que ..pcoto curioso. Estamos tan acostumbrados a utilizar las palabras para
significaban «palabras»? Según el asiriólogo francés Jean Bottéro, la no- ratlpaldar nuestra ..memoria de las cpsas» que no siempre nos damos
ción del lenguaje como medio descriptivo autónomo, independiente ~cnta de que existen. No recordamos que estamos utilizando un roe·
del contexto del habla, surgió lentamente en el antiguo Oriente 1'róxi· dio. lDe forma implícita, la escritura cuneiforme representó desde el
mp cuando la escritura cuneiforme se desarrolló y perfeccionó (1987, pri.Qéipio un sistema de resP:tldar la o(m~moria ?e. las cosas» medi'ante
págs. 89·113). Es más, la intuición de que era el lenguaje el que domi· li,. palabras, solo que los escobas del Onente Proxuno tardaron mucho
naba la labor de describir desde la representación directa no surgió me- uemRo en «verlotl. En ambos casos, existe la tendencia a pasar por alto
diante la intuición de que los ideogramas individuales representaban la distinción entre 'palabras" y «cosasl>.
«palabras» y no «cosas». De hecho, a k) largo de su larga .historia, los ;¡'ambién hay Una diferencia entre los dos ejemplos. Estamos tan
ideogramas cuneifor:mes continuaron considerándose repre~entaciones Il~ostumbrados a emplear los texto§ que tendemQs a verlos por do·
de \\cosas» y no de «palabras... Podían vocalizarse en ellengua;e sumeno q!Jier. Se interpreta «semióticamente» que un cuadro, un modo de ves·
o acadio. También servían de base para la adivina.ci6n, lo cual requeria dl1 y un estilo decorativo efectúan una «declaraciów> sobre algo. Los es·
que se comprendieran como signos visuales que encamaban las «cosas» D ~bas q,e Oriente Próximo no veían textos en cualquier lugar que mi·
que representaban en todos sus aspectos (Bottérq, 1987, págs. 133·170;. ntran. Ni siquiera reconocían al principio sus textos como tales. Su
también 1974). mundo era de "cosas,,; los signoS' que hadan eran sencillament'e «ca'
Es más1'robable que la intuición de que la escritura represel).faba InIS. que représentaban otras «cosas».
el lenguaje surgiera de la percepción de que un grupo de ideogramas Así pues, las culturas con escritura tienden a semantizar las «cosas»
no representaba la realidad directamente. {iino mediante sus relaciones on significados, mientras que las ágrafas tienden a reificar las "palabras» en
mutuas; en otras palabras, no mediante relaciones de cosas materiales, cOsas. La. experiencia es diferente, peroJ por t unoso que parezca, el
cfcctorfinal es el mismo. Lo que ello sugiere es que, en primer lugar,
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o, corno dice la teoría, ..en episodios'" En si, no cabe objetar
nuestra experiencia de la oposición entre las «palabras» y las «cosas>! lo señale. Tulving puede afirmar que estas categorías epistc-
está hasta cierto punto detemünada por nuestra cultura. Lo cual no son también categorías psicológicas universales de la mente.
quiere decir que no la experimentemos también de forma subjetiva; son en realidad tan universales? ¿Es observable en todas las cultu-
pero sí supone que nuestra experiencia subjetiva no define la eslnlctu· la cUSbnción entre lo semántico y lo episódico? La respuesta corta es
la de la memoria. En ella la frontera entre ~alabra~ y «cosalt, o « mán· 1010 en culturas con una concepción de conocimiento organizado

~
~:~~.~~~i;~!'~~~.~b~nuestra.
tiCOIO y «sensoriallO, no está donde nuestra cultura podría experimentar-
la ni donde una cultura ágrafJ. la experimentaría. Ello sugiere, por últi· que resultaranEnininteligibles. La teoría
culturas ágrafas, es tam-
las distincio-
mo, que en lo que se refie.re a la memoria, no hay por 9ué asumir que alfabetizadas con concepciones de cono-

l
dicha frontera exista. ~:$S~de visual, como los ejemplos del siglo XV I ya ex·
La teoría haría incomprensible una obra como los Eftrcicios
de Loyola, pues en eUa el conocimiento verdadero se susten·
La memoriay ~ psicologfa cognitiva pof la.intensidad de l~ experiencia sensorial en lameditación peIronal.
A menudo,la misma elección de términos de Tulving resultareve-
Los cambios en nuestro paradigma epistemológico reflejan cam- ladora. Según él, la memoria semántica recuerda mediante ..símbo-
bios en nuestro modo de pensar, sobre todo en el modo de pensar so- lo.-, mientras que la memoria episódica recuerda mediante «experien-
bre el 'pensamiento. Así pues, la epistemología se traduce en psicolo- c.w evocada. Se utiliza "símbolo» en el sentido de «símbolo lógico,.,
gía. Hemos visto que la concepción textual de la memoria encaja en .. decir, un signo que tiene un equivalente semántico, pero no es su
un contexto histórico más amplio y que este·concepto posee varias pa· juico significado posible. Incluso hoy,la concepción de !osimbólico
radoja&' asociadas. Estas dificultades no han pasado desapercibidas y en contraste cón la experiencia sensorial resulta restringida, pues pare-
hemos de q:mtemplar algunos de los modos como los psicólogos cog- aria excluir el uso de "símbolo" en relación con las artes visuales. Ha-
nitivos y los filósofos empiristas han intentado afrontarlas. da 1400, el humanista florentino Coluccio Salutati aport6 una expli-
La solución más fácil y puede que más común es dividir la memo- ....ción muy diferente de la imagen visual: .. Puesto que se llega a la
ria en dos o más clases. El tipo de memoria que puede guardar cono- comprensión y conocimiento de Las cosas espirituales por medio de
cimiento objetivo constituye una parte; otros tipos de memoria cons' t.. cosas sensibles [...], siempre que entendamos d cuadro coma algo
tituyen otras. De este. modo, según Endel Tulving, psicólogo de. la Uni- h~ho por la mano del hombre, no algo divino en sí, [podriamos se-
versidad de Toronto y gran autoridad sobre la memoria, nuestras lUir viendo en él] una similitud de la providencia, dirección y orden
memorias se dividen al menos en dos ..sistem3Sl>: un «sistema de me- divino", (en B""",d.ll, 1971, págs. 60 y 61).
moria semántica'" y un «sistema de memoria episódiC3Jt. Se dice que es- Estas palabras suponen una teoóa del conocimi~to antitética al pa-
tos dos sistemas subyacen en dos formas diferentes de conciencia. la radigma semántico; compendian una gama completa de pensamiento
memoria semántica subyace en la O/conciencia conocedora,", mientras medieval y renacentista sobre las imágenes visuales y su relación con d
que la memoria episódica subyace en la «conciencia autoconocedor.vo. mundo real. El hemo de que incluso hoy la idea de una imag~ visual
Por lo tanto, la memoria semántica rige nuestro conocimiento de los "gnificativa sea perfectamente comprensible para la mayoóa de las per-
hechos independiente de nuestra experiencia personal de nosotros mis' IlOnas parece sugerir que la teoóa racionaliSta de la memoria no logra
mos, mientras que la memoria episódica subyace en nuestro senti· hllcer justicia no solo a las memorias de los penodos antenores de nues-
miento subjetivo de identidad (Tulving, 1983; para una amplia exposi- 1m historia, sino tampoco a nuestras propias intuiciones5.
ción, véase Gardner, 1985).
Como implican los mismos ténllinos, la distinción entre «memoria
semántica» y é1memoria episódica» refleja una distinción epistemológica " _\ Citamos la teoría de Tulving como un tjemplo. pues no hay espacio ~rn una ex·
entre memoria organizada racionalmente -----es decir, memoria ordenada p¡»ición gener-al de l:lli teorías psiclllógicas sobre b mtmoria. Nuestra critica ¡¡ Tulving
como una red de conceptos- y experiencia no organizada de fonna ra- MI rc!duce ¡¡ dw p untos. Primero. no ha intentado validar sus fCiult.ados en las diversas
cional -es decir, experiencia personal recordada, prdenada en series
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La memoria y hsfilósoJos empin;tas ~upbner. Sin embargo. como recuerdo es más ambiguo pues,
escribió Goethe en su autobiograna, no sabía si el recuerdo del
Toda teoría sobre el conocimiento debe, en un punto u otro, en- ~j:~:~~~~r~e;al~:o~~sj: ;n~~o era más que el recuerdo del incidente según
frentarse a la .noción de cómo funcionan nuestras mentes; aunque solo tI su imaginación infantil tras escuchar el relato
sea para acabar concluyendo que no existe una relación necesaria en- por sus padres (WoUheim, 1.980).
tre los dos. Los 61ósofos empiristas lo han percibido claramente desde experiencia de Goethe hace que parezca dudosa la afirmación
el siglo XVII. Vieron que su concepción del conocimiento objetivo te- II1P'1!"'' : Sin duda. la imagen era clara para Goethe,lo cual no le con·
nía que asociarse con una explicación de cómo es que podemos recor· que lo que recordaba bien no memn sus propias imaginacio-
dar con objetividad. Su noción de memoria preferida era la 'de conser· su experiencia no es infrecuente; a muchas personas les
vadom de imágenes sensoriales. Sin embargo, esta descripción planteó sus recuerdos infantiles. Es fácil confull-
un problema inmediato. Como percibió Hobbes. para mostrar cómo la "cosa real,. cuando es lo bastante claro, pues no
conserva la memoria información sensorial verdadera, primero tene- reconocer que lo que recordamos son solo recuerdos, no da·
mos que mostrar cómo. en nuestras mentes, podemos distinguir las los sentidos conservados. Esta ambigüedad puede ser desconccr-
percepciones retenidas verdadems de las simples ..fantasías». En otras socava la fe que tenemos en nuestra capacidad de distinguir
palabras, debemos suponer la existencia de una facultad mental que 1J;~;i:~!:IOf~s recuerdos verdaderos de la imaginación solo por nuestm
nos permite distinguir la memoria verqadem de la simple imaginación. ,. de los primeros.
Hume sostuvo-que esta facultad era la claridad superior y carácter real El dilema de los empiristas' está arraigado en su concepción de la
de la memoria verdadem (TreatiseofHuman Nature, 1739, li.3). Fue una ""ClU1oria como datos -sensoriales conservados. Es probable que se pue-
postura que adoptaron muchos empiristas. De este modo, los filósofos d. rastrear dicha concepción hasta el problemático relato de la percep-
desde Hobbes y Hume hasta RusseJI han sostenido la existencia de una "-IÓn realizado por Aristóteles en De animti', pero los empiristas desa-
facu ltad de la operiencia mental -una cualidad específica de los re- nollbron esta concepción dentro de los límites de una noción cartesia-
cuerdos verdaderos, una señal infalible unida a eUos- que nos permi- na de la mente que habría sido completamente ajena a Aristóteles. Los
te, basándonos nada más en nuestra experiencia de ellos, separar la ve,... ,mpiristas necesitaban mostrar cómo la imagen de, digamos, una fresa
dad de la ficción (Wamock, 1987, págs. 15-22, con citas). 'J'4I'Cibida por la mente y guardada en la memoria podia ser idéntica a
El argumento de que existe una señal unida a los recuerdos verda· l. fresa de la realidad, sin que esa misma imagen fuera, en ningún sen-
deros que nos pennite reconocerlos como tales da por sentado que ddo.la suplantación de una ...fresa». Solo si esta imagen podia ser a la
siempre distinguimos la verdad de la f.mtasía, lo cual no es en absolu· wz verdadera y completamente independiente de la realidad serviría
to cierto. En un relato de sus primeros recuerdos, Goethe describe como fuente del conocimiento objetivo_ Así pues, Hume pudo admi-
cómo, poco después dd nacimiento de su hermano. tentado por ami· tir c.'lOdorosamente que el modelo es incompatible con la experiencia
gas de su edad, tiró la pqrcelana china de la fumilia a la calle. Como • la vez que seguía percibiendo que debía defenderse el modelo.
hecho, el incidente no es problemático, un simple ataque de celos, ca·

("" MIiMORIA EN su CONTEXTO


culturas. Eua critica podría aplicarse a los cognitiyistas en general. Segundo. su sepaN'
ción ae lo semántico y lo sensorial produce una concepción de la memoria que va con-
tra la intuición. Esta es una obje'l:ión más compl¿ja, pues aunque los psicólogos cogniti- La conclusión de Hume es paradójica. Si creyéramos realmente
vos suelen distinguir entre sistemas semántico y episódico en la memoria. no Jo hacen "ue. nuestros recuerdos son transcripciones precisas de operiencias
de fonna tan ihflexib!e corno Tulving. AsI, Badddey, uno de los principales t~ric05 mo- rrales, demostraóamos mucha más confianza en dIos de lo que hace-
dernos de la di$ciplina, habla de o.sintstesia» en la memoria. refiriéndose al modo en que
la memoria de un nivel evoca la de la oUa. Duda de [onna ~Jjcita de la utilidad prnc-
tica de la distinción de Tulving (Badddey. 1976, p:igs. 317 y 318; 1990). V~ansc también • Sorabji, 1972. No est~ claro Ji las doctrinas cmpiri5tas sobre la memoria fUelPn in·
Mishkin y Appemeller, 1987 y Neimr, 1981. fltfldas por los escritos c§pedficos de Arutótdcs sobre la memori3 o por la teoría general
(1,(:-13 perr.cpci6n contmida en De anima. Véasc al raproo McGinn, 1982.
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mas. También nos preocuparia bastante más el hecho de olvidar¡ pues tw''''nga' vali,d", universal muestra la naturaleza funeional de muo
mucha de.nuestra experiencia cotidiana nunca parece estar bien «trans- nuestra experiencia de esta. Suele ser una experiencia asbcia.da
crita:». No obstante, en circunstancias nonnales, nuestros recuerdos I~:;:~;\~ ~~;~~:~~,;e importa mucho qué tipo de tarea sea. Nucs·
nos resultan muy útiles; recordamos sin siquiera damos cuenta de que 1I infonnación semántica es diferente de nuestra
lo hac.emos. Lo que implica el fracaso de-la empresa empirista de des' refrescar recuerdós de nuestra primera infancia. Ambas
cubrir un mecanismo garante de "la verdad dentro de la mente es que nuestra qrperiencia de tratar de recordar cómo bailar
el modelo de «copia y almacenamiento» no se corresponde con nues· estas diferencias funcionales también son dife-
tra experiencia de la memoria. No implica que nuestra confianza coti· pues es el mundo en que vivimos el que establece las
diana en nuestros recuerdos sea equivocada. Solo se nos requiere que . determina los modos en que debemos rea-
busquemos la fuente de esta confianza en otro lugar. nos otorga las categorías en las que debemo$ pensar
Gran parte de dicha confianza se deriva del hecho de que experi' así en el caso de la memoria individual y también en el
mentamos el presente como si estuviera conectado con el pasado. colectivos.
Nuestra experiencia del presente está insertada en la e~periencia pasa· de categorías empleado en la descripción de un re-
da. La memoria representa el pasado y el presente como si estuvieran tenel' más que una validez relativa y no universal; lo
interconectados y fueran compatibles entre sí. Tenemos confianza en supuesto, a las categorías utilizadas en este libro.
este tipo de memoria porque se prueba continuamente en la vida coti- las más generaJes y neutrales posible, pero segui·
diana. Esta prueba también revela incoherencias, pero cuando sucede relativas. También debemos precavemos de ra·
no solemos tener dificultad para cqnfabulat una razón. No. puedo en· mientras la describimos. La .memoria es fluida y
contrar las llaves en el lugar donde recuerdo haberlas dejado .esta ma· que apenas percibimos. Por 10 tanto, las categorías en
ñana. Imagino que otra persona las ha· cogido o que he sido más des' I ~I:,~auan¡;;,alizamos deben ser lo bastante indefinidas como para evi·
pistado de lQ habitual. Ninguna de las hipÓtesis me obliga a dudar de lt sentido de fronteras rígidas que separen un «tipo» de me·
la conexión del pasado y el presente. otro,
Por supuesto, esta inserción de la memoria en la experiencia recien· Por último. está el problema de que al analizar la m,emoria le atar'
te también puede estar en el origen de su qebilidad como fuente de ca· una consistencia de objeto que en realidad no posee. Sin em-
nacimiento del pasado. La memoria es más fuerte en el continuo del 1~~1i~;~:~~¡:~~f;:fu~ya está presente en nues.tro hábito cotidiano de
presente, dQnde se ejercita y prueba constantemente; puede ser anacró' ~ fisicas para expresar la experiencia mental. «Acaricia-
nica sobre hechos ajenos a ese continuo. Sin embargo; dentro de él, el ¡oeas; «buscamos» respuestas. Lo que «en realidad» queremos de-
método de validar de fonna continua la memoria mediante la ~pe' . (1lI~ndo afinnamos que ,.por fin cayó la breva» es que la «máquina»
riencia presente suele funcionar muy bien. _conectó» de repente o tal vez que el «punto» del comentario «hizo
Si se valida la memoria en la práctica real, debe deducirse por des- .Ue- de. ~pente y «en~jó en su lugaPJ. Al explicar una analogía hemos
gracia que no siempre es absolutamente cierta. Nuestro conocimiento JltUtriao a otra y parece que no somos capaces de salir del "ÍreuJo. Vece-
del pasado y el presente se construye sobre ideas y recuerdos en la mm más.adelante·que esta tendencia de describir la mente con analogías
mente presente; no puede ser más preciso que las ideas y recuerdos en ,.paciales es de por·sí significativa. Sin embargo. de momento. solo pre·
los que se basa. Nuestra confianza en los reOllerd9s está limitada por la IfnBemos destacar que dichas descripciones son~ de hecho, analogías.
posibilidad de que sea contradicha por nuevas experiencias o ideas me- Jlilmpre que: nos demos cuenta' de ello, podemos .comprender que los
jores. Nos demos cuenta o no, 10 valioso de la memoria no es su capa' JIQmúnculos al frente de sus paneles de control no son más que "hom'
cidad de proporcionar un cimientQ inamovible al conocimiento, sino, b'rtcilllos» metafóricos y heurísticos, y no entidades mentales reales.
sencillamente, su capacidad de mantenemos a flote. ,¡BJ problema de la analogía existe también en un plano más profun·
,do, Nuestro empleo de analogías descriptivas está influiqo por nuestra
El fracaso de las explicaciones filosófica y psicológica para propor- ftlncepción del lenguaje como un medio de descripción autónomo y
cionamos un conjunto de categorías para la descripción de la memo- . parodo de. lo que describe. Esto es lo que hace tan heurística la ana·

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por lo general, un .algo" que está ante nosotros. La presencia
logía delllfantasma dentro de la máquina,. de Arthur Koestler para des- • I~",es,)ri', para el recuerdo; este término implica hacer regresar
cribir nuestras mentes. Pero también vemos que la distinción entre I!p:l mente. En contraste con el reconocimiento, que suele supo-
labra,. y ~osa" no está presente de modo natural en nuestras memo IIf1:cpci6n el recuerdo es por lo tanto un acto puramente interno,
rias; ni la gente de otras culturas experimenta siempre esta disrinciólI suponer alguna forma de representación mental. Cuando re-
de la manera precisa en que lo hacemos nosotros. Lo cual significa qut' ~~::~;):c~omunicando lo q ue recordamos a los demás, traslada-
al trasladar la discusión del problema general de cómo vamos a expo l~ a un estadio más, la articulación. Ello implica la ex:-
ner la memoria social al de la descripción real de las a~riencias d,· que, aunque suele ser una exteriorizaci6n de la memoria, pue-
memoria de otras personas, debemos tener cuidado con cómo descri también un proceso puramente interno.
bimos los ..fantasmas- dentro de las «máquinas_ de las demás ~rsonas, r'r"n)os. p.'''",".to. tres categorías: ~conocimiento. recuerdo y ar-
En principio, solemos considerar la memoria social una expresiól' preguntarse si estas tres categorías son parte de un
de la experiencia colectiva: identifica a un grupo, dándole un sentido 'ü,,~~~o tres actos distintos. Es más, en la medida en que podrian
de su pasado y definiendo sus aspiraciones para el futuro. Al hacerlo, ~ cabria preguntarse en qué sentido preciso deberíamos se-
la memoria social suele realizar afirrnacione¡¡ factuales sobre hechos P:l-
sados. A veces somos capaces de comprobar dichas afirmaciones fuo ¡P. D. MacLean, podemos especular que nuestra memoria
tuales con fuentes documentales, pero otras no. Sin embargo, en am --es decir, la memoria asociada con los 16bulos frontales
bos casos la cuestión de si ,toso/ros cO)lsideramos dichos recuerdos cie.... ha evolucionado en tres estadios. El primero representa
(OS desde el punto de vista histórico resultará con frecuencia me n o~ del cerebro de. los reptiles, que podría,nloS denominar
importante que si cUos los consideran ciertos. Los grupos pueden con' de cocodrilo». Ahí la memoria existe solo en el
siderar sus tradiciones como un conjunto de relatos divertidos, que mi La presentación de un estímulo reconocido
vez poscan una lección moral que enseñar, 'pero que no SOJ.1 más qu," un curso de acción que, en cierto sentido, ya está progra-
ficciones. No obstante, en otros casos, los grupos pueden considerar fi· en el animal. El segundo estadio es el de los paleomamíferos o
dedignas sus tradiciones. En estos últimos casos, es imponante pregun. , conciencia de caballo.. , que consiste en la capacidad de un
tar cómo y por qué lo hacen, pues no cabe suponer que ningún grupo para establecer tina conexió n entre un estímulo presentado y
se limite a considerar sus tradiciones los datos sensoriales conservados iIo:I.nopr,esenle,. De este modo, el animal no necesita estar en presen-
de sus antepasados. estímulo --comi.da o algo que teme- para reaccionar a él, sino
La memoria social es una fuente de conocimiento, lo cual significa en presencia de algo asociado con la comida o el miedo. Ello bas-
que hace más que proporcionar un conjunto de categorías medíant," o" ..... permitir al animal "'preveD> lo que vendrá después y comportar-
las que. de un modo inconsciente. un grupo experimenta lo que le rO' acuerdo. El tercer estadio es el de los neomamíferos, que es el
dea; también le proporciona el materiaJ para la reflexión consciente, lo 'i!i".. ro. En él el «animal,. posee la capacidad no solo de seguir una ca-
que significa que debemos situarlo en relación con sus propias tradi· cle asociaciones, sino también de representar o articular de algún
ciones, preguntando cÓmo interpreta sus «fantasmas- y cómo los usa modo lo que recuerda (citado en Fischer, 1979, pág. 34).
como fuente de conocimiento. Todas estas teonas sobre el origen de la conciencia son muy espe-
I\II. tivas: citamos esta solo como ejemplo. TIene la ventaja cle presen-
Ur de fonna conveniente las tres categonas de la memoria como evo-
Recollocimiento, rtcurrdo y articulación juciones en tres estadios neurol~ ~os distintos. Si la acepta~os, t~-­
bl6n aceptamos que el reconocmuento, el recuerdo y la artlCulaCi6n
Podemos volver a la descripción de la memoria con una sencilla rueden distinguirse desde el punto de vista neurológico. ¿Significa
observación: es compleja. Bajo el término hay un conjunto de actos 8 tO que.podem·os distinguirlos también en términos puramente psicD"
mentales. Asodados con frecuencia con la memoria están, por ejem· I~.i ~ps? El ejemplo pretende demostrar que no necesariamente. Sin
plo, el reconocimiento, el recuerdo y la articulación. Reconocer signi. d\l~II, podemos distinguir el reconocimiento. el recuerdo y la articula-
fica identificar algo o a alguien a partir del conocimiento o experiencia
47
ción como tres tipos distintos de conducta. Pero ni la po's¡~,il¡,j,d l'Iu~tro conocimiento en categorías conceptuaJes de las que
una distinción neurol6gica ni la de una distinción de conducta I de ínmediato para su articulación.
cen q,ue t~mbién realicemos una distinción atendiendo nada más ~ • 'h"rg(' . ,I,ara el objetivo del experimento, podrÍamos desear
~encncla ~e~tal. En est~ p.l~a poco las separa. No hay nada, , mnemotécnica introduciendo la oposición entre lo
c¡empl,o. SUb¡etlVamente prurubvQ en reconocer no sentir que una lo""n'o,;a!:. Podríamos pedir al cultivador de rosas que se
te reptil de nuestro ceR:hro está transmitiendo un mensaje a nuesl!\~ una de las cien variedades sin articularlas en palabras,
centrc:>s de razonamiento más evoluckmados de la corteza cerebral. para sí mismo. En otras pala?ras.. le estaríamos pidien~o
~r ejemplo. cuando VWl~ ,una señal de stop. tenemos ningún

:
~::~:d~le una serie.de cosas en temunos puramente sensona'
miento de que ,el re~onOClmleDtO de la palabra proviene de un tarea podría implicar por su parte un paseo imagina-
ma.» de memona, m1entras que el reconocimiento del color pm,¡, "., ' los macizos de rosas, representándose cada una cuan' .
de otro. 1tt\t'Uentra. Dima operación mental, privada del atajo que p~
~, ubicació? ,fisica d,e la memoria (o memorias) puede ser I el lenguaje, llevaría más tiempo; veriamos, que la memona
cuesbon neurolaglca pe~ne~~e, lo cual no la convierte en psicológic.1. tOSa a cosa, es más engorrosa que. la memona palabra a cosa.
pues sea cual fue re su UblC3clon, no experimentamos que nuestros I ~\~~t~ ser imposible, De hemo, la Idea de un paseo mental por
cuerdos provengan de "aqu1~ o de ..allil;>: solo recordamos, ..Solo reco" .ti imágenes visuales era el principio en el que se basaba el
damos» porque nue~tra s.ituación con respecto a nuestros pensamiclI de. la-memoria. . . ,,

~
tos es tal que, por asl deorlo, no tenemos forma de ..mirar por encim4
del hombrol;> para ver de dónde provienen. Como consecuencia do, ~~:;::.~ah~o~raque
un son más e introduzcam~
pasointrínsecamente la dlStlnCIOn
espaciales entrelo
y los qu~ n.o
nuestra situación poco práctica, nuestras explicaciones de los sucesot privar al cultivador de rosas d,el apoyo del espaoo una-
m~taJes son rara vez poco más que descripciones analógicas. Cart~ piaiéndole recordar cada una de las cien ro~as ~lo por su ~Ior,
grafiamos la mente proyectando en ella las categorías percibidas de 1:1 ~'bC'I<~'1 nombres ni tampOCO acordarse de sus unagenes o su ~ltua'
cond~cta memal. Pero estas categorías son en su mayoría funcional es, En otras palabras, le pediríamos recordar una ser;te de
Defi~os las panes de nuestra mente con referencia a lo que hacemo~ ni localizados una serie que no estaría orgaOlzada
con dichas «panes... De este modo, la experiencia social se vuelve a car- , ' ni espacialmente. Esta tarea podría resultar im¡>9sible.
tografiar como topografia mental. Podríamos profundizar un poco cultivador tal vez.no supiera ni por dónde empezar.
con la aY,llda de un rudimentario experimento mental que la distinción entre la ..memoria de las palabras>o y,la
l~agtnemos a. un experto cultivador de rosas con unas existencias. de las cosas.. , la que existe entre lo semán~c? y lo sensonal
por ejemplo, de cle? variedades. Si se le pide que nombre y describa , Sin embargo, tampoco representa oposl~on~ naturales
todas sus rosas, sena capaz de hacerlo con facilidad. Probablemente fannas de interpre:tar y catalogar la e.xpenenaa que se de-
tendría una gran cantidad de conocimiento conectado dentro de su ca' gradualmente en la sociedad occidental. No obstante, nues-
beza de variedades y subespecies, con sus diversas características e his' IN . ' de la memoria se entrelaza con los modos en los que la
torias. Una vez que comienza a recordar~ una cadena de asociación na. wlü~os, Por lo tanto, estas distinciones influyen en la fonna como
tural pondría.a su disposición,eI resto de su conocimiento especializa. empleamos nuestros recuerdos. . .
do. In.d~so sm la ayuda de fórmulas mnemotécnicas, las partes del 'La memoria es flexible; si queremos, somos muy capaces de dlSbn'
conocuruento se estructuran en secuencias de conceptos relacionados ",¡lIlos recuerdos abstractos de los de percepción y sensación,. Si el ~I,
lo cual facilita mucho su recuerdo, ' 1¡\laBor. de rosas recuerda el conocimiento destinado a la artlculaclO,n
Esta c.~nexi~~ del co~ocim!ento no solo ayuda a recordar, sino in conceptos estructurados semánticamente, lo ~ace ~rque es mas
q,ue tamblen facilIta la art:Jculaclón. Las secuencias de conceptos rela. e6ea.z conservar iruonnación que a la larga neceSita art:Icularse en fQr-
clonado.s suelen estar estructuradas en parte semánticamente. Dichas nlas ya estructuradas semánticam~nte. La razón es ~clonal, El hecho
secuencias son más ~cil~s .de articular ~rque la memoria ya las con. de que el cultivador de rosas art1cuJara su memona en conceptos es,
serva en una fonna smtactlca, El lenguaje es un recordatorio natural ' tructurados semánticamente no significa, por supuesto, que carezca de

48 49
otros tipos de recuerdos. También fue capaz de recordar sus rosaS
como una secuencia visual. El hecho de que observara una distinción de cabeza al paradigma textual c;le la memoria: la
entre lo semántico y lo sensorial en la práctica muestra que sabía cómo no es la fonna de memoria canónica y nonnal,
adaptar su memoria a sus objetivos. Por supuesto, dio no menosprecia el gran poder y
Expresándolo de modo más general, es posible recordar «informa· de la memoria semántica ni niega que es sobre todo por
ción semántica pura», es decir, información codificada en una cadena como somos capaces de recordar información ajena al
de símbolos semánticos, lingüísticos, matemáticos u otros. Es lo que del presente., De hecho, si no recordamos infonnación se-
hace un ordenador y, en un grado mucho más .limitado, lo que hace- tendemos a quejamos de que «nos falla la memoria». Pero no
mos tambIén nosotros. El hecho de que nos resulte conveniente recor- jrl;:t~e~,s~ta~;r:rin~corporados en el mundo d«;l modo en que 10 esta-
dar información semántica en su forma descontextualizada ilustra la ~ I . semántica no fuera sostenida y complementada de
ventaja de las palabras como medio para la conservación de la «memo- coprinua por la' memoria personal y sensoriaL
ria de las cosas». Cuando ordenamos nuestros recuerdos en cadenas.de último, el hecho de que el cultivador de rosas no sea capaz de
conceptos puramente 'semánticos, nuestro campo asociativo será se- I'"~"",r" serie puramente olfativa no significa que no recuerde el
mántico. Una.cadena semántica lleva a otra. De este modo, las cadenas rosas. Si se le presentara el aroma de una rosa particular,
de conceptos semánticos están incorporadas en campos semánticos
mayores en Jos que el recuerdo sensorial se evita casi por completo.
a~I':~i.~~'d'~I~!~,C,~1;
¡
de inmediato. Es más, en el instante en que re-
olor, el nombre y la imagen de la rosa particular surgirían
Suele resultamos ventajoso recordar l¡l información textual o cien· , u cabeza. Sencillamente, el cultivador no fue capaz de recordar
tífica de ese modo preciso. Esta información es "'objetiva». Rec0rdarla ~romas de un modo lo bastante claro como para emplearlo en
no requiere acordarse de dónde y cuándo la aprendimos, pues esas cir· 4t:cil~nda mnemónica.
cunstancias no tienen nada que ver con la información. Suele ser más a establecer otra premisa. Todos los sentidos desem-
eficaz olvidar dichas circunstancias siempre que podamos hacerlo sin al afinnarnos que estamos unidos al mundo. Sin embar-
perder la in[oonación. En ·este modo de .recordar, los conceptos se- , parecen ser los dos sentidos que se prestan mejor al
mánticos funcionan como «significantes» sin sus «significados». esenciales para recordar. El olfato, el gus-
Sin embargo, por muy útil que esta cadena semántica pudiera resul- tacto también suceden en el espacio y el tiempo; pero no solemos
tar para la conservación de infurmación pura, fue inútil para el cultivador ). ~~;~~,~~~;,~:;oJfutivas como medio de ordenar en secuencias nues-
de rosas cuando le pedimos que paseara mentalmente por su jardín. Al re- I Así pues, aunque reconocemos mediante todos nuestros
querirle que precediera a los conceptos semánticos volvió a la memoria ..tI¡~ bs, solemos recordar vistas y sonidos con mayor facilidad que 010-
sensorial, la «memoria de las COSélS». Resulta significativo que también "'. FtbS y tactos. Podemos representamos con mayor facilidad imáge-
volviern a la memoria personal, pues fue capaz de acometer el paseo men- na visUales y acústicas, mientras que nos resulta más dificil en el caso de
tal recordando solo su experiencia personal. Ello ayuda a establecer una Jo. sentidos restantes. Nuestra capacidad para tecordar y fantasear en
premisa esencial: la mep10ria sensori~ y la memOlja personal están uni- UnO'genes espaciales y acústicas (imaginando incluso nuestras mentes
das de forma natural; recurrir a una supone recurrir a la otra. romo «lugares» que contienen ...fantasmas» y «recuerdos>!) muestra que la
Esta unión de lo sensorial y lo personal no es, por supuesto, nada m_maria sensorial del espacio y el sonido no es menos conceptual que
más que un efecto de la continuidad de mente y cuerpo, y de' la me- nuí!Strai.rñemoria abstracta de significados. El espacio y el sonido carac·
moria y la percc:;pción. Basándose en dichas continuidades, la memo- tam.:m el mundo tal com9 nos lo representamos en nuestra imaginación
ria es capaz de proporcionamos la coherencia que sustenta nuestro de un modo que los olores, gustos y tactos no 10 hacen 7•
sentido del yo. Hemos di¡:Qo que proporcionamos esa cpherencia es la
tarea p,rincipal de la memoria en nuestras vidas normales. De e'ste
modo, la fuente de nu,estra confianza en ,el funciQnamiento de la 0 1iver Sacks en Su ing Vo;us (1989) present:!. unas doci:ipciones maravillosas de los
IIlLmao~ ~nteriores de los sordos congénitos. No sabemos si' alguien ha estudiado seria·
memoria radica en la continuidad de la mente y el cuerpo, y con nues- _lIcnte la po,o;ib.ilidad de ordenar la memoria por el olor y el s~ntido del tacto solo (v~a­
tramemoria personal ysensorial más que con nuestra memoria semán- /If lhddeler.• 1976, págs. 262-264 para alguna experimentaci6n). Sin embargo, exis\e un
~IAt9 de n(:ción muy entretenido en la nOVl'la de Patrick Süskind (1986), ElpuJumt;

50
51

l
Extender la noción de '«conceptual» para que incluya imágenes vi· ' ,I", Có~,ct~. representar una figura de esa forma (Piaget e lnhd·
suales y acústicas significa rechazar la noción que limita lo conceptual l?oDello, la figura puede agrandarse desproporcionadamen-
a ideas organizadas semánticamente. Desde el punto de vista del fun- 1lI000,e',F,ara presentarla de frente, lo cual otorga espacio al niño
cionamiento de la memoria, las imágenes sensoriales recordadas no 'l ft" llrirotod,os los detalles esenciales. Donde no puede hacerse, las
son menos conceptuales que los conceptos organizados semántica- p;asan por alto.
menfe. Definir las imágenes visuale~ y acústic-as recordadas como «con· existe la ten,dencia a la simplificación y esquematizaci6n
ceptos» significa regresar en parte a la noóón de Locke de que todo lo La conceptuación significa que la memori,a se guarda en
que puede representarse· en la mente puede considerarse una «idea»_ ) ya que los conceptos son más fáciles de recor-
Cabe admitirlo siempre que no haya que aceptar el modelo de «copia completas. La simplificaciqn resultante de
y almacenamiento» de la memoria o la percepción. la memoria supo- puede ser dcistica_ Las relaciones espaciales en una
ne un grado de interpretacíón. Nuestras memorias no guardan peque· se prestan a ser modificadas para que las relaciones tem·
ñasréplicas del mundo exterior realizadas con material mental, igual de consecuencia aparezcan con mayor claridad. De
que no lo hacen las partes traseras de nuestros televisores (cfr. Marr, 1982; ~:~:~:~~I~ disposición espacial de las figuras en la imagen lle·
Kosslyn, 1980). al de modo que manifieste .relationes de causa y efecto
no estaban originalmente presentes.
Conceptos visuales recordados

Podemos ilustrar la noción de' ,'concepto visualll con up experi·


mento sencillo realizado -por el historiador del arte Emst Gombrich. Le sostenido que, en nuestras actividades cotidianas, la me·
pidió a un niño de once años que efectuara una copia eXacta del cua· '''lSo,rialy la memoria semántica se ligan de un modo comple·
dro de Constable Wivenhoe Park. El resultado fue una representación 1J~:~~~~Empleando la idea expresada de concepto visual, podemos
muy simplificada. El césped moteado y frondoso de Constable se re-- ., a' explorar cómo ocurre.
dujo a una mancha verde; las nubes de tonos delicados se convirtieron . observa!;' la conceptuación en un experimento psicológi·
en una zona uniforme gris claro. Las figuras animal~s y humanas se la sencilla razón de-que e~ mucho más fá'cil obseJVar y registrar
adelantaron y dibujaron de~proporcionadamente grandes o desapare· ' 1Í1I"nori ,,~ue «sale» que la que «entra». El ejempló de Gombrich re-
cieron del cuadro. De este m9do, el estudio de la naturaleza cuidado· , una clase de experimentos psicológicos. Resulta signifi-
samente observada de Constable se tradujo a un conjunto de concep· qu~ casi todos fueran realizados por psicQlogos especializados
tos visuales (Gombrich, 1980', frente a la pág. 50'). ~¡;~I;~·::rl(cfr., por ejemplo, AUport, 1955; Gibson, 1950). Es
Como concepto, hierba es una «cosa Verde», del mismo modo que fJ' la «entrada» de la percepción que la de la memoria,
cielo es una «cosa azul» y una manzana es una "cosa roja... Por supues, sllgiere que, para los fines de los experimentos psicológicos, la
to, desde el punto de vista empírico, la hierba, el cielo y las manzanas 11I~',:r:~~IP::o:;dría considerarse una extensión de la percepción. Esta pos·
pueden ser de varios colores. Si los niños suelen pintar cielos azules y UI peligros: olvidar, por ejemplo, no es del todo equivalen-
manzanas rojo brillante no es porque sufran defectos de visión o me· J' j no percibir. De todos modos, tratar la memoria basándose en su
moria, sino porque es más fácil lograr un parecido reconocible pintan- $bilog(a con la percepción ofrece al menos alguna indicación de las
do el concepto. &lbIQr'sione.s que es probable que aparezcan en la conceptuación,
De fomla similar, el cone.epto de ser humano es algo con piernas, Bl;problema de observar la «entrada» y ..salida» de la memoria fue
brazos, dedos, ojos, orejas, nariz, pelo, etc. Por supúesto, desde el pun· ~r4ado por vez primera por el_psicólogo alemán Ebbinghaus en la dé·
to de vista empírico, los seres humanos se sitúan con frecuepcia en wda de 1880. Situó a sus sujetos experimentales en aislamiento comple-
nuestro campo de visión de modo que muchos de estos detalles nos re· tu y les hizo recordar sa~ de silab~s sin sentido. Et: la década ~e 1930,
..sultan invisibles. Sin embargo, a un niño puede parecerle conceptual- .1p~ ¡cólogo de Cambndge Fredenck Barlett estud16 los experunentos
52 53
~¡;~~~~ visual Pero, como le explicó a Barlctt, tan pronto como
de Ebbinghaus. En su opini6n, los resultados, aunque interesantes, er:ltI ~. que el rostro cobrara vida, lo fijaba en la memoria asigo
limitados. l,.Qs experimentos eran demasiado artificiales. Ebbinghaus h;}· run nombre. Dichos «salt05>O entre lo semántico y lo visual
bía tratado de resolver el problema de la memoria aislándola lo más po !almu,n", y se experimentaban como naturales. Los sujetos inven·
sibil' de su contexto en la vida cotidiana; pero, según Barlett. el rasgu semánticas para recordar imágenes visuales y empleaban
más importante de la memoria, de la fonna en que la utilizamos, es que.' visuales centrarse en descripciones semánticas.
nunca está fuera de contexto (Barlett, 1932, págs. 3-5). Id,""is, "bl:.ní"" mejores resultados cuando utilizaban juntas una
El punto de partida para sus experimentos fue la noción del psic6 técnicas. Ninguna técnica aislada logró buenos resultados
lago francés Binet de ..ídea gobernante». Barlett concebía la memori.1 pues, como le asombró descubrir a Barlett, los sujetos ten·
como un «t:sfuerzo por hallar significadO>o, en el cual este ~ obtenía 0 1' dC$p)srarse por las mismas técnicas que empleaban. Las técnicas
ganizando en secuencias lo que se debía recordar en un patrón claro, que recordaban la información mediante un patrón ver-
comprensible y, en consecuencia, f.ícil de recordar. Se propuso investig:lr ~¡:~.¡::;::~d:~~~~~.~ en el mismo patrón verbal. Una vez que este
las ideas que regían la formación de esas secuencias (véase Barlett, 1932 lb y memorizado, el significante, por asi decirlo, se se-
para este párrafo y los siguientes). significado y quedaba a la deriva, lo cual conllevaba que
En un experimento mostró a sus sujetos cinco dibujos lineales que lV'''''Qu, la información sensorial se había verbal izado, se olvidaba.
representaban rostros militares y les pidió que los memorizaran. Como no podían volver a comprobar su memoria visual y perci-
sospechaba, todos los sujetos captaron los rasgos sobresalientes de los di· ~1~:,I;~:;.~;S;;i~n embargo, resulta significativo que ello no significa·
bujos -sombreros, insignias, barbas, pipas, etc.- como «ideas gober· " verbal izada no fuera acompañada por imágenes vi·
nantes" que los ayudaban a organizar las secuencias de sus percepciones \!Inida a la pista verbal, había inevitablemente una imagen
en la memoria. Sin embargo, al discutido con sus sujetos, descubrió que más, esta imagen visual tendía a corresponder con su pista,
tambIén empleaban otras diversas técnicas. AJgunos realizaban compli· o no. En otras palabras, los sujetos de Barlett se vieron
cadas operaciones mentales, rotando o invirtiendo ciertas imágenes a fin en el dilema de Goethe de no tener modo de decir si
de que resultaran más .evidentes ciertos patrones visuales. OfrOS invent¡¡o visual recordada era real o imaginaria.
ron esquemas semánticos como recordatorios. Una de las técnicas favo' visuales conser:vaban una imagen que podía ser consul.
ritas era hacer que los «rostros cobraran vida.. imaginándolos como pero De este modo. conservaban la infonnación de
sonas reales e inventando pequeños relatos sobre elJos. Sin embargo, tendían a conservar las imágenes
Estos experimentos respaldaron algunas observaciones generales forma no esaucturada, lo que dificultaba su recuerdo. Tampoco
sobre el uso de la memoria. La primera es que el esfuerzo por hallar sigo libres de distorsión. Parece que es imposible concen.trarse en una_
nificado era un proceso tanto consciente como inconsciente. El plan. III¡IIO>SID fantasear sobre ella. Por lo tanto, los sujetos que badan ro-
teamiento fundamental era el mismo tanto si d sujeto abordaba la 1':1. a los rostros tendían a reconstruir sus imágenes de ellos según

=
rea ideando una estrategia consciente como si no. Los sujetos tratabat\
siempre de observar un patrón en el material, reducirlo a un patrón ó
!;:~:~~~'Ic~~u~ando Barlett mostró a uno de sus sujetos el dibujo
que le babía dado una explicación muy detallada
imponerle un patrón a fin de convertirlo en algo capaz de memorizar- pensó que lo había sustituido por un nuevo dibujo.
se. En otras palabras, antes de poder memorizar el material, los sujetos se sintió intrigado por el modo en que la memoria semán·
tenían que "canografiarlo". It. y visual se comp.lementaban mutuamente, aun cuando ambas
Los patrones con los que los suje.tos cartpgrafiaban el material eran lttUVieran equivocadas. Sospechaba que aunque la memoria parecfa estar
en general de dos tipos: semánticos y sensoriales. AJgunos sujetos ten' "",nizada semánticamente, tal vez bubiera un componente visual
dieron más a proyectar en el material patrones semánticos, mientr:ls pllne en'Ja misma experiencia de recordar. Se dio cuenta de que la me·
que otros vieron patrones visuaJes. Sin embargo, ningún sujeto recor· '1tIof'ia visual tendía a fijarse en detalles, que se recordaban con precio
dó en patrones exclusivamente semánticos o visuales. De hecho, la ma- ,161i~ Qtientras que no era así en el caso de la perspectiva y las relacio·
yoría eran tanto semánticos como visuales. Así pue·s, un sujeto que re· .... dcl campo visuál. Ello le hizo preguntarse sobre el efecto de estos
cordaba los rostros haciéndoles cobrar ·vida comenzaba empleando
55
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detalles recordados con tanta claridad en la memoria semántica. H abt
ob,set;ado que I~ memoria .visual compensaba un error en el patrón sr ambiguo, pero olvidaban cuáles, desde sus perspectivas, eran
mantlco produciendo una lmagen visual que lo conf1nnaba. ¿Podía 1,I1;1 discordantes.
tuar también en el sentido contrario? ¿Se acomodaría la memoria se Baclett no estaba interesado en las interpretaciones
mántica a los detalles visuales recordados? como tales. La ambigYedad del reJato les había obugado
Para explorarlo, ideó un experimento bastante diabólico. Eligió un recuerdo de él. Se preguntaba si este elevado grado de
relato y.se lo dio a sus sujetos para ~ue lo recordaran. No esperaba quP :inhibiría la formación de imágenes visuales. Sí, como
mernonzaran el texto completo, SinO que les pídió que volvieran fI era así, se preguntaba qué tipo de papel desempeñarían
contarl? con sus propias palabras. Las condiciones del experimentn visuales.
fueron infonnales, y todos los participantes parecían ser conocidos SU' , del texto por pane de Barlett fue astuta, pues
yos. Leyervn el relato completo dos veces y se les dio ti~mpo para pell relato tenía poco sentido, sí contenía diversas imágenes visua-
s~r sobre él. Barlett les hizo pruebas inmediatamente después y, a par Sospemaba que un detaUe visual recordado servía a menudo
t1r de entonces, a in~e~os regulares, se~ se los encontraba (se. top() gobernante.. para una reconstrucción semántica. No se
con ~no de. los partiCipantes en la calle sel.~ años después de la pruebJ ob¡erva.,w,. imagen mnemónica visual en el punto de articula·
y de mmediato le preguntó por el relato). observarse, introspectivamente, en el plano del re-
. lo que Barlett no I~ dijo a sus sujetos, pero que hace especialmell' 111" ,1101 pues, Barlett solo podia confirmar sO hipótesis pidiendo a
te "~teresaote el expenm~nto, es que el relato es ininteligible. Habí,j que expusieran sus experiencias. Al hacerlo descubrió que,
eleg:¡do un c~ento de los mdios americanos recogido por el .antropóJo, -:~~',~:~ varios caso~, un~ imagen visual recordada inició y rigió
go estadoumdense Franz. Boas, titulado «La guerra de los espíritus•. ~ recordada de asociación semántica.
pero ~ le había sacado de su contexto. En el texto de Boas, no está c1.. : concluir que traS la memoria en el plano de la articulación,
ro q~lénes son los espí~tus o entre quiénes es la guerra. Como habi:¡ estar organizada semánticamente. había una experien-
previsto B~ett, la ambigüedad radical del relato obligó a sus sujetos n Ilubí"dva de memoria que era menos semántica. Aunque en el pla-
mtelectualizar. En su ~esfu~I2O por hallar significado» se vieron obliga- (ecueroo el grado de semantización podía variar considerable-
dos a car:ografiar la hlstona antes de recordarla, aportando alguna in, resultaba excepcional que el recuerdo estuviera semannzado
terpret3CJón que la mciera inteligible. .~:fo:~~:: sin imágenes sensoriales acompañantes. Para explicar las
Las interpretaciones fueron muchas y variadas. El planteamiento • en el contexto de la memoria. como se observó en la arricu·
más común fue racionalizar a los espíritus para que desaparecieran,in- , sedebía tener en cuenta la forma en que la memoria se moldeó
terpretando la referencia a ellos como la denotación a algún clan o tri. mente de cada sujeto. Contenido y forma eran complementarios:
b~ nativa ame.rica~~. Sin embargo, no resulta sorprendente en el Cam. la que se organizaron las secuencias de la memoria refleja·
bndge de los claSICiStas F. L Cornford y Jane Harrison que también del recuerdo individual; pero esta intención estaba for-
surgieran algunas interpretaciones extravagantes. Un sujeto recordó e! al contenido. Sin embargo, Jos individuos no solían
r~ato .d~ acuerdo con ~I ri~aJ mortuorio del ant.iguo Egipto. Otro ca. cuenta de sus intenciones, pues los mismos experimentos
clonallZo a los personajes V1VOS para que desaparecieran interpretando de manifiesto que muchas de las elecciones de la forma en
el relato como un mito de la naturaleza. I material se moldeaba fueron espontáneas, técnicas que solo se
Lo 9ue le interesaba ~ Baclett era cOMunar su hipótesis de que b 11¡¡-':..n,,,t>an cuando el individuo pretendía recordar.
memona se amolda a la uuerpretación. Cuando el recuerdo aún esta-
ba recie~te, los sujetos se solían dar cuenta de que había posibles dis-
crepanCIas entre el relato tal como lo recordaban y sus interpretacio- f¡;JIHmy!tctltnciatW de/a mmloria
nes . .Después, 'a unque se conservaba el recuerdo de la interpretación,
tendla a d~aparecer el recuerdo de las partes de! relato que no encaja- 8drlett descubrió que la forma en que la memoria podía secuen·
ban en esa mterpretación. Los sujetos podian seguir recordando que e! ne.no solo era un reflejo del contenido, sino que también estaba de-
.,rminada por las intenciones y predisposiciones de los individuos que
56
57
~::T.~;:::~::~l:o~s:n(dichos o expresiones que componen i:J mayor
recordaban. Diferentes individuos recordaban diferente, utilizando dl" t~ de los jorai. Son conjuntos de frases, más 6-
talles distintos como idc=as gobernantes y estrategias distintas para lll (l memorizar por la asonancia y el ritmo. Emplean una gran
mamarlos. Lo cual suscitó una pregunta final. ¿En qué medida las e~ recursos acústicos en estos dichos: ritmo, rima, asonancia y
trategías que adopramos, de fonna consciente o inconscienre, para rt- ,_' ...... "Su dlálogo consiste en intacambios de dichos, uno de:: los
cordar están determinadas por nuestra cultura y nueStra educaciól) presentar una relación de asonancia con el siguiente. La
panicular? Parece probable que las forrn.as en que recuerdan los abog:l' tan ajustada a un patrón de su conversación no impide
dos los documentos legales y los pintores los cuadros están determin;l- ~~;~~:d;s:~i bien también imita el imucambio de dichos, asumien-
das, en cierta medida, por su formación profesional. ¿Es posible exten. ~ ambos papeles en la converución y reemplazando pa-
derlo y contrastar el modo general como las culturas aJfabctizadas largos de monólogos al diálogo remedado. Así pues, las se-
secuencian sus recuerdos con eJ modo en que lo hacen las cultul'íls auditivas desempeñan un importante papel para sostener la
'-<- ,
a~~d. . social de los jorai. De hecho, lograr un efecto acústico agra-
El filósofo estadounidense Charles Pein:e sostuvo que el estado meno en el intercambio de dichos parece expresar lo que Doumes de-
tal más favorable para la creatividad era el de «diversión» o «puro juego. 1III,",.e).,;enti'do de bon ton de los jorai en las relaciones personales.
(en Sebeoky Umiker-Sebeok, 1983, pág. 26). FJ argumento sigue la veml secuencias auditivas no es el único modo en que los jorai con-
de Montaigne: un intelecto activo y vigoroso necesita vagar libre y am- memoria social; también hay secuencias conceptuales y se-
pliamente y estar relativamente desembarazado del tipo de conocimien- m.ias"de imáget;les. De este modo, la memoria social de los jorai
to puramente p~ivo que puede buscarse si es precis.o. Podemos tomar cstp.r mucho más predeterminada por un conjunto de mne-
dichas observaciones como personales - Peirce está describiendo la ex· ~~:~~~l~~muy convencionalizadas, lo cual hace particularmente in-
periencia de su mente- y emplearlas para definir cómo es la memori:l 11 nieguen que las utilizan, o al menos que les concedan es-
según I ~ experiencia de un individuo muy inteligente. Es abstracta, muy Importancia. Se dan mucha más cuenta de que emplean el ritmo
semanllZada y está estructurada en una red de categorías causales y lógi- wnancia a fin de que su habla resulte más agradable al oído. Sin
cas. Tambi¿n está muy personalizada. pues los individuos son capaces de D"'1So., no admiten utilizar estos medios como modo de fijar el di-
ordenar sus imaginaciones para ajustarlas a sus gustos. &ra estructura es memorias. La misma idea les resulta absurda, pues les pare-
~bj¿n flexible t informal. Las tá:nicas de secueI"\ciado empleadas per- eXpresan sus dichos estructurados. muy convencionales
IDltuian la mayor amplitud y libertad posibles de asociación. 1 acústicamente no es nada más que el mundo tal como
La opuesta a este tipo de memoria podría ser la de un grupo peque:
ño, aislado,<culturalmente homogéneo y ágrafo. Si la hipótesis es acer-
,n realidad.
al antropólogo británico Evans-Pritchard observó de los azande de
tada, su memoria seria menos semántica; también estarla más orienta· ...Arrka que contemplaban su mundo a través de una «red de creencias»;
da a las cosas y menos estructurada en conexiones abstractas, lógicas y ' " embargo, no la ven porque asumen que su percepción del mundo
causales. Su memoria también se¡;Ía más reducida, menos personal ljD e.s más que una representación de. este tal como es. Por lo tanto, 4nO
y con secuencias más rígidas. En efecto, parece que es así. ~den..salir de las redes» porque jamás se imaginan que están en ellas.
Los jorai, un pequeño grupo tribal que vive en Vietnam, han sido ,\1ft uande no considera la tradición una -estructura eterna..., sino _la
estudiados por el etnógrafo francés Jacques Doumes (1976). Afirma tora de su pensamiento y no puede pensar que su pensamiento esté
que su cultura mnemónica no solo está bien organizada, sino hiperor· tII"('()CIdo. (Evans-Pritcharo, 1937, pág, 194; Honon, 1967),
ganizada. El discurso de los jarai es muy convencional. Hay una gran Al igual que los azande, los jorai no ..-ven las redes». Como los es-
ho¡nogene.idad en las ideas expresadas; las ideas no convencionales es· ribAS babilónicos que escribían en cuneiforme, no sueln ver que una
tán expuestas a no ser comprendidas en absoluto. Por lo tanto, para los pAi:lbra" es diferente de una «cosa» y que el orden de las palabras está
;orai, la inteligencia no se manifiesta enunciando nuevas ideas, sino rtI.ldo por la semántica y Ja sintaxis, y 1).0 por el "!undo ..tal como es
utilizando las existencias tradicionales de. proverbios y dichos de mo· .,1 realidad... Por último, al igual que Tulving, no logran comprender
dos atrayentes y componiendo canciones cuya forma y conte::nido es- lI1p1r lo que observan no es necesariamente el mundo tal como es, sino
tán estrictamente regidos 'por la tradición.
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58
sus propios conceptos proyectados. Vimos en los experimen.tos de 13,11 c ~llles el proceso de recordar y olvidar puede SOpleterse a cier-
lett que las personas «corrigen» su memoria sensorial para que se 3jll d~ebntro l consciente. Como hemos visto, no es más que una
te a su interpretació.n general, aun c!,lando dicha intetpretación sel1 oe los tipos de técnicas conscientes que solemos intentar do'
equivocada. Contemplaremos en lo§ capítulos siguientes cómo la I'n ~p''''h'lCer ~ue!,tras nnernori'as más eficientes en las tareas diarias.
herencia y respaldo que proporcionan ·los recuerdos guardados de I'JI control consciente de nuestros recuerdos no es nunca más que
rna colectiva pueden tener la fuerza suficiente para anular y disfTai'.lIt limitado. Nuestra memoria nos mantiene a flote en nuestras
contradicciones evidentes entre memoria y realidad. de fonnas de las qlle apenas nos damos cuenta.
Por supu~to, nada de ello quiere decir quedos jami tengan mab,r ~:~~,.~:~m~e~~morias expresan la conexión de nuestras mentes con
memorias o que sean ·menos inteligentes que nosotros. Simplemetl lr i y de nuestros cuerpos con el mundo social y natural
utilizan sus mentes de fonna diferente. Doumes destaca que los jor,ll nos rodea. Pero esta continuidad también es la fuente de 19s oIvi·
son muy expertos en recordar todo lo que quieren y precisan. Sin eml nonnales. Si enciendo y apago el mismo interruptor de luz cuatro
bargo, recuerdan en un entorno cultural en el que el problema de In nl,día durante diez años, no retengo en la memoria una secuen-
memoria como fuente de conocimiento verdadero no podría surgir. El o"l.,,.da d.e 4 x 365 x lO registros de recuerdos separados, pues, en
problema de la coherencia del mundo de la mente con el mundo exl"c" las acciones habituales, la repetición borra los recuerdos pre-
rior a la mente no existe para ellos. ,reste borrado de casos repetidos de hechos habituales es nonnal,
Expresan su propia concepción de la conexión de la mente y el también puede tener resultados' inesperados. No percibimos los
cuerpo y de la persona con su entorno social mediante una ceremoní:J , , a lo que vemos en el mismo' espejo cada mañana. Pero
Poco después del nacimiento, a un niño j6r~ te «despiertan» los semi de imp(Ovjso una fotQgrafja antigua, pue~e que nos
dos con una raíz de jengibre. CUando la partera sopla en las orejas del contemplar cómo ha habido un proceso de cambio sin que
niño, invoca la memoria, Se ordena a cada uno de los sentidos que ... re.. cuenta. No somos capaées de percibir los cambios no
cuerde»: recordar su trabajo; recordar su enseñanza; recordar los d eb(.~ porque de un día a otro son demasiado pequeños para notarlos,
r~s hacia la familia. De este modo, se ordena a los sentidos que «se agu no"po,.q.,e la naturaleza habitual de la acción borra nuestro recuerdo
dIcen/> ~ara que reconozcan las ideas presentes en la cultura del recien menos que haya alguna asociación especial que haga que se
nacido (Doumes, 1976, págs. 213-215). él lIecue.rdo, tal vez descubramos que somOIl incapaces de recor·
mirándonos en el mismo espejo hace un mes, un año o diez

Olvidar lIQ,q.¡e, 'es válido para la memoria de la~ personas también lo es


memoria social. RomanJakobson, al describir la transmisión
Mary Wamock señala que la memoria es la única de nuestras facul . los cuentos populares, detalla cómo un relato, al pasar de
tades mentales que aceptamos que funciona con normalidad cuand o a otra, se altera sucesivamente. Pero este proceso de
falla (1987, introducción). El comentario es irónico adrede, pero, como puede ser insospechado en una sociedad oral. Sin registros
el de Mpntaigne sobre la unión frecuente de buena memoria e intelec· para congelar una versión en un estadio de transmisión, no
to débil, da e,n cl clavo del problema. Lo que suelen pasar por alto l a~ para la comparación. La versión contada por el narrador
exposiciones filosóficas y psicológicas sobre la memoria es que olvidar la misma que la aprendida por este hace muchos años. Y esta
es normal. Por supuesto, olvidar es a veces embarazoso en la sociedad; versión, a su vez, parece idéntica a la versión contada por vez prime·
pero, como ilustra la azarosa vida del memorión descrito por el psicólo. 1:11, .hace muchas generaciones. cuando el supuesto acontecimiento
go ruso Luria, es mucho más debilitador no olvidar nunca (Luria, 1975: 'estaBa aún reciente en la mente de todos. No hay percepción del
cfr. Borges, 1956; págs. 117·127). proceso de cambio, pues dicho proceso se borra al pasar Qakobson
Así pues, 10 que ofrecen los suministradores de la literatura del tipo y Bogatyrev, 1973),
de «los diez pasos para lograr una memoria vigorosa» no es un medio lEn este capítulo hem'os tratado de rescatar la memoria de los pro-
de impedir que jamás olvidemos nada, sino las técnicas tradicionales l .b1,fu¡,,, de la feoóa del conocimiento para revelar su carácter subjetivo

60 61
y conceptual. La memoria no se ordena como un texto fisico, sino,
pese a todas las dificultades que nos resulten de reconocerlo, como el
mismo pensamiento. No es un receptáculo pasivo, sino un proceso de:
reestructuración activa, en la que los elementos pueden retenerse, rearo
denarse o suprimirse. En el capítulo siguiente veremos cómo funciona
este proceso.

CAPfl1.JLO 2

Ordenamiento y transmisión
de la memoria social

Un compañero del rey, cuya cabeza era una fuente


inagotable de narraciones en verso y cuya lengua dora·
ba el lenguaje del repertorio atesorado, forjó un nuevo
cantar realizado en el metro.
Este hombre comenzó a tocar, encontró la expre-
sión, concibió debidamente la hazaña de Beowulf, di-
rigió la narración y tañó las palabras rimadas. Decidió
hablar primero de Sigemund y cantó la mayor parte de
lo que sabía de las proezas de ese héroe.
BtOlllJl!f(versos 866-875)

'"MBlMORIAORAL

ti, monona de las pakt.bms


El cantar del «compañero del reY" ensalzando «la hazaña de Beo-
wul/il parece espontáneo: las palabras llegan hasta él. Los guerreros
vuelven cabalgando de la laguna donde el monstruo Grendel ha muer-
10 de la herida infligida por Beowulf. Están contentos y mientras ha-
Gn galopar a sus caballos por las llanuras, se «habla mucho.. de la ha-
,al1a de Beowulf. ~Muchos dijeron» que «ningún otro hombre bajo el
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63
6nname~to mudable superaba a Beowu1fi.. Es casi la descripción de de Ulises· fueron cantados por los poCt3S (Parry, 197 1;
una multltud 9ue vuelve a casa tras un juego. De repente, uno de los
hombres, algUJen daramente famoso por la versificación y el canto y sus seguidores señalaron que la poesi3 oral se ejecuta en
ccomienza a tocar-...Forjó un nuevo cantar» en alabanza de la hazañ;; b~:c:i'r:~:~~~~~ auditiva tradicional. 4lAuditiva/O se refiere aquí ;1
de Beowulf, comparándola con las proezas de los grandes héroes de :.. cadencia, rima. asonancia., aliteració n, estilo de repre-
antaño. IItM'n- lo que pueda afectar al sonido del poema como habla. La
. Co~paremos este cuadro. con la imagen romántica del poite mal(- deJa estructura auditiva ayuda a un poeta oral a rec.ordar y
dlt del SIglO ~ en su buhardilla. La actividad consciente y antisocial permitiéndole ..sentip. la fonna de la cadencia que está a
d~ ~n poeta literato contrasta con la fácil sociabilidad del scop anglo- seguir incluso antes de elegir sus palabras. De este modo, un
saJon analfabeto. Pero este contraste es engañoso. Las destrezas de conoce la fOrma de su verso antes de comenzar a recitarlo.
los poetas tradicio nales en las sociedades no alfabetizadas se susten· • ello influye en la elección de las mismas palabras_ Com o es·
t~ban en el c~mocj~íen to, la práctica y, en muchos casos, la prepara· acerca de los poemas homéricos, la selección de las pala·
clón formal mtensl.va. Como carecía de la capacidad de ordenar sus sus formas depende de la forma del verso hex:ímetro (pany,
palabras en la escritura, el poeta tenía que realizar la composición pAgoxix), lo cual significa que el poeta debe disponer de una vas-
oral en su mente: el único espacio disponible para dar forma a las p a' tic frases preparadas. A su vez, muchas de estas palabras y sus
labras era su cr~neo. Fara adquirir estas técnicas, el poeta oral entre- MJn parte de reservas de fórmuJas y epítetos. Muchos son varia-
naba la memona. rhetricas de nombres de cosas y expresiones sencillas que permi-
. En principio, los eruditos han percibido siempre el caráct.er espe' colocar un nombre o referencia específica donde desea
clal de ~a poesía en la sociedad no alfabetizada. Sabían que un scop hexámetro. El dominio de estas fórmu las permitió al poeta
anglosajón, como las figuras comparables de otras culturas ... heroi· .. "t:,lf"beto soldar semánticamente su hexámetro sin cae.r en di-
cas,., era un maestro en atesorar palabras. También dominaba la -me- métricas.
cfida.. y era capaz de improvisar un poema en cualquier metro, rima fónnulas también existen a escala mayor. El poeta oral no
o modelo de asonancia y aliteración que exigiera la cultura tradicio- con una gran reserva de sinónimos y epíteto.s, sino tam-
nal. No obstante, condicionados por sus propios hábitos basados en más largas. Aunque no cabe duda de. que nuestro texto
los textos, los. e~d!tos ante~ores a. Parry (y muchos posteriores) no . sido reelaborado en el estadio en el que se puso por
lograron percibir nmguna dlferen'cla real entre el uso que hacía un orígenes prealfabéticos; muchos de sus me-
sc.0p del lenguaje y la medida del VeISQ heroico y el de Tennyson, po r pueden emparejat:5e... completos o en parte, con medios ver·
ejemplo: solo era una cuestión de estilo. De este modo, no llegaron en nuestro corpus -i:omparativamente pobre- de
a compre!lder que el ~ e tro y ~a estructura del auditorio en general de . (Magoun, 1953). Estos medios versos representan
much?s tipOS de p.oesla oral, Junto con su naturaleza repetitiva y foro de describir a un personaje, introducir una escena o
mulana, no eran Simples convenciones estilísticas, sino que también ;avanzar la -acción. Como señaló Albert Lord, discípulo de Parry,
servían para proporcionar las simetrías que ayudaban al poeta a re- fórmulas se agrupan, a su ve-¿. en tomo a temas mayores -el reto
cordar. .u'g,;ro, la lucha, el consejo, etc.- , cuyo modelo de acción está ti·
.La percepción. de que la estructura de la poesía oral reflejaba la ne- én sí mismo (Lord, 1960, págs. 68·98).
ceSidad de un recu ador oral de recordar provino del erudito homéri-
co estadounidense Milman Parry en la década de 1920. Antes de él
la "cuestión homérica.. era un argumento erudi'to sobre cómo encaja:
I Debe destacal1e que O)Jelilra descripóón de b po~s ra oral se relitre tspcdficam~n'
ban el supuesto «t~to» o «textos» de los poemas homéricos. Parry nrA;O épico; existen otros upos de poesía oral que 50n mucho m.:is ('~ll1blcs de lo que
sostuvo que no se ~ataba de que hubiera un texto o muchos bajo Ha· lllderen Pany y Lord, conslando a I'ccr5 d~ t Cl¡jO~ (por 10 ¡;eneral rcbliva ntellle coro
mero, pues en realtdad no babía ninguno. En vez de textos había ha· l"llmpUCSlOS y rttordadOs. Vé.llC Turville·Pctre. 1976; Finnt'gan, 1988, p.igs. 86·109;
bido recitales, momentos en los que los relatos de la guerr; troyana y tJ'Il.una tradición épica rdativIDl~nie eSlabJe en India, Smith. 1977.

64 65
El resultado es una estructura subyacentJ?: que proporciona pistas ,¡J parecer una objeción extraña. Tenemos una idea c13m de lo
cantor, ayudándole a recordar y componer. Existe un patrón mlemi) ~~b~~s~;::o:repetición al pie de la letra, pefQ también cOntamos
de asonancia que, unido al gusto de! poeta por la cadencia, le propol rt de referencia, y esa es la dite rencia . Sin e! control de
ciona una pista de lo que debe venir después en el verso poético. E,! e.:nto.~ dificil, en caso de duda, establecer cuál era el «ori·
asociación con el metro y el modelo de asonancia, también hay UI ) memocia para continuar. La alfabetización ayuda a
principio de atracción de unas palabras hacia otras, o de frases COIl del texto e~to como copia, en forma escrita, del habla.
otras fTases, lo cual también proporciona p.istas mnemónicas que f~l.'¡ de texto escri.to la que nos proporciona nuestra noción par-
litan la composición. Por último, ligado a ello, está e! patrón de suce de referencia original y autorizado. Sin la idea de tex-
sión de unidades de signi6cado. En la poesía oral, las unidades métri "';10.'1. idea de la repetición al pie de la letra de un recital siempre
cas se corresponden con unidades sintácticas: cada estrofa completa n II!Illn,,:e~ muy vaga. Esto es lo que hace improbable que se memo-
cada verso completo se corresponde con una unidad de significado, y transmitieran en la Grecia ágrafa grandes secciones del ..tex-
De este modo, desde las unidades poéticas menores hasta las más gran
des, desde la estructura auditiva básica hasta la sintaxis y la estructum comprobar esta hipótesis, Parry y Lord grabaron o hicieron
del significado, la forma de la poesía en las sociedades orales Se! orden;. actuaciones de los cantores épicos serbocroatas (Lord, 1960).
para proporcionar continuamente al poeta recitante las señales que le que aunque solían insistir en que no habían cambiado
muestran cómo avanzar. entre una recitación y la siguiente, las cintas transcritas
El pasaje anterior de Beowu!f refleja este proceso de composición, lo contrario: de forma invariablt!, habia numerosas varia·
El scop está improvisaI)do un lICnuevo cantar». AUllque tal vez fucm . BI conocimiento y destreza de los cantores eran tales que les
creado sobre la marcha, se componía en buena medida de fórmul a~ «gener.lI» un poema sobre un tema espedfico. No memori·
probadas y válidas. El cantar fue tlrealizado en el metro» y «concebidt) un texto, sino que recomponían una narración épica de modo
debidamentell. El poeta «lañó las palabras rimadas». Es una descri l>' '~~~:~F,~:Tosimilar, nunca era idéntica a la versión previa.
ción de la composición oral. ¿Pero en qué sentido es también una d e~· l.t previo, comparamos la memoria semántica con la
cripción del recuerdo del scop? La formación en rima y metro, el cono· La teoría de Pany nos pen:nite extender la exposición para iJ1-
cimiento de pah:abras y relatos, ayudan al poeta a componer su poemn. fambién la memoria auditiva. Las destrezas mnemónicas de U11
¿Cómo le ayudan a recordarlo? ¿Q¡é "apariencia.. tiene el poema den oral son comparables a las de un orador clásico entrenado en el
tro de la memoria del poeta? de lugares. Por supuesto, la diferencia es que la mnemo técnj·
La pregunta es más clara en el caso de Homero. Su verso es como se basaba en e! ojo mienuas que las desuezas de los poetas
piejo; es más rico y puJido q ue la poesía anglosajona. Aunque los pot'- basan en el oído. De hecho , la obra de Parry y la de sus muo
mas homéricos parecen poseer muchas de las características del verso wscipulos iluminan una red general y muy importante de cone-
oral, a numerosos estudiosos les ha resultado imposib le creer que s(- ~1t''',"lre sonido y memoria. La destreza de los poetas orales se de-
tratara de simples improvisaciones. ¿No podria ser que se memoriza· una percepción del habla no como una visión, sino como un
ran y transmitieran al pie de la letra de una generación de rapsodas a El meUO es un patrón auditivo impuesto en el habla. Sin cm·
la siguiente, si no los poemas completos, al menos grandes partes de , antes de poder explotar el metro en la composición de poesía,
ello.>? t'eGonocerse y comprenderse primero la presencia de simetrías au·
La objeción no es que memorizar la Diada y la Odúea fuera una la· I.:os poetas pueden componer en metro porque son capaces de
bar fuera ~d alcance de la facu ltad mnemónica de una persona. E, ;~~;~;,:~ el habla como un sonido abstracto e im,aginar los diversos
una tarea ,dificil, pero la lograron con regularidad los recitadores profe- )' en los que cabe disponer dicho sonido.
sionales en el periodo clásico. Más bien la objeción seria que, has!n «audición') interna presupone la conceptuación del habla
que el poema no se recogió por escrito, nadie habría sabido con cene· filmo sonido. Esta faOlla de conceptuación no lleva a una intuición
za si una recitación determinada era una repetición al pie de la letra de.
otra anterior.
".1 lenguaje como texto. Sin embargo, sigue constituyendo la base de
Inda téouca mnemónica efectiva. La falra de una concepción visual

66 67
del lenguaje ayuda a explicar por qué su memoria en las culturas no lI l, , I~:~~~~:,;~::, puede eximir de la necesidad de aprender complejas
fabetizadas es rara vez palabra por palabra y está tan descontextualiz:1 iI! no de la necesidad de hablar.
da. No obstante, la presencia de una intuición auditiva del lenguaje ex' clase de memoria describe la exposición de Parry?
plica por que a veces son capaces de recordar tanto. Memorizan po(' una muy ágil: en su teoría,.la memoria es activa. Un poeta
sía, así como oraciones, conjuros y fOlTIlUlas rituales que suelen es!',1! [:l~:;::~' un «texto» guardado en la memoria, sino que 10 va creao-
estructuradas como poesía, y además ejemplos de prosa como lina)t!.'J, It avanza. En la mellte· de los cantores épicos no hay textos
listas dinásticas, títulos e incluso códigos legales Ú:fr., por ejemplo, 0 4: ~,~;:~~:~versos, imágenes, estrofas~ fórmulas, temas, las existencias
verdier, 1971). .' del arte poético. También hay narraciones junto con las
Así pues, la capacidad de una sociedad de transmitir su mernoriJ e ideas que las defmen. La lIiada es un relato sobre la caída

:
social de una forma articUlada y lógica no depende de la posesión dt' ~¿~~;~~~q~u:ielaunhistoria.
poeta pueda -improvisar un cantar sobre este
escritura. La cuestión es mucho más compleja. La transmisión de 1.\ El «cantor» debe unirlo todo: pequeños
memoria articulada depende, en un sentido más general, del modo l'l\ frases y rellenos de versos- que encajan en unidades
que una cultura se representa el Jenguaje. Depende de hasta qué pU II LYorts,,-<omo motivQs, situaciones de reserva e imágenes acústicas
to una sociedad puede percibir el lenguaje·como vehículo de expresi611 riw.lb.- para surgir finalmente como un relato estructurado y or-
y comunicación independiente del contexto social inmediato. Depel!
de también de la concepción que tiene el grupo del conocimiento qUe! "" ,"" ,mque «hac~ la memoria oral. ¿Pero qué «apariencia" tiene?
recuerda: ¿lo considera imágenes o texto que han de analizarse o solo difiete la «memoria» de un relato del poema percibido en la
patrones secuenciados de sonido que han de memorizarse? Son capn ~:~~:~~;!d~;e la página impresa? Vtmos en el capítulo anterior que
cidades que varían considerablemente de un grupo a otro (y de un in b1 conceptuando. Nuestras memorias guardan conceptos
dividuo a otro). Algunas sociedades orales, como los griegos y polinc dllh;,s sensibles. Ahora es preciso examinar de qué se componen
sios no alfabetizados~ o las tribus celtas de Europa noroccidental en I ~ conceptos: cómo están estructurados.Y cómo se ordenan en la
época de la conquista romana, poseían una intuición auditiva muy dI.'· IImI0ri',; Ya hemos visto que la memo·ria puede examinarse solo una
sarrollada. Estas sociedades eran capaces de cumpw: notables tarea~ que ha «salido». La relación entre memoria como .representación
mnemónicas. No es una coincidencia que también poseyeran tradicio U::¡~~~e~~~'; como representación articulada es siempre difici~ de
nes poeticas muy desarrolladas, I! Sin embargo, a este respecto la teoria de Pany resulta muy
Por esta razón, parece engailoso hacer que la diferencia entre cultu, describir la relación entre la memoria del poeta epico y el
ras ágrafas y alfabetizadas represente la distinción entre mentalidades recitado, proporciona una percepción de la estructura interna
«prelógica» y «racional.., como aún conciben algunas veces los ~scrito · li?fÍllJ.,era y, lo que es más, una percepción de la transmisión de la

~
res. Describir la actividad 'de los poetas orales como \< prelógica.. oscure
ce un proceso perfectamente racional por el cual son capa,ces de con·
~;~~~~f;~ta~,l,~, .~LO que se trasmite, cuando el poema pasa de un re-
, no es tanto el texto, sino más bien una idea del relato
ceptuar el lenguaje tanto como sentido cuanto como sonido y utiliZJ! las imágenes y frases que lo acompañan. Se dedu-
dichas intuiciones como base de su destreza poética. De hecho, se puc- 131 reconstrucción del proceso real de transmisión, observando
de ir más lejos. Este ·argumento no solo oscurece el elemento de racio It ''''I:orlserva, qué se añade y qué se pierde, es un modo. de descu·
nalidad en la memoria ágrafa, sino que también oscurece el elemento la forma y estructura de una idea en la memoria.
de continuidad entre los hábitos mnemónicos de las culturas no aH:\
betizadas y los nuestros. El mero hecho de que una sociedad haya ad
quirido la capacidad de representar su conocimiento en formas escrit;l.\ ¡"',r/8<'''',y memoria
no significa que dima sociedad haya dejado de ser también una culh.l-
fa oral. Seguimos siendo una sociedad oral y los modos como ajustíl- l!Iúa memoria solo puede ser social si es capaz de transmitirse y,
mas nuestra memoria social continúan reflcjando, .si bien en fonnas al ello, primero debe articularse. Por lo tanto, la memoria social es
teradas, las mismas prácticas y procesos mentales de las culturas ágra ,1n.,,",)O, articulada. La articulación no SUpolJe siempre articulación en

68 69
~
habla. Jan Vansina. entre otros, ha demostrado cómo una gran c:Ull(
dad de. memoria social arncana se conserva en rituales; el signific;l(IO
~~~~~¡~::~deEnestenuestro
carácter mixto en la exposición de. las an-
ejemplo, se aconsejaba al orador
no se pone en palabras, sino que se representa (1955), Transmilim ~ la presencia de un testigo (en latín, testis) incorporando
destrezlls manuales mostrando más el modo de hacerlo que explican testículos de camero a la escena. La conexión entre la ima-
do cómo hacerlo; mucha d e nuestra memoria de gesros y m ovimienl(,l lIti,ul" y aquello 3 lo que hace referencia es ahí bastante fortui·
corporal se articula de forma no verbal (Connerton, 1989). Con rodo, una relación conceptual entre los dos, solo una similitud
la importancia de la articulación eleva la de las palabras, yen este capl , lo cual no tiene efecto e.n la efectividad de la imagen COJTI O
rulo contemplaremos I ~ memoria social en la fonna de narrativa. ".n'lnemcinica. De hecho, es probable que las conexiones fortuitas
¿Significa la importancia de la comunicación que
la memoria sn imágenes mnemónicas y las ideas que representan simpli6ca·
cial es más semántica que la memoria individual? Después de todo, d del orador. Las imágenes no er.m más que señales y las me-
más fácil comunicar un mensaje semántíco que una imagen sensorial. señalan sus significados con la ruta más rápida posi·
Sin embargo, la necesidad de comunicar no reduce en absoluto la ca Mds" lIá de selVrr de señales, esas imágenes no tenían otra función
¡idad sensorial de la memoria social. VimOS que la memoria de un poc ,jJjcadlo pOr sí mismas.
ta oral del poema como sentido ---es decir, al contar un relato determ¡ suscita un punto muy simple, pero que se pasa por alto con
nado-- no estaba separada de ~u memoria del poema como sonido. Id,~~~:~acc;o~ncePtos no son como los objetos materiales. Una ima-
lo sensorial y lo semántico estaban entrelazados en su memoria. Tam. ., la memoria es un concepto; como tal, interactúa' con
bién vimos en el experi mento de Barlett que las imágenes visuales suco conceptos de fonna conceptual y no concreta. Se puede estable-
len acompañar a la memoria semántica y que las interpretaciones ofre· relación entre conceptos sobre cualquier base, aunque sea for-
cidas por sus sujetos solían basarse en imágenes sensoriales recordadas. e) excéntrica, pues las relaciones entre conceptos en nuestras meno
Ello no es menos cierto en el caso de los recuerdos guardados de for Inolipr,,,¡';an reflejar relaciones en el mundo. Así pues, en la medida
ma colectiva; también siguen un modelo semántico y sensorial. DI! que la memoria es conceptual, no constituye la menor diferencia
este modo, como en el caso de la memoria individual, las imágenes conceptos estén secuenciados de modo que reflejen vínculos
guardadas en la memoria social son mixtas: esran compuestas por 1I 1l;\ entre cosas reales o solo imaginarias.
mezcla de imágenes y escenas pictóricas, lemas, ocurrencias y trozos de , embargo, esta arbitrariedad en la relación entre imágenes en la
versos, abstracciones, tipos de trama y partes de discurso e incluso eti- y los significados con los que están conectadas no es eviden·
mologías faJsas. por sI. No hay nada en la imagen lttordada que nos infonne de
Así pues, la memoria social no se limita a la memoria de las pah lIe'""re.encia o no a algo mt1 o imaginario. Por eso Goethe no es-
bras. EJ, nivel de articulación más elevado necesario en la memoria ~ leguro de la fuente real de su claro recuerdo infantil. Por supues-
cíal no la hace más semántica que la memoria individual. Sin embargo, ~ ,~~~:~d'~ asumir que nuestros recuerdos son reales. Es decir, damos
sí la hace más conceptualizada. Las imágenes solo pueden transmitirse. fa! que si conservamOS imágenes o hechos de nuestro pasado,
socialmente si están convencionalizadas y simplificadas: convencion a l ~ referencia e incluso se derivan directamente de un hecho real. Si
zadas porque la imagen tiene que ser significativa para un grupo emC" ":;:;~;~~ recuerdo de un hecho, es que ese hecho sucedió: es dificil
ro; simplificada porque para ser significativa en general y capaz de trans- tr cosa.
misión, debe reducirse en la medida de lo posible la complejidad. 1...1S general, esta asunción puede ser válida en lo referente a nuestra
memorias individuales incluyen experiencia personal recordada, mucha ttwnoria per.sonal; usualmente, aunque no siempre, tenemos medios
de la cual es difícil de articular. De este modo, las imágenes de una m~ lit ~o ntextualizar recuerdos aislados en otros recuerdos, lo cual nos
moria ind.ividual serán más ricas que las imágenes colectivas que, en lIelepermitir regresar a las circunstancias con las que se conecta la me-
comparación, serán más esquemáticas. No obstante, esta esquematiza- ",oria. Sin embargo, no' es tan fácil en el caso de la memoria sociaL En
ción no requiere una pérdida de su cualidad sensorial: las imágenes e
ide~s de la memoria social siguen, conselVando un carácter mixto se-
,ni los imágenes suele!l hacer referencia a circunstancias que no he·
nl09 ¡presenciado y, por lo tanto, no tenemos medios de recuperar-
mántico y sensorial. In t'~ntextual izando las imágene~ en otros recuerdos. Veremos que las
70 71
imágenes de I ~ men;oria social están, en comparación O(desencamad a~ .~ _ ¡)roporci,on"ba una autoridad automática. Las imágenes se fija-
Con frecuencia estaD descontexruabzadas y, en un sentido radical, I ~ meflte de los oyentes al hacerlas tan vividas, incluso tan hom-
v~ no tengamos medio de saber si hacen referencia a algo real o ¡mil ~ia::~: fuera posible. Un sermón medieval era como un fresco
gmario. Por supuesto, seguirá primando la asunción normal: los mienl .' enseñaba mediante una sucesión de imágenes visuales.
bros de un grupo social detenninado imaginarán que si su tradici611 podemos tomar la referencia a ma/mafia como indicado-
conserva el recuerdo de cierto hecho, es que ha sucedido. Pero el gru .. ,orlo de imágenes visuales, ya sea en el sentido estricto de pin-
po no ha~e más que asumir que sus tradiciones han de referirse a algo t4CUltura y vidrieras o. como en Iqs sennones medievales, como
n!al; no tienen modo de.saber si es así. ~i"iiQ:nes verbales de escenas y acontecimiemos. En a.mbos casos~
la relación entre una imagen recordada y el significado o hecho ,11 de las imágenes se resaltaba lo más posible, mediante la
que parece referirse es inherentemente arbitraria; pero nada de "la natu' de los artistas o del orador. Las mismas imágenes eran señales,
raleza de las imágenes recordadas Jo revela. Vimos en el experimentó el objetivo preciso de guiar ..a los perezosos de mente"
d 7 Barlett q~e rodos s~s sujetos emplearon estrategias asociativas P;¡r:I más elevada. En este caso, el f)tmm es la doctrina cmtia-
fiJ~r el matenal que reman que recordar en sus mentes, pero que dicho, en la narrativa sagrada pues, como Gurevié? ha observa-
sUjetos solo se daban cuenta en parte de que usaban dichas estrategias. exponía sus doctrinas y enseñanzas en forma de
Algunas asociaciones parecen surgir de fOrma espontánea. Por supueS' 8) .
to, esto le sucede a todo el mundo. Descubriremos que al articular 1:1$ .iI~,";¡;'; una conexión importante entre imaginería visual y
tradiciones sobre la memoria social pasada, los grupos pueden afirm,1I relato puede describirse o representarse. Puede ser realza-
a.veces conexiones muy ext:(añas. Si asumiéramos que todas las tr:ldi. .~~~::i:,"~nd.~ñr:~~~·~d~~de imágenes visuales o auditivas o por la
Ctones deben tener una base real y tangible, podóamos llegar a algun:ls ~ narrador. Pero no es preciso que sea nada más que
reconstrucciones extravagantes de las historias de esos. grupos. llanas. Cuando se vuelve a contar, una narración es primor-
d~~::~;;~!.~rel.ato en palabras. ¿Se deduce que la memoria narrativa
n nada más que de palabras llanas? La práctica medieval
Narrativa y memoria otra cosa. El uso pQr parte de la iglesia de imágenes visuales para
narración sagrada en la mente de los profanos muestrn que, aJ
El abad del siglo XlI Suger de Saint-Denis observó en un verso f.l' p~ ell,., las imágenes y los relatos iban juntos. Esta actitud era
moso: ICMens hehes ad verum per material..ia surgit» (citado en Panofs· En los cuentos populares, en la poesía oral y, más en genenl, en
ky, 1970, pág. 164)_ El sentido es que las mentes no cultivadas ascienden l' donde el conocimiento se transmite en un formato infor-
a la verdad mediante la ayuda de imágenes concretas. Esta idea era UII predominantemente oral, la narración suele avanzar por medio
lugar común en la escritura medievall y reflejaba el intento didáctico sucesión de imágenes visuaJes. Así pues, la imaginería visual es
consciente de buena parte de las artes visuales del periodo. Étienne Gi~ 4~peC(0 de la memoria narrativa.
son ~a ,descrito las técnicas empleadas en un sermón medieval (1932). ¿Cuál es entonces el papel que la memoria de las palabras desem-
Las tmagenes centrales estaban extraídas de las Sagradas Escrituras, lo la memoria de los relatos? En los términos más sencillos, es el
orclen.a ryconectar las imágenes. En este sentido, un relato es una
de recipiente natural para la memoria; un modo de secuenciar
! PanolSky co mcn~ además que d pas;je o:no r.5 mio; que una condensación métri·
ca de "impossibile esl 1I05tro animo ad immJteriall'm "lScendcrc c;¡destium hi('f;lrch ia'
¡¡'r:o"¡w,,ode imágenes a través de conexiones lógicas y semánticas
mm el im.itationem el contl'mpbtionem nisi eJ, qU3 (' scrundum ipsum est, matl'riali una forma que es en sí misma fácil de retener en la memoria. De
~a.nu~ucuon~ utatur" d.e)ohn the.Scoc» ('es imp05ib!1' para nuestr.¡ mentt ascender a b . Ie modo, un relato es un recordatorio a gran escala. Por supuesto, no
,mlta~16n y contl'mplacl~n de las J er~rqulas cdestiales a menos que conRe en esa ¡;ui~
ma.teml q.ue eslá proparcl~mad~ ~ dla') ~19:0, polg. 165) lvéasc Abad Sllgrr. La ttbadílt d,.
I lPrende,"'c" los relatos de esa manera. De hecho, rara vez "aprende-
.. relatos de forma consciente; sencillamente los escuchamos o lee-
SI1.l~II-Dr:I/JY SlIlUOfO Ilrtlslf(;(J, edlo6n bilmgile a cargo de E. Pano&ky, Madrid, C:itedr.J].
La .,ma¡;merl~ Te~e hasta Gregorio Magno; para ampliar el tema, véase Kc5sler, 1985, . Ifambién los creamos sobre nosotros y los demás. En este sentí·
qUIen desarroll a el contexto ddsig!o VI. relatos nos parecen un modo muy natural de pensar sobre las

72 73
cosas, un modo de ordenar nuestro conocimiento (o nuestros caslil lr., nuestros objetivos actuales (véase un análisis más completo
en el aire) y de representarlos en nuestras mentes. 90). Es probable que nuestro texto escrito represente el úl-
El hecho de que asimilemos los relatos con tanta facilidad, acept,in . de una larga cadena de transmisión oral. La composi-
dolos como representaciones de la realidad (incluso cuando sabemol; poema lo delata: está dirigido a un público de oyentes, 110
que son ficciones), vuelve casi imperceptibles sus funci ones como red
pientes de los recuerdos. Cuando escuchamos un relato, o cuando fun la mitad del poema, Roldán y sus ho mbres ya han sido em-
taseamos, la memoria está presente. Rara vez precisamos hacer un es' por una vasta fuerza sarracena en el p:lSO de Roncesvalles.
fuerzo. Pero la función de la memoria en los relatos es importantisil11 11 combaten con valentía, poniendo en huid:l repetidas veces a
por ser tan invisible. Los relatos hacen más que representar acantee! ""Cen,o" los sobrepasan con creces en número. En la lame ('es·
mientas particulares: conectan, aclaran e interpretan hechos de formll únicos franceses que quedan ya en .d campo san Rol-
general. Nos proporcionan un conjunto de explicaciones de reselV¡1 .ld~~,~~:~:~~Turpín. El mismo Roldán, que e~tá herido, lleva el
subyacentes en nuestras predisposiciones para interpretar la realidad de , Oliveros al arzobispo para que lo confiese. Pero
las fo~as en que lo hacemos. Como veremos en el último capítulo, l., ~~:~:~~~~:~~i:lr, está herido; cuando intenta coger agua en el
memana no es solo retrospectiva, sino también prospectiva. Proporcio ~ el esfuerzo le resulta excesivo. Se derrumba y mue-
na una perspectiva para interpretar nuestras experiencias en el presen le' muerte arzobispo sitúa la escena para la descripción de la
y para prever lo que hay más adelante. de Roldán.
Así pues, las imágenes y palabras son dos de los componentes m~ ~ 120ge su olifante y su espada Durandarte y, ca-
importantes de nuestras memorias de la narrativa. Por supUésto, son sube un cerro donde se yerguen un alto
dos componentes que actúan juntos. pues, como vimos en el experi· de Allí se desmaya. Un sarraceno, fingien-
mento de Barlett, rara vez somos conscientes de la distinción entre lo entre los demás cadáveres, se levanta y trata de despojar-
semántico y lo sensorial en el uso cotidiano de nuestras memorias. De y espada. Roldán abre los ojos y al descubrir al sarra-
todos modos, con fines ilustrativos ~erá útil separarlos en cierta medi- la espada, se alza para golpearlo y lo mata. Pero cada vez
da, considerando primero la memoria sensorial en la narrativa y dcs· y ahora ha perdido la vista. Logra levantarse con gran di·
pués la memoria lógica y semántica. Podemos comenzar con un ejem· en vano romper la espada contl':l las piedras, alaban-
~lo en el cual la relación de las imágenes visuales con el relato está pa r- que ha conseguido y las reliquias que contiene.
ticularmente dara y bien definida, la épica medieval de Roldán ; par:1 174, Roldán siente la aproximación de la muerte. Va
nuesl10 anáJisis de la memoria <Ilógica» recurriremos a los cuentos de un pino y se arrodilla debajo, con su espada y olifante. Se da gol-
hadas. • de p,e dlo, rezando a Dios para que perdone sus pecados. Extiende
derecha a Dios y luego la deja caer. Dios enVÍa a sus ángeles
Ueven al paraíso.
M EMO RIA NARRATIVA i·l~~.~{'~;,;;d~ resumirse con rapidez; pero, como los héroes y las
de la gran ópera, Roldán se toma su tiempo para morir, 13&
Roldón I.'ara ser exactos. Es el clímax del po~.ma y el I<autofll --el enig-
Tumldus del verso final- lo alarga todo lo que merece. Ero-
Sabemos poco sobre los antecedentes y la composición de L,I diversos mecanismos poéticos y retóricos, da forma a la muerte
Chamon d~ Rolami, El cantar de Roldán. Nuestro primer texto proviene UDlcl'" en una secuencia de imágenes bien centradas y daras.
probablemente de los últimos años del siglo XI, tres siglos después de
los hechos que aparenta describir, y no sabemos en qué medida su-
4, nota 8, para ~diciones, traducciones y COnlcnt.arios sobre el poco
pone una transcripción de una representación oral y en qué m edid:! siguiente. Nuestro tratamiento del poema est.:\. en deuda con la ex'
una composición escrita. Sin embargo, cualquiera que sea el caso, b de la ~ figura ~ en Dante y en In. liternturn medic:v.1l en general
composición refleja sin duda prácticas orales, que es lo que n os inte-

74 75
A menudo el lenguaje es formulario, a veces en el sentido estriclo ~,~~I~~~' además mnemónico, pero lo es menos al ayudar al can·
de la teoria de Parry, con t;pítetos trillados que parecen servir para r~ ' r mientras improvisa que al fijar las imágcnc$ en las me-
llenar versos. En otras ocaSIones, El cantar de Roldón emplea otro mec:¡. público.
nismo auditivo, típico de la poesía oral, haciendo que el primer verso el inicio repetido "'<;0 sent Rollant ...... sirve de señal para
o vasos de una laisse evoquen el úJtimo o últimos de la precedemc. imágenes del progresivo derrumbamiento de Roldán. No
Ello conecta ambos versos acústicamente, aunque no semánticamen. estas imágenes no siempre siguen una secuencia. A veas la
te; en otras palabras, no establece un sentido de continuidad entre do~ se repite. Así, "'C;o sent Rollant. .... de la laissc 171 introduce
Io.ims. Puede que la evocación del final de un verso en el inicio del si de Roldán golpeando la piedra con su espada. Esta acción se
guiente solo ayude a fijar un orden detenninado en la memoria del na. la laisst. 172 y de nuevo en la 173. Esta repetición está marcada
rrador. versos iniciales de estas dos ¡aiues: & lIant ferit el pemm
Pueden encontrarse en el poema diversos recursos orales típicos. Mm',,'i, ...• ('Roldán golp'ó la pie<!" d, ".clónica'". 172) y _Rollan'
como epítetos para rellenar versos y asonancia entre las lo.isseJ, que sin ,1\ Une perre bise... " ('Roldán golpea la piedra grisácea'... 173). El
duda forma ban parte de su armazón mnemónica en un estadio amI. no es que la acción avance, sino condensar escenas, y escenas
No obstante, los casos de versos o mitad de versos repetidos no siem- Qe escenas. Esta técnica es cinemacográfica: los pasajes repeti·
pre parecen ser vestigios de composición oral. Muchos parecen funci o' ~~~i~'~:~~:~.'~; marcan los cambios de toma, mientras que los
nar más como parte de una técnica para hacer resaltar mediante lá evO' 1I de ..Rollant ferit...~ introducen cambios de ángulo de la e;i.
cación. Hay muchos ejemplos de ello en el poema, sobre todo en l o~ de la misma toma. El efecto pleno de estas imágenes de

~
momentos más dramáticos, donde su función parece retórica . :d~~~~~ise logra al comienzo de la laisse. 177, donde la fórmula
Como es normal en la poesía oral, las unidades métricas de El ca,,· «Morz est Rollant, Deus en ad l'anme es cels» ('Muer-
tar dt RoldJn se corresponden con unidades de sentido. Cada unidad Dios tiene su alma en los cielos').
transmite Sil propia imagen y cada imagen es independiente. No hay técnica de emplear versos repetidos para enmarcar dramática'
una conexión sintáctica entre las unidades; por lo tanto, apenas existe ~~~,~~!f~~~~ de acción repetidas aparece sobre todQ en la sección
modo de que el poeta pueda indicár una relación causal o lógica entre bl a la batalla: en las laisse.! 83 a 85, OJivcro~ insta tres ve-
una unidad y la siguiente. En este contexto, la retórica de la repetición Roldan a que suene el olifante; en las laúses 129 a 13 1, Roldán se
puede sustituir incluso hasta cierto grado Ja sintaxis que falta. No pue- lo mismo tres veces. Suena el cuerno repetidas veces en las
de establecer conexiones específicamente sintácticas entre las imáge- 133 a 1"35. Esta triple repetición no hace avanzar el relato; muy
nes, pero sí poner en un rdieve considerable ciertas imágenes. ¡""ntirano, detiene la acción. Sin embargo, al hacerlo resaltan el im-
Existen varios ejemplos de retórica que asumen la tarea de la sinta" igual que en un sermón medieval, o en una escena de una vi·
xis. En lugar de repetir el último ver.;o de una Io.isst precedente, el poe. la atención. La técnica de intercalar tomas largas y pri·
ma e~tablece con frecue ncia una conexión repitiendo primeros ver.;os Yseñalar los cambios de toma y ángulo de la cámara por
sucesIvos. De este modo. la escena de la muerte de Roldán comiem:a uso retórico de frases repetidas recuerda a El acorazado Po--
en la Io.úse 168 con el ver.;o 2.259: «<;0 se:nt Rollant que la mort Ji eSI éle-Eisenstein o al rutbol televisado.
prcs" ('~iente Roldán que .la muerte le está cercana'), lo cual se repite imágenes de Roldán en el momento de su muerte son muy dra·
en el pnmer verso de la < lame 170: "~o sent Rollant que s'espee li tol l>< . !Extiende su mano enguantada, encomendándose a Dios. El
('Siente Roldán que le quita la espada'); en la lo.isJt 171: «Ca sent Ra- . toma el guante. Luego, juntando las manos en un ges'
lla.nt la veue ad perdue" ('Siente Roldán que ha perdido la vista'); en 1:1 Roldán deja caer la cabeza sobre los brazos. Llegan IDl
lame 174: ~<;o sent Rollant que la mort le tresprent» ('Sie'nte Roldán . para unirse a Gabriel. Los tres llevan el alma de
que la muerte se apodera de él'); y ep la Io.isse 175: «Ca sent Rollant de dos laisses que relatan esta e.~cena están sin duda
s~r: te n~ n'i ad plus'" ('Siente RoI?án que su tiempo se acaba'). La repc· una sucesión de poses que, sin embargo, no aparecen en
bClón nene un claro efecto retÓnco. Roldán se derrumba en una suce· orden cronológico en los mismos versos. La ¡aisse 175 condu'
sión de imágenes de pausa y acción. El empleo de este lenguaje formu· 011 los versos 2.373 '1 2.374 cuando Roldán extiende su guante dere-

76 77
cho a Dios y descienden Jos ángeles. Sin embargo, la l(/isse 176 SaIL<i 1111 ~í pues, el poema hace referencia a un relato tradicional so·
ci~ atrás y comienza con Roldán tumbkdose bajo un pino. Lu q;. 1I como se había recordado y transmitido o ralmente. US au·
lame le hacer recordar su pasado y, de nuevo, pide perdór¡ :l Dios. S"I II~\ poema aceptaban la falta de articulación sintáctica, sin
en el verso 2.389 vuelve a extender Roldán .su guante derecho a Dlu. '1111,¡;:lite porque estaban acostumbradas a ella como técnica na·
Esta vez, no se hace descender de nuevo a Gabriel: ya está esperalldl) Ro ,todO caso, la falta de sintaxis apenas les molestaría pues ca--
para aceptar el guante, lo cuaL permite que; el poema avance '3 la ,q\ In historia y podían reconstruir las relaciones de causa y efecto
guiente pose, la de Roldán con Jas I~Q~ juntas y la cabeza caída S He su recuerdo. Este es un punto important~ . .1;1grado ex-
brc los brazos. ~~d:~:ft~'~':~ de articulación sintáctica, junto con el grado extre-
El poema narra la ~lUerte de Roldán C0l110 una simple sucesión J~ ¡, dea"en'úa,ci6n l'<ti,ri',ca,tiene sentido si consideramos
imágenes. Erich Auerbach describe este tipo de sucesión en l a Cba/lS(JJI un recordatorio para el público, de un modo que agradaba al

~~~I~!~b:~~~.~:~'~:'
deAlexis, más o menos contemporánea. ObselVa que cada imagen
de un relato
un público del siglo considerara cierto el rela-
ya conocido.
XII
contiene un gesto decisivo con solo una leve conexión temporal o c~tis.!1 . narración como válida siempre que mantuvie-
con laque le sigue o precede [...]. Es CQmo si Cada cuadro tuviera un mil
tal como lo recordaba: la traición de Ganelón, la muerte
ca prppio. Cada cual es independiente en el sentido de que no 5uctd ~
mda nuevo o inesperado en él y en que no contiene ul.la fuerza propul If.~~~:~:, la venganza de CarJomagno. Si duda, el público conoce-
sora que exija el siguiente. Y los intervalos están vacíos (1953, pago 11 5). !IJ algunos de los detalles - la amistad de Roldán y Oliveros,
del cuerno, los golpes a la roca- y esperaría que se incluye-
El término técnico para este tipo de narrativa es «paratoktica». En [lImb,;én en la narración. No tenemos modo de conocer ladas las
la narrntiva paratáctica, las imágenes solo se unen como cuentas en y temas asociados con el. relato de Roldán en la tradición
una sarta. Se suceden unas a otras en un orden temporal aproximadu pero parece probable que entre los más in~portantes. se_encontra-
(Baurnl, 1980). Existe poca o ninguna conexión sintáctica entre un)1 imágenes que nuestro texto se toma un mterés espeCIal en des-
~agen y.lasigu"iente y a menudo, como suele ser el caso en Roldán j , medi':mt, el mecanismo retórico de la repetición triple.
nmguna mcluso entre los versos dentrQ de la /aisse. La simplicidad sin. repetición permite al auditarlo dilatar las imágenes. El m'eca-
táctica de la narrativa paratácrica la c9nvirtió en un vehículo apropi;l' es mnemónico en el sentido de queje ayude a recordar ¡má-
do para. la poesía oral. El poeta podía concentrarse en generar una su' ·sinO en el de que le pennite visualizar un detalle
cesión de 'imágenes, que se esforzaba en hacer brillantes y conmovedo del relato de una manera dara. Afirmar que las imágenes
.ras sin tener que insertarlas en una sintaxis que articulara relacioll c...~ relato de Roldán son recordadas es afirmar también que
lógicas y ca.usales . . Aunque tal vez el auditorio creyera que estaba
¿De qué trata exactamente El cantar de Ro/dán y por qué se cuen!";1 una descripción de hechos reales, lo que estaba recordan-
de la manera en que se hace? Si fuera un relato de una batalla real en sus propios recuerdos, que habían cobrado vida en la poesía.
Roncesvalles en el siglo Vlil, la respuesta a la última pregunta seria «de de que el punto de referencia del poema no fueran sw:;:esos
ese modo sucedieron las cosas>!. Si, por el contrario, fuera un relato in- sino recuerdos conceptualizados ayuda a explicar la a veces sor-
ventado por completo por un poeta, la respuesta seria «ese fue el modo falta de «realismo" del relato.
en que el autor quiso narrarlo>!. Sin embargo, en el caso presente, nin. . visto que las imágenes de Roldán siguen una secuencia
guna de esas respuestas sería acertada. El canfar de Ro/dán .no cuenta el La razón es sobre todo la simplicidad: una secuencia más
relato de un hecho real ni de una ficción que salió sencillamente de J:l habría necesitado la adición de sintaxis. Sin embargo, pese a
cabeza de~ narrador. El poema narra una tradición que, de alguna fol't temporal, eXisten varios ej~mplos en el 'poema de vio-
ma, se· había transmitido oralmente durante siglos. En este sentido, el principio de una cronología estricta. ¿Sonó realmente Rol-
poema hace referencia a la memoria colectiva. tres .veces el otifante? ¿Golpeó las piedras tres ve¡;::e~ con Durandar-
En el siglo XII, la historia de Roldán ya era tradicional, muy coila. Aunque en todos esos cas'os el poema describe la acción tres veces,
cida y aceptada como un relato verdadero (véase más adelante, pági· efecto no es de sucesión, sino más bien de superposición.

78 79
Al igual que el repentino salto hacia atrás en el momento de ,U.I'1l0oque, después de reprochársela, no rechace también su su·
muerte de Roldán, los alejamientos de la temporalidad estricta de e ••• ' traicionera. La acepta, al igual que Roldán, aunque ambos, de
im~genes pueden e!!:plicarse con el fin de enriquecer una imagen al modo, parecen saber que la propuesta conducirá II consecuen·
petula. Pero esta técnica resultaría desorientadora si el auditorio no
piera ya cuáles son dichas imágenes. La Ioúse 87 se inicia con el pu~s, parece que Carlo.rnagno tiene presciencia, pero no hace
"Rollant est proz e Oliver est sagelO, que puede traducirse como' de este modo en diversas ocasiones. DUf;lnte la bao
dán e~ «valeroso» o «digno» mientras que Oliveros es «sabio» o "",,,,,', él dirige el grueso principal del ejército
Pero nada en el poema justifica hasta ahora dicho contraste. I se representa a Carlomagno continuamen·
~Iiveros han sido presentados hasta ahora como dechados iguales I regresar con sus fuerzas rr:mcesas para salvar a Roldán.
vmud caballeresca. De hecho, la latue 87 continua abundando en eSta ahacerlo y se mantiene en una postura indecisa durante toda
aspecto al afinnar que Roldán y Oliveros son igualmente gallardos Vjl de la batalla, llegando puntual en el verso que sigue a la
lientes y de elevadas palabras. .
Sin embargo, el significado del contraste está claro en el context(l Carlomagno ha preocupado con ttecuencia a los
narrativo. En las laisses 84, 85 Y86, Oüveros ha instado a Roldán a 5(1 pero no debe explicarse por alguna debilidad en su ca·
nar su cuerno y este se ha negado. El auditorio sabe bien cuáles será,! e! olMilano el que ya sabe que la propuesta de Ganel6n ocul·
las consecuencias, Cuando la laisse 87 comienza con .. Rollant est pral lr.liciÓn; también sabe que Carlomagno no llegará a tiempo para
e~ Oliver est sage», ningún oyente podría haber dudado del significado a Roldán. La conducta inexplicable de Carlomagno no muestr.1
del contraste. Con respecto a los hechos venideros, que el auditorio
prevé, Roldán ha sido imprudente al rechazar el sabio consejo de ~U t.c~;::~!JP~:o:;r"~s~~u~:Parte, sino por parte del au~itorio. .
~ en el capítulo 4, el personaje de Carlomagno segun
am.igo~.
en El CIllltar de Rolddll !'io conserva la memoria de una perso-
Es probable que el contraste de "proz» y t!Sage... fuera tradicional el\ e histórica. Lo que los rranceses del siglo XII sabían sobre Car'
el relato de Roldán en la época en que se compuso el poema. Rold:in se referia en buena medida a su recuerdo del relato de Rol·
y Oliveros están unidos en la memoria del relato y el contraste; contexto de didlO rdato, su recuerdo lo regiria el papel prc--
flproz»/«.Sage- es probable que también se. recordara como muletilla.
En cualquier caso, también pasó a la memoria de Roldán después .. Oc
Ariosto a De Vigny, ningún tratamiento posterior deja de señalar la im.
:~~f~~;.~~~:"~a: que es Uegar demasiado tarde, mostrar un dolor
al
muerte de los doce pares e infligir una terrible ven·
GaneJón, En la medida en que Carlomagno actúa de
prudencia de Roldán y la prudencia de Oliveros. coherente con ese papel, el auditorio percibirá que está cum·
Por lo ~an~o, no todos los alejamientos de la temporalidad estrict,1 con su personaje. Ello es así incluso cuando actúa "según su
pueden ,atnbume a la acentuación retórica. Algunos representan a los ~(""je' antes de que los acontecimientos de la trama hayan hecho
personajes de formas que son, en sentido estricto, inapropiadas. DJ.' acción -apropiada.
nuevo, de~err~os comprender estas discrepancias desde la perspectiv,¡ vrmos en el primer capítulo que existe Wla "reversión a lo concep-
de ~n auditono que ya conoce el relato. Al comienzo del poema, Ga. en la memoria. El cielo y los campos de Constable se reducían a
ndon propone a Carlomagno que Roldán ocupe la retaguardia, Carló de conceptos: hierba verde, cielo azul, manchones blancos ~ara
magno reacciona con ferocidad y se lo reprocha, diciendo: •.vos eslcs ,nu"",,. Esta tendencia existe también en la memoria de la narrativa.
vifs diables. El ~ors vos est entree monel rage,. ('Sois un diablo vivo; O~ que las ideas conservadas de fornla c~lectiva en la ~emoria so-
ha entrado rabIa mortal en el corazón'). Sin embargo, no tiene razón imágenes de una narraclon recordada tienden a la
para sosp~char de su traición en ese momento. Es más, si la tiene, p:1 . convencionalización. Es más, como conceptos, los
otros conceptos por medio de sus significa·
• Esta es la inlerprelao6n tradicional, que seguimos 3c~ptando. Sin embargo, 11.1 Esta conceptuación de los caracteres en la memoria colectiva se
s!do contestada por Brduh V?78, por ejon~lo, p:igs. 179-186) YCook (1987). que mau ~.::~::,~siempre que se componan más como significados encamados
tienen que hay un lado poSlIlVO en la nq;a.tlVa de Rotd.:in a $Onar el cuerno. ~ seres de carne y hueso, Tanto Carlomagno como Roldán es·

80 81
tán vinculados a significados o hechos dentro de sus relatos; esta unióll
es conceptuaJ, no empírica.
También vimos que., en la experiencia continua, la memoria cubre:1
la memoria. La transmisión de la narrativa está marcada también pOI
este proceso. Sin embargo, es un proceso que cubrt: sus propias huella!>. 1\1 Jgual que cualquier cuento popu lar, el de hadas es una narra-
Los estadios por los que la memoria de los hechos reaJes se convierte ell ltmvencional. Su lenguaje suele ser I'ormuJario, pero en él la función
Wl conjunto de imágenes no suelen ser visibles en el producto .final. Lt fórmu las se limita con n:ecuencia a situar al oyente. El inicio de
misma existencia de este proceso de conceptualización está escondid:'! , una vez» no es un relleno, sino que sirve para decir al auditorio
Las superposiciones sucesivas ocultan que ha ocurrido el proceso. Todo a punto de ser conducido al mundo particular de un cuento
lo que queda es el último conjunto de imágenes, que pueden parecC'1' "~:~:d~'h~ el que puede esperarse que sucedan toda clase de cosas de
muy vívidas y reales. Lo que el auditorio del siglo Xli de El cll1ztnr de Rol • hadas. Por lo tanto, la expresión transporta al auditorio a un
dán escuchaba y vera en sus imaginaciones eran imágenes de una batall,) imaginario particular, en el cual pemlanecern basta que el con-
entre .Ios franceses y los sarracenos. No había nada en las imágenes qUt' 111010",,1 ¡¡;y vivieron felices para siempre» ponga fin al relato.
les dijera que esa batalla nunca ocurrió en realidad. Aunque 10 que se re' su vez, este mundo imaginaría Cli convencional. Los personajes
cuerda son solo recuerdos, no percepciones conservadas de hechos re,l- lI1i~:~~il~(r.~I(os accesorios, escenas y entornos están estereotipados.
les, eS dificil de reconocer. Las imágenes parecen reales. ~ ayuda a crear un paisajt: familiar y. por ello, reconoó-
De este modo, el proceso de cambio durante la transmisión de 1:1 L9 mismo cabe afirmar de las tramas, que suelen tratar de las aven-
memoria social es igualmente un proce~o de conceptuación. A menos de-,l,In niño o niña que obtiene un deseo; es rescatado, rccompen-
que una sociedad po~ea los medios de congelar la memoria del pasa· ~~¡I?jl~~,~~a!~; o que cumple una misión, con frecuencia frente a la
do, la tendencia natural de la memoria social es suprimir lo que no es 1) padres o padrastros (Propp, 1968). El lenguaje fonnu-
significativo o intuitivamente satisfactorio en los recuerdos coleaivos y,el convencionalismo de los personajes y tramas se combinan
del pasado, e interpolar o sustiruirlo por lo que parece más apropiad e:> establecer un mundo que, aunque totalmente simulado, es limita-
o más en concordancia con su concepción particular del mundo. Oc y reconocible. Este mundo constituye el tejón de fondo del relato.
este modo, la memoria social de Europa Occidental en la época de las Entre el inicio convencional y el final feliz convencional, se des-
cruzadas recordaba que Carlomagno habia combatido a los sarracenos una sucesión de incidentes: problemas que resolver, tareas que
en Roncesvalles, mientras que las palabras escritas de los cronistas de obstáculos que superar. Pero dicbos problemas y ohsciculos
c~mienzos del siglo IX, más próximos a la batana original en na, nos retrasar la conclusión; al fmaJ lodo se resolverá y el relato
dicen que, en realidad, había combatido con tra los vascos.
Si consideramos El CIImar de Roldáll un registro de hechos reales , bien. Puesto que podemos prever el final feliz, el interés de
Cuento de hadas radica sobre todo en la naturaleza de los obstácll-
conservados en la memoria social, podemos concluir que, en efecto, la
memoria es una facultad débil y frágil. Sin embargo, si lo considera-
mos un relato. nos vemos obligados a llegar a una conclusión muy di-
E y ardides o la ayuda mágica que emplea el héroe o la heroína para
o¡yru:lo. El arte de la invención del cuento de hadas radica en llenar el
"pJcio entre los dos puntos fijos, proporcionando al público tanto in·
ferente. u memoria del relato de Roldán es tan tenaz y estable como ftl~$ y diversión como sea posible.
es fiágilla memoria de los hechos reales de Roncesvalles. Como vere· Al igual que en el caso de las comedías de situación y los relatos de
mas, la memoria de Roldán continúa medrando horen muchas partes .venturas publlcados por entregas, las nuevas tramas de cuentos de ha-
del mundo. El proceso de conceptualización, que con tanta fi'ecuellcia Jo Se crean recidando el material viejo. Los nuevos relatos se generan
descalifica. a la memoria social como una fuente empírica, también es Ncombinando viejos temas de una forma nueva o insertando una se-
un proceso que asegura la estabilidad de un conjunto de ideas conser- ,tienda de temas de un relato en la trama de otro. La composición de
vadas de forma colectiva y que pennite que dichas ideas se difundan y l1UUVOS relatos de los viejos refleja una lógíca de rccombinación en la
transmitan. La memoria sociaJ no es estable como información, sino qUlise manifiesta..la destreza del contador en la habilid;td de. sacat: el
en ell?lano de significados compartidos e imágenes recordadas. mhimo jugo de los femas empleados. Dichos temas suelen S~ con-

82 83
vencionales. Las culturas y los contadores de cuentos no solo poseen El relato de Roldán habla de él y sus proezas, del mismo
repertorios de relatos. sino también un repertorio de motivos a partir el relato de Beowu!fes la historia de las hazañas de un hom-
de los cuales pueden construirse otros nuevos. Los relatos y motivos . Beowulf. Con toda probabilidad, el auditorio consideraba
pasan de un contador de cuentos al siguiente, evolucionando y cam- personas históricas, y las _hazañas descritas en los
biando con el curso del tiempo. reales. Por lo tanto, las epopeyas son dJwmms degtSle
Esta destreza del cuentacuentos en la invención de nuevos relatos las hazañas de los héroes. En contraste, en los cuen-
no se demuestra si se limita a leer Jos cuentos de un Jibro. No debemos la identidad específica de los personajes es mucho menos
olvidar que hasta hace comparativamente poco, el contexto típico de menqs probable que ~e consideren reales. El héroe o
la narración del cuento de hadas era oral. Estos cuentos evolucionaron un cuento de hadas, en las diferentes versiones del mismo

~ 2~~:r~~~:~::~:~~
en tradiciones orales de contar cuentos; todos nuestros cuentos de ha·
das clásicos fueron una vez narraciones orales. como
El cambio el hijo o tiene
de escenario la hija de importancia
poca un gran rey opara
de
En su marco original, un cuento de hadas no era solo un relato, de la trama. Además, estos héroes pueden recibir diversQs
sino también una representación 5• Un contador de_cuentos oral tenía o, en muchos casos, ninguno. Pueden llamarse simplemente
muchas formas de hacer que un viejo relato cobrara vida y pareciera prfncipe» o «el bobo».
lluevo: utilizando un lenguaje fantástico, dando una descripción deta- Nuestra dependencia de los libros como fuente de los cuentos de
llada de los escenarios o accesorios mágicos; empleando énfasis verba- I~.".,ol¡',,¡")S' hace que veamos con frecuencia a sus personajes más
les y voces diferentes; haciendo comentarios salaces o satíricos y bro- de lo que lo son en realidad. La joven que huye de las mten-
mas; extrayendo una moraleja apropiada; o utilizando un surtido de ,n,sa,e,im" de su malvada madrastra y se encuentra bajo la protec-

:
ruidos, gruñidos y rechinar de dientes, muecas pavorosas y sombras d~¡~~~~~enanos no puede ser otra que Blancanieves, y su malvada
acechantes en la pared iluminada por el fuego. Adaptaba el cuento · puede ser más que una reina, no la mujer de un leñador
para que se acoplara a la edad, sexo y talante del público. Nuestra no- «Hansel y 'Gretet,,) o la mujer de un comerciante (como en
ción de los cuentos de hadas como clásicos, especialmen..te apropiados · Pero «Blancanicvcs*, «Rapunzel», «Bdla Dunruente», ..Ce-
para los nrnos antes de dormir, es muy reciente. Muchos de nuestros · no son nombres reales de personas, sino de motivos po-
clásicos han tenido que purgarse mucho antes de convertirse en «cuen- con los cuales el héroe o la heroína se asocian en
tos de hadasé. concreto.
Como en la narrativa épica, el contador de un cuento de hadas .. que los cuentacucntos actuales suelen leer los cuentos de.
sabe que al público le resultará conocida buena parte. Sin embargo, 1III108,en lugar de improvisarlos de memoria, no resulta sorprendente
hay diferencias importantes entre el modo en que el público recuerda consideremos los relatos textos fijos. De este modo; Cenicienta no
un cantar .épico y un cuento de hadas. La memoria social de la épica se ~.rtco: ,er menos la hija literaria de Perrault que Oliycr Twis~ lo es de
centr:l, en las imágenes de los héroes y heroínas como ideas centrales. . No obstante, Perrault no inventó eJ reJato, que había existido
Las diversas hazañas se recuerdan ligadas a la memoria del heroe que lanradiciones orales durante siglos, tal vez muchos, antes de que él
~""p'u,i·,· ,.su adaptación ·particular (Dundes, 1982). Perrault define la
,para nosotros, es la ve~ión habitual del relato, pero no es más au-
j Finneg:lI1, J977, Vansioa, 1985 y TonltÍn, 1991, ~ntre otros, hac:n hinC;J.pié 1'0 el
que las versiones completamente diferentes de los hennanos
dem ~ oto d ~ representación en b narración de cuentos y en la recitación m generol. En
1m libros de los Opie se encuentra una yan cJmid~d de infomIación ~obre la narrativ~ o del napolitano del siglo. XVII Gianbattista Basile. Todas son
oral de los cuentos de hadas de nuestra culrurn, por ejemplo, Opic y Opic, 1988. W;U~ ~~;;~~:e~dke. :u::n::a tradición oral mucho más antigua y extendida que,
tambi¿o Falassi, 1980. Tampoco se limita esta acentuación ~sinest¿sica» a las culturas tr.I .
dicional!S o ál9'lfas, pues seguirnm indinados a dramatizar nuestras narraciones como
J etiqueta, llamaremos -aunque resulte inadecuado--
de "Cenicienta».
obras de teatro o pdículas.
é . Un buen ejemplo es «Caperucita Roja» (wL: Peor Chaperon Rouge~). VÜIC V~f­
tEn 1893, Andrew Lang, clasicista, folclorista. y antologista de cuen!os
dier, 1978; Damton, 1984, págs. 9·13. Los Grirnm tambi¿n pctrifiGlron consi.dcrnblc' haBas, señaló: ,,8 marchen es un calidoscopio; los incidentes son los
mente «Ricitm de Oro_; véase Tatar, 1"987. de cristales de colores. AJ agitarlos, caen en una variedad de fOrmas

84 85
atractivas; algunas son más aptas que otras, sobreviven mejor y se extien- (.tIéliceret he(¡ serio vel poti'us ioco»: el comentario en el original ita-
deo. más>~ (Lang, 1893a, pág_ x). Es una descripción adecuada que ayuda mucho más cortante). El asombro de Spina es
a aclarar la diferencia entre un cantar de gesta y un cuento de hadas. El Lo que le inqúietó no fue lo extraño del relato, sino, por
segundo atraía la curiosidad intelectuaJ del auditorio_ Tanto parad narra- su familiaridad . .En 1523, en su !2!¡a&sio de Strigiblls, Spina
dor como para el público, la búsqueda del héroe podía consigerarse un este testimonio, añadiendo que al realizar este «milagro» era
rompecabezas. Los temas mediante los cuales progresaba la búsqueda es· íid.nlt~ que el Demonio babía pretendido imitar a san Gennán de
taban vinrulados en relaciones de consecutividad: cada nuevo tema,-que un santo del siglo v que había resucitado a un ternero cuyos'
introducía un nuevo obstácu1o o un nuevo ayudante mágico, se presen- 'IO,os",e habían reunido sobre su piel (Bertolotti, 1979).
taba como consecuencia directa del precedente. La búsqueda avanzaba se preguntaba qué podia estar haciendo un incidente de la
por medió de una serie de obstáculos consecutivos hasta que la resótu- ~:,;~~~'~~'~i en un sabat de brujas. Lo que no reconoció es que el
ción del problema final produda el final feliz. De este modo, hay un hilo ~t un motivo popular: como tal, puede aflorar en rituales, mí-
lógico fácilmente perceptible que recorre cada cuento de hadas. O cualquier otra forma de narrativa. El relato del animal resucitado
Esta lógica temática puede ser muy simple: tan pronto como Bar- de su piel y huesos aparece en cada uno de estos contextos.
bazul dice a su nueva esposa que puede entrar en todas las habitacio- ejemplo, en la sección «Gylfanginning» de la Edda de
nes de su castillo menos en una, hasta un niño pequeño sospecha de StlLdu"OJ', de hacia 1220-1230, .Allí Thor re~ucita a dos cabras,
inmediato que va a romper la prohibición y que el cuento de hadas IDn c"ya carne se había dado un banquete la noche an.terior, tocando-
contará cómo logra evitar las consecuencias de su desobediencia. No su martillQ Mjollnir después de amontonar sus huesos sobre su
obstante, el hecho de que exista una lógica temática en los cuentos de (FauÍkes, 1987, págs. 37 Y 38). Si pasamos a Motif-Jndex ofFolk-Lite-
hadas significa que su memoria social es diferente de la de los (¡antares I~~~;~; Stith Thompson (Ibompsoll, 1955-1958), vemos que tam-
épicos. Un cuento de hadas no se narra de (oana paratáctica; sus temas 'J diversas correspondencias estrechas en los cuentos populares:
no son muchas unidades independientes dispuestas en una secuencia S2~ animal comido y n;sucitado; E 32, 3, cerdos desmembrados re-
cronológica aproximada, sino más bien unidades entrelazadas, dis- bran la vida de nuevo solo si se conservan los huesos; E 33, 3., resu-
puestas en un orden consecutivo. Para recordar un cuento de hadas J!1!cai6n faltando un miembro. De este modo, el tema del animal resu-
hay que recordar dichas relaciones de cQosecuencia. tlrqdo proporciona un ejemplo de una imagen, ~ardada en la memo-
Podemos comenzar el análisis con las Imágenes, identificando un d. social a largo plazo, que fi.mciQna en la narrativa.
motivo espeáfico y viendo cómo se incorpora en un cuento de hadas. Podemos ilustrarlo con un conocido cuento de hadas. En él, el
Esta imagen puede desempeñar el papel de elemento de rastreo, permi- tero:! aparece de foana alterada, aunqqe muy reconocible (en aras de la
tiéndonos observar el proceso de transmisión, difusión y evolución in· hrevedad, las partes entre corchetes representan resúmenes- del texto
terna característico de Ja memoria sociaJ de los cuentos de hadas. qUb empleamos):

. - ~lHabía una vez un hombre rico con -una bella ·espop. pero, aun-
El árbol, los huesosy el animal que r~aban noche y día, no tenían hijos. Frente a su casa había un
enebro.1 Una vez, durante el invierno, la mujer se colocó bajo el ár-
Durante un proceSQ por brujería celebrado en Módena, en el nor- bol para pelarse una m;l.llzana y mientras lo hacía, se tortó el .dedo
te de ftalia, e.n 1519, un tal Giovanni da Rodrigo testificó que en .el sa- y la sangre caló en la nieve. .
ba! de las brujas «también habia visto [...] allí a muchos otros que co- -Ah -dijo la mujer suspirando profundamente mientras mira·
ba la sangre roja que tenía ante sí con el corazón dolorido---;, si tu·
mían y bebÍ~n. Entre otras cosas, comían Wl buey, en cuya piel arroja·
viera un hij"o tan rojo como la sangre y tan blanco como la nieve.
ban los huesos. Y al final, llego la Señora del Sabat que golpeó la piel y mientras lo decía, se sintió muy feliz, como si fuera a:suceder
con una vara y el animal recobró la vida». realmente.
Al delegado de la Inquisición, el dominico Bartolomeo Spina, le [De este modo, se cgncibió un hijo. Ei embarazo de la mujer si·
sorprendió tanto este detalle que preguntó al testigo si estaba bromean- guió el ciclo aH árbol: fue engordando mientras engordaba su &uta.

86 87
Sin embargo, a los siete meses le dominó un capricho repentino )' ~b,;:~:~~~t~,t~· hadas como este se componía pieza a pieZlt. Aunque
comió tantas enebrinas que se puso enfenna. A los nUeve meses .<;( I~ que la costumbre requería un final feliz, no siempre
dio cuenta de que su enfenncdad era mortal. Le dijo a su esposo qUIl tanto de cómo se lograria. El narrador tenía libertad para ex-
la enterrara bajo el cncldo. Cuando su embarazo llegó a término. la búsqueda del héroe o la heroína añadiendo lluevas pm ebas,
dio a luz a un niño y murió. "Su marido colocó su cadáver bajo el aventuras nuevos ayudantes y nueVOS objetos m:igicos. Por su-
eneld..o.]
no podía'añadir nuevos lemas de forma arbitraria; la secuencia
IMás adelante, el padre se casó. con una mujer que tenía una hij;l.
la madrastra odiaba a su hijastro. Un día, la madrastra le ofreció un:! Ir"' ter''',sentido, lo cual significaba que cada tema ten!;¡ que intro-
manzana de un. baúl. Cuando se inclinó para cogerla, la madrastr;\ de forma que pareciera la consecuencia del anterior. .
cerró de un golpe la tapa y lo decapitó.] necesidad de consecución afecta también a los personajes. En
lLuego cogió el cuerpo decapitado y lo sentó en una silla. colo· r."'/I<I,rd/,R,,¡'¡'¡,,, vimos que el hecho de que los personajes existieran
cándole de nuevo la ca~z.a. Le dijo a su hija Ana Maria que le die memoria público como conceptos relacionados con. un rela-
ra a su hcnnanastro una manzana. Sin embargo, enfadada por su si- explicaba por qué a veces demostraban una cUriosa ~m~
lencio, Ana MarÍ3 le dio una bofetada en la cara y la cabeza se cayó.. pareciendo saber lo que estaba a punto de pasar tan bien
Atcrrori7.acla, le contó a su madre que habia matado a su hennanaS'- público. Los personajes de los cuentos de h~das son.a veces
tro~ La madrt replicó que lo mejor seria cortar el cuerpo y cocinarlo
menos realistas. No parecen poseer mentes propias y realizan ac·
en un o<Caldo agrio ~ para scrviooo al padre. Cuando este llegó, se 10
cOlmó con dele.ite.] Ito'",,:q'" carecen totalmente de motivación. Ello es debido a que no
y comió y comió y tiró los huesos bajo la mesa, y se 10 termine, ser más que agentes causales encamados de los temas emplea-
tooo. Pero Ana María fue a su cómoda y sacó su mejor chal de sed.1 el relato_ Es la lógica de los ~emas y no la voluntad de los per-
)' cogió cada uno de los huesecitos de debajo de la mes:!., los ató den· ",¡I!,,,~es la que detennina el curso dé la acción.
tro de I:!. tel:!. de sed:!. y los llevó fuera, llorando lágrimas de sangre, OjEI enebro», la madre no se pregunta cómo y por qué se ha que-
LUFgo los dejó bajo el enebro en la hierba verde, y tan pronto como r .al<lo embarazada, ni cómo o por qué va a morir al dar a luz. De for-
lo hubo hecho, Se sintió mucho mejor y no lloró más. Pero el ene- M;l~::~~:::'dn~o hay una razón particular PQr la cual Ana Maria reúne
bro comenzó a agitar.¡e)' las ramas se juntaball y se separaban, como 11 su bermano y los entierra bajo el enebro; lo hace y nada
cuando alguien está muy contento y hace ese movimiento con las ., Al padre no se le otorga ninguna per.;~nalidad; solo sirve para
manos. y luego surgió del árbol una especie de niebla y dentro dr
nunplir la misión temática de comerse al ..ammal». .
ella ardía como un fuego, del que salió un hennoso p;ijaro que can'
tÓ dulce~mente y voló alto en el cielo...
Esta falta de motivación es típica. La conducta de los personal~ de
[El pájaro, encantanúo a la gente con su bella canción que con' )0. cuentos de hadas está gobernada por un conjunto de temas que es·
rab:!. cómo lo habían asesinado, obtuvo una cadena de oro, un par petlifican eJ modo en que ha de realizarse una serie de acciones par-
de 'zapatos rojos)' una rueda (fe molino. Regresó a su casa y posin "otilares y es la lógica temática y no la psicología de los person:¡jes la
dose en el enebro, cantó [:!. misma c-.lnci6n. Cuando salió el padre, qlJ.e.sue\e encontrarse detrás de su acción. Aunque no hay nad:t en el
[e tirá alrededor del cuello la cadena de oro. Cuando salió I:!. henna ,.latO que dé a Ana Maria motivo para saberlo, debe enterrar loS' hue-
nastra, le tiró los z:!.patos. Pero cuando salió la madrastrn, le tiró en' ~~'de su henn:mo a los pies del árbol que marca la sepultu ra de su ma-
cima la rueda de molino y murió aplastada_ Entonces descendió y S<: dre porque así es como actúa el motivo narrativ~ particular. Si l o~ hue-
convirtió de nuevo en un niño.] InS del animal sacrificado no se reúnen en su «piel,. y se colo01n Junto
11 su madre, no puede ser resucitado.
Este relato, para aquellos que aún no 10 hayan reconocido. es el nú- Así pues, los personajes de los CUentoS de hadas .SOI1, como exprc-
mero 47 de la colección de los hermanos Grimm, ..El enebI'O>l. Proporcio- Id Propp, Ojfunciones~ (Propp, 1968). Pero s~u funCiones encar.l~lldas.
na motivos populares más que suficientes para mantener ocupados a muo plles, como observa Grcimas, todas las relaCiOnes de conseCUC10n de
dlOS estudiosos de la mitología comparativa o criticas freud ianas, pero \11'1 CUento de hadas deben estar encamadas en algo real - un persona~
nosotros nos limitaremos a tratar de mostrar cómo.rueron recordados, oro ¡e, un animal o un objeto mágico- en lugar d.e qued3r abst.r:lc.tas
denados y transmitidos algunos de sus temas. (Creimas y Courtes, 1976). Vimos que Jos personajes como 0.1rl01l1ag-

88 89
11
no funcionaban en parte como «significados encamados\>. la conduc- una serie de acontecimientós que llevan a la eliminación de la
ta de los personajes de los cuentos de hadas, en contraste, surge del he- : la madre de Rapunzel es obligada a entregar a su hija al cuida-
cho de que en parte fimci onan como «causas encamadas... bruja; la madre del niño de <lE] enebro.. enferma y mucre, y
El conjunto de relaciones causales establecidas por los temas tam' es ocupado por una malvada madrastra.

~
poco puede secuenciarse aJ azar, sino que se unen para formar relatos. ~~~~ien los tres casos la secu~ncia inicia l de los temas cumple
De hecho, los relatos sirven de vehículos para el recuerdo de los temas. función narrativa de presentar al protagonista del relato:
No obstante, las secuencias típicas suelen aparecer en más de un rcla. niña que ha perdido a su madre y que es colocado al cuida-
too Algo de ello resulta evidente incluso en el cuento de hadas trunca- una sustituta maligna: una reina mala, una bruja O una malvada
~o anterior. El comienZo del relato, por ejemplo, puede separarse en la
Siguiente sucesión de temas:
"""u~. En este punto, ..El enebro-, .. Blancanieves» y. RapunzeL»
. el mismo relato. Los temas iniciales determinan que va a ser
Uno: la madre concibe a un niño mientras come una manzana de- C'Uento de hadas sobre las aventuras de un niño o niña abandona-
bajo de un árbol; se corta el dedo y desea que el ruJio sea tan rojo maltratado. Su identidad precisa pronto quedará clara: en un re-
como la sangre y tan blanco como la nieve. lo niña maltratada huirá al bosque donde será recibida por siete
Dos: la madre embarazada siente el capricho de comer enebrinas; j en otro,la niña será encarcelada en una torre.
las come con avidez, cae enfenna y muere. obstante, estos temas iniciales no pueden reducirse por com-
Tres: la m:ldre es enternda bajo el enebro. a un mecanismo forma l, pues también desempeñ3J;l una impor-
Cuatro: el padre se vuelve a casar, la madrastra favorece a su hija y a.~~r.~~:~; en la trama. Pero para lograr el final feliz, el niño o niña
es cruel con su hijastro. !le • ayuda mágica, y la mejor que puede obtener suele ser la de
Aunque tendemos a tratar el relato como un texto fijo, ninguno de madre muerta. Ello es así en el caso de "El enebro», donde los mo-
los temas enumerados es particular de él. El primero de la madre que iniciales no solo presentan al protagonista, sino también a otros
se corta el dedo y desea un hijo blanco como la nieve y rojo como la "'I~::;::~~~ importantes: la madre real muerta y el enebro.
san~e lo comparte .con «Blancanieves». El segundo de la urgencia re- . concibe bajo el enebro y muere por comer sus enebrinas;
pentma .de una mUjer embarazada de comer un alimento específico rntierran bajo el átbol. Después, e! mismo enebro recibe la «pie! .. y
--enebnna's en este caso- y su pérdida final como resultado es el mo- . del niño asesinado, quien renace de este átbol. De este modo Se
tivo inicial de .. Rapunzel». IltAlbló,:e \lOa serie de conexiones. El enebro se asocia con el niño asesi-
No debemos hablar de «préstunOS>t, caroo si cierto tema fuera pro. También se asocia directamente con la madre en el momento de
piedad personal de Blancarueves a Rapunzel. Banolomeo Spina tal vez y la rouerte. Por lo tanto, sirve de enlace entre esos dos
P;e"sara que el te~a del animal resucitado había sido ..tomado,. por Sao De hecho, e1 enebro prQporciona un hilo de conexión que
~ de san German_ No obstante, como señala Delehaye, incluso en las relato. En la escena final, el pájaro regresa y se posa en el ene-
Vldas de los santos, el atributo hagiográfico no es algo que pueda tener de bajar y transformarse de nuevo en el niño asesinado.
un dueiio particular (DeIebaye, 1961, citado en Gurevic, .l986, pág. 78). Antes de considerar el pape,¡ de la madre, hagamos una pausa
Ello es aún más cierro en el caso de los motivos populares de los cuen- preguntarnos qué puede oI<Significap' el enebro. El folclorista
tos de hadas. No son propiedad personal ,de ningún personaje de los Vladimir Propp dedicó un estudio especial al árbol mágico so-
cuentos populares. Un contador de cuentos no toma prestado sino ta tumba (propp, 1975). Según él, el motivo popular del animal
que más bien recicla. ' se combinaba de forma regular con el del árbol mágico o
Tampoco este reciclaje es arbitrario. Ciertas secuencias temáticas- deseos. Siguió el origen de este par de motivos hasta los
ev?lucion~n y tienden a ser empleadas de forma repetida en puntos si. de caza primitivos, en los que los huesos de un animal sacri-
milares de los cuentos de hadas. De este modo, tanto en «Blancanie- colocaban sobre su piel y se ponían al pie de un árbol sagra-
ves~ c?mo en "El e~ebro", el corte o pinchazo en el dedo prefigura el do. sobre cuyas ramas t,1mbién colgaban los trofeos y despojos de la
naClmtento de un mño a una mujer hasta entonces estéril. En «Rapun- r, ."",•. El objetivo de este ritual, según Propp, era asegurar una bue-
zel» y ..El enebro .. , el acto de glotonería durante el embarazo desenca- nll caza.
90 91
Aunque resulta interesante, dicha explicación ños dice poco soblt· fonna, también son más Eíciles de recordar. Son cla ros y sellci·
el uso del par de motivos en «El enebro>t. La conclusión de Propp de dificil recordarlos.si su memoria requirier:l. conselVar mucha
que el oqjetivo del ritual era asegurar una buena caza es una explic:.l IIl'h~';ió[ sobre prácticas sociales que ya no se emplean. De este
ción funcio nal y, como tal, solo puede ser cierta dentro de un coQte}(\ la memoria narrativa conserva los temas emparejados de una
to social detennimdo. Pero los motivos emparejados aparecen en m {¡ ~ de la memoria social en general : los simplifica.
de un contexto social. De hecho, continúan transmitiéndose a lo largQ 1 de significado inherente de los temas emparejados y el hecho
de los siglos, pese a los cambios rad icales en el contexto social exterio r. Ic¡'" se oo",;en= en la narrativa en una fonna relativamente descontex-
El significado de los f!l otivos emparej a~os solo puede ser el que C~ no impide, por supuesto, que el narrador añada significados duo
en el contexto. Fuera de él, los temas del animal resucitado y el árbol nueva narración. El tema del animal resucitado, por ejemplo, re-
que concede deseos no son m ás que motivos narrativos. Son p arte de la carne del niño/animal asesinado se conswna por completo,
las reservas del narrador y poseen en sí escaso significado inherente. De más que la piel y los huesos. En .. El enebro», esta.tarea le ca-
hech o, es esto lo que facilita su paso de Un contexto social a otro o de padre. En este punto, el púbüco real de un cuentacuentos se
un tipo de actividad social -como el ritual- a otro -como las na" .., una. comida pantagruélica, especialmente grande porque la
ciones populares. El significado que adoptan en los contextos sucesi 1 . se ha disfrazado conviniéndole en «caldo agrio». En in-
vos siempre lo será en referencia a ese contexto. Lo que Propp hizo fu e psicológica, por no decir de la piedad filial, cabría
darnos, como si dijéramos, una ..etimología» de los motivos, descu- cueq~cuentos hiciera decir al padre: .. Ah, esposa, no sé por

~
briendo sus significados en el contexto de su hipotético punto de ori- ~~~:~tu~~~caldO agrio me repugna.» Pero eso no va a pasar porque el
gen, lo cual solo puede establecer cuál fue su primer significado en ton- y, presumiblemente, la mayoría del público ya saben que
ces: no establece un significado intrínseco p ara ellos. Podría haber pro· le queda otra opción: se requiere de él que se coma a su hijo
seguido sus investigaciones hasta la Edad de Piedra y más aJlá, perQ ~~:,):~ bocado. Incluso los algo escrupulosos heollanos Grinun des-
todo lo que h abría descubierto es una serie de significados en el con· ÍIl conducta del padre durante la comida de este modo:
texto cada vez más anteriores, no el significado flreal» de los temas.
Ello ayuda a ilustrar un importante punto sobre la transmisión de Con eso empezó a comer y dijo:
- Ana Maria, ¿por qué lloras? Ya venlS como vuelve tu herma·
la memoria social. C uando el significado se relaciona con el contexto, 1:1 no. -Luego dijo-: Ah, esposa, qué buena esl:! la comida. Dame
memoria de los sig.nificados tenderá a perderse a medida que cambia un poco más.. - y cuanto más cORÚa, más quería, y dijo-: Dame más.
el contexto. Concediendo por un momen~o que el significado original Tú no te pongas, pues es como si toda fuera para mí.
de los motivos emparejados fuera, como sostuvo Propp, asegurar un;l y comió y. comió y echó los huesos b:ljo la mesa, hasta que se.
buena caza, la memoria social tenderla a conservar solo este significa- acabó.
do mientras pennanecield asociado en la práctica real COI) un ritual d ~
c;lza .. Una vez q ue d ichos rituales han desaparecido o una vez que I::l .De hedlo, 0 0 hay razón real por la cual al padre le tenga que gus-
práctica social ya no se asocia con los mo tivos emparejados, no hay (3' l,u la comida. Podría cwnplir perfectamente bien su papel como cau-
zón para esperar que la memoria social reteng;l la asociación. encarnada con un silencio más decoroso; no tiene que convertirse
Sin embargo, ello suscita otra cuestión. Si han perdido su significa- f U un cerdo. En realidad, es probable que sea el oanador q uien. está
do «original,., (por qué debe conselVar la memoria social los motivos disfrutando y no el padre. La escena obligatoria de canibalismo patero
emparejados? La respueSta probable es que se conservan y transmiten 110 proporciona una imagen retórica de primera clase tan impresionan-
sencillamente porque son motivos narrativos, que se mantienen vivos le (!omo muchas de El (flItlar de Rolddl1. Un cuentacuentos real podría
en la memoria de los relatos. Pero esta memoria social narrativa conser- muy bien haber hecho una pausa para alargarla, en este caso, embeBe--
va los temas en una fo rma relativamente descontextualizada, soio éleodo la escena con efectos gástricos apropiados: gruñidos, eructos,
como motivos narrativos. Q!Iedan reducidos a una serie de acc¡·o nes d ,asquidos, rechinar de dientes y lamidos de las tajadas, describiendo
que están ligadas consecutivamente. No se· conselVa el «significado» mlcl\tras tanto a la pobre Ana María yendo de un lado a otro de la ca-
pues no es necesario recordarlo para usar los temas en una narración. tina con furiosos gritos de «¡Más, más!".

92 93
No es inconcebible que una representación tan vivida llevara a :11· árbol mágico. ¿y por qué es un enebro? Se trata de un arbus·
gún miembro del público a preguntar por qué. ¿Cuál es la razón de '~~'I ~:~::~'::~~l~y punzantes y ramas que llegan hasta el suelo. Es
que el pa.dre deba comerse a su hijo con tal deleite? La respuesta han· JI siquiera que alguien pueda armstrarse debajo, y ya no
rada sería, por supuesto, que no hay razón real para que actúe de ese. comerse una manzana. Es igualmente dificil 'imaginar que al·
modo¡ solo hace el relato más entretenido. l?ero el público tal vez no se atiborre de enebrina.~. pues no son una &uta apetecible. Un
aceptara esa contestación: quizá experimentara eJ relato como real y Wizru;,o habría sido mucho más apropiado. Después de todo, la ma·
exigiera una razón .. real .. para la conducta del padre. Un buen cuenta' una manzana cuando se cortó, deseó Wl hijo y de algún
cuentos se verla obligado.a inventar alguna explicación, pero no ten· se quedó embarazada. El nmo fue asesinado cuando intentaba
dría relación con el relato. De hecho, en el curso de muchas represen' "'r una manzana de un baúl. Pero si el narrador hubiera identifica·
taciones del mismo relato, podrían plantearle la misma pregunta varias
veces, respondiendo con explicaciones que fueran de lo prosaico a lo
I~;!~:~~~
~I
::d:n~I~~~~'~:~:~s~: el comienzo del relato casi no se habría
«Blancan·ieves... Cabe sospechar que el significado del
freudiano. Ninguna de ·dichas explicaciones cambiarla en lo más míni· es (al menos en parte) recordar al narrador que no cuent.e
mo el relato. ~1 'E,"ni eves>.
Un cuento de hadas no es más que un relato; se rec."'Uerda y est:í supuesto, siempre es posible narrar .. El enebro.. de modo que
compuesto como una simple narración. Como memoria social, no po- claro y coherente el papel exacto ---causal, simbólico, mágico o
see significado intrínseco. Si se cuenta bien el relato, el auditorÍa lo ex· otlnk,.,. .- que desempeña el árbol e.Q el relato. Pero no es necesario.
perimentará como real, lo cual puede inducirle a pedir todo tipo de preciso que el auditorio capte que el árbol es mágico. Una vez
explicaciones. No obstante, todas ellas serán gratuitas porque el relaro asl, ya no importa cómo hace el árbol lo que hace: sencillamen·
no es real. Sigue siendo solo un relato. Los temas, como el animal re- '}>Or magia. Tampoco importa a qué especie panicular pe.rtenece:
sucitado o el árbol que concede deseos, son los componentes· básicos ~,za~o en IIBlancanieves". avellano en «Aschenputte1 .. , rosa en "La
con los que puede ensamblarse el relato. Esta es su principal función y la Bestia» o enebro aquí.
y, en muchos casos, única. .El e.nebro- es un relato de una cadena de sticesos mágicos, todos
¿Es el enebro, por ejemplo, un «símbolo.. de la madre del niño? cuales están vinculados flca usalmenteJO con el árbol mágico. Pero
Los Grimm hacen cierto esfuerzo para establecer dicha rel~ción. Ana vinculas no son «causaleslo en el sentido de que el relato nós otor-
María coloca los huesos de su hermanastro bajo el árbol y «el enebro una información sobre significados reales o causas reales. Las cau-
comenzó a agitarse y las ramas se juntaban y separaban como cuando "'I',o,n todas de cuentos de hadas. Solo existen en referencia a los he·
alguien está muy contento y hace ese movimiento con las manos». El del relato; no tienen significado fuera de ese punto de referencia...
«hace ese movimiento con las manos» pide un gesto por parte del na· . que la secuenciación temporal de El call1ar dt RoIdáll
rrador: agitar de Ull lado a otro las manos de alegria o, tal vez, mecer a h"ce referencia al tiempo «reallO, las secuencias causales de un cuen-
un niño imaginario. Sin embargo, en la frase siguiente surge una nie· de hadas no hacen referencia a causas «reales... Son una secuencia de
bla del árbol que arde como el fuego y, por último, un bello pájaro -.vfocc,los narrativos que permiten que el relato sea recordado como tal.
blanco sale volando de él. Este pájaro se convertirá en el niño asesina·
do. ¿Signi6ca esto que el árbol ..ha dado a luz» al pájaro? Si es así,
lcómo vamos a explicar el nacimien to del n.iño al comienzo del rela· M,mona social namlJiva
to? Aunque se representa a1 enebro con cierta implicación en la con·
cepción del niño, no es posible en esta coyuntura que simbolice a J:. .La memoria temática de los cuentos de hadas es una memoria des-
madre. wntextualizada. El narrador recuerda los temas sobre todo como me·
De hecho, el enebro es menos un símbolo que un hilo conector en dios de recuperar relatos, de componer nuevas versiones de relatos ano
una serie de metamorfosis. En cierto modo, es la "causa .. de dichas me· tlguos O de inventar relatos completamente nuevos. La versión rusa de
tamorfosis. ¿Cómo provoca esos sucesos milagrosos? No se nos dice ..Cenicienta.., «la BeUa Vassilissa», incorpora una visita de Baba Yaga al
específicamente. Solo sabemos que puede comportarse como lo hace por- bosque. Baba Yaga era una figura conocida en la tradición de cuentos

94 95
populares rusos y muchas de las versiones rusas de los cuentos de h ;~ dicha trama requiere la de los temas y sus vinculas sucesivos.
das clásicos incluyen un episod io coa ella. De este modo, los namdu se refuerza mutuamente. En este sentido, la trama fun-
r~ actuaban como los poetas épicos descritos por Parry y Lord, ,Hll - una . de memoria compleja y aprender un reperto-
p hando.o alteran.do los cuentos o imerpolando temas específicos de su a aprender una mnemotécnica a gran escala que
repertono para ajustarse al gusto de su público. la ordenación, retención y transmisión posterior de una gran
, . De u,n. modo que recuerda el de la memoria de los lugares en la rr- de información. Al recordar en imágenes visuales, vinculadas
tonca daslca, el narrador de cuentos de_hadas también se acuerda dr ~,¿:~:j:::¡;: articuladas en relaciones causales y lógicas, creamos
te.mas con ~I si~p l~ ~ de. cc:>ntar relatos y no para retener significado~ ,c Es una «mnemotécnica,. que empleamos constante--
e mformaclón blsronca aSOCiada con ellos. Al igual que la memoria ele damos cuenta.
la ..i~fonnacjón semántica pura,. expuesta en el primer capitulo, la me intuición de una trama como una cadena de temas consecuen-
mona de los remas de los cuentos de hadas es una memoria de '<Signi, ""¡acion,d,,, y su memorizació n suponen conceptuación. Esta últi-
ficantes .. ~in sus «significados... Los narradores pueden recordar temns en la memorización; cuanto más pronunciada sea Ja con-
y.relaros sin. ter:ter que recordar las circunstancias en las cuales se apren. ~~~;:;~;; más fácil es memorizarla, lo que no significa, en el caso de
dieron. El sl~lfic?do se añade al volver a contarlos. Sin embargo, es1\L ." popular, que una imagen tenga que ser reconceptuada por
descontextuahzaclón de la memoria narrativa solo existe en referenciil In..dividuo que aprende el relato, pues la conceptuación está im-
a los significados contextuales de los temas; la memoria narrativa nÓ ,!"e~", imagen cuando se retiene en su contexto interno, El árbol
está descontextuaJizada en. el sentido de que puedan recordarse los tt', especie .indeterminada que es de tanta ayuda en los cuentos
mas en Ul) orden o combinación. Por el contrario, los temas de l o~ ¡,,'las 'P'", causar transformaciones es una imagen muy conceptua-
cuentos de hadas están vinculados en relaciones de consecuencia. ES' de. esa fonna, se ha transmitido en la memoria narrativa durante
p~eciso dominar esta lógica para que el narrador sea capaz de articular siglos, Ya existe la conceptuación y todo lo que tenemoS que
bien 105. remas. Por lo tanto, la memoria del orden preciso de las con- saber cómo usarla.
secuenaas forma parte de la memoria de los mismos temas. De,esta forma, el proceso de borrado durante la transmisión no es
P?resta razón, es co n venjen~e distinguir entre un contexto externo una pérdida general y gradual de información factual, aunque
() SOCial, que suele perderse' durante la transmisión y un Contexto in. la memoria social ·oo siempre es muy buena conservando
temo, que tiende a conservaf5e. Empleando esta distinción, podó amos se pierden o conservan en circunstancias y fo rmas espe--
dar u~la forma más precisa a la observación de Jakobson (pág. 61). lo , Se pierden siempre que, en un nuevo contexto externo, la anti-
que nge el proceso de ..borrado" cuando una versión de una tradición . , deja de tener significado; o, de forma alternativa, por-
cubre a la .versión pre<:edente son, en primer lugar, los cambios en el no encajan en el nuevo contexto interno diseñado para guardar la
con.texto Circundante. La información que depende del contexto -es form"cic'n. La conceptuación requiere simplificació n y adaptación
dem , la que deriva su sign ificado de un contexto sociaJ espedfico--_ detaUes para ajustarse al relato en su conjunto. Así pues, en la
tenderá a perderse siemp~ que cambie dicho contexto. Sin embargo, del relaro de Roldán, los sarracenos sustituyeron a los vascos
obra en su contr3 la capacidad de reforzar la memoria conceptual izan- me.jor. Debemos recordar siempre que la memoria es
do sus imágen es y temas de fonnas que no dependan del contexto. Lo activa de significado. A veces la memoria social, más
que puede liber:nse del contexto circundante y recordarse por sí mis- información específica, 1;\ desecha adrede.
mO tenderá a pasar intacto de un contexto social a otro. nos ayuda a percibir un patrón general en el recuerdo y el ol-
. , Hemos. examinado dos modos comunes- de conceptuación: las vido. Si, en ciertas sit:oaciones, la memoria parece frágil y volátil, es
Imagenes Visuales, corno en el caso de la épica, y los motivos causales, gran parte de ella es de infom13ción dependiente del contexto.
como en el de los cuentos de hadas. En la memoria narrativa, los mis. '}.1iie''''''s permanezcamos en esos contextos, seguimos rodeados de
~05 relat?s pueden servir como contextos internos, fijando la memo. "istas que incitan nuestra memoria. Ahí, en lo que antes hemos llama-
na de las lmagenes y vínculos en un orden consecuente apropiado. LL do nuestro "presente continuo~, el entorno externo asume la labor de
trama de un cuento de hadas es una secuencia de temas ligados¡ la me- ordenar la memoria en una secuencia: recordamos cosas en el orden

96 97
en que aparecen habitualmente. Es memoria en un plano de conct!1' hábito de pensamiento_El grupo sabía que los relalos no eran
tuación bajo: poco más que simple reconocimiento. Si se quita el W' !/.,"Ó,¡,q'", ficciones, pero eso no los hacía menos ciMaS y concre·
porte material externo, la memoria de la secuencia ordenada tiende 11 sus mentes.
desvanecerse. En contraste, si en otros momentos la memoria parte. que Andrew Lmg señaló que algunos de los "patrones atrac-
estable y persistente, es porque tenemos medios de liberarla de su dto en los que pueden ordenarse los temas de los cuentos de hadas
pendencia del contexto externo. Memorizar algo significa conceplll,11 que otros y sobreviven mejoJlO. Este lenguaje darwinia-
lo y codificarlo en un contexto 'interno, 10 cual nos pennite conscrv,lJ pasado inadvertido, ~ro no es del todo inapropiado.
el recuerdo prcsciod i en~o de los cambios del entorno externo. EsI" variantes oicotípicas demuestra que los cuentos de ha--
persistencia puede tener diversas consecuencias cuando un grupo CO I\ . La evolución es aquí un proceso de transmisión y di-
tinúa <lfeviviendOlt su pasado en el presente. Por ejemplo, existen miles de oicotipos del relato de Cenicien-
Los hechos suelen perderse más deprisa en Jos primeros estadio~ «(1 el mundo. Los primeros conocidos provienen de la China
la memoria social. Para que se recuerden y transmitan, deben trans(ofo Oameson en Dundes, 1982), Aunque no siempre pode'-

[
marse en imágenes dispuestas en relatos. Los contextos internos, COI1l(l :~¡~;:i;~~:l: cadena.de transmisión y difusión con detalle, a ve-
lo bastante como para esbozarla. En otras palabras, a
los géneros narrativos.• existen como los patrones típicos en los que eX\
perimentamos e interpretamos acontecimientos de todo tipo. La aco, capaces de trazar ciertos caminos por los cuales el re-
modación de hedlos recordados en contextos internos pre dispueslo~ Wla .nueva, versión de él se difundieron de un grupo a otro.
puede imponer una reordenación radical de esa memoria desde el es posible traz3\" líneas de transmisión que muestran cómo
principio. La conceptuación que ocurre cuando un recuerdo se trml)' cuento se dividió en una «especie» relacionada (Rooth en
forma en un relato para transmitir es un movimiento independiente. , 1982).
Los hechos perdidos en ese momento lo son no solo como resultado r.,~~~~·~~ expresar esta distinción entre transmisión y difusión en
del rápido desvanecimiento del contenido factual de la memoria~ sino fl . narrativa de una forma más general: la transmisióQ es un
también porque los que no están en armonía con nuestras predispo.~ j interno y diacrónico; en contraste, la difusión es externa y sin-
ciones tienden a desaparecer poco a poco en la transmisión. Así pues, la difusión cambia la memoria social desde fuera.
Una vez que la memoria se ha conceptuado en un relato, el proct' un caso de infea:ión: los relatoS' ,.infectan .. a otros relatos.
so tie cambio y de pérdida faCtual se ralentiza de forma natural. Reco... 1Im1? ·,,,n, mos, este tipo de cambio por medio de la difusióJ] es muy
dar dentro de un contexto interno proporciona a la memoria el resp;ll , en la memoria.sociaL
do que precisa para conservarse. Los narradores individuales puede"
extender o embe.llecer el relato como deseen; continuarán tendiendo .,
segu ir la trama mientras el grupo la reconozca. Para la comunidad del
narrador. esta versión estabilizada es «el relato» y con frecuencia se nie·
ga a aceptar cuaJquier variante importante.
Los folcloristas cuentan con un ténnino para expresar esa especie
local ~pificada: ..oicotipo» (tipo de casa). En toda comunidad, tienden Los cuentos de hadas poseen una durabilidad notable. Resisten las
a sUrgir versiones estándar, que son sus versiones «oicotípic3S». Así ~~r~t~:: de Jos expurgadores bienintencionadoS' y los buscadores
pues, es la comunidad que recuerda la que decide qué versión es acepo ~ más profundas. Un:¡¡. marca de su durabilidad es la estabi-
table y cuál no. En su relato de una veg/ia o velada de cuentos en Tos. sus temas y tramas. Una razón para dicha estabilidad es que
cana, el folclorista italiano AJessandro Falassi describe cómo un cuen' se sitúan en el mundo de «había una vez». Como género, los
tacuentos trata de unir dos cuentos diferentes en uno. En esta ocasión, de hadas son ficciones: como no nos creemos que ocurran en
el público de adultos y niños no lo aceptarÍ'an. Conocían demasiado , no es muy probable que alteremos sus tramas para reflejar
bien los relatos y cuando el cuentacuentos se detuvo, los contaron \Cco· percepciones cambiantes del mundo real. Tendrían que variar
rrectamente" (Falassi, 1980" págs. 54-70). La lealtad a un oicotipo refle' las circunstancias exfemas para que nos pareciera necesa-

98 99
no cambiar el modo en que contamos *<El enano saltarín». Así p1.m~ 1 sentido de la historia comparable al de las sociedades alfubeti·
los cuentos de hadas son un género narrativo relativamente. inmune i' fi>ichas sociedades, continuó, habían «desarrollado rcgislroS 01":1-
la influencia del mundo real. ~::;¡:~e:de su pasado y métodos elaborados de guardarlos para la
Sin embargo, de vez en cuando sí sc 'O(infectan». En «El enebro», l., III Mediante «registros orales formales!> se refería a listas de
malvada madrastra solo puede ser una madrastra, pues la trama la opo, '":;:~~~'::~~~"~ y otros articulas de sabiduría popular y leyenda que
ne a la madre real. En otros relatos como «Blancanieves» o «Hansel }' :t cuidadosamente por la tradición oral. Se deducía
Gretel», no hay una razón estructural por la cual los nrnos deban sufrir loslhistoriadores, llamados a menudo «etnohistoriadores», especia-
a manos de 'una madrastra en vez de una madre real; ni tampoco 10 ha. historia de los pueblos ágrafos, podían hacer uso legítimo
cen en muchas variante."Pero tal vez haya una razón moraL Pese a tod;1 orales» como fuente histórica. Por supuesto, había
su reverencia proclamada por las tradiciones populares, es evidentt' de fonna crítica; ser «tamizados, correlacionados y con·
que los hennanos Grimm se mostraron reacios a presentar tantas esCl.." como cualquier otra prueba hasta que se obtenga un residuo
nas de crueldad maternal. Transfonnaron a las madres crueles dt,' resulte aceptable como "verdad"" (Smith, 1988, pág. ix).
..Blancanieves\I y «Hanse1 y Gretel» en malvadas madrastras; y en eS(':1 No nos preocupa aquí evaluar la labor de los ·etnohistoriadores en
furma han quedado fijados en nuestras versiones oicotípiqs (ratar, 1987, 11onjunto, sino examinar el tipo de problemas que surge,n de su tra·
pi!l'. 37 Y 38). de la tradición oraF. Sin embargo, merece la pena señalar
Los cuentos de hadas siempre han sido susceptibles a este tipo d ~ '~,'~~~~,~,~Io~s historiadores)' etnohistoriadores han podido evaluar y
manipulación. Cuando llegaron a percibirse como género de ficció n, ;, tradiciones mediante otro tipo de pruebas históricas, las
distinto de los cuentos populares en general y dirigidos en especial ,1 Íd:~~'~~~o~ol~ra.les se han revelado como una valiosa fuente histórica.
los niños, los narradores, autores y antologistas comenzaron a -verlos ir su estudio ha ayudado a reconstruir las histori~s res·
a una nueva luz. Era preciso que aportaran una lección. Así, a partir dl' de las sociedades que habitan la costa occide,ntal de Mrica,
los Contes dema mere rOye de Pemult de 1697, surgió la práctica de aña· lI .l~ino, ,dd,el Níger, el reino de Ruanda y el pueblo zulú (Vidal, 1971;
dir moralejas al final de los relatos. Smith, 1975; Pecl, 1983; S"mith, 1988, por mencionar
Resulta muy obvio que las moralejas ailadidas a los cuentos de ha, ..lo p lllunos).
das de Perrault fueron un intento de proporcionar un nuevo Significa. ejemplos citados en los que las tradiciones orales sirvieron.
do en el contexto, 10 cual es una práctica muy venerable en la transm i· fuentes históricas, el historiador tuvo otras fuentes para prose-
sión de la memoria social. La iglesia medieval conservó el folclore y ri· En algunos casos, fueron los geógrafos árabes medievales; en
tual precristianos colocándolos en contextos cristianos. En el mundo , primeros exploradores europeos; en otros más, los registros
antiguo, los estoicos y los neoplatónicos reint.erpret.aron la mitología La fiabilidad de estas fuentes escritas era variable y hubo
clásica en términos alegóricos y psetidohistóricos. En cada caso, los re- en las qu~'el historiador decidiría seguir la tradición oral aun
latos se conservaron transfiriéndolos a nuevos contextos o nuevos géne- contradecía la palabra escrita. No obstante, la misma existen'
ros narrativos. Sin embargo, esta transferencia de un contexto o género de esas fuentes escritas era significativa. Aunque no parecieran tia·
a otro supuso una reinterpretación y reordenamiento de .la memori!l servían para poner en perspectiva las tradicione~ orales.
original. De este modo, la perspectiva social cambiante puede requerir
la recont~tualiZ3cción en un nuevo género, Jo cual puede iniciar Ull
, No ha fultado debate ~obre d uso que dan los
conjunto de cambios dentro de la misma memoria. Como veremos. Jfl' Ilntrop6Jogos han sido particubrmente criticos 1980). La
esta recontextualización también puede marcar un cambio de perspe1..... "atción de otros hiStoriadores hJ ~ iclo más .
tiva por parte del grupo que recuerda, mostrando cómo intenta llegar a Iluso de la tmdición oral en .
un acuerdo con sus tradiciones en circunstancias cambiantes. ~!) que ban llegado Jos I
En su conferencia inaugural sobre historia africana en la Universi· ha examinado las
dad de BirnUngham en 1965,]ohn Fage sostuvo que la existencia de 1986;
las tradiciones orales mostraba que las sociedades afTIcanas ágrafas te-

100 101
Por supuesto, el problema de la perspectiva es común a todos 10$ de autoridad, que podía expresar la autoridad del orador, pero
historiadores. Deben localizarse y definirse las fuentes, pero para ello .~,~" del género en sÍ: . ..
el historiador necesita más de una. Por mucha infomlación valiosa que culturas ágrafus (y en no pocas alfabetIZadas), las deCISiones
pueda contener una fuente, mientras no pueda situarse en perspectiva ,~,nsiider." las tradiciones una fuente de verdad histórica o simples
es dificil saber qué significa la información o, a veces, incluso a qué se suelen tener que ver con su género. Como género, 105 cuen-
refiere. Una segunda fuente da relieve a la primera. Aun cuando esta se- hadas son ficciones. Se recuerdan y transmiten, pero no se con-

~
gunda sea de veracidad dudosa, puede ayudar a identificar el punto dl'
vista de la primera. ~f::~;~~~~~:':~;pueden
ciertos.cOlls·iderarse
Sin embargo, otros géneros,
auténticos las listas La
y fidedignos. de
Es dificil poner las tradiciones orales en este lipa de pe.rspectiva. Al detenninados tipos de memoria social en ciertos
igual que los temas de 105 cuentos populares, suelen estar descontcx- y los grados diversos de veracidad o autorida~ 9ue el .grupo
tualizadas en la memoria social. Prescindiendo del número de varian. dichos géneros san. reflejos de la cultura y la practica sooal, no
tes que un historiador oral pueda recoger de una tradición determ ina· , ~,,,,,,e radica la verdad histórica. La disposición no hace más que
da, en su conjunto, sigue siendo una úniCl fuente. La tradición oral <ir posición histórica de la tradici6n según existe en las mentes
un grupo puede afirmar, por ejemplo, que hubo un rey con cieno Revela cuáles son los sentimientos y creencias del grupo,
nombre y procedente de delenuinado lugar que gobernó hace unoS fue el pasado. Ignorar esta distinción puede conducir a resulta·
quinientos años. Sin unas pruebas que pongan esta tradición en pers-
pectiva, el historiador no tiene modo de saber si es genuina. originad:1 Un 1966, el; su estudio sobre los reinos de la sabana, el etnohisto-
en un hecho real, o solo una leyenda; ni de saber si las figuras a las qUI; Vansina escribió: ...H acia 1500, [cuando] la zona com-
hace referencia son reales o míticas; ni siquiera de saber si la tradición "1~~:~~.;::~ el lago Tanganyika y el Kasai superior se organizó en
"pertenecell realmente al grupo que ahora la transmite o está ..tomada» ~ de pequeños cacicazgos f... ) un gran inmigrante llamado
de un grupo vecino. En resumen, el historiador no sabe a qué se refie- Nkongolo) se iba a convertir en el fundador de 10 q~e se
:~'~:!~ denominando el primer imperio luba... Vansina contll1ua-
re la tradición. No puede establecerlo por la sencilla razón de que el
grupo que la recuerda tampoco tiene modo real de hacerlo. Con freo
cuencia se recuerda como un relato descontextualizado, cuya histori:.
: del reinado del rey Nkongolo con otras informaciones ex·
de la cradiciÓn oral, terminando con una descripción de su
completa de ordenación temática, transmisión y difusi6n se ha borrado. a manos de su sobrino, Kalala lIunga, funda dor del O<Segundo
Ya hemos visto que la conexión entre una imagen mnemónica y su unp:'rioluba" (Vansina, 1966, págs. 71 y 72).
significado o punto de referencia externo es arbitraria. Son simples ca· V¡lnsina no afirmaba que lada la información recogida de la tradi·
nexiones conceptuales, no reales. Pero también hemos visto qu e no "!'
,dll n /ó fuera cierta o siquiera creible, pero está claro que para él el
bay razón para que el grupo que recuerda sospeche esta arbitrariedad. de referencia de toda esta tradición es probablemente un rey
pues no es evidente en la tradición. Es probable que el relato de Úl llamado Nkongolo, cuyo reinado fijó "en tomo a 1500». Sin ef!1'
Cbnmon de. Roll1nd le pareciera real a un auditorio francés del siglo XII; en 1972 su colega el antropólogo Luc de Heusch, en su estudiO
la mayoría jamás se habría preguntado si se referia o no a un hecho mitología bantú, interpretó la figura de Nkongolo como la ser;
real. Sin embargo, eslo no quiere declr que fuera imposible poner en , PI,.ntearco iris que <Iatal* las aguas celestiales (De Hetisch, 1982, pág.-
tela de juicio un relato tradicional. Un oyente alf3betizado de La n~i ,-1». En otras palabras, lo interpretó como una ,entidad completa-
OJfl1lson de Ro/and podría haber observado que el relato no era rilás que RIente mitológica. Gran parte de la opinión erudita posterior ha tendi-
un poema en lengua vemácuJa; por lo tanto, carecía de la autoridad de un do a estar de acuerdo con él y, aunque no podemos introducir aquí el
texto latino o, en particular, de la autoridad de las escrituras, Es un ar- debate, su planteamiento tiene el mérito de tomar en consideración la
gumento importante. Para nosotros, las cuestiones de autenticidad his- Imdici6n oral en su conjunto.
tórica suelen decidirlas las pruebas documentales. Ello no solía ser po- Vansina ha sido una figura sobresaliente e incluso emblemática de
sible en las sociedades no alfabetizadas. La cuestión de aceptar o no IjI ctnohistoria y resultaría muy injusto escogerlo pata criticarlo, sobre
cierta tradición O versión de esa tradición era, en buena medida, un lodo porque este ejemplo no es· representativo de la mayoóa de su tra-

102 103
bajo posterior. Sin embargo, está en juego un problema general. A v que usamos al escribir, No cabe esperar que un c:mtante de
ces los etnorustoriadores han tomado C0rpUS muy complejos y.1mh i~~:~::.:~:~ una lista de reyes en orden airabético, ni tampoco
guas de tradición oral y han tratado de reducirlos a un ..residuo," de he LAI ágrafu organice sus tradiciones en los lipos de cate'
chos históricos. Han defendido este procedimiento como una fOnll. , 16.g;,as utilizadas en una enciclopedia. Es algo sin duda etemen·
de critica textual, sosteniendo que para d análisis histórico carece ,11 merece destacarse. Las culturas ágrafas necesit;tn idear re·
importancia que las fu entes sean textos o tradiciones omles. Hasta filM conceptuales que ordenen y almacenen la memoria.. En
les de la década de 1970, Vansina era un notable defensor de este 11\ ~ palablras, necesitan crear "mapasll conceptuados de espaCIo y
todo. Pero todo este rigC;>f metodológico resulta inútil a ruenos que I LJ~ los que pueda organizarse la memoria social. Una genealo-
etnohistoriadores puedan demostrar primero que las tradiciones rml ,1I1 ejemplo de este tipo de mapa, pues traza la idea de «suce-
de ..algo... supuesto, la sucesión que una tradición genealógica partic\l:
Muchas de las técnicas que han desarrollado, así como los ¡\Tgu ~:;,:'~~:~:;~j,~:real de figuras históricas, pero asimismo8 puede
mentas que han presentado, son interesantes. Las sociedades amCallll_ .. conjunto de categorías puramente simbólicas • Resul-
conservan sus tradiciones orales mediante diversas mnemotécnic,,,, t b,/io, qlle para utilizar un género particular de la tradici6n oral
Los etnohistoriadores sostienen que el hecho de que cienos tipos dI' la genealogía~ como fuente histórica, es impo rtante saber
infonnaóón se refuercen mnemoté01icamente o se asocien COI1 ri!U n t li lo que hace. Hasta que podamos descubrir qué tipo de cona-
les importantes demuestra que es socialmente imponante para ese ~nl conservá, tina tradición genealógica carece de todo valor
po. Es un buen argumento. EJ mismo Vansina ha investigado muchll ftu ,pp"b.a factuaL A veces parece que los etnohistoriadores se su-
I~ dinámica de su transmisión (Vansina, 1'966; 1985), Muestra, pnr en el proceso de la crítica textual sin siquiera examinar en se-
eJemplo, cómo 1.1 memoria de la tradición oral se apoya con técnic", Guestión de por qué consideran que ciertos géneros son más "rus·
mnemónicas orales o contextualizándose en rit),lales imponances, eie!
tos tipos de infonnación, como listas de reyes, genealogías, Ilomb rc~ .dn:t~~~s~o~tros,
comentó que los etnohistoriadores suelen eliminar
de clanes, títulos honoríficos, precedentes legales, etc,. suelen fij:ll1c energía» todo lo que consideran una ,,~crecenci a mitológica sa-
c.uidados.amente en la memoria para ser declamados después en OC.1 l cuerpo de la historia narrativa» (De Heusch, 1982, pág. 8). Es de-
slones solenmes, Una figura conocida en much as sociedades afi'Ícana.' metodología es de clasificación preliminar; todo lo que pueda
tradicionales es el griol, el «maestro de la sabiduría» o «cantante de 3 1 ~, un grano de verdad histórica se salva para su consideracióll.
~anzas,.. Esas personas SO I1 especialistas, semejantes a los seop anglosa todo lo que aparenta ser puramente mitológico o de MC'
Iones o los rapsodas griegos que hemos descrito. Así, los africanos p n desde el principio. Esta metodología es desafortunada
seen d tipo de técnicas mnemónjcas que ayudan a asegurar que su cm.
pus de tradición o ral pennanezca estable,
caso;!,1que las genealogiólS de las socitda·
Po r supuesto, esta estabilidad sigue sin garantizar Ja verdad. De ht" 1969; véase b mbién Sahlins. 1985,
0o~ en muchos aspectos, la estabilidad de la memoria genealógica es y genealogías funcionan no wlo como
s ~ml~ar a la de la memoria temática de los cuentos populares, lo que , sino tambien para situar a un grupo
SignIfica que el refuerzo mnemónico descontextualiza la infonnación Olros grupos similarn. I!n Otr.lS p3la-
! a un gNpo dentro de un sistema de. dasifi·
a la vez que la conserva. La infonnación se retiene sin los contextó~
figur.ls tottmicas y mitológicas. Debemos record~r
acompaii.:Intes que la pondrían en perspectiva y nos permitirían valo' págs. 58·60) carecen de los medios para verificar o
rarla como una fuente histórica, tanto, por muy interesante que pueda scr la cuestión Jo::
Para q~(' se conserve la memoria más allá del presente continu o, tradiciones para un etnohistoriador, no [o es tanto paro el
debe conceptuarse y ajustarse a un contexto interno, que no se nos prc:· no tiencn que ser estrictamente mitológicos.para ser mí·
de Africa occidental y cenlral) la wnversión n[ islam ha
.senta de forma natural, sino que debe crearse. El contexto interno que
llinaje~ en forma de conexiones pbnteadas entre danes 10·
desarrolla un grupo particular tenderá a reflejar su cultura. Las cultu nls que dedarall dt.5eender dc.l profet:l (Collr:Jd, .19115; véase
ágrafas no pueden, por ejemplo, emplear muchos de los instrumentos , yparaleli,mos semejmtes esdn muy e~tendidos.

104 105
en muchos sentidos. Mitos, genealogías, cuentos populares, etc., no qué debe un grupo detemlinado eliminar lo que considera
son más que géneros en los que se conserva y transmite la memoria so este modo? Esta pregunta es similar a la de por qué la memo-
cia!' El hecho de q ue podam05 considerar ciertos géneros más veros! europea no ha conservado un conjunto de significados míti·
miles de por sí y, de este modo, más probables como prueba históriC';l rituales que, si aceptamos la reconstrucción de Propp, se asocia-
no es una demostración de que sea así como funcionan. No ten elllo~ n11~(:;:;,,~ti:empo con el motivo del animal resucitado. En este caso,
modo de saber a priori dónde es probable que estén las hechos histÓ' • originales se asociaban con prácticas que ya no están
ricos en la tIadición oral. y. por lo tanto, carecen ya de significado. En la memoria s?,
Una vez aislado un corpus determinado de tradiciones como fu en. ,~;~p~~:~c~:u~a::nl!d(o los temas- mitológicos sobreviven en la memona
te posible de hechos, el etnohistoriador procede a tamizar y verific::lr • con tienden a hacerlo como materia prima para la 6c·
dimas tradiciones para revelar un «residuo •. Sin embargo, este proce- El caso de la tradición oral en Áfiica es algo diferente. Lo que po-
dimiento no demuestra que el <U'esiduo>l final sea históricamente cier- suceder aquí es que un mito se recontextualiza como genealogía.
to. El método de tamizado solo tiene éxito porque los historiadore~ 1m",.,",;' de figuras mitológicas, como Nkongolo, sobrevive solo en
dan por supuesto que existen granos de información histórica, pero no ~' ~~~:~~:~e~nci!que. pueda acomodarse a lo que el grupo considera su
están en posición de demostrarlo. Para ello, tendrian que mostrar que ~I más verosímil, la tradición genealógica.
determinado género conserva informaci6n verdadera (y no simple in. ejemplos de este tipo de recontextualizaci6n no son nada ra·
formación estable desde el punto de vista mnem6nico). También ten- las sociedades africanas tradicionales, las figuras mitológicas se
drían que demostrar c6mo y po~ qué se conserva información verdade· de forma I como antepas:ldos fundadores, No eXiste
ra en determi'nados géneros y no en otros, para lo cual sena preciso
considerar las funciones culturales de los diversos géneros con respec-
~1:U:~::.~~::~:~:I;t;d;;~hl~r~t~~
IJj
entre mitología y genealogía o entre
las dos y la historia narrativa verdadera. Debemos recor·
to al corpus de la tradición oral en su conjunto. En pocas palabras, m" que 4\mito» y "(mitología» son términos nuestros, no suyos. Como
cesitarian situar sus pruebas en un contexto mayor. No obst.1nte, con , la tradición oral combina m'itologia. genealogía e historia narra-
su división preliminar de la tradición oral en partes verosímiles e inve- lugar de conservarlas aparte. Ello significa que las Iisras de reyes
rosímiles, Jos etnohistoriadores han descontextualizado sus pruebas Jo unirse en relatos de antepasados mitológicos y los mitos sobre

~
que hace improbable que Jos granos que su proceso de tamizado s;ca- ~:~;~;~: del clan se insertan en relatos de movimientos tribales
r.i inevitablemente a la luz puedan defenderse como verdades (actua- 1970; Pender·Cudlip, 1972), lo cual hace que sea compa·
les. Todo lo que cabe afirmar es que este tamizado revela el mínimo de sencillo para el grupo que recuerda o el historiador racio'
nominador común de las tradiciones. En el caso de las genealogías, es este corpus de tradición en un relato aparentemente verosímil
probable e induso bastante habitual que se trate de un conjunto de an° movimientos de gente y sucesión dinástica. N o se precisa más que
tepasados mitológicos (Hartan, 1971, pág. 73). 111111")0'" la información legendaria y genealógica en una forma cohe:-
Los etnohistoriadores han defendido a veces sus procedimientos y a la vez que se suprimen las I<excrecencias mitológicas'"
conclusiones con otro argumento. Observan que su interpretación de m isma noción de que la tradición oral es una fuente de infor·
la tradición oral suele parecer verosímil al grupo que la recuerda. Aun· mación factual puede cegar a veces a los etnohistoriadores ante la es-
que a menudo sea así, en cierto sentido, este argumento se reduce ;1 lructura real del significado histórico de las tradiciones que estudian.
afinnar que algunos grupos que recuerdan comparten la baja opinión Gllál es el significado de un cambio de un patrón de recuerdo a
de los historiadores sobre un mito como fuente histórica. Sin embargo, utro? Tal vez refleje el cambio de percepciones del grupo de su pasa·
este argumento sobre la aparente verosimilitud de ciertas versiones fren° do o, como en.las variaciones en los cuentos de hadas, su cambio de
te a otras resvlta significativo. Las selecciones de los etnohistoriadores so- percepción de lo que es socialmente aceptable.. Es sorpren~:nte , en
bre cuáles tradiciones descartar y cuáles aceptar son, en muchos casos, re:- elte caso, que el tratamiento otorgado por Vansma a la tradiCión oral
flejos de las opiniones del grupo que las recuerda. De este modo, puede dI: los luba no solo racionalice dicha tradición en una sucesión de fi·
que a -veces sea la misma cultura ágrafa la que haya realizado la tarea SUras 'y acontecimientos históricos, sino que también «evemerice» la
de eliminar vigorosamente el «mito. de su <JUstona narrativa». tradición.

106 107
El evemerismo, que toma su nombre de Evémero, mitógr.¡fo grie· no babrian carecido de un corpus de relatos, listas de reyes y
go de c. 300 a.c., es la doctrina de que ..los dioses se han tomado de ,n,,,Ic,gi,,,,,,,,,,í.miles de los que extraer su 'Iresiduo» de hedlos hist6-
las filas de los hombres mortales» (Seznec, 1972, pág, LI). Corno teo·
ría, el evemerismo suele rechazarse (Kirk, 1970, págs, 1 Y 2), pero tal a su sandez como teoria de la mitología, la uadición evemeris·
vez su significado radique menos en su valor reórico que en el hedlo "n'''''' un estadio histórico en el desarrollo de la memoria social eu·
histórico de que proporciona un vehículo para la recontextualización . Además, es un desarrollo que refleja un proceso general de cam·
y transmisión de gran parte de la mitología clásica. En el mundo anti· social cultural. En este sentido, la recontextua lización de la me-
gua, la interpretación evemerista de la mitología se desarrolló en con· ",D~~,,~~'~' tiene un significado histórico más amplio. Cuando se está
jWlCión con las interpretaciones alegóricas de los estoicos y los neopla· 11' de seguir el desarrollo de un recuerdo mientras se conser-
tónicos. Estas dos estrategias interpretativas proporcionaron un medio bien se transfonna, pasando de un género a otro, se tieoe la opor-
de recontextualizar los mitos clásicos en genealogías y relatos pseudo· IU,~it~~~pd~e~:e,~stu~diar este proceso de cambio social en la experiencia
históricos con significados alegóricos. Esta recontextualización propor' ~ . Este es uno de los sentidos en los que la memoria so·
cionó a los pueblos antiguos un modo de conservar su mitología de 1 es realmente un testigo del pasado y una fuente histórica.
una manera que parecía racional y un modo de otorgar a dicha milO'" Podemos aportar un ejemplo de cómo dicha prueba se emplearía a
logía un significado ético aceptable para una cultura alfabetizada ruenros de hadas. La recontextualización sucesiva de los temas co-
clásica. I<Claclos con el motivo del «animaJ resucitado» es sugerente (véanse
La historia posterior de la doctrina de que los dioses fueron un :! 86-88), Si aceptamQs el estudio de Propp, los primeros ejemplos
vez hombres mortales no es menos interesante. Los padres de la Igle- . aparecen en el contexto de los rituales de caza. Si acepta·
sia la adoptaron de inmediato para emplearla como anna contra los que, pese a su fecha tardía, la Edda de Snorri conserva
paganos: ..Aquellos a los que reveren.ciáis fueron una vez humanos p recristianas, la siguiente aparición del tema sería en la
como vosotws* (Clemente de AJejandria, en Seznec, 1972, pág. J2). nórdica, Después se presenta como motivo hagiográfico
Sin embargo, de fonna gradual, con la dispersión del cristianismo, 1:1 de san Germán de Auxerre. Luego aparece en un sl/bal de
tradición evcmerista perdió su función polémica y se conservó como br'i~'8~1:~;;,:~:'~ otros numerosos ejemplos; véase Farinelli y Paccagni··
un simple medio de ordenar la 'información sobre la historia pagana, n 15-97 y notas,) Por último, el tema aparece en un cuen-
tanto clásica como después cclta y germánica, En su Crónica, escrita h il '
cia 300 d.C., Eusebio identifica al dios babilónico BaaJ como el primer .A medida que avanza esre itinerario histórico, el tema cambia de
rey de los asirios y fecha su reinado en la época de:: la gue::rra entre los rarma marcada. En los dos primeros casos, posee connotaciones espe-
dclopes y los titanes. Isidoro de Sevil la codificó esta tradición en la his· dficamente masculinas. Es parte de un rituaJ de caza; se asocia con el
toria universal del mundo dividida en seis periodos. Dicha periodiza· dios Thor. Sin embargo, en el sabal de las brujas, el lema ha adquirido
ción, como señala Seznec, era «rudimentaria», pero estaba enriquecida Qnn asociación específicamente femenina. Aunque el inquisidor insis-
«COI1 multitud de detalles maravillosos» (1972, pág. 14). Desde allí. la tió en que el animal sacrificado solo podía ser resucitado mediame la
tradición evemerista pasó a la Edad Media, donde sirvió como base Intcr¡vención del mismo demonio, el testimonio del testigo declara lo
para innumerables cronologías e historias universales. ronml;" )! fue la Señora del Festín quien logré la hazaña, Esta asocia·
Aunque la tradición evemerista no era más que pseudohist6rica, femenina se fortalece cuando el tema pasa a los cuentos de hadas,
pudo servir como vehículo para la erudición. Los estudiosos medieva' pues en ellos el árbol mágico y el aninlal resucitado se encuentran en
les «tamizaron, compararon y verificaron» las diversas historias univer· la tumba de la madre_
sales «como cualquier arra prueba». La tradición se hizo más rica, de- ¿Cómo cabria explicar este cambio de género? La primera refeeen·
tallada y compleja. Como se basaban casi por completo en fuentes j al tema en un contexto hagiográfico es en la vida de san Germán
tardías de la tradición, no había razón para que los estudiosos sospe' IScrita por el monje "Eiric en el siglo IX. El modo específico como em·
charan que la misma tradición era espuria. Si la Europa occidental me- plea el tema es interesante. El relato describe la visita del santo a Breta-
dievaJ hubiera sido visitada por un grupo de etnohistoriadores extmte- tuL En su curso, Gennán llegó a la puerta de un rey mezquino y le pi-

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dió c~bijo. ".Bárb~o en cuerpo y alm~... el rey le negó hospitalidad y es que el proceso de transmisión y difusión de la tradición oral
Gernlan se VIO obltgado a buscar refugto con el vaquero real. Impresio sí. histórico. Además, lo es prescindiendo de si la infommción
n~do !?Or su santo comportamiento, el vaquero no solo le ofreció tu Io,:r,~~~·n; consta de granos de hechos verdaderos o solo dé motivos
bIJO, SinO que también le sirvió su única ternera como cena. Genll:iu ~ Acompañando al proceso de transmisión de la tradición
la aceptó, pero tras la comida, pidió que se recogieran todos los hueso, un proceso de reinterpretación. Cada vez que se articu la una
sobre la piel. Se colocaron en un pesebre ante la madre de la terner:J¡ , 9,ebe otorgársele un significado apropiado al contexto o al
Una vez hecho, la ternera recobró la vida. Al día siguiente, el santo de· lI'ro ,,,, el que se hace. Esta necesidad de reinterpretar suele encon°
puso al rey bárbaro, colocando en el trono al buen vaquero. cuyos des' bajo los cambios de dicha tradición. Los cambios pueden ser pe-
cendientes continuaron reinando a partir de entonces en Bretaña (Mi. en escala o recontextualizaciones a gran escala de la tradición
raeu/a Genl1a1U; citado en Bertolotri.. 1979. pág. 478). ~~~~:~,E:;~n cualquier caso, el proceso de reinterpretación refleja taro'
Las p~labras exactas del texto parecen dar una pista sobre el signifi· iI reales en las circunstancias externas. A vetes puede suce·
cado precISO en el contexto del tema en esta versión particular. Leemm que un motivo conservado en una fonna especial e'n la memoria
que el santo ordenó que la piel y los huesos Se colocaran en un p~sc­ de un mito o cuento popular nos proporcione una importante pis·
bre &ente a la ~adre : ante malrem in praesepio componal. La pala.bra hui· la naturaleza de dichos cambios. Pero con eHo pasamos del
na pmmjJe--allgual que la española «pesebre_ está fu ertC3llente aso· de la estructura de las narrativas al de su significado para grupos
ciada con el nacimiento de Cristo. Interpreta¡ el detalle como una re.· específicos. Cómo se construyen tales grupos mediante el re-
fe;encia a la Natividad ayuda a explicar el resto del relato. El rey es el tema del capítulo siguiente.
barbaro y pagano es dest:onado y el vaquero ocupa su lugar. Sin dud:!,
san Genn~n ~a converndo al va9u.~ro, pues el relato menciona que.
funda un hna¡e de gobernantes cnstlanos. Así pues, el vaquero, como
su ternera, "renace., lo cua l hace dificil ·oo tomar la comida comun:!1
de la remera sacrificada y luego resucitada como una referencia a la Eu-
caristía. Por lo tanto, de un modo muy típico de las primeras vidas d,·
santos medievales, se reinterpreta un conjunto de motivos paganos a la
luz de los s~bolos cenn:a}es d e la historia de Cristo. Sin embargo, en
este caso partIcu lar, tamblen se ponen en contacto dichos motivos CO Il
la figura de la Mad~ de Cristo, lo cual ayudaría a explicar el cambio
de la connotación sexual de los temas.
Pero no es más que una especulación. Si quisiéramos construir un
argumento histórico sobre la influencia del cristianismo en la recontcx·
tualización de' los motivos populares, necesitariamos acumular muchí·
simas pruebas mas y considerar el asunto en diversos aspectos diferen·
tes. En este estadio, solo contamos con los inicíos de una hipótesis,
pero no es la r:u:ón del ejemplo: no lo hemos incluido aquí para reali-
za~ ninguna afinnaci6n empírica aJ respecto, sino para mostrar cómo
la Idea de la recomexrualización puede ayudamos a comprender los
procesos de ,cambio cultural.
las amputaciones violentas q.ue los etnohistoriadores infligen de
vez en cuando a 13 tradición oral suelen acometerse en la creencia
de que dichas tradiciones solo pueden ser usadas por los historiadores
como depósitos de hechos históricQs. Sin embargo, 10 que esa noción

110 111
los bandoleros habían luchado por ellos, centro el reóén fomla-
• "".,10 italiano, en la última resistencia campesina al mundo moder-
Esos campesinos solo recordaban el Risorgimento de 1859-1870, en
de Levi el momento histórico mítico para el conjunto de los
"Iflne". sobre todo las clases medias (cfr. más adelante, pág. 157),
a lo que había que oponerse_ Hemos visto que la memoria
porque tiene significado para el grupo que la recuerda.
la com o se articula ese significado 00 es senciUa. Nos he-
concentrado en el contexto narrativo como guia para mostrar
pueden estructurarse las formas de la memoria y, por co)ui-
deshacerse_ Sin embargo, qué tipo de cosas se recuerdan y por
CANTULO 3 un tema igual de importante. Los sucesos Se recuerdan mejor si
';',:3/'", en una de las formas de la narrativa con la que ya cuenta el
Memorias de clase y grupo social; muchos campesinados, por ejemplo, disponen de fonnas
establecidas de narrar revueltas locales contra el estado. igual que
en las sociedades occidentales OS Ib.nd"I,ms de Aliano, como veremos. Pero tienden a ser recorda-
sobre todo por su poder de legitimar el presente y tienden a ¡nter-
de maneras que siguen muy de cerca las concepciones actua·
Los c:ullpes.inos de Gagliano se moslrab:m jlldif~ del mundo (a menudo compitiendo con ellas). Las memorias tie-
rentes a la conquista de Abisinia y tampoco record:!.
ban la guerra mundial ni hablaban de sus muertos. gramáticas espedficas y pueden (deben) analizarse como
pero había una guerra próxima a sus corazones y que ~~:fc::~s¡:~;f,);tI:;mr.~b~ié:n tienen funciones y pueden (deben) analizarse
estaba constantemente en sus lenguas; ya era una fabu· ~j . como guías, sean uniformes o contradictori~,
la, una leyenda, un mito, un relato épico. Era laguerr.a .'V''''. identidad sos;ial, como veremos en este capítulo. En realidad,
de los bandoleros. El bandolerismo había llegado a su dos procedimientos no son distintos, pero es preciso analizar
fin en 1865, hada setenta años, y solo muy pocos ef"JIl ('!Ida uno en sus propios términos antes de que puedan combinarse,
lo bastante viejos como para recordarlo, ya fuera como veremos en los dos capítulos que ponen 6n a este libro.
participantes o como testigos visuales. Pero todos, vic- La subjetividad esencial de la memoria es el tema clave para co-
jos y jóvenes, hombres y mujeres, hablaban de ello
con tanta pasión como si hubiera sucediao antes dr
I ~:~~~~ PQr supuesto, los recuerdos sQbre el pasado pueden cambiar a
~: del tiempo, pero, incluso si no lo hacen, sin d uda serán e1egi-
ayer· Cuando conversaba con los cam~sinos, podía
est21 ~guro de que, fuera cual fueSt: el tema, de un
conjunto potencialmente infinito de los recuerdos posibles,
modo u otro acabaríamos desliz3ndonos a Jos oon& su importancia p ara los individuos que se acuerdan de eUos, por SU
dos. Sus huellas están en todas partes; no hay monta· tontribución para construir la identidad personal y las relaciones. Así
ña, gargant<l:, bosque, fuente, cueva o piedra que no sucede cuando los individuos recuerdan sus experiencias personales y
esté ligada con una de sus aventuras O que no les sirvie- ouando recuerdan episodios de las reservas de recuerdos guardados de
ra como refugio o guarida (lEVI, 1948, p-.íg. 137). forma colectiva. PerQ la importancia de los recuerdos para los demás es
sin duda particular cuando se articulan; los recuerdos comparl¡dos~ en
En 1936. los campesinos de «Gagliano» (pseudónimo de CarIo realidad el mismo proceso de compartir. es decir, la p roducción de na-
Levi p:tra Ali':mo, Basilicata, en el empeine de Italia) recordaban los rrativas habladas o escritas sobre el pasado, tomará fonna dentro del
días de los bandoleros en la década de 1860 porque tenían un signifi- marco del significado que le ha otorgado el grupo dentro del que se
cado para ellos, m ientras que la Primera Guerra Mundial, ninguno; la cuentan. (Muchos de los campesinos de Carla Lcvi habían experimen-
última no fue más gue otra aflicción mortal impuesta por el gobien,lo, lado la Primera Guerra Mundial, pero parece que incluso entre los ex

112 113
combatientes no se' le otorgaba mucho significadp a esa experiencio testimonios de vida, nonnalmente de los m iembros más ancia-
para que se hablara de ella; estaba en camino de ser olvidada social- una sociedad, que tienen las memorias personales más largas y
mente, aunque ni) k) fuera de forma ipdividual) l_Estos puntos se han tanto son en ci!!rto sentido más «fidedignas» que las de las per-
discutido mucho, sobre todo en las últimas décadas, en el plano teóri· más jóvenes (siendo más probable además que los recuerdos de
:~~~~::;~estén 'Icorrompidos" por influencias externas, como libro$
!
c0 2 • Sin embargo, lo que debe hacerse ahora es utilizar los Iecuerdos
sobre los. que tenemos documentación para aportar ejemplos concre· Dichos archivos suden ser tUlas de conmemoración, mo-
tos sobre cómo .se construyen las identidades sociales mediante esta o ,al pasado, así como (o, a veces, en vez de) las complejas
esa versión del pasado; y esta es una tarea mucho más ardua, debido históricas que pueden ser cuando se analizan críticamente.
en parte a las dificultades concept,uales que supon e~ de hecho, ni si- Se puede ver por qué se han desarrollado estos modelo·s. En parte,
quiera los teóricos del proceso han logrado presentar una investigación . 'llenv"," del interés ori'ginal que esas memorias teman para la mayo-
detallada que 10 ilumine realmente. Pero, en parte, es una simple cues· . los-investigadores, que era precisa y legítimamente la rememora-
tión de pruebas. de aquellas personas cuya experiencia y voz no podían encontrar-
Esta última afirmación puede parecer sorprendente. Después de que somos el grueso de la población; así como
todo, aun cuando no tengamos muchas pruebas directas sobre las me- . de cosas del pasado que no po-
morias sodales de la gente que vivió antes de nuestra generación (aun- descubrirse en los textos escritos. En parte, son el resultado de la
que, como veremos, hay algunos datos sobre las memorias de los cal)l' defensiva que muchos historiadores orales hitn adoptado hacia
pesinos y habitantes de las ciudades europeas que se remontan hasta el U :~;~;~f~,~:una necesidad sentida frente a los ataques histéricos de los
siglo XVI y a veces incluso hasta el xrv), ahora contamos con recopilo- I.ií más de la «corriente principal» para justificar las fuentes
ciones muy ricas, reunidas en las últimas décadas por los historiadores como potenóalmente «fiables» o al menos tan fiables como los
orales en especial, aunque no todos han mostrado demasiado interés I~;~:;:~i (Thompson, 1988, págs. 67-71.. 101-117). También suelen
en analizar las memorias por sus significados sociales, sino como his- ~e del sentimiento de que a muchos historiadores no les ha pa-
torias de vida, es decir, como conmemoraciones individuales formadas un método lo bastante «histórico» el modo alternativo de con-
por declaraciones más o menos ciertas sobre el pasado vivido. En rea- ña:"'d,,, -m~moria.s declaraciones que tienen un significado en el pre-
lidad, no todos los historiadores' orales han mostrado interés alguno sean representaciones verdaderas o falsas del pasado. Cuando las
por el análisis hasta fecha muy reciente; como ya hemos comentado en las que se grabó a los infonnantescomiencen a retroceder en
(pág. 20), muchos de sus proyectos se encaminaron a constituir ardU- , ~I , pasad,). este sentimiento de bochorno tal vez disminuya un poco.
mientras tanto, tenemos un problema. Esos archivos existen
. ~en,oialmente en cintas; rara vez se han publicado y jamás en su tota-
I i...J. int~rpretaci6n alternativa di qu~ no querían hablar- a Levi sobr~ ellas, qu e el gru.
. Se han empl~ado como fuentes, 'a veces con escaso control criti-
po social qu~ podb construi!li~ por una conmemoraci6n (presumiblemeote hostil) de 1"
guerra 00 le incluía. Vemos ~j~mplos d~ estos patron~s mas adelant~, pero cabría du.d3r explícito; y pueden encontrarse en los libros extractos de ellos, a
~n e,o¡te Ca.lO, porque parece que. Levi mantuvo una ~strel:ha relación con los de Alian o. rmenud" extensos. Pero dichos extractos están casi siempre fuera de
En contrnl;le, otrnl; comunidades rurales d~ l talia, .por.ejemplo, ~n partes del Piamonte. Contexto, en el sentido de que tienden a cortar las preguntas de los en-
se identificaban mucho más con la guerra y al menos sus miembros n13sculinos la rt'COl" trevistadores; las perílTasis, las repeticiones, la desorganización crono-
daban oon mucha claridad SC-'ienLa años después (Revellí, 19n).
1 Entre los ejemplos se ind uycn Tonkin, 1991; Samuel, ThompSIJll y Tonkin en Sil-
16gica y los pasos de la conversación en pos de los temas o alejándose
mue! y Thompson, 1990; Dakhlia, 1990; Passerini, 1988; Thompson, 1988, págs. 135·149; de.tellos, así como, de forma casi inevitable~ los tonos de voz y otros
Debouzy, 1986; Grel e, 1985;)outard, 1983;)ohnson (1 al., 1982; Portelli, 1981a, 1981 b; ~ementos de la represemaóón inherentes en la narrativa oral: los mis-
Bouvier el al., 1980, que apona exposiciones claras sobre lo que cabría denominar el al~ mos rasgos que proporcionan el marco de la forma de hablar de la gen-
«antipositivista~ de la historia oral; véase Collard, 1989, Pria:, 1983, Rosaldo, 1980 y le del pa,sado y que pueden decimos cómo 10 estructuran y conmemo-
MacGaffey, 1970 para planteamientos antrOpol6gicos. La concentración de referen cias
hada el final de la década no es casual; p arece haber un cambio de marea ~n 13 percep'
ran. (para todo ello, véanse Passerini, 1988, por ejemplo, pág. 131, y
ci6n metodológi ca. No S~ han incorporado plenamente ~n el t~xto las referencias a p3 r- Tonkin, 1991; para mbdelos de transcripción más imaginativos, véan-
tirde 1989. 5ciBosio, 1981 y TedJock en Grele, ¡985.) Y 10 que 'es peor: muchas de

114 115
estas narrativas han sido moldeadas por completo por las preguntas del l!ócid~ o será probablemente las memorias nacionales, pero sostendre-
entrevistador; en tales casos, el contexto de la conversación que nos que las naciones son como grupos sociales de cualquier otra da-
permitiría dar a Ia.s memorias individuales su significado no se encon- las opiniones nacionales sobre lo que constituye la historia perti-
trarla ni siquiera en la cinta. (Véase, para una buena exposici6n al res- ..."eno son más significativas (y.aún menos más objetivas) que las de
peto,lvey, 1970.) Por ejemplo, si Levi hubiera querido saber sobre b ~fit~:~::~:o~tro. Se deduce de lo que ya hemos dicho que estaremos re-
Primera Guerra Mundial y hubiera interrogado específicamente a los lIi distanciadQ5 de la precisión empirica de dichas memorias,
campesinos al respecto, tal vez jamás se habría dado cuenta de que lo nuestro interés primordial es la función de co nmemoración y no
único que querian era hablar de los bandoleros. Estas d istorsiones tie-- verdad de lo que se conmemora. Sin embargo, no dudaremos en ge-
nen el resultado ironico de socavar un pilar de la defensa positivista de de su precisión, aunque cabe señalar que las memorias impreci-
la historia oral, la posibilidad de eval uar la fiabilidad empírica de una '115 arrojan una luz más inmediata sobre la memoria ·social que las pre-
fuente. Muchas fuentes· orales no pueden someterse a una crítica tan , están, por asJ decirlo, tan contaminadas por los acontecimien-
estrecha como los docwnentos. Por fortuna, no es e1 caso de todo el tos -pasados «reales". Expondremos, además de diferentes criterios de
material; como veremos, algunos historiadores orales recientes son sobre la importancia de los hechos pasados, concepciones dis·
muy rigurosos y sofisticados. Pero, en otros casos, por todas estas razo- de tiempo y legitimación, todo lo cual puede servir para deli ne:u
nes, tendremos que emplear nuestras fuentes con cierta precaución.
Habrá de realizarse (o publicarse) mucha más investig3á6n antes de
:~i;~~~;::~S OC~~ial de la memoria y su signlficado para grupos sociales
tanto los que hemos seleccionado como los muchos otros
que podamos 3vanzar con mayor seguridad. : incluir. A su vez, estos análisis servirán de base para
Volviendo a los comentarios de Levi sobre AJi3no, podemos ver formas narrativas y los contextos narrativos en Jos últi mos
que el rasgo clave que le sorprendi6 de los campesinos en su descrip- capítulos que tratan, respectivamente, de las narrativas medievales
ción fue que telúan una opinión diferente a la suya de la importancia )' las imágenes de la mafia en Sicilia.
relativa de los hechos pasados por los modos -los contextos- en que
conmemoraban a los bandoleros. Muchos de los análisis más fructífe-
ros sobre el sign ificado de la memoria se han derivado de esta simple
percepción (véase, por ejemplo, Collard, 1989); de hecho, los infor-
mantes que piensan en el pasado 1Tada más como observadores externos A fin ales de la década de J960, PhilippeJoutard, historiador de la
han sido tratados con frecuencia , con acierto o sin él, como algo sos- Prancia moderna, mientras estudiaba las revueltas de los camisards
pechoso. Es un b uen lugar p3rn comenzar, mediante la pregunta; ¿por de '1702-1704 en las zonas protestantes de las montañas de CévelUles
q ué los diferentes grupos sociales recuerdan una cosa y no otra? Pero del sur de Francia, comenzó a preguntar a los cam pesinos .contempo-
los grupos sociales son muy diversos y no podemos dedicamos a ana- ráneos de la zona sobre ellas Ooutard" 1977a). Le sorprendió descubrir
lizarlos todos. En este capítulo nos centraremos en la Europa occiden- un recuerdo extremad3mente complejo de los camiulrtb, cuya riqueza
tal moderna y, en menor medida, en las colonias europeas en las Amé- le convirtió en un historiador oral en toda la regla, con su propio gru-
ricas. En este contexto, presentaremos un3 breve exposici6n de cuatro pa de investigación en Aix-en-Provence. Los croello/s protestantes pue-
amplios tipos de memoria de grupo : la de los campesinos (por los cua- den.reco rdar fácilmente~ y les gusta h3cerlo, muchas cosas sobre el pa-
les entendemos a todos los agricultores de subsistencia sedentarios, lado camisard: ¿Pero q ué clase de cosas y por qué?
con terr.:J.teniemes o no); la de las comunidades obrerns; la de las co- La guerra de los camisards fu e una reacción violenta entre los cam-
munidades «nacionale5>t, q ue no siempre son estados-naciones.. pero pesinos protestantes a la puesta en vigor de la revocación del edicto de
que sin duda representan casi siempre el grupo de memorias de la in- Nantes, la proscripción del protestantismo de Luis XIV. Esta reacción
telectualidad, burguesa; y la de las mujeres, es decir, el tema de en qué fue suscita,da en buena medida por la predicación mcsiániQ. Los cami·
medida la memoria de las mujeres se estructura de fom1a diferente a la Jorrls contaron con varios dirigentes heroicos, como Jean CayaUer, Pie-
de los hombres (pues la mayoría de nuestras fuentes para los grupos rre Laporte (llamado Rol3nd), y Herui Castanet, y durante dos años
restantes van a ser en la práctica las voces masculinas). El tipo másco- mantuvieron a las tropas realist3s fuera de las Cévennes centrales me:-

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diante tácticas de guerrilla y batallas ocasionales, hasta que acabaron Muchas de las memorias de los camisnrds son en esencia geográfi·
derrotados. En el siglo siguiente fueron condenados como F.máticos cas: un paso, una cueva (eran sus guaridas), un lugar de reunión. Al
no solo por los católicos, sino también por los protesta ntes de la elite igual que eo el Aliano de Levi. la geogra6a civenol actúa como una es-
culta, hasta su rehabilitación por los historiadores p ro t~stantes román- pecie de teatro de la memoria en el sentido que le otorgaron los mne-
ticos del siglo XIX, que escribieron relatos entusiastas sobre los dirigen· motécnicos del siglo '\VI: una ayuda directa para recordar el pasado.
tes CIlmisarth y sus batallas; de hecho, a finales del siglo XIX se cont~m ' Está claro que esa importancia ligada a la geografla local presupone
pió una ola de conmemoraciones formales de los alzados y la construc' Una poblaci6n estable, que ha existido en I<l S montañas hasta después
ción de monumentos conmemorativos en la mayoria de los pueblos. de la Segunda Guerra Mundial; en las llanuras inferiores también pro-
Sin embargo, los relatos orales modernos, aunque deben algo a las his· testantes, los recuerdos del alzamiento son mucho más esquemáticos
torias, que la mayoría de los infornlantes han leido, así como a los mo· porque ha habido mayor movilidad geográfica (y, de hecho, con la
numentos, suelen centrarse en asuntos «menores»: una escaramuza en mdustrialización en. tomo a las llanuras centrales de A1i!s, ha cambia-
un pueblo o, muy a menudo, el destino personal de un aotepasado fa- do hasta la geografla: Joutard, 19na, págs. 289, 318-320; Lewis, 1985.
miliar. Estos relatos están estructurados por la memoria del pueblo y la págs. 16S·173)3. No resulta sorprendente que joutard y sus colegas des'
f.unilia.. aunque está claro que todos los informantes ven las guerras cubrieran que el detalle de las ¡pemorias de: los cnmwrds disminuía en
como si las hubiera sufri do la comunidad protestante en su con;ulllo; la década de 1970, cuando la sociedad de la montaña se hizo más mÓ·
a este respecto, son independientes de la historiografla del siglo XIX y vil.. y es probable que la complejidad de la conmemoración de las gue-
muchos parecen derivarse directamente de la experiencia del siglo XVUl, rras de la década de 17PO requiriera para su supervivencia una continui-
que había permanecido soterrada, conmemorada en la cultura oral, dadlde la comunidad elevada incluso para las pautas de la Francia del
hasta su rehabilitación más de un siglo después. riglo XlX, y no digamos ya del xx.
Tradicionalmente, los relatos de los cnmúnrds se han contado a La complejidad de la memoria de los cnmisnrds ha tenido WI .resul-
los niños en las Cévennes del mismo modo que en otros lugares se tndo importante: otros recuerdos del pasado histprico se han OIcamisar-
cuentan cuentos populares (y, de hecho, algu nos motivos populares dlzado». Todas las demás formas de :¡tfirmación protestante se recuero
sobreviven en los relatos de los cllmisflrds). Constituyen un pasado dan como' camisnrd., incluida la predicación clandestina del siglo XVIII
simbólico que dramatiza y novela la resistencia protestante cromo! al conocida como el Desierto, que en la época era muy hostil con la tra·
estado y en este sentido son Jo que los an tropólogos denominan dición de resistencia. Lo mismo ocurre a veces con el Terror Blanco
una «carta mitológica.., una imagen de fimdaci6n que justifica todas ele 1815, la venganza reaJista católica sobre los republicanos (a menu·
las formas de resistencia local. Los relatos no carecen de fiabilid ad do) protestantes, que fu e fuerte en las Cévennes. Este y otros momen-
necesariamente por esa razón. Aquí, como en otras partes, muchos tos pastenores de tensión religiosa también se han recordado median-
son «verificables», pues están respaldados por documentos del siglo le relatos de protestantes que encontraban sus casas marcadas para dis-
XV III; de hecho. algunos pueden aceptarse como adición (o, en algu· tinguirlas de los católicos, imagen tOJTIada de los relatos de la Matanza
nos casos, I.:orrección) a nuestro conocimiento de las guerras proce- del Día de San Bartolomé en París en 1572, y que por lo tanto signifi-
dente de los textos escritos. Otros relatos se derivan de dichos docu- t aba el temido pogrom. católico. (Esta imaginería también es legenda-
mentos o, con mayor frecuencia, de su nueva redacción histórica tia; procede probablemente del Éxodo; cfr. Joutard el (1/., 1976; Jou-
efectuada en los últimos ciento cincuenta años. Otros más son inven- tard, 19na, págs. 312-314.) Y los puntos de referencia históricos que
tados en buena medida o por completo. Pero todos ellos tienen la mis-
ma función: la de constituida identificación de la comunidad protes·
tante como comunidad de resistencia, que está respaldada en parte y l Un buen par,úelo para este uso del paisaje es la vigol"05ll sauibilidad geogr:i.fica
m~trada en las narrativa!! históricas de los ilongot de Filipinas (Rosaldo, 19RO). Fuera
en parte crea una tradición de resistencia que ha continuado existien-
lIel'entomo personal propio, las geograffas m~ntal ~$ pueden ser mas mudables cuando
do en la zona hasrn la actualidad. (Véase al respecto joutard, 1977a, ambian la! men131idades: el ejemplo clásico es el estudio d~ Halbwachs sobn: el cam·
págs. 279-356; Y joutard, 1977b; Pelen y )outard en )outard, 1979; Dio de la topogl'3fia sagrada de Palestina ~n la imagineria de las m munidades cristianas
Poujl1l, 1981; Pelen, 1982; l ewis, 1985.) ,uces:ivas en Occidente (Halbwachs, 194 1).

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no se recuerdan como cnmisnrds se consideran explicitamente análogos, tes; hay espacio p3ra mayor flexibilidad, al menos den tro del forma to
como el apoyo local a Dreyfus yel activismo local de la Resistencia en básico.
la Segunda Guerra Mundial. Ambos .se estructuran por un pro judais· Por otra parte, no debería olvidarse que dicha imaginería en las so.
ma explícito (basándose en que-ambos grupos religiosos han sido víc-
timas), pero durante la Resistencia también podría decirse -y no de
, ~':~:~~~~carn1:. pesinas fra ncesas no se limita a las zonas protestantes, o a
"11, . Ni siquiera los camisardr tuvieron mayor impacto en la
fo mla completamente desacertada- que los l1uü/Jlisards esraban «revi· memo ria de las Cévennes que los ejércitos revolucionarios de 1793·1796
viendo!. el periodo camtSllrd: fueron comunes !loms de glll:rrc como' Ro- en el Vendéc, al occidente:; de Francia (Martin, 1984). Sus habitantes
land y Castanet, al igual que las canciones del siglo XVIII, se volvieron tienen derecho a recordarlo porque, en la guerra civil entre los ejércitos
a utili..z.ar los lugares de escondite de los CIlmisllrds e incluso se recorda· del gobierno revolucionario y la resisrencia local católica y realista, muo
ron sus tácticas militares. Es decir, no solo otras memorias del pasado, rió!quizá un sexto de la población locaJ Oones, 1988, págs. 225-230).
sino incluso percepciones del presente se veían en una perspectiva re· Pero la conmemoración resultanre ha sido sistemática y duradera,
gida por recuerdos del siglo )Mil. El pasado 'camisllrd determinó una sancionada en el plan o ofiCial y católico (monumen tos y ceremo-
continuidad de postura política: en apoyo de la revolución, la republi- nias) y -vinculado a ello, pero con sus propias raíces autónomas-
ca y finalmente la izquierda_ Este patrón también ha estructurado) a la I!!n\eJ plano del recuerdo familiar, con la mezcla de memoria deriva-
inversa, las memorias de la minoría católica de las montañas, que re- da de lo oral y basada en textos que ya hemos visto para las Céven-
cuerdan la Revolución Francesa romo comwrd, y tal vez incluso las l;I CS. Es decir, el Vmdie militaire estructura la conciencia popular local
guerras de religión de la década de 1560, y que recuerdan su oposi- del illlismo modo y con la misma clase de piedras de toque que los
ción en 1906 a la separación oficial de la fglesia y d Estado con el tnmí'sllrdJ. Otros actos de la resistencia vmdécn contra el estado secu'
mismo orgullo en la resistencia que sus vecinos protestantes Ooutard, lar del siglo XVIII han sido absorbidos en las tradiciones de 1793, al
1977a, págs. 297, 298, 32Q..322). Las guerras de los mmisllrds domjnan Igual que algunos de las guerras de religión del siglo XVI. La concien-
el pasado de todos los h abitantes de las Cévennes centrales, católicos cia local vmdlt:11 h;:a obtenido incluso resu ltados eco nó micos: sus bao
y protestantes por iguaJ, Pero solo en las zonas nucleares de la revuel- bitantes' han tendido a evitar emigrar a ciudades de fuera de la región
ta de 1702-1704 tienen los católicos un sentido muy articulado de los r en los años recientes, bajo la égida de la 19lesia, han desarrollado
hechos .. históricos.. pasados : en los demás lugares es más probable , us propi3s industrias rurales, que luego l;¡an reproducido la región
que n arren cuentos de lobos. en su propia especificidad. Esta ha sobrevivido; los veniJte,u tal vez
Este tipo de conmemoraci6n de un periodo de oposición pasada, no recuerden las m atanzas de- 1793 tan bien como hace una genera-
fisica o moral, funciona dd mismo modo en algunas Otras zonas pro- ción, pero sin duda no había banderas tricolores fu era en 1989 (R. J.
testantes rurales de Francia. Una de ellas es las montañas del Dróm e, laolt, comunicación personal).
al este del Ródano, sobre Valence (Reverchon y Gaudin, 1986). AHí no ~ estas.caracterizaciones se deducen varios pUntos. Uno es, como
buba guerra cllmiJard y la memoria se ha centrado en el Desierto, que hemos destacado, la concl usió n obvia de que dentro de estlls comuni·
ha producido un simbolismo menos de rcsistj:!ncia que de persecución~ dades los acontecimientos poseen una jerarquí.'l de importancia dife-
pero que tiene una estructura muy similar. Allí el análogo del siglo XIX ~te de la conocida para los observadores exteriores. La obsesión ca-
no es Dreyfus, sino las revueltas locaJes contra el golpe de est:J.do de ",üard condujo a los CWtllOIJ a decir relativamente poco sobre la Revo-
Napole6n en 1851 1 aunque el tema dominante en las memorias de la lución Francesa, aunque la apoyaban. Y en Q(ros ámbitos rurales de
gente es la represión posterior más que la misma resistencia. Una vez Franci3, sobre todo en las zonas del sureste estudiadas por los discípu·
más, los recuerdos se centran en la familia y están moldeados por la los de Joutard y colegas de Aix, las memorias precisas sobre la revolu·
geografia, actllando de guías los hitos protestantes para las estrategias dén pareCCJl igualmente raras: en Arves, en los Alpes saboyanos, y
de los 1IulIJlfisllrds, así como para las aSOlmbleas protestantes modernas, Lus, en el Drome oriental (pueblo católico), Jos infonnames tendieron
que repiten de forma consciente las del Desierto. Sin embargo, en el 3 tener mucho más que decir sobre los malas actos de los señores del
Dróme un único acontecimiento no ha borrado todos los precedentes: anden rlgime (aquí, como en otros lugares, se indinan 3 centrarse en el
las represiones de los protestantes se recuerdan hasta el siglo XVII o an- droitdeseign/!lIr: Collomb, 1982; Bouvier, 1980, págs. 145·1 52). Otras

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omisiones también resultan alannantes para el historiador francés bien del campo y los pobres de las ciudades: se extendió a velocidades
educado: nada sobre Napoleón, muy poco sobre la Primera Guerrn !ife~~"es en países disti ntos, pero en todas partes más deprisa des·
Mundial, casi nada sobre el Frente Popular. (Este último hecho sin iO 'l,oovmás o menos (véase, por ejemplo, Burke, 1978, págs. 250-258.)
duda tuvo mucho más significado en las ciudades, que poseen una sen· partir de entonces. la mayoría de la gente está mejor documenta-
sibil idad separada sobre el pasado, como veremos; ~in embargo, tanl' '~;:'~í~~ta,:~mbién cabe afirmar que más memoria pasa a estructurar·
poco se recordaba siempre en ellas.) No obstante, dicho olvido, en ca· ~ la dialéctica entre la narrativa escrita y oral. Muchos teÓ·
sos como el de los dveuols. es sin duda una elección" dada la riqueza de han sostenido que existe una divisoria fundam enta l entre las
información disponible sobre periodos anteriores. roOied,d,,, orales y alfabetizadas en sus formas de organización y los
Ello resulta importante por varias razones. Para comenzar, resalta en que desarrollan sus visiones del mundo (ejemplos clásicos
que los «Grandes Acontecimientos» dd pasado son designados como Ong, 1982; Goody, 1968, 19n, 1987, siendo el último el más roa·
tales por personas externas a la mayoría de las sociedades locales y sin ,.;--C"!' En realidad... nosotros no lo creemos, como ya hemos sosteuj·
duda a todas las sociedades campesinas. Es así sin duda en toclas par' 66 y 67), pero la importanCIa del tema es relativa para nues-
tes, no solo en Francia, aunque dichos hechos se caracterizan aUí con obije"VO actual. Debe quedar claro que tanto en las Cévennes
mucha claridad. Las resistencias de 1851 no las cuentan siempre los- ",¡nO"en el Vendée ~siendo la primera por lo menos una sociedad
historiadores entre los principales. acontecimientos de la Francia de orientada a 13 escntura----:, la gente emplea libros como una de sus
mediados del siglo XIX; y, de foana sjmilar~ Carla Levi trató con Wl I~~~~~~~fu~:entes para sus representaciones del pasado. la escritura
p.ire ligeramente condescendiente el interés de 105 alirmlU por los ban- ~t memoria al fijarla, pero, expresado de forma tan senci ll a~
doleros. No obstante, porque los historiadores consideren a Napóleón ha ocurrido en las Cévennes, donde las memorias sociales con-
tan digno de repJerdo y análisis no es preciso que otr.:ls personas pien· estrechamente relacionadas con las imágenes colectivas propl3S
sen lo mismo o, de hecho, conmemoren ningún Gran Aconteci- duda cambiantes). Un momento de reflexión mostrará el motivo:
miento. (Así es sin duda en el caso de los campesinos pues, como ve· l iI:l~~~:~sociedad es una cultura completamente alfabetizada, inclu ida
remos, tienden a destacar.su identidad social mediante imágenes de re- :~ (e incluso incluidas las microsociedades tan orientadas a los
sistencia al estado, que es muy improbable que entren en la historia de de los académicos); y la memoria compartida, cualesquiera que
los Grandes Acontecimientos.) Hay también una razón más específica sus fuente s, tiende a comunicarse sobre todo en d ámbito de lo'
por la cuaJ dichas elecciones son importantes: muestran que esas dife.- med iante anécdotas y comentarios con patrones narrativos que
rencias en conmemoraciones son internas a las comun"idades y no im· tanto a la tradición oral como escrita.
puestas desde el exterior, ya sea por la literatura,la escolarización o los ,De todos modos, como han sostenido por ejemplo Ruth Finnegan
medios de comunicación, que habrían hecho todas las memorias más r tElizabcth Tonkin, hay cuando mucho pocos géneros que puedan
homogéneas y dificilmente habrían dejado de destacar la Revolución y lic,~,.ild~ra"e restringidos a la cultura oral O escrita: una vez que ha apa'
a Napoleón. Ello no puede repetirse demasiado a menudQ: por mucho la escritura, no hay modos «característicamente orales" o «carac'
que una novela o el relato de un profesor pueda afectar el con/mido del escritos" de describir el mundo (Finnegan, 1977,
recuerdo de un acontecimiento guardado por un individuo o incluso . 134-169; 1988, págs. 86-109; Tonkin, 1991). Así pues, en el plano
un grupo social, tendrá mucho menos efecto sobre los lipos de aconte- narrativa, la distinción entre oral y escrito deja de ser útil, sobre
cimientos que los grupos sociales decidirán conmemorar, que están li· se ha empleado con demasiada frecuencia para negar la
gados a patrones más profundos de identidad. y legitimidad de la cultura oral. Una distinción mejor es
Esto suscita un segundo punto conectado, al que ya hemos hecho en todas las sociedades: entre las estructur.lS estables y
referencia en los capítulos previos: las diferencias entre las culturas ora- la narración y las más informales. Existen estructuras esta·
les y alfabetizad.¡ls. Todas las sociedades que contemplaremos en este bres de muchos tipos: los motivos populares catalogados por Stith
capítulo estaban en contacto, al menos en parte, con el mundo de la Thompson, los patrones de la épica y las fórmu las de la balada·(véan·
escritura que, desde el siglo XVI (yen algunas zonas antes) comenzó a " ,IP'~~: 66 y ss.), las anécdotas de la primera literatura de co/porta.ge mo·
extenderse de las elites clericales, aristocl;áti.cas y burguesas aJ campesi· (Mandrou, 1964), la historia de los Grandes Acon.recimientos de

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las escuelas obligatorias desde la década de 1870 (véase, para Francia, duso aHí; y otras sociedades parecen carecer de nocion e~ sobre ¡lConte-
Bonheur~ 1963), las novelas históricas o, en la actualidad, los tropos ro- cimientos arquetípicos que las definan como un grupo específico Cjl la
mánticos de las sagas televisivas. Cada UIlO ellos puede proporcionar historia. No pocas sociedades campesinas han parecido conmemorar
un género en el que puede recontarse la memoria y también puede exclusivamente el pasado mediante recuerdos personales, que a menu·
proporcionar mucho del contenido de la misma memoria. Pero tien· do parecen centrarse menos en acontecimientos .. de importancia his·
den a encajar en discursos de conversación mucho más ampl ios y flui· tórica.. que en los procesos recurrentes del ciclo vital de la fami lia, re·
dos; son estos últimos los que pueden decimos más sobre los significa- trocediendo cuando mucho a los abuelos: la vida cotidiana, las esta'
dos reales que poseen para personas y grupos particulares. ciones, las festividades y el mundo de la naturaleza (con frecuencia
Un tercer punto es la continuidad que existe entre el pasado y el expresado en términos sobrenaturales o en cuentos populares), con las
presente. La gente suele distinguir entre memorias personales (o "histo- bistorias de vida sobrepuestas y estructuradas solo por ese tipo de me-
rias de vida») y «tradición onil», teniendo que ver la últim:l con lo que m9ria. Por supuesto, estas memorias existen en todas las sociedades;
cuentan, a veces croniscas pr.ofesionales, d e un pasado demasiado .re los. protestantes de Cévennes también las poseen y es probable que for-
moto para que sus narradores lo hayan experimentado o a veces, como men e1 grueso de sus discursos colectivos sobre el pasado (Pelen, 1983;
en el caso de Iqs cuentos populares, de un pasado que se reCOOQCc di 'Thompsoll~ 1988, pág. 136). Pero se ha sostenido a veces que las
como im.aginario_ De hecho, pocos historiadores orales de Europa memorias de este tipo son las más nonnmeJ que tieuen los campesinos;
(&ente a Afiica,por ejemplo) estudian los últimos4 • Sin duda, la distin- que los hechos .. históricos", sean nacionales o locales, tienden a olvi·
ción existe; muchas sociedades poseen conjuntos separados de géneros darse porque suelen carecer de importancia para su experiencia o tam-
para referir cada uno (Vansina, 1985, pág. 18 Y ss.). Pero no se podría bién porque se convierten en mitos reaies, como los de la Edad de
argumentar, por ejemplo, que las memorias personales son más (o me- Oro, una era pasada de justicia y felicidad. La gente que sostiene esta
nos) ...fiables» que la t.radición oral, dadas las subjetividades que hemos opinión suele afirmar también que las sociedades campesinas tienen
expuesto; y ambas l así' como los textos escritos, pueden estar profun da- una concepción escasa del movimiento lineal del tiempo y lo conside'
mente estructuradas por las mismas formas narrativas. En el vaJle de ran más bien cíclico, siguiendo las estaciones y el ciclo familiar: en ge-
lea (perú). la tradición sobre la «utopía andina» y la fundación inca del neral, el cambio social no les resul ta comprensible, salvo en patrones
sistema de irrigación local se entremezcla inextricablemente con los re· muy esquemáticos de "antes» y "después»: de la aparición de los co-
cuerdos de las luchas campesinas de la década de 1920 (Oré y Rocha- j;hes, de la electricidad" de nuevos tipos de verdurass. Consideremos
brun, 1986). Asimismo, en las Cévennes ambas confluyen : el rtGtudlJ éSte argumento con mayor detalle.
del maquis y la '!arración de los camúards están estrechamente ligados. Fran~o ise Zonabend estudió los recuerdos personales en un pue-
Para nuestros propósitos es como decir que ambos están moldeados ~Io ~orgoñón, Minot, de la Cóte-d'Ot, en la década de 1970. Señaló
por las mismas elecciones sobre la importa.ncia social. que las dos guerras mundiales se utilizaban como iñstrumentos de da-
Por otr¡¡ parte, hay COntextos en los que esta distinción les ha pare- tación para las historias de vida, pero nlinca se exponian en ellas: las
cido de gran importancia a algunos' analistas para comprender a las so· historias de guerra e~taban completamente ausentes y se mencionaban
ciedades campesinas. No todas las sociedades muestran las complejas pocos otros acoutccimient?s. exte~ os. Llegó a couc!us!ones similares a
caracterizaciones del pasado que hemos observado en las Cévennes. El las que acabamos de descnblr: el tiempo de la comumdad y la familia
pasado distame, como hemos visto, se recuerda de forma selectiva in- era cíclico, ajeno a toda evolución lineal, y la "histori... sencillamente
se eludía. Sin embargo, de fonna simultanea, concedió algo que soca·
~ Ha habido algunos relatos de las sociedades europeas con cronistas especi¡¡jiuu¡y¡ vó todo su argumento: la Resistencia, con el ajuste de cuentas de la Li-
en las tr.ldiciOlle5 Qrales siguiendo las lineas de África subsahanana, COnJO la de las be- beración, al igual que las oposiciones políticas previas del pueblo, se
rra~ altas escocesas con sus recuerdos de la MatanZ3 do:..Glencoe y la batalla de Cullodcn
o la de Serbia ton 'todo su conjunto de narradoner heroicJs en verso (Dor.;on. 1971;
Lord, 1960; v¿'1se flag. 66). Sin emba'lo"O. para las socie4adl:!l con conteKlOS de recorda :s Para las verduras. vé.ueJouI3rd, 1983, pag. 179; Zonabend, 1984, pags.27 y 28.
ci6n m3$ informaks pam;e 1\3lx:r pocos an.ilisis hisI6ricos sistem~ticos de dich3S tradi Para los campes-mos sin hislori3, ap.ll1e de los tjcmplos expuestos, ve.ue Le Roy udurie,
done! fue~ de la escuda de Aix~n·Provcnc.:. 1975, papo 425431 par;¡ una formulación tipiCll.

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conmemoraban de forma regu lar al menos en un momento, durante alguna vicisitud lo ca l~ a veces, tal vez cuando es demasiado negativa
las elecciones. La Resistencia en Minot era sin duda muy divisiva y para soportarla.. es mejor olvidarla, aunque el fracaso, al menos si es he-
puede que entrara en pugna con la imagen que los habitantes-querían roico, se conmemora con bastante frecuencia; a ve$:es, con el cambio
dar a Zonabend, y tal vez incluso a si mism.os, de una comunidad es- .ocial, las tradiciones pierden su significado y se transfomlan o desapa-
tructurada .en armonía por los ciclos familiares. Por lo tanto, resulta Ip- recen. Si la conmemoración resulta funcionalmente pertinente a fin de
gico que no lo discutieran con ella_ Pero su memoria estaba presente, construir la identidad local, su supervivencia pierde seguridad cuando
dispuesta a aparecer cuando era preciso, como un conjunto alternativo 1a/-lmp ortancia retrocede. Pero los historiadores han sido muy proclives
de recuerdos, una imagen comunitaria alternativa, funcional para algunas allegar a conclusiones sobre el olvido de los campesin<?s. A vec~ ~a~
situaciones sociales pero no para otras (Zonabend, 1984,págs.196-203; gen~ralizado demasiado debid? ~ su desengáño por t;Jemplos .1Odlvl-
,fr. Asm;,ri, 1985, págs. 116-120). t!uales de supresión de acontecumentos que ellos conSideraban unpor-
Este ejemplo muestra con bastante claridad que los informantes tantes (véase para un conjunto bien analizado de ejemplos al respecto,
pueden no decir á los obsen'adores todo lo que piensan; y dicha situa- de fuentes campesinas y urbanas, )outard, 1983, págs. 174-179). A ve-
ción puede explicar el olvido misferioso de otras .muchas comunidades Ct's, sin embargo, es que sencillamente han planteado preguntas equi-
campes.inas de acontecimientos importante:;, sobre todo aquellos so- vocadas.
bre los que tienen opiniones.discrepantes con las conocidas (o supues- Lo cual nos vuelve a llevar a la distinción entre memoria personal
tas) del interrogador. Maria Pitzalis Acciaro descubrió en sus investiga· f tradición oral, pues los historiadores orales han tendido a centrar su
ciones en Cerdeña central que los habitantes negaban rotundamente Illterés en la p'rimera: en el pasado de sus ¡nfonnantes experim~ntado
la existencia de enemistades inveteradas incluso en las semanas en que CIl.¡persona; en c6mo 'vivían; en cómo se casaron, trabajaron y criaron
se encontraron muertos a disparos a sus padentes, y nosotros hemos te- B' SUS hijos. (Para un ejemplo al respecto, véase el cuestionario modelo
nido experiencias personales semejantes en Cerdeña y Sicilia, cuando cflJt¡bompson, 1988, págs. 296-306.) Dichas narrativas siempre privile-
los informantes insistían, por ejemplo, en la larga amistad entre pue· giarán lo cíclico, mientras que el mundo exterior se i.nmiscuye de for-
bias cuando las tensiones lecales eran evidentes. En el centro de Cer- ma externa en la memoria en lugar de estructurarla. De hecho, no son
deña, los extraños son espías y emisarios potenciales de los carabinieri SQlóJos cam~esinos (o los obreros de las fábricas) los que recuerdan el
y el eMado; decir la verdad a los extraños no solo se considera infor- pasado de ese modo; nosotros también lo hacemos. Por muy amolda-
mar, sino también una versión de mentir (Pitzalis Acciaro, 1978, do a la cultura histórica que se esté, los recuerdos de los principales
págs. 21-26, 86·100). Dichaprecaución a la hora de hablar sobre las di- acontecimieotos -la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo- se pue-
sensiones de la comunidad con los extraños puede encontrarse, en for- den convertir en simples ejercicios de supervivencia cotidiana, en casa
mas menos extremas, en todas partes. Y en lo que toca a las afinnacio- o en el frente, o en fuentes de anéc;dotas' aisladas, ·ya sean aterradoras,
nes de la comunidad, al menos si. son heterodoxas, la pre'caución debe terribles, divertidas o vivificantes. Por supuesto, la Segunda Guerra
ser la misma: no es probable que los ctWenols se vanagloriaran mucho Mundial fue un acontecimiento que reunió la experiencia personal y
de los camÍJards ante los visitantes católicos de la década de 1750, o los la .colectiva, por lo cual siempre ha estado clara la importancia de la úl-
campesinos de Basilicata. de los bandoleros ante los italianos del norte ñma para la comprensión de la primera. Pero ambas pennanecen tam-
en la década de 1880. La posibilidad de dicho apocamiento puede re- bién estrechamente ligadas en momentos mucho menos dramáticos de
cordarse también en otros contextos; y cuando, como sucede en mu- las historias de los grupos; y ahí la importancia de lo .personal para lo
chos casosl el conjunto de la historia local se construye socialmente colectivo (y viceversa) debe extraerse mediante un análisis más sensi-
con los recuerdos de las disensiones rnmiliares (véase págs. 139 y 140), ble. La conmemoraci6n soci;¡J puede apreciarse, en parte. con investi-
todas las conmemoraciones del pasado pueden resultar invisibles para gaciones más minuciosas sobre los contextos narrativos en los que la
el extraño. gente habla de la guerra u o.tros acontecimientos en sus an.écd9~a~ per-
No queremos soste.ner que todo aquel que descubra una sociedad sonales. Pero también puede hacerse planteando preguntas sobre las
campesina que solo.recuerda atendiendo a los ciclos familiares esté por tradiciones y no solo los recuerdos personales. Dichas pregurítas evoca-
definición equivQcado. A- veces rompe la transmisión de la tradición rán mucho .«folclore», peto son las únicas que producirán la genealogía

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de las tradiciones que tenemos para las Cévennes, el Dróme o el Ven- "rn..,on las armas en contra del nuevo reino italiano en La década
dée, que cobran fuer.!a precisamente debido a que ligan lo contado ~860, lucharon en nombre de un régimen desacreditado y reaccio--
con el pasado experimentado. En reaJidad, necesitamos ambos tipos , el reino borbónico de Nápoles, y en nombre del ~reyJt Conradi-
de preguntas; pues también 105 análisis de las tradiciones pueden ma- ¡¡o (mue.'toen 1268), que nunca llegó a ser más que un fallido preten-
linterpretarse si se divorcian de los contextos de conversación de las al trono y que, por lo tanto, como gobernante fue una figura
historias de vida: como resultado, puede perderse el simbolismo real O)~np l et"m"r1te legendaria. No obstante, ello no significa que carecie-
del pasado. Pero no podemos restringimos al estudio d_e uno y con· \lna percepción clara de cofttra qué luchaban, pues también es-
cluir que el otro no existe. . resistiéndose a una potencia extranjera que les parecía (y sería)
Hasta aquí, lo que venimos señalando no solo es pertinente par:!. más opresiva; sus partidarios y paisanos lo sabían tan bien como
los campesinos, sino también para las clases obreras urbanas, a las que y los recordaron desde entonces6• TaJ vez el ejemplo emblemáti-
algunos observadores también ban considerado ajenas a la estructura esta dialéctica entre error, imagineria y auténtica conciencia de
del tiempo lineal (véase pág. 152); cabe afirmar lo mismo en el caso de sea el ..Gran Miedo» que re<:omó Francia en julio de 1789, 1Ie-
la escritura tradicional sobre las mujeres. Pero los campesinos han ten- a casi todo el país a creer, siempre f.tIsamente, que había en el
dido a ser considerados la clase social fu era del tiempo por excelencia, tertO ejéroitos de bandoleros, pagados probablemente por aristócratas
debido a razones especificas. A menudo no se los ha clasificado -de- • int<'ll",dcos por mercenarios extranjeros, preparados para matar y que-
masiado a menudo por comodidad- como parte integrante del mun- con el fin de acabar con la nueva confianza del7im É/al. Los cam-
do cultural: mudos, inmemoriales, ligados para siempre y de fornla P<',in,)S tal vez se equivocaran, y a menudo de manera ridícula: los re-
inamovible a los ciclos de la naturaleza (frente a las actividades cultu- de ovejas, el reflejo del -sol en las venfanas y la quema de 'malas
rales y creativas .hasta de los artesanos más desposeídos) y, como re- se convertían en bandoleros en todas partes; pero reaccionaron
sultado, se los ha excluido por definición de los procesos hist6ricos porque tenían una imagen recordada muy clara de los términos en
reales. Pese a su simpatía por los aliamsi, Carla Levi analizó a sus los que los aristócratas eran capaces de responder a la autoafirmación
campesinos con este tipo de imaginería en la mente, y tenía una lar- campesina, y sus reacciones estaban en estrecha armonía con el desa-
ga genealogía literaria tras de sí: puede encontrarse incluso en Marx rrollo de los acontecimientos en París, que seguían con cuidadosa aten-
(Levi. 1948; Marx, 1852- 1CJ73, págs. 238 Y239). Es una imaginería que., ción (Lefebvre, 1973; Jones, 1988, págs. 60-85).
de una forma más sutil y atenuada, aparece también en la obra de mu- El tema más important.e para nosotros no es si los campesinos (o
chos historiadores y soci6logos modernos, en particular cuando sostie- cualquier otro grupo social) pueden tener una conciencia bistórica se-
nen que los campesinados sufren la historia en lug'ar de realizarla, y parable de las preocupaciones continuas de la vida cotidiana, pues sin
que incluso cuando adoptan posiciones poUticas, 1..10 las compJenden dúda pueden y CQn fre.cuen ~i,;t la tienen, sino qué conciencia y por
bien, pues se reducen a interpretarlas según sus percel?ciones necesaria- gue, y por qué difieren los casos individuaJes,. Ya bemos planteado la
mente limitadas de su situación particular. cuestión de por qué los campesinos deciden destacar un hecho en lu-
Por supuesto, los campesinos no saben o entienden siempre lo que
está sucediendo; y cuando a sus enemigos de clase tradicionales, los te-
rratenientes, que al menos solían ser locales, se añadiero,n al comienzo , Para análisis más f.Jvorables dI: hu esuucturas in t~;as de: las percepciones políric:lS
de la edad moderna los habitantes de las ciudades igual de depredado- del campesin~do, vé~1lSt:: los clásicos Hobsbawm, 1959; 1 972~. Un~ corriente dign; de
mención son las gc:nealogí;s falsas que con ta nta fTttuc:nW IJan construido los a mpc:·
res (como almaceneros, médicos o abogados) y el estado distante, des- unos entre: 12$ primef2s rcbc:liones y 1m movimientos políticos modernos; aparte dd
conocido y más exigente, cuesta culparles de ·que reaccionaran de for- ejemplo obvio de los cumÍJardJ, cabe: c::itar ~ Berd, 1974, pág. 673, sobre: los socialistas
mas que no siC!llpre parecían caracterizadas por una elaboración de in- °
del siglo XIX de Périgord como herederos de los rroqua"lS dd siglo XVII, Oavis, 1974,
clin:J,ción histórica. Pero en realidad no resulta muy dificil encontmr p.igs-. 45 Y 46, sobre un dirigente socialist; de la década de 1920 de Pisciti (Basilicala) que
era como . Masi3nello di Roma~ (Ma¡:i;¡ndlo, el dirigente dd siglo XVII del alza.lT!ientp
campesinos como actores politicos conscientes, con percepciones po- de N~poles): como sude suceder, eslas representaciones, a pesar de ser falsas, muestran
líticas reconocibles que se basan en representaciones (verdaderas o fal- UIU p¡:rcepción campesina compJc.t.amente autónoma de ~u lugar en d desarrollo hist6-
sas) de' un pasado import3nte, Cuando los bandoleros del sur de Italia ri to.

128 129
gar de otro, pero ahora puede generalizarse. Para comprender de lleno 1"J~~~e,;:I~en~ ([o/he/os) con títulos como La muerte de LtIIl1piao o
las estructuras sociales de la memoria campesina, tendríamos que l)fe' '.!l Lampiao, o con cierta contemporaneidad imaginativa,
guntar por qué sus comunidades recuerdan a veces hechos precisos y Lampiiio conoció ff Kung Fu ,en Juazeiro do Norte (tra,nsformando
detallados como las guerras de los camistUds; por qué, otras veces, re- Fu en un bandido japonés rival; Juazeiro es el centro de cul·
cuerdan versiones mucho más esquemáticas de ;¡contecUnientos del Cicero), así como titulas que reflejan temas con menor
pasado~ quizá como vagos marcadores cronológicos de recuerdos ceno "!.:,~:t:~~::~ histórica, como grandes sequías, vacas mágicas, vaque-
trados en los ciclos de vida familiares; y por qué, otras veces más, ha· :te que combaten con dragones, muchachas que se, vestían
bfan sobre «hechos» que los historiadores no consideran reales, como moda y fueron al infierno, o Los diez l1~mldamie~to~ del Espíritu ~e
los relatos sobre los señores· del anaen rigime o la leyenda de Roldán , f¡z ¡O""a.También recogen (como una especIe de penodlsmo local) dI'
que sigue siendo popular entre los campesinados de los tipos más di· acontecimientos políticos nacionales e internacionales, como
versos, como veremos; y por qué, finalmente, a veces hablan en virtud muertes de Sacco y Vanzetti. John Kennedy o Aldo Moro; innu-
de narrativas que ni siquiera los narradores consideran reales, como ..El merables romances sobre el dictador brasileño Getúlio Vargas (muer·
enebro» y el resto de la tradición de cuentos populares. Para consider3t 1954); textos sobre la guerra de las Malvinas (Dona Marganth, por
qué puede significar cada una para la identidad colec6ya, también ten- ;rte de Satands,folheto de Rodolfo Coelho Cavalcante, 1982);,cometas;
dríamos que preguntar en qué medida se remontan en el tiempo los ;1!'1rti.do, de fútbol y demás, Tratar de comprender la memona camp,:"
hechos que se recuerdan, cuánto le deben sus relatos a las estructuraS mediante dichos textos plantea problemas, por supuesto. Constl·
narrativas fonnales (sean orales o escritas) y hasta qué punto esas his· tuyen un género literario con sus propias reglas específicas y perte~e-
torias son locales (de resistencias locales, por ejemplo, o reyertas fa- a autores nombrados, a quienes también hay que entender SOCIO'
miliares) y hasta qué punto no locales (lo más general, nacionales). Ió¡i"",,:nte COnlOU? grupo reconocible de intelectuales tradicionales:
Idealmente también investigaríamos las imágenes diferentes del pasa· como alfabetizados (aunque no mucho) y como, por ejemplo, criticas
do de estratos distintos dentro de las sociedades campesinas indivi· de los abusos de poder locales más que de la estrucrura de poder en sí
duales, y no menos el papel de los .. intelectuales tradicionales» loca- (Cantel, 1980, pág. 59), Pero aunque,la I~teratura de cordel refleja la,s
les;, portavoces reconocidos del campesinado que, sin embargo, no son aditudes de sus autores de forma mas dIrecta que la de los campeSl-
campesinos: los más clásicos, el sace.rdote, el notario y el maestro tiene que ser accesible a los últimos y respetar al menos en ,par-
(Gramsci, 1971, págs. 5-23). Esta lista deja claro que, solo para hacer te. sus sistemas de valores porque ellos la compran; Jos campesinos
justicia a la función social de la memoria campesina, sería necesario compran jo/betas no solo porque están bien contados (o bien cantadós,
escribir un libro varias veces más grueso que este, suponiendQ inclu· a menudo por sus mismos autores vendedores en los mercados del
so que la investigación pertinente ya se hubiera realizado. Aquí. nos nordeste), sino también porque lo que dicen tiene significado, para los
limitaremos a comentar dos o tres ejemplos empíricos más; comen- miembros de la sociedad 10caF,
cemos con el nordeste de Brasil. En este contexto, resulta sorprendente con cuánta frecuenci.a rero-
Los campesinos de esa zona (nardestinas) del imerior seco (serraa) mn los romances a Lampiao. Apareció por primera vez en la lIteratu·
tienden a recordar a un grupo de héroes rurales de comienzos del siglo xx, ra de cordel debido simplemente a que era una figura contemporánea,
el más fumoso el bandido Lampiao (muerto en 1938), que dominó eJ como VargasJ que es la figura política central de Iol. historia de Brasil del
suMo durante vemte años; su predecesor, Antonio Silvino (aunque su siglo:xx. Pero la tradición de romances que tanto hablaba de él ya lo
recuerdo ha tendido a quedar incorporado en relatos sobre el persona'
je más joven); y el padre Cicero, hombre santo y cacique político
(muerto en 1934). Nadie se ha molestado hasta ahora en realizar un es- 1 los aJlálisis de la liternNr.I de cordd que hemos encontr.ldo más útiles $OI.J Lena.
tudio oral·histórico sistemático sobre qué recuerdan los campesinos de 1973, Cantel, 1980 y Peloso, ~984j ~bi,¿o estamos en deu~a c~o Paulo Farias y ~ta.
lJ1imodo Camacám por su gul3 y exphcaoooes sobre! el matcna!. El paralelo más fáCil es
esta región; pero muchos de los principales puntos de referencia son l~ literatura d~ colpor'a&efranc& de los siglos XVII y xvr¡(, la Bibliothl!que blcu. d~ Tto-
visibles en los textos, en particular en la literatura de cordel que sigue yes (Mandrou, 1964, (:00 laS advC11enoas de Giru:burg. 1976); sin ~mbargo, la Iireratura
gozando de una amplia circulació n. Se trata de libritos mal impresos de cordel es más local y muwo menos didáctiC.1 que esta.

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ha olvidado. salvo como punto de referencia ocasiona1; en contraste, ,jerto punto, como uno de ellos, un buen muchacho local, y 110 necC"
LaOlpiao, mientras que los héroes locales vienen y van, sigue en el litan que se les anime mucho para evocarlo incluso hoy, como cuajo
centro de la cultura local y se escriben nuevos/o/helos sobre él cons- quiera que visite la región puede comprobar.
tantemente. Reflejo de los sentimientos mezclados de los mismos Su imagen en losJo/he/os posee un aspecto épico, y no es por casua-
campesinos, a veces es un demonio encamado, a veces un héroe; sin lidad. Hay romances de cordel no solo sobre bandidos, sino también
embargo, su maldad se trata con cierto respeto renuente (su violencia JObre Roldán y Roberto el Diablo, modelos épicos franceses con una
refleja valores que los nordestinos pueden reconocer) y su heroismo larga historia en la literatura popular de comienzos de España, Portu-
se dirige claramente contra ' los enemigos del campesinado, es decir, gal y América Latina modernos; se trata a Lampiao del mismo modo
sus terratenientes, almaceneros, recaudíldores de impuestos o el ejérci· que a ellos (sobre todo a Roberto, una figura muy ambigua en la tradi-
to (pdoso, 1984, págs. 54-86). Así, por ejemplo, al final de la fa mosa ,ión popular). Igual que se trató a Jesuíno Brilhante en la década
Llegada.de Lampitio allnjiemo de José Pacheco, tras una larga batalla cu- de 1870 y a Antonio Silvino en la primera década del siglo xx; Silvino,
tre el bandido y mud10s demonios, encontramos al mismo Satán ca- en particular, al parecer hombre de mayor m agnanimidad que otros
racterizado como almacenero: bandidos, podía declarar sc[ "famoso como el gran héroe del Norte
~ldán]>. o llorar por sus hombres como "Carlomagno lloro por sus
Houve grande prejuízo / no inferno, nesse di:!: / queimou·sf: dqce caballeros» (Canre!,1980, págs. 42 y 43; Peloso, 1984, págs. 67
todo o dinheiro / que Satanás possuia./ Q!1eimou-sc o Iivro de pon- y 68). La imaginería de la actualidad mira hacia atrás a Lampiao, el úl-
tos,/ perdeu-se vinte mil contm,/ somente cm meradoria (José Pa-
checo, h. 1949).
timo gran bandido del serlao; pero la imaginería del bandido retrocede
('Hubo un gran perjuicio en el infierno ese di:!; quemóse todo el aún más, a los héroes nobles de la Europa medieval, tal como se popu-
dine ro que Satanás poseía. ~emóse el libro de cuentas, perdiéron- larizaron a comienzos de la edad moderna, Jo cual resulta significativo.
se veinte mil COlttorsolamente en Olercancia.') Ya no podernos interrogar a los contemporáneos de Brilhante y Silvi·
IDO para ver qué pensaban sobre su historia, pero es probable que no
En reaJidad, Lampiao no siempre se opuso 3 los enemigos de Jos hablaran mucho sobre bandidos anteriores, porque antes de 1870 apro-
campesinos; como Silvino antes de él, '3 menudo estuvo a sueldo de los ximadamente había muy pocos en el nordeste. Los primeros ciclos que
terraten ientes. La realidad de su trayectoria, como ha mostrado Chand- {,;onocemos tratan de vacas y vaqueros (con rrecuencia sin nombre);
ler de forma sistemática, carece casi por completo de las cuaJidades po- los únicos puntos de referencía restantes aJ final del siglo no eran figu·
si6vas que suelen asociarse con la figura del .. bandido social... Pero lo ras brasileñas, sino Roldán, Roberto y la Emperatriz Porcina, una de las
importante es que es recordado como uno de ellos. (Chandler, 1978; múltiples variantes del motivo popular de .. la esposa calumniada)' (pe-
Hobsbawm, 1972a; cfr, Lewin, 1979). La literatura de cordel como gé- loso, 1984, págs. 92-106). Parece como si la memoria histórica local,
nero ha realizado una valiosa contribución a esta vCl1iión de su memo- antes del desarrollo de la tradición de los bandidos. no se decidiera por
ria, y lo hizo desde el principio; de hecho, los bandidos la conocían y ningún acontecimiento nordestllo o brasileño, sino por esos héroes
se adelantaron en el juego, por así decirlo, creando sus propias cancio- de un pasado europeo legendario que jamás, ni siquiera de forma DO-
nes sobre sus hazañas, en un estilo diferente del de la literatura de cor- minal, estuvieron arraigados en Brasi18•
de~ pero que con frecu encia es la fuente demostrable de los detalles de
esta. De este modo, el recuerdo campesino de Lampiao está condicio-
nado por los romances y, en fecha más recieme, también por la radio , C3bría habt!r eSJX'raao C'noontr.r.r al I!Il'nos algunos puntos al' rer~rcncia bi!t6riC05
y la televis'ión, aunque la radio al menos puede ser tan local y de aficio- derivados de Portugal, p~ro tarnbi¿n parccc:n ausentes; hay algunas prueb3!i del atra~tivo
nados que se conviene casi en una cuentacuentos desencarnada. Pero &1 ~b.astíanismo-la aC'Cncia mcsi.inica ae qul' el rey Sebasrian de Portugal.escondi·
la importancia continuada de esta versión de Lampiao para una audio do- (~ueno en 1578) regresaría- en la década dI' 1830 y quw de 1890, pero noa par·
tir a e entonces (Azev~do.. 1947; P~reira de Q!leiro7., 1977, págs. 217·227; pero ~3se Ma-
torio campesjno es la razón esenciaJ por la cual los romances sobre él totti, 1978, pág'!. 153·155). H3,ta qu~ puntocrcia I.t ~n te que Rold~n y los demás eran
permanecen c:n el repertorio. Lampiao sigue siendo central para la me· fi&uras' lliStÓñc:as rc31es no constitu)'l: un problem3: al mmos er.m puntos de rcfc:rcnw
maria socíal de los nordestinos como un {esistente e incluso, basta KaIt'li (cfr., enm:: otros, Vo:yne, 1988).

132
.'."'-I 133
La reconstrucción de la memoria mediante textos en lugar de ha- 'ovidenteque dichos ejemplos muestran una visión del pasado diferen-
blantes plantea con mayor claridad que en nuestros ejemplos previos la de.Cévennes.
el problema de cómo buena parte de dicha memoria queda determina- No es nada mcil explicar dicho patrón, basado esencialmente en
da por las lineas narrativas características de un género detenninado, ausencias, Se podría señalar que algunas de estas sociedades campesi-
como se expuso en el último capítulo; también pone de relieve el tem<l nas, las que tenían una imagen local que podía funcionar como punto
de quién contróla la conmemoración en una sociedad detenninada, ({~ refereocia, como Conradino para los sicilianos del siglo XlX (véase
pues los intelectuales loca1es "hablan. par» los campesinos en otras sa- pig. 209 y liS), utilizaron esas imágenesJimIO con las de Carlomagno y
ciedades además del nordeste de Brasil, y en general también con un Roldán. 10 que a menudo han parecido necesitar los campesinados es
mayor: distanciamiento. Pero el papel del pasado distante y ajeno W1fPunto de referencia en el pasado que pudieran considerar una épo-
como punto de referencia histórico (y moral) es el tema que más nos ~ de justicia y percibir en términos personalizados - buenos reyes,
interesa desarrollar, porque presenta divemls paralelos inmediatos. En b~t;ldidos nobles, paladines franceses- y. de este modo, mediante na·
particular, resulta notable lo populares que han sido Roldán y otros pa- rrativas. Muy bien pudiera ser que, en partes de Brasil colonial, jamás
ladines de Francia entre los campesinados del mundo de lenguas ra- se hubiera percibido la existencia de una época local de justicia y que
manc:s. En el alzamiento de Contestado en el sur de Brasil en 1914,13 ninguna historia ..real» les hubiera parecido a los campesinos merece-
narrabva en prosa de Carlomagno y los Doce Pares de Francia fue lite- dora de ser conmemorada., con lo cual les quedaban las versiones rela-
ralmente un texto sagrado para los rebeldes, cuyos dirigentes se llama· tivamente fijadas de nobleza y justicia representadas por las leyendas
ban a sí mism?s el impemlory los doze pares (aunque par se entendía, en de los paladines de Francia. Puede encontrarse un paralelo en las ca-
un mundo alejado de las aristocracias fonnales, que significaba 'parcja', munidades i'ndias' de México y Perú estudiadas por Wachtel, que no
con el resultado de que había veinticuatro: Pereira de Qyeiroz, 1977, tienen nada importante a lo que recurrir más reciente que la conqyis-
págs. 2n-279). La versión españQla del mismo texto la interpretó Eze· ~ española, que se representa ritualmente cada año, en casi todos los
quiel Mendoza, uno de 10 .5 principales participantes supeJVivientes (y ~s como un simple drama de pérdida y trauma, el final incompren-
fuente oral) de la rebelión campesina mexicana de 1926-1929 conoci· siSle de un pasado histórico legítimo (Wachtel, 1977, págs. 33-58; peto
da como la Cristiada, precisamente como una prefiguración de didla compárese cQn el uso más positivo de memorias similares por parte de
revuelta. Los campesinos y bandidos del sur de. ltalia también leían los activistas campesinos del valle de lca en Perú a comienzos de la dé·
1 rtali di Francia (el ciclo de Pepino, padre de Carlomagno) y el texlO cada de 1980: Oré y Rochabrun, 1986). Por supuesto, el desgraciado
era la lectura favorita del mesías de las montañas toscanas Davide Laz- papel del recuerdo del periodo colonial en América Latina no fUe uni-
~retti (muert~ en 1878); como veremos más adelante, las representa- versal e incluso en los casos especificos citados es en parte hipotético:
aones de manonetas de El cantar dt Roldáll eran muy populares tam- si, por ejemplo, los cnsteros mexicanos en 1926·1929 hubieran lenido
bién entre los jóvenes majius; de Palermo del siglo XIX (Meyer, 1974, puntos de referencia locales anteriores, podrían haber sido borrados de
págs. ro y 274; Levi, 1948, pág. 165; Hobsbawm, 1959, pág,;. 181 Y182; sus memorias precisamente por la eristiada. Pero esta ausencia de legi-
véase también pags. 229 y 230). lo menos que cabe decir: es que estos timidad de! pasado local es al menos una explicaCión posible para un
textos eran muy fáciles de conseguir y lo habían sido durante tres si· interés tan generalizado por Roldán; y sin duda cabe afirmar que cuan-
g~os: constituían una parte importante de la Bibliotheque bleu, por do se dispuso de puntos de referencia legítimos, se adoptaron de inme-
ejemplo (Mandrou, 1964, págs. 131-147); eran populares de por sí y en diato. De hecho, una vez que esos actos de desafio moderno habían se-
zonas muy extensas. Conmemoraban a grupos de jóvenes luchadores guido su curso, destruidos en cada caso por e! poder armado del esta-
con fUertes lazos entre sí con los que los campesinos inclinados a la do, cada alzamiento adoptó el papel de una carta mitológica local para
violencia podían identificarse sin dificultad. Pero a menudo eran ade- la historia futura. La Gtistiada, Lazzaretti, Lampiao y los bandoleros
más tan poderosos que, en lugar de algún acontecimiento o héroe lo- de! sur de Italia se pusieron el manto de Carlomagno y le invistieron
cal más inmediatos, eran los modelos por excelencia de las imágenes con los significados, atributos e incluso geografl<1 locales, y esto es lo
campesinas de la justicia; de ahí los diversos alzamientos de los si- que ha persistido. Tal vez no siempre exista un pasado his~órico impor-
glos XIX y XX que parecen haber buscado a Carlomagno y Roldán. Es tante para las comunidades campesinas abandonadas del mundo, pcro

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sin duda puede crrflrse A este respecto, esos campeSinados se asemejan ron escritas por los campesinos (otra canción habla de César y C:ni·
a los de las Cévennes: los predicadores protestantes que dirigíeron a lina, en una prefigwación de la retórica de la Revolución Francesa).
los camísards recurrieron a supuestos preClIDiores religiosos locales, los al- ¡Pero el patrón es muy común: los rebeldes del sq,doeste francés de los
bigenses y valdenses, en lugar de a CarJomagno (pelen, 1982, pág. 1291 siglos XVI y XVlJ, conocidos como los crOqllaltts, también recurriero n t1
aunque uno de sus generales se llamó a sí mismo Roldán), pero su pro- Luis XII '1, de forma aún más enérgica, a Luis IX (muerto en 1270),
pio alzamiento reemplazó por completo a esas imágenes distantes: la como reyes justos que imponía!} pocos impuestos, y Enrique IV
historia en las Cév:ennes «comenzaría.. a partir de entonces en 1702_ (muerto en 1610) fue añadido en la década de 1630; estos tres :lCtlba·
Las revueltas campesinas y los bandoleros no son el tema particu- J;on convirtiéndose en la norma y volvieron a aparecer en las qucja~
lar de esta sección, aunque hayan aparecido tanto hasta ahora; por des- campesinas de 1789 (Bercé, 1974, págs. 634-636; Goubert'y Denis, 1964,
gracia, los campesInos no dedican la mayor parte, ni siquiera m\lCh9 págs. 41 Y 48). Por el contrariQ. en Gascuña, cQmo Normandía, una
de su tiempo, a las revueltas_ Pero estas son útiles para nuestros objeti- zona hasta hacía poco independiente de París, las revueltas contcm'
vos aunque no sc'a más que porque es en esos momentos cuando los poráneas recordaban los privilegios del gobernante inglés o las con-
obselVadóres (sobre todo ante~ del siglo xx) se molestan en escribir lo cesiones que marcaron su fin (Bercé, 1974, págs. 658-661). Podían en·
que realmente dicen los campesinos. Lo que dicen sobre el pasad.o en contrarse reyes justos emblemáticos como Luis IX y Luis X1len JO-
esos momentos 6en_de a ajustarse a varios tipos generales. Uno es la das los países de Europa: otros ejemplos fUeron el emperador
conmemoración de la misma resistencia local pasada, sobre todo la re- Federico n, Matías de Hungna, Sebastián de Portugal e lván el Terri-
sistencia contra el estado (las revueltas contra los terratenientes -que ble. Dominaron toda una imaginería popular del pasado que, en
han solido ser de menor escala y más contemporáne'a s- no parecen c~)flsecuencia, era un pasado fundado en la lealtad y jerarquía tracl¡.
producir la misma resonancia y fuerza r;¡arrativa a largo plazo en las sa- 90nales: en este sentido, la memoria l<histórica» era monárquica por
ciedades locales). Otro es la evocación de una Edad Dorada de un go- definición, incluso para los campesinos que se hallaban en estado dc
bernante reál justo sobre el país en cuestión, en nombre del cual los revuelta (Burke, 1978, págs. 150-155, 169-176; Bercé, 1987, págs_ 3-33).
campesinos se resisten a los gobernantes actuales menos justos. Un ter- Después de todo, tampoco era siempre absurdo; a veces, los reyes y
cero es la nobleza más legendaria de Roldán y los demás, que puede sus.1eyes podían protegerlos de sus opresores, si bien rara vez ocurri6.
servir cQmo imagen de justicia absoluta, mucho más divorciada del !-a única alternativa de cimentar la memoria para quienes deseab:m
tiempo y del lugar. Un cuarto, aún más distante, es la im.agen milena- ~chazar el orden saciar completo era el mundo prejerárqui'co déJ
rista de la justicia divina en los comienzos del tiempo, .frente a la cual .Edén, como en el caso de la famosa invocación por parte de John
ninguna sociedad humana puede estar nunca comple.tamente legitima- Ball de Adán cavando y Eva hilando en la Inglaterra de 1381, y en el
da. Hemos visto algo del primer y tercer agrupamiento general de tra- de la imaginería religiosa de los grupos milenaristas~. Por su parte, los
diciones; consideremos abara el segundo. campesinos menos religiosos a los que nos les gustaba recordar a lo~
Bastan,tes revueltas campesinas se han hecho en nombre de reyes u reyes tal vez los hayan olvidado, pero este tipo'-de 0lvid9 radical seria
otros gobernantes pasadQs. En ellevamamiento normando de los 11ll- muy dificil de probar.
pieds en 1636, por ejemplo, las canciones invocaban la justicia de Luis XIJ Un lugar donde los t;ecuerdos de la Edad Dorada tuvieron una es-
(muerto en 1515), en cuya «edad dorada» no había habido impuestos tructura particular fue la Inglaterra medieyal,. pues, aunque había rela-
como los del siglo XVi I, así como la era de los duques independientes tos populares ligados a no pocos reyes (así como 111s leyendas de Rica(-
y los derechos ligados a la Carta Normanda de 1315. Aquí tenemos
una doble imagen, el rey de la edad dorada y la carta de derechos loca-
les -la última, en este caso, probablemente más auténtica que la pri- ~ Su versión secular es, pór-supuesto, el .comunismo primitivo~ queinduso Marx y
mera pues, aunq.ue por encima pareciera un recuerdo más antiguo, la Engds, [os teóricos qu t'. menos miraron hacia atrás, creían que había qu e colocar en el
wmicnzo·de su genealogía del tiempo histórico (porcjemplo. Marx, 1973, pág. 472; En-
carta era una garantía real de privilegios-locales que se había abandona- gds, 1891·1968; cfr. Hobsbawm, 1972b. pág. 11) . Si se desea convencer a la gente de que
do en fecha reciente (Foisil, 1970, págs. 188-1~4; LeRoy Ladune, 1987, la jerarquía no es innata en la naturaleza humana, o de alguna aua wsa semejan le, el
págs. 390 y 391). En este caso, cabe sospechar que las canciones no fue- precedente histórico es una imagen más poderosa que la ~mera . lógih.

136 137
do 1 Y Rabin Hood), el tiempo de justicia y legalidad parece haber- En este cont~ to, nos hemos apart:ldo del pasado como resistencia
se retrasad,o a un periodo específi co, antes de la conquista normanda o como lugar de justicia y nos encontramos de lluevo con la identidad
de 1066, que fue un acontecimiento traumático colectivo para todos local. No es probable que ni $iquiera el campesino más leal haya pasa-
los grupos sociales del país. En 1381; los rebeldes de Sto Albans exigie- buena parte de la veiflée o veiia (las reuniones vespertinas tradiciO-
ron sus deremos tal COOlQ estaban supuestamente escritos en una car- nales de Francia e Italia) evocando a los reyes; las tradiciones locales
ta del rey Offa del siglo VIII. Los habitantes de St. AJbans no eelO cam- er.1O mucho más importantes para todos. Y había un tipo de tradición
pesinos exactamente, y esta imagen anglosajona para el tiempo de ley local, que hasta ahora solo hemos mencionado sin exponerlo en deta-
justa tiene otros paralelos urbal10s medievales, que volverían a apare- lle, de la mayor transcendencia para todas las comunidades campesi:-
cer en los folleto~ intelectuales del siglo XVll como el mito del yugo nas: los (tlatos sobre otras personas del pueblo. Un buen ejemplo al
normando; solo después 'sería reclamada la imagen por las tradiciones IJ'especto es el caso de Montaillou, en los Pirineos franceses, que surge
radicales de los partidarios de la igualdad y de Tom Paine (Faith, 1981; de los registros de la Inquisición de la década de 1320 (Le Roy Lapu·
Hill, 1958, págs. 50-122; y compáreseJa imagen del «yugo mnco» para rie, 1975). Como hemos visto, la gente no suele hablar mucho a los in-
los revolucionanosfranceses, por ejemplo, en James, 1988, págs. 239 vestigadores de sus vecinos, pero frente a la Inquisición, si quería saber,
Y 240). Pero también hay auténticas memorias campesinas de los an- no había elección. La memoria de los nzollfaliollais resultó muy bu,ena.
glosajones, expresadas en casos judiciales sobre rentas disputadas de La gente podía recordar el detalle más pequeño de lo que sus vecinos
los siglos XUI y XIV, sobre todo en un conjunto de 1377: los campesinos les dijeron, O a1 menos declararon que así er~ y aunque rara vez fueron
declaraban con frecuencia que habían vivido en tierra real hasta 1066 capaces de aportar fechas examas, sí lograron situar esos detalles en el
a fin de establecer el derecho a no pagar aumentos de impuestos (HiJ- uptUio con mucha precisión: "IVn día, poco antes de la detención ge·
ton, 1985, págs. 129 y 130; Faith, 1984). Este recurso tan técnico al neral del pueblo de Momaillou (no recuerdo la época con mayor preo
precedente anglosajón no los salvaguardaba en la práctica tanto como cíSión), fui a coger hierba por la zona llamada Alacot; en el camino me
esperaban, pero el Doma day 80014 o a veces documentos anteriores, encontré a Guillaume Maury con su mula l...]" (ibfd., pág. 435). Esta
muestra que en sus reclamadones específicas solIan tener razón; en detallada trama de recuerdos, de buenas y malas obras, percances y
otras paJabras,la memoria de la asociación real perdida había durado agudezas, que se extienden por todo un mundo social, cuya verbaliza·
más de tres siglos. Esta conciencia del pasado nacional como tradición ción solemos llamar cotilleo, es, al menos en una comunidad estable.
rota --es decir, antes y después de 1066- se repetiría a comienzos de una base mucho más finne para la conciencia histórica real que mucha
la era moderna, cuando la nostalgia por la Inglaterra católica perdida de la ... historia de vida». No tal vez en MontaiUou, donde Le Roy La·
de antes de la disolución de los monasterios se extendió de forma durie sostuvo que la memoria solo tenía el alcance de una generación
bastante sorprendente incluso entre el campesinado (Thomas, 1983', (túfd., págs. 429-431), aunque esta es una de las partes más endebles del
págs. 14·20). El tema recurrente del pasado roto es un contrapeso inte- libro; en lugar de sostener que los monlaJiol1aiJ habían olvidado a sus pa·
resante al mito inglés más reciente de continuidad histórica ininte- dres, cabria preguntarse si es que sencillamente la Inquisición no quiso
rrumpida (véase más adelante, pág. 159). Pero este tema nacional no saber de ellos. Sin duda, en otros lugares las memorias de rivalidades y
era el único disponible. En el siglo XVI, se combinó con un conjun- rencillas famil iares pueden estructurar el pasado con tanta fumeza como
to muy complejo de conmemoraciones del pasado más local que po- ~tructuran el presente ~vi, 1948, págs. 2()'28; Black-Míchaud, 1975,
dían encontrarse en todo el país, centradas eola geograRa y el ritual pag.. 234-237: Rosaldo, 1980; Wtlson, 1988, págs. 200 Y201). Estas m~
locales; las conocemos gracias a la riqueza de los escritos de los anti- marias basadas en el pueblo de intelTClaciones familiares pueden remon·
cuanos contemporáneos, que durante largo tiempo se basaron en los tarse mucho; una ilustración al respecto es la historia de Richard Gough
relatos orales (Thomas, 1983; Woolf.1988). Tal vez fueran esas mito- de SU propio pueblo de Myd.dle, escrita ,e n 1700-1702, un texto notable
logías locales, tanto. como la conciencia nacional que otorgó a los in- que será nuestro último ejemplo de esta sección (Gough, 1981; para
gleses un sentido de identidad connnua, las que hasta el siglo XVII le- comentaoos, véase Hey, 1974).
gitimaron las conmemoraciones locales de acontecimientos naciona- Richard Gough era un prospero agricultor de Myddle (Shropshire),
les simbólicos (Cressy, 1989). que escribió su historia cuando tenía más de setenta años (naci6 h. 1635).

138 139
El gro.eso ?e su libro _está estructurado geogr.í6camente, por los bancos ,6!, , ~,tralellosen la historia política inglesa. Pero este hecho no rcempla-
de la Iglesia, las granjas locales a los que estaban ligados y las famili as elemento estructurador dominante para e1 pasado de Myddle,
que los ocupa_~an_ De :s~e modo, es menos una historia del pueblo era en esencia el cotilleo familiar de varias generaciones. Este tipo
que 'de las familIas que VlVlan en él, recordadasy ordenadas por los ban- patrón para la conmemoración del pasado suele quedar oculto para
co~J que. eran un gran rec~o para la memoria al r~resentar a la .jerar- (sobre todo si no preguntamos por él), pero es probable que
qwa sooal local de forma vlSIble. Gough siguió a esas Familias remontán- a -una gran parte de la memoria social de las comunidades
dose tres, cuatro y ~ veces seis genera~ones: P?r lo geQeral hasta-1600 y más estables. Lo volveremos a ver en el capítulo siguiente..
a ,?enudo h~ta el SiglO XVI. Le que qUiere deCir que la trama familiar co- tratemos de la Islandia medieval, una nación entera cuyos re-
mienza un Siglo antes de que escribier::t, aproximadamente en la época Qierdos de sí misma casi no tienen Otra estructura.
de su abuelo, aunque algunos pc:rwnajes coloristas seguían recordándo-
se desd; ~ucho .antes de ella. Gough fue educado en la ley; la divinidad
¡ .m:~~~,:;n~:~: hasta ahora para distinguir la categoría de la memoria
l. Existen unos pocos marcadores interculturales fiables. Sin
y los c~asJCOS Jatmos, y empleó los registros parroquiales y las escriturns aUlaa. Ull0es la importancia recurrente de la geografia local como estruc-
de la tIerra cuando lo creyó pertinente, pero su fuente básica fue oral. tura para el recuerdo: cerros, cuevas, casas de labranza y campos cargan
Uno de los patrones comunes de sus historias de los bancos es comen. recuerdos de los que los campesinos hablan. Este patrón refleja con la
zar con una serie de fechas de nacimiento, matrimonio y ventas de tie- mayor claridad ,las estructuras de la rutina cotidiana al aire libre.; ~ero el
rra, tal ~ez de la década de 1580, antes de la época de la trama de la espacio geográfico de la comunidad no está en absoluto SOCIalizado,
":lemona, ~~ra lanzarse después a una narración compleja de las rela. otorgándole sus asociaciones pasadas un significado que tiene sentido
clones famthar~s y anécdotas de cada generación sucesiva. sin ningu. para sus habitantes, en contraposición con las ~eogra~as m~ anónimas
na fech~ a. ~artlr de entonces,. salvo muertes esporádicas y dos marca. de alrededor, con lo cual el bempo y el espaCio se cIerran ,~tos para
dores hlstoncos externos dommantes, ~Ia época de las guerras lcivilesl» construir la identidad de la comunidad. Un segundo patrón ultemo es
de 1642-1648 y la Restauración de 1660. el que acabamos de ver, el modo en que se construyen hacia fuera las
No p~~e q.ue Myddle h~ya sido una comunidad muy dividida; memorias: primero, sin duda, del individuo a la familia y su ciclo vital;
pueden dtstmgulISe s~s re.des Jer:írquicas (de los caballeros a los joma. pero luego, mediante las relaciones sociales entre las fiunilias, tanto amis-
lero), pero no en apanencla por una 'oposición de clase o F.!.cción. Apo- tosas como hostiles, de 'Ia F.unilia a la comunidad. Este patrón puede pre-
yó a Carlos 1 en 1642 casi en bloque. Si las guerras civiles hubieran res. sentar fonnas variables, dependiendo del tipo de recuerdos que son más
balado por el pueblo sin dejar apenas vestigios en la memoria de sus Gnportantes para la comunidad: la memoria de una rencilla, por ejem-
hab.itantes, seria fácil expli~ su falta de importancia aparente. Pero en plo, otorgará un papel diferente a la historia familiar de la memoria d.e la
realtda~ fue ~odo lo contrano. Gough puso las guerras casi al comien- [I!$istencia del pueblo contra el mundo extérior, aun cuando la últuna
zo delltbro, como el acontecimiento capital del siglo, y reaparecen de (como en el caso de los (Ilmisarth) tienda a ser narrada ~bién por me-
forma constante: no solo como un recurso para fechar, que podria ha- dio de relatos f.uniliam. Ambos modelos de conmemor.loón recrean la
ber superpuest?a la memoria fam iliar, sino como parte esencial de las comunidad en su estructura interna y sus relaciones con su entorno in-
narratlvas fanuhares. Myddle era una comunidad bastante remota mediato. Por otra parte, también hay otros que representan la relación
(aunque con varios lazos estrechos con Londres y, al menos en el caso ~e la comunidad con el mundo exterior, que también hemos visto: de
de Gougb, cierta percepción de los acontecimientos políticos conteOl' nuevo, la imaginería que tiene la comunidad de la re.sis ten~ia y las
por:íneos); pero su sentido del pasado no se restringió a su historia in- diversas imaginerías de la Edad Dorada. Pueden tener complejas raíces
tema. Las redes familiares que constituyeron la estructura de esta me. internas (como la memoria de los Cilmisartb otra vez); pero también son
maria colectiva ,proporciona!'O.n un marco mediante el cual podían de por sí tropos narrativos y pueden tomarse de una cultura a otra (como
comprenderse las guerras CIVIles y llevarlas a la historia del pue. es tan evidente en.el caso de la leyenda de Rold:ín; pero muchas memo-
blo, co~~ parte de su desarrollo interno, y no como un interesante rias de bandoleros locales también son lopoi internacionales).
aconteCImiento externo. Ello atestigua el impacto dramático d'e las Estas son algunas de las pautas de interpretación con las que. se
guerras en todas panes del país como hecho unificador, que tiene po- debe operar para responder a las preguntas que planteamos en la pági-

140 141
na 130 sobre los tW0s de aspeclos del pasado que suelen conmemora r cultades.) La situación es diferente en las comunidades de la clase obre-
los campesinados_ Tal vez el elemento más vigoroso que hemos encon- m. En un plano, los intereses ddentidades de los grupos de clase obrera
trado es la memoria de la comunidad en oposición al mWldo exterior, se oponen de forma mucho más explícira a los de. los patrones~.a I,?s
pues es uno de los recursos más efectivos que posee todo grupo social que respalda el estado, que los de muchos campesm~dos; :1 radicalIS-
para reforzar su propia identidad social frente a la de los demás, y es mo y la militancia forman parte de modo mucho mas obVIO de la ex-
una memoria en la que todos pueden participa(, mediante recuerdos peciencia deJa mayoóa de la clase obrera, al menos en el ent?mo par-
personales y tradiciones familiares _Su mismo poder significa que no ticular del taller. Sin embargo, en otro plano, muchas comumdades de
siempre es auténtico: puede que los camisards representaran a los ero,,'- la clase obrera son más débiles, al menos en cuanto a cohesión social
noh protestantes y la Resistencia francesa en la Segunda Guerra Mun: .~""" que la mayoría de las comunidades campesinas. Son más nue-
dial obtuviera un amplio respaldo, aunque menos de lo que con fre- vas y usualmente más pasajeras; los trabajadores se d~spla~an más que
cuencia se cree, pero Lampiao no representa ni por asomo una resis- los campesinos y se ven constantemente expuestos al inflUjO de nuevos
tencia real por parte de la mayoría de los tlordeslillos_ Sin embargo, el ¡rupos procedentes del campo (o, en América del None y del Sur, y
desafio de la comunidad tiende a ser recordado por los campesinados desde la Segunda Guerra Mundial también en Europa, de fuera), que
(a veces, junto con actos de afi-"nación más onodoxos, como el apoyo ~n frecuencia son muy diferentes de los antiguos ~ ~uanto a cultu':l'
al rey en Myddle en la década de 1640) con más insistencia que muo Las comunidades de clase obrera, que tienden a exIStir en grandes dls-
chas otras foonas de acontecimiento histórico; tiene una importancia trifos urbanos --en absoluto las sociedades «cara a cara.. del mundo ru-
social y se. hablará de él, cuando otros hechos pasados menos resonan- \'31- se dividen en grupos diferentes con much.a ~aci.lidad; las :xP.erién-
tes y unificadores quedarán sin discu,tir y, de este modo, serán olvi- das comunes de pobreza relativa en casa y la dISclplma de la fab.nca en
dados. 'el trabajo (que, de todos modos, varía de un sec~or 3. otro) no $I~m~re
Pueden encontrarse patrones de este tipo en las sociedades campe- las unirán de forma efectiva más allá de la expenencla bastante Imuta-
sinas de todo el g1óbo. Pero no ~olo los campesinos viven en comuni- da de, digamos, votar al Partido Laborista. Por estas ~ones, I~s cultu-
dades. La imagen de la resistencia de la comunidad puede encontrár,¡e ras de la clase obrera suelen ser más penneables a las mAuenclas ext~­
también en la clase obrera, al menos donde sus miembros viven en riores que las de las sociedades rurales. De hecho, SQn con frecuenCIa
grupos estables y autónomos; y tal vez sea cieno en parte que algunos e\campo de batalla entre la cultura radical de los mo~mientos obreros
de los patrones considerados no son especificos de los campesinados. las ideologías dominantes de los grupos que, por ejemplo, con~lan
Lo comprobaremos mientras pasamos a ocupamos de las memorias de los periódicos y la televisión. En este conAlcto es central el ámbIto .de
la clase obrera. Encontraremos, en efecto, algunas similitudes, pero la memorja social; en las sociedades industriales, los recuerdos de dlf:-
también hay diferencias. rentes acontecimientos (o distintos recuerdos del mismo acontecI-
miento) poseen connotaciones poHticas obvias y explícitas, que ,tie-
nen que añadirse-alos papeles lJlás imp¡¡ci~os desde el p~nto?e vIsta
MEMORIAS DE LA ClASE OBRERA político de la conmemoración como constituyente de la ¡denudad de
grupo que ya hemos explorado. Este aspecto político de la memoria
Las comunidades campesinas no son completamente autónomas, es una pane ineludible de su análisis; volveremQs a él al final de la
ya sea política, económica o cuhuralmente (véase, por ejemplo, Wolf, sección.
1966), pero pueden presentar una cohesión relativa en el plano cultu- Comencemos con la cuestión de la identidad de comunidad en las
ral: puede que los' grupos campesinos adopten muchos de los valores sociedades de clase obrera. Al menos algunas comunidades industria-
de las clases dorrpnantes (sobre roda cuando están mediatizados por les ,son muy cohesivas y estables, de modo muy semejante a muchas
los intelectuales tradicionales locales), pero son valores que llegan del comunidades campesinas; ¿cómo recuerdan el pasado y en 9ué se pa-
exterior y tienden a ser recibidos en la medida en que tienen sentido recen sus patrones a los que acabamos de ver? Entre los mejores luga-
dentro de un marco ideológico local que depende de .realidade.~ loca- res para observar a fin de responder a estas pre~ntas, están las c?mu-
les. (De hecho, las ideas radicales tienden él encontrar las mismas difi- nidades de la minería del carbón, pues estaS -SOCIedades son las mas co-

142 143
hesivas del mundo industrial y con mucha frecuencia cuentan con un.I Una buena ilustración del patrón es la primera de las tres, 111 huel-
tradición de resistencia representada como hecho histórico. En Gran cámbrica del valle del Rhondda, que se ha convertido en un lugar
Bretaña, los habitantes de los yacimientos de carbón del sur de Gales de memorias históricas en pugna en Gran Bretaña) pu~ fue el
y Durham, p~r ejemplo. tienen .un sentido muy claro del pasado como de los disturbios de Tonypandy de noviembre de 1910 a los
lucha y constituye una memona que se remonta un siglo por lo me. Churchill, como secretario de Interior, mandó el ejérci-
OOSIO. (No deben esperarse colUnemoraciones más profundas en la ma . Se dice que la memoria popular en el Rhondda ha declarado des-
y,oria de las comunidades industriales: h~ce más de un siglo no exis' entonces que las "t!opas de Churchill dispararon sobre los huelguis-
han.) La h~elga generaJ de 1926 es una piedra de toque común y par:! tas; por su parte, Churchill, en fecha tan tardía como 1950, seguía a la
muchos rnmeros las huelgas de 1972, 1974 Y 1984-1985 fueron solo defensiva. afirmando que había mantenido a las tropas en reserva y
una repetición de las ~riencias de 1926, con los mismos personajes ¡ola empleado policías londinenses desarmados como refuerzos para
en cada una: la comun idad, los patrones y la policía. La imaginería de.' que la policía local controlara la revuelta. S.in duda, no se le c.ceró ~n
la huelga como un desafio al estado, no solo a los patrones, es un:! la localidad y, de todos modos, induso dejando de laclo el dlsturb~o
constante (por s~puesto, las. cua?,o huelgas fueron en realidad precisa. de 1910, su papel en el sofocamiento de la huelga de 19261e.conV1r--
m~te eso) y valIda la expenenaa como perteneciente a la comunidad ti6 en una figura odiada en los yacimiemos de carbón, imagen que ha
mmera en s~ conjunto y no solo a los obreros (masculinos) de la ünea perdurado (cfr. Douglass, 19~1, p.ág. 63): Sin emba~o, su ~ersión fue
dé frente. Sm embar~o, la cohesión de estas sociedades es un impar' ampliamente aceptada en el amblto naclonal: surglo por ejemplo, en
tante factor que contribuye a la fuerza de esta corunemoración así como una fa mosa novela de Josephine Tey, T7JC Daugbler ofTime, publicada
al contrario; para la mayona ~e las familias mineras en 1984 ~ ¡98S, no ~n 1951 con la versión de Churchill representada como la verdad ob-
eran solo sus antepasados, smo sus abuelos, quienes habían luchado jetiva, l~s «hechos reales", en contraposici6n ~ los de los .~jegos ~ne-­
en 1926, algo que no se podría decir en el caso de muchas sociedades ros galeses creadores de mitos. De hecho. mnguna verSlon es aerta,
de ~Ia.s~ obrera. Aquí la transmisión de la memoria está muy clara; se pues las tropas de Churchill estaban annadas y actuaron como apoyo
p~slblbta po~ la continuidad familiar-y Ja continuidad del empleo (si logistico y coercitivo esencial de la policía local en la sofocación de la
bIen en declive), así como por la naturaleza específica de dicho em. '!huelga (no solo en la represión de los disturbios locales), como tam-
pleo (la cultu~a del pozo es muy precisa y crea ritmos de trabajo como bién hicieron un año después en UaneJli, donde sí dispararon a dos
ple~~nte dlfere~te~ a los de la fábrica) y, no menos. por el papel huelguistas. la memoria de Rhondda ha refundido este último hecho
m~~tuclOnal del smdlcato. El resultado es una conmemoración muy CaD otra muerte, esta vez a manos de la policía, en Tonypandy en 1910,
trulitantc, uno de cuyos temas básicos es la intervención de la policía Y ha convertido al mismo Tonypandy en un icono de la lucha de los
de pane de los patrones. algo que en el sur de Gales se recuerda no solo mineros contra el estado. No sorprende en absoluto, pues solo eran neo
en las grandes huelgas, sino también, entre otras eh las de 1910-1911 cesarias pequeñas alteraciones para c~ar la imagen, que pertenece. a
1921 Y 1934. " una iconografía internacional. de mulutudes desarmadas a las .que dis-
paran los soldados o la policía. Es F.ícil sostener <:Iu~ la memona popu-
lar está más cerca de la "verdad» de 1910 que la msmcera defensa pro-
10 Pan. DUlham, v~ilS(, por ejemplo, Douglass, 1981. Para el sur de Gales, Smith, pia de ChUIchill. Sin embargo, para noso?,os result~ más signific~tiva
1984, págs. 55-97 Y Francis, 1985 son buenas introducciones. LO! mineros &.mcesc5 tie. la importancia evidente que dan los mmeros (as\ como el Illlsmo
nen una gen~;tlog¡~ similar .de luc~a: v~ase Dubar ti al., 19'82. pá~ 378-381, pmlas mi.
nas de P;15 de CaIaIS; Inmblén la tienen [os picapcd~ro5 de pizarra del noroeste de Ga. Churchill) al grado exacto de violencia de la represión estatal, que ha
les (c. .Lloyd·Morgan, c?municación personaQ. La gente de los centros mineros y te:ni. privilegiado la conmemoración de la intervenci6n en 1910 na solo de
les s~mJurbanos de Pennme, como Todmorden, pueden tener recuerdos igual de utemos,
rem,ootándose en u'o .caso por medio de 19~6, I,a hambruna del algodón de 1863 y Jos
caru5L1S, hasta los lud1tns (R. J. Holt, comumcaClón peGonal); aqui la estructun gremial 11 Para lo que sigue, véase Smith, 1984, p:lgs. 55·97; 1983; McEwen, 1971; Page Ar-
es m,enos el $Cctor que una identidad geográfica colectiva, pues Todmorden, en un valle not¡ 1967, págs.. 174-273; Tey, 1951, pá!;$. 93 y 94. En la época, la imaginería de la huel-
relauvamen:c remoto, se mantuvo a lo l:ugo del periodo de industrialización como una ga no se extendió muy lejos en el espacio: se vela ajena y peligrosa en lugares tan cerca-
sola comumdad. nos como Cardilf(Paynt!:r, 1972, pago 13),

144 145
l~ polida, sino ta:nbién del ejército. Este tipo de imaginería de la reprt. entonces, y sus recuerdos históricos son los de una zona geogtá-
slón puede.cons!demrse uno ~e los elementos fund adores (..mitológi. un grupo ocupacional y un grupo étnico combinados Oou.tard.
cos") de la Identidad de los romeros. y, a la 1nversa, cabría añadir que págs. 180 Y 181; 1983, págs. 19[.193,239·244; cfr. Sporuello,
el brusco rechazo de la versión de Rhondda del relato por parte de los Estos recuerdos, aparte del trauma de. 1943, no se basan particu-
intele~tuales "nacionales» ~ un buen ejemplo de la actitud en general mnelne en hechos reales; como muchas minorías étnicas. los miem-
desdenosa de la cultura naoonal de clase media hacia las culturas loca. de la comunidad han ¿liminado de sus mentes toda referencia a
les de las clases obreras. . los inmigrantes (cfr.,RaphaeJ,l980, págs. 133 y 134)
Las comunidades mineras británicas son ejemplos clásicos de gru. ten este caso las han sustituido por una serie de leyendas de evidente
pos de clase obrera ~ue emplean la imaginería retórica de la huelga, se origen escrito, como la predicación de san Lázaro en el siglo 1 d.C., o
haya ganado o perdido, com,o representación de la identidad de la ca. los privilegios locales que el rey Renato de Provenza concedió a los
muni~~d e~ ~posiciQn. al mundo ~erior (cfr. J?ebou.zy, 1986, pág. 268). l·
~~~b1;~~~ fe;n el siglo xv. Estas leyendas tienen una función precisa,la
La pnvileg¡acló,? en dichas narratl~as de la resistenCia al 'estado es para. r' comunidad pescadora en el pasado distante no como in-
lela a la que t'X.Iste. en las memonas de las comunidades campesinas, JnÍgrantes, sino como marselleses antiguos: de hecho, el primer grupo
aunque en las SOCIedades de clase obrera la genealogía continua de que fue cQllVertido por san Lázaro. Este ejemplo, con su complejo en-
huelgas suele hacer que las conmemoraciones resultantes sean bastan- .tre1azamiento de 10 escrito y lo oral, recuerda a las leyendas cultas so-
te ~ás co~plejas. Podría parecer una tradición que privilegia la mili. bre los orígenes de las comunidades urbanas de comienzos de la edad
tancl~ polítIca, pero pueden existir tipos similares de memorias en co- mqdema más que a la imaginería de la huelga, pero tiene la misma
m~mdades mucho menos militantes, expresadas de fonnas menos he. función que la última: identifica a la comunidad en relación con el
rOlcas. Una de ellas es Calumet, un pueblo de minas de cobre en el mundo exteri'or, aunque esta vez insistiendo no en una oposición
~one de Michigan, donde en 1913 se disolvió una huelga muy comba. alll;llundo, sino en continuidades sociales, al menos con el resto de
tlva tras un desastre completamente fortUito, el pánico tras una falsa Marsella. Por otra parte, muestra que las identidades de las comunida·
a~a!"";la de fuego en una fiesta navideña celebrada por el sindicato que des de clase obrera pueden estructurarse. como las de los campesi~os,
dtng¡a la huelga. que mató a setenta y cuatro personas (Ivey 1970). To- tanto por un sentimiento de base geográfica cuanto por una concien-
dos recordaban aún el incendio en Calumet, incluidos los ;scolares, a cia explicita de clase: sin duda, no se puede trazar una linea clara entre
finales de la dé~da .de 1960, y Jo empleaban como un gancho en el el mundo rural y urbano a este respecto.
que colgar una Imag¡nería completa de fracaso comunitario tras la ma- A pesar de todo, puede tomarse como nonna la conciencia de cla-
I?grada huelga (10 cual no es del todo preciso, pues el momento deci- se de un tipo u otro en las comunidades de clase obrera; lo que np pue-
SIVO real fue la Depresión de la década de 1930). La gente no siempre d.e darse por sentado es la construcción de la comunidad, Hemos cp-
recuerd~ el fracaso carente ~e heroísmo, como veremos; pero aquí la re- menzado con grupos soc:iaJes que constituyen pueblos enteros (o ba-
sonancla de la huelga perdida reverberaba en tomo a una comunidad rrios de los pueblos) y grupos ocupacionales para faciHtar el análisis.
completa, que continuó defihiendo, pues había involucrado a casi to- Rero los grupos de clase obrera pueden estar constituidos de muchos
dos los habitantes y el desastre mató en su mayoría a mujeres y niños modos: por zona geográfica, por empleo en una única fábrica o un
con Jo cu~1 se reforzó su importancia en las mentes de los que no era~ único sector industrial, por afiliación política o religiosa, por origen ét-
obre~. Sm duda, Calumet era un lugar deprimente para estar en 1967, ruco, etc., y cada uno tiene recuerdo~ separados que se solapan. Un
pero Sin duda era un pueblo aún unido por un sentido companido del grupo de fábrica bien estudiado son los metal~ros de Givors, cerca de
pasado como lucha. Lyón (Lequin y Métral, 1980), que sin duda eran militantes. Vieron
Nuestro ejemplo final de memoria de comunidad en este contexto muy claramente que la historia consistía en luchas obreras que culmi-
es igual pe cohesivo, pero carece casi por completo de cQnciencia de naron en las huelgas de 1936 en el contexto del Frente Popular que,
clase: los pescadores italianos de Marsella. Esta comunidad vivía en la para algunas personas, ¡nefuso eclipsó 'a la Liberación de 1944 c~mo
zona de Saim:Jean del ~uerto antiguo de Marsella hasta que los alema- memoria. Pero aquí, a diferencia de las sociedades mineras, esta histo-
nes destruyeron el hamo en 1943, regresando solo una minoría a par- ria fue mucho más la de un lugar de trabajo que la de una comunidad:

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la imagineria del pasado se centraba en el aprendizaje y el orgullo de 'Marell lique denunció a muchas personas [a ~a GestapoJ», Crespi, 1979,
ser un obrero competente. y exdula de este 6po de conmemoración lt 1). Givors se construye como comurud~d sobre t~o por los :s-
no solo a las mujeres, sino t3nJbién a los obreros de las fábricas de cris- de la municipalidad más que por sus mIsmos habItantes (LeqUUl
tal del mismo pueblo_ Además, las huelgas se consideraban mucho 1980, pá~ 153; Debouzy, 1986, págs.270 y 271)_ Asimismo, la
más desafios locaJes a los patrones y mucho menos en un contexto po- social de Borgo S. Paolo, aunque Sin duda es mayor (era el
lítico nacional que en el caso del sur de Gales, aunque el gobierno co- de una empresa), parece recordarse primordialmente por el '.sim-
mljnista de, Givors fomentaba a Ja vez de forma activa las conmemora, ,oliis",o de sus relaciones geogr:l.ficas, además de como una comullldad
ciones municipales de una historia de clase ob~ra más «oficiah•. Est~ activa (Levi el al, 1977, pá~. 444446; cfr. Gribaudi, 1987)_ .
claro que los metaleros individuales y los grupos sociales informales Maurice Halbwachs predijo estos patrones basados en la fábnca
que constituían estructuraban sobre todo su memoria mediante la ex- para la memoria de la clase obrera y el trabajo ~lpíriCO ~sterior indi-
periencia laboral y en referencia a la fábrica en la que trabajaban. ca que estaba en lo cierto (Halbwachs. 1925, pag.. 333). Sin embargo,
fuisten paralelos en otros estudios de fábricas. En Sorgo S. Paolo, algunas de sus características principales precisan un mayor análisis.
una de las partes de Turin que proporciona mano de obra a las fáb ricas (Volveremos a su opuesta, la memoria de las mujeres no obreras, al fi·
de Fiat, Luisa Passerini descubrió una conmemornción de la ~perien­ nal del capítulo.) Una es la forma de representar el tiempo histórico. Se
cia laboral en la década de 1930 que a menudo ha convertido a los ca- ~peraria que el trabajo de fábrica llevara a una concepción más com-
d1es en los sujetos reales de esta y no al obrero, conmemoración que, pleja de la división del tiempo durante el día de la que suelen tender a
además de representar orgullo por la competencia, es una interioriza- tener los campesinos, y ~í es; pero también conlleva una mayor per-
ción real de la alienación del trabajo de la fábrica (passerini, 1987, pági- cepción de la cronología, creada es~ncial mente por re~uerdos m~y pre-
nas 42-45, 53-55; cfr_ Man<, 1867-1976, págs_ 544-553; 711-724)_ Y en cisos de las fechas de entrada y salida de una ocupacIón deterrnmada.
Sesto S. Giovanní, un pueblo metalúrgico de izquierdas a las afueras que a menudo también especifica el día: .&.sruve en electromecánica
de Milán, algunos de cuyos obreros de las fábricas fueron entrevistados de 1928 a 1931; puedo ser exacto en las fechas porque pennanece in-
sobre sus vidas por Pietro Crespi en la década de 1970, encontramos delebles en mi mente; dd 4 de agosto de 1928 al 14 de marzo de 193 1.
patrones análogos (Crespi, 1979). Una y otra vez, en las entrevistas de Eethas indelebles porque son parte de la vida de unoll (Crespi. 1979.
Sesto, los acontecimientos históricos se veían de forma exclusiva a tra· pág. 57). A menudo, estos m~cadores pueden setVi~ para ubicar acon·
vés de la experiencia laboral, incluido todo el periodo de la Resistencia tecimientos históricos en el tiempo con mayor c1andad de la que he-
en 1943-1945, que tendía a representarse sobre todo como huelgas y mos visto en el caso de las comunidades campesinas: los obreros de
desafio de las f.ibocas a los alemanes, aunque en realidad todo el pue- Sesto podían distinguir regu!annente entre, por ejemplo, las huelgas
blo fue también un centro de la Resistencia, con partisanos en los ce- antifascistas de 1943 y las annalemallas de 1944, del mIsmo modo que
rros cercanos y publicaciones clandestinas, actividad comunitaria y sa- los infomlantes de Ecléa Bosi en sao Paulo (Brasil) en la década de 1970
botaje dentro del mismo Sesto (cfr. BeU, 1986, págs. 191 Y 192). SQn, podían distinguir entre los alzamientos de 1922. y 1924 (Bosi, 1979,
por así decirlo, las memorias sociales no de la clase trabajadora en su págs_ 377-384). Como es habitual, esta mayor precisión temporal ~o ga-
conjunto, SiDO de los obreros de una fabrica como tales; la fragmenta- rantiza la exactitud; en Temí, ciudad industrial del centro de ltal~a, las
ción de la experiencia que es posible dentro de las complejas estrucruras fuentes de Alessandro PortelJi,-al explicar el disparo a un trabaJlldor
sociales de una cultura industrial no ha creado una clase obrera en Sesto, en 1949 con mucha frecuencia cambiaban la fecha a 1953, cuando po-
sino muchas, divididas no por la politiC2 (dé hecho, los comunistas y los día con~iderarse una venganza por un periodo de lucha callejern tras
dcmocristianos teman memorias muy similares) sino por la fábrica e, in- despidos masivos (Portelli, 1981b, págs. 172-174; 1985, págs_ 307-309).
cluso dentro de )as familias, divididos entre obreros y no obreros. En Pero al menos sí garantiza cierta linealidad de recuerdo que puede con-
este entorno, la conciencia comunitaria se construye más o menos des- cret.ar más la percepción del cambio histórico y el desa~ollo.
de el exterior. En realidad, Sesto se recuerda como una reunión de fábri- Esta percepción del tiempo ~ado por las t.emporahdades d,el ~m'
cas (en las entrevistas de Crespi, la gente tendía a identificarse solo por 1; pleo se empareja con una p.ercepclón del espacIo basad~ en l~ abnca.
fabrica en la que trabajaba: ...Recuerdo a un tal Maggioni de Magnetti La gente de las ciudades 'ublca sus recuerdos en el espaClO, al Igual que

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hacen los campesinos. y las calles y plazas reemplazan a los campos y (HillOry Worluhop VIII, 1979, pág. .ji). Dichas au~cias suelen d:-
cerros; tiene además toda una geografia simbólica de patrones de callc~ como en muchos de nuestros ejemplos campesinOS, de los dl-
en tomo a la casa familiar que representa dlento aprendizaje del mun- ' ",nte. eri",",)"l, importancia que tienen los informantes para deter-
do exterior durante la infancia y la adolescencia (Halbwachs, 1980, el pasado relevante personal y_colectivamente, criterios que no
págs. 131-136; Bosi, 1979, págs. 356·371; Bertaux-Wiame, 1985, pági. por qué ser los de los académtcos. Pero a veces el pasado desa-
nas 16·18) y también puede representar la contraposición entre grupos por completo. Lo~ jornaleros agrícolas jubilados de V0n, al
sociales diferentes, como, por ejemplo, Borgo S. Paolo de clase obrero ,.,,,,,de París, un proletanado agrícola real, en tom.o a 1980 podlan re-
frente al centro de Tunn de clase media (Levi el al., 1977, pág. 445). Pero sus primeros trabajos y los nombres de sus Jefes (de nuevo .me-
para los trabajadores de las fábricas la distinción más pronunciada es la de lugar de trabajo), pero nada sobre el desarrollo de sus VIdas
existente entre los recuerdos del espacio del trabajo y los de los espacios 1.~~~m,les, ni siquiera las grandes huelgas de 1936, que ganaron (Bozon
del no trabajo. ya sea en la ciudad o el hogar: los tipos de recuerdos en '1 Thiesse, 1986). Carecían de todo sentido de identidad de ~po; p?r
cada caso son diferentes y están claramente delimitados. En las entrevis- Jo tanto, no era sorprendente que no tuvieran mucha memona SOCIal
tas en S~to de Crespi, 'la entrada en la f.ibrica y la reacción ante una si· tomo grupo; pero incluso los recuerdos personales eran notablemente
tuación política específica aparecían una y otra vez como momento sim- m.coherentes, confundiendo, por ~jempl0 •. 1914 con 194~. ~ozon y
bólico: «así que fui a la fábrica por la mañana y...». Por otra parte, la vida rrbiesse sostuvieron que esta amnCSla se denvaba de un sennrnlento de
diaria tendía a relegarse al mundo ajeno a la fábrica y con frecuencia se mcaso no estructurado: de vidaS privadas de significado de forma cons-
explicaba muy poco; el mundo de lo público, de los hechos que mere- tante por la mecanización agrícola. Se podría añadir que el aislamiento
dan conmemoraópn, estaba constiruido por el mundo del trabajol2. pérsonal de los informantes indi;iduales los priva?~ de un contexu:' so-
Los recuerdos de los trabajadores que hemos venido contemplan- cial para hablar sobre la memona, contex~o que ~a normal, por ~em­
do, aunque estructurados de forma diversa, están al menos muy articu- pl01 en Givors; también es probable que la .lUestabili~ad de su trabajO los
lados y en general demuestran una conciencia política cQmpleja. Sin hubiera privado de mucha de la red geográfica y ~ com? recordata;
embargo se les podrían contraponer un número considerable de ejem- rios que un entorno industrial estable les habna propo~tonad? ~l
plos de olvido, tanto de acontecimientos individuales como del signi- pues, entre los jornaleros de Vexin no solo faI_~~a un senbrlo ~ Slgnífi·
ficado de hechos particulares o de partes enteras de experiencia pasada: ciclo sino incluso de contexto para la transtnlSlon de la memona.
hay grupos de clase obrera cuyo sentido de su relación con el pasado También existen ejemplos de olvido a mayor escala, al menos en el
o de la validez de su experiencia (individual o colectiva) como pane de plano de la participación de los individuos en procesos socia~es más
la historia es' muy endeble. Puede que se recuerde el Frente Popular en amplios. Varios investigadores de Norteamén~a lo ~an ~enalado.
Gjvors, así como también en Bobigny, en el "cinturón rojo» 'de los su· Studs Terkel ha sostenido, basándose en su trabajo/de hlstona oral so-
burbios de París (Fourcaut, 1987), pero se ha olvidado en buena medi- bre la Depresión en Estados Unidos (en particular! en Chica~o), 9ue
da en partes de la zona de Marsella-Aix (Joutard, 1983, págs, 174-178; la gente se ha visto \<condicionada ~ "? ~ener sentl~o de la hlst.ona,,:
cfr. Aschieri, 1985, pág. 116); tampoco la huelga general de 1926 se re- las experiencias se perciben como mdivlduales, caSI casuales, no co-
cuerda de forma universal en Gran Bretaña, salvo en anécdotas ocasio- lectivas; el desempleo se considera mala suerte personal o &a.caso
personal en vez de una experiencia compartida con causas extemas
IJ Unou: plmte.ll en el caso de filas entrevistas d~ Sesto, que estia publiead;u romo
('ferkel e~ Grele, 1985, pág. 43; Terkel, 1970; cfr. Frisd>, 1972). Nicole
monólop, cuila Ulll las pRguntas encw. pues los informantes hablan muy poco, Gagnon descubrió una ausencia similar en QJebec. y sostuvo que I~
porc;emplo, de la infunaa. Pero la tend~ncia de los obmnsJrul5Cu¡inos a hablar rolo so- «c,onciencia histórica.. se restringía a las clases profesIOnales y a los mI-
bre sus apenencias laborales y no de sus vidu privadas se ha señalado en otros lugares; litantes sindicalistas, que poseen un sentido más claro de participación
por ejemplo, en la obra de lkrtaux-Wiame $obre SeVfCS (l9S5. p4gs. 20-23), o en Jos es- en la historia de una sociedad; otros informantes podían tener recu~r­
tudios de Nantes a los que se refieren Perrot y Debouzy (Bufkfin., 1982, P~8. 47; De-
bouzy, 1986. pago 267). Parte la imaginena pú bl¡capmlt a la imaginería privada dd COIl- cos personaies muy claros y una perceJ?;ión aproximada. del ~a.mblo
traste. entre lugar de trabajo y el hOg:1t, producto en buena medida de la Revolución in- social, pero el contexto de dicha percepclon quedaba muy lmphpto en
dustrial, no se recoge en Forty. 1986, pSgs_ 99.1 19. sus relatos narrativos (Gagnon, 1981, págs, 53-57). E Isabdle Benaux-

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Wiame y Daniel Bertaux, que han trabajado en los hornos de París, lo ~;~:]~:,'~~~;;,formales de suS'organizaciones polítims, pero de to-
generalizarían a la memoria de la clase obrera en su conjunto, que re- d las recordaban. Sin duda, los recuerdos de los mineros de
presentan centrada en acontecimientos cíclicos Oa sirena de la fábrica, están relacionados con las inst\tI,lciones del .sindicato, pero no
la comida, el descanso del fin de ~emana, la crianza de los hijos) y no d~p",d"n en ningún sentido de ellas: es la com~11:idad la que ha c?~S­
en una conciencia política lineal, que se restringe a las clases dirigentes su propia memoria, lineal. Induso los mas mgenuos en J¿olí~~ca
ya los representantes de los trabajadores (1980, págs. 113-116). infonnantes de Bosi en Sao Paulo recordaban las leyeS smdlCa-
Estos a,gumentos tienen varios pJanos de implicaci6n. Vuuos afi ,.. Vargas de la década de 1930 como la. gran divisoria. histórica ~~I
maciones análogas sobre la .naturaleza cíclica de la memoria campesi· en Brasil, y en abs.oluto estaban equivocados (BOSI, 1979, pa~-
na y cabría sospechar de ellos por la misma razón: que contraponen 372-375). Ello quiere decir que algu?as ~ociedades de clase obrera
«nosotros.>.>~ es decir, los que tienen conciencia histórica, a.ellos, o se<l, ,1 recuerdan y conmemoran el pasado hlst6nco, aunque otras no lo ha-
los que no la tienen. Sin embargo, los autores que hemos citado son g@n. Toda caracterización de la m,e~oria de la clase obrera debe ser ca-
todos analistas.concienzudos y compasivos, capaces de plantear el tipo paz de incluir este contraste empmc.o. ." ,
de preguntas adecuadas: el movimiento sindical, sobre todo en Euro- Una soluci6n al problema la sugiere la obra de LUIsa Passen~ 'y sus
pa, ha realizado una importante contribuci6n para otorgar a las clases tólegas sobre. Turín en el period? ~scista, cen~ndose en las l!lCO?e-
obreras un sentido del significado del cambio percibido a lo largo del rencias y los silencios de las descnpclOnes de los mformantes de la Vida
tiempo lineal, en realidad como una memoria «nacional» altern'!-tiva a b.ajo el fascismo que, en la práctica, casi ~an borrad~ de ~u~ recuerdos.
la de las clases medias altas y con frecuencia construi'da deliberadamen- ESta elisión no era un redlazo de un penado de la hutona maceptable
te como tal (cfr. más adelante, pág. 165). Cabría contraponerlo a la de- (frente a los años de militancia.a comien.~os de la ?éca?a de 1920, o ~e
bilidad relativa del mismo movimiento en Norteamérica, donde el do- la ResistenGia en 1943-1945), SlnQ tamblen una vlctona real del fasas-
minio de modelos alternativos, sobre todo el del progreso individual, tInO en la Iestricción de la conciencia de la gente de sus vidas privadas
suele hacer que quienes no tienen éxito (es decir, la mayoría de la gen- o de la ética del trabajo. Sin embargo, dentro de e~tos silenci?s, podía
te) se sientan personalmente responsables en lugar de darse cuenta de construirse una percepción de la naturaleza del régImen mediante una
la· relación existente entre la suya y la experiencia colectiva considera- interpretación de los subte~tos de, por ejemplo, los rela.tos del control
das desde el punto de vista histórico. En Europa, un sector tan atbmi- de~la natalidad o el aborto degales, que podlan ser considerados por la
zado como los hQmos de París, con una estructura de aprendizaje muy gente imágenes de la resistencia política cotidiana (Levi el al., 197!'
tradicional y sin organización sindical, seria sin duda capaz de formar págs. 440 Y 441; Passerjni, 1.979, ~9~7, págs. 67-133, 150-182). Este ana-
una microsociedad casi impermeable al tiempo lineal del movimiento lisis es extremadamente sunl y difiCil, y .no es sorprendente que no se
socialista. haya efecmado con frecuencia; en todo caso, es pro~able que las ~I'
Pero por ello no se puede concluir que la conciencia no lineal del turas de clase obrera más atomizadas no muestren nmguna memona
pasado sea normal en la cultura de la clase obrera; que la memoria eolectiva incluso mediante estos procedimientos. Pero nos señalan
del movimiento obrero sea impuesta sobre esta experiencia desde el dos conclusiones: las huellas de la conciencia hjstórica pueden ha-
exrerior, «distorsionando» la memoria colectiva y «contaminando» la llarse muy profundas y deben busc~rse ant.es de que. sea 'posible afir-
memoria individual (cfr. Debouzy, 1986, págs. 272 y 273). Para comen- mar que no existen; y que la ausencia de dicha concH~ncl~ puede ser,
zar, no existe una membrana impermeable entre los no militantes y los en lugar de innata a la soci~dad de la clase obrera, un mdlcador de su
militantes en la mayoría de las sociedades de clase obrera. Los obreros derrota.
participan en masa en huelgas y otras actividades de sindicato y parti- Los marxistas solían hablar de la «conciencia falsa», que significaba
do y, prescindiendo de lo que realmente piensen sobre 10 que está pa- en esencia el fracaso ' de la clase obrera para darse cuenta de que estaba
sando, pueden' reconocer -y a veces recordar- su papel en los. desa- explotada por el ca.pitalismo. La ~resi6n nunc~ fue feliz, pues asu~fa
rrollos históricos; y, no menos importante, hablan entre sí de ello a que la. conciencia «cabal» era ~ropleda~ ~c1ustva de la clase. correcta
partir de entonces, tanto los militantes como los no militantes. En Ci- de activista. Pero al menos serv!a como mdicador de un confhcto muy
VOI'S, los obreros recordaban las huelgas de f~nnas muy diferentes a las real, el existente entre una identidad social basad;¡ en la realipad de la

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experiencia de la clase obrera y una impuesta desde arriba, de forma, nectadas con la relación entre los discursos locales y hegemónicos y el
más o menos deliberada, por las clases dirigentes, que siempre han te- grado en el que el grupo local existe-como sociedad con su versión pro-
nido sus versiones propias de la, verdad, como se puede ver en los me- pia del pasado. Pero ambos tienen que reconocerse si queremos com-
dios de comunicación nacionales en cualquier momento que elijamos. prender cómo funciona la memoria colectiva, ya sea para definir a una
No es el caso, por ejemplo, que los panaderos de París no recuerden el clase, como en esta sección, o a cualquier otro grupo social.
pasado en absoluto. Sin duda, recuerdan la Segunda Guerra Mundial, La complejidad de la cultura de la clase obrera es mucho mayor
cuando no el Frente PopuJar. Pero es muy probable que piensen según que la de la mayoría de las comunidades campesinas. La familia y el
estructuras de significado naci9nales (es decir, de clase media) y no lo- pueblo se imponen como marco principal para comprender la cultura
ca1es (clase obrera en potencia). Lo cual nos habla de la identidad co- campesina, aunque no se debe olvidar la importancia de los diferentes
lectiva de los panaderos parisinos, que es muy débil; pero también so- patrones de tenencia de la tierra, así como el papel variado de los inte-
bre la hegemonía ideológica de la cultura de las clases dirigentes (véa- lectuales tradicionales. Las sociedades de clase obrera son mucho más
se, por ejemplo, Johnsoo tI al.~ 1982; Gramsci, 1971). Hay mucho en complicadas, con el lugar de trabajo, la familia y la comunidad geográ-
juego en la sociedad industrial: cuando una cultura dominante pierde fica, las únicas redes que hemos mencionado, contrapuestas a la iden-
hegemonía en una comunidad de clase obrera (como, por ejemplo, en- tidad religiosa y étnica, el activismo político (que impone, como han
tre los mineros del sur de Gales), la última, estará muy radicalizada y comentado Portelli.y Passerini, no solo una forma panicular de con-
será dificil de controlar; por el contrario, cuando dicha sociedad es ciencia histórica"sino también su propio discurso narrativo: basado en
controlada de forma efectiva por influencias culturales externas, los· los textos de fonna más clara, sostenido más deliberadamente y con
sentimientos locales de pertenencia, los recuerdos locales y el mismo mayor ITecuencia en la lengua nacional que en dialecto: Ponelli, 1981a,
concepto de identidad de clase pueden dejar de existir, A1gunos grupos ¡pág'. 99; Passerini, 1987, págs. 3942) Ylas culturas con frecuencia muy
de la clase obrera son más capaces de resistir los discursos históricos Bien definidas del club y el bar. Muchos análisis actuales de las cultu·
dominantes de las clases dirigentes que otros; y los elementos diferen· ras de la clase obrera, en la tradición de la historia oral u otras, no lo-
tes de los discursos hegemónicos afectan a grupos distintos de forma s gran hacer justicia a este calidoscopio de diferencias y menos aún a la
diferentes. Un ejemplo es la notable disciplina laboral de muchas co- compleja rela<;ión entre cada elemento y los marcos analíticos opues-
munidades industriales comunistas en Francia o Italia en la posguerra, tos de las culturas dominantes. Es fácil ver por qué: la tarea es casi im-
una disciplina que demuestra un respeto por un aspecto crucial de la posible. Pero como resultado es menos fácil la generalización y nos ve-
relación jerárquica entre obreros y patrones, pese al rechazo de otros mos obligados a señalar un listado de análisis posibles en lugar de pre-
aspectOS de dicha relación por la cultura comunitaria en general. Otro sentar una exposición bien sintetizada de los reales. Sin embargo, hay
ejemplo bastante sencillo es el _silencio: la irrelevancia percibida de la un punto que surge con gran claridad: que el modo corno se generan
experiencia persol1al para los extraños (el asombro de algunos infor- y comprenden los recuerdos del pasado por los grupos sociales deter-
mantes de que nadie esté interesado en escuchar y .recoger sus vidas ha 'minados es una guia directa de cómo comprenden su posición én el
sido expresado por innumerables historiadores orales) o la falta de presente; que, de hecho, apenas se puede separar la memoria social de
todo significado social atribuida a esa experiencia, ahora o en el pasa- un análisis de lo social y que, al contrario, todo análisis de la idl!f1tidad
do. No son absolutos, por supuesto. La fortaleza o debilidad de una social y la conciencia podría convertirse, si lo deseara el investigador,
memoria histórica social en un grupo de clase obrera detenninado es en un análisis de las percepciones del pasado. Si los mineros de Gales
el resultado del modo de interactuar de diversas variables: la fortaleza recuerdan la lucha pasada con tanta claridad.. es parque se definen me-
de la identidad de grupo frente a los patrones o el mundo exterior; la diante ella; tienen y han t.enido desde hace mucho tiempo una clara
estabilidad de ocupación y ubicación del grupo y la confianza mutua percepción de un antagonismo esencial entre ellos (y sus comunida-
de sus miembros; el papel preciso que tiene la conmemoración habla- des) y sus patrones (y el estado), que merece que se conmemore. Si los
da del pasado en la construcción de dicha identidad; la fe que tienen obreros textiles de Q¡ebec ven todo el pasado en virtud de la experi,en-
los miembros del grupo en su propia versión del pasado (y el presente) da individual.. es porque casi no poseen identidad de clase o grupo. Si
más que en la de los patrones o el estado, etc. Estas variables están ca- los metaleros de Sesto recuerdan todo a través de la óptica de la acti-

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vidad del lugar de trabajo. es porque están más preparados que otros las circunstancias dadas y heredadas con las que se enfrenl:m direc-
para restringir su visión de sí mismos a su posición como empleados tamente, La tradición deo las genet:lciom:s muett:ls pesa como una
(miljtantes) y ..buenos obreros". Los análisis de la identidad social de pesadilla en las m{'J)les de los vivos. Y JUStO cuando parecen estar
todo tipo podrían otorgar mayor atención a la memoria como uno empeñados en la lr.lIlsformaciÓn revolucionaria de si mismos y sus
entornos materiales, en la creación de algo que aún no existe, precio
de sus principales elementos constituyentes y como una de las guías
samente en dichas épocas de crisis revolucionarias, eVOCiln tímida·
más claras para su configuración. mente los f.mrasmas del pasado par.!. que los ayuden; toman sus
nombres, lemas y lr.Ij~ para representar la escena histórica del nue-
vo mundo con este disfraz vener:1ble y leflguaje prestado. Lutero se
M EMORIAS NACIONALES EN l.A. EDAD M ODERNA puso la máscara del apóstol Pablo; la revolución de 1789-1814 se va
tió de torma altemativ3 de república romana e imperio romano; y a
Hemos comenzado a utilizar el concepto de memoria .. nacional .. y b revolución de 1848 IJO se le ocurrió nada mejor que parodiar en
también necesita cierta definición. Las naciones no recuerdan espontá· algunos momentos a 1789 y en O[(QS las tradiciones revolucionarias
nea y colectivamente más que los grupos menores. En esencia, los por- de 1793-1795. Del mismo modo, quim acaba de aprender una nue-
tadores de la memoria .nacional desde la llegada del capitalismo a cada va lengua siempre la traduce a su lengua m:ldre: solo se puede afir-
mar que ha asumido el espíritu de la nueV:l lengua yes capaz de ex-
país son las clases medias y altas y la intelectualidad, que han hereda- p~rse en el13 con libenad cuando puede manipularla sin echar
do el manto de las aristocracias, los abogados y el clero de las épocas mano de la antigua y cuando olvida su lengua original cuando está
previas. En este plano, la memoria puede ser espontánea o estar mani- utilizando la nueva (Marx, 1852·1973, págs. 146 Y 147).
pulada; puede suponer discursos retóricos dirigidos a oponentes inter-
DOS o externos; puede estar internamente dividida y suscitar peleas. Sin Casi toda la retórica política depende del pasado como recurso de
embargo, su articulación corresponde en lo esencial a las elites políti- legitimación. Los revolucionarios fTanceses tuvieron que remontarse a
cas y apenas es contestada por otros grupos sociales, y muy rara vez la república romana para encontrar una. legitimación para la acción po-
con éxito. Es en este plano donde el papel de la escolarización y los Utica que no dependiera de los reyes (también era conveniente en otros
medios de comunicación resulta más importante. Pues, en realidad, aspectos, pues el derecho romano otorgaba.una atención muy apropia-
son los historiadores profesionales, cuya función , consciente o incons' da al carácter central de la propiedad privada, que era muy imponante
ciente, es, más a menudo de lo que se dan cuenta, menos analizar ..el para los teóricos de la década de 1790). Fue más fácil para los rebeldes
carácter pasado» dd pasado que otorgar un barniz de objetividad a las a los impuestos de los años anteriores en Francia, quienes, como he-
preocupaciones y autolegitimaciones de las burguesías nacionales. En- mos visto, podían sublevarse sin más en nombre de la monarquía más
tre los ejemplos de este proceso se induyen la obsesión inglesa con el iu.sta del pas~do. También sería más fác il en e.1 futuro, pues cualquier
estado-nación y la Revolución Industrial ; la obsesión italiana con la revolucionario o republiClt10 solo tendría que remontarse a la Revolu·
ciudad autónoma, el Renacimiento y el Risorgjmento; la obsesión es- aión Francesa, ya fuera (para los radicales monárquicos) a,los sflm-culot-
tadounidense con la frontera, la libertad del individuo y el hombre tes y la ejecución del rey o (para los progresistas conservadores) a los gi-
hecllo a sí mismo; y así sucesivamente: todo eUo no solo importan- rondinos y el directorio. o (para los más inclinados a la autocracia) a
tes elementos básicos de la identidad nacional, sino también objetos Napoleón: el periodo revolucio.nario ofrecía una galería completa de
permanentes de análisis y reanálisis entre Jos historiadores. En esta sec- 1T).0delos para que escogieran los activistas futuros.
ción pretendemos considerar, aunque sea brevemente, algunos de los E! aprendizaje de lenguajes históricos totalmente nuevos, como lo
modos como se construye la cultura nacional sobre dichas memorias. expresa Marx, rara vez ha sido un proceso completamente espontáneo,
Uno de ellos lo expresa mejor que nadie Marx en El J8 brumario ". y una vez que aparece un nuevo lenguaje, pasa también a condicionar
Luis Bopaparle: la actividad futura; de fonna inevitable, como se percató el mismo
Marx. De este modo, la Revolución Francesa se convirtió en un mo-
Los hombres hacw su propia historia, pero no por su lib~ V~ mento fund ador para la imaginería histórica de Francia (y no solo de
lumad; no en circunstancias que dios mismos han d egido, sino en eUa) durante largo tiempo en el futuro, en la práctica como un mito

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de origen, el tiempo de la IJiston"a, desde dcual solo ha habido aconte- periodo medieval- ha llegado a existir en una variedad de imágenes
cimientos (cfr. Cunnison,1951, pág. 12 para un paralelo africano clási· aiferentes. La imaginc;ría de la "raza de la isla.., por ejemplo, que data
ca). De modo similar, el momento equivalente en Idanda es 1916-1923; al,menos del periodo Tudor, colocando a los .. ingleses nacidos libres.
casi no hay posici6n política o .partido en los años siguientes que no fkente a todo género de continentales terribles, idólatras y dictatoriales
tomen su legitimidad de las divisiones recordadas de esa época. En ha· (e igualmente terribles y además ingratos celtas) es una de las estrucru-
lia, el momento actual es 1943·]948 que, paracasi todos los grupos po- J:3S subyacentes sobre Jas que se ha basado después buena parte de la
líricos, de la izquierda e:ttraparlamentaria a los fascistas, ha sumergido memoria desarrollada de fonna orgánica o creada conscientemente'
por completo al periodo de fundación anterior, 1859·1870. En Tur· (cfr. Hihon, nll1ado en Samuel, 1989, 1; Samuel, Surel, Dresser, StaUy·
quía, el periodo es el de la carrera política de Atatürk (1915,1936); en brass en Samuel. 1989, 111). El «espíritu de Dunkirk.., aunque fomenta'
Brasil, el de Getúlio Vargas (1930..1954). Y estas diferencias tienen sus do con entusiasmo por el gobierno de tiempos de guc.rra, es probable
consecuencias políticas: la tradicional incoherencia de la izquierda bra' que se hubiera convertido en una imagen nútica central incluso sin su
sileña y la inestabilidad de sus agrupamientos políticos es producto en respaldo gracias, a la experiencia popular generalizada que subyada en
buena parte de la falta de significado en América Latina de los puntos la evacuación de Dunkirk, Blitz y toda la econooúa bl!lic.a. Pero su po-
tradicionales de referencia para las visiones del pasado socialiSI;t y ca· der también se debió al hecho de que repetía a la perfecqón la imagen
munista, como la Revoluci6n Rusa, en un continente cuya historia se de la raza de la isla, que se había ido reconstituyendo continuamente
construy6 de foffila diferente y que apenas se vio afectado ni siquiern a lo largo de los siglos con representaciones similares, como durante la
por la guerras mundiales, El mismo acontecimiento puede portar reso· Rrimera Guerra Mundial e incluso de forma más exacta el periodo na-
nancias diferentes en países distintos, como en el caso de la Revolu' poleónico: cada repetición se superponía a la precedente (y, como es
ci6n Francesa de nuevo, imagen de liberación en Alemania, pero de habitual, casi la borraba), Los gobiernos pudieron explotar esta estruc'
opresión nacional en España., y de libertinaje desatado en Inglalen:a; o tura recurrente (de ahí también el fácil éxito de las histerias fabricadas
de la Segunda Guerra Mundial, 'imagen vigorosa de afirmación nacio· de la guerra de las Malvinas), pero no fue creada por ellos.
nal frente a una ingente desventaja en Inglaterra o la Unión Soviética, Algo similar cabe afirmar sobre otro mito básico de la identidad
pero de derrota y división en Francia o Alemania, y en Italia de hunU' ¡nacional inglesa, que se remonta al siglo XVHI, aunque probablemente
Uación distanciada, reemplazada casi por completo por la imagen po- no a antes: la del progreso constitucional y democrático basado en el
sitiva de la Resistencia. pragmatismo y no en la ideología. Este mito fue rebatido hace unas dé-
Estos tipos de memorias sociales son muy compartidos. Constitu· cadas por Herbert Butter6eld como parte de la ..interpretación whig de
yen discursos a disposición de cualquiera, no solo de las elites, y la ffi:! - la historia.. (Butterfield, 1931), pero está siruado muy profund o en la
yoria de la gente piensa y babia en virtud de ellos. Componen la in· conciencia nacional. Entre otras cosas, resulta evidente en la creencia
fraestructura de la conciencia histórica nacional, un campo retórico extendida y complaciente de la naturaleza ininterrumpida del pasado
bastante incontrolable dentro del cual tienen que actuar todos los ac· inglés (parlamentos, monarquía, ete.; en contraste, véase pág. 138); la
tares políticos; aunque pueden inventarse, destacarse o popularizarse faJta de interés por las ideas socialistas de la mayoña del movimiento
deliberadamente elementos de esta conciencia, como veremos, el mar· sindical inglés (en oposición, a veces, a los galeses y escoceses); y la ten-
ca interpretativo gj:neral de lo que en Estados Unidos se denomina el dencia entre muchos historiadores ingleses, pasados y presentes, a privi·
'Pasado utilizable" (Commager, 1967) suele basarse en cimientos muo legiar las negociaciones políticas en vez de las ideas y las instiruciones
cho menos percibidos conscientemente. Tomemos, por ejemplo, In- políticas en sus escritos, de un modo que parece inexplicablemente mis:-
glaterra, que fue un país muy atípico, pues parece haber sido el primer terioso para los escritores de Alemania, por ejemplo (Rohe. 1987). Sin
lugar donde se desarro1l6 en el plano popular una memoria nacional ge- embargo, aunque estos elementos de identidad nacional pueden ser
nuina, como puede verse en las conmemoraciones.!ocales en el siglo XV1 subconscientes y ampliamente aceptados - a menudo con entusjas-
de dichos momentos de afinnacíón del estado protestante como la defen· mó- entre todas las clases, son esencialmente burgueses (y antes aris'
sa contra la Annada española y el Complot de la Pólvora (C~sy, 1989), tocráticos o al menos «noble,s,.) en on"gen y están expresados de la foro
Una memoria tan larga como esta ~puede remontarse mucho en el ma más emblemática por los diferentes estratos de la burguesía nacio·

158 159
nal_ Se debe al hecho de que Inglaterra se indusrnalizó pronto; como Sin embargo, este contraste no resulta del todo sorprendente. Fran-
resuJtado, sus elites dominantes y creadores de imagen política, aun- era una nación antigua y toda nueva conmemoración nacional de-
que divididos, han sido clase media, en general clase media alta, du- "' rt",eren cuenta lo que la gente ya recordaba sobre su país. Estados
rante mucho tiempo_ (Qb¡e el «patriotismo», una de sus expresiones, fue la primera nación «nucvall y la memoria nacional, para ella
sea normalmente de derecha en Inglaterra, hecho generalmente la- sus sucesoras, tenía que marcar una dara ruptura con el pasa-
mentado por la izquierda inglesa, se deriva en esencia del hecho de de los modos más comunes de hacerlo era conmemorar a los
que las clases medias en Inglaterra, a difere ncia de las de 'Francia o an ticoloruales; y no hay duda de que en Estados Unidos
Italia --o Gales y Escocia-, han tendido a apoyar a la derecha en de autoafirmación fundadora tras la opresión colonial
bloque.) lo bastante universal como para permitir una
La relación entre memorias nacionales y clase media es muy visible mitológica sin reservas de sus dirigentes, que aún si-
cuando contemplamos cómo se las crca o cambia en el contexto de l:I "nsCll.1990, págs. 29-45), A Washington se le han ido

~
construcción o reconstrucción de las naciones, pues no debemos olvi·
dar que todas las naciones tienen que ser inventadas; ninguna, sea an-
~i~~;~:~~~;~:~ en su empíreo figuras como Bolívar, Cavour y Gari·
Gandhi, Jinnah y una multitud de figu ras de posguerra
tigua o joven, es "innata,. o patente para todos sus miembros. A menu- más efImeras. Puede que Atatürk vaya mejor con Le-
do este proceso es totalmente consciente. Un ~jem plo es la reinven- Mao como dirigentes mitologizados de una revolución interna
ción saneada de la Revolución Francesa tras 1871 PQf la Tercer.1 anticolonial; sin embargo, en los tres casos, la imaginería Te-
República (un sistema más sofisticado que el de 1848) como llamada" ;.,l,ci,m,.ri'. que transmiten se ha visto sumergida en el mismo tipo
la unión ideológica para todos menos derecha monárquica, mediante mito 1Uu;o1/al del Libertador que se descubre para Washington o
ceremonias (Día de la Bastilla, el Centenario de 1889)1 monumentos
innumerables, la adopción de la Mnrsdlesa y las cuidadosas reconstruc- Estas imágenes suelen ser lo bastante recientes como para cons-
ciones históricas del sistema educativo (Géranl, 1970; Hobsbawm, como cultos a la personalidad de los muertos, completados con
1983, págs. 269-278; Ory, 1984). Hobsbawm ha señalado que era UII mausoleo, UD aire de silencio respetuoso y -siendo Lenin el pri-
pasado carente por completó de héroes pues ninguno de los dirigenteS Ymás emblemático-- un cadáver visible embalsamado; los ritua·
revolucionarios era aceptable sin reservas para una población suficien- a los que reemplazaron, los de las monarquías dinásticas anteriores,
te como imagen unificadora y no divisiva; en Francia, cuya historia ya claramente a sus espaldas, haciendo de este modo aún más e~·
era larga, la Revolución solo pudo reinventarse, no inventarse por el proceso de invención. (Por supuesto, las dinastía reales ha·
completo de la nada y superponerse a una memoria nacional basada desarrollado rituales con la misma deliberación, sobre todo a par-
en un pasado totalmente diferente. Esas conmemoraciones en Francia de 1870 aproximadamente: Hobsbawm y Ranger, 1983.) Dichas
eran diferentes a la creación de la historia muy personalizada de la Al~ ¡mág.,"'. solo durarán mientras tengan o adquieran un lugar penna-
mania imperial del mismo periodo, con su genealogía de dirigentes nente en la mémoria popular que, por lo tanto, se ha manipulado a
desde Anninio, pasando por Barbarroja, hasta Guillermo 1; pero tam- m.enudo cuidadosamente. De ahí, por ejemplo, algunos de los ejem-
bién contrasta mucho COI) la expet;iencia de Estados Unidos, cuyo pa· plos más obvios de la ingeniería ideológica de este siglo, como la pte-
sado histórico tuvo que crearse ex novo, en buena medida por los escri- sentación de Atatürk del alfabeto romano para reemplazar al alfabeto
tores de comienzos del siglo XIX, pero cuyos dirigentes revolucionarios 4rabe en la escritura de la lengua turt:a. Este cambio se asoció en bue-
se consideraron más apropiados para crear héroes; por ejemplo, Wash-
ington, )efferson y otras diversas figuras hasta llegar a Linco ln (Com-
mager, 1967, págs. 3-27)13. sido de b nada para lograr victorla$ r emancipar escl.tvos y asesinado en la cima de StI
poder; y b otra, procedente del Oe~le, replesent;ÍlIdo!o como un héroe de la frontera,
un bromisr.l fu ene, holgazán Y- pr:icuco, E1!o_rdleja la mmplejidad y heterogeneidad de
los inicios de. la cultura literaria estadounidense, pero lambien su interrelación con un
Il linooln es un ejemplo interesante, pues fue conmemorado en dos tradiciones conjunto de rd~tos populares basadO.'i en motivos fOlcl6ricos que cil'Ollab.tn or.Umente
opuestas en Est.tdos Unidos: una del Esle, que lo retrata como un hér~ mitológico, sur- en ámbitos sociales muy diferenta (Donald, 1961, págs, 144·167),

160 161
na m,edida con un proyecto completamente diferente, un impulso -31. El pasado que crearon sigue siendo, en muchos de sus clementos mas
.fabe~lzado~; pero un. subtexto importante de la reforma lingüística era cruciales, u,na imagen dominante para sus compatriotas y no resulta
qu~ ~pedma a. part:1f de entonces a la gente leer los libros (en gener:ll sprprendeme que ellos mismos hayan permanecido a menudo en la
rellglosos) publicados antes de su revolución, con lo cual fomentaría memoria nacional como liberadores culturales, precediendo, induso
que olvidaran Jo que había antes. (Fue acompañada por la retirada sis- en las naciones que luego se hicieron independientes, a los dirigentes
temática de las palabras ~e origen árabe y persa de la lengua turca; de políticos (a veces más polémicos) que presidieron realmente el proce·
este modo, el turco preVIo a la década de 1930, incluso transliterado de independencia.
r~lta casi in.comprensible para los turcos modernos.) Sin embargó: La palabra «cuLtural .. es importante, pues en las naciones sin estado
dichas operaCiones, por definición, estuvieron orientadas a los miem' y. por lo tanto, sin un pasado histórico reciente que sostenga unos
bros de la sociedad que sabían leer y escribir; es decir, en el caso dt, puntos de referencia nacionales legítimos que parezcan dignos de con-
Atarurk, a la nueva burguesía nacional turca que tenía que crearse par;l memoración (como en Gales desde 1282, en Hungría desde 1526 o tal
llenar I~s huecos causados por las matanzas étnicas y las migraciones vez 1681, o en Finlandia quizá síempre), la cultura nacional acaba
de la Pnm,era Gue~ Mundial y sus consecuencias. La burguesía fue- J1litologizándose en su lugar, ya sea mediante la literatura escrita~ la
ron los pnmeros SUjetos de esta. y otras culturas' populares ccnaciona· falsificación de una literatura del pasado o la escritura de una litera·
les»; después seguirían los restantes grupos sociales,aunque preferible- ~ura antes oral. (Los mismos Grimm, se ha sostenido, hicieron tanto
mente pronto (Heyd, 1954; cfr. Berktay, 1990). lo segundo como lo tercero: v¿ase, poe ejemplo, Ellis, 1983.) Estos
~tos procesos d: ,creación consciente y ,semiconsciente pueden movimientos y los nacionalismos que los produjeron formaban pal'
a,soclarse c~n .l a creaclon del estado y son responsabilidad de los polí· ~e de la tradición romántica, que privilegiaba la cultura popular por
tICOS(y los IOtelectuales a continuación), Sin embargo, cabe encontrar sus propias razones, no tQdas ellas historicistas. Pero las tradiciones na·
los nusmos procesos e.n ~pos nacionales q~e aún no habían (o han) cionales necesitaban el discurso del pasado como elemento constituti·
logrado la autodetermlOaclón que les permitiera ser respaldados por el va de sus identidades por las mismas razones que cualquier otro grupo
estado. Los representantes intelectuales de Gales lo estaban haciendo a social que hayamos considerado; y. de este modo, la romantización de
fin~les d~l siglo XVlll y principios del XIX, mediante la recuperación o la cultura campesina y la literatura oral que fue un rasgo propio de la
~lslficaoón de todo un conjunto de tradiciones nacionales, ya fueran mayoría de los lugares en la Europa del siglo XIX llegó a tener como ob-
ntuales (como Eisteddfod), literatura (mucha de la literatura medieval jetivo primordial el establecimiento de una memoria histórica ..autén·
galesa no solo fue redescubicna, sino también a veces escrita por como tiC3>l para un pueblo deterrrUnado (véase, por ejemplo, Herzfeld, 1982,
pleto por uno ~~ los dirigentes del renacimiento, 1010 Morganwg), o fi· para Grecia). Por otra parte, las visiones del pasado que produjeron,
guras emb l e~ahcas del pa~ado galés, como el príncipe legendario Ma· aunque populistas, fueron de nuevo casi siempre las de la burguesía na·
doc, descubndor en el sIglo XI] de Norteamérica. Incluso Owain cional; o también, en lugares donde aún no se había desarrollado lo
Glynd~r (muerto en J41 5?) debe su fama naci_ onal principalmente ;l suficiente, como en partes de Europa sudoriental, las de los intelectua·
este penado, habiendo caído víctima, mientras tanto, su conmemora· les tradicionales (abogados o dérigos) que la precedieron.
ción histórica original en el siglo xv como el último luchador contra Estas visiones se produjeron primero para su consumo propio y
lo~ ingleses (y como ..-rey oculto>!) del pasajero triunfalismo galés de co· luego, al menos en intención, se impusieron al resto de la población
~lenzos de la era Tudor (Margan, 1983, 1981; Williams, 1979; Wi· desde arriba. La literatura oral, para convertirse en parte de este mun-
Ihams, 1974). Lo que 1010 y sus contemporáneos hicieron por: Gales lo do, tuvo que legitimarse (es decir, escribirse) y purificarse (poners.e en
estaban haciendo los intelectuales románticos de toda Europa a su forma literaria «adecuada» y con frecuencia expurgarse); si regresaban
~~o para sus. pueblos, incluidos Sándor Petófi en Hungría; Elías al ~ampesinado, como sin duda hicieron los cuentos populares de los
Lonorot, transcnptorlautor del Ka!ev(l..!a e,n Finlandia; los «restaurado, Gnmm y el Kalevala, lo hacían desde arriba. Cuando estas culturas li·
res" de los Jocs FIaraIs, Jos supu~tos festivales culturales nacionales terarias se convirtieron en parte de los eslados-nación, como en A1ema·
medie.vales, en .Catalu~a ; y, en el periodo de preunificación. Herder y nia desde 1870 o Europa.oriental desde 1918, pudieron encajar a la peto
los Gnrnrn en Alemama (Burke, 1978, págs. 3·22; Pi de Cabanyes, 1979). (ección en las imágenes nacionales del pasado que cada estado se esfor-

162 163
zaba por crear con la mayor rapidez posible. Tal vez la única nación de cultura intelectual igualmente separada del estado y subversiv<J. Sin
Europa cuya imagen del pasado no estuviera mediatizada predomi· embargo, una memoria nacional de oposición basada más claramente
nantemente por esta cultura intelectual y burguesa fuernla de Islandia, en la clase es la creada en cada país por el movimiento obrero, ya sea
donde las narraciones históricas escritas del siglo X111 conocidas como por partidos o sindicatos, como un punto de referencia alternativo a la
sagas, que conmemoraban la Islandia independiente previa a 1262 memoria social de la burguesía. Dichas memorias tienen núcleos dife.
(véas~ más adelante pág. 195), fueron conocidas por los campesinos en rentes: la genealogía de las huelgas que vimos en la úJtima sección o la
lodos los siglos posteriores, ya fuera en forma oral o e,scrit,a, pues en teleología del aumento de la conciencia de clase obrera, tanto nacional
el siglo XVIII Islandia ya esta.ba muy alfabetizada (Hastrup, 1990. como internacional, que-va (por tomar el ejemplo francés) de: los SttIl5-
págs. 184·200). Puede que fuera en parte debido a que la literatura de cllloues de 1792, pasando por la Comuna de París de 1870-1871, hasta
las sagas ya estaba unida al campesinado, por lo que la burguesía inte- el surgimiento de movimiento socialista de masas al final del siglo y
lectual emergente del periodo independiente (19 18-1944) se mostró luego, a través de la revo lución de 1917 (para parte del movimiento)
hostil a la idea de que tuvieran una base oral, declar.mdo que eran crea· y el Frente Popular, al Maquis.
ciones literarias y (a veces) clericales, es decir, no solo que no penene- Sin embarg9, pese a su base proletaria, incluso esta memoria han
cían al mundo campesino, sino también que no tenian categoría de tendido a articularla los intelectuales en el ámbito nacional. Gramsci
textos bistóricos, o sea, como gulas de una conmemoración "genuina» contrapuso a sus intelectuales tradicionales que, ya fueran conservado-
del pasado (cfr. Byock, 1988, pags. 38-48). res o radicales, representaban la cultur~ de las clases medias (de las que
En la dialéctica entre la memoria social "popula.r» del pasado y sus surgieron o a las que estaban ligados: véase pág. 130), el concepto de
creaciones y manipulaciones conscientes en el desarrollo nacional de intelectual «orgánico», que mantenía lazos orgánicos con las clase~ «su·
los dos últimos siglos, estamos destacando los elementos de clase me- baltemas» (proletariado o campesinado) y representaba y estructuraba
dia en el proceso: la memoria nacional articulada o creada por la bur- fielmente SIIS valores, en lugar de los de las universidades, profesiones
guesía o para la burguesía o primero para la burguesía. Estos discursos o el estado (Gramsci, 1971, págs. 5-23). En efecto, utilizaran o no esta
sobre el pasado son dominantes, impuestos sobre las demás clases des- terminología, los movimientos radicales desde finales del siglo XIX han
de arriba, por medios privados o públicos: escolarización, prensa, li· pretendida; estable<:er, como parte de las condiciones para la victoria
bros y programas de radio y televisión. Son 'lineales en su concepción política, no solo una memoria de oposición, s,ino también una intelec-
del tiempo y te1eológicos: de fonna muy explícita, todos ellos dirigen tualidad orgánica (en especial de clase obrera y sindical) para equiparar-
y legitiman la situación presente. Por supuesto, son cartas mitológicas se y acabar reemplazando a la tradicional que había antes. Si hubiera
para toda la comunidad nacional y pretenden definir dicha comuni· sucedido alguna vez, quizá fuera po-sible exponer una cultura nacional
dad; pero esta definiciól\ incluirá una legitimación de sus estructuras y una memoria histórica que no fu eran burguesas. Pero no parece ser
de dominio político y económico, por la cual la elite se justifica como el caso. Los hombres de las tribus, los campesinos y los obreros indus·
tal. Así pues, son hegemónicas y totalizadoras: las memo rias a1.temati- triales, a menudo con perspectivas- y memorias especi6cas de clase
vas se considerarán irrelevantes, imprecisas e incluso ilegítimas, si bien muy localizadas, han ganado revoJucioJles, pero sus intérpretes a par-
la dureza de esta deslegitimación variará en virtud de la. tolerancia de la tir de entonces han sido intelectuales del viejo estilo; induso el parti-
cultura nacional y el grado en el que se la haya desafiado en una oca- do de Gramsci, el Partido Comunista Italiano, el único partido comu-
sión detenninada, Pero la memoria nacional también puede ser por nista occidental que ha mantenido una hegemonía real sobre partes al
oposK:ión, como queda claro en los casos de las nacionalidades mino-o menos de la cultura nacional, siempre ha sido gobernado por dichos
ritarias que acabamos de ver,los checos y los finlandes es del siglo xv o intelectuales, En la década de 1990, no parece que vaya a haber un
los ¡aleses y los catalanes actuales, al igual que en el caso de las pobla· cambio pronto: la interpretación y estructuración de la memoria histó-
ciones unidas, re'gidas por gobiernos considerados ilegítimos, como, rica nacional sigue ,e n sus manos en el futuro previsible.
enrre otros,los checos y eslovacos de los años 1968-1989: los pueblos en Hasta los movimientos de oposición tienden a contar como pun-
estas situaciones tienen conciencias históricas que excluyen totalmen' tos de referencia más efectivos memorias comparlid(iS en el ámbito na-
te los puntos de· referenci3 del estado y que e-stán moldeadas por Una cional que, sin embargo, pueden conmemorarse con valencias ligera-

164 165
mente diferentes. Así, por ejemplo. hemos visto en Italia la privilegia· moradas en el plano nacionaL Así pues, sí existen conmemoraciones
ción por parte de la izquierda de Garibaldi sobre Cavour en la mitolo- de los intdectuales «orgánicos» del pasado histórico lineal; pero para
gía del Risorgimento, O los diferentes simbolismos de la Resistencia descubrirlas, en lugar de concentramos en el mo.vimiento obrero na-
de 1943-1945, que tienen resonancia para todos los italianos como un cional, tal vez haya ql,le volver a las conmemoracIones de clase localts,
momento de purga del fascismo (y de: la .responsabilidad de la guerra). como las analizadas en las secciones anteriores de este capítulo.
En general, la Resistencia italiana sude verse como una afinnación de En 1981, Fran~ois Mif1:errand, en su toma de posesión como presi-
la oposición contra la opresión externa e interna, pero siempre ha sido dente, instituyó una «céremonie a la mémo~ en ~l Panthéon. C?>lo-
una piedra de toque poderosísima para la izquierda, cuya imaginería ro rosas roJas sobre las tumbas de Jean Moulm, d heroe de la Resisten-
recuerda mucho a la de aquella~ cia; Victor Schoelcher, que aboLi61a esclavitud en 1848; y Jean Jaur·es,
Sin embargo, donde mejor puede contemplarse la dialéctica entre fundador del socialismo francés, antes de dirigirse al H6tel de Ville
dichas interpretaciones es en Francia, ahora tal vez la más lograda de para ser recibido porJacques Chitac, alcalde d: París (que también era
todas las recreaciones nacionales modernas y, por lo tanto, el país don· cllíder de la coalición derrotada en las eleCCIones), rodeado por las
de (al menos en asuntos nacionales) la izquierda y la derecha compren- imágenes de Santa Genoveva,Juana de Neo, Enrique IV y De ~aul~e
den de fonua más visible sus lenguajes mutuos. Durante décadas, la de· (Ozouf, 1984, págs. B9-141). Mitterrand esta~a señalando su ~Ictona
recha francesa ha aceptado y recurrido mucho a la tradición republica- como la de la República francesa sobre la nacl6n francesa, casI co~o
na y revolucionaria de 1789, que sigue siendo una herencia claramente si volviera a ser el Centenario de 1889 y, al hacerlo, reclamaba el SlID-
divisoria en muchos paises. A la inversa, la izquierda francesa no solo boLismo republicano como propiedad de la izqu ierda contemporá-
puede emplear el lenguaje del movimiento que acabamos de citar, sino nea, pese al hecho de que. Cbirac habría reconocido la mayoría de las
también algunos discursos históricos nacionales 'muy tradicionales. En mismas piedras de toque. Los discursos hist6ricos fran.c~ses son ~l
la década de 1940, podlan seguir la retórica de la Resistencia nacional vez lo bastante ideológicos y explícitos como para permltl~ a ';ln ~oh­
del pasadQ hist6rico tanto los gaullistas como los comunistas median· tico hábil realizar semejante jugada (habría sido mucho mas dlficd en
te su propaganda oficial; era. sorprendentemente similar. Vercingetórix, Gran Bretaña; apenas se: sabría por d6nde empezar)I~, Pero el éxito de
san Luis,Juana de Arco y las batallas de Valmy, Scdán y Verdún eran Mitterrand también se derivó, precisamente, de un CIerto consenso so-
los puntos de referencia para los gaullistas;Juana de Arco y Valmy para los bre buena parte del pasado nacional que durante mucho tie~po se ha
comunistas y después, en lugar de Sedán, las guerrillas de 1870 y la Co- extendido a casi todos en el paLs, incluidos los grupos 1ntU/lIlsards loca-
muna de París; y en lugar de Verdún, los poi/m (soldados de infantería) les ya mencionados. Q!tizá la conciencia nacional francesa llegue a
de la Primera Guerra Mundial, un nacionalismo popular más que eli- partes que otras conciencias nacionales no alcanzan.
tista pero con d mismo origen retórico (Michel, 1962. págs. 25,49,
132, 136,246. 601-603). Por otra parte, resulta interesante que ambas
imaginerías puedan contraponerse a la imaginería histórica usada por MEMORIAS DE L\S MUJERES
la Resistencia francesa sobre el terreno, que no se parecía en absoluto
y que variaba considerablememe de un lugar a otro: los camisards en En este capítulo hemos pasado de lo muy específico a lo muy g:-
las Cévennes; las resistencias de 1851 contra Napoleón III, la Comu- neral y, por lo tanto, es apropiado que concl~>:tmos con lo especulatI-
na y Dreyrus en Languedoc¡ 1851 en Valence; Dreyfus en Marsella: la vo. Como hemos dicho, las memorias y tradICiones empleadas en este
retórica revolucionaria francesa y la huelga de los obreros de la seda del capítulo y en otras partes del libro son casi todas las de los hombres.
siglo XIX en Lyón Oa lista procede de un estudio reciente de los co-
mienzos del régimen de Vichy: Kedward, 1978, págs. 59,15 1-159). Es-
tas imágenes fueron generadas por grupos locales, no nacionales, y si· 14 Para los antecedentes de este tipo de simbolismo de conmemoración, que se re·
guieron siendo .Iocales; también eran imágenes de resistencia interna moma a las rivalidades de los gauUislas y Jos oolllunistas en 1944-1945, ....:aso:! Na~o:!r,
(vinculadas, de hecho, con la «historia nacional" de oposici6n, aunque 1983. Debe senalarse que el estilo de MittemlOd cambió lin poco durat!le ~u prImer.
mandato; acabó pareciéndose más a Enrique IV. En su investiduJ"3 como preSIdente en
no dependientes de ella) y no de las guerras.. si bien defensivas. conme- 1988 no n:pitió el geslo.

166 167
¿Puede identificarse como distinta la conciencia histórica de las muje- No son reglas férreas y existen excepciones. Cunndo las muieres for-
res? Como en nuestros restantes casos, existen problemas de método. man colectividades conscientes, utilizan la memoria social del mismo
Uno es la diversidad objetiva de la experiencia de las mujeres en socie.- modo que todos los grupos. Un ejemplo es el mismo movimiento de las
dades diferentes: sociedades constituidas por estructuras fa miliares dis- mujeres, que ha producido, sobre todo en las últimas dos décadas, todo
tintas, grados diferentes de tolerancia masculina hacia los puntos de vista un conjunto de relatos específicos de las contribuciones femeninas del pa-
fe meninos o la articulación femenina, papeles económicos distintos para sado a diferemes profesiones o disti'ntos campos académicos o culturales:
las mujeres, grados diversos de exclusión sexual y diferencia, y grados dis- estas obras, eruditas o no, son ejemplos clásicos de conmemoraciones que
tintos de colaboración mut;ua de las mujeres o -complicidad- con los ayudan a constituir la identidad social de cada grupo profesional de las
hombres. Otro es el tema aún sin resolver de hasta qué punto la concien- mujeres. Sin embargo, fuera de las clases profesionales occidentlles, dicha
cia separada de las mujeres depende de una diversidad de experiencia dis- conciencia de grupo parece menos común. Las sociedades con una gran
tinta de la de los hombres y no de algo innato en el género_ Un tercero segregación sexual podrían producir sin d~da, como un producto secu~·
es el hedlO de que, pese a todo lo que se ha trabajado en el campo de los dario no intencionado, subgrupos de mUjeres que podrian establecer Vl -
estudios de mujeres en los últimos años, se ha hecho muy poco sobre siones autónomas del pasado (y, por supuesto, del presente); y ha habido
la naturaléza esped6ca de las percepciones femeninas del pasado; en la casos especiales incluso en otras sociedades de instituciones solo de muje-
mayoría de los casos, plantearemos preguntas en lugar de informar de las res, siendo en Europa el ejemplo más obvio los conventos de monjas. Sin
que se han respondido. Sin embargo, aquí, aún más que en otras partes embargo, en el caso de las sociedades segregadas, el dominio de los hom-
de este libro, estamos describiendo un campo en rápido desarrollo. Y al bres tiende a mantenerse de foma muy detemUname y explícita, al me-
menos se. ha establecido una base clara para el trabajo futuro, un análi- nos sobre los ámbitos públicos del pasado. Lo cual también concierne a
sis elaborado de las hi~lorias de vida realizado por estudiosas como Isa· los conventos de monjas: la literatura que emana de ellos, por ejemplo, en
belle Bertaux:Wiame, Luisa Passerini y Anna Bravo; nos basaremos so- el Occidwte medieval, aunque es original, muestra escaso sentido cons-
bre todo en sus percepciones. ciente de un pasado diferente del de los hombres (véase, por. ejc:mP~o,
El problema esencial para cualquier-d que desee identi6car una vj· 8ronke, 1984). De nuevo, es Wl asunto de género; pero, como mstltuclo-
sión del pasado claramente femenina es la hegemonía: la de una ideo- nes, los conventos siguieron siendo parte del mismo mundo masculino
logía dominante y un dominio sobre la narración, expresado median- de la iglesia medieval y.este hecho parece haber dominadp a sus persona-
te la relación masculino-fememno. De hecho, es muy semejante a la re- jes formales, públicos y colectivos, incluidas las descripciones de las mO,n-
lación entre las memorias de la clase obrera y la clase gobernante, pero j~ de la historia pasada: incluso sus modelos de conducta femeninos del
esta vez el dominio es casi total en los registros supervivientes de las so- pasado tendían a comportarse como los hombres O a hacer lo que los
ciedades del pasado, pues la mayoría de los géneros escritos están cons- bombres esperaban que hicieran las mujeres. La resistencia ~ Iª- ideqlogía
truidos por los hombres, aun cuando los textos ·estén compuestos por masculina en este en[Qmo parece haber sido más individual que social,
mujeres; dichos textos precisan una lectura minuciosa para recabar dis- del mismo modo que en el mundo laico del exterior; y esta resistencia in-
cursos femeninos auténticos. Pero entre los vivos también son raras las dividual fue marginada tanto en el entorno religioso como en el laico de
familias y grupos sociales en los que las voces, valores e imágenes mas- la Edad Media (al igual que en otros periodos) como histérico, desviado o
culinas no sean los que se escuchan y exponen principalmente. En la Úlcluso herético: soJa unas cuantas "desviadas>o alcanzaron la santidad ls.
mayoría de las sociedades, las mujeres tienen poco espacio enteramen-
te autónomo fuera de la amistad ¡nfoonal (aunque puede ser de impor- IS Pueden cnconlr.mC ejnnplos sugerentes en Bynum. 1987, y pan 1o~ convcnlOS
tancia crucial) o la relación particular pero efimera entre familiares fe- de monjas y las memorias, vme, por ejemplo, Cabrr, 1990. BynWll sosfiwe que las mu,
meninas en diversos momentos del ciclo vital ; e incluso la última no pes construyeron la santidad ck forma diferente a los hombrCl; carccian de la capaci-
siempre se restringe tacilmente a grupos de un único sexo (sin duda, las dad masculina para volverse limillllres y regrdar con un poder espiritual renovado poI'
que, al menos para los hombres, ya eran liminucs. Como ftsult:ldo, la religiosidad fe·
madres dan diferentes clases de ¡nfoonación social y moral ajas hijas mtnin.t em mucho mas continua y desdramattzada qut la de los hombres; sus CC!latos
que a los bijas, pero, al menos parte del tiempo, en situaciones en las que !;;U'CCian del mismo lipo de momentOS cruciales. Como vcremos, exLuw algunos para·
ambos están presentes). Idos en el allálisis mod~o de lu historias de vida..

168 169
En este libro estarnos minimizando la diferencia entre ..tradición contados por las mujeres. En los años recientes, con mayor experi~cias
oral" e ..historias de vida.. en virtud de que ambas, en el mismo proceso pública, las mujeres han comenzado a contar «relatos reales»; pero SIgue
de la narración, condensan el mismo tipo de conmemoración de grupo siwdo un g~nero masculino, aun cuando las mujeres puedan a veces co-
del pasado. Pero cuando se trata con una categoría social que no suele menzar a subvertirlo (Webber, 1985). Hasta las mujeres relativamente ar-
constituirse en grupos sociales autónomos, la narración de grupo no es, ticuladas de Malaita, la isla melanesia estudiada por Keesing, proclives a
en la práctica, un objeto de estudio útil; puede que, en muchos casos, relatar sus experiencias, seguían un proyecto masculino de narrar costum-
sencillamente no existan conmemoraciones femeninas separndas l6• La bres a los antropólogos; y Keesing ha sugerido que las mujeres de Malai-
única clase de memoria social que se puede estudiar en este entorno es ta debían su capacidad de describirse 3 sí mismas y su sociedad no solo a
e1 modelo inconsciente o semiconsciente que,.se encuentra en las auto- su pape.! real en la transmisión de la cultura local, sino ta~bién a las ~ u­
biogra6as: de ahí la imponancia de las historias de vida de las mujeres ya torrepresentaciones más explícitas derivadas de las reaCCIones esenaal·
mencionadas. Pero existen otros problemas más cuando tratamos de mente masculinas a la experiencia colonial (Keesing, 1985). Estos tipos de
captar la memoria de las mujeres. Hasta el proceso narrativo hablado complejidades hacen que no resulte sorprendente el hecho de que los an-
presenta un sesgo de género. A efectos prácticos, es notablemente dificil tropólogos hayan soúdo denominar «mudos.. los discursos femeninos; y
hasta grabar a las mujeres recordando en presencia de sus esposos: la ma- ese mutismo es también un rasgo obvio de las sociedades occidentales.
yona de los hombres intenumpen. devalúan los recuerdos de sus espo- Sin embargo, es posible plantear unas cuantas generalizaciones ten-
sas, se adueñan de la entrevista, cuentan sus propios relatos o incluso aca· tativas, sobre todo si nos restringimos al ámbi.to menor de las socieda-
ban contando los relatos de la vida de sus esposas (El/lit/in, 1982, pág. 9; des modernas dé Europa occidental. En las historias de vida, sí parece
ReveUi, 1985, págs. xviü·x.ix; Keesing, 1985, pág. 30). E incluso cuando haber cierta regularidad en las elecciones femeninas de lo que es im-
las mujeres encuentran su voz propia, con demaSiada frecuencia se ven portante contar o destacar. Algunos patrones resulta"O' obvios. Los rela-
atrapadas por el hecho de que los principales atilos narrativos que cono· tos de vida femeninos otorgan espacio menor o diferente a la historia
cen para conmemorar el pasado tratan de actividades masculinas. Por "pública" que los de los hombres, por la sencilla razón de que las mu-
ejemplod las actividades públicas, incluso las cotidianas (por no hablar de jeres participaron menos en ella o lo hicieron en formas que creara?
la historia de los i<grandes acontecimientoSlO), poseen géneros muyacce- diferentes tipos de perspectivas. Para comenzar, incluso cuando partl-
sibles mediante Jos cuales pueden narrarse, pero tienden a ser reaJizadas ciparon, lo hicieron más a menudo, al menos tradicionalmente, cuan-
por hombres; las l!Xperiencias más privadas de las mujeres tal vez no do estaban solteras que una vez casadas: CJaire Auzias en Francia y
cuenten con un fonnato narrativo establecido con el cual describirlas sis- Ecléa Bosi en Brasil han descrito casos de militantes femeninas de iz-
temáticamente, al menos para los extraños (pues dentro de su circuito de quierda cuyas memorias de la militancia -e incluso sus recuerdos J>.riva-
amistades podrian ser capaces de hacerlo), obligándolas de este modo a dos- se detuvieron abruptamente cuando se casaron (SUUttill, 1982,
emplear una ~rspectiva masculina en su descripción (Ardener, 1975; pág. 7; Bosi, 1979, pág. 172). Sin emba.rgo. algunos de los hechos. más
Bulle/in. 1982, pág. 26; Young, 1983; cfr. Bravo y Scar.úfia, 1979). En un totalizadores del siglo, como la DepreSIón y las dos guerras mundiales,
pueblo tunecino, por ejemplo, existen dos estilos de narración: 105 «.rela· no pueden dejar de recordarse tanto por las mujeres como por. los
tos verdaderos", contados por 105 hombres, y los «relatos fan.tásticos", hombres y existen algunas divergencias de género que pueden preCIsar-
se. La guena es recordada con nostalgia menos a menudo por las mu-
l. Entr~ la¡¡ mujeres. b :l.mist~d se construye sin duda nkdiank la convt'n;ación. ;¡
menudo en un plano más intimo y pcl3Qnal de lo que es normal entrl: los hombres (vé,¡·
jeres; pocas tienen interés ideológico en la imagen de sí mismas (mas-
culina) como luchadoras y pueden sentirse marginadas por el curso
se,. como ejemplo emblemático. Tannen, 1990); dicha conversación puede incluir narra' normal de los relatos bélicos. Las informantes campesinas de Anna
tivas compartid~s de experienci~1 paJ;adu, au nque no necesariamente siempre la cons'
trucción de versiones de grupo dd puado narrado. Sería mteJdan te averiguar si existie·
Bravo en langhe, las colinas del sur del Piamonte italiano. recordaban
ron en África occident:ll conmemomciones femeninas de .a1gunos de los d i sturbio~' con Jlostilidad la Primera Guerra Mundial; habían apoyado yalimen-
políticos 5010 de mujeres que son un rugo de [a zona (cfr. Ifdta·Moller, 1975 sobre h tado a los desertores que se ocultaban en la zona. Sin embargo, esa
-guemt de las mujeres. igbo de 1~29): los hechos históricos de esle tipo son de los po' guerra también fue un periodo que les olorgó considerable indepen-
CO! ,:!ue las mujeres podrían (o queman) neredar de fonna autónoma.
dencia y experiencia "pública", dejándoles con frecuencia un mayor

170 171
conocimiento 31 enfrentarse 313 burocracia local del que tenían sus es- como ha señalado Bertaux-Wiame, por sus pronombres (entre. sus in-
poso.s cuando regresaron del ITente; por lo tanto, la experiencia trajo fonnames femeninas, «Ilous" u «on .. predominaban sobre el .. je» de los
consIgo un orgu llo e identidad social que duraron largo tiempo y que hombres). También es identificable por una ausencia anáJoga de acon-
aún se recuerdan. La guerra como periodo de independencia en ausen- tecimientos específicos, de enigmas vitales, resolubles por elecciones y
cia de 105 hombres y como más frabajo por las mismas razones son te- discontinuidades con el pasado. De hecho, en las narrativas feme ninas
mas comunes en los recuerdos femeninos de ambas guerras mundia- de todo tipo, tienden a privilegiarse las relaciones y situaciones "Sobre
les; las dimensiones ..nacional .. e. ideológica suden dejarse a los hom- los hechos. Benaux-Wiame descubrió induso que sus infonnantes
bres (Bravo, 1982a, Bravo y Scaraffia, 1979, págs. 4145 Y53; di Fílippini masculinos, al representar sus vidas como una serie de actos conscien-
CappeUetto, 1983, págs. 25 y 26; BIIUerin, 1982, pág. 53). Y este tipo de tes, veían dichos actos relativizados y reinsertados en una red de rela-
recuerdos de género puede llegar a extenderse a las activistas: Detlev ciones sociales por sus esposaS", que escuchaban y comentaban (com-
Peukert descubrió que los obreros de la resistencia contra los nazis en párese con Tannen, 1990, págs. 74-95, J76-178). Para las mujeres, !a me-
el Ruhr en la década de 1930 recordaban los detalles de la actividad po- moria era de experiencia en curso y no de elección personal.
lítica y el heroísmo individual, mientras que las resistentes femeninas Tal vez sea esta ausencia de énfasis en la elecci6n lo que constituye
tendían a recordar los aspectos cotidianos de la resistencia, los desallos la característica más recurrente de las memorias femeninas del pasado.
a pequeña escala de la vjda diaria (Peukert, 1980, pág. 118). ~or poderosas que fueran, las mujeres han tendidQ a vivir sus vidas en
En su~ historias de vida. las mujeres hacen más hincapié en la vida entomo~ cuyas estructuras de poder públicas y externas han estado
del hogar. De hecho, en algunas sociedades no tienen rival en ello, pues bajo el control de los ·hombres; el activismo político, por ejemplo, sue-
a veces los hombres no cuentan de fonua espontánea su vida hogareña" le estar determinado en las memorias de las informantes ancianas por
como hemos visto (págs. 149 Y 150). Pero también tienden a ser más hermanos o padres (<<siempre fuirnQs un hogar socialista»). Passerini ha •
exactas sobre los acontecimientos de la casa y la fumilia que los hom- ~osten ido que por esta razón sus informantes femeninas sobre la vida
~res: lsabelJe Bertaux-Wiame, trabajando en París, descubrió que las mu- entre las guerras en la clase obrera de Tur!n emplean una cierta retóri-
Jeres suelen saber más fechas de la historia f.uniliar pasada que los hom- ca de rebelión e irreverencia, q~e incluye a veces la imaginerí3 del car-
bres y podrian corregirlos sobre los detalles; la conmemoración del ho- naval, cuando describen sus vidas: la risa y las inversiones (reversibles)
gar, así como de su organización diaria, permaneció bajo su control del mundo del carnaval, que incluso podrían utilizarse para contar, por
(Bemux-Wiame,1982, págs. 191-193; BulkHn, 1982, págs. 6 Y9; cIT. tamo ejemplo,.la disolución fascista de una manifestación en 1920, reflejan-
bién Bertaux-Wiame, J985, págs. 23-27 para una memoria femenina ba- do la individualidad de los márgenes, pues las mujeres eran genuina-
sada en la fam ilia de una geogra6a colectiva)_ En la mayoría de las socie- mente marginales en dichos acontecimientos, y lo sabían (Passerini,
dades, las mujeres rigen muchos o la mayoria de los momentos clave del 1987, págs. 19-3 1; Bravo el al., J982; cIT_ Davis, 1975, págs. 124-151;
ciclo Viral Oos mu ~cteristicos, el nacimiento y la muene); no es solo Bynum, J984). Esta imaginería de rebelión , de chica mala o de adoles-
porque suden tener poca experiencia fuera del entorno familiar por lo cente obstinada~ imagen urbana con toda probabilidad (no aparece
que estructuran sus recuerdos en tomo a dichos momentos, sino tam- con tanta rrecuencia en el campo: Brnvo en Bravo el al., 1982, pági-
bién porque dichos momentos están en sus manos y no en las de los nas 103-105), bien podría ser una imagen de discurso madre a hjja, re-
hombres. Además, en la mayoría de las sociedades ocCidentales las mu- forzando, al menos esta vez, la complicidad femenina contra el mun-
jeres y no los hombres son las que tienen la responsabilidad de 'conden- do exteriorl7 . Pero seguía siendo un discurso; entre las informantes de
sar (higie~izando. moralizando) Jos celatos del pasado experimentado Passerini, rara vez se narró una rebelión concreta real.
para los mño$ como parte del proceso de socialización: las imágenes de
«cómo éramos", contadas por un linaje de narradoras femeninas, pue-
17 Sin embargo, dicha complicidad sin duda se rompía sobre el sexo: las madn:s tr.1 -
den remontarse varias generaciones. 01éase, por ejemplo, Straw y Elliott,
dicionales de muchas partes de Europa, CQn su mismo 5il~ncio, exdujan el conocimien-
1986 para Escocia.) Este tipo de conmemoración de la experiencia se se- to de la memtJUación y las relaciones s~xuales dd ámbito de lo h~blado y, de: este modo,
para en género de la autobiogra6a personal masculina. F.o; identificable de lo social. Véase, por ejemplo, Bravo, 1982 b, p~¡;5. 86·90; Revel1i. 1985, p~¡;s. lxv·lxj ;
por sus tiempos verbales (máS imperfecto, menos pasado o per;fecto) y~ Stnw y ElJiolt, 1986, pág. 40.

172 173
~n TUM, el único cOntexto en el que se hablaba de la elección fe.
m:mna era el de entrar en la f:íbrica: se percibía que el mundo del tra.
bal? r:munerad? fuera de la famiua otorgaba a la mujer cierto papel
socla~ l~dependlente y~ por 1.0 tanto, ciert~ identidad autónoma (aun.
que limitada). ~e podna d.eClr que las mUjeres eran capaces de ejercer
esas «prerrogativas masculmaslI de elección e identidad imitando a los
hombres, ocupando posiciones en el mundo exterior. Pero llevaban.
co~ ~Ilas sus narrativas «rebeldes» a la fábrica; las mujeres eran mucho
ma$.lrreverentes que los hombres al contar sus experiencias en la fábri'
ca (p~serini, . ]987, págs. 48·5 1, 60; Bravo el ni., 1982, págs. 102 y 103).
!rabaJaT ha SIdo a menudo Ulla experiencia de doble filo para las mu-
jeres,. de culpa por a,bandonar a los hijos, de cansancio por tener que CAPITuLO 4
!a
trabajar. ~urante el día.y lu,:&o llevar casa también por la noche, y de
frustraclon al descubnr su unpotenCla frente a los hombres incluso en Memorias medievales
la fábrica u oficina, t~o e!lo contrapuesto al dinero y el papel «públi-
co» qu~ hasta el trabajO mas extenuante y no cualificado pueden otor-
gar. ASI pues, tal ,:,ez no ~sulte s?rprendente que también puedan con- Si se desea comprender el marco social de la memoria, en princi-
Tt?e~or~r el trabajO extenor mediante un género narrativo de indiferen- pio, las fuentes escritas no son diferentes de las habladas. Sin embargo,
cia Irómca. Pero el punto es importante. La fábrica es un entorno en el cuando están escritas por historiadores, el asunto es más complejo. Los
que I?s ho~b:es.y las mujeres pueden ejercer por igual la elección (qué historiadores tienen sus propias interpretaciones del pasado, formula-
trabaJO, que f.íbnca, etc) y obtener un cierto grado de identidad públi- das de forma más o !TIenOS consciente, que usan para estructurar su
ca como resultado; pe.ro en el caso de Turio al menos, cada género lo material: como reelaboradores del pasado, ya están, por así decirlo,
recordaba ~e forma diferente: los hombres destacaban el entusiasmo compitiendo con nosotrOS al compilar y analizar su material (tanto
(aunque ahenado) ,d~.Ia cr~ación y un cierto orgullo por su destre- oral como escrito) para expresar puntos de vista particulares. Cuando
za. (au~que fuera baslca), mientras que las mujeres hacían hincapié en nuestros informantes están todos muertos, poco podemos hacer sin
la lrollla de la falta de poder de las obreras. Aquí, por todas las razones fuentes escritas; y cuando nos remontamos más allá de las complejida-
ya ap~ntadas, expe~encia~ similare~ (aunque sin duda no idénticas) des discursivas de los millones de textos y docenas de géneros del pe-
pr~~u.Jeron memonas SOCIales de tipo muy divergente. Esta clase de riodo moderno hasta los escritos más escasos de la Edad Media (sobre
analtsls nos parece uno de los más productivos que podrían realizarse todo antes de 1300 más o menos) y el mundo antiguo anterior, nos ve-
en el futuro. mos incapaces de evitar a sus historiadores: es· dificil escribir historia
política en particular, de la época de Heródoto a la de Froissart, sin
ellos.
Los historiadores modernos han tratado a dichos escritores de for-
mas diversas, pero, en general, cabe separados en dos tipos ideales.
Para la tradición positivista de los siglos XIX y xx, fue suficiente encon-
trar las fuentes y el <'sesgo. de los escritores antiguos y medievales, y
descartar los errores y supersticiones «obvios" a fin de extraer conclu-
siones razonablemente firmes sobre el .. contenido de verdad» de sus es·
critos. Dichos procedimientos fueron con frecuencia ingenuos y ~n
particular en los periodos en los que los escritores así analizados eran
las únicas fuentes, lógicamente circulares. Sin embargo, hasta el mejor

174 175
de ellos puede ser sometido al mismo tipo de críticas que hemos expre- tas fueran orales. Puede que dependieran de las memorias sociales (y, a
sado a los escritos de V:msi n3 (véanse págs. 110-111): son contraprodu- veces, sin duda crearon las propias, cuando las socied3dcs posteriores
cen tes porque los .. hechos.. que resultan están descontextualizados, pri· las emplearon como fuentes); pero tendieron a transformar los mode-
vados del significado que tenían en las narrativas originales, y a menu- los e incluso el contenido de dichas memorias de formas que no siem-
do no parecen más que un revoltijo de datos que resulta dificil conectar pre podemos identificar. También tuvieron orientaciones más común-
salvo de formas triviales o especulativas. Puede encontrarse un ejemplo mente estudiadas: patrones espedficos, programas políticos especificas
c1ásicQ de este producto en las secciones narrativas de la Cambridgt o asunciones políticas/morales, o (en el caso de los más cultos) teolo-
Medil.f)a/ Hist(Jry. En el otro extr~mo, sobre todo en las dos últimas dé- gías especificas del mismo proceso histórico, todo lo cual contribuiria
cadas, encomramos un planteamiento más textual que, mediante el aún más a distanciar lo que escribieron de lo que escucharon, y eso
análisis literario de la estructura, el estilo o la red de significados den- cuando trataran directamente con material oral y no con uno o más ni·
ero de una obra, procura recuperar la comprensión del contexto inter- veles de fuentes escritas. Sin embargo, cabe inferir a veces, de sus pro-
no de lo que pretendía el escritor. El problema de este planteamiento pios estilos narrativos, algunos de sus principios de selección; y de las
es que a veces tiende a asumir que no tiene sentidQ emplear a los his- metamorfosis de su material, algo de este y de sus propios estilos. Hi-
foriadores como fuentc=s salvo para sí mismQs; sostiene que Livy o cieran lo que hiciesen con el pasado, estaban escribiendo en - yen ge-
Bede estaban tan alejados de los hechos que describían e intervinieron neral para- mundos que tenían sus ideas propias sobre la naturaleza
tanto en su material (por razones literarias o ideológicas) que solo po- del pasado usable, el pasado actual funcionalmente importante y el pa-
demos analizar su propia visión del mundo y no su mundo. Los análi· sado recordado por la colectividad, del mismo modo que cualquiera
sis de este tipo descontextualizan de una forma diferente: se retira de de los infonnantes del siglo xx que hemos analizado en el capítulo an-
su entorno y su auditorio a los mismos historiadores y no a aquello so· terior. Tal vez la cuestión clave sea qué aspectos del pasado les parecie-
bre lo que escribieron. Y hay una asunción compartida por la mayoría ron pertinentes a los historiadores para jugar con ellos según sus fines;
de los historiadores de un extremo e incluso algunos del otro: que exis· y cuando se expresa de esta fonna, se puede ver que la cuestión puede
te una oposicíón entre un texto histórico y un texto literario, entre cubrir las conmemoraciones orales y escritas, así como los pasados
fuentes que son descripciones (potencialmente) «verdaderas" del pasa- «verdaderos" y OIfalsos». Los pasados usables así descubienos serán solo
do y las que no lo son. Dicha distinción es en esencia artificial; solo los de los historiadores y sus auditorios, los primeros casi siempre, en
considerando indisoluble lo "objetivo" y lo «subjetivo" podemos com- el periodo medieval. eclesiásticos, y ambos casi siempre de extracción
prender la relación entre el mundo como era empíricamente y el mun- o aspiración aristocrática: una proporción diminuta de la población,
do corno lo representaron los escritores. Así es como, después de todo, pero la única parte de la sociedad antes de 1300 más o menos cuya voz
tratamos d . presente, mediame nuestros análisis de las conversaciones puede escucha¡:se normalmente. El materiaJ potenciaJ para dichos aná·
diarias y los medios de comunicación, mientras maniobramos entre la lisis es sin embargo vasto: cada historiador medieval podría estudiarse
inocencia de la gente que piensa que «al menOS'» puede creer en la BBe de ese modal . Puesto que nuestra intención es solo introductoria, nos
yel nihilismo de los que dan por sentado que los periódicos son todo restringiremos a tres ejemplos que muestran aJgunos de los modos de
mentiras. Y muchísimos historiadores modernos tratan también así a reaJizar dichos análisis: Gregario de Tours, uno de los historiadores me-
I~s historiadores del pasado. Pero solo enfumando el problema explí- dievales más detallistas; la memoria de Carlomagno, tomada de diver-
CItamente seremos capaces de evitar las trampas metodológicas que es- sos relatos diferentes en géneros distintos (importante para la relación
peran a los incautos, Un modo de hacerlo es concentrarse en el análi- entre el estilo narrativo y el contenido del material conmemorado); y
sis de la memoria social. las narrativas en prosa del pasado (sagas) islandesas del siglo XIII que, a
No obstante, ello no mcilüa el proceso. Como en otras épocas, los
escritores de histona del periodo medieval escribieron en géneros bien
1 Guías útil~ y críticas a la bibliogJafi~ soo R:J.y, 1974 Y Guenée, 1980. Entre los
demarcados que (incluso en eras relativamente poco alfubetizadas) len- ejemplos de nuestro planteamiento se incluyen Folz, 1950; Clanchy, 1910; Autrand,
dieron a presentar más afinidades con otros estilos textuales que con 1977; Wickham, 1985; Bordone, 1988; y el clásico Bloc", 1961. págs. 88-102. Para el g~­
los géneros orales de la conmemoración, aun cuando sus fuentes direc- nero y autOm<l modernos, "éase, como ejemplo clave, While, 1973.

176 177
diferencia de otros textos medievales, nos dicen algo sobre las sensibi- bies de la historia humana. No obstante, es interesante que pudiera pa-
lidades no aristocráticas. Aunque analizados brevemente, los tres pue- sar de las fuentes del SiglO IV y v, escritas en un entorno clásico, a su
den servir como modelos para otros estudios. mundo propio muy diferente, s~n dar ninguna indicación de q~e per·
cibiera d contraste_ De hecho, mcluso cuando sus fuemes escntas se
Gregario, obispo de Tours (539-594), escribió, además de vanas agotan a mediados del siglo v .y son ree~plazadas por I~ ~~Ies, se
obras sobre milagros, un largo libro de Hit/oira, que le mantuvo ocu· aprecia escaso cambio en su estiJ~ de esc~tura o en los pnnclplQs por
pado durante las dos últimas décadas de su vida, en medio de ~ us de- los que organizaba sus pruebas. Bien pu.dlera ser. que un aspecto.de la
beres políticos y pastorales corp.o obispo 2. Dos tercios del último texto historiografla antigua que se habia perdido senclllam~nte e? la epo.c~
son un relato más o menos contemporáneo de los acontecimientos su- de Gregario fuera la percepción de p~trones de cambIO SOC!a1 '! polín·
cedidos en los reinos fTancos que reemplaz.aron al Imperio Romano en ca de amplio alcance. Una de las pnmeras frases de las H,sto,m es la
la Galia del siglo Vl, vistos desde puesto aventajado, pues Gregario era sorprendente trivialidad: ..Pasan ~uchas cos~s, buenas y. malas!', que
un.importante aristócrata romano y confidente (y rtval) de reyes;,el res· constituye una guía bastante precIsa .para el !tb;~. Gregono fragmenta
to es un relato del pasado que comienza con Adán, aunque llega muy su material. Buena parte de su rdato es anecdonco, c~n las maldad.es
deprisa a la Calia del siglo v. Gregorio es casi la única fuente para los de tos reyes, las virtudes de los santos (usualmente, obiSpos) y los teJe--
reinados fTancos de su vida, y es con CJeces el relato más detallado de manejes colorist:l:s y en gen~ral malignos de los alrededores de Tours y
todos Jos reinos germánicos que sucedieron al estado romano. € lermont, las dos ciudades que mejor ~on?,e, entrelazad?s cons;-t:nte
Sin duda.. Gregario no fue una figura clásica. Su educación era y deliberadamente. En efecto. es muy difiCIl extraer narrat1vas pohncas
completamente clerical, algo que habria sido muy raro un siglo antes. firmes y ciertas de los relatos de sus reyes; apen~s s~ molesta en ~ar al·
y su latín muy poco tradicional; es el primer escritor importante que guDa pista sobre la sucesión ~e un relato y el slgUle~te (sus capl~os
nos da una visión del mundo .. medieval_ en vez de -antigua». Sin em· tienden a comenzar con "mientras tanto-, «poco tJempo despueS",
bargo, este contraste entre los dos mundos no puede deducirse de sus «una vez más» o "en el mismo año..). .
propios escritos; patece no haberle interesado en absoluto el famoso Como resultado de todo ello, a veces se a presentado aGregan?
acontecimiento, la caída del Imperio Romano en Occidente, y no nos como un autómata crédulo que se limita a regurgitar todos los COtl-
da signos de que percibiera que algo identificable como el «mundo an- tiees que le llegan, inyectando s~lo una fu~rte dosis de mo?lismo, una
tiguo» había desaparecido o ni siquiera existido. Esta laguna aparente serie de pronunciadas preferenCIas y aversIOnes y un con~ldera~le ~le­
en los intereses de Gregario siempre ha incomodado a los historiado. mento de lo milagroso. No hay duda de que esta valora~,ón ~s lIleter·
res. Los escritores previos de finales del Occidente romano sin duda tao Gran pane de sus e~critos ~tán bien estt;Icturados; SI hubl~ra que-
pensaban que su mundo estaba en declive y a, veces planearon sus. cs· rido escribir una narranva política con un hIlo causal secular, SIO duda
critos como paquetes de supervivencia. Por su parte, Gregario conside- podría haberlo hecho. Sus Hisloim son, al menos en pa~e, cuen.tos
raba sus Histoim la solución del declive literario que veía a su alrede· morales. Walter Goffart las ha denominado en fecha reo ente sá~ras
dar y pese a sus excusas de insuficiencia lingüística (tomadas demasia· (Goffilrt, 1988, págs. 199-203); en efecto, presu~n~n la afirmaCión
do en serio por los eruditos posteriores), escribe con muma seguridad teológica de que el único hil~ caus.al real que un cnsba.no puede acep-
sobre su sociedad, lo cual no resulta del todo sorprendente; Gregario tar con propiedad es la provldenaa de DIOS, que figura mucho en la
estaba orgulloso de su entorno y no podía saber que la Galia del siglo VI obra. Tal vez ello ayude a explicar también por q~é la .mayoría d~ sus
seria considerada por muchos historiado res modernos, en buena medi- cootempocineos parecen tan temerosos; a Gregono le mteresa senalar
da como consecuencia de sus escritos, uno de los periodos más terri· su maldad por razones pastorales especificas. Pero es probable que [I?
tuviera mucha inclinacjón teórica; sus relatos suelen presentar una lo-
~ En~ ¡lIS guias básicas pw. Gregario se incluyen WallaceHadril1, 1962, págs. 49·70;
gica in~ema que p:¡¡rece corresponder a uno de lo~ géneros menos .e1.a·
Brown, 1977; Picm, 1983, pár:;. 247·334 (para 5U tr3yeeloria); Van D3m, 1985 ; y Goffilrt, borados de narración oral (cfr. Auerbad1. 1953, pags. 77-95). Los ehgló
1988, páp. 112·234. El t(':XIO de [as HiJroim 61.:1: edit.ldo en Krusch y Levisoll, 1951; se para sus fines, que a menudo podí~ ser H?uy complejos, pero luego
citará en el textO como UI_ThOipe, 1974, realizó su tr.lducción inglesa, los volvió a narrar con pocos cambiOS relauvos.. co nfiando en su con-

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tenido o a veces en su yuxt3posición para señalar las conclusiones mo- clüsmes y de ahí que las estructuras básicas de las memorias trallsmiti·
rales que pretendía. das aparezcan con mayor claridad. Parecería que los hijos de Clodoveo
Precisamente su falta de percepción o interés por la diferencia del se recordaban esencialmente por aquellos con los que habían comba-
pasado y el presente ---su falta total de nostalgia por d pasado romano r
tido y PO[ aquellos con los que se fueron a la cama; que esos patro-
o el heroi~o pasado franco (aunque admiraba a Clodoveo, quien, pese nes tuvieran mayor probabilidad de ser recordados mlL~::ntr.ls que las fi·
a su salvaJIsmo, había fundado el reino franco en tomo al ailO 500). y guras de los cortesanos se olvidaron en su mayoña .
su &Ita de preoc~pación por los procesos del cambio y desarroUo bis· Tomemos, por ejemplo, al rey Teudebc.n:o (reinó de .534 a 548), a
tórico- lo hace útil para nuestros objetivos; aunque manipulaba su Amen Gregario aprobaba pero del que sabía poco (Colhns, 1983). Es
material, no lo hacía a fin de inventar un pasado. ya fuera para legiti· probable que la memoria de Teudeberto le llegara en. buena medIda a
mar o condenar el presente. (En contraste, Beda, el gran historiador dc través de sus parientes de más _edad (que con frecuencia, eran o l1~garo,n
comienzos de la Inglaterra medieval, construyó el pasado de este a ser obispos políticos como él; véase Wood, 19~3, pago 120); mclu~a
modo, por lo cual sería mucho menos útil para nuestros análisis.) La un relato breve pero articulado sobre una mUjer llamada Deutena
densidad del detalle incidental y anecdótico de Gregario hace posible (LH 3.22-23, págs. 26 Y27). Su carrera fue meteó.rica: man~ó. pedir a
decir mucho sobre el tipo de material con el que trabajaba, incluidos Teudeberto que ocupara su ciudad al sur de la Galla, se convll1:1ó en su
sus propios recuerdos del pasado y los de sus informantes. De hecho, amante (o esposa: los reyes merovingios no hacían mucha distinción,
puesto que no enfrenta pasado y presente, podrían emplearse de igual aunque sí los obispos), llegó aJ norte co.n su hija cua~do Teud~~erto se
modo sus relatos del presente o del pasado para ilustrar nuestras tesis convirtió en rey y suplantó a su prometida; pero asesm6 a S4 hiJa cuan-
sobre la memoria: así es como se conmemoraba el mundo a finales del do se hizo adulta por miedo a que Teudeberto se acostara con ella y
siglo VI~ al menos por un obispo aristócrata; por mucho que omitiera. acabó abandonada por el rey en favor de otras esposas. ¿Por qué recol'-
de fonna consciente o inconsciente.. era ese tipo de cosas las que le pa- dar a Deuteria entre todos los relatos obscenos de la década de 530?
recían importantes contar. Pero para ajustamos aJ tema del resto delli- Probablemente porque, de todas la:' consortes de Teudeberto•. ~e la
bre, nos restringiremos a las partes de las Histoires que se basan en re· única que tuvo un heredero mascu.lmo que, de he~?, le sucedio bre-
cuerdos a largo plazo, procedentes de personas que tuvieron que I«or- vemente: ella y otras mujeres semejantes fueron 1e~ltlma~as. retrospe.c-
dar o narrar el pasado en lugar de limitarse a describir el presente tivamente y consideradas dignas de conmemoracIón (S I bien hosol)
inmediato. porque era la ffi3dre de un rey.
La idea de Gregario acerca de las imágenes históricas era sencilla: De nuevo, no se deben considerar estos relatos orverdaderos>l por
eran reyes y obispos. Le preocupaba mucho que sus fuentes escritas no necesidad. Cuando Deuteria hace conducir a su hija al río Masa en un
I«ogieran Jos nombres dc- Ios reyes de los francos antes de comienzos carro de bueyes, podria perdonarse que la historia resulte un po~o rara;
del siglo v, y parte de su alivio al llegar a Clodoveo se debía a que las y cuando se descubre que en la década de 580 bay un relato paral:~o
peculiaridades del sistema político que describía cobraban sencillez de otra reina que trata --por diferentes razones- de matar a su hiJa,
porque C1odoveo había asesinado a todos sus rivales de la Galia -ro-- esta vez cerrando la tapa de un baúl sobre su cabeza (LH 9.34), nos da-
manos, francos o visigodos- y creado un sistema de gobierno cuyos mos cuenta de dónde estamos: de nuevo en .. El enebfO!l (véase pág. 88)
mandatarios se restringieron a su propia familia merovingia (LH 2.9, Yel Motif-Intkx ifFofIFLiteralure. Este último relato prete~de ser c.on-
págs. 27-43). Gregario se interesaba por los reyes más que por los rei· temporáneo, aunque trataba de u?a re~la que Gn;gono odiaba particu-
nos (y menos aún por el gobierno) y por lo tanto los detalles sobre las larmente y de la que tal vez habna creldo cualqUier cosa. Por otra par-
actividades reales, en su mayoria guerras y sexo. aparecen con mayor te, antes de su epoca los motivos populares er<ln a menu.do mu~ den-
insistencia que c,ualquier otra cosa. En sus partes contemporáneas, es· sos. La invitación inicial de Deuteria a Teudeberto <l acudir a su CIUdad
tos dos aspectos se realzan con el cotilleo de la corte, las maquinacio- es sin duda otro topos, pues se rélaciona con varios relatos de comien-
nes de ese duque o el mal fin de aquel funcionario; sin embargo, cuan· zos de la Edad Media (y también antiguos) en los que la esposa o la
do habla de las generaciones de su padre y su abuelo Oa era de los rei- hija del defensor de la ciudad desea al general sitiador y deja que s~
nos de los hijos de Clodoveo, págs. 511-561), hay bastantes menos ejército penetre. Y-aJgunas de las restantes anécdotas reales sobre los hi-

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jos d~ Clo~oveo se han tomado de otros motivos de cueritos popula- en las ciudades de la Galia Llrdorromana y posrom:ma (Van Dam... 1985).
res muX eVidentes: cuando, en 524, dos reyes asesinan personalmente J). .este respecto, los reyes se contraponen a los obispos no solo como
a los hiJos de su ?erma.no a s-angre fría, y uno se arrepiente rnientrns d poder secular frente a poder eclesiástico, sino como poder central &en-
otro pe~ane<:e I~ senslble (lJ/3.J8), la historia comienza a parecerse fe a poder local. Gregario pensaba que esto era muy importante; por
a «Los runos perdIdos en el bosque,.]. supuesto, era obispo y las reliquias de san Martín de Tou~ pertenecían
N~ obstante,.~ tema que nos importa no es la fiabilidad de los re- a'uno de Jos santos más poderosos de la Galia.
JatosJ_smo s~ posICIón estructurnl en la narrativa de Gregario. Deuteria Gregario sabía mucho sobre los demás obispos de su época me-
- y los ~sesmos.reales- son recordados porque encajan en un marco diante sus extensas conexiones eclesiásticas. Sin embargo, resulta signi·
gC11ealtfg1C~ de conmemoración. Incluso tomando en conside.raci6n la ficativo que los obispados de los que nos habla en sus secciones sobre
preferencl~ ~rsona! ~e Gregorio por los patrones de anécdotas en lu. el pasado se restrinjan casi por completo a aquellos en los que su fami-
gar del anaIlSls .explíClto, Rarece COmo si el papel de los mismos reyes lia tenia importantes inter5es, sobre todo Clennont y Tours. Las suce-
fuera en esencia proporcIOnar una narrativa dinástica actuando los siones episcopales de estas dos sedes se nos relatan con considernble
punt~s genealógicos cruciales como ganchos donde col&ar relatos más detalle, de hecho, desde el siglo v en adelante (Wood, 1983), lo cual
es~ecIflcos. En efecto, los reyes de comienzos del siglo VI tendieron a nos lleva a su otra fuente de memorias, que era la historia de su fami·
deja! en sombras las representaciones de las cualidades reales (buenas lia. Esta no se restringía a la sucesión de los obispos. Aunque a menu-
y ~alas); cua~do se Jos recordaba, careda de importancia atribl1'írles do no 10 adara de forma explícita, muchas de las anécdotas más deta·
mas personalidad para actuar como base para ~stl1.!cturas, narrati. liadas de las cortes de los reyes de( siglo VI o de otras ciudades también
vas que podlan encontrarse en d sie:mpre disponjble caudal de motivos tienen relaci6n con miembros de su familia o de otras de Clennont
populares. No ob~t;tnte. la dinastí~ merovingia siguió siendo sin duda (LR 3.15, pág. 36; 4.36, pág. 39). Sin embargo, tanto los relatos laicos
el centro de atenClon. Pa:a Gregono, la historia politica «nacional,. es. como los episcopales se le han contado a Gregario como parte de una
taba estructurada y definida por los reyes y nada más. estructura de conmemornci6n diferente de la de los reyes. 1..0 cual no
. Pero I~s reyes no eran su único interés: se los contraporúa a los era nada inusual, por supuesto; como h emos visto en el capítulo ante-
obiSpos. Sm duda, Gregario pretendía asevernr la naturnleza real del rior, las familias se conmemornn de este modo en todas partes y. de he-
pas~do -r el pr7s.ente- p~es, como clérigo, le preocupaban mucho
las !~rarqulas espl~tuales y Juzgaba que no exisna ninguna autoridad
cho, pueden construir historias locales completas con la trama de los
recuerdos de familias rivales. Pero crearon un problema organizativo
esplntual que cOllSld,era!"l ilegitimas a los obispos: cuando eran mora. para Gregario, que no logró resolver de( todo. Tenía dos conjuntos de
le~ (~o cual no sucedla SIempre), e.ran Jos mejores adalides de una vida núcleos históricos, reyes y obispos, y dos conjuntos de memorias a su
cn~tJana basada en los principios, contrapuesta a las vidas en general disposición.. dinásticas y familiaresllocales. Estas dos categorías no
~as malvadas de los poderes seculares. También eran los guardianes concuerdan muy bien. Gregorio puso parte de su material familiar en
cIertos de la~ fuente~ m~s directas del poder espiritual, las reliquias de sus relatos reales (sobre todo cuando los reyes llegaban a algún lugar
los santos; dichas rellqUla.s, sobre todo .Ias de las iglesias epjscopales, fi. próximo a Clermont), pero considero que el resto correspondía esen-
guran Ulumo en la narrativa de Gregono como los agentes inmediatos cialmente a los obispos, aun cuando muchos de sus relatos locales son
de los hedlQs so.bre~atura1es (B~n, 19n, 1981). Gregario no exagera notablemente seculares. SI intentó cierto reordenamie.nto de su mate-
e? .estas caract;nzaClones; ~os obiSpos tenían este tipo de autoridad es. rial : nos habla, por ejemplo, sobre obispos de Clermont y TOUIS que
p~~tual en su ef>O.Ca. También tenían un papel político genuino, como no eran parientes suyos; en Tours, l.as sucesiones episcopales parecen
dlOgentes de la Ciudad, pues gozaban de un considernble poder local haber funcionado como recurso mnemónico independiente, escrito
en parte (LH 10.31). Pero este reordenamiento fue incompleto; la ima-
gen de Gregario de la historia episcopal, aun cuando se deriva de tex·
J Para la ciu~~d siti~da, viase ~ablo c:l D~á~ono, Historia lAnsobardoTUm 4.37 (ed. c:n
Bcthm~ y W;UIZ, 1878); Cbrolllton No¡mJlt1~ 3.14 (ed. en AlGSio, 1982); di K 78 1 tos escritos, se restringe casi por completo a los campos de interés de
C'? dMOIifblda(Thompson, 1955-1958}. Véase.' lambien S 121, K S 12 pam Oltos rdalos su familia. De todos modos, a un escritor de finales del siglo VI no le
olados. era fácil disponer una historia de la Galia plenamente eclesiástica, pues

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~a~ria requerido una investigación muy consciente y específica. La 'Media y en Francia. Surgeeo las historias comiciales fmncesas de los si·
ufllca alternativa a !as memorias de los reyes con las que se solía con. g10s XI y XII, así como, en entornos diferentes, en las historias de ciu-
tar eran la~ memonas de la familia y la ciudad del escritor. La familia c;lades de los siglos XII y xm en Italia o Alemania en la Baja Edad Me-
de Gregono era .muy extendida y rica; de ahí que, en su caso, fuera de ~ia' (véase, por ejemplo, Duby, 1973, págs. 267-298; Du Boulay, 1981 ;
do~ ,c~udades (cfr,. Van I?am, 1985, págs. 205-221). Y le bastó: no le pa- E>unbabin, 1991; Wickham, 1991). Todas estas historiogra6as locales gOl'
recIO lm~nan~e Inv:stlgar los hechos de Jos obispos pasados ni siquie naron terreno a expensas de las historias centradas en los reyes que pre-
ra de las diÓCesiS veanas. como Surges o Poitiers. venían de las cortes reales y que siempre fueron dominantes en lnglate·
De .este modo: es posible reconstruir las memorias de que dispuso m, por ejemplo. Fueron contrastes reales en el plano de la organización
Gregono conlJ'as~andolas ~on la naturaleza de sus escritos. Por supues' del poder poJ[tico y no solo en el de la memoria; al igual que la oposi-
to, la estructur.J.c~~n conSCiente de su material resulta importante para. ción rey·obispo/ciudad en la Galia central y meridional del siglo VI.
comp~ender ~ VISión del mundo: pero los ongenes divergentes de este Pero ello no hace menos importante la concentración en la memoria.
maten~ .tambl~n lo son. ~ realidad, las memorias de Jos reyes y las de PtCecisamente, una debilidad de los reyes del siglo VI fue que no pare-
~ fumill~S y Ciudades ~o. tienen necesariamente mucho que ver entre cieron ser lo bastante centrales como para reemplazar la estructuración
SI. La GaLia cen~ral·mendlonal era un panal de ciudades individuales, de las memorias políticas basada en la ciudad. Tal vez perdieran legiti·
todas con sus elites guerreras, que se habían definido mutuamente ha. midad como resultado, pues su origen relativamente recien.te resultaba
cia ti:~po mediante luchas sobre quién iba a ser el obispo y, a veces, muy evidente:, los reyes soló se remontaban tres generaciones, hasta
tamblen c~nde, y 9ue eran mucho más conscientes de e$te mundo que Clodoveo; la familia de Gregorio y las de sus rivales eran mucho más
de otro mas ampLio (Wood, 1983). las memorias reales se cruzaban a antiguas, retrocediendo hasta el apogeo del lmperio tardorromano.
veces con estas, cuando los miembros de las familias iban a la corte o Gregorio respetaba a sus reyes y estaba orgulloso de su sistema políti-
l~s reyes acudían a Cle~ont o Tours; pero no había encuentros orgá. co, pero sabía que eran advenedizos, no con respecto a sus predeceso-
rucos entre los dos conjuntos de memorias. Esta intensa conciencia lo- res imperiales romanos, que acababan de. ser derrotados en batalla,
cal (al. menos en I.as zonas de la Galia más urbanizadas) puede que sino con respecto a sí mismo. Su falta de nostalgia por el pasado roma·
haya Sido una reahdad en la que los reyes trataron de tener impacto, no, aunque derivada en parte del mismo orgullo por el presente, tamo
pero, en ese caso, fu e muy externo. Está claro que encajan al menos en bién se debía al hecho de que, mirándose a sí mismo, no podía ver que
un marco de la memoria sociaJ, la del cuento popular, pues este debe se había detenido. Su falta de prejuicio étnico, que se ha señalado a
de ser.la fuente d.e muchos de los relatos reales de Gregario, como he- menudo (romanos y francos eran lo mismo para. él), puede derivarse
~os VIsto; es deCir, la g~?te sí hablaba sobre los reyes, pero es muy po- del predominio de una ide.ntidad y conciencia familiar o local sobre
SIble que solo una familia tan elevada COmo la de Gregorio supiera lo cualquier preocupación ..nacional», que nC? auguraba necesariamente
bastante sobre ellos como para tener acceso al marco narrativo dinásti. nada bueno para la pennanencia de la hegemonía merovingia. Y, en
ca q~e estructuraba los motivos populares en las Hútoim; otras perso- efecto, al menos en la Galia central-meridional, fue precisamente en
nas aJen~ a la corte recordarían relatos más incorpóreos sobre gober' unidades urbanas del tipo de Clermont donde la hegemonía merovin-
na~tes aislados. Por muchas historias que se contaran sobre todo lo de- gia se desintegraría eñ el siglo siguiente.
mas, para la m~yoda de la gente de la Galia del siglo Vl, la única
estructura narratIva abarcadora de la memoria era probablemente lo- Gregario de Tours sirve como daro ejemplo de cómo una fuente
cal: los reyes han de haber parecido fuerzas ajenas que cuando mucho histórica puede utiLizarse para acceder a dos conjuntos independientes
llegaban a v~es,. de forma incomprensible, a la localidad (J, de este de memorias sociales: manipuló sus materiales, como todos los escri·
modo! a la ~st~na real) y luego se volvían a marchar, sin saquear la ciu- tores, pero no logró ocultar sus ongenes dispares y algunas de sus es-
dad, SI habl~ suerte. Así es como descri be a los reyes incluso Gregario tructuraS originales. Esta relación puede seguirse mediante un se~ndo
cuando escnbe desde el punto de vist::! de Clermont. ejemplo, la fonna como una persona fue recordada de modos diferen'"
. La i:uportancia abrumadora de la memoria local más que ('na. tes y en estilos distintos por grupos diferenciados por el lugar, el tiem'
clOnaJ. meluso para los aristócratas es un hecho recurrente en la Edad po y la posición social. Carlomagno, rey de los francos de 768 a 814,

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es un candidato obvi~ pa~ ello, pues entonces era sin comparaciólI el rey alemán Carlos el Gordo, ya est3ba enredada en U'la
- y probablem~nte. sigue siendo- la figura más fumosa del mundo tradición de materiaJaoecdótico oral que parece contar tan-
medIeval, solo nvahzada por el rey Arturo; en efec~o, ya hemos visto con laicas como eclesiásticas. Oc hedlo, Carlomagno ya es-
ext~nderse s,u sombra, sobr~ las memorias colectivas de muchos grupos adoptando en la memoria popular las características del arquetipo
sOCl~I~ ,e~ epoca~ mas rc~lentes, y Carlomagno. a dikrencia de Artu , ~ ~Jtuw del rey justo. Notker no tuvo acceso directo a los modelos c1á-
ro~ SI eXIstIó y ;sta muy bIen documentado: tenemos ,una idea mucho de este retrato, aparte de lo que había en Einhard, y el género al·
~~ ~ara de c~mo se desarrolló su memoria que la de cuaJquier otro . más obvio ge que dispuso fue la vida de los santos; como re-
mdlVldu~ p~cular, Fue un .proceso complejísimo, pero bastará un Carlomagno aparece en su texto como el héroe de lo que en
breve anáhs~s para establecer algunos pUntos de comparación con son una serie de cuentos morales cuasi hagiográficos sobre el
otras evoluClones que hemos estudiado. en los que el sabio rey pone en evidencia a obispos, nobles o
El primer r.dato narrativo extenso sobre Carlomagno, escrito por extranjeros lujuriosos por sus necedades. Pero el rey sen-
s~ ,cortesano Emh~rd -a menos de dos décadas de su muerte, fue tamo y ascético, aunque aclamado con superlativos, sigue siendo
bIen el texto más m~uyente sobre el emperador al menos hasta el si. Einhard, está claro que los relatos orales que Notker elaboró pte-
glo ~r'y tal vez también ~e~pu¿s. Einhard fue un aristócrata laico y no
u,n dengo, aunque su POSIción legal fue menos importante que su con.
[¡'I
,~;~:~~~::d:~ichO personaje. Las ocasiones en las_que Notker rescribe a
a escala épica, como, por ejemplo, en su.cQnquista de Ita-
slderable educació n cristiana. Pese a ello, su modelo para la biografia con un ejército recubierto por completo de hierro, tan aterrador
fue un texto completamente seglar, Ltu vidás de los CIsam de Suetonio que los defensores se desvanecen y mueren, son raras y resultan atípi-
sobre !od? la vida de Augu.st~. Carlomagno surge como una 'figura d~ con el tono del resto~ .
vota, mdin~do ~I aprendizaje, pero también como un hombre de A partir del siglo IX, el material narrativo directo sobre Carlomag-
mun~o, ~ J.uez Justo y estadista, y un organizador de guerras, más que no se vuelve más escaso durante dos siglQs. La razón es sencilla: los his-
~ heroe ep'lco. Este retrato relativamente laico y humano dominó la. toriadores de este penado tendieron a escribir historia contemporánea
lmagen escnta de C~rlomagno du~te trescientos años y reaparece en más que relato~ centrados en tiempos pasados; cuando Carlomagno fi-
docen~s de textos; s~ du~a, constltuyó una parte crucial de su conme- gura en sus relatos esquemáticos del pasado, el detalles se suele tomar
moraCión 0~1 y escnta. Sm embargo, se deriva de la parte de la Vid(l directamente de un texto .más amplio del periodo carolingio. Pero
en la que Einhard recurre más a Suetonio. Bien puede ser un retrato siémpre está presente: la imagen de Carlomagno como gobernante ar-
verd~dero en gran parte, pero su misma existencia se debía a la lecturd quetípico justo apareció en casi todas las zonas conectadas histórica-
d~ Emhard de-un texto anterior, pues no había un modelo medieval es- mente con éL A menudo se presentaba con un aspecto más clerical,
ento para un retra.to d~ este tipo. Así pues, uno de Jos elementos ceno como el emperador cristiano, el patrocinador y salvador del papa; y
trales de la memona social de qarJomagno, uno de los reyes más fervien - esta imagen fue muy marcada en Sajonia, donde aparecía como el
temente con~em~rndos a. p~ de su muerte, se deriva directamente de apóstol de los,sajones paganos, el patrocinado( de su entrada en la fra-
una Q~ra esmta mas ~e seISCientos años antes de su nacimiento: la inter- ternidad de los pueblos cristianos civilizados_ (Este relato es particular'
teJ(tu~dad de lo escnto y la memoria es muy c1ara4. mente interesante por su distancia y superposición del retrato original
" S~ Carl~magno desbordaba la realidad en Einhard, su estatura cre- del siglo vm como el conquistador sistemático y despiadado de los sa·
ClO aun mas en las dos generaciones siguientes y cuando en la década jones, que los obligaba a convertirse o moriz:; véase Folz, 1950, pági-
de 880 ~otker de ,S~. Callen, monasterio real en las estribaciones efe los nas 28.-37, 110-119; Leyser.l979, págs. 5-7.) Pero la fuerza de la reputa-
Alpes SUIZOS, escnbló un relato deJa vida de Carlomagno para su tata- ción de Carlomagno no se limitaba a su papel de mecenas eclesiástico ;
los emperadores de Alemania de los siglos x y Xl, a partir de Otón 1
(936---973), adecuaron con frecuencia SU!! acciones a la que identificaban
1 4 Ei,nhar~, VitaKamli. ~d. ~n Holder·Egger, 1911; para come,marios, véase Ganshof,
J7~, p.a&'!. l 16 rBeuz:¡ann, 1951, ~u~_ des!aca los elementos rehgioso~ ~n el intento de
n ardo El análisIS básico d~ la lr.ldiclOn ~Inhardian.a e5 Folz J950 Thorpe 1969 h
la traducción de Ei.nhard y Notket (>d~ n, 5). ,., ace J Notker, GnJa &rol/: ~~. H;¡fcl~, 1962; 2.17 para Italia. Comentario: l.Owt". 197(1.

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como tradición de Carlomagno, siguiendo en buena medida el motle ~1,e.Jol~as que dejaban fuera a otras pel}onas: Carlomagno rCl:mpla-
lo de Einhard, prob;¡blemente para impresionar a los aristócratas seglu a buena parte de la conmemoración de. su abuelo y padre, Carlo~
res y religiosos. Se convirtió en rutina comparar a los emperadores CQ tI y l'epino1 fundadores de la dinastía carolingia, pór \la hablar de
Carl?';Iilgno como el mayor dechado de virtudes reales; si eran muy ¡p~o;"o, que había fundado el mundo franco. En efecto, C:arlomag-
ambJclosos o alab.1dos• .podían considerarse como un Carlomagnu fue la única figura legendaria importante del ~undo medlev~1 des·
vuelto ~ nacer. Otón UI (983-100~). 1.legó a abrir su tumba en Aquisg~i" pués de la </Cra heroica» de las invasiones germámcas del Impeno Ro-
en el ~no 1000, que tal vez ~o ~gto al azar, y pronto se contó que en' probablemente mediante el reemplazo directo y tal vez la ah-
contra una apuesta figura, aun sm descomponer que olía suavemente ;.sorci,;, de las leyendas de sus predecesores merovingios (pans, 1~65.
(~n topos conocido de santidad), sentada derecha' en su trolla. Otón re-- . .437446; Ch.dwid, 1912; Blod" 1961, págs. 99.(0) . Y n.d,e lo
tlró algunos articulos simbólicos y organizó un nuevo enterramiento substituyó En Alemania Otón 1 era reverenciado, como el santo En-
adecuado; habia logrado su objetivo, la asociación más inmediata con r;.que y después Federi~o Barbarroja (1152,90) y Federi~o ~l, que lo-
Carlomagn? que podría imagin.ars~ (Folz, 1950, págs. 47-105, 191-202). graron sus propias leyendas; pero C~loma~o los dommo a todos;
~Iemama e,r~ una de las pnnclpales herederas, junto con Francia, Cuando Barbarroja necesitó un santo Impenal en 1165, no desarrollo
del SIstema polItlco franco, y sus reyes podían ligarse de fonna natur:ll el culto del ya santificado Enrique 11, sino que canonizó a C~.lomag­
C?~ las proez.:ts de su gran predecesor. (En efecto, los reye~ de Francia no el ..apóstol de los sajoneSJI (así como para entonces los &ISI05, los
hICieron lo mismo, aunque de modo menos sistemático, al menos tras ~ y los vándalos). Así pues, el guerrero ?evoto p.er~ muy secu-
el fin de la dinastía carolingia eh 987; pero 105 reyes fueron allí mud10 lar se habrá encontrado en una compañía celestial que dlficllmente ha-
m~s débiles hasta 1200.) No obstante, Carlomagno·aparece como figu . Brla esperado durante su vida (Folz, 1950, págs. 203·234).
ra Importante en más crónicas regionales, incluidas algunas de las que Es evidente que el punto crucial no es tanto el h'7dlO de que ~~­
prestaban escaso interés a Io.~ reyes contemporáneos. A comienzos del lomagno fuera una de las pocas personas que ~etermmar?n las pnnel-
si~o Xl, Adé~l~~ de Ch~ban.nes, escritor del sur de Francia que vivía en pajes estructuras políticas y religiosas del penado me~leval cen~,
Llmages, esc~bla una rustona bastante contemporánea, cent:r:ada en Poi- sino que llegó a ser recordado, en buena parte de FranCia y Alemama
tou y Lemosm; pero Carlomagno es una figura capital del texto el cen- por lo menos (bastante menos en Italia; Fasoli, 1967; ~ckh:un,1985),
tro de. ~u estructura y el núcleo simbólico de su modelo cronológic06, como el fundador de todas. Era un puntO de referenCIa seguro: su,s ac-
Tamblen en .el otro_extremo ~el mundo franco, como ya se ha seilala- tividades fueron tan universales geográfica y políticamente que cu.~­
do. los cromstas saJ~nes h.ablan ad~ptad? la conquista de Carlomag- quiera, por muchas divisiones que hubiera, podía. extraer alguna leglO-
no como la carta mltológtca de su Identidad local y lo mantuvieron midad de él. ¿~ién controló esta conmemoración? Resulta un pro-
como centro incluso cuando se alzaron en revuelta cootra el empera. blema pues, con la notable excepción de Einhard, casi lodos lOS; q.ue se
dar alemán. ocuparon de Carlomagno fueron clérigos y monjes, que escnbleron
. En est?s textos, Carl~";1agno no es solo justo, sino que aparece en dentro de un marco de h istoria eclesiástico clásico, y con mucha fre-
c~erto sentido como el 0!lgmador y legitimador del mundo contempo- cuencia se limitaron a copiar su información de un texto a otro. ~d~
raneo, lo cual no debena resultar sorprendente. Había dejado su im- más, hemosvistb que se hicieron mu~o más clericales aspectos,Slgol'
pronta,en casi t~o ~I conjunto d~ la.Europa cristiana latina, y estas ge- ncativos de su leyenda: de hecho, acabo como santo. Luego cabna pre-
nealogl3s de legitimidad eran autenticas en sentido estricto. Pero eran guntarse en qué medida la memoria de Carloma~no se d~sarrol~~ solo
dentro de un entorno eclesiástico y en qué medida reflejó tr.l.dloones
en evolución también entre los legos. Sin embargo, en cierto aspecto
, Adémar ~Ili edit:\d~ en Chav:tno~. 1897. L1 cTÓniC-J apartcc en tres libros; el rei- esta dicotomía es falsa., pues los clérigos también vivían el~ el mundo;
no de Carlomagn~ Cd.I.~Utuyt' todo c:I libro segundo. Par:! los rqes de Francia, véanse. fue como gobernante laico como lo conmemorar~n en pnmer lugar e
entre ~tTOs, Schne.ldrri\llh=~. 1979; Poly y 5.o.umazd, 1980, p.igs. 287-297; SpicgeJ, 1971; incluso como santo no perdió ninguna de sus cualidades reale~. Yade-
Guenei':, 1978. EI.8J;[1l penodo del uso politIco de h leyenda de CarJomagno en Frnncia
co~cnz6 con Febpe Augusto en la déC"Jda de 1180, pero la ¡dcologia real capeta jamas más es importante que muchos de los receptores de estos escn~o5 fue-
habla abandonado la conexión carolingia, aun cuando se exp=mlnsrantc: v~gamente. ran reyes y príncipes, que podóan identificarse con él y su estilo par-

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ocular (todavía eiahardiano) de piedad muscular, Cuando los m.isn,,)) ~~:~~~ al menos una mínima posición oral, que es todo lo que ne-
reyes lo conmemoraban o imitaban, se dirigían a una audiencia secu- para nuestTa argumeIl:tación: que P7se a estar ~celaborados,
lar aún más amplia, esta vez de nobles, que han de haber vistQ cierto textos reflejan un mediO oral y podnan haber Sido can~ados
sentido en el ritual carotingio o declaraciones de legitimidad caroli n· menos en la fOrma en que sobreviven; y que los cantores SI can·
gia. De hecho, cuando los aristócratas avanzaron hacia la independell' cantare~ largos y complejos (formularios orales) ~obre Carlomag-
°
cia auton,ornía, a veces reclamaron para sí orígenes carolingios7, y sus dependientes al menos en el siglo Xl, como SIO duda (aunque
Así pues, incluso si .IlOS restringimos ajos escritos eclesiásticos, po- ton contenidos muy diferentes) antes. Y tampoco hay du~a de que Car-
demos ver que Carlomagno fue una figura histórica crucial para los c1¿- O :~:;; Roldán y Oliveros, Guillermo de Orange, Ogler el Danés y
rigos, los aristócratas la.icos y los reyes por igual: los géneros narrativos otros héroes de la tradición épica eran muy r~cordados y s.e, ha-
particulares asoCiados con Jos textos clericales no nos impiden recono- de ellos en la Francia de los siglos XI y XlI, aSI. como .tamblen_a
cer también la existencia de una memoria social esencialmente secu lar veces en la Inglaterra normanda: de hecho. dos relatos,del SIglO XII. so-
de Carlomagno. Pero podemos descubrir la existencia de dicha memo· bre la batalla de Hastings afimlan q~e los normandos atacaron mien-
ria de forma más directa pues, al menos en Francia, la leyenda de Caro tras un cantor cantaba sobre Roldán . ..
lomagno floreció asimismo en un entorno mucho más secular, me· Estos textos muestran a un Carlomagno diferent~ del J~ez sabiO X
diante un género mucho más secular, el de las dJansons degeste, desde el el guerrero-misionero que ya hemos analizado : ~I tTUS?IO tlemI?o ~~s
siglo XI como muy tarde. (No llegó a Alemania en esta forma hasta des- menos que esos papeles_ Este Carlomagno sigue ~I.endo la JUShCla
pués de 1150.) En buena medida, esta leyenda se desarroUó indepen· ~ersonificada' y todas sus principales guerras se legthman al ser e~'
diente de la tradición einhardiana y apenas 'alcanzó la forma escril:! prendidas co~tra los paganos. Pero, además, es el señor de toda 1.01 cOS'
hasta 1100; los primeros textos completos de dJansonJ que tenemos no tiandad y un luchador a escala épica.; en algu~os textos es un gt~te
son anteriores a 1130 más o menos. Sin embargo, cuando la lograron, real; si deja que sus guerreros alcancen la glona, es sO,lo.porque es m·
tuvieron un gran impacto en las conmemoraciones que hemos venido mensamente viejo (doscientos años en RoJ:1nd). En el u!hmo contextO,
analizando. or otra parte, también es una figura relatlvamente paSIVa, que a veces
Ya hemos mostrado en qué consistían las dUlnS011S d~ gtS/~ en el es- ~eja a sus vasallos que le intimiden, aun cuand,o e~ el ~obemante de
tudio de los patrones narrativos de. la C/)(lnson de Rnkmd en el capítu-
lo 2. En ese contexto, tratamos el texto como un ejemplo de narrativa
toda tierra cristiana de la q?~ los poe~s hayan o~do Jamas.
dicción es relativamente facll de explicar: se denva en parte .e ado~
Es;
~O~!~~
oral fonnularia de la cual, en efecto, exhibe muchos rasgos obvios. Sin ca del género, como veremos, pero también en buena medIda . e a
embargo, este tema es muy debatido por quienes consideran los textos contradicción entre la memoria de un rey todppóde.roso y la rea~l~ad.,
supervivientes de las mamons registros directos de tradición ora.! y quie- en la Francia de 1100 más o menos, de una consldera~l~ debihdad
nes Jos ven. como composiciones completamente literarias de clérigos real: la conducta real adecuada, pa~ I~ mente ?e todo anstocrata .fran-
(pues sin duda fueron clérigos quienes las escribieron)8. Nosotros sos- cés de 1100 salvo el mismo rey, se Imutaba casI a aceptar el c~nseJo de
los vasallos. Lo cual señala con gran claridad la estrecha re.lacl~n d~ los
teXtos de las dJfl1tsom con una situación real: la de los auditOriOS ansto-
,7 Un daro ejemplo es la cromea de los condes de Anjou w:ritapor un conde, Fulk
le RWtin. en 1096 (ed. en Halphen y Pcuparoin, 1913, págs. 232-238): adscribe cuidJdo-
samente el origen dd cond~do ~I patrocinio de la «dC5Centknci~ de Carlos el Calvo, hijo la ..fum3.ci6n de que 105 cantares épicos se remont:tn en una ~dición oral ininterrum-
de Luis, hijo de Catlomagno~, &ente .:l la «desc-endencia dd impío lrey] Fdi!>C", su con- pida hast.1 los trovadores de Roncesvalles en 778 y la sugeren.t.l~ ?e que b~oS N~ron es·
temporáneo capeto. Asimismo, los condes de Bolon i ~ y Fbndcs reclamaban descenden- critos por clérigos en tomo a 1100 siguiendo el mode!o de VtJgl!Jo; t2ñ I.~n se.(R :l ~ste.
cia carolingia. el primero falsame nte y ti último con razón ('léanse. por ejemplo, Spie- nido ue (os tcxI.OS son OI5i registroS taquigráñcos d.e Jugla~ en plena w ez yc ner,
gd, 1986. pigs. 215-y 216; Dunbabin, 1991). 1955)Qo asimismo textos de baladu fi jadas y escnlas que mterpretaban los cantant~
• El texto princip~ de RofLmd est:i editado")' tr.Id ucido en muchas ediciones; noso' (TySSCnl en Vit tori0 1988, págs. 244·248). Los debates son a?álogp~ a lo, de las sagas IS'
1
tros hemos utilizado 1.15 de Whilehead, 1946,Jonin, 1979 y Robertson, 1972. Par.a guias I~ndesas (véase más ~ddante, ¡>ag. 197) u Homero (véanse pags. 6'! Y)65)W (
sobre (o¡ debates oon bibliografia, vbIse V;ance, 1970, un scn.saro resumen introduclorio. , los rd al.OS son (os de Wtl.lliatn de Malmesbury (en prosa lafi na y :ltt en VClliO
actualizado por Victorio, 1988. El lector ¡memada puede escoger en los extremos entre francés); vuse Douglass. 1960.

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c_ráti~os e.nfrentados a una c~mradicción entre la memQria y la expt'- i~~~~~:~d,1936), supuestamente narrada por claTZobispo con~paiiero
nenCla, Sm embargo, resulta lOteresante que nuestras narrativas épicas. 'd Roldán, Turpín, que alcanzó su fonna presente hac~a 1140,
pese a mostrarse respetuosas Con los problemas del poder real contem. matt:rial de las chamolls no causó un gran impacto en la escntura de
poráneo, casi· nunca, hasta fedla muy tardía, hicleron quedar mal :1 historia en latín; pero después 10 tuvo, y muy rápido.. El "pseudo
~a?0magno; el papel dt:1 rey inepto que causa dificultades por su de· TurpÚl" cuenta con más manuscritos medievales que Einhard, aun
bihdad y terquedad lo desempeña en el ciclo de. GuiUermo o en &0111 r ~~~;~~,es muy posterjor. Ya en 11 65 tal vez sus~entara p~rte de su ce-
de Cambrai el hijo de Carlomagno, Luis el Piadoso lO• En cierto sentido, k de canonización por parte de Barbarroja, y su vtd,a de s~nto.
no necesitaban reducir eJ tamañC? de Carlomagno, pues la debilidad Vi/a S. Kmoli de la década de 1170, sin duda to maba de el secCiones
real en 11~0 podía legitimarse con facil idad por la il)capacidad del rey enteras; en 1200 ya aparecía en compilacjones ~istóricas de toda Fran'
d.e ser tan Justo como él: I~s comparaciqnes con un pasado glorioso no cia-y Alemania y estaba comenzando a traducrrse a las lenguas verná·
Siempre resultaban ventaJosas para los reyes. Pero los mismos reyes culas (Folz, 1950, págs. 214-225; Spiegel, 1986). Su éxito solo fue supe-
franceses, durante su lento regreso del siglo XII a una posición política rado por el del relato de Geoffrey de Monmo~th de I~ leyenda de Ar-
más central, sin duda emplearon el ejemplo de Carlomagno para todo turo en la d¿cada de 1130;.yel paralelo es muy tnstru.CtlVO, pues ambas
lo que se merecían (Spiegel, 1971; Guenée, 1978): era una imagen de son historias latinas, basadas en textos vernáculos (s~ duda, GeofUey
monarquía, despu¿s de todo, y por lo tanto útil para ellos. inventó su .. fuente» principal, pero debe de haber terudo acceso a ma-
Así pues, encontramos dos conjuntos principales de narrativas so- terial en lengua vernácula), que en esta forma, y solo e.n,esta f~nna ~s­
~re ~arlom~gno a ~isposición de l.os habitantes· de la Europa paseara · taban en el género adecuado para sustituir a ot~s tradiCiones hte~as
IIngla a paItlf del ano 1000 aprOXImadamente: la tradición en buena tanto en lengua latina como vernácula l2• Es eVidente que los. audito-
me~i~.a latina'y clerical derivada en última instancia de Eiohard y la ri'os eran muy receptivos a esas versiones latinas; cabría condulr que la
tradiCión ~emacula de las dJ(msof/S degesle Oa última restringida hasta fi - gente de Europa estaba comenzando a cansarse un poco de ~inhard y
nales del SiglO XJI a Prancia y las zonas de i.nfluencia de la cultura &'10- quería un rey y una imaginería heroica que fueran más recon~i?les para
cesa). Est;ts dos u:adiciones apenas se encontraron durante largo tiem· el siglo XlI. Sin embargo, a partir de este punto, estas dos tradICiones d~
po. Roldan y GUllIernlo no aparecen en los textos latinos antes de fi· Carlomagno quedaron relativamente unificadas, al menos en el sentl-
nales del siglo XI, ni siquiera en referencias casuales, salvo en uno O dos do de que los autores podían recurrir a a~bas. .
&a~entos (véase, por ejemplo, Wilsdorf, 1962, para una lista)l1. Los La leyenda de Carlomagno señala diversos temas ~iferentes q~e
públicos de cada una debían de ser muy similares: tanto el clero como son importantes para nosotros. Uno es que cu~do ~blaron la SOCIe-
los aristÓCratas laicos podían apreciar la literatura vernácula, del mis- dad y la política, tambjén lo hizo la memo na SOCial ,de Carlomagno
~o m.odo qu~ ~mbos respondían a la tradición einhardiana; p ero la para adecuarse a ello: el asesino de los sajones se convierte en su salva-
h~stona y.la eJ;>lCa eran dos géneros narrativos distintos, que n o te- dor; el rey franco se convierte en el señor francés de todo el mundo
ruan que mf1ulrSe mutuamente, Hasta que Rokllld no se transform ó cristiano, separado de la debilidad de los reyes tta?ceses y en~~lt~ en
en un texto latino, la Historia Karoli Magni el ROlholandi (ed. Mere- eUa a la vez. Carlomagnó fue un símbolo generalizado de legttlmLdad
, con el que cualquiera podía reclamar .su asociación y que beneficiaría
a cualquiera que lograra gue dicha reclamación se creyera (por muy ex-
10 El ColtTtmnrmf'lll ik. ÚJllis, ed. Langlois, 1920, e5 el ejemplo más claro en el ciclo de
travagante que fuera); él y solo el consiguió alcanzar una cat~gona le-
Guillermo; &o11le5f~ editado en Meyer y Longnon, 1882.
1.1 Ad~n~ar (véase n. 6) e5 UIl ejemplo de: un escritor qu e: bie:n pudo haber conocido
gendaria.mientras que permanecía firme en su l~gar cronológl~o e.o las
los .clclos e:pIC0.5¡ pero 7" su rct~ to de C;¡rlO~3gnO ~o h.J.y nada signifi(;;llivo que: 110 se historias y memorias del pasado, 10 cual otorg.o. una fuerza anad,d~ a
de:nve: de: los textos latinos del Siglo IX. La Única poSible excepción es su afirmación de su simbolismo. y no solo se alteraron las tradiCIones orales a mechda
que Carlos gobernó España hast.3 Córdoba, que: tiene un roque de Roldan: 2.1 Challa.
non, 1897, pago 68. Los Ilistoriadorcs de 105 sigl05 Xl" y Xll se: mostraban con f~cuenci a
muy ?ostiJes h.leiD las fuentes orales que: no eran «fiables. , es decir, no clericales. Vé.lse,
por ejemplo, Stock, 1983, p;ig. 76 par.l l;¡s opiniones de Ordene Yjlalis sobre el tem3 II Para Geofñey y su efecto, véanse, por ejemplo, Hanning, 1966, págs. 121-176:
/;, 1130. Brooke, 1976; Flint, 1979; Cingolani, 19.91.

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:
que fue pasando el tiempo, sino también las escritas. Probablemente: d
mismo Einhard se int~retó de formas diferentes según las generacio·
:!~I:tal~t;V~e:z no haya contenido la imagen cambiante de Carlomag-
mucho tiempo, pues ni siquiera tienen ese pode.r ahora los
nes, buscando COSas distintas, pues es lo que se hace con la literatur.1 así que no digamos en una era menos alfabettz.1da, Pero
en todos los periodos; y al final los escritores le sobrepasaron e inven- reglas de narrativa tenían y tienen un .mayor poder de conte~­
taron nuevas caracterizaciones. La memoria social cambiante de Cario- ción; no es posible evitarlas, pues eran y ~n IOtrinsecas a todos los ~c-
magno fue más poderosa en cada sociedad sucesiva que cualquier sim- en los que se podía hahlar o esc:nbtr de Carlomagno o cualqUier
ple texto escrito.
Sin embargo, si miramos menos los escritos específicos que los gé·
neros, la situación es diferente. Por mudlO que la leyC'nda de Cario. Este énfasis en el poder de contención del género no pretende so-
magno se cambiara o manipulara, era transmitida por narrativas, escri, , la fiabilidad historica de los textos. Como hemos afirmado, los
tas y orales, en géneros específicos, cada uno de ellos con su propia ló- análisis literario e histórico no están en pugna, sino '¡Iue toda co.mpren-
gica narrativa que tendía a presentarlo de formas específicas. Es decir, sión del valor histórico de un texto escrito -es deCir, su capaCidad de
el contenido cambiante de la memoria de Carlomagno estaba estruc- representar temas que anteceden al texto en el ri~po-- ,debe proce-
turado de modo ineludible por sus formas diferentes, El retrato de Ein· der d e una co mprensión de las reglas de la narratlva ?1edlant: l~ cual
hard estaba estructurado y creado parcialmente por el modelo que se,escribi6 ese texto, ya sea un documento, una cromea, una eplca .en
tom6 de Suetonio, lo que le condujo a destacar ciertos aspectos de su lengua vernácula, un relato oral o incluso una. ~onogra6a l115t,ónca
personaje y desechar otros; a su vez, creó un género biográfico secular moderna. Esas reglas son parte de la estructuraclon de la memon,a so-
que fue un paradigma más vigoroso que cualquier otro de la tradición cial. Cuando la gente desea recordar el pasa~o socialment~. mediante
latina, aun cuando estaba socavado en parte por nuevas conmemor:¡- comunicación escrita u oral, lo hace por mediO de convenclOnes narra·
ciones, hasta que el pseudo Turpln introdujo la posibilidad de la narra; 6vas que son muy estables dentro de cada cultura y que, como resulta-
tiva épica latina. De modo similar, en las épicas en lengua vernácula, la Ha son reconocidas implícitamente por todos, Pero dentro de esta
disonancia más típica, el conflicto entre un rey con poder ilimitado y co~tinuidad de forma, el contenido puede variar mucho. Y; po,r su-
su consC'jero osado, un héroe que posee una fortaleza y valor moral ili- puesto, pueden aparecer nuevos géneros; y es 9-~e, ru~do cnstahzan,
mitados (es decir, Roldán o el Guillaume del ColiTOlmement fk Louis), desarrollarán sus propias reglas. Esta observacl.on es ~portante paro
tuvo, como hemos visto, resonancia en las reahdades políticas d el pe- nuestro último ejemplo de e~te capítulo, islandIa me<heval, Se trata d e
riodo; pero la disonancia también dependió mucho de la lógica del gé- una sociedad sustancialmente diferente de I~s restantes de E~topa; y
nero, pues tanto el rey como el héroe, si se presentaban de forma posi· cuando llegó la escritura de lnglate~a, Franc~a ~ Noruega hacIa , JlOO,
tiva, tenian que ser retratados como la autoridad moral definitiva, lo se desarrollaron nuevos géneros esc:ntos restnngldos, que eran dlferen-
que llevaba de forma inevitable a una contradicción al menos implíci- tes en lo esencial de los modelos literarios disponibles de los países de
ta entre los dos (salvo cuando Carlomagno era el héroe central, lo cual los que los islandeses tomaron sus tradiciones escritas,
tendía él. entrar en conflicto con su venerabilidad). Las reglas del géne- Los islandeses, a diferencia de la mayoría de los restantes euro.peos,
ro pueden servir tan bien como el hecho de que lo que no es pertinen- na tenían una visión del pasado que se centrara e~ los gobernantes,
te desde la pe~pectiva social se olvida para explicar además las cosas pues carecían de ellos, No te.nían reyes que pr~porcJon~r:tn .un centro
por las que no fue recordado Carlomagno: no hubo un renacimiento institucional para la memona o un~ g<:nea~ogJa de legJbml~ad en ,el
carolingio del que hablar, ni reformas administrativas; ni siquiera el de- tiempo histórico, Ni siquiera tenían mstltuclones, salvo un tnbumll JU-
recho, al menos hasta el siglo Xli, apareció como la consecuencia lógi-
ca de Carlomagn.o como epítome de justicia, y la mayoria de los tex-
tos le conceden escaso espacio l ) . La fijación de un texto escrito deter- como un tema trascendEnte en !;l primer la lO importanle sob~ él e~ ,lengua vc m~cul a
aleman~ , el Klmmhrollik de med iados del siglo XII, y tal vez esta tradl~6n mera ~as an-
tigu;¡ en el mudo germánico, La tradición 1~a1,de, Carlomagno tambl~n se h,abnl ~esa'
lJ El derec ho nome necesariamen te olvidado; tal vez. no tengamos los género~ TrOnado mas en d entorno intde¡;tual dd renaCimiento dd de~cho en ese mismo SiglO,
en [os que se narro inicialmente a C~r1oma&no eomo legislador, No ob.n an te, aparece Vbse al rtspecto Folz, 1950, páp, 169. 170,37 1·375.

194 195
dic~aJ anual y una reunión .legal, el AJthing, cuyo portavoz legal solo . Sin duda, esto es lo que s.ucedió en Islandia. Un elevado porcco'
teman un papel ceremonial; se conoda la sucesión de portavoces lega' de nuestros textos narrativos (sagas) sobre el pasado islandés, aunque
les, pero se empleaba para estructurar el paSado, Contaban con cuaren, en el siglo XliI, tratan del periodo previo a 1030; no hablan casi
ta y tantos caciques hereditarios (gornrJ, que también eran sacerdotes otra <.:osa que de rivalidades fumiliares. La ...historia de los a~nteci·
paganos antes de l,a conversi6n al cristianismo hacia el año 1000, pero ~""O'5' islandesa solo constaba de dos elementos: el asentamiento,
tampoco eran mas que notables locales con tanto poder personal 660-930, y la conversión de la isla h. 1000. Ambos tendían a aparecer
como les. pudieran aportar su riqueza, amigos y destreza política, y casi todas las «sagas de los islandeses", y esta es una de "las razones por
solo el pnmero era heredable de furma automática. Cabe afirmar lo ,que dichas sagas se centran en las generaciones en tomo a1 año 1000;
mismo para los obispos, cuya sucesión comenzó en la isla en 1055. En los textos tratan sobre individuos y sus filmilias. no sobre esos dos
la práctica, los islandeses eran una nación de campes.inos Libres y sus es. j¡,om"O!(lS históricos (imdadores, Los islandeses se daban buena cuenta
davo.s, ~u prosperidad e influencia variaban notablemente, pero solo que fonnaban parte de un sistema de gobierno islandés; pero desde la
un dm,unuto puña~o (al menos hasta el siglo xm) eran tan ricos que . abandonado la Noruega de Harald,
no tem~n que ~baJar perso~almente la tierra al menos parte del tiem' del pasado consistía en lo que dichos antepasados habían
po, Las Jer,arqulas de esta sooedad tampoco eran lo bastante estables ni de llegar, la memoria del sistema de gobierno se había
estaban bien definidas .institucionalmente como para ser objeto de mediante la memoria de la familia y no al contrario.
r;:on~~oración, lo cual no significa que la memoria islandesa fuer:l Por supuesto, conocemos esta memoria solo mediante los texto~.
?ébd. smo todo lo contrario, La visión del pasado que guardaban los i. '¡"bid" una feroz polémica desde la déca~a de 1920 sobr; la «fia~l·
Islandeses era en esencia una memoria campesina muy consciente de de las sagas, muy'semejante a la sostemda sobre los ongenes h!s'
serlo pues uno de sus mitos fundadores era que habían llegado a la isl:! Ilórl"" de las c}¡amom tÚgesle (véanse págs, 164, 179); con los estudiO-
para escapara la Ktiranía» del rey Harald de Noruega, a finales de! siglo IX; divididos entre los que consideran que las sagas se basan en made-
por lo tan~o.,. no solo ';lo ~stían gobernantes, SIDO que se sostenía que, narrativos oraJes, probablemente antiguos, y los que sostienen qu~
por de~lclon, eran IlegJtunos. Como suele pasar en las sociedades ~fu""m compuestas como literatura escrita '/' por lo tanto, son obras !¡.
~pesmas donde faltan las instituciones (que controlan y simplmcal1 terarias más. que históricas ' S, Como es habitual, los d:talles de esta dlS'
las Ideas), la memoria social islandesa necesitó desarrollar géneros qUL' I:usión no vienen al caso aquí; no solo se ha convert.1do en un debate
conservaran la complejidad de su topografia social l4. á1go estériJ, sino que también, en s~ fonna actual, tiene poco que apor'
Hemos visto que los campesinos soUan recamar el pasado mediante tar a las cuestiones sobre la memona que pretendemos explorar. De he·
la memoria de sus propias famiLias y de las luchas entre sus familias y las cho, las «sagas de los islandeses» se parecen tan poco a lo,s géneros eu·
ropeos oontine.ntaJes que parece poco razonable no ~sunnr que los ~ex­
tos que tenemos son los sucesores escritos de narratJvas orales pre~las,
11 Una introducción básica con buena bibliogra6a es Byock, 1988; Kristjansson
1988 presenta una ~dccuad3 inva tig¡¡ción likraria que se OC\Ipa de todos los tipos d~ aunque eso no los baga más verdaderos. (Una vez q~e ~eron escnt?s,
saga, las d~ n:yes. o~upos y h~roes legendarios, así como las «sagas de los is.Iandacp, que hubo a1gunos cambios, t3l vez acelerados por. la vanac~ón d.el med,?;
~n las .ú,Iuru anal~ad~ aquí. El patrón social se quebró algo en d siglo xru, época de en las sagas posteriores puede detectarse, por ejemplo, CIerta lnfIue l~C1a
Int'Slablhdad polrnca, lenrquías m:is fuerte$ y vínculos de dependencia mas Cllabla de los romances en prosa franceses. Pero el efecto general fue relabva~
(~a$C, por eiemplo, Svei~, 1953, con Byock, 1986), que llevó al dominio noruego
en 1262. No es una ru uahdad que la mayoria de la lilCllltura islandesa sobre el pasado
mente menor.) Por otra parte, fueron sin duda aceptados en el .siglo ~¡). [
pro';'Cnga de enlOnces (c~. Has~p, 1:~4). Pero ni siquiera el siglo XlII contempló un como auténticos relatos del pasado: al menos desde su recogtda ongt-
e~u~v;¡lenle real de la 1000edad :¡nsl~llca del resto de Europa. No est;Í claro qui!!n es. .na! en pergamino, constituyeron e! pasado conmemorado para los is·
c:nb16 euctamente J:1S sagas: se sostIene que en la Edad Media la escri tura esta domi. landeses y cabe analizarlos como taL En efecto, para comprender la
nada po~ el elero, pero mucho~ de Jos principales escritores islandeses mencionados
fueron ~~n duda [alCOS y con fre~uencia influyen tes. Cab ria asumir qu e 105 es.cnloru
fi.¡eron "Intelectuales tradici~nale5.•, un poco como los poetal> de cordel en Brasil (véa-
se pág. 130), aunque la SOCIedad lsland ~sa estaba mucho m~nos dividida qu e el nor- I! Véase:, como guía, AndemQn, 1964. Nuestra posición es s.imilar a la de Andel"$-
deste brasileño. son, B)'OCk (1982, 1988), Mill~r (198301; 1983b) YAndenso n y Mlller (1989).

196 197
memoria social ,de la comunidad en su conjunto, pueden ser m~s ¡'IIII una alteración y actualización contil~uas, pue4c inf'c¡jñ~ qu~ e~ de
I~s que la~ ~róDJcas eclesiásticas a veces más fiables desde el punto clr ¡a",el,,,.nó', inmediata mayor para los Islandeses que la lustona Imeal
vista empmco dd resto de Europa, , más convenciOnal, Contenía la infolT03ción que llecesitaban' so-
Resulta ,?uy claro si contemplamos toda la gama de la literatu!,;1i_ el pasado: sobre quiénes eran sus antep3Sa d~s y dónde habían v~vi.
landesa. Vanos de los primeros textos escritos eran mucho más similil . Rafnsson (1974) ha sostenido de foona con':'lncente que lo p~ec:lSa'
res a I~ modelos, continentales que las sagas (incluían, por ejemplnl a fin de ser capaces de contestar las reclamacl~mes mutuas. de tierras;
traducC1on~s de Vidas d~ santos y las primerns version~ dd código 1(1- cual también explicaría muchas de las alteraCiones postenores. Pero
gal); Y,la pnmern, narrativa d,e la historia de la isla, fslendillgabók de AI[ mirada a! texto muestra que no toda la infonnación del Landnáma-
Thorgil~on, eS:'T'~ ~ la década de 1120, es sin duda un intento d~ relacio~ada ~n dichas necesidades; es la geografia de la isla la
constrUIr una hlstooa ISlandesa basada en una cronología lineal para COIl ' lo estrucWfa, que ha de haber servido como un recordatorio esen·
traponerl~ a las encontradas en el resto de Europa, reOlrritndo de fO il el materia! genealógico que constituye su cuerpo.
rna explíCita a los infonnantes más viejos y fiables, a los que se da nOl11' patrones de recuerdo son característi~os de las. soci7da?es
b~. Sm embargo, ~s muy corta: consta de poco más que el asen!.! 't~~,~~::~:así como de otras sociedades relauvamente 19uahtanas.
~e.nto,' la convemón, los pasos principales en el desarroUo de b s ~ .el uso de la geografla en el sur de Itaüa y Francia mo--
mSbtuClo~~ legales isl~ndesas, los portavoces legales y el establecimien. (véanse págs. 112,118). También hemos visto la estructura'
to ~ su~eslo.n de los obiSpos. Al parecer, no había más que decir; y resul. de las redes del pasado mediante las genealogías de todas las fa-
ta sl~i.ficatJvo que, aunque Ari era bien conocido y venerado como '<el en una comunidad (pág, 140) Yse ha explorado con mayor de-
~rudltO», e,l padre d~ l,a histori? is~ndesa, nadie más intentara en el pe- para varias sociedades africanas, sobre todo los tiv en Nigeria
nodo medieval escnblr otra hlstona cronológica de Islandia desde SU~
origenes, aunque los islandeses escribieron un número considerable dI'
1 !~;~~~I~:~f~~'Y~IOS ~~ongo
que cada famdla de laen
aldea (MacGa~ey,
Zaireque estudiaba 197~). MacGa!fey
terna un conlun'
historias de Noruega en el siglo xlIl, todas debidamente centradas en lo.~ to de ' d e tierras y una genealogía para respaldarlas que
gobernantes noruegos y algunas de gran longitud. Los sucesOfe$ de Ari, eran al menos en las generaciones recientes, irreconciliables con las de
aU,n, ~uando ~~,?n de seguir su modelo, desarrollaron otro que les pero las r~tantes familias, Así pues, hablar del pasado más distante era me,
~IlO una flCXl~ihdad mucho mayor: el Lond,uimabók o Libro de asm/tl, nos disputable y más fácil que hablar de~ pasado reci,ent~, Este parale-
mllf!/os, cuyas ~I:,ersas versiones (todas posteriores a 1250) parecen pro. lo puede ayudar a explica,r la,escase~ relat1v~ de narrauvas Islandesas ~
verur de un ongmal común de comienzos del siglo XII. En esencia, este bre las generaciones preVias mm:diatas, al SiglO Xl i!, P~ro en estas ~Ie-.
texto ,?nsta de una lista de los primeros colonos de Islandia, más de dades resuJta clara la importancia CruCial de la mas Simple de las listas
Ola~lentos, ?rdenados geográficamente alrededor de la isla según las genealógicas como coostrl.1;ccion~s del pas~do: En. efecto, cu~ndo una
agujas del reloJ,. con mayor o menor material genealógico añadido y sociedad no cuenta con un conjunto de msUtuClones dommantes o
una~ ~antas anécdo~ breves l'. No es mucho más generoso en su infor' una única familia regente cuya propia bistoria -es decir~ cuya memo--
maa~n que e.l /sIOldmg(Ibók. pero esmucho más largo y capaz de una ex. ria institucional o de linaje- domine la unidad política y los limites
~~on conSiderable: en sus redacciones del siglo XIlI, sufrió numerosas de lo que su gobierno construya .en el espa~io ~eográfi~,:" dicha socie-
adloones y alteraciones. Del simple hecho de que el texto se vio someti, dad solo puede constituirse mediante las hlstonas famihares de todos
sus miembros y, probablemente, la geografia que opta por redamar l7.

l' ESt?S ~os leJItos están editados por Benediktsson (1986) en la serie Islmzk.fomril,
que t.lmbl~n lnduy~ la mayorfa dt las sagas, Están mducidos, re:spectivameme, en Her- 11 Est3S alirm:l.ciones solo son válidas para las soci~dJdes patrilineales; las m3trilin~a'
man~n, 1930, 'J P.Jlsson 'J Edwar?s, 197~; todas las sagas principales dUponen de tra. lu tienden a estar menos prcocupJdas por la descendcncia (aunquc hay algunas cxcep'
ducclon~, por 10 gcner:'-l en Pc:n~m Classlcs o Everyman. El hlO/dingabók ¡ola sobrevi. ciones: Pricc, 1983), Pcro no se restringen a las sociedadu campesinas, como vimos para
ve en Una segunda ,versIón ~d~Clda, quc excluye algún análisis de ¡os reyes de Noruega Gregorio dc Tours y Clerrnont; pa~ otras hislorias urb,anas constituidas en parte o por
y. algunas genealoglas. estas uhlm:u, a Juzgar por las que quedan, muy similares a las del completo medianlc memodas fa~'ll~ares, v~a~c ademas TIlomas, 1989, para la Atenas
úmdnd/llobók, clásica, y Dakhüa, 199O, para 105 Jcnd en el Tunez moderno,

198 199
En Islandia, quién y ~ué cons~tuía la unidad política no era polémico¡ ~.:" .tc, ,enil, l. en Islandia (el asesinato franco, que era b~stante c?~ún,
al menos entre los mtembros libres de la sociedad, porque era una ¡sl:! , resarcirse pero no el secreto). De hecho, el delato de Glsh fue

; .~~l~;~~:~P~O:;,;~s~u~:h~ermana
oscuro sobre ~órdis. qu.~ lenarrativo
pero las ~structuras .sí importaban, pues eran el pasado JegitimadOTt escu.chóen
decir un verso
Una versIón del Landnrfmabók afirma: «Pensamos que poddamos el (un acertijo el texto) y lo
~&ontar mejor las criticas ? e los extranjeros mando nos acusan [a lo) No la saga logra expresar compasión por casi todas

:
Islandese~] de ser descendtentes de esclavos o sinvergüenzas si supié :S~~~(;SaIVO por hennano de Gísli, que es déb~ y arrogante y no
r~os la verdad sobre nuestros antepasados" (pálsson y Edwards, 1972. eo la gran;a); da a entender que lo que demba a la gente son
pag.6). . expresadas fuera de lugar; gente desdichada más que mal-
Es de nuevo contra este fond o como debemos ver las narrativas dl' que habla demasiado. Un textO como este está tan estructu~do
las saga,s sobre Islandia. La,conciencia geográfica y genealógica las con- . reduce la disputa casi a matemática: un homb:e matl a ~u cun~do
fonna. La genealogía sirve como guía esencial para toda la ubicaci6n es vengado por otro hombre que mata a su cunado, y asl ~uceslva­
social de cada personaje principal y a veces (mediante antepasado~ . Era una estructura que tenía sentido para la gente, 'pues mos~-
~alvados u otros antepasados de posición elevada en Noruega) mm' o sus antepasados podrían comportarSe en CircunstanCias
blén su naturaleza moral. A menudo también se estructuran mediante pero er.1 una estructura muy fácil de recordar como re-
versos atribuidos a los personajes en momentos cruciales, que fonnan dada la situación familiar, las opciones que afrontaban
parte de un g.énero poético muy estructUrado y algunos de los cuales y luego Thórdis les planteaban una lógica continua. Una vez que
son muy anttguos (véanse para una guía Tutville-Petre, 1976; Fran k, se cQmpuso el ve~o (parece que a finales del siglo XII, es decir, mucho
1978; Dronke, 1981; Lindow, 1982; Faulkes, 1987); a menudo los ver- despUl!s de los acontecimientos, pero aún en un entorno oral), los as-
sos parecen. haber sido fuentes para la trama de la saga y es probable pectos psicológicos de la narrativa habrí~n d~d~ cue~o al esqueleto de
que se cooslderar:m pruebas de su autenticidad. Pero tal como nos han la estructura de la disputa y la saga habna exlsttdo Casi en su forma pre-
lI e~ado, las s~gas so~ ~i o duda «obras literariaS», en el sentido de que sente Oohnstoo y Feote, 1963). . _
estan constrUidas artistlcarnente con el fin de producir placer; como re- Muchas sagas son más o menos como la de GIs\! : narrab~as de
sultado, sus ve.rsos narrativos solian ser más complejos de lo que po- contiendas a las que el verso da cuerpo. Una vez que ha sucedido la
drian generar esos elementos formaJ es tan estáticos. En esencia, trata- disputa (o se ha inventado) o se ha compuesto el verso, podrían haber
ban de la contienda, con frecuencia violentl, entre las diversas familias existido cada uno o ambos, juntos o separados, en un entorno oral~ tal
pr~sentldas en .Ios textos. Las disputls descritas podían ser muy com- vez contados de forma levemente diferente cada vez pero manteruen-
p.llcadas y los hilos, muy duraderos: podían perdurar dos o tres genera- do la ;rnsma estructura (casi como la poesía formularia oral, aunque el
Ciones antes de agotarse. La lógica de la disputa constitufa una form a paralelo no es exacto) hasta que por fin fueron recogidos y tal vez re-
narrativa en sí, que podía sostener textos de varios cientos de páginas e1abQrados por el escritor de la saga. Las pautas son las reglas del ~éne­
(Byock, 1982¡ Miller, 1983b). ro: es como si se reconocieran estas narrativas para su desarrollo. c,Pero
Contemplemos brevemente la estructura de una saga, Gísla Saga, por qué recordar a Gisli? La respuesta no tien~ duda: ~ra p.arte ~e ~na
para ver cómo fun ciona. Se tratl de la historia de Gísli, su hermano su de las grandes familias del noroeste de lslandla. El hiJO de Thordls y
hermana Thórdis y su esposo Thorgrímr, y de la esposa de Gísli y Thorgrímr era nada menoS que ¡poi Snorri, la figura P?lítica cenu:aJ ~e
su hermano, todos Jos cuales vivieron a mediados del siglo x. Pam ex- la zona a comienzos del siglo XI y antepasado de la mitad de la elite lS-
presar el relato de forma muy sencilla, el hermano de Gísli sospechaba Jandesa del siglo XlII: el asesino finaJ de Gísli, Eyvíndr, también era an-
~ue el hennano de la esposa de GísJi se acostaba con su esposa y lo ase-- tepasado del historiador Ari. La tensión entre Thórdis y el ases~o ~e
SInÓ a~d~do por ~orgrímr; Gísli, para vengar al hermano de su espo- Gísli también subyace en uno de los momentos clave de la blstona
sa, ases.~p a Thorgnmr, .el esposo de su hermana, y fue proscrito y por de los terratenientes de uno de los centros pollticos y religiosos más
6n ases.mado (transcumd?s muchos años). Todo e( asunto fue muy importantes de Islandia, Helgafell, según descubri,,?o~ en o~o texto,
desgraCiado. pues producla muy mala suerte matar a los parientes y EyrbyKfia Saga. Había muchas razones para qU 7 al publico_le mteresara
además, ambos hombres fueron asesinados en secreto, lo cual era u~ escuchar la historia de esas personas y esa trágica secuenaa de aconte-

200 201
cimientos. Y casi todas las sagas tienen raíces análogas: la memoria de En este sentido, las disputas del pasado presentaban. una importan-
los antepasados de I~s ho~btes prominentes del s.iglo !OII. ~:¿~l~~'~kl~ para conmemorar (como las hazañas de los antepasados
La I.ltera~ra medl~val . lslaJ)desa nos interesa tamo otro ejemplo de )" relatos con resonancia moral2 y eran fáciles de conmemorar .(al
memona social esencIalmente campesina (aunque, como hemos visto. la estructura dramática del principal gé'nero de prosa narrativa
a menudo campesina ric~) que puede reconstruirs~ para un periodo de Islandia medieval). Asi pues, apenas sorprende que fueran
que se remonta hasta el SIglO XIII, cliando no a veces hasta el x, pues forma literaria tan importante; de hecho, gracias también a la cali-
las reyertas recordadas con tanta -precisión en sus líneas princip<llcs ~:¡:~:~,,:~'~~~~l~~~ de las mejores han dominado la cultura de la isla
(probablemente aquellas con mayal: resonancia genealógica sucesiva) h en el siglo xx.
es probable que se conmemoraran oralmente también mientras tanto.
Pero además es interesante, al igual que nuestras modelos medievalc.~ .La memoria social islandesa no solo es interesante por derecho
anterio!es~ como ejemplo de la relación entre la importancia social de
la memona y el género. La memoria social de Carlomagno cambió :1
~edida que la sociedad cambiól pero se vio restringida de fauna con.
~:::~~:S::ino que también nos ayuda a poner en perspectiva los dos
restantes 'citados eneH~capítulo. Grego.rio de Tours y los his-
que escribieron en latín sobre Carlomagno en los siglos IX
tmua por los requerimientos de los diferentes estilos narrativos. La.so. lo hicieron por razon,es explícitamente ideológicas, como tien-
ciedad islandesa no cambió mucho entre 900 y 1200 en sus presuposi- a actuar los historiadores, 'ajustando su material para que tuviera
ciones sociales básicas, aun cuando' los hombres poderosos lo fuemn y cumpliera un objetivo. En efecto, la memoria de Carlomag-
más al final que al comienzo, al menos si aceptamos 16 que nos cuen- . de forma muy evidente como parte de las justificacio-
tan las sagas; co~~ resul~do, ,el sio?1ificado de la memoria y el género de toda clase las personas de los estratos dirigentes de la
en el que s~ reCOglO contmuanan ajustados como un guante. Los islan- europea continental. Los escritores de sagas islandeses, debi-
dese~ del slglo:Km se enorgullecían de ser severos y lacónicos expre. a que estribían para entretener, no tuvieron que ree-
sando su va~ía en sus acciones más que en sus palabras, salvo en' las cer- laborar mucho su material. Por supuesto, le dieron una fauna artística
teras expreslon'es 'q ue parecían guardar para lo's momentos más crucia- duda también inventaron algo, además de incluir tesis morales en
les (corno la muerte) para que !Ueran bien recordadas. Las sagas sobre sus narrativas. Pero no había un programa ideológico franco en la saga
el pasado estaban repletas de dichos modelos, que proporcionaban un , mún; parece haber bastado que pudiera entretener. (Cabe afinnar
proceso completo de socialización en todos los aspectos de la buena algo parecido de la tradición de la chanson dtgeste en Fran¡:ia, lo cual no
conducta y han influido la conducta yel carácter de los islandeses has' sjgnifica que todos los géneros "literarios» sean así; mu.dtos romances.
ta la actualid~d. Pero todo el .estilo narrativo de las sagas también se fardomedievales s(;in textos muy programáticos.)
adapta a esta lrnagen: se descnbe a los hombres y a las mujeres fisica- En el caso de Gregario de Tours, es relativamente fácil interpretar
mente) pero no se los caracteriza o juzga, aparte de expresiones ocasio- su reestructuración del material 'Oral que constituyó su fuente primarÍa.
nales como «la gente pensaba que Gunnar había salido bien de eso»_ Su deliberado estilo sencillo y su falta de interés por el cambio históri-
~asta la sintaxis encaja, con el mínimo de- adjetivos y cláusulas subor- co o la explicación histórica sistemática ----en realidad, su fragmenta-
dmadas (por lo menos en prosa) y el máximo de conjunciones y otros ción deliberada del material- nos permiten ver las uniones en sus
e.le",!~tos p~tácticos. Cabría afirmar que el papel de la complejidad pruebas cuando con't rapone relatos sobre los reyes (contados con fre-
smtactlca, asl como el modelo conceptual que hace recordable la his- ruencia como parte del género de los cuentos populares, aunque
toria (véase pág. 82),10 desempeña la lógica subyacente de las relacio- reconstruidos en una narrativa cronológica) a relatos con una base 10-
ne's d~ la disputa. en ~.da punto de la narrativa. Así pues, la reyerta eal sobre su fumilia.. sus ciudades y sus obispos. Parece corno si se pu-
constituye la foona baslca del texto (Byock, 1982), pero también es .el diera postular la existencia de narrativas cronológicas locales, centradas
contenido. De h ecbo" .en una soci'edad carente de estado, la contien- en la farnili'a o el obispo, como marco interpretativo dominante para
da en su sentido más amplio es el único medio de tratar lo's temas la memoria de las sociedades urbanas de la Galia en el siglo VI. bajo la
políticos y las reyertas, sean violentas o no, cons.tituyen la bistoria «po- reorganización del pasado más centrada en el rey que Gregario nos
lítica». - presenta en la superficie. Y cada una tenía su propia lógica narrativa,

202 203
co~~ está claro e~l el texto de. Gregario cuando pasa del folclore a 1.:1 to en el caso de las «sagas de los islandeses» como en el del Landnátl1a.-
famlha o de la aoecdota dela corte aJ .relato de un milagro una y ot1"3 b6k. L.a relación entre el contenido de lo que se recordaba y su forma,
vez. Puestc;> que Gregario int~ntaba encajar todo en un género comple- la estructura narrativa de la sagaJ permaneció particularmente próxim~
tamente di(erente, el de la historia, las fOnnas de la narrativa empeza. también en Islandia, pues las descripciones lacónicas de las contiendas
ron a escaparse de su control, Pero es probable queJ9 que más le inte' familiares no solo son un rasgo de las sagas sobre los siglos x y XI, sino
resara fue~ la ~tructu~a genera.! de los hechos cama ejemplificación que dominan también los relatos contempo~eos de los aconteci·
de la providencia de DIos; el d~taHe podía cuidarse solo. mientas del siglo xm. Hay en dichas sagas motivos popula~s, pero el
En el caso de la leyenda de Carlomagno, abarcamos muchas más modelo narrativo dominante siguió siendo la contienda, Junto con
fuentes, utilizando e1 contenido de la memoria de Carlomagno como todo un conjunto de relaciones y obligaciones sociaJes que las hacen
~5a : " luga~ de los ~extos indivi?uales, Como resu1ta~o, la o'Ianipul;¡. parecer mucho más «naturalistas" que la mayoóa de los textos medie-
CI.OO Ideolópcél de dicha memona es muy obvia; en Franciél y Alema. vales. Los islandeses tuvieron acceso a la tradición de los cuentos po-
Ola, Carloma'g no se convirtió pronto en un símbolo, un recurso de le. pulares, como también a la historia centrada en los reyes, la hagiogra·
gi~ación p.u-a ~oda c~ase de actividades posteriores. Representaba Ha, lo que quedaba de la mitología pagana escandinava y, después, al
una Image.n ~e remado JU~~o que se empleó como puntal y crítica de romance, pues escribieron otras narrativas en prosa sobre to~o ello.
los reyes slgulente~. Tamblen representaba una leyenda de origen, U11 Pero no las situaron en Islandia; los reyes y los héroes legendanos per-
punto de, re(er~naa para las redélmaciones de gobierno legítimo de tenecieron en su mayoría a Noruega. Se podría conduir que el pasado
una amplIa vanedad de reyes y príncipes posteriores; no resulta sor. islandés se concebía en oposición al de,Noruega; los Islandeses sabían
prendente que muchas iglesias y monasterios también a(lIffiaran haber cuáles eran las memorias históricas europeas normales en su época,
sido fundados por él. Carlomagno el conversor de lbs sajones, Cario- tanto legendarias como reaJes, e incluso escribieron sobre ellas (casi
mago? el. ~do y (basta~·lt~ después) Carlomagno el jurista fueron toda la historia noruega fue escrita por islandeses), pero las rechazaron
otras Ju.s!1ficaclOnes de actlVldad posterior que se pueden encontrar como modelos para su propio pasado, del mismo modo que, según
con faahdad en las fuentes. Pero dichos re(Ur.;¡os solo tenian sen tido créÍan, habían rechazado la hegemonía del rey Harald llegando a la
solo tenían eficacia, en un entorno que recordara realmente a Car}; isla, En este sentido, la narración de las contiendas. las genealogías y
magno de este modo u otro semejante. Como en el ca'so de las conme. poco más se consideraba parte de la autorrepresentación de ser islan·
moraciones oficiales de la Revolución Francesa (véase pág. J60), nos dés, sobre todo en un periodo de creciente control noruego (cfr. Has·
muestran un pasado,que solo podía ser manipulado, 00 inventado' trup, 1984), Narrar el pasado centrado en la futuilia probaba que no se
no solo era posible, sino más importante, incluso necesario coloca; era noruego, aJ mismo tiempo que pennitía a los islandeses definirse
las a~ciones propias en el marco de un pasado político que, 'unas ve- mediante las memorias de los antepasados qu,e. en su mayoría, habían
ces SI y otras ?~, se pen~aba realmente qu~ se remontaba a Carlomag. provenido de Noruega. Así es como han utilizado los islandeses los
no, c~mo la eplca,vemacula pone de manifiesto para la sociedad aris. textos de las sagas en sus memorias sociales de Islandia en el plano na-
tocrátlca de Fr~llcla. De este.m?do, como en el caso de Gregario, se cional, y lo siguen haciendo.
puede conseguu- pasar los obJetlvos conscientes de los textos a las me- El mundo medieval era tan heterogéneo como el actual o incluso
morias cambiantes subyacentes; pero de nuevo descubrimos en cada más, y no seóa adecuado intentar generalizar con demasiada I?recisión
cOIS? que las .narraciones de las memorias que tenemos, las conmemo. sobre cuaJquier aspecto, y meoos aún sobre su memoria SOCIal, en el
raCJones s,ocla/es d~ Carlomagno, siguieron los modelos de los géne. espacio de un capitulo. En lugar de ello. hemos empleado algunos
ros narratlvos me~hante Jos que se contaron, siendo muy evidente so. ejemplos de su literatura histórica como guías de la memoria, como si
bre todo en los textos de las dJ(lnsons de geste, .que pueden acercarse fueran textos orales modernos a fin de ver cómo se puede relacionar
mucho a uno de los modos de contar el pasado de la gente a comien- la función social del pasado con sus estructuras narrativas; para Eio·
zos del siglo XII. hard, pese a su consciente carácter literario, no fue muy diferente en
En Islandia, todos los textos que hemos considerado parecen ser si- su intertextualidad, su intento moralista o su uso del género de cual·
milares a la forma en que la gente recordaba y hablaba del pasado, tan- quiera que hoy recuerde la Segunda Guerra Mundial. No es preciso

204 205
renunciar al ¡mento de analiz:lr la memoria porque nuestras fuentes
estén mue~as; y, armados con esta percepción. podríamos contem-
plarcual9 u1er parte del pasado del mismo modo. Para concluir este li-
bro, ~ahzare!ll0s la SiciJ ia de los siglos XIX y xx de esta forma, como
~Stud.IO espec~6co final de la relación existente entre la memoria y la
IdentIdad social.

CArtruLOS

La mafia y el mito de la identidad


nacional siciliana

Pienso que es justo decir que el ideal del denomi-


nado superhombre nietzscheano [en la cultura política
del siglo XIX] no tiene su origen y modelo doctrinal en
Zaratustra, sino en El ronde de MolllwisJo de Dum.u
pm.
(GRAMSCI, 1991, pág. 145)

Según Gino Doria, historiador napolitano que escribió en la déca-


da de 1930, la co.morra o hampa criminal de Nápoles no fue, como dice
la leyenda, una importación española, sino una forma de resistencia or-
ganizada por tos pobres napolitanos para wengar insultos o afrentas al
honor familiap, ofrecida por los gobernantes españoles (Doriíl, 1935;
cfr. Seward, 1984). En cuanto al origen español, Doria está en lo cier·
too En el siglo XIX, los historiadores nacionalistas italianos tendieron a
buscar el origen de cualquier defecto que percibieran en la cultura o sa-
ciedad italianas en el periodo del dominio español, sobre todo en el
sur. En líneas generales, la camorra es un circulo de extorsión generali-
zado. Recuerda a las hampas delictivas de las grandes dudades de todo
el mundo. Pese al amor propio local, no hay razón para suponer que
la variante napolitana no sea autóctona. Al relacionar la camorra con te-
mas como el honor familiar y Ta tradición de la vmdetta, Doria plantea
la discusión en una base! más firm e. Son temas de fondo que caracteri-
zan a un entorno social más amplio del que surgen los círculos de ex-
torsión y en los que operan. Cualquier análisis del delito organizado
206
207
en el sur de Italia, sean cuales fueren sus conclusiones, no puede dejar Para comenzar, los soldados marroquíes, aunque utilizados por
de reconocerlo. los franceses durante la invasión de la tierra firme italiana en 1944,
Así pues, el honor familiar y la Indición de la vendeua son temas no los emplearon en Slcilia los anglo-estadounidenses en 1943 (Ko-
que fonnan parte de la historia social del delito en Italia. Pero estos te- gan, 1956). Pero en Sicilia se creyó que sí, y todavía sigue creyéndose
mas también desempeñan otro papd: proporciQnan un conjunto de (Rigo!i, 1978). Una ~licación parcial puede ser que los aliados Uega-
imágenes o topoi mediante los cuales podría imaginarse y recordarse el ron del Norte de Afr¡ca y que entre las tropas estadounidenses se in-
delito organizado. Doria continúa su análisis de la camorra observando cluían soldados negros. Estos últimos provocaron "cierta consternaci6n
que «solian encontr<ln>e cuerpos. de soldados españoles en las encruci· entre la población "ocal, mucha de la cual no estaba preparada para
jadas, apuñalados por la espalda_. De hecho, la imagen de cadáveres algo semejante (Rigoli, ibíd.; cfr. tamb¡~n Dolcí, 1963). En Italia meri-
dejados en las encrucijadas por una secta de vengadores silenciosos es dional, el término marocchini se aplica genéricamente a todos los nor-
un motivo recurrente en la literatura del sur de ItaHa; y cabría pregun- teafricanos y, por extensión. probablemente se aplicaba a cualquier ~­
tarse si, a1 utilizar el tema en su desmitificación de la leyenda de origen tranjero de piel oscw a, como muestra el uso de la palabra por los m-
español, Doria está haciendo otra cosa que deslizarse de un topos a formantes de Rigoli_
otro. Pero la sustitución de soldados negros estadounidenses por los ma-
La 1Hllde/la es una imagen vigorosa y no resulta sorprendente que rroquíes no resuelve ~mente la cuestión_ El problema no es solo la
también se presente en los rdatos de la mafia. Aparece, por ejemplo, identidad de las víctimas, sino también que el supuesto hecho parece
en la descripción de Grabriele de Amico de 1972 del papel de la mafia que nunca llegó a suceder. No hay mención en las fuentes contempo-
en'la invasión aliada de Sicilia en 1943: ráneas de cadáveres de soldados aliados de ninguna descripción arroja-
dos en las encrucijadas, como víctimas de un primitivo ritual apatro-
Los sicilianos que. bajo la dominación árabe, habían adquirido paico. El ~insu lto" a las mujeres sicilianas mencionado en las fuentes
la gravedad de ese pueblo, así como sus celos con ~spe<:to a las mu- era de una clase completamente diferente. En Palermo y otras ciudades
jeres, no pennitirían -en esa hora de las Vísperas de 1282- a un sicilianas, el mando aliado acordonó supuestos barrios de tolerancia,
soldado francés hwgar entre: los pechos de su mujer_Pero en lugar tratándolos como si estuvieran en cuarentena, y pegó carteles que ad-
de denunciarlo a la autoridad extranjera competente (pues entonces vertfan gráficamente a los soldados de los peligros de las enfennedades
Sicilia estaba bajo gobierno fTancés), el siciliano sacaba su navaja y la venéreas (Dolci, 1963; Giarizzo, 1970; Attanasio, 1976, pág_ 247 Y ss.).
hundía en d vientre del desventurado soldado. Varios sicilianos se sintieron profundamente insultados por ello. Cabe
y de este mismo modo, en la distancia de los siglos, en 1943,
durante los días inmediatos a ros desembarcos angloamericanos en sospechar que el lOpos de la venganza del honor familiar es una fanta-
Sicilia, muchos soldados marroquíes fueron encontrados en las en- sía que sirve para tapar un recuerdo que para muchos sicilianos era mu-
crucijadas con los vientres rajados a navajazos. Esos pobres tontos cho más desagradable.
habían formado la avanzadiHa de las tropas aliadas que desembar- No obstante, esta explicaci6n tampoco resulta suficiente, pues no
caron en la isla y se imaginaron que podían coger cualquier cosa adara la referencia especifica. Los soldados «marroquíes» de 1943
que l~ gustara, como habían hecho los invasores antiguos_ Pero al- no eran simples negros; eran descendientes de los «antiguos invasores_.
gunos aJugaron sus gamr.s demasiado en dirt:cción a las abundan- probablemente los musulmanes norteafricanos que habían conquista-
tes gracias de las mujeres sicilianas, y pagaron con su pellejo (Ami- do y gobernado Sicilia a comienzos de la Edad Media. Sin embargo.
co, 1972, págs. 41 Y42). esta referencia histórica es tan confusa como la primera. No existe co-
nexión entre la ocupación norteafricana de Sicilia y las Vísperas sicilia-
El autor, un siciliano, trabajaba como periodista en Palenno a co- nas de 1282, cuando los sicilianos se alzaron y expulsaron a sus gober-
mienzos de la década de 1950. Por lo tanto estaba bien situado para lo- nantes franceses (más precisamente, angevinos). En 1282 era aún me·
grar información precisa de primera mano sobre los sucesos de Paler- nos probable que los franceses hubieran utilizado soldados «marroquíes"
mo en 1943. Esto hace su relato muy sorprendente, pues carece de que en el caSO'de los invasores anghestadounidenses en 1943. El autor
todo sentido. está uniendo dos leyendas diferentes: primero, la leyenda de las Víspe-

208 209
ras sicilíana~, un acontecimiento que, en la versión más extendida, dió ..hace mucho tiempo», cuando el "rey de Francia>' gobernaba Sici·
fue ,establecido por un soldado que, pretendiendo buscar contraban- lia,. La trama se construye en tomo a motivos de cuentos populares.
do, puso su mano dentro de la blusa de una mujer de PaJermo; y se- Trata de un intercambio de insultos sexuales en el que Jos sicilianos se
gundo, un gran cuerpo de relatos y chascarrillos populares sobre vengan de los franceses y los expuJsan de la isla . .fu, pues, un relato
caballeros y sarracenos en Sicilia (Mazzamuto, 1970; Pitre, 1913, que, en las, versiones orales, ya contiene dos de los motivos que serán
cap. 19). centrales para el mito retórico: la venganza del honor y la expulsión de
Según las bases e~piricas estrictas, deberíamos rechazar por com- los opresores. extranjeros de Sicilia I t
pleto el relato de Arrll~o. C~e de "valor» histórico. Pero, como ayu. Por supuesto, también existen diversas diferencias entre la versión
da a aclarar la teferen~la capnchosa a las Vísperas sicilianas, no debe in. oral y el mito posferior. En primer lugar, el mito elabora ún relato sen-
te~tet~ como estnctamente factual. lo que conmemora no es his- ciUo de la afrenta sexual vengada, agrandándola, ennobleciéndola y
tona, SinO un mito de la identidad nacional siciliana. Intentaremos dándole significado político. En esta versión, las Vísperas ejemplifican
desenredar algunos elementos de este mito. la determinación viril de un pueblo amante de la libertad de no sopor-
De uno o~ ~o~~.. .las Vísper~s. ~e 1282 proyectan una gran somo tar el yugo del tirano. Pero esta diferencia es más aparente que real. Los
bra sobre la hlstona Siciliana. Los sIclhanos del siglo XIX reclamaron or- dos temas ---sexual y libertario-- no solo resuJtan compatibles, sino
gullosos que había sido el primer levantamiento por la unidad naciO' que el motivo sexual también se conselVa en el mito casi de manera in·
nal d~ la ~st?ria italiana, Jo cual es un puro anacronismo: el tema de variable. De este modo, incorpora el relato en su foona folclórica: ela-
la urudad Italiana no tenía significado en la Sicilia del siglo XHI. Sobre
todo en el ~ur,la unidad de Italia fue un tema del siglo XIX, no medie-
val. Por supuesto, la afirmación no es realmente histórica sino mas 1 En su estudio d~ 1882 sobre los relatos popularcs de las Vis~r:u, PilI~ swala qu~
bien. lo que Alberto Asar-Rosa denomina un amito retórico: .una ima- mucha de la información record.::ada al respecto se conservaba en folttla de r~ITan~~ lo
gen i~eológic~ (~r-Rosa, 1966, pág. 8 Yss.). E¡"mito ret6ri~0~ de que cual es una información impoltlnte; de hecho, los folcloristas ban observado con fie.
cuencia cómo los temas y motivos u . fijan en la memoria popular mediante refrancs.
Ja~ VISperaS sl.cihaJ?-as de 1282 fueron una prefiguración de los alza- Además Pitr"e alude, bastante oscuramente, a la conexión en la memoria colectiva enrn-
mientos del Risorgrmento en el siglo XIX fue una interpretación elabo- Cados de Anjou y el dmil de uig¡uur(dr. tambié.n págs. 121 Y122). Parece conlener una
~~~ por primera vez_ en el, mismo si~o XIX por los primeros "patriotasll referencia a otro cuento popular muy CJrten9ldo en Italia sobre el rey que decretó que
slci]¡ano~. Tras.la umficaclón de Itaha en 1860, el tema se volvió pane todos los sicilianos cornudO'> iban:l apar«er en público con cuernos en la cabeza. Ca:-
los d~ Anjou Ysus soldados 1Tanas« se asociaban en los refranes con los cuemos pucs·
del bagaje habltual de la oratoria política en Sicilia. tos a los maridos sicilianos. De-: este modo, un punto de rcfaencia para la memoria so-
Sin embargo, este. «mito retórico" no fue invención completa de tia! siciliana de los aogeVinos es probablemente el tipo de cuentos procaces y lascivos
los ideólogos liberales, decimonónicos siaiJianos, sino también una que Pitli no incluye.
r
a~aptaci~n. elaboració~ ideológica de tradiciones popuJares que exis. La memoria de las Víspera5 como hecho c:spedfico parece haberse coruervado me-
jor en Palermo y la región circundante. En es).a zona, el relato típico comienza con la n ·
tian en Slcil la desde haCJ~ mucho tiempo, Es probable que -aunque pacid2d y lujuria de los soldados franceses. Así, la versiÓn de Ficaru.zi comienza: ..se
no lo sabemos con segun~~d- el relato de las Vísperas siempre haya dice que una vez los mocese5 vinieron a la ciudad de Palermo..Esos franceses tomaban
fo':llado palte ' ~~ ~sta tradiCión, Sea cual fuere el Caso, es un relato que todo lo que veían y cuando alguien se casa~ la novia tenia que pasar la primera noche
CasI todos los slcIhanos contemporáneos habrian conocido. con un &anc6.- El relato prosigue cóntando cómo el pueblo decidió levantarse un día
Gracias a la obra del folclorista siciliano del siglo XIX Giuseppe pj_ y mojar fuera a los france!CS. Est05 relatos suelen induir el motivo de que a cualquiera
que no ~Ilpiera pronunciar bien drin ('garoonzos') se le p3saba par la espada.
tre, tenemos el rel~~ como existió en Un gran número de versiones pu. Resulta imeresante que ninguno de los relatos orales represente !.as Vispem como un
ramente orales (Pitre, 1882). Podría encontrarse en toda Sicilia tanto levantamiento espontáneo. ES popular en el sentido de que siempre es el pueblo quien
en l~s. ?udade~ como en el campo; en este sentido, representaba una decide tomar vensanza, pero en la mayoría de lu versiones, la.{et:ha del alzamiento se
tradlclOn genUinamente "nacional ... Aunque las versiones orales varían fija por adelantado. Este es el motivo probable par el cual los relatos prales confieren
co?siderablemente en los detalles, presentan algunos puntos en ca. una impon:mcia comparativamente escasa a la imagen del soldado &ancés metiendo la
mano bajo la blus3 de la mujer de Palermo. En las versiones populares, no es mas que
mUD. En todos los casos, el contexto histórico se ha borrado en buena otro ejemplo de la conducta lasciva e iruult.mte de los fr.mceses; no se concibe como
medida. Aunque se cuenta como un acontecimiento verdadero, suce- una causa para el alz.amiano.

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bora la forma dándóle un nuevo significado en contexto; sin embargo. como un colorido folclórico añadido, sino que se cita como una cau-
no cambia el relato en sí. sa. El problema eli determinar qué tipo de caus~, real o ret6rica: '
De este macla, el mito retórico de la identidad 03cional siciliana En el párrafo final de su relato de 1842 (rClrtlpreso en la. S.IJ)Op~IS
tomó forma como un antiguo relato que, en un contexto externo espe- de 1882), Amari vuelve al motivo de.l cuento popular_la tradlcl~m ~lS'
cifico, se elaboró y se le otorgó un significado extendido. La. retención tórica, señala, recuerda las Vísperas de 1282 como una Co?spl~aón
de un cuento de la tradición oral en el centro del mito aseguró que ~­ feuda l, lo cual es falso: fueron un alzamiento popular, nacIonalista y
sultara claro y memorable para el pueblo de Sicilia. También ayudó ·a explícitamente republicano (ver~os I.a, importa!,ci~ del as~ct? de <lre-
darle su sentido de legitimidad ,popular. publicano" más adelante). La exphca~lon. consp1I'3tJva, CO?tlOua, no es
La primera interpretación fidedigna de las Vísperas en estos térmi- más que una ca1umnia. Hubo conspuaclones, pero habnan resultad~
nos fue la Slon'a della gllerra del Vrspro de Michelle Amari, publicada vanas si el pueblo siciliano no hubiera decidido quitarse el yugo del ti-
en 1842. Ya era un historiador distinguido de la Sicilia ára~ medieval) rano. Pese a todos los complots feudales, pese a todo el descontento de
pero además era un patriota siciliano y describió las Vísperas como un los barones, pese a la insatisfacción general, insis,te Aman, no habría
alzamiento popular y nacionalista. Las autoridades napolitanas (Sicilia habido un alzamiento si el iQsulto sexual no «hubiera colmado la copa
estuvo gobernada por una rama napolitana de lo~ Barbones has- de la vende/la, que el asesinato del agresor volcó" (1882, págs. 98 y 99).
ta 1860) lo entendieron bien y juzgando sedicioso el libro, se esforza- De este modo, el motivo pasa a ejemplificar todo el relato - la hu-
ron por suprimirlo, obligando al autor a huir a Francia. millación y los abusos a los que la nación siciliana había estado s0rr,te-
El estudio de Amari fue -yen buena medida sigue siendo- el re- tida durante tanto tiempo, hasta que por fin explotó en un acto de VIO-
lato definitivo de las Vísperas. Continuó trabajando en ellas durante su Jencia viril y honorable contra su atormentador. Lo cual nos aporta
larga carrera y la obra acabó llegando a las once ediciones revisadas. una pista del sentido en el que Amari ~ons.idera el m~tivo como la c~u-
En 1882, en el VI centenario ~e las Vísperas, ya anciano,le convencie- 5a de las Vísperas sicilianas. Como hlstonador conCienzudo, d~s.cnbe
ron para escribir una sinopsis popular titulada Racconlo popo/are del la rebelión surglendo de una compleja gama de causas y condiCiones
Yéspro Siú/iano, La obra sigue siendo la de un historiador: es factual, previas. Dentro de este conjunto"la veo.ganza del, insulto sextlal no
cuidadoso con los detalles y critico con las mentes, lo cual no le impi- hace: más que actuar como causa mmedlata: la chispa que prende el
de ~estacar su mensaje ideológico. En casi todas las páginas aparecen barril de pólvora. Al mismo tiempo, el motivo desemp.eña un papel
alusiones a la lucha popular COntra los usurpadores extranjeros. causal más amplio pues ejemplifica la que para A~an era la ca.usa
Uno de los modos como Aman une los dos planos -el de los he- subyacente y más significativa históricamente, el caracter del pueblo
chos y el del significado que desea darl~ es precisamente mediante siciliano_
el motivo del cuento popular. Cuando la narrativa alcanza el punto del Más que nada, la reinterpretación de Aman de las ~ísperas rescata
inicio de la violencia, Aman detiene el caudal para centrarse en el inci- una nueva noción del «pueblo. con respecto a la ..naclófilO.. Para u?a
dente como una escena dramatizada diferente. Se prepara el escenario, tradición más antigua, la "nación. podría repr~senta~ ~ l.a ~stocracla,
se describen los personajes: Amari cuenta el relato del guarda francés el alto clero y los funcionarios de aira categona de SIClha. Sm embar·
que mete la mano bajo la camisa de una mujer de Paleono y de su es- go, el "pueblo. no era parte de la naci~n, s~no sus ..súbditOSlo. Estos
poso siciliano que responde hlindiéndole su espada en el vientre, gri- súbditos no tenían derecho a la soberama, ru tampoco a tornar las ar-
tando: ~Mujoiano i frances i!" ('¡Muerte a los franceses!'). mas contra la autoridad por su propia cuenta.
Por supuesto, Aman no se ha inventado este motivo particular; lo No obstante, en la historia de.Amari, el pueblo común de Palermo
ha extraído de la memoria social siciliana, que ha conservado el inci- que se levantó contra sus gobernantes feudales en 1282 no era el ..po- ,
dente en el relato ,de las Vísperas, De hecho, no hay razón para asumir pulacho vil.. o la ..multitlld villana.. , sino la nación en el acto de afir-
que el motivo sea factualmente incorrecto. Pero esa no es la cuesti6n, mar su voluntad soberana frente a la tiranía injusta. Como ~presión
La intención de Amari al incorporar el motivo popular en medio del de 'la «nación.. siciliana, la plebe de Palenno tenía el derecho legítimo
relato era sin duda en parte literaria: su colocación en ese lugar hace la a resistirse a la opresión tomando la ley en sus manos, pues la sobera-
narrativa vívida y memorable. Pero no se limita a emplear el incidente nía les pertenecía a ellos, no a sus señores extranjeros. Así pues, la con-

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cepción de Aman del pueblo tambien implicaba una nueva definición vos policiales como en los reportajes de los periódicos (Scichilooe, 1952),
de la «nación» y una nueva concepción de la «soberanía popular». Eran y no resulta sorprendente: mnfillsu, en argot de Palermo, significaba 'jo·
ideas derivadas de la Revolución Francesa. ven bravucón' (cfr. la definición de Pagano, 1867). Un mafiusu de Pa·
Desde todos los puntos de vista, la Revolución Francesa tuvo una termo era apasionado y agresivo; era vanidoso, violento y tenia un exa·
tremenda repercusión en Sicilia, así como en el resto de Europa. Sin gerado sentido del honor personal, en resumidas c~entas, el ~~ que
embargo, en Sicilia el efecto se retrasó. En el siglo XVll1,la ilustración persona que declararía una vOldetta contra la autondad constltUlda y
se había extendido hasta Nápoles y su influencia se vio fortalecida en tomarla las calles en nombre de la ind~endencia. La identificación de
el periodo napoleÓnico, cuando este pas6 a gobierno francés. El resul· los alborotadores en 1848 y 1860 como mafimi, dado el significado del
tado fue un movimiento autóctono para la refórma cultura] y politica. término, era perfectamente natural. A mediados de la década de 1860
No obstante, en Sicilia solo se pt:rcibieron débiles ecos de estas corrien· -<amo el epíteto londinense casi contemporWe_o hooJigan- ya se ha-
tes y permaneció aislada de los avances intelectuales del continente, bía convertido en un término casi oficial, común tanto en las fuentes
ajena al ferm ento político hasta las primeras décadas del siglo XIX. progubemamentales como antigubernamentales.
Entonces se iba a desarrollar lentamente en la misma Sicilia un mo- Al principio no hubo un intento de ligar al ténnino un significado
vimiento intelectual que pretendía reformas políticas y sociales. Se mate- político: 105 mrifiusi eran alborotadores; que fuera para bien o para mal
rializó más como consecuencia de su lucha por la independencia que dependía de las preferencias políticas. Pero había una conexión que es·
como su causa. Dicha independencia era un tema tradicional y. en sus tablecer. Era duro afirmar que los mafiusi habían desempeñado un pa-
primeros estadios, la apuesta apoyada por los británicos en la década pel dirigente en la lucha por la libertad sin representarlos como lucha·
posterior a las guerras napoleónicas representó poco más que una transo dores patrióticos sicilianos por la libertad.
ferencia de poder a la aristocracia de la isla. Sin embargo, el. clima inte- Convertir almafiuSll en un nacionalista siciliano fue, de este modo..
lectual de comienzos del siglo X1X en Italia era tal que d movimiento co- una consecuencia no intencionada de la reinterpretaciór:t nacionalista
bró pronto matices radicales y populistas. Más que una lucha por el se- y popuJista de la historia siciliana. Tampoco la reinterpretación del ma-
paratismo insular y el control de los barones, se convirtió en una lucha fiusu como luchadorpor la libertad se Iimltó a la retórica política. En 1866
«nacional», primero por la independencia de Sicilia y, en fecha posterior, hubo un nuevo levantamiento en Palermo: siete días de-barricadas y
por la unidad italiana (A1atri, 1954; Ganó, 1968; Maa Smith, 1968). revuelta antigubernamentaL Después, en 1877. el jefe de polida de Pa-
Sicilia experimentó importantes levantamientos en 1820, 1848 lenoo, en su informe al gobierno sobre el ..-espíritu público», escribi?:
Y 1860. Mientras tanto, hubo alzamientos, revueltas y conspiraciones «Los lamentables sucesos de 1866 son para las masas un recuerdo hls,
locales. A partir de la década de- 1830, Sicilia fue una colmena de des· tóñco reconfortante. Se enorgullecen de él y lo asocian con los aforis·
contento popular y complots clandestinos. Tras la unificación con Ita- mas grandilocuentes sobre la iniciativa del pueblo, casi como si fuera
lia en 1860, todo, este relato de inquietud social y resistencia polí,tica un precursor de la Comuna de ParíslO (citado en BrancatD.., 1m). El
acabó conmemorándose como un único movirrüento de resistencia pueblo común, al menos en Palermo, parece haber asimilado mucha
nacional. Las revueltas wbanas, sobre todo las de Palermo en 1848 de la retórica jacobina, incluidos los «aforismos grandilocuentes» sobre
y 1860, se trataron como la versión siciliana de lasJollmásde la Revolu· la soberanía popular. Estos m(lfi~l: sostenía el pueblo común, no eran
ción francesa. Las autoridades borbónicas napolitan,as habían insistido simples hoolignf1S: er~n communards.
en que los alborotadores eran bandoleros, criminales y «escoria» plebeya Una vez que la identificación entre el mtifiusu y el luchador por la
(frncUz). Sin embargo, tras el éxito de la revolución estos alborotadores libertad siciliana había quedado fijada. fue fácil proyectarla en la histo-
pasaron a ser conmemorados como ..il popoJo aIIa riscossalO Ce.l pueblo ria. ¿Podía haber duda alguna de que el patriota que hundió su espada
a la sublevación'). E~ los sans-culoUes sicilianos, el equivalente sicilia· primero en el vientre del desdichado guarda francés no era un mafiustl,
no del peuple en el relato de Michelet de la Revolución Francesa. tal vez incluso el primer mnfillsu de la historia siciliana? La tentación
La historia recoge pocos nombres de los alborotadores. No obstan· era irresistible y así surgió la tradición popular de que las Vísperas de 1282
te, sobre todo en la zona de Palenno, los contemporáneos los rec<;mo- no sola fueron el origen del movimiento de independencia siciliano,
cieron genéricamente como los mafiusi. Puede verse tanto en los archi· sinp también el origen de la mafia.

214 215
P~a respaldar esta leyenda, se desarrolló una etimología popular. el mito incorporaba reclamaciones sobre la soberanía popular y la legi·
~a~ pr~enta a~ pueblo común de Palenno alzándose con el grito: timidad de la rebelión que eran contradid13s por las realidades políti-
IMuoulno iftllflctstlCon una pegueña alteración. este grito se convierte cas. El mito representaba las luchas por la independencia de comien-
en Morte Iliftaltus¿ Italia flne/lll ('Muerte a Jos franceses Italia esta ano zos del siglo XIX desde el punto de vista de unos alzamientos popula-
helame'). En esta foana alterada. d grito es un acrón~o: MAFiA. Se- res y espontáneos. De hecho,la red de sociedades conspiratorias había
gún esta uadición. la mo.fia surgió como una secta de vengadores en 1282 desempeñado un papel, así como Garibaldi y sus seguidores, y el go-
tomando el acrónimo como título y grito de guerra. • bierno piamontés bajo Cavour, la slntesis política que surgió tras 1860
Al igual que buena parte del O1ito nacional siciliano esta ~lica­ fue mucho más una consecuencia de estos tres últimos aspectos que
ci~n es completamente inverosúniL Aun cuando acepte~os que el tér- de los Ie.vantamientos populares_ Sicilia no había ganado s,u i~ depen­
rnm~ mqfia e~ un acrónimo (y no hay razón para ello), los sicilianos dencia, sino que se había incorporado al nuevo estado ¡tahano, lo
del SiglO XHI Sin duda lo habrían fO rmado en el dialecto siciliano del si· cual, en los años inmediatos posteriores a 1860, significó el gobierno
glo XUI, n? ~n el itali~o del siglo XIX, lengua que na es precisa decir desde Tuón.
que na ex1stla en esa epoca. No obstante, este origen se sigue afirman· Pese a la lucha popular, la nueva elite política que cobró prominen-
do y aceptando ampliamente tanto en Sicilia como en Estados Unidos cia durante y despues del Risorgimento no eran mafiusi, pues no pro-
(se admite, por ejemplo, en Reid, 1952 YSondem, 1959). Pero el 'ori- venian del pueblo común, sino de la diminuta minoóa de los ricos y
~en, de esta tradició~ no es di~cil de discurrir: La lengua, como los sen- cultos. Eran hijos de terratenientes y profesionales, Muchos habían
tmuemos, solo podla provente de finales del sigla XIX. Cabe afinnar lo participado en la lucha.por la libertad como miembros de co~spiracio­
mismo del "contramito» de los orígenes de la mafia, surgido probable- nes clandestinas. Esta nueva elite habóa podida aceptar el mito popu·
mente en los grupos de derecha y progubemamentales. Según este) ma- lista de la lucha por la independencia, al menos con fines conmemora-
fia es en efecto un acrónimo, pero con un mensaje completamente di. tivos. Pera aun cuando aceptaran la noción jacobina de la soberanía
ferente: Mazzini autorizzo.furti incendi llbigtflti (Mazzini autoriza hurtos popular, la interpretaban en el sentido de gobernar en nombre del pue-
incendios, abigeato). Es probable que las das etimologías en pugna s~ blo y no como una democracia directa.
inventaran en la década de 1870. Así pues, aunque la nueva elite dirigente de=: Sicilia siguj~ conme-
Así pues, a finales del siglo XIX, Sicilia ya había desarrollado un morando la historia y los ideales populistas de la lucha por la mdepen-
mito típico de ident~dad nacional. Era una "nación» 'i los sicilianos, dencia, lo hizo de un modo que no ponía en tela de juicio ~u legitimi-
un ..pueblo" com~abvo. honorable. amante de la libertad y republica· dad y autoridad como clase gobernante. Desde su perspectiva, el pue-
no. Lo <:J~~ complicaba este ~ito -p~ tambi~ lo hacía particular- blo había tenido el derecho legítimo a levantarse contra la autondad
rnent~ slc~ano- e~ el m.o~~o tradiCional que mCOlporaba, asacian- en 1848-y 1860, pues luchaba COl.ltra la tiranía; Jos levantamientos eran
do la Identidad nacional SICIliana con la tradición de la vendtJta. Una expresiones legítimas de la soberanía popular. Sin embargo, el año 1860
VOl/leila abría la historia nacional siciliana y expresaba la naturaleza ar- era una fecha divisoria. Todo alzamiento posterior ya no seria expre-
diente ~d pueblo siciliano, que no permitiría que quedara sin vengar sión de la voluntad soberana del pueblo, sino rebeliones contra su go-
un desaIre a su honor. La personificación de esta tradición era el mtifiu- bierno legítimo.
su y pO,r ello res,u!t::tba apropiado que en el relato popular de la lucha Este cambio de perspectiva cuando ~a nueva el~te dirigente se a~.n­
por la libertad slclhana este desempeñara un papel central. tó en el poder produjo, a su vez, una sene de cambiaS en la percepoon
Sin embargo, este mito en buena medida no era más que eso no siciliana de la mafia. Desde la perspectiva de las nuevQs gobernantes.
historia. Pero según la percepci6n que tenían los sicilianos de las 'Yís- la resistencia a la autoridad dejó de ser patriótica y se convirtió en cri-
pe~ de 1282, apenas importaba. Podían conmemorarlas como les minal, Las mafius'i eran alborotadores violentas yya na resultaba o~or­
apeteciera. Ninguna consecuencia practica, ninguna reclamación de le- tuno que un miembro o aliado del nuevo gobierna afirmara conexión
gi~idad dep~~d!a de la a~~ción retórica de que un mqfiusu desco- alguna con este elemento. Pero los mafiusi na podían ser eliminado.s
nOCido ~ab¡~ l,n,lclado el ~sorg!I?ento d~ 1282. Sin embargo, según la sin más de la leyenda de la lucha por la independencia, pues su papel
percepCión slclhana de la sltuaclon a partlr de 1860, sí importaba, pues estaba consagrado en el mito conmemorativo, La opinión pública con-

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tinuó recordando su papel dirigente en 1848 y 1860. Era preciso "rees- Lo nuevo en este caso era la decisión de los dr:lrnaturgos de llamar l1la~
~ribiP> el mismo mito. fiusi a los miembros del hampa. El título fu e una ocurrencia de último
Un modo de ajustarlo era sostener que los mafiusi habían sido pa- momento; el término mafius; no se menciona en la obra. Tant? el tér-
trióticos hasta 1860, pero que a partir de entonces cambiaron de ca· mino como la identificación del prisionero político desconoado con
rácter y se convirtieron en criminales (Colajanni, 1900 es un ejemplo Francesco Crispi.. notable revolucionario y después dirigente parla-
clásico). Sin embargo. este supuesto cambio de carácter necesitaba mentario, fueron añadidos por el autor para dar a la obra un mayor
una explicación. -En la versión original, la conducta de Jos nuifiusi era realismo contemporáneo (Ciuni, 1979; Loschiavo, 1962, pág. 60). An·
espontánea. No había nada en ella que indicara que estaban organiza. tes de ese momento, no parece que m¡;ifiusi tuviera ninguna asociación
dos de algún modo. Pero si rueron capaces de dar un cambio repenti- específica con el bampa. Giusep~ Pirre insistió después en que el ~­
no y oponerse a la ·autoridad de la revolución, ello sugerirla qUe! e!sta· fiUJIl de la década de 1860 era un tosco ~dividua!ista,. Aunque ~I térmmo
ban en algún tipo de organización. La imagen retórica de la mafia que daba a entender a un alborotador agresiVO, no Impbcaba delmcuente y
había surgido como producto secundario del mito conmemorativo de me!nos aún gánster o extorsiorusta. Nada en el ténnino mafia connota'
la lucha siciliana por la independencia tenía que ajustarse en esta direc· ba organización y mucho menos sociedad Se!creta (véase, en general,
ción. Buttitta en Buttitta, 1968).
Resulta interesante! que esta reconsideración se insinuara por pri· Como el motivo de los cuentos populares incorporado al relato de
mera vez en el te!atro. En 1862 apareció en Palermo una obra en dia· Amari sobre las Vísperas, la idea del contacto entre las sectas revolu?o-
lecto titulada Li Mafiusi di la Vicaria (Rizzotto, 1962)2. La Vicaría era el narias y el hampa criminal de Palermo en la Vicaría antes de~ al~amlen'
nombre de la cárcel central de Paleono y la obra describe cómo, en los to de 1860 no es imposible. Había en Palermo un hampa CImunal y es
días previos a la revuelta de 1860, dos figuras del hampa encarceladas probable que rigiera la prisión. Las autoridades borbónicas no separa-
allí ayudaron a los jóvenes intelectuales que habían sido detenidos por ban a los prisioneros políticos de las restantes categorías de presos. Hay
sus actividades revolucionarias. casos en los que los prisioneros políticos hacen amisfad con figu~s cn·
La novedad de! la obra de 1862 no era la idea de que los revolucio- ¡;ninales (c&.la trayectoria de Angelo PugIjese en Ajello, 1868). Sm em-
narios fueran acogidos por el hampa. Esas escenas de capa y espada bargo una vez más lo interesante es menos la base factual de los he-
eran ,habituales en la literatura popular de la Sicilia del siglo XIX y rela· chos ~arrados que el modo en que estos hechos adoptan .un signi~ca.
tos similares se habían contado del alzamiento de 1848 (D'Asdia, 1980). do emblemático en la estructura causal del relato. Es deor, el motivo
funciona como otro elemento causal.
Aman había ~pleado la imagen del insulto sexual vengado para
Z Aunque d autor de la obr.:! suele prescntane como Gius'eppe Rizzotto, en realidad ejemplificar el carácter espon~eo y popular de las Vjs~ras. ~ esce-
fue escrita en cooutoria con Gasp;¡re Mesa, quien babía participado en el lev~m tamien. na dramatizada en la prisión central de Palermo en la que el dmgente
to de 1846 y pua escapar de la policía borbónica, después se habi;¡ unido a un;¡ com'
p,añí:l de actores ambulantes, Ikspu6; de 1860 regresó a PalenTIo, donde conoció de una secta revolucionaria clandestina acepta la ayuda de los dirigen-
a Rizzott~ que era d actor principal del teatro en dialecto de Palcrmo, Rizzotto y tes del crimen organizado también propo(tiona una explicación con-
Mosca deCIdIeron colaborar en un~ obra que tendría como tema principal el reciente I~ densada del alzamiento de 1860. Sin embargo, las dos imágenes se
vanUmiento. Uno de los empleados de Riuotto, un tal Gioacchino D'Aogdo, tunbi~n prestan a interpretaciones diametralmente opuestas, pues la escena de
llamado Jachinu Funciazza, hahía ¡ruado mucho tienlpo en la Vicaria y habla sido
miembro de la rumomz en prisión. Rizzono y Masa lo utilizaron como fuente de infor- la prisión es un símbolo de la conspiración. .
mación y acabaron qeando los principalts personajes de la obra según su modelo. As! pues, a mediados de la década de 1860, ya había dos nutos de
El titulo original era solo lA Vitaria tit Palmno. Sin embargo, poco despu~s de a<:a' la lucha por la independencia en Sicilia; uno contaba el relato desd~ el
bar la obra, Mosca se encontró a do! hombres peleando en W1a calle de Palcnno. Uno punto de vista populista y jacobino; el otro, desde el de la consplCa'
de ellos agamba al ouo y decla: ¿Vllrrinifon' u' mqjiMSu al mia? (¿Q!Ucres hacerte el ma. ci6n. Resulta significativo que ¡a mafia estuviera en el centro de ambas
fioso conmigo?). El empleo de la palabra dialectal mtifiusu sO/prendió a Mosca y decidió
que confe~ria a la obra el tipo de atmósrera contemporánea que buscaba. De este modo, leyendas.
se le cambIÓ d tirulo por ti Mafiusi di la Vüan'/t. Su éxito dio inicio a una tremenda ola Los dos relatos se contradecían mutuamente, pero ninguno se bo'
de obras sobre la mafia en SicWa. Sobre Rizzotto y Mosca, véase Ciuni, 1979. rró. Una "razón por la que pudieron coexistir radica en la naturaleza

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memorable de los motivos. Tanto la imagen de1 insulto sexual venga· mía que la mafia (o a veces la malfia) era el nombre de una organiza-
do como la de1 trato secreto establecido entre la Ievolución y el ham- ción de caciques criminales o mecenas dd entOJTIO delictivo, capaz,
pa pennanedan en la memoria social siciljana. Como el zapato de CJis. por una parte, de hacer tratos clandestinos con los grupos políticos lo-
tal de Cenicienta, los dos motivos se convirtieron en parte de la ver· cales o los organismos gubernamentales, mientras que, por la otra, ejer·
sión oicotfpica. Ni el relato de la lucha nacional ni el de la mafia cían una influencia controladora sobre el «elemento gamberro!> de de-
partterian ciertos sin una referencia a ambos motivos. Otra razón por bajo.
la cual pudieron persistir juntas dos concepciones implícitamente con- Aunque esta forma de definir los términos representó una inteIpre-
tradictorias de la mafi a era que la misma contradicción ern fecunda. En tación nueva, reflejaba las realidades sicilianas. Existia en Palermo y las
las rivalidades políticas enconadas ' y a menudo violentas que se desa- regiones circundantes un elemento desorganizado y con tendencias
(Tonaron en Sicilia a partir de 1860, fue con frecuencia oportuno para violentas que habia tomado parte en la cadena de levantamientos del
las figuras políticas, sobre todo de la izquierda, sostener que existía una siglo XIX. Era "3 este elemento al que hada referencia propiamente el
mafia "buena» y una mafia -mala». Ern una forma de contrastar la ma· término majillSu_ Sin duda, también existía un hampa criminal, centra-
fia verdadera y auténtica (o el «espíritu de la maba,.), que era idéntico da tal vez en la principal prisión de Palenno, capaz de hacer tratos tan-
al "espíritu nacional.. siciliano, con un hampa oporrunista y criminal, to con los grupos políticos como con los organismos gubernamenta-
que ayudaba a la policía en su persecución de los verdaderos patriotas les. Aunque est.;!. hampa no se consideró entonces ni después la majia.
sicilianos a cambio del tácito consentimiento por parte del gobierno el término era apropiado 'Y acabó cuajando.
de sus fechorías delictivas (cfr. Sceusa¡ 1877, por ejemplo). Este planteamiento general podrla elaborarse más de diversos mo-
Esta distinción 'e ntre la mafia noble y patriótiCa y la mala podía ar- dos. Los antiguos revolucionarios podían representarse como los diri-
ticularse de forma que el término majiusH conservara su significado ori- gentes de la mafia, al menos tal como existía hasta 1860_ Los diputados
ginal positivo, mientras se dejaba que el ténnino majia representara al de izquierda sicilianos a veces hicieron esta declaración en los debates
hampa criminal. EJ dialecto de Palermo parece haber empleado los dos parlamentarios sobre Sicilia en la década de 1870. Una variante de esta
términos de este modo hasta hace bastante poco. Así pues, pese a to- versión, aún extendida en Sicilia y Estados Unidos, aparece en la auto-
das las siniestras connotaciones que la mafia iba adquiriendo, mafiusu biogr-afia del dirigenle mafioso siciliano-estadounidense Joe Bonann~.
continuó significando joven valiente y arrogante de Palermo. Al igual Explicó que la mafia (que prudentemente optó por llamar la ..Tradi-
que el guapo en Nápoles O el bllUO en RomaJ el majitlsu era una figura ción,..) se había originado en la Edad Media como secta de nobles ven-
demasiado conocida en la vida de las calles de Palermo para que se eli- gadores que intervenían para vengar la violación del honor familiar y
minara de forma abrupta. Así pues. en 1878. el Giomak di Sicilia, con- que, en épocas de inquietud política, congregaba al pueblo com~ en
servador y aSn al gobierno, podía seguir refiriéndose al majiusu como defensa de sus libertades autóctonas contra los opresores extranjeros
la encamación del ..lado c{l'jJ(/llerestJlu del delito" (citado en D'Asdia, (Bonanno, 1983, pág. 158)_
1980, pág. 22). Está claro que su versión se deriva del mito retórico original, pero
En uno de sus libros sobre la mafia, el criminólogo y oficial de po- ya se había ajustado. En su origen, el majiu51l habia ejemplificado al
licía siciliano Antonino Cutrera elaboró la misma distinción, escribien- pueblo común en el acto de afirmar su soberanía popular. En esta ver-
do que el joven majillSlt, aunque no era un delincuente, tenía propen- sión, se proyectaba de nuevo al relato de las Vísperas de 1282. En la
sión a meterse en problemas con la ley. Cuando ello le llevaba a la cár- versión revisada, aunque los majiusi siguen procediendo del pueblo co-
cel, añadía, t_enía la posibilidad de conocer a miembros del hampa y de mún, sus dirigentes y los fundadores de la flTradición" provienen de la
ser inducido a entrar en la mafia real (1896, págs. 27 y 28; Pitre hace nobleza. Del mismo modo que el mito original se p.royectaba a las Vís-
una observación similar, 1870, págs. 70 Y 71). peras, el revisado se extiende ahora también a la Edad Media. Según
Así, para Cutrera: Pitre y el Giomak di Siúlia, majiusi continuaba esta vel1iión, desde el principio ha existido una distinción social entre
significando un "elemento gambelTo~, desorganizado, compuestp por Jos dlrigenres de la mafia y los simples seguidores, lo cual es significati-
adolescentes y jóvenes. En contraste, la mafia hacia referencia a un vo no solo porque revisa la leyend"3 de sus orígenes) sino también por-
hampa criminal organizada, compuesta por hombres mayores. Se asu- que la perpetúa en una imagen de relaciones de clase que son emble-

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máti7a~ para el conjunto de Sicilia. La mafia representa a la clase patro. 10 vemos en los infonnes policiales y relatos periodísticos en las
~al slclhana; los mtifitm; a sus dientes y seguidores. La mafia eran los fuentes pro gubernamentales a partir de la década de 1860. Enfrentado
¡efes, .los .gobernantes, los cabezas de familia. Se les debía respeto y a la violencia y malestar político constantes, era tentador para el nue-
obediencia. Los mqfiuli eran los seguidores y secuaGeS. Efectuaban las vo gobierno echar la culpa a una secta secreta y siniestra (Moti, 1981,
órdenes de los jefes. De este modo, buena parte de la estructura de cla. págs. 117, 175 ss.). Denominar a esta secta la. mafia aumentaba la sensa-
se y política siciliana, as! como su carácter familiar: podía proyectarse ción de misterio. Cuando, en 1865, el prefecto de Palenno informó de
en el símbolo de la mafia. ' que el desmoronamiento de la confianza pública había permitido.a la
Por supuesto, la rtpresentaci~n de la mafia como los ancianos opa. «denominada "mafia" o asociación delictiva crecer en audacia", la esta-
~nes ~d mundo criminal también vinculaba los dos temas causales ba describiendo como una asociación criminal del hampa que era ca-
~~~ohzados P?r ',?s dos ~otivo~; lo popular'y espontáneo y lo aristo- paz de ayudar a las sectas revolucionarias extremistas a fomentar el ma-
cratlCO y consprrauvo. La mtenClon de Aman era revalorar y minimi. Lestar público (Alatri, 1954, págs. 92-97; Brancato, 1m, págs_ 36-38).
zar el. elemento aristocrático y conspirativo del levantamiento de 1282. La policía deseaba definir a esta mafia de la forma más concreta po-
El eruto popular acabó reponiendo a la aristocracia a su lugar original sible. Sin embargo, la concepción que aceptaba ya contenía buena par-
en el relato, lo cual constituyó un reconocimiento de la situación real te del mito de la identidad nacional y. de este modo, pese a lo mucho
en 'Sicilia .. Si? embar~? recupero el elemento conspirativo de una for- que intentara concretar, la ambigüedad inherente al término se reafir-
m~ qu: SlguJÓ perrmt1en~o al término mafiuli representar el carácter maba continuamente.
a:'1~qUlco, amante de la libertad y respetuoso del honor de la nación A pesar de sus perspectivas opuestas, la versión nacionalista de la
sIciliana en general. mafia es compatible con la que la policía elaboró para sí; de_hecho,
De est: modo, tomó' fonna una noción de mqfirui y mqfia a partir casi. eran idénticas. Pero en la práctica había una diferencia importan-
d.e, una van~dad d.e elementos históricos, folclóricos y políticos. La no- te. Los que afirmaban que la mafia era al menos en parte o en su ori-
cl0n~ descnta en I~umerables relatos y anécdotas, o representada en gen una hennandad de patriotas o vengadores sociales sicilianos no so-
canClones u obras dIalectales, llegó a constituir un reflejo de la cultura lían especificar quiénes eran dichos vengadores o cómo se organizaba
y política ~jcjlianas3. También sirvió como categoria de reflexión cultu- la hermandad. Lo cual es lógico, pues la afirmación era puramente re-
raL Para bu~:n ~ para mal, la mafia se volvió inseparable de los sicilia- tórica. Lo que había existido a comienzos de siglo era una red de clu-
~os, ~~~ especIe de «fantasma de la máquina. de la identidad colee. bes secretos o semisecretos y sociedades masónicas que trabajaban para
bva SICiliana. No obstante, al mismo tiempo, la noción fue una fuen- lograr la independencia de Sicilia. Sin embargo, ni sus miembros ni las
te de confusión incesante. ¿Q!Jién, en concreto era la mafia? ¿Eran autoridades borbónicas emplearon jamás el término mafia. Si en el pe-
ptajiusi todos los sicilianos verdaderos o solo u~a minoría de deli n. riodo posterior a 1860 se empleó el término en conexión con dichos
cuemes? clubes, representó un intento de asimilar las actividades de las sectas
_. La idea de que la mafia era una expresión del carácter nacional si. conspirativas con el mito de la lucha nacional.
cilJa~o fue expuesta por los políticos populistas y los escritores del tea- la policía pareció tomarlo a veces de forma literal, lo cual pudo sig-
tro dIalectal: No resalta sorprendente que a la policía italiana le hicie- nificar la aceptación de que existía un grupo o grupos misteriosos .que,
ra poca graaa_ Para ella, la mafia era una asociación delictiva. por una parte, controlaban y dirigían lo que la polida denominaba la
basla criminalita, mientras que, por la otra, forjaban lazos con los gru-
pos poUticos. Para la policía, penetrar el velo de secreto y descubrir el
j ~~ 5epamO$. la rd.lción entra. I¡ ~a.~a, tal como se. ~f1c;ja en clleatro dialectal y
filllcionamiento de dichos grupos era una inquietud central.
el pc~odismo popular, y ~a f>(rspectlva SICIliana de la pohtu;a y la historia nunca se ha Así pues, nunca consideró a la mafia una organización exclusiva-
estudla~ de lleno_ El ~Ior aná.lisis sj~u,e siendo el de Mazzamuio, 1970_ 'En cualquier mente delictiva_ Su imagen de ella era la de algo que vinculaba a las cla-
caso, exlste abunda~lIe InronnacJón adlclOnal en LoschiavQ, 1962, D'Asdia, 1980 y Ni- ses elevadas y bajas de Sicilia poniendo'en contacto a la elite política con
t:asIl'O, 197,8, Tambllen son de ~~~a a este ft'spccto las canciones populare,-¡ recogidas
p?r AntOOi? ~cceUo (1974). Por ulumo. mán por supuesto las oncioncs de prisión reu- ei mundo criminal Por lo tanto, desde mediados de la década de 1860,
Oidas por Pltr(' (1870). la policía consideró a la mafia una org~nización criminal insertada en

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la política local. En sus informes, tendió a representarla, en términos de su analogía original. Desde su punto de vistl, los ~f/fifilisi Y los repu·
concr;:t.os, como .una red de círculos de extorsión protegidos desde b1icanos eran agitadores. Asoció a los grupos republicanos con la ma-
la pobttca; .e.s decIr. co~~ grupos de delincuentes que aterrorizaban fia, en algunos casos, representándolos como la misma cosa, pero en
·a la comumdad local, vlvlel",ldo de la. extorsión y otros ingresos ilega- otros, los separaba, representando a los republica.tlos q>rnO elasp~ct?
les, y controlando el acceso 3 trabajos y mercados locales. Sin em- político de la alianza, mientras que la mafia conStltuía el aspecto cmm,-
b.argo. est~s. grupos siempre ~taban conectados con partidos y fac- nal más puro. En esos dos últimos casos, donde se asumía que la ma-
ciones I?ohttcas locales. a qUienes apoyaban y de qu.i enes obtenían fia poseía una identidad separada, la policía necesitaba ~rmarse a1~­
proteccIón. na noción de ella como organización aparte. Dadas las rucunstanClas,
. ¿Cuáles eran la ~dentidad ~cta y el sesgo político de los grupos apenas sorprende que asumiera que la mafiay los republicanos no solo
Vlnculados con el cnmen organizado? A partir de finales de la década eran similares en naturaleza, sino también en forma. Se presumía que
de 1.860, los delegados de poliaa .Io~al~s ~nviaron listas de personas la mafia era una secta clandestina.
"'1?ehgrosas» o «sospechosas» de sus Junsdlcclones. De forma invariable, Pero tampoco cualquier clase de secta clandestina. ~pedfica~en­
dIchas personas se C3tllogaban como «republicanos.., ocanarquistas". te, era una secta mazziniana, masónica. llena de grados mtemos. ntos
"'P~tectores ~e bandoleros>o y. mo/iosi ~a italianización de mtifiusi)_ Este de iniciación, contraseñas y lazos con sectas henna~as. Ello fonnaba
su~do de .eb~~uetas resulta slgn~cabvO, pues la poliaa suponía que parte del legado jacobjno-mazzinian~ de la Rf:volu.Clón Francesa en la
los ~efi:s cnrnmales estaban asoCJadas con los enemigos politicos del política siciliana que, como hemos VistO, tuvo un lll1pacto tan. ~l1:de
r,
goble~o durante todo el siglo XIX. dichos enemigos siempre fueron en la memoria social siciliana. Esta había sido la forma orgaruzattva
de. la Izq~l~da. Aun cuando los nacionalistas sicilianos verdaderos del que las conspiraciones'revoluciotl~ria~ habían adoptado en la prime~
nuto retanco pueden haber sido republicanos, el ciudadano modelo parte del siglo y fue la fonna orgaruzatlva que asunueron con frecuenoa
de ~a Italia ~beral era monár~uic? En las décadas de 1870 y 1890, la los grupos republicanos y otros de extrema izquierda a partir de 1860. ~o.r
~hda cO~lderaba el l:eJ;lubhcarnsmo una subversión política_ El par_ lo tanto, fue la forma organizativa que se proyectó en el hampa SICI-
tido republicano no e~ I,legal, pero, ~br~ todo en las panes agitadas liana.
del nuevo es.tado, la pobcla I? mante";'a baJO estrecha vigilancia y siem- Antes de continuar.. tal vez debiéramos preguntamos en qué senti-
pre estab~ dlspuesta a ver baJO cualquier brote de descontento público dQ era cierta la concepción policial de la mafia. Su descripción genaal
las ma~ul~aClones de los conspiradores republicanos. Para la policía, del crimen organizado como círculos d.e, exto~ió": insertados. en la pa-
los repuhhcanos y la mafia eran a menudo dos caras de la misma lítica era bastante precisa. Además, habla vanas CJudades baJO el con-
moneda~. trol de caciques políticos locales que gobernaban mediante ó_rd:nes y
Su ocdes~brimiento- de una .alianza ~e. la m.afia y sectas republica. sus propias redes de seguidores, prescindiendo de los procedinuemos
nas ya Se habla presupuesto en Lt MqfiuSl di la Vtcana. Allí las dos fuer' e instrucciones del prefecto de Palermo_ A veces, estos hombres com:-
zas sociales ---el partido revolucionario, personifij:ado ~r el joven tían actos ilegales y llegaban a aliarse con Jos band91eros para aterron-
abogado et;t~~rcelado, y el h~pa criminal, personificada por la cama- zar a sus enenúgos. No todos estos déspotas locales tenían lazos con la
r: ?e
a la poslon- ~stán eqUlhbradas. La obra llega a establecer un sen- extrema izquierda, pero muchos sí. pues les 'proporcio~a~a una cora.z:il
unu~n~o de analogta entre las dos partes pues, en el curso de la acción. adicional contra las incursiones de la autondad constituida en sus m-
ej. pu~hco se entera de 9ue el ~~pa de la J:'risión tiene su propia orga- significantes reinos~_ .
~zaclI:lO. con reglas y Jerarqwas mternas, Igual que una secta revolu- No obstante, no había nada nuevo en ello . Durante SiglOS, las fu-
clonan a. - milias terratenientes del interior siciliano habían resistido los intentos
.La concepción de la n~turaleza prc;cisa de la mafia por parte de la
pohcla no era, en lo esenCial, nada mas que una elaboración práctica
, Véase, porejemplo,los inronnes §Obrt Bivon~ y N~ en AS Agrigen~~ fascicolo 18;
• V~~ns.e. por ~i~mplo, l~ informes en d Archivio centnle deUo SUIO ro Palermo hay muchos otros ejemplos tanto en la región de ~onle como en Parttmco y sus alre-
[ASP], G~ bmetto di Prefettu ~ , bust:l 29, calegoria 20, hscicolo 15. de<lOl"C$.

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del estado de detener sus contiendas y obligarlos a someterse a la auto· Antop.io Cutrera, a quien ya hemos citado, escribió que el campo
~dad estatal. Las ~ilil1s contendientes siempre habían formado par- de la mafia era -<el robo. la extorsión, el allanamiento. de morada, el
tidos y buscado alianzas con otros grupos. Pero OlUlcase habían asocia- vandalismo doloso, la vrnddlA sangrienta y la ayuda mutua.. (Cutre-
do con la mafia ni con e! hampa de Palenno. Si en las décadas de 1860 ra, 1900, pág. 121). Por «ayuda mutua~, Cutrera entenrua lo que en
y 1870 la policía tomó la pelSistencia de este estado de cosas como Gran Bretaña se denominaban «Sociedades de Am.igO$lO, clubes popu-
prueba de la existencia de lUla red extendida de grupos dandestinos lares en los que un miembro, a cambio del pago dejas cuotas mensua-
encaminados a subvertir la autorid,!d legítima y asoció esta tej:I con la les tenía deremo a ciertas fonnas de asistencia legal o financiera. La in-
mafia, queda de manifiesto cuántp poder tenían el mito y las imágenes cl~ión de las Sociedades de Amigos en esta lista de actividades delicti-
que contenía en su imaginación. La simple existencia de todo tipo de vas puede ser una nota discordante; sin e~bargo, su ~resencia ~~i~
ali~zas, explícitas o implícitas. entre revolucionarios, descontentos y el aspecto político de las operaciones del enmen orgarnzado en SIClha.
delincuentes no prueba que la policía estuviera en lo cierto al conside- La Societa di mutuo Jocamo que se propagó por todas las ciudades a fi-
rarlos parte de la mafia, a menos que, como a menudo era el caso, se nales del siglo XIX, escribió Cutrera, eran clubes po~íticos populistas de
asumiera desde el principio que la mafia era eso_ izquierda. Eran, continuaba, «fomentadores de la desannonía perenne
Dentro dd mito retórico de la independencia siciliana, la idea de en nuestros pueblos, tanto que hasta los mafiosi COl;Tlenzaron a organi-
la mafia desempeñaba un pape! causal doble: representaba esta lucha zarse en sociedades de ayuda mutua».
como espontánea y conspirativa. El tema conspirativo también servía El ejemplo que aporta CUtrera es el .de los Stoppagglieri 'del pueblo
para enlazar las actividades de la elite gobernante con las de las masas de Monreale durante finales de la década de 1870. Los acusa de una se-
luchadoras de debajo. Desde el punto de vista de las realidades sicilia- rie de muertes por vendetta y de aterrorizar a Monreale, obligando a los
nas, esta imagen posee un alto grado de contundencia. Era un reflejo hombres a unirse a su sociedad y contribuir a ella con dinero. También
de los hechos reales. Además. era lUla imagen que expresaba lo que describe a los Stoppa·gglieri como una hennandad republicana secreta.
sentían muchos sicilianos; es decir, se correspondía con una idea sici- Escribe que llevaban al campo a la gente de la localidad ~ quien la so-
liana de su historia pasada a la vez que representaba muchos de sus pro- ciedad deseaba intimidar y alü le t10maban a la fuerza el Juramento de
blemas contemporáneos. Asi pues, era una imagen tan adaptada a la rea- los Stoppagglieri» (Cutrera, 1900, pág. 131). El escritor siciliano ~ás
lidad siciliana que permitió a la policía elaborar el mito en una descrip- reciente Michele Pantaleone añade dos deulJes más a esta descnp-
ción de la red de conexiones que enlazaban el delito y la poHtica en la ción. Los Stoppagglieri, escribe, eran un grupo de taponadores de be-
isla: No. obstante, pese a que representaba la realidad y expresaba lUla ex- tellas. Es más, el .qurament~ de los Stoppagglieri, asi como su organi-
penenoa social, la mafia seguía s.iendo una imagen; no era una realidad. zación jerárquica, se derivaba de la mafia carcelaria de Palern:t0 (panta-
Era una imagen centtal en un mito que dramatizaba la historia 'i poUti- leone, 1970, págs. 20 Y21).
ca sicilianas dándole significado; pero la imagen no era real_ Hay que reconocer que casi nada de esto surge de los archivos po-
Por .supuesto, la policía no fue el único grupo en Sicilia que acep:- liciales y judiciales -aunque son muy incompleros- o de las re~eren­
tó el mno de la mafia por su valor nominal. Resulta significativo que cias diSpelS3S en los periódicos contemporáneo~. Hubo una. ~~e de
tampoco fuera el único grupo que tratara de actuar de 'un modo asesinatos (de los que sobreviven parte de los regtstros de los JUICIOS) y
que validan!: dicho mito. Hay pruebas de que los grupos delictivos, referencias ocasio.nales e informes sobre .. la misteriosa secta de los
como los drculos de extorsión, asumieron de vez en cuando la fonna Stoppagglieri» en la prensa, pero nada concerniente a su forma organi-
de logia masónica revolucionaria. Sin embargo, en estos casos, la ce- zativa o rituales de iniciación'.
rrespo~dencia entre mito y realidad se dio después de que el primero La opinióQ. de Pantaleone de que los Stoppagglieri eran un grupo
se hubIera formado y no antes. Así pues,las relaciones están invertidas. de «taponadores» suele aceptarse. Si la mafia se organizaba en clubes
~I mito ya no proporciona un comentario retórico y una interpreta-
cIón causal de los hechos pasadQs, sino una perspectiva social del pre- 6 Las act:ls de los juicios están cit ASP, Tribunalc civile e pcnale di p'alermo, Fascieo-
sente. El mito de la identidad nacional proporciona un código de con· li di proc:edimenti di assizc, armo 1875, b. 143, fase. 1, 8, 9, 10. Los restantes fusclculos
ducta_ La naturaleza imita al arte. se han perdido y faltan las actas de apelación.

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de clase obrera, ¿por qué no una sociedad de taponadores? Pero el ar- dido del siglo XV1T1 del este de Sicilia, la leyenda de cuya g~st-a se ha in-
gumento parece improbable_ El trabajo como «taponador».no es un corporado en el mito conmemorativo de la lucha po, la md~pen~;n.
oficio reconocido en Sicilia, y mucho menos organizado_ De todos cía de Sicilia. Según esta leyenda, Bruno, poco antes de su e]eCUGlOn,
modos, surge de las actas judiciales que casi todos los -Stoppagglieri formó una especie de secta patriótica entre sus compañeros de cárcel.
~n obr~ros agrico~as. La interpretación de Pantaleone parece ser una Resulta curioso que nuestra principal fuente al respecto parezca ser. el
ebrnolog:.a IiIsa_ SIO embargo, es un error significativo. En Sicilia, relato en el que se basó la obra de marionetas, -.Pascal Bruno"., escnto
como en Estados Unidos, han soJido existir conexiones entre el cri· nada menos que por Alejandro Dumas pm. No está claro dónde obro·
men organizado y los sindicatos, aijnque en Sicilia estas conexiones no vo la historia. Tal vez se basara en una leyenda siciliana local o adapta-
comienzan ~st:a la década de 1890. Desde la perspectiva de PantaIeo- ra una leyenda de la camorra procedente de Nápoles. Pero, en cualqwe[
m;, ~lle escn~ en la.década de 1950" era natural asociar a los Stoppag. caso, la imagen de un bandolero noble que compone ~n co~~ovedor
glien oon algun oficIo. Tal vez se basara en la memoria oral de Mon- juramento en vísperas de su ejecución a m:m05 d.e un ~~ mJ~sto ~?
reale. Si es así, seria un caso típico de anacronismo en la memoria so- podría haber estado más calculada para aVlvar la Imagmaaon de los JO-
cial. venes sicilianos, ya inclinados a creer que la mafia era una secta de ven-
Q!¡iz~ una .explicaci6~ más probable para el nombre provenga de gadores que luchaban por la in~e~endenc~a de la isla. "
la expreSIón dialectal dan Slztppa, cuyo significado ,se correspondería La idea de que un grupo conunal pudiera extraer sus estatutos, JU'
c,?n 'soltar una bola' en español ([raina, 1868, 'lJOCl <l<stuPa»). Si este sig- ramentos y forma organizativa de la literatura barata tal vez ~ar~zca
nifica.do. de argot es la base del nombre, cabría considerar que los Stop- fonada. Sugiere que, en un determinado nivel, los Stoppagghe':i no
l'agghen, en lugar de serun grupo de un oficio, eran una ..Asociación eran una banda de criminales curtidos ni un grupo de pendenCIeros
de Tíos Listos". políticos, sino una banda de adolescentes que se comportaban como
, la 'policía los consideraba una banda criminal implicada en diver- Tom Sawyer revisando su colección de relatos de aventuras antes de
sos ~esinatos por ~dtfla, No hay mención que los asocie con ningún embarcarse en un juego de robos. De hecho, no hay nada ~tra~o en
ofi~o, ~ero la poli~la. estaba absolu~ente convenc;ida de que existía esta sugerencia. La mayoria de sus miembros parece~ haber Sido J?m~·
algun tipo de aSOCIaCIón Stoppagghere. La ~igulente escena, conserva- leros jóvenes. No hay razón para suponer que estuVIeran menos mcli-
da ~n una d~ J~s. declaraciones judi~~es que 9uedan, proporciona una nadas a la conducta romántica que cualquier olio grupo adolescente.
mejor descnpclOn de los Stoppagglien a los OJOS de la policía. En agos- Como hemos dicho, es probable que los Stoppagglieri se encontra-
to de 1872, dos hombres, Giuseppe Sinatra y Giovanni Gudetta, Uega. ran con el relato de Pasquale Bruno en una adaptación del teatro de
ron a tomar un .trago ~ una taberna de Monreale. AJguien les ofreció marionetas, que eran una forma común de entretenimiento popular y
una botell~ de ~no, g:ntando al tabe.rnero: .. iNo la 'cojas por el tapón!" había compañías que recorrían la isla. Desde hada tiempo~ el .tema ha-
(Sluppaggh~ll): Sma~, Insultado, replicó: ..¿No sabes que soy uno de los bitual era el romance de caballería. Pltre señala que toda la CIUdad de
Stoppagghen?.. (<<lO sono desluppagghiara-). Los dos hombres se marcha· Palermo pareda estar de duelo cada vez que el teatro de marioneta~ .re­
ron enfadados de la taberna y los encontraron dos horas después con presentaba la muerte de Roldán (Pim, 1913). Sin embargo, a conue~­
un tiro en la espalda. zas del siglo XIX la literatura «patriótica. empezó a seradaptada para di-
La otra afinnadón de Pantaleone, que los Stoppagglieri tomaron cho teatro. De esta forma, la versión de Amari de (as Vísperas de 1282
su forma organizativa y jU,ramento de iniciación de la pruión central pudo llegar, en forma dramatizada, hasta a las ald~as de las monta-
de Palermo, no eS menos mteresante. Respaldaría la memoria colecti- ñas. Li Mafiztsi di la Vicaria también se adaptó y ~e sigue representan-
v~ de que la prisión central de Palermo era (y es) la sede de la mafia'. do a veces en la actualidad. De esta forma, los miembros de la banda
Sm embargo, Cutrera 'da un origen distinto, aunque no totalmente in' de los Stoppagglieri se habrían enterado de la leyenda sobre la parti-
,compatible. Se~n ~l; los Stoppagglieri tomaron su «fraseología, junto cipación de la mafia en el levantamiento de 1860, así como de la I~·
con parte de la muruca análoga» de una popular representación de mario- yenda de Pasquale Bruno con su escena de prisión. ~¡ pu7s,. e,s f~Cl1
n;"", WI4' Prod=e ti" Bandilo &q"M Bruno (Cutrera, 1900, Pá& 124). imaginar por qué los Stoppagglieri creí"an que su nto de JOICtaClón
SI es asl, fue una eleCCIón muy apropiada, Pasquale Bruno fue un ban- era el,genuino.

228 229
<?unmareri Scurti, dirigente socialista del siglo XIX de Trapani, de- Otros grupos criminales llevaron la analogía mu00 ~ás lejos. Al igual
n~~6 a la mafi.a la .ba.Ila cavallmiPo o 'caballería baja', citando la pre- que antes en ese mismo siglo las sectas revoluclonanas, la Fratellanza
dilección de los Jóvenes mtifiosi por los caballeros heroicos del teatro de Favara, en la provincia de Agrigento, en la década de 1880, ~~¡a
d~ ~arionetas .. :made el signi6cativo detalle de que estos m4iosi prfr un conjunto de contraseñas. como «Muerte a los TIranoS>!, «R.cpublica
vmclales tamblen aprendían a hablar como la mafia por el teatro de Universal .. y O\Fraternidad,.~ Muchos de los lemas, juramentos y contra-
marionetas. Mu~?~ de estos tenían su base en Paleano, por lo cual señas de la FrateUanza presentan una semejanza notable con d jura-
!Duchos de los tlttnteros hablaban su dialecto. Sus, representaciones mento de 105 .Fratelli J3¡gnala.tori, secta revolucionaria creada por
eran en buena medida improvisaciones y cuando estas compañías de Giambattista Falcone en 1857 (en Caso, 1908, págs. 9 Y 10). De algún
Palenno representaban Li Mafiusi di fa Vicana, los titiriteros hadan que modo, los juramentos de estas fraternidades revolucionarias se habían
los m4iosi hablaran en argot. lo cual resultó muy popular. Poco a conservado y transmitido, aunque no sabemos si la Fratetlanza obtuvo
poco, el uso del argo~ ~~ extendió a otros personajes de ti~ duros re su juramento de las sectas de izquierda activas en la zo~a ?e Favara du-
presentados por los nunteros. De este modo, Cammareri Scurti descu- rante toda la década de 1860 o si, como los S~oppagghen, lo tomaron
bre otra línea de difusión del mito de la mafia. El teatro de marionetas de la ficción popular (sobre la Fratellanza, véase Lestingi, 1884; Cola-
no solo exte~~ió el mito de la lucha nacional en la forma precisa en cino, 1885; De Luca, 1897). .
que la conaton de la maBa con esa lucha se afirmaba más explícita- La Fratellanza se consideraba parte de una red de sectas revoluao-
mente, sino que también difundió un modo de hablar y actuar que su- nanas. Según su ..estatuto», si un ..hermano» era env~ado por el "capo
puestamente caracterizaba a esta secta de vengadores sociaJes (cfr. jefe» a otro pueblo, tenía que presentarse al capo de dicho 'pueblo y so-
Constanza, 1964). meteISe a un interrogatorio. Le p~guntarian su nombre, de ~6~?e p~­
. P~r s~puesto, los Stoppagglieri no solo participaban en un juego venía dónde se había «hecho» (miembro) y la fecha de su IOtaaClon.
unagmano. Es probable que estuvieran en el fondo de una guerra de La fe~a era siempre el 25 de marzo. Cuando le. preguntaban quién es-
bandas en Monreale que declaraba diversas víctimas. No obstante la taba en su iniciación, tenía que responder bonagentt. Cuando le pre-
diferencia entre jugar a la mafia y ser mafia tal vez sea solo circuns~­ guntaban quién era esa ...buena gente», tenía que hace.r un c~lo con
cial. Morueale padeció agitación política durante final es de la década la mano y decir ..la honorable Fratellanza», cuyos miembros Iban de
de 1860 y la de 1870. Además, las tensiones políticas se vieron exacer- «tres paronas a noventa milloneS!!.
badas porvarias reyertas sangrienw entre las f.unilias acomodadas. Los La idea de la «república universal" y la bona gtnlt figura en buena
miembros de I ~ ~toppagglieri parecen haber sido empleados por algu- pane dd ritual de la Fratellanza., al igual que la fecha, 25 de marzo. Se
nas de mas familIas y tal vez fuera este el mecanismo por el que se vie- trata de la festividad de la Anunciación y era empleada por la Fratellan-
ron arrastrados a una cadena de asesinatos_ za como la fecha del comienzo de la república universaL En d ritual
Sean cuales fu~ sus origenes y su natur:aleza verdadera, pronto de iniciación, se pinchaba el dedo del candidato y se salpicaban ~as
pa5aI?n a la memona social como la «Secta misteriosa.. por excelencia. gotas de sangre sobre una imagen impresa de Santa Mana Anu.nzlata.
La pnmera comunidad inmigrante siciliana en Estados Unidos se for- Luego la imagen se colocaba en las manos ahuecadas del candidato y
mó a mediados del siglo xc< en Nueva Odeans. Al comienzo de la dé- se prendía fuego. Mientras ardía, repetía el siguiente juramento:
cada de lB80, surgió allí una guerra de bandas. En la década de 1890
Juro .por mi honor ser fiel a la Frntellanz.a igual que la Fr:ltcllan-
al modo típicamente siciliano, ambas bandas implicadas decían a I~
za me es fiel a rrú. E igual que esta santa y estas go~ de sangre ar-
policía que la otra era parte de La Mafia. Es má:i, una de ellas añadió den, derramaré toda mi sangre por la Frntellanza. E Igual que estas
que sus enemigos pertenecían a una secta espeáfica de la mafia llama- cenizas no pueden,volver a su estado original y esta san~ a su esta-
da «~ Asociaci?~ de, los Stoppagglieri» (Nelli, 1976,'pág. 43; cfr.. la re- do original, jamás podré abandonar la Fr:ueJlanza (Colatlno, 1885,
ferenCia en Scahcl, 1980, pág. 53). págs. 178 Y179).
. . Puede que los Stoppagglieri fuera la primera banda criminal de Si-
alIa que empleara, en palabras de Cutrera, «la fraseología y númica Esta ceremonia de iniciación resulta sorprendente por dos razones.
'análogall de una sociedad secreta, pero de ningún modo la última. En primer lugar, los miembros de la Fratellanza se calculaban en tomo

230 231
a los quinientos (De luca, 1897). Aun cuando concedamos que una considera rse idealistas politicos o adolescentes descarriados. Eron cri·
gran proporción de ellos eran probablemente coaccionados -miem- minales profesionales. ¿Por qué se organi7.~fOn de esas formas al pare·
bros locales que se unían o aponaban dinero bajo amenaza-, el nú' cer tan ¡napropiadas?
mero sigue siendo demasiado grande para una organización estricta· Sin duda, la vanidad personal desempeñó un papel. No e.s .~na
mente ddictiva. Además, la FratcUanza estaba vinculada a facciones 'coincidencia que Joe Bonanno, quien especifica que I~ u!radlclon»
políticas de izquierda de los pueblos vecinos (los informes de las pre- tuvo sus orígenes en un grupo de nobles de ~a. Ed~d Media, meluya .e~
fecturas m~cionan ligas masónicas ¡:epublicanas en muchos de los su autobiografla un a foto del "emblema fumihar» Junto con un .anállSls
pueblos circundantes). En este COntexto, es dificil mantener que la de los orígenes nobles de la familia Bonanno en la Edad Media. PeT?
ideología polltica revolucionaria y la ceremonia de iniciación no fue- la vanidad no es la única razón posible. Otra es que al, realzar su t~dl'
ran más que una tapadera para las actividades delictivas. Por lo menos ción imaginada,la mafia estadounidense trataba.ta~blén de adherirse
en la mente de muchos de sus miembrosJ la FrateUanza luchaba genui· (o aparentar hacerlo) ~ un ..c~i.go. de h~nor» cn~n~l, lo cual ~resta­
namente por la república de la bonagmIL. Los asesinatos de los que tal ha a su actividad un alfe de legtbnudad. (Pero legitimidad a los OJos de
vez fuera responsable también siguen este patrón. Los dirigentes de la quién? El ritual de iniciación, así como sus contraseñas, eran secretos.
Fratellanza deseaban establecer su control sobre toda la zona de Fava· ¿A quién beneficiaba la fa.rsa? Tal vez no se trate tanto de que la mafia
ra, lo que llevó al conflicto con otros grupos políticos y asociaciones se coloque como . hombres de. honop> ante su comunidad como de
obreras. La serie de asesinatos no estaban conectados con la extorsión delincuentes que juegan a ser la mafia. . .
s~o que fueron resultado de vendettas con sociedades de ayuda mutu~ Todas las explicaciones convergen en un UOlca pu:nto: .la mafia es-
nvales que trntaban de extender su control sobre el mismo territorio tadounidense trató de comportarse de un modo qu~ unagmaba cohe-
(Lestingi, 1884, pág. 455). rente con sus origenes y tradiciones. }lacian más que cons~~r fonnas
i?segundo que sorprende del ritual de iniciación es que es muy derivadas del «viejo país": se estaban conmem~rand~ a SI mismos de
pareCido a los empleados por los gánsteres siciliano-estadoW}.idenses fornla consciente. Hemos visto que la memona SOCIal es a menu~o
en el siglo xx. En 1930.}oe Valachifue iniciado en la Cosa Nostra me· anacrónica. El pasado se recuerda ~ el presente, donde este proporao-
diante este ritual. En 1947, Jirnmy Frattiano fue iniciado en la familia na el contexto extemomediante el que se interpreta el pasado. Pero lo
deJoe Dragna en Los Ángeles con el mismo rirual (Maas, 1969, pág. 88; opuesto no es menos cieno: la visión d~ una .socied~d del presente
Demans, 1981, págs. 1·3). puede ser anacrónica también. La me,:"ona soaaJ se fi,a en c~~textos
Al final de la década de 1920, los dirigentes de varias "familias» si· intemosJ en imágenes y relatos. Estas Imágen.cs y rela~os est~bihzan la
ciliano-estadounidenses de la zona de la ciudad de Nueva York fueron memoria social, pennitiéndole que se tranSmita, Al rnlsmo tiempo, l~s
reunidos por la curiosa figura. del señor Maranzano. Ex seminarista e imágenes, costumbres y motivos causales qu~ estructuran la memona
historiador aficionado procedente de Castellamare, en la provincia de social proporcionan unas coordenadas med13nte las cuales se p uede
Palenno, Maranzano trató de unir a estas familias en una única organi· entender el presente en virtud del pasado record.~~o. Al conservar las
zación. Aunque su modelo organizativo era la legión romana, modelo fonnas antiguas, la mafia mostró cómo la percepclon del presente pue-
que también se había empleado en las sectas sicilianas, se daba buena de seguir dominada por perspectivas del pasado.. .
cuenta de la dimensión siciliana de la organización. La fonna de sU ¿Por qué debía representar la mafia su propiO ~ltO? Al .actuar d~
asociación y la ceremonia de iniciación se derivaban del pasado secta- un «modo tradicional.., los grupos suelen buscar validar su .Idea p~'
rio siciliano. El nombre que escogió estaba bien adaptado: La Cosa cular del pasado. Es como si el pasado pudiera "resul~r clert~» SI se
Nostra, es decir, nuestra cosa «siciliana>t (Maas, 1969; Nelli" 1976). conmemora con la asiduidad precisa. La co~me.moraa~n estncta .de
Con el liderazg9 de Maranzano y su más famoso sucesor, Lucky creencias sobre el pasado parece probar que dichas creenC13Sestán h lell
Luciano, la mafia estadounidense continuó conselVando muchos de fundadas. El pasado proporciona a la sociedad pautas de 10 que es bue-
los símbolos de una sociedad secreta del siglo XIX. Aunque los jefes del 110 y lo que es reaL Las sociedades tratan de PT?bar que esas ~autas son
hampa. siciliana en Estados Unidos jamás fueron los malos de cartón verdaderas viviendo según ellas. Al hacerlo, validan sus creenCias. A este
de las malas pdícuJas y series de televisión, de ningún modo podrían respecto no importa sj las creencias son verdaderas o no. Como en el

232 233
caso del motivo del honor sexuaJ restaurado, lo que importa es el sigo un luchador por la libertad de Sicilia. De este m odo, los organizado-
nifiCldo. La fra temidad secreta idealista de vengadores sociales y pil' res del movimiento separatista, illVocando I~ I~yenda de 1860.co.mo
triotas sicilianos es un mito; pero sigue siendo un mito que, de una u recedente alistaron al bandido Salvato re GlUhano en su mOVlmleo-
otra fonna, la sociedad siciliana ha buscado continuamente hac~ ver- io (Carca¿, 1977, págs, 167-170, 184· 186, 219·225¡ BarbagaJlo, 1974,
dadero.
p á!l'.67-71). I . .. I tis
La invasión aliada de 1943 lIegQ de sorpresa a la población sicilia. El apoyo que los aliados parecieron dar a p~nClpl o a ~s separa .
na. No tenia precedentes en su historia reciente y pordJo le resultó do- tas y el hecho de que la marina de Estados Umdos se hubiera puesto
blemente dificil comprenderla. Los sicilianos se vieron obligados a vol. en contacto con Ludy Luciano fueron tomados como prueba~ de I~
ver a sus mitos. Aunque las tropas de Estados Unidos y la Common- conspiración. En realidad , la mayo~a de. e.s~os paralelos fueron Imag¡-
wealth llegaron como libertadores, veman de Africa y paredan traer narios. El movimiento independentlsta slClhano nunca fue q:mtrolado
consigo a los Manv,chlill~ que trataron de cometer ultrajes, pero fueron por la mafia siciliana ni estadounidense. Sin emba~o. en la mente de
detenidos por los eremos defensores dd .honor familiar siciliano, la la mayoría de los sicilianos, sí lo fue . En 1946, el dlngent~ de los sepa-
mafia. ratistas, Andrea Finocchiaro-Aprile, tuvo q ue acepta,r la ~tJqueta ~.e m~-
Los sicilianos descubrieron después que el gobiemo de Estados 6a. Descubrió que fuera de la memoria so~ial. la ~1.s~ona y ~lítlca SI-
Unidos se había puesto en contacto con el dirigente de banda sicilia- cilianas no eran comprensibles para los mIsmos SICIlianos. SI la mafia
no-estadounidense Luclcy Luciano en una prisión estatal de Nueva no existiera, observó, sería n,ecesario inventarla.
York. Era otro paralelo, ¿No habían buscado las fuerzas revolucionarias
la ayuda del dirigente del hampa en otras ocasiones? ¿No se había ce-
lebrado la reunión en una celda de la cárcel? ¿No había sido allí don.
de se había planeadQ el levantamiento en Paleona? (cfr, Gaja, 1974,
cap. 6).
Todos estos paralelos eran aparentes. Los aliados no habían em-
pleado tropas marroquíes en Sicilia. El gobierno estadounidense se ha-
bía puesto en contacto con Lucky Luciano sobre la seguridad de los
muelles neoyorquinos, no sobre la invasión de Sicilia. En cualqu.ier
caso, no hubo un levantamiento en Palermo en 1943. En la situación
real, los paralelos no solo eran aparentes, sino además engañosos. A me-
nudo los aliados y los sicilianos no pudieron comprender I<!S intencio-
nes del o tro. La intención de los aliados no era la conquista de SiciJia;
llegaron para combatir a las fuerzas de Aix. La comprensión siciliana
de los acontecimientos de 1943 fu e anacrónica. En un contexto ex.
temo sin precedentes y a menudo incomprensible, los sicilianos
ex~rimenta ron el presente mediante las imágenes de la memoria co-
lectiva ..
Sin embargo, hubo un paralelo menos aparente. El separatismo ha.
bía sido un tema subyacente en la polinca del siglo XIX, y también es-
taba asociado con la mafia. En 1943, dicho tema 'se reafirmó. Como
había OCurrido antes con frecuencia, en el vado creado por el derrum-
be polltica , surgió un movimiento que exigió la independencia de Si.
cilia. El separatismo siciliano era un tema enlazado también con la ma-
fia, pues el mito de la identidad nacional representaba al m'!/illstl como

234 235
Conclusión

por espiral tras espiral de la concha de la memoria que


aún nos conecta
H. D.•
.. La varo florida»

En su esfuerzo por presentar la memoria como un objeto digno de


estudio, los historiadores orales llegan a veces a asunciones heroicas. El
historiador oral británico Ewart Evans ha escrito hace poco que la vida
de los colonos en Irlanda occidental es «apenas diferente de las de sus
antepasados que vivieron en época neolítica» y que son una «gente Ij.
gada inextricablemente con los albores de la rustoria" (1987, pág. 2).
Esta es la imagen familiar de una comunidad tradicional, aislada de la
corriente del tiempo; una comunidad donde, como expresa el mismo
Evans, «su modo de vida y su pensamiento [se ven] mínimamente
afectados por la civilización urbana .. , Dichas comunidades parecen ser
las depositarias de una sabiduría popular atemporal, que es conservaba
con cuidado y transmitida fielmente por incontables generaciones.
En realidad, estas imágenes de continuidad ininterrumpida suelen
ser ilusiones. La transmisión de la memoria social es un proceso de
evolución y cambio. Sin embargo, estos cambios pueden estar ocultos
para la misma comun idad, pues, para ella, sus reservas de recuerdos
-sus técnicas, sus relatos y sus 'identidades colectivas- parecen ser
cosas que siempre han permanecido igual. Pero es solo una apariencia,
un resultado del continuo borrado del recuerdo a medida que cambia..
El proceso de cambio en una comunidad agraria tradicional puede ser
lento; sin embargo, dichas comunidades no están fuera de la historia.

237
Si la memoria no puede tomarse como la fiel portadora del cono- blemente de obligarles a cumplint (1?82. pago 247). La transmisión y
cimiento ni como el registro de la experiencia pasada, ¿puede tener al- difusión de las imágenes y relatos de la memoria social no es una for-
gún otro interc~s para el historiador? La respuesta es muy sencilla: bajo ma de comercio menos improbable. Esas imagenes no están tocadas
el _d¡;:spliegue de con~imiento y la representación de la experiencia, por la mano de ning{!n pintor~ esos relatos no pueden \levar dere-
baJo los hechos, emOCiones e imágenes con los que parece llenarse la chos de autor. De hecho, el comercio no es más que el intercambio
memoria, solo estamos nosotros_ Somos nosotros quiene$ recordamos de ideas. No obstante, pese a que todas esas ideas son intangibles, su
yes a nosotros a quienes en definitiva se refieren el conocimiento, las transmisión y difusión sigue siendo un proceso real. La memoria social
emociones y las imágenes. lo que está oculto en los modelos de me- parece estar sometida a la ley de la oferta y la demanda. Pueden sumi-
moria cama una su~rficie sobre la cual se transcribe un conocimien- nistrarse recuerdos; deben surgir en puntos específicos. Pero, para so-
to o experiencia es nuestra propia presencia en el fondo. Sea en sí la brevivir más allá del presente inmediato y, sobre todo, para sobrevivir
memoria un 01:'ieto p~ramente neurológico o epistemológico, no po- en transmisión e intercambio, también deben satisfacer una demanda.
demos saber ni e.xperunentar :nuestros recuerdos a menos que no los Una tradición sobrevive en una versión oicotípica porque para el gru-
1tpensemos.-. primero; y en el momento en que «pensamos» en nues- po que la recuerda solo esta versión parece adecuada. Bajo este senti-
tros rec~erdos. recordándolos y articulándolos, d~jan de ser objetos y miento de ..adecuada» pueden haber factores sociológicos, culturales,
se convierten en parte de nosotros. En ese momento, nos encontramos ideológicos o históricos. Una tarea que los historiadores orales podrían
indisolublemente en su centro. emprender es expücar cómo y por qué ciertas tradiciones son adecua·
Solo es posible compartir con otros nuestros recuerdos haciéndo- das para las memorias de determinados grupos.
los primero parte de nosotros. De este modo, los 'historiadores tienen La historia de la memoria social es también la de su transmisión.
razón al mostrar escaso interés en los relatos puramente teóricos de la Vunos en la memoria social francesa que la imagen de Roldán pasó
memoria en si. Solo se vuelve vítal para ellos cuando está en contexto, por las guerras de religión, la Revo lución e incluso la Resistencia. No
:s.
pues en ese punto cuando comienza su relato. El único tipo de (<;Ia- hay nada sorprendente en ello. Mientras el relato de Roldán sobrevi-
to teonco que probablemente les resultará útil a Jos historiadores es viera, su imagen siempre seria recordada como la personificación del
por lo tan~o, el que describe lo que sucede cuando la memoria llega ; coraje y valor beroicos frente a circunstancias desesperadas_ Roldán
l~ superficie y lo que sucede cuando pensamos, articulamos y tr:ansmi- también viajó con los conquistadores y colonos al Nuevo Mundo. Allí
tunos nuestros recuerdos. Así pues, este libro se ha concentrado en fue parte de la materia prima con la que se fo~aron innumerables le-
describir lo que hace la memoria. Tiene un inmenso papel social. Nos yendas locales. Una sociedad necesita sus héroes; y Roldán es uno de
dice quiénes somos, insertando nuestros yoes presentes en nuestros pa- los muchos que la cultura occidental ha inventado para satisfacer la de-
sados y, de este, modo, sustentando cada aspectd.de lo que los historia- manda. Una sociedad también necesita sus villanos, aunque solo sea
dores suelen llamar ahora mm/alifé!. Para muchos grupos, esto signifi- para mantener ocupados a los héroes. De este modo, en Norteamérica,
ca volver a armar el rompecabezas: inventar el pasado para que se ajus- el h eroico Roldán podría enfrentarse al traidor Ganelón en la versión
te al presente 0, igualmente, el presente para ajustarlo al pasado. de. Hollywood del gánster italoestadounidense. Del teatro de marione-
Conservamos el pasado a expe..nsas de descontextualizarlo y borrarlo tas a la gran pantalla, del ferviente luchador por la libertad de las barri-
parcialmente_ cadas de PaIermo a ~ittle Caesar» que muere mientras musita: «¿Es el
Vimos que la reordenación en secuencias, la descontextualización fmaL. Rico?", la imagen del mafio5IJ también ha viajado lejos. Los cam-
y la supresión de la me~oria social con el fin de darle un nuevo signi- bios que ha surndo en esta trayectoria son en I?arte socioculturales y en
ficado es un proceso SOCial y ademas uno cuya historia es d veces recu- parte tecnológicos. El mito se ha convertido en ciñe. Tal yez haya otro
perable. Luc de H~usch bace un interesante comentario: «Los mitos rdato digno de contarse por la luz que arroja sobre la experiencia his-
congoleños ---escribe- son intercambiados como mercancía. Pero tórica de Norteamérica en la primera parte del siglo xx
propiamente hablando, carecen de valor. No son producto del trabaj~ Los recuerdos mueren, pero solo para ser reemplazados por otros.
y desafian cualquier intento de apropiación, ya sea privado o colectivo Al intentar explicar qué significan realmente las imágenes y los relatos
(oo.] lnduso eluden la función ideológica que los reyes tratan invaria- en la memoria social, vimos una tendencia al desliz de un (@OS a otro,

238 239
o también a racionalizar las imágenes y los relatos recontextualizándo-
los en otras formas. Parece que a veces solo nos engañamos cuando
pensamos qu~ estamos ..bajando del pedestal,. a la memoria social se·
parando el n:ut~ del hecho: tal vez no obtengamos más que otro rela·
too EUo no SIgnifica que debamos aceptar la memoria socia] de forma
pasiva y acritica. Podemos entrar en diálogo con ella, exam.inar sus ar-
gumentos y proba.r sus afinnaciones factual es. Pero este interrogatorio
no puede des:u~nr toda la verdad. Es un error imaginar que, después
de .haber expn~ldo .sus hech~. examinarlo sus argumentos y recons-
trUIdo sus expenenCtas, es deor, de haberla convertido en historia he-
mos terminado con ella. '
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- 1980, ~The literalisc fullacy and the problem of oral history». Social Analy- sos contienen sus' propias guías bibliográficas. Las que ya aparecen en
sú, vol. IV, págs. 28·37. la bibliografla se citarán como, las restantes del libro.
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bawm y Ranger, 1983; y, entre muchos interesantes estudios recientes
sobre el tema general del nacionalismo, E. Gellner, Natiolls alld Natú>-
nalism (Oxford, 1983); y E. J. Hobsbawm, Na/ions and Nationolism sin-
a 1780 (Cambridge, 1990). Sobre la memoria social en el periodo me·
dievaJ, Folz, 1950 es el clásico; Clanchy, 1979 y Stock, 1983 amplían
los temas culturales generales, así como Carruthers, ya citado. El caso
especial de la memoria judía posee una ingente bibliografIa propia; un
punto de partida es Y. H. Yerushalmi, ZakJJOr:}t'!ll!isIJ Hislory andJt'!ll!iw
Mmtory (Lond,,,, 1982).

262
IlilHrl'.....-l:ll..
ISBN 64-31

F R?NE~IS
CATEDRA
UNIVERSITAT DE VALÉNCIA

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