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Exodo 3:9-4:5

En el programa anterior vimos que cuando Moisés se


encontraba cuidando el rebaño de su suegro, en la zona del
Monte Horeb, Dios se le apareció y le llamó, desde una zarza
que ardía y cuyas llamas no la consumían. En el pasaje
Bíblico que hoy consideramos, encontramos el mensaje que
Dios le transmitió. Leamos los versículos 9 al 11:
"Y ahora, he aquí, el clamor de los hijos de Israel ha llegado
hasta mí, y además he visto la opresión con que los egipcios
los oprimen. Ahora pues, ven y te enviaré a Faraón, para que
saques a mi pueblo, los hijos de Israel, de Egipto. Pero
Moisés dijo a Dios: ¿Quién soy yo para ir a Faraón, y sacar a
los hijos de Israel de Egipto?"
Sería bueno que observásemos lo que le había sucedido a
Moisés. Cuarenta años antes de este momento, se encontraba
dispuesto a liberar a Israel. Era presumido, arrogante. Había
matado a un egipcio liberando a uno de los suyos de la
persecución que estaba sufriendo, porque pensó que su
acción sería comprendida. Pensaba que él podía liberar a
Israel por sus propios medios. Pero descubrió que no podía, y
entonces Dios le hizo dirigirse hacia un lugar lejano, en el
desierto, para someterle a una preparación especial y
adecuada para esa gran tarea. Fue así que llegó a darse
cuenta de cuán débil era realmente. Al fin había aprendido
que no era capaz de liberar a Israel por sí mismo.
Ahora Moisés le estaba respondiendo a Dios: "¿pero quién soy
yo? No puedo hacer lo que me estás pidiendo". Estimado
amigo, entonces sí que Dios podía utilizarle. Esa es
precisamente la manera en que Dios prepara a los suyos.
Veamos algunos ejemplos. Más adelante en la historia, El
tendría que tomar al joven David, que pudo matar a un
gigante, y hacerle esconderse en cavernas y cuevas. Después
de haber sido aquel joven acosado, como el animal
perseguido por el cazador, descubrió cuán débil era. Entonces
Dios pudo convertirle en un rey.
Elías, el profeta, fue lo bastante valiente como para dirigirse
directamente a la corte de los reyes Acab y Jezabel, de
acuerdo con el relato de 1 Reyes 17:1, con el propósito de
decirles que por un tiempo no habría rocío ni lluvia, hasta que
el anunciase lo contrario. En realidad, Elías no era tan
valiente como parecía. Y Dios le hizo pasar por el desierto,
donde el capacita a los suyos. El profeta solía beber del agua
de un arroyo que se estaba secando, y debió pensar que su
vida dependía de aquel arroyo. Después de pasar por otras
experiencias, en las que Dios le alimentó milagrosamente,
descubrió que él no valía nada y que Dios era todo para él.
Cuando se dio cuenta de esto, Dios le utilizó para enfrentarse
a los profetas de Baal, el dios falso de los cananeos, haciendo
descender fuego del cielo.
El apóstol Pablo, en su segunda carta a los Corintios 12:10, lo
expresó de esta manera:
"Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en
privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a
Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte."
Verdaderamente, siendo ésta una paradoja, era, sin embargo,
lo que Dios le estaba enseñando a Moisés. Cuando éste
descubrió que él solo no podía liberar a Israel, pero que Dios
sí podía hacerlo por medio de él, entonces Dios estuvo
dispuesto a utilizarle.
Una de las razones por las cuales muchos de nosotros no
somos utilizados por Dios en la actualidad es que nos
sentimos demasiado fuertes. ¿Te has detenido a pensar en
ello? Dios no puede utilizarnos mientras nos consideremos tan
fuertes. Es a partir de nuestra debilidad que somos
fortalecidos. Fue el mismo apóstol Pablo quien dijo, esta vez
en su primera carta a los Corintios 1:27:
"que Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a
los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo, para
avergonzar a lo que es fuerte;"
Tanto Moisés como el apóstol Pablo reconocieron que Dios
podía actuar a través de ellos cuando eran conscientes de su
debilidad. Es sorprendente lo que Dios puede hacer por medio
de un instrumento débil.
Continuemos leyendo los versículos 12 y 13:
"Y El dijo: Ciertamente yo estaré contigo, y la señal para ti de
que soy yo el que te ha enviado será ésta: cuando hayas
sacado al pueblo de Egipto adoraréis a Dios en este monte.
Entonces dijo Moisés a Dios: He aquí, si voy a los hijos de
Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a
vosotros, tal vez me digan: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les
responderé?"
La pregunta de Moisés era razonable y seguramente todos
nosotros hubiésemos formulado la misma pregunta. Moisés
temía que los del pueblo de Israel no le aceptasen. No sabía
cómo presentarles y explicarles a Dios. Tampoco sabía cómo
se las arreglaría para hacer que los israelitas viniesen a aquel
monte. Estos eran los problemas con los que se enfrentaba
Moisés, y observemos cómo le respondió Dios. Leamos el
versículo 14:
"Y dijo Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y añadió: Así
dirás a los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado a
vosotros."
Indudablemente, en el nombre "YO SOY" hay más significado
de lo que siempre se ha puesto de manifiesto, pero hay varias
cosas de fundamental importancia que debieran mencionarse.
El nombre "YO SOY" es un tetragrama o palabra de 4 letras.
Se tradujo como Yahweh y se convirtió en una palabra
sagrada, en un nombre santo para los israelitas hasta tal
punto que, de no poderlo pronunciar y para evitar profanar el
nombre de Dios, no lo utilizaban. Entonces, ¿cuál es el
nombre correcto, Jehová o Yahweh? Nadie lo sabe. Pero, de
todas maneras, el nombre de Dios puede ser definido como
"YO SOY". Puede traducirse como "el Eterno" o bien, como "el
Señor".
En el libro del Génesis, Dios es el Creador. El es Elohim, el
Dios poderoso, el que existe por sí mismo; como le dijo Dios
a Moisés, YO YOY EL QUE SOY. Aquel era el Dios que estaba
enviando a Moisés para liberar al pueblo de Israel.
El Salmo 135:13 dice;
"Tu nombre, Señor, es eterno; tu memoria, Señor, por todas
las generaciones."
En este versículo, la palabra "SEÑOR" puede traducirse como
"YO SOY EL QUE SOY". Es importante ver que este nombre
nos habla de la realidad de que DIOS EXISTE.
El último párrafo de este capítulo detalla la
La misión encomendada a Moisés
Había llegado el momento del cumplimiento de la promesa
expresada, por José, el hijo de Jacob, registrada en Génesis
50:25, que decía: ". . . Dios ciertamente os visitará".
Volviendo a nuestro capítulo 3, el versículo 15 dice:
"Dijo además Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: El
Señor, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros.
Este es mi nombre para siempre, y con él se hará memoria
de mí de generación en generación."
Dios había aparecido a Abraham, Isaac y Jacob. El mismo
Dios que estaba enviando a Moisés a los israelitas y por el
modo descripto en los versículos siguientes. Leamos desde el
versículo 16 hasta el 18:
"Ve y reúne a los ancianos de Israel, y diles: El Señor, el Dios
de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob,
se me ha aparecido, diciendo: Ciertamente os he visitado y
he visto lo que se os ha hecho en Egipto. Y he dicho: Os
sacaré de la aflicción de Egipto a la tierra del cananeo, del
heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo, a
una tierra que mana leche y miel. Y ellos escucharán tu voz;
y tú irás con los ancianos de Israel al rey de Egipto, y le
diréis: El Señor, el Dios de los hebreos, nos ha salido al
encuentro. Ahora pues, permite que vayamos tres días de
camino al desierto para ofrecer sacrificios al Señor nuestro
Dios."
Dios le había indicado a Moisés cual sería su actuación y el
orden que debía seguir. Debía informar a los ancianos de
Israel sobre el plan de liberación de Dios. Luego, él y los
ancianos tendrían que presentarse ante Faraón y pedirle
permiso para salir de viaje por el desierto durante 3 días,
para ofrecer, como nación, sacrificios a su Dios. La intención
era comunicarle al Faraón, con delicadeza, el plan de los
israelitas, antes que manifestarle bruscamente que la idea era
regresar para establecerse para siempre en la tierra de
Canaán. Continuemos leyendo los versículos 19 y 20:
"Pero yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir, si no es por
la fuerza. Pero yo extenderé mi mano y heriré a Egipto con
todos los prodigios que haré en medio de él, y después de
esto, os dejará ir."
Hemos leído que Dios le dijo a Moisés que el Faraón se
negaría a permitir que los israelitas saliesen. La negativa del
soberano desencadenaría la campaña divina contra los dioses
falsos de Egipto. Después de las conversaciones mantenidas,
y aunque Dios demostraría su poder mediante acciones
prodigiosas, Faraón aun se negaría obstinadamente a dejar
salir al pueblo. Entonces Dios, como castigo, enviaría plagas
que forzarían a Faraón a cambiar de opinión y autorizar a
Israel para abandonar Egipto. Dios tenía un plan para liberar
al pueblo y verdaderamente lo llevaría a cabo. Leamos los
versículos 21 y 22:
"Y daré a este pueblo gracia ante los ojos de los egipcios; y
sucederá que cuando os vayáis, no os iréis con las manos
vacías, sino que cada mujer pedirá a su vecina y a la que vive
en su casa objetos de plata, objetos de oro y vestidos; y los
pondréis sobre vuestros hijos y sobre vuestras hijas. Así
despojaréis a los egipcios."
Las instrucciones dadas a las mujeres para que pidiesen
dichos objetos no implicaban que podían robar; la idea era
que pudiesen cobrar los sueldos atrasados. Los israelitas
habían sido esclavos, trabajando sin recibir ningún pago. Dios
les estaba simplemente indicando como recuperar los salarios
no cobrados durante algunos centenares de años. De esta
manera saldrían de Egipto debidamente recompensados por
muchísimo tiempo de duros trabajos. Dios estaba realmente
cuidando a aquel pueblo, ante sus futuras necesidades. En el
próximo capítulo veremos como reaccionó Moisés ante este
mandato.

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