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Goya a su médico Arrieta

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Goya a su médico Arrieta
Francisco de Goya - Self-Portrait with Dr. Arrieta - Google Art Project.jpg
Año 1820
Autor Francisco de Goya
Técnica Óleo sobre lienzo
Estilo Romanticismo
Tamaño 117 cm × 79 cm
Localización Instituto de Arte de Mineápolis, Mineápolis, Bandera de Estados
Unidos Estados Unidos
[editar datos en Wikidata]
Goya a su médico Arrieta es un cuadro de Francisco de Goya pintado en 1820 que
refleja la grave enfermedad —quizá el tifus— que padeció desde noviembre de 1819 en
la que fue atendido por el médico Eugenio García Arrieta.1

Goya aparece autorretratado enfermo y agonizante, sostenido por detrás por el


doctor Arrieta que le da a beber alguna medicina. En un fondo oscuro aparecen al
fondo a la izquierda unos rostros de mujer que la crítica ha identificado con la
representación de Las Parcas.1

En una cartela en la parte baja del cuadro figura un epígrafe, presumiblemente


autógrafo, que reza:

Goya agradecido, á su amigo Arrieta: por el acierto y esmero con q.e le salvó la
vida en su aguda y- / peligrosa enfermedad, padecida á fines del año 1819, a los
setenta y tres de su edad. Lo pintó en 1820.1

Índice
1 Análisis
2 Referencias
3 Bibliografía
4 Enlaces externos
Análisis
Gran parte de la crítica interpreta este cuadro como un exvoto a su médico, el
doctor Eugenio García Arrieta, en agradecimiento a la curación de la delicada
enfermedad que padeció un Goya de setenta y tres años, con la que el pintor
consideró —si aceptamos que la inscripción es autógrafa— que le había salvado la
vida.

El cuadro podría concebirse como una Piedad laica: en el lugar habitual de Jesús
estaría un Goya moribundo, y el médico funcionaría como ángel protector. Al fondo
aparecen unas mujeres que han sido interpretadas, además de como la compañía
femenina con que vivía Goya (que convivía con Leocadia Weiss), con las deidades del
destino o Las Parcas, de las que pende, como de un hilo, la vida del protagonista.

Las facciones están tratadas con gran maestría. Goya se autorretrata con la boca
ligeramente abierta, la mirada extraviada, en actitud casi de moribundo, falto de
fuerza y de total consciencia. Con las manos se aferra febril a las ropas que lo
cubren. El hábil manejo del color y la iluminación establece un contraste entre las
carnaciones respectivas de Goya y su médico. El primero aparece con un aspecto
pálido, debilitado; mientras que el doctor presenta un rostro saludable. También la
bata del artista tiene un color blanco brillante, al igual que la sábana, lo que
destaca el dramatismo de la escena y acerca el uso de la luz al magisterio de
Rembrandt.

La pincelada de las telas blancas es decidida, pero precisa. En cuanto a la


composición, las figuras aparecen cercanas al espectador, que parece asistir a la
escena en la propia habitación en que sucede, enmarcadas como están en un plano
medio. Sobre el fondo oscuro se recortan las mujeres o Parcas, rostros extraños que
reflejan el inquietante mundo de las sombras que acechó en este trance al aragonés.
Muchas de sus características participan del mundo de las Pinturas negras que Goya
pintaba sobre las paredes de su casa (la Quinta del Sordo) por estos años.

El cuadro refleja una temática muy característica del siglo XIX y la burguesía, de
admiración por la ciencia. No hay en este caso una intervención cristiana o un
milagro de la religión, sino una actuación cabal de la sabiduría y la medicina
encarnada por el doctor Arrieta, retratado con humanidad pero no exento de firmeza
en su oficio. Con ello el cuadro se aleja de las convenciones pictóricas de la
pintura religiosa y académica del siglo XVIII, y de las sátiras contra médicos
habituales del Antiguo Régimen (tema que el mismo Goya trató abundantemente en sus
estampas), inaugurando un arte moderno.

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