Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
América Latina no es ajena a esta situación y, muy por el contrario, luego
del crecimiento que fue posible experimentar en prácticamente todos los países
en la última década, lo que hoy se constata dramáticamente es el “desarrollo de la
desigualdad”, que llega incluso, a amenazar a nuestros procesos democráticos.
Es necesario comprender, entonces, que los desafíos por la inclusión social y
educativa no pueden separarse de este contexto más amplio que es el de los
mecanismos globales que producen esta “desigualdad” que venimos señalando.
La exclusión social ha existido, con diversos formatos, a lo largo de toda
nuestra historia. Pero también es necesario reconocer que los pueblos han
luchado contra ella y han tenido logros muy importantes. En nuestro país,
procesos políticos “nacionales y populares” han conquistado el reconocimiento
de derechos sumamente importantes que, de hecho, implicaron procesos de
incorporación de inmensas mayorías a la vida cívica, a los derechos sociales y
humanos, a condiciones de vida más dignas.
Creemos que la Sociedad en su conjunto aún no valora suficientemente
esta tarea cotidiana y, como tantas otras cosas importantes, la deja abandonada al
esfuerzo y a la militancia de los que se dedican a ella. Desde hace años venimos
luchando para que se reconozca, valore y apoye el trabajo de estos miles de
voluntarios y militantes sociales que se comprometen con esta tarea.
Muchas veces, la misma escuela se siente cuestionada por esta actividad.
Por una parte porque pone de manifiesto las problemáticas que existen al interior
del Sistema Educativo respecto de sus dificultades de acompañar
pedagógicamente el proceso de los y las estudiantes que provienen de sectores
más pobres o de dar respuesta a las inquietudes educativas de adolescentes y
jóvenes de nuestro tiempo. La formación de los docentes no incluye
suficientemente la perspectiva del trabajo conjunto con la comunidad. Más bien,
se generan anticuerpos a esta mirada integradora a la que se la considera como
una amenaza.
Las Organizaciones Sociales han ido logrando, en estos últimos años, que
los Estados, los Ministerios de Educación y los organismos especializados,
reconozcan, al menos en sus declaraciones y legislaciones, la importancia y
necesidad de su trabajo.
Ante la evidencia que plantea la realidad, las políticas educativas recurren a este
inmenso tejido comunitario que se ha ido reconstruyendo con tanto esfuerzo en
nuestro país en los últimos años para poder “llegar” a esta gran parte de la
sociedad a la que es muy difícil impactar con las políticas públicas que se
diseñan. Los más pobres entre los pobres no acceden a algunos programas
básicos por efecto de la exclusión social en la que se encuentran. Y es necesario
llegar a ellos a través de una presencia cotidiana muy cercana, fraterna y solidaria
que les permitan reconocer que el estar incluidos socialmente, no sólo es una
necesidad sino también un derecho básico. Esta presencia, no es excluyente de
estas organizaciones pero sí define a la mayoría de ellas en su trabajo territorial.
Y lo sería aún más contundentemente si las mismas encontrarían más apoyo
concreto para desarrollar estas tareas de cercanía.
Por otra parte, en estos últimos años, políticas públicas fundamentales
respecto de la cuestión que venimos desarrollando, como el Plan FiNes, recurren
a las organizaciones sociales para poder “llegar” en el territorio a los jóvenes y
adultos que han tenido que interrumpir sus propios trayectos educativos. Día a
día, en miles de centros comunitarios de diverso tipo, es posible encontrar a
docentes que son “recibidos” por organizaciones comunitarias que le ofrecen un
“espacio” no sólo físico, para que miles de jóvenes y de adultos se vuelvan a
entusiasmar con la educación como parte de sus proyectos de vida. Y no
podemos negar que nos impresiona negativamente que, ante estas acciones tan
fuertes, haya sectores de la sociedad que, partiendo de fuertes preconceptos y
actitudes discriminatorias, desvaloricen todo este inmenso esfuerzo conjunto
entre los propios estudiantes, los docentes y las organizaciones que, en este caso,
trabajan en conjunto por un mismo objetivo pedagógico-social.
Como hemos dicho más arriba, la escuela tiene hoy por delante desafíos
muy importantes si quiere dar respuestas al conjunto de la población de nuestros
países. No se trata sólo de lograr que los estudiantes no abandonen la escuela o
que regresen… se trata de que puedan encontrar en la escuela el lugar en donde
construyen los aprendizajes calificados que le permitan una vida positiva en la
construcción de la sociedad de la que forman parte. Desde las organizaciones
sabemos que esto no es un problema meramente “curricular”. También tiene que
ver con el modelo pedagógico que incluye objetivos políticos y sociales. Las
organizaciones sociales también aportamos a la comprensión de lo que es la
creación y fortalecimiento de los “ambientes educativos” que pueden permitir
que la escuela sea realmente un lugar de aprendizaje.
Así como en otros campos de la vida social, las organizaciones sociales han
contribuido a que los derechos humanos y sociales de nuestros pueblos se
expandiesen, en el terreno educativo ha sucedido lo propio en cuestiones ligadas
directamente a los procesos de mayor inclusión social.
Es desde las distintas organizaciones sociales que se han reivindicado los
derechos de los pueblos originarios y esto ha provocado cambios muy
importantes en la manera de encarar la enseñanza de los procesos históricos de
nuestro continente. Y en no pocos territorios hoy se reconoce la necesidad de la
educación intercultural bilingüe, causa sostenida por numerosas organizaciones
sociales especializadas y comprometidas con la temática.
En los últimos años, además, en varios países de América Latina, varias
organizaciones han comenzado a involucrarse en las reformas fiscales y en la
lucha contra la elusión y la fuga de capitales, con el objetivo de garantizar
mayores presupuestos públicos que permitan más fondos para las políticas que
son responsabilidad del Estado, de las que la Educación es sin duda, una de las
principales y la que más recursos requiere. Otras, están comprometidas en la
lucha contra los reiterados intentos de privatización sobre la educación -tanto la
endo como la exo privatización- y la mercantilización que se quiere imponer
como paradigma confrontando con “la perspectiva de derecho”.
Como vemos, tanto de manera directa, en el trabajo en territorio con los
niños y jóvenes, como en aquellos aspectos que hacen a cuestiones de política
educativa y, hasta otras, que tienen que ver con las macro políticas nacionales e
internacionales, las organizaciones sociales se han involucrado en la
transformación de las situaciones que producen exclusión educativa y han
logrado muchas transformaciones e impactos en los Sistemas Educativos.
El esfuerzo por lograr que los aprendizajes y las prácticas que se dan en la
educación no formal pueda dialogar con los saberes y con la pedagogía del
Sistema Formal es uno de los desafíos más grandes de las políticas educativas
actuales. Las preguntas que hoy surgen de las prácticas institucionalizadas, no se
llegan a contestar con los elementos con que cuentan las propias instituciones
educativas. Preguntas sobre el sentido de la educación, su aporte a la
construcción de los proyectos políticos nacionales, su perspectiva en relación con
el mundo del trabajo, la producción, la investigación y la creación… aparecen
cotidianamente y requieren de un diálogo profundo con la comunidad, primero, y
con la sociedad toda. Las organizaciones sociales se vuelven voceros de estas
realidades que acogen a las instituciones escolares, las cobijan y las sostienen.
Pueden ser mediadores o interlocutores de los mensajes que la escuela necesita
para poder renovarse y transformarse.