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Los Pipiles

Los Nahuas, alternativamente conocidos como Pipiles, son un pueblo indígena que habita la zona
occidental y central de El Salvador. Su idioma es el Nawat, también escrito “Nahuat”, o Pipíl. Los
antepasados toltecas de los Nahuas emigraron de México y se asentaron en lo que hoy es El
Salvador en el siglo X d.C.

En la actualidad aún existen Nahuas puros en El Salvador y es la única etnia que habla su antiguo
idioma. Los Nahuas dan nombre a muchos lugares del centro del país, como Cuzcatlán, y fundaron
un centro cultural y político del mismo nombre, cerca de la actual ciudad de San Salvador.

La palabra Pipil es un término náhuatl que se deriva de Pipiltoton, que significa «niño, muchacho u
hombrecito». El nombre fue dado a las tribus nahuas, que había en El Salvador y Guatemala, por
los tlaxcaltecas y otros pueblos del mismo tronco lingüístico de México que estaban aliados
con Pedro de Alvarado en la conquista de la región, al parecer porque al escuchar el idioma pipil les
parecía un náhuatl mal pronunciado, con acento de niño, o bien, según alguna versión, por el
nombre de un supuesto líder de las migraciones nahuas hacia Centroamérica, el príncipe Pipiltzin.
El nombre pipil, sin embargo, nunca fue un término usado por estos para referirse a sí mismos, sino
un exónimo usado por los españoles y sus aliados; en el corpus del náhuatl de Guatemala, por
ejemplo, las comunidades nahuas se identifican a sí mismas con el nombre de su calpolli o altepetl,
nunca como pipil.

• Historia
La historia, la tradición, la mitología y la arqueología nos informa que esta gente llegó a El Salvador
a raíz del colapso del Imperio de Tula. Tula, que habrá heredado las glorias de la civilización tolteca
a la caída de Teotihuacán, finalizó sus días en una guerra civil ocasionada aparentemente por un
problema en la sucesión dinástica al trono de Tula. La facción perdedora en esta guerra,
comandada por el célebre personaje Topilzin, que sus seguidores lo creían una reencarnación del
Dios Quetzalcóatl, no halló mejor alternativa que abandonar México y emigrar a Centroamérica y
así fue como la mayoría de esas personas se radicó en El Salvador.

Las Evidencias arqueológicas, lingüísticas y glotocronológicas sugieren que algunas poblaciones


ubicadas en lo que ahora son los estados mexicanos de Durango, Zacatecas y San Luis
Potosí emigraron a Veracruz alrededor del 500 o 600 d.C. Hacia 800 d.C. algunas poblaciones
emigraron hacia el Soconusco, en el sur de México, dando origen a los pipiles, mientras que las
poblaciones que se quedaron dieron origen a los nonoalcas; a la vez ambos grupos estuvieron
influenciados por los toltecas. En 900 d.C. los pipiles emigraron hacia varias regiones
de Guatemala, El Salvador y Honduras. Algunas poblaciones pipiles de Honduras emigraron a
varias regiones de Nicaragua, donde dieron origen a los nicaraos (pueblo de habla náhuat que
habitó alrededor del Lago Cocibolca).

Los pobladores primitivos que se opusieran a la ocupación de su tierra generalmente eran


aniquilados por los nuevos pobladores Náhuatl, si esto no sucedía convivían pacíficamente. Se
sabe que Topilzin fundó posteriormente un santuario a la diosa Nuictlán en la zona del lago de
Güija, después parece que llegó a las ya entonces ruinas Mayas de Copán.

Cuando los españoles llegaron a El Salvador, en 1524, el grupo indígena más preponderante era
el de los Pipiles. Este grupo lo conformaban una rama de la civilización Tolteca, que dio tanto
esplendor al antiguo México y sus ruinas más espectaculares son los restos actuales de
Tehotihucán, muy cercanos a la Ciudad de México y Tula en el estado de Hidalgo.

En la actual Guatemala los pipiles fundaron Isquintepeque (actual Escuintla) y se vieron


influenciados por las poblaciones mayas (cakchiqueles, quichés y zutujiles). En lo que hoy es
Honduras, los pipiles habitaron en los valles de Comayagua, Olancho y Aguán y en Choluteca, y se
vieron influenciados por las poblaciones mayas chortís. En el actual El Salvador los pipiles fundaron
alrededor de 1200 el Señorío de Cuzcatlán, nación que se extendía desde el río Paz hasta el río
Lempa, es decir, cubría gran parte del occidente y centro de El Salvador.

En 1524, los pobladores pipiles de Isquintepeque que se opusieran a la "Conquista" Castellana por
parte de Pedro de Alvarado, fueron derrotados en batalla. El resto de señoríos fueron derrotados
en sucesivos combates o escaramuzas y sometidos si mostraban beligerancia, si esto no sucedía
convivían pacíficamente. En 1528 finalmente cayó el Señorío de Cuzcatlán. Para 1530 habían sido
vencidos o sometidas las poblaciones pipiles en el resto del territorio que dominaban desde hace
más de 300 años (cuando llegaron de la zona de la actual Veracruz y sometieron a su vez a la
población primigenia), en Honduras y en Nicaragua. Por la colonización y asimilación española se
extinguieron las poblaciones pipiles en Guatemala, Honduras y Nicaragua, sobreviviendo la lengua
y cultura pipil en El Salvador hasta el siglo XX.

A lo largo del siglo XX y durante los años ya transcurridos del siglo XXI, la población Indígena llegó
a ser una minoría, llegando únicamente al 10% del total de la población. Dos factores influyeron
principalmente: Primero, fueron las enfermedades y la guerra que trajeron los castellanos invasores,
provocando con ello la muerte de millares de Indígenas en tiempos de la colonia. Así mismo, la
eliminación física y cultural de toda población que se resistía frente al despojo de tierras comunales,
además del sistema de propiedad propio de los Pueblos Indígenas que se implementó en periodos
históricos concretos, contribuyeron a la desaparición.

Hay dos periodos históricos: primero, de 1821 a 1833, la naciente república, definió su política
económica a partir de la ampliación de la producción de añil y la experimentación con el café,
iniciativa que demandó más tierras, que efectivamente el Estado consiguió a consecuencia del
despojo a los Pueblos Indígenas de sus tierras comunales. Esto provocó que en 1833, desde el
territorio Indígena Nonualco, Anastasio Aquino (Indígena Náhuat Pipil) dirigiera una sublevación en
contra de aquellas políticas de Estado, la cual fue brutalmente reprimida. Para evitar sublevaciones
futuras y amenazar las políticas económicas que se estaban implementado, en 1881, por mandato
legal, las tierras comunales fueron abolidas.

El segundo periodo, comprende del año 1881 a 1930, periodo en que el café, exigió más tierras
para expandir su producción, pues en 1930, aún en la crisis mundial, representaba el 90% del total
de exportaciones de El Salvador. En este periodo, según el antropólogo estadounidense Mac
Chapin, los Pueblos Indígenas aún contaban con el 25% de tierras comunales, las cuales fueron
blanco de ataque.

En 1932 se produjo el Levantamiento campesino en los territorios Indígenas de Juayua,


Nahuizalco, Izalco y Tacuba, se sublevaron con picos, palas y machetes para negarse a entregar
sus tierras que fue reprimido militarmente por el gobierno del General Maximiliano Hernández
Martínez, provocando la muerte, según estimaciones, de 25.000 a 32.000 indígenas pipiles. Este
genocidio indígena provocó que muchos pipiles abandonaran su lengua y tradiciones, ya que la
represión posterior llevó a muchos a ocultar su lengua e identidad cultural.

Ante esta revuelta, Maximiliano Hernández Martínez presidente de El Salvador de ese entonces,
decretó frenar la movilización y la sublevación, ordenando asesinar a cualquiera que
portaba machete y a todos los Indígenas que portaban su indumentaria, o que hablaran su idioma.
Se estima que fueron asesinadas treinta mil personas, lo que lo convierte en el mayor etnocidio
registrado en la historia contemporánea de El Salvador.

A través de estas formas, los Pueblos Indígenas de El Salvador, fueron despojados de la mayor
parte de sus tierras y fueron desarticulados social y culturalmente de su identidad. Quienes se
resistieron, fueron asesinados, torturados y desaparecidos. Quienes sobrevivieron, se quedaron
únicamente con su fuerza de trabajo. Esto provocó que los Pueblos Indígenas se convirtieran en
una minoría (incluyendo a los Náhuat Pipiles), que hoy en día se deja notar con presenciar a sus
descendientes, quienes son quizás la última generación de hablantes de su idioma.
Los últimos tres pueblos indígenas sobrevivientes en El Salvador son Los Náhuat Pipiles, en el
occidente y los Lencas y Cacaopera ubicados al oriente del país. Los primeros están ubicados en
los departamentos de Ahuachapán, Santa Ana, Sonsonate, La Libertad, San Salvador, Cuscatlán,
La Paz y Chalatenango, San Vicente; los Lencas en los departamentos de Usulután, San Miguel,
Morazán y La Unión y los Cacaopera en el departamento de Morazán. Han sido más de 500 años
no sólo de resistencia sino de lucha por su reconocimiento, ya que tan sólo recientemente, el Estado
de El Salvador, a través de la reforma del artículo 63 de la Constitución Política los reconoció en
el año 2014.

Se trataba de una acción positiva, pero tardía. Para el 2008, el Atlas de la UNESCO de las lenguas
del mundo en peligro, dio la alerta que el idioma Náhuat Pipil se encontraba en situación crítica,
registrando a 200 hablantes. Mientras, el idioma Lenca y Cacaopera están ya declarados como
extintos. El problema de la pérdida de idiomas para estos pueblos, es sólo uno de tantos que deben
afrontar bajo su situación de pobreza; se calcula que el 38.3% de la población Indígena se encuentra
en extrema pobreza y el 61.1% en el umbral de la pobreza. Tan sólo el 0.6% puede cubrir sus
condiciones básicas de vida sin mayor complicación.

• Estructuras Económicas, Políticas y Sociales


Los pipiles mantuvieron las estructuras económicas, sociales y políticas del pueblo náhuatl.
Conservaron la propiedad de la tierra comunitaria dividiendo las grandes áreas de influencias de
los poderosos caciques en calpullis o parcelas de tierra suficientes para alimentar a una familia. Los
principales grupos sociales eran los nobles y los sacerdotes (pipiltun) quienes compartían el poder
político con los guerreros. Al igual que los aztecas, eran los guerreros quienes elegían a los
caciques, es decir, jefes militares. Con el tiempo los caciques dejaron de ser elegibles y se formaron
cinco cacicazgos hereditarios: Apanecatl, Apastepl, Ixtepetl y Guacotecti y un gran centro religioso,
Mita.

La base de la pirámide social pipil estaba formada por comerciantes, artesanos y el «pueblo»
(macehuotlín). Los macehuotlin, aparte de cultivar los calpullis, tenían la obligación de trabajar las
tierras de los sacerdotes (primeros propietarios de las tierras). Los prisioneros de guerra eran
desposeídos de todos sus derechos y como esclavos se ocupaban de trabajar para las clases
dominantes.

En lo referente a la artesanía los especialistas destacan que El Salvador fue el centro de producción,
y exportación, de una cerámica peculiar muy apreciada por su característico brillo metálico. En la
esfera religiosa, rendían culto a los dioses nahuas: Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, y a
Tlalos, dios de la lluvia y de la fertilidad.

Introdujeron el culto generalizado al dios de la lluvia Tláloc y a Xipe-Totec. Este último muy
vinculado a los sacrificios humanos. En verdad su llegada implicó muchos cambios culturales en el
país. Las ruinas de Cihiuatán, en Aguijares y cercanas al volcán de Guazapa son los vestigios más
notables que se poseen de los Pipiles, también llamados Yanquis.

La autoridad principal o el poder se le atribuye a la persona encargada del título de Wey Taketzani,
esto también conocido como el gran orador o el término de Takatéku. Por también existía algunos
gobernantes de las provincias principales, y además también los líderes de las provincias tributarias,
todos estos considerados como la mayor autoridad dentro de la provincia, relacionados a la idea de
jefe.
También había un jefe principal de ejército, al cual se le atribuye al título de Cihuakúat. Además de
lo mencionado anteriormente entre otras de las figuras de autoridad presente en el sistema político
de los pipiles figuraba un cargo un día a cada uno de los barrios en que se dividía la provincia, es
decir que, aunque éste se le atribuye a cierta autoridad estaba por debajo del jefe de la provincia,
en tal sentido el título que se le atribuye a este cargo era de Alahuae.

• Vestimenta
El vestido de los aborígenes era sencillo, constaba de tres piezas. La manda o
tilmalli era una prenda que se usaba como traje de calle. Consistía en un pedazo
rectangular de tela que se anudaba al cuello y caía por la espalda como una
capa algo angosta. La faja o maxtlat; con esta prenda se liaban las caderas
cayendo sus puntas anudadas por delante y por detrás.

Las mujeres usaban huipilli, era una camisa sin mangas


que les bajaba hasta las piernas. Usaban también
enagua o cueitl atada con una faja, las enaguas les llegaban hasta los
tobillos; usaban también caites. En los días de fiestas se ponían dos o más
huipillis de diferentes tamaños, se peinaban con cuidado y usaban algunos
adornos. El vestido lo usaban de acuerdo a la clase social que pertenecían.
El traje de los nobles era de algodón blanco, matizado de colores; usaban
muchos adornos. Los meszahuales usaban telas hechas de pita con las que
hacían camisas largas con falta delantera pasada entre las piernas. Desconocían el tatuaje, pero
se pintaban el cuerpo y la cara con colores chillantes; y se perforaban las orejas para suspender
adornos.

• Religión
La religión Pipil estaba vinculada con lo que sería el nacimiento, la vida y la muerte, era un
fundamento importante para desarrollar otras actividades como lo era la observación de los astros
todo esto con la finalidad de predecir fenómenos naturales, y a partir de esta observación también
se llevaba a cabo una adoración a dichos astros como lo era la lluvia, el Rayo y el trueno, entre
otros. Entre las deidades más importantes se encuentra primordialmente Téotl, viene siendo como
la idea de Dios, además era considerado como una fuerza, única y dinámica la cual gobernaba al
universo y además tenía diversas formas de manifestarse.

Por otro lado, se encontraban Quetzalcóatl, que de la misma forma era


una deidad importante y se ideaba que era el dios de la vida, de la
sabiduría, de la fertilidad, del conocimiento, de la luz y de los vientos. Entre
otras de las deidades importantes para esta religión se encontraba
tonantzin, tezcatlipoca, Metztli, Tonatiuh y Chalchiuhtlicue.

• Curiosidades
La palabra “chocolate” tiene su origen en una bebida la región de los Izalcos. La producción de
cacao era de gran importancia para dicha región y sus pueblos, de hecho, el poder político de los
Pipiles-Izalcos se basaba en una producción de cacao que no tenía igual en toda Mesoamérica.
Cuando llegaron los españoles a la región pipil de los Izalcos, el chocolate era la receta de una
bebida que se preparaba con el cacao de la zona.

Además, desde antes de la invasión española, las semillas de cacao se ocupaban como moneda
para pagar tributo, fijar precios, y hacer compras cotidianas. “Chocolate” tiene su origen lingüístico
en el Náhuat de la periferia, que incluye la lengua pipil, y no se ve en documentos de México hasta
1580.

Esto se considera como la lengua hablada por los pipiles, que en tal sentido recibe el nombre de
náhuat. Es importante tener en cuenta que esta lengua es considerada en peligro debido a los
pocos hablantes con los que cuentan actualidad, incluso las referencias indican que pueden tratarse
de tan sólo 300 personas, en tal sentido se puede considerar que esta lengua se encuentra en
posibilidad de extinción. Incluso en el único país donde aún se encuentran hablantes se trata de El
Salvador, puesto que aunque se tienen registros de comunidades pipiles en los países de
Guatemala, Honduras y Nicaragua ya este idioma se encuentra extinto en dichos países.

Entre las expresiones artísticas que más destacan y de las cuales se tiene registro de la cultura
pipil; se encuentra la escultura, arquitectura y cerámica. Otro aspecto de la cultura pipil se trata del
concepto que tenían en cuanto a la familia, como una importante unidad y núcleo social y todos los
aspectos relevantes de la vida de los pipiles estaban relacionados al ámbito religioso.

Por lo general una de las manifestaciones más importantes como parte de esta cultura se trataba
de las esculturas talladas en piedra que recibieron el nombre de estelas. De la misma forma como
parte de la arquitectura estás comunidades llevaron a cabo la construcción de pirámides, aunque
lo que corresponde a la arquitectura de las viviendas no se tiene mucha información al respecto.

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