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Ignoraba qué iba a ser de mí y en qué trabajaría, por un tiempo quise ser
bombero porque le llevaba todos los días el almuerzo a un señor que trabajaba en
el cuerpo de bomberos y por esto me pagaba, luego se me metió en la cabeza la
idea de estudiar para ser abogado con pistola porque una de mis tías tenía un
“enamorao” de esa profesión y siempre andaba armado, me encantaba ver la
“cacha” de la pistola cuando sobresalía del bolsillo del pantalón. Y el resultado fue:
no llegué a ser bombero ni abogado, hoy soy cura sin pistolas.
Cuando tenía unos ocho o diez años me sucedió algo muy singular, me
mandaron a hacer un encargo a las afueras de mi pueblo a un barrio que se llama
“bobare”. Tenía que recorrer unos tres kilómetros en mi bicicleta por un tramo que
corresponde a la carretera “Falcón -Zulia”.
Coro, mi tierra natal, es una región donde hace mucha brisa, es tierra de
vendavales y de ahí es su nombre, viene del vocablo de los caquetíos “curiana”
que quiere decir “lugar donde se reúnen los vientos”. Por eso en coro los cujíes
crecen pandeados hacia el oeste, y es fácil que el aire te quite cualquier cosa que
pueda ser transportada por él.
. Pero aún así se lo lucía
tenía más “guama” que con mucho orgullo,
pelo: estaba sobre todo cuando salía
Mi abuelo tenía un para el c
sombrero de aquellos
que llamaban “pelo e’
guama” pero el que él Un día hice el gran
usaba sucio, viejo y juramento de mi vida,
raído. aunque más que un
juramento era un deseo
vehemente porque los
Mi tío, el hermano de niños no juran en serio
mi abuelo, sí tenía un sino que desean y
sombrero de verdad, sueñan con mucha
¡nuevecito! Recuerdo ilusión, si… era más
que comparaba a los
bien un sueño. Pues los
dos y el sombrero de
niños tienen
mi abuelo se veía más
pensamientos bellos,
desgastado, roto y
sucio. ninguno se dice:
“cuando yo sea un
. Con frecuencia me alcohólico”, “cuando yo
preguntaba: “¿Por qué sea un drogadicto”.
mi tío tiene un “cuando yo me
sombrero nuevo y mi divorcie”, “cuando yo
abuelo no me quite la vida”,
“cuando yo sea un
Y éste era mi sueño: arrastrado”…todos los
“cuando yo sea bellos sueños de los
grande, trabaje y niños comienzan así:
cobre mi primer “cuando yo sea
sueldo, lo primerito grande…”, si, si… así
que voy a hacer es comienzan: “cuando yo
comprar un sombrero sea grande…”, “cuando
“pelo e’ guama” yo sea alguien”,
¡nuevecito! A mi “cuando yo me gradúe”,
abuelo “cuando yo crezca”.
entro de la ciudad.
Así sentía, así
pensaba, así
Ignoraba qué iba a ser
deseaba… y así
de mí y en qué
soñaba, éste era mi
trabajaría, por un
gran idea de niño. Yo
tiempo quise ser
no sé bien qué edad
bombero porque le
tenía entonces, calculo
llevaba todos los días
que andaría entre los
el almuerzo a un señor
cinco y seis años. Este
que trabajaba en el
deseo lo conservé
cuerpo de bomberos y
durante mi niñez y
por esto me pagaba,
toda mi juventud, ¡y
luego se me metió en la
todavía lo recuerdo!
cabeza la idea de
estudiar para ser
Y el resultado abogado con pistola
fue: no llegué a ser porque una de mis tías
bombero ni abogado, tenía un “enamorao” de
hoy soy cura sin esa profesión y siempre
pistolas. andaba armado, me
encantaba ver la
“cacha” de la pistola
cuando sobresalía del
bolsillo del pantalón.
-¡”Muchacho’el carajo”! –Me gritó -, ¡¿cuándo vas a aprender que las cosas
se hacen en el momento o no se hacen nunca?! –esto me dolió, mas nunca se me
olvidó.
El tiempo pasó y todo fue quedando atrás para no volver más. A mis
dieciocho años decidí ser sacerdote, realicé todos los estudios académicos fuera
de mi país. Después de varios años regresé a mi pueblo natal para la ordenación
sacerdotal. Me regalaron muchas cosas, ¡ah!... me dieron también mucho dinero en
efectivo y en cheques. “¡Qué molleja!”, decía yo emocionado; pues nunca había
tenido tantos “reales” en mis manos como hasta ese momento. Entonces, viendo la
cantidad que me habían dado, recordé la promesa que me hice ciando era niño, me
acordé de mi gran sueño: “cuando yo sea grande, trabaje y cobre mi primer sueldo,
lo primerito que voy a hacer es comprar un sombrero “pelo e’guama” ¡nuevecito! A
mi abuelo, ¡igual que el de mi tío!”, así soñaba cuando era niño. También tenía
presente lo que dijo un psicólogo famoso: “ser feliz en la adultez es ver realizados
los sueños de cuando uno era un niño” y yo tenía dinero por primera vez
en mi vida para realizar mis bellos sueños. Es verdad, ése no era mi primer sueldo,
pero era mío, me lo habían regalado.
Por esos días visité las tumbas de mis seres queridos, quería rezar por
ellos y con ellos. Pero cuando llegué donde estaba enterrado el abuelo no me nació
ninguna oración, no pude rezar. Mejor dicho, la única plegaria que me salió fue
ésta: “Viejo, nunca te di el sombrero, pero lo triste no es que no té lo di, lo
lamentable es que te lo pude haber dado y no lo hice, lo tuve en mis manos y lo
dejé ir. Te fuiste con tu “pelo e’guama” viejo, roto y sucio; ¿por qué?”. De todos
modos compré el sombrero, por ahí lo tengo en mi cuarto. Pero… ya no tengo
abuelo.
Si ves a tú alrededor te darás cuenta de que hay muchas cosas bellas que
todavía están contigo, tienes muchos “sombreros” que la vida te dio para que los
ames, tienes tus seres queridos contigo: tus padres, tú pareja, tus hijos y tus
amigos. Porque la vida es un sombrero compartido.
Si ves a tú alrededor te
darás cuenta de que hay
muchas cosas bellas que
todavía están contigo,
tienes muchos
“sombreros” que la vida te
dio para que los
LA LUZ DE LA NOCHE
Hace algunos años leí en la prensa nacional, que el gobierno decidió ponerles luz
eléctrica a ciertas comunidades indígenas que jamás la habían tenido.
Árboles milenarios caían unos sobre otros para dar paso al tendido eléctrico. Los
ingenieros, técnicos y obreros de la electricidad trabajaban afanosamente para
cumplir su cometido. Los indígenas, pobladores autóctonos y perennes de esa
región, nunca habían visto semejante despliegue de gente y de máquinas que
rugían como truenos.
_ ¿Y pa’qué sirve?
El cacique no podía explicarse cómo destruían tan fácilmente los árboles y por qué
lo hacían. ¿Quién nos dará ahora frutos?, ¿quién nos dará sombra?, ¿en dónde
anidarán los pájaros para incubar sus crías si cortan los árboles? Éste era el tipo
de preguntas que el indígena hacía.
_ ¡Esto es para dar luz!, ¡esto es para que ustedes tengan luz! _ contestó
impaciente el experto en energía.
El indio da pasos de día y pasos de noche, camina con el Sol y también con la
Luna. Él sabe que en la noche se vive sin la luz del Sol y no se puede cazar ni
pescar, tampoco correr entre los árboles porque no se distingue bien. En cambio,
en el día sí hay luz y se camina en la claridad, y se puede saltar, brincar y correr,
pero en la noche no, pues en ella se anda en la oscuridad. La noche no es mala,
simplemente no hay luz; ya vendrá. El indio conoce todo esto y sabe esperar.
Por eso inventamos la luz artificial para alargar el día físico y de esta forma
creemos que eliminamos las noches y en realidad lo que hacemos es ponerles luz,
no quitarlas. No nos damos cuenta de que es la misma noche iluminada… pero
noche al fin.
Así, en los momentos duros y oscuros de la vida nos llenamos de evasiones y
distracciones que llamamos luz. No queremos aceptar las tristezas-noches, los
sacrificios-noches, las soledades-noches. ¡Cuánto nos cuesta vivir el sufrimiento y
el sacrificio cuando nos llegan! Por no aceptarlos sufrimos más, por eso nos
hundimos, fracasamos y nos perdemos en las noches iluminadas de la vida. En vez
de vivir nuestras soledades, tristezas y fracasas queremos “encandilarnos” con la
luz de las evasiones y escapes.
El dolor físico hay que evitarlo con remedios y medicinas, pero el dolor espiritual
que se llama sufrimiento hay que vivirlo, hay que pasar por él porque después de la
noche viene el día… después del sufrimiento viene el gozo tan deseado.