Está en la página 1de 2

9.

GANAS DE VOLVER
 Anchadito con una soga delgada nomás lo llevaba yo al animal, bordeando
bordeando una acequia, despacito como en procesión. A las justas podía dar
paso y hasta el viento lo quería tumbar. Este pobre, pensaba yo en mis
adentros, ni puesto tres meses en un inverne podría engordar... y ahora,
ahora, seguía pensando, qué nomás puedo hacer? ... Llegando a un sitio
donde se elevaba alto el pasto, lo amarré. Silencioso era ese lugar, aparte del
viento nada más se oía. A ratos pensaba escaparme, pero me desanimaba
sabiendo que el maligno de donde sea me volvería. Ni rezarle a taita San Juan,
patrón de mi pueblo o al niño Manuelito, que siempre me socorría, me
animaba, porque en mi tierra contaban que desde los dominios del supay las
plegarias no llegaban.  Así sentadito que estoy, piense y piense, no sé cómo
nomás reparo para un lado, cuando lo veo que corriendo por entre unos
montecitos, avanza la muchacha buenamoza, hija del hombre, agitada
agitada. -- Cholito -- me dice llegando a mi lado--, he venido a ayudarte: sé
que pasas apuros. -- ¿De veras, niña? -- le digo alegrándome--. ¿De veras has
venido a ayudarme? -- De veras -- me dice --, la hormiguita y el águila que tú
trataste, me contaron que pasabas apuros. De haber sabido antes que los
trabajos que te mandaba hacer mi padre eran imposibles para ti, hubiera visto
la forma de ayudarte. -- O sea que pensabas, niña, que los hacía yo? -- Sí,
pues, yo creía que era así. ¿Cómo es no?, dije entre mí, para ellos todo es
fácil; pero de su taita sí estoy seguro que sabía bien que yo no iba a poder. --
Una curiosidad, niña -- le dije tomándole confianza, viendo que se sentaba a
mi lado. -- ¿Qué nomás será? - ¿Cómo sabes mi nombre? Mejor dicho, mi
sobrenombre?- quise sacarme la duda que desde el día anterior ya, me
puyaba.-- ¿Cuál? ¿Cholito? -- Ajá. Se río, haciéndose un hoyito en su cara. --
Me lo contó mi hermanito, riendo, dice que en tu pueblo piensan que te has
muerto. Pucha! Eso me trajo recuerdos de mi mamita, de mis hermanitos y
de mi amado venadito Lucero, y extrañé mi pueblo y unas ganas tremendas
de volver se me vino. -- No te pongas triste -- dijo la muchacha dándose
cuenta--; yo te llevaré a tu tierra ahora mismo si quieres, luego de engordarlo
al toro. ¿En serio, niña?- En serio, ahora verás... Diciendo asina, se levantó y se
fue más arribita, donde crecían unas chilcas. Por ahí se puso a arrancar unas
hierbas parecidas al picullo, pero que no eran picullo, según comprobé
después .A cada puñadito que arrancaba le hablaba cosas que yo no entendí.
Después, haciendo un tercio, lo trajo mil caldito en su falda y lo arrojó ahí en
su delante del animal. – Ahora sí -- dijo volviendo a sentarse a mi lado--,
esperemos un poco; ten paciencia. Sonreía la muchacha. Sus labios
reventaban como moras. Tan bonita no había visto asina. Y parecía estar
queriéndome. Sólo de verla mayor que yo, señorita como era y yo sólo un
wambra [quechua: niño] me arrecelaba, sabiendo sobre todo hija de quién
era. – A lo mejor te culparán tus taitas, niña, de haberme hecho escapar. -- Ni
creas - me dijo agarrando la punta de mi poncho, fijándose en sus labores--,
ahora que mi papá vea el toro se alegrará que hayas desaparecido; no le gusta
que haya poderosos como él en sus dominios. Y en cuanto a mí, no sabrán
que te he ayudado, porque dejándote en tu pueblo nomás, rápido me
volveré; ya después cuando pasen los días más bien nos reuniremos de
nuevo y entonces sí viviremos juntos.-- Ehh... ¿cómo? -- Ya te explicaré. Ahora
mira el toro. Cuando levanté la vista, lo vi; ¡a pucha!, tremendo animal,
gordo. Yo dije se habrá panzada quién sabe con las hierbas. Pero no. Cuando
fui a tocarlo, purita carne era, queriendo reventar todavía bajo esa piel
negra, lustrosa.-- Ahora sí, ¡vamos! -- Bueno, niña...

También podría gustarte