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La última vez que recuerdo ver a mis padres fue en mi cumpleaños 111.
Hace ya 100 años de esto. Y hoy, en mi cumpleaños 222, no podría estar más feliz.
Llevo unos meses siguiendo la pista de una tumba antiquísima, una maravilla
arquitectónica. Y por fin la tengo delante.
Fue construida en la primera edad del sol, y no se sabe con exactitud por qué especie. Está
en ruinas pero no me disgusta, es más, eso le da un toque misterioso, con las enredaderas
cubriendo la fachada y los rayos de sol atravesando las hojas de los árboles… una leve
brisa me acaricia el pelo, y escucho los cantos de los pájaros a mi alrededor.
“Es bellísima”, pienso. Esto es por lo que estoy viva.
La euforia que siento cada vez que me adentro a un lugar desconocido, cada vez que veo
las pisadas de un animal que nunca antes había visto, cada vez que descubro un olor y un
sonido nuevo. El corazón se me acelera, y la mente se me invade de preguntas. “¿Quién
habrá construido esto? ¿Qué especie maravillosa ha producido este sonido, marcado esta
huella? ¿Porqué lo hacen, porqué lo hicieron?
Y no me detengo hasta que atrapo las respuestas.
Jamás me arrepentiré de haberme ido de casa.
Una vez fuera de la tumba, busco un sitio en el que poder pasar la noche.
Encuentro un pequeño claro, y me siento a los pies de un árbol.
Enciendo una pequeña hoguera y saco el resto de comida que había conseguido hace un
par de días. Mientras como, reviso mi cuaderno, donde apunto cualquier pensamiento que
se me cruce por la cabeza, las cosas que veo, y mis preguntas.
Vuelvo a tratar de estudiar los símbolos que he dibujado de la tumba.
A lo mejor se trata de un abecedario, y descifrar lo que dice sería increíble.
Sigo vagando por mi cabeza unas horas más, y me acabo durmiendo, con la luz de la luna y
las estrellas iluminándome la cara.
“Feliz cumpleaños, Deliria” Digo en un susurro.
——
“¡Padre, por favor! ¡Sabes lo importante que es para mí!” Grito, ya harta, al borde del llanto.
“Te he dicho que no. Sabes muy bien que este año es vital para tu vida como heredera” Lo
dice serio, calmado, pero puedo notar la impaciencia en su voz.
“¿Qué está pasando?” La voz seca de mi madre cruza la habitación. Genial, pienso.
Justo lo que necesito.
“Tu hija quiere pasarse un año entero entre hobbits y duendes descubriendo el mundo” Dice
esto último con un tono tan despectivo, que no aguanto más, y exploto.
“Deliria, cálmate.” Dice mi madre, mirándome con sus fríos ojos azules.
Me siento en una silla intentando controlar mi respiración, sin mucho éxito.
“Cállate, cállate, cállate” Pienso “Estoy harta de peleas que no llevan a ningún lado”
“Sabemos que esto es importante para ti. Pero este es el año de tu coronación, y lo sabes
perfectamente. El futuro de tu familia es más importante que el tuyo propio”
“Por no hablar de que ser cazadora no es un oficio adecuado para la heredera de la familia.
¿Qué pensaría el pueblo? Ni siquiera necesitas un oficio.” Interviene mi padre, pero mi
madre lo fulmina con la mirada.
“¿Cómo?”
“Que lo piensas. Lo sé perfectamente mamá, lo llevo sabiendo desde que tengo uso de
razón. No hace falta que lo disimules. Os creéis que no me doy cuenta de cómo me miráis
cada vez que vuelvo del pueblo? De cómo me miráis cada vez que vuelvo de la biblioteca?
De cómo me miráis cuando me quedo estudiando mis apuntes hasta las tantas?” Ambos se
quedan callados, mirándome fijamente.
“Piensas, bueno, pensáis, que no puedo ser una cazadora. Porque es un oficio de pobres.
De hobbits y duendes. De hombres. De locos.”
“Dalia, no pensamos-”
“El día que me déis la puta diadema, o corona, o lo que sea, no me volveréis a ver la cara.
Tenerlo claro.” Y al decir esto, me levanto y me voy dando un portazo.
Odio a mis padres, odio a mi familia, odio mi herencia, odio la diadema y odio mi casa. No
es justo. Hacía muchísimo tiempo que no estaba tan enfadada.
——
Unos padres tristes y orgullosos despidiendo en un cálido abrazo a su hija, a la que apoyan
y están convencidos de que va a ser feliz. Pero no. Fue bastante deprimente. Al acabar la
ceremonia, mis padres me hicieron soltar un discurso en el que no creo, para un pueblo que
no significa nada para mí. Desde que nací me enseñaron a estar orgullosa de mi pueblo. Se
llenaban la boca con palabras como respeto, orgullo y amor por los demás, olvidándose de
que yo también necesitaba que alguien sintiese eso por mí.
Pero mis padres solo no me vieron nunca como a una hija, si no como a una heredera. Y mi
pueblo solo me veía como una figura respetable de la que mantenerse al márgen. No hice
ningún amigo en toda mi infancia, y por este mismo motivo empecé a hacerme amiga de los
animales y las plantas. Ellos no me miraban con una expresión insegura. Me veían como
una igual.
En cuanto salí a mi aventura, pude conocer gente de todas las razas, tamaños,
personalidades y mentalidades. Por este mismo motivo, una de las cosas que más me ha
gustado siempre de mis viajes son las personas que me encuentro. Es increíble como
puedes aprender tanto de una cultura hablando brevemente con alguien que la haya vivido.
“Bueno. Podría ser peor” Resoplo, apartando todos estos pensamientos de mi mente. ¿Por
qué de repente me he puesto tán melancólica? Sin embargo, sigo mirando la diadema. Es
realmente muy, muy bonita. Y por primera vez, mi cerebro hizo una desconexión entre la
reliquia y mi familia, y la vi como un objeto místico más, como cualquier otro que me
encontrase en un lugar antiguo.
De todos modos, ¿Cuántos años tenía esta diadema? ¿De qué está hecha? ¿Quién la
hizo? Solté una risita. Todos estos años con un objeto tan extraño conmigo, y nunca me
había hecho ni una sola pregunta sobre él.
Y me la puse.
—-
“Yo tengo información que podría interesarle” Es un duende de mediana edad, con una
barba y cejas bastante pobladas para ser un duende.
“Y supongo que esa información no será gratuita” Respondo, levantando una ceja.
“Lo siento, la diadema no. Er… Qué tal…” Reflexiono. A lo mejor ya es el momento de
despedirme. “El brazalete?”
“Está bien” Dice, encogiéndose de hombros. Pues nada. Aquí va mi brazalete favorito. Pero
la información es siempre más valiosa que cualquier cosa material.
Nos sentamos en una mesa fuera de una taberna, y empiezó a contarme lo que sabía. Dijo
un montón de nombres, épocas y lugares, la mayoría los conocía, otros no, pero el que más
me llamó la atención fue Los Siete Tesoros de las Virtudes.
Sonaba tan místico y extraño que el cuerpo se me invadió de emoción, y esto aumentó
cuando el duende dijo que estaba sorprendido de que no lo conociese, ya que tenía cara de
hacerlo. No sabía exactamente a qué se refería con eso, pero me lo tomé como un
cumplido.
El duende procedió a explicarme la historia de la Piedra de las Virtudes y los Siete Tesoros
y, aunque al principio estaba un poco dudosa, (Es decir, todo el mundo piensa que Sauron
había desaparecido y ahora resulta que estaba por ahí poseyendo piedras?) pero acabé
llegando a la conclusión a la que llego siempre. Cuantas más probabilidades haya de que
algo sea simplemente un mito, más ganas tengo de descubrirlo.
Pasé las siguientes semanas buscando información acerca de estos siete tesoros y la
piedra de la virtud, pero no era nada fácil. Cada vez tenía más claro que el duende me
había hecho un cumplido. Recorrí bibliotecas y bibliotecas, y nada. Realmente era un
misterio bien guardado. Entonces tuve mi día de suerte. Encontré un pequeño librejo, que ni
siquiera tenía una portada de cuero, llamado La piedra de las virtudes.
Me lo leí en menos de diez minutos, y aunque había poco texto, era información muy
valiosa. Hablaba de la creación de la piedra, Marlar el siniestro, los recolectores, el Clan
Beri Mír… Copié los datos más importantes en mi cuaderno,
y salí de la biblioteca.
Podría ser…? No. Pero y si…? Lo habría sabido. Pero hay una gran probabilidad…. Estoy
siendo estúpida? Probablemente. Pero y si….?
Cojo la diadema, que está en la mesita de noche, y la pongo cerca de la ventana, para que
le dé la luz de la luna. “Es solo una diadema” Pienso para mi misma.
La piedra que tiene incrustada, que hasta ahora me había parecido un simple guijarro, brilla
intensamente, emanando un aura de misticismo increíble.
Y es entonces cuando me doy cuenta de que tiene algo grabado en el interior.
Giro la corona lentamente, conteniendo la respiración.
“Rí -o Cuil”.
La Diadema de la Vitalidad.
“Mierda.” Pienso, una vez me siento en la cama. “Ahora si que no voy a conseguir
dormirme”.
——
Llevo ya un rato sentada en una posición bastante incómoda, escondida detrás de un
arbusto, intentando hacer el menor ruido posible.
Tengo delante un grupo de cachorros de zorros de tres colas.
Los estoy dibujando en mi cuaderno, aunque realmente estoy conteniendo el impulso de
levantarme a acariciarlos. Son adorables.
Una vez he terminado, me levanto lentamente para no ser percibida (tengo entendido que
pueden ser bastante agresivos si se sienten intimidados, y estos cachorros no son
pequeños exactamente)
Sigo paseando en busca de mi objetivo; un bosque milenario de la edad de los árboles. Ésta
época siempre me ha llamado la atención, porque hay muy poca información sobre ella, y
solo por su nombre sé que debió ser preciosa.
Decido hacer un descanso para comer cuando me doy cuenta de que estoy bastante
cansada. No sé cuánto tiempo llevo andando.
Como no encuentro ningún árbol frutal o planta comestible, cazo un pequeño
conejo que tuvo la mala suerte de pasar cerca mío.
Cierro los ojos con fuerza, y junto las manos.
“Lo siento” digo, en voz alta “Y gracias”.
Una vez he terminado de comer, me tumbo en los pies de un árbol, con las manos detrás de
la cabeza, y respiro profundamente el aire puro del bosque.
Escucho los pájaros cantar durante un rato, y cuando me doy cuenta de que me estoy
quedando dormida, me pongo la diadema. Desde que descubrí la importancia de la reliquia,
no me la pongo con tanta habitualidad, sólo por si acaso (Quién sabe, a lo mejor llegaba un
hobbit escurridizo y se la llevaba corriendo antes de poder reaccionar). Pero en estos
momentos, en los que estoy completamente sola, me gusta ponérmela. Me hace sentir viva.
“!Oye, lo siento! No soy un comedero. Le tuve que dar las semillas a un viejo para que me
diese un anillo” Pero el pajarito me estaba picando cada vez más fuerte.
“!Eh, que no es mentira! ¿Ves? Le enseño el anillo al pájaro, como si lo fuese a entender
mágicamente, y empieza a picarme el dedo.
“No, no, este anillo me gusta mucho. Tendrás que ir a molestar a otro”
Cuando cojo cuidadosamente al pájaro para que deje de picarme, me doy cuenta de que
tiene algo extraño en la pata. Lo toco, temiendo que fuese una herida o algo similar, y me
doy cuenta de que es un papelito. Lo tenía atado con un hilo.
Cojo el papelito, con cuidado para no hacerle daño al pájaro, y instantáneamente, empieza
a volar.
“¿Adiós…?”
No me lo puedo creer.