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234 El discurso cinematográfico

Deleuze, Gilles: A imagen-movimento, cinema I, San Pablo, Brasi-


liense, 1985 [trad. cast.: La imagen-movimiento, Barcelona,
Las aventuras del dispositivo
Paidós, 1994]. (1978-2004)

Conforme se expuso en la parte final del libro, la visión del


cine como un Dispositivo (Jean-Louis Baudry) significó una sínte-
sis del desarrollo de la teoría en los años setenta, que propuso un
análisis crítico del efecto-pantalla que tomaba en cuenta no sólo
las características propias de la imagen, sino también las condi-
ciones psíquicas de su recepción. En síntesis, hay un cine (clásico
y sus actualizaciones) que explora la potencia de la simulación del
dispositivo, y que permite que el espectador se encuentre frente al
espectáculo como un sujeto soberano a quien el mundo se le ofre-
ce para la percepción y el conocimiento en condiciones ideales, a
fin de componer la relación sujeto-objeto en los moldes cartesia-
nos; es decir, según una noción de sujeto consolidada dentro de la
tradición burguesa. Recuerdo aquí este aspecto de la teoría por-
que era central el movimiento de vincular el aparato técnico a
una formación ideológica que se cuestionaba a partir de una ins-
piración proveniente de los pensadores asociados a la desmitifi-
cación del sujeto y de la conciencia como entidades autónomas
(Marx, Nietzsche y Freud). Y existía también el presupuesto de la
dominación social –al cual el cine clásico prestaría su servicio– y
la hipótesis de que la eficacia de este cine en este rol se apoyaba
en la propia estructura de la psique (según la tópica freudiana)
que encontraba en el dispositivo cinematográfico su espejo.
Si el cine se sitúa socialmente como “máquina de placeres”,
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esa teoría apoyada en el psicoanálisis entiende su efecto como un comportamiento de sujetos “empíricos” que se encuentran efecti-
movimiento de regresión narcisista por el cual el espectador se vamente en una sala oscura, sino al espectador supuesto del filme
entrega a una identificación con el aparato y, en seguida, con el (“implicado en la forma del texto”); en fin, el consumidor que el
imaginario representado en la pantalla. Jean-Louis Baudry publi- filme desea y para quien se muestra adecuado. Semejante garantía
có más tarde el libro O efeito-cinema,1 que realza nuevamente esa está lejos de volver a la teoría del Dispositivo (en la versión de
doble dimensión del filme como artefacto (el hacer, el arte, la Metz) inmune a la crítica y la refutación, pero se muestra más re-
representación) y como experiencia subjetiva de gratificación vivi- finada que ciertas observaciones de sus adversarios cuando insis-
da por una platea fascinada en función de la sintonía entre su dis- ten en la obvia diferencia que se instala cuando el filme encuentra
posición y el buen objeto ofrecido en la sala oscura (ofrecido por espectadores particulares en situaciones determinadas, ya que la
un cierto cine, no todo el cine; un cine moderno más radical y el cuestión no es constatar diferencias sino explicar ciertas reaccio-
momento de la deconstrucción rompían esa dimensión). nes comunes generadas por productos de gran audiencia a pesar
Christian Metz, el más equilibrado sistematizador de esa teo- de las enormes distancias de formación, valores y contexto cultu-
ría, dejó claro que Dispositivo no es solamente el aparato técnico, ral que separan a las plateas.
sino todo el engranaje que envuelve al filme, el público y la críti- Un buen ejemplo del desarrollo de las consideraciones sobre el
ca; en fin, todo el proceso de producción y circulación de las imá- lugar del espectador y sus regímenes de lectura del filme es dado
genes donde se actúan los códigos internalizados por todos los por el trabajo de Roger Odin, principal figura de la semiopragmá-
participantes del juego. De este modo, el Dispositivo se ubica co- tica, que combina el análisis inmanente del filme con las conside-
mo una “institución social de la modernidad” que comienza en- raciones sobre la situación específica de la comunicación. Odin
tonces a ser descifrada en sus bases más profundas. 2 Metz buscó hizo una notable contribución a la intrincada discusión sobre las
más tarde nuevas inflexiones en el enfoque de la “cuestión del diferencias e identidades entre “ficción” y “documental”. Para él,
espectador”, y encontró una afinidad en el trabajo de Francesco la distinción entre los dos modos no se ubica en el plano exclusi-
Casetti, quien, al igual que él, disolvió la dimensión de la militan- vo del objeto-filme, sino que es necesario incluir consideraciones
cia crítica dirigida al cine industrial (ya en 1975-1977, Metz había sobre el tipo de inversión hecha por el espectador en su relación
buscado un precisión conceptual mayor, sin una perspectiva de con el filme. Ésta puede movilizar una lectura “documentalizan-
negación de algún cine en particular). En las formulaciones que él te”, al presuponer que la imagen en la pantalla tiene un donante-
y Casetti hicieron después, el punto central fue dar mayor especi- narrador real, o sea, alguien que pertenece a “nuestro” mundo y
ficación a ese “lugar de espectador” en el proceso, entendida la que podemos cuestionar sobre la identidad, verdad, hechura; o
posición de sujeto-receptor tal cual el propio filme la construye al una lectura “ficcionalizante”, al presuponer un donador-narrador
dirigirse a la platea.3 Esto significa que la teoría no describe el ficticio, que pertenece a un mundo que no es el nuestro, figura
incuestionable.4
Metz, Odin y Casetti definieron sus proyectos con claras dife-
rencias de cara a la teoría del Dispositivo en la versión de Baudry,
1. Véase Jean-Louis Baudry, L’effet-cinéma, París, Albatros, 1978.
2. Ésta es la razón por la cual Dispositivo se refiere aquí siempre a la
teoría que envuelve a este juego de espejos entre lo técnico y lo psíquico,
con todas las supuestas implicaciones ideológicas, y dispositivo se refiere te imaginario: psicoanálisis y cine, Barcelona, Paidós, 2001]; Francesco
al aparato técnico responsable por la especificidad del cine. Casetti, El film y su espectador, Madrid, Cátedra, 1989.
3. Véanse Christian Metz, Le signifiant imaginaire: psychanalyse et 4. Véase Roger Odin, De la fiction, Bruselas, Éditions De Boeck Uni-
cinéma, París, Union Générale d’Éditions, 1977 [trad. cast.: El significan- versité, 2000.
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pero sin una impronta de oposición a muchas de sus premisas. A sas referidas al estatuto de la imagen y a las inversiones del deseo
su modo, también el contexto angloamericano –donde el término envuelven una taxonomía más amplia que incluye el eje homo-
es Apparatus– incorporó el legado y le dio nuevos desdoblamien- sexual/heterosexual, y supone incluso un espectro más matizado
tos. Pese a ser rechazada, la teoría del Dispositivo fue el blanco de que debe considerar todas las ambigüedades en esta atribución de
polémicas exasperadas de ambos lados del Atlántico, en un com- identidad que posee zonas de frontera.6
bate que no está clausurado en el pasado como bien lo muestran La tradición inglesa de análisis de la “posición de espectador”
publicaciones recientes.5 ganó diversidad y un camino propio. En realidad, ésta tuvo en su
origen un punto de inflexión fundamental, antes incluso de la
importación más sistemática de la teoría francesa, con el texto de
LAS AVENTURAS DEL DISPOSITIVO: PRIMER MOVIMIENTO Laura Mulvey “Placer visual y cine narrativo”, de 1975.7 Allí, el
fundamento es el psicoanálisis, pero sus interrogaciones –¿quién
En aplicaciones más específicas, la teoría del Dispositivo fue es objeto y quién es sujeto de la mirada en el filme clásico?– se
incorporada a una parte de los estudios de cine llevados adelante apoyan directamente en Freud, sin pasar por Lacan. Vale, en este
desde una perspectiva feminista, donde el punto central era el sentido, una observación. Mulvey señala la tensión entre dos
análisis de la cuestión de género (gender). En estos casos, se man- dimensiones de la experiencia (y del deseo) del espectador frente a
tuvo la dimensión de combate ideológico contra el cine clásico y un filme narrativo: 1) la de la fijación de la imagen (donde está en
su mirada, combate centrado en la consideración de su dimensión juego el fetichismo, la voluntad de permanencia de la imagen
sexista, ya que lo que interesaba para estos estudios era caracteri- ajena al flujo narrativo), y 2) la identificación con las posiciones
zar exactamente las “posiciones de sujeto” (masculino/femenino) de los personajes en la intriga (donde, al contrario, se trata de
favorecidas por el estilo clásico de narrativa. Más tarde, el desa- sumergirse en la narrativa y en las acciones, de querer llegar al
rrollo de la queer theory volvió más compleja la cuestión, pues desenlace). De esta forma, ella permite que se tematicen, en clave
dejó claro que las posiciones de espectador y todas las demás co- psicoanalítica, ciertas tensiones que los teóricos del cine siempre
enfrentaron y que todavía hoy representan un desafío: cómo exa-

5. No se trata aquí de hacer una presentación comprensiva y general


de las cuestiones y teorías que cito. Una exposición clara y abarcadora, 6. Para los estudios feministas, véanse M. A. Doane, P. Mellecamp y
que presenta otro recorte de las teorías recientes, puede ser encontrada en L. Williams (comps.), Re-visions: essays on feminist film criticism, Frede-
el libro de Robert Stam, Uma introdução à teoria do cinema, San Pablo, rick, Md, University Publications of America, 1983; Teresa de Lauretis,
Papirus, 2003 [trad. cast.: Teorías del cine, una introducción, Barcelona, Technologies of gender, Bloomington, Indiana University Press, 1987;
Paidós, 2001]. Existe también el posfacio a las nuevas ediciones de A Marie Ann Doane, Femmes fatales: feminism, film theory, Psychoanalysis
experiencia do cinema (1983, 1990, 2003), una antología de textos clási- (Londres, Routledge, 1991). Para la queer theory, véanse Jan Campbell,
cos de crítica y teoría que organicé para la editora Graal (libro que puede Arguing with the phallus: feminism, queer and postcolonial theory, Lon-
ser leído en conexión con éste, dado que el recorrido es paralelo). Hay, al dres, ZED Books, 2000; Chris Staayer, Deviant eyes, deviant bodies:
final de esa antología, una presentación sintética del campo teórico de los sexual re-orientations in film and video, Nueva York, Columbia Univer-
años ochenta, en la que destaqué a Gilles Deleuze y el cognitivismo nor- sity Press, 1996; Richard Dyer, Now you see it: studies on lesbian and
teamericano como dos polos del combate a lo que era hegemónico en los gay film, Londres, Routledge, 1990.
años setenta. Hay una antología compilada por Fernão Ramos, Teoria 7. Este artículo de Laura Mulvey está incluido en la antología que
contemporânea de cinema (San Pablo, Editora do SENAC, 2005) que compilé: A experiência do cinema (3ª ed.), Río de Janeiro, Editora Graal,
compone una nueva colección de textos disponibles para el lector. 2003.
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minar lo que, en la imagen, se ajusta al encadenamiento narrativo (la fuerza del instante) y lo horizontal (la fuerza de la sucesión) se
–contribuyendo a la lógica de las acciones en el espacio y en el refiere –aquí pensando más en términos de imagen, de acuerdo
tiempo– y lo que, en la imagen, sobrepasa esa integración, colo- con las observaciones de Laura Mulvey– a los poderes de atrac-
cándose como un “suplemento” en la experiencia visual con efec- ción de los filmes de la industria sustentados por el carisma y el
tos no siempre compatibles con el plano de las acciones y reaccio- sex-appeal de la estrella, de la persona (máscara) de un actor o
nes. O sea, la imagen como “pura presencia” de las cosas y de las actriz; en definitiva la fuerza del cuerpo y de la fisonomía (noto-
fisonomías. Éste es un problema que, focalizado o no, habita los riamente cuando se encuentra a la orden del día el Star System).
recorridos de la teoría y de la crítica de cine, y que está implícito La misma tensión (o armonía) se instala en otros casos en los que
en las formulaciones de los conceptos y en los análisis de filmes, la fuerza del magnetismo del detalle reverbera en la recepción de
como el propio destino de las formulaciones de Baudry y de sus las obras, como el impacto de un contexto sociogeográfico, o de
adversarios lo demuestran muy bien. lo que sería un fragmento de naturaleza “salvaje”, como ya se ha
En este sentido, no me voy a detener en la consideración de los observado desde los primeros teóricos del cine que elogiaron los
desarrollos de la teoría de la narrativa en el cine. Privilegiaré ano- filmes de viaje y, después, ciertos géneros de ficción como el wes-
taciones que tratan estas confrontaciones entre el dispositivo téc- tern. Aquí, el intento de recuperación de una naturaleza perdida
nico y las cuestiones ligadas a los desarrollos de la representación ayudó a crear una mitología en torno a ese género en función del
(y su crisis), o ligadas a estas tensiones entre lo narrativo y lo que, efecto-paisaje, de la inserción de lo humano en un orden vital más
en la imagen, lo excede. En rigor de verdad, debería decir lo que amplio; lo que, más tarde, fue mejor elaborado a partir de una
la imagen-sonido excede, ya que el dispositivo es esta articulación perspectiva histórica, observando la relación de la imagen cinema-
inestable, y el conjunto de las tensiones presentes en el cuerpo de tográfica con las tradiciones pictóricas e iconográficas, cuando
un filme e incluye, esencialmente, las relaciones entre la voz, los espacios como Monument Valley fueron analizados en su dimen-
ruidos y la música con la imagen, en un proceso que el cine clási- sión mítica. Otra forma de que lo imagético sobrepase la narrati-
co trató de domesticar con su principio de transparencia (no sin va, de definir una presencia que excede al drama, es la inserción
problemas), y que el cine moderno dejó expandir con la formula- de emblemas, no de la naturaleza, sino de la urbanidad, cuando el
ción de cuerpos heterogéneos, discursos opacos en los cuales las detalle menor, lo que parece objeto banal, gana amplitud como
bandas fluctúan una sobre otra, en el montaje vertical (Eisens- cualidad relativamente autónoma, generando sentidos o efectos
tein), produciendo nuevos efectos de sentido. En lo que sigue, este pop no ligados a la historia que se cuenta en el filme. Volveré so-
binomio está presupuesto, incluso cuando la economía de la frase bre esa cuestión de las tensiones entre imagen y dimensión narra-
no lo haga explícito.8 tivo-dramática del cine en la parte final de esta exposición, donde
Un ejemplo simple que involucra la oposición entre lo vertical va a resonar esa observación sobre el trabajo de Laura Mulvey.
La revista Screen, publicada en Escocia, fue en los años seten-
ta y ochenta uno de los espacios de los críticos angloamericanos
que incorporaron, con ajustes, la teoría del Dispositivo dentro
8. Para la relación entre sonido y cuerpo del filme, véase Mary Ann
del eje Jacques Lacan-Louis Althusser. Esto definió un programa
Doane, “A voz no cinema: articulação de corpo e espaço”, en A expe-
riência do cinema. La reflexión sobre el sonido avanzó mucho a partir de
de análisis de la ideología en el cual la cuestión de la “teoría del
1980. Entre los autores que trataron ese tema, destaco a Michel Chion. sujeto” y una tipología de sus “posiciones” (no espaciales, sino
Véanse La voix au cinéma, París, Éditions Cahiers du Cinéma, 1982; Le de inversión libidinal) se constituyó en un campo especial de un
son au cinéma, París, Éditions de l’Étoile, 1985 y La musique au cinéma, debate que cada vez se separó más de una teoría de los géneros,
París, Fayard, 1995. sea del gender (masculino/femenino), sea del genre (tal como es
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constituido en el cine industrial).9 Cuando el recorte del gender teoría del Dispositivo y más involucrada con lo narrativo-dramá-
se alió al recorte del genre, esta vertiente se alineó con la crítica tico. Fredric Jameson concibió sus análisis dentro de esa dinámi-
que, a partir de los años setenta, se hizo a la hegemonía del ca de la ideología (factor regresivo) y utopía (factor progresivo),
Autor como pauta del análisis. Contribuye a esa crítica del Autor estudiando los productos de Hollywood, antes que sus análisis de
no sólo el descarte de posturas modernistas que privilegiaron a lo la cuestión de lo posmoderno lo llevaran a acentuar el cine como
largo del siglo XX las “grandes obras de ruptura”, sino también un dispositivo, no tan central, dentro del engranaje de los medios
el descarte de la “politique des auteurs” conducida por los cuyo avance en la esfera pública estaría generando una peculiar
Cahiers du Cinéma desde los años cincuenta (política cuya inspi- esquizofrenia.11 Es decir, la construcción de un presente eterno
ración era otra, no propiamente modernista). La recuperación de vivido por sujetos sin memoria, disociados, fragmentados por
los estudios de géneros dramáticos (o géneros de la industria, una crisis del sentido de la temporalidad (olvido de la historia),
como la comedia musical, el filme de gangsters, el western) forma incapaces de síntesis y atropellados por una velocidad de los estí-
parte del abandono de las posiciones radicales de 1968-1970, mulos que, en su forma interpelativa, se define como un mecanis-
retomando un interés por el guión (por las reglas de la escritura mo de control.
en el cine) y cuestionando el elogio exclusivo a la mise-en-scène Lo que está en juego aquí es la constatación de que la situa-
como rasgo de estilo y señal exclusiva de una inflexión subjetiva ción actual privilegia un sentido de control por la vía de la satu-
(autoral) presente en la mirada de la cámara o en el montaje.10 ración y no por la de la ocultación de imágenes. El “complejo
Hay un nuevo análisis del entretenimiento interesado en explorar, exhibicionario”,12 por el cual los poderes sociales ofrecen en
sin ignorar las dimensiones regresivas ya apuntadas, otro aspec- espectáculo un mundo construido a su imagen, es un dispositivo
to: el de las dimensiones utópicas implicadas (y reconfiguradas) eficiente de donación-administración de puntos de vista (en cuan-
en el cine, cuando se supone que se puedan alcanzar, a través del to soy un supuesto sujeto de la mirada pero cumplo un programa
espectáculo colectivo. Una experiencia compartida en la que el que no escogí). Como mecanismo de control, viene a complemen-
dato esencial es la presencia de un movimiento integrador, de vi- tar la forma más tradicional simbolizada hoy en la “cámara de vi-
vencia de un sueño en la sala oscura que es síntoma de un deseo gilancia” (donde soy objeto de la mirada). Las referencias a la vi-
de superación de los problemas y no sólo un devaneo escapista. sión total del panóptico (recordemos a Michel Foucault) acentúan
La dinámica de la ideología (identificación regresiva con valores el dato más visible y, al mismo tiempo, más elemental de un siste-
dados) y utopía (deseo de superación) fue objeto de análisis en ma que hizo sofisticado al extremo la “logística de la percepción”.
los trabajos que provenían de una izquierda no afectada por la Dentro de ella, los dispositivos de la mirada cumplen varias fun-
ciones que incluyen lo que está implicado en los escenarios de
guerra, donde desempeñan un papel clave (y cada vez mayor)
como bien nos ha mostrado Paul Virilio en el libro Guerra e cine-
9. Para una síntesis de la perspectiva de la revista Screen, véase el
volumen The sexual object: a screen reader in sexuality, Londres, Rou-
tledge, 1992. Este libro trae artículos publicados en la revista durante los
años setenta y ochenta. 11. Véase Fredric Jameson, As marcas do visível, Río de Janeiro,
10. Sobre la teoría de los géneros, véanse Thomas Schatz, Hollywood Graal, 1995, Pós-modernismo, a lógica cultural do capitalismo tardío,
genres, Nueva York, Random House, 1981; Nick Browne (comp.), Refi- San Pablo, Ática, 1996 [trad. cast.: Posmodernismo, la lógica cultural del
guring american film genres: history and theory, Berkeley, University of capitlismo tardío, Barcelona, Paidós, 1991].
California Press, 1998; Rick Altman, Los géneros cinematográficos, Bar- 12. Véase Tony Bennett, “The exhibitionary complex”, en The birth
celona, Paidós, 2000. of the museum: history, theory, politics, Londres, Routledge, 1995.
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ma.13 El principio de que “vencer es estar siempre con el enemigo se perdió– de la utopía originaria del cine (el régimen de la creen-
a la vista” habla bien del grado en el que el cine y otras máquinas cia en la imagen) para que se reinstale la reflexión que pasa por
de visión están implicados –por fuerza de su propia naturaleza esta dialéctica de creencia/duda/creencia, a pesar de todo. Es esen-
como dispositivos– no sólo en la estrategia militar, sino también cial renovar aquella apuesta (que la deconstrucción radical aban-
en la administración de otras formas del conflicto. El juego de lo donó) en las virtudes del dispositivo técnico en lo que, desde el si-
visible y de lo invisible, del iluminar el campo de batalla y de glo XIX, fue visto como su capacidad de “ir más allá”, negar,
camuflar, son modalidades de relación entre el ver y el poder que subvertir el cálculo, sorprender.14
vivimos cotidianamente, por la experiencia en los espacios públi- Esta referencia a Virilio y Comolli, en función de que el dispo-
cos y privados, en sus calles o frente a la TV. Ver y poder es el sitivo técnico está directamente implicado en sus reflexiones, apun-
título del libro reciente de Jean Louis Comolli, una de las figuras ta sólo a evocar la noción de “sociedad del espectáculo” (Guy
de liderazgo intelectual en los Cahiers du Cinéma en el período Debord) y el vínculo desapacible entre la geometrización de la
1968-1972. Concentrado en el análisis de las relaciones entre téc- mirada y la militarización de la cultura, proceso que ha asumido
nica, estética e ideología, es el autor cuya militancia crítica hoy un carácter cada vez más abstracto en el ambiente tecnológico en
guarda una relación más orgánica con las posiciones de entonces, el que vivimos. Por este y otros caminos, la reflexión sobre la
ya que los desplazamientos que hizo en su teoría, para apartarse estructura de la experiencia frente a la imagen contemporánea in-
de la “deconstrucción” como operación radical e iconoclasta, volucra en un debate a filósofos o “críticos de la cultura” –como
mantienen un fuerte clivaje ideológico en el que opone, al plano Fredric Jameson, Jean-François Lyotard, Jean Baudrillard, Paul
institucional de la “sociedad del espectáculo” (siguiendo la noción Virilio y Slavoj Žižek– que, aunque crucial, queda aquí como un
de Guy Debord), una práctica cinematográfica en el terreno del telón de fondo. Son recorridos amplios y diagnósticos ambiciosos
documental, dirigida a la recuperación de la experiencia y del su- con los cuales la crítica y la teoría del cine han mantenido un diá-
jeto (contra la información programada; contra la ilusión del suje- logo diverso, cuyo interés es tanto mayor en virtud de su capaci-
to que se vuelve autómata al buscar la expresión “individual” dad para ofrecer respuestas a cuestiones específicas. O sea, cuan-
dentro del engranaje de los reality shows). El espectáculo es “posi- do, al pensar el cine, la teoría incorpora esas visiones generales sin
tividad del mundo” (yo diría, es la transparencia), hipervisibilidad anular el examen más específico de la forma y de lo que está im-
que supone que “todo está ahí, visible” en un sistema de circula- plicado en el dispositivo técnico, sin el cual el estudio se empobre-
ción que nos hace apilar imágenes y confundirnos por la veloci- ce, pues hace del filme una mera confirmación-ilustración de los
dad de la máquina publicitaria. Comolli propone un agenciamien- grandes esquemas ya formulados.
to de la imagen-sonido que ofrezca al espectador el momento Al contrario de lo que se elabora a partir de los “críticos de la
reflexivo del ver (en el que él se ve viendo), que le dé oportunidad cultura” y sus diagnósticos más sombríos, una parte significativa
de trabajar el sentido del límite (siempre hay algo que se esconde; de la reflexión sobre el cine ha mostrado la tendencia a flexibilizar
lo invisible es la condición y sentido de lo visible). El objetivo es su juicio sobre el filme clásico y el mundo del espectáculo. Ese ti-
discutir el estatuto y el funcionamiento del espectáculo mediático po de reflexión se manifiesta en dos campos, en los adversarios de
a partir de la integración de la duda en la esfera de lo visible, lo
que también implica en la tematización –sin inocencia, pues ésta
14. Véase Jean-Louis Comolli, Voir et pouvoir – L’innocence perdue:
cinéma, télévision, fiction, documentaire, Lagrasse, Éditions Verdier,
13. Véase Paul Virilio, Guerra e cinema, San Pablo, Página Aberta, 2004 [trad. cast.: Ver y poder. La inocencia perdida: cine, televisión, fic-
1993. ción, documental, Buenos Aires, Aurelia Rivera, 2008].
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la teoría del Dispositivo y en los que la aceptan como matriz pero adoptar una tradición de investigaciones en historia de la cultura
se apartan de sus formulaciones más radicales. Tal es el caso, por consolidada en Inglaterra a partir de autores como Raymond
ejemplo, de Slavoj Žižek, quien ha retomado ese paradigma teóri- Williams, E. P. Thompson y Richard Hoggart, esta tendencia ha
co, moviéndose entre Lacan y la filosofía, y ha combatido en trabajado la cuestión de la cultura y de la comunicación con la
nombre de los argumentos de la perspectiva cognitivista de algu- mirada dirigida hacia las políticas de identidad que analizan la
nos teóricos norteamericanos. Aun así, Žižek trabaja el mundo de cuestión del sujeto, no a partir de un diagnóstico de sus ilusiones
la industria cultural sin alinearse a la deconstrucción y sin mani- “estructurales”, sino a partir de conflictos sociales efectivos (y lo-
festar una militancia efectiva por las revoluciones estéticas, con- calizados), en los que se dan una afirmación o negación de etnias,
centrándose más en el análisis refinado del sistema de los media o de identidades sexuales. El movimiento más decisivo aquí es el
como síntoma que, leído sin temores, se puede transformar en el de la particularización histórica, incluida en este movimiento la
campo productivo de un psicoanálisis politizado en “estado prác- cuestión del sujeto y de las condiciones empíricas de la recepción.
tico”, experiencia que él acepta como un juego revelador.15 ¿En qué condiciones y con qué formación cultural operan los es-
Hoy, efectivamente, incluso para quien mantiene como hori- pectadores en cada contexto sociogeográfico y cultural?
zonte la crítica del sistema –análisis de la ideología, la inserción De este modo, los “estudios culturales”, como proyecto de na-
del cine en el debate político– ya no se trata de aceptar el rechazo turaleza interdisciplinaria, tienden a profundizar un alejamiento
radical del découpage clásico, de optar por una defensa intransi- respecto de la matriz teórica francesa –de tenor más filosófico– y
gente de la opacidad que muchas veces dificulta la crítica y la a ajustar los estudios de género (en las dos acepciones del térmi-
reduce a la repetición de lo mismo, sin importar cuál sea el objeto. no) a una perspectiva más socioantropológica preocupada por
Uno de los terrenos donde esto es claro es en el estudio del melo- contextualizar las experiencias, denunciar el lado abstracto de este
drama, que alcanzó nuevos estándares a partir de mediados de los Universal contenido en la noción de espectador proveniente de
años setenta, movilizando el psicoanálisis y el análisis de la ideo- Baudry, acentuando cuestiones más incisivas ligadas a característi-
logía, en un movimiento que tuvo al cineasta Rainer W. Fassbin- cas de identidad sexual (como en la queer theory y en los estudios
der y al crítico Thomas Elsaesser como polos de la renovación, y feministas), étnica, nacional y de clase de los espectadores. El aná-
que encontró nuevos desarrollos en los estudios de los géneros lisis del discurso de los media y de su recepción intenta, no sin es-
dramáticos realizados en Inglaterra y en Estados Unidos.16 fuerzo, realiza investigaciones empíricas y dialoga más con la his-
Otro campo de flexibilización de la teoría y de las demandas toria y las ciencias sociales que con la estética, y cuando se detiene
proviene de la constelación de los llamados cultural studies. Al en los filmes, tiende a concentrarse en el campo narrativo-dramá-
tico.17
En la observación del cine como institución social, la tendencia
15. Véase Slavoj Žižek (comp.), Everything you always wanted to ha sido adoptar un punto de vista menos apoyado en Durkheim y
know about Lacan (but where afraid to ask Hitchcock), Londres, Verso, Saussure, o en Althusser, y más en la reflexión sobre el poder ins-
1992 [trad. cast.: Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Lacan y
nunca se atrevió a preguntarle a Hitchcock, Buenos Aires, Manantial,
1994]; Looking awry: an introduction to Jacques Lacan through popular
culture, Cambridge, MIT Press, 1991. 17. Razón por la cual, aunque partan de una oposición a la formula-
16. El artículo de Thomas Elsaesser, “Tales of sound and fury: obser- ción de Baudry, los cultural studies igualmente toman distancia del cogni-
vations on the family melodrama”, es de 1972, y fue incluido en la anto- tivismo, cuyos protagonistas privilegian el terreno de la estética, del análi-
logía de Christine Gledhill (comp.), Home is where the heart is: studies in sis formal y de la consideración en detalle de los procesos cognitivos tal
melodrama and woman’s film, Londres, BFI, 1987. como ocurren frente a la forma narrativa y del estilo.
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pirada en Foucault, referencia que ha sustituido a Gramsci y a los nar mejor el polo de la recepción, no a partir de una teoría de la
marxistas ingleses, de modo que se ha configurado otra noción de estructura de la psique, como hacen, a su modo, también los cog-
control en la sociedad y de los dispositivos de poder.18 Empeñados nitivistas (véase más abajo), sino a partir de los análisis empíricos
en cuestionar la noción de industria cultural acuñada por Adorno del modo como las diferentes clases, etnias y grupos sociales ree-
y Horkheimer, muchos practicantes de los cultural studies se ocu- laboran el contenido de los mensajes.20
paron con vehemencia de caracterizar la recepción como un pro- Por diferentes caminos se consolidó un debate que involucra la
ceso activo, en el que los espectadores negocian, se reapropian de recuperación del valor del entretenimiento o, al menos, un despla-
lo que la industria les ofrece de modo tal que producen efectos de zamiento en la concepción que se tiene de sus efectos. En el terre-
sentido no previstos, no inscriptos totalmente en la perspectiva del no de una adhesión al imaginario de Hollywood, tal vez el ejem-
sistema. Se ha realizado una enorme cantidad de investigaciones plo más claro de combate a los teóricos de izquierda y a los
tendientes a valorizar al receptor como agente capaz de esa rea- “contextualistas” de modo general (estudios feministas, queer stu-
propiación, intentando mostrar que, pese a la naturaleza del siste- dies, cultural studies) sea el de Stanley Cavell, profesor de Har-
ma productivo, no todo estaría colonizado por la industria.19 Los vard, ligado a la tradición de la filosofía analítica norteamericana.
estudios de cultura popular, o de géneros populares en el sentido En sus libros sobre los géneros de Hollywood, Cavell propone
de cultura de mercado, avanzaron, en América latina, en esta una nueva teoría de la comedia y el melodrama a partir de una
dirección más afín a los cultural studies que a la tradición de la referencia a los pensadores norteamericanos asociados a las uto-
teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, y pensaron la cuestión de pías de formación de la sociedad, y a la legitimidad de la “búsque-
las “mediaciones” (culturales, locales, contextuales) como factor da de la felicidad” (inscrita en la propia constitución del país).
de variabilidad de las lecturas y, como prefieren los más optimis- Hace, por lo tanto, un movimiento de reafirmación de los valores
tas, de reinvención de los sentidos a partir del material ofrecido liberales y de conciliación con la naturaleza que gana una enorme
por los media, lo que resulta un implícito rechazo a la teoría del repercusión, por ejemplo, en Francia, donde sus libros pasaron a
Dispositivo y su énfasis en la condición estructural que aprisiona ser celebrados (los de filosofía y los de cine) por una parte de la
a los sujetos receptores. Lo esencial para estos estudios es exami- crítica que se ve como heredera de André Bazin y de la cinefilia tí-
pica de los Cahiers du Cinéma de los años cincuenta, vivida ahora
en una nueva clave filosófica.21
18. Véanse Roberto Machado (comp.), Michel Foucault, Microfísica Este fervor de los críticos franceses con Cavell es apenas uno
do poder, Río de Janeiro, Graal, 1979 [trad. cast.: Microfísica del poder, entre otros síntomas de que el intercambio entre las dos orillas del
Madrid, La Piqueta, 1992], y Em defesa da sociedade, San Pablo, Mar- Atlántico ocurre ahora en ambas direcciones. Estamos lejos de la
tins Fontes, 1999 [trad cast.: Hay que defender la sociedad, Madrid,
Akal, 2003].
19. Para una antología abarcadora, véanse Lawrence Grossberg, Cary
Nelson y Paula Trechler (comps.), Cultural studies (Londres, Routledge, 20. En América latina, la revalorización de los géneros populares de
1992); otros títulos: Dick Hebdige, Subculture: the meaning of style, Lon- los media encuentra un ejemplo en el influyente libro de Jesús Martín-
dres, Methuen, 1979; Tania Modleski (comp.), Studies in entertainment: Barbero, De los medios a las mediaciones, México, G. Gili, 1987.
critical approaches to mass culture, Bloomington, Indiana University 21. Sobre Hollywood, véanse Stanley Cavell, The pursuit of happi-
Press, 1986; John Fiske, Understanding popular culture, Boston, Unwin ness, Cambridge, Harvard University Press, 1981, y Contesting tears: the
Hyman, 1989. Para textos de (y sobre) Stuart Hall, figura central en los Hollywood melodrama of the unknown woman, Chicago, University of
cultural studies, véase David Morley y Kuan-Hsing Chen (comps.), Stuart Chicago Press, 1996. Para su ontología del cine, véase The world viewed,
Hall: critical dialogues in cultural studies, Londres, Routledge, 1996. Cambridge, Harvard University Press, 1971.
250 El discurso cinematográfico Las aventuras del dispositivo (1978-2004) 251

autorreferencia típica de la crítica francesa que primó hasta los Como Noël Carroll explica, el programa teórico expresado en el
años setenta (salpicada de uno u otro autor clásico alemán). Aun libro incluye la defensa de la piece-meal theory que se constituye
así, en las relaciones entre los dos contextos, el punto más visible en la pluralidad de teorías parciales, a partir de la construcción de
es el de la polémica generada por los líderes de la incorporación cuadros conceptuales y de modelos explicativos que tienen validez
del cognitivismo a la teoría del cine, que hacen el ataque más fu- local (en el ámbito de un problema puntual, sea el del montaje, el
rioso a la teoría del dispositivo y al psicoanálisis. Esta contienda de la “posición del sujeto-espectador”, el de la narrativa o el de los
continúa desde los años ochenta, pero los casi veinte años de dis- encuadres). La idea es que esa postura generaría respuestas más
tanciamiento mutuo –y todo lo que ya se ha mitigado en los des- precisas a preguntas más modestas; al mismo tiempo, se ajustaría
arrollos de la teoría del Dispositivo– no han atenuado el tono de la mejor al hecho de que las múltiples dimensiones del cine no permi-
polémica, lo que muchas veces la vuelve una pieza retórica de rea- ten una Teoría unificada que dé cuenta de sus varios aspectos y,
firmación de un grupo teórico que se constituye por la refutación y sobre todo, de sus implicaciones ideológicas.
supone que todo en la ciencia (sí, pues aquí la teoría se quiere cien- Como la referencia aquí es la cuestión del Dispositivo (la ima-
cia) es competencia entre dos explicaciones mutuamente excluyen- gen cinematográfica y la psique del espectador), tomo sólo un
tes, aniquiladora una de la otra, in totum. En este sentido, ataca- ejemplo: el de la construcción de un modelo para la experiencia
ron la teoría del Dispositivo exactamente por el flanco que parecía del espectador. En este caso, Bordwell y Carroll se concentran en
ser su mayor fortaleza en los años setenta: la visión totalizante del la crítica a lo que entienden como una impropiedad de la Teoría
proceso articulaba una estética (el análisis de la forma), una lógica que supone un espectador en estado regresivo, que sueña despier-
de la dinámica del capitalismo y de la función social del espectácu- to, pasivo y capturado por el movimiento de las imágenes y por la
lo, explicando al mismo tiempo lo que, en términos psíquicos, fun- narrativa, en un estado de sopor que lo dejaría a merced del cine
damentaba el buen ejercicio de esta función. Esta visión totalizan- en su ingeniería de conciencias. Al descartar el psicoanálisis y mo-
te favoreció, desde siempre, una disputa feroz por la hegemonía vilizar la psicología cognitiva, proponen un modelo que acentúa
que los cognitivistas aceptaron como un punto central de su propio la existencia de una actividad racional, de un estado de alerta, por
proyecto. Como observé antes, la controversia es antigua pero su la cual el espectador realiza operaciones de lectura como práctica
embate más reciente se tradujo en el uso de la Teoría (con “T” ma- de “solución de problemas” (atribuir sentido es cotejar esquemas
yúscula) como estrategia de ataque. El libro compilado por David conceptuales con “pistas” percibidas en contacto con el texto). Se
Bordwell y Noël Carroll: Post-Theory - reconstructing film studies, trata entonces de procesar datos, usar determinados modelos,
trae en el propio título la estocada irónica que abre una impugna- proceder según rutinas (como una computadora), usar estructuras
ción “en bloque” al campo unificado por la noción de Dispositi- asimiladas, movilizar los denominados schemata que no son uni-
vo.22 En la concepción general, en las introducciones y en varios de versales sino culturalmente variables. En definitiva, ver un filme
los textos que abordan tópicos específicos, la referencia a la Teoría involucra un proceso cognitivo que transforma la percepción en
viene a subrayar el combate a lo que fundamenta el impulso de una experiencia distinta de aquella supuesta por la Teoría. A par-
unidad, que articula dispositivo técnico, naturaleza de la imagen, tir de ese problema específico, al cual ellos suponen haber dado
psicoanálisis y política a partir de una misma matriz explicativa. una respuesta más precisa (puesto que opera una cosa o la otra, y
no hay lugar para la superposición de procesos), se sugiere que los
otros vínculos de la Teoría quedan bajo sospecha y deberían
22. Véase David Bordwell y Noël Carroll (comps.), Post-Theory - re- encontrar refutaciones localizadas si cada uno fuera sometido a
constructing film studies, Madison, The University of Winsconsin Press, examen. Según el caso, ese examen no será del mismo tenor para
1996. todos los investigadores que adoptan el cognitivismo, ya que la
252 El discurso cinematográfico Las aventuras del dispositivo (1978-2004) 253

regla del “conocimiento local” deja abierta la dirección de los sus derivados. Carroll, cognitivista, orienta sus interpretaciones en
movimientos subsecuentes de interpretación (de un filme, género el sentido de la crítica ideológica que lee muy bien a Eisenstein y
o tendencia estética). En el rechazo al Dispositivo no se da, pro- celebra O bandido Salvatore Guliano de Francesco Rosi. Su for-
piamente hablando, una defensa del filme clásico o de cualquier mación establece un intenso diálogo con el grupo de la revista
otro estilo, ya que el investigador puede articular su comprensión October, y notoriamente con Annette Michelson, intérprete prin-
de cómo se da la recepción del filme de acuerdo con diferentes cipal del cine underground.
opciones según el cine deseado. De esta teoría no se deduce una
estética en el sentido de un programa para un cine crítico, alterna-
tivo, ni una acomodación al cine industrial vigente. Lo que Bord- LAS AVENTURAS DEL DISPOSITIVO: SEGUNDO MOVIMIENTO
well, por ejemplo, quiere hacer es una “poética histórica” (poéti-
ca en el sentido de un estudio formal de las obras a la manera de Como observé antes, la fecha del libro Post-Theory está lejos de
Aristóteles), de modo de caracterizar formas narrativas en su va- significar que las respuestas más incisivas hayan comenzado en ese
riedad y emergencia en un momento dado, y caracterizar una his- momento. La polémica Carroll-Heath en los años ochenta es un
toria de los estilos, recurriendo en gran parte al análisis del texto pequeño episodio de un proceso más amplio que incluyó los pros
(no del espectador), y al legado de los formalistas rusos construi- y contras en la validación de la Teoría en el contexto angloameri-
do a inicios del siglo XX, fundamental en la evolución de la teoría cano, terreno en el que el debate siguió un camino opuesto al que
narrativa y de los géneros.23 Aquí la opacidad y la transparencia encontramos en Francia. La inclinación totalizante de la teoría del
no son valores, pues la teoría debe solamente definir en qué con- Dispositivo invitaba a la confrontación irrestricta o por lo menos
diciones pueden ocurrir, exponiendo las operaciones racionales al desgaste de sus formulaciones más radicales. Esto se dio, en
que llevan al espectador a discernir finalmente de lo que se trata parte, por la disolución del espíritu de 1968 y, en parte, porque la
cuando se encuentra con determinado flujo de imágenes. propia constelación intelectual y filosófica de ese momento abri-
El recorrido de Noël Carroll ilustra bien que no existe una re- gaba un pensamiento que, ya en 1971, en el libro El anti-edipo de
lación intrínseca entre la teoría (sobre cómo funcionan las cosas) Gilles Deleuze y Felix Guattari, cuestionaba el psicoanálisis y su
y la postura estética del crítico. En los años ochenta, polemizó con noción del inconsciente, en particular al binomio Lacan-Althusser,
Stephen Heath, exponente de la revista Screen, en las páginas de buscando una forma diferente de entender el proceso cultural y
la revista October de Nueva York, poniendo en evidencia que se político. Se trataba de un pensamiento que vino a explicitar su
podía identificar con el modernismo estético sin adoptar teorías teoría del cine a partir de 1983. Pese a su impacto, esa corriente
particulares, incluida la que produjo la noción de Dispositivo y fue de asimilación lenta, al punto de no constar como referencia
en una ocasión simbólica de la reflexión sobre la crisis de la teoría
del cine en Francia.
23. Véanse David Bordwell, Narration in the fiction film, Madison, En 1989, la revista Hors cadre, dirigida por Marie-Claire
The Univ. of Wisconsin Press, 1985 [trad cast.: Narración en el cine de Ropars, Michèle Lagny y Pierre Sorlin, en su nº 7 pone en debate
ficción, Barcelona, Paidós, 1996], Making meaning: inference and rheto-
la crise dans la théorie, moviéndose en un campo tripartito: la tra-
ric in the interpretation of cinema, Cambridge, Harvard University Press,
1989 [trad. cast.: El significado del film: inferencia y retórica en la inter-
dición semiológica, donde los textos de Roger Odin y Francesco
pretación, Barcelona, Paidós, 1995] y On the history of film style, Cam- Casetti enfocan la cuestión hacia la semio-pragmática; la nueva
bridge, Harvard University Press, 1997, y Noel Carroll, Mystifying historia del cine (terreno de Lagny y Sorlin); y el psicoanálisis,
movies: fads and fallacies in contemporary film theory, Nueva York, donde el diagnóstico de la crisis se concentra en la evaluación de
Columbia University Press, 1988. los estudios inspirados en Lacan. Hay otras indagaciones en la
254 El discurso cinematográfico Las aventuras del dispositivo (1978-2004) 255

revista, pero sólo un párrafo referido a los libros de Deleuze cuan- Para Deleuze es fundamental registrar que la emergencia del
do Réda Bensmaia, en una nota explicativa al artículo “L’intérêt cine estuvo asociada a la crisis de la psicología tematizada en el
de la crise”, se concentra en el comentario sobre la crítica que el trabajo de Bergson, quien tenía otra forma de entender la relación
filósofo hizo a la reducción de la imagen cinematográfica a algo subjetivo-objetivo, que significaba la postulación de que la con-
equivalente a un enunciado (como lo hace Metz, entre otros), y en ciencia y el mundo eran elementos mutuamente inclusivos. Es
su ataque a las bases lingüísticas de la teoría del cine hegemónica decir, existía siempre un movimiento incesante entre el “adentro”
en Francia. Hay, por lo tanto, en esa evaluación del estado de la y el “afuera”. La relación sujeto-mundo no es de separación, con-
teoría una relación tangencial con aquella que se daba como res- templación de verdades objetivas allí afuera, sino de inserción en
puesta más frontal de la Teoría, excluida del abanico central de el movimiento del Todo que no se reduce a desplazamientos en el
posiciones en debate. Hors cadre está más interesada en la evalua- espacio; es duración que el cine viene a hacer visible. En esa vi-
ción de un campo teórico en crisis, por así decirlo, en el momento sión, las afinidades electivas del dispositivo técnico apuntan deci-
que señala la necesidad de una revisión de sus caminos. sivamente hacia una filosofía que critica la noción de tiempo afir-
En contrapartida, Gilles Deleuze combate las premisas, de la mada por la ciencia positiva y la noción de apariencia como
semiología, como ya hemos observado, y de la teoría del Disposi- ocultación de la verdad. No hay allí lugar para la idea de reposi-
tivo. Para él, no tiene sentido reducir nuestra relación con la ima- ción de un sujeto cartesiano que, engañado por la falsa concien-
gen cinematográfica a los términos de la estructura de la psique cia, contemplaría un mundo a su semejanza. Por el contrario, el
observada dentro del eje Freud-Lacan, ya que el mayor cuestiona- cine viene a expresar la crisis de este sujeto tematizada por la filo-
miento se encuentra en la denominada “ilusión de base” por la sofía. La tarea de la teoría es analizar las formas en que lo hace el
cual acentuamos la discontinuidad radical (la de que el filme es cine, lo que remite a una invención intelectual que no es sólo un
constituido por la proyección intermitente de los fotogramas, imá- discurso “sobre el cine”, sino una nueva constelación intelectual
genes fijas) y aceptamos la continuidad de la imagen en mo- capaz de resaltar el esencial “volverse otro” que está allí implica-
vimiento, haciendo la “sutura” por la cual el filme y nosotros, do en un mundo donde no hay lugar para la estabilidad de la
sujetos-espectadores, nos espejamos como unidad-identidad. El identidad clásica. Cabe descartar entonces el paradigma de la ilu-
propio énfasis dado al intervalo entre dos posiciones fijas como sión presente en la alegoría de la caverna de Platón (metáfora del
“ilusión de movimiento” ya está atado a una noción equivocada cine como mundo de las sombras, en la acepción de muchos, en
del tiempo, puesto que involucra una forma de inscripción del especial de Baudry), y apreciar lo que, en el cine, es forma de pen-
cine en una noción mecánica (y espacial) del movimiento, opera- samiento, experiencia de la duración, profunda intuición vital que
ción que no da cuenta de lo que, para él, es esencial en la imagen trae de vuelta un vínculo fundamental con el mundo, como ya su-
cinematográfica como flujo, devenir, transformación cualitativa. girieron, cada uno a su modo, Balázs, Epstein, Bazin y Pasolini.
Cada momento carga el antes y el después, cada presente no es En conexión con estos presupuestos, el combate a la taxono-
sólo una “posición relativa de los cuerpos, de los objetos y de las mía de las imágenes hecha a partir de modelos prestados de la lin-
miradas”, sino un impulso dotado de intensidad que hace de la güística, y apoyada en la asociación de las imágenes con enuncia-
imagen algo investido de fuerzas, de relaciones acumuladas, de dos, se hace desde la elaboración de una nueva taxonomía que
intuiciones reveladoras.24

1985) [trad cast.: La imagen-movimiento, Barcelona, Paidós, 1994] y A


24. Telegrafío aquí el argumento válido en la respuesta al Dispositivo. imagem-tempo (San Pablo, Brasiliense, 1990) [trad. cast.: La imagen-
Véase Gilles Deleuze, A imagem-movimento (San Pablo, Brasiliense, tiempo, Barcelona, Paidós, 1996].
256 El discurso cinematográfico Las aventuras del dispositivo (1978-2004) 257

toma como marco la semiótica de Peirce, en la que la teoría de los cepción que consagran a los cineastas del panteón de los Cahiers,
signos opera a partir del análisis de conexiones entre los fenóme- con especial énfasis a un gran espectro de valorización del cine
nos que no pasa por el recorte traído por la lengua. Es válida moderno (neorrealismo, Nouvelle Vague, Bresson) y de la tradi-
entonces la distinción entre dos formas de agenciamiento: aquel ción clásica japonesa privilegiada por Noël Burch en su libro.25
cuyo marco es el flujo encadenado de las acciones –en los cuales En este sentido, no hay en Deleuze simplemente una teoría
se recorta, de las imágenes, lo que en ellas es un cliché, o sea, lo general de la relación entre tiempo y cinematografía en la moder-
que interesa captar en función de determinado fin (el objetivo de nidad, la reflexión pasa por la constitución de los estilos y sus
la acción en respuesta a una situación)–, y aquel que ocurre cuan- imaginarios específicos. El movimiento aquí se da en dos direccio-
do hay suspensión de esa teleología actancial e irrumpen modos nes, de modo de crear una teoría del todo (el cine) y dirigir el foco
de percepción no atados al finalismo del sistema sensorio-motor hacia los ejemplos en los que ese todo brilla con mayor intensi-
de acciones y reacciones, momentos en los que el cine ofrece sen- dad, expresa su mejor movimiento. Estamos, en definitiva, frente
saciones ópticas puras capaces de volver visible el tiempo, el pen- al elogio del cine moderno y sus distintos modos de hacer pensar,
samiento, el sueño. El objetivo de la taxonomía es, por un lado, cuando el rechazo del flujo “normal” de la continuidad clásica se
aclarar cuándo y por qué estamos en el régimen de lo que él llama hace movimiento aberrante, y las voces del narrador confiable (la
imagen-movimiento (representación indirecta del tiempo) o en el autoridad del sujeto y de su Verdad en el filme clásico) dan lugar
régimen de la imagen-tiempo (representación directa del tiempo), a construcciones generadoras de lo indiscernible, lo que Deleuze
o sea, cuándo y por qué la representación del tiempo se apoya en denomina “potencia de lo falso”. Cuando observa el documental,
los desplazamientos que constatamos en el espacio físico o se ofre- el elogio se dirige al “volverse-otro”, presente en la experiencia
ce como duración, como un volver visible el pensamiento. Y, por del encuentro típica del cine directo de Jean Rouch, central en la
el otro, ofrecer en el mismo movimiento de exposición una nueva emergencia de la Nouvelle Vague tal como reconoció Godard. El
forma de marcar la diferencia entre el cine clásico (imagen-movi- cine moderno emerge entonces como campo de la experiencia de
miento) y el cine moderno (imagen-tiempo). una noción del tiempo como red no lineal, no teleológica.
En esta breve evocación interesa ese movimiento por el cual la Al recoger la tradición de los Cahiers en las consideraciones
teoría se constituye a partir de la referencia a aquello que singula- formales sobre la mise-en-scène y el estilo, Deleuze articula su mo-
riza el trabajo de ciertos cineastas. Pensar el cine es, en este caso, vimiento conceptual que valoriza al cine como forma de pensa-
caracterizar ciertos estilos en operación para, a partir de descrip- miento (aquí, la referencia es el antiguo debate filosófico sobre el
ciones y cotejos, ir formulando la teoría de manera tal que la estatuto de la imagen y de la apariencia) a una estética que, es
invención de los conceptos no se haga en abstracto sino en una posterior a 1968 y retoma los temas de Epstein, Bazin y Pasolini
relación directa con las secuencias de los filmes. Allí es evidente la en otra clave, dialogando de modo más directo con Serge Daney,
recuperación del análisis estilístico, de la atención al detalle, con la figura que en los años setenta y ochenta encarnó en los Cahiers
la correlativa minimización de la teoría narrativa que tanto marcó el movimiento de reposición de la postura heredada de André
al estructuralismo y a los análisis de los que operaron dentro del Bazin, pero empeñada en el ensayismo crítico y en pensar a partir
movimiento lingüístico. En otras palabras, se da la incorporación de las obras más que en la aplicación en abstracto de principios
de un elenco considerable de observaciones críticas y de ideas ge- teóricos generalizadores. Si mi recorrido toma aquí como límite
neradas en la tradición de los Cahiers du Cinéma, en un momen-
to anterior al de la formulación de la teoría del Dispositivo y de la
polémica Cahiers-Cinéthique descripta en este libro. El resultado 25. Véase Noël Burch, Pour un observateur lointain, París, Cahiers
es la reafirmación de criterios de valor estético y de modos de per- du Cinéma-Gallimard, 1983.
258 El discurso cinematográfico Las aventuras del dispositivo (1978-2004) 259

las formas que adquirió controversia y el alejamiento frente a la ne una verdad escondida y el camino tortuoso de su postergado
teoría del Dispositivo, cabe recordar el papel decisivo de Daney en descubrimiento. Por otra parte, el cine moderno crea otra scéno-
todo ese desplazamiento ocurrido ya en los años setenta, cuando graphie al quebrar el pacto de esa promesa de algo más allá (atrás
él mismo, como director de la revista, explicitó la propuesta de de la puerta) y “achatando” la imagen, pura superficie que efecti-
salir del “teoricismo dogmático” de la fase maoísta marcada por vamente es en su inmanencia, sin profundidad. La pantalla
el debate Cahiers-Cinéthique. Daney simboliza la fuerza de lo crí- devuelve la mirada del espectador, le hace la guerra al ilusionismo,
tico en la nueva fase posdeconstrucción, con la que se recuperó la desnaturaliza el teatro y busca su afinidad con la pintura. Frente a
reflexión a partir de un constante cuerpo-a-cuerpo con los filmes ese cine, el espectador capta su propio mirar como el de un intru-
y se dejó de estigmatizar la cinefilia. Su libro La rampe es una cró- so, y su indagación no se dirige más a los que estaría por detrás,
nica de ese momento de pasaje que incluye fragmentos autobio- sino a su propia capacidad de sustentación de su mirada frente a
gráficos, una reunión de textos publicados en los Cahiers (entre lo que ve (de horror, de placer) en la imagen que se desarrolla en
1970 y 1981) y comentarios escritos en 1982 que ponen todo el un único plano, pues el malestar inhibe identificaciones, distancia,
material en perspectiva, con simpática ironía, sea su relectura del como cuando se filma lo indeseable de frente. Hay en esta segun-
proyecto de Straub y de la pedagogía del grupo Dziga Vertov, sean da scénographie una pedagogía de la imagen en su inmanencia,
sus propios recorridos en la invocación del psicoanálisis en la crí- como en los filmes de Godard (c’est juste une image). Por último,
tica del cine. Cierra el libro con un corto ensayo que dice mucho en los años setenta surge un tercer tipo ya no empeñado en la
de este nuevo punto de vista para pensar la oposición clásico/mo- denuncia del ilusionismo, ni en la reposición de la profundidad
derno, que encontró otras variantes en el pensamiento de Bazin, clásica (la trascendencia), sino en la composición de un cine en el
en los Cahiers du Cinéma en los años sesenta, en Noël Burch, que es posible deslizarse lentamente por las imágenes, ellas mis-
Christian Metz y Pasolini; oposición que iría a caracterizar los mas también deslizándose unas sobre otras, con placer e ironía.
libros de Deleuze en 1983 y 1985, con especial atención al dispo- Como en un museo de la Historia del cine, se trata de una scéno-
sitivo técnico. graphie en la que el fondo de la imagen es también una imagen
La taxonomía de Daney incluye tres momentos del cine –re- del cine, en que los diferentes “sistemas de ilusión” pueden convi-
cordemos que escribe en 1981– y tiene como referencia la idea de vir, lado a lado, y lo que se ofrece a los espectadores es una “visita
scénographie y sus variaciones. Ésta es entendida como una sínte- guiada”, un orden laberíntico, manierista, que confunde oposicio-
sis formal que engloba la construcción del espacio y la mise-en- nes (Raul Ruiz y S. Syberberg son los ejemplos). Cuando se trata
scène, la mirada de la cámara y las formas del montaje. Como tal, de Hollywood, lo que se ofrece es la plétora de “efectos especia-
ella confiere un cierto estatuto a la imagen (un régimen de compo- les”, un mundo de atracciones ajustadas a la fantasmagoría del
sición) y sugiere al mismo tiempo una forma de lectura (un régi- cine mudo.
men de recepción). De un modo general podríamos señalar que el Este breve y denso ensayo de Daney plantea una sugestiva
cine clásico es el lugar de los efectos de profundidad, de la escena simetría frente al texto síntesis “Evolución del lenguaje cinemato-
sometida a los efectos del montaje y del encuadre, teniendo a la gráfico” (1950-1955) de André Bazin, en su cualidad de balance
vista recorridos de la mirada limitados por la superación de los crítico que ofrece un marco de referencia histórico. Daney nos
obstáculos en dirección a una revelación final: el deseo que lo sus- recuerda, en su tercer término, ciertas caracterizaciones identifica-
tenta es el de ver siempre más, alcanzar “el secreto tras la puerta”, das con lo posmoderno, noción que el autor prefiere no usar, aun-
como dice el título original del filme de Fritz Lang (The secret que hubiese podido tenerlo presente en el debate de la época. No
beyond the door, Fritz Lang, 1948). O sea, vivir el tiempo como casualmente, el conjunto de esa taxonomía histórica, en especial
una sucesión de fragmentos al servicio de una teleología que supo- su acepción de lo moderno como momento de la “pedagogía de la
260 El discurso cinematográfico Las aventuras del dispositivo (1978-2004) 261

imagen”, será comentada por Deleuze dentro de aquella tendencia por el guión. Fueron exactamente esos aspectos los cuestionados
a la reapropiación enciclopédica de la tradición de los Cahiers.26 por los Cahiers en su “política de los autores”, en su batalla con-
tra el “cine de calidad” francés (lo fundamental para los Cahiers
era lo que, de modo general, Daney resume como scénographie).
REVISANDO LAS OPOSICIONES: OPACIDAD/TRANSPARENCIA, Una distinción realizada por David Bordwell, en Narration in
VERTICAL(POESÍA)/HORIZONTAL(NARRATIVA), the fiction film, permite ser pedagógico en esta cuestión. Existen
FUERZA DEL FRAGMENTO/LÓGICA DEL SENTIDO aspectos de un filme narrativo que pueden ser tratados con un
esquema conceptual compartido por el cine, el teatro y la literatu-
Para lo que me interesa aquí, la taxonomía de Daney permite ra: como fábula (diégesis), historia contada, y trama, que corres-
resaltar las nuevas formas adoptadas por ciertas oposiciones que ponde al modo como el filme presenta la fábula en relación con el
tratan temas recurrentes. Daney no se vale de la oposición opaci- orden de las escenas, de las idas y vueltas del tiempo, de las elipsis
dad/transparencia (tomada radicalmente, ella sería por demás de- narrativas, etc. En contraposición, hay aspectos que exigen la con-
constructiva), sino que usa la oposición superficie/profundidad sideración de lo que es específico (cámara, luz, montaje, mise-en-
que, si bien no es idéntica, es próxima. Finalmente, la densifica- scène), o sea, de lo que corresponde al ámbito del estilo. Es en este
ción de la imagen en su inmanencia, sustraída al clásico salto del punto donde están en cuestión las diversas elecciones del cineasta
mirar hacia lo que lo transciende, y el aflojamiento de la teleología en su forma de usar los recursos propios del cine (sus dispositivos
narrativa son datos conectados a la idea de opacidad, en oposición técnicos) y que, por lo tanto, no pueden ser descritos o analizados
al efecto de profundidad (transparencia) y a la teleología (la ver- sin referencia a ellos. No casualmente, éste fue el terreno en el que
dad que se revelará al final). El esquema tripartito supone una di- se instaló la crítica en la tradición de los Cahiers, más volcada al
mensión narrativo-dramática, como ocurre en las taxonomías de análisis del estilo (y de los núcleos temáticos, cuando se trataba de
Bazin, Pasolini y Deleuze. No obstante, todas acentúan una lectura poner en práctica la cuestión de los aspectos recurrentes en un
de la forma del fragmento, centradas como están en la cuestión del autor). La tradición del análisis estilístico, la observación de los
estilo como expresión de un espacio-tiempo vivido. No hay algo aspectos percibidos en los detalles de las obras, es un procedi-
equivalente a una descripción de un “sistema textual”, como haría miento crítico secular que, en el cine, se consolida en los años cin-
Metz, o a especificaciones de formas variadas de estructura diná- cuenta y atraviesa todo el período del “sistematismo” estructura-
mica y actancial (personajes, etc.). Esos elementos fueron objeto lista, momento en el que recibe muchas críticas, para volver como
de la teoría del cine más empeñada en el análisis de filmes que dia- característica esencial de la crítica francesa en la fase de la posde-
logaban con la teoría literaria y la dramaturgia, aspectos de la construcción. En cuanto a la distinción entre lo no específico (fá-
reflexión más de moda hoy en día dada la centralidad adquirida bula y trama) y lo específico (estilo), Bordwell construye las bases
de los estudios académicos del cine narrativo que componen una
Poética Histórica cuyos principios polemizan, en general, con los
de la tradición francesa, pero que tiene sus puntos de convergen-
26. Véase Serge Daney, “La rampe (bis)”, en La rampe: Cahier criti-
cia con aquella en sus procedimientos de análisis estilístico. Su
que 1970-1982, París, Éditions Gallimard, 1983 [trad.cast.: Cine, arte del
presente, Buenos Aires, Santiago Arcos Editor, 2004]. La afinidad entre
taxonomía es más detallada que la de Daney, puesto que compo-
Daney y Deleuze se expresa, entre otros gestos, en el prefacio que el filó- ne todo un libro que es didáctico en su estructura, descriptivo, sin
sofo escribió para el libro de Daney, Ciné journal 1981-1986, París, Édi- posturas de defensa de lo moderno frente a lo clásico, o viceversa,
tions Cahiers du cinéma, 1986, donde Deleuze comenta el artículo aquí y además, esa taxonomía no anticipa una jerarquía. Sólo nos da
señalado. un ejemplo más de la lucha con las tensiones entre lo narrativo-
262 El discurso cinematográfico Las aventuras del dispositivo (1978-2004) 263

dramático y lo plástico, propias de cualquier análisis textual del sión de los Lumière. De este modo, compone una visión de con-
cine. Siempre es un desafío articular la atención al encadenamien- junto de la escena de la familia burguesa en la que se observa el
to y la atención a la textura de cada imagen-plano, puesto que ritual festivo de la alimentación del niño. En el centro, el bebé;
siempre “desborda” frente a las concatenaciones lógicas, especial- componiendo la escena, padres y personal de servicio que lo ro-
mente en el filme moderno, empeñado en reponer las discusiones dean. Al fondo vemos (¿o no?) los árboles del jardín agitados por
ligadas a lo específico y en renovar la pregunta sobre “¿qué es el el viento mientras la acción central de los cuidados en la mesa
cine?”, hecha por el pensamiento de las vanguardias históricas de continúa. Está, por lo tanto, la escena que se compone para una
los años veinte y por los críticos que vinieron después, de Bazin y mirada frontal según las convenciones de la época, escena frente a
Kracauer (los modernos realistas), de Daney y Deleuze (los mo- la cual un espectador allí presente –Georges Méliès– manifestó su
dernos postestructuralistas). Existe, en todos estos casos, el mismo desinterés. Mientras los espectadores se entretenían con las moris-
empeño: conectar el valor estético al estudio de lo que el cine tiene quetas del pequeño y las sonrisas de los adultos, en una pieza típi-
de específico. Vimos en los capítulos V y VI de este libro el esfuer- ca de un género tan prolífico en el futuro (el filme familiar),
zo de los cineastas-teóricos en esa dirección (Epstein, Eisenstein, Méliès observaba otros acontecimientos. No está ahí, en ese regis-
Dulac, los surrealistas), y vimos la preocupación con el dispositi- tro de la escena familiar, el prodigio del cine. Lo fundamental, y
vo técnico retornando con toda su fuerza en la emergencia del fascinante, es lo que se puede percibir en el borde del cuadro: “las
neorrealismo, de un lado del Atlántico, y en la emergencia del hojas se mueven”. Es este movimiento el que testifica la fuerza del
underground cinema, del otro lado. Tanto Maya Deren –que tra- cine como captación de lo efímero, de lo fugaz, de lo que no se
bajó la oposición entre verticalidad del instante (cine poético) y la repite. En fin, ahí está la novedad. En el teatro tendríamos un
horizontalidad de la narrativa– como Kracauer (en Teoría del “telón de fondo” con el jardín diseñado. En el cine, la imagen
cine, 1960) enfrentaron esa tensión. Los críticos franceses, de las completa es solidaria en su flujo temporal, y el punto singular por
páginas de los Cahiers a Deleuze, van a pensar el problema en tér- destacar son esas hojas al viento, testimonio de que lo específico
minos del análisis de la forma y del estilo que, dirigido o no hacia del cine es esa nueva percepción del mundo: en la pantalla, el
las marcas de los autores, serán inscritos en un esquema concep- movimiento de las hojas gana una nueva dimensión, que parece
tual que apunta hacia las nuevas teorías del cine. Lo que hay de poner de relieve el instante, dando oportunidad a que el aconteci-
convergente en esas variaciones es la menor atención prestada a la miento, en principio insignificante, adquiera un nuevo sentido
narrativaa como terreno de discusión; una concentración en la gracias a lo que los pensadores de los años veinte van a definir
imagen-sonido como presencia, fuera de concatenaciones cronoló- como fotogenia. El ojo espectador de Méliès estuvo atento a la
gicas, actanciales. La narración es referida allí de modo oblicuo, imagen completa –por esto mismo la hizo imagen en sentido
como una especie de fondo presente para destacar la forma, el pleno– y captó lo que no estaba atado al encadenamiento de las
estilo, el detalle de construcción imagético y sonoro que condensa acciones, al pequeño teatro de la familia en la mesa.
todo, destacando las virtudes expresivas del dispositivo. El movimiento que terminó de consolidar al cine clásico tiene
Un modo de evocar en la práctica el tenor de estas tensiones mucho que ver con esta posibilidad de mantener la atención con-
entre imagen-presencia y el encadenamiento narrativo-dramático centrada en el encadenamiento dramático, en las acciones y reac-
es la crónica que se refiere a ciertas reacciones durante la célebre ciones, de modo de atrapar al espectador en este nivel de la expe-
proyección inaugural en el Café de París, el 28 de diciembre de riencia, volviendo selectiva, interesada, la percepción de la imagen
1895. Entre otros filmes de los Hermanos Lumière fue proyectado y así eliminar sus “excesos” (lo que no es funcional). De allí la afi-
La comida del bebé. La cámara adopta una posición relativamen- nidad del cine clásico con el teatro de 1900 y la insistencia de
te cercana a una mesa que fue colocada en los jardines de la Man- aquella forma de relación de la imagen cinematográfica con el
264 El discurso cinematográfico Las aventuras del dispositivo (1978-2004) 265

espacio y el tiempo que, según la tradición de los pensadores, le mismo tiempo, compone, a partir del discurso-montaje sobre esos
sería más propia. En el cine clásico, los procedimientos y las mira- límites, un mosaico de movimientos que –entre las chicas que
das se subordinan al drama; es un cine “orientado hacia el perso- esperan, el objeto-fetiche (el auto) y la presencia de otros persona-
naje” (expresión de David Bordwell) que busca sujetar la mirada jes– destaca algunos árboles detrás del puesto, con las hojas agita-
a motivos que tienen el drama como centro e impiden que el das por el viento. En esa típica evocación “simultaneísta” que
espectador perciba que “las hojas se mueven”. En el cine moder- recuerda las preocupaciones de comienzos del siglo XX frente a la
no (versión europea) se da un movimiento de reposición de aque- experiencia urbana, Godard condensa el instante al definir una
lla dimensión de la imagen poco o nada explorada por el clásico. constelación de correspondencias, con el subrayado irónico de la
Se renueva la atención al dispositivo y se pregunta de nuevo “¿qué afinidad entre el “temblor” de las jóvenes y el de los árboles en
es el cine?”. Se vuelve central “lo que le es propio”, sea la ambi- esa tarde en la que el engranaje del mundo evidencia la importan-
güedad de lo real (Bazin y los fenomenólogos), lo lírico-poético cia fundamental de los objetos en el mundo de la mercancía. Hay
(Pasolini), la imagen-tiempo (Deleuze) o la imagen-figura (Jacques en esa fijación del instante colmado de comentarios, algo inspira-
Aumont). Mucho se ha dicho al interpretar o describir esta expe- do en Brecht (la suspensión del flujo, la atención al pormenor, la
riencia, y vale aquí una referencia a Antonioni y a Godard, pues- ironía dirigida a la inversión de valores). En otra clave, gracias al
to que ambos, en construcciones muy distintas, definieron de montaje y en un tono distinto al de Antonioni, la secuencia tam-
modo extraordinario esa revisión del dispositivo que evoca las bién hace de una instancia de inmovilidad un momento de irradia-
reacciones generadas por la primera función de cine. ción del pensamiento en los términos de la imagen-tiempo.
La tensión entre la sucesión horizontal de la narrativa y la En ese movimiento, explorar la fuerza del instante, la pedago-
experiencia de la mirada vivida en los términos de la intuición de gía de la imagen, ver lo que en ella es intuición de una presencia,
Méliès de cara al instante (lo que es efímero y se eclipsa) es central significa dirigir las virtudes del dispositivo fuera del teatro-cine
en El eclipse (1962), y marca la estructura mayor y ciertos detalles clásico; es hacer, de nuevo y con desenfado, algo que fue tematiza-
del filme. El movimiento de los protagonistas implica concentra- do por los que pensaron la fotogenia. Maya Deren diría: “es la
ción (apropiación prometedora del espacio por el encuentro amo- verticalidad de lo poético”, y el propio Godard identifica en esa
roso) y dispersión (el vacío del desencuentro), composición y diso- secuencia la coexistencia del poeta, del pintor y del cineasta,
lución de la escena, empatía fugaz y extrañamiento, dispersión en recordando las cuestiones que insertan al cine en la problemática
el paisaje urbano, y no falta en cierto momento la evocación de de las artes visuales, cuestiones que, habiendo emergido ya a ini-
las “hojas que se mueven”. Godard, como siempre más locuaz y cios del siglo XX, vendrían a ganar impulso en los años ochenta,
provocativo, verbaliza la cuestión, y explicita el tema en determi- cuando la consolidación de nuevos soportes como el video deter-
nada secuencia de Dos o tres cosas que sé de ella (1966). O sea, minaron una revisión general del campo de la visualidad.
compone la imagen y su comentario a partir de este lema funda- Frente a la llamada “crisis de la teoría” en los años ochenta,
mental del movimiento de las hojas. La protagonista y una amiga algunos teóricos franceses menos atraídos por la narrativa toma-
llegan a una estación de servicio y lavadora de autos, y entregan el ron el camino de una reflexión sobre la estética, focalizándose en
auto para una revisión y lavado. Mientras esperan –y es esencial las relaciones entre cine y pintura, con énfasis en el momento en el
este movimiento de espera, inmovilidad– el filme compone un que, en el viraje del 1900, el arte moderno fue afectado por la
mosaico de imágenes comentadas por la voz de Godard, quien emergencia del cine y cuestiones como la captura de lo efímero
ironiza el problema de los límites de la narrativa (la no transposi- quedaron en primer plano. Entre ellos, Jacques Aumont fue quien
ción entre lo lingüístico y la imagen en movimiento), concluyendo elaboró el cotejo formal de manera más sistemática, buscando la
que, entre esto y aquello, es necesario escoger las imágenes. Al diferencia entre las artes dentro de la problemática común que fue
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la construcción, en la modernidad, del “ojo variable”. Aumont no sa”. Ella se apoya en la fenomenología y en otros instrumentos
se ocupa de aquello que ya era un cliché: la referencia al cine que para describir de qué manera ciertos estilos del cine experimental
“cita” a la pintura. Al contrario, combate los elogios otorgados a (del romanticismo de Stan Brakhage al conceptualismo de Hollis
semejantes filmes, y ve el gesto del cineasta como pura afectación Frampton y Michael Snow) exploran la tensión entre lo plástico y
y búsqueda de nobleza por una vía equivocada (el cine que huye lo narrativo para componer la imagen-pensamiento y construyen
del video y de la TV para aproximarse a las “artes”). Lo que le una extraordinaria configuración de las operaciones del cerebro.29
interesa es la cuestión general de la visión en la modernidad, de Pascal Bonitzer, apoyado en el cine europeo moderno, focalizó
que pintura y cine forman parte de dispositivos distintos, tal como la relación cine-pintura a partir del problema de la composición
se configura, por ejemplo, en ese impulso para la representación del cuadro, destacando las formas de desequilibrio sugeridas por
visual de lo efímero, de lo impalpable (el viento, la atmósfera) que lo que denomina desencuadre operado en ciertas construcciones
movilizó a los pintores durante el siglo XIX y regresó como una imagéticas encontradas en autores como Antonioni, Rohmer, Dre-
prerrogativa del cine, de acuerdo con lo que se observó en el yer y Cassavetes.30 Raymond Bellour y Philippe Dubois realizaron
1900.27 En consonancia con ese movimiento dirigido a la estética, un doble movimiento en el que el gesto de insertar el cine en una
Aumont busca, en el análisis de los filmes, trabajar la “imagen red más amplia significó compararlo, no sólo con las artes plásti-
que piensa y se piensa como imagen”, capaz de producir pensa- cas que lo precedieron (pintura, teatro, fotografía), sino también
mientos que ningún discurso antes que ella articuló. Se trata de con las prácticas que vinieron después, como el video y las nuevas
una nueva controversia por la cual Aumont se centra en el dispo- tecnologías de la imagen digital. Son dos ejemplos de reflexión en
sitivo, el detalle y descarta el todo (la narrativa), además de resal- los que lo fundamental es la cuestión de los dispositivos y de las
tar los pasajes en los que la imagen en movimiento inventa la texturas posibles de la imagen, teniendo en cuenta que la serie
“figura” como forma específica de pensar, el acontecimiento sin- pintura-foto-cine-video compone un repertorio de enorme com-
gular como motivo (sentido musical) acoplado a redes que engen- plejidad que terminó por tomar a la fotografía (su inmovilidad)
dran una estructura de pensamiento.28 como una suerte de unidad mínima de posibles agenciamientos.
Aumont discute muchas experiencias, pero deja de lado el cine Éstos encuentran hoy una realidad no tanto física como mental, y
underground como lugar del debate cine-pintura y como lugar de componen un nuevo conjunto que dispara la imaginación y la
la imagen-pensamiento. Su discurso corre paralelo al que se elabo- materializa en obras.
ra en Estados Unidos a partir del campo de experiencias que per- Raymond Bellour, en particular, expresa muy claramente la
mitió la renovación del sentido del cine intelectual en otras di- tendencia general de alejamiento frente a la narrativa y a los con-
recciones. Tal vez el mejor ejemplo aquí sea el de Annette tenidos de representación en el período más reciente. En los años
Michelson que lee las formas del underground norteamericano a setenta, la cuestión de la narrativa había estado más presente en
través de la mediación de Eisenstein y Vertov, y construye de otro sus extensos ensayos de análisis de filmes, cuando buscaba la inte-
modo la constelación del cine moderno y de la “imagen que pien- gración de los diferentes niveles en un “sistema textual” y elegía el

27. Véase Jacques Aumont, O olho interminável: cinema e pintura, 29. Véanse Annette Michelson, “The man with the movie camera:
San Pablo, Cosac & Naify, 2004 [trad. cast.: El ojo interminable: cine y from magician to epistemologist”, en Artforum, marzo de 1972, y
pintura, Barcelona, Paidós, 1997]. “Toward Snow”en Artforum, junio de 1971.
28. Véase Jacques Aumont, A quoi pensent les films?, París, Éditions 30. Véase Pascal Bonitzer, Cinéma et peinture: décadrages, París,
Séguier, 1996. Cahiers du Cinéma/Éditions de l’Etoile, 1987.
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psicoanálisis como referencia central. Lo que interesaba era el Al comienzo de este texto cité el artículo de Laura Mulvey
filme en su movimiento integral, disponible para el psicoanálisis. publicado en 1975 y su discusión con las tensiones que vengo tra-
En los años ochenta, Bellour comienza a concentrarse en la cues- bajando en este ensayo (análisis de la imagen y análisis del enca-
tión de los dispositivos (foto, cine, video) a efectos de profundizar denamiento narrativo-dramático), dimensiones que ella relaciona
la discusión sobre los pasajes de un tipo de imagen a otro. Se inte- con dos formas del placer del espectador. En aquella época su
resa en ese proceso por el cual desde su interior como desde fuera preocupación estaba centrada en la imagen fetiche, punto a partir
(con la reproducción en video) se define un campo de mutación de del cual su psicoanálisis del cine avanzó hacia consideraciones
la imagen, por el que ésta pierde su transparencia fotográfica y se más complejas, involucrando un cine político que procuraba in-
abre a otro estatuto como imagen física y mental. Otro tiempo se vestigar otra relación con la imagen pautada por la “curiosidad”
produce en estos pasajes de la imagen, en esa mutación, en un (epistemológica, política),32 movimiento en el que tuvo un papel
movimiento que Bellour resume en el concepto de entre-imágenes clave su análisis del cine de Godard. En diálogo con la noción de
(lugar físico y mental, inestable y múltiple). Ese espacio-tiempo entre-imágenes de Bellour y con la nueva experiencia de recepción
“entre-imágenes” incluye la revisión del campo de la visualidad en de los filmes a través del video, definió todo un campo de investi-
términos de imágenes inscritas en un soporte o definidas como gación cuyo objetivo es analizar el nuevo tipo de espectador,
imágenes mentales. E incluye una nueva relación entre esas imáge- hipótesis con la que ella trabaja en la consideración de melodra-
nes en mutación y la literatura (en el control de los gestos de mas y filmes experimentales. La implicación allí presente es que
enunciación, en la capacidad reflexiva). Entre-imágenes propone, no sólo lo moderno o lo experimental pueden generar hoy refle-
por lo tanto, que hay una diversidad de experiencias de hibridiza- xión, suspensión del flujo, sino también el cine clásico y sus géne-
ción, citas de un dispositivo por otro, y que esto corresponde a un ros cuyas imágenes disponibles para la manipulación perderían la
nuevo paradigma estético-cultural. fluidez y la transparencia y se volverían más densas en nuevas
Del mismo modo que Bellour, Philippe Dubois se interesa por el relaciones. En un libro de 2001, Victor Burgin indaga sobre nues-
video como lugar de pasaje, dato que condensa en la frase: “el tra prolongada relación con las imágenes, recordando que mucho
video piensa lo que el cine crea” (como en los trabajos de Godard). de lo que definimos como experiencia del cine no se da como
Un filme se vuelve una reserva de imágenes que pueden redefinir- embate directo con la imagen física proyectada en la pantalla o el
se, como realidad física y mental, dejando más claras las implica- video, sino como una compleja elaboración secundaria hecha de
ciones de lo que ya vimos desde los años sesenta –el congelamien- afectos y cadenas asociativas en la que los fragmentos más preg-
to de la imagen– y de lo que se perfeccionó en los años ochenta –el nantes se imponen de una manera que permiten que se recompon-
cambio de velocidad (como sucede en Sálvese quien pueda: la vi- ga, y se expanda, otro filme en la memoria y permanezca disponi-
da, de Godard, analizado por Bellour)–. Por otra parte, en los pa-
sajes de un medio a otro, como la reproducción en video, se inau-
gura una nueva experiencia, expandida con el home video, y antes San Pablo, Cosac & Naify, 2004. Para la frontera, cine-video-imagen
dominio del montajista y del crítico: la posibilidad de “suspender digital, véanse Philippe Dubois, Frank Beau y Gérard Leblanc (comps.),
Cinéma et derniéres technologies, Bruselas, De Boeck Université, 1998;
el flujo”, tomar nuestro tiempo frente la imagen. Esa forma de
Arlindo Machado, Pré-cinema & pós-cinemas, Campinas, Papirus, 1997
manipulación altera el régimen del espectador radicalmente.31 y Máquina e imaginário: o desafio das poéticas tecnológicas, San Pablo,
Edusp, 1993; André Parente (comps.), Imagem-máquina: a era das tecno-
logias do virtual, San Pablo, Editora 34, 1993.
31. Véanse Raymond Bellour, Entre-imagens: foto, cinema, vídeo, 32. Véase Laura Mulvey, Fetichism and Curiosity, Londres, BFI Publi-
Campinas, Papirus, 1997, y Philippe Dubois, Cinema, vídeo, Godard, cations, 1996.
270 El discurso cinematográfico Las aventuras del dispositivo (1978-2004) 271

ble para nuevas relaciones.33 El ensayo de Burgin muestra afini- de signos establecido ni en un protocolo usual de lectura (orienta-
dades con el influyente libro, en el contexto francés, de Jean do por cualquier codificación, sea en tanto icono, índice o símbo-
Louis Schefer, L´homme ordinaire du cinéma (Gallimard, 1980). lo, para usar la taxonomía de Peirce). El crítico francés quiere des-
Aunque éste sea más denso en la consideración del momento más tacar la anomalía que perturba el flujo de las imágenes, detenerse
específico de la proyección en la que la imagen se da como “per- en su forma, para mostrar que esa anomalía no está “en el destie-
cepción de un tiempo”, Burgin analiza un movimiento comple- rro”, sino que se articula y acaba por “hacer sistema”, entra en
mentario posproyección, marcando ambos la atención reiterada a una red de imágenes que construye un sentido que no es mera
lo que no es la transparencia de lo narrativo. La fuerza de la idea proyección del espectador. Al contrario de otros estudios, su pro-
de “paralización de la imagen”, fortalecida por su espesor-opaci- blema no es la “posición del espectador” sino una dinámica inter-
dad, tuvo su momento más irónico en las confesiones de Roland na al mundo de las imágenes.34
Barthes referidas a su obsesión por la fotografía y por las imáge- El punto en común es una vez más la atención al fragmento y
nes fijas, cuando escribe el texto “Saliendo del cine” (Communi- a las asociaciones “desviantes” frente al encadenamiento lógico.
cations, nº 23, 1975). Despliega allí el elogio de las fotos de esce- Cualquier cine entonces es un cine estratificado, con prolonga-
na pegadas en la entrada del cine como una invitación a la mientos virtuales imprevisibles. Por fuerza del dispositivo de base,
imaginación, aventura personal fuera del filme. No sorprende que ese cine posee su percepción alterada cuando nuevas formas de
uno de sus textos más citados, respecto del análisis de filmes, sea producción técnica y de exhibición de la imagen generan mutacio-
“El tercer sentido”, forma alternativa de atención al fragmento, nes, y vuelven opaco lo que se realiza como transparente.
lectura oblicua de la escena que recupera lo que está allí como El nuevo contexto de “mutación del cine”, generado por la
“exceso” en la imagen y que, de modo peculiar, trae una expre- nueva configuración técnica del audiovisual, hace que la cuestión
sión fisionómica dotada de cierta excentricidad, que puede ser del dispositivo retorne en trabajos cuyo trasfondo histórico no
“aberrante”. En un movimiento correlativo –en este énfasis en el trabaja con la comparación con la artes plásticas o la fotografía.
punto singular de atracción– su libro La cámara lúcida traerá la Ciertos abordajes que toman como objeto el momento de emer-
noción de punctum para referirse a lo que “toma el ojo del espec- gencia de la cinematografía se concentran en la categoría de tiem-
tador”, ese punto imantado que se hace centro energético de la po, buscando caracterizar el punto de inflexión definido por la
percepción de la foto, independiente de su tema y de las intencio- nueva técnica de la imagen en una clave diferente de aquella que
nes del fotógrafo (dependiendo más del espectador que proyecta encontramos en Deleuze. Para citar dos ejemplos, encontramos la
allí su experiencia). propuesta de Leo Charney, que repone la discusión de la captura
Dos movimientos que se deben remarcar en esos ejemplos: la del instante y de la fotogenia a partir de una relectura de los escri-
atención se desplaza al movimiento del espectador y a sus formas tos de Jean Epstein, usando la mediación de la categoría de “pre-
de relacionarse con lo singular. En un contexto teórico diferente, sente” en Heidegger (no en Bergson). Además, está el libro de
Philippe Dubois va a trabajar con el “desvío”, lo extraño, la ex- Mary Ann Doane, también orientado a las relaciones entre el cine
centricidad en la imagen cinematográfica, a partir de la noción de y lo “contingente” (lo efímero), que viene a dialogar con la cues-
“figural”, tomada de Lyotard. Para Dubois, lo figural se refiere a tión de Méliès y a buscar la síntesis de una tradición teórica que
lo que produce sentido, tiene efecto, sin insertarse en un sistema

34. Véase Philippe Dubois, “L’écriture figural dans le cinéma muet


33. Véase Victor Burgin, The remembered film, Londres, Reaktion des annés 20”, en François Aubral y Dominique Château (comps.), Figu-
Book, 2004. re, figural, París, L’Harmattan, 1999.
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ha trabajado sobre el tiempo y el papel del cine en la constitución historia del cine preocupadas en encontrarlo fuera de él mismo,
de nuevos modelos de experiencia: en su recorrido, encontramos como un modelo de movimiento y percepción ya dado en lo social
la cuestión de la medida y la de la “visualización” del tiempo y que el dispositivo viene a plasmar. En ese contexto teórico, un
(representabilidad), lo tecnológico y lo vivido en constante inter- dato específico viene a confirmar la misma tensión que señalé: se
acción.35 Aunque tenga la referencia de Deleuze para aproximar- renuevan los estudios de forma tal de destacar las potencialidades
se a la problemática, el campo en el que ella se instala es más his- del dispositivo fuera de la armadura narrativa del cine clásico.
tórico social, en diálogo decisivo con los historiadores que En particular se investiga el llamado “primer cine” (1895-1907)
formularon la “tesis de la modernidad” cuando estudiaron el cine sin reducirlo a una etapa “primitiva” de un nuevo arte que se en-
de inicios del siglo XX, de los que Tom Gunning y Miriam Han- camina hacia su madurez narrativa, sino considerándolo en sus
sen son los autores más destacados.36 Por “tesis de la moderni- propios criterios de composición y haciendo de él un paradigma
dad” me refiero a un conjunto de estudios basados en la idea de cultural específico que puede ser inscrito en la “tesis de la moder-
que el avance técnico determinó un salto en los modos de percep- nidad”. Ésta es una operación realizada de un modo brillante por
ción del tiempo y del espacio, y a la consecuente necesidad de dis- Tom Gunning y André Gaudreault, quienes acuñaron la noción de
positivos de defensa y adaptación a los nuevos desafíos enfrenta- “cine de atracciones” para caracterizar la discontinuidad, la hete-
dos por la sensibilidad. Es válida allí la referencia teórica de los rogeneidad, la no linealidad y la variedad de formas, temas y
pioneros alemanes que tematizaron la cuestión –Georg Simmel, “atracciones” del primer cine.37
Siegfried Kracauer y Walter Benjamin–. Cada uno de un modo El uso del término “atracciones”, tan caro a Eisenstein, es una
diferente, inspiraron todo un trabajo de investigación que puede forma de tornar claro un pensamiento que privilegia el montaje
describir con más precisión el contexto histórico social que produ- como un paradigma de la modernidad y procura ciertas afinida-
ce un estatuto específico del tiempo en la modernidad –crecimien- des (con el circo, por ejemplo) que pueden cerrar un circuito de
to urbano, desarrollo tecnológico, velocidad– y su relación con la relaciones cuando recordamos la taxonomía de Daney y su tercer
experiencia de choque y la crisis del sujeto, con la cultura de las tipo en el régimen de composición y recepción de las imágenes
“sensaciones” (simultánea al impulso adquirido por el melodrama –ese en el cual ellas se deslizan unas sobre otras, funcionando co-
como género), y lo que nos interpela con violencia (el tráfico en mo referencia mutua y suerte de museo del propio cine–. Al final
las esquinas, el accidente, la publicidad, la multiplicación de estí- de su texto, Daney señala la semejanza-afinidad entre ese régimen
mulos). La “tesis de la modernidad” orienta investigaciones en (de los años setenta y ochenta) y el “primer cine”, el de las atrac-
ciones, cerrando el circuito entre la fantasmagoría de Syberberg,
en Hitler, um film de Alemania (1977), y la del autor de Viaje a la
35. Véanse Leo Charney y Vanesa Schwartz (comps.), O cinema e a luna (1902), ahora pensada en términos de lo que fue el cine de
invenção a vida moderna, San Pablo, Cosac & Naify, 2001, y Mary Ann Méliès, y no de acuerdo con su intuición frente a la comida del
Doane, The emergence of cinematic time: modernity, contingency, the bebé, que era la pieza al aire libre de los Lumière. Tom Gunning,
archive, Cambridge, Harvard Univ. Press, 2002. del mismo modo que Germaine Dulac en los años veinte, relacio-
36. Véanse Ben Singer, Melodrama and modernity: early sensacional
na el primer cine y el espíritu de las vanguardias que se intercep-
cinema and its contexts, Nueva York, Columbia University Pres, 2001; O
cinema e a invenção da vida moderna (ob. cit.); Miriam Hansen, Babel
and Babylon: spetatorship in american silent film, Cambridge, Harvard
University Pres, 1991; Tom Gunning, “The whole town’s gawking: early 37. Para los textos de Tom Gunning y André Gaudreault, véase Tho-
cinema and the visual experience of modernity”, en Yale Journal of Criti- mas Elsaesser (comp.), Early cinema: space, frame, narrative, Londres,
cism, vol. 7, nº 2, 1994. BFI Publishing, 1990.
274 El discurso cinematográfico Las aventuras del dispositivo (1978-2004) 275

tan en un vuelo de la imaginación apoyado en la fascinación por guardia histórica de los años veinte, empeñada en defender lo que
las virtudes del dispositivo.38 se evidencia, en la experiencia de un filme, aun en fragmentos,
Insisto en ese puente entre 1900 y el tercer régimen de Daney como una presencia reveladora o como un salto inmediato hacia
porque allí resultan válidos los términos de una imaginación correspondencias simbólicas que orientarían su vocación mayor,
donde se configura, en el retorno operado por un cineasta posmo- traicionada por una lectura horizontal de la narrativa (esto lo co-
derno sofisticado, la hiperconciencia del dispositivo tomado ahora menté en este libro y en Sétima arte: um culto moderno). De nue-
como un museo de citas de la imagen cuyo locus es el estudio de vo, la polaridad en juego no se confunde con la oposición entre
filmación, aun cuando se haga del mundo entero un estudio, pues opacidad y transparencia, sino que involucra algo semejante: flui-
es el estudio el que funciona como principio. Al igual que la me- dez versus suspensión, imagen como representación (diégesis) ver-
moria, el estudio permite la visita guiada en la que cuerpos, trozos sus imagen como presencia (virtud del dispositivo), y adquiere
de escenografía y reliquias de toda clase se presenten como frag- una modalidad especial cuando focaliza el modo documentalizan-
mentos disponibles para un reciclaje que puede ser expresión de te de lectura de la imagen-sonido que convocó particular atención
manierismo y de artificio, una regla actual del espectáculo. Allí y consolidó una nueva bibliografía hecha de taxonomías que des-
encontramos el espacio para la reflexión, en el que el teatro se criben formas de relación entre el cineasta y el mundo que éste
configura como un escenario hecho de figuras, ya sea enigmáticas, encuentra (observacional, interactiva, reflexiva).39 En términos
ya sea claramente alegóricas en la composición de la fábula, como del valor estético del documental, el paradigma actual es de aten-
en Dogville (2003), de Lars Von Triers. Y también está el camino ción a las virtudes del dispositivo, teniendo en cuenta la captura
del cine de acción donde, si el escenario es el del parque temático, del efecto generado por una presencia inmediata o su capacidad
lo que vemos son cuerpos inscritos en una coreografía cuyo desti- para generar experiencias decisivas de relación con el espacio-
no es el dilaceramiento físico. Sin embargo, no un dilaceramiento tiempo fuera de esquemas conceptuales explicados por un locutor
que asociamos a la escisión del sujeto y a la sensibilidad barroca, o sugeridos por el montaje. Finalmente, se tiene en cuenta la fuer-
sino a su vulgata, que desfila en la producción millonaria cuando za expresiva fuera de las cadenas narrativas (característica del
retornamos al desfile veloz de las atracciones. Allí, la violencia y documental tradicional, con o sin esa voz de autoridad). El elogio
los efectos especiales pueden confundir los efectos de la oposición del documental en el presente se fundamenta en la consagración
entre transparencia y opacidad cuando son desplegados con iro- del instante –hay momentos de la entrevista (Eduardo Coutinho)
nía. En nombre de los sueños de la infamia. en que les feuilles qui bougent dentro de la escena– o por la elec-
ción de una franca subjetivación del proceso, a fin de indagar las
potencias de lo falso o la simulación reveladora de una autobio-
REFLEXIÓN FINAL grafía incierta.
No se trata aquí de hacer un inventario exhaustivo de las
Consideradas las diferentes formas de trabajar las tensiones situaciones en las que la teoría más reciente manifiesta el interés
entre la cinematografía (el dispositivo) y la representación (lo por las singularidades que en el cine conectan lo visible con otras
narrativo-dramático), resulta clara la insistencia de la teoría en el
sentido de rehacer una operación muy característica de la van-
39. Véanse Bill Nichols, Representing reality, Bloomington, Indiana
University Press, 1999. O, también, Michael Renov, Theorizing docu-
38. Véase Tom Gunning, “The cinema of attraction: early film, its mentary, Londres, Routledge, 1993, y François Niney, Bruselas, De Boeck
spectator, and the avant-garde”, en Wide angle, nº 8, 1986. Université, 2000.
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experiencias. Resulta más necesaria la reafirmación de que es guardia francesa de los años veinte, y me parecía muy significati-
clara la distinción entre el traer al centro de la indagación lo que vo el hecho de que, frente al cine corriente de aquel entonces, los
puede ser aprendido a través de los estudios de narrativa y drama- autores hiciesen la operación de sustraer las imágenes del encade-
turgia y lo que es análisis de los estilos, de las atracciones, de las namiento y del drama, para rehacer otro filme en su percepción
“mutaciones de las imágenes” en el espacio del video o la memo- selectiva, teniendo en cuenta la pedagogía necesaria para afirmar
ria, o aun de las formas por las cuales en un fragmento de filme se los valores de lo que debería ser el verdadero cine. Cité, incluso,
ofrece una percepción directa de la fuerza del cine como vía de una declaración del crítico e historiador de arte, Élie Faure, en el
acceso al mundo. Críticos y teóricos vinculados a la vanguardia o momento de su conversión al cine, cuando dejó de importarle el
al cine moderno tienden a operar de acuerdo con el siguiente prin- sufrimiento de la heroína y constató, conmovido por una releva-
cipio: hay más valor y arte cuanto más sea trabajada la dirección ción, “la magnificencia que asumía la relación de un saco negro
indicada en la propia naturaleza del dispositivo. Tal vez la teoría con el muro gris de un albergue”, experiencia que lo hace aceptar
del Dispositivo (Baudry) haya provocado escándalo (y se haya el filme como un “sistema de valores escalonados del blanco al
transformado en un camino sin salida) por haber hecho justamen- negro, ininterrumpidamente mezclados y móviles en la superficie
te lo contrario: ver en la ilusión y en el fetiche la vocación del dis- y en la profundidad de la pantalla…”.41
positivo, sin matices y sin ningún consuelo para la cinefilia. A lo La forma recurrente con que se ha afirmado el principio “los
largo de la historia del cine y, especialmente, en la constelación valores del arte derivan de la naturaleza del dispositivo” a lo
moderna, el escenario tendió a ser otro. Aun las propuestas alter- largo de la historia del cine, adquiere un nuevo tratamiento en un
nativas más intransigentes conciliaron con la apreciación del dis- reciente texto de Jacques Rancière que intenta realizar un comen-
positivo técnico, y eligieron una tendencia, un género o ejemplos tario final, por la amplitud que el texto pone en cuestión,42 sobre
aislados de filmes que la práctica les ofrecía. Al no encontrar un ese conjunto. El objetivo del filósofo es producir una inversión:
buen objeto, construían una utopía de liberación del dispositivo cuestionar el principio. Para ello, trabaja en otros términos sobre
de sus “limitaciones”.40 Aunque no en todas las formulaciones las distinciones hechas hasta aquí. Prefiere oponer dos regímenes
próximas al espíritu de la vanguardia hayan explicitado el princi- (o edades) del arte (en general), el mimético y el estético. El pri-
pio arriba enunciado, es posible observar la recurrencia: las teorí- mero se refiere a la representación, al mythos tal como fue formu-
as de la vanguardia (de Epstein a Michelson) y las de cine moder- lado desde la Poética de Aristóteles, que acentúa el agenciamien-
no (de Bazin a Deleuze) contienen ese horizonte de atribuir valor to de las acciones y los conflictos, el drama y los cambios del
a lo que aviva, indaga mejor, lo que entienden que está implicado destino de los humanos. Podemos asociarlo a lo que he referido
en el dispositivo. O sea, es en la relación con la naturaleza del dis- como lo narrativo-dramático (plano de mimesis, según la tradi-
positivo donde está la piedra de toque del valor. ción clásica y figurativa, donde se inserta el cine diegético). El
En Sétima arte constaté la vigencia de ese principio en el de- segundo se refiere a una operación típica de la edad moderna
sempeño inicial de la crítica y de los cineastas ligados a la van- (para que se entienda, desde Gustave Flaubert y del impresionis-

40. Hay excepciones a este movimiento de “liberación”, pues Chris- 41. Para la cita completa y el contexto de la discusión véase Ismail
tian Metz, por ejemplo, celebró otra forma de “fundación del arte del Xavier, Sétima arte: um culto moderno, San Pablo, Perspectiva, 1978,
cine”: el encuentro del dispositivo técnico con la narrativa (él no cuestio- pág. 63.
na la idea de una teleología de la “conquista” de la narrativa como voca- 42. Véase Jacques Rancière, La fable cinématographique, París, Seuil,
ción del cine). 2001 [trad. cast.: La fábula cinematográfica, Barcelona, Paidós, 2005].
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mo hacia acá), por la cual se deposita el valor en la forma que, teatro simbolista o en la pintura moderna. Esto pondría de mani-
descartando el mythos y el arte figurativo, es capaz de hacer fiesto que el elemento decisivo de la constitución del valor no es
emerger el esplendor puro del ser, la potencia expresiva inscrita la naturaleza del dispositivo específico, sino una cierta concep-
en las cosas, en lo insignificante. De acuerdo con el comentario de ción del arte que atraviesa fronteras y que el crítico-cineasta
Rancière, el “régimen estético del arte” exige una operación com- toma para sí. Rancière insiste en el origen no cinematográfico de
plicada en la que el artista ejerce su potencia mayor de creación muchos principios del “régimen estético del arte” que se instaló
en libertad (actividad pura) y se “hace pasivo”, haciendo emerger durante el modernismo y que la vanguardia cinematográfica vino
un estilo que intenta una “mirada vacía” a través de la cual busca a compartir. La defensa de una cierta forma moderna de arte no
minimizar su diferencia frente a la prosa ordinaria del mundo: la se deduce del dispositivo técnico, sino de una concepción y de
vida, la materia, los colores, los sonidos, como presencia pura. La una idea del arte.
meta es una absorción “pasiva” de la poesía en lo insignificante. Aclarado este punto me gustaría plantear una pregunta que no
Este “tornarse pasivo” sería, en el caso del escritor o del pintor, se dirige sólo al texto de Rancière, sino a todo el desarrollo de
una conquista histórica (no natural) que resulta de un esfuerzo de esta discusión. Preservado el origen no cinematográfico de cierta
estilo. En el caso del cine, el esquema estaría invertido, pues el idea de renovación, ¿no traería esa idea –en el recorrido que hace
dispositivo, con su automatismo, ya es, debido a su naturaleza, por la pluralidad de materias de expresión– aquel núcleo común
esa mirada pasiva, esa pasividad. La mirada inconsciente de la de atención al dispositivo específico, en un gesto que actuaría
cámara (la inteligencia de la máquina, como decía Jean Epstein) como medio para alcanzar la forma original, la revolución estéti-
resolvería de inmediato las tensiones entre la representación y la ca? El argumento apoyado en la hipótesis de que hay un régimen
presencia de las cosas, viendo lo que el ojo humano no ve: la ver- estético del arte que se manifiesta en todas ellas, ¿sería entonces
dad interior de lo sensible hecha imagen exterior, el movimiento suficiente para invalidar el principio afirmado por los teóricos del
esencial de las cosas. cine (de vanguardia) o del cine moderno? Por el contrario, ¿no
Los primeros cineastas y críticos que elogiaron las virtudes de sería ese principio lo que precisamente vendría a cimentar ese régi-
esa mirada automática e inconsciente lo hicieron a partir del cine men estético del arte?
narrativo al que asistían (los melodramas, las comedias), de Hay un argumento de Rancière referido a los efectos del dis-
modo tal que extraían del flujo de las imágenes representativas positivo técnico que resulta interesante comentar, pues resume
del drama vivido por los personajes “otro filme” en el que se des- muchas cuestiones. Ese argumento nos recuerda que el cine se en-
arrollaba otro drama: hecho de las variaciones de la luz, de la caminó mayoritariamente en una dirección que contraría el prin-
plasticidad de la atmósfera y de la textura de los objetos. Sustraer cipio adoptado por las teorías de las vanguardias, convirtiéndose
y componer otro filme a partir del filme dado era una operación en el lugar por excelencia de la representación y del mythos, a
común de Canudo a Dulac, que Rancière ve retomada en los teó- partir de la misma dialéctica de lo activo-pasivo. Esto significa
ricos modernos. Al proceder de ese modo, todos estarían operan- que el cine tiene en su dispositivo la identidad de lo activo y de lo
do de forma semejante a los críticos de arte próximos al “régi- pasivo que es el principio de la revolución estética en el arte mo-
men estético”, que transforman todo el arte (mimético) del derno (constitución del régimen estético del arte), pero que tal
pasado en una materia disponible para una desfiguración por la identidad confiere allí toda su fuerza a su contrario, es decir, al
cual lo que se destaca es la materia de la pintura, por ejemplo, movimiento regresivo por el cual el cine traiciona la teleología del
sustrayéndola de la representación al servicio para el cual estaba modernismo y convierte las propiedades del dispositivo en un ins-
pensada. Lo que los cinéfilos sofisticados hicieron fue retomar trumento de la representación (mythos), condición por la cual
una operación ya formulada en otros terrenos, por ejemplo en el sirve a la recuperación de lo que el arte demoró en expulsar. Si el
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cine “mayoritario” contrarió los principios del régimen estético sino una configuración) y la que destaca, en el fragmento, los ras-
del arte, y se hizo mimético, en una nueva instancia de esta diná- gos que testimonian una experiencia más genuina de apropiación
mica, la vanguardia y los modernos construyeron la desfiguración del dispositivo técnico capaz de insertar el cine en el régimen esté-
que extrae el detalle y lo toma como lugar de una intuición esen- tico del arte. Esto hace avanzar el debate, pues su generalización
cial por el “efecto de presencia” o “efecto de lo real” (para usar la posibilita rever todo un recorrido, permitiendo incluso, su comen-
expresión de Roland Barthes, a propósito del estilo de Flaubert). tario crítico a lo observado como ambigüedades que encuentra en
Sería entonces en esa dialéctica entre un polo (representación) y los argumentos característicos de la tradición teórica que destaca
otro (presencia) por la que el cine conduciría a su fábula, como el el fragmento y el estilo, al trabajar las sensaciones ópticas y sono-
espacio de ese juego de contrariedades. El arte del cine es un tra- ras puras (para usar los términos de Deleuze). Sin embargo, su
bajo a contrapelo, no un camino directo del dispositivo técnico a especificación de la lógica de la contrariedad (que sería inherente
la esencia del arte, pues es en nombre de una idea (del arte) que se al arte del cine), a través de ejemplos concretos, se desplaza hacia
usa un dispositivo en esta o aquella dirección. En este sentido, la la descripción de lo que es, efectivamente, una interacción (o com-
fábula del cine es contrariada, no sólo porque el cine dominante plementariedad) entre aquello que Rancière llama “lógica de la
torna disponible el dispositivo para una regresión, sino también acción” (el verosímil según un protocolo de la representación) y el
porque la vanguardia se construye a partir de un pensamiento que “efecto de lo real” (la presencia de lo insignificante, de las cosas
va a contrapelo de lo narrativo-dramático y se concibe a partir del cotidianas). Es decir, se produce una clara semejanza entre su for-
gesto de desfiguración (hacer un filme con los elementos de otro, mulación y la que Christian Metz presentó en los años sesenta,
subvertir la percepción, libertarla de la sucesión narrativa). Esa también en afinidad con Roland Barthes pero con un vocabulario
operación, Rancière la ilustra con un texto de Jean Epstein, no de baziniano, cuando habló de la instauración del cine moderno co-
Élie Faure, Y después elabora el argumento para remarcar esa mo un proceso de injertar “momentos de verdad” en el seno de lo
operación en los teóricos de lo moderno (Bazin, Deleuze) y en el verosímil (las reglas del género, las convenciones de la narrativa).
Godard de Histoire(s) du cinéma. Esa semejanza pone de manifiesto la vigencia de un conjunto de
Si la fuerza original del arte cinematográfico emerge cuando se referencias excesivamente limitado para la reflexión que propone
suprimen los datos de la ficción que son comunes al arte de contar Rancière sobre “el cine en general”. Describe, en el fondo, el mis-
historias, si lo que se constata es la insistencia de los teóricos en mo cine moderno ya descrito en otros términos por los autores de
retomar la operación (podemos decir también que la insistencia de quien, en otro eje, Rancière se ve separado porque adoptan el
muchos cineastas), Rancière concluye que ese gesto de extracción principio arriba discutido (el valor estético deriva del dispositivo).
no es peculiaridad de una época, sino algo más consustancial a la De cierta manera se repite el escenario que se montó en la tradi-
historia del cine como arte y objeto de pensamiento. ción de lo moderno proveniente de Bazin y los Cahiers, pautada
Constitutiva de la experiencia del cine, esa lógica de la contra- por la distancia-olvido de una enorme cantidad de filmes (antes y
riedad sería el rasgo específico de su arte, incluyendo no sólo la después de las vanguardias históricas; antes, durante y después del
relación con sus medios técnicos característicos (el dispositivo), cine moderno) que afirman una importante relación con la natu-
sino también el juego de intercambios e inversiones con la fábula raleza del dispositivo sin estar en relación “desfigurativa” con la
literaria, la forma plástica y la voz teatral, tal como lo ve expresa- dimensión narrativo-dramática, a la que Rancière confiere una
do con claridad en los filmes de Robert Bresson. cierta omnipresencia (injustificada). En formulaciones más recien-
La discusión planteada por Rancière renueva los términos de tes, la teoría que dialoga decisivamente con esa tradición, incorpo-
la tradicional tensión en el abordaje de las dos dimensiones: la del ró en su campo de visión esos conjunto de filmes olvidados (un
encadenamiento narrativo-dramático (que no es sólo una sucesión ejemplo de ello es la atención al underground norteamericano),
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pero sin resolver efectivamente los problemas acarreados por esa divergencia entre Glauber Rocha (que aparece en una secuencia) y
demarcación.43 su amigo director que lo invitó a entrar al debate. No hay aquí,
Al destacar una recurrencia que somete a crítica, Rancière pro- sin embargo, ninguna intención de cerrar el círculo, reponiendo la
pone una revisión de la problemática del dispositivo; sin embargo, ecuación en términos semejantes. Existe una conexión entre los
su aceptación tácita (no tematizada) de las mismas demarcaciones dos momentos que proviene de la constatación de que los cuestio-
presentes en la teoría del cine moderno de características euro- namientos a la teoría del Dispositivo no excluyeron la figura del
peas, lo lleva a incorporar los límites de esa teoría en la discusión dispositivo técnico del centro de la discusión, pero esa permanen-
de las relaciones entre técnica y estética, o entre la naturaleza del cia no debe esconder las radicales diferencias en la composición
dispositivo y las formas encontradas por el cine para insertarse en de las variables del juego. Además de desplazamientos conceptua-
el régimen estético del arte, para utilizar sus propios términos. les en términos de teoría y de estética, existe hoy el dato central de
Hago aquí una observación sólo para recordar en qué grado el una nueva configuración de los medios técnicos de producción de
debate sobre el papel del dispositivo y sobre la interacción entre el sonido e imagen. En aquel momento, el cine aceptaba con más
cine y las otras prácticas sobrepasa ese esquema y no se reduce a fuerza su condición de experiencia-matriz en la discusión estética,
la cuestión de la “fábula contrariada”, aunque ella tenga su ámbi- aunque ya conviviese con la televisión y el video. Hoy, la red hete-
to de aplicación. rogénea y gigantesca que se va constituyendo en el terreno de la
A su modo, la teoría del Dispositivo (Baudry), como un mo- producción y circulación de imágenes-sonidos vuelve más comple-
mento de este itinerario que indagó las relaciones entre técnica, jo el cotejo entre el valor estético, el efecto político y las propieda-
estética y política, implicaba esa dimensión de “contrariedad”, des específicas de un dispositivo, entre otras cosas porque tanto la
pero en una versión radical. Su horizonte era la crítica del propio historia de esa producción como su configuración actual han
dispositivo técnico (por todo el juego de espejos que lo transfor- demostrado que es preciso cambiar nuestra percepción del lugar
maba en el Dispositivo como institución social). En este sentido, del cine entre los dispositivos.
la divisa de la deconstrucción, tal como fue entendida en ese
momento dogmático, no dejaba brechas para la utopía que había
alimentado al cine moderno y aun a las vanguardias históricas
con su “régimen estético del arte”. El ideal de la deconstrucción
pura y dura era el “régimen ascético del arte”, y sus teóricos, en la
práctica tuvieron que “negociar” con ejemplos del “régimen esté-
tico” para hacer visible la dirección deseada. En otras palabras,
procuraron leer la variedad de propuestas alternativas en clave
deconstructiva o hacer filmes que trajeran algo de su ideario, aun-
que lo sobrepasaran, tal como hicieran Godard y Gorin en casos
como el de Viento del este (1969).
Concluí el libro en 1977, citando ese filme para comentar la

43. André Parente discute esa cuestión en referencia a la teoría de


Gilles Deleuze. Véase André Parente, Narrativa e modernidade: os cine-
mas não-narrativos da pós-guerra, Campinas, Papirus, 2000.

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