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Definición de resiliencia: muchos tipos de definiciones, dependiente del ámbito o área que

se quiera utilizar. En términos generales, se puede definir como la capacidad humana para
enfrentar la adversidad, vencer las dificultades inherentes a dicho infortunio y sobreponerse
a ellas, emergiendo fortalecido e incluso transformado.
Red estructural que posee un papel fundamental en la vida y red emocional de las personas:
Sistema Somatopsiconeuroinmunohormonal.
Somato: El cuerpo, incluyendo la piel, el sistema musculoesquelético y las vísceras.
Psico: La actividad mental, la conciencia y su escenario, la corteza cerebral.
Neuro: Un extenso módulo cerebral ubicado en sus profundidades, bajo la corteza cerebral,
llamado sistema límbico.
Inmuno: El sofisticado sistema de defensas del organismo contra la agresión de agentes
extraños, como bacterias, virus, toxinas, está formado por glóbulos blancos,
inmunoglobulinas, citocinas y otros elementos que nos protegen contra la agresiones
biológicas.
Hormonal: Es el extenso y complejo sistema de glándulas internas que comandan
numerosos procesos del organismo, como el crecimiento, la reproducción o el metabolismo,
entre otros.
El temperamento: constituye el fator biológico de la personalidad humana. Heredado de
los antecesores, esta codificado en el programa genético y tiene su asiento anatómico en
aquellas regiones del cerebro que están en estrecha interrelación con las funciones
cognitivas, neuroendocrinas, neuro inmunológicas y viscerales, constituyendo una unidad
cuyo adecuado funcionamiento garantiza parte significativa de la salud emocional humana.
El temperamento constituye nuestra impronta biológica a lo largo de la existencia, aun
cuando su expresión génica puede ser moldeada por factores ambientales. Los genes que
contienen información acerca de la organización funcional del temperamento prácticamente
no han sufrido modificaciones desde los primeros tiempos del hombre sobre el planeta.
El temperamento se puede visualizar como un océano, siempre en movimiento, pero cuyas
fuerzas son relativamente estables. Este océano emocional se puede estratificar, con
propósitos didácticos, en una jerarquía de dimensiones biologías, las cuales están sujetas
tanto a mecanismos de regulación interna como a modificaciones desde lo externo, y son
abordables a través del análisis de las conductas, las cuales pasan a constituir códigos de
señales que, a su vez, sintonizan el océano emocional del otro en la relación intersubjetiva.
Este permanente dialogo de señales en clave emocional es fundamental para comprender el
crucial papel de la educación emocional en el desarrollo integral del niño.
Cada dimensión esta conformado por un nivel psicofísico, uno emocional propiamente tal y
otro cognitivo emocional, en una estratificación que va de lo elemental a lo complejo.
El nivel psicofísico: Está constituido por fenómenos que ocurren en el plano de las
sensaciones. Son fenómenos elementales relacionados con lo sensorio motriz y visceral, y
podemos situarlos en la interfase somática/ cerebral, específicamente, es sistemas del
tronco cerebral, hipotálamo, parte del tálamo y parte del cerebelo. A este nivel pertenecen
fenómenos como la contracción dolorosa del colon, la contractura del ciertos músculos
como los del cuello o de la mandíbula, el aumento de las contracciones intestinales, el
aumento de la frecuencia cardiaca, o taquicardia y/o de la frecuencia respiratoria y la
vasodilatación de la piel.
El nivel emocional: Surge en el momento en que lo psicofísico es traducido a emociones
específicas, las que son codificadas y archivadas para su ulterior reconocimiento. Ocupa
extensas áreas del sistema límbico. Así, la amígdala cerebral decodifica las sensaciones
corporales y les asigna una valencia, la que puede ser positiva como alegría, quietud o
negativa como miedo, rabia, etc. A partir de ese momento, una experiencia determinada y
su cúmulo de sensaciones que ocurren como respuesta a la experiencia, pasa constituir una
vivencia, la que adquiere un sello particular, individual. Podríamos decir que la amígdala
cerebral se encarga de adjetivar la vida, creando catálogos de emociones positivas y
negativas. El hipocampo guarda dichas emociones que serán codificadas en un archivo
implícito, inaccesible a la conciencia de modo volitivo, a través de la voluntad, mientras
otras serán codificadas como memoria biográfica, episódica, susceptibles de ser evocadas y
relatadas.
Las emociones archivadas de manera implícita no acceden a la consciencia cuando lo
solicitamos, pero suelen merodear por ella cual animales nocturnos, agazapándose en las
imágenes oníricas que pueblan nuestros sueños cada noche. También merodean de día,
disfrazadas en los llamados “lapsus” y “asociaciones libres”, y pueden ser extraídas y
traducidas al lenguaje de la consciencia a través de la hipnosis.
El nivel cognitivo emocional: Surge cuando desde el sistema límbico se establecen
extensas conexiones hacia la corteza cerebral, como puertas que interconectan los dos
primeros niveles, psicofísico y emocional, con la consciencia. En este nivel, las emociones
son analizadas cognitivamente, se les asignan significados de vivencia y aquellas
perdurables son archivadas como sentimientos. Podríamos definir sentimiento como un
constructo consciente que integra elementos psicofísicos y emocionales con
representaciones mentales, lo que a su vez se nutren de elementos biográficos.
Los sentimientos son universales, arquetípicos, pero son vivenciados en formar
absolutamente individual.
Siendo el temperamento nuestra impronta genética, es fácil entender que cada niño y niña,
adulto posee una organización temperamental singular, la que se organiza en torno a los
tres elementos esenciales: la ansiedad, los impulsos y el estado anímico/capacidad de goce.
Encontraremos entonces, entre niños y niñas de temperamento armónico, estable, algunos
de temperamento ansioso, otros de temperamento impulsivo, irreflexivo, y finalmente,
chicos “disfóricos” intolerantes a la frustración, rabiosos, insatisfechos y con tendencia al
pesimismo. Basta mirar a sus parientes para darse cuenta de que esos rasgos no constituyen
psicopatología, sino que son simples rasgos temperamentales esperables.
El amor según Maturana echar un vistazo.
Educación emocional: Proceso educativo continuo y permanente que pretende potenciar el
desarrollo emocional de los niños como complemento indispensable del crecimiento
cognitivo, constituyendo ambos los elementos esenciales del fortalecimiento integral de la
personalidad, según lo planteado por el educado español Rafael Bisquerra.
Tradicionalmente entendida como un repertorio de competencias interpersonales e
intrapersonales, se acentúa la importancia de la acción educativa para dotar a niños de
conocimientos en cierta materia y facilitarle su empleo con objetivos sociales.
Nuestro planteamiento toma aspectos de esta definición, pero desde una perspectiva
diferente. Mas que conocimientos que deben ser inculcados, entendemos la educación
como un acompañamiento intencionado al niño con el propósito de facilitarle la
actualización de un potencial que están en su interior. El niño viene programado desde
antes de nacer como un ser social, para desarrollarse de modo integral y creer al interior de
interacciones marcadas por la emoción llamada amor.
Al respecto hacemos nuestra las palabras de Humberto Maturana, “educación, en un
proceso de transformación, definida por la manera de vivir de la persona que actúa como
educador”. El niño aporta una biología que encierra en su interior un potencial, “La
genética funda lo humanizable”, afirma Maturana, pero aprenderá a ser humano al vivir
entre humanos, en un contexto social determinado.
En un trabajo arduo, facilitado por la biología pero que necesita del educador, no como
alguien que va a dotar al niño de conocimientos sobre lo emocional relacional, sino como
quien acompaña facilitando al niño el desarrollo el desarrollo de ese potencial. Para ello el
educador requiere de competencias especificas y debe saber ponerlas en práctica en el arte
del acompañar, para lo cual necesita ser razonablemente sano.
Emociones: Son dinámicas corporales especificas y transitorias que surgen en la
interacción, vividas como tales al inicio del desarrollo del niño, a las que les asignara un
significado a través del lenguajes, a medida que crezca.
La vida es un continuo sucederse de cambios, los que provocan respuestas en el organismo
que se organizan desde un nivel básico, psicofísico, en forma de sensaciones viscerales y
musculares que ocurren con una determinada intensidad, pasando por el nivel emocional
propiamente tal, con una valencia polar, positiva versus negativa. Finalmente, a través de
las “puertas” de acceso a la consciencia, las emociones acceden a la corteza cerebral, se
elaboran e integran, pasan a formar parte de la personalidad y de la identidad del niño, son
comparadas con la experiencias pasadas gracias a la memoria biográfica, y se organizan en
torno al “yo”
Surgen así los sentimientos, los que se van estratificando a lo largo del desarrollo, en parte
activados por la particular organización cognitiva del niño, y en parte no menos importante
por el modelado de las experiencias. Entre otros figuran desde los primeros gestos de afecto
de un niño pequeño hacia sus padres y familiares, pasando por la amistad o la generosidad,
hasta llegar a sentimientos elevados, propios de la dimensión espiritual humana, como la
solidaridad, el amor compasivo, la entrega o el desprendimiento, tanto como sentimientos
negativos entre los que figuran la envidia, el resentimiento, el deseo de daño, que se
arraigan profundamente en el niño que ha vivido experiencias adversas de manera
prematura, como la negligencia en los afectos, el maltrato o la soledad.
Las emociones constituyen nuestra preciada caja de resonancias y nos conectan con el
alma. Las emociones nos humanizan. Todo nuestro ser resuena con la vida, experimentando
ante sus desafíos variaciones fisiológicas que denominamos emociones, construyendo a
partir de ellas un complejo mundo psíquico que va a expresar conductas.
Se tiende a pensar que las emociones son fenómenos privativos de la especie humana y que,
por ende, constituyen la esencia humana. Lo cierto es que las emociones son inherentes a
todo ser vivo que establece interacción con otros, y el universo es una compleja red de
interacciones sin fronteras.
El mundo vegetal constituye el 97% del planeta viviente; solo el 3% está conformado por
animales. Las plantas interactúan entre sí y con otros reinos, experimentando cambios
sensibles que corresponde a emociones, La expresión “quedo vegetal” es absolutamente
errónea, pues alude a inmovilidad e insensibilidad, características que el mundo vegetal no
posee; por el contrario, es un mundo dinámico, poseedor de inteligencia y sensibilidad.
Stefano Mancuso, catedrático florentino fundador y director del laboratorio internacional de
neurobiología vegetal, afirma que las plantas son conscientes de su entorno y los desafíos
que este les plantea. A través de su evolución han producido innumerables soluciones a
tales desafíos; poseen un alto grado de sentido de colaboración y altruismo; cuidan de
retoños facilitando espacio y luz para que realicen fotosíntesis, mientras sus raíces son
verdaderas redes que transmiten información tal como las redes neuronales.
En el reino animal ocurre algo similar. Numeroso estudios muestran la presencia de
emociones que se creía eran solo humana, tales como el altruismo, el duelo, los celos o el
heroísmo, entre muchas otras. El investigador japones Masaru Emoto ha mostrado de que
manera el agua experimenta emociones que modifican su estructura física. Lo mas sensato
es aceptar que las emociones son un fenómeno propio de todos los seres vivos cuando
establecen interacciones cargadas de sentido, pero somos los seres humanos quienes le
asignamos nombres y las llevamos a la consciencia, desde los niveles mas primarios hasta
las cumbres de la literatura y otras artes.
Familia: La familia es definida como un sistema dinámico de relaciones reciprocas
enmarcado en contextos específicos, y abierto a múltiples influencias sociales e históricas.
En esta perspectiva, la familia experimenta cambios estrechamente ligados a las
transformaciones culturales, económicas y políticas en un país, mientras que la velocidad
de los cambios sociales supera con mucha su capacidad para hacerle frente.
En este escenario de cambios profundos y veloces, el concepto de padres como ejes de la
familia también ha ido modificándose, junto con otros como el de autoridad parental y el de
articulación trabajo/vida familiar. A grandes rasgos, los cambios que debemos tener
presentes cuando hablamos de padres y/o de familia, son el creciente numero de
convivencias y el descenso sostenido de los matrimonios; la elevada incidencia de prole al
interior de las convivencias; el aumento de las familias monoparentales con la madre como
jefa de hogar; el alto numero de padres ausentes; el incremento de familias en las cuales los
abuelos llevan a cabo la crianza de los nietos; y la incipiente aparición de familias
homoparentales, formadas por dos padres o dos madres.
También debemos tener presente el aumento sostenido de la disfunción familiar expresada
en violencia conyugal e intrafamiliar, a los que se suman las patologías mentales en los
adultos que configuran una familia, con incremento de consumo de alcohol y drogas.
En relación con el factor trabajo, los últimos años han sido testigos en nuestro país de la
masiva incorporación de la mujer al mundo laboral, y del surgimiento de nuevas formas de
trabajo caracterizado por su inestabilidad y precariedad estructural, trabajos temporales,
empleos de subcontratación, cesantía. Es necesario tener presente, en todo momento, las
tensiones y crisis familiar actual cuando hablamos de educación emocional en los niños.
Una familia muy sola y enfrentada a servir de amortiguador de las crisis sociales es el
escenario actual sobre el que pretendemos hablar de educaciones de las emociones. No es
tarea fácil.
Parentalidad: Es el comportamiento de padres y madres fundamentado en el bien superior
de los hijos. Esta tarea consiste esencialmente en colaborar el desarrollo integral de la prole,
a su bienestar y a su plena inserción en la sociedad. La parentalidad se ejerce en un
contexto de interacción, definiendo por lo tanto una construcción activa y reciproca, entre
padres e hijos, con un objetivo de crecimiento para todos. Este ejercicio está
constantemente tensionado desde lo social. Ejercer una adecuada parentalidad exige contar
con apoyos sociales, recursos formales proporcionados por las políticas públicas,
organizaciones gubernamentales, ONG y profesionales de apoyo como también informales,
otorgados por la comunidad en forma de redes familiares, vecinos y amigos.
Contar con esos factores fortalece a las familias en su rol de parentalidad,
proporcionándoles sentimientos de competencia, los cuales, a su vez, fomentan el
compromiso y la responsabilidad frente a sus hijos. La vulnerabilidad psicosocial aísla a los
padres, privándoles de estos soportes y colaborando a una creciente vulnerabilidad en el
desarrollo integral de los hijos.

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