Está en la página 1de 13

1

El Jesús Histórico

Publicado el 16 octubre 2020 por David Martínez

[Tomado y traducido de Nijay K. Gupta, A Beginner’s Guide to New Testament Studies:


Understanding Key Debates (Grand Rapids: Baker Academic, 2020), 15-30]

¿Cómo “encuentras” a Jesús? O, dicho de otra manera, ¿cómo llegas a saber de Jesús? La
mayoría de la gente diría inmediatamente que conocemos a Jesús a través de la Biblia,
especialmente los Evangelios. Pero parece que la información sobre Jesús también se puede
encontrar en otros lugares. Por ejemplo, el antiguo historiador judío Josefo tenía algunas cosas
que decir sobre Jesús. Y también se habla de Jesús en el Corán islámico. Y en la literatura
rabínica judía (por ejemplo, el Talmud de Babilonia). Los antiguos escritores romanos, como
Tácito, se refieren a Jesús. Entonces, ¿cómo sabemos qué fuentes son las más precisas o
confiables en términos de transmisión de hechos históricos? Los cristianos tienden a tomar la
información de los Evangelios del Nuevo Testamento al pie de la letra, pero otras personas
también están interesadas en Jesús como una figura de la historia, y ha habido una larga
discusión entre los eruditos –cristianos y de otros ámbitos– sobre la mejor manera de examinar
e interpretar los Evangelios del Nuevo Testamento y otros textos relevantes para arrojar la
mayor cantidad de luz sobre el Jesús histórico. Incluso esa frase, “Jesús histórico”, tiene su
propia historia compleja y matices de jerga. Mark Allan Powell define de manera útil al “Jesús
histórico” como “la persona que surge de un análisis de las fuentes de acuerdo con los principios
generalmente aceptados de la ciencia histórica”.[1]

Una primera reacción común a esta iniciativa de Jesús histórico es etiquetarla como un esfuerzo
anticristiano o anti-religioso. A decir verdad, muchos de los que se han dedicado a este asunto
en el pasado y en el presente no profesan una fe religiosa en Jesús ni se suscriben a ninguna
forma de cristianismo tradicional, pero también hay muchos que consideran que este enfoque
de “encontrar a Jesús” es beneficioso incluso para los que confían en la Biblia. Este enfoque
para estudiar a Jesús consiste en analizar cuidadosamente las fuentes (incluyendo los Evange-
lios canónicos) y desarrollar lo mejor posible una teoría holística sobre su vida, influencias,
objetivos y acciones.

Uno podría pensar en esto de otra manera. Incluso si alguien llega a la conclusión de que los
Evangelios canónicos son históricamente exactos, estos cuatro retratos de Jesús todavía nos
dan mucha información aparentemente dispar sobre la identidad, la vocación y las actividades
de Jesús. Ninguno de ellos reduce su vida a un hilo principal de intención o logro. La búsqueda
del Jesús histórico intenta analizar toda la información disponible para desarrollar un arco
sensato, incluso convincente, de la vida y el ministerio de Jesús que arroje luz sobre su
significado. Eventualmente expondré cómo los eruditos de Jesús hoy en día abordan este tema,
pero antes de hacerlo, es útil ofrecer un rápido resumen de la historia de la llamada búsqueda
del Jesús histórico.

Una historia de la búsqueda de Jesús


Durante diecisiete siglos de historia cristiana, los lectores interesados de la Biblia en general
tomaron el testimonio de los Evangelios al pie de la letra, ya sea el nacimiento milagroso de
2

Jesús, sus asombrosos milagros, sus enseñanzas controvertidas o, por supuesto, su


resurrección. Pero durante la Ilustración, los académicos comenzaron a utilizar herramientas
de la ciencia histórica y la historiografía para analizar la Biblia, y específicamente los
Evangelios. A menudo se le atribuye a Hermann Reimarus (1694-1768) el lanzamiento de la
primera “búsqueda” del Jesús histórico. Reimarus produjo una teoría sobre la vida y las
intenciones de Jesús que parecía más humana y mundana, una vez que sus milagros fueron
dejados de lado por ser fantasiosos. Reimarus argumentó que Jesús quería reclamar la realeza
terrenal de Israel, pero finalmente fracasó. Ningún erudito de hoy en día encuentra la hipótesis
exacta de Reimarus convincente, pero su trabajo parecía haber abierto la puerta a más teorías
sobre la vida real de Jesús, donde los Evangelios canónicos pueden ser despojados de
elementos ficticios y el verdadero ministerio del galileo puede salir a la luz.

Otra figura clave de este primer período es David F. Strauss (1808-1874). Como Reimarus,
Strauss pensó que era importante acercarse a los evangelios canónicos con una lente histórica
crítica. Pero en lugar de descartar elementos ficticios como una cáscara para centrarse en la
nuez de la verdad histórica, Strauss se concentró en los Evangelios como mitos-formativos de
historias que dan forma a la identidad de una comunidad, como los primeros cristianos. Strauss
movió la erudición, entonces, en la dirección de pensar en los objetivos teológicos y de
formación de comunidades de los Evangelios, y no sólo en cómo podrían ser útiles como un
depósito potencial de información histórica.

William Wrede (1859-1906) continuó esta búsqueda con su importante trabajo sobre el llamado
secreto mesiánico en los Evangelios. Esto se refiere a las diversas ocasiones en las que Jesús
da una enseñanza o realiza un milagro y luego ordena al observador o al receptor que guarde
silencio al respecto. Por ejemplo, en Marcos 1,40-45 Jesús cura a un leproso pero luego dice:
“Mira que no digas nada a nadie” (1,44a). ¿Por qué haría Jesús esto cuando dice que vino a
proclamar el evangelio públicamente? Wrede teorizó que Jesús mismo no dio estos
mandamientos de silencio, pero la iglesia importó en los Evangelios estos pronunciamientos
para encubrir la vergonzosa realidad de que los compañeros judíos de Jesús en general no
creían en él. Una vez más, Wrede avanzó en la consideración de que los evangelistas eran
narradores de historias (y no meros transmisores de dichos y acontecimientos históricos), pero
con respecto a la primera búsqueda desempeñó un papel en la puesta en duda de la fiabilidad
histórica de algunas partes de los evangelios canónicos.

A principios del siglo XX, Albert Schweitzer (1875-1965) desafió esta búsqueda del Jesús
histórico observando que todos los Evangelios Sinópticos señalan a un Jesús que está
enfocado en el fin del mundo, un asunto que no se tomaba muy en serio en la erudición de
Jesús en ese tiempo. Muchos buscadores terminaron retratando una vida de Jesús que lo
convirtió en un buen maestro que ofrecía verdades eternas y un mensaje general de amor y
buena voluntad. Pero Schweitzer presentó a Jesús como profeta escatológico anunciando la
llegada de un Hijo del Hombre (no Jesús mismo). Cuando este Hijo del Hombre no se presentó,
Jesús adoptó este papel, y él creyó que su propia muerte incitaría al reino de Dios a venir, pero
no lo hizo. Jesús se equivocó y su misión fue un fracaso. Aun así, su auto-sacrificio era
inspirador, y eso deja a Jesús con un legado importante, argumentó Schweitzer. Su enfoque en
Jesús y la escatología empujó a los eruditos a enfrentarse a un Jesús de la antigüedad muy
diferente del “hombre moderno”. Algunos estudiosos han descrito el trabajo de Schweitzer como
una bomba, interrumpiendo la búsqueda de Jesús.

Como resultado de esta interrupción Schweitzeriana, los eruditos se refieren a una ruptura de
la investigación sobre el Jesús histórico, a veces llamado el período de “no búsqueda”. Durante
esta era, Jesús todavía era, de hecho, un tema de investigación, pero mucho interés en los
3

estudios del Nuevo Testamento cambió hacia el trabajo teológico de Rudolf Bultmann (1884-
1976). Bultmann creía que desvelar o descubrir el Jesús histórico era insignificante. Más bien,
lo que realmente importaba era responder existencialmente al Cristo de la fe. Irónicamente, una
“nueva búsqueda” del Jesús histórico fue lanzada por uno de los estudiantes de Bultmann,
Ernst Käsemann (1906-1998). Käsemann estaba de acuerdo con su maestro en que la fe en el
Cristo resucitado es importante, pero no estaba de acuerdo con Bultmann sobre la irrelevancia
de estudiar la figura del Jesús terrenal. Tras la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto,
Käsemann consideró crucial mantener el conocimiento de Jesús enraizado en la historia, para
que la gente no se viera tentada a rehacer a Jesús a su propia imagen, como habían hecho
algunos nazis y simpatizantes nazis. Esta fase del estudio de Jesús estuvo marcada por un
enfoque en los métodos, especialmente en cómo recuperar las palabras exactas de Jesús.
Eruditos como Norman Perrin (1920-1976) ayudaron a establecer ciertos factores o criterios
para juzgar una declaración como auténtica o descartarla como inauténtica. Digamos que algún
material de los Evangelios canónicos es verdaderamente histórico, un dicho directo y más o
menos literal de Jesús o un evento que tiene una base creíble en la historia. Y digamos que
otro material (según estos buscadores) es fabricado por el evangelista o se ha abierto camino
en un Evangelio como parte (ficticia) de la leyenda de los primeros cristianos sobre Jesús. Estos
criterios estaban destinados a ofrecer herramientas para clasificar tales capas y avanzar hacia
la identificación de las porciones más históricas. Mencionaré tres criterios notables que se
desarrollaron en este período.

Criterio de disimilitud
Este factor juzga como dudoso cualquier evento o dicho de Jesús que sea demasiado similar a
lo que los primeros cristianos llegaron a reconocer como ortodoxo. Este material, a juicio de
algunos eruditos de Jesús, demuestra capas o tradiciones que deben haber sido producidas
por los cristianos y reinvertidas en la boca o la vida de Jesús. Y lo mismo ocurre con el material
que resuena con el judaísmo primitivo. Lo que hace este criterio es buscar la persona y
personalidad única de Jesús, afilando las cosas que dijo e hizo que eran llamativas y distintivas.
Ha habido muchas críticas a este criterio; como escribe Helen Bond, este factor está “casi
diseñado para producir un Jesús extrañamente dislocado tanto de su entorno judío como de la
iglesia que lo siguió”.[2]

Criterio de atestación múltiple


Otra herramienta que los eruditos de Jesús han usado involucra el valor de múltiples fuentes
que confirman un evento, historia o enseñanza en particular. Por ejemplo, el hecho de que los
cuatro Evangelios señalen el interés de Jesús en el reino de Dios apoya la historicidad de este
tema para el Jesús histórico. O podríamos notar la amplia atestación que Jesús enseñó en las
parábolas. Esto no quiere decir que un dicho que se encuentra en un solo Evangelio se haya
probado automáticamente como inauténtico, sino que este criterio permite que el material se
considere más razonablemente factual cuando más de una fuente única ofrece confirmación.

Criterio de vergüenza
Los dichos o acciones que hubieran sido embarazosos o inexplicables para la iglesia primitiva
se considerarían más probables de ser auténticos porque la iglesia no habría tenido ningún
beneficio al fabricar la información. Un caso clásico es el bautismo de Jesús por Juan el Bautista
(Mateo 3,14). Juan describe el bautismo como un rito de arrepentimiento para el perdón, y
habría sido incómodo para los cristianos explicar por qué Jesús insistió tanto en que se
bautizara cuando la iglesia lo consideraba sin pecado. Sin embargo, un claro desafío con este
4

criterio es que lo que resulta embarazoso para la gente moderna en Occidente puede ser
diferente de lo que era embarazoso en el antiguo Mediterráneo; este factor requiere numerosas
suposiciones.

Estos criterios y otros han continuado siendo utilizados en la erudición de Jesús durante el
último medio siglo. Algunos eruditos usan los criterios de autenticidad estrictamente, y otros los
usan como una guía suelta. Otros aún los han rechazado completamente.

Mirando hacia atrás, los eruditos de Jesús ahora sienten que un nuevo tipo de búsqueda
comenzó en la década de 1980, incluso mientras que la segunda (“nueva búsqueda”) continuó
en algunos círculos. Esta tercera búsqueda puso un mayor énfasis en la lectura e interpretación
de los evangelios canónicos y de Jesús a la luz del judaísmo temprano en el mundo romano.
Por varias razones, los eruditos del Nuevo Testamento se dedicaron más en general a recoger
información histórica, cultural, ideológica y literaria de los textos judíos, como los escritos de
Josefo y Filón, los Rollos del Mar Muerto y los Apócrifos y Pseudo-epígrafos del Antiguo
Testamento. No era raro que en el siglo XIX los eruditos de Jesús concluyeran que el Jesús
histórico rechazó a los judíos y al judaísmo en favor de una nueva religión, que se convirtió en
el cristianismo. Pero en esta tercera búsqueda varios eruditos, especialmente en vista de la
profundidad y amplitud del judaísmo de la época de Jesús, vieron a Jesús como resonante con
las vertientes restauracionista, política y profética de la herencia de Israel y la cultura
contemporánea. Aquí era más fácil imaginar que las palabras críticas de Jesús contra sus
compañeros judíos no eran signos de rechazo rotundo sino más bien una crítica interna, un
judío devoto que llama a su pueblo a arrepentirse y a tener fe en el Dios de Israel. En una época
anterior, muchos estudiosos de Jesús asumieron que Jesús rechazaba la Torá, considerándola
imposible, primitiva y supersticiosa, o nula. Pero en la tercera búsqueda, una nueva perspectiva
sobre Jesús abrió la posibilidad de que fuera un judío observante de la ley y pro-torá, a pesar
de algunas de sus enseñanzas radicales.

Al mismo tiempo que la tercera búsqueda del “Jesús judío”, los estudiosos más alineados con
la segunda búsqueda han continuado examinando al Jesús histórico. En la década de 1980 se
fundó el Jesus Seminar, que reunió a docenas de estudiosos críticos para juzgar los dichos y
eventos individuales de Jesús como auténticos o inauténticos.[3] Al final de todo, este grupo
consideró que menos del 20 por ciento del material de los evangelios canónicos era
auténtico.[4] Cuando analizaron este material que satisfacía su satisfacción de autenticidad
histórica, llegaron a las siguientes descripciones de Jesús.

1. “La charla característica de Jesús era distintiva –por lo general se puede distinguir de la
tradición común–”.

2. “Los dichos y parábolas de Jesús van en contra de la esencia social y religiosa [de su
sociedad]”.

3. “Los dichos y parábolas de Jesús sorprenden y chocan: se caracterizan por pedir una
inversión de los papeles o frustrar las expectativas ordinarias y cotidianas”.

4. “Los dichos de Jesús se caracterizan a menudo por la exageración, el humor y la


paradoja”.

5. “Las imágenes de Jesús son concretas y vívidas, sus dichos y parábolas son
habitualmente metafóricos y sin aplicación explícita”.

6. “Por regla general, Jesús no inicia el diálogo o el debate, ni ofrece curar a las personas”.
5

7. “Jesús raramente se pronuncia o habla de sí mismo en primera persona”.

8. “Jesús no afirma ser el Ungido, el Mesías”.[5]

Según muchos críticos del Jesus Seminar, su enfoque para estudiar el Jesús histórico en
relación con los Evangelios y su análisis final de Jesús son profundamente defectuosos
metodológicamente. En primer lugar, su sistema “científico” es muy restrictivo y conduce a una
colección de información algo aleatoria. En segundo lugar, es notable que el Jesús histórico
que surge no es muy judío, su aplicación estricta del criterio de la disimilitud tiende a producir
un Jesús sin contexto y sin herencia. Tercero, dada la escasa información que suponen que se
puede conocer sobre el Jesús histórico, ¿es siquiera posible construir una vida de Jesús con
alguna confianza o con algún fin provechoso? Por estas y otras razones, la influencia y
prominencia del Jesus Seminar ha disminuido en gran medida, pero el trabajo histórico de esta
naturaleza continúa en muchos círculos diferentes.

Cuatro Aproximaciones al Jesús Histórico


Teniendo en cuenta los antecedentes y el contexto académico mencionados, esbozaré ahora
cuatro enfoques diferentes del Jesús histórico. Uno de los factores clave que pesa en la forma
en que uno mira a Jesús son las fuentes de información: qué tipo de material se incluye y se
excluye, y cuánto de ese material se toma al valor fáctico. ¿Cómo se utiliza Q y con qué
importancia? ¿O el Evangelio de Tomás? ¿Se incluye el Evangelio de Juan en la discusión?
¿Se da prioridad a Marcos?

Jesús el Profeta
Tal vez más que cualquier otra opinión que haya surgido en los últimos cuarenta años, la idea
de que Jesús era una especie de profeta ha ganado el acuerdo más generalizado. Según
Mateo, los discípulos de Jesús cuentan que algunos creen que Jesús es un profeta (Mateo
16,14). Y durante la llamada entrada triunfal las multitudes confiesan: “Este es el profeta Jesús
de Nazaret de Galilea” (Mateo 21,11; cf. 21,46). Según Marcos, Jesús hace una especie de
auto-referencia indirecta cuando afirma: “Los profetas no carecen de honor, excepto en su
ciudad natal” (Marcos 6,4). Y Lucas menciona a ciertos seguidores de Jesús que lo describen
como “un profeta poderoso en hechos y palabras ante Dios y todo el pueblo” (Lucas 24,19).
Obviamente muchos se sintieron atraídos por Jesús como hacedor de milagros, y la mayoría
de los hacedores de milagros del antiguo judaísmo (incluyendo el Antiguo Testamento) eran
profetas de un tipo u otro.

Geza Vermes ha descrito a Jesús como una especie de hombre santo carismático dentro de la
esfera judía. Vermes insiste en que Jesús no debe ser ubicado principalmente entre los
antiguos fariseos, esenios o fanáticos políticos, sino que fue un hacedor de milagros espirituales
como Honi el Dibujante de Círculos y Hanina ben Dosa. Jesús interrumpió el status quo religioso
y se atrevió a curar y apoyar a los pobres y marginados.[6] Otro estudioso de Jesús, Marco
Borg, ha descrito al Jesús histórico como un místico, una “persona espiritual” que buscaba
renovar a Israel a través de la obra transformadora de Dios. Borg considera que Jesús se utiliza
a sí mismo como un canal para que la presencia y el poder del Espíritu permitan a Israel
encontrar a su Dios de una manera nueva y fresca.[7]

E. P. Sanders ha adoptado un enfoque diferente de Jesús como profeta: con la obra de


Schweitzer como una influencia importante, Sanders presenta a Jesús como un profeta
6

escatológico que proclamó un futuro día de ajuste de cuentas para Israel y el amanecer de un
nuevo orden mundial.[8] En 1998, Dale Allison también apoyó este tipo de punto de vista (véase
más abajo cómo ha cambiado de opinión desde entonces), refiriéndose al Jesús histórico como
“profeta milenario”. En ese momento Allison se centró en las enseñanzas de Jesús sobre el
juicio final, la resurrección, la restauración de Israel y una gran tribulación por venir.[9] Quienes
han destacado a Jesús como profeta tienden a señalar rasgos distintivos de su ministerio, como
sus milagros y sus enseñanzas sobre el juicio.

Jesús el Sabio
Podemos contrastar la perspectiva de Jesús, el profeta, con la que se fija en Jesús como un
sabio o filósofo. Varios estudiosos han tratado de relacionar a Jesús con los filósofos cínicos
de la antigüedad.[10] Los cínicos eran conocidos por valorar la libertad de expresión, la
autosuficiencia y la indiferencia (apatía). A menudo rechazaban las convenciones sociales de
la sociedad; de hecho, su nombre cínico se refiere a ser “como un perro”, lo que indica su
aspecto intencionadamente destartalado y su forma de vida escabrosa. Algunos eruditos han
comparado la actitud cínica con las instrucciones que Jesús da a sus discípulos en Lucas 10
(también se cree que están en Q). Jesús les dice que no lleven consigo ningún bien mundano
(Lucas 10,4) y que viajen de un lugar a otro con ligereza. Para establecer esta conexión entre
Jesús y los cínicos, estos eruditos ponen en duda el material de los evangelios canónicos que
es especialmente escatológico; en cambio, se centran en los aforismos de Jesús, específica-
mente en sus enseñanzas sobre la renuncia a las normas y sistemas mundanos. Se entiende
que este Jesús cínico está profundamente influenciado por la cultura griega en la región de
Galilea. Para algunos estudiosos se trata de una interpretación del Jesús histórico como un
filósofo no tan judío, pero otros, como John Dominic Crossan, han argumentado que Jesús era
un cínico de estilo judío.[11] Según Crossan, Jesús se sintió originalmente atraído por las
enseñanzas de Juan el Bautista, pero más tarde decidió salir por su cuenta, vagando para
enseñar a su pueblo un profundo mensaje de igualitarismo sin trabas y de comensalidad
radical.[12] Esta preocupación de Jesús no era especialmente espiritual o religiosa, sino que
se centraba más directamente en el clasismo y la opresión económica en su entorno sociopo-
lítico. Los eruditos que leen a Jesús como un filósofo cínico son generalmente considerados
como parte de una “nueva búsqueda” en curso, no la llamada tercera búsqueda.

Ben Witherington también interpreta a Jesús especialmente como un hombre sabio, aunque
está muy interesado en situar a Jesús dentro de las tradiciones y la cultura del judaísmo
temprano sin recurrir a los modelos grecorromanos como dominantes. W itherington argumenta
que Jesús se habría visto a sí mismo como un sabio profético (maestro de sabiduría), e incluso
la Sabiduría de Dios encarnada. A pesar de algunos indicadores de que Jesús se veía a sí
mismo como una figura de profeta, Witherington insiste en que las características clave del
discurso profético y la autoidentificación no se encuentran en los Evangelios canónicos. Por
ejemplo, Jesús en los Evangelios Sinópticos tiende a hablar con su propia autoridad en lugar
de posicionarse como un vocero único del Dios de Israel (“Así dice el Señor…”). Cuando se
trata de Jesús encarnando la Sabiduría, Witherington señala textos como Mateo 11,19, donde
el Jesús de Mateo dice: “La Sabiduría es reivindicada por sus obras”, lo que parece ser una
auto-referencia como la sabiduría de Dios. Este tipo de evidencia ha convencido a Witherington
de que Jesús a menudo y regularmente pensaba y enseñaba en “formas sapienciales”.[13]

Obviamente, los estudiosos que se centran en Jesús como maestro sabio o filósofo concentran
la personalidad y la vocación del Jesús histórico en sus enseñanzas ante todo, y tienden a
poner menos énfasis en sus acciones. Esto concuerda en gran medida con la especial atención
que se presta a las fuentes de tradición de Jesús, como Q y el Evangelio de Tomás, que se
7

componen en gran medida de los aforismos de Jesús. Witherington, de nuevo, es mucho más
inclusivo de material histórico que se encuentra en los evangelios canónicos, y trata los cuatro
evangelios del Nuevo Testamento como si tuvieran más exactitud y autoridad que los llamados
evangelios apócrifos. Aun así, ubica la identidad y actividad de Jesús especialmente dentro del
rol del sabio maestro

Jesús el Revolucionario Social


Los académicos como Richard Horsley se han centrado más en Jesús como agente de cambio
social en un entorno político.[14] El Jesús histórico se identificó con la población campesina
rural y lanzó un programa para condenar a las élites gobernantes. Jesús no lo hizo desde arriba
como gobernador o magistrado con la esperanza de liderar un cambio de régimen, sino desde
abajo como activista de base. Horsley argumenta que cuando el Jesús histórico dio
declaraciones apocalípticas, no se trataba de una espiritualidad de otro mundo sino más bien
de una apropiación de las esperanzas escatológicas de Israel que imaginaba una realidad
social restaurada en la que la dominación imperial quedaría expuesta y sería derrocada de una
vez por todas. Desde esta perspectiva, el énfasis de Jesús en el reino de Dios no se refería a
la visión espiritual de una institución celestial; es la visión de una comunidad real que es justa
y pacífica para todos. Horsley, y otros estudiosos de Jesús con ideas afines, han prestado
mucha atención al paisaje sociopolítico de Judea en el Imperio Romano del primer siglo. Ellos
interpretan a Jesús no como un espiritista errante, sino como un individuo en un tiempo y lugar
particular profundamente consciente de las condiciones de la vida real de los judíos dentro de
un mundo altamente estratificado y económicamente deprimente. Obviamente, si el Jesús
histórico se involucró en la política de su tiempo, uno puede ver cómo hizo muchos enemigos
y eventualmente llamó la atención de los líderes judíos de alto nivel, y también de los romanos.
Aunque los dichos de Jesús podrían señalar las actitudes revolucionarias de Jesús, los
intérpretes de este campo también toman muy en serio las acciones de Jesús, en particular, las
amenazas de palabra o de hecho contra entidades políticas como la institución del templo y el
Sanedrín.

Jesús el Mesías
Puede parecer extraño para alguien que ha leído los Evangelios del Nuevo Testamento
escuchar que muchos estudiosos de Jesús descartan la noción de que Jesús se consideraba
a sí mismo como el Mesías. Después de todo, esta es una afirmación fundamental de los
cristianos antiguos y modernos, y parece ser una característica clave de los evangelios
canónicos (por ejemplo, Mateo 1,1; 16,16; Marcos 14,61-62; Lucas 23,2). Pero debemos
recordar que la tarea de estudiar al Jesús histórico durante los últimos doscientos años ha
puesto en tela de juicio la fiabilidad histórica de los Evangelios canónicos, normalmente no
como un todo, sino en parte, ya que las partes deben ser sopesadas y analizadas científica o
académicamente para (re)descubrir al verdadero Jesús. Aquellos que confían en Q como una
fuente temprana y fiable argumentan que este documento no retrata a Jesús como un
reclamante mesiánico o un posible rey. Pero incluso para aquellos que dan cierta credibilidad
histórica a los Evangelios Sinópticos, señalan el llamado secreto mesiánico y la forma en que
Jesús desvía los anuncios de su condición de mesías (por ejemplo, Lucas 22,67). Sin embargo,
antes de examinar textos específicos de los Evangelios, algunos estudiosos creen que es
anacrónico suponer que Jesús se imaginó y representó a sí mismo como el Mesías de Israel.
Algunos sostienen que ese concepto no estaba ampliamente establecido en la época de Jesús;
y la escasa discusión que hubo en los primeros tiempos del judaísmo no fue uniforme. Sin
embargo, otros han encontrado que “Mesías” es la mejor designación para los intereses y
objetivos del Jesús histórico.
8

N. T. Wright ha escrito extensamente sobre Jesús y afirma que las demandas de mesianismo
por y para Jesús tienen sentido histórico.[15] Al igual que Horsley y Crossan, Wright se toma
muy en serio el entorno religioso, social, político y económico de Judea en el Imperio Romano
del primer siglo. Que Jesús se considerara el Mesías de Israel no significa que reclamara el
estatus divino o se revelara como la Segunda Persona de la Trinidad. Jesús como Mesías actuó
como un líder representativo de su pueblo, un rey, que trajo la redención a su pueblo tomando
el pecado y la muerte sobre sí mismo. Esto no significa que no fuera un profeta o un sabio
maestro –Wright argumenta que también funcionó de esta manera–. Pero Wright plantea que
si Jesús fue crucificado –como casi todos los eruditos de Jesús están de acuerdo en que lo
fue– debe haber actuado de una manera tan pública y política que merecía ser ejecutado
públicamente a los ojos de los judíos y los romanos; tal condenación tendría sentido para un
pretendiente a rey o un mesías.[16] Parte del estímulo para este enfoque de examinar a Jesús
es el estudio más reciente de las figuras judías del período del Segundo Templo que aspiraban
a asumir el liderazgo en Israel para cumplir las promesas divinas de restauración para Israel,
purificando al pueblo descarriado de Dios y liberándolo de sus opresores.[17]

¿Es la búsqueda del Jesús histórico un callejón sin salida?


Como ya he explicado, se han tomado muchos caminos en la búsqueda del Jesús histórico,
algunos enfocados en un maestro de tipo griego, y otros en un profeta judío. Y algunos creen
que la búsqueda no lleva a ninguna parte. En los últimos años se ha visto mucho escepticismo
en cuanto a la búsqueda de Jesús. Una opinión es que Jesús no puede ser descubierto
cortando y pegando fuentes juntas, no importa qué fuentes se consideren fiables. Allison, en su
importante libro Constructing Jesus, argumenta que debemos tener en cuenta la naturaleza de
la memoria y los Evangelios como testimonio recordado.[18] La memoria no es ni perfecta ni
objetiva. Eso no significa que la memoria sea inútil. Pero Allison argumenta que cuando se trata
de “recordar” al Jesús histórico, la memoria falla en cuanto a detalles específicos. Sin embargo,
la memoria puede transmitir los elementos principales de una historia o una enseñanza. Eso
significa que las herramientas tradicionales de las búsquedas (cribar palabras y dichos en los
documentos) son bastante inútiles. Lo que obtenemos de los Evangelios canónicos (y otras
fuentes) son impresiones generales, como que Jesús fue un profeta apocalíptico que inauguró
una nueva era. Un ataque similar a los métodos tradicionales de búsqueda ha venido de un
grupo de eruditos que anuncian la desaparición de los “criterios de autenticidad”.[19] Ellos
señalan a un ensayo visionario de Morna Hooker de 1970 que básicamente afirmaba que si
todo lo que tienes es un martillo, entonces todo lo que ves son clavos; es decir, las herramientas
utilizadas por los buscadores son defectuosas y limitadas en el mejor de los casos y deben ser
abandonadas.[20]

Ataques más serios en la búsqueda del Jesús histórico han venido de otros, incluyendo a Scot
McKnight, quien –una vez un erudito de Jesús histórico– ha profesado ahora su inutilidad. En
un artículo de Christianity Today titulado “The Jesus We’ll Never Know”, McKnight argumenta
que la empresa de búsqueda es demasiado defectuosa en su concepción, historia, metodología
y orientación para ser beneficiosa para el gremio.[21] Alguna vez, McKnight participó en estas
búsquedas como un erudito de Jesús, pero desde entonces se ha dado por vencido. Comenta
cómo se reunía regularmente con los eruditos y trabajaban juntos para construir y analizar el
Jesús histórico, sólo para terminar con puntos de vista divergentes y poco consenso. En última
instancia, McKnight llegó a considerar la “búsqueda” como un callejón sin salida, no para
esbozar datos sobre Jesús (por ejemplo, nació, vivió, fue crucificado), sino para dar sentido a
Jesús. En última instancia, ninguna cantidad de investigación histórica sobre Jesús puede
9

inspirar fe en la identidad divina de Jesús, su resurrección, su muerte expiatoria, o su señorío


sobre la iglesia. Así que McKnight se ha lavado las manos en ese esfuerzo.

Mientras que McKnight no ha sido tímido en su pesimismo hacia las búsquedas, otros continúan
con una esperanza más sobria. Wright cree que la erudición sobre el Jesús histórico mantiene
a los estudiosos de la Biblia enfocados en la historia, lo cual es algo bueno.[22] Y, como se ha
señalado anteriormente, la erudición sobre Jesús parece morir y resurgir con nuevos métodos,
intereses, energía y participantes, y actualmente se encuentra en una nueva fase de interés en
la memoria personal y social. Además, la arqueología también está dando nuevos conocimien-
tos sobre la vida y los tiempos de Jesús de Nazaret.[23]

Reflexiones
En este capítulo, sólo puedo ofrecer una breve y superficial introducción a la búsqueda del
Jesús histórico. Se trata de una labor académica con una historia muy larga e implica varias
disciplinas diferentes (crítica histórica, crítica de la tradición, arqueología, estudios socio-
científicos, etc.) y numerosas perspectivas –a veces se bromea diciendo que hay tantas teorías
sobre la vida de Jesús como eruditos en la materia–. ¿Pero por qué? Si sólo hay un Jesús real
en la historia, ¿por qué no se ponen de acuerdo los eruditos sobre lo que hizo y dijo y sus
objetivos y logros?

Presupuestos y agendas
Desde que leí The Historical Christ and the Theological Jesus de Allison, me han perseguido
sus palabras sobrias sobre los buscadores de Jesús. Él escribe,

¿Quién duda de que los autores que tienen una alta cristología tienden a escribir libros en los
que el propio Jesús histórico tiene una alta cristología? ¿O que aquellos que se sienten
incómodos con Nicea y Calcedonia a menudo desentierran a un Jesús que se humilló en lugar
de exaltarse? Las correlaciones entre la creencia personal y el descubrimiento histórico deben
ser interminables. Jesús parece amigable con el protestantismo evangélico en libros escritos
por protestantes evangélicos, y es un judío fiel en libros escritos por judíos no cristianos que
quieren reclamar a Jesús. Es fácil sospechar aquí. Puedes hacer cualquier cosa con las
estadísticas, y puedes hacer cualquier cosa con Jesús, o al menos un montón de cosas
diferentes.[24]

Allison no es el primer erudito en darse cuenta de esto. George Tyrrell, a principios del siglo
XX, comentó que los eruditos de Jesús son propensos a mirar el pozo de la historia en busca
de Jesús, sólo para ver su propio reflejo.[25] Todos los seres humanos tienen defectos y
prejuicios; y podemos hacer todo lo posible para abordar las cuestiones difíciles de manera
justa y objetiva. Pero en un análisis retrospectivo de la historia de las búsquedas se ha hecho
evidente que es casi imposible que diferentes eruditos lleguen a la misma identidad singular y
al mismo impacto de Jesús. ¿Por qué es así? ¿Podemos compensar esto de alguna manera?

Fuentes
Podemos identificar fácilmente que las muchas interpretaciones de Jesús están directamente
relacionadas con los tipos y números de fuentes que usamos como evidencia fundamental. La
tendencia ha sido confiar en las fuentes anteriores o, quizás más exactamente, desconfiar de
los documentos compuestos más tarde. Durante muchos años el único enfoque fue en los
Sinópticos. Y luego el interés se desarrolló alrededor del Evangelio de Tomás y otros evangelios
10

no canónicos. Y ahora hay conversaciones animadas sobre lo que el Evangelio de Juan podría
contribuir. En todas las investigaciones, la evidencia es primordial, pero en el estudio del Jesús
histórico existe mucho desacuerdo sobre las mejores fuentes que cuentan como evidencia y
cómo deben ser sopesadas.

Métodos
Casi todos los eruditos de Jesús están de acuerdo en que el método es crucial para el estudio
competente del Jesús histórico. Pero hay un debate interminable sobre qué métodos y
herramientas son los más útiles para esta tarea. Algunos siguen la práctica de sopesar la
autenticidad de las palabras, frases y pasajes de fuentes canónicas y no canónicas. Otros se
centran más en generalidades recogidas de las fuentes. Esta es una de las razones por las que
hay varias búsquedas diferentes en curso al mismo tiempo, pero que pueden seguir existiendo
en conversaciones separadas.

Trasfondos y contextos
Parte del desafío que Allison plantea, que se puede hacer cualquier cosa con Jesús, tiene que
ver con los intereses, la educación y las experiencias del erudito. Algunos ven a Jesús
encajando en un contexto helenístico, tal vez en parte porque esos eruditos tienen una
comprensión vívida de la cultura griega y ven conexiones que otros no tienen (por una razón u
otra). Y lo mismo ocurre con el contexto judío. O el contexto económico y sociopolítico. La
verdad es que el mundo romano del primer siglo era políticamente vivo y muy diverso en cuanto
a la intersección de muchas culturas.

Conclusión
Todos los eruditos de Jesús comprometidos con este tema están de acuerdo en que Jesús es
fascinante. Pero eso es más o menos todo en lo que están de acuerdo. Desde el método a las
fuentes hasta la personalidad de Jesús y su agenda vocacional, las áreas de debate son
numerosas. Aunque algunos han argumentado que esta disciplina está en vías de extinción, la
historia ha demostrado que es notablemente resistente. Probablemente siempre habrá interés
en la intersección entre el “Jesús histórico” de Nazaret, el Jesús que se encuentra en los
registros y en la leyenda, y el Jesús de la fe cristiana.

¿Qué futuro tiene la investigación histórica de Jesús? Algunas de las búsquedas actuales
continuarán. Me imagino que el estudio de los Evangelios no canónicos crecerá en interés. El
trabajo arqueológico en las ciudades de Galilea y sus alrededores producirá nuevas ideas y
preguntas. Y ciertamente el trabajo más reciente sobre la memoria personal y social continuará.
Otros estudiosos saldrán de la búsqueda. Este período de la historia académica sin duda estará
marcado por muchas corrientes de pensamiento y la continua proliferación de muchas mini-
busquedas.

Lectura Recomendada
Principiante
Beilby, James, and Paul R. Eddy, eds. The Historical Jesus: Five Views. Downers Grove, IL:
InterVarsity, 2009.
11

Bond, Helen. The Historical Jesus: A Guide for the Perplexed. London: T&T Clark, 2012.

Borg, Marcus, and N. T. Wright. The Meaning of Jesus: Two Visions. San Francisco: Harper
San-Francisco, 1998.

Powell, Mark Allan. Jesus as a Figure in History: How Modern Historians View the Man from
Galilee. 2nd ed. Louisville: Westminster John Knox, 2013.

Taylor, Joan E. What Did Jesus Look Like? London: Bloomsbury T&T Clark, 2018.

Jesus the Prophet


Allison, Dale. Jesus of Nazareth: Millenarian Prophet. Minneapolis: Fortress, 1991.

Sanders, E. P. Jesus and Judaism. Philadelphia: Fortress, 1985. [Disponible en español como
Sanders, E. P. Jesús y el Judaísmo. Trad. José Pérez Escobar. Madrid: Trotta, 2020.]

Jesus the Wise


Crossan, John Dominic. The Historical Jesus: The Life of a Mediterranean Jewish Peasant. San
Francisco: HarperCollins, 1991. [Disponible en español como Crossan, John Dominic. El
Jesús de la Historia: Vida de un Campesino Meditarráneo Judío. Barcelona: Crítica, 2000.]

Witherington, Ben, III. The Jesus Quest: The Third Search for the Jew of Nazareth. Downers
Grove, IL: InterVarsity, 1997.

Jesus the Social Revolutionary


Horsley, Richard. Jesus and the Spiral of Violence: Popular Jewish Resistance in Roman
Palestine. Minneapolis: Fortress, 1993.

Oakman, Douglas E. The Political Aims of Jesus. Minneapolis: Fortress, 2012.

Jesus the Messiah


Bird, Michael F. Are You the One Who Is to Come? The Historical Jesus and the Messianic
Question. Grand Rapids: Baker Academic, 2009.

Wright, N. T. Jesus and the Victory of God. Christian Origins and the Question of God 2.
Minneapolis: Fortress, 1996.

Avanzado
Allison, Dale C. Constructing Jesus: Memory, Imagination, and History. Grand Rapids: Baker
Academic, 2010.

Dunn, James D. G. Jesus Remembered. Christianity in the Making 1. Grand Rapids: Eerdmans,
2003. [Disponible en español como Dunn, James D. G. Jesús Recordado. El Cristianismo en
sus Comienzos 1. Estella (Navarra): Verbo Divino, 2009.]

Holmén, Tom, and Stanley E. Porter, eds. Handbook for the Study of the Historical Jesus. 4
vols. Leiden: Brill, 2011.
12

Keener, Craig S. The Historical Jesus of the Gospels. Grand Rapids: Eerdmans, 2009.

Keith, Chris, and Anthony LeDonne, eds. Jesus, Criteria, and the Demise of Authenticity.
London: T&T Clark, 2012.

NOTAS
[1] Mark Allan Powell, Introducing the New Testament (Grand Rapids: Baker Academic,
2009), 87.

[2] Helen Bond, The Historical Jesus: A Guide for the Perplexed (London: T&T Clark, 2012).

[3] Una de las críticas al Jesus Seminar en ese momento fue que incluía a varios hombres
que no eran auténticos eruditos en los Evangelios, e incluso alguien que no formaba parte
de la academia (era un productor de cine).

[4] El Seminario de Jesús tenía un sistema de votación notoriamente estrafalario, usando


bolitas de diferentes colores para los votos individuales. Se podía votar si un dicho o una
historia era auténtica, algo probable, algo improbable y poco probable. Su veredicto final
sobre el material auténtico incluía sólo los dichos y acciones que se consideraban
definitivamente auténticos. Para más información sobre el Seminario de Jesús, ver “The
Jesus Seminar”, Westar Institute, consultado el 25 de abril de 2019,

https://www.westarinstitute.org/projects/thejesus-seminar/. Véase también Robert W.


Funk y Roy W. Hoover, editores, The Five Gospels: The Search for the Authentic Words of
Jesus (Sonoma: Polebridge, 1993); R. W. Funk, ed., The Acts of Jesus: What Did Jesus Really
Do The Search for the Authentic Deeds of Jesus (San Francisco: HarperCollins, 1998).

[5] Funk and Hoover, Five Gospels, 30–32.

[6] Geza Vermes, Jesus the Jew (London: Collins, 1973).

[7] Marcus Borg, Meeting Jesus Again for the First Time: The Historical Jesus and the Heart of
Contemporary Faith (San Francisco: HarperSanFrancisco, 1994), 32.

[8] E. P. Sanders, Jesus and Judaism (Philadelphia: Fortress, 1985); para un útil y breve
resumen de su punto de vista, véase Sanders “In Quest of the Historical Jesus,” The New
York Review of Books, November 15, 2001.

https://www.nybooks.com/articles/2001/11/15/in-quest-of-the-torical-jesus/.jesus/.

[9] Dale Allison, Jesus of Nazareth: Millenarian Prophet (Minneapolis: Fortress, 1998).

[10] Vea F. Gerald Downing, Christ and the Cynics: Jesus and Other Radical Preachers in First-
Century Tradition (Sheffield: JSOT, 1988); Downing, Cynics and Christian
Origins (Edinburgh: T&T Clark, 1992); Burton Mack, A Myth of Innocence: Mark and
Christian Origins (Minneapolis: Fortress, 1988).
13

[11] John Dominic Crossan, The Historical Jesus: The Life of a Mediterranean Jewish
Peasant (New York: HarperCollins, 1991).

[12] Vea Crossan, The Historical Jesus, 225–264.

[13] Ben Witherington III, The Jesus Quest: The Third Search for the Jew of
Nazareth (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1995), 161–96.

[14] Vea Richard A. Horsley, Jesus and the Spiral of Violence: Popular Jewish Resistance in
Roman Palestine (Minneapolis: Fortress, 1993); Horsley, Jesus and Empire: The Kingdom of
God and the New World Disorder (Minneapolis: Fortress, 2003).

[15] See N. T. Wright, Jesus and the Victory of God, Christian Origins and the Question of God
2 (Minneapolis: Fortress, 1996).

[16] El acercamiento de Wright a Jesús es más multifacético de lo que se puede explicar


aquí; basta decir que Wright también ve a Jesús como el cumplimiento en sí mismo de las
promesas del pacto de Yahweh de regresar a Sión para reinar como rey; véase N. T.
Wright, How God Became King (New York: HarperOne, 2012).

[17] Vea Richard A. Horsley and John S. Hanson, Bandits, Prophets, and Messiahs: Popular
Movements at the Time of Jesus (San Francisco: Harper & Row, 1985).

[18] Dale C. Allison, Constructing Jesus: Memory, Imagination, and History (Grand Rapids:
Baker Academic, 2010).

[19] Chris Keith and Anthony Le Donne, eds., Jesus, Criteria, and the Demise of
Authenticity (London: T&T Clark, 2012).

[20] Morna D. Hooker, “Christology and Methodology,” New Testament Studies 17 (1970):
480–87.

[21] Scot McKnight, “The Jesus We’ll Never Know,” Christianity Today 54, no. 4 (April
2010): 22, https://www.christianitytoday.com/ct/2010/april/15.22.html.

[22] Vea N. T. Wright, “No, We Need History,” Christianity Today 54, no. 4 (April 2010): 27.

[23] Vea, i.e., Kristin Romey, “What Archaeology Is Telling Us about the Real
Jesus,” National Geographic Magazine, December 2017,

https://www.nationalgeographic.com/magazine/2017/jesus-tomb-archaeology/.ology/.

[24] Dale Allison, The Historical Christ and the Theological Jesus (Grand Rapids: Eerdmans,
2009), 16.

[25] Vea George Tyrrell, Christianity at the Crossroads (London: Longmans, 1909), 49–50.

También podría gustarte