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Un Judío Marginal
Repensando al Jesús Histórico
Anchor Bible Reference Library-Doubleday, 1991-1994-2001
Un Judío Marginal
Repensando al Jesús Histórico
Anchor Bible Reference Library-Doubleday, 1991-1994-2001
John Paul Meier es sacerdote católico y uno de los más relevantes investigadores bíblicos
de nuestra generación. Profesor de Nuevo Testamento en la Universidad Católica de
América, de Washington D.C., ha sido presidente de la Asociación Bíblica Católica y
director de la revista Catholic Biblical Quarterly.
El Jesús histórico amenazó, molestó, irritó a mucha gente: desde los intérpretes de la ley
hasta la aristocracia sacerdotal, pasando por el prefecto romano, que finalmente lo procesó
y crucificó. Un Jesús cuyas palabras y hechos no encontraran rechazo, sobre todo entre los
poderosos, no es el Jesús histórico.
El profeta escatológico y taumaturgo de Nazaret habría sido conectado más estrechamente
con Elías. Al proclamar como inminente la venida del Reino de Dios y también como él
hacerlo realidad incluso ahora por medio de sus milagros. Era esta convergencia y
configuración de diferentes rasgos en el hombre llamado Jesús –rasgos que lo asimilaban a
Elías, profeta de un reino futuro pero milagrosamente hecho presente- lo que proporcionaba
a Jesús su carácter distinto o único dentro del judaísmo palestino de las décadas iniciales
del siglo I.
Todo eso entra en pugna violenta con la imagen popular del Jesús histórico que
frecuentemente suele encontrarse en la literatura actual: un bondadoso rabí que predicó
mansedumbre y amor. Las ventajas y el atractivo del Jesús domesticado son obvios: al
instante adquiere coherencia con las ideas modernas y puede ser utilizado para cuestiones
de ética, homilías, programas políticos e ideologías de muy diverso pelaje. En cambio un
judío del siglo I que se presenta a sí mismo como el profeta escatológico de la inminente
llegada del Reino de Dios, reino que el profeta hace presente y efectivo a través de milagros
reminiscentes de Elías y Eliseo, no es tan fácilmente asimilable y utilizable.
Indice
Volumen I
Las raíces del problema y de la persona.....................................6
Volumen II
El mentor, el mensaje, los milagros...........................................19
Volumen III
Compañeros y competidores......................................................36
Introducción
La presente obra está dividida en cuatro partes principales, de las que la primera y
segunda forman el volumen I. La parte primera “Raíces del problema” se refiere a
todos esos complejos asuntos de definiciones, método y fuentes que la mayor parte
de los lectores preferirían soslayar para ir al “meollo”. Demasiadas presentaciones
populares del Jesús histórico muestran la confusión y superficialidad que resulta de
lanzarse a la búsqueda de Jesús sin haber comprobado si se lleva el mapa y la
linterna. Una cuidadosa consideración de qué es exactamente lo que buscamos y
cómo vamos a buscarlo nos evitará en adelante muchos pasos en falso.
La parte tercera, que empezará con el volumen II, se ocupará del ministerio público
propiamente dicho. Dado que no conocemos en su mayor parte el orden de los
acontecimientos entre el bautismo de Jesús y la semana final de su vida, los más
importantes hechos y dichos del Nazareno irán ordenados por temas: proclamación
del Reino de Dios, convivialidad con pecadores, milagros, etc. También las
relaciones de Jesús con su mentor, Juan el Bautista, con todo Israel y con un gran
símbolo judío, el profeta y taumaturgo Elías. Por otra parte, ya que una persona
llega a ser plenamente humana cuando entra en la dinámica de las relaciones de
amistad y amor, de odio y enemistad, control, subordinación, y colaboración con
otras personas, el volumen III abordará las relaciones de Jesús tanto con sus
seguidores (categoría problemática en sí misma) y compañeros como con sus
competidores de los diversos grupos y movimientos judíos de la Palestina de su
tiempo.
En el volumen IV la parte cuarta, nos llevará a los trascendentales y trágicos días finales
de la vida de Jesús, que terminaron con su crucifixión y sepultura. Como quedará de
manifiesto en la parte primera, se omite un tratamiento de la resurrección no
porque se niegue ésta, sino porque simplemente la restrictiva definición del Jesús
histórico que voy a utilizar no nos permite introducirnos en asuntos que sólo se
pueden dar por ciertos desde la fe.
Un epílogo tratará luego de proporcionar alguna reflexión inicial, histórica y teológica, sobre
cuanto hayamos visto. Como aclararé entonces, toda esta obra es, en cierto sentido, un
prolegómeno y una invitación a los teólogos para que tomen de esta particular
búsqueda lo que pueda servir para la tarea de mayor envergadura que es la
elaboración de una cristología actual, lo cual, deliberadamente, no he querido
emprender aquí. Si se acepta dicha invitación, entonces esta obra habrá realizado su
cometido y alcanzado su fin último.
Volumen I
Las raíces del problema y de la persona
B) Fuentes
2. josefo
El primer y más importante “testigo” potencial de la vida y la actividad de Jesús es
el judío aristócrata, político, militar, renegado e historiador José ben Matías (37/38
d.c. hasta algo después del 100). Conocido como Flavio Josefo por el nombre de sus
protectores, los emperadores Flavios (Vespasiano y sus hijos Tito y Domiciano)
escribió dos grandes obras: La Guerra Judía comenzada en los años inmediatamente
posteriores a la caída de Jerusalén en al año 70 d.c. y la mucho más extensa
juicios con un grado de certeza más o menos elevado: raramente se podrá alcanzar
la certeza absoluta. De hecho, como en la búsqueda del Jesús histórico casi todo es
posible, la función de los criterios es permitir el paso desde lo simplemente posible,
a lo realmente probable, para estudiar varias probabilidades y decidir qué
candidato es el más probable. De ordinario, esto es todo lo que se puede esperar de
los criterios.
Criterios primarios
1) Criterio de Dificultad
(o contradicción)
Se centra en acciones o dichos de Jesús que habrían desconcertado o creado
dificultades a la Iglesia Primitiva. Lo esencial de este criterio es que
difícilmente la Iglesia Primitiva se habría molestado en crear un material
únicamente susceptible de dejarla en una posición difícil o debilitada en la
disputa con sus oponentes. Por el contrario, el material embarazoso
procedente de Jesús habría sido suprimido o suavizado en etapas posteriores
de la tradición evangélica, y frecuentemente sería posible seguir la pista de
esa progresiva supresión o adaptación a través de los cuatro evangelios. Un
buen ejemplo es el Bautismo de Jesús.
2) Criterio de Discontinuidad
(o disimilitud, de originalidad, de irreductibilidad dual)
Estrechamente relacionado con el criterio anterior, se centra en las palabras o
hechos de Jesús que no pueden derivarse del judaísmo de su época ni de la
Iglesia Primitiva posterior a él. Ejemplos que se suelen dar al respecto son su
radical prohibición de todo juramento (Mt 5:34-37), su rechazo del ayuno
voluntario para sus discípulos (Mc 2:18-22). Este criterio es el más
prometedor y el más erizado de problemas. Es el criterio fundamental, la
base de todas las reconstrucciones, porque nos proporciona un mínimo
asegurado de material con el que trabajar. Pero a la vez presupone lo que no
poseemos: un conocimiento seguro y completo de cómo eran el judaísmo en
la época de Jesús y el cristianismo inmediatamente posterior a él, y de lo que
ambos podían decir o no decir. También es objetable que acabe
ofreciéndonos una caricatura de Jesús al divorciarlo del judaísmo que
influyó en él y en la Iglesia, como si Jesús hubiera estado completamente
fuera de la historia.
(p.ej. Marcos, “Q”3, Pablo, Juan) y/o en más de una forma ó género literario
(p.ej. parábola, relato de controversia, relato de milagro, profecía, aforismo).
La fuerza de este criterio aumenta si un determinado motivo o tema se halla
tanto en fuentes como en formas literarias diferentes. Una razón por la que
los críticos no dudan en afirmar que Jesús habló en algún sentido del Reino
de Dios es la frase que se encuentra en Marcos, en Q, en la tradición mateana
especial, en la tradición lucana especial y en Juan, con ecos en Pablo, a pesar
de que Reino de Dios no es una expresión preferida del Apóstol. Esta
expresión se encuentra al mismo tiempo en varios géneros literarios (p.ej.
parábola, bienaventuranza, oración, aforismo, relato de milagro). Dada esta
gran cantidad de testimonios de diferentes fuentes y géneros que provienen
en gran parte de la primera generación cristiana, resulta extremadamente
difícil pretender que ese material sea mero creación de la Iglesia.
4) Criterio de coherencia
(o de congruencia, o de conformidad)
El criterio de coherencia sólo puede entrar en juego después de haber aislado
cierta cantidad de material histórico mediante la aplicación de los criterios
anteriores. El criterio de coherencia sostiene que otros hechos y dichos que
encajan bien en la “base de datos” preliminar establecida mediante la
aplicación de los tres primeros criterios, tienen buenas probabilidades de ser
históricos. Como se puede ver fácilmente este criterio, por su misma
condición, es menos probatorio que los tres de los que depende.
3 “Q” (la abreviatura del alemán Quelle, “fuente”) es el nombre que los expertos han dado a la
fuente hipotética que podría contener el material evangélico (no encontrado en Marcos) que Mateo
y Lucas tienen en común.
El judío marginal que andamos buscando dejó la marca de algunas pisadas en las
arenas del tiempo. Por fortuna esas arenas cronológicas también presentan las
huellas, más señaladas, de la muerte de Herodes el Grande, el año decimoquinto de
Tiberio, la prefectura de Poncio Pilato y la fiesta anual de la Pascua, que el año en
que murió Jesús coincidió en sábado. Gracias, en gran medida, a que este judío
marginal entró en conflicto con hombres e instituciones religiosas considerados
grandes en su época, podemos aventurar alguna conjetura sobre ciertas fechas de
su vida.
Jesús (Yeshúa) nació lo más probablemente en Nazaret de Galilea el 6 ó 7 a.c. unos
años antes de la muerte del rey Herodes el Grande (4 a.c.). “Nazareno”, “Nazoreo”
o “de Nazaret” llega a ser casi su segundo nombre. Creció sin sucesos destacables
en el seno de una devota familia judía rural radicada en la baja Galilea: su madre se
llamaba Miryam (María) y su padre putativo, Yosef (José). Los Evangelios
Sinópticos mencionan cuatro hermanos de Jesús: Jacob (Santiago), José, Judas y
Simón; también se refieren a hermanas pero sin nombrarlas.
Es significativo que en el círculo familiar inmediato hubiera tantos nombres
personales relacionados con los gloriosos días de los patriarcas, del éxodo y de la
conquista de la tierra prometida (el mismo nombre Yeshúa/Jesús es una forma
abreviada del nombre Yehoshúa/Josué). Ello podría indicar un ambiente familiar
integrado en la corriente que aspiraba al despertar de la identidad nacional y
religiosa judía en Galilea, así como a la restauración de Israel en toda su gloria. Tal
aspiración podría haber sido particularmente intensa en la familia de Jesús si –
como parece- reinaba en ella la convicción de que José, el padre putativo de Jesús,
era descendiente de David.
La familia de Jesús habría estado imbuida de una piedad religiosa sencilla, como
probablemente sucedía con la mayor parte de las familias campesinas de la Baja
Galilea. En general, los judíos pertenecientes a las capas bajas de la sociedad,
particularmente en las zonas rurales, vivirían ajenos, por falta de tiempo y de
ganas, a las sutilezas teológicas, las observancias especiales y las feroces disputas de
Esenios, Fariseos y Saduceos. Para los judíos galileos del campo, fidelidad a la
religión judía significaba fidelidad al contenido básico de la Ley mosaica:
circuncisión, observancia del sábado, observancia de las leyes sobre alimentos y
peregrinación al Templo de Jerusalén, cuyos ritos sacrificiales marcaban el punto
culminante en el ciclo anual de su vida religiosa. Rodeados como estaban por un
considerable número de gentiles y de cultura helenística (concentrada en
poblaciones tan cercanas como Séforis, la nueva capital de Herodes Antipas)
aquellos judíos galileos se habrían aferrados a sus prácticas religiosas básicas para
utilizarlas como escudo de su identidad.
Dada su condición de primogénito, Jesús habría sido objeto de especial atención
por parte de sus padres. Aprendió el oficio de carpintero, probablemente siguiendo
los pasos de José, quien, al parecer, murió antes de que Jesús comenzase su
actividad pública. María, la madre, y los hermanos y hermanas de Jesús vivían
durante su ministerio, y, al menos algunos de ellos llegaron a conocer los primeros
días de la Iglesia. Señales de tensión entre Jesús y su familia afloran en los
Evangelios una vez iniciado su ministerio. El Evangelio de Juan llega al punto de
declarar abiertamente que “ni siquiera sus hermanos creían en él” (Jn 7:5). Tal
declaración resulta tanto más sorprendente cuanto que, más tarde, uno de sus
hermanos, Jacob (Santiago), se convirtió en el dirigente de los judíos cristianos de
Jerusalén y murió mártir.
Jesús empleaba como lengua habitual el arameo si bien pudo aprender algo de
griego por razones de tipo laboral o social. Quizá adquirió conocimiento de la
lengua sagrada, el hebreo, oyendo leer las Escrituras –o incluso enseñando a
hacerlo- en la sinagoga de Nazaret. Si José pudo proporcionarle una instrucción
más formal en las tradiciones y escritos sagrados de su pueblo, debió de ser a un
nivel bastante elemental; nada indica que Jesús recibiese una educación “superior”.
De hecho, ni siquiera es seguro que supiese leer, aunque me inclino a creer que
estaba alfabetizado. Por lo general, el Jesús del ministerio público habría impartido
sus enseñanzas oralmente, en arameo, a judíos corrientes; en las discusiones con
gente más culta o devota, como escribas o fariseos, habría citado en hebreo las
Escrituras.
Siendo como era el carpintero de Nazaret, Jesús tenía un nivel de vida modesto,
mas no inferior al promedio en las zonas rurales palestinas. A nosotros nos habría
parecido pobre, pero no era más pobre que la gran mayoría de los judíos galileos.
Además su posición socioeconómica, así como su condición de judío laico devoto
perteneciente a una familia también devota, le garantizaba ese mínimo de solvencia
moral sin el cual la existencia se hacía muy difícil para las personas corrientes en
aquella sociedad tan marcada por el concepto de la honra y la deshonra.
Una característica, sin embargo, lo distinguía en su pueblo. Hasta dónde podemos
saber, Jesús, por elección consciente, permanecía célibe y ese estado lo convertía
automáticamente en un hombre atípico, a-normal (en el sentido radical del
término). No obstante, aún siendo muy poco habitual entre los judíos de su época,
esa opción no puede considerarse totalmente insólita, como lo ponen en evidencia
Juan el Bautista y algunos Esenios. Por lo demás, la vida de Jesús debía de tener
entonces poco de particular. Casi toda ella transcurrida durante el notablemente
largo y relativamente pacífico gobierno del tetrarca de Galilea Herodes Antipas
(reinante desde el 4 a.c. hasta el 39 d.c.), Jesús podría haber decidido pasar sus días
en la tranquilidad y oscuridad pueblerina de Nazaret. Bautizado por Juan, Jesús
pronto emprendió su propio camino dando comienzo a su ministerio público en la
primera parte del a. 28, cuando tenía unos treinta y tres o treinta y cuatro años de
edad. Regularmente alternó su actividad entre su Galilea natal y Jerusalén (incluida
la zona circundante de Judea). Acudió a la ciudad santa con motivo de las grandes
fiestas, cuando las multitudes de peregrinos garantizarían un auditorio al que de
otro modo no podía llegar. Ese ministerio duró dos años y unos pocos meses.
jueves 6 de abril, según nuestros modernos cálculos, que era el comienzo del 14 de
Nisán, día de preparación para la Pascua, según el cómputo litúrgico judío.
Arrestado en Getsemaní en la noche del 6 al 7 de abril, fue primero interrogado por
algunos funcionarios judíos (menos plausiblemente por todo el Sanedrín) y luego
puesto a disposición de Pilato a hora temprana de la mañana del viernes 7 de abril.
Pilato le condenó rápidamente a muerte por crucifixión. Después de sufrir azotes y
escarnios, Jesús fue crucificado fuera de Jerusalén aquel mismo día. Murió en el
atardecer del viernes 7 de abril del año 30. Tenía unos treinta y seis años.
Sobre el telón de fondo de este sumario esquema cronológico, ahora debemos tratar
de entender lo que Jesús de Nazaret hizo y dijo durante aquellos dos años, breves
pero cruciales para la historia de la humanidad, que le condujeron a la muerte. Una
cosa habrá llamado inmediatamente la atención al leer este resumen. Casi todas las
fechas -incluso las aproximadas- se acumulan al comienzo y al final tanto de la vida
como del ministerio de Jesús. Una vez que los dos años de ministerio tienen su
inicio, nos quedamos bastante a oscuras, cronológicamente hablando. Hago
hincapié en este aspecto negativo porque, con demasiada frecuencia, los exegetas
que llegan a un vago esquema cronológico como el recién expuesto proceden a
cubrir el extenso vacío del ministerio público con una tabla de acontecimientos
tomados de Juan y de los Sinópticos, cuidadosamente dispuestos con arreglo a
algún orden homogeneizado y adornados con fechas hipotéticas. A veces es el
Evangelio de Juan el que proporciona la pauta preponderante en el esquema; a
veces los Sinópticos y a veces, una mezcolanza de ambos. Por supuesto, resulta
intelectualmente muy satisfactorio poder señalar dónde estaba Jesús durante
determinada parte de determinado año; lo malo es que no hay base firme sobre la
que reconstruir tan minuciosamente la cronología del ministerio público. La
objeción esencial contra todos estos intentos es que no tienen en cuenta las
aportaciones fundamentales de la crítica formal y redaccional. La actual sucesión de
acontecimientos, el marco de tiempo y lugar en que se integran perícopas y
capítulos, así como el curso y la trama de la narración, todo ello es en gran parte,
obra de cada evangelista o de los compiladores de las tradiciones evangélicas de
que depende el evangelista. Fuera del caso especial del relato de la Pasión, en que
muchos acontecimientos aislados tendrían sentido sólo como elementos de un
conjunto ordenado, la mayor parte de los relatos y dichos del ministerio público de
Jesús circularon primero, probablemente, sin ninguna secuencia cronológica que los
estructurase; en realidad sin ningún preciso anclaje de tiempo ni de lugar.
El Evangelio de Juan encierra el recuerdo histórico de que Jesús acudió
regularmente a Jerusalén para las grandes fiestas y de que estuvo allí con ocasión
de varias Pascuas. En realidad, Juan refleja lo que se esperaría por sentido común.
Sería extraño que, en la primera mitad del siglo I, un judío palestino
Volumen II
El mentor, el mensaje, los milagros.
Hacia el año 28 d.c., Jesús dejó en Nazaret su posición modesta pero honorable, su
existencia estable y su familia, para asumir el insólito papel de laico célibe
itinerante proclamador de la inminente llegada del Reino de Dios. Si el celibato a su
edad (unos treinta y cuatro años en el momento de iniciar el ministerio) ya lo hacía
parecer bastante extravagante o marginal, esa apariencia debió de incrementarse
considerablemente con su consciente elección del ministerio de profeta itinerante
del tiempo final. Es obvio que había perdido la relativa honorabilidad derivada de
su anterior manera de vivir. Que llegase a adquirir una nueva clase de
honorabilidad, al menos a los ojos de algunos judíos, iba a depender de que sus
oyentes creyeran o no creyeran en él.
4 “Pero algunos judíos creían que el ejército de Herodes fue destruido por Dios: realmente, en justo
castigo de Dios [a Herodes] para vengar lo que él le había hecho a Juan, llamado “el Bautista”.
Porque Herodes lo mató, aunque [Juan] era un buen hombre y [simplemente] invitaba a los judíos a
participar del bautismo, con tal de que estuviesen cultivando la virtud y practicando la justicia entre
ellos y la piedad con respecto a Dios. Pues [sólo] así, en opinión de Juan, el bautismo [que él
administraba] sería realmente aceptable [para Dios], es decir, si lo empleaban para obtener, no
perdón por algunos pecados, sino más bien la purificación de sus cuerpos, dado que [se daba por
supuesto que] sus almas habían sido purificadas por la justicia. Y cuando los otros [estos es, los
judíos corrientes] se reunieron [en torno a Juan], como su excitación llegaba al punto de la fiebre al
Evangelios hay una buena base para afirmar la historicidad del Bautista. El criterio
de testimonio múltiple queda satisfecho con los testimonios independientes que
ofrecen Marcos, Q, posiblemente un dicho aislado perteneciente a la fuente
independiente de Mateo (M) en Mt 21:32 y Juan. No menos importancia reviste el
criterio de dificultad, dado que en la tradición evangélica, el Bautista es una especie
de comodín. El valor de este personaje para los judíos del siglo I queda reflejado
tanto en el tratamiento más extenso y laudatorio que le dispensa Josefo como en los
grupos de “discípulos del Bautista”, que siguieron venerándolo después de su
muerte, se negaron a hacerse cristianos y se convirtieron, consiguientemente, en un
movimiento rival en los primeros tiempos del cristianismo. Tanto en muerte como
en vida, éste fue siempre una figura independiente, cuya domesticación para el
cristianismo planteó problemas a los evangelistas.
escuchar [sus] palabras, Herodes empezó a temer que la gran capacidad de Juan para persuadir a la
gente podría conducir a algún tipo de revuelta, ya que ellos parecían susceptibles de hacer cualquier
cosa que él aconsejase. Por eso [Herodes] decidió eliminar a Juan adelantándose a atacar antes que él
encendiese una rebelión. Herodes consideró esto mejor que esperar a que la situación cambiara y
[luego] lamentarse [de su tardanza en reaccionar] cuando estuviera sumido en una crisis. Y así, a
causa del recelo de Herodes, Juan fue llevado en cadenas a Maqueronte, la fortaleza de montaña
antes mencionada; allí se le dio muerte. Pero los judíos opinaban que el ejército fue destruido para
vengar a Juan, en el deseo de Dios de castigar a Herodes” (Ant 18: 116-119)
sacerdotal. Si tal fuera la real situación histórica, en algún momento Juan se habría
desentendido conscientemente –y a ojos judíos-, escandalosamente- de su
obligación de continuar a su padre en el sacerdocio y de engendrar a su vez futuros
sacerdotes. Incumpliendo su deber familiar, así como su deber sacerdotal para con
el Templo, se fue al desierto de Judea para anunciar el juicio inminente y la
apremiante necesidad de que todos los judíos fueran objeto de una purificación
moral como profeta crítico del sistema. Ese comportamiento radical, “carismático”,
que borra las líneas de autoridad y continuidad tradicionales, es muy coherente con
la actuación y el mensaje de Juan como son presentados en las tradiciones de Mc y
Q.
Como observan Gerd Theissen, Josef Ernst y otros autores, no hay estrictamente,
contradicción alguna entre Marcos y Josefo en cuanto al encarcelamiento y la
ejecución de Juan. Marcos pone el énfasis en lo ético, con la censura dirigida por
Juan contra el segundo matrimonio de Antipas mientras que Josefo subraya lo
político, es decir los temores del tetrarca con respecto a la influencia de Juan sobre
las masas judías fuera susceptible de originar una rebelión. Por tener un origen
distinto y haber evolucionado en otra dirección, el relato marcano ofrece una
independiente y valiosa confirmación de casi todos los puntos esenciales de la
referencia de Josefo. Fuera de eso, es preferible tomar de Josefo los datos históricos
y recurrir a Marcos para la historia de la tradición y la intención teológica.
2. El Reino ya presente
Por otro lado el reino no era tan sólo una realidad futura. Si Jesús se hubiese
limitado a profetizar la inminente venida de Dios para reinar sobre Israel con un
despliegue total y definitivo de poder, no se habría diferenciado mucho de algunos
profetas veterotestamentarios, de los autores de los Apocalipsis judíos ni de Juan
Bautista. Jesús demostró ser una figura más complicada y desconcertante porque el
reino que él anunciaba como futuro era el mismo que anunciaba como presente en
su ministerio (Lc 17:21):”El Reino de Dios está entre ustedes”. “Dichosos los ojos
que ven lo que ustedes ven” (Lc 10:23). Otros en cambio, se centran más
específicamente en acciones particulares de Jesús asimilables a manifestaciones o
instrumentos de la presencia del reino. El testimonio más importante se encuentra
en Lc 11:20 “Si yo expulso los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el
reino de Dios ha llegado a ustedes”. De hecho, Jesús declara que sus exorcismos son
manifestaciones y realizaciones, al menos parciales, de la venida de Dios con poder
para reinar sobre su pueblo en el tiempo final. La parábola del hombre fuerte (Mc
3,27) contiene, en esencia, el mismo mensaje.
Aunque todo esto es verdad, el mismo Jesús recalcaba que era en sus curaciones y
exorcismos donde se experimentaba especialmente la presencia del reino de Dios.
Con una alusión a la ausencia de milagros en el ministerio del Bautista, Jesús señaló
a los enviados de Juan la asombrosa característica de su propio ministerio. Ahora,
al cabo, se estaban cumpliendo las profecías de Isaías sobre la curación de Israel en
el tiempo final (Mt 11:5): “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan
limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan”, todo ello como parte del plan más
amplio de proclamar la buena nueva de salvación a los pobres de Israel. En
particular, Jesús consideraba sus exorcismos como un claro aviso de que incluso en
el presente, en las vidas individuales de los israelitas, se estaba poniendo fin al
poder de Satanás sobre el pueblo de Dios. Ya ahora, en el limitado palenque de esas
vidas, el Reino de Dios estaba saliendo triunfante (Lc 11:20): “Si por el dedo de Dios
expulso yo los demonios es que ha llegado a ustedes el Reino de Dios”. Así pues,
tanto de palabra como de hecho, Jesús convirtió el Reino de Dios en una
experiencia presente, al menos en un sentido parcial o proléptico5. No era un
vaticinador más de acontecimientos futuros; era el profeta que estaba cumpliendo
lo que otros profetas habían vaticinado (Mt 13:16-17//Lc 10:23-24): “Dichosos los
ojos que ven lo que ustedes ven y los oídos que oyen lo que ustedes oyen. Pues les
digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y
oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”
Para las multitudes que seguían a Jesús, los supuestos milagros obrados por él
constituían, sin duda, el elemento más sensacional y atractivo de su ministerio; eran
lo que hacía que sus misteriosas palabras sobre el Reino de Dios produjeran un
efecto palpable en los judíos corrientes y tuvieran sentido para ellos. Pese a
rechazar el cambio de milagros por fe, Jesús apreciaba claramente el valor de los
milagros como pedagogía, como propaganda y, sobre todo, como realización en el
presente del poderoso reinado de Dios que él prometía para el futuro. Los milagros
son importantes en los cuatro Evangelios porque antes lo fueron también en el
ministerio del Jesús histórico. Una buena parte de la excitación popular producida
por Jesús provenía de las noticias acerca de sus exorcismos, sus curaciones (sobre
todos de paralíticos y ciegos) e incluso de su devolución de la vida a personas
supuestamente muertas.
castigo con fuego y luego haber pasado a un mensaje más clemente, de perdón y
restauración, cuando descubrió que tenía poder para curar enfermedades. O quizá,
en una primera etapa de su ministerio taumatúrgico, se sirvió principalmente de
medios físicos (saliva, imposición de manos) para luego descubrir que su simple
palabra bastaba para obrar milagros. La respuesta a ésta y a las otras–
innumerables- teorías “evolucionistas” del ministerio de Jesús es sencilla: sí.
Cualquiera de esos cambios de Jesús, tanto interiormente, en su conocimiento,
como por fuera, en su actividad, es posible. Pero, con los datos de los Evangelios en
la mano ¿cabe considerar esas teorías más que una mera posibilidad? La respuesta,
igualmente sencilla, es no. Una de las mayores contribuciones de la crítica formal
ha sido desmontar las estructuras cronológicas del ministerio público tal como
figuran en los cuatro Evangelios, al ver en ellas creaciones de los evangelistas. La
primitiva tradición oral de la Iglesia contenía relatos y dichos sueltos de Jesús, así
como colecciones de relatos y dichos. Pero antes del trabajo de los evangelistas no
había, al parecer, ninguna estructura cronológica que ordenase todo el material del
ministerio público. Ahí se encuentra la raíz del problema. Cuando se percibe que es
artificial el orden de los acontecimientos en cada uno de los Evangelios, entonces se
hace necesario admitir que, en la mayor parte del material del ministerio público,
no hay un antes y un después, al menos para los efectos de una reconstrucción
acorde con los modernos procedimientos de la crítica histórica. Es evidente que
hubo un antes y un después en los acontecimientos tal como sucedieron realmente
en Palestina por los años 28-30 d.c.. Pero ese orden histórico hoy es desconocido e
imposible de llegar a conocer. Por supuesto, podemos llegar a señalar un orden
“probable” de los acontecimientos externos o de la evolución psicológica de Jesús,
pero ese orden no deja de ser tan artificial como las estructuras cronológicas
creadas por los evangelistas. Una importante distinción efectuada en nuestro
estudio de la juventud de Jesús es aplicable también aquí: que Jesús cambió y se
produjo una evolución en sus ideas y práctica durante su ministerio público parece
sumamente verosímil; pero en qué consistió y cómo sucedió, esto ya no hay forma
de conocerlo. Las teorías imaginativas sobre la evolución de la conciencia de Jesús o
de su praxis ministerial no sirven para nada, salvo para ayudar a vender libros.
Esta fe en Jesús como profeta a la par que taumaturgo –fe que se remonta a su
ministerio- nos proporciona una buena clave para entender quién creía la gente que
era Jesús e incluso, quizá, quién creía él que era. En el AT son muy pocos los
profetas de Israel que obran una serie de milagros como una parte regular de su
ministerio. Al principio, en las Escrituras hebreas, únicamente el “´protoprofeta”
Moisés obra milagros, y más adelante sólo Elías y Eliseo son profetas conocidos en
particular como taumaturgos. Por la época de Jesús, ciertos judíos piadosos eran
celebrados por la eficacia de sus oraciones, algunos otros realizaban exorcismos y,
sin duda, otros no eran ajenos a prácticas identificables con la magia. Al narrar los
días turbulentos que precedieron la primera rebelión judía, Josefo menciona a unos
líderes populares que los estudiosos llaman “profetas de señales”. Tales profetas
prometían a sus seguidores grandes milagros de liberación, pero no parece que se
dedicasen a realizar milagros como medio regular de ganar adeptos.
Así, pues, la actividad habitual de Jesús como taumaturgo –tan característica como
para estar atestiguada no sólo en los Evangelios y Hechos, sino también en Josefo-
le hizo distinguirse de todos los demás líderes religiosos del judaísmo palestino de
su época, incluido Juan el Bautista. La realización regular de milagros por un
profeta itinerante activo en el norte de Israel evocaría naturalmente las figuras de
Elías y Eliseo. En particular, la creencia de que, aparte de toda una gama de
curaciones espirituales y físicas, Jesús llevaba a cabo resurrecciones –un tipo de
milagro atribuido en las Escrituras hebreas a Elías y Eliseo pero no a Moisés- habría
llevado a asimilarlo a los dos primeros.
Nuestro inventario de los relatos pone de manifiesto que ninguna teoría puede
explicar del mismo modo y con igual seguridad todos los relatos de milagros.
Los tipos de milagros más atestiguados en los Evangelios son los exorcismos y las
curaciones. De los siete casos de exorcismo referidos en los sinópticos, el del chico
(¿epiléptico?) de Mc 9:14-29, la breve mención del exorcismo a María Magdalena
(Lc 8:2) y posiblemente el núcleo del relato sobre el geraseno endemoniado (Mc 5:1-
20) se remontan –a veces a través de varios estratos de interpretación cristiana
posterior- a eventos del ministerio de Jesús. Los muy diferentes tipos de curaciones
narradas en los Evangelios se pueden dividir en cuatro categorías básicas:
6 Una definición habitual los presenta como acciones mediante las cuales el taumaturgo muestra el
poder o la habilidad de cambiar la materia inanimada, a diferencia de los milagros obrados sobre
seres vivos. Pero esta distinción no parece válida, puesto que en la categoría de las curaciones
(asimilada a la de las resurrecciones) el poder taumatúrgico actúa directamente sobre la materia
inanimada de un cadáver. Por tanto el poder sobre la materia inanimada no es la característica
esencial que traza la línea divisoria entre los milagros sobre la naturaleza y las otras categorías de
milagros evangélicos.
Todos los relatos que la componen, con la sola excepción de la multiplicación de los
panes, parecen haber sido creados por la Iglesia primitiva para servir a diversos
fines teológicos. En cambio, el testimonio múltiple de fuentes, más la coherencia del
hecho narrado con la costumbre de Jesús de celebrar alegres comidas cargadas de
significado escatológico, inducen a pensar que la multiplicación de los panes tiene
una base histórica. El relato parece remontarse a alguna comida especialmente
memorable y simbólica celebrada por Jesús y una gran multitud junto al mar de
Galilea.
En suma, desde el punto de vista histórico, la afirmación de que Jesús actuó y fue
considerado como exorcista y sanador durante su ministerio público cuenta con
tanto respaldo como casi cualquier otra declaración que podamos hacer sobre el
Jesús de la historia. De hecho, como afirmación global acerca de Jesús y su
actividad está mejor atestiguada que muchas otras sobre él, que se suelen aceptar
sin más. Los milagros, que no sólo ocupan un lugar prominente en los Evangelios,
sino que sin duda destacaron también en el ministerio real de Jesús, coadyuvaron a
que atrajese la atención lo mismo en el aspecto positivo que en el negativo. Su
actividad taumatúrgica además de apoyar, dramatizar y realizar su mensaje
escatológico, debió de contribuir en grado considerable a despertar la alarma de las
autoridades, que finalmente decretaron su ejecución.
1) Cuando menos en cierto modo vago, Jesús era considerado como un profeta
escatológico; anunciaba la inminente venida del reinado y reino de Dios.
7 Líder Fariseo de finales del siglo I a.c., quizá fundador de la escuela de líderes rabínícos Fariseos
el tercer presidente de los EEUU, Thomas Jefferson, alrededor de 1819-1820, es una mirada a los
cuatro Evangelios con ojos racionalistas. El trabajo es poco más que un reordenamiento de los
Las ventajas y el atractivo del Jesús domesticado son obvios: al instante adquiere
coherencia con las ideas modernas y puede ser utilizado para cuestiones de ética,
homilías, programas políticos e ideologías de muy diverso pelaje. En cambio un
judío del siglo I que se presenta a sí mismo como el profeta escatológico de la
inminente llegada del Reino de Dios, reino que el profeta hace presente y efectivo a
través de milagros reminiscentes de Elías y Eliseo, no es tan fácilmente asimilable y
utilizable. Para bien o para mal, ese extraño judío marginal, este profeta
escatológico y taumaturgo es, sin embargo, el Jesús histórico que resulta después de
aplicar los métodos de investigación modernos a los datos disponibles.
Pero ese retrato presenta otros rasgos significativos. Además de ser el profeta
escatológico y taumaturgo iluminado por la aureola de Elías, Jesús enseñó a sus
seguidores judíos imperativos éticos (vgr. amar y perdonar) y se permitió darles
normas concretas sobre cómo observar la Ley Mosaica. Algunas de sus
declaraciones sobre ella fueron causa de disputas con otros grupos judíos, en buena
medida también porque a veces, aún subrayando que la Ley era palabra de Dios
dirigida a Israel, se tomó la libertad de abolir o cambiar ciertas instituciones o
disposiciones como el divorcio, los juramentos y promesas y, en opinión de algunos
exegetas, incluso las leyes de la Torá sobre los alimentos. Este impartir normas
concretas conducentes a controversias y, en general, su enseñanza de la Ley, vino a
recargar un cóctel ya explosivo. Jesús no sólo se presentó como el profeta
escatológico y taumatúrgico similar a Elías, que hacía el reino futuro ya efectivo y
palpable para sus seguidores sino también como un maestro capaz de decir a los
israelitas qué debían y qué no debían observar de la Ley.
Así pues, el llamado carácter “carismático” de Jesús, perceptible en su actividad
profética y taumatúrgica, aflora también en su enseñanza de la Ley. Como buen
carismático, basaba su autoridad para interpretar e incluso cambiar la Ley no por
canales tradicionales (la Ley con sus modos de interpretación aceptados, las
resoluciones de tribunales autorizados o los dichos de maestros famosos), sino en
su propia capacidad para conocer directa e intuitivamente cuál era la voluntad de
Dios para su pueblo, Israel, en los últimos días. Con esta otra faceta de su figura de
profeta carismático del tiempo final, Jesús trascendía el ámbito estrictamente
profético y taumatúrgico para incluir entre sus actividades la más “letrada” de
interpretar la Ley y orientar conductas en aspectos concretos. En este punto, la
convergencia de roles en el hombre llamado Jesús se hace muy densa, y la
configuración de ellos extremadamente compleja.
Volumen III
Compañeros y competidores
a) Nacimiento y familia
En algún lugar alrededor del 7-6 a.c., un judío llamado Yeshua, una forma abreviada
del hebreo Yehoshua (Joshua) nació en la ciudad de Nazaret en la baja Galilea. Las
tradiciones de los relatos de la infancia que ubican su nacimiento en Belén de Judea
(tradiciones aisladas en el cap. 2 de Mateo y Lucas respectivamente) son
probablemente dramatizaciones teológicas de la fe cristiana posterior de Jesús como
el Mesías real davídico. El nombre de la madre de Jesús era Miriam o Myriam
(María); el nombre de su padre putativo era Yosef (José). Los cuatro evangelios, los
Hechos de los Apóstoles, Pablo, Josefo, y algunos Padres de la Iglesia hablan de
hermanos. Marcos, seguido por Mateo, nombra cuatro: Santiago (posteriormente
líder de la Iglesia de Jerusalén), José, Judas y Simón. Reflejando la cultura patriarcal
de su tiempo, Marcos y Mateo mencionan hermanas, pero no las nombran. Al
menos, entonces, fueron siete niños en la familia que sobrevivieron a la adultez.
Igualmente María sobrevivió para ver el ministerio público de su hijo. En contraste
notable con otros miembros de la familia, José el padre de familia, no aparece en la
escena en los relatos de los Evangelios durante el ministerio público. Esto es
usualmente interpretado como signo de que él había muerto ya cuando Jesús
emergió a la vida pública.
Mientras esta información sobre la familia de Jesús es bastante pobre, puede tener
una vinculación intrigante con el ministerio público de Jesús. No tenemos noticia
acerca de por qué en los nombres de la familia de Jesús resuenan los comienzos de
la historia de Israel: el patriarca Jacob (Santiago), que recibió el nombre de Israel;
los doce hijos (tribus) de Israel (incluido Judá, José y Simeón); Miriam, la hermana
de Moisés; y finalmente Joshua/Jesús, el sucesor de Moisés y líder de Israel en la
entrada a la tierra prometida. No puede ser totalmente accidental que Jesús se haya
visto a sí mismo como el Elías-profeta, que comienza a reunir y renovar las doce
tribus de Israel al final de los tiempos. Como uno de sus actos simbólico-proféticos,
reúne alrededor suyo un círculo interno de doce discípulos, a los que envía en una
limitada y simbólica misión a Israel.
Uno es tentado a especular –y puede ser nada más que una especulación- que el
modo intensamente judío de Jesús para concebir su misión religiosa puede estar
reflejando su educación en una familia religiosa del norte de Israel, una familia que
vivió el redespertar de la identidad nacional y religiosa judía en Galilea como
consecuencia de la conquista Hasmonea del norte a fines del siglo II y comienzo del
siglo I a.c. Por primera vez desde el reino del Rey Salomón en el siglo X a.c., las
regiones norteñas de Israel habían sido reintegradas con el estado del sur (Judea en
sentido estrecho) en un solo Israel, un reino de los judíos (Judea en sentido amplio),
con su capital en la ciudad-templo de Jerusalén. Este ya mítico “retorno a los
orígenes” en la vida política y religiosa de Israel puede haber tenido su impacto en
los judíos devotos de la Galilea campesina que habían luchado por retener o
redefinir su identidad judía frente a la invasión de la cultura helenística urbana en
los alrededores. Esto sería una gran verdad en una familia como la de José –como
pienso que es el caso- que se afirma descendiente de David.
b) Judaísmo en Galilea
La fe judía compartida por los piadosos Galileos en el campo, podría haber sido,
por todo su fervor, claramente simple y sincera. Como la más tradicional religión
heredada a través de grupos poco instruidos en áreas rurales, podría enfocarse en
prácticas básicas más que en detalles teóricos debatidos por la élite religiosa. En el
caso del Judaísmo, las prácticas básicas incluían la circuncisión de los niños
varones, leyes sobre alimentos permitidos, las principales reglas de pureza, el
descanso sabático, y, cuando era posible, la peregrinación al Templo de Jerusalén
en las grandes fiestas para tomar parte en sus sacrificios. Estas fueron las acciones
que marcaban y santificaban el ciclo regular de nacimiento y muerte, de vida diaria
y estaciones de cosecha. A pesar de no haber definido credos detallados, esta
popular, corriente principal del judaísmo sostuvo certezas claves de fe. Como es a
menudo el caso de la religiosidad popular, estas creencias fueron articuladas en
una dramática historia de los orígenes. Para los judíos, la historia fue el mito
nacional de Dios e Israel: el único Dios verdadero (cuyo sagrado nombre, Yahweh,
no era pronunciado) había elegido a Israel como su pueblo especial, liberado de la
esclavitud por el éxodo de Egipto, hizo con él una alianza, le dio la Torah en el
Monte Sinaí, y lo condujo a la tierra prometida de Palestina como su herencia
perpetua. No obstante Israel admitió su infidelidad a la alianza y su desobediencia
a los profetas de Dios. Sin embargo Dios ha castigado justamente a su pueblo con el
exilio, fue misericordioso al traerlos a esta tierra y darles la esperanza de una
completa, gloriosa renovación en algún día futuro, con las doce tribus restauradas
en su tierra. La historia de Israel, esta historia de salvación reforzada desde la fe del
pueblo judío, podría haberse repetido regularmente en el estudio y la enseñanza de
las Escrituras transmitidas los sábados en los locales para encuentros religiosos
llamados “sinagogas”. Actualmente, estamos pobremente informados sobre la
Que el judío galileo adulto llamado Jesús debería terminar oponiéndose a las
variadas visiones de los Saduceos y Fariseos (y quizá transitoriamente a la de los
Esenios) -todo producto, en un sentido, de la escolástica y la política de Jerusalén- y
que debe haber mostrado menos preocupación puntillosa sobre las reglas
detalladas de pureza y de observancia del sábado, no es sorprendente. La manzana
de Nazaret no había caído lejos del árbol de Galilea. Un judío de la campesina
Galilea que se presentaba en Jerusalén durante las grandes fiestas como un profeta
con autoridad carismática sobre la Ley y el Templo podría asegurarse una
oposición a muerte de las autoridades del Templo y de los expertos en la Ley,
cualquiera sea su línea particular. En este sentido, Jesús, desde el principio, fue
marginal enfrentando al establishment de Jerusalén. A su tiempo las autoridades
trabajarían codo a codo con el prefecto Romano para marginarlo permanentemente.
Los judíos galileos eran buenos para dar el diezmo y hacer peregrinaciones, pero
tenían que quedarse en su lugar.
En comparación con Judea, Galilea durante la vida adulta de Jesús fue en general
pacífica. Hasta el 4 a.c. Galilea había sido parte del relativamente autónomo reino
de Herodes el Grande, un rey cliente dependiente de Roma que no obstante
disfrutó de un gran convenio de independencia en materias internas. Cerca de la
muerte de Herodes el grande en 4 a.c., Galilea se transformó en parte de la
tetrarquía del hijo de Herodes, Antipas. Como un mero tetrarca o príncipe menor,
Antipas estuvo en una posición más delicada y vulnerable que su padre. No
obstante, como su padre, retuvo una autonomía básica en asuntos internos. Lo más
importante, es que mantuvo su propio ejército. Contrariamente a las absurdas
películas de tv no había allí ejércitos romanos estacionados en Galilea durante el
tiempo de vida de Jesús. Sin embargo, Antipas acuñó su propia moneda, y fue
cuidadoso evitando imprimir en sus monedas figuras humanas o de animales
ofensivas a las sensibilidades judías. Antipas mismo recolectaba impuestos de sus
súbditos y volvía a Roma a pagar el tributo. De esta manera, actuó como un
intermediario conciliador; sus sujetos individuales judíos, distinto que sus
correligionarios en la provincia imperial de Judea, al sur, no tenían que pagar
impuestos en Jerusalén para las grandes fiestas. A condición, su divorcio de su
esposa Nabatea y su escandaloso matrimonio con su sobrina Herodías, la esposa de
su medio-hermano, podría haberse calificado como incesto delante de los ojos de
sus observadores judíos. Las relaciones maritales de ambos monarcas Herodianos
y Hasmoneos9 fueron a menudo menos que lo ideal. Por lo menos la nueva
9 Una familia de Sumos Sacerdotes y Reyes descendientes de Matatías, el padre de Judas Macabeo.
Fueron prominentes en Judea desde el 165 hasta el 37 a.c. y la dominaron como gobernantes entre el
142 y el 63 a.c. El nombre viene del nombre del bisabuelo de Matatías, en griego Asamoµnaios ; y su
versión original en Hebreo o Arameo, se sostiene ahora en general, refleja el nombre de un lugar,
Heshmon o Hashmonah. El nombre no aparece en los libros de los Macabeos, pero es usado varias
veces en Josefo en pocas y variadas formas; y también se encuentra en la literatura Talmúdica. La
emergencia de un nombre para la dinastía diseñado desde un primitivo progenitor puede deberse a
la influencia Helenística. Bajo los Hasmoneos, Judea se transformó, en el período de los Seléucidas
declinó y después del surgimiento de Roma, un poder independiente con una considerable
influencia sobre los políticos de la región; sus dimensiones igualaron aquellas del reino de David. El
impacto de su experiencia nacional bajo los Hasmoneos continuó por los Judíos a través de la era
clásica, y, ciertamente, mucho más allá. Sin embargo, un largo período de estabilidad no es seguro.
Externamente, su posición geográfica hace de Palestina vulnerable; internamente, el conflicto entre
valores sagrados y profanos siempre estuvo presente; y las mayores diferencias políticas y religiosas
Por el modo en que Jesús abrazó su profesión de profeta del fin de los tiempos a
imagen de Elías, varias cosas podrían hacerlo aparecer inusual o extraño a la
mayoría de sus compañeros judíos.
i) Cuando una buena cantidad de los líderes espirituales del judaísmo
Palestino, aparte del sacerdocio de Jerusalén, fueron pasando por las
manos de los judíos cultos como los líderes educados del movimiento
Fariseo, los escritores de Apocalipsis, o (por un pequeño segmento de la
población) los Esenios, Jesús no tuvo credenciales particulares de un
judío altamente educado. A pesar de que se puso a la delantera como un
líder religioso que podría ofrecer a sus compañeros judíos la correcta
interpretación de las Escrituras, nunca hizo formalmente estudios de la
Torah con algunos maestros estimados en Jerusalén, como
aparentemente hizo Pablo. Cual sea el conocimiento que Jesús haya
tenido de las Sagradas Escrituras y las tradiciones en Nazaret podría
haber palidecido frente a los brillantes expertos legales de Jerusalén.
Ciertamente, no podemos estar seguros de que Jesús estuviese
alfabetizado, sin embargo pienso que más probablemente si lo estuviera.
Debemos dejar abierta, sin embargo, la posibilidad de que este líder
religioso haya absorbido las Sagradas Escrituras simplemente por
escucharlas repetidas constantemente en la recitación oral, los
comentarios o las homilías. La educación limitada de Jesús se reflejó en
su limitado conocimiento del lenguaje. Regularmente hablaba arameo, la
lengua común judía de la gente común de Palestina. Ciertamente, podría
haber hablado con un acento galileo o en un dialecto galileo que la gente
educada de Jerusalén encontraría chocante o risueño. De la lectura
pública y la recitación oral en las sinagogas, y aún de su propia habilidad
para leer los rollos, podría haber sido capaz de citar pasajes de las
Escrituras Judías en Hebreo. Con respecto al griego, la idea popular de
Jesús frecuentando el teatro griego en la capital galilea de Séforis es
altamente dudosa por muchas razones, empezando por la limitación
económica de Jesús y el silencio total de nuestras fuentes de sus
supuestas visitas a las grandes ciudades de Galilea (Séforis, Tiberia) hasta
el hecho de que muchos arqueólogos fechan las excavaciones del teatro
encontrado en Séforis en un momento posterior al tiempo de Jesús. Jesús
podría haber aprendido conocimientos elementales de griego comercial o
para propósitos sociales, pero no es una razón para pensar que estuvo
públicamente en Grecia durante su ministerio.
ii) Un segundo aspecto que podría haber hecho de Jesús alguien destacado
por lo inusual fue su status como varón célibe. El celibato no era
totalmente desconocido en el Judaísmo Palestino de su tiempo;
ciertamente los Esenios, especialmente en Qumrán, como así también
algunos ascetas a lo largo del Jordán como Juan el Bautista y el gurú de
Josefo, Bannus, parecen haber sido célibes. Por qué Jesús, que
probablemente no estuvo influenciado por el Bautista hasta que el
Alrededor del año 28 d.c. después de su bautismo, Jesús emergió del círculo del
profeta Juan comenzando su propio ministerio profético. A pesar de las sangrientas
escenas de caos en Palestina que estamos acostumbrados a ver en las miniseries de
TV, el tiempo del ministerio de Jesús fue relativamente tranquilo. Todas las
principales figuras políticas estuvieron firmes en su lugar, y no hubo transición en
los altos mandos durante la actividad pública de Jesús. Tiberio había sido el
emperador desde el 14 d.c. y podría haber permanecido así hasta el 37 d.c. No le
gustaba cambiar frecuentemente, salvo algunas interrupciones, en el gobierno de
las provincias del imperio. Como Tácito nos dice, el imperio estuvo básicamente
tranquilo bajo Tiberio, incluida Palestina. Herodes Antipas había sido tetrarca de
Galilea desde el 4 a.c. y podría haber continuado en el cargo hasta depuesto
Calígula en el 39 d.c. Caifás asumió el sumo sacerdocio en el 18 d.c. y habría
permanecido en el cargo, a menudo controlado por la familia de su padre legal
Anás, hasta el 36 d.c. Poncio Pilato se transformó en el prefecto de la provincia
imperial de Judea en el 26 d.c. y permaneció en el cargo hasta el 36 d.c. (el más
largo o el segundo más largo gobernador Romano de la Judea del pre 70). La
deposición de Pilato probablemente no fue por accidente, causada por la protesta
de los Samaritanos y no los judíos, trajo como consecuencia la deposición de Caifás.
Los dos líderes, civil y religioso, sobrevivieron por mucho tiempo en los que fueron
a menudo cargos “puerta giratoria” aparentemente porque trabajaron bien juntos, a
pesar de algunos contratiempos causados por la insensibilidad de Pilato frente a las
creencias y prácticas judías.
De los dos líderes Caifás ha tenido la tarea más dificultosa; tuvo que conseguir el
delicado equilibrio de ser el representante y mediador entre el prefecto y el
populacho judío y viceversa.
Fue dentro del contexto de esta relativamente aceitada aunque salvaje maquinaria
política Palestina en que Jesús apareció de repente, proclamando un mensaje
profético que difícilmente podría confortar a los políticos en el cargo: el presente
orden de cosas va llegando rápidamente a su fin. El único Dios verdadero podría
establecer su gobierno definitivo sobre Israel reuniendo las doce tribus dispersas y
así restaurar a su pueblo elegido a su unidad original. Esta fue la profecía de la
venida del Reino (= gobierno y reino) de Dios y comenzar su actualización en
signos simbólicos y curaciones que Jesús comenzó en una gira por Galilea y Judea.
Conscientemente tomó sobre sí el rol del profeta Elías, cuyo retorno era esperado
para restaurar Israel y prepararlo para la venida de su Dios. Imitando a Elías, Jesús
emprendió un ministerio itinerante ampliamente (pero no completamente) en el
norte de Israel. Evocando un famoso incidente en el ministerio de Elías (1 Re 19,19-
21), perentoriamente llamó discípulos que lo siguieran en su ministerio itinerante,
algunas veces con gran costo. Reflejando la supuesta misión de Elías de reunir las
doce tribus de Israel, Jesús creó un círculo íntimo de doce discípulos y los envió en
misión a Israel. Como Elías (y Eliseo), la idea de Jesús fue –por lo menos durante su
vida- realizar una completa serie de milagros, incluyendo resurrección de muertos.
Si el registro histórico ha incluido sólo uno de estos elementos, se podría cuestionar
la intención de Jesús de evocar la imagen de Elías. Pero la convergencia de muy
diferentes y cuidadosamente elegidas, acciones programáticas que inevitablemente
crean una Gestalt, una compleja configuración de elementos interrelacionados que
claramente sugieren la intención de Jesús de presentarse a sus pares judíos como el
profeta del fin de los tiempos a imagen de Elías. Por “fin de los tiempos” o
“escatológico” no debe entenderse alguna destrucción fantasmagórica del cielo y la
tierra o el fin completo de la historia humana a la manera de los Apocalipsis judíos.
Mas bien, Jesús estuvo anunciando el fin del presente estado de cosas, el fin de la
historia sagrada como Israel la comprendió hasta ahora, y el comienzo definitivo de
un nuevo, permanente estado de acontecimientos. Dios podría gobernar pronto
Israel directamente como su rey, y su santidad podría estar dada por su
arrepentimiento y el perdón del pueblo que experimentaría la paz total y la alegría
deseada por ellos desde el comienzo. Qué podría significar esto en detalle Jesús no
lo dijo. No fue un líder político en el sentido de enunciar un detallado programa
social y político implementado en medidas prácticas y particulares. Más bien, la
transformación de Israel en el fin de los tiempos será la obra de Dios viniendo como
rey. Como el profeta de este Reino, fue la tarea de Jesús profetizar esta venida de
Dios cambiando el mundo, y empezar la preparación de Israel llamándolo al
arrepentimiento, al bautismo, y a una renovación de la vida moral dentro de una
sociedad amorosa y compasiva. Por estas acciones públicas que llaman la atención
como sus milagros, sus comidas comunitarias religiosas o sociales con judíos, y su
envío de los doce discípulos a sus compañeros israelitas, Jesús entendió que tenía
que anticipar y poner en movimiento lo que sólo Dios podría completar en su
venida. Todos estos actos simbólico-proféticos de Jesús fueron entendidos por él
como liberar los poderes del Reino que ellos mismos simbolizan. Al mismo tiempo,
sin embargo, estos actos fueron sólo simbólicos y proféticos. No fueron programas
pragmáticos pensados para instalar un nuevo régimen político en Palestina. Jesús
no habló en términos de agendas prácticas para ser llevadas a cabo por comités
burocráticos o tropas rebeldes. El habló en parábolas, en enigmas que significaban
desafiar y cambiar la mentalidad de la gente acerca de sí mismos, su prójimo y su
Dios, no describir la forma de reestructurar el sistema de recolección de impuestos
o el reparto de tierras. Seguramente, Jesús habló de modo hiperbólico y atrevido
del perdón generoso (incluida la remisión de deudas), la limosna desinteresada, y
la generosidad en la asistencia de los necesitados. Nada de esto –o todo junto-
incluye un detallado programa político o económico.
a) Rasgos identificatorios
Doce, a los cuales les da el nombre de apóstoles” Mientras este texto no nos dice que
Lucas piense que sólo los Doce fueron apóstoles, el título “apóstol” obviamente no
se extiende indiscriminadamente a todos los discípulos de Jesús y es adjuntado de
un modo especial a los Doce. En la historia de la misión de los Doce, Lucas
introduce el discurso misionero declarando que Jesús llamó juntos a los Doce (9:1);
cuando esta misma gente vuelve a Jesús a informar de su misión, Lucas dice que
“los apóstoles” volvieron (9:10). Al comienzo de Hechos Lucas acentúa la necesidad
de llenar el lugar vacante en los Doce por la apostasía de Judas (Hch 1:12-26).
Matías es entonces elegido para tomar el apostolado abandonado por Judas, así es
contado entre los once apóstoles. Que Matías ya era un testigo tanto del ministerio
público de Jesús como de la resurrección de Jesús (Hch 1:21-22) y todavía no poseía
el “apostolado” (v. 25) hasta que fue elegido para ser nombrado entre los “once
apóstoles” (v 26) argumenta a favor de la visión de Lucas que hace del grupo
llamado los Doce y el grupo llamado los apóstoles, términos correlativos.
Todavía el asunto no está absolutamente claro. Contrario al acentuado pero
excepcional uso en Mt 10:2 (“los doce apóstoles”) y Ap 21:14 (“los doce apóstoles
del cordero”), Lc-Hch nunca emplea la frase “los doce apóstoles”, que se convirtió
en una fórmula fija en la iglesia tardía. Sin embargo, mientras el evangelio de Lucas
nunca identifica claramente a ninguno fuera de los Doce como un apóstol, Hch sale
de la forma lucana acostumbrada de hablar en Hch 14:4 + 14, donde Bernabé y
Pablo son llamados “los apóstoles”. No es claro si esta divergencia del uso
ordinario lucano se debe a una fuente que Lucas está usando, si “apóstoles” lleva
aquí el sentido especial de misioneros cristianos enviados en una misión temporaria
por la iglesia local de Antioquía, o si el concepto de Lucas de apóstol no está
completamente identificado con los Doce como afirman muchos críticos. Basta decir
que Lucas es el autor del NT que más consistentemente usa los títulos “los Doce” (o
“los Once”) y “los apóstoles” intercambiados o en estrecha asociación. El es de esta
manera el principal catalizador para la costumbre de decir “los Doce apóstoles” en
la iglesia tardía. En esta rápida investigación se pueden apreciar los variados y
confusos usos de “Doce”, “discípulos”, y “apóstoles” en el NT.
Más allá de los rasgos individuales de identidad, Jesús le dio contornos específicos
a su movimiento creando tres círculos concéntricos de seguidores. Seguramente,
como he señalado repetidamente en este volumen, el retrato de todos los
seguidores de Jesús agrupados ordenadamente dentro de tres círculos concéntricos
es simplificar lo que sin duda fue una realidad mucho más compleja y fluida. No
obstante el modelo en tres partes que he expuesto captura algo importante y
distintivo del movimiento de Jesús durante su ministerio público. Simplemente
como una cosa de hecho, fueron tres grupos distinguibles de lo que podría llamarse
“seguidores” en el sentido literal de la palabra.
Los cuatro Evangelios como así también algunas de las cartas de Pablo
contribuyen a la impresión global de que Pedro fue una persona complicada.
Por un lado, fue enérgico y ferviente en su compromiso con Jesús y su causa.
Tanto la tradición marcana como la joánica, de diferentes maneras, afirman que
fue Pedro quien hizo una profesión de fe en Jesús en una coyuntura crítica del
ministerio público. Por otro lado Pedro fue bastante capaz de insubordinación,
duda, y pánico. Al final, desafiado por los sirvientes del sumo sacerdote
después del arresto de Jesús, negó haber conocido a Jesús. La carrera de Pedro
en la Iglesia primitiva provee un retrato similar, con luces y sombras
yuxtapuestas: un celoso y atrevido líder de la iglesia de Jerusalén, sufriendo
persecución y cárceles, que fue sin embargo capaz de cambiar de repente en la
política eclesial que pareció –por lo menos a los ojos de Pablo- ser deshonesta e
hipócrita. Quizá la yuxtaposición de estas fortalezas y debilidades –Pedro como
figura claroscuro en la pintura barroca- le atrajo especialmente a los primeros
cristianos que condujo como así también a la teología y la homilética cristiana
tardía. Si Simón Pedro es el miembro de los Doce sobre el cual conocemos más,
la razón es que simplemente fue el más prominente e influyente miembro de los
Doce durante el ministerio público y en los primeros días de la Iglesia.
Es muy poco, si es que algo puede decirse sobre el resto de los Doce. Los hijos
de Zebedeo, Santiago y Juan, fueron igualmente pescadores de las costas
norteñas del mar de Galilea. Un memorable incidente que los envolvió durante
el ministerio público no es muy halagüeño. Los dos hermanos buscaron los
lugares más importantes detrás de Jesús cuando el Reino llegara en su plenitud.
Jesús los rechaza ofreciéndoles sólo un lugar en sus sufrimientos; el resto estaba
en las manos del Padre. La profecía de Jesús se cumplió en el caso de Santiago,
el primero de los Doce en ser martirizado. No tenemos información confiable
acerca de que si esto se cumplió en el caso de Juan.
El otro miembro de los Doce acerca de quien se conoce algo significativo es
Judas Iscariote (o, en el Evangelio de Juan, Judas el hijo de Simón Iscariote). Por
la razón que sea –y sus motivos reales están perdidos para siempre para
Después de completar esta rápida mirada sobre estos tres círculos concéntricos de
seguidores, debemos tener en mente que no todos los Judíos que creyeron en el
mensaje de Jesús o sostuvieron su movimiento se sintieron incluidos en alguno de
los tres círculos. Dos importantes grupos no fueron incluidos:
a) La cuarta filosofía
Mientras no hay duda sobre el descontento político y la inquietud social entre los
judíos palestinos del tiempo de Jesús –más en la Judea gobernada por Roma que en
la Galilea gobernada por Herodes- no hay evidencias de un grupo organizado de
revolucionarios armados activos durante el ministerio público de Jesús. Josefo
explícitamente se refiere a “cuarta filosofía” como a un grupo de judíos que se
opusieron a los Romanos cuando estos últimos convirtieron a Judea en una
provincia imperial en el 6 d.c. e impusieron un censo en preparación al cobro de
impuestos. A pesar de que el deseo de Josefo conecta a este grupo con los
revolucionarios de la Primera Guerra Judía, probablemente no hubo un vínculo
histórico directo con un movimiento organizado en curso. En Josefo el término
“Zelote” cuando es usado para describir una banda organizada de revolucionarios
armados luchando contra Roma, se refiere a un movimiento que emergió en
Jerusalén aproximadamente en el 68 d.c. Por lo tanto hablar sobre las relaciones de
Jesús o la simpatía por la cuarta filosofía y los Zelotes no hace a un sentido
histórico. La idea de Jesús como Zelote o simpatizante de los Zelotes regularmente
resurge en los libros populares, los cuales a menudo se leen como novelas; tales
novelas no tienen base en estudios serios. Que el tiempo de Jesús no se caracterizó
con la violencia y el bandidaje, sino con la revuelta armada organizada contra
Roma no está atestiguado durante el ministerio público.
Igualmente invisibles en los cuatro Evangelios –pero por diferentes razones- son los
esotéricos y rigurosos observantes de la Ley Esenios, de quienes los Qumranitas
constituyeron un subgrupo especial, una radical ramificación, una escuela escriba, o
quizá una “casa matriz”. Las diferencias básicas de actitudes y estilo de vida entre
los apartados, ascéticos Esenios y el sectario, amante de los banquetes Jesús, sugiere
desde el comienzo que Jesús no fue un Esenio. La obsesión de los Esenios con los
detalles de las observancias cúlticas o legales (sábado, purificaciones regulares,
pureza y comidas comunitarias, un calendario correcto) y su violento dualismo
sectario fomentó el odio de sus enemigos, sus estructuras jerárquico-sacerdotales
contrastan nítidamente con la ausencia de preocupación de Jesús o el abierto
rechazo de tales cosas. Las similitudes que existieron entre Jesús y los Esenios
pueden a menudo ser explicados con bastante simpleza: tanto Jesús como los
Esenios se inclinaron escatológicamente a los Judíos palestinos que se nutrieron de
la lectura de las Escrituras Judías a la luz profética, los Judíos que estuvieron
relacionados con la renovación de Israel en el fin de los tiempos, y los Judíos que
resistieron en distintos grados de tensión cara a cara con las autoridades
sacerdotales que controlaban el templo de Jerusalén. Estos rasgos comunes
naturalmente alimentan ciertas similitudes entre Jesús y los Esenios en cuestiones
particulares. Pero estuvieron marcados por enormes diferencias como las
siguientes:
10 Israel se constituyó en comunidad después del exilio, agrupándose en torno al Templo y la Ley, al
servicio de los sacerdotes, que institucionalmente sólo podían ser del linaje de Sadoc, sacerdote
célebre de entre los sucesores de Aarón. Pero había existido otro sacerdote igualmente célebre, por
su celo “divino”, que en terminología católica llamaría inquisitorial. Los hasmoneos,y después los
fariseos, se van a sentir sacerdotes de Pinjás, que es como se llamó éste otro sacerdote.Toda la
problemática religiosa de estos años se va a reducir, pues,a rivalidades sacerdotales ,en las que los
sacerdotes de Pinjás se van a sentir más políticos, más davídicos,y los de Sadoc más religiosos, más
levíticos;y van a ser también más místicos, más proféticos, más apocalípticos. Los hijos de Sadoc,
descendientes de Aarón, rivalizaron así con la dinastía política de David.
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Vocablo derivado de la raíz Hebrea hlk “caminar” Usualmente traducida como “ley”y denota una
regla específica, una declaración o discusión legal, la categoría general de material legal o la porción
de literatura rabínica que no es la Hagadá. La Halaká se enfoca sobre la actividad, específicamente la
actividad en la cual primariamente los Judíos deben comprometerse en las relaciones personales,
sociales, nacionales e internacionales, como así también en todas otras prácticas y observancias del
Judaísmo.
Hagadá, deriva de la raíz Hebrea ngd, “mostrar”, “anunciar”, “decir”, “testificar”. Entre los expertos
contemporáneos la palabra conlleva diferentes significados: (1) material no legal de la literatura
rabínica (2) narrativa, historia, leyenda, relatos folklóricos, cuentos de hadas (3) exégesis bíblica o
una amplificación de la Biblia (4) discursos que siguieron a la s lecturas de la Torah en las antiguas
sinagogas (5) un segmento de midrash dividido entre exégesis legal (midrash halakico) y exégesis
no legal (midrash haggadico).
iii) En relación a las reglas de conducta y gobierno: en cierto grado, Jesús y los
Esenios compartieron un radicalismo ético que fluyó de sus intensas
expectativas escatológicas. A veces este radicalismo condujo a similares
posiciones en cuestiones individuales de moralidad. Tanto Jesús como los
Esenios tendieron hacia normas rígidas y prohibiciones en materia
sexual. Jesús y por lo menos algunos Esenios practicaron el celibato y sin
embargo afirmaron el matrimonio monogámico para la mayoría de la
gente como parte del presente orden de la creación. Sin embargo,
mientras los Esenios desarrollaron reglas detalladas sobre la conducta
sexual, estas regulaciones no jugaron un rol significativo en la enseñanza
de Jesús. La estrechez de Jesús en materia sexual claramente aparece en
su enseñanza sobre el matrimonio y el divorcio, Jesús declaró que el
matrimonio es monogámico e indisoluble; consecuentemente igualó el
divorcio (con las segundas nupcias como el resultado natural) con el
adulterio. Los Esenios igualmente tuvieron una visión negativa del
divorcio, pero no es seguro que lo hayan prohibido absolutamente para
el tiempo presente.
La única práctica verdaderamente ascética de Jesús fue su celibato. Sin
embargo, mientras Jesús mismo fue célibe, no hizo del celibato una
condición para ser uno de sus estrechos seguidores (atestiguado por
c) Los Samaritanos
d) Los Escribas
La única razón por la que los escribas son abordados aquí es la de corregir la visión
popular equivocada sobre ellos. Actualmente, los escribas no pertenecen a un
capítulo o a un libro que trate las relaciones de Jesús con los diferentes grupos
religiosos Judíos porque los escribas en su condición de escribas no pertenecen o
forman ningún grupo religioso en el Judaísmo Palestino del tiempo de Jesús. Desde
los Sinópticos, muchos lectores cristianos tienen la impresión de que los escribas
fueron por definición un grupo unificado de gente que estudiaron formalmente la
Ley Mosaica en gran detalle, quienes fueron por consiguiente reconocidos expertos
en religión, moral y cuestiones legales y quienes en consecuencia ejercieron una
gran influencia social y poder político por estar sentados cerca de los jefes de los
sacerdotes y los ancianos laicos del Sanedrín de Jerusalén. Este es un retrato
desesperadamente simplista porque olvida que la palabra “escriba” en el mundo
Mediterráneo antiguo tuvo un amplio abanico de significados. Fue una designación
aplicada a varias figuras de niveles altos y bajos del cuadro social, político y
educacional. Podría significar diferentes cosas en diferentes épocas en diferentes
lugares.
¿Qué podemos decir sobre la relación del Jesús histórico con los Escribas históricos?
Se puede hablar sólo en términos generales. Muy probablemente, Jesús podría
haberse encontrado con varios tipos de escribas con los que viajó a través de Galilea
y Judea y con los que estuvo en Jerusalén durante las fiestas. En Galilea, puede
haberse encontrado y a veces debatido en las aldeas con escribas de educación
limitada. Escribas más educados podrían haber sido empleados privadamente por
el gobierno en las grandes ciudades como Cafarnaúm, que fue un cruce limítrofe
e) Los Herodianos
Algunas de estas teorías han sido combinadas unas con otras en variadas
configuraciones y con diferentes miembros de la dinastía herodiana elegidos como
referentes. Tema más complicado aún es que, mientras algunos autores piensan que
Marcos es históricamente exacto ubicando los Herodianos en tiempos de Jesús,
otras críticas detectan una anacrónica referencia a partidarios de Agripa I o Agripa
II. No veo necesidad de negar en principio que, a veces durante el ministerio
12Una secta Judía estrechamente relacionada, si no un desarrollo de, los Saduceos. El origen de este
cisma es relatado como sigue por el Midrash: Antígono de Soko habiendo tomado la máxima “No
ser como los sirvientes que sirven a su maestros por recibir el jornal, sino más bien como aquellos
que sirven sin pensar en la paga”, sus dos alumnos, Sadoc y Boetus, repiten esta máxima a sus
alumnos. Con el transcurso del tiempo por este motivo aprendieron a expresar la creencia de que no
había mundo futuro ni resurrección de los muertos; y la consecuencia fue que estos alumnos de
Sadoc y Boetus abandonaron la Torah y fundaron la secta de los Saduceos y los Boetusianos.
Vivieron en un lujoso esplendor, usando vasijas de oro y plata toda su vida, no por agrandados, sino
porque (como afirmaban) los Fariseos llevaban una vida dura en la tierra. Lo histórico en esta
historia es la afirmación de que estas dos sectas negaban la inmortalidad del alma y la resurrección.
f) Los Zelotes
Simón el Zelote, uno de los Doce elegidos por Jesús, fue aparentemente un Zelote
en este sentido amplio. Hasta qué punto pudo estar comprometido con la violencia
g) Los Saduceos
Si había intrigantes vínculos entre Jesús y los Qumranitas o el grupo más amplio de
los Esenios por sus perspectivas escatológicas similares, no se puede decir lo mismo
de Jesús y los Saduceos, otro grupo vinculado al sacerdocio Judío. Lo que Jesús
compartió con los Saduceos fue simplemente la corriente principal del Judaísmo,
incluyendo la participación del culto sacrificial en el Templo de Jerusalén bajo la
dirección y el control de los jefes de la aristocracia sacerdotal. Más allá de esto,
Jesús y los Saduceos persiguieron fines opuestos en el espectro teológico y social.
Los Saduceos, el partido principalmente aristocrático y ampliamente sacerdotal
centrado en Jerusalén, ha visto eclipsado su poder durante el reinado de Herodes el
Grande. El gobierno directo Romano en Judea renovó sus fortunas, puesto que los
Romanos prefirieron usar la aristocracia nativa de provincias limítrofes como
herramientas para controlar tales regiones. Aunque no todos los aristócratas, gente
rica, o sacerdotes pertenecieron al partido de los Saduceos, muchos lo fueron, y un
considerable número de sumos sacerdotes bajo el gobierno directo de Roma fueron
probablemente Saduceos. Relativamente pocos en número y sin apoyo popular
entre la gente común, los Saduceos confiaron en su riqueza, su influencia en
muchas de las familias de los Sumos Sacerdotes (y por consiguiente en la carrera
del Templo), y el soporte del dominio Romano que los mantuvo en el poder o al
menos cerca de las palancas del poder.
En cuestiones de observancia legal, los Saduceos se opusieron a las “tradiciones de
los padres” de los Fariseos, que se ponían fuera de la escrita Ley Mosaica. Sin
embargo los mismos Saduceos tuvieron que desarrollar su propio cuerpo de
tradiciones no explícitamente encontradas en las Escrituras, notablemente en
cuestiones de culto y pureza. Mientras a menudo son retratados como rígidos
Jesús cita Ex 3:6 (“Yo soy el Dios de Abraham...”) para mostrar que la doctrina de la
resurrección de los muertos está incluida, si no directamente, en la Ley de Moisés.
Así, desde la definición de la naturaleza de la vida resucitada, Jesús continúa para
redefinir un pasaje clave de la Torah, la aparición de Yahweh a Moisés en la zarza
ardiente. Jesús afirma –aparentemente sólo entre maestros judíos alrededor del fin
de la época- que Ex 3:6 muestra que Dios da la vida a los muertos. En efecto, Jesús,
tomando la afirmación (incluida en ex 3:6) que Dios ha elegido a los patriarcas y sus
descendientes para ser su pueblo especial y la implícita promesa de que él actuaría
como su protector y salvador, da a entender que la promesa más allá de la
liberación del mal en este mundo es la liberación del mal que es la resurrección de
los muertos. Negar la resurrección es negar la misma naturaleza del Dios de Israel
como el Dios Viviente. Por consiguiente Jesús concluye su ataque sobre los
Saduceos con una punzante acusación a los que serían los líderes de Israel:
“Ustedes están muy equivocados” (Mc 12:27)
Esto está diciendo que sólo esta confrontación con los Saduceos y sólo esta
particular cuestión planteada por ellos, hace surgir de Jesús una explícita reflexión
sobre la resurrección general. En otra parte de su enseñanza (Mt 8:11; Lc14:14; Mt
11,21-24; 12:41-42; Mc 9:43-47; 14:25) él simplemente alude o presupone esto. Sin
embargo, entendió la resurrección general como foco principal de su predicación, la
venida del Reino de Dios y la restauración de todo Israel, Jesús sostuvo que la
resurrección de la muerte fue parte de la consumación del plan de Dios para Israel.
Mientras Jesús puede apelar a Ex 3:6 en su duelo escriturístico con los Saduceos, la
imagen completa de su ministerio sugiere que fundamentalmente conoce el hecho
de la resurrección del mismo modo en que conoce el hecho de la venida del Reino
de Dios: es el profeta escatológico que tiene claro y autorizado conocimiento de la
obra de Dios y el plan para su pueblo. Esta afirmación de autoridad carismática y
conocimiento, que básicamente administra todos los antecedentes de poder y
conocimiento religioso, no ayudaría sino acobardaría a los Saduceos que fueron
determinados a mantener firmemente en sus manos las riendas del poder religioso
institucional en el judaísmo Palestino. Y Caifás fue muy probablemente un
Saduceo.
h) Los Fariseos
En contraste con los Saduceos, los Fariseos, que sostuvieron una vez las riendas del
poder político bajo alguno de los monarcas Hasmoneos, no estuvieron así mucho
tiempo bajo el gobierno Romano directo. Entonces, fue necesario involucrarse con
la gente común para intentar edificar y persuadir cuando no pudieran presionar
más. Cuánto más, entonces, fueron inevitables los encuentros y debates de Jesús
con los Fariseos más que con los aristocráticos Saduceos y los sectarios Esenios.
Jesús y los Fariseos representaron los dos más grandes movimientos religiosos
activos entre los judíos ordinarios de Palestina en los últimos 20 años del Siglo I.
Seguramente, la mención de los Fariseos como interlocutores u oponentes de Jesús
en algunas historias evangélicas podrían ser de crecimiento secundario reflejando
polémicas Cristianas tardías del siglo. Pero múltiples testimonios de fuentes y
formas, como así también la dinámica de competencia religiosa en el Judaísmo
Palestino de comienzos del Siglo I, convierte en altamente probable que Jesús y los
Fariseos hayan dialogado y debatido durante el ministerio público. Lo irónico aquí
es que la mayoría de los debates de Jesús con sus competidores durante su carrera,
no tuvieron nada que ver con el final de su carrera. No teniendo poder político, los
Fariseos no se involucraron en el arresto y la ejecución de Jesús. Ciertamente, el
más temprano estrato de las narraciones de la Pasión, por toda su teología,
apologética y polémica cristiana, nunca afirma que los Fariseos estuvieron
involucrados.
Pero, ¿quiénes fueron exactamente los Fariseos? Dada la amplia gama de puntos de
vista de los expertos, la cuestión de los Fariseos históricos hace ver fácil la cuestión
del Jesús histórico. Un argumento mayor sobre su origen y desarrollo parece
razonablemente cierto. Surgiendo durante las luchas políticas y sectarias del
primitivo período Hasmoneo, los Fariseos han tenido poder en la primera época del
reino de Juan Hircano (134-104 a.c.) y también durante el reino de la Reina Salomé
Alexandra (76-69 a.c.). Durante el último reinado, los Fariseos no sólo impusieron
sus leyes en la nación sino también se tomaron violenta venganza sobre sus
enemigos políticos. No fueron ni se transformaron en quietistas y pacifistas. La
caída de los Hasmoneos indicó la caída del poder político directo de los Fariseos.
Herodes el Grande no toleró poderes rivales en su reino. Lo mejor que pudieron
hacer los Fariseos fue intentar influencia indirecta, algunas veces por intrigas de
palacio. Ya los Fariseos se dieron cuenta probablemente que podrían tener algún
poder futuro indirecto, basado primariamente en su influencia y popularidad con
la gente común. La autoridad Romana directa de Judea desde el 6 d.c. en adelante
significó una suerte para los Saduceos, ya que, como ya notamos, los romanos
prefirieron gobernar en provincias límites a través de la aristocracia local. Los
Fariseos fueron congelados una vez más. Más aún, entonces, redoblarían sus
esfuerzos entre la gente común, entre quienes poseían una reputación por el exacto
conocimiento de la Ley Mosaica. El acceso indirecto al poder de los Fariseos podría
haberlos hecho crecer si, como algunos piensan, formaban parte de la clase
dominante sobre las que las reglas dependían de mantener la burocracia
gobernante día a día. Si este es el caso, fueron probablemente capaces a veces de
persuadir a los aristócratas gobernantes a aceptar sus puntos de vista,
particularmente ya que algunos sacerdotes fueron también Fariseos. Unos pocos
Fariseos hasta ascendieron los más altos escalones de poder o influencia,
pureza del dispositivo de culto del templo, y la capacidad de una hija de recibir una
herencia de su padre.
De cara a las dificultades que surgen en nuestras tres fuentes (el NT, Josefo, y la
literatura rabínica), es aconsejable enfocar los casos donde al menos dos de estas
fuentes coinciden sobre algunos aspectos de los Fariseos:
iii) En sus disputas con otros grupos Judíos sobre la Ley, los Fariseos a veces
defendieron visiones y prácticas legales que abiertamente admitieron que
no se encontraban en la Ley escrita de Moisés. Los Fariseos consideraron
estas visiones y prácticas adicionales como venerables tradiciones
transmitidas por “padres” o “ancianos” y como la obra de Dios para
todo Israel13 . En marcado contraste con la actitud de los Saduceos hacia
la gente común, los Fariseos en el Siglo I d.c. estuvieron activamente
comprometidos en intentar convencer a los judíos ordinarios de observar
las tradiciones Fariseas voluntariamente en su vida diaria. No es
necesario decirlo, los Fariseos no fueron enteramente exitosos en su
esfuerzo, pero nunca consideraron a la gente común como odiosos
pecadores porque no siguieran las prácticas Fariseas.
13 No debe identificarse esta embrionaria idea de la Ley de Moisés con el plus de tradiciones
de los padres con la mucho más elaborada doctrina de la doble Torá, encontrada
completamente desarrollada sólo en los dos Talmuds. De acuerdo con esta doctrina tardía,
Dios dio a Moisés en el Monte Sinaí la doble Torah, la cual incluyó tanto los cinco libros
escritos por Moisés y la Torah oral, transmitida por una cadena de tradición oral a los sabios
rabínicos.
v) Mientras los Fariseos, como otros grupos, fueron caracterizados por sus
puntos de vista sobre las prácticas legales, ellos también tuvieron algunas
posturas doctrinales características:
(a) Como opuestos a los Saduceos, los Fariseos defendieron algunas
formas de vida más allá de la muerte y específicamente la
resurrección de los muertos.
(b) Indirectamente, de los ecos de que Pablo el antiguo Fariseo da por
seguro en el modo en que desarrolló su teología, podemos
suponer que por lo menos ciertos Fariseos esperaron alguna suerte
de Mesías, cuya venida predijeron las Escrituras, siempre que la
leyeran creativamente p.ej. a la luz escatológica o mesiánica.
Ciertamente, por lo menos algunos Fariseos probablemente
compartieron una visión apocalíptica de la historia de la salvación,
comprendiendo desde la elección de Israel y la recepción de la Ley
el cumplimiento de todas las promesas contenidas en la Ley y lo
Profetas, incluyendo el Mesías y la resurrección de los muertos.
Dentro de esta visión de la historia de la salvación, la Ley jugó un
rol salvífico especial.
Se debe recordar que estas seis características, incluso cuando se ponen juntas
formando una Gestalt, no necesariamente separaron a los Fariseos de la corriente
principal del Judaísmo (a la Qumrán). Al mismo tiempo, los Fariseos no
constituyeron una corriente principal del Judaísmo (permiten sólo un mítico o
monolítico judaísmo normativo), ni se pensaban para la gente común.
Como unidos a estos problemas, uno recuerda los problemas creados por las
historias de milagros en el Vol. II de Un Judío Marginal. El hecho básico de que Jesús
a veces interactúa o debate con Fariseos disfruta de múltiples testimonios de
fuentes y formas (como el hecho básico de que Jesús afirmara y pensara hacer
milagros durante el ministerio público). Más allá de este hecho básico, cuando uno
se mueve hacia perícopas que involucran a los Fariseos, las cosas se vuelven
sombrías. Se puede decir que al menos ciertos tipos de perícopas evangélicas que
presentan a Jesús interactuando con o hablando sobre los Fariseos gozan de
verosimilitud histórica por lo que sabemos de los Fariseos por otras fuentes:
1. Los Fariseos son presentados como los que debaten con Jesús sobre el
tema del divorcio entre la Casa de Hillel y la Casa de Shammai. Jesús es
presentado como opositor al permiso Fariseo de divorcio, porque en su
esquema mental escatológico el fin de los tiempos restauraría la
institución del matrimonio como el Creador la entendió desde el
comienzo, es decir, como monogámico y permanente. Semejante
argumento es similar al que encontramos en la literatura Esenia –sin
embargo quizá más radical que la visión Esenia- y refleja una
aproximación diferente desde los debates entre la Casa de Hillel y la Casa
de Shammai.
Más allá de estos argumentos, esta es la consideración general que Jesús intentó
dirigir a la totalidad de Israel, no sólo a algún grupo en especial. Si ciertamente los
Fariseos constituyeron un movimiento popular significativo en el Israel del tiempo
de Jesús, y si, distinto a los Qumranitas, no se separaron sino más bien fueron
activos entre la gente común, ¿cómo Jesús no podría haber entrado en contacto con
ellos? Sobre muchos puntos relacionados con el presente y el futuro de Israel, Jesús
y los Fariseos habrían estado de acuerdo o por lo menos tuvieron mucho en común.
Los puntos en los cuales podrían haber disentido incluyeron el particular escenario
escatológico de Jesús, el lugar especial que él mismo le dio, su ministerio y sus
milagros en este escenario, y las inusuales enseñanzas halákicas que fluyeron desde
este escenario (p.ej. la prohibición del divorcio, el celibato como una manera de
servir al Reino, el rechazo del ayuno voluntario, el abandono o rechazo sobre una
base ad-hoc de obligaciones familiares y reglas de pureza). Dado que la larga
tradición de vehementes denuncias de los profetas Israelitas contra sus oponentes,
no sorprende si Jesús el profeta habló de manera similar contra sus oponentes,
incluidos los Fariseos. Tales ataques verbales del Jesús histórico no deben ser leídos
como un ataque sobre el Judaísmo, como a menudo se ha leído en la historia
Cristiana.
De todo lo que hemos visto, va estando claro que no debemos abordar
ingenuamente la cuestión particular de la relación de Jesús hacia los Fariseos con la
mucho más amplia cuestión de la relación de Jesús con la Ley Mosaica. Las
historias Evangélicas que narran un pronunciamiento de Jesús sobre la Ley podrían
ser básicamente históricas mientras que la presencia de los Fariseos como los
compañeros de debate en las historias podría ser una creación Cristiana tardía. Los
Fariseos fueron apenas el único grupo de Judíos Palestinos del siglo I preocupados
por la Ley Mosaica. La enseñanza de Jesús en tales tópicos como el divorcio y el
ayuno serían interesantes y posiblemente contradiciendo a muchos Judíos que no
fueran Fariseos. Por consiguiente en un capítulo posterior, distinto de la presente
consideración de los Fariseos históricos, enfocaremos nuestra atención en la
relación de Jesús con la Ley Mosaica, la tienda sagrada bajo la cual tuvieron lugar
todas sus particulares interacciones con otros judíos. El problema es que “Jesús y la
Ley Mosaica” es un importante y muy amplio tópico que contiene interminables
rompecabezas y enigmas dentro de sí mismo.
Volumen IV
Jesús planteó enigmas y él mismo lo fue. (no publicado)
En un sentido, esta fue la parte fácil. Como los negociadores en los acuerdos de paz
de Camp David, he dejado las cuestiones más difíciles para la última parte –
esperanzado de no obtener los mismos desastrosos resultados-. El volumen IV de
Un Judío Marginal tendrá que luchar con los problemas clásicos, aunque difíciles de
trabajar:
1. Jesús y la Ley
2. Las parábolas de Jesús
3. Los nombres (o títulos) de Jesús
4. La muerte de Jesús
A través de cada uno de estos cuatro enigmas finales, mi meta será lo enunciado en
el subtítulo de la serie: volver a pensar al Jesús histórico.