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EXT.

CALLE VILORIA – DÍA

En una calle de un barrio de clase media se extienden varias


casas, de tamaño medio, muy pegadas una de la otra. Una de
las casas se distingue de las demás por su estado descuidado
y abandonado. CARLOS (10), muy alto para su edad y flaco, y
SAMUEL (11), un poco pasado de peso, de cabello rizado y
desaliñado, juegan con un balón de fútbol.

Carlos le tira un pelotazo a Samuel y éste, que hace de


portero frente a la casa abandonada, ataja el balón con ambas
manos.

SAMUEL
¡Qué gran portero, señoras y señores!

Samuel le regresa el balón a Carlos. Este hace algunas


piruetas y trucos con el balón y vuelve a tirarle un pelotazo
a Samuel. El balón pasa por encima de la cabeza de Samuel, da
contra uno de los cristales de la casa abandonada y lo
quiebra. El balón queda dentro de la casa. 

SAMUEL
¡Qué tonto eres! ¿Y ahora?

Samuel mira con desconfianza hacia la casa. 

SAMUEL
Tú vas por la pelota.

CARLOS
No seas cobarde. ¡Vamos!

SAMUEL
Tú la tiraste, y tú vas por ella.
CARLOS
(con tono de burla)
Eres una gallina, eres una gallina, eres una gallina, eres
una gallina.
SAMUEL
(molesto)
¡Cállate! Gallina tú.

Samuel se adelanta hacia la casa y Carlos camina detrás de


él.

INT. CASA MISTERIOSA – DÍA

La casa por dentro tiene un aspecto siniestro. Hay telarañas,


cuadros viejos en las paredes, ratas caminando por el suelo.
Tiene un aspecto muy avejentado y sucio.

Samuel y Carlos deambulan por la oscura casa pero no


encuentran por ningún lado el balón. Los cristales rotos de
la ventana están regados por el suelo, lleno de basura y
polvo, pero no hay rastro de la pelota.

De pronto, la puerta de la entrada se cierra con un GRAN


ESTRUENDO. Los niños corren asustados para tratar de abrir la
puerta pero no pueden. Está sellada. Carlos y Samuel se ven
cada vez más desesperados.

Los amigos de pronto se voltean a ver, como si al mismo


tiempo hubieran pensado lo mismo.

SAMUEL Y CARLOS
¡La ventana!

Los amigos se dirigen a la ventana y miran con horror cómo la


ventana ya no está rota. Incluso, el polvo se acumula en la
superficie del cristal.

Súbitamente, se escucha cómo algo golpea la ventana y la


rompe. La pelota, la misma con la que estaban jugando en la
calle, da contra el pecho de Samuel y rebota en el suelo.

Los niños miran hacia la calle y ven con horror a dos niños
que miran hacia la casa. Los niños son exactamente iguales a
ellos; con la misma ropa y los mismos rostros.

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