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Ángela Pérez

“La casa embrujada”.

1. EXT. CASA – DÍA

En una calle de un barrio de clase media se extienden


varias casas, de tamaño medio, muy pegadas una de la
otra. Una de las casas se distingue de las demás por su
estado descuidado y abandonado. JOSUÉ, de (10) años, muy
alto para su edad y flaco, y SAMUEL, de (11) años, un
poco pasado de peso, de cabello rizado y desaliñado,
juegan con un balón de fútbol.

Josué le tira un pelotazo a Samuel y éste, que hace de


portero frente a la casa abandonada, ataja el balón con
ambas manos. 

SAMUEL

¡Qué gran portero, señoras y señores!

Samuel le regresa el baló a Josué. Este hace algunas


piruetas y trucos con el balón y vuelve a tirarle un
pelotazo a Samuel. El balón pasa por encima de la cabeza
de Samuel, da contra uno de los cristales de la casa
abandonada y lo quiebra. El balón queda dentro de la
casa.

SAMUEL

¡Qué tonto eres! ¿Y ahora?

Samuel mira con desconfianza hacia la casa.

SAMUEL

Tú vas por la pelota.

JOSUÉ

No seas cobarde. ¡Vamos!


SAMUEL

Tú la tiraste, y tú vas por ella.

JOSUÉ

(con tono de burla)

Eres una gallina, eres una gallina, eres una gallina,


eres una gallina.

SAMUEL

(molesto)

¡Cállate! Gallina tú.

Samuel se adelanta hacia la casa y Josué camina detrás


de él.

2. INT. CASA – DÍA

La casa por dentro tiene un aspecto siniestro. Hay


telarañas, cuadros viejos en las paredes, ratas
caminando por el suelo. Tiene un aspecto muy avejentado
y sucio.

Samuel y Josué deambulan por la oscura casa pero no


encuentran por ningún lado el balón. Los cristales rotos
de la ventana están regados por el suelo, lleno de
basura y polvo, pero no hay rastro de la pelota.

De pronto, la puerta de la entrada se cierra con un GRAN


ESTRUENDO. Los niños corren asustados para tratar de
abrir la puerta pero no pueden. Está sellada. Josué y
Samuel se ven cada vez más desesperados.

Los amigos de pronto se voltean a ver, como si al mismo


tiempo hubieran pensado lo mismo.

SAMUEL Y JOSUÉ

¡La ventana!
Los amigos se dirigen a la ventana y miran con horror
cómo la ventana ya no está rota. Incluso, el polvo se
acumula en la superficie del cristal.

Súbitamente, se escucha cómo algo golpea la ventana y la


rompe. La pelota, la misma con la que estaban jugando en
la calle, da contra el pecho de Samuel y rebota en el
suelo.

Los niños miran hacia la calle y ven con horror a dos


niños que miran hacia la casa. Los niños son exactamente
iguales a ellos; con la misma ropa y los mismos
rostros. 

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