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La Casa de Adela
La Casa de Adela
Una noche, los tres niños planean entrar en la casa. La puerta los recibe
entreabierta.
Adentro los espera una mesa de teléfono, un zumbido como de abejas,
sillones sucios.
Una repisa de estantes llenos de pequeños adornos. Clara se acerca, y
esos adornos resultan ser muelas y uñas. De repente, lejos, Adela grita en
la oscuridad.
La encuentran en el marco de una puerta. Adela saluda, cierra la puerta
tras ella y los hermanos no pueden volver a abrirla. Salen corriendo a
buscar las herramientas para abrirla. Dan alaridos de terror.
Finalmente, Pablo le hace caso a Clara, que le grita que por favor vayan a
buscar ayuda.
Al llegar, la policía no encuentra a Adela. Ante el relato de los
hermanos, los adultos los tratan de mentirosos: la casa está por dentro
demolida y llena de escombros. No hay sillones, mesa de teléfono ni
muelas.
Los adultos no les creen, pero Adela nunca más aparece.
La familia de Clara se muda. Pablo se vuelve loco y se suicida a los
veintidós años.
Desde ese momento, Clara, la narradora, visita la casa en la que
desapareció su amiga.
No se anima a entrar.
Un grafiti reza: “Acá vive Adela” Clara sabe que es así.