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Guión teatral para ser leído como un cuento literario

Rafael Simón Hurtado

INTERIOR.- NAVE PRINCIPAL IGLESIA.- NOCHE.

Una iglesia pequeña de un pueblo cercano al mar. Planta circular, pintada de blanco,

con incrustaciones de conchas marinas en la parte baja de las paredes de la entrada y de

los laterales. En el altar principal, que domina el emplazamiento de la circunferencia,

hay una mesa sencilla recubierta con un paño de hilo blanco, y sobre ella, un crucifijo

tallado en madera con la figura de un Cristo esculpido en plata. Aunque la iglesia parece

vacía, ante el altar hay un sacerdote arrodillado. Viste una sotana negra y calza unas

sandalias de cuero. La piel de sus pies inmaculados se asoma a través de los espacios no

cubiertos por el cuero del calzado. Reza en voz baja, con fervor silencioso. Desde uno

de los laterales de la iglesia, suena un murmullo extraño con voz de mujer.

El cura tiene unos veintiséis años, es un hombre joven, alto y delgado, de rasgos duros y

afilados y tez muy blanca; salmodia con énfasis uno de los sacramentos del matrimonio.

La mujer, de veinte años, está completamente desnuda, es de estatura media, y de

cuerpo esbelto. Yace en el piso. Su rostro tiene rasgos angulosos y llora

desconsoladamente, sentada ante la imagen de una advocación de la Virgen María. La

efigie de la virgen, montada sobre un pedestal de madera, lleva un traje largo, de color

negro y rosa, y su rostro parece contener una profunda tristeza. El cabello del cura –

JULIO-, empieza a escasear y unas ojeras marcan su cara. Muy nervioso, el sudor le

cubre el rostro y forma manchas de humedad en las axilas de la maltratada sotana que

lleva puesta. SARA, que así se llama la mujer, se vuelve hacia JULIO y le grita, con

excitación:
SARA: ¡Los anillos!

JULIO busca con nerviosismo en los bolsillos de la sotana.

SARA: (Continúa) ¿Por qué no has traído los anillos?

JULIO: No los tengo, no los tengo… (mintió).

SARA: Nunca los tuviste…

JULIO: Pero... es que yo no vine a contraer matrimonio, Sara…

JULIO mira a SARA con miedo silencioso. Y, desde el altar, prosigue una especie de

ceremonia particular:

JULIO: Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos, JULIO y SARA,

quienes hoy han venido hasta ti a pagar sus pecados…

JULIO alza con sus manos una hogaza de pan, que usa en lugar de la hostia, y se

estremece casi hasta el temblor. Pero un ruido lo obliga a voltear con sorpresa hacia la

puerta principal de la iglesia. Alguien se acerca. Unos pasos; el traqueteo de unos

zapatos de tacón resuenan en la iglesia vacía. JULIO mira a la mujer que ha entrado, y

ve a SARA con terror.


Ésta mira a la inesperada visitante, y comprueba que es su MADRE. Es una mujer de

cuarenta y cinco años, de tez muy blanca y sensual. La MADRE se arrodilla en un

banco cerca del altar. Lleva un vestido rojo, ceñido al cuerpo, el ruedo de la falda está

por encima de las rodillas. Sobre la cara lleva un velo claro que, al alzarlo, descubre un

rostro excesivamente maquillado. SARA se vuelve hacia JULIO, con angustia evidente,

causada por la presencia de la MADRE de SARA. JULIO intenta ignorarla, y susurra.

JULIO: Es tu madre, Sara...

SARA levanta la voz y alza del piso su cuerpo desnudo…

SARA: JULIO, no pares, no pares la ceremonia…

JULIO: Intercede por nosotros; y ya que nos has concedido llegar hasta aquí el día de

hoy, otórganos también el gozo de entrar al paraíso…

Un ruido proveniente de la sacristía saca a JULIO de su estado de oración. La

distracción lo obliga a voltear hacia el lugar de donde sale el ruido.

MONAGUILLO: (Off) ¡Coño! Padre Julio, qué hace…

Un MONAGUILLO, de unos dieciocho años, flaco y desgarbado, y con un bozo tardío

sobre el labio, sale de la sacristía. El MONAGUILLO, de torpe aspecto, muestra una

infantil sorpresa. La sotana le queda grande, y aunque la arrastra por el piso, se le ven

los pies descalzos. Su cuerpo tiembla de susto, y su cara se contrae al no saber qué otra
cosa decir. No entiende aquello que ve. Luego de recobrarse, vuelve a entrar corriendo

en la sacristía, sin mirar a las tres figuras que se quedan, también, en estado de

consternación.

SARA reprime una mirada hacia JULIO, y otra hacia la MADRE, que saca un pañuelo

pequeño bordado, y seca una lágrima acompañada de un suspiro hondo.

SARA: (a la MADRE:) Será mejor que te vayas. No quiero que seas testigo…

JULIO, con duda.

JULIO: Sara, me he preguntado muchas veces si tú... Si has pensado bien lo que vamos

a hacer.

SARA le mira, desafiante.

SARA: ¿Y tú, estás seguro? (Silencio) Vamos.

SARA le hace un gesto a JULIO, él comprende y se dirige hacia la sacristía.

INTERIOR.- SACRISTÍA IGLESIA.- NOCHE

La sacristía es una habitación pequeña, en donde hay un escritorio de madera con

papeles, lápices y algunos libros sobre él. También hay dos sillas de madera, con cojines
en sus asientos. En la pared, detrás del escritorio, cuelga un pequeño crucifijo dorado,

sin la imagen de Cristo. Una ventana, abierta de par en par, sin cortinas, deja entrar la

luz mortecina de las lámparas de la calle. El MONAGUILLO habla por teléfono, y

asustado levanta la voz.

MONAGUILLO: (al teléfono:) ¡Tiene que venir pronto! ¡El cura se ha vuelto loco!

¡Ha violado a una joven. Están en el altar de la iglesia, y la Madre llora

desconsoladamente! ¡Venga pronto, alcalde!

JULIO entra con violencia a la sacristía. Le reclama al MONAGUILLO por hacer la

llamada. Lo toma por el hombro derecho y lo sacude.

JULIO: ¡Suelta ese teléfono...!

El MONAGUILLO tapa el auricular, y al dirigirse a JULIO, abre los ojos con horror.

MONAGUILLO: (a JULIO:) ¿Qué ha hecho, padre?

JULIO fija su mirada en el MONAGUILLO. En realidad no lo ve a él, mira a través de

la ventana, a la larga calle del pueblo, por la que un grupo de gente viene a paso firme y

apresurado hacia la iglesia, con lámparas en las manos. JULIO vuelve la mirada sobre el

MONAGUILLO, y le dice como hipnotizado.

JULIO: No he hecho nada de lo que tenga que avergonzarme ante los ojos de Dios.

Ahora suelta ese teléfono, y vete.


El MONAGUILLO suelta el auricular, y esta vez con paso torpe, sale corriendo,

gritando a todo pulmón, en dirección del grupo que se encamina hacia la iglesia.

MONAGUILLO: ¡Pecado!, ¡pecado!, ¡pecado!

INTERIOR.- NAVE PRINCIPAL IGLESIA.- NOCHE

Las manos de JULIO sostienen las de SARA, con unos anillos en las manos, y esta vez

ambos están totalmente desnudos, sentados debajo del altar principal

JULIO: (apurado se dirige a SARA:) Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.

Te bendigo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…

SARA mira con amor sus manos pequeñas enlazadas con las de JULIO. La MADRE,

tapa el sollozo en su cara con sus manos y sale de la iglesia. Camina con premura por el

pasillo que forma la hilera de bancos; luego corre como si huyera. Su vestido rojo se

hace más brillante y pronuncia todavía más el blanco de su piel.

PASO DE TIEMPO.

INTERIOR.- NAVE PRINCIPAL IGLESIA.- NOCHE


DETALLE: La hoja afilada de un cuchillo deja un surco rojo en una piel blanca. La

gente entra a la NAVE PRINCIPAL con estupor. Las lámparas en sus manos acentúan

el espanto de sus caras.

PASO DE TIEMPO

INTERIOR.- CELDA. CÁRCEL DE MUJERES.- NOCHE

Bajo la luz de los fluorescentes, en una celda de paredes desconchadas, SARA aparece

demacrada y extrañamente bella. Está completamente desnuda, de pie sobre un gran

recipiente de peltre. Una FUNCIONARIA POLICIAL MAYOR, pasada de peso y de

unos cincuenta años de edad, la limpia con una esponja empapada de jabón con cuidado

y una calma distanciada. La FUNCIONARIA MAYOR hace su trabajo con pulcritud,

fría y profesionalmente, y por su aspecto acicalado, su pelo recogido en un moño y su

uniforme bien arreglado, se le podría haber tomado por el ama de llaves de alguna casa

de gente adinerada. SARA se deja lavar. Otra FUNCIONARIA más JOVEN cambia la

ropa de la cama de la celda. Esta es una mujer fea, alta, de aire militar. Los rasgos de su

rostro, huesudos y hondos, le dan un aspecto siniestro.

FUNCIONARIA MAYOR: (a la FUNCIONARIA JOVEN) ¿Ya está recogido todo?

La FUNCIONARIA MAYOR ha acabado de lavar a SARA y tiende la mano hacia la

JOVEN que le pasa una toalla. La echa por encima de SARA que sale de una ponchera

de peltre enorme.
FUNCIONARIA JOVEN: (Dirigiéndose a SARA) Debe esperar un poco a secarse;

acabo de poner las sábanas limpias.

Pero SARA no le hace caso y se sienta encima de la cama.

SARA: ¿Les falta mucho?

La FUNCIONARIA JOVEN mira a la MAYOR. Ésta le hace una señal. La

FUNCIONARIA MAYOR sostiene la puerta, y la JOVEN recoge la ponchera, y a duras

penas, las dos salen con ella.

SARA, al quedar sola en la celda se incorpora, apretando la toalla alrededor de su

cuerpo como si quisiera darse calor. Se dirige a la pequeña ventana de la celda. Se

estira, intentando ver algo al otro lado de la ventana. En ese momento, la puerta de la

celda vuelve a abrirse. La FUNCIONARIA MAYOR entra y la mira.

FUNCIONARIA MAYOR: ¿Qué hace aún así? ¡Vístase!

SARA se dirige a la cama. Deja caer la toalla y coge la bata del uniforme de la cárcel.

Se la pone, y luego cierra cada uno de los botones de la bata. La FUNCIONARIA

MAYOR se agacha rápidamente y recoge la toalla. SARA, sin mirarla, le habla a la

FUNCIONARIA MAYOR con tono distraído. La FUNCIONARIA MAYOR, mirando

fijamente a SARA, se sienta sobre la cama a su lado.

SARA: ¿Siempre hace tanto frío aquí?


La FUNCIONARIA MAYOR se encoge de hombros, y sin dejar de mirarla, se palpa la

chaqueta y extrae de ella una cajetilla de cigarrillos. Enciende uno. Da una larga calada,

y mientras detiene unos ojos grandes sobre la desnudez blanca del rostro de SARA, le

pregunta en tono confidencial.

FUNCIONARIA MAYOR: ¿Por qué mataste al cura?

SARA no responde. Sólo la mira desafiante. La FUNCIONARIA MAYOR insiste, esta

vez con énfasis.

FUNCIONARIA MAYOR: ¿Por qué mataste al cura?, si eras su amante, ¡dímelo!

SARA, de nuevo, pone desafío en su mirada. Los ojos miran sin ver, y esta vez el tono

de su voz es seco y seguro.

SARA: ¿No ha leído la confesión? Ésta es una vida de paso. Quien no castiga la carne

morirá en la eternidad.

La FUNCIONARIA MAYOR da una bocanada al cigarrillo y levantándose de la cama,

sale de la celda y cierra la puerta sin mirar a SARA.

CORTA A:

La calle está vacía. SARA corre hacia las puertas de la iglesia, que ahora están cerradas.

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