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En general, todos tendemos a idealizar aquellos rasgos que no poseemos, lo cual nos
conduce a admirarlos; pero otra cuestión muy diferente es la idealización patológica que
es una manera de calmar la ansiedad interna. Entonces, magnificamos las virtudes de
alguien para disminuir nuestra ansiedad y sentirnos protegidos por esa persona
hiperidealizada.
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Ahora bien, ¿por qué proyectamos en otros nuestros propios deseos? Esto se debe
a que uno considera que no cuenta con recursos propios, por eso busca al gurú de turno
o a la persona maravillosa que lo va a salvar. En realidad, es un intento de disminuir la
ansiedad, creyendo que hay alguien que posee todas las virtudes sin defecto alguno.
Lo ideal es construir vínculos con personas reales y ver las virtudes, pero también los
defectos, sin pretender cambiar al otro. Muchas parejas proyectan tanta idealización que,
cuando se enfrentan con la realidad, accionan en pos de seguir “enamorados del
enamoramiento”, de la ilusión. Sin embargo, nadie puede cambiar a nadie; apenas nos
podemos cambiar a nosotros mismos.
Procuremos tratar a los demás como personas reales y seamos nosotros también
personas reales, con virtudes y defectos, con aspectos buenos y otros a mejorar,
como todo el mundo. Cuando dejamos de procurar cambiar al otro, suele suceder que
el circuito relacional en el vínculo -en este caso el de la pareja- mejora enormemente.
Solo cuando uno se acepta a sí mismo disfruta de la paz, la tranquilidad y la sensación
de que es capaz de seguir creciendo y de proyectarse al futuro.
La autoaceptación nos permite llevarnos bien con nosotros mismos y con los
demás y nos aleja de la hiperidealización que tanto daño nos puede llegar a causar, pues
está basada en una fantasía.
Bernardo Stamateas
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