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El suicidio es definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el acto

deliberado de quitarse la vida. Su prevalencia y los métodos utilizados varían de


acuerdo con los diferentes países. Desde el punto de vista de la salud mental, los y las
adolescentes poseen vulnerabilidades particulares, por su etapa del desarrollo.

La adolescencia es una categoría construida socialmente utilizada para nombrar el


período que va de la niñez a la adultez. Suele caracterizarse a este período como una
etapa de pleno desarrollo y grandes cambios. Sin embargo, la adolescencia no es vivida
de la misma manera por todas las personas, está determinada por factores sociales,
económicos y culturales.

Según la OMS, unas 800 mil personas se suicidan cada año, lo que representa una tasa
estimada de 11,4 muertes por cada 100 mil habitantes. Las muertes por propia
voluntad representan la segunda causa de fallecimientos entre los jóvenes de entre 15
a 29 años, después de los accidentes de tránsito. Sin embargo, la agencia sanitaria de
Naciones Unidas admite que puede haber subnotificación, ya que el estigma y el tabú
que rodean a este problema hace que no se denuncien a nivel mundial los casos de
comportamientos suicidas no fatales. Se estima que sólo alrededor del 25% de quienes
intentan quitarse la vida necesitan o buscan atención médica, según el documento
“Prevención del Suicidio. Un instrumento para los profesionales de los medios de
comunicación”, publicado por OMS.

Nos parece que, en sí, el tema que vamos a desarrollar está dirigido a todo el mundo
que, por supuesto quiera informarse acerca de esto, pero principalmente, debido a los
datos que vamos a utilizar y estuvimos estudiando, pudimos ver que las tendencias
están en personas de la tercera edad y adolescentes. Por tanto consideramos que
nuestro proyecto de investigación, lo podemos dirigir a estas personas y las que
acompañan a las mismas en su día a día.

En Uruguay, la tasa de suicidios es de 20,6 personas por cada 100.000 habitantes (esto,
es un 0,02%), una de las más elevadas de América, superando a países tales como
Chile, Argentina, Colombia, Estados Unidos y Canadá. Estos números son
llamativamente altos si consideramos que la tasa media americana es de unas 14,5
personas cada 100.000 habitantes (un 0,0145%) y, por ejemplo, en Europa la tasa
media es de 15,4 cada 100.000 habitantes (un 0,0154%).

En el continente, el país con la mayor tasa de suicidios es Guyana, con una tasa media
de 29 por cada 100.000 habitantes, siendo de las más elevadas del mundo. Tras
Guyana nos encontramos nosotros (Uruguay) y Bolivia.

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN:

Debido a nuestra hipótesis, estuvimos investigando, y los medios de comunicación


también juegan un rol importante en este tema, ya que según investigaciones de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) “la forma en que los medios informan acerca
de los casos de suicidio puede influir en otros suicidios”.

Basado en estudios sobre adolescentes principalmente, nos pareció interesante dejar a


continuación la información brindada por la OMS sobre: ¿Qué no se debe hacer desde
los medios de comunicación?

 No hay que glorificar al adolescente que se suicida como mártir. Si se lo


idealiza, puede sugerir a las personas vulnerables que la sociedad honra el
comportamiento suicida. En vez de eso, deberá hacerse énfasis en lamentar la
muerte de la persona.
 No repetir demasiadas veces la palabra suicidio. En todo caso, decir “muerte
autoprovocada”.
 No deberían ponerse titulares enormes con la palabra “suicidio”.
 No publicar notas que escriben y dejan los suicidas. Tampoco deben difundirse
las fotografías de las víctimas ni de la escena del suicidio o del método
empleado.
 No informar detalles específicos del método usado.
 No dar razones simplistas.
 No usar estereotipos religiosos o culturales.
 No aportar culpas sobre el suicidio.
 No describir el suicidio como un método para enfrentar problemas personales
tales como bancarrota, incapacidad de aprobar un examen, o abuso sexual.

https://www.unicef.org/argentina/media/1536/file/Suicidio.pdf

-¿Cómo afectó, y sigue afectando, la pandemia por covid-19 en relación


con nuestra hipótesis?
Diferentes estudios han mostrado que la pandemia ha amplificado los factores de
riesgo asociados al suicidio, como la pérdida de empleo o económica, los traumas o
abusos, los trastornos mentales y las barreras de acceso a la atención de salud. Un año
después del inicio de la pandemia, alrededor del 50% de las personas que participaron
en una encuesta del Foro Económico Mundial en Chile, Brasil, Perú y Canadá
declararon que su salud mental había empeorado.

De acuerdo con las Estadísticas Sanitarias Mundiales 2019 de la OMS, 97.339 personas
murieron por suicidio en las Américas en 2019 y se estima que los intentos de suicidio
pueden haber sido 20 veces esa cifra. Los hombres representaron alrededor del 77%
de todas las defunciones por esta causa y, aunque se han hecho progresos en
intervenciones basadas a la evidencia en la prevención del suicidio, muchos países
siguen teniendo tasas crecientes.
Teniendo en cuenta el contexto de pandemia, debemos considerar que existen
circunstancias preexistentes de la vida de las personas, que, en una situación de esta
magnitud, implican mayor riesgo psicosocial. Entre las mismas, podemos mencionar:

 Dificultad para comprender el estado de alarma y/o indiferencia a las diversas


medidas de protocolos de cuidado en el entorno conviviente.
 Ausencia de vínculos adecuados con los que mantener una comunicación
activa.
 Aislamiento psíquico no deseado y/o ausencia de redes de apoyo.
 Baja capacidad de uso o acceso a la tecnología.
 Poseer movilidad reducida.
 Convivencia en entornos de riesgo (ej. Entornos violentos).
 Tener a su cargo personas con diferentes grados de dependencia física y/o
psicológica.
 Obligatoriedad de acudir a su puesto laboral.
 Pérdida de puesto laboral.
 Precariedad y/o ausencia de recursos económicos.
 Vivir en “situación de calle”.
 Personas con consumo problemático de alcohol u otras sustancias psicoactivas.

Un reciente estudio liderado por la Universidad Complutense de Madrid ha


descubierto que el número de muertes se vieron afectados por los cambios que se
producían a lo largo de la emergencia sanitaria. En 2019, el mes en que menos
suicidios se produjeron fue febrero, en invierno. En 2020 fue en abril, octubre y
noviembre.

Si recordamos la época a la que nos referimos, los suicidios cayeron en el mes del
confinamiento, luego crecieron abruptamente en los meses siguientes de la “nueva
normalidad” y menores restricciones, y volvieron a disminuir en octubre y noviembre,
coincidiendo con la segunda ola y restricciones como los toques de queda o los
horarios de los bares.

¿Por qué se producen estos datos? “Hay diferentes hipótesis, la más teórica podría ser
el síndrome del soldado”, explica De la Torre-Luque (uno de los partícipes de esta
investigación). El síndrome del soldado es realmente el trastorno de estrés
postraumático, descubierto en los militares que tras volver de una misión y tienen que
adaptarse a la nueva realidad. Sufren elevados niveles de ansiedad, angustia y estrés
como secuela de lo vivido.
El suicidio como tal, se considera que tiene ciertos signos o conductas las cuales
pueden permitir que nosotros como personas, nos demos cuenta de la situación que
está a punto de pasar en relación con otra persona (familiar, amigo, conocido cercano,
etc.), por tanto, no podemos dejar de hablar acerca de este tema. A continuación,
trataremos sobre:

-Signos de advertencia del suicidio


La mayoría de los suicidios son precedidos de signos de advertencia verbal o
conductual como hablar sobre querer morirse, sentir una gran culpa o vergüenza, o
sentirse una carga más para los demás. Otros signos son sentirse vacío, sin esperanza,
atrapado o sin razón para vivir; sentirse extremadamente triste, ansioso, agitado o
lleno de ira; con un dolor insoportable, ya sea emocional o físico.

Asimismo, cambios de comportamiento como hacer un plan o investigar formas de


morir; alejarse de los amigos, decir adiós, regalar artículos importantes o hacer un
testamento; hacer cosas muy arriesgadas como conducir con una rapidez extrema;
mostrar cambios de humor extremos; comer o dormir demasiado o muy poco;
consumir drogas o alcohol con más frecuencia, pueden ser signos de advertencia del
suicidio.

Existen intervenciones eficaces para prevenir el suicidio. En un plano personal, la


detección y tratamiento tempranos de la depresión y de los trastornos por consumo
de alcohol son fundamentales para la prevención del suicidio, así como el contacto de
seguimiento con quienes han tratado de suicidarse y el apoyo psicosocial en las
comunidades. Si una persona detecta señales de advertencia de suicidio en ella misma
o en alguien conocido, debe buscar ayuda de un profesional de la salud lo más pronto
posible.

https://www.paho.org/es/noticias/9-9-2021-ops-insta-priorizar-prevencion-suicidio-tras-18-
meses-pandemia-por-covid-19#:~:text=Diferentes%20estudios%20han%20mostrado%20que,a
%20la%20atenci%C3%B3n%20de%20salud.

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